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Revista Política y Estrategia N˚ 108 - 2007 46 Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos GEOPOLÍTICA DE LOS ENTORNOS Y SOCIEDAD DEL RIESGO. UNA INTERPRETACIÓN DESDE LA GEOPOLÍTICA CRÍTICA. EL CASO CHILENOPATRICIO CARVAJAL ARAVENA* RESUMEN La geopolítica de los entornos, como parte de la geopolítica crítica, está concebida como discurso de la democracia cosmopolita. El concepto de entorno se contrapone al concepto espacial de territorialidad y límites de la geopolítica clásica. El concepto de entorno está fuertemente vinculado al de frontera, cuya característica principal es la dinámica de la misma. Si esta situación constituye la principal ventaja competitiva geopolítica de Chile (geopolítica externa), en cambio, los riesgos geopolíticos (geopolítica interna) constituyen su principal debilidad, pues todavía los problemas del sistema político son analizados desde una óptica geoclásica. Palabras claves: Geopolítica Crítica – Geopolítica de los Entornos – Sociedad del Riesgo – Democracia Cosmopolita. ENVIRONMENTAL GEOPOLITICS AND RISK SOCIETY. THE CHILEAN CASE ABSTRACT Environmental geopolitics, as part of the critical geopolitics, is conceived as a speech of the cosmopolitan democracy. The concept of environment resists the space concept of territory and classical geopolitics boundaries. The concept of environment is strongly attached to the concept of border, which main feature is the dynamics of itself. If the situation constitutes the main competitive geopolitical advantage of Chile (external geopolitics), instead, the geopolitical risks (internal geopolitics) constitute their main weakness because even today, the problems of the political system are being analyzed from a geo-classical point of view. Key words: Critical Geopolitics – Environmental Geopolitics – Risk Society – Cosmopolitan Democracy. Magíster en Gestión y Planificación Estratégica Facultad de Economía y Administración de la Universidad de Valparaíso. Actualmente de desempeña como Jefe del Departamento de Investigación de la ANEPE. Chile. [email protected] Fecha de Recepción: 151107 Fecha de Aceptación: 291107

GEOPOLÍTICA DE LOS ENTORNOS Y SOCIEDAD DEL RIESGO. UNA ... · La sociedad del riesgo en sí está concebida por Beck como una nueva mo-dernidad, basada especialmente en el predominio

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academia nacional de Estudios Políticos y Estratégicos

GEOPOLÍTICA DE LOS ENTORNOS Y SOCIEDAD DEL RIESGO. UNA INTERPRETACIÓN DESDE LA GEOPOLÍTICA CRÍTICA.

EL CASO CHILENO∞

PATRICIO CARVAJAL ARAVENA*

RESUMEN

La geopolítica de los entornos, como parte de la geopolítica crítica, está concebida como discurso de la democracia cosmopolita. El concepto de entorno se contrapone al concepto espacial de territorialidad y límites de la geopolítica clásica. El concepto de entorno está fuertemente vinculado al de frontera, cuya característica principal es la dinámica de la misma. Si esta situación constituye la principal ventaja competitiva geopolítica de Chile (geopolítica externa), en cambio, los riesgos geopolíticos (geopolítica interna) constituyen su principal debilidad, pues todavía los problemas del sistema político son analizados desde una óptica geoclásica.Palabras claves: Geopolítica Crítica – Geopolítica de los Entornos – Sociedad del Riesgo – Democracia Cosmopolita.

ENvIRONMENTAL GEOPOLITICS AND RISK SOCIETY. THE CHILEAN CASE

ABSTRACT

Environmental geopolitics, as part of the critical geopolitics, is conceived as a speech of the cosmopolitan democracy. The concept of environment resists the space concept of territory and classical geopolitics boundaries. The concept of environment is strongly attached to the concept of border, which main feature is the dynamics of itself. If the situation constitutes the main competitive geopolitical advantage of Chile (external geopolitics), instead, the geopolitical risks (internal geopolitics) constitute their main weakness because even today, the problems of the political system are being analyzed from a geo-classical point of view.Key words: Critical Geopolitics – Environmental Geopolitics – Risk Society – Cosmopolitan Democracy.

• Magíster en Gestión y Planificación Estratégica Facultad de Economía y Administración de la Universidad de Valparaíso. Actualmente de desempeña como Jefe del Departamento de Investigación de la ANEPE. Chile. [email protected]

∞ Fecha de Recepción: 151107 Fecha de Aceptación: 291107

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I. INTRODUCCIÓN

Los temas de seguridad, defensa y estudios político-estratégicos están estrechamente vinculados con el pensamiento y discurso geopolítico. Desde esta perspectiva podríamos sostener que no es posible explicar los cambios actuales en el sistema político internacional –entornos– sin una consideración geopolítica de los procesos que actualmente están en curso, de los conflictos, abiertos y po-tenciales, que hoy se plantean como amenazas emergentes; la crisis del Estado y de sus principios doctrinales basados en la teoría de la soberanía; la escasez de bienes vitales para la continuidad de la vida y seguridad humana como el agua, especialmente, son problemas de una agenda internacional para un mun-do incierto (Wallerstein, 2002). En efecto, los temas arriba señalados provienen de un pensamiento social y de unas estructuras políticas concebidas hace 600 años con el inicio de la expansión europea y la formación de los primeros impe-rios coloniales modernos (kennedy, 2004). Desde esa época el descubrimiento y dominio de nuevos espacios tanto el desarrollo de las ciencias geográficas y del pensamiento geográfico como parte del discurso cultural de la civilización europea. Este es un hecho indiscutible. Todo cuanto podamos debatir, proponer y criticar en el ámbito de las relaciones internacionales debe partir de esta reali-dad histórica centro europea, la que hoy, por cierto, está siendo cuestionada por el surgimiento de poderes geopolíticos regionales (Nolte, 2006). En otras pala-bras, el dominio europeo se fundó en una concepción geopolítica basada en la territorialidad del Estado, el poder militar y el control de espacios considerados como vitales para la mantención de ese orden internacional. Los Estados que conforman la actual estructura de los poderes geopolíticos regionales fueron ex dominios coloniales de Europa. En este contexto, la excepción la constituye sin duda EE.UU., pues no obstante su condición de ex colonia europea, su ascenso a potencia geoestratégica global se inició desde el momento mismo de su in-dependencia, consolidándose como tal con el triunfo en la Guerra Fría sobre la URSS (1989), llegando a constituir un nuevo imperio (Münkler, 2005; Johnson, 2004).

Otro tanto cabe decir de los procesos de emancipación de los dominios coloniales español y portugués durante los siglos XIX y XX y la formación de los lla-mados Estados nacionales latinoamericanos, con la correspondiente redistribución espacial de los antiguos territorios. Esta situación generó guerras por el dominio de esos espacios. En algunos casos la situación generada por esos conflictos se man-tienen hasta el presente como fuertes diferencias entre los Estados por cuestiones limítrofes, fronterizas, migratorias y de control de los recursos. Lo mismo cabe decir para el proceso de descolonización de África y Asia en el siglo XX. Pero en este último caso hay una diferencia importante en relación con Sudamérica y África. En efecto, los ex dominios coloniales imperiales de Europa en Asia constituyen hoy las principales potencias regionales en el orden geopolítico del siglo XXI: China Popu-lar, Unión Europea, India y Japón.

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Ahora bien, la culminación de este proceso comenzado en los siglos XV y XVI finaliza con la experiencia de los Estados totalitarios en el siglo XX, las dos Guerras Mundiales y la Guerra Fría. Todos estos conflictos fueron esencialmente conflictos geopolíticos, basados en los principios de la escuela geopolítica clásica, la que puede ser entendida como la base ideológica de las ciencias militares de esa época (Carvajal, 2007).

Para justificar estos procesos de expansión y dominio territorial Europa formuló distintos discursos, desde la teología a las ciencias políticas y la filosofía. Se trataba en definitiva de justificar la superioridad de la civilización occidental sobre las otras civilizaciones (Pocock: 2001-2005). Este discurso histórico, co-menzado en Grecia con Heródoto alcanzó su punto culminante con la filosofía de la Historia de la Ilustración (Carvajal, 2005). Europa definía así su singularidad frente a los bárbaros. A partir de ese momento el dominio cultural de Europa, desde el discurso filosófico-científico al desarrollo tecnológico, se impone sobre el mundo. Sólo después de la II Guerra Mundial surgen dos potencias geoestraté-gicas planetarias: EE.UU. y URSS. Ambas dan origen a una nueva forma de con-flicto geopolítico: la Guerra Fría (kissinger, 1996). En este período los espacios mundiales ya están definidos en cuanto a su pertenencia a estos dos dominios; comienza la crisis de la descolonización de Africa y una paulatina democratiza-ción del mundo. En este tiempo, fruto de la catástrofe moral de la cultura alemana, la geopolítica, cuya versión clásica como discurso fue formulada por pensadores germanos, cae en descrédito y el término geopolítica queda estigmatizado como ideología militarista totalitaria.

Ahora bien, los procesos posteriores al fin de la Guerra Fría: Globalización, crisis energética, entendida esta última como una expresión específica de la crisis medioambiental, calentamiento global, generan un nuevo paradigma geopolítico, esta vez democrático: la geopolítica crítica. La distribución espacial, la cooperación en el uso de los bienes, la regulación de los flujos migratorios, el control de la explo-sión demográfica, la reducción de las emisiones contaminantes, entre otros temas, abarcan prácticamente todos los ámbitos de las ciencias geográficas y sociales. El paradigma actual de la sociología llama a esta realidad surgida de la sociedad posindustrial, sociedad del riesgo (risk society: Giddens, 2001), (Risikogesellschaft: Beck, 2000).

Para Giddens:

“La mejor manera de explicar lo que está pasando es hacer una distinción entre dos tipos de riesgo. A uno lo llamaré riesgo externo. El riesgo externo es el riesgo que se experimenta como viniendo del exterior, de las sujeciones de la tradición o de la naturaleza. Quiero distinguir éste del riesgo manufacturado, con lo que aludo al riesgo creado por el impacto mismo de nuestro conocimiento creciente

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sobre el mundo. El riesgo manufacturado se refiere a situaciones que tenemos muy poca experiencia histórica en afrontar. La mayoría de los riesgos medioambientales, como los vinculados al calentamiento global, entran en esta categoría” (Giddens, 2001: 38-39).

Me parece que la explicación de Giddens contiene lo medular de lo que entendemos por riesgo, siendo especialmente importante la división entre un riesgo interno y otro externo. Destaca en la explicación de Giddens la nueva dimensión del riesgo, esto es, aquel riesgo que deriva directamente de la intervención del hombre en el proceso de desarrollo de la civilización moderna. Precisamente este es el núcleo de la geopolítica de los entornos. En efecto, la distribución de los espacios, tanto en su condición de dominio como de explotación de los recursos, nos coloca en la situación de riesgo medioambiental global, pues la creación de condiciones de riesgos generadas por la actividad económica del hombre, y esto último hay que reafirmarlo, sin que por ello optemos por un determinismo económico, es la mayor causante de la crisis medioambiental de la globalización, generando un riesgo glo-bal para toda la humanidad (Giddens, 2001).

La sociedad del riesgo en sí está concebida por Beck como una nueva mo-dernidad, basada especialmente en el predominio de la ciencia y la tecnología, que se ponen al servicio pleno de la economía, lo que genera un nivel de riqueza mayor para los que controlan estos medios y una depauperización creciente de grandes conglomerados humanos. Así, sostiene Beck:

“Mi tesis es que la sociedad del riesgo consiste también en una forma de depauperización que es comparable, por un lado, con la depauperización de las masas trabajadoras de la mitad del siglo XIX y, sin embargo, por otro lado, no lo es en absoluto” (Beck, 2001: 57).

Finalmente, el término entorno es una categoría espacial genérica que abarca todos los espacios del planeta, su estructura y dinámica. Ahora bien, de acuerdo con los criterios de la geopolítica crítica, dichos espacios corresponden a los espacios terrestres, marítimos, aéreos y cósmicos. En este nuevo ámbito de la relaciones internacionales, Chile funda sus vinculaciones con el mundo a partir de un criterio geopolítico crítico –geopolítica de los entornos– que su-pera definitivamente el paradigma autoritario y antidemocrático de la escuela geopolítica clásica. No podemos extendernos sobre el tema del pensamiento geopolítico chileno, pero una revisión de sus escuelas, corrientes y pensadores sería necesaria para poder postular con un grado de diferenciación claro lo que separa a la escuela geopolítica clásica, y su epígono chilena, de la escuela geopolítica crítica.

Ahora bien, ¿qué entendemos por geopolítica? Según Yves Lacoste, padre de la geopolítica radical francesa:

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“Le terme de géopolitique, dont on fait de nos jours de multiples usages, désigne en fait tout ce qui concerne les rivalités de pouvoirs ou d’influence sur des territoires et les populations qui y vivent: rivalités entre des pouvoirs politiques de toutes sortes –et pas seulement entre des États, mais aussi entre des mouvements politiques ou de groupes armés plus ou moins clandestines-, rivalités pour le contròle ou la domination de territoires de grande ou petite taille. Les raisonnements géopolitiques aident à miuex comprendre les cuases de tel ou tel conflit, au sein d’un pays ou entre des États, mais aussi à envisager quelles peuvent éter, par contrecoup, les conséquences de ces luttes dans des pays plus ou moins éloignés et parfois même dans d’autres parties du monde” (Lacoste, 2006: 8).

Esta definición de Lacoste es importante porque sintetiza argumentos de las escuelas geopolíticas clásica y crítica. El Estado juega un papel importante en el dominio de espacios y bienes, pero también se suman otras organizaciones como grupos armados, o de otras características, antes no considerados como agentes políticos relevantes. Uno de los tópicos que destaca en la geopolítica crítica es la consideración de los entes políticos no estatales y cuyo impacto en los conflictos y negociaciones son cada vez más significativos. Pero el término geopolítica, aun en su acepción crítica, no deja de provocar suspicacias, especial-mente en el mundo germano (Helmig, 2007; ATTAC 2003). La reminiscencia de la ideologización de la geopolítica por el nazismo sigue jugando un fuerte papel res-trictivo en el uso del término. Sin embargo, en el pensamiento geopolítico crítico y el análisis espacial que propone son elementos imprescindibles para comprender las nuevas realidades del proceso de la globalización. En menor medida, algunos elementos del discurso geopolítico clásico, que aun tienen validez en el contexto de la globalización.

II. DISCURSO GEOPOLÍTICO CLáSICO

El paradigma geopolítico clásico está representado por los escritos de kjellen (1914, 1915, 1916, 1917, 1930) Ratzel (1897, 1910, 1901), Mackinder (1902, 1904, 1911), Vidal de la Blanche (1903, 1922, 1927-1948), Haushofer (1935, 1938), para mencionar a los más destacados teóricos precursores de la disciplina. La geopolítica clásica alcanza su punto culminante como parte de la ciencia geográfica con la obra de Haushofer y especialmente con la publicación de la revista Zeitschrift für Geopolítik y las actividades realizadas por el Institu-to de Geografía de la Universidad de München. A partir de ese momento, más concretamente durante la época de la República de Weimar (1919-1933) y el período del régimen nazi (1933-1945) la geografía se germaniza como discurso del poder al servicio del Estado totalitario. Esta vinculación entre la geopolítica y la ideología del nazismo contribuyó definitivamente en el descrédito moral de la geopolítica, especialmente desde el momento en que se la considera como cien-

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cia alemana y se pone al servicio de los intereses expansionistas de la política exterior de Hitler. No podemos extendernos en el análisis de los fundamentos ideológicos del discurso geopolítico clásico, especialmente el germano, pues ellos son conocidos. Además, la geopolítica clásica alemana experimentó el mis-mo compromiso ideológico que las otras áreas del pensamiento alemán de la época: medicina, física, historia, filosofía. Ahora bien, que esto haya culminado con el proceso de Haushofer en el Juicio de Nürenberg y su suicidio en 1946, no invalida algunos temas esenciales de su pensamiento geográfico. Basta señalar aquí la recepción de este pensamiento en el discurso de E. Walsh s.j., uno de sus interrogadores en Nürenberg. Walsh fue el geopolítico norteamericano más im-portante de la primera mitad del siglo XX. De hecho, hoy asistimos a una revisión y revalidación de una parte del pensamiento geográfico de Haushofer (Spang, 2000; Sprengel, 1996).

En general, el discurso geopolítico clásico puede ser considerado como una expresión del imperialismo y colonialismo europeo (Lacoste, 2006). Un análi-sis espacial diatópico de este discurso así lo deja de manifiesto (Lacoste, 2006); lo mismo podemos sostener para un análisis diacrónico-contextual del discurso polí-tico sobre el Estado (Skinner, 2006). La recepción del discurso geopolítico clásico fue mundial, generando el desarrollo de diversas escuelas geopolíticas (Dodds, Atkinson: 2000). En el caso particular de Chile, el más destacado geopolítico clá-sico fue el Comandante en Jefe del Ejército Ramón Cañas Montalva (1947-1949), quien fue discípulo de kjellen y Haushofer, durante su permanencia en Europa (Cheyre, 2001, 2007).

III. DISCURSO GEOPOLÍTICO CRÍTICO

La geopolítica crítica nace como discurso multidisciplinario en respuesta a las limitaciones del discurso geopolítico de la Guerra Fría, centrado especialmente en los análisis de la escuela realista de la contención y del interés nacional (Walsh 1929, 1931; 1947; 1951); kennan (1951) kissinger (1996); Bzresinky (1998). La geopolítica crítica tiene uno de sus núcleos en los estudios de P. Taylor (1994). En efecto, Taylor formula uno de los primeros análisis geopolíticos que no considera al Estado como el único actor en el ámbito de las relaciones internacionales. En este sentido la obra de Taylor constituye un pensamiento de transición entre la geopolítica clásica norteamericana y la formulación de un discurso crítico. Tres son lo más destacados representantes de este nuevo discurso: J. Agnew (1995,1998, 2005), S. Dalby (1990,1991, 1996,1998), Toal (1996, 1998, 2004, 2006) ). Los an-tecedentes directos de la geopolítica crítica norteamericana se encuentran en dos proyectos: The World Order Models Project (WOMP: 1960) y el Global Civilization Project (GCP: 1980). Estos dos modelos implican una reorientación del conflicto internacional, una redefinición del papel del Estado y de las Fuerzas Armadas y la consideración, finalmente, de aspectos culturales-civilizatorios en el ámbito de las relaciones internacionales. Según Dalby:

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“Rethinking security which follows from reconsiderations of sovereignty and democracy also implies rethinking the territorial premises of safety. Desmilitarization is an obvious priority, but the agenda of reformulated security thinking both shifts the emphasis to people rather than states, and also to the future to preserve the possibilities for human existence in decent conditions where it is already threatened by environmental degradation. Removing the geopolitical imaginary and substituting humane governance as the apropiate criteria for political action is obviously an important part of this project, and one that most directly connects with the concerns in critical geopolitics to unravel the conceptual infrastructure of violent spatial practices” (Dalby, 2007: 7).

En el texto precedente está contenido uno de los cambios más significativos que propicia el discurso geopolítico crítico, esto es, la limitación del modelo políti-co westfaliano, el Estado soberano, por una reconsideración de la democracia, la seguridad, y el conjunto de elementos que impidan la solución de conflictos por vía militar –guerras–. Esto lleva abiertamente a una desmilitarización de las relaciones internacionales y a una reorientación en las funciones de las Fuerzas Armadas –operaciones de paz, intervenciones humanitarias, prevención de crisis–, aunque desde la perspectiva de los Estados con presencia geoestratégica global y regional se potencie el rol del Estado, sin abandonar la política del uso de la fuerza. Ahora bien, la globalización podría ser considerada como una nueva versión de la geopo-lítica clásica. Desde esta óptica cabe precisar aún más los elementos del discurso geográfico crítico. Así, Dalby sostiene:

“The possibilities of normative committments at the global level linked to the practices of critical social movements who link specific actions to global concerns suggests a model of political engagement that transcend the worst of geopolitical practices and the opens up the possibilities for human governance. These are summarised in terms of ten key normative proceses that allow for political engagement directly. They are1) taming war, 2) abolishing war, 3) making individuals accountable, 4) collective security, 5) rule of law, 6) non violent revolutionary politics, 7) human rights, 8) stewardship of nature, 9) positive citizenship, 10) cosmopolitian democracy” (Dalby, 2007: 7-8).

Estas consideraciones son claves para comprender el discurso geopolítico crítico, especialmente en el ámbito de la guerra y de la democracia cosmopolita. Estos principios nos sitúan en las coordenadas de la propuesta kantiana de una paz perpetua, con todas las restricciones que aún ésta tiene en el presente. Pero

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hay avances. Las cumbres medioambientales, los protocolos sobre la no utilización de armas de destrucción masiva, la entrada en vigencia de la Corte Penal Interna-cional (2000) y la ampliación del concepto de crímenes de guerra y genocidio a la categoría jurídica de crímenes de lesa humanidad son elementos importantes en la política de control y reducción de armamentos y en la limitación del uso de la fuerza. Por cierto no se trata de una situación ideal. Todavía quedan resabios de prácticas de la Guerra Fría. Pero lo importante es que el Estado no es el único agente que puede decidir sobre la guerra y la paz, sobre la vida y la muerte de los ciudadanos (Dalby, 2007; Agnew, 2007).

Otro tema muy importante en la geopolítica crítica es la reordenación del espacio de acuerdo con criterios cartográficos que incorporan tecnología satelital (Geomática, SIGS). En efecto, para la geopolítica clásica la cartografía era la he-rramienta esencial para los análisis espaciales. La actual tecnología permite nue-vas herramientas para el análisis espacial. Además, a los dos espacios considera-dos preferentemente por la geopolítica clásica: continentes y océanos; ahora, de acuerdo a las nuevas tecnologías, se incorporan el espacio aéreo y cósmico. Esto sin duda que cambia la percepción de los espacios desde una óptica geopolítica (Dalby, 2007; Agnew, 2001). Así, por ejemplo, en relación con el espacio cósmi-co, hay sólo cuatro miembros que pertenecen al selecto grupo de investigaciones y exploraciones espaciales cósmicas: EE.UU., Federación Rusa, Unión Europea, China Popular. Otros países tienen agencias espaciales pero no la tecnología para explorar estos nuevos espacios. Esta realidad abre una dimensión nueva en las relaciones geopolíticas de los Estados regionales y centrales (Carvajal, 2007). La estructura de la geopolítica de los entornos se sintetiza en el siguiente esquema:

Espacio Terrestre

Geopolíticade los

Entornos

Espacio Marítimo

Espacio Aéreo

Espacio Cósmico

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Iv. GEOPOLÍTICA DE LOS ENTORNOS Y LA SOCIEDAD DEL RIESGO. UNA PERSPECTIvA DEL CASO CHILENO

La geopolítica de los entornos es el modelo que deseamos proponer para el desarrollo de un pensamiento geopolítico crítico en Chile que constituya una alter-nativa hasta el ahora vigente pero anquilosado y obsoleto pensamiento geopolítico clásico nacional. El tema de los entornos se refiere al cambio en sí perceptible en el uso del concepto mismo a partir de un enfoque crítico que supone a la vez un cambio en el análisis de la relación espacial. Así, en el Libro de la Defensa de Chile se señala:

“La clasificación de los entornos que aquí se adopta debe entenderse en el siguiente sentido: el entorno mundial comprende el ámbito internacional global; el entorno continental abarca el conjunto del continente americano; el entorno regio-nal se refiere a América del Sur; el entorno subregional alude a áreas o zonas dentro de esta región, y el entorno vecinal está compuesto por los países limítrofes con Chile” (Libro de la Defensa de Chile, 2002: 47).

El siguiente esquema presenta la estructura de los geopolítica de los entor-nos según el Libro de la Defensa de Chile:

(Adaptado del Libro de la Defensa de Chile, 2002)

Ahora bien, si Chile tiene definido sus límites territoriales con su entorno ve-cinal: Argentina, Bolivia y Perú, y con el entorno regional y global, en cambio, surge una relación de mayor complejidad basada en la existencia de intereses de diverso género que hacen que las fronteras –por esencia dinámicas– estén allí donde sus intereses tienen un significado prioritario para la política exterior. En otras palabras,

Entornomundial

Geopolíticade los Entornos

chilenos

Entornocontinental

Entornoregional

Entornovecinal

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las fronteras chilenas están en todos los espacios con los cuales Chile se comuni-ca, especialmente por medio de acuerdos económicos y comerciales. Esta caracte-rística de las relaciones internacionales que el país ha priorizado en los últimos 30 años son consustancial al modelo económico vigente. A pesar de la discusión que existe sobre el reduccionismo que implica unas relaciones internacionales y una diplomacia basada principalmente en los acuerdos económicos, geopolíticamente esta es la fortaleza competitiva más importante del país. Particularmente significa-tiva es esta realidad para la política de la defensa nacional, que en relación con el contexto internacional señala:

“Se caracterizó como un escenario complejo donde hay en curso un proceso de globalización que, sin embargo, no erradica la diversidad nacional ni implica uniformidad de posiciones y propósitos entre los Estados, de tal manera que el Estado-Nación se mantiene como la unidad central, aunque no única, del orden internacional. Se concluyó que resulta necesario preservar la identidad nacional y que la situación geográfica relativa que ocupa cada Estado, junto con sus intereses nacionales, seguirá siendo una referencia importante para las respectivas políticas de Defensa” (libro de la defensa de Chile, 2002: 83).

Este texto es importante para una propuesta geopolítica crítica –geopolítica de los entornos– pues recoge parcialmente aspectos fundamentales de la teoría de las relaciones internacionales de un modelo poswestfaliano, pero, claro está, desde una óptica más bien débil. En efecto, la visión estatista fundada en la nación aún juega un papel importante en la visión que postula la política de defensa del Estado chileno. Si la globalización está constituida por diversos entornos –espacios– que interactúan con una dinámica variable, entonces podemos señalar que esta diná-mica espacial implica que la sociedad del riesgo establece una relación compleja entre naturaleza y cultura. En la era de la globalización, la sociedad del riesgo cons-tituye un todo, pues los riesgos son transfronterizos. Así lo señala Beck:

“…la noción de sociedad del riesgo global es pertinente para un mundo que puede caracterizarse por la pérdida de una distinción clara entre naturaleza y cultura. Si hoy hablamos de naturaleza, hablamos de cultura, y si hablamos de cultura hablamos de naturaleza. Nuestra concepción de una separación de mundos entre naturaleza y cultura, íntimamente ligada al pensamiento modernista, no logra reconocer que construimos, actuamos y vivimos en el mundo artificial y construido de la civilización cuyas características están más allá de estas distinciones, que siguen dominando nuestro pensamiento. La difuminación de las fronteras entre estos ámbitos no sólo se debe a la industrialización de la naturaleza y la cultura, sino también a los peligros que amenazan por iguales a seres humanos, animales y plantas” (Beck, 2002: 38).

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Esta definición nos sitúa en el ámbito directo de la sociedad del riesgo glo-bal que comienza a perfilarse a partir de la década de los 90 del siglo XX. En efec-to, el dominio de la naturaleza que ha logrado el hombre, por un lado contribuye a establecer un control sobre algunos procesos, pero por otro lado, y esta es una de las hipótesis fuertes de la sociedad del riesgo, genera graves incertidumbres y situaciones desconocidas que no es capaz de predecir ni controlar, especialmente en lo que se refiere a los riesgos medioambientales. Más todavía, existen riesgos, los llamados riesgos manufacturados, que pueden afectar gravemente a un país. Estos riesgos son los que provocan la depauperación, según los mentores de la sociedad del riesgo, de un conjunto importante de la sociedad. Peor todavía, si consideramos los criterios de riesgo-país que utilizan las consultoras internaciona-les para los efectos de inversión en mercados seguros (IMD 2007). Si revisamos la lista de riesgo-país, sólo 50 Estados, de un total de 200, aproximadamente, ca-lifican como no riesgosos –variando entre ellos el índice de riesgo–, quedando los otros 150 en situación de alto riesgo. Este hecho constituye no sólo una exclusión grave sino el aumento de pobreza por falta de inversión. Como señala krugman, la línea de flotación de los Estados es muy diferente a la línea de flotación de las empresas transnacionales, especialmente en aspectos como el riesgo y la competi-tividad (krugman, 2002). Este punto es clave para el discurso geopolítico crítico. En efecto, como ya señalamos, la geopolítica se funda en una visión económica de los procesos sociales. La crítica del liberalismo y neoliberalismo económico constituye uno de los núcleos teóricos del discurso geopolítico crítico (Agnew, 2005). Y la glo-balización como proceso en curso de un capitalismo posmoderno supone no sólo la planetarización de prácticas comerciales, negocios internacionales, mercados de capitales y estructura mundial de los mercados de commodities. La geopolítica crítica, a diferencia de la geopolítica clásica, que emplea el término de recursos naturales y de su escasez, siguiendo los criterios de la economía liberal, propone el cambio de término de recurso natural por bienes. En esta última categoría el argumento fuerte es la cooperación internacional en la distribución y uso equitativo de ellos: agua, aire, energéticos, alimentos. Esta es la única forma negociada que existe de enfrentar los graves desafíos por la creciente demanda de estos bienes. En este sentido el discurso de la geopolítica crítica está próximo a los postulados de la escuela de la economía del bienestar (Sen, 2000). A las críticas de Sen sobre el capitalismo podríamos agregar las advertencias de Stiglitz a la globalización, concebida como una estrategia ideológica vinculada al neoliberalismo económico para consolidar la hegemonía mundial del capitalismo (Stiglitz, 2002).

Ahora bien, el concepto de entorno transforma las fronteras en estructuras espaciales dinámicas. En efecto, el sentido mismo de frontera es el de horizonte y no de límite. Esto es mayormente perceptible desde una perspectiva económica y de los negocios internacionales. Cuando k. Ohmae habla de un mundo sin fronte-ras (Ohmae, 1991) y del fin del Estado Nación (Ohmae, 1998) se refiere precisa-mente a la eliminación de las fronteras económicas –arancelarias– que afectan a los Estados y que de acuerdo con los procesos de integración económica regiona-

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les (NAFTA, UE, APEC, MERCOSUR) estos acuerdos paulatinamente han ido evo-lucionando a los modelos de aranceles diferenciados y modelos de arancel cero. Esto supone, en la óptica de Ohmae, la existencia de un mundo sin fronteras. En otras palabras, las fronteras existen ahí donde están presentes los intereses –in-versiones– de las empresas que operan en los mercados del entorno global. Desde este punto de vista se produce una situación paradójica en la situación geopolítica y geoestratégica de Chile. En efecto, existe una relación inversamente proporcional entre la consolidación de una geopolítica externa del país y un incremento de los riesgos y debilidades de la geopolítica interna. El cuadro siguiente presenta una síntesis de los riesgos y debilidades geopolíticas internas del Estado chileno:

Comunidad Riesgo geopolítico interno

Chile

• Flujos migratorios• Extrema pobreza• Sustentabilidad económica• Tráficos ilícitos• Gobernabilidad social• Consolidación democrática• Riesgo energético• Centralización administrativa• Concentración poblacional• Espacios vacíos

¿Podemos revertir esta situación? Derechamente es una realidad que no puede ser desconocida, pero sobre la cual no existen políticas públicas bien estruc-turadas y un enfoque geopolítico que permita reducir paulatinamente estos riesgos. En otras palabras, falta en el Estado y la sociedad chilena un plan estratégico a 30-50 años como existe en otras sociedades. El único sector que tiene un plan estra-tégico a 30 años en Chile es el de las FF.AA., al menos en la adquisición de material que permite la operatividad de las fuerzas hasta el 2030, aproximadamente. Aunque éstas también presentan problemas de análisis geopolítico en sus enfoques, espe-cialmente porque aun no incorporan el paradigma de la geopolítica crítica para el análisis de los nuevos escenarios de amenazas emergentes. En efecto, la situación geopolítica de América Latina es compleja, pues existen diversas corrientes –diver-sidad esencial en todo sistema democrático– que buscan establecer liderazgos ba-sados en personalismos antes que en visiones estratégicas de futuro (Giblin, 2006). América Latina no ha resuelto los problemas estructurales de su sistema político: consolidación democrática, avances en los procesos de integración, gobernabilidad. Pero el problema más grave sigue siendo la pobreza de la población, ahora agravada por el proceso de la globalización y su impacto sobre mercados débiles. Según Giblin:

“Il est logique de voir dans cette alternance à gauche une réaction aux conséquences négatives de la mondialisation, affaiblissement

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du protectionnisme, libération des marchés, privatisations des enterprises, dérégulation, recul de l’État et surtout aggravation des inégalités et paupérisation de la majorité de la population, malgré une forte croissance économique depuis plusieurs années” (Giblin, 2007: 2) .

En el contexto de la geopolítica de los entornos América Latina ocupa un lugar importante en la estrategia de los llamados Estados regionales. En efecto, la inversión de China, Federación Rusa e India se ha incrementado en el continente. Pero América Latina presenta una clara tendencia hacia la fragmentación en un es-cenario geopolítico internacional donde, con la excepción de los Estados regiona-les, la única opción es actuar mancomunadamente. América Latina en este sentido se aproxima a un continente perdido. Según Nolte y Hofmann:

“But the changing international environment influences Latin American countries in different ways. As external developments interact with endogenous proceses, Latin America has become more heterogeneous and politically more fragmented. The continent speaks with many voices which more often than not are rather dissonant. It has become nuclear, who is speaking authoritatively on behalf of Latin America and who are the appropriate interlocutorsin Latin America for outside actors. Both, the new international insertion as web as the internal divisions have implications for Europe’s foreign policy towards Latin America” (Nolte, Hofmann, 2007).

Precisamente la geopolítica crítica y la geopolítica de los entornos permiten un análisis de los diversos escenarios en los cuales América Latina interactúa con otros Estados, organizaciones, empresas, bloques comerciales y comunidades cul-turales. Los profundos cambios estructurales experimentados por la sociedad lati-noamericana, especialmente en temas económicos, comerciales y de reforma y mo-dernización del Estado, la sitúan en una posición geopolítica débil en comparación con los Estados globales y regionales. Según los informes del World Bank (1997) y del BID (2004) la reforma del Estado experimenta en América Latina problemas estructurales graves. Si a esto se suma la ausencia de políticas públicas eficaces y una creciente pauperización de sectores importantes de la comunidad, siendo la pobreza en sí una grave amenaza geopolítica, entonces no sólo existen razones fundadas para considerar a América Latina como el continente perdido, sino también para reflexionar geopolíticamente sobre la condición de América Latina en los diver-sos entornos del sistema mundial. Y Chile no es una excepción en este contexto.

RIESGOS GEOPOLÍTICOS INTERNOS DE CHILE

De acuerdo con lo señalado en los puntos precedentes desarrollamos aho-ra, aunque de un modo sumario, los riesgos geopolíticos internos de Chile.

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Flujos migratorios. Si bien las migraciones contribuyen decididamente en el desarrollo de un país, pues son siempre generadoras de riqueza, y así lo prue-ban las migraciones hacia EE.UU. y Argentina, para mencionar dos de los más importantes casos de la historia contemporánea, en menor medida las migraciones también han ocupado un lugar importante en la historia nacional, especialmente la migración alemana del siglo XIX (Harris: 1996; 1997; 2001). Pero se trató, en el caso de la migración alemana, de un flujo planificado y con la asignación de espa-cios específicos. Distinta es la realidad hoy que enfrenta el país con los flujos mi-gratorios. No se trata de desestimar las actuales corrientes migratorias constituidas especialmente por personas provenientes del entorno vecinal y regional. En esta nueva realidad migratoria juega un papel relevante la migración peruana. Sin duda tanto para la economía como para la cultura la migración peruana es importante. El crecimiento económico del país resulta atractivo, pese a las duras condiciones que deben enfrentar los inmigrantes (Velasco, 2007). Pero a diferencia del siglo XIX, el Estado chileno carece hoy de una política migratoria. De ahí pues que se pueda hablar de riesgo de flujos migratorios porque se trata de la llegada de población que se desplaza de acuerdo con una necesidad económica extrema. Esto genera un flujo permanente que a la larga se convierte en una residencia ilegal de los in-migrantes. La reciente regularización de residencia para más de 20 mil ciudadanos peruanos es un testimonio de lo señalado. Otro riesgo de estos flujos migratorios no planificados es la concentración de los mismos en Santiago, con lo cual contri-buyen, aunque sea en proporción menor, a la saturación de espacios con una alta densidad demográfica y a una sobrecarga de los servicios públicos, que sólo con la presencia de ciudadanos chilenos operan de un modo deficiente.

La experiencia ocurrida con los refugiados provenientes de la ex Yugosla-via debería ser una llamada de atención para formular definitivamente una política migratoria para los próximos 50 años. No es necesario reiterar aquí la gravedad de la regresión demográfica que presenta la estructura poblacional del país. La necesidad de inmigrantes es un imperativo para contrarrestar las tasas regresivas de natalidad, que en Chile son semejantes a la de los países desarrollados. El tema es complejo pero no se puede soslayar de una discusión pública por sus conse-cuencias geopolíticas internas. De formularse una política migratoria ésta debería apuntar a la ocupación de espacios vacíos, especialmente en las zonas extremas del país.

Extrema pobreza. La lucha contra la extrema pobreza ha sido uno de los éxitos más importantes del Estado chileno durante los gobiernos de la Concerta-ción (1990-2007). Distintos programas se han implementado para reducir la pobre-za y extrema pobreza (FOSIS, PUENTE). Sin duda la reducción de la pobreza de un 50%, cuando se reinstaura la democracia, a un porcentaje menor a un 20% en la actualidad es un logro indiscutido. Pero ello no es un logro consolidado. Por el contrario, la precariedad laboral, los bajos salarios, especialmente en los niveles más pobres de la población, y una mala redistribución de la riqueza siguen gene-

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rando problemas sociales. Desde una perspectiva geopolítica interna la pobreza es un riesgo, pues es una de las causas del incremento de los tráficos ilícitos y de di-versas formas de violencia, marginación y discriminación, que erosionan las institu-ciones democráticas, generan crisis de gobernabilidad y contribuyen a aumentar la corrupción. Juega en este proceso un papel importante la formulación de políticas públicas de empleo, salud, educación para los sectores especialmente jóvenes.

Sustentabilidad económica y competitividad. Existe una fuerte disputa tanto en la sociedad chilena como en el ámbito académico sobre el modelo económico aplicado para llevar al país de una situación de pobreza a un nivel de desarrollo. La revolución empresarial comenzada en 1973 modificó sustantivamente la estruc-tura económica y social del país. La apertura de la economía chilena hacia los mercados del entorno global ha sido un éxito indiscutible del modelo neoliberal. Pero el punto ahora es determinar la sustentabilidad del mismo como estrategia de desarrollo por medio de un proceso que se basa en la explotación intensiva de los recursos naturales (minería, pesca, silvicultura, cultivos acuáticos). No se puede desconocer que en algunos de estos ámbitos la producción chilena ha alcanzado niveles de primer orden mundial. Pero ello conlleva también un riesgo geopolítico en la medida en que dichos recursos, especialmente los no renovables y los reno-vables a largo plazo, son explotados intensivamente. La experiencia de la historia económica de Chile de los siglos XIX y XX nos debería llevar a una reflexión más detenida sobre las características del actual modelo, en muchas cosas semejantes a los de los siglos precedentes, que de acuerdo con los ciclos económicos también llevaron a crisis estructurales. Como se sabe, la economía chilena todavía es alta-mente productora de bienes con escaso valor agregado. La innovación científica y tecnológica aplicada a los procesos productivos todavía es muy precaria. En una de sus últimas visitas a Chile, el destacado experto norteamericano en negocios internacionales y estrategia competitiva, Michael Porter, señaló precisamente que la gran debilidad de la economía chilena, y en general del sistema social chileno, es su baja competitividad. Como el mismo Porter lo indica en sus obras (Porter, 1997) la competitividad de una nación radica finalmente no en el sistema productivo, sino en una estructura de tres ejes: competition and firm strategy, competition and eco-nomic development y competition and society (Porter, 2007). Todo ello basado en un sistema educacional orientado a la innovación, que en definitiva es el fundamen-to de la competitividad.

Tráficos ilícitos. El desarrollo económico de Chile ha permitido establecer en el país una plataforma de tránsito para otros entornos de la producción de bie-nes ilícitos, fundamentalmente drogas. Si bien el país no es productor, sí existe un incremento sostenido en el tráfico de drogas y en el consumo interno de las mismas. Esto supone una situación de riesgo geopolítico extremadamente grave, pues por la experiencia de Colombia y de otros Estados, se sabe que el poder del narcotráfico para erosionar las instituciones públicas y privadas es demoledor, generando un incremento de la corrupción y violencia. Sin duda que no estamos

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en la situación de ingobernabilidad de Colombia, pero existe una tendencia hacia la colombianización de la violencia en las bandas que operan en las poblaciones pobres del país, especialmente en Santiago. De este modo, el narcotráfico se con-vierte en un riesgo transnacional porque no sólo afecta a los países productores sino también a los que sirven de puente para los mercados finales. En este punto podemos señalar que una de las principales debilidades para enfrentar este riesgo geopolítico es la escasa dotación de los servicios de policías, tanto de Investigacio-nes como de Carabineros.

Gobernabilidad social. Si bien el sistema político chileno es estable en com-paración con los restantes sistemas latinoamericanos, ello no indica que exista una gobernabilidad proporcional a dicha estabilidad. Lo esencial en un sistema político democrático es la legitimidad del poder, basada en reglas procedimentales objetivas, racionales y consensuadas (Garzón Valdés, 1993). Y si bien en Chile la Concertación cuenta con una gran legitimidad, ésta no sólo se confirma en cada elección democrática (presidencial, parlamentaria o comunal), sino también por la existencia de instituciones que garanticen la equidad social (Rawls, 1971). Este es un tema pendiente en el desarrollo del país. Un país no sólo se desarrolla por sus instituciones económicas (mercado), sino también por aquellas que pueden satis-facer adecuadamente la demanda de bienes básicos de los ciudadanos (salud, educación, empleo, vivienda, cultura, seguridad humana, defensa). En una palabra, por su desarrollo democrático (Squella, Sunkel, 2000).

Consolidación democrática. Sin duda América Latina tiene un severo dé-ficit poliárquico (Alcántara, 1995), generado por los problemas estructurales del desarrollo de la democracia en el sistema político del entorno regional (Huntington 1991). Una cosa es la transición democrática desde los regímenes autoritarios, pero un nivel superior de desarrollo democrático es la consolidación de la democra-cia, de sus instituciones, de la existencia de un Estado de Derecho, de la garantía de los derechos humanos (Squella, 1991). La pobreza en la que se encuentra el 50% de la población de América Latina –en Chile aproximadamente el 20% de la población– pone en duda la legitimidad misma de la democracia. La democracia es el único sistema político capaz de satisfacer las demandas de los ciudadanos con una ética mínima en las relaciones sociales (Squella, 2000). La experiencia históri-ca en este sentido es concluyente: los sistemas totalitarios, autoritarios y dictaduras no resuelven los problemas sociales; por el contrario, terminan agravándolos. La consolidación democrática supone la inclusión (Habermas, 2000; 1999) y la prela-ción de la política por otro tipo de pensamiento que pretenda imponer las reglas de funcionamiento de la sociedad (Bobbio, 2003). Por otro lado, la experiencia históri-ca contemporánea también evidencia que los Estados no democráticos son geopo-líticamente débiles y vulnerables.

Riesgo energético. El informe Zanelli (2007) sobre la opción energética nu-clear para Chile, pone el debate energético entre los temas de discusión públicos

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tal vez más importantes para el siglo XXI. En efecto, el crecimiento de la economía chilena en las tres últimas décadas ha significado el incremento de la demanda de energía. Está claro que todo proceso de crecimiento económico conlleva este tipo de demanda. Sin embargo, se suma ahora una realidad insoslayable para la eco-nomía de los entornos: el agotamiento de las fuentes energéticas tradicionales, el cambio climático y la lucha por los recursos, reservas y fuentes de energía que pue-dan garantizar la continuidad de los procesos productivos. Esto genera lo que los especialistas llaman geopolítica energética (Lacoste, 2006). El déficit energético de Chile es comparable con el de otros Estados que han llevado a cabo procesos de crecimiento económico sostenido –que no sostenible ni sustentable- en las últimas dos décadas. El rápido agotamiento de las fuentes propias y la dependencia de los mercados externos potencia la realidad de la geopolítica de los entornos energéti-cos. Ahora bien, independientemente de cual sea la opción que adopte el Estado chileno como modelo energético, por ahora la fuerte dependencia nos genera una situación de vulnerabilidad geopolítica: “La decisión de incorporar la generación núcleo-eléctrica es estratégica en lo técnico, en lo político y en lo geopolítico”. (Za-nelli, 2007:46). Por otro lado esta situación tendrá un impacto directo en la política exterior, pues de la predominancia de una política exterior y diplomacia basada en los acuerdos económicos, fundamentalmente bilaterales, que sin duda han sido un éxito para el país, se tendrá que compatibilizar con la opción para una integración a los entornos más decidida. Desde esta perspectiva la geopolítica crítica de los entornos jugará un papel clave para la cooperación como uno de los ejes de esta nueva orientación de las relaciones internacionales. De acuerdo con las caracte-rísticas del entorno vecinal y regional, y según el programa de política exterior de la Concertación (Insulza, 1998), una de las estrategias a seguir para enfrentar el riesgo energético es una acción mancomunada con los Estados de nuestro entorno vecinal y regional.

Centralización administrativa. Los últimos tres puntos de este estudio están concatenados entre sí. En efecto, el problema de la centralización es uno de los grandes obstáculos para la modernización del país y para una mejor distribución de los espacios del territorio. La centralización administrativa es un problema histórico, cultural y de políticas públicas. Se trata de un problema histórico porque el Estado chileno se funda en dos matrices administrativas centralistas: el Estado indiano, del cual hereda un conjunto de instituciones; el derecho público y administrativo fran-cés, basado también en una experiencia histórica de centralismo administrativo. Sin duda estas prácticas crean una cultura de la verticalidad, de la autoridad central, que impide el desarrollo de proceso de gobierno y gestión autonómicos regionales. Finalmente es un tema de políticas públicas, pues la modernización del Estado pro-puesta por el World Bank (1997) y el BID (2004), señalan la necesidad de potenciar las organizaciones intermedias del sistema político. El tema del centralismo en el sistema político latinoamericano es un tema recurrente y muy antiguo. Para el caso específico de Chile, cuando se reinstaura la democracia a fines de la década de los 80 y principios de los 90 del siglo XX, se da un debate interno que convoca a los

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más importantes expertos del mundo en el tema (Godoy, 1990; Stuven, 1990). La experiencia pos II Guerra Mundial señala que los sistemas políticos más competi-tivos, de una alta gobernabilidad, legitimidad y exitosos en el desarrollo de planes de políticas públicas son los parlamentarios (forma de gobierno) y federales (orga-nización administrativa). Sin embargo, el sistema político chileno se funda en un presidencialismo fuerte con una marcada concentración administrativa (Nogueira, 2000). Por ello es necesario reiterar los argumentos a favor de la descentralización, como señalan Raczynski y Serrano (2000):

“El fortalecimiento de la sociedad regional y acumulación de capital social tiene relación con el fomento de las redes y asociaciones. A su vez, en la medida que el tejido social se hace más complejo y se enriquece, se fortalece el carácter ciudadano de la sociedad, lo que significa que se desarrollan capacidades de proponer, interpelar, demandar, etc.; a las autoridades públicas regionales y a otros actores gravitantes en el desarrollo regional. Es necesario, entonces, generar mecanismos y canales que potencien la capacidad de asociación de las personas en sus comunidades y espacios propios” (Raczynski, Serrano, 2000: 144-145).

La centralización administrativa es un tema esencialmente geopolítico por-que se vincula directamente con la planificación del espacio de un territorio deter-minado y cómo se ejerce el poder y los actos de la administración en el mismo. Desde una perspectiva geocrítica podemos sostener, siguiendo la propuesta de los economistas de la public choice, que la opción federal, en todos sus variantes, desde el federalismo administrativo al federalismo tributario, es una opción racional de políticas públicas que favorece a una adecuada y equitativa distribución de los espacios, cargas y responsabilidades en un sistema político. Además, ello implica una mejor distribución del territorio y un uso eficiente de sus recursos y bienes (Bu-chanan, 2006).

Concentración poblacional. La concentración poblacional es una de las consecuencias del centralismo administrativo. Geopolíticamente es uno de los procesos más complejos en la planificación de los espacios. Aquí también el factor histórico juega un papel clave en lo que se refiere al proceso de migra-ción campo-ciudad, concretamente hacia la capital de los Estados. La geografía poblacional de Chile nos da ejemplos concretos sobre la concentración en un conjunto reducido de grandes ciudades (Censo 2002). Esta situación no sólo es compleja desde el punto específico de la seguridad y de la defensa, cuyos recur-sos, especialmente en seguridad se concentran también en los espacios urba-nos principales, sino también por el colapso de las políticas públicas en espacios que no pueden establecer un equilibrio entre el desarrollo de infraestructura y crecimiento de la población. Santiago concentra casi un 50% de la población del país. Las consecuencias geopolíticas, geoestratégicas, económicas y sociales

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de esta situación son evidentes, constituyendo un riesgo geopolítico grave para el Estado. Otro tanto ocurre con las capitales de los Estados de Latinoamérica. Nuevamente aquí el factor cultural, ligado a una demanda laboral importante y salarios sobre el promedio nacional, contribuyen para que la solución a la con-centración poblacional en las ciudades capitales sea altamente compleja. Y nue-vamente el federalismo aparece como la solución más racional en el contexto de opciones que ofrecen las políticas públicas. Pero el factor cultural, fuertemente enraizado en las experiencias históricas es decisivo en la evaluación y solución del problema.

Espacios vacíos. ¿Quedan aún en la Tierra espacios vacíos? ¿Posee Chi-le espacios vacíos? éste ha sido uno de los problemas nucleares en los conflictos bélicos durante la historia, desde la escasez de territorios para sustentar a la po-blación de las ciudades-estados griegas de la antigüedad a la teoría del espacio vital (Lebensraum) de la geopolítica clásica del siglo XX. La última frontera, el último espacio vacío es el espacio antártico. La existencia de un Tratado Antártico (1959) ha sido una solución que se enmarca en los parámetros de la geopolítica crítica: prohibición del uso militar de esos espacios, limitación del ejercicio de la soberanía territorial para los Estados signatarios del Tratado de 1959 y la opción de considerarlo como un espacio patrimonial de toda la humanidad. Para los es-cépticos de la validez de los principios y estrategias de la geopolítica crítica, la Antártica representa una prueba extraordinaria de que sí es posible concebir un espacio cuyos bienes deben estar destinados al beneficio de toda la humanidad. No se trata de retórica discursiva, sino de un hecho incontrastable que hasta aho-ra ha sido protegido como un bien comunitario que es necesario preservar y cuya estructura original podría constituir una reserva importante frente a la crisis climá-tica que está afectando a la biosfera. Otro tanto cabe señalar para la Amazonia, aunque la situación es diferente a la Antártica, pues allí ya se aprecian situacio-nes de sobreexplotación de sus recursos. En definitiva, los dos últimos espacios que constituyen fronteras para la humanidad dentro del sistema de la Tierra: la Amazonia y la Antártica, respectivamente, son espacios que están ubicados en el entorno regional de Chile, en los cuales el país tiene un interés directo, al menos en la Antártica.

Ahora bien, en el sistema geográfico chileno también existen espacios va-cíos. En efecto, las regiones extremas del norte y sur del país son espacios cuya densidad demográfica y política poblacional constituyen uno de los mayores de-safíos geopolíticos. La regionalización ha sido una solución sólo parcialmente efi-ciente. Desde la perspectiva del discurso geopolítico clásico la relación espacios vacíos y estructura demográfica débil o regresiva, como la que presenta Chile, es susceptible de conflictos. Desde la perspectiva del discurso geopolítico crítico es un desafío para implementar una redistribución de la población nacional en esos espa-cios vacíos y, eventualmente, formular una política de migración y de regulación de flujos migratorios que contribuya a ocupar dichos espacios.

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CONCLUSIONES

El presente estudio sobre la geopolítica de los entornos y la geopolítica crítica nos lleva a considerar la necesidad de introducir en el debate de las cien-cias sociales, de la seguridad y defensa los análisis de la geopolítica para en-frentar los desafíos de la globalización. Como ya señalamos, la geopolítica de los entornos nos permite comprender la vinculación de Chile con diversos espacios y la complejidad creciente de la definición de las fronteras, pues este es un proceso dinámico.

La preocupación por la geopolítica de los entornos es importante porque en el ámbito de las relaciones internacionales la comprensión de los fenómenos inter-nacionales nos ayuda también a reducir los riesgos inherentes a la globalización.

La geopolítica de los entornos es un enfoque de la actual distribución del espacio y del ejercicio del poder por los Estados globales, centrales, regionales y medianos en el orden mundial intercivilizatorio del siglo XXI. Si el poder entre los Estados está dividido, se impone entonces la cooperación y la negociación integra-tiva, y no el conflictivo como instrumento prioritario.

La existencia de espacios vacíos como última frontera del sistema geográ-fico de la Tierra: la Amazonia y la Antártica, hace de estos espacios los referentes geográficos más importantes de la geopolítica externa. El estatuto internacional de reservas de la biosfera es una opción concebida según los criterios de la geopolí-tica crítica, aunque en el caso de la Amazonia dicho criterio es un tanto restrictivo. Para la Antártica, en cambio, debe permanecer como una norma internacional vin-culante.

Desde el punto de vista de la geopolítica interna Chile tiene un conjunto de problemas, de diversa complejidad, para una adecuada distribución de los espa-cios.

Una política pública de ocupación de los espacios vacíos debe fundarse en criterios analíticos de la geocrítica, pues en definitiva la comprensión de la estruc-tura geográfica del espacio nos da la verdadera dimensión del papel del Estado, la comunidad y de otras organizaciones en el ámbito de un sistema político demo-crático inclusivo. La integración se da fundamentalmente en los espacios que la comunidad gana al Estado para sí.

Como señala Y. Lacoste, uno de los precursores de la geopolítica radical en Francia, sólo una concepción de las relaciones internacionales basada en la Géohistoire (2006), nos ayuda a comprender y encontrar soluciones plausibles y racionales a los conflictos espaciales que dominarán la escena mundial durante el siglo XXI.

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Como sostienen G. Toal y S. Dalby (2007), dos de los padres de la geopo-lítica crítica, la geopolítica es un discurso cultural complejo, y no sólo vinculado a relaciones de poder entre Estados y a la lucha por el dominio de los espacios, según los criterios de la geopolítica clásica, sino la aceptación de la diversidad y de los principios de la sociedad democrática cosmopolita (Beck 2000, 2006; Held 1997).

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