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LUIS DE GÓNGORA A FRANCISCO DE QUEVEDO Anacreonte español, no hay quien os tope, que no diga con mucha cortesía, que ya que vuestros pies son de elegía, que vuestras suavidades son de arrope. ¿No imitaréis al terenciano Lope, que al de Belerofonte cada día sobre zuecos de cómica poesía se calza espuelas, y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos dicen que quieren traducir al griego, no habiéndolo mirado vuestros ojos. Prestádselos un rato a mi ojo ciego, porque a luz saque ciertos versos flojos, y entenderéis cualquier gregüesco luego. LFRANCISCO DE QUEVEDO A LUIS DE GÓNGORA Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en puyas, cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino, que aprendiste sin christus la cartilla; chocarrero de Córdoba y Sevilla, y, en la Corte, bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega? No escribas versos más, por vida mía; aunque aquesto de escribas se te pega, por tener de sayón la rebeldía. No es recomendable ejemplo que dos de nuestros mejores poetas, quizá los mejores, dediquen una parte de su abrumador ingenio a insultarse, pero es que nada hay más español que eso. El talento y las ganas que nos faltan para trabajar nos sobran para mentir, difamar o insultar. Las ofensas no pueden ser más hirientes: ambos conocían los puntos flacos del oponente y allí mordían con rabia. Quevedo hace hasta siete alusiones (en catorce versos que tiene el soneto) a la supuesta (y falsa, pues sus padres eran hidalgos originarios de Navarra y el País Vasco) poco limpia sangre de Don Luis. En la época era ofensa gravísima, la de impureza de sangre: untaré con tocino (cerdo, prohibido para judíos y musulmanes) para que no las muerdas… ; perro..; aprendiste sin Christus…; siendo sólo rabí de la judía…; tu nariz aun no lo niega…(era proverbial la larga nariz de los judíos); aquesto de escribas se te pega…(el oficio de escriba era habitual entre los judíos); por tener de sayón (el verdugo que ajusticiaba a los reos, en este caso porque a los judíos se les considera los verdugos de Cristo) la rebeldía. Además, deja caer dos andanadas acerca de la fama de juerguista, mujeriego y jugador de Góngora a pesar de estar ordenado: sacerdote indino, bufón a lo divino. Por su parte, Góngora no es menos inclemente y dispara con la bala apuntando a los más que evidentes defectos físicos de Don Francisco, su cojera y su miopía: pies son de elegía (que dan pena, o que son de lejía sus versos –pies-); Sobre zuecos (zapatos de madera con los que se anda como cojeando); Se calza espuelas (con las espuelas puestas no se anda bien); vuestros antojos (en el sentido de capricho, pero muy similar a anteojos); No habiéndolo mirado vuestros ojos (en el sentido de ignorante, pero aludiendo a su mala vista); a luz saque…; mi ojo ciego (sin comentarios). De paso, como quien no quiere la cosa le manda un recadito al dramaturgo (por Terencio) Lope de Vega que, según él, monta Pegasos cada día de tan helenizante que es su poesía. Ambos se echan en cara, además, el ser poetas cortesanos y lisonjeros con el poder (de algo había que comer); así, dice el cordobés: Anacreonte español (poeta griego cuyo tema es el amor, al derecho y al revés, el vino y la adulación cortesana) y suavidades de arrope; por otro lado, en la Corte, bufón a lo divino, le espeta Quevedo. Tampoco resulta indiferente el que ambos se achaquen desconocimiento mutuo del idioma griego: Dicen que quieren traducir al griego… dice Don Luis, tras comenzar con Anacreonte y acabar con gregüescos (calzones), mas no se queda atrás don Francisco: ¿Por qué censuras tú la lengua griega… Hoy nos parece mentira cómo dos genios de tal calibre pudieran tener tal falta de ecuanimidad al juzgar al otro, pues la excelencia de ambos es tan grande que hoy vemos entre ellos muchas más similitudes que diferencias. ¿El odio podía cegar su juicio crítico hasta el punto de creer en lo escrito en estos dos sonetos? Yo creo que en el fondo y en secreto se apreciaban y admiraban literariamente. No podía ser de otro modo. Por último, he elegido estos sonetos porque son, en nuestro remilgado, vulgar y políticamente correcto presente, un sano ejemplo de ejercicio de incorrección sublimemente expresada. Los sonetos son de fondo infame, pero llevan en su forma ganado nuestro perdón. FERNANDO SOLLA

Góngora vs. Quevedo Comentario[1]

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Page 1: Góngora vs. Quevedo Comentario[1]

LUIS DE GÓNGORA A FRANCISCO DE QUEVEDO

Anacreonte español, no hay quien os tope, que no diga con mucha cortesía, que ya que vuestros pies son de elegía, que vuestras suavidades son de arrope. ¿No imitaréis al terenciano Lope, que al de Belerofonte cada día sobre zuecos de cómica poesía se calza espuelas, y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos dicen que quieren traducir al griego, no habiéndolo mirado vuestros ojos. Prestádselos un rato a mi ojo ciego, porque a luz saque ciertos versos flojos, y entenderéis cualquier gregüesco luego.

LFRANCISCO DE QUEVEDO A LUIS DE GÓNGORA Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en puyas, cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino, que aprendiste sin christus la cartilla; chocarrero de Córdoba y Sevilla, y, en la Corte, bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega? No escribas versos más, por vida mía; aunque aquesto de escribas se te pega, por tener de sayón la rebeldía.

No es recomendable ejemplo que dos de nuestros mejores poetas, quizá los mejores, dediquen una parte

de su abrumador ingenio a insultarse, pero es que nada hay más español que eso. El talento y las ganas que nos faltan para trabajar nos sobran para mentir, difamar o insultar.

Las ofensas no pueden ser más hirientes: ambos conocían los puntos flacos del oponente y allí mordían con rabia. Quevedo hace hasta siete alusiones (en catorce versos que tiene el soneto) a la supuesta (y falsa, pues sus padres eran hidalgos originarios de Navarra y el País Vasco) poco limpia sangre de Don Luis. En la época era ofensa gravísima, la de impureza de sangre: untaré con tocino (cerdo, prohibido para judíos y musulmanes) para que no las muerdas… ; perro..; aprendiste sin Christus…; siendo sólo rabí de la judía…; tu nariz aun no lo niega…(era proverbial la larga nariz de los judíos); aquesto de escribas se te pega…(el oficio de escriba era habitual entre los judíos); por tener de sayón (el verdugo que ajusticiaba a los reos, en este caso porque a los judíos se les considera los verdugos de Cristo) la rebeldía.

Además, deja caer dos andanadas acerca de la fama de juerguista, mujeriego y jugador de Góngora a pesar de estar ordenado: sacerdote indino, bufón a lo divino.

Por su parte, Góngora no es menos inclemente y dispara con la bala apuntando a los más que evidentes defectos físicos de Don Francisco, su cojera y su miopía: pies son de elegía (que dan pena, o que son de lejía sus versos –pies-); Sobre zuecos (zapatos de madera con los que se anda como cojeando); Se calza espuelas (con las espuelas puestas no se anda bien); vuestros antojos (en el sentido de capricho, pero muy similar a anteojos); No habiéndolo mirado vuestros ojos (en el sentido de ignorante, pero aludiendo a su mala vista); a luz saque…; mi ojo ciego (sin comentarios). De paso, como quien no quiere la cosa le manda un recadito al dramaturgo (por Terencio) Lope de Vega que, según él, monta Pegasos cada día de tan helenizante que es su poesía.

Ambos se echan en cara, además, el ser poetas cortesanos y lisonjeros con el poder (de algo había que comer); así, dice el cordobés: Anacreonte español (poeta griego cuyo tema es el amor, al derecho y al revés, el vino y la adulación cortesana) y suavidades de arrope; por otro lado, en la Corte, bufón a lo divino, le espeta Quevedo.

Tampoco resulta indiferente el que ambos se achaquen desconocimiento mutuo del idioma griego: Dicen que quieren traducir al griego… dice Don Luis, tras comenzar con Anacreonte y acabar con gregüescos (calzones), mas no se queda atrás don Francisco: ¿Por qué censuras tú la lengua griega… Hoy nos parece mentira cómo dos genios de tal calibre pudieran tener tal falta de ecuanimidad al juzgar al otro, pues la excelencia de ambos es tan grande que hoy vemos entre ellos muchas más similitudes que diferencias. ¿El odio podía cegar su juicio crítico hasta el punto de creer en lo escrito en estos dos sonetos? Yo creo que en el fondo y en secreto se apreciaban y admiraban literariamente. No podía ser de otro modo.

Por último, he elegido estos sonetos porque son, en nuestro remilgado, vulgar y políticamente correcto presente, un sano ejemplo de ejercicio de incorrección sublimemente expresada. Los sonetos son de fondo infame, pero llevan en su forma ganado nuestro perdón.

FERNANDO SOLLA