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1 En noviembre de 1910 y mayo de 1911, bajo la bandera del maderismo se propago en México una rebelión armada que finalmente conduciría a la caída de Porfirio Díaz, Desde el exilio estadounidense, en su Plan de San Luis Potosí, Madero había convocado a los mexicanos a derrocar al presidente el 20 de noviembre de 1910. Lo acusaba de fraude electoral y se nombraba a si mismo presidente provisional. En contra de las expectativas de Madero, el levantamiento no partió de las ciudades, sino más bien de las revueltas surgidas en el campo. Esto de debió a que en las ciudades a la policía porfirista le resulto fácil descubrir conspiraciones maderistas o aplastar intentos de rebelión, como el encabezado por Aquiles Serdán en puebla, con gran derramamiento de sangre. De esta manera dos regiones destacaron como los principales centros del levantamiento armado desde la rebelión maderista y posteriormente durante la guerra civil de los años 1913- 1914; el norte y ciertas partes del altiplano central del sur, cuyo núcleo era el estado de Morelos. La situación del norte estaba marcada en gran medida por su ubicación periférica con respecto al centro del poder y administración nacional. Por una parte, hasta la segunda mitad del siglo XIX la región había representado una especie de “frontera” militar contra las frecuentes invasiones guerreras de indios como los apaches, los yaquis, etcétera.

Historia 1

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En noviembre de 1910 y mayo de 1911, bajo la bandera del maderismo se

propago en México una rebelión armada que finalmente conduciría a la caída de

Porfirio Díaz, Desde el exilio estadounidense, en su Plan de San Luis Potosí,

Madero había convocado a los mexicanos a derrocar al presidente el 20 de

noviembre de 1910.

Lo acusaba de fraude electoral y se nombraba a si mismo presidente provisional.

En contra de las expectativas de Madero, el levantamiento no partió de las

ciudades, sino más bien de las revueltas surgidas en el campo.

Esto de debió a que en las ciudades a la policía porfirista le resulto fácil descubrir

conspiraciones maderistas o aplastar intentos de rebelión, como el encabezado

por Aquiles Serdán en puebla, con gran derramamiento de sangre.

De esta manera dos regiones destacaron como los principales centros del

levantamiento armado desde la rebelión maderista y posteriormente durante la

guerra civil de los años 1913-1914; el norte y ciertas partes del altiplano central del

sur, cuyo núcleo era el estado de Morelos.

La situación del norte estaba marcada en gran medida por su ubicación periférica

con respecto al centro del poder y administración nacional. Por una parte, hasta la

segunda mitad del siglo XIX la región había representado una especie de

“frontera” militar contra las frecuentes invasiones guerreras de indios como los

apaches, los yaquis, etcétera.

Esta militarización de los habitantes de la frontera norte fundo una tradición de

violencia específica de esta región. Además, la relativamente baja densidad

demográfica y la viabilidad de cruzar la frontera hacia Estados Unidos imposibilito

en gran medida el control político, sobre todo en las sierras.

Bandidos, contrabandistas y también personas que se encontraban “fuera de la

ley” por motivos políticos podían sustraerse fácilmente a la persecución de

agentes del orden público.

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Los factores geopolíticos favorables de la zona fronteriza del norte no existían en

el densamente poblado sur cercano a la capital. Sin embargo. El desarrollo agrario

porfiriano había sido tan conflictivo que produjo un fuerte potencial campesino de

oposición.

Este rápidamente se volvo en las revueltas campesinas suscitadas a

consecuencia de la creciente disolución de los órganos estatales porfiristas,

principalmente en las regiones con un alto porcentaje de pueblos independientes.

Desde el principio el estado fronterizo de Chihuahua tuvo un papel clave en los

enfrentamientos militares de la revolución.

La oposición contra el régimen de los Terraza fue particularmente explosiva en

aquellas zonas de Chihuahua donde por la expansión de los latifundios se

expropiaron o amenazaron las tierras de las antiguas colonias militares.

En el occidente de Chihuahua, en la Sierra Madre Occidental, de difícil acceso, se

alzaron hombres en noviembre de 1910 encabezados por Pascual Orozco, quien

se convertiría en el más importante comandante militar del levantamiento

maderista.

Hubo levantamientos locales también en otros lugares de Chihuahua. En Riva

Palacio, por ejemplo, Francisco Villa organizo un grupo de 30 hombres armados

en noviembre de 1910, que tomaron el estandarte del maderismo.

Pancho Villa nació en 1878 en una hacienda del estado de Durango, hijo de un

pobre aparcero, por lo que fue uno de los pocos líderes en la revolución que

provenía de la clase de los peones.

Huyo de la hacienda siendo aún muy joven, después de verse involucrado en un

sangriento pleito con el dueño de la misma. Como ladrón de ganado, pronto de

convertiría en “el más famoso bandido del norte. Vivía en la conciencia popular

como una especie de Robín Hood, como aliado de los pobres contra los ricos”.

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Las formaciones rebeldes bajo Orozco y Villa fueron las más importantes dentro

del levantamiento maderista en Chihuahua, que se propago rápidamente en el

invierno de 1910-1911.

La personalidad del respectivo líder tuvo un papel decisivo en todas las

sublevaciones locales. Fue el vínculo personal entre el jede y “su gente”, es decir,

una especie de relación clientelista, lo que aseguro la unión de estos grupos

armados, y no la adhesión a programas políticos abstractos.

Al principio, los rebeldes contaban nada más con unos cuantos cientos de

hombres. Frente a las tropas del gobierno tenían la ventaja de conocer

perfectamente el terreno en las intransitables sierras, y por lo común disfrutaban

también del apoyo de la población local, que les proporcionaba tanto ayuda

material como noticias acerca de los desplazamientos de las tropas enemigas.

Durante los primeros meses de 1911, las fuerzas rebeldes no solo aumentaron

mediante el reclutamiento en el interior de México, sino también por la

contradicción organizada de trabajadores mexicanos del sur de Estados Unidos.

El 6 de febrero de 1911, por ejemplo, el cónsul estadounidense en Hermosillo

informo de una extensa operación de contrabando de armas realizada por los

rebeldes a través del rio Bravo, y de que en un artículo publicado por un periódico

de Las Cruces, Nuevo México, podía leerse que “los revolucionarios procuran

reclutar a la gente abiertamente, ofreciéndoles un anticipo de 500 pesos”.

Uno de los elementos significativos de los ejércitos revolucionarios del norte era la

concentración de desempleados y subempleados de la zona, particularmente

afectados por las crisis económicas, así como las regiones fronterizas de Estados

Unidos, y que estaban en permanente búsqueda de mejores condiciones

laborales.

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A diferencia de los ejércitos del cono sur americano (Chile, Argentina, Brasil), que

a comienzos del siglo XX habían sido modernizados técnicamente y

profesionalizados en la formación de sus oficios bajo la influencia de las misiones

militares europeas.

El ejército mexicano permaneció en gran medida fiel a la tradición militar del siglo

XIX. Si bien esto llevó consigo que el cuerpo de oficiales mexicanos no

desarrollara iniciativas de reforma política, como hicieron sus homólogos en

América del Sur, el precio de la lealtad del ejército de Díaz fue su reducida eficacia

militar.

El informe de febrero de 1911 del embajador estadounidense Wilson acerca de la

situación militar en el país da una impresión del estado del ejército federal.

En el Wilson hace referencia al acelerado crecimiento numérico de los rebeldes,

que sin embargo solo estaban unidos de manera poco consiente, por lo que

todavía no podían constituir una amenaza seria al régimen de Díaz.

Según Limantour, la reorganización eficaz del ejército se vio ante crecientes

dificultades. Puesto que en todas partes se temía el surgimiento de nuevas

revueltas, el ejército fue fragmentándose sucesivamente. Pese a los ofrecimientos

financieros, no fue posible completar los efectivos con base en voluntarios. }

El secretario de Hacienda hizo constar posteriormente que los gobiernos locales

también fracasaron ya que “demostraron apatía o incapacidad para hacer frente a

una situación anormal”.

En lugar de emprender la lucha contra los rebeldes con los recursos a su

disposición “se limitaron a dar cuentas de lo ocurrido, a pedir instrucciones y a

solicitar ayuda y protección”.

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Según el agregado militar ellos eran muy inferiores a los insurgentes, el fracaso

del ejército en el control del levantamiento produjo una creciente parálisis en el

aparato político y administrativo.

Bibliografía

Tobler Hans, 1997. El levantamiento maderista y la caída de Porfirio Díaz 1910-

1911, “La revolución Mexicana” Alianza Editorial. Pp: 201-224.