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2016 25 Número GUILLERMO MARTÍNEZ LEÓN EFRÉN DÍAZ CERVANTES ALFREDO FERIA RENDÓN

GUILLERMO MARTêNEZ LEîN EFR N DêAZ CERVANTES · ta de la colonia Reforma, los fines de semana llevaba a sus pequeños hijos a recorridos campestres por los rumbos de San Felipe

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201625Número

GUILLERMO MARTÍNEZ LEÓN

EFRÉN DÍAZ CERVANTES

ALFREDO FERIA RENDÓN

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Un personajeindeleble

El recorrido por el quehacer de personajes que hemos llamado Indelebles, nos ha permitido recordar nombres, acontecimientos y épocas

vividas en Oaxaca por una sociedad modesta y sen-cilla que fue construyendo su identidad a partir del recuerdo y el quehacer cotidiano y gracias al actuar de personas cotidianas que con su presencia nutrie-ron una escala de valores; construyeron la crónica de nuevas generaciones y protagonizaron, aunque a ve-ces calladamente, los cambios más importantes del Oaxaca del siglo XX.

Guillermo Martínez León, funcionario público, hombre respetuoso, culto y magnífico padre de fa-milia; Efrén Díaz Cervantes, siempre al servicio de las causas sociales, figura imprescindible cuando de teatro en Oaxaca se habla y entusiasta organizador de las “mañanitas” en los Lunes del Cerro y Alfredo Feria Rendón, periodista de vocación, vertical en su trabajo respetado en la prensa nacional y local por un estilo veraz, elegante y oportuno.

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Carta devida

GUILLERMO MARTÍNEZ LEÓN

Distinguido por su laboriosidad y probidad en el trabajo, puede calificar como el paradigma del burócrata. Durante más de cuarenta años

desempeñó con singular eficacia, labores que le co-rrespondían como jefe de la sección de economía hasta el año 1946 y luego como jefe y director de gobernación del Estado de Oaxaca hasta 1977.

Otra faceta de Don Memo, como era conocido en los diversos ámbitos que frecuentaba, era su arrai-gado espíritu universitario nacido en el Instituto de Ciencias y Artes del Estado, (ICAE) antecedente aca-démico de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, (UBJO) instituciones a las que apoyó y defendió en múltiples ocasiones.

Nació en esta ciudad de Oaxaca, el 16 de septiem-bre de 1911. El Ingeniero David Martínez Dolz y la se-ñora Josefina León Galindo fueron sus padres.

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Realizó sus estudios de educación primaria en la escuela anexa a la Normal para Profesores bajo la tutela de notables docentes como don Gustavo Bo-hórquez Mendoza y don Francisco Irigoyen Díaz. Al término de este nivel educativo, ingresó al Instituto de Ciencias y Artes del Estado, donde estudió los preparatorios para inscribirse y cursar la carrera de Derecho, y tuvo como compañeros de generación a Rogelio Barriga Rivas, Alberto H. Von Thaden, Adal-berto Juárez Ruíz, Abelardo Quiroz Figueroa, Ri-cardo Castro Mijangos, Domitilo Ojeda Flon, Carlos Osorio Reyes, Jacobo Ramírez Gómez, Gustavo Díaz Ordaz y Rodolfo Brena Torres.

Muchos de ellos conservaron su amistad por lar-go tiempo, desde que formaron grupos estudianti-les dedicados a fomentar la cultura, como “Alumnos del Instituto” del que Martínez León fue asiduo se-cretario, o, una vez terminada la carrera, el Ateneo Adalberto Carriedo donde continuaron cultivando su amistad y acrecentando su cultura.

Al término de sus estudios, en el año 1936, el Go-bernador Constantino Chapital lo designó jefe del Departamento de Economía y Previsión Social del Gobierno del Estado de Oaxaca. También comenzó a impartir las cátedras de Física y Cosmografía en el nivel de preparatorios de su Alma Mater. Impartió las materias de Gramática Castellana, Literatura Hispa-noamericana, Derecho Mercantil, Lógica y Ética.

A esta carga de trabajo vino a sumarse su matri-monio con la señorita Ana María Gómez Hernández, con quien procreó a Martha Alicia, Rodolfo, Guiller-mo, Carlos Roberto y Blanca Dolores Martínez Gó-mez. Tal vez sus múltiples ocupaciones no le permi-tieron presentar el examen recepcional de la carrera de Derecho, aunque el tiempo y la práctica constante en la aplicación de las normas jurídicas a situaciones que se presentaban en el desempeño de su trabajo, lo convirtieron en un experto en las diferentes ramas de la ciencia jurídica.

En el transcurso de los años, Guillermo Martínez León fue ampliando su círculo de amistades y cono-cidos. El desempeño durante más de cuarenta años de importantes cargos de gobierno, lo llevó a reco-rrer el Estado de Oaxaca y conocer múltiples per-sonas, veredas y caminos, que lo llevaron a los más apartados núcleos de población oaxaqueños.

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Y así contó entre sus amistades a los periodistas Everardo Ramírez Bohórquez, Arcelia Yañiz y Nés-tor Sánchez; ministros de la grey católica: Arzobispo Corripio Ahumada y presbítero Lino R. Vargas; co-merciantes citadinos: Jaime Yancelson, Félix Muro, Mario Torres Márquez, Mario, Baldomero y Manuel Rodríguez Díaz; Felipe Gama Beltrán y muchas otras personas que desempeñaban diversas actividades o profesiones en esta ciudad, como: Juanita Gleesen, Margarita Cueto, Ing. José Luis Aceves, Sadot Sán-chez, Ramón Candiani, Ezequiel Canseco, Salvador Aguilar, Serafín González, Carlos Corres Innes, Ed-mundo González de la Lanza. Integrantes del foro jurídico como los abogados Alberto H. Von Thaden, Rodolfo Sandoval López, Jorge Octavio Acevedo, Julio Bustillos Montiel, Fernando Gómez Sandoval, José María Yáñez, Manuel Silva y Escobar, Alberto Canseco Ruiz Moisés Vargas y Ernesto Miranda Barri-guete. Militares como los Generales Heliodoro Charis, Manuel Pacheco Iturribarría, Rosendo Flores Cital y Roberto García Vargas.

Fuera de la ciudad, como apuntaba renglones arri-ba, sus responsabilidades oficiales lo llevaron a cono-cer, tratar y amistar a personas como: Pedro Castillo en Tuxtepec, Angélica Altamirano en Cuicatlán, Esau Carballido en Ejutla, Juan Díaz Carreño en Zimatlán. Miguel Ortiz en Juchitán, Porfirio Santiago en San An-tonino Castillo Velasco, Ocotlán. Juanito González en Juchitán, Carmita Morales en Ejutla, Juanita Contre-ras en Salina Cruz, Silvano Ríos en Ixtaltepec, Plácido Herrera en Teotitlán del Camino; Rodolfo Morales en Ocotlán, Vicente Pérez en Santiaguito Etla, Zeferino González Diego en la Sierra Juárez.

Estas personas le proporcionaban información puntual y verdadera de las diversas situaciones po-líticas, administrativas o de otra índole que pudieran dificultar las funciones de gobierno y que Don Memo se apresuraba a comentar con sus superiores a fin de tomar las medidas preventivas o correctivas necesa-rias y permitir la gobernabilidad y la paz en el Esta-do. También, en otro aspecto más amable, le servían para hacer las respectivas invitaciones a los grupos regionales que concurrían cada año a las festivida-des del mes de julio a lo que entonces se llamaban Lunes del Cerro. Martínez León estaba atento en lo que se refiere al alojamiento y alimentación de estas delegaciones regionales que generalmente se hos-pedaban en casas de particulares, también dentro del círculo de amistades o conocidos de Don Memo.

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Padre atento y cariñoso, su vida familiar transcu-rría con la tranquilidad y sencillez propia de la pro-vincia. Cuando habitaba en la casa situada en la es-quina de las calles de Eucaliptos con Emiliano Zapa-ta de la colonia Reforma, los fines de semana llevaba a sus pequeños hijos a recorridos campestres por los rumbos de San Felipe del Agua, Huayapan, las pozas Zarcas o los Viveros que en esos días se ubicaban en la ex hacienda de Aguilera.

En días laborables su jornada comenzaba muy temprano, ayudando a su esposa en la preparación del desayuno familiar y arreglando a sus hijos para llevarlos a la escuela. Al medio día, en la comida con toda la familia reunida, Don Memo comentaba con ellos los incidentes matutinos y los motivaba al estu-dio haciendo preguntas sobre las diferentes materias escolares, de acuerdo a los niveles o grados que cur-saban sus hijos.

Luego de una breve siesta, dedicaba la tarde a acrecentar sus conocimientos mediante la lectura del acervo de su nutrida biblioteca que contaba con títulos de filosofía, historia, literatura y otras materias como las que impartía en la escuela preparatoria del Instituto de Ciencias y Artes y luego en la Universi-dad Benito Juárez de Oaxaca.

La actualización de su cultura y conocimientos en general la acrecentaba mediante la lectura de prestigiadas revistas como “El cuento” y “Cuadernos Americanos” en las que escribían connotados auto-res como: Anatole France, Juan Rulfo, Dino Buzatti, José Revueltas, Julio Cortázar, Rómulo Gallegos, Isi-dro Favela y Luis Padilla Nervo. A su muerte, muchos de sus libros fueron donados a la coordinación esta-tal de bibliotecas a cargo de la señora Arcelia Yañiz.

En cuanto a su desempeño como Director de Go-bernación y Subsecretario General del Despacho, fue “la columna vertebral del Ejecutivo (Ramírez Bohór-quez) ejerciendo, no sólo su amplio conocimiento de las normas jurídicas, también la aplicación de los va-lores que normaban su vida. Atendía a todos con la amabilidad que lo caracterizaba, a puertas abiertas, sin que tuvieran que pedir audiencia, pues su oficina carecía de privado y cualquiera tenía acceso a ella.

Un hombre de gran cultura y amplia experiencia política y administrativa vino a substituir al gober-nador Sánchez Cano, el Lic. Eduardo Vasconcelos

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quien supo aprovechar la experiencia de Guillermo Martínez León y le encargó la realización del estu-dio “Oaxaca Económico” como base para un plan de gobierno que beneficiara realmente a la econo-mía oaxaqueña. El equipo de trabajo que formó don Memo, pudo presentar conclusiones y sugerencias a mediados del año 1947, entre las que destacan las siguientes: las comarcas agrícolas con mayores posi-bilidades de productividad alta, son las regiones del Istmo, la Costa y Tuxtepec.

Se sugiere que los habitantes de las zonas de po-breza por carencia de tierras para cultivo de la Mix-teca Alta y la Sierra Juárez, funden colonias agrícolas en la Costa Chica Oaxaqueña. Para lograr una estruc-tura económica orgánica y un desarrollo homogéneo del Estado, hay que construir caminos que conecten con las carreteras ya existentes. En el aspecto edu-cativo y cultural, se propone que el programa educa-tivo debe ser revisado y reformulado de manera que se adapte a las costumbres de los diferentes grupos étnicos que habitan el Estado y que sea acorde con las necesidades de cada región, para que puedan su-perar sus carencias y lograr un desarrollo económi-co, social y cultural.

También se sugiere que el ejercicio físico se incor-pore al programa educativo para hacerlo obligatorio en los niveles primarios, así como las actividades ar-tísticas y culturales que contribuyan a un desarrollo intelectual integral del oaxaqueño. Entre las accio-nes derivadas del estudio “Oaxaca Económico” y aprobadas en el plan de gobierno, recordamos las siguientes: inicio de la carretera Salina Cruz - Aca-pulco; terminación de la carretera Oaxaca - Puerto Ángel; construcción de la carretera Tuxtepec - Oa-xaca que comunica a los pueblos de la Sierra Juárez y Valle Nacional con valles centrales; construcción de la carretera Huajuapan - Pinotepa Nacional; re-modelación del convento de San José, destinado a albergar la escuela de Bellas Artes; instalación de la oficina estatal de alfabetización; remodelación de patios y corredores del Instituto de Ciencias y Artes del Estado y aumento a su subsidio estatal; construc-ción del parque deportivo que hoy lleva el nombre de Eduardo Vasconcelos; adquisición de espacios y construcción de centros deportivos en Huajuapan, Nochixtlán y Miahuatlán; instalación de servicios de comunicaciones mediante radio de onda corta, te-léfono o telégrafo en las capitales distritales y otros centros de población oaxaqueños; reforestación de

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parques públicos, jardines y el cerro de El Fortín en la ciudad de Oaxaca; instalación de la Junta de Con-sulta y Vigilancia para controlar precios de artículos de primera necesidad.

Este último periodo, del año 1968 a 1978, signifi-có para el Estado cambios importantes en todos los aspectos de la vida social y económica que reper-cutieron en las estructuras de gobierno, educativas, económicas y sociales. La apertura en el aspecto po-lítico y la participación de las comunidades o gru-pos sociales en las decisiones que afectaban su vida diaria, fueron acabando con las redes de poder y co-municación que permitían el equilibrio social y que tan bien conocía y operaba don Guillermo Martínez León. Al abandonar el poder el Lic. Zárate Aquino muchos de sus colaboradores también abandonaron sus puestos, entre ellos don Memo, después de más de cuarenta años de servicio.

Tal vez merecía un final menos opaco, con algún reconocimiento público por su labor callada pero efectiva o una buena retribución económica como pago final al término de sus labores. Como nada de esto sucedió, don Memo se retiró a la tranquilidad de su hogar, al cuidado de sus plantas y a la lectura de sus libros. Los males propios de la edad, aunque no era muy avanzada, y la falta de actividad a la que estaba tan acostumbrado, minaron su salud y fue de-cayendo poco a poco. Contados amigos lo visitaban, después de que había tenido trato con decenas de personas de todos los niveles, y cada día fue resin-tiendo más el abandono y olvido de sus anteriores relaciones. Llegó al final de su vida el 5 de septiembre de 1981. Su cuerpo fue velado en la funeraria Núñez Banuet y acompañado por familiares y muy pocos de sus compañeros de labores y verdaderos amigos. Queda sepultado en el antiguo panteón de San Mi-guel y fue recordado en el templo de la Merced con el novenario de misas que se acostumbra en estos casos. Descanse en paz este caballero de la amistad, servidor público leal y efectivo más que funcionario de puertas cerradas. Su herencia y memoria la llevan sus hijos con orgullo y desde estas páginas le rendi-mos un emocionado recuerdo por las muchas veces que nos atendió con su sonrisa amable y su mirada luminosa.

RA 2016

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Una muestra de su talento

Cuarenta años ininterrumpidos de servicio al Go-bierno del Estado dan marco a la obra principal de Guillermo Martínez León, quien vivió muy de

cerca el desarrollo de distintas etapas de la adminis-tración pública de Oaxaca como director de proyec-tos estratégicos de desarrollo para el estado; testigo y protagonista de los cambios urbanísticos que han dado rostro al Oaxaca que hoy conocemos; pero so-bre todo, como personaje institucional que supo po-ner en cada momento, lealtad, talento y experiencia al servicio de la sociedad oaxaqueña.

GUILLERMO MARTÍNEZ LEÓN, PARADIGMA DE PROBIDAD EN EL SERVIR A OAXACA.

A la hora en que se escribe esta historia since-ra de los oaxaqueños que se han distinguido por su paso en la vida cívica de los últimos cincuenta años, ocupará uno de los primeros lugares el caballero Gui-llermo Martínez León, que el sábado 5 de este sep-tiembre descansó de sus largos afanes en el servicio público y de las dolencias físicas y el desencanto que lo acompañaron en sus días postreros, cuando, reti-rado en la modestia de su hogar, solamente lo asis-tían la serena satisfacción del deber cumplido y el amor de su esposa y sus hijos, y a veces la solicitud de algún amigo.

Sólo unas cuantas personas depositamos en el seno de la madre tierra los despojos de quien en-tregó a Oaxaca lo mejor y más limpio de su talento, de su capacidad profesional y de su experiencia en el manejo de los asuntos que diversos gobernantes le encargaron en el decurso de los cuatro decenios cuajados de intensa actividad y caracterizados por problemas cada vez más complejos a causa del de-sarrollo de nuestra Entidad, que de cualquier manera sigue el ritmo de la vida nacional pero con la fuerza de su tradición social y política.

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Guillermo Martínez León, hijo de dos honorables oaxaqueños –el ingeniero don David Martínez Dolz, que recorriera todos los valles y las serranías para abrir caminos y doña Josefina León–, nació aquí, el 16 de septiembre de 1911. Recibió la rígida educación que era natural en su época; fue a la escuela primaria donde, entre otros, fueron sus maestros ( en la anexa a la Normal) don Gustavo Bohorques Mendoza y don Francisco Irigoyen Díaz, y al vencer tal ciclo ingre-só al Instituto de Ciencias y Artes del Estado para cursar la preparatoria y seguir –hasta que aprobó el último examen–, la carrera de Leyes; siendo sus com-pañeros de generación: Rogelio Barriga Rivas, Alber-to H. Von Thaden, José Manuel Santibañez, Abelardo Quiroz Figueroa, Jorge H. Santibañez Canseco, hoy desaparecidos; Ricardo Castro Mijangos, Jorge Oc-tavio Acevedo, Rodolfo Sandoval López, Carlos Oso-rio Reyes, Domitilo Ojeda Flon, Jacobo Ramírez Gó-mez, Juan Gonzalez Castellanos y Adalberto Juárez Ruiz que con él la concluyeron. Y también Gustavo Díaz Ordaz y Rodolfo Brena Torres, aunque estos se graduaron en otros planteles.

Para nadie, pero desde luego para los de casa, es desconocida la trayectoria de todos los nombrados. Ese grupo se significó en la vida provinciana por su amor a los textos que respaldaban a las cátedras de maestros respetados y por la sana jocundia que a los estudiantes de aquellos tiempos le abría las puertas de todos los círculos; participando activamente en promociones de cultura como aquellas que realiza-ba, reglamentariamente, la Sociedad Científico-li-teraria “Alumnos del Instituto”, de la que Martínez León siempre fue secretario diligente; y más tarde en grupos inquietos por otras cosas del saber, como el Ateneo Oaxaqueño “Adalberto Carriedo”, en cuyo foro nuestro personaje logró viva proyección al mis-mo tiempo que desempeñaba el cargo de ayudan-te, primero, y luego de catedrático titular de Física y Cosmografía, en el colegio centenario.

Escasas semanas después de concluidos los es-tudios, Guillermo aceptaba un empleo en la adminis-tración gubernamental que el primer día de diciem-bre de 1936 había asumido el Coronel Constantino Chapital. Tuvo desde ese momento la oportunidad de aplicar sus conocimientos y desarrollar su criterio responsable, que sería en él distintivo a lo largo del tiempo y en los importantes puestos que desempe-ñó, ya siendo jefe del Departamento de Economía, de Estadística y del de Gobernación, como director

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de Gobernación y, durante varias etapas, como sub-secretario General del Despacho.

En todos, su fina sensibilidad, su dedicación, la ex-traordinaria capacidad que lo constituyó en el mejor y más fidedigno archivo jamás tenido por el poder público, fue elemento capital, de modo que los go-bernadores don Eduardo Vasconcelos, don Manuel Cabrera Carrasquedo, don José Pacheco Iturribarría, don Alfonso Pérez Gasga, don Rodolfo Brena Torres, Don Víctor Bravo Ahuja don Fernando Gómez San-doval y don Manuel Zárate Aquino, sucesivamente lo ratificaron en dicho cargo, que vino a ser con él y hasta que él lo dejó, en marzo de 1977, la columna vertebral del Ejecutivo; porque Martínez León ejerció allí, no sólo su profesionalidad en el Derecho, sino, con ella, juicio maduro que se apoyaba en el experi-mentado contacto con situaciones y con elementos físicos y humanos, sobre todo, de todos los rumbos de Oaxaca –cuya geografía recorrió–, factores que lo hicieron insubstituible, no sólo indispensable.

Muchas y muy importantes, y sumamente peligro-sas en múltiples ocasiones, fueron las comisiones que el gobierno encomendaba a su más discreto colabo-rador, porque su actuación era apegada a la justicia y buscando el equilibrio que demanda la paz interna, el orden y el respeto a las normas constitucionales, tan a menudo transgredidas por desconocimiento o por mala fe en medios tan difíciles y contradictorios que se explican por la heterogeneidad de los habitantes que Oaxaca tiene en sus diversos climas y latitudes.

El carácter pacificador de Guillermo Martínez León y su jovialidad, determinaron en múltiples cir-cunstancias la resolución de un conflicto o el des-vanecimiento de alguna amenaza para la estabilidad política o administrativa. Psicólogo por naturaleza, sabía aprovechar momento y personas para cumplir con su deber y ser, indefectiblemente, leal a Oaxaca. Satisfecho por haber conjurado alguna grave cues-tión en la Costa, en la Cañada o en el Istmo, regresa-ba a palacio, para dar cuenta pormenorizada de su viaje, invariablemente se le ratificaba toda confianza, lo que, lejos de envanecerle, significaba para él no más que otra misión cumplida que le dejaba, eso si, jugosa experiencia.

Modesto y humilde, porque jamás hacía alarde de su macizo y profundo conocimiento del Derecho, sin menguar su decoro y la dignidad de sus funciones;

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atento con toda persona o grupo que se acercaba para obtener algún informe o para exigir del gobier-no la atención que éste debe a todo requerimiento. Martínez León se hallaba presto a servir en cuanto sus atribuciones le permitían. Vigilante en el cum-plimiento de las labores de cada burócrata, ya fuera jefe o simple empleado, era inflexible y justo cuando alguien no respondía a sus obligaciones.

Con admirable retentiva, que era una de sus cuali-dades, daba cuenta de lo que estaba ocurriendo o de lo que había ocurrido en años más o menos recientes o más o menos lejanos, y era proverbial su conoci-miento de presidentes municipales y otros funcio-narios de lugares que podrían estimarse como poco importantes en la división territorial; y desde luego, tenía al dedillo su ubicación y las categorías de cada uno, aparte de conocer –porque lo tenía bien averi-guado–, su etimología y la composición étnica de las poblaciones.

Pero sobre todas esas facultades y virtudes, en Guillermo Martínez León se tenía que apreciar su honestidad, la verticalidad de su conducta, así en la esfera oficial como en la privada. Ahora que en todo modo y tiempo se conjuga aquello de la corrupción ; ahora que es pan cotidiano la noticia de que tal o cual personaje es discutido o condenado por preva-ricación, por enriquecimiento ilícito o por que se yo de cuántas fallas en su actuación, lo que se traduce en el calificativo resultante de “neo–millonarismo” por cuenta del erario o de bolsillos interesados en torcer la ley y la justicia, la figura del funcionario in-sobornable, probo –probidad quiere decir, según el diccionario, bondad, rectitud de ánimo, hombría de bien, integridad y honradez–, que significó Martínez León, se engrandece y, por ello, debe ser enaltecida.

Vivió y sustentó y educó a sus hijos con el limpio producto de su trabajo. Del sueldo que el Estado le abonó –siempre escaso, increíblemente reducido en comparación con otros destinados a funcionarios de menor categoría y responsabilidad– por los servicios impagables que él le prestó a Oaxaca. Martínez León vivió modestamente, apenas con el mínimo decoro que exigía su representación. Cuando ya quebranta-da su salud, le fue aceptada su renuncia por quien no podía saber de la irreparable pérdida que con ello sufría el gobierno de Oaxaca, y Guillermo abando-nó el palacio con la frente y las manos limpias; lle-vándose tan sólo el orgullo, la íntima satisfacción de

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haber servido a Oaxaca durante cuarenta años, no hubo para despedirlo, un solo homenaje de recono-cimiento, ni siquiera un testimonio escrito para que él pudiera colgarlo en la pared de su casa. Únicamente, la pensión rígida que fija la ley del ramo.

Las dolencias se le agolparon casi enseguida; tal vez las precipitaron el desencanto y la amargura de comprobar que no existe más premio a toda una existencia rectilínea en el quehacer para la comuni-dad, que la indiferencia oficial, que el olvido oficial.

Hace dos días sepultamos a Guillermo Martínez León. Solo estábamos al lado de su esposa abne-gada y de sus hijos, muy contados amigos y otras personas, unas cuantas en relación con los mereci-mientos del extinto, que con hondo pesar y sus ropas de luto quisieron honrar al hombre honesto por exce-lencia, al varón cabal que deja una huella firme en la conciencia pública, como paradigma de probidad en el servir a Oaxaca.

Siempre tuve la intención de escribir el artículo que merecía Guillermo Martínez León, pero me de-tuvieron su gran modestia y el temor de que alguien fuera por ello a molestarlo. Ahora, la situación ha cambiado. Como sentenció Díaz Mirón: el mérito es el naufrago del alma. Vivo, se hunde; pero muerto, flota.

8 de septiembre de 1981

Everardo Ramírez BohórquezGentes y Cosas de Oaxaca

Págs. 69–72

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DON EFRÉN DÍAZ CERVANTES

Era un actor polifacético, pues igual actuaba me-lodrama, comedia o tragedia y dirigía, admi-nistraba y capacitaba a su cuerpo de actores.

Como funcionario municipal, ocupó diversos puestos pero en el que duró más tiempo fue en el de Oficial Mayor del H. Ayuntamiento de Oaxaca de Juárez, donde era un fac totum que organizaba funciones burocráticas de un municipio en expansión y dedi-

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caba mucho esfuerzo para realizar actividades cul-turales que sirvieran de paliativo y distracción a las calamidades públicas y carencias que abatían a la población de la ciudad de Oaxaca.

Director y organizador de la compañía Teatral Oa-xaqueña muy de la mano con la señora Cristina Pérez Guerrero y Rubén Othón Mondragón con financia-miento y apoyo de la señora doña Encarnación Goiri de Riaño. Presentaban obras románticas como: “El despertar de las sombras”, “Esos hombres”, “La ca-baña del tío Tom” y otras similares de autores na-cionales o españoles. Figuraban en esta compañía teatral: Enrique Toro Ibáñez, Elisa y Blanca Riaño (hi-jas de la patrocinadora del grupo) Enrique Sánchez, Jesús Maza, Esther y Juan Moreno entre otros.

Pero ya desde finales de los veinte, Efrén Díaz Cervantes había actuado con otro grupo teatral que montaba obras de autores oaxaqueños como la re-vista “Los efectos del temblor” (1928) con libreto de José Lamberto Moreno y música de Rosendo Sán-chez, músico originario de la cercana población de Zaachila; “Mamerto en Oaxaca” de Alfredo Martínez Barroso y “La canción de la farándula” con textos de Emilio Carrera y música de Samuel Mondragón y en la que actuaron con Don Efrén: Roberto Rueda Ma-gro, Roberto Ortiz Gris, Octavio Manzano Trovamala, Ramón Candiani, Alberto Bremont, María del Carmen Sólomon, María Elena Castillo y otros estudiantes del Instituto de Ciencias y Artes del Estado como don Everardo Ramírez Bohórquez.

Más adelante, ya a fines de los treinta, con una ciudad repuesta de los vaivenes revolucionarios, don Efrén Díaz Cervantes ingresa al servicio municipal como archivista y, gracias a su labor eficiente, alcan-za el puesto de Oficial Mayor, desde el que mues-tra su faceta de organizador y difusor de la cultura, pues además de sus funciones administrativas que cumplió a cabalidad, se dedicó a enriquecer la fiesta popular del mes de julio conocida como Lunes del Cerro.

Posiblemente, este festejo era el residuo de la celebración del “Corpus” de los siglos XVI y XVII en que se mezclaron costumbres españolas como las procesiones con imágenes de los santos católicos que acompañaban a la custodia con el “Corpus”: la hostia consagrada. En las clases populares estas

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procesiones devinieron en “calendas” donde desfila-ban personas disfrazadas con diversas máscaras que acompañaban a la “Tarasca”, una enorme serpiente parecida a un dragón Chino y otras figuras de gran tamaño, los “Gigantes” que representaban parejas de las razas humanas.

Toda esta comparsa bailaba en el atrio del tem-plo del Carmen Alto para celebrar el Corpus el do-mingo siguiente al 16 de julio, festejo al que asistían las familias españolas de la ciudad. El Obispo Tomás Montaño y Aragón dispuso, en 1741, que los “Gigan-tes” bailaran, el lunes siguiente, en “El Petatillo”, es-pecie de anfiteatro natural localizado en el cerro de La Soledad, separado por una hondonada del atrio del Templo del Carmen, lugar al que podían asistir todas los habitantes de la ciudad de Oaxaca. (J. B. Carriedo. Historia de Oaxaca. Págs. 123-124).

Con la llegada de los liberales al poder y la publi-cación de las Leyes de Reforma, la ceremonia se can-celó perdiendo su carácter religioso y de Lunes de Corpus pasó a Llamarse Lunes del Cerro, lugar que también cambió su nombre de Cerro de la Soledad por el de Cerro del Fortín. Sin embargo, el festejo conservó su espíritu popular y el paseo vespertino se fue enriqueciendo con vendimias de frutas, aguas frescas, dulces y golosinas oaxaqueñas, y alegrado con los acordes de las bandas musicales de los cuer-pos militares o municipales.

El gobierno de Emilio Pimentel (1902 -1911) cons-truyó escaleras de cemento con sus descansos en intervalos planos desde la calle de Crespo hasta la explanada que conservó su nombre de “El Petatillo” y que hoy, ampliada, ocupa el auditorio Guelaguetza. Por aquí subía la concurrencia, integrada por todas las clases sociales, aunque otros lo hacían a caballo o por las diferentes veredas que permitían el acceso a la cumbre del cerro desde otros puntos cardinales.

Con la llegada de los gobiernos revolucionarios de Genaro V. Vázquez (1925 – 1928) y Francisco López Cortés (1928 – 1932) se rescatan las raíces autócto-nas oaxaqueñas para incorporarlas y difundirlas en-tre la población, dominada todavía por costumbres coloniales. La educación puso énfasis en la enseñan-za de las artes. Se formaron coros escolares, grupos de niños que practicaban ejercicios gimnásticos y se fomentaron algunos deportes atléticos.

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Aquí llega la función organizadora de don Efrén Díaz, pues desde su cargo de Oficial Mayor del Muni-cipio citadino, agrupa a los coros infantiles y los lleva el Lunes del Cerro a la explanada para que al iniciar ese día, entonen las “Mañanitas Oaxaqueñas” dedi-cadas a la ciudad que extiende su calma provinciana a las faldas del cerro de El Fortín.

También organizó carreras pedestres de “campo traviesa” que partían de Monte Albán y llegaban a la rotonda donde ya se encontraba la estatua señe-ra del Benemérito. Continuaron las audiciones de las bandas musicales y por la tarde se disfruta el albo-rozo del “palo ensebado” y se retoma la calenda que encabeza la Banda de Música del Estado y acompa-ña el público con hachones y faroles desde el Cerro hasta el Zócalo del centro citadino.

Siempre atento a participar en todo aquello que le diera realce a su querida Oaxaca, se integró a un grupo de asesores que dieron consejo al Comité Or-ganizador del 450 Aniversario de la ciudad de Oa-xaca; corrían los años de 1981 y el gran fasto 1982. Su labor siempre valiosa y atinada y su consejo im-pregnado de experiencia y sabiduría, se sumó a los que también prodigaron Jorge Fernando Iturribarría, Guillermo Rosas Solaegui, Guillermo Martínez León, Javier Castro Mantecón y Jorge Pérez Guerrero.

Durante más de cuarenta años don Efrén Díaz Cervantes fue funcionario municipal hasta que, en 1975, fue designado Director del Diario Oficial, pues-to que no pudo ocupar poco más de quince días, pues la muerte le limitó la vida a fructíferos setenta y cinco años, en los cuales cumplió a cabalidad todos los compromisos consigo mismo y con la comunidad a la que sirvió con fervor provinciano. Descanse en paz.

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Carta devida

ALFREDO FERIA

Don Alfredo Feria era hombre de trabajo. De cuerpo menudo y cabeza de escaso cabello, usaba saco azul marino y sombrero gris que

hacía complemento con su pantalón bien planchado y sus zapatos relucientes. En las noches invernales, se cubría con largo abrigo oscuro y así atildado, lo podíamos ver deambular, en altas horas de la noche por los pasillos del Zócalo. En los años cincuenta del siglo pasado, la vida nocturna de nuestra ciudad era muy limitada y solamente el comedor bar “Los Pi-nos”, en las calles de Armenta y López, daba servicio toda la noche. Más tarde abrió “El Bingo” en la terce-

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ra calle de Bustamante, y en estos sitios se reunían los noctámbulos como Don Alfredo, pues la parro-quia consuetudinaria estaba formada, en su mayor parte, por periodistas y trabajadores de los diarios, que cerraban sus ediciones más allá de la media no-che.

Durante el día, Don Alfredo Feria Rendón ser-vía un modesto empleo en el Palacio de Gobierno, atendiendo como jefe el departamento de estadís-tica. Una vez terminada su labor burocrática, salía a recorrer las otras dependencias gubernamentales y todos los sitios donde podía obtener la nota del día. Hacía sus anotaciones en libretas para taquigrafía en una escritura jeroglífica que sólo él entendía. Llegaba a las oficinas de “El Imparcial” alrededor de las diez de la noche; saludaba a sus colegas que tecleaban sus notas, como Benito, Armando, el Director del diario, Don Manuel Pichardo y otros reporteros, y pacientemente esperaba se le asignara una máquina de escribir para transcribir con increíble velocidad de dedos, sus notas.

Había trabajado en casi todos los diarios publi-cados en la ciudad de Oaxaca desde la época re-volucionaria pues nació en 1898, por lo que llevaba buenas relaciones con los periodistas que eran sus contemporáneos y también con los de la “nueva ola”, lo que le permitió reunirlos para formar la sección siete del Sindicato de Redactores de Prensa de la cual ocupó por mucho tiempo la Secretaría General.

Al final de su tranquila vida, recibió merecidos re-conocimientos del Honorable Ayuntamiento, que le otorgó la medalla Donají y lo nombró Ciudadano Dis-tinguido de la ciudad de Oaxaca de Juárez. También en la Casa de la Cultura Oaxaqueña, durante el ciclo de homenajes a oaxaqueños notables, organizó una velada en su honor en el año 1984, en la cual se reco-nocieron sus méritos como decano de los periodis-tas, pero sobre todo, su calidad humana basada en la bonhomía, honradez, modestia y verticalidad en el desempeño de sus tareas. A principios del año 1988, don Alfredo Feria murió tan calladamente como ha-bía vivido, dejando un hueco difícil de llenar en el periodismo oaxaqueño.

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Una muestra de su talento

Transcribimos una entrevista realizada a don Al-fredo Feria con la finalidad de conocer con ma-yor amplitud su carácter y filosofía de vida.

¿Qué periódico recuerda en los tiempos de la revo-lución?

En esa época había uno que se llamaba Oaxaca Libre, era del gobierno de la Soberanía y lo dirigía Juan Santaella. Después llegó otro nuevo, El Refor-mador, que dirigía el mayor Luis Espinoza; este pe-riódico trajo muy buenos trabajadores, obreros e in-telectuales, entre ellos: José F. Gutiérrez, Higinio Gar-cía, que eran trabajadores de taller y oradores muy hábiles. Hasta la fecha, una colonia de la ciudad de México lleva el nombre de uno de ellos, de Gutiérrez.

El Reformador está muy bien hecho, salía los jue-ves y los domingos. Era el periódico del gobierno preconstitucional.

¿Dónde se elaboraba ese periódico?Donde ahora está el gimnasio de la Universidad.

La maquinaria no era muy buena, eran linotipos; grandes cajas, con personal muy bueno, como ya dije.

¿Se acuerda usted del Mercurio?Sí, yo trabajé ahí también. El director de Mer-

curio era Marcelino Muciño y aun cuando él no era periodista de profesión, pues llegó a Oaxaca por el asunto del beisbol, que le gustaba mucho y puso un pequeño negocio de librería, cuando se hizo cargo, primero de El Avance y luego de Mercurio, hágase de cuenta que era un periodista de prestigio, cómo cuidaba el periódico, se acostaba muy tarde, hasta que no le enseñaban la última prueba y se levanta-ba muy temprano también. Y me consta porque yo cubrí en El Mercurio la fuente nocturna; llevaba la in-formación, generalmente a la una, dos de la mañana.

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Había mucha agitación con motivo de la revolución; los centros nocturnos eran muy concurridos por la oficialidad de entonces, y claro, por ahí salía la infor-mación. Teníamos muy buenos redactores: Abraham Muñoz y Manuel Sánchez, que estaban esperando la información que yo llevaba, e inmediatamente la tra-bajan, pues al otro día tenía que salir. Esa era nuestra ventaja, que temprano teníamos la noticia que otro periódico no tenía.

¿Cuándo usted habla de centros nocturnos, aquí en Oaxaca, a cuáles se refiere?

Había uno en la calle de Allende: Allende 18. Esa casa era muy conocida entonces como “la casa de las poblanas”, así le decían. Era muy concurrido ese lugar por los generales, los oficiales; en fin, por todos los que tenían algún dinero y como entonces pagan con monedas de oro. Tocaba el piano un señor Rafael Heredia y le decían: “Rafael, toca un danzón” y ahí va una moneda de veinte pesos.

¿Cómo reportero, qué noticias importantes recuerda usted haber cubierto?

Así de interés, pues no podría decirle en un mo-mento dado, porque generalmente lo que se realiza-ban en las noches, eran escándalos, pura nota roja. Había un coronel, que cuando iban bailando las mu-jeres, les disparaba al tacón para volárselos, con tan buen tino nunca hubo accidentes: se llamaba Carlos Rodríguez.

¿De la División Veintiuno?No, éste vino con el quince batallón, que se alo-

jaba a la media cuadra del Carmen Alto, en García Vigil.

¿Trabajó usted en Patria?No en ese no. Patria lo hacían donde está el teatro

Alcalá, por la calle de Armenta y López, ahí trabajaba Jorge Fernando Iturribarría. Alerta lo dirigió Enrique Sandoval, pero se acabó. Hubo otro, El día, que vino después de Alerta, pero también se acabó. Mercurio duró bastante tiempo. Recuerdo que cuando la cam-paña del general García Vigil para gobernador nos visitaba; no a mí, que era un reportero, pero sí a la dirección del periódico.

Manuel Castro Rivadeneira, compañero mío, por muchos años secretario de la Universidad, dirigió un periódico en tiempos de Sánchez Cano, gobernador del estado, pero como no le pareció a éste alguna

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información del periodista, lo quitó y nombraron a Rogelio Chagoya Villafañe como director del perió-dico y con ese trabajé yo.

Volvamos al Reformador, donde hizo sus pininos.Sí, cómo no. Comencé siendo reportero con uno

que llegó a ser general, Ismael Mariscal. Cuando lle-gamos al periódico, nos dijo Luis Espinoza: “Todas las fuentes están cubiertas, pero si traen ustedes al-guna información a ver qué hacen”. Pero como tenía-mos deseos de trabajar nos metimos por donde se pudo y llegamos con la información y nos quedamos con el trabajo en el periódico.

¿Dónde circulaba?En la capital y en otras partes del estado, pero

aquí tenía mucha demanda, pues orientaba al públi-co sobre la vida del gobierno revolucionario y por-que también, era el único.

¿Cuánto tiempo duró El Reformador?Mientras fue gobernador el general Jesús Agus-

tín Castro, porque después se quedó Juan Jiménez y hubo otro periódico, pero no recuerdo cómo se llamaba; lo dirigió un ingeniero y otro teniente, des-pués, que se llamaba Luis Briones, pero fueron tem-porales.

Por cierto que cuando estuvo de gobernador el general Agustín Castro, la vida económica para el personal de empleados estuvo pagándose con mu-cha religiosidad, pero cuando vino Jiménez Méndez ya hubo dificultades en la cuestión del pago.

Ya que habló de los señores José F. Gutiérrez y de Higinio García, ¿qué hacían aparte de trabajar en el periódico?

Eran trabajadores de taller, pero aparte de ello, eran organizadores. Por ellos se celebró aquí el Pri-mero de Mayo, que no se celebraba y ellos fueron los oradores; lo mismo que Luis Espinoza, que era el director del periódico. Ellos impulsaron mucho el obrerismo, lo mismo don Manuel Sánchez, un Oaxa-queño que ya murió también, muy buen periodista...

¿...que trabajó en Mercurio?Trabajó con nosotros y con Abraham Muñoz, ha-

cían la guardia de la noche.

¿Usted trabajó con don Ángel Taracena?Sí cómo no, Don Ángel eran muy formal, muy se-

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rio, muy correcto el hombre. Muy recto para su infor-mación, le gustaban las cosas derechas. Había esa gran ventaja, que los periodistas eran muy formales, era una satisfacción llevar una información correcta.

Y lo mismo me pasó en El Universal, donde fui muchos años corresponsal, nunca me dijeron esta información está mal, porque siempre procuré de-cir la verdad. Hasta la fecha hay un redactor que fue de los que vinieron a hacerme el homenaje por mi antigüedad, porque como saben soy el decano de los periodistas en Oaxaca y secretario general de la delegación 7 del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa. Llevo muchos años de trabajar en el periódico, e independientemente, sin dejar la prensa, trabajé en el ejército, en el ferrocarril, en la agraria...

¿En la Comisión Agraria?Fui presidente de la comisión, que representaba

al estado.

¿Cuál era su función?Suministro de información sobre la cuestión de

dotación de tierras y teníamos nuestro personal. Oi-gan con el tiempo que llevo, se me han olvidado al-gunas cosas.

¿Pues cuántos años tiene, en qué año nació?En el año de 1898. Así que el 7 de agosto de este

año cumplí los noventa años.

¿Aquí en la ciudad de Oaxaca?Sí, aquí nací.

¿Don Alfredo, usted tiene copia de todos los periódi-cos en los que participó?

No, qué voy a tener. Quien tenía la curiosidad de guardar todos esos fue Luis Bustillos, que pertene-ció a nuestro sindicato, pero en cuanto se murió, a la basura. El único periódico diario que tengo es El Imparcial, pero claro, no es la curiosidad de estarlo guardando, muy difícil es eso, es raro quien conserva todos los periódicos.

¿Conoció a José Inés Dávila?Cómo no, fue gobernador del estado, del gobier-

no de la soberanía.

¿Qué opinión tiene de él?Un hombre muy formal, muy serio, pero claro, de

partido, pero un hombre muy inteligente.

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¿Y a don Guillermo Meixueiro?También, muy capaz, pero como le digo, de otro

partido, pero no hay que dejar de reconocer que eran intelectuales de mucha importancia.

¿Y conoció a los oaxaqueños que representaban a la revolución, por ejemplo Juan Sánchez?

Sí cómo no, licenciado, que vivía contra esquina del templo de Las Nieves; un hombre muy capaz. Había aquí unos obreros, Cuevas Paz, que también eran simpatizantes. Había pocos; tenían miedo, pero había un grupo de obreros como Don Manuel Sán-chez, que sí sacó la cara y dirigió un periódico llama-do Vertical. Un hombre formal que le gustaba decir la verdad en su periódico.

¿A usted le tocó vivir la rebelión de García Vigil?Cómo no, yo trabajaba en el gobierno con él.

¿Cuál era el ánimo de los oaxaqueños, entonces?Con la agitación propia del cambio de gobierno,

pero García Vigil era un gobernador muy activo, le gustaba mucho el trabajo, hizo buen gobierno, lo malo fue que él, con Maycotte y otros se voltearon al gobierno del Centro y tuvieron que huir de aquí, rumbo al Istmo, donde lo agarraron y lo mataron.

Salieron, pero antes defendieron la Ciudad contra el ataque de los serranos de Onofre Jiménez.

¿Por cierto se acuerda usted de este general oriundo de la Sierra Juárez?

Cómo no, si trabajé con él, pero después vino Ge-naro Vásquez y lo quitó, lo derrocó.

¿Y sobre Genaro, que nos dice?Estuvo trabajando bastante bien, nada más que

como tenía compromisos con el Centro, resultó que hubo demora en el pago regular a los empleados; pagaba con mucho retraso y hasta que vino Cons-tantino Chapital y regularizó el pago de los emplea-dos de gobierno.

Recuerdo que entonces había un individuo que prestaba dinero al ciento por ciento y cuando llega-ban a pagarnos, este amigo ya estaba para cobrar-nos a todos y nos dejaba otra vez en la calle y otra vez a prestarnos. Estaba de acuerdo con el cajero, quien le decía, que ya iban a “pagar la quinta”.

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¿Cómo se llamaba?Juan Spíndola. Por eso cuando vino Chapital, no-

sotros lo recordamos con cariño, precisamente por eso, porque nos trató mejor y de allí entonces, todos los gobiernos ya han estado pagando con toda re-gularidad.

Y a propósito de Chapital ¿en qué periódico trabajó entonces?

Se llamaba Oaxaca Nuevo.

Don Alfredo ¿trabajó en El Chapulín?No, me llevaba con Alfredo, pero no trabajé con

él.

¿Era buen periódico?Era muy solicitado por que era muy criticón. Hubo

otro periódico muy bueno, que dirigió Ernesto Her-nández mejor que El Chapulín, pues decía muchas verdades. Se llamaba El argumento. Le gustaban las bromas fuertes, por ejemplo, al tesoro del estado que en cierta época se llamó Gustavo Ruíz, le decía en una crónica. “Gustavo viene de gustar y tavo de centavos, que le gustaban los centavos”. Y a Chapi-tal que era muy enojón le decía: “Chapital viene de chapo, que quiere decir chaparro, y tal, chaparro por cual”. Bromas de esas. Era muy solicitado.

¿Y periódicos católicos?Había La voz de la verdad, que dirigía el padre

Santa Cruz. Lo hacían por la calle de Veinte de No-viembre. Ahí trabajé en el taller, porque conozco algo de tipografía.

¿En su opinión, quiénes han sido los mejores perio-distas de Oaxaca, en lo que va de este siglo?

Manuel Sánchez, Pepe Gutiérrez, Everardo...

¿Cómo caracterizaría la obra periodística de Alfredo Feria Rendón?

Yo solo soy un pobre ciudadano, nada más un modesto periodista y un empleado que he servido –aquí mis compañeros saben bien– que procuro ma-nejarme bien.

¿Qué consejo le daría a los nuevos periodistas?Que se manejen derecho vertical. No hay más que

decir la verdad. Así, con eso ninguno le dice a usted nada.

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