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GRIFF NACH DER WELTMACHT HACIA EL PODER MUNDIAL EL DESARROLLO DE LA DOCTRINA MILITAR ALEMANA (1808-1945) GRIFF NACH DER WELTMACHT POWER TO THE WORLD DEVELOPMENT OF THE GERMAN MILITARY DOCTRINE (1808-1945) Roberto Muñoz Bolaños Universidad Camilo José Cela Resumen: Durante cerca de 80 años, desde la guerra austro-prusiana (1866) hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la doctrina y la élite militar alemana marcaron la evolución de la guerra y fueron claves en el desencadenamiento y evolución de los dos conflictos mundiales. El objetivo de esta investigación es explicar como se gestó esa doctrina militar que hizo posible, primero, la conversión de Prusia en una gran potencia y en el estado líder del proceso de unificación alemán, pero que más tarde fue responsable de doble fracaso de Alemania como nación en las dos guerras mundiales, y de su mutilación territorial y destrucción material durante el segundo de esos conflictos. Palabras claves: Blitzkrieg, Estrategia, Guerras Mundiales, Plan Schlieffen, Táctica. 1

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Análisis de la doctrina militar alemana desde 1806 a 1945

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GRIFF NACH DER WELTMACHTHACIA EL PODER MUNDIAL

EL DESARROLLO DE LA DOCTRINA MILITAR ALEMANA (1808-1945)

GRIFF NACH DER WELTMACHTPOWER TO THE WORLD

DEVELOPMENT OF THE GERMAN MILITARY DOCTRINE (1808-1945)

Roberto Muñoz BolañosUniversidad Camilo José Cela

Resumen:

Durante cerca de 80 años, desde la guerra austro-prusiana (1866) hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la doctrina y la élite militar alemana marcaron la evolución de la guerra y fueron claves en el desencadenamiento y evolución de los dos conflictos mundiales. El objetivo de esta investigación es explicar como se gestó esa doctrina militar que hizo posible, primero, la conversión de Prusia en una gran potencia y en el estado líder del proceso de unificación alemán, pero que más tarde fue responsable de doble fracaso de Alemania como nación en las dos guerras mundiales, y de su mutilación territorial y destrucción material durante el segundo de esos conflictos.

Palabras claves:

Blitzkrieg, Estrategia, Guerras Mundiales, Plan Schlieffen, Táctica.

Abstract:

For nearly 80 years, since the Austro-Prussian War (1866) until the end of World War II, the German doctrine and military elite marked the evolution of the war and were instrumental in triggering and evolution of the two world wars . The objective of this research is to explain how this military doctrine that made it possible, first, converting Prussia into a great power and the state of the process leading German unification was conceived, but was later responsible for double failure Germany as a nation in the two world wars, and territorial mutilation and material destruction during the second of these conflicts.

Keywords:

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Blitzkrieg, Strategy, World Wars, Schlieffen Plan, Tactics.INTRODUCCIÓN

Reims (Francia). 02:41 horas de la mañana del 7 de mayo de 1945. Cuartel General del general of the Army  (capitán general)1 Dwight David Eisenhower (1890-1970), Comandante Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas. El generaloberst (general de ejército) Alfred Jodl (1890-1946) se dispone a firmar el acta de rendición incondicional para todas las fuerzas alemanas ante los Aliados. Con esa rúbrica no sólo simboliza el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, sino también el fracaso de una doctrina militar y de una elite de guerreros que habían aspirado a gobernar el mundo.

El objetivo de esta investigación es explicar como se gestó esa doctrina militar que hizo posible, primero, la conversión de Prusia en una gran potencia y en el estado líder del proceso de unificación alemán, pero que más tarde fue responsable de doble fracaso de Alemania como nación en las dos guerras mundiales, y de su mutilación territorial y destrucción material durante el segundo de esos conflictos.

Para elaborarla hemos utilizado tres tipos de fuentes: las obras de los principales militares alemanes y prusianos desde Federico II el Grande hasta Heinz Guderian; los manuales tácticos del Ejército alemán desde 1970 a 1939, y obras sobre historia de la estrategia, la doctrina militar y el Ejército alemán, escritas por historiadores contemporáneos.

Respecto a su estructura, la hemos dividido en cuatro epígrafes. El primero, se refiere a los orígenes de la doctrina militar prusiano-alemana, y abarca desde la primera mitad del siglo XVII hasta la Revolución Francesa. El segundo, se centra en la creación de la moderna doctrina militar germánica en la primera mitad del siglo XIX. El tercero, abarca desde mediados del siglo XIX hasta 1914, y estudia las dos grandes escuelas del pensamiento militar alemán: los idealistas y los tecnócratas. El cuarto y último, estudia la doctrina militar alemana durante el periodo de los grandes conflictos mundiales.

1 Los empleos de los militares de distintos países se citan en su forma original, y entre paréntesis, aparece su equivalente español.

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LOS ORÍGENES: DEL GRAN ELECTOR A FEDERICO II

En el siglo XVII, los cambios operados en el Ejército francés, de la mano de El Gran Condé (1621-1688), el vizconde Turena (1611-1675)2 y el marqués de Vauban (1633-107), provocaron una auténtica conmoción en Europa, sobre todo a partir de la victoria de Rocroi (1643), sobre los hasta entonces invencibles tercios españoles3. Esta conmoción alcanzó especialmente a un territorio pobre, estéril y sin importancia política, situado en el norte del Sacro Imperio Germánico, el Electorado de Brandenburgo –el futuro reino de Prusia-. Los cambios militares que se iniciaron a partir de entonces serían una de las bases de la ascensión de su dinastía reinante, los Hohenzollern, hacía el poder mundial. El proceso comenzó con Federico Guillermo I (1640-1688) llamado El Gran Elector4, quien puso las bases de un ejército de 45.000 hombres sobre una población de 2.000.000 de personas, y de una estructura estatal centralizada gracias al apoyo de las ciudades y a la confirmación de todos sus privilegios y jurisdicciones a la nobleza (junkers)5.

Sería precisamente de esa nobleza, de esas viejas familias que constituían la Uradel, y que simbolizaban los von Alvensleben, los von Tresckow, los von Falkenstein, los von Manteuffel o los von Kleist, donde se gestaría la élite militar alemana que había de ser el principal sostén de la monarquía hasta su caída en 19186.

2 “Después Turena ilustre á los Franceses soldados hizo con su ingenio grande llenando á Ludovico de laureles” FEDERICO II: El Arte de la guerra, Madrid, Imprenta Real, 1793, p. 22. Ludovico es Luis XIII de Francia.3 Ibidem, pp. 58-59.4 Federico II de Prusia tenía un gran respeto por su ilustre antecesor. Así escribía: “Y tú, héroe inmortal, honor y gloria deste Prusiano suelo, baxa benigno del augusto cielo y dignate mirar la descendencia de tu famoso nombre que aspirando con ansia á tu renombre la Prusia regir piensa con tu ejemplo”. Ibidem, p. 62.5 HOWARD, M.: La Guerra en la historia europea, Madrid, FCE, 1983, pp. 123-1266 Ibidem, p. 128.

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Su nieto, el rey Federico Guillermo I (1713-1740) llamado el Rey Sargento, continuaría esta política, y lograría poner en pie un ejército de 80.000 hombres, el cuarto en tamaño de Europa; mandado por esa élite nobiliaria, que estaba en proceso de formación, y que aún no había desarrollado una doctrina militar propia. Sin embargo, este monarca se negó a usar ese ejército en aventuras exteriores, limitándose a mimarlo y cuidarlo celosamente7. Esta política iba a ser modificada por su hijo Federico II (1740-1788), llamado el Rey Soldado o Der Alte Fritz (“El Viejo Fritz”), quien iba a utilizar ese ejército en múltiples conflictos, poniendo las bases de la doctrina militar alemana tanto desde el punto de vista táctico como estratégico. Así, tácticamente introdujo tres grandes novedades que marcarían al futuro Ejército alemán. La primera, la creación de la artillería tirada a caballo, para situarla en cualquier punto de la batalla, y dar así apoyo a la infantería y a la caballería. La segunda, la utilización de esta arma, que el siempre consideró auxiliar de las dos combatientes, para abrir brechas en las líneas de la infantería enemiga, facilitando a los infantes propios la ruptura de las mismas8. La tercera, el uso de un orden oblicuo, una reminiscencia del pensamiento militar de la Grecia clásica, que los generales tebanos Pelópidas y Epaminondas habían utilizado con gran éxito contra los ejércitos espartanos en las batallas de Leuctra (371 a. C.) y Mantinea (362 a. C.)9. El objetivo era desbordar al enemigo por el flanco, alcanzando así una rápida victoria, y en caso de no lograrlo, minimizar las pérdidas propias10.

Desde el punto de vista estratégico, y vinculada con las novedades tácticas que acabamos de citar, Federico I introdujo un nuevo tipo de guerra basado en acciones rápidas, una Guerra Relámpago (Blitzkrieg), afirmando que “las guerras de Prusia deben ser cortas e intensas”, ya que comprendió que, dada la situación geoestratégica de su país –rodeado de enemigos- y su limitación de recursos, le era imposible sostener guerra de desgaste. No obstante, jamás apostó por las batallas decisivas, sino por los pequeños triunfos tácticos que permitieran culminar con éxito una campaña, y lograr el objetivo político que se buscaba. Así llegó a escribir: “Obtener muchos éxitos pequeños significa alcanzar un tesoro”11.

Sin embargo, a pesar de la brillantez de su pensamiento, en toda la doctrina militar de Federico se manifestó una carencia; ya que aunque tuvo la capacidad para comprender la importancia que el patriotismo podía tener en las acciones militares, no la tuvo para incentivarlo en sus ejércitos, prefiriendo a los soldados mercenarios. Precisamente serían unos ejércitos basados en el amor a la Patria y a la idea de libertad, los que destrozarían la obra de Federico I. El 14 de octubre de 1806, las tropas francesas del mariscal de Francia (capitán general) Jean Lannes (1769-1809) derrotaron en los campos de Jena a las prusianas, dirigidas por el veterano general der infanterie (teniente general), príncipe Federico de Hohenlohe (1746-1818).

7 GORTLITZ, W.: El Estado Mayor Alemán, Barcelona, AHR, 1954, p. 13.8 FEDERICO II, op. cit., p. 123.9 “Fue en Tebas inventada la falange famosa y respetada. Milciades, Cimón y Epaminondas consiguieron, valiéndose del Arte aunque en número pocos, en veces muy diversas humillar el orgullo de los Persas”. Ibidem, pp. 17-18.10 Ibidem, p. 126.11 “El vencer no se llama ser solo victorioso, la alta gloria es el saber usar de la victoria”. Ibidem, p. 131.

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LOS CREADORES DE LA MODERNA ESTRATEGIA ALEMANA: SCHARNHORST Y CLAUSEWITZ

Tras este desastre, dos brillantes militares prusianos –de ideología liberal12-, los generalfeldmarschälle (generales mariscales de campo) Gerhard Johann David von Scharnhorst (1755-1813) y August Wilhelm Antonius Neidhardt von Gneisenau (1760-1831), que “eran, entre sus contemporáneos, los únicos que estaban a la altura de Napoleón en lo que al arte de la Guerra se refería”13, pusieron las bases para modernizar el ejército de Prusia, tomando dos decisiones de una enorme trascendencia posterior. La primera fue el perfeccionamiento del Estado Mayor General entre 1807 y 1809. Este organismo, cuyo origen se remontaba a antes de la batalla de Jena14, fue articulado por Schharnhorst cuando reorganizó el Ministerio de la Guerra en 1809, configurándose como una división especial dentro de este organismo que asumió los planes de organización y movilización, los de instrucción en tiempo de paz y la enseñanza militar, la preparación de operaciones militares mediante la inteligencia y los estudios topográficos y, finalmente, la preparación y dirección de la táctica y la estrategia15. Muy pronto, de la mano del ilustre reformador convertido en ministro de la Guerra surgieron los llamados juegos de guerra que fueron la base sobre la que el Estado Mayor General se convertiría en el cerebro pensante del Ejército prusiano.

Pero Scharnhorst tomó otra decisión muy importante: agregar oficiales de esta sección a las diferentes unidades militares, haciendo que la influencia del Estado Mayor general alcanzara a todas las unidades del Ejército alemán. Inicialmente, en tiempos de Scharnhorst, el Jefe del Estado Mayor General era el ministro de la Guerra, pero pronto se desdoblaron ambos cargos, pasando a ser, a partir de 1821, el ministro el encargado de la administración del Ejército, mientras que el Jefe del Estado Mayor General se convertía en el principal consejero militar del Rey16. Esto tuvo consecuencias transcendentales y también funestas, ya que permitió que el Estado Mayor General tomase gradualmente las riendas de los asuntos militares, no sólo tras el estallido de los conflictos, sino también en la preparación y fase inicial de los mismos17.

12 GORLITZ, op. cit., p. 55.13 PARET, Peter (coord.). Creadores de la estrategia moderna. Desde Maquiavelo a la Era Nuclear, Madrid, Ministerio de Defensa, 1992, p. 296.14 Fue creado en 1787, durante la reorganización de la maquinaria militar prusiana, como un órgano dependiente del Consejo Superior de Guerra, cuya función era la administración del Ejército. Inicialmente, los oficiales del Estado Mayor, dotados ya de un uniforme especial, tuvieron como misión principal elaborar mapas útiles para la guerra. GORLITZ, op. cit., p. 18.15 Ibidem, pp. 38-39.16 Ibidem, pp. 62-64.17 PARET (coord.), op. cit., pp. 297-298.

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La segunda decisión fue la aprobación de la Ley de Reclutamiento de 1814, redactada por su discípulo, el también liberal y ministro de la Guerra, generalfeldmarschall Leopold Hermann Ludwig von Boyen (1771-1848), que estableció el servicio militar universal y obligatorio18. El reclutamiento se adoptó en, prácticamente, todos los países del continente, pero fuera de Prusia equivalía solamente al reclutamiento de los menos favorecidos, ya que a los grupos adinerados se les permitía redenciones en metálico o a comprar sustitutos19. Por el contrario, en Prusia sirvieron todos los grupos de la población. En este aspecto, era evidente que el Ejército prusiano era más un ejército de ciudadanos que el de cualquier otro país, pero no era un ejército liberal, ya que Prusia seguía siendo un Estado absolutista burocrático. Esto explica porque se produjo, tras las guerras napoleónicas, un recrudecimiento de la posición privilegiada de la aristocracia en el gobierno y el ejército. Por tanto, el servicio de reclutamiento universal, de raíz nacionalista y liberal, se convirtió en Prusia en un mecanismo para fortalecer el poder de un estado absolutista20.

Sería otro discípulo de Scharnhorst –del que fue ayudante personal y “protegido”-, el major general (general de brigada) Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz (1780-1831), quien pondría las bases del pensamiento militar prusiano en una obra inacabada pero mítica De la guerra. En la misma, Clausewitz, discípulo de la filosofía idealista de Hegel, realizó un análisis de la guerra como actividad partiendo del concepto hegeliano de Estado. Para Clausewitz, el Estado era la organización perfecta para el desarrollo del hombre, y la función del ejército era su defensa. A partir de este principio, desarrolló las cuatro ideas claves sobre las que estructuró su teoría de la guerra.

La primera, que la guerra era una expresión natural, pero extrema, de la política y nunca se arrepintió de haber luchado en siete campañas; considerando que el objetivo de la guerra era el aniquilamiento del ejército adversario, para evitar que pusiera en peligro al estado propio21. Para ello, definió de forma muy clara los conceptos de táctica y estrategia: “Táctica, la teoría del empleo de las tropas en el combate; y estrategia, la teoría del empleo de los combates para el fin de la guerra”, añadiendo “el combate determina el objeto de todas nuestras energías y cuidados aplicables a la guerra”22. Es decir, Clausewitz, a diferencia de Federico I, y a semejanza de Napoleón I Bonaparte (1769-1821), empezó a considerar la importancia de la batalla decisiva frente a los pequeños triunfos. Sin embargo, dada su ideología liberal –que le hizo enormemente sospechoso en los círculos militares y políticos de su época- siempre defendió que debían ser los políticos y no los militares quienes dirigiesen la guerra, aunque no las operaciones militares, aunque estas debían estar subordinadas a las directrices políticas.

18 GORLITZ, op. cit., pp. 57-59.19 Véase para el caso de España, PUELL DE LA VILLA, F.: El soldado desconocido, Madrid, Biblioteca Nueva, 1996.20 Para conocer el proceso de creación del moderno ejército prusiano, sigue siendo muy útil la obra de Hans Delbrück. DELBRÜCK, H.: The Dawn of Modern Warfare. History of the Art of War IV, Nebraska University Press, Lincoln, 1990, pp. 148-160. PARET (coord.), op. cit., p. 296.21 CLAUSEWITZ, K. v.: De la guerra, Madrid, Ediciones Ejército, 1999, pp. 43-44 y 47-48.22 Ibidem, p. 92 y 93. Libro Tercero, “Sobre la estrategia”. Ibidem, pp. 153-205. Libro Cuarto, “Sobre el combate”. Ibidem, pp. 212-276.

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La segunda, era la composición de la guerra, donde distinguía tres elementos: violencia y pasión; incertidumbre, oportunidad y probabilidad, y el objetivo político y sus efectos; asignando a cada una de ellas un campo de acción para los diferentes segmentos de la sociedad. En su conjunto, el primer elemento, violencia y pasión, estaba dirigido principalmente a las personas. El segundo, incertidumbre, oportunidad y probabilidad, estaba orientado al coraje, determinación y talento de los comandantes y de sus fuerzas. El tercero, los aspectos políticos, “es un tema particular del gobierno”23.

La tercera era la importancia que en el desarrollo de la guerra jugaban los principios de fricción y genialidad. Por fricción entendía las incertidumbres, errores, accidentes, dificultades técnicas, así como los imprevistos y los efectos que estos factores tenían en las decisiones, en la moral y en las acciones. Por genialidad entendía las características psicológicas y morales, la creatividad e imaginación que definían no sólo al líder militar, sino también a las aptitudes y a los sentimientos en los que se basa el comportamiento de un hombre normal. Era la creatividad la que evitaría que la fricción dominase en el campo de batalla24.

La cuarta fueron los distintos tipos de guerra, de acuerdo con la dialéctica hegeliana en función de los objetivos políticos que se perseguían, ya que estos podrían ser limitados, es decir, no derrotar completamente al enemigo, o absolutos, es decir, la destrucción completa del enemigo. Esta última forma de guerra, él la denominó guerra absoluta o Vernichtungsschlacht (“guerra de aniquilación”) ya que suponía un desencadenamiento extremo de la violencia –guerra ideal, según el concepto de la época-25, fue la base sobre la que se articuló posteriormente la idea de Guerra Total, tan criticada por autores como Basil Liddell Hart, ya que responsabilizó a Clausewitz de las grandes matanzas de la Primera Guerra Mundial26.

23 Ibidem, pp. 47-59.24 Genialidad. Ibidem, pp. 60-78. Fricción, Ibidem, pp. 84-86.25 Ibidem, pp. 682-685.26 LIDELL HART, B.: La estrategia de aproximación indirecta, Barcelona, Iberia, 1946, pp. 205-208.

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Aunque nunca pudo acabar su gran obra, Clausewitz se convertiría probablemente en el teórico de la guerra más influyente y conocido a nivel mundial. En el caso de la doctrina militar prusiana-alemana, su trascendencia se concretaría en dos aspectos fundamentales. El primero, la importancia de la batalla decisiva, o al menos importante, frente a los pequeños éxitos, a diferencia de lo que pensaba Federico II. La segunda, la obsesión por la fricción que había que evitarse a toda costa, y de donde surgiría el concepto posterior de operaciones a priori. Por el contrario, la dirección política de la guerra que defendía Clausewitz, fue totalmente rechazada por la élite militar prusiana-alemana. Los Jefes del Estado Mayor y los Comandantes en Jefe del ejército prusiano-alemán pensaron siempre que la guerra era una actividad propia de los militares profesionales e hicieron todo lo que estaba a su alcance para proteger al ejército, su estrategia y sus operaciones, de las interferencias políticas. Esta actitud no se debió, como afirma Peter Paret, al proceso de industrialización y al imperialismo en el que entró el futuro Imperio Alemán en la segunda mitad del siglo XIX, que produjo una cultura poderosamente regida por especialistas y tecnócratas, con un agresivo y ansioso deseo de los militares por alcanzar el liderazgo político27, sino que, por el contrario, fue consecuencia del espíritu de casta aristocrática y antiliberal que la élite militar prusiana había desarrollado desde el siglo XVII, y que les hacía situarse por encima del poder político, estando subordinados únicamente a la figura del rey y luego del rey-emperador.

Por último, no podemos dejar de citar un hecho de suma importancia, y que constituye un error de gran trascendencia en la obra de Clausewitz: la ausencia de cualquier mención a las guerras asimétricas. Por edad y por contexto histórico, el gran teórico militar prusiano debería haber comprendido la importancia que la guerra de independencia española (1808-1814) tuvo en la derrota final de Napoleón I. Sin embargo, tal vez por el carácter estrictamente militar de su pensamiento y de su formación, no supo o no quiso desarrollar este concepto de conflicto. Esta omisión sería común en la casi totalidad de los teóricos militares alemanes.

LA ÉPOCA DORADA: IDEALISTAS Y TECNÓCRATAS.

El periodo comprendido entre 1848 y 1914 constituye el periodo de máximo desarrollo del pensamiento militar alemán, pudiendo distinguirse dentro de la élite militar prusiano-alemana dos grandes escuelas: la de los pensadores militares puros o escuela idealista, y la de los tecnócratas o escuela empírica.

Los pensadores militares puros se caracterizaron por centrarse única y exclusivamente en el campo de la táctica y de la estrategia militar ideal. Hasta 1914, destacaron dos grandes soldados en este grupo: los generalfeldmarschälle Helmuth von Moltke (1800-1891) y Alfred von Schlieffen (1833-1913).

Moltke28, de origen danés y con un carácter taciturno29 que escondía su gran personalidad, fue sin discusión el militar más grande de su época, un hombre de una vasta cultura y un discípulo fiel de Clausewitz, que siempre consideró la guerra como una actividad estrictamente política. A él se debe 27 PARET (coord), op. cit.., pp. 222-223.

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la reorganización del Estado Mayor General, y su conversión en el alma del ejército del II Reich tras su creación en 1871, tomando entonces el nombre de Gran Estado Mayor General30.

No obstante, su gran aportación fue la doctrina del envolvimiento estratégico, retomando así la idea de orden oblicuo que había desarrollado Der Alte Fritz. Así, Moltke, perfecto conocedor de las nuevas armas –artillería de mayor calibre y precisión, fúsil de repetición, etc.- y verdadero experto en el uso militar de los ferrocarriles, desarrollo el concepto de atacar por los flancos al enemigo en una secuencia estratégico-operativa, en la que se debían combinarse movilización, concentración, movimiento y choque, para llevar las tropas al campo de batalla31. El objetivo era llevar siempre la iniciativa ofensiva, para cercar al enemigo de forma total o parcial, y luego destruirle en una batalla decisiva o Kesselschlacht32. Se trataba, por tanto, de recrear de nuevo, más de 2000 años después, el gran triunfo de Anibal en la batalla de Cannas (216 a. C.). De hecho, con Moltke nació “el mito de Cannas”, la búsqueda de la batalla decisiva, que permitió al brillante general alemán las victorias de Königgrätz (1866) y Sedan (1870)33, que rubricaron la unificación alemana, y que mas tarde, se convertiría en una obsesión para los militares alemanes del siglo XX.

Para hacer realidad esta teoría, Moltke introdujo en el Gran Estado Mayor General el concepto de Auftragstaktik34, que implicaba mandar por directivas y no mediante órdenes, dejando gran libertad de actuación a los mandos operativos. Para que este sistema funcionase, era preciso que existiese una unidad de doctrina estratégica en todo el ejército, algo que Moltke consiguió35.

Las ideas de Moltke fueron perfeccionadas por Schlieffen36, aunque difícilmente se podría encontrar un hombre de un carácter más diferente al suyo. Este gran soldado jamás tuvo interés por 28 Moltke no escribió ninguna obra similar a De la guerra. Para conocer su pensamiento militar, es necesario recurrir a su correspondencia y a algunos opúsculos que escribió, que fueron recogidos y publicados por Daniel Hugues y Harry Bell. Véase HUGHES, D. J. y BELL, H.: Moltke on the Art of War, Novato, California Press, 1993.29 El “gran taciturno”. GORLITZ, op. cit., p. 73.30 Tras la unificación, no se creó un ejército alemán como tal, sino que las fuerzas armadas terrestres del Imperio alemán estuvieron formadas por cuatro componentes: El prusiano, que era el más importante; el bávaro; el sajón y el würtemburgués. Cada uno de los tres últimos, consejo su propio Estado Mayor G, de ahí que el de Prusia, para distinguirse del resto, y actuar como elemento de coordinación y mando, tomó el nombre de Gran Estado General. Para conocer el funcionamiento de esta estructura véase MOMBAUER, A.: The origins of the First World War. Controversies and consensus, London, Pearson, 2002, pp. 14-41. 31 GORLITZ, op. cit., p. 79.32 PARET (coord.), op. cit., p. 313.33 Enfrentamiento entre Moltke y Bismarck. GORLITZ, op. cit., p. 95.

34 El origen de este concepto está en los cambios introducidos en el Ejército alemán tras la derrota de Jena por

Scharnhorst. WIDDER, W.: “Auftragstaktik and Innere Fuhrung. Trademarks of German Leadership”, Military Review, 82 (2002), pp. 3-9. ZUBER, T.: The Moltke Myth. Prussian War Planning, 1857-1971, New York, University Press Of America, 2008, pp. 98-99.

35 PARET (coord.), op. cit., p. 313. 36 Los escritos de Schlieffen han sido recapitulados por Robert T. Foley. FOLEY, R. T.: Alfred von Schlieffen`s military writing, London, Frank Cass Publishers, 2003. Su obra más importante, llamada Cannae, también ha sido publicada individualmente, destacando la edición realizada por el Ejército de los Estados Unidos. SCHLIEFFEN, A. v.: Cannae, Fort Leavenworth, The Comand and General Staff Schoolpress, 1931.

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algo que no fuera del ámbito militar, hasta el extremo de que consideraba los domingos y los días de fiesta como las jornadas de trabajo ideales, ya que nadie interrumpía con las rutinas diarias37.

Su pensamiento militar partía de la gran tradición prusiana, especialmente de Gneisenau, Clausewitz y Moltke38, pero adaptado a las nuevas condiciones socioeconómicas y políticas de finales del siglo XIX y de inicios del siglo XX. Así, si bien consideró la guerra como una actividad política, su preparación y desarrollo debería estar desvinculada del poder y de la sociedad civil, convirtiéndola en un ámbito estrictamente limitado a la élite militar, en lo que coincidía con Moltke.

No obstante, más allá de esta consideración sobre la naturaleza de la guerra, la gran aportación de Schlieffen fue el concepto de Gesamtschlacht o “batalla total”39. Para él, las operaciones militares deberían desarrollarse, dentro de la doctrina del envolvimiento estratégico, mediante una serie sucesiva de combates parciales dentro de una operación integral que culminaría en una gran batalla decisiva contra el grueso del ejército enemigo, que sería aniquilado.

Por tanto, y a diferencia de la táctica auspiciada por Moltke, la operación integral no se definía ni por un campo de batalla específico ni por la concentración de tropas en un punto determinado, sino por el movimiento continuo y combinado, cuyo objetivo era un envolvimiento completo de la totalidad del teatro de operaciones para provocar la completa derrota de una nación o un grupo de naciones mediante la aniquilación de sus ejércitos. Estas ideas serían la base sobre la que se establecería el famoso Plan Schlieffen de 1905, que, tal como había pensado más de 50 años antes Clausewitz40, abarcaba la totalidad del teatro de operaciones europeo, y postulaba la rápida derrota de Francia primero, y poco después, de Rusia41.

37 LEACH, B. A.: El Alto Estado Mayor Alemán, Madrid, San Martín, 1974, p. 6.38 FOLEY, op. cit., pp. 227-234.39 Ibidem, p. 185.40 Clausewitz ya había previsto la posibilidad de una guerra entre Prusia por un lado, y Rusia y Francia por otro, insistiendo en la necesidad de derrotar separadamente a ambos enemigos, ya que al ser países distintos, actuarían de forma diferente, aunque fueran aliados. CLAUSEWITZ, op. cit., pp. 731-758.

41 La mejor obra sobre el Plan Schlieffen y sobre los planes de guerra alemanes desde 1871 a 1914 es la de Zuber.

ZUBER, T.: Inventing the Schlieffen Plan: German War Planning 1871-1914, Oxford, Orford University Press, 2002.

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Según Leach, el problema del pensamiento de Schlieffen era que, aunque él no lo buscase, trazó las líneas maestras de la alta estrategia alemana, función que debería haber correspondido a los civiles, y no al Gran Estado Mayor General. El origen de este hecho se resume en un célebre discurso que en 1871 pronunció Benjamin Disraeli (1808-1881) a propósito de la guerra franco-prusiana: “La guerra representa la revolución alemana, un acontecimiento político más importante que la Revolución Francesa del siglo pasado…. No hay tradición diplomática que no haya sido barrida. Tenéis un mundo nuevo…. El equilibrio de poder ha sido destruido por completo”42. Efectivamente. La proclamación del rey de Prusia Guillermo I como Emperador Alemán (Deutsche Kaiser), el 18 de enero de 1871, en la Galería de los Espejos del palacio de Versalles (cerca de París), culminando la unificación alemana, había cambiando radicalmente el sistema de poder en Europa con la aparición de una nación, el Imperio Alemán, capaz de dominar el continente. Su creador, el canciller prusiano príncipe Otto von Bismarck (1815-1898), había sido capaz de actuar como arbitro mundial, evitando así que el creciente poder alemán provocase suspicacias entre las otras potencias europeas. Sin embargo, tras su caída en 1890, provocada por el nuevo Kaiser Guillermo II (1888-1918), los políticos que se sucedieron en el cargo de canciller, y sobre todo el Guillermo II, desarrollaron una política internacional errática, que terminó provocando la alianza de tres tradicionales enemigos -Francia, Gran Bretaña y Rusia- en contra del Imperio Alemán43. En estas circunstancias, Schlieffen con su plan, estableció un mecanismo para romper mediante la guerra el cerco del II Reich, y además, fijó cual debería ser la actuación de su país, si estallaba un conflicto en Europa. Es decir, se vio obligado a tomar para sí una responsabilidad que no le correspondía44, y que teóricamente, el Ejército en su mayor parte rechazaba, siguiendo la tradición prusiana de no intervención en los asuntos políticos. Como consecuencia de este hecho, y siguiendo las directrices marcada por Schlieffen, el 3 de agosto de 1914, el gobierno alemán declaró la guerra a Francia, y de forma automática de acuerdo con las indicaciones de su plan, invadió Bélgica, sin determinar las consecuencias que esa acción podía provocar, y que sería la entrada de Gran Bretaña en el conflicto45.

42 GRENVILLE, J.A.S.: (1991): Europa remodelada, 1848-1878, Madrid, Siglo XXI, 1991, p. 459.43 KISSINGER, H.: Diplomacia, Barcelona, Ediciones B, 1998, pp. 238-243.44 LEACH, op. cit., p. 19. GORLITZ, op. cit., p. 123.45 BETHMANN-HOLLWEG, T.: Reflections on the World War, London, Thornton Butterworth Ld.., 1919, part I, pp. 138-140 y 146-161.

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Sin embargo, por encima de este error, no achacable a él en exclusiva, existía uno mayor en su pensamiento, y este era de carácter estrictamente militar: el concepto de maniobra a priori. Schlieffen, partiendo de Clausewitz y de Moltke, fue quien elevó el triunfo de Anibal en Cannas a la categoría de mito, estando convencido no sólo de las bondades del envolvimiento como doctrina táctico-estratégica, sino que, sobre todo, pensó que el ejército francés iba a actuar de la misma forma en que lo hizo el comandado por Cayo Terencio Mario Varrón y Lucio Emilio Paulo en dicha batalla. Es decir, de acuerdo con los planes alemanes. De esta forma, llegó a una conclusión completamente absurda: Su plan era una operación puramente mecánica que los generales alemanes ejecutarían de forma automática, contando con el “apoyo” para su triunfo de sus contrapartes franceses. La Primera Batalla del Marne (5-9 de septiembre de 1914) demostró este planteamiento tan erróneo.

Otro error que se puede achacar a Schlieffen, como también al propio Moltke, fue no haber estudiado ni los conflictos asimétricos ni la primera guerra total e industrial de la historia: la guerra de secesión americana (1861-1865), donde por primera dos estados movilizaron todas sus energías en la lucha, demostrando que la guerra como acontecimiento había dejado de ser un asunto exclusivo de los militares. Ese error, muy grave, explica la incapacidad de los militares alemanes, pero también europeos en general, para comprender la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y en consecuencia, para desenvolverse eficazmente en este conflicto.

Es evidente que, a pesar de estos notables errores de apreciación de las características del mundo en el que vivían, el pensamiento de Moltke y de Schlieffen ocupan un lugar muy alto en la historia de las doctrinas militares. No obstante, el del grupo de los tecnócratas no le desmerece lo más mínimo, aunque realmente ni la escuela historiográfica militar anglosajona ni la alemana les hayan concedido la misma importancia.

En este segundo grupo destacaron dos personalidades extraordinariamente fuertes: el

generalfeldmarschall Wilhelm Leopold Colmar von der Goltz (1843-1916) y el general der Kavallerie Friedrich Adolf Julius von Bernhardi (1849-1930)46.

46 Peter Paret, uno de los grandes historiadores militares de nuestro tiempo, no incluye las teorías de von der Goltz y de Bernhardi en la obra que coordinó, y que hemos citado varias veces en las páginas anteriores. Edward Mead Earle, en una obra homónima a la de Paret y que también coordinó, llamada Makers of modern strategy. Military Thought from Machiavelli to Hitler, publicado en Princeton en 1943, tampoco lo hizo. Si les dio la debida importancia Basil Lidell Hart en su obra The sword and the pen. Selections from the world's greatest military writings, editada por su hijo Adrian Liddell Hart, y publicada por Crowell, en Nueva Cork en 1976; Michael I. Hanndel en su obra Masters of War. Clasical strategic thought, publicada por Frank Cass en Londres en 2003, y sobre todo Gérard Chaliand en su magnífica obra The art of war in World history. From antiquity to the nuclear age, publicada en Berkeley por California University Press en 1994, y Beatrice Heuser en su obra The evolution of Strategy. Thinking from Antiquity to the Present, publicada por Cambridge University Press en 2010.

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Colmar von der Goltz fue sin duda la personalidad militar más fascinante de finales del siglo XIX y comienzos del XX47, ya que combinaba una enorme claridad como teórico militar, grandes dotes como táctico y estratega, una vasta cultura que abarcaba la casi totalidad de los ámbitos del saber, y una dureza de carácter que le convirtió en modelo para Hitler48 y en corresponsable del genocidio armenio que comenzó en 191549.

Pero más allá de todos esos aspectos, la razón por la que von der Goltz ha entrado en la historia militar fue por haber escrito una obra mítica, Das Volk in Waffen (“La nación en armas”)50, publicada en 1882 donde demostró una capacidad única para situar el pensamiento militar dentro del contexto histórico en el que vivía.

Así, von der Goltz partía del principio de Clausewitz de que la guerra era la continuación de la política por otros medios, pero su idea principal fue que la Revolución Francesa de 1789 había marcado un antes y después en la historia de la guerra, abriendo el camino a las guerras entre naciones51 -cuya primera y más primitiva manifestación fue la guerra de independencia española-, que había culminado con la guerre à outrance francesa desencadenada por Leon Gambetta (1838-1882) contra la invasión alemana en 1870-187152, mostrando así una comprensión más profunda de este acontecimiento de la que demostró Moltke, pues este gran militar, nunca entendió el origen y significado de esta resistencia53.

47 “Sin duda la cabeza más capaz del ejército era el general von der Goltz, aunque tenía ideas utópicas en el campo de la política; pero por su personalidad voluntariosa e inflexible era inaceptable para el emperador” GORLITZ, op. cit., p. 131.48 Durante su estancia como Gobernador General de Bélgica, ocupada por los alemanes, von der Goltz no dudó en fusilar a civiles en represalia por los actos de sabotaje realizados por la resistencia belga. Por estas acciones, fue relevado el 2 de diciembre de 1914. Para Hitler, sin embargo, la actuación de von der Goltz en Bélgica fue “modélica”. Véase HITLER, A.: Hitler's Secret Conversations, New York, Farrar, Straus and Young, 1953, pp. 25.49 Tras cesar como Gobernador General de Bélgica, von der Goltz fue enviado al Imperio Otomano como asesor militar, donde ya había servido, entre 1883 y 1895, como instructor, recibiendo el título de Pasha. Inicialmente, actuó como tal, pero a mediados de octubre de 1915, y ante el avance británico sobre Bagdad, fue nombrado Comandante en Jefe del 5º Ejército turco por Enver Pacha (1881-1922), el hombre fuerte del Gobierno turco. En este destino, von der Goltz, que ya contaba con 72 años, dio muestras de su genio militar, inflingiendo a las tropas británicas del major general (general de División) Charles Townshend (1861-1924), la segunda derrota más humillante de la historia de Gran Bretaña -tras la de Singapur de 1942 ante los japoneses- la de Kut-el-Amara (7 de diciembre de 1915-29 de abril de 1916), que supuso la pérdida de 30.000 hombres. Pero, además de por su destreza militar, von der Goltz también destacó en este nuevo destino por su crueldad, participando activamente en la deportación de armenios a partir de 1915, aunque luego se opuso a las mismas, amenazando con dimitir sino se detenía. Sobre su papel en el sitio de Kut-el-Amara, véase WILCOX, R.: Battles on the Tigris: The Mesopotamian Campaign of the First World War, London, Pen and Sword Military, 2006, pp. 86-92, y sobre su papel en el genocidio armenio, véase HULL, I. V.: Absolute Destruction: Military Culture and the Practices of War in Imperial Germany, Cornell, Cornell University Press, 2005, pp. 270-27750 GOLTZ, C. v. d.: The nation in arms, London, W. H. Allen and Co., 1887. 51 Ibidem, p. 380.52 Las impresiones de von der Goltz sobre este acontecimiento quedaron plasmadas en su obra. GOLTZ, C. v. d.: Leon Gambetta und seine Armeen, Berlin, Schneider, 1877.53En este sentido, von der Goltz destacó por encima del resto de sus contemporáneos, ya que fue el único que se detuvo a estudiar no sólo la resistencia de Gambetta, sino también la guerra de secesión norteamericana, y de comprender que los Estados del sur la perdieron, entre otras razones, por el bloqueo marítimo al que le sometió el norte. GOLTZ, op. cit. (nota 49, 1887), p. 123. Es curioso que en este interés por el conflicto de secesión norteamericano, coincidiera con un hombre que estaba en sus antípodas ideológicas: Friedrich Engels (1820-1895). PARET (coord.), op. cit., p. 285.

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A este tipo de guerra lo denominó Volkskrieg (“guerra popular”), y sobre este concepto desarrollaría su teoría sobre la guerra y sobre la organización de los ejércitos54. Teoría que partió de la idea fundamental, frente a las de Moltke y Schlieffen, de que ni el ejército ni la guerra como tal debían pertenecer al ámbito exclusivo de los militares, sino que el pueblo debería ser el gran protagonista en ambos campos. De ahí que defendiese en primer lugar un aumento del ejército, un mejor entrenamiento de los oficiales del Landwehr (reserva) y el entrenamiento premilitar en escuelas y organizaciones juveniles55. Pero, no de detuvo ahí, sino que también defendió una alimentación muy rica y variada para los soldados56; la creación de industrias militares nacionales para abastecer al ejército57, reformas sociales para mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos, convirtiéndolos así en auténticos patriotas58; el control estatal de la economía con objeto de tener preparado al país para cualquier conflicto que pudiera producirse59, y la necesidad de destruir física y moralmente al pueblo enemigo para poder derrotarle60. Es decir, fue el primer teórico militar capaz de defender la Movilización Total de la Nación como único camino para poder derrotar al enemigo en una Volkskrieg, es decir, en una Guerra Popular. Y esta teoría la elaboró a partir de un estudio empírico de la guerra, y no de planteamientos idealistas, como si lo hicieron Moltke y Schlieffen.

En el plano de la estrategia y la táctica militar, aunque consideraba el ataque por los flancos como el más efectivo61, también se separó de los pensadores idealistas, rechazando los cuatro conceptos sobre los que estos articulaban su pensamiento: el principio de la ofensiva a ultranza, pues también consideró las ventajas de las tácticas defensivas62; el de batalla decisiva, pues en una Volkskrieg era imposible derrotar al enemigo en un solo encuentro63; el de Auftragstaktik de Moltke, siendo un defensor del principio contrario, la Befehlstaktik o conducción de las operaciones mediante órdenes64, y el de maniobra a priori de Schlieffen -a quien estuvo a punto de suceder cuando se retiro en 1906-, ya que limitaba completamente la actuación de los mandos militares, acabando con la capacidad de iniciativa en el campo de batalla65.

54 GOLTZ, op. cit. (nota 49, 1887), p. 114.55 Ibidem, pp. 17-23.56 Ibidem, pp. 360-362.57 Ibidem, pp. 362-370.58 Ibidem, pp. 389-391.59 Ibidem, pp. 370-379.60 Ibidem, pp. 380-385.61 Ibidem, pp. 288-299.62 Ibidem, pp. 213-216.63 Ibidem, pp. 127-128 y 275-277.64 Ibidem, pp. 86-104.65 Ibidem, pp. 162-164.

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Es curioso que a pesar de sus brillantes ideas, von der Goltz, que si bien alcanzó el más alto grado de la jerarquía militar alemana el 1911 –generalfeldmarschall-, fue siempre considerado una especie de paria dentro del ejército, quedando sus teorías en un segundo plano frente a las de Moltke y Schlieffen, con quien mantenía una mala relación66. Por el contrario, en el resto de las potencias, especialmente EE.UU. su obra fue rápidamente traducida, siendo profundamente estudiada67.

Por su parte, Bernhardi, luterano, pangermanista y socialdarwinista, se convertiría a comienzos

del siglo XX en un gran escritor de best sellers militares, destacando su obra Alemania y la próxima guerra68. En la misma, defendía una concepción organicista del Estado y una visión positiva de la guerra y la violencia, así como una defensa del vitalismo, del racismo biológico, del control de la economía por el Estado y su movilización para la guerra, de la militarización de las relaciones sociales y del expansionismo territorial que lo sitúan dentro de un pensamiento prefascista 69, y lo convierten en uno de los creadores del concepto de Guerra Total.

En otros aspectos, coincidía con von der Goltz, como por ejemplo en la importancia de la enseñanza premilitar70, o en la necesidad de mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras, no sólo para que se identificasen con el Estado y “la Patria”, sino también para desvincularlos del socialismo71. Sin embargo, demostraba un conocimiento del sistema económico capitalista y de las relaciones económicas internacionales muy superior a los de su antecesor72.

66 “Al igual que el emperador, tampoco toleraba Schlieffen a hombres originales; personas rectas e independientes como Goltz y Schlichting fueron pasadas al retiro o alejadas de sus cargos importantes y reemplazadas por <<receptores de órdenes>>”. GORLITZ, op. cit., p. 123.67 Véase Journal of the United States Artillery, 6-7 (1896), pp. 28; Antiaircraft Journal, 27 (1907), p. 320; Selected articles on national defense, 2 (1917), p. XIII. 68 BERNHARDI, F.A.J. v.: Alemania y la próxima guerra, Barcelona, Gustavo Gili Editor, 1916. 69“Sin la guerra, las razas inferiores o decadentes sofocarían fácilmente en su crecimiento a los elementos sanos, dotados de gérmenes vigorosos, y la consecuencia sería una decadencia universal”. Ibidem, p. 53. “Finalmente, el derecho de conquista por medio de la guerra ha sido admitido en todos los tiempos. Puede suceder que un pueblo crezca rápidamente y no pueda conquistar colonias de raza no civilizada, y, no obstante, deba ser conservado para el Estado ese exceso de población que la madre patria no puede ya alimentar. El único recurso que entonces queda, es adquirir el terreno necesario por medio de la guerra, a la cual obliga el instinto de conservación. No está el derecho de parte del poseedor, sino del vencedor”. Ibidem, p. 56. Sobre las bases ideológicas del fascismo, véase MUÑOZ BOLAÑOS, R.: “Estudio crítico de ¿Fascismo en España” en LEDESMA RAMOS, R.: ¿Fascismo en España?, Málaga, Sepha, 2013, pp. 17-37. 70 “En Munich, algunos oficiales bávaros se dedicaron recientemente a la meritoria labor de ocupar, en ejercicios militares y saludables, durante las horas libres del trabajo, a la juventud no sujeta a los deberes escolares. También las sociedades juveniles que el mariscal von der Goltz organiza, trabajan con el mismo fin. Estas empresas deberían fomentarse con el mayor celo en todas las grandes ciudades y merecer el apoyo del Estado, tanto por consideraciones de orden físico, como de orden social”. BERNHARDI, op. cit., p. 348.71 Ibidem, pp. 114-116.72 “Con todo, no tenemos mercados como los que tiene Inglaterra en sus colonias ; nuestras colonias no pueden comprar mucho y los grandes Estados tratan de cerrar económicamente sus fronteras contra el extranjero, especialmente contra Alemania, con objeto de proteger la industria propia y para hacerse industrialmente autónomos. En tanto, la existencia de nuestros obreros depende del sostenimiento y el aumento de nuestra exportación. Mantener abiertas las vías marítimas constituye una cuestión vital para nosotros”. Ibidem, pp. 133-134.

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No obstante, el aspecto más importante de su obra está en el aspecto militar. Bernhardi, además de estudiar el aspecto de la guerra naval –cosa que no habían hecho los militares alemanes hasta este momento-73, se mostraba como un crítico del Ejército alemán del momento y del pensamiento militar dominante, considerando a Clausewitz –al que sólo cita una vez74-, a Scharnhorst –al que cita cinco75, a Gneisenau –al que no cita-, e incluso a Federico II –por el que si muestra gran admiración76-, como figuras del pasado. Para él, el Ejército alemán estaba anquilosado, según Bernhardi, y necesitaba una profunda reforma. Así, partiendo del concepto de Volkskrieg77

consideraba que ni en los sistemas de entrenamiento78, ni en la organización de la reserva79, ni en la instrucción de los oficiales, especialmente los del Gran Estado Mayor –la obra cumbre de Moltke y Schlieffen-, se estaba actuando de manera correcta, ya que no prepara a las unidades y a los oficiales para las guerras futuras80, y considera muy poco apta la organización de las grandes unidades alemanas, basadas en un sistema bipartito, defendiendo un sistema tripartito81.

73 BERNHARDI, op. cit., pp. 321-341.74 Ibidem, p. 75. 75 Ibidem, pp. 111, 112, 118, 317 y 364.76 Ibidem, pp. 356, 364, 382, 385, 386 y 391.77 Ibidem, p. 87.78 “Tampoco se da en la instrucción de las tropas la atención necesaria al servicio de desenfilada, y, finalmente, no se concede a la capacidad operativa de las tropas la gran importancia que la guerra futura impondrá”. Ibidem, p. 258.79 “Uno de estos subterfugios es la reserva formada con los excedentes de cupo, cuya adopción se ha vuelto a proponer. Pero la superficial instrucción que se quiere dar a esta reserva no es suficiente. Con ella se crea un proletariado militar inapto para formales empresas militares”. Ibidem, pp. 259.80 “La instrucción específica de nuestros oficiales de Estado Mayor era indispensable en las circunstancias presentes. Pero no quicio decir con esto que fuera necesario limitar por ello su carácter académico científico general. Sea como fuere, necesitamos hoy un instituto que haga posible el estudio libre de la ciencia de la guerra desde un punto de vista elevado y que transmita al mismo tiempo una instrucción general y compleja a sus alumnos. Yo creo que se podría transformar la Academia de Guerra en un instituto de esta clase, sin renunciar por ello a la preparación de oficiales para el servicio en el Estado Mayor. A la par del estudio de las ciencias militares, tendrían que darse conferencias científicas en general, cuya asistencia fuese facultativa. Además, en otras conferencias deberían tratarse los grandes problemas militares desde un punto de vista filosófico y explicar a los asistentes a la conferencia la idea de la legitimidad de la guerra, sus relaciones con la política, la cooperación de las fuerzas materiales e inmateriales; la importancia de la personalidad en los sucesos, los contrastes y las resistencias y las obligaciones del mando del ejército desde un punto de vista superior”. Ibidem, pp. 318.81 “La organización natural será en todo caso la tripartición de las unidades, como en los regimientos de infantería. Esta organización permite el combate en común de las diferentes unidades y también la extracción de una reserva, la formación de un destacamento o el empleo escalonado de los destacamentos, pues ni aun, el principio de la lucha de ala debe permitirse que se convierta en modelo. Finalmente, sirve mejor para la ofensiva, porque permite mover la masa principal de las tropas, colectivamente, en una dirección, para conseguir en ésta el resultado decisivo”. Ibidem, p. 280.

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Desde el punto de vista táctico, si coincidía con Schlieffen, al defender la ofensiva a ultranza, mediante operaciones militares sucesivas, con objeto de lograr la superioridad final en un punto crítico que decidiera el signo de la batalla82, así como al considerar claves en toda operación bélica la genialidad –influencia de Clausewitz- y la capacidad de iniciativa en los mandos militares83. No obstante, a pesar de esta modernidad en su pensamiento, todos los cambios que proponía procedían del estudio de campañas militares recientes europeas o donde habían participado países europeos -la guerra franco-prusiana, en la guerra de los boers (1899-1902) y en la guerra ruso-japonesa (1904-1905), a la de secesión americana84. Tampoco consideró necesario desarrollar el concepto de guerra asimétrica, estando convencido de que las fuerzas irregulares no tenían ninguna capacidad de vencer a un ejército profesional, como se había demostrado en el conflicto de Gran Bretaña con los boers85.

Por tanto, se puede decir que la obra de Bernhardi tuvo una gran influencia a nivel mundial por el concepto que desarrollaba de la guerra, haciéndose ediciones de la misma en los principales países del mundo. Sin embargo, si bien en algunos aspectos estaba más desarrollada que la de von der Goltz –guerra naval o economía mundial- carecía de la profundidad y de la objetividad de la de éste, por su componente ideológico y sobre todo por sus escasas aportaciones desde el punto de vista de la doctrina militar.

Como conclusión de la época dorada del pensamiento militar alemán, se puede decir que más allá de la brillantez de todos los estudios teóricos de Moltke, Schlieffen, von der Goltz y Bernhardi subyace en todos ellos una creencia errónea y que, a la larga, sería trágica para Alemania: la sobrestimación del potencial de esta nación. Todos ellos estaban convencidos de que Alemania podía vencer a cualquier enemigo o grupo de enemigos, y en el caso de algunos como Bernhardi, que podría llegar a dominar el mundo. Los dos conflictos mundiales demostrarían lo erróneo de esta creencia.

DEL COMIENZO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL AL INICIO DE LA OPERACIÓN BARBARROJA: CENIT Y NADIR DE LA DOCTRINA MILITAR ALEMAN

La incapacidad de la élite militar alemana en general para comprender las limitaciones de su nación, se iba a plasmar en su fracaso durante la 1ª Guerra Mundial (1914-1918). En los inicios del conflicto, el Ejército alemán –liderado por el generaloberst Helmuth von Moltke el joven (1848-1916), sobrino del gran militar- fue incapaz de conseguir la victoria mediante el Plan Schlieffen, que se vino abajo en la Primera Batalla del Marne86.

82 Ibidem, pp. 255-258.83 Ibidem, pp. 298-303.84 Ibidem, pp. 86-87 y 387.85 Ibidem, pp. 86-87.86 Sobre la aplicación del Plan Schlieffen por Moltke, y sobre el debate que surgió sobre la misma, véase ZUBER, T.: German War Planning. 1891-1919, Woodbridge, The Boydell Press, 2004, pp. 259-302.

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El sucesor Moltke, otro idealista, el generaloberst Erich von Falkenheyn (1861-1922) se encontró entonces con una guerra de posiciones con la que jamás habían contado los militares alemanes. En estas nuevas circunstancias, trató de modernizar el concepto de batalla decisiva, aplicándolo bajo la forma de combate de desgaste en la batalla de Verdún (21 de febrero-19 de diciembre de 1916), resultando un sangriento fracaso para las armas alemanas87.

En estas circunstancias, y tras el doble fracaso de la doctrina idealista, el mando del Ejército alemán paso a una diarquía formada por un veterano militar y extraordinario táctico, el generalfeldmarschall Paul von Hindenburg (1847-1934) y un militar tecnócrata y excelente organizador, “mitad genio mitad loco”, el general der Infanterie Erich Ludendorff (1865-1937). Juntos fueron capaces de transformar la fuerza armada alemana, dotándola de una flexibilidad de la que carecía anteriormente, y lo que es más importante, movilizaron todas las fuerzas económicas, políticas y sociales del Imperio alemán con un único fin: conseguir la victoria en el campo de batalla. Fueron por tanto los artífices de la movilización total de este país en favor de la guerra, estableciendo una auténtica dictadura tecnocrática en el país88.

Sin embargo, fueron incapaces de alcanzar la victoria militar: en la primavera de 1918, y tras haber alcanzado la victoria en la lucha contra Rusia, plasmada en el tratado de Brest Litovsk (3 de marzo de 1918), el Ejército alemán lanzó el 21 de marzo la llamada Kaiserschlacht u “Ofensiva de Primavera”89, cuyo objetivo era alcanzar la victoria en el Frente Occidental.

Para ello pusieron en marcha dos nuevas tácticas que habían surgido durante el conflicto: la Táctica Hutier, desarrollada por el general der Infanterie Oskar von Hutier (1857-1934), o “tactica de infiltración”, que consistía en el empleo de pequeñas unidades de infantería –Sturmtruppen o tropas de asalto- ligeramente equipadas, cuya misión era avanzar rápidamente entre las líneas enemigas, sorteando los puntos fuertes de éste, que serían tomadas por la oleada siguiente del ataque, más pesadamente armada90, y el Feuerwalze o “descarga de artillería”, que consistía en el empleo sorpresivo y rápido de este arma para apoyar el avance de la infantería91. Es cierto que, gracias al empleo de ambas tácticas, los alemanes que volvieron a emplear el envolvimiento estratégico como piedra angular en esta ofensiva, estuvieron a punto de derrotar a los aliados, pero sus limitaciones logística, unido a su carencia de carros de combate –arma que a diferencia de los aliados, no desarrollaron en masa durante este conflicto- hicieron que la ofensiva se agotara sin conseguir su objetivo el 18 de julio de 191892.

87 FOLEY, R. T.: German Strategy and the Path to Verdun: Erich Von Falkenhayn and the Development of Attrition , Cambridge, Cambridge University Press, 2005, pp. 181-258.88 PARET (coord.), op. cit., pp. 553-561.89 ZABECKI, D. T.: The German 1918 Offensives. A Case Study in the Operational Level of War, London, Routledge, 2006.90 GUDMUNDSSON, B. I.: Stormtroop Tactics. Innovation in the German Army, 1914–1918, New York, Praeger, 198991 ZABECKI, op. cit., p. 56.92 Resulta curioso que, a pesar del impacto que los carros de combate provocaron en el Ejército alemana, la industria de este país fuera incapaz de producirlos en masa, y los modelos que crearon, eran en general extremadamente grandes e inútiles en el campo de batalla. Véase LUDENDORF, E.: Mis recuerdos de guerra (1914-1918), Barcelona, Seix Barral, 1920, p. 495; HINDEMBURG, P. v. Memorias de mi vida, Madrid, Tipografía Renovación, 1920, p. 266-7; HAUPT, W.:

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El subsiguiente ataque aliado, dirigido por el mariscal de Francia (capitán general) Ferdinand Foch (1851-1929) hundió el frente alemán, provocando la retirada a la Línea Hindenburg, que fue el preludio de la derrota. El 11 de noviembre de 1918, a las 11 de la mañana, una delegación alemana, encabezada por un político civil y pacifista, el dirigente del Zentrum católico Matthias Erzberger (1875-1821) firmó el armisticio que ponía fin al conflicto.

La derrota en la Primera Guerra Mundial conllevó el fin del Ejército que había creado El Gran Elector, y que se basaba en un lazo místico entre el Rey de Prusia y Deutsche Kaiser, y la vieja élite militar surgida en el siglo XVII. El que fuera, según Liddell Hart, el mejor táctico alemán de la Segunda Guerra Mundial, el generalfeldmarschall Erich von Manstein (1887-1973), lo resumió perfectamente93:

Cuando el 9 de noviembre de 1918 el Emperador y Rey renunció a ambas coronas y se fue a Holanda, el efecto de aquello fue muy distinto en los militares que en los civiles, no pudiéndose limitar a un mero cambio de la forma de Estado. Era, o al menos lo fue para el Ejército prusiano, el derrumbamiento de todo su mundo. Aquel Ejército había sido <<monárquico>>. Esto es, estaba indisolublemente ligado con la persona del Rey. Un vínculo que, a través del juramento a la Bandera, prestado ante el Rey, tenía mucho más de ético que de político, y que quizá solamente podría ser comprendido mediante el concepto germánico del vasallaje. Sin el Rey, aquel Ejército no era concebible.

Pero, además, esa derrota provocó un reexamen de la doctrina militar pruso-alemana, con objeto de determinar las causas que habían provocado su fracaso. No obstante, las condiciones impuestas por el Tratado de Versalles (28 de junio de 1919)94, limitaron enormemente ese reexamen y también el desarrollo del Ejército alemán hasta que en 1933, Adolf Hitler (1888-1945) alcanzó el poder.

Aun así, las dos grandes escuelas militares alemanas continuaron su desarrollo en este periodo, destacando del lado de la idealista, los generaloberste Hans von Seeckt (1866-1936) y Ludwig Beck (1880-1944), y en el ámbito tecnocrático, el ya citado Erich Ludendorff.

Seeckt había destacado en la Primera Guerra Mundial como jefe del Estado Mayor del generalfeldmarschall August von Mackensen (1849-1845), hasta el extremo de que se decía “donde está Mackense está Seeckt, y donde está Seeckt está la victoria”95, y también por ser enemigo de Hindenburg y Ludendorff, se convirtió a partir de 1920 en Chef der Heeresleitung o Comandante en Jefe del Ejército, cargo que mantendría hasta 1926. Su periodo del mando presentó tres características. La primera que, como buen idealista, alejó al Ejército de cualquier influencia política, limitando su competencia a la preparación de la guerra, asunto que consideró competencia

A history of the Panzer Troops 1916-1945, West Chester, Schiffer Publishing, 1990, pp. 9-15.93 MANSTEIN, E. v.: De la vida de un soldado. 1887-1939, Barcelona, Luis de Caralt, 1961, pp. 43-4.94 Las cláusulas militares más importantes eran: Reducción del ejército a 100.000 hombres y 4.000 oficiales, sin artillería pesada, submarinos ni aviación; la disolución del Estado Mayor y la supresión del servicio militar obligatorio en Alemania.95 LIDELL HART, B.: El otro lado de la colina. Ascenso y caída de los generales alemanes, Madrid, Ministerio de defensa, 1993, p. 37.

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exclusiva de los militares96. La segunda que, a pesar de la prohibición del tratado de Versalles, mantuvo la organización del Estado Mayor, aunque bajo el nombre de Truppenamt u “Oficina de Tropas”97. Y, la tercera, que desarrolló una nueva doctrina militar denominada de “las armas combinadas”, donde incluyó la aviación y los carros de combate, junto a las armas tradicionales –infantería, caballería, artillería e ingenieros-98.

No obstante, a pesar de su carácter novedoso dentro del Ejército alemán y de que fue considerada por autores como Lidell Hart un antecedente de lo que luego será la Blitzkrieg99, era indudable que su planteamiento no llegaba al carácter novedoso y revolucionario de las teorías que en ese momento desarrollaban el propio Lidell Hart, su amigo el general John Charles Frederick Fuller (1878-1966)100 y sobre todo los brillantes militares soviéticos Mihail N. Tujachevski (1893-1937) y Vladimir K. Triandifilov (1894-1931), que se conocería como Glubokaia Operatsiia u “Operaciones Profundas”101. De hecho, Seeckt seguía considerando la Táctica Hutier como clave para lograr la ruptura de la línea enemiga, y permanecía anclado en la idea de la Batalla Decisiva102.

Por su parte, Ludwig Beck, jefe del Estado Mayor del Ejército entre 1933 y 1938, desarrolló con sus colaboradores un manual llamado Truppenführung donde volvía a la doctrina clásica de una guerra de movimiento sin desatender los cambios tecnológicos. Ensalzaba a la artillería y a la infantería, pero sin olvidarse de las fuerzas acorazadas. Es más, se refería a los carros de combate como el arma reina (tonangebend) del campo de batalla. Cuando estudiaba la situación estratégica alemana y las guerras en las que más le convendría involucrarse, proporcionaba una visión inusual y equilibrada de las ventajas de la ofensiva y la defensiva. Sin embargo, lo más importante era el enfoque sistemático sobre las operaciones, abarcando todos los niveles de planeamiento y ejecución, desde una visión profesionalizada de la guerra. La guerra en Europa siempre sería una guerra de toda Europa y gracias a la capacidad de movilización de las naciones europeas, sería una guerra multifrente con tendencia a prolongarse mucho en el tiempo. En esta nueva situación, no se daban las condiciones para repetir los planteamientos de Moltke y Schlieffen. Por el contrario, se hacía necesaria una combinación de operaciones ofensivas y defensivas, dentro de un planteamiento estratégico global que tuviera en cuenta las nuevas condiciones de Europa. Esta profundidad de

96 SEECKT, H. v.: “The Political Conditions in the German Army: November 6, 1923”, in United States Military Intelligence Reports: Germany, 1919-1941, Frederick: University Publications of America, 1983, pp 2-3. 97 GORLITZ, op. cit., pp. 203-210.98 SEECKT, H. v.: “Comments of the Commanding General of the German Army in Regard to His Inspections in 1922”, in United States Military Intelligence Reports: Germany, 1919-1941, Frederick, University Publications of America, 1983; “Comments of the Commanding General of the German Army regarding His Inspections in 1923” , in United States Military Intelligence Reports: Germany, 1919-1941, Frederick: University Publications of America, 1983.99 LIDELL HART, op. cit. (nota 95, 1993), p. 37-40.100 PARET (coord.), op. cit., pp. 615-624.101 Sobre las tácticas militares soviéticas, véase MUÑOZ BOLAÑOS, R.: Bagration y las ofensivas soviéticas de 1944. La desintegración del Cuerpo de Ejércitos Centro alemán, Madrid, Almena, 2011, pp. 48-55. 102 CITINO, R.: The Path to Blitzkrieg: Doctrine and Training in the German Army, 1920-1939 , Boulder, Lynne Rienner Publishers, Inc., 1999, p. 12.

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pensamiento, demostró que los autores de este manual habían resucitado lo mejor de la tradición militar idealista alemana, pero sin haber desarrollado ideas emprendedoras103.

Si en el campo del idealismo, las aportaciones no fueron novedosas, en el del pensamiento tecnocrático no ocurrió algo similar. La obra de Ludendorff, La Guerra Total constituyó una adaptación a las condiciones surgidas tras la Primera Guerra Mundial, de las de von der Goltz y sobre todo Bernhardi, y el único aspecto novedoso fue la consideración de la guerra como un fin en si mismo, al que debería subordinarse la política, rompiendo así con el pensamiento de Clausewitz, cuyas ideas, según Ludendorff, estaban desfasadas104.

En todo caso, estos tres teóricos militares escribieron bajo la idea de que las operaciones militares, la guerra en si, se enmarcada dentro de un planteamiento estratégico general de acuerdo con los intereses del Estado. Sin embargo, esta posibilidad se vino abajo con el triunfo de Hitler en 1933. A partir de ese momento, la improvisación y el oportunismo presidieron la política exterior alemana, haciendo imposible cualquier planificación estratégica a medio plazo, y convirtiendo los planes generales del tipo Schlieffen en una quimera, ya que los militares no sabían realmente cual sería realmente el enemigo a atacar. En esta situación de destrucción total de la estrategia como concepto, que acabo tanto con los planteamientos idealistas como con los tecnocráticos, era necesaria una doctrina táctica que se caracterizara precisamente por su oportunismo y por su inmediatez. Esa doctrina sería la Blitzkrieg desarrollada fundamentalmente por generaloberst Heinz Guderian (1888-1954)105.

La Blitzkrieg se basaba en el movimiento permanente hacia adelante; mientras la infantería copaba la línea de defensa enemiga y la fijaba al terreno, los vehículos acorazados sirviendo de punta de lanza penetrarían en el sistema de defensa, seguidos de la artillería autopropulsada y la infantería motorizada. Esta penetración se hacía a gran velocidad, no permitiendo que el enemigo reaccionase, creando grandes embolsamientos de tropas y destruyendo las líneas de comunicaciones, puestos de mando y líneas de suministro. Mientras tanto mas atrás la infantería de a pie empezaba a penetrar en territorio enemigo. Este esquema se repetía una y otra vez, llevando a la desarticulación total del ejército contrario. La aviación sirviendo de artillería de largo alcance, tenía por misión impedir la llegada de refuerzos al frente principal. Sobre esta teoría, los alemanes desarrollaron un nuevo concepto de la guerra de movimientos que permitió convertir en una realidad la vieja doctrina alemana de la ofensiva a ultranza y de la batalla decisiva106.

Otros autores tienen una opinión más crítica de la Blitzkrieg, afirmando107:

103 PARET (coord.), op. cit., pp. 578-579.104 “Habiendo cambiado el carácter de la guerra y el de la política, las relaciones entre la política y la estrategia militar deben modificarse. Todas las teorías de von Clausewitz deben ser reemplazadas. La guerra y la política sirven a la conservación del pueblo, pero la guerra queda como la suprema expresión de voluntad racial. Por ello es que la política debe servir a la guerra”. LUDENDORFF, E.: La Guerra Total, Buenos aires, Pleamar, 1964, pp. 21-22. 105 PARET (coord.), op. cit., p. 591.106 MUÑOZ BOLAÑOS, op. cit. (nota 101, 2013), p. 32.107 PARET (coord.), op. cit., p. 592.

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El alma de estas operaciones no consistía en un empleo particular de los nuevos medios de guerra, sino en una clase de oportunismo a nivel operativo que no conocía métodos preconcebidos ni estandarizados, únicamente la explotación del éxito debía ser lo más completa posible con todos los medios disponibles en la búsqueda del objetivo final: la derrota del enemigo mediante la ruptura de la voluntad de sus líderes. Era el polo opuesto a una doctrina. Las operaciones consistían en una avalancha de acciones marcadas más por el triunfo que por el estudio. Este tipo de operaciones se correspondía con una generación de mandos alemanes extremadamente ambiciosa que se vio incentivada por el Tercer Reich y que emulaba, en el campo militar, la estrategia de Hitler. Ninguno de ellos era un nacionalsocialista convencido, pero se sentían cómodos dentro de un sistema que rendía homenaje al triunfo en la búsqueda de la conquista. Finalmente, y con algo de ayuda de Liddell Hart, este torrente de acción destilaba algo que nunca fue: un diseño operativo. Tanto era así, que se basaba en el convencimiento de que la tecnología (Guderian) o el Alto Mando (von Manstein) marcarían la diferencia en la guerra. Esto ha atraído a una multitud de estrategas de bolsillo que han dejado de pensar en la guerra y se han dedicado a demostrar sus conocimientos sobre las armas.

Con independencia de la opinión que diferentes historiadores tienen sobre la Blitzkrieg, lo cierto es que sobre la base de esta doctrina, los Ejércitos alemanes comenzaron la Segunda Guerra Mundial, y gracias a ella, consiguieron los brillantes triunfos de Polonia (1939), Francia (1940) y los Balcanes (1941). Esos éxitos convencieron a la élite militar alemana de la invencibilidad de su doctrina militar y de la posibilidad de establecer un nuevo orden en Europa y en el mundo, y sobre la base de ese optimismo, iniciaron la invasión de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. Sin embargo, enfrente no iban a encontrarse a un Ejército anticuado como el polaco, el yugoeslavo o el griego, o anquilosado como el francés; sino a una fuerza militar que, a pesar de las purgas de Iósif Vissariónovich Stalin (1878-1953) que acabaron con la mayoría de los mejores generales soviéticos como Tujachevski, fue capaz de parar las formidables ofensivas alemanas de 1941, 1942 y 1943, y, a partir de entonces, encabezada por una élite militar de enorme capacidad, donde destacaban los mariscales de la URSS Konstantin Rokossovsky (1897-1968), Giorgi Zhukov (1900-1975) y Boris Shaposhnikov (1882-1945), fue capaz de invertir el desarrollo del conflicto, y utilizando la táctica de las operaciones profundas, combinada con el envolvimiento estratégico, asentar una derrota definitiva a los Ejércitos alemanes, demostrando no sólo la superioridad de la doctrina militar soviética, sino el carácter limitado de la Blitzkrieg y del concepto de Batalla Decisiva, cuyo tiempo había pasado ya, y sobre todo las propias limitaciones de Alemania como nación frente a los grandes poderes mundiales.

CONCLUSIÓN

A pesar de su derrota en las dos guerras mundiales, es indudable que la doctrina militar alemana fue la más rica y polifacética de todo el periodo contemporáneo. De la mano de ilustres teóricos como Clausewitz, Moltke, Schlieffen, von der Goltz, Seeckt o Guderian, el pensamiento militar alemán alcanzó un nivel incomparable con el del resto de las grandes potencias. Todos ellos fueron capaces de desarrollas ideas osadas y novedosas que marcaron un antes y un después en la historia de la estrategia y la doctrina militar.

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Sin embargo, en su desarrollo a partir de 1870, hubo una gran falla: no comprendieron el mundo en el que vivían ni supieron percibir que el poder del Imperio alemán primero, y de Alemania después, aunque enorme, era limitado. De hecho, como muy bien escribió Kissinger, el gran dilema de este país a partir de 1870, fue que era demasiado grande para Europa, y demasiado pequeño para el mundo. El resultado fue que creyeron que la brillantez de sus doctrinas, y la disciplina, grandeza y potencia de Alemania y su pueblo podían permitirles dominar el mundo. Y fracasaron. Como muy bien escribió Michael Geyer: “La fuente de la estrategia y la raíz del oportunismo operativo de Ludendorff, Halder, Guderian, Rommel, Manstein y sus colegas, fue la convicción de que los alemanes podían gobernar a otros en lugar de a sí mismos y que Alemania debía gobernar o perecer como nación”108.

108 PARET, Peter (coord.). op. cit., p. 603

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