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Novela ligera de Horror llamada Goth en Español.Traducido por Menudo Fansub
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OTSUICHI
Traducción: Revisión: Capitan_spiff/Kapia Kapia/Capitan_spiff/Pingüino/Ottavia
www.menudo-fansub.com #menudo-fansub @ irc.immortal-anime.net
Otsuichi, 2002 GOTH Título original: GOTH –WRIST CUT JIKEN- Traducción Revisión Capitan_spiff/Kapia Kapia/Capitan_spiff/Pingüino/Ottavia Título original: GOTH –WRIST CUT JIKEN- de Otsuichi Publicado en Japón en 2002
GOTH
I.I.I.I. GothGothGothGoth
i
Han pasado unos 20 días desde la última vez que vi a Morino. Fue en las vacaciones de
verano, pero ese día tuvimos que asistir a la escuela.
Tras haber llegado a la escuela y antes de empezar las clases de la mañana, de entre la
multitud y el bullicio de los compañeros de clase charlando por allí, ella inesperadamente se
acercó a mi mesa.
No tenemos el hábito de intercambiar saludos. Morino se quedó de pie frente a mí, sacó
una libreta de su bolsillo, y la dejó sobre mi mesa. Era una libreta que nunca antes había visto.
Era del tamaño de una mano, la cubierta era de piel marrón sintética. Era un objeto
ordinario que te podrías encontrar en cualquier papelería.
—Me he encontrado esto —dijo ella.
—Bueno, no es mía.
—Ya lo sé.
Mostrándome la libreta, de algún modo se la veía con un aire alegre.
Cogí la libreta de mi mesa. La cubierta de cuero falso era suave al tacto. Hojeé
rápidamente a través de los contenidos: la primera mitad estaba escrita con una letra pequeña y
meticulosa. La segunda mitad estaba completamente en blanco.
—¡Léelo desde el principio!
Hice como ella me dijo, miré detenidamente la escritura de una mano desconocida, línea
tras línea de detallada escritura:
10 de Mayo
Delante de la estación me he encontrado con una chica llamada Kusuda Mitsue.
Tenía dieciséis.
Empecé a hablar con ella y poco rato después subimos a mi coche.
I . Goth
Luego la llevé a la montaña T*****.
Miraba por la ventanilla, hablándome todo el rato sobre una columna del periódico con la que estaba
obsesionada su madre.
Detuve el coche cerca de la cima de la montaña T*****.
Cuando saqué la bolsa que contenía el cuchillo, los clavos y otras herramientas del maletero, ella me
preguntó riendo qué había dentro.
Las palabras continuaban de la misma manera. Reconocí el nombre de Kusuda Mitsue…
Hace tres meses, una familia fue de excursión a la montaña T*****. Era una familia formada por
un niño y los dos padres. El padre no había tenido un día libre en mucho tiempo, por lo que se
puso a dormir nada más llegaron a la montaña. El niño intentó despertar al padre para ir a jugar,
pero fue inútil. Por lo que por la tarde, el niño se fue a dar un paseo solo por el bosque.
La madre echó en falta a su hijo, y entonces, oyó un grito desde las profundidades del
bosque. Los dos salieron hacia el bosque y encontraron al niño. Lo encontraron mirando
ligeramente hacia arriba, incapaz de moverse.
Siguiendo la mirada de su hijo, el padre y la madre inmediatamente se percataron de que
un árbol cercano estaba teñido de algo color rojo oscuro. Tras eso, se dieron cuenta de que había
algo pequeño y siniestro clavado en el árbol a la altura de los ojos. Mirando alrededor, vieron que
todos los arboles que les rodeaban tenían cosas clavadas en ellos.
Esas «cosas» eran pedacitos de Kusuda Mitsue. Alguien había practicado una disección
con ella en las profundidades del bosque. Ojos, lengua, orejas, pulgares, el hígado… Estaban
todos clavados en los troncos de los arboles.
En un árbol, de arriba a abajo, estaban clavados: el pulgar del pie izquierdo, el labio
superior, la nariz y el estómago. Los otros árboles tenían el resto de sus restos colocados como
adornos navideños.
El incidente rápidamente tuvo al país entero en pánico.
Dentro de la libreta que había traído Morino había una descripción detallada de cómo fue
asesinada Kusuda Mitsue, qué partes fueron colgadas en los arboles, qué clase de clavos se
utilizaron; pero no contenía una sola mención de las emociones del escritor.
GOTH
Yo sabía mucho acerca de este incidente, ya que lo seguí por televisión, prensa e internet.
Pero aún así, esta libreta hablaba exhaustivamente de detalles que ningún medio había descrito.
—Tal como yo lo veo, esta libreta pertenece al hombre que la mató.
Kusuda Mitsue fue una estudiante de instituto de la prefectura vecina. Fue vista por
última por unos amigos que salieron con ella del edificio de enfrente de la estación. Y entonces
Kusuda Mitsue se convirtió en la primera víctima de estos escabrosos asesinatos que incluso
ahora siguen provocando un gran revuelo por todo Japón. Ha habido otro incidente más con el
mismo modus operandi; se cree que se trata del trabajo de un asesino en serie.
—Y también hay algo escrito sobre la segunda víctima.
21 de Junio
Hablé con una chica que sujetaba una bolsa de la compra esperando el autobús. Dijo que su nombre era
Nakanishi Kasumi.
Me ofrecí para llevarla a casa en mi coche.
Tras darse cuenta de que me dirigía a la montaña H*** y no a su casa, la chica empezó a alborotar
desde el asiento del pasajero.
Paré el coche un momento y la golpeé con un martillo. Entonces se calmó.
Me la llevé a una cabaña en la montaña H***.
El nombre de Nakanishi Kasumi, una estudiante de una escuela vocacional, se volvió
conocido por toda la nación debido a lo que ocurrió hace un mes. Los rumores empezaron a
propagarse ampliamente por las noticias y los periódicos, y ya a me había enterado del
descubrimiento de la segunda víctima incluso antes de volver a casa de la escuela ese día.
Estaba dentro de un cobertizo en la montaña H***. El propietario era desconocido y
permaneció así por mucho tiempo. El techo tenía un montón de goteras y el interior estaba
cubierto de moho y de mugre. Las paredes y el suelo eran de listones de madera, y debía ser de
unos tres metros cuadrados.
I . Goth
Un hombre mayor que vivía al pie de la montaña H*** fue a buscar frutos silvestres y en
esa mañana descubrió que extrañamente la puerta del cobertizo, que siempre estaba cerrada,
estaba abierta. Sintiendo curiosidad trató de acercarse y entonces un terrible hedor penetró por su
nariz.
El anciano observó el interior del cobertizo desde la entrada. Al principio no había
manera de que pudiera darse cuenta de lo que había pasado. Nakanishi Kasumi había sido
distribuida por el suelo del cobertizo. Al igual que la primera víctima, cada parte había sido
separada. Había sido distribuida metódicamente a intervalos de 10 centímetros sobre el suelo, en
una cuadricula de 10 x 10. Es decir, su cuerpo se había convertido en un centenar de pequeños
pedazos.
Dentro de la libreta estaba descrito meticulosamente el proceso que se realizó.
En los dos incidentes nadie había visto al criminal, la persona que las había matado no ha
sido detenida. Los medios de comunicación aún siguen montando un gran revuelo con estos dos
casos, llamándolo el bizarro trabajo de un asesino en serie.
—Me gusta ver este tipo de casos por las noticias.
—¿Por qué?
—Porque es un caso anormal —dijo Morino indiferente.
Yo también veía constantemente las noticias por el mismo motivo. Así que entendía muy
bien lo que trataba de decir.
Unas personas han sido asesinadas y luego separadas en trozos. Gente a la que le han
hecho esto y gente que lo ha hecho, existen de verdad.
Morino y yo compartimos un especial interés en esta clase de miserables historias.
Siempre vamos tras episodios que te darían ganas de querer colgarte tras haberlos oírlos. Nunca
hemos mencionado directamente este extraño rasgo, pero ambos en silencio lo hemos percibido
en el otro.
Tal vez gente normal pondría una mueca ante esto. Nuestra sensibilidad emocional sobre
estas cosas era anormal, es por eso que cuando hablamos, por ejemplo, de los diferentes
instrumentos de tortura de todo el mundo, y de los diferentes métodos de ejecución, lo hacemos
siempre en voz muy baja.
Cuando levanté la mirada de la libreta, vi a Morino mirando por la ventana. Sé que se está
imaginando la escena de las varias partes de Nakanishi Kasumi siendo distribuidas por el suelo.
—Esta libreta, ¿dónde la has encontrado? —pregunté y ella empezó a explicarlo.
GOTH
Al parecer, la pasada tarde Morino estaba en su cafetería predilecta. El propietario no es
escandaloso y el local es sombrío y tranquilo, dijo ella.
Estaba bebiéndose el café que preparó el propietario mientras ojeaba las páginas de
«Crueles Historias del Mundo». De pronto escuchó el sonido de la lluvia. Miró por fuera de la
ventana para ver caer un furioso diluvio estival.
Morino vio a los clientes que se habían levantado para marcharse sentarse de nuevo. Sin
duda pensaron en esperar un poco a que parara la lluvia. En ese momento había cinco clientes en
la cafetería, sin contarse ella.
Morino abandonó su asiento para ir al cuarto de baño. Por el camino notó algo extraño
bajo sus pies. En el suelo de madera oscura alguien había dejado caer una libreta, la cual ella había
pisado sin querer. Cogió la libreta y se la guardó en el bolsillo. Al parecer no estaba pensando en
devolvérsela a su dueño.
Tras salir del baño, los clientes aún seguían contemplando la lluviosa escena a través de
las ventanas; su número no había cambiado.
Pudo hacerse una idea de la furia de la lluvia viendo la ropa del propietario del local, quien
había salido un momento a hacer un encargo. Estaba completamente empapado.
Morino se olvidó de la libreta y siguió leyendo.
La lluvia paró y una vez más salió el sol. Algunos clientes se levantaron y se fueron. Los
veraniegos rayos del sol rápidamente secaron las calles.
Parece ser que fue sólo cuando llegó a casa que se acordó de la libreta y leyó su
contenido.
—Fui al lavabo dos veces. La primera vez no estaba la libreta. Empezó a llover
inmediatamente después de eso, lo que significa que el número de clientes permaneció fijo.
Cuando fui la segunda vez, la libreta había aparecido allí. El asesino estaba en ese local. El asesino
vive en este vecindario. —Juntó las manos en frente de su pecho.
Dos cadáveres han sido encontrados en lugares que están a dos o tres horas de nuestro
pueblo. Uno no puede ignorar la posibilidad de que el asesino viva en este pueblo, pero aún así,
no me parecía realista que así fuera.
Este incidente sin duda sería comentado en los años por venir. Aún quedaba mucho sin
resolver, pero lo escabroso del caso bastaba para respaldar esa afirmación. Ha sido tema de
conversación por todo el país, incluso en escuelas de primaria. Se ha vuelto famoso por todas
partes por lo que es difícil creer que el asesino esté viviendo tan cerca.
I . Goth
—¿No podría ser que esta libreta simplemente fuera un trabajo imaginario basado en las
noticias?
—Lee resto de la libreta —dijo Morino llena de confianza.
5 de Agosto
Llevé a dar una vuelta con mi coche a una chica llamada Mizuguchi Nanami. Me la encontré en un
restaurante de soba cerca de la montaña S****.
Cuando fuimos al bosque en la ladera sur de la montaña, encontramos un templo shinto. Me la llevé al
interior del bosque.
En el interior del bosque, el dueño de la libreta apuñaló con un cuchillo a la chica llamada
Mizuguchi Nanami en el abdomen.
Según el contenido de la libreta, su cuerpo fue destrozado. Con una meticulosa caligrafía
describía la manera como ambos ojos fueron sacados, el color y el brillo de su útero, y demás
cosas por el estilo.
Y así su cuerpo fue abandonado en el bosque.
—¿Te suena el nombre de Mizuguchi Nanami? —preguntó Morino.
Yo negué con la cabeza.
Hasta la fecha, no ha habido ningún informe sobre el descubrimiento del cuerpo de
Mizuguchi Nanami.
ii
Mi primer contacto con Morino fue cuando coincidimos los dos en la misma clase tras
pasar a segundo año. Tuve el presentimiento de que era alguien como yo, viviendo su vida
despreocupándose de los demás. Incluso durante el descanso para comer o cuando iba andando
por los pasillos, ella siempre eludía a los demás, nunca uniéndose al rebaño.
GOTH
En nuestra clase únicamente descubrí este rasgo particular en Morino y en mí. Aún así, yo
no me relacionaba fríamente con nuestros animados compañeros de clase como hacía Morino.
En mi caso, si alguien me sale con alguna conversación, yo le contestaba y para suavizar el
mecanismo de las relaciones humanas, hasta hacía alguna broma. Hacía lo mínimo requerido para
tener una vida normal.
Sin embargo, el socializar superficialmente y las sonrisas que le muestro a mis
compañeros de clase son esencialmente mentiras.
Desde nuestra primera conversación, Morino había visto a través de esa parte de mí.
—¿Puedes enseñarme cómo hacer la misma expresión también? —había dicho, Morino
se quedó de pie frente a mí, inexpresiva. Tal vez estaba burlándose de mí por dentro.
Eso fue alrededor de principios de mayo. Tras eso, empezamos a charlar de vez en
cuando.
Morino sólo iba de negro. Todo, desde su largo pelo liso hasta la punta de sus zapatos,
estaba envuelto en negro. En un marcado contraste, su piel es más blanca que la de nadie que
haya visto y sus manos parecen estar hechas de porcelana. Había un pequeño lunar bajo su ojo
izquierdo, en un diseño similar al de un payaso, lo que le daba un aura ligeramente mágica.
Su expresión cambia significativamente menos que la de la gente normal, pero sí
cambiaba. Por ejemplo, cuando lee feliz un libro sobre el horrible asesinato de 52 mujeres y niños
en Rusia, no queda ni rastro del cadavérico rostro verde que tiene cuando está en medio de los
molestos compañeros de clase. Es más, sus ojos parecen brillar.
Sólo cuando hablo con Morino no disimulo mi expresión facial. Si estuviera hablando con
otra persona, seguramente se preguntaría por qué tengo una expresión tan sosa y apagada.
Cuando hablo con ella, no hay problema con eso.
Tal vez ella tenga razones similares, porque durante los ratos de descanso ella elige hablar
conmigo.
A los dos nos desagrada sobresalir. En clase nos ocultamos a la sombra de nuestros
alborotadores compañeros: vivíamos nuestras vidas tranquilamente.
Y entonces llegaron las vacaciones de verano y luego leí esta libreta.
I . Goth
Tras terminar la escuela ese día, tras encontrarnos en la estación, subimos a un tren en
dirección a la montaña S****.
Tanto el encontrarnos fuera de la escuela, como el ver a Morino en ropa normal en lugar
de su uniforme escolar, era la primera vez para mí. Como siempre, ella había elegido ropa de
color negro. Pero yo también y noté por su mirada que lo había notado.
El interior del vagón estaba tranquilo, no estaba abarrotado. Sin hablar, los dos
empezamos a leer. Ella leía un libro sobre abuso infantil, yo leí un libro escrito por los miembros
de una familia de un famoso delincuente juvenil.
Tras bajar en la estación, le preguntamos a una anciana que trabaja en un estanco de
tabaco delante de la estación cuantos restaurantes de soba había cerca de la montaña S****.
Descubrimos que sólo había uno, y que no estaba lejos.
Más tarde, Morino realizó una aguda observación:
—El tabaco mata a mucha gente, pero las máquinas de tabaco arrebataron y mataron el
medio de vida de esta anciana.
Una respuesta especialmente inteligente no parecía ser necesaria, así que ignoré su
observación.
Caminamos siguiendo la carretera hasta que llegamos al restaurante de soba. El camino
empezaba a pronunciarse hacia arriba, y se curvaba hacia el lado de la montaña cercana.
El restaurante de soba era parte de una hilera de restaurantes al pie de la montaña. Los
negocios parecían ir mal aquí; la atmosfera era solitaria, sin mucha gente o coches. La zona de
aparcamiento del restaurante de soba estaba completamente vacía y aunque bien podría estar
cerrado, seguía teniendo puesto el cartel de «Abierto», así que entramos.
—Ah, así que es aquí donde el asesino conoció a Mizuguchi Nanami —dijo Morino,
mientras miraba por todo el restaurante como si estuviera visitando algún lugar famoso.
—Perdona, pero sólo estamos especulando, es lo que se llamaría el escenario hipotético.
Estamos aquí precisamente para saber si es verdad o no.
La ignoré y leí la libreta, que estaba escrita con un bolígrafo azul de punta redonda.
Dentro de la libreta había algo más que las notas de los asesinatos de las tres chicas. También
estaban escritos los nombres de algunas montañas. Estaban en la primera página, así que parecía
haber sido escrito antes de cualquiera de las notas de asesinato.
GOTH
Delante de los nombres de las montañas habían marcas como �, , � y �. Las tres
montañas que había utilizador para deshacerse de los cuerpos estaban marcadas con �, así que
supuse que tal vez ésta era una lista de montañas adecuadas para asesinar.
No había ninguna indicación sobre el dueño de la libreta. Y ninguno de los dos había
tenido la intención de entregar la libreta a la policía. Incluso aunque no hiciéramos nada, tarde o
temprano acabarán cogiéndole. Si enviamos esta libreta a la policía, tal vez atrapen antes al
asesino y el número de víctimas al final seguramente sea menor. Obviamente había una
obligación de entregar esto a la policía. Desafortunadamente, nuestras conciencias no nos
molestaron por actuar como si no hubiéramos encontrado ninguna libreta y guardarlo en silencio:
éramos crueles y fríos estudiantes de instituto.
—Si hay una cuarta víctima, sin duda será como si la hubiésemos matado nosotros
mismos.
—Eso es terrible.
Eso es todo lo que dijimos mientras Morino y yo sorbíamos nuestro soba. Ella no tenía
ninguna cara de «eso es terrible», su voz era casual, como si sólo estuviera interesada en el soba de
un restaurante de segunda categoría.
Preguntamos por el templo shinto en el restaurante.
Mientras andábamos Morino miraba la libreta. Pasó las puntas de sus dedos sobre la
cubierta varias veces, tal vez tocando lo mismo que ese asesino de sangre fría había tocado. De
estas acciones, podría decir que ella sentía un especie de temor reverencial hacia el asesino.
Por dentro yo también me sentía un poco así. Y también sé que no es correcto sentir eso.
El criminal, por supuesto, tenía que ser castigado. No debe ser mirado como un revolucionario o
un artista. Al mismo tiempo, sé que algunos asesinos famosos son adorados por alguna gente
anormal. Sé que está mal convertirse en alguien así.
Sin embargo, somos esclavos del horror de los actos del propietario de la libreta. Este
criminal ha cruzado la línea de una vida ordinaria para destruir físicamente a las personas,
destrozando la dignidad y la individualidad. Tiene el irresistible encanto de una pesadilla.
Para poder llegar al templo shinto, partiendo del restaurante de soba, tuvimos que
caminar aún más hacía la cima de la montaña a lo largo de unas interminables escaleras.
Para los dos, la idea de mover nuestros cuerpos despertaba casi un odio irracional, así que
no teníamos ningún gusto por las pendientes de las montañas ni los escalones. Para cuando
llegamos al templo estábamos exhaustos.
I . Goth
Nos sentamos durante un rato en un monumento de piedra construido sobre el suelo y
nos tomamos un respiro. De los árboles que fueron plantados en el suelo, largas ramas se
expandían hacía arriba y mirando al cielo, podías ver el sol de verano apareciendo entre las hojas.
Nos sentamos uno al lado del otro, indiferentes a las voces de las cigarras que caían de
arriba.
Gotas de sudor empezaron a formarse poco a poco en la frente de Morino.
Poco después se secó el sudor mientras se levantaba. La búsqueda del cuerpo de
Mizuguchi Nanami había empezado.
—El asesino y Mizuguchi Nanami caminaron juntos por aquí —dijo, mientras caminaba
junto a mí.
Dejando el templo, nos adentramos en el bosque.
¿En qué dirección y cuanta distancia caminó el asesino? No lo sabíamos. Por ese motivo,
la búsqueda era a tientas e incierta.
Transcurrió una hora buscando por los alrededores, y no encontramos nada.
—Tal vez por aquí —dijo Morino, apartándose.
No mucho después, desde la lejanía, gritó mi nombre. Caminé hacia la voz y entonces, en
el fondo de un acantilado, la vi de espaldas. Sus brazos colgaban libremente a ambos lados y su
espalda se encontraba rígida. Se giró hacía un lado, así que yo también miré hacia allí: Ahí estaba
Mizuguchi Nanami.
Entre el bosque y el barranco, en la sombra de un gran árbol, en medio de esta tenue
melancolía veraniega, estaba ella, sentada y desnuda.
La parte inferior descansaba sobre el suelo. Su espalda se recostaba contra el tronco del
árbol. Sus brazos y piernas, desprovistos de fuerza, estaban extendidos despreocupadamente y de
cuello para arriba, no había nada. La cabeza había sido cortada y colocada en el interior de
vientre.
Ambos ojos habían sido arrancados y colocados cada uno en las manos izquierda y
derecha.
En su lugar, las cuencas oculares que eran ahora unos simples agujeros, habían sido
rellenadas de barro. Incluso había metidas hojas mohosas en el interior de su boca.
Alrededor del tronco sobre el que se recostaba la espalda, algo había sido enrollado. Ese
algo una vez fue el contenido del abdomen de Mizuguchi Nanami.
Restos de sangre aún oscurecían el suelo y su ropa estaba cerca.
GOTH
Nos quedamos delante de ella, incapaces de movernos, mirando en silencio. Incapaces de
decir nada. Simplemente contemplando en silencio el cuerpo.
Al día siguiente recibí un mensaje de texto de Morino en el teléfono: «Devuélveme la
libreta».
Sus mensajes de texto siempre eran cortos y concisos. Nunca añadía nada innecesario.
Igualmente, en su móvil no llevaba esos molestos adornos ruidosos.
Fui yo quien se llevó la libreta a casa. Cuando dejamos el lugar donde se encontraba
Mizuguchi Nanami, no se la devolví.
En el tren de camino a casa, Morino, que aún no se había recobrado del shock,
únicamente se quedó mirando a la distancia.
Cuando íbamos a marcharnos de ese lugar, Morino cogió la ropa que le quitaron a
Mizuguchi Nanami y la metió en su bolso. La ropa había sido hecha prácticamente a girones,
pero el sombrero y el bolso, así como su contenido, estaban intactos.
Dentro del bolso de Mizuguchi Nanami había cosas como maquillaje, una cartera y un
pañuelo. Lo estuve mirando en el tren de camino a casa. Según el carné de estudiante de la
cartera, descubrí que Mizuguchi Nanami había sido una estudiante de instituto de la prefectura
vecina. Dentro del bolso había también una pequeña libreta para ir guardando fotos. Gracias al
carné de estudiante y las fotos de la libreta, puede ver cuál era su cara cuando estaba viva. Los
diversos amigos de Mizuguchi Nanami estaban todos sonriendo en las pequeñas fotos.
En la tarde del día que recibí el mensaje, Morino y yo nos encontramos en el McDonald’s
de enfrente de la estación.
Morino, al contrario de lo habitual, no vestía de color negro. Debido a esto no me di
cuenta de quién era al principio. Como el sombrero que llevaba era del mismo tipo que el que
había cogido al lado del cuerpo de Mizuguchi Nanami, me di cuenta de que la intención era la de
parecerse a la de la chica muerta. Su pelo, el maquillaje… todo recordaba a la Mizuguchi Nanami
de las fotografías.
Como la ropa original estaba toda rota, debió salir de compras para encontrar alguna
similar.
Cogió la libreta y parecía extremadamente contenta.
I . Goth
—¿Vas a decirle a la familia de Mizuguchi Nanami lo del cadáver en el bosque? —
pregunté.
Morino se lo pensó por un momento y entonces negó con la cabeza.
—La policía la encontrará finalmente.
Morino, que parecía igual que Mizuguchi Nanami, habló de su muerte.
Qué estará haciendo la familia de Mizuguchi Nanami. ¿Estarían preocupados por su
desaparición? ¿Tendrá algún novio? ¿Cómo serían sus notas?
Morino estaba un poco diferente de lo habitual. Durante la conversación con ella, su
manera de hablar y gesticular había cambiado. Se preocupaba de por donde le caían los mechones
de pelo y comentaba que la pareja de enfrente parecían estar enamorados. Este es un
comportamiento que Morino nunca había mostrado hasta ahora.
Mizuguchi Nanami y yo nunca nos habíamos visto. Aún así, viendo a Morino, imaginaba
que así debió haber sido Mizuguchi Nanami.
Morino puso sus codos sobre la mesa mientras actuaba alegremente. A su lado tenía lo
que una vez fue el bolso de Mizuguchi Nanami. Atado a la cremallera había un llavero de un
muñequito-mascota.
—¿Tienes pensado seguir vestida así por mucho tiempo?
—Pues claro, es divertido, ¿no crees?
Esta fue la actuación de Morino. Pero la forma en que sonreía o se miraba las cejas en el
espejo no eran una mera imitación de una estudiante normal de instituto, era más bien como si
Mizuguchi Nanami hubiera usurpado la naturaleza básica de Morino.
Mientras salíamos del McDonald’s, Morino de repente y espontáneamente, me cogió de la
mano mientras andábamos. Ni ella misma se dio cuenta de esto hasta que se lo comenté.
Mizuguchi Nanami estaba muerta, pero estaba casi convencido de que había sido ella
quien había tomado mi mano.
Tras separarme de Morino delante de la estación y llegar a casa, inmediatamente puse la
tele. En las noticias estaban cubriendo los escalofriantes casos de asesinatos. Había un reportaje
sobre la primera y segunda víctima. Por ahora seguían poniendo noticias antiguas; no añadieron
nada nuevo. El nombre de Mizuguchi Nanami no apareció en ningún momento.
Estaban pasando imágenes de las dos víctimas, imágenes del sufrimiento de amigos y
familiares. En la pantalla de la televisión aparecieron unas imágenes enormes, fotografías de las
dos víctimas….
GOTH
Pensé en Morino y un mal presentimiento me sobrevino. Aún así, las posibilidades de que
algo así pasara eran extremadamente bajas. Y con eso descarté ese pensamiento de mi mente.
Las dos víctimas, tal como aparecían en las fotos, con su pelo y su ropa, ambas se
parecían a Mizuguchi Nanami.
Así que en resumen, podrías decir que hoy Morino era el mismo tipo de chica tras las
cuales va este asesino de sangre fría.
iii
Una tarde, tres días después de encontrarnos en el McDonal’s, mi móvil empezó a sonar
indicando que había recibido un mensaje de texto de alguien… de Morino.
«Ayuda».
Un mensaje corto con sólo eso se mostró en mi pantalla de cristal líquido.
Mi respuesta fue una pregunta: «¿Qué ha pasado?»
Esperé un buen rato, pero no respondió.
Intenté llamándola, pero su móvil estaba apagado. ¿Se le habrá acabado la batería o tal vez
se ha dañado?
Esta noche llamé a casa de Morino. Me había dado el número de su casa anteriormente.
No me lo dijo porque quisiera que la llamara a su casa. Sino que dijo inesperadamente que con su
número de teléfono de casa, utilizando un juego de palabras, salía una frase perturbadora. Y por
eso lo recordaba.
Su madre contestó al teléfono. Tenía una voz aguda y hablaba muy rápido.
Dije que era un compañero de clase y que había un mensaje del profesor y que por eso
quería hablar con ella para decírselo.
Aún no había vuelto.
Empecé a preguntarme si no podría ser que la hubieran atacado. Como lo que había
escrito en la libreta era verdad, también podría ser cierto que el asesino hubiera estado en la
misma cafetería tal como ella dijo. La probabilidad de que el criminal inesperadamente haya visto
de casualidad a Morino con su apariencia actual por algún lugar no era cero. Para el criminal, ver
a Morino con su apariencia actual, un chica vistiendo exactamente de la misma manera que
Mizuguchi Nanami, a quien había matado unos días antes, tiene que haberle parecido milagroso.
Y eso puede haberlo tentado, provocando que el criminal decidiera ir a por Morino… pero las
I . Goth
probabilidades eran pequeñas, porque después de todo, ¿cuántas chicas existen que se visten del
mismo modo?
Si consideramos la posibilidad de que Morino pueda haber sido atacada por el criminal,
existe el riesgo de que Morino y el criminal hayan coincidido en sus rutinas cotidianas. Después
de todo estuvieron en la misma cafetería. A no ser que el criminal estuviera haciendo un viaje
muy largo y que se hubiera detenido en esa cafetería de casualidad, Morino podría haber ido por
algún lugar donde él la hubiera visto. En otras palabras, la probabilidad de que los dos se
encontraran era alta.
Pensé sobre esto hasta altas horas de la noche. Probablemente, justo en estos momentos,
Morino sin duda debe de haber sido asesinada. Supongo que su cuerpo habrá sido esparcido en
alguna montaña.
Me dormí imaginándolo.
Al día siguiente llamé a su casa una vez más.
Como esperaba, aún no había vuelto. Por lo que dijo su madre, esta era la primera vez
que pasaba la noche fuera sin llamar. Su madre estaba preocupada.
—A propósito, ¿eres su novio? —preguntó la madre de Morino desde el otro lado.
—No, para nada.
—Venga, venga, no tienes por qué negarlo así. Puedo verlo a la perfección.
La madre de Morino no tenía ninguna duda de que yo era el novio de su hija. Me explicó
que su hija no tenía ningún amigo que pudiera llamarse verdaderamente «amigo» y que recibir una
llamada de alguien en casa era algo que no había ocurrido desde primaria.
—Últimamente esta chica ha empezado a vestir con colores más vivos, así que estoy
segura que debe de haber encontrado algún chico.
Empecé a preocuparme por la factura del teléfono.
—En su habitación, ¿puede que haya una pequeña libreta marrón?
Su madre inmediatamente fue a comprobarlo por mí. Dejó el teléfono descolgado y hubo
un momento de silencio. Al poco rato pude escuchar su voz de nuevo.
—Hay una libreta como esa en el escritorio, pero no estoy segura de si es la que buscas.
GOTH
Parece ser que Morino no se ha llevado la libreta. De no haber sido así, podría haber
considerado la posibilidad de que Morino hubiera abierto la libreta en algún sitio y que de
casualidad el criminal la hubiera visto, por lo cual la habría atacado para mantenerla en silencio.
Le dije a la madre de Morino que iría a buscarla y le pregunté la dirección.
Tras colgar el teléfono, me dirigí a casa de Morino. Ya sabía que vivía cerca de la estación,
pero esta era la primera vez que visitaba su casa.
Su casa estaba en un tercer piso de un bloque de apartamentos delante de la estación.
Cuando llamé al timbre, la mujer con la voz que había oído por el teléfono contestó
mientras abría la puerta. Sin duda era la madre de Morino.
—Vaya, vaya, ¡Bienvenido!
La madre de Morino llevaba puesto un delantal; una normal ama de casa, completamente
diferente a Morino. Empecé a preguntarme cómo teniendo una madre así podía producir una
chica como Morino.
Me invitó a entrar pero decliné. Tengo intención de acabar con este asunto desde la
entrada.
Cuando mencioné la libreta, ella inmediatamente la trajo, como si ya la tuviera preparada.
Mientras recibía la libreta, le pregunté si había leído el contenido, con lo cual ella negó con la
cabeza.
—Es que me cuesta leer una letra tan pequeña —Parecía mucho más interesada en mí
que en la libreta—. Desde que empezó el segundo año esta chica ha decidido ser concienzuda
con lo de ir a la escuela, así que debe de haber sido por este motivo, ¿verdad?
Cuando Morino iba a primero, dijo que la escuela era aburrida y al parecer no asistía muy
a menudo a clase. Esta es la primera vez que me entero de esto. Sus gustos son un poco únicos y
por encima de todo, no se le da bien mezclarse con la gente que le rodea. Así que era natural que
se haya vuelto así.
Pregunté cuándo Morino había sido vista por última vez.
—Ayer, en algún momento pasado mediodía tal vez. Yo la vi salir
—¿Le preguntó adónde se iba?
La madre de Morino negó con la cabeza.
—¿Entonces vas a ir a buscar a mi hija?
Me preguntó la madre de Morino cuando empecé a alejarme de la puerta.
Contesté asintiendo con la cabeza.
I . Goth
—Aunque es posible que no esté viva —añadí.
Su madre pensó que era una broma y sonrió.
Mientras caminaba hacia la estación, abrí la libreta con la cubierta de piel sintética, y miré
la página donde estaban listados los nombres de las montañas donde piensa dejar los cuerpos.
Las que tienen una marca � eran sin duda montañas que había juzgado como especialmente
convenientes para deshacerse de los cuerpos. Como había cuatro montañas marcadas con � y en
tres ya se había depositado algún cadáver, significa que por ahora las montañas en donde se han
encontrado cuerpos han sido escogidas exclusivamente de esta lista.
Entonces pues, de las cuatro montañas marcadas con � tres ya han sido utilizadas para
esconder un cuerpo. Lo que te lleva a pensar en si Morino no habrá sido llevada a la última
montaña que queda, la montaña N**.
Le pregunté a un empleado de la estación qué tren tenía que escoger para ir a la montaña
N** y compré un billete.
Bajé del tren en la estación más cercana a la montaña N** y desde ahí cogí un autobús. Al
pie de la montaña N** se podía ver crecer las uvas y desde la ventana del bus vi varios carteles de
recogida de uvas.
Conduciendo su coche para visitar la montaña N**, ¿dónde habría dejado el criminal el
cuerpo? Seguramente habrá realizado su ritual en algún lugar remoto donde nadie pudiera
escuchar los gritos. No tengo ni idea de dónde puede estar ese lugar.
Los únicos que íbamos en el autobús éramos el conductor y yo. Miré al mapa de la ruta
pegado en el interior del bus y hablé con el conductor. Decidí probar en un lugar donde creo que
el criminal debió parar.
Desde la zona donde vivimos Morino y yo hasta la montaña N**, la mayoría de los
coches acostumbran a ir por la carretera de prefectura que pasa por la ladera este de la montaña
N**. Originariamente no habían muchas carreteras que fueran a la montaña N**; aparte de esta
carretera de prefectura no había ninguna otra en la zona donde vivimos.
Sea donde sea que haya llevado el criminal a Morino a la montaña N**, sin duda tiene que
haber cogido la carretera de prefectura. Según lo que me ha dicho el conductor, la carretera por
donde va ahora mismo el autobús es la carretera de prefectura.
GOTH
Bajé del bus en la parada. Si se va en coche hasta las profundidades de la montaña N**,
había una carretera amplia que te llevaba cerca de la cima.
La parada del autobús estaba muy cerca de esta carretera. Caminé por la carretera hasta la
cima. Estaba asfaltada, pero no había tráfico.
Habían algunas carreteras secundarias más estrechas que se adentraban en el bosque. Me
preguntaba por cuál habrían entrado el criminal y Morino. Mientras subía por la cuesta, la altitud
gradualmente iba ascendiendo. Mirando entre los árboles, el pueblo se había vuelto pequeño y
difuso.
Fue una lucha llegar hasta cerca de la cima. Había un pequeño aparcamiento y una
construcción que parecía ser una plataforma de observación. Un coche no podría ir más allá de
este punto. Como no había pasado demasiado tiempo desde que empecé a andar, no estaba
cansado.
Busqué el cuerpo de Morino.
Bajé por un camino que se metía entre los árboles, entrando en una carretera secundaria
que había visto.
El cielo estaba nublado y el bosque metido en la oscuridad. Un denso manto de árboles
asomaba de entre un entramado de hojas y ramas. No hacia viento, sólo el canto de las cigarras
llenaba los alrededores.
La montaña N** era demasiado extensa para encontrar un único cuerpo humano que
había sido despedazado. Tal vez resulte imposible encontrar a Morino, juzgué al final. De camino
a la parada del autobús, mi cuerpo entero estaba sudando, cansado de tanto andar.
En la carretera de prefectura por donde pasaba el autobús, había algunas pocas casas
esparcidas. Incluso en la carretera que subía a la cima había una casa y en el jardín había un
hombre mayor, a quien le pregunté si había subido algún coche por esta carretera la pasada
noche, adentrándose en la montaña.
Él negó con la cabeza. Tras eso llamó a algunos de sus familiares trasladándoles mi
pregunta, pero al final parece ser que no vieron ningún coche.
¿En qué clase de situación estaba Morino ayer cuando envió ese mensaje? ¿La secuestró el
criminal utilizando la fuerza bruta? No creo que sea tan débil ni estúpida.
O tal vez, ¿que el criminal la haya cogido era una exageración mía?
I . Goth
Me senté cerca de la parada del autobús y leí la libreta. No era suficientemente hábil para
entender la personalidad del criminal a partir de la descripción de los tres asesinatos y menos
hasta el nivel de un análisis psicográfico.
Una gota de sudor cayó sobre la libreta y la tinta se corrió, parte de la frase se volvió
ilegible. Al parecer, el criminal no ha utilizado tinta indeleble para escribir sus descripciones.
Para empezar, ¿cuándo escribió el criminal en su libreta? ¿Justo después del crimen en su
coche, o tal vez al regresar a casa? Seguramente no lo habría escrito en mitad del crimen, ¿verdad?
Sin duda recordaba el crimen y entonces, completamente extasiado al imaginárselo, lo escribía.
Como el autobús llegó me levanté. Miré a mi reloj: han pasado tres horas desde mediodía.
Me iba de la montaña.
Quizás también es posible que el criminal simplemente esté manteniendo a Morino
encerrada en su casa sin matarla. La única manera de determinar si era así o no sería
preguntándoselo al mismo criminal.
Si ya había sido asesinada, tendría que encontrar dónde había sido abandonado su cuerpo,
porque quería verlo.
Sea como sea, tenía que bajar de la montaña N** y encontrarme con ese criminal; no hay
otro camino. Por supuesto, estaba totalmente decidido a hacerlo.
iv
La cafetería en donde Morino se había convertido en una clienta habitual está situada
lejos, tras el distrito comercial de en frente la estación. Ya había oído hablar de ella antes, pero
esta era la primera vez que entraba.
Como me había dicho, estaba tenuemente iluminada y envuelta en una confortable
oscuridad. Sonaba una música tranquila, fundiéndose con el modesto ambiente.
Tomé sitio en un asiento libre de la barra.
En el interior del local había un indicador que mostraba dónde estaban los servicios.
Examiné el suelo por las proximidades. Morino me había dicho que fue aquí donde encontró la
libreta.
Había otro cliente en el local a parte de mí: Una chica joven que llevaba un vestido.
Estaba sentada al lado de la ventana bebiendo un café mientras leía una revista.
Como el propietario del local venia hacia aquí, llevando el pedido, intenté preguntarle:
—¿Esta persona de aquí es una clienta habitual?
GOTH
Él asintió y luego levantó la cabeza dubitativo como si fuera a decir «¿pasa algo con eso?»
—Olvídalo. No quería decir nada con eso. De todos modos, ¿querrías darme un apretón
de manos?
—¿Un apretón de manos? ¿Por qué?
—Para celebrar la ocasión.
El propietario era un hombre con cara de apariencia honesta. No era joven, pero desde
luego tampoco era de mediana edad. Su piel era pálida y llevaba una camiseta negra como esas
que venden en cualquier parte. Tenía la barba bien afeitada.
Parece ser que justo desde el primer momento, él me había considerado un cliente
extraño. Probablemente porque le miraba demasiado.
El café que pedí estuvo preparado en seguida.
—Soy amigo de una chica llamada Morino. Creo que la conoces, ¿puede ser?
—Es una clienta habitual.
Le pregunté si aún seguía viva o no.
El propietario se quedó helado. Cuidadosamente bajó la taza de café que estaba sujetando
y me miró directamente. Sus ojos perdieron su brillo, se volvieron negros, como agujeros
desprovistos de luz.
Había sentido esto antes, más que el potencial de cualquier de los clientes de esta cafetería
durante la tarde de lluvia, el potencial de que esta persona sea el criminal era el mayor de todos.
Supe que había acertado.
—¿A qué te refieres? —preguntó, haciéndose el tonto.
Le mostré la libreta. Cuando vio eso, la forma de su boca se curvó en una sonrisa. Unos
afilados colmillos asomaron por ella.
—Morino recogió esto el otro día.
Cogió la libreta entre sus manos y empezó a pasar las hojas.
—Así que sabías claramente que yo era el propietario de esta libreta, ya veo.
—Al menos la mitad de ello fue una suposición.
Expliqué cómo había ido a la montaña N** a buscar el cadáver de Morino y cómo pensé
que estaría allí.
I . Goth
¿Qué pensará el criminal de esto? Me preguntaba yo.
Primero apliqué mi imaginación sobre el criminal que había perdido la libreta. ¿Por qué
motivo escribía en esta libreta? ¿Para tal de conmemorarlo? ¿Para no olvidarlo? Sin duda él debía
haberlo leído repetidamente, muchas veces, así que lo debía tener metido en la cabeza. Por tanto,
era poco posible que el criminal no se hubiera dado cuenta de que había perdido la libreta.
En primer lugar, ¿dónde podría llevar la liberta? Normalmente sería en un bolsillo o
dentro de una mochila. Para que se le hubiera caído tenía que ser seguramente un bolsillo.
Mientras se lavaba las manos en el lavabo o sacándose un pañuelo del bolsillo, la libreta debió
caérsele.
Y entonces, ¿cuándo se dio cuenta de ello? ¿unos diez minutos después, o unas horas
después…? Seguramente menos de un día, sin duda. Y entonces, esta era una deducción
arbitraria, pero sentí que el criminal debía haber perdido la libreta en algún lugar cerrado. Era así
porque quería poder ver la libreta a menudo. Cada vez que los pensamientos oscuros en su
cabeza empezaban a revolverse, leería la libreta y se calmaría. Con eso, al sujetar frecuentemente
la libreta entre sus manos, confirmando su presencia, el periodo de tiempo y el área en donde la
libreta podría habérsele perdido quedaban ambos restringidos en un margen muy escaso.
Y entonces el criminal seguramente empezó a buscarla, comprobando el suelo para ver si
se le había caído la libreta.
Pero no estaba ahí. Y el criminal entonces debió detenerse para pensar que alguien debía
haber recogido la libreta. Bajo ningún concepto podía dejar que nadie leyera el contenido de esa
libreta. Tal vez la policía investigará la tercera víctima y encontrase el cuerpo. Si eso hubiera sido
así, él no estaría particularmente preocupado. El problema estaba en la posibilidad de que
encontraran huellas dactilares en la libreta o de que analizaran la escritura.
Si yo hubiera estado en esta situación, ¿qué habría hecho? Seguramente no hubiera
atacado a una cuarta persona. Después de todo, es posible que la policía estuviera investigando
por esta área porque había perdido la libreta dentro del área de sus movimientos cotidianos
habituales, así que la policía podría considerar que el criminal estaba por algún lugar de esta zona.
Estaría poco dispuesto a hacer nada. Sin embargo, incluso después de un tiempo, el
cuerpo de la tercera víctima, Mizuguchi Nanami, no había sido encontrado, porque Morino y yo
no hemos entregado la libreta a la policía.
GOTH
El criminal seguramente estaba esperando a que aparecieran las noticias del
descubrimiento de su cuerpo. Si fuera yo, me habría contenido hasta que hubiera confirmado que
era suficientemente seguro intentar un cuarto asesinato… pero Morino había desaparecido.
Considerando que la posibilidad de que la desaparición de Morino fuera simplemente la
travesura de una niña era improbable, intenté imaginarme por qué el asesino actuaría.
Poniéndome yo mismo en la piel del criminal, ¿en qué situación habría matado a una
cuarta persona?
*Si no pudiera contenerme pasara lo que pasara.
*Si me volviera demasiado confiado al no haber sido atrapado, despreciando los riesgos y subestimando a
la policía.
*Si no me importara que me atrapara la policía.
*Si pensara que la libreta no la había cogido ni leído nadie.
*Si pensara que la persona que recogió la libreta no se lo hubiera tomado en serio.
O también, después de todo, que no me hubiera dado cuenta de que la había perdido tal
vez. Para cualquiera de estas posibilidades el potencial no era cero… Sin embargo, lo intenté
apostando por una última posibilidad. ¿Puede que el criminal lo haya considerado de esta
manera?:
*Alguien ha cogido la libreta, pero no ha leído su contenido. Como resultado, la policía no ha sido
alertada y el cuerpo de Mizuguchi Nanami no ha sido encontrado.
El propietario de la cafetería escuchaba mi charla mientras asentía con una cara de gran
interés.
—Y entonces, ¿cómo puedes decir que yo soy el criminal?
Recibí la libreta de nuevo de sus manos y pasé las paginas hasta una en concreto. Una
palabra había sido borrada por el sudor y ahora era ilegible.
—La tinta se disuelve en el agua, así que las palabras se borran si se mojan y tú lo sabías.
El criminal, al ver que la libreta no estaba dentro del local, ¿no habría pensado que la había
perdido fuera? Esto es lo que supuse. Morino me había explicado que se puso a llover en esa
tarde durante el momento en que la libreta se perdió.
Era natural que el asesino asumiría que si la libreta hubiese sido recogida en la cafetería, se
lo habrían dado a la policía. Pero no había noticias del descubrimiento de Mizuguchi Nanami.
I . Goth
—Seguro que el criminal también debió considerar que perdió la libreta durante el
momento que cayó la lluvia. En ese caso, la libreta estaría mojada y sería ilegible.
Ese día, la única persona que salió fuera durante el tiempo que estuvo lloviendo fue el
propietario de la cafetería: Así me lo había hecho saber la historia de Morino.
Había montado esta explicación casi completamente utilizando sólo mi imaginación,
como andando por la cuerda floja y en cuanto hube terminado, la forma de la boca del
propietario de la cafetería se volvió en una amplia sonrisa.
—Estaba convencido de que la libreta se me había caído bajo la lluvia —admitió—.
Morino está arriba.
El segundo y tercer piso de la cafetería era su casa según parece.
Y entonces volvió a guardar cuidadosamente la libreta en su bolsillo. Se giró dándome la
espalda, avanzó hasta la puerta del local y la abrió.
El cielo que antes había estado tan nublado apareció despejado ahora. El mundo exterior
iluminado por los veraniegos rayos de sol apareció blanco para los ojos acostumbrados a la tenue
iluminación del local.
El hombre salió de la cafetería y caminó hacia la calle, desapareciendo dentro de la luz.
La otra clienta que había, quien había sido identificada como una clienta habitual, se
levantó de la mesa y se quedó frente a la caja registradora para pagar. Tras mirar alrededor del
interior del local, me preguntó dónde estaba el encargado, pero yo únicamente negué con la
cabeza.
Las escaleras estaban fuera del edificio: para subir al piso de arriba, hay que salir del local.
Morino estaba atada en el tercer piso. Su ropa era igual que la de Mizuguchi Nanami, sus
manos y pies estaban atados con cuerdas. No parecía que le hubiesen hecho anda.
Al ver mi cara, entrecerró los ojos gentilmente. Esa era su sonrisa. Tenía una toalla
enrollada en la boca, por lo que no podía hablar.
Cuando le saqué la toalla suspiró fuertemente.
—El encargado del local simuló tener una pierna rota y me pidió que le ayudara a cargar
una cosa. Antes de que me diera cuenta… pasó esto.
GOTH
La cuerda atada en sus manos y pies parecía difícil de desatar. La dejé así y fui a visitar el
interior de la estancia. Por el estado del interior de la vivienda, parecía que el propietario de la
cafetería vivía solo.
Encima de un escritorio había un trozo de papel blanco, como si fuera de una libreta. Y
en ese trozo de papel había dibujadas incontables cruces pequeñas.
En un estante había un set de cuchillos guardados. Era fácil adivinar que estos fueron
utilizados para matar a sus víctimas: En las descripciones de la libreta, la palabra «cuchillo»
aparecía a menudo.
Todavía estirada en el suelo, Morino levantó la voz, molesta por no liberarle las manos y
piernas.
Cogí un cuchillo conveniente del set de chuchillo y lo utilicé para cortar las cuerdas.
—Si no nos vamos enseguida, el propietario de la cafetería nos encontrará!
—No vendrá, te lo aseguro.
Seguramente no volverá nunca aquí de nuevo. Estaba prácticamente convencido de eso.
Existía el potencial de que tal vez volviera aquí para matarnos a Morino y a mí para mantenernos
en silencio, pero por algún motivo, sabía que no lo haría.
Porque durante la conversación que mantuvimos en la barra de la cafetería, sentí que yo y
esa persona anormal, de alguna manera fuimos capaces de comunicarnos con el corazón del otro.
La razón por la que se fue tan rápido del local es porque intuitivamente sabía que yo no se
lo contaría a nadie.
Morino me miró extrañada cuando declaré que el encargado del local no volvería nunca
aquí. Se levantó mientras se arreglaba la ropa.
—Sólo pude enviarte ese mensaje y entonces me descubrió…
Encima de la mesa estaba el móvil de Morino apagado. El bolso de Mizuguchi Nanami,
que Morino llevaba en ese momento, estaba ahí también. ¿Puede que el criminal no se haya dado
cuenta de que el bolso de la tercera víctima y que el bolso de la que iba a ser la cuarta víctima,
eran exactamente el mismo?¿ O tal vez fue precisamente porque era el mismo bolso que fue a por
Morino?
Parece ser que ató a Morino y la dejó aquí todo el día, por lo que caminó algo inestable
cuando se dirigió hacia las escaleras.
Cuando salimos del piso, me llevé conmigo el set de cuchillos y el papel de encima la
mesa. He decidido que estos serán mis recuerdos. Cuando la policía lo descubra todo y encuentre
I . Goth
este sitio. Tal vez se preocupen por no poder encontrar el arma del crimen, supongo.
Naturalmente, a mí no me preocupaba.
Tras llegar al primer piso, miramos dentro del local. Dentro de la inhabitada tienda
sonaba una música tranquila. Cogí el letrero que colgaba de la puerta y lo giré de «Abierto» a
«Cerrado». Morino se quedó a mi lado frotándose las muñecas mientras observa su estado. Aún le
quedaban marcas de las cuerdas en ellas.
—Qué experiencia más horrible —murmuró ella—. He decidido que nunca volveré a este
sitio.
—¿Pero no estás contenta de haber podido encontrarte con esa persona?”
Morino frunció el ceño.
—¿Esa persona? En primer lugar, ¿Por qué el encargado de la cafetería me hizo esto? No
logro entenderlo.
No se ha dado cuenta de que el propietario de la cafetería era el asesino en serie de sangre
fría.
Dejé caer mis ojos sobre el papel de mi mano y observé las incontables pequeñas cruces.
GOTH
II. II. II. II. Corte en la muñecaCorte en la muñecaCorte en la muñecaCorte en la muñeca
prólogo
Después de que terminara la escuela, el interior de mi clase se iba apaciguando a
medida que los estudiantes se marchaban gradualmente. Yo estaba recogiendo y preparándome
para volver a casa cuando sentí una extraña presencia detrás de mi espalda. Sólo tras girar mi
cabeza me di cuenta de que era Morino.
—Hay algo que me gustaría discutir contigo antes de que te vayas a casa —explicó.
Como no había hablado con Morino en todo el día, la última vez que había escuchado su voz
fue hace unas 24 horas—Ayer alquilé un video realmente raro en el videoclub de mi barrio…
Había un tono firme en la voz de Morino; era como si realmente quisiera hablar sobre
esta película en particular. Pero qué lástima, el único con quien ella habla de entre toda la clase
sería yo y sólo lo hace cuando estoy sentado yo solo en mi sitio. Nunca intentaba hablar
conmigo mientras estuviera manteniendo una charla con mis compañeros de clase, lo que
explica por qué no había tenido la oportunidad de hablar conmigo en todo el día hasta el
momento en que ya hubieran terminado las clases.
En un rincón de la clase, varias chicas que aún no han vuelto a casa empezaron a
susurrar entre ellas al vernos conversar. Sé sin ninguna duda que están hablando de mi relación
con Morino. Algunos empezaron a pensar que estábamos saliendo juntos, hasta que notaron
que nuestro lenguaje corporal no reflejaba intimidad y que los dos parecíamos llevar un aspecto
condescendiente en nuestras caras siempre que teníamos una conversación. Así que era natural
que muchos se preguntaran cuál era mi verdadera relación con Morino. Hasta donde ellos
sabían, el que Morino le hablara a alguien ya era suficientemente increíble. Desde que entró en
este instituto, Morino había evitado hablar con cualquiera dentro de la escuela. En clase se
esforzaba al máximo para ocultar su presencia y desaparecía inmediatamente una vez sonaba el
timbre de la escuela. Su manera preferida de vivir recordaba a un submarino en las
profundidades del mar.
A menos que tenga que llevar el uniforme de verano de nuestra escuela, Morino no
viste nada que no sea negro —Desde su pelo negro azabache hasta sus zapatos negros como
II .Corte en la muñeca
un cuervo—, como si se esforzara para fundirse con la oscuridad, huyendo de esa detestable
luz.
Una vez le pregunté a Morino shibou douki o cuál fue su motivo para entrar en este
instituto.
—Porque éste es el único instituto con uniforme negro. Pensé que era guay, por eso
entré en éste… Cuando has mencionado «shibou douki» (motivo) entendí algo completamente
diferente.
Cogiendo un trozo de tiza, escribió en la pizarra dos grandes kanjis: «Muerte» y
«Motivo». Mientras escribía, su delgada y blanca mano quedó expuesta al salir de debajo de su
uniforme. Su piel de porcelana era tan blanca que me hacía dudar de si alguna vez había sido
acariciada por el sol.
Como Morino es bastante hermosa, oí que varios chicos alguna vez intentaron
conquistarla, hasta que algo cambió todo: Uno de los profesores había hecho algo que podría
considerarse acoso sexual. No obstante, Morino rápidamente lo redujo con un espray de
pimienta antes de proceder a golpearlo con una silla que tenía a mano. Yo había visto todo
escondido. Después de eso ningún chico se atrevía a acercarse a Morino.
Lo que voy a narrar a continuación no es cómo conocí a Morino, sino algo que siempre
recuerdo al ver su pálida y blanca muñeca.
Esos incidentes en serie de manos amputadas que ocurrieron a principios de primavera
recibieron un montón de atención por parte de los medios de comunicación. E incluso yo me
vi envuelto en ese incidente. Todo eso ocurrió en Mayo. En ese entonces yo nunca había
hablado con Morino antes…
i
Shinohara se quedó mirando sus manos y pronto se perdió profundamente entre
pensamientos: Las manos eran obviamente el final de los miembros superiores de los
mamíferos. Sus propias manos se habían desarrollado para asir objetos, con cincos dedos que
podían escribir en el teclado de un ordenador o ladear una taza de café. Parecía evidente que
las manos eran la esencia de la humanidad. Es por eso que existe gente que lee las manos. Ya
GOTH
desde tiempos antiguos, la gente ha intentado estudiar el intrincado diseño de su palma,
esperando ser capaz de predecir la suerte o su auténtica personalidad. En otras palabras, las
manos humanas actúan como un espejo que pueden reflejar igualmente el pasado y el futuro
del individuo.
Shinohara ha adorado las manos desde que era pequeño, estaba tan obsesionada con
las manos que siempre que sus padres le llevaban afuera, las ruidosas y ajetreadas calles eran a
menudo reflejadas en sus ojos no como una imagen de gente reunida, sino como una enorme
colección de infinitas manos. Ese sentimiento suyo no cambió ni aun después de entrar en la
escuela primaria. Incluso esa animada gente que le rodeaba, que pronto aprendió a llamar
«compañeros de clase», no eran más que simples seres que por casualidad tenían un par de
manos colgando a los lados.
Las partes que no eran manos no eran fundamentales para el ser humano. Shinohara
no pensaba que las expresiones en los rostros las palabras producidas por las vibraciones de las
cuerdas vocales, pudieran llegar a representar las verdaderas emociones. Por otro lado, las
manos eran las representantes imparciales de la auténtica naturaleza de los humanos, ya sea en
la vena escondida en el reverso de la mano, los cinco dedos extendidos, las uñas ubicadas en el
extremo de los dedos, las pequeñas manchas blancas con forma de media luna dentro de las
uñas… y las huellas dactilares, en particular, pues eran esenciales en definir al individuo.
Cuando aún estaba en los primeros años de la escuela primaria, Shinohara le cortó una
mano a una de las muñecas que ya no utilizaba su hermana con un par de tijeras. En cuanto la
pequeña mano rodó sobre su palma, Shinohara rápidamente se la puso en el bolsillo antes de
proceder a tirar a la ahora deformada muñeca. A partir de ese día, siempre que tenía un rato,
Shinohara se ponía a jugar con la mano de la muñeca utilizando sus pulgares. La sensación de
esas pequeñas ranuras en las manitos plásticas era, para Shinohara, aún más confortable que las
palabras tranquilizadoras de su madre o profesores. Es como si esa pequeña mano tuviera
muchísimo más que decirle.
Entonces se habituó a utilizar unas tijeras de podar para cortar los apéndices delanteros
pertenecientes a diversos perros y gatos. Era la herramienta perfecta para cortar pequeñas patas
y a él le gustaban por igual. Los humanos no tenían almohadillas y éstas siempre le habían
parecido graciosas, pues si las presionabas las garras sobresalían y estaban también cubiertas
de pelo. Aunque no podían coger cosas como las manos humanas, habían evolucionado no
obstante a su propia y única manera.
II .Corte en la muñeca
La esencia humana está en sus manos… Éste era un concepto que las personas
normales no llegaban a aceptar, pero era algo en lo que Shinohara creía firmemente. A través
de sus observaciones, sin embargo, Shinohara descubrió que lo que realmente importaba en
este mundo eran las vacías palabras producidas por las cabezas y bocas: Un medio para la
empatía conocido como «hablar». Mientras crecía, se dio cuenta de que tenía que esconder su
manera de pensar, particularmente cuando iba al trabajo. Pero de vez en cuando, se sorprendía
a sí mismo pensando en manos nuevamente… El diseño de cinco dedos que sólo Dios podría
haber engendrado. Shinohara no podía apartar estas ideas de su cabeza.
Entonces, una primavera fue la primera vez que Shinohara cortó una mano humana:
Era la mano de un bebé. Mientras la madre del bebé lo dejó desatendido un breve momento en
su cochecito, Shinohara se acercó rápidamente a la criatura, sacó sus tijeras de podar, y
silenciosamente cercenó una de las manos del bebé.
La pequeña y regordeta mano se sentía cálida y suave. En ese preciso instante, la
criatura que había estado durmiendo plácidamente en su cochecito arrancó a llorar, mientras la
pequeña mano empezaba a perder su calor. Shinohara colocó la mano en su bolsillo y tras
llegar a casa, la guardó cuidadosamente en la nevera.
La mano del bebé no era la única. Shinohara golpeó y dejó inconsciente a un niño,
cortándole la mano en medio de la oscuridad. Tras eso, empezó a cortar manos pertenecientes
tanto a estudiantes de instituto como a adultos por igual. Sin embargo, como las manos adultas
eran demasiado grandes, era difícil cortarlas utilizando unas tijeras de podar. Una sierra dejaría
un corte irregular y dentado, traicionando completamente la intención original de Shinohara de
preservar su belleza, y un hacha, aunque efectiva, destacaba demasiado y era complicado
llevarla encima. Tras considerar y experimentar con diversas opciones, Shinohara finalmente se
quedó con un cuchillo de carnicero. Utilizando el cuchillo de carnicero todo lo que tenía que
hacer era apuntar y asestarle un golpe a la muñeca de la víctima drogada, y así era capaz de
cortar carne y hueso por igual, cercenando la mano en un simple y limpio movimiento.
Pero aun a pesar de que el desmembramiento de Shinohara se extendía, nadie perdió la
vida: Sólo quería obtener sus manos, no tenía intención de reclamar sus vidas. No podía
importarle menos las otras partes del cuerpo, ya estaban «muertos» para él de todos modos.
Mientras su identidad no estuviera en riesgo de ser descubierta, Shinohara no haría nada para
poner en peligro las vidas de sus víctimas drogadas.
GOTH
Según los informes en la televisión y los periódicos, ninguna de las victimas
convalecientes en el hospital pudieron identificar al culpable. Cada vez que él veía una noticia
así, Shinohara dejaba salir un suspiro de alivio. Aunque planeaba la mayoría de sus acciones
muy detenidamente, seguía siendo normal tener miedo de ser descubierto por la policía.
Como Shinohara adoraba las manos, encontraba deleitable todo el proceso de cortarle
la mano a su víctima. En la fracción de segundo que la mano quedaba separada del cuerpo, el
cuerpo de Shinohara explotaba en total placer, como si un enorme clímax que había estado
acumulándose finalmente fuera liberado. Tal vez en esa fracción de segundo, su retorcida
forma de ver el mundo le hiciera verse sí mismo como un héroe que, con sus valerosos
esfuerzos, conseguía liberar las manos.
Shinohara también cortó la mano de una marioneta en su lugar de trabajo. Era una
marioneta ordinaria hecha de trapo cuyas manos estaban rellenas de algodón. Era igual, la
mano de una marioneta seguía siendo una mano, aunque fuera una simple mano sin dedos que
había sido creada con el único propósito de estar pegada a la marioneta. Todo lo que tuvo que
hacer Shinohara fue pasar hábilmente las tijeras y todas las tensiones que habían crecido entre
él y el mundo exterior se desvanecieron.
Todas las manos que Shinohara había llegado a cortar fueron colocadas
cuidadosamente en la nevera. Esto incluye la mano de plástico de la muñeca, las manos de la
marioneta de trapo e incluso las patas de los perros y gatos. No había ni una sola de ellas que
pudiera tirarse.
Shinohara vivía solo en una pequeña casa. Su apagada y monótona casa iba, no
obstante, animándose rápidamente a medida que la nevera se iba llenando con hileras de
manos. Cada vez que Shinohara las agarraba, sentía como si pudiera entender las experiencias
pasadas de sus antiguos propietarios, así como predecir qué les esperaba a ellos. Para
Shinohara, cada mano poseía un tacto diferente que contenía diversas emociones distintas,
todas las cuales fluían hacia su interior. Ellas le contaron muchas cosas, desde el cálido y afable
amor paternal hasta el cruel e imperdonable mundo exterior.
Recientemente, las noticias de los periódicos y la televisión habían empezado a
informar de los crímenes de Shinohara que ellos titularon «El incidente del cortador de manos»
Por supuesto, a Shinohara no le importaba cómo le llamaban los demás. La única cosa que le
enfurecía era que le tratasen como a un detestable criminal. ¡Ellos, con su retorcida forma de
pensar, no tenían derecho de criticarle a él!
II .Corte en la muñeca
Mientras Shinohara miraba la noticia por la televisión, iba narrándole sus pensamientos
a una pequeña mano que acababa de sacar de la nevera. Esta pequeña mano una vez perteneció
a un niño pequeño, con su puño aún fuertemente cerrado.
—¡Es cierto, lo que dices es verdad! —decían las curvas, hendiduras y la sensación
elástica de la piel de la pequeña mano.
Shinohara de pronto sintió una corriente de coraje penetrando en su corazón, mientras
la rabia y el malestar que había tenido hace un momento se evaporaban sin dejar rastro.
ii
—Limpiaremos el oficina luego por la tarde. Espero que aquellos estudiantes que estén
libres vengan a ayudar… —Esto fue lo que dijo mi profesor de química durante la clase de
hoy.
Aún así, puedo decir por la expresión de su cara que nunca esperó que nadie viniera a
ayudarle.. Efectivamente, parecía como si nadie en la clase le hubiera hecho el menor caso, así
que, cuando me pasé por el oficina esa tarde, el profesor se quedó bastante sorprendido.
Era un radiante y caluroso día sin una sola nube en el cielo. El cálido sol de primavera
que brillaba por encima de todo el suelo contrastaba notablemente con el oficina. En este
oscuro y sombrío espacio cerrado, podía oír las voces de los estudiantes charlando y jugando
alegremente a fuera.
Aunque el oficina era pequeña, estaba toda llena de estanterías, varios aparatos
científicos, modelos de átomos e intestinos de animales sumergidos en formol estaban
depositados en las estanterías. Había una pequeña mesa de madera cerca de la ventana con
libros de plantas y el universo sobre ella. También había un antiguo ordenador ubicado cerca
de la impresora, la cual estaba prácticamente enterrada bajo un montón de libros y papeles.
Como los rayos de sol brillaban a través de la ventana, iluminaba parcialmente el oficina,
revelando pequeñas motas de polvo en suspensión.
—Veamos, ¿por qué no empiezas llevando la basura al aula —dijo mi profesor de
química señalando con su dedo a una papelera de plástico azul llena de bolas de papel. Asentí
con la cabeza y procedí a llevarla fuera del cuarto.
GOTH
—¡Sólo un idiota perdería su hora de comer de esa manera! —murmuró alguien a mi
lado cuando cuando el profesor pidió ayuda durante la clase anterior. Me he olvidado de lo que
le respondí entonces, pero como se rió justo después de mi respuesta, supongo que debí de
haber hecho un comentario bastante gracioso en ese momento.
Es muy fácil contentar a mis compañeros de clase. Todo lo que tengo que hacer es
mantener un ojo en los diferentes programas de entretenimientos y series de la tele, así como
ajustar mi sonrisa y expresión facial según el momento, y así consigo ganarme fácilmente su
aceptación. Para ellos, no era más que un normal y alegre estudiante de instituto. Esto me
ayudaba a evitar un montón de problemas innecesarios.
Por problemas me refiero a incidentes como ese que ocurrió, si recuerdo bien, cuando
estaba en la guardería. Por algún motivo, en esa época tenía la repentina necesidad de pintar la
cara de una muñeca con marcador color negro y quitarle los brazos y las piernas. Presionado
por mi propia necesidad procedí a hacerlo, con lo cual provoqué que todos los que me
rodeaban se preocuparan por mí. Aún hoy sigo recordando las preocupadas miradas que me
hacían mis padres y los profesores de la guardería.
Tras ese incidente aprendí lentamente a ocultar mi auténtico yo. Por ejemplo, cuando
utilizaba lápices de colores para dibujar, el lápiz que más rápidamente se acortaba era el negro.
Después de que ocurriera ese incidente, aprendí a utilizar deliberadamente todos los colores,
para que así se acortaran poco a poco. No recuerdo que después del incidente haya dibujado
algo importante, creo que era algo por el estilo de arcoíris y flores. Tras ver mis dibujos, todo el
mundo a mí alrededor se sintió aliviado.
Teniendo una profunda comprensión de la naturaleza humana, así como la habilidad de
ocultar mí autentica naturaleza, fui capaz de vivir una vida normal de estudiante de instituto.
Incluso cuando mis compañeros querían hablar conmigo de algo sin interés, yo seguía
pretendiendo estar interesado y me fundía en la conversación.
Nunca les conté a ninguno de mis compañeros que iría a ayudar a limpiar el oficina. El
personaje que actuaba delante de ellos, nunca haría algo así voluntariamente y desde luego yo
no quería darles la impresión de que sólo quería ganar puntos con el profesor. Además, no fui
a ayudar a limpiar a mi profesor únicamente por una buena causa: Yo tenía mis propios
motivos.
II .Corte en la muñeca
Había oído de antes que nuestro profesor de química escribía las preguntas de los
exámenes en el oficina. Si por alguna casualidad hubiera tirado el papel original a la papelera,
entonces ésta era una oportunidad ideal para hacerme con él.
Cuando estaba en primero, ya había ayudado una vez a limpiar este profesor a limpiar
su oficina. Por eso sabía exactamente cómo se realizaría la limpieza: Lo primero que me pediría
sería llevar la papelera al aula. Después de eso, ayudaría a mi profesor a organizar la oficina
antes de proceder a tirar la basura. Como sin duda iremos produciendo más basura a medida
que limpiáramos, la tarea de tirar la basura se reservaba para el final y lo haríamos el profesor y
yo juntos. Eso es al menos lo que ocurrió el año pasado.
Y si ahora el procedimiento es el mismo que el año pasado, entonces habría un
problema: Como estaré demasiado ocupado ayudando a mi profesor a limpiar, no tendré
tiempo para inspeccionar detalladamente el contenido de la papelera. Es por eso que tuve que
preparar un par de cosas de antemano. Antes de que entrase en el oficina, traje secretamente
otra papelera desde otra clase y la puse dentro del aula. Tras eso, entré en el oficina con la
escusa de ayudar a mi profesor a limpiar.
Si todo va según el procedimiento del año pasado, entonces lo primero que me pedirá
el profesor será llevar la papelera al aula de química. Y aunque no me lo diga, me las arreglaré
para moverla allí en secreto.
Todas las clases de mi escuela están equipadas con la misma papelera. En otras
palabras, la papelera de la oficina es idéntica a la papelera de todas las demás clases: Una
papelera de plástico azul. Aunque intercambie la papelera de la oficina con la que traje al aula
de química, mi profesor no se dará cuenta.
Bajo la excusa de estar ayudando a mi profesor a limpiar, podré llevar la papelera que
contiene los escritos originales en el aula de química y esconderla bajo una mesa. Tras ello,
llevaré la papelera que había tomado «prestada» de otra clase junto con mi profesor al
incinerador, donde se deposita toda la basura.
En cuando me haya desecho de la basura y vuelva a dejar la papelera en el oficina, mi
tarea de limpiar habrá terminado. Todo lo que tendré que hacer entonces será volver al aula de
química, donde tendré todo el tiempo del mundo para examinar el contenido de esa papelera
en particular.
Antes de entrar en el oficina, primero «tomé prestada» una papelera de una clase vecina
y la metí bajo una mesa del aula de química. Justo al igual que el año pasado, mi profesor de
GOTH
química me pidió que llevara la papelera al aula de química. Todo se desarrollaba según mi
plan.
Cuidadoso de no revelar mi plan, actué como si no tuviera nada planeado y llevé la
papelera al aula de química. Las dos habitaciones estaban conectadas por una puerta, uno no
tenía que salir al pasillo para tal de llegar al aula de química.
En cuando entré en el aula de química ocurrió algo inesperado. El aula de química, que
estaba vacío en el momento en que salí de él, ahora tenía una única figura sentada en su
interior. Esta figura estaba sentada ella sola en una mesa para seis personas, pasando
tranquilamente las páginas de su libro. Debido al hecho de que la figura tenía el pelo largo y
estaba sentada en un rincón oscuro del laboratorio, a primera vista pensé que se trataba de un
fantasma. La reconocí como Morino, una chica que se había convertido en mi compañera de
clase al empezar el curso esta primavera.
Morino inclinó la cabeza y me disparó una mirada, quien acababa de aparecer desde la
oficina. Desde el lejano rincón del laboratorio, nuestras miradas se quedaron fijas formando
una línea que cortaba en diagonal el laboratorio. Tras eso, ella de nuevo trasladó su atención a
su libro. Parecía ser que no estaba interesada en mí o en lo que estuviera haciendo.
Al principio pensé que había venido para ayudar, pero al parecer no es ese el caso.
Tenía la sensación de que ella no interferiría en mi plan.
Aunque nunca había hablado con Morino antes, siempre había sentido que ella tenía
una presencia especial. Aunque en realidad no destacaba demasiado de entre la multitud, era
precisamente porque era tan discreta que muchos compañeros de clase empezaron a darse
cuenta de ella. Había varios estudiantes en mi clase que eran muy activos e irradiaban una
apariencia de liderazgo, mientras que Morino daba la impresión de ser alguien que hacía las
cosas a su manera. Aunque mis compañeros la saludaban con una sonrisa, ella respondía
secamente, como queriendo preservar sus cualidades solitarias.
Ignoré a Morino que estaba leyendo en un rincón y procedí a intercambiar las
papeleras. Escondí la papelera que cogí de la oficina detrás de una mesa. Parecía ser que
Morino no ha se ha dado cuenta de mis acciones.
Tras dejar ambas papeleras en el aula de química junto con Morino, volví de nuevo a la
oficina e hice como si no hubiera pasado nada.
—Había una chica en el laboratorio, ¿eh? Parece ser que viene cada día durante la hora
de comer sólo para leer —dijo el profesor de química. La iluminación dentro del aula de
II .Corte en la muñeca
química era tenue y era el lugar más tranquilo de todo el instituto. Podía entender fácilmente
porque ella venía aquí. El ambiente dentro del aula de química era obviamente diferente del
ambiente de las demás clases. En este oscuro y sombrío entorno, era como si uno no pudiera
sentir ni un rastro de vida aquí. Era como si el tiempo se hubiera detenido y la oscuridad no
quisiera ser molestada. Estaba inundada de una cómoda repulsión, pues aquí se observaban
morir seres vivos.
Siguiendo las instrucciones de mí profesor, bajé una caja de cartón de una estantería y
empecé a inspeccionar los aparatos que había dentro.
El profesor cogió un espray que había al lado del ordenador y empezó a limpiar los
huecos de entre las teclas del teclado. Parecía ser que es una persona muy meticulosa después
de todo.
Al final, acabé estando al lado de mi profesor ayudándole a limpiar el aula de química.
No tuve ningún momento para inspeccionar la papelera. Tras haber terminado completamente
nuestra limpieza, el profesor y yo sacamos un montón enorme de basura de la oficina.
—Es raro encontrar una chica con un pelo tan largo y negro hoy en día —dijo mi
profesor mientras giraba la cabeza para mirar a Morino, quien seguía en el aula de química. Así
de hermoso y negro era su pelo. Le conté a mi profesor que mi hermana tenía un pelo largo y
negro similar.
Morino estaba lentamente pasando las páginas de su libro con sus delgadas manos
blancas. En el laboratorio arropado por la oscuridad, su piel blanca de porcelana parecía
irradiar su propia aura, dando la impresión de que brillaba en la oscuridad.
Tras tirar toda la basura al incinerador, mi misión estuvo completada. Inmediatamente
corrí de vuelta al laboratorio; me quedaban sólo diez minutos para las clases de la tarde.
Cuando entré en el laboratorio, vi que Morino se había ido. Seguramente había
regresado a nuestra clase. Esta era la última oportunidad para ejecutar mi plan.
Tras confirmar de nuevo que no había nadie alrededor, en silencio saqué la papelera
que había escondido bajo una mesa y empecé a escarbar por ella. Desgraciadamente, lo que
andaba buscando no estaba ahí.
Sin embargo, encontré una enorme bola de papel que parecía haber sido apretujada
formando una pelota. Tras abrirla, descubrí una pequeña marioneta a le que le faltaban las
manos.
GOTH
Era una pequeña marioneta de trapo que podía caber fácilmente en la mano. Tenía
ambas piernas intactas, pero le faltaban las dos manos. Por su simple diseño, supuse que sus
desaparecidas manos seguramente no debían tener ningún dedo. Esta marioneta manca, sin
embargo, me hizo recordar algo: El incidente del Cortador de Manos que aparecía por toda la
televisión.
El culpable atacaba una víctima aleatoria por la calle, sin importar edad o sexo. Tras
dejar sin sentido a la víctima, el culpable procedía a substraerle brutalmente las manos.
Recientemente, algunos gatos y perros habían sido encontrados con sus extremidades
delanteras amputadas. Mucha gente empezó a especular que quien se encontraba detrás de
ambos incidentes era la misma persona. Pues la mayoría de los incidentes habían ocurrido en
lugares no muy lejanos de aquí.
¿Significaba esto que quién le ha hecho esto a la marioneta fue mi profesor de química,
el El Sr. Shinohara? ¿Por qué lo habrá hecho? ¿Para divertirse un rato? No, tuve el
presentimiento de que mi profesor de química era quien estaba detrás del incidente de las
manos cortadas. Tal vez el descubrimiento de una única marioneta manca no era suficiente
como para etiquetarlo como el criminal, pero es un hecho que el culpable existe en algún lugar
sobre la faz de la tierra y probablemente vivía cerca. Consideré las razones por las que el
profesor de química le cortaría las manos a la marioneta, no podía negar la fuerte posibilidad
de que simplemente era una extensión de sus intereses.
Desde que descubrí la marioneta sin manos, todo en lo que pude pensar en clase era
sobre el incidente del cortador de manos, hasta el extremo que incluso los inminentes
exámenes fueron expulsados completamente de mi mente. En cuando empecé a mirar los
incidentes más recientes, me encontré fascinado por esos extraños casos. Siempre que pensase
que el antojo por las manos del criminal era parecido a lo que antes me gustaba hacer. Y creí…
que era como yo. Obviamente, los detalles eran diferentes, pero aun así sentí una conexión con
el hombre detrás de esas crueles amputaciones.
Siempre que llegaba la hora de comer, mis pies se movían automáticamente hacía el
aula de química. Esto era el único propósito de encontrarme con el El Sr. Shinohara por el
camino. Como nos conocemos el uno al otro, cada vez que nos encontrábamos el El Sr.
II .Corte en la muñeca
Shinohara levantaba la mano y me saludaba. El Sr. Shinohara era un joven profesor
delgaducho con el pelo corto. ¿Podría ser realmente él el culpable detrás del incidente del
cortador de manos?
Una vez vi al Sr. Shinohara de pie en el aula de química hablando con Morino. El Sr.
Shinohara hizo un comentario sobre el libro que tenia Morino en sus manos, una novela sobre
personas inestables mentalmente y dijo que él también tenía ese libro. Su libro, sin embargo,
era la continuación de la novela de Morino, el volumen dos de la serie. Morino miró
indiferente al Sr. Shinohara y contestó inexpresiva, «¿De veras?».
En clase escondo mi autentica naturaleza de mis compañeros de clase. Para mí,
pretender ser un estudiante de instituto ordinario no era algo difícil. Sin embargo, en las únicas
cosas que podía pensar últimamente era en las víctimas del incidente del cortador de manos
que terminaban con sus manos amputadas. Bajo estas circunstancias, hablar con mis
compañeros sobre estrellas de pop mientras utilizaba la última coletilla de moda al mismo
tiempo que trataba de parecer interesado no era algo sencillo. Francamente, estaba cansado y a
veces me preguntaba si no parecía un idiota por intentar esto.
Tal como dijo el Sr. Shinohara, parecía ser que Morino frecuenta habitualmente el aula
de química. Siempre que miraba dentro del laboratorio durante el descanso para comer, me la
encontraba sentada ella sola en el laboratorio vacío.
Morino siempre estaba sola. No es como si todo el mundo la estuviera marginando,
sino al contrario, parece que es más bien la propia Morino quien distanció de todos. Todos los
días ella se sentaba en silencio en su asiento. Sus acciones parecían estar enviando un: sus
aficiones e intereses eran diferentes de las de todos.
—¡He oído que Morino intentó suicidarse cuando estaba en secundaria! — me dijo
alguien. Siempre que pienso en eso, acabo girándome automáticamente hacia sus manos
blancas como la nieve. Aunque no sé qué le paso a ella para que se tomara la vida tan a la
ligera, estoy seguro que simplemente estar en este mundo era algo duro para Morino.
Si un día decidiera deshacerme de toda mi actuación y parara de pretender ser quien
soy, estoy convencido que acabaría igual que Morino. Si todo el mundo de algún modo
descubriera que en realidad soy una persona sin emociones de sangre fría y empezaran a
evitarme, puedo imaginarme que luchar para sobrevivir solo en este mundo sería algo bastante
doloroso.
GOTH
Comparé esta hipotética situación con mi estado actual y no pude encontrar mucha
diferencia: estaba aislado de todas formas.
Tres días después de descubrir la marioneta sin manos, decidí llevar a cabo un pequeño
plan.
iii
El Sr. Shinohara vivía en una casa de dos pisos de apariencia normal en una tranquila
área residencial. La delgada capa de pintura blanca parecía volverse amarilla mientras la luz del
sol de la tarde se vertía sobre ella. Sólo había unas pocas personas a la vista y aparte de algún
avión que pasaba ocasionalmente por encima de nuestras cabezas, la zona estaba en total
silencio.
El Sr. Shinohara resultaba ser el tutor de la clase dos de segundo año y fue por un
estudiante de esa clase que obtuve su dirección y también descubrí que vivía solo.
Miré a mi reloj. Era jueves y todos los profesores estaban en una reunión en la escuela.
Es decir, el Sr. Shinohara no volvería en bastante rato.
Tras asegurarme que no había nadie a la vista, me colé en la casa del Sr. Shinohara por
la puerta de atrás. Había un pequeño patio con un tendedero y nada más, el jardín estaba
pelado, sin hierba ni insectos, sólo un llano y polvoriento suelo. Vi que había una gran ventana
encarada al jardín y tras comprobar que estaba bien cerrada, enrollé en mi puño una toalla que
había traído y lo lancé directo contra la ventana. Miré a mi alrededor, asegurándome de que
nadie me hubiera descubierto, antes de proceder a abrir la ventada desde dentro. Entonces me
saqué los zapatos y entré en casa de Shinohara.
El culpable detrás de los incidentes del cortador de manos siempre se lleva las manos
cercenadas de sus víctimas tras cada incidente. Nadie sabe qué hace con esas manos después.
Algunos especulan que se las guarda para contemplarlas, mientras que otros sugieren que se las
come. Aunque no estaba seguro de qué hacía el culpable con las manos, había sin embargo una
alta probabilidad de que dejara alguna evidencia en su propia casa y era precisamente por eso
que había recorrido todo este camino para venir hoy a casa del Sr. Shinohara.
La ventana que acabo de romper pertenece a la sala de estar. Debido a la gran cantidad
de cristales rotos que había por el suelo, tuve que caminar con cuidado para no herirme yo
mismo. La casa del Sr. Shinohara estaba bien arreglara. Había algunas revistas apiladas cerca de
la mesa junto con dos mandos a distancia.
II .Corte en la muñeca
Empecé a buscar por la casa del Sr. Shinohara, mi mayor temor era que regresara de
pronto a casa. Mantenía constantemente mis orejas en alerta por cualquier ruido procedente de
la puerta delantera, tendría que salir corriendo de casa del Sr. Shinohara antes de que me
descubriese.
Caminé por el pasillo y noté que los suelos estaban bien limpios. Como no había
ninguna luz, los corredores estaban oscuros, iluminados solo por la luz del sol del atardecer
brillando por entre las ventanas.
Tras localizar las escaleras, procedí a subir al segundo piso. Fui extremadamente
cuidadoso aquí también, ya que no quería acabar tocando accidentalmente las paredes o la
barandilla. Ni aunque dejara mis huellas dactilares, el Sr. Shinohara no llamaría a la policía si él
fuera el asesino cortador de muñecas, pero aún así no quería no quería dejar ninguna prueba
de mi presencia aquí.
Arriba había un dormitorio, junto con un ordenador de sobremesa. Había una enorme
estantería a un lado. Por ahora, no había nada que pudiera probar que mi profesor era el
criminal.
Puse mi dedo índice y medio sobre mi muñeca para comprobar mi pulso. Mi ritmo
cardiaco era más rápido de lo normal, lo cual indicaba que estaba nervioso. Tomé una
profunda inspiración, esperando recuperar mi pulso habitual.
Tras hacerlo, de pronto me di cuento de algo sobre las muñecas. Los médicos
generalmente comprueban el pulso de un paciente para determinar si está vivo. ¿Qué pasa
entonces con las víctimas del cortador de manos? ¿Cómo comprobará el médico su pulso para
ver si están «vivo» si sus muñecas ya han sido cortadas?
Miré una vez más a mi reloj. A estas alturas la reunión debía haber terminado ya en la
escuela y asumiendo que el Sr. Shinohara no se detendría en ningún sitio, no me quedaba
mucho tiempo. Tenía que aprovechar al máximo el tiempo que me quedaba.
Comprobé las otras habitaciones del piso superior. Había un armario en una y varias
estanterías en otra, pero nada que pueda señalar a mi profesor como el culpable. En cuando
salí de la última habitación, comprobé si me había dejado algo atrás: El pase de estudiante,
libros de texto, botones de mi uniforme, calcetines, etc… Con que sólo me hubiera dejado
accidentalmente algo atrás, podría muy bien haber echado a perder mi tapadera. Eso hubiera
sido un enorme fallo, ya que pequeñas metidas de pata como estas se pueden evitar fácilmente
siendo una poco más cuidadoso.
GOTH
Tras asegurarme de que no me dejaba nada atrás, me puse los calcetines y bajé las
escaleras. Esta vez fui a la cocina.
Me preguntaba si el Sr. Shinohara suele cocinar para él mismo. No había demasiados
utensilios de cocina y la mayoría estaban bien colocados. No había platos sucios esperando a
ser limpiados en el fregadero y los platos y tazas todas parecían como si fueran acabados de
estrenar. Parecían no haber sido utilizados desde que fueron comprados y recordaban más bien
a un tipo de adorno.
Había una arrocera eléctrica en la mesa que para alguien que vivía solo me parecía
demasiado grande. No sé nada sobre la historia pasada del Sr. Shinohara, tal vez acostumbraba
a vivir con sus padres o hermanos… O eso o yo estaba pensando demasiado. Después de
todo, el tamaño de la arrocera estaba difícilmente conectado con el incidente del cortador de
manos.
Cerca estaba un calentador de agua hecho de acero inoxidable. El sol poniente brillaba
a través de la ventana y aterrizaba sobre el aparato, provocando que reflejara incontables rayos
de deslumbrante brillo. A medida que pasaba el tiempo, el interior de la casa se oscurecía
gradualmente, haciendo este particular calentador de agua la única fuente de luz. La casa entera
estaba extrañamente en silencio: el único ruido que se podía oír era el leve zumbido de la
nevera. Fue entonces que este silencio me recordó al laboratorio de química y con eso empecé
a calmarme un poco.
De pie en mitad de la cocina me tomé el pulso una vez más. Las venas sanguíneas bajo
mi piel tranquilamente palpitaban a un ritmo silencioso, transmitiendo sus rápidos pulsos
directo a mis dedos. Mi pulso actual era normal.
Sin embargo, hizo falta una única fracción de segundo para que mi ritmo cardiaco de
pronto se incrementara. Las venas en mi muñeca batían tan rápidamente que temía que fueran
a explotar de la excitación. Mi nariz había detectado un débil olor, era similar al tipo de olor
que emiten los cadáveres cuando se pudren, un hedor que atraía incontables bacterias. Fue esta
peste lo que hizo que mi corazón de pronto latiera más rápido.
Empecé a buscar el origen del olor. Probé mirando en los cajones y los armarios, pero
no encontré nada extraordinario. Mi mirada de pronto cayó sobre la nevera.
Enrollé la toalla que utilicé para romper la ventana alrededor del mango de la puerta del
frigorífico para asegurarme de no dejar ninguna huella dactilar. Mientras abría la nevara con
mis manos, sentí como el vibrante sonido de la nevera me envolvía completamente. La peste
II .Corte en la muñeca
de pronto se hizo más fuerte y en ese momento supe sin lugar a dudas que mis sospechas eran
certeras. ¡El Sr. Shinohara era el auténtico perpetrador detrás de los incidentes del cortador de
manos!
Bajo la tenue luz naranja de la nevera, pude ver claramente las figuras de varias manos
colocadas dentro de la envera. Estaban dispuestas con los dedos mirando hacia fuera, con las
uñas bien colocadas formando una línea, pareciendo las teclas de un piano.
También había varias placas de Petri en la nevera. Tras una inspección más cercana,
parecía que también había patas delanteras de gatos, perros y otros animales. Incluso las manos
de la marioneta que encontré antes en el laboratorio de química estaban ahí. Aunque no eran
más que una bola de trapo y algodón, basándome en su color, pude decir que pertenecían a esa
marioneta de la basura.
Había pensado durante mucho rato que el criminal guardaría todas las manos de sus
víctimas tras cortárselas. No tenía ninguna pista o evidencia de que así afuera. Es solo que si yo
fuera el culpable, es precisamente lo que yo habría hecho. Y resultaba que estaba en lo cierto.
Saqué una mano de la nevera. Esta mano una vez perteneció a una mujer, aún
quedaban algunos restos de pintauñas rojo en sus uñas. Podía sentir el frio y el peso en mis dos
manos.
Estaba tocando la mano de una persona muerta. No, eso no es verdad. La antigua
propietaria de esta mano aún sigue viva, todo lo que tendrán que soportar las victimas es una
vida sin una de sus manos… Sin embargo, la mano, la parte de su cuerpo que fue cortada, sí
estaba bien muerta.
Había tanto manos derechas como izquierdas dentro de la nevera. Algunas eran tan
antiguas que sus uñas habían empezado a volverse negras. Otras, sin embargo, eran aún
recientes y ni siquiera habían perdido la elasticidad de la piel.
Acaricié suavemente la mano en mi mano y de pronto sentí que podía comprender los
pensamientos del Sr. Shinohara. Es una clase de pensamiento que la mayoría de gente
encontraría difícil de aceptar y tal vez el propio el Sr. Shinohara ha sentido que no hay nadie en
este mundo que pueda entenderlo a él. Aún así, pude imaginarme fácilmente al Sr. Shinohara
sentándose solo en su cocina vacía, acariciando suavemente las manos de sus víctimas para tal
de expulsar la soledad de su corazón.
Los incontables pares de manos de la nevera probaban que el Sr. Shinohara es
indudablemente el perpetrador detrás de los incidentes del cortador de manos. Sin embargo,
GOTH
no tenía intención de denunciarlo a la policía. Sabía que eso es lo que se supone debería hacer,
pero que mala suerte, a mí no me importaba.
No obstante, de ninguna manera haría un viaje hasta aquí sólo para volver a casa con
las manos vacías.
¡A decir verdad, yo mismo quería obtener una mano humana real para mí solo! Tras
venir aquí y entrar en contacto directo con la valiosa colección del Sr. Shinohara, este deseo
mío creció aún mucho más.
Pensé durante un rato sobre las manos que tenía ante mí. Estas manos eran de todas las
formas y medidas, y estaban todas a mi merced. Por supuesto, ni todas las manos de aquí
serian suficiente para llenar mi lujuria, ya que desde hace tiempo había fijado mí vista sobre un
juego particular de manos.
Aún así, tras pensarlo mucho, finalmente decidí simplemente meter todas y cada una de
las manos en una bolsa que ya había preparado con antelación.
En el momento que Shinohara volvió a casa de la escuela, ya era oscuro en la calle. Tras
abrir la puerta y entrar en su casa, Shinohara se fue a la sala de estar, donde notó que había algo
que no estaba bien.
Había una ventana rota y sus restos estaban esparcidos por el suelo. Un frío soplo de
viento se coló en su casa, haciéndole comprender que alguien había entrado en su casa.
La primera cosa que pasó por su mente era la de asegurarse que las manos en la nevera
estuvieran a salvo. Shinohara inmediatamente corrió hacia la cocina y abrió de golpe la puerta
de la nevera
¡Lo que vio le dejó aturdido! La nevera, que estaba llena de manos cuando la abandonó
esta mañana, estaba ahora completamente vacía. Todas las manos humanas, patas de animales
e incluso las manos de la marioneta habían desaparecido por completo sin dejar rastro, dejando
el interior de la nevera completamente vacía de manos. Todo lo que quedaba era algo de
comida que guardaba junto con las manos.
Shinohara de pronto sintió nauseas. Sabía que lo primero que se suponía tenía que
hacer era limpiar los cristales esparcidos en la sala de estar, pero las manos desaparecidas
continuamente acechaban su mente, inutilizando su capacidad para pensar correctamente.
II .Corte en la muñeca
Subió por las escaleras, encendió el ordenador, y se derrumbó sobre la silla.
Alguien se había colado en su casa y le había robado sus manos. Shinohara empezó a
preocuparse por la seguridad de sus manos.
Gotas de un líquido claro aparecieron sobre la mesa del ordenador y solo entonces se
dio cuenta de que estaba llorando. Sus lágrimas inundaban sus ojos y caían por la mandíbula
inferior antes de caer sobre la mesa como gotas.
Hasta ahora, acariciar esas manos seccionadas era lo más cerca que Shinohara se había
sentido con otro individuo. Desde el punto de vista de otra persona, tal vez las acciones de
Shinohara no tenían sentido, pero para él, la única manera en que era capaz de empezar una
conversación de verdad con el mundo era entrando en contacto con la rugosa superficie de
esas manos frías como una roca.
Una repentina fuente de angustia llenó el cerebro de Shinohara. Incluso aunque tenía
miedo de ser cogido por la policía, la ardiente furia de conseguir vengarse de quien le ha
robado las manos era incluso más fuerte que ese temor.
El mezquino ladrón que le ha arrebatado sus manos tiene que sufrir. Hasta ahora,
nunca ha habido ni una sola victima suya que haya perdido la vida, pero este osado ladrón
puede muy bien ser la primera excepción.
Shinohara se juró a sí mismo que cogería al ladrón y le arrancaría sus manos ladronas.
Después de rescatar las manos de sus garras, entonces procedería a estrangularle o atravesarle
el corazón con un cuchillo, enviándolo directamente al olvido.
¿Pero cómo va a identificar al ladrón? Shinohara puso ambas manos sobre la mesa del
ordenador y empezó a pensar profundamente.
Shinohara se dio cuenta de que había una fina capa de polvo acumulándose entre los
huecos de las teclas del teclado y por eso fue a buscar una lata de espray. Antes de que pudiera
hacerlo, sin embrago, algo atrapó la atención de sus ojos.
Shinohara se dio cuenta de que había algo cerca del teclado.
¡No hay ningún error! ¡Era algo que el ladrón se ha dejado atrás! Esta era la única
explicación en que Shinohara podía pensar. Sin embargo, esta pequeña y fina pista que
Shinohara casi ni vio le dijo muchas cosas. Ni siquiera él mismo se creía que pudiera haber
visto algo tan pequeño como esto. ¡Tiene que ser sin duda un milagro!
GOTH
Una imagen de la nevera vacía apareció en su mente de nuevo y solo entonces se dio
cuenta de algo extraño en ello. Incapaz de ocultar su emoción por más tiempo, Shinohara dejó
escapar una maléfica risa. El ladrón cometió un error entonces. Un error fatal.
Al hacerlo, le ha revelado su identidad a Shinohara…
iv
Al día siguiente, Shinohara escondió su cuchillo de carnicero en su maletín de piel antes
de ir a trabajar. Es el mismo cuchillo de siempre que ha utilizado para amputar las manos de
todas sus víctimas. Mientras caminaba por la sala de profesores, fue saludado por sus colegas.
Ninguno de ellos parecía darse cuenta del arma que contenía su maletín.
Como era aún bastante temprano, había mucho ajetreo en toda la escuela mientras los
estudiantes charlaban al andar por delante de la sala de profesores. Debido a los inminentes
exámenes parciales, Shinohara pudo ver diversos exámenes preparados en las mesas de sus
colegas.
Uno de los compañeros de Shinohara se acercó y le preguntó si ya había terminado con
las preguntas de su próximo examen. Shinohara no dijo nada, simplemente sonrió. Sentía que
su vida entera daba vueltas alrededor de estos asuntos tan molestos y en lo más profundo, ya
estaba extremadamente frustrado. ¡Manos! ¡Ellos eran manos! ¡En lugar de ser llamados
colegas, más bien deberían ser llamados manos! Las manos fueron la primera cosa que los
humanos poseyeron. Los llamados «cuerpos» no eran otra cosa que sacos de carne que luego se
fueron combinando con las manos. Conversar con alguien que no haya comprendido esta
lógica era absurdo. Es por eso que las conversaciones con estos «humanos» no tenían sentido
para Shinohara.
Como tenia clases durante toda la mañana, Shinohara no podía ir tras el ladrón. Sin
embargo, él sabía sin ninguna duda quien era él. Shinohara sentía que tenía que perseguir al
ladrón tan pronto fuera posible y encontrar la localización de sus preciadas manos.
En cuando hubiera encontrado las manos, Shinohara implacablemente amputaría las
dos manos del infiel. Hasta ahora, Shinohara nunca había matado a nadie tras obtener sus
manos. Pensar en esto únicamente hacia que el deseo de Shinohara de obtener las manos del
culpable aumentara aún más.
II .Corte en la muñeca
La última clase de la mañana era con su propia clase. Allí había incontables manos
copiando en sus libretas los apuntes que él escribía en la pizarra. Shinohara tenía veintidós
estudiantes en su clase, lo que suponía un total de cuarenta y cuatro manos.
En cuanto Shinohara empezó a decirles a sus estudiantes qué capítulos específicos
entrarían en el examen, su mente escapó de nuevo a las manos que habían sido robadas de la
nevera. El ladrón había dejado todo lo que era comida en la nevera, llevándose únicamente las
manos con él. Aunque esto no parecía muy extraño a primera vista, tras una inspección más
detallada, Shinohara descubrió algo extraordinario.
La campana sonó poco después. Como resultado, las clases de la mañana finalmente
terminaron y los estudiantes tuvieron permiso para ir a comer.
Tras dar por finalizada la clase, Shinohara salió del aula y fue directo a la sala de
profesores. Su maletín, que hospedaba su cuchillo de carnicero, estaba aún allí, por tanto tenía
que volver para recuperarlo.
Tras entrar en la hora de comer, los pasillos rápidamente se convirtieron en el lugar
más concurrido y bullicioso del instituto. Por supuesto, para Shinohara esto no era más que
ruido.
Tras recuperar su maletín, Shinohara se quedó en la sala de profesores por un
momento, antes de dirigirse hacia el aula de química. Tan pronto empezó la hora de comer me
fui al aula de química. Tras abrir la puerta del laboratorio, vi que no había nadie dentro.. En
cuanto entre en él, procedí a cerrar la puerta. El aire dentro estaba completamente quieto,
como si el tiempo se hubiese detenido.
Me comprobé el pulso. Justo ahora mi pulso cardíaco era igual que el de un atleta que
acabara de correr los cien metros lisos. Además de eso, los músculos de mi cuerpo estaban
tensos, una clara señal de nerviosismo.
Me pregunto qué clase de reacción habrá tenido el Sr. Shinohara al volver a casa. ¿Qué
habrá hecho al descubrir que sus preciadas manos habían sido robadas? Tal vez esté tan
furioso que sea incapaz de pensar con claridad…. Eso es lo que pensé.
No me he encontrado con el Sr. Shinohara durante toda la mañana, pero aunque lo
hubiera hecho, todo lo que hubiera hecho habría sido pretender tranquilamente que no había
GOTH
pasado nada. Por supuesto que tenía que tener cuidado. Solamente hace falta un leve desliz y
podría echar a rodar toda mi tapadera. Sin embargo, no creo que sospeche de mí. O al menos
eso espero.
¿Y si me hubiera dejado atrás alguna pista y no me hubiera dado cuenta? El problema
sería que no sabría qué me habría dejado atrás. Si hubiera cometido un pequeño error y el
vengativo Sr. Shinohara se hubiera dado cuenta y me hubiera descubierto, mi vida podría estar
muy bien en peligro ahora mismo.
Justo cuando estaba meditando en mis pensamientos, una figura de pronto apareció en
la entrada del aula de química.
Shinohara abrió la puerta y vio a un estudiante sentado en un rincón del aula de
química. Tan pronto identificó que efectivamente era el estudiante que andaba buscando, sus
emociones de pronto se encendieron.
A pesar de que Shinohara quería asestarle un puñetazo, consiguió reprimir su furia
mientras se aproximaba casualmente al estudiante.
El estudiante levantó la mirada: y dijo:
—Buenos días, profesor Shinohara.
Era como si nada pasara, sin embargo, Shinohara sabía que debajo de esa cara
inexpresiva debía estar riéndose de él. Sabía que esto no era más que una demostración de sus
habilidades de actuación. ¡Una retorcida forma de entretenimiento del ladrón! Que haya venido
expresamente al aula de química sólo podía significar una cosa: ¡El ladrón quería ver cómo
reaccionaba tras haber perdido todas sus preciadas manos!
Esforzándose al máximo para reprimir su rabia, Shinohara se acercó a él. El ladrón no
hizo ningún intento de escapar o salir corriendo, como si aún siguiera inconsciente del peligro
inminente. Eso significa que el ladrón no tiene ni idea de que su identidad había sido expuesta.
¡Shinohara nunca pensó que sería tan fácil situarse detrás de quien le había robado sus manos!
Cuando el ladrón saqueó su colección, lo robó todo incluyendo las manos de la
marioneta. ¿Cómo había podido saber que eso era una mano? Esa mano pertenecía a una
simple marioneta de trapo. No había ninguna costura que indicara que había ningún dedo ni
II .Corte en la muñeca
nada parecido, no era más que una simple bola de trapo. Sin embargo, a pesar de todo el
ladrón se las llevó con él.
La única persona capaz de identificar esa particular bola de algodón como una mano
sería alguien que, de casualidad, se hubiera encontrado con la marioneta sin manos. Tras
encontrarse con una marioneta sin manos. Esa persona habría relacionado la marioneta con el
incidente del cortador de manos y sumando dos más dos, habría llegado a la conclusión de que
Shinohara era el criminal detrás de esos incidentes.
Shinohara puso su mano derecha sobre el hombro del estudiante. El hombre tembló
por un momento al mismo tiempo que el estudiante se giraba para mirarle.
—¿Qué sucede?
¡Es una actuación soberbia!, pensó Shinohara.
Tras haberle quitado las manos a la marioneta, Shinohara la tiró a la papelera de la
oficina. Nadie ha tenido oportunidad de inspeccionar esa papelera. La única vez que el ladrón
tuvo la oportunidad de mirar en la papelera, fue cuando Shinohara estaba ocupado limpiando
la oficina. La papelera permaneció temporalmente en el aula de química en esos instantes.
Como el chico que voluntariamente le ayudó a limpiar el aula estuvo siempre a su lado,
no tuvo tiempo en ningún momento para examinar la papelera. La única persona que pudo
haber mirado en la papelera en ese momento era la chica que todos los días se queda en el
laboratorio de quimia para leer su libro.
—Aparte su mano, Sr. Shinohara. Está interfiriendo con mi lectura.
La chica que siempre estaba en la esquina leyendo. Frunció el ceño, una expresión que
nunca le había visto.
Ayer, cuando estaba a punto de limpiar la capa de polvo de su teclado, Shinohara
encontró un largo pelo negro a su lado. Ser capaz de detectar un único y fino pelo en su
enorme casa fue una especie de milagro. Como Shinohara siempre se deja el pelo corto, de
ninguna manera podría ser un pelo suyo. La única explicación era que pertenecía al ladrón.
Luego estaba la estantería. Él tenía un libro que era la continuación del libro que está
en manos de esta chica y lo curioso es que su colocación resultaba ser algo diferente de como
lo dejó Shinohara la última vez. Shinohara coloca todos sus libros ordenadamente en su
estantería, con los lomos mirando hacia fuera y alienados en una línea recta. De esta manera,
aunque lo tocaran lo más mínimo de modo que lo movieran menos de cinco milímetros,
GOTH
Shinohara aún se daría cuenta de ello. Tal vez la chica había sacado el libro sintiendo
curiosidad.
No había ningún error. ¡Quien le había robado sus manos era la estudiante que tenia
ante sus ojos!
Shinohara apretó su agarrón sobre el hombro de Morino, intentando romper su
clavícula. La expresión de Morino se retorció de dolor.
—Dímelo, ¿dónde has escondido las manos? —ordenó, , esforzándose en no perder
los estribos.
Morino soportaba un gran dolor mientras se revolvía para librarse del agarrón de
Shinohara. Ni siquiera tenía fuerza para contestar mientras su libro caía en el suelo en medio de
la confusión.
—¿Dónde están las manos? —preguntó de nuevo Shinohara, esta vez liberando
lentamente su apretón sobre los hombros de Morino y asegurándose que escuchara la
pregunta. El usual rostro inexpresivo de Morino había desaparecido, mientras sacudía
frenéticamente la cabeza, como tratando de decir que no tenía idea de lo que hablaba.
Shinohara pensó que Morino se estaba haciendo la tonta. Antes de que se diera cuenta,
sus manos ya estaban alrededor de su delgado y esbelto cuello, mientras procedía a estrujarlo
con todas sus fuerzas.
Lo ojos de Morino se abrieron por completo llenos de terror mientras observaba a
Shinohara con una atemorizada expresión en su cara. Sus dedos estaban gradualmente
apretándose más en su delicado cuello. Todo en lo que podía pensar ahora era que tenía que
matar a esta chica. No había otra manera.
Si continuaba así otro minuto o dos, esta chica pronto será incapaz de moverse. De
pronto, Shinohara descubrió algo en la mano de Morino algo alargado y cilíndrico. Su primer
pensamiento era que se trataba de un frasco o algo así, pero para cuando se dio cuenta, el
objeto ya estaba justo ante sus ojos.
Lo que lo siguió inmediatamente fue el sonido de una espray saliendo a presión, antes
de que Shinohara sintiera sus ojos ardiendo de dolor.
II .Corte en la muñeca
Oí que Morino llevaba siempre consigo un espray de pimienta en todo momento. Sin
embargo, aparte de haber sido rociado con un espray de pimienta en sus ojos, el Sr. Shinohara
fue también golpeado utilizando una silla que tenia al lado, provocando que empezara a sangrar
por la cabeza. Morino no gritó, sólo alzó la voz, no eran gritos de terror y desesperación, sino
fríos y calmados gritos pidiendo a la gente que acudiera en su ayuda.
No llevó mucho tiempo que los estudiantes y profesor llegaran hasta el aula de química.
En medio de una gran y agitada multitud, el Sr. Shinohara permanecía estirado en el suelo con
sus manos presionándose fuertemente los ojos.
Fue sólo después de que la multitud se dispersó que pude salir en silencio de abajo de
la mesa del profesor.
epílogo
El Sr. Shinohara fue luego entregado a la policía con cargos, no por los incidentes del
cortador de manos, sino por agresión sexual. Incluso actualmente, nadie sabe nada de los
atroces crímenes que ha cometido.
Fue expulsado de su posición como profesor, y más tarde se marchó muy lejos de aquí.
Desde ese día hasta entonces, no ha habido más casos del cortador de manos.
Enterré las manos que El Sr. Shinohara había cortado en el patio de atrás. A diferencia
del Sr. Shinohara, yo no mantenía ninguna pasión por ellas, así que concluí que no las
necesitaba.
Todo lo que ocurrió en ese día fue según mi plan. Coloqué intencionadamente pistas
que llevaran a el Sr. Shinohara a sospechar de Morino. Tras abrir la nevera, me di cuenta de
que todas las manos estaban reunidas en un sitio. Antes de que entrara en casa de El Sr.
Shinohara, yo ya había planeado utilizar la mano de la marioneta para atraer su atención hacia
Morino. El Sr. Shinohara era un hombre inteligente. Conociéndole, él podría sumar fácilmente
dos más dos. Sin embargo, había una pieza crucial de información que a él le faltaba: él no
sabía que anteriormente yo había intercambiado las papeleras y que así tuve luego un amplio
margen de tiempo para examinar su contenido.
También dejé un largo pelo negro que era idéntico a los de Morino en casa del Sr.
Shinohara. Ese pelo, que lo cogí de mi hermana, resultó como caído del cielo en esta ocasión.
Recordé que cuando el Sr. Shinohara y yo estábamos limpiando el aula, él utilizó un aerosol
para limpiar el polvo del teclado. Con esto en mente, dejé el pelo en su teclado. Y finalmente,
GOTH
como último recurso, moví el libro de la estantería del que había oído hablar al Sr. Shinohara
con Morino anteriormente. Tal vez eso ya había sido demasiado.
En cuando el profesor hubiera juzgado que Morino era el ladrón que había robado sus
manos, la hubiera matado y luego le hubiera cortado las manos, mi plan se habría completado.
Entonces hubiera esperado hasta que Shinohara hubiese guardado sus manos amputadas en la
nevera para preservarlas, antes de ir yo a robárselas. Por supuesto, había muchas fisuras en mi
plan. Para empezar, no había considerado como algo seguro que el profesor necesariamente le
quisiera cortar las manos a Morino y que se las quisiera llevar a casa después de matarla… pero
había una gran probabilidad de que así sería.
Lo único que yo quería era simplemente las elegantes manos blancas de Morino.
—¿Puedes enseñarme cómo hacer la misma expresión también? —preguntó el día
siguiente. Era la primera vez que Morino me habló en clase.
No importa con quién me ponga a hablar, siempre llevaré una sonrisa en mi cara. Sin
embargo, Morino parecía haber visto a través de mi fachada. Ella conocía mi yo interior, mi
corazón estaba hueco, desprovisto de ningún sentimiento. Nunca pensé que nadie pudiera ver
a través de mi soberbia actuación y así me encontré a mi autentico yo manifestándose ante
Morino.
Tras ese incidente, ambos encontramos un compañero con quien podíamos hablar. Tal
vez, debido a la frialdad de las conversaciones que compartíamos los dos, no estábamos tan
próximos como para considerarnos amigos, pero Morino era la única persona con la que podía
hablar sin llevar mi mascara. Sólo cuando charlo con ella puedo revelar mi verdadero yo y decir
lo que quería decir. Además, también era capaz de relajar mis musculosos faciales. Como
Morino no se preocupaba por lo que la rodeaba y la gente que estaba allí, ella podía aceptar esa
diabólica e inhumana parte de mi que habitualmente yace escondida en las profundidades de
mi alma.
A medida que pasaba el tiempo, la gente lentamente empezó a olvidarse del incidente
del cortador de manos. Después de que el segundo periodo de vacaciones de la escuela llegara
a su fin, el nuevo periodo escolar estuvo listo para empezar.
El sol de la tarde teñía la escuela entera de carmesí, mientras una suave brisa soplaba
por la venta de nuestra clase, provocando que el largo pelo de Morino revoloteara grácilmente
en el viento.
II .Corte en la muñeca
—Es esta película, el director sitúa como personaje principal una persona desfigurada
natural. Algunas escenas son realmente únicas, por ejemplo, hay una en la que el protagonista
lleva un palanquín…
Mientras Morino estaba ocupada describiéndome la película, yo abrí mi boca y le conté
el titulo de la película. En cuando ella lo oyó, una expresión de sorpresa apareció en su cara. La
cara de Morino está habitualmente desprovista de emociones, así que ver esta clase de
expresión en su cara me indicaba que seguramente estaba muy sorprendida de mi comentario.
La película estaba dirigida por una directora alemana. Hasta donde yo sé, los únicos que
han expresado su interés por ella hemos sido Morino y yo.
—Dime, ¿aún sigues recordando los incidentes del cortador de manos? —pregunté de
golpe, cambiando así de tema.
—Creo que ocurrió la primavera pasada, ¿verdad?
—Si hubieras sido una de esas víctimas entonces, ¿cómo te habrías sentido?”
Morino se quedó mirando sus dos manos.
—Tal vez me hubiera frustrado por no saber cómo podría llevar un reloj. ¿A qué viene
esta pregunta así de repente?
Parece ser que Morino no lo había captado.
No se ha dado cuenta de que el Sr. Shinohara, que ella había tomado por un pervertido
y que le machacó con una silla en el laboratorio, era en realidad el criminal detrás de los
incidentes del cortador de manos. Incluso ahora, a veces sigo sintiéndome fascinado por sus
manos. Creo que tal vez fuera lo mejor que el Sr. Shinohara no consiguiera cortarle las manos.
No sólo porque seguirían siendo más hermosas estando vivas, sino porque el Sr. Shinohara no
hubiera dudado en cortarlas por el lugar equivocado.
—Nada, sólo curiosidad —respondí y entonces me levanté para dirigirme a casa.
Creo que la razón por la que quise las manos de Morino fue por su intento de suicidio,
ya que al rajarse su propia muñeca, dejó una preciosa cicatriz en su muñeca.
GOTH
III. III. III. III. PerroPerroPerroPerro
i
Chorreando sangre, mi oponente intentó huir hacia la hierba, pero fue fácil para mí
rodearlo y ponerme en frente de él. El animal de cuatro patas estaba cubierto de heridas y
estaba demasiado exhausto para moverse rápidamente.
Pensé que era hora de sacarlo de su miseria. Ya no tenía voluntad para resistirse.
Tomé la garganta del animal entre mi mandíbula superior e inferior. Sentí los huesos de
su cuello romperse en mi boca. El sonido y la sensación viajaron a través de mi mandíbula. El
animal se desplomó y colgaba sin vida de mi boca.
No mostré piedad. No quería hacerlo, de verdad que no, pero Yuka quería que matara
a mi oponente.
Abrí mi mandíbula y el cadáver del animal cayó de mi boca, quedándose tirado en el
suelo. No había luz en sus ojos y estaba completamente callado.
Aullé.
Yuka y yo habíamos traído a este animal de cuatro patas aquí, bajo el puente. Yuka se
había detenido en frente de la casa mientras pasábamos, mirando a través de la reja y
detallando al animal. Cuando seguí su mirada, vi al animal observándonos.
Yuka me había mirado y había dicho:
—Ésta es la presa de hoy.
No podía entender las palabras que Yuka pronunciaba, pero sabía qué estaba diciendo.
Este ritual ocurría ocasionalmente de noche. Ya he olvidado cuántas veces.
Encontrábamos a nuestra presa en la ciudad, lo llevábamos a nuestro lugar secreto debajo del
puente del que sólo Yuka y yo sabíamos. Y entonces, Yuka me hacía pelear.
Yo obedecía sus órdenes. Corría sobre el suelo como me ordenaba. Saltaba sobre mis
oponentes, derribándolos. Los animales de cuatro patas contra los que peleaba eran más
pequeños que yo, así que me lanzaba contra ellos y caían heridos al suelo. La sangre salpicaba
sobre sus pelajes y sus huesos se rompían.
III. Perro
Cuando ganaba, Yuka sonreía muy feliz. No podíamos comunicarnos con palabras,
pero sus sentimientos fluían a través de mí como el agua de un río, así que siempre sabía
cuando estaba feliz.
Yuka había sido mi amiga desde que era muy pequeña. Cuando la conocí, yo estaba con
mis hermanos, que nacieron al mismo tiempo que yo. Estaba durmiendo acurrucada con mi
mamá y Yuka me miró con interés. Todavía puedo recordarlo.
La mitad de mi aullido desapareció bajo el cielo nocturno. La otra mitad hizo eco
debajo del puente. El puente estaba sobre nuestras cabezas, tapando la mayor parte del cielo y
cuando levantaba la mirada, no podía ver más que una profunda oscuridad.
El río era ancho y el puente era largo. En la ribera alrededor del río, había un mar de
hierbas altas, por el que tenías que caminar a empujones para llegar a cualquier lado. Pero
debajo del puente, había un pequeño claro sin hierba. La luz del sol no llegaba allí, lo que
dejaba un claro de forma circular, que era el lugar donde estábamos.
Yuka y yo lo habíamos encontrado en un día de verano, descubrimos que podíamos
estar en el centro y que nos rodeaba una alta pared de hierba. Había sido nuestro lugar secreto
desde entonces.
Pero ahora, era el lugar donde Yuka me hacía pelear.
No quería morder y matar animales, pero Yuka así lo deseaba. Cuando daba esas
órdenes, sus ojos eran tan oscuros como la noche, sin nada de luz en ellos.
Yuka había estado sentada en el borde del círculo, mientras me veía pelear. Ahora se
había levantado.
Era hora de ir a casa. Sabía lo que estaba pensando. Nuestra conexión iba más allá de
las palabras.
Recogí el cadáver con mi boca y lo lancé en la fosa, que se encontraba en la hierba, un
poco más atrás del claro. Cuando lo lancé, el pequeño cuerpo rodó por los costados del hoyo.
No era tan profundo, pero el fondo era oscuro y no se veía. Pude escuchar el cadáver tocar el
fondo.
La fosa estaba allí cuando encontramos el lugar. Tal vez alguien lo había cavado para
enterrar algo. Estaba muy oscuro para ver, pero el fondo de la fosa estaba lleno de los
cadáveres de los animales que Yuka me había hecho matar. Si te acercabas a él, había un
terrible hedor.
GOTH
La primera vez que realizamos nuestro ritual debajo del puente, Yuka me había
ordenado lanzar el cadáver en la fosa. Todavía no había aprendido a pelear y estaba tan
malherida como mi oponente. Cuando me enfrenté a mi adversario, mi mente se nubló y no
tenía idea de qué hacer, pero ahora soy buena peleando y puedo matar a mis oponentes
calmadamente. Yuka estaba satisfecha con lo fuerte que me había vuelto.
El pelo que cayó cuando mordí a mi oponente me llenaba la boca. Lo tragué y me dirigí
a buscar agua, caminando a través de la hierba hasta que se abrió ante mí.
El bosque de hierba dio paso abruptamente a una vasta expansión de agua. El agua
estaba tan negra que parecía menos un río y más una gigantesca piscina de oscuridad. Las luces
del puente se reflejaban en el agua desde allí hasta la ribera opuesta.
Me lavé la sangre de la boca en el río y entonces regresé donde Yuka me esperaba.
—Vamos —Yuka balbuceó las palabras que tenían ese significado al tiempo que se
dirigía a las escaleras.
Las escaleras guiaban diagonalmente desde la ribera hasta el puente. Para llegar a las
escaleras desde el claro teníamos que abrirnos paso a través de la hierba. Corrí a su lado y
caminamos juntas.
Mientras nos acercábamos a las escaleras, vi la hierba moverse, las puntas de los tallos
se movieron ligeramente. Por un momento, pensé que alguien estaba allí y me tensioné.
Escuché cuidadosamente pero parecía que había sido sólo el viento.
Yuka ya había llegado al final de las escaleras, donde me estaba esperando. Corrí por las
escaleras tras ella, dejando atrás nuestro lugar secreto.
Cuando las clases terminaron ese día, me encontré con mi compañera Morino en frente
de la estación. Había una gran estación de autobuses cerca y una plaza con fuentes y flores.
Había varios bancos y varias personas sentadas en ellos, pasando el tiempo.
Morino estaba sentada sobre una de esos bancos, lejos del camino, bajo la sombra de
unos arbustos. Siempre leía cuando tenía tiempo, pero hoy no. El libro estaba junto a ella
sobre el banco.
Morino estaba inclinada hacia delante, su cabeza mirando hacia abajo y su rostro
escondido detrás de su cabello, que hacía las veces de un velo.
III. Perro
Mientras me acercaba, levantó su cabeza y me miró. Su piel era pálida como la
porcelana, parecía nunca haber sido tocada por el sol. Tenía un pequeño lunar bajo su ojo
izquierdo. Sus rasgos eran tan desprovistos de vida como los de una muñeca. Todo lo que
tenía que hacer era dejar de moverse y podía hacer las veces de un maniquí.
Señaló silenciosamente hacia el suelo. Había algo de tierra en sus pies, sobre el blanco
pavimento. Cuando miré más detenidamente, vi que se movía.
Unas hormigas estaban despedazando una mariposa y llevándosela. En la mandíbula de
una hormiga iba una de las alas de la mariposa, levantada como la vela de un barco,
proyectando una sombra sobre el suelo. Morino había estado viendo fijamente eso.
No había ninguna razón en particular para habernos reunido aquí. Era igual de
conveniente que salir juntos de la escuela, pero Morino era demasiado conocida. La forma en
que era, actuaba y los rumores que había sobre ella, hacían que la gente a veces se diese la
vuelta a verla mientras caminaba. Llamaba la atención y no quería ser visto en su compañía
muy a menudo.
Pero Morino nunca se preocupó por nadie a su alrededor, trataba a todos como si
fueran ruido de fondo. Era como si los nervios que eran responsables de preocuparse sobre lo
que la gente pensaba, se hubiesen quemado hacia mucho. O tal vez Morino simplemente no se
daba cuenta cuánta atención atraía. Podía ser algo distraída a veces.
—Vamos —dijo, levantándose y caminando.
Me dirigí a la misma dirección. Me había prometido llevarme a una tienda de libros
usados que frecuentaba.
—Es una tienda muy pequeña. Soy la única clienta.
Cuando pregunté el nombre, me lo dijo, pero nunca lo había escuchado. Me había
dado una descripción general de la ubicación del lugar pero no había ayudado mucho. Así que
hice que me dibujara un mapa, pero las líneas que dibujó no eran de ningún lugar en la tierra,
era imposible ubicarlas y para rematar, mientras añadía otra línea de tiza no había podido
explicarme cómo la librería había sido construida en la mitad del río. Por lo tanto, acordamos
que me llevaría allí ella misma.
Mientras caminábamos, las tiendas se convirtieron en casas. El cielo sobre nosotros era
claro y el sol nos iluminaba las espaldas. El camino era recto con casas de clase media a cada
lado. Morino caminaba sin dudar, debía pasar a menudo por aquí.
—¿Has escuchado lo de los secuestros de mascotas? —pregunté.
GOTH
—¿Secuestros de mascotas? —repitió.
Aparentemente no sabía nada. Mientras caminábamos le expliqué que nuestros vecinos
se habían dado cuenta de que su perro estaba perdido esa mañana, así que había escuchado a
mis padres hablando de eso en el desayuno.
«No es la primera vez», había murmurado mi madre. Siempre veía las noticias,
prestándole atención a los casos raros, pero mi mamá sabía más sobre los rumores locales.
Según ella, unas dos veces por semana —miércoles o sábados por la mañana—, las
personas habían descubierto que el animal que mantenían afuera de su casa estaba perdido, es
decir, los animales habían sido secuestrados el martes o viernes en la noche. Todas las
mascotas eran perros, por lo que a medida que el rumor se extendía, más y más personas
mantenían sus perros dentro de las casas.
Morino escuchó con una fascinación obvia. Cuando le dije todo lo que sabía, preguntó:
—¿Algo más?
Negué con la cabeza y ella empezó a reflexionar.
Estaba algo sorprendido de que los secuestros de unas mascotas fueran de interés para
ella. Nunca había mencionado perros, gatos o tan siquiera hámsteres, así que asumí que tenía
poco interés por los animales.
—¿Y qué hace el secuestrador con esas cosas?
—¿«Esas cosas»?
—Ya sabes, las cosas olorosas de cuatro patas que hacen mucho ruido.
¿Acaso se refería a los perros?
Morino miró a la distancia en frente de ella, murmurando:
—No entiendo cómo alguien querría juntar un montón de esas cosas. ¿Está
entrenando algún tipo de ejército? No lo comprendo.
Sonaba como si hablara para ella misma, así que no respondí.
—Espera —dijo, deteniéndose inmediatamente.
Yo también me detuve.
Todavía faltaba bastante parte del camino antes de llegar a una encrucijada. La miré,
esperando una explicación para el abrupto parón.
—Silencio —dijo, levantando un dedo.
III. Perro
Aparentemente, sus sensores estaban tan atentos ahora mismo que tan sólo mirarla era
suficiente para provocar una respuesta. Pude ver sus orejas preparadas, esperando atrapar
algún sonido.
Yo no oía ningún sonido inusual, sólo un perro ladrando en alguna parte. Sacando eso,
era una tranquila tarde normal. Podía sentir el calor del sol en mi espalda.
—No, no podemos seguir en esta dirección —declaró.
Miré delante de nosotros. No parecía haber ninguna construcción bloqueando el
camino y un anciano en una bicicleta pedaleaba hacia nosotros.
—Hasta aquí llegó la librería. Este camino era bueno antes…
Le pregunté sus razones, pero sólo sacudía la cabeza con arrepentimiento. Entonces,
empezó a volverse por donde habíamos venido.
Morino tenía una fuerte tendencia a seguir sus propios instintos, sin importarle lo que
los demás pensaran. No se mezclaba en la clase y no le prestaba atención a nada que los demás
tuvieran que decirle. Pasaba la mayor parte de su tiempo sola, sin expresión, así que el que
estuviera tan molesta y decepcionada… debía ser algo importante.
Miré el camino nuevamente. Había casas a ambos lados de la calle y detrás de una reja,
en una casa más adelante, podía ver una casa de perro, una nueva. ¿Acababan de comprarse un
perro? Apenas podía distinguir el sonido del perro respirando dentro. Busqué atentamente
otros sonidos, sin reparar en el perro.
Me tomó bastante tiempo poder escucharlo.
Para ese momento, Morino ya se había alejado rápidamente unos veinte metros. Me
volví para seguirla pero se detuvo nuevamente, levantando una mano para hacerme una señal.
—¡Peligro! No podemos continuar —Se mordió el labio mientras miraba hacia
adelante—. Estamos rodeados —gimió, se podía escuchar la tensión en su voz.
Una niña pequeña con un perro grande caminaba hacia nosotros.
El perro era una hembra golden retriever de hermoso pelaje. Sosteniendo la correa atada a
su collar, estaba una niña bajita y delgada, probablemente estaría en tercer grado, tenía el pelo
hasta los hombros y éste se movía con cada paso.
Mientras pasaba a nuestro lado, su perra me miró y mientras caminaba pude ver mi
propio reflejo subiendo y bajando en los ojos de la perra, unos ojos oscuros y sabios. Me
miraban como si quisieran absorberme.
GOTH
Entonces, mi reflejo se desvaneció de sus ojos pues el perro había apartado la mirada
para mirar a la niña.
La niña y la perra pasaron, doblando en una casa cercana, tenía el suelo y el techo rojo.
—Ya llegué —gritó la niña. La golden retriever entró por la puerta principal con ella. No
había perrera en el patio, así que seguro vivía dentro.
Cuando la niña y la perra se fueron, Morino se despegó de la pared y empezó a caminar
como si nada hubiera ocurrido. Asumí que tendría algo que decir, pero no dijo nada. Su
expresión y movimientos eran como los de siempre, así que supuse que lidiar con esas
circunstancias era algo rutinario para ella.
—No tenía idea de todo el peligro que había en este camino —dijo Morino
amargamente.
Le pregunté si era posible llegar a la librería por otro camino, pero aparentemente
habría que tomar un desvío muy grande. Morino ya había abandonado la idea de llevarme.
Siguiéndola, pensé sobre los perros perdidos nuevamente. ¿Por qué dos veces por
semana, las noches de los martes y los viernes? ¿Qué destino esperaba a los perros
secuestrados?
Morino y yo encontrábamos casos raros —y a las personas relacionadas con él— como
algo oscuramente fascinante. La trágica muerte humana que debía partir nuestros corazones en
dos, muertes tan injustas que harían gritar a la gente, pero en su lugar nosotros cortábamos
esos artículos de los periódicos, observando el pozo profundo y oscuro en los corazones de las
personas involucradas. La mayoría de la gente no entendería nuestros intereses, pero a
nosotros nos atraía como magia.
Esta vez no era un caso especialmente raro, no era nada más que algunos perros
perdidos. Pero estaba pasando muy cerca de casa y una pequeña molestia en la casa de al lado
era mucho más interesante que un gigantesco incendio en algún otro país.
—¿Sientes curiosidad por saber quién secuestro a los perros? —pregunté.
—Si te enteras de quién es, me lo dices —dijo inexpresivamente. Supuse que esto
significaba que estaba escondiendo su propia renuencia a investigar lo relacionado con este
caso… o con perros.
III. Perro
Yuka y yo vivimos en la casa con mamá, pero mamá nunca está en casa. Se va por las
mañanas y llega tarde por las noches. Durante el día, sólo Yuka y yo estamos en casa.
He estado con Yuka desde que era pequeña. Mis hermanos se separaron de mí apenas
nací y he estado con Yuka desde entonces.
Yuka pasa la mayor parte de su tiempo desparramada frente al televisor. Yo me acerco
a ella, me acuesto sobre el periódico en el suelo y pongo mi cabeza sobre su espalda.
Cuando nos aburrimos de la televisión, nos levantamos y nos estiramos. Yuka camina
por la cocina y el baño y yo la sigo, intentando seguirle el paso.
Entonces, salimos a dar un paseo. Me gustan los paseos… Yuka y yo, caminando
juntas. Siempre hay una cuerda uniéndonos durante los paseos. Si voy por el camino
equivocado, Yuka me frunce el ceño.
Algunas veces, un hombre desconocido llega a la casa, un hombre grande que mamá
trae con ella. Cuando está en la casa, el aire huele mal. La cómoda casa en la que Yuka y yo
vivimos, desaparece. Cuando llega, siempre me da una palmadita en la cabeza y le sonríe a
mamá mientras lo hace, pero nunca me mira a los ojos. Cuando siento su mano en mi cabeza
me dan ganas de morderlo.
Yuka y yo lo odiamos porque siempre golpea a Yuka cuando mamá no está en la
habitación.
Cuando lo vi por primera vez, pensé que estaba imaginando cosas. Mamá había salido
un momento a la cocina, dejándonos a Yuka y a mí con él. Yuka estaba junto a él cuando de
repente la golpeó con su codo. Yuka se veía sorprendida y lo miraba fijamente. Yo estaba
viendo desde la esquina y no pude entender lo que él decía, pero pude ver la expresión de Yuka
cambiar.
Sentí el terror recorrer mi cuerpo. Yuka y yo estábamos sentadas lejos de la otra, pero
muy dentro, nuestros corazones estaban conectados, así que pude sentir su sorpresa y
confusión fluyendo a través de mí.
Cuando mamá volvió a la habitación, el hombre se detuvo y Yuka miró a mamá con
ansiedad, pero mamá nunca notó nada.
Yuka venía a mí buscando ayuda, pero todo lo que podía hacer era caminar en círculos.
Cada vez que venía, el trato hacia Yuka empeoraba. ¡Algunas veces hasta la pateaba en
la barriga! Yuka gruñía de dolor y caía al suelo tosiendo y yo corría hacia ella, colocándome
entre los dos; cosa que a él le molestaba.
GOTH
Siempre venía las mismas noches de la semana. Esas noches, Yuka y yo siempre nos
escondíamos en una esquina para protegernos. La casa siempre era siniestra cuando él estaba
allí, ya que nunca podíamos saber cuándo abriría la puerta y entraría a la habitación, así que
Yuka tenía demasiado miedo para dormir.
Finalmente, no pudimos resistirlo más y empezamos a escapar de casa.
Yuka empezó a hacerme matar animales después de que el hombre comenzó a visitar.
Lloraba mucho después de que venía y sus ojos tenían un nuevo tipo de oscuridad en ellos.
Esa oscuridad me ponía triste.
ii
—Lo notamos a las once de la noche —explicó la joven ama de casa mientras abrazaba
a su dormido hijo en su pecho. Intercambiamos algunas formalidades al inicio de la
conversación y mencionó que tenía un hijo que había nacido hace tres meses—. Antes de irnos
a dormir, mi esposo salió a revisar a Pavlov y no estaba en la perrera…
Pavlov era el nombre de su perro, que se había perdido el martes en la noche de hace
dos semanas. Era un perro de pura raza, pero de una raza que nunca había escuchado.
La ama de casa y yo estábamos cara a cara en la puerta principal de una pequeña casa
de arquitectura occidental, que no quedaba a más de un kilómetro de mi casa.
En mi camino a casa desde la escuela, decidí parar a hacer algunas preguntas en las
casas donde habían secuestrado a los perros.
Le expliqué a la mujer que trabajaba para el periódico de la escuela y que estaba
investigando los secuestros de mascotas que habían estado ocurriendo en el vecindario.
Cuando sugerí que mi trabajo podía llevar a la captura del individuo responsable, la ama de
casa se había vuelto extremadamente cooperativa.
—Pensando un poco más, recuerdo a Pavlov ladrando mucho a eso de las diez. Pero
siempre ladraba cuando la gente pasaba, así que lo ignoramos.
—¿Y esa fue la última vez que lo escucharon? —pregunté.
Ella asintió.
Desde aquí, podía ver un pequeño patio a un lado con una perrera vacía, una bastante
grande, con un gancho de metal para atar la correa del perro.
—¿El secuestrador soltó la correa y arrastró al perro? —pregunté.
Ella negó con la cabeza.
III. Perro
—Dejaron la correa y había un bocadillo de pollo a medio comer.
La mujer explicó que el secuestrador debía haber dejado caer el pollo.
Cuando le pregunté si el bocadillo era de tienda, la mujer se mostró insegura, pero dijo
que creyó que era hecho en casa.
El secuestrador había traído algo que a un perro le podía gustar para amansarlo y
llevárselo. Usar un pedazo de pollo hacia el crimen algo más mundano, era un crimen muy
común, nada relacionado con un ladrón profesional de perros o espíritus malignos.
Hice una reverencia y pretendí estar agradecido por la ayuda de la mujer.
Miró tristemente a la perrera, recordando a su amada mascota:
—Espero que averigües quién hizo esto.
Su voz era calmada, pero había una intención asesina escondida.
Cuando el niño en sus brazos empezó a gimotear, me despedí y me giré. Cuando lo
hice, noté que la casa de enfrente tenía un perro también. A través de la reja, pude ver un perro
negro y grande, de casi la mitad de mi altura.
—Su nombre es Chocolate —dijo la ama de casa detrás de mí.
Mencioné que no había notado que estaba allí.
—Sí, casi nunca ladra.
La casa de Chocolate estaba en una posición mucho más visible que Pavlov, pero el
perro era tan callado que el secuestrador pudo no haberse dado cuenta de que estaba allí.
Fui a casa, donde mi hermana, Sakura y mi madre empezaban a hacer la cena. Mi
madre estaba junto a la olla, revolviéndola, mientras mi hermana picaba los vegetales.
Mi hermana era dos años menor que yo y se estaba preparando para los exámenes de
admisión al bachillerato. Normalmente estaba en la escuela intensiva a esta hora, pero dijo que
la escuela había cerrado hoy. Hasta la primavera, había usado su pelo largo, pero se lo cortó
masculinamente durante el verano.
Su personalidad era el opuesto exacto de la mía y ayudaba en la casa bastante. Nunca
podía negarse a un favor. Por ejemplo, si mi madre estaba sentada frente al televisor comiendo
bocadillos y se dirigía a mi hermana juntando ambas manos y diciendo: «Sakura, ¿lavas los
platos?». Sakura se negaría al principio.
«¡No, hazlo tú!»
Pero mi madre bajaría la cabeza y pondría una expresión de decepción, como si fuera el
fin del mundo. Y en el momento en que Sakura viera eso, sería derrotada. Pondría una
GOTH
expresión de sorpresa y diría apresuradamente «Vale, vale, ¡vale! ¡No llores!», como si fuera ella
la que estuviera a punto de llorar.
Entonces Sakura iría apresuradamente a la cocina. Apenas esta conversación terminara,
la atención de mi madre volvería a la televisión y a su senbei. Frecuentemente me preguntaba si
Sakura sabía que lo que mi madre hacía no era más que una simple actuación. ¿Sakura era
realmente tan ingenua? Parecía estar condenada a cuidar de mis padres cuando fuesen viejos.
Sakura tenía un talento muy especial, al menos es así como yo lo veía, ella lo
consideraba más una maldición. Sin embargo, la mayor parte del tiempo parecía una persona
normal.
—¿Fuiste nuevamente al centro de juegos? —Mi madre suspiró cuando me vio entrar.
No era un gran fanático de los videojuegos pero era mi excusa usual cuando regresaba tarde a
casa.
Me senté en una silla en la cocina mientras las veía cocinar. Operaban en perfecta
armonía: Mientras mi madre revolvía los vegetales fritos, podía estirar una mano en silencio y
mi hermana sabía exactamente qué quería, pasándole el salero sin decir una palabra. Mi madre
probaba el guiso y antes de pedir el mirin, mi hermana se lo pasaba.
Ambas estaban hablándome, así que respondía apropiadamente. Se rieron. Sakura se rió
un poco fuerte, por lo que se quedó sin aire.
—Deja de hacernos reír y pon la mesa. ¿Y entonces qué hizo el profesor? —preguntó
Sakura.
Aparentemente, había estado hablando sobre la escuela. Ocasionalmente perdía el
recuerdo de lo que estaba hablando o de por qué la gente a mi alrededor se estaba riendo.
Todo lo que tenía que decirles era dirigido por puros reflejos y las historias eran
invariablemente improvisadas, inventadas en el momento. Extrañamente, esto no parecía crear
discrepancias.
Debía parecer que hacía parte de una cálida y feliz familia. Mi familia parecía pensar
que yo era un chico extrovertido, bueno para hacer reír a la gente pero no tanto para la escuela.
Pero para mí, no había existido una conversación entre mi madre, mi hermana y yo.
Olvidé lo que había dicho tan pronto como había pasado. Era como si yo hubiese estado
sentado en silencio mientras todos a mi alrededor morían de la risa por ninguna razón, como si
viviera en un sueño surrealista.
III. Perro
—El perro de Kiri está perdido —dijo Sakura, mientras lavaba los implementos de
cocina. Mis oídos estaban tapados y apenas si podía escuchar algo, pero repentinamente
estaban registrando todos los sonidos—. Ella estaba segura de que regresaría solo, pero…
Pedí más detalles.
Sakura explicó que el perro de su compañera había desaparecido el miércoles de la
semana pasada. Había rumores de que el secuestrador de mascotas se lo había llevado.
—Y cuando vieron que el perro no estaba, parece que encontraron una salchicha para
atraerlo.
—Por Dios —murmuró mi madre, añadiendo que había olvidado comprar salchichas
en la tienda.
—¿Qué tipo de perro era? ¿Uno grande? —pregunté.
—El perro no era de raza, pero era bastante pequeño.
Abruptamente me di cuenta que había olvidado hacerle esa pregunta a la dueña de
Pavlov. Terminé la conversación de la forma más natural posible y volví a la puerta, todavía
llevaba el uniforme y mi madre me gritaba que pronto sería hora de cenar.
Cuando llegué a la casa en la que Pavlov había vivido, estaba oscureciendo. Toqué el
timbre y apareció la misma ama de casa con la que había hablado hace unas horas. Parecía
sorprendida de verme nuevamente y ya no estaba sosteniendo al niño.
—Siento molestarla nuevamente, pero hay algo que olvidé preguntar: ¿De qué tamaño
era Pavlov?
—¿Viniste hasta aquí por eso? —dijo, confundida. Entonces, explicó que Pavlov no
había crecido completamente y era más bien pequeño.
—¿Un poco más grande que un cachorro?
—Así es, pero esta raza crece bastante, es por eso que su casa es tan grande.
Le agradecí la información y me fui.
Cuando el secuestrador se había llevado a los perros, las correas habían sido dejadas
atrás. ¿Así que cómo llevaba a los perros? ¿Traía su propia correa? Si eso hubiera querido
habría sido más fácil y rápido simplemente quitar la correa de la perrera. Así que el
secuestrador había quitado el collar a los perros y los llevaba cargados.
Ahora, ¿por qué el secuestrador de mascotas había escogido a Pavlov y no al perro
callado de al frente? Yo habría escogido al que ladrara menos, simplemente porque sería más
fácil de secuestrar, pero el que estaba detrás de los secuestros no había escogido esto. Supuse
GOTH
que Pavlov había sido secuestrado porque era más pequeño y más fácil de cargar. El perro de
la amiga de mi hermana también era pequeño. Parecía posible que el secuestrador estuviera
llevándose sólo perros pequeños.
¿Pero por qué perros que eran fáciles de cargar? Una posibilidad era que el culpable no
tenía coche u otro vehículo lo suficientemente grande para llevar un perro, lo que explicaría
por qué evitaba a los perros grandes y escogía a los pequeños. De toda la información que
había podido recolectar, sabía que el área en la que los perros habían sido secuestrados no era
muy grande. Alguien con un coche habría evitado realizar sus crímenes en un área tan pequeña,
se habría llevado perros de toda la ciudad.
Recordé haber leído un análisis que se usaba cuando se investigaba asesinatos sin
motivo, que se habían llevado a cabo porque sí, el análisis se enfocaba en el motivo del asesino
para escoger a sus víctimas. El asesino en ese caso había escogido inconscientemente blancos
más débiles que él. Por ejemplo, todas sus víctimas medían menos de un metro cincuenta, ni
siquiera uno se acercaba al metro con sesenta. En ese caso, pudieron especular que el asesino
medía entre un metro cincuenta y un metro sesenta. Ese método de pensar podría funcionar en
el caso de los perros perdidos.
Cuando llegué a casa, mi padre había regresado del trabajo y la familia ya había
empezado a comer. Les dije que había ido a la tienda y me uní a la conversación,
manipulándola ligeramente para poder preguntar sobre las casas con perros en el vecindario.
—El perro de allí es muy bonito. No sé por qué no lo guardan dentro de la casa, con lo
pequeño que es —dijo Sakura, en algún lugar en la mitad de la lista.
—Debe ladrar mucho —dijo mi padre.
Pregunté por la dirección. Era martes en la noche, así que era posible que el
secuestrador eligiera esa casa hoy.
La casa en cuestión estaba en una esquina, un antiguo edificio de construcción
japonesa. Miré sobre la pared y vi un gran jardín con una perrera hacia el fondo. La perrera
parecía hecha a mano, como una caja de madera y había una estaca en el suelo junto a ella,
alrededor de la cual estaba atada la correa del perro.
III. Perro
El perro tenía grandes ojos y en el momento en que me vio, empezó a ladrar
fuertemente, saltando por todas partes. Era tan pequeño que un niño podía llevárselo
fácilmente.
Me alejé de la casa, escondiéndome en un matorral a una distancia segura. No había
luces cerca, estaba rodeado de oscuridad.
Miré mi reloj. Estaba oscuro, pero cuando presionaba el botón de mi reloj, la luz se
encendía para poder leer la pantalla. Era las diez, la misma hora en la que habían dejado de
escuchar a Pavlov hace dos semanas. Si el secuestrador iba venir, sería pronto.
El suelo bajo mis pies estaba cubierto de hojas y el más mínimo movimiento sacudía las
ramas de los arbustos a mi alrededor. Era el inicio del otoño así que todavía hacía calor de día,
pero de noche era muy frío.
Metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta, tocando la empuñadura del cuchillo que
llevaba dentro. Lo había traído por si acaso.
Si lograba ver al secuestrador, no tenía intención de entregarlo. Simplemente quería
observarlo desde lejos, sin que me viera, así que era poco probable que necesitara un arma, sin
embargo, había traído uno de los cuchillos de la colección de cuchillos sin darme cuenta. Con
la cuchilla desnuda me podía cortar, así que la llevaba en una funda de cuero que había
comprado.
Me gustaba ver a la gente llevar a cabo crímenes inusuales. Este pasatiempo me había
llevado alguna vez a encontrarme con un hombre que había matado a varias mujeres. Robé su
colección de veintitrés cuchillos del apartamento del hombre, que ahora mantengo escondida
detrás de una estantería en mi habitación. Cuando estaba en casa, a menudo miraba el reflejo
de la luz del techo sobre el metal de las cuchillas, la luz blanca brillaba como si estuviera
mojado.
Ocasionalmente, mi reflejo en la cuchilla se transformaba en los rostros de las mujeres
que los cuchillos habían matado. Sabía que esto no era más que un truco de mi mente, pero
sentía como si el sufrimiento y la desesperación hubieran manchado para siempre los cuchillos.
Los cuchillos eran demasiado para mí. Nunca debía haberlos llevado a casa. Sentía que
el brillo en su superficie de metal me decía que los usara.
Miré mi reloj nuevamente, encendiendo la luz y leyendo la pantalla. Ya era miércoles.
Ni una sola persona había pasado mientras estaba sentado bajo el arbusto.
GOTH
Me pregunté dónde vivía el secuestrador. Sabía que si conocía eso, podría reducir el
número de lugares donde esperarlo. En cualquier caso, parecía obvio que no había visto al
secuestrador ese día.
Diez minutos después, me aparté del arbusto y regresé a casa.
Mis padres estaban durmiendo, pero Sakura estudiaba para los exámenes. Cuando me
escuchó regresar, bajó las escaleras y preguntó dónde había estado. Le dije que estaba en la
tienda.
Sabía que el hombre llegaría hoy, así que nunca debí haberme quedado dormida.
Me desperté de mi sueño por el grito de Yuka, su voz venía de la sala.
Corrí hacia ella.
Se estaba escondiendo atrás conmigo, pero él había debido llevarla hasta la sala. Mamá
no estaba, así que el hombre estaba solo con Yuka.
Yuka estaba tirada en el suelo, gimiendo. Sonaba muy triste, luchaba contra el dolor.
El hombre se encontraba de pie junto a su cabeza, mirándola sin expresión. Parecía tan
grande, como si su cabeza pudiese tocar el techo, y Yuka parecía tan pequeña. Todo lo que
podía hacer era gemir del dolor, sin nada que pudiera hacer.
Me llené de ira. Aullé, la voz saliendo de mí.
El hombre me miró con los ojos abiertos de la sorpresa. Retrocedió, alejándose de
Yuka.
Ella estaba allí gimiendo pero sus ojos me miraban, ojos llenos de amor. Desde el
fondo de mi corazón, sabía que debía protegerla.
Escuché que la puerta principal se abría y alguien hablaba. Mamá había regresado de
comprar. Allí se había ido cuando lo dejó aquí.
Intenté morder la mano del hombre pero mamá me agarró por detrás. Mis mandíbulas
se quedaron cortas por unos centímetros.
Pero era suficiente tiempo para que Yuka se levantara. Mientras mamá gritaba furiosa,
Yuka corrió hacia la puerta. Yo corrí tras ella y ambas escapamos de casa.
Afuera corrimos tan rápido como pudimos. Escuché a mamá llamándonos, pero no
nos volvimos. Huimos hacia las profundidades de la noche.
III. Perro
Hileras de luces delineaban los caminos oscuros y callados, pero la única cosa que
realmente iluminaban era el suelo bajo nuestros pies. Nuestras dos pequeñas sombras
revoloteaban de un poste de luz al siguiente.
La noche se expandía hasta donde podíamos ver en cada dirección, pero yo estaba con
Yuka, así que no tenía miedo. Aún así, pensar en ella me ponía triste.
Yuka no estaba llorando, pero podía ver que estaba herida. Yo también lo sentía.
Ocasionalmente, el dolor era demasiado insoportable y tenía que detenerse por un momento.
Me dolía ver eso, pero no había nada que pudiera hacer aparte de quedarme a su lado.
El animal que habíamos encontrado esa tarde era la presa de hoy, eso es lo que Yuka
había dicho. Ese día en nuestro paseo, vimos un animal que parecía fácil de secuestrar. Nos
dirigimos a esa casa.
Estaba segura de que Yuka también lo había notado: Ahora se estaba haciendo más
difícil encontrar animales que pudiéramos llevarnos fácilmente. Más y más casas estaban
manteniendo a sus animales dentro. Estaban empezando a tomar medidas en contra de
nosotras.
Ahora siempre estaba ansiosa, asustada de que alguien pudiera ver lo que hacíamos… y
siempre estaba en guardia, asustada por cada sombra.
No tenía miedo de Yuka, por supuesto, ni de mamá, ni siquiera de ese hombre malo.
Tenía más miedo de los desconocidos. Había alguien detrás de nosotras porque estábamos
llevándonos a los animales y ese alguien finalmente descubriría lo que estábamos haciendo
debajo del puente. Era fácil adivinar lo que pasaría: si todos se enteraban de lo que Yuka y yo
hacíamos, nos separarían. Sin mí, no habría nadie para proteger a Yuka y no podía dejar que
eso pasara.
Podíamos ver la casa de hoy más adelante: la parte superior del techo era iluminada por
la luz de los postes, pero todo lo demás estaba sumergido en la oscuridad. La casa estaba en
una esquina, cuando pasamos por ahí esa tarde, habíamos visto un perro pequeño en el patio.
—Vamos —dijo Yuka y empezamos a caminar.
Pero entonces, algo me llamó la atención. Llamé a Yuka suavemente y nos congelamos.
Ella me miró, confundida.
Hacia un momento, había visto un pequeño brillo de luz en los matorrales al frente de
la casa. Había sido sólo un pequeño punto de luz, que se había desvanecido rápidamente, pero
sabía que había alguien allí. Todos mis nervios se activaron, concentrándose en ese punto. No
GOTH
podía estar segura, pero sentía que había alguien escondido allí, observando la casa donde Yuka
y yo nos dirigíamos. Era posible que mi mente me estuviera jugando trucos y que no hubiese
nada allí, pero yo estaba segura.
Hoy no, le dije a Yuka con mis ojos. Ella miró nuevamente a la casa y aceptó.
Esa noche no nos llevamos ningún animal. Pasamos el tiempo bajo el puente y nos
fuimos a casa. Yuka quería que matara algo pero yo me sentía aliviada de que no tuve que
hacerlo.
Aún así, estaba ansiosa: la sombra que nos perseguía había tomado forma y se había
mostrado. No era solamente un fragmento de mi imaginación, era real.
iii
Mi vigilancia del martes en la noche había pasado sin que el secuestrador apareciera. El
día siguiente, miércoles, pregunté casualmente a mis compañeros de clase y a mi familia,
intentando saber si algún perro había desaparecido, pero parecía que el secuestrador no se
había llevado nada esa noche, o tal vez el perro había sido secuestrado en algún lugar lejos de
mi red de información.
—¿Sabes qué tipo de persona está detrás de esto? —preguntó Morino, quitando la
mirada de su libro mientras se sentaba en la esquina del aula de química, el miércoles a la hora
del almuerzo.
Negué con la cabeza. Ni idea.
—¿Por qué alguien robaría ese animal en primer lugar? ¿Para venderlos? —preguntó
Morino, como si fuera completamente incomprensible que alguien pudiera querer a ese tipo de
animal.
—Dudo que el secuestrador esté detrás del dinero, hasta los pura raza que tienen en las
tiendas de mascotas tienen que esperar hasta que crezcan completamente porque casi nadie los
compra.
Si alguien estaba en el mercado, sería para utilizarlos de sujetos de investigación, no
como mascotas. Los perros mascotas confiaban en los humanos, eso los hacía más fácil de
controlar que los perros salvajes. He escuchado que alcanzan un buen precio en el mercado
negro.
—La única razón por la que creo que los secuestran es para lastimarlos. Hay gente que
se lleva perros y gatos abandonados y los publica en sitios de internet.
III. Perro
—¿Así que el secuestrador mata perros por diversión? Qué locura —dijo Morino.
Pero algo parecía faltar. Si eso era verdad, ¿dónde estaba matando a los perros? No en
su casa. Cuando las noticias mencionaban ocasionalmente cadáveres de animales en los
parques, le seguían muchas discusiones sobre abuso animal, pero yo no he escuchado de
ningún descubrimiento últimamente.
En mi regreso a casa ese miércoles y jueves, hice preguntas en las casas donde los
perros habían desaparecido, cubriendo una casa por día. Los dueños de las casas no parecían
sospechar que en realidad yo no hacía ningún trabajo para el periódico escolar y me ayudaban,
pero no encontré información real sobre el culpable. Ambos animales eran pequeños y no eran
de raza. Uno de los dueños había encontrado comida, el otro no.
El viernes, una vez más me había subido a un autobús, dirigiéndome a una casa con
una mascota perdida. De acuerdo a la información que había logrado reunir, esta era la primera
desaparición y la más lejana de mi casa y mi escuela. Era una de las casa a lo largo del río.
Comparando mi mapa con las direcciones, encontré la casa que estaba buscando.
Estaba recién construida. Toqué el timbre pero parecía no haber nadie.
Había un pequeño jardín con tulipanes y un plato de comida para perro en frente de
una perrera vacía. El plato estaba hecho de plástico, estaba algo sucio y decía «Plato de Canica»
escrito con marcador en letras de niño.
Dejé la casa y volví al bus, esta vez bajándome en una parada cerca de casa.
Era viernes, otra mascota podría desaparecer hoy. Estaba pensando sobre eso cuando
alguien me llamó. Me volví y vi a Sakura, usando su uniforme de secundaria y empujando su
bicicleta hacia mí. Corrió un poco hasta que me alcanzó.
Siempre llegaba a la escuela intensiva antes de ir a casa, estudiaba unas horas más, así
que le pregunté qué hacía allí tan temprano.
—Algo pasó y no pude ir hoy a la escuela intensiva —dijo indiferentemente. Se veía
pálida y abatida, y apenas si podía mantener la bicicleta en línea recta.
—¿Viste algo de nuevo? —pregunté, mientras tomaba su bicicleta.
Me lo agradeció y asintió.
GOTH
Sakura había nacido bajo una estrella inusual, dándole lo que yo considero un don, pero
es algo que ella detesta y llama maldición: Sakura frecuentemente descubre cadáveres.
La primera vez fue en primaria, en una salida de campo a las montañas. Estaba en
primer grado y se había separado de los demás. Terminó en el borde de un estanque donde
encontró el cadáver de un cuerpo humano flotando.
La segunda vez fue hace cuatro años. Sakura había ido al mar con la familia de una
amiga y se había separado de los demás nuevamente. Esta vez, encontró el cadáver de un
hombre contra las rocas en la orilla.
La tercera vez fue hace tres años, en su segundo año de secundaria, en el campamento
de su club de voleibol. Después de doblar por el lugar equivocado mientras trotaba, llegó a un
área desierta. Entonces, se tropezó con algo: una calavera humana.
Cada vez que encuentra un cadáver, llega a casa pálida. Entonces le da fiebre y se pasa
la siguiente semana en cama.
—¿Por qué siempre me pasa a mí? —lloró.
El espacio entre sus descubrimientos se acortaba y una estimación rápida sugeriría que
encontraría su cuarto cadáver este año o el siguiente. Cuando envejeciera podría encontrarlos
cada minuto o dos.
—¿Y qué encontraste hoy? —pregunté mientras las llantas de la bicicleta chillaban a mi
lado.
—En mi camino a la escuela intensiva, vi algo… y entonces me sentí mal y decidí faltar
hoy.
Entre su escuela y la escuela intensiva, había un río con una ribera, ancha, superficial y
de lento movimiento. Cruzando el río había un gran puente de concreto que muchos coches
usaban. Había un camino separado para bicicletas y peatones.
—Tenía mi maletín y una toalla en la canasta de la bicicleta.
La toalla era azul con blanco y la usaba a menudo. Un camión había pasado y el viento
había hecho volar la toalla. Antes de poderla atrapar, había volado sobre el puente y había
caído.
Con los coches pasando a su lado, se inclinó sobre la verja, mirando hacia abajo.
Afortunadamente la toalla no había caído en el rio. Se había quedado atrapada en la hierba de
la ribera.
—Bajé para buscar mi toalla.
III. Perro
Al final del puente había unas escaleras de concreto que llevaban a la ribera. Cuando
Sakura alcanzó el peldaño final, se encontró en un mar de hierba, con hojas tan altas como ella.
Se abrió paso entre la espesa hierba, que no era tan espesa como para no dejar pasar a una
persona.
—No me había dado cuenta desde arriba, pero había un espacio bajo el puente donde
no había hierba.
Había un claro circular de suelo seco, rodeado de una pared de hierba. Era como estar
dentro de una jaula.
El gran puente se encontraba imponente sobre ella, cuando Sakura levantó la mirada,
vio que la mitad del cielo era solo el puente.
—Busqué mi toalla, pero…
Escuchó el sonido de insectos, de un gran número de moscas. Al acercarse, vio el
enjambre sobre un solo lugar.
—Me abrí paso hasta allí, porque estaba en la misma dirección que la toalla…
Mientras caminaba, Sakura olió algo podrido. Apartó la hierba y mientras se acercaba al
enjambre de moscas, una fosa negra se abrió bajo sus pies. Era más una depresión que un
hoyo, de un metro de profundidad y un metro de circunferencia. Casi se cae en él. Entonces,
jadeando por el hedor, bajó la mirada y vi lo que había en la fosa…
La fosa estaba llena de un alarmante número de bultos. Estaban despedazados y
deformados, así que al principio no sabía qué eran, sólo veía bultos negros y rojos.
Intentando ignorar el hedor, se inclinó, mirando más cerca.
Mandíbulas, colas y collares… eran perros. Bajo el desgarrado pelaje y carne, los
gusanos se retorcían. Había capa tras capa de bultos apilados en la fosa. Todos ellos alguna vez
habían estado vivos y habían retozado bajo el sol. Era una sensación extraña, el atractivo de la
muerte y la destrucción.
La fosa estaba llena de pudrición y hedor. Mirando eso, empecé a recordar las imágenes
de la Segunda Guerra Mundial, pues esta fosa de la muerte tenía mucho en común con aquellas
imágenes.
GOTH
Me levanté y mire alrededor. Como Sakura había dicho, no había nada más que hierba:
la puntiaguda hierba contra la luz roja del sol poniente y las moscas zumbando como motas
negras. Las moscas debían pensar que yo era su amigo porque seguían chocando contra mi
uniforme y mis mejillas. Todo estaba teñido de rojo bajo esa luz del sol.
Cuando Sakura me dijo sobre su descubrimiento, inmediatamente había encontrado
una conexión entre la fosa y los secuestros de mascotas. Supuse que había una fuerte
posibilidad de que hubiese encontrado el lugar que había estado buscando.
La mandé a casa sola y me dirigí hacia el puente. Bajé por las escaleras de concreto
desde el final del puente hasta la ribera y allí encontré el claro en el mar de hierba. Había una
nube de moscas a poca distancia de allí.
Miré hacia el hoyo a mis pies. Canica y Pavlov estaban entre los cadáveres.
Me alejé de la fosa, dejando el puente atrás y me dirigí a casa a esperar que llegara la
noche.
Cuando el reloj marcó las diez, puse un cuchillo en mi bolsillo y salí de mi habitación.
Sakura todavía estaba en shock por ver a esos animales muertos y estaba echada en el
sofá en la sala. Cuando pasé en frente de ella, dirigiéndome a la puerta, mi madre apartó la
mirada de la televisión y preguntó a dónde iba. Cuando respondí:
—A la tienda
Sakura dijo:
—¡El guerrero nocturno de la tienda!
Regresé al espacio debajo del puente. Era viernes, así que había una gran posibilidad de
que el secuestrador se apareciera.
Mientras caminaba, intenté imaginar lo que se sentiría ser alguien que mataba animales
por diversión. Casi podía imaginarme al secuestrador tirando los cadáveres a la fosa.
Si podía, quería ver al asesino hacer lo suyo. Tenía curiosidad sobre qué tipo de ritual
precedía el desecho de los cadáveres.
Las cosas que eran despiadadas y crueles me cautivaban. Las conversaciones que mis
compañeros de clase disfrutaban y las palabras cálidas que intercambiaba con mi familia nunca
hacían resonancia en mí. Eran sólo estática, como un radio que no está bien sintonizado.
En la noche, el río se volvía negro, como un universo sin estrellas, pero en lugar de
estar en el cielo estaba tendido sobre el suelo. Las luces en el puente apenas si podían iluminar
el agua. No había signos de otra persona, así que el secuestrador no había llegado.
III. Perro
Descendí cuidadosamente las escaleras y entré a la hierba. Mientras me abría paso,
recordé lo que Morino me había dicho por el teléfono antes de salir de casa.
—Voy a ver a alguien que le gustan los perros, ¿quieres venir?
—Me gustaría, pero tengo deberes.
—No dejaron deberes.
—La enfermedad de mi madre ha empeorado. Está en las puertas de la muerte.
—No necesitas inventarte una excusa, si tienes miedo de los perros, no insistiré —dije,
y obtuve una respuesta que no esperaba.
—¿D-de qué estás hablando? ¿Miedo de los perros? ¡No seas tonto! ¡No tengo miedo
de esas cosas!
Sonaba honesta, no era el tipo de persona que era divertido molestar. Me disculpé y
por el bien de su orgullo, colgué pretendiendo no saber la verdad.
Ahora me escondía en la hierba.
Con mis rodillas en el suelo, saqué del bolsillo mi cámara digital. Las luces del puente
eran la única iluminación, así que era cuestionable si podría finalmente capturar alguna imagen.
Abrí la apertura y alisté la velocidad del obturador a la más lenta, proponiéndome tomar la foto
sin tener que usar el flash. Si usaba el flash, el secuestrador sabría que estaba ahí y eso era lo
que buscaba evitar.
Yo no pretendía denunciar al asesino de perros a la policía, prefería que el secuestrador
no estuviera consciente de mi existencia. Era una regla mía el no inmiscuirme. Yo era un
tercero, alguien que sólo observaba. Si no denunciaba al criminal, seguramente más mascotas
serán secuestradas y más personas estarán tristes y llorarán, pero eso no me molestaba para
nada. Yo era ese tipo de persona.
Desde donde me escondía, podía ver las escaleras que llevaban del puente al claro.
Supuse que el secuestrador cruzaría el claro para llegar a la fosa, y esa sería mi oportunidad de
tomar una fotografía.
El río llevaba cantidades masivas de agua. Escondido en la hierba, podía escuchar el
agua pasando tranquilamente. Recordé lo negra que era la superficie del río. Era una imagen
muy silenciosa.
Un viento frío sopló, moviendo la hierba a mi alrededor. Una hoja me tocó la mejilla.
GOTH
Cuando mi reloj decía que eran las doce, una figura sombría apareció sobre el puente.
Mientras bajaba por las escaleras, bajé la cabeza, respirando silenciosamente para mantener mi
presencia como un secreto.
La sombra llegó al final de las escaleras y desapareció en la hierba. La débil luz que caía
por los bordes del puente era suficiente para permitirme distinguir la hierba que se movía
mientras la figura se abría camino antes de aparecer en el claro. La figura se había mantenida
escondida en las sombras mientras bajaba las escaleras, pero en el claro, pude verla claramente.
De la hierba, salieron una niña y un perro. La niña era bajita con el cabello por los
hombros y era muy delgada. El perro era un golden retriever. Era la misma chica y la perra que
habían pasado junto a mí cuando estaba con Morino.
Un perro más pequeño estaba en los brazos de la niña. El perro estaba luchando y
llorando, pero la niña estaba acostumbrada a cargar perros, así que no lo soltó.
Preparé mi cámara.
Cuando Yuka y yo encontramos el claro bajo el puente, era un caluroso día de verano.
No había nubes en el cielo y el sol brillaba sobre el mar de hierba alrededor del puente.
Yuka y yo estábamos en medio de un paseo. Jugábamos como siempre, corriendo hasta
que no podíamos más. Al final, estábamos sin aliento para poder seguir y nos detuvimos en el
camino junto al río.
Nos recostamos contra la verja de concreto, para descansar, mirando hacia el mar de
hierba de abajo. Había una suave brisa y las hierbas se movían como si fuera trabajo de una
mano invisible.
Yuka me llamó. Cuando me giré hacia ella, vi que estaba viendo a las escaleras que
llegaban al fondo del puente.
Mientras bajábamos, pude percibir su sensación de aventura, casi estaba bailando. Al
final de las escaleras había un mundo de verde. Caminamos hacia adelante y nuestras narices se
llenaron de un aroma a hierbas.
Yuka debió haber pensado que era aburrido caminar normalmente, porque me miró de
reojo y repentinamente empezó a correr. Claramente me estaba indicando que corriera tras ella.
Olvidamos lo cansadas que estábamos mientras nos perseguíamos en la hierba.
III. Perro
Era un caluroso día de verano y pronto sentí que me estaba asando. Pero aún así, seguí
a Yuka a través de la hierba. Cuando la perdí de vista, la escuché reír y me dirigí hacia la voz,
haciéndola correr nuevamente.
De repente, salimos a un claro. Era como si todo el mundo se abriera ante nosotras. El
poderoso aroma de la hierba desapareció y una suave brisa nos envolvió. Estábamos en un
área circular que había permanecido libre de plantas.
Yuka lo había encontrado primero y estaba de pie en el centro del claro con expresión
de sorpresa. Miró a su alrededor y entonces me vio salir volando de la pared de hierba. Al
principio, ambas estábamos confundidas pero pronto empezamos a sentir que habíamos
encontrado algo especial. Pude ver sus ojos brillar de alegría.
¿Hace cuánto había pasado eso? Parecía un recuerdo distante.
No mucho después de haber encontrado el claro, él empezó a venir. Y entonces, Yuka
y yo empezamos nuestras caminatas nocturnas. El viento se hacía cada vez más frío. Ya no
sentíamos la cálida luz que nos envolvía ese día veraniego.
Y aunque las caminatas fueran de día, ya no correríamos o nos perseguiríamos. Ya no
jugábamos, sólo íbamos buscando casas con perros. Hacerlo facilitaba la tarea de encontrar
una presa en la noche. Yuka me lo dijo. No sabía por qué, pero presentía que no era por
diversión. Los ojos de Yuka nunca sonreían, su tristeza y odio superaban todas las demás
emociones. Tenía que hacer lo que me pedía.
El viento estaba algo más frío que la última vez. Todavía era temprano por la tarde y
había muchos coches pasando por el puente. Sus luces cegadoras pasaban junto a nostras,
nuestras sombras alargándose para luego encogerse y pasar volando hacia atrás de nosotras,
para luego desvanecerse en la oscuridad.
Miramos la hierba desde arriba: La mayor parte estaba perdida en la oscuridad. El
viento movía la hierba y se podían ver las olas viajando a través de la oscuridad. Sólo podíamos
distinguir una pequeña parte gracias a la débil luz de los postes del puente.
Yuka y yo bajamos por las escaleras y nos dirigimos hacia el claro.
Miré cuidadosamente la pared de hierba a nuestro alrededor. ¿Había alguien escondido
allí? ¿Podría detectar el olor de un desconocido?
Justo cuando mis nervios seguían en guardia, Yuka me llamó. Era hora de empezar.
Colocamos el perro que habíamos traído con nosotras en el centro del círculo. No era
tan pequeño como un cachorro, pero todavía no había crecido completamente, era un perro
GOTH
joven que casi salía de su niñez. Nos miró con sorpresa. Habíamos secuestrado a este perro de
camino a aquí.
Cuando tomábamos los perros, siempre llamaban fuertemente a sus dueños. Cuando lo
hacían, los calmábamos dándoles comida.
Yuka se movió hacia el borde del claro, dejándome con el perro. Siempre se sentaba allí
a observar la carnicería.
Miré los ojos de mi oponente y me preparé para saltar sobre él. El perro se había
intimidado con mi mirada y había bajado la cabeza. Mis nervios de punta, esperaban la señal de
Yuka.
Mi oponente no tenía idea de lo que íbamos a hacer. Me miró ansiosamente, lloraba,
buscaba a su dueño.
Una ráfaga de frío viento nocturno hizo un ruido con la hierba como el sonido del
oleaje y enseguida desapareció. Cayó el silencio. El flujo de coches en el puente parecía haberse
ido y ya no podía escucharlo. En el silencio, me tensioné. El aire crujía. La pequeña fosa
esperaba por la destrucción y la muerte. Enfoqué mis sentidos, esperando al momento de
empezar.
El perro en frente de mí miraba a su alrededor nerviosamente, intimidado por el
ambiente que se sentía en el aire. Dejó salir un chillido lastimoso nuevamente.
Mientras chillaba, Yuka gritó algo corto y peligroso:
—¡Pelea!
Di un salto hacia delante, acortando inmediatamente la distancia entre el perro perplejo
y yo. Nuestros hombros se estrellaron. El perro cayó de lado, rodando. Yo gruñí. Mi oponente
mostró sus dientes, todavía un poco confundido. Sus ojos se llenaron de hostilidad y
confusión. Mi corazón empezó a latir rápidamente. Pude sentir claramente el suelo bajo mis
pies y el flujo de aire a mi alrededor. Mi mente estaba ocupada determinando cuánto tiempo
me tomaría cubrir la distancia entre mi oponente y yo, y cada pequeño movimiento que el
perro hacía me ponía a pensar en qué dirección iría. Había pasado por muchas peleas así que
era buena haciéndolo.
Pero mi corazón siempre estaba lleno de tristeza. ¿Cuánto tiempo Yuka me seguiría
obligando a hacer esto? Realmente no quería matar a nadie. En toda mi vida, nunca pensé que
mis mandíbulas estaban hechas para ser usadas de esta forma.
III. Perro
El perro se movió hacia la derecha, como sabía que haría y ya estaba allí antes que él. El
pelaje del perro se esparció en el aire. Sangre derramada y el perro se quedó quieto. La
oscuridad nos rodeaba.
Peleamos un poco más y entonces Yuka se levantó.
—¡Muerde! —gritó con su voz llena de odio. Esos sentimientos eran culpa de ese
hombre, ella había empezado a hacerme pelear después de su llegada. El sufrimiento en su
interior era liberado aquí, cuando me hacía matar.
Consideré al perro herido en frente de mí y entonces miré a Yuka gritando. Aullé. Mi
agudo grito hizo eco bajo el puente. Mi cabeza se sentía caliente. ¿Por qué sucedía esto? ¿Por
qué no podíamos jugar y reír como antes?
El perro tembló, intentando esconderse en la oscuridad. Ya no tenía deseo de resistirse.
Apenas si podía estar en pie y tenía miedo de morir.
—Terminaré esto ya —me susurré a mí misma mientras avanzaba hacia el animal de
cuatro patas. Abrí mis mandíbulas y lo mordí en el cuello. Mis dientes atravesaron su piel,
hundiéndose. La sangre salió a torrentes, llenando mi boca.
Ese día de verano había sido iluminado por la luz de la fortuna. Yuka y yo habíamos
encontrado el claro en la hierba mientras corríamos. Yo salté sobre Yuka y ella se cayó. Por un
momento, me preocupé de haberla herido, pero ella se quedó tirada allí, tan feliz, así que me
acosté en el suelo junto a ella y miramos al cielo juntas. El sol había calentado nuestros cuerpos
y nuestras narices estaban llenas con el olor de la hierba y el ligero aroma de nuestro sudor.
El animal entre mis mandíbulas dejó de sacudirse. La sangre chorreaba por mi mentón.
El cuerpo se estaba enfriando. Todos los sonidos a nuestro alrededor habían cesado.
Ahora era buena matando. No sabía si eso era algo bueno, pero Yuka me había
enseñado que mis mandíbulas podían convertirse en armas.
Toda la calidez había abandonado a la cosa muerta. Todo lo que quedaba era un frío
pedazo de carne.
Ella me enseñó… pensé nuevamente.
Tomé al perro que había estado en mi boca y lo puse en el suelo, mirando a Yuka, que
silenciosamente me devolvía la mirada.
Sabía lo que quería. Podía sentir su fuerza fluyendo a través de mí.
¿Por qué me hacía matar a estos animales?
GOTH
Nunca lo había sabido, pero ahora, finalmente entendía: Yuka me había estado
entrenando.
Me hizo matar a estos animales para que pudiera experimentar la muerte muchas veces,
perfeccionando partes importantes de mí. Mi experiencia con la muerte me evitaría tener que
dudar y fallar cuando llegara el momento.
Yuka no podía pelear contra ese hombre, pero yo podía volverme los colmillos que la
protegieran.
Yuka asintió. Sabía que ahora entendía. Había estado esperando que yo lo
comprendiera.
No necesito más entrenamiento, le dije.
El hombre se quedaría a dormir hoy, así que esto se solucionaría en la mañana, me
susurró Yuka.
Lancé el animal muerto a la fosa y lavé mi boca en el río mientras tragaba el pelaje del
animal. Ahora iríamos a casa y esperaríamos hasta mañana.
Yuka y yo nos dimos la vuelta para irnos del claro bajo el puente, pero justo cuando
estábamos a punto de abrirnos camino entre las altas hierbas, me detuve. Yuka ya estaba en la
hierba y se detuvo también, volviéndose.
«¿Qué?», sentí que me preguntó.
La observé y entonces miré la hierba tras de mí. Por un momento pensé que había
visto un movimiento raro.
Nada, pensé. Vamos. La miré de vuelta y corrí a su lado.
Puede que ahí hubiera alguien. Estaba segura de que había sido así, la misma persona
que ha estado tras nosotras, intentando atraparnos. Y finalmente, había podido esconderse y
había observado lo que hacíamos.
Hasta ahora, había tenido miedo de ser atrapadas. Pero ya no, porque sabía lo que tenía
que hacer ahora y ya no me sentía ansiosa.
No necesitábamos matar más animales. Ya había terminado mi entrenamiento. Ya no
necesitábamos temer a la sombra que nos seguía.
Subimos por las escaleras. Miré hacia atrás una vez más, viendo el mar de hierba
envuelto en oscuridad. Quería decirle a quien fuera que estaba allí lo que Yuka y yo habíamos
hecho. Quería que supiera lo que le había pasado a Yuka y por qué habíamos tomado esta
decisión.
III. Perro
Todavía pienso que quiero hacerlo.
iv
—¿Hola?
La somnolienta voz de Morino se escuchaba del otro lado de mi móvil. Su tono
indicaba que encontraba completamente incomprensible que alguien llamara tan temprano.
Ya empezaba a iluminarse el día. Sólo había dormido tres horas pero era capaz de
regular mi patrón de sueño a voluntad, así que no había tenido dificultad para levantarme
temprano.
Le dije a Morino que había descubierto al secuestrador de mascotas.
—Oh —dijo y luego colgó.
No me dio tiempo de decirle que el secuestrador era la niña y la golden retriever que
habíamos visto en la calle. Aparentemente, dormir era mucho más importante para Morino que
la identidad del secuestrador de perros.
Mi móvil sonó. Era Morino. Respondí y fue directo al grano:
—¿Sacaste fotos?
Le expliqué que había llevado la cámara digital pero que no había podido usarla porque
no había suficiente luz debajo del puente. Las fotos estaban muy oscuras para discernir algo.
—Oh —dijo y colgó de nuevo.
Me cambié de ropa y salí de mi cuarto. Mis padres y mi hermana seguían durmiendo y
la casa estaba en silencio. Me puse los zapatos en la entrada y entonces salí. El cielo estaba rojo
al este, haciendo que los postes de luz se vieran sólo como siluetas.
«Mañana por la mañana», había escuchado susurrar a la chica bajo el puente. Después
del ritual de muerte, esa pequeña niña había susurrado esas palabras en las orejas de la golden
retriever.
Desde donde me había escondido no pude entender el resto de la frase. ¿Iba a pasar
algo la siguiente mañana? ¿Domingo por la mañana?
¿Harían lo mismo? Me dirigí a la casa, armado con mi cámara. Sabía dónde vivía, pues
la había visto salir el otro día con su perro. Esa debe ser su casa. Mi plan era seguirlas
silenciosamente entonces verlas mientras hacían sus cosas.
GOTH
Un momento después de salir de la casa, me di cuenta de que había olvidado algo.
Tenía mi billetera y la cámara. Revisé mis bolsillos y entonces miré a la ventana del segundo
piso que era mi habitación. Había olvidado el cuchillo allí.
¿Valía la pena volver por un cuchillo que ni siquiera usaría? ¿O mejor iba directamente
a casa de la niña? No quería perder tiempo y sería más fácil no volver. Pero mientras lo
pensaba, me sorprendí a mí mismo subiendo las escaleras nuevamente. Tomé el cuchillo de la
colección que estaba tras la estantería. Había un brillo blanco en la superficie cortante y tuve
que combatir el deseo de cortarme la punta del dedo. Cuando el deseo pasó, introduje el
cuchillo en la vaina de cuero.
Me fui de la casa con mis dedos en el cuchillo envainado en mi bolsillo.
Tiene sed, pensé.
El filo del duchillo estaba tan reseco como la arena del desierto.
Miré al este y el cielo se había teñido del color de la sangre.
Nos habíamos levantado al mismo tiempo cuando la luz nos alcanzó. Un solo rayo de
luz solar se había escabullido a través de la ventana y luego a través de la alfombra, la cama, el
futón y finalmente, nuestras caras. Por un momento, nos miramos mutuamente.
Era divertido levantarse con Yuka. Nos pateábamos y pensábamos cómo jugaríamos
hoy, nunca quería olvidar este momento. Aunque estuviéramos separadas, siempre quería
recordarla así.
Mirando a las motas de polvo en el rayo de sol, nos decidimos y salimos de la cama.
Abrimos la puerta y miramos alrededor.
Podíamos escucharlo roncando en la habitación donde mamá dormía. Siempre dormía
allí cuando se quedaba. Mamá siempre se iba a trabajar temprano, lo que significaba que él
dormía solo toda la mañana.
Yuka y yo caminamos silenciosamente por el pasillo hasta que nos detuvimos en la
entrada de la habitación. Mamá dormía en la habitación en la parte trasera de la casa y había
una puerta corrediza entre ese cuarto y el pasillo, pero esa mañana, mamá había olvidado
cerrarla así que estaba completamente abierta, permitiéndome entrar.
Asomé mi nariz por la abertura para revisar la habitación.
III. Perro
Había un futón sobre el tatami. Allí se encontraba un hombre boca arriba,
profundamente dormido con su boca medio abierta y su garganta expuesta. Era un gigante
cuando estaba de pie y nunca podría alcanzar su garganta para morderla, pero cuando estaba
durmiendo, su garganta me quedaba directamente bajo la nariz.
Entré a hurtadillas por la abertura en la puerta, entrando sin hacer un sonido. El tatami
crujió suavemente mientras caminaba. Yuka se quedó en la puerta, observando. Parecía
preocupada.
Ahora estaba junto a su cabeza. No se dio cuenta de mi presencia y no parecía que
fuera a despertar pronto. Sus ojos seguían cerrados. El futón estaba a medias sobre su
estómago que se levantaba y caía a medida que respiraba.
Noté algo moverse con el rabillo del ojo. Miré y pude ver una sombra moviéndose a
través de la ventana, detrás de la cortina.
Yuka se dio cuenta y me miró confundida, frunciendo el ceño.
¿Había alguien afuera o sólo eran las cortinas moviéndose solas? Quizá era
simplemente la sombra de un árbol. Sacudí la cabeza y lo saqué de mi mente. Me tenía que
concentrar en el hombre ante mí.
Miré su rostro y cuando recordé cómo había herido a Yuka, mi corazón se llenó de ira.
Me volví y mira a Yuka directamente a sus ojos.
No necesitábamos palabras. Yo sabía que deseaba, lo que quería que hiciera. Lo podía
ver en sus ojos.
Lentamente abrí la mandíbula.
No dudaría. Lo había muchas veces bajo el puente.
Mordí.
Mis dientes se hundieron en la garganta del hombre. Su piel se rompió y la sangre salió.
Mi intención era morderlo profundamente y desgarrar su garganta, pero las gargantas humanas
son más resistentes de lo que había esperado. Mis dientes mordieron algo duro y no pudieron
continuar.
Los ojos del hombre se abrieron y gritó sorprendido, pero no muy fuerte, pues partes
importantes de su garganta estaban dañadas. Me golpeó en el rostro con su puño pero no lo
solté.
Ahora el hombre se había levantado y mientras yo colgaba de él con mis dientes, se
sacudió, intentando hacer que me soltara.
GOTH
Caí al tatami y rodé.
Hubo un momento de silencio, como si el tiempo se detuviera.
Gotas rojas caían donde yo me encontraba, cerca de sus pies. Levanté la mirada y lo vi
tocándose con cautela la garganta, estaba sorprendido. Partes de su garganta habían sido
desgarradas y muchas cosas rojas caían del agujero. El hombre colocó la mano sobre el cuello
pero la sangre se escurría entre sus dedos.
Me levanté y escupí lo que había en mi boca y cayó en la piscina de sangre en el futón:
era el pedazo de carne que le había arrancado al hombre.
Cuando vio eso, sus ojos se abrieron y cayó de rodillas, recogiéndolo. Pronto, su mano
empezó a temblar y dejó caer el pedazo de carne que le había arrancado. El hombre no volvió
a recogerlo, en lugar de eso, me miró con su cara hecha un caos. Estaba furioso pero también
como si estuviera a punto de llorar. Su boca se abrió grande y gritó. Hubo un extraño silbido
mezclado con su voz, pero todavía era lo suficientemente alto como para retumbar en la
habitación.
Entonces, el hombre me atacó. Era muy fuerte y casi me desmayé cuando me golpeó
en la barriga.
Yuka gritó en la entrada, incapaz de moverse. No sabía qué hacer.
—¡Corre! —grité, pero no podía dejarme atrás.
El hombre envolvió sus manos alrededor de mi garganta. Me presionó contra el tatami
sucio de sangre, diciendo palabras horribles. Sangre y saliva caían de su boca en grandes
cantidades, mojando mi cara.
Mordí la mano del hombre y él la alejó instantáneamente, dándome tiempo para
levantarme y salir por la abertura de la puerta. Yuka y yo huímos juntas.
El hombre sangraba mucho pero no parecía estar a punto de morir. Un perro se habría
rendido en este punto pero el hombre no sólo no vacilaba sino que me estaba atacando
ferozmente.
Mientras Yuka y yo corríamos por el pasillo, un estruendoso ruido nos seguía. El
hombre había abierto la puerta corrediza de un golpe tan fuerte que casi la había roto.
Tenía miedo. No había forma de matarlo. Era mucho más fuerte que yo. Podía
morderlo una y otra vez y él se levantaría y me golpearía. Y cuando me matara, entonces iría
por Yuka. No sabía qué hacer.
III. Perro
Corrimos hacia la entrada. El hombre estaba justo detrás de nosotras, podíamos oír sus
pisadas acercándose.
Desde la habitación de mamá a la entrada había un giro y entonces el pasillo iba
derecho. Podíamos estar en la entrada en un abrir y cerrar de ojos, pero ese tiempo parecía
demasiado.
Casi estabámos en la puerta cuando Yuka chilló, sus pies se habían resbalado y se
tambaleó, cayendo al suelo.
—¡Yuka! —grité e intenté detenerme, pero estaba corriendo muy rápido y mi cuerpo no podía
detenerse. Aparté los zapatos de la entrada y me estrellé contra la puerta, sólo entonces me
detuve.
Intenté devolverme e ir al lado de Yuka pero me quedé paralizada. Él estaba junto a
Yuka con sangre cayendo de su garganta y viéndome. Era tan terrorífico. Decía algo pero no
era inteligible.
Dio un paso hacia mí con las dos manos delante de él, asegurándose de que no pudiera
escapar.
No podía moverme. Sólo me quedé allí con mi espalda contra la puerta. No podía irme
y dejar a Yuka allí.
¿Qué debía hacer? Pensar no estaba resolviendo nada. La ira y el arrepentimiento me
atravesaron. No me dejaría atacarlo nuevamente.
Empezaba a rendirme.
Él odiaba a Yuka y le había hecho cosas terribles pero yo había sido muy débil para
salvarla. No importaba cómo me enfrentara a él, era débil y las cosas siempre salían como él
quería. Si hubiese sido más fuerte tal vez la hubiera podido proteger…
Sus manos casi estaban sobre mí.
En el suelo, Yuka me miraba.
—Lo siento —susurré. Todo lo que podía hacer era bajar la cabeza, apartar los ojos de
la pobre Yuka y esperar a que las manos del hombre me rodearan.
Las luces estaban apagadas pero la luz matutina atravesaba las ventanas, iluminando
ligeramente la habitación. Con la cabeza baja vi las sombras de las manos del hombre
acercándose a mí, bajando el escalón de la entrada, cerca y más cerca.
Siento no haber podido salvarte…
GOTH
Siguiendo las sombras de sus manos había una línea de sangre que chorreaba de su
garganta. Caía por el escalón y en los zapatos.
Desearía que pudiéramos jugar nuevamente.
Las sombras de las manos del hombre llegaron a mi sombra. Mantuve la cabeza baja,
no me moví, pero las palmas del hombre estaban a ambos lados de mi cara. Podía ver las
manos manchadas de sangre por el rabillo del ojo. Su sombra cayó sobre mí, como si el sol se
hubiera puesto y la oscuridad llegara.
Yuka…
Lágrimas caían de mis ojos.
Mientras lloraba, escuché algo detrás de mí. Había una puerta detrás y pude escuchar el
sonido de zapatos del otro lado. Hubo un chillido y entonces algo metálico cayó en el piso
debajo de mis pies.
Como tenía la cabeza baja, pude verlo claramente. Brillaba, aún bajo la sombra del
hombre.
Las manos a ambos lados de mi cabeza se detuvieron, sorprendidas por el repentino
sonido. Hubo silencio, como si el tiempo se detuviera.
El sonido de zapatos se escuchó otra vez, pero esta vez se estaban alejando. Había una
ranura en la puerta para los periódicos y la cosa en mis pies había entrado por ahí. El chillido
había sido la ranura abriéndose.
Sabía que era quien había estado siguiéndonos a Yuka y a mí, la sombra que había visto
antes en la ventana.
Había estado ligeramente consciente de su presencia, que era la razón por la que pude
moverme antes que el hombre. Esa ventaja momentánea determinó nuestros destinos…
Eventualmente, la niña y la perra salieron por la reja y se fueron corriendo, alejándose
de la esquina donde yo me escondía. Nunca me notaron allí.
Cuando se fueron, entré a la casa. La puerta del frente no estaba cerrada y dentro se
encontraba el cadáver de un hombre. Estaba tirado boca arriba y podía ver el cuchillo clavado
en su corazón. Había un camino de sangre que venía del pasillo y había manchas de sangre por
toda la entrada.
III. Perro
Lo examiné con cuidado de no tocar nada. No sabía quién era pero supuse que era el
padre de la niña. ¿No tenía madre? Tomé una fotografía y me fui de la escena del crimen.
Consideré llevarme el cuchillo pero entonces decidí dejarlo allí: parecía que era el lugar donde
el cuchillo pertenecía.
Mientras me iba, limpié la manija de la puerta con mi manga, evitando dejar huellas
digitales.
Me fui a casa, donde encontré a Sakura viendo televisión y haciendo sus deberes.
—¿Dónde estabas? —preguntó.
Yo le dije que en la tienda y entonces desayuné.
Después de eso, volví a casa de la niña. Mientras me acercaba pude escuchar un
zumbido en el aire. Cuando giré por la esquina y pude ver su casa, supe la razón: Alguien había
llamado a denunciar y la policía estaba allí con una multitud observando.
Las luces rojas de la patrulla brillaban contra la pared de la casa. Las personas en la calle
señalaban la casa de la niña y susurraban. Debían ser vecinos, pues eran amas de casa en
delantal y hombres de mediana edad en pijama. Me quedé de pie detrás de ellos, mirando la
casa y escuchando las voces que murmullaban.
Parecía que la mujer que vivía allí había vuelto a casa y había encontrado un hombre
que conocía tirado en la entrada con un cuchillo en el pecho. Gracias a esta información pude
saber que ese hombre no era el padre de la niña.
Empecé casualmente una conversación con una mujer en delantal y le pregunté por las
personas que vivían allí. Aunque no me conocía, respondió felizmente, su emoción superaba
sus sospechas.
Aparentemente, una mujer vivía allí con su hija y un perro. No había padre, pues estaba
divorciada. La niña se negaba a ir a la escuela y en su lugar pasaba todo el día sola con su perro.
Según la mujer en el delantal, la niña y el perro estaban desaparecidas y nadie sabía dónde
estaban.
Me di la vuelta y me alejé. Una manzana después, pasé junto a unos niños en bicicleta
que pedaleaban hacia la escena del crimen como si fueran de camino a un festival.
GOTH
Unas escaleras de cemento llevaban al puente bajo la ribera del río, que se encontraba
cubierta de un mar de hierba.
Era un día hermoso y podía ver mi sombra claramente mientras bajaba por las
escaleras. La hierba brillaba bajo la luz del sol y el viento hacia olas sobre su superficie.
Cuando llegué al final de las escaleras, todo lo que podía ver era hierba tan alta como
yo. Levanté la mirada y pude ver la parte inferior del gran puente y el cielo azul sin una sola
nube.
Me abrí paso a través de la hierba hasta que finalmente se abrió ante mí y llegué a un
claro. Una golden retriever estaba sentada en el centro.
La niña no estaba a la vista.
El animal no estaba atado. Era como una estatua, rodeada de una pared de hierba,
como si hubiera sabido que vendría. Tenía unos distinguidos y sabios ojos. Una hermosa perra,
pensé.
Pensé que la niña y la perra podían estar aquí, pero sólo había tenido razón en parte.
Me acerqué a ella, poniendo la mano sobre su cabeza. No parecía asustada y me
permitió tocarla.
Había un pedazo de papel en su collar que saqué para examinarlo.
«Para la persona que me dio el cuchillo», decía.
Aparentemente, esta era una carta de la niña para mí. La niña me había notado y había
supuesto que yo vendría aquí.
La carta fue hecha con un papel arrancado de una liberta y estaba escrita en lápiz.
Debió ser escrita en las escaleras y la letra era difícil de leer.
La leí. Era dispersa e incoherente, pero pude seguir la idea general. Mencionó por qué
habían estado secuestrando perros y por qué habían hecho esas cosas debajo del puente.
Explicó la violencia del hombre y me agradeció darle el cuchillo. Era una carta muy infantil
pero pude darme cuenta de que se había esforzado para hacerla.
Al final, me pidió que me quedara con la perra. Debió haberle tomado mucho tiempo
escribir eso porque había sido borrado varias veces y debió ser difícil para ella, pero sabía que
la perra sería sacrificada si se quedaba con ella.
Puse la carta en mi bolsillo y miré a la paciente golden retriever. Tenía un collar pero
no tenía correa. Me pregunté cómo lograría que viniera conmigo o si mejor debería dejarla allí.
III. Perro
Ayer, la niña la había llamado y ella se había acercado, así que intenté hacer lo mismo y
la perra me siguió obedientemente.
Me siguió todo el camino a casa, caminando detrás de mí. Pensé que me olvidaría de
ella si se iba para otro lado, pero nunca lo hizo.
Mis padres no estaban en casa pero Sakura estaba frente al televisor haciendo sus
deberes. Cuando escuchó a la perra entrar, se dio la vuelta y soltó un grito. Le dije que era
nuestra ahora. Estaba sorprendida pero se acostumbró a la idea rápidamente porque era menos
sorprendente que encontrarse cadáveres. Empezó a pensar nombres para el animal, pero la
detuve, pues había escuchado a la dueña anterior llamarla por su nombre bajo el puente y el
mismo nombre estaba en la carta. Le dije que la perra se llamaba Yuka.
Recuerdo haberme asomado esa mañana en la casa de la niña, había visto justo cuando
la niña mordía la garganta del hombre. Al principio, no tenía idea de qué estaba pasando, pero
ahora que lo leía en la carta, lo entendí. Los perros contra los que la niña había peleado y había
mordido hasta matarlos bajo el puente no eran más que práctica, preparación para matar al
hombre.
Dejé a Yuka con Sakura, me senté en el sofá y leí la carta nuevamente. Estaba escrita
en lápiz y había hecho mucha presión al escribir, como hacen los niños. Tenía que identificar
una letra a la vez, pero era claro que adoraba a la perra.
Reflexioné sobre la noche anterior. Esa niña miraba ocasionalmente a la golden
retriever antes de actuar. Para no ensuciarse, se había quitado la ropa antes de pelear con el
perro.
Hablaba sobre la perra como si fuese la voz de Dios. En la carta, revelaba que entendía
las palabras de Yuka claramente.
—¿Y por qué nos la regalaron? —preguntó Sakura.
Le dije que había pertenecido a una amiga mía pero su padrastro odiaba a los perros y
había sido malo con ella, así que mi amiga me pidió que me quedara con ella. No estaba tan
lejos de la verdad. La carta de la niña describía cómo el novio de su madre había herido a la
perra y cómo había tenido que matarlo por esa razón.
—¿Quién podría ser malo con un perro así? —exclamó Sakura, indignada. Yuka ladeó
la cabeza, mirando a Sakura con sus profundos ojos negros. No sabía si Yuka conocía lo que la
carta de la niña decía. Puede que esa niña sólo estuviera viendo su propio reflejo en los ojos de
Yuka.
GOTH
Mi móvil sonó. Era Morino. Dejé a la perra con mi hermana y subí. Morino me dijo
que había ocurrido un asesinato en el barrio.
—¡Estábamos en ese camino el otro día! ¡Pasó justo donde estábamos! La esposa
encontró al hombre en la entrada.
—Sí —dije. Le expliqué cómo habían marcas de diente en el cuello del hombre, un
rastro de sangre de la habitación a la entrada y cómo el cuchillo que tomó la vida de la víctima,
había sido entregado al asesino por otra persona.
—¿Y cómo sabes todo eso?
—Verás, la niña junto a la que pasamos el otro día es la asesina —dije y colgué.
Me gustaba observar a los criminales, pero tenía una regla: Siempre era un tercero y
nunca me entrometía. Había roto esa regla esta vez. Había visto a la niña y a la perra correr
hacia la puerta con el hombre tras ellas y antes de darme cuenta, le había entregado el cuchillo
a la niña.
No consideraba que había hecho mal. No molestaba mi consciencia para nada. Presumí
que era porque no había sido mi voluntad. Creo que el cuchillo había visto el futuro y el
cuchillo quería que sucediera.
Unas horas después, una niña perdida fue encontrada caminando sin dirección y fue
tomada en custodia. Había sangre en su boca y en su ropa y la habían encontrado sola en el
medio de la nada.
Supe esto a través de un mensaje en el móvil de parte de Morino, un mensaje que leí en
mi habitación oscura. Mi cuarto estaba en silencio —nunca escuchaba música— y podía
escuchar a Sakura jugar felizmente con la perra en el primer piso.
Cerré mis ojos e imaginé cómo la niña debía haber jugado con la perra bajo el puente
en un caliente día de verano, con la verde hierba a su alrededor.
IV. Memoria/Gemelas
IV. IV. IV. IV. Memoria/GemelasMemoria/GemelasMemoria/GemelasMemoria/Gemelas
i
Tengo una compañera de clase que se apellida Morino, con quien hablo de vez en
cuando. Su nombre es Yoru. Si lees el nombre y el apellido, obtienes Morino Yoru, o «Bosque
de la oscuridad». Su pelo y sus ojos son ambos de color negro oscuro. Además, nuestra escuela
también tiene uniformes negros y Morino siempre usa zapatos negros. El único color que tiene
es el pañuelo rojo del uniforme.
El nombre Yoru pega perfectamente con la oscura figura de Morino. Su compromiso
con ese color es tan grande que me imagino que si a la oscuridad de la noche le dieran forma
humana, sería ella.
En contraste con todo ese negro, su piel es pálida como la Luna, como si nunca
hubiese visto el Sol. No tiene ni un rubor saludable, parece estar hecha de porcelana. Hay un
pequeño lunar bajo su ojo izquierdo y tiene un aura mística, como el de una vidente.
Una vez vi a una chica parecida en una película, una que empezaba con una pareja
ahogándose. El resto de la película mostraba sus intentos de ajustarse a la vida después de
morir. Los fantasmas principales eran invisibles para los humanos normales, pero
eventualmente encontraron a una chica que podía verlos. Esa chica era la heroína de la película
y su nombre era Lydia.
«Básicamente yo estoy medio muerta», había dicho Lydia, explicando por qué podía ver
a los fantasmas.
«Mi corazón está lleno de oscuridad».
Lydia usaba ropa negra y tenía un color pálido enfermizo, prefería no salir y quedarse
leyendo a jugar fuera; y además, parecía poco saludable.
Algunas personas empezaron a llamar a la gente como ella góticos o goths. Goth se
refiere a una cultura, una moda y un estilo. Si buscas goth o gosu en Internet encontrarás un
sinfín de páginas. Goth es la abreviatura de gótico, pero tiene poca conexión con el estilo
arquitectónico europeo. Tiene mucho más que ver con las novelas góticas de horror del
Londres Victoriano, como Frankestein o Drácula.
GOTH
Parece justo llamar a Morino una Goth, pues frecuentemente expresa interés en los
métodos de tortura y aparatos de ejecución; y tener una fascinación con el lado oscuro de la
Humanidad es una característica común de los goths.
Morino pocas veces intercambiaba palabras con otra persona. No tenía nada
fundamentalmente en común con nuestros compañeros saludables e hiperactivos. Si un
compañero le sonreía y le hablaba, Morino simplemente le miraría fijamente de vuelta con su
inexpresivo rostro y diría algo como «Oh». Aunque el compañero esperara a que ella dijera algo
más, nunca pasaría. Morino no tendría otra reacción.
La mayoría de las personas que le hablaban terminaban sintiéndose ignorados. Las
chicas de su clase decían eso. Desde entonces, habían empezado a menospreciarla.
La actitud sólo ayudó a completar la barrera a su alrededor que mantenía a todos los
demás apartados. Mientras todos reían y hablaban, Morino sólo permanecía completamente
callada, como si estuviera en otra dimensión, como si hubiese una sombra sobre ella.
Pero Morino no tenía intención de ignorar a nadie, después de hablar con ella, me
convencí de esto. No era por odio que no respondía felizmente, más bien, era simplemente
que ella era ese tipo de persona. No tenía nada en contra de los demás y era igualmente
distante con todos.
Después de observar cuidadosamente dichas interacciones, lo que percibí fue
confusión. Cuando alguien le hablaba a Morino, no podía determinar una forma de responder
así que era incapaz de decir algo. Pero esto no era más que especulación de mi parte, ya que no
podía saber qué pensaba realmente. La mayor parte del tiempo, sus emociones no se
mostraban y era difícil saber qué estaba sintiendo.
Por un rato después de que hablamos por primera vez, pensé que era algún tipo de
muñeca. La impresión que daba era más la de un objeto que algo con vida.
Un miércoles en octubre, justo cuando las hojas estaban cambiando de verde a rojo,
Morino entró a la habitación con la cabeza baja y todos hicieron silencio al verla. Su largo pelo
negro estaba colgando y tapaba su cara, y mientras, caminaba lentamente arrastrando sus pies
de una forma tenebrosa. La mayoría de los estudiantes debieron pensar que era un fantasma,
pero su aura era más peligrosa, como la de un animal salvaje.
IV. Memoria/Gemelas
La barrera a su alrededor había pasado de la usual esfera transparente a algo con
pinchos, parecía poder atacar a cualquiera que se le acercara. Permaneció en silencio, como
siempre, y nadie le habló de todas formas, pero se podía ver lo diferente que era su humor por
la tensión en el rostro de los que la rodeaban.
Yo no me sentía tan intrigado. Simplemente asumí que estaba de mal humor. Ese día
no tuvimos oportunidad de hablar, así que no supe por qué estaba así. Morino nunca se me
acercaba cuando estaba hablando con nuestros compañeros; así que no lo supe hasta el día
siguiente después de clases.
Cuando acabaron las clases, los demás estudiantes se levantaron y abandonaron el aula.
Finalmente, la habitación quedó vacía y tan silenciosa que era difícil imaginar el ruido que había
habido hacia sólo unos minutos. Sólo quedábamos las filas de pupitres vacíos, Morino y yo.
Una placentera brisa fría entró por las ventanas. La clase de al lado todavía no había
terminado y se podía escuchar la voz del profesor salir del pasillo.
Morino estaba sentada en su asiento, sus manos colgaban a ambos lados y se veía
exhausta.
—No estoy durmiendo mucho —dijo bostezando. Había líneas oscuras bajo sus ojos.
Sus párpados estaban casi cerrados y su mirada era distante.
Estaba en mi asiento preparándome para irme a casa. Su pupitre estaba en el otro lado
del aula. No había nadie más así que pude escucharla bien y no se me ocurrió acercarme a
hablarle.
—¿Es por eso que estabas tan rara ayer?
—A veces me pongo así. No importa lo mucho que desee dormir, no puedo. Supongo
que es insomnio.
Se levantó con sueño y caminó con dificultad hasta la pizarra.
Había un enchufe al frente del aula y un cable de extensión conectado a él, que a su vez
estaba conectado al limpiador de borradores. Morino desconectó el cable, que medía casi cinco
metros, y dejó el otro lado conectado al limpiador de borradores, amarrando el cable alrededor
de su cuello. Se quedó allí de pie de esa forma, sin hacer ningún movimiento.
—No, no está bien —dijo, sacudiendo la cabeza y dejando caer el cable—. Cuando no
puedo dormir, siempre me enredo algo alrededor del cuello, cierro mis ojos y me imagino que
estoy siendo estrangulada hasta morir. Entonces, me puedo quedar dormida, se siente como
hundirse en el agua.
GOTH
Estaba decepcionado. No se había vuelto loca todavía por falta de sueño.
—Si eso ayuda, deberías intentar hacerlo antes de estar tan grave.
—Es que no funciona cualquier cosa—Morino buscaba un cierto tipo de cuerda y el
cable de extensión no era un sustituto adecuado—. Perdí el que usé la última vez, estoy
intentando buscar uno nuevo pero… —Bostezó, mirando a su alrededor con ojos legañosos—
. Realmente no sé qué estoy buscando. Si tan sólo pudiera saberlo, le diría adiós al insomnio.
—¿Y qué usaste la otra vez?
—Ni idea, fue algo que encontré y lo tiré apenas pude dormir sin él.
Cerró los ojos y se tocó el cuello.
—Sólo recuerdo cómo se sentía… —Abrió los ojos, como si acabara de tener una
idea—. Claro, vamos de compras. Tú deberías buscarte una cuerda o cable para ti, tal vez te
sirva. Podrías necesitarlo para cuando te suicides.
La clase de al lado había terminado y podía escuchar el sonido de todas las sillas siendo
arrastradas al mismo tiempo.
Nos fuimos del instituto y nos dirigimos a una gran tienda en el extremo de la ciudad.
Estaba a una distancia considerable pero estaba en una calle con muchos autobuses, así que no
nos tomó mucho tiempo llegar allí. El bus estaba medio lleno, por lo que Morino se sentó
mientras yo me quedé de pie viéndola y agarrado de una cuerda sobre mí. Morino bajó la
cabeza e intentó dormir, pero ni siquiera el cómodo vaivén del bus era suficiente y llegamos al
lugar sin que hubiera dormido ni un poco.
La gran tienda estaba llena de madera y metal para construcciones, al igual que con
muchas herramientas. Anduvimos por los pasillos buscando cualquier cosa que se pareciera a
una cuerda: cables AV para conectar televisiones y reproductores de vídeo, un cable para
colgar ropa, una cuerda de cometa… tenían de todo.
Morino cogió uno de cada uno, sintiéndolos con sus dedos de forma cuidadosa, como
si estuviese escogiendo qué ponerse.
Parecía tener opiniones marcadas sobre qué tipo de cuerda debería utilizarse para
colgarse y las explicaba con su rostro demacrado.
IV. Memoria/Gemelas
— Lo primero de todo, una cuerda delgada se rompería. Los cables eléctricos son
fuertes pero les falta algo de estética.
—¿Y los plásticos? —Había una gran bola de cuerdas plásticas en el estante de abajo y
sólo pregunté porque precisamente lo había visto.
Sacudió la cabeza, sin mostrar ninguna expresión.
—Se estira. Lo arruina todo. He terminado aquí.
Encontramos una serie de diferentes cadenas en otra sección de la tienda. Desde
cadenas pesadas de dos centímetros a delicadas cadenas de uno o dos milímetros de ancho.
Estaban en los estantes en rollos como si fuesen papel higiénico. Había una máquina cerca que
te permitía cortar la cadena del largo que desearas.
—Mira esta… tan delgada pero puede sostener hasta cuarenta y cinco kilos —dijo,
sosteniendo la delgada cadena plateada entre sus dedos. La sacó, presionándola contra su
cuello. La cadena brillaba en su mano reflejando la luz—. Bonito color, haría que hasta un
cadáver pareciera hermoso… pero al colgarte, los eslabones seguramente cortarían tu piel.
La dejó caer. No iba con sus ideales.
Había pasado mucho tiempo pensando en qué tipo de cuerda hubiese querido que la
matara. Si yo fuese a estrangular a alguien, ¿qué tipo de cuerda usaría? Eso era lo que me
preguntaba mientras deambulábamos por la tienda.
—No quiero que le haga cosquillas a mi cuello —dijo cuando le señalé una gruesa soga
tejida—. Sogas pasadas de moda como esa estaban por todas partes en la casa en el campo
donde vivía. La usaban bastante en la granja.
Morino había vivido en otra parte hasta cuarto grado, vivía en las montañas a dos horas
en coche desde aquí.
—Mis abuelos tienen una pequeña granja donde mi madre nació y se crió. Mi padre
solía viajar dos horas ida y vuelta del trabajo.
Pero terminaron mudándose para que no tuviera que conducir tanto. De todo esto
apenas me enteraba ahora.
—Siempre pensé que cuando llegara el momento de matarte, te cortarías las venas no
que te colgarías —le dije.
Levantó su muñeca.
—¿Te refieres a esto?
GOTH
En su muñeca había una gruesa línea blanca, como un verdugón. La piel estaba
ligeramente levantada y era claramente una cicatriz producto de una muñeca cortada. Nunca le
había preguntado de esto así que no sabía por qué había intentado hacerlo.
—Esto no es el resultado de intentar matarme, no fue más que un impulso repentino.
Pasaba su vida sin reaccionar a nada pero, aparentemente, sí tenía emociones lo
suficientemente fuertes para producir ese tipo de reacción. Su falta de expresión aparente era
similar a uno de esos termos que nunca está caliente por fuera: no importa lo que pase por
dentro, eso nunca afectará la superficie. Pero cuando las emociones se hacen muy fuertes, los
humanos tienen que hacer algo. Algunas personas dejan salir sus emociones jugando o
ejercitándose, mientras que otros se calman al romper cosas. Las personas de ese último grupo
podían dejar sus sentimientos salir al romper muebles o cosas de ese tipo, pero Morino era
incapaz de dirigir hacia afuera esos sentimientos, así que los dirigía hacia ella misma.
De repente, una voz familiar me llamó.
Me di la vuelta y vi de pie a mi hermana, Sakura, a una corta distancia y mirándome
sorprendida. Había una gran bolsa de comida para perros en sus brazos. Resulta que estaba de
compras aquí de casualidad.
Morino miró con su cara de sueño. Vio una imagen de un perro en la bolsa y su mejilla
hizo un tic.
Sakura enfatizó lo sorprendida que estaba de verme allí y entonces miró a Morino.
Morino apartó la mirada, no porque estuviera evitando a Sakura sino por evitar la
imagen del perro. Nunca se acercaría ni siquiera a un estante que dijera «perro».
—¿Y tu guapa amiga? —preguntó Sakura con curiosidad. Le expliqué educadamente
que ella no era la persona que se estaba imaginando pero no pareció creerme—. Vale. Mamá
me mandó. Tengo que comprar comida para perro y buscar una ropa en la lavandería.
Sakura sacó una nota de su bolsillo y la leyó. Su personalidad era mucho mejor que la
mía. Se supone que estaba ocupada con sus exámenes pero, aun así, no podía decir que no
cuando alguien le pedía un favor.
—Y luego debo ir a buscar tofu y mandarinas para la vecina y pasear al perro cuando
llegue a casa.
Sacudió la mano para despedirse de Morino, mientras sonreía ampliamente.
IV. Memoria/Gemelas
Morino estaba ocupada intentando no mirar la comida para perros para notarlo. Tenía
una mano en un estante para apoyarse, negando la existencia de la imagen del perro con toda
su voluntad.
Cuando estaba seguro de que Sakura se había ido, dije:
—Ya puedes mirar.
Morino se enderezó, miró hacia los estantes como si nada hubiera pasado y empezó a
examinar un rollo de alambre en un estante.
—¿Esa era tu hermana?
Asentí con la cabeza.
—Yo tenía una hermana, era mi hermana gemela. Murió hace mucho tiempo.
No sabía de esto.
—Su nombre era Yuu. Yuu…
Mientras me decía esto, sus dedos recorrían el largo alambre plateado con sus dientes
blancos mostrando entre sus labios azulados y su suave voz saliendo de entre ambos.
Yuu se había colgado y había muerto, me dijo Morino Yoru.
Había enredado varias cuerdas en su cuello pero Morino no había encontrado nada que
resolviera su insomnio. Yo también me fui sin comprar nada.
Cruzamos el aparcamiento dirigiéndonos al camino. Con las pesadas ojeras, Morino
parecía como si una ráfaga de viento fuera suficiente para tirarla al suelo.
Casi no había nada alrededor exceptuando la tienda, sólo campos y parcelas vacíos
cubiertos en hierba seca, y el recién pavimentado camino de cemento que los atravesaba. Pero
esta área estaba esperando para empezar a ser desarrollada.
Junto al camino había una parada de bus con un banco donde Morino se sentó. Uno de
los buses que se detienen allí debía pasar por su casa.
El sol estaba bajando en el cielo pero éste seguía azul, a pesar de que las partes
inferiores de las nubes se estaban volviendo rosadas.
—¿Puedo preguntarte sobre tu hermana? —pregunté, mirándola.
Se sentó en silencio sin responder.
No había muchos coches en el camino. Uno pasaba cada cuanto pero la mayor parte
del tiempo sólo había una amplia expansión de cemento junto a un plano vacío de hierba seca
detrás de la cerca. En la distancia, había una torre de metal, como una mota en el horizonte.
—Adelante —dijo de repente.
GOTH
ii
—Yuu murió cuando estábamos en segundo grado, así que sólo la recuerdo como una
niña de alrededor de ocho años… En ese momento vivíamos en el campo y sólo había granjas
alrededor.
Su casa quedaba en una cuesta en la montaña. Había un bosque detrás de la casa y
podían escuchar constantemente el sonido de las aves aleteando.
—Yuu y yo dormíamos juntas en la misma habitación. Cuando se hacía oscuro e
intentábamos dormir, podíamos escuchar a los búhos en la oscuridad de afuera.
Era una vieja casa de madera con pisos y pilares oscuros. Había musgo en las tejas del
techo y muchos fragmentos de tejas rotas por todo el alrededor de la casa. Era una casa grande
y todos los cuartos tenían piso de tatami, exceptuando la cocina, la cual habían añadido
después. Las hermanas gemelas, Yoru y Yuu, vivían en esa casa con sus padres, su abuela y su
abuelo.
El padre de Morino conducía dos horas para ir a la ciudad todos los días. Sus abuelos
salían bastante a comprobar el agua en los campos de arroz o llevando herramientas desde el
cobertizo. Los campos y arrozales estaban a cinco minutos a pie desde la casa… el daikon y el
repollo que comían venían de esos campos.
—Pero el daikon que plantábamos no tenía esa forma tan bonita que ves en las tiendas
y era más bien amarillo.
Había bastantes árboles en el patio. El suelo era de tierra y se convertía en fango
cuando llovía, formando charcos de agua y barro. Si salías después de que lloviera, el suelo se
pegaría a tus pies y te podías resbalar.
Había un cobertizo en la parte izquierda de la casa, era pequeño y estaba construido
contra el costado izquierdo. Allí guardaban las herramientas de la granja. El techo se había roto
durante un tifón y en lugar de arreglarlo, extendieron una lona azul sobre él. A veces se metía
el agua pero no había más que herramientas adentro, así que no era un problema en realidad.
—Jugaba con mi hermana todo el tiempo.
Cuando entraron en primaria, caminaban de la mano hasta la escuela ubicada en el
valle. El camino era delgado y retorcido. Por un lado, la montaña se inclinaba hacia arriba y
estaba cubierto de árboles. El otro lado también tenía árboles, pero era posible vislumbrar lo
que había debajo a través de las hojas. Pilas de hojas marrones se acumulaban a cada lado y el
IV. Memoria/Gemelas
camino se hacía resbaladizo con la lluvia. Las ramas de los árboles altos bloqueaban el sol y el
camino siempre estaba oscuro y húmedo.
—El camino hacia la escuela era cuesta abajo y era fácil. Pero de vuelta a casa era
cuesta arriba y era agotador.
Yoru y Yuu tenían rostros idénticos, incluso el lugar de sus lunares. Y ambas tenían el
pelo largo hasta la cintura. Siempre escogían ropa similar. Me las podía imaginar, a las dos
gemelas corriendo por el camino de la montaña cubierto de árboles.
—Nos veíamos iguales. Ni nuestra madre nos podía diferenciar. Algunas veces antes de
bañarnos, nos quitábamos la ropa y nos quedábamos de pie en silencio.
Lo que pasaba es que nuestra madre no podía distinguir cuál era la hermana mayor y
cuál la menor.
—Pero nuestras expresiones y comportamientos eran diferentes, así que si
empezábamos a hablar, todos sabían cuál era quién.
Hasta cuando era más pequeña, a Yuu siempre le había parecido gracioso cuando su
madre las miraba confundida. Y cuando se daba cuenta de que a Yuu le parecía gracioso, su
madre las señalaba y decía: «Esta es Yoru y esta es Yuu».
Yuu siempre había mostrado sus emociones más fácilmente que su hermana mayor y
cuando hablaba con sus padres siempre sonreía.
—En ese momento, nuestros juegos favoritos eran dibujar y hacernos las muertas.
Durante las vacaciones de verano, la piscina de la escuela estaba abierta y podían nadar
si querían.
—Era una escuela pequeña y había como cien estudiantes. Había menos de veinte
estudiantes por grado pero la piscina estaba llena todo el día durante todo el verano.
Bajo la brillante luz del sol, los niños jugueteaban. Si flotaras boca arriba en la piscina
con tus oídos bajo el agua, el sonido de las cigarras en la montaña se oiría como golpes en una
pared.
—Siempre había adultos cerca asegurándose de que los niños no hicieran nada
peligroso. Algunas veces los profesores, otras los padres de los estudiantes. La mayor parte del
tiempo nada pasaba y se quedaban sentados en la banca bajo la sombra, chismorreando.
Un día, las gemelas decidieron sorprender a los adultos que cuidaban al pretender que
se habían ahogado. Flotaron boca abajo en el agua sin moverse, compitiendo para ver cuál de
las dos podía aguantar por más tiempo y seguir pareciendo un cadáver.
GOTH
Tenían que ser un contraste espantoso con los niños jugando ruidosamente a su
alrededor, las dos niñas flotaron silenciosamente en el agua con el pelo como algas marinas,
sólo se veían sus espaldas, inmóviles mientras pudieran aguantar la respiración. Cuando no
podían más, levantaban sus cabezas ligeramente, respiraban profundo y se morían de nuevo.
—La reacción fue mayor de lo que Yuu o yo habíamos pensado.
Las mujeres que cuidaban ese día eran dos madres de sus compañeros y cuando vieron
a las niñas inmóviles, una de ellas saltó de la silla y gritó. Todos los en la piscina miraron hacia
la silla. Los niños pequeños que chapoteaban y los niños grandes que practicaban natación:
todos sabían que algo había pasado. La madre que no había gritado se levantó y corrió para
intentar salvar a las niñas ahogadas… pero correr junto a la piscina es muy peligroso.
—Se resbaló y se golpeó la cabeza, quedándose inconsciente. La madre que había
gritado lo vio y se fue a llamar una ambulancia. Yuu y yo respiramos y nos levantamos y
encontramos a todos alrededor en un estado de pánico. Era como el infierno en la tierra. Los
niños pequeños lloraban, asustados y confundidos. Había un niño junto a la mujer
inconsciente, sacudiéndola y gritando «¡Mami!». Era uno de nuestros compañeros de clase.
Las gemelas se miraron la una a la otra y sin decir otra palabra, salieron rápidamente de
la piscina y huyeron sin siquiera cambiarse de ropa.
—Salimos por la puerta trasera, cada una sosteniendo su ropa y toallas en una mano y
los zapatos en otra. Mientras corríamos por el camino que atravesaba los arrozales en bañador,
ambulancia tras ambulancia pasaban por el distante camino hacia la piscina. ¿Cuántos
cadáveres había visto esa mujer? Había al menos cinco ambulancias.
La escuela estaba al final de la montaña y los arrozales se extendían hasta donde el ojo
podía ver a un lado de la montaña. Verdes tallos de arroz cubrían el suelo, haciendo que el
mundo se viera completamente plano. Las niñas anduvieron a lo largo de los caminos entre los
arrozales.
—La hierba nos picaba los pies.
No sabían que había pasado después de que las ambulancias llegaron a la escuela y
tampoco pensaron mucho en eso, sólo se fueron a casa, comieron algo de hielo raspado y se
fueron a dormir.
—Esa no fue la única vez que jugamos a estar muertas. También nos echamos salsa de
tomate la una a la otra y pretendimos que era sangre.
IV. Memoria/Gemelas
Se detuvieron frente a la nevera, apretando la salsa de tomate con sus dedos y
restregándosela en la cara de la otra. Sus pálidos rostros pronto estaban rojos.
—La salsa empezó a gotear y tuvimos que quitarla a lengüeteadas. Luego nos
aburrimos del sabor a salsa de tomate, así que buscamos unas salchichas y nos lo comimos con
eso.
En otra ocasión, salieron de la casa con una lata de salsa de carne.
En una esquina no tan lejana de la casa una vez había ocurrido un accidente
automovilístico. Un niño de preescolar fue atropellado por un coche y murió. Yuu se acostó en
el mismo lugar con los ojos cerrados.
—«Adelante» —dijo y yo vacié el contenido de la lata en su rostro. Parecía como si se
le hubiese salido el cerero. Le dije a Yuu que no se moviera sin importar lo que pasara. Así que
tuvo los ojos cerrados para que la salsa no entrara en ellos y asintió.
Yoru se había escondido en los arbustos, esperando a que alguien pasara y gritara.
Cuando los niños pasaban, no se sorprendían como los adultos, asumían que era algún tipo de
juego.
—Hasta la gente que gritaba se daba cuenta que era salsa de carne y entonces reían.
Habíamos hecho este tipo de cosas antes y nuestros vecinos sabían de eso.
—¿Y no pasaban coches?
Si había ocurrido un accidente allí entonces algunos coches debían pasar a veces y Yuu
estaba tirada en la calle, eso sería algo peligroso.
Cuando pregunté eso, Morino me explicó sin ninguna expresión en su rostro:
—Un coche pasó. Yuu tenía los ojos cerrados y no se dio cuenta. Dio un frenazo y se
detuvo exactamente frente a ella. El ruido hizo que Yuu se sentara, se limpiara la salsa de carne
de su cara y se volviera, y lo que vio fue un parachoques frente a ella. El parachoques era
plateado y su rostro se reflejaba en él…
—¿No le gritaste para avisarle?
—No. Observé en silencio. Quería ver qué pasaba.
Busqué en su voz alguna señal de culpa pero no había ninguna. Debe ser que no es una
cualidad que posee. En este sentido, es muy parecida a mí.
—Éramos gemelas, era igual que yo y también pensábamos parecido. Pero nuestras
personalidades eran diferentes. Mi hermana era débil.
GOTH
Un bus pasó en frente del banco donde estábamos sentados. Se detuvo y esperó a que
subiéramos pero Morino no se movió; así que se marchó, dejando un hedor que salía del tubo
de escape.
El sol había llegado al horizonte y el cielo en el este estaba oscuro. El viento soplaba,
sacudiendo la hierba seca tras la cerca.
Morino estaba sentada con la cabeza baja y sus manos agarradas sobre sus rodillas.
—Pasábamos mucho tiempo pensando en la muerte. ¿A dónde iríamos después de
morir? ¿Qué nos pasaría? Encontrábamos estas ideas fascinantes pero creo que yo sabía más
de la muerte que Yuu y yo era una niña mucho más cruel.
Sin expresión, Morino me dijo cómo ordenaba a Yuu hacer todo tipo de cosas.
—En ese momento, teníamos un animal en el cobertizo. Tenía cuatro patas, babeaba
mucho y olía mal, tú sabes a qué animal me refiero.
Podía suponer que era un perro. Me sorprendió escuchar que alguna vez tuvo uno de
mascota.
—Le ordené a Yuu que mezclara cloro con su comida. No estaba intentando volverlo
blanco o algo estúpido como eso. Sólo quería verlo sufrir.
Yuu le había rogado a Yoru que se detuviera.
—Pero no escuché y la obligué a echarle el cloro a la comida del perro. Yuu no quería
pero no la dejé detenerse.
Comer el cloro no mató al perro pero estuvo muy enfermo por dos días. Los padres y
abuelos de Morino habían cuidado al perro con expresiones de preocupación. Había
convulsionado y gemido de dolor todo el día y toda la noche, sus aullidos resonaban en el cielo
de la montaña.
Yoru lo observó todo pero Yuu tenía mucho miedo, se había quedado en la casa
tapándose los oídos con las manos.
—Yuu lloró mucho.
Yoru observaba a su hermana mirar al perro. En lugar de darle el cloro ella misma al
perro, dejó recaer toda la culpa en Yuu. El experimento de Yoru le había permitido ver tanto el
sufrimiento del perro como el de su hermana.
Yoru y Yuu también habían jugado a colgarse pero sólo una vez.
IV. Memoria/Gemelas
—Para ser más precisos, nuestro juego se detuvo a un pequeño paso de colgarnos
realmente. Estaba lloviendo afuera y no podíamos salir, así que jugábamos a estar muertas en el
cobertizo. Esto sucedió uno o dos meses antes de que muriera Yuu.
Las hermanas habían colocado una caja de madera en el suelo del lugar, apilando una
segunda caja sobre esa. Se pusieron de pie sobre las cajas, acomodando sus cuellos en un lazo
hecho con una cuerda que colgaba de la viga sobre sus cabezas. Todo lo que tenían que hacer a
continuación era saltar de las cajas y morir.
—Dije que saltaríamos en la cuenta de tres, pero estaba mintiendo: Yo no iba a saltar.
Iba a observar cómo Yuu se estrangulaba hasta morir.
Uno… dos… tres. En la cuenta de tres, ninguna de las dos hizo nada. Ninguna saltó y
hubo un gran silencio.
—Yuu había adivinado lo que estaba pensando, así que no saltó. Cuando le pregunté la
razón, sólo se quedó ahí de pie aterrorizada.
Yuu no podía señalar lo injusto que era, así que sólo se quedó de pie y aceptó la
avalancha de insultos de Yoru.
—¿Acosabas a Yuu?
—Podría decir que sí, pero no era consciente de eso en ese tiempo. La mayor parte del
tiempo nos llevábamos bien y Yuu también hizo sus propias cosas horribles. Era mejor que yo
para pretender estar muerta y para asustar a la gente.
—¿Sabe tu familia cómo era su relación?
—No.
Morino se calló, mirando al camino frente a ella. Un coche pasó. Se estaba haciendo
oscuro así que el coche tenía las luces encendidas. El viento revolvía su cabello y varios
cabellos estaban pegados a su mejilla.
—Yuu murió durante las vacaciones de verano cuando estábamos en segundo grado.
Era una mañana soleada, pero se nubló rápidamente y para el medio día ya había empezado a
llover…
Poco después del mediodía, su madre había ido de compras, su padre no estaba en casa
y los abuelos tampoco. Sólo las gemelas estaban en casa.
Al principio, la lluvia era ligera y dejaba pequeñas gotas en las ventanas pero
gradualmente se hizo más fuerte y las gotas de las ventanas se agrandaron y empezaron a
chorrear por el vidrio.
GOTH
—A eso de las doce y media, vi a Yuu entrar al cobertizo. No me dijo nada así que
asumí que quería estar sola y no la seguí.
Yoru se sentó sola a leer.
Una hora después, escuchó la puerta principal abrirse y cuando se asomó a ver quién
era, vio a su abuela con una bolsa de peras.
Mientras su abuela cerraba el paraguas, explicó:
—Nuestro vecino me la dio. ¿Te pelo una?
—Dije que iba a llamar a Yuu, dejé a mi abuela en la entrada y corrí hasta el cobertizo.
Yoru abrió la puerta del cobertizo y la vio. Gritó inmediatamente.
—Yuu estaba colgando del techo con una cuerda en su cuello. Volví a la puerta
principal donde mi abuela estaba de pie con unas peras en sus brazos, sorprendida de verme en
pánico.
Le dijo a su abuela que Yuu estaba muerta.
Yuu se había colgado. Fue un suicidio, pero accidental. La cuerda en su cuello no era la
única, en su pecho, justo bajo sus brazos había otra, una cuerda pesada y gruesa de las que se
usan en la granja. Un lado estaba atado al cuerpo de Yuu y el otro colgaba tras ella como una
cola. El mismo tipo de cuerda que colgaba de la viga del techo. Habían sido parte de la misma
cuerda originalmente pero se había roto.
—Mi hermana no quería morir. Quería colgar de la cuerda en su pecho y hacer creer a
todos que se había colgado para asustarlos pero cuando saltó el peso había sido mucho y la
cuerda se rompió.
El funeral de Yuu fue silencioso.
Y ese fue el fin de la historia.
Tenía otra pregunta pero no la hice. Sólo mire la cara de cansancio de Morino y la
escuché suspirar.
El sol se había ocultado completamente. Las lámparas del camino estaban encendidas y
una luz a un costado de la parada iluminaba el horario. Nos sentamos en ese banco bañados
por la luz blanca de la parada.
En la distancia se podían ver un par de luces. La gran sombra cuadrada tras ellas debía
ser un bus. Pronto pudimos escuchar el motor y se detuvo frente a nosotros.
Morino se levantó y subió al bus. Yo también me levanté del banco. No dijimos adiós,
ni siquiera nos miramos el uno al otro.
IV. Memoria/Gemelas
iii
Era un sábado, dos días después de que Morino Yoru me contara sobre la muerte de su
hermana. Fue un amanecer nublado.
No había escuela así que abordé el tren temprano en la mañana. El tren me llevó lejos
de la ciudad a áreas cada vez más remotas. Mientras nos sacudíamos de lado y lado, la multitud
de pasajeros se fue bajando uno a uno, hasta que sólo quedaba yo. Miré por la ventana, viendo
las oscuras granjas pasar rápidamente.
Me bajé del tren en la estación cercana a unas granjas remotas. Me subí al bus afuera de
la estación y seguimos el viaje hasta que empezó a subir una cuesta y los árboles empezaron a
ser cada vez más. Estábamos tan arriba que ahora podíamos mirar hacia abajo y ver la aldea. El
camino era angosto, apenas lo suficientemente ancho para que el bus pasara. En ambos lados
del camino, los árboles sobrepasaban las barandillas y golpeaban las ventanas del bus.
Me bajé en una parada en el bosque. Cuando el bus se alejó, no había más coches
alrededor. Miré el horario. El próximo bus pasaba en una hora. No pasaban buses de noche así
que tendría que volver antes de eso. No había nada alrededor más que árboles pero caminé por
un rato y pronto pude ver algunas casas más adelante.
Este era el lugar donde Morino había nacido, donde había vivido de niña.
Me detuve y miré a mi alrededor. Cuando está soleado, las hojas otoñales deben hacer
parecer a la montaña como si fuera de color rojo, pero bajo estas nubes todo se veía opaco.
Empecé a caminar hacia la casa donde Morino había vivido. Mientras mis pies me
llevaban adelante, recordé la conversación que había tenido con ella el día anterior en la
escuela.
El viernes en el almuerzo, la biblioteca estaba casi vacía. Había estantes alineados
contra las paredes y el resto del espacio estaba lleno de escritorios y sillas para leer. Morino
estaba sentada en la parte trasera, la parte más desierta de la habitación. Cuando la encontré,
me le acerqué y le hablé:
—Quiero ver la casa donde solías vivir.
Levantó la mirada del libro que estaba leyendo y frunció el ceño.
—¿Por qué?
—¿Has olvidado que me gusta visitar los lugares donde ha muerto gente?
GOTH
Morino apartó la mirada de mí y volvió al libro frente a ella. Ahí, de pie frente a ella,
sólo pude ver la curva de su cuello. Estaba intentando ignorarme al concentrarse en el libro.
Bajé la mirada para ver qué libro estaba leyendo. En la esquina de la página decía
«Capítulo Tres: No estás solo… Cómo vivir positivamente». Leer esto fue algo que me
impactó.
Con su cabeza todavía baja, Morino corrigió mi suposición.
—Pensé que este libro me pondría a dormir.
Hubo un largo e incierto silencio hasta que finalmente levantó la mirada.
—Me arrepiento de haberte contado sobre Yuu. Si vas a ir, irás solo.
La casa y el cobertizo seguían en pie. Sus abuelos seguían viviendo allí. Le pregunté por
qué no quería ir y dijo que la falta de sueño significaba que estaba muy cansada.
El día siguiente era sábado y no había escuela así que decidí ir al campo entonces. Hice
que Morino me diera la dirección y las instrucciones. Parecía que podía ir y volver en el mismo
día. Le di a Morino una libreta para que me dibujara un mapa.
—Se sorprenderán si un adolescente raro se aparece de la nada —dije.
Asintió con la cabeza y prometió llamar y decirles que yo iba en camino. Decidimos
decir que yo iba a tomar fotografías del campo.
—¿Eso es todo? —preguntó Morino, sin expresión como siempre.
Miré el mapa que había dibujado.
—Tu mapas siempre me dan escalofríos —dije y entonces le di la espalda. Pude sentir
su mirada hasta que llegué a la puerta. Era como si quisiera decirme algo pero las palabras
habían quedado atrapadas en su garganta.
Aves negras volaban contra las nubes de color ceniza. Miré la libreta en mi mano y el
mapa que Morino había dibujado. Según el mapa, el camino pasaba a través de un colegio
preescolar. Me parecía difícil de creer que algún padre enviaría a sus hijos a un colegio así.
Descifrando el mapa, me dirigí a la dirección del antiguo hogar de Morino. Tenía la
dirección de la casa y varias pistas, así que estaba seguro de poder llegar aunque el mapa no me
sirviera.
Mientras caminaba, pensé nuevamente en la historia que Morino me había dicho en el
banco, la historia de una niña con una mente cruel y su hermana gemela.
Yuu había sido encontrada colgando de una cuerda.
IV. Memoria/Gemelas
Pero había algo que no encajaba en la historia de Morino, dícese de la parte sobre
cómo encontró el cadáver de su hermana.
Yoru había abierto la puerta del cobertizo y gritó una vez. Entonces corrió donde su
abuela y le dijo que Yuu estaba muerta.
¿Por qué Morino pensó instantáneamente que Yuu estaba muerta? Siempre se hacían
las muertas para sorprender a las personas, ¿por qué no asumió que su hermana estaba
actuando?
Gritar sorprendido cuando ves algo así es más que natural y un cadáver real
seguramente se ve más horrible que alguien pretendiendo… pero el hecho de que nunca
considerara la idea de una broma, en lugar de ir a decirle a su abuela… eso me parecía poco
natural.
Comparé el mapa y el camino nuevamente. Había un profundo río frente a mí. Según
este mapa, era una lavandería. La ropa se mojaría apenas la limpiaran, pensé.
Mientras cruzaba el puente, miré el cielo. Las nubes estaban bajas alrededor de la cima
de la montaña y los árboles allí arriba se veían oscuros.
Después de caminar algo más, encontré la casa donde Morino vivió una vez. En la
mitad de la montaña había un viejo edificio con el techo cubierto de musgo, justo como ella
había dicho. No había más que árboles y sembradíos alrededor, seguro era completamente
oscuro de noche. No había rejas ni paredes, simplemente seguí el camino hasta que llegué a la
terraza.
Mientras me dirigía a la puerta principal, vi el cobertizo en el lado izquierdo. Debe ser
el cobertizo donde encontraron el cadáver de Yuu. Las paredes estaban hechas de madera
blanca. Había una lona azul sobre el techo que se mantenía en su lugar gracias a una cuerda
plástica. Era muy vieja y estaba inclinada.
Mirando de reojo el cobertizo, me dirigí hacia la entrada. La puerta estaba hecha de un
vidrio en una jaula de madera y se deslizaba hacia un lado. Toqué el timbre y oí que me
llamaban.
Cuando me giré vi a una anciana estaba de pie con una azada en la mano. Su espalda
estaba curvada y usaba unos pantalones sueltos de trabajo con una toalla alrededor de su
cuello. Decidí que debía ser la abuela de Morino.
La azada en su mano estaba sucia de tierra. Estaba de pie a cierta distancia pero de
todas formas pude percibir el olor a tierra.
GOTH
—Yoru llamó anoche. ¡Me preocupaba que no vinieras! —dijo. La amplia sonrisa en su
rostro arrugado hacía que fuera difícil encontrar parecido con Morino, quien siempre estar
como muerta y que no compartía con su abuela ni la vitalidad ni la disposición alegre.
Hice una reverencia con la cabeza y le expliqué que me iría apenas tomara unas buenas
fotos pero la abuela de Morino me ignoró y me hizo entrar en la casa.
Había una caja de zapatos al pasar la puerta y sobre ésta había una cantidad de adornos.
El pasillo se adentraba en la casa, la cual olía a ambientador y a otros desconocidos.
—¡Debes tener hambre!
—Realmente no.
Me ignoró, sentándome en la mesa del comedor y colocando un plato lleno de comida
frente a mí. Finalmente, el abuelo de Morino apareció. Era un hombre alto con el pelo blanco.
Los dos parecían creer que yo estaba comprometido con Morino.
—Debes casarte con Yoru algún día —dijo rápidamente el abuelo, inclinando la cabeza
mientras yo comía por obligación. Miré por la ventana, preguntándome si podría ver el
cobertizo y volver antes de que empezara a llover y el último bus se fuera.
Había una fotografía a un costado de los muebles de la cocina. En la foto había un par
de niñas parecidas a unas muñecas. Ambas tenían el pelo largo y negro, y estaban mirando de
mala gana la cámara, sin siquiera sonreír. Estaban vestidas de negro y se estaban agarrando de
las manos. Parecía que la foto la tomaron frente a la casa pues pude ver la puerta detrás de
ellas.
—Yoru y Yuu —dijo la abuela adivinando lo que miraba—. ¿Sabes de su hermana
gemela?
Asentí con la cabeza.
—Eso era cuando tenían seis años —dijo el abuelo. Ninguno de los dos tuvo más nada
qué decir sobre esa fotografía.
Después de comer, me permitieron juntar las manos frente al santuario. Sabía que al
mostrar buena educación de esta forma, permitiría que las cosas avanzaran sin menos
problemas.
Al mirar la foto de Yuu en el santuario, me imaginé que para sus abuelos debía parecer
que fue ayer. Había sido hace nueve años. Nueve años para Morino o para mí era la mitad de
nuestras vidas, pero para gente de la edad de sus abuelos, nueve años seguro no era muy
diferente de como nosotros pensamos de uno o dos años.
IV. Memoria/Gemelas
Después de mostrar mi respeto, los abuelos de Morino me sentaron en la sala y
preguntaron cómo era su nieta en la escuela. Antes de empezar a contestar, ya me estaban
contando historias sobre cómo Morino había sido de niña. Asumí que en realidad no tenían
interés en lo que yo pudiera decir.
—Ah, verdad, ¡tenemos dibujos que pintó en la primaria! —exclamó alegremente su
abuela, levantándose y desvaneciéndose por la puerta.
El abuelo la vio irse y entonces me hizo una reverencia con la cabeza para disculparse.
—Temo que mi esposa se está emocionando.
Sacudí la cabeza pues una reacción genérica parecía apropiada.
—Verás, Yoru nunca había traído amigos a la casa, así que cuando nos dijo que
vendrías, se emocionó.
La abuela de Morino regresó cargando una bolsa de papel, la cual puso sobre la mesa y
luego sacó un montón de hojas de papel para dibujar. Eran dibujos que Morino había dibujado
en primaria usando pinturas y crayones. Ya lo sospechaba por sus mapas pero al parecer
Morino no tenía ningún talento para las artes.
En la parte trasera de las hojas había nombres y grados.
Algunos dibujos eran de Yuu. Habían mantenido juntos sus dibujos. Había dibujos con
el nombre de Yoru desde primer hasta sexto grado pero los de Yuu sólo eran de primero y
segundo. Este hecho de verdad me hizo entender que había vivido una niña llamada Yuu que
ya no existía.
Comparé los dibujos de ambas en segundo grado.
—Es muy difícil entender lo que querían dibujar, ¿cierto? —dijo feliz, la abuela. No
había diferencia en la capacidad artística de las gemelas pero al parecer era el mismo tema pues
los dibujos eran similares.
Ambos dibujos mostraban una representación simbólica del interior de una casa, en
medio de la cual, dos niñas de pelo largo estaban de pie una junto a la otra. Podíamos suponer
que esas eran ellas.
—Me pregunto qué estarían haciendo —dijo la abuela.
—¿De pie en la casa? —respondió el abuelo.
—Supongo que sí —río ella.
GOTH
No dije nada pero yo sabía qué habían dibujado. Había una línea roja alrededor de los
cuellos de las niñas que salía del techo. Estos eran dibujos de ellas jugando a colgarse en el
cobertizo.
—Dibujaron estos en las vacaciones de verano de segundo grado. Era una tarea. Yuu
se supone que debía llevar ese dibujo a la escuela cuando terminaran las vacaciones pero… lo
terminaron unos días antes de que Yuu muriera. —Sonrió felizmente al recordarlo.
No había mucha diferencia entre los dibujos pero Yuu era un poco más detallada. En
su dibujo, una línea roja salía de la viga de arriba, las cajas estaban apiladas unas sobre otras y el
sol brillaba sobre la casa. Además, dibujó los zapatos que llevaban puestos.
En el dibujo de Yoru, no había nada de esto de forma detallada, los colores eran muy
simples. Las piernas eran color piel hasta abajo, no había dibujo de los zapatos. El fondo era
todo gris.
Mi atención se centró en los zapatos en el dibujo de Yuu. Una niña usaba zapatos
negros y la otra usaba blancos. No estaba seguro de si había un significado detrás de eso pero
decidí tomar nota.
Devolví el dibujo encima la mesa.
—Mejor me voy a tomar esas fotos —dije y salí con mi cámara digital.
Pero cuando abrí la puerta, todo estaba blanco. Al principio pensé que era neblina pero
era sólo una llovizna de pequeñas gotitas en toda la montaña. No era el tipo de lluvia por la
que valía la pena usar un paraguas, así que caminé bajo ella, tomando fotos aleatorias. Después
de un rato, empezó a llover más fuerte.
Finalmente pretendí encontrar casualmente refugio en el cobertizo.
La puerta del cobertizo era de madera. Estaba cerrado y no pude ver adentro. Podía
escuchar la lluvia resonando en la lona sobre el techo. Agarré la manija y abrí la puerta. Estaba
algo dura, pero abrió.
La luz que entró por la puerta iluminó débilmente el interior. Había un olor a plantas
secas.
Tenía casi dos metros de alto y era de tres por cuatro más o menos.
El suelo estaba sucio, era casi de arcilla.
Había una viga cerca del techo bajo las tejas rotas. Había muchos huecos y podía ver la
lona azul a través de ellos. Sólo había una fuente de luz.
IV. Memoria/Gemelas
Según la historia, antes había un perro pero ya no está. Debió haber muerto. Había una
pequeña puerta cortada en la pared junto a la puerta, presumiblemente para el perro. El perro
debía estar atado a su lado.
Entré. El aire en la habitación pareció agitarse. Estaba algo húmero y un poco frío.
Antes, Yuu había estado allí, colgando de la viga del techo. Se sentía como si la niña
muerta siguiera allí colgando.
Había un interruptor junto a la entrada. Lo encendí y la luz se prendió. Era una
bombilla pálida que apenas iluminaba.
Recordé todo lo que Yoru me había dicho: dos cajas apiladas sobre el suelo con unas
niñas encima, a punto de colgarse… y el cloro que habían mezclado con la comida del perro.
Tenía mis dudas sobre la versión de Yoru sobre cómo había muerto Yuu.
Yoru ya sabía que su hermana estaba muerta al abrir la puerta del cobertizo, sólo se
hizo la que apenas lo descubría en ese momento.
¿Por qué tuvo que hacer eso? ¿Qué le haría esconder algo así? Entre más lo pensaba,
más sentía que ella tenía que ver con la muerte de su hermana.
—Encontramos a Yuu aquí.
Me volví y vi a la abuela de Morino de pie en la entrada. Estaba asomada en el
cobertizo, con la mirada hacia arriba.
—Escuché que su muerte fue una sorpresa para todos.
Me giré para mirar al mismo lugar hacia donde ella veía. Ahí debía ser donde la
encontraron.
Estaba lloviendo muy fuerte. Podía escucharlo resonar en el suelo pero dentro del
cobertizo se sentía como si estuviera silenciado, hasta los sonidos de la lluvia golpeando la lona
y el viento que resoplaba.
Gotas de agua se escurrieron a través del agujero en el techo, el cual se había dañado en
una tormenta y nunca lo repararon. Pero como no había casi nada allí dentro, no hacía daño.
A un lado había azadas y herramientas, hasta una hoz estaba recostada contra la pared,
así como tijeras de poder y un grueso rollo de cuerda tosca.
Había muchos tipos diferentes de cables junto a la puerta del perro. Debieron quedar
allí después de que el perro muriera. Había de muchos colores, pero mis ojos fueron atraídos
por el de color rojo.
GOTH
—Lo recuerdo claramente —dijo silenciosamente la abuela de Morino—. Volví de la
casa del vecino y estaba cerrando mi paraguas. Yoru estaba en la entrada…
Su versión era igual a la de Yoru. Cuando Yoru vio la bolsa de peras, llamó a su
hermana. Abrió la puerta del cobertizo y gritó. Había algo sobre la historia que me molestaba
pero antes de poder preguntar, sentí algo raro bajos mis pies.
Mis pies estaban pegándose al suelo, pues éste estaba hecho de arcilla y cuando llovía el
agua que entraba por el techo humedecía todo, haciendo el suelo suave y pegajoso.
Levanté mi pie y sentí como el zapato se despegaba el suelo. Una capa de suciedad se
mantuvo en mi suela.
Había estado lloviendo el día que Yuu había muerto. El suelo seguro habría estado así.
Pero la pisada que dejé atrás no era muy profunda y si las gemelas eran niñas, pesaban menos
que yo. ¿Fueron lo suficientemente pesadas para dejar pisadas?
Miré a través de la puerta abierta. Llovía fuerte. Si había llovido por más tiempo que
ahora, el suelo habría estado más mojado así que las niñas pudieron haber dejado pisadas.
Si la abuela de Morino había visto las pisadas de Yoru en el cobertizo entonces la
historia que me contaron en la parada de bus era una mentira. Si las pisadas de Yoru estaban en
el cobertizo, entonces eso probaría que había estado allí antes de que supuestamente
encontrara el cadáver.
—Cuando encontró a Yuu, ¿había pisadas en el suelo?
Parecía poco probable que la abuela pudiese recordar un hecho tan trivial pero de todas
formas pregunté.
—Las pisadas de Yuu, sí —dijo la abuela de Morino. La caja sobre la que había estado
estaba de lado y cuando la abuela había intentado recogerla, vio pisadas de niño en el suelo.
Ah bien, pensé. Era sólo natural que las pisadas de Yuu estuvieran en el suelo.
—¿Pudo saber que eran las de Yuu con tan sólo mirar?
—Esas niñas eran idénticas así que las diferenciábamos por los zapatos. Yoru usaba
unos negros y Yuu unos blancos. Tenían diferentes suelas y los del cobertizo definitivamente
eran de Yuu.
Recordé el dibujo de Yuu. Tenía sentido. Entonces con seguridad eran los zapatos de
Yuu. A Yuu la encontraron colgando descalza con sus zapatos blancos en el suelo junto a ella.
Como muchos suicidas, había alineado sus zapatos junto a ella.
—¿No había señales de las pisadas de Yoru? —pregunté para asegurarme.
IV. Memoria/Gemelas
La abuela de Morino asintió con la cabeza, preguntándose por qué preguntaba eso.
Yoru no había puesto un pie dentro después de encontrar el cadáver. Sus pisadas no estaban
en ninguna parte. Sólo estaban las pisadas de un niño.
—¿La cuerda que estaba en el pecho de Yuu sigue por aquí?
La abuela de Morino negó con la cabeza. Parece que se había olvidado de eso.
—Como sea, es mejor que te quedes hoy a dormir. Está lloviendo muy fuerte.
Reflexioné y asentí.
Nos fuimos del cobertizo y volvimos a la casa. La abuela de Morino me dijo de muchos
lugares donde podía tomar buenas fotos.
—Ojalá el clima esté mejor mañana —dijo.
Mientras me quitaba los zapatos, noté un pequeño juguete de plástico entre los objetos
en la caja de zapatos. Cuando lo tomé, descubrí que era un pequeño broche de flores, del tipo
que obtienes de premio en una caja de dulces, era de un color y diseño muy barato.
¿Cuál de las dos habría sido la dueña? Mirándolo de cerca, me recordó que habían
vivido aquí cuando eran niñas.
Con el broche en la mano, miré el largo pasillo. La abuela de Morino ya se había ido a
la sala y no se veía.
Me quedé de pie pensando.
En mi mente, las gemelas parecidas a muñecas de la fotografía, caminaban hacia mí por
el pasillo, susurrándose y pensando sobre cómo jugarían a las muertas a continuación. En mi
imaginación, llegaron al final del pasillo y doblaron por la esquina. Las intenté seguir, me quité
los zapatos y entré a la casa. Miré por la esquina por la que habían desaparecido, pero claro, no
había nada, sólo un silencioso y oscuro espacio al final de un corredor tenuemente iluminado.
iv
El lunes, Morino me miraba de reojo con curiosidad. Obviamente quería preguntar qué
había pasado en el campo. Pero pasé el día entero haciendo que no notaba su mirada.
No hablé con ella hasta que todos los demás estudiantes se fueron del aula después de
la última clase del día. Unos cuantos estudiantes me pidieron que me fuera con ellos pero
ignoré sus pedidos, lo que no quiere decir que los ignoré. Sin ninguna participación consciente
de mi parte, mi mente creó alguna excusa creíble, rechazando sutilmente sus invitaciones. No
tenía idea de qué excusas había dicho. No tenía ningún interés en mis compañeros de clase y
GOTH
tales interacciones siempre se llevaban a cabo de forma automática, permitiéndome vivir sin
preocuparme por eso.
Finalmente, el sonido de las pisadas de mis compañeros desapareció y el pasillo afuera
de la habitación estaba en silencio. Sólo Morino y yo quedábamos. Estaba encorvada en su
asiento como un barco a punto de hundirse y me miraba de reojo.
Lentamente crucé la silenciosa habitación dirigiéndome hacia su asiento. Se sentaba en
la tercera fila desde la ventana y la tercera desde la parte trasera.
—Escuché que pasaste la noche en el campo. Mi abuela me llamó a contarme ―dijo
Morino profundamente. Las ojeras habían empeorado.
—Es buena cocinera.
Me senté de lado en la silla frente a ella, con las ventanas enfrente de mí. Todavía
estaba iluminado afuera y el cielo sólo estaba ligeramente amarillo. En la distancia, podía
escuchar algunos equipos deportivos corriendo y gritando. Las luces del aula estaban apagadas
y la única iluminación entraba por las ventanas.
—Me contaron muchas cosas en la casa donde una vez viviste.
—¿Por ejemplo?
—Las bromas que hacían tú y tu hermana de niñas. Que Yoru nunca lloraba sin
importar cuánto la regañaran pero que Yuu lloraba de inmediato, escondiéndose tras su
hermana.
—Siempre dependió de mí.
Nos sentamos en silencio por un largo tiempo. Había una silenciosa tensión en el aire.
La miré de nuevo.
—Entendí muchas cosas sobre Morino Yuu. No estoy seguro de cada detalle pero…
Morino dejó de mirarme fijamente. Lentamente apartó la mirada y cerró los ojos. Sus
pestañas parecían temblar sobre las ojeras bajo sus ojos.
—Pensé que así sería —dijo amargamente. Me preguntó a qué conclusiones había
llegado.
—Yuu murió cuando tenía ocho, hace nueve años —dije. Morino no abrió sus ojos—.
Hace nueve años, ese día, encontraste su cadáver colgando en el cobertizo y fuiste a decirle a tu
abuela pero ya sabías que ahí había un cadáver. Estaba esperando que alguien llegara a casa
para poder pretender que acababas de descubrir la muerte de tu hermana mientras alguien veía,
IV. Memoria/Gemelas
Me detuve, esperando la reacción de Morino. Se mantuvo en silencio un rato y
entonces me preguntó si eso era todo.
—Ya sabías que tu hermana estaba muerta pero actuaste, intentando ocultar ese hecho.
Cuando intento pensar en la razón tras esa reacción, siempre llego a la misma conclusión:
Tuviste algo que ver con la muerte de tu hermana.
Morino asintió con la cabeza.
Continué:
—Yuu había atado dos cuerdas a la viga del techo, una alrededor de su cuello y la otra
bajo sus brazos en la cual se apoyaría su cuerpo.
La pequeña niña de ocho años había saltado de la caja de madera. Por un momento,
debió parecer como si estuviese colgando de la cuerda en su cuello pero de en realidad, la
cuerda en su pecho le evitaba caer.
Entonces, otra niña apareció, una niña con el mismo rostro. Esa niña cogió las tijeras
de podar y fue hasta la niña que colgaba del techo. Cortó la cuerda enrollada en el pecho de la
niña.
La cuerda se rompió y esta vez la niña quedó colgando de la cuerda alrededor de su
cuello.
—La mataste.
Morino abrió sus ojos un poco sin mirarme, sin mirar nada en particular por mucho
tiempo.
—¿No supiste de las pisadas? Mis pisadas no estaban en ninguna parte.
Imaginé a la niña colgando descalza. El suelo en el cobertizo debió estar suave por
causa de la lluvia.
—No, sí dejaste pisadas por todo el cobertizo pero nadie supo la verdad. Después de
que cortaste la cuerda y la mataste, viste tus propias pisadas. Y supiste que no podías irte sin
levantar sospechas. Tenías que hacer algo…
Morino había observado en cuerpo colgado que era su culpa y a las pisadas suyas en el
suelo, sabiendo que estaba en problemas. Entonces, vio los zapatos que estaban uno al lado del
otro en el suelo y se decidió.
Se quitó sus zapatos, subiéndose a una caja. Con cuidado de no dejar más huellas, se
puso los zapatos que habían estado bajo el cadáver, reemplazándolos con sus propios zapatos.
Ahora las pisadas pertenecían a la niña muerta.
GOTH
—Todo lo que tuviste que hacer fue salir a través de la puerta del perro. El suelo estaba
seco allí y no dejarías pisadas.
Morino finalmente abrió sus ojos y me miró.
—¿Y mi motivo?
—Odio —dije.
Morino se veía muy triste.
—Cuando dijiste «Entendí muchas cosas sobre Morino Yuu». Sabía que me habías
atrapado.
Asentí.
Me había dejado perplejo: ¿Por qué la abuela estaba tan segura de que era Yoru quien
estaba esperándola cuando abrió la puerta? Eran gemelas y eran exactamente iguales, nadie
podía diferenciarlas a primera vista.
Pero si llevaba zapatos negros entonces sería obvio.
—Debió ser duro pasar nueve años sin decirle a nadie, Morino Yuu.
Ese era el nombre real de Morino.
Un grupo de chicas pasó por el pasillo riendo alegremente.
Morino Yuu las escuchó por un momento hasta que sus voces desaparecieron y el
pasillo estuvo nuevamente en silencio.
—Tienes razón —dijo—. Yo soy la hermana menor. Yo era quien siempre estaba
llorando y a quien siempre estaban mandando a hacer cosas —Frunció el ceño mientras me
miraba—. ¿Cómo supiste?
—Yuu no sabía que la gente se quita los zapatos cuando se cuelgan. Eso lo dejó claro.
Cuando jugaban al suicida, Yoru te lo habrá dicho, pero imagino que se te olvidó.
Le dije de los dibujos que vi en su casa, los dibujos de ellas dos jugando a colgarse.
—Esos dibujos fueron hechos durante las vacaciones de verano hace nueve años, justo
antes de la muerte de Yoru, lo que quiere decir que lo que deja entrever sobre la personalidad
del artista sigue siendo cierto en el día en que Yoru murió.
Yoru y Yuu habían dibujado lo mismo pero había muchas diferencias: En el dibujo de
Yuu, ambas niñas llevaban zapatos pero en el dibujo de Yoru, las niñas tenían color piel hasta
IV. Memoria/Gemelas
el fin de sus piernas. Al principio pensé que Yuu había sido más detallista pero luego cambié de
idea.
Empecé a pensar que Yoru había dibujado correctamente. La imagen de Yuu tenía un
sol pero el de Yoru tenía un fondo gris, más evidencia. En la parada, Morino me había dicho
que el juego de colgarse había pasado en un día lluvioso. No era que Yoru hubiese olvidado
dibujar los zapatos, era simplemente que ambas estaban descalzas.
Cuando las gemelas jugaron a colgarse, probablemente se habían quitado los zapatos y
los habían acomodado junto a ellas. Yoru sabía que eso es lo que se hacía y probablemente
insistió. Ese conocimiento se vio reflejado en su dibujo.
Pero no con Yuu. Se había quitado los zapatos el día que jugaron y había olvidado todo
sobre eso. No conocía esa costumbre así que se dibujó colgando con los zapatos puestos.
Pero el cadáver en el cobertizo estaba descalzo. Si Yuu hubiese estado jugando al
colgado sola y hubiese muerto cuando la cuerda de soporte se rompió, entonces su cuerpo
habría estado usando zapatos.
Yuu estaba en silencio, escuchando con cuidado. Entonces, sus labios se separaron y
habló:
—Mi hermana de los zapatos negros murió y quizá sí la odiaba un poco pero tus
suposiciones no son del todo correctas —Su voz era muy baja—. No viste la cuerda en su
pecho, ¿no? No la corté. Se rompió sola.
Al mediodía, su hermana mayor Yoru, había sugerido hacerse las muertas para
sorprender a todos.
Yuu aceptó y las dos empezaron a trabajar en el cobertizo al mismo tiempo que
empezó a llover. El perro estaba vivo en ese tiempo y las vio trabajar con expresión de
confusión.
—Mi hermana apiló las cajas y amarró las cuerdas alrededor de la viga. Me quedé abajo
asegurándome de que las cajas no se cayeran.
Yoru estaba sobre las cajas cuando la lluvia suavizó el suelo, por eso sus pisadas no
estaban en el cobertizo.
Yoru iba a hacerse la muerta y Yuu se supone que debía llevar a alguien hasta el
cobertizo. Las preparaciones continuaron y pronto Yoru tenía ambas cuerdas en su cuerpo.
—Y entonces, mi hermana saltó.
GOTH
Yoru había pateado las cajas y había caído. Pero aunque parecía que colgaba del cuello,
en realidad colgaba de la cuerda en su pecho.
Yoru miró a Yuu y sonrió.
—Cuando engañaba a la gente siempre tenía una sonrisa retorcida. Nunca usaba
ninguna expresión cuando hablaba con nuestros familiares, sólo cuando engañaba a la gente
parecía que se divertía.
Pero un momento después, la cuerda bajo sus hombros se rompió.
—No hice nada. La cuerda simplemente no era suficientemente fuerte para sostener su
peso. Se zafó del techo. Si hubieses visto la soga o te hubiesen contado más sobre ella, habrías
adivinado correctamente. Se rompió en un lugar muy alto y no podía alcanzar.
Yoru colgó allí un rato.
—Intenté ayudarla rápidamente. La sostuve con mis brazos y la levanté. La sostenía en
el aire, intentando que no cayera más.
En el cobertizo, había una niña colgando del techo por una cuerda alrededor de su
cuello, apoyada desesperadamente por otra niña que se veía igual a ella. La niña que colgaba
luchaba y pateaba. El perro estaba atado junto a ellas y empezó a ladrar furiosamente. El
sonido del perro ladrando y de la niña sufriendo era ensordecedor en esa pequeña habitación.
El momento pareció durar una eternidad.
—Intenté evitar que mi hermana muriera. No era muy fuerte pero la sostuve. Ella
seguía gritando y me golpeaba con sus talones.
Morino estaba encorvada en su silla, mirando a la pared al otro lado del aula, recreando
los eventos que ocurrieron ese día. Los recuerdos de la niña no eran más que una pesadilla
ahora.
Si Yuu aflojaba, el cuerpo de su hermana caería y la cuerda se tensaría. Los ojos de
Yoru estaban muy abiertos y le gritaba horrorizada a su hermana, pero no gritaba palabras de
aliento.
—Decía «Estúpida, levántame más» —Morino cerró sus ojos fuertemente,
manteniendo bajo control sus emociones—. Cuando escuché eso, dejé de intentar salvarla. La
dejé ir.
El cuerpo de Yoru cayó.
Sus pies se detuvieron justo encima del suelo. Yoru no llevaba zapatos, estaba descalza.
Los dedos de sus pies estaban completamente separados, todos sus músculos contraídos y
IV. Memoria/Gemelas
sacudiéndose al principio. El perro seguía ladrando y hería los oídos de Yuu. Las convulsiones
y el ladrido quedaron grabados en su mente.
—Finalmente, su fuerza se fue y sus dedos dejaron de moverse.
Yuu retrocedió y sintió el suelo pegarse a sus zapatos. Había dejado pisadas.
—Si hubiese sido sólo mi peso, no habría dejado pisadas.
Los zapatos de su hermana estaban en el suelo junto a ella.
—Recuerdo haberlos visto y haber decidido que le mentiría a todos. En ese pequeño
cobertizo… el cuerpo de mi hermana se mecía ligeramente como el péndulo de un reloj.
El inmaduro cerebro de la niña había pensado desesperadamente y había visto una
salida. Se puso los zapatos negros y dejó los suyos en su lugar.
Caminó por una parte seca, salió por la puerta del perro. Sus zapatos eran negros y los
zapatos negros la identificaban como Yoru. Tenía que hacerse llamar Yoru y actuar como
Yoru.
—Ya no podía sonreír como antes. Tenía que mantener mi rostro sin expresión, como
el de mi hermana. Siempre estábamos juntas y yo sabía cómo era mi hermana. Podía imitarla.
Por nueve años, nunca nadie sospechó que yo era Yuu.
Dejó salir un largo y pesado susurro.
A los ocho años, había visto su propio funeral. Vivió la mayor parte de su vida sin decir
su nombre real. Nadie sabía lo que pasaba dentro de ella y esas emociones se fueron
guardando hasta el día en que se cortó la muñeca… todo por su hermana y el nombre que
enterró con ella. El camino que la pequeña niña había decidido tomar era uno de tristeza y
aislamiento, uno del cual su existencia entera dependía.
Las luces de las ventanas empalidecían, convirtiéndose en doradas. Las claras cortinas
amarillas estaban medio levantadas, atenuando el sol. Podía escuchar el sonido de la práctica
del equipo de baloncesto en el aire. El tiempo en la habitación vacía pasaba en silencio.
Al fin, Morino abrió la boca, insegura todavía de si debía decirlo.
—¿Recuerdas dónde y cuándo nos conocimos?
Yo pensaba que era en esta aula al principio del segundo año de bachillerato. Mostró
una expresión de decepción al escuchar eso.
—En la secundaria, te vi en el museo mirando un cuerpo humano cortado en pedazos.
Entonces, en esa primavera entramos al bachillerato y te vi en la biblioteca leyendo textos
médicos sobre autopsias. Te reconocí inmediatamente.
GOTH
Por eso sabía que yo estaba actuando en clase. Tenía sentido. Ambos detectamos en el
otro lo que estábamos intentando esconder de los demás.
—Me cuesta trabajo imaginar que solías reírte y sonreír cuando eras Yuu.
—Lo sé. Yo solía ser así pero desde que salí del cobertizo, pensé que la gente sabría
que era Yuu si sonreía. Pasé nueve años intentando no tener expresiones y ser como mi
hermana. Ahora no puedo sonreír ni aunque lo intente.
Se veía ligeramente triste. Dudo que alguien más pudiese detectarlo.
Apartó la mirada de mí a medida que continuó.
—Pensé que tú serías el primero en llamarme por mi nombre.
Me levanté.
—Tengo algo para ti. Lo tomé de tu casa en el campo.
Lo saqué de una bolsa que estaba sobre mi escritorio.
—¿Qué? —preguntó sin levantarse.
—La cuerda que buscabas. Creo que te quedará bien. Cierra tus ojos, te la pondré.
Morino se quedó sentada sin moverse y cerró sus ojos. Me paré tras ella y sus pequeños
hombros se tensaron, estaba algo más que un poco nerviosa.
Amarré una cuerda roja en su cuello. Era una cuerda sucia. La había encontrado en el
cobertizo, donde solían atar al perro.
—Y también sé por qué odias tanto a los perros.
Tensé suavemente la cuerda alrededor de su largo pelo negro y su delicado cuello
blanco. A medida que la presión aumentaba, sus hombros se sacudieron. Por un momento, me
quedé de pie en esa posición. Entonces, até la cuerda, dejando que los extremos colgaran tras
ella.
—Sí… eso es… —suspiró. Y toda la tensión salió de ella, todo dentro de ella se
suavizó y se soltó.
Yoru había muerto colgada de una cuerda, un hecho que estaba sellado en los
recuerdos de Morino. Nunca pensó que la cuerda que buscaba era la misma cuerda que había
matado a su hermana.
—Nunca odié a mi hermana. Me hacía cosas terribles a veces pero nadie podrá
reemplazarla…
Tomé mi bolso y me fui a casa. Cuando pasé junto a ella para salir del aula me volví
para mirar a Yuu una vez más. Estaba sentada en su silla con sus piernas estiradas frente a ella,
IV. Memoria/Gemelas
sus manos dobladas en su pecho y la cuerda roja alrededor de su cuello, colgando por su
espalda hasta el suelo.
Sus ojos estaban cerrados, sus pestañas bajas. En sus mejillas había algunos suaves
cabellos, como en la espalda de un conejo. Resplandecía bajo la luz del sol poniente, como si
estuviera revestida en luz. Una lágrima cayó por su rodilla, pasando por su barbilla hasta su
uniforme.
La dejé sola y cerré el aula sin hacer ruido.
GOTH
V. V. V. V. TumbaTumbaTumbaTumba
i
Kousuke estaba llamando a Saeki. El niño siempre se había escuchado inocente y
divertido pero hoy sonaba algo deprimido. Kousuke era el vecinito que acababa de entrar al
preescolar.
—¿Qué pasa?
Saeki estaba en su jardín cuidando de sus flores, sus campanillas. Estaban en verano y
era muy temprano en la mañana. Había una ligera neblina en el jardín que hacía que todo
brillara. Los niños pasaban junto a la pared del jardín, dirigiéndose a hacer sus ejercicios en
grupo. Saeki no podía ver a los niños detrás de la pared, pues le llegaba hasta el pecho pero
podía escuchar sus pisadas y su habladuría.
—¿Mi papá sigue molesto?
Kousuke había aparecido llorando en la casa de Saeki la noche anterior y no se había
ido a casa desde entonces.
Cuando Saeki le preguntó qué había pasado, Kousuke explicó entre llantos que había
dejado caer una antigüedad que su papá amaba y la había roto. A Kousuke le habían dicho
miles de veces que no tocara la antigüedad pero la curiosidad pudo más que él.
—No, creo que ya no está molesto.
Saeki le había contado al niño cómo sus padres habían venido a buscarlo la noche
anterior. Cuando Saeki los recibió en la puerta, le habían preguntado si había visto a Kousuke
con expresiones de preocupación. Saeki había negado con la cabeza, haciéndose el tonto.
Entonces, les había ayudado a buscar a Kousuke.
—¿De verdad que no está molesto?
—De verdad.
Frente a Saeki, los tallos de las campanillas estaban enredados en unos palos de bambú
que salían del suelo. El bambú se había secado, así que era de color marrón claro.
Saeki vivía en una vieja casa con un jardín más grande que los de las casas de alrededor.
La propiedad era casi un cuadrado perfecto, con la casa y el garaje hacia el lado este. El resto
V. Tumba
era espacio abierto y Saeki lo había llenado con árboles. En mitad del verano, como hoy, el
terreno estaba cubierto de hojas.
Saeki siempre había disfrutado de la jardinería, incluso de niño. Él mismo había
cuidado las campanillas que crecían en la pared que rodeaba el jardín.
Ese día era soleado. El Sol subía lentamente en un cielo sin nubes, los rayos del Sol
pasaban sobre las paredes hasta los árboles y los palos de bambú que soportaban las
campanillas reflejaban unas largas sombras en el suelo.
Podía escuchar a Kousuke llorando.
Cuando Kousuke había golpeado a su puerta la noche anterior y le había rogado que lo
escondiera, Saeki lo dejó entrar enseguida, mirando en la calle para asegurarse de que nadie lo
hubiera visto entrar.
—¿Estás seguro de que no le dijiste a nadie que venías aquí, Kou? —preguntó
nuevamente. El niño se enjugó las lágrimas y asintió. ¿Hasta qué punto se podía confiar en la
palabra de un niño? Saeki había pensado que ya era muy tarde para preocuparse por eso.
En el pasado, cuando pasaba el tiempo atrapando cigarras con Kousuke o lo veía jugar
con una caja de cartón, una idea había estado acechando la mente de Saeki, una fantasía que
nunca se permitiría recrear. Se odiaba a sí mismo por pensar en tales cosas, pero ayer había
sido como si una niebla tapara su mente…
—¿Crees que debo disculparme?
Saeki sentía su corazón rompiéndose. Kousuke ni siquiera entendía lo que le estaba
pasando. Le daba tanta lástima el niño.
No odiaba al niño. Saeki vivía solo, su familia se había muerto hace tiempo así que
siempre pensó en Kousuke como en un hermanito menor. A menudo hacía de niñera cuando
la familia de Kousuke salía y los dos habían salido a caminar varias veces. Saeki estaba seguro
de que quería al niño tanto como los padres de Kousuke lo hacían. ¿Entonces por qué hacía
esto? No había forma de dar vuelta atrás.
—No podrás volver a casa, Kou —dijo con la voz temblorosa.
Cada campanilla en su jardín estaba enredada en un solo palo de bambú. Dos de los
palos eran mucho más grandes que los demás.
La voz de Kousuke tembló. Debió sentir que algo andaba mal.
—¿Por qué no?
GOTH
Su voz salía del palo más grueso que estaba enterrado en el suelo. Era hueco,
permitiendo que el sonido viajara desde el ataúd enterrado bajo el suelo hasta los oídos de
Saeki. Kousuke no sabía que había sido enterrado vivo. Qué triste.
El día anterior, cuando Kousuke había ido a su casa, Saeki tomó su decisión. Llevó al
niño a la habitación trasera.
—Escóndete en esta caja —dijo, señalando una caja en el centro de la habitación. Era
lo suficientemente grande para que Kousuke se escondiera dentro.
Kousuke casi siempre hacía exactamente lo que Saeki le decía. Y estaba demasiado
asustado de la ira de su padre como para sospechar cualquier cosa, así que entró
inmediatamente a la caja.
Kousuke no lo había notado pero la caja era un ataúd que Saeki había hecho sólo para
él. Saeki le puso la tapa, asegurándola con clavos. Había dos agujeros para poder respirar en la
tapa, uno sobre la cabeza de Kousuke y otro en sus pies. Aunque estaba atrapado, el niño
podría respirar.
Dejó el ataúd de Kousuke en la habitación y salió al jardín, al lugar donde había estado
cavando un hoyo en el lado contrario al porche, frente a la pared. Sólo tenía que hacerlo algo
más grande y sería preciso para enterrar el ataúd de Kousuke.
Cuando Saeki terminó su tarea, volvió a la habitación y llevó el ataúd hasta el hoyo. Le
dijo a Kousuke que lo pondría en un lugar donde su padre jamás lo encontraría. Fue una lucha
sacar el ataúd desde el porche hasta el jardín pero Saeki hizo como puedo y logró poner el
ataúd en su lugar.
Puso los palos de bambú huecos en los agujeros de la tapa y entonces le echó tierra
encima hasta que Kousuke estaba completamente bajo tierra.
Saeki pensó que se veía raro tener dos palos de bambú saliendo de la tierra sin más, así
que trasplantó las campanillas que estaban creciendo en otro lado junto con los palos de
bambú que estaba usando para que quedaran derechos. Transfirió cuidadosamente dos de las
campanillas de sus palos originales a los palos por los que respiraba Kousuke, ocultando su
función primaria para que no levantara sospechas.
—¿A qué te refieres? ¡Quiero irme a casa! —gritó el palo de bambú.
Pobre Sousuke, enterrado vivo, pensó Saeki, sosteniendo calmadamente el palo de
bambú mientras le echaba tierra alrededor para asegurarse de que quedara derecho.
V. Tumba
¿Qué pasaba con él? Sabía que amaba a ese niño. Una vez había visto que a Kousuke
casi lo atropella un coche. El niño estaba persiguiendo un balón y no vio el coche acercarse.
Cuando el coche frenó justo a tiempo, Saeki estaba tan aliviado que las piernas se le volvieron
de mantequilla. ¿Entonces cómo podía hacerle eso ahora al niño?
Saeki había crecido en esta casa. Al principio vivía con sus padres y su abuela. Ambos
padres trabajaban así que pasaba la mayor parte de su tiempo con su abuela. Mientras los otros
niños jugaban baloncesto o hacían modelos de aviones, Saeki pasaba su tiempo atendiendo el
jardín con ella, llenando las macetas con tierra y plantando semillas de flores dentro. Los
compañeros de Saeki a menudo se burlaban de él, diciéndole que parecía una niña. Era un niño
frágil y los desconocidos ocasionalmente pensaban que era mujer, algo que siempre le dolía.
Pero cuando estaba con su abuela, regando las flores, ella siempre le decía que era un niño
amable. Cuando se sentía triste, siempre recordaba sus palabras y se prometía a sí mismo que
llevaría una buena vida para así nunca decepcionarla.
Entonces, de alguna forma, la fantasía de enterrar a alguien se había apoderado de él.
Antes de saberlo, eso era todo en lo que Saeki podía pensar.
Le gustaba regar el jardín y lo solía hacer en días soleados con una manguera en una
mano con el pulgar sobre la abertura. La presión aumentaba y el agua salía, llegando hasta una
gran distancia. Un abanico de agua llegaba a los árboles, brillando bajo la luz. Cuando Saeki
veía eso, o cuando su abuela sonreía, se ponía tan feliz que era como si el mundo se hiciera
más brillante.
Pero al mismo tiempo, había un lugar oscuro dentro de él, donde esa luz jamás podría
llegar. Pensó en poner a su abuela en una caja y enterrarla bajo tierra. Cada vez que ese
pensamiento pasaba por su mente, se horrorizaba instantáneamente. ¿Cómo podía imaginar
cosas tan diabólicas? Había veces en que ni siquiera podía mirar a su abuela, aterrorizado de
que adivinara qué estaba pensando.
¿Había alguna cicatriz profunda en su corazón que lo había hecho de esta forma? No
podía pensar en nada pero quizá lo había olvidado. O, y este era su peor miedo, quizá sólo
había nacido así.
Unos años después de que Saeki se hiciera adulto, sus padres y su abuela murieron en
un accidente. A Saeki le informaron en el trabajo.
Hasta entonces, su familia siempre había estado cuando llegaba a casa y su contacto
con ellos era su recuerdo constante de su posición en la sociedad. Pero luego de eso, se había
GOTH
quedado solo y no había nada que contuviera sus fantasías. Cada día, se iba al trabajo y volvía a
casa, y sin nadie con quien hablar, se ponía a pensar siempre en lo mismo, esas mismas ideas
que habían estado en su cabeza desde que era niño. Intentaba sacudírselas, diciéndose a sí
mismo que pensar tales cosas eran imperdonables y esto sirvió para intensificar su interés en la
jardinería.
Cuando su familia estaba ahí, había plantado algunas flores en macetas y había quitado
las hierbas malas del jardín, pero ahora mandó a traer mejor tierra, mejorando la calidad, y el
número de plantas alrededor de la pared empezó a aumentar.
Saeki pasaba todo el año haciendo hoyos donde plantar árboles. Era todo lo que hacía
fuera del trabajo. No mostraba interés en cosas que las otras personas de su edad hacían, en
lugar de eso pasaba todo su tiempo haciendo hoyos en el jardín y plantando árboles en ellos.
Al final, había árboles por todo el alrededor de la casa, dentro de las paredes del jardín,
cada centímetro estaba cubierto. Si te asomabas sobre la pared, apenas si podrías ver la casa
detrás de todo ese bosque. Sólo una parte del jardín no tenía árboles y era el área que él podía
ver desde el porche. No había nada que bloqueara la visión desde allí hasta la pared. Ese
terreno estaba lleno de flores que florecían todo el año.
Al principio, Saeki creía que hacía hoyos para plantar árboles, pero a medida que lo
hacía, se dio cuenta de que plantaba árboles para justificar el poder hacer los hoyos.
Finalmente, empezó a hacer hoyos y los llenaba nuevamente. El jardín estaba cubierto de
hoyos, tan juntos que apenas si podían crecerles las ramas y no había más espacio para plantar,
pero Saeki seguía cavando, porque eso era lo único que parecía quitarle las fantasías: su deseo
de enterrar a alguien. Cuando cavaba, Saeki olvidaba todo lo demás pero sólo por ese breve
momento en que la punta de su pequeña pala se enterraba en el suelo.
Cavar hoyos sólo para rellenarlos nuevamente se había empezado a sentir vacío y sin
sentido. Cavar aclaraba su cabeza de la niebla pero cuando terminaba, la niebla volvía y más
fuerte que nunca. Saeki lo siguió haciendo y esa era la razón por la que había un hoyo listo la
noche en Kousuke apareció.
Sus vecinos parecía que no veían sus acciones como algo siniestro, aunque lo
escucharan cavar muy tarde en la noche. Todos lo saludaban al verlo y le pedían consejos para
los jardines en sus propias casas. Todos sabían que a él le gustaba la jardinería y nadie pensaba
que era raro. Todos simpatizaban con él porque había perdido a su familia y sólo le quedaban
sus pasatiempos.
V. Tumba
Se había hecho amigo de Kousuke dos años después de que su familia muriera, hace un
año. El niño se había perdido en el jardín de Saeki y pronto se habían vuelto amigos. Saeki
incluso había ido de picnic con la familia de Kousuke.
Cuando llevaba casi diez meses de conocerse con Kousuke, Saeki se había encontrado
algo de madera que tenía la altura de Kousuke en su garaje. Instantáneamente pensó que sería
perfecto para hacer un ataúd.
Saeki se había sacudido el pensamiento, incluso enfureciéndose con él mismo, pero al
día siguiente empezó a hacer el ataúd, mientras hacía una mueca pensando lo estúpido que
estaba siendo. Nunca la usaría realmente, se decía. Pero sus manos martillaron los clavos en la
madera de forma inconsciente, trabajando casi automáticamente mientras convertía la madera
en una caja.
—¡Quiero irme a casa! ¡Déjame salir! —lloraba Sousuke ahora. Saeki podía escuchar los
sollozos del niño desde el palo de bambú. El interior del palo estaba oscuro. La voz infantil
resonaba dentro, el sonido se escuchaba apagado.
Saeki no sabía qué más decirle a Kousuke. Le dio lástima el niño, tanta lástima. Pero
aunque sentía pena por él, no había más nada qué decir.
Las manos de Saeki sostenían ahora una manguera. Estaba pegada al grifo a un costado
de la casa.
El calor del verano se hacía más fuerte y el sonido de las cigarras venía de todas partes.
El calor empezó desde su espalda y pronto envolvía todo su cuerpo.
Una gota de agua cayó en la punta de las sandalias de Saeki, venía del lugar de donde
Kousuke estaba enterrado. El agua salía a borbotones de uno de los palos de bambú, cayendo
sobre las campanillas y formando un charco en el suelo. Era uno de los palos que servía para
respirar.
La manguera estaba en el otro palo. Cuando Saeki miró eso, entendió qué había hecho.
Sin embargo, no significaba que hubiese actuado inconscientemente.
Había girado la llave sabiendo lo que hacía y llenó la caja en el suelo con agua. Sólo que
había sentido que estaba soñando durante ese tiempo. La consciencia que a cualquier otro le
hubiese molestado, en él no funcionó.
El agua llenó el ataúd y sin ningún otro lugar a dónde ir, regresó por el otro palo de
bambú. El sol del verano hacía brillar el agua que salía del palo. Saeki pensó que era hermoso.
A la canción de las cigarras se le unió el sonido de los niños que regresaban de hacer sus
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ejercicios. Ahora venían de la dirección contraria, pasando a lo largo de la pared. Ya no podía
escuchar la voz de Kousuke. Las campanillas estaban empezando a arrugarse y a opacarse.
Antes de darse cuenta, habían pasado tres años.
La policía no había ido a arrestarlo. Los padres de Kousuke se habían mudado con
expresiones de tristeza y la única persona que los había despedido había sido Saeki. Nadie
imaginaba que Saeki había matado a Kousuke, de hecho, todos pensaban que su desaparición
lo había dejado con mucho dolor.
Él no había actuado, realmente extrañaba al niño. Pero las punzadas de consciencia lo
dejaban incapaz de mirar a los ojos a los padres del niño mientras lloraban su pérdida. La
pureza de sus lágrimas sólo le hacía entender el horror puro de lo que había llevado a cabo.
Durante tres años, Saeki había estado aterrorizado de que alguien descubriera lo que
había hecho. En todo ese tiempo, no había ido ni una vez al pedazo de tierra donde había
enterrado a Kousuke. Estaba cubierto de malas hierbas ahora. Las campanillas se habían
marchitado, habían diseminado sus semillas y habían vuelto a crecer enredadas entre las
hierbas. Una nueva familia se había mudado en la casa donde Kousuke vivía.
Al principio del verano, una ama de casa llevó el boletín del barrio a la casa de Saeki.
En su puerta, habló sobre el asesino en serie que había estado matando niñas, una historia que
se veía en todos los programas de televisión. Finalmente, la conversación tocó la desaparición
de Kousuke.
—Tres años desde que Kousuke desapareció… Eras su amigo, ¿no? Debes extrañarlo.
Saeki se tensó pero recordó la pequeña cara de Kousuke sonriendo y sintió una ola de
tristeza. Había ahogado al niño bajo tierra con sus propias manos pero su mente retorcida tenía
el descaro de llorar su pérdida. Qué horrible.
Saeki asintió con gravedad pero cuando miró el rostro de la mujer, notó algo raro: No
parecía estar triste y ya estaba hablando sobre lo fuerte que sonaban las cigarras cuando el día
se hacía más caliente. El mundo ya consideraba a Kousuke cosa del pasado.
Unos días después, Saeki estaba comprando nueva madera y nuevos clavos y haciendo
otro ataúd. Tenía que hacer el ataúd dentro de la casa para que nadie lo viera trabajando sobre
V. Tumba
la pared. Mientras serraba las tablas, pedacitos de madera se esparcían en los pisos de tatami de
la habitación.
El verano pasó volando. Saeki podía sentir su consciencia intentando detenerlo antes
de que hiciera algo horrible nuevamente, podía sentir cómo batallaba contra la oscura locura
dentro de él que ya estaba buscando una nueva presa. Pero su lucha interna nunca se mostró
exteriormente y el mundo a su alrededor creía que era el mismo de siempre. Como una
máquina que funciona automáticamente, siguió su vida diaria sin ningún problema.
Entonces, un día a finales de octubre, Saeki se fue del trabajo, se subió a su coche en el
aparcamiento y empezó a irse a casa. Ya estaba oscuro. Mientras se unía a las filas de coches
con sus luces encendidas, sus ojos naturalmente miraron a los lados a alguien que caminaba
por el costado del camino. Un momento después, estaba horrorizado al darse cuenta de que
había estado viendo a esa persona de una forma evaluadora. No pudo identificar ninguna
expresión en su cara cuando miró su reflejo en el retrovisor, era como si la parte oscura de sus
ojos se hubiese convertido en pequeños agujeros.
En el trabajo, siempre había sido un hombre callado. Traía flores de su casa para
utilizar como decoración y hacía el trabajo que le asignaban sin quejarse. Las personas
pensaban bien de él y confiaban en él. Nadie sabía que Saeki había asesinado a un niño.
Mientras se acercaba a casa, giró a la izquierda en una calle con poco tráfico.
Y allí vio a la chica.
Estaba caminando a un costado. Podía ver su espalda bajo las luces. Llevaba un
uniforme negro y tenía una larga cabellera negra.
Mientras pasaba a su lado, Saeki inconscientemente redujo la velocidad. El pelo de la
chica quedó grabado en sus ojos. Era ese largo pelo negro el que lo atraía.
Miró por el parabrisas y vio la Luna llena colgando en el cielo nocturno. No había
nubes y el área estaba tenuemente iluminada por la luz de la Luna. Era un área residencial
frente a un parque. Los árboles alrededor ya habían perdido las hojas.
Saeki giró a la derecha en la siguiente intersección y detuvo el coche. Apagó las luces,
miró los espejos y esperó a la chica.
Si la chica iba derecho o giraba a la izquierda, se iría a casa. Mañana tenía el día libre y
podría pasárselo relajándose en casa.
Pero si la chica iba hacia él…
GOTH
Una hoja solitaria cayó lentamente, tocando su ventana y aterrizando en el pavimento.
Recordó el boletín del barrio que había leído el día anterior, pues había un artículo sobre la
limpieza de hojas en las vías y tenían que haberlas limpiado durante la tarde. Había pocas hojas
pero en la mañana estaba cubierto, así que supuso que ya habían terminado de trabajar allí.
Otra hoja cayó silenciosamente, quedándose en los limpiaparabrisas.
No había ningún sonido. Saeki se sentó en el coche, sus nudillos apretando el timón
fuertemente. En el espejo podría ver la esquina por la que había acabado de girar. Finalmente,
la chica apareció bajo la pálida luz de la Luna.
iii
Saeki aparcó en su garaje y cerró rápidamente la gran puerta de metal, la cual se cerró
con un ruidoso chillido que hizo eco en las silenciosas calles residenciales. Se quedó de pie
fuera del garaje mirando al suelo a las pilas de hojas secas. Los árboles que había plantado
crecieron junto al garaje y estaban llenas de ramas así que cuando sus hojas caían, casi
enterraban el garaje. Tendría que rastrillar pronto las hojas.
Desde que sus padres y su abuela murieron, Saeki estaba solo en la casa. Tenía que
hacer toda la limpieza y la colada él solo. Y cada vez que lo hacía, le recordaba lo solo que
estaba.
—¿Alguna vez te casarás, Saeki? —preguntó una compañera de trabajo una vez.
Eso nunca pasará, pensó Saeki. Pareja, amigos, familia… todas esas eran cosas muy lejos
de su alcance. Saeki podía manejar una conversación casual en el trabajo pero no se sentía
cómodo formando lazos más íntimos.
Los secretos y ansiedades que tenía habían construido una pared inconsciente entre
ellos y los demás. No había nadie a quien pudiera confesarle estos horrores.
Una brisa helada acarició su cuello. Hacía más frío que el día anterior y Saeki temblaba
al ver las hojas volando alrededor. Pero el escalofrío que sintió no era totalmente culpa del
invierno que se acercaba. Saeki se dio cuenta de que estaba afuera sin ninguna chaqueta. Su
camisa blanca estaba arrugada, lo que le recordaba de la alegría marital de su colega recién
casado: las camisas de ese hombre siempre estaban planchadas.
Sacudió la cabeza. No había tiempo para estar pensando en otras personas. Entró al
garaje. Había una puerta al costado y entró por allí, llegando hasta el coche y abriendo la puerta
trasera. Al levantar su chaqueta, se dio cuenta de que tenía una mancha en la parte trasera.
V. Tumba
Debía ser sangre. Saeki bajó la mirada y vio a la chica tirada en el asiento trasero, sangrando de
su boca y nariz. No quería que nadie que pasara a su lado mientras llegaba a casa viera a la
chica allí, así que la cubrió con su chaqueta.
La chica seguía inconsciente y no se movió. Estaba acurrucada y su largo pelo caía
sobre su rostro como un velo. De no haberse resistido, él no tendría que haberla herido, pensó
Saeki, tocándose la mano donde se veía una línea roja producto de las uñas de la chica.
Había gritado y luchado, su voz hacía temblar el silencioso aire nocturno. Todos
alrededor debieron haberlo escuchado.
No recordaba claramente lo que había pasado después, pero antes de saberlo, la había
golpeado en la cara varias veces. Ella estaba flácida y no se movía pero él seguía moviendo sus
manos, golpeando sus mejillas. La había empujado en el asiento trasero, tiró su chaqueta sobre
ella y aceleró.
Saeki casi nunca había hecho nada violento, ni siquiera de niño. Cuando veía noticias
sobre abuso infantil, su cabeza se llenaba de odio. Pero ahora había golpeado a una chica en la
cara. Todavía podía sentir el impacto en su mano, que cosquilleaba como si hubiese insectos
caminando por su puño. Sacudió aterrorizado su mano, intentando espantarlos, pero la
sensación no se iba.
Levantó a la chica, cargándola fuera del coche y hasta la habitación en la parte trasera
de la casa. Dejó sus luces encendidas para que las sombras de la chica no se mostraran en la
ventana o las pantallas shoji. Bajo la luz de la Luna colgaban los brazos y el pelo de la chica,
meciéndose cuando él caminaba. La acostó en el taller improvisado dentro del ataúd recién
hecho.
Le quedaba perfecto. Era como si la caja fuera especialmente para ella pero Saeki no
pudo mirarle el rostro, no con la sangre saliendo de su nariz y labios, no con la piel cambiando
de color donde la había golpeado. La oscuridad dentro de él estaba plasmada en sus rasgos y
no podía enfrentarlo. Rápidamente puso una tapa en su ataúd, cerrándolo de golpe. Había dos
pequeños agujeros donde irían los palos para respirar.
Había un hoyo abierto esperando a la chica junto a la tumba de Kousuke. Había
previsto que los eventos del día sucederían y el hoyo estaba esperando bajo la luz de la Luna.
La tierra que había sacado estaba en una pequeña montaña junto al agujero.
Saeki sacó el ataúd de la casa, moviéndolo directamente desde el porche hasta el suelo.
Un ataúd ocupado era muy pesado.
GOTH
Colocó el ataúd en el hoyo, acomodó los dos palos de bambú en los agujeros de la tapa
y entonces llenó el hoyo, echando tierra sobre el ataúd. Al principio, había un sonido de
madera mientras la tierra caía sobre la tapa del ataúd, pero pronto, la tapa estaba cubierta y la
tarea fue silenciosa. Saeki se demoró más de lo que esperaba. Estaba cubierto en sudor y como
no se había cambiado al llegar a casa, tenía su ropa de trabajo sucia de tierra. Finalmente la
tumba estaba llena y le dio toquecitos a la tierra con la pala para aplanarla.
Había enterrado a Kousuke en el verano, colocando campanillas en los palos de bambú
pero era imposible hacer eso en este momento del año. Las campanillas son originalmente
flores tropicales y no les iba muy bien en el frío. Eso dejaba varios palos de bambú marrones
sin usar entre las plantas de la pared pero no levantaría ninguna sospecha. Todo lo que tenía
que hacer era explicar que allí plantaba sus campanillas en el verano y todas las dudas se
desvanecerían.
Para que el hoyo recién cavado no resaltara, trajo algo de paja que había puesto en los
canteros y la diseminó alrededor de los palos de bambú. Cuando estuvo listo, parecía como si
nunca hubiesen tocado el suelo.
Saeki apartó la pala y se sentó en el borde del porche. Por un largo tiempo, miró los palos de
bambú que se encontraban a lo largo de la pared. La chica estaba enterrada allí.
El área entre el porche y la pared era la única parte del jardín que no estaba cubierta de
árboles. Había varios macizos de flores, un cable para colgar la ropa y palos de bambú; pero al
otro lado del porche, los árboles estaban apiñados, amenazando como una muralla negra en la
noche. Cuando el viento soplaba, las amenazantes sombras cambiaban. Saeki frotó el lugar en
su mano donde la chica lo había arañado cuando la metió en su coche. La insensibilidad que le
había quedado después de pegarle ya casi se había desvanecido. Cuando Saeki tocó su rostro,
se dio cuenta de que tenía una amplia sonrisa.
Entró a la casa y revisó el bolso de la chica. Allí encontró una lata de gas pimienta y una
identificación. Había una foto de la chica en su carné, era una chica con un rostro hermoso.
Debajo de la foto estaba su curso y clase, su número de silla y el nombre de Morino
Yoru. Saeki se quedó de pie en el porche nuevamente, mirando los palos de bambú en la pared
y susurrando ese nombre para sí mismo.
La persona que acababa de enterrar tenía un nombre. De qué cosa tan ordinaria se
acababa de dar cuenta. La chica en el suelo tenía padres que le habían dado ese nombre y la
habían criado con amor. Y él había enterrado vivo al recipiente de todo ese amor.
V. Tumba
Una dulce intoxicación llenaba la mente de Saeki, era como azúcar impregnando una
bola de algodón. Sobre el suelo, la chica a la que había golpeado estaba aterrorizada pero bajo
tierra y fuera de vista, podía sentir su miedo cambiando en alegría.
Entonces, Saeki escuchó una voz a lo lejos, el viento casi la ahogó, era tan pequeña.
Saeki miró a los palos de bambú nuevamente. La pálida luz de la Luna los dejaba
resaltar de las sombras a su alrededor, reflejando líneas negras a través del jardín hasta el
porche donde Saeki estaba sentado. Cuatro de los palos eran más gruesos que los demás.
La diminuta voz que había escuchado salía de dos de los palos gruesos. Saeki se
levantó, se puso los zapatos y caminó directamente desde el porche hasta el jardín. Caminó a
través del jardín sintiendo como si en realidad no se estuviera moviendo, como si fuese un
sonámbulo paseando por un mundo irreal. No había luz aparte de la de la Luna y los árboles
alrededor de su jardín amenazaban como sombras oscuras a cada lado, mirándolo fijamente.
Caminó hasta donde estaba la paja diseminada, acercándose a los palos de bambú, los
cuales llegaban hasta su pecho, y los miró desde arriba. No había nada adentro más que
oscuridad, oscuridad como la de su hueco corazón en un diámetro tan ancho como su pulgar.
Podía escuchar la voz temblorosa de la chica, llevada hasta el mundo de la superficie por el
palo. Su voz era muy débil y el viento se la llevaba al final de los palos, difuminándola como
humo.
En uno de los palos se escuchaba más fuerte que en el otro. Había dos en el ataúd pero
uno estaba a sus pies y el otro cerca a su rostro, y era ese el que se escuchaba mejor cuando
hablaba.
—¿Hola? —dijo débilmente. La cortada en su labio le debía dificultar hablar
fuertemente—. Déjame ir.
Saeki se puso de rodillas con las palmas de sus manos contra la tierra entre los dos
palos de bambú. La acababa de enterrar y la tierra bajo la paja seguía suave. La voz de la chica
salía de debajo de sus manos. Sabía que era sólo su imaginación pero el suelo se sentía cálido,
como si pudiera sentir el calor de la chica enterrada allí.
Pobrecilla. Tan impotente, atrapada bajo sus suelas, respirando a través de un palo en el
suelo. Le daba lástima. Saber que estaba enterrada bajo él, incapaz de hacer algo lo hacía sentir
superior. Sentía lo mismo que cuando veía a un perrito o a un gatito.
—¿Me puedes escuchar? —preguntó él, levantándose. Su voz viajó a través de la
oscuridad del bambú, llegando hasta la chica.
GOTH
—¿Quién…? ¿Quién está allí? —preguntó ella. Saeki no hizo nada y ella levantó la voz
nuevamente—. Me encerraste aquí, ¿no? Y luego me enterraste.
—¿Sabes que has sido enterrada? —preguntó Saeki, sorprendido. Si acababa de
despertar en el ataúd no tenía forma de saber nada fuera del hecho de que estaba encerrada en
un lugar apretado, oscuro y cerrado.
La chica no dijo nada por un momento. Entonces dijo:
—Escuché la tierra sobre la tapa.
—¿Te hiciste la inconsciente?
Él pensó que estaba dormida después del golpe que le dio. ¿Cuándo se había
despertado? Nunca la ató, así que si estaba despierta antes de ponerla en el ataúd, pudo haber
intentado correr.
—¿Tienes las piernas heridas? ¿Por eso no huiste? —preguntó.
La chica no dijo nada. Tal vez había adivinado correctamente.
—¡Déjame ir! —dijo molesta.
Su repentina ira tomó a Saeki por sorpresa. No lloraba ni rogaba, estaba dando
órdenes. No podía verla bajo tierra pero pudo sentir lo fuerte que era. Pero aun con su fuerza,
no podía hacer nada.
—No, me temo que no. Lo siento mucho —dijo, negando con la cabeza, a pesar de
que la chica enterrada no podía verlo—. Si te dejo ir, le dirías a todos lo que te hice. No puedo
permitirlo.
—¿Q-quién eres? ¿Por qué haces esto?
Sus preguntas hicieron eco en su corazón.
¿Por qué la había enterrado? No podía encontrar una respuesta a esa pregunta. Lo
llevaba directamente a un callejón sin salida pero decidió que no había razón para ser educado
y responderle, así que dejó de pensarlo.
—Eso no importa.
—¿Dónde estoy? ¿En las montañas?
—No, estás en mi jardín. Esta es tu tumba.
La chica se calló. Intentó imaginarse cómo se vería su rostro en ese diminuto espacio
oscuro.
—¿Tumba? Tienes que estar bromeando. Sigo viva.
V. Tumba
—Enterrar gente muerta no es tan divertido —dijo Saeki, sintiendo que eso era algo
extremadamente obvio.
Lo que escuchó pareció dejar muda a la chica por un momento. Entonces, gruñó:
—Si no me dejas salir, estarás en problemas.
—¿Crees que alguien vendrá a salvarte?
—¡Sé de alguien que me encontrará! —gritó de repente. Entonces, aulló de dolor y se
calló nuevamente. Podía escucharla respirando pesadamente. Quizá tenía las costillas heridas y
le dolían cada vez que hablaba. Saeki pensó que había una sorprendente pasión en sus palabras.
—Esta persona en la que confías… ¿es un chico?
—Sí —dijo pero con una confianza que dejaba claro que hablaba de su novio.
—¿Puedo preguntar su nombre?
—¿Por qué quieres saber?
—Curiosidad.
Hubo un largo silencio y entonces la chica dijo el nombre del chico. Saeki lo guardó en
sus recuerdos pero se preguntaba en secreto si no estaría mintiendo. Había una posibilidad de
que esa persona no existiera pero Saeki no tenía forma de verificarlo.
—Voy a comprar unos binoculares —El cielo nocturno estaba lleno de nubes que iban
a la deriva en la cara de la Luna. Mañana estaría nublado—. ¿Sabes por qué? —preguntó Saeki.
La chica permaneció callada—. Para verlo lamentar tu pérdida desde la distancia.
Estaba seguro de que su voz había llegado a oídos de la chica pero ella no dijo nada.
Saeki dijo algunas cosas más para intentar sacarle una respuesta pero ella no reaccionó. Sólo
estaba allí silenciosa en la oscuridad.
Asumiendo que estaba molesta, Saeki se fue del jardín. Su humor cambiaría en la
mañana.
Se fue al garaje y limpió el asiento trasero del coche. No podía dejar rastros de su
presencia. En el coche siempre mantuvo una pequeña almohada que colocó bajo su cabeza
cuando la puso allí. Toda la sangre la había empapado así que no había manchas en el asiento.
Saeki sacó la almohada del coche y reunió todas las hebras de pelo negro que estaban en el
suelo.
Cuando terminó de limpiar, entró a la casa, miró el reloj en la pared y descubrió que ya
eran pasadas las dos. Subió a su habitación, se acostó en su futón e intentó dormir. Se quedó
GOTH
allí con los ojos cerrados, buscando la entrada a sus sueños con sus pensamientos en esa chica
atrapada en una diminuta y aislada oscuridad.
Al día siguiente, era casi mediodía cuando Saeki despertó. Era sábado pero donde él
trabajaba los fines de semana significaban poco, a menudo tenía que trabajar en sábados y
domingos. Pero esta semana había tenido suerte: era su día libre.
Abrió la ventana y miró afuera. Cuando era niño había podido ver la ciudad desde aquí
pero ahora los árboles estaban en la mitad. Sobre la copa de los árboles podía ver un cielo gris.
Un viento frío sacudía los árboles, acariciando las mejillas de Saeki.
Preguntándose si lo de la chica no había sido más que un sueño, Saeki bajó las escaleras
y salió al porche. Miró hacia la pared y sólo entonces estuvo seguro de que realmente había
pasado.
Había cuatro palos de bambú gruesos entre los más delgados. Cuatro palos significaban
dos ataúdes. Había enterrado a la chica anoche junto a Kousuke. Confirmar esto fue un alivio.
¿Qué estaría pasando junto al parque donde había metido a la chica en el coche? Ella
había gritado. ¿Alguien habría informado? ¿Los padres de la chica enterrada estarían
preocupados y llamaron a la policía? La policía podía usar esos dos fragmentos de información
para descubrir que la chica había sido secuestrada junto al parque.
Saeki se puso las sandalias y bajó hasta el jardín. Tenía hambre pero quería hablar con
la chica antes de comer. En circunstancias inusuales como esta, usualmente no podía comer,
pero por alguna razón se sentía muy hambriento y vivo.
Se quedó de pie junto a los palos de bambú. No habló inmediatamente sino que
escuchó, intentando ver si salían sonidos bajo tierra. No había ninguno así que dijo:
—Es de mañana, ¿estás despierta?
La noche anterior, ella se negó a responderle. Estaba preocupado de que siguiera así
hasta la mañana, pero después de un rato volvió a escuchar su voz.
—Sé que es de mañana, está oscuro aquí pero… —El palo del que salía la voz se
sacudió ligeramente a pesar de la tierra comprimida a su alrededor. Debió haber tocado el otro
extremo que estaba dentro del ataúd—. Hay un palo junto a mi cabeza. Estaba tocando
V. Tumba
alrededor y lo encontré. ¿Es para que pueda respirar? Miré adentro y pude ver una luz blanca al
final, ¿quizá luz del sol?
Los palos no estaban asegurados, sólo entraban al ataúd. Si Saeki quisiera quitarlos, lo
haría fácilmente. Asimismo, si ella agarraba el extremo que estaba dentro y lo sacudía, se
movería de adentro hacia afuera.
—Suelta eso. Esos palos no se deben mover. Alguien podría verlo y se vería
sospechoso. Si los mueves de nuevo los sacaré y entonces no podrás respirar.
El palo dejó de moverse.
—¿Cómo te llamas? —preguntó la chica.
—Saeki. Y tú eres Morino, ¿cierto?
Hubo un largo silencio y la chica susurró con su voz llena de indignación.
—Saeki, no sé por qué me encerraste aquí pero esto es algo malvado. Deberías dejarme
salir o el ave negra del infortunio se posará en tu hombro.
No sólo no le temía sino que además le estaba echando algún tipo de maldición.
¿Entendía completamente su predicamento? Saeki gruñó con un poco de molestia.
—¿Qué puedes hacer allí abajo? Te podría ahogar en cualquier momento.
—¿Ahogar?
Le explicó con todos los detalles posibles cómo podía matarla usando una manguera
para introducir agua en el ataúd, haciéndole ver claramente cómo no tenía esperanza de
sobrevivir en un intento de acabar con su voluntad.
La chica no podría apartar sus ojos de la fosa negra de la desesperación que se
encontraba ante ella. O tal vez estaba demasiado cansada para seguir molesta.
—Yo misma terminaré con mi vida antes de darte una oportunidad de matarme. No
revisaste mis bolsillos, eso fue un error fatal. Estoy segura de que te darás cuenta de lo
descuidado que fuiste. Tengo un lapicero en mi bolsillo y me lo enterraré en la yugular.
—De pronto crees que suicidarte antes de que yo te pueda matar te permitirá proteger
tu orgullo pero no es verdad. Es lo mismo. Una vez te mates, tu cuerpo se pudrirá allí abajo.
Nadie lo encontrará. Permanecerás sola, aislada bajo tierra para siempre.
—No, claro que no. No permaneceré así para siempre. La policía no es estúpida y te
atraparán un día. Puede que sea en unos días o en unos años. Y sé que algo es cierto: No
moriré sola.
—¿No?
GOTH
—Mi muerte no será «aislada».
—¿Te refieres a que alguien morirá contigo? ¿El chico del que hablaste ayer?
—No me dejará morir sola.
¿Estaba llorando en su tumba? Su voz sonaba algo húmeda pero había una absoluta
sensación de convicción en ella.
Saeki había preguntado por su novio intentando mofarse. Eran chicos de secundaria,
eso era amor de niños. Pero ahora se estaba poniendo nervioso. Había una nube negra sobre
su cabeza, cargada con lluvia.
—No entiendo… ¿cómo puedes hablar así, en estas circunstancias? Morino… morirás
allí y te pudrirás bajo tierra aislada… y sola. No hay otro destino posible —dijo Saeki y
entonces la dejó.
Cuando él escuchó sus palabras, recordó la pregunta que la joven de su trabajo le había
hecho, si algún día se casaría.
No tenía ninguna relación profunda, ni de una amable familia o amigos para compartir.
Tenía que permanecer así para sobrevivir. Podía sonreírle a los demás y llevar conversaciones
superficiales pero su alma nunca debía tocar la de ellos. Las palabras de la chica le habían
recordado eso, incomodándolo.
Decidió comer algo y calmarse. Había perdido su apetito pero si comía, se sentiría
mejor.
Decidió comer fuera. Sacó la billetera del bolsillo de su traje y se puso una chaqueta.
Entonces, mientras se ponía los zapatos en la puerta, se dio cuenta de algo raro.
Saeki tenía una insignia del trabajo que siempre traía puesta. La tarjeta de identificación
se mantenía en su lugar gracias a un estuche de cuero marrón y siempre estaba en el mismo
bolsillo que su billetera. Nunca iba a ningún lado sin ella pero no la había visto desde la noche
anterior.
Saeki se quitó el zapato que ya se había puesto y volvió a su casa, donde colgaba el
traje. Metió la mano en el bolsillo donde estaba la billetera. No había nada dentro, así que
revisó los demás. No había señal de su insignia. Miró alrededor, asegurándose de que no
estuviera en el suelo. Levantó todas las revistas del suelo, hasta levantó el futón que cubría el
kotatsu mientras la buscaba. Nada.
¿Cuándo fue la última vez que lo vio? Sabía que la tenía en el trabajo. ¿La habría dejado
caer en alguna parte?
V. Tumba
Saeki pronto llegó a una respuesta, una respuesta que lo hizo sentirse mareado. Entre
más intentaba apartar la idea, más seguro estaba de eso.
Si había dejado caer la insignia, debía ser donde forcejeó con la chica… anoche, junto
al parque, donde los gritos irrumpieron en la noche, justo cuando el codo de la chica le había
golpeado las costillas, sacando la insignia de su bolsillo.
Podía escuchar a las aves aleteando en el jardín. Los árboles alrededor de su casa
atraían a muchas aves. Los podía escuchar cantando de mañana y cuando caminaba por el
jardín, solían salir volando asustadas. Pero hoy, el sonido de sus alas se sentía siniestro, como
una señal de destrucción.
Habían limpiado las hojas del camino el día anterior. La insignia no estaba ahí cuando
limpiaron pero si la encuentran hoy… entonces sabrían que el dueño de la insignia pasó por
allí esa mañana o la noche anterior.
Sería fácil determinar a quién pertenecía la insignia. El nombre de Saeki estaba escrito
dentro. No tenía forma de saber cuántas personas podrían conectar el hecho de que él había
estado allí con el grito de la chica y su desaparición, pero parecía una buena idea salir y
encontrar la insignia antes de que cualquier otro lo hiciera.
Saeki se puso los zapatos rápidamente y salió. Tenía planeado correr hasta el parque,
quedaba demasiado cerca para molestarse en conducir.
Antes de salir, Saeki decidió decirle algo a la chica. Se dio la vuelta por la entrada a
través de los árboles en la parte lateral de la casa para llegar al jardín cerca del porche. Cuando
se estaba acercando a los palos de bambú a lo largo de la pared, se detuvo súbitamente.
Desde los palos, podía escuchar a la chica reírse como un disco rayado.
En todas sus conversaciones la chica nunca se había dejado llevar. Nunca había gritado,
sólo le había hablado calmadamente, con un firme control de sus emociones. Y ahora se reía.
El dolor ocasionalmente causaba que la risa se volviera gruñidos pero no podía evitar seguir
riéndose.
En el ataúd bajo tierra, ¿acaso el temor la había vuelto loca? Había estado tan callada
todo este tiempo que la risa era muy inquietante. Al final, Saeki se devolvió sin atreverse a decir
una palabra.
iii
GOTH
Cuando llegó al camino junto al parque, ya era mediodía. De haber sido un día soleado,
tendría la luz del sol sobre su cabeza pero hoy había una gruesa capa de nubes cubriendo todo
y un frío viento soplaba.
El parque era un pequeño lugar acogedor, en la mitad de un área residencial. Había una
verja hecha de cadenas alrededor, para evitar que los niños se fueran corriendo hasta la calle.
Mientras Saeki caminaba por el andén, miró de reojo a través de la verja. Había un campo de
juegos en un claro.
Alguien estaba sentado en un columpio. Estaba mirando al otro lado del parque
dándole la espalda a Saeki, así que todo lo que podía ver él eran sus ropas negras.
Se sintió relajado al darse cuenta de que no había más nadie. Estaba preocupado de que
la policía estuviera ya investigando pero aparentemente no era así. Más que nada, tenía miedo
de que alguien más encontrara la insignia antes que él.
Había árboles plantados a intervalos a lo largo del andén. No había coches en la calle,
estaba solamente una calle callada y vacía
Con cada brisa caían las hojas, no bailaban entre el viento sino que caían en línea recta
como lluvia. Habían limpiado el día anterior pero ya el camino estaba lleno de hojas. Había
menos en la calle porque las corrientes de aire de los coches que pasaban la mantenían
relativamente limpia, pero había grandes pilas en los andenes.
Saeki miró alrededor del suelo donde había detenido el coche la noche anterior, donde
había forcejeado con la chica pero no encontró su insignia. No había nada más que hojas, que
estaban esparcidas como una sabana. Quizá las hojas la habían cubierto, escondiéndola de los
ojos de los peatones.
Saeki se arrodilló y empezó a apartar las hojas. No había necesidad de buscar el andén
completo pues él sabía dónde había forcejeado con la chica. Estaba seguro de que la
encontraría rápidamente.
Mientras apartaba suavemente las hojas caídas, el viento las atrapaba, llevándolas lejos.
Saeki miraba esto y pensaba en la chica.
En la oscuridad estaba dentro de ese ataúd. Si se asomaba a través del palo metido en la
tapa, podría ver la luz del mundo como un pequeño punto pero esa era toda la luz que tenía.
En ese diminuto espacio oscuro, no tenía más opción que mirar directamente a su propia
muerte. Sin embargo, afirmaba que su novio no la dejaría morir sola.
V. Tumba
Descubrir eso había perturbado a Saeki. No podía entenderlo y eso lo ponía ansioso.
¿Cómo podías creer en alguien cuando estabas atrapado en un ataúd bajo tierra con la promesa
de aislamiento eterno rondando sobre ti?
Hubo una neblina cómoda en su mente toda la noche, mientras pensaba en lo
impotente que estaría la chica enterrada, había experimentado oleadas de placer, como miel en
su lengua. Pero cuando escuchó esas palabras fue como si lo despertaran de su sueño con
alguien dándole una cachetada.
Ahora sabía qué le había hecho a la chica. Recordó cada horripilante palabra que le
dijo.
Sintiéndose algo mareado, Saeki cayó de rodillas entre las hojas. Su visión se nublaba y
las capas de hojas parecían ondearse como la superficie del mar. Apenas si podía respirar y sus
pulmones le pedían aire.
¿Cuándo había empezado a deleitarse con esas acciones sádicas como si estuviese
comiendo dulces? Él había sido un buen ciudadano. Había trabajado duro y había sido bueno
con aquellos a su alrededor, saludaba a la gente que conocía mientras caminaba por ahí,
siempre deteniéndose para conversar.
Cada vez que la idea de enterrar a alguien vivo flotaba en su mente, luchaba para
eliminar ese pensamiento. Se decía a sí mismo que nadie debía hacer algo así y que debía
quedarse satisfecho con hacer hoyos en su jardín. Era un ser humano. Nunca podría haber
hecho algo tan diabólico como disfrutar enterrando a alguien vivo…
Pero desde que enterró a Kousuke y lo mató, un engranaje vital dentro de él se había
salido de control. De una forma terrorífica, sus sentimientos de superioridad sobre la chica
indefensa bajo tierra le habían hecho sentir finalmente vivo… ¿Podía seguir considerándose
humano?
A pesar de sentirse mareado, Saeki nunca dejó de apartar las hojas mientras continuaba
buscando su insignia. El sudor rodaba por su nariz, cayendo en las hojas secas.
Sin importar qué tanto la buscara, no había señal de su insignia. Hasta había revisado
las hojas que caían lejos de donde había forcejeado con la chica, sólo por si acaso, pero no
estaba en ninguna parte. Saeki estaba empezando a entrar en pánico.
Un periódico fue llevado por el viento contra sus piernas. Cuando se levantó,
apartándolo de una patada, se dio cuenta de que había alguien de pie contra la verja, mirándolo
GOTH
a través de ella. Había estado tan preocupado con su búsqueda que no había visto a la figura
acercándose.
El columpio vacío estaba moviéndose en la distancia. La persona sentada ahí debía ser
quien se acercó.
De pie del otro lado de la verja estaba un chico que parecía estudiante de secundaria.
Llevaba un uniforme negro y estaba mirando a Saeki fijamente con ambas manos en los
bolsillos. Saeki asumió que hoy las escuelas habían trabajado sólo medio día así que el chico
había ido de la escuela directamente al parque.
Saeki miró al chico a los ojos y se hizo un silencio incómodo. El chico rompió el
silencio primero haciendo una reverencia con su cabeza.
—Lo siento, yo sólo… me preguntaba qué estabas haciendo.
Debía haber sido algo digno de ser visto.
—¿Has perdido algo? —preguntó el chico.
—Em... —tartamudeó Saeki, inseguro de cómo responder. Quería que el chico se fuera
pero parecería raro decir eso directamente de la nada. Quizá debía irse él y regresar más tarde a
buscar cuando el chico se fuera.
—¿Vives por aquí? —preguntó el chico cuando Saeki no respondió.
—Sí.
—¿Puedo preguntarte tu nombre?
Sin pensarlo realmente, le dijo la verdad al chico.
—¿Saeki? ¿Te importa que te pregunte algo? Puede que sea una pregunta rara, pero…
—¿Una pregunta rara?
—No te quitaré mucho tiempo. Sobre el grito de anoche… ¿sabes algo?
Saeki sintió que alguien presionaba un cubo de hielo contra su corazón.
—¿Grito…? ¿Qué grito…?
—Alrededor de las nueve en punto anoche, se escuchó un grito por aquí. Conozco a
alguien que vive en el área que me habló de eso pero parece que tu casa está muy lejos para que
lo hayas escuchado —concluyó el chico después de observar cuidadosamente la reacción de
Saeki. Saeki estaba más que dispuesto a seguir esa conclusión, así que asintió con la cabeza—.
Verás, uno de mis compañeros de clase nunca volvió a casa anoche. Hoy fue medio día de
escuela solamente pero mi compañero no asistió —Saeki no pudo evitar apartar la mirada. El
chico era al menos diez años menos que él pero sus ojos aterrorizaban a Saeki. Podía sentir su
V. Tumba
sudor bajo la ropa. El chico hablaba de esa chica… —. Mi compañero caminaba a la escuela
todos los días por esta vía, así que me preguntaba si el grito de anoche estaría conectado…
Era ella, la chica que Saeki había enterrado viva.
—¿La conoces bien?
—Supongo… —dijo el chico, indiferente. ¿Este era el chico que la chica había
mencionado? Por la forma en que respondió, no lo era. Estaba muy calmado y hablaba de ella
como si fuera una desconocida. Era difícil creer que fueran íntimos.
—¿Así que viniste preocupado por tu compañera de clases perdida?
—Oh, no. Más que todo estoy haciendo un recorrido turístico.
—¿Recorri…?
—En la estación de policía tienen un mapa de la ciudad con marcas rojas por todas
partes.
—¿Lugares donde han ocurrido accidentes fatales?
—Sí, ¿lo conoces? No creí que nadie más se hubiese dado cuenta. Mi pasatiempo es ir a
cada una de esas marcas rajas y pararme sobre el lugar donde han muerto esas personas, de pie
sobre el lugar donde sus vidas terminaron, sintiendo el asfalto bajo mis pies… Venir aquí era
simplemente una extensión de ese pasatiempo. Me gusta mirar lugares donde cosas horribles
han pasado y se me ocurrió además que, si tenía suerte, podía encontrarme con el perpetrador
que regresaría a la escena del crimen.
El chico sacó las manos de su bolsillo y agarró la verja formada de cadenas. La verja se
sacudió, emitiendo un sonido metálico. El chico miraba directamente a los ojos de Saeki.
Las palabras del chico casi detienen el corazón de Saeki. ¿Decía esto con completo
conocimiento de que el hombre al que estaba hablando había secuestrado a la chica en
cuestión? Saeki descartó la idea. Eso no era una opción.
Pero su corazón no se calmó con eso y permaneció ansioso.
Escuchó el sonido de un ave aleteando sobre su cabeza y levantó la mirada. Un cuervo
solitario volaba bajo el frío cielo, su pico negro apuntaba directamente a Saeki.
Un momento. Saeki tenía una idea.
Quizá el chico había encontrado la insignia, la había conectado con el grito de la chica y
había supuesto que el culpable volvería pronto…
Ahora el chico tenía la insignia escondida, probándolo. ¿Pero realmente era posible?
GOTH
—Así que esta compañera mía que está perdida… ¿dónde crees que esté? —preguntó
el chico. Una vez más, parecía estar observando fríamente la reacción de Saeki.
Saeki quería correr. El chico estaba del otro lado de la verja y tendría que correr hasta la
entrada del parque antes de poder seguirlo. Pero en ese caso… si realmente había encontrado
la insignia e informaba del comportamiento sospechoso de Saeki a la policía…
—¿Sabes algo?
—No, nada.
—¿Oh? Pensé que sabrías algo.
—¿Por qué…?
—Tal vez estaba pensando demasiado. Verás, es que dijiste que no habías escuchado el
grito.
—¿Y qué?
—Eso no tiene sentido. Sólo mencioné un grito pero cuando hablé de mi compañero
perdido, me preguntaste si la conocía. Usaste la palabra «la» pero yo nunca mencioné nada que
pudiera identificar el género de mi compañera. Saeki, ¿cómo sabías que mi compañera perdida
era mujer?
—Ah, tengo una razón para eso. Hay una chica de secundaria que pasa todas las
mañanas por aquí pero esta mañana no la vi. Eso es todo. Sólo asumí que hablabas de ella.
El chico asintió.
—¿Una chica delgada de pelo largo?
—Sí, piel pálida con un Lunar bajo su ojo izquierdo —dijo Saeki, recordando la
fotografía en su carné de estudiante. ¿Pero cuánto tiempo podría seguir con esta conversación?
El chico claramente sospechaba de él. Cada vez se ponía más incómodo como si un brazo
estuviese apretándolo lentamente del cuello.
—¿Estás bien? Te ves pálido.
—No me siento tan bien, no.
—Espera, ya voy.
El chico se alejó de la verja, caminando rápidamente hacia la entrada del parque. En el
camino, recogió el bolso que había dejado junto a los columpios. Una vez salió al andén, volvió
hasta Saeki con cara de preocupación.
Saeki limpió el sudor, producto de la tensión, de sus cejas con su manga.
—Desde ayer… me he estado sintiendo mal.
V. Tumba
—Te pido disculpas por hacerte hablar conmigo en esta condición. Dije que no te
quitaría mucho tiempo pero parece que sí lo hice… ¿Quizás podríamos encontrar algún lugar
donde te puedas sentar?
—Sí… —Saeki pretendió pensarlo por un momento pero ya sabía qué respuesta
daría—. Supongo que mi casa sería lo más cercano.
Planeaba dar unos pasos y fingir un mareo, casi cayendo. El chico iría corriendo y él se
aprovecharía de esto, convenciéndolo de que lo ayudara hasta su casa. Entonces, Saeki lo
mataría y revisaría sus bolsillos todo lo que quisiera. Pero ni siquiera tuvo que actuar.
—No te ves bien… ¿te acompaño a casa? —El chico frunció el ceño, hablando sin
exagerar. Qué conveniente.
—Por favor. Es por aquí…
Caminaron juntos, Saeki con sus hombros caídos y temblando ocasionalmente. Se
sentía bastante mal, así que no le era difícil pretender estar enfermo.
Mientras caminaban, Saeki intentó descubrir quién era este chico. Había aparecido
frente a él de la nada y ahora caminaba con él. ¿Qué debía hacer al llegar a la casa? ¿Debía
matarlo?
Una vez más, Saeki empezó a sentirse mareado. Antes de darse cuenta, había empezado
a pensar en formas de matar al chico con el mismo desapego metódico que usaba al pensar en
trabajo.
Había una parte pura en su corazón que le rogaba que no hiciera nada más horroroso
pero si el chico había tomado la insignia y había adivinado la conexión entre él y la chica,
entonces Saeki no tendría alternativa: debía matarlo. De otra forma, el mundo se enteraría de
las cosas que había hecho.
¿Qué pensarían de él sus compañeros de trabajo si se enteraban de que el verdadero
Saeki era un monstruo terrorífico? Que el hombre que llevaba flores de su jardín para animar la
oficina era realmente un asesino, una criatura que no merece ni que le escupan. ¿Esto los
pondría tristes? ¿Furiosos? Sus oídos resonaban con la repugnancia que sentirían, Saeki estaría
tan vencido por la vergüenza que sólo podría ser capaz de mirar sus propios pies mientras las
llamas de la vergüenza ardían alrededor de él.
Nunca podría permitir que eso pasara. El chico tenía que morir. Apretó sus ojos
fuertemente repitiéndose esto nuevamente, intentando no llorar.
GOTH
Llegaron a su casa rápidamente. No recordaba de qué habían hablado hasta llegar aquí,
pero sentía como si ambos hubieran evitado hablar de algo importante.
—Bonita casa —dijo el chico, admirándola.
—Sí, pero es vieja. Adelante.
Entraron por la puerta principal. Siempre estaba abierta para que el coche pudiera
entrar y salir. El chico se detuvo en la entrada, mirando el garaje junto a la casa. Las puertas del
garaje siempre estaban abiertas y el frente de un coche negro los miraba. Saeki había limpiado
todos los rastros de la chica del asiento trasero. No había sangre, pelo, ni nada. Había dejado la
puerta del garaje abierta después de eso.
—¿Ese es tu único coche? Eso quiere decir que vives solo, ¿cierto?
—Sí.
El chico miró el jardín.
—Qué montón de árboles.
—Es mi pasatiempo. Mi propio bosquecito.
Después de pedir permiso, el chico se dirigió al jardín. Saeki iba tras él.
Bajo el cielo nublado, todo lo que Saeki había plantado parecía color verde oscuro. El
chico pasó junto a un árbol y sonando impresionado, dijo:
—¡Qué jardín tan grande!
Junto a los árboles, el jardín se abría. Este era el lugar al sur de la casa, entre el porche y
la pared. Había flores junto a piedras, pero no había nada creciendo ahora. Sólo la tierra seca.
Y sobre la pared, había varios palos de bambú. Donde las campanillas habían crecido,
había paja y bajo eso…
—¿Aquí no hay árboles?
—Es para mantener una buena vista desde el porche.
… Debajo estaba esa chica y lo que quedaba de Kousuke.
Los palos de bambú permanecían en fila a lo largo de la pared, sin moverse. El chico
todavía no había enfocado su atención en ellos, sólo percibiéndolos como parte del jardín.
¿Pero qué pasaría si la chica bajo tierra tomaba el otro lado del palo y lo sacudía? El chico
seguramente vería algo moviéndose raro e iría a investigar.
Saeki debía acabar con esto antes de que eso pasara así que le dijo al chico que lo
esperara sentado en el porche.
—Buscaré algo de té —dijo, subiendo al porche y entrando a la casa.
V. Tumba
—¿Me pregunto a dónde se fue Morino…? —escuchó decir al chico.
Saeki quedó inmóvil, mirando la espalda del chico.
—No sé cómo explicarlo, pero ella genera algún tipo de… feromona que atrae gente
rara —dijo el chico, volteando a mirar a Saeki. Era obvio que su intención había sido que su
comentario fuera escuchado—. Caminar por ahí en una nube de esas feromonas significa que
esos individuos anormales van tras ella.
—Espera un momento, traeré el té —dijo Saeki, dejando al chico. No podía estar
seguro de que el chico había sacado el tema deliberadamente pero sí había sentido algo
siniestro tras su tono de voz.
Mientras hervía el agua en la cocina, Saeki sacó un cuchillo de cocina de la gaveta. No
podía pensar en otra arma con la cual matar a alguien.
El fuego azul en su estufa a gas empezó a calentar el agua en la tetera. Puso una taza y
una tetera en la bandeja y el cuchillo junto a éstos. Miró el brillo metálico del filo, intentando
imaginarse bajándolo para atacar al chico en el porche por la espalda. El filo brilló, reflejando la
luz de la estufa. Sólo estaba haciendo una taza de té así que no había mucha agua y ésta
empezó a hervir rápido.
Saeki puso su mano en el borde del lavaplatos para sostenerse. De otra forma, no
podría haber permanecido de pie. Nada quedaba de la dulce sensación que había sentido al
enterrar a la chica. En lugar de eso, se sentía terrible, como si estuviera viviendo una pesadilla.
Todo lo que veía, todo lo que tocaba… parecía estar emitiendo un hedor de descomposición
pero lo más feo de todo era él mismo. Había matado a Kousuke, había enterrado viva a la
chica y ahora iba a apuñalar al chico. Comparado con la fuerza de la fe que tenía la chica en su
novio, su corazón parecía tan patético. Su pesadilla había empezado el momento en que había
matado a Kousuke.
O tal vez había estado destinado a vivir esta pesadilla en el momento que había nacido.
En el momento en que la vida le fue otorgada, puede que su alma ya estuviera poseída por una
inevitable hambre de muerte.
El agua hirvió y el vapor salía de la boca de la tetera. Saeki se estiró para apagar el fuego
y se dio cuenta…
Kousuke…
El vapor subía, el agua en la tetera hervía furiosamente.
¿Qué aspecto tenía Kousuke…?
GOTH
No podía recordar la cara del niño que había matado. A pesar de que había ido muchas
veces con él al parque y habían jugado juntos, Saeki no conservaba recuerdos de él, como si el
niño fuera reemplazable…
¿Qué le pasaba? Ya no sabía. Una parte de él era un buen ciudadano que había
intentado ser bueno con la gente pero otra parte de él era un monstruo que enterraba gente
viva para divertirse. Estos dos peleaban como personalidades múltiples pero no eran personas
diferentes, estaban conectadas, alineadas, eran lo mismo.
Pero en ese caso, ¿quién era él? ¿Quién era el hombre que él pensaba que era? Ya no
podía creer en sí mismo, ¿así que en qué creería?
Tomó el cuchillo y lo puso en la bandeja con sus manos temblorosas…
Apagó la estufa y llenó la tetera. Entonces, se dirigió hacia el chico en el porche.
Saeki caminó silenciosamente. Cuando dobló por una esquina, pudo ver el porche y la
espalda del chico. El chico estaba mirando el jardín, sentado.
En su mano tenía un móvil pegado a su oreja. ¿Estaba llamando a la policía? Por un
momento, Saeki estaba aterrorizado.
Siguió caminando.
Saeki pudo escuchar al chico hablando. Por su tono, no estaba hablando con la policía
sino con un amigo.
Mientras se paró frente al chico, el suelo bajo los pies de Saeki chirrió.
El chico se volvió y colgó el móvil.
—¡Saeki, te has retrasado! —dijo el chico—. Y ahora te ves aún peor…
Saeki bajó la bandeja al lado del chico.
—Sí, bueno… estoy mareándome…
Sirvió el té en la taza.
Tenía que luchar contra la terrorífica bestia que habitaba su corazón.
Le dio la taza al chico, tomando su decisión silenciosamente.
Había dejado el cuchillo en la cocina. Cuando se dio cuenta de que no podía recordar el
rostro de Kousuke, sintió que no había otra alternativa. Esto parecía ser la única forma de
escapar de la pesadilla.
El chico tomó la taza. Vapor blanco subía desde el líquido verde pálido,
desapareciendo en el aire. Lo miró por un momento y entonces bajó la taza sin beber.
V. Tumba
—Saeki, te tengo buenas noticias —suspiró, pareciendo aliviado—. Morino sí
desapareció ayer pero aparentemente ya llegó a su casa.
iv
Cuando el reloj en la pared llegó a la medianoche, Saeki estaba acurrucado en una
esquina de su habitación con las luces apagadas, abrazando sus rodillas y respirando
suavemente en la oscuridad. No podía dejar de temblar. Había estado así desde antes del
atardecer y ya no sabía si tenía frío o calor o si estaba vivo o muerto.
La mano larga del reloj se movía otra vez y mientras lo hacía, aparentemente se movió
en la posición perfecta para reflejar la luz de la Luna entrando por la ventana. El brillo era de
color blanco. El brillo llamó la atención de sus ojos y Saeki finalmente encontró
determinación. Se levantó, bajó las escaleras y fue al garaje. Tomó la pala que tenía allí y una
palanca para poder abrir la tapa del ataúd y entonces se dirigió al jardín.
Había estado esperando que el mundo se sumergiera en oscuridad. Tenía miedo de que
alguien se asomara sobre la pared durante el día y viera lo que hacía. Pero entre más esperaba,
más su imaginación se arraigaba, volviéndolo medio loco. Lleno de terror, casi se había
desmayado en la oscuridad y antes de saberlo se había enroscado de esa forma durante más de
seis horas.
Pasó por los árboles y salió al claro entre la pared y el porche. Mirando la fila de palos
de bambú a lo largo de la pared, dio otro paso adelante. La parte de atrás de su mano le ardía
dolorosamente, justo donde la uña de la chica había aruñado su piel antes.
Saeki estaba de pie frente a los palos que llegaban casi a su pecho, los palos conectados
al ataúd de la chica. Su mano le dolía tanto que podría haber jurado que le sangraba.
Primero, llamó a la chica. No respondió. Sus manos temblaban y Saeki sacó el palo del
suelo y lo tiró a un lado. Apartó la paja y descubrió el agujero donde el palo había estado
introducido.
Clavó la punta de su pala en el suelo y empezó a cavar.
Trabajó sin luz para evitar atraer atención. Las nubes que habían cubierto el cielo todo
el día habían sido arrastradas por el viento. Como la noche anterior, todo estaba bañado en una
pálida luz de Luna. No había sonidos desde el camino más allá de la pared y trabajó casi en
total silencio, el único sonido venía de la pala entrando en la tierra. Seguía increíblemente
GOTH
mareado, su cuerpo débil como si tuviera fiebre. Mientras cavaba, recordó lo que había dicho
el chico del porche.
—Parece que pasó por una situación difícil pero ya está a salvo. Acabé de hablar con
ella. Voy para allá ahora, gracias por tomarte el tiempo de hablar conmigo.
El chico había dicho todo esto antes de que se enfriara el té, hizo una reverencia con la
cabeza y se levantó para irse.
Saeki sólo parpadeó, incapaz de entender lo que quería decir. No era posible que la
chica pudiera estar en la superficie. Pero el chico tomó su bolso y se dirigió a la puerta
principal sin notar aparentemente la confusión de Saeki.
Saeki bajó del porche, se puso los zapatos y lo siguió a través de los árboles.
—¿Fue… fue a casa…?
Eso tenía que ser una mentira pero no podía evitar preguntar.
—Sí, así es. Parecía que seguía en estado de shock pero no me preocuparía, se
recuperará pronto.
El chico atravesó la entrada, doblando en dirección al parque. Saeki se detuvo justo
afuera de la puerta principal. Puso una mano en el pilar para poder apoyarse y vio al chico
uniformado alejarse caminando.
El chico se había detenido en la intersección no muy lejos de la entrada y saludó a
alguien. Alguien a quien Saeki no podía ver debía estar dirigiéndose al chico. Finalmente, la
persona pasó por la esquina y se quedó de pie junto al chico. Era una chica de pelo largo a la
que Saeki reconoció enseguida.
No podía creer lo que veía. Miró fijamente la cara de la chica: rasgos hermosos y
simétricos, piel pálida. La chica que había enterrado viva estaba hablando con el chico.
¿Estaba soñando? Estaba tan mareado que las casas y los postes telefónicos se
mezclaban. El camino y las paredes se movían como ondas en un estanque…
Miró hacia los palos de bambú donde había enterrado a la chica y entonces, empezó a
correr. En el momento en que había quitado los ojos de la pareja en la calle, el chico se había
volteado a verlo. Pero todo lo que a Saeki le importaban eran los palos.
Se quedó de pie donde había enterrado a la chica. Le habló a los palos que llevaban al
ataúd. No hubo respuesta. No hubo ningún sonido desde abajo y todo lo que podía ver dentro
de los palos era una negrura oscura como agua sucia.
La chica debía haber escapado.
V. Tumba
No. Saeki descartó la idea. La tierra no había sido removida.
Entonces… ¿qué demonios había enterrado…?
Gritó por los palos de bambú varias veces después de la partida del chico hasta que fue
de noche pero ella nunca respondió. Sin importar cuánto lo pensara, no lograba entenderlo.
Finalmente, decidió que no había nada que hacer excepto por esperar a que anocheciera para
abrir la tapa del ataúd.
Bajo la luz de la Luna, todo era silencio con excepción del sonido de la tierra. Saeki se
concentró completamente en su tarea. Las paredes negras de bosque lo miraban desde arriba
de cada lado. El aire húmedo de la noche hacía que el olor de los árboles se hiciera más fuerte.
Había una neblina blanca a través de los árboles, cubriendo el jardín. Los árboles
estaban respirando. Saeki sentía como si esta neblina blanca fuera la respiración de los árboles
que había plantado.
Podía sentir la pala clavándose en el suelo, podía sentir el peso de la tierra cuando la
levantaba y la tiraba a un lado pero sentía como si estuviera atrapado dentro de una pesadilla.
La tarea simple y repetitiva que estaba realizando no ayudaba. Ya no podía creer que realmente
vivía en el mundo, era simplemente una cosa en forma de humano que había estado atrapada
en la oscuridad por eones, obligado a cavar por toda la eternidad.
Su mano le dolía. Estaba seguro de que los rasguños rojos en su mano llevaban la
maldición de la chica.
¿Qué era lo que estaba enterrado bajo él? Entre más profundo estaba el hoyo, menos
seguro estaba. Lágrimas rodaban por sus mejillas. Con cada montón de tierra que levantaba,
tenía que limpiarse los ojos con sus hombros para poder ver. Estaba aterrorizado de lo que
había bajo tierra. La forma corpórea del pecado que había cometido yacía allí. Estaba seguro de
que sería como un espejo que reflejaría su inhumana naturaleza interna.
Sentía como si hubiese estado trabajando por siempre, pero finalmente terminó. La caja
de madera que había hecho gradualmente apareció en el hoyo en una esquina del jardín,
rodeado de neblina blanca y el aroma de la tierra, y bañado en una pálida luz de Luna. La tapa
estaba en su lugar con los clavos. No parecía que hubiese sido abierta. Los agujeros del tamaño
de un pulgar en la etapa estaban oscuros. El ataúd lo aterrorizaba. Era como una cosa fría de
otro mundo. Sollozando, Saeki levantó la tapa con una palanca.
Lo primero que sintió fue el olor a sangre, era tan fuerte que casi se va de espaldas.
Entonces, vio a la chica con uniforme. Estaba boca arriba con las manos en su pecho. Su
GOTH
rostro, los costados de la caja y la tapa estaban todos rojos. Había un profundo charco de
líquido oscuro en el fondo del ataúd.
Era sangre, sangre que salía del cuello de la chica. En sus manos había un lapicero. Tal
como había advertido, se lo clavó en el cuello.
La sangre había salido a presión, cubriendo el interior del ataúd. Saeki se puso las
manos en la boca, retrocediendo. Necesitaba alejarse de ella. Se tropezó a lo largo de la pared,
cayendo de rodillas cerca de los árboles y vomitó. Pero no había comido nada en todo el día así
que sólo salió ácido estomacal.
—Como te has dado cuenta, ella no era Morino Yoru…
Mientras sus hombros se sacudían del miedo, Saeki escuchó una voz decir esas
palabras. Al principio, pensó que la voz venía de su cabeza pero pronto volvió. Era la voz del
chico que había conocido ese día.
—Saeki, sólo pensabas que era Morino.
Escuchó pisadas tras él. Levantó la mirada y una figura apareció de entre la neblina.
Estaba de pie entre los árboles a contraluz con la Luna, mirando a Saeki. No podía ver el
rostro de la figura pero sabía que debía ser el chico.
Más atrás escuchó otras pisadas diferentes. Había alguien más en la neblina, por los
árboles. Esa persona pasó junto a Saeki hasta el ataúd que acababa de excavar. Era un hombre
alto y robusto, más grande que Saeki o el chico pero parecía tener la misma edad que el chico.
Saeki vio su rostro bajo la luz de la Luna pero no lo reconoció.
El hombre se acercó directamente a la chica que Saeki había enterrado pero que no
reconocía. ¿Qué estaba pasando? No entendía. ¿Esto era real? ¿Se había quedado dormido? No
estaba seguro. Saeki miró al chico y sacudió la cabeza, demostrando confusión. Las lágrimas
fluían por sus mejillas.
—Es otro compañero de clase. La chica que enterraste era su novia. Su nombre es ---
—El chico dijo un nombre, un nombre que Saeki conocía.
—Oh… así que es él…
Él era el novio del que la chica había hablado.
Bajó al hoyo, agachándose. Todo lo que Saeki podía ver era su espalda. Podía
escucharlo llamándola y veía su espalda sacudiéndose. Debía estar sacudiendo a la chica.
V. Tumba
Estaba hablando con la chica. Al principio, hablaba suavemente, como si no estuviera
seguro de si era una broma pero cuando la chica no respondió, su voz se hizo cada vez más
fuerte.
—¿Había un lunar en la cara de la chica que viste? —preguntó el chico.
Saeki negó con la cabeza.
El rostro manchado de sangre de la chica estaba hinchado donde la había golpeado
pero no había Lunar.
—La chica que siempre veías caminar pero que hoy no viste… antes me dijiste que
tenía un lunar bajo su ojo izquierdo. Por eso sospeché de ti. Sabía que la habías confundido
con Morino.
—Pero el carné en su bolso…
—Morino lo había perdido y una chica que vivía cerca de ella se lo iba a llevar para
devolvérselo. Morino me dijo eso hoy en la escuela. Por eso supe que habías visto la foto de su
carné cuando hablaste del lunar. Al principio, pensé que la habías atropellado. Pensé que su
rostro había sido deformado sin forma de reconocerla y que sólo sabías cómo se veía por su
carné.
Saeki miró su mano. Cuando la había metido en el coche, ya la había golpeado. Había
sido incapaz de mirar sus rasgos moreteados y puso rápidamente la tapa del ataúd sin siquiera
verla. Simplemente había asumido que el carné le pertenecía.
Lentamente, empezó a entender la extensión de su error. Antes ese día, se había estado
riendo bajo tierra. Sabía que no se había vuelto loca. Se estaba riendo porque él se dirigió a ella
con un nombre diferente. Ella había entendido el error de Saeki y eso la había hecho reír.
Miró hacia el hoyo nuevamente. El novio estaba sentado junto a la chica que había
enterrado. Saeki no sabía nada sobre ellos, no tenía idea de lo profundo que había sido su amor
pero durante la corta conversación que tuvo con la chica bajo tierra, la forma en que había
hablado de su novio sugería el gran peso de su relación. En ese pequeño espacio cuadrado
nunca permitió que Saeki la derrotara pero su miedo era mayor del que había imaginado. La
única esperanza que podía ver, lo único que podía imaginar que sería su salvación… era el
nombre que había mencionado.
Él estaba junto a ella ahora. Estaba callado, sin hablar con ella, simplemente mirando
fijamente el ataúd.
GOTH
—Saeki, supe que tenías a la chica escondida en algún lugar de tu casa esta tarde
cuando me iba y tú estabas en la puerta. En ese momento, no tenía idea de dónde estaba. Pero
en el momento en que viste a Morino viva y moviéndose, te pusiste pálido, miraste el jardín y
corriste de vuelta. Así que me imaginé que la habías enterrado en el jardín.
El chico había llamado a Morino Yoru a su móvil, mostrándola deliberadamente a
Saeki para provocar una reacción y esa reacción lo había llevado al jardín y a observar sus
acciones.
—Tú…
Saeki tartamudeaba, mirando al chico. ¿Quién era este chico? Sólo podía imaginar que
había venido a vengarse por su compañera pero la forma en que hablaba no mostraba señales
de ira, ni de desprecio por los pecados de Saeki. Era una voz suave y calmada.
Si no hubiese conocido a este chico, su crimen nunca habría sido descubierto. ¿Por qué
se había relacionado con él?
Sólo entonces Saeki recordó su insignia. Había salido a buscarla y conoció al chico en el
proceso.
—Mi insignia… ¿qué pasó con ella? —preguntó.
El chico se veía confundido.
—¿No la encontraste en el parque? —preguntó Saeki, explicando la primera pregunta.
El chico asintió.
—¿Eso era lo que buscabas?
Pero él no había visto la insignia.
—Si tú no la tienes, ¿entonces dónde…?
—¿Cuándo fue la última vez que la viste?
—En el trabajo, en el bolsillo de mi chaqueta.
Entonces quizá… otra idea salió a flote.
—¿Podrías revisar su cuerpo? —Saeki preguntó, señalando a la chica. No podía ir cerca
del ataúd donde la chica y su novio estaban—. Puede que la tenga.
Había cubierto a la chica con su chaqueta en el coche y ella se había despertado antes
de enterrarla…
El chico se alejó de Saeki y pasó junto al novio callado. Se agachó y revisó los bolsillos
de la chica.
V. Tumba
—Aquí está —dijo, levantándose con la insignia en mano—. Y este es su carné.
Estaban en el bolsillo de su falda.
El chico se los llevó de vuelta a Saeki.
Así que la chica tenía la insignia con ella. Probablemente la mantuvo para identificar a
su captor si veía la forma de escapar. Después de estar encerrada en la caja, probablemente
esperaba que si la encontraban, llevara al arresto de su asesino. Y sus acciones fueron la causa
que había traído la destrucción de Saeki.
La chica lo había derrotado bajo tierra. En el momento en que la había enterrado, ya
había caído en su trampa.
—Saeki, eres un… —dijo el chico, mirando la insignia.
Él sabía lo que pensaba el chico. Con manos y rodillas sobre el suelo, Saeki bajó la
cabeza.
—Sí, lo soy.
No quería que nadie lo viera.
No podía mirar al chico. La mirada del chico le dolía y sólo podía ver el suelo. La
vergüenza lo quemaba como una llama y su cuerpo se sacudía.
Lo que el chico había encontrado y veía bajo la luz de la Luna era una insignia de
policía en un estuche de cuero marrón. Al frente estaba el nombre del departamento de policía
prefectural en letras doradas, cuando lo abrió pudo ver una foto de Saeki con su nombre y
rango.
Esto nunca debió haber pasado. Había trabajado duro y la gente confiaba en él.
Cuando hacía sus rondas, intercambiaba saludos amables con los tenderos. Los padres de
Kousuke habían confiado su pequeño hijo en él. Había existido un tiempo en el que nunca
dudó que era el tipo de persona que debía tener este tipo de trabajo pero había traicionado a la
ley, su posición, a su abuela que lo llamaba amable y todo en lo que consistía el mundo.
—Por favor… ya sé… por favor… no digas nada —rogó con sus rodillas en el suelo, y
su cabeza baja. Saeki escuchó pisadas tras él.
—Levanta tu cabeza.
Dudoso, obedeció. El chico sostenía la insignia, ofreciéndosela. Saeki hizo una
reverencia y la aceptó. No podía lograr levantarse y estaba congelado en esa posición.
—Saeki, hay otra cosa que te quiero pedir. Cuando me enteré de que habías
confundido a Morino y a esa chica, mi primer pensamiento fue que había habido un accidente
GOTH
de tráfico. Eso parecía la explicación más posible para no saber qué aspecto tenía —Saeki
escuchó, sus manos apretaban la insignia policiaca fuertemente—. Pero no había sangre en el
suelo y no había marcas en tu coche. Y cuando miré a la chica ahora, claramente la habían
golpeado y le rompiste un hueso, pero su única herida fatal era en el cuello y eso parece un
suicidio. No la enterraste con el objetivo de esconder que la habías matado por accidente —
Saeki asintió. El chico puso sus manos sobre sus rodillas y se inclinó—. ¿Entonces por qué la
enterraste?
No estaba reprendiendo a Saeki por haber llevado a la muerte a la chica. Simplemente
sonaba como que quería saber. Saeki no podía encontrar una respuesta clara para esa pregunta
y después de un largo silencio, simplemente sacudió la cabeza.
—No tengo idea. La enterré porque así lo quise.
Estaba siendo honesto.
¿Por qué había matado a Kousuke? ¿Por qué había sido poseído por la urgencia de
enterrar gente viva?
No había razón. Saeki había enterrado a esos dos como si hubiera nacido para hacerlo.
—Los enterré porque así lo quise —dijo de nuevo, su pecho le dolía. Esta no era la
respuesta que un ser humano daría. Sus manos le temblaban y dejó caer su insignia—. Yo…
¿Cómo se supone que seguiría viviendo? Había conocido a su verdadero yo finalmente
y era horrible. ¿Qué se supone que debía hacer alguien como él? ¿Por qué había nacido con un
corazón tan corrupto? ¿Por qué no era como los demás? Entre más se inundaba su mente de
preguntas, más su corazón se llenaba de tristeza.
Había querido vivir como una persona ordinaria, incapaz de recibir placer de un
asesinato. Nunca había querido fantasear con enterrar gente, cavar hoyos en la mitad de la
noche para calmarse… simplemente había querido vivir su vida sin causar daño.
No había querido mucho. Se habría contentado con tan poco. Sólo quería una vida
ordinaria y normal, como su colega con sus camisas planchadas o su jefe con las fotos de sus
hijos en el escritorio. Qué bien estaría todo si hubiera tenido tanta suerte.
Las lágrimas caían por sus mejillas. Se sentó allí sobre sus rodillas y las lágrimas
desaparecían en la tierra bajo él. No tenía idea de qué haría ahora. El mundo estaba cubierto
de oscuridad y Saeki se sentía atrapado en un ataúd invisible, apenas si podía respirar.
V. Tumba
Por un momento, perdió la noción del tiempo. Cuando se dio cuenta, Saeki estaba
sentado en el porche. Todavía estaba oscuro afuera pero podía escuchar las aves cantar y supo
que ya casi amanecía.
Las luces estaban encendidas dentro de la casa y alguien estaba caminando. Le faltaba
energía para ir e investigar. Sus manos seguían temblando.
Se volvió y finalmente el chico pasó a través de la entrada fuertemente iluminada. Sus
ojos se encontraron y el chico le preguntó si sentía mejor. Aparentemente, el chico lo había
ayudado a llegar al porche.
—No recuerdo algunas cosas.
—Lloraste todo ese tiempo.
Saeki tocó su mejilla y la sintió húmeda.
—Supuse que no te importaría que entrara —explicó el chico. Saeki miró al jardín
nuevamente. No había señales del hoyo que había cavado y había cuatro palos. Por un
segundo, sintió como si nada de esto hubiese pasado—. Esos palos de bambú fueron
diseñados para pasar a través de las tapas del ataúd, permitiéndole respirar al ocupante, ¿no? —
preguntó el chico junto a Saeki.
Aparentemente, el chico había rellenado el hoyo. ¿Por qué no llamó a la policía
inmediatamente? ¿Por qué lo había vuelto a llenar?
No había señal del novio de la chica. ¿Estaba durmiendo dentro de la casa,
inconsciente como él lo había estado?
La chica bajo suelo había creído que él la encontraría y que no la dejaría sola. Saeki
nunca podría pagar por el pecado de haber disuelto su amor.
Saeki se volvió para mirar hacia la casa.
El chico había sacado su móvil y estaba llamando a alguien con un directorio estudiantil
en su mano.
—Encontré tu carné en la calle —explicó el chico. Claramente hablaba con la Morino
Yoru real.
Aparentemente le colgó tan pronto como terminó la frase, ya que el chico se quedó
mirando fijamente el móvil y farfulló:
GOTH
—Ya sé, es muy temprano.
Al parecer, Morino nunca sabría el profundo efecto que tuvo su carné perdido en la
vida de Saeki.
El cielo se estaba poniendo pálido. Al mirar al este desde su porche, Saeki podía ver las
filas de árboles. Más allá de las sombras negras de los árboles, el cielo brillaba de color rojo. La
neblina blanca había desaparecido.
El chico se acercó y se sentó al lado de Saeki.
Miraron fijamente los palos de bambú durante un rato. La pala que había usado para
rellenar el hoyo estaba en el suelo junto al chico.
El sol matutino se levantaba más allá de los árboles, iluminando las pálidas mejillas del
chico junto a Saeki. Saeki parpadeó, cegado por el repentino brillo. El perfil del chico brillaba y
el resto de su cara se perdió en las sombras, haciendo sus ojos mucho más impactantes.
Los ojos del chico no tenían emociones, estaban completamente en blanco. Eran
exactamente como sus ojos cuando los había visto en el espejo retrovisor mientras buscaba
una víctima. Eran ojos que llevaban una insondable oscuridad.
Saeki sintió que sus emociones se tranquilizaban. Sus lágrimas hacía tiempo se habían
secado y ya no estaba mareado.
—Yo… —dijo Saeki —El chico lo miró, escuchando cuidadosamente con el sol a su
espalda—. Creo que debo decirle a la policía lo que he hecho.
Las lágrimas empezaron a fluir nuevamente Pero esta vez no eran de desesperación.
Brillaban, tan puras como la luz de la mañana.
Este sería el fin de su vida. Muchas personas lo odiarían, sus miradas apuñalarían su
cuerpo. Pero no le importaría. Confesaría sus pecados y esperaría a ser juzgado: esta era su
elección final como ser humano.
—Me alegra… me alegra de que pudieras tomar esa decisión.
¿Cuántas veces había lamentado su propia falta de humanidad? ¿Cuántas veces había
maldecido a la naturaleza, quien lo llevó a hacer imaginar tantas cosas terribles? Pero ahora, lo
que le quedaba de humanidad había anotado una silenciosa victoria.
—No creo que mis pecados se desvanecerán pero estaré orgulloso de haber tomado
esa decisión.
El chico abrió su boca.
—No te detendré si te quieres entregar, Saeki, pero ¿podrías esperar otros seis meses?
V. Tumba
Cuando preguntó por qué, el chico se levantó.
—Me voy a casa ahora, Saeki, espera seis meses, y si no puedes, al menos uno. Si te
sientes algo agradecido, por favor hazlo. Y dile a la policía que hiciste todo tú solo y que
decidiste entregarte por ti mismo.
Hizo jurar a Saeki que no diría nada sobre Morino Yoru o el chico.
—Recuerda, esto es lo que él quería. No debes sentir culpa por eso. Aunque intentes
rescatarlo, se negará. Pero debes decirle al mundo que fue obra tuya. No he dejado pruebas así
que nadie te creerá que estuve aquí, aunque digas que sí.
El chico se puso sus zapatos y bajó del porche.
Saeki no entendía lo que decía pero antes de poder preguntarle, el chico ya se había ido
en silencio del porche en dirección a la puerta, sin decir adiós, sin darse la vuelta. Simplemente
se desvaneció entre los árboles, dejando sólo a la mañana, el jardín y a Saeki.
Entonces se dio cuenta… si el chico se iba solo a casa, ¿entonces dónde estaba el
novio, quien Saeki asumía que estaría acostado en algún lugar de la casa?
Se levantó.
Tenía una corazonada.
Tambaleando, cruzó el jardín descalzo, con su aliento volviéndose de color blanco en
medio del frío aire de la mañana.
Los palos de bambú al final del jardín estaban perfectamente rectos bajo el brillante
cielo. El ataúd que el chico había vuelto a enterrar estaba bajo ellos.
Saeki puso su oreja en uno de los palos.
Pudo escuchar una voz dentro, haciendo eco a través de las paredes del ataúd. Dentro,
una voz masculina llamaba un nombre una y otra vez. Una voz calmada, ahogándose entre
sollozos, repetía una y otra vez el nombre de la chica.
GOTH
VI. VI. VI. VI. VozVozVozVoz
prólogo
Recientemente, mi hermana había empezado a levantarse, lavarse la cara e
inmediatamente sacar a la perra a pasear. Era el final de noviembre y hacía bastante frío, así
que siempre salía de la casa pareciendo como congelada.
Esa mañana se dirigía hacia la puerta, temblando como era normal. Yo estaba
desayunando en la mesa y miraba los obituarios.
Mi madre acababa de encender un calentador de keroseno en la esquina de la
habitación, que así que apestaba a aceite. Era el olor de neuronas muriendo. Había encontrado
un artículo de un niño que había muerto por envenenamiento con monóxido de carbón de un
calentador.
Abrí la ventana para que saliera el olor y una onda de frío aire matutino entró,
llevándose el hedor. Las ventanas se empañaron y había rastros de rocío en el jardín.
Mi hermana estaba afuera, de pie junto a la ventana, envuelta en un suéter y una
bufanda. Cuando abrí la ventana, sus ojos se encontraron con los míos y me saludó. La perra
estaba junto a ella con una correa que iba del collar hasta su mano.
—No se quiere ir, algo en el patio le ha llamado la atención —dijo, señalando al animal.
La perra estaba junto a la pared entre nuestro patio y el del vecino. Estaba olisqueando el
suelo, tocándolo con sus patas como si estuviera preparándose para cavar.
—¡Vamos! ¡No tenemos tiempo! —dijo, tirando de la correa. Tenía que prepararse para
la escuela después de la caminata. La perra pareció comprender y la siguió hasta que lo único
que se veía era su respiración en la distancia.
Mi madre me dijo que cerrara la ventana. Hice lo que me ordenaron y salí a la terraza.
Había una gran piedra en la esquina del jardín. La moví al lugar donde la perra había
estado intentando escarbar, para evitar que lo intente de nuevo. No quería que buscara ahí,
unos minutos más y mi hermana habría encontrado las manos humanas que había enterrado
allí el año pasado. Cuando vuelva a casa tendría que moverlas a un lugar más seguro. Acababa
VI. Voz
de ver otro ejemplo de la extraña habilidad de mi hermana para encontrarse en situaciones
inusuales.
Entré nuevamente y terminé de leer el periódico. Mi madre preguntó si había alguna
historia interesante y negué con la cabeza, una vez más, no había información sobre Kitazawa
Hiroko.
Hacía siete semanas, el cadáver de Kitazawa Hiroko había sido encontrado en un
apartamento abandonado no muy lejos de donde yo vivía, dentro de los límites de la ciudad. El
edificio abandonado había sido antes un hospital. Estaba en un área desierta, lejos del centro
de la ciudad y cerca de las montañas, al final de un camino de gravilla que se desprendía de una
calle. El edificio estaba rodeado por vallas de metal oxidado y lo habían dejado donde estaba
sin ser demolido. Todo el año tan sólo estaba rodeado de hierbas secas, sin ningún edificio en
los alrededores.
Tres niños de primaria estaban explorando el edificio cuando encontraron el cadáver de
Kitazawa Hiroko. Los tres estaban ahora en terapia.
Cuando encontraron el cadáver, el caso estuvo en todos los periódicos y en las noticias,
pero ahora, la nombraban cada vez menos. No había forma de saber qué pasaba con la
investigación.
Los artículos que encontré no decían más nada que cómo fue encontrado el cadáver y
una foto de ella. Los había recortado cuando los encontré. La foto la habían tomado cuando
estaba viva. Sonreía, mostrando sus dientes blancos y tenía pelo negro y liso hasta los
hombros. No mostraron otras fotografías de ella.
¿La policía tenía idea de quién la había matado?
Para cuando clases terminaron ese día, ya era de noche. Las luces fluorescentes ya
estaban encendidas y las ventanas reflejaban la habitación como un espejo. Cuando la última
clase acabó, los otros estudiantes salieron como estampida de la habitación. En la ventana,
pude ver una figura inmóvil en la mitad del gentío estruendoso. Tenía pelo largo y negro, y su
piel era pálida, como si estuviera hecha de nieve. Morino Yoru.
Sólo quedábamos los dos.
—¿Quieres enseñarme algo? —pregunté. En el pasillo, después del almuerzo, me había
susurrado que me quedara después de clases.
—Tengo una foto de un cadáver.
GOTH
Todos van por la vida en su propia forma. Si tomas a cien personas, tendrás cien
formas de vivir y para todos es difícil entender otro estilo diferente al suyo.
Morino y yo tenemos formas únicas de vivir que van más allá de lo ordinario.
Intercambiar fotos de cadáveres era solamente parte de eso.
Sacó un papel tamaño carta de su maletín. Tenía un acabado plastificado, era papel
especial, diseñado para imprimir fotografías.
Se podía ver una habitación de cemento vacía, pero lo primero que noté fue lo rojo que
estaba todo.
En el centro de la foto había una mesa oblonga, la superficie estaba roja, así como el
piso y el techo y las paredes… no rojo brillante, sino rojo oscuro, del tipo que se ve en la
esquina de tu habitación cuando apagas las luces.
Ella estaba sobre la mesa central.
—¿Kitazawa Hiroko? —pregunté.
Morino levantó sus cejas levemente. Era fácil de pasar por alto pero así era como
expresaba su sorpresa.
—Me impresiona que te dieras cuenta.
—¿La encontraste en internet?
—Alguien me la dio. Estaba recortando artículos en el periódico relacionados con ella
en la biblioteca pública cuando alguien que iba pasando me la dio. Aparentemente es una foto
de ella… pero nunca lo habría adivinado.
Morino Yoru era una chica hermosa, así que los chicos de otras escuelas se acercan
ocasionalmente para iniciar conversaciones. Nadie en nuestra escuela se acercaría jamás a ella,
porque todos sabían que a ella no le interesaba.
Aparentemente, alguien la había visto buscando esos artículos extraños en la biblioteca
y se había acercado con esa excusa.
Tomó la foto impresa de mi mano, la miró detenidamente y entrecerró los ojos.
—¿Cómo pudiste saber que era ella con tan solo mirarla? La chica de la foto… apenas
si se puede reconocer como humana —susurró Morino.
Le expliqué que simplemente había adivinado. La cabeza de Kitazawa Hiroko estaba
sobre la mesa. Lo había adivinado basado en el peinado y el perfil.
—Oh —dijo, asintiendo.
VI. Voz
Le pregunté por la persona que le había dado la foto pero Morino no respondió. La
buscaría en internet cuando llegara a casa.
Aparté la mirada, hacia la ventana. No había nada más que oscuridad: profunda e
infinita oscuridad. El salón estaba inundado de luz blanca y la imagen reflejada de las filas de
asientos, flotaba en el aire afuera.
—Hay dos tipos de humanos, los que matan y a los que matan.
—Qué inesperado. ¿Qué quieres decir?
Estaba claro que algunos humanos mataban otras personas o querían hacerlo, sin
ninguna razón. No sabía si se habían vuelto así al crecer o si simplemente habían nacido de esa
forma. El problema era que estas personas escondían su verdadera naturaleza y vivían vidas
ordinarias. Se escondían del mundo, aparentando ser iguales a los humanos ordinarios.
Pero un día, no tendrían otra opción más que matar. Tendrían que dejar sus vidas
aceptables y salir a cazar.
Yo era una de esas personas.
Había mirado a los ojos a muchos asesinos. Esos ojos, en ocasión, no parecían
humanos. Había una sutil diferencia, apenas perceptible, pero en las profundidades de sus ojos,
había algo desconocido.
Por ejemplo, cuando los humanos normales me hablaban, creían que yo era humano y
me trababan así. Pero los asesinos que había conocido eran diferentes. Cuando miraba a sus
ojos, sentía que me veían como otro objeto, no un ser humano viviente.
—Así que…
Miré el reflejo de Morino.
—No la mataste… ¿no…? La chica en la foto tenía el pelo rizado y teñido, no se
parece en nada a la foto de los periódicos, ¿cómo la reconociste?
Mientras escuchaba a Morino, pensé que estaba bastante aguda el día de hoy.
En sus ojos no había señal de ese algo desconocido que había visto en los ojos de esos
asesinos que conocí. Veía a los humanos como humanos. Probablemente nunca mataría a
nadie. Puede que tuviera intereses inusuales comparados con los de otros humanos pero seguía
siendo normal.
Morino y yo teníamos muchas cosas en común, pero en esto diferíamos. Esta
diferencia era fundamental, la diferencia entre la humanidad… y otra cosa.
Ella era humana, del lado donde siempre terminaban muertos.
GOTH
Yo no lo era.
—Había otra foto, después de que se había arreglado el pelo. Fue usada sin permiso de
la familia así que no circuló mucho. La reconocí por esa foto.
—Ya veo —dijo, aceptándolo.
Me fui a casa y encendí el ordenador y busqué en todas las esquinas de la red, buscando
fotos del cadáver de Kitazawa Hiroko. El aire en la habitación estaba cargado y rancio. No
encontré nada.
Saqué los cuchillos que tenía escondidos en la estantería. Miré el reflejo de mi cara en la
hoja. Podía escuchar el sonido del viento fuera y sonaba como los gritos de las personas que
estos cuchillos habían matado.
Era como si los cuchillos tuvieran voluntad propia y me estuvieran llamando. O quizás
era que las profundidades de mi corazón se estaban reflejando en la hoja. Miré por la ventana,
a las luces de la ciudad en la oscuridad, mezcladas con las pálidas luces del cielo.
Escuché un sonido del cuchillo en mi mano, un sonido que yo no hice. Me sentía
seguro de que era el sonido del cuchillo hambriento.
Le había mentido a Morino. No había fotografías con el peinado nuevo de Kitazawa
Hiroko.
i
Cada tanto, los miembros de mi familia se iban temporalmente de la casa, como
cuando mi padre iba de viaje de negocios o mi madre viajaba con una amiga; cada vez, la casa
parecía extrañamente más vacía que cuando estábamos los cuatro. Cuando me fui de paseo al
campo, mis padres y mi hermana mayor debieron sentirse de la misma forma, como si algo
faltara. Cuando el integrante que faltaba volvía a casa, todo regresaba a la normalidad y los
cuatro podíamos volver a vernos nuevamente. La casa era del tamaño al que estábamos
acostumbrados, cómodamente apretada, de forma que siempre me tropezaba con las piernas
estiradas de mi hermana cuando pasaba frente al televisor.
Éramos cuatro… pero ahora, mi hermana nunca volvería y cuando nos sentamos en la
mesa juntos, siempre hay una silla adicional.
VI. Voz
Nadie sabía por qué mi hermana había sido asesinada, pero mi hermana mayor,
Kitazawa Hiroko, había muerto hace siete semanas. Alguien la había matado doce horas
después de que la vimos por última vez y el cadáver fue encontrado en un hospital
abandonado en el límite de la ciudad.
Nunca estuve dentro del hospital pero una vez lo vi desde afuera, después de que
hubieran descubierto a mi hermana. Era un lugar frío, no había nada más que hierba seca. El
suelo era de gravilla y el viento ponía mis zapatos blancos por la arena. El hospital era un gran
cuadrado de cemento deshabitado, amenazando como un gigantesco cascarón vacío. Todos los
vidrios de las ventanas estaban rotos y estaba oscuro dentro.
Cuando fui a ver el lugar, no había pasado mucho tiempo desde que habían descubierto
a mi hermana, así que la entrada estaba sellada con cinta y había policías entrando y saliendo.
Mi hermana había sido encontrada por unos niños. La policía no había hecho
comunicados pero la habitación en la que habían encontrado era una sala de operaciones.
El cadáver estaba muy dañado y no había sido fácil identificarlo pero nos contactaron
cuando encontraron su bolso cerca. Mi madre había contestado el teléfono. Era más o menos
el mediodía, menos de un día desde la última vez que habíamos visto a mi hermana y mi madre
pensó que la llamada era una broma.
Pero el cadáver era definitivamente de mi hermana. No se determinó buscando a
alguien que la conociera para que la identificara —yo, mis padres o el novio de mi hermana,
Akagi—, sino que usaron gráficos médicos y otras pruebas forenses complicadas.
La policía no comunicó demasiados detalles sobre su condición cuando la encontraron
o cómo la habían matado. El mundo sólo sabía que había sido estrangulada y la habían cortado
con un tipo de cuchillo. Eso era lo suficientemente horrible para que las noticias hicieran un
alboroto, pero la verdad era mucho peor.
La policía aparentemente decidió que la verdad de lo que le había sucedido tendría un
efecto negativo en la sociedad, así que lo mantuvieron como un secreto. Hasta a los niños que
la encontraron se les ordenó mantenerse en silencio.
Mis padres ordenaron a la policía y a los doctores que mostraran su cadáver. Las
autoridades eran reacias. Era imposible ponerla presentable y habían decidido que estábamos
mejor sin verla.
No creo que mis padres hubieran consentido excesivamente a mi hermana mientras
estuvo viva. Su relación era ordinaria: conversar sobre anuncios de televisión, discutir sobre
GOTH
dónde había quedado el periódico… éramos ese tipo de familia. Nunca habían alardeado de
ella y yo nunca había sabido cuánto la amaban hasta que vi sus rostros llenos de lágrimas
cuando supieron que había muerto.
—¡Dejadnos verla! —rogó desesperado mi padre. Su cara estaba roja y se veía
completamente furioso. Cuando los doctores y la policía se dieron cuenta de que no se echaría
atrás, les permitieron ver la habitación donde el cadáver estaba.
Pude escuchar a un doctor y a un policía hablando. No sabían que estaba de pie bajo
las sombras de la escalera.
El detective dijo que habían esperado demasiado para poder recoger todas las piezas.
Mis zapatos hicieron un ruido contra el piso y se dio la vuelta para verme. Se mordió el
labio, haciendo una mueca al darse cuenta de su error.
Las piezas del cuerpo de mi hermana. Me quedé de pie allí, dejando que el significado
de esas palabras penetrara.
Cuando mis padres salieron del depósito, pregunté por el cadáver, pero ambos estaban
boquiabiertos. Habían llorado muchísimo antes pero después de entrar a esa habitación,
ninguno de los dos volvió a llorar. Miraban silenciosamente el suelo sin hacer contacto visual
con nadie. Era como si hubieran dejado todas sus emociones en esa habitación. Sus rostros
estaban amarillentos, como máscaras inmóviles.
La policía no decía nada del cadáver y hasta donde sabía el mundo, todo lo relacionado
permanecía en una caja negra. Por esa razón, el torrente inicial de noticias murió rápidamente.
Siete semanas después de su asesinato, tanto la policía como la prensa habían dejado de
visitarnos.
Mi hermana era dos años menor que yo, apenas tenía veinte cuando había muerto.
Éramos sólo las dos, así que me pasé toda mi vida admirándola.
Cuando estaba en quinto grado, mi hermana empezaba la secundaria, usando su nuevo
uniforme. Cuando yo estaba en octavo, ella hablaba del nuevo mundo que se abría para ella en
el bachillerato. Siempre podía ver lo que la vida me aguardaba en los dos años siguientes a
través de mi hermana. Era como un barco que me abría el camino a través del oscuro océano.
VI. Voz
Había dos años de diferencia, pero casi teníamos la misma altura, lo que significaba que
mucha gente decía que nos parecíamos. Una vez cuando éramos niñas, fuimos a la casa de un
familiar para año nuevo y todas las personas decían lo mismo.
—¡No es verdad! —decía mi hermana, tan sorprendida como yo.
Hasta donde sabíamos, nuestros rostros eran completamente diferentes. ¿Dónde estaba
el parecido? Siempre me lo pregunté. Pero en ese mismo viaje, cuando estaba jugando con
unos niños de mi edad en el lado contrario de donde estaba mi hermana, una mujer me había
mirado sorprendida, diciendo que estaba segura de haberme visto jugando en otra parte.
Cuando éramos niñas, mi hermana y yo nos llevábamos bien y siempre jugábamos
juntas. Siempre me cogía de la mano y me llevaba con ella a casa de los amigos de su edad.
¿Cuándo había cambiado todo? Ni siquiera puedo recordar la última vez que hablé o
me reí con mi hermana.
Unos años antes, una pequeña escisión se había abierto entre las dos. No era tan obvio
para que cualquiera se diera cuenta. Tal vez no era lo suficientemente grande para llamarla así
pero cuando mi hermana me hablaba, a menudo parecía ligeramente molesta.
Una vez, yo estaba en el sofá de la sala y señalé la revista que leía, hablando sobre un
artículo interesante. Eso fue todo lo que hice pero mi hermana miró la revista, frunció el ceño,
dijo cualquier cosa y salió de la habitación. Sentía como si estuviera irritada conmigo y lo
intentara esconder, pero no estaba segura.
Tal vez había hecho algo que la había molestado o estaba en medio de algo cuando le
había hablado. De esta forma, me intentaba convencer de que su comportamiento no tenía
ninguna razón real.
Su irritación esa vez tal vez había sido mi imaginación pero no había sido la única vez
que había pasado.
Por ejemplo, otro día, cuando llegué de la escuela, estaba hablando con una amiga por
teléfono, riéndose en el aparato inalámbrico. Me senté en el sofá para ver la televisión en
silencio, para no interrumpir su conversación.
Cuando finalmente colgó, la habitación repentinamente estaba en silencio. Estábamos
en diferentes asientos, una frente a la otra, viendo televisión en silencio. Quería decirle algo
pero había algo en su expresión que me hizo dudar. Se estaba divirtiendo tanto hace un
momento en el teléfono pero ahora que estaba a solas conmigo, estaba molesta. La calidez
había desaparecido y unas paredes invisibles se habían levantado entre nosotras.
GOTH
Si me intentaba acercar y hablarle, me rechazaba con cara de molestia. Cuando sí
hablábamos, sus respuestas eran cortas, como si deliberadamente intentara terminar
rápidamente las conversaciones, mucho más rápido que las conversaciones que tenía con
nuestra madre.
No tenía idea de qué pasaba y eso me asustaba. Mi piel sentía el mal genio de mi
hermana antes de que dijera algo y ya casi no podía soportar estar cerca. Finalmente, el solo
pasar frente a ella en la misma habitación era algo estresante y yo estaba tensa todo el tiempo.
—Natsumi, ya no deberías usar eso —dijo abruptamente un día hace seis meses
cuando yo iba saliendo por la puerta para comprar unas guías en la librería. Señaló el suéter
blanco de lana que usaba a menudo para salir. Lo había estado usando durante años y si lo
miraba de cerca, podía ver algunos orificios. Ya estaba bastante harapiento.
—Pero me gusta —le dije.
Me frunció el ceño.
—Bien —me dijo, como si de todas formas no le importara, y me dio la espalda. Me
quedé allí de pie, sintiendo como si toda la luz en el mundo estuviera a punto de desaparecer.
Quizás las dos éramos parecidas, como decía la gente, pero nuestros intereses y
personalidades eran completamente opuestos.
Mi hermana era extrovertida, tenía un novio y siempre estaba sonriendo. Sus amigos la
adoraban y cuando el teléfono sonaba, siempre era para ella. Era activa, participaba en muchas
cosas y casi nunca se quedaba sentada tranquilamente en casa. Hasta ante mis ojos brillaba.
Por otra parte, yo estaba estudiando para los exámenes. Pasaba toda la noche en un
escritorio y sentía como si no hubiera escuchado nada más que el sonido de la punta del lápiz
gastándose. Cuando tenía tiempo libre, prefería leer novelas históricas.
Cuando mi hermana empezó la secundaria y empezó a salir de casa, pasando su tiempo
en lugares donde yo nunca había ido con gente que nunca había conocido, empecé a pasar más
y más tiempo en casa leyendo. Sólo dejaba la casa cuando ella me arrastraba. Pero el que eso
cambiara era más que natural y todavía amo a mi hermosa y extrovertida hermana.
A veces comparaba a mi hermana revoloteando fuera conmigo, que me encontrada
dentro de la casa como una roca. Aunque no tenía un complejo de inferioridad, me sentía
orgullosa de tener una hermana tan grandiosa.
Sin embargo, hasta donde sé, puede que yo fuera una vergüenza. Sin darme cuenta, la
forma en que yo vivía pudo haberse convertido en una molestia para ella.
VI. Voz
Ella era amable. Nunca expresó su decepción abiertamente y estoy segura de que todo
su comportamiento era para evitar hacerlo. Nunca me dijo que yo no le caía bien y parecía
querer disfrazarlo con irritación. Tal vez por eso me tomó tanto darme cuenta.
Tal vez mi hermana no me amaba de la forma en que yo pensaba que lo hacía…
No tenía forma de saber si eso era verdad pero esta explicación deprimente era lo único
que se me ocurría.
¿Por qué? Era todo lo que se me ocurría pero ya era muy tarde. ¿Por qué no había
buscado el valor para preguntarle mientras seguía viva? Puede que me arrepintiera de la
respuesta que obtendría, pero al menos sería mejor que esto.
Pero mi hermana había perdido por siempre la oportunidad de hablar. Yo seguía
atrapada en mi pregunta y estaría conmigo cada vez que pensara en ella.
Sin mi hermana, la casa estaba silenciosa, como la noche esperando un amanecer que
nunca llegó. Era tan diferente que apenas se podía creer que era la misma casa que hace dos
meses.
Mis padres hablaban menos desde que habían visto su cadáver. A sus rostros les faltaba
emoción y pasaban mucho tiempo viendo televisión en un silencio de estatua. Hasta cuando
veían algo de comedia, no reían, ni siquiera sonreían alegremente, sólo miraban
silenciosamente. Mis padres podrían quedar así por el resto de sus vidas, pensaba cada vez que
los veía.
Tenían las caras de personas que luchaban bajo una carga tan grande que nunca
podrían disfrutar algo, sin importar lo que les pasara.
Mi madre seguía haciendo la cena. Cocinaba por hábito, como parte de su rutina,
trabajando mecánicamente.
Pero cuando veía las montañas de polvo en las esquinas, me daban ganas de llorar. Me
sentía tan mal por ellos. Mi madre tenía la casa impecable mientras mi hermana vivía, pero
ahora todo estaba cubierto de polvo. No se daban cuenta. Debían estar ocupados recordando
cómo sonreía mi hermana de niña, recordando la primera vez que la tuvieron en sus brazos y
sintieron su peso.
En esa casa de silencio, mi presencia pasó desapercibida. Si le hablaba a mi padre,
asentía de forma ausente y sin sentido. Pero para todos los demás, yo debía estar igual que mis
padres. Mis amigos me habían dicho que ya no había vuelto a sonreír.
GOTH
De noche, a veces entraba a la habitación de mi hermana, me sentaba en su silla y
pensaba cosas. Su cuarto quedaba junto al mío. Si hubiese entrado sin permiso cuando estaba
viva, habría estado furiosa.
Pero ahora nadie usaba la habitación y pronto se deterioraría. Si pasaba la mano por su
escritorio, se cubría de suciedad.
Cuando estaba viva y se sentaba aquí, ¿en qué pensaba? Me senté en su silla con las
rodillas contra el pecho, mirando los muebles y preguntándomelo. Las cortinas estaban abiertas
y se veía la oscuridad de la noche.
Pude ver la cara de mi hermana en la ventana. Por un momento pensé que era ella y
entonces me di cuenta de que era un reflejo. Realmente teníamos un parecido si me estaba
confundiendo a mí misma con ella.
Había un espejo en el estante. Lo busqué para estudiar mi cara pero vi un pequeño
cilindro al lado que parecía labial y lo tomé en lugar del espejo.
Era rojo como la sangre. Alrededor había muchos lápices de labios de diferentes tonos
de rosa, pero el color rojo sangre me llamaba.
No necesitaba mirarme al espejo. El sólo hecho de tener un lápiz de labios de ese tipo
definía la diferencia entre nosotras. Me fui de la habitación con el lápiz apretado firmemente
entre las manos.
No sabía cómo viviría el resto de mi vida y pensando precisamente en esas cosas, una
noche de noviembre, escuché la voz de mi hermana nuevamente.
ii
Era el trece de noviembre. De camino a casa desde la escuela, me detuve en una gran
librería en la ciudad, pues necesitaba comprar unos libros de problemas relacionados con los
exámenes de entrada a la universidad. No tenía mucho deseo de ir a la universidad ahora.
Había muchas cosas que quería aprender cuando mi hermana estaba viva, pero ya no.
Simplemente seguía estudiando por falta de otra cosa que hacer, continuando como antes.
El estante con las guías estaba en la parte trasera de la tienda. Me quedé de pie frente a
ella, mirando desde abajo el estante más alto y leyendo los lomos en orden desde la izquierda.
Cuando llegué a la parte derecha, bajé la mirada al siguiente estante, buscando el libro que
tuviera lo que necesitaba.
VI. Voz
Pero no vi nada, así que me fui inclinando, buscando en los estantes inferiores. Revisé
cada lomo, gradualmente moviendo mis ojos de izquierda a derecha… hasta que cayeron sobre
un par de zapatos en la periferia de mi visión.
Eran zapatos negros y estaban en mi dirección, quietos, conmigo frente a ellos. Cuando
levanté la mirada, los zapatos se fueron rápidamente, desvaneciéndose entre las filas de
estantes.
Sentía como si alguien me mirara. Repentinamente me sentí nerviosa y miré de vuelta a
la estantería.
Esta vez, sentí a alguien detrás de mí. Las luces fluorescentes creaban una sombra en el
estante frente a mí y la sombra era más grande.
No había escuchado pisadas pero había alguien detrás de mí, lo suficientemente cerca
para tocarme. Lo podía escuchar respirando.
Sabía que intentaría manosearme. Había escuchado que a alguien le había pasado en esa
misma tienda. Pero no podía gritar y tampoco correr. Mis piernas no se movían. Estaba
demasiado asustada para dar la vuelta. Mi cuerpo estaba petrificado, convertido en piedra.
—Perdón —dijo alguien repentinamente. Era la voz de un chico—. ¿Entonces tú eres
un pervertido? Te vi en el espejo, ¿ves ese que está en el techo? Qué interesante. Pero necesito
pasar por aquí, ¿te importaría quitarte de en medio?
Aliviada, al ver que alguien había llegado, mi cuerpo se liberó como magia. Cuando me
volví hacia la voz, vi a un chico con uniforme negro, de pie entre los estantes.
La persona detrás de mí se fue corriendo, alejándose del chico. Pude ver su espalda: Un
hombre ordinario con chaqueta y parecía tan cómico al correr así que todo mi miedo
desapareció.
—Gracias —dije, mirando al chico nuevamente.
Era más alto que yo, y delgado. Había algo en él que lo hacía parecer frágil. Reconocí el
uniforme negro que llevaba, ya que yo conocía a un chico que iba a esa misma escuela.
—No hay de qué. Realmente no pensaba ayudarte —dijo secamente, sin cambiar su
expresión.
—¿Quieres decir que realmente sólo querías pasar?
—De hecho, quería hablar contigo. Eres Kitazawa Natsumi, ¿no es así? Te pareces a tu
hermana. Te reconocí inmediatamente.
GOTH
Esto era tan repentino que no pude responder nada. Antes de poder decir algo, el chico
habló de nuevo.
—Conocí a Hiroko antes de que muriera. Me habló de ti.
—Espera un momento… ¿quién eres tú? —Eso fue todo lo que pude decir.
El chico no me respondió, sino que sacó algo del bolsillo de su uniforme: un sobre
marrón normal, del tipo que hay en todos lados. Había un bulto en la esquina, tenía algo
dentro.
—Esto es para ti —dijo, extendiéndolo. Confundida, tomé el sobre. Lo abrí y miré
dentro. Había una cinta de audio dentro en un estuche transparente.
—Lo siento, ¿pero podrías sacar el contenido y devolverme el sobre?
Hice lo que me pidió, saqué la cinta y le entregué el sobre vacío. Lo dobló y lo guardó
en su bolsillo.
Era una cinta de audio ordinaria, del tipo que podías comprar en cualquier tienda.
Había una calcomanía pegada que decía «Voz 1: Kitazawa Hiroko». No estaba escrita a mano,
la habían impreso.
—¿Qué es esto? ¿Por qué tiene el nombre de mi hermana escrito?
—Entenderás cuando lo escuches. Kitazawa Hiroko me lo dio cuando todavía estaba
viva. Quiero que lo escuches, por eso lo conservé. Hay otros dos casetes. Esos los guardaré
para otro momento. Si le dices a alguien algo sobre mí, ese momento nunca llegará.
El chico se volvió para irse.
—Espera… —dije e intenté seguirlo. Pero no pude. Las piernas no se me movían,
estaban congeladas, como habían estado cuando el pervertido estaba detrás de mí. No sabía
por qué respondía de esa forma, el chico no me había amenazado, de hecho, me había
rescatado. Pero sin estar consciente de ello, mi cuerpo se había puesto en tensión. Estaba
cubierta de sudor.
Un momento después, el chico había cruzado por la esquina y estaba fuera de mi vista.
Me quedé sola, de pie y con la cinta en mi mano.
En el tren de vuelta a casa me senté mirando la cinta que me había dado. El sol ya se
había puesto y estaba oscuro. Las ventanas eran de color negro oscuro, como si hubieran
restregado carbón por todas ellas y casi no podía ver nada del otro lado. Sentía como si el tren
no se moviera. El sol ya se había movido al horario de invierno. Cuando mi hermana fue
asesinada, había luz en las tardes.
VI. Voz
¿Quién era el chico? Estaba usando un uniforme de escuela, así que debía tener mi
edad o un año o dos más joven. Decía conocer a mi hermana, pero ella nunca me lo mencionó.
Aunque si la conoció poco tiempo antes de morir, era posible que no hubiese tenido
tiempo de hacerlo.
Dijo que le había dado una cinta, ¿quería decir que mi hermana quería que yo escuchara
lo que está en la cinta? ¿Qué quería decir «Voz 1: Kitazawa Hiroko»?
El tren se hizo más lento y mi cuerpo se movió automáticamente. Me levanté y bajé del
tren.
Había muchas personas en la estación pero una vez llegué al lado residencial de la calle,
no había más que un camino de asfalto envuelto en oscuridad. Caminé hacia casa, temblando
enmedio del frío viento. La única luz en la oscuridad llegaba de las casas de ambos lados de la
calle. Había una familia en cada una, sentada en la mesa, hablando sobre sus vidas. Esa fue una
idea que me pareció increíble.
Las ventanas de mi casa estaban oscuras. Sin embargo, no significaba que no había
nadie en casa. Abrí la puerta y fui a la salón, gritando para hacerle saber a mis padres que había
regresado.
Estaban sentados en el sofá viendo televisión, sin hablar, sin molestarse en encender las
luces. La luz de la pantalla era la única en la habitación. Encendí el interruptor y me miraron,
dándome la bienvenida con desgana.
—Olvidasteis cerrar la puerta otra vez —dije.
Mi madre asintió antes de llevar la mirada de vuelta a la televisión. No había vida en ella
después de todo, era como si ya no le importara nada.
No estaban realmente viendo la televisión. Nada de lo que había en la pantalla
realmente llegaba a sus ojos. Aparté mis ojos de la ropa arrugada en su espalda y subí a mi
habitación.
Sin quitarme el uniforme, dejé caer el maletín en la cama y puse la cinta en mi estéreo.
Era un equipo pequeño y de un color azul plateado. Estaba en el segundo estante. Me quedé
de pie frente a él y respiré profundamente para calmarme.
Recordé la cara de mi hermana, no cómo me miraba antes de morir, con molestia, sino
como era cuando éramos niñas y me sonreía mientras caminábamos de la mano.
Presioné el botón de reproducir. Hubo un sonido mientras los motores empezaban a
moverse y la cinta comenzó. Miré fijamente los altavoces.
GOTH
Los primeros segundos eran silenciosos y luego se oyó un siseo, como el viento. Mi
corazón latía rápidamente, traicionando mi nerviosismo.
Lo que pensé que era el viento, no lo era, era alguien respirando en el micrófono.
«Natsumi…»
Repentinamente, escuché la voz de mi hermana. Sonaba muy débil, exhausta, pero era
definitivamente su voz. Debía ser ella respirando. El chico no había mentido. Mi hermana
realmente me había dejado una cinta.
«Natsumi, ¿escucharás esto algún día? Ahora mismo, estoy hablando a través de un micrófono frente a
mí, pero no tengo forma de saber si este mensaje llegará a ti».
¿Dónde y cuándo había grabado esto? Su voz era tan fina que casi se desvanecía.
Hablaba lenta y pausadamente, como si estuviera sufriendo, como si estuviera desesperada,
dejando largos silencios entre las palabras. Pero lo que hacía el sonido más genuino era que no
era un discurso en un libreto sino un intento real de poner sus pensamientos en palabras.
«Escucha, me ha permitido dejarte un mensaje… me dijo que podía decir lo que quisiera en el
micrófono, cualquier cosa… pero sólo puedo hablar con una persona.
Pensé en ti instantáneamente, me di cuenta de lo mucho que tengo que contarte. Sé que parece raro que
necesite hablar contigo y no con Akagi…
Él está sosteniendo el micrófono… No puedo hablar de él, no me dejaría. Lo siento. Dijo que te daría
este mensaje. Quiere disfrutar viendo cómo reaccionas ante mis palabras. Sé que es algo muy repugnante de lo
que disfrutar pero si mi voz te llega, realmente no me importa…»
No me podía mover. Una horrible sospecha crecía dentro de mí. Una voz hacía eco en
mi cabeza, advirtiéndome que no escuchara más. El terror me esperaba y si seguía escuchando,
nunca podría volver. Estaba tan segura de esto que apenas podía soportarlo y mi respiración se
convirtió en sollozos.
No iba a detener la cinta. Me quedé de pie completamente quieta, escuchando la voz de
mi hermana.
«Natsumi, estoy en una habitación oscura. No puedo moverme. Sólo hay cemento alrededor… hace
frío… estoy sobre una mesa».
Me puse las manos sobre la boca para combatir el deseo de gritar. Sabía exactamente
dónde estaba mi hermana cuando me hablaba a través del micrófono.
Mi hermana me hablaba llorando, resoplando.
VI. Voz
«Esto es… un edificio abandonado…»
Había un eco triste a medida que su voz rebotaba en las paredes de cemento oscuro a
su alrededor. Su dolor atravesó mi corazón.
Sin darme cuenta, había estirado mis manos hacia uno de los altavoces, tocando el
entramado que los cubría con mis dedos temblorosos como si intentara atrapar la voz de mi
hermana.
«Lo siento, Natsumi».
Sus palabras atravesaron las yemas de mis dedos y se desvanecieron. Mis dedos
sintieron la menor de las vibraciones como si hubiese podido atrapar una parte de su voz.
Desaparecieron los sonidos de la respiración de mi hermana y todos los demás sonidos: La
grabación había terminado.
Le di la vuelta a la cinta y escuché el otro lado pero no había nada.
Estaba segura de que habían grabado esto justo antes de que mi hermana muriera.
Recordé cómo había recibido la cinta en la tienda. La cinta había estado dentro de un sobre y
me había hecho sacarlo y devolverle el sobre.
No había tocado la cinta ni una sola vez. El intercambio estuvo diseñado para evitar
dejar huellas. ¿Era él quien sostenía el micrófono? ¿Había matado a mi hermana?
Debía darle esto a la policía, eso era lo correcto. Pero no tenía intención de hacerlo.
Cuando el chico se iba, me había dicho que no le dijera a la policía si quería escuchar las otras
cintas.
Había más de un mensaje y quería escuchar el resto.
El día después de haber escuchado la cinta, no fui a la escuela y fui a donde podía ver
los portones de la Escuela M****.
La Escuela M**** era un bachillerato público y sólo estaba a dos estaciones de la mía.
Los portones daban a una calle ataviada de gente, pero un seto alto y verde rodeaba la escuela.
El seto estaba cuidado y parecía como una pared verde. Sobre ella sólo se podía ver el techo
blanco de la escuela.
GOTH
Había una tienda atravesando la calle frente a la entrada y ahí estaba yo de pie frente al
estante de las revistas, mirando el portón a través de una ventana. Pasé casi una hora
pretendiendo estar leyendo hasta que las clases finalmente terminaron y los estudiantes
empezaron a salir. El sol estaba bajo en el cielo.
A medida que los estudiantes salían por el portón, casi todos cruzaban la calle, pasando
frente a mí. La estación estaba de este lado y el andén era más ancho. Era capaz de examinar
sus rostros uno por uno.
Al mirar el flujo de estudiante pasar frente a mí, recordé la voz de mi hermana. Había
escuchado la cinta una y otra vez, y cada vez me dio tan duro como la anterior. No pude
dormir, mirando el techo, pensando, pero mis pensamientos no me llevaron a ningún lado.
Mi cuerpo entero se sentía atontado, ¿quizá por falta de sueño? A medida que pasaba
las páginas en la revista, miré hacia el dependiente, preocupada de que estuviera molesto por
quedarme allí tanto tiempo. Quizá hasta podría estar desconfiado. Tenía miedo de que me
dijera algo.
Miré a la ventana frente a mí. Un grupo de cinco chicos iba pasando, hablando
felizmente, riendo. Uno de ellos me vio.
Se detuvo inmediatamente, sorprendido y dijo algo a sus amigos. No pude escucharlo a
través del vidrio pero aparentemente les dijo que siguieran sin él. Ellos continuaron, dejándolo
atrás.
Me arreglé un poco.
Entró a la tienda y se acercó corriendo hacia mí.
—¿Kitazawa? ¿Qué haces aquí?
Su nombre era Kamiyama Itsuki y lo conocía de la secundaria. Solía ser miembro del
equipo de baloncesto y yo era la manager. Tenía una sonrisa alegre y brillante y una expresión
como de cachorrito. Era más alto que yo pero la forma en que corrió hacía mí, lo hacía ver más
como un cachorrito que como un perro.
—¿Qué? No me digas que te olvidaste de mí.
Estaba tan aliviada de que se me acercara, que casi me pongo a llorar. De repente me di
cuenta de lo asustada que había estado.
—No seas tonto, claro que no. Ha pasado tiempo desde la última vez que nos vimos,
Itsuki…
VI. Voz
Recordé el funeral de mi hermana. Rodeada de familiares y los amigos de mi hermana,
Itsuki había corrido hacia mí, los dos en nuestros uniformes escolares. Se había quedado
conmigo todo el tiempo y no había tratado de animarme, sólo se había quedado a mi lado. Y
eso había sido suficiente.
Recordé el escudo en su uniforme. Es por eso que pude reconocer que el chico que me
dio la cinta era de esa escuela. No sabía el nombre del chico, así que ir a la escuela era la única
forma que tenía de encontrarlo.
—Me sorprende verte por aquí. ¿Esperas a alguien?
No le podía decir que estaba viendo los portones, esperando a alguien que
probablemente había matado a mi hermana, así que negué con la cabeza. No sé qué cara habré
puesto pero se puso serio.
—¿Algo pasó? —preguntó con voz de preocupación—. ¿O todavía tu hermana…?
Él sabía de la fricción entre nosotros. Yo se lo había dicho en el funeral. La foto que
había en la ceremonia se la habían tomado justo antes de morir y eso hizo que me dieran ganas
de hablarlo con alguien. Era una hermosa foto de ella pero se la habían tomado después de que
nos alejáramos.
—No es sobre mi hermana.
—¿Pero algo te molesta? Dijiste que querías volver a hablarle…
—Sí, pero… olvídalo. Siento haberte dicho eso en el funeral.
Itsuki me miró con lástima en los ojos.
—¿La policía tiene idea de quién la asesinó? —Nos miramos fijamente—. Es que estás
diferente.
Tenía muy buenos instintos. Negué con la cabeza.
—La policía todavía no…
—Oh —dijo, suspirando.
Mientras suspiraba, la persona que estaba esperando, apareció. El sol había empezado a
meterse mientras hablaba con Itsuki, así que se estaba haciendo oscuro pero todavía podía ver
el rostro claramente a través de la ventana de la tienda mientras cruzaba la calle.
No estaba segura de que el chico hubiera matado a mi hermana pero cuando lo vi por
el rabillo del ojo, me quedé aterrorizada como si me hubiera sumergido en una oscuridad total.
Estaba caminando junto a una estudiante, una chica hermosa de pelo largo. Ambos
estaban igual de inexpresivos.
GOTH
Vi pasar su perfil al pasar junto al vidrio. Itsuki siguió mi mirada, preguntándose por
qué me había quedado tan callada.
—Morino —dijo.
—¿Es el nombre del chico?
—No, de la chica, es muy famosa. Un profesor intentó abusar de ella y ella le dio su
merecido.
Como Itsuki, eran estudiantes de segundo año.
—¿Y conoces el nombre del chico? —pregunté con urgencia en la voz.
A Itsuki le tomó por sorpresa.
—Eh, sí, es -----.
Dijo un nombre y lo grabé en mi cerebro, asegurándome de no olvidarlo jamás.
Bajé la revista y salí de la tienda. El viento frío y el humo de los vehículos me
envolvieron.
Me quedé de pie frente a la tienda, mirando al chico. Podía ver sus espaldas mientras se
dirigían a la estación.
Debió sentir que la miraba, porque esa chica Morino se volvió y me miró. Me examinó
y luego se dio la vuelta nuevamente.
La puerta de la tienda se abrió e Itsuki salió.
—Estuve en su clase el año pasado.
—¿Y cómo es?
Itsuki me miró fijamente por un momento y se encogió de hombros.
—No sé… ¿normal?
Dudé. ¿Debería ir tras él? Pero Itsuki estaba conmigo y Morino estaba con él. No
parecía un buen momento para hacerle preguntas sobre la cinta con la voz de mi hermana.
Abandoné la idea.
—¿Pasa algo?
Negué con la cabeza y los dos empezamos a caminar hacia la estación, hacia la misma
dirección por donde habían ido ellos pero ya estaban fuera de vista.
Por el camino los anuncios de las tiendas y las máquinas expendedoras alineadas
brillaban fuertemente con sus luces. A medida que caminábamos, el sol se ponía y la oscuridad
fría del invierno se espesaba, la luz de las máquinas era lo único que permanecía claro.
VI. Voz
Mientras caminábamos, Itsuki y yo hablamos sobre los eventos recientes en nuestras
vidas. Todo de lo que yo hablaba eran los exámenes de ingreso, lo que parecía un tema
suficientemente seguro, y él tenía muchas anécdotas divertidas sobre la escuela, sus amigos y
los lugares a donde había ido…
No era nada extraordinario sólo eran las historias normales que cualquier estudiante
tendría, pero eran más que suficientes para relajarme. Quizá Itsuki había notado mi tensión y
había intentado animarme deliberadamente.
Los coches pasaban al lado con sus luces encendidas parpadeando sobre nuestras caras.
—¿Quieres hablar allí? —preguntó Itsuki, señalando un restaurante familiar frente a la
estación. A través de las ventanas, todo se veía iluminado y cálido.
Dentro, estaba lleno del canturreo de las voces de las personas que comían sus cenas.
La camarera nos llevó a un puesto en la parte trasera. Las separaciones y la pared estaban
cubiertas de decoraciones plateadas que brillaban con las luces.
—¿Cómo están tus padres? —preguntó Itsuki.
Sacudí la cabeza.
—No muy bien. Nunca salen de casa.
Le dije cómo había sido todo desde la muerte de mi hermana: el polvo en las esquinas,
la televisión encendida con las luces apagadas y cómo siempre se les olvidaba cerrar la puerta.
—¿Así que todavía no superan la…?
—No, especialmente desde que vieron… su cadáver.
Él asintió. Le había mencionado en el funeral que su condición había sido mucho peor
de lo que las noticias habían reportado.
—¿Algún día estarán bien? —murmuré, pensando en sus caras inexpresivas. No podía
imaginarlos recuperándose de eso. Todo lo que podía ver eran sus hombros caídos y la chispa
de la vida desaparecida.
—¿Y Akagi?
—Fue varias veces después del funeral pero recientemente…
Akagi, el novio de mi hermana… era uno de los que había quedado más devastado por
su asesinato. Iba a la misma universidad que ella, aunque yo no estaba completamente segura
de que así fuera. Lo había traído a casa con ella y yo le había hablado varias veces. Se había
quedado con mis padres en el funeral, apoyándolos.
GOTH
—Quizá yo fui quien maté a Hiroko —había dicho después del funeral—. Tuvimos
una discusión el día anterior a su muerte y se fue de la habitación y…
Al día siguiente, la habían encontrado en el hospital abandonado. Akagi fue la última en
verla con vida.
Si no hubieran peleado, ella nunca habría conocido al asesino y nunca habría muerto.
Eso fue lo que Akagi me dijo con sus manos cubriendo su cara.
—Tengo que irme ya —dijo Itsuki. Ya era hora para que llegara su tren.
—Yo me voy a sentar y pensar un rato.
—Vale, entonces… —Se alejó un poco y luego se volvió—. Si necesitas hablar de algo,
por favor, llámame.
Al verlo irse, le agradecí en silencio. Me senté sola, tomando café, viendo a la familia al
otro lado del pasillo. No quería que se dieran cuenta, así que los vi por el rabillo del ojo.
Estaban comiendo la cena, una pareja joven con sus dos hijas pequeñas. Me
recordaban a mi propia familia. La hermana menor era muy pequeña para poder hablar y se
ponía los dedos en la boca, viendo todo con los ojos bien abiertos. Mientras los veía de reojo,
nuestras miradas se encontraron.
Recordé a mi hermana.
Cuando éramos pequeñas, las dos dábamos largas caminatas juntas. Debió haber sido
un día cálido de primavera. Acababa de entrar a la primaria y las barandillas y postes se alzaban
como torres a mi lado.
Subimos por una inclinada colina, pasando casa tras casa. En la parte superior de la
colina había un bosque. Desde la sombra, miramos hacia la ciudad que se encontraba abajo,
pequeñas casitas hasta donde alcanzaba la vista.
Había un ave en el cielo con largas alas blancas. Un gran río corría por la ciudad, así
que decidí que ahí debía vivir.
Planeó en el viento, dejándose llevar elegantemente, sus alas blancas apenas se movían.
La vi por mucho tiempo sin aburrirme.
Mi hermana me vio y sonrió, mostrando sus dientes. Los caninos le sobresalían, incluso
después de que le salieron los de hueso y casi siempre jugábamos a los vampiros. Pero no había
visto la sonrisa de mi hermana, ni sus caninos, por mucho tiempo.
Cuando se tiñó el pelo, me pregunté en voz alta si debería hacer lo mismo.
VI. Voz
—No lo hagas, te quedará fatal —dijo. No pude tomarlo como un consejo amable,
había algo en su voz. Me había respondido molesta.
Cada vez que hacía algo así, me sentía como si ella no quisiera que estuviera.
¿Por qué había muerto? No podía creer que alguien la odiara tanto para matarla. ¿Y de
qué me quería hablar antes de morir?
Una sombra apareció en mi mesa. Levanté la mirada y un chico en un uniforme negro
me estaba mirando. Era el chico que había pasado frente a mí en la tienda, caminando con la
chica llamada Morino.
—Kitazawa, estabas esperando a que saliera de la escuela.
No estaba muy sorprendida. Me pareció lo más natural que apareciera repentinamente.
No me levanté, sólo levanté la mirada y le pregunté:
—¿Mataste a mi hermana?
Por un momento no dijo nada. Finalmente sus labios se separaron y unas palabras
salieron:
—Sí, la maté.
Su voz se desvaneció en mis oídos, mezclándose con el suave canturreo del restaurante.
iii
El chico se sentó frente a mí, donde Itsuki se había sentado. No me podía mover… era
como si estuviera paralizada. Sólo lo miré fijamente. Pero si hubiese sido capaz de moverme,
no habría evitado que se sentara, no me habría levantado para gritar.
«La maté». Las palabras del chico hacían eco en mi cabeza. Sabía que era posible pero
mi mente no podía manejar esas palabras tan fácilmente como mis oídos. Era como cuando le
echas mucha agua a una planta: Su voz quedó atrapada entre mi cráneo y mi cerebro,
quedándose allí, sin poder ser absorbida.
Me miró y ladeó la cabeza. Entonces, se inclinó moviendo sus labios. Parecía que me
preguntaba si estaba bien. Pude ver sus labios haciendo esas palabras. Se estiró a través de la
mesa e intentó tocarme el hombro. Mi voz finalmente se liberó justo antes de que me tocara.
—¡No!
Me aparté, apretándome contra la pared, alejándome lo máximo que pude. Este no era
un movimiento consciente sino instintivo.
GOTH
De repente, la música y las voces de los clientes, volvió a encenderse. No, no se habían
encendido porque nunca se habían detenido. Simplemente no habían llegado a mis ojos y
oídos. Pero para mí, era como si el tiempo se hubiera detenido y hubiera empezado
nuevamente.
Aparentemente había hablado lo suficientemente fuerte para que la familia frente al
pasillo me escuchara. Los padres fruncieron el ceño mirándome. Cuando los miré, apartaron
los ojos incómodos y regresaron a su conversación.
—¿Estás bien, Natsumi? —preguntó el chico, apartando su brazo y regresando a la
silla. Tomé mi posición original y sacudí la cabeza.
—No —Me dolía el pecho. No estaba llorando pero había lágrimas en mi voz—. Nada
está bien.
Mi cabeza estaba sobrecalentándose. No podía definir si debía tener miedo o debía
estar molesta, pero estaba segura de que el chico frente a mí era más de lo que podía manejar
yo sola.
A pesar de mi agitación y ansiedad, él se mantuvo calmado, como si me observara
científicamente, como si no fuera un humano, sino un insecto bajo su lupa.
—Natsumi, no quiero que grites —dijo, sin la menor señal de emoción en su voz,
como si no tuviera corazón. Sabía que la cosa que estaba al otro lado de la mesa era terrible.
—¿Por qué la mataste…?
Este chico nunca se reiría como Itsuki o se sorprendería si alguien le contaba sus
problemas. Era como un árbol sin ramas ni hojas, reducido a su más simple esencia. Es una
forma rara de decirlo, pero así lo sentía.
—No sé por qué maté a Hiroko, realmente no lo sé —dijo lentamente—. Pero no tuvo
nada que ver con ella. Todas las razones para su muerte, son mías.
—¿Tuyas?
No me dijo nada por un momento, aparentemente estaba perdido en sus
pensamientos, pero nunca me quitó los ojos de encima. Finalmente, sin decir una palabra, hizo
un movimiento con su barbilla, señalando a la familia del otro lado del pasillo.
—¿Los estabas viendo? —Las niñas se reían juntas—. ¿Estabas recordando el pasado,
pensando cómo esas niñas se parecen tanto a ti y a Hiroko? Te trajo recuerdos divertidos del
pasado y los mirabas como si fueran un valioso tesoro.
—Ya basta…
VI. Voz
Quería taparme las orejas con ambas manos para no escuchar más su voz. Era como si
se estuviera subiendo a mi mente sin siquiera quitarse los zapatos.
—Yo también tengo una hermana. Hace unos doce años, nosotros también debimos
salir a cenar, como esa familia. No lo recuerdo, pero seguramente pasó. ¿Te sorprende?
Con cada palabra que decía, mi corazón latía más rápido, era como si estuviera rodando
por una ladera hacia un abismo, rápido y más rápido.
—Mira a esa niñita, pero cuidadosamente para que no te vea —dijo suavemente.
Le quité los ojos de encima y miré de reojo a la niña en la silla frente a mí. Estaba
sentada con sus ojos inocentes viendo a la distancia, sus deditos apretaban fuertemente la ropa
de su madre. No conocía a la niña, ni conocía su nombre pero me parecía adorable de todas
formas.
—Natsumi, ¿crees que esa niña matará a alguien en diez años? —Mi corazón se
congeló. Me volví hacía él para protestar pero antes de poder decir algo, continuó—. Puede
que mate a sus padres o a su hermana. No es imposible. Puede que ya lo esté planeando. Puede
que sólo esté pretendiendo ser infantil pero realmente quiera coger ese cuchillo de la
hamburguesa y apuñalar el cuello de su madre.
—Por favor… detente. Estás loco. —Bajé mi cabeza, cerrando mis oídos, batallando
contra esas palabras. Cada palabra me dolía cuando la escuchaba, como si me dieran
cachetadas.
—Natsumi, mírame… estoy bromeando. Esa niña probablemente no matará a nadie
jamás. Todo lo que dije… fue para describirme.
Levanté los ojos para verlo. Brillaba… había lágrimas en mis ojos.
—Así nací. Cuando era tan pequeño como esa niña, no lo entendía, pero para cuando
había empezado la primaria, ya sabía que había algo diferente en mí.
—¿D-de qué hablas? —tartamudeé.
Me explicó, sin verse molesto.
—Sobre cómo estaba destinado a matar. Esa es la única explicación que tengo. Así
como un vampiro no tiene otra opción que chupar sangre humana, no tengo otra opción que
matar gente. Mi destino ya estaba decidido en el momento en que nací. Mis padres no
abusaron de mí ni sufrí psicológicamente. No tengo ancestros que hayan sido asesinos. Me
criaron en un hogar normal. Pero mientras que los niños ordinarios juegan solos con sus
mascotas y amigos imaginarios, yo pasaba mi tiempo con cadáveres imaginarios.
GOTH
—¿Qué eres? —Ya no lo podía ver como humano. Era algo mucho más horrible, más
espeluznante.
Por un momento, estuvo en silencio. Entonces negó con la cabeza.
—No lo sé. He pensado sobre por qué mato gente pero no encuentro respuestas. Y
tengo que mantenerlo en secreto, aparentando ser normal. He tenido mucho cuidado de no
dejar que nadie vea mi corazón.
—¿Ni tu familia?
Asintió.
—Mi familia cree que soy un chico normal, nada fuera de lo ordinario. He sido muy
cuidadoso para crear esa idea.
—Tu… ¿tu vida entera… es una mentira?
—Sólo podía creer que todo lo demás era una mentira.
No entendí esto y él explicó:
—No podía creer que todas las conversaciones de mi familia o las actitudes amistosas
de las personas fueran genuinas. Estaba seguro de que debía haber un libreto, y una vez, siendo
muy pequeño, lo busqué por toda la casa. Quería leer las palabras que todos decían, pero no
había libreto. Lo único que siempre se sintió real fue la muerte.
—Por eso… anhelo… la muerte. —Lo vi decir esas palabras.
—Por esa razón… ¿mi hermana…?
—Esa noche, estaba caminando y la vi sentada frente a una máquina expendedora.
Había estado llorando así que le pregunté si estaba bien y me enseñó sus caninos y me lo
agradeció.
La había matado porque le gustaron sus caninos, me dijo. Dijo que era un tipo de amor
retorcido.
Mientras lo escuchaba, sentía como si estuviera atada a la mesa. Miré sus manos sobre
la mesa: manos blancas que salían de las mangas negras del uniforme, dedos delgados y uñas
cortadas. Esas manos eran claramente humanas. Pero hace siete semanas, esas mismas manos
habían matado a mi hermana.
—¿Porque te gustaron sus caninos?
Asintió. Y entonces sacó algo del maletín que estaba a su lado: un pequeño rectángulo,
lo suficientemente pequeño para caber en la palma de mi mano.
—Los puse en resina. Pensé que te gustaría verlos.
VI. Voz
Puso algo en la mesa. Era algo transparente, como un bloque. Dentro había veinte
cositas blancas en fila. Dos filas curvadas, una sobre la otra, suspendidas en un bloque.
—Estaban por todas partes, me llevó un rato encontrarlos.
Dientes, fijados en resina para que parecieran estar flotando en el bloque transparente,
como los dientes de un hombre invisible, cada diente exactamente en el lugar apropiado.
Reconocí esos largos caninos.
Escuché las risas de las niñas. Las decoraciones brillaban bajo las luces de la tienda.
Junto a los dientes de mi hermana, las familias comían pacíficamente como si todo fuera un
sueño.
Raramente, no estaba asustada, sólo triste. Nadie me había dicho que le faltaban los
dientes.
Puso el bloque en su maletín y sacó un sobre.
—Pero todo eso es cosa aparte. Aquí está la segunda cinta.
Abrió el sobre, lo puso de cabeza y una cinta cayó en la mesa.
—«Voz 2: Kitazawa Hiroko», decía la impresión.
—Hay una más.
—Déjame escucharla.
Se levantó dándome la espalda.
—Piénsalo después de haber escuchado la segunda.
Después de irse, no pude levantarme en mucho tiempo. Dejé la cinta sobre la mesa,
mientras recordaba los dientes de mi hermana en ese bloque transparente.
Tomé un sorbo del café, que estaba frío. La niña en la mesa frente al pasillo, me
miraba. Había salsa de tomate en su boca. Me miraba las manos con sus pequeños ojitos. El
sonido que hacía la taza en mis manos temblorosas debió confundirla.
En el tren que se dirigía a casa desde el restaurante, me senté acurrucada en la silla.
Debía de tener una pinta terrible porque el hombre de mediana edad que estaba frente a mí, no
dejaba de mirarme. Tenía miedo de que se estuviera burlando de mí. Tenía miedo de que otros
GOTH
pasajeros y el conductor supieran de la cinta en mi bolsillo y de la conversación con ese chico
horripilante y de que la cinta tendría palabras para mí.
Cuando salí del tren, corrí por las oscuras calles residenciales. Cuando me acerqué a la
casa, las luces estaban encendidas. En estos días, no había forma de saber si mis padres se
darían cuenta de que el sol se había puesto y podrían responder encendiendo las luces.
Y justo cuando iba a abrir la puerta, se abrió desde dentro y alguien salió. Era Akagi.
Me vio fuera de la puerta y dio un salto.
—Oh, eres tú, Natsumi —dijo, mostrando una leve sonrisa.
—Me alegro de verte.
—Ya me voy a casa, pero estaba preocupado, así que…
Al parecer había pasado después de clases. Hablé con él un rato fuera de la casa. Era un
hombre alto y si miraba frente a mí desde esta distancia, no se podía ver la parte superior de su
cabeza, todo desde las gafas para arriba. Tenía que levantar la mirada todo el tiempo y me dolía
el cuello.
Sabía mucho de libros y el suelo del segundo piso de su casa crujía bajo el peso de los
suyos. Siempre teníamos mucho de qué hablar pero hoy no estaba de humor y todo lo que
hicimos fue expresar nuestra preocupación por el bienestar del otro. Le agradecí pensar en mi
hermana.
Todo el tiempo que hablamos, sólo podía pensar en la cinta. Sabía que debía dejarlo
escuchar su voz pero no dije nada.
—Bueno, Natsumi… adiós.
Akagi movió su mano grande y se fue. Lo vi irse en silencio, sorprendida por mi propia
transformación.
Antes, cuando hablaba con Akagi, nunca podía estar calmada. Mi corazón saltaba de
aquí para allá sin descanso. Cada vez que él miraba a mi hermana, me sentía abatida.
Lo admiraba mucho pero ahora mi corazón estaba silencioso, como una piedra fría.
Me froté la nunca, dándome cuenta de que no había dicho adiós. Antes, lo habría
despedido con entusiasmo, gritando «¡Nos vemos pronto!» a pesar del dolor de mi cuello.
Lo que nos unía estaba desvaneciéndose. Con la muerte de mi hermana, se estaba
convirtiendo en un desconocido nuevamente. No lo habría conocido si no fuera por ella, así
que quizá era algo natural.
VI. Voz
Dudaba que fuera Akagi el que no quisiera mantener la relación, porque de ser así, no
hubiera venido.
Entré a la casa, llegando a la helada sala de estar. Mis padres estaban sentados bajo el
kotatsu. Les dije que me había encontrado con Akagi en la puerta, pero apenas si respondieron.
Sentí cómo mi humor iba en picado como una piedra pesada.
Subí a mi cuarto y cerré la puerta. Saqué la cinta de mi bolsillo y la puse en el estéreo,
quitando la cinta original y poniéndola en mi escritorio.
Presioné el botón de reproducir. Pude escuchar el sonido mientras iniciaba la cinta. Me
senté en una silla, mirando el reproductor.
Empecé a recordar el pasado, cuando ambas estábamos en primaria y tomábamos
turnos para grabar nuestras voces. Estábamos sorprendidas de cómo se oían nuestras voces.
Entonces nuestros padres entraron y todos cantamos juntos y lo grabamos. Era una canción
muy infantil pero nos encantaba cantarla. Mi padre a veces ponía esa cinta cuando salíamos en
el coche, incluso hasta que mi hermana entró a la secundaria y daba alaridos cada vez que la
ponía. Mi madre se reía mucho de eso.
Era tan divertido.
«Natsumi…
Dile a mamá, a papá y a Akagi… que gracias por todo. Siento todo el problema que causé…
¿O están escuchando contigo?
Ya no sé nada…
Él… me matará después de esto. Al principio pensé que bromeaba…
Natsumi… estuve sola en la oscuridad, vendada y amordazada hasta hace sólo unos minutos. Llorar
y gritar no tuvo sentido… y cuando lo entendí, repentinamente sentí… remordimiento.
Necesitaba pedir perdón… es por eso que te dejo este mensaje. Siento que haya tenido que pasar algo
así para darme cuenta.
¿Sabes cómo a veces decía cosas para herirte o confundirte? Siempre parecías tan ansiosa cuando lo
hacía.
Lo siento… nada de eso fue tu culpa. Era yo quien estaba molesta.
Te parecerá repugnante cuando escuches la razón.
Pero si muero sin decir nada, nunca sabrás la verdad… debo decírtelo»
La cinta quedó muda.
GOTH
Y entonces… no se escuchó la voz de mi hermana sino la del chico.
«Kitazawa Natsumi. A las once de la noche el tres de diciembre, ven sola al hospital abandonado
donde Hiroko murió. Conoces el lugar, ¿no? Ven a la habitación donde encontraron su cadáver. Allí te daré la
última cinta».
Su voz era el último sonido en la cinta.
El tres de diciembre llegó dos días después de haber escuchado la segunda cinta. En
ese tiempo, no fui a la policía. En lugar de eso, seguí con mi vida como siempre: fui a la
escuela, estudié para los exámenes.
En el pasillo después de clase, una amiga me detuvo.
—Natsumi, deberíamos ir a algún lado este domingo.
Parecía preocupada porque ya no sonreía desde que mi hermana había muerto. A veces
intentaba animarme.
—Vale… Pero si al final no puedo ir, lo siento.
—¿Tienes planes? —preguntó confusa.
No los tenía, pero no podía garantizar que volvería viva esa noche. Planeaba seguir las
instrucciones que el chico me había dejado en la cinta. Había tomado la decisión la primera vez
que escuché el mensaje.
Si iba al hospital abandonado, podría escuchar el resto del mensaje de mi hermana. A
cambio, podría no regresar con vida. No sabía por qué me había convocado, pero podía ser
para matarme.
—No tengo planes, pero… —dije, sintiendo deseos de abrazarla. ¿Qué tipo de vida
llevaría? Hasta hacía unos días, ambas éramos personas normales. Íbamos a la escuela
bostezando y pasábamos el día copiando de una pizarra a nuestras libretas. Todos los días eran
iguales. Eran vidas normales y felices.
Pero ahora no creía que esa era la vida que me esperaba. Había pasado mucho tiempo
con la muerte para poder llevar esa vida pacífica. Pero mi amiga todavía tenía un futuro y
VI. Voz
cuando pensé que esta podía ser la última vez que la vería… me di cuenta de que la quería
mucho.
—Nos vemos mañana —le dije, moviendo la mano.
Me fui de la escuela con el frío viento de diciembre en mis mejillas. El sol todavía no se
metía pero había nubes grises cubriendo el cielo y hacía mucho frío. Cerré más mi abrigo,
viendo mis pies mientras caminaba.
Mi móvil sonó cuando estaba cerca del portón de la escuela. Era Itsuki.
—¿Ahora? Acabé de salir de la escuela. Voy saliendo.
Me detuve en el portón mientras le hablaba. Los coches pasaban rápidamente y era
difícil escucharlo entre el tráfico y el viento.
—¿Qué dices? No te escucho —dije levantando la voz—. Ah, sí, gracias por… No,
estoy bien…
Esta puede ser la última vez que le hable. La idea me hizo querer llorar en el móvil tan
fuertemente que me escucharía sobre el sonido del viento y el tráfico. Conocía a Itsuki desde la
secundaria y era como un hermano menor.
—¿Puedes hablar más fuerte? —Cerré mis ojos intentando escuchar su voz—. Dije que
estoy bien… No quería preocuparte. ¿Mm? No, no estoy llorando…
Nuestra conversación terminó momentos después.
Revisé mi reloj en el tren que me llevaba a casa. Ya eran las cinco. El sol empezaba a
ocultarse y estaba oscuro fuera. Tenía seis horas antes de encontrarme con el chico.
No sabía por qué pero no estaba temblando de miedo. Mi corazón estaba en calma y
me senté con los ojos cerrados, sintiendo el movimiento del tren. Mis sentidos ya estaban
cerrados ante cualquier peligro venidero. Los dientes de mi hermana en el restaurante habían
sido como una anestesia. Todo se sentía como entumecido, nada se sentía real.
Nunca ni siquiera consideré intentar pelear contra el chico. Iría al hospital sin armas y
sin decirle a nadie nada. Todo lo que me importaba era escuchar la voz de mi hermana. No
necesitaba nada más, aunque el chico planeara hacerme daño.
Mis padres habían olvidado cerrar la puerta nuevamente. Entré y les avisé que había
llegado.
Mi madre estaba en la habitación de tatami, doblando la ropa. Me sonrió ligeramente
cuando le hablé pero parecía tan frágil que podría caerse si le daba un empujón.
GOTH
Mi padre estaba en el salon, desplomado sobre el kotatsu. No pude ver su rostro.
Cuando éramos niñas, mi hermana y yo nos colgábamos de sus brazos. Su pequeña espalda me
recordó que eso fue hace mucho.
—He llegado, papá —dije, arrodillándome a su lado. No respondió. Pensando que
estaba dormido, me levanté para irme.
—Natsumi —dijo—. Lo siento… estamos haciendo que te preocupes.
—¿De qué estás hablando? —dije lo mismo que le había dicho a mis amigos.
—La gente siempre decía lo mucho que te parecías a Hiroko pero nunca me había
dado cuenta de lo mucho que era verdad. Nunca me di cuenta cuando Hiroko estaba viva,
pero ahora que sólo estás tú… tienen razón.
Mi padre levantó la cabeza y me miró. Dijo que a veces me confundía con mi hermana
muerta. Sus ojos eran medio amables y medio tristes.
—Pero Natsumi… ¿acabas de llegar de la escuela?
Asentí. Se veía confundido.
—Creí haber escuchado a alguien subir…
—¿No era mamá?
—Ella estaba aquí.
Los pasos se habían escuchado sin sonar el timbre, así que pensaron que era yo.
Subí a mi habitación. Las cintas habían desaparecido.
El chico debió llegar para quitármelas. Fácilmente podía imaginarlo haciéndolo.
Si no llegaba esa noche, la policía encontraría las cintas en mi habitación y se enterarían
de él. Se las había llevado para evitar que eso pasara.
Eso significaba que no tenía planeado dejarme ir a casa.
Sentía como si toda mi fuerza me abandonara. Me dejé caer en la silla. Hace dos días,
supuse que me asesinarían pero ahora estaba segura.
Si seguía las instrucciones en el casete e iba al hospital, moriría.
¿Qué era la muerte? Ese chico había dicho que era lo único que realmente existía. Él
tenía que experimentar la muerte de otras personas como un vampiro tenía que beber sangre.
Por un largo tiempo, me senté en mi silla sin moverme. El silencio me rodeaba. Intenté
imaginármelo matando a mi hermana. Pronto, mi rostro reemplazó al de mi hermana pero no
fue tan sorprendente como esperaba.
VI. Voz
Hubo un tiempo en que la línea que dividía la vida y la muerte era firme. Yo estaba
viva. Mi hermana, mis padres y todos estaban vivos. Eso era obvio. Ahora, esa línea era
borrosa, como si el blanco y el negro se hubieran mezclado y hubiese formado un espacio gris
sobre el que yo me mantenía. Mis padres habían estado igual desde que vieron su cadáver: un
pie en el mundo de los muertos, congelado allí.
Pero mi hermana… mi hermana definitivamente estaba muerta. Aunque para mí, la
grabación de su voz estaba viva. Ella existía en esas cintas, seguía respirando, pensando e
intentando hablar, esperándome.
Ya no entendía qué separaba la vida de la muerte pero sabía que yo estaba de pie sobre
eso.
—Natsumi —gritó mi madre desde abajo—. ¡La cena!
Me levanté e intenté decir «Ya voy», si no iba, sólo serían los dos. Estarían muy
expuestos.
Éramos un desastre desde la muerte de mi hermana pero habíamos tenido cuidado de
comer juntos cuando fuera posible. Aunque la silla adicional no nos dejaba hablar mucho, las
comidas eran lo único que nos mantenía como familia.
Hoy, sin embargo, cuando empecé a levantarme, me detuve.
—¿Natsumi? —volvió a decir mi madre, sorprendida de que no obtuvo respuesta.
Recordé cómo me había mirado mi padre y sentí que no sería capaz de ir al hospital si
comía con ellos. Si no volvía a casa, ¿cómo sobrevivirían? El amor o quizá la lástima sería
como una cadena que me mantendría aquí.
—¿La cena? —dijo de nuevo.
Mis ojos encontraron un cilindro en mi mesa. Lo miré fijamente, incapaz de quitarle los
ojos de encima. Era el lápiz de labios rojo sangre que me había llevado de la habitación de mi
hermana.
Cerré mis ojos y me decidí. Me senté nuevamente en la silla.
—¡No tengo hambre! —dije.
La puerta estaba cerrada y no pude ver a mi madre pero pude sentir su presencia: Se
quedó en la base de las escaleras mirando hacia arriba por mucho tiempo.
La culpa hirió mi corazón y apreté mi pecho. Cuando mi madre entendió que su hija no
iba a bajar, sus hombros cayeron y se apartó de las escaleras. Casi podía verla.
GOTH
Me senté en la silla, pidiéndoles disculpas a mis padres una y otra vez. Pero sin
importar eso, no cambiaría mi decisión. Era una hija terrible. Iría a ese hospital y los dejaría
solos.
iv
Tarde esa noche, me levanté y me puse mi abrigo.
Cogí un conejo de juguete de mi estante. Me encantaba este juguete cuando era niña.
Rocé su frente, sintiendo su suavidad. Había estado en mi habitación desde que era muy
pequeña y ahora le estaba diciendo adiós. Lo volví a poner en el estante y metí el lápiiz de
labios de mi hermana en el bolsillo de mi abrigo. Lo llevaría conmigo para mantener mi
decisión.
También me llevé una linterna y me fui de la casa silenciosamente, asegurándome de
que mis padres no se dieran cuenta. Si me llamaban, nunca podría irme. Pero nadie me llamó.
El hospital abandonado donde el cadáver de mi hermana fue encontrado, estaba a
veinte minutos en bicicleta. Conduje por un camino pequeño sin luces. Estaba todo oscuro, la
luz de mi bicicleta roja era lo único diferente en la oscuridad.
Mi hermana y yo habíamos compartido esta bicicleta. Una de las dos se había estrellado
contra algo y la canasta estaba torcida. No recordaba haberme estrellado, así que tuvo que ser
culpa de ella. Era una bicicleta roja, lo que me recordaba a Caperucita Roja. Era como si yo
fuera la niñita, sólo que iba a la casa de mi abuela con plena consciencia de que un lobo me
estaría esperando.
El cielo estaba más brillante que mis alrededores. Podía ver claramente la división entre
el cielo y la tierra. El camino de asfalto se dirigía a las montañas y pronto dio paso a la gravilla.
Me bajé de la bicicleta en ese momento. Mientras caminaba, encontré una cerca con un aviso
que decía «No pasar».
El hospital estaba después de esa cerca pero estaba muy lejos para que la luz de la
linterna llegara. La luz se desvanecía, devorada por la oscuridad. No había casas ni tiendas
alrededor, ni puntos de luz en la distancia, no había nada más que hierba seca. Sin viento que
meciera la hierba, todo estaba silencioso.
Aparqué mi bicicleta y empecé a recorrer el camino hacia la cerca, llevando sólo la
linterna. La gravilla crujía bajo mis pies. Mi respiración producía nubes blancas que
VI. Voz
desaparecían rápidamente. Había un portón en la cerca que atravesaba el camino, que se abrió
fácilmente cuando la empujé. Entré por allí.
La noche en que mi hermana había muerto, ¿cómo había llegado allí? ¿Había entrado
por el portón como yo la había hecho? Quizá el chico tenía un cuchillo y la obligó. ¿O habría
estado inconsciente? ¿La habían cargado? El camino hacia el hospital había sido un camino de
solo ida que la había llevado a su destino final.
¿Había sido alguna vez un aparcamiento? Era suficientemente grande. El largo haz de
mi linterna se estiraba sobre tierra seca y gravilla. En la distancia había un gran bulto blanco de
cemento, era de dos pisos y se imponía contra el cielo nocturno. El edificio había sido una vez
un hospital, pero ahora sólo quedaba el armazón, era como un fósil de dinosaurio, reducido a
los huesos.
Me adentré en el lugar. Alguna vez habían habido puertas de vidrio pero ahora sólo
había una gran boca cuadrada. Pasé mi linterna por el lobby. Apenas pude reconocer los
bancos y había pedazos de cemento por todas partes. El haz redondo sacó las paredes de la
oscuridad, trazando las formas pintarrajeadas allí con pintura con espray.
Mi respiración se había hecho más superficial y sentí que me faltaba aire. El techo
sobre mí seguía hasta perderse y parecía estar presionándome desde arriba. Había rastros de
luces aquí y allí, con lámparas fluorescentes rotas en el piso. No me di cuenta hasta que pisé
una y escuché el vidrio rompiéndose bajo mis pies.
El pasillo siguió en la oscuridad. Seguí adelante, dirigiéndome al cuarto donde mi
hermana había muerto. Tenía una idea general de dónde quedaba, sabía que estaba en el primer
piso en la parte trasera. Era una sala de operaciones.
Seguí las señales que me llevaban a ese lugar. Mis pisadas hacían eco contra las paredes,
sacudiendo el frío viento de invierno.
Finalmente encontré la habitación al final del pasillo. No había puertas, sólo un agujero
cuadrado que daba paso a la oscuridad. Entré y había otro pasaje vacío inmediatamente tras él.
Después sólo espacio vacío.
Pasé la linterna alrededor de la habitación. Hacía frío y estaba tan solo que a uno se le
podía congelar el corazón. Estaba tan silencioso que hasta el sonido de una piedrita rodando
hacía eco. Se sentía como si casi pudiera escuchar un alma llorando suavemente en la
oscuridad.
GOTH
Había lavamanos delgados a lo largo de las paredes a cada lado. Y había varias puertas
que llevaban a habitaciones más pequeñas. Detrás de esas puertas, estaban las salas de
operación más pequeñas, tres en total. Revisé cada una con la luz.
No había nadie. Las habitaciones más pequeñas tenían cinco metros de ancho. Las dos
primeras estaban totalmente vacías pero cuando abrí la tercera puerta, la más lejana, me quedé
de piedra, y sentí algo siniestro.
Era más oscura que las demás, muchísimo más oscura. Las paredes, el techo y el suelo
eran negros, como si hubiese habido un incendio.
Entré en la habitación después de asegurarme de que no había nadie allí. La puerta
estaba construida para cerrarse sola si no la sostenías, así que se cerró tras de mí una vez entré.
Había una fila de cilindros a lo largo de la pared, encadenados en su lugar para mantenerlos
verticales. En el centro había una mesa metálica oxidada: era la mesa de operaciones.
Fue entonces que me di cuenta de que las paredes y el techo no estaban quemados. Esa
mancha negra empezaba desde la mesa central y se extendía en el piso bajo mis pies, cubriendo
el piso de la habitación y saliendo por debajo de la puerta.
Antes de darme cuenta, tenía la espalda contra la pared, con mi mano libre contra mi
boca, intentando no gritar. Esa mancha negra era la sangre que había fluido de mi hermana
hace dos meses.
En la oscuridad, casi la pude ver, las piezas que alguna vez habían sido mi hermana, las
que la policía se vio forzada a recoger.
«Natsumi…
¿Escucharás esto algún día?»
De repente, escuché la voz de mi hermana a mi lado. Eran las primeras palabras de la
primera cinta. Dirigí mi linterna hacia la puerta. En el redondo haz, vi la puerta cerrarse como
si alguien acabara de entrar.
—Kitazawa Natsumi —dijo la voz del chico desde el otro lado de la mesa de
operaciones en la pared más lejana. Todo se iluminó, cegándome.
El chico estaba de pie junto la luz, no en su uniforme, pero de igual forma vestía de
negro de pies a cabeza. La luz en su mano era mucho más potente que mi linterna. Su otra
mano llevaba un reproductor de casete, uno pequeño. La voz de mi hermana salía de esto.
«Dijo que te daría este mensaje. Quiere disfrutar viendo cómo reaccionas ante mis palabras».
VI. Voz
La voz de mi hermana continuaba escuchándose fuertemente. Su respiración forzosa
hacía eco contra las paredes de cemento, llenando toda la habitación manchada de sangre. Miré
a la mesa de operación en el centro de la habitación, donde las manchas de sangre eran más
oscuras. Era una sombra oscura en la habitación vacía.
—Hiroko grabó esta cinta mientras estaba acostada en esta mesa.
El chico puso su linterna y el reproductor en la esquina y se acercó a la mesa. Rozó la
mancha negra con su mano, de forma amorosa.
—¿Por qué me hiciste venir hasta aquí? —pregunté con voz temblorosa.
La mesa de operación solía estar cubierta de cuero negro pero ahora estaba cuarteado y
sólo quedaba un pedazo. Lo habían quitado por partes, exponiendo el armazón de metal. La
mancha negra cubría todo y los dedos del chico la tocaban suavemente. Casi podía escuchar el
débil sonido de sus dedos acariciando la mancha negra. Me daba escalofríos, como si fuera a
mí a quien tocaba.
—Como Hiroko te acaba de decir, tenía curiosidad sobre cómo reaccionarías al
escuchar la cinta.
Mirándome fijamente y sin decir ninguna palabra, el chico dio dos palmaditas a la mesa
de operaciones. Sus ojos dejaron claro lo que quería que hiciera.
Yo tenía la espalda contra la pared y me negué lentamente con la cabeza. Si me movía
hacia él, moriría. Sería asesinada como mi hermana. Pero no era el miedo lo que me hacía
negarme.
De pie junto a la mesa de operaciones, la luz lo hacía ver como si estuviera flotando en
la oscuridad. Su perfil estaba tan brillante que casi parecía divino. Me sentí más maravillada que
asustada, como si fuera un ser superior que se encargara de repartir muerte de forma ilógica,
indiscriminada y absurda.
«¿Sabes cómo a veces decía cosas para herirte o confundirte? Siempre te veías tan ansiosa cuando lo
hacía».
—Natsumi, acércate —dijo el chico.
Me estaba pidiendo que subiera a la mesa de operaciones. Sólo estaba a tres pasos. Si se
movía rápidamente, podía agarrarme, podía reducirme. Pero no se movió. Simplemente esperó
a que me acercara.
Mis piernas casi hicieron lo que quería. Muy profundo dentro de mí, sentí una extraña
certeza de que tenía que hacer lo que me pedía. Cuando me di cuenta, me asusté.
GOTH
¿Por qué querría ir con él por mi propia voluntad? Mantuve mi espalda contra la pared,
mirándolo, confundida.
Explicó lógicamente.
—Natsumi, ya lo sabes.
—¿Qué? —pregunté, confusa.
—Que te voy a matar. Y ya has decidido dejarme hacerlo.
La voz temblorosa de mi hermana y su respiración entrecortada sonaba a nuestro
alrededor. El chico me miró fijamente, sin siquiera parpadear, con una mirada tan penetrante
que era como si entrara directamente a mi cabeza.
—Te atrae la muerte… y viniste aquí sola.
—Eso no es verdad —insistí.
El chico entrecerró los ojos.
—Creo que la muerte significa «pérdida» —dijo con voz baja—. En el momento de la
muerte, todas las conexiones que las personas moribundas tienen con el mundo a su alrededor,
son cortadas. Todo lo que los unía a aquellos que amaban, las personas que le importaban, se
desvanece. Nunca volverán a ver el sol, sentir el viento, sentir la oscuridad o el silencio. Gozo,
tristeza, alegría, desesperación, pierden la conexión con todas esas cosas. Natsumi, sé
exactamente por lo que pasaste cuando decidiste venir aquí.
Tenía la cabeza entre mis manos. La linterna que tenía cayó rodando al suelo. Recordé
a mis padres, Itsuki, mis compañeros de clase, Akagi.
—Debió haber sido difícil venir aquí, pero tomaste tu decisión. Sabes lo mucho que tus
padres sufrirán si no regresas, pero viniste de igual forma. Cortaste tus conexiones, te
despediste en silencio y viniste a escuchar la voz de una persona muerta.
Las palabras del chico dieron justo en el lugar donde me dolió más. Algo sin voz
escapó de mis labios, algo entre un grito y un gruñido. Con mi cabeza entre las manos, me
forcé a tragármelo.
«Natsumi, la razón por la que te hice las cosas difíciles, no era de real importancia. Era sobre
Akagi».
¿Qué les había hecho a mis padres, a pesar de ya estar heridos por la muerte de su hija
mayor? La culpa me carcomía como un incendio forestal.
VI. Voz
—Sólo tuviste dos días después de que te di la segunda cinta. Durante ese tiempo, te
despediste de todas las personas que te encontraste y mientras te despedías de todos y todo lo
que estaba conectado contigo, te moviste con certeza hacia tu muerte.
Finalmente me di cuenta: Todo lo que había hecho desde que conocí al chico era un
suicidio en cámara lenta. Cuando me fui de la casa sin decirles a mis padres, había dejado mi
última oportunidad de devolverme. Había escogido cortar las cadenas más pesadas que me
ataban a este mundo… para venir aquí.
«Nunca te dije cómo conocí a Akagi, ¿cierto?»
—Yo…
Bajé mi cabeza y miré a mí alrededor. La fría habitación de cemento estaba llena de
oscuridad vacía. No había más nada que una mesa de operaciones manchada de sangre y el
chico. Era un lugar solitario.
Mis pies se movieron. Mi espalda se alejó de la pared y me acerqué hacia la mesa de
operaciones.
Había abandonado todo en mi vida por mi propia voluntad. Nada importaba más que
la voz de mi hermana. ¿Podría considerarse que seguía viva en este momento? Mi carne seguía
funcionando pero ya estaba a medio camino de la tierra de los muertos.
«Se me acercó en la calle. Sólo me enteré que íbamos a la misma universidad después».
Estaba de pie al otro lado de la mesa. Nunca movió un musculo, sacando todas mis
dudas sólo con su voz.
El chico me miraba fijamente, tan cerca de mí ahora, mirándome ligeramente desde
arriba, como si fuera más alto.
—Sólo me enteré de que existías cuando Hiroko hizo la grabación. Desde entonces, he
querido conocerte —susurró—. Realmente te pareces a ella.
La voz de mi hermana hacía eco a través de la habitación, desvaneciéndose en el
edificio silencioso.
—Sé por qué me diste la cinta, por qué me trajiste aquí —dije.
Estaba intrigado.
—No lo haces por diversión, ¿no es así? No hay emociones baratas. Lo dijiste tú
mismo en el restaurante. Todo lo que las demás personas dicen parece salido de un libreto,
todo parece falso… y sólo la muerte es real.
GOTH
«Después de que empezamos a salir, Akagi me dijo que a veces me veía en la librería y que es ahí
donde se interesó. Siempre me veía con un abrigo de lana blanca, de pie, frente al estante de ficción histórica…»
Este chico había matado gente. Y no sentía la más mínima culpa al respecto. Sabía que
no debía sentir simpatía por él, pero aun así… Sí me daba algo de lástima.
—Querías ver si intentaría recobrar mi relación con ella aunque eso significara aceptar
la muerte. Querías intentar entender eso que no puedes.
Por un momento, me miró sin expresión. No hubo palabras, sólo la voz de mi
hermana haciendo eco en la habitación. No había forma de saber qué estaba sintiendo.
«¿Lo ves? Akagi te vio a ti primero».
Finalmente, puso las manos sobre la mesa de operaciones.
—Siéntate aquí, Natsumi.
Sin sentir miedo, me senté sobre la mesa manchada con la sangre de mi hermana, con
mi espalda hacia el chico. Podía sentirlo detrás de mí.
La mesa estaba fría y el frío atravesaba la tela de mis vaqueros. Iba a morir pero me
sentía en paz, como un mar en calma.
Mis manos agarraron las esquinas de la mesa, sintiendo la sangre seca de mi hermana.
No podía moverme. O ya no me quedaba deseo de hacerlo, así que sentía como si no pudiera.
Todo se sentía frío y tenso, hasta mis dedos.
La luz estaba detrás de mí. Pude ver nuestras sombras en la pared frente a mí. La
sombra del chico, medio cubierta por la mía, de pie, ligeramente a mi lado.
«Siempre nos vestíamos igual y la gente decía que nos parecíamos… Akagi me llamó a mí por
accidente, pensando que era tú».
La sombra del chico se movió. Levantó su brazo, su sombra se levantó sobre la mía.
Vi su brazo y ya no pude ver nada más. Estaba atrapada en la oscuridad, abrazada
desde atrás, con un brazo alrededor de mi cuello y el otro cubriendo mi rostro. Pude sentir el
calor de mi propia respiración. El pecho del chico contra mi espalda. Pude sentir su calor a
través de mi ropa.
—Por favor… déjame escuchar el resto del mensaje.
Podía escuchar su voz, incluso con los brazos del chico contra mis orejas. Nunca había
escuchado esto sobre Akagi. Era como si un hilo se desenredara, explicando todos los
comportamientos extraños de mi hermana.
VI. Voz
Las articulaciones del brazo alrededor de mi cuello se contraían y expandían, como si
pusieran a prueba los huesos dentro. El brazo contra mi cara ya estaba listo para romperme el
cuello, moviendo mi cabeza hacia atrás y hacia adelante, como un atleta calentando para una
carrera de distancia corta.
Mi cuello era como el tallo de una flor delicada. Se rompería fácilmente si alguien
quisiera arrancar la flor.
«Hasta después de saber la verdad, no hubo problemas. Simplemente había marcado el principio y el
amor real floreció entre nosotros. Era a mí a quien amaba, lo que tenía dentro…
Pero me sentía nerviosa».
Me dolía el pecho al escuchar su voz.
—Puede que tengas razón —susurró el chico suavemente. Su voz llegó de mi lado, sus
brazos rodeaban mi cabeza. Podía sentir mi pecho vibrar a medida que él me presionaba la
espalda. Mi corazón latía más rápido—. Tenía dos candidatas para mi segunda víctima… una
era Kitazawa Natsumi y la otra era una chica de mi escuela.
—¿Morino? La chica con la que ibas caminando…
Mi voz salió silenciada, bloqueada por su brazo. Mi corazón latía más y más rápido y la
sangre fluía rápidamente por mis venas. La presión ligera en mi garganta, mis venas latían, mi
cabeza se ponía caliente.
—Kamiyama Itsuki te dijo su nombre, ¿cierto? Al final, te escogí a ti como mi próxima
víctima y puede ser que fuera por las razones que mencionaste.
La voz junto a mi oído parecía menos como si me estuviera diciendo y más como si se
estuviera preguntando a sí misma. Quizá no había entendido claramente cómo funcionaba su
propia mente. Esa idea me hizo sentir como si fuéramos amigos.
«Nunca le dije a Akagi… que te había visto a ti y no a mí. No pude decírselo».
Estaba tan ciega. No sabía nada de mi hermana. Entre los brazos del chico, escuchando
su monólogo, estaba llena de vergüenza.
Estaba tan segura de que mi hermana estaba llena de la confianza que yo no tenía.
Pensaba que era brillante, extrovertida, una chica fuerte que todos amaban. Pero la verdad era
tan diferente…
«Ni siquiera podía mirarte… nos parecíamos tanto. Dirigí toda mi irritación hacia ti, cambié mi pelo
y mi ropa para parecerme menos a ti… Porque sabía lo que sentías por Akagi».
GOTH
Mi hermana había estado en una lucha constante contra sus propios miedos y
ansiedades. Incapaz de decirme lo de Akagi, había guardado ese secreto en su corazón. El lápiz
de labios en mi bolsillo… lo había usado para esconder sus propios miedos del mundo que la
rodeaba.
Me hubiera gustado darme cuenta mientras estaba viva. Si tan sólo lo hubiera sabido, la
hubiera abrazado y le hubiera asegurado que no había razón para estar nerviosa.
Sus brazos apretaron. Había acabado el calentamiento. Empezó a apretar fuertemente.
Mi cabeza estaba oprimida por sus brazos. En la oscuridad, no sentí que iba a morir sino que
estaba envuelta en un abrazo amoroso.
Cuando la voz de mi hermana terminara, mi cuello sería retorcido a la fuerza. Estos
brazos apretándose alrededor de mi cuello aplicarían mucha presión a los huesos de mi cuello y
se romperían. De alguna forma, sabía que ese sería el momento de morir.
«Aunque estoy grabando mis últimas palabras de esta forma, hubiera… hubiera deseado decírtelo hace
meses».
Con sus brazos como venda, pude escuchar mis latidos haciéndose más rápidos. Podía
escuchar cómo bombeaba sangre a través de mi cuerpo tan claramente como escuchaba la voz
de mi hermana.
También podía sentir sus latidos, lo sentía en la parte en que su pecho me presionaba la
espalda. Sentía un peso en mi pecho, como si quisiera llorar. No sentía odio ni rabia hacia él, él
se sentía como algo tan inevitable como la muerte misma.
La confesión de mi hermana casi terminaba. Lo sentía por la presión de sus brazos y el
tono de su voz.
Me alegraba haber escuchado la cinta.
—Sabía que ibas a matarme… es por eso que fuiste a mi casa a buscar las cintas, para
que la policía no las escuchara cuando no volviera a casa —dije, con cuidado de poder seguir
escuchando la voz de mi hermana. Me había dejado esas palabras antes de morir, era mi deber
escuchar cada palabra.
«Pero no puedo regresar el tiempo, Natsumi… Yo te quería».
—Natsumi —dijo el chico, con el brazo a mí alrededor aflojándose. La tensión en sus
músculos se soltó, debilitándose. No esperaba esto y me confundió—. Nunca he estado en tu
casa.
VI. Voz
No pude entenderlo al principio. ¿No se había llevado las cintas? Antes de poder
preguntar, hubo un sonido en la puerta de la sala de operación.
Alguien había entrado.
Puede que sus brazos se aflojaran, pero seguían alrededor de mi cara y no podía ver
nada. No pude ver a la tercera persona en la sala. Sus brazos estaban lo suficientemente
apretados como para no dejarme mover, todo lo que pude hacer fue escuchar las nuevas
pisadas.
—¿Quién…? —pregunté sorprendida.
Las pisadas se escucharon por la puerta y pasaron por la mesa donde el chico y yo
estábamos. Pude escucharlas en el polvoroso piso de linóleo.
El chico quitó sus brazos lentamente de mi cabeza. Era libre. Podía ver de nuevo…
ahora había tres sombras en la pared frente a mí.
«Dije muchas cosas que te entristecieron… pero ninguna fue tu culpa».
No fui yo ni el chico, la tercera sombra se agachó. La escuché presionar el botón de
«Parar». La voz de mi hermana se desvaneció. La habitación volvió a estar en silencio.
Seguía sentada sobre la mesa y volví la cabeza. El chico estaba detrás de mí, dándome
la espalda, mirando al fondo de la habitación. Tras él, junto a la pared, estaba Itsuki.
Itsuki estaba quitando el dedo del reproductor de casetes.
—Yo cogí las cintas, Natsumi.
Asumí que nunca volvería a escuchar su voz. ¿Por qué estaba aquí? ¿Estaba
imaginándolo? No, definitivamente era real: La luz reflejaba su sombra en la pared. No era una
ilusión.
—El hospital es tan grande que tuve problemas para encontrarte. Si no hubiese
escuchado la voz de Hiroko, puede que nunca hubiera sabido dónde estábais.
Recordé que me estuvo llamando esa tarde. Le había dicho que estaba fuera de la
escuela cuando me preguntó dónde estaba. Se estaba asegurando de que no llegaría a mi casa
mientras él estaba en mi habitación.
En el restaurante, le había dicho que mis padres siempre olvidaban cerrar la puerta. Por
eso había entrado tan fácilmente. Y encontró las cintas con esos nombres tan siniestros. Eso
explicaba qué hacía allí. El final de la segunda cinta le decía la hora y el lugar.
—Kamiyama. No te veía desde hacía tiempo —dijo el chico detrás de mí, poniendo la
mano sobre mi hombro izquierdo. Su palma estaba caliente. Entonces, se alejó de la mesa,
GOTH
dándole la cara a Itsuki. La mano sobre mi hombro se fue con él. No pude moverme. Sólo me
senté congelada, viendo fijamente a Itsuki.
—Hola —dijo Itsuki, diciendo el nombre del chico, sin nunca quitarle los ojos de
encima. Por su cara, hasta podrías creer que se había olvidado de mí.
Se miraron el uno al otro silenciosamente, ambos de pie en lados opuestos de la
habitación. La sala de operación estaba llena de una tensión silenciosa. Había tanto silencio que
me dolían los oídos.
Ansiaba escuchar la voz de mi hermana. Sentada en la mesa, miré a los pies de Itsuki.
La cinta seguía dentro del reproductor.
Envíe una señal a los dedos que agarraban el frío borde de la mesa, diciéndoles que se
movieran. Parecían estar paralizados y no cedían.
—¿Viniste a salvarla? —preguntó el chico. Su voz rompió el silencio pero sólo parecía
aumentar la presión, la insoportable tensión en el aire.
Le dije nuevamente a mis músculos que se movieran, pero ni mis dedos, ni mis piernas,
nada respondía a mi voluntad. Mi corazón estaba latiendo rápidamente pero era como si el
resto de mí estuviera drogado.
Cerré mis ojos, respiré profundamente y rogué.
Por favor, déjame caminar hasta el reproductor… Mis dedos se estremecieron, temblaban.
—¿Interrumpí algo? —sonó la voz de Itsuki.
Ahora que mis dedos se movieron, iniciaron una reacción en cadena y mis brazos y
piernas despertaron también. Pero mis músculos estaban muy tensos. Se movían pero no podía
darles fuerza. Aun así, de alguna forma me las arreglé para caer del borde manchado de sangre
de la mesa de operaciones hasta el suelo de abajo. Mientras me alejaba de la mesa donde mi
hermana había muerto, pude sentir vagamente que estaba viva.
Mis piernas temblaban demasiado para poderme levantar. Me arrastré por el suelo,
todo mi peso sobre mis brazos y mis piernas se arrastraban tras de mí. Todo el polvo en el
suelo terminó sobre mí. Alrededor de la mesa de operaciones, hacia el reproductor de casetes
junto a los pies de Itsuki…
Itsuki y el chico seguían hablando pero ya no podía entender nada. Arrastrándome
como un insecto por el suelo, no podía pensar en otra cosa que no fuera la cinta.
Un fragmento salido de cemento se me clavó en el brazo al poner mi peso encima pero
no me importó.
VI. Voz
El chico había descrito la muerte como una pérdida. Había dicho que yo había
abandonado todo, esperando morir.
Pero todavía no estaba muerta. No había abandonado mi vida. Había venido a este
edificio abandonado para recobrar algo, para superar la pérdida.
A medida que me acercaba al reproductor, pensé mucho en mi hermana.
La luz junto al reproductor me cegó. Los pies de Itsuki se movieron, cruzando frente a
la luz. Su sombra pasó a mi lado, moviéndose fuera de mi vista. No volví mi cabeza para
seguirlo.
Finalmente estaba suficientemente cerca para estirarme y tocar la cinta. Me estiré y mis
dedos lo rozaron. Lo arrastré rápidamente hacia mi pecho y presioné el botón de reproducir
con mis dedos temblorosos.
Hizo un sonido mientras volvía a la vida. La voz de mi hermana emergió del
entramado sobre el altavoz. Sin sacudir el aire, las vibraciones de su voz fueron directamente
hacia mis brazos que apretaban el reproductor contra mí.
«Natsumi, siempre me preocupaba por ti. Cada vez que decía algo malo, me arrepentía… Siento que
te haya afectado»
Estos últimos años, nunca fuimos cercanas. Habíamos vivido como desconocidas en la
misma casa. Pensaba que me odiaba.
«Quizá dejar este mensaje de esta forma lo hace peor… Estoy segura de que es así. Yo estaría hecha
un desastre si lo estuviera escuchando pero me alegro de que pudiera disculparme, antes… quero decir, odiaría
que nunca pudieras sonreír al pensar en mí».
Me enrollé en el suelo, apretando el reproductor contra mí, escuchando la voz de mi
amada hermana. En mis brazos estaba la misma hermana que había sido tan cercana a mí.
«Estoy aquí acostada, recordando todo lo que hicimos juntas de niñas».
Cerré mis ojos, escuchando.
«Había un gran bosque en la parte superior de la colina…»
Recordé lo que habíamos visto de niñas.
La oscuridad, las paredes de cemento… todo desapareció. Estaba de pie sobre el
camino, bajo la luz del sol.
Los barandillas, los postes, todos eran muy grandes. Usaba pequeños zapatitos de niña
y la colina se veía tan inclinada. Había casas de un lado, una barandilla del otro lado y una gran
vista de la ciudad más allá…
GOTH
«¿Nos recuerdas caminando por ahí, agarradas de la mano?»
Me volví, escuchando la voz de una niña. Mi hermana estaba de pie allí. No era mucho
más alta que yo y todos los que nos encontrábamos decían que nos parecíamos.
Mi hermana tomó mi mano. Señaló la cima de la colina, sugiriendo que subiéramos.
Estaba emocionada, corrí tras ella mientras me insistía con su mano. La cálida luz del
sol apenas creaba sombras tras nosotras, nuestros zapatos deportivos chillaban contra el suelo
mientras nos dirigíamos a los altos árboles en la cima de la colina.
«En la parte superior de la colina, entramos al bosque, el sudor se nos secaba con la brilla fresca.
Caminamos entre los árboles hasta que encontramos un precipicio con una hermosa vista de la ciudad. Nos
quedamos de pie mirando, agarradas de la mano».
Sentía su pequeña y cálida mano contra la mía. De pie junto a mí, me miraba y sonreía,
sus caninos se veían desde las esquinas de su boca.
«Había un gran ave volando sobre la ciudad…»
Un ave blanca con sus alas completamente estiradas. Había decidido que esa ave debía
vivir en el gran río que fluía a través de la ciudad. Sus alas nunca parecían moverse, sólo
planeaba con el viento a través del infinito cielo azul.
«Natsumi. Voy a morir aquí pero tú sigues viva. Seguirás viviendo. Prométeme que sonreirás, no te
perdonaré si no lo haces. Adiós, Natsumi…»
Su voz desapareció y no se volvió a escuchar. El sonido de su respiración y el siseo de
la cinta también terminaron. Los altavoces callaron: Su confesión había terminado. A través de
la tapa plástica transparente, pude ver la cinta girando en silencio. Una gota transparente cayó
sobre ella, una lágrima rodaba en mi mejilla.
Susurré en mi mente:
«Lo siento mucho… pero gracias».
Estaba tan oscuro y silencioso. Era un hospital vacío pero hace tan solo unos
momentos, había estado con ella sobre esa colina.
¿Cuánto tiempo había pasado allí llorando?
Ahora estaba sola, nada más que la mesa y la luz. No había señales del chico.
La luz brilló a lo largo del suelo, iluminando sólo esa área. Parpadeé y me di cuenta de
que el suelo estaba húmedo. Había un gran charco de sangre en el suelo, sangre fresca, no seca.
Rogué que no fuera de Itsuki.
VI. Voz
Intenté levantarme, todavía aferrándome al reproductor. Al principio, mis piernas
estaban muy débiles. Me llevó un tiempo lograr ponerme de pie.
Dejé mi habitación, caminando de forma inestable. Grité el nombre de Itsuki. Mi voz
hizo eco en las paredes, desvaneciéndose en las profundidades de la oscuridad.
Lo esperé en la entrada del hospital. El aire frío y silencioso entraba a través de mi ropa
y yo temblaba, bajando los hombros, agachada en la oscuridad. Cuando finalmente salió el sol,
estaba medio dormida. No había señales ni de Itsuki ni del chico.
epílogo
—Oh, no es gran cosa, estaba jugando con la perra y me caí —expliqué a Morino
mientras bajaba por las escaleras con el maletín en una mano.
Era cuatro de diciembre, después de la escuela y habíamos salido juntos del salón de
clase, íbamos hablando. Cuando pasamos el rellano de la escalera, Morino había señalado la
raya roja en mi cuello y me había preguntado por ella.
—¿Oh? Obviamente quería matarte.
—¿La perra?
—Estoy segura de esto —asintió convencida.
Realmente era una herida que me hice la noche anterior en un hospital abandonado.
También tenía varios moratones pero esos estaban escondidos bajo mi uniforme.
—Por cierto, ayer estaba obteniendo información para mi álbum sobre el asesinato de
Kitazawa Hiroko…
Morino había recibido mucha información de la persona que había conocido en la
biblioteca. Le había preguntado quién era esta persona pero no me lo quería decir. Consideré
seguirla y descubrirlo yo mismo, pero ya no parecía importar.
—¿Lo terminaste?
—Casi. Ahora todo lo que necesito es una entrevista con el asesino para que quede
perfecto.
Mientras salíamos del edificio y nos dirigíamos al portón de la escuela, Morino me dijo
cómo el caso en realidad era más grotesco de lo que la policía había anunciado. El sol ya se
GOTH
estaba poniendo y soplaba una brisa fría. Entre la escuela y el portón había un ancho camino
con árboles a cada lado. Sólo había unos pocos estudiantes caminando. Una bolsa plástica
blanca volaba junto a nosotros en el viento.
Salimos por el portón hasta la calle. Kitazawa Natsumi estaba de pie en la tienda del
otro lado. Estaba en el estante de revistas y sus ojos se encontraron con los míos.
Me detuve frente a la tienda. Morino se detuvo conmigo.
En la tienda, Kitazawa Natsumi bajó el libro que estaba sosteniendo, sin quitarme los
ojos de encima. Se dirigió a la entrada y salió.
Allí había un espacio para aparcar frente a la tienda, lo suficientemente grande para
dejar allí unos cuantos coches. Me miró desde el otro lado del aparcamiento, la pálida luz
fluorescente de la tienda brillaba sobre nosotros.
Había matado a alguien la noche anterior mientras ella estaba en el piso aferrada a un
reproductor de casetes. Se había escuchado un sonido ahogado cuando el cuchillo se incrustó y
luego él había muerto.
Pero me había ido a casa sin Kitazawa Natsumi, pues no me sentía con humor para
lidiar con ella. No se había dado cuenta de la lucha que ocurrió a su alrededor y no parecía
saber a quién de los dos pertenecía la sangre hasta que me vio salir de la escuela.
Antes de poder decir algo, Morino habló. Había estado mirando fijamente la cara de
Kitazawa Natsumi.
—¿Eres… Kitazawa Natsumi?
—Sí, lo soy.
—Eso pensé. Te parecer mucho a las imágenes de tu hermana en el periódico.
—La foto de antes de que se cambiara el pelo, ¿no?
—Sí. Mi pasatiempo es investigar estos casos, estaba investigando el de tu hermana.
Pero no pude encontrar fotos de ti. Cuando te vi de pie aquí hace unos días, pensé que te
parecías pero no estaba segura.
—¿La estabas investigando? —preguntó Kitazawa Natsumi, sorprendida. Me miró, en
busca de ayuda.
—Parece que ha encontrado una fuente. No me quiere decir quién… —expliqué.
Kitazawa Natsumi no parecía entenderlo todo.
Morino me miró. Estaba tan inexpresiva como siempre pero era claro por su voz que
estaba muy interesada.
VI. Voz
—¿Y cómo conoces a Kitazawa?
Sin responderle, saqué unas monedas de mi bolsillo y las puse en la mano de Morino.
Miró fijamente las monedas por un momento y entonces me preguntó para qué eran. Le
expliqué que había una máquina expendedora a ochocientos metros por el camino y le pedí
por favor, amablemente, que nos fuera a comprar algo de beber.
—Sé que hay una tienda frente a nosotros pero me encantaría tomar algo de esa
máquina expendedora de alli. Y por supuesto que este no es ningún método engañoso para
alejarte y que no nos escuches hablar.
Morino me miró y luego a Kitazawa Natsumi, dudando. Pero finalmente se dio la
vuelta y empezó a caminar hacia la máquina expendedora.
—No sabe, ¿no es así? Que el asesino la estaba siguiendo —murmuró Kitazawa.
Asentí.
Por un momento, ambos la vimos alejarse lentamente de nosotros. Su ropa negra casi
se desvaneció en la oscuridad a su alrededor, su pequeña sombra relampagueaba a su alrededor
cada vez que un coche pasaba a su lado con sus luces.
—Me mostró una foto del cadáver de Hiroko el otro día.
—¿De su cadáver?
—Sí. Alguien le había dado una foto que no había circulado públicamente.
Definitivamente era el rostro de Hiroko. Y era el mismo pelo que tenía en la foto del funeral…
—Entonces… ¿Al verlo…?
—Supe que era probable que el asesino la hubiese tomado. No quería creerlo… pero si
era verdad, eso significaba que la persona que había matado a Hiroko también estaba cerca de
ella y podía ser la próxima víctima.
—Casi tuviste razón, pero finalmente me escogió a mí.
—Cuando te vi de pie aquí, supe que no había hecho nada todavía. Estabas actuando
raro así que me pregunté si de pronto se te había acercado.
—Sí… sí lo había hecho. Así que por eso te metiste en mi cuarto… buscando la
prueba.
—Nunca me habrías dicho la verdad.
La luz de la tienda reflejaba nuestras sombras a lo largo del asfalto seco del
aparcamiento, como sombras de marioneta. Ella las miró, asintiendo con la cabeza.
—Pero Itsuki, nunca pensé que harías algo así.
GOTH
—Eso mismo te digo.
—Estaba preocupada anoche… desapareciste. Te llamé en la mañana pero la llamada
no entró.
—Me rompió el móvil.
Una vez había estado en la misma clase que el chico que mató a Kitazawa Hiroko. No
lo había conocido bien pero si hubiera pasado más tiempo con él, ¿me habría dado cuenta de
lo inusual que era?
—¿Qué… hiciste después?
Enterré el cadáver bajo la hierba detrás del hospital. Toda su crueldad le había sido
arrebatada por la hoja plateada de mi cuchillo, o al menos, de esa forma escogí verlo. Cuando
el cuchillo se había enterrado profundamente en él y había gruñido, la sangre se regó por su
boca y la mano que agarraba el cuchillo sentía como si su sed se hubiese saciado.
—Salió corriendo. Lo perseguí pero no pude atraparlo…
Él había mirado el charco de su sangre como si tuviera sentido, como si esta fuera
simplemente otra opción posible. Había caído de rodillas, aceptando su muerte tan fácilmente
como se la había quitado a Kitazawa Hiroko. Levantó los ojos para mirarme, elogió la calidad
del cuchillo y dejó de moverse.
—Oh. ¿Crees que debamos llamar a la policía?
—Si quieres, pero no quiero problemas, ¿podrías evitar mencionarme? Después de
todo, entré sin autorización a tu casa.
Me volví para ver el camino. Había una pequeña mota en la distancia, que sólo era
visible cuando pasaba bajo un poste de luz pero se desvanecía una vez entraba a la oscuridad.
Un momento después, reaparecía bajo la siguiente luz. Era Morino, que ya estaba de vuelta.
—Mi padre estaba furioso cuando llegué a casa esta mañana —dijo Kitazawa Natsumi,
pateando el aviso del aparcamiento. Estaba sonriendo. Había llevado la bicicleta hasta su casa,
cuando llegó, sus padres ya se habían dado cuenta de que no estaba en su habitación y estaban
en pánico. Cuando llegó a la puerta, con expresión de cansancio, le habían gritado y la habían
abrazado fuertemente.
—Mi madre rompió a llorar cuando me vio, algo natural después de lo que pasó con mi
hermana. Realmente me hizo entender que estaba viva y que mis padres también. Decidimos
que nos mudaremos el próximo año, a un lugar lejano.
VI. Voz
Levantó los ojos, viendo el camino, su perfil brillaba de color blanco con la luz de la
tienda.
—No te volveré a ver.
Con las bebidas en la mano, Morino se detuvo a cierta distancia, apoyándose contra un
poste telefónico, mirándonos, su pelo bailaba en el viento de los coches que pasaban. Parecía la
chica del cuento de las cerillas.
—¿Ya? —gritó. Sólo un poco más, le dije, y ella farfulló algo, dándonos la espalda.
Estábamos muy lejos para escuchar, todo lo que pude hacer fue mirar sus angostos hombros.
—¿Es Morino…? —dijo Kitazawa Natsumi, mirándome y quitando la mirada.
—¿Qué?
—No, olvídalo… pero ella podría hacerse ideas raras de nosotros dos. ¿No le vas a
decir qué pasó?
—No a menos que tenga que hacerlo. Nunca he tenido que hacerlo.
—Pero entonces no sabrá que la protegiste. Itsuki, ¿fuiste a salvarme o solamente
pisoteaste las llamas antes de que pudieran chamuscarla? —Me vio directamente a los ojos—.
Estoy en lo cierto, ¿no? ¿Estás enamorado de ella?
Esto no era amor… solamente una obsesión.
Escogí no decirlo en voz alta.
Kitazawa Natsumi apartó la mirada, mirando en la distancia. Puso su mano derecha en
su hombro izquierdo.
—¿Te heriste el hombro?
Sonrió brevemente, negando con la cabeza.
—Puso su mano aquí cuando se dio la vuelta.
—¿Él?
—No importa. ¿Cuánto tiempo piensas hacer esperar a Morino?
Seguía recostada contra el poste telefónico. La llamé, haciéndole saber que habíamos
terminado.
Morino se acercó silenciosamente. Sólo llevaba una lata de gaseosa cítrica. Le dije que
ya que éramos tres, debió haber traído tres bebidas. Ella señaló que la había hecho esperar
tanto que se tomó las otras dos. Es más, no tenía ninguna intención de entregar la última
bebida. Por su cara, nunca se podría adivinar lo molesta que estaba.
GOTH
Los tres caminamos hacia la estación. Kitazawa Natsumi y yo caminamos juntos,
hablando. Hablamos sobre mudarse, estudiar para los exámenes, nada particularmente
interesante, pero estaba ejecutando mi papel. Parecía feliz y sonreía a menudo.
Morino nos seguía unos pasos atrás. La miré de reojo cada tanto. Llevaba su maletín en
una mano y en la otra llevaba la lata de gaseosa, como si no estuviera segura de qué hacer con
ella. Miraba los dedos de sus pies. Su largo pelo le caía hacia adelante, ocultando su cara.
No dijo nada, no hizo ningún intento de participar en la conversación. Hasta cuando
me di la vuelta para verla, pretendí no darme cuenta, continuando la conversación.
Cuando finalmente llegamos al espacio en frente de la estación, estaba ya oscureciendo,
pero había tantas tiendas, que con los anuncios y ventanas iluminadas, no estaba tan oscuro.
Las escuelas estaban cerradas, al igual que la mayoría de las oficinas. La estación estaba
a reventar de gente dirigiéndose a casa. El primer piso de la gigantesca estación estaba tallado
en un túnel cuadrado, que era la entrada de la estación. Las personas fluían hacia dentro y hacia
afuera como si el edifico las respirara.
Me despedí de Kitazawa Natsumi en la entrada de la estación. Ella movió sus manos y
se despidió, dirigiéndose a las máquinas de boletos. Entró en la multitud como una nave
espacial a través de la flota enemiga en una película de ciencia ficción. Había una larga fila en
las máquinas expendedoras de billetes y ella ocupo un lugar en la última parte.
Morino y yo estábamos de pie frente a una pared, para no obstruir el tráfico. A ninguno
de los dos nos gustaban los lugares llenos de gente y ruidosos. Si nos quedábamos por mucho
tiempo, nos daría dolor de cabeza.
La pared estaba hecha de una piedra blanca y lisa, probablemente era mármol. A
intervalos regulares había grandes carteles, eran anuncios de maquillaje con modelos. Morino
se recostó contra uno de ellos.
—¿Te sorprende lo mucho que Kitazawa Natsumi se parece a su hermana? —
pregunté.
—Me parece más importante otra cosa. ¿No te cansa el estar cambiando la forma en
que hablas dependiendo de con quién hables? —Morino cruzó sus brazos. Pude ver la lata de
gaseosa en su mano derecha, saliendo de debajo de su brazo izquierdo. Estaba seguro de que
su calor corporal ya la había calentado.
Morino miró hacia donde Kitazawa Natsumi estaba en la fila.
—No entiendo cómo pueden sonreír tan naturalmente.
VI. Voz
—No sonrío porque me esté divirtiendo —Sin importar el tipo de conversación, no
había placer. Siempre sentía como si estuviera de pie en el fondo de un agujero oscuro. Pero
continuaba con mi actuación inconsciente, asegurándome que nadie se diera cuenta de que
había algo raro—. Y ella no sonreía mucho. Lo hizo un poco al hablarme pero últimamente no
podía hacerlo.
Morino frunció el ceño.
—¿Normalmente no sonríe? Me pareció bastante alegre.
Le expliqué una versión simplificada de la fricción entre Kitazawa Natsumi y su
hermana: dos hermanas que se parecían en una relación incómoda por largo tiempo. Ella
estaba convencida de que su hermana la odiaba y no había sido capaz de sonreír —Morino
escuchó en silencio sin interrumpir—. Fui al funeral de Kitazawa Hiroko, por razones
normales. Me lo contó allí. Pero el otro día, encontró una grabación de la voz de Hiroko…
Un encuentro casual con su hermana, a quien nunca volvería a ver.
No mencioné al asesino o los eventos de la noche anterior, eso complicaría las cosas.
Pero le conté someramente el contenido de la cinta y la transformación que había traído en
Kitazawa Natsumi.
Recordé cómo había estado acurrucada en el suelo, apretando el reproductor. Me había
quedado allí de pie con el cuchillo en la mano, limpiándome la sangre de mi ropa. Por la
descripción de la cinta, podía imaginar fácilmente cómo habían jugado de niñas.
Cuando terminé de describir esos recuerdos, Morino permaneció recostada en la pared
con los brazos cruzados. Bajó la mirada con atención silenciosa. Sus párpados estaban casi
cerrados y sus ojos escondidos bajo las sombras de sus pestañas que eran creadas por la luz de
arriba.
—Eso no aparecía en mi álbum —dijo, tan suavemente que casi no pude escucharla.
Levantó lentamente su cabeza, mirando hacia Kitazawa Natsumi en la fila para la máquina de
billetes.
La fila había avanzado y Kitazawa Natsumi estaba poniendo monedas en la máquina.
Presionó un botón y compró un billete para una estación cercana. Entonces se dirigió a la
multitud, se la veía ocasionalmente entre la marea de gente.
Morino desdobló sus brazos y bajó los ojos, mirando la lata de gaseosa en su mano.
Su espalda se alejó de la pared. Un momento después, su pelo la siguió. Empezó a
caminar como si el agua quieta de un río empezará a fluir silenciosamente.
GOTH
Sus ojos estaban fijados en Kitazawa Natsumi, quien había comprado un billete y se
dirigía a una de las puertas de la plataforma. Morino Yoru se dirigía a ella, moviéndose de
forma ausente como si fuera sonámbula. No parecía ser buena para caminar entre la multitud y
se golpeaba contra una y otra persona. Parecía que intentaba evitarlo pero se estrellaba contra
hombres de negocios y chicas jóvenes con una regularidad infalible. Cada vez, rebotaba hacia
atrás, se agarraba la nariz y seguía adelante nuevamente. Nunca vi a alguien tener tantos
problemas para caminar entre una multitud. Era muy fácil mantenerme tras ella.
Mientras tanto, Kitazawa Natsumi ya había pasado a través de las congestionadas
puertas. Sólo había unas pocas para la gran cantidad de personas y una multitud se había
formado, esperando su turno. Sus cabezas y espaldas bloqueaban nuestra visión y ya no
podíamos ver a Kitazawa Natsumi. Había entrado a la estación sin darse cuenta del
acercamiento de Morino.
Morino se estrelló contra alguien de nuevo, un hombre grande de mediana edad, era
como ver un triciclo estrellarse contra un camión de la basura. Rebotó, trastabilló y casi se cae
hacia atrás. Su cabeza me golpeó la mandíbula. Este era el peor daño que había recibido en los
últimos meses, a pesar de todo lo que había pasado. Al parecer no se dio cuenta, toda su
atención estaba enfocada en la dirección en la que Kitazawa Natsumi se había desvanecido. Se
arregló, tragó saliva dudosa, enderezó sus hombros y gritó:
—¡Natsumi!
Nunca había escuchado su voz con tanta fuerza. Era como si tuviera un amplificador
escondido en alguna parte de su delgado cuerpo. Todo el ruido y el murmullo de la multitud se
silenciaron inmediatamente. Mucha gente dejó de caminar y hablar, dándose la vuelta para
verla.
Morino empezó a caminar nuevamente, dirigiéndose hacia las puertas por las que
Kitazawa Natsumi se había desvanecido. Todos los que la habían escuchado se apartaron del
camino, dejándola pasar. Yo la seguía.
El ruido regresó a la estación y todos empezaron a moverse nuevamente. Morino ya
estaba en la puerta. No tomaba el tren para ir a la escuela así que no tenía un billete ni una
tarjeta para el tren, por lo que no podía pasar por las puertas automatizadas. Se cerraron y ella
se detuvo.
—¿Morino?
VI. Voz
Era la voz de Kitazawa Natsumi. Salió del flujo de personas, apareciendo en el otro
lado de la puerta. Debió haber escuchado a Morino gritar y regresó. Corrió hacia nosotros, con
expresión de sorpresa y se detuvo en la puerta cerrada entre ella y Morino. Con Morino
bloqueando una de las puertas, la congestión a nuestro alrededor crecía dramáticamente. A
Morino no parecía importarle.
—Natsumi, esto es para ti —dijo, dándole la lata de gaseosa.
—G-gracias —dijo Kitazawa Natsumi, mientras la recibía dudosa.
—Pido disculpas por mi mal genio. Debí haberte hablado más. Escuché que pudiste
arreglar las cosas con tu hermana.
Muchas personas nos estaban mirando mal, incapaces de pasar por la puerta. Los
ayudantes de la estación se habían dado cuenta de la conmoción y estaban empujando a la
gente para acercarse a nosotros. Tomé a Morino del brazo, intentando arrastrarla, pero se
resistió, negándose a moverse.
—Yo también estaba enfadada con mi hermana cuando… bueno, las circunstancias no
fueron exactamente… quería felicitarte, eso era todo.
Y al haber dicho eso, me permitió quitarla de la puerta. Era muy ligera, casi sin peso.
Un flujo de personas pasaba a nuestro alrededor. Kitazawa Natsumi fue tragada
instantáneamente por la multitud, pero justo antes de perderse, la vi sonreír, agradeciéndole a
Morino.
Morino me siguió sin oponerse, como si estuviera exhausta. Había perdido su maletín
en algún lado. Miré alrededor y lo vi contra la pared donde habíamos estado de pie antes.
La tiré de la mano hasta que estuvimos de pie frente a la imagen de la señora extranjera.
Había sido difícil arrastrarla a través de la multitud. Tuve que agarrarla fuertemente para evitar
que nos separáramos. Miró al suelo todo el tiempo, sin ver por dónde iba. Sus labios se
movían, farfullando algo que no pude entender sobre el ruido del gentío, no hasta que salimos
de la multitud y habíamos llegado al lugar donde había dejado su bolsa.
—Creo que eres mi opuesto, Kamiyama —susurró una y otra vez.
Se iría a casa sola a partir de allí, yo tomaría el tren y ella tendría que irse andando. Pero
parecía bastante dudoso que pudiera hacerlo en su condición actual
—Al principio pensé que eras como yo. Me recordabas a mi hermana. Pero no lo eres.
No nos parecemos.
GOTH
El maletín de Morino era negro. Lo levanté y se lo puse en la mano. Se cayó al suelo un
segundo después.
—A veces creo que sonríes sin nada dentro de ti, Kamiyama. Lo siento si lo tomas
personalmente, pero eso fue lo que siempre pensé cuando te veía actuando feliz delante de la
gente. Y a veces, me sentía mal por ti.
Dijo todo esto sin mirarme. Su voz temblaba como la de una niña que iba a romper a
llorar.
—Pero yo soy todo lo contrario.
Levantó la mirada y me vio directamente a los ojos. Yo era más alto que ella y por la
distancia, tenía que levantar la cabeza. Su expresión era tan plana como siempre pero sus ojos
estaban algo rojos y parecían estar húmedos.
—Lo sé —dije.
Por un largo momento, se quedó de pie, sin moverse y en silencio. Finalmente, bajó la
cabeza y asintió.
—Muy bien, siento haber dicho tantas tonterías.
Sostuve su bolsa y ella la tomó como si nada hubiese pasado. Esta vez la agarró
firmemente y no la soltó.
Miró a la multitud que pasaba, las personas caminando a nuestra izquierda y nuestra
derecha. No sabía exactamente qué miraba pero no había más nada que esa multitud.
Abrió su boca y dijo suavemente:
—Realmente estoy feliz por Natsumi. Y la envidio.
Morino era ella nuevamente, ya no necesitaba mi guía. Nos movimos en direcciones
opuestas sin decirnos adiós.
Notas de autor
Notas de autor: Notas de autor: Notas de autor: Notas de autor:
Yoru no Sho Yoru no Sho Yoru no Sho Yoru no Sho 1
Hola, soy el autor. Esta es la edición bunko de un libro que escribí llamado GOTH. Por
razones que no entiendo claramente, fue dividido en dos tomos. Mi editora, A-san me dijo
«Escribe unas notas, algo que sea interesante y fácil de leer». Me piden cosas así porque solía
escribir notas de autor muy interesantes y divertidas. Estoy empezando a hartarme de eso.
Sea como sea, escribí GOTH en el año en que me gradué en la universidad, creo que
tendría veintitrés años en ese momento. Escribí la historia corta llamada «Goth» que sale en
Yoru no Sho y a mi editora le gustaron mucho los personajes, de repente, me encontré creando
más historias con ellos. Las historias cortas que resultaron de todo esto, tienen los mismos
personajes principales que se ven relacionados con horribles asesinatos. Juntos, forman el
trabajo conocido como GOTH que está compactado aquí. Asesino tras asesino, tomando
vidas en secreto, y cuanto más escribía, más me preocupaba de que estos eventos fueran
terriblemente poco realistas. En el mundo real, es absolutamente impensable que tanta gente
loca viva en la misma ciudad.
Estaba intentando escribir una fantasía oscura, como la serie Youma Yakou, publicada
por Kadokawa Sneaker Bunko. En esta serie, cada historia está relacionada con un demonio
que causa problemas y yo estaba intentando escribir mi propia versión sin el consentimiento o
permiso del Grupo SNE (la compañía que creó la serie). ¡Les pido disculpas a los fanáticos de
1 Yoru no Sho hace referencia al primer libro de los dos en los que GOTH fue lanzado originalmente y contiene los tres primeros capítulos.
GOTH
SNE-san! Así que los asesinos que aparecen en GOTH no son humanos sino demonios. Y el
protagonista también es un demonio, con el mismo poder de sus enemigos, mientras que la
protagonista tiene un poderoso poder psíquico que atrae a los demonios. Como no usé ningún
objeto o palabras que sugirieran que esto pasaba fuera de nuestro mundo, la gente tiende a
creer que el libro pasa en nuestra realidad pero en mi mente, es obvio que no.
Ya que quería escribir sobre asesinos como si fueran monstruos, no desperdicié tiempo
hablando de sus razones para matar o sus pasados traumáticos. Si escribía sobre sus motivos,
estaría escribiendo sobre humanos y estaría perdiendo el punto. Escribir sobre qué los llevó a
tener el deseo de matar suena fascinante pero era algo que haría en otros trabajos. Esto era una
batalla entre monstruos. La Batalla de los Demonios. Añadid algo de romance y ya tenéis el
chapucero trabajo conocido como GOTH.
Lo nombré GOTH por la arbitraria razón de que la protagonista parecía algo gótica.
Cuando era un adolescente, tenía amigos góticos y a veces nos prestábamos ese tipo de libros,
la cultura gótica me es familiar, pero al mismo tiempo es poco conocida por el público general,
y muchas personas me piden que lo explique. Casi entro en pánico cuando vi un mensaje en
una página web de un amigo, preguntándose si yo había inventado la palabra. ¡Claro que no! Si
di esa impresión, debo disculparme sinceramente con todos los que aman la cultura gótica.
No fue un título bien pensado. Como comprenderéis cuando leáis el libro, no hay casi
ninguna descripción de la cultura gótica en mi trabajo. Como resultado, sin querer creé una
conexión entre lo gótico y los asesinatos. Sin prestar atención al alma de la cultura gótica,
simplemente añadí un aspecto superficial de la moda para poder vender mi libro. Sabía que
tendría que escribir algo para disculparme, pues he recibido una carta donde me regañan por
eso. Todo lo que decía esa carta era cierto y terminé haciéndole reverencias para disculparme.
Quería responder pero no tenía dirección, así que me toca usar este espacio para disculparme.
Siento terriblemente haberme aprovechado de la cultura gótica.
Hay otra cosa que no debo olvidar mencionar: Este libro ganó el Gran Premio de
Misterio Honkaku. Nunca imaginé que un libro como este pudiera ganar un premio y ni
siquiera sabía que el Premio de Misterio Honkaku existía.
Recibí una carta informándome que mi libro había sido seleccionado para la ronda final
pero estaba tan convencido que no era el tipo de persona que ganaba premios que me olvidé
completamente de la carta y ni siquiera se la mencioné a mi editora.
Notas de autor
Eso requiere más explicación. GOTH fue concebida originalmente como una novela
ligera. Al definir el término novela ligera, nos encontramos en terreno peligroso pero el punto
es que cuando lo escribí, no había premios para novelas ligeras. En otras palabras, la
posibilidad de que GOTH ganara algún premio no existía. Todos los novelistas de este tipo
escriben bajo la idea de que jamás ganarán un premio y yo era uno de ellos.
Así que, pido disculpas si olvidé completamente la fecha en que anunciaron el premio y
planeé ver una obra con un amigo. Ganar era imposible, después de todo. Los jueces eran
fanáticos a morir del género de misterio y nunca votarían por una novela ligera. Sí, fue
publicada en una edición de pasta dura sin ilustraciones tipo manga o ninguna ilustración, pero
las historias «GOTH» y «Corte en la muñeca» fueron publicadas originalmente en una revista
de novelas ligeras, así que parecía probable que todos pensaran que era una novela ligera.
Planeé ver una obra con el escritor Y-san. Sólo ahora acabo de recordar, pero la obra
que íbamos a ver ese día, tenía como protagonista a Yukiko Motoya-san. Hablé con Motoya-
san cuatro veces después de eso y la velocidad que tiene al hablar es increíblemente rápida,
para alguien como yo que casi no habla, es como si estuviera atrapado en un tornado. Sin
embargo, en ese momento, no la conocía ni la había visto en el escenario y todavía no había
salido en la radio, ni había escuchado su nombre.
En todo caso, me dirigía hacia donde había acordado encontrarme con Y-san. En el
camino, mi móvil sonó.
—Parece que ganaste el Gran Premio de Misterio Hokaku —dijo mi editora, con una
voz de sorpresa. Mi editora no sabía que el libro estaba nominado hasta que le informaron que
había ganado, así que no estaba preparada—. Ven ya.
Me vi forzado a abandonar mis planes de ver la obra y me dirigí rápidamente a donde
daban el premio. Todo tipo de eventos sorprendentes me esperaban allí, ¿pero qué
exactamente? Tendrán que leer las siguientes notas de autor en el siguiente tomo de GOTH
para saberlo.
—Otsuichi
GOTH
Notas de autor: Notas de autor: Notas de autor: Notas de autor:
Boku no Sho Boku no Sho Boku no Sho Boku no Sho 2
Hola, soy el autor. Me he visto obligado a escribir notas de autor para la segunda parte
de la edición bunko de GOTH. La fecha de entrega es mañana y no he escrito nada. En su
lugar, he pasado el tiempo viendo un DVD de Tsutaya, comiendo natto en Sukiya, guardando el
kotatsu y en general, procrastinando, así como cuando a uno le da por limpiar antes de un
examen. Como mencioné en las notas de autor de la primera parte, me pidieron que escribiera
algo interesante y divertido. Es mi culpa por intentar escribir algo así de forma consciente.
Ahora no sé cómo detenerme.
El libro conocido como GOTH fue ganador del Gran Premio de Misterio Honkaku.
Estas notas de autor comenzarán hablando de ese premio.
Sé muy poco sobre la industria editorial y no tenía idea de qué tipo de premios existían
en Japón. Así que cuando GOTH ganó el Premio de Misterio Honkaku, lo primero que pasó
por mi cabeza fue la sorpresa de que ese premio existiera. El Gran Premio de Misterio
Honkaku fue creado por el Club de Escritores de Misterio Honkaku y se le da a la mejor
novela de Misterio Honkaku publicada ese año.
«¿Misterio Honkaku? ¿Eso qué es?» estaréis pensando muchos de vosotros. Todos en
la universidad lo pensaron. El Misterio Honkaku es un subgénero del misterio que se enfoca en
la deducción, trucos y momentos sorprendentes donde se revela la verdad. Los casos del joven
2 Boku no Sho hace referencia al segundo tomo publicado originalmente que contenía los últimos tres capítulos.
Notas de autor
Kindaichi y El Detective Conan probablemente califican (la definición parece cambiar de persona
a persona así que no estoy realmente seguro).
GOTH tiene algunos trucos y deducciones. Creo que estos elementos permitieron que
una novela ligera recibiera el Premio de Misterio Honkaku. Cuando escribí GOTH, estaba
haciendo un esfuerzo deliberado de incorporar los elementos de Misterio Honkaku. Hasta
creía que estaba escribiendo Misterio Honkaku (pero sólo al principio). Decidí hacerlo porque
quería una novela ligera en la que los lectores pudieran entender qué tenían de interesante los
libros de misterios.
Cuando era un adolescente, un amigo mío, K-san, llevó un libro llamado Slayers a mi
casa. Allí es cuando empecé a leer vorazmente. Antes de eso, leía poco menos de diez novelas
al año, pero después de Slayers, leí cada novela ligera que pude conseguir. No intentaré definir
el término «novela ligera» pero suelen tener cubiertas con estilo e ilustraciones manga como
mayor atractivo. No estoy seguro de que el término existiera para ese momento, pero Slayers es
lo que uno llamaría una novela ligera. También leí Zanyaruma no Kenshi, Sword World y Tamago no
Ouji: Kairuroddo no Kunan. Iba a la tienda casi todos los días y buscaba los lomos verdes de
Sneaker Bunko o los lomos azules y amarillos de Fujimi Fantasy Bunko. Durante cinco años en
la escuela técnica, no tuve amigos pero hubo un compañero de quien podía hablar sobre
novelas ligeras una vez cada tres días o algo así, y eso fue mi salvación.
Entonces, un día estaba leyendo una revista de videojuegos y encontré una columna
diciendo que básicamente las novelas ligeras no eran consideradas libros reales sino cosas
ordinarias que sólo leería un niño. Esto fue una sorpresa. Aunque tenía dieciséis años y no
importaba lo furioso que estuviera por el poco respeto que le daban a las novelas ligeras, no
podía hacer nada para cambiarlo. Y poco me importaba lo que el mundo pensara de ellas.
Después de eso, me enamoré del género de misterio y leí muchas novelas de misterio. Las
novelas ligeras y las novelas de misterio fueron dos pilares de mi experiencia como lector.
Un día, miré el procesador de textos en mi habitación y tuve una idea.
<<Debería practicar la escritura mientras tuviera tiempo, pero ya que estaba en eso,
debería escribir palabras que significaran algo… como una novela. Sería divertido que pudiera
ganarme la vida escribiendo novelas y manga. Si escribo constantemente, de pronto podría
escribir bien para cuando tenga treinta». Y unos cuantos giros y cruces luego, era un escritor
publicado. Una vez empecé a escribir profesionalmente, algo inesperado sucedió: Me
encontraba constantemente con el problema de cómo las novelas ligeras eran subestimadas,
GOTH
algo que pensé que nunca afectaría mi vida. Si pudiera describir la discriminación de novelas
ligeras de la que fui víctima, esto sería un ensayo muy brutal, así que no lo haré.
En todo caso, mientras leía tanto las novelas ligeras y las de misterio en la universidad,
por alguna razón, me uní al club de ciencia ficción. Allí hice mis primeros amigos en cinco
años. Cuando hablábamos de libros, descubrí que no leían más aparte de novelas ligeras. Me
horroricé al descubrir que a pesar de su gran inteligencia, buena educación, lo bien que
hablaban y su confianza en su pasión por los libros, no leían más que novelas ligeras. Pero ellos
eran un futuro del que pude haber hecho parte. Debe haber mucha gente en Japón rodeada de
personas como ellos, que sólo leen novelas ligeras y nunca se dan cuenta de que hay otro tipo
de libros en las tiendas.
¡Muy bien! ¡Escribiría una novela ligera de misterio! ¡Entonces todas esas personas que
sólo leen novelas ligeras, se verán expuestas al gozo del misterio y saldrían de sus hábitos de
lectura! Con eso en mente, empecé a escribir GOTH.
Entonces, en ese día…
—Una llamada llegó a la secretaria de la editorial informándonos que ganaste el Gran
Premio de Misterio Honkaku… ¿te suena de algo? —preguntó mi editora, A-san. Su voz,
saliendo del móvil sonaba bastante sorprendida. Claro que sí. Se había ido a trabajar como
siempre y estaba haciendo sus cosas normales cuando de repente una llamada entró y le habían
informado que un libro que había editado había ganado un premio. Cualquiera creería que era
una broma.
En ese momento, yo estaba en la Estación Shibuya.
—Ah, sí… ahora que lo dices, recibí una carta sobre eso.
—Parece que te están buscando. Ven al Kadokawa Shoten pero ya.
Después entendí que lo que hice era algo inusual para los candidatos a un premio en el
día en que se anunciaba el ganador. Aparentemente la mayoría de la gente se sentaba con sus
editores, tragando saliva nerviosamente y saltando cada vez que sonaba el teléfono. «¡Ya están
los resultados!» gritaban y sólo era un número equivocado y les terminaban pidiendo que
llevaran tendon o soba.
Notas de autor
Fui a Kadokawa Shoten, subí al piso donde estaba la división de anime y manga, que
coordina Sneaker Bunko y todos los editores me hicieron reverencias, felicitándome por el
premio. «¿Premio? Eh… ¿eh?» Mientras todavía vacilaba, me lanzaron a un taxi y me llevaron.
Nos bajamos del taxi frente a un edificio desconocido, nos subimos a un ascensor y
una gran multitud me miró al mismo tiempo. Quería salir corriendo. Me llevaron por una sala
de conferencias llena de gente y cámaras de televisión y me forzaron a estar de pie frente a
ellos. Me dieron un micrófono y alguien me preguntó cómo me sentía.
«¿Premio? Eh… ¿eh?» Mi cabeza todavía daba vueltas pero me convencí de que si las
personas de Tokio supieran que estaba desconcertado, me forzarían a firmar una serie de
documentos sospechosos, me presentarían amigos sospechosos y me prometerían ganancias
que nunca se materializarían así que pretendí estar calmado y respondí. Había muchas personas
con cámaras apuntadas hacia mí con destellos aquí y allí como luces estroboscópicas y me
sentía como un criminal sacado de un coche patrulla. Quería bajar la cabeza con lágrimas en
mis ojos, disculparme y jurar que nunca más lo volvería a hacer. Sin embargo, logré sobrevivir
a la entrevista post-premio y fui capaz de calmarme lo suficiente como para mirar a mi
alrededor, pero cuanto más miraba más novelistas famosos de misterio veía en la multitud.
«¡Ay! ¡Hora de irme!» Pero antes de que pudiera huir, las personas empezaron a darme
sus tarjetas de negocios y tuve que tener conversaciones educadas. Una de esas tarjetas decía
Hideo Uyama y eso me asustó.
«¡E-es el Uyama-san…!»
Miré con sorpresa al hombre que me había dado la tarjeta, pero antes de poder
recuperarme para hablar, me tragó la multitud nuevamente. Finalmente escapé, me fui a casa,
me acosté en la cama, estaba temblando en estado de shock.
Y básicamente eso es todo lo que tengo que decir sobre el día en que GOTH ganó el
Gran Premio de Misterio Honkaku, sin embargo, creo que lo de Uyama-san requiere algo más
de explicación. Uyama-san es el famoso editor Kodansha que creó el boom del Misterio
Honkaku y sin él, habría menos misterios de ese tipo, yo nunca habría leído una buena historia
de misterio y jamás habría escrito GOTH. Hay pocas oportunidades en la vida para
encontrarse a personas que han cambiado la historia, por eso fue que me asusté tanto cuando
me dio la tarjeta.
GOTH
Muchos años han pasado desde ese día caótico. Durante ese tiempo, he vuelto a
escribir una novela medio terminada, la he descartado y la he vuelto a pensar desde el
principio, y mientras tanto, he escrito ocasionalmente historias cortas. He ido a Turquía, he
jugado al Dragon Quest 8, hice una película, me fui a Okinawa con otros escritores,
convirtieron en películas algunas de mis historias, escribí una nueva historia corta llamada «Mi
ropa interior inteligente», me regalaron crema para manos porque mis manos estaban en
terribles condiciones, derramé cerveza, me dieron un lápiz que borra las manchas y todo tipo
de cosas.
Probablemente el mayor cambio sea el dinero que obtuve gracias al éxito de GOTH.
Por esa razón, puedo trabajar menos y pasar más tiempo disfrutando.
Pasé mis años de adolescencia escribiendo historias y yendo a clases y casi nunca hice
nada divertido. Casi nunca he podido hacer cosas sólo porque me provoca hacerlo. Y lo que
quiero hacer está relacionado con hacer películas y juegos. Me volví un novelista a pesar de que
quería hacer esas cosas.
Así que fui y me compré una cámara y empecé a hacer películas. Ayudé a un amigo con
un filme en la universidad pero pensé que era tiempo de que dirigiera una propia. He hecho
dos películas, pero los resultados fueron tan horribles que no se las he mostrado a nadie.
Tengo un gran respeto para las personas que son buenas haciendo esto. Me han pedido que
escriba guiones. Si me preguntaran qué me gusta más, novelas o películas, la respuesta sería
claramente las películas así que acepté inmediatamente con toda la pasión de un perro baboso.
Sería perfectamente feliz cambiando de carreras y enfocándome sólo en las películas pero no sé
si eso es posible.
Cuando les digo a las personas que estoy haciendo películas, las personas creen que
tengo fondos en alguna parte. Menos mal que no. He tenido ofertas pero «obtener fondos»
básicamente significa pedir prestado dinero para hacer una película y esa es demasiada
responsabilidad. Las películas que yo hago sólo cuestan unos cuantos cientos de miles de
yenes, así que puedo pagarlas sin gastar el dinero ajeno. Normalmente estoy yo, la cámara y dos
actores sin iluminación ni sonido y son completamente poco profesionales.
Notas de autor
Así que por el momento, estoy aprendiendo cómo dirigir y continúo escribiendo. Si
fuera a pasar diez o veinte años haciendo películas raras, ¿podría terminar haciendo algo que
me satisfaga? Esto no es el tipo de desafío lujoso que todos podemos pagar. Todos los que
tienen más de treinta que conozco y se hacen llamar directores siempre trabajan horribles días
enteros filmando y soñando en poder trabajar algún día en un estudio grande. No necesito
trabajar horribles días enteros. Y eso es gracias a mis editores y lectores. Y le debo mucha
gratitud a GOTH por permitirme empezar a hacer mis propias películas. Muchas gracias.
Empecé a escribir historias en el verano cuando tenía dieciséis años. Este año cumpliré
veintiséis, así que hemos estado juntos desde hace diez años.
—Otsuichi
GOTH