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KENNETH J. GERGEN REALIDADES Y RELACIONES Aproximaciones a la construccin social

ndice PREFACIO.......................................................................................................................................1 PRIMERA PARTE DEL CONOCIMIENTO INDIVIDUAL A LA CONSTRUCCIN COMUNITARIA 1. El punto muerto del conocimiento individual..............................................................................6 2. La crisis de la representacin y la emergencia de la construccin social...................................29 3. El construccionismo en tela de juicio.........................................................................................58 4. Construccin social y rdenes morales......................................................................................85

SEGUNDA PARTE CRTICA Y CONSECUENCIAS 5. La psicologa social y la revolucin errnea............................................................................105 6. Las consecuencias culturales del discurso del dficit...............................................................128 7. La objetividad como consecucin retrica...............................................................................147

TERCERA PARTE DEL YO A LA RELACIN 8. La autonarracin en la vida social............................................................................................163 9. La emocin como relacin.......................................................................................................184 10. Trascender la narracin en el contexto teraputico................................................................207 11. Los orgenes comunes del significado....................................................................................221 12. Fraude: de la conciencia a la comunidad................................................................................240

BIBLIOGRAFA..........................................................................................................................253

Prefacio

Prefacio Mi compromiso con el construccionismo social experiment un gran vuelco tras la edicin de mi libro Toward Transformation in Social Knowledge. Durante mucho tiempo haba estado compartiendo un anlisis crtico de la psicologa emprica, pero en este volumen observ cmo los elementos de una alternativa construccionista social iban tomando lentamente forma. A medida que estas ideas empezaron a impregnar las posteriores lecciones y conversaciones, acab encontrndome inmerso en lo que cabra caracterizar como una epifana relaciona!. Al prolongar los dilogos construccionistas, empec a reparar, con una frecuencia estimulante, en originales giros de la teora y en formas creativas de practica. Y esta exploracin perspicaz reverberaba a travs de las disciplinas, las profesiones y los continentes. Los escritos que se presentan a continuacin en gran medida surgieron de esta inmersin y son un reflejo de algunos de sus principales derroteros. En un sentido, se trata de artefactos congelados, pero mi ferviente esperanza es que puedan inyectar el espritu de las conversaciones pasadas en el futuro. Situemos ahora estos desarrollos en un contexto histrico ms amplio. En su Discours de la Mthode, Rene Descartes se hizo eco de sensaciones que resonaban desde haca siglos. En primer lugar, estaba la incerteza angustiosa. Si adoptamos una posicin de duda sistemtica, existe algn modo de establecer un fundamento? Existen fundamentos sobre los que poder apoyar un conocimiento firme y seguro? El peso de la autoridad afirma el conocimiento, sostena Descartes, pero las autoridades estn sujetas al error, y tampoco existe una razn convincente que nos permita confiar en las vaguedades de nuestros sentidos, ya que a menudo nos embaucan. Las ideas que ingresan en nuestras mentes procedentes de fuentes diversas tambin pueden hacernos errar. As pues, en qu podemos basar nuestra certeza? Una vez planteada la dolorosa pregunta. Descartes pas entonces a ofrecer la preciosa expresin de tranquilidad: no puedo dudar que soy quien duda. Aunque mi razn puede llevarme a dudar de todo cuanto examino, no puedo dudar de la razn misma. Y si puedo hacer descansar mi fe en la existencia de la razn, tambin puedo estar seguro de mi propia existencia. Cogito, ergo sum. El ensalzamiento de la mente individual su capacidad para organizar los datos sensoriales, de razonar lgicamente y especular de manera inteligente ha servido durante siglos para aislar la cultura occidental de los asaltos mutiladres de la duda. Resulta alentador creer que los individuos dotados con las facultades de la razn y atentos a los contornos del mundo objetivo pueden trascender las ambigedades de los avalares continuamente cambiantes y desplazarse hacia una prosperidad autodeterminada. Y en gran medida a travs de esta fe en la razn nos vemos impelidos a buscar fundamentos racionales del conocimiento. Desde el positivismo del siglo XIX hasta el realismo trascendental del siglo actual, los especialistas han apoyado la tradicin fundamentadora, asegurando que la razn individual sigue estando firmemente al mando de la accin. Examinemos, con todo, un vnculo singular en la convincente tesis de Descartes. Aunque puede que vibremos con su declaracin de la duda, en qu fundamentos se basa para igualar el proceso dubitativo con el proceso de la razn? Sobre qu base concluye que el proceso dubitativo es una actividad de la mente individual, apartada del mundo pero que reflexiona sobre el mismo? Por qu razn esta ecuacin misma escapa al escepticismo cartesiano, pues, no es mas evidente que la duda es un proceso que se lleva a cabo en el lenguaje? Escribir sobre las falibilidades de las autoridades, de los sentidos, de las ideas que se reciben y otras muchas cosas similares es tomar parte en una prctica discursiva. Que la prctica tambin demuestre ser una emanacin o expresin de algn otro dominio, digamos, del raciocinio, sigue siendo una conjetura no decidida. Sin embargo, difcilmente podemos dudara del discurso sobre la duda. 1

Prefacio

Con todo; si la duda es un proceso discursivo, nos vemos llevados a la conclusin d un tipo muy diferente de aquellas otras que en su momento alcanzara Descartes, ya que tambin hallamos que el discurso no es la posesin propia de un individuo singular. El lenguaje significativo es el producto de la interdependencia social, exigiendo las acciones unas coordenadas formadas al menos por dos personas, y hasta que no existe un acuerdo mutuo sobre el carcter significativo de las palabras, no logran constituir el lenguaje. Si seguimos esta lnea de argumentacin hasta la ineludible conclusin, hallamos que la certeza que poseemos no la proporciona la mente del individuo singular, sino que ms bien resulta de las relaciones de interdependencia. Si no existe interdependencia la creacin conjunta de discurso significativo no habr objetos o acciones o medios de hacer que sean dudables. Con toda correccin podemos sustituir el dictum cartesiano por la siguiente formulacin: communicamus ergo sum. Este ltimo punto de partida proporciona una base unificadora para una diversidad de intentos recientes, que rodean las disciplinas especializadas, para generar una alternativa a las explicaciones de carcter fundamentador del conocimiento humano. Estos intentos diversamente cualificados de pos-empiristas, posestructurles, no fundamentadores o posmodemos sitan el lenguaje en la vanguardia de sus preocupaciones. Con independencia de nuestros mtodos de procedimiento, lo que damos en llamar exposiciones informadas del mundo (incluyndonos a nosotros mismos) son esencialmente discursivas; Y dado que las disquisiciones sobre la naturaleza de las cosas se moldean en el lenguaje, no existe fundamento de la ciencia o de cualquier otro conocimiento que genera empresa salvo en las comunidades de interlocutores. No existe ningn recurso al espritu o a la materia a la razn o a los hechos que tome prestada su validez trascendental a las proposiciones. (En realidad, tanto espritu como mundo son entidades completas en el interior del cdigo lingstico occidental.) Igualmente, el intento de articular los principios universales de lo justo y del bien, que se sitan por encima y al margen del tumultuoso intercambio cotidiano, es tambin errtico. Al fin y al cabo, todo cuanto es significativo proviene de las relaciones, y es en el interior de este vrtice donde se forjar el futuro. Aunque cambiantes en cuanto al detalle y al nfasis que muestran, una serie de suposiciones ampliamente compartidas en el seno de estas discusiones sumamente difundidas queda bien asida con el trmino construccin social. En los captulos que componen este volumen, intento articular y sintetizar los principales elementos de un construccionismo social viable; responder a diferentes desafos que se plantean a esta perspectiva; ilustrar su potencialidad a travs de la teora, la investigacin y la aplicacin; y abrir el debate sobre el futuro de los afanes construccionistas en psicologa y, de manera ms general, en las ciencias humanas. En vista de tales fines, he organizado estos ensayos en tres grupos. La primera parte proporciona una introduccin al pensamiento construccionista. El primer captulo desbroza el camino demostrando por qu el enfoque individualista del conocimiento, ejemplificado por la psicologa cognitiva contempornea, ha alcanzado un impasse. El segundo captulo, a continuacin, expone la emergencia de la alternativa construccionista social frente al enfoque individualista del conocimiento. Subraya las crticas tajantes de las ltimas dcadas, destilando de ellas un conjunto de proposiciones que nos permite ir ms all del marco de la crtica para centrarnos en las posibilidades de una elaboracin construccionista de las ciencias humanas. El tercer captulo recoge una diversidad de crticas del construccionismo social. Para muchos, el construccionismo es un equivalente del nihilismo; a juicio de otros, su relativismo, tanto ontolgico como moral, es algo seriamente objetable. Al replicar a estas y otras acusaciones, espero perfilar los contornos de la perspectiva. Las crticas de la moral y de la anemia poltica son tan graves que les dedico todo el captulo 4, donde exploro tanto cules son las imperfecciones de la crtica como el potencial positivo inherente en un relativismo construccionista. 2

Prefacio

La importancia de la evaluacin crtica no slo de los avances culturales contemporneos, sino de los esfuerzos de la comunidad cientfica, es esencial para un enfoque construccionista de las ciencias humanas. La crtica no slo expande las posibilidades de la construccin, sino que constituye un origen significativo para la transformacin cultural. En este contexto, los ensayos caracterizados en la segunda parte son primeramente crticos en cuanto a su enfoque. Hacindome eco de los temas desarrollados en la primera parte, exploro en el captulo 5 errores significativos en la exposicin cognitiva de la accin humana y subrayo los resultados para la psicologa cuando este enfoque se ve sustituido por una epistemologa social. El captulo 6 se centra en la produccin del discurso del dficit en el mbito de las especialidades dedicadas a la salud mental y sus devastadores efectos en la cultura. Al construir tanto las patologas como las curas, las especialidades nos lanzan a una carrera que es tanto ms devastadora cuanto irrefrenable. El captulo 7 presta crticamente atencin a los medios a travs de los cuales los mundos cientficos se hacen tangibles y objetivos. Mi propsito aqu no es slo revelar el artificio retrico por medio del cual los mundos objetivos se construyen, sino abrir tambin la discusin sobre alternativas posibles. En la tercera parte, el acento se desplaza de la crtica a la transformacin. Estos captulos intentan superar el marco de lo programtico y de la crtica para comprometerse en la reconstruccin terica. El construccionismo sustituye al individuo por la relacin como el locus del conocimiento. La significacin del individuo ha cautivado tanto a la tradicin occidental que el discurso de la relacionabilidad se ha desarrollado bien poco. Estos captulos intentan, por consiguiente, generar los recursos para reconstruir la realidad de la relacin. Tres de estos captulos prolongan el hincapi hecho anteriormente en la retrica, convirtindolo ahora en una herramienta descriptiva. Se centran en la base narrativa de la autocomprensin. Las identidades se construyen ampliamente mediante narraciones, y stas a su vez son propiedades del intercambio comunal. El acento puesto en la narracin se prolonga al captulo 9, donde retomo el tema de las emociones, proponiendo que las emociones no son posesiones de mentes individuales sino constituyentes de pautas relacinales o narraciones vividas. En el captulo 10 la discusin de las narraciones se efecta en el mbito prctico de la terapia. Tras aplicar algunos de los argumentos precedentes a las relaciones paciente terapeuta, sostengo la trascendencia de la realidad narrativa. Las consecuencias de esta propuesta exceden al contexto teraputico. Los captulos finales extienden an ms la teorizacin relacional. La preocupacin central del captulo 11 es la comunicacin humana. De qu modo generamos y sostenemos el significado? El problema crtico aqu consiste en sustituir el enfoque intratable del significado como intersubjetivo por una respuesta relacional. Aunque la teora literaria de ndole posestructuralista parece hacer comprensible una imposibilidad, una refundicin social de la metfora desconstructivista permite avanzar significativamente. Con el fundamento para una teora del significado en su sitio, el captulo 12 se enfrenta al problema del fraude. Si el construccionismo desafa el concepto de verdad objetiva, entonces cmo hemos de entender las construccin social de la falsedad? Una respuesta relacional a esta pregunta abre nuevos enfoques con que hacer frente a los problemas del fraude en la vida tanto pblica como privada. Albergo la secreta esperanza de que estos ensayos puedan servir como recursos a psiclogos y especialistas haciendo frente a los retos crticos que actualmente tienen planteados en general las ciencias humanas. Como recursos, los captulos puede que se dirijan a una diversidad de pblicos distintos. Los captulos de la primera parte se dirigen de manera ms directa a aquellos que se encuentran incmodos con la ciencia conductista y se sienten interesados en posibles alternativas. Estos captulos tambin intentan hacer inteligible al cientfico tradicional una serie de movimientos intelectuales, que, en conjunto, plantean un profundo desafo a las prcticas 3

Prefacio

establecidas. Estos movimientos, una vez restringidos a los pequeos sectores acadmicos, deshacen sus lmites y provocan una discusin estimulante en el mundo especializado. Para aquellos cientficos sociales que acaban de adentrarse por estos derroteros, estos captulos van ms all del profundo escepticismo fomentado por estos movimientos. Intentan sustituir los escombros que la crtica desconstructivista ha dejado tras de s con los esfuerzos que se hacen en el sentido de la reconstruccin, aferrndose as productivamente a la crtica significativa. Las partes segunda y tercera demostrarn ser ms tiles para aquellos especialistas ya comprometidos en los afanes constructivistas. En ellas exploro una diversidad de sendas sugeridas por un punto de vista construccionista. Mi esperanza estriba ante todo en demostrar las ventajas de romper con las fronteras disciplinares, de entrar en dilogos interrelacionados que actualmente ponen en relacin a especialistas de todo el mundo y ofrecer nuevas e interesantes vas de partida. Adems, espero contribuir sustancialmente a algunos de los dilogos todava vigentes en el seno de la confluencia existente y abrir as el estudio de aquello que creo que es uno de los retos ms importantes de toda teora y prctica futuras, a saber, la sustitucin de la orientacin individualizadora por una comprensin y accin con una valencia relacional. Estos captulos sealan slo un inicio de este intento, y me siento profundamente estimulado por las perspectivas de dilogos futuros. Soy bien consciente de que las cuestiones abordadas en este volumen son el tema de un cuerpo de especializacin enorme y rpidamente en expansin. A fin de lograr la lnea amplia e integradora de pensamiento que a menudo ha sido uno de mis objetivos, ha sido necesario patinar gilmente sobre una delgada capa de hielo, a menudo pasando por alto los innumerables crujidos que el movimiento emita al hacerse. He intentado no suprimir las principales lneas de crtica, pero he tenido que elaborar muchos juicios difciles en relacin al peso de los argumentos hasta la fecha. Poco queda que no est sujeto a una controversia continuada, aunque lo mismo vale para los muchos textos que se truecan en calificacin. Al mismo tiempo, para el lector que quiera ahondar an ms, o simplemente sienta el deseo de explorar el contexto ms amplio en el que estos argumentos aparecen, he complementado este libro con un cuerpo manejable de citas. Los ensayos que aparecen en el presente volumen se han beneficiado grandemente de las valoraciones de amigos, editores y colegas, a los que las ideas les llegaron de una forma ms primitiva. El captulo inicial surgi de una presentacin hecha en 1983 ante el Bostn Colloquium on the Phitosophy of Science. Las secciones del captulo 2 se vieron estimuladas por la presentacin en 1983 de una conferencia en la Universidad de Chicago sobre las Potencialidades para el conocimiento en las ciencias sociales (ulteriormente editada en Fiske y Shweder, 1986). Las secciones del captulo 3 se han ido perfilando a travs de las discusiones en diversas reuniones de la Society for Theoretical Psychology, donde se presentaron por primera vez muchas de estas ideas. Los asistentes al congreso celebrado en 1991 en Georgetown sobre Valores en las Ciencias Sociales dieron un gran impulso a las ideas que se presentan en el captulo 4. El captulo 5 es una prolija revisin de un artculo presentado en el congreso celebrado en 1987 en Pars bajo el ttulo El futuro de la Psicologa Social, cuyas actas se publicaron en el European Journal of Social Psychology, 19 (1989). El captulo 6 surge de las conferencias pronunciadas en el congreso de Heidelberg celebrado en 1991, sobre Las dimensiones histricas del discurso psicolgico. De manera anloga, el captulo 7 pasa revista a una serie de argumentos desarrollados en un nmero especial de la revista Annals of Scholarship, & (1991), y dedicado monogrficamente al problema de la objetividad. A Mary Gergen le debo su inestimable ayuda a la hora de generar muchos de los argumentos presentes en los captulos 8 y 9, algunos fragmentos de los cuales se publicaron en la revista Advances in Experimental Social Psychology, 21 (1988). John Kaye, especialista y terapeuta, 4

Prefacio

result ser un inestimable aliado en el momento de producir una de las primeras versiones del captulo 10 (actualmente editado en McNamee y Gergen, 1992). El captulo 11 se debe en gran medida a las discusiones celebradas en las reuniones de 1991 de la Jean Piaget Society, en cuyo seno se presentaron inicialmente las ideas. De manera similar, el captulo 12 fue sometido a una intensa crtica por parte de los asistentes a las reuniones de Bad Hamburg sobre Psicologa social societaria, en 1988. Estoy profundamente en deuda con algunas instituciones por proporcionarme el tiempo y los recursos necesarios para cumplir con los empeos que dictan estos temas. Entre las ms destacadas cabe sealar la ayuda del Netherlands Instituto of Advanced Study, la Alexander von Humboldt Foundation, la Fulbright Foundation y el Rockefeller Study Center en Bellagio. Una excedencia del Swarthmore College como catedrtico fue tambin inestimable, y tambin lo fue el calor y el apoyo de los miembros de la facultad mientras ejerc la docencia como profesor numerario en la Fundacin Interfas de Buenos Aires. Son muchas las personas que han contribuido a la preparacin de estos captulos. Por sus agudos comentarios, crticas, entusiasmo o su perdurable presencia intelectual, quiero expresar mi ms sincero agradecimiento a Al Aischuler, Tom Andersen, Harlene Anderson, Mick Billig, Sissela Bok, Pablo Boczkowski, Ben Bradley, Jerome Bruner, Esther Cohn, David Cooperrider, Peter Dachier, Wolfgang Frindte, Sal Fuks, Gabi Gloger Tippeit, Cari Graumann, Harry Goolishian, Rom Harr, Lynn Hoffman, Toms Ibez, Arie Kruglanski, Jack Lannamann, Gerishwar Misra, Don McCIosky, Sheila McNamee, Shepley Orr, Barnett Pearce, Peggy Penn, John y Anne Marie Rijsman, Dan Robinson, Wojciech Sadurski, Dora Fried Schnitman, Gun Semin, Richard Shweder, Herb Simons, Margaret y Wolfgang Stroebe. Diana Whitney y Stan Wortham. Sin la ayuda como secretaria y bibliotecaria de Lisa Gebhart y de Joanne Bramiey, difcilmente este volumen se hubiera materializado. Con Linda Howe, de la Harvard University Press, estoy enormemente en deuda por su entusiasmo y destacados esfuerzos editoriales. John Shotter ha sido una fuente continuada de apoyo e inspiracin para m. A Mary Gergen le expreso mi ms sincera y profunda gratitud, por su compaa catalizadora, infatigable aliento y capacidad de realizar la reconstruccin positiva.

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PRIMERA PARTE

DEL CONOCIMIENTO INDIVIDUAL A LA CONSTRUCCIN COMUNITARIA

El punto muerto del conocimiento individual

Captulo 1 El punto muerto del conocimiento individual En las ltimas dcadas la psicologa ha sufrido una de las principales revoluciones en su enfoque del conocimiento individual. La ciencia psicolgica, como pondr de manifiesto esta exposicin, se enfrenta ahora a un impasse, se encuentra en un punto en el que han dejado de ser convincentes tanto las clusulas de conocimiento de la especialidad como el enfoque individualista del conocimiento que aqullas sostenan. Un repliegue a las presuposiciones de tiempos anteriores parece excluido. Se precisa una concepcin alternativa del conocimiento y formas relacionadas de prctica cultural. Dedicaremos el resto del volumen a explorar una alternativa construccionista social. En la cultura occidental, de antiguo, el individuo ha ocupado un lugar de importancia abrumadora. Los intereses culturales prcticamente quedan absorbidos por la naturaleza de las mentes individuales: sus estados de bienestar, sus tendencias, sus capacidades y sus deficiencias. Las mentes individuales se han utilizado como el lugar de explicacin, no slo en psicologa, sino en muchos sectores de la filosofa, la economa, la sociologa, la antropologa, la historia, los estudios literarios y la comunicacin. Su condicin interior de individuo sirve tambin como criterio prominente a la hora de determinar la poltica pblica. Nuestras creencias acerca del individuo singular proporcionan la base lgica a la mayor parte de nuestras principales instituciones. Es el individuo quien adquiere el conocimiento, y por consiguiente invertimos en instituciones educativas para formar y expandir la mente individual. Es el individuo quien abriga la capacidad de libre eleccin, y sobre estos fundamentos erigimos tanto las practicas informales de la responsabilidad moral y las entidades formales de la justicia. Y podemos depositar nuestra fe en las instituciones individuales porque el individuo tiene la capacidad de razonar y evaluar; creemos que el libre mercado puede prosperar porque el individuo est motivado a buscar el beneficio y minimizar las prdidas; y las instituciones del matrimonio y de la familia pueden constituir las piedras sobre las que se asienta la comunidad porque los individuos abrigan la capacidad de amar y entregarse. Estas creencias e instituciones asociadas han surgido y se han desarrollado poderosamente en el seno de un contexto cultural de relativa insularidad. Durante siglos ha sido factible distinguir una tradicin cultural nicamente occidental, dialogante con otras tradiciones pero separada de ellas en todo el mundo. Y mientras la cultura occidental ha intercambiado bienes y servicios, opiniones y valores, y prepar viajes hacia aquellos que estaban fuera, no ha querido considerar a otras culturas como superiores o incluso iguales. Si haba de producirse difusin cultural, primero sera desde Occidente al resto. Con todo, las condiciones mundiales han cambiado espectacularmente durante el ltimo siglo. Un torrente de nuevas tecnologas el telfono, el automvil, la radio, el transporte areo a reaccin, la televisin, los ordenadores y los satlites, por slo citar algunas lleva a que los habitantes de este planeta tengan una familiaridad y alcancen una interdependencia mucho mayor de las que nunca se alcanzaron. Hasta ahora nunca nos hemos planteado tan plena e intensamente los valores, las opiniones, las inversiones y la prctica de aquellos que no son exactamente como nosotros. De manera progresivamente creciente las redes de interdependencia se extiende a los mundos de la poltica, los negocios, la ciencia, las comunicaciones... All donde las alianzas, las fusiones, las investigaciones conjuntas, y las redes todava no estn formadas, progresivamente van surgiendo sigilosamente interdependencias ms sutiles, por ejemplo, en materia de ecologa, energa, economa y salud. -A la luz de estos espectaculares cambios, no parece ya posible sostener la insularidad, el sentido de la superioridad y las tendencias hegemnicas de siglos anteriores. No 6

Conocimiento individual y construccin comunitaria

podemos presumir sin ms que las tradiciones occidentales sean las idneas para un contexto de globalizacin intensiva, que conduzcan por s mismas al proceso de comprensin mutua, apreciacin y tolerancia que se exige cada vez ms. No podemos descansar cmodamente en la suposicin de que la herencia occidental, con su nfasis en el individuo singular y sus instituciones requeridas, pueden participar efectivamente en un mundo de plena interdependencia. Por consiguiente, se precisa una evaluacin autorreflexiva de las tradiciones, una indagacin en los beneficios y en las deficiencias de nuestras creencias y prcticas, as como una exploracin de posibilidades alternativas. No se trata con ello de optar por una transformacin radical, un salto en lo ajeno y lo desconocido. Se trata ms bien de favorecer un proceso de investigacin que puede realzar la posibilidad de recuperar y absorber selectivamente: de determinar aquello que retendramos de estas tradiciones y de qu forma suavizar las aristas de nuestros compromisos de manera que otros puedan ser odos de un modo ms completo. Es en este espritu con el que quiero reconsiderar la presuposicin del conocimiento individual, que en muchos aspectos es una piedra de toque cultural. Sin creer que los individuos puedan reflexionar fiablemente sobre el mundo que les rodea, resulta difcil ver qu valor deriva de la decisin individual en los mbitos de la moralidad, la poltica, la economa, la vida familiar, y dems. Si el conocimiento no es una posesin individual, entonces las elecciones individuales en estos mbitos pueden ser poco fiables. Las instituciones edificadas en esta confianza simultneamente perderan su justificacin. Al mismo tiempo, existe una preocupacin creciente en muchos sectores del mundo acadmico de que la presuposicin del conocimiento individual est en la antesala de la bancarrota. Tan hondo ha calado la idea de que la cultura occidental corre el peligro de andar a horcajadas por la tierra desnuda. Algunas de estas imperfecciones ocuparn un lugar predominante en los ltimos captulos. Con todo, dado que este libro ha germinado y se ha desarrollado primero y ante todo en el campo de la psicologa, es el lugar donde quiero considerar el status del conocimiento individual en el seno de esta disciplina. Habida cuenta del siglo de compromiso cientfico en la exploracin del conocimiento individual, de su adquisicin y su despliegue, qu se ha conseguido? Dnde se encuentra ahora la disciplina, y qu cabe esperar del futuro? Existe una buena razn para esta evaluacin. La psicologa cientfica, ms que cualquier otra disciplina de investigacin ordenada, ha aceptado el desafo de hacer vlidas y fiables las exposiciones de los procesos mentales individuales. Con este encargo, la disciplina intenta, en la medida de lo posible, proporcionar a la cultura intuiciones y conceptos tiles en los procesos de adquisicin de conocimiento y utilizacin, para dotar a la cultura con los medios ms efectivos a travs de los cuales las personas pueden conseguir conocimiento de sus entornos, recoger y almacenar informacin, considerar detalladamente las contingencias, recordar los hechos necesarios, solucionar problemas, hacer planes racionales, y poner esos planes en accin. Todas las instituciones auxiliares antes citadas, desde la educacin, el derecho y la economa a la religin y la vida familiar, deben estar alerta para beneficiarse de esas intuiciones y conceptos. Por consiguiente, para dar cuenta de los avalares de la ciencia psicolgica en el presente siglo se ha de escrutar detalladamente en el interior del lugar sagrado de la justificacin cultural. Ello equivale a entrar en el Fort Knox del individualismo y aquilatar nuestra condicin de riqueza. Las conclusiones de esta investigacin no sern optimistas. Como argir, un siglo de investigacin cientfica esencialmente nos ha dejado en un punto muerto conceptual. La investigacin psicolgica ha surgido como una consecuencia de dos tradiciones principales del pensamiento occidental: la empirista y la racionalista. La primera se expres con mayor plenitud en el movimiento conductista que domin la psicologa durante la mayor parte del siglo XX. La tradicin racionalista, actualmente manifiesta en los latidos hegemnicos del movimiento 7

El punto muerto del conocimiento individual

cognitivo, se enfrenta al punto de la terminacin. Y cuando el impulso racionalista queda exhausto, restan pocos recursos en el interior de la tradicin. Ni el repliegue en el pasado conductista (empirista) ni una adicional evolucin de la orientacin racionalista parecen posibles. Al explorar el surgimiento de esta situacin, nos encontramos en una posicin mejor para examinar concepciones alternativas del conocimiento, nuevos y frescos discursos acerca del funcionar humano, nuevos enfoques de las ciencias humanas, as como las transformaciones de la prctica cultural. Saber acerca del conocimiento Una irona dislocante obsesiona a una disciplina comprometida en comprender la naturaleza del conocimiento individual. Por un lado, todo se alojaba en el supuesto previo de ignorancia acerca de los procesos y los mecanismos en juego: puesto que ignoramos de qu modo las personas adquieren conocimiento, nos es precisa la investigacin. Por otro lado, al hacer afirmaciones durante nuestro proceso de investigacin, rebatimos nuestro estado de ignorancia. Al afirmar que el proceso de investigacin produce conocimiento, el cientfico afirma el conocimiento del conocimiento. Si alguien no sabe nada del conocimiento, de su adquisicin, de su adecuacin, su utilizacin, y similares, entonces difcilmente puede afirmar que conoce o sabe. Si alguien afirma el privilegio del conocimiento, entonces nos vemos obligados a presumir que esta declaracin se afianza en un conocimiento del proceso de generacin del conocimiento. Los psiclogos han suavizado el impacto de esta irona afirmando la necesidad de indagar en este aspecto vital del funcionar humano (la declaracin de ignorancia), aunque sacan la justificacin de sus exigencias del conocimiento de otras fuentes. Los psiclogos se han dirigido a justificar sus agresiones a otras disciplinas, con pies ms slidos y con un poder de argumentacin ms cautivador. Estos cuerpos auxiliares o de apoyo del discurso han sido primariamente de dos variedades, la primera metaterica y la segunda metodolgica. En la primera, las comprensiones filosficas de la ciencia y ms en especial la de los empiristas lgicos ofrecan unos medios convenientes y convincentes de justificacin. 1 Tales fundamentos filosficos no slo eran consistentes con una gran parte de la comprensin propia del sentido comn, sino que estaban unidos a importantes tradiciones filosficas (a saber el empirismo britnico y el racionalismo continental) que por s mismas suponan un mundo de vida mental que mereca su exploracin. En segundo lugar, estas disciplinas descansaban en la lgica de la metodologa emprica y, ms en especial, en el experimento de laboratorio. Dado el manifiesto xito de las ciencias naturales y la aparente confianza de estas ciencias en los mtodos empricos, cabra que uno razonablemente depositara su confianza en una disciplina que empleaba tales mtodos. En efecto, para lograr la potencia discursiva, los psiclogos han unido sus explicaciones de la vida mental tanto con las justificaciones de ndole metaterica como con las de ndole metodolgica. Pasemos ahora a considerar cada uno de estos cuerpos de discurso teora psicolgica, metateora cientfica y teora de la metodologa como constituyentes de un ncleo de inteligibilidad. Una teora de la vida mental, al igual que una teora de la ciencia o una teora del mtodo, idealmente, forma un conjunto de proposiciones interrelacionadas que dotan a una comunidad de interlocutores con un sentido de la descripcin y/o de la explicacin en el seno de un mbito dado. Participar en el ncleo de inteligibilidad es interpretar/dar sentido mediante1

Para una elaboracin de los desarrollos que unen la psicologa cientfica con el empirismo lgico vase Koch (1963) y Toulmin y Leary (1985).

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Conocimiento individual y construccin comunitaria

criterios propios de una comunidad particular. Tales ncleos puede que sean ilimitados y totalizantes (como en el caso de las cosmologas universales o de las ontologas) o localizados y especficos (como en la teora del proceso educativo en la Universidad de Swarthmore); cabe que dirijan un acuerdo amplio (como en las comprensiones comunes del proceso democrtico) o apelen a una pequea minora (como en una secta religiosa). Adems, tales formas de inteligibilidad estn caractersticamente incorporadas en el seno de una ms amplia gama de actividades pautadas (artculos escritos, experimentacin, votar, predicar, y otros similares). En efecto, las redes proposicionales son constituyentes esenciales de formas de accin ms

El punto muerto del conocimiento individual

teora de la metodologa lo hacen con tiempo prestado. A medida que la crtica contempornea se va articulando de forma ms plena y no se puede ubicar, la confianza en la perspectiva cognitiva se marchitara. La idea misma del conocimiento individual se vuelve sospechosa. La dimensin discursiva de los cambios de paradigma A fin de apreciar la base para estas opiniones, es necesario esbozar el amplio marco de comprensin del cual procede este anlisis. Este esbozo preliminar es doblemente importante, al contener los ingredientes de algunos temas crticos que organizarn e influirn en el curso de los ltimos captulos. Para mis propsitos actuales, moldear las cuestiones en trminos de la idea familiar de cambios de paradigmas. De un modo ms concreto, cmo hemos de comprender la estabilidad y el cambio en las perspectivas tericas que se producen en las comunidades que generan conocimiento? Actualmente la literatura que existe sobre este tema es voluminosa, y, por otro lado, en estas lneas no estoy tratando de ofrecer ni una crtica plena ni un sustituto para las muchas opiniones actualmente existentes; ms bien, quiero centrarme en una dimensin particular de la actividad cientfica poco tratada en la literatura existente hasta la fecha. All donde este tipo de anlisis a menudo se centran en personalidades particulares, valores, descubrimientos, tecnologas o condiciones sociopolticas, quisiera traer al primer plano los procesos discursivos que operan en el seno de las comunidades cientficas. Si stas adquieren en realidad su estatuto como comunidades en virtud del tipo de lenguajes de descripcin y explicacin que comparten, entonces centrndonos en el carcter de las prcticas discursivas podemos hacernos con intuiciones y conceptos significantes en la transformacin terica. Por el momento retornemos al ncleo de inteligibilidad, un cuerpo de proposiciones interrelacionadas compartidas por los participantes en los diferentes enclaves cientficos. Prcticamente, todo discurso cientfico propone una gama de hechos particulares (junto con diversas proposiciones explicativas que den cuenta de su carcter). En efecto, el lenguaje crea una ontologa imaginada y una estructura para hacer inteligible cmo y por qu los constituyentes de la ontologa se relacionan. Como dominios discursivos, este tipo de sistemas de comprensin son algo equivalente a las matemticas o a la escatologa teolgica. En todos los yasos, el punto proposicional se presenta como inteligible sin que se den los vnculos necesarios con los acontecimientos que tienen lugar fuera del ncleo. Los nios, por ejemplo, pueden dominar versiones de la teora del Big-Bang acerca de los orgenes del universo o aquello que podra aguardarles en el cielo al mismo tiempo que aprenden las tablas de multiplicar. Estos grupos de ncleos de inteligibilidad pueden relacionarse con los acontecimientos que estn fuera de ellos en modos diversos, modos que no se dan en los sistemas mismos. Por consiguiente, uno puede aprender dnde y cundo aplicar las tablas de multiplicar o el concepto de Espritu Santo. Sin embargo, el ncleo no requiere estos vnculos a fin de ser comprendido o para ser convincente. (La teora darwiniana sigue viva y activa en el seno de la cultura a pesar del hecho de que hay un escaso acuerdo acerca de cmo y a qu se aplica ahora.) Con todo, el carcter autocorroborador del ncleo de inteligibilidad no es slo aparente. En importantes aspectos, la formulacin misma de un ncleo discursivo simultneamente establece el potencial para su disolucin. La ontologa afirmada (junto con su red de relaciones putativas) proporciona las razones para su propia defuncin. Por qu es as? Examinemos el argumento que Kant expone en la Crtica de la razn prctica. Tal como propuso, no podemos abrirnos camino en la sociedad sin una concepcin de aquello que se debe hacer. Con todo, tener una concepcin de qu se debe hacer comporta tambin comprender que es posible actuar de otro modo, es decir, actuar en contradiccin con el deber. La accin acta y slo es inteligible vista 10

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al trasluz de su negacin. Esta lnea de argumentacin qued tambin reflejada en los escritos sobre el ser y la negacin de Hegel (1979). La comprensin misma del ser exige una comprensin simultnea del no ser o ausencia. Comprender que se trata de algo exige darse cuenta de que puede ser de otro modo. En una fecha ms prxima, encontramos un argumento similar en la formulacin semitica elaborada por Saussure (1983). Tal como ste nos propone, los significantes lingsticos consiguen su significado a travs de su diferenciacin de otros significantes. El lenguaje, y por consiguiente el significado, dependen de un sistema de diferencias. Para la semitica ms estructuralista, estas diferencias se han escogido de manera binaria. La palabra hombre alcanza su capacidad comunicativa gracias a su oposicin con la palabra mujer, arriba porque contrasta con abajo, emocin con razn, y as sucesivamente. Para ampliar las implicaciones de estos diversos argumentos, permtanme proponer que cualquier sistema de inteligibilidad descansa en lo que es caractersticamente una negacin implcita, una inteligibilidad alternativa que se plantea como rival de s misma. Ya se trate de religin, de teora poltica o de una perspectiva cientfica, todas se distinguen en virtud de aquello que no son. Las tensiones producidas por un ncleo de inteligibilidad dado pueden apreciarse de un modo ms pleno recurriendo al concepto de cuadrado semitico de A. J. Greimas (1987). En lugar de centrarnos en la base binaria singular del significado (el objeto y la oposicin), el cuadrado muestra grficamente la posibilidad de formas alternativas de diferencia. Consideremos la estructura dibujada en la figura 1.1. Tal como se indic antes, el trmino empirista de un modo caracterstico se contrapone a racionalista. Las grandes batallas epistemolgicas en la filosofa de siglos pasados pueden en gran medida exponerse en trminos de esta oposicin binaria. Los anlisis dentro de un mbito a menudo se sostienen o afirman mediante falacias demostrativas en otro mbito. Con todo, adems de la tensin tradicional, las oposiciones transversales tambin indican posibilidades adicionales: empirista puede contraponerse a todo cuanto es no empirista (que podra, aunque en cambio no lo precise, incluir posiciones filosficas), y racionalista puede contraponerse a todo cuanto es no racionalista. Existe una ltima distincin que examinar, una distincin que acabara ocupando una posicin central en los argumentos que cerrarn este captulo; a saber, uno puede amortiguar los elementos que constituyen la tensin tradicional al ser tanto la filosofa empirista como la racionalista exclusivamente occidentales y contrastarlos con la polaridad budismo-sintosmo, amortiguada como filosofa oriental.

Figura 1.1. Posibilidades en el contraste de inteligibilidades Tal como podemos percibir, la elaboracin de cualquier ncleo dado de inteligibilidad depende, en cuanto a su significado y significancia, de aquello que no es, inclusive sus contrarios, sus ausencias, y aquellas posiciones que sus diversas apariciones han hecho posibles. Del mismo modo que se establece la ontologa dentro del ncleo, tambin son mltiples las posibilidades para la negacin. Proponer una teora del funcionar humano, una filosofa del conocimiento o una teora de la metodologa equivale al mismo tiempo a establecer mltiples razones para la

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recusacin. En muchos casos los sistemas de inteligibilidad se pueden sostener sin que pese la amenaza de antagonismo. Las comunidades que comparten un sistema dado de inteligibilidad a menudo se apartan de aquellos que aguan la fiesta al rebelarse contra las convenciones prevalentes. Por ejemplo, la estructura de los sistemas de comunicacin profesional (peridicos, sistemas de correo electrnico), junto con el perfil fsico de la universidad caracterstica (ubicando cada uno de sus departamentos en sedes separadas), prcticamente garantiza que en raras y contadas ocasiones los miembros de las comunidades constituyentes que generan conocimiento entrarn en conflicto. Los dispositivos sancionadores en sus variedades informales y formales (como, por ejemplo, la promocin y el sostenimiento de talentos del pensamiento correcto o la concesin de ayudas a los investigadores prometedores) funcionan tambin para conservar la santidad de los paradigmas existentes. Expresndolo en los trminos de M. Foucault (1980), existe una conexin estrecha entre saber y poder. Las estructuras de poder (aqu los ncleos de inteligibilidad) son fundamentales para la ordenacin de los diversos enclaves culturales y, por consiguiente, para la distribucin de los resultados en los que algunas personas se ven ms favorecidas que otras. Los discursos de una disciplina son rasgos constitutivos de sus estructuras de castigo y de concesin de prerrogativas. Al mismo tiempo, del mismo modo que se establecen jerarquas de privilegio, asimismo se pueden poner en marcha discursos de negacin. El discurso dominante, por el hecho mismo de su dominacin, puede activar las polaridades, algo que puede ir en ascenso a medida que cualquier discurso dado se codifica y canoniza; en su composicin ms ambigua y permeable, los rdenes discursivos incorporan ms fcilmente los mrgenes. De manera general, su institucionalizacin formal servir para excluir. Una tendencia hacia la negacin puede que se exacerbe a medida que se encuentren los medios dentro de enclaves marginales que puedan generar una expresin coherente. A medida que los grupos marginales encuentran vas para fundamentar lo que de otro modo slo seran inteligibilidades dispares, la voz de la crtica puede verse amplificada. 3 De la crtica a la transformacin Establecido este punto, podemos pasar a examinar la posibilidad de transformacin teortica en el interior de las ciencias. Existen muchos recursos disponibles en la lucha contra los discursos hegemnicos honestos y deshonestos, taimados y toscos. Con todo, para las comunidades generadoras de conocimiento que se han desarrollado en el suelo sembrado por el pensamiento de la Ilustracin, los principales motivos para la recusacin son racionales o, expresado en trminos contemporneos, guiados por convenciones discursivas. Es el intercambio discursivo el que debe revelar la promesa y el peligro de cualquier posicin, teora u ontologa. Las reglas de este intercambio las definiciones de aquello que constituye un argumento ganador son objeto de un debate continuo. 4 Pero si consideramos el asunto en trminos de los ncleos de inteligibilidad, cuanto menos una conjetura resulta clara: los intentos para contener, reducir o anular el poder de cualquier estructura discursiva dada tienen que llegar ptimamente en trminos que estn fuera de la propia estructura. Utilizar los trminos de una ontologa contra esa misma ontologa es o bienEl caso ms preclaro de expulsin en el mbito de la psicologa tal vez sea la parapsicologa. La psicologa de la religin, la psicologa existencia!, la psicologa humanista, as como la fenomenolgica, han pululado en los mrgenes de la aceptabilidad. Y cada vez ms, a medida que sus vnculos con los apoyos dominantes de la metateora y el mtodo se ven cortados, la psicologa clnica tambin se est volviendo sospechosa como constituyente de una psicologa propiamente dicha. 4 En cuanto a la esquematizacin de las reglas para este tipo de intercambio, vase Van Eemeren y Grootendorst (1983).3

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autocontradictorio o bien logra slo restablecer los trminos de la ontologa. En el ejemplo anteriormente expuesto, el empirismo no puede demostrarse que sea no verdadero recurriendo a la va de la investigacin emprica, ni la fenomenologa puede ser desacreditada recurriendo a la experiencia personal. En uno y otro caso, ganar el argumento al mismo tiempo equivaldra a perderlo. Por consiguiente, y volviendo a las alternativas esbozadas en el cuadrado semitico, observamos que las contrariedades efectivas frente a un ncleo de inteligibilidad dado tienen que descansar de manera ptima en las suposiciones contenidas en el seno de ncleos alternativos o bien vinculados por oposicin dual, proporcionados por contraste o derivados de nuevas distinciones. Para resistir el empuje hegemnico del discurso empirista, por ejemplo, uno puede desarrollar argumentos en trminos de una filosofa racionalista (en cuanto dual), una fenomenologa (como diferencia), o un budismo (como no occidental). Consideremos cada una de estos elementos contrarios como convenciones de negacin, bsicamente estrategias argumentativas propuestas para desplazar un sistema de inteligibilidad dado. Sostener un estado de cosas dado es, por consiguiente, como una invitacin a bailar. Otros pueden unirse al baile a travs de la afirmacin, pero la invitacin por s misma no slo activa sino que legitima un cuerpo de convenciones de negacin. A continuacin entraremos de pleno en la capacidad de las convenciones de negacin para desplazar una forma de inteligibilidad dada. En las primeras fases del intercambio, las convenciones de negacin acrecientan su influencia mediante sus ataques crticos al discurso dominante: al apuntar a factores o procesos que dicho discurso excluye, demostrando las deficiencias y defectos segn diversos criterios, censurando los diversos efectos opresivos, condenando los motivos subyacentes, por citar slo algunos. En este punto cabe hablar de una fase crtica del cambio de paradigma, en la que se emplean las convenciones de negacin para socavar la confianza en la forma de inteligibilidad dominante. Durante esta fase, sin embargo, la crtica emplear de modo necesario fragmentos de lenguaje procedentes de un ncleo alternativo, de la gama de proposiciones que hacen factible criticar la inteligibilidad. La justificacin de una negacin exigir fragmentos que no estn dados en el ncleo que se ataca. En efecto, la crtica admite en el dilogo trminos presentes en un ncleo de inteligibilidad superpuesto o en contraste. Por consiguiente, criticar una teora de la cognicin porque no da cuenta de las emociones no es sino presumir y justificar simultneamente una ontologa en la que las emociones son esenciales. Reprobar una teora cientfica apoyndose en las razones de sus sostenes ideolgicos es condenar la presuposicin tradicional de que los hechos son ideolgicamente neutros. Estas interposiciones de una realidad alternativa son anticipos significativos de una fase transformacional en el cambio de paradigmas discursivos. Al persistir en la mera crtica, los trminos de la inteligibilidad alternativa siguen siendo esquemticos. El impacto pleno de la crtica slo se alcanza con la articulacin de un subtexto tcito, aquel cuerpo de discurso del cual depende la crtica en relacin a su coherencia pero que por s permanece no especificado en el seno de la crtica. Efectivamente cabe argumentar contra las teoras cognitivas dada su insensibilidad a las emociones. Con todo, el enfoque cognitivo slo se sustituye cuando la plena realidad de las emociones se hace tangible (por ejemplo, dividiendo la mente en mbitos cognitivos y emocionales, as como demostrando la prioridad biolgica de este ltimo). As la plena transformacin en comprensin terica depende de que se deshaga de las implicaciones de la crtica de las emociones de tal modo que un mundo alternativo sea

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palpable. 5 En una forma esquemtica, empezamos con un sistema dado de inteligibilidad (Inteligibilidad A en la figura 1.2) que contiene una gama de proposiciones interrelacionadas relativas a un mbito dado (por ejemplo, una teora de la astronoma, del razonamiento humano, del gusto esttico, y dems). Esta gama de proposiciones en el caso ideal es coherente e independiente; es decir, sus proposiciones son no contradictorias y no justifican otros mundos. La fase crtica empieza con diversas convenciones de negacin. Una o ms de una de las proposiciones que contiene el sistema A se ven recusadas por argumentos que recurren a trminos que no estn incluidos en A. La fase crtica da cabida a la transformacional cuando se elaboran las consecuencias discursivas de las formas crticas. A medida que la red inferencial se articula progresivamente, emerge un sistema alternativo de inteligibilidad (B). A medida que este sistema se utiliza cada vez ms en la ontologa del mundo (por ejemplo, en nombrar e interpretar lo que hay), su credibilidad rivaliza gradualmente con la de la inteligibilidad A; se aproxima a la condicin de habla corriente o de sentido comn. Por consiguiente, en el seno de las ciencias, aunque la inteligibilidad alternativa puede asignarse a productos que logran triunfar (como son las predicciones, la tecnologa, o los remedios), lo hertico puede que lentamente d paso a lo plausible, y lo plausible a lo cierto. El sentido del conocimiento en proceso se hace tangible.

Figura 1.2. Fases en la transformacin de la inteligibilidad Desde luego, estoy discurriendo aqu de un rumbo idealizado de la transformacin terica y no de las desordenadas y disyuntivas transacciones de la vida erudita. Esta idealizacin demostrar su utilidad, sin embargo, a la hora de comprender la bitcora vital de las teoras en la psicologa contempornea. Antes de llevar a cabo esta aplicacin, puede ser til una breve comparacin de las exposiciones alternativas que se dan acerca del tema del cambio de paradigmas. Apenas me atrevo a proponer el esquema antes mostrado como una exposicin general de la transformacin terica, pero su alcance y consecuencias bastan para evidenciar la utilidad de estas comparaciones. Ante todo hay que reconocer las deudas que este anlisis contrae con los argumentos de Quine (1960) y Kuhn (1970), que hacen hincapi en la relacin problemtica existente entre las explicaciones del mundo y sus objetos putativos. Siguiendo a Quine, las teoras cientficas no estn determinadas por los datos ni pueden estarlo, un tema enUna cuestin interesante es la de saber si todas las modalidades discursivas son potencialmente contenciosas, de modo que una exposicin por ejemplo, de la historia malasia pudiera desacreditar una teora del movimiento estelar. Para que un argumento sea significativo y relevante es precisa una gama de supuestos mutuamente aceptables o susceptibles de coincidir. As, por ejemplo, la oposicin en la historia de la filosofa entre racionalistas y empiristas se debe en primer lugar a la creencia compartida en el conocimiento individual y en la importancia que le concedan en los asuntos culturales. Si no hubiera un acuerdo sustancial en la ontologia, y/o en los valores, la argumentacin estara ampliamente prohibida. De un modo ms general, por consiguiente, la diferencia puede que dependa de la similitud, la negacin de la afirmacin.5

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el que entrar ms a fondo en el captulo siguiente. Siguiendo a Kuhn hay pocas razones para sostener que la revolucin cientfica vaya de la mano en un sentido profundo de la aplicacin sistemtica de reglas para la comprobacin de las hiptesis y su modificacin. La presente exposicin difiere de la mayora de anlisis sociolgicos e histricos, con todo, en el mayor hincapi hecho en los procesos de argumentacin como opuestos, digamos, a las cuestiones del contexto econmico, del poder, de la motivacin personal o de las influencias sociales. Aunque las cuestiones de la economa, del poder, y similares, puedan transformarse en representaciones discursivas y ser as tratadas en el proceso de argumentacin, el presente anlisis se ve de modo necesario restringido en su importancia. A mi entender, la presente exposicin ayuda tambin a compensar determinadas deficiencias de la formulacin kuhniana. Para Kuhn, la fuerza rectora del cambio de paradigma es la intrusin de lo anmalo: hechos que son independientes de los sistemas de inteligibilidad. Tal como Kuhn propone, empiezan a surgir las anomalas tcticas que no son inteligibles en trminos del paradigma prevalente, o no pueden ser predichas por ste. En cierto punto, a medida que se acumulan estas anomalas, un cambio de Gestalt se produce en la perspectiva terica. Surge una nueva teora que puede dar cuenta de la gama de anomalas, as como, de ser verdaderamente efectiva, de todos los hallazgos generados en el seno del paradigma previamente existente. Con todo, este enfoque kuhniano adolece de algunas contrariedades. En primer lugar, no hay modo de explicar la gnesis de las anomalas. Kuhn caracteriza las anomalas como fenmenos inesperados, novedades fundamentales de carcter tactual y episodios extendidos con una estructura regularmente recurrente (pg. 52), concretamente como formas de datos brutos que hacen que el cientfico reconozca que la naturaleza de algn modo ha infringido las expectativas inducidas del paradigma que gobiernan la ciencia normal (pgs. 52-53). Con todo, si los paradigmas de la comprensin determinan (como el propio Kuhn tambin sostiene) de qu modo construimos, interpretamos o traducimos un hecho, entonces cmo los fenmenos inesperados infringen o desafan las comprensiones aceptadas? 6 En efecto, un paradigma de la inteligibilidad tiene que preceder al descubrimiento de una anomala y no al revs. Desde este punto de vista, la anomala como fuerza rectora se ve sustituida por una tensin entre inteligibilidades, es decir, por negaciones que se plantean contra afirmaciones. Tales tensiones son un resultado inevitable del hecho de nombrar y explicar, y prcticamente garantizan una inestabilidad en las comprensiones tericas. Tal como este enfoque hace patente, los cambios de paradigma en la ciencia son en grados relevantes asuntos de evolucin en formas socialmente negociadas de significado. Los hechos, las6

Una problemtica similar en la exposicin de Kuhn es la misteriosa metfora del cambio de Gestalt en la comprensin. La metfora la toma prestada de los estudios de las ilusiones visuales en las que una nica figura conduce a dos sentidos mutuamente exclusivos de interpretar la realidad (la figura se convierte en fondo y el fondo se vuelve figura). Con todo las teoras son construcciones inherentemente lingisticas. As, pues, se plantea la difcil pregunta de cmo afectan al lenguaje los cambios a nivel perceptivo (o viceversa). Los cambios en la percepcin visual necesitan alteraciones de las exposiciones que se hacen del mundo? Los cambios en los sonidos y las marcas que denominamos lenguaje cambian nuestras percepciones sensoriales? Se trata de proposiciones difciles de justificar. Tampoco soy optimista en lo que respecta a las ltimas refundiciones de Kuhn (1977) de su explicacin social, en la que sustituye la corriente fundamentadora empirista recurriendo a una gama de lo que da en llamar valores epistmicos. Tal como Kuhn propone, en la evaluacin de la teora unos criterios tradicionales como la exactitud predictiva, la comprensin explicativa y la consistencia interna pueden justificarse en trminos del valor puesto en los resultados, a saber, el perfeccionamiento en la explicacin y la prediccin. Aunque se guarda mucho de reafirmar los fundamentos racionales para la ciencia, esta explicacin sigue estando abierta a la critica sobre las razones de su base individualista (el actor individual como aquel que elige los valores), y su alojarse en un enfoque de la referencia en la que la exactitud descriptiva es posible.

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anomalas o la tecnologa pueden desempear un papel significativo a la hora de alterar las formas de comprensin cientfica que las constituyen. Los criterios de la lgica, la exhaustividad y similares no hacen que la ciencia sea racional; tales criterios son en esencia movimientos en el seno de diversos dominios de discurso: dispositivos retricos para conseguir eficacia discursiva. Ello no significa que cualquier cosa funcione, al menos en la prctica. Las convenciones de discurso estn a menudo sedimentadas, son restrictivas y estn unidas a la prctica social de maneras irresistibles. Sin embargo, desde esta perspectiva se nos invita a examinar con detalle las convenciones justificadoras de cualquier poca. Se ha de ser perpetuamente sensible a las consecuencias tanto opuestas como potencialmente debilitadoras de las convenciones y obligaciones existentes. La transformacin terica en la ciencia psicolgica Durante el ltimo siglo los psiclogos profesionales han formulado un impresionante, si no asombroso, abanico de perspectivas tericas. Al mismo tiempo, muchas de estas teoras caen en clusters que se solapan ejemplos de inteligibilidad compartida y estos clusters varan grandemente en su centralidad respecto a la profesin (por ejemplo, su presencia en los manuales, su representacin en las estipulaciones vigentes o la solicitud de fondos de investigacin). Tal como se reconoce generalmente, durante la mayor parte del presente siglo un determinado cluster de teoras conductistas domin el paisaje cientfico. En la prctica, todas las perspectivas tericas ocupaban posiciones de significado marginal. Con todo, en las ltimas dcadas, la teora conductista ha perdido buena parte de su capacidad arrolladora. Se ha visto sucedida por un cluster de teoras cognitivas. De hecho, se ha producido una transformacin discursiva de enorme alcance. La labor inmediata consiste en elucidar esta transformacin en trminos del proceso discursivo que ya he descrito: cul es la relacin entre las inteligibilidades conductistas y las cognitivas?, de dnde procede su apoyo discursivo? y, por qu era necesaria la transformacin? Como espero poder mostrar, en virtud del carcter de esta transformacin, la empresa cognitiva juntamente con todas las exposiciones individualistas del conocimiento humano se vaca de toda justificacin. Un vaco se crea para el surgimiento de una nueva perspectiva sobre el conocimiento. El perodo conductista: simbiosis y sonoridad Ante todo, debemos considerar la enorme popularidad de la perspectiva conductista durante la primera mitad de este siglo. Aunque uno puede explicar esta ascendencia de diversas maneras, el enfoque que a continuacin expondr sensibiliza respecto a los aspectos del contexto discursivo. Qu otras inteligibilidades, cabra preguntarse, estaban en ascenso durante ese perodo? Y, de qu modo el movimiento conductista fue racionalizado o apoyado por estos enfoques? Lo ms chocante en este caso es que cabe reconocer un elevado grado de superposicin entre la teora conductista y la exposicin prevalente de la metodologa experimental, junto con la perspectiva metaterica articulada por los filsofos del empirismo lgico. Durante estas dcadas los tres cuerpos de discurso se apoyaban y sostenan mutuamente. Las exposiciones tericas del funcionamiento humano se podan justificar recurriendo tanto a las inteligibilidades de orden metodolgico como a las de carcter metaterico. El cuerpo de verdades acerca del comportamiento humano se podita0004 Tasd[(verdade Twl)-tmporme

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ciencia descansa en fundamentos racionales). A fin de ampliar esto, podemos considerar de entrada la relacin existente entre la recepcin en psicologa del enfoque del empirismo lgico y la teora conductista. La metateora cientfica afirma primero una independencia fundamental entre el mundo natural y el observador cientfico. La labor del cientfico consiste en desarrollar la teora que cartografa con fidelidad los contornos del mundo dado: la labor esencial del cientfico consiste en identificar los hechos con la mayor precisin posible, ya que forman los elementos sobre los que descansa todo su trabajo (Brown y Ghiselli, 1955). El enfoque recibido tambin dota al cientfico con algunas capacidades importantes mediante las que se puede adquirir el conocimiento objetivo. Entre las ms importantes estn las capacidades para la observacin minuciosa y la lgica. La observacin inicial se considera que facilita al cientfico una rudimentaria familiaridad de trato con los fenmenos que centran su inters. Un tipo de observacin como ste, cuando se combina con los cnones de la lgica inductiva, permite al cientfico formular una serie de hiptesis provisionales relativas a las condiciones en las que se producen los diversos fenmenos. Idealmente el cientfico debera derivar, de la observacin un conjunto de proposiciones (normalmente de la variedad, si X es el antecedente... entonces y es el consecuente que den cuenta de las regularidades en la relacin entre los acontecimientos observados. En el caso de la psicologa el centro de inters es la conducta del individuo. La conducta individual, por consiguiente, hace las veces de consecuente para el que las condiciones del mundo real funcionan como antecedentes. Dadas las proposiciones generales similares a leyes relativas a las relaciones entre antecedentes y consecuentes junto con las explicaciones hipotticas de la relacin que mantienen, el cientfico entonces ha de emplear la lgica deductiva para derivar las predicciones acerca de las pautas que sigue la naturaleza y que todava no se han observado. Estas predicciones se enuncian a continuacin en la forma de proposiciones del tipo Si..., entonces.... Sobre la base de estas hiptesis derivadas deductivamente, el cientfico una vez ms se adentra en el mundo de la naturaleza, utilizando la observacin controlada para poner a prueba la validez del conjunto inicial de proposiciones. Los resultados de este nuevo conjunto de observaciones sirven para sostener, modificar o invalidar las proposiciones inicialmente presentadas. As, a travs del conjunto observacional, los cientficos toman confianza, rectifican o descartan las proposiciones que han adoptado inicialmente. Esta exposicin esquemtica de lo que suele llamarse el proceso hipottico-deductivo se representa mediante diagramas en la figura 1.3. De manera ideal el proceso de observacin-proposicin-someter a prueba-afinar se puede seguir de manera indefinida, redundando en una red cada vez ms precisa, bien diferenciada y bien validada de proposiciones interrelacionadas. Estas proposiciones, se dice, son portadoras o transmisoras del conocimiento objetivo en tanto en cuanto es obtenible, y debe facilitar la prediccin y el control de la actividad humana. En la terminologa de Brown y Ghiselli, el objeto del cientfico consiste en comprender el fenmeno con el que [sic] trabaja. ste considera que lo ha comprendido cuando logra predecir sus expresiones... o cuando su conocimiento le permite controlar su expresin para conseguir determinadas metas (1955, pg. 35). Dado este esbozo de la orientacin hipottico-deductiva del conocimiento, podemos pasar a considerar ahora sus relaciones con las concepciones conductistas del funcionamiento humano. Tal como demostrar, el relato esencial del conocimiento progresivo descrito en la metateora se ve encarnado en las exposiciones y explicaciones conductistas del aprendizaje humano. Cuando los psiclogos se proponan observar y descubrir la naturaleza de la conducta humana, con sus sentidos libres de compromisos de orden terico o por lo menos, eso crean de hecho derivaban de la naturaleza la misma teora del conocimiento que racionalizaba sus actividades como cientficos. 17

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Consideremos lo siguiente: al principio la teora conductista posee un fuerte sesgo medioambientalista. Desde la perspectiva medioambientalista se considera la actividad humana como una serie de respuestas guiadas, controladas o estimuladas por inputs de carcter medioambiental. Por consiguiente, encontramos inputs de estmulos a nivel de la teora que sirven de sustituto para el estado de naturaleza al nivel de la metateora. Los inputs de estmulos como determinantes preeminentes de la actividad humana son prcticamente idnticos en su funcin al estado de naturaleza (como estmulos para la construccin de la teora) en el seno de la metateora (vase figura 1.3). En relacin con los procesos de observacin y la lgica (fase II), debemos distinguir entre los dos paradigmas prominentes en el seno del conductista movimiento conductista.

Figura 1.3. Estadios paralelos en el avance del conocimiento cientfico y el aprendizaje Conductistas radicales como Watson y Skinner haban asimilado tan a fondo la cultura de la ciencia y su preocupacin por lo observable que evitaron enunciados acerca del dominio hipottico de los estados psicolgicos. Por consiguiente, con el conductismo radical, la rehabilitacin del segundo estadio del proceso hipottico-deductivo no es fcilmente evidente. Las equivalencias con los procesos psicolgicos como son la observacin y la lgica resultan difciles de asignar. Sin embargo, el segundo estadio se manifiesta de hecho, no en los enunciados acerca del funcionar interno de los organismos sino como descripciones de los fines a los que esa conducta sirve. Aunque nada se dice acerca de los procesos internos del pensamiento racional, la especie humana acta como si maximizara su capacidad adaptativa, es decir, acta de un modo racional. Watson (1924) lo describi as: Aunque nace ms desprotegido que la mayora de los dems mamferos, [el hombre] aprende rpidamente a aventajar a los dems animales gracias al hecho de que... adquiere hbitos (pg. 224). Y como Skinner (1971) avanzara: El proceso del conocimiento operante... suple a la seleccin natural. Las importantes

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consecuencias de la conducta que no podran desempear un papel en la evolucin en razn de su carcter de rasgos insuficientemente estables del entorno se hacen efectivos a travs del condicionamiento operante durante la vida del individuo cuya capacidad para tratar con el mundo se ve por consiguiente ampliamente acrecentada (pg. 46). De hecho, aunque no se identifica proceso mental especfico alguno, los conductistas radicales describen la conducta humana como racional y solucionadora de problemas en relacin a sus efectos. Por consiguiente, de manera disimulada, se alcanza la segunda etapa del proceso hipottico-deductivo. En deuda ampliamente con la liberalizacin de la metateora del empirismo lgico (Koch, 1966), el conductismo radical fue lentamente sustituido por la teora neoconductista (E-O-R). Los primeros dogmas empiristas, que daban gran importancia a la correspondencia precisa entre los trminos tericos y lo observable, fueron considerados demasiado constrictivos. Como se argument, las ciencia maduras, de hecho, tienen un lugar para los trminos tericos que no se refieren directamente a lo observable. Trminos como gravedad, campo de fuerza y magnetismo son todos altamente tiles en el contexto de las ciencias de la naturaleza, y con todo carecen de referente observable inmediato. Esta liberalizacin del nivel metaterico permiti a los psiclogos desarrollar el concepto de constructos hipotticos (MacCorquodale y Meeh, 1948), trminos que se referan a los estadios psicolgicos hipotticos que intervienen entre estmulo y respuesta. Con la puerta abierta para dar entrada al hablar sobre la mente, los conductistas tenan las manos libres para desarrollar trminos que estuvieran en correspondencia funcional con los procesos de observacin y aquella lgica tan esencial para la metateora. As, para Clark Hull (1943), trminos como resistencia al hbito, fuerza incentiva y potencial inhibidor operaron de consuno para producir respuestas adaptativas a circunstancias dadas. Con formulaciones de valor de expectacin (Rotter, 1966; Ajzen y Fishbein, 1980), el trmino expectativa proporcionaba un paralelo al nivel terico para las hiptesis al nivel metaterico. El terico del aprendizaje social Albert Bandura (1977) emplea el concepto de expectacin del mismo modo, pero aporta al arsenal de la psicologa procesos adicionales a la solucin de problemas disimulados y verificacin a travs del pensamiento. All donde la metateora cientfica apela ahora a la comprobacin de hiptesis como la siguiente etapa en el avance del conocimiento (figura 1.3), los tericos del aprendizaje introducen el concepto de refuerzo. Para tericos como Skinner (1971), Thorndike (1933) y Bandura (1977), el refuerzo selecciona y sostiene determinadas pautas de respuesta mientras desalienta o extirpa otras. Las pautas de la primera variedad a menudo se denominan adaptativas mientras que aquellas pertenecientes a la ltima son inadaptativas. En este sentido, los resultados de la puesta a prueba de las hiptesis cumplen la misma funcin que el refuerzo: son medios de la naturaleza que informan de la adecuacin de las propias acciones. De este anlisis se sigue que la cuarta etapa del modelo hipottico-deductivo, la extensin y/o revisin de la teora no es sino una etapa posterior del proceso de afirmacin de conducta para los seguidores del enfoque de Skinner o una etapa individual en un proceso de expectacin de la confirmacin para los tericos del aprendizaje ms orientados en la lnea cognitiva. En ambos casos el funcionamiento mental del individuo se vuelve cada vez ms adecuado a los contornos medioambientales. Tal vez no haya mejor conclusin para el presente argumento que un par de citas sacadas de Principies of Behavior de Clark Hull. Al hablar primero de la naturaleza de la ciencia, Hull recita la letana hipottico-deductiva (las etapas se numeran con cifras romanas al margen): I. La observacin emprica, complementada con la conjetura prudente, es la fuente principal de los primeros principios o postulados de una ciencia. Tales formulaciones, al ser tomadas en diversas combinaciones junto con condiciones antecedentes relevantes, 19

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II. conducen a inferencias o teoremas, de los que algunos puede que estn de acuerdo con el resultado emprico de las condiciones en cuestin, y algunos puede que no. Se retienen aquellas proposiciones primarias que conducen a deducciones lgicas que estn de acuerdo de manera consistente con el resultado emprico observado, III. mientras que aquellas que no lo estn se rechazan o bien se modifican. A medida que se prosigue la criba llevada a cabo mediante este proceso de prueba y error, surge de manera gradual una serie limitada de principios primarios IV. cuyas consecuencias acompaantes es ms probable que estn de acuerdo con las observaciones relevantes. Las deducciones hechas a partir de los postulados que sobreviven al proceso, aunque nunca son absolutamente ciertas, de hecho, finalmente se vuelven altamente fidedignas. (Hull, 1943, pg. 382). Las similitudes entre esta exposicin de la ciencia y la teora del aprendizaje de Hull son asombrosas. En cuanto a esta ltima, Hull resume sus opiniones como sigue (de nuevo, los paralelismos con las etapas del modelo hipottico-deductivo se sealan al margen): i I. La sustancia del proceso elemental de aprendizaje tal como la ponen de manifiesto la mayor parte de los experimentos realizados parece ser as: una condicin de necesidad existe... a la que ha dado inicio la accin de energas medioambientales estimulantes. Esto... activa diversos II. potenciales de reaccin vagamente adaptativa... dictados por la evolucin orgnica. En el caso de que una de estas respuestas aleatorias, o una secuencia de ellas, d como resultado la reduccin de una necesidad dominante en el momento, se sigue un efecto indirecto una secuencia de ellas, d como resultado la reduccin de una necesidad dominante en el momento, se sigue un efecto indirecto III. al que se denomina refuerzo. Este efecto consiste en 1) un refuerzo de las relaciones particulares del receptor-emisor que originalmente media la reaccin y 2) una tendencia para toda(s las) descarga(s) del receptor que se producen casi al mismo tiempo a adquirir nuevas relaciones con los emisores mediando la respuesta en cuestin. El primer efecto se conoce como aprendizaje primitivo por prueba y error; el segundo se conoce como aprendizaje por reflejo condicionado. Como resultado, cuando la misma necesidad surge de nuevo en esta u otra situacin similar, los estmulos activarn los mismos emisores de un modo ms cierto, ms rpido y ms vigoroso que en la primera ocasin. Tal accin, IV. aunque en absoluto es adaptativamente infalible, a largo plazo reducir la necesidad de un modo ms seguro que no lo hara una muestra aleatoria de tendencias de respuestas no aprendidas... Por consiguiente, la adquisicin de esas relaciones receptor-emisor contribuir a la supervivencia: es decir, ser adaptativa (Hull, 1943, pgs. 386-387). Tanto la ciencia como los procesos de aprendizaje humano, por consiguiente, operan de una manera anloga y tienden hacia fines similares. La teora del aprendizaje humano es una rplica de la teora de la ciencia. A lo largo de las primeras dcadas de este siglo, tanto la metateora como la teora se mantuvieron en sincrona con la concepcin de metodologa prevalente. Desde luego, los mtodos observacionales y la experimentacin controlada en particular se vieron favorecidos por la filosofa empirista. Para los psiclogos, las propiedades del mundo real (los antecedentes materiales para los empiristas lgicos, mundo de estmulos para el conductista) fueron captados en el lenguaje metodolgico por medio del concepto de la variable independiente. De hecho, las condiciones experimentales existen con independencia del organismo y son anteriores lgicamente a su conducta en estas condiciones. Las manipulaciones del cientfico de las

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variables independientes liberan las fuerzas que dirigen o limitan la conducta del organismo. La actividad resultante del organismo es captada por el concepto de variable dependiente causado por, y dependiente de, la manipulacin de la variable independiente. La variable dependiente en trminos metodolgicos pone en paralelo los conceptos de consecuente material en la metateora del empirismo lgico y respuestas conductistas en la teora conductista. En efecto, el hecho de dar cuenta de lo que sucede en un experimento, junto con la eleccin de la terminologa que describe los particulares de carcter experimental, est en plena consonancia con las perspectivas metatericas y tericas de aquel perodo. La metateora supona un mundo ordenado de entidades mecnicamente relacionadas, el mtodo prometa un trazado preciso de los vnculos causales, y la imagen resultante del funcionamiento humano era aquella en la que la conducta dependa de sus condiciones antecedentes. La metateora, la teora y el mtodo, todo se desenvuelve en una sonora armona. 7 La fase crtica: deterioro de las inteligibilidades Actualmente es muy poco lo que resta del optimismo y del sentido de misin que impregnaron ese perodo de discursos que se apoyaban mutuamente. Cada uno de los cuerpos interdependientes de discurso ha soportado una extensa crtica. La fase crtica del proceso de transformacin ha sido amplia e irresistible en los tres niveles. Primero, a nivel de la metateora, el empirismo lgico siempre haba tenido ms predicamento en su traduccin a otras disciplinas que en el seno mismo de la filosofa. Hubo un debate filosfico que se prolong en el tiempo relativo al lugar de la experiencia personal en la ciencia, la relacin de los acontecimientos materiales con la experiencia, la posibilidad de vincular lo observable con el lenguaje, y ms cosas. Sin embargo, a partir de mediados de siglo, la filosofa de la ciencia se vio dominada por una gama cada vez ms articulada e incisiva de crticas. Se formularon argumentos efectivos contra toda la gama de supuestos empiristas, incluyendo la separacin tradicional entre proposiciones analticas y sintticas (Quine, 1953), la induccin como mtodo para desarrollar la teora (Hanson, 1958; Popper, 1959), la lgica de la verificacin (Popper, 1959), la posibilidad de definiciones opcracionales (Koch, 1963), la correspondencia mundo-objeto (Quine, 1960), la interdependencia de la comprensin terica y la prediccin (Toulmin, 1961), la conmensurabilidad de las teoras en competencia (Kuhn, 1962), la separacin entre hecho y valor (Macintyre, 1973), la posibilidad de hechos tericamente no saturados o brutos (Hanson, 1958; Quine, 1960), la racionalidad fundacional de los procedimientos cientficos (Barrett, 1979; Feyerabend, 1976), la posibilidad de una teora falsadora (Quine, 1953), el carcter no partidista del conocimiento cientfico (Habermas, 1971) y la aplicabilidad del modelo de cobertura de ley a la accin humana (White, 1978). Como muchos filsofos concluyen ahora, la filosofa del conocimiento cientfico ha entrado en una etapa posempirista (Thomas, 1979). Salvo unos pocos supervivientes ms bien extraos, el intento de basar la ciencia en una racionalidad fundacional agoniza en todas partes. 87

A fin de apreciar los efectos de apoyo mutuo de los discursos metatericos, tericos y metodolgicos de aquella poca, resulta til contrastar la exposicin predominante de lo que ocurre en un procedimiento experimental con otras posibilidades. Por ejemplo, afirmar que variables independientes tienen efectos causales es un compromiso metafsico de cierta magnitud. Por un igual cabe considerar las condiciones de estimulo como disponibilidades, percibidas como opuestas a las condiciones reales o como invitaciones a una danza ritual. Afirmar que los experimentos demuestran las relaciones causales es poco ms que una comodidad retrica. 8 En cierto sentido, la crtica que Feyerabend (1976) hace del empirismo, aunque es potente, tambin sirve para sostener su fundamentacin. Al basar su crtica orientada a informar al lector acerca de cmo se alcanza realmente

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En el nivel de la teora, los psiclogos han llevado a cabo tambin un asalto a gran escala a la teora conductista. Buena parte de la primera crtica fue articulada u orquestada por Sigmund Koch (1963). Los problemas que planteaba la explicacin variable intermedia (o E-O-R), la vinculacin de los constructos con lo observable, preparar experimentos decisivos y la generalidad de las leyes conductistas se contaban entre algunos de sus objetivos. Crticas posteriores desafiaron las suposiciones conductistas de generalidad transespecfica en leyes del aprendizaje, la contingencia histrica de los principios conductistas, y los puntales ideolgicos de la teora del conductismo. Ms espectacular en lo penetrante de su impacto ha sido la proliferacin de los argumentos innatistas similares a los planteados por los psiclogos de la Gestait a finales de la dcada de 1930, que afirmaban que no se puede dar cuenta de la actividad humana slo en trminos de inputs de estmulo. Como demostr efectivamente Chomsky (1968), las capacidades para el uso hbil del lenguaje no podan, en principio, derivarse del refuerzo medioambiental. Para Piaget (1952) y sus colaboradores, las capacidades para el pensamiento abstracto no se aprendan a travs del aprendizaje sino que se desplegaban a travs del desarrollo natural del nio. De una manera ms general, el organismo parece tener sus propias tendencias inherentes para buscar y procesar informacin, formular hiptesis y orientarse por metas, entre otras. Con la aparicin de estos argumentos, la cadena unidireccional de la causalidad desde el mundo estimulador a la respuesta conductista se rompe. En muchos aspectos, se argument, el organismo alberga sus propias causas autnomas. Finalmente, acompaando el deterioro del compromiso con la metateora empirista y la teora conductista se extendi un amplio descontento en relacin al mtodo experimental. Las primeras crticas hacan hincapi en el grado en el que los hallazgos experimentales estaban sujetos al sesgo propio del experimentador o las caractersticas exigidas que establece el experimentador (vase el resumen de Rosnow, 1981). Los crticos tambin expresaban su preocupacin por la tica de la manipulacin experimental (Smith, 1969; Kelman, 1968), la actitud manipulativa de los experimentadores hacia sus temas (Ring, 1967), la validez ecolgica de los experimentos y el grado en el que los resultados experimentales se alcanzaban gracias a una hbil puesta en escena (McGuire, 1973). Haba an otros, entre los que cabe contar a psiclogos crticos y las feministas, que plantearon cuestiones ideolgicas, argumentando que los experimentos eran una rplica del sistema de dominacin y control inherente a la sociedad capitalista, o de la personalidad masculina, o de ambas cosas (Hampden-Turner, 1970; Reinharz, 1985). Segmentos con un peso especfico importante de la comunidad cientfica buscan ahora alternativas que sean viables a la metodologa experimental (incluyendo la investigacin de campo, la investigacin cualitativa con mtodos de casos, mtodos dialgicos, por slo citar algunos). La fase transformacional: cognicin sin consenso Como vemos, la tupida tela caracterstica de la poca anterior la metateora, la teora y el mtodo empieza a deshacerse. La metateora empirista, la teora conductista y la metodologa experimental, todas ellas han sufrido el impacto de una amplia crtica. La fase crtica de la transicin discursiva est, por consiguiente, plenamente madura. Con todo, no se ha producido una fase transformacional en la que se ha forjado un nuevo conjunto de inteligibilidades entrelazadas? Cul es nuestra situacin actual y qu cabe anticipar del futuro? A fin de explorar estas preguntas resulta til volver al cuadriltero semitico (vase la figura 1.3). En esta figurael progreso cientfico en lo que significa una gama de hechos histricos, implcitamente socava el ataque que hace al uso de la observacin como justificacin cientfica.

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podemos intentar situar inteligibilidades alternativas sobre las que se forman las premisas de las crticas actuales, y examinar la posibilidad de una fructfera transformacin. Examinemos primero la posibilidad de transformacin al nivel de la metateora. Con el acta de defuncin de los fundamentos empiristas, qu filosofa de la ciencia alternativa se puede generar a partir de la penumbra de las comprensiones sobre las que se basaban las crticas? A mi entender, la mayora de los argumentos antiempiristas pueden agruparse en tres categoras principales. Existe, en primer lugar, crtica dentro del paradigma, es decir, intentos de revisar determinadas suposiciones en la metateora existente sin que con ello se sacrifique la presuncin de la racionalidad fundacional del esfuerzo cientfico. Se trata a todas luces del intento de Popper (1963) cuando condenaba las presuposiciones inductivistas del empirismo tradicional, pero, con todo, Popper las sustituy por un enfoque igualmente fundacional caracterizado como racionalismo crtico. Aunque es sostenible en algunos aspectos, yo pondra tambin las principales obras de Lakatos (1970), Laudan (1977) y Bhaskar (1978) en una categora similar. Es decir, aunque abandonando algunos de los dogmas de la corriente fundamentadora del empirismo, conservan todava determinadas suposiciones clave (como la independencia sujetoobjeto) y sostienen, de manera simultnea, la bsqueda de una base lgica trascendente. De hecho, tal crtica no consigue provocar lo que yo considerara como una transformacin radical en la perspectiva. En segundo lugar, hay hebras de crtica dual tejidas en la fase crtica, es decir, argumentos que derivan en gran medida del punto de vista tradicionalmente ms antagonista del empirismo, a saber, el racionalista. Como se acostumbra a sostener, la historia de las teoras del conocimiento que se dan en Occidente puede escribirse ampliamente en trminos de un movimiento pendular entre las exposiciones del conocimiento humano como un depsito de inputs experienciales y aquellas otras exposiciones y explicaciones que sostienen que la mente es una fuente originaria de conocimiento. Por consiguiente, para los principales filsofos de la tradicin del empirismo clsico (Locke, Hume, los Mili) el conocimiento individual se construye ampliamente a partir de la experiencias de los acontecimientos medioambientales. El individuo llega a conocer a travs de la observacin; sin contacto experimental con el mundo, poco es cuanto el individuo puede decir que sabe o conoce. Al contrario, para los filsofos que con mayor asiduidad se identifican con la tradicin racionalista (Descartes, Spinoza, Kant), el carcter inherente de la mente humana es esencial para el desarrollo del conocimiento. Sin una capacidad innata para la racionalidad o para organizar el mundo de determinados modos, difcilmente podramos acreditar que poseemos conocimiento. En estos trminos, la filosofa empirista-lgica de la ciencia significa en gran medida un refinamiento caracterstico del siglo XX de las concepciones empiristas tradicionales. Por consiguiente, dada la historia del debate a lo largo de la dualidad, las crticas de tipo racionalista se haban de anticipar. A fin de poner ejemplos de ello, en algunos aspectos las criticas tanto de Hanson (1958) como de Kuhn (1962) han recurrido al uso de suposiciones que se originan en el dominio de la tradicin racionalista. Para Hanson, los conceptos mentales tienen que preceder a la identificacin de los hechos; para Kuhn, las transformaciones de paradigma estn emparentadas con los cambios de la Gestait, es decir, estn dirigidas no por los datos sino por tendencias mentales inherentes. Las consecuencias e implicaciones discursivas de las crticas racionalistas pueden desarrollarse y formar una teora alternativa del conocimiento cientfico? Resulta interesante el hecho de que ningn filsofo se haya pronunciado en el sentido de extender las suposiciones subyacentes a una teora hecha y derecha del conocimiento. A mi juicio, esta posibilidad queda prcticamente imposibilitada por los ltimos tres siglos de debate filosfico. Los problemas del solipsismo, del conocimiento innato, de la separacin mente-materia, y el conservadurismo 23

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poltico, por slo citar algunos (vase para ms detalles el captulo 5), han desalentado efectivamente este empeo. En efecto, la sustitucin del empirismo por una corriente fundamentadora racionalista es improbable. Finalmente, y discurriendo al nivel metaterico, se distingue entre crtica y modalidades alternativas, es decir, aquellas perspectivas que difieren tanto de la explicacin empirista-lgica como de la racionalista, y las reducen a una nica unidad que por s misma se convierte en un polo de la nueva polaridad. Tales crticas son a la vez las menos y las ms efectivas. Son inefectivas al punto de que simplemente no se dirigen a aquellos que estn dentro de los sistemas dominantes de inteligibilidad de un modo que sea compatible con sus preocupaciones. En efecto a menudo aparecen como crticas hechas desde lo inmediato, tangenciales, o fuera del dilogo. Al mismo tiempo, tales crticas son las ms efectivas, en la medida que 1) aquellos que reciben el ataque tienen pocos medios con que defenderse, y 2) las razones de la argumentacin empiezan a ofrecer alternativas significativas a los enfoques existentes. Para los empiristas, las crticas del tipo racionalista son en la prctica rituales; los argumentos y contraargumentaciones han sido como un flujo y reflujo durante siglos con una reiteracin tal que un nuevo asalto apenas es desasosegador. La inteligibilidad alternativa se comprende bien y sus deficiencias se hacen evidentes. Sin embargo, en el caso de las crticas que se ejercen desde el exterior de la dualidad, ninguna de estas condiciones las incumbe. Las refutaciones no han sido bien preparadas, y los problemas inherentes a las alternativas se encuentran fuera del alcance de l