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INTRODUCCIÓN José Ingenieros, nacido en 1877 y muerto en 1925, es uno de los escritores más difundidos en Latinoamérica desde su tiempo hasta el presente. Debe su popularidad a varios factores, no sólo a su obra escrita, sino también a su labor universitaria y muy especialmente al interés con que en toda ocasión escuchó a los jóvenes y los apoyo en sus aspiraciones de progreso cultural y social. Ingenieros compartió el pulso del mundo. Vivió y comentó con apasionado interés los acontecimientos mundiales de su época: la Revolución Mexicana de 1909, la Revolución Rusa de 1917, el movimiento Aprista en el Perú, y la Internacional del pensamiento creada en Francia por el grupo de intelectuales ¡Claridad!, que se formó en esa época. Es autor de diversas obras que en algún momento fueron de lectura obligatoria en nuestras escuelas: El Hombre Mediocre, Simulación de la Locura, Evolución de las Ideas en la Argentina, Las fuerzas Morales y otras. De la lectura de “Las Fuerzas Morales” surge que José Ingenieros intenta, según palabras de su prólogo, hacer una serie de “sermones laicos” que fueron publicados en diferentes revistas estudiantiles y universitarias entre 1918 y 1923, quinquenio que a su entender sería generador de un nuevo espíritu en nuestra América Latina. Cada generación renueva sus ideales, nos manifiesta el autor y la pregunta que nos hacemos es: ¿las nuevas generaciones, los renovaron, los mantuvieron, los cambiaron o los perdieron?

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INTRODUCCIN Jos Ingenieros, nacido en 1877 y muerto en 1925, es uno de los escritores ms difundidos en Latinoamrica desde su tiempo hasta el presente. Debe su popularidad a varios factores, no slo a su obra escrita, sino tambin a su labor universitaria y muy especialmente al inters con que en toda ocasin escuch a los jvenes y los apoyo en sus aspiraciones de progreso cultural y social. Ingenieros comparti el pulso del mundo. Vivi y coment con apasionado inters los acontecimientos mundiales de su poca: la Revolucin Mexicana de 1909, la Revolucin Rusa de 1917, el movimiento Aprista en el Per, y la Internacional del pensamiento creada en Francia por el grupo de intelectuales Claridad!, que se form en esa poca. Es autor de diversas obras que en algn momento fueron de lectura obligatoria en nuestras escuelas: El Hombre Mediocre, Simulacin de la Locura, Evolucin de las Ideas en la Argentina, Las fuerzas Morales y otras. De la lectura de Las Fuerzas Morales surge que Jos Ingenieros intenta, segn palabras de su prlogo, hacer una serie de sermones laicos que fueron publicados en diferentes revistas estudiantiles y universitarias entre 1918 y 1923, quinquenio que a su entender sera generador de un nuevo espritu en nuestra Amrica Latina. Cada generacin renueva sus ideales, nos manifiesta el autor y la pregunta que nos hacemos es: las nuevas generaciones, los renovaron, los mantuvieron, los cambiaron o los perdieron?

LAS FUERZAS MORALES

Por Jos Ingenieros

Cada vez que una generacin envejece y reemplaza su ideario por bastardeados apetitos, la vida pblica se abisma en la inmoralidad y en la violencia. En esa obra deben los jvenes empuar la Antorcha y pronunciar el Verbo: es su misin renovar el mundo moral y en ellos ponen su esperanza los pueblos que anhelan ensanchar los cimientos de la justicia. Libres de dogmatismos, pensando una humanidad mejor, pueden aumentar la parte de felicidad comn y disminuir el lote de comunes sufrimientos.

Los jvenes cuyos ideales expresan inteligentemente el devenir constituyen una Nueva Generacin, que es tal por su espritu, no por sus aos. Basta una sola, pensadora y actuante, para dar a su pueblo personalidad en el mundo.

La justa previsin de un destino comn permite unificar el esfuerzo e infundir en la vida social normas superiores de solidaridad. El siglo est cansado de invlidos y de sombras, de enfermos y de viejos. No quiere seguir creyendo en las virtudes de un pasado que hundi al mundo en la maldad y en la sangre. Todo lo espera de una juventud entusiasta y viril.

Cada generacin anuncia una aurora nueva, la arranca de la sombra, la enciende en su anhelar inquieto. Si mira alto y lejos, es fuerza creadora. Cada generacin abre las alas adonde las ha cerrado la anterior, para volar ms lejos, siempre ms.

La juventud aduna el entusiasmo por el estudio y la energa para la accin, que se funden en el gozo de vivir. El joven que piensa y trabaja es optimista, acera su corazn a la vez que eleva su entendimiento. No conoce el odio ni le atormenta la envidia. Cosecha las flores de su jardn y admira las del ajeno. Se siente dichoso entre la dicha de los dems. Re, canta, juega, ama, sabiendo que el hado es siempre propicio a quien confa en sus propias virtudes generadoras. Un brazo vale cien brazos cuando lo mueve un cerebro ilustrado; un cerebro vale cien cerebros cuando lo sostiene un brazo firme.

Los jvenes tocan a rebato en toda generacin; no necesitan programas que marquen un trmino, sino ideales que sealen el camino. La meta importa menos que el rumbo. Quien pone bien la proa no necesita saber hasta dnde va, sino hacia dnde. Los pueblos, como los hombres, navegan sin llegar nunca; cuando cierran el velamen, es la quietud, la muerte. Los senderos de perfeccin no tienen fin. Frente a los viejos que recitan credos retrospectivos, entonan los jvenes himnos constructivos. Es de pueblos exhaustos contemplar el ayer en vez de prepara el maana. Es misin de la juventud tomar a los ciegos de la mano y guiarlos hacia el porvenir. Arrastrarlos si dudan, abandonarlos si resisten.

El enamorado de un ideal, de cualquiera pues solo es triste no tener ninguno-, es una chispa; contagia a cuanto le rodea el incendio de su nimo apasionado. Los entusiastas despiertan los temperamentos afines, los conmueven, los afiebran, hasta traerlos a su propio camino; obran como si todo obedeciera a su gesto, como si hubiera fuerza de imn en sus deseos, en sus palabras, en el sonido mismo de su voz, en la inflexin de su acento. La juventud se termina cuando se apaga el entusiasmo. Solo el que ha poblado de ideales su juventud y ha sabido servirlos con fe entusiasta puede esperar una madurez serena y sonriente, bondadosa con los que no pueden, tolerante con los que no saben. Sin estudio no se tienen ideales, sino fanatismos, el entusiasmo vidente de los hombres que piensan no es confundible con la exaltada ceguera de los ignorantes.

No basta en la vida pensar un ideal: hay que aplicar todo el esfuerzo a su realizacin. Cada ser humano es cmplice de su propio destino; miserable es el que malbarata su dignidad, esclavo el que se forja la cadena, ignorante el que desprecia la cultura, suicida el que vierte la cicuta en su propia copa. Los jvenes deben ser actores en la escena del mundo, midiendo sus fuerzas para realizar acciones posibles y evitando la perplejidad que nace de meditar sobre finalidades absurdas.

La energa juvenil crea la grandeza moral de los pueblos, cada generacin debe llegar como ola vigorosa a romperse contra la mole del pasado para hermosear la historia con el iris de nuevos ideales; juventud que no embiste, es peso muerto para el progreso de su pueblo. Educando la energa, enseando a admirarla, se plasmarn nuevos destinos de los pueblos. Repitamos a la juventud de nuestra Amrica que ningn hermoso ideal fue servido por paralticos y obtusos; no pueden marchar lejos los tullidos, ni contemplar los ciegos un luminoso amanecer.

Los jvenes que no saben mirar hacia el pasado y trabajar par l, son miserables lacayos del pasado y viven asfixindose entre sus escombros.

El porvenir de los pueblos est en la libre iniciativa de los jvenes. La juventud se mide por el inquieto afn de renovarse, por el deseo de emprender obras dignas, por la incesante floracin de ensueos capaces de embellecer la vida. Joven es quien siente dentro de s la fuerza de su propio destino, quien sabe pensarlo contra la resistencia ajena, quien puede sostenerlo contra los intereses creados. Sin ideales no puede haber iniciativa.

Merece llamarse hombre libre el que tiene capacidad de iniciativa frente a la coercin ajena; la libertad moral es la aptitud para obrar en el sentimiento determinado por la propia experiencia, imprimiendo a la conducta el sello inequvoco de la personalidad.

Loados sean los jvenes que izan bandera de justicia para aumentar en el mundo el equilibrio entre el bienestar y el trabajo. Sin ellos las sociedades se estancaran en la quietud que paraliza y mata; la cristalina corriente del progreso, que jams se detiene. Loados los que conciben ms justicia, los que por ella trabajan, los que por ella luchan, los que por ella mueren. Son plasmadores del porvenir, encarnan ideales que tienden a realizarse en la humanidad.

El hombre justo se inclina respetuoso ante los valores reales; los admira en los otros y aspira a poseerlos l mismo. Ama a todos los virtuosos, a todos los que trabajan, a todos los que elevan su personalidad en el estudio, a todos los que aumentan con su esfuerzo el bienestar de sus semejantes.

Hay solidaridad en una comunin de hombres cuando la dicha del mejor enorgullece a todos y la miseria del ms triste llena a todos de vergenza. Sin esta fuerza que acomuna las voluntades y los corazones, imposible es realizar grandes ensueos colectivos; la cohesin de un pueblo depende exclusivamente del unsono con que ritmen las esperanzas, los intereses y los ideales de todos.

Gobernar un pueblo no es igualar a sus componentes, ni sacrificar alguna parte en beneficio de otras; es propender hacia un equilibrio que favorece la unidad funcional, desenvolviendo la solidaridad entre las partes, que son heterogneas sin ser antagnicas.

La heterogeneidad es natural, por la diferencia de aptitudes y de tendencias humanas; y es provechosa, porque engendra las desigualdades necesarias para las mltiples funciones de la vida social. Siendo naturales, las desigualdades no pueden suprimirse; ni convendra suprimirlas aunque se pudiese. La solidaridad consiste en equilibrarlas, creando la igualdad ante el derecho, para que todas las desigualdades puedan desenvolverse ntegramente en beneficio de la sociedad.

Violencia: reclamar derechos sin aceptar el cumplimiento de los deberes que les son correlativos. Injusticia: imponer deberes sin respetar los derechos correspondientes. Por eso la solidaridad puede considerarse definida en la ms sencilla frmula de moral social: Ningn deber sin derechos; ningn derecho sin deberes.

LA JUVENTUD ES, POR DEFINICIN, INQUIETA Y RENOVADORA.

La rebelda es la ms alta disciplina del carcter, templa la fe y ensea a sufrir, poniendo en un mundo ideal la recompensa que es comn destino de los grandes perseguidos; la humanidad venera sus nombres y no recuerda el de sus perseguidores. Juventud sin espritu, es servidumbre precoz.

Quien tiende hacia la perfeccin procura armonizar vida con sus ideales. Obran como si la felicidad consistiera en la virtud, se adquiere un sentimiento de fortaleza que ahuyenta el dolor y vence la cobarda. Todos los males resultan pequeos frente al supremo bien de sentirse digno de s mismo. La santidad es de este mundo; entran a ella los hombres que merecen pasar al futuro como ejemplos de una humanidad ms perfecta.

En toda lucha por un ideal se tropieza con adversarios y se levantan enemigos; el hombre firme no los escucha ni se detiene a contarlos. Sigue su ruta, irreductible en su fe, imperturbable en su accin. Quien marcha hacia una luz no puede ver lo que ocurre en la sombra.

Nada deben los pueblos a los que anteponen el inmediato provecho individual al triunfo de finalidades sociales, ms remotas cuanto ms altas; todo lo esperan de jvenes capaces de renunciar a bienes, honores, vida, antes que traicionar la esperanza puesta en cada nueva generacin.

Quien ame la grandeza de su pueblo debe ensear que el buen camino suele resultar el ms difcil, el que los corazones acobardados consideran peligroso. No merecen llamarse libres los que declinan su dignidad. Juventud que se entrega es fuerza muerta, pierde el empuje renovador.

Joven que piensas y trabajas, que sueas y amas, joven que quieres honrar tu juventud, nunca desees lo que slo puedas obtener del favor ajeno; anhela con firmeza todo lo que pueda realizar tu propia energa. Si quieres hincar tu diente en una fruta sabrosa, no la pidas; planta un rbol y espera. La tendrs, aunque tarde; pero la tendrs seguramente y ser toda tuya, y sabr a miel cuando la toquen tus labios. Si la pides, no es seguro que la alcances; acaso tardes en obtenerla mucho mas que si hubieras plantado el rbol, y, en tenindola, tu paladar sentir el acbar de la servidumbre a que la debes.

Cada hora, cada minuto, debe ser sabiamente aprovechado en el trabajo o en el placer. Vivir con intensidad no significa extenuarse en el sacrificio ni refinarse en la disipacin, sino realizar un equilibrio entre el empleo til de todas las aptitudes y la satisfaccin deleitosa de todas las inclinaciones. La juventud que no sabe trabajar es tan desgraciada como la que no sabe divertirse.

Combatir la injusticia es la manera eficaz de capacitar a los hombres para el bien; ser bueno sera ms fcil, y aun menos peligroso, cuando en todos los corazones vibrase la esperanza de que la bondad ser alentada, no encontrando el mal atmsfera propicia. Se puede, entretanto, cultivar la bondad donde existe, sembrarlo donde falta. Aunque el resultado inmediato fuera ilusorio, el esfuerzo de cada uno para abuenarse podra disminuir los obstculos que dificultan el advenimiento de una justicia cada vez menos imperfecta. La ilusin misma es una fuerza moral y sentirse ms bueno es mejorarse.

Con la bondad aumenta la propia dicha; el que no es bueno no puede creerse feliz. Pero es necesaria la bondad de todos para que sea completa la felicidad de cada uno, pues el que soporta la maldad ajena est condenado a sacrificarle alguna parte de su dicha. El problema individual de la conducta est implcito en el de la tica social, en cuanto la bondad se desenvuelve en funcin de la justicia.

Cada hombre joven debe buscar en torno suyo los elementos de renovacin que incesantemente germinan, cultivndolos en s mismo, alentndolos en los dems. La voluntad de vivir en continua ascensin y la energa para perseverar en el esfuerzo, exigen confianza en la dignidad propia y en la justicia social; quien logra fiar en ellas no necesita apoyarse en dogmatismos providenciales ni en preceptivas metafsicas.

La juventud es, de todas, la fuerza renovadora ms digna de confianza; los hombres maduros son rboles torcidos que difcilmente se enderezan, y los ancianos no podran destorcerse sin morir. Cada nueva generacin contiene grmenes de perfeccionamiento moral; guay de los pueblos en que los viejos logran ahogar en la juventud los ideales y rebeldas que son presagio de renovacin ulterior! Los que afirman la perennidad del orden moral presente conspiran contra su posible perfeccionamiento futuro.

La fe es pasin de servir un ideal; es eterna y eternamente se renueva, porque no implica una creencia particular, sino un estado de conciencia que puede coexistir con todas. Los que aman apasionadamente un ideal demuestran fe si lo predican con firmeza o lo defienden con herosmo.

Hora podr llegar en que los hombres jvenes no busquen la complicidad de utilitarios dioses, acaso inventados para consuelo de vctimas o para justificacin de verdugos; la fe acentuar entonces las fuerzas morales que les impongan buscar en la sabidura las fuentes insecables del deber y la responsabilidad. Y cuanto un hbito de siglos les haga mirar a lo alto, vern que un guila, el ideal, tiende sin cesar el ala hacia una estrella, sin alcanzarla nunca; la fe sobrevivir a todas las supersticiones, compeliendo al hombre hacia la perfeccin moral, que es infinita.

El que en nombre de errores tradicionales se opone a la libre investigacin de la verdad, conspira contra la dignificacin de su pueblo. Ningn sistema del pasado merece que se le sacrifique una hiptesis del porvenir. Nada debe acatarse antes de comparar hechos con hechos, ideas con ideas, doctrinas con doctrinas. Primer en el primer catecismo que se nos ensea o se nos impone, es renunciar a nuestra personalidad; adherir intencionalmente al que conviene a nuestros intereses materiales, como hacen muchos ricos incrdulos que fomentan la religin para domesticar a los pobres, equivale a renegar de toda moral.

Amar la verdad es contribuir a la elevacin del mundo moral; por eso ningn sentimiento es ms odiado por los que medran mentir. En todos los tiempos y lugares, el que expresa su verdad en voz alta, como la cree, lealmente, causa inquietud entre los que viven a la sombra de intereses creados. Pero aunque a toda hora le acechen la intriga y la venganza, el que ama su verdad no la calle; el hombre digno prefiere morir una sola vez, llevando inclume su tesoro.

En el corazn de los jvenes la verdad es generadora, como el calor del sol que en los jardines se convierte en flores.

La verdad es la ms temida de las fuerzas revolucionarias; los pequeos motines se fraguan con armas de soldados, las grandes revoluciones se hacen con doctrinas de pensadores. Todos los que han pretendido eternizar una injusticia, en cualquier tiempo y lugar, han temido contra los conspiradores polticos que a los heraldos de la verdad, porque sta, pensada, hablada, escrita, contagiada, produce en los pueblos cambios mas profundos que la violencia. Ella siempre perseguida, siempre invencible- es el ms eficaz instrumento de redencin moral que se ha conocido en la historia de la humanidad.

Patrimonio comn de la sociedad, las ciencias no deben constituir un privilegio de castas hermticas ni es, lcito que algunos hombres monopolicen sus resultados en perjuicio de los dems. El nico lmite de su difusin debe ser la capacidad para comprenderlas; el destino nico de sus aplicaciones, aumentar la comn felicidad de los hombres y permitirles una vida mas digna. Temiendo las consecuencias sociales de la extensin cultural, algunos privilegiados predicaron otrora la ciencia por la ciencia, pretendiendo reducirla a un placer solitario; los tiempos nuevos han reclamado la ciencia para la vida, palanca de bienestar y de progreso. Cuando la sabidura deje de ser un deporte de epicreos podr convertirse en fuerza moral de enaltecimiento humano.

La duda metdica es la condicin primera del espritu cientfico y la actitud mas propicia al incremento de la sabidura. El amor a la verdad obliga a no creer lo que no pueda probarse, a no aceptar lo indemostrable. Sin la firme resolucin de cumplir los deberes de la crtica, examinando el valor lgico de las creencias, el hombre hace mal uso de la funcin de pensar, convirtindose en vasallo de las pasiones propias o de los sofismas ajenos. El error ignora la crtica; la mentira la teme; la verdad nace de ella.

Merecen las ciencias el culto que les profesan los hombres libres. Son instrumentos de educacin moral, elevan la mente, abuenan el corazn, ensean a dominar los instintos antisociales. El amor a ellas, tornndose pasin, impulsa a renovar incesantemente las fuerzas morales del individuo y de la sociedad. Liberan al hombre de cadenas misteriosas, que son las ms humillantes; por la mejor comprensin de s mismo y del medio en que vive, aumentan su sentimiento de responsabilidad moral frente a las contingencias de la vida. Eliminan los vanos temores que nacen de la supersticin, devuelven a la humanidad su rango legtimo en la naturaleza y desarrollan un bello sentimiento de serenidad ante la instable armona del Universo.

Cada sociedad humana vive en continuo devenir para perfeccionar su adaptacin a un medio que incesantemente vara; las etapas venideras de ese proceso funcional son concebidas por la imaginacin de los hombres en forma de ideales. Un hombre, un grupo o un pueblo son idealistas cuando conciben esos perfeccionamientos y ponen su energa al servicio de su realizacin.

Slo merecen el nombre de idealistas los hombres que anhelan algn futuro mejor contra un actual imperfecto.

Si en cada momento del tiempo se modifica la realidad social no es concebible que los ideales de ayer tengan funcin hoy, ni que los de hoy la conserven maana. Mientras coexistan en el espacio sociedades heterogneas, cada ideal solo ser legtimo donde sean efectivas las condiciones que lo engendran.

En todo tiempo han merecido el nombre de maestros los que supieron encender en los jvenes el amor a la verdad y el deseo de investigarla por los caminos de la ciencia; pero fueron Maestros entre los maestros los que trataron de ennoblecer ese amor y ese deseo sugiriendo ideales adecuados a su medio y a su tiempo, para que la imaginacin superase siempre a la realidad, remontndose hacia las cumbres inalcanzables de la perfeccin infinita.

La educacin es el arte de capacitar al hombre para la vida social. Sus mtodos deben converger al desarrollo de todas las aptitudes individuales, para formar una personalidad armoniosa y fecunda, intensa en el esfuerzo, serena en la satisfaccin, digan de vivir en una sociedad que tenga por ideal la justicia. Siendo indispensable el bienestar de todos la cooperacin de cada uno, el que no sabe prestarla es un parsito; educar al hombre significa ponerlo en condiciones en ser til a la sociedad, adquiriendo hbitos de trabajo inteligente aplicables a la produccin econmica, cientfica, esttica o moral.

La educacin es eficaz cuando respeta la vocacin de los nios, no violentando su temperamento ni sus inclinaciones. Desde la escuela de primeras letras hasta el aula de la universidad, cada hombre debe aplicar su inteligencia a sus aptitudes; nada hay ms estril que el estudio forzado de lo que no se comprende, nada ms triste que privarse de aprender lo que se desea.

La escuela es un puente entre el hogar y la sociedad. Siendo su finalidad inmediata convertir el nio en ciudadano, deber estar en contacto con la vida social misma, con la familia, con la calle, con el pueblo, vinculada a sus sentimientos, a sus esfuerzos, a sus ideales. La escuela de leer, escribir y las cuatro operaciones es un residuo fsil de las sociedades medievales, como los castigos y los exmenes.

La primera funcin de la escuela es demostrar que la actividad es agradable cuando se aplica a cosas de provecho. El nio debe aprender a trabajar jugando, entre caricias y sonrisas, entre pjaros y flores; cuando la escuela le resulte ms divertida que el hogar, mezclando los juegos a la produccin de cosas tiles, amar el trabajo, lo desear y al fin estar satisfecho viendo salir de sus manos cosas estimadas, como espontnea retribucin de las enseanzas recibidas.

La escuela ser despus taller y ateneo, para la educacin de las manos y de la inteligencia. Hay cien pequeas cosas que el hombre libre debe hacer, para bastarse a s mismo; hay cien preguntas de todo orden que el hombre debe plantearse, sin necesidad de tutores, si aspira a tener personalidad. Y, entre todas las que se practiquen y estudien, cada uno preferir ms tarde las que mejor se adapten a su temperamento y vocacin, con las espontneas limitaciones implicadas en la desigualdad de las inteligencias.

Siendo el trabajo el primer deber social, debe la escuela preparar al hombre para cumplirlo. El perfeccionamiento de la capacidad tcnica convertir a todo oficio en un arte y todo trabajador aspirara a ser un artista en su profesin. Al principio se educar para el trabajo no especializado, estimulando la agudeza de ingenio y la habilidad manual; antes de aprender un arte es necesario adquirir el hbito del esfuerzo, que despus se aplicar al desarrollo de la vocacin.

Desde la escuela debe formarse en el nio el sentimiento de la responsabilidad social, con el derecho de intervenir en la organizacin educativa. Mediante una intensa vida cvica escolar se ir formando el ciudadano, opinando y deliberando en asambleas, proponiendo iniciativas, sealando imperfecciones, adquiriendo el hbito de ser libre y veraz. El joven tendr carcter, dignidad, firmeza, entrando a actuar en la vida civil como un hombre y no como una sombra.

FELIZ LA SOCIEDAD EN QUE NO LEA EL QUE NO QUIERA LEER, PERO DONDE NADIE DEJE DE HACERLO POR FALTA DE LIBROS.

El maestro del porvenir tendr a su cargo la funcin ms grave de la vida social. No ser un autmata repetidor de programas, que otros hacen y l no comprende, sino un animador de vocaciones mltiples que laten el nio buscando aplicaciones eficaces. Despertar capacidades con el ejemplo; ensear a hacer, haciendo; a pensar, pensando; a discurrir, discurriendo; a amar, amando. Educar debe ser un arte agradable; el maestro formar caracteres como el escultor plasma estatuas.

Cada generacin debe repensar la historia. Los hombres envejecidos se la entregan corrompida, acomodando los valores histricos al rgimen de sus intereses creados; es obra de los jvenes transfundirle su sangre nueva, sacudiendo el yugo de las malsanas idolatras. La historia que de tiempo en tiempo no se repiensa, va convirtindose de viva en muerta, reemplazando el zigzagueo dramtico del devenir social con un quieto panorama de leyendas convencionales. Conviene que la juventud venere lo mejor del pasado, lo digno de ejemplificar el presente; pero ms conviene que sepulte las tradiciones regresivas que en su tiempo fueron dainas y hoy seran peores, si apartaran a la juventud de su misin renovadora.

Rinda culto la juventud de nuestros pueblos a los grandes hombres que lucharon por la emancipacin poltica, por el ascenso tico, por la justicia social, manteniendo la continuidad del espritu renovador en el curso de la historia. Naci la conciencia revolucionaria con el anhelo de la independencia, triunf derribando el feudalismo colonial, fue enriquecida por obra de pensadores y estadistas, renaci en cada nueva generacin y fue el ncleo de ideales sin cesar integrados por las minoras ilustradas. Ame la juventud ese pasado en marche y subraye admirativamente sus valores en la historia de los pueblos nuevos. Pero slo ser justa si al mismo tiempo reprueba a cuantos obstruyeron la obra secular, pues los que fueron ayer sus enemigos los son hoy tambin y maana lo sern por fuerza.

El progreso no resulta del querer de las masas, casi siempre conformistas, sino del esfuerzo de grupos ilustrados que las orientan. Los ideales comunes, representados por la conciencia social, no son igualmente sentidos por todos los miembros de una sociedad; solamente son claros y firmes en los ncleos admiradores, que prevn el ritmo del inmediato devenir. La capacidad de iniciar las variaciones necesarias, presionando la voluntad social, suele ser privilegio de hombres selectos que se anticiparn a su tiempo. Todo progreso histrico ha sido y ser obra de minoras revolucionarias que reemplazan a otras minoras, ante la inercia pasiva de los ms, obedientes por igual a cualquiera de los vencedores.

Un pueblo que acorta el paso ha cesado virtualmente de vivir; se encierra en lo que es y contempla lo que ha sido, renunciando a las posibilidades de ser ms o mejor. Los hombres representativos de sus ciencias y de sus artes se desorientan, pierden el rumbo, tantean fuera del sendero, siguen creyndose videntes cuando ya son estrbicos; en vano intentan probar caminos, pues cambiar el derrotero no es seguir adelante, ni basta cambiarlo para adelantar.

Los pueblos viejos, como los hombres, se envanecen de su pasado y desdean a los que, por jvenes, nada parecen ser en el presente, aunque todo pueden devenir en el futuro. La exigidad del pasado es, precisamente, el tesoro de los pueblos jvenes, capaces de ser ncleos de nuevas culturas; su destino est en defenderse de todo senil tradicionalismo que intente envenenar las fuentes vivas que acrecern el cauce de su venidera grandeza.

La juventud de los pueblos nuevos debe vivir en tensin hacia el porvenir, con ms esperanzas que recuerdos, con ms ensueos que leyendas.

El sentimiento de solidaridad nacional debe tener un hondo significado de justicia. El bienestar de los pueblos es incompatible con rutinarios intereses creados, y de tiempo en tiempo necesita inspirarse en credos nuevos; despertar la energa, extinguir el parasitismo, estimular la iniciativa, suprimir la ociosidad, desenvolver la cooperacin. Virtudes cvicas modernas deben sobreponerse a las antiguas, convirtiendo el sentimiento nacionalista en fecundo amor al pueblo, conforme a los ideales del siglo. Es justo desear para la parte de humanidad a que pertenecemos un puesto de avanzada en las luchas por el progreso y la civilizacin. En una hora grata de juventud, anticipamos stas palabras explcitas: Aspiremos a crear una ciencia nacional, un arte nacional, una poltica nacional, un sentimiento nacional, adaptando los caracteres de las mltiples razas originarias la marco de nuestro medio fsico y sociolgico. As como todo hombre aspira a ser alguien en su familia, toda familia en su clase, toda clase en su pueblo, aspiremos tambin a que nuestro pueblo sea alguien en la humanidad. Y en la ovacin que subray en stas palabras cremos sentir un homenaje a los revolucionarios de Amrica, que, cien aos antes, haban vibrado por anlogos sentimientos, emancipando al pueblo de una opresin que envileca.

Slo es patriota el que ama a sus conciudadanos, lucha por el bienestar de su pueblo, sacrificndose por emanciparlo de todos los yugos; el que cree que la patria no es la celda del esclavo, sino el solar del hombre libre. Nadie tiene derecho de invocar la patria mientras no pruebe que ha contribuido con obras a honrarla y engrandecerla. Convertirla en instrumento de faccin, de clase o de partido, es empequeecerla. No es patriotismo el que de tiempo en tiempo chisporrotea en adjetivos, sino el que trabaja de manera constante para la dicha o la gloria comn.

Trabajo y cultura son dos aspectos de un mismo advenimiento de la historia de la nacionalidad. Toda renovacin de instituciones se inicia por una revolucin en los espritus, y todo ideal est ya en los comienzos de su realizacin.

La solidaridad entre los pueblos se extiende a medida que ellos amplan su experiencia y elevan sus ideales. La capacidad de simpata va creciendo con la civilizacin; todos los hombres que en el mundo comparten las mismas creencias y se animan por los mismos intereses, se sienten amigos o hermanos.

El progreso de la solidaridad se caracterizar en el porvenir por el desarrollo de organismos jurdicos, econmicos y morales que regulen las relaciones de los pueblos. Un equilibrio instable y perfectible permitir la coordinacin de las partes, armonizando el bienestar de la familia, de las regiones, de los Estados.

El ideal presente de perfeccionamiento poltico es una coordinacin federativa de grupos sociolgicos afines, que respete sus caractersticas propias y las armonice en una poderosa nacionalidad comn. Ninguna convergencia histrica parece ms natural que una federacin de los pueblos de la Amrica Latina. Disgregados hace un siglo por la incomunicacin y el feudalismo, pueden ya plantear de nuevo el problema de su futura unidad nacional, extendida desde el ro Bravo hasta el estrecho de Magallanes. Esa posibilidad histrica merece convertirse en ideal comn, pues son comunes a todos sus pueblos las esperanzas de progreso y los peligros de vasallaje. Hora es de repetir que, sino llegara a cumplirse tal destino, sera inevitable su colonizacin por el imperialismo que desde hace cien aos los acecha: la oblicua Doctrina Monroe, firme voluntad de los Estados Unidos, expresa hoy su decisin de tutelar y explotar nuestra Amrica Latina, cautivndola sin violencia, por la diplomacia del dlar. Son sus cmplices la tirana poltica, el parasitismo econmico y la supersticin religiosa, que necesitan mantener divididos a nuestros pueblos, explotando sus odios recprocos a favor de los intereses creados en cien aos de feudalismo tradicional.

Frente a estas fuerzas inmorales del pasado, la esperanza de acercarnos a una firme solidaridad slo puede ser puesta en la Nueva Generacin, si logra ser tan nueva por su espritu como por sus aos. Sea ella capaz de resistir a las pequeas tentaciones del presente, mientras adquiera las fuerzas morales que la capaciten para emprender nuestra gran obra del porvenir: desenvolver la justicia social en la nacionalidad continental.

(*) Fuente: Jos Ingenieros, Las Fuerzas Morales, obra editada originalmente en el ao 1925.

CONCLUSIN De forma paralela a la depreciacin social de los deberes individuales, las sociedades actuales han renunciado ampliamente a profesar el imperativo incondicional de honrar los deberes de la moral interindividual y nuestra sociedad acompaa dicho proceso. En la actualidad son raros los lugares y momentos en que vibre la obligacin de consagrar la vida al prjimo: mientras que las conminaciones categricas a hacer el Bien han sido suplantadas por las normas del amor a s mismo, los valores altruistas han dejado de ser evidencias morales a los ojos de los individuos y de las familias. En nuestras sociedades, las informaciones, el ocio, los consejos del bienestar estn ms presentes que la exigencia de cumplir con nuestros deberes. Las lecciones intransigentes de la moral han abandonado el espacio pblico y privado, el imperativo maximalista de corazn puro, las llamadas a la devocin absoluta, el ideal hiperblico de vivir para el prjimo, todas esas exhortaciones han dejado de tener resonancia colectiva; en todas partes reina la desvitalizacin de la forma-deber, el debilitamiento de la norma moral infinita caracterstica de las nuevas democracias. Sin duda las acciones humanitarias ocupan la primera plana de los peridicos y los donativos altruistas alcanzan sumas innegables. Nuestra poca redescubre la caridad y los estremecimientos del corazn: los roqueros ofrecen sus decibelios a los parias de la tierra, las estrellas toman el bastn de peregrino y se comprometen con las buenas causas, la televisin multiplica las emisiones de ayuda. Tras un ciclo dominado por la fiebre poltica y la desmitificacin de los valores, el espritu de la poca hace afluir las buenas intenciones y la pequea pantalla, las acciones generosas: la moral ocupa de nuevo el primer plano de la escena. Si pero de qu moral se trata? En casi todas partes est en auge la idea de restauracin de la moral sin que nos interroguemos demasiado sobre la naturaleza de ese regreso. Digmoslo sinceramente: si en la actualidad la tica se beneficia con un nuevo perodo de legitimidad, sto no significa la reinscripcin en el corazn de nuestra sociedades de la buena vieja moral de la que habla Ingenieros, sino el surgimiento de una regulacin tica de tipo indita. A travs de la efervescencia caritativa y humanitaria, lo que acta una vez ms es el eclipse del deber; bajo los viejos hbitos de la moral se organiza en realidad el funcionamiento posmoralista de nuestra sociedad. Lo que con muy poca precisin se llama regreso de la moral no hace sino precipitar la salida de la poca moralista de las democracias instituyendo una moral sin obligacin ni sancin acorde con las aspiraciones de masas de las democracias individualistas-hedonistas.BIBLIOGRAFIA ANTOLOGA (2003) Ingenieros: su pensamiento en sus mejores pginas. Losada. Buenos Aires. Datos inditos de Jos ingenieros recopilados por Lucio V Lpez. INGENIEROS, J (1999) Las fuerzas morales. Losada. Buenos Aires. INGENIEROS, J (1999) Hacia una moral sin dogmas. Losada. Buenos Aires. INGENIEROS, J (1999) El hombre mediocre. Losada. Buenos Aires. LAFARGUE. P (2000) La Dignidad del Hombre. Losada. Buenos Aires. KAMIA, D (1957) Entre Irigoyen e Ingenieros. Meridin. Buenos Aires. LIPOVETSKY, G (1995) El Crepsculo del Deber. Anagrama. Barcelona. LUGONES, L (1949) Mi Padre. Centurin. Buenos Aires. PAYR, R (1952) Evocaciones de un Porteo Viejo. Quetzal. Buenos Aires. PREZ LINDO, A (1996) Mutaciones. Biblos. Buenos Aires.