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LOS PROTAGONISTAS / TODOS ESTOS PERSONAJES DESEMPEÑARON DIFERENTES PAPELES ANTES, DURANTE Y DES- PUES DEL 23-F. UNOS SE CONVIRTIERON EN ACTORES PRINCIPALES, COMO ARMADA Y TEJERO, Y OTROS RECOGIERON Y PLASMARON LOS HECHOS, COMO EL FOTOGRAFO MANUEL BARRIOPEDRO Y EL REALIZADOR DE TVE JOSE MARIN En esta foto, que fue tomada durante el juicio, en 1982, aparecen todos los militares que fueron juzgados por el golpe del 23-F: 1- Carlos Alvarez-Arenas. 2- Jesús Alonso. 3- Carlos Lázaro. 4- Pedro Izquierdo. 5- Manuel Boza. 6- Vicente Ramos. 7- Santiago Vecino. 8- Jesús Muñecas. 9- José Núñez. 10- Vicente Carricedo. 11- Francisco Dusmet. 12- Juan Batista. 13- Francisco Acera. 14- Enrique Bobis. 15- José Luis Abad. 16- José Pascual Gálvez. 17- César Alvarez. 18- José Cid. 19- Juan Pérez de la Lastra. 20- Francisco Ignacio Román. 21- Antonio Tejero. 22- Miguel Manchado. 23- Ignacio San Martín. 24- Jaime Milans del Bosch. 25- Pedro Mas. 26- Luis Torres. 27- Camilo Menéndez. 28- Diego Ibáñez. 29- Ricardo Pardo Zancada. EL GOLPE EN 39 VOCES JUSTINO SINOVA E stos son los principales protagonistas del inten- to de golpe de Estado que protagonizó el teniente coronel Anto- nio Tejero y algunos de los términos y expresio- nes relacionados con los sucesos del 23-F. Z «Almendros». Firmados con este seudónimo aparecieron en El Alcázar tres artículos (los días 17 de diciembre de 1980, y 22 de ene- ro y 1 de febrero de 1981) que argumentaban sutilmente a favor del golpe. Se sospechó que Almendros era un colectivo, pero Jesús Palacios (El golpe del Cesid, Planeta) sostiene que ocultaba sólo a una persona: el general Manuel Cabeza Calahorra, ya fallecido, que colaboró en la defensa de Milans del Bosch en el consejo de guerra. En los cír- culos involucionistas se manejaba la expresión «cuando florezcan los almendros» para enmarcar tem- poralmente el golpe. Z Aramburu Topete, José. Director general de la Guardia Civil, que llevó el peso de las negociaciones con los golpistas para terminar con el asalto al Congreso. Z Armada, Alfonso. Condenado a 30 años de prisión. General que había sido jefe de la Secretaría del Príncipe, con el que siguió hasta que Adolfo Suárez logró su salida de La Zarzuela. En el 23-F era segundo jefe de Estado Mayor. Fue la gran sorpresa del golpe. Z «Autoridad militar, por supuesto». Los guardias civiles asaltantes del Congreso anunciaron de esta manera (por boca del capitán Muñecas) a la persona que se pre- sentaría ante los diputados. Pero no llegó nadie. Z Bandos de Milans. El capitán general de Valencia emitió dos bandos. En el del 23 de febrero dispuso medidas militares excep- cionales, incluido el toque de que- da, a raíz del cual sacó las tropas a la calle. Con el del día 24, orde- nado por el Rey, lo anuló. Z Barriopedro, Manuel P. Fotógrafo de la agencia Efe, autor de las impresionantes fotografías del asalto al Congreso. Logró disparar su cámara pese a que los guardias civiles disparaban sus armas, y sacó del Congreso el rollo de fotos escondido en un calcetín. Lo mis- mo hizo su compañero Manuel Hernández de León, que sacó el carrete escondido en el calzonci- llo. Su trabajo es la referencia grá- fica esencial del golpe. Z Calvo-Sotelo, Leopoldo. El golpe se produjo durante la sesión de investidura en la que iba a ser refrendado presidente por el Con- greso (y que continuó días des- pués). Durante su mandato logró culminar el juicio a los golpistas, que clausuró las tentaciones invo- lucionistas del Ejército. Z Cortina, José Luis. Comandante jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales del Cesid. Procesado, juzgado y absuelto. Z Cesid. La actitud durante el gol- pe del Centro Superior de Infor- mación de la Defensa suscitó muchas preguntas y aún hoy sigue motivándolas. El juicio, sin embargo, no encontró implicación del Cesid y, además, absolvió al más alto cargo de «La Casa» pro- cesado, el entonces comandante Cortina, aunque también es ver- dad que condenó a un subordi- nado suyo, el capitán Gómez Igle- sias. Z «Efecto dominó». Era lo que esperaban los golpistas que se produjera tras sacar Milans las tropas en Valencia. Pero no ocurrió así, pues en medio de con- fusiones y titubeos, los capitanes generales obedecieron la orden del Rey de permanecer en sus puestos sin imitar a Milans. Z «El Alcázar». Diario de la Con- federación de Excombatientes, presidido por el ex ministro fran- quista José Antonio Girón, que representaba la opinión de la extrema derecha y acogía las opi- niones y maniobras de los golpis- tas. Z «Elefante Blanco». Era, en el argot de los golpistas, la autoridad militar que esperaban para con- ducir el golpe tras el asalto al Con- greso. Se ha señalado reiterada- mente que era Alfonso Armada, pero él lo ha negado. Z Borbón, Felipe. El Príncipe tenía 13 años cuando se produjo el gol- pe, y estaba asistiendo a clase con un preceptor. Su padre el Rey qui- so que presenciara la actividad de La Zarzuela y le tuvo junto a él mientras realizaba las gestiones para desactivar la intentona. Z Fernández Campo, Sabino. Gene- ral del Ejército, secretario general de la Casa del Rey. Su actuación junto al Monarca fue fundamental para conjurar el golpe. Z Gabeiras, José. General jefe del Estado Mayor. Trabajó desde el primer momento a las órdenes del Rey para desactivar el golpe. Z García Carrés, Juan. El único civil condenado (dos años de prisión) por el golpe. No se investigó más trama civil. Hombre del falangista Girón, alto cargo de los sindicatos verticales. Z Gobierno provisional. El golpe dejó a España sin Gobierno, pues los ministros asistían a la sesión del Congreso. Poco después se formó en Interior un Gobierno provisional constituido por los secretarios de Estado y subsecre- tarios, presidido por Francisco Laína, director de la Seguridad del Estado. Z Gómez Iglesias, Vicente. Capitán de la Guardia Civil destinado en el Cesid a las órdenes de Cortina. Estuvo en la organización del gol- pe. Condenado a seis años. Z Ibáñez Inglés, Diego. Coronel, redactor de los dos bandos de Milans, colaborador cercano. Con- denado a 10 años. Z Borbón, Juan Carlos. Los golpis- tas usaron constantemente el nombre del Rey. Entre ellos EL MUNDO, JUEVES 22 DE FEBRERO DE 2001 10 23-F

Golpe de Estado 23 F 4

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Page 1: Golpe de Estado 23 F 4

LOS PROTAGONISTAS / TODOS ESTOS PERSONAJES DESEMPEÑARON DIFERENTES PAPELES ANTES, DURANTE Y DES-PUES DEL 23-F. UNOS SE CONVIRTIERON EN ACTORES PRINCIPALES, COMO ARMADA Y TEJERO, Y OTROS RECOGIERONY PLASMARON LOS HECHOS, COMO EL FOTOGRAFO MANUEL BARRIOPEDRO Y EL REALIZADOR DE TVE JOSE MARIN

En esta foto, que fue tomada durante el juicio, en 1982, aparecen todos los militares que fueron juzgados por el golpe del 23-F: 1- Carlos Alvarez-Arenas.2- Jesús Alonso. 3- Carlos Lázaro. 4- Pedro Izquierdo. 5- Manuel Boza. 6- Vicente Ramos. 7- Santiago Vecino. 8- Jesús Muñecas. 9- José Núñez. 10-Vicente Carricedo. 11- Francisco Dusmet. 12- Juan Batista. 13- Francisco Acera. 14- Enrique Bobis. 15- José Luis Abad. 16- José Pascual Gálvez. 17- CésarAlvarez. 18- José Cid. 19- Juan Pérez de la Lastra. 20- Francisco Ignacio Román. 21- Antonio Tejero. 22- Miguel Manchado. 23- Ignacio San Martín.24- Jaime Milans del Bosch. 25- Pedro Mas. 26- Luis Torres. 27- Camilo Menéndez. 28- Diego Ibáñez. 29- Ricardo Pardo Zancada.

EL GOLPE EN 39 VOCESJUSTINO SINOVA

Estos son los principalesprotagonistas del inten-to de golpe de Estadoque protagonizó elteniente coronel Anto-nio Tejero y algunos delos términos y expresio-nes relacionados con los

sucesos del 23-F.

Z «Almendros». Firmados con esteseudónimo aparecieron en ElAlcázar tres artículos (los días 17de diciembre de 1980, y 22 de ene-ro y 1 de febrero de 1981) queargumentaban sutilmente a favordel golpe. Se sospechó queAlmendros era un colectivo, peroJesús Palacios (El golpe del Cesid,Planeta) sostiene que ocultabasólo a una persona: el generalManuel Cabeza Calahorra, yafallecido, que colaboró en ladefensa de Milans del Bosch enel consejo de guerra. En los cír-culos involucionistas se manejabala expresión «cuando florezcan losalmendros» para enmarcar tem-poralmente el golpe.

Z Aramburu Topete, José. Directorgeneral de la Guardia Civil, quellevó el peso de las negociacionescon los golpistas para terminarcon el asalto al Congreso.

Z Armada, Alfonso. Condenado a 30años de prisión. General quehabía sido jefe de la Secretaría delPríncipe, con el que siguió hastaque Adolfo Suárez logró su salidade La Zarzuela. En el 23-F erasegundo jefe de Estado Mayor.Fue la gran sorpresa del golpe.

Z «Autoridad militar, por supuesto».Los guardias civiles asaltantes delCongreso anunciaron de estamanera (por boca del capitánMuñecas) a la persona que se pre-sentaría ante los diputados. Perono llegó nadie.

Z Bandos de Milans. El capitángeneral de Valencia emitió dosbandos. En el del 23 de febrerodispuso medidas militares excep-cionales, incluido el toque de que-da, a raíz del cual sacó las tropasa la calle. Con el del día 24, orde-nado por el Rey, lo anuló.

Z Barriopedro, Manuel P. Fotógrafode la agencia Efe, autor de lasimpresionantes fotografías delasalto al Congreso. Logró dispararsu cámara pese a que los guardiasciviles disparaban sus armas, ysacó del Congreso el rollo de fotosescondido en un calcetín. Lo mis-mo hizo su compañero ManuelHernández de León, que sacó elcarrete escondido en el calzonci-

llo. Su trabajo es la referencia grá-fica esencial del golpe.

Z Calvo-Sotelo, Leopoldo. El golpese produjo durante la sesión deinvestidura en la que iba a serrefrendado presidente por el Con-greso (y que continuó días des-pués). Durante su mandato logróculminar el juicio a los golpistas,que clausuró las tentaciones invo-lucionistas del Ejército.

Z Cortina, José Luis. Comandantejefe de la Agrupación Operativade Misiones Especiales del Cesid.Procesado, juzgado y absuelto.

Z Cesid. La actitud durante el gol-pe del Centro Superior de Infor-mación de la Defensa suscitómuchas preguntas y aún hoysigue motivándolas. El juicio, sinembargo, no encontró implicacióndel Cesid y, además, absolvió almás alto cargo de «La Casa» pro-cesado, el entonces comandanteCortina, aunque también es ver-dad que condenó a un subordi-nado suyo, el capitán Gómez Igle-sias.

Z «Efecto dominó». Era lo queesperaban los golpistas que seprodujera tras sacar Milans lastropas en Valencia. Pero noocurrió así, pues en medio de con-

fusiones y titubeos, los capitanesgenerales obedecieron la ordendel Rey de permanecer en suspuestos sin imitar a Milans.

Z «El Alcázar». Diario de la Con-federación de Excombatientes,presidido por el ex ministro fran-quista José Antonio Girón, querepresentaba la opinión de laextrema derecha y acogía las opi-niones y maniobras de los golpis-tas.

Z «Elefante Blanco». Era, en elargot de los golpistas, la autoridadmilitar que esperaban para con-ducir el golpe tras el asalto al Con-greso. Se ha señalado reiterada-mente que era Alfonso Armada,pero él lo ha negado.

Z Borbón, Felipe. El Príncipe tenía13 años cuando se produjo el gol-pe, y estaba asistiendo a clase conun preceptor. Su padre el Rey qui-so que presenciara la actividad deLa Zarzuela y le tuvo junto a élmientras realizaba las gestionespara desactivar la intentona.

Z Fernández Campo, Sabino. Gene-ral del Ejército, secretario generalde la Casa del Rey. Su actuaciónjunto al Monarca fue fundamentalpara conjurar el golpe.

Z Gabeiras, José. General jefe delEstado Mayor. Trabajó desde elprimer momento a las órdenes delRey para desactivar el golpe.

Z García Carrés, Juan. El único civilcondenado (dos años de prisión)por el golpe. No se investigó mástrama civil. Hombre del falangistaGirón, alto cargo de los sindicatosverticales.

Z Gobierno provisional. El golpedejó a España sin Gobierno, pueslos ministros asistían a la sesióndel Congreso. Poco después seformó en Interior un Gobiernoprovisional constituido por lossecretarios de Estado y subsecre-tarios, presidido por FranciscoLaína, director de la Seguridad delEstado.

Z Gómez Iglesias, Vicente. Capitánde la Guardia Civil destinado enel Cesid a las órdenes de Cortina.Estuvo en la organización del gol-pe. Condenado a seis años.

Z Ibáñez Inglés, Diego. Coronel,redactor de los dos bandos deMilans, colaborador cercano. Con-denado a 10 años.

Z Borbón, Juan Carlos. Los golpis-tas usaron constantemente elnombre del Rey. Entre ellos

EL MUNDO, JUEVES 22 DE FEBRERO DE 200110 23-F

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EL MUNDO, JUEVES 22 DE FEBRERO DE 2001 1123-F

José Oneto, acompañado de dos policías,momentos antes de entrar a una de lassesiones del juicio del 23-F.

ENRIQUE CANO

EL PEQUEÑO BLOC MARRON DE ARMADAJOSE ONETO

El sábado 7 de febrero de 1981, un Seat1430 negro del Parque Automovilísticodel Ministerio del Ejército se desvió dela carretera Madrid-La Coruña y enfilóla de El Pardo en dirección al complejodeportivo de Somontes.

Eran las 11.30 horas de un día desa-pacible, frío y lluvioso, cuando el 1430

negro, después de respetar un stop, giró a laizquierda en busca de uno de los controles deacceso al Palacio de La Zarzuela, residencia deljefe del Estado, en las afueras de Madrid.

Los dos miembros de la Guardia Real situa-dos en la puerta de control que vieron acercarseal Seat negro se cuadraron casi mecánicamente,se pusieron en posición de saludo y esperarona que el chófer del coche militar bajara la ven-tanilla delantera para identificarse. Detrás delchófer, un militar con galones de general dedivisión se reclinó ligeramente sobre el asientoy musitó su nombre con seguridad: «Soy elgeneral Alfonso Armada».

Uno de los guardias, después de volver sobresus pasos y de penetrar en el pequeño chalédestinado exclusivamente a seguridad, volviócon un papel adosado a una carpeta tamañofolio. Poniendo la máxima amabilidad en la res-puesta, el guardia real le comunicó al generalArmada que no podía pasar: «Lo siento, señor,pero su nombre no figura en la lista de control.Tenemos órdenes estrictas de no dejar pasara nadie».

Era la primera vez que al general AlfonsoArmada Comyn, preceptor del Rey, hombrepuente entre Franco y don Juan de Borbón(Conde de Barcelona) parala educación de Don JuanCarlos, secretario de laCasa del Príncipe y poste-riormente de la Casa Realdurante casi 15 años, se leprohibía el acceso al pala-cio de La Zarzuela.

Armada no se lo podíacreer. El, que había osten-tado durante años casi todoel poder junto al Príncipey junto al Rey, no podíaentrar en palacio sin laautorización directa deljefe de los servicios deseguridad, el coronelManuel Blanco Valencia.No se resignó. Insistió. Vol-vió a identificarse. Explicóque tenía que entrar paradar el pésame a los Reyespor el fallecimiento de lareina Federica. Contó suhistoria. Pidió hablar con elsecretario de la Casa Real,el general de IntendenciaSabino Fernández Campos,su sucesor en el cargo. Pro-testó, se quejó, repitió una y otra vez que paraél no deberían regir ese tipo de prohibiciones,que él debería tener acceso directo a palacio.

A pesar de las protestas, 16 días más tarde,el 23 de febrero de 1981, si Alfonso Armadahubiera querido ir a La Zarzuela, le hubieranimpedido de nuevo el paso. En esa ocasión, eldía del golpe, prefirió llamar por teléfono antesde ir personalmente a palacio. Cuando llamópara ofrecerse a acompañar al Rey a ayudarle,se le dijo que no hacía falta. El general Juste,jefe de la División Acorazada Brunete número1, con el Congreso ya ocupado, había pregun-tado por él, y Tejero había comunicado ya algeneral Aramburu, director general de la Guar-dia Civil, en el enfrentamiento que se produjoen el patio que separa los dos edificios del Con-greso, que sólo obedecía las órdenes del tenientegeneral Milans del Bosch y del general AlfonsoArmada.

Este pequeño incidente en la puerta de entra-da del Palacio de La Zarzuela, el 7 de febrerode 1981, sería decisivo dos semanas más tardecuando estalla el golpe de Estado del que elgeneral Alfonso Armada Comyn es, sin dudaalguna, el auténtico cerebro, el hombre que des-

pués de meses de conspiración es capaz deborrar la mayoría de las huellas.

Un año y 12 días después, el 19 de febrerode 1982, don Alfonso Armada Comyn, marquésde Santa Cruz de Rivadulla, 62 años entonces,coloca su pequeño bloc de tapas marrones sobresus piernas, con el que ha seguido todo el juicioque se celebra en Campamento, en el ServicioGeográfico del Ejército (una inmensa nave demás de 1.000 metros cuadrados que había sidoantes almacén de papel), y mira fijamente alfrente para evitar la mirada de sus otros com-pañeros procesados.

Desde que comenzó el juicio, su vida es unauténtico infierno. Nadie le dirige la palabra,todos le vuelven la espalda y, a veces, hastaescupen a su paso. Como todos los días, ha teni-do que desayunar solo, y antes de entrar enla sala le han tarareado la canción Vamos a con-tar mentiras.

Es de los últimos en declarar, y frente a suscompañeros niega todo. Niega que estuviesemetido en el golpe desde enero de 1981, cuandomantiene el primer contacto con Milans delBosch en Valencia y convence al capitán generalde Valencia de que el Rey está harto de Suárezy de que hay que dar un golpe de timón enla política española. Niega que el comandanteCortina, del Cesid, formara parte de su staff yfijara con el teniente coronel Tejero la fecha del23 de febrero para asaltar el Congreso. Niegaque se reuniese con el teniente coronel Tejeroen un piso de la calle de Juan Gris para ultimarlos detalles de la operación. Niega que él con-venciese a Milans para «reconducir la situación».

Niega que criticase al Reypor su mensaje constitucio-nal y sólo reconoce que sepropuso como solución deemergencia para llenar elvacío de poder que se habíaproducido el 23 de Febrerode 1981.

Ayudado de su pequeñobloc marrón intenta justifi-car lo injustificable. Proba-blemente en ese pequeñobloc marrón que durantetodo el juicio de Campamen-to tuvo entre sus manos elgeneral Armada, y que noabandonó en ningúnmomento, estén las claves delo que pasó y nunca se supo,del papel que jugaron losservicios de información (elcomandante José Luis Cor-tina y el capitán de la Guar-dia Civil Gómez Iglesias,adscritos ambos al Cesid),del juego doble que hicieronvarios capitanes generalesque estaban, de corazón, conlos golpistas, del protagonis-

mo de una trama civil casi tan importante comola militar y que jamás se sentó en el juicio deCampamento...

Veinte años después de aquellos sucesos, dela dimisión de Adolfo Suárez, entre otras razo-nes por la presión insoportable de un sector delEjército, del golpe de Estado fallido durante lainvestidura de Leopoldo Calvo Sotelo como pre-sidente del Gobierno, muchos de los guardiasciviles que asaltaron el Congreso siguen encómodos destinos militares; otros, indirectamen-te implicados, ascendieron sin problemas en susbrillantes carreras militares, y el destino ha que-rido que quien planificó el golpe (el generalArmada) y el que lo ejecutó (el teniente coronelTejero) coincidan temporalmente en Galicia, enla misma provincia, casi en el mismo pueblo.Se ven de lejos, pero no se saludan ni se dirigenla palabra.

La última vez que se hablaron fue precisa-mente hace 20 años, cuando, una vez asaltadoel Congreso, el general Armada quiso imponersecomo solución, como presidente de un Gobiernoprovisional y le ofreció un avión para huir. «Ge-neral», fueron entonces las palabras de Tejero,«yo no he llegado tan lejos para eso».

decían que avalaba su intentona,pero el Rey se hallaba en La Zar-zuela transmitiendo a todos losjefes militares, como jefe máximodel Ejército, la orden de perma-necer en sus puestos y no secun-dar el bando de Milans y la tomade las ciudades. De madrugada,a la 1.14 horas, pudo aparecer,por fin, en televisión y desauto-rizar públicamente a los militaresgolpistas.

Z Manchado, Miguel. Coronel de laGuardia Civil, colaboró con Tejeroen el traslado de las tropas al Con-greso, proporcionándole conduc-tores. Condenado a ocho años.

Z Marín, José. Realizador de TVE,encargado de la unidad que trans-mitía la sesión del Congreso.Cuando se produjo el asalto, tuvola precaución de mandar desco-nectar el piloto de la cámara queenfocaba al hemiciclo para que losguardias no se dieran cuenta deque seguía captando imágenes.De ese modo, en TVE pudieronseguir un tiempo el desarrollo delgolpe.

Z Mas Oliver, Pedro. Teniente coro-nel ayudante de Milans, estuvopresente en numerosas fases delgolpe. Condenado a seis años.

Z Milans del Bosch, Jaime. Cerebrodel golpe, condenado a 30 añosde prisión. Teniente general, defamilia aristocrática y de tradiciónmilitar. Sacó las tropas a la calleen Valencia, negándose a obede-cer al Rey. Rectificó a las pocashoras, pero nunca se arrepintió desu acción en el golpe. Falleció en1997, con 82 años.

Z Muñecas, Jesús. Capitán de laGuardia Civil, fue, tras Tejero, elmás notable de los asaltantes delCongreso, pues es quien se dirigióa los diputados para anunciarlesla llegada de la autoridad militar,que nunca se produjo. Condenadoa cinco años.

Z «No está ni se le espera». De estamanera se respondió desde LaZarzuela al general Juste cuandotelefoneó para preguntar porArmada. Juste entendió en esemomento que las gestiones deArmada nada tenían que ver conun supuesto plan de la Corona.Su expresión «Ah, entonces esocambia las cosas» lo explica todo.

Z «Pacto del capó». El acuerdopara la rendición de los asaltanteslo alcanzó el teniente coronelEduardo Fuentes Gómez de Sala-zar con el golpista Pardo Zancadaen la mañana del 24. Se conocióasí porque Pardo escribió sus con-diciones en un papel apoyándoseen un jeep allí aparcado. Poco des-pués, a las 12.30 horas, los agre-sores abandonaban el Congreso.

Z Pardo Zancada, Ricardo. Coman-dante, participó en la preparacióndel golpe y se unió a Tejero enel Congreso con 113 hombres dela División Acorazada. Redactó elmanifiesto e intervino en el pactodel capó. Condenado a 12 añosde prisión.

Z Picatoste, Jesús. Periodista,hombre de confianza de FernandoCastedo, director general deRTVE, quien le encargó acudircon un equipo a La Zarzuela paragrabar el mensaje del Rey, lo queentrañaba serias dificultades,

pues TVE estaba tomada por unaunidad del Ejército. Con diversasperipecias, logró volver con elmensaje, que se pudo emitir a la1.23 horas.

Z Quintana Lacaci, Guillermo. Capi-tán general de la Primera RegiónMilitar, dio orden de que no semoviera la División Acorazada ycontribuyó terminantemente a laanulación del golpe.

Z «Ruido de sables». Era la expre-sión con la que, en la Transición,se quería expresar que había des-contento en los cuarteles.

Z Sáenz de Santamaría, José. Gene-ral, director general de la PolicíaNacional, colaboró en las negocia-ciones para poner fin al asalto alCongreso y al golpe.

Z San Martín, José Ignacio. Antiguojefe de los servicios de inteligenciacon Franco, era jefe del EstadoMayor de la División AcorazadaBrunete cuando participó en elgolpe. Condenado a 10 años deprisión.

Z Suárez, Adolfo. Presidente delGobierno, había dimitido semanasantes, en parte por la situación delos cuarteles, en parte por los pro-blemas que encontraba en su pro-pio partido, la UCD, en parte porel acoso feroz a que le sometíael PSOE. En su despedida pronun-ció una enigmática frase: «Yo noquiero que el sistema democráticode convivencia sea, una vez más,un paréntesis en la historia deEspaña». Hasta entonces habíaliderado una prodigiosa transicióna la democracia.

Z Tejero, Antonio. Teniente coronelde la Guardia Civil, protagonistavisible, aunque no el cerebro, delgolpe. Secuestró el Congreso y elGobierno, y puso así en marchael engranaje del golpe, que luegono culminó. Sorprendentemente,no estaba en todo el secreto dela operación. Condenado a 30años de prisión.

Z «Todo el mundo al suelo». Estaes la primera frase que pronuncióTejero cuando entró en el hemi-ciclo del Congreso, pistola enmano. Los disparos al aire que larubricaron hicieron que, efectiva-mente, todos se tiraran al suelo,menos tres personas: Adolfo Suá-rez, presidente saliente; el generalManuel Gutiérrez Mellado, vice-presidente, y Santiago Carrillo,secretario general del PCE.

Z Torres Rojas, Luis. General,gobernador militar de A Coruñacuando participó decididamenteen el golpe. Condenado a 12 añosde prisión.

Z Trama civil. El único civil par-ticipante en el golpe fue GarcíaCarrés, según la sentencia. Setenía la impresión y hasta la con-vicción de que la participación deciviles fue amplia, pero no seinvestigó.

Z Transistor. Los diputados secues-trados en el Congreso contaroncon una ayuda inesperada, untransistor que tenía FernandoAbril Martorell y que escuchabaa escondidas de los guardias civi-les que les vigilaban. Abril Mar-torell pasaba la información, quelos demás iban transmitiendo deboca en boca.