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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Yolanda MONTALVO APONTE. Concomitancias entre las obras ... - Hispanismo en México en el siglo XIX: crítica e historia literaria Pablo Mora UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO MENÉNDEZ Y PELA YO AL referirse a su obra sobre Historia de la poesía hispanoamerica- na en 1910 decía algo que en cierta forma aún sigue vigente, a pesar de la abundante bibliografía sobre temas hispanoamericanos en el siglo XX: [es] «la menos conocida en España, donde el estudio formal de las cosas de América interesa a muy poca gente, a pesar de las vanas apariencias de discursos teatrales y banquetes de confratemidad». 1 Este escaso interés poco se ha modificado si nos referimos al estudio del siglo XIX en los años que van de 1820 a 1880. Aunque esta situación es menos notoria en México, en este país se ha prestado poca atención a la relación cultural con España en ese mismo período. Apenas recientemente algunos historiadores han recogido y destacado la riqueza de este material en terrenos tales como el de la diplomacia y la historiografía para una mejor comprensión de la formación de México como nación y de la relación México y España. 2 Dos de las razones del escaso interés son, primero, la natural necesidad de los mexicanos por reafirmarse como tales después de 300 años de Colonia y 60 de guerras civiles e intervenciones extranjeras; y segundo, por el triunfo de los liberales---con la correspon- diente historiografía triunfante-en 1867. Sin embargo, estos hechos no justifican los enormes vacíos bibliográficos que existen, a estas alturas, en los inicios del siglo XXI, en cuanto al estudio de hombres de letras, impresores, diplomáticos, pintores, editores, empresarios, músicos, que participaron de manera notable en un proceso de formación cultural y cuya revisión trae nuevas luces sobre los proyectos nacionalistas, la historia literaria en lengua española, pero sobre todo, nos ofrece un conocimiento más profundo de nuestro origen. En todo caso, en las páginas siguientes, me interesa revisar las aportaciones de tres españoles en México del siglo XIX que nos arrojan pistas para profundizar, por un lado, en la formulación de un hispanismo, entendido como aquel que apela a una «hegemonía espiritual» de España 3 y que de manera inconfundible se da en el nivel de la religión y la lengua como formas de cohesión social y cultural mexicana durante el siglo XIX. Ahora bien, poco se ha estudiado dicha formulación desde el discurso literario tanto en 1 Francisco Monterde, La literatura mexicana en la obra de Menéndez y Pe/ayo, México: Nacional Autónoma de México, 1958, p.16 Véase, entre otros, de Antonia Pi-Suñer Llorens, El general Prim y la cuestión de México. Méxifo: UNAM, 1996. Fredrick B. Pike, Hispanismo, 1898-1936. London: University ofNotre Dame Press, 1976. 457 -1 .. Centro Virtual Cervantes

Hispanismo en México en el siglo crítica e historia ... · crítica e historia literaria Pablo Mora ... primero, la natural necesidad de los mexicanos ... (1847) como una

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Yolanda MONTALVO APONTE. Concomitancias entre las obras ...-

Hispanismo en México en el siglo XIX: crítica e historia literaria

Pablo Mora UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

MENÉNDEZ Y PELA YO AL referirse a su obra sobre Historia de la poesía hispanoamerica-na en 1910 decía algo que en cierta forma aún sigue vigente, a pesar de la abundante bibliografía sobre temas hispanoamericanos en el siglo XX: [es] «la menos conocida en España, donde el estudio formal de las cosas de América interesa a muy poca gente, a pesar de las vanas apariencias de discursos teatrales y banquetes de confratemidad». 1 Este escaso interés poco se ha modificado si nos referimos al estudio del siglo XIX en los años que van de 1820 a 1880. Aunque esta situación es menos notoria en México, en este país se ha prestado poca atención a la relación cultural con España en ese mismo período. Apenas recientemente algunos historiadores han recogido y destacado la riqueza de este material en terrenos tales como el de la diplomacia y la historiografía para una mejor comprensión de la formación de México como nación y de la relación México y España. 2

Dos de las razones del escaso interés son, primero, la natural necesidad de los mexicanos por reafirmarse como tales después de 300 años de Colonia y 60 de guerras civiles e intervenciones extranjeras; y segundo, por el triunfo de los liberales---con la correspon-diente historiografía triunfante-en 1867. Sin embargo, estos hechos no justifican los enormes vacíos bibliográficos que existen, a estas alturas, en los inicios del siglo XXI, en cuanto al estudio de hombres de letras, impresores, diplomáticos, pintores, editores, empresarios, músicos, que participaron de manera notable en un proceso de formación cultural y cuya revisión trae nuevas luces sobre los proyectos nacionalistas, la historia literaria en lengua española, pero sobre todo, nos ofrece un conocimiento más profundo de nuestro origen.

En todo caso, en las páginas siguientes, me interesa revisar las aportaciones de tres españoles en México del siglo XIX que nos arrojan pistas para profundizar, por un lado, en la formulación de un hispanismo, entendido como aquel que apela a una «hegemonía espiritual» de España3 y que de manera inconfundible se da en el nivel de la religión y la lengua como formas de cohesión social y cultural mexicana durante el siglo XIX. Ahora bien, poco se ha estudiado dicha formulación desde el discurso literario tanto en

1 Francisco Monterde, La literatura mexicana en la obra de Menéndez y Pe/ayo, México: Univ~rsidad Nacional Autónoma de México, 1958, p.16

Véase, entre otros, de Antonia Pi-Suñer Llorens, El general Prim y la cuestión de México. Méxifo: UNAM, 1996.

Fredrick B. Pike, Hispanismo, 1898-19 36. London: University ofNotre Dame Press, 1976.

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la crítica como en la historiografia. En dichos trabajos se puede reconocer la forma con la que se buscó establecer, con nuevos argumentos, los lazos con España y que, muy concretamente nos ayudan a entender más cabalmente la conformación de la crítica literaria mexicana del siglo XIX. Los tres escritores en cuestión, José Justo Gómez de la Cortina (1799-1860), José Zorrilla (1824-1894) y Enrique de Olavarría y Ferrari (1840-1918), son escritores que nos permiten identificar la reivindicación y la formulación cultural hispánica a lo largo del siglo XIX en los distintos libros de crítica e historiografia que editaron.

El Conde de las Letras: José Justo Gómez de la Cortina (1799-1860) Desde el regreso a México del criollo José Justo Gómez de la Cortina en 1832, la

misión de este letrado se convirtió, por un lado, en la de ser el escritor responsable de crear y promover diversas instituciones culturales mexicanas fundamentales-Ateneo Mexicano, Sociedad de Geografia y Estadística, Real Academia Española, Real Academia de la Historia-4, por otro lado, fue quien introdujo la estadística moderna, el estudio de la historia, la lingüística y la crítica literaria. A partir de estas contribuciones lo que en realidad estaba sentando eran las bases de nuevos argumentos que, de manera estratégica, reivindicaban el origen español de México. Ahora bien, esta empresa del Conde siempre estuvo inscrita dentro de un contexto de indefiniciones políticas e ideológicas, guerras e intervenciones, que nos permiten identificar también al personaje que en sus cargos públicos se mostró, por un lado, generoso, con donaciones económicas y culturales, pero, por el otro, nunca dejó de ser el guardián de las propiedades e intereses familiares y súbdito de España. Ahora bien, esta doble postura es aún más evidente cuando el propio Gómez de la Cortina decide nacionalizarse español (1847) como una medida estratégica para mantener los títulos nobiliarios de la familia y a la luz de la invasión norteamericana y la posible disolución de México como nación hispana. Es precisamente a partir de entonces que las riquezas del Conde irán disminuyendo al mismo tiempo que se le manifestará una enfermedad que lo llevará a la muerte.

La trayectoria del Conde de la Cortina se puede apreciar mejor si la planteamos en varias etapas: una primera que va de 1799 a 1832, años de educación, servicio diplomático y contacto con los hombres más ilustres de España y Europa. Una segunda etapa que va de 1832 a 1848, años de fuerte participación en el sector público y cultural: gobernador de la ciudad de México, secretario de varios ministerios, jefe de la policía, militar y diputado. Pero también fueron años en los que editó folletos (cartillas sociales, históricas y militares)-además de las revistas literarias decisivas Registro Trimestre, Revista Mexicana, El Imparcial, El Zurriago Literario-que fueron muy leídos, e incluso editados como libros de texto. Finalmente, una tercera etapa que va de 1847 a 1860, caracterizada por la intensa colaboración del Conde como miembro de la Sociedad Mexicana de Geografia y Estadística-promueve la elaboración de mapas-, la edición de una segunda parte de la revista de crítica literaria El Zurriago y la escritura tanto de sus libros de diplomacia como de diccionarios. Sin duda es en esta última etapa, en la que comienza a firmar con el título de Conde, cuando se convierte en una autoridad literaria

4 Tres de ellas, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1833), las Academias de la Historia y de la Lengua, siguen en funciones, actualmente. Por otra parte, sin la primera no se entendería el siglo XIX.

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participando menos en el orbe público, dedicado más bien a asuntos de letras. El mismo José Zorrilla dirá del Conde:

... él era español, pero hablaba siempre como mexicano, y los mexicanos acudían a él en cuestiones históricas, lingüísticas y literarias, como al más entendido y competente de los españoles, cuya Academia de la lengua, de la cual era socio correspondiente, representaba allí sin rival y sin apelación, y la verdad es que aquel hombre era una gramática viva y un tratado de retórica encuadernado en una levita, siempre abrochada ... 5

Aunque la labor cultural de Justo Gómez de la Cortina abarca tanto la historia, las ciencias y la literatura, es en ésta última en donde el escritor introduce por primera vez una serie de argumentos literarios y lingüísticos para la conservación y pureza del castellano como formas y sinónimo de los adelantos de una civilización. En efecto, el Conde fue, después del cubano José María Heredia, el crítico literario de mayor repercusión en la formación de las letras de México. Gómez de la Cortina llega a la República convencido de que la nueva función de la literatura y del fomento cultural eran el punto de partida del avance de un pueblo, porque «la cultura del ingenio influye directamente en el corazón, y la práctica de las virtudes morales necesarias a la sociedad, encuentra más o menos resistencia, según la mayor o menor instrucción del pueblo.»6

Esta noción, compartida por todas las élites mexicanas, permite que el Conde construya un discurso cultural literario basado en una serie de valores inéditos en la literatura mexicana tales como: normatividad, autoridad, prestigio, valores que son garantía del fortalecimiento de los «nudos sociales». Estos nuevos elementos estarán basados en disciplinas como la lexicografía, la etimología, la ideología y la gramática, cuestiones nunca antes practicadas. Precisamente la realización de esta empresa quedó consagrada en las censuras que el crítico realizó a las primeras expresiones literarias desprendidas de la Academia de Letrán-primera asociación de literatura de carácter nacionalista-y en el magisterio que sostuvo a través de su publicación El Zurriago Literario ( 1839-1840, 1843, 1850). En el examen de las producciones literarias de la Academia de Letrán, Cortina demostraba, con una crítica basada en los postulados de la «ideología» y la gramática, que para ofrecer una verdadera literatura digna de un país civilizado era necesaria la claridad y la corrección de la lengua como requisitos indispensables para la expresión de las ideas.

El que publica las producciones de su ingenio se impone la obligación de ser entendido por todos los lectores, y para que esto pueda suceder, es indispensable que el autor observe escrupulosamente las reglas de la ideología, las de la lógica y las de la lengua en que escribe. Lo contrario no es producir sino amontonar palabras sin

d . b" 7 or en m o ~eto.

5 Recuerdos del tiempo viejo. Madrid: Gutenberg, 1882, tomo 2, p.172. Vease también del misnw autor la edición anotada Memorias del tiempo mexicano, México: Conaculta, 1998, p. 80.

7 El Zurriago: 3 de sept. de 1839, p. l. Ecsamen crítico de algunas de las piezas literarias contenidas en el libro intitulado El Año

Nuevo. México: Impreso por Ignacio Cumplido, 1837, p.27. Véase también mi artículo: «Utilidad de la crítica e identidad nacional: El Conde de la Cortina y la Academia de Letrán», Tipos y

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A partir de esta crítica (1837) y las publicaciones subsiguientes, entre otras, el Diccionario de Sinónimos (1845), el Conde sentó las bases de una crítica castiza, academicista, que sostuvo a lo largo de su vida. Por otra parte, la preocupación por las letras lo llevaron a investigar y a escribir la única biografía de Sor Juana Inés de la Cruz de la primera mitad del siglo XIX, la misma que ahora es objeto de estudio para precisar datos acerca de la muerte de la monja.8

En este sentido, aunque la revisión del personaje y el trabajo de Gómez de la Cortina ha resultado de difícil valoración para las letras mexicanas, habría que verlo como un crítico polémico que también planteó contradicciones y paradojas-no distintas a las de sus contemporáneos--que merecerían una atención menos parcial para entender el proceso histórico de las letras de México.

Precisamente en los años finales de la vida del Conde de la Cortina, cuando éste recibía y hospedaba a José Zorrilla, el autor del Don Juan volvía a reafirmar el proyecto de su anfitrión y restituía valores y tradiciones españolas a través de sus poesías y, sobre todo, a través de la primera historiografía de las letras del México independiente, me refiero a la parte del libro Flor de los recuerdos titulada «México y los mexicanos».

José Zorrilla: el drama de la leyenda en la Reforma mexicana (1855-1866) José Zorrilla es para las letras y para los mexicanos un escritor importante no sólo

por la popularidad que goza su obra Don Juan Tenorio, que desde 1849 se representa todos los noviembres de cada año, sino porque además fue un escritor que escribió tres importantes libros de tema mexicano. Me refiero a Flor de los recuerdos (1855-1857), El drama del alma. Algo sobre México y Maximiliano. (1867) y gran parte de los capítulos que dedica en sus Recuerdos del tiempo viejo (1889).

Zorrilla tenía 38 años al llegar a territorio mexicano y 49 al salir. Durante estos años el dramaturgo escribió poco, se le recriminaron unas quintillas injuriosas, vivió una época de intervención, se refugió en las haciendas de México, viajó a Cuba, buscó emprender un negocio de esclavos que no consumó, se hizo amigo de la élite mexicana pero, de manera relevante, entabló amistad con Maximiliano y Carlota, fue nombrado por éste director del teatro en México y al final le encargó la escritura de sus memorias. El paso de Zorrilla por México significó en todo caso, más que una leyenda, un drama; es decir, una drama que adquirió más relieve cuando el dramaturgo escribió en España, a raíz de la noticia del fusilamiento de Maximiliano: El drama del alma (1867). Se trata de un texto calumnioso y lleno de insultos a México que enemistó a todos los escritores nacionales hasta por lo menos 1893, año en el que varios mexicanos le manifiestan a Menéndez y Pelayo la poca disposición para la promoción de una estatua del poeta. Como dijimos, hay un tercer libro de memorias dedicado a México en donde Zorrilla trata de reconciliarse con el país y en donde narra en prosa espléndida la vida de una aristocracia en las haciendas mexicanas.

En todo caso lo que aquí interesa destacar es, por un lado, la figura del poeta consagrado que se imita y se rechaza, pero, por el otro, al escritor que busca establecer los lazos de fraternidad entre México y España a través no sólo de una historia crítica de la literatura mexicana-México y los mexicanos-sino de un retrato de la fisonomía de

carac¡eres: !aprensa mexicana (1822-1855), México: UNAM, IIB, 2001, 283-294. Elías Trabulse, La muerte de Sor Juana, México: Condumex, 1999, pp.52-58.

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la cultura mexicana en estampas que aún siguen siendo reproducidas. Dicho texto, en realidad, es un epistolario dirigido a Ángel de Saavedra en el que le da carta de nacionalidad a la literatura mexicana pero sin dejar de insistir en los lazos con España. Ahí plantea que la literatura de la Colonia fue copia de la española y en cuanto a la poesía mexicana señala los defectos en el abuso de la sinéresis, desprendidos de la pronuncia-ción mexicana, para lo cual argumentaba: «porque además de que la lengua castellana no nació en México sino en Castilla, y no hay más remedio que seguir al escribirla las reglas de su academia, es menester para no percibir con disgusto semejante falta de armonía, carecer absolutamente de oído poético, ignorar completamente los rudimentos de la música y no saber absolutamente vocalizar».9 Es en este punto en donde claramente retoma las críticas del Conde e insiste al hablar de José Joaquín Pesado, el poeta más ponderado, que se trata del más correcto y más maduro para concluir que uno de los defectos de la poesía mexicana era la mala prosodia debido a la igualmente mala pronunciación mexicana. Las cartas de Zorrilla nos revelan, asimismo, a un lector y poeta que claramente busca deslindarse del romanticismo más radical y se afana en privilegiar un canon académico, castizo, de carácter neoclásico. Cuando habla del poeta Luis G. Ortiz, por ejemplo, le pide alejarse de la propia poesía de Zorrilla. Ahora bien, por otro lado, la misma figura del poeta español, envestida en el lector-poeta privilegiado y sensible, le permiten destacar a autores románticos mexicanos como Rodríguez Galván y Femando Calderón. De éste último inclusive señala la forma como éste toma como modelo la literatura española a través del poema la «Canción del pirata» de Espronceda. Asimismo hace una breve crítica de la obra teatral del zacatecano en donde observa ciertos descuidos en la estructura y en los diálogos. A partir del rescate del poeta José María Esteva destaca los vínculos de la cultura y pronunciación de Veracruz, tierra de origen del poeta, con Andalucía. Por último, resulta también importante el rescate de los escritores de origen español y que suscribe dentro de la poesía mexicana: me refiero por supuesto al Conde de la Cortina y al poeta Casimiro del Collado.

Precisamente, durante los últimos años del imperio de Maximiliano llegó otro español que consolidó los lazos literarios con España pero desde otra perspectiva, es decir, desde el triunfo liberal mexicano. Ahora bien, lo interesante es que defendió y difundió un proyecto nacionalista pero desde un discurso literario con apego a los cánones tradicionales españoles y basado en un análisis historiográfico de las letras no muy distinto al de Zorrilla. Por otra parte, aunque Olavarría tomó datos y dio cuenta del paso de Zorrilla en México, lamentó los juicios hechos por su compatriota sobre los mexicanos y entendió el malestar nacional.

Enrique de Olavarría y Ferrari (1844-1918): el español republicano Enrique de Olavarría y F errari es el primer español que cuenta con una contribución

notable en la historia de la cultura mexicana (teatro, historia, literatura, enseñanza, música, etc.) y que adopta la nacionalidad mexicana ( 1889), una vez que se identifica con el proyecto liberal de Ignacio M. Altamirano, Vicente Riva Palacio, Irineo Paz, Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, entre otros. El escritor, nacido en Madrid, llegó a México

9 José Zorrilla, México y los mexicanos, México: Conaculta, 2000, p. 106. Véase también mi artículo <<México y los mexicanos: estrategias de la crítica de Zorrilla», Historiografia de la literatura mexicana, UNAM, 1996, pp. 50-66.

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en diciembre de 1865, precisamente, en los momentos en los que el imperio de Maximiliano buscaba consolidarse. En ese contexto Olavarría y Ferrari, de 21 años, entraba a un mundo mexicano que buscaba definirse políticamente. Sin embargo, la presencia de la actividad literaria y cultural de Olavarría no comenzó sino hasta 1867, año del triunfo de la República encabezada por Juárez y, de manera más clara, con el inicio de la revista El Renacimiento de Altamirano, dos años después. En efecto, para 1867, Olavarría con su obra Los misioneros del amor era motivo de discusión en las Veladas Literarias por Luis G. Ortiz y José T. de Cuéllar, pero también ese mismo año Anselmo de la Portilla publicaba el «prospecto» de uno de los periódicos más importantes del siglo XIX en cuanto a la relación entre México y España: La Iberia (1867-1877).

Por su parte Olavarría escribió dos obras de historia literaria y teatral: El arte literario en México (1877), y Reseña del teatro histórico de México (1895), además de editar, por primera vez, una antología de poesía mexicana en España: Poesías líricas mexicanas (1878). En ellas Olavarría promovió la literatura nacional suscrita al canon español, es decir, no se separó de las líneas trazadas por los anteriores escritores aquí revisados en cuanto al apego de las reglas del idioma. Olavarría, identificado como un historiador romántico, puso como «uno de los juicios valorativos de mayor peso en el criterio estético ( ... ) el uso correcto de la lengua castellana». 1º Ahora bien, conviene aclarar que las razones que unen a Olavarría con el resto de los escritores son menos evidentes. Antes que nada hay que reconocer que el punto de partida de toda la obra de Olavarría se desprende de un hecho histórico: la imposibilidad de la intervención de Francia en México. En ese sentido el nacionalismo mexicano de Olavarría está concebido también en la medida en que representa un rasgo de reivindicación e identidad cultural con España a través de su literatura y la lengua. En primer lugar plantea el análisis de la historia como una forma de explicar el renacimiento literario de México a partir de 1867, esto revela su contacto con la historiografia romántica que establecía el grado de desarrollo de un pueblo según la relación entre historia y literatura. Este punto de partida permite que Olavarría destaque la importancia del idioma español frente a otros. Por ejemplo, cuando habla de Justo Sierra se refiere a la mala influencia de la literatura francesa, particularmente de Hugo, para lograr una verdadera veta nacional. En este sentido, también hace una distinción entre las virtudes de la tradición lírica de la poesía española frente a la de los pueblos del Norte.

En el caso de Guillermo Prieto, por ejemplo, lo vincula por primera vez con la tradición satírica de Baltasar de Alcázar. Asimismo, dentro de la labor de los españoles en México, destaca a Casimiro del Collado, a Niceto Zamacois y a Telésforo García. Pero lo más significativo es la forma como reivindica al liberal José María Vigil y su uso de la décima española. Aquí destaca el conocimiento que tiene el mexicano de la literatura del siglo XVII y subraya la posibilidad de clasificar la décima como una forma estrófica clásica con características similares a las del soneto.

En este sentido, hay que decir que Olavarría no incorpora ni introduce nuevos argumentos de la estética moderna-no los discute-, tampoco muestra una apertura hacia la lengua, sino que a partir de asumir una historiografia nacionalista busca difundir por primera vez la literatura mexicana en España siempre a la luz de un canon español.

10 María Teresa Solórzano, «Enrique de Olavarría y Ferrari: portavoz de México en Europa», Historiografía de la literatura mexicana, 1996, p.132.

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En todo caso, el carácter de estos críticos e historiadores de la literatura nos revela, por un lado, la consolidación de un discurso que sustentaba la necesidad de un aprendizaje de la lengua española según las normas castizas y académicas; un principio que repercutió seguramente en la obsesión formal de muchos de los poetas mexicanos y que por tanto merecería más atención, sobre todo si lo planteamos a partir de la posible relación entre la poesía neoclásica y el otro movimiento moderno que tuvo gran acogida por los poetas modernistas: el pamasianismo. Por otro lado, la revisión cuidadosa de los textos críticos de los escritores aquí reseñados con la identificación y proliferación de una crítica literaria mexicana muy académica y clásica nos permitiría identificar el claro predominio de una tradición crítica que sustentó la idea de la literatura de México suscrita a una identidad hispana. En suma, la revisión de estos autores nos ha permitido identificar una tradición de crítica literaria e historiográfica con un trazo singular: uno es el filólogo y gramático que con nuevas herramientas de la crítica literaria ofrece la conciencia del idioma y destaca una determinada literatura a través del uso correct0 del idioma; el segundo es el poeta que establece el canon poético a partir de su postura de lector privilegiado y, finalmente, el tercero es un historiador y ensayista que desde una perspectiva historiográfica privilegiada ubica y difunde la literatura mexicana. Sin duda, la consolidación de este periplo tiene, entre otras obras, su mejor proyección en la Antología de poetas hispano-americanos que escribió Marcelino Menéndezy Pelayo, una obra que se basó en los textos reseñados y que sigue siendo fuente de nuevos ensayos de historiografia y crítica literarias.

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