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GUERRA Y RELIGIÓN EN LA ÉPOCA DE CERVANTES SEGÚN EL EPISTOLARIO DEL DUQUE DE ALBA (1568-1573) Jean-Paul Le Flem M. de C. HOllomrio-UIll'uersidad de París IV-Sorbonil "Si te portas mal, va a venir el Duque de Alba (para castigarte)>>. Este refrán, destinado supuestamente a tranquilizar las turbulencias de los jóvenes belgas y bátavos, refleja toda una leyenda negra alrededor del personaje de D. Fernando Álvarez de Toledo, tercer Duque de Alba, la cual es aún un componente de la leyenda negra española. En el año 1952, el Duque de Alba de entonces publica el corpus de las cartas de su ilustre antepasado 1. Lamentablemente. esta publica- ción fundamental resultó muy confIdencial y poco utilizada por la his- toriogratla hasta una fecha 1 A partir de aquí, las citas de las cartas del Duque de Alba corresponden a la edi- ción de 1952, Epistolario del IJI Duque de Alba, D Fcm,md,l AI/urez de 7blrdo (Real Academia de la Historia), 3 Tomos, Madrid, CSIC. El tomo 1, contiene las cartas de los años 1536-1567, números 1-681. El torno 11, las cartas de los años 1568-1571, números 682-1527. El torno 1II, las cartas de los años 1572-1581, números 1528- 2703. Para mayor claridad, citaremos esta fuente por el número de la cart;l. Agradecemos muchísimo a la Dra. Cecilia García Alltém del DepartamclHo lié Filología del CSI C, quién nos facilitó Un ejc'mplar de esta edición agotad,l. 2Véase Escudero (2002). Este autor maneja magníficamente el epistolario. Sin em- bargo. UlI historiador tan prestigioso como Parker (1972) lIO lo cita. Tampoco Giméncz Martín (1992).

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GUERRA Y RELIGIÓN EN LA ÉPOCA DE CERVANTES SEGÚN EL EPISTOLARIO

DEL DUQUE DE ALBA (1568-1573)

Jean-Paul Le Flem M. de C. HOllomrio-UIll'uersidad de París IV-Sorbonil

"Si te portas mal, va a venir el Duque de Alba (para castigarte)>>. Este refrán, destinado supuestamente a tranquilizar las turbulencias de los jóvenes belgas y bátavos, refleja toda una leyenda negra alrededor del personaje de D. Fernando Álvarez de Toledo, tercer Duque de Alba, la cual es aún un componente de la leyenda negra española.

En el año 1952, el Duque de Alba de entonces publica el corpus de las cartas de su ilustre antepasado 1. Lamentablemente. esta publica-ción fundamental resultó muy confIdencial y poco utilizada por la his-toriogratla hasta una fecha

1 A partir de aquí, las citas de las cartas del Duque de Alba corresponden a la edi-ción de 1952, Epistolario del IJI Duque de Alba, D Fcm,md,l AI/urez de 7blrdo (Real Academia de la Historia), 3 Tomos, Madrid, CSIC. El tomo 1, contiene las cartas de los años 1536-1567, números 1-681. El torno 11, las cartas de los años 1568-1571, números 682-1527. El torno 1II, las cartas de los años 1572-1581, números 1528-2703. Para mayor claridad, citaremos esta fuente por el número de la cart;l. Agradecemos muchísimo a la Dra. Cecilia García Alltém del DepartamclHo lié Filología del CSI C, quién nos facilitó Un ejc'mplar de esta edición agotad,l.

2Véase Escudero (2002). Este autor maneja magníficamente el epistolario. Sin em-bargo. UlI historiador tan prestigioso como Parker (1972) lIO lo cita. Tampoco Giméncz Martín (1992).

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El gobernador de los Países Bajos había tenido una preocupación constante, casi obsesiva, por el registro de la información; en el reina-do de Felipe II, la «comunicación», para emplear una palabra tan pros-tituida en nuestros días, es un elemento fundamental del ejercicio del poder. El número de cartas escritas por el duque o firmadas por él cuando su secretario las prepara, es impresionante3 .

Claro está que dichas misivas tienen diversas extensiones pero, en su conjunto, resultan muy concisas, salvo cuando se trata de las cir-cunvoluciones de la diplomacia, muy complejas, como lo veremos en el caso de Inglaterra. También, de vez en cuando, algunas cartas largas sintetizan la situación geopolítica de Europa con una densidad y una clarividencia admirables.

Los correspondientes habituales son pocos: en primer lugar, el rey Felipe II, que sigue con vigilancia las peripecias de los asuntos de Flandes. La correspondencia intercambiada con el duque hace paten-te la confianza entre ambos hombres. Desde 1569, Alba se queja de sus achaques -gota, calenturas, tercianas- y, sobre todo, del clima húmedo y triste de Flandes (carta núm. 693); por eso, solicita su re-levo para volver a las tierras calientes de Andalucía. En vano. Hasta la llegada de Requesens a fines de 1573.

El cardenal Granvela, primer ministro de hecho, recibe cartas bre-ves sobre problemas urgentes.

Los secretarios del rey, como Gabriel de Zayas o Diego de Espinosa, son unos corresponsales privilegiados, como los embajadores Francisco de Alava, en Francia, o el Sr. de Chantonnay y el conde de Monte-agudo, en Alemania.

Para los asuntos lnilitares, Alba consulta de vez en cuando al du-que de Albuquerque. También se nota una correspondencia muy téc-nica con unos agentes especiales, a la vez negociantes, intermediarios diplomáticos oficiosos, como en Inglaterra Tomás Fiasco o el Señor Sueveghem.

No hay que olvidar a los llamados «mercaderes», que son nego-ciantes de alto vuelo y asentistas, muy útiles para cubrir la penuria crónica de la hacienda en los Países Bajos; en primer plano, aparece la familia Spinola y detrás Jerónimo Curiel, Bautista Lomelín. Dos per-

1567:170: 156!U71: 1569:194: 1570:149; 1572:200; 1573:310.

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sonas de la familia del duque se escriben con él: la duquesa y, sobre todo, su hijo Fadrique, alistado en los Tercios.

Los canales utilizados para mandar o recibir el correo son múlti-ples y paralelos. Pocas veces, se despacha un solo ejemplar. En este caso, la transmisión resulta asegurada por una persona de confIanza en misión ofIcial. Más frecuentemente, la secretaría del duque realiza va-rias copias; una encaminada por correo ofIcial, que elige los itinera-rios según la coyuntura política; para Madrid, el camino más directo cruza Francia, pero dicha vía resulta incierta por las «emociones)) re-ligiosas. Algunas cartas son destruidas o robadas, sea por los agentes del rey de Francia, sea por los bandos «hugonotes». Para sustituir el camino francés, se torna un itinerario más largo por Suiza, Milán, Génova y Barcelona o Valencia.

El duque de Alba utiliza ampliamente lo que llama el correo de mercaderes. A pesar de los disturbios, no hay que olvidar que los Países Bajos constituyen tanto una plataforma corno una placa giratoria eco-nómica europea muy activa.

Por fIn, según los acontecimientos, un amigo o un visitador fIable son requeridos para escoltar unas misivas. Los ternas principales de las cartas, entre otros numerosos, son los siguientes:

-El orden público; las rebeliones y los disturbios; la represión y el castigo de los rebeldes; los movimientos de las tropas dentro de los Estados y en las fronteras.

-Un estribillo, más bien un leitmotiv punzante: la falta de escu-dos, los retrasos en la paga de los sueldos y las negociaciones con los asentistas para salir del bache.

-En el exterior, el duque y sus colaboradores siguen con interés los acontecimientos de Francia, de Inglaterra y del Imperio germáni-co.

-La religión, desde ya, está siempre presente en el epistolario bajo la rúbrica de la defensa del catolicismo, en muchos aspectos.

Hemos reagrupado dichos ternas en tres rúbricas: el orden públi-co y la guerra, la diplomacia y la religión.

Para volver al tenIa cervantino propuesto, el epistolario, a nuestro parecer, permite el enfoque sobre dos aspectos fundamentales: la vi-sión de la religión por un militar, corno Cervantes, en los tiempos de la sublevación morisca y de la batalla de Lepanto. Y, en segundo tér-

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mino, ayuda a examinar si la guerra de Flandes fue solamente una gue-rra de religión.

1. EL ORDEN PÚBLICO Y LA GUERRA

Cuando el duque y sus tercios a Flandes por el «camino es-paño!», en agosto de 1567, la gobernadora, Margarita de Parma, ha despejado la situación crítica de los años 1565 y 1566. Ha sofocado, en lo esencial, con las bandas valonas y la ayuda de nobles fieles, la rebelión de las ciudades. Para simplificar, dicha rebelión es la mezcla de las ambiciones decepcionadas de unos nobles los que se encuentra Guillermo el Taciturno, Príncipe de Orange-Nassau-, la protesta eclesiástica contra la creación de los nuevos obispados que cambiaban el equilibrio político de las órdenes en los estados genera-les, y el reparto de los beneficios y la utilización por los cabecillas su-blevados del fanatismo de corrientes protestantes, que no vacilaban en quemar templos y predicar la iconoclasia4•

Por eso, la percepción del rebelde a través del epistolario es signi-ficativa. D. Fernando Alvarez de Toledo es un militar y, como tal, pro-[undalnente preocupado por el respeto al rey y al orden público que representa el poder monárquico. El duque es católico, pero sabe, por experiencia, que en el ejército, sobre todo en la caballería de proce-dencia alemana, hay protestantes. Pero suele prevalecer la fuerza de la disciplina. En los años 68 y 69, sólo el príncipe de y sus se-cuaces aparecen como herejes. Aun los <<Impíos}> ciudadanos de Amberes reciben el epíteto de malos cristianos.

Vamos a tomar unos ejemplos del epistolario. El duque organiza la represión con método, alistando a los rebel-

des, como lo atestigua una carta (núm. 779) del 01/09/1568, da al rey:

Los criados de V. M. que han caído en esta rebelión no podré ahora enviar la razón de los que son, porque se va sacando y averiguando nes son los confederados y los quc firrnaron el compromiso o requesta o

4 Para un análisis claro y completo de los orígenes del sublevamiento, con una ilustración muy esclarecedora. ver Giménez Martín (1992, pp. 34-62).

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fueron puestos en otro memorial dependiente de este compromiso y re-questa y esta averiguación se va haciendo por los comisarios; pero entre otro género de delincuentes que tengo yo en mi memoria, que han de ser en el perdón general exceptuados, son los criados de V. M. que hu-bieren errado; como se haya averiguado, yo advertiré a V. M. los que son.

Sin embargo, en fecha anterior, espera las ejecuciones públicas y empuja la actividad del Tribunal de los Disturbios, el famoso «Tribunal des Troubles», como lo revela una carta (núm. 693) del 20/01/1568.

Yo me he posado a esta casa de V. M. por estar aquí a mano los con-sejos privados y finanzas y e! de los rebeldes, que por poder yo asistir a él he puesto en e! aposento alto, donde estaba la Reina ... Yo doy toda la priesa que me es en e! mundo posible a despachar estos negocios de re-beldes. Lo que se ha hasta ahora hecho envío una relación al Presidente para que V. M. siendo servido la pueda leer. Yo espero que muy breve-mente se resolverá todo para hacer la primera ejecución de sangre que. hasta aquí, no he querido sacar gota para no comenzar por desventura-dos y que dijesen que me asía a los que poco podían.

y un poco más tarde añade con humorada negra (carta núm. 847; fecha no precisa): «El sentenciar los presos, aunque se pudiera hacer antes de Pascua, no parece que en Semana Santa, no habiendo in-conveniente en la dilación, será tiempo para hacerse»

Su postura no varía en octubre de 1570 (carta núm. 1168; sin fe-cha precisa):

y los miedos con que estos quisieran llevarme, de las armas de fuera y dentro de! país; yo les respondí que entendiesen que de la misma mane-ra que S. M. me envió aquí para cortar las cabezas a los inobedientes, y que le tenían levantado el país, les cortaría a los que por este otro cami-no me le inquietasen, y que cuando e! mundo todo faltase, rompería los diques y lo anegaría todo porque más quiera S. M. país anegado y per-dido que conservado rico e inobediente.

Por eso, poco a poco, se muestra más reticente a la publicación de un perdón general y lo quiere muy restrictivo sobre sus beneficiarios (cartas núms. 868, 872,889). El rey le hace transmitir cuatro formas

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de perdón general en enero de 1570 (carta núm. 1048) y el 22 del mismo mes, en una carta al rey, el duque declara: «v M. se acordará que fue servido mandarme enviar el perdón que se trata de hacer a estos en cuatro formas, de las cuales tiene el más blando y guardé los otros tres con el secreto que convenía».

En una carta al rey del 16/04/1573 (núm. 1784), el duque pide al soberano un alargamiento del perdón publicado en 1571 sin indul-gencia para los casos extremos. Pero insiste todavía sobre el carácter civil del perdón: «Yen cuanto a lo que toca a la religión, V M. no tiene que exceptuar ninguna cosa en esto [ ... ] y por esto en el per-dón general no hay que tratar de ello».

Dicha actitud significa una radicalización del duque que se nota en el epistolario a partir de 1571, como consecuencia de la reanuda-ción de la guerra frontal. En adelante, el rebelde de la parte oriental de los Países Bajos, sobre todo, es tildado de hereje, anabaptista y ... El 21/08/1572, Alba declara a Gabriel Zayas (carta núm. 1663): «Que entienda S. M. que ni hay diezmo ni malos tratamientos de soldados ni otras cosas más que una herejía muy arraigada en estos pueblos y que el día que le diere libertad de conciencia le darán cuanto tienen y se defenderán sin ninguna guarnición, como veo que lo hacen ago-ra en Holanda». Ya se perfila el arragaimento de la Católica Unión de Arras y de la Calvinista Unión de Utrecht.

Volvamos sobre las fases de la guerra. Al principio, el príncipe de Nassau es considerado más bien como un rebelde que como un he-reje, al igual que los condes de Horn y Egmont. En 1568, el duque llega a Groningen, en Frisa, el 15 de julio y algunos días después gana la batalla de Gemmingen (carta núm. 757). Después de un mes de ma-niobras detrás del ejército del príncipe de Orange, un enfrentamien-to (cartas núms. 778-779) da la victoria al duque. Este sigue al prínci-pe hasta Cateau-Cambrésis, donde le inflige otra derrota, en noviembre (carta núm. 830)5. En 1569, el duque manda un destacamento a Francia para socorrer al rey en lucha contra los hugonotes.

Los años 70-71 son de paz relativa, a pesar de los rumores inter-mitentes de movilizaciones y de conspiraciones protestantes. El duque aprovecha esta bonanza para licenciar unas tropas valonas y alemanas cuando puede obtener unos escudos de Felipe JI.

5 Da un buen resumen de toda la campaña.

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En 1572 resurgen los disturbios. El dos de abril es la toma de la Isla de Brielle por Guillermo de Lumay, conde de La Marcha, hecho que tuvo una enorme resonancia. A continuación se extiende la in-surrección en Gueldres, Zuphten, Holanda, Zelanda y Frisia. Los Países Bajos se encuentran sitiados en el sur por Luis de Nassau al mando de tropas francesas. Los rebeldes se subl evan en Flesinges y atacan Flandes saqueando, quemando los templos y degollando a los católi-cos. El ejército de Orange se enfrenta con el de Alba, venido a le-vantar el sitio de Mons en septiembre.

Las tropas españolas derrotan finalmente las de Nassau. Durante la contienda llega la noticia de la San Bartolomé de París y el Taciturno se retira a Malinas. Siguen entonces las campañas heroicas en Holanda y Zelanda hasta la transmisión por el duque de Alba de sus poderes a Luis de Requesens6 •

Sin embargo, los asuntos de Flandes no inhiben el interés del du-que por los acontecimientos exteriores. Primero, el sublevamiento de Granada a partir de diciembre 1568 se evoca episódicamente en el epistolario. En una carta a Antonio Lada (núm. 1013) del 31/10/1569 dice: «he entendido el punto en que quedaba lo de la guerra de Granada» y añade: «no sabiendo las tierras que los moros tienen ni hasta dónde salen a correr, podría dar mal parecer en lo que se debe hacer en Huécar y Castilleja».

Más lejos (carta núm. 1050), el 15/01/1570, a la propuesta de Felipe 11 de mandar 1000 o 1500 españoles viejos para mezclar con la in-fantería nueva «que V. M. hace levantar para el castigo de los moris-cos del reino de Granada», el duque se resiste porque no quiere com-prometer el equilibrio militar en los Países Bajos y sugiere llamar a refuerzos extranjeros si la guerra continúa. El 18/05/1570, reitera sus reticencias (carta núm. 1100): «Si antes que S. M. [la reina Ana] salga de estos estados, V. M. viere que, para las cosas de Granada, no son ya menester los valones, me mandará avisar porque no se haga gasto sin necesidad».

Una carta a Requesens (núm. 1225) señala la conclusión de la gue-rra.

6 Giménez Martín. 1992, pp. 72-95; cartas núms. 1602; 1641; 1720-1767; 1866; 2014.

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Por fin, en una carta a D. Hernando de Toledo, el 23/03/1571 (car-ta núm. 1244), bromea sobre las consecuencias de dicha guerra: «Río me que echan las enfermedades a los moriscos de Granada, que las han cobrado tanto miedo que los que mueren de dolor de costa-les quieren aún que sea lanzada de moro izquierdo».

La Santa Liga preocupa al duque, aunque de paso. Consultado por el cardenal Pacheco sobre la organización del ejército de ésta, contes-ta con humor: «como quiera el general» (carta núm. 1248).

Más adelante, se alegra con los progresos de las negociaciones, a pesar de las dificultades con los venecianos (carta núm. 1256), el 07/04/1571.Y en dos cartas a D.Juan de Zuñiga y a D. Diego Guzmán de Salva, respectivamente, el 03/06/1571, expresa su felicidad por la conclusión de la Liga, a favor del bien universal de la cristiandad (car-tas núms. 1326-1327). Después de sus parabienes al rey y a D.Juan de Austria por la victoria de Lepanto, en una carta a D. Juan de Z uñiga, con fecha del 27/12/1571, nos entrega una meditación llena de emo-ción sobre esta batalla emblemática (núm. 1521):

En tres maneras se me ofrece a mí puede traer fructo a la victoria que Dios ha sido servido conceder a la cristiandad: la primera, de quitar por algún tiempo al enemigo las fuerzas con que, de algunos años a esta par-te, molestaba y damnifIcaba tanto la cristiandad; la segunda, la puerta que ha abierto para hacer empresas de veras, procurando destruir este conlún enemigo; la otra, la que no pudiéndose hacer la empresa con las fuerzas necesarias para destruirle, se podrá mejorar, en benefIcio de los coligados y daño suyo, en otras empresas accesorias respecto de la principal ayu-dantes y muy necesarias a ella para en tanto se procuran las fuerzas sufI-cientes que adelante diré.

Pero la guerra no impide las relaciones internacionales.

II. LA DIPLOMACIA

Tiene un sitio importante en la vida cotidiana del duque, el cual, cada tres días aproximadamente, escribe una carta a un eI1lbajador o recibe un despacho diplomático.

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Con tres potencias -Francia, Emperador y Santo Imperi o, Inglaterra-, las relaciones son muy complejas con interferencias en-tre lo geopolítico, lo económico y lo religioso.

1. El reino de Francia

Es casi bicéfalo, capitaneado por la temible Catalina de Medici, in-teligente, experta en intrigas, y muy trapacera, y Carlos IX, débil, ira-cundo y obediente a su madre. El duque de Alba descontla de este aliado inestable, mentiroso, pero de trato obligado. El epistolario de-muestra su poca estima por los franceses y sus soberanos.

Con fecha del 19/09/1568 (núm. 795), comenta al rey una carta que le mandó la reina de Francia. Esta trató cinco cosas: 1. su pésame por el fallecimiento del príncipe (O. Carlos); 2. la toma de armas por sus rebeldes (los hugonotes); 3. su determinación a castigarlos «esta vez»; 4. las propuestas del embajador de Inglaterra; 5. que el duque lle-ve al conocimiento de su rey dichas propuestas.

Los comentarios de Alba sobre los puntos 2 y 3 son muy duros. Cuestiona esta voluntad de castigar a los rebeldes y alude a este vai-vén entre paces precarias y sublevamientos durante las «Guerras de Religión» del país vecino. En este caso, alude al edicto de Longjumeau del 28/03/1568, que restablece el edicto de Amboise y el equilibrio entre protestantes y católicos.

En las relaciones con Francia, dos temas predominan. En primer lugar, la alianza posible, o la colaboración más discreta con Guillermo de Nassau. En una carta al embajador español, O. Francés de Alava (núm. 933), con una ironía feroz, el duque confirma su ayuda en caso de «desastre» en Francia, pero aludiendo al reclutamiento de caballe-ría; utilizando a ciertos coroneles protestantes, bromea con an1argura: «y queriendo saber de mí en qué tiempo la (mi gente) podría juntar, yo les respondí que ellos podían calcular el que sería menester para traer los caballos de Alemania»

Otro tema es el matrimonio eventual del duque de Anjou con la reina de Inglaterra. Esta alianza obsesiona a Felipe 11 y su gobernador le va a predicar en varias cartas que tenga paciencia, porque el duque no cree en el éxito de esta negociación, pero piensa que la «Queen Virgin», especialista en el pirateo, hace subir las pujas para conceder su alianza. Escribe a D. Juan de Zúñiga, en abril 1571 (carta núm.

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1278): «Vs.i. sea cierto que franceses son tan desalmados que pasarán por cuanto hubiere en el mundo para hacer al de Anjou rey de Inglaterra, y esto y verlos acomodar en sus capitulaciones a todo cuan-to quiere la Reina». Sigue el mismo estribillo en mayo 1571 (cartas núms. 1292-1293). Por fin, Alba anuncia a S. M. la ruptura del pro-yecto de unión el 23/11/1571 (carta núm.1429). En cuanto a la ma-tanza de San Bartolomé, el duque tiene este comentario lapidario (car-ta núm.1669): «habiendo Nuestro Señor puesto su mano tan de veras en el remedio de las cosas de Francia».

Al este, España tiene unos vecinos poco cómodos: el emperador y los príncipes alemanes.

2. El Santo Imperio

No hay que olvidar que ciertos territorios de los Países Bajos per-tenecen a un círculo del imperio y mandan a representantes a la die-ta.

El duque de Alba quiere confiar en la solidaridad entre los Habsburgos, y vigila el alistamiento de los regimientos de caballería, muchas veces protestantes, llevado a cabo por los rebeldes «herejes», entre ellos, el príncipe de Orange.

El 24/09/1568, recuerda en una carta (núm. 800) destinada a Luis de Vanegas, la hermandad que tienen que observar a los prohombres de la Casa de Habsburgo. Insiste:

que todo e! mundo y particularmente los que desean la grandeza de es-tas sus casas, están a la mira para ver la demostración que e! Emperador hará contra e! desacato que los rebeldes de! Rey, Nuestro Señor le hacen [ ... ] pues a los enemigos comunes de ellos les parecerá que hay alguna quiebra en la amistad de SS. MM. Y podrían por este camino, intentar al-guna cosa en deservicio de estos dos príncipes»

El despacho (carta núm. 975), mandado al rey el 12/09/1569, es muy interesante porque plantea los principales temas de las relaciones con el emperador y los príncipes de Alemania.

Evoca el problema muy espinoso de la Liga de Lantzberg. Dicha liga, en curso de elaboración, tiene que comprender a todos los elec-

Clara de Casanova Peña
Clara de Casanova Peña
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tores católicos, en particular los tres eclesiásticos (Treves, Maguncio, Colonia) detrás del duque de Baviera; e incluir los Países Bajos.

Pero el emperador se resiste para no provocar a los príncipes pro-testantes, cuya ayuda militar necesita, por ejemplo, en caso de una in-vasión turca. y, como corolario, el elector de Colonia, poco seguro en el plano religioso, podría dejar su obispado a cambio de una pensión pagada por España. El duque de Alba sugiere, para sucederle en su sede, al hijo del duque de Baviera, obispo de Freysinghe. A fines de 1570 (carta núm. 1182; 14/12/1570), el emperador se resiste consis-tentemente a la ampliación de la liga con los Estados de los Países Bajos. Un año más tarde, el 16/11/1571 (carta núm. 1478), la postu-ra del emperador no ha variado sino en las palabras más amables. En la misma carta, otro tema aparece: el de la piratería en las costas del norte, con un énfasis mayor el contrabando y el encubrimiento: la isla de los condes de Emden. Tres comisarios quedan encargados de ha-cer una investigación sobre estas piraterías de inspiración protestante: el arzobispo de Bremen, el de Münster y el duque de Cleves. Se re-clama la ayuda del emperador para hacer cesar esta plaga. Pero el epis-tolario en los años 1572 y 1573 denuncia la multiplicación de las le-vas por los rebeldes en Alemania. Estos reciben apoyos más o menos discretos de la reina Isabel de Inglaterra.

3. Inglaterra

En el teatro del norte, la soberana y el duque van a jugar una par-tida muy compleja al estilo de los gatos con los ratones: el proyecto del matrimonio entre el duque de Anjou y la reina es un buen ejem-plo.

A través del epistolario se destacan tres temas: María Estuardo y los católicos ingleses, la piratería y los embargos de mercancías, la alianza o la ruptura. A veces, dichos temas se entretejen.

El primer documento versa sobre una misión casi secreta confia-da a Tomás Fiesco (carta núm. 1001) el 25/10/1569. Este tiene que entrar en contacto con Chiapin Vitelli, al tanto del asunto, y después con Benedeto Spinola, para hablar con el conde de Lecester y el se-cretario Cecil, a fin de obtener la restitución del dinero y de la ropa embargados a los negociantes españoles. Se aconseja dar a éstos y a la reina un paño de oro o de seda como presente.

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En una carta al embajador Frances de Alava (núm. 1055), Alba evo-ca la derrota de los partidarios de María Estuardo en «lo del Norte» y la rivalidad con los franceses para obtener los favores del embajador de la reina inglesa. Aconseja lo siguiente: «al de Inglaterra es menes-ter regalar disimulando las ofensas que tiene hechas al Rey, Nuestro Señor, porque no estamos en tiempos de volver por ellas que, en tal caso, ella se metería en los brazos de los franceses, y disimulándolas indubitadamente vendrá en rompimiento con ellas».

En una carta llena de agudeza (núm. 1070; 24/02/1570), el duque calma los ardores de su soberano que quiere vengar a la vez los ma-los tratos hechos a la reina de Escocia y a sus negociantes. Dice: «hay tres maneras para invadir el reino de Inglaterra: la primera, ligándose V. M. con el Rey de Francia, y hacer juntos la conquista; la segunda, haciendo V. M. a su aventura solo; la tercera, habiendo en Escocia o en Inglaterra algunos sujetos a quien poder fomentar bajo de mano y que éstos abriesen el camino».

Para él, es la mejor solución, pero todavía no es el momento y concluye airosamente: <<la reina ha hecho muchas más injurias a fran-ceses que a V. M., porque las unas han sido en la ropa, las otras en la honra». Sigue aconsejando la prudencia en una larga carta al rey que es una joya de análisis diplomático sobre las relaciones con Inglaterra. Mientras prosiguen las negociaciones sobre el embargo del dinero y de las merr:ancÍas, Isabel contraataca mandando a un mensajero, Enrique Cobban, con cuatro puntos de quejas (carta núm. 1288; 07/05/1571):

1. Se duele del proceder de D. Gerau, futuro embajador del rey. 2. Se queja del acogimiento de sus vasallos y súbditos, entre ellos, Estacley.

Se trata de los fugitivos católicos. 3. Reclama la vuelta a la libertad de comercio. 4. Justifica su conducta hacia la reina de Escocia.

El duque glosa y rebate para el rey los cuatro puntos. Varias cartas apuntan la continuación de las negociaciones. La de

07/06/1571, inversamente, trata de los bienes ingleses embargados y de las lanas suyas que se vendieron en Brujas (núm. 1338). Dos car-tas (núms. 1370-1371) a Tomás Fiesco del 06/07/1571 y una del 17 al rey (núm. 1372) indican que se han hecho las tasaciones de las mer-cancías embargadas y que los mercaderes ingleses las han aceptado. Y

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Tomás Fiesco recibe la misión de proseguir los contactos con Lecester y Cecil.

Mientras tanto, vuelve al primer plano el tema de María Estuardo. En una carta del 03/08/1571 (núm. 1388), se evoca la propuesta del duque de Norfolk de apoderarse de la reina. Alba predica la pruden-cia como lo hace en otra (núm. 1396) del 05/08/1571, con el moti-vo de un proyecto de desembarque en Escocia. El duque es partida-rio de un socorro secreto.

Por fin, el 23/09/1571 (carta núm. 1429), Alba da cuenta a Felipe 11 de la vuelta de Tomás Fiesco y de la feliz conclusión del negocio de la restitución de las mercancías. Y, otra vez, se habla de Escocia, donde se describe la situación el 24/12/1571 (carta núm. 1491) en una misiva del duque a su rey. El Señor Seton, embajador de Escocia ha traído las informaciones. La actitud de Isabel hacia María Estuardo se hace más dura en razón de sus «maquinaciones» con Roma. Quiere poner como rey de Escocia al príncipe de Escocia.

El 14/01/1472 (carta núm. 1530), el duque comenta al rey el cese del beneplácito respecto del embajador Guerau, después por la reina de Inglaterra y su sustitución por Sueveghem. A pesar de todo, una vez más, D. Fernando Álvarez de Toledo trata de templar la reacción real y afirma su convencimiento de que Isabel quiere la paz.

En esta diplomacia, muchas veces, la economía está en competen-cia con la religión. Es tiempo de dar a ésta el primer plano.

111 LA RELIGIÓN

Entre otras numerosas tareas, el duque de Alba ha tenido que pre-ocuparse de los problemas religiosos en sus aspectos políticos y doc-trinales. Para empezar, se ocupa de la implantación de los nuevos obis-pados, uno de los motivos mayo res del subl evamiento, y de los nombramientos de las sedes episcopales. Esta preocupación es cons-tante en su gobierno, como lo puntualiza la cronología de la corres-pondencia.

En una carta al rey (núm. 690) del 19/01/1568, considera los ne-gocios más importantes que tiene que asumir: «hacer admitir el con-cilio de Trento y lo de los obispados [ ... ] Llevaré las personas que me parecieren más convenientes para tratar y resolver la materia».

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Otra carta (núm. 705) del 22/02/1568 es ejemplar del interés del duque por los nombramientos eclesiásticos de importancia. Después del fallecimiento del abad de San Pedro de Gante, manda una encuesta y recomienda elegir a uno de los religiosos de dicho monasterio, el prior o el preboste, a pesar de la solicitud del difunto de resignar su abadía en D. Simón de Barlucel, abad de San Adrián en la villa de Grammont.

Además, aprovecha dicho asunto para recordar al rey que ha nom-brado como obispo de Gante a un pobre teólogo y que sería conve-niente asignarle una pensión sobre dicha casa de San Pedro "que se ha de anexar al dicho obispado en lugar de una pensión en España» (núm. 705).

El 29/02/1568 (carta núm. 712), Alba aborda el tema complejo y candente de los nuevos obispados. Hay que subrayar que la fundación de un nuevo obispado en Amberes ha sido muy tergiversada, a tal pun-to que cuando Alba despacha este informe, se está dando marcha atrás sobre el abandono de la creación de dicho obispado. Alba sugiere:

V. M. le podría hacer representar (al papa) el justo fundamento y cau-sa que hay para tomar esta resolución, dándole a entender la gran nece-sidad que la villa de Amberes tiene de obispo que es tan grande que nin-guno por acá que le tenga, como la villa más frecuentada de gente perniciosa, a los cuales no es posible dar orden, ni guardar las ovejas de los lobos sin tener algún pastor vigilante

La carta insiste sobre la urgencia de arreglar las diferencias sobre los obispados de Brabante. Propone nombrar alguna persona para el obispado de Amberes y "hacer que tuviese efecto los dotes que se ha-bían consignado para el dicho obispado y para el de Bolduch (Bois-le-Duc) y el arzobispado de Malinas sobre las Abadías de San Bernardo, Tongerloo y Afligen».

Esta posición iba en contra de lo que se había resuelto al princi-pio, ante las exigencias de los Estados de Brabante respecto de un solo obispado ubicado en Lovaina. Y las tres abadías citadas presentan un escrito de no incorporación a dichos obispados. Cuatro obispados que-dan por proveer: Remundo en Gueldres, Leovardin en Frisia, Deventer en Overisel y Groeningen; pero sus vacancias se excusan por la pre-sencia de gente de guerra.

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El 01/03/1568 (carta núm. 717), se trata del nombramiento del obispo de Bntias. Margarita de Parma había propuesto un fraile fran-ciscano y un dominico. El duque no los aprueba porque no entien-den la lengua flamenca. En su sitio, propone a cuatro candidatos a ele-gir por Felipe 11.

El 21/06/1568 (carta núm. 754), sigue el tema de las dotes. Se en-camina a asignar a la sede archiepiscopal y a las dos sedes episcopales una renta proporcional al rendimiento de los frutos de la tierra sin anejar de las tres abadías.

El 01/09/1568 (carta núm. 783), el duque da cuenta: «del estado en que al presente se halla el particular de los obispos de por acá, así de los que en los obispos no habían entrado en posesión, como de los otros que aún no tenían sus límites».

Toman posesión el obispo de Groeningen y el de Remundo. En cuanto al obispo designado de Deventer, «ha sido tocado de una apo-plejía» (carta núm. 783) y, como consecuencia, Alba recomienda bus-car a otro más propio.

La provisión del obispado de Leovarden depende de la respuesta del arcediano Poytiers respecto al obispado de Brujas. Si no acepta, se propondrá dicha sede al consejero Drutius y Leovarden a otros dig-natarios.

La provisión de Amberes depende de la decisión papal sobre la de-negación de las tres abadías que se desunieron por la dote y la supre-sión del mencionado obispado.

El obispado nombrado en Gante ha aceptado una pensión modesta a cargo de la abadía de San Pedro, que espera a un nuevo abad. El rey se inclina por el abad de Aflingen.

Se espera de la Santa Sede los límites del arzobispado de Malinas y del obispado de Bois-le-Duc. Y después se nombra a varias preben-das, prebostías, deanazgos, etc. A través del análisis de dicha carta, se ve la importancia dada al nombramiento de los obispos.

El 09/10/1569 (carta núm. 803), en una consulta al cardenal Granvela, vuelve sobre el tema de la supresión del obispado de Amberes, según la promesa real y la mala voluntad de los tres abades. El 31/ 12/1568 (núm. 845), en una misiva al mismo, que es también arzobispo de Malinas, misiva que es una obra maestra de astucia di-plomática, el duque evoca los pleitos entre los monjes y su arzobis-

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pado, y solicita de una manera encubierta su resignación a favor de un sucesor.

El 15/01/1569 (carta núm. 858), el obispo Zonnius acepta el obis-pado de Amberes pero quiere como dote no una pensión sobre la aba-día de Tongerloo, sino una pensión sobre España. En cuanto al deán de Sainte Gudule, éste acepta el cargo del obispado de Bois-le-Duc.

Otra vez, el 31/05/1569, los asuntos episcopales ocupan el primer plano (carta núm. 911). Empieza por la renuncia del obispo Mahusio de Deventer. Para sucederle, Alba convence al rey de nombrar al fray Pilles de Monte, ministro de la Orden de los Menores, antiguo pro-fesor de la Universidad de Lovaina. El duque, además, hace la apolo-gía de los monjes para asumir las funciones episcopales El obispo de Harlem «por su gran debilidad y edad», solicita el relevo, claro está, a cambio de una pensión. Para sucederle, Alba propone al provincial de la Orden de los Predicadores, fray Godofre de Mierle, doctor en teo-logía. Y la carta acaba con la noticia de la entrada del obispo de Raimundo y la espera de los despachos de Roma para los obispos de Brujas y Leovardien.

El 03/06/1569, el tema del obispo de Amberes vuelve en la co-rrespondencia (núm. 914). Sin negar las cualidades del obispo de Pirex o del deán de San Gúdula, Alba propone al obispo de Bois-le-Duc, subrayando otra vez la idoneidad de los frailes para el cargo de obis-po. En caso de la aceptación del obispo, el deán de San Gúdula as-cendería a la sede de Bois-le-Duc.

Por fin, el 07/09/1569, el problema de los nuevos obispados de Brabante encuentra una solución satisfactoria para el rey y su gober-nador (carta núm. 974). Un breve de Su Santidad Pío Quinto confir-ma las bulas de Pablo IV y Pío IV cuanto a la creación de los di-chos obispados como de la incorporación [de las tres abadías]». Dichas incorporaciones fueron realizadas brutalmente por el vicario general del arzobispado de Malinas en Apfligen y por el obispo de Bois-le-Duc en Tongerloo. Queda por realizar Sanct Bernardo en Amberes después de la entrada del nuevo obispo.

El 31/10/1569, llegan las bulas de Roma para confirmar a los obis-pos elegidos de Brujas y Leenbarden (carta núm. l005).Y, en una fe-cha solemne, el 15/01/1570, Alba informa al rey de la entrega del obispado de Amberes al antiguo obispo de Bois-le-Duc.

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El duque no se contenta con nombrar a santos obispos, prolonga su acción de saneamiento en los monasterios con unas misiones de refonna.

El 29/02/1568 (carta núm. 707), da cuenta al rey de la necesidad de reformar las órdenes de San Francisco y Santo Domingo, pero re-cusa al fray Ángel de Aversa mandado por Roma por entender de la Inquisición y de la reforma. Alba dice que la misión sobre la Inquisición está «fuera de sazón» y que se necesita un personaje de más rango para la reforma.

Obtiene satisfacción parcial con la venida de fray Vicencio Peralazo para la orden de Santo Domingo (carta núm. 850; sin fecha precisa en 1568) y la de fray Angel de Amberes, para la orden de San Francisco.

Conlo acabalnos de ver, la Inquisición es un «coto de caza» reser-vado. Escasea su evocación. Se alude a «un placarte que se hizo para que los magistrados no favoreciesen los inquisidores en Brabante» (car-ta núm. 851; sin fecha precisa en 1568).Y en una carta (núm. 942; 14/07 /1569),Alba manda al rey unos documentos para que tenga cla-ridad «en lo que en tiempo de Madama de Parma se ordenó en res-pecto de la Inquisición en Brabante».

El epistolario revela, después de los obispos y los frailes, una soli-citud para los teólogos.

El duque pide una gratifIcación para el doctor Tileto «principal te-ólogo de Lovaina [ ... ]; durante las alteraciones se ha mostrado y he-cho el deber en el particular de la religión con muchos libros que él ha compuesto contra estas herejías» (carta núm. 705; 22/02/1568). El 31/10/1569, el duque facilita al rey la creación de una junta de teó-logos en Flandes para entender todo lo relativo a la imprenta y sus primeras providencias.

Como consecuencia se vigilan las universidades y especialmente las facultades de teología. En una carta-programa al rey del 01/09/1568 (núm. 783), Alba puntualiza:

Yo terné cuidado para que las leciones ordenadas y establecidas por V. M. en la Universidad de Lovaina, así en Teología como en Cánones o Derecho Civil y Decreto, sean bien y debitadamente entretenidas y eje-cutadas como es razón, y que se lean tales auctores y libros y en tal ma-nera y con tal continuación como V. M. lo ha ordenado.

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y cuando examina «el mal gobierno» de la ciudad de Besanzón (carta núm. 1392; 05/08/1571), entre otros agravios, culpa a los de la ciudad «en querer pasar adelante con la nueva Universidad, cosa no solamente perjudicial a la de Dola, pero perniciosa para la religión» (carta núm. 1392). En efecto, Besanzón es un centro de anabaptistas.

Por fin, claro está que los libros y la imprenta no podían escapar a su vigilancia. El 18/03/1569, ordena una visita a las librerías de los Países Bajos y personas son apresadas por tener libros prohibidos (car-ta núm. 889).

El 18/05/1570, da cuenta a S. M. de «lo que ha parecido sobre el remedio de los impresores, libreros y maestros» (carta núm. 1099).

En esta área, cuenta con la colaboración del gran humanista Arias Montano a quien hace dar casa y recaudo «para la impresión de los breviarios y diurnales» (carta núm. 1239; 23/03/1571).

El 26/08/1571, escribe a su esposa para que envíe «la licencia de Fray Luis de Granada para la impresión que yo ando acá buscando medio para pagar Plantino». Está dispuesto a tomar por su cuenta «los 300 cuerpos que se harán de una tarea». Comenta también la orden de S. M. al doctor Montano de proseguir su misión en los Países Bajos, al pesar de los deseos de éste (carta núm. 1405).

El 17/09/1571, con tono de victoria y júbilo, anuncia al cardenal Pacheco (carta núm. 1425) que ha hecho purgar, en el año 1569, to-das las librerías de estos estados. Ha mandado realizar un catálogo de todos los libros que se debían vedar o enmendar después del conci-lio de Trento, habiendo consultado a todos los prelados y los exper-tos de las Universidades de Lovaina y Douai.

Cada obispo, en su diócesis, fue encargado de esta misión, al fin de la cual tenía que mandar un informe. La operación duró nueve me-ses: en total participan 120 hombres doctos «todos doctores o licen-ciados o prelados eclesiásticos y las facultades de Teología de las dos Universidades de Lovaina y Douay». Toda la información fue reagru-pada y examinada en Amberes por un colegio de censores compues-to por 9 teólogos, canónigos y curas, el maestrescuela y el peniten-ciario de dicha ciudad, el doctor B. Arias Montano en representación del duque y presidida por el obispo. En adelante, los libros puestos en el Índice no se pueden imprimir sin una revisión anterior.

En su camino, Alba encuentra alguien más rígido que él y lo cuen-ta en una carta al rey del 26/02/1572 (núm. 1554). Se ha solicitado

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la bendición y la aprobación papal para una Biblia sin duda impresa en los Países Bajos. Pero la Santa Sede ha rehusado su beneplácito y tampoco ha aceptado devolver la obra al examen de los doctores de Lovaina y de Arias Montano.

En efecto, los cardenales Sirleto y Tiané, que han tratado el asun-to, «se han escandalizado de un citado al talmud y una epístola de Andreas Massio». El duque propone que Arias Montano vaya a Roma con la Biblia para dar satisfacción a los censores de la Santa Sede.

El epistolario revela un duque de Alba más complejo que su fama. El soldado es duro, intransigente y participa del salvajismo de ciertos episodios militares, como lo atestigua el sitio de Ter-Gves donde si-tiadores y sitiados lanzan por encima de las murallas los cadáveres mu-tilados. No vacila en ejecutar y degollar a los rebeldes. Pero son prác-ticas de toda Europa; Francia da el ejemplo con San Bartolomé.

Sin embargo, el gobernador es un diplomático fino, astuto e inte-ligente; metódico, a veces casi cartesiano. Lo demuestra su actitud fle-xible hacía las provocaciones de Inglaterra y su voluntad de impedir la guerra. Por otra parte, las preocupaciones económicas dan un tono de realismo a su política.

Pero el hombre es muy religioso y la religión está siempre pre-sente en su quehacer cotidiano. El nombramiento de los obispos, el asunto de los nuevos obispados revelan a un católico fiel al espíritu del concilio de Trento.

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782 GUERRA Y RELIGIÓN EN LA f:I'OCA DE CERVANTES

Los Flandes (crédito de M. Braure, Hístoire des Pays Bas, Paris, PUF, 1966)

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BIBLIOGRAFÍA

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