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Dirección: Ricardo Figueira Secretaria de redacción: Oscar Troncoso Asesoramiento artístico: Oscar Díaz Diagramación: Ricardo Pereyra Coordinación y producción: Natalio Lukawecki. Fermín E. Márquez C91992 Centro Editor de América Latina S.A. Tucumán 1736, Buenos Aires Hecho el depósito de ley. Libro de edición argentina. Impreso en Carybe, Udaondo 2646, Lanús Oeste, Prov. de Bs. As. Encuadernado en Haley, Av. Mosconi 640, Lomas del Mirador, Prov. de Bs. As. Distribuidores en la República Argentina: Capital: Mateo Cancellaro e Hijo, Echeverría 2469, 5° "C", Buenos Aires; Interior: Dipu S.R.L., Azara 225, Capital. Impreso en setiembre de 1992. I.S.B.N: 950- 25-2086-6- ESTUDIO PRELIMINAR NOEMI GOLDMAN* Estado actual de los estudios acerca de la historia, el lenguaje y el discurso El interés de los historiadores por el lenguaje, no es nuevo. En su Introducción a la Historia, Marc Bloch consagró unas bellas páginas al problema del vocabulario de los documen- tos históricos: "Una palabra —decía— vale muchísimo me- nos "por su etimología que por el uso que se hace de ella"' y, más aún, Todo término importante, todo giro característico, viene a ser un verdadero elemento de conocimiento; pero solamente tras haber sido confrontado con lo que lo rodea, vuelto a considerar en el uso de la época, del medio o del autor [...]. Así, el estudio del sentido de los términos, de sus usos históricos y de la herramienta lingüística para alcanzar este conocimiento fueron considerados por Bloch como necesa- rios a la formación del historiador. Sin embargo, y hasta fe- chas recientes, los historiadores —por lo general— cuando se enfrentaban a un documento de archivo o a un impreso, tendían únicamente a preguntarse por el contenido, los te- mas centrales, y sobre todo, por la relación del documento con la realidad exterior a él. Roland Barthes explicó así esta manera particular de proceder: El discurso histórico supone —se puede decir— una doble operación bastante retorcida. En un primer momento, el refe- * Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires / CONICET. 7

Goldman Historia Y Lenguaje

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  • Direccin: Ricardo Figueira Secretaria de redaccin: Oscar Troncoso Asesoramiento artstico: Oscar Daz Diagramacin: Ricardo Pereyra Coordinacin y produccin: Natalio Lukawecki. Fermn E. Mrquez

    C91992 Centro Editor de Amrica Latina S.A. Tucumn 1736, Buenos Aires

    Hecho el depsito de ley. Libro de edicin argentina. Impreso en Carybe, Udaondo 2646, Lans Oeste, Prov. de Bs. As. Encuadernado en Haley, Av. Mosconi 640, Lomas del Mirador, Prov. de Bs. As. Distribuidores en la Repblica Argentina: Capital: Mateo Cancellaro e Hijo, Echeverra 2469, 5 "C", Buenos Aires; Interior: Dipu S.R.L., Azara 225, Capital. Impreso en setiembre de 1992.

    I.S.B.N: 950- 25-2086-6-

    ESTUDIO PRELIMINAR

    NOEMI GOLDMAN*

    Estado actual de los estudios acerca de la historia, el lenguaje y el discurso

    El inters de los historiadores por el lenguaje, no es nuevo. En su Introduccin a la Historia, Marc Bloch consagr unas bellas pginas al problema del vocabulario de los documen-tos histricos: "Una palabra deca vale muchsimo me-nos "por su etimologa que por el uso que se hace de ella"' y, ms an,

    Todo trmino importante, todo giro caracterstico, viene a ser un verdadero elemento de conocimiento; pero solamente tras haber sido confrontado con lo que lo rodea, vuelto a considerar en el uso de la poca, del medio o del autor [...].

    As, el estudio del sentido de los trminos, de sus usos histricos y de la herramienta lingstica para alcanzar este conocimiento fueron considerados por Bloch como necesa-rios a la formacin del historiador. Sin embargo, y hasta fe-chas recientes, los historiadores por lo general cuando se enfrentaban a un documento de archivo o a un impreso, tendan nicamente a preguntarse por el contenido, los te-mas centrales, y sobre todo, por la relacin del documento con la realidad exterior a l. Roland Barthes explic as esta manera particular de proceder:

    El discurso histrico supone se puede decir una doble operacin bastante retorcida. En un primer momento, el refe-

    * Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires / CONICET.

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  • rente es desprendido del discurso, se convierte en exterior, lo funda, y se entiende que lo regula [...]. En un segundo momento, es el significado mismo el que es rechazado, identificado con el referente; el referente entra en relacin directa con el signi-ficante, y el discurso, en la medida en que slo queda encargado de expresar lo real, cree poder ahorrarse el trmino fundamental de las estructuras imaginarias que es el significado.3

    Pero hoy, ei desarrollo de metodologas y de problem-ticas propias para abordar el anlisis del discurso han incrementado notablemente el inters de los historiadores por el estudio del vocabulario poltico y del lenguaje de los textos histricos. El propio discurso historiogrfico se con-virti en objeto de estudio." De manera que mi propsito en esta introduccin ser el de presentar brevemente, a travs de algunas de las variadas maneras de tratar los documen-tos histricos que nos ofrecen los investigadores interesados en el tema, los trminos en que actualmente se entabla el dilogo entre historia y discurso. Aunque tambin, y en la medida en que conserven cierta vigencia, retomar algunas cuestiones tericas y metodolgicas relacionadas con la etapa inaugura! de! anlisis del discurso en Francia lugar de origen de este nuevo campo de estudios. 5

    I. Los historiadores de discurso en Francia

    En la dcada del setenta se distinguieron en Francia tres corrientes dentro del anlisis de! discurso: la de Miche! Pcheux, la de los socio-lingistas 6 y la de los historiadores. En un libro pionero, Histoire et linguistique (1973), 7 Rgine Robin se interrogaba sobre los posibles puntos de encuentro entre la historia y la lingstica. A partir de ese momento y durante numerosos aos, R. Robin junto a Denise Maldidier y Jacques Ghilhaumou desarrollaron una reflexin conjunta sobre la materialidad propia de! lenguaje y respecto al aporte del anlisis del discurso a la disciplina histrica. 8

    Recordemos sucintamente la etapa inicial de estos nuevos estudios. Al comienzo el anlisis del discurso toma e! modelo gramtica! de anlisis de enunciados propuesto por el lingista norteamericano Zelling S. Harris; esie modelo se combina con los estudios sobre el lxico5 y se completaba

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    con los modelos de interpretacin histrica ofrecidos por la historiografa clsica sobre cada tema de estudio. Sin embargo, pronto se advierte que el Corpus de estudio constituido de acuerdo a determinadas reglas, al resultar de una operacin de extraccin es decir, de una operacin que separa los enunciados de sus condiciones de produc-cin especficas para transformarlos en segmentos grama-ticales, impide una reflexin propia sobre el objeto-discur-so. Pero lo que ms preocup a los especialistas es que la aplicacin de este modelo dejaba afuera a la historia, seala R. Robin al respecto:

    [...] el modelo formal, cerrado sobre si mismo no tena anclaje histrico. La historia era, cada vez, un contexto vasto o coyun-tural, que serva para ubicar los problemas y para buscar las palabras claves a partir de las cuales se realizara el anlisis. Una vez esas palabras encontradas, la historia se retiraba y slo retomaba la escena en el momento de las conclusiones.10

    Para otorgarle entonces a! anlisis del discurso un anclaje histrico, se adopt el aparato conceptual de la teora del discurso elaborado por Michel Pcheux: se trataba de "articular" el discurso con la formacin social.

    Quin fue Michel Pcheux? Dentro de una obra multi-forme que abord campos tan diversos como la historia, la lingstica, la historia de las ciencias, la filosofa y la inform-tica, Pcheux se esforz por eiaborar un programa para el anlisis del discurso. As seala D. Maldidier en una precisa y aguda presentacin de sus escritos," ms all de su inscripcin histrica en una poca y en un lenguaje hoy ya distantes, el pensamiento de Pcheux sigue siendo un pensamiento fuerte. En el cruce de varios "continentes", las reflexiones de Pcheux no produjeron ni sntesis ni sis-tema, pero s desplazamientos y cuestionamientos. La ori-ginalidad de esa aventura terica de construccin del objeto-discurso se debi a que la misma se desarroll sobre el doble plano del pensamiento terico y de la elaboracin de un dispositivo instrumental para el anlisis. El proyecto de Pcheux naci dentro de la coyuntura de los aos 1960, bajo el signo de la articulacin entre la lingstica, el materialis-mo histrico y el psicoanlisis. Pero a partir de 1975 se encuentra con la nueva coyuntura terica francesa que se inicia con la crtica a las concepciones globalizantes y la consiguiente vuelta a los problemas en torno al sujeto.

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  • Dentro de este nuevo contexto, Pcheux trat de repensar, todo lo que el discurso en tanto concepto ligado a un dispositivo, haba designado para l. Desde ese momento, y cualesquiera sean las revisiones posteriores, el discurso es considerado por l como un concepto que no se confunde ni con el discurso efectivamente producido por un sujeto ni con el texto.

    Es as que, frente a las teoras idealistas que sostienen que el sujeto est en el origen del sentido, Pcheux se propuso elaborar una teora "no subjetiva de la enunciacin". El sujeto no produce sentido libremente gracias a una combinacin de unidades de la lengua dotadas de una significacin estable y evidente, sino que est dominado por la formacin discursiva en la que se. inscribe su discurso.

    Esta nueva perspectiva se define entonces como el bosquejo de un anlisis no subjetivo de los efectos de sentido que atraviesan la ilusin de efecto-sujeto (ilusin que tiene el sujeto de estar en el origen del sentido e ilusin de que puede asociarse un sentido fijo a cada unidad del texto). En sntesis, Pcheux elabora una serie de conceptos de una gran abstraccin (preconstruido, articulacin de enunciados, interdiscurso e intradiscurso), para demostrar algo muy simple: el sentido se forma en la historia y a travs del trabajo de la memoria y de la incesante recuperacin de lo ya dicho.

    Pero, con la afirmacin de que "la especie discursiva pertenece al gnero ideolgico" se tendi a conformar una tipologa cerrada de las formaciones discursivas (por ejem-plo: discurso feudal vs discurso burgus) y se construy una visin totalizante de la formacin discursiva dominante. La nocin excluyente de formacin discursiva propuesta por Pcheux, conduca al anlisis del discurso a lo que se design como la "problemtica de los bloques": el bloque ideolgico, el bloque del discurso, el bloque de las clases. Es decir, cada clase social poda ser ubicada a nivel discur-sivo dentro de su propia "formacin ideolgica". Sin embar-go, mientras la teora aislaba las formaciones discursivas, los historiadores, en la medida en que trabajaban sobre la compleja materialidad de los textos, descubran ia existencia de formaciones discursivas imbricadas. Hablaban as de estrategias discursivas, de enfrentamientos, de alianzas. A este respecto, la nocin de interdiscurso se mostr ms operativa que las dems al remitir al espacio de circulacin discursiva dentro de una formacin social.

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    Por entonces, las obras de Jean Pierre Faye' 2 contribu-yeron notablemente a modificar las lecturas dominadas por los modelos gramatical y terico. Sus estudios sobre la circulacin y recepcin de los discursos nazi-fascistas, abri la investigacin hacia la bsqueda de los lugares de inscrip-cin y formacin de las configuraciones discursivas en las diferentes narraciones histricas. En sus trabajos se puso en evidencia el hecho de que el discurso se convierte en el propio referente de otros discursos y que se constituye, se construye y se deshace una memoria discursiva en el espacio de la circulacin de enunciados.' 3 Asimismo las reflexiones de Michel Foucault sobre la nocin de "archivo" constituyeron un aporte fundamental en la reelaboracin del objeto-discurso. Para Foucault el archivo no est constituido por el conjunto de textos que una sociedad ha dejado como material bruto y a partir del cual se pueden aprehender las estructuras sociales y los acontecimientos histricos; propo-ne, por lo contrario, llamar archivo al "sistema general de formacin y transformacin de enunciados"." 1 Es decir que cada dispositivo de archivo se define no en tanto se unifica en un nico discurso, sino en tanto diferencia los discursos en su existencia mltiple y en su ordenamiento especfico.

    Corresponde entonces mencionar aqu el aporte relevan-te de los trabajos histricos de Jacques Ghilhaumou a la nueva etapa del anlisis del discurso abierta con la crtica a una teora del discurso en Francia. 1 6 En oposicin al modelo gramatical que impona un corpus "cerrado" en correspondencia con condiciones de produccin estables, Ghilhaumou propuso el estudio de las configuraciones dis-cursivas en su historicidad.

    Los revolucionarios franceses seala Ghilhaumou toman del Siglo de Las Luces su concepcin poltica de la lengua. En efecto, en el curso de la segunda mitad del siglo XVIII, la opinin pblica ilustrada buscaba dominar la lengua. Surgi as un sujeto poltico de la lengua, poseedor de la razn comn y de los juicios elaborados por consentimiento mutuo en el seno de las lites. La red comunicacional dentro de la cual la esfera poltica cobra conciencia de si misma, presupone entonces la lengua en posicin de intermediaria entre los sujetos potencialrriente libres. Esta herencia se traduce, a lo largo de la Revolucin Francesa, en una particular relacin que vincula a la lengua con la poltica. Siyes, en Qu es el Tercer Estado? (1789), emplea la

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  • categora de lengua poltica para designar el discurso poltico que surge del proceso de destruccin de los privilegios. Sin embargo, Siyes rechaza la identificacin de ia lengua poltica con la lengua comn, en la medida en que define su vnculo con la poltica en relacin a una interrogacin sobre el principio de la representacin poltica: de igual modo que !a voluntad comn debe ceder su lugar a la voluntad representativa, la lengua poltica slo accede a la legitimidad a travs de la paiabra autorizada de los representantes del pueblo. Siyes plantea as en forma clara, tanto la origina-lidad radical de la lengua poltica de ia Revolucin Francesa, como los lmites de su innovacin. Esta concepcin elitista de la lengua poltica domin los debates del ao 1789, pero no nos permiten explicar afirma Ghilhaumou su desa-rrollo posterior durante la Revolucin Francesa.

    De manera que su objetivo ser el estudio de las carac-tersticas racionales de ia "lengua del pueblo" instaurada por los jacobinos. En otros trminos, a travs de un anlisis de las diferentes intervenciones lingsticas dentro de diversos acontecimientos discursivos durante el proceso revoluciona-rio. Guilhaumou tratara de profundizar el conocimiento que los propios actores tuvieron de la lengua poltica y su influencia en el proceso revolucionario. Su anlisis se sus-tenta en la idea de que es posible describir el proceso de formacin y las modalidades de propagacin de la lengua poltica entre 1789 y 1794, fuera de toda interpretacin a priori y en una relacin constante con el acontecimiento. Para ello se detendr no slo en el anlisis de las diversas intervenciones de los agentes polticos que participaron en las diferentes asambleas revolucionaras, sino igualmente en el universo de los porta-voces annimos, que junto a los primeros, actuaron a favor del francs nacional, suscitando una reflexin sobre la relacin entre lengua y poltica durante la revolucin.

    Rgine Robin, por su parte, luego de haber analizado los Cuadernos de Quejas de la Revolucin Francesa, : e se inte-res por la relacin entre la historia y ia literatura dentro de un itinerario original de reflexin y experimentacin sobre la memoria, la identidad, la autobiografa y ia cultura en el siglo XX. En su obra L'Arnour du Yiddish: Ecriture juive et sen-timent de la langue,'7 pone en prctica la nocin de discurso social elaborada por Marc Angenot para definir dentro de una sociedad dada, todo el sistema de la circulacin discursiva

    articulado a travs de un conjunto de presupuestos.' 8

    El anlisis del discurso se transforma as en objeto de la historia. El inters por el estudio del lenguaje y del vocabu-lario histricos no era no obstante privativo de los historia-dores franceses, surga asimismo por esos aos y de diver-sas maneras, en numerosos trabajos de historiadores ale-manes, ingleses, norteamericanos, canadienses, espaoles y latinoamericanos. Pero anies de presentar estos trabajos quisiera hacer mencin de un nuevo campo muy fructfero de trabajo en el cual el anlisis del discurso histrico cobr un renovado mpetu.

    1.1. Discurso, historia cultural y representaciones colectivas

    En los ltimos diez aos se iniciaron en Francia verdaderas mutaciones en el trabajo histrico, en particular en el mbito de la historia cultural, de las ideas y de las mentalidades, debido a la revisin crtica del punto de vista clsico que organizaba la comprensin de las diferencias y divisiones culturales principalmente en relacin a oposiciones sociales establecidas a priori. ' 9 Las investigaciones de Roger Chartier muestran bien este cambio. 2 0 Chartier seala que las divisiones culturales no se ordenan obligatoriamente segn un nico corte social que regira las diferencias en las conductas. Esta perspectiva debe ser modificada para dibu-jar un rea social (por lo general compleja y variada) donde circula un corpus de textos, una produccin cultural o una norma cultural. Se descubrir as que la historia socio-cultural ha vivido a menudo bajo una concepcin mutilada de lo social.

    As, Chartier se propuso en sus trabajos comprender cmo en las sociedades del Antiguo Rgimen, entre los siglos XV y XVIII, la circulacin mltiple del escrito impreso transform las formas de sociabilidad, autoriz pensamien-tos nuevos y modific las relaciones de poder. De all la atencin puesta sobre la manera como se opera el encuentro entre al "mundo del texto" y el "mundo del lector". Dos hiptesis guiaron sus investigaciones.-La primera sostiene que la operacin de construccin del sentido efectuado en la lectura (o en la escucha) de un texto constituye un p 'ocest histrico determinado en el cual los modos y lo

  • segunda considera que las significaciones mltiples y mviles de un texto dependen de las formas a travs de las cuales es recibido por los lectores. Por consiguiente, y en contra de una definicin puramente semntica de los textos, Chartier propone considerar que las formas producen sen-tido y que un texto se llena de una significacin y de un status indito, cuando cambian los dispositivos tipogrficos que lo proponen a la lectura. En sntesis, mientras que durante mucho tiempo era fcil el camino que conduca de un anlisis temtico sobre el conjunto de textos a la caracterizacin de una "mentalidad", de una "visin" o de una "ideologa", para finalmente arribar a una asignacin social unvoca, hoy, por el contrario, la tarea parece menos simple pero ms estimu-lante, desde el momento en que cada serie de discursos es comprendida (siguiendo a Foucault) en su especificidad.

    II. Historia, lenguaje y discurso en otros pases

    La presentacin, an sucinta, de los trabajos relacionados con el lenguaje y el discurso de los historiadores de las nacionalidades anteriormente mencionadas, sobrepasa ampliamente los lmites de esta introduccin, de manera que me limitar a indicar slo algunas tendencias.

    En la historia social alemana el inters por el lenguaje se desarroll, contrariamente a la escuela francesa, fuera de un intercambio entre historiadores y lingistas. La semntica histrica, representada por la obra colectiva Geschichtliche Grundbegriffe,2' dirigida por Reinahrdt Koselleck, constituye un sector ya "clsico" de la historiografa alemana sobre estudios en la historia de los conceptos en la larga duracin. "La semntica histrica seala R. Reichardt no es ni los sistemas sucesivos de la lengua, ni sus articulaciones puntuales en la palabra, sino entre los dos, los "sentidos" como normas sociales, fijadas por un cierto tiempo por sus empleos colectivos institucionalizados". 2 2

    Es por eso que los palabras-temas, lejos de constituir ndices que remiten a hechos materiales de la realidad exterior, son un factor social completamente esencial. Una historia de sus sentidos-tipos sucesivos constituye en ltima instancia una historia de las formaciones discursivas que

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    estructuran la conciencia y las acciones de una sociedad. 2 3

    Por otra parte, podemos mencionar a la corriente de estudios de la pragmtica histrica del texto que, si por un lado, retoma la tradicin de la semntica histrica, por el otro, se propone elaborar un nuevo marco terico de anlisis del lenguaje en a historia. 2 4 Los estudios de H. U. Gumbrecht, H. J. Lsebrink y R. Reichardt sobre el Siglo de las Luces y los discursos de la Revolucin Francesa, ponen en prctica conceptos y metodologas para analizar los procesos de produccin y de recepcin de los textos dentro del estudio serial de las mentalidades. 2 5

    En relacin a la historiografa anglosajona se manifesta-ron inicialmente dos tendencias: 2 6 la de los autores que en-focaron el tema del lenguaje dentro del campo de la antro-pologa cultural y se encuentran, en consecuencia, particu-larmente preocupados por los patrones socioculturales de in-terpretacin lingsticamente articulados; 2 7 y la de aquellos que han arribado al lenguaje influenciados por el debate marxista acerca de la ideologa y el Estado, o sobre el "es-tructuralismo" francs. A este respecto, merecen destacarse los aportes a la discusin sobre el lenguaje de las obras de William Seweil 2 8 y Stedman Jones, 2 9 desarrolladas dentro de la "New Social History" de Estados Unidos y de la britnica "History from Below", respectivamente.

    Ahora bien, el debate actual sobre la relacin entre historia y "posmqdernismo" reinstal al objeto discursivo en el centro de las discusiones entre los historiadores anglosa-jones luego de que surgieron nuevas tendencias historiogr-ficas que bajo lo que se denomina el "linguistic turn" reva-lorizan el estudio de los hechos de lenguaje como va de acceso al conocimiento de la realidad histrica. Sin embargo, las posiciones historiogrficas se encuentran hoy polariza-das entre los que afirman que todo conocimiento histrico est mediado por el lenguaje y los que sostienen que el lenguaje crea sentido cuando lo creado o lo imaginado proviene de lo real (Pas and Present, nm. 131, nm. 133, 1991 y nm. 135, 1992).

    La creacin del Centro de Lexicometra de la Universidad de Barcelona, afianz una lnea de estudios sobre los discursos polticos de la Espaa contempornea. El conjunto de las investigaciones que all se realizan se preocupan por establecer las relaciones profundas que existen entre los documentos y las situaciones socio-histricas, 3 0 practicando,

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  • en la mayora de los casos el anlisis cuantitativo, como fase previa a otros anlisis.3'

    En Montreal, Canad, un grupo de investigadores que cuentan con una vasta trayectoria en estudios sobre el discurso Marc Angenot, Rgine Robin, Robert F. Barsky, Antonio Gmez Moriana y otros, tomaron la iniciativa de crear en 1991 un Centro Interuniversitario de anlisis del discurso y de sociocrtica de los textos (CIADEST). Este Centro rene hoy seis equipos de investigacin y difunde la revista Discours social/Social Discourse. Los diversos pro-yectos de investigacin que se desarrollan en su seno conciernen tanto al campo literario como al de los discursos poltico, cultural y periodstico. El objetivo principal del Centro es el de constituirse en un espacio internacional de confron-tacin de las diferentes tradiciones contemporneas en anlisis de los discursos. En efecto, stas se diversificaron en la medida de la complejidad misma del objeto y de la multiplicidad de las mediaciones que en los ltimos aos las integraron a diversas prcticas e instituciones sociales. 3 2 En este momento advierte Angenot el mercado se encuen-tra saturado de modelos y de doctrinas: las teoras de Greims, de Pcheux, de Foucault, de Habermas, de Eco, de los pragmticos franceses. 3 3 Las mismas palabras circu-lan entre ellos, dentro de problemticas divergentes, algunos axiomas, incluso, desembocando en desarrollos incompati-bles. Esta situacin corre el peligro de conducir a confusio-nes o invitan a un sincretismo sin crtica; pero al mismo tiempo, "es a una crtica clara y rigurosa de las hiptesis y de los conceptos a que este estado de cosas, complejo, cpnluso, pero 'prometedor'" nos invita'. 3 4

    Mxico y Brasil cuentan con una tradicin propia en estudios sobre el lenguaje. La revista Discurso. Cuaderno de ieora y anlisis,35 muestra bien la manera cmo se configur y-evolucion el campo de estudios sobre los discursos en Mxico. El discurso poltico a partir de sus condiciones de produccin y en relacin a su inscripcin en instituciones del stado constituy en particular el objeto de anlisis de numerosos especialistas. Dentro de stos se pueden sea-lar, por ejemplo, los trabajos de Teresa Carb s o b ^ el discurso parlamentario 3 6 y los de Gilberto Gimnez sobre argumentacin. 3 7

    En Brasil merecen destacarse los numerosos trahajosdel reg de Anlisis del Discurso de la Universidad de Campi-

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    as. Eni Pulcinelli Orlandi y su equipo no dejaron de manifestar en sus diversas investigaciones, un central inte-rs por los diferentes procesos histrico-discursivos de pro-duccin del sentido y por la historicidad inscripta en el lenguaje. 3 8

    III. Historia, lenguaje y discurso en Argentina

    En Argentina, el inters por el anlisis del discurso poltico se encontr inicialmente asociado en la dcada del 70 a los nombres de Eliseo Vern, Emilio De Ipola y Ernesto

    Laclau. 3 9 Ms recientemente el libro El discurso poltico, integr una serie de estudios que fueron el fruto de ias discusiones sobre diferentes aspectos del objeto discurso dentro de un grupo interdisciplinario de trabajo. 4 0 Ciertas preocupaciones comunes relacionadas con la produccin y la recepcin del sentido estuvieron presentes en cada uno de los trabajos que componen el libro: en la reflexin de E. Vern sobre los componentes y la estructura de la enuncia-cin poltica, en la indagacin histrica de N. Goldman acerca del discurso ilustrado de la Revolucin de Mayo, en la aproximacin de I, Gonzlez a la traumtica memoria que evoca el movimiento de los derechos humanos, en el estudio de M. Chirico sobre la discursividad autoritaria de aprensa para la mujer, en el anlisis que L. Arfuch propuso sobre el discurso electoral que marc los comienzos de la apertura democrtica, en el estudio de E. de Ipcla sobre 1a interaccin entre sentido comn e ideologa en la crisis de una fuerza poltica y en el anlisis sobre la relacin entre cultura poltica y la constitucin de sus referentes abordada por O. Landi desde la recepcin de la informacin televisiva.

    Silvia Sigal y Eliseo Vern se internaron a su vez con la obra Pern o Muerte," en el estudio de las caractersticas propias de la enunciacin peronista para detectar los ele-mentos invariantes que caracterizaron la especificidad dis-cursiva de este movimiento a lo largo de su trayectoria. Asimismo, podemos sealar aqu los trabajos de Tulio Halpern Donghi en los cuales trata de desentraar a travs de los escritos de un personaje las claves de una totalidad de sentido que caracterizaron a una poca 4 2 o aquel en el

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  • que propone, entrecruzando enunciados y acciones, una clave de lectura de las ideologas que dominaron el debate sobre la construccin de una nacin y un estado argentinos. 4 3

    Por otra parte, un reexamen del uso de los vocablos tan significativos como "ciudad", "provincia" y "nacin" en el periodismo ilustrado de la poca anterior a la Independencia en el Ro de la Plata, posibilit a Jos Carlos Chiaramonte descubrir cmo formas de identidad tales como la de espaol americano y la de argentino cobran una dimensin distinta de la que habitualmente se suele atribuirle y permiten com-prender mejor su presencia e imbricacin en el proceso de gestacin de una nacionalidad argentina. 4 4

    En mis trabajos sobre los discursos polticos de la Revolucin de Mayo en los textos de Moreno, Castelli y Monteagudo me propuse ante todo realizar una revisin de la manera como la historiografa haba tratado ciertos temas enunciados, lo que me condujo a incorporar algunas de las propuestas renovadoras de los especialistas en anlisis del discurso. As, mi inters se desplaz desde el estudio de las influencias hacia el anlisis de las nociones o temas donde se construy una visin de la Revolucin de Mayo en el Ro de la Plata. De manera que en el estudio que precede a esta introduccin abordar algunos de estos aspectos.

    Notas

    Marc Bloch, Introduccin a la Historia, Mxico-Buenos Aires, F.C.E., reed. 1975, p. 132. La primera edicin francesa es de 1949.

    Ibid., p. 130. Barthes "Le discours de l'Histoire" in Information sur les sciences

    sociales, 1967, vol. 6, pp 73-74. J En el Discurso histrico (Madrid, Alianza Editorial. 1988), J. Lozano da cuenta del reciente debate historiogrfico sobre el estatuto de la historia y las peculiaridades propias del discurso que el historiador construye. Vase igualmente: M De Certeau, L'cri-ture de l'histoire, Pars, Gailimard, 1975, E. Lled, Lenguaje e Historia, Barcelona, Ed. Ariel, 1978, H. White, The Conten o the Form: Narrative Discourse and Histrica! Representaron. Johns Hopkins University Press, 1987 y D l.acapra, History, Politics and

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    the Novel, Cornell University Press, 1987 5 Vase, Noem Goldman, El Discurso como objeto de la Historia, Buenos Aires, Hachette, 1989 En la primera parte del libro presento los trabajos y las metodologas desarrolladas a partir de la dcada del setenta por los historiadores en anlisis del discurso, a menudo especialistas de! siglo XVIII y de la Revolucin Francesa. All sealo que mi objetivo central es el de responder a la pregunta de por qu, cmo y en qu medida el anlisis del discurso propone al histo-riador una "tectura" diferente de los textos. Pero como este nuevo tipo de aproximacin a los documentos histricos surgi de un dilogo entre la lingstica, la historia y ia teora del discurso, consider igualmente necesario reconstruir el espacio de intercam-bios interdisciplinarios que dieron origen al anlisis del discurso. 6 Fueron de importancia para el desarrollo del anlisis del discurso los numerosos trabajos de socio-lingistas y lexiclogos sobre los discursos polticos. Merecen particular mencin los trabajos que se realizaron en el Laboratorio de Estudios de Textos polticos de la Escuela Normal Superior de Saint-Cloud bajo la direccin de Maurice Tounier. Para una bibliografa actualizada sobre los estu dios de lexicologa socio-poltica entre los aos 1983 y 1988, vase la revista Mots/Les langages du politique, Ecole nrmale suprieure de Fontenay/Saint Cloud, nm 18 (1989), pp. 125-127. ' Rgine Robin, Histoire et LingOistique, Pars, Ed. Armand Colin, 1973. * Cf. Denise Maldidier, Jacques Ghilhaumou et Rgine Robin, "Jalons dans l'histoire de l'analyse du discours en France: un trajet des historiens du discours", en Discours social/Social Discourse, vol. II, nm. 3, 1989, pp 3 16, Rgine Robin, Le romn mmoriel, Qubec, Le Prambule, 1989, cap t; Noem Goldman, ob. cit., Primera Parte. 1 Los estudios se inspiraban en los trabaios de Jean Dubois: Le vocabulaire politique et social en France, de 1869 a 1872, Pars, 1962 e Id., en "Lexicologie et analyse d'nonc", Cahiers de Le-xicologie, II, 1969. 13 R. Robin, .e romn mmoriel, ob. cit., p. 32. " L'lnquitude du Discours, textos de Michel Pcheux. selecciona dos y presentados por Denise Maldidier, Pars, Ed des Cendres, 1990 y Michel Pcheux, Les verits de la Palice, Pars, Maspero, 1975. , : Jean Pierre Faye, Les langages totalitaires, Pars, Hermn, 1972 (hay traduccin al espaol), y del mismo autor: La critique du langage et son conomie, Pars, Galile, 1973. " R. Robin, Le romn mmoriel, ob. cit., p. 34. " Michel Foucault, La Arqueologa del saber, ir ed en espaol, Mxico, Siglo XXI, p 221. , s Jacques Guilhaumou, La Langue politique et la Rvolution Fran-case, Pars, Meridiens Klincksieck, 1989 e Id., "Dcrire la Rvo lution Francaise Les porte-parole et le moment rpuclicain (1790

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  • 1793)", en Armales E.S.C., nm. 4, 1991, pp. 949-970. " Rgine Robin, La Soct francaise en 1789: Semur-en-Auxois, Pars', Plon, 1970. 17 Rgine Robin, L'Amour du Yiddish: Ecriture juive et sentiment de la langue, Pars, Le Sorbier, 1984. " Marc Angenot y Rgine Robin, "Penser le discours social: problmatiques nouvelles et incertitudes actuelles. Un dialogue entre "A" et "B", en Sociocriticism, III, nm. 2, 1988, pp. I-XII; M Angenot, 1889 Un tat du discours social. Qubec, Le Prambule, 1989. " Sigo en esto a Roger Chartier, "Le monde comme representa-ron", en Annales E.S.C.. nm. 6, 1989, pp. 1505-1520.

    R. Chartier, Les Usages de 'imprim, bajo la direccin de..., Pars, Fayard, 1987 e Id., Lectures et lecteurs dans la France d'Anclen Rgime, Pars, Ed. Du Seuil, 1987. '' Geschichtliche Grundbegriffe: Historisches Lexikon zur polititisch-soziales Sprache in Deutschland, obra publicada por O. Brunner, W. Conze y R. Koselleck, Stutgart, 1972 y siguientes.

    Rolf Reichardt, "Pour une histoire des mots-thmes socio-politi-ques en France de 1680 1820 environ", en Actes du 2 colloque de lexicologie politique (15-20 septembre 1980), vol. 3, Pars, Klincksieck. 1982, p. 861.

    Ibid. '-" Hans-Uirich Gumbrecht, Hans-Jrgen Lsebrink, Rolf Reichardt, "Histoire et Langage: travaux allemands en lexicologie historique et en histoire conceptuelle", en Revue d'Histoire Moderne et Contem-prame, t. XXX, 1983, pp. 185-195.

    5 Vase, por ejemplo, H. J. Lsebrink, "Images et rpresentations sociales de ia criminalit au XVIII sicle: l'exemple de Mandrin", en Revue d'Histoire Mteme et Contemporaine, t. XXVI, 1979, pp. 345-364. * Sigo en este punto a Peter Schttler, "Historians and Discourse Analysis", en History Workshop Journal, nm. 27, 1989, pp. 44-48. Cf Clifford Geertz, The interpretation o Cultures, New York, 1973. Hay traduccin al espaol. " William H. Sewell, Work and Revolution in France. The Language of Labor from the Od Regime to 1848, Cambridge, 1980.

    Careth Stedman Jones, Languages of Class. Studies in English Working Classe History, 1832-1982, Cambridge 1982. Hay traduc-cin al espaol. c Teresa Cabr i Castellvi, "Les Recherches de lexicologie politique en Espagne", en Actes du 2 colloque de lexicologie politique, ob. cit., pp. 771-776; AA.VV, "Nation" et nationalisme du franquisme la dmocratie, Pars, Publications de l'Nalf, collection "Saint Cloud", Klincksieck, 1986 '" Mara Bozzo i Duran (ed.), Jornades de Lexicometra (13 i 14 d'abril de 1988), Centre de Lexicometra/Divisio de Cincies Humanes i Socials, Barcelona, PPU, 1989, y Victoria Alsina Keith

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    Monique Bcue, Lydia Romeu Gutirrez de Soto y Antoni Rossel Mayo, "Anfisis Cuantitativo de datos textuales", en Actas del V Congreso de Lenguajes Naturales y Lenguajes Formales, vol. I, Barcelona, Universidad de Barcelona, 1990, pp. 99-125. Los anlisis iexicomtricos proceden de la aplicacin de los sistemas informticos desarrollados en Francia por la ULR Lexicomtrie et Textes Polotiques de ia ENS de Fontenay-St. Cloud y por el Centre International de Statistique el d'lnformatique Appliques (CISIA). Lase al respecto: Ludovic Lebart y Andr Salem, Analyse statisque des donnes textuelles, Pars, Dunod, 1988. K Marc Angenot, "Argumentaron et Discours", en Discours social/ Social Discourse, Vol. II, nm. 3, 1989, pp. 1-2. 33 Marc Angenot, "Argumentation et Discours", en Discours social/ Social Discourse, Vol. II, nrn 3, 1989, p. 72. " Ibid. * Vase la revista Discurso. Cuadernos de teora y anlisis, del nmero 1 (1983) en adelante y Mario Monteforte Toledo (comp.) El discurso poltico, Actas del Congreso Internacional de Mxico, UNAM, Mxico, 1980. 3 6 T. Carb, Discurso poltico: lectura y anlisis en Cuadernos de la Casa Chata, nm. 105, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, Mxico, 1984. 3 7 G. Gimnez, Poder, estado y discurso. Perspectivas sociolgicas y semiolgicas del discurso poltico-jurdico, Mxico. UNAM, 1981. 3 8 AA.VV., O histrico e o discursivo, Publicacin del Curso d? Letras del Centro de Ciencias Humanas y Letras de las Faculta-.'CJ Integradas de Uberaba, Serie Estudos, 12, 1986: Eni Pulcinelli Orlandi (comp.), Paiavra, F, Poder, Campias, Pontes, 1987; Id., A leguagem e seu funcionamiento. Campias, Pontes, 1987, Ed. AA.VV, Poltica lingstica na Amrica Latina, Campias, Pontes, 1988, y Eni Pulcmelli Orlandi, Terra a vista. Campias, Cortez Editora/Unicamp, 1990. M E. Vern (ed.), El proceso ideolgico, Buenos Aires, Tiempo contemporneo, 1971; E Laclau, Poltica e ideologa en la teorfc marxista, Madrid, Siglo XXI, 1978 y E. de Ipola, Ideologa y discursc popuista, Buenos Aires, Folios, segunda edicin, 1983. 40 . Vern, L. Aruch, M. M. Chineo, E. de Ipola, N. Goldman, M. I. Gonzlez Bombal y O. Landi, El discurso poltico. Lenguajes y acontecimientos, Buenos Aires, Hachette, 1987. Lase tambin, O. Landi, Crisis y lenguajes polticos, Buenos Aires, Estudios Cedes, 1981; Id., El discurso da lo posible, Buenos Aires, Estudios Cedes, 1985. Desde una perspectiva socio-lingstica cabe sealar los dos cuadernos que el Instituto de Lingstica de la Facultad de Filosofa y Letras, UBA, consagr al anlisis del discurso: Anlisis sociolin-gOsiico del discurso poltico, nmeros 1 (1986) y 2 (1987). Tambin puede consultarse la revista SYC (Director No Jitrik), "Estado, Institucin, Discurso", nrn. 2 (1991) y AA. W., Alfonsn. Discursos sobre el discurso, Buenos Aires, Fucade/Eudeba, 1986.

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  • " S Sigal y E. Vern, Pern o Muerte. Los fundamentos discursivos del fenmeno peronista, Buenos Aires, Legasa, 1986. T. Halpern Donghi, "El antiguo orden y su crisis como tema de Recuerdos de Provincia", Boletn del Instituto de Historia Argenti-na y Americana "Dr. Emilio Ravignani", nm. 1, Tercera Serie, 1er. semestre 1989, pp. 7-22 e Id. Jos Hernndez y sus mundos, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1985. T. Halpern Donghi, Una nacin para el desierto argentino, Buenos Aires, Centro Editor de Amrica Latina, 1982. " J. C. Chiaramonte, "Ciudad, provincia, nacin: las formas de identidad colectiva en el Ro de la Plata colonial", Seminario Nuevo Mondo e Area Mediterrnea a confronto: sistemi poltico-culturali nei secoli XV-XIX:, Societa siciliana per la storia patria, Palermo, 27-31 de marzo de 1990 (en prensa) e Id., El mito de los orgenes en la Historiografa Latinoamericana, Cuadernos del Instituto Ra-vignani, nm. 2, Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Facultad de Filosofa y Letras, UBA, 1991.

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    LA REVOLUCION DE MAYO: MORENO, CASTELLI Y MONTEAGUDO

    Sus discursos polticos

    NOEMI GOLDMAN

    La visin ms habitual de la Revolucin de Mayo de 1810 en los discursos y prcticas polticas de los dirigentes crio-llos ms radicales, los asimila al modelo jacobino de la Re-volucin Francesa. De modo que una presentacin del con-junto de los discursos de los denominados morenistas no puede eludir abordar la referencia a ese modelo. Ahora bien, un estudio cabal del tema demandara un examen compa-rativo de los procesos revolucionarios que tuvieron lugar con un intervalo de veinte aos en Francia y en el Ro de la Plata a fines del siglo XVIII y principios del XIX, respec-tivamente.

    No es nuestra intencin realizar aqu ese estudio. Ms bien, nos interesa mostrar los diversos usos que la historio-grafa realiz del modelo y cmo, desde diferentes perspec-tivas, las investigaciones recientes modificaron las formas tradicionales de aproximarse al tema. De manera que pasa-remos revista de las antiguas y nuevas contribuciones a los problemas de la relacin entre la filiacin ideolgica del pen-samiento emancipador y el carcter de la Revolucin de Mayo, para luego limitarnos a abordar el anlisis de la con-cepcin de la revolucin en Moreno, Castelli y Monteagudo. 1

    Se tratar de mostrar aqu cmo sta concepcin se orga-niz en torno de ciertas nociones, a partir de las cuales se hicieron determinadas elecciones ideolgicas.

    Breve revisin historiogrfica

    La historiografa de la Revolucin de Mayo nos leg un ex-

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  • tenso debate en torno a ias influencias de los filsofos de la Ilustracin en el pensamiento emancipador, y en relacin a ias concepciones y prcticas polticas de los revoluciona-rios de Mayo. El modelo de la Revolucin Francesa predo-min en la interpretacin de la poltica revolucionaria de la Primera Junta.

    El primero en hacer mencin al jacobinismo como modelo fue el propio hermano de Moreno. Manuel Moreno, en la biografa que consagra al secretario de la Junta, reflexiona de ia siguiente manera: "Despus de la revolucin de Francia ha sido muy frecuente atacar las empresas de libertad, denigrndolas con el odioso carcter de jacobinismo, que tan justamente ha escarmentado el mundo, y el descrdito que stas mximas han merecido, ha continuado en ser emplea-do como arma poderosa contra el use de los derechos sagrados del puebio... El doctor Moreno profesaba principios slidos de poltica y estaba versado en la historia de las naciones, para no haber cado en errores, que la experiencia hace en el da inexcusables. Con todo esto, los discursos con que se diriga en la Gaceta a sus conciudadanos, no han dejado de ser mirados por el inters y la prevencin como esfuerzos del jacobinismo..." 2 Manuel Moreno pone el acento en este prrafo, en el carcter ante todo poltico que la etiqueta de jacobino tuvo en la Revoiucin de Mayo; sta se constituy a sus ojos en el ms eficaz instrumento ideolgico de lucha poltica contra el secretario de la Junta. En efecto, el mote denigratorio fue utilizado no slo por los espaoles contrarrevolucionarios sino igualmente por los criollos moderados.

    La publicacin del Plan de operaciones, atribuido a Moreno y conservado en secreto durante su gobierno, 3 fue el punto de partida de un largo debate en torno a las concepciones de lucha revolucionaria en el Ro de la Plata. La serie de medidas polticas y de terror propuestas en l, con el fin do conquistar la independencia por medio de una transformacin radical del orden social tradicional, fue considerada como un modelo de poltica jacobina. Norberto Pinero considera as a la Revolucin de Mayo como una prolongacin de las doctrinas y de las reformas de la Francia revolucionaria, y aunque Moreno habra cometido ciertos "excesos" de violencia, stos quedan a su entender disculpados, puesto que estuvieron al servicio de la cons-truccin de una nacin independiente. La historiografa libe-

    ral coincide as, en general, en establecer una filiacin, tanto del pensamiento de la Ilustracin como del programa poltico francs de 1789 con la Revolucin de Mayo.

    Paul Groussac se enfrenta a la tradicin liberal seguida por Pinero, cuando sostiene que la formacin fiiosfico-poltica de los revolucionarios era muy dbil, y ms an, que desconocan el proceso poltico francs." Sin embargo, Groussac no parece haberse basado en investigaciones de archivo para sustentar su tesis contraria a la de la escuela liberal. Duda de esta manera en la clasificacin del documen-to que permaneci en secreto durante la gestin de Moreno: en un primer momento lo considera apcrifo, luego lo atri-buye a la mano de "un partidario terrible y exaltado de Moreno".5

    La identificacin entre Moreno y Robespierre ser plena-mente establecida, con sentido positivo, por Jos Ingenieros en su obra La evolucin de las ideas argentinas.6 Para Ingenieros la acusacin de jacobino realizada contra el secretario de la Junta constituy "su ms legtimo ttulo de gloria desde el punto de vista de ia Revolucin". 7 Ahora bien, los revisionistas de comienzos de nuestro siglo se opondrn a esta visin de la Revolucin de Mayo al sostener como es por ejemplo el caso de Carlos ibarguren la tesis de! compiot. Ibarguren califica a Moreno y a sus adeptos como hombres del terror que por medio de las doctrinas "anrqui-cas" y "antisociales" quisieron desatar una guerra intermina-ble en contra de los espaoles. 8

    A uno de los fundadores de la Nueva Escuela Histrica debemos el primer estudio erudito de Mariano Moreno y la Revolucin de Mayo. Ricardo Levene se propuso en su obra 9

    una revalcrizacin de las fuentes hispnicas para el anlisis de los orgenes intelectuales de la Revolucin de Mayo. Ello le permiti reconstruir gran parte de las lecturas de origen espaol e indiano de Moreno cuando era estudiante en la Universidad de Chuquisaca, para concluir con la negacin de toda influencia Francesa sobre el pensamiento revolucio-nario de Mayo, empendose en rehusar, a travs de numerosas pruebas, la autenticidad del Plan de Operacio-nes.^0 Cabe mencionar aqu, tambin, los trabajos de histo-riadores como Sergio Bag o Rodolfo Puigrrs que conci-bieron a la Revolucin de Mayo como una especie de tra-duccin, aunque trunca, de las revoluciones burguesas eu-ropeas. Moreno se constituy para esta visin de la Revo-

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  • lucn en el portavoz de la "revolucin democrtica burgue-s a " . "

    Esta ltima tesis de una independencia concebida como fruto de un proceso de maduracin interna, apoyada en la existencia de un grupo social con conciencia de clase, que requera de la independencia para su desarrollo y que en consecuencia elabor un programa revolucionario, fue reemplazada a partir de los aportes de la historiograf ia de los ltimos tiempos, en particular de los trabajos de Tulio Halpern Donghi 1 2 por la idea ms plausible de un proceso independentista como efecto de la crisis de las monarquas ibricas. Las tendencias de los criollos hacia una mayor participacin poltica no eran suficientes para producir el despertar revolucionario, y por ello fue necesario que al colapso espaol se uniera la presin britnica para crear en los criollos la conviccin de que un gobierno propio era posible. Esta nueva visin del origen de la Revolucin implic asimismo la reformulacin de la dea segn la cual la Ilustracin rioplatense prepar intelectualmente al movimien-to de Independencia.

    Recientes estudios realizados por Jos Carlos Chiara-monte sobre la actividad intelectual de fines de siglo XVIII pusieron de relieve frente a los trabajos que concedan casi una exclusiva atencin al examen de las influencias de la Ilustracin europea en el rastreo de las "fuentes ideol-gicas" de la independencia la importancia de las modifi-caciones internas en ios cauces tradicionales del mundo cultural hispano.' 3 En efecto, dicho autor considera que una revisin de los orgenes y conformacin de la cultura ilus-trada rioplatense no puede menos que reconocer como un tema central la relacin cultura eclesistica-cultura ilustrada. Esta relacin que se expres en lo que ha sido designado con el concepto contradictorio de "Ilustracin catlica" por cuanto fusiona en una misma categora las concepciones del mundo implcitas en le catolicismo y en el Siglo de las Luces define al conjunto de los escritos correspondientes al perodo de la ilustracin rioplatense e indica la necesidad de recortar y distinguir los intentos de renovar la Escolstica mediante ciertas limitadas aperturas al pensamiento moder-no. Dentro de esta nueva perspectiva perdera su sentido el estudio de las fuentes ideolgicas que habran preparado el movimiento emancipador y se abrira paso la idea de que el pensamiento ilustrado no llevaba necesariamente a lajorma-

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    cin de una conciencia revolucionaria. Pero sta no es una caracterstica slo hispano america-

    na. En Europa los absolutismos ilustrados, con el reforza-miento de la alianza entre los soberanos y sus noblezas, se afirmaron por anticipado como negacin misma de la revo-lucin. En ia misma Francia el ideal revolucionario es pre-parado por el clima que el lluminismo contribuye a crear, pero no se identifica totalmente con el ideario de este movimiento, ya que el pensamiento tpicamente iluminista tena su esperanza puesta en la obra reformadora de los dspotas ilustrados. El verdadero reformador sigue siendo siempre el soberano, y la tarea del filsofo es esencialmente educativa en la medida en que debe tratar de hacer entender al monarca que su poltica tirnica es una mala poltica.

    Ahora bien, si en la actualidad ya no parece posible seguir concibiendo al movimiento de la Independencia como el advenimiento revolucionario de la burguesa al igual que en Europa, por la inexistencia de una clase social dirigente de amplitud nacional, pierde sin duda valor la idea del modelo para la explicacin del proceso revolucionario rioplatense, pero siguen siendo a nuestro entender esclarecedores los estudios comparativos que intentan echar luz sobre procesos polticos que conservan cierta afinidad histrica.

    As, en nuestro trabajo sobre el discurso poltico de Mariano Moreno sealbamos lo siguiente: "Nuestro objeto no poda ser la bsqueda del jacobinismo en Moreno puesto que asimilar las prcticas morenistas a las jacobinas a priori, no nos revelara toda la originalidad de sus concepciones polticas. Era necesario invertir el planteo, es decir partir de Moreno y estudiar sus concepciones poltico-sociales a travs de sus propios discursos y en su propio vocabulario poltico. Solamente al trmino de esa lectura se impona una reflexin sobre la relacin Moreno-jacobinismo, a partir de las representaciones que de este ltimo tuvieron los revo-lucionarios de la poca.' 4 Volveremos sobre este punto al abordar el anlisis de la concepcin de la revolucin en Moreno.

    Por su parte, Pilar Gonzlez en un estudio sobre la sociabilidad poltica rioplatense entre 1810 y 1814' 5 se propone dar respuesta a las preguntas de en qu medida y hasta qu punto la Revolucin de Independencia fue, a la manera de la Revolucin Francesa, una revolucin poltica moderna y democrtica. Las conclusiones a las cuales arriba

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  • muestran, nuevamente,, ms las distancias que las semejan-zas con ei caso francs: mientras la sociab'Hdad revolucio-naria francesa sirve como espacio de reivindicaciones sociales y como estructura para una representacin nacio-nal; la sociabilidad rioplatense que se desarrolla en clubes, revolucionarios y en sociedades patriticas, por su carc-ter municipal as como por su concepcin elitista de la soberana popular, condujo a! fracaso de la primera tentativa de instauracin democrtica en el Ro de la Plata.

    Estas recientes investigaciones nos advierten sob r e el peligro de caer en el error metodolgico de identificar las prcticas polticas por el signo ideolgico que se les atribuye. Debemos pues considerar la etiqueta de "jacobino" coloca-da a las figuras de Mariano Moreno, Juan Jos Castell! y Ber-nardo Monteagudocomo simple arma denigratoria en manos de los moderaoos y espaoles?

    Trataremos de dar respuesta a este interrogante a travs de un recorrido previo por la manera como el proceso revolucionario francs fue descubierto y conocido en el Ro de ia P'ata colonial y revolucionario.

    El impacto de ia Revolucin Francesa en el Ro de la Piata '

    Ricardo Caillet Bois, en su Ensayo sobre el Ro de la Plata y la Revolucin Francesa 11929),' 6 nos dio una idea bastante aproximada acerca de dicho impacto. Con c-ste ensayo el autor se propuso, por medio de la consulta de una vasta documentacin, reconstruir la imagen que de la Revolucin Francesa tuvieron los habitantes de la colonia. La primera cuestin que aborda, luego de la lectura de numeiosos inventarios de biblotecas rioplatenses y de la correponden-cia entre criollos y e*ranje rcs, se relaciona con el conoci-miento que de los filsofos franceses se tena en ei Ro de la Plata. De sus lecturas surge que la filosofa francesa del siglo XVIII era conocida por la lite ilustrada de ia sociedad colonial, as tambin como los principales sucesos polticos de la Revolucin Francesa. Una variada documentacin da testimonio de! impacto de esa revolucin sobre la colonia: los decretos reales y rdenes que a partir de setiembre de

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    1789 prohibieron la entrada en Amrica de lminas, estam-pas, impresos y manuscritos de origen francs; los procesos contra residentes franceses acusados de conspiracin contra las autoridades espaolas, y la profusa corresponden-cia entre criollos y europeos con relatos sobre los diferentes acontecimientos revolucionarios. 1 7 Esta correspondencia muestra en particular que los criollos ilustrados de !a colonia seguan con inters los sucesos franceses, convirtindose inclusive, muchos de ellos, en admiradores de la Revolucin. La noticia de la muerte del rey Luis XVI produjo, sin embargo, un vuelco en los espritus: los franceses empezaron a ser vistos con "temor" y "repulsin".' 8 A esta noticia se agreg aquella que relataba la persecucin de los curas catlicos que no haban jurado la constitucin.

    A pesar de ello, Caillet Bois sostiene que persistieron en el virreinato del Ro de la Plata algunos entusiastas partida-rios de la Revolucin Francesa. As lo prueban ias declara-ciones tomadas a les acusados per una supuesta "conspi-racin de franceses y negros" en 1795. Los inculpados, comerciantes extranjeros y esclavos negros, hicieron refe-rencia a ciertas conversacicnes que habran escuchado entre simpatizantes de la Revolucin. En una de ellas, y con motivo de la muerte del rey, los simpatizantes habran aprobado fervorosamente su ejecucin en manos de los revolucionarios franceses. 1 9 En otra de las conversaciones, estos simpatizantes se habran referido a Robespierre en trminos encomiosos, as por ejemplo uno de ellos seal que "Robespierre habra sido capaz de hacerse dueo del Orbe, por su cualidad", otro que constituyndose en su defensor sostuvo, "las buenas partes y cualidades que concurran en Robespierre de quien acaba de tenerse noticia habrsele dado muerte violenta" 2 0

    De estas declaraciones se desprenda que no slo la lite colonial tena cierto conocimiento de los sucesos franceses, sino igualmente el pequeo mundo de pulperos, panaderos y dueos de tiendas rioplatense; aunque, y segn parece, slo los grandes momentos de la Revolucin habran rete-nido la atencin de los pobladores. Con la cada de Robes-pierre se expanden las versiones termidorianas sobre la Revolucin que lo convirtieron en el smbolo de un rgimen de terror y de sangre. Los rioplatenses se vuelven ms bien hostiles a la Revolucin. No obstante, afirma Caillet Bois, un crculo "afrancesado" continuar durante la Revolucin de

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  • Mayo sosteniendo las enseanzas de 1789. Del proceso seguido a los inculpados en la Conspiracin

    de 1795 se tuvo conocimiento, asimismo, por la difusin de Gacetas con novedades sobre la Revolucin Francesa entre las clases ms pobres de Montevideo y Buenos Aires. Pero, y a pesar de las acusaciones del fiscal, muy poco es lo que pudo sacarse en claro de este juicio ms all de la existencia de ciertos pasquines y de la intencin de los cabecillas de liberar a los esclavos negros. De todas maneras, es intere-sante notar cmo en uno de los panfletos que circularon en la poca se interpreta a la Revolucin Francesa como un acontecimiento de alcance universal: "Martn de Alzaga dentro de un ao irs a la guillotina... tus bienes sern para la Convencin americana... viva, viva, la libertad, ia libertad, la libertad. Doscientos mil fusiles vendrn y dos mil oficiales franceses. A Zavaleta que sus bienes y su mujer tambin morir e hijos con toda su casta".2'

    Hoy, es bien conocido que a partir de la Revolucin de Mayor predominaran en el Ro de la Plata las corrientes derivadas de ia Ilustracin. Al respecto es interesante mencionar la observacin realizada por Guillermo Furlong al borrador de la segunda autobiografa del Dean Funes. Furlong, que en toda su obra se esforz por demostrar la ausencia de influencia francesa sobre el pensamiento de la emancipacin, se ve obligado a aceptar, aunque segn indica "en desdoro" del Dean Funes", que este tach en su segunda autobiografa de 1826 los nombres de Aristte-les y Platn, para reemplazarlos por los de Pufendorf, Condillac, Rousseau y Mably como los autores que nutrieron su espritu. Tal actitud respondi al afn del Dean de ponerse a tono con los admiradores de la Revolucin Francesa que surgieron, segn Furlong, entre 1813 y 1820. 2 2 En efecto, al emprender la tarea emancipadora los criollos tenan a su alcance no slo las ideas ilustradas sino igualmente ejem-plos histricos, como fueron las Revoluciones Norteameri-cana y Francesa. De modo que muchos de los elementos doctrinarios adquiridos por los revolucionarios haban dejado de ser ideas abstractas para convertirse en realizaciones histricas. Surge entonces la pregunta de qu sabemos sobre el impacto de la Revolucin Francesa durante la Revolucin de Mayo 9

    Observamos, en primer lugar, una cierta presencia sim-blica de la Revolucin Francesa durante la Revolucin de

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    Mayo, que se refleja en los emblemas patrios (los laureles, el sol y las manos tomadas en los escudos patrios), y en las Asambleas y reuniones patriticas (la voz de "ciudadano" y el gorro frigio). Pero donde la referencia a la Revolucin Francesa es ms frecuente es cuando se la utiliza como arma politica para desprestigiar al adversario.

    La imputacin de jacobino en el Ro de la Plata constituye as y ante todo una etiqueta denigratoria. Hacindose eco de la muy difundida versin termidoriana sobre la Revolucin Francesa, conforme a la cual el perodo de la dictadura jacobina constituy una funesta desviacin de los principios de 1789, los moderados vieron en las prcticas radicales de Moreno y sus partidarios un anuncio de un rgimen de terror y de sangre. La apelacin a un modelo temido tuvo en consecuencia una clara funcin poltica: difamar a los opo-sitores. 2 3 Pero asimismo como tendremos ocasin de observar ms adelante, en el campo imaginario de las representaciones polticas de la poca, la referencia al jacobinismo surge como la cristalizacin conceptual de un enfrentamiento local: el que opuso en 1810 al moderado presidente de la Junta al secretario de la misma, Moreno es acusado de jacobino por su temperamento poltico enrgico, su ferviente prdica igualitaria, el firme control que mantiene sobre todas ias acciones de la Primera Junta y las medidas de terror en contra de los enemigos del rgimen; Castelli es considerado jacobino por sus medidas encaminadas a la supresin de las castas altoperuanas; y a Monteagudo se le imputa la condicin de jacobino por promover la creacin de sociedades patriticas segn el modelo de los clubes revolucionarios y por su firme voluntad independentista. Pero mientras Moreno manifest una sincera adhesin al conjunto de la Revolucin Francesa, Monteagudo esboza segn veremos una crtica al periodo de la dictadura jacobina.

    De manera que, si bien es indudable que trminos esenciales del nuevo vocabulario revolucionario rioplatense como libertad, igualdad, fraternidad, soberana popular, derechos naturales remiten al discurso poltico jacobino, no representan, sin embargo, las mismas realidades. En otras palabras, los revolucionarios del Ro de la Plata pudieron haber traducido a su propio lenguaje los textos filosficos y polticos franceses, pero no asi las condiciones y caractersticas especficas del proceso revolucionario del

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  • pas galo, en cambio si podan prever las consecuencias que la aplicacin plena de estas nuevas nociones tendran en el contexto del Rio de la Plata en relacin a la movilizacin popular. Razn por la cual como tendremos oportunidad de ver se debatieron entre las proclamaciones sinceras de los principios democrticos y las prcticas cautelosas, en unos, o abiertamente moderadas, en otros.

    Por otra parte, ninguno de ios morenistas manifest una explcita adhesin al jacobinismo como arquetipo de poder revolucionario. Esto no debe extraarnos puesto que no deben olvidarse aqu los veinte aos que separan a los dos procesos revolucionarios: Bonaparte fue visto per sus con-temporneos rioplatenses como el producto final de la desviacin del proceso revolucionario que se inici con la declaracin de los derechos del hombre y culmin en ia instalacin de un poder personal de carcter imperial. 1 4

    De todo lo expuesto hasta ahora se deriva que en lugar de preguntarnos nuevamente, en esta presentacin de los escritos de Moreno, Castelli y Monteagudo por la validez del modelo jacobino en e! Ro de la Plata, elegimos analizar la concepcin de la revolucin en cada uno de ellos, a partir de ias nociones o temas donde se construye una visin de la sociedad y desde la cual se realizaron ciertas elecciones ideolgicas.

    Moreno y la concepcin de !a Revoluc in

    La nocin de revolucin elaborada por Moreno encuentra una expresin coherente, aunque no exenta de contradiccio-nes, en la serie de artculos publicados en los nmeros de la Gaceta correspondientes a los meses de noviembre y diciembre de 1810. Una lectura retrospectiva del conjunto de sus discursos polticos (artculos de la Gaceta e Instruccio-nes enviadas a las provincias del Interior), nos permite observar que esa nocin es al mismo tiempo resultado de una serie de deslizamientos de sentido en ciertos enuncia-dos, y de la aparicin de otros como efecto de coyunturas determinadas. Cada etapa de ese trayecto se define por el surgimiento de un nuevo enemigo: puebio/autoridades colo-niaies, pueblo/espaoles europeos, pueblo/rey, pueblo/crio-

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    los moderados. 2 5

    La lectura de los artculos de Moreno en la Gaceta, donde se esfuerza por desenmascarar la "conspiracin" de las autoridades coloniales expresada en sus proclamas, nos revela asimismo, que detrs de la adhesin encubierta a la frmula real hay una crtica al conjunto del fenmeno colonial en Amrica. En los primeros meses de gobierno revolucio-nario los ataques se dirigen con prioridad a los altos funcio-narios espaoles: virrey, intendentes, oidores, fiscales y diplomticos de la Corona. En efecto, el nuevo poder invoca la defensa de los derechos de! rey Fernando VII para legitimar la revolucin. De esta manera a! elegir el apoyo de la legitimidad monrquica, que en principio no cuestionara el lazo colonial que une a los pueblos americanos con su metrpoli, los revolucionarios slo reconocen come enemi-gos a las autoridades que se oponen en forma violenta o conspirativa a sus proyectos.

    El marqus de Casa trujo, ministro plenipotenciario de la Junta Central espaola en la Corte de Brasil, public una declaracin en la cual cuestionaba la legalidad de la insta-lacin de la Primera Junta y exiga la restitucin dei poder al virrey Clsneros, con amenazas de convocar a os espao-les a derrocar al nuevo poder. Moreno le replica cen una defensa do los "derechos" de ios pueblos frente, no slo a "algunos jefes y mandones" que se oponen a ellos, sino igualmente contra "un sistema fundado sobre el engao". La palabra "mandones" empleada a menudo por Moreno, y de uso frecuente en el discurso patriota, ms que designar a algunas autoridades espaolas, simboliza la imagen que de stas tenan los habitantes del Ro de la Plata.

    Moreno distinguir as el inters econmico de la metr-poli, "... el espritu mercantil de Cdiz fecundo en arbitrios para perpetuar en ias Amricas la triste condicin de una factora...", 2 6 de los hombres que en Amrica conservan el poder politice como garantes de esa realidad econmica. A tal fin dibuja el cuadro de la situacin jundico-social del espaol europeo en Amrica: "El espaol europeo que pisaba en ellas (estas tierras) era noble desde su ingreso, rico a los pocos aos de residencia, dueo de los empleos y con todo el ascendiente que da sobre los que obedecen, la prepotencia de hombres que mandan lejos de sus hogares ... y aunque se reconocen sin patria, sin apoyo, sin parientes y enteramente sujetos al arbitrio de los que se complacen

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  • de ser sus hermanos, les gritan todava con desprecio: americanos, alejaos de nosotros, resistimos vuestra igual-dad, nos degradaramos con ella, pues la naturaleza os ha criado para vegetar en la obscuridad y abatimiento". 2 7

    Nos encontramos, sin embargo, en los primeros meses de gobierno de la Primera Junta y la esperanza de captar a los peninsulares no desafectos al nuevo sistema es an viva. Esta situacin no tardar en revertirse. Moreno anuncia ya en el texto citado precedentemente un argumento que encontrar, un mes despus, un nuevo sentido en consonan-cia con la poca simpata con la cual los espaoles vean al nuevo gobierno: "Es muy notable que en todos los pueblos de esta Amrica, que han tratado de hacer uso de sus legtimos derechos se ha desplegado una tenaz y torpe oposicin en la mayor parte de los espaoles europeos ... y sin fijar su atencin en las resultas, se declaran enemigos del pas y de sus habitantes. Que los mandones se condu-jesen de este modo no sera tan extrao. Lo singular es que el comerciante, el artesano, el hacendado, el jornalero desplieguen un odio implacable contra la causa' de la Pa-tria... entren a fomentar un partido insostenible y en que necesariamente deben salir descalabrados". 2 8 Ser patriota cobra aqu un nuevo significado, en adelante significar ser antiespaol.

    El bloqueo del puerto de Buenos Aires por los marinos oaoles de Montevideo el 24 de agosto, los ataques

    .mados del gobierno del Paraguay y la creciente oposicin manifestada por los espaoles europeos en todas las pro-vincias del Interior, conducen a la Junta a tomar nuevas medidas de defensa como consecuencia de las cuales el 17 de octubre son destituidos todos los miembros del Cabildo de Buenos Aires. Moreno enva circulares a las provincias ordenando que se intensifiquen las medidas punitivas contra los enemigos interiores.

    La manera como Moreno se esfuerza desde sus primeros discursos en mostrar las bases del poder de los espaoles europeos y el sistema que los sostiene no surge solamente de la necesidad de informar sobre los fundamentos que guan la accin de la Junta, sino que hace a su propia concepcin de la revolucin, donde la educacin poltica constituye una de las piezas fundamentales. As dir: "Es sensible, que la conducta de nuestros enemigos nos obligue a emplear en impugnaciones de insultos personales el tiem-

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    po, que poda emplearse tilmente en la instruccin de los pueblos; pero el honor de estos exige, que no se autoricen con el silencio unas injurias, cuya sola manifestacin armar la opinin de los hombres de bien contra los detractores que las produjesen". 2 9 Se desprende de este enunciado que el ciudadano debe formarse polticamente. Ahora bien, a travs de qu canales deben difundirse las nuevas deas y cules deban ser sus alcances?

    Estos interrogantes nos llevan de las reflexiones polticas al contenido concreto de las directivas remitidas por Moreno. Sabemos que las ideas revolucionarias que se intentaban propagar entre los sectores populares se vinculaba con la funcin de apoyo guiado, nunca espontneo asignada a estos sectores. 3 0 Igualmente sabemos que el nuevo poder utiliz algunos medios de difusin tradicionales como la Iglesia para difundir las nuevas ideas. 3 1 El peso de las instituciones tradicionales se manifiesta igualmente en la decisin de Moreno de suprimir de la publicacin del Con-trato Social de Jean Jacques Rousseau, el captulo y los principales pasajes que tratan sobre materias religiosas. Pero, y a iniciativa de Moreno, que redact el prlogo, se mandaron a imprimir doscientos ejemplares del Contrato para utilizacin como libro de texto en las escuelas primarias con el fin de instruir sobre "los inalienables derechos del hombre". Es interesante notar en consecuencia, como rasgo permanente del discurso de Moreno, su insistencia en una campaa de esclarecimiento ideolgico centrada en los derechos de los pueblos y de la cual ningn sector social deba quedar excluido.

    Es en una lectura de las Instrucciones enviadas por Moreno a los gobernadores y representantes de la Junta en el interior donde se perciben los lineamientos fundamentales de su prctica poltica. Toda su gestin reposa sobre las exigencias de la defensa revolucionaria ligada a la necesidad de unin entre las provincias del virreinato. Esta cuestin es esencial si deseamos encontrar el sentido integral de esas directivas. Ellas plantean tres tipos de problemas: 1) el control poltico de las provincias del Ro de la Plata iigado a la mejora de la condicin econmica de sus habitantes; 2) la incorporacin de las provincias a la nueva causa y la constitucin de un nuevo ejrcito patriota; y 3) una poltica de terror para vencer al enemigo. La-idea de una solidaridad econmica acompaada del ejercicio de los derechos pol-

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  • ticos como base de una solidaridad moral entre los nativos de las provincias y la Junta de Buenos Aires, se encuentra as en el centro de las Instrucciones.

    Es en la Gaceta de los meses de noviembre y diciembre de 1810, donde Moreno se esforzar por sistematizar y dar coherencia a su concepcin de la revolucin. Recordemos que el acta capitular del 25 de mayo, en la cual se anunciaba la creacin de la Junta de Buenos Aires, dispona asimismo el envo de circulares a las provincias del Interior, invitndo-las a elegir diputados para un Congreso general que deba decidir de la futura forma de gobierno a adoptar en las Provincias Unidas del Ro de la Plata. 3 2 Sin embargo, la circular enviada a las provincias el 27 de mayo comprenda una medida suplementaria por la cual se dispona que a medida que fuesen arribando a la Capital, los diputados provinciales se iran incorporando a la Junta. La nueva situacin creada por la incorporacin de los diputados provinciales ms adictos a Saavedra que a Moreno, produjo, ei 18 de diciembre, el aplazamiento de la reunin del congreso y el alejamiento definitivo de Moreno. Pero antes de esa fecha, el avance victorioso de las tropas en el Alto Per y la vasta adhesin de las provincias a la causa del poder revolucionario, hicieron prever a Moreno la pronta reunin del congreso. De modo que en los artculos de la Gaceta de esos meses Moreno considerar llegado el momento de consolidar las conquistas revolucionarias: mientras la Junta el poder ejecutivo provisorio segua atacando a los enemigos exteriores e interiores, el congreso el podei legislativo deba dar a los pueblos una nueva constitucin.

    Estos artculos sobre los objetivos del congreso a reunirse son introducidos por Moreno bajo la forma de preguntas. En cada una de ellas el dirigente revolucionario, procurar demostrar que en realidad se trata de falsos interrogantes. Moreno se pregunta si la reunin de un congreso de las pro-vincias del virreinato del Ro de la Plata es legtima, por qu medios conseguir el congreso la felicidad que nos hemos propuesto en su convocacin 9 , "podr una parte de la Amrica por medio de sus legtimos representantes estable-cer el sistema legal de que carece y que necesita con tanta urgencia; o deber esperar una nueva asamblea, en que toda Amrica se de leyes a s misma o convenga en aquella divisin de territorio, que la naturaleza misma ha prepara-

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    do?", y "comprometer esta obra los derechos de nuestro vasallaje o la circunstancia de hallarse el Rey cautivo armar a los pueblos de un poder legtimo, para suplir una consti-tucin, que l mismo no podra negarles?". 3 3

    Son los principios singulares del Contrato Social de Rousseau los que darn a Moreno el instrumento terico para pensar la revolucin. As a la primera pregunta de si la reunin de un congreso es legtima, ste responde con una parfrasis del Contrato Social que le sirve para legitimar lo iniciado en Mayo de 1810, al mismo tiempo que lo designa como acto revolucionario. "Los vnculos, que unen el pueblo al rey afirma Moreno, son distintos de los que unen a los hombres entre s mismos: un pueblo es un pueblo antes de darse a un Rey, y de aqu es que aunque las relaciones sociales entre los pueblos y el rey quedasen dsueltas o suspensas por el cautiverio del Monarca, los vnculos que unen a un hombre con otro en sociedad quedaron subsis-tentes porque no dependen de los primeros y los pueblos no debieron tratar de formarse pueblos pues ya lo eran; sino elegir una cabeza que los rigiese o regirse a si mismos segn las diversas formas con que puede constituirse ntegramente el cuerpo moral". 3 4 Con este enunciado Moreno da existen-cia a la comunidad americana independientemente de toda legitimidad exterior. Lo que le interesa aqu poner de relieve es el contrato que une a los ciudadanos entre s; es decir, el contrato por el cual "un pueblo es un pueblo".

    Por otra parte, la traduccin en la prctica de la teora de la soberana popular tiene consecuencias revolucionarias para el Ro de la Plata, porque conduce necesariamente a la independencia: "Es muy glorioso a los habitantes de la Amrica verse inscriptos en el rango de las naciones, y que no se describan sus posesiones como factoras espaolas... pero quiz no se presenta situacin ms crtica para los pueblos, que el momento de su emancipacin". J b Sin embargo, el amor que el pueblo profesa al rey cautivo vuelca la balanza a su favor, aunque no falten, segn Moreno, principios sublimes de la poltica para una absoluta prescin-dencia del mismo. 3 6 Este reconocimiento por parte de Moreno del desfasaje entre un sentimiento colectivo, en apariencia an muy fuerte, y los principios de la poltica es anulado con la reintroduccin de la figura del Contrato.

    El pacto colonial se verifica como un falso contrato debido a que surgi de ia fuerza y de la violencia impuestas por la

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  • conquista espaola. Moreno se pregunta, "pretendera el rey que continusemos en nuestra antigua constitucin? Le responderamos que no conocemos ninguna, y que leyes arbitrarias dictadas por la codicia para esclavos y colonos, no pueden reglar la suerte de unos hombres que desean ser libres y a los cuales ninguna potestad de la tierra puede privar de aquel derecho.". 3 7 Pero el cdigo de las leyes de Indias, cristalizacin del principio de funcionamiento del sistema colonial espaol, es igualmente la condicin de su funcionamiento. La crtica del derecho colonial se acompaa aqu de una condena a la codicia metropolitana y de una observacin emprica concerniente al sistema de "proteccin y piedad hacia los indios". Proclamados en nombre de una proteccin y de una piedad abstractas, los derechos en favor de los Indios no pasaron a los hechos "... que con declararlos hombres, habran gozado ms extensamente". 3 8 Surge en estas reflexiones el filoindigenismo como uno de los com-ponentes esenciales de una concepcin de la revolucin como acontecimiento que viene a restituir en el plano his-trico derechos de carcter universal. Esta idea es similar a la desarrollada por la filosofa de las luces que consider su misin no como acto destructivo sino corno la restauracin de la razn y la humanidad en sus viejos derechos. 3-

    Al Cdigo de leyes de Indias, Moreno contrapone la exigencia de un cdigo ideal basado en "los principios de la razn, que son la base eterna de todo derecho, y de que deben fluir las leyes por s mismas".'' 0 Sigue as a los idelogos del derecho natural segn los cuales el contenido del concepto del derecho no se funda en la esfera del mero poder y voluntad, sino en la pura razn". 4 1 El derecho natural sostiene, frente a las tendencias que hacan derivar el derecho de una voluntad divina o humana, el principio fundamenta! de que existe un derecho anterior a todo poder humano y divino, y de validez universal.

    "La cuestin que voy a tratar es si el congreso compro-mete los derechos de nuestro vasallaje". 4 2 Moreno introduce en estos trminos su artculo del 15 de noviembre. Una vez ms una pregunta en la que deben ser criticados los pre-supuestos. El acto contractual al crear al pueblo emancipado excluye de la comunidad al rey de Espaa. Con el acto del 25 de mayo no hubo en realidad reversin de los derechos de la soberana al pueblo, sino que "... la fuerza y la violencia son la nica base de la conquista, que agreg estas regiones

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    al trono espaol". 4 3 En esta lnea de pensamiento nos encontramos frente a un rechazo no slo de un pacto colonial sino igualmente de la monarqua como sistema.

    Siguiendo siempre a Rousseau, Moreno considera al poder legislativo como la instancia dominante, un poder que debe hacer del pueblo emancipado el principio mismo de la constitucin. En efecto, los gobernantes son meros "ejecu-tores y ministros de las leyes que la voluntad general ha establecido". 4 4 La teora de la soberana que aqu se esboza no toma nicamente sus principios de la teora de Rousseau, se nutre de igual modo de un ejemplo histrico: "Cuando Luis XVI reuni en Versailles a la Asamblea nacional escribe Moreno no fue con el objeto de establecer la slida felicidad del remo, sino para que la nacin buscase por si misma los remedios, que los ministros no podan encontrar para llenar el crecido dficit de aquel erario: sin embargo apenas se vieron juntos los representantes, aunque perse-guidos por los dspotas, que siempre escuchan con susto la voz de los pueblos, dieron principio a sus augustas funciones con el juramento sagrado, de no separarse jams, mientras la constitucin del reino, y la regeneracin del orden pblico no quedasen completamente establecidas y afirma-das". 4 5

    Moreno seala en este prrafo que es en la Revolucin Francesa donde el principio de la soberana popular toma su sentido para la historia europea y en cierta medida universal, aceptndola aparentemente sin reservas hasta el fin de la etapa revolucionaria. Es decir, hasta el golpe del 18 de Brumario y la toma del poder por Napolen: "El da 20 de junio de 1789 fue el ms glorioso para Francia, y habra sido el principio de la felicidad de toda Europa, si un hombre ambicioso agitado de tan vehementes pasiones, como dotado de talentos extraordinarios, no hubiese hecho servir al engrandecimiento de sus hermanos la sangre de un milln de hombres derramada por el bien de su patria". 4 6

    La cuestin de si podr una parte de la Amrica por medio de sus representantes establecer la constitucin o si deber esperar la reunin de un congreso de toda Amrica, es la ltima cuestin que aborda Moreno en la Cacera del 6 de diciembre. 4 7 Este tema lleva implcito otro ms importante que se relaciona con la extensin geogrfica del nuevo estado en la Amrica espaola. De sus argumentaciones surge con claridad la voluntad de constituir una nueva

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  • nacin. Pero, consideraciones de orden poltico que guan igualmente estas reflexiones, conducen a Moreno a consi-derar inviable la unidad americana, aconsejando a sus compatriotas la solucin ms limitaoa de la reunin de un congreso slo de as provincias del virreinato. Esta reunin permitira poner un dique a la pretensin de los mandones de reinstalar la dominacin colonial, con el pretexto de la necesidad de convocar un congreso general para decidir de la suerte de toda Amrica.

    La revolucin concebida as como la reinstalacin de la razn, de la libertad y de la justicia universales se presenta como una transformacin completa del orden vigente. Es sta slo la visin de Moreno o es acaso representativa del conjunto de los protagonistas criollos de 1810? La concien-cia de una divergencia de destinos entre espaoles euro-peos y criollos fue el primer estmulo que comprometi a todos en la decisin de crear un gobierno propio. La lista de agravios imputados por Moreno a la metrpoli es ampliamen-te compartida por el conjunto de sectores, que debido a su prosperidad, deseaban controlar los destinos del antiguo virreinato ante la cada de la metrpoli. La actitud revolucio-naria se observa en consecuencia en todos los que partici-paron de una u otra forma en a revolucin. 4 6 Pero separarse de Espaa o de su rey no bastaba, era necesario proclamar la repblica inspirada en principios igualitarios. Volvamos a Moreno para observar cerno l mismo advierte sobre el peligro de una simple mudanza de poder.

    A los que slo se conforman con obtener los empleos de que antes estaban excluidos los criollos, a ios que agrade-cidos de las tareas de la Junta no aspiran a otra cosa y a los que an fijando sus miras en la "justa emancipacin de Amrica", no advierten sobre los peligros que todo proceso revolucionario desencadena, a todo ellos, Moreno les dice: "El pas no seria menos infeliz, por ser hijos suyos los que o gobernasen mal". 4 9 Solamente una constitucin firme puede ser la garanta contra el despotismo de los gobernan-tes. Pero tampoco resulta suficiente el establecimiento de principios jurdicos que sostengan ia accin de estos ltimos, es igualmente necesario fomentarlos "con energa". As pro-pondr como divisa para el movimiento revolucionario la de "un acrrimo republicano que deca, malo periculosam liber-talem quam sevitum quietum". 5 0

    El 3 de diciembre una circular de la Junta redactada por

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    Moreno dispone la exclusin de los cargos pblicos del espaol europeo. Esta medida acelera la ruptura entre Moreno y Saavedra. Los revolucionarios moderados consi-deran que Moreno y los suyos fueron demasiado lejos. En sus memorias Saavedra denuncia el "sistema oe delaciones" que contra los europeos empez a adoptarse. 5 1 A la Junta llegaban a diario refiere listas de hombres que se deca eran contrarios a la causa y al gobierno. La noche de la conmemoracin de la victoria de Suipacha por el ejrcito patriota le niegan a Moreno el ingreso a la fiesta. En el curso de los festejos, un oficial obsequi una corona de azcar a la mujer de Saavedra y sta se la pas a su esposo. Este acto simboliz para Moreno el signo de una nueva usurpa-cin de los derechos del pueblo? Lo cierto es que se propal la versin de que Saavedra intentaba con aquella funcin coronarse como nuevo monarca de Amrica.

    En consecuencia Moreno publica, el 8 de diciembre, el clebre decreto de supresin de los honores que el presi-dente de la Junta conservaba an del depuesto virrey, estableciendo as una absoluta igualdad entre todos sus miembros. 5 2 Por el mismo decreto se determina que ei comando superior dei ejrcito pasa del presidente a la Junta. Los considerandos del decreto ensean las reglas de virtud republicana que deberan ser practicadas por todos los funcionarios pblicos. Pero la dea que sostiene estos considerandos nos permite, asimismo, descubrir la relacin conceptual que sustenta toda la concepcin socio-poltica de Moreno. El secretario de la Junta explica el decreto en los siguientes trminos: "La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en los papeles solamente... Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religio-samente el sagrado dogma de la igualdad. Si me considero igual a mis conciudadanos, porque me he de presentar de un modo que es ensee que son menos que yo?". 5 3

    La libertad no es nada sin la igualdad y la igualdad slo cobra toda su dimensin material en el lazo que instaura con la libertad. Pero en el punto 12 dei decreto se lee igualmente: "No debiendo confundirse nuestra milicia nacional con la mercenaria de los tiranos, se prohibe que ningn centinela impida la libre entrada en toda funcin o concurrencia pblica a los ciudadanos decentes, que la pretendan." 5 4 Con este enunciado la voluntad de transformacin de Moreno alcanza aqu sus lmites histricos. Y cabe aqu una pregunta, fue

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    i

  • el dirigente revolucionario ms moderado cuando se trat de modificar las desigualdades e injusticias sociales en Buenos Aires? En el mismo decreto del 8 de diciembre Moreno retoma un fragmento anterior de su propio discurso dndole un nuevo sentido, "pero ya he dicho en otra parte que el pueblo no debe contentarse con que seamos justos sino que debe tratar de que lo seamos forzosamente". Anteriormente haba sealado que el pueblo deba aspirar a que nunca obren mal. 5 5 Este enunciado hace acaso presumir que en uv\a cor\\i\r\uac\u de VNoteno en e\ pode\ e\ caena igualmente sobre los criollos moderados? De las cartas enviadas por su rival Saavedra al gobernador de Salta, Chiclana, en las cuales se refiere a su opositor, se infiere que este temor no estaba ausente de la decisin que llev a la postergacin de la reunin del congreso. Saavedra escribe:

    El sistema Robespierriano que se quera adoptar en esta, la imitacin de revolucin francesa que intentaba tener por modelo, gracias a Dios que han desaparecido.' [Carta del 15 de enero de 1811.] [..,] para que veas la injusticia e iniquidad con que el Malvado de Robespierre ha calumniado y querido hacerme sospechoso en este Pueblo: Ya se fue y su ausencia ha sido tan oportuna que Dios nos ha favorecido con ella, y con la venida de Vieytes, que ha tomado a su cargo hacerles entender que las miras de su cliente Moreno no era otra que la de hacerse un Dictador, o cuando menos un tribuno de la Plebe ' [Carta del 28 de enero de 1811

    La referencia negativa a la Revolucin Francesa es empleada por Saavedra para atacar a su enemigo. Sus acusaciones no estn desprovistas de pasin, pues la lucha de las dos tendencias se haba polarizado entre los dos hombres. La referencia al robespierrismo surge as como la cristalizacin conceptual de una confrontacin histrica local. La etiqueta de "Malvado de Robespierre" aplicada por Saavedia a su adversario apunta, segn todo hace presumir, menos a esa caracterizacin de la revolucin como regene-racin del viejo orden, como al contenido y a la forma de aplicacin de un programa revolucionario que lejos de haber sido precedentemente elaborado por Moreno fue el resultado de la concreta lucha poltica.

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    Castelli y los derechos naturales

    La doctrina bajo la cual se constituy la Primera Junta fue presentada por Juan Jos Castelli en el Cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810. Con la disolucin de la Junta Central haba caducado el gobierno soberano de Espaa y se produca de acuerdo a la tradicin espaola la reversin de los derechos de la soberana al pueblo, y su libre ejercicio er\ \a \rvs\a\ac\r\ de ur\ r\ue\/o ^ob\exr\o. Peto e\ nuevo podet coWo, \ejos de proclamar la independencia, prest solemne juramento de mantener ntegros ios derechos de Su Majes-tad el Rey Fernando VII.

    El 6 de setiembre de 1810 Castelli es nombrado repre-sentante de la Junta en la expedicin libertadora al Alto Per. Su pretensin reafirmada en cada documento emitido desde ese cargo de continuar mantenindose dentro de los lmites de la legitimidad monrquica, no oculta, asimismo, su conviccin de que Fernando VII no volver jams a reinar, y de que Espaa est irremediablemente perdida. "No podis ignorar afirma Castelli que arrebatado por la perfidia del trono de sus mayores el seor Fernando VII suspira intilmente por su libertad en un pas extrao, y conjurado contra l, sin la menor esperanza de redencin". 5 6

    En efecto, la preocupacin de los revolucionarios, conscien-tes de la divergencia de destinos entre ellos y las autoridades coloniales, se dirige hacia la urgente cuestin de quin decidir la suerte de Amrica. Castelli sostiene: "No podis en fin ignorar que los mandatarios de este antiguo gobierno metropolitano que han quedado entre vosotros ven decidida su suerte, y desesperada su ambicin si la Amrica no une su destino al de la Pennsula y si los puebios no reciben ciegamente el yugo que quieren imponerles los partidarios de s mismos". 5 9 Y esto explicar porqu, el 14 de diciembre de 1810 en Potos, el representante de la Junta no encon-trar contradiccin alguna en ejecutar a los tres jefes es-paoles capturados por el ejrcito patriota, Paula Sanz, Vicente Nieto y Jos de Crdoba y Rojas, en nombre de la defensa de los derechos del monarca Fernando VII.

    Del proceso formado a Castelli por el gobierno moderado que sigui a la Primera Junta luego de la derrota de Huaqui (20 de junio de 1811 ), 6 0 se desprende que, de las proclamas a los comportamientos, las ideas de independencia estaban

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  • generalizadas entre la oficialidad patriota. A la pregunta de si "la fidelidad a nuestro excelentsimo soberano, el rey don Fernando Sptimo fue atacada igualmente (por Castelli) procurando introducir el sistema de libertad, igualdad e independencia", 6 ' respondieron varios de los testigos en forma positiva. Por ejemplo, el teniente de Dragones ligeros Sebastin de la Mella afirm que "oy proposiciones entre la oficialidad relativas a independencia, libertad e igualdad pero ignora si lo supo o no el doctor Castelli". 6 2 El capitn del regimiento de infantera nmero seis, Eusebio Surez, dijo por su parte, "que con respecto a la pregunta slo sabe que habindose suscitado conversacin sobre el sistema, oy decir al doctor Castelli que no se haba de reconocer ninguna testa coronada, pero s sabe que para los actos pblicos se ha valido del nombre del seor Fernando Vi l " . 6 3

    Bernardo Monteagudo, secretario a la sazn de Castelli, no dud en responder que "se atac formalmente el dominio legtimo de los reyes de Espaa y que procur el doctor Castelli, por todos los medios directos e indirectos, propagar el sistema de la igualdad e independencia"... 6 4

    La instalacin del nuevo gobierno constituye igualmente para Castelli mucho ms que un cambio de personas. Es el inicio del reino de la "naturaleza" y de la "razn" frente al despotismo de las autoridades coloniales. Se inscribe de esta manera en esa concepcin de la revolucin como restitucin de los derechos naturales que Moreno haba esbozado: "Ciudadanos compatriotas al fin ha llegado la poca suspirada en que los injustos opresores de la patria vacilan, tiemblan y se estremecen sin poder reanimar su moribundo despotismo, ni sostener por ms tiempo el cetro de bronce... el grito de la naturaleza y el clamor de la razn han sofocado ya la dbil y amenazadora voz de los tira-nos.. ." 6 5 Los antiguos subditos americanos se convierten ahora (en ciudadanos de las "legiones" de la patria y la guerra hasta el "exterminio" de los tiranos es proclamada por Castelli en este encendido discurso. Pero no es la vehemen-cia de las proclamas de Castelli, con el llamado a guerra a muerte contra el enemigo, lo que ms inquieta a las auto-ridades espaolas, despus de todo las de stos ltimos no eran menos vehementes, sino el contenido de su programa revolucionario para el Alto Per.

    La poltica filoindigenista propuesta por Castelli amenaza el estatuto slidamente arraigado de las castas altoperua-

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    as. 6 6 La liberacin indgena es sin lugar a dudas un arma de guerra necesaria para un ejrcito que requiere hombres y recursos, 6 7 pero asimismo y esto es lo que nos interesa subrayar aqu, forma parte de la concepcin de la revo-lucin de los morenistas. En las Instrucciones secretas redactadas por Moreno para la Expedicin al Alto Per se establece que debe levantarse a la "indiada".6 8 Castelli dar a este mandato una fundamentacin y contenido cuyos rasgos esenciales intentaremos definir aqu.

    El representante escribe a la Junta sobre la conjura de las autoridades coloniales en los siguientes trminos: "Ningn tirano hara progresos si no hubieran malvados que conducidos por el egosmo y arrastrados por el torrente de las pasiones antisociales no sirviesen de apoyo al trono erigido por los dspotas entre las ruinas de la virtud y derechos ms augustos del hombre... As es que apenas medi en la Capital del Ro de la Plata la feliz revolucin que hizo temblar y estremecer a los enemigos del hombre". 6 9

    Castelli Introduce en este prrafo la nocin de derecho natural, segn l