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“DESEOS” Furuichi despertó sobresaltado, sospechando que, una vez más, Alaindelon intentaba escabullirse dentro de su cama, con el pretexto de darle consuelo durante una pesadilla. Incorporándose, notó la ausencia del demonio y la presencia de un extraño baúl; sobre éste, se encontraba una nota. Furuichi se acercó para tomar la nota y poder leerla: “Estratega Furuichi: No se preocupe, mi Señor Rey Demonio, ha enviado regalo navideño para bebé Beel, entregar a Hilda. Señor Rey Demonio ha solicitado mi presencia. Espero no demorar demasiado” El chico de plateados cabellos estuvo contemplando el baúl por un buen rato.

HILDA Y OGA

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Oga Tatsumi tendrá na extraña experiencia con un regalo de navidad

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  • DESEOS

    Furuichi despert sobresaltado, sospechando que, una vez

    ms, Alaindelon intentaba escabullirse dentro de su cama,

    con el pretexto de darle consuelo durante una pesadilla.

    Incorporndose, not la ausencia del demonio y la presencia

    de un extrao bal; sobre ste, se encontraba una nota.

    Furuichi se acerc para tomar la nota y poder leerla:

    Estratega Furuichi: No se preocupe, mi Seor Rey Demonio,

    ha enviado regalo navideo para beb Beel, entregar a Hilda.

    Seor Rey Demonio ha solicitado mi presencia. Espero no

    demorar demasiado

    El chico de plateados cabellos estuvo contemplando el bal

    por un buen rato.

  • -Si claro, cuando tengo que cargar con algo que se ve tan

    pesado, ese maldito demonio desaparece.

    Arrastrando el bal hasta la entrada de su casa, se dio cuenta

    de que era mucho ms pesado de lo que haba imaginado. Y

    as, refunfuando y maldiciendo, se dirigi a la casa de Oga,

    remolcando el dichoso bal.

    *****

    Una semana antes

    Hilda, nacida demonio y sirviente, en el Mundo de los

    Demonios. Ella se consideraba afortunada de ser la nodriza

    de beb Beel. La madre de Beelzebub la haba elegido por

    sobre las dems, para encargarse de su hijo si ella no estaba

    con l. Hilda fue sirviente de beb Beel, desde antes de que

    naciera el futuro Rey Demonio. Hasta hace poco, ella se

    consideraba slo un sirviente ms; sin embargo, al paso del

  • tiempo, lleg a comprender que ms que un sirviente, era la

    madre sustituta del pequeo demonio

    En este momento se encontraba sentada sobre sus piernas,

    vislumbrando entre las penumbras el perfil apacible de Oga, a

    quien muy a su pesar, comenzaba a tener respeto y quizs

    una pizca de admiracin.

    Su amo dorma sosegadamente al lado del chico, que, por

    azares del destino, ahora era su padre.

    Hilda no lograba comprender el tipo de conexin que se haba

    creado entre ambos, porque aunque el humano Oga siempre

    dijera que quera deshacerse de beb Beel, segua luchando

    por l. Y si era sincera consigo misma, su amo pareca estar

    desarrollando una especie de sentimiento por Oga.

    Al ser ella un demonio-sirviente, su prioridad era satisfacer

    hasta el ms mnimo capricho de su amo; resguardar su

    seguridad, an a costa de su propia existencia, y asegurarse

  • que beb Beel creciera y obtuviera el poder necesario para

    destruir la tierra. Su lealtad y devocin, no conocan lmites

    En ese momento, la demonio pensaba en algo que la tena

    molesta desde haca tiempo.

    Por ms que se esforzara, no lograba entender las

    emociones humanas, como la atraccin que ella misma

    despertaba en Furuichi, o el supuesto amor que la humana

    llamada Aoi, ocultaba tan mal del distrado Oga.

    Se preguntaba qu tendra de especial aquel humano, que

    incitaba sentimientos tan fuertes y confusos.

    Estaba dispuesta a encontrar la respuesta, estudiara cada

    uno de sus movimientos, decisiones, comentarios. Ya que

    viva con l, poda observarlo sin perjuicio alguno.

    En su primer da de estudio hacia el humano Oga, Hilda

    encontr que realmente poda tener una infinita paciencia,

    pues sin importar las constantes rabietas y por ende,

  • electrocutadas de Beel a Oga, el humano segua ejerciendo

    de padre del pequeo demonio, y no slo eso, sino que

    hablaba con el pequeo, dando consejos para que beb Beel

    fuera ms maduro, por as decirlo.

    Los enemigos de Oga parecan reproducirse de la nada, si no

    era uno, llegaba otro. Oga todas y cada una de las veces,

    haba estado ah, para luchar por ellos. O simplemente por l

    mismo, pero nunca se dejaba intimidar.

    Torpe, problemtico sin querer, un ser humano que vea la

    vida de forma simple y sencilla, sin ninguna clase de

    complicaciones. Hilda senta una burbuja subir y bajar por su

    pecho cuando Oga haca gala de lo despistado que era, al no

    reconocer en la chica del parque y la guardera, a la decidida

    y fuerte Aoi.

    Alaindelon, coment a Hilda que esa burbuja que senta en el

    pecho, era slo lo que los humanos llamaban risa.

  • Aunque Hilda nunca demostraba lo que estaba pensando, su

    mente giraba en torno al chico que ella en un principio crey

    indigno de ser el padre de beb Beel.

    La rubia senta cierta energa negativa cunado Aoi se

    encontraba cerca. Alaindelon explic, nuevamente, que era

    porque la chica de cabellera oscura senta unos intensos

    celos de ella.

    Aunque la hermana de Oga haba tratado de explicar varias

    cosas terrenales a Hilda, la demonio realmente no senta

    curiosidad, salvo por todo lo referente a Oga.

    En los das que Hilda llevaba analizando el comportamiento

    del chico, comenzaba a experimentar algo un tanto

    desconocido para ella, un extrao calorcillo en el estmago

    cuando lo miraba dormir. Un cosquilleo en el cuerpo cuando

    sus miradas se encontraban. Lo que incomodaba a la

    demonio de forma extraordinaria.

  • Ella haba nacido slo para servir, punto. Definitivamente

    estaba fuera de toda consideracin que ella empezara a notar

    ciertas reacciones humanas en su comportamiento. Como

    cuando Oga interrumpi ciertas vacaciones del pobre Furuichi

    slo para estar con l y burlarse de su expresin al ver que

    no tena ms remedio que aguantarse.

    En esa ocasin Hilda no comprendi al padre sustituto de su

    amo y seor, pero ahora que ya lo conoca un poco mejor,

    saba que Oga era como otro nio, al que le gustaba cumplir

    sus caprichos sin justificacin alguna. Pero tambin saba que

    era un chico que estaba muy solo, ya que a parte de Furuichi

    y ahora Aoi, no frecuentaba a nadie ms.

    Y esa otra revelacin que tuvo de s misma cuando beb Beel

    se empecinaba en jugar con Kota, el pequeo hermano de

    Aoi, que por alguna bizarra razn, se converta poco a poco

    en el compaero de juegos preferido de beb Beel.

  • Esa vez Hilda se dedic a aguzar los sentidos, sobre todo en

    lo referente a las reacciones que demostraba la humana Aoi

    en torno a Oga. Hilda percibi cada sonrojo en las tersas

    mejillas de Aoi, el desconcierto en su mirada cuando

    confunda las palabras de Oga; y sobre todo, el brillo en la

    mirada de la chica, cuando sta contemplaba embelesada a

    Oga, sin que el joven se diera cuenta.

    Hilda supo que algo haba cambiado en su interior cuando

    una extraa punzada atraves su pecho, cortando la

    respiracin de la rubia, en una dolorosa forma. Hilda supo

    exactamente qu sentimiento se estaba haciendo presente,

    sin tener que consultar a Alaindelon.

    Desde ese momento, Hilda dio por terminado el escrutinio al

    que haba sometido a Oga durante la semana previa al da de

    Navidad.

  • Ahora su mayor preocupacin, haba decidido, era saber cul

    era el deseo ms preciado de su joven amo y seor, como

    presente para navidad.

    *****

    En el Mundo de los Demonios, se encontraba el Gran Rey

    Demonio haciendo una rabieta porque uno de sus sirvientes,

    sin querer, le haba ganado en un videojuego.

    Oga, beb Beel, Furuichi e Hilda, sintieron un leve temblor de

    tierra, sin embargo siguieron en sus asuntos al no sentir nada

    ms.

    *****

    Da actual.

  • Furuichi arrib a la casa de Oga totalmente extenuado. Hilda

    no perdi de vista el bal que halaba el chico a duras penas.

    Se sorprendi un poco al reconocerlo como llegado del

    Mundo de los Demonios. Tras la explicacin de Furuichi y leer

    la nota dejada por el demonio interdimensional; Hilda supo

    exactamente de qu artefacto se trataba esta vez.

    Era El Cofre de los Deseos Incgnitos, algo sumamente

    poderoso, por lo que no debera caer en manos

    equivocadas

    Y entonces ah estaba Hilda, en una escena ms que

    bochornosa para ella. Seguramente el idiota de Furuichi

    acababa de abrir el cofre y el resultado era aquella situacin.

    Hilda saba que cualquier humano que levantara la tapa del

    cofre y dejara ambas manos en ella, sera trasladado a un

    universo alterno donde vivira sus deseos ms profundos e

    insospechados, o quizs no tanto. Lo que tranquilizaba a la

    rubia era que slo los demonios podan recordar el haber

  • participado en algo as. Los humanos lo olvidaban en cuanto

    terminaba.

    As que, ahora Hilda tena puesto un uniforme de maid,

    mucho ms corto que el usual, ms entallado y con un

    escote demasiado generoso.

    Realizando la Ceremonia del T, como toda una profesional.

    Hilda fulminaba a Furuichi con la mirada, pero con una actitud

    servicial atenda a su seor Furuichi.

    Saba que no haba nada que ella pudiera hacer, esa magia

    era milenaria. El cofre lo haba creado el Primer Gran Seor

    Rey Demonio como regalo para su esposa e hijos; y as fue

    pasando de generacin en generacin.

    -Eres hermosa- escuch la voz de Furuichi en un vano intento

    por hacerla parecer seductora.

    -No diga eso, mi seor- contest una ruborizada Hilda, con la

    vista baja; mientras en su mente se deleitaba con la imagen

  • de Furuichi volando a travs de la ventana gracias a una

    patada que ella le haba propinado.

    -Acrcate pequea Hilda, quiero conocerte mejor- pronunci

    el chico.

    Hilda pudo observar un brillo en los ojos de Furuichi que no

    pronosticaban nada bueno, por lo menos para ella.

    Sinti cuando Furuichi se puso de pie y comenz a

    acercarse

    Entonces la escena cambi.

    La rubia y ya muy molesta Hilda, se vio a s misma en el

    parque, donde tambin se encontraba Oga y un poco ms

    retirada, se poda ver la menuda figura de Aoi.

    Esto seguramente era obra de Oga, que tomando el cofre de

    manos de Furuichi, haba dejado ambas manos en la tapa.

    Sin duda aquel chico era peor que Furuichi.

  • Sin embargo ella no senta que fuera Oga el que estuviera

    recreando aquello.

    -Lo ves, Oga, te dije que no era tan fuerte como quiere

    hacernos creer. Ni tan linda- muy bien, definitivamente era

    Aoi la que haba quitado a Furuichi del cofre.

    Fue entonces que la demonio capt lo que suceda

    realmente.

    Ella se encontraba en el piso, atada de manos y piernas,

    amordazada, y por lo que poda sentir, doblegada y golpeada

    a ms no poder. Pero Hilda saba que aquello no era todo lo

    que la humana Aoi deseaba. Estaba segura que los golpes no

    haban sido hechos para producir dao, sino para otro fin.

    Neutralizarla.

    Aoi comenz a caminar hacia Oga, que esperaba como idiota

    sentado en una banca; mirando a Aoi como si fuese la

    criatura ms extraordinaria de todo el universo.

  • La chica pretenda que su andar fuera sexy; para gusto de

    Hilda, quedaba slo en eso, pretensin. Se preguntaba qu

    estara haciendo Aoi en casa de Oga.

    En el momento que Aoi acercaba sus labios a los de Oga, la

    demonio slo peda poder cerrar los ojos. Sin embargo, era

    Aoi quien llevaba la de ganar.

    La rubia quera regresar a la escena con Furuichi.

    Y entonces se rompi. Hilda se encontraba de nuevo en la

    casa con sus amigos que la miraban extraados.

    -Te sientes bien Hilda? Ests como ausente- Furuichi quera

    demostrar a Hilda su preocupacin por ella.

    -S, no toquen eso- Hilda se acerc al cofre, al mismo tiempo

    que Oga.

    La habitacin estaba decorada simple, pisos de madera,

    ventanas translcidas, y una silla. Pareca que haba ms

    muebles, objetos, tapices, pero lo que realmente destacaba y

  • acaparaba la visin de Hilda, era la silla. Entrecerrando los

    ojos, pudo reconocerla, era la vieja silla que siempre estaba

    empolvada en el rincn ms alejado del comedor. Por ms

    que la sacudieran, siempre volva a llenarse de polvo, como si

    esa cosa lo produjera. La iluminacin era tenue.

    Hilda estaba confundida, poda moverse, hacer lo que

    quisiera. Eso era porque ella estaba recreando su deseo,

    cierto?

    Entonces, cul era ese deseo; se preguntaba la demonio.

    Oga apareci caminando hacia ella, e igual de confundido.

    Pareca buscar algo, o a alguien. Fue entonces que Hilda

    repar en la ausencia de beb Beel.

    Quizs estaba equivocada y era realmente Oga quien

    proyectaba la escena. Oga siempre trataba de pasar a

    alguien ms a su amo.

  • -Qu significa esto, dnde est beb Beel?- Oga interrog

    directamente a Hilda.

    -No lo s- la chica se sorprendi al expresar exactamente lo

    que estaba pensando.

    As que era ella quien proyectaba aquello, slo que no le

    importaba que Oga se comportara igual que siempre; de

    hecho as era como a ella le gustaba. No quera cambiar

    nada en l. Por fin admita que el estar con Oga, haba

    cambiado su punto de vista sobre los humanos, y sobre todo,

    de l mismo.

    Siempre se preguntaba qu nueva sorpresa traera consigo.

    Oga se situ frente a ella.

    Hilda dirigi la mirada a la silla, fue un vistazo fugaz, pero no

    pudo ocultarlo de Oga; quien volvi el rostro hacia el mueble,

    y, con una sonrisa ladeada acompaada de una ceja

  • levantada, regres a sostener la mirada del demonio

    femenino.

    -En serio?- pregunt en tono burln.

    Si, ese era el Oga que Hilda conoca, no necesitaba ni quera

    otro.

    El chico avanz lentamente, dejando ver cada uno de sus

    felinos movimientos, y se sent en la silla. Se vea relajado,

    pero en espera de algo.

    Hilda suspir, la decisin estaba tomada.

    Se acerc a Oga, un paso tras otro, sin movimientos

    estpidos, sin querer fingir lo que no era.

    Par cuando sus piernas se tocaron. Oga segua con la

    sonrisa ladeada en los labios, como si realmente no le

    interesase lo que estaba pasando. Sin embargo, sus

    dilatadas pupilas lo ponan en evidencia.

  • Hilda se sent en el regazo de Oga, recargando sus manos

    en el poderoso pecho del chico, que ahora suba y bajaba a

    un ritmo mucho ms rpido.

    La chica acerc su rostro al de Oga, rozando apenas sus

    labios; sinti como un latigazo de electricidad recorriendo su

    cuerpo, logrando que todos sus sentidos se pusieran alerta,

    pero no por advertir peligro, no por ponerse a la defensiva.

    Esta vez era algo que Hilda jams haba experimentado.

    Las manos de Oga tomaron sus caderas, mientras exhalaba

    un suspiro en sus labios.

    -No s si es un sueo o una maldita pesadilla- susurr Oga

    en la garganta de Hilda, mientras la recorra con los labios

    una y otra vez, sin hacer nada ms.

    Hilda quera retrasar lo que sera su primer beso pero se

    preguntaba si sera igual para Oga.

  • -Nunca imagin que esto pasara con un demonio- al parecer,

    s que era el primer beso para Oga, tambin.

    Eso fue suficiente para Hilda, desde ese momento slo se

    dej llevar.

    No fue un beso tierno, que peda permiso, simplemente era el

    beso perfecto para los dos.

    La boca de Hilda quemaba la de Oga, pero al chico pareca

    no importarle. Se recorran, ansiosamente al principio, con

    mayor calma despus.

    Hilda ya no saba si exista o no, en ese momento senta que

    flotaba en algn plano, conocido o desconocido, daba igual.

    Permanecieron as, un instante, un momento, o una

    eternidad, Hilda nunca lo supo. Slo estaba segura que

    nunca olvidara eso que estaba viviendo con Oga. Quizs el

    vivir entre humanos la haba vuelto frgil ante ese estpido

    sentimiento que los humanos llamaban amor.

  • Oga acariciaba su espalda, apenas tocando su piel con la

    punta de los dedos.

    Hilda levant el rostro, para encontrarse con la mirada de

    Oga, medio divertida, medio confundida.

    -Esto es slo un sueo, verdad. No ha pasado realmente, o

    s?- pregunt Oga con voz ronca Porque si es verdad, si

    esto es real, entonces tengo que decirte que yo yo

    Y ah estaban en la sala de la casa de Oga, con Furuichi

    electrocutado y un beb Beel, de ojos llorosos. Hilda no vea

    a Aoi por ningn lado. Tal vez prefiri retirarse.

    Hilda sinti la mirada de Oga, que la analizaba desde el otro

    extremo del cofre.

    -No toquen el cofre, es un regalo muy importante para beb

    Beel. Es un legado de la familia real del Mundo de los

    Demonios.

  • Beb Beel, se acerc al cofre, y sostenido por Hilda observ

    dentro de este. Al ser l un demonio, no tena que tocarlo,

    como sucedi con Hilda. El slo hecho de estar junto a l, era

    suficiente. Adems de que en los demonios de sangre real, el

    resultado era diferente. En su caso, no eran transportados a

    ningn lado, ni haba proyecciones de ningn tipo.

    Simplemente se acercaban al cofre y lo que deseaban, sala

    de ste.

    As que en un instante, la casa de Oga estuvo llena.

    Furuichi, Aoi, Kota, Alaindelon, Lamia, los padres y la

    hermana de Oga, fueron emergiendo poco a poco del cofre.

    Todos con simpticos gorros navideos. Por ltimo, el gato

    amigo y aprendiz de beb Beel.

    La casa se llen de risas y una que otra descarga, Hilda, sin

    pensar en lo que haca, se dirigi distradamente a la silla que

    siempre estaba abandonada en el fondo del comedor, esa

    que pareca fbrica de polvo.

  • -Lo siento, desde ahora reclamo este asiento como de mi

    propiedad- era Oga el que hablaba, dirigiendo una sexy pero

    divertida mirada a la chica demonio.

    *****

    Hilda contemplaba esa noche a Oga mientras dorma, no

    estaba segura de que el chico supiera lo que haba pasado,

    pero no preguntara. Acaso fue el deseo de l, o el de

    ambos?; en todo caso, Oga era humano, no debera recordar

    nada. O quizs la conexin con beb Beel, era tan fuerte, que

    el cofre lo tom como un demonio.

    De pronto la escena cambi. Hilda pudo contemplar a

    Alaindelon tratando de escabullirse en la cama de Furuichi,

    ante la aceptacin del chico.

  • Hilda suspir, saba que el demonio interdimensional haba

    abierto el cofre, y estaba considerando dejar que se divirtiera

    un rato.

    -Por qu estoy en tu deseo- dijo Hilda simplemente.

    -Quizs quiero que me detengas- contest el demonio

    interdimensional.

    -Deja de jugar y ve a dormir.

    Hilda regres a contemplar el rostro apacible de Oga,

    mientras el chico dorma.

    FIN