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BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA
D ir ig id a por. DÁMASO ALONSO
II. ESTUDIOS Y ENSAYOS
LOUIS HJELMSLEY
PROLEGÓMENOS A UNA TEORÍA DEL LENGUAJE
VERSIÓN ESPAÑOLA DE
JOSÉ LUIS DÍAZ DE LIAÑO
T r a d u c c io n e s D io r k i
f eBIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL GREDOS, S. A.MADRID
© EDITORIAL GREDOS, S. A., Sánchez Pacheco, 83, Madrid, 1971,para la versión española.
Título original: OMKRING SPROGTEORIENS GRUNDLJEGGELSE En Festskrift udg. af Kebenhavns Universitet (noviembre 1943),
páginas 1-113.
Dcpóxito Legal: M. 11043- 1971.
Orrifica! Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 83, Madrid, 1971. — 3638.
NOTA EDITORIAL
Ediciones de los Prolegómenos:
1. Omkring sprogteoriens grundlæggelse. En Festskrift udg af K 0benhavns Universitet (noviembre 1943), pags. 1-113.
2. Publicación aparte, también en Copenhague, 1943, 115
páginas.
3 Prolegomena to a theory of Language. Trad, de Fran- ' cis J Whitfield. Suppl. to UAL, X IX , 1. Indiana Umver-
sity Publications in Anthropology and Linguistics. Me
moir 7 o f the IJAL. 92 págs.
4. Prolegomena to a theory of Language. Trad, de Francis J. Whitfield. The University of Wisconsin Press, Madison, 1963, 144 págs.
5 Prolégomènes à une théorie du langage. Trad ̂ por un equipo de lingüistas. Edit, du Minuit, Pans, 1968, 227
páginas. rV
12 Prolegómenos a una teoria del lenguaje
rio__. Pero el lenguaje no es un mero acompañamiento externo. Tiene sus raíces en lo más profundo de la mente hum ana, tesoro de recuerdos heredados por la tribu y el individuo, conciencia vigilante que recuerda y avisa. Y el habla es el signo distintivo de la personalidad, para bien o para mal, el signo distintivo del hogar y de la nación, el título de nobleza del género humano. Tan inseparablemente se encuentra el lenguaje ligado a la personalidad, al hogar, a la nación, al género humano y a la vida misma, que a veces podemos sentirnos tentados de preguntar si el lenguaje es un mero reflejo de eso, o, simplemente, todas esas cosas — el cotiledón mismo del que nacen— .
Por estas razones ha atraído el lenguaje al hombre como objeto de admiración y descripción, tanto poética como
científica.La ciencia ha tendido a ver el lenguaje como una
6] serie de sonidos y de gestos expresivos, sujetos a descripción física y fisiológica exacta y ordenados como
signos de los fenómenos de la conciencia. Ha buscado en el lenguaje, a través de interpretaciones psicológicas y lógicas, la fluctuación de la psique humana y la constancia del pensamiento —aquélla en la vida caprichosa y cambiante del lenguaje, ésta en sus signos, reconociendo en ellos dos clases, la palabra y la proposición símbolos palpables del concepto y del juicio respectivamente. Del lenguaje, concebido como sistema de signos y como entidad estable, se esperaba que proporcionase la clave del sistema del pensamiento humano, de la naturaleza de la psique. Concebido como institución social supraindividual, había de contribuir a expresar el carácter de la nación. Concebido como fenómeno fluctuan- te y sujeto a cambio, había de marcar el camino hacia la comprensión tanto del estilo de la personalidad como de las lejanas vicisitudes de generaciones pasadas. El lenguaje
Estudio y teoría del lenguaje
llegó a considerarse como posición clave desde la que se abrirían perspectivas en direcciones múltiples.
Así considerado, aun cuando se le haga objeto de investigación científica, el lenguaje deviene no un fin en sí mismo, sino un medio: medio de conocimiento cuyo objeto principal se halla fuera del lenguaje, aunque tal vez sólo sea posible alcanzar aquél a través del mismo y llegar a él partiendo de premisas distintas de las que el lenguaje implica. En este caso el lenguaje es un medio de conocimiento transcendente (en el sentido propio y etimológico de la palabra transcendente), y no la meta de un conocimiento inmanente. Así,
fia descripción física y fisiológica de los sonidos articulados degenera fácilmente en mera física y en mera fisiología, y la descripción psicológica y lógica de los signos (palabras y proposiciones) en mera psicología, lógica y ontología, conlo que se olvida el punto de vista lingüístico del que partimos? La historia nos lo c o n f i r m a ; "Aun en aquellos casos en que no ocurre así precisamente, los fenómenos físicos, fisiológicos, psicológicos y lógicos per se no constituyen el lenguaje, sino únicamente facetas externas y desconectadas del mismo, seleccionadas como objeto de estudio, no por razón del lenguaje en sí, sino de los fenómenos hacia los que se orienta el lenguaje.']Lo mismo ocurre cuando pasamos a considerar el l e n g u a j e , 'basándonos en estas descripciones, como clave que permite comprender las condiciones sociales y reconstruir las relaciones prehistóricas que existían entre los pue
blos y naciones.No se vea en lo anterior un deseo de minimizar tales
puntos de vista y tales esfuerzos, sino de señalar un peligro: el peligro de que, celosos por alcanzar cuanto antes la meta de nuestro conocimiento, pasemos por alto el medio que a ese conocimiento conduce: el lenguaje mismo.
Prolegómenos a una teoría del lenguaje
7] Es un peligro real, porque por su propia naturaleza el lenguaje se presta a que se le pase por alto, a que
se le considere medio, y no fin, y sólo por artificio se dirija la atención al medio mismo del conocimiento. Esto ocurre a diario, cuando no se tiene en cuenta el lenguaje de modo consciente, pero ocurre igualmente en la investigación científica. Ciertamente, se advirtió hace tiempo que además de con la filología — el estudio del lenguaje y de sus textos como medio de conocimiento histórico y literario— hemos de contar con una lingüística — el estudio del lenguaje y de sus textos como fin en sí mismo— . Pero del dicho al hecho hay un largo trecho. De nuevo, el lenguaje decepcionó a sus estudiosos científicos. Lo que pasó a ser contenido principal de la lingüística convencional — la historia lingüística y la comparación genética de las lenguas— ni tenía como meta ni tuvo por resultado el conocimiento de la naturaleza del lenguaje, sino más bien el conocimiento histórico y prehistórico de las condiciones sociales y de las relaciones entre los pueblos, conocimiento obtenido a través del lenguaje tomado como medio. Y esto es filología. Ciertamente, a menudo parece, dada la técnica interna de este tipo de lingüística comparativa, que se estudia el lenguaje; pero se trata de una ilusión. Lo que realmente se estudia son los disiecta membra del lenguaje, que no nos permiten comprender la totalidad que éste constituye. Entonces se estudian los precipitados físicos, fisiológicos, psicológicos, lógicos, sociológicos e históricos del lenguaje, no el lenguaje mismo.
Para establecer una verdadera lingüística que sea algo más que una ciencia auxiliar o derivada, es preciso, actuar de otro modo.^La lingüística ha de esforzarse por comprender el lenguaje no como un conglomerado de fenómenos no lingüísticos (físicos, fisiológicos, psicológicos, lógicos, sociológicos), sino como una totalidad autosuficiente, como una
listudio y teoría del lenguaje
estructura sui generis. Sólo de este modo puede el lenguaje por sí mismo someterse a tratamiento científico, sin que de nuevo queden defraudados quienes lo estudian, y pierdan la perspectiva.
Tarde o temprano habrá de ser posible medir la significación de todo ello por las repercusiones de esta lingüística sobre los diversos puntos de vista transcendentes — sobre la filología y sobre lo que hasta ahora se ha considerado como lingüística— . La teoría de semejante lingüística, sobre todo, proporcionará una base más uniforme de comparación entre las lenguas, suprimiendo esa estrechez de miras en la formación de los conceptos que constituye el obstáculo del filó
logo, y establecerá finalmente una lingüística genética8] real y racional. En sus consecuencias más inmediatas,
la significación de tal lingüística — tanto si la estructura del lenguaje se equipara a la de la realidad, como si se la toma como reflejo más o menos deformado de la misma— puede medirse también por su contribución a la epistemología en general.
Lo que se necesita es construir una teoría lingüística que descubra y enuncie las premisas de tal lingüística, que establezca sus métodos e indique el camino.
El presente trabajo constituye los prolegómenos de semejante teoría.
El estudio del lenguaje, con sus múltiples metas, en lo esencial transcendentes, tiene muchos seguidores; la teoría, con su meta puramente inmanente, pocos. Pero no se confunda, a este respecto, la teoría del lenguaje con la filosofía del lenguaje. Como a la de cualquier otra disciplina, a la historia del estudio del lenguaje no le son ajenos los intentos de dar una motivación filosófica a los métodos de investigación seguidos en la práctica; así, dado el interés por los
16 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
fundamentos, que tanto se ha visto crecer en los últimos anos, se ha dotado, a ciertos tipos transcendentes de lingüística, de supuestos sistemas de axiomas1. Por otra parte, es raro que estas especulaciones de la filosofía lingüística adopten tal forma aparentemente exacta, o que las emprendan, de modo sistemático y en gran escala, investigadores con la preparación suficiente tanto lingüística como epistemológica. La mayoría pueden relegarse a la categoría de especulaciones subjetivas, y por esta razón ninguna ha tenido buena acogida salvo, tal vez, de modo pasajero, como tendencias de moda relativamente superficiales— . De ahí que ni sea posible escribir la historia de la teoría lingüística, ni seguir su evolución: es demasiado discontinua. En tal estado de cosas, los intentos de formar una teoría lingüística se han visto desacreditados por muchos que los han tachado de huero filosofar y diletantismo apriorísticos. La crítica, por lo demás, parece harto justificada, puesto que el diletantismo y el filosofar apriorístico han prevalecido en este campo hasta tal extremo que han hecho difícil distinguir, desde fuera, entre lo verdadero y lo falso. El presente trabajo bien podría dejar sentado que estas características no son necesariamente inherentes a todo intento de teoría lingüística. Lograremos mejor este fin olvidando el pasado, hasta cierto punto, y comenzando desde el principio en todos aquellos casos en que el pasado no haya dado nada de utilidad positiva. En gran parte nos basaremos en el mismo material empírico utilizado en investigaciones anteriores, material que, interpretado de nuevo, constituye el objeto de
1 Leonard Bloomfield, «A set of postulates for the science of lan-guage* (Language, II, 1926, pägs. 153-164). Karl Bühler, Sprachtheorie, Jena 1934, Id., «Die Axiomatik der Sprachwissenschaften» (Kantstudien, XXXVIII, 1933, pägs. 19-90).
/ si lidio y teoría del lenguaje 17
la teoría lingüística. Reconoceremos explícitamente9] nuestra deuda en aquellos casos en que sabemos que
otros han conseguido con anterioridad los resultados deseados. Deberíamos destacar aquí, sobre todos, a un teórico de la lingüistica que fue su evidente pionero: el suizo Ferdinand de Saussure2.
Parte del trabajo preparatorio de importancia fundamental para la teoría lingüística aquí presentada se hizo en colaboración con algunos miembros del Círculo Lingüístico de Copenhague, principalmente con H. J. Uldall, en los años 1934-1939. En la elaboración de algunos de los supuestos básicos de la teoría el autor se ha beneficiado de los debates sostenidos en la Sociedad Filosófica y Psicológica de Copenhague, y también de un intercambio de ideas más detallado con Jorgen Jorgensen y Edgar Tranekjaer Rasmussen. La responsabilidad del presente trabajo la asume totalmente el autor.
2 Ferdinand de Saussure, Cours de linguistique générale, publ. par Ch. Bally & Alb. Sechehaye, Paris, 1916, 2.=- éd., 1922; 3.* éd., 1931, 1949.
PROLEGÓMENOS. — 2
I I
TEORÍA LINGÜISTICA Y HUMANISMO
Una teoría lingüística que trate de hallar la estructura específica del lenguaje a través de un sistema de premisas exclusivamente formal^ aun teniendo siempre en cuenta las fluctuaciones y cambios del lenguaje hablado, habrá de negarse, necesariamente, a conceder valor exclusivo a estos cambios; ¡habrá de perseguir una constancia que no se apoye en ninguna «realidad» exterior al lenguaje —una constancia que haga a una lengua lengua, cualquiera que sea, y que haga a una lengua idéntica a sí misma en todas sus diversas manifestaciones—Q Una vez hallada y descrita esta constancia, podrá entonces proyectarse sobre la «realidad» exterior al lenguaje, cualquiera que sea la especie de esta «realidad» (física, fisiológica, psicológica, lógica u ontològica), de modo que, incluso al considerar esa «realidad», el lenguaje, como punto de referencia central, continúe siendo el objeto principal —y no un conglomerado, sino una totalidad organizada, con una estructura lingüística como principio dominante— .
La búsqueda" de tal constancia agrupadora e integradora estará seguramente en oposición con cierta tradición huma
! coría lingüística y humanismo 19
nística que, de variada guisaj ha predominado hasta ahora en la ciencia lingüística.} Esta tradición humanística, en su lorma típica, niega a p riori la existencia de tal constancia y la legitimidad de su búsqueda. De acuerdo con este punto de vista, los fenómenos humanísticos, a diferencia de los natu- i ales, no son recurrentes y por esta misma razón no pueden, como los fenómenos naturales, someterse a tratamiento gene-
ralizador y exacto.j En el campo de las humanidades10] habría de emplearse, consecuentemente, un método dis
tinto —a saber, la mera descripción, que estaría más próxima a la poesía que a una ciencia exacta— o, en todo caso, un método circunscrito a una forma de presentación discursiva, a cuyo tenor los fenómenos discurren, uno a uno, sin que sean interpretados mediante un sistema. En el campo de la historia esta tesis se ha mantenido como doctrina, y parece que de hecho constituye la base de la historia en su forma clásica. Consecuentemente, aquellas disciplinas que tal vez puedan denominarse más humanísticas — el estudio de la literatura y el estudio del arte— han sido consideradas históricamente como disciplinas descriptivas más que sistematizadoras. Podrá observarse una tendencia a sistematizar en ciertos campos, pero la historia, y con ella las humanidades en conjunto, todavía se niegan a aceptar la legitimidad y posibilidad de semejante sistematización.
A priori, la tesis de que para cada proceso hay un sistema correspondiente, por medio del cual puede aquél analizarse y describirse con un número limitado de premisas, podría considerarse de validez general. Debe suponerse que es posible analizar todo proceso en un número limitado de elementos recurriendo a diversas combinaciones. Entonces, sobre la base de tal análisis será viable ordenar estos elementos en clases, de acuerdo con sus posibilidades de combinación. Y será asimismo viable establecer un cálculo ge
20 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
neral y exhaustivo de las combinaciones posibles. Una historia así elaborada pasaría del nivel de mera descripción primitiva al de ciencia sistemática, exacta y generalizadora, en cuya teoría se prevén todos los eventos (combinaciones posibles de elementos), y se establecen las condiciones por las que adquieran realidad.
Parece indiscutible que, en tanto las humanidades no hayan puesto a prueba esta tesis como hipótesis de trabajo, habrán descuidado su tarea fundamental, la de intentar establecer los estudios humanísticos como ciencia. Debería comprenderse que la descripción de los fenómenos humanísticos ha de elegir entre un tratamiento poético como único posible, de un lado, y un tratamiento poético y científico, como dos formas de descripción coordinadas, de otro; y debería comprenderse también que la elección depende de que se compruebe la tesis de que todo proceso tiene un sistema
subyacente.11] Parece a p riori que el lenguaje es un objeto en el
que puede ponerse a prueba esta tesis con la esperanza de obtener un resultado positivo.
A una descripción meramente discursiva de los acontecimientos lingüísticos no le es posible en modo alguno despertar suficiente interés, y por tanto siempre se ha sentido la necesidad de adoptar un punto de vista suplementario y sistematizador: en tal sentido, se ha buscado tras el proceso textual un sistema fonético, un sistema semántico, un sistema gramatical. Pero hasta ahora, la ciencia lingüística, cultivada por filólogos con un objetivo transcendente y bajo el fuerte influjo de un humanismo que ha rechazado toda idea de sistema, no ha logrado llevar el análisis hasta el final, establecer sus premisas con claridad, o tratar de alcanzar un principio de análisis uniforme, y por ello continúa siendo vaga y subjetiva, metafísica y estetizante, por no de
reo r á lingüística y humanismo 21
cir nada de las muchas ocasiones en que se ha amparado en una forma de presentación completamente anecdótica.
La meta de la teoría lingüística es probar, en lo que parece un objeto altamente invitador, la tesis de que todo proceso tiene un sistema subyacente —y toda fluctuación una constancia subyacente— . Las voces que de antemano se alzaban contra tal intento en el campo de la humanística, argumentando que no podemos sujetar a análisis científico la vida espiritual del hombre y los fenómenos que implica sin matar esta vida y, como consecuencia, permitiendo que el objeto escape a nuestra consideración, son puramente apriorísticas, y no pueden impedir a la ciencia que lo intente. Si falla el intento —no en los casos particulares, sino en su principio— las objeciones serán válidas, y se habrá demostrado que los fenómenos humanísticos sólo pueden tratarse desde puntos de vista subjetivos y estéticos. En cambio, si el intento tiene éxito — de modo que el principio resulte aplicable— estas voces se callarán por sí mismas, y entonces sólo nos quedaría realizar los experimentos correspondientes en los demás campos del humanismo.
Ili
TEORIA LINGÜISTICA Y EMPIRISMO
Toda teoría consigue su forma más simple cuando se basa únicamente en aquellas premisas que exija necesariamente su objeto. Además, para conformarse a su fin, toda teoría ha de implicar, caso de que se aplique, la producción de resultados que estén de acuerdo con los llamados datos empíricos (reales o presuntos).
Al llegar aquí, toda teoría se enfrenta con una exigencia metodológica, cuyo «sentido» habrá de investigarse por medio de la epistemología. Tal investigación, a nuestro parecer, puede omitirse aquí.
Creemos que la exigencia que hemos esbozado más12] arriba, la exigencia del llamado empirismo, ha de sa
tisfacerse por medio del principio que se verá seguidamente. Tal principio, que colocamos por encima de los restantes, distingue a nuestra teoría, inmediatamente y con toda claridad, de cualesquiera intentos anteriores de elaborar una filosofía lingüística:
La descripción habrá de estar libre de contradicción (ser autoconsecuente), ser exhaustiva y tan simple cuanto sea posible. La exigencia de falta de contradicción tiene preferen-
cia sobre la de exhaustividad. La exigencia de exhaustividad
tiene preferencia sobre la de simplicidad.Sugerimos llamar a ese principio principio empírico. Pero
estamos dispuestos a renunciar al nombre si la investigación epistemológica revela que es inadecuado. Desde nuestro punto de vista, se trata meramente de una cuestión de terminología, que no afecta a la validez del principio.
Teoría lingüística y em pirism o_____________________ _______ ££
/
TEORIA LINGÜISTICA E INDUCCIÓN
Predicar el llamado principio empírico no es lo mismo que predicar un inductivismo, entendiendo por tal la exigencia de un ascenso gradual de lo particular a lo general, o de algo más limitado a algo menos limitado. Con ello nos tropezamos de nuevo con unos términos necesitados de análisis y depuración epistemológicos: en este caso, términos que nosotros mismos tendremos ocasión más adelante de aplicar con mayor precisión de la que podemos emplear ahora. Y una vez más, tanto aquí como más adelante, se deja sin hacer un estudio terminológico considerado desde un enfoque epistemológico.^Por el momento nos interesa aclarar nuestra postura, que se opone a la lingüística precedente. En su forma típica esta lingüística sigue un curso ascendente en la formación de sus conceptos: va de los sonidos aislados a los fonemas (clases de sonidos), de los fonemas en particular a las categorías de fonemas, de las diversas significaciones particulares a las significaciones generales o básicas, y de éstas a las categorías de significaciones. En lingüística llamamos generalmente a este modo de proceder inductivo. Puede definirse en breves palabras como
Teoría lingüística e inducción 25
una progresión del componente a la clase, no de la clase al componente. Es un movimiento sintético, no analítico; un método generalizador, no especificador.
Basta la experiencia para demostrar las evidentes deficiencias de dicho método. Conduce inevitablemente a la abstracción de conceptos que se hipostasían entonces como reales. Este realismo (en el sentido medieval de la palabra)
no puede dar una base útil de comparación, puesto13] que los conceptos a que así se llega no son generales
ni, por tanto, generalizables más allá de una lengua concreta en una etapa determinada. Toda nuestra terminología heredada adolece de tal realismo, poco propicio al éxito. Los conceptos de clase de la gramática que se obtienen por inducción, tales como «genitivo», «perfecto», «subjuntivo», «pasivo», etc., proporcionan ejemplos notables que ilustran el caso. Ninguno de ellos, tal como se han usado hasta ahora, se presta a definición general: genitivo, perfecto, subjuntivo o pasivo son cosas totalmente diferentes en una lengua, por ejemplo el latín, que en otra, digamos el griego. Lo mismo cabe decir, sin ninguna excepción, de los restantes conceptos de la lingüística tradicional. En este terreno, por tanto, la inducción nos lleva de la fluctuación, no a la constancia, sino al accidente. Y así entra finalmente en pugna con nuestro principio empírico: no puede asegurar una descripción autoconsecuente y simple.
Si partimos de los supuestos empíricos, estos mismos datos impondrán el procedimiento opuesto. Si algo hay que dar al investigador lingüístico (nos expresamos en condicional por razones epistemológicas), es el texto todavía sin analizar, indiviso y en su integridad absoluta. El único camino posible a seguir, si queremos ordenar un sistema que permita el proceso de ese texto, es realizar un análisis en el que se considere el texto como clase dividida en compo
2 6Prolegómenos a una teoría, del lenguaje
nentes, después estos componentes como clases divididas en componentes, y así sucesivamente hasta agotar el analisis. Tal procedimiento, según lo visto, puede definirse brevemente como una progresión de la clase al componente, no del componente a la clase, como análisis y especificación, no como síntesis y generalización, en oposición al método inductivo en el sentido en que lo emplea la lingüística. En la lingüística moderna, en que se ha actualizado tal contraste, se ha designado ese modo de proceder o la aproximación al mismo por la palabra deducción. Es un uso que no satisface a los epistemólogos, pero lo conservamos aquí en la creencia de que más tarde podremos demostrar que la oposición terminológica en este punto no es insuperable.
TEORÍA LINGÜÍSTICA Y REALIDAD
Con la terminología elegida, hemos podido designar el método de la teoría lingüística como necesariamente empírico y necesariamente deductivo, arrojando así alguna luz desde cierto ángulo sobre la cuestión primera e inmediata
de la relación de la teoría lingüística con los llamados14] datos empíricos. Pero aún nos queda por arrojar luz
sobre la misma cuestión desde otro ángulo: hemos de ver si las posibles influencias entre la teoría y su objeto (u objetos) son recíprocas o unidireccionales. Para enunciar el problema en forma simplificada, tendenciosa y deliberadamente ingenua, ¿determina y afecta el objeto a la teoría, o
determina y afecta la teoría a su objeto?También ahora hemos de dejar a un lado el problema
puramente epistemológico en todo su alcance, y limitar nuestra atención a aquel aspecto del mismo que directamente nos concierne. Está claro que la palabra teoría, con tanta frecuencia mal usada y desacreditada, puede tomarse en varios sentidos. Teoría puede significar, entre otras cosas, sistema de hipótesis. Tomada en este sentido —ahora tan frecuente— resulta claro que la influencia entre la teoría y el objeto es unidireccional: el objeto determina y afecta a la teoría, no viceversa. Si las hipótesis son verdaderas o
28 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
falsas puede mostrarse por un proceso de verificación. Pero ya se habrá visto que usamos la palabra teoría en otro sentido. A este respecto, hay dos factores de importancia parigual:
1. Una teoría, en el sentido que empleamos, es por sí misma independiente de toda experiencia. Por sí misma, no dice nada en absoluto acerca de la posibilidad de su aplicación y de su relación con los datos empíricos. No incluye postulado de existencia alguno. Constituye lo que se ha llamado sistema puramente deductivo, en el sentido de que sólo puede usarse para calcular las posibilidades que se siguen de sus premisas.
2. Una teoría introduce ciertas premisas acerca de las cuales el teórico sabe, por experiencias anteriores, que cumplen las condiciones de aplicación a ciertos datos empíricos. Estas premisas tienen el mayor valor de generalidad posible y, por lo tanto, son capaces de satisfacer las condiciones de aplicación a un gran número de datos empíricos.
Al primero de estos factores lo llamaremos arbitrariedad de la teoría; al segundo, adecuación. Parece necesario considerar tanto uno como otro al elaborar una teoría, pero de lo dicho se sigue que los datos empíricos nunca pueden fortalecer ni debilitar la teoría misma, sino únicamente su aplicabilidad.
Una teoría nos permite deducir distintos teoremas, todos los cuales han de tener forma de implicaciones (en el
15] sentido lógico) o ser susceptibles de transposición a tal forma condicional. Tales teoremas sólo afirman que
si se cumple una condición se sigue la certeza de una proposición dada. Al aplicar la teoría se pondrá de manifiesto si la condición se cumple en algún caso dado.
Basándonos en una teoría y sus teoremas podemos construir hipótesis (inclusive las llamadas leyes), cuyo destino,
Teoría lingüística y realidad 29
contrario al de la teoría misma, depende exclusivamente de la verificación.
No hemos hecho mención alguna de axiomas o postulados. Dejamos a la epistemología decidir si las premisas básicas explícitamente introducidas por nuestra teoría lingüística necesitan algún fundamento axiomático adicional. En todo caso, se remontan hasta tal punto y son de naturaleza tan general que ninguna parece ser específica de la teoría lingüística, en cuanto opuesta a otras teorías. Es así porque lo que pretendemos precisamente es establecer unas premisas tan claras como sea posible, aunque sin rebasar lo que parece directamente adecuado a una teoría lingüística. Nos vemos, pues, forzados en cierto modo a invadir los dominios de la epistemología, como se ha visto en los apartados precedentes. El procedimiento empleado se basa en la convicción de que es imposible desarrollar la teoría de una ciencia dada sin una colaboración activa de la epistemología.
La teoría lingüística, pues, define soberanamente su objeto por medio de una estrategia de premisas arbitraria y adecuada. La teoría consiste en un cálculo que parte de las menos y más generales premisas de que es posible partir, siempre suponiendo que ninguna de las que son específicas de la teoría parece de naturaleza axiomática. Este cálculo permite la predicción de posibilidades, pero nada dice en cuanto a su realización. Así, si ponemos la teoría lingüística, tomada en este sentido, en relación con el concepto de realidad, la respuesta a nuestra pregunta de si el objeto determina y afecta a la teoría, o viceversa, es «tanto... como»: en virtud de su naturaleza arbitraria la teoría es arrealista; en virtud de su adecuación es realista (tomando la palabra realismo en un sentido moderno, y no, como antes, en su sentido medieval).
EL FIN DE LA TEORIA LINGÜISTICA
Así pues, puede decirse que una teoría, en el sentido aquí atribuido a la palabra, intenta proporcionar un modo de
proceder con el cual sea posible describir de modo16] autoconsecuente y exhaustivo objetos de cierta natu
raleza establecida como premisa. Tal descripción auto- consecuente y exhaustiva conduce a lo que normalmente se llama conocimiento o comprensión del objeto considerado. En cierto sentido, pues, también podemos decir, sin correr el riesgo de ser confusos u oscuros, que una teoría pretende indicar un modo de proceder para conocer o comprender un objeto dado. Pero no sólo ha de proporcionar los medios para conocer un objeto determinado, sino que debe organizarse también de tal modo que permita conocer todos los objetos concebibles de la naturaleza establecida como premisa. La teoría debe ser general, en el sentido de que ha de proporcionarnos instrumentos para comprender no sólo un objeto dado o los objetos hasta aquí experimentados, sino todos los objetos concebibles de cierta naturaleza establecida como premisa. Con una teoría nos
El fin de la teoría lingüística 31
armamos para enfrentarnos no sólo a las eventualidades que ya se nos hayan presentado, sino a cualquier otra eventualidad.
Los objetos que interesan a la teoría lingüística son los textos. El fin de la teoría lingüística es dotarnos de un modoS de proceder con el cual pueda comprenderse un texto dado mediante una descripción autoconsecuente y exhaustiva. Pero debe indicar además cómo puede entenderse cualquier otro texto de la naturaleza establecida como premisa, y esto lo hace facilitándonos instrumentos susceptibles de empleo, en tal texto.
^ ¿T p or ejemplo, necesitamos que la teoría lingüística nos permita describir de modo autoconsecuente y exhaustivo no sólo un texto danés determinado, sino también todos los demás textos daneses, y no sólo todos los dados, sino también todos los textos daneses concebibles o posibles, incluso los que no existirán hasta mañana o hasta más tarde, en tanto sean textos de la misma clase, es decir, textos de una naturaleza establecida como premisa igual a la de los hasta aquí considerados. Eso lo hace basándose en los textos daneses que han existido hasta ahora, y puesto que éstos son enormemente numerosos y extensos, debe contentarse con tomar como base una selección de los mismos. Utilizando los instrumentos de la teoría lingüística podemos extraer de tal selección ,pna reserva de conocimientos utilizable en otros textos/Éste conocimiento afecta, no única o esencial
mente a los procesos o textos de los que se obtiene,17] sino al sistema o lengua en que se basan todos los
textos de la misma naturaleza, y con cuya ayuda podemos construir nuevos textos. Con la información lingüística así obtenida, nos es posible construir cualquier texto concebible o teóricamente posible en la misma lengua.
32 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
Pero la teoría lingüística debe ser de utilidad para describir y predecir no sólo cualquier texto posible compuesto en cierta lengua, sino, basándose en la información que se nos proporciona acerca del lenguaje en general, cualquier texto posible compuesto en cualquier lengua, sea cual fuere ésta. El teórico de la lingüística, por supuesto, debe tratar de satisfacer esta exigencia del mismo modo, comenzando con cierta selección de textos de diferentes lenguas. Como es evidente, sería humanamente imposible trabajar con todos los textos existentes; lo que es más, el trabajo sería estéril, puesto que la teoría también debe cubrir textos que todavía no han adquirido realidad. De aquí que el teórico de la lingüística, como cualquier otro teórico, deba tomar la precaución de prever todas las posibilidades concebibles — incluso aquellas que él mismo no haya experimentado o haya visto convertidas en realidad— y admitirlas en su teoría de modo que sean aplicables a textos y lenguas con los que no se haya tropezado, o a lenguas que tal vez nunca hayan llegado a ser realidad, y algunas de las cuales probablemente nunca lo serán. Sólo así elaborará una teoría lingüística con garantías de aplicabilidad.
Por tanto, es necesario asegurar la aplicabilidad de la teoría, y toda aplicación presupone necesariamente la teoría. Pero es de capital importancia no confundir la teoría con sus aplicaciones o con el método práctico (procedimiento) de aplicación. La teoría conducirá a un procedimiento, pero ningún «procedimiento de exploración» (práctico) se expondrá en este libro, que, en sentido estricto no ofrece siquiera la teoría en forma sistemática, sino únicamente sus prolegómenos.
En virtud de su adecuación, la tarea de la teoría lingüística es empírica; en virtud de su arbitrariedad, es calculatoria. Partiendo de ciertas experiencias, que necesariamente
El fin de la teoría lingüística 33
deben limitarse, aun cuando deberían ser lo más variadas posible, el teórico de la lingüística establece un cálculo de todas las posibilidades concebibles dentro de ciertos marcos. Estos marcos los construye arbitrariamente: descubre ciertas propiedades en todos esos objetos que la gente está de acuerdo en llamar lenguas, para después generalizar tales propiedades y establecerlas mediante una definición. A partir de este momento el teórico de la lingüística — arbitraria, pero adecuadamente— ha decretado a qué objetos puede y a cuáles no puede aplicarse su teoría. Establece entonces, para todos los objetos de la naturaleza establecida como premisa en la definición, un cálculo general en el que se prevén todos los casos concebibles. Este cálculo, que se deduce de la definición establecida con independencia de toda experiencia, proporciona los medios para describir o compren
der un texto dado y la lengua con arreglo a la cual18] se construye. La teoría lingüística no puede verificarse
(confirmarse o invalidarse) haciendo referencia a tales textos o lenguas existentes. Sólo puede juzgarse por referencia al carácter autoconsecuente y exhaustivo del cálculo.
Si, por medio de este cálculo general, la teoría lingüística termina por construir varios modos de proceder posibles, todos los cuales puedan proporcionar una descripción auto- consecuente y exhaustiva de cualquier texto dado y por medio de él de cualquier lengua, sea cual fuere, entonces, de esos posibles métodos se elegirá aquel que facilite la descripción más simple posible. Si varios métodos proporcionan descripciones igualmente simples, se elegirá el que conduzca al resultado por el camino más simple. Este principio, que se deduce de nuestro llamado principio empírico, será llamado principio de simplicidad.
Por referencia a este principio, y sólo por referencia a él, podemos dar algún significado a la afirmación de que una
PROLEGÓMENOS. — 3
34 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
solución autoconsecuente y exhaustiva es correcta y otra no lo es. Se considera correcta la solución que se atiene en grado máximo al principio de simplicidad.
Podemos, pues, juzgar la teoría lingüística y sus aplicaciones comprobando si la solución que facilita, aun satisfaciendo las necesidades de autoconsecuencia y exhaustividad,
es también la más simple de todas.Es, pues, por su propio «principio empírico» y sólo por
él por el que debe someterse a prueba la teoría lingüística. Consecuentemente, es posible imaginar varias teorías lingüísticas como «aproximaciones al ideal establecido y enunciado en el principio empírico». Una de ellas ha de ser necesariamente la definitiva, y toda teoría lingüística concretamente desarrollada abriga la esperanza de ser precisamente la definitiva. Pero de ello se sigue que la teoría lingüística, en cuanto disciplina, no se define por su forma concreta y es a la vez posible y deseable que progrese proporcionando nuevos avances concretos que tengan por resultado una aproximación cada vez mayor al principio básico.
En los prolegómenos de la teoría, es el aspecto realista de la teoría, la mejor forma de satisfacer la exigencia de
aplicabilidad, el que nos interesa. Lo estudiaremos19] investigando cada rasgo del que pueda decirse que es
constitutivo de la estructura de cualquier lengua, e investigando asimismo las consecuencias lógicas que se derivan de una fijación de esos rasgos con ayuda de definiciones.
V II
PERSPECTIVAS DE LA TEORIA LINGÜISTICA
Al evitar el punto de vista transcendente hasta aquí pre- valente y buscar una comprensión inmanente del lenguaje, en cuanto estructura auto-subsistente y específica (p. 15), así como una constancia dentro del lenguaje mismo, y no fuera de él (p. 18), la teoría lingüística empieza por limitar el alcance de su objeto. Esta restricción es necesaria, pero sólo constituye una medida temporal y no implica reducción del campo visual, ni eliminación alguna de factores esenciales en la totalidad global que constituye el lenguaje. Unicamente implica una división de las dificultades y una progresión de lo simple a lo complejo, en conformidad con la segunda y tercera reglas de Descartes. Es la simple consecuencia de la necesidad de distinguir para poder comparar, y de aplicar el indispensable principio del análisis (págs. 25, 39 ss.).
Esta restricción podrá considerarse justificada si más tarde permite una ampliación de la perspectiva, exhaustiva y que esté de acuerdo consigo misma, mediante una proyección de la estructura descubierta sobre los fenómenos que la rodean, de manera que puedan explicarse de modo satisfactorio a la luz de la estructura; es decir, si tras el aná-
36 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
lisis, la totalidad global —el lenguaje tal como es en la vida y en la realidad— puede verse de nuevo sintéticamente como un todo, ahora no ya como un conglomerado accidental o meramente de fado, sino como organizado en torno a un principio rector. El grado en que se cumpla esa condición puede considerarse como medida del éxito de la teoría lingüística. La prueba consiste en investigar hasta qué punto satisface la teoría lingüística el principio empírico y su exigencia de exhaustividad, y esa prueba puede hacerse sacando todas las posibles consecuencias generales del princi
pio estructural elegido.La teoría lingüística permite así una ampliación de la
perspectiva. El modo de hacerlo in concreto dependerá de la clase de objetos que nos interesen al comenzar nuestra consideración. Decidimos tomar como punto de partida las premisas de la investigación lingüística anterior y tener en cuenta la llamada lengua natural, únicamente ésta, como punto de partida para llegar a una teoría lingüística. A partir de esta primera perspectiva surgirán otras hasta que parezcan haberse extraído las últimas consecuencias. Nos ocu
paremos después de futuras perspectivas que ante nos-20] otros puedan abrirse, por medio de las cuales aquellos
aspectos de la totalidad global del habla humana que se excluyeron de la primera consideración se introduzcan de nuevo y ocupen su lugar en el nuevo conjunto.
V I I I
EL SISTEMA DE DEFINICIONES
La teoría lingüística, cuya misión principal es hacer explícitas las premisas específicas de la lingüística en la mayor medida posible, establece a tal propósito un sistema de definiciones. Es preciso que la teoría lingüística sea lo menos metafísica posible —es decir, que contenga el menor número posible de premisas implícitas— . Sus conceptos deben, pues, definirse, y en la medida de lo posible las definiciones deben basarse en conceptos definidos. Su meta es, por tanto, en la práctica, definir tanto cuanto sea posible e introducir definiciones ya establecidas como premisas antes de aquellas a las que sirven de premisa.
Es conveniente dar un carácter estrictamente formal y al mismo tiempo explícito a las definiciones que sirven de premisa y que establecen como premisa otra definición. Ciertamente, difieren de las definiciones reales que hasta aquí ha buscado la lingüística, en la medida en que haya buscado definición alguna. En las definiciones formales, lo que se pretende no es agotar la naturaleza intensional de los objetos ni tampoco delimitarlos extensionalmente desde todos los ángulos, sino únicamente situarlos con relación a otros
38Prolegómenos a una teoría del lenguaje
objetos, similarmente definidos o establecidos como premisas
con carácter básico. , •En ciertos casos es necesario, en el curso de la descrip
ción lingüística, introducir, además de las definiciones formales, definiciones operativas, que desempeñan un pape sólo temporal. Bajo este término se incluyen tanto aquellas definiciones que en una etapa posterior quiza se tr“ s£o™ e" en definiciones formales, como las definiciones puram operativas, cuyos definentes no formen parte del sistem
de definiciones formales.Este sistema extensivo de definición parece ser una de
las causas que contribuyen a liberar a la teoría lingüistica de axiomas específicos (p. 19). De hecho, nos parece que una estrategia definitoria adecuada en cada ciencia es medio para rebajar el número de tales axiomas o, en ciertos
casos, para reducirlo a cero. .La resuelta intención de eliminar las premisas implícitas
lleva a sustituir los postulados en parte por defimcio- 211 nes y en parte por proposiciones condicionales, elimi
nándose así los postulados, como tales, del mecanismo.
Así parece posible, en la mayoría de los casos, sust^ ir p^ ros postulados de existencia por teoremas que adoptan
forma de condiciones.
IX
PR INC IPIO DEL ANÁLISIS
Puesto que la teoría lingüistica parte del texto como dato, e inteuta mostrar el camino que lleva a una descripción au- toconsecuente y exhaustiva del mismo por med.o del anahsis -u n a progresión deductiva de la clase al componente y al componente del compou.nte (págs. 26, 29>-, los espatos mas profundos de su sistema de defimc.oi.es (p. 3 7 ) 1 « * ^ narse de este principio del análisis, establecer la naturaleza del análisis y de los conceptos que de élform an parte. Es os estratos más profundos del sistema de definición han de ser
también los primeros que encontremos al vía de progreso ha de elegir la teoría lingüística para llevar
3 te n ie n d o r en cuenta la adecuación (es decir, teniendo en
cuenta las tres exigencias que forman parte del Pr1̂ empírico) la elección de la base del analisis puede diferir d7un texto a otro. No cabe, pues, establecerla con caracter universal, sino únicamente a través de un calculo gene que tenga en cuenta las posibilidades concebibles^ Lo que es universal, sin embargo, es el principio mismo del análi
sis lo único que por el momento nos interesa.También aquí debe seguirse bajo la guía del P ^ P “
empírico, siendo especialmente la exigencia de exhaustmdad
40 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
la que tiene interés práctico en este caso. Hemos de considerar qué es necesario para asegurar que el resultado del análisis sea exhaustivo (en un sentido vago, preliminar, del término), y no introducir de antemano un método que nos impida registrar factores que otro análisis revelaría como pertenecientes también al objeto investigado por la lingüística. Podemos expresarlo diciendo que el principio del análisis ha de ser adecuado.
Un realismo ingenuo acaso supondría que el análisis ha de consistir meramente en dividir un objeto dado en partes, es decir, en otros objetos, después éstos de nuevo en partes, es decir, en otros objetos, y así sucesivamente. Pero incluso ese realismo ingenuo tendría que elegir entre varias formas posibles de división. Pronto queda claro que lo importante no es la división de un objeto en partes, sino la
conducta del análisis, de modo que se acomode a las22] dependencias mutuas entre esas partes y nos permita
dar cuenta adecuada de ellas. Sólo de este modo se convierte el análisis en adecuado y, desde el punto de vista de una teoría metafísica del conocimiento, cabe decir de él que refleja la «naturaleza» del objeto y de sus partes.
Si sacamos todas las consecuencias que de lo anterior se desprenden, llegamos a una conclusión que es de suma importancia para la comprensión del principio del análisis: tanto el objeto sometido a examen como sus partes tienen existencia sólo en virtud de estas dependencias; la totalidad del objeto sometido a examen puede sólo definirse por la suma total de las mismas; y cada una de sus partes puede sólo definirse por las dependencias que la unen a otras partes coordinadas, al conjunto, y a sus partes del grado próximo, y por la suma de las dependencias que estas partes del grado próximo contraen entre sí. Reconocido esto, resulta que los «ob jetos» del realismo ingenuo son tan sólo,
Principio del análisis 41
desde nuestro punto de vista, intersecciones de grupos de tales dependencias. Es decir, únicamente pueden describirse con su ayuda y ser definidos y comprendidos científicamente de este modo. Las dependencias que un realismo ingenuo considera secundarias, presuponiendo los objetos, se convierten desde este punto de vista en primordiales, presupuestas por sus intersecciones.
El reconocimiento de este hecho de que la totalidad no consta de cosas sino de relaciones, y de que no es la sustancia sino sus relaciones internas y externas quienes tienen existencia científica, no es, por supuesto, nuevo para la ciencia, pero puede ser nuevo para la ciencia lingüística. La aserción de que los objetos son algo distinto que los términos de las relaciones es un axioma superfluo y, consecuentemente, una hipótesis metafísica de la que hemos de liberar a la ciencia lingüística.
Sin lugar a duda, la ciencia lingüística de los últimos tiempos nos está proporcionando en cierta medida unos conocimientos que, si se piensa detenidamente, han de llevar por necesidad a esa concepción. A partir de Ferdinand de Saussure se ha afirmado con frecuencia la existencia de una interdependencia entre ciertos elementos dentro de una lengua, tal que una lengua no puede tener uno de esos elementos sin tener también el otro. La idea es indudablemente correcta, aun cuando con frecuencia se haya exagerado y aplicado incorrectamente. Todo apunta al hecho de que Saussure, que buscó «rapports» por todas partes y afirmó que una lengua es forma, y no sustancia, reconoció la prio
ridad de las dependencias dentro del lenguaje.23] En esta etapa de nuestra investigación debemos
guardamos de todo movimiento circular. Si afirmamos, por ejemplo, que el sustantivo y el adjetivo, o la vocal y la consonante, se presuponen mutuamente, de modo que
42 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
una lengua no puede tener sustantivos sin tener también adjetivos y viceversa, y que no puede tener vocales sin tener también consonantes y viceversa —proposiciones que personalmente creemos posible establecer como teoremas— la certeza o falsedad de esas proposiciones dependerá de las definiciones elegidas para los conceptos «sustantivo», «adjetivo», «vocal», «consonante».
Nos encontramos, pues, en esta etapa en terreno difícil. Pero la dificultad aumenta si se considera que nuestros ejemplos, que hasta ahora hemos buscado principalmente en las dependencias mutuas o interdependencias, se toman del sistema de la lengua, no de su proceso (p. 19), y que son precisamente estas dependencias y no otras las que hemos buscado. Además de las interdependencias, debemos prever dependencias unilaterales, en las que un término presupone el otro pero no viceversa, y lo que es más, dependencias más libres, que consisten en que dos términos no formen parte de ninguna relación de presuposición, y sin embargo sigan siendo compatibles (en el proceso o el sistema), diferenciándose así de otro conjunto de términos, aquellos que son incompatibles.
Advertida la existencia de estas diversas posibilidades, la necesidad práctica de una terminología adecuada se hace urgente. Introduciremos, pues, unos términos provisionalmente para designar aquellas posibilidades que hemos tenido en cuenta. A las dependencias mutuas, en las que un término presupone el otro y viceversa, las llamaremos convencionalmente interdependencias. A las dependencias unilaterales, en las que un término presupone el otro pero no viceversa, las llamaremos determinaciones. Y a las dependencias de mayor libertad, en las que dos términos son compatibles pero ninguno presupone el otro, las llamaremos constelaciones.
Principio del análisis 43
Añadiremos aún designaciones especiales para esas tres dependencias según se produzcan en un proceso o en un sistema. A la interdependencia entre términos de un proceso la llamamos solidaridad', a la interdependencia entre térmi
nos de un sistema, complementaridad K A la determi-24] nación entre términos de un proceso la llamamos se
lección; a la determinación entre términos de un sistema, especificación. A las constelaciones dentro de un proceso las llamamos combinaciones; a las constelaciones dentro de un sistema, autonomías.
Resulta práctico tener a nuestra disposición tres juegos de términos: uno para usarlo cuando hablemos de un proceso, otro para usarlo cuando hablemos de un sistema, y finalmente, un tercero que pueda usarse indistintamente para los procesos y los sistemas. De hecho, hay casos en que una misma colección de términos puede considerarse como proceso y como sistema, y en que, por tanto, la diferencia entre proceso y sistema es solamente de punto de vista. La teoría misma es un ejemplo: la je rarquía de las definiciones puede considerarse como un proceso, puesto que primero se establece, se escribe, o se lee una definición, después otra, y así sucesivamente; o bien como un sistema
esto es, como potencialmente subyacente a un posible proceso. Las funciones entre las definiciones son determinaciones, puesto que las definiciones designadas para ser colocadas antes en el proceso (o sistema) de definiciones son presupuestas por las designadas para seguir después, pero no viceversa. Si la jerarquía de definiciones se considera como proceso, habrá una selección entre las definiciones; si se considera como sistema, habrá una especificación entre ellas.
1 Ejemplo de complementaridad serán, pues, la relación entre sustantivo y adjetivo y la relación entre vocal y consonante.
44 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
Para nuestra investigación presente, que se ocupa del análisis textual, es el proceso y no el sistema el que ofrece interés. El hallazgo de solidaridades en los textos de una lengua concreta no ofrece dificultad. Por ejemplo, en las lenguas de estructura conocida abunda la solidaridad entre morfemas2 de diferentes categorías de una «form a gramatical», de suerte que un morfema de una categoría de tal forma gramatical va acompañado necesariamente de un morfema de la otra categoría y viceversa. Así, en un nombre en latín intervienen tanto un morfema de caso como un morfema de número, nunca uno de ellos solo. Más notables, sin embargo, son las selecciones. Algunas hace tiempo que se conocen con el nombre de rección, aunque con ello el concepto continúa sin definir. Entre una preposición y su complemento puede haber selección: por ejemplo, entre la palabra latina sine y el ablativo, puesto que sine presupone la coexistencia de un ablativo en el texto pero no viceversa.
En otros casos habrá combinación: por ejemplo, en-25] tre la palabra latina ab y el ablativo, cuya coexisten
cia es posible, pero no necesaria. Al ser posible tal coexistencia difieren de ad y el ablativo, por ejemplo, que son incompatibles. Que ab y el ablativo no tienen una coexistencia necesaria se desprende de que ab puede también funcionar como preverbio. Desde otro punto de vista, no conectado con los textos de una lengua en particular, sino universal, puede haber solidaridad entre una preposición y su complemento, en el sentido de que el complemento de una preposición no puede existir sin preposición, m una
preposición (como sine) sin complemento.
2 Desde el principio hasta el fin de este libro, el término morfemas se usa tan sólo en el sentido de elementos flexionales, considerados como elementos del contenido.
Principio del análisis 45
La lingüística convencional sólo se ha interesado sistemáticamente por tales dependencias en el texto cuando se producían entre dos o más palabras diferentes, no cuando ocurrían precisamente en la misma palabra. Tal postura enlaza con la división en morfología y sintaxis, sobre cuya necesidad viene insistiendo la lingüística convencional desde la antigüedad, y que pronto nos inclinaremos a abandonar por inadecuada — esta vez, dicho sea de paso, de acuerdo con varias escuelas modernas— . Consecuencia lógica del mantenimiento de esa distinción es —y algunos estudiosos se han mostrado dispuestos a aceptarla— que la morfología se presta únicamente a la descripción de sistemas y la sintaxis a la descripción de procesos. Sería muy útil derivar estas consecuencias, porque evidencian inmediatamente la paradoja. Lógicamente, pues, sólo sería posible registrar las dependencias del proceso dentro de la sintaxis, no dentro de la logo- logia; es decir, entre las palabras de una oración, pero no dentro de las palabras mismas o entre sus partes. De ahí la preocupación por la rección gramatical.
Pero es fácil ver, incluso expresándonos con conceptos familiares, que existen dentro de la palabra dependencias completamente análogas a las de la oración y susceptibles, mutatis mutandis, del mismo tipo de análisis y descripción. La estructura de una lengua puede admitir que el tema de una palabra se presente tanto con, como sin, elementos de- rivacionales. Bajo esta condición hay, pues, selección entre el elemento derivacional y el tema. Desde un punto de vista más universal o general hay siempre selección, en el sentido de que un elemento derivacional presupone necesariamente un tema, pero no viceversa. Los términos de la lingüística convencional (morfología) se basan inevitablemente, en última instancia, en una selección, como ocurre por ejemplo con «oración principal» y «oración subordinada».
46 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
26] Ya hemos dado un ejemplo revelador de que en la terminación de una palabra, entre sus componentes
hay dependencias de las clases ya descritas. Queda, pues, bien claro que, bajo ciertas condiciones estructurales, la solidaridad entre los morfemas nominales puede sustituirse por una selección o una combinación. Un nombre, por ejemplo, puede tener o no tener comparación, de modo que los morfemas de comparación no estén entonces en solidaridad, por ejemplo, con los morfemas de caso, como lo están los morfemas de número, pero unilateralmente presupongan su coexistencia; aquí hay, por tanto, selección. La combinación, por su parte, surge tan pronto como consideramos, por ejemplo, cada caso y cada número por separado, en vez de estudiar, como hicimos más arriba, la relación entre todo el paradigma de caso y todo el paradigma de numero, entre el caso en particular, v. g. el acusativo, y el número en particular, v. g. el plural, hay combinación; solamente entre los paradigmas considerados en bloc hay solidaridad. Una sílaba puede dividirse de acuerdo con el mismo principio: bajo ciertas condiciones estructurales, que son muy frecuentes, es posible distinguir entre una parte central de la sílaba (la vocal, o sonante) y una parte marginal (consonante, o no- sonante) dado que una parte marginal presupone la coexistencia textual de una parte central pero no viceversa; henos, otra vez, ante una selección. Este principio es en verdad la base de la definición de vocal y de consonante, largo tiempo olvidada por los sabios pero mantenida todavía, según creo, en las escuelas elementales e indudablemente he
redada de la antigüedad.Cabe dar por sentado que un texto y cualquiera de sus
partes es posible analizarlo en partes definidas por dependencias del tipo estudiado. Consecuentemente, el principio del análisis será el reconocimiento de esas dependencias.
Principio del análisis 47
fían de poder concebirse las partes a que el análisis conduce únicamente como puntos de intersección de haces de líneas de dependencia. Así pues, no puede emprenderse el análisis antes de describir estas líneas de dependencia en sus tipos principales, puesto que la base de aquél en cada caso particular debe elegirse de acuerdo con las líneas de dependencia que sean pertinentes, es decir que hayan de describirse para que la descripción sea exhaustiva.
X
FORMA DEL ANÁLISIS
Así pues, el análisis consiste realmente en registrar27] ciertas dependencias entre ciertos terminales, que pode
mos llamar, de acuerdo con el uso establecido, partes del texto, y que tienen existencia precisamente en virtud de esas dependencias y sólo en virtud de ellas. Si podemos llamar a tales terminales partes, y a todo este proceso división, o análisis, es porque también encontramos dependencias de un tipo particular entre estos terminales y el todo (el texto) del que se dice que forman parte, dependencias que es asimismo misión del análisis registrar. El factor peculiar que caracteriza a la dependencia entre el todo y las partes, que la distingue de la dependencia entre el todo y otros todos y que permite considerar a los objetos (partes) descubiertos como pertenecientes, y no como extraños, al todo (el texto) parece ser la uniformidad de esta dependencia: las partes coordinadas, que proceden del análisis particular de un todo, dependen de un modo uniforme de ese todo. Esta característica de uniformidad la encontramos de nuevo en la dependencia entre las llamadas partes. Así, si
Forma del análisis 49
nuestro análisis de un texto produce en alguna etapa oraciones y encontramos dos clases de oraciones (definidas por una dependencia específica entre ellas) —principales y subordinadas— siempre (en tanto no se emprenda un análisis ulterior) encontraremos la misma dependencia entre una oración principal y una subordinada que de ella dependa, dondequiera que aparezcan; y lo mismo entre el tema y el elemento derivacional, o entre las partes central y marginal de una sílaba, y así en los demás casos.
De este criterio nos serviremos en las definiciones que pretenden establecer y mantener el análisis en una vía metodológicamente libre de ambigüedad. Podemos, pues, definir formalmente el análisis como la descripción de un objeto por las dependencias uniformes de otros objetos respecto de él y entre sí. El objeto que se somete a análisis se llamará clase, y los otros objetos que se registren en un análisis concreto como uniformemente dependientes de la clase y dependientes entre sí, componentes de la clase.
En este primer ejemplo del sistema de definiciones de la teoría lingüística, la definición de componente presupone la de clase, y la definición de clase la de análisis. La definición de análisis presupone tan sólo aquellos términos o conceptos que no se han definido en el sistema de definiciones específico de la teoría lingüística, sino que proponemos como indefinibles: descripción, objeto, dependencia, unifor
midad.
28] A una clase de clases la llamaremos jerarquía, y sabemos ya que hay que distinguir entre dos clases de
jerarquías: procesos y sistemas. Aún podremos aproximarnos más al uso acostumbrado y establecido introduciendo designaciones distintas para la clase y para el componente según que se den en un proceso o e n u n sistema. Dentro de
\ fjpzPROLEGÓMENOS. — 4
50 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
un proceso lingüístico *, a las clases las llamaremos cadenas, y a los componentes de una cadena sus partes. Dentro de un sistema lingüístico, a las clases las llamaremos paradigmas, y a los componentes de un paradigma sus miembros. De acuerdo con la distinción entre partes y miembros, cuando sea adecuado especificar podremos llamar al análisis de un proceso partición, y al análisis de un sistema desmem
bración.La primera misión del análisis es, pues, realizar una par
tición del proceso textual. El texto es una cadena y todas sus partes (v. g. frases, palabras, sílabas, y así sucesivamente) son igualmente cadenas, excepto aquellas eventuales partes últimas que no puedan someterse a análisis.
La exigencia de exhaustividad impedirá detenerse en una partición determinada del texto; las partes que resulten de tal partición deben ser partidas a su vez, y así sucesivamente hasta agotar la partición. Hemos definido el análisis de tal modo que no se presenta el problema de si es simple o continuado; un análisis (y así, también una partición) puede contener uno, dos, o más análisis. El análisis, o la partición, es un «concepto acordeón». Más aún, ahora puede considerarse que la descripción de un objeto dado (texto) no se agota con tal partición continuada (y por sí misma agotada) desde una base del análisis, sino que la descripción puede continuarse (v. g. pueden registrarse nuevas dependencias) a través de otras particiones realizadas partiendo de otras bases del análisis. En tales casos hablaremos de un com plejo de análisis ( complejo de partición), es decir, de una clase de análisis (particiones) de la misma clase (cadena).
i En la forma final y más general de estas definiciones, la palabra lingüístico será reemplazada por semiótico. Sobre la distinción entre lengua y semiótica, véase págs. 149-153.
Forma del análisis 51
Todo el análisis textual se presentará entonces como un procedimiento consistente en una partición continuada o un complejo de partición, en el que cada operación aislada consiste en una partición mínima aislada. Dentro de este procedimiento cada operación presupondrá a las anteriores y será presupuesta por las siguientes. De modo similar, si el procedimiento es un complejo de partición, cada una de las par
ticiones agotadas que de él formen parte será presu-29] puesta y/o presupondrá otras particiones agotadas. En
tre los componentes del procedimiento hay determinación, de tal modo que los componentes sucesivos siempre presuponen la existencia de los precedentes, pero no viceversa: exactamente igual que la determinación entre las definiciones (p. 43), también la determinación entre las operaciones puede ser considerada como una selección o como una especificación. A tal modo de proceder se le puede llamar deducción-, definimos formalmente la deducción como un análisis continuado o un complejo de análisis, con determinación entre los análisis que de él forman parte.
La deducción es, por tanto, un tipo especial de procedimiento, así como la inducción es otro tipo especial. Definamos la operación como una descripción que está de acuerdo con el principio empírico, y el procedimiento como una clase de operaciones con determinación mutua. Según esas definiciones, tanto operación como procedimiento son «conceptos acordeón» (como el análisis, ya citado). Un procedimiento puede, pues, entre otras cosas, constar de análisis y ser una deducción, o, por otra parte, constar de síntesis y ser una inducción. Por síntesis entendemos la descripción de un objeto en cuanto componente de una clase (y síntesis será, entonces, también un «concepto acordeón», como su opuesto, análisis), y por inducción una síntesis continuada con determinación entre las síntesis que de ella forman par
52 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
te. Si un procedimiento consta tanto de análisis como de síntesis, la relación entre el análisis y la síntesis será siempre una determinación, en la que la síntesis presupone el análisis pero no viceversa, consecuencia inmediata de que el dato más inmediato sea el todo sin analizar (v. g. el texto, cf. p. 25). Aún se sigue de aquí que un procedimiento puramente inductivo (necesariamente con deducción implícita) no podría satisfacer el principio empírico y su exigencia de exhaustividad. Con ello se da una motivación formal al método deductivo propuesto en el capítulo IV. El método deductivo no impide, a este respecto, que la jerarquía sea recorrida después en la dirección contraria. No se obtendrán nuevos resultados, sino únicamente un nuevo punto de vista cuya adopción puede a veces resultar adecuada para las mismas resultantes.
No hemos encontrado ninguna razón de peso por el momento para cambiar una terminología que cada vez tiene más aceptación en lingüística. La base formal de los térmi
nos y conceptos aquí dados debería proporcionar un30] puente para acceder al uso establecido de la episte
mología. Nada hay en las definiciones ofrecidas que contradiga o imposibilite el uso de la palabra deducción en el sentido de «conclusión lógica». Puede decirse, tal como nosotros lo entendemos, que las proposiciones que se siguen de otras proposiciones proceden de ellas por análisis2: las conclusiones son en cada etapa objetos uniformemente dependientes entre sí y de las premisas. Es cierto que esto pugna con algunas ideas usuales acerca del concepto de análisis; pero es precisamente utilizando definiciones formales como hemos esperado protegernos contra cualquier postulado acerca de la esencia de un objeto, y ciertamente no hemos emi
2 Volveremos sobre este tema en el capítulo XVIII.
Forma del análisis 53
tido postulado alguno acerca de la esencia o naturaleza del análisis más allá de lo que está implicado en la definición. Si se usa el término inducción para designar un tipo especial de argumentación lógica que lleva de unas proposiciones a otras, denotando así, en terminología lógica, un tipo de deducción, entonces la palabra un tanto ambigua de inducción se aplica con un significado totalmente diferente del que nos proponemos; la forma de definir que hemos emprendido debería impedir que esta ambigüedad confundiese al lector.
Hasta ahora hemos usado componente, parte y miembro en contraste respectivamente con clase, cadena y paradigma. Ahora bien, sólo usaremos componente, parte y miembro para designar las resultantes de un análisis simple (véase la definición de componente más arriba); si se trata de un análisis continuado hablaremos de derivados. Una jerarquía es, pues, una clase con sus derivados. Imaginemos un análisis textual que dé por resultado, en determinada etapa, grupos de sílabas, que se analizan después en sílabas, las cuales, a su vez, se analizan en partes de sílabas. En tal ejemplo las sílabas serán derivados de los grupos de sílabas, y las partes de sílabas serán derivados tanto de los grupos de sílabas como de las sílabas. Por otra parte, las partes de sílabas serán componentes (partes) de las sílabas, pero no de los grupos de sílabas, y las sílabas serán componentes (partes) de los grupos de sílabas, pero no de ninguna otra resultante del análisis. Traduciendo todo eso a términos más científicos, entenderemos por derivados de una clase sus componentes y componentes-de-componentes dentro de una misma deducción; añadamos que de la clase se dice que incluye a sus derivados, y que los derivados entran en su clase. Por grado de los derivados entendemos el número de clases a través de las cuales están en dependencia con su
54 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
clase común inferior. Si el número es 0, se dice que31] los derivados son de primer grado; si es 1, de segun
do grado; y así sucesivamente. En el ejemplo aducido supra, en que los grupos de sílabas se consideran divididos en sílabas y éstas en partes de sílabas, las sílabas serán derivados de primer grado de los grupos de sílabas, mientras que las partes de sílabas serán derivados de primer grado de las sílabas y de segundo grado de los grupos de sílabas: derivado de primer grado y componente son, consecuentemente, términos equivalentes.
X I
FUNCIONES
A la dependencia que satisface las condiciones del análisis la llamaremos función. Así, decimos que hay función entre una clase y sus componentes (una cadena y sus partes, o un paradigma y sus miembros) y entre los componentes (partes o miembros) entre sí. A los terminales de una función los llamaremos funtivos, entendiendo por funtivo un objeto que tiene función con otros objetos. De él se dice que contrae su función. De las definiciones se sigue que las funciones pueden ser funtivos, puesto que puede haber función entre las funciones. Así, hay función entre la función contraída por las partes de una cadena entre sí y la función contraída por la cadena con sus partes. Al funtivo que no es función lo llamaremos entidad. En el ejemplo presentado arriba, los grupos de sílabas, las sílabas y las partes de sílabas serán entidades.
Hemos adoptado el término función en un sentido que se encuentra a mitad de camino entre el lógico-matemático y el etimológico (que tan considerable papel ha jugado en la ciencia, incluso en la ciencia lingüística), más próximo en lo
56 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
formal al primero pero no idéntico a él. Precisamente este concepto intermedio y de combinación es lo que necesitamos en lingüística. Así podemos decir que una entidad del texto (o del sistema) tiene ciertas funciones, y con ello pensar: primero, aproximándonos al significado lógico-matemático, que la entidad tiene dependencias con otras entidades, de tal suerte que ciertas entidades presuponen a otras; y segundo, aproximándonos al significado etimológico, que la entidad funciona de un modo definido, cumple un papel definido, toma una «posición» definida en la cadena. En cierto
modo, cabe decir que el significado etimológico de la32] palabra función es su definición «real», que evitamos
explicitar e introducir en el sistema de definición porque se basa en más premisas que la definición formal dada y resulta ser reducible a la misma.
Con la introducción del término técnico función pretendemos evitar la ambigüedad apreciable en el uso convencional que de él se hace en el lenguaje científico, en el que designa tanto la dependencia entre dos terminales como uno o los dos terminales mismos — lo último cuando de uno de ellos se dice que «es función» del otro— . La introducción del término técnico funtivo permite evitar esta ambigüedad, y el mismo objetivo se cumple no diciendo que un funtivo «es función» del otro sino afirmando, en cambio, que tiene función con el otro. La ambigüedad apreciable en el uso tradicional de la palabra función se acusa a menudo en los términos que se emplean para designar tipos especiales de funciones, como cuando suposición significa tanto función de suposición como supuesto, tanto función como funtivo. Este concepto ambiguo subsiste en las definiciones «reales» de los tipos de funciones, pero precisamente a causa de su ambigüedad no es conveniente usarlo en sus definiciones formales. Un ejemplo más de esta ambigüedad lo encontramos
Funciones 57
en la palabra significado, que denota tanto designación como «designatum» (y que, dicho sea de paso, es poco clara también en otros aspectos).
Ahora estamos ya en condiciones de ofrecer un esbozo sistemático de los diferentes tipos de función cuyo uso podemos prever en la teoría lingüística y, al mismo tiempo, de dar definiciones formales de las funciones que acabamos de considerar.
Por constante entendemos un funtivo cuya presencia es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función; por variable entendemos un funtivo cuya presencia no es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función. Estas definiciones presuponen ciertos indefinibles no específicos (presencia, necesidad, condición) y las definiciones de función y de funtivo.
Sobre esta base podemos definir la interdependencia como función entre dos constantes; la determinación como función entre una constante y una variable, y la constelación como función entre dos variables.
En ciertos casos nos será útil disponer de un nom-33] bre común a interdependencia y determinación (las
dos funciones entre cuyos funtivos aparecen una o más constantes): a ambas las llamaremos cohesiones. Asimismo en ciertos casos podemos hacer uso de una designación común para interdependencia y constelación (las dos funciones con la característica común de que cada una de ellas tiene funtivos de una sola clase: las interdependencias sólo tienen constantes, las constelaciones solamente variables): llamamos a ambas reciprocidades, nombre que se sugiere por sí mismo de modo natural porque estas dos funciones, contrariamente a la determinación, carecen de una «orientación» fija.
58 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
Dada la orientación fija de una determinación (esto es, la distintividad de sus funtivos), sus dos funtivos deben ser nombrados de modo diferente. A la constante de una determinación (selección o especificación) la llamaremos funti- vo determinado (seleccionado, especificado), y a la variable de una determinación funtivo determinante ( seleccionante, especificante). Del funtivo cuya presencia es condición necesaria para la presencia del otro funtivo en la determinación se dice que está determinado (seleccionado, especificado) por éste; del funtivo cuya presencia no es condición necesaria para la presencia del otro en la determinación se dice que determina (selecciona, especifica) a éste. Por otra parte, los funtivos que contraen reciprocidad pueden nombrarse análogamente: los que contraen interdependencia (solidaridad, complementaridad) se denominan, naturalmente, interdependientes (solidarios, complementarios)', los que contraen constelación (combinación, autonomía), constelati- vos ( combinados, autónomos). Los funtivos que contraen reciprocidad se llaman recíprocos, y los que contraen cohesión, cohesivos.
Hemos expresado las definiciones de los tres tipos de funciones para hacer frente al caso de que sólo dos funtivos las contraigan. Con relación a los tres tipos de funciones cabe prever que pueden contraerías más de dos funtivos; pero estas funciones multilaterales pueden considerarse como funciones entre funciones bilaterales.
Otra distinción importante para la teoría lingüística es la que existe entre la función «tanto... como» (conjunción), y la función «o ...o » (disyunción). Esto es lo que entraña la
distinción entre proceso y sistema: en el proceso, en34] el texto, existe una relación «tanto... como», una con
junción o coexistencia entre los funtivos intervinien- tes; en el sistema existe una relación «o...o », una disyun
Funciones 59
ción o alternancia entre los funtivos. Considérese el ejemplo (grafémico)
calson
Intercambiando la c y la s, la a y la o, la l y la n respectivamente, obtenemos palabras diferentes: cal, can, col, con, son, sol, san, sal. Cada una de estas entidades es una cadena que entra en el proceso (texto) lingüístico; por otra parte, c y s juntas, a y o juntas, y l y n juntas forman un paradigma, que entra en el sistema lingüístico. En la palabra cal hay conjunción, o coexistencia, entre c, a y l: tenemos efectivamente ante nuestros ojos, tanto c, como a, como l; del mismo modo hay conjunción o coexistencia entre s, o y n en la palabra son. Pero entre c y s hay disyunción, o alternancia. lo que tenemos ante nosotros efectivamente es o bien c o bien 5 ; asimismo hay disyunción o alternancia entre l y n.
En cierto modo se dice que son las mismas entidades las que entran en el proceso (texto) lingüístico y en el sistema lingüístico; considerada como componente (derivada) de la palabra cal, c forma parte del proceso y así pues de la conjunción; considerada como componente (derivada) del paradigma
cs
c forma parte del sistema y, por tanto, de la disyunción. Desde el punto de vista del proceso, c es una parte; desde el punto de vista del sistema, un miembro. Los dos puntos de vista nos llevan al reconocimiento de dos objetos diferentes, porque la definición funcional cambia; pero uniendo o dilatando las dos definiciones funcionales distintas pode
60 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
mos adoptar un punto de vista que nos justifique al decir que tenemos que entendérnoslas con la «m isma» c. En cierto modo podemos decir que todos los funtivos de la lengua entran tanto en el proceso como en el sistema, que contraen tanto conjunción o coexistencia, como disyunción o alternancia, y que su definición en el caso concreto como conjuntos o disjuntos, o como coexistentes o alternantes,
depende del punto de vista desde el que se examinen.35] En la teoría lingüística — en contraste con la cien
cia lingüística que la precede y como reacción consciente contra ella— nos esforzamos por conseguir una terminología libre de toda ambigüedad. Pero en pocos puntos se encuentra el lingüista teórico con tales dificultades terminológicas como en éste. Provisionalmente hemos llamado a la función «tanto... como» conjunción (con referencia a la terminología de la lógica) o coexistencia, y a la función «o ...o » disyunción (también por referencia a la terminología lógica) o alternancia. Pero con toda seguridad no procederá conservar estas denominaciones. Los lingüistas están acostumbrados a entender por conjunción algo completamente diferente, y nos vemos obligados, de acuerdo con la tradición, a usar conjunción del modo correspondiente (para designar una llamada «parte de la oración», aun cuando no creemos que sea posible definirla como tal). La palabra disyunción se viene usando con gran frecuencia en la ciencia lingüística de los últimos tiempos como un tipo específico de función «o ...o », y daría lugar a confusión y a errores si la introdujésemos como designación general de todas las funciones «o ...o ». Finalmente, alternancia es un término lingüístico bien cimentado y ciertamente no erradicable (y lo que es más, conveniente), que designa un tipo muy específico de función (principalmente, las llamadas ablaut y um- laut), fuertemente asociado con la función «o ...o » y que es
Funciones 61
en realidad una función de tal índole especialmente compleja; no procederá, por tanto, introducir alternancia como término general para las funciones «o...o ». El término coexistencia, es cierto, no ha sido adoptado, pero tampoco lo recomendamos, entre otras razones porque un uso lingüístico ampliamente difundido lo asocia en cierto modo con la coexistencia entre miembros de un paradigma.
Se impone, pues, buscar otra solución, y en ésta, como en las demás ocasiones, trataremos de establecer contacto, en la medida de lo posible, con la terminología lingüística ya existente. Hoy día se ha extendido mucho en la ciencia lingüística moderna la práctica de llamar correlación a la función entre los miembros de un paradigma. Este término parece, pues, especialmente adecuado para las funciones « 0 ...0 ». Como designación útil para la función «tanto... como» nos decidimos por la palabra relación. La adoptaremos, pues, en un sentido más restringido del que tiene en lógica, donde se usa esencialmente en el mismo sentido en que utilizamos función. Esta dificultad inicial debe conside
rarse fácilmente superable.36] Entenderemos, por tanto, por correlación1 la fun
ción «o ...o » y por relación2 la función «tanto... como». A los funtivos que contraen dichas funciones los llamaremos respectivamente correlatos y relatos. Sobre esta base, podemos definir el sistema como una jerarquía correlacional, y el proceso como una jerarquía relacional.
Ahora bien, como ya hemos visto (págs. 19-20), proceso y sistema son conceptos muy generales, que no pueden circunscribirse exclusivamente a objetos semióticos. Tenemos a nuestra disposición unas designaciones especiales, conve-
1 O equivalencia (cf. H. J. Uldall, «On Equivalent Relations», Tra- vaux du Cercle linguistique de Copenhague, V, 71-76).
2 O conexión.
62 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
mentes y tradicionales, del proceso semiótico y del sistema semiótico respectivamente, en los términos sintagmática y paradigmática. Siendo problema de lenguaje (en el sentido corriente de la palabra), que desde luego es lo único que nos interesa por el momento, podemos usar también designaciones más sencillas: al proceso se le puede llamar en ese caso texto, y al sistema lengua.
El proceso y el sistema que le corresponde («que existe tras é l» ) contraen juntos una función, que, según el punto de vista adoptado, puede concebirse como relación, o como correlación. Un examen más detenido de esta función nos muestra pronto que se trata de una determinación en la cual el sistema es la constante: el proceso determina al sistema. El factor decisivo no es la relación superficial consistente en que el proceso es el más inmediatamente accesible a la observación, mientras que el sistema ha de ser «ordenado» con relación al proceso — «descubierto» tras él mediante un procedimiento— y por tanto sólo es cognoscible de un modo mediato en tanto en cuanto no se nos presente sobre la base de un procedimiento llevado a cabo anteriormente. Esta relación superficial podría dar la impresión de que el proceso puede existir con independencia del sistema y no viceversa. El factor decisivo es que la existencia de un sistema es premisa necesaria para que exista el proceso: el proceso adquiere existencia en virtud de un «estar presente» de un sistema tras el mismo, en virtud de un sistema que lo rija y determine en su posible desarrollo. Es inimaginable un proceso —porque sería inexplicable en un sentido absoluto e irrevocable— sin un sistema existente tras él. En cambio, no es inimaginable un sistema sin un proceso; la existencia de un sistema no presupone la existencia de un proceso. El sistema no adquiere existencia en virtud del hallazgo de un proceso.
Funciones 63
Así pues, resulta imposible tener un texto sin que haya una lengua tras él. En cambio, puede tenerse una lengua sin que haya un texto construido en ella. Esto quiere decir
que la teoría lingüística prevé la lengua de que se tra-37] te como un sistema posible, pero sin la presencia rea
lizada de ningún proceso correspondiente a él. El proceso textual es virtual. Esta observación nos obliga a definir la realización.
Llamaremos universal a aquella operación con un resultado dado de la que pueda afirmarse que cabe llevarla a cabo con cualquier objeto, sea cual fuere; y llamaremos universales a sus resultantes. En cambio llamaremos particular a una operación con un resultado dado y particulares a sus resultantes, cuando pueda afirmarse de ella que es posible llevarla a cabo con un objeto determinado pero no con cualquier otro. Sobre esta base, llamamos realizada a una clase cuando puede tomarse como objeto de un análisis particular, y virtual en otro caso. Creemos que hemos conseguido así una definición formal que nos guarda de cualesquiera obligaciones metafísicas, la determinación necesaria y suficiente de lo que queremos decir con la palabra realización.
Cuando está presente una lengua (sistema), pero no un texto (proceso) correspondiente a la misma, es decir, cuando está presente una lengua prevista como posible por el teórico lingüista, pero no lo está ningún texto, sea natural sea construido por él partiendo del sistema, el teórico lingüista puede, claro está, considerar la existencia de tales textos como una posibilidad, pero no tomarlos como objetos de un análisis particular. En este caso, por tanto, decimos que el texto es virtual. Pero aun un texto puramente virtual presupone un sistema lingüístico realizado en el sentido de la definición. Desde un punto de vista «real», eso está ligado con
64 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
el hecho de que un proceso tiene un carácter más «concreto» que un sistema, y un sistema un carácter más «cerrado» que un proceso.
Concluiremos este apartado presentando, con referencia al análisis detallado de las funciones que emprendimos en el apartado 9, un esquema de los tipos de funciones que hemos previsto3:
funciónrelación(conexión)
correlación(equivalencia)
cohesióni determinación selección especificación
reciprocidad1̂ interdependencia solidaridad complementaridad
j constelación combinación autonomía
3 El uso de los símbolos glosemáticos de las distintas funciones pueden ilustrarlo los siguientes ejemplos, e n los q u e a y b r e p r e s e n ta n cualesquiera terminales, v un terminal variable y c un terminal constante: fu n c ió n : a <¡> b; r e la c ió n : a R b; c o r r e la c ió n : a \ b; d e te rm in a c ió n : v c ó c -<« < - v ; s e le c c ió n : v —> c ó c - e - v ; e s p e c if ic a c ió n : v (- c ó c -1 v ; in te rd e p e n d e n c ia : c c ; so lid a r id a d : c ~o c ; com ple- m en tarid ad : c j. c ; c o n s te la c ió n : v | v ; com b in ación : v — v ; autonom ía: c f v. El número de terminales, por supuesto, no se reduce a dos.
X II
38] SIGNOS Y FIGURAS
Hay una peculiaridad observable en las entidades obtenidas por deducción, que podemos ilustrar grosso modo advirtiendo que un período puede constar de una sola frase, y una frase de una sola palabra. Este fenómeno aparece constantemente en los textos más diversos. En el imperativo en latín t o en la interjección inglesa ah tenemos una entidad de la que puede decirse que es al mismo tiempo un período, una frase y una palabra. En cada uno de estos casos hallamos además una sílaba que incluye sólo una parte de sílaba (la parte central, cf. pág. 45). Tenemos que poner cuidado en prestar la debida atención a esta posibilidad al llevar a cabo un análisis. A este fin hemos de introducir una «regla de transferencia» especial, que nos impida avanzar demasiado en el análisis de una entidad dada en nna etapa demasiado temprana del procedimiento, y que asegure que ciertas entidades, bajo determinadas condiciones dadas, son transferidas sin analizar de una etapa a otra, en tanto que las del mismo grado se someten a análisis.
En cada partición aislada es posible hacer un inventario de las entidades caracterizadas por las mismas relaciones, es decir, que pueden ocupar la misma «posición» en la ca
PROLEGÓMENOS. — 5
66 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
dena. Podemos, por ejemplo, inventariar todas las oraciones susceptibles de ser insertadas en diversas posiciones; bajo ciertas condiciones, resultaría un inventario de las oraciones principales y un inventario de las oraciones subordinadas. De igual modo podemos inventariar todas las palabras, todas las sílabas y todas las partes de sílabas que tengan ciertas funciones; bajo ciertas condiciones resultaría un inventario de las partes centrales de sílabas. Para satisfacer la exigencia de exhaustividad será necesario hacer tales inventarios, procedimiento que permitirá registrar un tipo especial de función entre las entidades que pueden ocupar una y sólo una posición en la cadena.
Al comparar los inventarios resultantes de las diversas etapas de la deducción, resultará que su tamaño disminuye a medida que avanza el procedimiento. Si el texto no está restringido, es decir, si puede prolongarse mediante la constante adición de otras partes, como ocurre cuando se trata de
una lengua viva tomada como texto, será posible re-39] gistrar un número ilimitado de períodos, de frases,
de palabras. Más pronto o más tarde, sin embargo, se llega en el curso de la deducción a un punto en el que el número de entidades inventariadas se restringe, para decrecer firmemente, por lo general, a partir de él. Parece cierto, por tanto, que una lengua ha de tener un número limitado de sílabas, aunque este número sea relativamente alto. Cuando se trate de sílabas que permitan un análisis en partes centrales y marginales, el número de miembros de estas clases será más reducido que el número de sílabas de la lengua. Si se sigue partiendo las partes de sílabas, llegamos a las entidades que convencionalmente se han llamado fonemas; su número es probablemente tan pequeño en cualquier lengua que puede escribirse con dos cifras, y en muchas es muy bajo (unos veinte).
Signos y figuras 67
Estos hechos, establecidos por la experiencia inductiva en todas las lenguas hasta aquí observadas, subyacen a la invención del alfabeto. En realidad, si no hubiese inventarios limitados la teoría lingüística no podría abrigar la esperanza de alcanzar su meta, que consiste en hacer posible una descripción simple y exhaustiva del sistema subyacente en el texto. Si no se llegase a un inventario limitado por mucho que se continuase el análisis, sería imposible lograr una descripción exhaustiva. Y cuanto más reducido sea el inventario al concluir el análisis, tanto mejor podremos satisfacer el principio empírico y su necesidad de simplicidad. Por tanto, es de capital importancia para la teoría lingüística la idea que constituye la base de la invención de la escritura: la idea de proporcionar el análisis que conduzca a entidades de la menor extensión y en el menor número posibles.
Las dos observaciones que aquí hemos hecho —que una entidad puede a veces ser de la misma extensión que otra entidad de distinto grado (por ejemplo, í) y que la extensión del inventario decrece en el curso del procedimiento, que comienza siendo ilimitado, para después restringirse más y más— serán de importancia para nosotros cuando consideremos la lengua como un sistema de signos.
Que una lengua es un sistema de signos parece a priori una proposición evidente y fundamental, que la teoría lingüística habrá de tener en cuenta desde el primer momento. La teoría lingüística debe poder decirnos qué significación puede atribuirse a esa proposición, y especialmente a la palabra signo. Por el momento habremos de contentarnos con el vago concepto de la misma legado por la tradición. De
acuerdo con ella, un «signo» (o como diremos, antici-40] pando una sutilización terminológica que se introdu
cirá más adelante (pág. 73), una expresión de signo)
68 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
se caracteriza primera y principalmente por ser signo de alguna otra cosa —peculiaridad ésta que probablemente despertará nuestro interés, puesto que parece indicar que «signo» se define por una función— . Un «signo» funciona, designa, denota; un «signo», en contraposición a un no-signo, es el portador de una significación.
Nos contentaremos con esta concepción provisional e intentaremos decidir, basándonos en ella, hasta qué punto puede ser correcta la proposición de que una lengua es un sistema de signos.
En sus primeras etapas, cierto hipotético análisis del texto podría parecer que abona plenamente esta proposición. Las entidades que comúnmente designamos como períodos, frases y palabras parecen cumplir la condición expresada: son portadores de significado, por tanto «signos», y los inventarios establecidos por medio de un análisis que siguiese tales líneas tradicionales nos llevarían a reconocer un sistema ségnico tras el proceso ségnico. Aquí, como en cualquier otro lugar, convendrá llevar el análisis hasta donde sea posible, al objeto de comprobar si la descripción es exhaustiva y de la máxima simplicidad. Las palabras no son los signos últimos e irreducibles, como podría llevarnos a pensar el hecho de que la lingüística convencional gire en torno a la palabra. Las palabras pueden analizarse en partes, las cuales, como aquéllas, son a su vez portadoras de significado: raíces, elementos derivacionales, elementos flexionales. Algunas lenguas llegan más lejos que otras a este respecto. La terminación latina -ibus no puede resolverse en signos de menor extensión, pero es por sí misma un signo simple portador tanto de la significación de caso como de la significación de número; la terminación húngara correspondiente al dativo plural en una palabra como magyarok- nak (de magyar húngaro) es un signo compuesto que consta
Signos y figuras 69
del signo -ok, portador de la significación de plural, y del signo -nak, portador de la significación de dativo. En nada afecta a tal análisis el hecho de que existan lenguas sin elementos derivacionales o flexionales, o de que incluso en las lenguas que los tienen puedan aparecer palabras constituidas sólo por una raíz. Hecha la observación general de que una entidad puede ser a veces de la misma extensión que otra entidad de grado superior, y de que en este caso habrá de ser transferida, sin analizar, de una operación a otra, desaparecen cualesquiera dificultades. Precisamente por eso el análisis tiene en este caso la misma forma general que en todos los demás, y puede continuarse hasta que quepa considerarlo agotado. Así, llevando a sus últimas consecuencias, en la forma vista, el análisis de la palabra inglesa in-act-iv-ate-s puede mostrarse que contiene cinco entidades diferenciadas, cada una de las cuales es portadora de
significación, y, consecuentemente, cinco signos.41] Al sugerir un análisis de tal alcance sobre bases con
vencionales, quizá debiéramos advertir que la «significación» atribuible a cada una de estas entidades mínimas debe entenderse como significación puramente contextual. Ninguna de las entidades mínimas, ni los radicales, tiene existencia tan «independiente» que le pueda ser asignada una significación léxica. Pero desde el punto de vista básico que hemos adoptado — el análisis continuado sobre la base de las funciones que aparecen en el texto— no existen otras significaciones perceptibles que las contextúales; toda entidad, y por tanto todo signo, se define con carácter relativo, no absoluto, y sólo por el lugar que ocupa en el contexto. Desde este punto de vista carece de significado la distinción entre significaciones que aparecen solamente en el contexto y significaciones de las que podría suponerse que tienen existencia independiente, o — de acuerdo con los antiguos gramá-
70_______ í_
Prolegómenos a una teoría del lenguaje
ticos chinos— entre palabras «vacías» y «llenas». Las llamadas significaciones léxicas de ciertos signos no son sino significaciones contextúales artificialmente aisladas, o paráfrasis artificiales de las mismas. Totalmente aislado, ningún signo tiene significación; toda significación del signo surge en el contexto, entendiendo por tal un contexto situacional o un contexto explícito; no importa cuál, puesto que en un texto ilimitado o productivo (una lengua viva) siempre podemos transformar un contexto situacional en explícito. No imaginemos, pues, que un sustantivo, por ejemplo, es más significativo que una preposición, o una palabra más que una terminación derivacional o flexional. Al comparar una entidad con otra podemos hablar no sólo de diferencia de significación, sino también de diferencia de tipo de significación, pero en lo concerniente a tales entidades podemos hablar de significación precisamente con el mismo derecho relativo. En nada influye que significación, en el sentido tradicional, sea un concepto vago, que no mantendremos por mucho tiempo sin un análisis más detenido.
Ahora bien, al tratar de analizar expresiones de signo del modo sugerido, la experiencia inductiva nos muestra que en todas las lenguas hasta aquí observadas se llega a una etapa del análisis de la expresión en que las entidades que se obtienen ya no puede decirse que son portadoras de significación y, por tanto, expresiones de signo. Las sílabas y fonemas no son expresiones de signo, sino únicamente partes de éstas. Que una expresión de signo, por ejemplo una
palabra o una terminación, pueda constar de una síla-42] ba o pueda constar de un fonema no significa que la
sílaba o el fonema sean una expresión de signo. Desde un punto de vista, la s del inglés in-act-iv-ate-s es una expresión de signo; desde otro, un fonema. Los dos puntos de vista llevan al reconocimiento de dos objetos diferentes.
Ciertamente, podemos defender que la expresión de signo s incluye uno y sólo un fonema, pero eso no es lo mismo que considerar la expresión de signo idéntica al fonema; el fonema entra en otras combinaciones en las que no es expresión de signo (por ejemplo, en el inglés en la palabra sell).
Tales consideraciones nos llevan a abandonar el intento de anali7ar en «signos», y a reconocer que una descripción acomodada a nuestros principios debe analizar contenido y expresión por separado; que cada uno de estos dos análisis dará por resultado final un número limitado de entidades, no necesariamente equiparables a las correspondientes del
plano opuesto.43] La economía relativa que se obtiene al pasar de los
inventarios de signos a los de no-signos corresponde por completo a lo que se supone ser la finalidad del lenguaje. Una lengua es, por su finalidad, primera y principalmente un sistema de signos; para ser plenamente adecuada debe estar siempre dispuesta a formar nuevos signos, nuevas palabras o nuevas raíces. Pero, con toda su abundancia sin límites, para ser plenamente adecuada debe ser asimismo fácil de manejar, práctica en su adquisición y uso. Teniendo en cuenta que se necesita un número ilimitado de signos, podrán construirse todos los signos a partir de no-signos, cuyo número es limitado, y preferiblemente, rigurosamente limitado. A aquellos no-signos que entran en un sistema de signos como parte de éstos los llamaremos aquí figuras, término puramente operativo, introducido simplemente por ra: zones de conveniencia. Una lengua, pues, se ordena de tal modo que con la ayuda de un puñado de figuras y cambiando el orden constantemente pueda construirse una legión de signos. Si una lengua no estuviese así ordenada sería una herramienta imposible de utilizar para su fin. Por tanto, nos sobran razones para suponer que en esta característica
Signos y figuras_______ ________ ____________________ ________ _
72 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
—la construcción del signo a partir de un número limitado de figuras— hemos encontrado una característica básica esencial de la estructura de cualquier lengua.
Las lenguas, pues, no pueden describirse como sistemas de signos puros. Por el fin que generalmente se les atribuye son primera y principalmente sistemas de signos; pero por su estructura interna son primera y principalmente algo diferente, a saber: sistemas de figuras que pueden usarse para construir signos. Al analizarla más detenidamente, la definición de lengua como sistema de signos se ha revelado, por tanto, como poco satisfactoria. Hace referencia únicamente
a las funciones externas de una lengua, a su relación44] con los factores no lingüísticos que la rodean, pero no
a sus funciones propias, a las internas.
X I I I
EXPRESIÓN Y CONTENIDO
Hasta ahora hemos sido intencionalmente fieles a la vieja tradición de acuerdo con la cual un signo es primera y principalmente signo de algo. En este punto estamos ciertamente de acuerdo con la concepción popular y, lo que es más, con una concepción ampliamente difundida entre lógicos y epistemólogos. Pero queda por demostrar que tal concepción es lingüísticamente insostenible, y en esto estamos de acuerdo con el más reciente pensamiento lingüístico.
Mientras que, de acuerdo con el primer punto de vista, el signo es una expresión que señala hacia un contenido que hay fuera del signo mismo, de acuerdo con el segundo punto de vista (que ha expuesto especialmente Saussure y, tras sus pasos, W eisgerber') el signo es una entidad generada por la conexión entre una expresión y un contenido.
Determinar cuál de estos puntos de vista ha de preferirse es un problema de adecuación. Para responder a la pre
• Leo Weisgerber, Germanisch-romanische Monatsschrift, XV, 1927, págs. 161 ss.; id. Indogermanische Forschungen, XXXVI, 1928, páginas 310 ss.; id., Muttersprache und Geistesbildung, Göttingen, 1929.
74 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
gunta evitaremos por el momento hablar de signos, que son precisamente lo que intentamos definir. En su lugar, hablaremos de algo cuya existencia creemos haber establecido: la función de signo, colocada entre dos entidades, una expresión y un contenido. Sobre esta base podremos determinar si es adecuado considerar la función de signo como función externa o interna de la entidad que llamaremos signo.
Hemos presentado los términos expresión y contenido como designaciones de los funtivos que contraen la función a que nos referimos, la función de signo. Es ésta una definición puramente operativa, y además una definición formal, en el sentido de que en este contexto no se dará ningún otro significado a los términos expresión y contenido.
Siempre habrá solidaridad entre una función y (la clase de) sus funtivos: no puede concebirse una función sin sus terminales, y los terminales son únicamente puntos finales de la función y, por tanto, inconcebibles sin ella. Si una misma entidad contrajese diferentes funciones sucesivamen
te y, así pareciera ser seleccionada por ellas, se trata-45] ría, en cada caso, no de un mismo funtivo, sino de di
ferentes funtivos, diferentes objetos según el punto de vista que se adoptase, es decir, según la función desde la cual se enfocase la vista. Esto no nos impide decir que es la «m isma» entidad desde otros puntos de vista: por ejemplo, considerando las funciones que entran en ella (que sus componentes contraen) y que la establecen. Si varios grupos de funtivos contraen una misma función, esto quiere decir que hay solidaridad entre la función y la clase entera de estos funtivos, y que, consecuentemente, cada funtivo en particular selecciona la función.
Por tanto, hay también solidaridad entre la función de. signo y sus dos funtivos, la expresión y el contenido. Jamás habrá una función de signo sin la presencia simultánea de
Expresión y contenido 75
estos dos funtivos; y una expresión y su contenido, o un contenido y su expresión, jamás aparecerán juntos sin que esté presente entre ellos la función de signo.
La función de signo es por sí misma una solidaridad. Expresión y contenido son solidarios, se presuponen necesariamente. Una expresión sólo es expresión en virtud de que es expresión de un cqntenido, y un contenido sólo es contenido en virtud de que es contenido de una expresión. Por tanto — a menos que se opere un aislamiento artificial— no puede haber contenido sin expresión, o contenido carente de expresión, como tampoco puede haber expresión sin contenido, o expresión carente de contenido. Si pensamos sin hablar, el pensamiento no será un contenido lingüístico ni funtivo de una función de signo. Si hablamos sin pensar, valiéndonos de una serie de sonidos a los que nadie que los escuche pueda concederles contenido alguno, tal habla será un abracadabra, y no una expresión lingüística ni funtivo de una función de signo. (Desde luego, la falta de contenido no debe confundirse con falta de significación: una expresión muy bien puede tener un contenido que desde algún punto de vista (por ejemplo, el de la lógica normativa o del fisicismo) pueda considerarse carente de significación, pero que sea un contenido.
Si al analizar el texto no tuviéramos en cuenta la función de signo, no podríamos delimitar unos signos de otros; sencillamente, no podríamos proporcionar una descripción exhaustiva (y, por tanto, en el sentido que hemos adoptado,
empírica) del texto que explicase las funciones que46] lo establecen (pág. 40). Nos veríamos privados de un
criterio objetivo capaz de proporcionar una base útil de análisis.
Para dejar en claro la función de signo, Saussure trató de considerar la expresión y el contenido cada uno por sepa-
76 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
rado, sin tener en cuenta la función de signo, y obtuvo el
siguiente resultado:
Prise en elle-même, la pensée est comme une nébuleuse où rien n’est nécessairement délimité. I l n’y a pas d’idées préétablies, et rien n’est distinct avant l ’apparition de la langue... La substance phonique n’est pas plus fixe ni plus rigide; ce n’est pas un moule dont la pensée doive nécessairement épouser les formes, mais une matière plastique qui se divise à son tour en parties distinctes pour fournir les signifiants dont la pensée a besoin. Nous pouvons donc représenter... la langue... comme une série de subdivisions contiguës dessinées à la fois sur le plan indéfini des idées confuses... et sur celui non moins indéterminé des sons... la langue élabore ses unités en se constituant entre deux masses amorphes... cette combinaison produit une forme, non une substance2.
Pero este Gedankenexperiment pedagógico, por muy bien que se lleve a cabo, carece realmente de significación, y el mismo Saussure debió darse cuenta de ello. En una ciencia que evita postulados innecesarios no hay base para afirmar gratuitamente que la sustancia del contenido (pensamiento)o la sustancia de la expresión (cadena de sonidos) preceda a la lengua en el tiempo o en orden jerárquico, o viceversa. Si conservamos la terminología de Saussure —precisamente partiendo de sus supuestos— resulta claro que la sustancia depende de la forma hasta tal punto que vive exclusivamente a causa de ella y no puede en ningún sentido decirse que tenga existencia independiente.
2 F. de Saussure, Cours, 2.a éd., págs. 155-157.
Expresión y contenido 77
Por otra parte, parecería un experimento justificable comparar diferentes lenguas y extraer, o sustraer, el factor común a ellas y común a todas las lenguas, por muchas que sean las que se hagan entrar en la comparación. Ese factor —si excluimos el principio estructural que implica la función de signo y todas las funciones de ahí deducibles, principio que es, por naturaleza, común qua principio a todas las lenguas, pero cuya ejecución es privativa de cada una de ellas__t ese factor, decimos, será una entidad definida solamente por su «tenencia de» función con el principio estructural de la lengua y con todos los factores que hacen a cada lengua diferente de las demás. A ese factor lo llamaremos
sentido.
47] Así, advertimos que las cadenas
jeg véd det ikke (Danés)I do not know (Inglés)je ne sais pas (Francés)en tieda (Finlandés)naluvara (Esquimal)
a pesar de todas sus diferencias, tienen un factor en común: el sentido, el pensamiento mismo. Este sentido, así considerado, existe provisionalmente como una masa amorfa, como entidad sin analizar que se define sólo por sus funciones externas, esto es, por su función con cada una de las frases lingüísticas que acabamos de citar. Podemos imaginar este sentido analizado desde muchos puntos de vista y sometido a muchos análisis diferentes, bajo los cuales aparecería como otros tantos objetos diferentes. Podría, por ejemplo, analizarse desde uno u otro punto de vista lógico, o desde uno u otro punto de vista psicológico. En cada una de las lenguas consideradas ha de ser analizado de modo diferen
78 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
te, hecho éste que sólo puede interpretarse como indicativo de que el sentido se ha ordenado, articulado, conformado de distinto modo en las distintas lenguas:
En danés, primero jeg («y o »), después véd («sé», presente de indicativo), después un complemento, det (« lo » ), después la negación ikke («n o »).
En inglés, primero I («y o »), después un concepto verbal (do ) que no figura en la frase danesa, después la negación (nof) y sólo al fin el concepto know («saber») (sin que aparezcan el concepto correspondiente al presente de indicativo danés véd, ni el complemento).
En francés, primero «yo », después un tipo de negación (que es, sin embargo, completamente diferente de la danesa y la inglesa, puesto que no tiene valor de negación en todas las combinaciones), después «sé» (presente de indicativo), y finalmente un signo especial y peculiar que algunos llaman negación, pero que también puede significar «paso»; igual que en inglés, sin complemento.
En finlandés, primero un verbo que significa «yo-no» (o, con mayor precisión, «no-yo», puesto que el signo de «yo » viene después; la negación en finlandés es un verbo que toma inflexión de número y persona: en ’yo-no’, et ’tú-no’, ei ’él-no’, emme ’nosotros-no’, etc.), y después el concepto «saber» en una forma que tiene significado imperativo en otras combinaciones; sin complemento.
En esquimal, «no-conociendo-estoy-yo-lo», un verbo derivado de nalo ’ignorancia’, con el sufijo correspondiente al sujeto en primera persona y el complemento3 de tercera per
sona.
i Prescindimos de que el mismo sentido pueda recibir forma, en algunas de las lenguas, en cadenas muy diferentes: francés je l ’ignore; esquimal asúk o asukiax. (derivado de aso, que significa «¡basta!»).
Expresión y contenido 79
48] Vemos, pues, que el sentido informe que puede extraerse de todas estas cadenas lingüísticas se confor
ma de modo diferente en cada lengua. Cada lengua establece sus propios límites dentro de la «masa de pensamiento» amorfa, destaca diversos factores de la misma en diversas ordenaciones, coloca el centro de gravedad en lugares diferentes y les concede diferente grado de énfasis. Es como un mismo puñado de arena con el que se formasen dibujos diferentes, o como las nubes del cielo que de un instante a otro cambian de forma a los ojos de Hamlet. Igual que la misma arena puede colocarse en moldes diferentes y la misma nube adoptar cada vez una forma nueva, así también el mismo sentido se conforma o estructura de modo diferente en diferentes lenguas. Lo que determina su forma son únicamente las funciones de la lengua, la función de signo y las funciones de ahí deducibles. El sentido continúa siendo, en cada caso, la sustancia de una nueva forma, y no tiene existencia posible si no es siendo sustancia de una forma u
otra.Reconocemos por tanto en el contenido lingüístico, en su
proceso, una forma específica, la forma del contenido, que es independiente del sentido y mantiene una relación arbitraria con el mismo, y que le da forma en una sustancia del
contenido.No hace falta reflexionar mucho para ver que lo mismo
puede decirse del sistema del contenido. Puede decirse que un paradigma de una lengua y otro correspondiente en otra lengua cubren una misma zona de sentido, la cual, aislada de esas lenguas, es un continuum amorfo sin analizar, en el que se establecen los límites por la acción conformadora
de las lenguas.Tras los paradigmas que proporcionan en diversas len
guas las designaciones de color podemos descubrir, elimi-
80 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
nando las diferencias, tal continuum amorfo, el espectro del color, en el que cada lengua establece sus fronteras de un modo arbitrario. Así como, en esta zona de sentido, las conformaciones son aproximadamente las mismas en la mayoría de las lenguas europeas de mayor difusión, no tenemos que ir muy lejos para encontrar conformaciones incongruentes con ellas. En galés, «verde» es gwyrdd o glas, «azu l» es glas, «gris » es glas o llwyd, «castaño» es llwyd. Es decir, la parte del espectro que cubre nuestra palabra verde se encuentra cruzada en galés por una línea que asigna parte de
ella a la misma zona que nuestra palabra azul, mien-49] tras que la frontera establecida entre verde y azul no
se encuentra en galés. Lo que es más, el galés carece de la delimitación entre azul y gris y asimismo de la que distingue entre gris y castaño. Por otra parte, el área cubierta por la palabra gris se ve cruzada en galés, de modo que la mitad de ella se refiere a la misma zona que nuestro azul y la otra mitad a la misma que nuestro castaño. Confrontadas gráficamente en un esquema se verá la falta de coincidencia entre estas divisorias:
verde
castaño
gwyrdd
De modo similar, el latín y el griego se muestran incongruentes con las principales lenguas europeas modernas en esta esfera. La progresión de lo «c laro» a lo «oscuro», que se divide en tres áreas en inglés y en muchas lenguas (blanco,
Expresión y contenido 81
gris, negro), se divide en otras en un número distinto de áreas, por abolición o, por el contrario, por ampliación del área media.
Los paradigmas del morfema muestran un estado de cosas semejante. La zona del número se analiza de modo distinto en las lenguas que sólo distinguen un singular y un plural, en las que añaden un dual (como el antiguo griego y el lituano) y en las que cuentan asimismo con un paucal, sea simplemente un trial (como la mayoría de las lenguas melanesias, la lengua sanir de Indonesia Occidental, en las islas situadas entre Mindanao y las Célebes, y la lengua ku- lin de Australia sudoriental en algunos de sus dialectos) o un cuatral (como la lengua micronesia de las islas Gilbert). La zona del tiempo verbal se analiza de modo diferente en las lenguas que (aparte de las formaciones perifrásticas) sólo tienen un pretérito y un presente (como, por ejemplo, el inglés), en las que, por lo tanto, el presente cubre también el área cubierta en otras por el futuro, y en las lenguas que establecen un límite entre el presente y el futuro, siendo diferentes las fronteras, a su vez, en una lengua que (como el latín, el antiguo griego, el francés) distingue varias
clases de pretéritos.
50] Esta incongruencia dentro de una misma zona de sentido aparece por todas partes. Compárense, por
ejemplo, las siguientes correspondencias entre el danés, el alemán y el francés:
tree
skov
Baum
Holz
Wald
arbre
bois
forêt
PROLEGÓMENOS. — 6
82Prolegómenos a una teoría del lenguaje
■ De este hecho podemos concluir que en una de la entidades que soii funtivos de la función de signo esto e el contenido, la función de signo instituye una forma, 1 forma del contenido, que es arbitraria desde el punto de
vista del sentido y que sólo puede aplicarse de signo y es evidentemente solidaria con ella. En este Íd o es obvio que Saussure está en lo cierto al distinguir entre forma y sustancia. Precisamente lo mismo puede o servarse en la otra de las dos entidades que son funtivos de la función de signo, la expresión. Al igual que la zona del c o l e ó las zonas del morfema se subdividen de modo diferente en diferentes lenguas, y cada lengua tiene un numero propio de palabras para designar el color, un número propio de números, de tiempos variables, etc., la comparación de las lenguas nos permite asimismo descubrir zonas en a esfera fonética que se subdividen de distinto modo en diferentes lenguas. Podemos pensar, por ejemplo, en un esfera de movimiento fonético-ñsiológica, que cabe consi e- rar por supuesto, espacializada en varias dimensiones y presentarse como un continuum no analizado pero analizable —basándonos, por ejemplo, en el sistema de J esp e rsen ^ fo rmulas « antalfabéticas» . En una zona tan amorfa como esta
las diferentes lenguas incluyen a r b i t r a r i a m e n t e ™ ferente de figuras (fonemas), puesto que los limites se fijan en lugares d L e n te s dentro del continuoDUn ejemplo es£ continuum constituido por el corte medio de la boca, desde la faringe hasta los labios. En las lenguas mas conocidas esa zona se divide generalmente en tres áreas, un area posterior de la k, un área intermedia de la í y un área anterior de la p Ahora bien, manteniéndonos en el terreno de las S l ú s i el esquimal y el letón, por ejemplo, fu n g u e n dos áreas de la k, cuyas líneas de división no coinciden en las dos lenguas. El esquimal coloca la divisoria entre la zona
Expresión y contenido 83
uvular y la velar, y el letón entre la velar y la velo-51] palatal. Muchas lenguas de la India distinguen dos
áreas de la t, una retroflexiva y otra dental; y así sucesivamente. Otro continuum también evidente es el de la zona de las vocales; el número de vocales varía de una lengua a otra, y las divisorias están situadas en lugares diferentes. El esquimal sólo distingue entre un área de la i, un área de la u y un área de la a. En la mayor parte de las lenguas conocidas la primera se divide en un área de la i más pequeña y un área de la e, la segunda en un área de la u más pequeña y un área de la o. En algunas lenguas cada una de estas áreas, o alguna de ellas, puede verse cortada por una línea que distingue las vocales labiales (y, 0; u, o ) de las no labiales (i, e; m, y ; estas últimas y extrañas vocales «apagadas», poco frecuentes en Europa, o al menos algunas de ellas, se encuentran, por ejemplo, en tamil, en muchas de las lenguas uralo-orientales y en rumano); con la abertura correspondiente de la i y la u pueden formarse, además, vocales intermedias, labial (u ) en sueco y en noruego, o no labial ( i ) en ruso; y así sucesivamente. Debido especialmente a la extraordinaria movilidad del órgano de la lengua, las posibilidades de que puede hacer uso el idioma son prácticamente ilimitadas; pero lo característico es que cada idioma fije sus límites dentro de esta infinitud de posibilidades.
Dado que la situación es, en lo que concierne a la expresión, análoga a la que se ofrece del lado del contenido, bien estará subrayar este paralelismo utilizando la misma terminología para uno y otro caso. Podremos hablar, pues, de un sentido de la expresión, sin que lo poco corriente de una afirmación semejante pueda impedírnoslo. Los ejemplos que hemos dado (e l continuum de las vocales y del corte medio de la boca) serán, entonces, las zonas fonéticas del sentido,
84 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
formadas de modo diferente en las distintas lenguas, según las funciones específicas de cada lengua, y ordenadas de acuerdo con la forma de la expresión como sustancia de la
expresión.Hasta ahora nos hemos referido al sistema de la expre
sión; pero, al igual que sucede con el contenido, podemos aplicar lo expuesto al proceso. Exclusivamente por razón de la cohesión entre sistema y proceso, la formación específica del sistema en una lengua dada surte efectos inevitablemente en el proceso. En parte debido a las propias fronteras que se establecen en el sistema y que resultan incongruentes de una lengua a otra, y en parte a las posibilidades de relación entre los fonemas de la cadena (ciertas lenguas, por ejemplo australianas y africanas, no admiten grupo al
guno de consonantes; otras sólo ciertos grupos de52] consonantes, diferentes de una lengua a otra; la colo
cación del acento en la palabra se rige también por diferentes leyes en cada lengua), un mismo sentido de la expresión puede formarse de modo diferente en distintas lenguas. En inglés (bar'lin), en alemán (bsr 'liin ), en danés (b$b ’li?n), en japonés (bglulinu) representan diferentes formaciones del mismo sentido de expresión (el nombre de ciudad Berlín). Desde luego, es indiferente que el sentido del contenido resulte ser el mismo en este caso; análogamente podríamos decir que, por ejemplo, la pronunciación de la palabra inglesa gof, la alemana Gott («D ios»), y la danesa godt («b ien ») representan diferentes conformaciones de un mismo sentido de expresión. En este ejemplo, el sentido de la expresión es el mismo, pero el sentido del contenido diferente, igual que en jeg véd det ikke y I do not know el sentido del contenido es el mismo pero el de la expresión di
ferente.
Expresión y contenido 85
Cuando una persona familiarizada con el sistema funcional de una lengua dada (por ejemplo, su lengua materna) ha percibido un sentido del contenido o de la expresión, lo formará en esa lengua. Una parte esencial de lo que la gente entiende por «hablar con acento» consiste en dar forma, de acuerdo con las predisposiciones sugeridas por los hechos funcionales de la lengua materna del hablante, a un sentido de la expresión percibido.
Esta investigación nos muestra, pues, que las dos entidades que contraen la función de signo — la expresión y el contenido— se comportan del mismo modo en relación con ella. En virtud de la función de signo, y sólo en virtud de ella, existen sus dos funtivos, que pueden ahora designarse con precisión como forma del contenido y forma de la expresión. Y en virtud de la forma del contenido y de la forma de la expresión, y sólo en virtud de ellas, existen respectivamente la sustancia del contenido y la sustancia de la expresión, que se manifiestan por la proyección de la forma sobre el sentido, de igual modo que una red abierta proyecta su sombra sobre una superficie sin dividir.
Si volvemos ahora al punto de partida, concerniente a la significación más adecuada de la palabra signo, estaremos al fin en condiciones de ver mejor y con más claridad qué es lo que hay detrás de la controversia entre los puntos de vista de la lingüística tradicional y de la lingüística moderna. Parece cierto que un signo es signo de algo, y que este algo en cierto modo reside fuera del signo mismo. Así la palabra anillo es el signo de esa cosa definida que llevo en el dedo, y esa cosa, en cierto sentido (tradicional), no entra en el signo mismo. Pero esa cosa que llevo en el dedo es una entidad de sustancia del contenido, la cual está ordenada con una forma del contenido (a través del signo) y clasificada bajo ésta juntamente con otras varias entidades
86 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
de sustancia del contenido (por ejemplo, el ruedo,53] en una plaza de toros). Que un signo sea signo de
algo quiere decir que la forma del contenido de un signo puede subsumir ese algo como sustancia del contenido. igual que antes sentimos la necesidad de usar la palabra sentido, no simplemente del contenido, sino también de la expresión, igualmente aquí, en aras de la claridad, a contracorriente de los conceptos consagrados por el tiempo, cuyas limitaciones se hacen ahora cada vez más evidentes, sentimos el deseo de invertir la orientación del signo: en realidad deberíamos poder decir precisamente, con el mismo derecho, que un signo es signo de una sustancia de expresión. La secuencia de sonidos que integran la palabra anillo, por sí misma y como fenómeno único, pronunciada hic el nunc, es una entidad de sustancia de la expresión, la cual en virtud del signo y sólo en virtud de lo que de él se deriva, se ordena con una forma de la expresión y se clasifica bajo la misma juntamente con otras diversas entidades de sustancia de la expresión (otras posibles pronunciaciones, por otras personas o en otras ocasiones, del mismo signo).
El signo es, pues — por paradójico que parezca , signo de sustancia del contenido y signo de sustancia de la expresión. En este sentido es en el que puede decirse que el signo es signo de algo. Por otra parte, no encontramos justificación para llamar al signo simplemente signo de sustancia del contenido o (lo que nadie ha pensado, podemos estar seguros) de sustancia de la expresión. El signo es una entidad con dos caras, con una perspectiva cual la de Jano, en dos direcciones, y con efecto «hacia afuera», hacia la sustancia de la expresión, y «hacia dentro», hacia la sustancia
del contenido.Toda terminología es arbitraria, y, consecuentemente,
nada nos impide usar la palabra signo para designar espe
Expresión y contenido 87
cialmente la forma de la expresión (o, si lo deseamos la sustancia de la expresión, si bien esto sería a la vez absurdo e innecesario). Pero parece más adecuado usar la palabra signo para designar la unidad que consta de forma de contenido y forma de expresión y que es establecida por la solidaridad que hemos llamado la función del signo.
Si signo se usa para designar la expresión únicamente o parte de ella, la terminología, aun cuando esté protegida por definiciones formales, correrá el riesgo, consciente o inconscientemente, de provocar o favorecer el erróneo y difundido concepto de que una lengua es simplemente una nomenclatura o un juego de etiquetas que se colocarán sobre cosas ya existentes. La palabra signo irá siempre unida, por razón de su naturaleza, a la idea de un «designatum»; la palabra, por tanto, signo deberá usarse adecuadamente de manera tal que la relación entre signo y «designatum» aparezca con la mayor claridad posible y no esté sujeta a una defor
madora simplificación.54] La distinción entre expresión y contenido y su inte
racción en la función de signo es algo básico en la estructura de cualquier lengua. Cualquier signo, cualquier sistema de signos, cualquier sistema de figuras ordenado con fin de signos, cualquier lengua contienen en sí una forma de la expresión y una forma del contenido. La primera etapa del análisis de un texto debe consistir, por tanto, en un análisis que diferencie estas dos entidades. Para ser exhaustivo, el análisis debe organizarse de tal modo que en cada etapa hagamos la división tomando partes de la mayor extensión, es decir, del menor número posible, bien sea dentro de la cadena analizada en su totalidad bien dentro de una sección cualquiera de la misma arbitrariamente fijada. Si un texto, por ejemplo, incluye tanto períodos como frases podremos mostrar que el número de frases es mayor que el de perío
88 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
dos; por tanto no hemos de pasar directamente a dividirlo en frases, sino que habremos de dividirlo primero en períodos y después éstos en frases. Aplicado este principio a través de todo el proceso, resultará que cualquier texto ha de dividirse siempre en la primera etapa en dos y solamente dos partes, cuyo número mínimo garantice su extensión máxima: la línea de expresión y la línea de contenido, qué tienen solidaridad mutua a través de la función de signo. Después, la línea de la expresión y la línea del contenido se continuarán analizando cada una por separado, teniendo en cuenta, naturalmente, su interacción en los signos. Del mismo modo, la primera desmembración de un sistema lingüístico nos conducirá a establecer sus dos paradigmas más inclusivos: el lado de expresión y el lado de contenido. Para designar la línea de expresión y el lado de expresión, de una parte, y la línea de contenido y el lado de contenido, de otra, hemos usado respectivamente las designaciones de plano de la expresión y plano del contenido (designaciones relacionadas con las palabras de Saussure antes citadas: «le plan... des idées... et celui... des sons»).
A través de todo el análisis, este modo de proceder nos hace ganar en claridad y simplificación, arroja luz además sobre todo el mecanismo de una lengua de un modo hasta aquí desconocido^ Desde este punto de vista resultará fácil organizar las disciplinas auxiliares de la lingüística de acuerdo con un plan bien fundado, y eludir por fin la vieja divi-
| sión fragmentaria de la lingüística en fonética, morfología, sintaxis, lexicografía y semántica — división que resulta poco satisfactoria en muchos aspectos y que además implica cierta superposición— . Pero además, cuando se continúa el análisis, éste muestra que el plano de la expresión y el plano del contenido pueden describirse exhaustiva y consecuentemente como si estuviesen estructurados de modo análogo,
Expresión y contenido 89
de tal manera que en ambos planos se prevén cate-55] gorías que se definen de modo totalmente idéntico.
Con ello se confirma de nuevo y esencialmente que es correcto concebir la expresión y el contenido como entidades coordinadas e iguales en todos los aspectos.
Los términos plano de la expresión y plano del contenido y, por lo que a esto respecta, expresión y contenido, se han elegido de conformidad con nociones preestablecidas y son totalmente arbitrarios. Su definición funcional no justifica que llamemos a una de estas entidades expresión y a la otra no, o que llamemos a una contenido y a la otra no. Se definen sólo por su solidaridad mutua, y ninguna de ellas puede identificarse de otro modo. Cada una de ellas se define por oposición y por relación, como funtivos mutuamente opuestos de una misma función.
X IV
INVARIANTES Y VARIANTES
Este adentrarse en la estructura del signo es condición indispensable para llevar a cabo el análisis con precisión y, especialmente, para reconocer las figuras de que se componeun signo lingüístico (pág. 71). En cada etapa..del análisisdebe hacerse un inventario de las entidades con relaciones uniformes (pág. 65). El inventario debe satisfacer nuestro principio empírico (pág. 22), es decir, ser exhaustivo a la vez que tan~simple- como sea posible. Tales exigencias, ciertamente, han de satisfacerse en cada etapa, porque, entre otras razones, no podemos saber de antemano si una etapa dada será la última; pero son doblemente importantes para la etapa final del análisis, porque es en este punto cuando reconocemos las entidades finales que son básicas para el sistema, las entidades con las cuales ha de sernos posible demostrar que se construyen todas las demás entidades. Y en este punto es importante, no sólo para simplificar la solución de esta última etapa, sino para simplificar la solución en conjunto, que el número de entidades finales sea lo más bajo posible.
Enunciamos esta exigencia a través de dos principios: el principio de economía y el principio de reducción, ambos deducidos del de simplicidad (pág. 33).
Invariantes y variantes 91
Principio de economía: la descripción se hará por medio de un procedimiento. E l procedimiento se ordenará de modo tal que el resultado sea de la mayor simplicidad posible, y se suspenderá si no Ueva a una u lterior simplificación.
Principio de reducción: cada operación del procedimiento se continuará o repetirá hasta que se haya agotado la descripción, y habrá de conducir en cada etapa a registrar el menor número posible de objetos.
A las entidades inventariadas en cada etapa las Ila-56] maremos elementos. Con vistas al análisis, formulamos
el principio de reducción en los siguientes términos: Cada análisis (o cada com plejo de análisis) en el que se
registren funtivos con una función dada como base del análisis se hará de tal modo que conduzca a registrar el menor número posible de elementos.
Para dar plena satisfacción a esta exigencia hemos de tener a nuestra disposición un método que nos permita, en condiciones fijadas con precisión, reducir dos entidades a una sola o, como con frecuencia se dice, identificar dos entidades Si imaginamos un texto dividido en períodos, éstos en frases, éstas en palabras, etc., y un inventario por cada análisis, podremos observar que en muchos lugares del tex-
i En esta última formulación, la teoría presupone un análisis más cerrado del concepto de identidad lingüistica. De él ha tratado, desde muchos puntos de vista, la literatura reciente; por ejemplo, F. de Saussure, Cours, 2.a ed., págs. 150 ss., y, sobre la base de la jerarquía de tipos russelliana, A. Penttila (Actes du IV ‘ Congrés internatio- nal de linguistes, Copenhague 1938, págs. 160 ss.), siguiendo a U. Saar- nio, Untersuchungen zur symbolischen Logik (Acta philosophica Fen- nica, I, Helsinki, 1935); cf. Penttila y Saarnio en Erkenntnis, IV, 1934, págs. 28 ss. Los resultados provisionales obtenidos parecen suficientes, sin embargo, para indicar que es difícil llegar al método a través de definiciones formales, y que podemos actuar con parigual simplicidad a través del concepto de reducción. El problema de la identidad puede desecharse, por tanto, a este respecto, por entrañar una complicación innecesaria.
92 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
to tenemos «un mismo» período, «una misma» frase, «una misma» palabra, etc.: puede decirse que hay muchos ejemplos de cada período, de cada frase, de cada palabra, etc. A estos ejemplos los llamaremos variantes, y a las entidades de las que son ejemplo, invariantes. Más aún, se observa inmediatamente que no sólo las entidades, sino también las funciones tienen variantes, de modo que la distinción entre variantes e invariantes se aplica a los funtivos en general. En cada etapa del análisis hemos de ser capaces de inferir invariantes de las variantes, con la ayuda de un método especialmente preparado que establezca los criterios necesarios para tal reducción.
En lo que afecta a las invariantes de grado máximo57] del plano de la expresión — en cuanto al lenguaje ha
blado, en teoría hasta ahora, los llamados fonemas— se ha prestado alguna atención a este problema en la lingüística moderna y no faltan los intentos de encontrar tal método de reducción. En muchos casos, sin embargo, los investigadores se han detenido en una definición «rea l» más o menos vaga del fonema, que no proporciona ningún criterio objetivo y útil en los casos dudosos. En la lingüística moderna dos escuelas han intentado ofrecer conscientemente un método de reducción objetivo; la escuela de Londres, representada por Daniel Jones, y la escuela fonológica, que tiene su origen en el Círculo de Praga y a cuya cabeza estaba N. S. Trubetzkoy. Los métodos de reducción desarrollados en estos dos campos muestran una semejanza característica y una diferencia interesante.
La semejanza consiste en que ninguna de las dos escuelas admite que un análisis del texto llevado a cabo basándose en las funciones sea el requisito previo de un inventario. El método usado es el inductivo (págs. 24-25), que toma como dato una masa de sonidos aislados, para agruparlos en cla
Invariantes y variantes 93
ses de sonidos, los llamados fonemas. Esta agrupación debe operarse sin tener en cuenta de qué paradigmas forman parte los sonidos. Con notable falta de fundamento lógico, sin embargo, ambas escuelas parten de una somera división en categorías del inventario total de sonidos de una lengua, tratando las vocales y las consonantes por separado. Pero vocales y consonantes son consideradas como categorías definidas no por las funciones lingüísticas, sino más bien por premisas no lingüísticas (fisiológicas o físicas). Y la categoría de las vocales y la categoría de las consonantes no se analizan al principio de la operación en subcategorías tomando como base la relación (de acuerdo con su «posición» en
la sílaba).Nada hay de sorprendente en esta semejanza, puesto que
el método deductivo que hemos esbozado (pág. 26), no se ha puesto en práctica hasta aquí en la ciencia lingüística.
La diferencia entre las dos escuelas en su modo de proceder, por otra parte, no carece de interés metodológico. Ambas están de acuerdo en ver algo característico en el hecho de que los fonemas — en contraste con las varian tes- tienen una función distintiva: el cambio de un fonema por otro puede entrañar una diferencia de contenido (v. g. pez- paz), cosa que no sucede cuando se cambia una variante del mismo fonema por otra (v. g. dos pronunciaciones diferentes de la e en la palabra pez). Los fonólogos de Praga sientan este criterio en su definición, al definir la oposición
fonèmica como una oposición distintiva2. La escuela58] de Londres sigue otro camino. Daniel Jones señala
que los fonemas son distintivos, pero no se decide a
2 Actes du I er Congrès international de linguistes, Leiden, s. d.,pâg. 33. Travaux du Cercle linguistique de Prague, IV, 1931, pâg. 311.N. S. Trubetzkoy, Grundzüge der Phonologie ( Travaux du Cercle linguistique de Prague, VII, 1939), pâg. 30.
94 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
incorporar este rasgo a la definición de fonema, considerando que hay oposiciones fonémicas que no pueden entrañar una diferencia de contenido, puesto que los fonemas de que se trata no pueden cambiarse por otros dentro de una misma palabra, es decir en la misma «posición» en la cadena; es lo que sucede, por ejemplo, con h y V en inglés3. Esta dificultad se debe a que la teoría de Jones no admite que los fonemas puedan diferir sencillamente por pertenecer a categorías diferentes (aparte de la distinción entre vocal y consonante). Por tanto, no se considera criterio suficientemente distintivo que h, que sólo puede aparecer en posición inicial en la sílaba, y v, que sólo puede aparecer en posición final en la sílaba, entren en oposición distintiva con otros fonemas que ocupen la misma «posición» (v. g. hat-cat, sing-sit). La escuela de Londres, por tanto, intenta excluir la pertinencia de la función distintiva y en su lugar — al menos en teoría— tomar como base la «posición» del fonema sin atender a la función distintiva, de modo que dos sonidos que puedan aparecer en la misma posición estén referidos siempre a fonemas diferentes4. Pero es evidente que así surgen nuevas dificultades, habida cuenta, sobre todo, de que también las variantes pueden aparecer en la misma «posición» (ejemplo, pez con e de distintas calidades). Para eliminar esta dificultad es necesario introducir, además del fonema, otro concepto: la varífona, cuya relación con el fonema no está del todo clara. Puesto que cualquier nuevo ejemplar de fonema es una nueva variante, cada fonema tendrá variantes en una misma «posi
î D. Jones, Travaux du Cercle linguistique de Prague, IV, 1931, pâgs. 77 s. D. Jones, An Outline of English Phonetics, Cambridge, 1936, pâgs. 49 s.
4 D. Jones, Le maître phonétique, 1929, pâgs. 43 s.. Travaux duCercle linguistique de Prague, IV, pâg. 74.
Invariantes y variantes 95
ción», de donde se sigue que cada fonema ha de ser una varífona. Pero parece, aun cuando no se diga de modo expreso, que las distintas varífonas sólo pueden considerarse
diferentes unas de otras por su oposición distintiva5.59] El intento de la escuela de Londres de evitar la
oposición distintiva resulta instructivo. Probablemente se hizo en la creencia de que hay base más firme en la fonética pura sin recurrir al contenido, en el que la distinción entre semejanzas y diferencias puede resultar precaria puesto que el método analítico no está tan bien desarrollado en este campo y parece más difícil conseguir criterios objetivos. Al parecer, el Círculo de Praga opinaba del mismo modo, puesto que trata de servirse sólo de las llamadas «d iferenciaciones de significado intelectual». Pero el Círculo de Praga tiene indudablemente toda la razón al aferrarse con firmeza al criterio distintivo como el pertinente; los intentos de la escuela de Londres muestran las insuperables dificultades que de otro modo se presentan. La rotunda afirmación de este principio es el principal mérito del Círculo de Praga; en todos los demás puntos hay que tomar con gran reserva su teoría y su práctica en lo que se llama fonología.
La experiencia obtenida en los métodos de reducción intentados parece, pues, mostrar que debemos considerar el factor distintivo como el pertinente para registrar las invariantes y distinguir entre variantes e invariantes. En el plano de la expresión hay diferencia entre las invariantes cuando hay una correlación (v. g., la correlación entre e y a en pez-paz) a la que corresponde una correlación en el plano del contenido (la correlación entre las entidades de contenido p ez y paz), de modo que podemos registrar una relación
5 D. Jones, Proceedings of the International Congress of Phonetic Sciences (Archives néerlandaises de phonétique expérimentale, VIII- IX, 1933), pâg. 23.
96 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
entre la correlación de la expresión y la correlación del contenido. Esta relación es consecuencia inmediata de la función de signo, la solidaridad entre la forma de la expresión y la forma del contenido.
Ciertos métodos de la lingüística convencional, como hemos visto, han tratado de reconocer este hecho en los últimos tiempos; pero sólo se le ha estudiado con seriedad con respecto a las figuras del plano de la expresión. Para comprender la estructura de una lengua y efectuar un análisis es de capital importancia advertir que este principio debe extenderse de modo que también resulte válido para las demás variantes de la lengua, independientemente de su gradoo, en general, del lugar que ocupen en el sistema. Este principio resulta cierto, por tanto, para todas las entidades de expresión, con independencia de su extensión, y no solamente para las entidades mínimas; y tiene aplicación en el plano del contenido en la misma medida que en el plano de la expresión. En realidad, es tan sólo la consecuencia lógica de reconocer la validez de este principio para las figuras de la
expresión.60] Si consideramos signos en lugar de figuras, y no un
signo en particular sino dos o más signos en correlación mutua, hallaremos siempre una relación entre una correlación de la expresión y una correlación del contenido. Si no se advierte tal relación, este será precisamente el criterio para decidir que no se trata de dos signos diferentes, sino únicamente de dos variantes distintas del mismo signo. Si el cambio de una expresión de frase por otra distinta puede entrañar un cambio correspondiente entre dos contenidos de frase diferentes, habrá dos frases de expresión diferentes; si no, habrá dos variantes de la frase en la expresión, dos ejemplares distintos de una misma expresión de frase. Lo mismo ocurre con las expresiones de la palabra y
Invariantes y variantes 97
con cualquiera otra expresión del signo. Y el mismo principio se aplica a las figuras sin tener en cuenta su extensión —las sílabas, por ejemplo—. La diferencia entre los signos y las figuras a este respecto consiste únicamente en que en el caso de los signos será siempre la misma diferencia de contenido la que entrañe una misma diferencia de expresión, mientras que en el caso de las figuras una misma diferencia de la expresión puede, en cada supuesto, entrañar cambios diferentes entre las entidades del contenido (ejemplos, pez- paz, mes-mas, ten-tan).
Aún más; la relación observada es reversible, en el sentido de que la distinción entre variantes e invariantes dentro del plano del contenido debe hacerse exactamente de acuerdo con el mismo criterio (habrá dos invariantes del contenido diferentes si su correlación tiene relación con una correlación de la expresión, y no en otro caso). Por tanto en la práctica habrá dos invariantes del contenido si el cambio de una por la otra puede entrañar un cambio correspondiente en el plano de la expresión. En el caso de los signos, esto es especial e inmediatamente evidente. Si, por ejemplo, el cambio de una expresión de la frase por otra entraña un cambio correspondiente entre dos contenidos de la frase, entonces el cambio de uno de los contenidos de la frase por el otro entrañará un cambio correspondiente entre las dos expresiones de la frase; se trata de la misma cosa vista desde el lado opuesto.
Finalmente, es una consecuencia lógica inevitable que esta prueba de cambio pueda aplicarse al plano del contenido, y no únicamente al de la expresión, y deba permitimos registrar las figuras que componen los contenidos del signo.
Exactamente igual que en el plano de la expresión, la61] existencia de figuras será únicamente la consecuencia
lógica de la existencia de signos. Cabe predecir, por
PROLEGÓMENOS. — 7
98 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
tanto, con certeza que tal análisis puede llevarse a cabo. Y cabe añadir además que llevarlo a cabo es de suma importancia, porque es un requisito previo necesario para lograr una descripción exhaustiva del contenido. Tal descripción exhaustiva presupone la posibilidad de explicar y describir un número ilimitado de signos, también con respecto a su contenido, con la ayuda de un número limitado de figuras.Y la exigencia de reducción ha de ser la misma en este caso que en el plano de la expresión: cuanto más reducido podamos hacer el número de las figuras del contenido, tanto mejor podremos satisfacer el principio empírico y su exigencia de máxima simplicidad.
Hasta ahora, ni se ha hecho ni se ha intentado siquiera en la lingüística tal análisis en figuras del contenido, aunque el análisis correspondiente en figuras de la expresión es tan viejo como la invención de la escritura alfabética (por no decir más viejo: después de todo, la invención de la escritura alfabética presupone un intento de tal análisis de la expresión). Esta incongruencia ha tenido las consecuencias más catastróficas: enfrentado con un número ilimitado de signos, el análisis del contenido ha parecido un problema insoluble, un trabajo de Sísifo, un pico inaccesible.
No obstante se seguirá en el plano del contenido exactamente el mismo modo de proceder que el seguido en el plano de la expresión. Lo mismo que el plano de la expresión puede, a través de un análisis funcional, disociarse en componentes con relaciones mutuas (como en el viejo descubrimiento de la escritura alfabética y en las modernas teorías fonémicas), también el plano del contenido puede disociarse por medio de tal análisis en componentes con relaciones mutuas que sean más pequeños que los contenidos del signo mínimos.
Invariantes y variantes 99
Imaginemos que en el análisis de un texto, en aquella etapa del análisis en que ciertas cadenas de extensión mayor (pensemos, por ejemplo, en expresiones de la palabra en una lengua de estructura conocida) se dividen en sílabas, se registran las sílabas siguientes: sla, sli, slai, sa, si, sai, la, li, lai. En la etapa siguiente, en que las sílabas se dividen en parte central (seleccionada) y partes marginales (seleccionantes) (pág. 46), un inventario puramente mecánico en las categorías de partes centrales y marginales de las sílabas
daría por resultado, respectivamente, a, i, ai, y si, s, l.62] Pero puesto que ai puede explicarse como unidad es
tablecida por la relación entre a e i, y si como unidad establecida por la relación entre s y l, ai y si se excluyen del inventario de elementos. Sólo nos quedan a e i, s y l, de modo que éstas se definen por su facultad de formar parte de los «grupos» mencionados (el grupo de consonantes si y el diptongo ai). Y conviene observar que debe emprenderse esta reducción en la misma operación en que se registren las partes centrales y marginales de las sílabas, y no dejarse para la operación siguiente, en la que estas partes se dividen de nuevo en partes más pequeñas. Emprenderla de otro modo sería contrario tanto a la exigencia de máxima simplicidad en el procedimiento cuanto a la exigencia de máxima simplicidad del resultado de cualquier operación dada (cf. pág. 33 y el principio de reducción). Sin embargo, en otra situación, en la que, al dividir cadenas de mayor longitud en sílabas, hubiésemos encontrado solamente slai, no sla, sli, sa, si, sai, la, li, lai, la reducción no podría continuarse por división de las sílabas en partes y habríamos de posponer toda reducción ulterior hasta la operación siguiente, en la que las partes de las sílabas se tomarían como objeto de nueva división. Si, para dar otro ejemplo, tuviésemos slai, sla y sli, pero no sai, sa, si, lai, la, li, deberíamos
100 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
poder dividir ai en esta etapa del procedimiento, pero no si. (Si tuviésemos slai y sla, pero no sli, la división no podría emprenderse, y ai y a habrían de registrarse como dos invariantes diferentes. La violación de esta regla conduciría, entre otros resultados, al absurdo de que en una lengua que tuviese las sílabas a y sa, pero ninguna sílaba s, habríamos de registrar no solamente a, sino también s como invariante separada en el inventario de sílabas).
Tal forma de proceder entraña en principio un factor de generalización. La reducción solamente puede llevarse a cabo si es posible generalizar de un caso a otro sin el riesgo de inconsecuencia. En nuestro ejemplo nos es dado imaginar el supuesto de que si pueda reducirse a un grupo sólo en algunos casos, pero no en todos, porque el contenido asociado a la sílaba sla con si sin resolver sea diferente del contenido asociado a la sílaba sla con si resuelta, de donde debe seguirse que si será un elemento equiparable a 5 y a l. En varias lenguas bien conocidas (v. g., el inglés) la entidad t J puede dividirse en í y J, de manera que esta división cabe generalizarla de modo congruente a todos los casos. En polaco, sin embargo, t j existe como entidad independiente equiparable a í y a J, mientras estas dos letras pueden formar
parte de un grupo t S (funcionalmente distinto de íj):63] las dos palabras trzy ’tres’ y czy ’si’ sólo difieren en
pronunciación porque la primera tiene í J y la segunda t j 6.
* L. Bloomfield, Language, New York, 1933, pág. 119, George L. Trager, Acta Lingüística, I, 1993, pág. 179. Un análisis completo del sistema de expresión polaco desde nuestro punto de vista descubriría probablemente ulteriores diferencias entre los dos casos; pero eso no quita fuerza al principio o a su aplicación en una etapa determinada del análisis. Algo parecido sucede con el ejemplo de Jones de la fe y ti en inglés.
Invariantes y variantes 101
Es, por tanto, de importancia práctica en este caso utilizar un principio de generalización especial. Además, el valor práctico de este principio se pone de manifiesto en muchos otros puntos de la teoría lingüística, y debe ocupar su lugar como uno de los principios generales de la teoría. Creemos posible probar que este principio ha desempeñado siempre implícitamente su papel en la investigación científica, aunque, que nosotros sepamos, no ha sido enunciado anteriormente. Dice así:
Si un objeto admite una solución unívocamente, y otro
objeto admite la misma solución equívocamente, se generaliza la solución como válida para el objeto equívoco.
La regla que se aplica a las reducciones aquí discutidas puede, consecuentemente, enunciarse como sigue:
Las entidades que, por aplicaciones del principio de generalización, pueden registrarse unívocamente como unidades complejas que incluyen sólo elementos registrados en
la misma operación, no deben registrarse como elementos.Esta regla ha de aplicarse en el plano del contenido exac
tamente del mismo modo que en el de la expresión. Si, por ejemplo, un inventario puramente mecánico en una etapa dada del procedimiento conduce a registrar en inglés las entidades de contenido «ram», «ewe», «man», «woman», «boy», «girl», «stallion», «mare», «sheep», «human being», «child», «horse», «he», y «she», «ram», «ewe», «man», «woman», «boy», «girl», «stallion», y «mare» deben eliminarse del inventario de elementos si pueden explicarse unívocamente como unidades relaciónales que incluyen sólo «he» o «she» por una parte, y «sheep», «human being», «child», «horse» por otra. Aquí, igual que en el plano de la expresión, el criterio es la prueba de cambio, por la que se encuentra la relación entre las correlaciones en cada uno de los dos planos.
102 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
Del mismo modo que el cambio entre sai, sa y si64] puede entrañar cambios entre tres contenidos dife
rentes, también los cambios entre las entidades del contenido «ram», «he», y «sheep» puede entrañar cambio entre tres expresiones diferentes. «Ram» = «he-sheep» será diferente de «ewe» = «she-sheep», del mismo modo que si será diferente de, digamos, fl y «ram» = «he-sheep» será diferente de «stallion» = «he-horse» del mismo modo que si será diferente de, digamos, sn. El cambio de un solo elemento por otro es en ambos casos suficiente para entrañar un cambio en el otro plano de la lengua.
En los ejemplos a que hemos recurrido (la partición de períodos en frases, y de las frases en palabras; la partición de los grupos de sílabas en sílabas, de éstas en partes de sílabas, y de éstas en figuras más pequeñas) hemos hablado provisionalmente, de acuerdo con los conceptos tradicionales, como si el texto constase sólo de línea de expresión. En el apartado precedente (pág. 89) nos hemos inclinado a considerar que después de partir el texto en línea de expresión y línea de contenido, hemos de partir cada una de éstas de acuerdo con un principio común. Consecuentemente, hemos de llevar esta partición hasta el mismo punto (es decir, hasta el final) en ambas líneas. Así como al partir la línea de expresión más tarde o más temprano nos acercamos a un límite en el que los inventarios no restringidos se hacen restringidos, después de lo cual estos inventarios restringidos decrecen de un modo constante en magnitud a través de las operaciones siguientes (pág. 66), lo propio ocurrirá al analizar la línea de contenido. El análisis en figuras en el plano de la expresión puede decirse que consiste, en la práctica, en la resolución de entidades que forman parte de inventarios ilimitados (v. g., expresiones de palabras) en entidades que forman parte de inventarios
Invariantes y variantes 103
limitados, resolución que continúa hasta que sólo quedan los inventarios más limitados. Lo mismo cabe decir del análisis en figuras en el plano del contenido. Aun cuando el inventario de los contenidos de la palabra no sea restricto en cada lengua de estructura conocida, incluso los signos mínimos se distribuirán (sobre la base de diferencias relaciónales) en unos inventarios (seleccionados) ilimitados (v. g., inventarios de los contenidos de la raíz), y otros (seleccionantes) limitados (por ejemplo, inventarios que comprenden los contenidos de los elementos derivacionales y flexionales, es decir, derivativos y morfemas). Por tanto, en la práctica el procedimiento consiste en tratar de analizar las entidades que forman parte de los inventarios ilimitados en entidades que formen parte de los inventarios limitados. En el ejemplo antes ofrecido se advierte que este principio ya
se ha llevado a cabo en parte: mientras «sheep», «hu-65] man being», «child» y «horse» permanecen por el mo
mento dentro de los inventarios no restrictos, «he» y «she», en su calidad de pronombres, pertenecen a una categoría especial, relacionalmente definida, con un número limitado de miembros. La tarea consistirá, pues, en continuar el análisis hasta haber restringido todos los inventarios, y haberlos restringido al máximo.
En esta reducción a «grupos» de las entidades del contenido, un contenido del signo se equipara a una cadena de contenidos del signo que tengan ciertas relaciones mutuas. Las definiciones con que se traducen las palabras en un diccionario unilingüe son en principio de este tipo, aun cuando los diccionarios no han intentado hasta aquí tal reducción y, por tanto, no dan definiciones que puedan aprovecharse sin más para realizar un análisis fiel al principio de congruencia. Pero lo que se establece como equivalente de una entidad dada, cuando se reduce así esa entidad, es en rea-
104 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
lidad la definición de la entidad, enunciada en la misma lengua y en el mismo plano que aquél al que la entidad misma pertenece. Tampoco vemos nada en este momento que nos impida aplicar la misma terminología a los dos planos y, así, llamarlo también definición cuando, por ejemplo, la expresión de la palabra pan se analiza considerando que consta de la consonante p, la vocal a y la consonante n. De este modo llegamos a la definición de definición: se entiende por definición la partición de un contenido del signo o de una expresión del signo.
Esta reducción de entidades a grupos de elementos puede hacerse en ciertos casos más eficaz registrando los conectivos como tales. Por conectivo entendemos aquel fruitivo que bajo ciertas condiciones es solidario con unidades de complejos de cierto grado. En el plano de la expresión, los conectivos se identifican frecuentemente (no siempre) en la práctica con lo que en la lingüística de antaño se llamaban vocales de unión, pero difieren de ellas al definirlos. La vocoide que aparece en inglés delante de la terminación flexional en la palabra fishes puede registrarse como un conectivo. En el plano del contenido, las conjunciones, por ejemplo, serán con mucha frecuencia conectivos, hecho que puede ser de importancia decisiva para el análisis e inventario de las oraciones y frases de las lenguas de cierta estructura. Porque en virtud de este hecho podremos conseguir de ordinario, ya en la etapa del análisis de los períodos, no solamente una resolución de los períodos complejos en oraciones simples, sino también una reducción, a lo largo de todo el inventario, de una oración principal dada y de una oración subordinada también dada a una oración con ambas posibilidades funcionales. La oración principal (seleccionada) y la secundaria (seleccionante) serán entonces no dos tipos de oración, sino dos tipos de «funcio-
Invariantes y variantes 105
66] nes de la oración» o dos tipos de variantes de la oración. Añadimos para completar el concepto que un
orden de palabras específico en ciertos tipos de oración subordinada puede registrarse como señal de esas variantes de oración y, por tanto, no impide que la reducción se lleve a cabo. Más aún: la suerte que aquí corren dos de los pilares básicos de la sintaxis convencional —la oración principal y la oración secundaria, que de este modo se reducen a meras variantes— la correrán, de modo correspondiente, otros varios de sus restantes pilares básicos. En las estructuras lingüísticas conocidas, el sujeto y el predicado serán variantes de un mismo nombre (una misma yunción, o algo parecido). En una lengua sin caso para el complemento, el complemento será una variante en la misma línea que éstas, y en una lengua con caso para el complemento, en que éste tenga además otras funciones, será una variante de un nombre en ese caso. En otras palabras, la distribución de los fruitivos en dos clases —variantes e invariantes— elimina la tradicional bifurcación de la lingüística en morfología y sintaxis.
Por tanto, la relación entre correlación de la expresión y correlación del contenido debemos registrarla para todas las entidades del texto en ambos planos. El factor distintivo resulta ser pertinente a la hora de inventariar. A la correlación en un plano que, de este modo, tenga relación con una correlación en el otro plano del lenguaje la llamaremos conmutación. Se trata, claro está, de una definición práctica; en la teoría buscamos, por supuesto, una formulación más abstracta y más general. Igual que podemos imaginar una correlación y un cambio dentro de un paradigma que tengan relación con una correlación correspondiente y con un cambio correspondiente dentro de un paradigma del otro plano de la lengua, así también podemos imaginar una
106 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
relación y un cambio dentro de una cadena que tengan relación con una relación y con un cambio correspondiente dentro de una cadena del otro plano; en tal caso hablaremos de permutación. Con frecuencia se advierte una permutación entre signos de extensión relativamente amplia; incluso es posible definir las palabras como signos permutables mínimos. Como término común para designar la conmutación y la permutación elegimos el de mutación. Los deriva
dos del mismo grado pertenecientes a un mismo pro-67] ceso o a un mismo sistema se dice que constituyen
un rango-, definimos la mutación, pues, como la función existente entre los derivados de primer grado de una misma clase, como la función que tiene relación con una función entre otros derivados de primer grado de una misma clase pertenecientes al mismo rango. Conmutación será, por tanto, una mutación entre los miembros de un paradigma, y permutación una mutación entre las partes de una cadena.
Por sustitución entendemos la falta de mutación entre los miembros de un paradigma; sustitución es, por tanto, en este sentido, lo contrario de conmutación. De las definiciones se sigue que ciertas entidades no tienen ni conmutación mutua ni sustitución mutua: se trata de aquellas entidades que no entran en un mismo paradigma; así, por ejemplo, una vocal y una consonante o h y V en el ejemplo de Jones ofrecido arriba.
Las invariantes, pues, son correlatos con conmutación mutua, y las variantes, correlatos con sustitución mutua.
La estructura específica de una lengua en particular, los rasgos que caracterizan una lengua dada, que la diferencian de las demás, que la hacen semejante a otras y que determinan su lugar tipológico, quedan establecidos cuando especificamos qué categorías relacionalmente definidas tiene la lengua, y qué número de invariantes entran en cada una
Invariantes y variantes 107
de ellas. El número de invariantes dentro de cada categoría se establece por la prueba de conmutación. Lo que hemos llamado, refiriéndonos a Saussure, forma lingüística, que en cada lengua marca sus arbitrarias fronteras en un conti- nuum de sentido que es amorfo por sí mismo, depende exclusivamente de esta estructura. Los ejemplos que hemos dado (págs. 80 y ss.) son precisamente otros tantos ejemplos de la pertinencia de la prueba de conmutación; el número de designaciones de color, de números, de tiempos verbales, de sonidos oclusivos, de vocales, etc., se establece de este modo. Los elementos del contenido «árbol» y «madera» son variantes en danés (véase pág. 81), pero invariantes en alemán y francés; los elementos del contenido «madera» y «bosque» son invariantes en danés, pero variantes en francés. Los elementos del contenido «bosque grande», «bosque no grande» o «bosque sin tener en cuenta el tamaño», son invariantes en francés, pero variantes en alemán y danés. El único criterio de que nos valemos para sentar tales afir
maciones es la prueba de conmutación.68] Si la vieja gramática transfirió ciegamente las ca
tegorías y miembros de categorías del latín a las lenguas europeas modernas, como por ejemplo el danés7, fue porque no se entendió con claridad la pertinencia de la prueba de conmutación para el contenido lingüístico. Si se trata el contenido lingüístico sin atender en absoluto a la conmutación, lo que resulta en la práctica es un tratamiento que no atiende a su relación con la expresión lingüística a través de la función de signo. El resultado ha sido que en tiempos recientes, como reacción, nos hemos visto forzados a exigir un método gramatical que tome como punto de
7 Sobre este punto véase, entre otros, H. G. Wiwel, Synspunkter for dansk sproglcere, Copenhague, 1901, pág. 4.
108 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
partida la expresión y busque pasar de ella al contenido8. Una vez descubierta la conmutación en todo su alcance, resulta que aquella exigencia se ha enunciado de forma inexacta. Con el mismo derecho podría pedirse que el estudio de la expresión comenzase con el contenido y pasase del contenido a la expresión. Lo importante es que, estemos por el momento interesados especialmente en la expresión o especialmente en el contenido, no comprenderemos nada acerca de la estructura de una lengua si no tenemos constantemente en cuenta ante todo la interacción de los planos. Tanto el estudio de la expresión como el del contenido son un estudio de la relación entre la expresión y el contenido; las dos disciplinas se presuponen mutuamente, son interdepen- dientes, y no pueden, por tanto, aislarse una de la otra sin serio daño. El análisis, como ya hemos dicho (capítulos IX- X I), debe hacerse de tal modo que las funciones sean la base del mismo.
8 Véase, en tal sentido, el autor del presente libro (L. Hjelmslev, Príncipes de grammaire générale, Det Kgl. Danske Videnskabernes Selskab, Hist.-filol. Medd., XVI, 1, Copenhague, 1928, especialmente pág. 89V
ESQUEMA LINGÜISTICO Y USO LINGÜÍSTICO
El lingüista debe interesarse tanto por la semejanza como por la diferencia entre las lenguas, dos aspectos complementarios de la misma cosa. La semejanza entre las lenguas es su propio principio estructural; la diferencia es la forma de poner en práctica in concreto ese principio. Tanto una como otra radican, pues, en el lenguaje y en las lenguas mismas, en su estructura interna; y no hay semejanza ni diferencia entre las lenguas que se apoye en cualquier factor ex
terior al lenguaje. Tanto la semejanza como la dife-69] rencia se apoyan en lo que, siguiendo a Saussure, he
mos llamado la forma, no la sustancia a la que se da forma. Del sentido al que se da forma tal vez podría pensarse a priori que pertenece a lo que es común a todas las lenguas y, por tanto, a la semejanza entre las lenguas, pero eso sería ilusorio; al sentido se le da forma de un modo específico en cada lengua y no hay ninguna conformación universal, sino únicamente un principio universal de conformación. El sentido por sí mismo está sin conformar; por sí mismo no está sujeto a conformación, sino que es simplemente susceptible de conformación, de cualquier conforma-
ción, sea la que sea; si algo hubiera que limitar en este punto afectaría a la conformación; no al sentido. El sentido es, por tanto, en sí mismo inaccesible al conocimiento, puesto que el requisito previo para el conocimiento es el análisis de algún tipo; el sentido sólo puede conocerse a través de una conformación y, así, carece de existencia científica fuera de ésta.
Por lo tanto, no es posible tomar el sentido —sentido de la expresión o sentido del contenido— como base de la descripción lingüistica. Para ello tendríamos que basarnos en algo emprendido con anterioridad, en una conformación del sentido establecida de una vez para siempre, la cual, cualquiera que fuere el modo como se hubiese estructurado, sena inevitablemente incongruente con la mayoría de las lenguas. De ahí que tanto la construcción de una gramática basada en sistemas ontológicos especulativos como de una gramatica dada basada en la gramática de otra lengua estén necesariamente condenadas de antemano al fracaso.
No cabe, por tanto, introducir al principio una descripción de la sustancia como base de la descripción de una lengua. Por el contrario, la descripción de la sustancia depende de la descripción de la forma lingüística. El viejo sueño de un sistema fonético universal y de un sistema de contenido (sistema de conceptos) también universal no puede llevarse a cabo, o en cualquier caso quedaría privado de todo posible contacto con la realidad lingüística. No es su- perfluo, a la vista de ciertos rebrotes de la filosofía medieval aparecidos incluso en los últimos tiempos, señalar que ni unos tipos fonéticos de validez general ni un esquema eterno de ideas pueden erigirse empíricamente con validez alguna para el lenguaje. La diferencia entre las lenguas no descansa en su diferente realización de un tipo de sustancia sino en su diferente realización de un principio de confor
— ____________________Prolegómenos a una teoría del lenguaje Esquema y uso lingüístico111
mación o, en otras palabras, en una diferente forma en presencia de un sentido idéntico pero amorfo.
Así, las consideraciones que nos hemos visto forzados a hacer en lo que precede, de completo acuerdo con la distinción de Saussure entre forma y sustancia, nos llevan a reconocer que la lengua es una forma y que fuera de esa forma,
con función con ella, está presente una materia no70] lingüística, la «sustancia» de Saussure: el sentido. Así
como es de la competencia de la lingüística analizar la forma lingüística, corresponde a otras ciencias analizar el sentido. Proyectando los resultados de la lingüística sobre los resultados de estas otras ciencias obtendremos una proyección de la forma lingüística sobre el sentido en una lengua dada. Puesto que la formación lingüística del sentido es arbitraria, es decir, no está basada en el sentido sino en el principio concreto de la forma y en sus consecuentes posibilidades de realización, estas dos descripciones —la lingüística y la no lingüística— deberán emprenderse independientemente la una de la otra.
Para precisar tal extremo y darle una claridad palpable, plástica, tal vez convendría expresar a qué ciencias corresponde la descripción del sentido, tanto más cuanto que acerca de este punto la lingüística se ha mostrado hasta ahora inclinada a una vaguedad de hondas raíces en la tradición.A este respecto podemos llamar la atención sobre dos hechos:
a ) La descripción del sentido, tanto respecto a la expresión lingüística como al contenido lingüístico, puede considerarse que, en lo esencial, corresponde en parte al campo de la física y en parte al de la antropología (social). (Con esto no tomamos postura acerca de ciertas diferencias de opinión surgidas en la filosofía moderna). La sustancia de ambos planos puede considerarse a la vez como entidades fí-
112 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
sicas (sonidos en el plano de la expresión, cosas en el plano del contenido) y como la concepción que de esas entidades tienen los que usan la lengua. Consecuentemente, en ambos planos se requiere tanto una descripción física como fenomenológica del sentido.
b ) Una descripción exhaustiva del sentido del contenido lingüístico requiere de hecho la colaboración de todas las ciencias no lingüísticas; desde nuestro punto de vista, todas ellas, sin excepción, tratan de un contenido lingüístico.
Con la relativa justificación que nos da un punto de vista particular, nos inclinamos así a considerar que todas las ciencias giran alrededor de la lingüística. Nos inclinamos a simplificar las cosas, reduciendo las entidades científicas a dos tipos fundamentales, lenguajes y no-lenguajes, y asimismo a ver una relación, una función entre ellas.
Más tarde tendremos ocasión de discutir la naturaleza de esta función entre el lenguaje y el no-lenguaje y
71] de estudiar la clase de implicación estricta y la clase de supuesto presentes en este caso particular. Al mis
mo tiempo ampliaremos y modificaremos el cuadro que hemos trazado provisionalmente. Lo que se ha dicho aquí sobre el tema, y en particular acerca de la forma y la sustancia de Saussure, es sólo provisional.
Desde el punto de vista adoptado debemos concluir, pues, que así como las diversas ciencias especiales no lingüísticas pueden y deben emprender un análisis del sentido lingüístico sin considerar la forma lingüística, así también la lingüística puede y debe emprender un análisis de la forma lingüística sin considerar el sentido que puede alinearse con ella en ambos planos. Y así como el sentido del contenido y el sentido de la expresión debe considerarse que están descritos suficientemente —y en la única forma adecuada— por las ciencias no lingüísticas, debe encomendarse a la lin
Esquema y uso lingüístico 113
güística la tarea especial de describir la forma lingüística, para hacer posible de este modo la proyección de la misma sobre las entidades no lingüísticas que desde el punto de vista del lenguaje proporcionan la sustancia. Así pues, la lingüística debe ver su principal misión en establecer una ciencia de la expresión y una ciencia del contenido sobre una base interna y funcional; la ciencia de la expresión, sin recurrir a premisas fonéticas o fenomenológicas, y la ciencia del contenido sin premisas ontológicas o fenomenológicas (aunque, desde luego, no sin las premisas epistemológicas en que se apoya toda ciencia). Tal lingüística, a diferencia de la lingüística convencional, no tendrá como ciencia de la expresión una fonética y como ciencia del contenido una semántica. Tal ciencia será un álgebra del lenguaje, que opere con entidades innominadas, es decir, denominadas arbitrariamente, sin designación natural, que recibirán una designación motivada sólo al ser confrontadas con la sustancia.
Puesto que la lingüística se enfrenta con una tarea principal cuya solución se ha descuidado hasta ahora por completo en todo estudio del lenguaje, deberá estar preparada para iniciar un trabajo de meditación e investigación de gran amplitud. En lo que concierne a la expresión lingüística, en los últimos tiempos se ha iniciado ya parte de este trabajo en zonas concretas *.
1 Distintos autores han intentado describir las categorías de la expresión sobre una base puramente no fonética. En particular, L. Bloomfield para el inglés y, en parte, para otras lenguas (Language, New York, 1933, págs. 130 ss.), George L. Trager para el polaco (Acta Lingüistica, I, 1939, pág. 179), Hans Vogt para el noruego ( Norsk tidsskrift for sprogvidenskap, X II, 1942, págs. 5 ss.), H. J. Uldall para el danés (Proceedings of the Second International Congress of Phonetic Sciences, Cambridge, 1936, págs. 54 ss.) y para el hotentote (Africa, X II, 1939, págs. 369 ss.), A. Bjerrum para el dialecto danés de Fjolde (Fjoldemálets-lydsystem, 1944), J. Kurylowicz para el griego antiguo ( Travaux du Cercle linguistique de Copenhague,
PROLEGÓMENOS. — 8
114 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
72] Desde sus primeros pasos la presente teoría lingüística se ha inspirado en este concepto, e intenta pro
ducir precisamente tal álgebra inmanente del lenguaje. Para subrayar su diferencia con otros tipos precedentes de lingüística y su independencia básica de una sustancia definida no lingüísticamente, le hemos dado un nombre especial, que se viene usando en trabajos preparatorios desde 1936: la llamamos glosemática (de yXcoaoa ’lengua’) y usamos la voz glosemas para significar las formas mínimas que la teoría nos lleva a establecer como bases de explicación, las invariantes irreducibles. Tal designación especial no habría sido necesaria si no se hubiese hecho tan frecuente mal uso del término lingüística para designar un desafortunado estudio del lenguaje con base en puntos de vista transcendentes y no pertinentes.
Ahora bien, la distinción establecida por Saussure entre «forma» y «sustancia» tiene sólo una justificación relativa: desde el punto de vista del lenguaje. «Forma» significa aquí forma lingüística, y «sustancia» —como hemos visto— sustancia lingüística, o sentido. Por sí mismos, los conceptos «forma» y «sustancia», en su sentido más absoluto, tienen un alcance más general, pero no cabe generalizarlos sin correr el riesgo de provocar cierta oscuridad terminológica. Desde luego, debe subrayarse expresamente que «sustancia» no está en oposición con el concepto de función, sino
V, 1949, págs. 56 s.), Knud Togeby para el francés (Structure immanente de la langue française, 1951), y L. Hjelmslev para el lituano ( Studi baltici, VI, 1936-37, págs. 1 ss.) y el danés (Selskab for nordisk filologi, Irsberetning for 194849-50, págs. 12-23). Ya en la Mémoire sur le système primitif des voyelles, de Saussure, publicada en Leipzig en 1879, se presenta de un modo claro y consciente este punto de vista; el método lo ha formulado con toda lucidez su discípulo Sechehaye (Programme et méthodes de la linguistique théorique, Paris. 1908, páginas 111, 133, 151).
! s quema y uso lingüístico 115
que únicamente designa un todo que es en sí mismo funcional y que se relaciona en cierto modo con una «forma» dada, lo mismo que el sentido se relaciona con la forma lin- l'iiística. Pero también el análisis no lingüístico del sentido que emprenden las ciencias no lingüísticas lleva a reconocer, por razón de la naturaleza de la materia, una «forma» que es en lo esencial del mismo tipo que la «forma» lingüística, si bien de naturaleza no lingüística. Creemos posible suponer que varios de los principios que nos inclinamos a establecer en las etapas iniciales de la teoría lingüística son de aplicación no sólo a la lingüística, sino a la ciencia en general, y el principio que hace de las funciones la única base
pertinente de análisis no será el que menos.73] Así, lo que desde un punto de vista es «sustancia»
desde otro es «forma», en conexión con el hecho de que los funtivos denotan solamente terminales o puntos de intersección de funciones, y de que sólo la red funcional de dependencia puede conocerse o tener existencia científica, en tanto que la «sustancia», en sentido ontològico, sigue siendo un concepto metafisico.
El análisis no lingüístico del sentido debe llevar, pues, a través de la deducción (en el sentido dado aquí a la palabra), al reconocimiento de una jerarquía no lingüística, que tiene función con la jerarquía lingüística descubierta a través de la deducción lingüística.
A esta jerarquía lingüística la llamaremos esquema lingüístico, y a las resultantes de la jerarquía no lingüística, cuando se ordenen con relación a un esquema lingüístico, uso
lingüístico. Pasaremos a decir que el uso lingüístico manifiesta el esquema lingüístico, y a la función entre el esquema lingüístico y el uso lingüístico la llamaremos manifestación. listos términos tendrán provisionalmente valor operativo.
XVI
VARIANTES DEL ESQUEMA LINGÜISTICO
En el esquema lingüístico, al igual que en el uso lingüístico, ciertas entidades pueden reducirse a ejemplares de otras (cf. capítulo XIV). Cualquier funtivo del esquema lingüístico puede estar sujeto, dentro del esquema y sin referencia a la manifestación, a una desmembración en variantes. Esto se sigue de la misma definición de variantes (página 106). Además, esta desmembración es universal, no particular (pág. 63), puesto que cualquier funtivo puede siempre desmembrarse un número ilimitado de veces en un número arbitrario de variantes. Las variantes son, por tanto, por regla general, virtuales, al igual que las invariantes irreducibles, de acuerdo con las definiciones dadas (pág. 106), en tanto que sólo las invariantes reducibles se realizan.
En la moderna ciencia de la expresión de orientación fonética es costumbre distinguir entre dos clases de variantes: las llamadas variantes «libres», que aparecen con independencia del entorno, y las llamadas variantes «limitadas» o «condicionadas» (o «combinatorias», pero no recomendamos esta expresión), que sólo aparecen en la cadena en ciertos entornos. Si se lleva a cabo el análisis concienzudamente,
Variantes del esquema lingüístico 117
puede decirse que cualquier entidad de la expresión tiene tantas variantes limitadas como posibles relaciones en la ca
dena, y que cualquier entidad de la expresión tiene74] tantas variantes libres como ejemplares posibles, pues
to que en un registro fonético-experimental de suficiente sensibilidad, dos ejemplares del mismo sonido no serán nunca completamente iguales. A las variantes «libres» las llamaremos aquí variaciones, y a las «limitadas» variedades. Las variaciones se definen como variantes combinadas, puesto que ni ellas presuponen, ni las presuponen a ellas, entidades definidas en cuanto coexistentes en la cadena; las variaciones contraen combinación. Las variedades se definen como variantes solidarias, puesto que una variedad dada siempre presupone, y la presupone a ella, una variedad dada de otra invariante (o de otro ejemplar de invariante) de la cadena: en la sílaba ta entran dos variedades de dos invariantes: una variedad de t que sólo puede aparecer junto con a, y una variedad de a que sólo puede aparecer junto con í; entre ellas hay solidaridad.
La distribución de las variantes en dos categorías, en la lorma que sugiere la moderna ciencia de la expresión, es, como puede verse, de importancia funcional y debe efectuarse en todos los casos. A este respecto, y habida cuenta de la situación actual en el campo de la lingüística, es importante subrayar que una desmembración en variantes es tan posible y necesaria en la ciencia del contenido como en la ciencia de la expresión. Todas las llamadas significaciones contextúales manifiestan variedades, y significaciones especiales más allá de estas variaciones manifiestas. Además, en ambos planos de una lengua, y en aras de la exigencia de máxima simplicidad, es importante insistir en que la desmembración en variaciones presupone la desmembración en variedades, puesto que lo primero es desmembrar una in
118 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
variante en variedades, y luego las variedades en variaciones: las variaciones especifican las variedades. Pero parece posible que una nueva desmembración en variedades esté conectada con una desmembración exhaustiva en variaciones, y así sucesivamente; en tanto esto sea posible, habrá especificación transitiva.
Si la desmembración de una invariante en variedades se lleva hasta el fin para cada «posición» particular, se llega a una variedad irreducible, y se agota la desmembración en variedades. A la variedad que, de este modo, no puede ya desmembrarse en variedades la llamaremos variedad localizada. Si la desmembración de una variedad localizada en variaciones se lleva hasta el fin para un caso particular, se llega a una variación irreducible, y se agota la desmembración en variaciones. A la variación que, de este modo, no puede ya desmembrarse en variaciones la llamaremos individuo. A veces será posible desmembrar de nuevo en variedades un individuo, de acuerdo con las diferentes «posiciones» en las que pueda aparecer; en tales casos habrá espe
cificación transitiva.75] El hecho de que una desmembración en variantes
pueda agotarse en la forma dicha en una etapa dada no contradice la virtualidad de las variantes. A condición de que haya especificación transitiva, la desmembración en variantes es, en principio, ilimitada. Pero, además, la desmembración en variantes es asimismo ilimitada en su etapa propia a pesar de su agotabilidad, porque el número de variantes en un texto ilimitado no será nunca limitado, y el número de desmembraciones posibles a través de las cuales puede agotarse la desmembración en variantes, incluso en esta etapa determinada, será, por tanto, también ilimitado.
Si la especificación transitiva no puede continuarse y la jerarquía termina agotada en una desmembración de varie
Variantes del esquema lingüístico 119
dades en variaciones que no puedan desmembrarse ulteriormente en variedades, podrá decirse, en cierto sentido epistemológico, que el objeto considerado ya no es susceptible de descripción científica ulterior. El objeto de la ciencia es siempre registrar cohesiones, y si un objeto sólo presenta la posibilidad de registrar constelaciones o ausencias de función, ya no podrá someterse a tratamiento científico exacto. Decir que el objeto de la ciencia es registrar cohesiones significa, si despojamos a esta afirmación de la envoltura terminológica introducida por nosotros, que la ciencia trata siempre de comprender los objetos como consecuencias de una razón o efectos de una causa. Pero si el objeto sólo puede resolverse en objetos de todos los cuales pueda decirse que son indistintamente consecuencias o efectos de todos, o de ninguno, la continuación del análisis científico resulta infructuosa.
A priori, no es inconcebible que una ciencia que intente poner en práctica los puntos de vista que hemos propugnado para la teoría lingüística haya de enfrentarse, al concluir la deducción, con una situación final en que no se perciban consecuencias de razones ni efectos de causas. Sólo quedará pues, como única posibilidad, un tratamiento estadístico de la variación, como el que Eberhard Zwirner ha intentado sistemáticamente para la expresión fonética de las lenguas *. Sin embargo, para hacer el experimento como es debido, lo que ha de tomarse como objeto de este tratamiento «fonomètrico» no es una clase de sonidos descubierta inductivamente, sino una variedad, localizada lingüísticamente y descubierta deductivamente, del grado más alto.
Antes (págs. 104-105) hemos tenido ocasión de observar que las entidades normalmente registradas por la sintaxis
• Véase el trabajo del autor en Nordisk tidsskrift for tale og stemme, II, 1938, especialmente págs. 179 ss.
120 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
convencional —oración principal y oración secundaria, miembros de la oración, como sujeto, predicado, complemen
to, etc.—, son variantes. Con la terminología comple-76] mentaría ahora introducida, podemos añadir, para ser
precisos, que son variedades. La sintaxis convencional (entendida como el estudio de las conexiones entre palabras) es, en su mayor parte, un estudio de variedades del plano del contenido de la lengua, aunque, como tal, no exhaustivo. Puesto que cada desmembración de las variantes presupone unas invariantes registradas, la sintaxis no puede mantenerse como disciplina autónoma.
X V II
FUNCIÓN Y SUMA
A la clase que tiene función con otra u otras clases del mismo rango la llamaremos suma. A la suma sintagmática la llamaremos unidad, y a la suma paradigmática, categoría. Así, unidad es una cadena que tiene relación con otra u otras cadenas del mismo rango, y categoría un paradigma que tiene correlación con otro u otros paradigmas del mismo rango. Por establecimiento entendemos la relación existente entre una suma y una función que entra en ella; se dice que la función establece la suma, y que la suma es establecida por la función. Así, por ejemplo, dentro de la paradigmática (sistema lingüístico) podemos observar la existencia de diferentes categorías que tienen correlación mutua, cada una de las cuales en particular es establecida por la correlación entre sus miembros. Tratándose de categorías de las invariantes, esta correlación será una conmutación; tratándose de categorías de las variantes, una sustitución. De igual modo, en la sintagmática (el proceso lingüístico, el texto) podemos observar la existencia de diferentes unidades que tiene relación mutua, cada una de las cuales en particular es establecida por la relación entre sus partes.
122 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
De las definiciones se sigue que siempre hay funciones, sea entre sumas, sea entre funciones; en otras palabras, que cada entidad es una suma. Un factor que contribuye a hacer posible este punto de vista es, desde luego, que el número de variantes sea ilimitado y que la desmembración en variantes pueda continuarse indefinidamente, de modo que cada entidad pueda considerarse como una suma, esto es, en cada caso como una suma de variantes. Tal punto de vista se hace necesario debido a la exigencia de exhaustividad.
En el plano de la teoría esto significa que toda entidad no es otra cosa que dos o más entidades con función mutua,lo que viene a subrayar de nuevo lo que ya anticipamos: que sólo las funciones tienen existencia científica
(página 40).
77] En la práctica es especialmente importante el analizar, comprender que sólo hay relación entre categorías.
El análisis debe empezar por elegir la base adecuada, habida cuenta del principio empírico y de los principios de el derivados. Imaginemos que se elige la selección como base del análisis. Entonces en la primera operación se analiza la cadena dada en unidades de selección de primer grado; a la categoría que se obtenga de estas unidades la llamaremos categoría funcional. Por tal se entiende, pues, la categoría de los funtivos que se registran en un solo análisis con una función dada, tomada como base del análisis. Dentro de tal categoría funcional pueden imaginarse cuatro tipos de funtivos:
1. Funtivos que pueden aparecer sólo como seleccionados.
2. Funtivos que pueden aparecer sólo como seleccionantes.
3. Funtivos que pueden aparecer como seleccionados o como seleccionantes.
¡•'unción y suma 123
4. Funtivos que no pueden aparecer ni como seleccionados ni como seleccionantes (esto es, funtivos que solamente contraen solidaridades y/o combinaciones, o que no contraen relación alguna).
A cada una de estas cuatro categorías la llamaremos categoría funtiva; por tales entendemos, pues, aquellas categorías que se registran merced a la desmembración de una categoría funcional de acuerdo con las posibilidades fruitivas. La operación del análisis consiste en investigar cuál de estas cuatro categorías funtivas a priori posibles tiene lugar y cuáles son virtuales, analizando para ello en miembros cada una de las categorías funtivas, sobre la base de la prueba de conmutación; a esos miembros los hemos llamado elementos. Si el análisis consiste en una partición en unidades selecciónales de primer grado, los elementos serán las unidades selecciónales particulares de primer grado que la partición nos lleve a registrar.
Imaginemos otra vez como ejemplo concreto la partición de la cadena en oraciones principales y oraciones subordinadas. Las oraciones principales pertenecerán a la primera categoría funtiva, y las subordinadas a la segunda. Por razones de simplificación imaginemos que las categorías funtivas tres y cuatro resultan ambas ser virtuales. Con esto queda claro que tal clasificación no puede significar que cada oración subordinada determinada seleccione a cada oración principal determinada: una oración subordinada determinada no necesita de la presencia de una oración principal determinada, sino de la presencia de una oración principal cualquiera. Es la categoría de las oraciones principales la
que es seleccionada por la categoría de las oraciones78] subordinadas; la selección existe entre las categorías
funtivas, en tanto que la relación existente como consecuencia de ello entre un miembro de una categoría fun-
124 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
tiva y otro miembro de otra puede muy bien ser diferentepor ejemplo, una combinación—. Una de las tareas de la
lingüística es establecer un cálculo general de las relaciones entre los elementos que corresponda a relaciones dadas entre las categorías funtivas.
Si la base del análisis es la solidaridad o la combinación, es decir, una reciprocidad sintagmática, las categorías funtivas serán:
1. Funtivos que pueden aparecer sólo como solidarios.2. Funtivos que pueden aparecer sólo como combinados.3. Funtivos que pueden aparecer como solidarios o como
combinados.4. Funtivos que no pueden aparecer ni como solidarios
ni como combinados (es decir, funtivos que sólo contraen selecciones o que no contraen relación alguna).
En este caso, de modo similar, habrá solidaridad o combinación entre las categorías funtivas, en tanto que los elementos podrán tener otras relaciones. Antes hemos visto un ejemplo de tal supuesto (pág. 46), al tratar de los morfemas nominales del latín: la categoría de número y la categoría de caso tienen solidaridad mutua, pero entre un número determinado y un caso determinado habrá combinación.
X V III
SINCRETISMO
Ahora estamos en condiciones de abordar el fenómeno que en gramática convencional se conoce como sincretismo
y en fonética moderna como neutralización, y que consiste en el hecho de que la conmutación entre dos invariantes puede suspenderse bajo determinadas condiciones. Ejemplos conocidos, que bien podemos conservar aquí, son el sincretismo en latín entre nominativo y acusativo en el género neutro (y en algunos otros casos) y la neutralización que se advierte en danés entre p y b en la parte final de sílaba (de modo que una palabra como top puede pronunciarse con p o con b indistintamente).
Para tales casos usaremos el término suspensión, e introducimos la siguiente definición general: dado un funtivo que está presente bajo ciertas condiciones y ausente bajo otras distintas, cuando se dan las condiciones bajo las cuales
está presente se dice que hay aplicación del funtivo, y79] que en esas condiciones el funtivo se aplica; en cam
bio, cuando se dan las condiciones bajo las cuales está ausente, se dice que hay suspensión o ausencia del funtivo,
126 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
y que en esas condiciones el funtivo está suspendido o ausente.
A la mutación suspendida entre dos funtivos la llamamos cobertura-, a la categoría que se establece por la cobertura la llamamos (en ambos planos de la lengua) sincretismo. Asi, por ejemplo, decimos que el nominativo y el acusativo en latín, o la p y la b en danés, tienen cobertura mutua o contraen cobertura, y que estas entidades junto con su cobertura constituyen un sincretismo, o que cada una de estas entidades entra en un sincretismo.
De las definiciones se sigue que cuando dos entidades se registran bajo ciertas condiciones como invariantes, basándose en la prueba de conmutación, y bajo otras condiciones contraen cobertura, bajo estas últimas condiciones serán variantes y sólo su sincretismo será una invariante. En ambos casos las condiciones dependerán de las relaciones que las entidades dadas contraigan en la cadena: la conmutación entre nominativo y acusativo en latín (que se aplica, por ejemplo, en la primera declinación) está suspendida cuando, por ejemplo, el nominativo y/o el acusativo contraen relación con el neutro; la conmutación entre p y b en danés (que se aplica, por ejemplo, en posición inicial: pcere
'pera’; bcere ’llevar’) está suspendida cuando, por ejemplo, lap y/o la b contraen relación con una parte central anterior de la sílaba.
Es necesario comprender que la relación que resulta pertinente en estos casos es una relación con variantes. La entidad cuya presencia es condición necesaria para que haya cobertura entre nominativo y acusativo es la variedad de neutro que es solidaria con nominativo-acusativo; la entidad cuya presencia es condición necesaria para que haya cobertura entre la p y la b es la variedad de la parte central de la sílaba que es solidaria con la p jb siguiente.
Sincretismo 127
A tal solidaridad entre una variante por una parte y una i/obertura por otra la llamamos dominancia; decimos que la variante domina a la cobertura, y que la cobertura es domi
nada por la variante dada80] La ventaja especial de establecer las definiciones for
males de este modo es que nos es posible distinguir « ntre dominancia obligatoria y opcional sin tener que recurrir a los supuestos sociológicos que la definición «real» de estos términos necesariamente implicaría, y que en el mejor de los casos significaría una complicación del mecanismo de las premisas de la teoría, con lo cual se opondría al principio de simplicidad, y en el peor de los casos podría incluso implicar premisas metafísicas, con lo cual se opondría al principio empírico y especialmente a la necesidad de dar definiciones absolutamente explícitas. Conceptos como los de obligatorio y opcional supondrían necesariamente, si nos atuviéramos a las definiciones «reales», explícitas o implíci- las, hasta ahora adoptadas, un concepto de norma sociológica, que resulta no ser indispensable de principio a fin de la teoría lingüística. Por tanto, podemos definir simplemente la dominancia obligatoria como una dominancia en la que la dominante con respecto al sincretismo es una variedad, y la dominancia opcional como una dominancia en la que la dominante con respecto al sincretismo es una variación; cuando, bajo determinadas circunstancias, la cobertura es obligatoria, hay solidaridad entre la dominante, de una parte, y de otra el sincretismo, la categoría de las entidades que pueden contraer cobertura; cuando, bajo determinadas condiciones, la cobertura es opcional, hay combinación en- Ire la dominante y el sincretismo.
1 En lugar de dominancia, en los ejemplos elegidos podemos usar un término más específico y hablar de sincretización, puesto que ladominancia puede extenderse, por generalización, a la deficiencia.
128 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
Los sincretismos pueden manifestarse en dos formas diferentes: como fusiones o como implicaciones. Por fusión entendemos la manifestación de un sincretismo que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idéntica a la manifestación de todos o de ninguno de los funtivos que entran en el sincretismo. Los sincretismos anteriormente usados como ejemplos se manifiestan como fusiones en las que la manifestación del sincretismo es idéntica a la manifestación de todos los funtivos que entran en el sincretismo. Así, el sincretismo de nominativo y acusativo tiene la significación «nominativo-acusativo» (en contextos diferentes esta significación entraña las manifestaciones de variedad que el nominativo y el acusativo tienen generalmente); también el sincretismo de p /b se pronuncia del mismo modo que se pronuncian generalmente p y b (en diferentes relaciones con las mismas manifestaciones de variedad). Un ejemplo de sincretismo en que la manifestación no es idén
tica a la manifestación de ninguno de los funtivos81] que forman parte del mismo lo encontramos en la
cobertura de diferentes vocales, bajo ciertas condiciones acentuales, en ruso y en inglés, en las que el sincretismo se pronuncia [a]. Por implicación entendemos la manifestación de un sincretismo que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idéntica a la manifestación de uno o más de los funtivos que entran en el sincretismo, pero no a todas. Cuando en una lengua son conmutables entre sí las consonantes sonoras y las sordas, pero la conmutación se suspende ante otra consonante distinta, de modo que una consonante sorda se pronuncia como sonora delante de otra sonora, hay implicación. De los funtivos que contraen implicación se dice que aquel (o aquellos) cuya manifestación es idéntica a la del sincretismo es (son) implicado(s) por aquel (o aquellos) otro(s) funtivo(s), y que este (estos) impli
Sincretismo 129
ca (n ) a aquel (o aquellos) funtivo(s) cuya manifestación es idéntica a la del sincretismo. Así, en el ejemplo elegido diremos que una consonante sorda bajo ciertas condiciones implica una consonante sonora, o que una consonante sonora bajo estas condiciones es implicada por una sorda. Si el sincretismo entre la consonante sonora y la sorda tiene lugar de tal modo que (como es corriente, por ejemplo, en las lenguas eslavas) no sólo una consonante sorda tenga pronunciación sonora ante otra sonora, sino también que una consonante sonora tenga pronunciación sorda ante otra sorda, la implicación no es unilateral, sino multilateral ( bilateral)■: la sonora implica la sorda, y la sorda la sonora, bajo condiciones de exclusión mutuas.
Subrayemos que este uso del término implicación está de acuerdo con el de la lógica y es sólo un caso especial del mismo. Tal implicación es una función «si... entonces», una implicación estricta, con la única diferencia de que en nuestros ejemplos no se aplica a proposiciones, sino a entidades de menor extensión; si tenemos la entidad glosemá- lica de expresión p en cierta relación con otra entidad de este tipo, entonces obtenemos q. La implicación estricta entre proposiciones nos parece simplemente otro caso espe- i ial de implicación lingüística2.
Un sincretismo puede ser resoluble o irresoluble. Resolver un sincretismo significa introducir la variedad del
82] sincretismo que no contrae la cobertura que establece el sincretismo. Si, a pesar del sincretismo, podemos
explicar templum en un contexto como nominativo y en otro como acusativo, es porque en latín el sincretismo de nominativo y acusativo de estos ejemplos es resoluble; efec
2 El parecido es aún más estrecho cuando se consideran las proposiciones como nombres compuestos; véase J. Jorgensen, The Journal of Unified Science, V III, 1939, págs. 233 s., y IX, 1940, págs. 185 ss.
PROLEGÓMENOS. — 9
130 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
tuamos la resolución dentro de la categoría de nominativo y acusativo, es decir, dentro del sincretismo, seleccionando una variedad que no contraiga cobertura (v. g. la variedad del nominativo de domus y la variedad del acusativo de do- m um ) e introduciendo artificialmente esta entidad del contenido en templum en lugar de la entidad de caso que entra en él; para ello nos fundamos en una inferencia analógica sustentada por la aplicación del principio de generalización. Un sincretismo sólo es resoluble cuando son posibles tales diferencias analógicas sobre la base de los resultados que proporciona el análisis del esquema lingüístico. Tales inferencias analógicas generalizadoras no son posibles en el caso de top ; consecuentemente debemos declarar que el sincretismo de p /b es irresoluble.
A la cadena con sincretismos resolubles no resueltos podemos llamarla actualizada', a la cadena con sincretismos resolubles resueltos, ideal. Esta distinción es aplicable a la distinción entre notación estricta y notación amplia de la expresión, y, así, ambos tipos de notación son posibles sobre la base del análisis del esquema lingüístico.
Cuando resolvemos un sincretismo y hacemos una notación ideal, la notación (escritura o pronunciación) del sincretismo, representada tal cual es por uno de sus miembros, será por sí misma una implicación, en la que el sincretismo implica el miembro considerado. Esto parece ser de aplicación al análisis de la conclusión lógica, que, después de todo, es, en opinión de los lógicos modernos, una operación puramente lingüística y, por tanto, también podría esperar aclaración de unas premisas lingüísticas. En lo que antecede (pág. 52) hemos creído que era posible definir la conclusión lógica como el análisis de una proposición establecida como premisa. Ahora podemos afirmar con más precisión que la proposición establecida como premisa puede considerarse,
Sincretismo 131
evidentemente, como un sincretismo resoluble de sus consecuencias; la conclusión lógica será, pues, una desmembra- ' ión de la proposición establecida como premisa, desmembración consistente en una resolución del sincretismo dado que aparece como implicación.
En términos generales, nos parece que el concepto de sincretismo a que se ha llegado partiendo de premisas lingüísticas internas podría usarse ventajosamente para esclarecer diversos fenómenos supuestamente no lingüísticos. De i'ste modo tal vez sea posible arrojar cierta luz sobre el
problema general de la relación entre clase y segmen-83] to. En tanto se considere el paradigma no como simple
adición de sus miembros (clase como pluralidad, en la terminología de Russell), sino como algo diferente de sus miembros (clase com o unidad) será un sincretismo de sus miembros; por la resolución del sincretismo, una clase como
unidad se transforma en una clase como pluralidad. Debería quedar claro, por tanto, que hasta donde podamos tratar de atribuir un significado científico a la palabra concepto, deberemos entender por concepto un sincretismo entre cosas (las cosas que el concepto subsume).
En un sincretismo, aparte de las entidades explícitas, puede entrar la entidad cero, dotada de una significancia muy especial para el análisis lingüístico. Con frecuencia se ha observado la necesidad de reconocer la existencia de entidades lingüísticas, especialmente «fonemas», latentes y facultativas3. Así, basándonos en ciertos resultados analíticos puede sustentarse la existencia de una d /t latente en las palabras francesas grand, sourd, porque en estas expresiones
3 J. Baudouin de Courtenay, «Fakultative Sprachlaute» ( Donum natahcium Schnjnen, 1929, págs. 38 ss.), A. Martinet ha operado con una h latente al analizar el francés (Bulletin de la Société de Hnguisti- que de Parts, XXXIV, 1933, págs. 201 s.).
132 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
aparece una d o una t según las condiciones: grande, sour- de; grand homme. Asimismo podrá mantenerse la facultati- vidad de la y en danés después de i y de u (yndig, kugle). Basta reflexionar un momento para mostrar que latencia y facultatividad no pueden definirse como manifestaciones suspendidas; las funciones de que tratamos tienen su raíz en el esquema lingüístico, puesto que las condiciones bajo las que aparecen latencia y facultatividad se fijan por relaciones de la cadena y se basan en la dominancia. La latencia y la facultatividad deben, pues, entenderse como cobertura con cero. Latencia es una cobertura con cero en la cual la dominancia es obligatoria (puesto que la dominante con respecto al sincretismo es una variedad); al funtivo que contrae latencia se le llama latente. Facultatividad es una cobertura con cero en la cual la dominancia es opcional (puesto que la dominante con respecto al sincretismo es una variación); al funtivo que contrae facultatividad se le llama
facultativo.
XIX
CATÁLISIS
Como hemos visto (capítulos IX-XI), analizar es tanto como registrar funciones. Al adoptar este punto de vista debe
preverse la posibilidad de que el registro de ciertas84] funciones, en virtud de la solidaridad entre función y
funtivo, nos obligue a interpolar ciertos funtivos que de otro modo no serían accesibles al reconocimiento. A esta interpolación la llamamos catálisis. ^
En la práctica, la catálisis es condición necesaria para \ llevar a cabo el análisis. El análisis del latín, por ejemplo, debe llevarnos al resultado de que la preposición sine selec- \ ciona (rige) al ablativo (pág. 44); o, lo que es lo mismo, de acuerdo con las definiciones, que la presencia de ablativo en el texto es condición necesaria para que aparezca sine ¡ (pero no viceversa). Está claro que tal resultado no puede alcanzarse con una observación puramente mecánica de las entidades que entran en los textos reales. Fácilmente podemos imaginar un texto real en el que aparezca sine sin un ablativo que lo acompañe; por ejemplo, un texto que, por una u otra razón, se encuentre interrumpido o incompleto (una inscripción deteriorada, un fragmento, una enun-
134 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
dación escrita u oral inacabada). En general, el registro de cualquier cohesión debe presuponer la previa eliminación de tales accidentes incalculables en la práctica del habla ( accidents de la parole). Ahora bien, los fenómenos de los textos reales que impedirían un registro mecánico de las conexiones no se limitan a este tipo de perturbaciones inin- tencionales. Es sabido que ía aposiopesis como la abreviación formaij parte de la economía del uso lingüístico, como parte constante y esencial del mismo (piénsese en enunciaciones como: «¡Qué agradable!», «si al menos...», «porque», etc.). Si en el análisis nos limitásemos a registrar relaciones partiendo de esta base acabaríamos, con toda probabilidad (contrariamente a lo que se propone la ciencia, cf. pág. 119), por registrar tan sólo meras combinaciones.
La exigencia de exhaustividad, sin embargo, nos obliga a registrar estas aposiopesis y otros fenómenos por el estilo, pero además a reconocerlos, puesto que el análisis debe registrar análogamente las relaciones externas que tienen las entidades observadas, las cohesiones que señalan más allá de la entidad dada, a algo que se encuentra fuera de ella. Si tropezamos con un texto en latín que deja sine sin continuación, podemos registrar una cohesión (selección) con el ablativo, es decir, interpolar el requisito previo de sine, y así en los demás casos. Esta interpolación de una razón tras una consecuencia se hace de acuerdo con el principio de generalización.
Por otra parte, en la catálisis hemos de procurar no85] proporcionar en el texto más de lo que es claramente
evidente. En el caso de sine sabemos con certidumbre que se requiere un ablativo; sabemos además que un ablativo en latín tiene sus propios requisitos previos: requiere la coexistencia de ciertos otros morfemas en la cadena; y sabemos, en fin, en lo que respecta a la cadena de morfemas
Catálisis 135
que aparece con el ablativo, que presupone la coexistencia de un tema. Sin embargo, puesto que el ablativo no es solidario con ningún morfema determinado de cada categoría, sino únicamente con ciertas categorías de morfemas (página 122), y puesto que una cadena de morfemas que incluya (.»enero, número y caso juntamente, en algunos supuestos, con un morfema de comparación, no tiene cohesiones con ningún tema nominal determinado sino con la categoría de todos los temas nominales, no estamos justificados para introducir por catálisis ningún nombre determinado en ablativo con el sine dado. Lo que se introduce por catálisis es, pues, en la mayoría de los casos, no una entidad determinada, sino un sincretismo irresoluble entre todas las entidades que podrían considerarse viables en el «puesto» dado de la cadena. En el caso de sine tenemos la suerte de saber que es un ablativo y sólo un ablativo lo que puede considerarse un requisito previo; pero acerca de las entidades que el ablativo mismo requiere sólo sabemos que son tal o cual número, tal o cual género, tal o cual morfema de comparación (desde luego dentro de las posibilidades del inventario latino), y tal o cual tema. De hecho presupone cualquiera de estas entidades indistintamente, y la catálisis no debe ir más allá de observar ese hecho.
Definimos la catálisis como el registro de cohesiones mediante la reposición de una entidad por otra con la que tiene sustitución. En nuestro ejemplo, sine es la entidad repuesta, y sine + ablativo ( + los sincretismos cohesivos) la entidad reponente. La entidad reponente es, por tanto, siempre igual a la entidad reemplazada ( catalizada) + una entidad interpolada o proporcionada (encatalizada). Como hemos visto, la entidad encatalizada es con frecuencia, pero no necesariamente, un sincretismo; con frecuencia, pero no necesariamente, latente (las entidades latentes sólo pueden re-
136 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
gistrarse por catálisis, por aplicación del principio de generalización); finalmente, tiene siempre y necesariamente, si es una entidad de contenido la expresión cero, y si es una entidad de expresión el contenido cero: esto último es consecuencia de la exigencia, contenida en la definición, de sustitución entre la entidad repuesta y la reponente.
86] ENTIDADES DEL ANALISIS
Sobre la base, en lo esencial, de las consideraciones y definiciones que hemos expresado en los apartados precedentes del presente ensayo, precisadas y completadas con el número necesario de reglas de carácter más técnico, la teoría lingüística prescribe un análisis textual, que nos lleva a reconocer una forma lingüística tras la sustancia inmediatamente accesible a la observación de los sentidos, y tras el texto una lengua (sistema) que consta de categorías de cuyas definiciones pueden deducirse las posibles unidades de la lengua. La médula de este procedimiento es una catálisis por medio de la cual la forma entra en relación catalítica con la sustancia, y la lengua con el texto. Este procedimiento es puramente formal, en el sentido de que considera que las unidades de la lengua constan de ciertas figuras a las cuales se aplican ciertas reglas de transformación. Estas reglas se establecen sin tener en cuenta la sustancia en que esas figuras y unidades se manifiestan; la jerarquía lingüística y, consecuentemente, la deducción lingüística son independientes de las jerarquías y deducciones físicas y fisiológicas y, en general, no lingüísticas, que pudieron conducir
138Prolegómenos a una teoría del lenguaje
n erarÍ n f !■ <<SUStancia»' Por tanto, no deberá es- a l i r Pr° CedimÍento ded^ i v o fonética ni semántica
contenido^’ , T ° ^ 10 referente a la expresión como al contenido del lenguaje, un «álgebra lingüística» que proporcione la base formal para ordenar las deducciones de la «sustancia» no lingüística. Las entidades «algebraicas» con las que opera este procedimiento carecen de designación
otro tPT 1Ueg° ’ dCben denominarse de un modo u* ?mmadÓn 65 arbit™ y adecuada, en armo
nía con todo el carácter de la teoría lingüística. A esta arbi- rariedad de las denominaciones se debe que no impliquen a manifestación en absoluto; a su adecuación se debe que
se elijan de modo que sea posible ordenar la información concerniente a la manifestación del modo más sencillo posi-
. Sobre la base de la relación arbitraria entre la forma y la sustancia, una misma entidad de la forma lingüística puede manifestarse por medio de formas de la sustancia totalmente diferentes al pasar de una lengua a otra; la proyección de la jerarquía de la forma sobre la jerarquía de la sustancia puede diferir esencialmente de una lengua a otra.
(P á fs 22P 3 r t m, n T / e ^ P° r 105 P rÍn dPÍOS básic- (pags. 22, 33, 91, 101), de los cuales podemos pasar a dedu-ir, especialmente para aplicarlo al análisis textual el si
s r r “ * * que iiamamos p rin d * °
Cualquier análisis (o com plejo de análisis) en el que
se registren funtivos con una función dada como base
del analisis, ha de hacerse de m odo que lleve autocon- secuentemente al registro del mayor número posible de categorías funtivas realizadas, dentro del mayor número posible de categorías funcionales.
un Í J ñ PráCÍ ‘í a' “ SÍgUe ^ eS“ PrÍnCÍpÍO ,Jue altesto no debemos omitir ninguna etapa del análisis de
I ntidades del análisis 139
l.i que pueda esperarse algún resultado funcional (cf. página 88), y que el análisis debe pasar de las invariantes que lengan la mayor extensión concebible a las invariantes que lengan la menor extensión concebible, de modo que entre estos dos puntos extremos se recorran tantos grados deriva- livos como sea posible.
Ya en este punto el análisis difiere esencialmente del concepto tradicional de análisis. Este último no se ocupa ni de aquellas partes del texto que tienen gran extensión, ni de aquéllas de muy poca extensión. Una tradición explícita sostiene que el trabajo del lingüista comienza con la división de los períodos en frases, en tanto que se cree posible asignar el tratamiento de partes más extensas del texto, grupos de períodos y cosas semejantes, a otras ciencias —principalmente la lógica y la psicología—. De acuerdo con este punto de vista, cuando el lingüista o el gramático se encalase con un texto sin analizar, como, por ejemplo, el que proporciona todo cuanto se ha escrito y todo cuanto se ha dicho en danés, debería dirigirse sin preámbulos a una etapa de la que resultaran frases; teóricamente debe dar por sentado que se ha emprendido ya un análisis lógico-psico- lógico de las partes más extensas del texto, y se cree que en la práctica no tiene por qué preocuparse de si realmente se ha emprendido tal análisis o no, o de si se ha llevado a cabo de una forma que pueda considerarse satisfactoria desde el punto de vista lingüístico.
El problema que aquí se plantea no es un problema de ti ¡visión práctica del trabajo, sino de situar los objetos mediante una definición. Desde este punto de vista, el análisis del texto corresponde al lingüista como deber ineludible, incluyendo aquellas partes del texto de gran extensión. Ha de intentar una partición del texto tomando como base la selección y reciprocidad, y en cada etapa del análisis buscar aque-
140lï^ tegôm enos a una teoría del lenguaje
Has partes que tengan mayor extensión. Y es fácil ver que
881 b T tCX]t0 mgÜ1StlCO de §ran extensión o ilimitado posi-^ ta 13 Pr tÍCÍÓn 6n Part£S de extensión defin'
La p r i Í e n í ' I T “ 011' S° 1Ídaridad’ ° ^ b in a c ió n mutuas. La primerisima de estas particiones ha de ser la partición
d L a f clndo111? '10 y Knea dC 6XpreSÍÓn’ *Ue son se darías. Cuando cada una de éstas se parta a su vez seráposible y necesario, Ínter alia, analizar la línea de conte
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e " na l C° ntenerr * “ §U pr° pia l i c i ó n . ET u n lextensión d e l T t n t 1 Pr° CedÍmÍento’ Partes de mayorTe aUt V T ^ PartírSe a su ^ - produccioneste b a s L d n i T CaPltUl° S’ y aSÍ ^cesivamen-
, basándose en el establecimiento de premisas, y después
i n t e 7 1 u ° r d° ; Cn Perí° dOS y fraSeS> AI IIeSar a este punto ínter alia, los silogismos se analizarán en premisas y con’clusiones, etapa ésta del análisis lingüístico en la "u e evi' déntemente, la lógica formal debe presentar una parte’ con siderable de sus problemas. Todo esto supone una ampliación significativa de la perspectiva, de los marcos y de las capacidades de una teoría lingüística, y una base para una colaboración motivada y organizada entre la lingüística en su sentido mas estricto y otras disciplinas que hasta ahora evidentemente de modo más o menos erróneo, se ha considerado eran ajenas a Ia esfera de ]&
En las operaciones finales del análisis, la teoría lingüística conducirá a una partición que descienda a entidades de menor extensión que las que hasta ahora hemos considerado
Entidades del análisis 141
como invariantes irreducibles. Y no sólo en el plano del contenido, en el que hemos visto que la lingüística convencional se encuentra muy lejos de haber llevado el anáfisis hasta el final, sino también en el de la expresión. En ambos planos, la partición basada en la relación llegará a una etapa en la que se use por última vez la selección como base del análisis. En esta etapa el análisis llevará a inventariar taxemas, que serán elementos virtuales; en el plano de la expresión los taxemas serán grosso modo las formas lingüísticas manifestadas por fonemas, si bien debe hacerse la salvedad, a este respecto, de que un análisis llevado a cabo estrictamente de acuerdo por el principio de simplicidad con frecuencia conduce a resultados fundamentalmente diferentes de aquellos a los que se llega mediante el análisis fonémico que hasta aquí se ha venido intentando. Es sabido que estos taxemas, por regla general, pueden seguirse partiendo sobre la base de una división universal, que se presenta cuando,
basándonos en reglas especiales, se ordenan en sis- 89] temas de dos, tres o más dimensiones *. No podemos
ocuparnos aquí de estas reglas especiales, que descansan en el hecho de que los elementos lingüísticos de una misma categoría son, no sólo numérica, sino también cualitativamente diferentes2. Contentémonos con indicar como principio el hecho, hasta ahora no observado por los lingüistas, de que cuando se «establece en un sistema» un inventario de taxemas, la consecuencia lógica es una partición
1 Véanse, por ejemplo, los sistemas elaborados en La catégorie des cas, I y II, del autor (Acta Jutlandica, V II, 1 y IX, 2, 1935-37). Sistemas correspondientes pueden elaborarse para el plano de la expresión.
2 Véase La catégorie des cas, I, págs. 112 ss. Cf. Jens Holt, Études d’aspect ( Acta Jutlandica, XV, 2, 1943), págs. 26 s. En Travaux du Cercle linguistique de Copenhague, y bajo el título Structure générale des systèmes grammaticaux, va a publicarse una presentación amplia de este enfoque de la teoría lingüística (ofrecida en el Círculo lingüístico el 27 de abril de 1933).
142l l á m e n o s a una teoría del lenguaje
registra ^ Im^ Ínemo^ P<>r ejemplo, quese registra una categoría con un inventario de 9 taxemasY que, partiendo de las reglas especiales aplicables a la di’
siona” co ttatlVa' 6StabIecen éstos en ™ sistema bidimen- nal con tres miembros en cada dimensión, de modo emenueve pueda describirse como producto de 3 x 3 Los
p“ d°es t : z s dimensiones serán em°nces ~ spartes de taxemas, puesto que cada uno de los 9 taxema,
dknras- C° m° Una UnÍdad qUe Índuye un m im bro de una dimensión y un miembro de la otra dimensión Los 9axemas pueden, consecuentemente, describirse c Z o r e ^acto de 3 + 3 = 6 invariantes (los miembros de las dimen
pie yS satisfacemo™0*30 ll6gam° S 3 ^ descriPción ^ás sim-ción ( p a f g n T T ^ d PrÍndpÍO de red^oue « dimensiones, en cuanto categoríasque son serán solidarias, y cada miembro de una dlmTn ion tendrá combinación con cada miembro de la otra di
como partes' 7 7 ^ * * “ dÍmensiones aparecerán así bles Que puedl T * * * * Y invariantes -reduci-dentóT 3 Cab° ° no tal «establecimientodentro de un sistema» de un inventario de taxemas dependefundamentalmente de la extensión del inventario Cuan
" r : aa cabv erán ios—del Lálisis a e T S C° nStÍtUyan los P ™ finalesaei anal sis, a estos puntos finales llamamos glosemas v
L a Í l T T “ ,aXema “ e generalmente un fonema, entonces un glosema de la expresión generalmente manifestado por una parte de un fonema Concluida la deducción sintagmática del análisis textual
se emprende una deducción paradigmática. Aquí la lengua
901 desmembra en categorías, en las que se distribuid;;1 las categorías de los taxemas de máximo grado
análisis textual y de las que por medio de síntesis
Entidades del análisis 143
pueden deducirse las posibles unidades de la lengua. Resulta que los dos aspectos (los planos) de una lengua tienen una estructura categorial completamente análoga; este descubrimiento tiene, a nuestro parecer, una significación de gran alcance para comprender el principio estructural de una lengua o, en general, la «esencia» de una semiótica. Parece además que una descripción tan consecuente de una lengua con arreglo al principio empírico, no admite la posibilidad de una sintaxis o de una ciencia que trate de las partes de la oración; como hemos visto, las entidades de la sintaxis son en su mayor parte variedades, y las «partes de la oración» de la gramática antigua son entidades que se redescubrirán, definidas de una forma nueva, en lugares muy diferentes dentro de la jerarquía de las unidades.
La ciencia de las categorías, sin embargo, presupone un mecanismo de términos y definiciones tan amplio y tan íntimamente coherente que no cabe describir sus detalles sin antes haberla presentado por completo; por tanto, en los prolegómenos de la teoría no es posible tratarla en mayor medida que la ciencia de las unidades que la determina.
XXI
LENGUAJE Y NO LENGUAJE
En la elección y delimitación de los objetos, hemos seguido en los capítulos precedentes (cf. pág. 36) los conceptos prevalentes en lingüística y considerado únicamente la lengua « natural» como objeto de la lingüística. Pero al mismo tiempo (pág. 36) hemos prometido una ampliación de nuestro punto de vista, y ya es hora de hacerlo: ésta es la tarea que nos ocupa en los capítulos siguientes (XX I-XX III). Subrayemos, empero, que estas perspectivas ulteriores no concurren como apéndices arbitrarios y de los que se pueda prescindir, sino que, por el contrario, y precisamente cuando nos limitamos a considerar únicamente la lengua «natural», derivan con carácter de necesidad de la lengua «natural» y se imponen como consecuencia lógica inevitable. Si el lingüista desea comprender con claridad el objeto de su propia ciencia se verá obligado a entrar en un terreno que por tradición no es el suyo. Esto ha influido ya, en cierto modo, hasta aquí en nuestra exposición, la cual, partiendo de premisas especiales, se ha encuadrado en un marco epis
Lenguaje y no lenguaje 145
temológico más general debido al modo técnico de plantear el problema.
De hecho salta a la vista que no sólo las observaciones de carácter general que nos hemos visto forzados a
91] hacer, sino también los términos aparentemente más especializados que hemos presentado son aplicables
tanto a la lengua «natural» como al lenguaje en un sentido mucho más amplio. Precisamente porque al elaborar la teoría se ha considerado la forma lingüística prescindiendo de la «sustancia» (sentido), será posible aplicar nuestro mecanismo a cualquier estructura cuya forma sea análoga a la de una lengua «natural». Nuestros ejemplos se han tomado de tal lengua, y nosotros mismos hemos partido de ahí, pero lo que tendemos a dejar sentado y de lo que hemos dado ejemplos evidentemente no es específico de la lengua «natural», sino que tiene más amplio alcance. Una similar aplicabilidad universal a sistemas de signos (o a sistemas de figuras con fines ségnicos) puede apreciarse en conjunto en el estudio de las funciones y de su análisis (capítulos XI,XVII), de los signos (X II), de la expresión y el contenido, la lorma, la sustancia y el sentido (X III, XV), de la conmutación y sustitución, las variantes e invariantes y la clasificación de las variantes (X IV , XVI), de la clase y el segmento (X,X V III) y de la catálisis (X IX ). En otras palabras, la lengua «natural» puede describirse con base en una teoría que es específica en mínimo grado y que debe implicar consecuencias de mayor alcance.
Ya nos hemos visto obligados a advertirlo ocasionalmente. Hemos creído posible mantener el carácter universal de los conceptos «proceso» y «sistema» y de su influencia recíproca (pág. 19); nuestra forma de considerar la lengua «natural» nos ha llevado a incluir en la teoría del lenguaje aspectos importantes de la ciencia literaria, de la filosofía general de
PROLEGÓMENOS. — 10 \
146Prolegómenos a una teoría del lenguaje
a ciencia y de la lógica formal (págs. 139-140); asimismo, no hemos podido abstenernos de hacer algunas observaciones cas, inevitables acerca de la naturaleza de la conclusión lógica (pags. 52, 129, 130).
Al mismo tiempo nos hemos inclinado a considerar que un gran numero de ciencias especiales ajenas a la lingüística contribuyen a la ciencia del sentido del contenido lingüístico, y a trazar una línea entre lo que es lenguaje y lo queno lo es (pag. 111), dejando, empero, bien sentado su carácter provisional.
La teoría lingüística que hemos establecido se sustenta o
U a m S T * C°n 61 PrÍnCÍPÍ° En qUC 56 baSa’ al <lue hemosllamado principio empírico (págs. 22-23). Esto nos lleva a aceptar como necesidad lógica (con las necesarias reservas acerca de la terminología misma, cf. págs. 76, 112) la distinción que establece Saussure entre forma y «sustancia» (sentido), de lo que se sigue que la « sustancia» no puede ser un
definente de una lengua. Cabe imaginar, ordenadas con rela-
nuntn 7 a miST f° rma HngÜÍStÍca' estancias que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, sean fundamentalmente diferentes; la relación arbitraria entre forma
mgüistica y sentido hace de eso una necesidad lógica J La larga suPremacía de la fonética convencional ha
producido además otro efecto: restringir el concepto que el lingüista tiene incluso de lengua «natural» de un modo no empírico (como puede demostrarse), es decir, inadecuado, por no ser exhaustivo. Se ha supuesto que la sustancia de la expresión de un lenguaje hablado consta exclusivamente de «sonidos». Con ello, como han apuntado los wimer especialmente, se pasa por alto que el habla puede
ir acompañada del gesto y ciertos componentes del habla reemplazarse por el gesto, y que, en realidad, no solamente los llamados órganos de la articulación (garganta,
lenguaje y no lenguaje 147
boca y nariz), sino casi toda la musculatura estriada coopera en la práctica del lenguaje «natural» *.
Además, cabe sustituir la sustancia del sonido-y-gesto que generalmente se emplea por cualquier otra que resulte adecuada en circunstancias externas distintas. Así la misma forma lingüística puede manifestarse también en la escritura, » orno ocurre en la notación fonética o fonèmica y en las llamadas ortografías fonéticas, como la finlandesa. En este caso leñemos una «sustancia» gráfica dirigida exclusivamente a la vista y que no es necesario convertir en «sustancia» fonética para comprenderla. Y esta «sustancia» gráfica, precisamente desde el punto de vista de la sustancia, puede ser de lipos muy diversos. Puede haber asimismo otras «sustancias»; pensemos simplemente en el código de señales de la marina, que muy bien puede usarse para expresar una lengua «natural», por ejemplo el inglés, o en el lenguaje de signos de los sordomudos.
Dos opiniones suelen oponerse a cuanto antecede. Una es que todas esas sustancias son «derivadas» respecto de la sus- iancia del somdo-y-gesto, y «artificiales» en contraste con la< naturalidad» de ésta; se admite incluso la existencia de diversos grados de tales «derivaciones», como cuando un código de señales o un lenguaje de signos se deriva de la es-< ntura, derivada a su vez del lenguaje hablado «natural». La otra opinión sostiene que a una «sustancia» diferente• 'i ompaña en muchos casos una forma lingüística también distinta; así, no todas las ortografías son «fonéticas», pero pueden conducir, a través del análisis, al establecimiento de un inventario distinto de taxemas y tal vez de categorías en parte diferentes de las del lenguaje hablado.
1 Eberhard Zwirner & Kurt Zwirner, Archives néerlandaises de phonétique expérimentale, X III, 1937, pág. 112. .
148 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
93] La primera de estas opiniones carece de base, porque el que una manifestación se «derive» de otra no
altera el hecho de que es manifestación de la forma lingüística de que se trate. Además, no siempre está claro lo que es derivado y lo que no lo es; no olvidemos que el descubrimiento de la escritura alfabética se pierde en la prehistoria2, de modo que la afirmación de que se apoya en el análisis fonético es solamente una de las hipótesis diacró- nicas posibles; también puede apoyarse en un análisis formal de la estructura lingüística3. De cualquier modo, como reconocen los lingüistas modernos, las consideraciones dia- crónicas son irrelevantes para una descripción sincrónica.
La otra opinión es irrelevante porque deja en pie el hecho general de que en la sustancia de que se trata se manifiesta una forma lingüística. Esta observación es interesante, sin embargo, porque muestra que a un mismo sistema del contenido pueden corresponder diferentes sistemas de expresión. Consecuentemente, la misión del teórico lingüista no consiste simplemente en describir el sistema de expresión existente de hecho, sino en calcular qué sistemas de expresión son posibles en general como expresión de un sistema determinado de contenido, y viceversa. Pero es un hecho experimentalmente demostrable que cualquier sistema de expresión lingüística puede manifestarse en sustancias de expresión muy diferentes4.
2 Bertrand Russell, con mucha razón, ha llamado la atención sobre el hecho de que no tenemos ningún medio de decidir cuál es la forma más antigua de expresión humana: la escritura o el habla. (A n Outline of Philosophy, London, 1927, pág. 47).
3 Sobre este punto véase la obra del autor, Archiv für vergleichende Phonetik, II, 1938, págs. 211 s.
4 Sobre la relación entre escritura y habla véase A. Penttilä & U. Saamio en Erkenntnis, IV, 1934, págs. 28 ss. y H. J. Uldall, en Congres international des sciences anthropologiques et ethnologiques,
Lenguaje y no lenguaje 149
Por tanto, cabe ordenar diversos usos fonéticos y diversos usos escritos con el sistema de expresión de un mismo esquema lingüístico. Un lenguaje puede sufrir un cambio de naturaleza puramente fonética sin que el sistema de expresión del esquema lingüístico se vea afectado, y, de modo semejante, puede sufrir un cambio de naturaleza puramente
semántica sin que el sistema de contenido se vea afec-94] tado. Sólo de este modo es posible distinguir entre
cambios fonéticos y semánticos, de un lado, y cam
bios formales de otro.Desde la perspectiva global de nuestro punto de vista, no
hay en ello nada sorprendente. Las entidades de la forma lingüística son de naturaleza «algebraica» y carecen de designación natural; por tanto, pueden designarse arbitrariamente de muy diversas formas.
Estas distintas designaciones posibles de la sustancia no afectan a la teoría del esquema lingüístico. Su actitud no depende de ellas. La tarea principal del teórico consiste en determinar mediante una definición el principio estructural del lenguaje, del cual puede deducirse un cálculo general en forma de tipología cuyas categorías serán las distintas lenguas o, más bien, los distintos tipos de lenguajes. Deben preverse aquí todas las posibilidades, incluso aquellas que
Compte rendu de la deuxième session, Copenhague, 1939, pág 374. Acerca del antiguo tratamiento y análisis de la escritura desde un punto de vista estructural, véase en particular J. Baudouin de Cour- lenay, Ob otnosenii russkogo pis’ma k russkomu jazyku, San Petersburg«) 1912, y Vvedenie v jazykovedenie, 4.a ed., 1912, págs. 15 ss., y r de Saussure, Cours, 2 * ed., sobre todo pág. 165. Cf. asimismo un artículo de Josef Vachek, Zum Problem der geschriebenen Sprache ( Travaux du Cercle linguistique de Prague, V III, 1939, págs. 94 ss.), que trata el problema de un modo no muy claro. Todavía no se ha emprendido un análisis de la escritura prescindiendo de lo sonoro.
150Prolegómenos a una teoría del lenguaje
resultan virtuales en el campo de la experiencia o que no tienen manifestación «natural» o «real».
tipos*1 estrn “ ° 56 Pr£gUnta SÍ IoS distint°sm an 'f ♦ “ rales 86 mamfiestan> sino únicamente si son
t a ^ f sea T a y' ^ &T ' manifestables e» cualquier sustancia, sea la que sea. La sustancia no es, por tanto unsupuesto necesario de la forma lingüística, pero la formalingüistica sí es un supuesto necesario de la sustancÍ Tamanifestación, en otras palabras, es una selección en la qu¡
ble- defin §U1ftlCa “ ^ COnstante ? la sustancia la varíale, definimos formalmente la manifestación como una se-
r Í q u L T 6 J£rarqUÍaS y eDtre derivad^ ^ diferentes je- ^ puede d C° n ame ^ manifesta^ n (lo manifesta-
c u i d o t f r marse’ 1por referencia a Saussure’ a ™ ;^ ü c o ¿ n l6ngUaje’ 13 Ilamamos « « « « « lingüístico. La variable de una manifestación (el manifestante ) puede denominarse, de acuerdo con Saussure, s u s t a n Z
la sustancia que manifiesta un esquema lingüístico la lia mamos uso lingüístico. 8 la lla‘
Partiendo de estas premisas llegamos a la definición for-a semiotlca: jerarquía, cualquiera de cuyos com -
P nentes admite su análisis ulterior en clases definidas por
elación mutua, de m odo que cualquiera de estas clases ad
m ué su analtsis en derivados definidos por mutación mutua
fJ i : % deamC,6n' que n° “ otra cosa ‘ I™ la consecuencia rmal de cuanto hemos desarrollado hasta aquí, obliga al
lingüista a considerar como objeto de estudio no solamente
951 ™ i6“ ®113 anatUral>>' la len§ua cotidiana, sino también95] cualquier semiótica, esto es, cualquier estructura que
Una i 563 aT a Una l6ngUa y sati^ aga la definición dada Una lengua (en el sentido corriente) puede considerarse como un caso especial de este objeto de carácter más general,
Lenguaje y no lenguaje 151
y sus características específicas, que sólo conciernen al uso lingüístico, no afectan a la definición dada.
De nuevo queremos añadir que no es tanto un problema de división práctica del trabajo cuanto de fijar el objeto por medio de una definición. El lingüista puede y debería concentrarse en las lenguas «naturales» en su trabajo de investigación, y dejar a otros que tengan mejor preparación que él, principalmente los lógicos, la investigación de otras estructuras semióticas. Pero el lingüista no puede estudiar el lenguaje impunemente sin tener el más amplio horizonte que asegure su orientación hacia esas estructuras análogas. Quizá obtenga incluso ventajas prácticas de ello, porque algunas de esas estructuras son más sencillas en su formación que las lenguas, y pueden, por tanto, servir de modelo en el estudio preparatorio. Además, basándonos en premisas puramente lingüísticas, es obvio que se necesita aquí una colaboración particularmente estrecha entre la lógica y la lingüística.
Desde los tiempos de Saussure se sabe, desde el punto de vista lingüístico, que el lenguaje no puede estudiarse aisladamente. Saussure estimaba necesario, como base de la lingüística en su sentido más estricto, una disciplina que él bautizó con el nombre de semiología (de ot^eÍov 'signo'). De ahí que, en los años que precedieron a la segunda guerra mundial, tanto la lingüística concreta como ciertos círculos de orientación lingüística interesados en el estudio de los fundamentos (especialmente en Checoslovaquia), se esforzaran por estudiar sistemas de signos distintos de las lenguas —especialmente, los trajes regionales, el arte y la literatura— sobre una base semiológica más general5.
5 Cf., entre otros, P. Bogatyrev, Pfíspévek k strukturální etnogra-fii ( Slovenská miscellanea, Bratislava, 1931); id., Funkóno-strukturálna
152 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
96] Ciertamente, en el Cours de Saussure se considera que esta disciplina general se erige sobre la base de
factores esencialmente sociológicos y psicológicos. Al mismo tiempo, Saussure esboza algo que sólo puede comprenderse como ciencia de la pura forma, una concepción de la lengua como estructura de transformación abstracta, que él deduce del estudio de estructuras análogas. Así, ve que un rasgo esencial —tal vez esencialísimo— de la estructura se- miologica reaparece en las estructuras llamadas juegos; por ejemplo en el ajedrez, al que presta gran atención. Estas consideraciones deben ponerse de relieve si intentamos erigir la lingüistica, en su sentido más amplio, como «semiología», sobre una base inmanente. Y a través de estas consideraciones surgirán tanto la posibilidad como la necesidad de una estrecha colaboración entre la lingüística y la lógica. Son precisamente los sistemas de signos y los sistemas de juegos los que los lógicos modernos han tomado como base de estudio, considerándolos como sistemas de transformación abstractos, y de ahí que se muestren inclinados, por su parte, a estudiar el lenguaje asimismo desde estos puntos de vista6.
în i°û«ïa mC metody etn°nrafie i folkloristiky ( Slovenské pohl’ady, LI, 10, 1935); id., Funkcie kroja na moravskom Slovensku ( Spisy ndrodo- pisneho odburu Matice slovenskej, I, Matica Slovenskâ, 1937) (resumen en frances, pâgs. 68 ss.). Jan Mukafovskÿ, Estetickd funkce, norma a hodnota jako socidlni fakty (Fonction, norme et valeur esthétiques comme faits sociaux), Praha, 1936; id., L ’art comme fait sémiolo- gique (Actes du huitième Congrès international de philosophie à Prague 2-7 septembre 1934, Prague, 1936, pâgs. 1065-1072). E. Buyssens, Les langages et le discours (Collection Lebègue), Bruselas, 1943, se ha esrorzado por ofrecer una semiologia general.
* La Principal es la Logische Syntax der Sprache, Viena, 1934
Language l W ^ ’ ^ ^ edi° iÖn amPliada. The Logical Syntax of
Lenguaje y no lenguaje 153
En un sentido nuevo, pues, parece fructífero y necesario establecer un punto de vista común a un gran número de disciplinas, desde la literatura, el arte, la música y la historia en general hasta la lógica y las matemáticas, de modo que desde él se concentren esas ciencias en un planteamiento de los problemas definido lingüísticamente. Cada una de ellas podrá contribuir en su medida a la ciencia general de la semiótica investigando hasta qué punto y de qué manera pueden someterse sus objetos a un análisis que esté de acuerdo con las exigencias de la teoría lingüística. De este modo quizá se arroje nueva luz sobre esas disciplinas y se provoque un autoexamen crítico de las mismas. Y así, a través de una colaboración recíprocamente fructífera sería posible elaborar una enciclopedia general de las estructuras ségnicas.
Dentro de esta esfera de problemas, extraordinariamente amplia, hay dos cuestiones concretas que son de especial interés para nosotros en este momento. Primera: ¿qué lugar puede considerarse que corresponde a la lengua dentro del conjunto de estas estructuras semióticas? Segunda: ¿dónde establecer la línea divisoria entre semiótica y no se
miótica?97] La lengua puede definirse como una paradigmática
cuyos paradigmas se manifiestan en todos los sentidos, y el texto, de modo correspondiente, como una sintagmática cuyas cadenas, si se extienden indefinidamente, se manifiestan en todos los sentidos. Por sentido entendemos una clase de variables que manifiesta más de una cadena en más de una sintagmática, y/o más de un paradigma en más de una paradigmática. En la práctica, una lengua es la semiótica a la que pueden traducirse todas las demás semióticas —tanto las demás lenguas como las demás estructuras semióticas concebibles—. Eso es así porque las lenguas, y sólo
154Prolegómenos a una teoría del lenguaje
e as se encuentran en condiciones de dar forma a cualquier sentido sea cual fuere en una lengua y sólo en una lengua podemos «ocuparnos de lo inexpresable hasta expresarlo»*. Es esta cualidad la que hace a una lengua utiliza- ble como tal, capaz de satisfacer en cualquier situación No cabe duda de que eso depende de una peculiaridad estructural que conoceríamos mejor si supiésemos más sobre la estructura específica de las semióticas no lingüísticas. La base, poco menos que evidente, la constituyen la posibilidad ilimitada de formar signos y las libérrimas reglas que presiden la formación de unidades de gran extensión (períodos, etc.) en todas las lenguas, que, por otra parte, dan a una lengua la posibilidad de hacer afirmaciones falsas inconsecuentes, imprecisas, feas y contrarias a la ética,’ así como verdaderas, consecuentes, precisas, hermosas y acordes con la ética. Las reglas gramaticales de una lengua son independientes de toda escala de valores, sean éticos, lógicos o est ticos, y, en general, una lengua es independiente de todo proposito específico.
Al investigar la línea divisoria entre semiótica y no semiótica, una conclusión poco menos que evidente salta a p n o n a nuestra vista: los juegos se encuentran cerca de esta frontera, o tal vez en la frontera misma. Al juzgar la estructura de los juegos, comparándola con las estructuras semióticas que no son juegos, no carece de interés comparar como se han considerado hasta ahora las estructuras de los juegos desde el punto de vista lingüístico y desde el punto de vista logico, con independencia uno del otro. Desde la
de .°,bf rvaci?n " ra la hemos hecho independientemente1«5V v i ! ? ? r IaCO AIfreTd Tarski (studia Philosophica, I, “. . . • J0r£ensen, Trcek af deduktionsteoriens udvikline i
pág T ™ ^ udg' af K 0ben.ha.vns Universitet, nov. 1937),
8 Kierkegaard.
Lenguaje y no lenguaje 155
perspectiva lógica se ha dado importancia a que un juego, el ajedrez por ejemplo, es un sistema de transformación esencialmente de la misma estructura que una semiótica, por
ejemplo, una semiótica matemática) y se ha tendido98] a considerar el juego como el caso modelo simple,
como normativo del concepto de semiótica. Desde la perspectiva lingüística se ha visto la analogía en el hecho de que un juego es un sistema de valores, análogos a los valores económicos, considerándose el lenguaje y otros sistemas de valores como normativos del concepto de juego. Las dos formas de pensar tienen fundamentos históricos. La teoría logística de los signos tiene su punto de partida en la metamatemática de Hilbert, que considera el sistema de símbolos matemáticos como un sistema de figuras de la expresión, prescindiendo por completo de su contenido, y describe sus reglas de transformación del mismo modo que pueden describirse las reglas de un juego, abstracción hecha de posibles interpretaciones. Este método lo han aplicado los lógicos polacos en su «metalógica» y lo ha llevado a su conclusión Camap en una teoría del signo en la que, en principio, toda semiótica se considera como mero sistema de expresión, abstracción hecha del contenido. Desde este punto de vista, en toda metasemiótica, i. e., en toda descripción de una semiótica, sería posible sustituir un inhaltliche
Redeweise por un fórmale Redew eise9. La teoría lingüística del signo, por su parte, está muy arraigada en la aserción tradicional de que un signo se define por su significado. Saussure lucha con el problema dentro de esa tradición, y
9 Han ofrecido un esbozo general de su desarrollo J. Jergensen, op. c i t L. Bloomfield, «Language or ideas?» (Language, X II, 1936, págs. 89 ss.); y Otto Neurath y Eino Kaila en el periódico Theoria, II, 1936, págs. 72 ss., 83 ss. Véase también G. H. von Wright, Den logis- ka empirismen, Estocolmo, 1943. v
156 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
le da precisión y lo justifica introduciendo el concepto de valor, cuya consecuencia es el reconocimiento de la forma del contenido y de la naturaleza bilateral del signo, que conduce a una teoría del signo que se basa en la interacción entre la forma de la expresión y la forma del contenido en el principio de conmutación.
Desde el punto de vista lógico, donde continúa el debate sobre la naturaleza del signo, el problema parece considerarse esencialmente como una cuestión de nominalismo o de realismo10. Para la teoría lingüística del lenguaje, a la que el presente ensayo sirve de introducción, no es éste el problema; lo que importa más bien es saber si el sentido
del contenido debe estar implicado o no en la misma teoría del signo. Puesto que el sentido del contenido no resulta indispensable en la definición y descripción de un esquema semiótico, son necesarias y suficientes una formulación formal y una actitud nominalista; por otra parte, la descripción formal y nominalista de la teoría lingüística no se limita a la forma de la expresión, sino que ve su objeto en la interacción de la forma de la expresión y de la forma del
contenido. La distinción de Saussure entre forma y99] sustancia resulta ser extraordinariamente relevante
para el planteamiento actual del problema en logística.Sobre esta base, la logística puede inclinarse a ver tam
bién diferencias y semejanzas entre los juegos y las semióticas que no son juegos. Lo decisivo para determinar si un signo aparece o no, no es si está interpretado o no, es decir, si está ordenado o no con relación a él un sentido del contenido. En vista de la selección entre esquema semiótico y uso semiótico, para el cálculo de la teoría lingüística existen sistemas no interpretados, sino únicamente interpreta
10 V. en tal sentido U. Saarnio, en la obra citada en pág. 91, n. 1.
Lenguaje y no lenguaje157
bles. A este respecto, pues, no hay diferencia entre el ajedrez y el álgebra pura, por ejemplo, de una parte, y una lengua, de otra. Pero para decidir hasta qué punto un juego u otros cuasi-sistemas de signos, como el álgebra pura, son o no semióticas, hay que ver si una descripción exhaustiva de los mismos exige operar con dos planos, o si el principio de simplicidad puede aplicarse al punto de que baste
con operar en un plano.Requisito previo de la necesidad de operar con dos pla
nos es que no pueda mostrarse que ambos planos, cuando se establecen hipotéticamente, tienen la misma estructura de principio a fin, con una relación de término a término entre los funtivos de un plano y los del otro. Expresaremos esto diciendo que los dos planos no han de ser confórmales. Se dirá que dos funtivos son confórmales cuando cualquier derivado concreto de vino de los funtivos entra sin excepción en las mismas funciones que un derivado concreto del otro funtivo, y viceversa. Consecuentemente, podemos establecer la regla de que dos componentes de una misma clase hipotéticamente reconocidos se reducirán a un solo componente cuando sean confórmales pero no conmutables. La prueba que esta regla instituye, y a la que llamaremos prueba del derivado, se prescribe en la teoría lingüística para cada etapa del análisis del texto, coordinándola con la prueba de conmutación; las dos pruebas son necesarias conjuntamente para deducir si un objeto dado es una semiótica o no. No entraremos aquí en la aplicación de esta prueba del derivado a los derivados de grado más alto de la semiótica (proceso), limitándonos a considerar los derivados de primer grado, los planos de la semiótica. Éstos no son conmutables, y el factor decisivo para determinar si se les tratará como distintos o se les identificará mutuamente (en cuyo caso cesa la aplicabilidad de la teoría lingüística a un objeto dado)
158prolegóm enos a una teoría del lenguaje
sera, por tanto, el de si son confórmales o no. La exnerien
^ m h T s T a a u n Stra T Cn ÍOdaS ^ l6ngUaS observadas 1001 vo v * P 3 d£l d6rÍVado da resuItado negati-100] vo, y tendrá sin dnda resoltado negativo en a lg n " ,
s e m i n o “ * qUe haSta ,b “ “ hm “ “ o rn.ot.cas o qne muestran por la prueba del derivado que debe» co i e m i x semió,icas pero tM do querece q „e a prueba del derlvado da ^ =Uo pa-
« „ » b T ' " " 5 13 *” * “ » “ fav"
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Lenguaje y no lenguaje 159
el punto de vista lingüístico se ha mostrado cierto recelo a aplicar el término de símbolo a entidades que están en relación puramente arbitraria con su interpretación n. Se piensa que símbolo debería usarse únicamente para las entidades que son isomórficas con su interpretación, para las entidades que son representación o emblema de algo, como el Cristo de Thorvaldsen, símbolo de la compasión; la hoz y el martillo, símbolo del comunismo; la balanza, símbolo de la justicia; o la onomatopoética en el campo del lenguaje. Pero es costumbre en lógica usar la palabra símbolo en un sentido mucho más amplio, y parece conveniente poder aplicarla precisamente a entidades no semióticas interpretables. Entre los elementos interpretables de un juego y los símbolos
isomórficos parece haber una afinidad esencial, en101] cuanto que ninguno permite la ulterior división en fi
guras que es característica de los signos. En el debate suscitado entre los lingüistas en los últimos años acerca de la naturaleza del signo, se ha llamado la atención, con razón, sobre el carácter agramatical de los símbolos isomórficos n; se trata de la misma idea, expresada en forma tradicional.
n Asi, Saussure, Cours, 2.a ed., pàg. 101, define el simbolo cornolo no-arbitrario.
12 E. Buyssens, Acta linguistica, II, 1940-41, pàg. 85.
X X II
SEMIÓTICAS CONNOTATIVAS Y METASEMIÓTICAS
En los párrafos precedentes, en virtud de un deliberado deseo de simplificación, hemos tratado la lengua «natural» como el único objeto de la teoría lingüística. En el último capítulo, pese a la considerable ampliación de la perspectiva en él ofrecida, se ha seguido actuando como si el único objeto de la teoría lingüística fuese la semiótica denotativa, por la cual entendemos aquella semiótica en la que ninguno de sus planos es una semiótica. Queda por indicar, ampliando aún más nuestro horizonte, que hay también semióticas cuyo plano de la expresión es una semiótica y semióticas cuyo plano de contenido es una semiótica. A las primeras las llamaremos semióticas connotativas; a las segundas, meta- semióticas. Puesto que el plano de la expresión y el plano del contenido se definen solamente por oposición y por relación de cada uno de ellos respecto al otro, será obvio que las definiciones de semiótica connotativa y de metasemiótica precedentes son sólo definiciones «reales» provisionales, a las que no podemos adscribir ni siquiera valor operativo.
La definición de semiótica dada en el capítulo XX I no se refiere a la semiótica individual en contraste con las otras semióticas, sino a las semióticas en contraste con las no se
Semióticas y metasemióticas 161
mióticas, es decir, a la semiótica como tipo jerárquico más alto, a la langue como concepto o clase en cuanto unidad. En cuanto a la semiótica individual en contraste con las otras, sabemos que el teórico lingüista la prevé en su cálculo como un tipo posible de estructura. Por otra parte, no hemos considerado aún cómo se las arregla el teórico lingüista para reconocer e identificar la semiótica individual como tal al analizar el texto. Al preparar el análisis lo hemos hecho suponiendo tácitamente que el dato es un texto compuesto en una semiótica definida, no en una mezcla de dos o más semióticas.
En otras palabras, para ofrecer una situación simple que sirva de modelo hemos operado partiendo de la premisa de que el texto dado muestra una homogeneidad estructural, de que estamos justificados para encatalizar al texto un sistema
semiótico y sólo uno. Esta premisa, sin embargo, no102] es válida en la práctica. Por el contrario, cualquier
texto que no sea de extensión tan pequeña que no dé base suficiente para deducir un sistema generalizable a otros textos, suele contener derivados que se basan en sistemas diferentes. Varias partes o partes de partes de un texto pueden componerse:
1. En formas estilísticas diferentes (caracterizadas por diversas restricciones: verso, prosa, diversas mezclas de ambos).
2. En estilos diferentes (estilo creativo y estilo puramente imitativo, llamado normal; al estilo creativo y a la vez imitativo se le llama arcaizante).
3. En estilos axiológicos diferentes (estilo de alto valor, estilo de bajo valor, llamado vulgar; hay también un estilo de valor neutro que no se considera ni alto ni bajo).
4. En medios diferentes (habla, escritura, gestos, código de señales, etc.).
\PROLEGÓMENOS. — i r
162 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
5. En tonos diferentes (iracundo, alegre, etc.).6. En idiomas diferentes, entre los que debemos distin
guir:a) Lenguas vulgares (la lengua común de una comu
nidad, la jerga de los distintos gmpos o profesiones).b) Lenguas nacionales.c) Lenguas regionales (lengua estándar, dialecto local,
etcétera).d) Fisiognomías (concernientes a la expresión, a las
«voces» u «órganos»).La forma estilística, el estilo, el estilo axiológico, el me
dio, el tono, la lengua vulgar, la lengua nacional, la lengua regional y la fisiognomía son categorías solidarias, de modo que cualquier funtivo del lenguaje denotativo ha de definirse respecto a todas ellas al mismo tiempo. Combinando los miembros de una categoría con los de otra surgen formas híbridas, que con frecuencia tienen, o pueden recibir fácilmente, designaciones especiales: estilo literario, que es un estilo creativo y de alto valor; slang, que es un estilo creativo de valor alto y bajo a la vez; jerga y código, que son estilos creativos de valor ni alto ni bajo *; lengua coloquial, que es un estilo normal, axiológicamente ni alto ni bajo; estilo oratorio, que es a la vez estilo de alto valor, habla y lengua común; el estilo usado en el púlpito, que
1 Una jerga, en su sentido más general, puede ser caracterizada como un estilo de valor neutro con signos (usualmente, expresiones de signo) específicos, y un código como un estilo de valor neutro con manifestaciones de la expresión específicas. Utilizando la designación de estilo de género para referirnos a aquel idioma que es solidario con algún género literario determinado (son ejemplos típicos algunos dialectos del antiguo griego), podríamos decir que la terminología es a la vez jerga y estilo de género, y la semiótica científica (en tanto en cuanto no sea un sistema de símbolos, tal como aquílo entendemos), a la vez código y estilo de género.
Semióticas y metasemióticas 163
es a la vez estilo de alto valor, habla y jerga; estilo103] oficial, que es a la vez estilo de alto valor y arcaizante,
escritura y jerga, etc.El propósito de esta enumeración no es agotar, ni mu
cho menos definir formalmente estos fenómenos, sino únicamente demostrar su existencia y su variedad.
A los miembros aislados de cada una de estas clases y a las unidades que resultan de combinarlos los llamaremos connotadores. Algunos de estos connotadores pueden ser solidarios con ciertos sistemas de los esquemas semióticos, otros con ciertos sistemas del uso semiótico, y otros con ambos. Es imposible saberlo a priori, puesto que la situación no es inmutable. Para referirnos a posibilidades que pueden parecer extremas, es imposible saber de antemano si una fisiognomía (las enunciaciones de una persona en oposición a las de otra) representa únicamente un uso específico, y no también un esquema específico (que quizá sólo difiera ligeramente de otro, pero que difiera de él), o si una lengua nacional representa un esquema lingüístico específico o, comparada con otra lengua nacional, sólo representa un uso lingüístico específico, en tanto que los esquemas de ambas son idénticos.
Para asegurar una descripción autoconsecuente y exhaustiva, la teoría lingüística debe prescribir, por tanto, para el análisis del texto aquel procedimiento que nos permita mantener aparte estos casos. Aunque parezca extraño, la lingüística ha prestado hasta ahora escasa atención a esa exigencia. La explicación ha de buscarse, en parte, en la adopción de puntos de vista transcendentes. Por ejemplo, se ha creído posible establecer, partiendo de un punto de vista vagamente sociológico, el postulado (con toda probabilidad falso) de que la existencia de una norma social implica que una lengua nacional sea también uniforme y específica en su
164 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
estructura interna y de que, por otra parte, una fisiognomía lingüística qua fisiognomía es una quantité négligeable y puede tomarse indiscriminadamente, sin más ni más, como representativa de una lengua nacional. Solamente la escuela de Londres ha sido conscientemente cauta a este respecto: la definición de fonema de Daniel Jones se refiere expresamente a «la pronunciación de un individuo que habla en un
estilo definido»2.
104] Dada la no restrictividad (productividad) de un texto, siempre habrá «traducibilidad», que aquí significa
sustitución de la expresión, entre dos signos cada uno de los cuales pertenezca a una clase de signos propia, y siendo solidaria a su vez esta clase de signos con su respectivo con- notador. Este criterio es especialmente evidente y fácilmente aplicable a los signos de gran extensión que el análisis del texto encuentra en sus primeras operaciones: cualquier derivado textual (por ejemplo, un capítulo) puede traducirse de una forma estilística, estilo, estilo axiológico, medio, tono, lengua vulgar, lengua nacional, lengua regional o fisiognomía, a otro. Como hemos visto, esta traducibilidad no siempre es recíproca cuando se trata de alguna otra semiótica distinta de la lengua; pero cuando se incluye una lengua, siempre es posible una traducibilidad unilateral. En el análisis del texto, consecuentemente, los connotadores aparecerán como partes que entran en los funtivos, de modo tal que los funtivos sean mutuamente sustituibles cuando se deduzcan esas partes; y bajo ciertas condiciones se encuentran connotadores en todos los funtivos de un grado determinado. Pero esto no basta aún para definir un connotador. A la entidad que tenga la propiedad expresada la llamaremos
2 Véase pâg. 154 nota 8 y asimismo D. Jones, Travaux du Cercle linguistique de Prague, IV, 1931, pâg. 74.
Semióticas y metasemióticas 165
indicador, debiendo distinguir entre dos tipos de indicadores: señales (cf. pág. 105) y connotadores. La diferencia entre ambos, desde un punto de vista operativo, radica en que una señal puede siempre referirse sin ambigüedad a un plano definido de la semiótica, cosa que no sucede nunca con el connotador. Un connotador, pues, es un indicador que se encuentra, bajo ciertas condiciones, en ambos planos de la semiótica.
En el análisis del texto los connotadores deben desligarse de la deducción. De este modo aquellos signos que son diferentes solamente por ser solidarios cada uno con su propio connotador, aparecen como variedades. Estas variedades, a diferencia de las variantes corrientes (pág. 116), son especiales y deben tratarse de forma diferente al continuar el análisis. De este modo evitamos mezclar diferentes esquemas semióticos (y usos); si más tarde resultase haber identidad, se vería con claridad al trazar un gráfico.
Pero está claro que los connotadores mismos también proporcionan un objeto cuyo tratamiento pertenece a la semiótica, y no a la disciplina que analiza las semióticas denotativas; la única misión de ésta es clasificar los connotado- res y mantenerlos ordenados para su tratamiento posterior. Aquel tratamiento corresponde a una disciplina especial, que determina el estudio de las semióticas denotativas.
Parece ahora evidente que la solidaridad que existe105] entre ciertas clases de signos y ciertos connotadores
es una función de signo, puesto que las clases del signo son expresión de los connotadores como contenido. Así, el(los) esquema(s) y el(los) uso(s) semiótico(s) que designamos como idioma danés son expresión del connotador «d; nés». De igual modo, el(los) esquema(s) y el(los) uso( miótico(s) que designamos como fisiognomía lingüístic; son expresión de la fisiognomía real N. N. (esa pers
166 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
asi sucesivamente. No en vano una lengua nacional es el«símbolo» de la nación, un dialecto local el «símbolo» de la región, etc.
Asi pues, parece adecuado considerar a los connotadores como el contenido del que son expresión las semióticas denotativas, y designar este contenido y esta expresión como una semiótica, esto es, como una semiótica connotativa. En otras palabras: concluido el análisis de la semiótica denotativa, debe someterse la semiótica connotativa a un análisis ajustado al mismo procedimiento. De nuevo será necesario distinguir aquí entre esquema semiótico y uso. Habrá que analizar los connotadores sobre la base de sus funciones mutuas, no sobre la base del sentido del contenido que puede ordenarse con relación a los mismos. Así, el estudio del esquema de una semiótica connotativa no se ocupa de las nociones reales de carácter social o sacral que el uso común atribuye a conceptos como lengua nacional, dialecto local, jerga, forma estilística, etc., sino que con ese estudio habrá que ordenar un estudio de su uso, exactamente igual que cuando se trata de una semiótica denotativa.
La semiótica connotativa, por tanto, es una semiótica que no es una lengua y en la que el plano de la expresión viene dado por el plano del contenido y por el plano de la expresión de una semiótica denotativa. Se trata, por tanto, de una semiótica en la que uno de los planos (el de la expresión) es una semiótica.
Lo que puede resultar particularmente sorprendente es que hayamos descubierto una semiótica cuyo plano de la
expresión sea una semiótica, puesto que, después del desarrollo experimentado por la logística en los trabajos de los lógicos polacos, estamos prontos a aceptar la existencia de una semiótica cuyo plano del contenido sea una semiótica.
Semióticas y metasemióticas 167
Es el llamado metalenguaje3 (deberíamos decir metasemió- tica), por el cual se entiende una semiótica que trata de una semiótica; en nuestra terminología, una semiótica cuyo contenido es una semiótica. La lingüística misma ha de ser una
metasemiótica de tal tipo.106] Ahora, como ya se ha manifestado, los conceptos de
expresión y de contenido no resultan adecuados como base de definiciones formales, porque expresión y contenido son designaciones arbitrariamente asignadas a elementos que se definen únicamente o positiva o negativamente. Tomaremos, por tanto, otra base de definición, y antes desmembraremos la clase de las semióticas en una clase de semióticas científicas y en otra de semióticas no científicas. Para ello hemos de servimos del concepto de operación, que hemos definido con anterioridad. Por semiótica científica4 entendemos la semiótica que es una operación; por semiótica no
científica, la semiótica que no es una operación. Consecuentemente, definimos la semiótica connotativa como aquella semiótica no científica en la que uno o más de sus planos es (son) una(s) semiótica(s); y la metasemiótica como aquella semiótica científica en la que uno o más de sus planos es (son) una(s) semiótica(s). Lo normal en la práctica, como hemos visto, es que uno de los planos sea una semiótica.
Puesto que ahora, como los lógicos han apuntado, podemos llegar a imaginar una semiótica científica que trate de una metasemiótica, de acuerdo con su terminología podemos definir la metasemiótica científica como aquella meta- semiótica que tiene una semiótica científica como semiótica
3 Véase la presentación de J. Jargensen (en la obra citada en la pág. 154, nota 8), págs. 9 ss.
4 La razón de que no hablemos simplemente de ciencia es que contamos con la posibilidad de que ciertas ciencias no sean semióticas, en el sentido que aquí hemos adoptado, sino sistemas simbólicos.
168 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
objeto (de la semiótica que constituye un plano de una semiótica se dice que es semiótica ob jeto de ésta). De acuerdo con la terminología de Saussure, podemos definir la semiología como una metasemiótica que tiene por semiótica objeto una semiótica no científica. Y finalmente, podemos designar como metasemiología la metasemiótica científica cuyas semióticas objetos son semiologías.
Para esclarecer no sólo la base de la lingüística, sino también sus más remotas consecuencias, la teoría lingüística está obligada a estudiar, además de las semióticas denotativas, las semióticas connotativas y las metasemiologías. Tal obligación le toca a nuestra ciencia especial porque sólo puede resolverse satisfactoriamente partiendo de premisas peculiares de la misma.
Nuestra última tarea ha de consistir, pues, en tratar de organizar adecuadamente la metasemiología desde el punto de vista lingüístico.
Generalmente, una metasemiótica será (o puede ser) total o parcialmente idéntica a su objeto semiótico. Por tanto el lingüista que describe una lengua podrá usar esa lengua en la descripción; análogamente, el semiólogo que describe semióticas que no son lenguas podrá hacer su descripción en una lengua, de no ser este el caso, la semiótica que se use podrá traducirse en cualquier supuesto a una lengua (cf.
la definición de lengua). De aquí se sigue que si la107] metasemiología ha de proporcionar una descripción
completa de la semiótica de la semiología, en gran parte habrá de repetir los mismos resultados de la semiología. El principio de simplicidad, sin embargo, nos lleva a seguir un modo de proceder que nos permitirá evitar tal cosa, en consideración a la adecuación, debemos organizar la metasemiología de modo tal que en la práctica su objeto sea distinto del de la semiología; una conducta similar he-
Semiótícas y metasemíóticas 169
mos de seguir al encontrarnos eventualmente con semiologías de más alto grado, y no añadir más metasemiologías de un grado aún más alto, cuyos objetos no habrían de ser diferentes de los ya tratados.
La metasemiología debe, por tanto, dirigir su interés, no al lenguaje ya descrito por la semiología, que la semiología usa, sino a las eventuales modificaciones o las adiciones que ésta ha introducido en él para producir su jerga especial. Y está asimismo claro que la metasemiología no debe proporcionar una descripción de las proposiciones que entran en la teoría de la semiología, si cabe probar que tales proposiciones son unidades posibles que ya podían preverse partiendo del sistema de la lengua. Su esfera es, por el contrario, la terminología especial de la semiología, y aquí encontrará que se usan tres tipos diferentes de términos:
1. Términos que entran como definentes en el sistema de definiciones de la semiología, y cuyo contenido, por tanto, ya está definido, es decir, analizado (cf. pág. 104), por la semiología misma. Estos términos no entran en la esfera especial de la metasemiología.
2. Términos que se toman de una lengua y que entran como indefinibles en el sistema de definiciones de la semiología. Tales indefinibles, a diferencia de lo que sucede en otras ciencias, ocupan un lugar peculiar en la semiología: puesto que se sacan del lenguaje-objeto de la semiología, la semiología, en su análisis del plano del contenido, habrá producido una definición de los mismos. Tampoco estos términos pertenecen a la esfera especial de la metasemiología.
3. Términos que no se toman de una lengua (si bien han de tener una estructura de la expresión que esté de acuerdo con el sistema de la lengua) y que entran como indefinibles en las proposiciones de la semiología. Bajo este epígrafe debemos distinguir aún dos tipos:
170 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
108] a ) Términos que designen variaciones del grado superior de las invariantes del grado superior, es decir,
variaciones de glosemas del grado superior (y variaciones’ de las señales), las variaciones últimas y «más pequeñas» (variaciones individuales y/o localizadas) de las que la semiología se ha ocupado en el curso de su análisis. Estas variaciones, necesariamente, siguen siendo indefinibles para la semiología, puesto que definición significa análisis y el análisis dentro de la semiología es imposible precisamente en este lugar. En cambio, el análisis de tales variaciones es posible dentro de la metasemiología, puesto que en ésta han de describirse como los signos mínimos que entran en la semiología, y han de analizarse del mismo modo que la semiología analiza los signos mínimos de una lengua, es decir, a través de una resolución en figuras sobre la base de una prueba de conmutación establecida para la semiótica de la semiología, y a través de una desmembración en variantes. Se verá que las entidades que entran como variantes en el plano del contenido y en el plano de la expresión de una lengua (o, en general, en el objeto de primer grado) serán invariantes en el plano del contenido en la semiología.
b ) Términos que designen categorías de variantes y de invariantes. Sus contenidos, tomados como clase en cuanto
unidad, serán sincretismos de las entidades tratadas en el epígrafe (a), o de sincretismos de ellas.
La misión de la metasemiología será, consecuentemente, someter a los signos mínimos de la semiología, cuyo contenido sea idéntico a las variantes últimas del contenido y de la expresión del objeto semiótico (la lengua), a un análisis relacional que siga el mismo procedimiento que se prescribe generalmente para el análisis del texto. Igual que en el análisis textual ordinario, también aquí se intentará registrar en la mayor medida posible las entidades que se han
Semióticas y metasemióticas 171
realizado, es decir, las entidades susceptibles de división particular.
Para comprender todo ello, debe recordarse que no hemos podido mantener inalterada la distinción de Saussure entre forma y sustancia, sino que esa diferencia ha resultado ser en realidad una diferencia entre dos formas dentro de jerarquías diferentes. Un funtivo, v. g. en una lengua, puede considerarse como forma lingüística o como forma del sentido; partiendo de estos dos modos diferentes de ver las cosas aparecen dos objetos diferentes, de los que en cierto sentido puede decirse, sin embargo, que son idénticos, puesto que sólo varía el punto de vista desde el que se los considera. La distinción de Saussure, y la forma en que la enunció, no debe por tanto engañarnos y hacernos creer que los
funtivos que encontramos a lo largo del análisis de un109] esquema lingüístico no puede decirse con cierto dere
cho que son de naturaleza física. Muy bien cabe decir que son entidades físicas (o sincretismos de las mismas) que se definen por función mutua. Por tanto, con el mismo derecho puede decirse que el análisis metasemiológico del contenido de los signos mínimos de la semiología es un análisis de entidades físicas que vienen definidas por función mutua. Determinar hasta qué punto cabe considerar en última instancia todas las entidades de una semiótica, sea cual fuere, en su contenido como en su expresión, como físicas o reducibles a tales, es una cuestión puramente epistemológica de fisicismo contra fenomenalismo. La cuestión ha sido objeto de un debate5 en el que no entramos y sobre el que la teoría del esquema lingüístico no tiene por qué
5 Acerca de este extremo véase, además de las obras de Bloomfield y Neurath mencionadas en la pág. 155, nota 10, Alf Ross, «On the illusion of Consciousness» (Theoria, V II, 1941, págs. 171 ss.).
172 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
decidir. En el presente debate lingüístico, por otra parte, es posible a menudo detectar cierta tendencia, tanto entre los partidarios como entre los oponentes del punto de vista glo- semático, a confundir el problema, como si el objeto que el lingüista analiza por encatálisis de una forma lingüística no pudiese ser de naturaleza física, igual que el objeto que el «investigador de la sustancia» ha de analizar por encatálisis de una u otra forma «no lingüística» del sentido. Pero es necesario vencer este error si se quiere comprender la tarea de la metasemiología. La metasemiología, merced a un desplazamiento del enfoque, que implica la transición de un objeto semiótico a su metasemiótica, facilita nuevos medios para reemprender el camino, con la ayuda de los métodos semiológicos corrientes, y para continuar el análisis que desde el punto de vista de la semiología había llegado a su término. Esto sólo puede significar que las variantes últimas de una lengua están sujetas a un análisis particular ulterior sobre bases completamente físicas. E n otras palabras, la
metasemiología es, en la práctica, idéntica a la llamada descripción de la sustancia. La tarea de la metasemiología es emprender un análisis autoconsecuente, exhaustivo y de la mayor simplicidad posible, de las cosas que aparecen para la semiología como individuos irreducibles (o entidades localizadas) del contenido, y de los sonidos (o de los signos escritos, etc.), que aparecen para la semiología como individuos irreducibles (o entidades localizadas) de la expresión. El análisis metasemiológico habrá de llevarse a cabo tomando como base las funciones y de acuerdo con el procedimiento ya indicado, hasta agotar el análisis y alcanzar, aquí
también, las variantes últimas a la vista de las cua-110] les ya no pueda dar fruto el punto de vista de la co
hesión y en que el deseado esclarecimiento por medio de razones y causas haya de dar paso a una descripción pu
Semióticas y metasemióticas 173
ramente estadística como la única posible (cf. pág. 84): la situación final de la física y de la fonética deductiva.
Es evidente que también a la semiótica connotativa puede y debe añadirse una metasemiótica, que continúe analizando los objetos finales de aquélla. Precisamente del mismo modo que la metasemiología de las semióticas denotativas tratará en la práctica a los objetos de la fonética y de la semántica interpretándolos de una forma nueva, así también las partes más largas de la lingüística específicamente sociológica y de la lingüística externa saussuriana encontrarán su lugar en la metasemiótica de las semióticas conno- tativas, interpretadas de una nueva forma. A esta metasemiótica corresponde la tarea de analizar los diversos sentidos del contenido —geográficos e históricos, políticos y sociales, sacrales, psicológicos— que están vinculados a la nación (como contenido de la lengua nacional), a la región (como contenido de la lengua regional), a las formas de valor de los estilos, a la personalidad (como contenido de la fisiognomía; esencialmente, misión de la psicología individual), al talante, etc. Varias ciencias especiales, presumiblemente la sociología, la etnología y la psicología, sobre todo, tendrán aquí su campo propio de aportación.
Por deferencia al principio de simplicidad no debe, por otra parte, emprenderse el estudio de metasemiologías de orden superior; si se llevase a cabo, no produciría otros resultados que los ya conseguidos al estudiar la metasemiología de primero o posterior grado.
X X III
PERSPECTIVA FINAL
Las actitudes restringidas en el orden práctico y técnico que con frecuencia son naturales en el especialista y que en el campo de la lingüística llevan a enunciar la exigencia de una teoría lingüística simplemente como la exigencia de un método seguro para describir determinado texto limitado compuesto en una lengua «natural» previamente definida, han tenido que dejar paso paulatinamente en el curso de nuestra presentación, por necesidad lógica, a una actitud científica y humanísticamente cada vez más amplia, hasta que la idea llega a sustentarse en un concepto de totalidad
que difícilmente puede imaginarse más absoluto.111] El acto aislado de habla obliga al investigador a en-
catalizar un sistema que sea coherente con él, la fisiognomía particular es una totalidad que incumbe al lingüista conocer por medio del análisis y de la síntesis —pero no es una totalidad cerrada—. Es una totalidad con cohesiones externas que nos obliga a encatalizar otros esquemas y usos lingüísticos, solamente desde los cuales es posible arrojar alguna luz sobre la peculiaridad individual de esa fisiognomía; y es una totalidad con cohesiones internas con un sentido connotativo que explica la totalidad en su unidad y en su variedad. Este procedimiento se repite, en círculos
Perspectiva final 175
cada vez más amplios, para el dialecto local y el estilo, el habla y la escritura, las lenguas y las otras semióticas. El sistema de menor extensión es una totalidad autosuficiente, pero ninguna totalidad se encuentra aislada. La sucesión de catálisis nos obliga a ampliar el campo visual hasta dar cuenta de modo exhaustivo de todas las cohesiones. No es únicamente la lengua particular lo que constituye el objeto del lingüista, sino la clase entera a la que pertenecen las lenguas, los miembros de la cual se conectan entre sí, se explican y se iluminan mutuamente. Es imposible trazar una línea divisoria entre el estudio del tipo lingüístico individual y la tipología general de las lenguas; el tipo lingüístico individual es un caso especial dentro de esa tipología y, como todos los funtivos, solamente existe en virtud de la función que lo conecta con otros. En la tipología calculatoria de la teoría lingüística se prevén todos los esquemas lingüísticos; constituyen un sistema con correlación entre los miembros individuales. También pueden observarse relaciones; son éstas los contactos entre las lenguas, que se manifiestan en parte como contactos de préstamo y en parte como relaciones genéticas lingüísticas, y que con independencia de los tipos lingüísticos producen las familias lingüísticas; también estas relaciones, como las demás, dependen de una mera presuposición, la cual, exactamente igual que la relación entre las partes de un proceso textual, se manifiesta en el tiempo pero en sí misma no está definida por el tiempo.
Continuando la catálisis, necesariamente han de incluirse en el cuadro la semiótica, la metasemiótica y la metasemio- logía. Así, todas aquellas entidades que en el primer caso, teniendo en cuenta el esquema del objeto semiótico, hubieron de eliminarse provisionalmente como elementos no se- mióticos, se introducen de nuevo en las estructuras semió
176 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
ticas de un orden superior como componentes imprescindibles. Consecuentemente, no encontramos semiótica alguna que no sea componente de otras semióticas, y, en última instancia, ningún objeto que no sea iluminado desde la po- sicion clave de la teoría lingüística. La estructura semiótica se revela como una atalaya desde la que pueden verse todos los objetos científicos.
La teoría lingüística asume aquí, de un modo y en una medida jamás soñados, las obligaciones que a sí misma se
impuso (págs. 20, 35, 36). En su punto de partida, la112] teoría lingüística se estableció como inmanente, sien
do la constancia, el sistema y la función interna sus metas únicas, aparentemente a costa de la fluctuación y del matiz, de la vida y de la realidad física y fenomenológica concretas. Una restricción temporal del campo visual fue el precio que hubo que pagar para arrancarle al lenguaje mismo su secreto. Pero precisamente a través de este punto de vista inmanente y en virtud del mismo, el lenguaje devuelve el precio que exigió. En un sentido más alto del que ha tenido hasta ahora en la lingüística, el lenguaje pasa a ocupar de nuevo una posición clave en el conocimiento. En lugar de ser un obstáculo para la transcendencia, la inmanencia le ha dado una base nueva y mejor; la inmanencia y la transcendencia se reúnen en una unidad superior sobre la base de la inmanencia. La teoría lingüística se inclina por necesidad interior a reconocer no solamente el sistema lingüístico, en su esquema y en su uso, en su totalidad y en su individualidad, sino también al hombre y a la sociedad humana que hay tras el lenguaje, y a la esfera toda del conocimiento humano a través del lenguaje. Y entonces alcanza la teoría lingüística la meta que se ha prescristo:
humanitas et universitas.
LISTA DE DEFINICIONES *
1. Análisis. Descripción de un objeto por las dependencias uniformes de otros objetos respecto de él y entre sí.
2. Clase. Objeto que se somete a análisis (1).3. Componentes. Objetos que se registran en un solo aná
lisis como uniformemente dependientes de la clase y dependientes entre sí (1, 2).
4. Jerarquía. Clase de clases (2).5. Complejo de análisis. Clase de análisis de una misma
clase (1, 2).6. Operación. Descripción que está de acuerdo con el
principio empírico.7. Síntesis. Descripción de un objeto en cuanto compo
nente de una clase (2, 3).8. Función. Dependencia que cumple las condiciones del
análisis (1).9. Funtivo. Objeto que tiene función con otros objetos (8).
10. Contraer. Se dice que un funtivo contrae su función (8, 9).
11. Entidad. Funtivo que no es función (8, 9).
* Los números entre paréntesis que siguen a las definiciones remiten a otras definiciones establecidas explícitamente como premisas. Para los términos daneses correspondientes a cada uno de los aquí definidos véase más abajo, págs. 185-186.
PROLEGÓMENOS. — 1 2
12. Constante. Funtivo cuya presencia es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función (8, 9).
13. Variable. Funtivo cuya presencia no es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función (8, 9).
14. Interdependencia. Función entre dos constantes (8, 12).15. Determinación. Función entre una constante y una va
riable (8, 12, 13).16. Constelación. Función entre dos variables (8, 13).17. Cohesión. Función entre cuyos funtivos aparecen una
o más constantes (8, 9, 12).
18. Reciprocidad. Función que contiene únicamente constantes, o únicamente variables (8, 12, 13).
19. Deducción. Análisis continuado o complejo de análisis, con determinación entre los análisis que del mismo forman parte (1, 5, 15).
20. Procedimiento. Clase de operaciones con determinación mutua (2, 6, 15).
21. Derivados. Componentes y componentes de componentes de una clase dentro de una misma deducción (23, 19).
22. Incluir. Se dice que una clase incluye a sus derivados (2, 21).
23. Entrar en. Se dice que los derivados entran en su clase (2, 21).
24. Grado. Referencia al número de clases a través de las cuales los derivados dependen de su clase común más baja. (Si este número es 0, se dice que los derivados son de primer grado; si es 1, que son de segundo grado, y así sucesivamente.) (2, 21).
25. Inducción. Síntesis continuada con determinación entre las síntesis que entran en la misma (7, 15, 23).
178____________________ Prolegómenos a una teoría del lenguajeLista de definiciones 179
26. Correlación. Función «o... o» (8).27. Relación. Función «tanto... como» (8).28. Sistema. Jerarquía correlacional (4, 26).29. Proceso. Jerarquía relacional (4, 27).30. Desmembración. Análisis de un sistema (1, 28).31. Partición. Análisis de un proceso (1, 29).32. Universalidad. A una operación con un resultado dado
se le llama universal, y a sus resultantes universales, cuando cabe afirmar que la operación puede llevarse a cabo con cualquier objeto, sea cual fuere (6).
33. Particularidad. A una operación con un resultado dado se le llama particular, y a sus resultantes particulares, cuando cabe afirmar que la operación puede llevarse a cabo con un objeto determinado y no con cualquier otro (6).
34. Realización. Se dice que una clase está realizada cuando puede tomarse como objeto de un análisis particular (1, 2, 33).
35. Virtualidad. Se dice que una clase es virtual cuando no puede tomarse como objeto de un análisis particular (1, 2, 33).
36. Complementaridad. Interdependencia entre términos de un sistema (14, 28).
37. Solidaridad. Interdependencia entre términos de un proceso (14, 29).
38. Especificación. Determinación entre términos de un sistema (15, 28).
39. Selección. Determinación entre términos de un proceso (15, 29).
40. Autonomía. Constelación dentro de un sistema (16, 28).41. Combinación. Constelación dentro de un proceso (16
29).
180 Prolegómenos a una teoría del lenguaje
42. Definición. Partición de un contenido de signo o de una expresión de signo (31).
43. Rango. Se dice que los derivados del mismo grado pertenecientes a un mismo proceso o a un mismo sistema constituyen un rango (21, 24, 28, 29).
44. Mutación. Función existente entre derivados de primer grado de una misma clase; una función que tiene relación con una función existente entre otros derivados de primer grado de una misma clase y pertenecientes al mismo rango (2, 8, 21, 24, 27, 43).
45. Suma. Clase que tiene función con una o varias clases distintas dentro del mismo rango (2, 8, 43).
46. Establecimiento. Relación existente entre una suma y una función que entra en ella. Se dice que la función establece la suma, y que la suma es establecida por la función (8, 23, 27, 45).
47. Aplicación. Dado un funtivo que está presente bajo ciertas condiciones y ausente bajo otras distintas, cuando se dan las condiciones bajo las cuales está presente se dice que hay aplicación del funtivo, y que en esas condiciones el funtivo se aplica (9).
48. Suspensión. Dado un funtivo que está presente bajo ciertas condiciones y ausente bajo otras distintas, cuando se dan las condiciones bajo las cuales está ausente se dice que hay suspensión del funtivo, y que en esas condiciones el funtivo está suspendido (9).
49. Cobertura. Mutación suspendida entre dos funtivos (9, 44, 48).
50. Manifestación. Selección entre jerarquías y entre derivados de diferentes jerarquías (4, 21, 39).
51. Forma. La constante en una manifestación (12, 50).52. Sustancia. La variable en una manifestación (13, 50).53. Semiótica. Jerarquía cualquiera de cuyos componen
Lista de definiciones 181
tes se presta a una división o análisis ulterior en clases definidas por relación mutua, de modo que cualquiera de estas clases se preste a un análisis o división de derivados definidos por mutación mutua (1, 2, 3, 4, 21,27, 44).
54. Paradigma. Clase dentro de un sistema semiótico (2,28, 53).
55. Cadena. Clase dentro de un proceso semiótico (2, 29, 53).
56. Miembro. Componente de un paradigma (3, 54).57. Parte. Componente de una cadena (3, 55).58. Esquema semiótico. Forma que es una semiótica (51,53).59. Conmutación. Mutación entre los miembros de un pa
radigma (44, 54, 56).60. Permutación. Mutación entre las partes de una cadena
(44, 55, 57).61. Palabras. Signos permutables mínimos (60).62. Sustitución. Ausencia de mutación entre los miembros
de un paradigma (44, 54, 56).63. Invariantes. Correlatos con conmutación mutua (26,
59).64. Variantes. Correlatos con sustitución mutua (26, 62).65. Glosemas. Formas mínimas que la teoría nos lleva a
establecer como bases de explicación, las invariantes irreducibles (63).
66. Uso semiótico. Sustancia que manifiesta un esquema semiótico (50, 52, 58).
67. Paradigmática. Sistema semiótico (28, 53).68. Sintagmática. Proceso semiótico (29, 53).69. Sentido. Clase de variables que manifiestan más de una
cadena bajo más de una sintagmática, y/o más de un paradigma bajo más de una paradigmática (2, 13, 50, 54, 55, 67, 68).
70. Variaciones. Variantes combinadas (41, 64).71. Variedades. Variantes solidarias (37, 64).72. Individuo. Variación que no puede seguirse desmem
brando en variaciones (30, 70).73. Variedad localizada. Variedad que no puede seguirse
desmembrando en variedades (30, 71).74. Unidad. Suma sintagmática (45, 68).75. Categoría. Paradigma que tiene correlación con uno o
varios paradigmas dentro del mismo rango (26, 43, 54)76. Categoría funcional. Categoría de los funtivos que se
registran en un solo análisis con una función dada tomada como base del análisis (1, 8, 9, 75).
77. Categoría funtiva. Categoría que se registra por desmembración de una categoría funcional de acuerdo con las posibilidades funtivas (9, 30, 75, 76).
78 (S46C49ti75)° Categ° ría qUC SC establece P °r cobertura
79. Dominancia. Solidaridad entre una variante por una parte y una cobertura por otra (37, 49, 64).
80. Dominancia obligatoria. Dominancia en la que el dominante con respecto al sincretismo es una variedad (71 78, 79).
81. Dominancia opcional. Dominancia en la que el dominante con respecto al sincretismo es una variación (70 78, 79).
82. Facultatividad. Cobertura con cero en la cual la dominancia es opcional (49, 79, 81).
83. Fusión. Manifestación de un sincretismo que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idéntica a la manifestación de todos o ninguno de los funtivos que entran en el sincretismo (4, 9, 23, 50 5278).
84. Implicación. Manifestación de un sincretismo que, des
— ___— _________ Prolegómenos a una teoría del lenguaje
de el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idéntica a la manifestación de uno o varios de los funtivos que entran en el sincretismo, pero no de todos (4, 9, 23, 50, 52, 78).
85. Resolución. Resolver un sincretismo significa introducir la variedad de sincretismo que no contrae la cobertura que establece el sincretismo (10, 46, 49, 71, 78).
86. Concepto. Sincretismo entre cosas (78).87. Latencia. Cobertura con cero en la que la dominancia
es obligatoria (49, 79, 80).88. Catálisis. Registro de cohesiones mediante la reposi
ción de una entidad por otra con la que tiene sustitución (11, 17, 62).
89. Lengua. Paradigmática cuyos paradigmas se manifiestan en todos los sentidos (50, 54, 67, 69).
90. Texto. Sintagmática cuyas cadenas, si se extienden indefinidamente, se manifiestan en todos los sentidos (50,55, 68, 69).
91. Esquema lingüístico. Forma que es una lengua (51, 89).92. Uso lingüístico. Sustancia que manifiesta un esquema
lingüístico (50, 52, 91).93. Elemento. Miembro de una categoría funtiva (56, 77).94. Taxema. Elemento virtual que resulta en aquella eta
pa del análisis en que se usa la selección por última vez como base del análisis (1, 35, 39, 93).
95. Conectivo. Funtivo que bajo ciertas condiciones es solidario con unidades de complejos de cierto grado (9,24, 37, 74).
96. Conformidad. Se dice que hay conformidad entre dos funtivos cuando cualquier derivado particular de uno de ellos contrae sin excepción las mismas funciones que un derivado particular del otro, y viceversa (8, 9,10, 21, 33).
Lista de definiciones 133
97. Sistemas simbólicos. Estructuras de acuerdo con las cuales se puede ordenar un sentido del contenido, pero en las cuales el principio de simplicidad no nos permite encatalizar forma de contenido (51, 69, 88).
98. Semiótica denotativa. Semiótica en la que ninguno de sus planos es una semiótica (53).
99. Indicadores. Partes que entran en los funtivos de tal modo que los funtivos son mutuamente sustituibles cuando se deducen esas partes (9, 23, 57, 62).
100. Señal. Indicador que puede referirse siempre sin ambigüedad a un plano definido de la semiótica (53, 99).
101. Connotador. Indicador que se encuentra, bajo ciertas condiciones, en ambos planos de la semiótica (53, 99).
102. Semiótica científica. Semiótica que es una operación (6, 53).
103. Semiótica connotativa. Semiótica no científica, uno o más de cuyos planos son semióticas (53, 102).
104. Metasemiótica. Semiótica científica, uno o más de cuyos planos son semióticas (53, 102).
105. Semiótica objeto. Semiótica que entra en una semiótica como plano de la misma (53).
106. Metasemiótica científica. Metasemiótica con una semiótica científica como semiótica objeto (102, 104, 105).
107. Semiología. Metasemiótica con una semiótica no científica como semiótica objeto (102, 104, 105).
108. Metasemiología. Metasemiótica científica cuyas semióticas objeto son semiologías (105, 106, 107).
184____________________Prolegómenos a una teoría del lenguaje
TÉRMINOS DANESES CORRESPONDIENTES A LA LISTA ANTERIOR
1. Analyse.2. Klasse.3. Afsnit.4. Hierarki.5. Inddelingskomplex.6. Operation.7. Syntese.8. Funktion.9. Funktiv.
10. Indgaa.11. Star reise.12. Konstant.13. Variabel.14. In ter dependens.15. Determination.16. Konstellation.17. Kohcesion.18. Reciprocitet.19. Deduktion.20. Procedure.21. Derivater.22. Indbefatte.
23. Indgaa i.24. Grad.25. Induktion.26. Korrelation.27. Relation.28. System.29. Forlob.30. Leddeling.31. Deling.32. Universalitet.33. Partikularitet.34. Realisation.35. Virtualitet.36. Komplementaritet.37. Solidaritet.38. Specifikation.39. Selektion.40. Autonomi.41. Kombination.42. Definition.43. Rcekke.44. Mutation.