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GEOGRAFÍA HISTÓRICA Y MEDIO AMBIENTE

I.1.9

Gustavo G. Garza Merodio

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Dr. José Narro RoblesRector

Dr. Eduardo Bárzana GarcíaSecretario General

Lic. Enrique del Val BlancoSecretario Administrativo

Dr. Francisco José Trigo TaveraSecretario de Desarrollo Institucional

M.C. Miguel Robles BárcenaSecretario de Servicios a la Comunidad

Lic. Luis Raúl González PérezAbogado General

Dr. Carlos Arámburo de la HozCoordinador de la Investigación Científica

INSTITUTO DE GEOGRAFÍA

Dr. José Omar Moncada MayaDirector

Dr. Álvaro López LópezSecretario Académico

Dra. Luz Fernanda Azuela BernalEditora Académica

Lic. Antonio Mancera PonceSecretario Administrativo

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Colección Temas Selectos de Geografía de México

Coordinadoras Académicasy Editoriales: Dra. María Teresa Sánchez Salazar Dra. María Teresa Gutiérrez de MacGregor

Diseño de portada: Juan Carlos del Olmo

Editora Técnica: Martha Pavón

GEOGRAFÍA HISTÓRICA Y MEDIO AMBIENTEClave: I.1.9

Primera edición: 17 de octubre de 2012

D.R.© Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Geografía CoordinacióndelaInvestigaciónCientífica

Derechos exclusivos de edición reservados para todos los países de habla española. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier mediosin autorización escrita de los editores.

Instituto de Geografía, unamCiudad UniversitariaDel. Coyoacán04510 México, D.F.www.unam.mxwww.igeograf.unam.mx

ISBn (Obra General): 968-36-8090-9ISBn: 978-607-02-4186-4

Estelibropresentalosresultadosdeunainvestigacióncientíficaycontócondic-támenes de espertos externos, de acuerdo con las normas editoriales del Instituto deGeografía.Parasupublicación,recibióelapoyofinancierodelaDireccióndel Instituto de Geografía de la unam. Por este apoyo las coordinadoras de la Colección expresamos nuestro agradecimiento.

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ÍNDICEPresentación ........................................................................................... 9

Introducción ......................................................................................... 17I. Geografía histórica y medio ambiente .............................................. 21 Paisaje, territorio y geografía histórica .................................... 28 Evolución del paisaje y el territorio en México ....................... 39 La escuela de los Annales y el análisis de las duraciones ......... 52 Giro cultural y espacialización de la ciencia social: geografía histórica, geografía cultural y medio ambiente..........................................................................55

II. Tres aproximaciones a la relación sociedad-mediodesde la geografía histórica en México ................................................ 61 Climatología histórica a través de fuentes documentales ........ 62 El clima en México a lo largo de los últimos cuatrocientos años ........................................................ 66 La invasión europea y la Pequeña Edad de Hielo .................... 70 Extremos climáticos y plagas y epidemias ............................ 72

III. El paisaje y el territorio mesoamericano y su transformacióndurante el largo siglo xvI .................................................................... 77 La montaña: su percepción y su manejo en el México prehispánico ................................................... 78 El abandono de los ecotonos ................................................. 81 El aluvión, principal botín agrario de los castellanos .............. 85

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IV. Rupturas y continuidades en el manejo del ambienteen México: siglos xvI al xxI .............................................................. 89 La política del agua en Mesoamérica, la política del agua en la Europa mediterránea .............................. 90 El manejo del suelo prehispánico, el manejo del suelo colonial y posterior ....................... 93 Experiencias coloniales y decimonónicas sustentables ......... 94

Conclusiones ........................................................................................ 97

Fuentes documentales ........................................................................ 101

Bibliografía ........................................................................................ 103

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PRESENTACIÓNLa Geografía es una ciencia de disyuntivas. Todo geógrafo se ha en-contrado alguna vez ante el dilema de cómo hacer su trabajo: ¿física o humana?, ¿ambiental o cultural?, ¿cuantitativa o cualitativa?, ¿a escala localoaescalaglobal?,¿ideográficaonomotética?,¿teóricaopráctica?,¿urbana o rural?, ¿con trabajo de campo o de gabinete?, ¿con mapas o sin ellos?, ¿histórica o contemporánea?… la geografía se desmiembra cada vez que uno toma una opción de estos pares y desecha la otra. Por eso llama la atención el tono de este libro que, sin proponérselo, permite imaginar al lector los malabares que el geógrafo tiene que hacer para conciliar estas opciones sin desechar unas en favor de otras.

Para ser un geógrafo así, es necesario saber cabalgar por encima de las fronteras disciplinarias y saber mantenerse autónomo ante las meto-dologías escritas en los manuales de investigación. Hay que ser atrevido y muy dedicado. El título Geografía histórica y medio ambiente ya es bastante osado puesto que promete conjuntar datos actuales con datos pretéritos y datos culturales con datos ambientales. Para entender cómo alguien logró reunir campos de la geografía habitualmente separados hay que conocer a Gustavo G. Garza Merodio. En esta presentación quiero discutir muy brevemente la pertinencia de la historia en la geografía y terminarconunareflexiónligadaalashabilidadesdelautorparaapro-vechar la fuerza conjunta de lo que a otros geógrafos les parece incon-ciliable.

El tiempo es una dimensión de la realidad que de ninguna manera puedequedarfueradelanálisisgeográfico(Baker,2006[2003];Burke,2008[2004];Pickles,1985).Siloqueinteresaalgeógrafoeslamanera

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en la que está conformado el espacio, resulta que éste debe explicarse dentrodeunadimensiónhistóricadadoquenoesestáticonifijo,sinocambiante. En palabras de Nigel Thrift “es muy simple: sin tiempo no podemos estudiar el cambio”.Todo proceso geográfico es un procesohistórico (Thrift, 1977). Esto lo saben particularmente bien los geomor-fólogos pues la lectura del paisaje en que ellos se especializan es la de las formas del relieve transformadas por la naturaleza y también por los grupos humanos que en ellas han dejado su impronta.

Los objetos de la Geografía son objetos muy grandes. Lo son por su tamaño y también por su edad. Respecto del tamaño no cabe duda que la Tierra como planeta es enorme y las partes que lo componen parecen también innumerables. Respecto de su edad, basta con repetir lo que dice elautordeestelibroenelsentidodequelosprocesosgeográficossonsiempre procesos de larga duración y que una sola generación de hu-manos es incapaz de evaluar si lo que sus ojos ven tendrá repercusión en el espacio y ayudará a troquelar de manera diferente a las generacio-nes venideras. Mientras el espacio se queda y permanece, los humanos mueren y se van. Aun los cambios más vertiginosos como el del empo-brecimiento de la población en el mundo, la degradación ambiental o la sofisticacióntecnológica,implicanprocesosqueaunnosesabesiestántransformandoirreversiblementeelespacioaunquemodifiquensindudala política y la economía de los grupos sociales. La duración de los pro-cesos políticos y económicos es mucho más corta que la duración de los procesosgeográficos.

Los geógrafos solemos ir a los lugares para poder hablar de ellos cuan-do la escala del lugar nos lo permite. Cuando la escala es global, hay que pensar en larguísimos periodos que sobrepasan la vida del geógrafo. David Lowenthaldiceque“elpasadoesunpaísextranjero”(Lowenthal,1985;Duncan,1977[1993]),y−deberíamosagregar−alquenosepuedeviajar.Para solventar esta fatalidad, los geógrafos contemporáneos deben hacer geografía histórica. Pero acomodar en orden los sucesos que han ocurri-do a la corteza terrestre y a los pueblos que la han transformado, requiere de mucha imaginación y de un cruzamiento de datos muy abundantes.

Otros profesionales del tiempo, los historiadores, a menudo rehúyen

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al reto de abarcar en su análisis espacios y tiempos muy prolongados pues juzgan que no es posible “probar” las conclusiones que se tienen ni armarelrompecabezasdelahistoriahumanacontantasuperficialidad.Así es como han lapidado las aportaciones de autores como Jared Dia-mond, quien se atrevió a publicar una historia del hombre en sus últimos trecemilañosbasadoencriteriosgeográficos(Diamond,1997).Quizátenganrazónloshistoriadoresenladificultaddemanejartantasvaria-bles pero si no existiera la osadía nos quedaríamos en la microhistoria. Sin duda, el análisis de larguísima duración y larguísima espacialidad es indispensable para comprender el mundo, lección que Gustavo Garza profesa con frescura desfachatada. El autor de este libro se suma a otros más que han probado que hacer geografía histórica no es ningún delito epistemológico y, que al contrario, con ella se puede generar nuevo cono-cimiento histórico que los historiadores podrán usar en sus investigacio-nes de corta duración y de escala local. No en vano, los historiadores que más cita Garza en este trabajo pertenecieron a la escuela de los Annales, reputada por haber tenido siempre un pie en la tierra.

El libro tiene la riqueza y la fortuna de reunir en un mismo volumen los casos de estudio que desarrolló su autor y las conclusiones teóricas a las que fue conducido por dichos estudios de caso. Esto no es frecuente, pues los geógrafos preferimos hacer artículos teóricos por un lado y pre-sentar nuestras investigaciones de caso en publicaciones aparte. Gustavo Garzacomenzóasistematizarsureflexiónsobre lageografíahistóricadesde su trabajo doctoral en donde logró relacionar aspectos históricos y ambientales al hablar de la transformación de la Cuenca de México en un largo periodo (Garza, 2000). Más adelante profundizó sobre la mane-ra en que el territorio de México se fue estructurando desde un enfoque local, lo cual implicó para él adentrarse en la historia de los pueblos fundados en el siglo xvI a lo ancho de todo el país, y en sus antecedentes indígenas, ejercicio que nadie había hecho con anterioridad y que, no sin dificultad,condensóenunmapadetodoelpaísquehoyformapartedelNuevo Atlas Nacional de México (Garza, 2007). Nuevamente, para los historiadores este mapa puede ser criticable pero tiene el mérito de poner el tema sobre la mesa, es decir, de enfrentar de alguna manera la necesi-

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daddeubicarcartográficamenteprocesosgeneralesconlosriesgosqueello implica para los casos particulares. Durante años, Gustavo Garza ha trabajado otros temas que se despliegan ambiciosamente tanto en la dimensión espacial como en la temporal. Por ahora solo quiero hacer mención de uno de ellos: el de la climatología histórica.

El estudio histórico de la climatología es una muestra de cómo la Geografía tiene más poder cuando mantiene unidos los elementos que componen el espacio y cuando la investigación se realiza de manera me-tadisciplinar, esto es, sin hacer caso de las recetas metodológicas que cada una de las ciencias ha confeccionado para su propio campo. Aquí la división entre geografía humana y geografía física no alcanza a percibir-se, lo cual nos transporta a los tiempos en los que la geografía “a secas” teníasuficientesolidezparaconvencerdequeeraunrazonamientocapazde resolver problemas. El que se planteó Gustavo Garza precisamente en estos tiempos de cambio climático, es el de recoger evidencias inéditas respecto del ritmo al que el clima está cambiando.

Le ha interesado documentar para México desde cuándo se tienen registros que puedan probar alteraciones climáticas relevantes. Mientras hayequiposdeinvestigaciónabastecidosconfinanciamientocasiilimi-tado en los países industrializados para obtener respuestas sobre el cam-bioclimático,conperfilmodestoysinmuchoapoyo,Garzajalaunahe-bra delgada y sutil que aprendió a reconocer en sus estancias en España. Esta hebra consiste en una serie de documentos llamados genéricamente “rogativas” y que no son otra cosa que solicitudes que las personas hacen al santo o virgen de su devoción para que llueva.

Imaginar al campesino desesperado que escribe una nota y que la lleva a la parroquia de su pueblo para incrustarla en el altar donde está laefigiedesudeidad,pareceunasuntomáspropiodelaantropologíao quizá de la historia de la iglesia si se toma en cuenta que el párroco le pedía sus últimas monedas para celebrar misa con ese objetivo. En España ha podido ser estudiada esta práctica con registros fechados des-de el siglo xvI y la lucidez del autor de este libro lo llevó a pensar que en el México colonial tendría que haber algo similar toda vez que esta tradición cristiana encontró eco en los pueblos mesoamericanos que con

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igual regularidad subían al cerro para realizar solicitudes de lluvia (Bro-da y Báez, 2001). Rogar para que llueva es algo probablemente inhe-rente a todas las sociedades que dependen de la agricultura de temporal, pero encontrar registros escritos de estas peticiones es una tarea ardua. Garza se impuso el objetivo de recolectar estas rogativas en diez ciu-dades mexicanas, casi todas poseedoras de archivos de sus respectivos obispados, y realizó estancias de investigación en ellas durante periodos intermitentes en los últimos ocho años. En las rogativas, Gustavo Garza encuentra información de climatología histórica que puede sumarse a otras técnicas de determinación de ciclos de sequía o de abundancia de lluvias como lo es la dendrocronología (Villanueva et al., 2010). Las rogativas son más frecuentes en los años, los lustros y las décadas en donde la sequía amenaza la subsistencia de una comunidad. Una vez que se determinan los periodos de varios años de sequía, se comparan con los datos de otras regiones para comprender si el fenómeno climatoló-gico tuvo un alcance importante en el territorio y si la sequía afectó, por ejemplo, todo el centro de la Nueva España o si fue un fenómeno local o acaso una falta de consistencia en la manera en que el archivo guardóo perdió esta información. Más aún, el autor compara también sus hallaz-gos con otro tipo de fuentes históricas que narran cambios sociales pero en la cual no se menciona si mientras se enfrentaban dos ejércitos, estaba lloviendo o no. Este cruce de testimonios puede permitir hacer matices sobrelahistoriaoficialmenteaceptadayenellibroelautorproveealgu-nos ejemplos. Como se ve, este estudio reseñado en el libro, también es muestra de la fuerza que tienen la geografía física y la humana conjuntas. Es, en mi opinión, el caso que le da mayor sentido al título de la obra.

Para terminar, como anuncié, quiero comentar algunas de las cuali-dadesdeGustavoGarzaensuquehacergeográfico.Gustavohasidoca-paz no solo de soportar largos periodos de trabajo de archivo enfundado en sus guantes y su tapabocas, lo que demuestra que entre sus cualidades de investigación está la paciencia del fraile. También es un geógrafo de campo, un explorador que no fatiga en sus caminatas y que logra en ellas mantener conectado el cerebro y las piernas. ¿Fraile, explorador? Con ra-zón se siente tan bien trabajando temas coloniales en donde caminar largas

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jornadas y morar en conventos húmedos son requisitos indispensables.El trabajo de campo en el autor de este libro es, sin duda, uno de

sus talentos metodológicos y por tanto no puedo dejar de referirme a las cualidades que Gustavo Garza posee para leer el paisaje. Lo lee como cartógrafo sobre su mesa sin importar si el mapa es moderno o antiguo. Después lo lee como geomorfólogo observando desde un mirador en la carretera y explorando sus componentes geológicos. Lo lee como etnó-logo caminando al interior de las comunidades. Lo lee como topógrafo recorriendo grandes distancias. Lo lee en los objetos de la naturaleza y en los de la cultura. Lo lee en el presente e intuye su pasado. Su capacidad de orientación en el terreno es asombrosa: siempre sabe qué hay detrás del cerro que miran sus ojos y para qué rumbo caminar en busca de un objetivo. En cierta ocasión escuché a nuestro colega Leopoldo Galicia decir que Gustavo había nacido con GPS integrado. Con todo, también recuerdo una nublada tarde en el municipio de Metztitlán, Hidalgo, en que la luz se fue extinguiendo y nos quedamos a ciegas a media ladera deunásperocerroconenormesdificultadesparadescenderyconriesgode desbarrancarnos. Nos acompañaba un alumno de Historia y los tres terminamos por arrastrarnos cuesta abajo palpando el suelo con pies y manos, cruzamos después lo que adiviné como el cauce de un río seco y recomenzamos el ascenso igual a gatas hasta descubrir de nuevo en el horizonte las luces de Tepatetipa. El instrumento de orientación que Gustavo tenía integrado, nos dimos cuenta, no necesitaba siquiera la luz del sol ni de las estrellas para operar. Cuando Gustavo regresa del campo sinusarlibretanicámarafotográfica,escapazdereleerensumenteelpaisaje y describirlo tanto en un mapa como en un texto escrito.

Todo esto es prueba de que para Gustavo G. Garza Merodio las disyuntivas que planteamos en el inicio de esta presentación no son obstácu los en su quehacer ni en su metodología. Esta actitud lo acerca a la geografía de la mejor tradición, aquella que no se pelea con los adjetivos.

Federico Fernández ChristliebEscuela de Extensión, Canadá

Universidad Nacional Autónoma de México

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Referencias

Baker,A.R.H.(2006[2003]),Geography and History, Cambridge Uni-versity Press, Cambridge.

Broda, J. and F. Báez Jorge (2001), Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos indígenas de México, Fondo de Cultura Económica, Mé-xico.

Burke,O.(2008[2004]),What is cultural history?, Polity, Cambridge.Diamond, J. (1997), Guns. Germs and steel. A short history of everybody

for the last 13 000 years, Vintage, Surrey, Great Britain.Duncan,J.andD.Ley(eds.;1997[1993]),Sites of representation. Pla-

ce, time and the discourse of the other, Routledge, London and New York.

Garza Merodio, G. G. (2000), Evolución en el paisaje de la Cuenca de México durante la dominación española, tesis de Doctorado, Uni-versidad de Barcelona.

Garza Merodio, G. G. (2007), “Mapa político territorial de Mesoamérica hacia 1520”, en Coll, A. (coord.), Nuevo Atlas Nacional de México, clave H II 2, escala 1:4 000 000, Instituto de Geografía, UNAM, México.

Lowenthal, D. (1985), The past is a foreign country, Cambridge Univer-sity Press, Cambridge.

Pickles,J.(1985),Phenomenology. Sciences and Geography, Cambrid-ge University Press, Cambridge.

Thrift, N. (1977), “Time and y theory in human geography” (2 parts), Progress in Human Geography, no. 1, pp. 65-101 and 413-457.

Villanueva Díaz, J., J. Cerano Paredes, D. W. Stahle, V. Constante Gar-cía, L. Vázquez Selem, J. Estrada Ávalos y J. D. D. Benavides So-lorio (2010), “Árboles longevos de México”, Revista Mexicana de Ciencias Forestales, núm. 1, pp. 7-29.

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INTRODUCCIÓNDentro de las temáticas ambientales, el papel de la geografía por lo generalnohasidoponderadosuficientemente,entantoquelaecología,la biología y algunas ramas de la ingeniería son los ámbitos del conoci-miento más utilizados, e incluso los discursos académicos o políticos en poco sopesan el papel que la geografía puede tener en el entendimiento de la cuestión ambiental. Si el papel de la geografía es poco apreciado en términos ambientales, mucha mayor marginación sufre el conocimiento y práctica de la geografía histórica en este ámbito, es más, ni siquiera es comúnmente considerada, ni relacionada con las prácticas tendien-tes a resarcir daños ambientales. Tal desdén resulta perjudicial para un entendimiento más amplio e integral de la relación sociedad-medio. Po-sibilidades analíticas en las que por su naturaleza la geografía histórica tendría mucho que aportar, ya que desde sus orígenes como parte del cuerpocientíficodelageografía,fueparteprimordialdesuquehacer,lainclusión de temáticas ambientales.

Sin embargo, con el correr del tiempo, la práctica de la geografía histórica se centró en la reconstrucción temporal de la región o en la cronología de intercambios económicos y tecnológicos, alejándose en buena medida de las cuestiones ambientales. Así, la geografía histórica ha sido poco considerada como vehículo teórico en el entendimiento de la relación sociedad-medio, y si esto es común a buena parte de la aca-demia mundial, en México esta perspectiva ha sido aún menos utilizada. El alejamiento de las temáticas ambientales y la geografía proviene de la propiadefinicióndecienciaqueasumimos,fundamentada,enunasepa-ración tajante del conocimiento biofísico y el social (Santos, 2009). Esta

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continua división del conocimiento, explica que el pensamiento ecoló-gicocodificadoen‘Occidente’duranteelsigloxIx y desarrollado como principiocientíficoypuestoenprácticaenelxx(Baker(2003:75),seaentendido como un concepto sin escala (ni temporal, ni espacial), al que es prioritario la adaptación y funcionamiento de las especies a su entor-no, así como las transferencias de energía involucradas en estos proce-sos. Desde esta perspectiva, el ser humano es solo una más de la especies en el rejuego ambiental, lo que dificulta el análisis desde las cienciassociales, las cuales a su vez se han visto permeadas por concepciones naturalistas del medio, particularmente en la antropología, la propia geo-grafía y la historia.

La geografía ha tenido que nadar contra corriente ante las ataduras quelehanfijadolamayoríadesusparadigmasvigentesdesdemediadosdel siglo xIx, limitantesquese reflejanen lapocaatención,e inclusomenosprecio, que sufrieron la geografía histórica y la geografía cultural hasta las décadas de 1980 y 1990. Asimismo, dentro del conjunto de las ciencias sociales, la geografía no fue bien vista bajo los esquemas neo-positivistas y estructuralistas del conocimiento, por lo que los geógrafos no participaron mayormente de los discursos que condujeron al desman-telamiento de los modelos neopositivistas y sentaron las bases de los de-nominadosgiros‘cultural’y‘espacial’,exclusióndelaqueasuvezsonresponsables los geógrafos, ya que en buena medida se han inclinado por una construcción teórica y metodológica aislada con respecto al conjunto delascienciassociales.Unadelastemáticasquemássehabeneficiadode las recientes consideraciones epistemológicas de la ciencia en su con-junto, es la relación sociedad-medio, ya que los paradigmas que susten-tan la tesis de un solo conocimiento, ni social, ni físico, permite integrar ambas vertientes del conocimiento y reconocer las causas de origen an-trópico en las alteraciones que sufre el medio, así como brindarle escala espacial y temporal a los aspectos físicos y biológicos de la biosfera.

Las carencias en la construcción teórica de la geografía, han sido subsanadasnonadamáspor losaportesdegeógrafosafinesdelsigloxx y principios del xxI, quienes se han abierto al debate con otras áreas del conocimiento, sino en buena medida por teóricos de otras ciencias

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sociales, que a lo largo de los últimos cuarenta años han sopesado la re-levancia de los aspectos histórico-territoriales y espaciales en sus respec-tivos campos de conocimiento (Sunyer, 2010:144). A este respecto, es necesario acotar que uno de los diálogos interdisciplinarios que resultan indispensables a la geografía es el que debe mantener con la historia. Sin embargo, aunque varios geógrafos han utilizado principios históricos en el estudio de la actividad humana, la aproximación histórica no ha sido partefundamentaldelquehacergeográfico,talycomoargumentaLeo-nardGuelke(1982:ix).Paraesteautorlafaltadeinterésdelohistóricodesde la geografía, radica en buena medida en la orientación generali-zadorayanti-ideográficadegranpartede lageografíacontemporáneay ha resultado especialmente perjudicial al entendimiento de la relación sociedad-medio y al tratamiento de la región, aproximaciones que suelen carecer de construcciones teóricas profundas.

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I. Geografía histórica y medio ambienteLa conceptualización de la geografía histórica comúnmente aceptada por los geógrafos, se desprende de una visión parcial de lo que el cono-cimientohistóricopuede significary el cual se suele considerar total-mente ajeno a las discusiones teóricas y metodológicas de la geografía. David Harvey, en Explanation in Geography (1971:80-82), aduce que una de las seis formas explicativas de la geografía es la concerniente a los modos temporales de explicación. Ahondando en la forma temporal de explicación en geografía, Harvey cita a Darby, y para este último, los cimientos de la geografía son la geomorfología y la geografía histórica, fundamentointerdisciplinarioqueinvitaalareflexión.Asimismo,Har-vey propugna por no encasillarse en un solo modelo explicativo, lo acon-seja tanto cuando habla de que sus categorías explicativas no se excluyen unas a las otras, como cuando sustenta que uno de los mayores errores en el entendimiento de la explicación temporal en geografía ha sido tomarla como única aproximación posible.

Por otra parte, la geografía histórica perdió parte de sus posibilidades analíticas a partir de mediados del siglo xx, al alejarse de las temáticas am-bientales, las cuales no siempre le resultaron ajenas, ya que además de lastradiciones naturalistas germánicas, tuvo en los estudios de paisaje de Carl Sauer un gran impulso. Para este último autor, retomando el discur-so de Alfred Hettner, la geografía en todas sus ramas debe ser una ciencia genética que debe avocarse al estudio de orígenes y procesos (Castro, 2009:14). Desde esta perspectiva, la geografía tenía una clara injerencia sobre aspectos temporales en su quehacer, y no debía conformarse con el conocimiento de las características contemporáneas del espacio en sus

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diversas escalas, sino que debía incluir las dinámicas y elementos del pa-sado. Sin embargo, tal presencia del pasado en el espacio contemporáneo era comprendida como una mera suma o resta de elementos físicos, sin que las causas culturales, políticas o socioeconómicas que determina-ban su presencia fueran categorías de análisis. El desgastado discurso dela geografía humana en el análisis de la relación sociedad-medio y de la región, se debe en buena medida a la exclusión del conocimiento histo-riográficoensusanálisisydiscursos.Portanto,losgeógrafoscarecen,porlogeneral,desustentosfilosóficosensuaproximaciónalarelaciónsociedad-medioyenladefinicióndeloregional.

Para explicar las limitantes del análisis temporal basado en la estruc-tura y apariencia física del espacio, retomemos en primera instancia la propuesta de Robin Collingwood (1956:216) con respecto a la naturaleza de los procesos naturales y los procesos históricos, los primeros, nos dice este autor, es una mera progresión de eventos, mientras que los segundos son la sucesión de los diversos pensamientos. Esta diferenciación nos per-mite entender que, desde la aproximación físico-estructural, únicamente ponderaremosloscambiosexternosquesemanifiestanenlamorfologíade los elementos presentes en el espacio, sin que reconozcamos las rela-ciones sociales o económicas subyacentes que determinan la ausencia o presencia de elementos y su distribución. En este sentido, es importante tomar en cuenta que, aunque los seres humanos se encuentran sujetos a condicionantes físicas y biológicas, sus acciones y pensamientos no responden a la lógica de estas determinantes, por lo que todo análisis del espacio que se precie de histórico debe enfocarse en las características que guardan y han guardado las diversas sociedades y sus instituciones.

Pero esta inclusión de la cultura y la ideología en el análisis de lo hallado en el espacio no ha sido fácil de lograr en la geografía, lo cual ha perjudicado la relación de la disciplina en su conjunto con la geografía histórica.ParaAlanBaker(2003:214),elantagonismoentrelospracti-cantes de la geografía contemporánea y la geografía histórica se basa, además de las visiones actuales de muchos geógrafos, en la insistencia de Hartshorne en subrayar la separación de la geografía y la historia, y

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comoaduceBaker,afectandoparticularmentelarelacióndelageografíahistórica con el resto de cuerpo académico de la geografía. Así, además de verse marginada del cuerpo teórico aceptado por la mayor parte de los profesionales de la geografía, la geografía histórica, al igual que la cultural, se mantuvieron encasilladas epistemológicamente en el cambio y la reconstrucción de la apariencia física de lo distribuido en el espacio. LeonardGuelke(1982:21)argumentaquelainclusióndeesquemasmáshumanísticos en geografía histórica, no implicó la adopción de un reno-vado concepto de historia que se basara en el análisis temporal del pen-samiento humano. Por tanto, hasta principios de la década de 1980, se puede decir que la geografía histórica tenía una clara connotación positi-vista,aproximaciónqueledificultabaexplicarprocesossociales,siendoque los principios teórico-metodológicos que utilizaba se desprendían del quehacerdelaciencianatural.Porsuparte,DerekGregory(1982:250)aduce que la prioridad en el discurso de la geografía histórica, una vez superadas las posiciones positivistas y estructuralistas, es la vinculación dialéctica entre acción y estructura, lo que implica la conjunción de las formas estéticas y el estatus teórico de la narrativa utilizada.

Estas propuestas renovadas sobre los alcances analíticos de la geo-grafía histórica, amplían las posibilidades de entendimiento de las cues-tiones ambientales, en tanto que la mera evidencia física deja de ser la única categoría de análisis y toda transformación del entorno se examina a través de las acciones y discursos de la economía, la política, la so-ciedad y, por supuesto, de la cultura. En la comprensión y articulación de estas dinámicas, la perspectiva histórica juega un papel fundamental, por tanto, es indispensable revisar la vinculación entre el conocimiento geográficoyelhistóricoatravésdeloqueengeografíahasignificadoelanálisishistoriográficoylasherramientasutilizadastradicionalmentedesde la geografía histórica, así como los avances y limitantes que esta subdisciplina presenta ante la utilización de los principios teóricos y me-todológicosdelahistoria.Elaislamientodelogeográficoconrespectoa lo histórico ha comenzado a romperse gracias al denominado giro cul-tural o lingüístico, el cual ha enriquecido los alcances analíticos de la

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geografíaensuconjunto;renovadaaproximación,enlaquelageografíahistórica y cultural ocupan posiciones privilegiadas en las narrativas con-temporáneas. Para Robin Butlin (1993:68) es necesario llevar a cabo una geografía histórica de las comunidades, espacios cuyos protagonistas de-ben ser tomados en cuenta para entender las formas en que el paisaje ha sido construido y el territorio organizado, en tanto que muchos de estos protagonistas conservan prácticas y ritos que se pierden en el tiempo y que en diversas ocasiones únicamente se conservan como tradición oral.

Ante tal apertura multidisciplinaria, cabe citar a Fernand Braudel (1984:39), quien acotó el enriquecimiento de la historia, gracias a las adquisiciones obtenidas de otras disciplinas cercanas, lo que había he-cho que prácticamente se hubiese construido de nuevo. Sin exagerar, se puede decir lo mismo de la geografía a la luz de los aportes culturales ehistoriográficosquehanfortalecidoyafirmadosuepisteme.Así,paraCarlos Antonio Aguirre (1996:49), reconocido historiador mexicano de-dicado al estudio de la escuela de los Annales, lo social-histórico, debe ser interpretado fuera de los marcos que intentan imponernos las actuales configuracionesdisciplinaresdelasdiferentescienciassociales.

Entre las cuestiones que son propias de las renovadas formas de abordar la geografía, y en particular la geografía histórica, destaca el papel que juegan las escalas, tanto espaciales, como temporales. Esto debido a que la sociedad, la economía, las identidades y las instituciones operaninfluenciadasnosoloporlosacontecimientoslocales,regionalesy nacionales, sino por determinantes dictadas desde los centros de poder financieroycultural,respaldadasenmuchoscasosporinerciasculturalesy políticas arraigadas en las diversas sociedades siendo, tanto en cues-tiones de identidad, como de características institucionales, donde más fácilmenteseidentificalapresenciadediversasescalastemporales,sinque esto quiera decir que el comportamiento económico escape a ellas, aunqueresultamásdifícilidentificarlasdadalaaparentecontemporanei-dad de lo económico.

En lo tocante a escalas temporales se piensa relevante ahondar un poco más, ya que resultan fundamentales en la construcción y evolución

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del paisaje. Este concepto, como ya ha sido mencionado, se considera esencial en la vinculacióndel conocimientogeográfico con el históri-co;entantoqueelpaisajeesunamuestrafehacientedelainterrelaciónsociedad-medio a través del tiempo, así como de la trama temporal de lo meramente social y económico. Las escalas temporales han sido ma-gistralmente explicadas por Fernand Braudel (1984:74), y aunque sus propuestas han sido delimitadas como estructuralistas y positivistas por las escuelas ‘posmodernas’, se esde la ideaque la explicaciónde lasdiversas duraciones trasciende encuadres epistemológicos, ya que en pri-mera instancia, este autor las considera útiles tanto a diversas disciplinas, como a una concepción amplia de lo social, en la que tiene cabida la relación sociedad-medio y el entendido de que cada realidad segrega sus escalas de tiempo de acuerdo con sus determinantes ideológicas.

Entre las escalas temporales propuestas por Braudel, existen dos que resultan relevantes al quehacer geográfico, una es la denominada lar-ga duración, ya que en ella surgen las identidades, consecuencia de una prolongadarelacióndeunadeterminadasociedadconunciertobioma;identidades que generan símbolos que las poblaciones locales y regiona-les recrean con respecto a valores culturales, económicos o políticos. La otra es esa temporalidad corta y violenta de profundas alteraciones que deconstruye y reconstruye al paisaje o dicta las pautas de reorganización del territorio, reconstrucciones y pautas que han de durar por un cierto tiempo hasta que un nuevo lapso violento sea desencadenado por agentes biológicosotecnológicos.Asimismo,caberecalcarqueelcientíficoso-cial debe construir marcos temporales que estén sujetos a los paradigmas de sus respectivas disciplinas.

En las nuevas consideraciones epistemológicas del denominado giro cultural o lingüístico una de las premisas es la exposición de las capaci-dades, las necesidades, la percepción y los símbolos del colectivo bajo escrutinio;característicasydinámicasdelapoblaciónquesehancon-figuradoentemporalidadesdedistintaduraciónycuyoanálisisvinculaprofundamente a la geografía histórica con la geografía cultural, las cua-les comparten en sus quehaceres, tanto el estudio de las formas de apro-

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piación del entorno, como el entendimiento de la organización del terri-torio en diversas temporalidades. Estas dos vertientes del conocimiento tienen en los estudios del paisaje dedicados a la evolución del mismo, métodos que permiten entreverar los aspectos biofísicos y humanos en la construcción de identidades, las formas de organización político-territo-rial y los procesos económicos.

Una de las cuestiones que no han permitido un aquilatamiento más profundo de la geografía histórica y su viabilidad respecto de temáticas ambientales, es la consolidación de la denominada historia ambiental a lolargodelasúltimasdécadas.Subdisciplinaqueenmuchosebeneficióde una posición imprecisa desde la geografía, en general, con respecto a la consideración temporal de la problemática ambiental y a la falta de impulso desde la geografía histórica de estudios que abordaran al entor-no. Así, la falta de construcción teórica en la geografía en su conjunto y de forma especialmente aguda en el ámbito de la geografía histórica, coadyuvóalafianzamientodelahistoriaambiental,mayormenteapoya-da por antropólogos e historiadores de la esfera anglosajona.

A principios de la década de 1990, Stanley Trimble, en el prefacio de la obra de Dilsaver y Colten (1992:xx), argumentaba que durante las últimas tres décadas el panorama de la geografía histórica no había sido alentador y aunque las renovadas construcciones teóricas respecto a la relación sociedad-medio le han brindado nuevos bríos, la competencia desde la historia ambiental había eclipsado en buena medida el reco-nocimiento y trascendencia de los argumentos esbozados desde la geo-grafía histórica. En este sentido, cabe destacar que una revisión de las temáticas propuestas por la historia ambiental permite reconocer que no existe mayor diferencia con los argumentos utilizados con anterioridad o paralelamente por parte de la geografía histórica. Las temáticas de índole ambiental que han sido propias de la geografía histórica y que son utili-zadas hoy en día por la historia ambiental son: la creación de los paisajes y las antiguas formas de entender y apropiarse del entorno, así como el cambio ambiental de origen antrópico a través del análisis de los siste-mas políticos y los modelos económicos imperantes.

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Una vez esclarecida la importancia de la geografía histórica, en el en-tendimiento de las cuestiones ambientales y las limitantes teóricas y me-todológicas que han impedido una apreciación de esta subdisciplina en la solución de problemas ambientales, se desglosa el contenido del resto de esta obra. En primera instancia se analiza la relación de la geografía histórica con los términos paisaje y territorio, conceptos que resultan pri-mordiales para el análisis del espacio, así como la revitalización que ha vivido una vez que se han incorporado a su construcción teórico-meto-dológica el denominado giro cultural o lingüístico. Asimismo, se aborda lainfluenciadelageografíaenotrascienciassocialesycómoelconjuntode éstas también se ha renovado ante una mayor inclusión de las deter-minantes espaciales en el entendimiento de lo social. Para explicar estas influencias seahondaen lasposibilidades teórico-metodológicasde laescuelahistoriográficadelosAnnales, en particular, en las propuestas de Fernand Braudel tocantes a la consideración de diversas duraciones en la construcción del paisaje y la organización del territorio.

Enunasegundapartedeestetrabajoseejemplificaelquehacercon-temporáneo de la geografía histórica en México con tres temáticas que se han conducido desde el 2000 en los departamentos de Geografía Social y Geografía Física del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México: 1. La climatología histórica, a través del análisis de fuentes documentales y su comparación con series instrumentales an-tiguas y contemporáneas, tratando las siguientes cuestiones: un esbozo del comportamiento del clima en México a lo largo de los últimos qui-nientos años, las consecuencias de la invasión europea y su correlación conladenominada‘PequeñaEdaddeHielo’yelvínculoentreextremosclimáticos y el surgimiento de epidemias y plagas. 2. Ligado a esto úl-timo, se considera la transformación del paisaje y el territorio en buena parte de Mesoamérica a lo largo del siglo xvI, tomando en cuenta el manejo y la percepción que de las áreas montañosas se tenía durante la era prehispánica, y la prioridad que los españoles dieron a la ocupación y explotación de los aluviones y al abandono, por no ser prioritarios a los modos y medios de producción europeos, de los ecotonos de transición

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entre los climas cálidos y los templados. 3. Las rupturas y continuidades en el manejo del ambiente en México del siglo xvI al xxI, esto a través de una breve comparación del manejo del agua en Mesoamérica y en la Eu-ropa mediterránea, una síntesis de las formas de ocupación y explotación del suelo durante la era prehispánica, la época colonial, el siglo xIx, el repartoagrarioyelMéxico‘neoliberal’y,porúltimo,unbreverecuentode manejos sustentables del medio llevados a cabo durante los regímenes coloniales y republicanos anteriores a la revolución mexicana.

Paisaje, territorio y geografía histórica

ParaAlanBaker(2003:8)cuatrosonlosprincipalesdiscursosdelageo-grafía:localización,medio,paisajeyregionesoáreas;esteautoragregaque entre ellos no hay límites impermeables. En contraposición, se es de la idea que los discursos de la geografía son medio, territorio, región, urbeoárearural;enestaúltimapropuestanoseincluyepaisaje,puessele considera una posibilidad metodológica (sobre esto se ahonda en los siguientes párrafos), más que un principio primordial de análisis en la geografía.Porsuparte,Bakeragregaquelosgeógrafossueleninterco-nectar cada uno de estos segmentos, sin embargo, en la experiencia desde la geografía enMéxico, parece que en pocas ocasiones se logra esto;quienes trabajan paisaje y medio posiblemente sí concurran en ambas vertientes para lograr sus objetivos, pero quienes se abocan a las diná-micas y fenómenos de localización o espacialidad y la cuestión urbano-regional no suelen incluir cuestiones propias del medio o análisis a través de los estudios de paisaje.

Además de las limitantes teóricas derivadas de las posiciones pre-ponderantes en geografía hasta hace unas décadas, mismas que se cree dificultaban el diálogo entre los discursos nodales de la geografía, lapropiadefinicióndepaisaje tambiénvalidadahastahacepoco, tampo-co ayudaba a su utilización en ámbitos como la regionalización o los estudios urbanos y rurales. La visión tradicional en paisaje lo considera como una porción de espacio, tal y como argumentó Georges Bertrand

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hacia 1968 (Bolós, 1992:26), pero tal idea sobre el paisaje se cree limita sus posibilidades de análisis y su interacción con el resto de los discursos primordiales de la geografía. La propuesta en este sentido es entender al paisaje como una posibilidad metodológica para analizar al espacio, pero no como una porción del mismo. Esta propuesta se puede sustentar al tomarencuentaelorigendeltérminopaisaje,asícomoeluso‘científico’queselehadadoalmismodesdediversasescuelasgeográficasodeotrasdisciplinas.

En cuanto al uso temprano del concepto paisaje se sabe que en len-guacastellanaoriginalmentesedefiniócomopintura,ydeacuerdoconJoan Corominas (1983:433), hasta 1708 apareció en nuestra lengua como paisaje, mientras que en otras lenguas romances su uso era común desde los siglos xvI y xvII. Esta connotación temprana de paisaje, como repre-sentación, nos habla de la interpretación de una porción de espacio, mas no del espacio en sí. Asimismo, la expresión germánica landschaft nos remite a la evolución o moldeado del suelo y registra información que nos remite a su proceso de formación, mientras que la expresión inglesa landscape aparece en el siglo xvI como un vocablo técnico utilizado por los pintores (Fernández y Garza, 2006). De nuevo se asiste, en la com-prensión de estos términos, no a la referencia de una porción de espacio, sino a una manera de interpretarla.

En el argumento de considerar al paisaje como principio metodológi-co y no como una porción de espacio, se considera el propio tratamiento que de este concepto han hecho las diversas escuelas, mayoritariamente geográficas, que han propugnado por una consideración científica delpaisaje. Para fundamentar esta propuesta, se propone una sucinta revi-sióndelosestudioscientíficossobreelpaisaje,loscualesseremontanal siglo xIx, habiendo sido desarrollados, en primera instancia, por in-dividuos que en lo fundamental estaban interesados en los ámbitos físi-co y biológico del entorno, destacando los discursos de Alexander von HumboldtyKarlRitter, quienes forjaronel conceptode ‘medio’paraexplicarlainfluenciadelosaspectosfísico-biológicosenlaculturadelospueblos.LaspropuestasdeCharlesDarwinnohicieronsinoreafir-

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mar la interrelación entre los seres humanos y su ambiente. A partir de entonces, el análisis sobre esta interrelación se orientó en dos sentidos: la que analizó el impacto de lo humano sobre el entorno y la que observó lainfluenciadelmedioenlassociedades,ambashermanandomedioyactuación humana a través del análisis de los componentes físicos, bioló-gicosyantrópicosdelmedio,esdecir,conduciendoestudiosdepaisaje;estavinculaciónnonecesariamentepasabaporladefinicióndeunapor-ción de espacio concreta, sino que construía teoría y métodos, en general, sobre la relación sociedad-medio.

De la vertiente que se enfocó al impacto sobre el entorno por causa del quehacer humano, se tiene como obra pionera el trabajo de George PerkinsMarshtituladaMan and Nature or Physical Geography as Modi-fied by Human Action(1864);delatradiciónderivadadeestapropuesta,destaca la publicación de Gordon Childe (1971), bajo el título de Man Makes Himself, en el que son discernidas algunas alteraciones sufridas por el sustento biofísico del planeta en aras de la vida civilizada. Si-guiendo ese mismo tipo de aproximación, en tiempos más recientes, y dedicado a las alteraciones ambientales en el continente americano como consecuencia de la colonización europea, cabe destacar a escala conti-nental Ecological Imperialism de Alfred Crosby (1991). En cuanto a este proceso de transformación en las Américas, resulta de particular interés la obra de Tzvetan Todorov (1987) quien, a través del fenómeno de la ‘otredad’, invita a reflexionar sobre la forma en que unmedio ajeno,incluyendo a las sociedades que lo habitan, pueden ser percibidos por sus conquistadores, brindándonos pautas sobre la carga ideológica que subyace en el proceso de construcción o deconstrucción de un paisaje.

Dela influenciadelmedioambientesobreelserhumanocabesu-brayar, como primer antecedente, la obra de Lewis Morgan (1993) La sociedad antigua, escrita hacia 1880, en la que fueron resaltados los co-nocimientos que diversas culturas utilizaron para enfrentarse al entorno. Contemporáneo a este autor fue Friedrich Ratzel, quien acuñó por aquel entonces los términos geografía cultural, antropogeografía y geografía política, mismos que coadyuvaron al reconocimiento de los procesos

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civilizatorios en concordancia con las características del medio corres-pondiente, así como con los flujos marcados en el territorio (Claval,1996:12-13). Para comienzos del siglo xx losgeógrafos‘occidentales’resaltaban, sin cortapisas, la relación entre las sociedades y su entorno, profundo vínculo que hoy en día permea el quehacer de la geografía históricayeldelageografíacultural.Poraquellosañosseredefinenyreutilizan los términos de paisaje y región, en tanto que ambos incluían variables físico-biológicas y socioculturales como parte del análisis del territorio (Capel, 1988:345-358). Paul Vidal de la Blache (1994) propuso en su Tableau de la Geographie de la France, que los grupos sociales reaccionaban ante el ambiente a travésdediversos ‘génerosdevida’,lo que le permitió explicar que si bien el ser humano está condicionado por el medio, también éste se estaba transformando a instancias de la actividad antrópica. El intercambio recíproco entre el medio y las so-ciedades quedó asentado por Lucien Febvre (1955) en La Tierra y la evolución humana, aproximación debida a las construcciones teóricas del posibilismo, mismas que proponen que las actividades humanas no están determinadas por el medio, sino que éste posibilita el desarrollo de cierto tipo de actividad e inhibe la conducción de otras. En este orden de ideas, es indispensable mencionar la obra del antropólogo y geógra-fo germano-norteamericano Franz Boas (1964), cuya obra es clave en la comprensión de la relación sociedad-medio a través del paisaje, este autor resalta la importancia que para el ser humano tiene el entorno in-mediato y la manera en que la cosmovisión de cada cultura se sitúa en el centro perceptual del universo.

Aunque el concepto de paisaje es implícito a todas las aproximacio-nes, antes mencionadas y tocantes a la relación sociedad-medio, se cree conveniente ahondar en las principales tendencias o escuelas que han es-tablecido a este precepto como su eje rector. De las escuelas germánicas se destacan las siguientes obras: Grundlagen der Landschaftskunde de Sigfrid Passarge (1920), autor que enfatiza la primacía del análisis geo-morfológico sobre el puramente climático (mismo que había prevalecido desde mediados del siglo xIx)enladiseccióndelas‘grandeszonas’del

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paisaje. Los trabajos de Alfred Hettner (1966) y Carl Troll (1972) enri-quecieron las posibilidades de análisis de los estudios de paisaje al darles un carácter integral que incluye la participación del ser humano en su configuración;entrelosaportesdeTrolldestaca,asimismo,ladefinicióndelconcepto‘EcologíadelPaisaje’,loqueredundóenlainclusióndelconceptode‘sistema’enlosestudiosdepaisaje.

En cuanto a la escuela rusa, cabe señalar que, en primera instancia, recibió los aportes de la escuela alemana, sin embargo, adquirió carácter propioalmezclarestatradiciónconlosestudiosen‘edafologíacientí-fica’,habiendosidohacialosañossesentadelsigloxx, cuando esta es-cuela mostró un importante desarrollo. Destaca entre los autores de la era soviética,ViktorSochava(1988),quiendefiniólosconceptosdemodeloy sistema dentro de los estudios de paisaje y dio lugar, hacia 1963, a la definiciónde‘geosistema’,elcualincluyeatodosloselementosdelpai-saje como un modelo global, territorial y dinámico aplicable a cualquier paisajeconcreto.Asimismo,propusotrestiposde‘geosistema’deacuer-do con su tamaño: global o terrestre, regional de gran extensión (peque-ña escala) y topológico a nivel reducido (a gran escala). Por último, es importante resaltar, en cuanto a los aportes de Sochava, su insistencia en lautilizacióndellenguajecartográficocomobaseparacualquierestudiode paisaje.

Entre los autores anglosajones, destaca la propuesta de Ian Mc Harg (1969), la cual versa sobre la primacía de los procesos biológicos en todo principiodeplanificación:estesentido‘biologista’,enelanálisisdelasdeterminantes del tipo de uso del suelo, se contrapone a la visión eco-nomista que había guiado en lo primordial la organización del territorio en las economías de mercado. Las escuelas sobre paisaje en Francia se configuraronenunprincipiobajolasdirectricesgermánicaysoviética,sin embargo, con el tiempo generaron principios metodológicos de gran relevancia, el grupo dirigido por el ya citado Georges Bertrand (1969) in-trodujoalosestudiosdepaisajelospreceptosde‘biostasia’y‘rexistasia’,siendo los primeros, parajes estables cubiertos por densa vegetación, y los segundos, sitios con el material litológico expuesto, ya por causas es-

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tructurales y climáticas, ya por degradación de origen antrópico. El prin-cipal elemento integrador de esta corriente en paisaje es la vegetación. Especial mención merece, desde la geomorfología, el trabajo de Jean Tricart (1962), por sus amplios aportes a las diversas escuelas en paisaje. Dentro del ámbito ibérico, es de primordial interés para la labor aquí conducida, resaltar la obra de María de Bolós (1992:191-203), quien ha dado gran relevancia a los estudios dedicados a la evolución del paisaje, ya que considera que una de las premisas básicas para el estudio de cual-quier paisaje es el conocimiento, lo más profundo posible, de su historia. En su aproximación al conocimiento histórico del paisaje, Bolós propone tres principios metodológicos: el regresivo, desde la actualidad hasta un momento determinado en el pasado, el progresivo a partir de un corte en el tiempo y hacia el futuro, y el mixto, que combina a los dos primeros.

Enestesentido,ladefiniciónquedepaisajenosbrindanDenisCos-groveyStephenDaniels(1988:1)esdegranayuda;paraestosautorespaisaje es una imagen cultural, una forma pictórica de representación, es-tructuración y simbolización del entorno. Asimismo, se es de la opinión que la propuesta de John Wylie (2007:121), en el sentido de considerar al paisaje como verbo y no como sustantivo (es decir, abandonando las definicionesqueloconsiderancomounobjetoinerteysolamenteobser-vable y como un trasfondo neutral), fortalece la consideración metodoló-gica que del paisaje se busca impulsar en este trabajo. Dicha considera-ción, por otro lado, queda reforzada tomando en cuenta la propuesta de Thomas Mitchell (1994:14), quien propone que el paisaje es ante todo y en su sentido más amplio, un medio de aprehensión de lo físico y lo bio-lógicoatravésdesignificadosyvaloresculturales.Enestaaprehensiónde lo físico y lo biológico, la escala de análisis es primordial, siguiendo a autores como Augustine Berque (1992) o Barbara Bender (1995), para quienes el paisaje abarca todo lo que el observador pueda abstraer de la realidad a través de sus sentidos, primordialmente, la vista. Se puede ar-gumentar que se trata de una escala humana o local, misma que perdura a la fecha en quien no trastoca el espacio por medio de la velocidad, ya sobre el lomo de un animal, ya en un avión.

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Por otra parte, con la idea de sustentar de manera más amplia el ca-rácter local del paisaje, se puede aducir que la escala de las unidades políticas, hasta el fin delAntiguoRégimen, también era local. La or-ganización de municipios, distritos o condados muy extensos es con-secuenciadeunaocupaciónaltamente tecnificadadelespacio.Estosepuedeejemplificar,enelcasodeMéxico,pensandoque,tantolasuni-dades político-territoriales de la era prehispánica como las del periodo colonial, contaban con límites asequibles a sus habitantes y elementos reconocibles y jerarquizados de acuerdo con su importancia cultural y económica. Tal era el caso del altepetl (unidad político-territorial funda-mental del ámbito náhuatl durante el posclásico tardío) y de los pueblos de indios, herederos inmediatos de las formas de organización del terri-torio y construcción del paisaje mesoamericano y cuyo carácter corpora-tivo fue reconocido e impulsado por las autoridades españolas hasta las reformasborbónicasdefinesdelsigloxvIII. Asimismo, al aproximarse a un área determinada, desde la perspectiva de paisaje, se debe tener en cuenta que en las lenguas latinas (por ejemplo, castellano, francés, cata-lán o italiano) esta palabra hace referencia al terruño, a la localidad a la que se pertenece.

En cuanto a la relación de la geografía con la historia, imprescin-dible en la construcción teórica de la geografía histórica, se cree que la consideración del paisaje como principio metodológico es muy útil en el discernimiento de las posibilidades analíticas de la relación geografía-historia, en particular en el entendimiento de las causas subyacentes que conducen a la transformación del espacio. Para Marina Frolova y el ya multicitado Georges Bertrand (2006:254-255), no cabe duda que el in-terés contemporáneo por los estudios de paisaje está contribuyendo a la renovacióndelainvestigacióngeográficaenlainterfazentrelasociedady el medio ambiente, relación que estos mismos autores reconocen se alejó durante la segunda mitad del siglo xx de los discursos preponde-rante en geografía, por causa del peso dado a las cuestiones regionales, concebidas éstas en franca lejanía del naturalismo.

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Por su parte, territorio es identidad, es política, es administración: para que un grupo humano pueda iniciar el moldeado del área elegida paraestablecerse,loprimeroquedeseaesidentificarydejarestablecidoslos límites de la misma. El territorio es, por lo tanto, un producto histó-rico que sufre alteraciones por causa de los avatares impuestos por las condiciones biológicas, la introducción de innovaciones tecnológicas y la involución o expansión urbana. En un principio, la organización del territorio tiene como referente primordial el antorno, pero conforme éste se antropiza, los elementos humanos se van convirtiendo en sus articula-dores y delimitantes, aunque en ello por supuesto tiene un papel funda-mental la carga cultural. Al territorio se le entiende como la construcción sociopolítica de una determinada porción de espacio, siendo, siguiendo de nuevo a Fernand Braudel (1968), un producto histórico inscrito en la larga duración. En esa larga duración hay diversas temporalidades y ritmos, tanto en la organización del territorio, como en la construcción del paisaje; devenir, en el que hay etapas cortas y violentas, como elsiglo xvI para el México central y meridional, y etapas en los que los cambios prácticamente son inapreciables, salvo alteraciones muy locali-zadas, como los siglos xvII, xvIII y buena parte del xIx para nuestro país.

Ya que al territorio se le entiende como una porción de espacio, se esdelaideaquelamejorformadeejemplificarloesaludiendoaáreasconcretas para explicar su evolución y las aproximaciones académicas que se consideran primordiales para su estudio durante una temporalidad prolongada. Por tanto, la Mesoamérica localizada al poniente del istmo de Tehuantepec es la escala elegida para rastrear la evolución territorial de lo que denominamos México, aproximación a la que el análisis del concepto altepetl resulta fundamental. Así, se tiene que el estudio de las formas de organización territorial mesoamericana comenzó su historia científicaafinesdelsigloxIx: Adolf Bandelier (1975) fue el primero en discernir los componentes político-administrativos del altepetl. Sin em-bargo, pasaron muchas décadas hasta que la temática territorial de Meso-américa y su transformación durante el siglo xvI comenzaron a ser anali-zadas en forma. Uno de los precursores fue Charles Gibson (1986, 1991),

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con sendos trabajos de carácter regional. Seguirían, desde la arqueolo-gía,aportescomoeldeFrederickHicks(1984),quiendefiniólaexisten-cia de áreas rurales intercaladas con las urbanas al interior del altepetl.

Un giro de aproximación etnohistórica, tiene entre sus mejores expo-nentesaautorescomoSusanSchroeder(1991)yJamesLockhart(1991,1999)quienesclarificaron,yaconunejemploregional, laprimera,yacon una exposición teórica general concerniente al término altepetl, el segundo, las características político-territoriales del mismo. Por su par-te, aspectos simbólicos y los rituales fundacionales del altepetl han sido explicados vehemente por María Elena Bernal (1993) y Ángel García Zambrano (2001). En cuestiones relacionadas a la territorialidad y sus fundamentos filosóficos, se hace necesario en el contexto delMéxicocentral, recurrir a las obras de Miguel León Portilla (1980) y Alfredo López Austin (1996). En una perspectiva que abarque los procesos terri-toriales del virreinato y el México independiente, es indispensable reco-nocer en términos territoriales la labor de Áurea Commons (1993, 2002), quien además de hacer hincapié en reconocer la realidad territorial habi-da hacia el momento de la conquista como fundamento de los procesos territoriales posteriores, ha logrado una acuciosa obra dedicada a la evo-lución político-administrativa de México, tanto del país en su conjunto, como a escala regional y local. Asimismo, y en este orden de ideas, no se puede dejar de mencionar la excelente compilación de René Acuña (1986/1987), concerniente a las Relaciones Geográficas del siglo xvI.

Una vez resumidas las ideas sobre paisaje y territorio, y las escuelas y autores que se consideran primordiales en el estudio de estos concep-tos, se subraya el que la geografía histórica en su origen académico, se entendió como el estudio de la evolución del paisaje y el territorio, ya que durante el siglo xIx el término geografía histórica se usó en Francia y Gran Bretaña para describir la historia de las alteraciones de los límites de las fronteras políticas (Darby, 2002:91). En la actualidad, el paisaje y el territorio siguen siendo ejes temáticos de la geografía histórica, sin embargo, su análisis va más allá de los meros referentes físicos que ma-nifiestaenelpaisajeoelmeroestudiodelosdiversoslímitespolíticos

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en el espacio y el tiempo. Los análisis y conclusiones necesariamente son matizados a la luz de los medios y modos de producción, así como a través de la inclusión de cargas ideológicas y de lo que identidad puede significar a paisaje y territorio. En cuanto al análisis de sus tempora-lidades, los procesos territoriales pueden tener una temporalidad en su configuración relativamente identificable, siendomásdifícilde identi-ficarlastemporalidadeshabidasenlaconstruccióndelpaisaje,nosolopor su componente bio-físico, sino porque los elementos culturales son más difíciles de discernir en sus tiempos de constitución e integración de elementos de orden civilizatorio o cultural ajenos, en particular si éstos son parte de principios civilizatorios que se encuentran soterrados por la supremacía cultural de un orden impuesto, tal y como acontece en buena parte de América Latina desde el siglo xvI.

En la vinculación de la evolución del paisaje y el territorio con la geografía histórica es indispensable reconocer que la geografía cultural está constantemente presente, ya que las prioridades de tipo simbólico y referencial, tanto en el paisaje como en el territorio, se estudian a través de esta subdisciplina, sin importar que tan atrás se vaya en el tiempo, es más, esas larguísimas convivencias humanas con un cierto bioma o en sus franjas de transición, son materia primordial del estudio cultural del espacio. Asimismo, para abordar la problemática concerniente a las for-mas en que se ha organizado el territorio y construido el paisaje en una duraciónprolongada,sedebedeslindarelquehacerplenamentegeográfi-co de los enfoques histórico, antropológico o arqueológico que son tras-cendentes para estas temáticas. Para ello se proponen los siguientes siete planteamientos,loscualesresumenlasdefinicionesquedegeografíaengeneral, geografía histórica y geografía cultural se tienen en este trabajo:

a) La geografía estudia la dimensión espacial, en sus manifestacio-nes como ambiente, territorio, región, urbe o área rural, siendo el análisis de estos ámbitos su prioridad, por ende, el reconocimien-to de las formas de organizar el territorio y construir el paisaje se aborda desde estos cinco componentes del espacio.

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b) La geografía es interdisciplinaria desde su origen, y para com-prender las determinantes físicas, biológicas, socioeconómicas y culturales que organizan al territorio y moldean al paisaje, tiene en los estudios de paisaje su mejor herramienta analítica debido al carácter integral de los mismos.

c) La geografía histórica y la geografía cultural van de la mano en el reconocimiento de los símbolos que las poblaciones locales ge-neran con respecto a valores culturales, económicos o políticos.

d) Laproblemáticadelaescalaengeografía,tratasobreladefini-ción precisa de la escala a la que se debe de trabajar de acuer-doconlaproblemáticaescogida,yabordatambiénlainfluenciamulti-escalar sobre la dimensión elegida. En este sentido, se re-conocen cuatro escalas que resultan primordiales: la local, la re-gional, la nacional y la global. En lo tocante a esta última escala, y desde una perspectiva de larga duración, cabe tomar en cuenta elsignificadodeloglobalantesdelallegadadeloseuropeosyelcarácter que obtuvo lo global en Mesoamérica a partir del siglo xvI.

e) Para la geografía histórica y la geografía cultural, tan relevantes sonlosaportescartográficoscontemporáneoscomolosgenera-dos en épocas anteriores, siéndoles útiles aquellos generados por otras tradiciones, en las que los cánones estéticos y técnicos fue-ron muy distintos y revestidos por las determinantes de su cultura y tiempo.

f) En la geografía se considera al trabajo de campo como parte fundamental de su quehacer. En este sentido, cabe destacar que aunque el trabajo de archivo resulta fundamental al quehacer de la geografía histórica, éste por lo general, se ve necesariamente complementadoporlaverificaciónencampodelapresenciaoausencia en el paisaje y en las formas de organización del terri-torio de los elementos o dinámicas suscritas en los documentos identificadosyanalizados.

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Por último, en este ahondar sobre paisaje y territorio en México, se piensa relevante el acotar dos principios metodológicos que resultan pri-mordiales ante la utilización de estos conceptos: el primero, es la con-sideracióndelosaportescartográficosgeneradosenépocasanteriores,siendo muy útiles en el caso del México central y meridional los plasma-dos bajo cánones estéticos y técnicos de origen mesoamericano, ya que ayudan a develar determinantes en el paisaje y en el territorio que sin estas fuentes resultarían casi imposibles de desentrañar. El segundo, es la consideración y práctica teórico-metodológica del trabajo de campo, como parte fundamental del quehacer de la geografía histórica y la geo-grafía cultural.

Evolución del paisaje y el territorio en México

Este reconstruir el paisaje y el territorio de México de manera sucinta se propone por medio del tratamiento de cuatro etapas que resultan primor-diales en la comprensión de las características actuales y futuras tenden-cias ambientales y urbano-regionales. En primera instancia el posclásico tardío, con ejemplos de expansión y dominio territorial en los casos de tepanecas y mexicas, siendo el eje rector el entendimiento del altepetl como estructura político-territorial básica. La segunda etapa es el siglo xvI, desde la conquista político-militar de México-Tenochtitlan hasta la apropiación directa de los suelos más productivos por parte de los eu-ropeosentre1580y1620.DesdeentoncesyhastafinesdelsigloxIx, medios y modos de producción no sufrirán mayores alteraciones, siendo patentelaampliacióneintensificacióndeciertasactividadesagropecua-rias, pero no transformaciones profundas que alteraran el paisaje o rom-pieran el molde territorial del virreinato. La tercera etapa abarca desde la consolidación de los regímenes liberales (década de 1870) hasta el surgimiento de los gobiernos posrevolucionarios (década de 1920). La cuartaetapamanifiestaunsistemapolítico logradounavezconsolida-dos los regímenes posrevolucionarios (décadas de 1930 y 1940), el cual se ha adaptado a dos modelos económicos, el primero como un Estado

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rector de la economía y el segundo con un Estado sujeto cada vez más a las leyes del mercado (década de 1980 a la fecha), sin que la transición políticade2000,hayasignificadouncambiodelsistemapolítico,elcualsigue caracterizado por la verticalidad y el corporativismo.

De la primera etapa cabe destacar, como ya se ha acotado, la primacía del altepetl como estructura político-territorial básica del México central y meridional a lo largo del posclásico tardío y el siglo xvI. En cuanto a suconfiguración,seesdelaideaquealgunosdesuselementospuedenrastrearse en la tradición mesoamericana más antigua, de cosmovisión agrícolayterrestre;empero,suformatalycomoseleconocióalmo-mento de la llegada de los españoles fue, a su vez, consecuencia de los aportesculturalesderivadosde lasdiversas irrupciones ‘chichimecas’,cuyas deidades guerreras y celestiales habían dejado de ser invocadas en las tierras llanas y secas, para ser sacralizadas en las tierras de los montes llenos de agua. La Mesoamérica localizada al occidente del istmo de Te-huantepec, nunca había estado tan poblada, y ante tal panorama de com-petencia territorial el altepetl fue el paradigma urbano-territorial logrado. Asimismo, se reconoce la relevancia de este ente político-territorial en el conjunto de casi toda Mesoamérica, en tanto que trascendía las fronte-ras de la cultura náhuatl, ya que son varias las lenguas mesoamericanas, incluso de otras familias lingüísticas, en las que el espacio urbano fue definidocomomontaña-agua.Acontinuaciónalgunosaporteshalladosen este contexto. El matlatzinca, René García Castro (1999:41), ha de-finidoeltérminoinpuhetzi, proveniente de las raíces inthahui (agua) y inihetzi(cerro).Enmixteco,yucundutasignificamontaña-agua(Jansen,1982:93-95). En otomí, dehe nttoehe se traduce agua-cerro (Bartholo-mew, 2000:189), así como en totonaco chuchu tsipi indica agua-cerro de acuerdo con Bernardo García Martínez (1987:75).

La extensión de un altepetl, hacia el siglo xvI, variaba considerable-mente y estaba directamente relacionada la diversidad en recursos que se podrían obtener en el espacio que la compleja construcción étnico-territorial del posclásico medio y tardío permitía para cada unidad po-lítica en el México central. Es común observar cómo los componentes

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de un altepetlprocurabanocuparcuantosnichoslesfueranposibles;enalgunos casos son riquísima exposición de pisos ambientales que inclu-so, de acuerdo con la región, podían abarcar opuestos en precipitación y temperatura. El altepetlbuscaba,porlogeneral,configurarseatravésdeabstracciones del entorno preconcebidas, mismas que eran más difíciles de emular para los asentamientos localizados sobre las extensas llanuras aluviales de las mesetas o al interior de los cuerpos lacustres, ya que de un relieve escabroso se desprendía la mayor parte de los componentes del paisaje ideal para asentarse en la Mesoamérica del posclásico. Tal disposición obedecía a que, en primera instancia, el sitio para asentarse debería brindar la posibilidad de protección y almacenamiento de agua: los pequeños valles intermontanos del Eje Neovolcánico y las sierras Madre albergaron a cientos de poblados que pudieron recrear estos pe-queños universos autocontenidos y que los españoles reconocieron como rinconadas, tal y como han propuesto Federico Fernández y Ángel Gar-cía Zambrano (2006:20).

Entre las características primordiales del altepetl se tiene que con-taba con un territorio preciso (aunque los parajes neutrales entre sobe-ranías era un lugar común en Mesoamérica), en el que existía un centro ceremonial y montes o manantiales sacralizados y la organización de un tianguis calendarizado. Asimismo, en lo político y administrativo estaba dividido en varias unidades, que en náhuatl son denominadas calpulli o tlaxilacalli, mismas que bajo un sistema de rotación territorial se turna-ban atributos y prerrogativas en la administración del altepetl. En estas unidades políticas la dicotomía de lo urbano y lo rural no existía. Por último, es importante subrayar que a lo largo de las últimas décadas, el término altepetl ha ido ganando presencia en la discusión académica y se le va reconociendo y difundiendo, como lo que fue, la unidad fundamen-tal en la construcción del paisaje y organización del territorio durante el posclásico tardío mesoamericano y la etapa colonial temprana.

La segunda etapa abarca, lo que a escalamundial se ha definidocomo el largo siglo xvI, precepto expuesto desde mediados del siglo xx por autores de la escuela francesa de los Annales, destacando entre

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ellos Braudel y Febvre (Aguirre, 2001:24), quienes señalaron que en esta centuria es cuando comienza a configurarse lamodernidad capitalistay tiene lugar la eclosión de la historia universal. Para el México central y meridional, los años entre 1521 (conquista militar de México-Tenochti-tlán) y las décadas de 1610 y 1620 (apropiación directa de la mayor parte del suelo agropecuario por parte de particulares europeos y la Iglesia) significaronlaprofundaalteracióndesupaisajeyunanuevaformadeorganizar el territorio. Entre los cambios de orden civilizatorio destaca, en términos de entendimiento del espacio, el abandono de un universo exclusivamente pedestre en el cual se tenía una relación opuesta con el relieve a la habida en el mundo organizado a partir del uso de equinos y vacunos, y carruajes: para los mesoamericanos, elementos del relie-vecomoestrechosvalles,profundascañadasodesfiladerosimplicabanexcelentes articuladores del territorio, mientras que para los europeos resultaban límites o parajes poco aptos para sus condiciones tecnológicas y principios urbano-territoriales.

La oposición entre lo urbano y lo rural surge como consecuencia de la organización del territorio impuesta por los españoles, caracterizada en la mayor parte de los casos por el traslado de los asentamientos prin-cipales a sitio más llano y en la congregación de los antiguos elementos del altepetl, considerados a partir de entonces como meros sujetos. Estas unidadespolíticasrecibieroneltítulode‘pueblosdeindios’yfuerontra-zados, donde lo permitió el relieve, a la usanza renacentista en cuadrícula y comúnmente con el templo cristiano al centro. Pero este opuesto enten-dimiento del mundo no solo alteró la vida en la escala local, sino dio lugar a un ordenamiento del territorio en dimensiones regional e interregional, en tanto que el sistema urbano y las prioridades en el agro se alejaron de las serranías y se centraron en la ocupación de aluviones y humedales. En la obra de Ángel García Zambrano (1992, 2000) se encuentran refe-rentes culturales mesoamericanos en lo tocante al poblamiento y la se-leccióndesitiosparafinesurbanos,asícomoparaloacontecidodurantela etapa colonial temprana, cuyo proceso más dramático desde el punto de vista urbano, fue el traslado a sitio más llano de la mayor parte de los

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asentamientos del México central y meridional, desplazamientos que se verificaronadistanciasmásprolongadas,conformeelespacioresultasemásajeno−yaporsermuymontañoso,yaporsermuycálidoomuyhú-medo−almodeloruralourbanodelpensamientocastellano.

La ocupación del suelo, dominio territorial y sujeción ideológica de las naciones mesoamericanas fueron paulatinos, por lo que el largo siglo xvI en México reconoce dos periodos claramente distinguibles: durante elprimero,lavitalidadindígenaperviveeinfluyedecisionespolíticasyde índole urbano-territorial, esto a pesar de las limitaciones que le sig-nificaronelsúbitodominiomilitarypolíticoylaprogresivaimposiciónde esquemas culturales ajenos. Aunque los españoles lograron el traslado de la mayor parte de los asentamientos a parajes menos escabrosos, la disposiciónyorientacióndeiglesiasyedificiospúblicossellevóacaboenmuchas ocasiones siguiendo los influjos de las prioridades cosmo-gónicas indígenas en el espacio, incluso de ciudades principales como Oaxaca y Puebla, ambas con una particular orientación noroeste-sureste. En el caso de la Ciudad de México, por su situación lacustre, y elegida por Hernán Cortés como capital de la Nueva España en razón de su fácil defensa, cuenta con una alineación levemente inclinada hacia el noreste-suroeste,sinquesusprincipalesedificacionesguardenunaorientaciónquefuesesignificativaalosprincipioscosmogónicosprehispánicos,estoposiblemente debido a la mutación urbana entre la ciudad herreriana del siglo xvI y la ciudad barroca del xvII y principios del xvIII. Por su parte, elmedioruralnohabíasidotrastocadoenlofundamental;lamayorpartede la tierra seguía perteneciendo a las comunidades indígenas que, en un primer estadio de intervención económica española, tributaban primor-dialmente los mismos productos que les habían exigido las hegemonías políticas indígenas. En estas comunidades, la merma de población no era grave todavía y no habían ocurrido profundas transformaciones a su entorno inmediato.

En contraposición, el segundo periodo de intervención económica y política europea en Mesoamérica se caracterizó por una alteración radi-cal del paisaje, proceso en el que el crecimiento exponencial de los ga-

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nados de origen euroasiático, la introducción (consciente o subrepticia) y expansión de biota ajena, las técnicas agrícolas y las necesidades de la ingeniería y la arquitectura europeas transformaron profundamente las facies vegetales en un ámbito que abarca la totalidad del altiplano meri-dional, buena parte del central y las tierras altas de Oaxaca. El grado de despoblamiento alcanzado hacia las últimas décadas del siglo xvI facili-tó tanto el mercedamiento de grandes cantidades de suelo que recalaron principalmente en manos europeas, base de las futuras haciendas, como elreacomododefinitivodelacasitotalidaddelapoblaciónindígenasu-perviviente en pueblos dispuestos en traza y policia, procedimiento co-nocido como congregaciones. El despoblamiento fue consecuencia de terribles epidemias, siendo las más acusadas, de acuerdo con Florescano (1986:156), las ocurridas hacia 1532, 1538, entre 1543 y 1548, 1563 y 1564 y la “gran pestilencia” de 1578 a 1581. En general, se acepta que las más funestas fueron las habidas en la década de 1540, cuando el ham-bre, el tifo y las viruelas redujeron la población considerablemente (Liss, 1986:117-118), y la acaecida en la década de 1570, definida como lamás grave, ya que “resultó tan mortífera que de tres partes de los indíge-nas;murieronlasdos...Unañodurólacalamidadensuapogeoytardómás de cinco en desaparecer por completo...” (Churruca, 1980:265-267). La población superviviente a estos capítulos epidémicos, fue próxima al diez por ciento del total que había en estas tierras en el momento del primer contacto entre españoles y mesoamericanos.

La dicotomía campo-ciudad es una de las características primordia-lesdelpaisajenovohispano;en lasciudades se logra lamanifestaciónplenade los ideales españoles en el paisaje; en el campo, solo en loscascos principales o casas grandes de las haciendas, en el resto, el cultivo del maíz y otros productos mesoamericanos y la cultura material indí-gena difícilmente daban una imagen europea. Las principales ciudades eran espacios exclusivos de los españoles, europeos o americanos, en los queúnicamentesusservidumbrescohabitabanconellos;losindígenas,de diversos orígenes en la mayor parte de los casos, ocupaban barrios o pueblos cuasi autónomos en las orillas, casi siempre separados por algún

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cauce, humedal o acequia. Entre las capitales del virreinato de la Nueva España, Guadalajara y Morelia (hasta 1828 Valladolid) son las que me-jor conjugan el ideal urbano castellano, al ubicarse al centro de fértiles valles, sobrepromontoriosyconcaucesperennespordebajodeellas;muestradelaescasainfluenciaindígenaenestasfundaciones,eslacasiperfecta orientación norte-sur de ambas ciudades.

El paisaje deconstruido y construido durante el siglo xvI en las partes elevadas del México central y meridional es fácilmente distinguible a la fecha, ya que la composición de las asociaciones vegetales y manifesta-ción de sus facies presenta gran número de condiciones y elementos que proceden de esta gran revolución biológica en la que los bosques mixtos de pinos y encinos neárticos, sus sotobosques, así como los pastizales, plantas ruderales, y disposición y técnicas agrícolas tomaron en buena medida su aspecto y comportamiento contemporáneos. Cabe señalar que este comportamiento biótico es consecuencia, tanto de la irrupción eu-ropea, como de las condiciones climáticas más severas ocurridas entre los siglos xvI y xIx, al haber ocurrido por aquel entonces la denomi-nada Pequeña Edad de Hielo. Por su parte, las transformaciones sobre el reino vegetal neotropical fueron por mucho menores durante el siglo xvIytendráqueocurrirel‘saneamiento’definesdelsigloxIx para que tenga lugar una extensiva y profunda transformación de las tierras bajas tropicales.

En el entendimiento de la construcción del paisaje y organización del territorio a partir del siglo xvI, es importante recalcar la poca aten-ción que los españoles prestaron a la franja de transición entre el reino neárticoyelneotropical;laextendidaprácticaagrícolaensitiosescarpa-dos por medio del acondicionamiento de laderas tenía una mayor posi-bilidad de complementación alimentaria en las áreas de transición entre climas cálidos y climas templados, donde existen cientos de vegetales, vertebrados e insectos pertenecientes a uno de los entornos de mayor variedad biológica del mundo. Sin embargo, tales ámbitos prioritarios para la economía mesoamericana fueron abandonados a partir del siglo xvI, a favor de extensas tierras llanas, tanto a cotas más bajas, como a

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cotasmáselevadas.Taldinámica seha identificado tantoen laSierraMadre Oriental como en el Eje Neovolcánico, siendo más dramático el caso de la Sierra Madre Oriental, donde los traslados de asentamientos se realizaron a mayores distancias y la nueva articulación del territorio desdibujó totalmente el esquema prehispánico, mientras que en el Eje Neovolcánico sobrevivieron como rutas de intercambio hacia reales de minas algunos de los caminos y poblados antes estratégicos. Así, comen-zaronafigurarselasserraníasquebordeanalosaltiplanoscomoespaciosmarginales, carácter que han mantenido incluso después de la ocupación ypoblamientodelastierrasbajasapartirdefinesdelsigloxIx. La lógica espacialdelpaisajeconfiguradoduranteelsigloxvI pervive sin mayo-resalteracioneshastalasimportantestransformacionesdefinesdelsigloxIx (existen en algunas regiones o localidades cambios, como la inten-sificaciónenelcultivodeagavealnorestedelaCiudaddeMéxicoolaexpansión agrícola en el altiplano central, pero no se genera un paisaje radicalmente distinto en general, tratándose de alteraciones puntuales). Asimismo, la estructura territorial no se ve mayormente afectada por la organización político-administrativa surgida de las reformas borbónicas, dispuesta en intendencias, ni por la eventual conversión de éstas en enti-dades republicanas.

La tercera etapa de profundas transformaciones en el paisaje y en la organización del territorio ocurren en México como consecuencia del triunfodefinitivodelbando liberal (1867),yaquehasta laaprobaciónde las Leyes de Reforma (1859), la compraventa del suelo pudo ser re-gida por las leyes de mercado. Hasta entonces, la mayor parte del suelo urbano y rural se encontraba en manos de corporaciones eclesiásticas e indígenas. El acaparamiento de grandes latifundios por unos cuantos y la brutal expansión de las haciendas sobre dominios hasta entonces indí-genas, fue lo característico entre las décadas de 1860 y 1900, etapa en la que también comenzó el tardío desarrollo del ferrocarril en México. La inestabilidad política posterior a la independencia y las dos invasiones extranjeras (estadounidense y francesa) demoraron el establecimiento delíneasférreasdelargorecorrido,quedandoestablecidahastafinesde

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la década de 1870 la primera, entre la capital del país y el puerto de Veracruz. A partir de la inauguración de esta línea el crecimiento fue vertiginoso, en solo quince años había dos líneas que comunicaban con la frontera norte y más de la mitad de las capitales estatales estaban ya enlazadasalaredferroviaria.Entérminosculturales,taleficaciaeneltransporte coadyuvó a la consolidación de una identidad nacional, ya que hasta entonces se trataba en realidad de la suma de diversas identidades regionales.

Por otro lado, la construcción y operación de vías férreas y el es-tablecimiento de fábricas de papel dio lugar a una intensa escalada de deforestación;ademásdemantenerselautilizacióndemaderablesparaproveer combustible a los hogares, ahora se utilizaban como durmientes y pulpa. Es importante destacar el impacto que en ello tuvieron no nada más las líneas de largo recorrido, sino también los cientos de vías locales y regionales, que ayudaron a comercializar los productos de haciendas, fábricas o minas, y a facilitar el trabajo de las grandes empresas de in-geniería hidráulica. Asimismo, las haciendas, amparadas por el Estado en su expoliación de tierras y trabajadores, introdujeron implementos ymaquinariaquealteraronpatroneshidrográficosylaestructurafísicay cualidades de los suelos. Por su parte, las reducidas comunidades indí-genas continuaron su práctica agrícola en los términos estructurados en el siglo xvI, o incluso en ocasiones labrando en condiciones plenamente prehispánicas. En suma, la imagen cuasi desértica de aluviones, vasos lacustresypiesdemontequepredominabaenlosaltiplanosafinesdelsiglo xIx, se vio exacerbada ante las nuevas pérdidas forestales a gran escala y el trastorno de facies vegetales. Ante tan desolador panorama, por aquellos años ocurrieron los primeros ejercicios de reforestación en los que, el hasta entonces exótico eucalipto, tuvo un papel protagónico.

La lenta industrialización del país reconoce dos periodos en esta prime-raetapadedesarrolloplenamentecapitalista;laprimera,siguelas pautas del desarrollo preindustrial, localizándose exclusivamente en las inmedia-cionesdecaucesfluviales,yaligualqueenlaépocavirreinaltratándoseen lo fundamental de industria textil. La segunda, tiene lugar como con-

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secuencia de la expansión de la red eléctrica e introducción de generado-res, por lo cual la industria dejó de tener una forzosa ubicación y las áreas urbanas mexicanas comenzaron a partir de la década de 1900 a presentar barrios industriales. Sin embargo, para entonces varias de ellas ya habían experimentado su ensanche, debido al crecimiento económico impulsado por servicios administrativos, comerciales y de transporte (Garza, 2006).

Así, en la primera etapa de comportamiento plenamente capitalista en México, se observa la continuidad del orden espacial establecido a pocosañosdelaconquistaespañola;lasregionesmarginalesgeneradasdurante la época colonial, en buena medida indígenas, no han sido sa-cadas de su postración, ni durante el impulso ferroviario, ni durante el carretero, y a grandes rasgos mantienen la misma extensión y compor-tamientos económicos y políticos verticales y excluyentes. La continui-dad de la lógica territorial impuesta a partir del siglo xvI,semanifiestaigualmente en la vecindad que guardaron, en la mayor parte de los casos, ferrocarriles y carreteras con respecto a los caminos reales virreinales. Tales continuidades se pueden observar tanto en la concepción de las obras de ingeniería, algunas de ellas ya citadas, como en las preferencias urbanas: en varias ciudades, los rumbos que resultaron más agradables a las clases altas del virreinato, fueron los mismos que albergaron a los pri-meros ensanches de los antiguos cascos coloniales, para que en ellos re-sidieran, tanto la antigua aristocracia agraria, como los prósperos nuevos burgueses, nacionales y extranjeros, junto con la creciente clase media, que se consolidaba como estamento social por causa de la vertiginosa expansión del comercio y los servicios públicos y privados.

Portanto,elMéxicodelporfiriatoylaetapaarmadadelarevoluciónmexicana, asistió de nuevo, al igual que en el siglo xvI, a uno de esos es-casos pero fundamentales periodos en la historia, en los que los paisajes sontransformadosprácticamenteensutotalidad;sepuededecirrepla-neadosdenuevo(Atkinset al., 1998:77): si a principios del siglo xvII es-taba terminando la más grande transformación de los altiplanos mexica-nosdesdeeliniciodelholoceno,haciafinesdelsigloxIx y principios del xx se transformaba a gran escala de nuevo el paisaje pero siguiendo las

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prioridades territoriales que ya llevaban poco más de trescientos años de imposición. La diferencia fundamental entre las revoluciones ambienta-les del primer siglo de dominio español y la ocurrida después del triunfo del liberalismo mexicano, fue que en la primera predominaron los facto-res biológicos, mientras que la segunda fue modelada, en buena medida, por las características que guardó en territorio mexicano la introducción de las innovaciones tecnológicas prefordianas.

Laquesedefineenestetrabajocomocuartaetapaenlaevolucióndelpaisaje y el territorio en México, comenzó durante el proceso de consoli-dación de los regímenes posrevolucionarios, en tanto que el movimiento armado de la década de 1910 y la lenta estabilización política del país a lo largo de los años veinte no dieron lugar a mayores transformacio-nesenelpaisaje;sinembargo,apartirdeladécadadeltreinta,peroenespecial de la del cuarenta, la industrialización, el reparto agrario, los planes hidrológicos regionales y el abandono del ferrocarril como medio primordial de transporte con la consecuente expansión de la red carre-tera, determinaron el surgimiento de nuevas y profundas alteraciones en las formas de organizar el territorio y construir el paisaje. El modelo económico autárquico que impulsó la substitución de importaciones y propugnó por la industrialización del país, redundó en una tasa exponen-cialdecrecimientodelasclasesmediasyenlaurbanizacióndelpaís;lascontadas áreas metropolitanas nacidas antes de la revolución mexicana incrementaron vertiginosamente su extensión y población, gracias a una constante migración campo-ciudad. En su transición de rural a urbano, México concentró en unas cuantas y principales urbes tal fenómeno.

A partir de la década de 1980, una vez convertido en un país pri-mordialmente urbano, las denominadas ciudades medias comenzaron a crecer a mayor velocidad que las tradicionales receptoras de inmigrantes. En las décadas intermedias del siglo xx, México pasó de poco menos de veintemillonesdehabitantesacercadesetenta;laconcentracióndelapoblaciónenlosaltiplanoscomenzóasermenosexacerbada;elproce-so de repoblamiento de las tierras bajas y los litorales se había iniciado desdefinesdelsigloxIx, cuando la población habitante de los altiplanos

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rondabaal80%deltotal;cienañosdespués,laproporciónresidenteenlos altiplanos sigue siendo mayoritaria, pero ha descendido a alrededor del 65% del total (InEGI, Censos y Conteos Nacionales 1895-2010).

En lo tocante a medios de transporte, se puede aducir que una de las víctimas del movimiento armado de la década de 1910, a pesar de que se protagonizó en buena medida sobre rieles, fue el ferrocarril. Confor-me el régimen de partido de Estado, corporativo y vertical, se fue ale-jando de los sindicatos más combativos e independientes, en particulardel de los ferrocarrileros, y aproximándose a los grandes corporativos del transporte, mayor impulso obtuvo la construcción de carreteras. En-tre las luchas sindicales más emblemáticas y terriblemente perseguidas de los regímenes posrevolucionarios, se encuentra el movimiento de los ferrocarrileros en la década de 1950. Debido a esto, muy pocos fueron los nuevos tendidos ferroviarios, tratándose en su mayoría de extensio-nes que comunicaron con extremos del país, como la península de Yu-catán, la frontera con Guatemala o la parte norte de la península de Baja California, sin que se modernizará cabalmente o se integrara de mejor manera la red existente antes del alzamiento de noviembre de 1910.

Apartirdefinesdelossetenta,yenparticulardurantelosochentaylos noventa, México ha transitado de una economía cerrada en el plano del intercambio comercial y de importante participación estatal, a una economía abierta internacionalmente, y de escasa intervención guber-namental. Tal transición ha generado, en lo económico, bajo crecimien-to por casi treinta años y la consolidación de importantes monopolios económicos, primordialmente en los rubros de telecomunicaciones, ali-mentación, transporte, minería y fabricación de cemento. Por su parte, en el campo de lo político, el régimen ha trasmutado hacia un supuesto régimen de partidos, que a todas luces ha favorecido la preservación de un bipartidismo creado a partir de 1988, y en el que el corporativismo y verticalidad del aparato político prácticamente no han variado.

Tal situación socioeconómica y política ha impulsado en el paisaje y el territorio las siguientes dinámicas: a) desmantelamiento de la red ferroviaria, desapareciendo casi en su totalidad el servicio de pasajeros

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yprivatizandoelserviciodecarga;b) modernización de la red carretera, bajo un esquema de importante participación empresarial y sin que el sistema creado tenga un impacto benéfico para la totalidad de los re-gionesomunicipiosafectadosporestetipodeobras;enmuchoscasosconectan directamente los polos económicos preexistentes, sin articular elterritoriointermedio;c) decaimiento de la actividad industrial tradi-cional y privatización del sector minero. Diversas urbes han presenciado la desaparición de algunas de sus áreas industriales más céntricas, como consecuencia de la reconversión industrial habida a partir de la década de 1980, y por el establecimiento de plantas industriales más allá de los límites urbanos. Por su parte, la actividad minera ha recibido un nuevo impulso bajo el esquema de privatización del sector, y en muchos sitios mantiene la práctica extractiva a cielo abierto y, por ende, la destrucción delrelieve;d) privatización de ejidos y tierras comunales, y pérdida de valordelosproductosagrícolas;larespuestaaestaintromisióndelca-pital en el agro mexicano ha resultado en el abandono o reasignación de parcelas, ya por compra-venta, ya por decisión de las asambleas ejida-lesocomunales.Asimismo,enesteprocesohaaumentadolasuperficieexplotada por las grandes agroindustrias mundiales y la introducción de especiesgenéticamentemodificadas;e) pérdida del valor adquisitivo y contencióndelossalarios;talconsignadelmodeloeconómicoprevale-ciente ha impulsado la emigración de mexicanos al extranjero, primor-dialmente a los Estados Unidos, e incluso insertó a la población urbana enlamecánicadelaemigraciónapartirdefinesdeladécadade1980,en tanto que hasta entonces la población emigrante como mano de obra haciael‘norte’habíasidoenloprimordialdeorigenrural,aunqueesca-samente indígena.

Es importante destacar que para lograr un análisis cabal del medio rural mexicano, es indispensable considerar las formas de construcción y aprehensión del paisaje y de organización del territorio dictadas por lógicasquesonajenasenbuenamedidaalacosmogonía‘occidental’;esteMéxico,GuillermoBonfil(1994)lodefinecomoelMéxicoprofun-do y lo propone así de amplio, en tanto que no abarca únicamente a lo

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estrictamente indígena, sino también a grupos mestizos, que en el medio rural organizan y perciben su entorno bajo patrones más próximos a lo ‘mesoamericano’.

Después de sintetizar la evolución del paisaje y el territorio de Méxi-co a lo largo de los últimos quinientos años, se piensa importante resaltar los aportes teóricos primordiales que han permitido la construcción de un ejercicio como el expuesto en estas últimas páginas: la cuestión de las duraciones y su elaboración desde la escuela de los Annales, el denomi-nado giro cultural o lingüístico en las ciencias sociales y la denominada espacialización de las mismas.

La escuela de los Annales y el análisis de las duraciones

La vigencia de los aportes de la escuela de los Annales es innegable en diversos ámbitos de las ciencias sociales a escala mundial. En el caso delageografíahistórica,lainfluenciadelacorrientedelosAnnales fue definitiva,talcomoloreconoceAlanBaker(1984)ensutrabajosobrela influencia de esta escuela en el quehacer de la geografía histórica.Fuede talenvergaduraeste influjo,que lageografíahistórica,enpar-ticular de las tradiciones anglosajona y francesa, dejó de ceñirse a las geografíasdelpasado,aloscambiosenelpaisaje,yalainfluenciadelascondicionesgeográficasenelcursodelahistoria,convirtiéndoseenuna geografía histórica que aspiraba a ser total, siguiendo los principios de los Annales. Por ello se transitó del argumento de que toda geografía es geografía histórica, a un discurso sustentado en una disciplina híbrida en permanente diálogo con otras disciplinas, lo que resultaba indispensa-ble ante la inclusión de agentes económicos y sociales subyacentes en la construcción y deconstrucción de los paisajes y formas de organización del territorio.

El lanzamiento de Annales d’histoire économique et sociale en Es-trasburgoporpartedeLucienFevbreyMarcBloch,dioinicioalaconfi-guración de un nuevo tipo de historia:

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… opuesta a la idolatría de hechos y al aislacionismo de la especiali-zación, y favorable a una historia enfocada al problema la cual explí-citamente emplea conceptos teoréticos, interpretaciones imaginativas y aproximaciones interdisciplinarias… (Ibid.:1-2).

ParaBaker,elvínculoconlageografíaesprimordialenesteproce-so, remarcando la cercanía de Fevbre y Bloch al trabajo de Vidal de la Blanche. Asimismo, nos recuerda que esta primera generación de los An-nalesreconocióalrestodelascienciassocialesatravésdelageografía;geografía que, cabe recordar, se desprendía de su vestimenta naturalista para transitar al regionalismo y el posibilismo. La siguiente generación, encabezada por Fernand Braudel, propuso una geografía que era algo más que un contendedor físico-biológico del quehacer humano, dando luz sobre la estrecha relación de la geografía y la historia, proponiendo un entorno en constante cambio, al cual se le percibe de diversas formas en el tiempo y en el espacio, de acuerdo con el grupo humano que en esa constante interacción sociedad-medio conduce la construcción y el cambio del paisaje y el territorio.

A principios del siglo xxI, la escuela de los Annales continúa sien-dounproyecto intelectual, unificadoen lo teóricoy lometodológico,que ha mantenido sus principios incluyentes y de contraste con otras disciplinas sociales a lo largo de cuatro generaciones de historiadores (Aguirre,1999:10-11).Suinfluenciayreconocimiento,enparticularlaobra de Fernand Braudel, han sido tales, que diversas aproximaciones historiográficasaescalamundialechanmanodesuspostulados,sinquenecesariamente lo reconozcan, por lo que existe una amplia y difundida vulgarización de los aportes de la escuela de los Annales. Por cierto, la categoría de escuela no es necesariamente reconocida por algunos de sus autores más emblemáticos. Los aportes provenientes de la escuela de los Annales han sido tratados por diversos autores en México, destacando en particular el análisis y propuestas elaboradas por el ya mencionado Carlos Aguirre Rojas. Sin embargo, a pesar de la clara vinculación que esta escuela del pensamiento hace entre la geografía y la historia, prácti-

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camente no ha sido ponderada desde la geografía. Entre las vertientes de investigación que se han seguido desde el Instituto de Geografía-unam, a lo largo de la primera década del siglo xxI, tanto en el ámbito de la evo-lución del paisaje y el territorio, como en lo tocante a la climatología his-tórica, los aportes de la escuela de los Annales resultan fundamentales.

En este trabajo se reconocen dos vertientes que, desde una perspec-tiva teórica incluyente, no tienen que ser necesariamente contrapuestas: el estructuralismo y las visiones posmodernas que condenan la frialdad y parcialidad en la inclusión de las cuestiones culturales, y el predomi-nio de esquemas intelectuales de origen judeo-cristiano en el análisis de realidades ajenas a este orden civilizatorio. Aunque a primera vista la escuela de los Annales de la época de Braudel puede parecer de índole estructuralista, sin embargo, defendió constantemente la visión genéti-ca y procesual (Ibid.:45) de los hechos sociales ante la primacía de las estructuras económicas y sociales en la explicación de la historia. Entre las temáticas desarrolladas desde este perspectiva, resulta primordial a la construcción histórica de la relación sociedad-medio, el estudio de la organización territorial desde una perspectiva histórica en estrecha vin-culación con el conocimiento antropológico.

En un análisis del paisaje y del territorio desde la perspectiva del Sistema Mundo o Mundial, los aportes de Braudel resultan de lo más relevantes, en tanto que sus obras cumbre, ya por su mera extensión, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe ii y Civili-zación material, economía y capitalismo, siglos xv - xviii, tratan causas subyacentes en la evolución del paisaje y el territorio de México y Amé-rica Latina desde el siglo xvI, tales como su propio surgimiento en el contexto de la modernidad, la naturaleza del capitalismo y la relevancia dentro de la historia mundial de la cuenca mediterránea, así como los es-cenarios manifestados por la economía mundo a lo largo de su evolución.

La plausibilidad de la explicación braudeliana descansa, asimismo, en su manera de abordar el determinismo. Con anterioridad a Braudelel determinismo fincaba sus parámetros en una sola determinante(Ibid.:45),yafueraeconómica,políticaogeográfica;encontraposición,

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Braudel va a defender, el papel jugado por las estructuras de larga dura-ción, estructuras que son a su vez de diversa índole, ya socioeconómicas, yageográficas,yapolíticaso inclusoculturalesy sicológicas.Enestesentido, el propio Aguirre (Ibid.:49), nos propone ser cuidadosos ante los estrechos límites del quehacer de las ciencias sociales en la actualidad:

… episteme que pretende justamente cuadricular, segmentar y autono-mizar a las distinta partes o esferas de lo social, encerrando luego su tratamiento y análisis, dentro de las rígidas fronteras de la economía, la ciencia política, la sicología, la antropología o la historia, ciencias especializadas y desarticuladas, que solo logran dar cuenta parcial, y por tanto necesariamente sesgada, de uno de los pequeños microcosmos de la realidad social.

Giro cultural y espacialización de la ciencia social:geografía histórica, geografía cultural y medio ambiente

Eldenominadogiroculturalolingüísticocomenzóaconfigurarsehaciafinesdeladécadade1980,antelafaltaderespuestasqueenlascienciassociales y las humanidades se detectaban ante los rígidos esquemas de las formas neopositivista y marxista de hacer ciencia. Curiosamente, en el momento en que las tesis neoliberales comenzaron a predominar en el quehacer económico mundial y el bloque soviético se desmoronaba, dicha coincidencia hace más trascendentes los aportes de los iniciadores del giro cultural, el cual se convirtió en un referente indispensable ante un capita-lismo prácticamente global, cuyas contradicciones, fundamentadas en el desmantelamiento de los Estados, se hicieron más evidentes y radicales.

Latendenciaculturalolingüísticaenlascienciassocialessignificóuna nueva lectura del mundo en su conjunto, de la realidad histórica y del cambiosocial,dando lugaralfindelparadigmapositivista-historicista(Morales, 2005:10) como paradigma predominante, en particular en las corrientes francesa y anglosajona, siendo de tal trascendencia estas nue-vasdefinicionesteóricasquealafechahantransformadoelconocimien-

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tosocialengeneralyelgeográficoyelhistóricoenparticular.Unodelos aportes más relevantes de esta nueva forma de entender la ciencia, es que se reconoce que ésta se encuentra sujeta a intereses institucionales y políticos, y que los propios paradigmas establecidos pueden obedecer a intereses de grupos económicos o políticos. Es decir, que la visión del científico social puede ser indirecta,mediatizada y fragmentaria.Unode los preceptos afectados ante el debilitamiento de los pensamientos absolutosfueelnaturalismocientífico,loquecondujoaunanecesariarevisión de las formas de entendimiento de la relación sociedad-medio y de los discursos naturalistas y físicos, incapaces de dar respuesta ante la vulnerabilidad de millones de seres humanos supuestamente sujetos a los vaivenes de la naturaleza, y cuya vulnerabilidad en realidad radica en las imposiciones económicas y políticas dictadas por el sistema Mundo en la construcción del espacio.

Por otra parte, los constructores teóricos de la ciencia social detec-taron hacia las décadas de 1960 y 1970 que los modelos estructuralistas, neopositivistas y marxistas, eran ajenos a las formas y determinantes en la construcción del espacio, por lo que ocurrió lo que comúnmente deno-minamos‘espacializacióndelacienciasocial’.Estesopesarlosaspec-tos histórico-territoriales desde diversas disciplinas las enriqueció y fue especialmente valioso para la geografía, al situarla en el centro de los debates sobre la ciencia social, habiendo sido ajeno a ellos tanto durante la segunda mitad del siglo xIx, dada la fuerte carga naturalista de la dis-ciplina practicada por aquel entonces, como cuando la regionalización y el posibilismo la revistieron y la alejaron de las cuestiones ambientales durante las primeras seis décadas del siglo xx. Su vinculación con el giro cultural proviene del reconocimiento de las características sociopolíticas y culturales de cada país, e incluso de regiones al interior de éstos, como elementos primordiales en la construcción teórica de la ciencia, por lo que ciertas perspectivas e intereses temáticos cambian de unos países con respecto a otros (Sunyer, 2010:146).

Este nuevo entendimiento del quehacer de la ciencia social tiene en-tre sus primeros practicantes al italiano Carlo Ginzburg (1989), quien

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criticó a los denominados modelos macrosociales, los cuales a partir de la generación de leyes, generalizaciones o regularidades, tal y como se desarrolla la ciencia positivista, pretendían explicar la realidad social. En contraposición,Ginzburgproponeuntrabajocientíficoqueseconfigurea partir de la recopilación de huellas, rastros o síntomas, labor en la que el conocimiento histórico guarda un lugar primordial, siendo para este autor una disciplina que se caracteriza por ser irrepetible, singular y cua-litativa. Estas mismas características se creen plausibles para el quehacer geográfico,elcualatravésdeestalecturapasadelafinalidadobjetivaalasubjetiva;escudriñamientodelespacio,elpaisajeyelterritorioenelque se da prioridad al análisis de la narrativa, lo que desnuda al conoci-miento que del mundo se tiene de las múltiples interpretaciones que sur-gen a través de la utilización del lenguaje desde las diversas realidades.

De acuerdo con Clifford Geertz (1973), en el entendimiento de la cultura es prioritario el estudio de los signos. Su estructura y la relación entreelsignificanteyelconceptodesignificado.Así,desdelaantropolo-gía, Geertz propuso una manera de hacer ciencia social alejada de leyes y simetrías conceptuales, siendo esta renovada aproximación interpre-tativaynocuantificadorade losprocesossociales.Así,elpaisajeyelterritorio, estudiados por la geografía y la antropología, reconocen un significadode índolemetafísico,en tantoque loselementosculturalescomienzan a ser incluidos como parte fundamental de la construcción del espacio. En la explicación de lo social desde la perspectiva cultural, resulta de gran importancia la utilización del concepto etnogeografía, el cual versa sobre la forma en la que la diversidad de pueblos asume sus formas de concebir y construir su paisaje y organizar su territorio. Por su parte, Federico Fernández (2006:220) considera que la geografía cultural es una manera de estudiar el espacio y no necesariamente una rama de la cienciageográfica.Paraesteautor,lageografíaculturalnosoloestudialos aspectos culturales del espacio, así como el espacio visto a través de los cristales de las diferentes culturas. Así, para Fernández la geografía cultural es más que un área del conocimiento, es una posición desde la cual el investigador observa líneas de investigación, necesariamente

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multidisciplinarias, en las que no se separa a lo físico-biológico de lo social. Por ello, Paul Claval (2001:11) aduce que la cultura no constituye un sector particular de la vida, sino que desempeña un papel en todos los dominios de la geografía. En este punto, cabe insistir que esta manera de conducir las disciplinas sociales es de la mayor relevancia para el contexto latinoamericano y mexicano, al ser ámbitos que surgen muy recientemente como consecuencia de la irrupción europea.

Al tratar sobre paisaje con anterioridad, se adujo que la escala local era la propia para este tipo de estudio. En este sentido, el ya mencionado Claval (p. 34) propone un cambio de escala en los estudios culturales ante la imposibilidad de aprehender la cultura china o la árabe, pero, a cambio, es fácil observar cómo se construyen las categorías utilizadas por un grupo particular en un ambiente dado. Al desprenderse de los modelos macroeconómicos y macrosociales, la geografía en su conjunto se revitalizó y en ello jugó un papel fundamental el renovado entendi-miento del paisaje, ya no como estructura y conjunción de elementos físicos, sino como método de análisis, en el que se incluyen las causas subyacentes, las cuales pueden llegar a operar desde escalas ajenas a las del paisaje bajo escrutinio.

Asimismo, es de vital importancia la inclusión de las representacio-nes de los habitantes locales y las formas de entender y percibir su espa-cio(Norton;2000:14).Enestoúltimo,elinvestigadordebe,siguiendoaFernández (2006:234), reconocerse en el paisaje, orientarse a partir de él, identificarlasmarcasenelterritorio,averiguarelorigendelnombreasig-nado a la localidad o paraje y enumerar las instituciones más visibles que lo caracterizan, dando prioridad al manejo de diversas escalas que se plas-men en un mismo espacio. Cabe agregar que el entendimiento que desde la geografía cultural se realiza, con respecto a la actuación de los diversos gruposculturalessobreelentorno,nosignificaqueelinvestigadordebacallar ante prácticas que atentan contra la biodiversidad y los elementos físicos del relieve, siendo necesario que el geógrafo esté atento a las acti-vidades que vulneran tanto al ambiente, como al patrimonio cultural y los derechos de minorías y colectivos marginales, prestando especial aten-

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ción a los denominados planes de desarrollo regional o territorial, ante la virulencia que dichos programas, dictados desde la esfera gubernamental o la de los organismos internacionales, suelen mostrar a ras de tierra.

La geografía histórica, dedicada al conocimiento de las formas de apropiación del entorno y organización del territorio en duraciones pro-longadas, se vincula profundamente a la geografía cultural, en tanto que ambas comparten temporalidades muy amplias en la explicación de las dinámicas y procesos que les son propias. Asimismo, estas dos vertientes del conocimiento tienen en los estudios del paisaje dedicados a su evolu-ción, métodos que permiten entreverar los aspectos biofísicos y humanos en la construcción de identidades. Desde la geografía mexicana ha sido de vital importancia, en el entrecruzamiento de la geografía histórica y la geografía cultural, la inclusión del concepto altepetl desde comienzosde la década de 2000, el cual permite en su estudio develar tanto as-pectos de las formas mesoamericanas de construir el paisaje, como las prioridades en el territorio que son la base de posteriores intervenciones socioeconómicas y políticas.

La inclusión del concepto altepetl en el estudio de la evolución del paisaje y del territorio en el México central y meridional, permite vin-cular medio ambiente y cultura en una perspectiva de larga duración, en tantoqueesta entidadpolítico-territorial identificaen sugeneraciónysustento, tanto recursos como el agua, el suelo o la vegetación, como pa-trones cosmogónicos prestablecidos o jerarquías sociales e interétnicas prexistentes, todo ello, amplio abanico de interrelaciones sociedad-me-dio que hablan del carácter integral de ésta, la unidad político-territorial primordial del posclásico mesoamericano. La extensión de un altepetl, hacia el siglo xvI, variaba considerablemente y estaba directamente rela-cionada a la diversidad en recursos que se puedan obtener en un espacio determinado. En ese orden de ideas, se ha venido trabajando a lo largo de la última década en la comprensión del término altepetl desde la geogra-fía, cuya profunda raíz cultural en lo mesoamericano permite reconocer vínculos entre lo biofísico y lo humano, impresos directamente en las formas de organizar el territorio y construir el paisaje (Fernández et al.,

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2006). Trascendente en esta labor ha sido la observación de la transi-ción urbano-territorial del altepetlalpueblodeindios,quefueelfindela mayor parte de los altepetl. En este sentido, se hace necesario releerla historia urbana, no solo del México central y meridional sino de buena parte de la América Latina, enfocada tradicionalmente a las grandes ur-bes españolas, sin reconocer a profundidad la dinámica urbana de asen-tamientos relevantes que recibieron genéricamente el título de pueblos de indios.

La transición de parámetros civilizatorios en la construcción del pai-sajeyorganizacióndelterritoriodeordenmesoamericano,aunoinfluen-ciado en lo primordial por el pensamiento y necesidades económicas de loseuropeos,severificóendosescalas:lalocalylaregional.Enlapri-meraescalasepuedenverificarlastransformacionesocurridasenelpai-saje, mientras en la segunda se puede observar la desarticulación y rearti-culación del territorio mesoamericano en su conjunto. En Mesoamérica, este reacomodo implicó, a escala local y por lo general, el traslado de losasentamientosaparajesmásllanos;entantoqueenloregional,diolugar a que asentamientos que con anterioridad no eran sustancialmente superiores en jerarquía a sus vecinos o incluso carecían de ella, se con-virtieran en centros de poder político y económico.

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II. Tres aproximaciones a la relación sociedad-medio desde la geografía histórica en México

Las construcciones teórico-metodológicas con anterioridad resumidas, se esbozan con tres aproximaciones generadas desde la geografía histó-ricayejemplifican losalcancesdeestadisciplinaenMéxicoaprinci-pios del siglo xxI. El primer ejemplo trata sobre la utilización de fuentes documentales en el discernimiento del comportamiento climático entre principios del siglo xvII y las últimas décadas del xIx explicándose, en primera instancia, la naturaleza de este tipo de trabajo, sus orígenes y su reconocimiento a escala mundial, como fuente de información pretérita del clima, para pasar enseguida a hacer, basándose en la información obtenida a la fecha, un breve resumen de la variabilidad de la precipita-ción en México a lo largo de los últimos cuatrocientos años a través de la conjunción de series climáticas o datos climáticos aislados obtenidos en nueve capitales del país con las series instrumentales de esas mismas ciu-dades.LatercerapartedeestaejemplificaciónvinculaaladenominadaPequeña Edad de Hielo (siglos xvI al xIx) con las profundas alteraciones ocurridas como consecuencia de la irrupción europea y, por último, se sintetiza la profunda relación entre extremos climáticos y plagas o epi-demias.

LasegundatemáticaqueejemplificaladinámicaambientalenMé-xico desde la geografía histórica versa brevemente sobre el paisaje y el territorio mesoamericano durante el siglo xvI, periodo en que ocurrió el abandono de los espacios montañosos como ámbito prioritario, cen-trándose la actividad agraria en aluviones y terrenos llanos, así como

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el desdén por los ecotonos de transición entre los climas cálidos y los templados. La tercera temática y última parte de este trabajo se dedica a una sucinta consideración de rupturas y continuidades en el manejo del ambiente en México entre los siglos xvI al xxI: a) haciéndose una comparación entre las políticas del agua en Mesoamérica y la Europa mediterránea, b) resumiendo las formas de utilización del suelo desde el posclásico mesoamericano hasta nuestros días, y c) trayendo a colación dos experiencias que se consideran sustentables en materia ambiental y que se condujeron durante el virreinato y el México decimonónico.

Climatología histórica a través de fuentes documentales

Por las duraciones propias de la geografía histórica, sus análisis van de la mano de los tiempos climáticos y no de los geológicos, que son propios de otras áreas dentro de la geografía y otras disciplinas. La importancia de las trayectorias y eventualidades climáticas sobre el devenir humano han sido ampliamente reconocidas por cientos de autores a escala mun-dial. En estas páginas se presenta lo realizado en México al conducirse una investigación rigurosa tanto en la elección de fuentes, como en lo-grar temporalidades prolongadas que permitan discernir, en lo primor-dial, la variabilidad de la precipitación. A escala mundial, las propuestas de lo vertido desde México y otras zonas de latitud media y baja pueden cambiar los discursos preponderantes en materia climática y su historia. Por ejemplo, para Jones (2001:56), la temperatura representa la variable climática más importante, ya que los climas pasados se reconstruyen en tanto fueron más fríos o cálidos que en la actualidad. Este último argu-mento es válido únicamente en las latitudes medias y altas, ya que en las latitudes bajas la variabilidad en la precipitación es la variable climática más importante, así lo demuestra la reconstrucción climática de México a través del estudio de fuentes documentales.

Las fuentes documentales son una más de las posibilidades metodo-lógicas en la reconstrucción del clima, y como todas, carecen de la preci-sión que brindan las fuentes instrumentales, por lo cual se les denominan comúnmente proxy data, siendo éstas la dendroclimatología, el análisis

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de sedimentos lacustres y marinos, así como el estudio de corales, cascos de hielo y glaciares. La importancia de las fuentes documentales en el estudio del clima, primordialmente ante la ausencia de otras aproxima-cionesfidedignasalolargodelosúltimosquinientosaños(ladendrocro-nología es el área que puede subsanar estas carencias, pero su desarrollo ha sido lento en México) es innegable, en particular porque permite ma-tizar la respuesta humana ante los eventos climáticos más severos. En este orden de ideas, es importante destacar que la utilización de fuentes documentalesacercaalestudiodelclimaalquehacerhistoriográfico,loque convierte a esta aproximación en un importante tópico dentro de las discusiones sobre los límites disciplinares, siendo posiblemente la única pesquisa de extracción humanista que reconstruye comportamientos y trayectorias físico-biológicas.

Por mucho, el hemisferio norte, en sus latitudes medias y altas, ha sido el sector del planeta más analizado en lo que a estudios paleoclimáticos serefiere,nosoloatravésdeaproximacioneslogradasconprácticasins-trumentales, sino por medio del uso de fuentes documentales en Europa, siendo el ámbito mediterráneo de este continente el que hereda prácticas culturalescuyoregistrosehaverificadoendiversospaísesiberoameri-canos. El tipo de registro documental que ha permitido la generación de seriesclimáticasfiables,hasidoeldedicadoalasolicituddelluviaantela ausencia de precipitación. Emmanuel Le Roy Ladurie (1990:361), miembro de la escuela de los Annales quien, ante el abuso de la dupli-cación de datos de los glaciares en Europa y Norteamérica, por diversos autores, propugna por un mayor agotamiento de las fuentes documenta-les. Ante tal perspectiva, difundió la obra de Emili Giralt Raventos, quien registró las ceremonias de rogativa que las autoridades municipales ob-tenían de la Iglesia. Las rogativas de Barcelona comenzaron a ser verda-deramenterepresentativasapartirdeladécadade1520;unamayorpre-cisión en los registros, cabe acotar, pudo producirse como consecuencia del fervor religioso desatado como parte de la Contrarreforma católica.

La labor en Cataluña la retomó de manera destacada Mariano Ba-rriendos a partir de la década de 1990, agotando acervos del antiguo principado y haciendo un tratamiento de la documentación desde una

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perspectiva plenamente climática. A instancias de este autor, quien reco-mienda la consulta tanto de las actas de cabildo civil, como de cabildo religioso, en la búsqueda de las ceremonias de rogativa, en particular de las pro pluvia, se ha conducido a la fecha la consulta de ambos cabildos en nueve de las diez sedes obispales novohispanas, labor que ha permi-tido esbozar la variabilidad de la precipitación, primordialmente en los altiplanos meridional y central, con datos más aislados hacia el sureste y norte del país. Las ciudades donde se ha conducido esta consulta, por or-den de su realización, son: México, Morelia, Guadalajara, Durango, Ála-mos, Hermosillo, San Cristóbal de las Casas, Mérida, Oaxaca y Puebla.

ElaportedeMéxicoseinscribeenladiferenciacióngeográficaquepromueve el antes citado Le Roy Ladurie (1990:46), quien desde hace décadascriticalascorrelacionesyteleconexionesramplonas;paraesteautor es absurdo pensar que el comportamiento registrado en un entorno árido sea válido, ante cierta anomalía climática para un entorno húme-do, uno templado o uno tropical. En México, por medio de información documentalybibliográfica,sehapodidocorroborarqueafinesdelsigloxvIII la falta de precipitación fue recurrente y muy aguda al poniente del istmo de Tehuantepec, sin embargo, en Chiapas tuvo por aquel en-tonces lugar la destrucción por inundaciones y aludes de buena parte de San Cristóbal de las Casas en 1785 (Aubry, 1982:20), y de Escuintla en 1794;estaúltimafuearrasadacontalmagnitudquedejódeserlacabe-cera administrativa del Soconusco para trasladarla a Tapachula (Juarros, 1981:16).

El tratamiento de los datos obtenidos, de acuerdo con Hubert Lamb (1995:349), debe dar prioridad a la conjunción de años similares, lo que permiteesbozarlasfluctuacionesclimáticasdecortaduración,lascualesal menos en el ámbito británico, suelen manifestarse en periodos de dos y cinco años y medio: posibles pulsaciones de la circulación atmosférica y oceánica a escala global. Ejemplo de estos años de comportamiento similar y ajeno a los patrones medios de precipitación se presentan en la siguiente tabla.

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Tabla 1. Conjunto de años de escasa precipitación y en algunos casos heladas en la Cuenca de México entre 1750 y 1810

Escasez extrema de precipitación Heladas fuertes, recurrentes o fuera de temporada

Verano de 1749 a primavera de 1751 Verano de 1749 a primavera de 1751Verano de 1753 a mayo de 1756 Verano de 1753 a mayo de 1756Verano de 1753 a mayo de 1756Primavera de 1770 a primavera de 1776 Primavera de 1770 a primavera de 1776Abril de 1778 a mayo de 1780 Abril de 1778 a mayo de 1780Primavera de 1785 a primavera de 1790 Primavera de 1785 a primavera de 1790Primavera de 1798 a mayo de 1804 Primavera de 1798 a mayo de 1804Primavera de 1808 a junio de 1810

Fuente: Garza, 2002.

Un ejercicio de teleconexión riguroso y cuidadoso en el reconoci-miento de las trayectorias climáticas de las diversas celdas climáticas, puede ser de gran provecho en la prognosis de eventos climáticos seve-ros. En este sentido, especial atención merece una comparación entre lo ocurrido en México y en el litoral peruano, receptor primero y sufrido del fenómeno de trascendencia global que comúnmente denominamos El Niño. Aunque tal comparación puede presentar diversas aristas y con-tradicciones, es curioso denotar similitud de procesos bioclimáticos, tal comolosocurridosenMéxicoyPerúafinesdelsigloxvII, cuando en ambos casos ocurrieron plagas que impidieron el desarrollo del grano de trigo. En México, el capítulo más violento de la escasez provocada por esta enfermedad del grano fue la quema del palacio virreinal (Garza, 2002:111), mientras que en Perú, el litoral norte dejó de producir este grano y eventualmente se impuso el cultivo de la caña de azúcar (Huer-tas, 2009:28-29).

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El clima en México a lo largo de los últimos cuatrocientos años

En el México central y meridional, el régimen pluviométrico es por mu-cho más importante que el régimen térmico, como determinante climá-tica primordial. Esto incluso aplica para el norte del país, pero por su localización, su nivel de precipitación invernal es sustancialmente mayor que en el México localizado en los trópicos. Dentro del México tropical, existendosporcionescontinentalesqueasuvezmanifiestanprofundasdiferencias con respecto a la abundancia y regularidad de las precipita-ciones: las localizadas al oriente y al poniente del istmo de Tehuantepec. A continuación se presenta una breve reconstrucción del clima en Mé-xico a lo largo de los últimos cuatrocientos años, buscando paralelismos ante capítulos extremos en precipitación o temperatura con los aportes de reconocidos autores en la materia en otras latitudes, primordialmente Europa y Norteamérica.

La propuesta de Le Roy Ladurie (1990:125-126) es que en ciertas zonas subtropicales, durante el inicio de la onda cálida del siglo xx (1890-1940), se ha producido una disminución de las lluvias, una menor frecuencia de ciclones tropicales y una ampliación de las zonas áridas. El enfriamiento reciente, desde 1940, se acompaña por el contrario de una pluviosidad subtropical más intensa. En resumen, calentamiento de la zona templada y sequía de los trópicos irían a la par y viceversa. De acuerdo con lo observado con la conjunción de fuentes documentales con fuentes instrumentales en México, tal aumento de la precipitación sí se ha manifestado en la Cuenca de México y el valle Puebla-Tlaxcala a lo largo del siglo hasta la década de 2000 (Hernández y Garza, 2010:101), aunque en ambos casos, siguiendo la recomendación de Jáuregui (1995), se debe ponderar el papel jugado por la extensa e intensa urbanización.

El siglo xIx fue también más húmedo en lo general, comparado con el siglo xvIII (Garza, 2002), sin embargo, se reconocen importantes dis-minuciones de la precipitación en sentido regresivo durante las décadas de 1890, 1870, 1840, 1820 y 1800, siendo la primera década parte de la profundayprolongadaanomalíadefinesdelsigloxvIII, la cual en Méxi-co comenzó hacia el decenio de 1760. Según Le Roy Ladurie (1990:116),

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basándose en series meteorológicas muy antiguas de Holanda y Dina-marca, los inviernos comenzaron a ser en Europa occidental menos fríos a partir de las décadas de 1790 y 1800, pero como acota más adelante, no serásinohasta1855cuandodefinitivamentesecomienceanotarqueporprimera vez en mucho tiempo, invierno y verano se calentaron simultá-neamente, dando un tiro de gracia a los glaciares alpinos: estos últimos sufrieron, en el transcurso de los años 1860-1870, un retroceso como no se había visto en los dos siglos anteriores (Ibid.:134). Ante esta situación manifiestaenEuropa,sepuedeaducirqueenMéxicosoloresultancongravesdeficienciasdeprecipitacióndosdécadasenlasegundamitaddelsiglo xIx, a diferencia de la primera mitad que registra tres, con una dé-cada de 1810 también bastante irregular, pero no extremadamente seca.

Del siglo xvIII se puede aducir que existen dos periodos de profunda inestabilidad climática: el más remoto es el denominado mínimo Maun-der, sobre el que se ahondará más adelante, mientras que el segundo es un periodo que en México, por su extrema sequedad, se comienza a ma-nifestar hacia 1760 y perdura alrededor de cincuenta años, siendo espe-cialmente agudas las pulsaciones de la década de 1780. De acuerdo con los registros de las catedrales de México y Morelia (aCm: libros 40 al 60 y aCCm: libros XXII al xL) el número de años en que hubo falta extre-ma de precipitación fue de diecinueve en el caso de la primera ciudad, y dieciséis, en el caso de la segunda. En cuanto a las actas de cabildo civil se tiene que en la capital novohispana hubo doce años con registros que indican extrema sequedad, mientras que en el ayuntamiento de la antigua Valladolid fueron nueve (aCCm libros 75-A a 121-A y aHmm: libros 21 al 90). Es curioso observar que en ambos casos la diferencia es por tres, lo que invita a pensar que hubo tres años que en la Cuenca de México se consideraron extremadamente secos, mientras que en la cuenca del Cuitzeo no se percibieron así. La respuesta a esta diferencia podría ser la mayorexposicióndeMoreliaalocéanoPacífico,enepisodiosenlosqueel Golfo de México permaneció en calma la mayor parte del año.

De la comparación de lo ocurrido en México y algunas situaciones en otras partes del mundo, se puede aducir que el panorama se complicó primero en México, en tanto que la década de 1770 resulta, a grandes

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rasgos, tan seca como la de 1780, mientras que los capítulos más álgidos, almenosenEuropaoccidental,semanifiestanprimordialmenteenestaúltima década. Aunque en México se habla de fuertes heladas fuera de temporal (aaCm, 106-A: 1-VIII-1786) como parte de esta gran anoma-lía, en contraposición, en Francia vienen los años de elevados contrastes en temperatura y precipitación, con inviernos que se mantienen extre-madamente fríos y veranos ardientes y secos que arruinan cosechas y son preludio de la Revolución Francesa (Le Roy Ladurie, 1990:80). Para Demarée y Ogilvie (2001:219) tales anomalías, que en 1783 se manifes-taron en buena parte del hemisferio norte como un velo de bruma cons-tante que llegó a durar hasta tres meses, fueron especialmente virulentas en Europa occidental, donde se describieron como la “gran niebla seca”, cuyoorigensereconoceenlaerupcióndelvolcánLakienIslandia.Encuanto a capítulos climáticos anómalos provocados por erupciones vol-cánicas, estos mismos autores piensan necesario ponderar la latitud del volcán y el tiempo preciso del año en que ocurre la erupción, así como elmodeladoeinfluenciaquepuedanejercersobreesteinmensoaerosolfactores internos del sistema climático, tales como El Niño, el cual posi-blemente ocurrió en este caso, entre 1782 y 1786.

Encuantoalainfluenciadelaserupcionesvolcánicasenelcompor-tamiento climático global, se piensa necesario ahondar, ya que según Jürg Luterbacher(2001:47),entre1400y1850 laserupcionesconfiguraronentre el 18 y 25% de la variación por década de la temperatura promedio del hemisferio norte, cuyas latitudes medias parecen ser espacialmente sensibles a este tipo de fenómeno, manifestando calentamiento en invier-no y enfriamiento en verano, al menos durante el año siguiente a la erup-ción.Porsuparte,AlanRobock(2000:192-193)señalaquelanubedeaerosol posterior a una gran erupción produce calentamiento en la estra-tósfera,peroenfriamientosobrelasuperficie,así,laserupcionesenzo-nas tórridas producen un calentamiento más prolongado en los trópicos, que para el invierno boreal provoca continentes más cálidos ante una Os-cilación del Atlántico Norte (vientos del oeste más fuertes) más intensa.

Por su parte, la primera mitad del siglo xvIII, con excepción de la primera década, resultó bastante benigna en la Nueva España, tal y como

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manifiestanlosescasosregistrosdeceremoniasderogativapro pluvia en seis capitales del virreinato. Para Le Roy Ladurie (1990:131), el entibia-mientogeneralregistradoentre1709y1740nofuesuficienteparalograrel retroceso de los glaciares alpinos, ya que en particular, los inviernos permanecieron bastante fríos. En cuanto a la transición del siglo xvII al xvIII se vivió otro de los capítulos más terribles de la Pequeña Edad de Hielo, el ya citado mínimo Maunder, el cual fue consecuencia de una marcada disminución de la actividad solar entre 1675 y 1715. Le Roy Ladurie (1990:127) acota que si hay un periodo en el que se puede hablar en verdad de una pequeña edad glacial, es la década de 1689-1698, la cual manifestó en todas sus estaciones, temperaturas medias inferiores a la normal. Esta situación provocó en Europa occidental una horrible escasez y en México el año del chahuixtle en 1692, que se caracterizó por una nubosidad constante, lo que pudrió los granos y condujo al ya mencionado motín de 1692 (aaCm, 371-A: 19-IX-1692).

Con respecto a las primeras ocho décadas del siglo xvII se puede ar-gumentar, de acuerdo con la información obtenida en México, que fue el periodo entre 1635 y 1645 el que presenta el mayor número de registros concernientes a falta de precipitación, etapa seca a la que precede otra de fuertes precipitaciones que incluso condujeron a la inundación de la Ciudad de México por cerca de cinco años, en el tránsito de la década de 1620 a la de 1630. Le Roy Ladurie (1990:80) argumenta que en Europa occidental es particularmente frío el lapso entre 1639 y 1643, así como el de 1625 a 1633. Así, se puede observar que periodos de frío en Europa occidentalno significarán siempre lomismopara elMéxico central ymeridional, que en el primer grupo de años presentó un comportamiento seco, mientras que en el segundo fue extremadamente húmedo. Los re-gistros de ceremonia de rogativa comienzan a ser asentados en las actas de cabildo de México y Puebla hacia la década de 1600, por lo que con anterioridad solo se encuentran referencias aisladas respecto al compor-tamiento climático.

Aunque no se cuenta con datos continuos respecto al comportamien-to climático en México durante el siglo xvI, se puede reconocer que el inicio formal de la denominada Pequeña Edad de Hielo en Europa oc-

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cidental, coincide con un gran periodo seco, que en México y el resto de Norteamérica ha sido ampliamente reconocido entre las décadas de 1540 y 1570 (Ibid.:45-46). Por último, es necesario acotar que una re-construcción de esta índole debe echar mano de cuantas fuentes físicas, documentales e instrumentales sean posibles. La invasión europea y la Pequeña Edad de Hielo

EnesteapartadosecomienzaporladefinicióndePequeñaEdaddeHie-lo, dinámica que ha sido reconsiderada durante las últimas dos décadas del siglo xx y la primera del xxI, después de su generalización a media-dos del siglo xx. Este comportamiento multisecular fue paralelo a las transformaciones provocadas por la irrupción europea, en particular, a partir de que los españoles, civiles o religiosos, se convirtieron en usu-fructuarios directos de suelos y aguas. Para Le Roy Ladurie (1990:35), quien basa sus recuentos climáticos en buena medida en los avances y retrocesos de los glaciares alpinos, sin duda existe un máximo avance de hielos en los Alpes entre las décadas de 1590 y 1850. Sin embargo, perspectivas más recientes cuestionan este término, debido a que, tanto la Pequeña Edad de Hielo y el denominado Periodo Cálido Medieval son prácticamente irreconocibles en las escasas reconstrucciones del hemisferio sur, siendo claramente europea su connotación (Jones et al., 2001:3). En este sentido, de nuevo se insiste en que los aportes desde latitudes bajas, así como desde el hemisferio sur, ayudarán a reconocer las perspectivas respecto a la existencia de fenómenos a escala global, matizando las respuestas en cada una de las celdas climáticas, las cuales tampoco reaccionarán siempre de igual manera. Lo que si se reconoce desde nuestras latitudes, es que existe una marcada disminución de la precipitación, por supuesto no constante, entre mediados del siglo xvI y mediados del xIx (Hernández y Garza, 2010).

El lapso de estudio del clima en México, logrado por medio de in-formación documental, coincide tanto con el inicio de la denominada Pequeña Edad de Hielo, la cual para México, como se ha propuesto, implicó una seria disminución en la precipitación, como con la conso-

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lidación de los medios y modos de producción europeos en Mesoamé-rica, las cuales por sí solas provocaron profundas transformaciones en términosdemográficos,bióticos,edáficosehidrográficos,porloquelaconstrucción del paisaje posterior y las nuevas prioridades en el territorio son consecuencia de ambas determinantes. En lo tocante a este proce-so, cabe tomar en cuenta la dimensión que de este proceso hace Alfred Crosby (1991:37-38), para quien el rompimiento biológico producido por la irrupción española en las Américas es de tal envergadura, que debe considerarse en primera instancia que la agricultura probablemente toda-víanosepracticabacuandogruposhumanoshicieronusodel‘puente’deBering. Respecto a su aislamiento viral y bactereológico, el mencionado autor aduce en esas mismas páginas que:

el climadeSiberia, el puente terrestre yAlaska fueron losprincipa-les elementos que interceptaron muchas enfermedades: el frío mató los gérmenes y, aún más importante, el mismo frío y los rigores de la vida en esas latitudes eliminaron a todos los seres humanos que padecían enfermedades debilitantes. En el sentido más crudo, la vida de los pri-merosamericanosfuedefinidaporlasupervivenciadelosmásaptos.

Por tanto, transformaciones biológicas de temporalidad prácticamen-te geológica, pero inducidas por el ser humano, son aún más violentas ante una menor precipitación en la mayor parte del territorio mexicano. La introducción consciente de cultivos y animales, así como la incons-ciente de otros vegetales, en particular gramíneas y algunas especies ar-bóreas, las nuevas formas de roturación de suelos y las prácticas euro-peas en términos de urbanismo e ingeniería fueron todas prácticas que redundaron en estratosféricas pérdidas vegetales y de suelos, pero ante un patrón de precipitación tan poco benigno se presumen fueron más drásticos tales procesos, impidiendo en buena medida las posibilidades de regeneraciónvegetaly alterandodefinitivamente la localizacióndebiomas, al menos en los altiplanos meridional y central de México.

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Extremos climáticos y plagas y epidemias

Para el ya citado Hubert Lamb (1995:285), las siguientes son las princi-pales áreas del quehacer humano que se ven afectadas por los cambios y lasfluctuacionesclimáticas:

1. Abastecimiento de agua, particularmente niveles del manto freá-ticoydeloscuerposdeaguasobrelasuperficie,yporende,delaenergía que generan. Humedad en el suelo.

2. Temperaturas extremas y efectos sobre humanos y animales, de-manda de combustible y desarrollo de las cosechas.

3. Radiación solar, humedad y nubosidad, sus efectos sobre la sa-lud y el crecimiento de los vegetales, así como el potencial de la energía solar.

4. Viento extremo o acusada ausencia del mismo y sus efectos sobre infraestructuras y en la producción de energía. Los efectos de la evaporación sobre las cosechas y la biota en general, y en las condiciones de desarrollo de insectos, bacterias y virus.

Es en este cuarto punto en el que se basa el discurso y experiencia en México de este apartado: la correlación entre extremos climáticos y epidemias o plagas es reiterada por las fuentes documentales consultadas en nuestro país, las cuales abarcan cerca de cuatrocientos años, desde finalesdelsigloxvI hasta la década de 1890, y en los casos de Sonoray Yucatán hasta la de 1900. Dicha vinculación entre clima y morbilidad y mortalidad ha sido abordada desde diversas escuelas y realidades cultu-rales. Para el caso de México, vale reconocer la labor de Rodolfo Acuña y equipo (Acuña et al., 2002), quienes por medio de la conjunción de fuentes documentales e indicadores físico-biológicos, determinaron que las epidemias más terribles del siglo xvI estuvieron determinadas en bue-na medida por las tremendas sequías de la segunda mitad de ese siglo. Estos autores, basados en datos dendrocronológicos, aseguran que ésta fue la peor sequía de los últimos seiscientos años. Respecto a la continui-dad y profundidad de esta sequía, cabe confrontarla con la hallada para

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finesdelsigloxvIII por medio de la consulta de fuentes documentales. Le Roy Ladurie (1990:73), en su recuento de episodios de escasa preci-pitación a escala mundial, realizado hacia la década de 1960, menciona a las décadas de 1560 y 1570 como muy secas, y para la parte occidental de Estados Unidos, las ubica particularmente entre 1576 y 1585.

HenryDíaz y colaboradores (2001:267) han destacado afines delsiglo xx el interés que en aspectos de salud pública despierta la varia-bilidad climática: “esto ha sido posible debido al incremento en el co-nocimiento sobre alteraciones climáticas y su impacto en la sociedad, conduciendo a mayores esfuerzos en la documentación y vinculación entre variabilidad climática y cambios en salud y bienestar.” Estos auto-res, asimismo, aducen que la investigación climática en términos de su relación con la salud, perdió interés como consecuencia de la revolución farmacéutica de la segunda mitad del siglo xIx, y que resurgió gracias a El Niño de 1982-1983 y las epidemias provocadas por causa de éste.

Los efectos directos de la variabilidad climática en biología vecto-rial ocurren a través de alteraciones extremas en temperatura, precipi-tación, humedad y vientos. Por la experiencia en México, en el caso de invasionescolosalesdeinsectos,éstassemanifiestanenloprimordialenlos antiguos obispados de Chiapas, Oaxaca y Yucatán, con referencia en estas fuentes a eventos similares en América Central, siendo, al menos por la cantidad de documentos localizados, la península de Yucatán la más afectada por este tipo de fenómeno desde el siglo xvIhastafinesdelxIx. Como antecedente, en el México prehispánico no se tiene referencia entre los malos augurios, castigos divinos o catástrofes, recabados entre códices y cronistas del siglo xvI, de plagas de langosta, tan presentes en el pensamiento judeo-cristiano.

Por lo recabado, éstas serían las plagas de langosta ocurridas en la península de Yucatán entre el siglo xvI y principios del xx: de acuerdo con un trabajo inédito de Carlos Menéndez (facsímil), localizado en el Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán, en el año de 1552hubounaasoladoraplagadelangostaenlosalrededoresdeMérida;otra ocurrió en 1618 (López Cogolludo, 1867:352). Hacia el inicio del verano de 1769, las autoridades civiles y eclesiásticas de Mérida soli-

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citan ceremonias de rogativa para que termine la plaga de langosta que aquejaa‘lasmilpasymontes’yucatecos(aHaY, Actas de Cabildo libro 4,17y29dejuliode1769).Cincoañosdespués,alfinaldelveranode1774 la langosta volvió a asolar la parte norte de la península de Yucatán (aHaY, Actas del Cabildo libro 5, 27-IX-1774). Poco más de cien años después se volvió a manifestar la presencia de la plaga de langosta en los municipios de Espitá, Izamal y Mérida (aGEY: Espita, vol. 2, exp. 1/9-VII-1883;Izamal,vol.4/20-XI-1882;Mérida,vol.4/9-VII-1883)habiendo un nuevo registro de invasión de langosta en 1906, aunque al parecer de menor duración y extensión (Menéndez, 1937:249).

A continuación se realiza la comparación de los datos climáticos ob-tenidos a partir de fuentes documentales en otras partes de México, con los episodios de plaga de langosta en la península de Yucatán. Cabe men-cionar que para la primera mención de plaga en 1552, se carece de datos continuos, pero dos referencias aisladas de los ayuntamientos de México (aaCm, 635a: 29-11-1552) y Puebla (aCaP, 6: 13-II-1553) nos permiten saber que, entre febrero de 1552 y febrero de 1553, hubo calamidades que hicieron que faltara el trigo en ambas capitales. Para 1618, encontra-mos que se trató de una primavera muy calurosa (aCm, 6: 24-IV-1618) yqueafinalesdejulioerapatentelafaltadelluviaenlaCiudaddeMé-xico (aaCm, 652a: 27-VII-1618). Los siguientes años que reportan en Yucatánlainvasióndelangostasson1769y1774;sobreestosepisodiosse trae a colación lo acotado en el apartado dedicado al comportamiento climático de México a lo largo de los últimos cuatrocientos años, en el que se adujo que la década de 1770 fue particularmente seca y que la tendencia a la baja en la precipitación parece haberse acendrado hacia 1760 al poniente del istmo de Tehuantepec. Fueron 1882 y 1883 los si-guientesañosquemanifiestanpresenciadelangostasenYucatán,añosdeextrema sequía en Sonora (Sociedad Sonorense de Historia-vIII Simpo-sio de Historia Regional, 1996: 234), así como en el Centro-Occidente (aCCm, LXIX: 5-VIII-1882), prolongándose en esta zona la falta de precipitación extrema hasta 1884 (aCCm,LXIX:27-VI-1884;13-VII-1884).

Como bien se puede observar, en cada ocasión que hubo invasión

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de langostas en Yucatán entre los siglos xvI y xIx, al poniente del ist-mo de Tehuantepec se manifestaban condiciones de extrema sequedad. En este sentido, la hipótesis es que en América Central, península de Yucatán, Tabasco y Chiapas se presentaban temporales extraordinarios que aumentaban la biomasa y provocaban la multiplicación exponencial de ortópteros, mientras que en el resto de México ocurrían condiciones de sequedad. Esta diferenciación entre extremos de abundancia y esca-sez de precipitación entre el México central y septentrional, y el sureste mexicano y América Central, de acuerdo con diversos datos recabados, parece ser común, al menos a lo largo de los últimos quinientos años.

La plaga de langosta más citada por fuentes documentales de la épo-ca virreinal y el siglo xIx, fuera de la península de Yucatán, ocurrió en-tre 1853 y 1854, en los estados de Chiapas (ADSC, Fondo Diocesano, SecciónGobierno,ClasificaciónII A.1: 23-V-1854), Veracruz, Oaxaca y llegando hasta el valle de Tehuacán (aGEP-PeriódicoOficialdeldeparta-mento de Puebla, tomo I no.142: 30-VI-1854).

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III. El paisaje y el territorio mesoamericanoy su transformación durante el largo siglo xvi

Alfred Crosby (1991:13) propone que la tendencia hacia la homoge-neidad biológica ocurrida como consecuencia de la llegada europea al continente americano, es uno de los aspectos más importantes de la his-toria de la vida en este planeta desde el retroceso de los glaciares conti-nentales. Durante el largo siglo xvI, consideración cronológica que ya se argumentó con anterioridad, el proceso de reorganización del territorio y transformación del paisaje en México, fue consecuencia tanto de ini-ciativas hispanas como indígenas, habiendo estas últimas sido soterradas no solo por el paulatino avasallamiento cultural, sino porque los conse-cuentes procesos territoriales y del paisaje han sido dictados por lógicas espacialesfundamentalmente‘occidentales’.Enfechasrecientessehanproducido trabajoscomoeldeElinorMelville (1999),que identificanunaimportantepérdidaedáficaydevegetacióncomoconsecuenciadelaconquista española, y en particular de la introducción de hatos de ganado mayor y menor en el altiplano mexicano. Sin embargo, tales aseveracio-nesdebensermatizadasporpropuestascomoladeSherburneF.Cook(1989:82-83), quien en el área denominada Teotlalpan, demuestra que la pérdida de vegetación y suelos por causa de una intensa actividad agríco-la antecede al dominio español, por lo que, al menos el cuadrante suroc-cidental del valle del Mezquital, ya presentaba profundos desequilibrios cuandolosespañolesseadueñarondeestastierrasconfinesganaderos,primordialmente. Para este último autor, tales pérdidas simplemente fue-ron aceleradas ante la intromisión española.

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Las transformaciones durante el largo siglo xvI en el centro de Méxi-co se explican en los siguientes tres apartados por medio de tres vertien-tes: a) la montaña, su prioridad durante la era prehispánica y su desdén a partir de la ocupación española, b) el menosprecio que sufren los eco-tonos entre las tierras cálidas y las templadas como zonas agroforestales primordiales, y c) la intensa ocupación de los aluviones y abandono del pie de monte.

La montaña: su percepción y su manejo en el México prehispánico

En cuanto a temáticas de índole ambiental dentro de la geografía his-tórica contemporánea, Pere Sunyer (2010:164-165) enumera, aunque como espacios marginales, los siguientes: desiertos, montañas, humeda-les, selvas y polos, destacando este autor, dentro de dichos ámbitos, el estudio de los espacios montañosos, sus habitantes y su incorporación al sistema mundo. El carácter marginal que pueden manifestar las serranías o los conos volcánicos en la actualidad es contrario a la primacía que guardaban en el México prehispánico, como símbolos de civilización, referentes en la construcción del paisaje y base de la organización del territorio.

Así, bajo el esquema territorial mesoamericano, la ocupación del in-terior de las serranías en las proximidades de sus parteaguas fue común, ya que esto permitía acceder a una mayor cantidad de pisos ambientales en menor distancia, y sacar gran provecho de la inmediatez de la doble exposición, interna hacia los altiplanos y externa hacia la llanura costera delGolfodeMéxicooelocéanoPacífico,existiendocasos,comoeldela confederacióndeMetztitlánque, enmenosdediezkilómetros a laredonda,desdelacimadeledificiovolcánicoquefuncionabacomonodoprincipal en la articulación de su territorio, podían obtenerse recursos de climas templados y cálidos, ya secos, ya húmedos (Fernández et al., 2006). Por otra parte, al interior de las sierras o en algunas de sus por-ciones más abruptas se presenta el ecotono de transición entre los reinos vegetales neártico y neotropical, lo que garantiza una de las mayores variedadesflorísticasdelplaneta.Aestariquezaenbastimentos,sedebe

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agregar que varias de las ciudades-Estado que se situaron antes de la conquista española en lo más abrupto de las sierras, habían controlado centenariamenteelflujocomercialentrelastierrasbajasylastierrasal-tas,yaque lospuertosdemontañaquecontrolabaneran los ‘espaciosbisagra’quevinculabanalasrutascomercialesqueutilizabanloscaucesque nacían en sus proximidades, como rutas naturales de intercambio.

Resumiendo, se puede argüir que a principios del siglo xvI, en el México central y meridional, predominaba un paisaje construido y un territorio organizado alrededor de las bondades y mantenimientos que brindaban lo sinuoso y lo fértil, concepción del mundo opuesta a la per-cepción‘occidental’,enlacualsedefinealasmontañascomoespaciosferaces y poco aptos para lograr la vida civilizada (Sahagún, 1975:660-661). La oposición de estas construcciones espaciales divergentes y los medios y modos de producción europeos condujeron paulatinamente al abandono de las sierras, a su conversión en espacios marginales en lo económico y lo político, y a la constitución de un orden en el que el cen-tro de los valles y cuencas se convirtieron en la base de las jerarquías te-rritoriales. Las excepciones en este nuevo orden en Mesoamérica, fueron los espacios serranos ocupados por causa de la actividad minera.

En la experiencia de abordar la transformación de los espacios mon-tañosos de México, desde la geografía histórica y la geografía cultural, se han estudiado tres casos, todos localizados sobre las sinuosas márgenes del altiplano meridional de México: las cañadas de Metztitlán y la Sierra Alta en Hidalgo, el municipio de Pahuatlán en Puebla y el municipio de Tenango del Valle. En los dos primeros casos se ha constatado el cambio de sitio de los asentamientos prehispánicos (Tepatetipa en Metztitlán y Atla y Xolotla en Pahuatlán) y la fundación de un poblado, que a la vista de los españoles, resultara en un sitio más adecuado (villas de Metztitlán yPahuatlán);enamboscasos,lascabecerasfundadassonmásvulnera-bles a los deslizamientos de tierra. En el caso de Tenango, tanto Tenango del Valle como Atlatlahuca se trasladaron al suelo llano inmediato a los antiguos centros ceremoniales. Asimismo, el análisis del área de Tenan-go del Valle permitió dar una nueva lectura a la historia territorial de la cuenca alta del río Lerma en su conjunto, en tanto que se consideró el

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Golfo deMéxicoSierra Madre

Oriental

Eje neovolcánico

OcéanoPací�co

CD

A

21º N

20º N

19º N

18º N

100º O 99º O

Escala 1: 2,000,000Kilómetros

0 50

A. Área de Metztitlán

B. Área de Tenango-Atlatlahuca

C. Pahuatlán

D. Atla y Xolotla

B

A

CD

Figura 1. Mapa de localización de las áreas de Metztitlán, Tenango-Atlatlahu-cayPahuatlán,AtlayXolotla.ElaboróIvánSolísapartirdecartatopográfica

de InEGI, escala 1:2 000 000.

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control de este espacio como primordial en la organización de un esque-ma territorial duradero durante la era prehispánica.

En todos estos traslados y reacomodos se observa en la escala re-gional, cómo las rutas comerciales ancestrales desaparecieron y cómo la marginalidad sentó sus reales en estos abruptos paisajes desde el si-glo xvI. Otra conclusión interesante de los casos estudiados, es observar cómo las antiguas cabeceras, hoy en día menores por mucho a las ac-tuales sedes del poder económico y político local, mantienen una seria rivalidad con éstas, y cómo para los habitantes de las villas fundadas por españoles, los habitantes de los antiguos asentamientos son considerados pueblos de gente atrasada y montaraz.

El abandono de los ecotonos

Una dinámica, parte del desdén por los espacios montañosos, fue el abandono de la franja de ecotonos entre los climas cálidos y templados, franja de la que se desconoce en mucho el tipo de asociaciones vegetales que albergaba, así como los usos humanos que moldearon esa biodiversi-dad por siglos. Parajes difícilmente accesibles, fueron primordiales en la construcción del paisaje mesoamericano por causa de su feracidad, y en buena parte del territorio mesoamericano fueron base de su organización. Los ecosistemas de transición entre el reino neártico y el neotropical que sustentaron a las unidades político-territoriales más complejas y re-levantes se localizan principalmente en la Sierra Madre Oriental y el Eje Neovolcánico. Algunas de estas unidades políticas nunca fueron domi-nadas por los mexicas, tales como Metztitlán y Tutotepec, o lo fueron de manera muy tardía, como en el caso de los señoríos matlatzincas.

Todas las sinuosas márgenes de los altiplanos de México son consi-deradas bajo los actuales esquemas de organización del territorio como límites físicos, biológicos, administrativos y culturales, y la mayor parte de sus espacios se encuentran aletargados en lo económico, siendo las excepciones, algunos de los parajes inmediatos a las vías de comunica-ción que vinculan estas tierras altas con las regiones del norte, occidente, Bajío, Golfo de México, sur y sureste. La falta de articulación en los

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territorios serranos se puede explicar en términos del esquema territorial impuesto a partir del siglo xvI, en el que no se ponderó la riqueza am-biental de los ecotonos y se vertieron los esfuerzos agrarios en la ocupa-ción de extensos aluviones a mayor o menor altura.

El abandono de los ecotonos de transición entre los climas cálidos y los templados ha sido corroborado en dos casos estudiados: los munici-pios de Eloxochitlán, Metztitlán, Molango, Tianguistengo, Xochicoatlány Zacualtipan, todos ellos en la denominada Sierra Alta de Hidalgo y Joquicingo, Tenancingo y Tenango del Valle, al oriente del Nevado de Toluca en el Estado de México. Uno de los rasgos más evidentes de la

Malila

TepatetipaMetztitlán

Sierra Alta

Vega de Metztitlán

Límite aproximado de la confederación de Metztitlán

0 15

KilómetrosEscala 1: 500,000

--21º N

--20º 30’ N

99º O 98º 30’ O

----

Figura 2. Mapa del área de Metztitlán (elaboró Iván Solís a partir de imagen de Celia López Miguel, en Fernández y García, 2006:508).

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ocupación prehispánica, en distintos pisos ambientales, es la intensa ocu-pacióndeladerasconfinesagrícolasantesdelaépocavirreinal:enelcaso de la Sierra Alta, se dejó de dar prioridad a la actividad agrícola serrana para ocupar de manera extensiva e intensiva la inestable vega de Metztitlán, que había fungido como frontera entre metzcas y mexicas.

En el área de la Sierra Alta de Hidalgo, al asentarse de manera tan próxima al parteaguas de la sierra, se tenía la oportunidad de acceder a una mayor cantidad de pisos ambientales en menor distancia, sacando gran provecho de la inmediatez de la doble exposición, interna hacia la vertiente de la cuenca del lago de Metztitlán y externa hacia la llanu-racosteradelGolfodeMéxico,porloque,enmenosdediezkilóme-tros a la redonda desde las cabeceras prehispánicas de Tepatetipa, en la vertiente interna, y Malila en la externa, se obtenían recursos de climas templados y cálidos, ya secos, ya húmedos. Tepatetipa se localiza a casi1 600 msnm, y Malila a alrededor de 1 400, diferencia de unos doscien-tos metros que se puede explicar en tanto que en la vertiente marítima, por causa de una mayor nubosidad y humedad, la transición entre los climas templados y tropicales se da más abajo que en la vertiente seca. Por su parte, las estratégicas laderas entre Tenango del Valle y Tenancin-go perdieron su relevancia, no solo como nodo de intercambio comer-cial y tributario, sino por el poco interés que despertaron abruptos asen-tamientos como Maxtleca, Xochiaca, Zepayautla y Zictepec, tan ricos biológicamente pero inservibles a los medios y modos agrarios de los europeos.

El abandono de los valles de Tepatetipa y Malila, así como el valle de Atlatlahuca y las laderas de Xochiaca al sur de Tenango del Valle, tuvo consecuencias en la organización del territorio a escala regional e interre-gional, siendo más dramático el caso de la Sierra Madre Oriental, donde el traslado de asentamientos se realizó a mayores distancias y la nueva articulación del territorio desdibujó totalmente el esquema prehispánico. El oriente del Nevado de Toluca, al menos, sobrevivió como ruta de in-tercambio virreinal hacia el fértil valle de Tenancingo y el real de minas de Zacualpan.

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El aluvión, principal botín agrario de los castellanos

Cuando los europeos entraron por primera vez a los anchos valles y ex-tendidos llanos de las tierras altas mexicanas, vieron un paisaje conse-cuencia de siglos de ocupación humana, en los que los aluviones eran uno más de los elementos del relieve utilizado por el complejo e intensi-vo sistema agrario mesoamericano. El riego en los aluviones, junto con el aprovechamiento de los humedales y las terrazas en los pies de monte, eran los sistemas de mayor productividad. Sin embargo, para los medios y modos de producción europeos, tanto las terrazas como las plataformas artificialessobreloscuerposdeagua,erantotalmenteinoperantes,porloquelosespañolesfijaronpaulatinamentesus interesesenelcontroldelos aluviones conforme la población indígena disminuyó y se crearon los mecanismos institucionales para la adjudicación de las tierras a civiles y religiosos europeos, primordialmente. Aunque al consultarse el ramo de mercedes del Archivo General de la Nación (aGn, apéndice en Gar-za, 2000) se puede constatar que algunos nobles indígenas también se beneficiarondelasadjudicacioneslogradasafinesdelsigloxvI y prin-cipios del xvII. Durante el proceso de mercedamiento de tierras también se entregaron zonas en pie de monte, plenamente serranas y algunas re-lacionadas a la explotación de los recursos lacustres, pero desde el punto de vista europeo estas áreas resultaban secundarias y se dedicaron a las actividades forestales y ganaderas de especies menores.

La ocupación del aluvión de los altiplanos se produjo, en términos ambientales, bajo el embate de especies ganaderas, mayores y menores, malezas y fungi hasta entonces desconocidos en estas tierras, así como seriasalteracioneshidrográficas.Lagrantransformaciónedáficaestabapor comenzar, aunque ya los suelos habían sido perturbados en los sitios en que se había cultivado el trigo: demarcaciones como Tacubaya, Tacu-ba, Atlixco o Tenancingo (Ibid.). Por otra parte, es interesante observar lo asentado por Elinor Melville (1999:142), quien aduce que eventualmente losespañolesconfirmaronquelaganaderíanopodíaserelcomplementode la agricultura, tal como sucedía en España: la presencia de las comu-nidades indígenas, incluso ya disminuidas, y las características físicas de

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los altiplanos mexicanos impidieron dicha complementación. Así, desde las décadas de 1530 y 1540 los grandes hatos de ganado mayor ya habían abierto en busca de pasturas el camino del Bajío, aun cuando sus núme-ros no eran tan exorbitantes, quedando los llanos y lomeríos del altiplano meridional a merced de los ganados menores. La depredación ocurri-daenformaexplosivaafinesdelsigloxvI, arruinó miles de hectáreasde suelos fértiles, por lo que hubo una feroz competencia en los proce-sos de mercedamientodetierrasantelamenorsuperficiesusceptibledesustentarunusoagrícola.Enesteprocesodeprofundapérdidaedáficay vegetal cabe tener en cuenta, como ya se argumentó con anterioridad, quelaregeneraciónvegetalfuedificultada,asuvez,porlaescasezdeprecipitación que comenzó a manifestarse con mayor agudeza después de 1550.

Aunque la totalidad de los biomas mesoamericanos han sido tras-tocados a casi quinientos años de la llegada de los europeos, no cabe duda de que los que serían prácticamente irreconocibles a sus habitantes prehispánicos, son los aluviones y zonas llanas de los altiplanos central y meridional de México, en donde, únicamente el cultivo del maíz bajo ciertas circunstancias, y en forma aislada algún otro cultivo, pueden brin-darunaimagenmesoamericana;encontraposición,losmermadosbos-ques,apesardemanifestarunsotobosqueseguramenteinfluenciadoporlas prácticas agroforestales de los últimos cuatro siglos, sigue siendo una asociación de bosques mixtos de Pinus y Quercus o bosques dominados por Abies, Pinus o Quercus. En cuanto a la transformación ambiental de Norteamérica,AlfredCrosby(1991:80)fijasuatenciónenlospastizalesy las praderas, para denotar la magnitud de las transformaciones habidas desde la llegada de los europeos, argumentando, en forma muy acertada, que es un proceso que a la fecha continúa.

Las nuevas prioridades en la organización del territorio denotan, a su vez, el peso dado al aluvión, en detrimento de otros ámbitos del relieve. Por ejemplo, en la Cuenca de México se tiene que Tláhuac y Mixquic (importantes ciudades prehispánicas situadas sobre los lagos meridionales) fueron adjudicadas a la denominada provincia de Chalco, y a Xaltocan (el asentamiento más prominente dentro de los lagos sep-

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tentrionales) como parte de la jurisdicción de Ecatepec, pueblo situado sobretierrafirmeyquehabíacarecidodepreminenciaconanterioridad,lo que demuestra de nuevo el desdén del español por la vida palustre. En contraposición,secreólajurisdiccióndeTeotihuacan,haciafinesdeladécadade1570(Gerhard,1986:282);estanuevademarcación,quehabíasido parte de la de Texcoco, es clara consecuencia de la ponderación que se hizo de los ricos suelos aluviales del valle de Teotihuacan.

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IV. Rupturas y continuidades en el manejodel ambiente en México: siglos xvi al xxi

El manejo del entorno obedece a características e inercias culturales e imposiciones económicas y políticas, mismas que generan rupturas o continuidades de acuerdo con la violenta irrupción de formas políticas o modelos económicos o la paulatina transformación de identidades y principios. En México, la violenta ruptura del siglo xvI provocó el surgi-miento de un nuevo paisaje, al menos en los altiplanos central y meridio-nal, y la organización de un nuevo esquema territorial. La continuación de los procesos espaciales mesoamericanos quedó soterrada, por lo que es necesario hurgar en archivos, bibliotecas y en el campo para poder descifrarlos y comprender sus características y prioridades en el manejo del ambiente, labor que en algunos casos pasa por la localización de los antiguos núcleos económicos y político-religiosos. Ejemplo de esta dificultadynecesidaddeprofundoconocimientodelterrenoparasobre-ponerse a ésta, es el discernir entre una organización del territorio organi-zada a partir de un macizo montañoso o un cono volcánico y una lograda desdeelcentrodelaszonasllanas,paralaquelasmontañas,desfiladeroso ríos en profundos cañones denotan límites y no elementos que articulen al territorio, como sí lo hacían para los mesoamericanos.

La construcción del paisaje y organización del territorio ha mostra-do continuidad desde principios del siglo xvII, aunque la soterrada pre-sencia indígena no ha dejado de manifestarse en diversas regiones del país. La lógica predominante en las formas de apropiación del entorno y prioridades en el territorio, es prácticamente idéntica a la forjada en el

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siglo xvI en el centro y buena parte del norte del país, así como en las zonas cálidas ocupadas desde el virreinato: las carreteras y vías férreas en su mayoría van a la vera de los caminos reales novohispanos y la marginalidad de muchas regiones y localidades es herencia colonial. Las continuidades también quedan marcadas en los procesos urbanos, por ejemplo, en el caso de la Ciudad de México, se puede observar el predo-minio de las zonas poniente y sur de la ciudad como sitios privilegiados por las clases altas como lugar de residencia desde el siglo xvI. Hasta la introducción de la red potable del acueducto de Xochimilco en 1912, tal esquema urbano-territorial se desprendía en buena medida de la accesi-bilidad al agua potable, la cual solo era obtenible de los acueductos de la calzadaaTacubaydelacalzadaaChapultepec;otrofactorqueprimabaera la lejanía con respecto a las miasmas del decadente lago de Texcoco. Posteriormente, el verdor de las sierras de Las Cruces y del Ajusco y sus piesdemontereafirmaránunatendenciayaestablecidadesdeelvirreina-to, convirtiéndose los antiguos sitios de recreo como Tacubaya, Mixcoac, San Ángel, Coyoacán y Tlalpan en los núcleos de la expansión urbana de zonas residenciales de las clases media y alta.

Una ruptura preponderante en el esquema territorial y paisajístico impuesto desde principios del siglo xvII, fue el reparto agrario revolu-cionarioyposrevolucionario,estoapesardesusdeficienciasentérminosdeviabilidadeconómicayaccesoa insumose innovaciones;estarup-tura antisistémica no cambió las formas de construir el paisaje (aunque extensa y profunda deforestación ocurrió en el paso del latifundio a la conformación de los bienes comunales o el ejido), al menos en las tierras altas, pero si renovó la presencia de colectivos campesinos e indígenas en la organización del territorio.

La política del agua en Mesoamérica, la política del aguaen la Europa mediterránea

Es indispensable, en el entendimiento de la evolución del paisaje y or-ganización del territorio, tratar específicamente sobre las directrices yritmosde las intervencionessobrecuerposdeagua,humedalesy ríos;

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en particular si se analiza un país como México, que sufrió un dislo-camiento de orden civilizatorio hace solo quinientos años, ruptura en el manejo del entorno que se ensañó particularmente con los jóvenes y frágiles sistemas lacustres del altiplano meridional: los cuales incluso habían aumentado su volumen como consecuencia del manejo del agua mesoamericano que daba prioridad al almacenamiento. Las diversas obras que propugnaron dicho almacenamiento fueronmagníficamenteacotadas hace ya más de medio siglo por Ángel Palerm (1973:236-237), quien nos legó la propuesta de que toda obra hidráulica en la Cuenca de México giraba alrededor de la creación de chinampas, trayectoria de ingeniería de más de 3 000 años de antigüedad.

En contraposición, para los españoles la necesidad del drenado, dadas las características de práctica agrícola y modelo urbano, era primordial, en la convicción de lograr sitios saludables. En su obra sobre el Medite-rráneo, Fernand Braudel (1987:84) hace un exhaustivo reconocimiento de los cientos de hectáreas que fueron drenadas durante el renacimiento enlacuencamediterránea,conelfindelograrsuelosproductivosyman-tener a raya miasmas y pestilencias. En México, tales prácticas hidráu-licas indujeron a que casi todos los cuerpos lacustres y humedales del altiplano meridional y algunos del central, disminuyeran en su volumen ysuperficieduranteelvirreinatoyprimerosañosdevidaindependiente.Además, diversos cauces fueron desviados, ocurriendo incluso los pri-meros trasvases entre cuencas, algunos por medio de obras faraónicas, como es el caso de los túneles y eventualmente tajo de Nochistongo o humildes acequias que captaron manantiales sobre cotas muy elevadas. Entodaestatransformaciónhidrográficacabetenerencuentadenuevo,las adversas condiciones de precipitación habidas durante las diversas pulsacionesdelaPequeñaEdaddeHielo;así,parafinesdelsigloxIx, varios cuerpos lacustres y humedales de los altiplanos central y meridio-nal o estaban extintos o en vías de ello.

Perola transformaciónhidrográficainiciadaenelsigloxvI no fue soloconsecuenciadeobrasde ingenieríapremeditadas;elazolvepro-vocado por las nuevas formas agrícolas, la intensa deforestación y la in-troducción de la ganadería, provocaron la pérdida de toneladas de suelos

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fértiles y azolvaron cuencas lacustres y valles aluviales. Una cita de John Wright (1966:182) pondera, con respecto a la actividad ganadera, que no únicamente destruyó biomas enteros y las milpas de indígenas, sino que provocó la destrucción de canales y terraplenes, en tanto que la mayor parte de la infraestructura hidráulica estaba hecha de tierra compactada y céspedes.

La introducción de innovaciones tecnológicas y las obras de inge-nieríarealizadasentreeltriunfodefinitivodelpartidoliberalylaguerracivil de la década de 1910, hicieron que la totalidad de las cuencas la-custres de los altiplanos central y meridional sufrieran algún grado de alteración. En esta época, empresarios extranjeros impulsaron extensos programasdedesecaciónconelfindelogrartrabajoagrícolamecaniza-do que aprovechara la fertilidad de los suelos lacustres. Ejemplo de ello fue el desecamiento de cientos de hectáreas en el lago de Chalco y las ciénagas de Chapala y Zacapu. Por aquel entonces, el drenar en vez de almacenar agua, como principio del manejo hidráulico, tuvo uno de sus capítulos culminantes con la construcción y apertura del Gran Canal del Desagüe y túneles de Tequixquiac (1900). A partir de entonces, la totali-dad de la Cuenca de México pudo ser drenada. Asimismo, en esta época comenzó la captación por entubamiento de manantiales y la explotación depozosartesianoscon lafinalidaddeabastecera lasnacientesáreasmetropolitanas, por tanto, los aluviones y los pies de monte comenzaron amanifestarunpaisajeaúnmásyermoanteelmayordéficithídrico.

A casi quinientos años del inicio del manejo del agua desde una pers-pectiva mediterránea, el resultado para los cauces, cuerpos lacustres y humedales de los altiplanos es atroz. Los que sobrevivieron se encuen-tranreducidosensuperficieyeutrofizadosporlogeneral,asícomoconelevada presencia de agroquímicos, desechos industriales y residencia-les. Si la apropiación del recurso agua diera prioridad al almacenamiento deagua,peronoatravésdecuerposartificiales,sinorevitalizandoensuscaracterísticas físicas y biológicas a los existentes, así como a los vasos vacíos y salitrosos, posiblemente se podrían revertir muchos de los daños ocasionados desde el virreinato.

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El manejo del suelo prehispánico, el manejo del suelo colonial y posterior

La práctica agrícola prehispánica, como ya se dijo, se gestionaba por me-dio de la utilización de diversos elementos del relieve, lo que garantizaba una pérdida mínima de suelos, aguas y materia orgánica. Las propias formas de cultivo eran profusión de materia viva, ya que la práctica por lo general se llevaba a cabo por medio de la inclusión de diversas espe-cies en una sola parcela, que ya en las terrazas, ya sobre suelos lacustres, solían ser de dimensiones reducidas, incluso sobre el aluvión, ya que primaba en este quehacer agrario el intercambio de nutrientes con las diversas masas forestales, de las cuales también se obtenían alimentos. Tal conducción agraria y las características físico-biológicas que la de-finieron llevabansigloscomportándosedemanerasimilar,aménde laintensificaciónocurridaenalgunaszonas,comoelvalledeTeotihuacan,el pie de monte de Texcoco y Tlaxcala o la zona chinampera de Chalco-Xochimilco ante el apogeo de algún gran centro urbano.

La conformación de suelos es, en general, un proceso que escapa a las dimensiones temporales cortas, sin embargo, en el caso de ciertas zonas de los altiplanos central y meridional de México, se puede asistir alagénesisydesarrollodeunidadesedáficasduranteelsigloxvI, como consecuencia de la irrupción europea. La alteración del sistema hidro-gráficopreexistente,lossistemasderoturacióneuropeos,lapérdidadebuena parte de la masa vegetal y la introducción de la ganadería, altera-ronradicalmentehorizontesycomposiciónfisicoquímicadelossuelos.Tal magnitud comportaron estas transformaciones, que prácticamente se asiste a la expansión de una serie de suelos marginales bajo las condicio-nes anteriores a la captura del suelo por parte de los europeos hacia 1600.

Los aluviones, tan deseados por los europeos a pesar de su escasa pendiente, mantienen cierto grado de inclinación, por lo que los pesados instrumentos agrícolas mediterráneos dieron lugar al desplazamiento y reduccióndelasuperficieyvolumendelossuelos,conlacorrespondien-te acumulación hacia la cota más baja de las parcelas, denudación que se convertirá en una constante. Con posterioridad, el comportamiento

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climático, la desecación de la mayor parte de los sistemas lacustres, la subsecuentemanipulaciónantrópicadelossuelos,nosoloconfinesagrí-colas, sino por causa de la constante construcción y renovación de obras de ingeniería hidráulica y del medio urbano, han generado un panorama edáficosimilaraldelasmesetasdelViejoMundo,tendenciaenlaquelaaltitud y continentalidad de los altiplanos juega a favor de ello. Por tanto, los cambios abióticos y bióticos habidos en los altiplanos de México a partir de la conquista hispánica, han hecho que buena parte de los suelos conformados antes del siglo xvIIsedefinancomopaleosoles,yaquelascondiciones que los generaron son prácticamente inexistentes hoy en día.

En la actualidad, los suelos de tipo feozem son los más extendi-dos sobre los aluviones de las tierras altas de México. Su generación y expansión son atribuibles, en buena medida, a los efectos de mayor continentalidad y volatilidad hídrica y térmica que caracteriza a lossuelos de los altiplanos desde principios del siglo xvII. La presenciade suelos de tipo feozem abarca incluso zonas de fuerte pendiente y an-tiguos suelos lacustres. En los lomeríos y pies de monte, la actividad ganaderapuedeserlaresponsabledetalescaracterísticasedáficasein-cluso su introducción hace poco más de cuatrocientos años y el régimen térmicoehídricodetanbajalatitud,puedeninfluirensupresenciasobreterrenos de fuerte pendiente, situación poco común en el resto del mun-do. En cuanto a los suelos de origen lacustre, la presencia de suelos de tipo feozem se explica claramente por el constante aporte de sedimentos, sin embargo, también llama la atención su existencia en áreas dedicadas a la agricultura por medio del sistema de chinampas. Es posible que el proceso mismo de creación y extensión de las chinampas y el posterior abandono, así como la meteorización sufrida y la reducción en el nivel de los lagos, redundaran en la conformación de este tipo de suelo, tan ajeno a las áreas palustres, antiguas o presentes.

Experiencias coloniales y decimonónicas sustentables

En su práctica, la geografía histórica debe dar lugar al reconocimiento, ponderación y viabilidad de experiencias que resultaron sustentables en

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su momento y que podrían ser lecciones en el ordenamiento contempo-ráneo del medio y el territorio. Para hacer más asequible esta inclusión, se propone ejemplificar no con experiencias prehispánicas (ya que setrata de reconocer y disgregar jerarquías e inercias culturales, políticas y socioeconómicas en la relación sociedad-medio y en el territorio actua-les), sino con ejemplos de extracción virreinal y decimonónica que son un antecedente más palpable para las formas en que sociedad y medio se interrelacionan en el México de los siglos xx y xxI,sinqueestosignifi-que que no se reconoce la viabilidad de las experiencias prehispánicas, queenmateriaedáficaehidráulicasuconsideraciónyutilizaciónpuedenser de gran valor.

Parailustrarestasreflexiones,setraenacolacióndosexperiencias:una de origen colonial y otra llevada a cabo durante el porfiriato. Laprimeraserefierealasdenominadasgaleríasdeagua,captacióndeaguasubterráneaqueseconduceporgravedadalasuperficie,sistemadelqueno hay registros de la época prehispánica y que, de acuerdo con Jacinta Palerm (2002), tienen una clara connotación mediterránea. Por lo reca-bado,esposiblequeespecíficamentesehayandesarrollado,agranes-cala, en las Islas Canarias, inmediatamente después de su adjudicación a la España de los Reyes Católicos (Guerra, 2000:317-318). El sustrato volcánico,fisurasyfuertependientequecaracterizaalrelievedeestasislas, imposibilita el almacenamiento de grandes volúmenes de agua en superficie,por lo tanto, lasgaleríashan resultadodegranayudaen lacaptación de agua desde los conos volcánicos. Su bondad radica en que su construcción y operación no implica el agotamiento del acuífero, en tanto que el agua que se capta proviene de sus propios escurrimientos. Hoyendía,estesistema,ademásdepracticarseconfinesagrícolasendi-ferentes partes de México, es parte del sistema de abastecimiento de agua de la ciudad de Puebla, por medio de la captación de diversos aportes del estratovolcán La Malinche.

El segundo ejemplo, es el carácter local impuesto a la depuración de residuosdelosdesarrollosresidencialesocurridosduranteelporfiriato,práctica que incluso, al menos en el Distrito Federal, tiene una clara con-notación política debido a la supresión de las municipalidades en 1928

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y su conversión en delegaciones políticas. Esta transformación provocó que algunos servicios urbanos como abasto de agua y drenaje dejaran de ser manejados por las antiguas subdivisiones, para ser administrados por el inmenso y burocrático departamento central del Distrito Federal. Por lo general, el manejo de servicios por medio de las municipalidades resultaba más sustentable, en tanto que, por ejemplo, la recolección de desperdicios o la depuración de las aguas residuales era obligación de las nuevas áreas residenciales (aaCm, Obras Públicas Azcapotzalco 1380-A: expediente 35 y Obras Públicas San Ángel 1391-A: exp. 17), las cua-les podían ser mejor vigiladas desde un aparato burocrático de menores dimensiones.

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ConclusionesA manera de conclusión, se propone ahondar un poco más en las tres temáticas expuestas en la segunda mitad de este trabajo, y proponer su inclusión en temáticas ambientales y territoriales contemporáneas. En primer lugar, la consideración del comportamiento climático multisecu-lar, permite brindar pautas que ayuden a ponderar en forma más ade-cuada el comportamiento climático actual, y en particular situar al de-nominado ‘cambio climático’ comoparte de la variabilidad climática,en contraposición a su conceptualización como una anomalía climática o alteración profunda de patrones climáticos. Así, la lectura de las in-fluenciasantrópicassobreelcomportamientoclimáticoseconducepormedio de patrones que han sido parte del mismo y no como un evento catastróficodedimensionesdesconocidas;desdelaperspectivadelore-gistrado en México y en los casos consultados para Europa y el resto de Norteamérica, el gradual calentamiento observado desde la segunda mi-tad del siglo xIx es innegable, mismo periodo en el que comenzó a mul-tiplicarse la emisión de contaminantes lanzados a la atmósfera. Por tanto, laspreguntasfundamentalesson:1.¿Quétantovaadurarelperiododecalentamiento?,2.¿Quéintensidadycomportamientopuededemostraraescalaglobalyencadaunadelasceldasclimáticas?y3.¿Quéventajasambientales y económicas puede brindar el profundizar en el entendi-miento del comportamiento climático plurisecular?

A la primera pregunta se puede observar que, aunque en la mayor parte del planeta los registros de glaciares han demostrado su retracción, en fechas recientes se ha puesto en evidencia que en sectores del Hima-laya ha ocurrido una mínima tendencia contraria al deshielo (Gardelle et

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al.,2012).Asimismo,estosautoresargumentanquealacuantificacióndel avance o retroceso de las masas glaciares le hace falta mayor cober-tura y precisión a escala mundial. En este sentido, con respecto a la se-gunda pregunta, es indispensable conocer las consecuencias del aumento o disminución de la temperatura, tanto a escala global como en cada una de las celdas climáticas, tomando en cuenta las corrientes marítimas y el relievecontinentalquedeterminanelcomportamientoespecíficoensuperficie.Respectoalatercerapregunta,seinsisteenlasventajasquebrinda a escala local y regional el conocimiento del clima pasado a través de la consulta de fuentes documentales, aunque sea en una temporalidad media, como es el caso de México.

En lo tocante a la evolución del paisaje y el territorio en México, se puede decir que, ambientalmente y en las formas de organización de su territorio, el centro y parte del sur del país se han manifestado de manera inadecuada, en contraposición a patrones de apropiación del entorno y organización del territorio más armónicas en la etapa que se desprendían de una larga convivencia con la naturaleza mesoamericana. En términos ambientales se ha traducido en la pérdida de biomasa, tanto en especies, como en volumen, mientras que en el territorio se dibujó un mapa de regiones y localidades prósperas y de otras marginales, en buena medida opuestas al mundo concebido desde las montañas, en el que lo llano y lo secosignificabanbarbarieyenlaprácticaseceñíanalrelieveabruptoyhúmedo para atenuar los tiempos secos. En este largo devenir, se piensa importante el no dejar de remarcar que los modelos socioeconómicos y políticosimpuestos,desdefinesdelsigloxIx, no han desarrollado for-mas de apropiación del entorno inclusivas, social y culturalmente, y han reforzado tendencias que han desarticulado al territorio.

Correspondiente al apartado sobre rupturas y continuidades en las actuaciones ambientales y territoriales ocurridas en México desde el si-glo xvI, se debe ponderar primordialmente la escala de actuación desde lo local, dando prioridad a un manejo del agua que en esta escala logre la suma de cientos de microcuencas que consigan el almacenamiento de agua en la superficie y debajo de ella, pormedio de la proteccióny expansión de la vegetación e impulsando áreas de regeneración ve-

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getal a partir de sus condicionantes físicas y biológicas climáticas. En cuanto a la depuración de aguas y tratamiento de sólidos, es más fá-cil lograr resultados mientras más detallada sea la escala de actuación.

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Archivo del Cabildo de la Catedral de Morelia (aCCm): Libros XXII al XL (1751 a 1799) y Libro LXIX (1881-1887).

Archivo Histórico Municipal de Morelia (aHmm): Libros 21 al 90 (1735-1801)

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OBRAS PUBLICADASDENTRO DE LA COLECCIÓN

I. Textos Monográficos 1. Historia y Geografía 1. Europa y el urbanismo neoclásico en la Ciudad de México. Antecedentes y esplendores Federico Fernández Christlieb

2. México a través de los mapas Héctor Mendoza Vargas (coord.)

3. La Geografía, arma científica para la defensa del territorio Luz María O. Tamayo P. de Ham

4. Cartografía de las divisiones territoriales de México, 1519-2000 Áurea Commons

5. La enseñanza de la geografía en los proyectos educativos del siglo xIx en México Patricia Gómez Rey

6. El nacimiento de una disciplina: la Geografía en México siglos xvI a xIx José Omar Moncada Maya (coord.)

7. La Geografía de la Ilustración José Omar Moncada Maya (coord.)

8. Trazos, usos y arquitectura. La estructura de las ciudades Mexicanas en el siglo xIx Eulalia Ribera Carbó (coord.)

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2. Naturaleza 1. ¿Geografía sin Geología? Zoltan de Cserna, Magdalena Alcalde Urraca y Esteban Monroy Soto

2. Las regiones climáticas de México Rosalía Vidal Zepeda

3. El recurso agua en México: un análisis geográfico Laura Elena Maderey Rascón y J. Joel Carrillo Rivera

3. Sociedad 1. Aspectos sociales de la población en México: Educación y cultura Lilia Susana Padilla y Sotelo

2. Aspectos sociales de la población en México: vivienda Lilia Susana Padilla y Sotelo

3. La población hablante de lenguas indígenas en México María Inés Ortiz Álvarez

4. Urbanización 1. El clima de la Ciudad de México Ernesto Jáuregui Ostos

2. Geohistoria de la Ciudad de México (siglos XIV a XIX) María Teresa Gutiérrez de MacGregor y Jorge Gonzalez Sánchez

3. Regionalización habitacional de la Ciudad de México Jorge González Sánchez e Ignacio Kunz Bolaños

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5. Economía 1. La ganadería en México Gregorio Villegas Durán, Arturo Bolaños Medina y Leonardo Olguín Prado

2. La minería en México Atlántida Coll-Hurtado, María Teresa Sánchez SalazaryJosefinaMorales

3. Plantas de importancia económica en las zonas áridas y semiáridas de México Marta Concepción Cervantes Ramírez

4. La agricultura en México: un atlas en blanco y negro Atlántida Coll-Hurtado y María de Lourdes Godínez Calderón

5. México. Tendencias recientes en la geografía industrialJosefinaMorales(coord.)

6. Medio Ambiente 1. Los ciclones tropicales de México María Engracia Hernández Cerda

2. Áreas Naturales Protegidas de México en el siglo xx Carlo Melo Gallegos

3. Mitos y realidades de la sequía en México María Engracia Hernández Cerda, Germán Carrasco Anaya y Gloria Alfaro Sánchez

7. Relaciones Internacionales 1. Las relaciones diplomáticas de México Mercedes Pereña García

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8. La Cuenca de México 1. La Cuenca de México y sus cambios demográfico-espaciales María Teresa Gutiérrez de MacGregor, Jorge González Sánchez y José Juan Zamorano Orozco

9. Las costas y los mares de México 1. Características físico-químicas de los mares de México Guadalupe de la Lanza Espino

2. Población y economía en el territorio costero de México Lilia Susana Padilla y Sotelo, María del Carmen Juárez Gutiérrez, Enrique Propín Frejomil y Carlos Galindo Pérez

10. Geografía regional y planeación territorial 1. Geografía regional. La región, la regionalización y el desarrollo regional en México José Gazca Zamora

II. Textos de Carácter General 1. México: una visión geográfica Atlántida Coll-Hurtado

2. México: una visión geográfica (2a. ed.) Atlántida Coll-Hurtado

3. Geografía económica de México Atlántida Coll-Hurtado

III. Métodos y Técnicas 1. Los mares mexicanos a través de la percepción remota Raúl Aguirre Gómez

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2. El paisaje en el ámbito de la Geografía Arturo García Romero y Julio Muñoz Jiménez

3. Teorías y métodos en Geografía Económica Enrique Propín Frejomil

4. Métodos y técnicas de la cartografía temática María del Consuelo Gómez Escobar

5. Metodología para el análisis e interpretación de los mapas Irma Eurosia Carrascal Galindo

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Geografía histórica y medio ambientese terminó de imprimir el 18 de abril de 2013, en los talleres de Lito Roda S.A. de C.V., Escondida, no. 2,

Volcanes, Del. Tlalpan, 14640, México, D.F.El tiraje consta de 500 ejemplares impresos en offset

sobre papel cultural de 90 gramos y la portada en couché de 250 gramos. Para la formación de galeras se usó la fuentetipográficaTimesNewRomanen11/13,10/12,14/16, 20/24 y 16/19 puntos. Edición realizada a cargo de la Sección Editorial del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Revisión, corrección de estilo y cuidado de la impresión: Martha Pavón. Formación de galeras: Diana Chávez González.

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