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Gusman Luis - Villa.word

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LUIS GUSMNVILLA

Diseo coleccin: Pepe FarDiseo de cubierta: Juan Balaguer

Primera edicin en Argentina: marzo 2006Primera reimpresin: noviembre de 2009 Luis Gusmn. 1995, 2006 de la presente edicin: Edhasa, 2006Avda. Diagonal, 519-521 Avda. Crdoba 744, 2 Piso C

08029 Barcelona C1054AAT Capital FederalTel. 93 494 97 20 Tel. (11) 43 933 432

Espaa Argentina

E-mail: [email protected] E-mail: [email protected]: 978-950-9009-52-3Impreso por Cosmos Print S.R.L.Impreso en ArgentinaA mi amigo Luis ChitarroniIEsa maana haba entrado en su despacho por la puerta privada. Nos dimos cuenta despus cuando, como en los viejos tiempos, me llam por mi nombre para pedirme que le llevara el diario.Villa, La Prensa.

Era el nico en la oficina desde que me haba recibido de mdico que ni una sola vez me haba llamado doctor. Mir el reloj y le dije a su secretaria:

Como en los viejos tiempos. Firpo, el doctor Firpo, lleg temprano.

Me demor mirando por la ventana hacia la Plaza. Haba una manifestacin, haba muchas ltimamente. sta era por los presos polticos. Me corri un poco de miedo por el cuerpo. La Plaza tan escolar, con la Casa Rosada, la Pirmide, el fuego eterno de la Catedral, sbitamente se comenzaba a llenar de gente, y se volva desconocida. Probablemente tuvisemos que actuar. Nunca me gust actuar. Esa maana era el nico mdico de guardia, no haba otro. Slo yo y Firpo, el director. Me fui a fijar al panel de instrucciones y verifiqu que el helicptero y las ambulancias estaban en servicio.

Firpo me volvi a llamar. Entr y comenc a leerle los titulares. Pareca abstrado. En los ltimos meses se enteraba de cmo iba el mundo slo a travs de algn diario. Le hice una seal para que se acercara a la ventana. Prefiri preguntarme:

Qu pasa, Villa?

Hay una manifestacin. Por lo que gritan me parece que va a ser violenta.Qu gritan?

Piden la cabeza del Ministro.Ya lo escuch otras veces. Qu ms?Nada. Las ambulancias y el helicptero estn en servicio.

Y los aviones.

No me fij. Para qu serviran los aviones?Nunca se sabe.

Ya no miraba. Su mirada se haba perdido en el paisaje de esa foto familiar que estaba sobre el escritorio y donde apareca con su mujer y sus hijos: un paisaje selvtico que siempre me intrig hasta que me enter de que era un tabacal. Una plantacin de tabaco en el lmite con Paraguay, la plantacin de Nobleza Piccardo. Donde hacen los 43, me dijo aquella vez, mientras mis ojos se adentraban en la selva interminable donde estaba el misterio de los 43 con filtro. Los 43 fueron mi marca desde la juventud, y fue un 43 el cigarrillo que prend a la entrada de la morgue la primera vez en mi carrera que vi un cadver.

Firpo era parte de ese mundo. Y desde que su mujer haba muerto, pareca lentamente dejar de serlo. Una mujer con un apellido francs, y con un parentesco con los Piccardo, sostena el mundo de Firpo que pareca resquebrajarse desde que ella haba dejado de estar en l. Ya no dorma bien y tomaba ms whisky que de costumbre. Tena en la cara unas ojeras profundas. Pero hoy pareca haber recuperado su porte. Su elegancia no la perda nunca. Traje Prncipe de Gales, camisa celeste griscea casi al tono del traje. Una corbata levemente azul, tan leve como para que se notara el alfiler de corbata. Esa cabeza de caballo reluciente que admir tantos aos. Tengo el caballo de oro, sola decir mientras se acariciaba el alfiler de corbata.

Esta vez su manera de detenerse en el alfiler fue casi automtica, se notaba que tena que hacer un esfuerzo para hablar. Me pregunt por lo que suceda en la Quinta, y para que me diera cuenta de que estaba al tanto de los asuntos del Ministerio, dijo:

Alguna noticia de Olivos?

Ninguna. Hay un operador en la radio las veinticuatro horas.

Cmo sigue Pern?

Algunos dicen que es cuestin de horas, otros de das.

Y usted qu dice, Villa? Usted es mdico.

Era la primera vez que me trataba como a un mdico. Sent un poco de vrtigo y comenc a marearme. Cre que me caa. Le respond vagamente:

No s, doctor. El diagnstico es confuso. Yo no estuve cuando lo internaron de urgencia en el Cetrngolo. Usted sabe que estaba tratando de conseguir el oxgeno. Era sbado y no haba por ningn lado.

S, conozco la cosa, tena un cuerpo mdico permanente al lado y no haban previsto tener tubos de oxgeno. Pero usted, Villa, debera averiguar algo ms que las noticias de la radio. Mire si llama el Ministro y me pregunta si hay alguna novedad del estado de Pern.

Su mirada se volvi a perder en el tabacal. Y yo comenc a caminar con l por la plantacin. Los dos queramos perdernos, los dos, por motivos diferentes. l, porque haca rato que haban dejado de consultarlo; yo, porque no me haban consultado nunca. Quiz tampoco lo hubiese querido, pero cuando l brillaba, yo brillaba con l. Como esa pequea cabeza de caballo.

Tratar de hablar con el jefe de la custodia de Pern.

Dgame, Villa, qu tiene que ver el jefe de la custodia con un parte mdico.

Ya sabe, doctor, ellos trabajaron con nosotros. Trabajan. Quiz si uno se lo pide como un favor... de manera confidencial. Tal vez puedan...

Antes prefiero no enterarme. Nunca fui peronista, pero las jerarquas existen. l es un Presidente y yo un director. Usted sabe que fui mdico del sha de Persia y de Charles de Gaulle cuando estuvieron en la Argentina. O cree que esos diplomas al mrito que me otorgaron y que hoy cuelgan de estas paredes estn de adorno? Mi mrito no empieza con los diplomas que estn ante sus ojos. Viene de antes. Desde el da en que tom la decisin de casarme con una Piccardo emparentada con los Larreta, gente de campo y tabacales. Sabe lo que es casarse con una Piccardo y que el edecn del Presidente y dos embajadores, el de Francia y el de Paraguay, vengan a la fiesta? Entonces deba tener unos aos ms que los que usted tena cuando empez a trabajar con nosotros. Toda la familia de la novia estaba en la iglesia: Nuestra Seora de las Victorias. Un nombre auspicioso. Me temblaban las piernas. Pero, sabe, Villa?, desde que haba jurado como mdico senta una fortaleza interior desconocida. Fue lo que me dio valor para caminar hasta el altar.

Ahora era yo el que miraba la foto y quera escapar por el tabacal. Por la cabeza se me cruz un 43. No me animaba a prender un cigarrillo en su presencia desde que l haba dejado de fumar. Mir el rostro de su mujer. Anita, como la llamaba l. La mirada dulce y segura, la confianza que transmitan sus manos delicadas, una manera de estar en la tierra como si siempre estuviese en la plantacin de sus padres. Vi los lunares avanzando por las manos de Firpo. Vi cmo quera disimularlos con esos gemelos brillantes que hacan que uno desviara la mirada hacia ellos, sus manos temblaban un poco. Vi todo eso y yo tambin me fui del mundo.

Caminaba rumbo al Congreso. Entonces era el cadete de Firpo. Las calles estaban de fiesta porque haba llegado el hroe de la Resistencia contra los alemanes. Yo le haba pedido a Firpo que me llevara con l. Mi tarea consistira en cargar su maletn de mdico. Recuerdo que me pusieron una credencial que me colgaba del pecho y el corazn me lata de orgullo. Firpo vesta traje de da o traje de noche, segn la etiqueta. Todos los otros mdicos estaban con guardapolvo blanco.

Fue la primera vez que lo o hablar en francs. Las palabras brotaban fluidamente de su boca. Le gustaba conversar y convers largamente con gente de la comitiva que acompaaba a De Gaulle. Ese era el trabajo que ms le gustaba hacer. Contar ancdotas banales y apropiadas. Hablar de comidas y de lugares. Todo ese mundo era el mundo de Anita. Tambin entonces habl de las plantaciones y de las diferentes clases de cigarros y tabacos.

Fue cuando De Gaulle se march que Firpo nos cont lo que haba conversado con l. En ese momento la conversacin me pareci ntima, hoy tal vez podra pensar que Firpo no era ms que uno de los tantos invitados a una recepcin oficial, aunque saba que por su mujer mantena relaciones formales con la Embajada de Francia. Quiz lo que haca ms misteriosa y emotiva la ancdota era que tambin nosotros volbamos, como De Gaulle, en aviones de la Segunda Guerra, y nos sentamos un poco hroes. bamos a buscar a un poltico que haba tenido un accidente en la provincia y al que haba que trasladar en avin a la Capital. En los viajes importantes el mdico era Firpo, y yo una especie de secretario en vuelo. Le serva el whisky, iba a comprarle gotas para la nariz, le acomodaba la ropa o le llevaba la valija, tambin era su valet. Pero esa noche estbamos en el aire y el avin se mova debido a un temporal. Nuestro destino se volva incierto, lo que haca interesantes nuestras vidas. La ancdota tambin estaba dedicada a un poltico de turno y a un comodoro que era familiar del accidentado, y que nos acompaaban en el vuelo.

De Gaulle me felicit por mi francs y me pregunt dnde lo haba aprendido a hablar tan bien. Le dije que haba ido al Liceo, y adems que mi mujer era de familia francesa. En la plantacin que tenan en Paraguay, el padre daba las rdenes en francs y en guaran. Tambin agregu que haba adquirido vocabulario leyendo a Bichat un libro de la biblioteca de mi padre cuando estudiaba anatoma patolgica. Lo lea en su idioma original. Me mir y se sonri. Tan alto como era le volvi a surgir la voz de trinchera, y con ese mismo vozarrn casi gritando, me dijo: Era mi autor preferido durante la guerra. Para l, la enfermedad era una guerra contra el organismo, por lo tanto planeaba cmo defenderse y cmo atacarla. Tena una visin de conjunto que me resultaba til. En Bichat aprend ms estrategia militar que en otros libros dedicados al tema.Por un momento fue como si hubisemos cambiado de paisaje, y era el Mar del Norte el que estaba bajo nuestros pies. Entonces yo era joven y confiaba tanto en las cosas que tena menos miedo que hoy. Firpo era una de las cosas que me impedan tener miedo. Y ah estaba seguro volando en ese avin a hlice, en medio de la oscuridad y de la tormenta. Firpo y Villa, con el mundo a sus pies.

Lo del sha fue una cuestin ms ntima. En esa ocasin no lo pude acompaar. Me lo cont una noche en que le hice de chofer. Nunca haba manejado un auto oficial y me daba la impresin de estar metido en un atad negro y brillante. Firpo pareca tan inalcanzable, perdido en algn lugar del mullido asiento tapizado en gris, que tuvo que subir el tono de voz para que lo pudiera or, bamos a su casa en la calle Paraguay. Viva en una especie de residencia, era su pequea plantacin en medio de la ciudad.

A pesar de la corta distancia, el viaje se haca lento. Era un auto oficial y tena miedo de chocarlo, por lo tanto iba a poca velocidad. La ancdota dur lo que duraba el viaje, el tiempo justo para que Firpo pudiera discurrir sin aburrirse con el chofer, como si tuviese preparada una ancdota para cada viaje que haca puntualmente, salvo alguna emergencia a las siete de la tarde, desde el Ministerio hasta su casa. Cuando todava tena el automvil oficial a su disposicin y Salud Pblica no se haba convertido en Bienestar Social. Ah perdi su carcter asistencial y se transform en una vulgar forma de la caridad, nos deca Firpo, aorando el antiguo nombre que era ms heroico y elegante.

Cuando entr como cadete todava tenan las insignias con las alas, y me dieron unas de metal que luca orgulloso en la solapa del saco. Mientras tanto, Firpo viajaba hacia su plantacin envuelto en el humo de un espeso cigarro. Nunca me ofreci uno. Eso s, me regalaba las cajitas de madera en que venan, y yo las coleccionaba con devocin.

Cuando Firpo nombr al sha de Persia, el Oriente se vino de golpe a mi cabeza. No lo cont por casualidad, sus ancdotas siempre tenan que ver con algo de lo que uno estaba hablando, creo recordar que le hablaba de la primera vez que revis a un enfermo y lo que experiment al palpar un cuerpo vivo. Firpo, a su vez, me habl de la primera vez que revis a un prncipe.

Todo comenz despus de un asado en la Quinta de Olivos. El sha sufri una ligera indisposicin que no vacil en diagnosticar como un clico. Por lo tanto, como se hace en esos casos, indiqu Buscapina inyectable.

Estbamos en las habitaciones reservadas a los huspedes de honor, y el sha se encontraba tendido sobre un canap de poca. Era evidente que disimulaba el dolor delante de los extraos, y lo sigui disimulando aun cuando el nmero de personas que lo rodeaba se fue reduciendo. Servicio de inteligencia, gente de la custodia de Olivos y de la propia, hasta que nos quedamos el mdico personal y yo. Me conduje naturalmente, aunque no desconoca la jerarqua del enfermo. Todos los enfermos son iguales ante los ojos del mdico, Villa, pero a la vez cada uno es diferente. Yo no olvidaba que estaba ante un prncipe.

El sha no probaba bocado sin que antes lo probara una persona que siempre estaba a su lado, y que tambin entr cuando nos quedamos a solas con su mdico. Como le dije, yo actuaba naturalmente, y naturalmente prepar la jeringa para aplicarle la inyeccin. Y hasta hice un movimiento para acercarme al cuerpo del sha. El hombre que era su sombra me detuvo de golpe con un movimiento brusco que hizo que la jeringa se cayera al piso. Le expres en francs mi desaprobacin. El mdico trataba de explicarme algo, sus palabras se mezclaban con el rabe. As en esa media lengua me dijo que nadie tocaba el cuerpo del sha porque era un cuerpo sagrado, y que el sha no desnudaba su cuerpo delante de un extranjero que era ajeno a la religin del Corn. La situacin se volvi incmoda dada la jerarqua de los personajes, quin se iba a inclinar para recoger los vidrios rotos? Como leyndome el pensamiento, se inclin y comenz a recogerlos. Mientras tanto, busqu de nuevo una jeringa y una aguja para preparar otra inyeccin. Hice todo ante los ojos del mdico para no generar desconfianza. Frente a mi decisin, el hombre no volvi a intervenir. Cuando termin de prepararla se la di y le dije: Lamento que con nuestro malentendido hayamos hecho esperar a un enfermo. Por otra parte, jams se me hubiera ocurrido daar el cuerpo de un prncipe. El sha, por un momento, pareci salir de su dolor. Su cara contrada comenz a relajarse, y al ver que iba a marcharme, le hizo una sea al mdico para que me detuviera, el sha me haba autorizado a permanecer en la habitacin.

Lo volv a ver el da en que se iba cuando salud a todos los colaboradores. No s si fue una impresin ma porque l no dijo una palabra pero sent, como se dice en criollo, que me daba un apretn de manos.En el viaje de vuelta, solo en medio de ese automvil fastuoso, sent que el mundo se agrandaba ante mis ojos, se agrandaba tanto como los ojos de Firpo detrs de sus lujosos anteojos de carey, y en cada semforo que me detena me acariciaba las alas de metal y volaba. Volaba lejos de ah, no con el vuelo de un insecto sino de un guila, un guila del mismo color de las plumas que luca el sombrero de Firpo.

Me volv a acariciar las alas y trat de llevarlo tambin a l a esa maana luminosa en que todo el sol de la Plaza entraba por la ventana.

El peligro pareca estar en los gritos que provenan de la manifestacin, pero las alas me hincharon el pecho de valor y me hicieron perder el miedo y por primera vez pens en salvarlo y no en salvarme, y lo quise llevar al pasado, a ese pasado donde, antes de subir al avin, saludaba desde la escalerilla, mientras su mujer sola en la lejana se iba achicando ms y ms hasta transformarse casi en un punto, y yo le serva el primer whisky del viaje.

Doctor, se acuerda del primer da que entr en su despacho?

Fue durante el gobierno de Illia.

Usted tampoco era radical. Me lo dijo al poco tiempo de empezar a trabajar, cuando le cont la emocin que sent al darle la mano al Presidente.

Villa, entonces era Villita, aunque siempre lo llam Villa.

Van a hacer ms de diez aos que trabajo para usted. Se acuerda de que me pregunt de qu haba trabajado antes y yo le dije de mosca? Y usted se me qued mirando, disculpe si hoy le digo que hasta tratando de ocultar su sorpresa. Despus sent como que haba cometido un pecado al nombrar algo que usted pudiese ignorar. En ese momento en cambio pens que lo poda deslumbrar.

S, y yo recuerdo que le dije: Aqu va a volar ms alto. Me equivoqu, Villa?

No, vol en avin, vol por todo el pas. Me recib de mdico. Yo quera estudiar abogaca y usted me pregunt por qu y yo le contest: Porque me dijeron que se aprende todo de memoria. Me salv, doctor, no tengo carcter para defender a nadie. Ac, lo primero que aprend de memoria fue el cdigo aeronutico. Todo el da repeta la matrcula del Cessna, todava no tenamos el Guaran.Alfa, Charlie, Foxtro.

Entonces Butti, un integrante de la custodia del nuevo director, quiso cambiar el cdigo porque le pareca antiargentino. Durante das tuvimos que traducir el cdigo a una versin que l haba inventado. Para Alfa no encontraba traduccin, para Charlie deca Carlos, y para Foxtro, no me acuerdo qu palabra haba encontrado. Usted con paciencia le repeta: es un cdigo internacional, no se puede cambiar.

Hace tiempo que no lo veo. Todava trabaja con nosotros?

Despus de lo del cdigo lo trasladaron a Olivos. Fue decisivo que usted dijera que poda poner en peligro el trnsito areo.

Firpo ya no me escuchaba. Su mano haba pasado de la cabeza de caballo a las alas que tena en la solapa. Sus alas eran de oro. Se haba puesto triste de golpe. Quiz yo haba estado torpe en nombrar al nuevo director. Pero de pronto tambin me sent triste y no saba cmo despedirme, cmo arreglrmelas para salir de la situacin. Sin embargo, me anim a hacerle una pregunta:

Doctor, se acuerda de lo que me dijo adems de que iba a volar alto?

No, Villa, ya no me acuerdo.

Me pregunt si quera ser su mosca. Si era su mosca, iba a volar alto.

Y yo que era tan torpe con mi cuerpo, comenc por acariciarme las alas de la insignia, y despus intent ensayar pasos de baile, y empec a revolotear a su lado, moviendo los brazos como si fueran alas, esperando quizs el manotazo que me aplastara, sin saber calcular el momento en que iba a empezar a ponerme pesado. Y todo eso lo imagin hace ms de diez aos cuando entr de cadete, y despus, cuando me dijo aos ms tarde: Con su memoria, Villa, usted tiene que estudiar medicina.

Firpo me tendi la mano y me dijo una frase que iba a quedar revoloteando en mi cabeza, desde esa maana, y vaya a saber por cunto tiempo:

Por algo se lo dije, Villa, por algo.Mientras caminaba hacia los teletipos para mandar un mensaje acerca de una provisin de vacunas a la provincia de Corrientes, las ltimas palabras de Firpo seguan en mis odos. De manera mecnica comprob si las dosis y las cantidades eran correctas, sin pensar siquiera que estaban destinadas a ser aplicadas en cuerpos reales, y que sus vidas dependan de las vacunas. Todo me pareca tan irreal, como si la mirada de Firpo hubiera contaminado la atmsfera, y el mundo se hubiera reducido a recuerdos, a papeles y cifras sin valor real que uno cargaba en el teletipo.

Este trabajo se haba vuelto tan diferente del primer trabajo de mi vida. Mi primer trabajo de mosca en Avellaneda: la cabeza en la tierra, el cuerpo en el aire. Si hay moscas en otros lugares, yo nunca los vi.

El Polaco me ense todo lo que debe saber un mosca. De los que conoc, era el mejor. Mejor que Dapena y el Nene Fernndez. Todos esos moscas parbamos en la sede de Racing, en el corazn de Avellaneda.

Podra decir que, an despus de tantos aos, trabajo de mosca? Qu es ser un mosca?, me haba preguntado alguna vez Firpo. Un mosca es el que revolotea alrededor de un grande. Si es un dolo, mejor, le respond.

Los grandes eran hombres de la noche. Aos despus cuando era practicante de guardia en el Fiorito, tambin en el corazn de Avellaneda, tuve que atender a un grande. Garrido apareci una noche con un balazo, y mientras lo desnudaba, trataba desesperadamente de calmarlo, sin advertir que l estaba ms tranquilo que yo, y se daba cuenta de cmo me temblaban las manos porque no apartaba la mirada de ellas, y yo trataba intilmente de acordarme de memoria cmo se proceda con una bala en el estmago. Hasta que l pudo hablar y me dijo: Llam a alguien.El Polaco tambin se hizo un hombre de la noche. Durante el da, los moscas desaparecan. El Polaco, sin embargo, tena un defecto, la altura: lo llamaban Escalera o Escala, segn la confianza. Era demasiado alto y corpulento para ser mosca. Por eso cuando los hombres jugaban a las cartas y l estaba detrs de ellos esperando alguna orden, su sombra se ergua demasiado imponindoles cierto temor a los jugadores. En algunos, hasta un temor supersticioso porque esa sombra poda ser la suerte negra que caa sobre ellos. El Polaco lo saba, y para disimular trataba de achicarse y caminar encorvado, pero su juventud y su cuerpo tan atltico se lo impedan, y entonces se volva a erguir, era intil y ridculo andar por el mundo caminando agazapado. Sin embargo, conservaba su lugar porque el Polaco era el mejor de los moscas.

Por un momento extra mi mundo donde, por estar al lado del Polaco, todo se volva ms confiable. Volv a encontrarlo en un pequeo aeropuerto de Santiago del Estero. Surgi caminando desde la arena, quizs un poco menos erguido por los aos.

Yo haba ido a buscar un traumatismo de crneo. El avin aterriz en medio de un arenal. El Polaco saba que llegaba un avin de Buenos Aires y plane volverse con l. En el viaje de vuelta no poda apartarme del enfermo porque tema a cada instante que se me muriera. Pero en los momentos en que lograba confiarlo a la experiencia de Estela Sayago, la enfermera de a bordo, conversbamos sobre nuestras vidas. No s qu extraa sucesin familiar lo llev hasta ah. Pero verlo surgir del arenal como antes lo vea venir saliendo del colegio, caminando por la avenida Belgrano con paso seguro, mirando el mundo desde arriba, me devolvi cierta tranquilidad. Y creo que se fue mi mejor vuelo asistiendo a un enfermo. Con el Polaco no volvimos a vernos, pero recuerdo su ltimo gesto, cruzando los dedos, mientras miraba al hombre que estaba en la camilla. Y por una vez cruzar los dedos dio resultado.

Me mir en el espejo y me vi frente a los teletipos. Estaba solo en el juego. Las horas iban transcurriendo en la monotona de radios y memorndum burocrticos que se mandaban de una provincia a otra. Ascensos, cargos, partidas de dinero. Algunos destinos dependan de esos papeles. Varias veces me acerqu al radiooperador y, casi a la manera de Firpo, le pregunt si haba novedades de Olivos. Me encerr en mi oficina, cuando estaba de guardia tena una oficina, y me alivi or que los gritos de la manifestacin se iban apagando. Slo la sirena de algn patrullero y de alguna ambulancia del mbito municipal. Firpo me haba enseado que slo intervenamos cuando se trataba del mbito nacional.

Abr un cajn, me encontr con un mazo de cartas y empec a hacer un solitario. Llam al ordenanza y le ped un caf. Pens: el negro Thompson es mi mosca, un mosca de lujo porque es negro. Yo fui un mosca blanco. El Polaco era un mosca en la leche. Volv a las cartas y las que fueron apareciendo me llevaron a otras. Los jugadores slo aceptaban un mosca alrededor de la mesa. Ms de uno molestaba, por eso hacamos turno sentados en la barra. Un mosca mirando a otro mosca. El mosca de turno reparta su mirada entre la mesa de juego y la barra. Si algn jugador necesitaba alguna cosa y el mosca tena que salir a buscarla, ya haba otro reemplazndolo. Hacamos una sea y rpido, otro mosca sala hacia la mesa. As se nos iba la noche entre pasos de baile y miradas. Podamos trabajar para el mismo jugador durante meses. Dependa de la suerte y de cmo venan las cartas. Si un mosca quedaba ligado a la suerte de un jugador, poda perder su trabajo para siempre.

Recib la respuesta por teletipo: doctor Villa las dosis y la cantidad de vacunas son correctas. Arranqu el mensaje y lo pegu en la cartelera con otras novedades.

Sent que me palmeaban el hombro. Era Villalba, el jefe administrativo. En realidad, era el jefe. En otro tiempo haba sido la sombra de Firpo. Su mano derecha. Pero cambi de mano. Antes era manriquista; ahora, lpezrreguista. Yo tambin haba sido su protegido. Tambin le hice un poco de mosca: le pagaba cuentas, haca citas a escondidas con su amante y le prestaba mi departamento para esas citas. Lo conoc cuando era manriquista. El ex Ministro le hablaba con mucha confianza. En realidad a todos les hablaba con mucha confianza. Un da, desde el aire, cuando el avin ya haba salido de Mar del Plata, me pidi que fuera a sacarle entradas para el cine. Yo era mdico, pero l era Ministro. Lo llam a Mussi, el chofer, y fuimos tocando sirena en ambulancia hasta el Gran Rex.

Ahora Lpez Rega y un tal Brunetti tambin le hablaban con mucha confianza. Planeaban medidas de seguridad, Ezeiza los haba tomado muy desprevenidos. Resolvan asuntos de los que Firpo ni siquiera se enteraba. No quera perder su confianza y le contaba algunas cosas.

A Firpo queran desplazarlo. Haba dos cuestiones que no le perdonaban. Una, su denuncia de que en algunas de las ambulancias que salieron del Ministerio el da de lo de Ezeiza fuera gente armada. La otra, que cuando se dio cuenta de lo que suceda en Ezeiza y de lo que iba a venir, les dijera que exista una posibilidad de que las cosas se aquietaran. Quiz no haba necesidad de desviar al aeropuerto de Morn el vuelo en que Pern vena de Espaa. Todos lo miraban esperando sus palabras, y l dijo: La solucin es que Pern hable desde el avin. Tienen que conectar los parlantes de Ezeiza con el avin. Si escuchan su voz, todo se va a calmar. La idea les pareci apropiada; consultaron con el Ministro que la aprob, slo que la conexin se deba hacer a travs de un mvil que estaba bajo las rdenes del coronel Osinde quien, por estar enfrentado al Ministro, se neg a colaborar. As estaban las cosas en ese momento.

No toleraron que Firpo hubiese hecho la denuncia. Sin duda lo haban investigado. En ese lugar todos estbamos investigados, o al menos, lo creamos, o al menos, queran que lo creyramos. Esa ambigedad era lo que me infunda miedo. Sin embargo, con Firpo tenan cuidado; tomaban sus precauciones, quiz por los contactos polticos que tena. Sola almorzar en el Crculo Militar, y ms de una vez acudi a alguna recepcin que dio la Embajada francesa. Por otra parte, estaban los Piccardo. En secreto, yo estaba del lado de Firpo, pero muy en secreto.

Villa, acabo de hablar con Olivos y el desenlace es inminente. No sabemos qu puede pasar. Con la muerte de Pern se va a desatar la tormenta, y nosotros tenemos que saber dnde estamos parados.

S, seor. Qu tengo que hacer?

Fijarse si las ambulancias y los aviones estn OK. Hable con los pilotos de los cuatro palas para que estn atentos. Quiero a todos los mdicos y enfermeros aqu. OK, Villa?

S, seor. Yo mismo me encargo.

No, Villa, usted haga que el personal administrativo, los operadores de guardia se encarguen. Usted slo d las rdenes. A veces, Villa, hay que dar rdenes.

Le comunico las novedades al doctor Firpo?

No, Villa. Para qu traerle preocupaciones. No se dio cuenta de que es como si estuviera en otro mundo?

S, es verdad, seor, yo hace tiempo que lo advert. Mejor no decirle nada.OK, Villa.

Me dirig a la central de operaciones e impost un poco la voz para que Daz o algn otro operador de guardia, cumpliese con el alerta general. Para impresionarlo, le habl en cdigo: Estamos en alerta tres. Hay que estar preparado para pasar al dos, y hasta llegar al uno. Daz me mir. Entonces, para reforzar la orden, le dije: Es una orden de Villalba. l ni siquiera me contest y comenz a marcar el nmero de telfono de los pilotos. Despus o que hablaba con la base del Palomar y con Ezeiza.

Hoy el poder pareca estar en manos de Villalba. l manejaba los hilos. Lo o hablar por telfono con Brunetti, ya estaban hablando de construir una cripta en Olivos. Con Villalba nunca saba cmo trabajar. Siempre me haca dudar. Nunca terminaba de saber qu significaba para l, y no hay nada peor que ignorar esa cuestin para estar en manos de alguien. Aunque yo tena mi secreto, el de su amante; un gran o un pequeo secreto segn las circunstancias.

Con Villalba nunca se saba. Le gustaban las cosas sensacionales. Hacer aterrizar un avin en la carretera y que muchos autos al costado del camino iluminaran el asfalto negro, y que la noticia saliera en los diarios y en la televisin: Salvataje de un nio en medio de la noche. Todos en la guardia sabamos que ni el diagnstico ni el estado del enfermo justificaban el vuelo a esas horas: se hubiera podido volar a la maana siguiente. Pero de da hubiese sido un vuelo de rutina para la estadstica. Y a l las estadsticas slo le interesaban cuando eran cifras redondas que podan significar las cosas ms diversas: horas de vuelo, enfermos trasladados, muertes a bordo que siempre se olvidaba de anotar.

Villalba se pareca a Svori, aquel jugador para el que trabaj de mosca. Siempre pensaba cosas raras: con el tiempo llegu a creer que se trataba de cbalas que le pasaban por la cabeza. Una vez, a la madrugada, tuve que salir a buscar orqudeas porque se acord de que cumpla un aniversario de casado. En las partidas siempre haba un momento en que se acababan los cigarrillos. Svori fumaba Camel. En ese tiempo no era fcil conseguir importados, y menos a esa hora, y menos en Avellaneda. Como buen mosca que era, y quera llegar a ser, haba aprendido a guardar otro paquete, pero eran muy caros, y quin tiene plata a los quince aos.

El encargo ms extrao tuvo que ver con una muerte. Tena que ir en su nombre a saludar a los deudos. Era raro que Svori no fuera personalmente. Los otros moscas estaban tan sorprendidos como yo. Fue as que estamp su nombre en una tarjeta blanca, y esa noche en lugar de una orqudea tuve que salir a buscar una corona. Antes de ir al velorio, pas por El Tucn, la nica florera de turno en Avellaneda. Abierta para la vida y para la muerte.

Cuando llegu al velorio, me enter quin era el muerto. Yo estaba vestido caquero, algo que pareca inadecuado para la situacin. Para los moscas y los caqueros siempre era verano. Saco azul, pantaln Oxford blanco, mocasines negros, medias azules que combinaban con el cinturn de lona del mismo color. Hebilla de metal reluciente. Camisa Grafa gris, en el bolsillo la sevillana. Igual podra haber ido a un baile.

Entr a buscar a los familiares, prendiendo ostentosamente un 43 con mi carusita. A esa hora de la madrugada los deudos eran pocos. Buscaba en esas caras algn rasgo familiar que me hiciera recordar a Svori. Saludaba tmidamente, sin animarme a preguntar, y aunque envueltos en el dolor, se los vea un poco extraados por mi presencia. A pesar de mi aprehensin, pens que lo mejor era entrar en la sala mortuoria. La corona que me haba hecho mandar Svori no me daba ninguna pista, slo me haba dicho que pusiera Svori hijo. Me encontr con el muerto de frente y me qued paralizado: en esa cara, en el cajn, reconoc los rasgos familiares. Era una rplica de Svori, slo que ms viejo, slo que estaba muerto.

Se acercaron unos familiares y me preguntaron:

Quin sos?

Villa, el mosca de Svori.

Un mosca? me pregunt alguien, extraado.

S, una especie de cadete secretario. Vengo de parte de l. No pudo venir. Est viajando por el interior por asuntos del Club. Una gira del equipo de basquetbol.

Ahora se dedica al basquetbol? me pregunt alguien, un hombre que pareca ser muy allegado.

S. Es manager del equipo de basquetbol. Una gira en Ro Negro. Cuando se enteraron en el Club lo localizaron y l me encarg por telfono que enviara las flores y viniera a saludar en su nombre. Se disculp por estar tan lejos. No haba vuelos hasta el da siguiente y en mnibus no hubiese llegado. Se lo oa muy triste, tena la voz quebrada.

Me detuve a tiempo. Record las palabras del Polaco: Un mosca no debe exagerar. Y me daba cuenta de que estaba exagerando.

Fue la primera vez que como mosca tuve que mentir. Si un mosca se vuelve mentiroso pierde su reputacin y no puede trabajar para nadie. Cuando volv al Club todava seguan jugando. Svori me mir a los ojos para ver si haba cumplido el encargo. Sent que me turbaba, que me iba poniendo colorado, l trataba de adivinar si lo estaba juzgando Ya saba que yo saba. Lo mir y le dije: No consegu la corona de claveles rojos y blancos. Slo haba blancos, los rojos se terminan ms rpido.

Lo que importa, Villa, es el hecho.

Haba poca gente por la hora.

Gente del comit?

No s, yo no conoca a nadie.

Haca aos que no me vea con mi padre. l siempre fue radical; yo, toda mi vida, peronista. Nos separ la poltica, entre otras cosas. Hubiera sido linda una corona partidaria. Una seal de que no le guardaba rencor.

Despus hizo un gesto como para que me marchara. Camin hacia la barra donde estaban los otros moscas. Camin con mi secreto de que en el velorio se me haba ido la lengua. Tuve que mentir para seguir siendo el mosca de Svori. Acaso no haba sido siempre mi poltica? Donde me daban lugar, me quedaba.Villa, haga que me manden el auto.

La voz de Firpo me volvi a este tiempo. Tuve ganas de decirle que se quedara, que no abandonara el barco en este momento.

Villa, qu pasa con el coche?

Mientras l segua abstrado, mir a su secretaria, Alicia Montero, y le dije por lo bajo:

El barco se hunde y l reclama su coche.

Villa, usted siempre trata de estar bien con Dios y con el diablo.

Ya le dije que me llame doctor Villa.

Perdneme, siempre me olvido de que es doctor.

Nunca nos habamos cado bien. Su fidelidad me despertaba rencor. Le era incondicional a Firpo por sobre todas las cosas. Crea que el amor lo poda arreglar todo, pero Villa era el que tena que poner la cara y solucionar los problemas. Ahora se trataba de conseguir el auto. Ir a ver a Villalba en medio de los vertiginosos preparativos y casi rogarle, en nombre de los viejos tiempos, que dispusiera un coche para que Firpo se volviera a su casa.

Entr en el despacho y lo encontr con el portafolio sobre el escritorio y el sombrero puesto. Me disculp y le dije:

Doctor, hay pocos coches. Se est preparando un operativo porque parece que la muerte de Pern es inminente.

Por qu no me avis antes?

Es que el seor Villalba me comunic las novedades y tuve que poner en marcha el operativo. Trato de tenerlo al tanto y tambin cuido mis espaldas, tengo miedo de perder el trabajo.

As que ahora usted es un hombre de Villalba.

No diga eso, doctor, yo siempre le fui fiel. Slo que no hay choferes ni coches. Si quiere, lo llevo en mi auto.

Desde cundo tiene auto?

Se lo cont, doctor, lo que pasa es que ltimamente usted se olvida de todo.Qu me cont?

Villalba tiene un conocido en la Caja de Ahorro y me otorgaron un prstamo de los que dan a los profesionales.

Pero usted no rene los aos de antigedad...

Villalba logr que hicieran una excepcin.

Lo mejor que dijo Villalba sobre usted fue ese chiste que se le ocurri el primer da de trabajo: Ah, se llama Villa, entonces es una parte ma ya que yo me llamo Villalba!. Usted y l finalmente hacen una buena sociedad. Y usted para qu quiere un auto?

Usted sabe, doctor, vivo lejos, en Avellaneda, al fondo, casi Sarand, y ahora estoy full time.

S, eso tambin se lo consigui Villalba.

Doctor, yo nunca lo he traicionado. Es ms...

Es ms qu, Villa? Dgame todo lo que sabe.

Afuera, doctor, afuera le cuento. Voy a decirle a Villalba que lo llevo hasta su casa.

Qu auto es, Villa?Un Citroen, doctor.

Lo autorizo a bajar por el ascensor privado del Ministro. Si alguien le pregunta, dgale que es orden ma. A esta hora suele estar Prez.

S, en unos minutos puedo estar en la puerta de Defensa. Yo no estoy autorizado a estacionar en la cochera oficial.

Ni le avis a Villalba. Saba que me iba a decir que s pero que iba a agregar algn comentario irnico. Rogaba que no estuviera el que Firpo llamaba Prez, que no era otro que el ex campen mundial. Campen de peso mosca. Todos le decan Pascualito. Hasta el Ministro Manrique que lo tom. Todos le hacan el mismo chiste: cuando suban al ascensor se llevaban las manos a la cara y estiraban los ojos como si fueran japoneses. Entonces Pascualito, como aquel da en Tokio, empezaba a arrojar golpes al aire. Yo le tena respeto, pero me daba piedad. Pascualito haba sido un campen olmpico. Y yo viva en el barrio de los Olmpicos. Un barrio de chalets que Pern haba mandado construir en su primera presidencia. Enfrente del Policlnico, todo nuevo, todo de juguete. En ese barrio viva Delfo Cabrera, campen olmpico. Yo soaba con verlo aparecer corriendo, entrenando para alguna maratn. Y una noche, de pronto, surgi de la oscuridad, como el Polaco surgi del arenal.

Aquella noche corr junto a Cabrera que entrenaba en los terrenos del Ferrocarril. Yo slo quera que me contara cmo gan la maratn en Wembley. Pero l no hablaba mientras corra, y haba una camioneta que lo segua mientras un hombre le tomaba el tiempo. El hombre de la camioneta me quiso echar, pero Cabrera hizo un gesto para que me dejara. Las mismas calles, ese mismo terreno desconocido que llambamos Robustiano y que abarcaba La Gasgena, los ferrocarriles, parte de los corrales y los Mataderos, y hasta la laguna que era una placa de vidrio delgada y espejeante. A veces uno crea que poda correr por ella como en el hielo. Todo lo que era inabarcable, bajo los pies de Cabrera, se volva una superficie limitada, y creo que esa noche hasta dimos dos o tres vueltas al Robustiano.

Yo pareca electrizado. Cuando Cabrera se detuvo junto a la camioneta se coloc un buzo mientras su acompaante le haca masajes y le daba algo de beber. Al mismo tiempo yo mova el cuerpo como si estuviera corriendo: Par, pibe, te vas a morir.

Casi temblando con el poco de voz que me quedaba, con la respiracin entrecortada porque senta que el estmago me dola y el corazn me iba a explotar, le dije: Cunteme lo de Wembley.

En los mstiles haba veintitrs banderas. Uno se senta representado. No s si me entends, la bandera no era una cosa ajena. ramos cuarenta y tres corredores. Haca mucho calor y haba setenta mil personas. Corra desde atrs, ltimo. No para regular el ritmo, como dijeron despus los periodistas. Era que salimos del estadio de Wembley y me encontr con un campo. Haba dos compadres que corran conmigo, uno de Baha y otro de Mendoza. Dos fenmenos. Yo corra de atrs porque segua al pelotn, tena miedo de perderme. Si iba en la punta y no conoca el lugar, me poda perder. El primero que tom la delantera fue un coreano. Segundo iba un belga. Pasados los diez kilmetros apareci un chino, pareca una locomotora por la potencia y la velocidad. Se llamaba Wen Lou. Entre el belga y el coreano alternaban la delantera hasta que el belga volvi a tomar la punta. Cuando entramos al estadio, no s cmo, yo estaba segundo, slo lo tena adelante al belga. Ah ya no tena miedo de perderme, y lo pas. Di una vuelta entera al estadio y me encamin hacia la recta final. El belga pareca que se iba a desmayar, el chino era slo una sombra. Ya conoca el camino, como si volviese a casa. Como quien corre por el Robustiano. Primero la torre de La Gasgena, el olor conocido y agrio donde se mezcla un poco de gas y un poco de pis, a lo lejos los corrales y sobre el fondo, en el horizonte, los siete puentes. Ya no tena miedo de perderme. Hasta tuve tiempo de darme vuelta y comprobar que todos me seguan.Viajaba con Firpo hacia la vieja plantacin pensando que tal vez ya nada quedaba de ella. Probablemente la nica salida para los acontecimientos que vivamos fuera entrar de una vez para siempre en el paisaje y no darse vuelta ni una vez para mirar atrs.

Firpo estaba inquieto. No s si la inquietud se la produca la proximidad con su empleado, o slo eran ideas mas y nos separaba una barrera infranqueable aunque nuestros cuerpos pudiesen estar prximos.

Qu es lo que sabe, Villa?

Creo que usted ya lo sospechaba, doctor. La llegada del nuevo Director Nacional. Un hombre de la custodia personal de Pern, un hombre del Ministro, un suboficial retirado.

Un suboficial de director? imposible!

S el nombre, doctor, se llama Salinas.

Qu va a pasar con Aviacin Sanitaria?

La van a reabsorber en una Direccin Nacional, o si no, la transformarn en un ente burocrtico.

Quiere decir que vamos a perder los aviones?

Seguramente.

Las ambulancias y los helicpteros no me interesan. Por otra parte siempre detest a Nan, el piloto del helicptero. Un buscavidas, un cuervo.

Un cuervo?

S, durante aos fue piloto en el Sur. Se dedicaba a buscar a los andinistas colgados de los cerros. No lo haca para tratar de salvarles la vida sino porque los familiares, para cobrar el seguro, necesitaban el cuerpo como prueba. Me lo cont otro piloto que s arriesga la suya para salvar una vida. Nan daba vueltas en crculos buscando su presa. Hizo mucha plata de esa manera, si hasta tiene su propia empresa de helicpteros. No es raro que est trabajando para ese Salinas. En un helicptero se puede llevar cualquier cosa.No entiendo, doctor.

Villa, usted nunca quiere entender nada. Se acuerda de mi denuncia sobre las ambulancias? No las manejaba nunca un chofer del Ministerio; en cambio el helicptero, siempre est en manos de Nan. Tranquilamente podra llevar armas.

Me parece que exagera, doctor.

No crea, Villa, usted sabe que despus de la denuncia de las ambulancias recib amenazas. Un director del Ministerio amenazado! Dijeron que me iban a volar por el aire. Quiz lleg la hora de su mundo, Villa, un mundo mosca, en el que todo vuela.Pero, doctor, aunque perdisemos los aviones, no sera preferible buscar un lugar ms tranquilo, menos peligroso, menos poltico?

Villa, la primera regla que aprend cuando hice el curso de Defensa Nacional en el Ministerio de Guerra fue: cualquier asunto es poltico.

Pero esto no puede durar mucho tiempo.

No est tan seguro. Acaso no escuch cuando esa mujer, a la que llaman por las iniciales, me amenaz porque no dej entrar a hombres armados a la oficina y dije: Este es un lugar mdico? Me cit a su despacho de la Subsecretara, un despacho donde hubo hombres brillantes como Mond. Me dijo, mientras yo le vea el revlver en la cintura: Cul es su problema, Firpo?. Ninguno, seora, le contest. Fue slo una observacin que le hubiera hecho a cualquiera, incluso a cualquiera de mis empleados. Yo no soy empleada suya, Firpo, me parece que es al revs. Recuerdo que le dije que mi renuncia estaba a su disposicin, a pesar de ser un funcionario de carrera. No, doctor, no se trata de eso, me dijo, es que me gusta ver la cara de la gente de cerca. Y qu cree, Villa, que no podra estar amenazado?, que son ideas de un viejo manitico?

No, doctor, seguro que le creo. Y adems los aviones ya no son lo mismo, es preferible el traslado. Aviacin Sanitaria ya no es lo que era.

S, ahora se encarga de conseguir sepelios y servicios fnebres gratis. Sabe, este servicio de Aviacin Sanitaria se invent a partir de la peste. Fue en el 56, luchbamos contra la polio. Pusimos un pulmotor en un DC 3 piloteado por la Marina, y salamos a cualquier hora de la noche a buscar enfermos, desde Ushuaia hasta La Quiaca. Luchbamos centmetro a centmetro con la peste, por tierra y por aire.

A medida que llegbamos a su casa me fui quedando sin palabras. Era intil tratar de convencerlo. Me acord de Elena. Estuvimos a punto de casarnos. A los doce la tom la polio. Quiz sin conocerla, Firpo le salv la vida.

Elena haba querido ser bailarina clsica, y a pesar de la polio segua teniendo las mejores piernas del mundo. Mientras estaba en la cama solo escuchaba a Pat Boone. En medio de la fiebre, bailaba al comps de Cartas de amor sobre la arena. Nunca supe qu suerte la salv de la peste, nunca quiso hablar de esa poca en que no poda bailar.

Muchos aos despus, cada vez que suba a ese DC 3 del que me haba hablado Firpo, cuando la epidemia ya haca aos que haba pasado, tuve que ver un cuerpo en el pulmotor. Un enfermo con trastornos respiratorios que traamos desde Iguaz. Mientras lo vea adentro de la caja de vidrio y de acero trataba de recordar cmo se manejaba, repasando de memoria el nombre de las palancas, las temperaturas de los termmetros, la presin de las vlvulas. Al mismo tiempo que tarareaba el tema de Pat Boone, le rogaba a Dios que el hombre llegara vivo a tierra.

La polio era un fantasma blanco que recorra las calles. La imagen ms precisa es un chico corriendo, y la peste pisndole los talones. Por eso corramos, por eso todos queramos ser como Cabrera. La cal se haba apoderado del barrio y las casas, todas blancas, se volvan ajenas como si de golpe hubieran pintado el mundo y flotramos en una zona extraa entre la tierra y las nubes.

En mi casa, la peste se haba transformado en un asunto poltico. Mi abuelo deca: Es la maldicin por la cada de Pern. Los nios han dejado de ser los privilegiados. Mi padre le responda: Si no hubiese sido por la Revolucin Libertadora que trajo la vacuna se habran muerto todos.

Salamos a la calle agarrados a la tableta de alcanfor, colgada sobre el pecho como una de las medallas que luca Cabrera. Despus fue la media medalla de Elena, la primera credencial, las alas de metal como una insignia, y ms tarde una rplica dorada del caballo de oro de Firpo para lucir en la corbata.

La polio blanca avanzaba y tomaba todo, a los pobres y los ricos, a los lindos y los feos, a los famosos y los desconocidos. Quizs ah tuve ese primer sabor de venganza ntima: ante la polio todos ramos iguales. Un ligero aire de triunfo, el de sobrevivir, mientras el inigualable Margiante, el mejor alumno, el mejor jugador, poda yacer de golpe en una cama.

No dejaba de producirme cierta satisfaccin, quizs agria, como ese olor en el que estbamos envueltos.

En el barrio de los Olmpicos todo el mundo tena miedo de que la polio alcanzara las piernas de Cabrera. Haba muchos que rezaban, decan que Pern quera mandarlo al exterior, pero l no se quera ir. Elena tena miedo de no poder bailar; yo tena miedo de no poder correr.

La polio blanca avanzaba y avanzaba. Un padre hizo aterrizar un helicptero en el planchn del Policlnico y se llev a los hijos al campo. Quedaba a solas con mi cuerpo y lo miraba tratando de adivinar por dnde podra haber entrado la polio. Estudiaba mis msculos, observaba mis articulaciones, me miraba en el espejo del ropero el color de la piel. Trataba de estar todo el tiempo en movimiento, siempre un centmetro ms all de la enfermedad, como si en correr estuviese la salvacin. Correr con las piernas de Cabrera era como volar.

Todava llevo colgado en el pecho el nombre de Elena. Terminamos enfrentados por el odio y nunca tuvimos ocasin de devolvernos las medallas. Quizs algn da la vuelva a ver. Quiz le deba un favor a Firpo por haberle salvado la vida. Tal vez sea el motivo que me decide a seguir su destino. Lo acompaara aun desafiando la desaprobacin de Villalba.

Esa noche, mientras volva de haber dejado a Firpo, el barrio estaba tan desierto como en el tiempo de la polio.

El da de la muerte de Pern estaba de guardia. La noticia nos lleg por radio, la voz de Butti hablando desde Olivos. De pronto la ciudad pareci quedarse en silencio por un instante, y desde el Ministerio slo se oan los cascos de los caballos de los Granaderos marchando hacia el Congreso.

Despus de mucho tiempo, Firpo sali de su despacho y fue hasta la oficina de Salinas. Caminaba erguido, recorriendo los pocos metros que lo separaban del director; sin embargo, me daba la impresin de que el trayecto era interminable: haba un abismo entre ellos. Caminaba sin otro sostn que su propia dignidad y, aunque estaba solo, pareca acompaado de mucha gente por la fuerza que irradiaba su persona. Cada movimiento, cada paso, cada gesto revelaban una fortaleza interior que creamos que haba desaparecido. Ese era Firpo. Y as haba caminado cuando se dirigi hacia De Gaulle y tambin hacia el sha. De frente, como sola hacer las cosas. Firpo brillaba a pesar de los acontecimientos. Y atrs marchaba el mosca Villa siguindole los pasos.

En el despacho de Salinas tambin estaba Villalba. Firpo entr sin anunciarse y los dos hombres se sorprendieron.

Me enter de que muri el Presidente. Me imagino cmo estar dijo Firpo con una voz que impona un respeto que no haba visto nunca.

Aunque lo esperbamos, no deja de dolernos. Estuve muchos aos en su custodia personal le respondi Salinas.

Lo van a velar en el Congreso.

Es lo que corresponde contest Salinas que ya no le hablaba a Firpo sino que pareca sumergido en su propia historia.

Villalba permaneca inmutable y en silencio, hasta que dijo:

Hay que planear las cosas para evitar problemas en el caso de que se produzcan disturbios. No s si tendremos tiempo para ponernos en emergencia. Tal vez sera mejor demorar la noticia unas horas, puede haber desrdenes.

Quin se atrevera con el General en el cajn? le respondi con dureza Salinas.

Yo lo digo por el pueblo, va a salir a la calle, y cada vez que sale a la calle hay problemas. Aparte, todos los sectores van a querer capitalizar esta muerte.

Esas fueron las palabras de Villalba que hablaba con autonoma de lo que pensaba Salinas. Hablaba con frialdad, ajeno a cualquier sentimiento.

Ese tiempo ya pas, Villalba. Hay que dar la noticia. O quiere contribuir a la leyenda de la oposicin de que el peronismo oculta la muerte? Lo mismo que con la Seora, que le inventaron distintas fechas para su deceso. Lo del General tiene que ser otra cosa. Una hora y un lugar fijo: como una cita.

Cuando Firpo se retir, despus de saludar solamente a Salinas, segu detrs de sus pasos. Hasta sent un poco de orgullo por las palabras de Firpo: como si yo mismo las hubiese pronunciado.

Esa noche volvimos con Firpo en un coche oficial. La muerte de Pern ofreca una tregua. Que lo velaran en el Congreso a Firpo seguramente le recordaba al general De Gaulle.

Voy a ir al Congreso me dijo interrumpiendo lo que pareca haber sido una larga reflexin y que haba durado el tiempo de una decisin.

A ver a Pern?

No, al Congreso, donde est Pern. Quiz sea una de las ltimas veces que vaya al Congreso.

No diga eso, doctor. ltimamente est lleno de malos presentimientos.

No es supersticin, Villa. Es vejez.

Pero, doctor, usted est perfecto.

Hasta Pern se muere, Villa.

Es otra edad. Por qu compararse.

No es el cuerpo, es el espritu.

Doctor, usted siempre puede volver al Congreso.La poltica ya no es para m. Pero quiero ir al Saln Azul. Lo conoce, Villa?No, doctor.

Es una de las cosas que vale la pena conocer. Haga que dispongan de un coche para maana. Estoy seguro de que por esta vez ni Salinas ni Villalba le harn problemas.

El trnsito hasta la plantacin se volva pesado. Las calles se llenaron de policas y los cascos brillaban con la llovizna que comenzaba a caer. Ya habran dado la noticia porque haba gente que lloraba por la calle. Haban pasado unas horas de la conversacin en el despacho de Salinas y la plaza frente al Congreso se llenaba de gente. Los paraguas eran como un luto negro sostenido sobre el cielo.

Busque otro camino le dijo Firpo al chofer.

Voy a tratar le respondi Mussi, mientras me haca una sea de complicidad por el espejo.

Qu paradoja! Ahora que est muerto este hombre tiene tanto poder como cuando estaba vivo. Dios me perdone, desde hace aos esper que se muriera. Siempre pens que con su muerte se acababa todo. Sin duda, me equivoqu.

No pude ver desde la ventana del Ministerio cundo entraba el fretro en la Catedral para la misa de cuerpo presente. Ni tampoco la curea cubierta de flores.

Me asignaron a una ambulancia en los alrededores de la avenida Callao, lejos de los acontecimientos, ocupado en desmayos y crisis de nervios. Sin Firpo, mi tarea era insignificante, y las alas no tenan ninguna importancia. Era muy distinto de lo que haba sucedido con De Gaulle. Ni siquiera tena el privilegio de estar en la oficina y seguir los acontecimientos de Olivos a travs de la radio. Salinas y Villalba fueron al velatorio, pero no me pidieron que los acompaara. Pudieron entrar al Congreso como funcionarios exhibiendo las credenciales, lo que les evit hacer esa cola que dur toda la noche.

Yo estaba al lado de la ambulancia, blanco y con la cara desencajada mientras Mussi trataba de quitarme el fro con unos mates que me revolvan el estmago. Quera ocultarme para que no me viese nadie de los Olmpicos, porque ya me haba encontrado con Poggi que me haba pedido que lo hiciera pasar sin hacer cola, y le tuve que contestar que no me poda mover de mi puesto.

No s si me crey, pero unos das ms tarde ca por Arsenal, el club de los Olmpicos, y antes del partido de paleta, les cont que haba visto a Pern, como de chico me haban llevado a ver a Evita muerta: Entr gracias a la credencial, sin hacer ninguna cola. Me haban venido a relevar a la ambulancia y era casi de madrugada. Sin embargo, todava haba polticos y cuando estaba al lado del cajn alguien sac una foto. Quizs uno de estos das salga en un diario. Lo cont cuando Poggi no estaba, porque si no, me hubiera costado mentir.

Los meses iban pasando y el destino se volva incierto. Con la muerte de Pern, la estrella de Villalba haba ido ascendiendo y la de Firpo segua declinando.

Mi estrella tambin habra de cambiar ante la inminente muerte de la ta Elisa. Ella me lo anunci: Siento que dentro de poco me voy a morir. Tens que buscarte una mujer. No saba cunto tiempo tena para buscarla, porque era lo que le quedaba de vida, quiz fue lo que me impuls a salir esa misma noche.

Firpo s que haba encontrado una mujer. Antes de l nunca haba visto a un hombre tan enamorado. Tena apuro por volver a su casa y olvidarse de las catstrofes que podan asolar al pas: inundaciones, incendios, descarrilamientos, barcos hundidos, aviones perdidos en la Cordillera se podan atravesar en su camino para interrumpir la cotidiana serenidad de su vida. Yo quera tener un amor como el de Firpo.

A los dieciocho aos, cuando entr en su despacho, me habl de todas esas cosas, y mi vida montona se transform de golpe. Le cont el accidente de auto en que murieron mis padres en algn lugar de la ruta 2. No saba por qu pero ese hombre me inspiraba confianza. Como si hubiese esperado dieciocho aos para hablar con alguien. Y ah estaba Firpo, detrs de su escritorio con su voz y sus gestos de hombre de mundo. Y aunque me senta tmido y nervioso, comprend que era eso lo que necesitaba en mi vida: un hombre de mundo.

En ese tiempo, me vi solo de golpe y me di cuenta de que no extraaba a mis padres. Mi vida haba transcurrido siempre ajena a ellos. Como al margen, viviendo con esa ta Elisa que era como mi madre y mi padre al mismo tiempo, por ser yo el hijo que nunca haba tenido.

Murieron en la misma ruta que aos ms tarde sobrevolara con el cuatro palas, durante los meses de verano, para trasladar accidentados. Era una carga pesada que una vida dependiera de m; cuerpos extraos, quiz tan extraos como los de mis padres.

Atraves el barrio de los Olmpicos y busqu los vagones abandonados del ferrocarril. En uno de esos vagones viva la Cuca Cuquilla. Yo miraba el futuro en la bolita de vidrio que era uno de sus ojos. Tena la mirada extraviada y yo trataba de acomodarme ante esa bola de cristal en que buscaba el destino de Villa.

El ojo me devolvi una mirada borrosa. El Robustiano ya no era una tierra de misterio sino de miedo. Haban aparecido algunos cuerpos muertos en la extensin que iba desde el Policlnico hasta los corrales. Los dejaban entre el Matadero y el hospital. Debe ser para que si alguien los encuentra los lleve al hospital, decan en los Olmpicos.

Haca aos que no haba ni vacas ni ovejas, tampoco pasaba ningn tren. Las vas haban perdido el brillo, y de la vieja laguna slo quedaba un olor agrio y podrido. La Gasgena me pareci ms insignificante que cuando la vea de chico. La Gasgena era el desvelo de todos ya que siempre estbamos tratando de captar en el aire si haba una prdida de gas. Como si el mundo nos pudiese identificar por la cara tensa, los ojos abiertos, las aletas de la nariz en movimiento rastreando el gas mortfero que poda sorprendernos en cualquier momento. Los que vivamos en el barrio de los Olmpicos nos podramos reconocer en cualquier lugar del mundo: una cara entre el alerta y el espanto. Nuestra vida pareca depender de la construccin de ladrillos que se levantaba como una esfinge letal envolviendo en un vapor extrao la tierra que llambamos Robustiano.

La Cuca Cuquilla estaba en mi destino y mi vida estaba en sus manos, de la misma manera que aos atrs, cuando yo era practicante en el Fiorito, la suya haba estado en las mas. El hospital donde la muerte apareca detenida en un reloj que ya desde mi infancia marcaba la una de la tarde.

La una de la tarde no era cualquier hora en la vida de Avellaneda: era la hora en que haban anunciado el fin del mundo. Fue una vez, a la una de la tarde, que se vio aparecer en el cielo de Domnico la cara de Evita. La gente comenz a llegar en camiones. Tena apuro y miedo porque as como apareci de golpe, de golpe poda desaparecer. Cuando llegaron, las nubes haban borrado la cara. Sin embargo hubo gente que se qued das esperando.

Esa hora formaba parte de mi vida en el camino al colegio. Un camino de relojes que deba atravesar. Primero, la torre del Provincial, en una estacin de tren salida de una pelcula del Oeste. Despus, el tiempo se detena en el Fiorito. Ms adelante, el reloj de la Municipalidad marcaba la hora justa, y me despertaba del sueo. Su tictac se doblaba en el corazn que amenazaba salirse del pecho ante la idea de llegar tarde a la escuela...

La muerte fulminante estaba adentro y afuera del hospital. Porque bastaba cruzar la calle para encontrarse con todos los perros rabiosos del mundo: las razas y los colores ms raros se mezclaban en esa perrera. Ah estaba Villa, con la muerte afuera y con la muerte adentro, tratando de protegerse sumido en una tarea ms administrativa que asistencial. Ordenando historias clnicas y perdindose entre el nombre de enfermedades y sntomas desconocidos que no haba ledo en ningn libro de medicina.

La Cuca Cuquilla se haba prendido fuego. Entonces era su destino el que estaba bajo mis ojos y ella buscaba con miedo los mos porque no saba qu hacer con el dolor que tena. Todos me conocan por Villa, y ella tambin:

Tenia fro, y me quera calentar el cuerpo por dentro. Tom alcohol de quemar. No s cmo se me prendi la ropa y se empez a quemar el vagn. Escondeme, Villa, los de La Gasgena me estn buscando. Los del Robustiano, tambin. Me acusan de incendiaria. Los serenos de La Gasgena me anduvieron buscando en medio de la noche para matarme, dicen que los podra haber hecho volar por el aire.

No fue un acto de valor el que me llev a ayudarla. La entenda porque yo mismo haba pasado muchos aos tratando de esconderme. Cmo no la iba a entender. Era el nico sentimiento de solidaridad que verdaderamente poda sentir por alguien. Entonces por unos das escond a la Cuca en el hospital.

Ella no se lo olvid nunca. Ni siquiera ahora, despus de estos aos en que las cicatrices de algunas quemaduras le haban arrugado la cara, y el ojo de vidrio pareca una bola apagada. Le pregunt por la mujer de la que me haba hablado mi ta. Ya est en tu vida, me dijo. Despus se qued un rato callada, y como mirando hacia alguna parte donde vea esa cara, me la describi. Va a ser en el aire, me dijo. As me di cuenta de que la mujer de la que hablaba la Cuca y que estaba en mi destino era Estela Sayago, la enfermera de a bordo.

Y el trabajo?, le pregunt.

Apartte del doctor, Villa, apartte, hay una mala carta en su camino.

Me fui pensando en tres cosas. Una, en cmo hara para enamorar a Estela Sayago si es que no estaba ya enamorada de otro; dos, si ese doctor del que hablaba la Cuca era Firpo, y tres, qu iba a hacer si en el camino de vuelta me encontraba con un cadver. Como mdico debera denunciarlo, pero nunca me haba querido meter en poltica.

La ta Elisa mientras tanto teja pulveres, era una manera de ponerme al abrigo de la muerte. Los pulveres comenzaban a apilarse en el ropero. Me haca recordar los gordos que teja Elena, esa especie de Bariloches de mucha lana y de todos los colores. Se los teja para su dolo del rock: Johnny Tedesco. Pero eran otros tiempos, era el sesenta, y ahora estbamos en el setenta, y yo tena que pensar en otra mujer. Tena que pensar en Estela Sayago y la manera de abordarla.

Le ped a mi ta que le tejiera un pulver a Estela Sayago, era una manera de acercarme. Un da en que estbamos de guardia, se me ocurri decirle que necesitaba sus medidas, que me parecan similares a las de mi ta, a la que le quera comprar un regalo para su cumpleaos. Fue as que mi ta le empez a tejer un pulver. Cuando la ta no tena un tejido entre los dedos, tena un rosario, y as iba pasando la cuenta de los das.

Al fin se present una oportunidad, no por el aire como haba predicho la Cuca Cuquilla sino por tierra. Haba que trasladar un fretro a Resistencia, y Estela Sayago era del Chaco, de un pueblo del interior. Yo haba viajado muchas veces a Resistencia, slo que haba tomado el ferry para ir a ver a otra mujer, a Elena, cuando viva en Corrientes.

El lugar era Quitilipi, y el muerto era un recomendado de un recomendado de un senador. Poco a poco la oficina se haba transformado fundamentalmente en una sede de ayuda social.

Yo era el mensajero que llevaba mensajes entre Firpo y Villalba, como si durante meses hubieran estado hablando a travs de m.

Si ya tienen los votos, para qu necesitan ms? me deca Firpo.

Es parte de una poltica de integracin con la comunidad replicaba Villalba.

Cuando hay Congreso, la cantidad de senadores, diputados, concejales, intendentes con sus recomendados desvirtan nuestra tarea. Nos transformamos en compaas fnebres, vaya a saber qu hay, en esos cajones.

Usted pens en eso, Villa? me deca Firpo confidencialmente al odo para que Villalba no pudiera or...

Lo convenc a Villalba de que el muerto era demasiado importante como para que viajara solamente con Mussi, y que adems Estela Sayago quera viajar para visitar a sus padres.

Est seguro de que lo quiere acompaar? me pregunt Villalba.

S.

Lo veo decidido, Villa. Entonces vaya y no le haga caso a los delirios de Mussi.

Por favor, seor Villalba, no se olvide de avisarle al doctor Firpo que me voy a ausentar. Dgale que usted me autoriz, quiero decir, que usted me orden que fuera.

Por supuesto, Villa, o por un momento se crey que me engaaba y se ordenaba solo? Se le nota por el brillo de los ojos que est con ganas de viajar. Tal vez le venga bien cambiar de aire, y lo hace en buena compaa, porque adems de Mussi, est Sayago. No es as?

Mussi baj de la ambulancia y me vino a saludar. Estela Sayago sin uniforme me pareci ms bella. Saba que me tena que imponer de entrada si quera conquistarla y por eso me dirig enfticamente al chofer.Mussi...

Cmo se llama?Quin?

El hombre. Porque es un hombre, no es cierto?Se llama Nez.

Tiene los papeles? Los verificaron?

S, los verifiqu yo misma me respondi Estela Sayago.

De qu muri?

De un paro respiratorio, doctor.

Eso parece un chiste, es de lo que mueren todos. El doctor Firpo dice que tenemos que tener cuidado de hacer de carnada. El nombre de nuestra Direccin lo dice: Aviacin Sanitaria. Lo nuestro es la salud, no la poltica le dije con dulzura y con firmeza a Estela Sayago. Lo que me haba hecho elegirla ms all del presagio de la Cuca Cuquilla era que me llamara doctor y respetara siempre las jerarquas.

Siempre lo entend as.

Entonces, Estela, el viaje ser agradable, a pesar de la carga que llevamos.

A partir de ese momento comenc a llamarla por su nombre.

Fue un viaje agradable. Estela Sayago relat algunas ancdotas de la Escuela de Enfermera y describi los escuerzos gigantes que haba en Quitilipi. Mussi, que era amigo de casi todos los Titanes en el ring nos cont algunas historias, desde las historias de la Momia y Mister Chile, hasta los dedos magnticos del Indio Comanche que viajaba para imantarlos en una placa oculta y en un lugar secreto. Tambin nos habl de la muerte de su amigo Jean Pierre, el Beatle, el luchador francs, una muerte oscura por razones polticas que nadie investig porque no tena influencias. Yo les mostr una foto en Paso de la Patria, en la temporada de pesca del dorado donde apareca con Firpo que haba pescado un enorme dorado. Advert que en la foto le sostena la valija con los elementos de pesca. Fue en un viaje que hicimos durante el gobierno de los radicales.

El pueblo se llamaba Roca y quedaba en el lmite de la frontera con Formosa. Un conjunto de casas, manchas verdes que mi mirada inexperta confunda con pastizales y campos sembrados. Un almacn de Ramos Generales no haba ni siquiera un hotelito y casi a la salida una pequea fbrica de ctricos servan para alimentar a todo el pueblo.

Al primer hombre que encontramos por la calle le preguntamos por Nez. Nos dijo que no lo conoca.

Si vivi alguna vez, hace mucho que se fue. Seguro que era de este pueblo?

Ac estn los papeles.

S, pero tenemos que ir hasta lo del farmacutico que sabe leer.

Nos miraban con desconfianza, les queramos dejar un muerto que no era de ellos. Nadie se hace cargo de un muerto as no ms. Trabajar con Lopresti me haba hecho olvidar una cuestin simple y elemental: que cada uno entierra a sus propios muertos. Lopresti siempre dice lo mismo: Con los papeles, doctor, no hay problema, los arreglamos despus, cuando firme el certificado de defuncin.

Fuimos hasta la farmacia y Maldonado as se llamaba el farmacutico ley los papeles.

Por los papeles es un sobrino poltico de Doa Encarnacin dijo con la seguridad que le otorgaba ser el doctor del lugar, seguridad que envidi por un momento y hasta pens que eso debera hacer yo: irme al interior. Todos me respetaran, y yo podra olvidarme de lo dems.

Comenzamos la marcha lenta hasta la casa de Encarnacin, a paso de hombre porque el que nos guiaba no quera subir a la ambulancia. Me daba temor ir a entregar el cuerpo de un sobrino a su ta, y pensar que alguna vez poda ser el cuerpo de Villa el que entregasen a su ta, y a la vez me preguntaba desde cundo los das haban dejado de ser felices. Das donde reinaba la armona bajo la mirada serena de Firpo, donde cada cosa estaba en su lugar.

Encarnacin no se sorprendi con nuestra llegada. Si bien es verdad que el hombre que nos acompaaba y que ella llam Reynoso se nos adelant para explicarle lo que pasaba, ya haba en la mujer una resignacin anterior que da la vida, independientemente de su edad.

Nos quedamos en la entrada mientras ellos conversaban adentro. Encarnacin sali, pidi que le abrisemos la puerta de la ambulancia, mir el fretro, lo toc, y nos dijo:

No tiene cruz.

Fue de urgencia, seora, nosotros no nos ocupamos, fue la funeraria le dije entre la disculpa y el consuelo.

Volvieron a entrar en la casa, y se los oy conversar. Me pregunt qu haca yo trasladando fretros en ese lugar del mundo, y me acord de que mi objetivo principal haba sido poder estar a solas con Estela y que en algn momento, cuando me enter de que el muerto era un sobrino, me entr un ligero temblor en el cuerpo, entonces ella me apret la mano y me dijo: Es porque tiene el mismo nombre suyo, doctor, es porque se llama Carlos. No me haba dado cuenta, pero no saba si agradecerle, lo que me haba dicho me suma en presagios cada vez ms oscuros. Lo cierto es que me qued sostenindole la mano largamente, y me sent feliz porque ella no la apart.

Volvi a salir Reynoso y la cuestin ya pareca una obra de teatro. Mussi comenzaba a protestar por el calor y por la hora en que tenamos que volver a Resistencia.

Usted es chaquea? le pregunt Reynoso a Estela.Seguramente su tonada le permita sospechar que eran del mismo lugar.

S.

Mire, la seora ya no tiene parientes. Algunos se fueron y la mayora se murieron. El cementerio est a diez kilmetros. Le podramos pedir un vehculo a los de la fbrica, pero ella est peleada porque una vez echaron a un pariente. La otra persona es el farmacutico que tiene una Rural, pero no se anima a pedirle el favor porque ya bastante que a veces le regala remedios que ella no puede pagar.

Entonces qu quiere que hagamos? le pregunt Estela.

Podran llevarlo hasta el cementerio?

Me encontr caminando a paso de hombre detrs de la ambulancia. Llevaba un ramo de flores, flores desconocidas que no saba cmo haban llegado hasta mis manos. Nos habamos transformado en un cortejo fnebre. Reynoso iba a caballo, y Doa Encarnacin en la cabina de la ambulancia, junto a Mussi y a Estela. Un chico vena en una bicicleta, y dos mujeres de la edad de Encarnacin viajaban en un sulky que se agreg en una parte del camino y al cual me sub.

Cuando Maldonado, el farmacutico, se enter de que era mdico, nos alcanz con el auto y me pidi encarecidamente que subiera con l a la Rural.

Estando mi coche, nunca permitira que un doctor viaje en sulky me dijo de una manera que me convenci porque la mir a Estela y ella hizo un gesto afirmando que Maldonado tena razn.

Cerca del cementerio haba una iglesita donde nos detuvimos. El cura viejo le rez un pequeo sermn.

Mientras tanto, Reynoso haba emprendido el galope y se haba adelantado para avisarle a la persona que cuidaba el cementerio que se encargara de cavar la fosa. Mussi se me acerc y me dijo al odo:

Lo que falta es que tambin tengamos que hacer el pozo.

El cementerio era unas pocas tumbas. Sin embargo, haba dos bvedas: una, que reconoc como de la familia Maldonado, y la otra de Cantorini. Me enter por el farmacutico que era de los dueos de la fbrica y tenan una casa fuera del pueblo. Estaba invitado a tomar el t. Le agradec pero le dije que no porque debamos regresar a Resistencia.

La ceremonia fue breve. Tuvimos que darle una mano a Reynoso, a Maldonado, al chico de la bicicleta y al cuidador del cementerio para llevar el cajn unos metros. Despus fue el golpe seco al caer en la tierra porque no haba sogas y la tierra casi colorada lo fue cubriendo mientras Reynoso improvisaba con dos tablas una cruz de madera que qued clavada sobre esa tierra que lo tap a Nez.

En el viaje de regreso conversamos poco. Ni siquiera algn chiste de Mussi logr que cambiramos el humor. Otra vez Estela volvi a tomarme la mano y ya no me la solt durante el resto del viaje. Como estaba previsto, Mussi la llevara a Quitilipi, y yo cruzara con la balsa hasta Corrientes donde haba amigos esperndome. Estela me pregunt si no quera acompaarlos. Le dije que prefera hacer las cosas como estaban planeadas. En realidad, atravesaba el ro en balsa como lo haba hecho hace diez aos para ver a Elena cuando ella viva en Corrientes. Y ahora, aunque saba que ya no estaba ah, era una manera de despedirme de ella para confiarme definitivamente a las manos de Estela Sayago.

Mientras cruzaba el ro tena la cara de Estela despidindome en el muelle, y a medida que el ferry se acercaba a la otra orilla me acordaba de Elena cuando me esperaba con el pelo largo cayndole sobre los hombros, y su cuerpo que atraa la mirada de los hombres.

Por qu haba terminado por vivir en Corrientes era parte de su historia o parte de la historia de su padre. Tenamos veinte aos, mucho no podamos decidir, sin dinero se pueden decidir muy pocas cosas. Al padre le haban ofrecido el puesto de secretario de redaccin del diario El Liberal. En Buenos Aires ya no le quedaba nada para hacer. El alcohol y la poltica le haban hecho perder casi todo. En Corrientes tena otra oportunidad.

A ella la conoc en una huelga de estudiantes. Fue ah que por primera vez o la palabra carnero. Me la gritaron y el grito me hizo arder la cara. Sin embargo, no podra decir que era de vergenza. Era un sentimiento entre el estupor y el miedo. Fue a fines del verano del 63.

Estaba en quinto ao del secundario y en esa huelga de estudiantes yo era un rompehuelgas. Debe haber sido la nica poca de mi vida en que tuve valor para algo.

Elena tambin entraba al colegio. Haba perdido un ao por mudanzas, falta de dinero, desidia. Estaba apurada por entrar a Medicina y quera hacer el ingreso mientras cursaba el ltimo ao.

Cerca de Crmer, el club donde meses ms tarde bailando nos intercambiamos las medallas, la rodearon los huelguistas y le quisieron cortar el pelo. Le agarr como un ataque de locura y empez a gritar: El pelo no, el pelo no. Grit tanto que la dejaron ir, slo que la llenaron de insultos y de plumas que le pegaron con brea al vestido. Lleg a la escuela llorando, sin poder emitir palabra, y esos ojos llorosos, esa fragilidad en el cuerpo hizo que me acercara.

As fue que nos conocimos y as ella entr esa noche a la clase de literatura y a mi vida. Palacios, el profesor, nos despreciaba por carneros, pero tal vez se despreciaba a s mismo por estar dictando clase.

La escuela se llamaba Jos Hernndez, y Palacios hablaba del Martn Fierro, hablaba de las hazaas del personaje mientras el poema se volva una cosa lejana, una historia ajena de indios y compadres y de un campo que no haba visto nunca.

Como eran los primeros das de clase, fue preguntando el nombre de los alumnos. A m me conoca del ao anterior, pero Elena era una cara nueva. Entonces pregunt el apellido de la nica chica de la clase. Espinel, respondi ella, y fue la primera vez que le o la voz.

Ah comenz nuestro noviazgo y sigui hasta el fin de ese ao en que su padre se tuvo que ir a El Liberal de Corrientes. Primero se fue l y despus la familia, que hizo la mudanza de casa, lo que quedaba de una Anah injertada en medio de otras casas de material en una cuadra que estaba lejos de ser pobre.

La casa era rara como Elena, que bailaba el rock aunque quera bailar ballet. Una vez me llev al teatro Roma a ver La consagracin de la primavera cuando todos iban a bailar al Automvil Club. Nunca haba entrado al teatro, aunque estaba en el corazn de Avellaneda. Formaba parte de otra vida: el mundo de las mujeres, lejano del mundo de los moscas. Era una msica que no haba escuchado nunca. Guard el secreto porque me daba vergenza que se enteraran de que iba a ver ballet.

Su ltima noche en Buenos Aires fue como el final de algo. Decidieron embalar las cosas con cajones hechos con la madera de la casa. Sus hermanos junto a su ex novio, un hombre de los frigorficos, comenzaron a desarmar la casa. Poco a poco fueron serruchando parte de las paredes, y la casa fue perdiendo sus ambientes y todo se transform en un espacio nico con un piso de madera que pareca una pista.

Entonces el ex novio la invit a bailar y a Elena bailar la volva loca y no vea nada malo en bailar, entonces me dijo: Una cosa es el baile y otra el amor.Y bailaron el rock and roll al comps de los golpes que daban los hermanos que ahora se dedicaban a clavar los cajones y llenarlos con cantidades de libros que tena que llevar el padre porque para trabajar necesitaba su biblioteca.

Ella tambin, como Estela Sayago, tena un pulver tejido por mi ta. Y las medias medallas lucan en la noche mientras llegaba el amanecer y el ex novio cargaba todo en el camin frigorfico y yo estaba aterido en esa cmara helada y l en la cabina con Elena y la madre. Y me acord de que apenas unas horas antes yo tambin caminaba detrs de un cortejo hasta que las seoras me invitaron a subir al sulky y despus Maldonado me pidi que lo acompaara en la Rural. Como si siempre estuviese caminando fuera de lugar.

Cuando el ferry atrac, todo el paisaje se me vino encima de golpe. Los uniformes de los hombres de la Prefectura que controlaban a los pasajeros que bajaban de la balsa volvieron a intimidarme como la primera vez, y hasta me pareci ver a Elena llegar en bicicleta apurada como siempre para no perder ese instante del reencuentro que era el mejor, ya que despus comenzaba una serie de recriminaciones mutuas, de celos que nos envolvan y que iban aumentando durante los das en que estbamos juntos. Hasta que al acercarse la hora de partir otra vez comenzbamos a extraarnos y a dejar de lado los pequeos detalles para hablar de las grandes cosas que haba entre nosotros.

Camin primero hasta el edificio del viejo diario El Liberal, donde me haba sentido importante por ser el novio de la hija del secretario de redaccin. Todos me saludaban hasta que Espinel fue entrando en descrdito, por peronista y porque no dejaba de tomar.

Estuve horas vagando por las calles de esa ciudad catlica y prejuiciosa pero a su vez llena de sensualidad y exuberancia donde todo era exagerado. En realidad les ment a Mussi y a Sayago: no tena ningn amigo en el lugar ni lo haba tenido nunca. Record aquellos das de un verano interminable en que el sol parta la tierra y no tenamos un peso. Iba a cumplir diecinueve aos, estaba sin trabajo y ni siquiera haba terminado la secundaria. Fue ah que me lleg un telegrama de mi ta avisndome que me esperaba un puesto en el Ministerio. Sin saber todava que meses despus conocera al hombre que me iba a cambiar la vida: Firpo estaba esperndome para llevarme con l a travs del cielo convertido en auxiliar de a bordo de un avin llamado Natividad.

Cuando diez aos atrs haba recibido una carta de Elena con una fotografa la haba roto. Esta no era Elena, el pelo corto y de otro color. Algo serio deba haber pasado para que ella tomase esa decisin, cortarse el pelo no era cualquier cosa en su vida. Quiz caminar por la playa era lo que ahora me recordaba la historia: en la carta me hablaba del hombre de la Prefectura que la haba seguido.

En uno de mis primeros viajes caminbamos de la mano deseosos de encontrar algn lugar donde ocultarnos. Yo haba llegado el da anterior, despus de un largo recorrido en camin, y casi ni habamos podido besarnos atrapados entre la locura moral del padre, el miedo de la madre y los prejuicios de esa ciudad.

En la ciudad no haba hoteles alojamiento, slo un hotel en la ruta, pero no tenamos auto para poder llegar. Buscbamos entonces un lugar desierto. Encontramos una especie de subida entre los rboles que nos condujo a unas rocas o piedras donde pudimos ocultarnos. Eran las seis de la tarde y todava faltaba para que cayera el sol, pero cuando uno quiere ocultarse no sabe dnde hacerlo.

Comenzamos a besarnos y despus de tanto tiempo empec a desnudarla como la primera vez y cuando me inclin sobre su vientre, perd la cabeza. Hasta que la levant para volver a respirar y vi a tres hombres de la Prefectura que nos estaban mirando. Me qued paralizado, cuando reaccion le dije a Elena que se vistiese y nos furamos. Ella no entenda. Yo le dije: No mires para atrs, y comenzamos a buscar la otra salida de la playa.

Los gendarmes nos estaban esperando al final del camino. Pronto comenzaron a interrogarnos y a pedirnos documentos. Nos acusaban de corromper la ciudad con esos espectculos en pblico. Cmo se atreve. La seorita es la hija del secretario de redaccin de El Liberal, les dije amparndome en el cargo del padre, pero dndome cuenta de que mis palabras carecan de peso. Uno de ellos pareci no amilanarse y me respondi: Bien, le voy a contar lo que la hija anda haciendo por la calle. Quiere que le diga el color de la bombacha de la seorita?Yo qued fulminado, y Elena empez a llorar como loca y a rogarle que no le contara al padre. Y entre ellos se estableci un dilogo mudo hecho de llanto, suspiros entrecortados y miradas, hasta que el hombre dijo: Por esta vez se pueden ir. Pero acurdense de que no queremos porteos que nos traigan malas costumbres.

En la carta Elena me contaba que el hombre de la Prefectura comenz a seguirla en bicicleta. Hasta ese momento nunca le haba dirigido la palabra pero ya haba localizado dnde viva y la esperaba por la maana cuando ella iba a su clase de dactilografa. Por eso decidi cortarse y teirse el pelo.

Necesitaba sacarla de ese lugar y el destino me lo posibilit. Por unos meses no volvimos a vernos hasta que empec a trabajar de auxiliar de a bordo. El primer viaje fue con el Ministro Oativia a la ciudad de Corrientes, y tambin fue mi primer vuelo con Firpo. Mejor dicho, el primer vuelo de mi vida. Firpo tena miedo de que me descompusiera, pero volver a ver a Elena me sostena en el aire.

La comitiva tena reservadas habitaciones en el Hotel de Turismo, un hotel lujoso y decadente, donde me aloj. Desde ah con un coche oficial, negro y brilloso, llegu hasta la pensin para buscar a Elena. Me senta Dios y se lo deba al hombre del alfiler de corbata con cabeza de caballo, tal como lo llam, para mis adentros, desde que lo conoc. Se la present a Firpo: sta es Elena. En realidad primero le dije a ella: ste es el famoso doctor Firpo.

As fueron transcurriendo los meses de ese ao: el padre que se funda, los giros de dinero que yo regularmente le enviaba. Para ella era imposible volver a Buenos Aires porque siempre estuvo dispuesta a seguir el destino de sus padres que, a su vez, estaban dispuestos a sacrificarla. Hasta que la cosa no dio ms y fue cuando al padre lo despidieron del diario. Entonces decid ir a buscarla y para eso organic una gira de traslados de enfermos. Ah volvimos a tener una noche de mudanza. Les consegu una casa en alquiler en el barrio de los Olmpicos, una casa cerca de la otra. Y esa cercana no fue el sueo que haba soado sino el comienzo de una pesadilla.

Con Elena llegamos a comprometernos. En esa pequea reunin, ella conoci a Villalba. A las medias medallas agregamos dos alianzas con los nombres grabados y una fecha. En realidad el compromiso vino a sellar una unin que ms all de la cama pareca derrumbarse a cada instante. Estaba la locura moral del padre y la bebida que lo iba tomando cada vez ms. Y estaba la madre que pareca haber encontrado un amante entre los Olmpicos jvenes. Y Elena no poda escapar a ese destino porque el trabajo que le consegu serva para mantenerlos.

Ese hombre tena una verdadera obsesin por su hija. Tambin por su mujer. Sin duda, as como se odiaban, se amaban. Yo provena de un lugar tan diferente, una frialdad y una formalidad que creaban una barrera con la gente. Slo Elena lograba traspasar esa barrera, pero lo nuestro se complicaba cada da ms. Yo casi sin quererlo, y por aquellas palabras de Firpo, me haba encontrado estudiando medicina. Por las exigencias de su trabajo, Elena no lograba entrar en la carrera, lo cual fue creando resentimiento entre nosotros.

Por otra parte esa mujer me despertaba unos celos enfermizos. La celaba con su jefe, con sus compaeros de oficina. Es verdad que ella tena una manera de bailar... En todos esos aos nunca le pregunt cmo haba aprendido a bailar. Cmo haba sido la primera vez? Frente al espejo? Mirando una comedia musical? Algunos bailan como si hubieran venido al mundo bailando. Para m bailar era tan difcil como coger. En cambio el Polaco bailaba el rock en Crmer o en el Automvil Club, mientras yo me esconda detrs de su cuerpo.

Fue ah que comenc los cursos de hipnotismo por correspondencia para tratar de hipnotizar a las mujeres. Haba ledo en una revista la nota de un mago, era una mirada, slo una mirada, un magnetismo. Una energa que haba que ejercer. Ese magnetismo le daba fuerza a la cabeza como un imn y la haca permanecer erguida como la de un soldado. Cuando perda el magnetismo la cabeza se me bamboleaba y pareca un alfeique y no haba nada peor que un alfeique. En los bailes trataba de poner en prctica la leccin del mago. Pero resulta que Elena me haba hipnotizado a m. La atormentaba con mis celos y ella empezaba a cansarse. Las escenas empezaron a hacerse cada vez ms frecuentes, y yo la miraba fijo queriendo ejercer sobre ella un poder que ya no tena.

Tampoco ayudaron las circunstancias. Firpo, que me quera cerca para que pudiera alternar mi servicio militar con la oficina, pens en recurrir a una ordenanza existente en Defensa Nacional que me permitiese estar en comisin en Aviacin Sanitaria. Pero nada de eso sucedi. Me toc tierra en Campo de Mayo y fui un soldado raso y estuve un mes sin salir. Hasta que llorando lo fui a ver al teniente para pedirle un permiso de salida. Al verme tan desesperado me pregunt: Por qu tanto apuro y desesperacin por salir, soldado?. Cuando le dije que era por celos, por el temor de que mi novia me engaara, me mir y me dijo: Debera tener ms orgullo, soldado. Y me neg el permiso.

Entonces me hice mosca del jefe de Compaa, del capitn Dossi, que particip en las Olimpadas de Tokio. Cuando era su mosca preferido hasta me prestaba su capa y yo me envolva con ella para volar del cuartel.

A medida que pasaban los meses me volva ms loco, la celaba cada vez ms, y hasta llegu a seguirla por la calle. La esperaba a la salida de la oficina y la espiaba. Y si la vea hablando con un compaero, sufra. La miraba caminar y me la imaginaba bailando. Le reprochaba esa virginidad que no me haba dado nunca.

Entonces termin por engaarla con una compaera de la Facultad, casi me exhib delante de ella para que pudiera verme; pero, como casi todas las cosas, sin darme cuenta. Pero ella me vio. Nos cruzamos en el Obelisco. Y me dije: Es el azar. Esa misma tarde ella arroj los anillos al ro.

Despus slo nos vimos una vez cuando hablamos de lo sucedido y ella me dijo que todo haba terminado. Entonces de veras se acab y era un sufrimiento vivir tan cerca porque hasta la oa cantar y a veces rer. Desaparec del barrio. Slo iba por las noches y me dediqu a estudiar para recibirme de mdico. Nunca ms me puede volver a pasar, me deca. Un da me enter de que estaba de novia. Otro, de que estaba por casarse. Nunca quise saber con quin.

Todo eso lo recordaba mientras el ferry dejaba atrs Corrientes, y yo me sacaba un poco de arena de los pies tratando de calcular cundo estaramos de vuelta en Buenos Aires y si Sayago estara esperndome en el puerto.

S, los dos estaban esperndome. Mussi hacindome seas de que ya haba que salir y Estela Sayago como dndome la bienvenida.

Qu tal el viaje? Qu tal los amigos?

Como siempre, como si el tiempo no hubiese pasado. A veces pienso que solamente pasa para m mientras lo deca me llenaba de remordimiento pensando que no deba empezar mintindole. Pero, qu le iba a decir?

Y tu familia? le pregunt, verdaderamente interesado.

Bien, muy bien. Siempre me quedo con ganas de quedarme.

Te quedaras? Volveras a vivir en tu pueblo?

No s, cada tanto pienso que s. Si bien a veces parece aburrido hay una tranquilidad de fondo en las cosas que uno puede palpar y hasta percibir.

Es extrao, yo siempre quise salir de donde haba venido.

Qu lstima que no viniste! Quizs as me entenderas.

Me hubiera sentido como un intruso.

Al contrario, me preguntaron mucho por vos.

Por m?

Bueno, yo les habl, les cont cosas.Qu les dijiste?Que eras mdico.

La volv a tomar de la mano como en el viaje de ida y creo que la solt cuando not que la presin de mi mano la estaba lastimando. Ella se haba dormido sobre mi hombro y la o lanzar un pequeo gemido.

Habamos empezado con un funeral y terminbamos con una boda. As eran las cosas por ese tiempo. Mientras tanto la ta Elisa preparaba el ajuar para la novia. Estaba apurada, la apuraba la vida que le quedaba.

A su vez yo me debata pensando quines iban a ser los testigos y el padrino. Finalmente opt porque Firpo fuera el padrino y la mujer de Villalba, la madrina. Nos bamos a casar en Morn donde vivan Estela y sus parientes, tambin Villalba viva all. Finalmente lograba hacer coincidir una cuestin que me tena preocupado y que era cmo complacer a los dos al mismo tiempo.

Era como si la boda por venir hubiese resultado el smbolo de una armona que comenz en la oficina. Quiz tuvo que ver con una licencia que Salinas tom por enfermedad y de esa manera nominalmente Firpo volva a ser el director. Por lo tanto su escritorio se llen de papeles que tena que firmar aunque todo estuviese digitado por Villalba. Y puntualmente a las siete Firpo volvi a disponer de su coche.

Todas las noches el automvil del Ministerio llevaba a Villalba hasta Morn, y l llevaba tambin a Estela. Yo sola acompaarlos y no s si era por esa razn que a ella le caa ms simptico Villalba que Firpo. Deca:

El doctor me parece demasiado rebuscado. A veces no entiendo lo que dice y me da la idea de que est fuera del tiempo. Mientras que Villalba es ms realista, ms prctico. No se puede ir contra la corriente.

Sus palabras me producan cierta desazn y la opinin que tena sobre Firpo me haca dudar de si mi decisin haba sido correcta, si era la mujer apropiada para m. Es que la ta no me haba dado mucho tiempo. Por otra parte, cuando bamos en el coche le daba la mano y eso me haca sentir seguro. Con ella nunca senta celos y me tranquilizaba que no le gustara bailar.

Sin embargo, no poda sacarme a Elena de la cabeza. Siempre haba alguna cosa que me la volva a traer. Es verdad que ella estaba en el corazn de Avellaneda y cuando pasaba por Crmer me acordaba del da en que bailamos por primera vez y tambin del da en que, en La Real, le cont que haba trabajado de mosca.

Por esos das surgi algo que no estab