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Redes ISSN: 0328-3186 [email protected] Universidad Nacional de Quilmes Argentina Myers, Jorge Sísifo en la cuna o Juan María Gutierrez y la organización de la enseñanza de la ciencia en la Universidad Argentina Redes, vol. 1, núm. 1, septiembre, 1994, pp. 113-131 Universidad Nacional de Quilmes Buenos Aires, Argentina Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=90711298005 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Gutierrez y La Organización de La Ciencia en Arg Myers

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Historia Ciencia en Argentina. Universidad de Buenos Aires. Departamento de Ciencias Exactas. Juan María Gutierrez.

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  • RedesISSN: [email protected] Nacional de QuilmesArgentina

    Myers, JorgeSsifo en la cuna o Juan Mara Gutierrez y la organizacin de la enseanza de la ciencia en la

    Universidad ArgentinaRedes, vol. 1, nm. 1, septiembre, 1994, pp. 113-131

    Universidad Nacional de QuilmesBuenos Aires, Argentina

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  • Ssifo en la cuna o Juan Mara Gutierrez y la organizacin de la enseanza de la ciencia en la Universidad argentina* Jorge Myers**

    La institucionalizacin de la Investigacin cientfica en la Argentina conoci, en la pri-mera mitad del siglo XIX, diversas dificultades, derivadas tanto de la ausencia de una formacin adecuada en las lites dirigentes, como de las condiciones econmicas que Imponan serias limitaciones a todo intento de renovacin de la esfera cultural. Es re-cin en el ltimo cuarto de siglo que comienzan a operarse las transformaciones econ-micas, sociales y culturales que ofrecen un marco ms estimulante para el apoyo esta-tal a las actividades cientficas, a la luz de dos concepciones novedosas: una mayor integracin al capitalismo internacional que precisaba, para su desarrollo, el estableci-miento de nuevas profesiones; y en el plano ideolgico, el cruce de la ilustracin con la valorizacin de la democracia. Es en torno a este cruce que se situara el discurso del propio Gutirrez al justificar la creacin del Departamento de Ciencias Exactas, y al defender la Importancia de una educacin centrada en las ciencias exactas para todos los niveles del sistema escolar. Gutirrez se convirti entonces, de hecho, en el fundador de los estudios cientficos en la Universidad de Buenos Aires, que slo a partir de su rectorado tendran una existen-cia continua en esa institucin.

    Introduccin El cultivo de las ciencias exactas en la Argentina debi desarrollar-

    se -desde la poca misma de la Independencia- dentro de un marco extremadamente desfavorable, que represent, para sucesivos gobier-nos, una problemtica muy difcil de resolver. En efecto, si existi cier-to consenso entre los sectores ms ilustrados de los primeros gobier-nos independientes en favor de medidas que promovieran el crecimiento local de una cultura cientfica moderna (instaurando, en el me-

    * Este ttulo representa una doble referencia: por un lado, evoca la notable frase de Vicente Fidel Lpez, consignada en una de las cartas que escribi en 1840 desde Chile a su padre -el autor del Himno Nacional argentino-, donde, hablando del futuro de su patria, declaraba que la Argentina era "como Hrcules en la cuna". Al mismo tiempo, inspirado por el ttulo de un artculo de Hebe Vessuri, "El Ssifo sureo", me ha parecido que la segunda referencia mitolgica es seguramente ms ex-presiva de la trayectoria histrica argentina en materia de instituciones cientficas y culturales que la del historiador romntico.

    ** Facultad de Filosofa y Letras. Universidad de Buenos Aires.

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    jor de los casos, prcticas modernas de investigacin y -en un piano de ambiciones tanto ms modestas, cuanto ms realistas- un conoci-miento general de los principales adelantos cientficos logrados desde la constitucin de la fsica newtoniana), este consenso hubo de luchar contra una serie de obstculos que se oponan a su realizacin con una obstinacin capaz de desalentar al ms fervoroso amigo de las luces.

    Las condiciones culturales heredadas de la poca colonial -s i bien resultaron mejores en comparacin con lo que predic la publicidad anti-espaola y anti-colonial de ilustrados y romnticos de mediados del siglo pasado- no representaban una acumulacin demasiado rica de conocimientos cientficos, ni en cuanto a la cantidad y extensin de stos, ni en cuanto a su nivel de actualizacin. La lite intelectual de los ltimos aos de la colonia y de los primeros de la Repblica se haba visto efectivamente beneficiada por las reformas borbni-cas -por la modernizacin de los contenidos hegemnicos en la cultu-ra espaola encarada durante el reinado de Carlos III, y por las mejo-res condiciones de infraestructura institucional que aqulla implic-, pero los contenidos y valores de esa nueva cultura estaban an lejos de haber alcanzado los niveles de informacin y de mtodos, corrien-tes entonces entre las lites intelectuales de las culturas centrales, de cuyo seno haba emergido la ciencia moderna. Adems, en el Ro de la Plata, no slo los sectores de lite carecan de una formacin cien-tfica adecuada, sino tambin, como no poda ser de otra forma, la masa de la poblacin. Las consecuencias de esta situacin fueron las previsibles: aun con la mejor de las voluntades, les era muy difcil a los miembros de la lite lustrada impulsar un proyecto de modernizacin cultural en tanto ellos mismos no posean un nivel de informacin cien-tfica que les otorgara la necesaria capacidad de discriminacin reque-rida por todo proyecto educativo y cultural.

    Esta deficiencia en el plano de los conocimientos, por un lado, y, por el otro, las condiciones econmicas de la regin imponan serias limitaciones a todo intento de renovacin de la esfera cultural. Estas se oponan a la instauracin de un campo cientfico local en los si-guientes sentidos: por un lado, al no ser los pases del Ro de la Plata regiones industrializadas, ni en vas de industrializarse, hasta fines del siglo pasado, no haban podido surgir aquellos sectores sociales con mayores probabilidades de esgrimir una demanda significativa en fa-vor de una educacin cientfica competente, y aun menos en favor de una investigacin cientfica local. En 1830, por ejemplo, de acuerdo con los datos suministrados por la Gua de Forasteros para ese ao,

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    haba en la ciudad de Buenos Aires slo 62 mdicos, 32 boticarios, 17 agrimensores, 5 arquitectos, 2 ingenieros y 1 qumico; si a esta lista se aaden los miembros de aquellos oficios que estaban entonces en un estado de transicin entre ser actividades cuasi artesanales -precientficas en cuanto al grado y tipo de conocimientos que insuman-y ser profesiones acadmicamente institucionalizadas, como los 32 boticarios, 8 cirujanos y 3 dentistas presentes en la ciudad en esa po-ca, se obtiene de todas formas una cifra bastante exigua para aquel sector con mayores probabilidades de exigir la conformacin de un campo cientfico local: 162 personas en total para la ciudad de Buenos Aires.1 De esta forma, la estructura econmica no ofreca las condicio-nes adecuadas para el surgimiento de una demanda social en favor de la ciencia. Estas condiciones se prolongaran sin modificaciones sus-tanciales hasta el ltimo cuarto del siglo XIX,2 cuando comenz a ope-rarse una lenta transformacin en la estructura econmico-social de los sectores ligados a la actividad cultural local y a las profesiones, modificaciones stas que no dejaran de ser mayormente impercepti-bles hasta las primeras dcadas del siglo XX. La consecuencia ineluctable de esta situacin fue que el estado se convirtiera en el prin-cipal apoyo a la actividad cientfica realizada en el pas, tanto en el plano educativo como en el de la produccin de conocimientos: hasta el siglo XX, las alternativas en este campo estuvieron enmarcadas entre el vacilante y espordico apoyo de las instituciones estatales y la no menos ineficaz condicin de gentleman-scientist, financindose a s mismo y no siempre contenido por alguna red disciplinar.

    Pero al mismo tiempo, aun cuando fuera desde el estado que se instrumentaran polticas en el sentido de una promocin de las cien-

    1 Citado en Maeso, Justo, Registro Estadstico del Estado de Buenos Aires, 1855, 2o Semestre,

    Buenos Aires. Imprenta de la Tribuna, p. 57. La poblacin total de Buenos Aires era, de acuerdo con el primer censo efectuado por el gobierno de Rosas, en 1836, de 62.228 habitantes, cifra que en 1838 haba ascendido hasta alcanzar 65.228. En 1830, por ende, no es osado aventurar una pobla-cin total de entre 50 y 60 mil habitantes. Las cifras para 1836 y 1838 las tomo de Santamara, Daniel J., "La poblacin: estancamiento y expansin, 1580-1855", en Romero. Jos Luis, y Luis Alberto Romero (dirs.), Buenos Aires: historia de cuatro siglos, t. 1, Buenos Aires, Editorial Abril, 1983, p. 214. 2 En 1864, Jos Pillado public listas de los miembros de las distintas profesiones entonces resi-

    dentes en Buenos Aires, en su Diccionario de Buenos Aires. Entre otros rubros, se pueden contar all 147 mdicos, 9 dentistas, 11 arquitectos y 49 agrimensores. No menciona cuntos ingenieros haba, aunque es de suponer que eran muy pocos. En Pillado, Jos, Diccionario de Buenos Aires, o Guia de Forasteros, Buenos Aires, 1864, pp. 34-35,60,176,274-275. (En 1855, la poblacin total de la ciudad de Buenos Aires, de acuerdo con el Censo de ese ao, ascenda a 91.548 habitantes.)

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    cias exactas, como en los hechos ocurri durante todo el siglo XIX, la penuria crnica del mismo socav consistemente la eficacia de tales esfuerzos. La infraestructura necesaria para impartir una enseanza cientfica que no fuera exclusivamente terica, e incluso la mnima in-fraestructura para poder efectuar esta ltima -libros y locales adecua-dos-, demandaba inversiones que el estado no siempre pudo (o qui-so) afrontar. Esta situacin se cruzaba de una forma perniciosa con aquella mencionada antes acerca de las deficiencias en la formacin cientfica de los miembros de la lite intelectual del nuevo pas: defi-ciencia que sin duda debi entorpecer su labor en pro de la incorpora-cin de la ciencia moderna a la cultura local. La respuesta a esta defi-ciencia debi buscarse por alguna de dos vas: o importando personal calificado desde los principales centros de la actividad cientfica mun-dial (Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos),3 o enviando alum-nos argentinos becados a estudiar en aquellos centros, con el requisi-to de que una vez completados sus estudios deban volver a su pas de origen. Hubo tambin casos, por cierto excepcionales, como el de Manuel Moreno, hermano del secretario de la Primera Junta, que pudo estudiar por su propia cuenta medicina en la Universidad de Maryland, y que volvi a la Argentina para organizar la enseanza de la qumica en la Facultad Mdica local. La solucin que imper durante todo el siglo xix fue sin embargo la primera.

    Para iniciar por primera vez en el pas la enseanza de ciertas ramas del saber cientfico, se consider necesario traer profesores contratados del exterior: tanto en la poca rivadaviana como en los aos del rectorado de Gutirrez, sta fue la solucin escogida,4 y sera

    3 Esta era una expresin de deseos ms que una realidad. En los hechos, los profesores de ciencia

    contratados en Europa vendran en su gran mayora de Italia y Epaa, pases tambin perifricos con respecto al movimiento cientfico general, aunque en bastante menor grado que la Argentina. Sarmiento lograra atraer un contingente de alemanes, pero slo como compensacin por no haber podido atraer a los norteamericanos, quienes eran su primera preferencia: Agassiz, por ejemplo, le peda a Sarmiento un sueldo y condiciones suplementarias que Sarmiento, como presidente de la Repblica, le confesaba en carta a Mary Mann, no se senta posibilitado de pagar. 4 En un mensaje de 1869, del Poder Ejecutivo al Congreso Nacional, Sarmiento, luego de insistir

    sobre la necesidad de promover una expansin de la enseanza de la ciencia en el sistema escolar argentino, explicaba: "Pero, la dificultad principal no se halla an removida, y ella consiste en hallar profesores idneos para atender a los nuevos ramos de enseanza. El Poder Ejecutivo abriga el convencimiento de que slo por un accidente pueden encontrarse estos profesores entre nosotros, y que los pocos que se hallaren en actitud de serlo, no querrn prestar un servicio tan oneroso, cuando se trata sobre todo de trasladarse a Provincias lejanas, sujetndose a las escasas remune-raciones que asigna la ley del presupuesto a los catedrticos de los Colegios. En la Provincia misma de Buenos Aires, que se halla sobre todas las otras en una situacin tan favorecida, se ex-

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    entonces cuando se percibira hasta qu punto las carencias econmi-cas del estado argentino perjudicaban un eficaz logro de los objetivos que se haba propuesto alcanzar. La contratacin de profesores en el exterior ofreca otra desventaja, por cierto muy seria desde el punto de vista de un pas que buscaba articular una cultura cientfica en un me-dio donde antes no haba existido: nos referimos a la dificultad de con-seguir profesores de formacin slida y actualizada, que, adems de estar dispuestos a viajar a Sud Amrica, tuvieran alguna experiencia profesional y las necesarias aptitudes como para implantar una actitud cientfica en sus alumnos que favoreciera la investigacin original y condujera a una produccin de conocimientos nuevos en sus respec-tivas disciplinas. Raras veces se logr hallar cientficos que cumplie-ran con todos estos requisitos. Con excepcin del perodo hvadaviano, cuando frente a las vicisitudes de la represin desatada por las monar-quas restauradas las noveles repblicas de Amrica Latina podan perfilarse como destinos atractivos en funcin de las mayores liberta-des que se supona imperaban all, la opcin argentina nicamente poda interesar a aquellos profesionales de la ciencia o bien demasia-do jvenes o bien incapaces de conseguir un destino mejor en su pro-pia patria.5 A lo cual se sumaba el desconocimiento casi completo de los funcionarios argentinos encargados de efectuar el reclutamiento de aquellos sabios acerca de los patrones acadmicos y cientficos ms usuales en sus lugares de origen: hubieron de depender casi siem-

    periment la necesidad de hacer venir bajo un contrato, profesores europeos, para fundar el nuevo "Departamento de ciencias exactas" que hoy funciona en la Universidad. A fin de superar este inconveniente, el Poder Ejecutivo viene a someteros el adjunto proyecto de ley; y por el que se le autoriza para contratar dentro o fuera del pas, los profesores indicados". Mensaje del Poder Ejecu-tivo, agosto de 1869. En Garca Castellanos, Telasco, Sarmiento. Su influencia en Crdoba, Crdo-ba, Academia Nacional de Ciencias, 1988, p. 55.

    5 Paolo Mantegazza, por ejemplo, le escriba a Juan Mara Gutirrez, quien le haba encomendado

    la tarea de buscar profesores para el Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, lo siguiente: "En Italia es al da de hoy muy difcil hallar disponibles 4 matemticos ilustres; desde que hay tantas universidades y escuelas de aplicacin donde pueden colocarse. Hombres como Strobel y Jos Sacchi son muy difciles de hallar. El primero, si se decide, es porque est solo y porque ha sido el sueo de toda su vida el viajar y visitar el Nuevo Mundo. Sacchi saldra porque el honorario que se le ofrece es muy alto y tiene una seora y tres hijitas que mantener. Jvenes de esperanzas hay muchos; pero el nombre de ellos no lleva todava ninguna garanta. Son semillas, no son plantas". Mantegazza a Juan Mara Gutirrez, Pavia, Italia, 21 de febrero de 1864, en Moglia, Ral J., y Miguel O. Garca (eds.), Archivo del Doctor Juan Mara Gutirrez, t. Vil, Documento No. 2006, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nacin, 1990, p. 284.

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    pre de amistades producto del azar, de recomendaciones difcilmente verificables, o de los buenos oficios (el caso italiano) de gobiernos no demasiado interesados en los resultados ulteriores de aquel reclutamiento.

    De forma similar, en las raras ocasiones en que se opt por enviar a alumnos argentinos becados al exterior, como forma de acelerar el desarrollo de disciplinas de reciente aparicin en el medio local, la es-casez presupuestaria, y la prcticamente total falta de perspectivas reales de una adecuada reinsercin del becado a su retorno, tendieron a militar en contra de un adecuado cumplimiento de tales ensayos. Adems, ante la ausencia general de una poltica oficial en ese senti-do, la seleccin de los beneficiarios generalmente se oper por vas no demasiado confiables en cuanto a la idoneidad acadmica del prebendario, y la eleccin de las instituciones destinatarias corri ge-neralmente a cargo del mismo beneficiado. El componente de azar en este proceso no poda ser mayor.

    Como puede verse, la instauracin y el desenvolvimiento de las ciencias exactas y naturales en la Argentina del siglo XIX tuvieron que enfrentar una serie de escollos considerables. Pero adems de estas dificultades derivadas de la propia problemtica educativa, existi otro factor de perturbacin que, al menos durante la primera mitad del siglo XIX, retras significativamente la incorporacin de la ciencia moderna a la cultura local: la fragilidad del propio estado nacional, con su inevi-table secuela de conflictos intestinos y gobiernos poco respetuosos de las garantas individuales y de los derechos civiles de la poblacin. Efectivamente, ms all de un clima algo ms propicio al desenvolvi-miento libre de las ideas que en pocas de la colonia, los aos de la guerra por la Independencia fueron relativamente yermos en logros reales: las exigencias mismas de la guerra contra Espaa, complica-das por la creciente inestabilidad en las esferas ms altas del estado, y los comienzos de la guerra interior, hicieron que las inciativas en favor de una organizacin institucional de la enseanza de la ciencia fueran de fundacin espordica y discontinuas en su accionar.

    Como consecuencia de esta misma problemtica, que haba des-embocado en la desaparicin del estado nacional, las iniciativas ms ambiciosas y mejor logradas de la poca rivadaviana estuvieron circunscriptas al mbito reducido de la provincia de Buenos Aires, y se veran en gran parte interrumpidas por la crisis de 1828-1829 y el surgimiento del gobierno de Juan Manuel de Rosas, no demasiado proclive por cierto a aventuras intelectuales. Las fundaciones del pe-rodo rivadaviano experimentaron un notable retroceso entre 1828 y 1852, privadas del apoyo estatal sin el cual las actividades cientficas,

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    aun aquellas exclusivamente educacionales, no podan subsistir. Si bien no desaparecieron totalmente, vegetaron y se erosionaron: los gobiernos del perodo posterior a 1852 deberan reconstruir aquel marco institucional antes de poder innovar en un sentido progresivo. Efecti-vamente, esta tarea no llegara a ser encarada de forma adecuada hasta el comienzo del largo rectorado de Juan Mara Gutirrez en la Universidad de Buenos Aires, que tuvo la fortuna de coincidir con dos gobiernos nacionales predispuestos a brindar su apoyo a la resolucin de cuestiones vinculadas a la cultura y a la ciencia. Es en este sentido que puede decirse que el desarrollo sostenido de la ciencia en la Ar-gentina slo comienza alrededor de 1860.

    Ciencia y modernidad: las razones de una promocin desde el estado

    Desde los comienzos mismos de la Independencia se articul des-de el estado un discurso a favor del desarrollo sostenido de la ciencia en la nueva Repblica. Si en los hechos este reconocimiento de su importancia no sera ajeno a las necesidades militares del ejrcito re-volucionario, como lo comprueba la primera organizacin de la ense-anza de la medicina y de las matemticas -vinculada a la institucin militar-, el discurso oficial enfatizara tambin la relacin entre los ele-mentos de progreso contenidos en el pensamiento cientfico moderno y los valores morales propios de una sociedad republicana. Por ejem-plo, en 1813, escriba Monteagudo en la Gaceta del viernes:

    Cuan necesarias sean en el da las ciencias para la vida poltica de los Estados, es ocioso demostrarlo. Habramos conseguido la felicidad que anhelamos, si destruido totalmente el yugo fatal que ha tenido hasta ahora abrumada a nuestra patria, tuvisemos que lidiar despus con nuestras pasiones, y las funestas tinieblas de la ignorancia? Qu partido podran sacar unos polticos ignorantes en medio de las intri-gas y sutilezas de las otras cortes del mundo civilizado? Cmo po-dramos sostener por mucho tiempo la obra envidiable de nuestra li-bertad, si nuestros militares careciesen de aquellas ciencias que ense-an fundamentalmente el arte de la guerra en todos los diferentes e interesantes ramos que ella comprende? El gobierno tendra que res-ponder a los males que en tal caso inutilizaran los frutos de una liber-tad tan costosa, si no los previniese desde ahora con benficos esfuer-zos, y si por dedicarse todo a las atenciones del da, abandonase al

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    olvido el fomento de las ciencias que son principalmente necesarias.6

    La ciencia era representada entonces como un elemento esencial en el desenvolvimiento de las tareas militares de la revolucin, o sea como un auxiliar tcnico de primera importancia en la lucha por con-quistar la Independencia, pero tambin como ntimamente ligada al triunfo de la libertad. Esto se vera con mayor claridad tres aos ms tarde, en el reglamento provisional de la Academia de Matemticas, cuando declaraba que:

    Nada hay ms til, nada ms digno del hombre que el estudio de las matemticas, ellas dan solidez al juicio, extensin y profundidad al en-tendimiento, y la costumbre preciossima de admitir nicamente lo demostrable, abandonando las hiptesis, y los sistemas especiosos, fundados ya en tradiciones vagas, ya en suposiciones brillantes. Pre-guntad a qu deben las naciones cultas del haberse curado de delirios tan antiguos como funestos y os responder el hombre observador que al estudio de las ciencias exactas.7

    Efectivamente, durante gran parte del siglo xix, la concepcin ilus-trada acerca de la relacin entre ciencia y virtud, o entre ciencia y go-bierno republicano, seguira estando presente en el discurso oficial sobre la ciencia de sucesivos gobiernos.8 Desde el punto de vista de los sectores de lite que controlaban el estado, con excepcin del

    6 Gaceta Ministerial del Gobierno de Buenos Aires, No. 39, viernes 1 de enero, 1813, p. 181. En

    Gutirrez, Juan Mara, Noticias histricas sobre la enseanza pblica superior en Buenos Aires desde 1767 hasta 1821, Buenos Aires, Imprenta del Estado, 1868, p. 208.

    7 Reglamento Provisional de la Academia de Matemticas, presentado por su primer director, Bue-

    nos Aires, Imprenta del Sol, 1816. En ibid., p. 209.

    8 Por "ilustracin" se entiende aqu aquel conjunto de creencias y valores propios de la Ilustracin

    tarda, tal como pueden encontrarse en el pensamiento de los Idelogos, cuya influencia en el Buenos Aires de los aos 1820 fue marcada, o en el Utilitarismo de Bentham. Central a la concep-cin de la cultura sostenida por estas corrientes de pensamiento era la nocin de una lite ilustrada, encargada de velar por el bienestar y la felicidad de la masa de los ciudadanos de la Repblica. Por ende, esta lite, para cumplir adecuadamente sus funciones, deba poseer un nivel de instruccin elevado, y que incluyera como elemento central un conocimiento preciso del nuevo sistema del universo diseado durante el siglo XVIII sobre la base de la nueva fsica newtoniana. En todas las declaraciones pblicas del perodo rivadaviano se insisti tambin sobre el deber de los miembros de esa lite ilustrada de difundir las luces entre la masa de la poblacin, y en varios rganos de prensa de la poca se hizo hincapi en la importancia de la instruccin pblica como herramienta fundamental para consolidar la democracia. Sin embargo, ms all de este reconocimiento verbal de la necesidad de entrelazar ilustracin y democracia, en los hechos la mayora de las fundacio-

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    interregno rosista, el apoyo a la ciencia equivala a modernidad. Por ejemplo, en una nota del cientfico alemn Germn Burmeister-direc-tor en esa poca del Museo de Buenos Aires-, al gobierno argentino, concerniente a la importancia de promover la enseanza de la cien-cias exactas y naturales en el sistema educativo argentino, leemos conceptos como el siguiente:

    Por la veneracin a la ciencia prueba una nacin su progreso intelec-tual y su inters para la humanidad. Ocuparse de ella es la ocupacin ms honesta del hombre, y tratarla con negligencia o desprecio es mostrar su propia ignorancia o la falta de educacin espiritual. A los establecimientos cientficos se debe el mismo respeto que a los reli-giosos, en unos y otros se cultiva la verdadera humanidad, y ambos son los principales garantizadores de la paz y el escudo ms eficaz para defender y resguardar al hombre civilizado.9

    La ciencia moderna, para esta concepcin, sera un signo, un emblema, de algo que no perteneca exclusivamente al registro de la ciencia, sino que lo trascenda: la civilizacin, la modernidad, de un estado. Las grandes fundaciones decimonnicas relacionadas no ya con la enseanza cientfica, sino con la investigacin y la exhibicin de los resultados de esa investigacin -la creacin de museos, de "gabi-netes" de historia natural, de qumica, de fsica, de observatorios astronmicos, etc.-, responderan en gran medida a esta interpreta-cin del papel de la ciencia dentro de un estado.

    El prestigio nacional constituira en este sentido un poderoso ali-ciente en favor de destinar recursos pblicos a las incipientes institu-ciones cientficas, pero este apoyo no se explicara nicamente en fun-cin de cuestiones de vanidad local. Junto con este deseo de merecer un mayor prestigio ante la comunidad internacional, por lo dems har-

    nes rivadavianas apuntaron a la modernizacin cultural de la lite gobernante, ms que a una transformacin de la cultura del pueblo. El modelo institucional para efectuar esta modernizacin sera el Colegio de Ciencias Morales, donde Juan Mara Gutirrez, como tantos de sus compaeros de generacin, se educ. Por eso, cuando decimos que la ideologa de la ilustracin con respecto a la importancia de la ciencia perdur a lo largo del siglo XIX, lo decimos en este sentido: ms all de las transformaciones en la representacin de quin deba ser el sujeto, o el receptor, de esa moder-nizacin cultural, el papel que se le asignaba a la ciencia como principal agente de la misma no vari.

    9 Memorndum de Germn Burmeister presentado al presidente de la Repblica, Domingo Faustino

    Sarmiento, 5 de octubre de 1868. En Garca Castellanos, Telasco, Sarmiento. Su influencia en Crdoba, cit., pp. 51-52.

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    to comprensible luego de los largos aos de guerra civil y de pronun-ciamientos militares, se entrelazaba de una forma compleja y sutil tan-to el anhelo de apropiarse del territorio nacional mediante un mejor conocimiento cientfico del mismo, como el inters pragmtico de te-ner una nocin ms clara acerca de los recursos naturales con que contaba la nueva nacin para su eventual desarrollo econmico. No es casual que haya sido en los aos posteriores a 1850 cuando se articul con mayor vigor esta ideologa de estado acerca de la impor-tancia de la ciencia, que se manifestara por un lado en el discurso romntico, con su exaltacin del concepto de nacin y con su bsque-da de races histricas y telricas que legitimaran el nuevo sujeto na-cional, una hegemona virtualmente indisputada, mientras por otra parte comenzaba a difundirse entre los estados sudamericanos el reconoci-miento a la importancia de la estadstica como herramienta de gobier-no:10 el Registro Estadstico del Estado de Buenos Aires comienza en 1854; los trabajos estadstico-descriptivos de la realidad nacional, con-tratados por el gobierno nacional, como el de Martn de Moussy, tam-bin pertenecen a la dcada de 1850, y el primer censo nacional se rea-liza en 1869.

    Efectivamente, el apoyo estatal a las actividades cientficas era determinado en ltima instancia por las necesidades reales de la so-ciedad argentina: en la primera mitad del siglo XIX, la enseanza de las matemticas, as como la elemental difusin de los conceptos de la fsica moderna, estuvo en gran medida orientada a responder a las necesidades militares de tanta trascendencia entonces, y en menor

    10 Aunque este reconocimiento pudo ser bastante relativo, de acuerdo con el testimonio de Gutirrez.

    En una carta a Manuel Ricardo Trelles, recomendndole como protegido a un antiguo empleado de la Oficina de Estadstica de la Confederacin Argentina, deca: "Estoy seguro de que tendr Ud. mucho gusto en tratar al dador de estos renglones, hombre instruido y aficionado a la ciencia de la estadstica: ha hecho en este ramo, y con respecto al censo de la poblacin de Entre Ros, una larga memoria que me parece interesante. [...] Amigo, la ciencia de la estadstica, como la Econo-ma poltica, no tienen todava entre nosotros muchos aficionados, y a veces hasta los gobiernos vecinos desconocen su importancia porque no saben aprovecharse de las verdades que aquellas dos ciencias revelan. As es que M. Charles no ha podido hasta ahora hacer imprimir su trabajo ni obtener siquiera por l una palabra de aliento o de gratitud. [...] El autor de la memoria ha sido empleado en la nueva oficina de estadstica de aqu; pero siendo esta oficina un "serrallo guardado por un eunuco", como se ha dicho de cierto bibliotecario que no saba leer, el eunuco no quiere que le violen las cifras y no permite que se les haga las travesuras que sabe hacer con ellas la persona que entrega a Ud. estos renglones. (La cita de Gutirrez es de una carta de Voltaire a su sobrina, acerca de cierto monje poseedor de una vasta biblioteca que despertaba la envidia del patriarca de Ferney.) Carta de Juan Mara Gutirrez a Manuel Ricardo Trelles, Paran, 9 de febrero de 1860. Original en mi archivo.

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    medida, aunque es indudable la importancia que revisti este sector, a colaborar en las tareas de agrimensura con las cuales el novel Depar-tamento Topogrfico de la Provincia de Buenos Aires, dirigido por el matemtico espaol Felipe Senillosa, comenzaba a estabilizar la te-nencia de la tierra en manos de la emergente aristocracia ganadera. De forma semejante, el nico campo relacionado con las ciencias na-turales que goz de un desarrollo relativamente continuo durante todo el siglo, incluso bajo el gobierno de Rosas, fue la medicina, por razo-nes evidentes. Sin embargo, si estos factores pertenecientes a las necesidades reales del pas constituyeron indudablemente el principal motor para el desarrollo de la enseanza (y de la espordica investiga-cin) cientfica en la Argentina, tambin es cierto que las variaciones sutiles en el discurso ideolgico manejado desde el estado, si no mo-dificaban aquella dependencia de la ciencia para su desarrollo de las determinaciones socio-econmicas de la realidad, transformaban sin embargo la percepcin y la representacin de cules eran esos factores.

    En la segunda mitad del siglo dos percepciones novedosas, am-bas fruto de la reciente experiencia histrica del pas, actuaran sobre ese discurso, modificndolo. Por un lado, la integracin siempre ma-yor de la economa del litoral pampeano a la economa capitalista mun-dial, bajo la gida de Gran Bretaa -coincidente con una expansin perceptible de la industrializacin desde su centro originario hacia pa-ses que hasta slo algunos aos antes haban persistido en su condi-cin exclusivamente agraria-, implic una expansin de las necesida-des tcnicas de la economa local a la vez que indicaba la posibilidad de un desarrollo futuro de ciertas zonas de la economa local, sobre la base de una aplicacin de los nuevos saberes cientficos y tcnicos y de los procesos de mecanizacin. La promocin de la ingeniera como profesin, tan marcada como actitud entre los dirigentes de las institu-ciones educativas argentinas a partir de la dcada de 1860, responda a esta nueva conciencia de las transformaciones operadas en la reali-dad socioeconmica del pas. Por otra parte, y en un plano ms bien poltico-moral, la experiencia adquirida en las ltimas dcadas a tra-vs de la dictadura plebiscitaria de Rosas y la larga sucesin de gue-rras intestinas, haba servido para revalorizar ciertos elementos de la ideologa poltica de los rivadavianos en cuanto a la necesidad de cru-zar el concepto de ilustracin con aquel de democracia: no slo en el discurso de Sarmiento se oira la idea de "educar al soberano". Dentro de esta nueva articulacin entre los dos conceptos, la ciencia comen-zara a cumplir una funcin central: como agente moralizador, como herramienta para el ascenso social, como valla contra las "preocupa-

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    ciones" antiguas que, en el anlisis que de aquellos hechos hacan los dirigentes de la generacin romntica, haban contribuido a crear y mantener la dictadura. En este sentido, el apoyo a la enseanza de las ciencias fsico-naturales por parte del estado se justificaba tanto en el registro de la utilidad econmica, como en aquel de la reforma intelec-tual y moral juzgada indispensable para el afianzamiento del gobierno republicano representativo.

    Es en torno a este cruce que se situara el discurso del propio Gutirrez al justificar la creacin del Departamento de Ciencias Exac-tas, y ai defender la importancia de una educacin centrada en las ciencias exactas para todos los niveles del sistema escolar. En 1870, por ejemplo, en una Memoria Rectoral elevada al Supremo Gobierno, al comentar la propuesta de los vecinos de Baradero de crear un Cole-gio organizado sobre el modelo del programa universitario (de la Uni-versidad de Buenos Aires), Gutirrez argumentaba que:

    De la naturaleza de ste, depender pues hoy, y muy especialmente para lo sucesivo, la tendencia que haya de tomar la enseanza pblica secundaria, la cual, formando el espritu y despertando las inclinacio-nes intelectuales de la juventud en una determinada direccin, puede dar resultados prsperos o adversos, segn sean las miras con que se eduquen, los que cuando lleguen a ser hombres han de ser tambin ciudadanos de una Repblica que tiene especiales y visibles fines a que atender, como sociedad en progreso constituida polticamente para ser libre y rica, lo cual no podr conseguirse a pesar de la sabidura de su Cdigo fundamental, si la educacin de la razn no se pone por medio de la enseanza en armona con los fines sociales que acabo de tomarme la libertad de sealar."

    Gutirrez pasaba luego a lamentarse de que "todos los colegios cuyos programas me sean conocidos" tuvieran

    programas que indispensablemente estimulan a reducidas y determi-nadas carreras, oponindose tal vez sin advertirlo, a la difusin y culti-vo de las ciencias capaces de aplicacin, que se ligan con las indus-trias y el bienestar material, pues que habilitan para sacar partido de las materias primas, de la extensin del suelo, y de los infinitos ele-mentos de trabajo que la naturaleza nos ha prodigado.12

    11 Gutirrez, Juan Mara, Memoria del Rector de la Universidad de Buenos Aires de 1870, Buenos

    Aires, enero de 1871, Imprenta del Estado, pp. 6-7. 12

    Gutirrez, J.M., ibid., p. 7.

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    Para responder a esta situacin, Gutirrez insista:

    Para poner bien manifiesta la idea que he intentado expresar anterior-mente, nada sera tan oportuno como el trazar un cuadro o un progra-ma de estudios de enseanza intermedia que, tomando por base, no las humanidades, sino la parte ms elemental de las ciencias fsico-matemticas, habilitase a los discpulos formados bajo el rgimen de ese programa para la aplicacin de ellas a las infinitas ocupaciones a que la parte educada de un pueblo nuevo y en nuestro siglo, debe entregarse con el fin de ser til a s misma y contribuir a la prosperidad de la sociedad a que pertenece.13

    Y conclua Gutirrez sus recomendaciones con la esperanza de que semejante educacin "les facilitase los medios de vivir cmoda y honorablemente ponindoles en circunstancias de servir con lucimien-to y eficacia al pas en las funciones pblicas a que todo ciudadano est llamado segn sus mritos en una sociedad democrtica"14 a los alumnos que la hubieran recibido.

    Gutirrez y el Departamento de Ciencias Exactas. 1861-1874 En 1861, cuando Juan Mara Gutirrez, buscando asilo luego del

    derrumbe de la Confederacin Argentina urquicista, fue nombrado por Mitre rector de la Universidad de Buenos Aires, las instituciones cient-ficas -tanto particulares como gubernamentales- existentes en el pas eran escasas y sobrellevaban una frgil existencia. Como se ha men-cionado anteriormente, el perodo rosista represent para el mbito de las ciencias exactas y naturales un perodo de notable decadencia y retroceso, con lo cual los aos inmediatamente posteriores a Caseros estuvieron ocupados en la reactivacin de lo que quedaba del edificio institucional rivadaviano, ms que en la creacin de instituciones nue-vas. En Buenos Aires, adems de la Universidad, cuyo Gabinete de Fsica y Qumica se encontraba en un estado de lamentable ruina por el descuido de tantos lustros, exista el Museo Pblico de Buenos Ai-res, privado de recursos durante la etapa dictatorial. En 1854 se haba fundado la Asociacin "Amigos de la Historia Natural del Plata", ani-mada por el futuro director del Registro Estadstico, Manuel Ricardo

    13 Gutirrez, J. M., Memoria del Rector de la Universidad..., cit, p. 8.

    " Ibid., p. 8.

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    Trelles, con el propsito de colaborar en la manutencin y reorganiza-cin del Museo de Buenos Aires, pero ste slo cobrara nueva vida con el nombramiento del naturalista alemn Carlos Germn Conrado Burmeister, como su director, en 1862.15 Tambin durante esos aos, en la capital de la Confederacin Argentina, la ciudad de Paran, se haba fundado por iniciativa del Gobierno de Urquiza un Museo Nacio-nal, bajo la direccin del belga Alfred M. du Graty, que corri la misma suerte que el estado que lo haba fundado: ces en sus funciones luego de 1861, y sus colecciones fueron trasladadas al Museo de Buenos Aires.16

    Durante esos aos, hubo cierta efervescencia en torno a la impor-tancia de promover las actividades cientficas en la Argentina, que des-embocara en la fundacin de diversas revistas cientficas, como El Plata Cientfico y Literario, dirigida por Miguel Navarro Viola (que hara de aqulla ms un rgano de cierto catolicismo militante y reacciona-rio, que una publicacin cientfica), y que apareci entre 1854 y 1855, o, ms importante, la Revista Farmacutica, que cont entre sus cola-boradores al qumico Miguel Puiggari (cataln) y a los farmacuticos Domingo Parodi y Charles Murray (ingls), y que apareci entre 1858 y 1864. Puede decirse, en este sentido, que en los aos inmediata-mente anteriores al nombramiento de Gutirrez como rector, comenz a existir cierto movimiento intelectual que favoreca una mayor presen-cia de las ciencias exactas y naturales en el mbito cultural local. Pero no debe exagerarse en cuanto al alcance del mismo: quienes impulsa-ban este movimiento, si bien representaran un apoyo importante para Gutirrez en su gestin -algunos de ellos incluso constituyndose en eficaces colaboradores suyos- no dejaban de ser una pequea mino-ra en el interior de otra minora.

    Aunque durante el efmero Ministerio de Instruccin Pblica de Vicente Fidel Lpez, en 1852, se haba perseguido una ambiciosa reactivacin de la institucin, que la retrotrajera a lo que haba sido en su momento de mayor pujanza, la dcada de 1820, la Universidad no lleg a ser totalmente reorganizada durante los aos cincuenta. Re-cin a mediados de esta dcada volveran a funcionar los cursos de fsica experimental en el Departamento de Estudios Preparatorios, y el Departamento de Ciencias Exactas, previsto en la original fundacin rivadaviana, tampoco lleg a ser restaurado durante esos aos.

    15 Babini, Jos, Historia de la ciencia en la Argentina, Buenos Aires, Solar/Hachette, 1986, pp. 144-148.

    16/b/d., p. 145.

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    Gutirrez se convirti entonces, de hecho, en el fundador de los estudios cientficos en la Universidad de Buenos Aires, que slo a par-tir de su rectorado tendran una existencia continua en esa institucin. Hemos sealado ya cul era la concepcin general acerca de la im-portancia de los estudios cientficos que orientaba a Gutirrez en su gestin: la enseanza cientfica era importante para l tanto en funcin de las oportunidades econmicas que poda ofrecer al pas la expan-sin de la economa industrial mundial, que requeriran cuadros tcni-ca y cientficamente capacitados, como en relacin a los valores pro-pios de una sociedad republicana y democrtica. La poltica educativa impulsada por l desde su funcin de rector se articul en gran medida en torno a esa representacin ideolgica.

    En un sentido, su iniciativa educativa apuntaba hacia la implantacin en el pas de la profesin de ingeniero: meta limitada por cierto, desde el punto de vista de una cultura cientfica ms amplia, ya que no contemplaba necesariamente ni una formacin demasiado es-pecializada en ninguna disciplina en particular, ni actividades de inves-tigacin original. Pero por otra parte, en un pas como la Argentina, en gran medida desprovisto de una significativa tradicin cientfica, la instauracin de una produccin local de ingenieros representaba una ambicin quizs desmedida en el contexto de las condiciones econ-micas y sociales circundantes, y por ende difcilmente realizable. Que esta tradicin profesional haya podido implantarse efectivamente en esos aos es un mrito de la gestin de Gutirrez. Sin embargo, el proyecto de Gutirrez tambin contemplaba la eventual realizacin de una meta mayor, que era la implantacin en el pas de una tradicin de enseanza cientfica a todos los niveles del sistema educativo, que permitiera prescindir eventualmente de la necesidad de traer profeso-res de Europa o los Estados Unidos para esas tareas: en consecuen-cia, la segunda parte de su proyecto consista en la creacin de un profesorado en ciencias exactas y naturales.

    La organizacin de los estudios cientficos superiores se realiz por etapas. En primer -y principal- lugar, Gutirrez propuso, y logr, que fuera aprobada por el gobierno provincial la creacin de un Depar-tamento de Ciencias Exactas en la Universidad de Buenos Aires, cuyo decreto de fundacin es de 1865. Para dirigir cada una de sus reas de especializacin, se contrat en Europa a tres profesores especiali-zados en ellas: Bernardino Speluzzi tuvo a su cargo la enseanza de matemticas puras, Emilio Rosetti la de matemticas aplicadas y Pellegrino Strobel la de historia natural. Este ltimo, sin embargo, me-nos de un ao despus de su llegada debi regresar a Italia por moti-

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    vos personales, siendo reemplazado por Giovanni (Juan) Ramorino. El programa del nuevo Departamento era muy ambicioso para la poca, como quedara demostrado con el transcurso de los aos. Consista de tres reas de especializacin: matemticas puras, matemticas aplicadas e historia natural, y cada una de stas contemplaba el dicta-do de cursos que cubrieran la totalidad de la disciplina. Por ejemplo, el programa de "matemticas puras" prevea el dictado de tres materias el primer ao: lgebra complementaria, geometra analtica y fsica matemtica elemental; en el segundo, otras tres: clculo diferencial, clculo integral y topografa; en el tercero, dos: mecnica racional y geodesia terica; en el cuarto: mecnica celeste y astronoma esfri-ca, y en quinto ao: anlisis superior y fsica matemtica. Todas estas materias deban ser dictadas por un solo profesor, en este caso Speluzzi, y, como era de esperar, los cursos de los dos ltimos aos del programa jams llegaron a dictarse.17 El Departamento de Cien-cias Exactas exiga como requisito de admisin haber cursado las materias que se dictaban en el Departamento de Estudios Preparato-rios: 2 aos de matemticas elementales y fsica experimenta!. En el perodo en que existi el Departamento de Ciencias Exactas, este pro-grama no experiment ninguna modificacin; las que se produjeron ocurrieron de hecho, sin dejar ninguna constancia formal. Otorgaba dos ttulos: el de ingeniero a aquellos alumnos que hubieren cursado los tres primeros aos del programa de matemticas puras, los 4 aos completos de matemticas aplicadas y los dos ltimos aos de historia natural; y el de profesor en matemticas puras al que hubiere cursado todo el programa de matemticas puras, ms la materia "geometra descriptiva". El segundo diploma no lleg a ser otorgado jams.

    La enseanza en el Departamento padeci todas las dificultades que eran de esperar en el contexto de un programa tan ambicioso encargado a un plantel acadmico tan exiguo. Durante todos los aos en que funcion, las quejas por las condiciones inadecuadas de traba-jo y por la falta de la ms mnima infraestructura son constantes.18 En

    17 Los programas de las otras dos reas eran: 1) matemticas aplicadas: 1er ao: geometra des-

    criptiva y dibujo arquitectnico; 2o ao: geometra descriptiva, construcciones, dibujo de arquitectu-ra y dibujo topogrfico; 3er ao: construcciones, dibujo de arquitectura y dibujo de construcciones; y 4o ao: mecnica aplicada y dibujo de mquinas. 2) historia natural: 1er ao: historia natural general; 2o ao: mineraloga especial, geognosia especial y geologa especial; 3er ao: geognosia especial, geologa especial y litrgica o geognosia aplicada y geologa aplicada.

    18 En 1870, tambin, Gutirrez escriba: "Entre los documentos relativos a la Facultad de Ciencias

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    1870, por ejemplo, Bernardino Speluzzi elevaba una nota al rector de la Universidad pidindole que reclamara ante el Gobierno Provincial los fondos para poder adquirir "aparatos de Fsica y Geodesia que an faltan a completar en lo indispensable la coleccin ya hecha".19 Ese mismo ao, al cumplirse el contrato de los profesores italianos, tam-bin hubo una protesta gremial cuando se enteraron de que los profe-sores alemanes contratados por Sarmiento para la provincia de Cr-doba percibiran el doble del sueldo que ellos: protesta secundada por Gutirrez y en el transcurso de la cual emergieron noticias de las con-diciones verdaderamente precarias en que se desenvolva la ense-anza del Departamento. Adems, en un comienzo, los mismos alum-nos se resistan a aceptar el nuevo programa: el primer ao de historia natural haba sido declarado obligatorio para todos los alumnos del Departamento de Estudios Preparatorios, y Gutirrez recordaba en su Memoria de 1870 cmo haba sido "la enseanza de la Historia Natu-ral, tan repugnada al principio por los discpulos a quienes se les haca obligatoria".

    Qu resultados obtuvo la fundacin de Gutirrez? El Departa-mento de Ciencias Exactas, si bien slo cumpli mitad de la funcin a la cual haba sido destinado por Gutirrez, ejerci sin embargo un pa-pel importante en la organizacin institucional de la enseanza cient-fica en la Argentina. No produjo profesores de matemticas puras, pero

    Exactas, se encuentra una nota y un presupuesto presentado por el seor Profesor Speluzzi, refe-rentes a la construccin de una pieza de albailera que se propone levantar sobre el segundo piso de esta casa, con el objeto de destinarse a un observatorio meteorolgico y para el ensayo y estu-dio de algunos instrumentos de ptica que necesitan un local especial. He dicho en las notas con que acompaaba las del seor Profesor Speluzzi que apoyaba su idea a pesar de lo que me repug-na hacer gastos de construccin en una casa tan Inadecuada como sta". En Gutirrez, J. M., op. c/'., Buenos Aires, 1871, pp. 10-11. 19

    Reproducida en Gutirrez, J. M., op. cit., Buenos Aires, enero de 1871, pp. 92-93. En esa misma nota Speluzzi emita los siguientes conceptos: "Entonces le dije que haba sido mi pensamiento en la eleccin de los instrumentos, el formar una coleccin que pudiese servir, no solamente a la enseanza, sino tambin a los estudios particulares; habiendo, por ejemplo, adquirido los aparatos magnticos transportables, los que permiten determinar con toda la exactitud que se puede exigir en la actualidad, los elementos del magnetismo en todo el territorio de la Repblica que hasta ahora, segn creo, no ha proporcionado ninguno de esa clase. Pero Buenos Aires est todava lejos de poseer el mnimum de instituciones cientficas que deben ser de adorno a una ciudad de tanta importancia, y aun su misma Universidad no tiene lo estrictamente necesario a la enseanza de las ciencias exactas, aunque limitada a los conocimientos bastantes para la cultura general". Nota de Speluzzi a Gutirrez, Buenos Aires, 16 de julio de 1870.

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    inici la enseanza de la ingeniara en la Argentina, y al formar un grupo de ingenieros locales,20 ms all de la importancia que aquel logro tuvo en s, contribuy por va indirecta a afianzar al minoritario sector de la sociedad argentina imeresado en la promocin de los es-tudios cientficos en el pas. Adems, al ofrecer una primera organiza-cin de los estudios cientficos a nivel universitario, impuso un patrn que establecera un punto de partida para todos los dems intentos llevados a cabo en ese sentido: tanto en sus zonas de xito, como en sus fracasos, sirvi como un proyecto piloto para otros intentos de tras-plante de la enseanza de las ciencias fsico-matemticas y naturales a suelo argentino. En Crdoba, apenas un par de aos ms tarde, Sarmiento utilizara la experiencia del Departamento de Ciencias Exac-tas como modelo al organizar la Academia de Ciencias en esa Univer-sidad. El profesorado cientfico imaginado por Gutirrez no emergi de esa experiencia acadmica, pero muchos de los ingenieros egresados de esa institucin volveran a las aulas como profesores ms adelante, estableciendo as una incipiente tradicin acadmica en la enseanza de las ciencias exactas: esta situacin no era la ptima, pero en el contexto social de la Argentina de entonces cumpla una funcin nada desdeable.

    Por ltimo, aunque modesto en sus metas como tambin en sus resultados, el proyecto de Gutirrez contempl una actividad que para la Argentina de su poca era casi utpica: en los contratos de todos los profesores trados de Europa, se estipulaba que durante las tempora-das de vacaciones, ellos deban llevar a cabo tareas de investigacin cientfica original. En medio de todas las dificultades de infraestructu-ra, de presupuesto y de desinters del medio, Gutirrez insisti en que se cumpliera con esa parte de lo acordado, y obtuvo fondos del gobier-no provincial para ese fin. En 1866-1867, entonces, Giovanni Ramorino dirigi una expedicin geolgica a lo largo de una porcin del trazado de la lnea del ferrocarril en la Provincia de Buenos Aires, expedicin

    20 El primer ingeniero se recibi en 1870. Entre esa fecha y 1902, se graduaron 303 ingenieros en el

    Departamento de Ciencias Exactas y en las distintas facultades que constituyeron la continuacin de sa. En cuanto a sus perspectivas laborales, no es un dato aleatorio el hecho de que su diploma los habilitara para ejercer el cargo de agrimensor pblico, funcin importante en la Argentina de la expansin ganadera. Tomo la cifra de egresados del trabajo de Amadeo. Jaime, "La Universidad condicionada: la Universidad de Buenos Aires y su lugar en el proyecto poltico del siglo XIX", Cuadernos del Centro de Investigaciones Educativas, No. 18, Buenos Aires, octubre de 1976, p. 43. Como elemento de comparacin, no est de ms recordar que entre 1826 y 1902 se graduaron 1.867 abogados en la Universidad de Buenos Aires, y entre 1824 y 1902, 1.467 mdicos.

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    repetida en 1869 por Emilio Rosetti, con el aadido de que l y sus alumnos tambin inspeccionaron los talleres de los Ferrocarriles y de la reparticin provincial de Aguas Corrientes. Estas eran, por supues-to, actividades muy modestas: se limitaban a relevar de una forma muy incompleta el terreno bonaerense, recolectando restos fsiles para los museos universitario y bonaerense, y estudiando la disposicin geolgica de los terrenos descubiertos por las obras de construccin ferroviaria. Sin embargo, el argumento de Gutirrez era probablemen-te el correcto cuando aseveraba, en defensa de su idea de promover algunos trabajos locales de investigacin, que:

    Estos indispensables conocimientos, como otros muertos que slo las ciencias aplicadas pueden proporcionar al trabajo y al capital para su provecho, deben naturalmente adquirirse y acumularse poco a poco, en un largo perodo de tiempo y bajo un plan progresivo y sin interrup-ciones. Es preciso dar a esta tarea un punto de partida, comenzar al-guna vez, sin que nos arredre la falsa vergenza de comenzar con poco y de hacer pblica la debilidad de nuestras fuerzas en algunos ramos de nuestra sociabilidad, porque esta insuficiencia no es tanto culpa nuestra cuanto de nuestra raza, de la prolongada situacin colo-nial de estos pases y de la educacin meramente escolstica que re-cibieron los hombres benemritos que iniciaron la revolucin, y cuyo influjo sentimos todava tanto en lo bueno como en lo pernicioso.21

    Lo mismo pudo haber dicho Gutirrez acerca del Departamento de Ciencias Exactas: "es preciso dar a esta tarea un punto de partida, comenzar alguna vez [...]". La importancia de esta experiencia para la historia de la ciencia en la Argentina reside precisamente en esta no-cin de dar un comienzo, sin importar cuan modesto fuera: con tres profesores, sin recursos y con pocos y reacios alumnos, se inici la enseanza de las ciencias naturales y exactas en la educacin supe-rior argentina.

    21 Citado en Bidau, Eduardo L. y Norberto Pinero, Historia de la Universidad de Buenos Aires. Bue-

    nos Aires, 1888, pp. 160-161.

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