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Guerra al interior de la periferia Raúl Prada Alcoreza Contenido: Introducción 3 La guerra del Chaco 5 Lecciones de Boquerón 24 El desmoronamiento de una comedia 52

Guerra al interior de la periferia · “Barones del Estaño”, la burguesía minera boliviana, dejaba muy poco, miserias, al erario nacional, en contraste con la exorbitante riqueza

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Guerra al interior de la periferia

Raúl Prada Alcoreza

Contenido:

Introducción 3 La guerra del Chaco 5 Lecciones de Boquerón 24 El desmoronamiento

de una comedia 52

Dedicado a mi abuelo Coronel Modesto Alcoreza

Merino, quien ingresó tres veces al frente de guerra;

después de volver de estos combates, enfermó. No se

recuperó, muriendo temprano, cuando todavía le

quedaba mucho que hacer; dejando viuda e hijos. Tuvo

una destacada actuación en la retoma de Villamontes,

actuación reconocida por el mismo Augusto Céspedes.

A él, a mi abuelo, por su entrega, su patriotismo y

habernos dejado a los hijos, nietos e hijos de sus hijos

de todos ellos, el ejemplo del coraje.

Introducción

Los dos ensayos que presentamos, son los dos primeros de una

secuencia, que busca comprender la complejidad del presente,

remontando las complejidades del pasado. Se trata, entonces, de un

análisis genealógico; es decir, de un análisis del presente a partir de

una mirada retrospectiva del pasado. Entonces, como se podrá ver, no

se trata de un análisis histórico, en el sentido acostumbrado, en el

sentido de la ciencia histórica, tampoco, por esto mismo, de un análisis

historiográfico. Es un análisis del presente, de los espesores y la

complejidad del presente, comprendiendo las articulaciones integrales

de planos y espesores de intensidad de las constelaciones de

composiciones singulares del presente. Atiende a la singularidad de

los acontecimientos; acontecimientos, que son concebidos como

multiplicidad de singularidades, en distintas escalas.

Estos dos ensayos, La guerra del Chaco y Lecciones de Boquerón, se sitúan en el acontecimiento de la guerra del Chaco. Buscan, en la interpretación de

lo acontecido, en esta guerra, en su recorridos, en sus sucesos y eventos, en el decurso de sus experiencias, los síntomas que expresan códigos, figuras,

símbolos, signos, incluso pre-narrativas, además de narrativas, imaginarios, además de sensibilidades y sensaciones, por lo tanto, de percepciones, abarcando flujos de dinámicas complejas y simultaneas, de lo que se

llamaba, desde el discurso marxista, la formación social-económica-social boliviana, caracterizada por René Zabaleta Mercado como abigarrada.

La guerra del Chaco y Boquerón, no están en el pasado, desde la

perspectiva del pensamiento complejo, que concibe la simultaneidad

dinámica y no el tiempo, tampoco el espacio, como entidades absolutas

y aisladas, sino el tejido espacio-tiempo. La guerra del Chaco y

Boquerón están en el espesor o los espesores del presente. Están aquí,

delante de nosotros, delante de esta piedra, delante de este cuerpo,

con las riendas ligadas al mundo1. No solamente son las huellas

históricas en la memoria social, sino acontecimientos simultáneos al

conjunto de acontecimientos presentes, solo que se presentan en sus

formas repetidas. En las repeticiones se encuentran las diferencias, y

en las diferencias se hallan las recurrencias persistentes.

1 Paráfrasis a un fragmento del poema Cuerpo presente, de Federico García Lorca. El fragmento del poema dice: Aquí yo quiero verlos, delante de esta piedra, delante de este cuerpo con las riendas cortadas.

Déjenos interpretar, evaluar analizar y descifrar el presente, a partir

de la experiencia de los combatientes de Boquerón, de los caídos y

sobrevivientes de Boquerón. Experiencia, por cierto, mediada por

nuestra experiencia contemporánea, que, empero, está ahí, no solo

como información, incluso historia, tampoco solo como memoria, lo

que ya es mucho decir. Sino como acontecimiento repetido, en los

habitus, costumbres, estilos de poder y de la política, cristalizada en la

mallas institucionales, que repiten estructuras, prácticas, perfiles

subjetivos y proyecciones, que son lo que fueron, cuando Boquerón.

Hipostasis destructivas de las capacidades de un pueblo, que contiene

pueblos, de una nación que contiene naciones, de un saber que

contiene saberes; entre ellos, el saber de la intuición subversiva, que

no aprovechó, en ese entonces, en la coyuntura dramática de la

guerra, sino después.

La guerra del Chaco

La guerra del Chaco fue una guerra triste porque enfrentó a dos

pueblos hermanos, boliviano y paraguayo; lo fue porque costó mucho

a dos países, cuyos Estado-nación no contaban con muchos recursos;

éstos eran, mas bien, escasos. Pues se trataba no solamente de

Estado-nación subalternos, sino que, en el caso de Bolivia, los llamados

“Barones del Estaño”, la burguesía minera boliviana, dejaba muy poco,

miserias, al erario nacional, en contraste con la exorbitante riqueza de

minerales que exportaba y de la cual se enriquecía, internacionalizando

el capital. Acumulación de capital, hecho a sangre y pulmón de

trabajadores mineros y del costo social y material transferido a la

naturaleza. Fue una guerra triste porque se la hizo contra un país que

había sufrido la guerra de la Triple alianza enfrentando a Brasil,

Argentina y Uruguay (1865-1870); estados de gobiernos cipayos,

monitoreados por el imperio británico, el de la revolución industrial.

Esta guerra imperial, mediatizada por estados cipayos, contra un país

que contenía un proyecto endógeno2, que había podido desarrollar una

incipiente industria, sobre la base de la herencia organizativa y

cooperativa de la Misiones, dejó, como consecuencia, la pérdida de

enormes territorios en la zona oriental. En relación a la geografía que

2 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerras periféricas. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/guerras-perifericas/.

se denomina Chaco Boreal, Argentina pretendió incorporarla, en parte,

a su geografía territorial. En 1879, el arbitraje del presidente

estadounidense Rutherford Hayes, falló en favor del Paraguay; se

dirimió que la zona comprendida entre el río Pilcomayo y el río Verde,

al norte, correspondía al Paraguay. Teniendo en cuenta estos

antecedentes, no era de esperar que Paraguay no defendiera el Chaco

Boreal.

La guerra del Chaco se desencadenó en el dramático lapso de tres

años, comprendidos entre el 9 de septiembre de 1932 y el 12 de junio

de 1935. De manera más precisa se puede renombrar a esta guerra

como la de la guerra del Chaco Boreal. Durante esta temporalidad

bélica, Bolivia movilizó 250,000 soldados y Paraguay 120,000

efectivos. El enfrentamiento entre estas dos naciones sudamericanas

dejó un contingente alto de muertos; unos hablan de cincuenta mil

muertos por ambos bandos; acudiendo a fuentes, se establece que

fueron 60,000 decesos de guerra, por parte de Bolivia, y 30,000

decesos de guerra, por parte de Paraguay; sin contar la enorme

magnitud de heridos, mutilados y desaparecidos. Por otra parte, hay

que añadir el perfil de enfermedades, características de esta guerra,

enfermedades físicas, así como psicológicas. Se sabe que por las

características de la región chaqueña, árida y seca, escasa de agua;

condiciones que no contribuyeron ni a mejorar la logística y, sobre

todo, la adecuada alimentación de las tropas. Estas circunstancias

adversas ocasionaron la considerable proporción de bajas, trayendo a

colación el efecto de deterioro posterior en la salud de los combatientes

sobrevivientes. Al final, en el balance, en el transcurso de la

conflagración, el Estado paraguayo suministró a su ejército con armas

y equipos capturados en el avance de su ofensiva.

La guerra culminó el 12 de junio de 1935, después de acordar el cese

de las hostilidades. Debido a la presión que ejerció el gobierno de los

Estados Unidos de Norteamérica, interponiendo un tratado secreto,

firmado el 9 de julio de 1938, el Paraguay cedió 110,000 km² ocupados

por su ejército. El Tratado de Paz, Amistad y Límites se refrendó el 21

de julio de 1938; como consecuencia tardía, el acuerdo de límites se

formalizó el 27 de abril de 2009. El Chaco Boreal del conflicto fue

zanjado, dejando una cuarta parte bajo soberanía boliviana y tres

cuartas partes bajo soberanía paraguaya. En compensación, Bolivia

recibió una zona a orillas del alto río Paraguay3.

El Gran Chaco se divide, de norte a sur, en tres regiones: Chaco Boreal,

al norte del río Pilcomayo; el Chaco Central, entre el río Pilcomayo y el

río Bermejo; al sur del río Bermejo, el Chaco Austral. La geografía en

conflicto se circunscribe al Chaco Boreal. El Chaco Boreal comprende

aproximadamente una extensión geográfica de 650,000 km2. La

cartografía del Chaco Boreal se describe, siguiendo coordenadas

naturales; al sur, se delimita con el río Pilcomayo y la frontera de la

Argentina; al este, con el río Paraguay y la región oriental del

Paraguay; al noroeste, con la llamada pre-cordillera boliviana;

teniendo al noreste las regiones boscosas de Brasil y de Bolivia. En el

paisaje del Chaco Boreal se distribuye un desparramado bosque seco,

de esparcidos matorrales espinosos, dejando aparecer, de vez en

cuando, palmeras de la región. Carlos Arce Salinas, un combatiente

boliviano de la guerra, describe este paisaje desde su dramática

experiencia:

El monte [chaqueño] es el absurdo materializado en árboles. Es el

terrible mundo de la desorientación. En todas partes es el mismo, bajo,

sucio, verde terroso. […] Sus árboles no son árboles, son espantajos

de formas torturadas, en cuya corteza rumian su miseria fisiológica

espinas y parásitos [que] crecen prendidos a una tierra estéril e

infecunda, por eso viven y mueren sin adornar sus ramas con la verde

caricia de la hoja ni el milagro luminoso del fruto4.

Esta geografía chaqueña, que por cierto, es vista de otra manera por

los pueblos guaraníes, que la habitan y tuvieron que migrar, cuando

estalló la guerra; también es mirada de manera distinta por los

lugareños5. De todas maneras, para las tropas, sobre todo bolivianas,

el paisaje terminó pareciéndoles inhóspito y agresivo. Incluso, cuando

llegaban las lluvias, de diciembre a mayo, los escasos caminos y

sederos improvisados, se tornaban en lodazales abruptos.

3 Rahi, Arturo; Agüero Wagner, Luis (2006). El Chaco paraguayo: una historia de despojos, renuncias, mutilaciones y entregas. Asunción (Paraguay): F17. Rahi y Agüero Wagner, 2006, p. 45/49. 4 Excombatiente y político boliviano. En Arce Aguirre, René Danilo (2009). Carlos Salinas Aramayo. Un destino inconcluso. 1901-1944. La Paz (Bolivia): Rolando Diez de Medina. En Arce Aguirre, 2009, p. 32. 5 Mención hecha por Jesús Urzagasti, en conversaciones.

Después de la independencia, la república de Bolivia y la república del

Paraguay heredaron de las administraciones coloniales una ambigua

delimitación fronteriza. En estas circunstancias, se tuvo que establecer

los límites jurisdicciones, utilizando documentos y mapas, además de

observaciones en sitio, que transmitían informaciones hasta

contradictorias; quizás el mejor recurso fue el trazado de líneas

geodésicas. En esta historia de búsqueda de las fronteras en el Chaco

Boreal, los cuatro tratados de límites acordados antes, entre 1879 y

1907, no convencieron ni fueron asumidos ni por Bolivia ni por

Paraguay6.

Bolivia entró a la guerra confiada; esta confianza se basaba en su

economía minera, aunque monopolizada por los “Barones del Estaño”;

también en el contingente demográfico, con el que contaba, aunque de

mayoría indígena; pueblos discriminados, cuyos individuos eran

desconocidos como ciudadanos, en ese entonces. Por lo tanto, esta

confianza se basaba en supuestos “ideológicos”, si se puede hablar así,

de autoestima autocomplaciente, y de desprecio étnico a los

considerados guaraníes o, en mote popular, “pilas”, refiriéndose a los

pies descalzos. Por otra parte, esta confianza también tenía la carta en

la manga de la solución anticipada diplomática; la que notoriamente

fracasó.

Evaluando la imponderable escasez angustiosa de agua, el Teniente

Coronel Ángel Rodríguez estimaba que solo había agua suficiente para

enviar a cinco mil hombres, que solo las unidades pequeñas, menores

al tamaño de una compañía, podrían maniobrar entre los arbustos; en

tanto que el General Hans Kundt argüía insólitamente que tres mil

hombres bastarían para tomar Asunción7.

En realidad, los bolivianos desconocían Paraguay, la historia del País

de las Misiones, después, país de la guerra del interior del continente

contra los puertos8, incorporados al domino marítimo y del mercado

internacional, por parte de la potencia de la revolución industrial. La

información con la que contaba el gobierno y el ejército boliviano era

desconcertantemente inútil y equivocada. Un ejemplo de este

6 Seiferheld, Alfredo (1983). Economía y Petróleo durante la Guerra del Chaco. Asunción (Paraguay): El Lector. Seiferheld, 1983, p. 472. 7 Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. La Paz (Bolivia): Quipus. Dunkerley, 1987, p. 207. 8 Ver de Raúl Prada Alcoreza Guerras periféricas. Ob. Cit.

desconocimiento patético lo expresa el mismo presidente de la

república de Bolivia; Daniel Salamanca consideraba, en 1928, a

Paraguay como «la más miserable de las republiquetas de

Sudamérica9». El doctor Salamanca discernía:

Bolivia tiene una historia de desastres internacionales que debemos

contrarrestar con una guerra victoriosa […]. Así como los hombres que

han pecado deben ser sometidos a la prueba del fuego para salvar sus

almas […] los países como el nuestro, que han cometido errores de

política interna y externa, debemos y necesitamos someternos a la

prueba del fuego, que no puede ser otra que el conflicto con el

Paraguay […] único país al que podemos atacar con seguridades de

victoria10.

Beuce W. Farcau dice que comenzada la guerra, Bolivia no realizó una

movilización total, consideró que era suficiente llevar adelante una

guerra económica y que no alterara la vida cotidiana de la población11.

Esta muestra de sobrestimación propia y de subestimación del otro,

quizás explica la pusilanimidad con la que se actuó, como si se

asistiera, exagerando para ilustrar, a unas maniobras militares y no a

una guerra. No se preparó una logística apropiada para el escenario de

las operaciones militares, no se contaron con las comunicaciones

pertinentes, comprendiendo la necesidad de carreteras y caminos,

tampoco, quizás lo más urgente, contar con un ferrocarril que llegue lo

más próximo posible al centro de operaciones. Tampoco se construyó

el imprescindible puente sobre el río Pilcomayo12. Cuando estalló el

conflicto, las tropas fueron transportadas en camión, también se usó

ferrocarril hasta Villazón; partiendo de esta localidad, el otro tramo

hasta Tarija, se lo efectuó en camión; haciendo el resto del trayecto a

marcha forzada hasta Villamontes, el centro de operaciones en la

9 Zook, David Hartzler (1961). The conduct of the Chaco War. Nueva York: Bookman Associates. Zook, 1961, p. 106. 10 Antezana Villagrán, Jorge (1982). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción

militar. Vol. 2. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Mundy Color. Antezana Villagrán, 1982, p. 12/13

vol. 2.

11 Farcau, Bruce W. (1996). The Chaco war: Bolivia and Paraguay, 1931-1935. Westport (Connecticut): Praeger. Farcau, 1996, p. 165. 12 Guachalla, Luis Fernando (1971). Misión en el Paraguay, mayo 1930-julio 1931. La Paz (Bolivia): Rolando Diez de Medina. Guachalla, 1978, p. 56. También revisar de Guachalla, Luis Fernando (1978). Jayucubás. La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro.

guerra del Chaco. No hay que olvidar, que, desde Villamontes, a la

tropa le quedaba remontar a pie aproximadamente unos 400

kilómetros, tragando polvo, pisando barro, aguantando el calor

sofocante del Chaco Boreal13.

En resumen, no se puede decir que el ejército boliviano estaba

preparado para la guerra; quizás tampoco el ejército paraguayo;

empero, este último y su gobierno supieron y pudieron resolver

problemas urgentes a remediar. Lo primero que se hizo es convocar a

una movilización general, en contraste con Bolivia. Por otra parte, no

eran nada buenas las relaciones entre el presidente, Daniel Salamanca,

con el alto mando militar; así como tampoco se puede decir que eran

buenas las relaciones entre los oficiales del alto mando boliviano. Estas

desavenencias no dejaron de incidir negativamente en el manejo de la

conducción de la guerra.

Si se hace un cuadro descriptivo de la situación del mando militar, no

está lejos de la verdad el definir a la oficialidad como una casta; como

tal, de acceso exclusivo y limitado. La exclusividad no era exactamente

para los mejores, sino para los apadrinados, quienes ascendían por

inercia y no necesariamente por méritos. Ciertamente no se puede

generalizar esta tendencia, ni estas prácticas; pues también se contaba

con oficiales idóneos, profesionales y entregados. Esto se ha visto por

el papel destacado de parte de los oficiales; sin embargo,

lastimosamente se trataba de una tendencia menor, esta última, y una

tendencia preponderante, aquélla corrosiva y debilitante, que marcó su

efecto en el rendimiento general del ejército. La formación de los

oficiales estaba rezagada respecto a las estrategias, tácticas y

concepciones de la guerra, que habían avanzado y cambiado después

de la experiencia de la primera guerra mundial.

Hay varios ejemplos de la improvisación del mando de la guerra, por

parte del Estado y ejercito boliviano; uno de los ejemplos es el mismo

General Hans Kundt. Este general alemán, nacionalizado boliviano,

llegó a Bolivia el 11 de marzo de 1911, llevando el grado de mayor.

Dirigió una misión de cerca de una veintena militares alemanes, que el

Estado contrato con la tarea encomendada de reorganizar el ejército.

Por el cumplimiento de esta tarea logró el ascenso a general del ejército

13 Hughes, Matthew (2005). Logistics and Chaco War: Bolivia versus Paraguay, 1932-35. The Journal of Military History (abril-2005); 69 (2): 411–437. Hughes, 2005, p. 411-437

boliviano. Cuando estalló la primera guerra mundial, encontrándose en

Alemania, se incorporó al ejército germánico, involucrándose en la

guerra en los dos frentes, el oriental y el occidental. Al culminar la

guerra, se retiró del ejército alemán con el grado de general,

regresando a Bolivia en 1921, en condición de civil. A su retorno, el

entonces presidente Bautista Saavedra Mallea lo volvió a contratar

como militar. Fue cuando se nacionalizó boliviano, haciéndose cargo

de la jefatura del Estado Mayor hasta 1926. En la contingente política

boliviana, se inclinó por apoyar a Hernando Siles Reyes. En el año

1930, buscó encauzar a los oficiales bolivianos a favor de la reelección

del presidente Hernando Siles. Al ser derrocado este presidente, Kundt

se vio obligado a exiliarse. Sin embargo, en 1932, ya mayor, contando

con 63 años, fue convocado por el gobierno boliviano, que le encargó

la tarea de dirigir al ejército en la guerra. Hay que anotar aquí, que

Kundt dirigió las operaciones militares sin haber pisado el Chaco. Ya

avanzada la guerra casi un año, desde su estallido, después de

secuenciales derrotas, en Nanawa, Campo Grande y en Alihuatá-

Campo Vía, en diciembre de 1933, fue destituido por Daniel

Salamanca. Abandonó Bolivia y falleció en Suiza seis años después. Su

sucesor en la conducción de la guerra fue el General Enrique Peñaranda

Castillo. A propósito James Dunkerley transmite que Enrique

Peñaranda Castillo fue elegido por el presidente Salamanca como

sucesor de Kundt, reconociéndosele su escape del cerco de Campo Vía;

algo que, en verdad, no ocurrió; sin embargo, el mismo involucrado

evitó aclarar14. Sumando al curriculum vitae de este general, se cuenta

con su participación en el engaño del alto mando al presidente Daniel

Salamanca con el asunto de la ocupación del fortín paraguayo Carlos

A. López, amparándose en la obediencia debida15. Careciendo de un

punto de vista estratégico propio y, mas bien, engañoso, casi por

omisión en sus relaciones civil-militares, Peñaranda era una misteriosa

mezcla de «camaradería de rancho», que le daba acceso a las

sugerencias de los subordinados y de intolerancia cuartelera cuando

estaba irritado, complicando así sus relaciones con Salamanca.

Participó, antes de la guerra, como dijimos, en el engaño del alto

mando boliviano al presidente Salamanca, ocultando las circunstancias

de la ocupación del fortín paraguayo Carlos A. López, excusándose en

la subordinación correspondida, que, mas bien, se puede tomar como

complicidad manifiesta. No se puede decir que este general contaba

14 • Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. La Paz (Bolivia): Quipus. Dunkerley, 1987, p. 222 y 223. 15 Querejazu Calvo, Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. Querejazu Calvo, 1995, p. 21. También revisar de Querejazu Calvo, Roberto (1990). Historia de la Guerra del Chaco. La Paz (Bolivia): Juventud. Así mismo de Querejazu Calvo, Roberto (1995). Aclaraciones históricas sobre la Guerra del Chaco. La Paz (Bolivia): Librería Editorial Juventud.

con el atributo de una concepción estratégica militar, menos una

concepción geopolítica; su perfil estaba lejos de estos atributos

militares. No vamos a insistir con otros ejemplos, pues no se trata de

esto, sino de reflexionar críticamente sobre la experiencia de la guerra

del Chaco.

En contraste con lo que ocurría en Bolivia, en cuestiones estratégicas

militares, en Paraguay se mantuvo un mando unificado, bajo la

conducción del General José Félix Estigarribia. Este general sí estuvo

presente en el Chaco durante todo el tiempo que duró la guerra. De

extracción modesta, sus estudios superiores corresponden a la

Facultad de Agronomía. Una vez de haberse titularse en la academia,

decidió cambiar de profesión y oficio; el año de 1910 se alistó en el

ejército, incorporándose con el rango de teniente de infantería.

Durante más de dos años, entre 1911 y 1913, concurrió a la Escuela

Militar Bernardo O’Higgins, en Chile. En reconocimiento de sus méritos,

en 1917, fue ascendido a grado de capitán. Más tarde, fue seleccionado

para asistir al curso de Estado Mayor en la École Supérieure de Guerre

en Francia. Se puede decir que se dedicó a estudiar atentamente la

guerra de movimiento, distinta a la guerra de posiciones, que fue la

estrategia empleada por los ejércitos en la primera guerra mundial. Por

lo tanto, era conocedor de las estrategias de guerra modernas, las que

se emplearían en la segunda guerra mundial. Antes de la guerra del

Chaco se enriqueció con la experiencia militar en el desierto; esto

aconteció en Marruecos, participando en las operaciones del ejército

francés, al mando del Mariscal Louis Lyautey. En 1927 culminó el curso

de tres años de duración; un año después, en 1928, fue nombrado jefe

de Estado Mayor. Ante la certeza de que se venía la guerra con Bolivia,

el gobierno paraguayo resolvió convocar a Estigarribia para dirigir al

ejército; esta decisión fue tomada considerando sus méritos, su talento

y su carrera destacada. En abril de 1931 fue ascendido a teniente

coronel; el 18 de junio asumió el comando de la 1.ª División, con

asiento en el Puerto Casado, en el Chaco Boreal. Después de la batalla

del fortín Boquerón, que culminó con la victoria paraguaya, en

septiembre de 1932, en reconocimiento, fue ascendido a coronel,

grado con el cual comandó el ejército paraguayo hasta septiembre de

1933. Tras el exitoso cerco de Campo Grande fue ascendido a general.

Los rasgos con los que se lo pinta, muestran a un hombre tranquilo,

serio y austero; vistiendo su uniforme de mangas cortas. Se dice que

se llevaba bien con sus oficiales, a quienes llegó a conocer; lo que

contribuyó en mucho al buen desempeño de los oficiales, contando con

su confianza y afecto. Comandó las operaciones siempre próximas al

frente, agilizando la toma de las decisiones en la cercanía del fragor de

las batallas. Se dice también, caracterizando la estrategia empleada en

el Chaco, que la peculiaridad fue capitanear la guerra en el Chaco

Boreal como si se tratara de una batalla naval16.

En lo que respecta a la logística de la guerra, el Estado Mayor del

ejército paraguayo optó por el manejo de los recursos y las

comunicaciones existentes en el Chaco. Las tropas se trasladaron

desde Asunción, por el río Paraguay, hasta Puerto Casado; desde este

puerto se siguió el viaje al frente por un ferrocarril de trocha angosta,

que era empleado en la explotación de tanino, llegando hasta

proximidades de Isla Poí, que es donde se encontraba el centro de

operaciones paraguayo, en el Chaco Boreal.

Una mejor logística paraguaya que la logística boliviana, ayudó al

ejército paraguayo compensar, en parte, la diferencia de recursos del

país “oriental” respecto a su vecino y, entonces, enemigo, “occidental”.

De todas maneras, esta logística paraguaya no terminaba de

completarse, pues la falta de camiones fue permanente; incluso esta

ausencia de motorizados facilitó muchas veces que tropas bolivianas

en retirada pudieran escapar. Otro gran problema, difícil de resolver,

fue el abastecimiento de agua.

En su visita al frente, a principios de octubre de 1934, el presidente

Eusebio Ayala le reveló al comandante Estigarribia que no podía

proveerle de los cinco centenares de camiones, que el ejército

necesitaba, con alta prioridad; esta imposibilidad se debía a la

prolongación de su línea de abastecimiento. Ante este anuncio,

Estigarribia fundamentó su plan de atacar en Cañada El Carmen. El

general paraguayo le dijo al presidente Ayala:

En este caso [...] no se debería perder tiempo esperando mejores

perspectivas, sino por el contrario actuar pronto y decididamente,

porque nosotros no podemos movernos [por falta de camiones]; pero,

tampoco podemos quedar donde estamos17.

16 Ver de Vittone, Luis (1988). La Guerra del Chaco Volumen 2. Asunción. También de Vittone, Luis (1986). La Guerra del Chaco Volumen 3. Asunción. 17 Entrevista Estigarribia-Ayala, en Camacho, 6 de octubre de 1934; en (Vittone, 1986, p. 198).

Se puede caracterizar a la táctica aplicada por el ejército paraguayo,

en la mayor parte de las acciones, en las batallas, como la de cerco y

aniquilamiento, que usualmente se denominaba táctica del corralito.

Táctica que consiste en lograr la ruptura o envolvimiento del frente,

penetración hacia la retaguardia enemiga, corte del abastecimiento y

mando enemigos. Se priorizó el movimiento, rebalsando por los

laterales las defensas fijas bolivianas, evitando los ataques frontales

de gran intensidad. El objetivo fue el aniquilamiento del ejército

enemigo y no la ocupación territorial. Al respecto, sorprenden los

informes de inteligencia del ejército boliviano, que no atinaban a

interpretar o descifrar esta táctica. En un informe del Comando

Superior, de febrero de 1934, sobre el modus operandi del ejército

paraguayo se decía:

La forma sistemática que el enemigo viene empleando en sus ataques

consiste en el amarramiento frontal, con grupos de combate y activas

exploraciones de fuego, para buscar el envolvimiento, con su masa, de

una o ambas alas, y la salida de fracciones sucesivas sobre los caminos

de retaguardia. Estas maniobras piden serias precauciones para su

ejecución; sin embargo, son llevadas [a cabo] por el enemigo con una

confianza imprudente, apoyado simplemente en el resultado moral de

sus éxitos anteriores18.

Bruce W. Farcau dice que los oficiales más capaces fueron enviados al

extranjero: Argentina, Chile, Francia, Bélgica, Italia, para realizar

estudios superiores19. La apreciación que hace de la predisposición

moral ante la guerra, de parte del pueblo paraguayo, contrasta con la

desinformación que reinaba en Bolivia. El pueblo paraguayo tenía la

certeza de encontrarse ante una nueva agresión, así como había

acontecido seis décadas antes, durante la guerra de la Triple Alianza;

ante esta emergencia, se cohesionó en torno a la defensa de lo que

consideraban su territorio. Apoyó al gobierno en la guerra, apoyó y se

solidarizó activamente con el ejército. La figura de la respuesta

paraguaya ante la guerra puede interpretarse como Guerra total20.

18 En Guachalla, 1978, p. 114. 19 Farcau, 1996, p. 26. 20 Bibliografía: • Alvarado, José María (1996). «Mi aporte testimonial sobre la campaña del Chaco». Archivos bolivianos de la

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Contrastan, entonces, las dos distintas predisposiciones ante la guerra,

la de Bolivia y la de Paraguay. Se puede decir que, en Bolivia, algo

parecido a una confusión conformaba una atmosfera, un tanto,

enrarecida; confusión complicada por la violencia con la que se

incorporó a los contingentes aymaras al servicio militar, en la guerra,

quienes tampoco comprendían a cabalidad el porqué de la guerra y por

qué tenían que ir ellos a combatir a una región desconocida. Las

anécdotas ilustran mejor esta alarmante situación. René Danilo Arce

Aguirre dice que el soldado aymara, que no conocía el castellano, fue

ciegamente a la guerra y a la muerte, sin saber el por qué21. Luis

Ramiro Beltrán Salmón dice que uno de los soldados aymaras preguntó

a su sargento: « ¿Y quién, pues, jefe, es nuestro enemigo? ¿Son los

cochabambinos22?».

Sobre las causas de la guerra se han vertido distintas interpretaciones,

operando con hipótesis deterministas o, en otro caso, fatalistas; de las

más conocidas está la hipótesis convertida en tesis, de que fue la

guerra del petróleo, instigada por dos empresas trasnacionales del

petróleo, la Standard Oil, en lo que respecta a Bolivia, la Royal Dutch

Sell, en lo que respecta a Paraguay. Esta explicación tiene como

referente y experiencia la historia de las guerras del petróleo

provocadas en el mundo por empresas trasnacionales de la energía

fósil. Por lo tanto, se tiene la fuente de la secuencia de estos eventos

dramáticos, que experimentaron los países periféricos, en plena lucha

imperialista por controlar las reservas de los hidrocarburos. Sin

embargo, para una explicación completa, no basta el despliegue de

esta tesis, que termina siendo determinista. Es menester comprender

la mecánica y la dinámica de todas las fuerzas, instituciones,

condiciones, circunstancias, historias singulares, subjetividades

singulares, intervinientes. Una interpretación del estilo determinista,

por más útil que sea “ideológicamente” y políticamente, para

cohesionar al pueblo en la defensa de los recursos naturales, no

termina explicando el acontecimiento, en este caso, de la guerra del

Chaco. Lo que hace falta es esto, una interpretación integral de lo

acontecido en esta guerra.

historia de la Guerra del Chaco. 4 vols. La Paz (Bolivia). Enciclopedia Libre: Wikipedia:

https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=d7ebc04974090afa68a1cec85adae

875475e45b1&writer=rdf2latex&return_to=Guerra+del+Chaco.

file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Documents/Bolivia/Historia/Guerra%20del%20Chaco.pdf.

21 Arce Aguirre, 1987, p. 189. 22 Beltrán Salmón, Luis Ramiro (1999). Papeles al viento. La Paz (Bolivia): Plural/CID. Beltrán Salmón, 1999, p. 213.

Vamos a intentar sugerir hipótesis interpretativas, que apuntan a un

análisis integral del acontecimiento de la guerra del Chaco. Antes de

hacerlo, debemos aclarar lo siguiente: no se trata de descartar la tesis

económica sobre el papel conspirativo de la empresas trasnacionales,

tampoco descartar, ni mucho menos, el papel de dominio de los

imperialismos, en este caso, el imperialismo norteamericano y el

imperialismo británico; sino de introducir estas funciones, la económica

y la política, en el conjunto de procesos singulares, de campos de

fuerzas, de estructuras, instituciones e historias singulares

intervinientes. Quedarse con la tesis determinista, por más factible que

sea, es quedarse en la abstracción, quedarse con una respuesta para

todo, sin comprender la compleja singularidad de cada acontecimiento.

En el caso que nos toca, del acontecimiento singular de la guerra del

Chaco.

Hacia una interpretación integral de la guerra del Chaco

1. Como dijimos antes, las guerras forman parte de la crisis estructural

de los ciclos largos, medianos y cortos del capitalismo23.

Concretamente, las crisis de sobreproducción se resuelven o, mas

bien, buscan resolverse con la destrucción de la sobreproducción,

por así decirlo, para comenzar nuevamente la producción, en gran

escala. Empero, ¿qué son las guerras en las periferias del sistema-

mundo capitalista? Podemos decir que estas guerras periféricas, en

parte, son como la continuación de las guerras imperialistas; sus

competencias son trasladadas a las periferias, donde combaten por

el control de los recursos; sin embargo, esto es parte del fenómeno.

En estas guerras periféricas, los Estado-nación subalternos, buscan

resolver sus crisis múltiples, económicas, de legitimación,

“ideológicas”, políticas, en estas conflagraciones bélicas

adyacentes. Ciertamente, en este caso, no se destruye

sobreproducción, sino, si se quiere, se destruye sub-producción. Se

destruye, por así decirlo, lo que no se tiene. Se endeudan para la

guerra, para cubrir los gastos de guerra. Con lo que vuelven a caer,

reforzando su dependencia, en las redes del control mundial del

capital. Pero, no quedan aquí los alcances de la destrucción; la

guerra se ensaña con los cuerpos de los combatientes, también con

los cuerpos de los no combatientes; la guerra destruye vidas, parte

de la energía vital de los pueblos. La carnicería de la guerra destruye

a parte de las poblaciones, dejando no solamente una masa de

muertos, otra cantidad significativa de heridos, además de las

secuelas que persigue a los sobrevivientes y familiares. ¿Qué ganan

con esto los Estados-subalternos, involucrados en la conflagración

bélica? ¿Refuerzan la dominación de sus estructuras de poder? Al

parecer ni esto ocurre ni con las guerras imperialistas, pues,

después de la guerra, los pueblos se vengan con cambios en las

estructuras, en las instituciones, en la política. Sin hacer caso a lo

que creía Salamanca, el presidente boliviano, al inicio de la guerra

del Chaco, de que Bolivia necesitaba compensar psicológicamente y

moralmente la derrota de la guerra del Pacífico, por eso, era

conveniente ir a la guerra del Chaco, que la consideraba ya ganada

por Bolivia. Sin hacer caso, por lo tanto, a toda concepción fatalista,

de toda clase, sea al estilo del insólito enunciado pronunciado por

este presidente o de otro estilo, más mesurado, mejor

argumentado. Lo que hace aparecer a la guerra como síntoma de

23 Ver de Raúl Prada Alcoreza La inscripción de la deuda, su conversión infinita. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-inscripcion-de-la-deuda-su-conversion-infinita/.

una crisis profunda, desplegada y manifestada en los mismos ciclos

sociales de reproducción del poder, por lo tanto, también de las

sumisiones, es, por un lado, la forma como son arrastrados los

pueblos a la guerra, bajo la creencia de su inevitabilidad. En esto no

solo puede haber engaño, o, si se quiere, “ideología” chauvinista,

también, parte del pueblo, o como el caso de Paraguay, todo el

pueblo, asiste a la guerra voluntariamente, entregándose, incluso

apasionadamente. No solamente se trata de romanticismo o de la

atracción que ejercen los mitos de los héroes; ¿hay acaso en esto,

en esta conducta, una búsqueda de la catarsis? Esto lo decimos, sin

ninguna intención de convertir a esta sugerencia en una tesis

sustituta de la determinista económica o de la determinista política,

jugando con una interpretación determinista de propensiones

subjetivas. Sino, tan solo, por mostrar otras facetas, por así decirlo,

de múltiples factores intervinientes. De lo que se trata es, mas bien,

lograr vislumbrar el diseño de la estructura de la complejidad

singular del acontecimiento de una guerra también singular24.

Entonces, la primera hipótesis interpretativa es la siguiente: El

acontecimiento histórico-político-social-cultural-territorial, que

antecede, por así decirlo, al acontecimiento mismo de la guerra del

Chaco, contiene varias posibilidades y tendencias de decursos, de

realizaciones, de desenlaces; la inclinación social a que se incida en

esta posibilidad y tendencia de la guerra, depende de la voluntad,

mas bien, del conjunto de voluntades, que, al final, deciden por esta

vía. No solamente hablamos de la voluntad de la representación de

la voluntad general, que es el Estado, particularmente el gobierno,

sino también del conjunto de voluntades sociales, en su propia

variedad y tonalidades.

2. No hay pues fatalidad, tampoco determinismo, por más que el

determinismo económico y el determinismo político, jueguen un

papel en el conjunto de la concurrencia de fuerzas, sino construcción

social y política de la decisión, donde, ciertamente, el Estado tiene

la ventaja institucional de orientar la conformación de esta decisión.

Entonces, se va a la guerra por decisión social y política, por más

forzada que haya sido, incluso arrancándolos violentamente de su

terruño, como les ocurrió a los aymaras, en contraste a lo que les

ocurrió a los paraguayos, que fueron voluntariamente. Esta decisión

social no es, obviamente homogénea, sino, mas bien, diferencial,

variada, distribuida y dispersa; incluso, si se quiere, contradictoria.

Sin embargo, termina siendo una decisión de todos, incluso, en el

24 Ver de Raúl Prada Alcoreza Potencia y acontecimiento. Dinámicas moleculares; La Paz 2015. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/potencia-y-acontecimiento/.

caso de Bolivia, donde no hubo una convocatoria a la movilización

general.

3. Volviendo a la pregunta de ¿por qué los pueblos van a la guerra?

Pueden no hacerlo, si tomaran esta otra decisión, sobre todo,

después de la larga experiencia de las guerras en la modernidad.

Las guerras llevan a la carnicería y a la masacre a los pueblos, sin

que éstos obtengan compensaciones del tamaño de sus sacrificios,

inclusive en el caso de que se trate del pueblo del país vencedor.

Los beneficiados son los que controlan las estructuras de poder,

hegemonizan las mallas institucionales, ejercen el dominio

económico. El pueblo simplemente ha sido carne de cañón.

Ciertamente, algunas veces, cuando retornan de la guerra, después

de descubrir, en el frente, que el enemigo no estaba al frente, sino

detrás, en el propio país, manejando el Estado, hacen la revolución.

Sin embargo, habría que preguntarse ¿si no era racional hacer la

revolución antes de exponerse a la guerra? ¿Por qué se va a la

guerra? No se trata, como dijimos, solo de romanticismo, tampoco,

en otros, de la creencia en la fatalidad, así como tampoco en la

convicción del determinismo; parece como un duelo con la vida o la

muerte. Es como se quisiera enfrentar el desafío mismo de la vida,

la vida propia, las historias de vida, los problemas no resueltos,

acumulados, las preguntas sin respuestas, las frustraciones

guardadas, es decir, lo incomprensible, en un momento de duelo,

en una coyuntura dramática, en el combate, que aparece como

catarsis definitiva. Esta apuesta total y ultimatista, parece ser no

solamente un combate con el enemigo, sino con uno mismo, que

aparece como el enemigo interno, oculto en el cuerpo, como

fantasma incriminador. Parece que los pueblos cuando deciden ir a

la guerra van también a resolver los problemas acumulados, a

desafiar al destino o a encontrar el destino en el campo de batalla.

4. De todas maneras, hay que distinguir cuando se va a la guerra a

atacar de cuándo se va a la guerra a defenderse del ataque. No es

lo mismo; en el segundo caso, la defensa es una obligación; se

defiende el territorio, se defiende el país, la nación, se defiende la

soberanía; incluso, en el caso de ataque a una revolución, se

defiende la revolución. Sin embargo, en contexto, teniendo en

cuenta a ambos pueblos, que tienen en común el de ser arrastrados

por sus clases dirigentes, por sus élites, por sus burguesías, sus

burocracias, sus gobernantes, al matadero, ambos pueblos podrían

tener o darse la oportunidad de la reflexión y de la crítica, la

oportunidad al raciocinio, a la deliberación. Empero, no lo hacen

generalmente.

5. Consideramos, desde la perspectiva de la complejidad, que la

explicación e interpretación, es decir, la comprensión del

acontecimiento de la guerra, se obtiene en el conocimiento de los

entrelazados tejidos que hilan, que tejen, que componen, decursos

y posibles desenlaces. Es en análisis complejo del acontecimiento,

compuesto de múltiples singularidades, que se puede encontrar el

diseño de la estructura del drama, en la trama del tejido en el juego

del azar y necesidad. Esto no descarta la relatividad de tendencias

deterministas, en el conjunto entrelazado de tendencias; sin

embargo, no excluye la responsabilidad de los pueblos al ir a la

guerra. ¿Por qué van, si cuentan con la posibilidad, por lo menos

teórica, de decidir, por más estrechos márgenes que se tenga?

¿Acaso buscan eso, la decisión y la realización de la decisión de

enfrentarse, de exponer los cuerpos al juego y fuego demoledor de

las violencias desatadas? ¿Acaso se trata de preguntar a los cuerpos

martirizados sobre el sentido de la vida? ¿O, mas bien, encontrar

un sentido al sin-sentido del universo, precisamente en el duelo con

la muerte? Si fuese así, no habríamos salido de la invención del

sentido institucional, que en tiempos de paz está a cargo del Estado,

y en tiempos de guerra es en el torbellino de las violencias

desencadenadas cuando se devela, descarnada, otra vez, el

sinsentido; sin embargo, paradójicamente se mira obsesivamente

ese sinsentido para descifrarlo desesperadamente como sentido. El

poder nos persigue en la paz y en la guerra, el poder, que produce

sentido, el poder, que produce verdades, nos persigue incluso

cuando se devela el sinsentido en su plenitud absurda, en la guerra.

El poder quiere convencernos que hay siempre sentido institucional,

que está bien que te sacrifiques, que está bien que mueras, por la

causa noble de la patria, del Estado, de la democracia, de la libertad.

El poder te acompaña para que no te olvides que hay Estado, que

el Estado está ahí para garantizar que el sentido subsista, a pesar

que en la guerra, en el desenvolvimiento de la atroz violencia, se

suspenda, se disemine, se derrumbe todo sentido. En resumen,

parece que los pueblos van a la guerra no solo porque son

arrastrados por los juegos de poder, sean geopolíticos o no, sean

económicos o no, sean de conquista o no, sino porque se encuentran

atrapados en el círculo vicioso del sentido institucionalizado.

6. ¿De qué se trata entonces? De liberar la vida de sus ataduras, de

sus capturas, por parte de las mallas institucionales del poder. De

liberar la potencia social de las capturas del poder. Dejar libre la

vida, los ciclos vitales, sus facultades y capacidades de inventar, de

crear, conformando asociaciones, construyendo composiciones, de

una manera abierta, alternativa y alterativa. ¿Cómo lograr esto,

cuando el poder se ha inscrito en la piel, cuando el poder se ha

internalizado en el cuerpo y cristalizado en los huesos,

manifestándose en las conductas y los comportamientos, en los

habitus, en las subjetividades constituidas? El poder no toma todo

el cuerpo, no captura todas las fuerzas del cuerpo, no atrapa toda

la potencia del cuerpo, pues nadie sabe lo que puede el cuerpo. La

potencia de la vida está más allá del alcance de las instituciones, de

sus mallas de poder; la inteligencia y memoria sensible, que es la

vida, en su pluralidad y multiplicidad proliferante y creativa, está

más acá y más allá del alcance del poder. Aunque el poder se

ilusione vanamente de lo contrario, construyendo y difundiendo el

mito de su dominio absoluto, aunque se esfuerce en mantener en el

pueblo esta creencia en la omnipotencia del poder. Lo hace

precisamente porque se desespera ante sus limitados alcances en

relación a la potencia de la vida.

7. Los activismos libertarios tienen ante sí esta tarea, liberar la

potencia social de las capturas de las mallas institucionales del

poder.

8. Volviendo a la guerra del Chaco. Si bien es cierto que el “Súper

Estado Minero”, el Estado de los “Barones del Estaño”, el Estado de

lo que se nombraba, entonces, la feudal burguesía, arrastra a la

guerra del Chaco, quizás buscando distraer de la crisis múltiple del

Estado, de la que, obviamente, no es consciente, quizás buscando

desviar la atención de la crisis económica, por la caída de los precios

de las materias primas, principalmente del estaño, quizás por

conmovedoras y ateridas psicologías de consciencias culpables,

como las de Daniel Salamanca, que, en el cargo de la presidencia,

descargan sus angustias de la forma descomunal como la de

arrastrar a la guerra. Sea lo que sea, incluso, contando con la

incidencia relativa del determinismo económico y el determinismo

político, en último término, es el pueblo el que decide ir o no ir a la

guerra. Al final se tiene posesión del mismo cuerpo, aunque el

Estado esté ocupado por los bufetes de los “Barones del Estaño”,

aunque conspiren las trasnacionales del petróleo; esta posesión del

cuerpo, abre siempre la posibilidad de decidir. Este es el tema. La

problemática aparece cuando la decisión es seguir con los juegos de

poder de las oligarquías y de los imperialismos; entonces, es

cuando, se devela que también el pueblo cae en estos juegos del

poder, no solamente por encontrarse atrapado en sus mallas de

poder, en los imaginarios del poder, en las “ideologías” del poder,

sino también porque cree que la realidad es la que configura el

poder, y ahí termina. Porque no se atreve, todavía, a liberarse de

todos estos fantasmas.

Lecciones de Boquerón

Hay que encarar el pasado, lo sucedido en el pasado, con ojos críticos.

Generalmente los pueblos se inventan sus mitos, sus leyendas, sus

historias, sobre todo para protegerse; creen, si no hacen esto, que

puede ser frustrante evaluar objetivamente lo acontecido; puede ser

desmoralizante para las generaciones nuevas, para el presente. Por

eso, tienen un cronograma completo de actos cívicos, que enaltecen a

los héroes de las guerras; también construyen narrativas oficiales que

exponen la justeza de las acciones del Estado en esas guerras, así

como las razones indiscutibles de la participación del Estado en esas

conflagraciones. Los actos cívicos, las ceremonias cívicas y públicas,

los discursos oficiales, que les acompañan, garantizan la preservación

del mensaje patriótico. En esto se unen hasta los contrincantes

políticos. Si bien se puede ponderar todo esto, como prácticas de

cohesión y de unificación, como homenajes y remembranzas de las

glorias pasadas, incluso ponderar su función educativa, por así decirlo,

es conveniente preguntarse si este procedimiento enaltecedor no

termina, mas bien, mermando las capacidades para enfrentar los

problemas del presente. ¿No es mejor acaso, la objetividad evaluativa,

analizando los errores cometidos, para no volverlos acometer, de una

u otra manera, en otros desafíos históricos?

Tal parece que es esto lo que hace falta, la mirada crítica sobre los

eventos cruciales del pasado. De lo contrario, seguir con el

enaltecimiento “patriótico”, aunque pueda dar una imagen

moralizante, no solamente desarma ante los problemas del presente,

no solamente relaja la atención ante los desafíos, sino, al suponer que

no se ha errado, que no ha habido desaciertos, al convertir a todos los

caídos en héroes, borrando hasta su condición y características

humanas, convirtiéndolos en personajes superiores, sin manchas, no

se preparan a las nuevas generaciones para enfrentar desafíos

parecidos o distintos a los dados en el pasado. Se tiene confianza en

una especie de espíritu histórico que acompaña, espíritu que cuida el

buen camino de la nación. Hay plena confianza en la verdad histórica

que impregna la nación. Esta predisposición moral, si bien otorga

confianza y da valor, termina justificando los descuidos prácticos,

estratégicos, políticos, en la defensa del pueblo y su territorio.

Llama la atención la conducción estatal en, por lo menos, tres guerras

internacionales, en las que se involucró el país. La guerra del Pacífico,

la guerra del Acre y la guerra del Chaco. Sobre la guerra del Pacífico

escribimos en Guerras periféricas25; dejaremos pendiente la

problemática de la guerra del Acre (1899-1903); ahora, en este

ensayo, intentamos comenzar a analizar críticamente eventos, sucesos

y hechos cruciales de la guerra del Chaco. Aunque, en Pensamiento

propio26, tocamos este tema, lo hicimos, sin embargo, bajo

consideraciones teóricas histórico-políticas, vinculadas al pensamiento

propio; ahora queremos hacer algo parecido al análisis crítico

desplegado en Guerras periféricas. Comenzaremos, en este ensayo,

con Boquerón, la larga batalla de la defensa del fortín Boquerón. Esta

batalla de defensa del fortín asombra por la tenaz defensa ante

abrumadoras fuerzas militares paraguayas, que lograron rodear, sitiar

y aislar el fortín, dejándolo sin comunicaciones, sin avituallamiento ni

municiones. Sin embargo, la pregunta es ¿cómo se ha llegado a esta

situación vulnerable y expuesta del fortín, a esta condición de

aislamiento de los defensores, lejos, por lo menos, incomunicados, del

25 Ob. Cit. 26 Ver de Raúl Prada Alcoreza Pensamiento propio. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/pensamiento-propio/.

resto de las tropas del ejército boliviano? No se puede ocultar la

provisionalidad del mando, develada, cuando cae el fortín en manos

del ejército paraguayo, enalteciendo, haciendo hincapié, en el acto

heroico de los defensores, dejando de lado los errores tácticos y

estratégicos, la desorganización de la logística, la des-compaginación

del frente. Es menester volver a reflexionar sobre esta batalla, la de

Boquerón, no para encontrar culpables, ni golpearse el pecho, ni

tampoco por simple erudición, sino, sobre todo para evaluar las

condiciones, las estructuras, las capacidades, la situación de defensa

en el presente. Efectuando una genealogía de la guerra; es decir, un

análisis del presente a partir de una mirada retrospectiva del pasado.

Averiguar si la improvisación y provisionalidad no sigue siendo una

herencia condenatoria, que seguimos preservando, exponiendo

vulnerablemente la defensa efectiva, escondiendo este problema, otra

vez con mitos, leyendas y narrativas cívicas.

No hay mejor defensa que la crítica, no hay mejor defensa que conocer

las fallas, ser conscientes de los errores, detectar las debilidades. No

hay peor defensa que evitar la crítica, ocultar las fallas, no conocer los

errores, no identificar las fallas, optando por la exaltación retórica.

Desde esta perspectiva, intentaremos, en lo posible, analizar

reflexivamente lo ocurrido en Boquerón, dejando para otros ensayos el

acontecimiento mismo de la guerra del Chaco.

La defensa de un fortín sitiado

Se puede decir que la batalla de Boquerón fue la primera batalla de la

Guerra del Chaco. El cronograma de la batalla se dilató entre el 9 y el

29 de septiembre de 1932. El fortín Boquerón fue tomado por el

ejército boliviano; entonces formaba parte de una avanzada, que

obviamente mantenía continuidad en territorio ocupado. En principio,

está demás decirlo, no estaba aislado el fortín. Boquerón definía un

área de guerra, conjuntamente con otros fortines, en forma de arco,

de diez a once kilómetros de profundidad. El área definida comprende

una zona de control, que se extiende, desde el fortín Ramírez hasta el

fortín Yujra. Esta avanzada terminó desarticulada por la ofensiva

militar paraguaya, que pudo convocar, poner en armas y organizar a

más de cinco mil hombre, para esta ofensiva. A pesar de la defensa

tenaz y heroica boliviana, la batalla tuvo un desenlace, culminó con la

derrota del ejército boliviano y la victoria del ejército paraguayo. Esta

batalla, de Boquerón, no fue la única que se dio simultáneamente, la

ofensiva paraguaya no solo sitió el fortín Boquerón, sino atacó otros

fortines y dio batalla a los destacamentos que venían en ayuda de los

sitiados en el fortín. El conjunto de estas batallas condujo a la caída

de los fortines adyacentes, obligando a la retirada del ejército boliviano

hacia el fortín Arce.

Hasta el 5 de julio de 1932, se dio lugar la Conferencia de Paz en

Washington; este día se retiró la delegación paraguaya, argumentando

de “incalificable” el ataque del ejército boliviano al fortín Carlos Antonio

López, en Pitiantuta. El ataque a este fortín se efectuó el 15 de junio,

cuando se formalizaban conversaciones diplomáticas, con el objeto de

la firma de un pacto de no agresión en el Chaco. La toma del fortín

mencionado provocó la reacción paraguaya; el 15 de julio, el ejército

paraguayo retomó el fortín Carlos Antonio López. Encendiendo la

chispa del fuego, que se propagó, convirtiéndose los sucesos

subsiguientes en una guerra, el presidente boliviano, Daniel

Salamanca, dispuso la toma de tres fortines paraguayos: Corrales,

Toledo y Boquerón. El coronel boliviano Enrique Peñaranda ocupó, el

día 27 de julio, el fortín paraguayo Corrales, el día 28, el fortín Toledo,

y, el día 31, el Teniente Coronel Luis Emilio Aguirre ocupó el fortín

paraguayo Boquerón. La ocupación de los fortines enfrentaron

reducidas resistencias paraguayas; en estas condiciones, el ejército

paraguayo se retiró. Respondiendo, en la retirada, con emboscadas.

Una especie de táctica de guerrillas improvisadas, ideadas por el

teniente paraguayo Heriberto Florentín en Boquerón. La emboscada

fue ejecutada por el Teniente Eulalio Facetti. Los oficiales bolivianos,

creyendo que los paraguayos se retiraron completamente, se

descuidaron, exponiéndose a la emboscada. Ante la metralla murieron

varios oficiales y soldados, acribillados mientras izaban la bandera en

el fortín capturado.

A propósito, el teniente paraguayo Facetti, escribe:

Nadie se preocupaba por explorar o reconocer los alrededores fuera de

la patrulla [boliviana], que siguió a los que huían hacia Isla-Poí [...]

una multitud abirragada se había congregado en la placita, atronando

con sus cantos, vítores y hurras [...] Mientras tanto, de nuestro lado,

la expectativa era enorme [...] Cada soldado, cada tirador, embelezado

y perplejo ante semejante cuadro no atinaba a fijar la puntería sobre

un blanco determinado [...] Un trío de jefes a caballo apareció del lado

de Yujra y su presencia fue saludada con grandes ovaciones. Entonces

di la señal [...] Todas las ametralladoras y todos los fusiles abrieron

fuego simultáneamente [...] La sorpresa fue total sembrando la muerte

y el pánico27.

El 3 de agosto de 1932, se presentó una declaración continental, en la

cual las naciones americanas notificaron a Bolivia y al Paraguay que no

reconocerían en el Chaco ninguna posesión territorial, que no fuera

obtenida por medios pacíficos. Sin embargo, el 7 de agosto, el ejército

boliviano capturó el fortín paraguayo Carayá, nombrándolo Huijay.

Esta ofensiva boliviana formaba parte del plan del General Quintanilla,

comandante del Primer Cuerpo boliviano, de avanzar hacia Isla Poí,

base de operaciones del ejército paraguayo.

Ante el fracaso de las negociaciones diplomáticas entre Bolivia y

Paraguay, después de la decisión del gobierno de Daniel Salamanca de

no devolver los tres fortines conquistados, el ejército boliviano decidió

atrincherarse, estableciendo las defensas de Boquerón. Se

construyeron “chapapas”, trincheras cubiertas al nivel del suelo, nidos

de ametralladoras camuflados; en todo el sector de pajonales y montes

se abrieron campos de tiro para facilitar el fuego medido y calibrado.

Se quemaron los pastizales alrededor del fortín.

El General Osorio, informó al Comandante del Primer Cuerpo de

Ejército en el Chaco, General Carlos Quintanilla, que tenía:

Datos fidedignos [de] que la mentalidad del comando paraguayo es

aniquilarnos a fuerza de frecuentes emboscadas, pequeñas y

grandes28.

27 En Querejazu Calvo, 1981, p. 57. 28 Bibliografía citada 1. Alvéstegui, David (1970). Salamanca: su gravitación sobre el destino de Bolivia. Vol. 4. La Paz (Bolivia):

Talleres Gráficos Bolivianos. 2. Antezana Villagrán, Jorge (1981). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar.

Volumen 1. La Paz (Bolivia): Calama. 3. Arze Quiroga, Eduardo (1952). Documentos para una historia de la guerra del Chaco:

seleccionados del archivo de Daniel Salamanca vol. 2. La Paz (Bolivia): Editorial Don Bosco. 4. Ayala Moreira, Rogelio (1959). Por qué

no ganamos la guerra del Chaco. La Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. 5. Balbuena Rojas, Dionisio (1976). Sucesos inéditos

de la Batalla de “El Carmen”. Dirección de Publicaciones de las FF.AA.NN., Impr. Militar. 6. Bozzano, José Alfredo (1962).

Reminiscencias. Asunción (Paraguay): Casa Editorial Toledo. 7. Brockmann, Roberto (2007). El general y sus presidentes: vida y

tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes en la historia de Bolivia, 1911- 1939. La Paz (Bolivia): Plural editores. 8.

Casabianca, Ange-François; Boselli Cantero, Cristina (2000). Una guerra desconocida: la campaña del Chaco Boreal, 1932-1935 vol.

3. Asunción (Paraguay): El Lector. 9. Céspedes Toro, Jaime (2000). Diario de guerra de Germán Busch Becerra y la epopeya de

Boquerón. La Paz (Bolivia): Editorial Garza Azul. 10. Díaz Arguedas, Julio (1937). Los elegidos de la gloria. La Paz (Bolivia): Imprenta

Intendencia General de Guerra. 11. Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. Quipus. 12. Estigarribia,

José Félix (1950). The epic of the Chaco: marshal Estigarribia’s memoirs of the Chaco War, 1932-1935 (en inglés). Austin (Texas):

Este fue el comienzo de la guerra, en sentido militar; pero, ¿cuándo

comenzó ésta, en sentido político?

No tardó el ejército paraguayo en recuperar el fortín Huijay. El 17 de

agosto, ocurrió esto. Coincidentemente, cuando el General Quintanilla

era advertido. Se le dio la orden siguiente:

Asegure defensa de Boquerón, que probablemente mañana será

atacado por Huijay e Isla Poí29.

El fortín Huijay se encontraba defendido al mando del Mayor Raimundo

Cárdenas, de quien se dice que, en dudosa actitud, abandonó a su

tropa, huyendo y refugiándose en Boquerón. Por esta actitud fue

censurado por el Teniente Coronel Marzana, que estaba al mando del

fortín. El General Quintanilla, buscando resarcir esta pérdida, la del

fortín Huijay, requirió del General Osorio, del Estado Mayor, en La Paz,

el permiso para tomar el fortín Nanawa, contando para este efecto con

los regimientos “Ayacucho”, “Azurduy”, además de dos compañías del

Batallón Lairana, del RI-14, pertenecientes a la 7.ª División. Después,

una vez arribara el regimiento RI-15, con este refuerzo, disponer el

ataque al centro de operaciones paraguayo, que se encontraba en la

Isla Poí. Para darle un carácter de exigencia, el requerimiento adquirió

un tono categórico; añadió que, en caso de no ser aprobado el

requerimiento, por parte del Estado Mayor General, su persona se vería

obligada a pedir su reemplazo30.

University of Texas Press. 13. Farcau, Bruce W. (1996). The Chaco war: Bolivia and Paraguay, 1931-1935 (en inglés). Westport

(Connecticut): Praeger. ISBN 0-275-95218-5. 14. Guachalla, Luis Fernando (1978). Jayucubás. La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro.

15. Marzana, Manuel (1982). La gran batalla: Memorias del general Marzana. La Paz (Bolivia): Editorial CIMA. 16. Paraguay.

Ministerio de Relaciones Exteriores (1933). Libro blanco Vol. 1. Asunción (Paraguay): Imprenta Nacional. 17. Querejazu Calvo,

Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos

del Libro. 18. Ríos, Ängel (1950). La defensa del Chaco: verdades y mentiras. Buenos Aires (Argentina): Ayacucho. 19. Tabera, Félix

(1979). Apuntes para la historia de la Guerra del Chaco. Picuíba. La Paz (Bolivia): edición del autor. 20. Vergara Vicuña, Aquiles (1944).

Historia de la Guerra del Chaco. Varios volúmenes. La Paz (Bolivia): Litografías e Imprentas Unidas. 21. Zook, David Hartzler (1961).

The conduct of the Chaco War (en inglés). Nueva York: Bookman Associates. Enciclopedia Libre: Wikipedia: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=73ecd7997101b4a3d0251be0e3dc

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29 Comunicación del General Osorio. 30 Tabera, Félix (1979). Apuntes para la historia de la Guerra del Chaco. Picuíba. La Paz (Bolivia): edición del autor. Tabera, 1979, p. 154.

El Teniente Coronel Tabera escribe:

Así Quintanilla, el General de las Represalias, movido un tanto por la

orden presidencial y más por sus ansias locas por popularizarse [...],

obteniendo triunfos baratos sobre el Paraguay, indirectamente cooperó

[...] para precipitar al inerme pueblo boliviano a la vorágine del

Chaco31.

La respuesta del General Osorio al requerimiento del General

Quintanilla, fue la siguiente:

Que había causado malísima impresión al presidente Daniel Salamanca

la facilidad con que los paraguayos retomaron el fortín Huijay. De que

no autorizaba el ataque a Nanawa por razones diplomáticas.

El General Osorio firmó la orden de no abandonar Boquerón de ninguna

manera, el 22 de agosto, prefiriendo morir en su defensa antes que

dar parte de retirada. La argumentación en torno a la orden dada giró

por dos razones:

Quebrar la moral del enemigo, desmentir la propaganda paraguaya,

que descalificaba al ejército boliviano, definiéndolo como no preparado

para la guerra.

Una muestra de la concepción de la guerra y de la estrategia militar de

Daniel Salamanca se manifiesta en una reunión con el General Osorio.

El 23 de agosto, el presidente acuerda con el general que, al no contar

con los camiones necesarios requeridos para el traslado y movilización

de las tropas, las mismas marcharían a pie, en secciones de 200

soldados, cada dos días, previéndose en el trayecto las etapas de

alimentación y descanso necesarias32.

Sumándose a este panorama, en la conducción de la guerra, de

principio, desalentador, no dejaba de ser alarmante la conducta

31 Tabera (1979, p. 54). 32 Alvéstegui, David (1970). Salamanca: su gravitación sobre el destino de Bolivia. Vol. 4. La Paz

(Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. Alvéstegui, 1970, p. 99 vol. 4.

diplomática. Ante reclamos del Paraguay por la devolución de los

fortines capturados, el gobierno de Salamanca pretendió escudar la no

devolución de los fortines conquistados, arguyendo que:

Si devolvía los fortines se producirían trastornos en su política interna

y derrocado el [actual] Gobierno sería sustituido por otro más

intransigente y guerrerista33.

Como se verá, no solamente este comienzo de la guerra es

desalentador logísticamente, políticamente y diplomáticamente, sino

también por el lamentable manejo de la información, que no se sabe

por qué atribuirle el nombre de inteligencia, a los dispositivos que

manejaban la información. Incluso, la información que llegaba

casualmente no fue atendida. El 3 de septiembre el General Quintanilla

escuchó una significativa información que dibujaba la situación del

teatro de operaciones. El amigo personal del general, Jorge Alemán

visitó el fortín Muñoz. Alemán le advirtió que:

El Paraguay tenía fuertes concentraciones de tropas desde Casado a

Isla Poí y que en próximos días desencadenaría su ofensiva sobre

Boquerón con 6000 hombres [...]34.

Jorge Alemán, comerciante argentino, abastecía de alimentos,

combustibles y repuestos de camiones a la 4.ª División del Ejército de

Bolivia; División, acantonada en el fortín Arce. La reacción del General

Quintanilla sorprende por su torpeza y, sobre todo, por su

razonamiento enrevesado, que tenía como referente las propias

capacidades del ejército boliviano. El general no transmitió esta

información al General Osorio, que se encontraba en La Paz. La

información, aunque informal y empírica, no podía ser descarada;

exigía, por lo menos, su verificación en terreno. Ya sea por

observaciones puntuales de destacamentos especiales o, en el mejor

de los casos, por observación de la aviación. Lo que hizo el ilustre

general es negar rotundamente esa posibilidad, teniendo en cuenta las

propias restricciones:

33 Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 240. 34 Antezana Villagrán, Jorge (1981). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar. volumen 1. La Paz (Bolivia): Calama. Información del comerciante formoseño Jorge Alemán al general Quintanilla. En Antezana Villagrán, 1981, p. 100.

¡Ni nosotros podemos poner en el Chaco 5000 hombres y el Paraguay

va a atacarnos con 6000 [sólo en Boquerón], usted trata de

desmoralizarnos35!

El ejército paraguayo, al mando del Teniente Coronel José Félix

Estigarribia, comenzó la ofensiva el día 7 de septiembre. Emprendió el

ataque desde las proximidades de la Isla Poí, centro de operaciones

paraguayo. La ofensiva contó con una cantidad parecida de efectivos,

estimados por Jorge Alemán; hablamos de más 5000 soldados. La

misión encomendada era la de recobrar el fortín Boquerón. Ante esta

eventualidad, que dejó sorprendido al mando militar boliviano, la

aviación atacó a las tropas que avanzaban hacia Boquerón.

Acompañando a estas reacciones improvisadas, se emitió una orden al

Teniente Coronel Manuel Marzana, que no deja de mostrar la

provisionalidad del mando; en tono concluyente se le comunico que:

El destacamento tiene la misión de defender sus posiciones sin

abandonarlas bajo ningún pretexto.

Esta terminante orden, que adolecía de estrategia, sobre todo, de

comprensión de lo que acontecía en el campo de operaciones militares,

que pretendía confesar razones políticas, marcó el destino de Marzana

y sus hombres.

La batalla de Boquerón

El día 9 de septiembre, dos Divisiones paraguayas, la 1.ª al mando del

Mayor Carlos Fernández y la 2.ª al mando del Teniente Coronel Luis

Ayala, con un total de 5,000, hombres atacaron a la 4.ª y 7.ª División

bolivianas, que contaba con un total de 4,000 hombres, al mando del

General Quintanilla. Este contingente estaba distribuido y disperso en

una amplia zona, que abarcaba la extensión territorial controlada por

los fortines Muñoz, Saavedra, Toledo, Arce, Castillo, Yujra, Lara,

Ramírez y Boquerón. En días posteriores, ambos ejércitos recibieron

35 Respuesta del General Quintanilla a Jorge Aleman.

nuevos refuerzos. A las 05:30 de la mañana, la artillería paraguaya

abrió fuego sobre el fortín Boquerón, provocando las primeras bajas

bolivianas. A las 07:00, comenzó el ataque paraguayo, encabezado por

el regimiento “Curupayty”, desalojado de Boquerón el 31 de julio. Este

regimiento solicitó el honor de atacar primero. A los 100 metros de

distancia, el fuego sistemático y preciso de las ametralladoras y

fusilería boliviana detuvo el ataque. Cayeron muchos jinetes con sus

cabalgaduras; decenas de muertos quedaron en el campo de batalla

ensangrentado. Los artilleros del fortín sorprendieron, por la espalda,

a tropas paraguayas, que atacaron desde el suroeste, justo entre su

posición y las trincheras del reducto, causando numerosas bajas.

Reiniciado el fuego de artillería, los paraguayos lanzaron un nuevo

asalto. El ataque frontal fue rechazado con gran cantidad de bajas para

los atacantes. Ataques posteriores sólo obtuvieron el mismo resultado.

En el fortín, una veintena de efectivos bolivianos resultaron víctimas

de la artillería. El ataque frontal paraguayo fracasó, a lo que se sumó

la desorganizada provisión de agua, que debía traerse de Isla Poí. El

agua traída no alcanzaba para satisfacer la sed de la concentración de

soldados, obligando a muchos de ellos a abandonar las líneas para

proveerse del líquido elemento. Debido a esta escasez de agua, las

patrullas de caballería tuvieron que separarse de los caballos.

Una vez comenzada la ofensiva y desplegado el ataque, ni el Coronel

Marzana, en Boquerón, ni el Coronel Francisco Peña, en Arce, ni el

General Quintanilla, en Muñoz, se dieron cuenta de que estaban

enfrentando la ofensiva masiva del ejército paraguayo, a gran parte de

sus fuerzas armadas movilizadas. Tampoco descifraron el objetivo de

la ofensiva paraguaya; que no se circunscribía solo en la recuperación

del fortín. Iba más lejos, perseguía la aniquilación del Primer Cuerpo

del ejército boliviano.

Un mes y medio atrás se habían capturado tres fortines, defendidos

por parcas tropas paraguayas. No se puede deducir de que la ofensiva

paraguaya iniciada, con miles de movilizados, se desplegaba solo para

retomar el fortín Boquerón; que es precisamente lo que parece

interpretar el mando militar boliviano. Los servicios de inteligencia del

Estado Mayor boliviano desconocían que el Paraguay había completado

su movilización general, en un lapso corto; lo que le permitió comenzar

la ofensiva militar en una escala grande en el Chaco. Esa noche

Marzana envió el siguiente parte a su jefe, el Coronel Peña:

Después de 15 horas de reñida y heroica resistencia, rechazamos

enérgicamente a las fuerzas paraguayas, que se retiran precipitada y

desordenadamente, dejando numerosas bajas36.

Ayala Moreira, en su evaluación de la batalla de Boquerón, concluye

que este parte de Marzana refleja una errada apreciación de la

situación bélica, particularmente la situación en la que se encontraba

el fortín. Ni cortos ni perezosos, todo incautos, además de

oportunistas, tanto el Coronel Peña como el Teniente Coronel David

Toro, reenviaron el parte apresuradamente, de una manera directa, al

presidente Salamanca, saltando por sobre la cabeza del mando, el

General Quintanilla. El parte transmitido es otra evidencia del

desconocimiento y la desinformación que se tenía del mapa de las

fuerzas en el teatro de la guerra.

Como si fuese una competencia entre oficiales, de quién se destacaba

más ante la mirada del presidente, el General Quintanilla también hizo

lo suyo. Escribió:

[…] nuestras tropas enérgicamente han rechazado a las fuerzas

paraguayas […] evaluadas en dos mil hombres […]. Ante nuestra fuerte

y enérgica persecución, ellos se retiraron precipitada y

desordenadamente […]. Esta derrota paraguaya puede ser considerada

a justo título como el desastre más resonado del ejército paraguayo37.

Al leer estos comunicados, da la impresión que asistimos a una guerra

de anécdotas y no a una guerra efectivamente desencadenada, con

todo su dramatismo y exigencias desbordantes y demoledoras, guerra

que convocaba a la muerte a miles de hombres, y colocaba a dos

Estado-nación subalternos al borde del precipicio. Como si fuera poco,

el General Quintanilla, informó a la prensa el “suicidio” del Teniente

Coronel Estigarribia. ¿Por qué lo hizo? ¿Se dejó apabullar por el

entusiasmo? ¿Pero, por qué inventarse algo sobre lo que no tenía

ninguna certeza, ni había tenido el cuidado de confirmar un rumor? Por

otra parte, y esto es más grave, tampoco había confirmado ni

36 Parte de Marzana a Peña. Ayala Moreira, Rogelio (1959). Por qué no ganamos la guerra del Chaco. La

Paz (Bolivia): Talleres Gráficos Bolivianos. En Ayala Moreira, 1959, p. 158. 37 General Quintanilla, Comandante del Primer Cuerpo Ejército boliviano. Casabianca, Ange-François; Boselli Cantero, Cristina (2000). Una guerra desconocida: la campaña del Chaco Boreal, 1932-1935 vol. 3. Asunción (Paraguay): El Lector. En Casabianca y Cantero, 2000, p. 113 vol 3.

corroborado las apresuradas apreciaciones, que se vertían en los

comunicados, a las primeras asonadas y escaramuzas, en torno al

fortín Boquerón. Sin embargo, tuvo la osadía de enviar el mensaje al

Estado Mayor General de La Paz, sin verificar la información que estaba

transmitiendo.

El día 10 de septiembre, desde las posiciones ocupadas, ejecutando las

acciones con más cautela, el ejército paraguayo atacó nuevamente el

fortín, esta vez, utilizando cañones, morteros y armas automáticas.

Ocupando los entornos, desde los bordes de los montes e islas,

comenzó a controlar los caminos y los posibles accesos al fortín. El

comando paraguayo tuvo especial interés en controlar firmemente la

entrada al gran cañadón, que se abre a 3 km de Yujra, estableciéndose

en los bordes e islas, por el lado sur. De esta manera, fue cortada la

línea telefónica de 8 km, que unía Yujra con Boquerón. Marzana movió

los cañones dentro de la fortificación, ante la posibilitad de que fueran

rodeados. El mayor boliviano Lairana, con la 1.ª y 2.ª compañías del

I/RI-14, salió hacia Boquerón con la orden de “limpiar el camino desde

Boquerón hacia Isla Poí". Se asumía que los paraguayos habían huido

de ese sector, de acuerdo al desacertado informe de Marzana, cuando

se dirigió a Yujra, llevando dos camiones de Boquerón, cargados de

heridos. Viaje no reportado al Coronel Peña, quién quedaba expuesto

en el fortín Yujra. Las patrullas paraguayas deambulaban en las

inmediaciones. A pesar de prever con un motorizado adelantado,

haciendo de punta de la patrulla, al mando del Teniente Luis Hugo

Rada, la columna Lairana cayó en una emboscada sobre el camino

Yujra-Boquerón; murieron la mitad de sus soldados. Lairana y una

fracción de la tropa fueron hechos prisioneros.

A las 12:00 horas, la 3.ª compañía del I/RI-14 boliviano, al mando del

Teniente Rosendo Villa, se precipitó en ataque osado contra tropas,

superiores, en número, además de mejor pertrechadas; la compañía

fue aniquilada. No faltaron tampoco efectos de desorden en las filas

paraguayas, debido, en parte, por la falta de agua; el movimiento

obligado por ir a buscarla, ocasionó aperturas de claros en el cerco. Se

explica, entonces, que, a pesar del cerco, llegaran tropas y

destacamentos bolivianos al fortín sitiado. Al anochecer, la 4.ª

Compañía del I/RI-14, al mando del Capitán Tomás Manchego, logró

ingresar a Boquerón, desde el fortín Ramírez. Acarreaba alimentos,

municiones y dos ametralladoras Vickers; las mismas que fueron

emplazadas en la denominada “Punta Brava”, sector potencialmente

vulnerable del fortín.

A las 22:00 horas, el Mayor Montalvo, con parte del 2º batallón del RI-

14, sumándose los sobrevivientes de la unidad de Lairana, además de

fracciones del RC-6, avanzó por el sur, preparándose para ingresar al

fortín, al amanecer del día siguiente. El Teniente Coronel Estigarribia

reajustó sus planes. Obteniendo información de prisioneros bolivianos,

estimó que el ejército boliviano contaba, en ese momento, con 6,000

efectivos y unos 600 oficiales; concretamente, en Boquerón se

encontraban cercados 619 hombres, fuera de su comandante, un

mayor, 4 capitanes, 7 tenientes, 14 subtenientes, 2 médicos, un

enfermero, un chofer y soldados.

Continuaron los constantes hostigamientos de fuego de morteros y

ametralladoras al fortín. Sin embargo, las operaciones cardinales se

desplegaron más allá del fortín. En este escenario de operaciones

militares, en el alejado e ingrato Chaco Boreal, la adversidad mayor,

para ambos ejércitos, era el paisaje agreste y desolado, la aridez de la

región, sobre todo, de la zona adyacente a Boquerón. Esta geografía

quizás explique la dilatación de la ofensiva paraguaya y el alargamiento

de la guerra. La escasez de agua exigía la movilización, de parte de la

tropa del ejército paraguayo, para lograr su aprovisionamiento; esto

se lo hacía desde Isla-Poí. Contraía a utilizar hombres en marchas,

pues no se contaba con la necesaria cantidad de camiones.

El Capitán paraguayo José Bozzano escribe:

Empezó la movilización de cuanto carromato mecánico había en la

República disponible para el frente. Todos recordamos que no alcanzó

a 70 el número de camiones, que con nombres jocosos o pintorescos

los encontramos destrozados o exhaustos, en los campos de Yucra-

Arce-Alihuatá-Platanillos38.

A la noche, un mensajero de Marzana se infiltró entre las tropas

paraguayas, despachando un comunicado para el Coronel Peña. Allí

expuso la situación de los defensores, ante el continuo bombardeo; en

el comunicado pedía ayuda para el fortín sitiado39.

38 Capitán paraguayo José Bozzano. Bozzano, José Alfredo (1962). Reminiscencias. Asunción (Paraguay): Casa Editorial Toledo. José Bozzano 1962, p. 31. 39 Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 121 vol. 3.

El día 11 de septiembre, al amanecer, el Mayor Montalvo ingresó a

Boquerón, combatiendo contra las líneas enemigas, que cercaban del

fortín. Desde el inicio del ataque paraguayo, el Coronel Peña había

ordenado al Coronel Enrique Peñaranda, ubicado en el sector de los

fortines Corrales y Toledo, que se moviera con su destacamento hacia

Arce-Yujra-Boquerón. El destacamento del Coronel Peñaranda estaba

compuesto por un batallón del RI-5, “Campero”, al mando del Mayor

Germán Jordán; el resto de este regimiento ya se encontraba en

Boquerón, al mando del Teniente Coronel Marzana. El destacamento,

además contaba con el RI-4, “Loa”, conformado por 250 hombres, al

mando del Teniente Coronel Walter Méndez, alias el “tigre rubio”; se le

unió un escuadrón de 100 hombres, del RC-6, “Castrillo”. Este

escuadrón llegó a Yujra, en el curso de la noche del día 11 de

septiembre, después de tres días de agotadora marcha. Este escuadrón

forma parte del RC-6, regimiento al mando del Mayor Óscar Moscoso.

El regimiento se trasladó, durante 40 días, desde su cuartel,

acantonado en Cochabamba; esta tarea de traslado estuvo a cargo del

Teniente Germán Busch. En el traslado se emplearon caballos, los que

quedaron exhaustos en Muñoz. Son estos contingentes de tropa los

que reforzaron las defensas de Yujra, además de cuidar el acceso a

Boquerón. Desde esta línea extendida, se repelieron varios ataques de

los regimientos paraguayos, “Curupayty” y “Corrales40”.

Desde Yujra, por un camino diferente, partió rumbo a Boquerón el

Capitán Víctor Ustárez, con 58 hombres del “Loa”, como vanguardia

del destacamento Peñaranda.

A las 21:00 horas, este destacamento, aprovechando la agilidad de su

tamaño, ingresó al fortín sin ser detectada. No ocurrió lo mismo con el

destacamento Peñaranda, que fue detenido por los regimientos

“Corrales” e “Ytororó", a mitad de camino.

Desde el fortín Arce, el impaciente Coronel Peña le ordenó a

Peñaranda:

40 Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 121 vol. 3.

Extráñame mucho que su destacamento no se encuentre ya en

Boquerón. Lo responsabilizaré por incumplimiento de mi orden...Llene

usted su misión arrollando todo obstáculo que encuentre a su paso41.

El cerco paraguayo sobre los alrededores del fortín y los caminos de

acceso no era total; sin embargo, se fue perfeccionando gradualmente.

Entonces, en el transcurso, se volvió difícil penetrar, romper el cerco,

para poder acudir al sitiado de Boquerón.

Recién el día 12 de septiembre, el plan de Estigarribia fue descifrado

por Marzana, quien ordenó consiguientemente el ahorro de

municiones, comida y agua.

Los historiadores Casabianca y Boselli escriben:

Vista del exterior, la situación de los defensores del fortín Boquerón, a

los ojos del profano, podría parecer haber sido contenida después de

tres jornadas de ataques violentos [...]. Pero, la realidad era muy

diferente [...] Enseguida Marzana se había dado cuenta de que la

táctica realizada por Estigarribia lo llevaría, en un término más o menos

corto, a tener que contar sólo con él mismo42.

Marzana resolvió mandar una patrulla de reconocimiento, con el objeto

de obtener información y poder observar lo que acontecía en los

entornos de Boquerón. A las 10:00 horas, salió el Capitán Víctor

Ustárez, acompañado del Subteniente Julio Murillo y una cincuentena

de soldados. El Capitán Víctor Ustárez era el oficial con más experiencia

en el monte chaqueño, además de conocerlo bien. Ustárez cayó en una

emboscada a escasos 1,500 metros de Boquerón; al ser detectado

detrás de un árbol, cuando dirigía a sus soldados con un silbato, fue

ametrallado por la patrulla del Cabo Patricio Colman del regimiento

“Corrales43”.

41 Peña a Peñaranda. Querejazu Calvo, Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. En Querejazu Calvo, 1981, p. 81. 42 Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 121 vol. 3. 43 Balbuena Rojas, Dionisio (1976). Sucesos inéditos de la Batalla de “El Carmen”. Dirección de Publicaciones de las FF.AA.NN., Impr. Militar. Balbuena Rojas, 1976, p. 26.

El fuego de hostigamiento, principalmente de morteros, persistió

incesablemente. Un sorpresivo ataque de sondeo paraguayo, realizado

al anochecer, terminó siendo desbaratado. Con unidades que van

completando su marcha de aproximación, el ejército paraguayo reforzó

sus líneas de ataque alrededor de Boquerón, apoyándose en

emboscadas recurrentes en toda la zona circundante. Las tropas

bolivianas al mando de Peñaranda, atrincheradas delante de Yujra,

avanzaron hacia Boquerón, sin poder romper el cerco. Las tropas de

Peñaranda se incrementaron con la llegada del resto del RC-6, que

contaba con 365 soldados. La aviación boliviana bombardeó las

posiciones paraguayas, en todo el camino que viene de Isla Poí; sin

embargo, con tan deficiente eficacia, pues el bombardeo se efectuaba

a nivel de vuelo y desde gran altura.

En Muñoz, al cuarto día de combate, todavía el General Quintanilla no

tenía una idea clara sobre la cartografía del escenario de operaciones.

No atinaba a dar con una cantidad estimativa de las tropas enemigas,

menos, aún, podía descifrar e interpretar el plan de Estiogarribia. Para

el colmo, los partes de la aviación boliviana aumentaron su confusión:

Impresión aviación es que enemigo retirase habiendo dejado solo

fracciones, destinadas proteger retirada y evitar salida nuestras tropas.

Urge destacamento Peñaranda ataque vigorosamente esas fracciones,

para despejar definitivamente [...] todos puntos de resistencia

enemiga, para después efectuar persecución limitada, en dirección Isla

Poí44.

En consecuencia, tropas recién llegadas de los regimientos RI-16 y RI-

14, fueron enviadas apresuradamente, en columnas motorizadas para

“perseguir al enemigo”. Las tropas sucumbieron en emboscadas sobre

el camino Yujra-Boquerón. El Mayor Julio Viera, que vino desde Muñoz

con su destacamento, recibió municiones, ración seca y te en Arce, sin

bajar de los camiones; luego salió para Yujra, al frente. En pocas horas

perdió más de la mitad de sus efectivos; se retiró gravemente herido

rumbo a Yujra. El General Quintanilla advirtió a Peña que las tropas

enviadas debían rodear y no atacar frontalmente a las “escasas”

fuerzas enemigas:

44 Mensaje del general Quintanilla al coronel Peña. Antezana Villagrán, Jorge (1981). La Guerra del Chaco: análisis y crítica sobre la conducción militar. Volumen 1. La Paz (Bolivia): Calama. En Antezana Villagrán, 1981, p. 139 vol. 1.

Conviene ordenar que fuerzas Yujra rodeen posiciones enemigas, con

débil ataque frontal. No se explica [como las] fuertes fuerzas [de] Yujra

háganse amarrar y realicen sólo ataques frontales contra posiciones

preparadas, incurriendo [en] grave falta de conducción, ayudando [así]

al fácil cumplimiento misión [de las] fuerzas enemigas. Si logra

rodearse posición enemiga, [que tiene] escasas fuerzas, [que] la

defienden [...]45.

Los días 13 y 14 de septiembre. El presidente Salamanca amonestó al

General Osorio, del estado Mayor, por seguir utilizando camiones para

desplazar tropas, desde Villamontes al frente, conociendo las

comprobadas deficiencias de ese medio, además de no cumplir con lo

acordado en el mes de agosto46. Desde Yujra, a las seis de la mañana,

Peñaranda, con efectivos del “Campero” y “Loa”, intentó un nuevo

avance, desplegando el ataque; sin embargo, fue nuevamente

rechazado, desde la denominada “Isla del Diablo”.

En contraste momentáneo, Boquerón amaneció tranquilo. El

movimiento del ejército paraguayo se observó por la polvareda

provocada por decenas de camiones, que suministraban municiones,

víveres, preponderantemente agua. Los ataques se efectuaban por la

tarde, con los mismos resultados anteriores: los paraguayos, pese a

sus denodados esfuerzos, fueron sistemáticamente rechazados. Esa

tarde aciaga de septiembre, en la acción de repeler al enemigo, falleció

el teniente boliviano Juan de Dios Guzmán Montalvo. A la noche,

Marzana escribió, en su diario de campaña:

La artillería enemiga concentra su fuego sobre nosotros. Nuestros tres

cañones contestan, de tarde en tarde, para no agotar demasiado rápido

su escasa munición. La infantería paraguaya hace esfuerzos

sobrehumanos para ganar nuestras trincheras [...]. Se han agotado los

medicamentos. El ánimo levantado de jefes, oficiales y tropa se

45 Mensaje de Quintanilla a Peña. Vergara Vicuña, Aquiles (1944). Historia de la Guerra del Chaco. Varios

volúmenes. La Paz (Bolivia): Litografías e Imprentas Unidas. En Vergara Vicuña, 1944, p. 102 vol. 2. 46 Céspedes Toro, Jaime (2000). Diario de guerra de Germán Busch Becerra y la epopeya de Boquerón. La Paz (Bolivia): Editorial Garza Azul.

mantiene inalterable. Parece que actuáramos en una maniobra y

ninguna calamidad nos arredra47.

Lo que vino después, a partir del día 14 de septiembre, difiere con la

descripción hecha. Al reducirse dramáticamente el abastecimiento de

comida, medicina y municiones, que eran suministrados desde fuera

del fortín, la fortaleza de Marzana no tuvo ante sí otra opción práctica

que la de rendirse en un plazo condicionalmente corto, considerando

la dramática situación en la que se encontraban, con un cerco cerrado,

además del lamentable estado de los defensores. Arriesgarse salir era

encaminarse a una segura aniquilación.

En los días 15 y 16 de septiembre, tratando de burlar el asedio salió

de Boquerón el Subteniente Francisco Lazcano Antezana; fue percibido

rápidamente, descargando la metralla en su cuerpo; murió acribillado.

De todas maneras, a pesar del cerco cerrado, se lograba, a veces,

infiltrarse; el Sargento Deheza, a la cabeza de 16 hombres, logró

ingresar a Boquerón, desde el fortín Castillo. Peñaranda, en su 5.º día

de ataque, reforzado con una parte del “Campero” y una compañía del

RI-7, apoyados por una pieza de artillería Schneider MPC2 y una

pequeña tanqueta Carden-Loyd, insistió en romper el cerco por el

sector Yujra; como las anteriores veces, nuevamente fue rechazado.

En tanto la aviación arrojó cinco bultos, conteniendo víveres y

municiones. Una parte cayó en el fortín, la otra parte en las filas

paraguayas. En realidad, muy poco de este socorro pudo

aprovecharse; al lanzarlos desde muy alto, debido al temor al fuego

antiaéreo, al caer, el fuerte impacto destruía gran parte de los

contenidos.

En el avance desde Yujra hacia Boquerón, fue herido el capitán John

Kenneth Lockhart, ingeniero estadounidense, conductor de la tanqueta

Carden-Loyd. Haciendo la evaluación de las armas y motorizados

empleados, las tanquetas fueron de poca utilidad, por lo tanto, de podo

impacto en los combates. No eran aptos en el terreno denso, caluroso,

del monte chaqueño; de la misma manera, fueron casi inútiles estas

máquinas compradas, como los más pesados tanques Vickers, tipo

Mk.E (A o B). El Estado Mayor boliviano invirtió muchas libras esterlinas

47 Diario de Marzana. Querejazu Calvo, Roberto (1981). Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la guerra del Chaco. Cochabamba-La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro. En Querejazu Calvo, 1981, p. 38.

en la compra, pese a la oposición de sus propios asesores militares,

enviados a Inglaterra; sus observaciones no fueron tenidas en cuenta.

El día 16 de septiembre, a las 09:35, Peña le comunicó al General

Quintanilla, que Boquerón no tenía munición ni víveres48. Más tarde,

Quintanilla le transmitió al General Osorio, que la situación era grave

por la creciente presión enemiga sobre Yujra49. Osorio le contestó:

Queda usted en libertad de resistir o retirarse.

Sin embargo, horas después Osorio preguntó:

Por su cifrado 140, hago deducción, que tropa Boquerón encuéntrese

completamente sitiada. Quiero saber qué medidas ha tomado para

romper [el cerco].

Confundiendo, de esta manera, al General Quintanilla50.

Día 17 de septiembre, a las 04:00 horas, los paraguayos reiniciaron los

ataques sobre Boquerón; dispararon con 8 cañones de 105 mm, 14 de

75 mm y 20 morteros; empero, sin causar daños contundentes. Ese

día llegaron los cadetes de la Escuela Militar del Paraguay, para reforzar

a las unidades que atacaban Boquerón; conformaron un solo

regimiento, el RI-6 “Boquerón”. Esta tropa, comandada por el Mayor

Arturo Bray, estaba compuesta por 1,600 hombres; era considerada la

mejor unidad del ejército paraguayo. Dispuestas las órdenes de

ataque, los cadetes, en plena marcha de acercamiento hacia el fortín,

fueron sorprendidos por un ataque desde la retaguardia; ataque que,

fuera de sorprenderlos, los dispersó. Lo que desbarató este ataque

paraguayo fue que el destacamento Peñaranda, atrincherado delante

de Yujra, tenía adelantada su ala izquierda, hasta 2 km de Boquerón.

Desde allí, el 17 de septiembre, sin conocer la incursión enemiga, el

Batallón Montalvo (II/RI-14) y el escuadrón Eduardo del RC-6,

avanzaron nuevamente con el objetivo de suministrar municiones y

48 Díaz Arguedas, Julio (1937). Los elegidos de la gloria. La Paz (Bolivia): Imprenta Intendencia General de

Guerra. 49 Cifrado 1107. 50 Dunkerley, James (1987). Orígenes del poder militar: Bolivia 1879-1935. Quipus.

víveres al sitiado fortín. Estas tropas, después de las sangrientas

experiencias, en intentos anteriores, en cautelosa marcha, se

encontraron sorpresivamente con las espaldas de un batallón del

regimiento “Boquerón”, que se hallaba en plena maniobra de ataque,

empero, de frente invertido hacia el fortín. El cadete paraguayo Rogelio

Fiore fue hecho prisionero, otros cayeron muertos y heridos. El resto

se retiró arrastrando otro batallón, que se encontraba a su izquierda.

Por el claro abierto, el batallón Montalvo y el escuadrón Eduardo

avanzaron en dos columnas hasta el borde de Boquerón; se

desplegaron en líneas paralelas para tratar de mantener abierta la

brecha. Sólo ingresaron al fortín los tenientes bolivianos Banegas y

Montes, con sus secciones51.

El regimiento “Ytororó”, que se encontraba de reserva, inició un rápido

contraataque para cerrar esta imprevista brecha. El combate duró todo

el día, logrando los paraguayos aislar a las fuerzas de Montalvo y

Eduardo de su retaguardia, a cargo del Coronel Walter Méndez. Tanto

Montalvo como Eduardo, viendo que su posición era peligrosa,

ingresaron en Boquerón. Como en el fortín había una acuciante escasez

de víveres y solo podían permanecer las tropas indispensables para la

defensa, se vieron obligados a salir combatiendo contra el regimiento

paraguayo “Mongelós”, sufriendo considerables bajas y heridos52.

El General Quintanilla le anticipó a Peña que el regimiento RI-15, que

había salido 30 días antes desde Bolivia, había llegado a Ballivian, que

por fracciones se dirigía hacia Arce53.

El día 17 de septiembre, Salamanca envió su tercer oficio al General

Osorio, para que acelere el traslado de tropas, que deje de usar los

camiones con ese objeto. Posteriormente, Osorio y Quintanilla se

excusaran en esta demora, queriendo justificar el desastre de

Boquerón, cuando finalmente se rinde y es tomada por los paraguayos.

51 Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 153 vol. 3. Estigarribia, José Félix (1950). The epic of the Chaco: marshal Estigarribia’s memoirs of the Chaco War, 1932-1935 (en inglés). Austin (Texas): University of Texas Press. 52 Farcau, Bruce W. (1996). The Chaco war: Bolivia and Paraguay, 1931-1935. Westport (Connecticut): Praeger. 53 Guachalla, Luis Fernando (1978). Jayucubás. La Paz (Bolivia): Los Amigos del Libro.

Los días 18 y 19 de septiembre, los regimientos bolivianos volvieron a

intentar romper el cerco; en esta acción los regimientos empleados

fueron los siguientes: RI-4 con 200 soldados; RI-5 con 300 soldados;

RC-6 con 220 soldados; RC-5 “Lanza” con 110 soldados; RI- 7

“Azurduy” con 80 soldados; RI-16 con 500 soldados; Grupo de Artillería

Calero con 40 soldados; Grupo de Artillería acompañamiento con 60

soldados. Comparando con la acumulación de fuerzas, que había

logrado el ejército paraguayo, el envío boliviano resultaba insuficiente;

un ataque de 2,400 hombres para romper el cerco ya era menguado,

a esas alturas, ante un ejército bien pertrechado y parapetado en el

territorio aledaño. Esta desesperada acción de quiebre, tomada por el

General Quintanilla quizás se derivó por dos conjeturas:

a) Estigarribia ordenó a las fuerzas estacionadas en Nanawa, al sur,

que realicen ataques demostrativos para fijar ahí la mayor cantidad de

tropas bolivianas;

b) Quintanilla siguió sin darse cuenta del tamaño de las fuerzas

atacantes. Salieron de Boquerón rumbo al fortín Castillo, distante 11

km, el Subteniente N. Grossberger y el Cadete Luis Estenssoro

Machicado, al mando de una fracción de 45 hombres del regimiento

“Lanza”; a pocos kilómetros del fortín cayeron en una emboscada del

RI-2 “Ytororó". Estenssoro, al verse muy mal herido, se suicidó.

Nuevamente las fuerzas bolivianas que lograron burlar el cerco

propiamente dicho, chocaron con fuerzas aún superiores en

emboscadas, cada vez más lejos del fortín Boquerón. Esta salida fue

parte de un plan de Quintanilla para sacar a las fuerzas de Marzana,

en la noche del día 19, por el camino Boquerón-Ramírez,

supuestamente el sector más débil del dispositivo paraguayo. Este plan

no pudo realizarse por una orden del General Osorio, que mandaba

permanecer en Boquerón. Justificó esta medida diciendo que:

Evacuar Boquerón, en la actualidad, sería nuestro desastre definitivo

ya que no podríamos sostenernos en otro punto.

En su evaluación y balance, el Mayor Moscoso escribió:

Justamente el menos adecuado para detener al enemigo era Boquerón,

donde estábamos obligados, no a defendernos solamente sino a atacar

desventajosamente, para alimentar a los sitiados54.

El día 19 de septiembre, el Coronel Peña transmitió al General

Quintanilla la contabilidad de sus últimas reservas; por otra parte

contaba solo, parcialmente, con la batería Moreno y el regimiento RI-

15. De este regimiento sólo había llegado desde Ballivián, tras dos días

de desplazamiento, la 5.ª Compañía, con la mitad de los soldados sin

caramañolas. Además, desde varios días atrás, el abastecimiento de

agua a las fuerzas, ubicadas en los fortines Castillo, Yujra y Ramírez,

se estaba haciendo desde el fortín Arce. Por otra parte, Peña presumía

que el enemigo estaba relevando parcialmente sus tropas para

hacerlas descansar, además de seguir sumando nuevos efectivos

llegados desde Asunción; bajo esta suposición, informó a sus

superiores:

La captura de los últimos prisioneros nos demuestra que no están

muriendo de hambre y sed los paraguayos55.

Los días 20 y 21 de septiembre, se nombró al Mayor Rafael Franco,

uno de los oficiales más capacitados del ejército paraguayo, para que

organice el abastecimiento de agua, maximizando el uso de los escasos

camiones, así como su distribución entre las unidades. Por las noches,

desafiando el hostigamiento paraguayo, los soldados bolivianos,

sitiados en Boquerón, buscaron proveerse de agua, galletas y

municiones de los innumerables cadáveres, en estado de putrefacción,

que se encontraban dispersos y abandonados frente a sus posiciones.

En este panorama, dibujado y coloreado, por el cerco, en esta

atmósfera desconcertante, en el teatro de operaciones, emergió, poco

a poco, en principio, para ir precipitándose, después, la

desmoralización de la tropa. La confianza, tenida a un comienzo, de

parte de los comandos bolivianos, declinó ostensivamente; fueron

tomando conciencia de la gravedad de la situación, de la vulnerabilidad

de su condición militar. El coronel Francisco Peña alertó a su jefe, el

General Quintanilla:

54 Guachalla, 1978, p. 76. 55 Arze Quiroga, Eduardo (1952). Documentos para una historia de la guerra del Chaco: seleccionados del archivo de Daniel Salamanca vol. 2. La Paz (Bolivia): Editorial Don Bosco.Arze Quiroga, 1952, p. 174 vol. 2.

En estos momentos mi División atraviesa una situación muy delicada.

Todos los informes que recibo me hacen saber que las tropas se

encuentran totalmente desmoralizadas y agotadas. Hemos intentado

tres ofensivas con fuerzas frescas, llenas de entusiasmo a objetivos

bien definidos, ninguna ha podido ser culminada por la superioridad

aplastante del adversario, tanto material como de especial instrucción

de combate en el bosque; cualquier nueva ofensiva con los elementos

que dispongo seria de resultados negativos, llevando a nuestro

personal a un sacrificio estéril. Me permito sugerir buscar una defensa

sólida en Arce y una momentánea intervención diplomática para salvar

al destacamento Marzana en Boquerón y completar nuestra

preparación56.

Este conciso y honesto informe describe sucintamente el estado de la

guerra, en el teatro de operaciones; particularmente, concentrado en

el fortín Boquerón, fortín que se convirtió, metafóricamente, como en

el agujero negro para el ejército boliviano. Incluso se puede apreciar

que, de alguna manera, implícitamente, anunciaba lo que vendría

después; durante los ulteriores tres meses, cuando se efectuó el

avance paraguayo hacia Saavedra.

En su edición del día 20 de septiembre, el periódico “El Diario”, de la

Paz, afirmó que una de las enseñanzas de la Primera Guerra Mundial

había sido “la necesidad imprescindible de un comando único”. Propuso

la “necesidad imperiosa de centralizar el comando en el jefe del Estado

Mayor General”; es decir, en el General Osorio. En la nota, daba a

entender que eran varios los que se inmiscuían en las operaciones

militares, complicando su ejecución57.

Ante esta dramática situación, Bolivia propuso una tregua. La

propuesta boliviana de una tregua, además de pedir que la Comisión

de Neutrales enviará una delegación militar para supervisar el

cumplimiento de la tregua, fue rechazada por el Paraguay. Se

argumentó que en el Chaco era prácticamente imposible ese control,

que tampoco estaba “dispuesto a facilitar el plan bélico de Bolivia”.

Estipuló, además, que no daba curso a una tregua sin garantías, así

como no aceptaba la calificación boliviana del Paraguay como “país

agresor”, porque se considera con el derecho y con el deber de velar

56 Informe de Peña a Quintanilla. En Arze Quiroga, 1952, p. 159. 57 Marzana, Manuel (1982). La gran batalla: Memorias del general Marzana. La Paz (Bolivia): Editorial CIMA.

por su propia seguridad. Por lo tanto, el Paraguay no puede ser

declarado país agresor, pues esta calificación debe estar fundada en

los hechos, que precedieron a la contienda actual […] Bolivia retiene

aun varios fortines paraguayos y es, en consecuencia, un país invasor.

Y no es posible, que en virtud de un criterio arbitrario, el país invadido

precisamente durante la celebración de una conferencia sobre un pacto

de no agresión, resulte ahora convertido en agresor58.

Los días 22 y 23 de septiembre, Peña informó a Quintanilla que

Boquerón puede sostenerse solo dos días más, que lo que pase

después de su caída dependerá del espíritu ofensivo paraguayo59. El

día 22, a las 14:40, el General Quintanilla advirtió a Peña, que el

abandono de Boquerón no debía hacerse antes de la noche del día 23

de septiembre60. En la noche del día 21 al 22, los tenientes Germán

Busch y Arturo Montes, con 15 soldados del RC-6, se retiraron por la

picada Boquerón-Yujra.

Empezamos nuestro retiro […] Paso por medio de una lluvia de balas.

Sigue la masacre. Aumenta peligrosamente el número de muertos […].

Por fin logramos pasar toda la zona donde se encontraba el enemigo y

llegamos al Comando. Todos pedíamos pan y agua. Ya no éramos los

muchachos entusiastas y fuertes, que salimos de Oruro. No éramos

más que sus espectros. Todos queríamos irnos61.

La aviación boliviana continuó lanzando víveres y municiones, que se

perdieron en gran parte al impactar en tierra o caer en filas

paraguayas. Los médicos bolivianos Eduardo Brito y Alberto Torrico ya

no pudieron atender a los enfermos y heridos, por falta de drogas,

medicamentos, materiales e instrumentos de curación. Como poniendo

alcohol en las heridas, se hizo cada vez más angustiosa la falta de agua

y víveres. El General Quintanilla transmitió al Estado Mayor, que

Boquerón podía sostenerse hasta el día 23 en la noche; ordenó al

58 Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 281/282. 59 Arze Quiroga, 1952, p. 183 vol. 2. 60 Arze Quiroga, 1952 vol. 2, p. 188. 61 Diario del teniente boliviano Germán Busch. Brockmann, Roberto (2007). El general y sus presidentes: vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes en la historia de Bolivia, 1911- 1939. La Paz (Bolivia): Plural editores. En Brockmann, 2007, p. 218.

Coronel Peña que tomara medidas para que Marzana abandone el fortín

el día 25 de septiembre62.

Evaluando la difícil situación militar, el gobierno boliviano intentó una

última salida diplomática. Se dirigió a la Comisión de Neutrales diciendo

que estaba dispuesto a aceptar el cese del fuego en Boquerón a partir

del día 24 a las 12:00 horas. La Comisión le respondió que la propuesta

hecha oportunamente a las partes se refería al cese de las hostilidades

en todo el Chaco63.

Los días 24 y 25 de septiembre, el General Quintanilla anuló la orden

de evacuar Boquerón, dada a Peña el día anterior. Los combates se

mantuvieron con la misma intensidad. El ejército paraguayo aumentó

sus efectivos, que llegaron a sumar más de 14,000 hombres,

distribuidos en la zona de conflicto, en un entorno de cerco al fortín,

sobre todo en los caminos que van a Yujra, Castillo, Lara y Ramírez.

Se puede decir que el Comandante Estigarribia tiene en perspectiva de

la ofensiva paraguaya la toma del fortín Arce.

De todas maneras, a pesar de las circunstancias, cada vez más

adversas, las tropas bolivianas de la 4.ª y 7.ª División persistieron en

el intento de acudir a los sitiados. El General Quintanilla rogó al Coronel

Peña un último esfuerzo, antes de abandonar Boquerón, sin saber que

las fuerzas de la 4.ª División, luego de fracasar nuevamente en

capturar las islas ocupadas por el enemigo, estaban en retirada64.

La táctica de las fuerzas paraguayas era ocupar los bordes de las islas,

desde donde batían a los atacantes, hasta que estos se acercaban a

los 50 metros; luego se retiraban al monte, donde convertían el

combate en una dilatada serie de emboscadas65. Como parte de este

capítulo desgraciado de la guerra, los aviones siguieron lanzando

víveres y municiones sobre el fortín, causando los mismos resultados

desastrosos. Al final, el ejército paraguayo terminó controlando

plenamente la zona del cerco, evitando las incursiones bolivianas hacia

Boquerón. La táctica de Estigarribia se enfocó en ocasionar el mayor

desgaste posible en las tropas que intentaban acudir en socorro de los

62 Guachalla, 1978, p. 76. 63 Paraguay. Ministerio de Relaciones Exteriores, 1933, p. 282/283. 64 Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 172 vol. 3. 65 Antezana Villagrán, 1981, p. 180 vol. 1.

sitiados. Esto se lograba con cierta paciencia; empero, también había

premura por capturar el fortín. Un informe indicó que el agua de la

laguna de Isla Poí se estaba descomponiendo rápidamente, afectando

de disentería a los soldados, por lo que el suministro debería hacerse

desde el Puerto Casado, sobre el río Paraguay, alargando la logística

en 230 kilómetros. Por otro lado, la finalización de la movilización del

ejército boliviano, que estaba prevista para fines de diciembre,

obligaba a seguir avanzando hacia Arce-Muñoz. Por otra parte, era

menester desanclarse, por así decirlo, del territorio donde se

encontraban varados, de la aridez agreste del territorio interno e

íntimo, que se había convertido el entorno aciago de Boquerón,

habitado por desparramados muertos, fantasmas y escuálidos

sobrevivientes atrincherados en su fortaleza, o sedientos solados que

cercaban al fortín. Se diseñó un asalto decisivo, concentrando en un

punto 2,000 hombres; esta tropa, apoyada por la artillería, tenía la

tarea de abrir una brecha de 200 metros.

El día 26 de septiembre, como estaba previsto, se inició, en la mañana,

el ataque definitivo sobre Boquerón. Se concentraron los fuegos en un

frente de 200 metros; al cabo de quince minutos, fracciones de tropas

paraguayas, en audaz avance, se apoderaron de pocos metros de

trincheras. Los defensores lograron mantener las líneas principales. La

artillería paraguaya, que tenía la misión de destruir los reductos, no

concentró sus disparos sobre el punto de ruptura sino que los diluyó

en todos los sectores, no sin causar bajas. Una granada de mortero

alcanzó al Subteniente boliviano Luis Reynolds Eguía, cuando trataba

de desalojar al enemigo, que había ocupado un sector de las trincheras.

En muchos lugares los atacantes llegaron a menos de 50 metros. Los

defensores de Boquerón, afectados por la deshidratación, hambrientos

y faltos de municiones, comenzaron a desesperarse. Los pocos víveres

y pertrechos que lanzaron los aviones, no aliviaron en nada esa difícil

situación.

El día 27 de septiembre, a las 05:50 horas, el Coronel Peña puso en

conocimiento del General Quintanilla, que sus fuerzas ya no estaban

en condiciones de atacar hacia Boquerón, salvo una acción

demostrativa para distraer a las fuerzas paraguayas y ayudar a los

cercados a escapar del fortín:

Como ve usted señor general, nuestra situación para colaborar a la

salida del destacamento Marzana, en relación al día 24 del presente,

en que ya se dictó la orden de abandono, ha variado

desfavorablemente para nosotros66.

Marzana ordenó al capitán Luis Rivero que, con una pequeña fracción

de soldados, saliera hacia Yujra. Fue evidente que desconocía la

magnitud que había alcanzado el control enemigo alrededor de

Boquerón, mucho menos la presión que éste ya estaba realizando, a

varios kilómetros de distancia, sobre todos los fortines aledaños. Rivero

trató de romper el cerco, fue rodeado y murió con todos sus

subordinados. Este día el capellán Luis Alberto Tapia sobrevoló el fortín

y lanzó una proclama a los defensores de Boquerón. Se realizó una

reunión de siete generales en Muñoz. Estuvieron presentes el viejo

General Ismael Montes, expresidente de Bolivia; el General Filiberto

Osorio, comandante en Jefe del Ejército; el General Carlos Quintanilla,

Comandante del Primer Cuerpo de Ejército en el Chaco y el Teniente

Coronel Bernardino Bilbao Rioja, inspector de aviación, entre otros. En

una acalorada discusión destinada a repartir culpas, Bilbao Rioja llegó

a sacar una pistola apoyándola sobre la cabeza de Quintanilla67.

Finalmente, se comunicó a Marzana que debía quedarse diez días más,

con la promesa de que lo liberarían con un ataque masivo. La suerte

de Marzana ya estaba echada:

1. En Boquerón, los defensores estaban exhaustos por la sed, el

hambre; una lucha de 18 días y casi sin municiones, los dejo casi

abatidos; por lo tanto, no podían ni ayudar desde adentro ni salir por

sus propios medios.

2. Aun reuniendo todas las fuerzas bolivianas en el Chaco, lo que era

imposible, era muy tarde para enfrentar a un enemigo cada vez más

vigoroso, que había tenido tiempo de consolidar el control de la zona

del entorno del fortín Boquerón. El ejército paraguayo ya preparaba la

ofensiva sobre los fortines circundantes.

3. Los soldados y oficiales bolivianos estaban agotados, además de

desmoralizados. Muchos regimientos estaban al borde de la

insubordinación y el desbande.

Murió en Boquerón el capitán Tomás Manchego, otro experimentado

oficial boliviano. En diciembre de 1928, siendo subteniente, había caído

prisionero de los paraguayos, durante el incidente del fortín Vanguardia 66 Arze Quiroga, 1952, p. 207 vol. 2. 67 Querejazu Calvo, 1981, p. 93.

y liberado en mayo de 1929, después de 5 meses de cautiverio. Había

conducido la 4.ª Compañía (C-4), del I/RI-14, que ocupó el fortín

paraguayo Rojas Silva, el día 6 de septiembre, tres días antes del

ataque paraguayo sobre Boquerón.

Los días 28 y 29 de septiembre. El día 28, las agotadas tropas

bolivianas, ubicadas entre Boquerón y Lara-Castillo, presionadas por el

enemigo, comenzaron la retirada:

Lo primero que hice fue tratar de incorporarme a mi unidad [...] pues

esta se retiraba y acá supe de que el enemigo había atacado y rodeado

al Comando [...] donde todo era confusión y desorden [...] la situación

era muy grave, por la tarde empezó nuestra retirada, extenuados por

la sed, a las 6 horas, llegamos a puesto Lara y luego pasamos a

Castillo, donde pude tomar un poco de agua68.

En la tarde del día 28 de septiembre, Marzana reunió a la oficialidad

para tratar la capitulación de la plaza; solicitar al enemigo que le

permita y otorgue los medios para retirarse con sus tropas, a causa de

la falta de víveres, municiones y las lamentables condiciones físicas y

sanitarias. Durante el día, el General Montes sobrevoló Boquerón;

mediante mensajes exhortó a mantener la defensa diez días más,

asegurándoles la victoria contra las fuerzas enemigas. El tajamar, que

apenas abastecía las necesidades de los defensores, cayó bajo el

control de los francotiradores paraguayos, fue contaminado por los

cadáveres de los que se arriesgaron a proveerse de agua. En la noche,

del 28 al 29 de septiembre, la 1.ª Compañía del regimiento paraguayo

RI-6 Boquerón, al mando del Teniente Guggiari avanzó hasta los

bordes de las posiciones bolivianas de Punta Brava. Los defensores

bolivianos gritaron “no tiren más que vamos a salir firmes para

rendirnos”. El comando paraguayo ordenó desestimar esta propuesta

y continuar los preparativos del ataque previsto para el amanecer. Al

amanecer del 29 de septiembre de 1932, después de un intercambio

de disparos, que duró media hora y terminó a las 06:00 horas, frente

al regimiento RI-4 Curupayty, el capitán boliviano Antonio Salinas

Crespo, del RI-5 Campos y el suboficial Carlos Davila del RI-14 Florida,

salieron de sus posiciones portando banderas blancas. Frente al RI-6

Boquerón, los tenientes bolivianos Daniel Aguilar y René Miranda, con

68 Diario del teniente boliviano Germán Busch. Céspedes Toro, Jaime (2000). Diario de guerra de Germán Busch Becerra y la epopeya de Boquerón. La Paz (Bolivia): Editorial Garza Azul. En Céspedes Toro, 2000, p. 153.

17 soldados, hicieron lo mismo, llevando un pedido de entrevista de

Marzana69. Los soldados paraguayos, con justa razón, creyeron que los

soldados bolivianos se rendían; salieron simplemente de sus

posiciones, ya a muy pocos metros de las trincheras enemigas, y

sencillamente entraron caminando al fortín.

En La Paz, el 1º de octubre, el gobierno boliviano, a quien se le ocultó

la caída del fortín, envió un angustioso cifrado al General Quintanilla:

Falta de noticias sobre la situación de Boquerón induce a opinión

pública a dar crédito a comunicados paraguayos, que describen la

acción con detalles, dando lugar a manifestaciones. Atribuyen al

Comando que trata de engañar al país, ocultando la verdadera

situación, lo que podría ocasionar desórdenes similares a los que ya se

iniciaron en Oruro. Urge enviar partes más frecuentes70.

Dado que se había cortado toda comunicación con Marzana, desde el

día 22 de septiembre, el General Quintanilla envió el día 1º de octubre

un avión de reconocimiento, que informó sobre columnas de camiones

paraguayos que salían de Boquerón rumbo a Isla Poí, lo que indicaba

que el fortín había caído en poder paraguayo.

Las pérdidas en hombres, por ambas partes, fueron importantes. El

mayor paraguayo Antonio E. González y el historiador boliviano

Querejazú Calvo, coinciden en que el ejército boliviano tuvo 1,000

muertos y que 20 oficiales y 446 soldados cayeron prisioneros. Por su

parte, el ejército paraguayo tuvo 2,000 muertos, para todo el mes de

septiembre. Mazzacotte sostiene que 24 oficiales y 820 soldados

bolivianos cayeron prisioneros, en la batalla de Boquerón, que las bajas

fueron de 1,000 muertos. Atribuye la cifra de 1,513 muertos, heridos

o desaparecidos, para el ejército paraguayo, en el periodo de junio a

septiembre. La sanidad del ejército paraguayo, a su vez, registra 1,890

hombres como muertos, para igual periodo71.

69 Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 183/4 vol. 3. 70 Cif.247-552 11:50 horas. Cifrado de Rivera a Quintanilla. Vergara Vicuña, Aquiles (1944). Historia de la Guerra del Chaco. Varios volúmenes. La Paz (Bolivia): Litografías e Imprentas Unidas. En Vergara Vicuña, 1944, p. 331 vol. 2. 71 Casabianca y Boselli Cantero, 2000, p. 188 Vol. 3.

La heroica resistencia de Marzana fue ampliamente utilizada por la

propaganda del comando boliviano, para ocultar lo que desde el

comienzo fue una derrota decisiva. Fue notoria la falta de preparación

para enfrentar la sorpresiva ofensiva, a gran escala, del ejército

paraguayo. Ejército, que supo superar las iniciales deficiencias, los

desajustes organizativos del comienzo, la consolidación de mando,

sobre todo, armar la logística. Este avance recién se frenaría cerca de

Saavedra, en “Kilómetro 7”, tres meses después.

La caída de Boquerón, que en parte también tiene que ver con el

descuido permanente, además del ocultamiento de lo que

verdaderamente sucedía en el frente, causó una conmoción en el

pueblo boliviano. Sorprendió a todos, que tras el anuncio durante 20

días de victoriosos combates y una supuesta ofensiva en preparación,

todo acabara en la abrupta rendición del destacamento Marzana, la

caída sucesiva de varios fortines, Yujra, Lara, Ramírez y Castillo,

además de la desorganizada retirada del resto de las tropas bolivianas

hacia Arce. La defensa de Boquerón, los repetidos ataques para romper

el cerco y aprovisionarlo, no obedeció a ninguna razón militar.

Boquerón era un punto adelantado y aislado, ubicado a unos 8-12 km

de los fortines bolivianos más cercanos, en una zona donde era difícil

mantener una brecha abierta para el aprovisionamiento. Si el General

Quintanilla hubiera asumido la responsabilidad de ordenar el abandono

del fortín el día 19 de septiembre, decisión que maliciosamente

Salamanca y Osorio descargaron sobre su espalda, quizás se hubieran

salvado parte de las fuerzas de Marzana y de las que inútilmente se

sacrificaron después para llevar recursos al fortín. Esas fuerzas,

imprescindibles en ese momento, hubieran resistido con más

posibilidades en la línea Yujra-Arce, hasta la llegada de nuevos

refuerzos.

A propósito de la evaluación de la caída de Boquerón, Luis Fernando

Guachalla escribe:

Boquerón fue el drama de la ilusión, en su grado máximo. Ilusión de

fuerzas que no existen, ilusión sobre la capacidad del adversario,

ilusión sobre un Chaco que se desconoce, ilusión sobre la importancia

de la intervención extranjera. […] ilusión de quedarse con Toledo,

Corrales y Boquerón, [ilusión del] estacionamiento incomprensible y

fatal de contingentes militares en la retaguardia […] en espera de

alguna intervención que paralizaría las hostilidades72.

José Félix Estigarribia fue ascendido a Coronel, grado con el cual

dirigiría al ejército paraguayo hasta septiembre de 1933.

72 Luis Fernando Guachalla, historiador y embajador boliviano en el Paraguay. En Guachalla, 1978, p. 70-71.

El desmoronamiento de una comedia

El problema, no solo de los gobernantes, sino, incluso de los

gobernados, es dejarse llevar por sus representaciones

autocomplacientes. Las mismas, que pueden servir, para mejorar la

autoestima; sin embargo, a la larga, destruyen la capacidad de

objetividad, que queda, que se debe tener, por lo menos, en una

magnitud y cualidad critica, que haga posible no zafarse del mundo

efectivo, entregándose, de lleno, al mundo de las representaciones.

Parece que todas las sociedades tienen composiciones que combinan,

variadamente, lo que los distingue, esto de vivir tanto en el mundo de

las representaciones así como, simultáneamente, en el mundo

efectivo. Parece que cuando las sociedades, con sus instituciones,

sobre todo con sus estados, se dejan seducir más por el mundo de las

representaciones, que siempre, explicablemente, está en rezago

respecto al mundo efectivo, al desvincularse, por lo menos, en lo que

respecta a su comprensión, de lo que acontece, terminan atrapadas en

la ilusión placentera de la auto-contemplación, desarmadas y

expuestas ante las fuerzas del mundo efectivo, que se mueven,

independiente del deseo de las representaciones. Es tarde, cuando se

dan cuenta, que su situación es la de una condición absolutamente

expuesta y abiertamente vulnerable, su condición es de indefensa; sin

recurso, sin posibilidad de reacción o de recuperación; que se

encuentran sobrepasadas por el desborde de los eventos, sucesos y

hechos que no controlan. Que no pueden hacerlo con representaciones

ni deseos.

A pesar de la derrota en la guerra del Pacifico, del lamentable

comportamiento del gobierno, del Estado y del ejército boliviano,

conducido por Hilarión Daza Groselle, y que, a medio camino, al campo

de batalla, retrocede y se retira. Dejando solo al Perú enfrentarse, en

una guerra, que se vio obligado a acudir a la misma por alianza. A

pesar de la derrota en la guerra del Acre, donde se perdió la más

grande proporción territorial, en la triste historia de perdidas

territoriales del país. La conducta, el comportamiento, el apego al

mundo de las representaciones complacientes, continuó. No se

asumieron estas derrotas y pérdidas como una tragedia, que debía

compensarse, corrigiendo las innegables falencias, que condujeron a

estas derrotas y pérdidas. En vez de esto, que es de esperar,

racionalmente, cuando se valoriza la vida, la vida del pueblo o los

pueblos, que componen la nación o las naciones, cuando se aprecian

las posibilidades, que contiene el acontecimiento país, del que se forma

parte, lo que se ha hecho, es buscar culpables; desentendiéndose de

toda responsabilidad. Con esta actitud, lo único que se consigue es

adormecerse, encontrar descargos, sobre todo encontrar el mal, la

causa de la desgracia. Con encontrar al demonio, se cree que se ha

resuelto todo; cuando el problema no emerge ni de culpables, ni de

demonios, ni del mal, sino, precisamente, de esta inclinación por la

autocomplacencia, la sobreestimación, que lleva a construir mitos de

auto-glorificación. Con esto no se dice, que no hay lucha de clases, por

ejemplo, como algunos, o mas bien, varios, muchos, sino todos, los

fundamentalistas, se apresuran a entender, sino que la lucha de clases

no es abstracta, no es exactamente concepto o teoría, pues la teoría y

los conceptos son instrumentos, que ayudan a comprender; sino

acontecimientos singulares, tejidos en complejidades singulares, de lo

que se llamaba, en el discurso marxista, formaciones económico-

sociales.

Para incidir en el decurso de estos acontecimientos singulares, para ser

consecuentes con la lucha de clases, es menester no confundir la teoría

con la realidad, por así decirlo; pero, sobre todo, no confundir el

empobrecimiento de la teoría, reducida un esquematismo dual de

manual, con la realidad. Entender, a cabalidad, la radicalidad de esta

teoría, que no se encierra en la versión burguesa de la política, en la

definición del enemigo, sino que cuestiona, interpela y busca demoler

toda forma de reproducción de poder, toda forma de reproducción de

las dominaciones polimorfas. Dominaciones, que paradójicamente,

reaparecen después de las revoluciones.

Boquerón es un síntoma, un grave síntoma de lo que somos, lo que

hemos sido y lo que queremos seguir siendo, sorprendentemente. En

esto no parecen diferenciarse, ni dejar de compartir, ni los criollos

conservadores, que se ilusionan con ascendencias aristocráticas; ni los

liberales barrocos, que se ungen de nombres, imágenes y discursos

liberales, no suficientemente mascullados; ni los nacionalistas celosos,

que se proclaman los nuevos “libertadores”, “héroes” de la soberanía,

y, sin embargo, continúan la ruta de la dependencia, por otros

caminos, con otros discursos, en otras condiciones, aunque estas

hayan mejorado, por ejemplo, en lo que respecta a los términos de

intercambio. Ni los llamados socialistas, orgullosos de las glorias de

revoluciones anteriores, que, sin embargo, no realizaron ninguna ellos,

salvo en su cabezas, con todos sus matices y distintos programas, sean

por etapas o permanentes, pues, a diferencia de los otros, esta vez se

disfrazan de las representaciones legítimas e intensas de los

revolucionarios comunistas, que experimentaron la audacia de cruzar

los límites de la forma Estado-nación, construida como modelo

democrático formal, por la burguesía hegemónica, en el sistema-

mundo capitalista. Cuando se develaron los problemas y los límites del

proyecto, de la teoría, del conocimiento comunista del sistema-mundo,

la responsabilidad histórica, usando este término pomposo y

pretensioso, para ilustrar, exigía revisar la teoría, el programa, la

concepción del mundo, las tácticas y las estrategias, las formas de

organización, en las luchas sociales concretas. Sin embargo, esto

precisamente no se hizo; se prefirió, como en los anteriores caso,

inclinarse por el mundo de las representaciones; defender este mundo

rezagado, ante el desafío demandante del mundo efectivo. Por este

camino, se llegó al derrumbe de la primera república proletaria. Lo

sorprendente es que, incluso, después de este incontestable hecho, los

llamados bolcheviques, marxistas partidarios, y hasta marxistas

solitarios, no revisaron en nada la teoría, ni sus ateridas estrategias y

tácticas. ¿No es este el mismo estilo de comportamiento, que opta por

el placer de la autosatisfacción, la autocomplacencia, la auto-

sobreestimación, que al final, no es otra cosa que autoengaño?

Después de la experiencia de este derrumbe, el socialista, que fue, en

todo caso, el desafío más importante, la amenaza más fuerte, de los

condenados de la tierra, usando esta definición de Frantz Fanon, a la

hegemonía burguesa en el sistema-mundo capitalista, con todas las

contradicciones, límites y formas grotescas que haya tenido, los

denominados gobiernos progresistas persisten con esta destructiva

inclinación por las representaciones autocomplacientes. No son, ni

mucho menos, algo parecido al desafío de las revoluciones socialistas,

en el siglo XX, sino eventos y procesos con menor alcance y

pretensiones, mas bien, reformistas y no revolucionarios, en el sentido

marxista de los términos. Empero, incluso en las dimensiones de este

reformismo, que podría, por cierto, funcionar en transiciones, los

proyectos progresistas optan por el autoengaño de las

representaciones autocomplacientes. Prefieren no mirar lo que ocurre

a sus alrededores; es más, buscan convencer a las mayorías, si no es

a todos, de la verdad y valides de su mundo de representaciones. Para

decirlo metafóricamente, pero, con toda la fuerza de la ilustración, les

va a ocurrir lo que a los defensores de Boquerón. Cuando sea ya tarde,

se darán cuenta de su situación, sobrepasados por los desbordantes

eventos del mundo efectivo, que funciona sin representaciones.

Las lecciones de Boqueron van más lejos que las lecciones militares,

develando una conducción tan desacertada, tan poco profesional, en el

sentido militar. Son lecciones políticas, son lecciones históricas.

Develan estructuras de poder barrocas, estructuras de relaciones

pactadas, que inhiben la potencia social, las capacidades de un pueblo,

mejor de los pueblos, que se conectan, quiéranlo o no, intercambian,

quiéranlo o no, códigos, símbolos, culturas, lenguas, experiencias,

saberes. Boquerón patentiza que no se ha aprendido las crudas

lecciones de la guerra del Pacifico y de la guerra del Acre. Que, a pesar

de los cambios en las formas de gubernamentalidad, con impacto social

y económico, se persiste en preservar las estructuras de prácticas, de

habitus, que tienen que ver con esta inclinación a las ilusiones

generadas por la autocomplacencia, sea esta autocomplacencia de

unos o de otros. ¿Se cree acaso, en el fondo, de una manera vaga y

ambigua, que se puede engañar a las fuerzas efectivas, que dinamizan

el mundo efectivo? ¿Se cree, por así decirlo, que hay más realidad, en

el sentido de esencia, en la representaciones, que en los eventos

materiales del mundo efectivo? ¿Qué es lo que lleva a optar por esta

ilusión? ¿El placer de convertirse, imaginariamente, en el centro del

mundo? Esto es como amar su propio suicidio, sin saberlo.

Boquerón es el comienzo de la derrota de la guerra. Esto no se puede

ocular con discursos e interpretaciones, sean estas elementales o

sofisticadas. Tampoco se puede ocultar con la retoma de Villamontes,

que es cuando el país reacciona como debería haber actuado, desde

un principio, salvo, entendiendo, claro está, que, ante todo no debería

ser arrastrado a la guerra, contra un país, que tiene en común mucho

con Bolivia. Tienen en común derrotas y perdidas, empero, la diferencia

estriba en el comportamiento del pueblo paraguayo, que fue heroico y

digno en la guerra de la Triple Alianza, así también en la guerra del

Chaco, con todas las diferencias de contexto, en uno u otro caso.

Bolivia y Paraguay, son países del interior del continente, que, de

alguna manera, aunque de distinta modalidad, enfrentaron, en su

momento, la guerra del interior contra los puertos, que encarnaban el

dominio y hegemonía que impuso la revolución industrial. La guerra

del Chaco fue la guerra de dos países del interior, que, desde una

interpretación teórica, son, más bien, aliados, o deberían serlo, pues

enfrentaron a los puertos, sumisos al dominio del imperio británico. En

el caso de Bolivia, cuando la guerra de la confederación peruano-

boliviano; en el caso del Paraguay, cuando la guerra de la Triple

Alianza.

Para decirlo figurativamente, el haber enfrentado al hermano de esta

alianza potencial e histórica, del interior contra los puertos, muestra la

envergadura increíble del drama. El no comprender, el no descifrar, los

síntomas, primero, los símbolos, después, los signos, posteriormente,

las tramas de la historia, en este caso, singular del continente de Abya

Yala, manifiesta el nivel del desorden y de la enajenación a la que se

está sometido.

¿Cuál es la salida? Por lo menos teórica. No se le puede dar semejante

proporción mayoritaria al mundo de las representaciones

autocomplacientes, en la composición entre mundo de

representaciones y mundo efectivo. La corrección de este desfase

destructivo ocurre valorando, cualificando, privilegiando, las

vinculaciones con el mundo efectivo, convirtiendo, mas bien, al mundo

de las representaciones, que, por cierto, es necesario, en instrumento

de la comprensión, en instrumento del conocimiento; en consecuencia,

en instrumento, que debe estar sometido a sus cambios, sustitución,

transformación, y adecuación, de acuerdo a las problemáticas,

contextos, lugares y desafíos.