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GOTAS DE TINTA. Recuerdo de los pasos de mi padre. Junio 7 2015 Por Petronius. Javier Peña Daza. A la memoria de mi padre. Dice R. H. Barrow, en su magistral estudio sobre la cultura romana, que la base de su forma de ser se encontraba en reconocer la fuerza de la continuidad de la historia; en reconocer que lo que somos y seremos está asociado de manera misteriosa a la fuerza de la continuidad. Esa idea, afortunadamente, ha permanecido en la nuestra. Decían que los hombres de bien, deben buscar su genio en el seno de sus antepasados. “Una cadena de misterioso poder une a la familia de generación en generación. A ese genio se debe que el hombre sea un eslabón en esa cadena invisible. A ese genio se debe que la vida del individuo adquiera nuevo significado.” Impulsado por la autoridad de éste historiador, y por el hecho de que ellos, como todos nosotros, se ven obligados de recabar en las ruinas de su pasado, me animo ésta mañana a recabar, por primera vez, en la catedral de mi padre. Catedral envuelta en el manto de lo sagrado y lo desconocido. Hoy, un día del padre, es una buena ocasión. Una obligación que ya no se puede aplazar más. Cuando llegaba el día de la madre siempre lo veía hundido en el silencio. Cambiaba. Era la única vez que nos mostraba su incapacidad, su atormentada debilidad. Pero, nunca recuerdo haberlo visto gritar su dolor. Se retiraba silencioso a su alcoba y allí dejaba pasar las horas. Se desligaba de nosotros a hablar con sus fantasmas. Entonces, sus sombras se levantaban de las ruinas donde se hallaban reprimidas, escondidas o quizá embalsamadas por el afán de los días, y solemnes empezaban a caminar, a vagar sin rumbo, creando a su alrededor la turbulencia fatal. Cada año, ese mismo día, a las mismas horas mi madre se aprestaba a cumplir un rito con el sino de su compañero. Encendía el cirio rojo en honor de sus muertos, y el humo sagrado de la vela transportaba el espíritu de esos seres por todos los espacios del hogar. Ese pacto de los dos bastaba para que la casa se tensionara y se retorciera en negros movimientos. Una desgarradora oscuridad se apoderaba del ambiente de la sala donde el imperio de las risas nuestras mantenía su dictadura. El olor de

Gotas de Tinta a La Memoria de Mi Padre

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El texto es una descripcion autobiografica que revela elementos de comprension cultural.

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GOTAS DE TINTA. Recuerdo de los pasos de mi padre. Junio 7 2015Por Petronius.Javier Pea Daza.A la memoria de mi padre.Dice R. H. Barrow, en su magistral estudio sobre la cultura romana, que la base de su forma de ser se encontraba en reconocer la fuerza de la continuidad de la historia; en reconocer que lo que somos y seremos est asociado de manera misteriosa a la fuerza de la continuidad. Esa idea, afortunadamente, ha permanecido en la nuestra. Decan que los hombres de bien, deben buscar su genio en el seno de sus antepasados. Una cadena de misterioso poder une a la familia de generacin en generacin. A ese genio se debe que el hombre sea un eslabn en esa cadena invisible. A ese genio se debe que la vida del individuo adquiera nuevo significado. Impulsado por la autoridad de ste historiador, y por el hecho de que ellos, como todos nosotros, se ven obligados de recabar en las ruinas de su pasado, me animo sta maana a recabar, por primera vez, en la catedral de mi padre. Catedral envuelta en el manto de lo sagrado y lo desconocido. Hoy, un da del padre, es una buena ocasin. Una obligacin que ya no se puede aplazar ms. Cuando llegaba el da de la madre siempre lo vea hundido en el silencio. Cambiaba. Era la nica vez que nos mostraba su incapacidad, su atormentada debilidad. Pero, nunca recuerdo haberlo visto gritar su dolor. Se retiraba silencioso a su alcoba y all dejaba pasar las horas. Se desligaba de nosotros a hablar con sus fantasmas. Entonces, sus sombras se levantaban de las ruinas donde se hallaban reprimidas, escondidas o quiz embalsamadas por el afn de los das, y solemnes empezaban a caminar, a vagar sin rumbo, creando a su alrededor la turbulencia fatal. Cada ao, ese mismo da, a las mismas horas mi madre se aprestaba a cumplir un rito con el sino de su compaero. Encenda el cirio rojo en honor de sus muertos, y el humo sagrado de la vela transportaba el espritu de esos seres por todos los espacios del hogar. Ese pacto de los dos bastaba para que la casa se tensionara y se retorciera en negros movimientos. Una desgarradora oscuridad se apoderaba del ambiente de la sala donde el imperio de las risas nuestras mantena su dictadura. El olor de lo irremediable y lo ignoto se deslizaba hasta bien adentro. Las paredes se oscurecan de un tono indecible. Yo buscaba sitios de claridad y no los vea. Los arboles de mango, de guayaba y guanbana del patio, que siempre hacan brillar nuestro refugio con el canto de sus hojas, se vean ahora, a la espera de algo siniestro. Hasta el cielo, ese da de las madres, se confabulaba. Oscuras nubes de inmenso poder se instalaban en el horizonte haciendo llover, confundiendo las lgrimas de pap con las mas. Recordaba entonces, lo que mi madre nos contaba todos los aos, con su voz entrecortada: que sus tas lo haban educado, que su madre haba muerto a los pocos meses de nacer l, y que su padre tambin haba fallecido al poco tiempo. Un nudo creca lentamente en mi garganta. Intentaba pensar su dolor pero no poda. l no me dejaba. No poda recordar un da sin su presencia. Indignado con lo que le toc, siempre estuvo con nosotros hasta el da de su muerte. Como si cada hora que viviera a nuestro lado significara un da ms de comprensin y de acercamiento a lo que no tuvo. Como si sacara de la tierra a sus padres muertos y los obligara a vivir con l. No poda acompaarlo, no poda entender su punzada. Intilmente, lanzaba mis brazos, ingenuos, al aire buscando asir la forma de su amargura, el color de su tristeza, la piel de sus demonios. Como respuesta, siempre reciba una rfaga innombrable, helada e informe que usurpaba la fragancia de mi inocencia. Al paso de las horas, buscaba a travs de la msica retener el tiempo, y acuda a la peculiar voz, quejosamente delirante, de Daniel Santos para apoderarse de su agona. Virgen de medianoche o ese amargo canto a un ser desconocido llamada Linda. Desde esos das aprend ese uso endemoniado de la msica. En el fondo de su corazn siempre esper a sus padres. La llegada, oportuna, maravillosa o sorpresiva de los dos. Nunca los vi. De esa carencia inaudita y anormal debi surgir un furioso amor por la mujer. Mujer bendita, salvadora o mujer fatal y pecadora. De ese modo u otro arrodillado ante ella. Las sombras de su alma quedaron condenadas para siempre. Y ese da tal vez, les daba permiso de salir. Fuerzas furiosas, anhelantes de amor, dispuestas a cumplir, irremediables, la cita con su origen. Quiz, desesperadas por la orfandad, gritaban con la voz de Daniel: Seora del pecado, cuna de mi cancin, vine arrodillado junto a tu corazn. Incienso de besos te doy. Escucha mi rezo de amor. Virgen de medianoche cubre tu desnudez. Bajar las estrellas para alumbrar tus pies. El sonido del clarinete endulzaba el clima de dolor y lo guiaba de manera suave a su destino. Mientras tanto, mis hermanos y yo crecamos golpeados por los tonos de su piano, puntuales y melanclicos. Desde hace veintiocho aos parti a verse con ellos, a cumplir, por fin, la cita con su origen. Debe ser feliz ahora. Nos hizo felices. Pero, ver a nuestro padre derrotado por las fuerzas superiores de la naturaleza y del destino nos hizo saber de manera violenta que no estamos solos, que somos un eslabn en una misteriosa cadena de seres que nos aman, y a los cuales estamos irremediablemente unidos. Que reconocer eso no es un signo de debilidad sino de fortaleza. Por ms dolor que venga en el jinete del recuerdo. En los cortes abruptos que deja su espada nacen las flores de nuestra conciencia histrica, de nuestra identidad. La fuerza que ha guiado en el pasado, gua en el presente y guiar en el futuro. Y para siempre, la voz de Daniel, ser testigo inmvil de esos momentos.