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“Hegemonía y Estrategia Socialista: Hacia una radicalización de la democracia” Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (resumen completo) Prefacio a la segunda edición en español Para percibir la distancia epocal entre el comienzo de los años ochenta, cuando este libro fue originariamente escrito, y el presente, tan sólo hay que recordar que, en aquel tiempo, el eurocomunismo era to¬davía visto como un proyecto político viable que iba más allá tanto del leninismo como de la socialdemocracia, en tanto que, a partir de entonces, los debates principales de los intelectuales de la izquierda han sido aquellos centrados en los nuevos movimientos sociales, en el multi-culturalismo, en la globalización y en la desterritorialización de la economía, y en el conjunto de problemas vinculados con la cuestión de la posmoderni¬dad. El modo de los autores al tratar la tradición marxista fue enteramente diferente, y podría quizás formularse en términos de la distinción husserliana entre "sedi¬mentación" y "reactivación". Para los autores la reactivación debe mostrar la contingen¬cia originaria de aquellas síntesis que las categorías marxistas intentaban esta¬blecer. Ellos no se adhieren a las nociones de "clase", la tríada de ni¬veles (lo económico, lo político y lo ideológico) o la contradicción entre fuerzas y relaciones de producción como fetiches sedimentados, lo que intentaron fue revivir las precondiciones que hicieron posible su operatividad dis¬cursiva, y se preguntaron acerca de su continuidad o discontinuidad en el capitalismo contemporáneo. Para los autores elefecto teórico perdurable del leninismo ha sido una gran empobrecimiento del campo de la diversidad marxista. Sólo el ejemplo aislado de Grams¬ci, escribiendo desde las cárceles mussolinianas, puede ser citado como un punto de partida cuyo nuevo arsenal de conceptos —guerra de posición, blo¬que histórico, voluntad colectiva, liderazgo intelectual y moral— es el punto de partida de las reflexiones que se encuentra en el texto. Releer la teoría marxista a la luz de los pro¬blemas contemporáneos implica necesariamente deconstruir las categorías

hegemonia del marxismo y su crisis

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Sobre la crisis del marxismo y su mejora en la aplicacion

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Hegemona y Estrategia Socialista: Hacia una radicalizacin de la democraciaErnesto Laclau y Chantal Mouffe (resumen completo)

Prefacio a la segunda edicin en espaol

Para percibir la distancia epocal entre el comienzo de los aos ochenta, cuando este libro fue originariamente escrito, y el presente, tan slo hay que recordar que, en aquel tiempo, el eurocomunismo era todava visto como un proyecto poltico viable que iba ms all tanto del leninismo como de la socialdemocracia, en tanto que, a partir de entonces, los debates principales de los intelectuales de la izquierda han sido aquellos centrados en los nuevos movimientos sociales, en el multi-culturalismo, en la globalizacin y en la desterritorializacin de la economa, y en el conjunto de problemas vinculados con la cuestin de la posmodernidad.El modo de los autores al tratar la tradicin marxista fue enteramente diferente, y podra quizs formularse en trminos de la distincin husserliana entre "sedimentacin" y "reactivacin".Para los autores la reactivacin debe mostrar la contingencia originaria de aquellas sntesis que las categoras marxistas intentaban establecer. Ellos no se adhieren a las nociones de "clase", la trada de niveles (lo econmico, lo poltico y lo ideolgico) o la contradiccin entre fuerzas y relaciones de produccin como fetiches sedimentados, lo que intentaron fue revivir las precondiciones que hicieron posible su operatividad discursiva, y se preguntaron acerca de su continuidad o discontinuidad en el capitalismo contemporneo.Para los autores elefecto terico perdurable del leninismo ha sido una gran empobrecimiento del campo de la diversidad marxista.Slo el ejemplo aislado de Gramsci, escribiendo desde las crceles mussolinianas, puede ser citado como un punto de partida cuyo nuevo arsenal de conceptos guerra de posicin, bloque histrico, voluntad colectiva, liderazgo intelectual y moral es el punto de partida de las reflexiones que se encuentra en el texto.Releer la teora marxista a la luz de los problemas contemporneos implica necesariamente deconstruir las categoras centrales de esa teora. Esto es lo que ha sido denominado posmarxismo.Los problemas de una sociedad globalizada y regida por la informacin son impensables a partir de los dos paradigmas que han gobernado el campo de la discursividad marxista: primero el hegeliano yms tarde el naturalista.El enfoque de los autores se funda en privilegiar el momento de la articulacin poltica, y la categora central del anlisis poltico es, de acuerdo a su perspectiva, la hegemonaEl posestructuralismo es el terreno en el que los autores han encontrado la principal fuente de su reflexin terica y, dentro del campo posestructuralista, la deconstruccin y la teora lacaniana han tenido una importancia decisiva en la formulacin de su enfoque acerca de la hegemona.

Las articulaciones poltico hegemnicas crean retrospectivamente los intereses que ellas dicen representar.La "hegemona" tiene condiciones de posibilidad muy precisas, tanto desde el punto de vista de lo que una relacin requiere para ser concebida como hegemnicacomo desde la perspectiva de la construccin de un sujeto hegemnico.En el texto se muestra cmo, histricamente, la categora de hegemona fue originariamente elaborada en la social-democracia rusa como intento de referirse a una intervencin poltica autnoma, que fue posible por la dislocacin estructural entre actores y tareas democrticas resultante del desarrollo tardo del capitalismo en Rusia.La relacin hegemnica tiene, sin duda, una dimensin universalista, no es el resultado de una decisin contractual.Las rearticulaciones hegemnicas comienzan al nivel de la sociedad civil. No se asemeja a la nocin marxista del proletariado como clase universal, puesto que no resulta de una reconciliacin humana final que conducira a la extincin del Estado y al fin de la poltica; el vnculo hegemnico es, por el contrario, constitutivamente poltico.El enfoque de los autores concibe a la universalidad como universalidad poltica y, en tal sentido, como dependiente de las fronteras internas de la sociedad. Esto conduce a lo que es quizs el argumento central del libro, que se vincula con la nocin de antagonismoLa sociedad se constituye en torno a sus lmites, que son lmites antagnicos, y la nocin de lmite antagnico debe ser concebida literalmente, es decir, que no hay "astucia de la raznEl antagonismo est, sin duda, en el centro de la actual relevancia de su enfoque, tanto al nivel terico como poltico.En lugar de una reformulacin del proyecto socialista, a lo que hemos asistido en la ltima dcada ha sido al triunfo delneoliberalismo, cuya hegemona ha pasado a ser tan generalizada que ha tenido incluso un efecto profundo en la propia identidad de la izquierda.Con la excusa de la "modernizacin", un creciente nmero de partidos socialdemcratas ha abandonado su identidad de izquierda para redefinirse, de modo eufemstico, como "centroizquierda"Hoy en da se habla mucho de la democratizacin de la democracia, lo que parece coincidir con la idea de democracia radical y plural de los autores. La gran diferencia es que los autores no conciben un terreno neutral.Es importante entender que la democracia liberal no es el enemigo a destruir para crear, a travs de la revolucin, una sociedad enteramente nueva. El problema con las democracias liberales actualmente existentes no es con sus valores constitutivos cristalizados en los principios de libertad e igualdad para todos, sino con el sistema de poder que redefine y limita la operacin de esos valores.Explorar el llamado "mundo globalizado" a travs de la categora de hegemona elaborada en este libro puede ayudarnos a entender que la presente coyuntura, lejos de reflejar el nico orden social natural o posible, es la expresin de una cierta configuracin de las relaciones de poder.La izquierda debe comenzar a elaborar una alternativa creble frente al orden neoliberal, en lugar de tratar simplemente de administrar a este ltimo de un modo ms humano.Habermas y sus seguidores han propuesto un modelo de democracia deliberativa, con el cual los autores contrastan su teora, ya que encuentran ciertas similitudes con su idea dedemocracia radical. Concuerdan en que ambos enfoques critican el modelo agregativo de democracia, que reduce el proceso democrtico a la expresin de intereses y preferencias manifestados a travs de un voto que selecciona a los lderes que llevarn a cabo las polticas escogidas. Ambos tambin objetan que sta es una visin empobrecida de la poltica democrtica, que no reconoce el modo en que las identidades polticas.Tambin coinciden en la necesidad de tener en cuenta la pluralidad de voces que una sociedad democrtica abarca, y en el requerimiento de una ampliacin del campo de las luchas democrticas.El principal punto de divergencia es que los habermasianos no toman la nocin de antagonismo.Para los autores una esfera pblica, sin exclusiones y dominada enteramente por la argumentacin racional, es una imposibilidad conceptual.Es vital para la poltica democrtica reconocer que toda forma de consenso es el resultado de una articulacin hegemnica, y que siempre existir una exterioridad que impedir su realizacin plena.Una de las tesis centrales del texto, es la necesidad de crear una cadena de equivalencias entre las varias luchas democrticas y en contra de las diferentes formas de subordinacin. Las luchas contra el sexismo, el racismo, la discriminacin sexual, y en defensa del medio ambiente necesitan ser articuladas con las de los trabajadores en un nuevo proyecto hegemnico de la izquierda.

Prefacio a la edicin en espaol

Tres cuestiones han sido dominantes en los debates que se presentan en el libro: la crtica al esencialismofilosfico, el nuevo papel asignado al lenguaje en la estructuracin de las relaciones sociales y la deconstruccin de la categora de sujeto en lo que respecta a la constitucin de las identidades colectivas.El discurso de los autores se liga a la llamada crisis del marxismo.Tambin toman del pensamiento de Gramsci algunas ideas que son fundamentales para poder formar su concepcin de hegemona.

Introduccin

El pensamiento de izquierda se encuentra hoy en una encrucijada. Las "evidencias" del pasado las formas clsicas de anlisis y clculo poltico, la determinacin de la naturaleza de las fuerzas en conflicto, el sentido mismo de las propias luchas y objetivos- aparecen seriamente cuestionadas por una avalancha de transformaciones histricas que ha hecho estallar el terreno en el que aqullas se haban constituido.La proliferacin de luchas se presenta, en primer trmino, como un "exceso" de lo social respecto a los cuadros racionales y organizados de "la sociedad.Las nuevas formas que ha asumido la conflictividad social han hecho tambin entrar en crisis otros marcos tericos y polticos: los discursos clsicos de izquierda y sus modos caractersticos de concebir a los agentes de cambio social, a la estructuracin de los espacios polticos y a los puntos privilegiados de desencadenamiento de las transformaciones histricas.La misma riqueza y pluralidad de las luchas sociales contemporneas ha generado una crisis terica.El hilo conductor del anlisis de los autores lo han constituido las transformaciones del concepto de hegemona, en tantosuperficie discursiva y punto fundamental de la teorizacin poltica marxista. La conclusin que tienen los autores es que detrs del concepto de hegemona se esconde ms que un tipo de relacin poltica complementario de las categoras bsicas de la teora marxista.En los ltimos dos captulos, lo autores argumentan que es la expansin y determinacin de la lgica social implcita en el concepto de hegemona, la que provee de un anclaje a partir del cual las luchas sociales contemporneas son pensables en su especificidad, a la vez que permite bosquejar una nueva poltica de izquierda, fundada en el proyecto de una radicalizacin de la democracia.La aproximacin a los textos marxistas tratados en el libro, ha sido un intento de rescatar su pluralidad, las numerosas secuencias discursivas en buena medida heterogneas y contradictorias que constituyen su trama y su riqueza, y que son la garanta de su perduracin como punto de referencia del anlisis poltico.

1.- Hegemona: genealoga de un concepto

El concepto de hegemona no surgi para definir un nuevo upo de relacin en su identidad especfica, sino para llenar un hiato que se haba abierto en la cadena de la necesidad histrica.La hegemona no ser el despliegue majestuoso de una identidad, sino la respuesta a una crisis.El concepto de hegemona, aun en sus humildes orgenes en la socialdemocracia rusa, aluda ya a un tipo de intervencin contingente requerida por la crisis o el colapso de lo que hubiera sido un desarrollo histrico normal.Con Gramsci, el trmino habr de adquirir un nuevotipo de centralidad que trasciende sus usos tcticos o estratgicos: hegemona es ahora el concepto clave para la comprensin del tipo mismo de unidad existente en toda formacin social concreta.

Los dilemas de Rosa Luxemburgo

Rosa Luxemburgo, en su libro Huelga de masas, partido y sindicatos, discute un tema preciso: la eficacia y el sentido de la huelga de masas como herramienta poltica, lo que implica la consideracin de dos problemas vitales para la causa socialista: la unidad de la clase obrera y el curso de la revolucin en Europa.La unidad entre lucha econmica y lucha poltica -es decir, la unidad de la clase obrera en cuanto tal- es la resultante del movimiento de realimentacin e interaccin. Pero, a su vez, este movimiento no es otra cosa que el proceso mismo de la revolucin.El espectculo dominante es la fragmentacin entre distintas categoras de obreros, entre diversos movimientos reivindicativos, entre lucha econmica y lucha poltica.Rosa Luxemburgo trata de minimizar las diferencias entre los proletariados ruso y alemn, mostrando la existencia de zonas de pobreza y ausencia de organizacin en numerosos sectores de la clase obrera alemana, a la vez que la presencia de fenmenos inversos en los sectores ms avanzados del proletariado ruso.En lo que se refiere al mecanismo constitutivo de la unidad de la clase, la posicin de Rosa Luxemburgo es clara: en la sociedad capitalista la clase obrera est necesariamente fragmentada, y la recomposicin de su unidad slo se da en el proceso mismo de la revolucin.Lo que est en juegono es tan slo la complejidad y variedad propias de una dispersin de luchas, cuando es contemplada desde el punto de mira de un analista o un dirigente poltico, sino tambin la constitucin de la unidad del sujeto revolucionario a partir de dicha complejidad y variedadHay que concentrarse no slo en la pluralidad de las formas de lucha, sino tambin en las relaciones que stas establecen entre s y en los efectos unificantes que se siguen de las mismas.El punto ms alto del anlisis de Rosa Luxemburgo es que la unidad de la clase obrera es una unidad simblica.Por una parte, los anlisis de Rosa Luxemburgo han multiplicado los puntos de antagonismo y formas de lucha, los que en el texto se comienzan a llamar posiciones de sujeto.Por otra parte ha propuesto a la sobredeterminacin simblica como mecanismo concreto de unificacin de las mismas. A la unidad que hace referencia Luxemburgo es una unidad de clase.Rosa Luxemburgo tiene una lgica de espontanesmo, la cual es una lgica del smbolo en tanto opera, precisamente, a travs de la subversin de todo sentido literal. La lgica de la necesidad es una lgica de lo literal: opera a travs de fijaciones que, justamente por ser necesarias, establecen un sentido que elimina cualquier variacin contingente.La relacin entre ambas lgicas es una lgica de fronteras, que pueden expandirse en una u otra direccin, pero que no logran nunca superar el dualismo irreductible que se ha introducido en el anlisis.El concepto de hegemona surgir en un contexto dominado por la experiencia no slo de lafragmentacin, sino tambin de la indeterminacin de las articulaciones entre distintas luchas y posiciones de sujeto, y como intento de proveer una respuesta socialista.La funcin de la teora no era la de elaborar intelectualmente las tendencias observables a la fragmentacin y a la dispersin, sino, al contrario, garantizar el carcter transitorio de dichas tendencias. Hay as una escisin entre teora y prctica que es claramente el sntoma de una crisis.

El grado cero de la crisis

La lucha de clases es un tpico documento kautskiano, que presenta una unidad no es posible quebrar entre teora, historia y estrategia, el cual es extremadamente ingenuo y simplista.Kautsky presenta una teora de la creciente simplificacin de la estructura social y de los antagonismos en el interior de la misma.La simplicidad del paradigma kautskiano consiste en una simplificacin del sistema de diferencias estructurales constitutivo de la sociedad capitalista.Para Kautsky la unidad de la clase obrera es el punto de partica: es por un clculo econmico que la clase obrera lucha en el plano poltico.Kautsky simplifica el significado de todo elemento o antagonismo social al reducirlo a una localizacin estructural especfica, fijada de antemano por la lgica del modo de produccin capitalista.El texto de Kautsky no se presenta como una intervencin destinada a desentraar el sentido latente de la historia, sino como la sistematizacin y generalizacin de una experiencia transparente.En 1898, Thomas Masaryk acuar una expresin que pronto habra depopularizarse: la "crisis del marxismo". Esta crisis, que constituir el trasfondo de todos los debates marxistas desde fines del siglo hasta la guerra, aparece dominada por dos momentos fundamentales: la nueva conciencia de la opacidad de lo social, de las complejidades y resistencias de un capitalismo crecientemente organizado, y la fragmentacin de las distintas posiciones de los agentes sociales respecto a la unidad que, de acuerdo al paradigma clsico, hubiera debido existir entre las mismas.

Primera respuesta a la crisis: la constitucin de la ortodoxia marxista

La ortodoxia marxista, tal como se constituye en Kautsky y Plejnov, no es la simple continuacin del marxismo clsico.La teora ya no cumple la funcin de sistematizar tendencias histricas observables, sino la de erigirse en garanta de una futura coincidencia entre estas tendencias y el tipo de articulacin social postulado por el paradigma marxista. El campo de constitucin de la ortodoxia es el campo de una escisin creciente entre teora marxista y prctica poltica de la socialdemocracia.La grieta abierta en la identidad de la clase, la creciente dislocacin entre las distintas posiciones de sujeto de los obreros, slo sern superadas por un futuro movimiento de la infraestructura, cuyo advenimiento est garantizado por la ciencia marxista.La influencia darwiniana ha sido con frecuencia presentada como sustituto, en el marxismo vulgar, de la dialctica hegeliana; pero la verdad es, por el contrario, que en la concepcin ortodoxa hegelianismo y darwinismo se combinaron para formar un hbridoque pudiera satisfacer los requerimientos estratgicos.El campo de la poltica slo puede ser una superestructura en la medida en que es un campo de lucha entre agentes cuya identidad, concebida bajo la forma de "intereses", se ha constituido en otro plano.El paradigma ortodoxo postula una estrategia de reconocimiento.Dentro de lo que se ha analizado hay un rasgo en comn la reduccin de lo concreto a lo abstracto. Es precisamente porque lo concreto es as reducido a lo abstracto que la historia, la sociedad y los agentes sociales tienen, para la ortodoxia, una esencia que opera como principio de unificacin de los mismos.Desde 1881 Kautsky haba afirmado: "Nuestra tarea no es organizar la revolucin, sino organizamos para la revolucin; no hacer la revolucin, sino aprovecharnos de ella".Kautsky conceba a la lucha proletaria como una guerra de desgaste (concepto de l). Esta guerra de desgaste se refiere al conjunto de acciones polticas que la clase obrera haba llevado a cabo desde la dcada de 1860. La guerra de desgaste supone tres cosas: 1) la identidad preconstituida de la clase obrera, que no modifica en ningn sentido esencial su identidad a travs de esa lucha; 2) una identidad igualmente preconstituida de la burguesa, que acrecienta o reduce su capacidad de dominio, pero que bajo ninguna circunstancia cambia de naturaleza en dicho proceso; 3) una lnea de desarrollo prefijada, que da sentido tendencial a la guerra de desgaste.Un reformista como Guglielmo Perrero poda ironizar26 acerca de la pretensin ortodoxa de presentar almarxismo como un campo terico coherente y homogneo: finalmente, si la doctrina era heterognea y eclctica, eso, para l, afectaba poco la materialidad de una prctica social que estaba sancionada por el conjunto de las instituciones proletarias y que, en la controversia en torno al revisionismo, comenzaba a establecer relaciones de exterioridad con la teora.En Plejnov encontramos una formulacin de los principios de la ortodoxia marxista infinitamente ms rgida que en Kautsky. A l se debe la expresin "materialismo dialctico".Las tendencias ms creativas dentro de la ortodoxia se esforzaron por limitar los efectos de la "lgica de la necesidad", pero el resultado inevitable es que instalaron su discurso en un permanente dualismo, que escindi a aqul entre una lgica de la necesidad que produca cada vez menos efectos en trminos de poltica prctica, y una lgica de la contingencia, que, al no determinar su especificidad, era incapaz de pensarse a s misma tericamente.La teora marxista no puede ser el sistema completo y armonioso del mundo que Plejnov presentaba y que slo es pensable en un modelo cerrado.Los austromarxistas eran conscientes de los obstculos que se oponan a la unidad de la clase obrera en la doble monarqua y de que esta unidad dependa de una constante iniciativa poltica. De ah que percibieran bien lo que, desde otra perspectiva, sera descrito en la tradicin leninista como "desarrollo desigual y combinado".El repensamiento del marxismo en clave kantiana produca varios efectos liberadores: ampliaba la audiencia delsocialismo en tanto la justicia de sus postulados poda plantearse en trminos de una universalidad que trascendiera los lmites de clase; rompa con la concepcin naturalista de las relaciones sociales.

Segunda respuesta a la crisis: el revisionismo

La respuesta ortodoxa a la "crisis del marxismo" consisti, pues, en la superacin de la escisin entre "tendencias observables del capitalismo" y "teora" a travs de la afirmacin intransigente de la validez de la segunda y del carcter artificial o transitorio de las primeras.La diferencia entre reformismo y revisionismo es que lo esencial en la prctica reformista es el quietismo poltico y el encerramiento corporativo de la clase obrera, El dirigente reformista intenta defender las conquistas e intereses inmediatos de la clase y tiende, por tanto, a considerar a sta como a un sector segregado, dotado de identidad y fronteras perfectamente definidas.El reformismo no se identifica con ninguno de los dos trminos en la alternativa revisionismo/ortodoxia, sino que corta transversalmente a ambos.El punto central de divergencia es que, mientras para los ortodoxos la superacin de la fragmentacin y divisin propias de la nueva etapa capitalista haba de ser la resultante de un movimiento de la infraestructura, para el revisionismo haba de resultar de una intervencin poltica autnoma.En sus mejores momentos el revisionismo fue un esfuerzo real por romper con el aislamiento corporativo de la clase obrera.Bernstein habla de la necesidad de un rgano de la lucha de clases que mantenga unida a latotalidad de la clase pese a la fragmentacin resultante de los diferentes empleos; este rgano es la socialdemocracia como partido poltico.El partido socialdemcrata debe ser un partido de todos los oprimidos y no slo de los obreros, por el otro concibe a esta unidad como la de un conjunto de sectores que aceptan el punto de vista de los obreros y que los reconocen como la clase dirigente.Para Bernstein el argumento acerca de la especificidad de los puntos de ruptura y avance democrtico est de hecho ligado a la postulacin de una perspectiva gradualista.l no niega la cientificidad de una parte del marxismo, pero s se niega a extender esta cientificidad hasta el punto de constituir un sistema cerrado, que abarque tanto los aspectos cientficos como la prediccin poltica.El concepto de evolucin juega un rol capital en el discurso bernsteineano: es, en realidad, el concepto fundamental a partir del cual todo su esquema histrico adquiere coherencia.Para la ortodoxia el problema era claro: el Estado era un instrumento de la dominacin de clase y la socialdemocracia slo poda participar en sus instituciones a los efectos de difundir su ideologa y defender y organizar a la clase obrera.Bernstein ve el problema desde el ngulo opuesto: el incremento del poder econmico de la clase obrera, el desarrollo de la legislacin social, la "humanizacin" del capitalismo, estn conduciendo a una "nacionalizacin" de la clase obrera; el obrero ya no es tan slo un proletario: pasa a ser tambin un ciudadano.

Tercera respuesta a la crisis: elsindicalismo revolucionario

La consideracin del revisionismo nos ha conducido al punto en que Bernstein se enfrenta al mismo dilema que el conjunto de las corrientes ortodoxas: la infraestructura es incapaz de asegurar, en el presente, la unidad de la clase.El sindicalismo revolucionario, que constituy un tercer tipo de respuesta a la "crisis del marxismo".Las transformaciones sociales no son para Sorel procesos cuya positividad est garantizada, sino que estn penetradas por la negatividad como uno de sus desenlaces posibles; a una forma de sociedad no se opone tan slo otra, sino tambin una perspectiva muy diferente: la de su desintegracin y decadencia.Lo que atraer a Sorel en el marxismo no es una teora de la estructura necesaria del devenir histrico, sino la teora de la formacin de un nuevo agente -el proletariado- capaz de operar como fuerza aglutinante que reconstituya en torno a s una forma ms alta de civilizacin y detenga la declinacin de la sociedad burguesa.Para Sorel el marxismo no es slo el anlisis cientfico de la sociedad; es tambin la ideologa que unifica al proletariado y da sentido tendencial a sus luchas.Lo que impresiona en Sorel es la radicalidad de su aceptacin de las consecuencias de la "crisis del marxismo".La filosofa de Sorel ser una filosofa de la accin y la voluntad.La conciencia de la escisin es para Sorel una conciencia jurdica, es a travs de la conciencia de un conjunto de derechos que oponen al proletariado a la clase adversaria, y de la constitucin de un conjunto de instituciones que losconsoliden, como Sorel ve el proceso de constitucin de una subjetividad revolucionaria. Sorel es partidario de la democracia y de la lucha poltica del proletariado y considera incluso la posibilidad de que la clase obrera a la que nada une econmicamente a los sectores medios pueda ser un polo de reagrupamiento poltico para estos ltimos.En la tercera etapa de su pensamiento Sorel pasa a ser un enemigo decidido de la democracia; en realidad, ve en ella el principal responsable de esa fragmentacin y dispersin de posiciones de sujeto con la que el marxismo se enfrentaba desde fines de siglo. Era necesario, a todo precio, volver a la escisin y reconstituir a la clase como sujeto unitario. La va soreliana para lograrlo fue, como es sabido, el repudio de la lucha poltica y el mito sindicalista de la huelga general.La "huelga general" sindicalista o la "revolucin" de Marx son mitos en tanto funcionan como puntos ideolgicos de condensacin de una identidad proletaria constituida a partir de una dispersin de posiciones de sujeto.Para Sorel la posibilidad de una divisin dicotmica de la sociedad no se da como dato de la estructura social, sino como construccin al nivel de los "factores morales" de los enfrentamientos entre los grupos.La influencia de Sorel se ejerci en una gran variedad de direcciones, fue por ejemplo, una de las influencias decisivas en la constitucin del pensamiento gramsciano.Ni Lenin ni Trotski fueron capaces de poner en cuestin el carcter clasista necesario de los agentes sociales. Solamente en Gramsci las dostradiciones confluyen a travs de su concepto de "bloque histrico", en el que se rene en una nueva sntesis el concepto de "hegemona", que viene del leninismo, y el concepto de "bloc", que viene de Sorel.

2.- Hegemona: el difcil nacimiento de una nueva lgica poltica

Es necesario establecer la relacin existente entre el doble vaco que hemos visto surgir en el discurso esencialista de la Segunda Internacional y el peculiar desajuste de etapas respecto al cual la problemtica de la hegemona habr de constituir una respuesta poltica.En primer trmino, ese doble vaco se presenta bajo la forma de un dualismo: el discurso que lo instituye no pretende determinar grados diferenciales de efectividad en el interior de una topografa de lo social, sino poner lmites a la capacidad abarcante y determinante de toda estructura topogrfica.En segundo lugar, este aparente dualismo responde, segn vimos, a la imposibilidad de encontrar en la determinacin estructural un fundamento al tipo e lgica poltica que permite combatir en el presente las tendencias a la fragmentacin.En tercer lugar la unidad clasista de los agentes sociales se fundaba, en el discurso de la Segunda Internacional, en bases crecientemente dbiles y que consistan en un juego de espejos: la fragmentacin econmica no lograba constituir la unidad de clase y reenviaba a la recomposicin poltica; pero la recomposicin poltica no poda fundar el carcter clasista necesario de los agentes sociales.La hegemonizacin de una tarea o de un conjunto de fuerzas polticas pertenece al campo dela contingencia histrica.En los escritos de Plejnov y Axelrod, el trmino "hegemona" es introducido para describir el proceso por el cual la impotencia de la burguesa rusa para llevar a cabo las que hubieran sido sus tareas "normales" de lucha por la libertad poltica, obligaba a la clase obrera a intervenir decisivamente en la realizacin de las mismas.La especificidad de la relacin hegemnica en el discurso de la socialdemocracia rusa. "Hegemona" designa en l, ms que una relacin, un espacio dominado por la tensin entre dos relaciones muy diferentes: a) la relacin entre la tarea hegemonizada y la clase que es su agente "natural", y b) la relacin entre la tarea hegemonizada y la clase que la hegemoniza.Basta observar ambas relaciones detenidamente para advertir que no se articulan lgicamente en ningn punto.

La "alianza de clases": entre democracia y autoritarismo

La concepcin de exterioridad del vnculo hegemnico respecto de la identidad clasista de los agentes no es privativa, desde luego, del trotskismo, sino que caracteriza al conjunto de la tradicin leninista. Para el leninismo, la hegemona es considerada como direccin poltica en el seno de una alianza de clases.Las clases, a travs de sus partidos representativos, se unen, bajo el liderazgo de una de ellas, en una alianza contra el enemigo comn. Pero esta unidad circunstancial no afecta la identidad de las clases componentes de la alianza, identidad que es concebida bajo la forma de "intereses" que, en ltima instancia, son estrictamente incompatibles.La identidad delos agentes sociales, concebida racionalmente bajo la forma de intereses, y la transparencia de los medios de representacin respecto de lo representado, son las dos condiciones que permiten fundar la exterioridad del vnculo hegemnico.La relacin hegemnica supone una concepcin de la poltica que es potencialmente ms democrtica que nada que hayamos encontrado en la tradicin de la Segunda Internacional.

Si la democratizacin de la lucha de masas depende de la proliferacin de puntos de ruptura que desborden los lmites de clase, el autoritarismo poltico surge a partir del momento en que, para fundar el carcter hegemnico necesario de la clase, se establece una distincin entre dirigentes y dirigidos en el seno de los movimientos de masas.En este punto los autores plantean las condiciones de una prctica democrtica y de una prctica autoritaria de la hegemona que permitan superar, en una direccin o en otra, la ambigedad inicial.Prctica democrticaEl campo de la recomposicin hegemnica es, potencial-mente, un campo de profundizacin y expansin de la prctica poltica socialista. Sin hegemona, la prctica socialista slo puede concentrarse en las reivindicaciones e intereses de la clase obrera.la profundizacin de una prctica democrtica de masas que eluda la manipulacin vanguardista y rompa con el carcter externo de la relacin entre hegemona clasista y tareas democrticas slo puede verificarse en la medida en que se rechace el carcter clasista necesario de estas ltimas y se renuncie radicalmente el etapismo. Al romper con lafijacin de las tareas democrticas a una etapa burguesa, se elimina el obstculo a una relacin permanente entre democracia y socialismo. A partir de esto suceden cuatro consecuencias fundamentales:1.- La propia identidad de las clases es transformada por las tareas hegemnicas que ellas asumen.2.- En la medida en que las demandas democrticas pierden su carcter necesario de clase, el campo de la hegemona deja de ser una maximizacin de efectos fundados en un juego suma-cero entre las clases.3.- El campo de la poltica no puede ser ya ms considerado como "representacin de intereses".4.- En la medida en que la identidad de los agentes sociales deja de estar referida exclusivamente a su insercin en las relaciones de produccin y pasa a ser el resultado de la articulacin precaria entre varias posiciones de sujeto, es la identificacin misma entre agentes sociales y clases lo que esta implcitamente cuestionado.

Prctica autoritaria

Es necesario fijar a priori el sentido clasista de cada reivindicacin o tarea.Mientras que la prctica democrtica de la hegemona conduce a poner crecientemente en cuestin la transparencia del proceso de representacin, la prctica autoritaria ha sentado las bases para transformar a la relacin de representacin en el mecanismo poltico fundamental.La divisionaria de aguas gramsciana:La especificidad del pensamiento gramsciano es presentada de dos maneras distintas y contradictorias:1) Una concepcin afirma, a partir de las contradicciones italianas en la era de Gramsci, que este habra sido unterico original y un estratega poltico del desarrollo desigual, pero que sus conceptos tienen poca relevancia para las condiciones de un capitalismo maduro.2) Una segunda concepcin, hace de l un terico de la revolucin en Occidente, cuya visin estratgica estara fundada en la comprensin de la complejidad de las civilizaciones industriales avanzadas y de la densidad que adquieren en ellas las relaciones sociales y polticas.La innovacin terica de Gramsci se ubica en un plano ms general, que hace posibles esas dos lecturas.Lo radicalmente nuevo en su obra es:1) Ampliacin del terreno atribuido a la recomposicin poltica y a la hegemona.2) Teorizacin de la naturaleza del vnculo hegemnico que va ms all de la categora leninista de alianza de clases.Desplazamientos de la teora gramsciana con respecto al marxismo:1) Primer desplazamiento: Movimiento del plano poltico al plano intelectual y moral para explicar la alianza de clases leninista.- Liderazgo poltico: puede establecerse sobre la base de una coincidencia coyuntural de intereses que mantenga separada a identidad de los sectores intervinientes.- Liderazgo intelectual y moral: supone la existencia de un conjunto de ideas o valores que son compartidos por varios sectores. As este tipo de liderazgo constituye para Gramsci una voluntad colectiva que, a travs de la ideologa, para a ser el cemento orgnico unificador de un bloque histrico.- As una serie nueva de relaciones entre los grupos (los que constituyen la antigua alianza de clases leninista) esdefinida conceptualmente a la vez que se seala el terreno preciso de su constitucin: la ideologa.2) Segundo desplazamiento: concepcin acerca de la materialidad de la ideologa.- Ideologa: para Gramsci, es un todo orgnico y relacional, encarnado en aparatos e instituciones que suelda en torno a ciertos principios articulatorios bsicos la unidad de un bloque histrico.- Con los conceptos de bloque histrico y de la ideologa como cemento que lo unifica, se introduce una nueva categora totalizante que supera la antigua distincin base/superestructura.3) Tercer y ms importante- desplazamiento: la ruptura con la problemtica reduccionista de la ideologa.- Los sujetos polticos no son para Gramsci clases sino voluntades colectivas complejas -> la voluntad colectiva resulta, as, de la articulacin poltico ideolgica de fuerzas histricas dispersas y fragmentadas.- Los elementos ideolgicos articulados por la clase hegemnica no tienen una pertenencia de clase necesaria ->la ideologa orgnica no representa una visin puramente clasista y cerrada del mundo, sino que est constituida sobre la base de elementos que no tienen una pertenencia de clase necesaria.A pesar de los avances tericos y conceptuales de Gramsci, su construccin reposa sobre una concepcin finalmente incoherente que no logra superar planamente el dualismo del marxismo clsico: para el incluso si los diversos elementos sociales tienen una identidad tan slo relacional tiene que haber siempre un principio unificante en toda formacin hegemnica, y ste debe ser referidoa una clase fundamental.Es decir, que la hegemona de la clase no es enteramente prctica y resultante de la lucha, sino que tiene en su ltima instancia un fundamento ontolgico.La lucha poltica sigue siendo en el anlisis de Gramsci un juego suma cero entre las clases. ste es el ltimo ncleo esencialista que contina presente en su pensamiento y que pone en l un lmite a la lgica reconstructiva de la hegemona.Esta ambigedad fundamental se ve con claridad en la concepcin gramsciana de guerra de posicin, considerada para el la progresiva disgregacin de una civilizacin y la construccin de otra en torno a un nuevo ncleo de clase. La identidad de los contrincantes, por ende, lejos de estar fijada desde un comienzo, cambia constantemente en el proceso.As, el pensamiento de Gramsci aparece, suspendido en torno a una ambigedad bsica en torno al status de la clase obrera que lo conduce, finalmente, a una posicin contradictoria: por un lado la centralidad poltica de la clase obrera depende de su salir fuera de si, de transformar su propia identidad articulando a la misma una pluralidad de luchas y reivindicaciones democrticas pero, por otro lado, pareciera que ese papel articulador le estuviera afirmado por la infraestructura.De todas formas, si comparamos el pensamiento de Gramsci con las tendencias del marxismo clsico de la Segunda Internacional, la novedad radical que introduce su concepcin de hegemona es evidente:- A diferencia de Kautsky: la teora gramsciana de la hegemona acepta, la complejidad social como condicin mismade la lucha poltica, y a travs de los tres desplazamientos que verifica respecto a la doctrina de clases leninista asienta las bases para un prctica democrtica de la poltica, compatible con una pluralidad de sujetos histricos.- Respecto a Bernstein: Gramsci comparte con el la afirmacin del primado de la poltica y la aceptacin de una pluralidad de luchas y reivindicaciones democrticas que no pueden reducirse a una mera pertenencia de clase. Pero a diferencia del, el sentido de las luchas depende de su articulacin hegemnica, y su progresividad no aparece garantizada de antemano.- La historia no es vista como un continum ascendente de reformas democrticas, sino como una serie discontinua de formaciones hegemnicas o bloques histricos.- Respecto a Sorel: en relacin a los conceptos sorelianos e bloc y mito la nocin de bloque histrico de Gramsci representa un retroceso. Por otro lado, la perspectiva de Gramsci implica un claro avance respecto a Sorel, por cuanto la teora de la hegemona como articulacin supone la idea de una pluralidad democrtica, en tanto que el mito soreliano estaba simplemente destinado a recrear la unidad de la clase y nunca de construir un nuevo Estado integral.

La socialdemocracia: entre estancamiento y planismo:El vaco terico y poltico que el giro hacia una poltica hegemnica intentaba colmar est tambin presente en la prctica de los partidos socialdemcratas durante la primera posguerra.Aqu el desajuste entre las tareas estrictamente clasistas y las nuevas tareas polticas que el movimientodeba afrontar adopt una forma caracterstica: la de una contradiccin entre el limitado elenco de propuestas y demandas que brotaban del movimiento obrero, y la diversidad y complejidad de los problemas polticos con los que la socialdemocracia se vea confrontada.La mentalidad estrechamente clasista de los partidos socialdemcratas haba de producir aqu todas sus consecuencias negativas. Esto se ve en primer trmino, en la escasa capacidad de los partidos socialdemcratas de hegemonizar la amplia variedad de reivindicaciones y antagonismo resultantes de la crisis posblica.El movimiento socialista europeo fue, as, un mero instrumento del sindicalismo. Su actividad real se restringa a los problemas sindicales, su accin constructiva a cuestiones de salarios y horas, seguridad social, problemas de tarifas etc; sin que existiera intento alguno por afrontar problemas polticos y econmicos fundamentales.En lo econmico, la poltica dominante de las socialdemocracias fue la de las nacionalizaciones. Pero nada result. A partir del fiasco de estas nacionalizaciones (tambin llamadas socializaciones), la socialdemocracia no tuvo el menor proyecto econmico alternativo hasta la Gran depresin.El fracaso de la socialdemocracia para hacer cualquier cambio estructural se debe fundamentalmente:1) Ausencia de todo proyecto hegemnico: habiendo renunciado a todo intento de articular las distintas luchas democrticas, y aspirando a representar pura y simplemente los intereses obreros, la socialdemocracia era impotente para alterar la lgica social y poltica delos aparatos del estado.2) Persistencia del economicismo de la Segunda Internacional: a idea de que la economa constituye un espacio homogneo dominado por leyes necesarias y que no es susceptible de regulaciones concientes. La creencia de que el capitalismo no puede ser reformado era parte del credo marxista.Fue la Gran Depresin la que obligo a modificar esta ltima perspectiva y dio una nueva base para redefinir la poltica socialdemcrata. El planismo de los aos treinta fue la primera expresin del nuevo tipo de actitud.El planismo, en su momento de apogeo, fue mucho ms que una simple propuesta econmica: fue un intento de redefinir los objetivos del movimiento socialista en una nueva versin, radicalmente antieconomicista. Todos los elementos emergidos de la crisis de la concepcin economicista y reduccionista estn presentes en el planismo de De Man :1) Crtica a la visin racionalista de la subjetividad, fundada en intereses econmicos.2) Crtica al reduccionismo clasista y ala afirmacin de la necesidad de construir un bloque de masas ms amplio que la clase obrera3) Necesidad de plantear al socialismo como alternativa nacional.4) El requerimiento de untito que aglutinara a los distintos componentes de una voluntad colectiva socialista.El plan o planismo no era un simple instrumento econmico; era el eje mismo de reconstitucin de un bloque histrico que permitiera combatir la declinacin de la sociedad burguesa y contrarrestar el avance del fascismo.Ambigedad de Planismo:1) Para los sustentadores de izquierda de estemodelo, el proyecto era establecer in sistema de economa mixta en que el sector capitalista ira desapareciendo gradualmente; era, pues, una va de transicin al socialismo.2) Para la visin de tipo tecnocrtico se trataba tan slo de establecer un rea de intervencin estatal que corrigiera los desajustes propios de la evolucin capitalista.As, tanto en sus versiones de izquierda como de derecha se trata de alternativas de poltica econmica, en tanto que el proyecto de una democratizacin radical y construccin de una nueva voluntad colectiva, estn ausentes u ocupan un lugar marginal (esto se explica antes de 1945, en el clasismo de los movimientos socialdemcratas y despus de este periodo -una vez relajado el clasismo- en la expansin de un estado keynesiano en el que los intereses de los distintos sectores no se recortan segn ntidas lneas de clase)El resultado de esta ausencia de alternativas hegemnicas haba de reducir a la socialdemocracia a una mezcla de relacin pragmtica privilegiada con los sindicatos y de propuestas econmicas tecnocrticas.

El ltimo reducto del esencialismo: la economa.Hay un umbral que ninguna de las concepciones estratgico hegemnicas traspasa. Al mantenerse la validez del paradigma economicista en esta instancia se le atribuye una necesidad que slo deja lugar para pensar las articulaciones hegemnicas como simple contingencia. Este ltimo sustrato racional, que da sentido tendencial a los procesos histricos, tiene una ubicacin especfica en la topografa de lo social: en el nivel econmico.Para jugarese papel de constitutividad respecto de los sujetos de la prctica hegemnica el nivel econmico debe reunir tres condiciones:1) Sus leyes de movimiento deben ser estrictamente endgenas y excluir toda indeterminacin resultante de intervenciones externas (ej. polticas)2) La unidad y homogeneidad de los agentes sociales constituidos al nivel econmico debe resultar de las propias leyes de movimiento de ese nivel.3) La posicin de estos agentes en las relaciones de produccin debe dotarlos de intereses histricos, es decir, que la presencia de dichos agentes a otros niveles sociales debe ser finalmente explicada a partir de intereses econmicos. Estos ltimos, no estn limitados a una esfera social determinada, sino que son el punto de anclaje de una perspectiva globalizante acerca de la sociedad.Incluso las tendencias marxistas que ms lucharon para superar el economicismo o el reduccionismo siguieron manteniendo la esta concepcin esencialista acerca de la estructuracin del espacio econmico.Segn los autores, el espacio mismo de la economa se estructura como espacio poltico y en el, como en los otros niveles de la sociedad, operaran plenamente las prcticas hegemnicas; no cumplindose la visin ortodoxa de marxismo.Las tres condiciones presentadas para que el nivel econmico pueda desempear el papel de constitucin ltima de los sujetos hegemnicos fueron reunidas mediante tres tesis nsicas del esquema marxista clsico:a) La condicin de carcter endgeno del las leyes de la economa -> tesis de la neutralidad de las fuerzasproductivas.b) La condicin de la unidad a nivel econmico de los agentes sociales -> tesis de la homogeneizacin y pauperizacin crecientes de la clase obrera.c) La condicin de que las relaciones de produccin sean el locus de intereses histricos-> tesis de que la clase obre tiene un interes fundamental en el socialismo.Sin embargo, segn los autores, estas tres tesis son falsas.1) PRIMERA TESIS:El desarrollo de las fuerzas productivas juega, para el marxismo, un papel capital en la evolucin histrica hacia el socialismo, ya que es a partir de ellas que se forma el proletariado y este quien hace la revolucin. As, si la historia tiene un sentido y un sustrato racional, es esta ley general de desarrollo de las fuerzas productivas la que lo establece.A partir de aqu es posible concebir a la economa como una mecnica de la sociedad, que acta sobre los fenmenos objetivos independientemente de la accin de los hombres. Para que esta ley general de desarrollo de las fuerzas productivas tenga plena vigencia, el marxismo debi recurrir a una ficcin: el considerar a la fuerza de trabajo como una mercanca.Sin embargo, no es suficiente para el capitalista comprar la fuerza de trabajo, le es preciso adems hacerla producir trabajo. Esto escapa a la concepcin de fuerza de trabajo como mercanca; ya que si fuera una mercanca su valor de uso podra hacerse automticamente efectivo a partir de su compra. As, una vez comprada la fuerza de trabajo, es necesario extraerle el mximo de trabajo posible. Esto explica por qu el proceso de trabajo nopuede existir sin una serie de relaciones de dominacin. As, la organizacin capitalista del trabajo es siempre tcnica de produccin y tcnica de dominacin. Adems el obrero es capaz de resistir a los mecanismos de control que le son impuestos y forzar al capitalista a emplear tcnicas diferentes.La tensin entre la lgica del capital y la lgica de las resistencias obreras influye en la organizacin misma del proceso capitalista del trabajo, afectando decisivamente la naturaleza y el ritmo de expansin del las fuerzas productivas. Con lo cual pierde todo fundamento la tesis de la neutralidad de estas y la posibilidad de concebir la en trminos de un desarrollo natural y unilineal. Pero con esto se disuelve tambin el nico terreno en el que era posible concebir a la economa como un universo autnomo y autorregulado. La primera condicin, por tanto, del privilegio exclusivo acordado al espacio econmico en la constitucin de los agentes sociales no se cumple.

2) SEGUNDA TESIS:La segunda condicin tampoco se cumple, debido a que la economa difcilmente podra constituir sujetos unificados a travs de una lgica nica que ella misma no posee.- el mismo concepto de clase obrera en Marx recubre dos relaciones distintas:1) Relacin salarial: constituida con la venta de la fuerza de trabajo: genera obrero proletario.2) Ubicacin de este en el proceso de trabajo: lo constituye en obrero manual.Aqu hay una distincin entre relaciones de produccin y relaciones en la produccin.- Por otra parte, en tanto que en el capitalismo avanzado la formasalarial se ha generalizado, la clase de los obreros industriales ha disminuido en nmero y en significacin. Esta disimetra es la que est en la base de las ambigedades que han dominado el debate en torno a los lmites de la clase obrera.- Los trabajos norteamericanos muestran como la evolucin de las formas de controlen el proceso de trabajo, en combinacin con el racismo y sexismo, han creado una segmentacin del mercadote trabajo ha cristalizado en la divisin de la clase obrera en fracciones.- Estudios europeos occidentales muestran la tendencia hacia una polarizacin entre dos sectores de la economa: un sector general protegido y bien pagado y un sector perifrico de trabajadores no calificados y semicalificados para los que no existe ningn tipo de seguridad. Adems de un tercer sector el de los desocupados estructurales, el posible confluir que no existe la unidad de clase.- Las divisiones internas en la clase obrera deben ser vistas como ms profundas de lo que muchos quieren admitir, y resultan en parte de las propias prcticas de los obreros. Ellas son de orden poltico y no simplemente econmico.- Es imposible hablar hoy en da de una homogeneidad de la clase obrera, y menos aun referirla a un mecanismo que est inscrito en la lgica de la acumulacin capitalista.

3) TERCERA TESISNo es que existe una incompatibilidad entre clase obrera y socialismo sino la afirmacin de que no es posible deducir lgicamente intereses fundamentales en el socialismo a partir de determinadas posiciones en el proceso econmico.Encarando lasconsecuencias:Conclusiones:- El campo de la economa no es un espacio autorregulado y sometido a leyes endgenas.- No hay un principio constitutivo de los agentes sociales que pueda fijarse en un ltimo ncleo de clase.- Las posiciones de clase no son la sede necesaria de intereses histricos.- El marxismo saba, desde Kautsky, que no hay determinacin socialista espontnea de la clase obrera y que esta determinacin dependa de la mediacin poltica de los intelectuales. Esta mediacin no era concebida como articulacin ya que tena un fundamento epistemolgico: los intelectuales socialistas lean en la clase obrera su destino objetivo.- En Gramsci, la poltica es concebida como articulacin, y a travs de su concepto de bloque histrico se introduce una complejidad radical y profunda en la teorizacin de lo social. Pero incluso para el, el sujeto hegemnico constituye un ncleo ltimo de su identidad en un punto exterior al espacio que articula: la lgica de la hegemona no ha desplegado todos sus efectos reconstructivos en el espacio terico del marxismo clsico.- La lgica de la hegemona como lgica de la articulacin y de la contingencia ha pasado a implantarse en la propia identidad de los sujetos hegemnicos. Se siguen varios puntos a raz de esta conclusin:1) La no fijacin ha pasado a ser la condicin de toda identidad social.2) Dimensiones en la que esta no fijacin de lo social produce sus efectos:a) Vnculo entre socialismo y agentes sociales concretos: no hay relacin lgica o necesaria entre los objetivos socialistas y las posicionesde los agentes en las relaciones de produccin. La articulacin entre ambos es externa y no procede de ningn movimiento natural de cada uno de ellos para unirse con el otro. Su articulacin debe ser vista como una relacin hegemnica.b) No existen puntos privilegiados para el comienzo de una poltica socialista; sta gira en torno a la construccin de una voluntad colectiva que es trabajosamente construida a partir de una variedad de puntos dismiles. El significado poltico de un movimiento, lucha o minora no est dado desde el comienzo, depende fundamentalmente de su articulacin hegemnica con otras luchas y reivindicaciones.c) Forma de concebir la relacin entre diferentes posiciones de sujetos: una lgica de detotalizacin como es la que usaron los autores-no puede afirmar simplemente la separacin de las diferentes luchas y reivindicaciones.3) La misma nocin de hegemona debera ser puesta en cuestin, ya que las reas discursivas de emergencia y validez de esta categora estaba limitadas originariamente al terreno terico de un corte. Una clase constituida al nivel de las esencias se va confrontada por contingencias histricas que la forzaban a asumir tareas ajenas a su propia naturaleza.

CAPTULO III: MS ALL DE LA POSITIVIDAD DE LO SOCIAL: ANTAGONISMO Y HEGEMONA:- el espacio de la hegemona no es simplemente el de un impensado localizable: es el del estallido de una concepcin de la inteligibilidad de lo social que reduce sus distintos momentos a la interioridad de un paradigma cerrado.- Construir el concepto de hegemona nosupone un mero esfuerzo especulativo en el interior de un contexto coherente, sino un movimiento estratgico ms complejo, que requiere negociar entre superficies discursivas mutuamente contradictorias.- El concepto de hegemona supone un campo terico dominado por la categora de articulacin. sta, supone la posibilidad de especificar separadamente la identidad de los elementos articulados.- Para ubicarse firmemente en el campo de la articulacin, se debe renunciar a la concepcin de la sociedad como moralidad fundante de sus procesos parciales. Debe considerarsela apertura de lo social como constitutiva, como esencia negativa de lo existente, y a los diversos ordenes sociales como intentos precarios y en ltima instancia fallidos de domesticar el campo de las diferencias.- Una concepcin que niegue todo enfoque esencialista de las relaciones sociales debe tambin afirmar el carcter precario de las identidades y la imposibilidad de fijar el sentido de los elementos en ninguna literalidad ltima.- As, se debe comenzar analizando la categora de articulacin que habr de darnos el punto de partida para elaborar el concepto de hegemona. La construccin terica de esta categora requiere de dos pasos:1) fundar la posibilidad de especificar los elementos que entran en la relacin articulatoria.2) Determinar la especificidad del momento relacional en que la articulacin como tal consiste.

Consideraremos la escuela Althusseriana: radicalizando algunos de sus temas en una direccin que haga estallar sus conceptos bsicos, intentaremos establecerun terreno que nos permita construir un concepto adecuado de articulacin.

Formacin social y sobredeterminacin

Althusser comenz su trayectoria terica intentando diferenciar drsticamente su concepcin de la sociedad como conjunto estructurado complejo de la concepcin hegeliana de la totalidad. Frente a esta concepcin que, al identificar las diferencias con mediaciones necesarias en el autodespliegue de una esencia reduce lo real al concepto, la complejidad althusseriana es de naturaleza muy distinta: es la complejidad inherente a un proceso de sobredeterminacin. Este concepto es clave y necesario de precisar en su sentido originario y los efectos tericos que estaba llamado a producir en el discurso marxista.El concepto sobredeterminacin proviene del psicoanlisis. Freud seala que sobredeterminacin no es cualquier tipo de fusin o mezcla; es, por el contrario, un tipo de fusin muy preciso, que supone formas de reenvo simblico y una pluralidad de sentidos.Por consiguiente, el sentido potencial ms profundo que tiene la afirmacin althusseriana de que no hay nada en lo social que no est sobredeterminado, es la afirmacin de que lo social se constituye como orden simblico. El carcter simblico es decir, sobredeterminado de las relaciones sociales implica, por tanto, que estas carecen de una literalidad ltima que las reducira a momentos necesarios de una ley inmanente. No habra, pues dos planos, uno de las creencias y otro de las apariencias, dado que no habra posibilidad de fijar un sentido literal ltimo, frente al cual losimblico se constituira como plano significacin segunda y derivada. La sociedad y los agentes sociales careceran de esencia, y sus regularidades consistiran tan solo en las formas relativas y precarias de fijacin que han acompaado a la instauracin de un cierto orden. A partir de este punto, parecera abrirse la posibilidad de elaborar un nuevo concepto de articulacin fundado en el carcter sobredeterminado de las relaciones sociales. Sin embargo, esto no ocurri, y el concepto tendi a desaparecer del discurso althusseriano.Si el concepto de sobredeterminacin ni pudo producir la totalidad de sus efectos deconstructivos en el interior del discurso marxista fue por que desde el comienzo se lo intent hacer compatible con otro momento central del discurso althusseriano, que es contradictorio con el primero: la determinacin en ultima instancia de por la economa .Si esta determinacin ltima es la verdad valida para toda la sociedad, esto significa que la relacin entre determinacin y las condiciones que la posibilitan no procede a travs de una articulacin histrica y contingente, si no que es una necesidad apriorstica.El problema es si la economa es determinante en ltima instancia para todo tipo de sociedad, debe tambin definirse con independencia de todo tipo particular de sociedad; y las condiciones de existencia de la economa deben tambin definirse al margen de toda relacin social concreta.Pero hay algo ms. Althusser comienza afirmando la necesidad de no hipostasiar lo abstracto, dado que no hay realidad que no seasobredeterminada. Pero recae en el vicio que critica: hay objeto universal abstracto la economa que produce efectos concretos de determinacin en ltima instancia, aqu y ahora - ; hay otro objeto igualmente abstracto condiciones de existencia cuyas formas varan histricamente, pero se unifican en un papel esencial prefijado: asegurar la reproduccin de la economa y su centralidad; finalmente, como la economa y su centralidad son invariantes de todo arreglo social posible, se abre la posibilidad de dar una definicin de la sociedad.Si la economa es un objeto que puede determinar en ltima instancia a todo tipo de sociedad, esto significa que, al menos en lo que se refiere a esta instancia, nos enfrentamos a una determinacin simple y no a una sobredeterminacin.El campo de la sobredeterminacin es sumamente limitado: es el campo de la variacin contingente frente a la determinacin esencial. Y si la sociedad tiene una determinacin esencial y ltima, la diferencia no es constitutiva, y lo social se unifica en el espacio saturado de un paradigma racionalista. Este va a ser el punto en que la desarticulacin del racionalismo althusseriano va a comenzar.Se presentaba en efecto una doble posibilidad: la primera consista en desarrollar todas las implicaciones del concepto de sobredeterminacin, lo que habra de llevar a la imposibilidad de un concepto tal como determinacin en ltima instancia de la economa, a la vez que el carcter relacional y precario de toda identidad. La segunda consista en probar la inconsistencia lgica de los lazos necesariosque se postulaban entre elementos de la totalidad social, y en mostrar por consiguiente, por otro camino, la imposibilidad del objeto sociedad como totalidad racionalmente unificada. Este ltimo es el camino que se sigui y la consecuencia fue que la critica al racionalismo originario se verific en un campo que aceptaba los supuestos analticos del racionalismo, a la vez que negaba la posibilidad de una concepcin racionalista de la social. El resultado de esta escala deconstructiva fue, segn intentaremos mostrar, que el concepto de articulacin habra de resultar estrictamente impensable. Es la crtica a esta lnea de pensamiento la que nos proveer de una base distinta para construir nuestro concepto de articulacin.La tentativa de romper las conexiones lgicas entre los distintos momentos del paradigma racionalista althusseriano comenz con una autocrtica por parte de Balibar. Esta consisti en introducir hiatos en diferentes puntos del argumento de lire le capital mostrando que en ellos tiene lugar transiciones lgicas de carcter ilegitimo. Estos hiatos los llena, sin embargo, a travs de una diversificacin de las entidades que, supuestamente, han de verificar la transicin de lo abstracto a lo concreto. As la comprensin de los fenmenos de la transicin requiere expandir el campo de la lucha de clases, cuyo desarrollo desigual impide su reduccin a la simple lgica del modo de produccin; la reproduccin implica procesos superestructurales que no pueden reducirse a esa lgica; y los desniveles entre los diversos aspectos de una coyunturadeben entenderse en trminos de una combinacin en la que se disuelva la identidad abstracta de los elementos inter vinientes. Pero es claro que estos anlisis slo consiguen reproducir en seca ampliada las dificultades del planteo inicial. Qu son en efecto, esas clases cuyas luchas deben dar cuenta de los procesos de transicin?Si se trata de agentes sociales constituidos en torno a intereses determinados por las relaciones de produccin, la racionalidad de su accin y las formas de su clculo politico, pueden ser determinadas a partir de la lgica del modo de produccin. S, por el contrario, esta no agota la identidad de las clases, Dnde se constituye esta ltima? Del mismo modo, no nos hace avanzar demasiado el saber que las superestructuras intervienen en el proceso de reproduccin, si sabemos tambin desde el comienzo que son superestructuras, que tiene por tanto un lugar asignado en la topografa de lo social.Un paso ms adelante en esta lnea deconstructiva se llev a cabo en la obra de Hidess y Hirst, en la que los conceptos determinacin en ltima instancia por la economa y de causalidad estructural fueron sometidos a una crtica devastadora, y en la que dado el carcter no necesario de la correspondencia que se establece entre las fuerzas productivas y relaciones de produccin se concluir en la necesidad de abandonar el concepto de modo de produccin como objeto legitimo del discurso marxista.Se nos propone una concepcin de la formacin social que especifica ciertos objetos del discurso marxista clsico - relaciones de produccin, fuerzasproductivas, etc. - y que reconceptualiza la relacin entre dichos objetos en trminos de asegurar las condiciones de existencia. Intentaremos mostrar: a) que el criterio de especificacin de los objetos sociales es ilegitimo; b) que la conceptualizacin de la relacin entre los mismos en trminos de asegurar las condiciones de existencia no provee ningn concepto de articulacin.Siguiendo la lnea, Cutler parte con algo inobjetable: que, al menos de caer en una concepcin dogmticamente racionalista que intente determinar a nivel conceptual un mecanismo general de reproduccin de la formacin social, es imposible derivar de las condiciones de existencia de un cierto tipo de relacin especificable conceptualmente la necesidad de que esas condiciones sean reunidas o las formas especificas que las mismas adoptaran. Pero esta afirmacin es seguida, por otra ilegitima: Las relaciones de produccin de una formacin social determinada son objetos especificables separadamente de las formas concretas que aseguran sus condiciones de existencia.Eso quiere decir que las relaciones de produccin capitalista existen separadamente de las condiciones de su existencia las condiciones legales que aseguran la propiedad privada, por ejemplo -. As Cutler slo consigue mantener la identidad de cada uno de los objetos y la separacin entre los mismos sobre la base de especificar uno de los objetos en un tipo de discurso y el otro en un tipo de discurso diferente.

Pasemos a nuestro segundo problema. Puede considerarse el asegurar las condiciones de existencia como unaarticulacin de fenmenos? Cualquiera que sea la concepcin que se tenga de articulacin, sta debe incluir un sistema de posiciones diferenciales; y, dado que este sistema constituye una configuracin, surge necesariamente el problema del carcter relacional o no de la identidad de los elementos intervinientes. Puede considerarse que el asegurar las condiciones de existencia constituye un terreno analtico adecuado para plantear los problemas que suscita este momento relacional? Es evidente que no. Por un lado, asegurar la existencia de algo, es solo llenar un requerimiento para su existencia. Por otro lado, si consideramos las relaciones existentes entre el objeto y las instancias que generan su existencia, es evidente que estas relaciones no pueden pensarse a partir del hecho de que esas instancias aseguren las condiciones de existencia de ese objeto, simplemente por que ese aseguramiento no constituye una relacin.As debemos pasar a un terreno diferente si se quiere pensar la especificidad de la relacin de articulacin: Hirst y Wooley afirman que: Althusser concibe a las relaciones sociales como totalidades Nosotros por el contrario, consideramos a las relaciones sociales como agregados de instituciones, formas de organizacin, prcticas y agentes que no responden a ningn principio causal o coherencia lgica nica, y que no son esenciales los unos con los otrosEste prrafo encierra todos los problemas que una deconstruccin puramente lgica plantea. El rechazo a la totalidad se verifica en trminos del carcter no esencial de los lazos que unena los elementos de esa presunta totalidad. Pero una vez que se han especificado elementos tales como instituciones, formas de organizacin, agentes, etc. podemos preguntarnos: la estos agregados son considerados a diferencia de la totalidad objetos legtimos de la teorizacin social, debemos concluir que las relaciones entre estos elementos internos componentes de cada uno de ellos son esenciales y necesarias? Si la respuesta es s, esta claro que hemos pasado de un esencialismo de la totalidad a un esencialismo de los elementos. Si, por el contrario, se afirma que las relaciones entre esos elementos internos no son ni esenciales ni necesarias, entonces, aparte de tener que especificar la naturaleza de relaciones que han sido caracterizadas de modo puramente negativo, estamos obligados a explicar por qu esas relaciones no necesarias entre componentes internos de los objetos legtimos no pueden existir entre los propios objetos legtimos. En el caso de que esto fuera posible, una cierta nocin de totalidad podra ser reintroducida, con al diferencia de que en este caso ya no se tratara de un principio subyacente que unificara a la sociedad, sino de un conjunto de efectos totalizantes en el interior de un complejo relacional abierto. Pero si nos movemos solo dentro de la alternativa excluyente relaciones esenciales o identidades no relacionales, todo anlisis social consiste en un espejismo: en la bsqueda de esos elusivos tomos lgicos que seran irreductibles a toda divisin ulterior.El problema es que toda discusin acerca de la separacinentre elementos y objetos ha eludido una cuestin previa y fundamental: la del terreno en el que la separacin se verifica y que, por tanto, la explica. Al no especificar ese terreno de la unidad o separacin entre objetos, volvemos a caer en la alternativa racionalista o en el empirismo.Esta situacin insatisfactoria estaba predeterminada desde un comienzo: desde cuando la crtica al racionalismo althusseriano adoptara la forma de una crtica a las conexiones lgicas que aquel postulara entre los diversos elementos de la totalidad.A partir de este punto el nico comino abierto es una pulverizacin de lo social y un descriptivsimo tericamente agnstico de las situaciones concretas.Y, sin embargo, en la formulacin althusseriana original haba el anuncio de una empresa terica muy distinta: la de romper con el esencialismo ortodoxo, no a travs de la desarticulacin lgica de sus categoras y de la consecuente fijacin de la identidad de los elementos desagregados, sino de la crtica a todo tipo de fijacin de la afirmacin del carcter incompleto, abierto y polticamente negociable de toda identidad. Esta era la lgica de la sobredeterminacin. Para ella el sentido de toda identidad est sobredeterminado en la mediad en que toda literalidad aparece constitutivamente subvertida y desbordada; es decir, en la medida en que, lejos de darse una totalizacin esencialista o una separacin no menos esencialista entre objetos, hay una presencia de uno objetos en otros que impide fijar su identidad. Los objetos parecen articulados en la mediad en que la presenciade unos sobre otros hace imposible suturar la identidad de ninguno de ellos.El examen de la historia del marxismo que hemos expuesto en los captulos precedentes nos ha mostrado, en tal sentido, un espectculo bien distinto del que nos pinta el positivismo ingenuo del socialismo cientfico: lejos de un juego racionalista en el que agentes sociales perfectamente constituidos en torno a intereses libran una lucha de la clase obrera para constituirse como sujeto histrico; la dispersin y fragmentacin de sus posicionalidades; el surgimiento de formas de reagregacin social y poltica - bloque histrico, voluntad colectiva, etc. que definen nuevos objetos y nuevas lgicas de constitucin de los mismos. Es decir, que estamos en el campo de la sobredeterminacin de unas identidades por otras y de la relegacin de toda forma de fijacin paradigmtica al horizonte ltimo de la teora. Es esta lgica especfica sobre determinacin la que debemos ahora intentar determinar.

Articulacin y discurso

En el contexto de esta discusin, llamaremos articulacin a toda prctica que establece una relacin tal entre elementos, que la identidad de stos resulta modificada como resultado de esa practica. A la totalidad estructurada restante de la prctica articulatoria la llamaremos discurso. Llamaremos momentos a las posiciones diferenciales, en tanto aparecen articuladas en el interior de un discurso. Llamaremos, por el contrario, elementos, a toda diferencia que no se articula discursivamente. Estas distinciones, para ser correctamente entendidas, requieren tres tiposde precisiones bsicas: en lo que se refiere al tipo de coherencia especifica de una formacin discursiva; en cuanto a las dimensiones de lo discursivo; y en cuanto a la apertura o el cierre que una formacin discursiva presenta.

1) El tipo de coherencia que atribuimos a una formacin discursiva es cercano al que caracteriza el concepto de formacin discursiva elaborado por Foucalt: la regularidad en la dispersin. Una dispersin gobernada por reglas puede ser vista desde dos perspectivas simtricamente opuestas. En primer trmino, en cuanto a dispersin, esto exige determinar el punto de referencia respecto del cual los elementos pueden ser pensados como dispersos. Pero la formacin discursiva puede ser vista tambin desde la perspectiva de la regularidad en la dispersin y pensarse en tal sentido como conjunto de posiciones diferenciales. Este conjunto de posiciones diferenciales no es la expresin de ningn principio subyacente exterior a s mismo, pero constituye una configuracin, que en ciertos contextos de exterioridad puede ser significada como totalidad. Dado que nuestro inters primario es en las prcticas articulatorias, es en este segundo aspecto en el que debemos concentrarnos especialmente.Ahora bien, en una totalidad discursiva articulada, en la que todo elementos ocupa una posicin diferencial, toda identidad es relacional y dichas relaciones tienen un carcter necesario. La necesidad no deriva de un principio subyacente, sino de la regularidad de un sistema de posiciones estructurales. En tal sentido, ninguna relacin puede ser contingenteo de exterioridad, ya que pensar una relacin como contingente implica especificar la identidad de sus elementos intervinientes al margen de las relaciones. Pero esto no es otra cosa que afirmar que, en una formacin discursivo estructural constituida de este modo, la practica de la articulacin es imposible, ya que esta supone operar sobre elementos, mientras que aqu nos encontramos con momentos de una totalidad cerrada y plenamente constituida, en la que toda movimiento es subsumido de antemano bajo el principio de la repeticin. Segn veremos, si la contingencia y la articulacin son posibles es por que ninguna formacin discursiva es una totalidad suturada, y porque, por tanto la fijacin de los elementos en momentos no es nunca completa.2) Nuestro anlisis rechaza la distincin entre prcticas discursivas y no discursivas. Foucalt, por ejemplo, que ha mantenido una distincin incorrecta a nuestra opinin entre prcticas discursivas y no discursivas, cuando intenta determinar la totalidad relacional que funda la regularidad de las dispersiones de una formacin discursiva, solo puede hacerlo en trminos de una prctica discursiva.Se deben subrayar dos puntos de esto: Si se analizan los presuntos complejos no discursivos, solamente nos encontraremos con formas ms o menos complejas de relaciones diferenciales entre objetos, que no brotan de una necesidad exterior que las estructura y que slo es posible concebir, por tanto, como articulaciones discursivas. Por otra parte, es que la categora de dispersin permite pensar slo parcialmente laespecificidad de las regularidades. El estatus de las entidades dispersas se constituye en alguna regin intermedia entre elementos y los momentos.Es necesario explicar en este punto algunas cosas con respecto al discurso:a) El hecho de que todo objeto se constituya como objeto de discurso no tiene nada que ver con la cuestin acerca de un mundo exterior al pensamiento, ni con la alternativa realismo/idealismo.b) Frente a ello, se encuentra un supuesto que debemos rechazar: el del carcter mental del discurso. As, afirmaremos el carcter material de toda estructura discursiva. El mundo objetivo se estructura en secuencia relacional que no tiene un sentido fnalistico y que, en verdad, en la mayor parte de los casos, tampoco requieren ningn sentido precisable: basta con que ciertas regularidades establezcan posiciones diferenciales para que podamos hablar de una formacin discursiva. As se establecen dos conclusiones: 1) la materialidad del discurso no pueden encontrar el momento de su unidad en la experiencia o la consciencia del sujeto fundante, el discurso es objetivo; por el contrario diversas posiciones del sujeto aparecen dispersas en el interior de de una formacin discursiva. 2) La segunda consecuencia es que la practica de la articulacin como fijacin/dislocacin de un sistema de diferencias tampoco puede consistir en meros fenmenos lingsticos, sino que debe atravesar todo el espesor material de instituciones, rituales, a travs de las cules una formacin discursiva se estructura. El reconocimiento de esta complejidad se fue abriendo paso en elcampo de la teorizacin marxista, y adoptar una forma caracterstica: la afirmacin creciente, del carcter material de las ideologas, en tanto que estas no son simples sistemas de ideas, sino que se encarnan en instituciones rituales, etc. Se trataba de una unidad apriorstica respecto de la dispersin de su materialidad, lo que exiga apelar ya sea al papel unifcante de una clase (gramsci), ya a los requerimientos funcionales de la lgica de la reproduccin (Althusser). Pero una vez que este supuesto esencialista fue abandonado, es el estatus terico de la categora de articulacin el que cambia: la articulacin es una prctica discursiva que no tiene un plano de constitucin a priori o al margen de la dispersin de los elementos articulados.c) Finalmente, debemos preguntarnos por el sentido y la productividad de esta centralidad que hemos asignado a la categora de discurso. La respuesta es que a travs de la ampliamos el campo de la objetividad, y la creacin de las condiciones que nos permiten pensar numerosas relaciones con las que el anlisis de los captulos anteriores no enfrentar. En la medida en que consideremos las relaciones sociales desde el punto de vista de un paradigma naturalista, la contradiccin esta excluida. Pero en la medida en que las relaciones sociales se construyen discursivamente, la contradiccin pasa a ser posible.3) Sin embargo, la transicin a la totalidad relacional que hemos denominado discurso difcilmente solucionara nuestros problemas iniciales, si la lgica relacional y diferencial de la totalidad discursiva seimpusiera sin limitacin alguna. En tal caso nos encontraramos con puras relaciones de necesidad y, segn sealramos anteriormente, la articulacin sera imposible. Esto solo si aceptamos en la lgica relacional del discurso se realiza hasta sus ltimas consecuencias y no es limitada por ningn exterior. Pero si aceptamos, que una totalidad discursiva nunca existe bajo forma de positividad simplemente dada y delimitada, la lgica relacional es una lgica incompleta y penetrada por la contingencia. La transicin de los elementos a los momentos nunca se realiza totalmente. Se crea as una tierra de nadie que hace posible la prctica articulatoria. En este caso no hay identidad social que aparezca plenamente protegida de un exterior discursivo que la deforma y le impide suturarse plenamente. No hay identidad que logra constituirse plenamente. Con esto llegamos al punto decisivo de nuestro argumento. El carcter incompleto de toda totalidad lleva necesariamente a abandonar como terreno de anlisis el supuesto de la sociedad, no es un objeto legtimo de discurso. No hay principio subyacente que fije al conjunto del campo de las diferencias. Es en el terreno de la imposibilidad tanto de la interioridad como de una exterioridad total que lo social se constituye.Ni la fijacin absoluta, ni la no fijacin absoluta son posibles. La no fijacin por la imposibilidad de que un discurso logre realizar una sutura ltima. En esto, coincidimos con varias corrientes contemporneas que han insistido en la imposibilidad de fijar significados ltimos.As, la imposibilidad defijacin ltima del sentido implica que tiene que haber fijaciones parciales. Porque, en caso contrario, el flujo mimos de las diferencias sera imposible. El discurso se constituye como intento por dominar el campo de la discursividad, por detener el flujo de las diferencias, por constituir un centro. Los puntos discursivos privilegiados de esta fijacin parcial los denominaremos puntos nodales.Tenemos pues, todos los elementos analticos necesarios para precisar el concepto de articulacin. En la medida en que toda identidad es relacional, pero el sistema de relacin no consigue fijarse en un conjunto estable de diferencias; en la medida en que todo discurso es subvertido por un campo de discursividad que los desborda; en tal caso la transicin de los elementos a los momentos no puede ser nunca completa.El estatus de elementos es el de significantes flotantes, que no logran ser articulados a una cadena discursiva. Y este carcter de flotante penetra finalmente a toda identidad discursiva (es decir social). Pero si aceptamos el carcter incompleto de toda formacin discursiva y, al mismo tiempo, afirmamos el carcter relacional de toda identidad, su no fijacin a ningn significado slo puede existir en la medida que hay una proliferacin de significados. Esta polisemia es la que desarticula una estructura discursiva. Esto es lo que establece la dimensin sobredeterminada, simblica, de toda formacin social. La sociedad no consigue nunca ser idntica a s misma, por que todo punto nodal se constituye en el interior de una intertextualidad que lo desborda.Laprctica de la articulacin consiste, por tanto, en la construccin de puntos nodales que fijan parcialmente el sentido; y el carcter parcial de esa fijacin procede de la apertura de lo social, resultante a su vez del constante desbordamiento de todo discurso por la infinitud del campo de la discursividad.Toda `practica social, es por tanto, en una de sus dimensiones, articulatoria, ya que al no ser el momento interno de una totalidad autodefinida, no puede ser puramente la expresin de algo adquirido, sino que consiste siempre en la construccin de nuevas diferencias. Lo social es articulacin en la medida que lo social no tiene esencia - es decir, en la medida en que la sociedad es imposible.Antes decamos que en lo que se refiere a lo social la necesidad slo existe como esfuerzo parcial por limitar la contingencia. Esto explica por que las nociones de necesidad y contingencia no existen entre dos reas delimitadas y exteriores la una a la otra.Esta presencia de lo contingente en lo necesario es lo que hemos llamado subversin, y se manifiesta bajo las formas de simbolizacin, de metaforizacin, de paradoja, que deforman y cuestionan el carcter literal de toda necesidad.La necesidad de lo social es la necesidad propia de identidades puramente relacionales, no la necesidad natural o la necesidad de un juicio analtico. Necesario, equivale simplemente a un sistema de posiciones diferenciales en un espacio suturado.Esta forma de acerarnos al problema de la articulacin parecera contener todos los elementos necesarios para resolver las aparentesantinomias a que nos enfrentara la lgica de la hegemona. Sin embargo, antes de formular nuestro concepto de hegemona, dos cuestiones previas deben ser tratadas: la categora de sujeto y el concepto de antagonismo.

La categora de sujeto:Siempre que en este texto utilicemos la categora de sujeto, lo haremos en el sentido de posiciones de sujeto en el interior de una estructura discursiva. Por tanto, los sujetos no pueden ser el origen de las relaciones sociales, ni siquiera en el sentido limitado de estar dotados de facultades que posibiliten una experiencia, ya que toda experiencia depende de condiciones discursivas de posibilidad precisas. Justamente por ser toda posicin de sujeto una posicin discursiva, participa del carcter abierto de todo discurso y no logra fijar totalmente dichas posiciones en un sistema cerrado de diferencias. Si toda posicin de sujeto es una posicin discursiva, el anlisis no puede prescindir de las formas de sobredeterminacin de unas posiciones sobre otras.La especificidad de la categora de sujeto no puede establecerse ni a travs de la absolutizacin de una dispersin de posiciones de sujeto, ni a travs de la unificacin igualmente absolutista en torno a un sujeto trascendental. La categora de sujeto est penetrada por el mismo carcter polismico, ambiguo e incompleto que la sobredeterminacin acuerda a toda identidad discursiva. Por eso mismo el momento de cierre de una totalidad discursiva, que no es dado al nivel objetivo de dicho totalidad, tampoco puede ser dado al nivel de un sujeto que es fuente desentido, ya que la subjetividad del agente est penetrada por la misma precariedad y ausencia de sutura que cualquier otro punto de la totalidad discursiva de la que es parte.Por esa misma falta de sutura ltima es por lo que tampoco la dispersin de las posiciones del sujeto constituye una solucin: por el mismo hecho de que ninguna de ellas logra consolidarse finalmente como posicin separada, hay un juego de sobredeterminacin entre las mismas que reintroducen el horizonte de una totalidad imposible. Es ese juego el que hace posible la articulacin hegemnica.

Antagonismo y objetividadLa imposibilidad del cierre (es decir, la imposibilidad de lo social) ha sido presentada hasta aqu como la precariedad de toda identidad, que se muestra como movimiento continuo de diferencias. Ahora, sin embargo, debemos preguntarnos: no hay ciertas experiencias, ciertas formas discursivas, en que se muestra no ya el continuo diferir del significado trascendental si no la vanidad misma de este diferir, la imposibilidad final de toda diferencia estable y, por tanto, de toda objetividad? La respuesta es s, que esta experiencia del lmite de toda objetividad tiene una forma de presencia discursiva precisa, y que sta es el antagonismo.El termino oposicin real y contradiccin quedan excluidos como categoras que permitan dar cuenta del antagonismo. La imposibilidad de asimilar el antagonismo tanto a la oposicin real como a la contradiccin, no es la imposibilidad del asimilarlo a algo que estos dos tipos comparten. Hay algo, en efecto que estos dos conceptos oposicinreal y contradiccin - comparten, y es que ambos se tratan de identidades plenas. Pero en el caso de antagonismos nos encontramos con una situacin diferente: la presencia del Otro, me impide ser totalmente yo mismo. La relacin no surge de identidades plenas, sino de la imposibilidad de constitucin de las mismas. La presencia del Otro no es una imposibilidad lgica, ya que existe - es decir, no es una contradiccin; pero tampoco es subsumible como momento diferencial positivo en una cadena causal, ya que en este caso la relacin estara dada por lo que cada fuerza es, y no habra negacin de ese ser - . En la mediad en que hay antagonismos yo no puedo ser una presencia plena para m mismo. Pero tampoco lo es la fuerza que me antagoniza: su ser objetivo es un smbolo de m no ser y, de este modo es desbordado por una pluralidad de sentidos que impide fijarlo como positividad plena. La oposicin real es una relacin objetiva- es decir, precisable, definible entre cosas -; la contradiccin es una relacin igualmente definible entre conceptos; los antagonismos constituyen los lmites de toda objetividad que se revela como objetivizacin parcial y precaria-. Si la lengua es un sistema de diferencias, el antagonismo es el fracaso de la diferencia y, en tal sentido, se ubica en los lmites del lenguaje y slo puede existir como disrupcin del mismo. El antagonismo escapa a la posibilidad de ser aprehendido por el lenguaje, en la medida en que el lenguaje slo existe como intento de fijar aquello que el antagonismo subvierte. El antagonismo, por tanto, lejos de seruna relacin objetiva, es una relacin en la que se muestran los lmites de toda objetividad. Pero si, como hemos visto, lo social slo existe como esfuerzo parcial por instituir la sociedad esto es, un sistema objetivo y cerrado de diferencias -, el antagonismo, como testigo de la imposibilidad de una sutura ltima, es la experiencia del lmite de lo social. Estrictamente hablando los antagonismos son exteriores a la sociedad; o mejor dicho ellos establecen los lmites de esta, la imposibilidad de la sociedad de constituirse plenamente.Esta experiencia del lmite de lo social debemos considerarla desde dos puntos de vista diferentes. Por un lado, como experiencia de fracaso. Si el sujeto es construido a travs del lenguaje, como incorporacin parcial y metafrica a un orden simblico, toda puesta en cuestin de dicho orden debe constituir necesariamente una crisis de identidad. Pero por otro lado, esta experiencia del fracaso no es el acceso a un orden ontolgico diverso, a un ms all de las diferencias, simplemente por que no hay ms all.El lmite de lo social debe darse en el interior mismo de lo social como algo que lo subvierte, es decir, como algo que destruye su aspiracin a construir una presencia plena. La sociedad no llega a ser totalmente sociedad porque todo en ella est penetrado por sus lmites, que impiden constituirse como realidad objetiva. Debemos, pues, pasar a considerar la forma en que esta subversin se construye discursivamente, lo que significa, segn hemos visto, la determinacin de las formas que asume la presencia de loantagnico como tal.

Equivalencia y diferenciaComo tiene lugar esta subversin? Segn lo dicho, la condicin de la presencia plena es la existencia se un espacio cerrado en el que cada posicin diferencial es fijada como momento especifico. Por lo tanto, la primera condicin para subvertir, es disolver la especificidad de cada una de las posiciones. Este es el punto en el que adquiere toda su relevancia lo que antes dijramos acerca de la relacin de equivalencia. Demos un ejemplo. En un pas colonizado, la potencia del pas dominante se muestra en una variedad de contenido: vestimentas, lenguaje, etc. Cada uno de estos contenidos, se equivale con los otros desde el punto de vista de su diferenciacin respecto al pueblo colonizado. Es decir la equivalencia crea un sentido segundo que, a la vez es parasitario del primero, lo subvierte: las diferencias anulan en la medida en que son usadas para expresar algo idntico que subyace a todas ellas. Si a travs de la cadena de equivalencias se han perdido todas las determinaciones objetivas diferenciadas de sus positiva presente en todos ellos, o bien por su referencia coman se expresa en forma directa, sin requerir mostrarse en una relacin de equivalencia. Pero la referencia comn a algo exterior tampoco puede ser la referencia a algo positivo, pues en tal caso la relacin entre los dos polos podra construirse tambin en las formas directa y positiva, y esto hara imposible la anulacin completa de diferencias que implica una relacin q de equivalencias total. Una relacin de equivalencia que absorba todo los rasgospositivos del colonizadores en su oposicin al colonizado no crea un sistema de posiciones diferenciales positivas entre ambos, simplemente discursivamente como el colonizadores decir, que la identidad ha pasado a ser puramente negativa. De ah la ambigedad que penetra a toda relacin de equivalencia: dos trminos, para equivalerse, deben ser diferentes (de lo contrario se tratara de una simple identidad). Pero, por otro lado, la equivalencia solo existe en el acto de subvertir el carcter diferencial de esos trminos. Este es el punto en el que, segn dijimos antes, lo contingente subvierte lo necesario impidindole constituirse plenamente.Insistamos una vez mas: ser algo es siempre no ser algo distinto (ser A implica no ser B). No es esta banalidad lo que estamos afirmando, ya que ella tiene lugar en la lgica, sino que afirmamos algo diferente: que ciertas formas discursivas, a travs de la equivalencia, anulan toda positividad del objeto y dan una existencia real a la negatividad en cuanto tal. Esta imposibilidad de lo real- la negatividad_ ha logrado una forma de presencia plena, y que la objetividad de sus identidades es permanentemente subvertida. A partir de aqu la relacin imposible entre objetividad y negatividad ha pasado a ser constitutiva de lo social. Pero la imposibilidad de la relacin subsistente: es por eso que la coexistencia de sus trminos no puede concebirse como relacin objetiva de fronteras, sino como subversin reciproca de sus contenidos.Este ltimo punto es importante: si negatividad y objetividad solo coexisten a travs de susubversin reciproca, esto significa que ni las condiciones de una equivalencia total ni las de una objetividad diferencial total son plenamente logradas. Si pudiramos diferenciar la cadena de equivalencias respecto de algo distinto de aquello a lo que se opone, ya sus trminos no podran defini