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SUPLEMENTO SEMANAL DE LA HORA, IDEA ORIGINAL DE ROSAURO CARMÍN Q. GUATEMALA, 13 DE ABRIL DE 2018 BELICE

Guatemala, 13 de abril de 2018 - …pepesueco.blog.lemonde.fr/files/2018/04/Suplemento-Cultural.pdf · con la guerra sucia guatemalteca de los treinta años en pleno siglo XX. Pero

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suplemento semanal de la hora, idea original de rosauro Carmín Q.

Guatemala, 13 de abril de 2018

BeliCe

Página 2 / guatemala, 13 De abril De 2018

es una publicación de:

presentación n la víspera de la Consulta Popular sobre el tema Belice, presentamos a usted una crónica de viaje en esa nación relatada por el escritor

David Pinto. El texto expresa las impresiones del turista, sin ahorrarse las observaciones sobre los contrastes y similitudes entre ese espacio geográfico y nuestro país. No solo aprecia las bondades que la naturaleza ofrece junto a las cualidades de su población, sino las carencias e injusticas que aparecen sin que parezcan sutiles o disimuladas.Por su parte, Jorge Carro, rescata la memoria histórica del escritor guatemalteco, Melvin René Barahona, mostrando la complejidad de carácter del poeta y sus cualidades expresadas en una poesía no siempre suficientemente reconocida por el canon literario. El escritor, nacido en Izabal en 1932, falleció en Argentina en noviembre de 1965. Formó parte del grupo Sakerti y tuvo una producción poética de alta calidad que sobresale entre algunas de su grupo.Adicionalmente, el Suplemento Cultural, presenta la obra de los artistas, Eny Roland Hernández, cuyo trabajo se encuentra en Galería El Attico; y Julio Zadik, con una muestra en Galería Sol del Río. La Hora, al tiempo que reconoce el valor de sus creaciones, invita a sus lectores a las exposiciones para la formación personal en el desarrollo del paladar artístico. Sugerimos a nuestros seguidores, como siempre, la lectura de los textos de Miguel Flores y el más reciente relato de Juan Antonio Canel. Si son de su agrado los trabajos, no se olvide comentarlos en la red y darnos sus impresiones, valoramos altamente su opinión. Hasta la próxima edición. Feliz fin de semana.

- Do you speak English?- No- ¿Para qué viene a Belize?- Turista- ¿Cuánto tiempo?- Cinco días- ¿Dónde se hospedará? - No sé, al llegar a la ciudad

buscaremos un hotel.- Pasaporte sellado. Pase.

El policía de migración que selló la libreta tenía pinta de chino, quizá hijo o nieto de chinos. A la par de nosotros camina

otra fila de guatemaltecos esperando su permiso temporal. Uno de ellos dijo: “Voy siempre una semana, porque gano cuatro veces más que acá”.

Llegamos salteando una carretera maltrecha desde Flores Petén hasta la frontera; imaginaria, disputada e inconclusa ruta acordada sólo para carretas a mediados del siglo XIX. En la frontera migratoria no hay zona de adyacencia, sino línea de separación entre dos Estados en esta era de globalización liberal proclamadamente sin fronteras en la cual nació Facebook, nación con millones de habitantes.

Nada más traspasando veo y bebo la primera Guinness. Con ella aparecerán después más bellas la jamaiquina, la brunette y la mestiza en el Restaurant de Caulker. Asfaltada completamente está la carretera correspondiente a Belize. Pocos vehículos, poca contaminación, grandes extensiones rurales deforestadas, sin cultivos visibles. Un territorio con mínima presión demográfica.

Pude ver el bus Saint James en ruta a Punta Gorda y recordé el viaje anterior hasta la frontera con México: Dangriga hace veinte años era una aldea dedicada al mar y la pesca. Atravesamos Independence, Ladyville, Orange Walk Town, Corozal Town. Fue todo el país de sur a norte en bus, mirando ríos,

Belize vale unas Buenas

Guinness para Borrar otras

fronterasDaviD Pinto

Académico y ensayista

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montañas, gente de tierra y mar.Hoy, entrando por Melchor de Mencos, tantos

túmulos indican prudencia hacia comunidades rurales (peasants) alejadas del asfalto. En el cruce a Belmopan, un negro grandulón pide favor y se va en la palangana; bajando en un pueblecito ya cerca de la ciudad. Cuatro horas de carretera y hemos llegado al puerto Belize City. El picop llega con un desperfecto eléctrico y son casi las cinco de la tarde.

Estamos a pocos metros de una excelente empresa mecánica a punto de cerrar su jornada laboral, pero hacen el favor de arreglarlo. Saben su oficio y cobran poco. Empresa grande, con sala de ventas, talleres bien equipados y un grupo humano curiosamente multirracial. Un blanco nos ofreció llantas en oferta, dos jóvenes negros hicieron la reparación eléctrica y un mestizo cobró los dólares. Fue la única experiencia en poder observar la interacción racial funcionando. Y fue única porque el carro no volvió a fallar.

Estábamos, sin saberlo, en la explanada periférica y moderna de los tres planos urbanos que forman la superficie plana que es Belize City. Nos hospedamos en el hotel de una china, quien sólo hablaba chino. Habitaciones amplias, con sus cosas en buen funcionamiento, incluido aire acondicionado, infaltable televisor y el warning no smoking.

Para descansar tomamos cuatro Guinness en el Supermarket de enfrente. Estuve platicando sobre la situación de Belize con el administrador, hijo de una salvadoreña. Me contó que los asuntos andaban bien, menos el gobierno (esto último me sonó a viejo conocido). Luego tomamos un taxi con destino al centro histórico. Los taxis tienen permiso, pero no portan placa de servicio ni letrero luminoso. Son simples carros particulares.

Cobró sesenta quetzales por una distancia que acá costaría veinte (no aceptan quetzales en ningún negocio). Había anochecido y era la famosa hora congestionada, pero maravillosamente casi no circulaban vehículos. El chofer, negro como la noche, sólo respondió lo indispensable en inglés creole.

Negras y negros actúan parcos, distanciados, medio amables, aunque serviciales cuando sea necesario. Entre ellos sí son parlanchines, lo cual pude observar en una pequeña plazoleta llena de gente, música y bailes: reggae, rocksteady, dancehall, skank, soca. Frenéticos e hipnotizantes ritmos cuya letra no podía entender, solamente gozar los ricos movimientos, como olas de mar, de las muchachas.

En Belize no hay marimba ni sones mayas. En Belize no hay monumentos de presencia colonial española. No hay restos arquitectónicos, ni trazado de ciudad hispánica. Ni el vestido, ni la comida ni el idioma. Parece que los españoles nunca vivieron allí. Sí hay sitios mayas, pero eso es de época prehispánica que se extendió por la región Mesoamericana. Después Guatemala y Belize fueron colonias a la fuerza y cada una buscó independizarse a su manera.

También hay mayas yucatecos y queqchíes, unos se remontan a la guerra de castas mexicanas del siglo XIX y los segundos incrementaron con la guerra sucia guatemalteca de los treinta años en pleno siglo XX. Pero los queqchíes no visten traje típico, idioma oficial el inglés y su nacionalidad belizean, aunque sean menonitas, garífunas, mestizos, chinos, etcétera.

Belize mira y oye a Jamaica y está de espaldas, muro imaginario, con Guatemala.

Transpira agua caribeña y parece querer juntarse con sus más de 20 hermanas de la commonwealth. Preguntamos si podíamos caminar hasta la playa y la respuesta fue que no. Era peligroso por los asaltantes ligeros como el viento. Bastaba mirar las calles oscuras y desoladas que parecían Guatepior.

Mejor fuimos a cenar en un comedor popular. Comida de mar y seguía la música. Bullicio con aire familiar y confianzudo. Gente negra. Puro pueblo. Abuelas, papás, juventud y niñez. Contentamiento contagioso. Cervezas Guinness. Había quienes danzaban, pero paraban cuando alguien (un extranjero) los miraba.

El taxista negro ya no volvió y tomamos el de otro salvadoreño que resultó ser periodista, disc-jockey, radiolocutor, comerciante y analista político (otro aire de vecindario). De regreso al hotel nos puso al día sobre noticias: En Belize manda más el gobernador inglés que el gobernante nacional. Hay mucha corrupción entre funcionarios y empresarios (puso como ejemplo las telecomunicaciones y eso también nos sonaba muy propio), hay empleo, pero los morenos sólo quieren música y mariguana y miran el litigio con Guatemala como cosa ya concluida, sin necesidad de nuevos tribunales ni consultas.

Llegamos al hotel de la china. Para dormir pagamos el equivalente a cuatrocientos quetzales por persona. Belize es tres veces más caro. Su dólar vale la mitad del gringo y ambos circulan libremente, aunque tal vez también la Libra esterlina. El salvadoreño sí cumplió el trato. Llegó en punto a las siete de la mañana y nos dio una vuelta por el centro histórico, cercano al mar: son pequeñas casas antiguas de madera, bien conservadas y pintadas.

Desayunamos en el mercado, donde una hondureña. Después fuimos al museo para contemplar una exposición sobre la esclavitud negrera. Ese museo fue una cárcel con paredes de piedra y ladrillo tamaño trinchera. Caminamos por pasadizos estrechos. Vimos mapas de la ruta africana, fotos de famélicos encadenados, grilletes, bozales y látigos de cuero crudo, tobilleras de hierro atornillando los dos pies.

Una escultura negra a escala natural representaba al esclavo con todo ese arsenal punitivo de la esclavitud. Igual para hombres y mujeres, Bisabuelos de los que vimos bailando en la plaza y el comedor. Miramos un poco las piezas mayas y nos encaminamos hacia la biblioteca nacional, pero no fuimos bien recibidos por la encargada que parecía británica, como la comisaria del museo.

La vez anterior (he ido dos veces a Belize) me fue mejor en todo, pero como no había Guinness tampoco bebimos. Esa vez consulté el catálogo manual de la biblioteca y había un libro sobre nuestro país: Guatemala nuevo Viet Nam. De nuevo arranca el taxi y sorpresivamente la avenida costanera corta en dos el enorme cementerio. Lugar de los ancestros y de los muertos recientes. Allí yace, nos dijo el salvadoreño, George Price (también la carretera asfaltada de Belize City al fronterizo Benque Viejo se llama George Price).

En una tumba sencilla estaba el héroe nacional de la lucha por descolonizar y por la independencia de Belize en 1981, hoy un Estado independiente en el continente americano, con sus islitas, cayos, islotes, islas, algunas ya propiedad privada de celebridades globales. Hasta unos Panza en esta patria de Sanchos criollos pretenden ahora su tajada de ínsula caribeña, como si fuese la colonia del repartimiento.

Patrimonio innegociable resulta su fabuloso arrecife de corales y su pintoresca bandera nacional. Los derechos marítimos y territoriales de Guatemala, por sabido se callan, están en la incertidumbre. Dijo un coronel desatinado luego de la independencia: “Vamos a retomar ese territorio usurpado y echaremos al mar a toda la raza negra”. Eso nunca ocurrió y lo que nos queda es el recortado nuevo mapa escolar y un montón de papeles diplomáticos.

Finalmente embarcamos rumbo a la pequeña isla Caulker, nuestro destino turístico. Gozar la gran laguna natural que llega mansamente a la cintura, sin hondonadas peligrosas, anchas playas de arena blanca, frutos del mar como la delicada langosta y las Guinness de rigor. Caulker era natural con sus chozas, el viejo barbudo que

apagaba y prendía la luz del cayo, sin plasmas, ni miles de cámaras digitales, sin el turismo rubio que hoy no goza la playa ni las palmeras sino la Palm y la Tablet. Pero con ese turismo masivo ingresan millones de dólares al subdesarrollo. Vimos dos guatemaltecos vendiendo souvenires mayas y hamacas de México.

No me cansaré en repetirlo: “La primera vez fue mejor: pude orientarme a pie por la segunda parte de esa ciudad plana (sin una sola colina), sin ningún punto alto para ver el conjunto urbano”. Me gustó más aquel mercado al aire libre que el de ahora hecho de locales cerrados. Entrar sin problema dentro la casona del gobernador, salir a la calle y caminar entre tantas vendedoras salvadoreñas.

Esta vez medio vi un puerto de Belize con tres secciones: el modernizado que está en la periferia (justo hacia Guatemala), el amontonamiento de en medio encerrado entre edificios de cinco pisos y el antiguo centro histórico a orillas del mar. No vi tugurios, asentamientos precarios, ni casas de cartón. He vuelto contento porque ya boté un papelito dentro una Guinness marinera que naufragará en las espumas irlandesas, su patria de origen.

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Juan antonio Canel CabreraEscritor

En aquel entonces, los aviones aún eran algo exóticos y no volaban sobre la ciudad a las dos o tres de la mañana, como ahora. La

vida era más sosegada y no nos habían inyectado la prisa en la sangre; hasta cantinear llevaba su tiempo. En fin, las relaciones entre las personas eran más cordiales y el sentido de comunidad era muy fuerte.

De lo que más extraño con nostalgia, de ese entonces, son las tiendas. De ellas me queda una impresión como de templos de la delicia por su peculiar aroma a confituras; a golosinas que eran como el incienso que las hacía tan atractivas y

Cuando fui patojo, pocos podían formarse una idea de lo que en la actualidad es una autopista; por ejemplo ir de El Trébol a la Colonia Bethania se hacía a pie o en una camioneta de la ruta BC que, desde la Quinta Samayoa, transitaba tragando polvazones porque aún no estaba asfaltada esa ruta. No existía el Puente Ingeniero Martín Prado Vélez, mejor conocido como Puente El Incienso; la palabra supermercado sólo cabía en los privilegiados que compraban en “La Puerta del Sol”, de la 7a. avenida de la zona 9 o de quienes viajaban a Miami y venían hablando sobre esa modalidad gringa y genial de los supermarkets.

venerables. Abejas y chumelos, que volaban al acecho de tales dulzuras, le daban a la tienda un aspecto de jardín en la penumbra.

La disposición de sus estanterías, que semejaban retablos para las bolsas de los muchos productos que allí mismo se empacaban, cómo me vienen a la memoria, por contraste, ahora que veo las modernas: ordenadas y firmes, reflejando el espíritu militarizado que nos impusieron los años infames de la feroz represión.

Este recuerdo de la tienda de doña Estelita, se hace intenso cuando regreso al barrio de mi infancia. He pasado con alguna frecuencia frente a donde estuvo su Tienda San Martín. Creo que desde que ella vino al mundo lo hizo para cumplir con su papel de anciana quizá porque no pudo tener hijos. Fue una mujer muy generosa cuya alegría más grande era darle fiado a casi todo el barrio.

Evoco con nostalgia a las polillas que habitaban esa tienda; desde que fui niño comenzaron a carcomer los estantes y el mostrador; esa madera de la que estaban hechos parecía que tenía podres de restauración porque nunca permitieron que los aparadores y demás mobiliario sucumbieran al destrozo. A lo más que llegó doña Estelita fue a pedirle a algún vecino que martillara alguna cuña para que se mantuvieran en pie.

De adulto, repito, llegar a la tienda de doña Estelita me hacía refrescar los años maravillosos de mi infancia. El gato, echado en el mostrador y una penumbra fresca aislaban a la Tienda San Martín de la ciudad que comenzaba a complejizarse. Al entrar, y luego de hacer el pedido, seguía un silencio que simulaba la “toma de réferi”, como se practica en la lucha libre. A continuación, comenzaba la conversación pausada y llena de anécdotas que fluía

de la boca de ella: recomendaciones para evitar la picadura de los dientes, alivios para el dolor de estómago, consejos para el buen comportamiento. Siempre estaba sonriente, pero nunca la oí carcajearse. Tenía un piadoso sentido del humor. Mientras ella hablaba con los adultos, por mi paladar procesionaban quiebradientes, frutas en conserva, espumillas, canillitas de leche, colochos de guayaba, melcochas, bolitas de tamarindo, manzanillas en tusa, manías garrapiñadas o sus exquisitos helados de coco que tanta delicia le dieron a mi infancia.

Las tiendas de antes, como la de doña Estelita, eran también una especie de confesionarios y centros de consulta y ayuda. Tenderos y tenderas, como ella, eran bálsamo para las penurias de la gente. En su caso, como mencioné, fue una verdadera institución del sacrosanto fiado. A veces ni se le tenía que pedir porque ella adivinaba en el semblante las necesidades del cliente. “Lléveselo y me lo paga otro día”. Don Justo, su marido, cuando llegaba, la regañaba por esa práctica, pero ella nunca le hizo caso en tal sentido. Por eso en el barrio ¿quién no le guarda un cariño y recuerdo especial? Su calidad humana, su sentido de la comprensión y, sobre todo, su espíritu de servicio, me hacen ver en su evocación el retrato del tendero ideal.

Al morir ella, hace algunos años, su tienda al estilo de antes, quedó clausurada para siempre. Nadie se hizo cargo de ella. Nadie lo habría podido hacer. Las mismas polillas, en los últimos días de la vida de doña Estelita presintieron su muerte y, entonces sí, devoraron toda la madera del mostrador y los estantes. Sólo la cáscara maderífera quedó. Las polillas siguieron hasta la tumba a doña Estelita; sin ella ya no quisieron nada.

Doña estelita

guatemala, 13 De abril De 2018 / Página 5

Melvin rené Barahona, poeta chapín asesinaDo en el exilio

Jorge Carro l.Director de la Red de Bibliotecas Landivarianas

Presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo

-Mirá vos, tenés un chingo de amigos.

- ¿Un qué?... ¿chingo? ¿Qué es para vos un

chingo?- Muchos. Muchos amigos.- Fijáte Melvin que no. Conocidos tengo un

montón, pero lo que se dice amigos, amigos, me sobran los dedos de las manos para contarlos.

A Melvin lo conocía desde poco tiempo atrás. Era guatemalteco y había llegado en el ‘54 a Buenos Aires, como exiliado. Tuve la suerte de tratarlo apenas arribado a La Reina del Plata y más tarde como compañero de redacción de “La Hora”, junto a compañeros inolvidables como Juan Gelman, Juan Carlos Portantiero, Andrés Rivera, Osvaldo Dragún, Juanita Bignozzi, Roberto Hosne, Marcelo Ravoni, Héctor Agosti, entre otros.

Melvin no salía de su asombro.-¿Cómo es posible vos?. Si la casa de tu

hermana y el aguantadero en que vivís con Sonya, Ravoni, Porta y Coletta, está siempre lleno de amigos tuyos.

- Amigos no che. Conocidos. Compañeros. Camaradas. Pero para mí la amistad es otra cosa.

Posiblemente, seguí en lo mío, comiendo –como todas las tardes cuando despuntaba la noche– una picada de chorizos cantimpalos acompañados de un pan que aún hoy, me sabe sabroso y un par de vasos de semillón.

Melvin comía a veces, un pan con mantequilla y dulce de leche, acompañando a un café con leche. Esperaba comer –de hecho comía poco y nada– como todos los que cerrábamos la edición de “La Hora”, pasada la medianoche. Después nos acompañábamos

mutuamente por la Avenida de Mayo hacia la Plaza del Congreso, él en busca de su humilde pensión y yo del ómnibus 129 que me llevaba hasta el bulín de la Avenida Francisco Bilbao. Hablábamos de poesía y no pocas veces él recordaba con esa nostalgia que sólo da el exilio, a su Izabal natal, y me hablaba de Zacapa y Chiquimula, de “La tierra caliente”, del calor intenso y de los chicharrones con yuca.

Recuerdo una madrugada que con los amigos de la redacción le celebramos su cumpleaños. En la ocasión le regalé unos libros de los que editábamos en “Poesía Buenos Aires” y un ejemplar de “Ciudadano del Olvido”, de Vicente Huidobro. Libros que recibió emocionado y agradecido.

Melvin caminaba por Buenos Aires como un espantapájaros, preocupado por la falta de noticias de Guatemala y sus amigos. Sus amigos cuyos nombres no significaban nada para mí entonces; especialmente los del Grupo Saker-Ti, de los que Melvin guardaba como un tesoro invalorable, algunos poemas en un cuaderno que en algunas ocasiones me permitió hojear.

Melvin no fue mi amigo

y no se por qué o mejor dicho, sé por qué, porque para mí la amistad es mucho más que darse la mano o un abrazo y compartir una comida, algunos tragos o una amena conversación. La amistad es un vínculo casi sagrado, en ocasiones por ser una decisión personal, sagrada como relación entre hermanos, a los que lamentablemente uno no elige como escoge a sus amigos.

Melvin me enseñó a mirar América; hasta entonces como el insoportable porteño que era –aunque cueste creer en algún momento fui mucho peor e insufrible que lo soy hoy– tenía los ojos puestos en Europa. Gracias a Melvin descubrí el Popol Vuj y los Libros del Chilan Balam, la poesía de Ernesto Cardenal y la de Chuchú Martínez. Gracias a Melvin abrí mi corazón a Guatebella y esta es una deuda difícil de cancelar. Pero ni aún así fuí su amigo y es que la amistad no es como un len que pasa de mano en mano.

A veces pienso que el abuso que algunos hacen del concepto amistad es por complejo de inferioridad. ¡Qué necesidad de cariño debe tener un tipo de dice constantemente que es amigo de todo el mundo!...

Hoy a 33 años de la trágica muerte a manos de la Dictadura Militar Argentina, en Buenos Aires, del poeta y periodista Melvin René Barahona, autor de “Sonetos al amor suicida” y “Guitarras del exilio”, no se por qué –y lo confieso– deseaba hablar de él y de la no-amistad, esa suerte de compañerismo que en algunas ocasiones une a dos hombres y que en nuestro caso se dio a fines de los años 50 y al filo de la madrugada, caminando por esas calles porteñas que nos crecían por los pies, hablándome él de Asturias, hablándole yo de Arlt.

“Apagad vuestras lámparas... que viene la aviación.

Apagad vuestros cigarrillos... que viene la aviación.

Apagad la sonrisa de ese niño... que viene la aviación.”

Melvin tenía en los ojos todo el dolor del exilio.

Grupo Saker-Ti.

Página 6 / guatemala, 13 De abril De 2018

Los más leídos

un sÁtiro lloranDo soBre una ninfa(la MueRTe de pROcRis)

pieRO de cósiMO 1462 – 1521

En primer plano, una mujer medio desnuda está tumbada en el suelo con una herida en el cuello. Está agonizando o ya ha muerto;

el sátiro que se encuentra junto a su cabeza y el perro que permanece a sus pies lloran el trágico desenlace. El formato horizontal del cuadro (h. 1495) sugiere que se diseñó para un lugar específico o para un mueble y ofrece una visión panorámica de un estuario con varios animales deambulando por la orilla. El tema de la pieza se desconoce, aunque se ha vinculado al relato clásico en que Céfalo mata por accidente a su amada esposa Procris con una jabalina. Otros lo han interpretado como una ilustración de una pieza teatral del renacimiento de Niccolo Correggio, quien exageró la historia original añadiéndole un fauno que desataba los celos de Procris. No obstante, ninguna de las dos interpretaciones explica la ausencia de Céfalo. El tema sigue sin identificarse y posiblemente ilustre un poema, una pieza teatral, que no ha sobrevivido hasta nuestros días.

Julio zaDiK (1916-2002)

Muestra De enY rolanD hernÁnDez

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1 La calle donde tú vives. Héctor Gaitán. Artemis Libros.

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2 Cisma sangriento. Francisco Pérez de Antón. Taurus.

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3 Arzú y el tiempo se me fue. Méndez Vides. Debate.

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4 Diario de un escribiente. José Manuel Arce. Piedrasanta.

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5 Guatemala: Linaje y racismo. Marta Elena Casaús Arzú. F&G Editores.Mes

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6 En el nombre del padre: la vida del Capitán Byron Lima. Luis Alberto Lima Oliva. Oscar de León Castillo.

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7 No es fácil… pero tampoco difícil. Luis Orlando García.

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8 La rapsodia del crimen. Tony Raful. Grijalbo.

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1 Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Elena Favilli / Francesca Cavallo. Destino.

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2 Uno siempre cambia al amor de su vida por otro amor y por otra vida. Amalia Andrade. Planeta.

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3 La llamada de la tribu. Mario Vargas Llosa. Alfaguara.

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4 Fuego y furia. Michael Wolff . Editorial Planeta.

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5 Extraordinario. R.J. Palacio. Nube de tinta.

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6 El hombre en busca de sentido. Viktor Frankl. COLOFON.La Campana.Mes

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7 Mientras te olvido. Nacarid Portal. Ediciones Deja Vu.

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8 El soborno. John Grisham. Plaza & Janes.

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9 Las 4 disciplinas de la ejecución. Sean Covey. Conecta.

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10 Los cinco lenguajes del amor. Gary Chapman. Unilit.

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guatemala, 13 De abril De 2018 / Página 7

Del 12 al 30 de abril de 2018Galería El Attico, 4ª. avenida 15-45, zona 14

exposiciónGaleRÍa sOl del RÍO

“lOs sueÑOs de san baRTOlOMÉ”

un sÁtiro lloranDo soBre una ninfa

Julio zaDiK (1916-2002)

Muestra De enY rolanD hernÁnDez

Estudió fotografía en Nueva York (1935). Exhibió su obra de manera personal en Guatemala y Argentina. En 1949 fue invitado por el prestigioso

curador José Gómez Sicre para exhibir su trabajo en la First International Exhibition of Latin American Photography en la Panamerican Union y el Museum of Northern Arizona, junto a artistas como Lola Alvarez Bravo, Martín Chambi y Alfredo Boulton. Participó en numerosas muestras y concursos en Guatemala y el extranjero hasta que a mediados de la década del 60 decidió voluntariamente alejarse de las exhibiciones públicas, aunque siguió realizando su obra.

En el año 2008 comienza el rescate y puesta en valor de su archivo fotográfico a través de una profunda investigación que dio como resultado la publicación del libro Julio Zadik, y fotógrafo moderno en Guatemala: 1937-1965, con textos de José Antonio Navarrete y Valia Garzón. Esta publicación y la muestra monográfica que la acompañó, lo catapultan nuevamente permitiéndole ocupar el lugar que hoy tiene como pionero de la fotografía moderna en toda la región centroamericana, y reconociéndolo como un fotógrafo de relevancia en Latinoamérica.

Sus obras se encuentran en la colección de la Fototeca Guatemala de CIRMA, Antigua Guatemala, y el Museo del Barrio, en Nueva York, así como en numerosas colecciones privadas de Guatemala y el extranjero.

En esta muestra Eny Roland Hernández hace una revisión de su infancia, en la que recuerda haber sido fuertemente impactado por la imagen de San Bartolomé, un apóstol

que fue desollado por negarse a ocultar su cristianismo. Esa, sin embargo, está lejos de ser la única imagen de este tipo. De hecho, el catolicismo está plagado de imaginería de santos mártires sangrantes y sufrientes, lo cual -además de lograr adecuadamente el cometido de manipular a los creyentes por medio de la culpa- termina también por glorificar la violencia y la muerte como forma de belleza en lugar de fomentar su cuestionamiento: un barroquismo de mutilación, sangre y del dolor en donde sufrir es ganancia y morir por Cristo tiene al Cielo como recompensa.

Esta serie expone parte de imágenes personales surgidas de pesadillas provocadas por el martirio de San Bartolomé, en donde aparecía vivo, pero mutilado, sin piel; estas derivaron en una colección de collages (literales y metafóricos, digitales y manuales) que conforman una nueva imaginería que mezcla lo sensual con lo tétrico, lo sacrílego con lo espiritual, aprovechando para trastocar los temores y la culpa en busca de una nueva forma de percibir las imágenes que en algún momento alimentaron nuestra cosmovisión.

La muestra cuenta con trece obras con la técnica de collage, fotografía y dibujos antiguos.

Página 8 / guatemala, 13 De abril De 2018

Miguel Flores Castellanos Doctor en Artes y Letras

Nuestros museos viven en la inanición, muchas veces no cuentan con los mínimos

enseres de limpieza, o cuentan con dificultades para su seguridad y mantenimiento de los vetustos edificios de la era ubiquista. El museo de Arqueología y Etnología cierra su bóveda los fines de semana por falta de seguridad, ahí es donde se encuentran las mejores piezas de la cultura maya. El Museo de Arte Moderno tiene goteras, no posee el personal técnico profesional que necesita el arte moderno y contemporáneo. Un ejemplo es una gigantesca obra de Efraín Recinos, sobre el tema de la marimba, que se encuentra apolillada y sin intervención desde hace años.

Pero la anomia del Ministerio de Cultura y Deportes y en especial el Viceministerio de Patrimonio Cultural es que no puedan ni siquiera generar información para programas como Ibermuseos, que es una iniciativa de cooperación e integración de los países iberoamericanos para el fomento y la articulación de políticas públicas para el área de museos y de la museología.

Fue concebido como un espacio para el diálogo e intercambio en los distintos ámbitos de actuación de los museos que refuerce la relación entre las instituciones públicas y privadas y entre los profesionales del sector museístico iberoamericano, que promueva la protección y gestión

del patrimonio y el intercambio de experiencias y del conocimiento producido.

Este programa entiende los museos como instituciones dinámicas, vivas y de encuentro intercultural, con espacios que trabajan el poder de la memoria, instancias relevantes para el desarrollo de las funciones educativa y formativa, como herramientas adecuadas para estimular el respeto a la diversidad cultural y natural y valorar los lazos de cohesión social de las comunidades y su relación con el medioambiente.

En una reciente visita al sitio de Ibermuseos (www.ibermuseus.org, realizada el 10 de abril del presente año), pude comprobar lo que he dicho. Guatemala no aparece dentro de ese programa y, de Centroamérica, solo aparecen Nicaragua y Costa Rica. Esta invisibilidad es producto de una mala gestión, de la dejadez de una institución sostenida con nuestros impuestos. Desde este programa existen cursos de formación como museología, difusión, en general las buenas prácticas de un museo y su comunidad.

En un país como Guatemala, con bajos índices de educación, el museo puede ser una poderosa herramienta formativa. Pero eso sí, es necesaria una mediación pedagógica dosificada tanto para adultos como para niños y jóvenes.

El museo como contenido de información, permite la posibilidad

del acto educativo concebido como participación, creatividad, expresividad y relacionalidad. Me confieso un asiduo visitante a nuestros museos, a los que llevo a mis alumnos universitarios, para algunos es su primera visita, y eso que provienen de prestigiosos colegios capitalinos. In situ he podido comprobar las visitas escolares de todos los niveles, primaria y secundaria, que en fila india recorren las instalaciones tanto del Museo de Arqueología como del de Arte Moderno, guiados por personas que hacen su mejor esfuerzo por informar a los colegiales, pero sin educar. Muchos maestros y acompañantes lo toman como un día de campo. Aquí se puede ver el desinterés de muchos de los que forman el gremio magisterial.

El director del Museo de Arqueología y Etnología se enorgullece de que los reportes de número de visitantes, van en alza. Esa no es una señal de éxito, son solo números que tal vez puedan ayudar a justificar su existencia y salario, pero es un espejismo de la realidad. ¿Para qué una noche de los museos, con “espectáculos de danza”, “música”, es decir una feria improvisada que recibe a un público motivado? ¿Qué experiencia se lleva el público? Una visita nocturna, nada más. Una actividad copiada de otros países.

En la era de las TIC, es penoso el aislamiento que tienen los museos en Guatemala.

Pensar en museos ante situaciones como escasez de medicamentos y servicios de salud a nivel nacional, con un sistema vial destruido, es ponerse exquisito. Pero hay que exponer esta problemática y no engañar. En una reciente entrevista de radio, con motivo de la noche de los museos, al oír a las autoridades del Ministerio de Cultura, me dio la impresión de que el Museo Metropolitano de Nueva York era el mayor rival de popularidad del Museo de Arqueología y Etnología. Y lo más acongojante fue ver que los interlocutores de un conocido programa vespertino de radio, con nula actitud crítica, seguían la corriente de las autoridades, avalando de una forma directa la desfachatez de los burócratas.

Museos De la precarieDaDVista interior de una de las cinco salas de exhibición del Museo de Arte de El Salvador. Interior Museo de Arte Contemporáneo y Diseño de Costa Rica, en la Antigua Fábrica de Licores (FANAL).