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:: portada :: Otro mundo es posible :: 17-09-2004 La herencia del fetichismo y el desafío de la hegemonía en una época de rebeldía generalizada Néstor Kohan Rebelión " Lo que anuncia ser un proyecto más inclusivo que el socialismo tradicional en realidad lo es menos. En vez de las aspiraciones universalistas del socialismo y la política integradora de la lucha contra la explotación de clases, tenemos una pluralidad de luchas particulares desconectadas que concluye con una sumisión al capitalismo. El proyecto socialista debe enriquecerse con los recursos y los conocimientos de los «nuevos movimientos sociales» (ahora no tan nuevos), no empobrecerse recurriendo a ellos como una excusa para desintegrar la resistencia al capitalismo " ELLEN MEIKSINS WOOD Balance crítico impostergable Actualmente, a pocos años de haber comenzado el nuevo siglo y el nuevo milenio, se suceden distintas experiencias de lucha, enfrentamiento y rebeldía contra el llamado "nuevo orden mundial". Desde las movilizaciones masivas y globales contra la guerra imperialista (en Irak y Afganistán) hasta el rechazo de la intromisión norteamericana en diversos países latinoamericanos (como en Venezuela, Cuba, Colombia, etc). Mientras tanto, recrudece la oposición al ALCA encabezada por los Sin Tierra en Brasil y acompañada por la lucha de los piqueteros en Argentina. Al mismo tiempo, en las principales ciudades del capitalismo metropolitano, continúan desarrollándose los denominados "nuevos" aunque ya cuentan con décadas de historia movimientos sociales (ecologistas, feministas, homosexuales y lesbianas, minorías étnicas, okupas, ligas antirrepresivas, etc). Pero este variado y colorido abanico de luchas, valiosas por sí mismas, aún no ha logrado conformar un frente común que las agrupe orgánicamente contra el capitalismo y el imperialismo. Los Foros Sociales Mundiales han sido una primera tentativa de diálogo, pero todavía demasiado débil. Sobrevive la dispersión, la fragmentación y la falta de una auténtica coordinación que permita elaborar estrategias comunes a largo plazo. En términos políticos esa segmentación quita fuerza a los reclamos. Reconocerlo como una insuficiencia y una debilidad creemos nosotros que transitoria constituye un paso obligado y necesario si lo que pretendemos es avanzar colectivamente con nuevos bríos hacia mayores niveles de confrontación contra el sistema capitalista del imperialismo contemporáneo a escala mundial. page 1 / 29

Giro Linguistico Nestor Kohan

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  • :: portada :: Otro mundo es posible ::

    17-09-2004

    La herencia del fetichismo y el desafo de la hegemona en unapoca de rebelda generalizadaNstor KohanRebelin

    " Lo que anuncia ser un proyecto ms inclusivo que el socialismo tradicional en realidad lo esmenos. En vez de las aspiraciones universalistas del socialismo y la poltica integradora de la luchacontra la explotacin de clases, tenemos una pluralidad de luchas particulares desconectadas queconcluye con una sumisin al capitalismo.

    El proyecto socialista debe enriquecerse con los recursos y los conocimientos de los nuevosmovimientos sociales (ahora no tan nuevos), no empobrecerse recurriendo a ellos como unaexcusa para desintegrar la resistencia al capitalismo "

    ELLEN MEIKSINS WOOD

    Balance crtico impostergable

    Actualmente, a pocos aos de haber comenzado el nuevo siglo y el nuevo milenio, se sucedendistintas experiencias de lucha, enfrentamiento y rebelda contra el llamado "nuevo ordenmundial". Desde las movilizaciones masivas y globales contra la guerra imperialista (en Irak yAfganistn) hasta el rechazo de la intromisin norteamericana en diversos pases latinoamericanos(como en Venezuela, Cuba, Colombia, etc). Mientras tanto, recrudece la oposicin al ALCA encabezada por los Sin Tierra en Brasil y acompaada por la lucha de los piqueteros en Argentina.Al mismo tiempo, en las principales ciudades del capitalismo metropolitano, continandesarrollndose los denominados "nuevos" aunque ya cuentan con dcadas de historia movimientos sociales (ecologistas, feministas, homosexuales y lesbianas, minoras tnicas,okupas, ligas antirrepresivas, etc).

    Pero este variado y colorido abanico de luchas, valiosas por s mismas, an no ha logradoconformar un frente comn que las agrupe orgnicamente contra el capitalismo y el imperialismo.Los Foros Sociales Mundiales han sido una primera tentativa de dilogo, pero todava demasiado dbil. Sobrevive la dispersin, la fragmentacin y la falta de una autntica coordinacin quepermita elaborar estrategias comunes a largo plazo. En trminos polticos esa segmentacin quitafuerza a los reclamos.

    Reconocerlo como una insuficiencia y una debilidad creemos nosotros que transitoria constituyeun paso obligado y necesario si lo que pretendemos es avanzar colectivamente con nuevos broshacia mayores niveles de confrontacin contra el sistema capitalista del imperialismo contemporneo a escala mundial.

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  • Pero para ello se torna necesario poner en discusin determinados relatos tericos que, duranteun cuarto de siglo por lo menos, han obstaculizado desde nuestro punto de vista la comprensinde esta debilidad. No slo la han retrasado. Han pretendido legitimar la fragmentacin y ladispersin como "el mejor de los mundos posibles".

    Sin hacer un beneficio de inventario y un balance crtico con el punto de vista filosfico quepredomin durante las dcadas del 80 y el 90 no lograremos observar, analizar, comprender yfinalmente superar en la prctica nuestras limitaciones actuales. Este escrito apunta, precisamente, a bosquejar un primer beneficio de inventario y ese impostergable ajuste decuentas con aquellos relatos filosficos. El objetivo perseguido consiste en desbrozar el terrenopara as comenzar a discutir las nuevas tareas que se abren ante el "movimiento de los movimientos" en lucha por un mundo mejor. Un mundo que desde nuestra perspectiva debera serel socialismo a escala mundial.

    Fragmentacin heredada y necesidad de una teora crtica

    Que en cualquier tipo de confrontacin la divisin debilita a quien la padece es ya una verdad delsentido comn largamente conocida. "Divide y reinars", dice la famosa consigna de quienesnecesitan mantener el poder. Esa parece haber sido la estrategia del gran capital durante las ltimas tres dcadas en todo el mundo. Cada lector o lectora podr proporcionar ejemplos de supropio pas que ilustren en ese sentido la vigencia de esta doctrina poltica. Ya desde el terreno dela intuicin y el sentido comn se puede captar esa estrategia de los poderosos del planeta.

    Pero esa primera aproximacin intuitiva, aunque necesaria, debe poder superarse por un planode profundizacin crtica. La mera intuicin y el sentido comn son demasiado limitados (muchasveces estn impregnados por discursos del poder) y no alcanzan para dar cuenta de lacomplejidad de la dominacin en el mundo contemporneo. Necesitamos otro tipo deherramientas, ms refinadas y rigurosas.

    Pues bien, la teora crtica del fetichismo puede sernos de gran ayuda a la hora de comprender yexplicar esa prolongada segmentacin y fragmentacin que todava hoy debilita la rebeldapopular y neutraliza las protestas contra el sistema capitalista. Esta teora cuenta en su haber contoda una sedimentacin acumulada de reflexiones sociolgicas y filosficas y experiencias polticasa lo largo de varias generaciones de revolucionarios.

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  • No obstante, durante las ltimas dcadas esta teora crtica no ha gozado de "buena prensa" ni deprestigio acadmico en el mundo de la intelectualidad oficial. Una casualidad? Creemos que no.

    El abandono acadmico de la temtica del fetichismo

    Cules han sido las razones histricas, filosficas y polticas que condujeron a un abandono totalo, en su defecto, a una utilizacin absolutamente colateral y marginal de la teora crtica delfetichismo en el cuestionamiento del sistema capitalista?

    En el orden filosfico, no cabe duda de que la arremetida althusseriana de los aos 60 dej unahuella profunda en el pensamiento de la izquierda. Hubo un antes y un despus. Aunque losescritos de Louis Althusser y sus numerosos discpulos fueron impugnados desde varios flancos,dejaron sentado un precedente importante. Se cuestion al mensajero pero se dej pasar elmensaje. A partir de entonces, el slo hecho de mencionar la categora de fetichismo o la decosificacin pas a ser sntoma de hegelianismo encubierto y, por lo tanto, de idealismo filosficoo ideologa burguesa disfrazada.

    Salvo contadsimas y honrosas excepciones que hoy vale la pena releer y recuperar, en la mayorparte de la literatura filosfica europea aparecida con posterioridad al mayo francs, puederastrearse una progresiva e ininterrumpida desaparicin de referencias a la teora marxiana delfetichismo (y de su antecedente juvenil, la teora crtica de la alineacin).

    Para que determinados procesos histricos sean caracterizados como "fetichistas" se deben darciertas condiciones previas. Entre otros fenmenos fetichistas cabe mencionar a la cosificacin delas relaciones sociales, la personificacin de los objetos creados por el trabajo humano, lainversin entre el sujeto y el objeto, la cristalizacin del trabajo social global en una materialidadobjetual que aparenta ser autosuficiente y crecer por s misma por ejemplo el equivalentegeneral que devenga inters, la coexistencia de la racionalidad de la parte con la irracionalidaddel conjunto y la fragmentacin de la totalidad social en segmentos inconexos, etc.

    Algo anlogo sucede con otros procesos histricos que son adoptados como sntomas de"alienacin" (como la independencia, la autonoma y la hostilidad de los objetos creados sobre suspropios creadores o la completa ajenidad de las relaciones sociales y la actividad laboral frente a

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  • las personas que la padecen como una tortura, etc.).

    En ambos casos, para caracterizan ese tipo de situaciones sociales e histricas como "fetichistas"y "alienadas" debe presuponerse como condicin que a nivel social existan sujetos autnomos quepierden su autonoma, su racionalidad, su capacidad de planificar democrticamente lasrelaciones sociales y su control sobre sus condiciones de existencia y convivencia con el medioambiente.

    Sin embargo, a partir de la proliferacin acadmica de las metafsicas "post" (posmodernismo,posestructuralismo, posmarxismo, etc.) lo que se pone en duda en el terreno de la filosofa y lasciencias sociales de las ltimas tres dcadas es, precisamente, la existencia misma de estos sujetos...

    (En el prrafo anterior hemos utilizado la expresin "metafsica" para designar estos relatosacadmicos preponderantes durante tres dcadas. Aclaracin necesaria: aunque todas estascorrientes tienen discursivamente vocacin antimetafsica y son, en su modo de presentarse ensociedad, crticas de cualquier fundamentacin ltima de la realidad, todas, cada una a su manera,terminan atribuyendo a una situacin particular de la historia de la sociedad capitalista occidentalparticularmente europea un carcter absoluto. Le otorgan rango "ontolgico" a lo que no es msque un momento histricamente determinado del capitalismo: aquel donde se borran muchassolidaridades y barreras nacionales y se disuelven identidades sociales, consolidadas durante lasetapas previas del capital. De este modo le atribuyen rango falsamente universal a una realidadsocial por ejemplo la proliferacin de discursos polticos fragmentados y aislados, la dispersin delos movimientos sociales, la esquizofrenia de las antiguas subjetividades, etc. que es bien particular y caracterstica de esta etapa de la expansin del desarrollo capitalista.

    Entendemos con Gramsci que toda afirmacin filosfica que se postule como algo universal almargen de la historia y la poltica se convierte en pura metafsica. Las verdades de la metafsica notienen tiempo ni espacio, son (falsamente) universales y abstractas. Estn separadas de la vida histrica de la humanidad; en sus formulaciones hacen completa abstraccin de dicha historia yjams explicitan los condicionamientos sociales de los que surgen los trminos planteados [vaseAntonio Gramsci: Cuadernos de la crcel. Edicin crtica de Valentino Gerratana. Mxico, ERA,2000. Tomo 4, pp.266].

    Tanto el posmodernismo, como el posestructuralismo y el posmarxismo comparten, a pesar susademanes minimalistas y relativistas, esta metodologa de pensamiento. Por eso consideramosque son metafsicas de "la pluralidad", del "flujo del Deseo", de la "diversidad del Otro", de "losPoderes locales",etc., etc.).

    Entonces, estas metafsicas gritan al unsono: Ya no hay sujeto!. Con qu los reemplazan? Puespor una proliferacin de multiplicidades o "agentes" sin un sentido unitario que los articule o losconforme como identidad colectiva a partir de la conciencia de clase y las experiencias de lucha.

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  • Si fuese verdad que ya no hay sujetos, entonces desapareceran como por arte de magia todaalienacin, todo aislamiento obligado, toda soledad impuesta, todo sufrimiento inducido, todamanipulacin meditica, todo aplastamiento de las experiencias de rebelda radical, toda represin de la cultura y la sexualidad, toda prohibicin de la cooperacin social, toda explotacin y, porsupuesto, todo fetichismo.

    Qu resta entonces? Pues tan slo... esquizofrenia, desorden lingstico, descentramiento de laconciencia otorgadora de sentido y ruptura de la cadena significante, predominio del espacioaplanado de la imagen por sobre el tiempo profundo de la historia sobre la cual se estructura la memoria y la identidad (individual y colectiva).

    Para esta singular manera de abordar la filosofa y las disciplinas sociales, la lucha de clases y laconciencia de clase que se verifican y construyen en la historia se evaporan en lo insondable deuna misma fotografa instantnea mejor dicho, atemporal o ajena al tiempo fuera de foco, quese desmembra en mil imgenes difusas y yuxtapuestas en un collage y un pastiche sin contornosdefinidos. Con el olvido de la historia y la cancelacin de la lucha de clases tambin se evapora el sujeto, se anula su identidad y se archiva su memoria, es decir, desaparece toda posibilidad decrtica y de oposicin radical al capitalismo y a su vida mediocre, inautntica, mercantilizada,serializada y cosificada.

    Lo que impregna todo este emprendimiento filosfico que pretende enterrar a la dialctica; quedesde los cmodos sillones de los despachos universitarios se atribuye autoridad como para labrarel acta de defuncin de todo sujeto revolucionario; que propone expurgar de las ciencias socialesla herencia de la lgica dialctica de las contradicciones explosivas; que intenta abandonar parasiempre toda perspectiva de confrontacin con los Estados por su carcter supuestamentejacobino; que suea, ilusoriamente, con garantizar el pluralismo sin plantearse la revolucin es, endefinitiva, una visin poltica que renuncia a la lucha revolucionaria contra el capitalismo. No esms que la legitimacin metafsica de la impotencia poltica.

    Pero esta legitimacin no se hace en el lenguaje ingenuo del socialismo moderado de fines delsiglo XIX, sino a travs de toda una serie de giros y neologismos filosficos, polticos, tericos;repletos de eufemismos, ademanes y puestas en escena, que no logran proporcionar una nuevateora, superior y con mayor poder de explicacin y de intervencin que la tradicin marxista.

    As, rpidamente y sin trmites molestos, la literatura filosfica de la Academia post 68abandona de un plumazo las categoras crticas de estirpe marxista que cuestionan el fetichismode la sociedad mercantil capitalista y su fragmentacin social, hoy mundializada hasta lmites extremos.

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  • De la gran teora al "giro lingstico" y al microrrelato

    La mirada crtica de la dominacin y la explotacin capitalista se desplaz a partir de esos aosdesde la gran teora centrada, por ejemplo, en el concepto explicativo de "modo de produccin"entendido como totalidad articulada de relaciones sociales histricas al relato micro, desde elcuestionamiento del carcter clasista del aparato de estado a la descripcin del enfrentamientocapilar y a la "autonoma" de la poltica, desde el intento por trascender polticamente la conciencia inmediata de los sujetos sociales a la apologa populista de los discursos especficospropios de cada parcela de la sociedad.

    Pero la mutacin filosfica no se detuvo all. En el denominado "giro lingstico" que promovieronlas metafsicas "post" perspectiva que sin duda mantiene una deuda permanente con la herenciade Martn Heidegger y sus neologismos insufribles, el mundo social se vuelve pura imagen yrepresentacin, perdiendo de este modo su peso especfico en aras del lenguaje y el mero discurso(ya sea consensuado, como en la comunicacin moderna e ilustrada de Habermas, o noconsensuado, como en la diffrance posestructuralista de Derrida). De esta manera, la praxisrevolucionaria y la transformacin radical se disuelven, por decreto filosfico, en el aire voltil de lapura discursividad. La sociedad capitalista queda sancionada, administrativamente y con el selloprestigioso de las metafsicas acadmicas "post", como algo eterno. Slo nos resta seguirpataleando y protestando en el mbito local y en el micromundo de los movimientos sociales; esos, con la condicin de que cada uno permanezca encerrado en su propia problemtica y todos semantengan recprocamente ajenos.

    Frente a esta descripcin, podra quizs argirse que el posestructuralismo y el posmodernismoson corrientes diversas y que no conviene confundirlas incluyndolas bajo el mismo paraguas.Podra ser. Nosotros, en cambio, compartimos la opinin de Fredric Jameson, quien en 1989sostena que "contino afirmando que la teora contempornea (es decir, el posestructuralismoesencialmente), ha de ser comprendida como otro fenmeno posmoderno ms" [vase FredricJameson: "Marxismo y posmodernismo". En Ensayos sobre el posmodernismo. Buenos Aires, ImagoMundi, 1991. pp.124].

    Tambin podra plantearse que dentro mismo del posestructuralismo sera posible distinguir doscorrientes: la de aquellos que reducen toda la realidad social a un plano nicamente textual (porejemplo Derrida) y la de aquellos otros que s admiten una realidad extradiscursiva, donde conviven lo dicho y lo no dicho (por ejemplo Foucault). Sin embargo, ambos tienen un mismo suelocomn estructurado sobre el abandono de la categora de sujeto, la dificultad para fundamentaruna oposicin radical al conjunto del sistema capitalista como totalidad y la ausencia de una teoraque permita pensar la praxis colectiva transformadora a partir de su propia historia.

    El triste fetichismo del fragmento alegre

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  • Las instancias y segmentos que conforman el entramado de lo social se volvieron a partir deentonces absolutamente "autnomas". El fragmento local cobr vida propia. Lo micro comenz aindependizarse y a darle la espalda a toda lgica de un sentido global de las luchas. La clave especfica de cada rebelda (la del colonizado, la de etnia, pueblo o comunidad oprimida, la degnero, la de minora sexual, la generacional, etc.) ya no reconoci ninguna instancia dearticulacin con las dems. Cualquier intento por integrar luchas diversas dentro de un arcocomn era mirado con desconfianza como anticuado. "Nadie puede hablar por los dems", seafirmaba con orgullo. "Toda idea de representacin colectiva es totalitaria". Cada dominacin quesaltaba a la vista para ponerse en discusin slo poda impugnarse desde su propia intimidad,convertida en un guetto aislado y en un "juego de lenguaje" desconectado de todo horizonte globaly de toda traduccin universal.

    De este modo, con la ayuda de los grandes monopolios de la comunicacin que inducan ypropagandizaban este tipo de pensamiento, se termin avalando y enalteciendo como el mximode lo posible la inorganicidad, el culto de lo "espontneo", la micropoltica del nicho y la falta de una mnima estrategia poltica comn a largo plazo. Las luchas por las diferencias (culturales),aunque justas en sus reclamos especficos, terminaban dejando intacto el modo de produccincapitalista en su conjunto. Despeinaban al sistema arrancndole paulatinamente reformas queampliaban la "tolerancia" hacia los nuevos sujetos sociales pero no lo heran de muerte en sucorazn.

    Los casos emblemticos del Ejrcito norteamericano invasor genocida de varios pases al mismotiempo y perro guardin de los grandes capitales dejando ingresar en sus filas a loshomosexuales, otorgando altos rangos jerrquicos a miembros de la comunidad latina o afroamericana y permitiendo que la tortura a los detenidos en las prisiones de Irak sean aplicadastambin por mujeres estadounidenses estaban encaminados en la misma direccin que laadoptada por el gobierno republicano de George W. Bush cuando design a una mujer de razanegra como consejera de seguridad es decir, vocera pblica de la extrema derecha imperialista.Todos estos casos resultan sumamente expresivos de esta poltica de "tolerancia", "pluralismo" y"respeto de la diversidad", reclamada con fervor... por las metafsicas "post".

    Los poderosos festejaban. Haban logrado conjurar slo momentneamente, como despusqued demostrado la amenaza del viejo topo revolucionario que tanto los haba molestadodurante los 60.

    Cualquier reclamo de guetto particular, si no apunta contra el sistema en su conjunto, resultaperfectamente neutralizable, integrable y asimilable en funcin de la dominacin!

    Separando artificialmente la dominacin patriarcal de la dominacin de clase, la opresin cultural

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  • de los pueblos coloniales y las comunidades indgenas del gran proyecto econmico expansionistadel imperialismo, el racismo del colonialismo, la destruccin sistemtica del medio ambiente de la "racionalidad" irracional de la acumulacin capitalista; cada movimiento social corri el riesgo detransformarse en un micro grupo y en una micro secta. Cada poltica en una micro poltica. Cadaprotesta en un reclamo molecular. Cada grito colectivo en un susurro local. Repudiando la polticade clases y todo tipo de organizacin poltica transversal no slo las tradicionales, burocrticas yreformistas, sino toda poltica en general se trat por todos los medios de mantener a cadamovimiento social dentro de su propia parcela y su carril especfico para que no se suelten lasriendas.

    As, mediante esta fetichizacin de los particularismos, se poda ir neutralizando, cooptando eincorporando una a una, cada protesta que surga, desgajada de cualquier posible peligrosidad o contagio anticapitalista con la que tena inmediatamente al lado.

    En 1990, en plena euforia neoliberal, David Harvey sintetiz esas posiciones ideolgicas delsiguiente modo: "El posmodernismo nos induce a aceptar las reificaciones y demarcaciones, y enrealidad celebra la actividad de enmascaramiento y ocultamiento de todos los fetichismos delocalidad, lugar o agrupacin social, mientras rechaza la clase de metateora que puede explicarlos procesos econmico-polticos (flujos monetarios, divisiones internacionales del trabajo,mercados financieros, etc.) que son cada vez ms universalizantes por la profundidad, intensidad,alcance y poder que tienen sobre la vida cotidiana". [vase David Harvey: La condicin de laposmodernidad. Investigacin sobre los orgenes del cambio cultural. Buenos Aires, Amorrortu,1998. pp.138].

    El posestructuralismo y sus derivados "posmarxistas" se limitaron a merodear sobre este ramilletede conflictos puntuales fetichizados, sin cuestionar jams el modo de produccin capitalista, elarmazn que subsume y reproduce de manera ampliada esas diversas opresiones.

    Cabe preguntarse: por qu no pueden cuestionar ese ncleo inconfesado pero omnipresente?Por qu divorcian, por un lado, la opresin de gnero, la discriminacin hacia las nacionalidades,etnias y culturas oprimidas por el imperialismo, la destruccin del medio ambiente y el autoritarismo de la institucin escolar que oprime a los jvenes; y por el otro, las dominaciones declase, la explotacin de la fuerza de trabajo, la subsuncin de todas las formas de convivenciahumana bajo el imperio absoluto del valor de cambio, el dinero y el poder del capital?

    La respuesta no es tan compleja, como podra parecer cuando se leen las artificialmentecomplicadas elucubraciones neolacanianas de Slavoj Zizek o las referencias al ltimo LudwigWittgenstein en Ernesto Laclau o en otros textos posestructuralistas. Nosotros pensamos que ese divorcio no es inocente ni accidental. Bajo esa jerga, pretenciosamente erudita, distinguida,presumida y aristocratizante, se esconden verdades del sentido comn.

    La razn estriba en que para todos ellos los conflictos terminan siendo externos y ajenos alcorazn de las relaciones sociales del capitalismo. Por lo tanto, solucionables y superables en el

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  • horizonte de una supuesta y enigmtica "democracia absoluta" segn Negri o "democraciaradical" segn Laclau que, oh casualidad!. dejan intacto el rgimen capitalista.

    Para la mayora de las corrientes posmodernas y posestructuralistas el capitalismo, en ltimainstancia, puede ser compatible con "el respeto al OTRO", "el dilogo democrtico", la "nodiscriminacin", etc. La "radicalizacin de la democracia" (capitalista) como ltimo horizonte implica un abandono muy claro, no siempre explicitado, ni siquiera por los "posmarxistas": laperspectiva de la revolucin socialista y la lucha por el poder para la transformacin radical de lasociedad desaparecen rpidamente de escena.

    "Pluralismo" o tentacin liberal?

    Las metafsicas "post" no hicieron ms que girar y girar en torno a la pluralidad de relacionescristalizadas y congeladas en su dispersin. Las enaltecieron en su carcter de singularidadesirreductibles a toda convergencia poltica que las articule contra un enemigo comn: la explotacin generalizada, la subordinacin (formal y real) y la dominacin del capital. De estamanera, bajo la apariencia de haber superado por anticuada la teora marxista de la lucha declases en funcin de una supuestamente "radicalizada" teora de la multiplicidad de puntos enfuga y una variedad de ngulos dispersos, lo nico que se obtuvo como resultado palpable fue unanueva frustracin poltica al no poder identificar un enemigo concreto contra el cual dirigir nuestros embates y nuestras luchas. Las metafsicas "post" elevaron a verdad universal, incluso con rangoontolgico, la impotencia poltica de una poca histrica determinada.

    De esta manera, bajo el dialecto "pluralista" y "libertario", se termin recreando en trminospolticos la aeja herencia liberal que situaba en el mbito de lo singular la verdad ltima de loreal. De la mano de un argot neoanarquista meramente discursivo y puramente literario (que pocoo nada tiene que ver con la combatividad de los heroicos compaeros obreros anarquistas que enArgentina, para dar un solo ejemplo, encabezaron las rebeliones clasistas de la Patagonia durante los aos 20 o en Espaa durante los aos 30) se termina relegitimando el antiguo credo liberalde rechazo a cualquier tipo de poltica global y de refugio en el mbito aparentementeincontaminado de la esfera privada.

    Con menos inocencia que en el siglo XVIII... ahora, este liberalismo filosfico redivivo que se valede la jerga libertaria nicamente como coartada legitimante para presentar en bandeja "deizquierda" viejos lugares ideolgicos de la derecha ya no lucha contra la nobleza ni contra lamonarqua. Enfoca sus caones con el fin de neutralizar o prevenir toda tentacin que apunte aconformar en el seno de los conflictos contemporneos cualquier tipo de organizacinrevolucionaria que exceda la mera lucha reivindicativa de guetto o el inofensivo poder local.

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  • Que muchos de los motivos ideolgicos posestructuralistas, formalmente "neoanarquistas",corresponden en realidad al liberalismo no constituye slo nuestra opinin. Tambin lo haplanteado Alex Callinicos cuando, refirindose a la controvertida lectura que hace Foucault sobre la rebelin europea de 1968, sostiene que la suya: "implica una interpretacin particular de mayo de1968 que rechaza el intento de considerarlo una reivindicacin del clsico proyecto revolucionario socialista. Por el contrario, sostiene Foucault: lo que ha ocurrido desde 1968 y, podraargumentarse, lo que hizo posible es profundamente antimarxista 1968 involucra la oposicindescentralizada al poder, ms que un esfuerzo por sustituir un conjunto de relaciones sociales por otro. Un intento semejante slo poda haber logrado establecer un nuevo aparato de poder-saberen lugar del antiguo, como lo demuestra la experiencia de la Rusia posrevolucionaria. Foucaultbusca dar a este argumento en s mismo poco original, pues se trata de un lugar comn delpensamiento liberal desde Tocqueville y Mill un nuevo cariz, ofreciendo una explicacin distintivadel poder" [vase Alex Callinicos: Contra el posmodernismo. Edicin en espaol de julio de 1993. Enel sitio de internet: http://www.socialismo-o-barbarie.org/formacion/formacion_callinicos_postmodernismo_00.htm].

    Pero de todos modos, cabe hacerle justicia y reconocer que en la obra terica de Foucault existenalgunas vetas y reflexiones que los posmodernos acadmicos se encargan de pasarelegantemente por alto, completamente inasimilables a las metafsicas "post" queparadjicamente l mismo ayud a construir. Estamos pensando, principalmente, en algunospasajes de Vigilar y castigar y en algunas conferencias de La verdad y las formas jurdicas. En varios tramos de esos escritos, Foucault se desmarca de la metafsica del Poder (con maysculas ysin determinaciones de clase) que defiende en las entrevistas de Microfsica del poder para situar histricamente las instituciones de encierro y secuestro, remitindolas explcitamente al extendidoproceso de la acumulacin originaria del capital europeo.

    Si a pesar de todo su bagaje posestructuralista en algunas de sus obras Foucault sigue transitandopor la reflexin marxista y dejando de lado la metafsica, bastante distinto es el caso de losdenominados "nuevos filsofos" franceses. stos ex maostas pasaron rpidamente de sus antiguos grupsculos estudiantiles revolucionarios de 1968 a denunciar en 1976 y 1977 almarxismo como "filosofa del GULAG", para apoyar primero a la socialdemocracia y luegoincorporarse con bombos y platillos al neoliberalismo. Con amarga e irritada irona, el mismo Callinicos los describe del siguiente modo: "Los nouveaux philophes contribuyeron a convertir a laintelectualidad parisiense, en su mayora marxista desde la poca del Frente Popular y de laresistencia a la invasin alemana, al liberalismo. La izquierda parlamentaria accedi al gobiernoen 1981, por primera vez desde la Cuarta Repblica, en medio de un escenario polticocaracterizado por la desbandada del marxismo. Y mientras los antiguos miembros del maosmo seapresuraban a firmar declaraciones en favor de los contras nicaragenses, la izquierda engeneral estaba ya dispuesta a acoger a Nietzsche y a la OTAN".

    Ese fenmeno de reconversin ideolgica no fue privativo de la cultura "post" de Francia.Recordemos que en Italia, el gran enemigo filosfico de la dialctica hegeliana-marxista, LucioColletti, recorri el mismo camino para terminar bochornosamente en las filas polticas del clebre, culto y profundo pensador... Berlusconi.

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    http://www.socialismo-o-barbarie.org/formacion/formacion_callinicos_postmodernismo_00.htm

  • El auge "post"... un hijo de la derrota

    Las metafsicas "post" fueron hijas de una triple derrota.

    En Europa occidental afloraron con los desencantados por la derrota del 68, la desilusinelectoral que sobrevino en los 70 y la crisis del eurocomunismo.

    En EEUU se trat de la derrota de las rebeliones contra la dominacin racial (donde el podernorteamericano asesin sin piedad a sus principales lderes, desde los radicales como Malcolm Xhasta los moderados, como Martn Luther King) y tambin de las protestas estudiantiles de los60.

    En Amrica Latina las represiones y genocidios militares con decenas de miles de desaparecidosy torturados en Argentina, Chile, Guatemala, Per, etc. ahogaron a sangre y fuego lasinsurrecciones armadas de los 60 y 70.

    Luego de esa triple derrota de los aos 70 prim la fragmentacin. Ante la ausencia de unacoordinacin ms general el nico recurso disponible consisti en mantener la resistencia de cadamovimiento social en su propio mbito y en su propia esfera, aunque todava no apareciera sobre el horizonte la posibilidad de sobrepasar ese lmite. Esa disposicin de las luchas, los aislamientosrespectivos y la fragmentacin poltica fueron hijas de la necesidad. No surgieron como productode un plan estratgico sino como el resultado completamente fortuito, azaroso y espontneo delconflicto social.

    Slo despus de que esto sucedi vinieron las legitimaciones a posteriori, post festum, de lasmetafsicas "post" que transformaron la necesidad en virtud.

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  • En Europa occidental su cuna de nacimiento originaria esa aceptacin jubilosa y entusiasta delposmodernismo y el posestructuralismo estuvo vinculada al mundo social de un nuevo segmentode las capas medias acomodadas y bien remuneradas (dedicada a tareas de gerenciamiento ysupervisin con altos salarios) que se beneficiaba con una poltica de sobreconsumo selectivo,tpica de la era Thatcher y sus aclitos continentales. Esos segmentos econmicos en ascensoalgunos de ellos se hicieron famosos como "yuppies" eran legitimados acrticamente por "loshijos de Marx y la Coca Cola", tal como Alex Callinicos denomina a la generacin de jvenes intelectuales desencantados con el fracaso de 1968 y reconvertidos aceleradamente al sistema.

    En el caso de Estados Unidos, la moda "post" ingres fundamentalmente de la mano acadmica,aos despus de que las fuerzas de represin estatales lograran neutralizar la combativa oposicinnegra de los 60 y de que decayera el movimiento de oposicin a la guerra de Vietnam. All, enterritorio norteamericano, la operacin ideolgica consisti en despolitizar completamente la crticacultural que haba caracterizado tanto a la Escuela de Frankfurt (exiliada en EEUU ante el ascensonazi) como al materialismo cultural de Raymond Williams y otros pensadores gramscianos delcircuito anglosajn. Sin poltica, y sobre todo... sin marxismo, la crtica socialista de la cultura se transformaba en EEUU en los inocuos "estudios culturales", perfectamente digeribles para laAcademia y sus censores de papers e insulsas revistas con referato.

    En los Estados Unidos, ese proceso de pasteurizacin y asepsia forzada de la teora crtica llegal extremo con los estudios "poscoloniales", una parodia lastimosa y miserable del anticolonialismomilitante de un Fanon, un Che Guevara o un Ho Chi Minh, por no mencionar a las Panteras Negraso a Malcolm X... Estudios que seguan proliferando como si en el mundo no pasara nada nuevo (yel colonialismo fuera apenas "un triste recuerdo del pasado") mientras los marines yanquiscontinuaban invadiendo pases y manteniendo dominaciones neocoloniales en defensa delpetrleo por donde se les d la gana hasta el da de hoy. Incluyendo torturas masivas (Irak,Guantnamo, etc.) como en las mejores "hazaas" de Vietnam o Argelia.

    En cambio, en Amrica Latina este fenmeno de expansin ideolgica fue ms complejo. Si bienes cierto que un buen nmero de adherentes a las metafsicas "post" se nutrieron durante toda ladcada del 80 de los circuitos acadmicos crecidos al arrullo de las becas de las fundacionessocialdemcratas europeas que comenzaban a cooptar intelectuales, principalmente exizquierdistas ahora arrepentidos, otro buen sector creci durante los 90 alentado por laproliferacin de las ONGs. Este segundo sector no siempre provena de la Academialatinoamericana, sino ms bien de la ex militancia de izquierda sobreviviente al genocidio dictatorial, en cuyo seno cal muy fuerte la derrota de la experiencia sandinista en 1990, lamomentnea soledad de la revolucin cubana, los ecos tardos del derrumbe sovitico y ladesilusin de las pomposamente denominadas "transiciones a la democracia" ocurridas tras lasretiradas de las dictaduras militares de los aos 70.

    En el caso de las vertientes latinoamericanas provenientes de la militancia, sin preocuparsedemasiado por la hermenutica rigurosa de los escritos foucaultianos, derridianos o deleuzinos, setermin repitiendo de modo acrtico la jerga "pluralista", pseudolibertaria y cuestionadora delmarxismo revolucionario de las vertientes europeas. Se compr ingenuamente, sin ningn balanceni beneficio de inventario, todo el paquete de la desmoralizacin eurocomunista de los aos 70. Aunque en los 90 se intent legitimar esa operacin apelando a la autoridad del zapatismo y a lamentada "autonoma de los pueblos originarios" de la comunidades indgenas, estas corrientes de

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  • Amrica latina terminaron hablando sumisamente la lengua del ventrlocuo europeo. As, con unfiltro y lentes europeos se interpret, por ejemplo, la rebelin argentina de diciembre de 2001.Haba que hacer entrar con frceps, a como diera lugar, toda rebelin latinoamericana dentro dellecho acadmico de Procusto de las metafsicas "post".

    Con el falso supuesto y el engaoso argumento de que los relatos hermenuticos posmodernos ylas metafsicas acadmicas posestructuralistas nacen... del suelo indgena (?) y brotan... de lasculturas originarias (?), una vez ms, como haba ocurrido tantas otras veces, se terminaba adoptando como propio un discurso terico forjado exclusivamente a partir de una experienciapoltica lejana y ajena: la de aquella generacin europea derrotada en 1968, desilusionada durantetoda la dcada del 70 y finalmente incorporada al sistema durante los 80.

    Las metafsicas "post", como ideologa legitimadora de la impotencia poltica, constituyeron anivel global el espritu de una poca bien determinada: la de la ofensiva neoliberal y la euforiacapitalista. Una poca que, gracias a la rebelda generalizada por todo el mundo desde mediadosde los aos 90, felizmente ha dejado de ser la nuestra.

    Hipstasis fetichista y poder en las metafsicas "post".

    Uno de los mecanismos discursivos reconocibles, bastantes pueriles por cierto, que se pusieron demoda en los estudios culturales y los escritos polticos (incluso de izquierda) a partir de la difusinde las metafsicas "post", consiste en reemplazar los nombres singulares por los plurales... como siel simple y mecnico agregado de un letra "s" proporcionara una nueva manera de comprender elmundo.

    De esta forma, la resistencia se convierte en "las resistencias"; la alternativa en "las alternativas",el capitalismo en "los capitalismos", el imperialismo en "los imperialismos" y as de corrido. Lamoda de las "s" que se agregan arbitrariamente en cualquier lugar, cuando hacen falta y tambincuando no, al oscurecer en lugar de aclarar, constituyen uno de los tantos sntomas de frivolidady superficialidad tpicos del pensamiento poltico que viene asociado a las metafsicas "post".(Hablamos en este caso de "metafsicas" en plural, no por seguir esta moda que describimos, sinoporque en este caso realmente son muchas, aunque todas se estructuran sobre un patrn similar).Frivolidad y superficialidad donde "el estilo es el mensaje" ya que la forma literaria, muchas vecesinformal, revulsiva e iconoclasta, termina por opacar el contenido poltico de fondo.

    Pero no todo es cuestin de estilo. Parte de la operacin fetichista presupuesta por las diversasmetafsicas "post" remite a una cuestin ms terica. Ese contenido que excede la mera formaliteraria consiste en hipostasiar diversas instancias de la vida y las relaciones sociales, aislndolas,

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  • separndolas del resto, otorgndoles un grado superlativo de existencia por sobre el conjunto y, enlugar de ubicarlas como parte integrante de la totalidad social, se las termina convirtiendo en elnico Dios todopoderoso que en su absoluta exclusividad explicara la reproduccin del ordensocial. Ese mecanismo de pensamiento que genera la hipstasis fetichista est presente en todoslos emprendimientos "post" nacidos en Pars en los 70, consolidados durante los 80 en Europaoccidental y difundidos por todo el orbe durante los 90.

    En cada una de las metafsicas "post" esa hipstasis asume un nombre distinto, pero la operacinpresupuesta es la misma. Puede llamarse Ideologa (en el Althusser tardo); Poder (en Foucault); Discurso (en Laclau); Diferencia (en Derrida); Poder-potencia constituyente (en Negri), Interpretacin (en Vattimo), Deseo (en Deleuze y Guattari), etc., etc. Siempre escrito conmaysculas.

    Todas estas metafsicas se quejan, critican y polemizan contra un supuesto reduccionismomarxista (tpico en todo caso del viejo stalinismo, hace aos devaluado y sin grandesrepresentantes en el mundo de los debates cientficos) que estara centrado en La Economa. Sinembargo, por vas y caminos diversos, estas metafsicas terminan reemplazando el reduccionismodel "factor" econmico por otros reduccionismos homologables y equivalentes, sin poder superar eldesmembramiento fetichista que en su calculada dispersin impide comprender el capitalismocomo una totalidad (articulada e histrica) de relaciones sociales.

    La discutible metfora arquitectnica de "la base y la superestructura" bastante inoperante, porcierto, dado su dualismo entre economa y poltica y su esquematismo fue reemplazada por otrotipo de metforas igualmente cuestionables cuyos trminos ya no reconocan ningn centro, ninguna condensacin de enfrentamiento ni planificacin de los encuentros frente al poder en lascoordenadas del tiempo y el espacio. Toda planificacin de los encuentros y toda estrategia a largoplazo se torn (no slo poltica sino tambin lgica y ontolgicamente) imposible.

    Es ms. Las representaciones filosficas y polticas de ese perodo ya ni siquiera reconocan unpoder central contra el cual confrontar. Llevando al extremo ese ejercicio terico, la lgica polticase transform en un racimo infinito de lgicas diversas, fragmentadas, brutalmente dispersas yestructuradas sobre lenguajes recprocamente intraducibles. No hay poder, hay poderes!, segritaba con nfasis desde las proclamas filosficas post 68 que como demostr David Harvey abrieron la puerta con un ademn contestatario y una jerga de izquierda al conformismoposmoderno.

    Si ya no hay un poder central contra el cual pelear, si ya no existe un espacio privilegiado deenfrentamiento donde el variado conjunto de explotadores y opresores encuentra una trincheracomn para garantizar la reproduccin del orden social, entonces no hay manera de proponerse una oposicin radical y cambios totales de sistema. Ya no hay posibilidad de revolucin, no porquemomentneamente no tengamos fuerza suficiente sino porque es... lgicamente imposible.

    Qu nos queda entonces? Pues slo nos resta el ensimismamiento de cada movimiento social

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  • dentro de su propio circuito y el reclamo por reformas puntuales en esos mbitos. La poltica seprivatiza y pierda capacidad de generalizarse y de luchar por una emancipacin para todos ytodas. Con gestos "libertarios" y con lenguaje contestatario se terminan reflotando las antiguas yapolilladas doctrinas del reformismo social.

    De qu modo retorna el viejo reformismo? Pues con otra vestimenta y disfrazado para la ocasin,argumentando que como no hay manera de enfrentar al poder, entonces... nos conviene eludirtoda confrontacin. Dado que no hay modo de construir una estrategia de cambios radicales, entonces... nos conformamos con lo que existe o, a lo sumo, vamos avanzando de reforma enreforma. Las metafsicas "post" llaman "radicales"... a estas reformas, como si un mero ejercicionominal pudiera cambiar su carcter poltico.

    Pero, al menos, debemos reconocer que el antiguo reformismo finisecular por ejemplo de signobernsteniano era ms honesto: admita su debilidad frente al poder del capital argumentando quesu estrategia evolutiva evitaba "la violencia en la historia" y la persecucin del movimiento obreroo su ilegalizacin. En cambio, las nuevas formulaciones posmodernas ni siquiera tienen lafranqueza que todava conservaba Bernstein (quien, como buen reformista, era tambin un frreoopositor al mtodo dialctico...). Eluden la realidad y la transformaban en un mero discurso,haciendo de la necesidad virtud, de la debilidad fortaleza, metamorfoseando el ms puroreformismo en una supuesta... "nueva radicalidad" (puramente terminolgica, sin fuerza polticareal).

    La lgica integradora y globalizada del imperialismo

    Paradjicamente, aunque en la literatura filosfica acadmica de los aos 70-80-90 se produjoel festival del fragmento y el relato micro y predomin la religin fetichista de la parte aislada yseparada de toda lgica global que la comprenda y le otorgue sentido, en la vida econmica, poltica y militar el orden social del capitalismo tomaba exactamente un sentido inverso.

    Aunque desde sus mismos orgenes el capitalismo constituye un sistema mundial en constanteexpansin (tanto en extensin como en profundidad, tanto generalizando las subsuncionesformales como las reales, tanto a nivel geogrfico como a nivel social), nunca antes la historia

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  • asisti a semejante onda expansiva de las relaciones sociales mediadas por el dinero y el capital.

    En las nuevas relaciones sociales que comenzaron a gestarse tras la crisis del petrleo decomienzos de los aos 70, la crisis del dlar y el golpe de estado del general Pinochet que desdeAmrica latina inaugura el neoliberalismo a escala mundial, el ritmo del movimiento de la sociedad mercantil capitalista se acelera de una manera indita. En menos de dos dcadas elmercado mundial capitalista se engulle y fagocita el planeta completo, incorporando bajo sudominacin global a millones y millones de trabajadores que hasta ese momento intentaban viviren regmenes de transicin poscapitalista. Nada ni nadie qued al margen del mercado mundial.

    A partir de entonces, el proceso de expansin imperialista norteamericano posibilit ya no slo enel mbito europeo o latinoamericano sus tradicionales mbitos geogrficos de disputa sino aescala planetaria la imposicin autoritaria del american way of life.

    Segn advierte lcidamente Fredric Jameson: "toda esta cultura posmoderna, que podramosllamar estadounidense, es la expresin interna y superestructural de toda una nueva ola de dominacin militar y econmica norteamericana de dimensiones mundiales: en este sentido, comoen toda la historia de las clases sociales, el trasfondo de la cultura lo constituyen la sangre, latortura, la muerte y el horror" [vase Fredric Jameson: El posmodernismo o la lgica cultural delcapitalismo avanzado [tardo]. Barcelona, Paidos, 1995. pp.18-19].

    Esta lgica global generaliza valores e intereses, estandariza patrones de conducta, impone unnico idioma para los vnculos internacionales el ingls como lingua franca del dinero y el podere instala en todos los confines de la tierra una misma manera de ver y situarse en el mundo quehasta ese momento haban sido singulares a un Estado-nacin y sus dominios especficos.

    Mientras la filosofa posmoderna le rinde homenaje a la "Diferencia" y el liberalismo enaltece latolerancia hacia el "Otro" (con maysculas), el mercado mundial capitalista homogeneiza y aplanatoda diversidad. La identidad autoritaria del mercado de capitales y la integracin forzada en elsistema-mundo comienza a reinar, con bombardeos e invasiones, por sobre todos los oponentes ydisidentes, mientras filosficamente se legitima encubriendo y ocultando semejanteautoritarismo en nombre de "la Diferencia" y "la tolerancia". El pluralismo metafsico y el relativismo antropolgico constituyen el barniz decorativo con que se encubren los tanques ycazabombarderos norteamericanos y las misiones del FMI y el Banco Mundial.

    Durante los aos 80 y 90, cuando la filosofa universitaria y el mercado editorial sancionaban elreinado de lo micro y el fragmento, fuera de las aulas y de las libreras suceda exactamente todolo opuesto: se debilitaban o disolvan las identidades particulares en aras de una perversa ynefasta lgica global. El discurso de las metafsicas "post", enamorado ilusoriamente de lafragmentacin y de la dispersin en nombre de un seudo pluralismo, inverta completamente larealidad. Tomaba una cosa por otra, encubra la explosiva transformacin objetiva del mercadomundial suplantndolo discursivamente por las representaciones subjetivas de la Academia. Deeste modo legitimaba la dominacin social del capital.

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  • Casi al mismo tiempo que en el plano filosfico el posmodernismo y el posestructuralismotrataban durante los 80 y 90 de seducir a las distintas fracciones del campo popular con su cultoal fragmento, a lo micro y a la lucha dispersa y encerrada en sus respectivos guettos, en elterreno econmico los representantes de la ideologa neoliberal le recomendaban al capitalacelerar la globalizacin de las relaciones mercantiles a escala mundial.

    Por abajo, nos sugeran eludir o directamente abandonar la lucha por el poder; por arriba lesdecan que haba que endurecer la dominacin, la fuerza y el poder. Por abajo queranconvencernos de mirar nicamente nuestros respectivos ombligos (los obreros nicamente alproblema salarial, las mujeres a la dominacin patriarcal, los ecologistas a la destruccin delmedio ambiente, las minoras sexuales a la imposicin de un patrn nico de preferenciassexuales, etc.,etc.), sin poder cruzar las miradas; mientras por arriba les facilitaban el camino para alcanzar una poltica global del mercado frente a la sociedad. De este lado, con la vista cada vezms restringida a lo micro y a la punta de los zapatos, del otro lado del muro de la dominacin,cada vez ms abarcadores de lo macro.

    Entre el "arriba" y el "abajo", entre el posmodernismo y la mundializacin neoliberal delcapitalismo imperialista, entre el culto de la diferencia y la estandarizacin implacable del mercadocapitalista existe una estrecha relacin. Segn Fredric Jameson, ambas "parecen estar vinculadasdialcticamente, o al menos al modo de una antinomia insoluble".

    Cmo comprender esta coexistencia temporal, combinada pero desnivelada y desigual, entre eldiscurso filosfico y el econmico, entre las metafsicas "post" y el neoliberalismo?

    Desde nuestro punto de vista esa coexistencia no es caprichosa ni una mera yuxtaposicininconexa de discursos que solamente coinciden durante la misma poca cronolgica. Entre lalgica del fragmento desgarrado y solitario y la lgica de la integracin multinacional del mercado mundial que fagocita la totalidad de la sociedad planetaria existe una interconexin y unacomplementariedad ntima.

    Hoy en da no alcanza con sealar nicamente esa rara convivencia. Hay que dar cuenta de ella.Pues bien, existe una posible explicacin terica de esa aparente asimetra entre los discursoslegitimadores de la dominacin mundial y local, global y fragmentaria. Esa explicacin reside en lateora marxista del fetichismo, leda en clave eminentemente poltica. Esta teora, extraamente"olvidada" y archivada por los discursos acadmicos a la moda, nos puede permitir comprenderese desfase aparente entre posmodernismo y neoliberalismo, entre racionalidad de lo micro ylgica de lo macro.

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  • La gnesis de la teora del fetichismo y su nocin de sujeto

    A partir del cuestionamiento althusseriano clsico contra la teora del fetichismo qued asentadocomo un lugar comn indiscutido por todas las metafsicas "post" que dicha teora correspondera,supuestamente, a la ideologa "humanista" una mala palabra para toda esta jerga de un Marxjuvenil, insuficientemente socialista y todava inexperto. Un Marx que todava no haba elaboradosus propias categoras y conceptos, que giraba sobre una problemtica feuerbachiana, segnapuntaba Althusser. Durante varias dcadas se asumi ese dato como algo fiable y producto deuna lectura filolgica rigurosa y estricta. Sin embargo, la gnesis de dicha teora es ms complejade lo que se cree.

    En espaol, "fetiche" deriva del portugus "fetio", que significa "hecho de la mano del hombre".

    Es cierto que Marx utiliza por primera vez el trmino en el artculo "Debates sobre la leycastigando los robos de lea" (1842): "La provincia tiene el derecho de crearse estos dioses, pero,una vez que los ha creado, debe olvidar, como el adorador de los fetiches, que se trata de diosessalidos de sus manos".

    Posteriormente, en los Manuscritos econmico filosficos de 1844, retoma de la Fenomenologa delespritu de Hegel la categora de "alienacin" y el proceso de autoproduccin del ser humanocomo especie a partir del trabajo, entendido como mediacin y negatividad.

    Luego, a partir de los Grundrisse [los Elementos fundamentales para la crtica de la economapoltica de 1857-1858], Marx desarrolla el cuestionamiento del fetichismo pero comenzando por elfetiche dinerario, no por el mercantil.

    Ms tarde, en 1867, Karl Marx publica el primer tomo de El Capital. Un lustro despus, entre 1872 y 73, revisa y modifica nuevamente el texto para su segunda edicin alemana. Uno de lossegmentos que adquieren relieve en esta segunda edicin precisamente la ms madura, la msrevisada, la ms meditada de las que se publican en vida de Marx es "El carcter fetichista de lamercanca y su secreto". El tema del fetichismo ya estaba en la edicin de 1867, pero recin en lasegunda su autor lo separa del resto del primer captulo sobre la teora del valor y le pone esettulo especfico para destacarlo. Esta teora, por lo tanto, a pesar de la sesgada y unilateralexgesis althusseriana que durante dcadas se adopt como "el ltimo grito" en la filologamarxista, corresponde a la ltima escritura de la obra. La de madurez.

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  • All formula uno de los ncleos centrales con que El Capital cuestiona al capitalismo como sociedady a la economa poltica, por entonces su principal saber legitimante.

    No es aleatorio que durante el siglo XX, en Historia y conciencia de clase, una de las principalesobras del pensamiento marxista a nivel mundial, Gyrgy Lukcs haya sealado que el captuloacerca del fetichismo contiene y sintetiza todo el materialismo histrico, todo el autoconocimientode los trabajadores en cuanto conocimiento de la sociedad capitalista (cuando Lukcs formula estatesis an no haba ledo los Manuscritos econmico filosficos de 1844 pues entonces an no sehaban publicado).

    Filolgicamente puede demostrase que ese pasaje de la principal obra de Marx es uno de losresultados finales producto de sus miles y miles de pginas manuscritas y de las variasreelaboraciones de El Capital (este libro tuvo por lo menos cuatro redacciones. "El fetichismo de la mercanca y su secreto" corresponde a la ltima de todas).

    Aunque las teoras de la alienacin y el fetichismo tienen mucho en comn (ambas describeninversin de sujeto y objeto, personificacin y cosificacin), el fetichismo remite su explicacinexclusivamente a las relaciones mercantiles capitalistas. En los textos de 1867-1873 Marx abordaprocesos anlogos a los de 1844, pero eludiendo cualquier referencia a una supuesta "esenciahumana" perdida y alienada. En tanto proceso histrico que puede superarse en la historia, elfetichismo no tiene nada que ver con ninguna "esencia". No est en el corazn del individuometafsico...

    Por eso resulta un gravsimo error de las metafsicas "post" atribuir a la teora marxiana delfetichismo una nocin comn, burguesa, fija y liberal de "sujeto". Para Marx la idea de un sujetolibre y contractualista, cuyas decisiones son absolutamente racionales, totalmente soberanas yplenamente autoconscientes es una tpica ficcin jurdica (as lo remarca en innumerables pasajesde El Capital). sta es precisamente la actitud del sujeto moderno contractualista presupuesto porla economa poltica neoclsica y su racionalidad calculadora e instrumental. El tpico "sujeto libre"de la ideologa burguesa, particularmente preferido por el individualismo liberal opositor a todaforma de Estado (corriente por la cual, dicho sea de paso, no pocas metafsicas "post" sienten unaclara atraccin nunca confesada aunque muchas de ellas se presentan en lenguaje libertario).

    El sujeto del marxismo no es el sujeto cartesiano individual, propietario burgus de mercancas ycapital, autnomo, soberano, racionalmente calculador y constituyente del contrato (es decir: el homo economicus eternamente mentado por la economa poltica neoclsica, el contractualismoliberal y la teora de la eleccin racional). El sujeto que Marx y sus partidarios tienen en mente nose reduce a las determinaciones del varn, blanco, cristiano y burgus; elpropietario-ciudadano-consumidor individual.

    El sujeto del marxismo es un sujeto colectivo que se constituye como tal (incorporando las

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  • mltiples individualidades e identidades de grupo) en la lucha contra su enemigo histrico. Es elconjunto de la clase trabajadora, por eso constituye un sujeto colectivo, no nicamente individual.Su racionalidad no es instrumental ni calculadora. La teora poltica que intenta defender susintereses estratgicos no es el contractualismo de factura liberal ni su ontologa social corresponde a las mnadas aisladas y sin ventanas (de origen leibniziano), donde cada persona suconvierte a travs de la salvaje mediacin del mercado en un lobo para el hombre (Hobbes) ycuyas trayectorias individuales mtuamente excluyentes son organizadas por la "mano invisible"(de Adam Smith y sus discpulos contemporneos).

    Esta distincin elemental entre dos concepciones diametralmente opuestas y antagnicas acercadel sujeto debera estar en la base de toda discusin al respecto (si desaparece o no, si las cienciassociales lo disuelven o no, etc.) para evitar la sospechosa ambigedad y los numerosos malosentendidos sobre los cuales se estructura la mayor parte de las veces el cuestionamiento de lasmetafsicas "post" al marxismo.

    La teora del fetichismo, una reflexin "olvidada"

    En su teora crtica del fetichismo Marx sostiene que, a partir de la acumulacin originaria y elintercambio generalizado de mercancas, las condiciones de vida expropiadas a las masaspopulares se autonomizan, cobrando vida propia como si fueran personas. Este proceso histricogenera que las condiciones de vida transformadas en capital se vuelven sujetos y losproductores expropiados se vuelven objetos. La inversin fetichista consiste en que las cosas se personifican y los seres humanos, arrodillados ante ellas, se cosifican.

    Todo proceso fetichista combina histricamente la cosificacin y la personificacin, la aparenteracionalidad de la parte y la irracionalidad del conjunto social, la elevacin a mxima categora de lo que no es ms que un pequeo fragmento de la realidad.

    El fetichismo se caracteriza tambin por congelar y cristalizar cualquier proceso de desarrollo,

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  • definiendo discursiva o ideolgicamente alguna instancia de lo social como si fuera fija cuando enla vida real fluye y se transforma. Las relaciones sociales se "evaporan" sbitamente y su lugar esocupado por las cosas, las nicas mediadoras de los vnculos intersubjetivos a nivel social. Laaparente "objetividad absoluta" del orden social termina predominando por sobre lassubjetividades sujetadas al orden fetichista. Las reglas que rigen la vida de esa objetividad queescapa a todo control humano cobran autonoma absoluta y toman el timn del barco social. Sevuelven independientes de la conciencia y la voluntad colectivas. Son las reglas, los cdigos y lasleyes sociales ajenas a todo control racional y a toda planificacin estratgica las que rigen demanera desptica el curso de la vida humana.

    En El Capital la teora del fetichismo es la base de la teora del valor y de la crtica de la economapoltica. Si Adam Smith y David Ricardo se preguntaron en su poca por la cantidad del valor(cunto valen las mercancas?... de acuerdo al tiempo de trabajo socialmente necesario para reproducirlas), en cambio nunca se interrogaron por qu el trabajo humano genera valor?

    La respuesta a esta pregunta indita en la historia de las ciencias sociales remite precisamente ala teora crtica del fetichismo y al trabajo abstracto (aquel tipo de trabajo humano vivo que secosifica y cristaliza en sus productos como valor porque ha sido producido en condicionesmercantiles).

    La humildad de Marx siempre lo condujo, en sus libros e intervenciones pblicas y en sucorrespondencia privada, a reconocer que l no haba inventado ni descubierto la lucha de clases,ni la apropiacin del excedente econmico bajo sus diversas formas de manifestacin (renta terrateniente, inters bancario, ganancia industrial) ni siquiera el socialismo o el comunismo.

    S estaba orgulloso de haber descubierto la categora de plusvalor en su forma general(independientemente de la ganancia, renta e inters), la necesidad de un perodo de transicin alcomunismo bajo el poder de la clase obrera y lo ms importante para la crtica de la economa poltica: la diferencia entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto. En El Capital reconoce que "He sido el primero en exponer crticamente esa naturaleza bifactica del trabajo contenido en lamercanca [...] este punto es el eje en torno al cual gira la comprensin de la economa poltica".Igualmente, en su carta a Engels del 24/8/1867 le confiesa: "Los mejores puntos de mi libro son: Eldoble carcter del trabajo, segn que sea expresado en valor de uso o en valor de cambio (toda la comprensin de los hechos depende de esto, se subraya de inmediato en el primer captulo) [...]".

    En otra carta a Engels, del 8/1/1868, le agrega: "los economistas no han advertido un simplepunto: que si la mercanca tiene un doble carcter -valor de uso y valor de cambio-, entonces eltrabajo encarnado en la mercanca tambin debe tener un doble carcter [...] Este es, en efecto,todo el secreto de la concepcin crtica".

    Si haberlo descubierto tiene tanta importancia para su autor, en qu consiste pues el trabajoabstracto y qu vnculo mantiene esta categora con la teora crtica del fetichismo?

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  • El trabajo humano es "concreto" si produce "valores de uso", objetos que satisfacen directamenteuna necesidad. En cambio, si el trabajo humano produce objetos para el mercado, que slo sernconsumidos despus de haber sido intercambiados por dinero, en ese caso el trabajo es "abstracto" y el objeto producido es una mercanca que posee, no slo "valor de uso" sino adems"valor". La sociabilidad del trabajo abstracto es indirecta, est mediada por el mercado. Aunque alinterior de cada unidad productiva capitalista por ejemplo, un conglomerado multinacional deempresas se realizan trabajos privados, todos ellos son fragmentos del mismo trabajo socialglobal. Pero esa sociabilidad indirecta recin se manifiesta en el mercado. Al funcionar cada conglomerado u oligopolio de empresas de modo independiente y en competencia recproca, nohay planificacin del conjunto social (s puede haber planificacin o racionalidad parcial al interiorde cada conglomerado pero ello no es extensible al conjunto de la sociedad capitalista mundial).sta slo es posible si se socializan completamente los medios de produccin y se ejerce unaplanificacin democrtica y participativa de toda la clase trabajadora.

    La categora de "trabajo abstracto" est entonces estrechamente asociada a la teora crtica delfetichismo porque es la sociabilidad indirecta, post festum, realizada a posteriori (es decir, despusde haber sido producida) del trabajo social global la que se cosifica en los productos que cobran vida propia y terminan reinando en el capitalismo de nuestros das. Por ejemplo, la supuesta"burbuja financiera" de un dinero global que asume vida propia y aparentemente empieza a crecerpor s mismo, sin la mediacin productiva de ningn trabajo que lo genere, es un tpico productode relaciones fetichistas. Ese dinero global no es nada ms que la encarnacin cosificada deltrabajo social global realizado bajo formas mercantiles capitalistas. Al no poder controlar susmecanismos especficos de produccin, distribucin e intercambio mercantil, los sujetos colectivosde la sociedad capitalista globalizada terminan subordinndose a los avatares contingentes ycaprichosos del dinero autonomizado.

    Racionalidad de la parte, irracionalidad del conjunto

    El proceso de "disolucin del hombre" que las metafsicas "post" elevan a hipstasis ltima de larealidad y designan como sujeto borrado resulta plenamente explicable desde el ngulo de lateora crtica del fetichismo. Si los sujetos sociales del capitalismo tardo no pueden controlar sus

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  • prcticas, no pueden planificar racional y democrticamente la distribucin social del trabajocolectivo, de sus beneficios y sus cargas, en las distintas ramas y actividades sociales a escalaglobal, ello no deriva de algn principio inescrutable, insondable y metafsico...

    Por el contrario, responde a un proceso histrico y poltico estrictamente verificable. Es lasociedad mercantil capitalista que hoy ha alcanzado efectivamente dimensiones mundiales,aunque potencialmente las tuviera desde sus orgenes la que borra a los seres humanos, la quecancela sus posibilidades de decidir racionalmente el orden social, la que aniquila su soberanapoltica y la que ejerce un control desptico sobre su vida cotidiana y su salud mental. Esosprocesos tienen una explicacin mundana y terrenal. Por eso mismo se pueden combatir. Su ontologa es finita y endeble: depende tan slo del poder del capital. Nada menos pero nada msque del poder del capital.

    Es la lgica fetichista del poder del capital la que combina de modo desigual perocomplementario la privatizacin de la vida cotidiana con su culto a lo micro y al ghetto tpicos delposmodernismo con la expansin integradora y mundializada de los mercados globales promovida por el neoliberalismo; los discursos de las diferencias tnicas, religiosas y sexuales conla cultura serializada y homogeneizadora del mercado mundial.

    Esa misma lgica fetichista es la que articula la falsa racionalidad de las microsectas de parroquia,encerradas en sus parcelas segmentadas y dispersas, cultivadoras de sus juegos del lenguajeintraducibles, con la racionalidad mercantil del conjunto social que hoy funciona a escala internacional.

    Lo micro y lo macro, la lupa y telescopio, lo ntimo y lo absolutamente impersonal, constituyen doscaras de la misma moneda fetichista. Slo acabando con la lgica fetichista se podr superar eselacerante dualismo que desgarra con sus escisiones y enajenaciones cualquier proyecto poltico enpolos antinmicos irresolubles.

    Existen posibilidades realistas y viables para lograrlo? Creemos que s... a condicin deplantearnos la planificacin de una estrategia poltica de vasto aliento y a largo plazo. Unaestrategia que deber ser, al mismo tiempo, antiimperialista y anticapitalista a escala nacional,regional y global.

    Resistencia y nuevos tareas

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  • Afortunadamente ya no estamos como en los aos 80 o comienzos de los 90. Numerosas rebeliones (lo escribimos en plural porque de verdad fueron muchas) generalizaron la resistenciacontra el llamado "nuevo orden mundial". Mientras en los 80 y primeros 90 hablar deimperialismo pareca anacrnico y caduco, hoy el debate ha vuelto al centro de la genda poltica yterica.

    Como seala Fredric Jameson: "esa resistencia [a la imposicin norteamericana] define las tareasfundamentales de todos los trabajadores de la cultura para el prximo decenio y puede constituirhoy, en el nuevo sistema-mundo del capitalismo avanzado un buen vector para la reorganizacinde la nocin, tambin pasada de moda y excntrica, del imperialismo cultural, y hasta delimperialismo en general" [vase Fredric Jameson: "Nota sobre la mundializacin como problemafilosfico". En Actuel Marx: La hegemona norteamericana. Vol. III. Buenos Aires, 2000. pp.76].

    La resistencia al imperialismo y al capitalismo mundializado asume vertientes distintas. Desde lalucha armada de pueblos invadidos por el ejrcito norteamericano y sus asesores (como Irak,Afganistn o Colombia) hasta movilizaciones masivas contra la guerra en las principales ciudadeseuropeas e incluso en Nueva York, pasando por las tomas de tierras y haciendas en Brasil, loscortes de rutas y las fbricas recuperadas en Argentina, la movilizacin democrtica en Venezuelay la continuidad de una forma de convivencia socialista en Cuba, entre muchos otros ejemplos.

    A esas formas de lucha principales se agregan los diversos movimientos sociales que ya hemosmencionado en este trabajo: la lucha de los ecologistas, los homosexuales y las lesbianas, lacomunidad afroamericana, las comunidades indgenas, los colectivos antirrepresivos y okupas deviviendas, las cadenas de contrainformacin, etc.,etc.

    Fue un error defender la legitimidad de estos ltimos movimientos, aunque inicialmente nacierany se desarrollaran respectivamente aislados? De ningn modo! Esa primera forma de resistencia,todava dispersa e inorgnica, cumpli el papel positivo de cuestionar en los hechos los aparatospolticos burocrticos, las jerarquas ficticias y el mtodo administrativo y profundamenteautoritario del conocido "Ordeno y mando". Nada ms lejos del socialismo del futuro que elverticalismo burocrtico que reproduce al interior de nuestras filas el disciplinamiento jerrquicode la dominacin capitalista.

    No obstante ese papel inicialmente progresivo, la cristalizacin de esa forma determinada dedispersin y su perdurabilidad a lo largo del tiempo corren el riesgo de transformar lo que naci

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  • como impulso de resistencia en tiempos de derrotas populares y avance neoliberal del capital enalgo estanco, funcional al sistema de dominacin y explotacin. En otras palabras: alinstitucionalizar como algo permanente, cristalizado y fijo lo que correspondi a un momento particular de la historia del conflicto social, se termina eternizando la debilidad del movimientopopular.

    Si ya no estamos dispuestos a continuar festejando la dispersin ni a seguir defendiendo la actualfragmentacin, cul es la alternativa?

    Quizs la categora de "multitud", popularizada mediticamente por Toni Negri? Creemos queno. En nuestra opinin, este trmino expresa una falsa solucin para salir del pantano terico enque nos dejaron las metafsicas "post". Es ms, el mismo Negri constituye un heredero directo delltimo Althusser y un fiel continuador de esas metafsicas a las que no deja de rendir homenaje ensu libro Imperio [a este respecto, vase nuestro Toni Negri y los desafos de Imperio. Madrid,Campo de Ideas, 2002].

    Aunque cada dos oraciones Negri lo encubra asocindola con la repeticin de la palabra"comunismo" (un trmino altisonante pero que en su prosa est completamente vaco), elconcepto de "multitud" no es ms que la lgica derivacin de la fragmentacin posmoderna:inorgnica, desarticulada, dispersa, sin estrategia poltica ni capacidad de organizacin ni planificacin de los enfrentamientos con el capital a largo plazo.

    Nosotros pensamos que la tradicin marxista ha elaborado a lo largo de su historia otra teora(adems de la crtica del fetichismo) que nos puede resultar sumamente til para este debate. Setrata de la teora gramsciana de la hegemona, muchas veces despreciada y muchas otras bastardeada o manipulada hasta el lmite por las corrientes "post".

    De la fragmentacin a la teora de la hegemona

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  • Contrariamente a la caricatura economicista y "reduccionista" del marxismo que han construidolos representantes de las metafsicas "post", la filosofa de la praxis cuenta con una reflexin delargo alcance que bien puede servirnos para pensar una salida estratgica frente a las aporasentre lo micro y lo macro, y frente a la impotencia poltica del posmodernismo. Esa reflexin estsintetizada en la teora gramsciana de la hegemona (la de Antonio Gramsci, no la de susintrpretes posestructuralistas, unilaterales y socialdemcratas, como Ernesto Laclau).

    Al reflexionar sobre la hegemona Gramsci advierte que la homogeneidad de la conciencia propiade un colectivo social y la disgregacin de su enemigo se realiza precisamente en el terreno de labatalla cultural. He all su tremenda actualidad para pensar y actuar en las condiciones abiertaspor la globalizacin capitalista, su guerra ideolgica contra toda disidencia radical, su dominacincultural mundializada y su fabricacin industrial del consenso!.

    Gramsci no se adentra en los problemas de la cultura para intentar legitimar la gobernabilidadconsensuada y "pluralista" del capitalismo sino para derrocarlo. Sus miles de pginas tienen unobjetivo preciso: estudiar la dominacin cultural del sistema capitalista para poder resistir, generar contrahegemona y poder vencer a los poderosos.

    Qu es pues la hegemona?

    Comencemos a explicarla por lo que no es. La hegemona no constituye un sistema formal,completo y cerrado, de ideas puras, absolutamente homogneo y articulado (estos esquemasnunca se dan en la realidad prctica, slo en el papel, por eso son tan cmodos, fciles, abstractosy disecados, pero nunca explican qu sucede en una formacin social determinada).

    La hegemona, por el contrario, es un proceso de articulacin y unificacin orgnica de diversasluchas fragmentarias, heterogneas y dispersas, dentro de las cuales determinados grupos logranconformar una perspectiva de confrontacin unitaria sobre la base de una estrategia poltica y unadireccin cultural. A travs de la hegemona un grupo social colectivo (nacional o internacional)logra generalizar la confrontacin contra su enemigo enhebrando mltiples rebeldas particulares.

    Ese proceso de generalizacin expresa la conciencia y los valores de determinadas clasessociales, organizadas prcticamente a travs de significados y prcticas sociales.

    Como ha demostrado Raymond Williams la hegemona constituye un proceso social colectivopero que tambin impregna la subjetividad vivido de manera contradictoria, incompleta y hastamuchas veces difusa [vase Raymond Williams: Marxismo y literatura. Barcelona, Pennsula, 1980.pp. 130].

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  • Para ser eficaz y suficientemente "elstica", la dominacin cultural de las clases dominantes ydirigentes necesita incorporar siempre elementos de la cultura de los sectores dominados porejemplo, el "pluralismo", el culto a la diferencia o el respeto al "Otro" para resignificarlos ysubordinarlos dentro de las jerarquas de poder existente. En cambio, cuando la hegemona laejercen las clases subalternas y explotadas, el proceso de articulacin no tiene porqu manipularlas demandas singulares de los grupos que integran la alianza estratgica contrahegemnica.

    La hegemona es entonces idntica a la cultura pero es algo ms que la cultura porque incluyenecesariamente una distribucin especfica de poder e influencia entre los grupos sociales.

    Dentro del bloque histrico de fuerzas contrahegemnicas unidas por una alianza estratgica notodos los grupos tienen una equivalencia poltica absoluta. Segn ha demostrado Meiksins Wood,no todas las oposiciones al rgimen capitalista pueden alcanzar la misma potencialidadantisistmica. Por ejemplo, la lucha contra la discriminacin por motivos de raza o por determinadotipo de preferencia sexual, aunque totalmente legtima y a pesar de que forma parte insustituiblede un programa socialista de lucha contra el sistema, no posee el mismo grado de peligrosidad yantagonismo que atraviesa a la contradiccin entre la clase trabajadora y el capital.

    Meiksins Wood sugiere, con notable contundencia, que el capitalismo puede permear ciertopluralismo e ir integrando la poltica de las diferencias. Pero lo que no puede hacer jams, a riesgode no poder seguir existiendo y reproducindose, es abolir la explotacin de clase. Precisamentepor esto, dentro de la alianza hegemnica de fuerzas potencialmente anticapitalistas, aunquetodas las rebeldas contra la opresin tienen su lugar y su trinchera, el sujeto social colectivo que lucha contra la dominacin de clase debe jugar un papel aglutinador de la nica lucha que posee lapropiedad de ser totalmente generalizable: "mientras que todas las opresiones pueden tener lasmismas demandas morales, la explotacin de clases tiene una condicin histrica diferente, unaubicacin ms estratgica en el centro del capitalismo; y una lucha de clases puede tener unalcance ms universal, un mayor potencial para impulsar no slo la emancipacin de la clase, sinotambin otras luchas de emancipacin" [vase Ellen Meiksins Wood: Democracia contracapitalismo. La renovacin del materialismo histrico. Mxico, Siglo XXI, 2000. pp. 304-305].

    Hegemona no slo es consenso (como algunas veces se piensa en una trivializacin socialdemcrata del pensamiento de Gramsci), tambin presupone violencia y coercin sobre losenemigos. Para Gramsci no existe ni el consenso puro ni la violencia pura. Las principalesinstituciones encargadas de ejercer la violencia son los Estados (policas, fuerzas armadas,servicios de inteligencia, crceles, etc.). Las instituciones donde se ejerce el consenso formanparte de la sociedad civil (partidos polticos, sindicatos, iglesias, instituciones educativas,asociaciones vecinales, medios de comunicacin, etc.). Siempre se articulan y complementanentre s, predominando uno u otro segn la coyuntura histrica.

    Por ltimo, la hegemona nunca se acepta de forma pasiva. Est sujeta a la lucha, a laconfrontacin, a toda una serie de "tironeos". Por eso quien la ejerce debe todo el tiemporenovarla, recrearla, defenderla y modificarla, intentando neutralizar a sus adversarios

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  • incorporando sus reclamos como por ejemplo el respeto de las diferencias pero desgajados detoda su peligrosidad.

    Como la hegemona no es entonces un sistema formal cerrado, sus articulaciones internas sonelsticas y dejan la posibilidad de operar sobre ellas desde otro lado: desde la crtica al sistema,desde la contrahegemona (a la que permanentemente la hegemona del capital debe contrarrestrar). Si la hegemona fuera absolutamente determinante excluyendo todacontradiccin y toda tensin interna sera impensable cualquier disidencia radical y cualquiercambio en la sociedad.

    En trminos polticos, la teora marxista de la hegemona sostiene que los movimientos sociales ylas organizaciones revolucionarias de los trabajadores que no logren traspasar la estrechez de susluchas locales y particulares terminan presos del corporativismo, o sea limitados a sus interesesinmediatos.

    De la metafsica y el fetichismo al desafo de la hegemona

    La construccin de una poltica centrada en la bsqueda de la hegemona socialista nos permitirano slo superar los relatos metafsicos nacidos bajo el influjo de la derrota popular sino tambinrecrear una representacin unificada del mundo y de la vida, hasta ahora fragmentada por lafetichizacin de los particularismos. Sin esta concepcin totalizante se tornar imposible respondera la ofensiva global del capital imperialista de nuestros das con un proyecto altermundista,igualmente global, que articule y unifique las diversas rebeldas y emancipaciones frente a unenemigo comn.

    El desafo consiste en tratar de consolidar la oposicin radical al capitalismo construyendo ciertogrado de organicidad entre los movimientos sociales y polticos. La simple comunicacin virtual yano alcanza. Jug un papel importantsimo e insustituible durante la primera fase de la resistenciaal neoliberalismo, cuando venamos del diluvio y la dispersin absoluta. Pero hoy ya no es

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  • suficiente. La oposicin al sistema, si pretende ser eficaz y modificar realmente las relacionessociales de fuerza a nivel nacional, regional y mundial entre opresores y oprimidos/as, entreexplotadores y explotados/as debe asumir el desafo de construir fuerza social y bloque histrico, tendiendo a la convergencia de las ms diversas emancipaciones contra las mismas relacionessociales del capital.

    Ponencia presentada en el Encuentro Internacional Civilizacin o Barbarie: Desafos y problemasdel mundo contemporneo. Portugal, 2004

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