89
BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA Dirigida por. DÁMASO ALONSO II. ESTUDIOS Y ENSAYOS LOUIS HJELMSLEY PROLEGÓMENOS A UNA TEORÍA DEL LENGUAJE VERSIÓN ESPAÑOLA DE JOSÉ LUIS DÍAZ DE LIAÑO Traducciones Diorki f e BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

glosemática

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: glosemática

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA

D ir ig id a por. DÁMASO ALONSO

II. ESTUDIOS Y ENSAYOS

LOUIS HJELMSLEY

PROLEGÓMENOS A UNA TEORÍA DEL LENGUAJE

VERSIÓN ESPAÑOLA DE

JOSÉ LUIS DÍAZ DE LIAÑO

T r a d u c c io n e s D io r k i

f eBIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA EDITORIAL GREDOS, S. A.MADRID

Page 2: glosemática

© EDITORIAL GREDOS, S. A., Sánchez Pacheco, 83, Madrid, 1971,para la versión española.

Título original: OMKRING SPROGTEORIENS GRUNDLJEGGELSE En Festskrift udg. af Kebenhavns Universitet (noviembre 1943),

páginas 1-113.

Dcpóxito Legal: M. 11043- 1971.

Orrifica! Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 83, Madrid, 1971. — 3638.

NOTA EDITORIAL

Ediciones de los Prolegómenos:

1. Omkring sprogteoriens grundlæggelse. En Festskrift udg af K 0benhavns Universitet (noviembre 1943), pags. 1-113.

2. Publicación aparte, también en Copenhague, 1943, 115

páginas.

3 Prolegomena to a theory of Language. Trad, de Fran- ' cis J Whitfield. Suppl. to UAL, X IX , 1. Indiana Umver-

sity Publications in Anthropology and Linguistics. Me­

moir 7 o f the IJAL. 92 págs.

4. Prolegomena to a theory of Language. Trad, de Fran­cis J. Whitfield. The University of Wisconsin Press, Madi­son, 1963, 144 págs.

5 Prolégomènes à une théorie du langage. Trad ̂ por un equipo de lingüistas. Edit, du Minuit, Pans, 1968, 227

páginas. rV

Page 3: glosemática

12 Prolegómenos a una teoria del lenguaje

rio__. Pero el lenguaje no es un mero acompañamiento ex­terno. Tiene sus raíces en lo más profundo de la mente hum ana, tesoro de recuerdos heredados por la tribu y el individuo, conciencia vigilante que recuerda y avisa. Y el habla es el signo distintivo de la personalidad, para bien o para mal, el signo distintivo del hogar y de la nación, el título de nobleza del género humano. Tan inseparablemente se encuentra el lenguaje ligado a la personalidad, al hogar, a la nación, al género humano y a la vida misma, que a veces podemos sentirnos tentados de preguntar si el lengua­je es un mero reflejo de eso, o, simplemente, todas esas cosas — el cotiledón mismo del que nacen— .

Por estas razones ha atraído el lenguaje al hombre como objeto de admiración y descripción, tanto poética como

científica.La ciencia ha tendido a ver el lenguaje como una

6] serie de sonidos y de gestos expresivos, sujetos a des­cripción física y fisiológica exacta y ordenados como

signos de los fenómenos de la conciencia. Ha buscado en el lenguaje, a través de interpretaciones psicológicas y lógicas, la fluctuación de la psique humana y la constancia del pen­samiento —aquélla en la vida caprichosa y cambiante del lenguaje, ésta en sus signos, reconociendo en ellos dos cla­ses, la palabra y la proposición símbolos palpables del con­cepto y del juicio respectivamente. Del lenguaje, concebido como sistema de signos y como entidad estable, se esperaba que proporcionase la clave del sistema del pensamiento hu­mano, de la naturaleza de la psique. Concebido como insti­tución social supraindividual, había de contribuir a expresar el carácter de la nación. Concebido como fenómeno fluctuan- te y sujeto a cambio, había de marcar el camino hacia la comprensión tanto del estilo de la personalidad como de las lejanas vicisitudes de generaciones pasadas. El lenguaje

Estudio y teoría del lenguaje

llegó a considerarse como posición clave desde la que se abrirían perspectivas en direcciones múltiples.

Así considerado, aun cuando se le haga objeto de inves­tigación científica, el lenguaje deviene no un fin en sí mismo, sino un medio: medio de conocimiento cuyo objeto princi­pal se halla fuera del lenguaje, aunque tal vez sólo sea posi­ble alcanzar aquél a través del mismo y llegar a él partien­do de premisas distintas de las que el lenguaje implica. En este caso el lenguaje es un medio de conocimiento transcen­dente (en el sentido propio y etimológico de la palabra trans­cendente), y no la meta de un conocimiento inmanente. Así,

fia descripción física y fisiológica de los sonidos articulados degenera fácilmente en mera física y en mera fisiología, y la descripción psicológica y lógica de los signos (palabras y proposiciones) en mera psicología, lógica y ontología, conlo que se olvida el punto de vista lingüístico del que parti­mos? La historia nos lo c o n f i r m a ; "Aun en aquellos casos en que no ocurre así precisamente, los fenómenos físicos, fisioló­gicos, psicológicos y lógicos per se no constituyen el lenguaje, sino únicamente facetas externas y desconectadas del mismo, seleccionadas como objeto de estudio, no por razón del len­guaje en sí, sino de los fenómenos hacia los que se orienta el lenguaje.']Lo mismo ocurre cuando pasamos a considerar el l e n g u a j e , 'basándonos en estas descripciones, como clave que permite comprender las condiciones sociales y recons­truir las relaciones prehistóricas que existían entre los pue­

blos y naciones.No se vea en lo anterior un deseo de minimizar tales

puntos de vista y tales esfuerzos, sino de señalar un peligro: el peligro de que, celosos por alcanzar cuanto antes la meta de nuestro conocimiento, pasemos por alto el medio que a ese conocimiento conduce: el lenguaje mismo.

Page 4: glosemática

Prolegómenos a una teoría del lenguaje

7] Es un peligro real, porque por su propia naturaleza el lenguaje se presta a que se le pase por alto, a que

se le considere medio, y no fin, y sólo por artificio se dirija la atención al medio mismo del conocimiento. Esto ocurre a diario, cuando no se tiene en cuenta el lenguaje de modo consciente, pero ocurre igualmente en la investigación cien­tífica. Ciertamente, se advirtió hace tiempo que además de con la filología — el estudio del lenguaje y de sus textos como medio de conocimiento histórico y literario— hemos de contar con una lingüística — el estudio del lenguaje y de sus textos como fin en sí mismo— . Pero del dicho al hecho hay un largo trecho. De nuevo, el lenguaje decepcionó a sus estudiosos científicos. Lo que pasó a ser contenido principal de la lingüística convencional — la historia lingüística y la comparación genética de las lenguas— ni tenía como meta ni tuvo por resultado el conocimiento de la naturaleza del lenguaje, sino más bien el conocimiento histórico y prehis­tórico de las condiciones sociales y de las relaciones entre los pueblos, conocimiento obtenido a través del lenguaje to­mado como medio. Y esto es filología. Ciertamente, a me­nudo parece, dada la técnica interna de este tipo de lingüís­tica comparativa, que se estudia el lenguaje; pero se trata de una ilusión. Lo que realmente se estudia son los disiecta membra del lenguaje, que no nos permiten comprender la totalidad que éste constituye. Entonces se estudian los pre­cipitados físicos, fisiológicos, psicológicos, lógicos, socioló­gicos e históricos del lenguaje, no el lenguaje mismo.

Para establecer una verdadera lingüística que sea algo más que una ciencia auxiliar o derivada, es preciso, actuar de otro modo.^La lingüística ha de esforzarse por compren­der el lenguaje no como un conglomerado de fenómenos no lingüísticos (físicos, fisiológicos, psicológicos, lógicos, socio­lógicos), sino como una totalidad autosuficiente, como una

listudio y teoría del lenguaje

estructura sui generis. Sólo de este modo puede el lenguaje por sí mismo someterse a tratamiento científico, sin que de nuevo queden defraudados quienes lo estudian, y pierdan la perspectiva.

Tarde o temprano habrá de ser posible medir la signifi­cación de todo ello por las repercusiones de esta lingüística sobre los diversos puntos de vista transcendentes — sobre la filología y sobre lo que hasta ahora se ha considerado como lingüística— . La teoría de semejante lingüística, sobre todo, proporcionará una base más uniforme de comparación entre las lenguas, suprimiendo esa estrechez de miras en la forma­ción de los conceptos que constituye el obstáculo del filó­

logo, y establecerá finalmente una lingüística genética8] real y racional. En sus consecuencias más inmediatas,

la significación de tal lingüística — tanto si la estruc­tura del lenguaje se equipara a la de la realidad, como si se la toma como reflejo más o menos deformado de la mis­ma— puede medirse también por su contribución a la epis­temología en general.

Lo que se necesita es construir una teoría lingüística que descubra y enuncie las premisas de tal lingüística, que esta­blezca sus métodos e indique el camino.

El presente trabajo constituye los prolegómenos de seme­jante teoría.

El estudio del lenguaje, con sus múltiples metas, en lo esencial transcendentes, tiene muchos seguidores; la teoría, con su meta puramente inmanente, pocos. Pero no se con­funda, a este respecto, la teoría del lenguaje con la filosofía del lenguaje. Como a la de cualquier otra disciplina, a la historia del estudio del lenguaje no le son ajenos los inten­tos de dar una motivación filosófica a los métodos de inves­tigación seguidos en la práctica; así, dado el interés por los

Page 5: glosemática

16 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

fundamentos, que tanto se ha visto crecer en los últimos anos, se ha dotado, a ciertos tipos transcendentes de lin­güística, de supuestos sistemas de axiomas1. Por otra parte, es raro que estas especulaciones de la filosofía lingüística adopten tal forma aparentemente exacta, o que las empren­dan, de modo sistemático y en gran escala, investigadores con la preparación suficiente tanto lingüística como episte­mológica. La mayoría pueden relegarse a la categoría de es­peculaciones subjetivas, y por esta razón ninguna ha tenido buena acogida salvo, tal vez, de modo pasajero, como ten­dencias de moda relativamente superficiales— . De ahí que ni sea posible escribir la historia de la teoría lingüística, ni seguir su evolución: es demasiado discontinua. En tal es­tado de cosas, los intentos de formar una teoría lingüística se han visto desacreditados por muchos que los han tachado de huero filosofar y diletantismo apriorísticos. La crítica, por lo demás, parece harto justificada, puesto que el di­letantismo y el filosofar apriorístico han prevalecido en este campo hasta tal extremo que han hecho difícil distin­guir, desde fuera, entre lo verdadero y lo falso. El presente trabajo bien podría dejar sentado que estas características no son necesariamente inherentes a todo intento de teoría lingüística. Lograremos mejor este fin olvidando el pasado, hasta cierto punto, y comenzando desde el principio en to­dos aquellos casos en que el pasado no haya dado nada de utilidad positiva. En gran parte nos basaremos en el mismo material empírico utilizado en investigaciones anteriores, material que, interpretado de nuevo, constituye el objeto de

1 Leonard Bloomfield, «A set of postulates for the science of lan-guage* (Language, II, 1926, pägs. 153-164). Karl Bühler, Sprachtheorie, Jena 1934, Id., «Die Axiomatik der Sprachwissenschaften» (Kantstu­dien, XXXVIII, 1933, pägs. 19-90).

/ si lidio y teoría del lenguaje 17

la teoría lingüística. Reconoceremos explícitamente9] nuestra deuda en aquellos casos en que sabemos que

otros han conseguido con anterioridad los resultados deseados. Deberíamos destacar aquí, sobre todos, a un teó­rico de la lingüistica que fue su evidente pionero: el suizo Ferdinand de Saussure2.

Parte del trabajo preparatorio de importancia fundamen­tal para la teoría lingüística aquí presentada se hizo en cola­boración con algunos miembros del Círculo Lingüístico de Copenhague, principalmente con H. J. Uldall, en los años 1934-1939. En la elaboración de algunos de los supuestos bá­sicos de la teoría el autor se ha beneficiado de los debates sostenidos en la Sociedad Filosófica y Psicológica de Copen­hague, y también de un intercambio de ideas más detallado con Jorgen Jorgensen y Edgar Tranekjaer Rasmussen. La responsabilidad del presente trabajo la asume totalmente el autor.

2 Ferdinand de Saussure, Cours de linguistique générale, publ. par Ch. Bally & Alb. Sechehaye, Paris, 1916, 2.=- éd., 1922; 3.* éd., 1931, 1949.

PROLEGÓMENOS. — 2

Page 6: glosemática

I I

TEORÍA LINGÜISTICA Y HUMANISMO

Una teoría lingüística que trate de hallar la estructura específica del lenguaje a través de un sistema de premisas exclusivamente formal^ aun teniendo siempre en cuenta las fluctuaciones y cambios del lenguaje hablado, habrá de ne­garse, necesariamente, a conceder valor exclusivo a estos cambios; ¡habrá de perseguir una constancia que no se apo­ye en ninguna «realidad» exterior al lenguaje —una constan­cia que haga a una lengua lengua, cualquiera que sea, y que haga a una lengua idéntica a sí misma en todas sus diversas manifestaciones—Q Una vez hallada y descrita esta constan­cia, podrá entonces proyectarse sobre la «realidad» exterior al lenguaje, cualquiera que sea la especie de esta «realidad» (física, fisiológica, psicológica, lógica u ontològica), de modo que, incluso al considerar esa «realidad», el lenguaje, como punto de referencia central, continúe siendo el objeto prin­cipal —y no un conglomerado, sino una totalidad organiza­da, con una estructura lingüística como principio domi­nante— .

La búsqueda" de tal constancia agrupadora e integradora estará seguramente en oposición con cierta tradición huma­

! coría lingüística y humanismo 19

nística que, de variada guisaj ha predominado hasta ahora en la ciencia lingüística.} Esta tradición humanística, en su lorma típica, niega a p riori la existencia de tal constancia y la legitimidad de su búsqueda. De acuerdo con este punto de vista, los fenómenos humanísticos, a diferencia de los natu- i ales, no son recurrentes y por esta misma razón no pueden, como los fenómenos naturales, someterse a tratamiento gene-

ralizador y exacto.j En el campo de las humanidades10] habría de emplearse, consecuentemente, un método dis­

tinto —a saber, la mera descripción, que estaría más próxima a la poesía que a una ciencia exacta— o, en todo caso, un método circunscrito a una forma de presentación discursiva, a cuyo tenor los fenómenos discurren, uno a uno, sin que sean interpretados mediante un sistema. En el cam­po de la historia esta tesis se ha mantenido como doctrina, y parece que de hecho constituye la base de la historia en su forma clásica. Consecuentemente, aquellas disciplinas que tal vez puedan denominarse más humanísticas — el estudio de la literatura y el estudio del arte— han sido consideradas históricamente como disciplinas descriptivas más que siste­matizadoras. Podrá observarse una tendencia a sistematizar en ciertos campos, pero la historia, y con ella las humani­dades en conjunto, todavía se niegan a aceptar la legitimi­dad y posibilidad de semejante sistematización.

A priori, la tesis de que para cada proceso hay un siste­ma correspondiente, por medio del cual puede aquél anali­zarse y describirse con un número limitado de premisas, podría considerarse de validez general. Debe suponerse que es posible analizar todo proceso en un número limitado de elementos recurriendo a diversas combinaciones. Entonces, sobre la base de tal análisis será viable ordenar estos ele­mentos en clases, de acuerdo con sus posibilidades de com­binación. Y será asimismo viable establecer un cálculo ge­

Page 7: glosemática

20 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

neral y exhaustivo de las combinaciones posibles. Una histo­ria así elaborada pasaría del nivel de mera descripción pri­mitiva al de ciencia sistemática, exacta y generalizadora, en cuya teoría se prevén todos los eventos (combinaciones posi­bles de elementos), y se establecen las condiciones por las que adquieran realidad.

Parece indiscutible que, en tanto las humanidades no ha­yan puesto a prueba esta tesis como hipótesis de trabajo, habrán descuidado su tarea fundamental, la de intentar es­tablecer los estudios humanísticos como ciencia. Debería comprenderse que la descripción de los fenómenos huma­nísticos ha de elegir entre un tratamiento poético como úni­co posible, de un lado, y un tratamiento poético y científico, como dos formas de descripción coordinadas, de otro; y de­bería comprenderse también que la elección depende de que se compruebe la tesis de que todo proceso tiene un sistema

subyacente.11] Parece a p riori que el lenguaje es un objeto en el

que puede ponerse a prueba esta tesis con la esperan­za de obtener un resultado positivo.

A una descripción meramente discursiva de los aconteci­mientos lingüísticos no le es posible en modo alguno des­pertar suficiente interés, y por tanto siempre se ha sentido la necesidad de adoptar un punto de vista suplementario y sistematizador: en tal sentido, se ha buscado tras el pro­ceso textual un sistema fonético, un sistema semántico, un sistema gramatical. Pero hasta ahora, la ciencia lingüística, cultivada por filólogos con un objetivo transcendente y bajo el fuerte influjo de un humanismo que ha rechazado toda idea de sistema, no ha logrado llevar el análisis hasta el final, establecer sus premisas con claridad, o tratar de alcan­zar un principio de análisis uniforme, y por ello continúa siendo vaga y subjetiva, metafísica y estetizante, por no de­

reo r á lingüística y humanismo 21

cir nada de las muchas ocasiones en que se ha amparado en una forma de presentación completamente anecdótica.

La meta de la teoría lingüística es probar, en lo que pa­rece un objeto altamente invitador, la tesis de que todo proceso tiene un sistema subyacente —y toda fluctuación una constancia subyacente— . Las voces que de antemano se alzaban contra tal intento en el campo de la humanística, argumentando que no podemos sujetar a análisis científico la vida espiritual del hombre y los fenómenos que implica sin matar esta vida y, como consecuencia, permitiendo que el objeto escape a nuestra consideración, son puramente apriorísticas, y no pueden impedir a la ciencia que lo in­tente. Si falla el intento —no en los casos particulares, sino en su principio— las objeciones serán válidas, y se habrá demostrado que los fenómenos humanísticos sólo pueden tratarse desde puntos de vista subjetivos y estéticos. En cambio, si el intento tiene éxito — de modo que el principio resulte aplicable— estas voces se callarán por sí mismas, y entonces sólo nos quedaría realizar los experimentos corres­pondientes en los demás campos del humanismo.

Page 8: glosemática

Ili

TEORIA LINGÜISTICA Y EMPIRISMO

Toda teoría consigue su forma más simple cuando se basa únicamente en aquellas premisas que exija necesaria­mente su objeto. Además, para conformarse a su fin, toda teoría ha de implicar, caso de que se aplique, la producción de resultados que estén de acuerdo con los llamados datos empíricos (reales o presuntos).

Al llegar aquí, toda teoría se enfrenta con una exigencia metodológica, cuyo «sentido» habrá de investigarse por me­dio de la epistemología. Tal investigación, a nuestro parecer, puede omitirse aquí.

Creemos que la exigencia que hemos esbozado más12] arriba, la exigencia del llamado empirismo, ha de sa­

tisfacerse por medio del principio que se verá segui­damente. Tal principio, que colocamos por encima de los restantes, distingue a nuestra teoría, inmediatamente y con toda claridad, de cualesquiera intentos anteriores de elabo­rar una filosofía lingüística:

La descripción habrá de estar libre de contradicción (ser autoconsecuente), ser exhaustiva y tan simple cuanto sea po­sible. La exigencia de falta de contradicción tiene preferen-

cia sobre la de exhaustividad. La exigencia de exhaustividad

tiene preferencia sobre la de simplicidad.Sugerimos llamar a ese principio principio empírico. Pero

estamos dispuestos a renunciar al nombre si la investigación epistemológica revela que es inadecuado. Desde nuestro pun­to de vista, se trata meramente de una cuestión de termi­nología, que no afecta a la validez del principio.

Teoría lingüística y em pirism o_____________________ _______ ££

/

Page 9: glosemática

TEORIA LINGÜISTICA E INDUCCIÓN

Predicar el llamado principio empírico no es lo mismo que predicar un inductivismo, entendiendo por tal la exi­gencia de un ascenso gradual de lo particular a lo general, o de algo más limitado a algo menos limitado. Con ello nos tropezamos de nuevo con unos términos necesitados de aná­lisis y depuración epistemológicos: en este caso, términos que nosotros mismos tendremos ocasión más adelante de aplicar con mayor precisión de la que podemos emplear ahora. Y una vez más, tanto aquí como más adelante, se deja sin hacer un estudio terminológico considerado desde un enfoque epistemológico.^Por el momento nos interesa aclarar nuestra postura, que se opone a la lingüística pre­cedente. En su forma típica esta lingüística sigue un curso ascendente en la formación de sus conceptos: va de los so­nidos aislados a los fonemas (clases de sonidos), de los fo­nemas en particular a las categorías de fonemas, de las di­versas significaciones particulares a las significaciones gene­rales o básicas, y de éstas a las categorías de significaciones. En lingüística llamamos generalmente a este modo de pro­ceder inductivo. Puede definirse en breves palabras como

Teoría lingüística e inducción 25

una progresión del componente a la clase, no de la clase al componente. Es un movimiento sintético, no analítico; un método generalizador, no especificador.

Basta la experiencia para demostrar las evidentes defi­ciencias de dicho método. Conduce inevitablemente a la abstracción de conceptos que se hipostasían entonces como reales. Este realismo (en el sentido medieval de la palabra)

no puede dar una base útil de comparación, puesto13] que los conceptos a que así se llega no son generales

ni, por tanto, generalizables más allá de una lengua concreta en una etapa determinada. Toda nuestra termino­logía heredada adolece de tal realismo, poco propicio al éxito. Los conceptos de clase de la gramática que se obtie­nen por inducción, tales como «genitivo», «perfecto», «sub­juntivo», «pasivo», etc., proporcionan ejemplos notables que ilustran el caso. Ninguno de ellos, tal como se han usado hasta ahora, se presta a definición general: genitivo, per­fecto, subjuntivo o pasivo son cosas totalmente diferentes en una lengua, por ejemplo el latín, que en otra, digamos el griego. Lo mismo cabe decir, sin ninguna excepción, de los restantes conceptos de la lingüística tradicional. En este te­rreno, por tanto, la inducción nos lleva de la fluctuación, no a la constancia, sino al accidente. Y así entra finalmente en pugna con nuestro principio empírico: no puede asegurar una descripción autoconsecuente y simple.

Si partimos de los supuestos empíricos, estos mismos datos impondrán el procedimiento opuesto. Si algo hay que dar al investigador lingüístico (nos expresamos en condi­cional por razones epistemológicas), es el texto todavía sin analizar, indiviso y en su integridad absoluta. El único ca­mino posible a seguir, si queremos ordenar un sistema que permita el proceso de ese texto, es realizar un análisis en el que se considere el texto como clase dividida en compo­

Page 10: glosemática

2 6Prolegómenos a una teoría, del lenguaje

nentes, después estos componentes como clases divididas en componentes, y así sucesivamente hasta agotar el analisis. Tal procedimiento, según lo visto, puede definirse breve­mente como una progresión de la clase al componente, no del componente a la clase, como análisis y especificación, no como síntesis y generalización, en oposición al método in­ductivo en el sentido en que lo emplea la lingüística. En la lingüística moderna, en que se ha actualizado tal contraste, se ha designado ese modo de proceder o la aproximación al mismo por la palabra deducción. Es un uso que no satisface a los epistemólogos, pero lo conservamos aquí en la creen­cia de que más tarde podremos demostrar que la oposición terminológica en este punto no es insuperable.

TEORÍA LINGÜÍSTICA Y REALIDAD

Con la terminología elegida, hemos podido designar el método de la teoría lingüística como necesariamente empí­rico y necesariamente deductivo, arrojando así alguna luz desde cierto ángulo sobre la cuestión primera e inmediata

de la relación de la teoría lingüística con los llamados14] datos empíricos. Pero aún nos queda por arrojar luz

sobre la misma cuestión desde otro ángulo: hemos de ver si las posibles influencias entre la teoría y su objeto (u objetos) son recíprocas o unidireccionales. Para enunciar el problema en forma simplificada, tendenciosa y deliberada­mente ingenua, ¿determina y afecta el objeto a la teoría, o

determina y afecta la teoría a su objeto?También ahora hemos de dejar a un lado el problema

puramente epistemológico en todo su alcance, y limitar nues­tra atención a aquel aspecto del mismo que directamente nos concierne. Está claro que la palabra teoría, con tanta frecuencia mal usada y desacreditada, puede tomarse en va­rios sentidos. Teoría puede significar, entre otras cosas, sis­tema de hipótesis. Tomada en este sentido —ahora tan fre­cuente— resulta claro que la influencia entre la teoría y el objeto es unidireccional: el objeto determina y afecta a la teoría, no viceversa. Si las hipótesis son verdaderas o

Page 11: glosemática

28 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

falsas puede mostrarse por un proceso de verificación. Pero ya se habrá visto que usamos la palabra teoría en otro sen­tido. A este respecto, hay dos factores de importancia parigual:

1. Una teoría, en el sentido que empleamos, es por sí misma independiente de toda experiencia. Por sí misma, no dice nada en absoluto acerca de la posibilidad de su aplica­ción y de su relación con los datos empíricos. No incluye postulado de existencia alguno. Constituye lo que se ha lla­mado sistema puramente deductivo, en el sentido de que sólo puede usarse para calcular las posibilidades que se si­guen de sus premisas.

2. Una teoría introduce ciertas premisas acerca de las cuales el teórico sabe, por experiencias anteriores, que cum­plen las condiciones de aplicación a ciertos datos empíricos. Estas premisas tienen el mayor valor de generalidad posi­ble y, por lo tanto, son capaces de satisfacer las condiciones de aplicación a un gran número de datos empíricos.

Al primero de estos factores lo llamaremos arbitrariedad de la teoría; al segundo, adecuación. Parece necesario con­siderar tanto uno como otro al elaborar una teoría, pero de lo dicho se sigue que los datos empíricos nunca pueden for­talecer ni debilitar la teoría misma, sino únicamente su aplicabilidad.

Una teoría nos permite deducir distintos teoremas, todos los cuales han de tener forma de implicaciones (en el

15] sentido lógico) o ser susceptibles de transposición a tal forma condicional. Tales teoremas sólo afirman que

si se cumple una condición se sigue la certeza de una propo­sición dada. Al aplicar la teoría se pondrá de manifiesto si la condición se cumple en algún caso dado.

Basándonos en una teoría y sus teoremas podemos cons­truir hipótesis (inclusive las llamadas leyes), cuyo destino,

Teoría lingüística y realidad 29

contrario al de la teoría misma, depende exclusivamente de la verificación.

No hemos hecho mención alguna de axiomas o postula­dos. Dejamos a la epistemología decidir si las premisas bá­sicas explícitamente introducidas por nuestra teoría lingüís­tica necesitan algún fundamento axiomático adicional. En todo caso, se remontan hasta tal punto y son de naturaleza tan general que ninguna parece ser específica de la teoría lingüística, en cuanto opuesta a otras teorías. Es así porque lo que pretendemos precisamente es establecer unas premi­sas tan claras como sea posible, aunque sin rebasar lo que parece directamente adecuado a una teoría lingüística. Nos vemos, pues, forzados en cierto modo a invadir los domi­nios de la epistemología, como se ha visto en los apartados precedentes. El procedimiento empleado se basa en la con­vicción de que es imposible desarrollar la teoría de una ciencia dada sin una colaboración activa de la epistemología.

La teoría lingüística, pues, define soberanamente su obje­to por medio de una estrategia de premisas arbitraria y ade­cuada. La teoría consiste en un cálculo que parte de las menos y más generales premisas de que es posible partir, siempre suponiendo que ninguna de las que son específicas de la teoría parece de naturaleza axiomática. Este cálculo permite la predicción de posibilidades, pero nada dice en cuanto a su realización. Así, si ponemos la teoría lingüística, tomada en este sentido, en relación con el concepto de rea­lidad, la respuesta a nuestra pregunta de si el objeto de­termina y afecta a la teoría, o viceversa, es «tanto... como»: en virtud de su naturaleza arbitraria la teoría es arrealista; en virtud de su adecuación es realista (tomando la palabra realismo en un sentido moderno, y no, como antes, en su sentido medieval).

Page 12: glosemática

EL FIN DE LA TEORIA LINGÜISTICA

Así pues, puede decirse que una teoría, en el sentido aquí atribuido a la palabra, intenta proporcionar un modo de

proceder con el cual sea posible describir de modo16] autoconsecuente y exhaustivo objetos de cierta natu­

raleza establecida como premisa. Tal descripción auto- consecuente y exhaustiva conduce a lo que normalmente se llama conocimiento o comprensión del objeto considera­do. En cierto sentido, pues, también podemos decir, sin co­rrer el riesgo de ser confusos u oscuros, que una teoría pretende indicar un modo de proceder para conocer o com­prender un objeto dado. Pero no sólo ha de proporcionar los medios para conocer un objeto determinado, sino que debe organizarse también de tal modo que permita cono­cer todos los objetos concebibles de la naturaleza estable­cida como premisa. La teoría debe ser general, en el senti­do de que ha de proporcionarnos instrumentos para com­prender no sólo un objeto dado o los objetos hasta aquí experimentados, sino todos los objetos concebibles de cierta naturaleza establecida como premisa. Con una teoría nos

El fin de la teoría lingüística 31

armamos para enfrentarnos no sólo a las eventualidades que ya se nos hayan presentado, sino a cualquier otra eventua­lidad.

Los objetos que interesan a la teoría lingüística son los textos. El fin de la teoría lingüística es dotarnos de un modoS de proceder con el cual pueda comprenderse un texto dado mediante una descripción autoconsecuente y exhaustiva. Pero debe indicar además cómo puede entenderse cualquier otro texto de la naturaleza establecida como premisa, y esto lo hace facilitándonos instrumentos susceptibles de empleo, en tal texto.

^ ¿T p or ejemplo, necesitamos que la teoría lingüística nos permita describir de modo autoconsecuente y exhaustivo no sólo un texto danés determinado, sino también todos los de­más textos daneses, y no sólo todos los dados, sino tam­bién todos los textos daneses concebibles o posibles, incluso los que no existirán hasta mañana o hasta más tarde, en tanto sean textos de la misma clase, es decir, textos de una naturaleza establecida como premisa igual a la de los hasta aquí considerados. Eso lo hace basándose en los textos da­neses que han existido hasta ahora, y puesto que éstos son enormemente numerosos y extensos, debe contentarse con tomar como base una selección de los mismos. Utilizando los instrumentos de la teoría lingüística podemos extraer de tal selección ,pna reserva de conocimientos utilizable en otros textos/Éste conocimiento afecta, no única o esencial­

mente a los procesos o textos de los que se obtiene,17] sino al sistema o lengua en que se basan todos los

textos de la misma naturaleza, y con cuya ayuda po­demos construir nuevos textos. Con la información lingüís­tica así obtenida, nos es posible construir cualquier texto concebible o teóricamente posible en la misma lengua.

Page 13: glosemática

32 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

Pero la teoría lingüística debe ser de utilidad para descri­bir y predecir no sólo cualquier texto posible compuesto en cierta lengua, sino, basándose en la información que se nos proporciona acerca del lenguaje en general, cualquier texto posible compuesto en cualquier lengua, sea cual fuere ésta. El teórico de la lingüística, por supuesto, debe tratar de sa­tisfacer esta exigencia del mismo modo, comenzando con cierta selección de textos de diferentes lenguas. Como es evidente, sería humanamente imposible trabajar con todos los textos existentes; lo que es más, el trabajo sería es­téril, puesto que la teoría también debe cubrir textos que todavía no han adquirido realidad. De aquí que el teórico de la lingüística, como cualquier otro teórico, deba tomar la precaución de prever todas las posibilidades concebibles — incluso aquellas que él mismo no haya experimentado o haya visto convertidas en realidad— y admitirlas en su teoría de modo que sean aplicables a textos y lenguas con los que no se haya tropezado, o a lenguas que tal vez nunca hayan llegado a ser realidad, y algunas de las cuales probablemen­te nunca lo serán. Sólo así elaborará una teoría lingüística con garantías de aplicabilidad.

Por tanto, es necesario asegurar la aplicabilidad de la teoría, y toda aplicación presupone necesariamente la teo­ría. Pero es de capital importancia no confundir la teoría con sus aplicaciones o con el método práctico (procedi­miento) de aplicación. La teoría conducirá a un procedi­miento, pero ningún «procedimiento de exploración» (prác­tico) se expondrá en este libro, que, en sentido estricto no ofrece siquiera la teoría en forma sistemática, sino única­mente sus prolegómenos.

En virtud de su adecuación, la tarea de la teoría lingüís­tica es empírica; en virtud de su arbitrariedad, es calcula­toria. Partiendo de ciertas experiencias, que necesariamente

El fin de la teoría lingüística 33

deben limitarse, aun cuando deberían ser lo más variadas posible, el teórico de la lingüística establece un cálculo de todas las posibilidades concebibles dentro de ciertos marcos. Estos marcos los construye arbitrariamente: descubre cier­tas propiedades en todos esos objetos que la gente está de acuerdo en llamar lenguas, para después generalizar tales propiedades y establecerlas mediante una definición. A par­tir de este momento el teórico de la lingüística — arbitraria, pero adecuadamente— ha decretado a qué objetos puede y a cuáles no puede aplicarse su teoría. Establece entonces, para todos los objetos de la naturaleza establecida como premisa en la definición, un cálculo general en el que se pre­vén todos los casos concebibles. Este cálculo, que se deduce de la definición establecida con independencia de toda expe­riencia, proporciona los medios para describir o compren­

der un texto dado y la lengua con arreglo a la cual18] se construye. La teoría lingüística no puede verificarse

(confirmarse o invalidarse) haciendo referencia a tales textos o lenguas existentes. Sólo puede juzgarse por referen­cia al carácter autoconsecuente y exhaustivo del cálculo.

Si, por medio de este cálculo general, la teoría lingüística termina por construir varios modos de proceder posibles, todos los cuales puedan proporcionar una descripción auto- consecuente y exhaustiva de cualquier texto dado y por me­dio de él de cualquier lengua, sea cual fuere, entonces, de esos posibles métodos se elegirá aquel que facilite la des­cripción más simple posible. Si varios métodos proporcionan descripciones igualmente simples, se elegirá el que conduz­ca al resultado por el camino más simple. Este principio, que se deduce de nuestro llamado principio empírico, será llamado principio de simplicidad.

Por referencia a este principio, y sólo por referencia a él, podemos dar algún significado a la afirmación de que una

PROLEGÓMENOS. — 3

Page 14: glosemática

34 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

solución autoconsecuente y exhaustiva es correcta y otra no lo es. Se considera correcta la solución que se atiene en gra­do máximo al principio de simplicidad.

Podemos, pues, juzgar la teoría lingüística y sus aplica­ciones comprobando si la solución que facilita, aun satisfa­ciendo las necesidades de autoconsecuencia y exhaustividad,

es también la más simple de todas.Es, pues, por su propio «principio empírico» y sólo por

él por el que debe someterse a prueba la teoría lingüística. Consecuentemente, es posible imaginar varias teorías lin­güísticas como «aproximaciones al ideal establecido y enun­ciado en el principio empírico». Una de ellas ha de ser nece­sariamente la definitiva, y toda teoría lingüística concreta­mente desarrollada abriga la esperanza de ser precisamente la definitiva. Pero de ello se sigue que la teoría lingüística, en cuanto disciplina, no se define por su forma concreta y es a la vez posible y deseable que progrese proporcionando nuevos avances concretos que tengan por resultado una apro­ximación cada vez mayor al principio básico.

En los prolegómenos de la teoría, es el aspecto realista de la teoría, la mejor forma de satisfacer la exigencia de

aplicabilidad, el que nos interesa. Lo estudiaremos19] investigando cada rasgo del que pueda decirse que es

constitutivo de la estructura de cualquier lengua, e in­vestigando asimismo las consecuencias lógicas que se deri­van de una fijación de esos rasgos con ayuda de definiciones.

V II

PERSPECTIVAS DE LA TEORIA LINGÜISTICA

Al evitar el punto de vista transcendente hasta aquí pre- valente y buscar una comprensión inmanente del lenguaje, en cuanto estructura auto-subsistente y específica (p. 15), así como una constancia dentro del lenguaje mismo, y no fuera de él (p. 18), la teoría lingüística empieza por limitar el al­cance de su objeto. Esta restricción es necesaria, pero sólo constituye una medida temporal y no implica reducción del campo visual, ni eliminación alguna de factores esenciales en la totalidad global que constituye el lenguaje. Unicamen­te implica una división de las dificultades y una progresión de lo simple a lo complejo, en conformidad con la segunda y tercera reglas de Descartes. Es la simple consecuencia de la necesidad de distinguir para poder comparar, y de aplicar el indispensable principio del análisis (págs. 25, 39 ss.).

Esta restricción podrá considerarse justificada si más tar­de permite una ampliación de la perspectiva, exhaustiva y que esté de acuerdo consigo misma, mediante una proyec­ción de la estructura descubierta sobre los fenómenos que la rodean, de manera que puedan explicarse de modo satis­factorio a la luz de la estructura; es decir, si tras el aná-

Page 15: glosemática

36 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

lisis, la totalidad global —el lenguaje tal como es en la vida y en la realidad— puede verse de nuevo sintéticamente como un todo, ahora no ya como un conglomerado acciden­tal o meramente de fado, sino como organizado en torno a un principio rector. El grado en que se cumpla esa condi­ción puede considerarse como medida del éxito de la teoría lingüística. La prueba consiste en investigar hasta qué pun­to satisface la teoría lingüística el principio empírico y su exigencia de exhaustividad, y esa prueba puede hacerse sa­cando todas las posibles consecuencias generales del princi­

pio estructural elegido.La teoría lingüística permite así una ampliación de la

perspectiva. El modo de hacerlo in concreto dependerá de la clase de objetos que nos interesen al comenzar nuestra consideración. Decidimos tomar como punto de partida las premisas de la investigación lingüística anterior y tener en cuenta la llamada lengua natural, únicamente ésta, como punto de partida para llegar a una teoría lingüística. A par­tir de esta primera perspectiva surgirán otras hasta que pa­rezcan haberse extraído las últimas consecuencias. Nos ocu­

paremos después de futuras perspectivas que ante nos-20] otros puedan abrirse, por medio de las cuales aquellos

aspectos de la totalidad global del habla humana que se excluyeron de la primera consideración se introduzcan de nuevo y ocupen su lugar en el nuevo conjunto.

V I I I

EL SISTEMA DE DEFINICIONES

La teoría lingüística, cuya misión principal es hacer ex­plícitas las premisas específicas de la lingüística en la ma­yor medida posible, establece a tal propósito un sistema de definiciones. Es preciso que la teoría lingüística sea lo me­nos metafísica posible —es decir, que contenga el menor número posible de premisas implícitas— . Sus conceptos de­ben, pues, definirse, y en la medida de lo posible las defini­ciones deben basarse en conceptos definidos. Su meta es, por tanto, en la práctica, definir tanto cuanto sea posible e introducir definiciones ya establecidas como premisas an­tes de aquellas a las que sirven de premisa.

Es conveniente dar un carácter estrictamente formal y al mismo tiempo explícito a las definiciones que sirven de premisa y que establecen como premisa otra definición. Cier­tamente, difieren de las definiciones reales que hasta aquí ha buscado la lingüística, en la medida en que haya busca­do definición alguna. En las definiciones formales, lo que se pretende no es agotar la naturaleza intensional de los ob­jetos ni tampoco delimitarlos extensionalmente desde todos los ángulos, sino únicamente situarlos con relación a otros

Page 16: glosemática

38Prolegómenos a una teoría del lenguaje

objetos, similarmente definidos o establecidos como premisas

con carácter básico. , •En ciertos casos es necesario, en el curso de la descrip­

ción lingüística, introducir, además de las definiciones for­males, definiciones operativas, que desempeñan un pape sólo temporal. Bajo este término se incluyen tanto aquellas definiciones que en una etapa posterior quiza se tr“ s£o™ e" en definiciones formales, como las definiciones puram operativas, cuyos definentes no formen parte del sistem

de definiciones formales.Este sistema extensivo de definición parece ser una de

las causas que contribuyen a liberar a la teoría lingüistica de axiomas específicos (p. 19). De hecho, nos parece que una estrategia definitoria adecuada en cada ciencia es medio para rebajar el número de tales axiomas o, en ciertos

casos, para reducirlo a cero. .La resuelta intención de eliminar las premisas implícitas

lleva a sustituir los postulados en parte por defimcio- 211 nes y en parte por proposiciones condicionales, elimi­

nándose así los postulados, como tales, del mecanismo.

Así parece posible, en la mayoría de los casos, sust^ ir p^ ros postulados de existencia por teoremas que adoptan

forma de condiciones.

IX

PR INC IPIO DEL ANÁLISIS

Puesto que la teoría lingüistica parte del texto como dato, e inteuta mostrar el camino que lleva a una descripción au- toconsecuente y exhaustiva del mismo por med.o del anahsis -u n a progresión deductiva de la clase al componente y al componente del compou.nte (págs. 26, 29>-, los espatos mas profundos de su sistema de defimc.oi.es (p. 3 7 ) 1 « * ^ narse de este principio del análisis, establecer la naturaleza del análisis y de los conceptos que de élform an parte. Es os estratos más profundos del sistema de definición han de ser

también los primeros que encontremos al vía de progreso ha de elegir la teoría lingüística para llevar

3 te n ie n d o r en cuenta la adecuación (es decir, teniendo en

cuenta las tres exigencias que forman parte del Pr1̂ empírico) la elección de la base del analisis puede diferir d7un texto a otro. No cabe, pues, establecerla con caracter universal, sino únicamente a través de un calculo gene que tenga en cuenta las posibilidades concebibles^ Lo que es universal, sin embargo, es el principio mismo del análi­

sis lo único que por el momento nos interesa.También aquí debe seguirse bajo la guía del P ^ P “

empírico, siendo especialmente la exigencia de exhaustmdad

Page 17: glosemática

40 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

la que tiene interés práctico en este caso. Hemos de consi­derar qué es necesario para asegurar que el resultado del análisis sea exhaustivo (en un sentido vago, preliminar, del término), y no introducir de antemano un método que nos impida registrar factores que otro análisis revelaría como pertenecientes también al objeto investigado por la lingüís­tica. Podemos expresarlo diciendo que el principio del aná­lisis ha de ser adecuado.

Un realismo ingenuo acaso supondría que el análisis ha de consistir meramente en dividir un objeto dado en partes, es decir, en otros objetos, después éstos de nuevo en par­tes, es decir, en otros objetos, y así sucesivamente. Pero in­cluso ese realismo ingenuo tendría que elegir entre varias formas posibles de división. Pronto queda claro que lo im­portante no es la división de un objeto en partes, sino la

conducta del análisis, de modo que se acomode a las22] dependencias mutuas entre esas partes y nos permita

dar cuenta adecuada de ellas. Sólo de este modo se convierte el análisis en adecuado y, desde el punto de vista de una teoría metafísica del conocimiento, cabe decir de él que refleja la «naturaleza» del objeto y de sus partes.

Si sacamos todas las consecuencias que de lo anterior se desprenden, llegamos a una conclusión que es de suma im­portancia para la comprensión del principio del análisis: tanto el objeto sometido a examen como sus partes tienen existencia sólo en virtud de estas dependencias; la totali­dad del objeto sometido a examen puede sólo definirse por la suma total de las mismas; y cada una de sus partes pue­de sólo definirse por las dependencias que la unen a otras partes coordinadas, al conjunto, y a sus partes del grado próximo, y por la suma de las dependencias que estas par­tes del grado próximo contraen entre sí. Reconocido esto, resulta que los «ob jetos» del realismo ingenuo son tan sólo,

Principio del análisis 41

desde nuestro punto de vista, intersecciones de grupos de tales dependencias. Es decir, únicamente pueden describirse con su ayuda y ser definidos y comprendidos científicamen­te de este modo. Las dependencias que un realismo ingenuo considera secundarias, presuponiendo los objetos, se con­vierten desde este punto de vista en primordiales, presupues­tas por sus intersecciones.

El reconocimiento de este hecho de que la totalidad no consta de cosas sino de relaciones, y de que no es la sus­tancia sino sus relaciones internas y externas quienes tienen existencia científica, no es, por supuesto, nuevo para la cien­cia, pero puede ser nuevo para la ciencia lingüística. La aser­ción de que los objetos son algo distinto que los términos de las relaciones es un axioma superfluo y, consecuentemen­te, una hipótesis metafísica de la que hemos de liberar a la ciencia lingüística.

Sin lugar a duda, la ciencia lingüística de los últimos tiempos nos está proporcionando en cierta medida unos co­nocimientos que, si se piensa detenidamente, han de llevar por necesidad a esa concepción. A partir de Ferdinand de Saussure se ha afirmado con frecuencia la existencia de una interdependencia entre ciertos elementos dentro de una lengua, tal que una lengua no puede tener uno de esos ele­mentos sin tener también el otro. La idea es indudablemen­te correcta, aun cuando con frecuencia se haya exagerado y aplicado incorrectamente. Todo apunta al hecho de que Saussure, que buscó «rapports» por todas partes y afirmó que una lengua es forma, y no sustancia, reconoció la prio­

ridad de las dependencias dentro del lenguaje.23] En esta etapa de nuestra investigación debemos

guardamos de todo movimiento circular. Si afirma­mos, por ejemplo, que el sustantivo y el adjetivo, o la vocal y la consonante, se presuponen mutuamente, de modo que

Page 18: glosemática

42 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

una lengua no puede tener sustantivos sin tener también adjetivos y viceversa, y que no puede tener vocales sin tener también consonantes y viceversa —proposiciones que perso­nalmente creemos posible establecer como teoremas— la certeza o falsedad de esas proposiciones dependerá de las definiciones elegidas para los conceptos «sustantivo», «ad­jetivo», «vocal», «consonante».

Nos encontramos, pues, en esta etapa en terreno difícil. Pero la dificultad aumenta si se considera que nuestros ejemplos, que hasta ahora hemos buscado principalmente en las dependencias mutuas o interdependencias, se toman del sistema de la lengua, no de su proceso (p. 19), y que son precisamente estas dependencias y no otras las que hemos buscado. Además de las interdependencias, debemos prever dependencias unilaterales, en las que un término presupone el otro pero no viceversa, y lo que es más, dependencias más libres, que consisten en que dos términos no formen parte de ninguna relación de presuposición, y sin embargo sigan siendo compatibles (en el proceso o el sistema), diferen­ciándose así de otro conjunto de términos, aquellos que son incompatibles.

Advertida la existencia de estas diversas posibilidades, la necesidad práctica de una terminología adecuada se hace ur­gente. Introduciremos, pues, unos términos provisionalmen­te para designar aquellas posibilidades que hemos tenido en cuenta. A las dependencias mutuas, en las que un término presupone el otro y viceversa, las llamaremos convencional­mente interdependencias. A las dependencias unilaterales, en las que un término presupone el otro pero no viceversa, las llamaremos determinaciones. Y a las dependencias de mayor libertad, en las que dos términos son compatibles pero nin­guno presupone el otro, las llamaremos constelaciones.

Principio del análisis 43

Añadiremos aún designaciones especiales para esas tres dependencias según se produzcan en un proceso o en un sistema. A la interdependencia entre términos de un proceso la llamamos solidaridad', a la interdependencia entre térmi­

nos de un sistema, complementaridad K A la determi-24] nación entre términos de un proceso la llamamos se­

lección; a la determinación entre términos de un sis­tema, especificación. A las constelaciones dentro de un pro­ceso las llamamos combinaciones; a las constelaciones den­tro de un sistema, autonomías.

Resulta práctico tener a nuestra disposición tres juegos de términos: uno para usarlo cuando hablemos de un pro­ceso, otro para usarlo cuando hablemos de un sistema, y finalmente, un tercero que pueda usarse indistintamente pa­ra los procesos y los sistemas. De hecho, hay casos en que una misma colección de términos puede considerarse como proceso y como sistema, y en que, por tanto, la dife­rencia entre proceso y sistema es solamente de punto de vista. La teoría misma es un ejemplo: la je rarquía de las definiciones puede considerarse como un proceso, puesto que primero se establece, se escribe, o se lee una definición, después otra, y así sucesivamente; o bien como un sistema

esto es, como potencialmente subyacente a un posible pro­ceso. Las funciones entre las definiciones son determinacio­nes, puesto que las definiciones designadas para ser coloca­das antes en el proceso (o sistema) de definiciones son pre­supuestas por las designadas para seguir después, pero no viceversa. Si la jerarquía de definiciones se considera como proceso, habrá una selección entre las definiciones; si se considera como sistema, habrá una especificación entre ellas.

1 Ejemplo de complementaridad serán, pues, la relación entre sus­tantivo y adjetivo y la relación entre vocal y consonante.

Page 19: glosemática

44 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

Para nuestra investigación presente, que se ocupa del aná­lisis textual, es el proceso y no el sistema el que ofrece in­terés. El hallazgo de solidaridades en los textos de una len­gua concreta no ofrece dificultad. Por ejemplo, en las len­guas de estructura conocida abunda la solidaridad entre morfemas2 de diferentes categorías de una «form a gramati­cal», de suerte que un morfema de una categoría de tal for­ma gramatical va acompañado necesariamente de un morfe­ma de la otra categoría y viceversa. Así, en un nombre en latín intervienen tanto un morfema de caso como un mor­fema de número, nunca uno de ellos solo. Más notables, sin embargo, son las selecciones. Algunas hace tiempo que se conocen con el nombre de rección, aunque con ello el con­cepto continúa sin definir. Entre una preposición y su com­plemento puede haber selección: por ejemplo, entre la pa­labra latina sine y el ablativo, puesto que sine presupone la coexistencia de un ablativo en el texto pero no viceversa.

En otros casos habrá combinación: por ejemplo, en-25] tre la palabra latina ab y el ablativo, cuya coexisten­

cia es posible, pero no necesaria. Al ser posible tal coexistencia difieren de ad y el ablativo, por ejemplo, que son incompatibles. Que ab y el ablativo no tienen una coe­xistencia necesaria se desprende de que ab puede también funcionar como preverbio. Desde otro punto de vista, no conectado con los textos de una lengua en particular, sino universal, puede haber solidaridad entre una preposición y su complemento, en el sentido de que el complemento de una preposición no puede existir sin preposición, m una

preposición (como sine) sin complemento.

2 Desde el principio hasta el fin de este libro, el término morfemas se usa tan sólo en el sentido de elementos flexionales, considerados como elementos del contenido.

Principio del análisis 45

La lingüística convencional sólo se ha interesado sistemá­ticamente por tales dependencias en el texto cuando se pro­ducían entre dos o más palabras diferentes, no cuando ocu­rrían precisamente en la misma palabra. Tal postura enlaza con la división en morfología y sintaxis, sobre cuya necesi­dad viene insistiendo la lingüística convencional desde la an­tigüedad, y que pronto nos inclinaremos a abandonar por inadecuada — esta vez, dicho sea de paso, de acuerdo con varias escuelas modernas— . Consecuencia lógica del mante­nimiento de esa distinción es —y algunos estudiosos se han mostrado dispuestos a aceptarla— que la morfología se pres­ta únicamente a la descripción de sistemas y la sintaxis a la descripción de procesos. Sería muy útil derivar estas con­secuencias, porque evidencian inmediatamente la paradoja. Lógicamente, pues, sólo sería posible registrar las dependen­cias del proceso dentro de la sintaxis, no dentro de la logo- logia; es decir, entre las palabras de una oración, pero no dentro de las palabras mismas o entre sus partes. De ahí la preocupación por la rección gramatical.

Pero es fácil ver, incluso expresándonos con conceptos familiares, que existen dentro de la palabra dependencias completamente análogas a las de la oración y susceptibles, mutatis mutandis, del mismo tipo de análisis y descripción. La estructura de una lengua puede admitir que el tema de una palabra se presente tanto con, como sin, elementos de- rivacionales. Bajo esta condición hay, pues, selección entre el elemento derivacional y el tema. Desde un punto de vista más universal o general hay siempre selección, en el senti­do de que un elemento derivacional presupone necesaria­mente un tema, pero no viceversa. Los términos de la lin­güística convencional (morfología) se basan inevitablemente, en última instancia, en una selección, como ocurre por ejemplo con «oración principal» y «oración subordinada».

Page 20: glosemática

46 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

26] Ya hemos dado un ejemplo revelador de que en la terminación de una palabra, entre sus componentes

hay dependencias de las clases ya descritas. Queda, pues, bien claro que, bajo ciertas condiciones estructurales, la solidari­dad entre los morfemas nominales puede sustituirse por una selección o una combinación. Un nombre, por ejemplo, puede tener o no tener comparación, de modo que los mor­femas de comparación no estén entonces en solidaridad, por ejemplo, con los morfemas de caso, como lo están los mor­femas de número, pero unilateralmente presupongan su coe­xistencia; aquí hay, por tanto, selección. La combinación, por su parte, surge tan pronto como consideramos, por ejemplo, cada caso y cada número por separado, en vez de estudiar, como hicimos más arriba, la relación entre todo el paradigma de caso y todo el paradigma de numero, entre el caso en particular, v. g. el acusativo, y el número en par­ticular, v. g. el plural, hay combinación; solamente entre los paradigmas considerados en bloc hay solidaridad. Una síla­ba puede dividirse de acuerdo con el mismo principio: bajo ciertas condiciones estructurales, que son muy frecuentes, es posible distinguir entre una parte central de la sílaba (la vocal, o sonante) y una parte marginal (consonante, o no- sonante) dado que una parte marginal presupone la coexis­tencia textual de una parte central pero no viceversa; he­nos, otra vez, ante una selección. Este principio es en ver­dad la base de la definición de vocal y de consonante, largo tiempo olvidada por los sabios pero mantenida todavía, se­gún creo, en las escuelas elementales e indudablemente he­

redada de la antigüedad.Cabe dar por sentado que un texto y cualquiera de sus

partes es posible analizarlo en partes definidas por depen­dencias del tipo estudiado. Consecuentemente, el principio del análisis será el reconocimiento de esas dependencias.

Principio del análisis 47

fían de poder concebirse las partes a que el análisis condu­ce únicamente como puntos de intersección de haces de lí­neas de dependencia. Así pues, no puede emprenderse el análisis antes de describir estas líneas de dependencia en sus tipos principales, puesto que la base de aquél en cada caso particular debe elegirse de acuerdo con las líneas de depen­dencia que sean pertinentes, es decir que hayan de descri­birse para que la descripción sea exhaustiva.

Page 21: glosemática

X

FORMA DEL ANÁLISIS

Así pues, el análisis consiste realmente en registrar27] ciertas dependencias entre ciertos terminales, que pode­

mos llamar, de acuerdo con el uso establecido, partes del texto, y que tienen existencia precisamente en virtud de esas dependencias y sólo en virtud de ellas. Si podemos llamar a tales terminales partes, y a todo este proceso divi­sión, o análisis, es porque también encontramos dependen­cias de un tipo particular entre estos terminales y el todo (el texto) del que se dice que forman parte, dependencias que es asimismo misión del análisis registrar. El factor pe­culiar que caracteriza a la dependencia entre el todo y las partes, que la distingue de la dependencia entre el todo y otros todos y que permite considerar a los objetos (partes) descubiertos como pertenecientes, y no como extraños, al todo (el texto) parece ser la uniformidad de esta dependen­cia: las partes coordinadas, que proceden del análisis par­ticular de un todo, dependen de un modo uniforme de ese todo. Esta característica de uniformidad la encontramos de nuevo en la dependencia entre las llamadas partes. Así, si

Forma del análisis 49

nuestro análisis de un texto produce en alguna etapa ora­ciones y encontramos dos clases de oraciones (definidas por una dependencia específica entre ellas) —principales y subor­dinadas— siempre (en tanto no se emprenda un análisis ul­terior) encontraremos la misma dependencia entre una ora­ción principal y una subordinada que de ella dependa, don­dequiera que aparezcan; y lo mismo entre el tema y el ele­mento derivacional, o entre las partes central y marginal de una sílaba, y así en los demás casos.

De este criterio nos serviremos en las definiciones que pretenden establecer y mantener el análisis en una vía me­todológicamente libre de ambigüedad. Podemos, pues, defi­nir formalmente el análisis como la descripción de un obje­to por las dependencias uniformes de otros objetos respec­to de él y entre sí. El objeto que se somete a análisis se llamará clase, y los otros objetos que se registren en un aná­lisis concreto como uniformemente dependientes de la cla­se y dependientes entre sí, componentes de la clase.

En este primer ejemplo del sistema de definiciones de la teoría lingüística, la definición de componente presupone la de clase, y la definición de clase la de análisis. La defini­ción de análisis presupone tan sólo aquellos términos o con­ceptos que no se han definido en el sistema de definiciones específico de la teoría lingüística, sino que proponemos como indefinibles: descripción, objeto, dependencia, unifor­

midad.

28] A una clase de clases la llamaremos jerarquía, y sa­bemos ya que hay que distinguir entre dos clases de

jerarquías: procesos y sistemas. Aún podremos aproximar­nos más al uso acostumbrado y establecido introduciendo designaciones distintas para la clase y para el componente según que se den en un proceso o e n u n sistema. Dentro de

\ fjpzPROLEGÓMENOS. — 4

Page 22: glosemática

50 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

un proceso lingüístico *, a las clases las llamaremos cadenas, y a los componentes de una cadena sus partes. Dentro de un sistema lingüístico, a las clases las llamaremos paradig­mas, y a los componentes de un paradigma sus miembros. De acuerdo con la distinción entre partes y miembros, cuan­do sea adecuado especificar podremos llamar al análisis de un proceso partición, y al análisis de un sistema desmem­

bración.La primera misión del análisis es, pues, realizar una par­

tición del proceso textual. El texto es una cadena y todas sus partes (v. g. frases, palabras, sílabas, y así sucesiva­mente) son igualmente cadenas, excepto aquellas eventua­les partes últimas que no puedan someterse a análisis.

La exigencia de exhaustividad impedirá detenerse en una partición determinada del texto; las partes que resulten de tal partición deben ser partidas a su vez, y así sucesivamente hasta agotar la partición. Hemos definido el análisis de tal modo que no se presenta el problema de si es simple o con­tinuado; un análisis (y así, también una partición) puede contener uno, dos, o más análisis. El análisis, o la partición, es un «concepto acordeón». Más aún, ahora puede conside­rarse que la descripción de un objeto dado (texto) no se agota con tal partición continuada (y por sí misma agota­da) desde una base del análisis, sino que la descripción pue­de continuarse (v. g. pueden registrarse nuevas dependen­cias) a través de otras particiones realizadas partiendo de otras bases del análisis. En tales casos hablaremos de un com plejo de análisis ( complejo de partición), es decir, de una clase de análisis (particiones) de la misma clase (cadena).

i En la forma final y más general de estas definiciones, la palabra lingüístico será reemplazada por semiótico. Sobre la distinción entre lengua y semiótica, véase págs. 149-153.

Forma del análisis 51

Todo el análisis textual se presentará entonces como un procedimiento consistente en una partición continuada o un complejo de partición, en el que cada operación aislada con­siste en una partición mínima aislada. Dentro de este proce­dimiento cada operación presupondrá a las anteriores y será presupuesta por las siguientes. De modo similar, si el pro­cedimiento es un complejo de partición, cada una de las par­

ticiones agotadas que de él formen parte será presu-29] puesta y/o presupondrá otras particiones agotadas. En­

tre los componentes del procedimiento hay determina­ción, de tal modo que los componentes sucesivos siempre pre­suponen la existencia de los precedentes, pero no viceversa: exactamente igual que la determinación entre las definicio­nes (p. 43), también la determinación entre las operaciones puede ser considerada como una selección o como una espe­cificación. A tal modo de proceder se le puede llamar de­ducción-, definimos formalmente la deducción como un aná­lisis continuado o un complejo de análisis, con determina­ción entre los análisis que de él forman parte.

La deducción es, por tanto, un tipo especial de procedi­miento, así como la inducción es otro tipo especial. Defina­mos la operación como una descripción que está de acuer­do con el principio empírico, y el procedimiento como una clase de operaciones con determinación mutua. Según esas definiciones, tanto operación como procedimiento son «con­ceptos acordeón» (como el análisis, ya citado). Un proce­dimiento puede, pues, entre otras cosas, constar de análisis y ser una deducción, o, por otra parte, constar de síntesis y ser una inducción. Por síntesis entendemos la descripción de un objeto en cuanto componente de una clase (y síntesis será, entonces, también un «concepto acordeón», como su opuesto, análisis), y por inducción una síntesis continuada con determinación entre las síntesis que de ella forman par­

Page 23: glosemática

52 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

te. Si un procedimiento consta tanto de análisis como de síntesis, la relación entre el análisis y la síntesis será siem­pre una determinación, en la que la síntesis presupone el análisis pero no viceversa, consecuencia inmediata de que el dato más inmediato sea el todo sin analizar (v. g. el texto, cf. p. 25). Aún se sigue de aquí que un procedimiento pura­mente inductivo (necesariamente con deducción implícita) no podría satisfacer el principio empírico y su exigencia de exhaustividad. Con ello se da una motivación formal al mé­todo deductivo propuesto en el capítulo IV. El método de­ductivo no impide, a este respecto, que la jerarquía sea re­corrida después en la dirección contraria. No se obtendrán nuevos resultados, sino únicamente un nuevo punto de vista cuya adopción puede a veces resultar adecuada para las mismas resultantes.

No hemos encontrado ninguna razón de peso por el mo­mento para cambiar una terminología que cada vez tiene más aceptación en lingüística. La base formal de los térmi­

nos y conceptos aquí dados debería proporcionar un30] puente para acceder al uso establecido de la episte­

mología. Nada hay en las definiciones ofrecidas que contradiga o imposibilite el uso de la palabra deducción en el sentido de «conclusión lógica». Puede decirse, tal como nos­otros lo entendemos, que las proposiciones que se siguen de otras proposiciones proceden de ellas por análisis2: las con­clusiones son en cada etapa objetos uniformemente depen­dientes entre sí y de las premisas. Es cierto que esto pugna con algunas ideas usuales acerca del concepto de análisis; pero es precisamente utilizando definiciones formales como hemos esperado protegernos contra cualquier postulado acer­ca de la esencia de un objeto, y ciertamente no hemos emi­

2 Volveremos sobre este tema en el capítulo XVIII.

Forma del análisis 53

tido postulado alguno acerca de la esencia o naturaleza del análisis más allá de lo que está implicado en la definición. Si se usa el término inducción para designar un tipo espe­cial de argumentación lógica que lleva de unas proposicio­nes a otras, denotando así, en terminología lógica, un tipo de deducción, entonces la palabra un tanto ambigua de in­ducción se aplica con un significado totalmente diferente del que nos proponemos; la forma de definir que hemos emprendido debería impedir que esta ambigüedad confun­diese al lector.

Hasta ahora hemos usado componente, parte y miembro en contraste respectivamente con clase, cadena y paradigma. Ahora bien, sólo usaremos componente, parte y miembro para designar las resultantes de un análisis simple (véase la definición de componente más arriba); si se trata de un aná­lisis continuado hablaremos de derivados. Una jerarquía es, pues, una clase con sus derivados. Imaginemos un análisis textual que dé por resultado, en determinada etapa, grupos de sílabas, que se analizan después en sílabas, las cuales, a su vez, se analizan en partes de sílabas. En tal ejemplo las sílabas serán derivados de los grupos de sílabas, y las partes de sílabas serán derivados tanto de los grupos de sí­labas como de las sílabas. Por otra parte, las partes de síla­bas serán componentes (partes) de las sílabas, pero no de los grupos de sílabas, y las sílabas serán componentes (par­tes) de los grupos de sílabas, pero no de ninguna otra resul­tante del análisis. Traduciendo todo eso a términos más científicos, entenderemos por derivados de una clase sus componentes y componentes-de-componentes dentro de una misma deducción; añadamos que de la clase se dice que incluye a sus derivados, y que los derivados entran en su clase. Por grado de los derivados entendemos el número de clases a través de las cuales están en dependencia con su

Page 24: glosemática

54 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

clase común inferior. Si el número es 0, se dice que31] los derivados son de primer grado; si es 1, de segun­

do grado; y así sucesivamente. En el ejemplo aducido supra, en que los grupos de sílabas se consideran divididos en sílabas y éstas en partes de sílabas, las sílabas serán de­rivados de primer grado de los grupos de sílabas, mientras que las partes de sílabas serán derivados de primer grado de las sílabas y de segundo grado de los grupos de sílabas: derivado de primer grado y componente son, consecuente­mente, términos equivalentes.

X I

FUNCIONES

A la dependencia que satisface las condiciones del aná­lisis la llamaremos función. Así, decimos que hay función entre una clase y sus componentes (una cadena y sus par­tes, o un paradigma y sus miembros) y entre los componen­tes (partes o miembros) entre sí. A los terminales de una función los llamaremos funtivos, entendiendo por funtivo un objeto que tiene función con otros objetos. De él se dice que contrae su función. De las definiciones se sigue que las funciones pueden ser funtivos, puesto que puede haber fun­ción entre las funciones. Así, hay función entre la función contraída por las partes de una cadena entre sí y la función contraída por la cadena con sus partes. Al funtivo que no es función lo llamaremos entidad. En el ejemplo presentado arriba, los grupos de sílabas, las sílabas y las partes de síla­bas serán entidades.

Hemos adoptado el término función en un sentido que se encuentra a mitad de camino entre el lógico-matemático y el etimológico (que tan considerable papel ha jugado en la ciencia, incluso en la ciencia lingüística), más próximo en lo

Page 25: glosemática

56 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

formal al primero pero no idéntico a él. Precisamente este concepto intermedio y de combinación es lo que necesita­mos en lingüística. Así podemos decir que una entidad del texto (o del sistema) tiene ciertas funciones, y con ello pen­sar: primero, aproximándonos al significado lógico-matemá­tico, que la entidad tiene dependencias con otras entidades, de tal suerte que ciertas entidades presuponen a otras; y segundo, aproximándonos al significado etimológico, que la entidad funciona de un modo definido, cumple un papel de­finido, toma una «posición» definida en la cadena. En cierto

modo, cabe decir que el significado etimológico de la32] palabra función es su definición «real», que evitamos

explicitar e introducir en el sistema de definición por­que se basa en más premisas que la definición formal dada y resulta ser reducible a la misma.

Con la introducción del término técnico función preten­demos evitar la ambigüedad apreciable en el uso conven­cional que de él se hace en el lenguaje científico, en el que designa tanto la dependencia entre dos terminales como uno o los dos terminales mismos — lo último cuando de uno de ellos se dice que «es función» del otro— . La introducción del término técnico funtivo permite evitar esta ambigüedad, y el mismo objetivo se cumple no diciendo que un funtivo «es función» del otro sino afirmando, en cambio, que tiene función con el otro. La ambigüedad apreciable en el uso tradicional de la palabra función se acusa a menudo en los términos que se emplean para designar tipos especiales de funciones, como cuando suposición significa tanto función de suposición como supuesto, tanto función como funtivo. Este concepto ambiguo subsiste en las definiciones «reales» de los tipos de funciones, pero precisamente a causa de su ambigüedad no es conveniente usarlo en sus definiciones for­males. Un ejemplo más de esta ambigüedad lo encontramos

Funciones 57

en la palabra significado, que denota tanto designación como «designatum» (y que, dicho sea de paso, es poco clara tam­bién en otros aspectos).

Ahora estamos ya en condiciones de ofrecer un esbozo sistemático de los diferentes tipos de función cuyo uso po­demos prever en la teoría lingüística y, al mismo tiempo, de dar definiciones formales de las funciones que acabamos de considerar.

Por constante entendemos un funtivo cuya presencia es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función; por variable entendemos un funtivo cuya presencia no es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función. Estas definiciones presu­ponen ciertos indefinibles no específicos (presencia, necesi­dad, condición) y las definiciones de función y de funtivo.

Sobre esta base podemos definir la interdependencia como función entre dos constantes; la determinación como función entre una constante y una variable, y la constela­ción como función entre dos variables.

En ciertos casos nos será útil disponer de un nom-33] bre común a interdependencia y determinación (las

dos funciones entre cuyos funtivos aparecen una o más constantes): a ambas las llamaremos cohesiones. Asi­mismo en ciertos casos podemos hacer uso de una designa­ción común para interdependencia y constelación (las dos funciones con la característica común de que cada una de ellas tiene funtivos de una sola clase: las interdependencias sólo tienen constantes, las constelaciones solamente varia­bles): llamamos a ambas reciprocidades, nombre que se su­giere por sí mismo de modo natural porque estas dos fun­ciones, contrariamente a la determinación, carecen de una «orientación» fija.

Page 26: glosemática

58 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

Dada la orientación fija de una determinación (esto es, la distintividad de sus funtivos), sus dos funtivos deben ser nombrados de modo diferente. A la constante de una de­terminación (selección o especificación) la llamaremos funti- vo determinado (seleccionado, especificado), y a la variable de una determinación funtivo determinante ( seleccionante, especificante). Del funtivo cuya presencia es condición ne­cesaria para la presencia del otro funtivo en la determina­ción se dice que está determinado (seleccionado, especifica­do) por éste; del funtivo cuya presencia no es condición ne­cesaria para la presencia del otro en la determinación se dice que determina (selecciona, especifica) a éste. Por otra parte, los funtivos que contraen reciprocidad pueden nom­brarse análogamente: los que contraen interdependencia (solidaridad, complementaridad) se denominan, naturalmen­te, interdependientes (solidarios, complementarios)', los que contraen constelación (combinación, autonomía), constelati- vos ( combinados, autónomos). Los funtivos que contraen re­ciprocidad se llaman recíprocos, y los que contraen cohe­sión, cohesivos.

Hemos expresado las definiciones de los tres tipos de fun­ciones para hacer frente al caso de que sólo dos funtivos las contraigan. Con relación a los tres tipos de funciones cabe prever que pueden contraerías más de dos funtivos; pero estas funciones multilaterales pueden considerarse como funciones entre funciones bilaterales.

Otra distinción importante para la teoría lingüística es la que existe entre la función «tanto... como» (conjunción), y la función «o ...o » (disyunción). Esto es lo que entraña la

distinción entre proceso y sistema: en el proceso, en34] el texto, existe una relación «tanto... como», una con­

junción o coexistencia entre los funtivos intervinien- tes; en el sistema existe una relación «o...o », una disyun­

Funciones 59

ción o alternancia entre los funtivos. Considérese el ejem­plo (grafémico)

calson

Intercambiando la c y la s, la a y la o, la l y la n respecti­vamente, obtenemos palabras diferentes: cal, can, col, con, son, sol, san, sal. Cada una de estas entidades es una cadena que entra en el proceso (texto) lingüístico; por otra parte, c y s juntas, a y o juntas, y l y n juntas forman un paradig­ma, que entra en el sistema lingüístico. En la palabra cal hay conjunción, o coexistencia, entre c, a y l: tenemos efec­tivamente ante nuestros ojos, tanto c, como a, como l; del mismo modo hay conjunción o coexistencia entre s, o y n en la palabra son. Pero entre c y s hay disyunción, o alter­nancia. lo que tenemos ante nosotros efectivamente es o bien c o bien 5 ; asimismo hay disyunción o alternancia en­tre l y n.

En cierto modo se dice que son las mismas entidades las que entran en el proceso (texto) lingüístico y en el sistema lingüístico; considerada como componente (derivada) de la palabra cal, c forma parte del proceso y así pues de la con­junción; considerada como componente (derivada) del pa­radigma

cs

c forma parte del sistema y, por tanto, de la disyunción. Desde el punto de vista del proceso, c es una parte; desde el punto de vista del sistema, un miembro. Los dos puntos de vista nos llevan al reconocimiento de dos objetos dife­rentes, porque la definición funcional cambia; pero uniendo o dilatando las dos definiciones funcionales distintas pode­

Page 27: glosemática

60 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

mos adoptar un punto de vista que nos justifique al decir que tenemos que entendérnoslas con la «m isma» c. En cierto modo podemos decir que todos los funtivos de la lengua entran tanto en el proceso como en el sistema, que contraen tanto conjunción o coexistencia, como disyunción o alternancia, y que su definición en el caso concreto como conjuntos o disjuntos, o como coexistentes o alternantes,

depende del punto de vista desde el que se examinen.35] En la teoría lingüística — en contraste con la cien­

cia lingüística que la precede y como reacción cons­ciente contra ella— nos esforzamos por conseguir una ter­minología libre de toda ambigüedad. Pero en pocos puntos se encuentra el lingüista teórico con tales dificultades ter­minológicas como en éste. Provisionalmente hemos llamado a la función «tanto... como» conjunción (con referencia a la terminología de la lógica) o coexistencia, y a la función «o ...o » disyunción (también por referencia a la terminología lógica) o alternancia. Pero con toda seguridad no procederá conservar estas denominaciones. Los lingüistas están acos­tumbrados a entender por conjunción algo completamente diferente, y nos vemos obligados, de acuerdo con la tradi­ción, a usar conjunción del modo correspondiente (para designar una llamada «parte de la oración», aun cuando no creemos que sea posible definirla como tal). La palabra dis­yunción se viene usando con gran frecuencia en la ciencia lingüística de los últimos tiempos como un tipo específico de función «o ...o », y daría lugar a confusión y a errores si la introdujésemos como designación general de todas las funciones «o ...o ». Finalmente, alternancia es un término lin­güístico bien cimentado y ciertamente no erradicable (y lo que es más, conveniente), que designa un tipo muy especí­fico de función (principalmente, las llamadas ablaut y um- laut), fuertemente asociado con la función «o ...o » y que es

Funciones 61

en realidad una función de tal índole especialmente comple­ja; no procederá, por tanto, introducir alternancia como término general para las funciones «o...o ». El término coexistencia, es cierto, no ha sido adoptado, pero tampoco lo recomendamos, entre otras razones porque un uso lingüís­tico ampliamente difundido lo asocia en cierto modo con la coexistencia entre miembros de un paradigma.

Se impone, pues, buscar otra solución, y en ésta, como en las demás ocasiones, trataremos de establecer contacto, en la medida de lo posible, con la terminología lingüística ya existente. Hoy día se ha extendido mucho en la ciencia lingüística moderna la práctica de llamar correlación a la función entre los miembros de un paradigma. Este término parece, pues, especialmente adecuado para las funciones « 0 ...0 ». Como designación útil para la función «tanto... como» nos decidimos por la palabra relación. La adoptare­mos, pues, en un sentido más restringido del que tiene en lógica, donde se usa esencialmente en el mismo sentido en que utilizamos función. Esta dificultad inicial debe conside­

rarse fácilmente superable.36] Entenderemos, por tanto, por correlación1 la fun­

ción «o ...o » y por relación2 la función «tanto... como». A los funtivos que contraen dichas funciones los llamaremos respectivamente correlatos y relatos. Sobre esta base, po­demos definir el sistema como una jerarquía correlacional, y el proceso como una jerarquía relacional.

Ahora bien, como ya hemos visto (págs. 19-20), proceso y sistema son conceptos muy generales, que no pueden cir­cunscribirse exclusivamente a objetos semióticos. Tenemos a nuestra disposición unas designaciones especiales, conve-

1 O equivalencia (cf. H. J. Uldall, «On Equivalent Relations», Tra- vaux du Cercle linguistique de Copenhague, V, 71-76).

2 O conexión.

Page 28: glosemática

62 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

mentes y tradicionales, del proceso semiótico y del sistema semiótico respectivamente, en los términos sintagmática y paradigmática. Siendo problema de lenguaje (en el sentido corriente de la palabra), que desde luego es lo único que nos interesa por el momento, podemos usar también desig­naciones más sencillas: al proceso se le puede llamar en ese caso texto, y al sistema lengua.

El proceso y el sistema que le corresponde («que existe tras é l» ) contraen juntos una función, que, según el punto de vista adoptado, puede concebirse como relación, o como correlación. Un examen más detenido de esta función nos muestra pronto que se trata de una determinación en la cual el sistema es la constante: el proceso determina al sistema. El factor decisivo no es la relación superficial consistente en que el proceso es el más inmediatamente accesible a la observación, mientras que el sistema ha de ser «ordenado» con relación al proceso — «descubierto» tras él mediante un procedimiento— y por tanto sólo es cognoscible de un modo mediato en tanto en cuanto no se nos presente sobre la base de un procedimiento llevado a cabo anteriormente. Esta re­lación superficial podría dar la impresión de que el proceso puede existir con independencia del sistema y no viceversa. El factor decisivo es que la existencia de un sistema es premisa necesaria para que exista el proceso: el proceso adquiere existencia en virtud de un «estar presente» de un sistema tras el mismo, en virtud de un sistema que lo rija y determine en su posible desarrollo. Es inimaginable un proceso —porque sería inexplicable en un sentido absoluto e irrevocable— sin un sistema existente tras él. En cambio, no es inimaginable un sistema sin un proceso; la existencia de un sistema no presupone la existencia de un proceso. El sistema no adquiere existencia en virtud del hallazgo de un proceso.

Funciones 63

Así pues, resulta imposible tener un texto sin que haya una lengua tras él. En cambio, puede tenerse una lengua sin que haya un texto construido en ella. Esto quiere decir

que la teoría lingüística prevé la lengua de que se tra-37] te como un sistema posible, pero sin la presencia rea­

lizada de ningún proceso correspondiente a él. El pro­ceso textual es virtual. Esta observación nos obliga a definir la realización.

Llamaremos universal a aquella operación con un resul­tado dado de la que pueda afirmarse que cabe llevarla a cabo con cualquier objeto, sea cual fuere; y llamaremos universales a sus resultantes. En cambio llamaremos par­ticular a una operación con un resultado dado y particulares a sus resultantes, cuando pueda afirmarse de ella que es posible llevarla a cabo con un objeto determinado pero no con cualquier otro. Sobre esta base, llamamos realizada a una clase cuando puede tomarse como objeto de un análisis particular, y virtual en otro caso. Creemos que hemos con­seguido así una definición formal que nos guarda de cuales­quiera obligaciones metafísicas, la determinación necesaria y suficiente de lo que queremos decir con la palabra reali­zación.

Cuando está presente una lengua (sistema), pero no un texto (proceso) correspondiente a la misma, es decir, cuando está presente una lengua prevista como posible por el teó­rico lingüista, pero no lo está ningún texto, sea natural sea construido por él partiendo del sistema, el teórico lingüista puede, claro está, considerar la existencia de tales textos como una posibilidad, pero no tomarlos como objetos de un análisis particular. En este caso, por tanto, decimos que el texto es virtual. Pero aun un texto puramente virtual presu­pone un sistema lingüístico realizado en el sentido de la de­finición. Desde un punto de vista «real», eso está ligado con

Page 29: glosemática

64 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

el hecho de que un proceso tiene un carácter más «concre­to» que un sistema, y un sistema un carácter más «cerrado» que un proceso.

Concluiremos este apartado presentando, con referencia al análisis detallado de las funciones que emprendimos en el apartado 9, un esquema de los tipos de funciones que hemos previsto3:

funciónrelación(conexión)

correlación(equivalencia)

cohesióni determinación selección especificación

reciprocidad1̂ interdependencia solidaridad complementaridad

j constelación combinación autonomía

3 El uso de los símbolos glosemáticos de las distintas funciones pueden ilustrarlo los siguientes ejemplos, e n los q u e a y b r e p r e s e n ta n cualesquiera terminales, v un terminal variable y c un terminal cons­tante: fu n c ió n : a <¡> b; r e la c ió n : a R b; c o r r e la c ió n : a \ b; d e te rm i­n a c ió n : v c ó c -<« < - v ; s e le c c ió n : v —> c ó c - e - v ; e s p e c if ic a c ió n : v (- c ó c -1 v ; in te rd e p e n d e n c ia : c c ; so lid a r id a d : c ~o c ; com ple- m en tarid ad : c j. c ; c o n s te la c ió n : v | v ; com b in ación : v — v ; autonom ía: c f v. El número de terminales, por supuesto, no se reduce a dos.

X II

38] SIGNOS Y FIGURAS

Hay una peculiaridad observable en las entidades obteni­das por deducción, que podemos ilustrar grosso modo advir­tiendo que un período puede constar de una sola frase, y una frase de una sola palabra. Este fenómeno aparece cons­tantemente en los textos más diversos. En el imperativo en latín t o en la interjección inglesa ah tenemos una entidad de la que puede decirse que es al mismo tiempo un período, una frase y una palabra. En cada uno de estos casos ha­llamos además una sílaba que incluye sólo una parte de sílaba (la parte central, cf. pág. 45). Tenemos que poner cui­dado en prestar la debida atención a esta posibilidad al lle­var a cabo un análisis. A este fin hemos de introducir una «regla de transferencia» especial, que nos impida avanzar de­masiado en el análisis de una entidad dada en nna etapa de­masiado temprana del procedimiento, y que asegure que ciertas entidades, bajo determinadas condiciones dadas, son transferidas sin analizar de una etapa a otra, en tanto que las del mismo grado se someten a análisis.

En cada partición aislada es posible hacer un inventario de las entidades caracterizadas por las mismas relaciones, es decir, que pueden ocupar la misma «posición» en la ca­

PROLEGÓMENOS. — 5

Page 30: glosemática

66 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

dena. Podemos, por ejemplo, inventariar todas las oraciones susceptibles de ser insertadas en diversas posiciones; bajo ciertas condiciones, resultaría un inventario de las oracio­nes principales y un inventario de las oraciones subordina­das. De igual modo podemos inventariar todas las palabras, todas las sílabas y todas las partes de sílabas que tengan ciertas funciones; bajo ciertas condiciones resultaría un in­ventario de las partes centrales de sílabas. Para satisfacer la exigencia de exhaustividad será necesario hacer tales inven­tarios, procedimiento que permitirá registrar un tipo espe­cial de función entre las entidades que pueden ocupar una y sólo una posición en la cadena.

Al comparar los inventarios resultantes de las diversas etapas de la deducción, resultará que su tamaño disminuye a medida que avanza el procedimiento. Si el texto no está res­tringido, es decir, si puede prolongarse mediante la constan­te adición de otras partes, como ocurre cuando se trata de

una lengua viva tomada como texto, será posible re-39] gistrar un número ilimitado de períodos, de frases,

de palabras. Más pronto o más tarde, sin embargo, se llega en el curso de la deducción a un punto en el que el número de entidades inventariadas se restringe, para decrecer firmemente, por lo general, a partir de él. Parece cierto, por tanto, que una lengua ha de tener un número limitado de sílabas, aunque este número sea relativamente alto. Cuando se trate de sílabas que permitan un análisis en partes centrales y marginales, el número de miembros de estas clases será más reducido que el número de sílabas de la lengua. Si se sigue partiendo las partes de sílabas, llega­mos a las entidades que convencionalmente se han llamado fonemas; su número es probablemente tan pequeño en cualquier lengua que puede escribirse con dos cifras, y en muchas es muy bajo (unos veinte).

Signos y figuras 67

Estos hechos, establecidos por la experiencia inductiva en todas las lenguas hasta aquí observadas, subyacen a la invención del alfabeto. En realidad, si no hubiese inventa­rios limitados la teoría lingüística no podría abrigar la es­peranza de alcanzar su meta, que consiste en hacer posible una descripción simple y exhaustiva del sistema subyacente en el texto. Si no se llegase a un inventario limitado por mucho que se continuase el análisis, sería imposible lograr una descripción exhaustiva. Y cuanto más reducido sea el inventario al concluir el análisis, tanto mejor podremos sa­tisfacer el principio empírico y su necesidad de simplicidad. Por tanto, es de capital importancia para la teoría lingüís­tica la idea que constituye la base de la invención de la escritura: la idea de proporcionar el análisis que conduzca a entidades de la menor extensión y en el menor número posibles.

Las dos observaciones que aquí hemos hecho —que una entidad puede a veces ser de la misma extensión que otra entidad de distinto grado (por ejemplo, í) y que la extensión del inventario decrece en el curso del procedimiento, que comienza siendo ilimitado, para después restringirse más y más— serán de importancia para nosotros cuando conside­remos la lengua como un sistema de signos.

Que una lengua es un sistema de signos parece a priori una proposición evidente y fundamental, que la teoría lin­güística habrá de tener en cuenta desde el primer momento. La teoría lingüística debe poder decirnos qué significación puede atribuirse a esa proposición, y especialmente a la pa­labra signo. Por el momento habremos de contentarnos con el vago concepto de la misma legado por la tradición. De

acuerdo con ella, un «signo» (o como diremos, antici-40] pando una sutilización terminológica que se introdu­

cirá más adelante (pág. 73), una expresión de signo)

Page 31: glosemática

68 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

se caracteriza primera y principalmente por ser signo de alguna otra cosa —peculiaridad ésta que probablemente des­pertará nuestro interés, puesto que parece indicar que «sig­no» se define por una función— . Un «signo» funciona, de­signa, denota; un «signo», en contraposición a un no-signo, es el portador de una significación.

Nos contentaremos con esta concepción provisional e in­tentaremos decidir, basándonos en ella, hasta qué punto puede ser correcta la proposición de que una lengua es un sistema de signos.

En sus primeras etapas, cierto hipotético análisis del tex­to podría parecer que abona plenamente esta proposición. Las entidades que comúnmente designamos como períodos, frases y palabras parecen cumplir la condición expresada: son portadores de significado, por tanto «signos», y los in­ventarios establecidos por medio de un análisis que siguiese tales líneas tradicionales nos llevarían a reconocer un sistema ségnico tras el proceso ségnico. Aquí, como en cualquier otro lugar, convendrá llevar el análisis hasta donde sea po­sible, al objeto de comprobar si la descripción es exhausti­va y de la máxima simplicidad. Las palabras no son los sig­nos últimos e irreducibles, como podría llevarnos a pensar el hecho de que la lingüística convencional gire en torno a la palabra. Las palabras pueden analizarse en partes, las cuales, como aquéllas, son a su vez portadoras de significa­do: raíces, elementos derivacionales, elementos flexiona­les. Algunas lenguas llegan más lejos que otras a este res­pecto. La terminación latina -ibus no puede resolverse en signos de menor extensión, pero es por sí misma un signo simple portador tanto de la significación de caso como de la significación de número; la terminación húngara corres­pondiente al dativo plural en una palabra como magyarok- nak (de magyar húngaro) es un signo compuesto que consta

Signos y figuras 69

del signo -ok, portador de la significación de plural, y del signo -nak, portador de la significación de dativo. En nada afecta a tal análisis el hecho de que existan lenguas sin ele­mentos derivacionales o flexionales, o de que incluso en las lenguas que los tienen puedan aparecer palabras cons­tituidas sólo por una raíz. Hecha la observación general de que una entidad puede ser a veces de la misma extensión que otra entidad de grado superior, y de que en este caso habrá de ser transferida, sin analizar, de una operación a otra, desaparecen cualesquiera dificultades. Precisamente por eso el análisis tiene en este caso la misma forma gene­ral que en todos los demás, y puede continuarse hasta que quepa considerarlo agotado. Así, llevando a sus últimas con­secuencias, en la forma vista, el análisis de la palabra ingle­sa in-act-iv-ate-s puede mostrarse que contiene cinco entida­des diferenciadas, cada una de las cuales es portadora de

significación, y, consecuentemente, cinco signos.41] Al sugerir un análisis de tal alcance sobre bases con­

vencionales, quizá debiéramos advertir que la «signifi­cación» atribuible a cada una de estas entidades mínimas debe entenderse como significación puramente contextual. Ninguna de las entidades mínimas, ni los radicales, tiene existencia tan «independiente» que le pueda ser asignada una significación léxica. Pero desde el punto de vista básico que hemos adoptado — el análisis continuado sobre la base de las funciones que aparecen en el texto— no existen otras significaciones perceptibles que las contextúales; toda enti­dad, y por tanto todo signo, se define con carácter relativo, no absoluto, y sólo por el lugar que ocupa en el contexto. Desde este punto de vista carece de significado la distinción entre significaciones que aparecen solamente en el contexto y significaciones de las que podría suponerse que tienen exis­tencia independiente, o — de acuerdo con los antiguos gramá-

Page 32: glosemática

70_______ í_

Prolegómenos a una teoría del lenguaje

ticos chinos— entre palabras «vacías» y «llenas». Las llama­das significaciones léxicas de ciertos signos no son sino sig­nificaciones contextúales artificialmente aisladas, o paráfra­sis artificiales de las mismas. Totalmente aislado, ningún signo tiene significación; toda significación del signo surge en el contexto, entendiendo por tal un contexto situacional o un contexto explícito; no importa cuál, puesto que en un texto ilimitado o productivo (una lengua viva) siempre po­demos transformar un contexto situacional en explícito. No imaginemos, pues, que un sustantivo, por ejemplo, es más significativo que una preposición, o una palabra más que una terminación derivacional o flexional. Al comparar una entidad con otra podemos hablar no sólo de diferencia de significación, sino también de diferencia de tipo de signifi­cación, pero en lo concerniente a tales entidades podemos hablar de significación precisamente con el mismo derecho relativo. En nada influye que significación, en el sentido tra­dicional, sea un concepto vago, que no mantendremos por mucho tiempo sin un análisis más detenido.

Ahora bien, al tratar de analizar expresiones de signo del modo sugerido, la experiencia inductiva nos muestra que en todas las lenguas hasta aquí observadas se llega a una etapa del análisis de la expresión en que las entidades que se obtienen ya no puede decirse que son portadoras de sig­nificación y, por tanto, expresiones de signo. Las sílabas y fonemas no son expresiones de signo, sino únicamente par­tes de éstas. Que una expresión de signo, por ejemplo una

palabra o una terminación, pueda constar de una síla-42] ba o pueda constar de un fonema no significa que la

sílaba o el fonema sean una expresión de signo. Des­de un punto de vista, la s del inglés in-act-iv-ate-s es una ex­presión de signo; desde otro, un fonema. Los dos puntos de vista llevan al reconocimiento de dos objetos diferentes.

Ciertamente, podemos defender que la expresión de signo s incluye uno y sólo un fonema, pero eso no es lo mismo que considerar la expresión de signo idéntica al fonema; el fo­nema entra en otras combinaciones en las que no es expre­sión de signo (por ejemplo, en el inglés en la palabra sell).

Tales consideraciones nos llevan a abandonar el intento de anali7ar en «signos», y a reconocer que una descripción acomodada a nuestros principios debe analizar contenido y expresión por separado; que cada uno de estos dos análisis dará por resultado final un número limitado de entidades, no necesariamente equiparables a las correspondientes del

plano opuesto.43] La economía relativa que se obtiene al pasar de los

inventarios de signos a los de no-signos corresponde por completo a lo que se supone ser la finalidad del lengua­je. Una lengua es, por su finalidad, primera y principalmente un sistema de signos; para ser plenamente adecuada debe estar siempre dispuesta a formar nuevos signos, nuevas pa­labras o nuevas raíces. Pero, con toda su abundancia sin límites, para ser plenamente adecuada debe ser asimismo fá­cil de manejar, práctica en su adquisición y uso. Teniendo en cuenta que se necesita un número ilimitado de signos, podrán construirse todos los signos a partir de no-signos, cuyo número es limitado, y preferiblemente, rigurosamente limitado. A aquellos no-signos que entran en un sistema de signos como parte de éstos los llamaremos aquí figuras, tér­mino puramente operativo, introducido simplemente por ra: zones de conveniencia. Una lengua, pues, se ordena de tal modo que con la ayuda de un puñado de figuras y cambian­do el orden constantemente pueda construirse una legión de signos. Si una lengua no estuviese así ordenada sería una herramienta imposible de utilizar para su fin. Por tanto, nos sobran razones para suponer que en esta característica

Signos y figuras_______ ________ ____________________ ________ _

Page 33: glosemática

72 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

—la construcción del signo a partir de un número limitado de figuras— hemos encontrado una característica básica esencial de la estructura de cualquier lengua.

Las lenguas, pues, no pueden describirse como sistemas de signos puros. Por el fin que generalmente se les atribuye son primera y principalmente sistemas de signos; pero por su estructura interna son primera y principalmente algo di­ferente, a saber: sistemas de figuras que pueden usarse para construir signos. Al analizarla más detenidamente, la defi­nición de lengua como sistema de signos se ha revelado, por tanto, como poco satisfactoria. Hace referencia únicamente

a las funciones externas de una lengua, a su relación44] con los factores no lingüísticos que la rodean, pero no

a sus funciones propias, a las internas.

X I I I

EXPRESIÓN Y CONTENIDO

Hasta ahora hemos sido intencionalmente fieles a la vie­ja tradición de acuerdo con la cual un signo es primera y principalmente signo de algo. En este punto estamos cierta­mente de acuerdo con la concepción popular y, lo que es más, con una concepción ampliamente difundida entre ló­gicos y epistemólogos. Pero queda por demostrar que tal concepción es lingüísticamente insostenible, y en esto esta­mos de acuerdo con el más reciente pensamiento lingüístico.

Mientras que, de acuerdo con el primer punto de vista, el signo es una expresión que señala hacia un contenido que hay fuera del signo mismo, de acuerdo con el segundo pun­to de vista (que ha expuesto especialmente Saussure y, tras sus pasos, W eisgerber') el signo es una entidad generada por la conexión entre una expresión y un contenido.

Determinar cuál de estos puntos de vista ha de preferir­se es un problema de adecuación. Para responder a la pre­

• Leo Weisgerber, Germanisch-romanische Monatsschrift, XV, 1927, págs. 161 ss.; id. Indogermanische Forschungen, XXXVI, 1928, pági­nas 310 ss.; id., Muttersprache und Geistesbildung, Göttingen, 1929.

Page 34: glosemática

74 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

gunta evitaremos por el momento hablar de signos, que son precisamente lo que intentamos definir. En su lugar, habla­remos de algo cuya existencia creemos haber establecido: la función de signo, colocada entre dos entidades, una expre­sión y un contenido. Sobre esta base podremos determinar si es adecuado considerar la función de signo como función externa o interna de la entidad que llamaremos signo.

Hemos presentado los términos expresión y contenido como designaciones de los funtivos que contraen la función a que nos referimos, la función de signo. Es ésta una defini­ción puramente operativa, y además una definición formal, en el sentido de que en este contexto no se dará ningún otro significado a los términos expresión y contenido.

Siempre habrá solidaridad entre una función y (la clase de) sus funtivos: no puede concebirse una función sin sus terminales, y los terminales son únicamente puntos finales de la función y, por tanto, inconcebibles sin ella. Si una misma entidad contrajese diferentes funciones sucesivamen­

te y, así pareciera ser seleccionada por ellas, se trata-45] ría, en cada caso, no de un mismo funtivo, sino de di­

ferentes funtivos, diferentes objetos según el punto de vista que se adoptase, es decir, según la función desde la cual se enfocase la vista. Esto no nos impide decir que es la «m isma» entidad desde otros puntos de vista: por ejem­plo, considerando las funciones que entran en ella (que sus componentes contraen) y que la establecen. Si varios grupos de funtivos contraen una misma función, esto quiere decir que hay solidaridad entre la función y la clase entera de es­tos funtivos, y que, consecuentemente, cada funtivo en par­ticular selecciona la función.

Por tanto, hay también solidaridad entre la función de. signo y sus dos funtivos, la expresión y el contenido. Jamás habrá una función de signo sin la presencia simultánea de

Expresión y contenido 75

estos dos funtivos; y una expresión y su contenido, o un contenido y su expresión, jamás aparecerán juntos sin que esté presente entre ellos la función de signo.

La función de signo es por sí misma una solidaridad. Ex­presión y contenido son solidarios, se presuponen necesaria­mente. Una expresión sólo es expresión en virtud de que es expresión de un cqntenido, y un contenido sólo es contenido en virtud de que es contenido de una expresión. Por tanto — a menos que se opere un aislamiento artificial— no puede haber contenido sin expresión, o contenido carente de ex­presión, como tampoco puede haber expresión sin conte­nido, o expresión carente de contenido. Si pensamos sin ha­blar, el pensamiento no será un contenido lingüístico ni fun­tivo de una función de signo. Si hablamos sin pensar, va­liéndonos de una serie de sonidos a los que nadie que los escuche pueda concederles contenido alguno, tal habla será un abracadabra, y no una expresión lingüística ni funtivo de una función de signo. (Desde luego, la falta de contenido no debe confundirse con falta de significación: una expre­sión muy bien puede tener un contenido que desde algún punto de vista (por ejemplo, el de la lógica normativa o del fisicismo) pueda considerarse carente de significación, pero que sea un contenido.

Si al analizar el texto no tuviéramos en cuenta la función de signo, no podríamos delimitar unos signos de otros; sen­cillamente, no podríamos proporcionar una descripción ex­haustiva (y, por tanto, en el sentido que hemos adoptado,

empírica) del texto que explicase las funciones que46] lo establecen (pág. 40). Nos veríamos privados de un

criterio objetivo capaz de proporcionar una base útil de análisis.

Para dejar en claro la función de signo, Saussure trató de considerar la expresión y el contenido cada uno por sepa-

Page 35: glosemática

76 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

rado, sin tener en cuenta la función de signo, y obtuvo el

siguiente resultado:

Prise en elle-même, la pensée est comme une nébu­leuse où rien n’est nécessairement délimité. I l n’y a pas d’idées préétablies, et rien n’est distinct avant l ’apparition de la langue... La substance phonique n’est pas plus fixe ni plus rigide; ce n’est pas un moule dont la pensée doive nécessairement épouser les formes, mais une matière plastique qui se divise à son tour en parties distinctes pour fournir les signifiants dont la pensée a besoin. Nous pouvons donc représenter... la langue... comme une série de subdivisions contiguës dessinées à la fois sur le plan indéfini des idées con­fuses... et sur celui non moins indéterminé des sons... la langue élabore ses unités en se constituant entre deux masses amorphes... cette combinaison produit une forme, non une substance2.

Pero este Gedankenexperiment pedagógico, por muy bien que se lleve a cabo, carece realmente de significación, y el mismo Saussure debió darse cuenta de ello. En una ciencia que evita postulados innecesarios no hay base para afirmar gratuitamente que la sustancia del contenido (pensamiento)o la sustancia de la expresión (cadena de sonidos) preceda a la lengua en el tiempo o en orden jerárquico, o viceversa. Si conservamos la terminología de Saussure —precisamente partiendo de sus supuestos— resulta claro que la sustancia depende de la forma hasta tal punto que vive exclusivamen­te a causa de ella y no puede en ningún sentido decirse que tenga existencia independiente.

2 F. de Saussure, Cours, 2.a éd., págs. 155-157.

Expresión y contenido 77

Por otra parte, parecería un experimento justificable com­parar diferentes lenguas y extraer, o sustraer, el factor co­mún a ellas y común a todas las lenguas, por muchas que sean las que se hagan entrar en la comparación. Ese factor —si excluimos el principio estructural que implica la fun­ción de signo y todas las funciones de ahí deducibles, prin­cipio que es, por naturaleza, común qua principio a todas las lenguas, pero cuya ejecución es privativa de cada una de ellas__t ese factor, decimos, será una entidad definida sola­mente por su «tenencia de» función con el principio estruc­tural de la lengua y con todos los factores que hacen a cada lengua diferente de las demás. A ese factor lo llamaremos

sentido.

47] Así, advertimos que las cadenas

jeg véd det ikke (Danés)I do not know (Inglés)je ne sais pas (Francés)en tieda (Finlandés)naluvara (Esquimal)

a pesar de todas sus diferencias, tienen un factor en común: el sentido, el pensamiento mismo. Este sentido, así conside­rado, existe provisionalmente como una masa amorfa, como entidad sin analizar que se define sólo por sus funciones externas, esto es, por su función con cada una de las frases lingüísticas que acabamos de citar. Podemos imaginar este sentido analizado desde muchos puntos de vista y sometido a muchos análisis diferentes, bajo los cuales aparecería como otros tantos objetos diferentes. Podría, por ejemplo, analizarse desde uno u otro punto de vista lógico, o desde uno u otro punto de vista psicológico. En cada una de las lenguas consideradas ha de ser analizado de modo diferen­

Page 36: glosemática

78 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

te, hecho éste que sólo puede interpretarse como indicativo de que el sentido se ha ordenado, articulado, conformado de distinto modo en las distintas lenguas:

En danés, primero jeg («y o »), después véd («sé», presente de indicativo), después un complemento, det (« lo » ), después la negación ikke («n o »).

En inglés, primero I («y o »), después un concepto verbal (do ) que no figura en la frase danesa, después la negación (nof) y sólo al fin el concepto know («saber») (sin que apa­rezcan el concepto correspondiente al presente de indicativo danés véd, ni el complemento).

En francés, primero «yo », después un tipo de negación (que es, sin embargo, completamente diferente de la danesa y la inglesa, puesto que no tiene valor de negación en todas las combinaciones), después «sé» (presente de indicativo), y finalmente un signo especial y peculiar que algunos llaman negación, pero que también puede significar «paso»; igual que en inglés, sin complemento.

En finlandés, primero un verbo que significa «yo-no» (o, con mayor precisión, «no-yo», puesto que el signo de «yo » viene después; la negación en finlandés es un verbo que toma inflexión de número y persona: en ’yo-no’, et ’tú-no’, ei ’él-no’, emme ’nosotros-no’, etc.), y después el concepto «saber» en una forma que tiene significado imperativo en otras combinaciones; sin complemento.

En esquimal, «no-conociendo-estoy-yo-lo», un verbo deri­vado de nalo ’ignorancia’, con el sufijo correspondiente al su­jeto en primera persona y el complemento3 de tercera per­

sona.

i Prescindimos de que el mismo sentido pueda recibir forma, en algunas de las lenguas, en cadenas muy diferentes: francés je l ’ignore; esquimal asúk o asukiax. (derivado de aso, que significa «¡basta!»).

Expresión y contenido 79

48] Vemos, pues, que el sentido informe que puede ex­traerse de todas estas cadenas lingüísticas se confor­

ma de modo diferente en cada lengua. Cada lengua estable­ce sus propios límites dentro de la «masa de pensamiento» amorfa, destaca diversos factores de la misma en diversas ordenaciones, coloca el centro de gravedad en lugares dife­rentes y les concede diferente grado de énfasis. Es como un mismo puñado de arena con el que se formasen dibujos diferentes, o como las nubes del cielo que de un instante a otro cambian de forma a los ojos de Hamlet. Igual que la misma arena puede colocarse en moldes diferentes y la mis­ma nube adoptar cada vez una forma nueva, así también el mismo sentido se conforma o estructura de modo diferen­te en diferentes lenguas. Lo que determina su forma son úni­camente las funciones de la lengua, la función de signo y las funciones de ahí deducibles. El sentido continúa siendo, en cada caso, la sustancia de una nueva forma, y no tiene existencia posible si no es siendo sustancia de una forma u

otra.Reconocemos por tanto en el contenido lingüístico, en su

proceso, una forma específica, la forma del contenido, que es independiente del sentido y mantiene una relación arbi­traria con el mismo, y que le da forma en una sustancia del

contenido.No hace falta reflexionar mucho para ver que lo mismo

puede decirse del sistema del contenido. Puede decirse que un paradigma de una lengua y otro correspondiente en otra lengua cubren una misma zona de sentido, la cual, aislada de esas lenguas, es un continuum amorfo sin analizar, en el que se establecen los límites por la acción conformadora

de las lenguas.Tras los paradigmas que proporcionan en diversas len­

guas las designaciones de color podemos descubrir, elimi-

Page 37: glosemática

80 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

nando las diferencias, tal continuum amorfo, el espectro del color, en el que cada lengua establece sus fronteras de un modo arbitrario. Así como, en esta zona de sentido, las con­formaciones son aproximadamente las mismas en la mayo­ría de las lenguas europeas de mayor difusión, no tenemos que ir muy lejos para encontrar conformaciones incongruen­tes con ellas. En galés, «verde» es gwyrdd o glas, «azu l» es glas, «gris » es glas o llwyd, «castaño» es llwyd. Es decir, la parte del espectro que cubre nuestra palabra verde se en­cuentra cruzada en galés por una línea que asigna parte de

ella a la misma zona que nuestra palabra azul, mien-49] tras que la frontera establecida entre verde y azul no

se encuentra en galés. Lo que es más, el galés carece de la delimitación entre azul y gris y asimismo de la que distingue entre gris y castaño. Por otra parte, el área cu­bierta por la palabra gris se ve cruzada en galés, de modo que la mitad de ella se refiere a la misma zona que nuestro azul y la otra mitad a la misma que nuestro castaño. Con­frontadas gráficamente en un esquema se verá la falta de coincidencia entre estas divisorias:

verde

castaño

gwyrdd

De modo similar, el latín y el griego se muestran incon­gruentes con las principales lenguas europeas modernas en esta esfera. La progresión de lo «c laro» a lo «oscuro», que se divide en tres áreas en inglés y en muchas lenguas (blanco,

Expresión y contenido 81

gris, negro), se divide en otras en un número distinto de áreas, por abolición o, por el contrario, por ampliación del área media.

Los paradigmas del morfema muestran un estado de co­sas semejante. La zona del número se analiza de modo dis­tinto en las lenguas que sólo distinguen un singular y un plural, en las que añaden un dual (como el antiguo griego y el lituano) y en las que cuentan asimismo con un paucal, sea simplemente un trial (como la mayoría de las lenguas melanesias, la lengua sanir de Indonesia Occidental, en las islas situadas entre Mindanao y las Célebes, y la lengua ku- lin de Australia sudoriental en algunos de sus dialectos) o un cuatral (como la lengua micronesia de las islas Gilbert). La zona del tiempo verbal se analiza de modo diferente en las lenguas que (aparte de las formaciones perifrásticas) sólo tienen un pretérito y un presente (como, por ejemplo, el inglés), en las que, por lo tanto, el presente cubre tam­bién el área cubierta en otras por el futuro, y en las lenguas que establecen un límite entre el presente y el futuro, sien­do diferentes las fronteras, a su vez, en una lengua que (como el latín, el antiguo griego, el francés) distingue varias

clases de pretéritos.

50] Esta incongruencia dentro de una misma zona de sentido aparece por todas partes. Compárense, por

ejemplo, las siguientes correspondencias entre el danés, el alemán y el francés:

tree

skov

Baum

Holz

Wald

arbre

bois

forêt

PROLEGÓMENOS. — 6

Page 38: glosemática

82Prolegómenos a una teoría del lenguaje

■ De este hecho podemos concluir que en una de la entidades que soii funtivos de la función de signo esto e el contenido, la función de signo instituye una forma, 1 forma del contenido, que es arbitraria desde el punto de

vista del sentido y que sólo puede aplicarse de signo y es evidentemente solidaria con ella. En este Íd o es obvio que Saussure está en lo cierto al distinguir entre forma y sustancia. Precisamente lo mismo puede o servarse en la otra de las dos entidades que son funtivos de la función de signo, la expresión. Al igual que la zona del c o l e ó las zonas del morfema se subdividen de modo dife­rente en diferentes lenguas, y cada lengua tiene un numero propio de palabras para designar el color, un número pro­pio de números, de tiempos variables, etc., la comparación de las lenguas nos permite asimismo descubrir zonas en a esfera fonética que se subdividen de distinto modo en diferentes lenguas. Podemos pensar, por ejemplo, en un esfera de movimiento fonético-ñsiológica, que cabe consi e- rar por supuesto, espacializada en varias dimensiones y pre­sentarse como un continuum no analizado pero analizable —basándonos, por ejemplo, en el sistema de J esp e rsen ^ fo r­mulas « antalfabéticas» . En una zona tan amorfa como esta

las diferentes lenguas incluyen a r b i t r a r i a m e n t e ™ ferente de figuras (fonemas), puesto que los limites se fijan en lugares d L e n te s dentro del continuoDUn ejemplo es£ continuum constituido por el corte medio de la boca, desde la faringe hasta los labios. En las lenguas mas conocidas esa zona se divide generalmente en tres áreas, un area pos­terior de la k, un área intermedia de la í y un área anterior de la p Ahora bien, manteniéndonos en el terreno de las S l ú s i el esquimal y el letón, por ejemplo, fu n g u e n dos áreas de la k, cuyas líneas de división no coinciden en las dos lenguas. El esquimal coloca la divisoria entre la zona

Expresión y contenido 83

uvular y la velar, y el letón entre la velar y la velo-51] palatal. Muchas lenguas de la India distinguen dos

áreas de la t, una retroflexiva y otra dental; y así su­cesivamente. Otro continuum también evidente es el de la zona de las vocales; el número de vocales varía de una len­gua a otra, y las divisorias están situadas en lugares dife­rentes. El esquimal sólo distingue entre un área de la i, un área de la u y un área de la a. En la mayor parte de las lenguas conocidas la primera se divide en un área de la i más pequeña y un área de la e, la segunda en un área de la u más pequeña y un área de la o. En algunas lenguas cada una de estas áreas, o alguna de ellas, puede verse cor­tada por una línea que distingue las vocales labiales (y, 0; u, o ) de las no labiales (i, e; m, y ; estas últimas y extrañas vocales «apagadas», poco frecuentes en Europa, o al me­nos algunas de ellas, se encuentran, por ejemplo, en tamil, en muchas de las lenguas uralo-orientales y en rumano); con la abertura correspondiente de la i y la u pueden for­marse, además, vocales intermedias, labial (u ) en sueco y en noruego, o no labial ( i ) en ruso; y así sucesivamente. De­bido especialmente a la extraordinaria movilidad del órgano de la lengua, las posibilidades de que puede hacer uso el idioma son prácticamente ilimitadas; pero lo característico es que cada idioma fije sus límites dentro de esta infinitud de posibilidades.

Dado que la situación es, en lo que concierne a la expre­sión, análoga a la que se ofrece del lado del contenido, bien estará subrayar este paralelismo utilizando la misma termi­nología para uno y otro caso. Podremos hablar, pues, de un sentido de la expresión, sin que lo poco corriente de una afirmación semejante pueda impedírnoslo. Los ejemplos que hemos dado (e l continuum de las vocales y del corte medio de la boca) serán, entonces, las zonas fonéticas del sentido,

Page 39: glosemática

84 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

formadas de modo diferente en las distintas lenguas, según las funciones específicas de cada lengua, y ordenadas de acuerdo con la forma de la expresión como sustancia de la

expresión.Hasta ahora nos hemos referido al sistema de la expre­

sión; pero, al igual que sucede con el contenido, podemos aplicar lo expuesto al proceso. Exclusivamente por razón de la cohesión entre sistema y proceso, la formación específica del sistema en una lengua dada surte efectos inevitable­mente en el proceso. En parte debido a las propias fronte­ras que se establecen en el sistema y que resultan incon­gruentes de una lengua a otra, y en parte a las posibilidades de relación entre los fonemas de la cadena (ciertas lenguas, por ejemplo australianas y africanas, no admiten grupo al­

guno de consonantes; otras sólo ciertos grupos de52] consonantes, diferentes de una lengua a otra; la colo­

cación del acento en la palabra se rige también por diferentes leyes en cada lengua), un mismo sentido de la ex­presión puede formarse de modo diferente en distintas len­guas. En inglés (bar'lin), en alemán (bsr 'liin ), en danés (b$b ’li?n), en japonés (bglulinu) representan diferentes for­maciones del mismo sentido de expresión (el nombre de ciu­dad Berlín). Desde luego, es indiferente que el sentido del contenido resulte ser el mismo en este caso; análogamente podríamos decir que, por ejemplo, la pronunciación de la palabra inglesa gof, la alemana Gott («D ios»), y la danesa godt («b ien ») representan diferentes conformaciones de un mismo sentido de expresión. En este ejemplo, el sentido de la expresión es el mismo, pero el sentido del contenido dife­rente, igual que en jeg véd det ikke y I do not know el sen­tido del contenido es el mismo pero el de la expresión di­

ferente.

Expresión y contenido 85

Cuando una persona familiarizada con el sistema funcio­nal de una lengua dada (por ejemplo, su lengua materna) ha percibido un sentido del contenido o de la expresión, lo formará en esa lengua. Una parte esencial de lo que la gente entiende por «hablar con acento» consiste en dar forma, de acuerdo con las predisposiciones sugeridas por los hechos funcionales de la lengua materna del hablante, a un sentido de la expresión percibido.

Esta investigación nos muestra, pues, que las dos enti­dades que contraen la función de signo — la expresión y el contenido— se comportan del mismo modo en relación con ella. En virtud de la función de signo, y sólo en virtud de ella, existen sus dos funtivos, que pueden ahora designarse con precisión como forma del contenido y forma de la ex­presión. Y en virtud de la forma del contenido y de la forma de la expresión, y sólo en virtud de ellas, existen respecti­vamente la sustancia del contenido y la sustancia de la ex­presión, que se manifiestan por la proyección de la forma sobre el sentido, de igual modo que una red abierta pro­yecta su sombra sobre una superficie sin dividir.

Si volvemos ahora al punto de partida, concerniente a la significación más adecuada de la palabra signo, estaremos al fin en condiciones de ver mejor y con más claridad qué es lo que hay detrás de la controversia entre los pun­tos de vista de la lingüística tradicional y de la lingüística moderna. Parece cierto que un signo es signo de algo, y que este algo en cierto modo reside fuera del signo mismo. Así la palabra anillo es el signo de esa cosa definida que llevo en el dedo, y esa cosa, en cierto sentido (tradicional), no entra en el signo mismo. Pero esa cosa que llevo en el dedo es una entidad de sustancia del contenido, la cual está orde­nada con una forma del contenido (a través del signo) y clasificada bajo ésta juntamente con otras varias entidades

Page 40: glosemática

86 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

de sustancia del contenido (por ejemplo, el ruedo,53] en una plaza de toros). Que un signo sea signo de

algo quiere decir que la forma del contenido de un signo puede subsumir ese algo como sustancia del conteni­do. igual que antes sentimos la necesidad de usar la pala­bra sentido, no simplemente del contenido, sino también de la expresión, igualmente aquí, en aras de la claridad, a con­tracorriente de los conceptos consagrados por el tiempo, cuyas limitaciones se hacen ahora cada vez más evidentes, sentimos el deseo de invertir la orientación del signo: en realidad deberíamos poder decir precisamente, con el mismo derecho, que un signo es signo de una sustancia de expre­sión. La secuencia de sonidos que integran la palabra anillo, por sí misma y como fenómeno único, pronunciada hic el nunc, es una entidad de sustancia de la expresión, la cual en virtud del signo y sólo en virtud de lo que de él se deri­va, se ordena con una forma de la expresión y se clasifica bajo la misma juntamente con otras diversas entidades de sustancia de la expresión (otras posibles pronunciaciones, por otras personas o en otras ocasiones, del mismo signo).

El signo es, pues — por paradójico que parezca , signo de sustancia del contenido y signo de sustancia de la expre­sión. En este sentido es en el que puede decirse que el sig­no es signo de algo. Por otra parte, no encontramos justi­ficación para llamar al signo simplemente signo de sustan­cia del contenido o (lo que nadie ha pensado, podemos estar seguros) de sustancia de la expresión. El signo es una enti­dad con dos caras, con una perspectiva cual la de Jano, en dos direcciones, y con efecto «hacia afuera», hacia la sus­tancia de la expresión, y «hacia dentro», hacia la sustancia

del contenido.Toda terminología es arbitraria, y, consecuentemente,

nada nos impide usar la palabra signo para designar espe­

Expresión y contenido 87

cialmente la forma de la expresión (o, si lo deseamos la sus­tancia de la expresión, si bien esto sería a la vez absurdo e innecesario). Pero parece más adecuado usar la palabra sig­no para designar la unidad que consta de forma de con­tenido y forma de expresión y que es establecida por la soli­daridad que hemos llamado la función del signo.

Si signo se usa para designar la expresión únicamente o parte de ella, la terminología, aun cuando esté protegida por definiciones formales, correrá el riesgo, consciente o incons­cientemente, de provocar o favorecer el erróneo y difundido concepto de que una lengua es simplemente una nomencla­tura o un juego de etiquetas que se colocarán sobre cosas ya existentes. La palabra signo irá siempre unida, por ra­zón de su naturaleza, a la idea de un «designatum»; la pala­bra, por tanto, signo deberá usarse adecuadamente de ma­nera tal que la relación entre signo y «designatum» aparezca con la mayor claridad posible y no esté sujeta a una defor­

madora simplificación.54] La distinción entre expresión y contenido y su inte­

racción en la función de signo es algo básico en la estructura de cualquier lengua. Cualquier signo, cualquier sistema de signos, cualquier sistema de figuras ordenado con fin de signos, cualquier lengua contienen en sí una forma de la expresión y una forma del contenido. La primera etapa del análisis de un texto debe consistir, por tanto, en un aná­lisis que diferencie estas dos entidades. Para ser exhaustivo, el análisis debe organizarse de tal modo que en cada etapa hagamos la división tomando partes de la mayor extensión, es decir, del menor número posible, bien sea dentro de la cadena analizada en su totalidad bien dentro de una sección cualquiera de la misma arbitrariamente fijada. Si un texto, por ejemplo, incluye tanto períodos como frases podremos mostrar que el número de frases es mayor que el de perío­

Page 41: glosemática

88 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

dos; por tanto no hemos de pasar directamente a dividirlo en frases, sino que habremos de dividirlo primero en perío­dos y después éstos en frases. Aplicado este principio a través de todo el proceso, resultará que cualquier texto ha de dividirse siempre en la primera etapa en dos y solamen­te dos partes, cuyo número mínimo garantice su extensión máxima: la línea de expresión y la línea de contenido, qué tienen solidaridad mutua a través de la función de sig­no. Después, la línea de la expresión y la línea del contenido se continuarán analizando cada una por separado, teniendo en cuenta, naturalmente, su interacción en los signos. Del mismo modo, la primera desmembración de un sistema lin­güístico nos conducirá a establecer sus dos paradigmas más inclusivos: el lado de expresión y el lado de contenido. Para designar la línea de expresión y el lado de expre­sión, de una parte, y la línea de contenido y el lado de contenido, de otra, hemos usado respectivamente las desig­naciones de plano de la expresión y plano del contenido (designaciones relacionadas con las palabras de Saussure antes citadas: «le plan... des idées... et celui... des sons»).

A través de todo el análisis, este modo de proceder nos hace ganar en claridad y simplificación, arroja luz además sobre todo el mecanismo de una lengua de un modo hasta aquí desconocido^ Desde este punto de vista resultará fácil organizar las disciplinas auxiliares de la lingüística de acuer­do con un plan bien fundado, y eludir por fin la vieja divi-

| sión fragmentaria de la lingüística en fonética, morfología, sintaxis, lexicografía y semántica — división que resulta poco satisfactoria en muchos aspectos y que además implica cier­ta superposición— . Pero además, cuando se continúa el aná­lisis, éste muestra que el plano de la expresión y el plano del contenido pueden describirse exhaustiva y consecuente­mente como si estuviesen estructurados de modo análogo,

Expresión y contenido 89

de tal manera que en ambos planos se prevén cate-55] gorías que se definen de modo totalmente idéntico.

Con ello se confirma de nuevo y esencialmente que es correcto concebir la expresión y el contenido como entidades coordinadas e iguales en todos los aspectos.

Los términos plano de la expresión y plano del contenido y, por lo que a esto respecta, expresión y contenido, se han elegido de conformidad con nociones preestablecidas y son totalmente arbitrarios. Su definición funcional no justifica que llamemos a una de estas entidades expresión y a la otra no, o que llamemos a una contenido y a la otra no. Se definen sólo por su solidaridad mutua, y ninguna de ellas puede identificarse de otro modo. Cada una de ellas se defi­ne por oposición y por relación, como funtivos mutuamente opuestos de una misma función.

Page 42: glosemática

X IV

INVARIANTES Y VARIANTES

Este adentrarse en la estructura del signo es condición indispensable para llevar a cabo el análisis con precisión y, especialmente, para reconocer las figuras de que se componeun signo lingüístico (pág. 71). En cada etapa..del análisisdebe hacerse un inventario de las entidades con relaciones uniformes (pág. 65). El inventario debe satisfacer nuestro principio empírico (pág. 22), es decir, ser exhaustivo a la vez que tan~simple- como sea posible. Tales exigencias, cierta­mente, han de satisfacerse en cada etapa, porque, entre otras razones, no podemos saber de antemano si una etapa dada será la última; pero son doblemente importantes para la etapa final del análisis, porque es en este punto cuando reconocemos las entidades finales que son básicas para el sistema, las entidades con las cuales ha de sernos posible demostrar que se construyen todas las demás entidades. Y en este punto es importante, no sólo para simplificar la so­lución de esta última etapa, sino para simplificar la solu­ción en conjunto, que el número de entidades finales sea lo más bajo posible.

Enunciamos esta exigencia a través de dos principios: el principio de economía y el principio de reducción, ambos deducidos del de simplicidad (pág. 33).

Invariantes y variantes 91

Principio de economía: la descripción se hará por medio de un procedimiento. E l procedimiento se ordenará de modo tal que el resultado sea de la mayor simplicidad posible, y se suspenderá si no Ueva a una u lterior simplificación.

Principio de reducción: cada operación del procedimiento se continuará o repetirá hasta que se haya agotado la des­cripción, y habrá de conducir en cada etapa a registrar el menor número posible de objetos.

A las entidades inventariadas en cada etapa las Ila-56] maremos elementos. Con vistas al análisis, formulamos

el principio de reducción en los siguientes términos: Cada análisis (o cada com plejo de análisis) en el que se

registren funtivos con una función dada como base del aná­lisis se hará de tal modo que conduzca a registrar el menor número posible de elementos.

Para dar plena satisfacción a esta exigencia hemos de tener a nuestra disposición un método que nos permita, en condiciones fijadas con precisión, reducir dos entidades a una sola o, como con frecuencia se dice, identificar dos en­tidades Si imaginamos un texto dividido en períodos, éstos en frases, éstas en palabras, etc., y un inventario por cada análisis, podremos observar que en muchos lugares del tex-

i En esta última formulación, la teoría presupone un análisis más cerrado del concepto de identidad lingüistica. De él ha tratado, desde muchos puntos de vista, la literatura reciente; por ejemplo, F. de Saussure, Cours, 2.a ed., págs. 150 ss., y, sobre la base de la jerar­quía de tipos russelliana, A. Penttila (Actes du IV ‘ Congrés internatio- nal de linguistes, Copenhague 1938, págs. 160 ss.), siguiendo a U. Saar- nio, Untersuchungen zur symbolischen Logik (Acta philosophica Fen- nica, I, Helsinki, 1935); cf. Penttila y Saarnio en Erkenntnis, IV, 1934, págs. 28 ss. Los resultados provisionales obtenidos parecen sufi­cientes, sin embargo, para indicar que es difícil llegar al método a través de definiciones formales, y que podemos actuar con parigual simplicidad a través del concepto de reducción. El problema de la identidad puede desecharse, por tanto, a este respecto, por entrañar una complicación innecesaria.

Page 43: glosemática

92 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

to tenemos «un mismo» período, «una misma» frase, «una misma» palabra, etc.: puede decirse que hay muchos ejem­plos de cada período, de cada frase, de cada palabra, etc. A estos ejemplos los llamaremos variantes, y a las entidades de las que son ejemplo, invariantes. Más aún, se observa inmediatamente que no sólo las entidades, sino también las funciones tienen variantes, de modo que la distinción en­tre variantes e invariantes se aplica a los funtivos en gene­ral. En cada etapa del análisis hemos de ser capaces de in­ferir invariantes de las variantes, con la ayuda de un méto­do especialmente preparado que establezca los criterios ne­cesarios para tal reducción.

En lo que afecta a las invariantes de grado máximo57] del plano de la expresión — en cuanto al lenguaje ha­

blado, en teoría hasta ahora, los llamados fonemas— se ha prestado alguna atención a este problema en la lingüís­tica moderna y no faltan los intentos de encontrar tal mé­todo de reducción. En muchos casos, sin embargo, los inves­tigadores se han detenido en una definición «rea l» más o menos vaga del fonema, que no proporciona ningún criterio objetivo y útil en los casos dudosos. En la lingüística mo­derna dos escuelas han intentado ofrecer conscientemente un método de reducción objetivo; la escuela de Londres, re­presentada por Daniel Jones, y la escuela fonológica, que tie­ne su origen en el Círculo de Praga y a cuya cabeza estaba N. S. Trubetzkoy. Los métodos de reducción desarrollados en estos dos campos muestran una semejanza característica y una diferencia interesante.

La semejanza consiste en que ninguna de las dos escuelas admite que un análisis del texto llevado a cabo basándose en las funciones sea el requisito previo de un inventario. El método usado es el inductivo (págs. 24-25), que toma como dato una masa de sonidos aislados, para agruparlos en cla­

Invariantes y variantes 93

ses de sonidos, los llamados fonemas. Esta agrupación debe operarse sin tener en cuenta de qué paradigmas forman parte los sonidos. Con notable falta de fundamento lógico, sin embargo, ambas escuelas parten de una somera división en categorías del inventario total de sonidos de una lengua, tra­tando las vocales y las consonantes por separado. Pero vo­cales y consonantes son consideradas como categorías defi­nidas no por las funciones lingüísticas, sino más bien por premisas no lingüísticas (fisiológicas o físicas). Y la cate­goría de las vocales y la categoría de las consonantes no se analizan al principio de la operación en subcategorías toman­do como base la relación (de acuerdo con su «posición» en

la sílaba).Nada hay de sorprendente en esta semejanza, puesto que

el método deductivo que hemos esbozado (pág. 26), no se ha puesto en práctica hasta aquí en la ciencia lingüística.

La diferencia entre las dos escuelas en su modo de pro­ceder, por otra parte, no carece de interés metodológico. Ambas están de acuerdo en ver algo característico en el he­cho de que los fonemas — en contraste con las varian tes- tienen una función distintiva: el cambio de un fonema por otro puede entrañar una diferencia de contenido (v. g. pez- paz), cosa que no sucede cuando se cambia una variante del mismo fonema por otra (v. g. dos pronunciaciones di­ferentes de la e en la palabra pez). Los fonólogos de Praga sientan este criterio en su definición, al definir la oposición

fonèmica como una oposición distintiva2. La escuela58] de Londres sigue otro camino. Daniel Jones señala

que los fonemas son distintivos, pero no se decide a

2 Actes du I er Congrès international de linguistes, Leiden, s. d.,pâg. 33. Travaux du Cercle linguistique de Prague, IV, 1931, pâg. 311.N. S. Trubetzkoy, Grundzüge der Phonologie ( Travaux du Cercle lin­guistique de Prague, VII, 1939), pâg. 30.

Page 44: glosemática

94 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

incorporar este rasgo a la definición de fonema, consideran­do que hay oposiciones fonémicas que no pueden entrañar una diferencia de contenido, puesto que los fonemas de que se trata no pueden cambiarse por otros dentro de una mis­ma palabra, es decir en la misma «posición» en la cadena; es lo que sucede, por ejemplo, con h y V en inglés3. Esta dificultad se debe a que la teoría de Jones no admite que los fonemas puedan diferir sencillamente por pertenecer a categorías diferentes (aparte de la distinción entre vocal y consonante). Por tanto, no se considera criterio suficiente­mente distintivo que h, que sólo puede aparecer en posición inicial en la sílaba, y v, que sólo puede aparecer en posición final en la sílaba, entren en oposición distintiva con otros fonemas que ocupen la misma «posición» (v. g. hat-cat, sing-sit). La escuela de Londres, por tanto, intenta ex­cluir la pertinencia de la función distintiva y en su lugar — al menos en teoría— tomar como base la «posición» del fonema sin atender a la función distintiva, de modo que dos sonidos que puedan aparecer en la misma po­sición estén referidos siempre a fonemas diferentes4. Pero es evidente que así surgen nuevas dificultades, habida cuenta, sobre todo, de que también las variantes pueden apa­recer en la misma «posición» (ejemplo, pez con e de distin­tas calidades). Para eliminar esta dificultad es necesario in­troducir, además del fonema, otro concepto: la varífona, cu­ya relación con el fonema no está del todo clara. Puesto que cualquier nuevo ejemplar de fonema es una nueva va­riante, cada fonema tendrá variantes en una misma «posi­

î D. Jones, Travaux du Cercle linguistique de Prague, IV, 1931, pâgs. 77 s. D. Jones, An Outline of English Phonetics, Cambridge, 1936, pâgs. 49 s.

4 D. Jones, Le maître phonétique, 1929, pâgs. 43 s.. Travaux duCercle linguistique de Prague, IV, pâg. 74.

Invariantes y variantes 95

ción», de donde se sigue que cada fonema ha de ser una varífona. Pero parece, aun cuando no se diga de modo ex­preso, que las distintas varífonas sólo pueden considerarse

diferentes unas de otras por su oposición distintiva5.59] El intento de la escuela de Londres de evitar la

oposición distintiva resulta instructivo. Probablemen­te se hizo en la creencia de que hay base más firme en la fonética pura sin recurrir al contenido, en el que la distin­ción entre semejanzas y diferencias puede resultar precaria puesto que el método analítico no está tan bien desarrollado en este campo y parece más difícil conseguir criterios obje­tivos. Al parecer, el Círculo de Praga opinaba del mismo modo, puesto que trata de servirse sólo de las llamadas «d ife­renciaciones de significado intelectual». Pero el Círculo de Praga tiene indudablemente toda la razón al aferrarse con firmeza al criterio distintivo como el pertinente; los inten­tos de la escuela de Londres muestran las insuperables difi­cultades que de otro modo se presentan. La rotunda afirma­ción de este principio es el principal mérito del Círculo de Praga; en todos los demás puntos hay que tomar con gran reserva su teoría y su práctica en lo que se llama fonología.

La experiencia obtenida en los métodos de reducción in­tentados parece, pues, mostrar que debemos considerar el factor distintivo como el pertinente para registrar las inva­riantes y distinguir entre variantes e invariantes. En el pla­no de la expresión hay diferencia entre las invariantes cuan­do hay una correlación (v. g., la correlación entre e y a en pez-paz) a la que corresponde una correlación en el plano del contenido (la correlación entre las entidades de conteni­do p ez y paz), de modo que podemos registrar una relación

5 D. Jones, Proceedings of the International Congress of Phonetic Sciences (Archives néerlandaises de phonétique expérimentale, VIII- IX, 1933), pâg. 23.

Page 45: glosemática

96 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

entre la correlación de la expresión y la correlación del con­tenido. Esta relación es consecuencia inmediata de la fun­ción de signo, la solidaridad entre la forma de la expresión y la forma del contenido.

Ciertos métodos de la lingüística convencional, como he­mos visto, han tratado de reconocer este hecho en los últi­mos tiempos; pero sólo se le ha estudiado con seriedad con respecto a las figuras del plano de la expresión. Para com­prender la estructura de una lengua y efectuar un análisis es de capital importancia advertir que este principio debe extenderse de modo que también resulte válido para las de­más variantes de la lengua, independientemente de su gradoo, en general, del lugar que ocupen en el sistema. Este prin­cipio resulta cierto, por tanto, para todas las entidades de expresión, con independencia de su extensión, y no solamen­te para las entidades mínimas; y tiene aplicación en el pla­no del contenido en la misma medida que en el plano de la expresión. En realidad, es tan sólo la consecuencia lógica de reconocer la validez de este principio para las figuras de la

expresión.60] Si consideramos signos en lugar de figuras, y no un

signo en particular sino dos o más signos en correla­ción mutua, hallaremos siempre una relación entre una co­rrelación de la expresión y una correlación del contenido. Si no se advierte tal relación, este será precisamente el cri­terio para decidir que no se trata de dos signos diferentes, sino únicamente de dos variantes distintas del mismo signo. Si el cambio de una expresión de frase por otra distinta puede entrañar un cambio correspondiente entre dos conte­nidos de frase diferentes, habrá dos frases de expresión di­ferentes; si no, habrá dos variantes de la frase en la expre­sión, dos ejemplares distintos de una misma expresión de frase. Lo mismo ocurre con las expresiones de la palabra y

Invariantes y variantes 97

con cualquiera otra expresión del signo. Y el mismo princi­pio se aplica a las figuras sin tener en cuenta su extensión —las sílabas, por ejemplo—. La diferencia entre los signos y las figuras a este respecto consiste únicamente en que en el caso de los signos será siempre la misma diferencia de contenido la que entrañe una misma diferencia de expresión, mientras que en el caso de las figuras una misma diferencia de la expresión puede, en cada supuesto, entrañar cambios diferentes entre las entidades del contenido (ejemplos, pez- paz, mes-mas, ten-tan).

Aún más; la relación observada es reversible, en el senti­do de que la distinción entre variantes e invariantes dentro del plano del contenido debe hacerse exactamente de acuer­do con el mismo criterio (habrá dos invariantes del conte­nido diferentes si su correlación tiene relación con una co­rrelación de la expresión, y no en otro caso). Por tanto en la práctica habrá dos invariantes del contenido si el cambio de una por la otra puede entrañar un cambio correspondiente en el plano de la expresión. En el caso de los signos, esto es especial e inmediatamente evidente. Si, por ejemplo, el cambio de una expresión de la frase por otra entraña un cambio correspondiente entre dos contenidos de la frase, en­tonces el cambio de uno de los contenidos de la frase por el otro entrañará un cambio correspondiente entre las dos expresiones de la frase; se trata de la misma cosa vista des­de el lado opuesto.

Finalmente, es una consecuencia lógica inevitable que esta prueba de cambio pueda aplicarse al plano del conte­nido, y no únicamente al de la expresión, y deba permitimos registrar las figuras que componen los contenidos del signo.

Exactamente igual que en el plano de la expresión, la61] existencia de figuras será únicamente la consecuencia

lógica de la existencia de signos. Cabe predecir, por

PROLEGÓMENOS. — 7

Page 46: glosemática

98 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

tanto, con certeza que tal análisis puede llevarse a cabo. Y cabe añadir además que llevarlo a cabo es de suma impor­tancia, porque es un requisito previo necesario para lograr una descripción exhaustiva del contenido. Tal descripción exhaustiva presupone la posibilidad de explicar y describir un número ilimitado de signos, también con respecto a su contenido, con la ayuda de un número limitado de figuras.Y la exigencia de reducción ha de ser la misma en este caso que en el plano de la expresión: cuanto más reducido poda­mos hacer el número de las figuras del contenido, tanto me­jor podremos satisfacer el principio empírico y su exigen­cia de máxima simplicidad.

Hasta ahora, ni se ha hecho ni se ha intentado siquiera en la lingüística tal análisis en figuras del contenido, aunque el análisis correspondiente en figuras de la expresión es tan viejo como la invención de la escritura alfabética (por no decir más viejo: después de todo, la invención de la escri­tura alfabética presupone un intento de tal análisis de la expresión). Esta incongruencia ha tenido las consecuencias más catastróficas: enfrentado con un número ilimitado de signos, el análisis del contenido ha parecido un problema insoluble, un trabajo de Sísifo, un pico inaccesible.

No obstante se seguirá en el plano del contenido exacta­mente el mismo modo de proceder que el seguido en el pla­no de la expresión. Lo mismo que el plano de la expresión puede, a través de un análisis funcional, disociarse en com­ponentes con relaciones mutuas (como en el viejo descubri­miento de la escritura alfabética y en las modernas teorías fonémicas), también el plano del contenido puede disociarse por medio de tal análisis en componentes con relaciones mu­tuas que sean más pequeños que los contenidos del signo mínimos.

Invariantes y variantes 99

Imaginemos que en el análisis de un texto, en aquella etapa del análisis en que ciertas cadenas de extensión ma­yor (pensemos, por ejemplo, en expresiones de la palabra en una lengua de estructura conocida) se dividen en sílabas, se registran las sílabas siguientes: sla, sli, slai, sa, si, sai, la, li, lai. En la etapa siguiente, en que las sílabas se divi­den en parte central (seleccionada) y partes marginales (selec­cionantes) (pág. 46), un inventario puramente mecánico en las categorías de partes centrales y marginales de las sílabas

daría por resultado, respectivamente, a, i, ai, y si, s, l.62] Pero puesto que ai puede explicarse como unidad es­

tablecida por la relación entre a e i, y si como unidad establecida por la relación entre s y l, ai y si se excluyen del inventario de elementos. Sólo nos quedan a e i, s y l, de modo que éstas se definen por su facultad de formar parte de los «grupos» mencionados (el grupo de consonantes si y el diptongo ai). Y conviene observar que debe empren­derse esta reducción en la misma operación en que se regis­tren las partes centrales y marginales de las sílabas, y no dejarse para la operación siguiente, en la que estas partes se dividen de nuevo en partes más pequeñas. Emprenderla de otro modo sería contrario tanto a la exigencia de máxi­ma simplicidad en el procedimiento cuanto a la exigencia de máxima simplicidad del resultado de cualquier operación dada (cf. pág. 33 y el principio de reducción). Sin embargo, en otra situación, en la que, al dividir cadenas de mayor longitud en sílabas, hubiésemos encontrado solamente slai, no sla, sli, sa, si, sai, la, li, lai, la reducción no podría conti­nuarse por división de las sílabas en partes y habríamos de posponer toda reducción ulterior hasta la operación siguien­te, en la que las partes de las sílabas se tomarían como ob­jeto de nueva división. Si, para dar otro ejemplo, tuviése­mos slai, sla y sli, pero no sai, sa, si, lai, la, li, deberíamos

Page 47: glosemática

100 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

poder dividir ai en esta etapa del procedimiento, pero no si. (Si tuviésemos slai y sla, pero no sli, la división no po­dría emprenderse, y ai y a habrían de registrarse como dos invariantes diferentes. La violación de esta regla conduciría, entre otros resultados, al absurdo de que en una lengua que tuviese las sílabas a y sa, pero ninguna sílaba s, habríamos de registrar no solamente a, sino también s como invarian­te separada en el inventario de sílabas).

Tal forma de proceder entraña en principio un factor de generalización. La reducción solamente puede llevarse a cabo si es posible generalizar de un caso a otro sin el riesgo de inconsecuencia. En nuestro ejemplo nos es dado imaginar el supuesto de que si pueda reducirse a un grupo sólo en al­gunos casos, pero no en todos, porque el contenido asociado a la sílaba sla con si sin resolver sea diferente del contenido asociado a la sílaba sla con si resuelta, de donde debe se­guirse que si será un elemento equiparable a 5 y a l. En va­rias lenguas bien conocidas (v. g., el inglés) la entidad t J puede dividirse en í y J, de manera que esta división cabe ge­neralizarla de modo congruente a todos los casos. En pola­co, sin embargo, t j existe como entidad independiente equi­parable a í y a J, mientras estas dos letras pueden formar

parte de un grupo t S (funcionalmente distinto de íj):63] las dos palabras trzy ’tres’ y czy ’si’ sólo difieren en

pronunciación porque la primera tiene í J y la se­gunda t j 6.

* L. Bloomfield, Language, New York, 1933, pág. 119, George L. Trager, Acta Lingüística, I, 1993, pág. 179. Un análisis completo del sistema de expresión polaco desde nuestro punto de vista descubriría probablemente ulteriores diferencias entre los dos casos; pero eso no quita fuerza al principio o a su aplicación en una etapa deter­minada del análisis. Algo parecido sucede con el ejemplo de Jones de la fe y ti en inglés.

Invariantes y variantes 101

Es, por tanto, de importancia práctica en este caso uti­lizar un principio de generalización especial. Además, el va­lor práctico de este principio se pone de manifiesto en mu­chos otros puntos de la teoría lingüística, y debe ocupar su lugar como uno de los principios generales de la teoría. Creemos posible probar que este principio ha desempeñado siempre implícitamente su papel en la investigación cientí­fica, aunque, que nosotros sepamos, no ha sido enunciado anteriormente. Dice así:

Si un objeto admite una solución unívocamente, y otro

objeto admite la misma solución equívocamente, se genera­liza la solución como válida para el objeto equívoco.

La regla que se aplica a las reducciones aquí discutidas puede, consecuentemente, enunciarse como sigue:

Las entidades que, por aplicaciones del principio de ge­neralización, pueden registrarse unívocamente como unida­des complejas que incluyen sólo elementos registrados en

la misma operación, no deben registrarse como elementos.Esta regla ha de aplicarse en el plano del contenido exac­

tamente del mismo modo que en el de la expresión. Si, por ejemplo, un inventario puramente mecánico en una etapa dada del procedimiento conduce a registrar en inglés las en­tidades de contenido «ram», «ewe», «man», «woman», «boy», «girl», «stallion», «mare», «sheep», «human being», «child», «horse», «he», y «she», «ram», «ewe», «man», «woman», «boy», «girl», «stallion», y «mare» deben eliminarse del in­ventario de elementos si pueden explicarse unívocamente como unidades relaciónales que incluyen sólo «he» o «she» por una parte, y «sheep», «human being», «child», «horse» por otra. Aquí, igual que en el plano de la expresión, el cri­terio es la prueba de cambio, por la que se encuentra la relación entre las correlaciones en cada uno de los dos planos.

Page 48: glosemática

102 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

Del mismo modo que el cambio entre sai, sa y si64] puede entrañar cambios entre tres contenidos dife­

rentes, también los cambios entre las entidades del contenido «ram», «he», y «sheep» puede entrañar cambio entre tres expresiones diferentes. «Ram» = «he-sheep» será diferente de «ewe» = «she-sheep», del mismo modo que si será diferente de, digamos, fl y «ram» = «he-sheep» será diferente de «stallion» = «he-horse» del mismo modo que si será diferente de, digamos, sn. El cambio de un solo elemen­to por otro es en ambos casos suficiente para entrañar un cambio en el otro plano de la lengua.

En los ejemplos a que hemos recurrido (la partición de períodos en frases, y de las frases en palabras; la partición de los grupos de sílabas en sílabas, de éstas en partes de sílabas, y de éstas en figuras más pequeñas) hemos habla­do provisionalmente, de acuerdo con los conceptos tradicio­nales, como si el texto constase sólo de línea de expresión. En el apartado precedente (pág. 89) nos hemos inclinado a considerar que después de partir el texto en línea de ex­presión y línea de contenido, hemos de partir cada una de éstas de acuerdo con un principio común. Consecuente­mente, hemos de llevar esta partición hasta el mismo punto (es decir, hasta el final) en ambas líneas. Así como al partir la línea de expresión más tarde o más temprano nos acercamos a un límite en el que los inventarios no restrin­gidos se hacen restringidos, después de lo cual estos inven­tarios restringidos decrecen de un modo constante en mag­nitud a través de las operaciones siguientes (pág. 66), lo propio ocurrirá al analizar la línea de contenido. El análi­sis en figuras en el plano de la expresión puede decirse que consiste, en la práctica, en la resolución de entidades que forman parte de inventarios ilimitados (v. g., expresiones de palabras) en entidades que forman parte de inventarios

Invariantes y variantes 103

limitados, resolución que continúa hasta que sólo quedan los inventarios más limitados. Lo mismo cabe decir del análisis en figuras en el plano del contenido. Aun cuando el inven­tario de los contenidos de la palabra no sea restricto en cada lengua de estructura conocida, incluso los signos mí­nimos se distribuirán (sobre la base de diferencias relació­nales) en unos inventarios (seleccionados) ilimitados (v. g., inventarios de los contenidos de la raíz), y otros (seleccio­nantes) limitados (por ejemplo, inventarios que compren­den los contenidos de los elementos derivacionales y fle­xionales, es decir, derivativos y morfemas). Por tanto, en la práctica el procedimiento consiste en tratar de analizar las entidades que forman parte de los inventarios ilimitados en entidades que formen parte de los inventarios limitados. En el ejemplo antes ofrecido se advierte que este principio ya

se ha llevado a cabo en parte: mientras «sheep», «hu-65] man being», «child» y «horse» permanecen por el mo­

mento dentro de los inventarios no restrictos, «he» y «she», en su calidad de pronombres, pertenecen a una cate­goría especial, relacionalmente definida, con un número limitado de miembros. La tarea consistirá, pues, en conti­nuar el análisis hasta haber restringido todos los inventa­rios, y haberlos restringido al máximo.

En esta reducción a «grupos» de las entidades del con­tenido, un contenido del signo se equipara a una cadena de contenidos del signo que tengan ciertas relaciones mutuas. Las definiciones con que se traducen las palabras en un dic­cionario unilingüe son en principio de este tipo, aun cuando los diccionarios no han intentado hasta aquí tal reducción y, por tanto, no dan definiciones que puedan aprovecharse sin más para realizar un análisis fiel al principio de congruen­cia. Pero lo que se establece como equivalente de una entidad dada, cuando se reduce así esa entidad, es en rea-

Page 49: glosemática

104 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

lidad la definición de la entidad, enunciada en la misma lengua y en el mismo plano que aquél al que la entidad misma pertenece. Tampoco vemos nada en este momento que nos impida aplicar la misma terminología a los dos pla­nos y, así, llamarlo también definición cuando, por ejemplo, la expresión de la palabra pan se analiza considerando que consta de la consonante p, la vocal a y la consonante n. De este modo llegamos a la definición de definición: se entien­de por definición la partición de un contenido del signo o de una expresión del signo.

Esta reducción de entidades a grupos de elementos pue­de hacerse en ciertos casos más eficaz registrando los co­nectivos como tales. Por conectivo entendemos aquel fruiti­vo que bajo ciertas condiciones es solidario con unidades de complejos de cierto grado. En el plano de la expresión, los conectivos se identifican frecuentemente (no siempre) en la práctica con lo que en la lingüística de antaño se lla­maban vocales de unión, pero difieren de ellas al definirlos. La vocoide que aparece en inglés delante de la terminación flexional en la palabra fishes puede registrarse como un co­nectivo. En el plano del contenido, las conjunciones, por ejemplo, serán con mucha frecuencia conectivos, hecho que puede ser de importancia decisiva para el análisis e inven­tario de las oraciones y frases de las lenguas de cierta es­tructura. Porque en virtud de este hecho podremos conse­guir de ordinario, ya en la etapa del análisis de los períodos, no solamente una resolución de los períodos complejos en oraciones simples, sino también una reducción, a lo largo de todo el inventario, de una oración principal dada y de una oración subordinada también dada a una oración con ambas posibilidades funcionales. La oración principal (se­leccionada) y la secundaria (seleccionante) serán enton­ces no dos tipos de oración, sino dos tipos de «funcio-

Invariantes y variantes 105

66] nes de la oración» o dos tipos de variantes de la ora­ción. Añadimos para completar el concepto que un

orden de palabras específico en ciertos tipos de oración su­bordinada puede registrarse como señal de esas variantes de oración y, por tanto, no impide que la reducción se lleve a cabo. Más aún: la suerte que aquí corren dos de los pila­res básicos de la sintaxis convencional —la oración principal y la oración secundaria, que de este modo se reducen a me­ras variantes— la correrán, de modo correspondiente, otros varios de sus restantes pilares básicos. En las estructuras lingüísticas conocidas, el sujeto y el predicado serán varian­tes de un mismo nombre (una misma yunción, o algo pare­cido). En una lengua sin caso para el complemento, el com­plemento será una variante en la misma línea que éstas, y en una lengua con caso para el complemento, en que éste tenga además otras funciones, será una variante de un nom­bre en ese caso. En otras palabras, la distribución de los fruitivos en dos clases —variantes e invariantes— elimina la tradicional bifurcación de la lingüística en morfología y sintaxis.

Por tanto, la relación entre correlación de la expresión y correlación del contenido debemos registrarla para todas las entidades del texto en ambos planos. El factor distinti­vo resulta ser pertinente a la hora de inventariar. A la co­rrelación en un plano que, de este modo, tenga relación con una correlación en el otro plano del lenguaje la llamare­mos conmutación. Se trata, claro está, de una definición práctica; en la teoría buscamos, por supuesto, una formu­lación más abstracta y más general. Igual que podemos ima­ginar una correlación y un cambio dentro de un paradigma que tengan relación con una correlación correspondiente y con un cambio correspondiente dentro de un paradigma del otro plano de la lengua, así también podemos imaginar una

Page 50: glosemática

106 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

relación y un cambio dentro de una cadena que tengan rela­ción con una relación y con un cambio correspondiente den­tro de una cadena del otro plano; en tal caso hablaremos de permutación. Con frecuencia se advierte una permuta­ción entre signos de extensión relativamente amplia; inclu­so es posible definir las palabras como signos permutables mínimos. Como término común para designar la conmuta­ción y la permutación elegimos el de mutación. Los deriva­

dos del mismo grado pertenecientes a un mismo pro-67] ceso o a un mismo sistema se dice que constituyen

un rango-, definimos la mutación, pues, como la fun­ción existente entre los derivados de primer grado de una misma clase, como la función que tiene relación con una fun­ción entre otros derivados de primer grado de una misma clase pertenecientes al mismo rango. Conmutación será, por tanto, una mutación entre los miembros de un paradigma, y permutación una mutación entre las partes de una cadena.

Por sustitución entendemos la falta de mutación entre los miembros de un paradigma; sustitución es, por tanto, en este sentido, lo contrario de conmutación. De las definicio­nes se sigue que ciertas entidades no tienen ni conmuta­ción mutua ni sustitución mutua: se trata de aquellas enti­dades que no entran en un mismo paradigma; así, por ejem­plo, una vocal y una consonante o h y V en el ejemplo de Jones ofrecido arriba.

Las invariantes, pues, son correlatos con conmutación mu­tua, y las variantes, correlatos con sustitución mutua.

La estructura específica de una lengua en particular, los rasgos que caracterizan una lengua dada, que la diferencian de las demás, que la hacen semejante a otras y que deter­minan su lugar tipológico, quedan establecidos cuando es­pecificamos qué categorías relacionalmente definidas tiene la lengua, y qué número de invariantes entran en cada una

Invariantes y variantes 107

de ellas. El número de invariantes dentro de cada categoría se establece por la prueba de conmutación. Lo que hemos llamado, refiriéndonos a Saussure, forma lingüística, que en cada lengua marca sus arbitrarias fronteras en un conti- nuum de sentido que es amorfo por sí mismo, depende ex­clusivamente de esta estructura. Los ejemplos que hemos dado (págs. 80 y ss.) son precisamente otros tantos ejemplos de la pertinencia de la prueba de conmutación; el número de designaciones de color, de números, de tiempos verbales, de sonidos oclusivos, de vocales, etc., se establece de este modo. Los elementos del contenido «árbol» y «madera» son variantes en danés (véase pág. 81), pero invariantes en ale­mán y francés; los elementos del contenido «madera» y «bosque» son invariantes en danés, pero variantes en fran­cés. Los elementos del contenido «bosque grande», «bosque no grande» o «bosque sin tener en cuenta el tamaño», son invariantes en francés, pero variantes en alemán y danés. El único criterio de que nos valemos para sentar tales afir­

maciones es la prueba de conmutación.68] Si la vieja gramática transfirió ciegamente las ca­

tegorías y miembros de categorías del latín a las len­guas europeas modernas, como por ejemplo el danés7, fue porque no se entendió con claridad la pertinencia de la prueba de conmutación para el contenido lingüístico. Si se trata el contenido lingüístico sin atender en absoluto a la conmutación, lo que resulta en la práctica es un tratamiento que no atiende a su relación con la expresión lingüística a través de la función de signo. El resultado ha sido que en tiempos recientes, como reacción, nos hemos visto forzados a exigir un método gramatical que tome como punto de

7 Sobre este punto véase, entre otros, H. G. Wiwel, Synspunkter for dansk sproglcere, Copenhague, 1901, pág. 4.

Page 51: glosemática

108 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

partida la expresión y busque pasar de ella al contenido8. Una vez descubierta la conmutación en todo su alcance, re­sulta que aquella exigencia se ha enunciado de forma ine­xacta. Con el mismo derecho podría pedirse que el estudio de la expresión comenzase con el contenido y pasase del contenido a la expresión. Lo importante es que, estemos por el momento interesados especialmente en la expresión o es­pecialmente en el contenido, no comprenderemos nada acer­ca de la estructura de una lengua si no tenemos constante­mente en cuenta ante todo la interacción de los planos. Tan­to el estudio de la expresión como el del contenido son un estudio de la relación entre la expresión y el contenido; las dos disciplinas se presuponen mutuamente, son interdepen- dientes, y no pueden, por tanto, aislarse una de la otra sin serio daño. El análisis, como ya hemos dicho (capítulos IX- X I), debe hacerse de tal modo que las funciones sean la base del mismo.

8 Véase, en tal sentido, el autor del presente libro (L. Hjelmslev, Prín­cipes de grammaire générale, Det Kgl. Danske Videnskabernes Selskab, Hist.-filol. Medd., XVI, 1, Copenhague, 1928, especialmente pág. 89V

ESQUEMA LINGÜISTICO Y USO LINGÜÍSTICO

El lingüista debe interesarse tanto por la semejanza como por la diferencia entre las lenguas, dos aspectos complemen­tarios de la misma cosa. La semejanza entre las lenguas es su propio principio estructural; la diferencia es la forma de poner en práctica in concreto ese principio. Tanto una como otra radican, pues, en el lenguaje y en las lenguas mis­mas, en su estructura interna; y no hay semejanza ni dife­rencia entre las lenguas que se apoye en cualquier factor ex­

terior al lenguaje. Tanto la semejanza como la dife-69] rencia se apoyan en lo que, siguiendo a Saussure, he­

mos llamado la forma, no la sustancia a la que se da forma. Del sentido al que se da forma tal vez podría pen­sarse a priori que pertenece a lo que es común a todas las lenguas y, por tanto, a la semejanza entre las lenguas, pero eso sería ilusorio; al sentido se le da forma de un modo es­pecífico en cada lengua y no hay ninguna conformación uni­versal, sino únicamente un principio universal de conforma­ción. El sentido por sí mismo está sin conformar; por sí mismo no está sujeto a conformación, sino que es simple­mente susceptible de conformación, de cualquier conforma-

Page 52: glosemática

ción, sea la que sea; si algo hubiera que limitar en este punto afectaría a la conformación; no al sentido. El sentido es, por tanto, en sí mismo inaccesible al conocimiento, pues­to que el requisito previo para el conocimiento es el análisis de algún tipo; el sentido sólo puede conocerse a través de una conformación y, así, carece de existencia científica fue­ra de ésta.

Por lo tanto, no es posible tomar el sentido —sentido de la expresión o sentido del contenido— como base de la descripción lingüistica. Para ello tendríamos que basarnos en algo emprendido con anterioridad, en una conformación del sentido establecida de una vez para siempre, la cual, cualquiera que fuere el modo como se hubiese estructura­do, sena inevitablemente incongruente con la mayoría de las lenguas. De ahí que tanto la construcción de una gramática basada en sistemas ontológicos especulativos como de una gramatica dada basada en la gramática de otra lengua estén necesariamente condenadas de antemano al fracaso.

No cabe, por tanto, introducir al principio una descrip­ción de la sustancia como base de la descripción de una len­gua. Por el contrario, la descripción de la sustancia depen­de de la descripción de la forma lingüística. El viejo sueño de un sistema fonético universal y de un sistema de con­tenido (sistema de conceptos) también universal no puede llevarse a cabo, o en cualquier caso quedaría privado de todo posible contacto con la realidad lingüística. No es su- perfluo, a la vista de ciertos rebrotes de la filosofía medie­val aparecidos incluso en los últimos tiempos, señalar que ni unos tipos fonéticos de validez general ni un esquema eterno de ideas pueden erigirse empíricamente con validez alguna para el lenguaje. La diferencia entre las lenguas no descansa en su diferente realización de un tipo de sustancia sino en su diferente realización de un principio de confor­

— ____________________Prolegómenos a una teoría del lenguaje Esquema y uso lingüístico111

mación o, en otras palabras, en una diferente forma en pre­sencia de un sentido idéntico pero amorfo.

Así, las consideraciones que nos hemos visto forzados a hacer en lo que precede, de completo acuerdo con la distin­ción de Saussure entre forma y sustancia, nos llevan a reco­nocer que la lengua es una forma y que fuera de esa forma,

con función con ella, está presente una materia no70] lingüística, la «sustancia» de Saussure: el sentido. Así

como es de la competencia de la lingüística analizar la forma lingüística, corresponde a otras ciencias analizar el sentido. Proyectando los resultados de la lingüística sobre los resultados de estas otras ciencias obtendremos una pro­yección de la forma lingüística sobre el sentido en una len­gua dada. Puesto que la formación lingüística del sentido es arbitraria, es decir, no está basada en el sentido sino en el principio concreto de la forma y en sus consecuentes po­sibilidades de realización, estas dos descripciones —la lin­güística y la no lingüística— deberán emprenderse indepen­dientemente la una de la otra.

Para precisar tal extremo y darle una claridad palpable, plástica, tal vez convendría expresar a qué ciencias corres­ponde la descripción del sentido, tanto más cuanto que acer­ca de este punto la lingüística se ha mostrado hasta ahora inclinada a una vaguedad de hondas raíces en la tradición.A este respecto podemos llamar la atención sobre dos he­chos:

a ) La descripción del sentido, tanto respecto a la expre­sión lingüística como al contenido lingüístico, puede consi­derarse que, en lo esencial, corresponde en parte al campo de la física y en parte al de la antropología (social). (Con esto no tomamos postura acerca de ciertas diferencias de opinión surgidas en la filosofía moderna). La sustancia de ambos planos puede considerarse a la vez como entidades fí-

Page 53: glosemática

112 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

sicas (sonidos en el plano de la expresión, cosas en el pla­no del contenido) y como la concepción que de esas entida­des tienen los que usan la lengua. Consecuentemente, en ambos planos se requiere tanto una descripción física como fenomenológica del sentido.

b ) Una descripción exhaustiva del sentido del contenido lingüístico requiere de hecho la colaboración de todas las ciencias no lingüísticas; desde nuestro punto de vista, todas ellas, sin excepción, tratan de un contenido lingüístico.

Con la relativa justificación que nos da un punto de vista particular, nos inclinamos así a considerar que todas las ciencias giran alrededor de la lingüística. Nos inclinamos a simplificar las cosas, reduciendo las entidades científicas a dos tipos fundamentales, lenguajes y no-lenguajes, y asimis­mo a ver una relación, una función entre ellas.

Más tarde tendremos ocasión de discutir la naturaleza de esta función entre el lenguaje y el no-lenguaje y

71] de estudiar la clase de implicación estricta y la clase de supuesto presentes en este caso particular. Al mis­

mo tiempo ampliaremos y modificaremos el cuadro que he­mos trazado provisionalmente. Lo que se ha dicho aquí so­bre el tema, y en particular acerca de la forma y la sustancia de Saussure, es sólo provisional.

Desde el punto de vista adoptado debemos concluir, pues, que así como las diversas ciencias especiales no lingüísticas pueden y deben emprender un análisis del sentido lingüís­tico sin considerar la forma lingüística, así también la lin­güística puede y debe emprender un análisis de la forma lingüística sin considerar el sentido que puede alinearse con ella en ambos planos. Y así como el sentido del contenido y el sentido de la expresión debe considerarse que están des­critos suficientemente —y en la única forma adecuada— por las ciencias no lingüísticas, debe encomendarse a la lin­

Esquema y uso lingüístico 113

güística la tarea especial de describir la forma lingüística, para hacer posible de este modo la proyección de la misma sobre las entidades no lingüísticas que desde el punto de vis­ta del lenguaje proporcionan la sustancia. Así pues, la lingüís­tica debe ver su principal misión en establecer una ciencia de la expresión y una ciencia del contenido sobre una base interna y funcional; la ciencia de la expresión, sin recurrir a premisas fonéticas o fenomenológicas, y la ciencia del con­tenido sin premisas ontológicas o fenomenológicas (aunque, desde luego, no sin las premisas epistemológicas en que se apoya toda ciencia). Tal lingüística, a diferencia de la lin­güística convencional, no tendrá como ciencia de la expre­sión una fonética y como ciencia del contenido una semán­tica. Tal ciencia será un álgebra del lenguaje, que opere con entidades innominadas, es decir, denominadas arbitrariamen­te, sin designación natural, que recibirán una designación motivada sólo al ser confrontadas con la sustancia.

Puesto que la lingüística se enfrenta con una tarea prin­cipal cuya solución se ha descuidado hasta ahora por com­pleto en todo estudio del lenguaje, deberá estar preparada para iniciar un trabajo de meditación e investigación de gran amplitud. En lo que concierne a la expresión lingüística, en los últimos tiempos se ha iniciado ya parte de este trabajo en zonas concretas *.

1 Distintos autores han intentado describir las categorías de la expresión sobre una base puramente no fonética. En particular, L. Bloomfield para el inglés y, en parte, para otras lenguas (Language, New York, 1933, págs. 130 ss.), George L. Trager para el polaco (Acta Lingüistica, I, 1939, pág. 179), Hans Vogt para el noruego ( Norsk tidsskrift for sprogvidenskap, X II, 1942, págs. 5 ss.), H. J. Uldall para el danés (Proceedings of the Second International Congress of Phonetic Sciences, Cambridge, 1936, págs. 54 ss.) y para el hotentote (Africa, X II, 1939, págs. 369 ss.), A. Bjerrum para el dialecto danés de Fjolde (Fjoldemálets-lydsystem, 1944), J. Kurylowicz para el griego antiguo ( Travaux du Cercle linguistique de Copenhague,

PROLEGÓMENOS. — 8

Page 54: glosemática

114 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

72] Desde sus primeros pasos la presente teoría lingüís­tica se ha inspirado en este concepto, e intenta pro­

ducir precisamente tal álgebra inmanente del lenguaje. Para subrayar su diferencia con otros tipos precedentes de lin­güística y su independencia básica de una sustancia de­finida no lingüísticamente, le hemos dado un nombre espe­cial, que se viene usando en trabajos preparatorios desde 1936: la llamamos glosemática (de yXcoaoa ’lengua’) y usa­mos la voz glosemas para significar las formas mínimas que la teoría nos lleva a establecer como bases de explicación, las invariantes irreducibles. Tal designación especial no ha­bría sido necesaria si no se hubiese hecho tan frecuente mal uso del término lingüística para designar un desafor­tunado estudio del lenguaje con base en puntos de vista transcendentes y no pertinentes.

Ahora bien, la distinción establecida por Saussure entre «forma» y «sustancia» tiene sólo una justificación relativa: desde el punto de vista del lenguaje. «Forma» significa aquí forma lingüística, y «sustancia» —como hemos visto— sus­tancia lingüística, o sentido. Por sí mismos, los conceptos «forma» y «sustancia», en su sentido más absoluto, tienen un alcance más general, pero no cabe generalizarlos sin co­rrer el riesgo de provocar cierta oscuridad terminológica. Desde luego, debe subrayarse expresamente que «sustan­cia» no está en oposición con el concepto de función, sino

V, 1949, págs. 56 s.), Knud Togeby para el francés (Structure imma­nente de la langue française, 1951), y L. Hjelmslev para el lituano ( Studi baltici, VI, 1936-37, págs. 1 ss.) y el danés (Selskab for nordisk filologi, Irsberetning for 194849-50, págs. 12-23). Ya en la Mémoire sur le système primitif des voyelles, de Saussure, publicada en Leipzig en 1879, se presenta de un modo claro y consciente este punto de vista; el método lo ha formulado con toda lucidez su discípulo Sechehaye (Programme et méthodes de la linguistique théorique, Paris. 1908, pá­ginas 111, 133, 151).

! s quema y uso lingüístico 115

que únicamente designa un todo que es en sí mismo funcio­nal y que se relaciona en cierto modo con una «forma» dada, lo mismo que el sentido se relaciona con la forma lin- l'iiística. Pero también el análisis no lingüístico del sentido que emprenden las ciencias no lingüísticas lleva a reconocer, por razón de la naturaleza de la materia, una «forma» que es en lo esencial del mismo tipo que la «forma» lingüística, si bien de naturaleza no lingüística. Creemos posible suponer que varios de los principios que nos inclinamos a estable­cer en las etapas iniciales de la teoría lingüística son de aplicación no sólo a la lingüística, sino a la ciencia en ge­neral, y el principio que hace de las funciones la única base

pertinente de análisis no será el que menos.73] Así, lo que desde un punto de vista es «sustancia»

desde otro es «forma», en conexión con el hecho de que los funtivos denotan solamente terminales o puntos de intersección de funciones, y de que sólo la red funcional de dependencia puede conocerse o tener existencia científica, en tanto que la «sustancia», en sentido ontològico, sigue sien­do un concepto metafisico.

El análisis no lingüístico del sentido debe llevar, pues, a través de la deducción (en el sentido dado aquí a la pala­bra), al reconocimiento de una jerarquía no lingüística, que tiene función con la jerarquía lingüística descubierta a tra­vés de la deducción lingüística.

A esta jerarquía lingüística la llamaremos esquema lin­güístico, y a las resultantes de la jerarquía no lingüística, cuando se ordenen con relación a un esquema lingüístico, uso

lingüístico. Pasaremos a decir que el uso lingüístico manifies­ta el esquema lingüístico, y a la función entre el esquema lingüístico y el uso lingüístico la llamaremos manifestación. listos términos tendrán provisionalmente valor operativo.

Page 55: glosemática

XVI

VARIANTES DEL ESQUEMA LINGÜISTICO

En el esquema lingüístico, al igual que en el uso lingüís­tico, ciertas entidades pueden reducirse a ejemplares de otras (cf. capítulo XIV). Cualquier funtivo del esquema lin­güístico puede estar sujeto, dentro del esquema y sin refe­rencia a la manifestación, a una desmembración en varian­tes. Esto se sigue de la misma definición de variantes (pá­gina 106). Además, esta desmembración es universal, no par­ticular (pág. 63), puesto que cualquier funtivo puede siem­pre desmembrarse un número ilimitado de veces en un nú­mero arbitrario de variantes. Las variantes son, por tanto, por regla general, virtuales, al igual que las invariantes irre­ducibles, de acuerdo con las definiciones dadas (pág. 106), en tanto que sólo las invariantes reducibles se realizan.

En la moderna ciencia de la expresión de orientación fo­nética es costumbre distinguir entre dos clases de variantes: las llamadas variantes «libres», que aparecen con indepen­dencia del entorno, y las llamadas variantes «limitadas» o «condicionadas» (o «combinatorias», pero no recomendamos esta expresión), que sólo aparecen en la cadena en ciertos entornos. Si se lleva a cabo el análisis concienzudamente,

Variantes del esquema lingüístico 117

puede decirse que cualquier entidad de la expresión tiene tantas variantes limitadas como posibles relaciones en la ca­

dena, y que cualquier entidad de la expresión tiene74] tantas variantes libres como ejemplares posibles, pues­

to que en un registro fonético-experimental de sufi­ciente sensibilidad, dos ejemplares del mismo sonido no se­rán nunca completamente iguales. A las variantes «libres» las llamaremos aquí variaciones, y a las «limitadas» varie­dades. Las variaciones se definen como variantes combina­das, puesto que ni ellas presuponen, ni las presuponen a ellas, entidades definidas en cuanto coexistentes en la cade­na; las variaciones contraen combinación. Las variedades se definen como variantes solidarias, puesto que una variedad dada siempre presupone, y la presupone a ella, una variedad dada de otra invariante (o de otro ejemplar de invariante) de la cadena: en la sílaba ta entran dos variedades de dos invariantes: una variedad de t que sólo puede aparecer jun­to con a, y una variedad de a que sólo puede aparecer junto con í; entre ellas hay solidaridad.

La distribución de las variantes en dos categorías, en la lorma que sugiere la moderna ciencia de la expresión, es, como puede verse, de importancia funcional y debe efectuar­se en todos los casos. A este respecto, y habida cuenta de la situación actual en el campo de la lingüística, es importante subrayar que una desmembración en variantes es tan po­sible y necesaria en la ciencia del contenido como en la ciencia de la expresión. Todas las llamadas significaciones contextúales manifiestan variedades, y significaciones espe­ciales más allá de estas variaciones manifiestas. Además, en ambos planos de una lengua, y en aras de la exigencia de máxima simplicidad, es importante insistir en que la des­membración en variaciones presupone la desmembración en variedades, puesto que lo primero es desmembrar una in­

Page 56: glosemática

118 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

variante en variedades, y luego las variedades en variacio­nes: las variaciones especifican las variedades. Pero parece posible que una nueva desmembración en variedades esté conectada con una desmembración exhaustiva en variacio­nes, y así sucesivamente; en tanto esto sea posible, habrá especificación transitiva.

Si la desmembración de una invariante en variedades se lleva hasta el fin para cada «posición» particular, se llega a una variedad irreducible, y se agota la desmembración en variedades. A la variedad que, de este modo, no puede ya desmembrarse en variedades la llamaremos variedad locali­zada. Si la desmembración de una variedad localizada en variaciones se lleva hasta el fin para un caso particular, se llega a una variación irreducible, y se agota la desmembra­ción en variaciones. A la variación que, de este modo, no puede ya desmembrarse en variaciones la llamaremos indi­viduo. A veces será posible desmembrar de nuevo en varie­dades un individuo, de acuerdo con las diferentes «posicio­nes» en las que pueda aparecer; en tales casos habrá espe­

cificación transitiva.75] El hecho de que una desmembración en variantes

pueda agotarse en la forma dicha en una etapa dada no contradice la virtualidad de las variantes. A condición de que haya especificación transitiva, la desmembración en va­riantes es, en principio, ilimitada. Pero, además, la desmem­bración en variantes es asimismo ilimitada en su etapa pro­pia a pesar de su agotabilidad, porque el número de varian­tes en un texto ilimitado no será nunca limitado, y el núme­ro de desmembraciones posibles a través de las cuales pue­de agotarse la desmembración en variantes, incluso en esta etapa determinada, será, por tanto, también ilimitado.

Si la especificación transitiva no puede continuarse y la jerarquía termina agotada en una desmembración de varie­

Variantes del esquema lingüístico 119

dades en variaciones que no puedan desmembrarse ulterior­mente en variedades, podrá decirse, en cierto sentido epis­temológico, que el objeto considerado ya no es susceptible de descripción científica ulterior. El objeto de la ciencia es siempre registrar cohesiones, y si un objeto sólo presenta la posibilidad de registrar constelaciones o ausencias de fun­ción, ya no podrá someterse a tratamiento científico exac­to. Decir que el objeto de la ciencia es registrar cohesiones significa, si despojamos a esta afirmación de la envoltura terminológica introducida por nosotros, que la ciencia trata siempre de comprender los objetos como consecuencias de una razón o efectos de una causa. Pero si el objeto sólo puede resolverse en objetos de todos los cuales pueda decir­se que son indistintamente consecuencias o efectos de to­dos, o de ninguno, la continuación del análisis científico re­sulta infructuosa.

A priori, no es inconcebible que una ciencia que intente poner en práctica los puntos de vista que hemos propug­nado para la teoría lingüística haya de enfrentarse, al con­cluir la deducción, con una situación final en que no se per­ciban consecuencias de razones ni efectos de causas. Sólo quedará pues, como única posibilidad, un tratamiento esta­dístico de la variación, como el que Eberhard Zwirner ha intentado sistemáticamente para la expresión fonética de las lenguas *. Sin embargo, para hacer el experimento como es debido, lo que ha de tomarse como objeto de este trata­miento «fonomètrico» no es una clase de sonidos descu­bierta inductivamente, sino una variedad, localizada lingüís­ticamente y descubierta deductivamente, del grado más alto.

Antes (págs. 104-105) hemos tenido ocasión de observar que las entidades normalmente registradas por la sintaxis

• Véase el trabajo del autor en Nordisk tidsskrift for tale og stemme, II, 1938, especialmente págs. 179 ss.

Page 57: glosemática

120 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

convencional —oración principal y oración secundaria, miem­bros de la oración, como sujeto, predicado, complemen­

to, etc.—, son variantes. Con la terminología comple-76] mentaría ahora introducida, podemos añadir, para ser

precisos, que son variedades. La sintaxis convencional (entendida como el estudio de las conexiones entre pala­bras) es, en su mayor parte, un estudio de variedades del plano del contenido de la lengua, aunque, como tal, no ex­haustivo. Puesto que cada desmembración de las variantes presupone unas invariantes registradas, la sintaxis no pue­de mantenerse como disciplina autónoma.

X V II

FUNCIÓN Y SUMA

A la clase que tiene función con otra u otras clases del mismo rango la llamaremos suma. A la suma sintagmática la llamaremos unidad, y a la suma paradigmática, catego­ría. Así, unidad es una cadena que tiene relación con otra u otras cadenas del mismo rango, y categoría un paradigma que tiene correlación con otro u otros paradigmas del mis­mo rango. Por establecimiento entendemos la relación exis­tente entre una suma y una función que entra en ella; se dice que la función establece la suma, y que la suma es esta­blecida por la función. Así, por ejemplo, dentro de la para­digmática (sistema lingüístico) podemos observar la exis­tencia de diferentes categorías que tienen correlación mu­tua, cada una de las cuales en particular es establecida por la correlación entre sus miembros. Tratándose de categorías de las invariantes, esta correlación será una conmutación; tratándose de categorías de las variantes, una sustitución. De igual modo, en la sintagmática (el proceso lingüístico, el texto) podemos observar la existencia de diferentes unida­des que tiene relación mutua, cada una de las cuales en particular es establecida por la relación entre sus partes.

Page 58: glosemática

122 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

De las definiciones se sigue que siempre hay funciones, sea entre sumas, sea entre funciones; en otras palabras, que cada entidad es una suma. Un factor que contribuye a hacer posible este punto de vista es, desde luego, que el número de variantes sea ilimitado y que la desmembración en va­riantes pueda continuarse indefinidamente, de modo que cada entidad pueda considerarse como una suma, esto es, en cada caso como una suma de variantes. Tal punto de vis­ta se hace necesario debido a la exigencia de exhaustividad.

En el plano de la teoría esto significa que toda entidad no es otra cosa que dos o más entidades con función mutua,lo que viene a subrayar de nuevo lo que ya anticipa­mos: que sólo las funciones tienen existencia científica

(página 40).

77] En la práctica es especialmente importante el anali­zar, comprender que sólo hay relación entre categorías.

El análisis debe empezar por elegir la base adecuada, ha­bida cuenta del principio empírico y de los principios de el derivados. Imaginemos que se elige la selección como base del análisis. Entonces en la primera operación se analiza la cadena dada en unidades de selección de primer grado; a la categoría que se obtenga de estas unidades la llamaremos categoría funcional. Por tal se entiende, pues, la categoría de los funtivos que se registran en un solo análisis con una fun­ción dada, tomada como base del análisis. Dentro de tal cate­goría funcional pueden imaginarse cuatro tipos de funtivos:

1. Funtivos que pueden aparecer sólo como seleccio­nados.

2. Funtivos que pueden aparecer sólo como seleccio­nantes.

3. Funtivos que pueden aparecer como seleccionados o como seleccionantes.

¡•'unción y suma 123

4. Funtivos que no pueden aparecer ni como selecciona­dos ni como seleccionantes (esto es, funtivos que solamente contraen solidaridades y/o combinaciones, o que no contraen relación alguna).

A cada una de estas cuatro categorías la llamaremos ca­tegoría funtiva; por tales entendemos, pues, aquellas cate­gorías que se registran merced a la desmembración de una categoría funcional de acuerdo con las posibilidades fruiti­vas. La operación del análisis consiste en investigar cuál de estas cuatro categorías funtivas a priori posibles tiene lu­gar y cuáles son virtuales, analizando para ello en miembros cada una de las categorías funtivas, sobre la base de la prue­ba de conmutación; a esos miembros los hemos llamado elementos. Si el análisis consiste en una partición en unida­des selecciónales de primer grado, los elementos serán las unidades selecciónales particulares de primer grado que la partición nos lleve a registrar.

Imaginemos otra vez como ejemplo concreto la partición de la cadena en oraciones principales y oraciones subordi­nadas. Las oraciones principales pertenecerán a la primera categoría funtiva, y las subordinadas a la segunda. Por razo­nes de simplificación imaginemos que las categorías funti­vas tres y cuatro resultan ambas ser virtuales. Con esto que­da claro que tal clasificación no puede significar que cada oración subordinada determinada seleccione a cada oración principal determinada: una oración subordinada determina­da no necesita de la presencia de una oración principal determinada, sino de la presencia de una oración principal cualquiera. Es la categoría de las oraciones principales la

que es seleccionada por la categoría de las oraciones78] subordinadas; la selección existe entre las categorías

funtivas, en tanto que la relación existente como con­secuencia de ello entre un miembro de una categoría fun-

Page 59: glosemática

124 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

tiva y otro miembro de otra puede muy bien ser diferentepor ejemplo, una combinación—. Una de las tareas de la

lingüística es establecer un cálculo general de las relaciones entre los elementos que corresponda a relaciones dadas en­tre las categorías funtivas.

Si la base del análisis es la solidaridad o la combinación, es decir, una reciprocidad sintagmática, las categorías fun­tivas serán:

1. Funtivos que pueden aparecer sólo como solidarios.2. Funtivos que pueden aparecer sólo como combinados.3. Funtivos que pueden aparecer como solidarios o como

combinados.4. Funtivos que no pueden aparecer ni como solidarios

ni como combinados (es decir, funtivos que sólo contraen selecciones o que no contraen relación alguna).

En este caso, de modo similar, habrá solidaridad o com­binación entre las categorías funtivas, en tanto que los ele­mentos podrán tener otras relaciones. Antes hemos visto un ejemplo de tal supuesto (pág. 46), al tratar de los morfe­mas nominales del latín: la categoría de número y la cate­goría de caso tienen solidaridad mutua, pero entre un nú­mero determinado y un caso determinado habrá combi­nación.

X V III

SINCRETISMO

Ahora estamos en condiciones de abordar el fenómeno que en gramática convencional se conoce como sincretismo

y en fonética moderna como neutralización, y que consiste en el hecho de que la conmutación entre dos invariantes pue­de suspenderse bajo determinadas condiciones. Ejemplos co­nocidos, que bien podemos conservar aquí, son el sincretis­mo en latín entre nominativo y acusativo en el género neu­tro (y en algunos otros casos) y la neutralización que se advierte en danés entre p y b en la parte final de sílaba (de modo que una palabra como top puede pronunciarse con p o con b indistintamente).

Para tales casos usaremos el término suspensión, e in­troducimos la siguiente definición general: dado un funtivo que está presente bajo ciertas condiciones y ausente bajo otras distintas, cuando se dan las condiciones bajo las cuales

está presente se dice que hay aplicación del funtivo, y79] que en esas condiciones el funtivo se aplica; en cam­

bio, cuando se dan las condiciones bajo las cuales está ausente, se dice que hay suspensión o ausencia del funtivo,

Page 60: glosemática

126 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

y que en esas condiciones el funtivo está suspendido o ausente.

A la mutación suspendida entre dos funtivos la llamamos cobertura-, a la categoría que se establece por la cobertura la llamamos (en ambos planos de la lengua) sincretismo. Asi, por ejemplo, decimos que el nominativo y el acusativo en latín, o la p y la b en danés, tienen cobertura mutua o contraen cobertura, y que estas entidades junto con su co­bertura constituyen un sincretismo, o que cada una de estas entidades entra en un sincretismo.

De las definiciones se sigue que cuando dos entidades se registran bajo ciertas condiciones como invariantes, basán­dose en la prueba de conmutación, y bajo otras condicio­nes contraen cobertura, bajo estas últimas condiciones se­rán variantes y sólo su sincretismo será una invariante. En ambos casos las condiciones dependerán de las relaciones que las entidades dadas contraigan en la cadena: la conmu­tación entre nominativo y acusativo en latín (que se aplica, por ejemplo, en la primera declinación) está suspendida cuando, por ejemplo, el nominativo y/o el acusativo con­traen relación con el neutro; la conmutación entre p y b en danés (que se aplica, por ejemplo, en posición inicial: pcere

'pera’; bcere ’llevar’) está suspendida cuando, por ejemplo, lap y/o la b contraen relación con una parte central anterior de la sílaba.

Es necesario comprender que la relación que resulta per­tinente en estos casos es una relación con variantes. La en­tidad cuya presencia es condición necesaria para que haya cobertura entre nominativo y acusativo es la variedad de neutro que es solidaria con nominativo-acusativo; la entidad cuya presencia es condición necesaria para que haya cober­tura entre la p y la b es la variedad de la parte central de la sílaba que es solidaria con la p jb siguiente.

Sincretismo 127

A tal solidaridad entre una variante por una parte y una i/obertura por otra la llamamos dominancia; decimos que la variante domina a la cobertura, y que la cobertura es domi­

nada por la variante dada80] La ventaja especial de establecer las definiciones for­

males de este modo es que nos es posible distinguir « ntre dominancia obligatoria y opcional sin tener que recu­rrir a los supuestos sociológicos que la definición «real» de estos términos necesariamente implicaría, y que en el mejor de los casos significaría una complicación del mecanismo de las premisas de la teoría, con lo cual se opondría al princi­pio de simplicidad, y en el peor de los casos podría incluso implicar premisas metafísicas, con lo cual se opondría al principio empírico y especialmente a la necesidad de dar de­finiciones absolutamente explícitas. Conceptos como los de obligatorio y opcional supondrían necesariamente, si nos atuviéramos a las definiciones «reales», explícitas o implíci- las, hasta ahora adoptadas, un concepto de norma socioló­gica, que resulta no ser indispensable de principio a fin de la teoría lingüística. Por tanto, podemos definir simplemente la dominancia obligatoria como una dominancia en la que la dominante con respecto al sincretismo es una variedad, y la dominancia opcional como una dominancia en la que la dominante con respecto al sincretismo es una variación; cuando, bajo determinadas circunstancias, la cobertura es obligatoria, hay solidaridad entre la dominante, de una par­te, y de otra el sincretismo, la categoría de las entidades que pueden contraer cobertura; cuando, bajo determinadas condiciones, la cobertura es opcional, hay combinación en- Ire la dominante y el sincretismo.

1 En lugar de dominancia, en los ejemplos elegidos podemos usar un término más específico y hablar de sincretización, puesto que ladominancia puede extenderse, por generalización, a la deficiencia.

Page 61: glosemática

128 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

Los sincretismos pueden manifestarse en dos formas di­ferentes: como fusiones o como implicaciones. Por fusión entendemos la manifestación de un sincretismo que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idéntica a la manifestación de todos o de ninguno de los funtivos que entran en el sincretismo. Los sincretismos anteriormen­te usados como ejemplos se manifiestan como fusiones en las que la manifestación del sincretismo es idéntica a la ma­nifestación de todos los funtivos que entran en el sincretis­mo. Así, el sincretismo de nominativo y acusativo tiene la significación «nominativo-acusativo» (en contextos diferentes esta significación entraña las manifestaciones de variedad que el nominativo y el acusativo tienen generalmente); tam­bién el sincretismo de p /b se pronuncia del mismo modo que se pronuncian generalmente p y b (en diferentes rela­ciones con las mismas manifestaciones de variedad). Un ejemplo de sincretismo en que la manifestación no es idén­

tica a la manifestación de ninguno de los funtivos81] que forman parte del mismo lo encontramos en la

cobertura de diferentes vocales, bajo ciertas condicio­nes acentuales, en ruso y en inglés, en las que el sincretismo se pronuncia [a]. Por implicación entendemos la manifesta­ción de un sincretismo que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idéntica a la manifestación de uno o más de los funtivos que entran en el sincretismo, pero no a todas. Cuando en una lengua son conmutables entre sí las consonantes sonoras y las sordas, pero la conmutación se suspende ante otra consonante distinta, de modo que una consonante sorda se pronuncia como sonora delante de otra sonora, hay implicación. De los funtivos que contraen impli­cación se dice que aquel (o aquellos) cuya manifestación es idéntica a la del sincretismo es (son) implicado(s) por aquel (o aquellos) otro(s) funtivo(s), y que este (estos) impli­

Sincretismo 129

ca (n ) a aquel (o aquellos) funtivo(s) cuya manifestación es idéntica a la del sincretismo. Así, en el ejemplo elegido di­remos que una consonante sorda bajo ciertas condiciones implica una consonante sonora, o que una consonante so­nora bajo estas condiciones es implicada por una sorda. Si el sincretismo entre la consonante sonora y la sorda tiene lugar de tal modo que (como es corriente, por ejemplo, en las lenguas eslavas) no sólo una consonante sorda tenga pro­nunciación sonora ante otra sonora, sino también que una consonante sonora tenga pronunciación sorda ante otra sor­da, la implicación no es unilateral, sino multilateral ( bilate­ral)■: la sonora implica la sorda, y la sorda la sonora, bajo condiciones de exclusión mutuas.

Subrayemos que este uso del término implicación está de acuerdo con el de la lógica y es sólo un caso especial del mismo. Tal implicación es una función «si... entonces», una implicación estricta, con la única diferencia de que en nuestros ejemplos no se aplica a proposiciones, sino a enti­dades de menor extensión; si tenemos la entidad glosemá- lica de expresión p en cierta relación con otra entidad de este tipo, entonces obtenemos q. La implicación estricta en­tre proposiciones nos parece simplemente otro caso espe- i ial de implicación lingüística2.

Un sincretismo puede ser resoluble o irresoluble. Resol­ver un sincretismo significa introducir la variedad del

82] sincretismo que no contrae la cobertura que establece el sincretismo. Si, a pesar del sincretismo, podemos

explicar templum en un contexto como nominativo y en otro como acusativo, es porque en latín el sincretismo de nominativo y acusativo de estos ejemplos es resoluble; efec­

2 El parecido es aún más estrecho cuando se consideran las pro­posiciones como nombres compuestos; véase J. Jorgensen, The Jour­nal of Unified Science, V III, 1939, págs. 233 s., y IX, 1940, págs. 185 ss.

PROLEGÓMENOS. — 9

Page 62: glosemática

130 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

tuamos la resolución dentro de la categoría de nominativo y acusativo, es decir, dentro del sincretismo, seleccionando una variedad que no contraiga cobertura (v. g. la variedad del nominativo de domus y la variedad del acusativo de do- m um ) e introduciendo artificialmente esta entidad del con­tenido en templum en lugar de la entidad de caso que en­tra en él; para ello nos fundamos en una inferencia analó­gica sustentada por la aplicación del principio de generali­zación. Un sincretismo sólo es resoluble cuando son posibles tales diferencias analógicas sobre la base de los resultados que proporciona el análisis del esquema lingüístico. Tales inferencias analógicas generalizadoras no son posibles en el caso de top ; consecuentemente debemos declarar que el sin­cretismo de p /b es irresoluble.

A la cadena con sincretismos resolubles no resueltos po­demos llamarla actualizada', a la cadena con sincretismos resolubles resueltos, ideal. Esta distinción es aplicable a la distinción entre notación estricta y notación amplia de la expresión, y, así, ambos tipos de notación son posibles sobre la base del análisis del esquema lingüístico.

Cuando resolvemos un sincretismo y hacemos una nota­ción ideal, la notación (escritura o pronunciación) del sin­cretismo, representada tal cual es por uno de sus miembros, será por sí misma una implicación, en la que el sincretismo implica el miembro considerado. Esto parece ser de apli­cación al análisis de la conclusión lógica, que, después de todo, es, en opinión de los lógicos modernos, una operación puramente lingüística y, por tanto, también podría esperar aclaración de unas premisas lingüísticas. En lo que antecede (pág. 52) hemos creído que era posible definir la conclusión lógica como el análisis de una proposición establecida como premisa. Ahora podemos afirmar con más precisión que la proposición establecida como premisa puede considerarse,

Sincretismo 131

evidentemente, como un sincretismo resoluble de sus conse­cuencias; la conclusión lógica será, pues, una desmembra- ' ión de la proposición establecida como premisa, desmem­bración consistente en una resolución del sincretismo dado que aparece como implicación.

En términos generales, nos parece que el concepto de sincretismo a que se ha llegado partiendo de premisas lin­güísticas internas podría usarse ventajosamente para escla­recer diversos fenómenos supuestamente no lingüísticos. De i'ste modo tal vez sea posible arrojar cierta luz sobre el

problema general de la relación entre clase y segmen-83] to. En tanto se considere el paradigma no como simple

adición de sus miembros (clase como pluralidad, en la terminología de Russell), sino como algo diferente de sus miembros (clase com o unidad) será un sincretismo de sus miembros; por la resolución del sincretismo, una clase como

unidad se transforma en una clase como pluralidad. Debe­ría quedar claro, por tanto, que hasta donde podamos tra­tar de atribuir un significado científico a la palabra concep­to, deberemos entender por concepto un sincretismo entre cosas (las cosas que el concepto subsume).

En un sincretismo, aparte de las entidades explícitas, puede entrar la entidad cero, dotada de una significancia muy especial para el análisis lingüístico. Con frecuencia se ha observado la necesidad de reconocer la existencia de en­tidades lingüísticas, especialmente «fonemas», latentes y fa­cultativas3. Así, basándonos en ciertos resultados analíticos puede sustentarse la existencia de una d /t latente en las pa­labras francesas grand, sourd, porque en estas expresiones

3 J. Baudouin de Courtenay, «Fakultative Sprachlaute» ( Donum natahcium Schnjnen, 1929, págs. 38 ss.), A. Martinet ha operado con una h latente al analizar el francés (Bulletin de la Société de Hnguisti- que de Parts, XXXIV, 1933, págs. 201 s.).

Page 63: glosemática

132 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

aparece una d o una t según las condiciones: grande, sour- de; grand homme. Asimismo podrá mantenerse la facultati- vidad de la y en danés después de i y de u (yndig, kugle). Basta reflexionar un momento para mostrar que latencia y facultatividad no pueden definirse como manifestaciones sus­pendidas; las funciones de que tratamos tienen su raíz en el esquema lingüístico, puesto que las condiciones bajo las que aparecen latencia y facultatividad se fijan por relaciones de la cadena y se basan en la dominancia. La latencia y la facultatividad deben, pues, entenderse como cobertura con cero. Latencia es una cobertura con cero en la cual la dominancia es obligatoria (puesto que la dominante con respecto al sincretismo es una variedad); al funtivo que contrae latencia se le llama latente. Facultatividad es una cobertura con cero en la cual la dominancia es opcional (puesto que la dominante con respecto al sincretismo es una variación); al funtivo que contrae facultatividad se le llama

facultativo.

XIX

CATÁLISIS

Como hemos visto (capítulos IX-XI), analizar es tanto como registrar funciones. Al adoptar este punto de vista debe

preverse la posibilidad de que el registro de ciertas84] funciones, en virtud de la solidaridad entre función y

funtivo, nos obligue a interpolar ciertos funtivos que de otro modo no serían accesibles al reconocimiento. A esta interpolación la llamamos catálisis. ^

En la práctica, la catálisis es condición necesaria para \ llevar a cabo el análisis. El análisis del latín, por ejemplo, debe llevarnos al resultado de que la preposición sine selec- \ ciona (rige) al ablativo (pág. 44); o, lo que es lo mismo, de acuerdo con las definiciones, que la presencia de ablativo en el texto es condición necesaria para que aparezca sine ¡ (pero no viceversa). Está claro que tal resultado no puede alcanzarse con una observación puramente mecánica de las entidades que entran en los textos reales. Fácilmente po­demos imaginar un texto real en el que aparezca sine sin un ablativo que lo acompañe; por ejemplo, un texto que, por una u otra razón, se encuentre interrumpido o incom­pleto (una inscripción deteriorada, un fragmento, una enun-

Page 64: glosemática

134 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

dación escrita u oral inacabada). En general, el registro de cualquier cohesión debe presuponer la previa eliminación de tales accidentes incalculables en la práctica del habla ( accidents de la parole). Ahora bien, los fenómenos de los textos reales que impedirían un registro mecánico de las conexiones no se limitan a este tipo de perturbaciones inin- tencionales. Es sabido que ía aposiopesis como la abre­viación formaij parte de la economía del uso lingüístico, como parte constante y esencial del mismo (piénsese en enunciaciones como: «¡Qué agradable!», «si al menos...», «porque», etc.). Si en el análisis nos limitásemos a registrar relaciones partiendo de esta base acabaríamos, con toda probabilidad (contrariamente a lo que se propone la ciencia, cf. pág. 119), por registrar tan sólo meras combinaciones.

La exigencia de exhaustividad, sin embargo, nos obliga a registrar estas aposiopesis y otros fenómenos por el estilo, pero además a reconocerlos, puesto que el análisis debe registrar análogamente las relaciones externas que tienen las entidades observadas, las cohesiones que señalan más allá de la entidad dada, a algo que se encuentra fuera de ella. Si tropezamos con un texto en latín que deja sine sin conti­nuación, podemos registrar una cohesión (selección) con el ablativo, es decir, interpolar el requisito previo de sine, y así en los demás casos. Esta interpolación de una razón tras una consecuencia se hace de acuerdo con el principio de generalización.

Por otra parte, en la catálisis hemos de procurar no85] proporcionar en el texto más de lo que es claramente

evidente. En el caso de sine sabemos con certidumbre que se requiere un ablativo; sabemos además que un abla­tivo en latín tiene sus propios requisitos previos: requiere la coexistencia de ciertos otros morfemas en la cadena; y sabemos, en fin, en lo que respecta a la cadena de morfemas

Catálisis 135

que aparece con el ablativo, que presupone la coexistencia de un tema. Sin embargo, puesto que el ablativo no es soli­dario con ningún morfema determinado de cada categoría, sino únicamente con ciertas categorías de morfemas (pági­na 122), y puesto que una cadena de morfemas que incluya (.»enero, número y caso juntamente, en algunos supuestos, con un morfema de comparación, no tiene cohesiones con ningún tema nominal determinado sino con la categoría de todos los temas nominales, no estamos justificados para introdu­cir por catálisis ningún nombre determinado en ablativo con el sine dado. Lo que se introduce por catálisis es, pues, en la mayoría de los casos, no una entidad determinada, sino un sincretismo irresoluble entre todas las entidades que podrían considerarse viables en el «puesto» dado de la ca­dena. En el caso de sine tenemos la suerte de saber que es un ablativo y sólo un ablativo lo que puede considerarse un requisito previo; pero acerca de las entidades que el ablativo mismo requiere sólo sabemos que son tal o cual número, tal o cual género, tal o cual morfema de compara­ción (desde luego dentro de las posibilidades del inventario latino), y tal o cual tema. De hecho presupone cualquiera de estas entidades indistintamente, y la catálisis no debe ir más allá de observar ese hecho.

Definimos la catálisis como el registro de cohesiones me­diante la reposición de una entidad por otra con la que tiene sustitución. En nuestro ejemplo, sine es la entidad repuesta, y sine + ablativo ( + los sincretismos cohesivos) la entidad reponente. La entidad reponente es, por tanto, siempre igual a la entidad reemplazada ( catalizada) + una entidad interpolada o proporcionada (encatalizada). Como hemos vis­to, la entidad encatalizada es con frecuencia, pero no nece­sariamente, un sincretismo; con frecuencia, pero no nece­sariamente, latente (las entidades latentes sólo pueden re-

Page 65: glosemática

136 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

gistrarse por catálisis, por aplicación del principio de gene­ralización); finalmente, tiene siempre y necesariamente, si es una entidad de contenido la expresión cero, y si es una entidad de expresión el contenido cero: esto último es con­secuencia de la exigencia, contenida en la definición, de sus­titución entre la entidad repuesta y la reponente.

86] ENTIDADES DEL ANALISIS

Sobre la base, en lo esencial, de las consideraciones y definiciones que hemos expresado en los apartados prece­dentes del presente ensayo, precisadas y completadas con el número necesario de reglas de carácter más técnico, la teo­ría lingüística prescribe un análisis textual, que nos lleva a reconocer una forma lingüística tras la sustancia inmedia­tamente accesible a la observación de los sentidos, y tras el texto una lengua (sistema) que consta de categorías de cu­yas definiciones pueden deducirse las posibles unidades de la lengua. La médula de este procedimiento es una catálisis por medio de la cual la forma entra en relación catalítica con la sustancia, y la lengua con el texto. Este procedimien­to es puramente formal, en el sentido de que considera que las unidades de la lengua constan de ciertas figuras a las cuales se aplican ciertas reglas de transformación. Estas re­glas se establecen sin tener en cuenta la sustancia en que esas figuras y unidades se manifiestan; la jerarquía lingüís­tica y, consecuentemente, la deducción lingüística son inde­pendientes de las jerarquías y deducciones físicas y fisioló­gicas y, en general, no lingüísticas, que pudieron conducir

Page 66: glosemática

138Prolegómenos a una teoría del lenguaje

n erarÍ n f !■ <<SUStancia»' Por tanto, no deberá es- a l i r Pr° CedimÍento ded^ i v o fonética ni semántica

contenido^’ , T ° ^ 10 referente a la expresión como al contenido del lenguaje, un «álgebra lingüística» que pro­porcione la base formal para ordenar las deducciones de la «sustancia» no lingüística. Las entidades «algebraicas» con las que opera este procedimiento carecen de designación

otro tPT 1Ueg° ’ dCben denominarse de un modo u* ?mmadÓn 65 arbit™ y adecuada, en armo­

nía con todo el carácter de la teoría lingüística. A esta arbi- rariedad de las denominaciones se debe que no impliquen a manifestación en absoluto; a su adecuación se debe que

se elijan de modo que sea posible ordenar la información concerniente a la manifestación del modo más sencillo posi-

. Sobre la base de la relación arbitraria entre la forma y la sustancia, una misma entidad de la forma lingüística puede manifestarse por medio de formas de la sustancia to­talmente diferentes al pasar de una lengua a otra; la pro­yección de la jerarquía de la forma sobre la jerarquía de la sustancia puede diferir esencialmente de una lengua a otra.

(P á fs 22P 3 r t m, n T / e ^ P° r 105 P rÍn dPÍOS básic- (pags. 22, 33, 91, 101), de los cuales podemos pasar a dedu-ir, especialmente para aplicarlo al análisis textual el si

s r r “ * * que iiamamos p rin d * °

Cualquier análisis (o com plejo de análisis) en el que

se registren funtivos con una función dada como base

del analisis, ha de hacerse de m odo que lleve autocon- secuentemente al registro del mayor número posible de ca­tegorías funtivas realizadas, dentro del mayor número posi­ble de categorías funcionales.

un Í J ñ PráCÍ ‘í a' “ SÍgUe ^ eS“ PrÍnCÍpÍO ,Jue altesto no debemos omitir ninguna etapa del análisis de

I ntidades del análisis 139

l.i que pueda esperarse algún resultado funcional (cf. pági­na 88), y que el análisis debe pasar de las invariantes que lengan la mayor extensión concebible a las invariantes que lengan la menor extensión concebible, de modo que entre estos dos puntos extremos se recorran tantos grados deriva- livos como sea posible.

Ya en este punto el análisis difiere esencialmente del con­cepto tradicional de análisis. Este último no se ocupa ni de aquellas partes del texto que tienen gran extensión, ni de aquéllas de muy poca extensión. Una tradición explícita sos­tiene que el trabajo del lingüista comienza con la división de los períodos en frases, en tanto que se cree posible asig­nar el tratamiento de partes más extensas del texto, gru­pos de períodos y cosas semejantes, a otras ciencias —prin­cipalmente la lógica y la psicología—. De acuerdo con este punto de vista, cuando el lingüista o el gramático se enca­lase con un texto sin analizar, como, por ejemplo, el que proporciona todo cuanto se ha escrito y todo cuanto se ha dicho en danés, debería dirigirse sin preámbulos a una eta­pa de la que resultaran frases; teóricamente debe dar por sentado que se ha emprendido ya un análisis lógico-psico- lógico de las partes más extensas del texto, y se cree que en la práctica no tiene por qué preocuparse de si realmente se ha emprendido tal análisis o no, o de si se ha llevado a ca­bo de una forma que pueda considerarse satisfactoria desde el punto de vista lingüístico.

El problema que aquí se plantea no es un problema de ti ¡visión práctica del trabajo, sino de situar los objetos me­diante una definición. Desde este punto de vista, el análisis del texto corresponde al lingüista como deber ineludible, in­cluyendo aquellas partes del texto de gran extensión. Ha de intentar una partición del texto tomando como base la selec­ción y reciprocidad, y en cada etapa del análisis buscar aque-

Page 67: glosemática

140lï^ tegôm enos a una teoría del lenguaje

Has partes que tengan mayor extensión. Y es fácil ver que

881 b T tCX]t0 mgÜ1StlCO de §ran extensión o ilimitado posi-^ ta 13 Pr tÍCÍÓn 6n Part£S de extensión defin'

La p r i Í e n í ' I T “ 011' S° 1Ídaridad’ ° ^ b in a c ió n mutuas. La primerisima de estas particiones ha de ser la partición

d L a f clndo111? '10 y Knea dC 6XpreSÍÓn’ *Ue son se ­darías. Cuando cada una de éstas se parta a su vez seráposible y necesario, Ínter alia, analizar la línea de conte

establ^e^ra^OSd^terar °̂S * ent°nCeS laS CÍencias enstablecedoras de premisas (seleccionantes) y establecidascomo p , (s* ccionadas) u sistemátj¿ * £ £

tlllr Z T y * b C¡enda “ « « a n as,el lugar que les corresponde dentro del marco de una teoríanjjusfcca, y bajo el análisis de la ciencia la teoría lingüísti

e " na l C° ntenerr * “ §U pr° pia l i c i ó n . ET u n lextensión d e l T t n t 1 Pr° CedÍmÍento’ Partes de mayorTe aUt V T ^ PartírSe a su ^ - produccioneste b a s L d n i T CaPltUl° S’ y aSÍ ^cesivamen-

, basándose en el establecimiento de premisas, y después

i n t e 7 1 u ° r d° ; Cn Perí° dOS y fraSeS> AI IIeSar a este punto ínter alia, los silogismos se analizarán en premisas y con’clusiones, etapa ésta del análisis lingüístico en la "u e evi' déntemente, la lógica formal debe presentar una parte’ con siderable de sus problemas. Todo esto supone una amplia­ción significativa de la perspectiva, de los marcos y de las capacidades de una teoría lingüística, y una base para una colaboración motivada y organizada entre la lingüística en su sentido mas estricto y otras disciplinas que hasta ahora evidentemente de modo más o menos erróneo, se ha consi­derado eran ajenas a Ia esfera de ]&

En las operaciones finales del análisis, la teoría lingüística conducirá a una partición que descienda a entidades de me­nor extensión que las que hasta ahora hemos considerado

Entidades del análisis 141

como invariantes irreducibles. Y no sólo en el plano del con­tenido, en el que hemos visto que la lingüística convencional se encuentra muy lejos de haber llevado el anáfisis hasta el final, sino también en el de la expresión. En ambos planos, la partición basada en la relación llegará a una etapa en la que se use por última vez la selección como base del aná­lisis. En esta etapa el análisis llevará a inventariar taxemas, que serán elementos virtuales; en el plano de la expresión los taxemas serán grosso modo las formas lingüísticas ma­nifestadas por fonemas, si bien debe hacerse la salvedad, a este respecto, de que un análisis llevado a cabo estrictamen­te de acuerdo por el principio de simplicidad con frecuencia conduce a resultados fundamentalmente diferentes de aque­llos a los que se llega mediante el análisis fonémico que hasta aquí se ha venido intentando. Es sabido que estos ta­xemas, por regla general, pueden seguirse partiendo sobre la base de una división universal, que se presenta cuando,

basándonos en reglas especiales, se ordenan en sis- 89] temas de dos, tres o más dimensiones *. No podemos

ocuparnos aquí de estas reglas especiales, que descan­san en el hecho de que los elementos lingüísticos de una misma categoría son, no sólo numérica, sino también cua­litativamente diferentes2. Contentémonos con indicar como principio el hecho, hasta ahora no observado por los lin­güistas, de que cuando se «establece en un sistema» un in­ventario de taxemas, la consecuencia lógica es una partición

1 Véanse, por ejemplo, los sistemas elaborados en La catégorie des cas, I y II, del autor (Acta Jutlandica, V II, 1 y IX, 2, 1935-37). Sistemas correspondientes pueden elaborarse para el plano de la expresión.

2 Véase La catégorie des cas, I, págs. 112 ss. Cf. Jens Holt, Études d’aspect ( Acta Jutlandica, XV, 2, 1943), págs. 26 s. En Travaux du Cercle linguistique de Copenhague, y bajo el título Structure générale des systèmes grammaticaux, va a publicarse una presentación amplia de este enfoque de la teoría lingüística (ofrecida en el Círculo lin­güístico el 27 de abril de 1933).

Page 68: glosemática

142l l á m e n o s a una teoría del lenguaje

registra ^ Im^ Ínemo^ P<>r ejemplo, quese registra una categoría con un inventario de 9 taxemasY que, partiendo de las reglas especiales aplicables a la di’

siona” co ttatlVa' 6StabIecen éstos en ™ sistema bidimen- nal con tres miembros en cada dimensión, de modo emenueve pueda describirse como producto de 3 x 3 Los

p“ d°es t : z s dimensiones serán em°nces ~ spartes de taxemas, puesto que cada uno de los 9 taxema,

dknras- C° m° Una UnÍdad qUe Índuye un m im bro de una dimensión y un miembro de la otra dimensión Los 9axemas pueden, consecuentemente, describirse c Z o r e ^acto de 3 + 3 = 6 invariantes (los miembros de las dimen

pie yS satisfacemo™0*30 ll6gam° S 3 ^ descriPción ^ás sim-ción ( p a f g n T T ^ d PrÍndpÍO de red^oue « dimensiones, en cuanto categoríasque son serán solidarias, y cada miembro de una dlmTn ion tendrá combinación con cada miembro de la otra di

como partes' 7 7 ^ * * “ dÍmensiones aparecerán así bles Que puedl T * * * * Y invariantes -reduci-dentóT 3 Cab° ° no tal «establecimientodentro de un sistema» de un inventario de taxemas dependefundamentalmente de la extensión del inventario Cuan

" r : aa cabv erán ios—del Lálisis a e T S C° nStÍtUyan los P ™ finalesaei anal sis, a estos puntos finales llamamos glosemas v

L a Í l T T “ ,aXema “ e generalmente un fonema, entonces un glosema de la expresión generalmente manifestado por una parte de un fonema Concluida la deducción sintagmática del análisis textual

se emprende una deducción paradigmática. Aquí la lengua

901 desmembra en categorías, en las que se distribu­id;;1 las categorías de los taxemas de máximo grado

análisis textual y de las que por medio de síntesis

Entidades del análisis 143

pueden deducirse las posibles unidades de la lengua. Resul­ta que los dos aspectos (los planos) de una lengua tienen una estructura categorial completamente análoga; este des­cubrimiento tiene, a nuestro parecer, una significación de gran alcance para comprender el principio estructural de una lengua o, en general, la «esencia» de una semiótica. Parece además que una descripción tan consecuente de una lengua con arreglo al principio empírico, no admite la posi­bilidad de una sintaxis o de una ciencia que trate de las partes de la oración; como hemos visto, las entidades de la sintaxis son en su mayor parte variedades, y las «partes de la oración» de la gramática antigua son entidades que se redescubrirán, definidas de una forma nueva, en lugares muy diferentes dentro de la jerarquía de las unidades.

La ciencia de las categorías, sin embargo, presupone un mecanismo de términos y definiciones tan amplio y tan ínti­mamente coherente que no cabe describir sus detalles sin antes haberla presentado por completo; por tanto, en los prolegómenos de la teoría no es posible tratarla en mayor medida que la ciencia de las unidades que la determina.

Page 69: glosemática

XXI

LENGUAJE Y NO LENGUAJE

En la elección y delimitación de los objetos, hemos se­guido en los capítulos precedentes (cf. pág. 36) los concep­tos prevalentes en lingüística y considerado únicamente la lengua « natural» como objeto de la lingüística. Pero al mis­mo tiempo (pág. 36) hemos prometido una ampliación de nuestro punto de vista, y ya es hora de hacerlo: ésta es la tarea que nos ocupa en los capítulos siguientes (XX I-XX III). Subrayemos, empero, que estas perspectivas ulteriores no concurren como apéndices arbitrarios y de los que se pueda prescindir, sino que, por el contrario, y precisamente cuan­do nos limitamos a considerar únicamente la lengua «natu­ral», derivan con carácter de necesidad de la lengua «natu­ral» y se imponen como consecuencia lógica inevitable. Si el lingüista desea comprender con claridad el objeto de su propia ciencia se verá obligado a entrar en un terreno que por tradición no es el suyo. Esto ha influido ya, en cier­to modo, hasta aquí en nuestra exposición, la cual, partiendo de premisas especiales, se ha encuadrado en un marco epis­

Lenguaje y no lenguaje 145

temológico más general debido al modo técnico de plantear el problema.

De hecho salta a la vista que no sólo las observaciones de carácter general que nos hemos visto forzados a

91] hacer, sino también los términos aparentemente más especializados que hemos presentado son aplicables

tanto a la lengua «natural» como al lenguaje en un sentido mucho más amplio. Precisamente porque al elaborar la teo­ría se ha considerado la forma lingüística prescindiendo de la «sustancia» (sentido), será posible aplicar nuestro mecanismo a cualquier estructura cuya forma sea análoga a la de una lengua «natural». Nuestros ejemplos se han toma­do de tal lengua, y nosotros mismos hemos partido de ahí, pero lo que tendemos a dejar sentado y de lo que hemos da­do ejemplos evidentemente no es específico de la lengua «natural», sino que tiene más amplio alcance. Una similar aplicabilidad universal a sistemas de signos (o a sistemas de figuras con fines ségnicos) puede apreciarse en conjunto en el estudio de las funciones y de su análisis (capítulos XI,XVII), de los signos (X II), de la expresión y el contenido, la lorma, la sustancia y el sentido (X III, XV), de la conmuta­ción y sustitución, las variantes e invariantes y la clasificación de las variantes (X IV , XVI), de la clase y el segmento (X,X V III) y de la catálisis (X IX ). En otras palabras, la lengua «natural» puede describirse con base en una teoría que es específica en mínimo grado y que debe implicar consecuen­cias de mayor alcance.

Ya nos hemos visto obligados a advertirlo ocasionalmente. Hemos creído posible mantener el carácter universal de los conceptos «proceso» y «sistema» y de su influencia recíproca (pág. 19); nuestra forma de considerar la lengua «natural» nos ha llevado a incluir en la teoría del lenguaje aspectos importantes de la ciencia literaria, de la filosofía general de

PROLEGÓMENOS. — 10 \

Page 70: glosemática

146Prolegómenos a una teoría del lenguaje

a ciencia y de la lógica formal (págs. 139-140); asimismo, no hemos podido abstenernos de hacer algunas observaciones cas, inevitables acerca de la naturaleza de la conclusión ló­gica (pags. 52, 129, 130).

Al mismo tiempo nos hemos inclinado a considerar que un gran numero de ciencias especiales ajenas a la lingüística contribuyen a la ciencia del sentido del contenido lingüísti­co, y a trazar una línea entre lo que es lenguaje y lo queno lo es (pag. 111), dejando, empero, bien sentado su carác­ter provisional.

La teoría lingüística que hemos establecido se sustenta o

U a m S T * C°n 61 PrÍnCÍPÍ° En qUC 56 baSa’ al <lue hemosllamado principio empírico (págs. 22-23). Esto nos lleva a aceptar como necesidad lógica (con las necesarias reservas acerca de la terminología misma, cf. págs. 76, 112) la distin­ción que establece Saussure entre forma y «sustancia» (sen­tido), de lo que se sigue que la « sustancia» no puede ser un

definente de una lengua. Cabe imaginar, ordenadas con rela-

nuntn 7 a miST f° rma HngÜÍStÍca' estancias que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, sean funda­mentalmente diferentes; la relación arbitraria entre forma

mgüistica y sentido hace de eso una necesidad lógica J La larga suPremacía de la fonética convencional ha

producido además otro efecto: restringir el concepto que el lingüista tiene incluso de lengua «natural» de un mo­do no empírico (como puede demostrarse), es decir, inade­cuado, por no ser exhaustivo. Se ha supuesto que la sustan­cia de la expresión de un lenguaje hablado consta exclusi­vamente de «sonidos». Con ello, como han apuntado los wimer especialmente, se pasa por alto que el habla puede

ir acompañada del gesto y ciertos componentes del habla reemplazarse por el gesto, y que, en realidad, no sola­mente los llamados órganos de la articulación (garganta,

lenguaje y no lenguaje 147

boca y nariz), sino casi toda la musculatura estriada coopera en la práctica del lenguaje «natural» *.

Además, cabe sustituir la sustancia del sonido-y-gesto que generalmente se emplea por cualquier otra que resulte ade­cuada en circunstancias externas distintas. Así la misma for­ma lingüística puede manifestarse también en la escritura, » orno ocurre en la notación fonética o fonèmica y en las lla­madas ortografías fonéticas, como la finlandesa. En este caso leñemos una «sustancia» gráfica dirigida exclusivamente a la vista y que no es necesario convertir en «sustancia» foné­tica para comprenderla. Y esta «sustancia» gráfica, precisa­mente desde el punto de vista de la sustancia, puede ser de lipos muy diversos. Puede haber asimismo otras «sustan­cias»; pensemos simplemente en el código de señales de la marina, que muy bien puede usarse para expresar una len­gua «natural», por ejemplo el inglés, o en el lenguaje de signos de los sordomudos.

Dos opiniones suelen oponerse a cuanto antecede. Una es que todas esas sustancias son «derivadas» respecto de la sus- iancia del somdo-y-gesto, y «artificiales» en contraste con la< naturalidad» de ésta; se admite incluso la existencia de di­versos grados de tales «derivaciones», como cuando un có­digo de señales o un lenguaje de signos se deriva de la es-< ntura, derivada a su vez del lenguaje hablado «natural». La otra opinión sostiene que a una «sustancia» diferente• 'i ompaña en muchos casos una forma lingüística también distinta; así, no todas las ortografías son «fonéticas», pero pueden conducir, a través del análisis, al establecimiento de un inventario distinto de taxemas y tal vez de categorías en parte diferentes de las del lenguaje hablado.

1 Eberhard Zwirner & Kurt Zwirner, Archives néerlandaises de pho­nétique expérimentale, X III, 1937, pág. 112. .

Page 71: glosemática

148 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

93] La primera de estas opiniones carece de base, por­que el que una manifestación se «derive» de otra no

altera el hecho de que es manifestación de la forma lin­güística de que se trate. Además, no siempre está claro lo que es derivado y lo que no lo es; no olvidemos que el des­cubrimiento de la escritura alfabética se pierde en la pre­historia2, de modo que la afirmación de que se apoya en el análisis fonético es solamente una de las hipótesis diacró- nicas posibles; también puede apoyarse en un análisis for­mal de la estructura lingüística3. De cualquier modo, como reconocen los lingüistas modernos, las consideraciones dia- crónicas son irrelevantes para una descripción sincrónica.

La otra opinión es irrelevante porque deja en pie el he­cho general de que en la sustancia de que se trata se mani­fiesta una forma lingüística. Esta observación es interesante, sin embargo, porque muestra que a un mismo sistema del contenido pueden corresponder diferentes sistemas de expre­sión. Consecuentemente, la misión del teórico lingüista no consiste simplemente en describir el sistema de expresión existente de hecho, sino en calcular qué sistemas de expre­sión son posibles en general como expresión de un sistema determinado de contenido, y viceversa. Pero es un hecho ex­perimentalmente demostrable que cualquier sistema de expresión lingüística puede manifestarse en sustancias de expresión muy diferentes4.

2 Bertrand Russell, con mucha razón, ha llamado la atención sobre el hecho de que no tenemos ningún medio de decidir cuál es la forma más antigua de expresión humana: la escritura o el habla. (A n Outli­ne of Philosophy, London, 1927, pág. 47).

3 Sobre este punto véase la obra del autor, Archiv für vergleichen­de Phonetik, II, 1938, págs. 211 s.

4 Sobre la relación entre escritura y habla véase A. Penttilä & U. Saamio en Erkenntnis, IV, 1934, págs. 28 ss. y H. J. Uldall, en Congres international des sciences anthropologiques et ethnologiques,

Lenguaje y no lenguaje 149

Por tanto, cabe ordenar diversos usos fonéticos y diver­sos usos escritos con el sistema de expresión de un mismo esquema lingüístico. Un lenguaje puede sufrir un cambio de naturaleza puramente fonética sin que el sistema de expre­sión del esquema lingüístico se vea afectado, y, de modo se­mejante, puede sufrir un cambio de naturaleza puramente

semántica sin que el sistema de contenido se vea afec-94] tado. Sólo de este modo es posible distinguir entre

cambios fonéticos y semánticos, de un lado, y cam­

bios formales de otro.Desde la perspectiva global de nuestro punto de vista, no

hay en ello nada sorprendente. Las entidades de la forma lingüística son de naturaleza «algebraica» y carecen de de­signación natural; por tanto, pueden designarse arbitraria­mente de muy diversas formas.

Estas distintas designaciones posibles de la sustancia no afectan a la teoría del esquema lingüístico. Su actitud no depende de ellas. La tarea principal del teórico consiste en determinar mediante una definición el principio estructural del lenguaje, del cual puede deducirse un cálculo general en forma de tipología cuyas categorías serán las distintas len­guas o, más bien, los distintos tipos de lenguajes. Deben preverse aquí todas las posibilidades, incluso aquellas que

Compte rendu de la deuxième session, Copenhague, 1939, pág 374. Acerca del antiguo tratamiento y análisis de la escritura desde un punto de vista estructural, véase en particular J. Baudouin de Cour- lenay, Ob otnosenii russkogo pis’ma k russkomu jazyku, San Peters­burg«) 1912, y Vvedenie v jazykovedenie, 4.a ed., 1912, págs. 15 ss., y r de Saussure, Cours, 2 * ed., sobre todo pág. 165. Cf. asimismo un artículo de Josef Vachek, Zum Problem der geschriebenen Sprache ( Travaux du Cercle linguistique de Prague, V III, 1939, págs. 94 ss.), que trata el problema de un modo no muy claro. Todavía no se ha emprendido un análisis de la escritura prescindiendo de lo sonoro.

Page 72: glosemática

150Prolegómenos a una teoría del lenguaje

resultan virtuales en el campo de la experiencia o que no tienen manifestación «natural» o «real».

tipos*1 estrn “ ° 56 Pr£gUnta SÍ IoS distint°sm an 'f ♦ “ rales 86 mamfiestan> sino únicamente si son

t a ^ f sea T a y' ^ &T ' manifestables e» cualquier sus­tancia, sea la que sea. La sustancia no es, por tanto unsupuesto necesario de la forma lingüística, pero la formalingüistica sí es un supuesto necesario de la sustancÍ Tamanifestación, en otras palabras, es una selección en la qu¡

ble- defin §U1ftlCa “ ^ COnstante ? la sustancia la varía­le, definimos formalmente la manifestación como una se-

r Í q u L T 6 J£rarqUÍaS y eDtre derivad^ ^ diferentes je- ^ puede d C° n ame ^ manifesta^ n (lo manifesta-

c u i d o t f r marse’ 1por referencia a Saussure’ a ™ ;^ ü c o ¿ n l6ngUaje’ 13 Ilamamos « « « « « lin­güístico. La variable de una manifestación (el manifestante ) puede denominarse, de acuerdo con Saussure, s u s t a n Z

la sustancia que manifiesta un esquema lingüístico la lia mamos uso lingüístico. 8 la lla‘

Partiendo de estas premisas llegamos a la definición for-a semiotlca: jerarquía, cualquiera de cuyos com -

P nentes admite su análisis ulterior en clases definidas por

elación mutua, de m odo que cualquiera de estas clases ad

m ué su analtsis en derivados definidos por mutación mutua

fJ i : % deamC,6n' que n° “ otra cosa ‘ I™ la consecuencia rmal de cuanto hemos desarrollado hasta aquí, obliga al

lingüista a considerar como objeto de estudio no solamente

951 ™ i6“ ®113 anatUral>>' la len§ua cotidiana, sino también95] cualquier semiótica, esto es, cualquier estructura que

Una i 563 aT a Una l6ngUa y sati^ aga la definición dada Una lengua (en el sentido corriente) puede considerarse como un caso especial de este objeto de carácter más general,

Lenguaje y no lenguaje 151

y sus características específicas, que sólo conciernen al uso lingüístico, no afectan a la definición dada.

De nuevo queremos añadir que no es tanto un problema de división práctica del trabajo cuanto de fijar el objeto por medio de una definición. El lingüista puede y debería concentrarse en las lenguas «naturales» en su trabajo de investigación, y dejar a otros que tengan mejor preparación que él, principalmente los lógicos, la investigación de otras estructuras semióticas. Pero el lingüista no puede estudiar el lenguaje impunemente sin tener el más amplio horizonte que asegure su orientación hacia esas estructuras análogas. Quizá obtenga incluso ventajas prácticas de ello, porque al­gunas de esas estructuras son más sencillas en su forma­ción que las lenguas, y pueden, por tanto, servir de modelo en el estudio preparatorio. Además, basándonos en premisas puramente lingüísticas, es obvio que se necesita aquí una co­laboración particularmente estrecha entre la lógica y la lin­güística.

Desde los tiempos de Saussure se sabe, desde el punto de vista lingüístico, que el lenguaje no puede estudiarse ais­ladamente. Saussure estimaba necesario, como base de la lingüística en su sentido más estricto, una disciplina que él bautizó con el nombre de semiología (de ot^eÍov 'signo'). De ahí que, en los años que precedieron a la segunda guerra mundial, tanto la lingüística concreta como ciertos círculos de orientación lingüística interesados en el estudio de los fundamentos (especialmente en Checoslovaquia), se esforza­ran por estudiar sistemas de signos distintos de las lenguas —especialmente, los trajes regionales, el arte y la literatura— sobre una base semiológica más general5.

5 Cf., entre otros, P. Bogatyrev, Pfíspévek k strukturální etnogra-fii ( Slovenská miscellanea, Bratislava, 1931); id., Funkóno-strukturálna

Page 73: glosemática

152 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

96] Ciertamente, en el Cours de Saussure se considera que esta disciplina general se erige sobre la base de

factores esencialmente sociológicos y psicológicos. Al mis­mo tiempo, Saussure esboza algo que sólo puede compren­derse como ciencia de la pura forma, una concepción de la lengua como estructura de transformación abstracta, que él deduce del estudio de estructuras análogas. Así, ve que un rasgo esencial —tal vez esencialísimo— de la estructura se- miologica reaparece en las estructuras llamadas juegos; por ejemplo en el ajedrez, al que presta gran atención. Estas consideraciones deben ponerse de relieve si intentamos eri­gir la lingüistica, en su sentido más amplio, como «semio­logía», sobre una base inmanente. Y a través de estas con­sideraciones surgirán tanto la posibilidad como la necesidad de una estrecha colaboración entre la lingüística y la lógica. Son precisamente los sistemas de signos y los sistemas de juegos los que los lógicos modernos han tomado como base de estudio, considerándolos como sistemas de transforma­ción abstractos, y de ahí que se muestren inclinados, por su parte, a estudiar el lenguaje asimismo desde estos puntos de vista6.

în i°û«ïa mC metody etn°nrafie i folkloristiky ( Slovenské pohl’ady, LI, 10, 1935); id., Funkcie kroja na moravskom Slovensku ( Spisy ndrodo- pisneho odburu Matice slovenskej, I, Matica Slovenskâ, 1937) (resumen en frances, pâgs. 68 ss.). Jan Mukafovskÿ, Estetickd funkce, norma a hodnota jako socidlni fakty (Fonction, norme et valeur esthétiques comme faits sociaux), Praha, 1936; id., L ’art comme fait sémiolo- gique (Actes du huitième Congrès international de philosophie à Pra­gue 2-7 septembre 1934, Prague, 1936, pâgs. 1065-1072). E. Buyssens, Les langages et le discours (Collection Lebègue), Bruselas, 1943, se ha esrorzado por ofrecer una semiologia general.

* La Principal es la Logische Syntax der Sprache, Viena, 1934

Language l W ^ ’ ^ ^ edi° iÖn amPliada. The Logical Syntax of

Lenguaje y no lenguaje 153

En un sentido nuevo, pues, parece fructífero y necesa­rio establecer un punto de vista común a un gran número de disciplinas, desde la literatura, el arte, la música y la historia en general hasta la lógica y las matemáticas, de modo que desde él se concentren esas ciencias en un plan­teamiento de los problemas definido lingüísticamente. Cada una de ellas podrá contribuir en su medida a la ciencia ge­neral de la semiótica investigando hasta qué punto y de qué manera pueden someterse sus objetos a un análisis que esté de acuerdo con las exigencias de la teoría lingüística. De este modo quizá se arroje nueva luz sobre esas disciplinas y se provoque un autoexamen crítico de las mismas. Y así, a través de una colaboración recíprocamente fructífera se­ría posible elaborar una enciclopedia general de las estruc­turas ségnicas.

Dentro de esta esfera de problemas, extraordinariamente amplia, hay dos cuestiones concretas que son de especial interés para nosotros en este momento. Primera: ¿qué lu­gar puede considerarse que corresponde a la lengua dentro del conjunto de estas estructuras semióticas? Segunda: ¿dónde establecer la línea divisoria entre semiótica y no se­

miótica?97] La lengua puede definirse como una paradigmática

cuyos paradigmas se manifiestan en todos los senti­dos, y el texto, de modo correspondiente, como una sintag­mática cuyas cadenas, si se extienden indefinidamente, se manifiestan en todos los sentidos. Por sentido entendemos una clase de variables que manifiesta más de una cadena en más de una sintagmática, y/o más de un paradigma en más de una paradigmática. En la práctica, una lengua es la semiótica a la que pueden traducirse todas las demás semió­ticas —tanto las demás lenguas como las demás estructuras semióticas concebibles—. Eso es así porque las lenguas, y sólo

Page 74: glosemática

154Prolegómenos a una teoría del lenguaje

e as se encuentran en condiciones de dar forma a cualquier sentido sea cual fuere en una lengua y sólo en una len­gua podemos «ocuparnos de lo inexpresable hasta expre­sarlo»*. Es esta cualidad la que hace a una lengua utiliza- ble como tal, capaz de satisfacer en cualquier situación No cabe duda de que eso depende de una peculiaridad es­tructural que conoceríamos mejor si supiésemos más sobre la estructura específica de las semióticas no lingüísticas. La base, poco menos que evidente, la constituyen la posibilidad ilimitada de formar signos y las libérrimas reglas que pre­siden la formación de unidades de gran extensión (perío­dos, etc.) en todas las lenguas, que, por otra parte, dan a una lengua la posibilidad de hacer afirmaciones falsas in­consecuentes, imprecisas, feas y contrarias a la ética,’ así como verdaderas, consecuentes, precisas, hermosas y acor­des con la ética. Las reglas gramaticales de una lengua son independientes de toda escala de valores, sean éticos, lógicos o est ticos, y, en general, una lengua es independiente de todo proposito específico.

Al investigar la línea divisoria entre semiótica y no se­miótica, una conclusión poco menos que evidente salta a p n o n a nuestra vista: los juegos se encuentran cerca de esta frontera, o tal vez en la frontera misma. Al juzgar la estructura de los juegos, comparándola con las estructuras semióticas que no son juegos, no carece de interés comparar como se han considerado hasta ahora las estructuras de los juegos desde el punto de vista lingüístico y desde el punto de vista logico, con independencia uno del otro. Desde la

de .°,bf rvaci?n " ra la hemos hecho independientemente1«5V v i ! ? ? r IaCO AIfreTd Tarski (studia Philosophica, I, “. . . • J0r£ensen, Trcek af deduktionsteoriens udvikline i

pág T ™ ^ udg' af K 0ben.ha.vns Universitet, nov. 1937),

8 Kierkegaard.

Lenguaje y no lenguaje 155

perspectiva lógica se ha dado importancia a que un juego, el ajedrez por ejemplo, es un sistema de transformación esen­cialmente de la misma estructura que una semiótica, por

ejemplo, una semiótica matemática) y se ha tendido98] a considerar el juego como el caso modelo simple,

como normativo del concepto de semiótica. Desde la perspectiva lingüística se ha visto la analogía en el hecho de que un juego es un sistema de valores, análogos a los valores económicos, considerándose el lenguaje y otros sis­temas de valores como normativos del concepto de juego. Las dos formas de pensar tienen fundamentos históricos. La teoría logística de los signos tiene su punto de partida en la metamatemática de Hilbert, que considera el sistema de símbolos matemáticos como un sistema de figuras de la ex­presión, prescindiendo por completo de su contenido, y des­cribe sus reglas de transformación del mismo modo que pueden describirse las reglas de un juego, abstracción he­cha de posibles interpretaciones. Este método lo han apli­cado los lógicos polacos en su «metalógica» y lo ha llevado a su conclusión Camap en una teoría del signo en la que, en principio, toda semiótica se considera como mero sistema de expresión, abstracción hecha del contenido. Desde este punto de vista, en toda metasemiótica, i. e., en toda descrip­ción de una semiótica, sería posible sustituir un inhaltliche

Redeweise por un fórmale Redew eise9. La teoría lingüísti­ca del signo, por su parte, está muy arraigada en la aserción tradicional de que un signo se define por su significado. Saussure lucha con el problema dentro de esa tradición, y

9 Han ofrecido un esbozo general de su desarrollo J. Jergensen, op. c i t L. Bloomfield, «Language or ideas?» (Language, X II, 1936, págs. 89 ss.); y Otto Neurath y Eino Kaila en el periódico Theoria, II, 1936, págs. 72 ss., 83 ss. Véase también G. H. von Wright, Den logis- ka empirismen, Estocolmo, 1943. v

Page 75: glosemática

156 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

le da precisión y lo justifica introduciendo el concepto de valor, cuya consecuencia es el reconocimiento de la forma del contenido y de la naturaleza bilateral del signo, que con­duce a una teoría del signo que se basa en la interacción entre la forma de la expresión y la forma del contenido en el principio de conmutación.

Desde el punto de vista lógico, donde continúa el debate sobre la naturaleza del signo, el problema parece conside­rarse esencialmente como una cuestión de nominalismo o de realismo10. Para la teoría lingüística del lenguaje, a la que el presente ensayo sirve de introducción, no es éste el problema; lo que importa más bien es saber si el sentido

del contenido debe estar implicado o no en la misma teoría del signo. Puesto que el sentido del contenido no resulta in­dispensable en la definición y descripción de un esquema semiótico, son necesarias y suficientes una formulación for­mal y una actitud nominalista; por otra parte, la descrip­ción formal y nominalista de la teoría lingüística no se limi­ta a la forma de la expresión, sino que ve su objeto en la interacción de la forma de la expresión y de la forma del

contenido. La distinción de Saussure entre forma y99] sustancia resulta ser extraordinariamente relevante

para el planteamiento actual del problema en logística.Sobre esta base, la logística puede inclinarse a ver tam­

bién diferencias y semejanzas entre los juegos y las semió­ticas que no son juegos. Lo decisivo para determinar si un signo aparece o no, no es si está interpretado o no, es de­cir, si está ordenado o no con relación a él un sentido del contenido. En vista de la selección entre esquema semiótico y uso semiótico, para el cálculo de la teoría lingüística exis­ten sistemas no interpretados, sino únicamente interpreta­

10 V. en tal sentido U. Saarnio, en la obra citada en pág. 91, n. 1.

Lenguaje y no lenguaje157

bles. A este respecto, pues, no hay diferencia entre el aje­drez y el álgebra pura, por ejemplo, de una parte, y una lengua, de otra. Pero para decidir hasta qué punto un jue­go u otros cuasi-sistemas de signos, como el álgebra pura, son o no semióticas, hay que ver si una descripción exhaus­tiva de los mismos exige operar con dos planos, o si el prin­cipio de simplicidad puede aplicarse al punto de que baste

con operar en un plano.Requisito previo de la necesidad de operar con dos pla­

nos es que no pueda mostrarse que ambos planos, cuando se establecen hipotéticamente, tienen la misma estructura de principio a fin, con una relación de término a término entre los funtivos de un plano y los del otro. Expresaremos esto diciendo que los dos planos no han de ser confórmales. Se dirá que dos funtivos son confórmales cuando cualquier derivado concreto de vino de los funtivos entra sin excep­ción en las mismas funciones que un derivado concreto del otro funtivo, y viceversa. Consecuentemente, podemos esta­blecer la regla de que dos componentes de una misma clase hipotéticamente reconocidos se reducirán a un solo compo­nente cuando sean confórmales pero no conmutables. La prueba que esta regla instituye, y a la que llamaremos prue­ba del derivado, se prescribe en la teoría lingüística para cada etapa del análisis del texto, coordinándola con la prue­ba de conmutación; las dos pruebas son necesarias conjun­tamente para deducir si un objeto dado es una semiótica o no. No entraremos aquí en la aplicación de esta prueba del derivado a los derivados de grado más alto de la semiótica (proceso), limitándonos a considerar los derivados de primer grado, los planos de la semiótica. Éstos no son conmutables, y el factor decisivo para determinar si se les tratará como distintos o se les identificará mutuamente (en cuyo caso cesa la aplicabilidad de la teoría lingüística a un objeto dado)

Page 76: glosemática

158prolegóm enos a una teoría del lenguaje

sera, por tanto, el de si son confórmales o no. La exnerien

^ m h T s T a a u n Stra T Cn ÍOdaS ^ l6ngUaS observadas 1001 vo v * P 3 d£l d6rÍVado da resuItado negati-100] vo, y tendrá sin dnda resoltado negativo en a lg n " ,

s e m i n o “ * qUe haSta ,b “ “ hm “ “ o rn.ot.cas o qne muestran por la prueba del derivado que debe» co i e m i x semió,icas pero tM do querece q „e a prueba del derlvado da ^ =Uo pa-

« „ » b T ' " " 5 13 *” * “ » “ fav"

p r o Í r lo “ „ ^ 1 “ T d e T“ ¿e, r,en,idad ■ r — ° —~. o , d e'“ odaod

estmctura t“ nCÍ° ní'' * ' * mÍS” a “ amb° s Tal , Í ent° nces’ no será una semiótica, en el sentido

pedalistas T e T Z * ^ 1ÍngÜÍStÍCa' De« a los es- pecialistas de los diversos campos decidir si, por ejemploos Jamados sistemas simbólicos de las matemáticas y de la

n Í e desde :T * P ° * * ^ ^ * mÚSÍCa’ han d" X f i excluimn t PUnt° d£ VÍSta COm° semióticas o no No una Posibilidad de que la concepción logística deuna semiótica como monoplanar sea el resultado h k

te rbu scad o0 ^ * * * * * * (Y subsi^ ^ n t e , d e Z

estructuras que^d^ac^rde^ co Pre,” atUra 00,1 ^ “ é» semióticas y que por Z l T ™ definidó” . ” ° » n. s r adeLq

« . r a s ^ s r t a ^ r X s Z l S ^ n ' T “ MtrUC't t . 'z r z z ™ sno nos permite e n c ^ “ ^ ^ ^

Lenguaje y no lenguaje 159

el punto de vista lingüístico se ha mostrado cierto recelo a aplicar el término de símbolo a entidades que están en rela­ción puramente arbitraria con su interpretación n. Se piensa que símbolo debería usarse únicamente para las entidades que son isomórficas con su interpretación, para las entidades que son representación o emblema de algo, como el Cristo de Thorvaldsen, símbolo de la compasión; la hoz y el mar­tillo, símbolo del comunismo; la balanza, símbolo de la jus­ticia; o la onomatopoética en el campo del lenguaje. Pero es costumbre en lógica usar la palabra símbolo en un sentido mucho más amplio, y parece conveniente poder aplicarla precisamente a entidades no semióticas interpretables. En­tre los elementos interpretables de un juego y los símbolos

isomórficos parece haber una afinidad esencial, en101] cuanto que ninguno permite la ulterior división en fi­

guras que es característica de los signos. En el debate suscitado entre los lingüistas en los últimos años acerca de la naturaleza del signo, se ha llamado la atención, con razón, sobre el carácter agramatical de los símbolos isomórficos n; se trata de la misma idea, expresada en forma tradicional.

n Asi, Saussure, Cours, 2.a ed., pàg. 101, define el simbolo cornolo no-arbitrario.

12 E. Buyssens, Acta linguistica, II, 1940-41, pàg. 85.

Page 77: glosemática

X X II

SEMIÓTICAS CONNOTATIVAS Y METASEMIÓTICAS

En los párrafos precedentes, en virtud de un deliberado deseo de simplificación, hemos tratado la lengua «natural» como el único objeto de la teoría lingüística. En el último capítulo, pese a la considerable ampliación de la perspecti­va en él ofrecida, se ha seguido actuando como si el único objeto de la teoría lingüística fuese la semiótica denotativa, por la cual entendemos aquella semiótica en la que ninguno de sus planos es una semiótica. Queda por indicar, amplian­do aún más nuestro horizonte, que hay también semióticas cuyo plano de la expresión es una semiótica y semióticas cuyo plano de contenido es una semiótica. A las primeras las llamaremos semióticas connotativas; a las segundas, meta- semióticas. Puesto que el plano de la expresión y el plano del contenido se definen solamente por oposición y por re­lación de cada uno de ellos respecto al otro, será obvio que las definiciones de semiótica connotativa y de metasemiótica precedentes son sólo definiciones «reales» provisionales, a las que no podemos adscribir ni siquiera valor operativo.

La definición de semiótica dada en el capítulo XX I no se refiere a la semiótica individual en contraste con las otras semióticas, sino a las semióticas en contraste con las no se­

Semióticas y metasemióticas 161

mióticas, es decir, a la semiótica como tipo jerárquico más alto, a la langue como concepto o clase en cuanto unidad. En cuanto a la semiótica individual en contraste con las otras, sabemos que el teórico lingüista la prevé en su cálcu­lo como un tipo posible de estructura. Por otra parte, no he­mos considerado aún cómo se las arregla el teórico lingüista para reconocer e identificar la semiótica individual como tal al analizar el texto. Al preparar el análisis lo hemos he­cho suponiendo tácitamente que el dato es un texto com­puesto en una semiótica definida, no en una mezcla de dos o más semióticas.

En otras palabras, para ofrecer una situación simple que sirva de modelo hemos operado partiendo de la premisa de que el texto dado muestra una homogeneidad estructural, de que estamos justificados para encatalizar al texto un sistema

semiótico y sólo uno. Esta premisa, sin embargo, no102] es válida en la práctica. Por el contrario, cualquier

texto que no sea de extensión tan pequeña que no dé base suficiente para deducir un sistema generalizable a otros textos, suele contener derivados que se basan en sistemas diferentes. Varias partes o partes de partes de un texto pueden componerse:

1. En formas estilísticas diferentes (caracterizadas por diversas restricciones: verso, prosa, diversas mezclas de am­bos).

2. En estilos diferentes (estilo creativo y estilo pura­mente imitativo, llamado normal; al estilo creativo y a la vez imitativo se le llama arcaizante).

3. En estilos axiológicos diferentes (estilo de alto valor, estilo de bajo valor, llamado vulgar; hay también un estilo de valor neutro que no se considera ni alto ni bajo).

4. En medios diferentes (habla, escritura, gestos, código de señales, etc.).

\PROLEGÓMENOS. — i r

Page 78: glosemática

162 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

5. En tonos diferentes (iracundo, alegre, etc.).6. En idiomas diferentes, entre los que debemos distin­

guir:a) Lenguas vulgares (la lengua común de una comu­

nidad, la jerga de los distintos gmpos o profesiones).b) Lenguas nacionales.c) Lenguas regionales (lengua estándar, dialecto local,

etcétera).d) Fisiognomías (concernientes a la expresión, a las

«voces» u «órganos»).La forma estilística, el estilo, el estilo axiológico, el me­

dio, el tono, la lengua vulgar, la lengua nacional, la lengua regional y la fisiognomía son categorías solidarias, de modo que cualquier funtivo del lenguaje denotativo ha de definir­se respecto a todas ellas al mismo tiempo. Combinando los miembros de una categoría con los de otra surgen formas híbridas, que con frecuencia tienen, o pueden recibir fácil­mente, designaciones especiales: estilo literario, que es un estilo creativo y de alto valor; slang, que es un estilo creativo de valor alto y bajo a la vez; jerga y código, que son estilos creativos de valor ni alto ni bajo *; lengua coloquial, que es un estilo normal, axiológicamente ni alto ni bajo; estilo oratorio, que es a la vez estilo de alto valor, habla y lengua común; el estilo usado en el púlpito, que

1 Una jerga, en su sentido más general, puede ser caracterizada como un estilo de valor neutro con signos (usualmente, expresiones de signo) específicos, y un código como un estilo de valor neutro con manifestaciones de la expresión específicas. Utilizando la desig­nación de estilo de género para referirnos a aquel idioma que es soli­dario con algún género literario determinado (son ejemplos típicos algunos dialectos del antiguo griego), podríamos decir que la termi­nología es a la vez jerga y estilo de género, y la semiótica científica (en tanto en cuanto no sea un sistema de símbolos, tal como aquílo entendemos), a la vez código y estilo de género.

Semióticas y metasemióticas 163

es a la vez estilo de alto valor, habla y jerga; estilo103] oficial, que es a la vez estilo de alto valor y arcaizante,

escritura y jerga, etc.El propósito de esta enumeración no es agotar, ni mu­

cho menos definir formalmente estos fenómenos, sino única­mente demostrar su existencia y su variedad.

A los miembros aislados de cada una de estas clases y a las unidades que resultan de combinarlos los llamaremos connotadores. Algunos de estos connotadores pueden ser solidarios con ciertos sistemas de los esquemas semióticos, otros con ciertos sistemas del uso semiótico, y otros con ambos. Es imposible saberlo a priori, puesto que la situa­ción no es inmutable. Para referirnos a posibilidades que pueden parecer extremas, es imposible saber de antemano si una fisiognomía (las enunciaciones de una persona en oposición a las de otra) representa únicamente un uso es­pecífico, y no también un esquema específico (que quizá sólo difiera ligeramente de otro, pero que difiera de él), o si una lengua nacional representa un esquema lingüístico espe­cífico o, comparada con otra lengua nacional, sólo repre­senta un uso lingüístico específico, en tanto que los esque­mas de ambas son idénticos.

Para asegurar una descripción autoconsecuente y exhaus­tiva, la teoría lingüística debe prescribir, por tanto, para el análisis del texto aquel procedimiento que nos permita man­tener aparte estos casos. Aunque parezca extraño, la lingüís­tica ha prestado hasta ahora escasa atención a esa exigencia. La explicación ha de buscarse, en parte, en la adopción de puntos de vista transcendentes. Por ejemplo, se ha creído posible establecer, partiendo de un punto de vista vagamen­te sociológico, el postulado (con toda probabilidad falso) de que la existencia de una norma social implica que una lengua nacional sea también uniforme y específica en su

Page 79: glosemática

164 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

estructura interna y de que, por otra parte, una fisiognomía lingüística qua fisiognomía es una quantité négligeable y puede tomarse indiscriminadamente, sin más ni más, como representativa de una lengua nacional. Solamente la escuela de Londres ha sido conscientemente cauta a este respecto: la definición de fonema de Daniel Jones se refiere expresa­mente a «la pronunciación de un individuo que habla en un

estilo definido»2.

104] Dada la no restrictividad (productividad) de un tex­to, siempre habrá «traducibilidad», que aquí significa

sustitución de la expresión, entre dos signos cada uno de los cuales pertenezca a una clase de signos propia, y siendo solidaria a su vez esta clase de signos con su respectivo con- notador. Este criterio es especialmente evidente y fácilmente aplicable a los signos de gran extensión que el análisis del texto encuentra en sus primeras operaciones: cualquier de­rivado textual (por ejemplo, un capítulo) puede traducirse de una forma estilística, estilo, estilo axiológico, medio, tono, lengua vulgar, lengua nacional, lengua regional o fisiogno­mía, a otro. Como hemos visto, esta traducibilidad no siem­pre es recíproca cuando se trata de alguna otra semiótica distinta de la lengua; pero cuando se incluye una lengua, siempre es posible una traducibilidad unilateral. En el aná­lisis del texto, consecuentemente, los connotadores aparece­rán como partes que entran en los funtivos, de modo tal que los funtivos sean mutuamente sustituibles cuando se de­duzcan esas partes; y bajo ciertas condiciones se encuentran connotadores en todos los funtivos de un grado determina­do. Pero esto no basta aún para definir un connotador. A la entidad que tenga la propiedad expresada la llamaremos

2 Véase pâg. 154 nota 8 y asimismo D. Jones, Travaux du Cercle linguistique de Prague, IV, 1931, pâg. 74.

Semióticas y metasemióticas 165

indicador, debiendo distinguir entre dos tipos de indicado­res: señales (cf. pág. 105) y connotadores. La diferencia en­tre ambos, desde un punto de vista operativo, radica en que una señal puede siempre referirse sin ambigüedad a un pla­no definido de la semiótica, cosa que no sucede nunca con el connotador. Un connotador, pues, es un indicador que se en­cuentra, bajo ciertas condiciones, en ambos planos de la se­miótica.

En el análisis del texto los connotadores deben desligarse de la deducción. De este modo aquellos signos que son dife­rentes solamente por ser solidarios cada uno con su propio connotador, aparecen como variedades. Estas variedades, a diferencia de las variantes corrientes (pág. 116), son especia­les y deben tratarse de forma diferente al continuar el aná­lisis. De este modo evitamos mezclar diferentes esquemas semióticos (y usos); si más tarde resultase haber identidad, se vería con claridad al trazar un gráfico.

Pero está claro que los connotadores mismos también proporcionan un objeto cuyo tratamiento pertenece a la se­miótica, y no a la disciplina que analiza las semióticas deno­tativas; la única misión de ésta es clasificar los connotado- res y mantenerlos ordenados para su tratamiento poste­rior. Aquel tratamiento corresponde a una disciplina espe­cial, que determina el estudio de las semióticas denotativas.

Parece ahora evidente que la solidaridad que existe105] entre ciertas clases de signos y ciertos connotadores

es una función de signo, puesto que las clases del sig­no son expresión de los connotadores como contenido. Así, el(los) esquema(s) y el(los) uso(s) semiótico(s) que designa­mos como idioma danés son expresión del connotador «d; nés». De igual modo, el(los) esquema(s) y el(los) uso( miótico(s) que designamos como fisiognomía lingüístic; son expresión de la fisiognomía real N. N. (esa pers

Page 80: glosemática

166 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

asi sucesivamente. No en vano una lengua nacional es el«símbolo» de la nación, un dialecto local el «símbolo» de la región, etc.

Asi pues, parece adecuado considerar a los connotadores como el contenido del que son expresión las semióticas de­notativas, y designar este contenido y esta expresión como una semiótica, esto es, como una semiótica connotativa. En otras palabras: concluido el análisis de la semiótica denota­tiva, debe someterse la semiótica connotativa a un análisis ajustado al mismo procedimiento. De nuevo será necesario distinguir aquí entre esquema semiótico y uso. Habrá que analizar los connotadores sobre la base de sus funciones mutuas, no sobre la base del sentido del contenido que puede ordenarse con relación a los mismos. Así, el estudio del es­quema de una semiótica connotativa no se ocupa de las nociones reales de carácter social o sacral que el uso común atribuye a conceptos como lengua nacional, dialecto local, jerga, forma estilística, etc., sino que con ese estudio habrá que ordenar un estudio de su uso, exactamente igual que cuando se trata de una semiótica denotativa.

La semiótica connotativa, por tanto, es una semiótica que no es una lengua y en la que el plano de la expresión viene dado por el plano del contenido y por el plano de la expre­sión de una semiótica denotativa. Se trata, por tanto, de una semiótica en la que uno de los planos (el de la expre­sión) es una semiótica.

Lo que puede resultar particularmente sorprendente es que hayamos descubierto una semiótica cuyo plano de la

expresión sea una semiótica, puesto que, después del des­arrollo experimentado por la logística en los trabajos de los lógicos polacos, estamos prontos a aceptar la existencia de una semiótica cuyo plano del contenido sea una semiótica.

Semióticas y metasemióticas 167

Es el llamado metalenguaje3 (deberíamos decir metasemió- tica), por el cual se entiende una semiótica que trata de una semiótica; en nuestra terminología, una semiótica cuyo con­tenido es una semiótica. La lingüística misma ha de ser una

metasemiótica de tal tipo.106] Ahora, como ya se ha manifestado, los conceptos de

expresión y de contenido no resultan adecuados como base de definiciones formales, porque expresión y contenido son designaciones arbitrariamente asignadas a elementos que se definen únicamente o positiva o negativamente. Tomare­mos, por tanto, otra base de definición, y antes desmembra­remos la clase de las semióticas en una clase de semióticas científicas y en otra de semióticas no científicas. Para ello hemos de servimos del concepto de operación, que hemos definido con anterioridad. Por semiótica científica4 enten­demos la semiótica que es una operación; por semiótica no

científica, la semiótica que no es una operación. Consecuen­temente, definimos la semiótica connotativa como aquella semiótica no científica en la que uno o más de sus planos es (son) una(s) semiótica(s); y la metasemiótica como aque­lla semiótica científica en la que uno o más de sus planos es (son) una(s) semiótica(s). Lo normal en la práctica, como hemos visto, es que uno de los planos sea una semiótica.

Puesto que ahora, como los lógicos han apuntado, pode­mos llegar a imaginar una semiótica científica que trate de una metasemiótica, de acuerdo con su terminología pode­mos definir la metasemiótica científica como aquella meta- semiótica que tiene una semiótica científica como semiótica

3 Véase la presentación de J. Jargensen (en la obra citada en la pág. 154, nota 8), págs. 9 ss.

4 La razón de que no hablemos simplemente de ciencia es que contamos con la posibilidad de que ciertas ciencias no sean semió­ticas, en el sentido que aquí hemos adoptado, sino sistemas simbólicos.

Page 81: glosemática

168 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

objeto (de la semiótica que constituye un plano de una se­miótica se dice que es semiótica ob jeto de ésta). De acuerdo con la terminología de Saussure, podemos definir la semio­logía como una metasemiótica que tiene por semiótica ob­jeto una semiótica no científica. Y finalmente, podemos de­signar como metasemiología la metasemiótica científica cu­yas semióticas objetos son semiologías.

Para esclarecer no sólo la base de la lingüística, sino tam­bién sus más remotas consecuencias, la teoría lingüística está obligada a estudiar, además de las semióticas denotati­vas, las semióticas connotativas y las metasemiologías. Tal obligación le toca a nuestra ciencia especial porque sólo puede resolverse satisfactoriamente partiendo de premisas peculiares de la misma.

Nuestra última tarea ha de consistir, pues, en tratar de organizar adecuadamente la metasemiología desde el punto de vista lingüístico.

Generalmente, una metasemiótica será (o puede ser) total o parcialmente idéntica a su objeto semiótico. Por tanto el lingüista que describe una lengua podrá usar esa lengua en la descripción; análogamente, el semiólogo que describe se­mióticas que no son lenguas podrá hacer su descripción en una lengua, de no ser este el caso, la semiótica que se use podrá traducirse en cualquier supuesto a una lengua (cf.

la definición de lengua). De aquí se sigue que si la107] metasemiología ha de proporcionar una descripción

completa de la semiótica de la semiología, en gran parte habrá de repetir los mismos resultados de la semiolo­gía. El principio de simplicidad, sin embargo, nos lleva a seguir un modo de proceder que nos permitirá evitar tal cosa, en consideración a la adecuación, debemos organizar la metasemiología de modo tal que en la práctica su objeto sea distinto del de la semiología; una conducta similar he-

Semiótícas y metasemíóticas 169

mos de seguir al encontrarnos eventualmente con semiolo­gías de más alto grado, y no añadir más metasemiologías de un grado aún más alto, cuyos objetos no habrían de ser di­ferentes de los ya tratados.

La metasemiología debe, por tanto, dirigir su interés, no al lenguaje ya descrito por la semiología, que la semiología usa, sino a las eventuales modificaciones o las adiciones que ésta ha introducido en él para producir su jerga especial. Y está asimismo claro que la metasemiología no debe propor­cionar una descripción de las proposiciones que entran en la teoría de la semiología, si cabe probar que tales proposi­ciones son unidades posibles que ya podían preverse partien­do del sistema de la lengua. Su esfera es, por el contrario, la terminología especial de la semiología, y aquí encontrará que se usan tres tipos diferentes de términos:

1. Términos que entran como definentes en el sistema de definiciones de la semiología, y cuyo contenido, por tanto, ya está definido, es decir, analizado (cf. pág. 104), por la se­miología misma. Estos términos no entran en la esfera espe­cial de la metasemiología.

2. Términos que se toman de una lengua y que entran como indefinibles en el sistema de definiciones de la semio­logía. Tales indefinibles, a diferencia de lo que sucede en otras ciencias, ocupan un lugar peculiar en la semiología: puesto que se sacan del lenguaje-objeto de la semiología, la semiología, en su análisis del plano del contenido, habrá producido una definición de los mismos. Tampoco estos tér­minos pertenecen a la esfera especial de la metasemiología.

3. Términos que no se toman de una lengua (si bien han de tener una estructura de la expresión que esté de acuerdo con el sistema de la lengua) y que entran como indefinibles en las proposiciones de la semiología. Bajo este epígrafe debemos distinguir aún dos tipos:

Page 82: glosemática

170 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

108] a ) Términos que designen variaciones del grado su­perior de las invariantes del grado superior, es decir,

variaciones de glosemas del grado superior (y variaciones’ de las señales), las variaciones últimas y «más pequeñas» (variaciones individuales y/o localizadas) de las que la se­miología se ha ocupado en el curso de su análisis. Estas va­riaciones, necesariamente, siguen siendo indefinibles para la semiología, puesto que definición significa análisis y el aná­lisis dentro de la semiología es imposible precisamente en este lugar. En cambio, el análisis de tales variaciones es po­sible dentro de la metasemiología, puesto que en ésta han de describirse como los signos mínimos que entran en la semiología, y han de analizarse del mismo modo que la se­miología analiza los signos mínimos de una lengua, es de­cir, a través de una resolución en figuras sobre la base de una prueba de conmutación establecida para la semiótica de la semiología, y a través de una desmembración en va­riantes. Se verá que las entidades que entran como variantes en el plano del contenido y en el plano de la expresión de una lengua (o, en general, en el objeto de primer grado) serán invariantes en el plano del contenido en la semiología.

b ) Términos que designen categorías de variantes y de in­variantes. Sus contenidos, tomados como clase en cuanto

unidad, serán sincretismos de las entidades tratadas en el epígrafe (a), o de sincretismos de ellas.

La misión de la metasemiología será, consecuentemente, someter a los signos mínimos de la semiología, cuyo conte­nido sea idéntico a las variantes últimas del contenido y de la expresión del objeto semiótico (la lengua), a un análisis relacional que siga el mismo procedimiento que se prescri­be generalmente para el análisis del texto. Igual que en el análisis textual ordinario, también aquí se intentará regis­trar en la mayor medida posible las entidades que se han

Semióticas y metasemióticas 171

realizado, es decir, las entidades susceptibles de división particular.

Para comprender todo ello, debe recordarse que no hemos podido mantener inalterada la distinción de Saussure entre forma y sustancia, sino que esa diferencia ha resultado ser en realidad una diferencia entre dos formas dentro de je­rarquías diferentes. Un funtivo, v. g. en una lengua, puede considerarse como forma lingüística o como forma del sen­tido; partiendo de estos dos modos diferentes de ver las cosas aparecen dos objetos diferentes, de los que en cierto sentido puede decirse, sin embargo, que son idénticos, pues­to que sólo varía el punto de vista desde el que se los con­sidera. La distinción de Saussure, y la forma en que la enun­ció, no debe por tanto engañarnos y hacernos creer que los

funtivos que encontramos a lo largo del análisis de un109] esquema lingüístico no puede decirse con cierto dere­

cho que son de naturaleza física. Muy bien cabe decir que son entidades físicas (o sincretismos de las mismas) que se definen por función mutua. Por tanto, con el mismo derecho puede decirse que el análisis metasemiológico del contenido de los signos mínimos de la semiología es un análisis de entidades físicas que vienen definidas por fun­ción mutua. Determinar hasta qué punto cabe considerar en última instancia todas las entidades de una semiótica, sea cual fuere, en su contenido como en su expresión, como físicas o reducibles a tales, es una cuestión puramente epis­temológica de fisicismo contra fenomenalismo. La cuestión ha sido objeto de un debate5 en el que no entramos y sobre el que la teoría del esquema lingüístico no tiene por qué

5 Acerca de este extremo véase, además de las obras de Bloomfield y Neurath mencionadas en la pág. 155, nota 10, Alf Ross, «On the illu­sion of Consciousness» (Theoria, V II, 1941, págs. 171 ss.).

Page 83: glosemática

172 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

decidir. En el presente debate lingüístico, por otra parte, es posible a menudo detectar cierta tendencia, tanto entre los partidarios como entre los oponentes del punto de vista glo- semático, a confundir el problema, como si el objeto que el lingüista analiza por encatálisis de una forma lingüística no pudiese ser de naturaleza física, igual que el objeto que el «investigador de la sustancia» ha de analizar por encatáli­sis de una u otra forma «no lingüística» del sentido. Pero es necesario vencer este error si se quiere comprender la ta­rea de la metasemiología. La metasemiología, merced a un desplazamiento del enfoque, que implica la transición de un objeto semiótico a su metasemiótica, facilita nuevos medios para reemprender el camino, con la ayuda de los métodos semiológicos corrientes, y para continuar el análisis que desde el punto de vista de la semiología había llegado a su término. Esto sólo puede significar que las variantes últimas de una lengua están sujetas a un análisis particular ulterior sobre bases completamente físicas. E n otras palabras, la

metasemiología es, en la práctica, idéntica a la llamada des­cripción de la sustancia. La tarea de la metasemiología es emprender un análisis autoconsecuente, exhaustivo y de la mayor simplicidad posible, de las cosas que aparecen para la semiología como individuos irreducibles (o entidades loca­lizadas) del contenido, y de los sonidos (o de los signos es­critos, etc.), que aparecen para la semiología como indivi­duos irreducibles (o entidades localizadas) de la expresión. El análisis metasemiológico habrá de llevarse a cabo toman­do como base las funciones y de acuerdo con el procedi­miento ya indicado, hasta agotar el análisis y alcanzar, aquí

también, las variantes últimas a la vista de las cua-110] les ya no pueda dar fruto el punto de vista de la co­

hesión y en que el deseado esclarecimiento por medio de razones y causas haya de dar paso a una descripción pu­

Semióticas y metasemióticas 173

ramente estadística como la única posible (cf. pág. 84): la situación final de la física y de la fonética deductiva.

Es evidente que también a la semiótica connotativa pue­de y debe añadirse una metasemiótica, que continúe anali­zando los objetos finales de aquélla. Precisamente del mis­mo modo que la metasemiología de las semióticas denota­tivas tratará en la práctica a los objetos de la fonética y de la semántica interpretándolos de una forma nueva, así tam­bién las partes más largas de la lingüística específicamente sociológica y de la lingüística externa saussuriana encontra­rán su lugar en la metasemiótica de las semióticas conno- tativas, interpretadas de una nueva forma. A esta metase­miótica corresponde la tarea de analizar los diversos senti­dos del contenido —geográficos e históricos, políticos y so­ciales, sacrales, psicológicos— que están vinculados a la na­ción (como contenido de la lengua nacional), a la región (como contenido de la lengua regional), a las formas de va­lor de los estilos, a la personalidad (como contenido de la fisiognomía; esencialmente, misión de la psicología indivi­dual), al talante, etc. Varias ciencias especiales, presumible­mente la sociología, la etnología y la psicología, sobre todo, tendrán aquí su campo propio de aportación.

Por deferencia al principio de simplicidad no debe, por otra parte, emprenderse el estudio de metasemiologías de orden superior; si se llevase a cabo, no produciría otros re­sultados que los ya conseguidos al estudiar la metasemiolo­gía de primero o posterior grado.

Page 84: glosemática

X X III

PERSPECTIVA FINAL

Las actitudes restringidas en el orden práctico y técnico que con frecuencia son naturales en el especialista y que en el campo de la lingüística llevan a enunciar la exigencia de una teoría lingüística simplemente como la exigencia de un método seguro para describir determinado texto limi­tado compuesto en una lengua «natural» previamente defi­nida, han tenido que dejar paso paulatinamente en el curso de nuestra presentación, por necesidad lógica, a una actitud científica y humanísticamente cada vez más amplia, hasta que la idea llega a sustentarse en un concepto de totalidad

que difícilmente puede imaginarse más absoluto.111] El acto aislado de habla obliga al investigador a en-

catalizar un sistema que sea coherente con él, la fi­siognomía particular es una totalidad que incumbe al lin­güista conocer por medio del análisis y de la síntesis —pero no es una totalidad cerrada—. Es una totalidad con cohesio­nes externas que nos obliga a encatalizar otros esquemas y usos lingüísticos, solamente desde los cuales es posible arro­jar alguna luz sobre la peculiaridad individual de esa fisiog­nomía; y es una totalidad con cohesiones internas con un sentido connotativo que explica la totalidad en su unidad y en su variedad. Este procedimiento se repite, en círculos

Perspectiva final 175

cada vez más amplios, para el dialecto local y el estilo, el habla y la escritura, las lenguas y las otras semióticas. El sistema de menor extensión es una totalidad autosuficiente, pero ninguna totalidad se encuentra aislada. La sucesión de catálisis nos obliga a ampliar el campo visual hasta dar cuenta de modo exhaustivo de todas las cohesiones. No es únicamente la lengua particular lo que constituye el objeto del lingüista, sino la clase entera a la que pertenecen las lenguas, los miembros de la cual se conectan entre sí, se ex­plican y se iluminan mutuamente. Es imposible trazar una línea divisoria entre el estudio del tipo lingüístico indivi­dual y la tipología general de las lenguas; el tipo lingüístico individual es un caso especial dentro de esa tipología y, como todos los funtivos, solamente existe en virtud de la función que lo conecta con otros. En la tipología calcula­toria de la teoría lingüística se prevén todos los esquemas lingüísticos; constituyen un sistema con correlación entre los miembros individuales. También pueden observarse re­laciones; son éstas los contactos entre las lenguas, que se manifiestan en parte como contactos de préstamo y en parte como relaciones genéticas lingüísticas, y que con indepen­dencia de los tipos lingüísticos producen las familias lin­güísticas; también estas relaciones, como las demás, depen­den de una mera presuposición, la cual, exactamente igual que la relación entre las partes de un proceso textual, se manifiesta en el tiempo pero en sí misma no está definida por el tiempo.

Continuando la catálisis, necesariamente han de incluirse en el cuadro la semiótica, la metasemiótica y la metasemio- logía. Así, todas aquellas entidades que en el primer caso, teniendo en cuenta el esquema del objeto semiótico, hubie­ron de eliminarse provisionalmente como elementos no se- mióticos, se introducen de nuevo en las estructuras semió­

Page 85: glosemática

176 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

ticas de un orden superior como componentes imprescindi­bles. Consecuentemente, no encontramos semiótica alguna que no sea componente de otras semióticas, y, en última ins­tancia, ningún objeto que no sea iluminado desde la po- sicion clave de la teoría lingüística. La estructura semiótica se revela como una atalaya desde la que pueden verse todos los objetos científicos.

La teoría lingüística asume aquí, de un modo y en una medida jamás soñados, las obligaciones que a sí misma se

impuso (págs. 20, 35, 36). En su punto de partida, la112] teoría lingüística se estableció como inmanente, sien­

do la constancia, el sistema y la función interna sus metas únicas, aparentemente a costa de la fluctuación y del matiz, de la vida y de la realidad física y fenomenológica con­cretas. Una restricción temporal del campo visual fue el pre­cio que hubo que pagar para arrancarle al lenguaje mismo su secreto. Pero precisamente a través de este punto de vista inmanente y en virtud del mismo, el lenguaje devuelve el precio que exigió. En un sentido más alto del que ha te­nido hasta ahora en la lingüística, el lenguaje pasa a ocu­par de nuevo una posición clave en el conocimiento. En lu­gar de ser un obstáculo para la transcendencia, la inmanencia le ha dado una base nueva y mejor; la inmanencia y la trans­cendencia se reúnen en una unidad superior sobre la base de la inmanencia. La teoría lingüística se inclina por nece­sidad interior a reconocer no solamente el sistema lingüís­tico, en su esquema y en su uso, en su totalidad y en su individualidad, sino también al hombre y a la sociedad hu­mana que hay tras el lenguaje, y a la esfera toda del cono­cimiento humano a través del lenguaje. Y entonces alcanza la teoría lingüística la meta que se ha prescristo:

humanitas et universitas.

LISTA DE DEFINICIONES *

1. Análisis. Descripción de un objeto por las dependen­cias uniformes de otros objetos respecto de él y en­tre sí.

2. Clase. Objeto que se somete a análisis (1).3. Componentes. Objetos que se registran en un solo aná­

lisis como uniformemente dependientes de la clase y dependientes entre sí (1, 2).

4. Jerarquía. Clase de clases (2).5. Complejo de análisis. Clase de análisis de una misma

clase (1, 2).6. Operación. Descripción que está de acuerdo con el

principio empírico.7. Síntesis. Descripción de un objeto en cuanto compo­

nente de una clase (2, 3).8. Función. Dependencia que cumple las condiciones del

análisis (1).9. Funtivo. Objeto que tiene función con otros objetos (8).

10. Contraer. Se dice que un funtivo contrae su función (8, 9).

11. Entidad. Funtivo que no es función (8, 9).

* Los números entre paréntesis que siguen a las definiciones remi­ten a otras definiciones establecidas explícitamente como premisas. Para los términos daneses correspondientes a cada uno de los aquí definidos véase más abajo, págs. 185-186.

PROLEGÓMENOS. — 1 2

Page 86: glosemática

12. Constante. Funtivo cuya presencia es condición nece­saria para la presencia del funtivo con el que tiene función (8, 9).

13. Variable. Funtivo cuya presencia no es condición ne­cesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función (8, 9).

14. Interdependencia. Función entre dos constantes (8, 12).15. Determinación. Función entre una constante y una va­

riable (8, 12, 13).16. Constelación. Función entre dos variables (8, 13).17. Cohesión. Función entre cuyos funtivos aparecen una

o más constantes (8, 9, 12).

18. Reciprocidad. Función que contiene únicamente cons­tantes, o únicamente variables (8, 12, 13).

19. Deducción. Análisis continuado o complejo de análisis, con determinación entre los análisis que del mismo forman parte (1, 5, 15).

20. Procedimiento. Clase de operaciones con determina­ción mutua (2, 6, 15).

21. Derivados. Componentes y componentes de componen­tes de una clase dentro de una misma deducción (23, 19).

22. Incluir. Se dice que una clase incluye a sus derivados (2, 21).

23. Entrar en. Se dice que los derivados entran en su cla­se (2, 21).

24. Grado. Referencia al número de clases a través de las cuales los derivados dependen de su clase común más baja. (Si este número es 0, se dice que los derivados son de primer grado; si es 1, que son de segundo gra­do, y así sucesivamente.) (2, 21).

25. Inducción. Síntesis continuada con determinación entre las síntesis que entran en la misma (7, 15, 23).

178____________________ Prolegómenos a una teoría del lenguajeLista de definiciones 179

26. Correlación. Función «o... o» (8).27. Relación. Función «tanto... como» (8).28. Sistema. Jerarquía correlacional (4, 26).29. Proceso. Jerarquía relacional (4, 27).30. Desmembración. Análisis de un sistema (1, 28).31. Partición. Análisis de un proceso (1, 29).32. Universalidad. A una operación con un resultado dado

se le llama universal, y a sus resultantes universales, cuando cabe afirmar que la operación puede llevarse a cabo con cualquier objeto, sea cual fuere (6).

33. Particularidad. A una operación con un resultado dado se le llama particular, y a sus resultantes particula­res, cuando cabe afirmar que la operación puede lle­varse a cabo con un objeto determinado y no con cual­quier otro (6).

34. Realización. Se dice que una clase está realizada cuan­do puede tomarse como objeto de un análisis particu­lar (1, 2, 33).

35. Virtualidad. Se dice que una clase es virtual cuando no puede tomarse como objeto de un análisis particu­lar (1, 2, 33).

36. Complementaridad. Interdependencia entre términos de un sistema (14, 28).

37. Solidaridad. Interdependencia entre términos de un proceso (14, 29).

38. Especificación. Determinación entre términos de un sistema (15, 28).

39. Selección. Determinación entre términos de un proceso (15, 29).

40. Autonomía. Constelación dentro de un sistema (16, 28).41. Combinación. Constelación dentro de un proceso (16

29).

Page 87: glosemática

180 Prolegómenos a una teoría del lenguaje

42. Definición. Partición de un contenido de signo o de una expresión de signo (31).

43. Rango. Se dice que los derivados del mismo grado per­tenecientes a un mismo proceso o a un mismo sistema constituyen un rango (21, 24, 28, 29).

44. Mutación. Función existente entre derivados de primer grado de una misma clase; una función que tiene relación con una función existente entre otros deriva­dos de primer grado de una misma clase y pertene­cientes al mismo rango (2, 8, 21, 24, 27, 43).

45. Suma. Clase que tiene función con una o varias clases distintas dentro del mismo rango (2, 8, 43).

46. Establecimiento. Relación existente entre una suma y una función que entra en ella. Se dice que la función establece la suma, y que la suma es establecida por la función (8, 23, 27, 45).

47. Aplicación. Dado un funtivo que está presente bajo ciertas condiciones y ausente bajo otras distintas, cuan­do se dan las condiciones bajo las cuales está presente se dice que hay aplicación del funtivo, y que en esas condiciones el funtivo se aplica (9).

48. Suspensión. Dado un funtivo que está presente bajo ciertas condiciones y ausente bajo otras distintas, cuan­do se dan las condiciones bajo las cuales está ausente se dice que hay suspensión del funtivo, y que en esas condiciones el funtivo está suspendido (9).

49. Cobertura. Mutación suspendida entre dos funtivos (9, 44, 48).

50. Manifestación. Selección entre jerarquías y entre deri­vados de diferentes jerarquías (4, 21, 39).

51. Forma. La constante en una manifestación (12, 50).52. Sustancia. La variable en una manifestación (13, 50).53. Semiótica. Jerarquía cualquiera de cuyos componen­

Lista de definiciones 181

tes se presta a una división o análisis ulterior en clases definidas por relación mutua, de modo que cualquiera de estas clases se preste a un análisis o división de derivados definidos por mutación mutua (1, 2, 3, 4, 21,27, 44).

54. Paradigma. Clase dentro de un sistema semiótico (2,28, 53).

55. Cadena. Clase dentro de un proceso semiótico (2, 29, 53).

56. Miembro. Componente de un paradigma (3, 54).57. Parte. Componente de una cadena (3, 55).58. Esquema semiótico. Forma que es una semiótica (51,53).59. Conmutación. Mutación entre los miembros de un pa­

radigma (44, 54, 56).60. Permutación. Mutación entre las partes de una cadena

(44, 55, 57).61. Palabras. Signos permutables mínimos (60).62. Sustitución. Ausencia de mutación entre los miembros

de un paradigma (44, 54, 56).63. Invariantes. Correlatos con conmutación mutua (26,

59).64. Variantes. Correlatos con sustitución mutua (26, 62).65. Glosemas. Formas mínimas que la teoría nos lleva a

establecer como bases de explicación, las invariantes irreducibles (63).

66. Uso semiótico. Sustancia que manifiesta un esquema semiótico (50, 52, 58).

67. Paradigmática. Sistema semiótico (28, 53).68. Sintagmática. Proceso semiótico (29, 53).69. Sentido. Clase de variables que manifiestan más de una

cadena bajo más de una sintagmática, y/o más de un paradigma bajo más de una paradigmática (2, 13, 50, 54, 55, 67, 68).

Page 88: glosemática

70. Variaciones. Variantes combinadas (41, 64).71. Variedades. Variantes solidarias (37, 64).72. Individuo. Variación que no puede seguirse desmem­

brando en variaciones (30, 70).73. Variedad localizada. Variedad que no puede seguirse

desmembrando en variedades (30, 71).74. Unidad. Suma sintagmática (45, 68).75. Categoría. Paradigma que tiene correlación con uno o

varios paradigmas dentro del mismo rango (26, 43, 54)76. Categoría funcional. Categoría de los funtivos que se

registran en un solo análisis con una función dada to­mada como base del análisis (1, 8, 9, 75).

77. Categoría funtiva. Categoría que se registra por des­membración de una categoría funcional de acuerdo con las posibilidades funtivas (9, 30, 75, 76).

78 (S46C49ti75)° Categ° ría qUC SC establece P °r cobertura

79. Dominancia. Solidaridad entre una variante por una parte y una cobertura por otra (37, 49, 64).

80. Dominancia obligatoria. Dominancia en la que el domi­nante con respecto al sincretismo es una variedad (71 78, 79).

81. Dominancia opcional. Dominancia en la que el domi­nante con respecto al sincretismo es una variación (70 78, 79).

82. Facultatividad. Cobertura con cero en la cual la domi­nancia es opcional (49, 79, 81).

83. Fusión. Manifestación de un sincretismo que, desde el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idén­tica a la manifestación de todos o ninguno de los fun­tivos que entran en el sincretismo (4, 9, 23, 50 5278).

84. Implicación. Manifestación de un sincretismo que, des­

— ___— _________ Prolegómenos a una teoría del lenguaje

de el punto de vista de la jerarquía de la sustancia, es idéntica a la manifestación de uno o varios de los fun­tivos que entran en el sincretismo, pero no de todos (4, 9, 23, 50, 52, 78).

85. Resolución. Resolver un sincretismo significa introdu­cir la variedad de sincretismo que no contrae la cober­tura que establece el sincretismo (10, 46, 49, 71, 78).

86. Concepto. Sincretismo entre cosas (78).87. Latencia. Cobertura con cero en la que la dominancia

es obligatoria (49, 79, 80).88. Catálisis. Registro de cohesiones mediante la reposi­

ción de una entidad por otra con la que tiene sustitu­ción (11, 17, 62).

89. Lengua. Paradigmática cuyos paradigmas se manifies­tan en todos los sentidos (50, 54, 67, 69).

90. Texto. Sintagmática cuyas cadenas, si se extienden in­definidamente, se manifiestan en todos los sentidos (50,55, 68, 69).

91. Esquema lingüístico. Forma que es una lengua (51, 89).92. Uso lingüístico. Sustancia que manifiesta un esquema

lingüístico (50, 52, 91).93. Elemento. Miembro de una categoría funtiva (56, 77).94. Taxema. Elemento virtual que resulta en aquella eta­

pa del análisis en que se usa la selección por última vez como base del análisis (1, 35, 39, 93).

95. Conectivo. Funtivo que bajo ciertas condiciones es so­lidario con unidades de complejos de cierto grado (9,24, 37, 74).

96. Conformidad. Se dice que hay conformidad entre dos funtivos cuando cualquier derivado particular de uno de ellos contrae sin excepción las mismas funciones que un derivado particular del otro, y viceversa (8, 9,10, 21, 33).

Lista de definiciones 133

Page 89: glosemática

97. Sistemas simbólicos. Estructuras de acuerdo con las cuales se puede ordenar un sentido del contenido, pero en las cuales el principio de simplicidad no nos per­mite encatalizar forma de contenido (51, 69, 88).

98. Semiótica denotativa. Semiótica en la que ninguno de sus planos es una semiótica (53).

99. Indicadores. Partes que entran en los funtivos de tal modo que los funtivos son mutuamente sustituibles cuando se deducen esas partes (9, 23, 57, 62).

100. Señal. Indicador que puede referirse siempre sin am­bigüedad a un plano definido de la semiótica (53, 99).

101. Connotador. Indicador que se encuentra, bajo ciertas condiciones, en ambos planos de la semiótica (53, 99).

102. Semiótica científica. Semiótica que es una operación (6, 53).

103. Semiótica connotativa. Semiótica no científica, uno o más de cuyos planos son semióticas (53, 102).

104. Metasemiótica. Semiótica científica, uno o más de cuyos planos son semióticas (53, 102).

105. Semiótica objeto. Semiótica que entra en una semióti­ca como plano de la misma (53).

106. Metasemiótica científica. Metasemiótica con una se­miótica científica como semiótica objeto (102, 104, 105).

107. Semiología. Metasemiótica con una semiótica no cien­tífica como semiótica objeto (102, 104, 105).

108. Metasemiología. Metasemiótica científica cuyas semió­ticas objeto son semiologías (105, 106, 107).

184____________________Prolegómenos a una teoría del lenguaje

TÉRMINOS DANESES CORRESPONDIENTES A LA LISTA ANTERIOR

1. Analyse.2. Klasse.3. Afsnit.4. Hierarki.5. Inddelingskomplex.6. Operation.7. Syntese.8. Funktion.9. Funktiv.

10. Indgaa.11. Star reise.12. Konstant.13. Variabel.14. In ter dependens.15. Determination.16. Konstellation.17. Kohcesion.18. Reciprocitet.19. Deduktion.20. Procedure.21. Derivater.22. Indbefatte.

23. Indgaa i.24. Grad.25. Induktion.26. Korrelation.27. Relation.28. System.29. Forlob.30. Leddeling.31. Deling.32. Universalitet.33. Partikularitet.34. Realisation.35. Virtualitet.36. Komplementaritet.37. Solidaritet.38. Specifikation.39. Selektion.40. Autonomi.41. Kombination.42. Definition.43. Rcekke.44. Mutation.