455
HA 76191

Historia Belgrano III

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Historia Belgrano III

HA

7 6 1 9 1

Page 2: Historia Belgrano III
Page 3: Historia Belgrano III
Page 4: Historia Belgrano III
Page 5: Historia Belgrano III

BIBLIOTECA ARGENTINA

Volumen 25

Page 6: Historia Belgrano III
Page 7: Historia Belgrano III

ih jv z 2 x ¿r B I B L I O T E C A A R G E N T I N A

PUBLICACIÓN MENSUAL DE LOS MEJORES LIBROS NACIONALES

D I R E C T O R : R I C A R D O R O J A S

25

HISTORIA..» BELGRANO Y DE LA

INDEPENDENCIA ARGENTINA

POR

B A R T O L O M É M I T R E

T O M O I I I

B U E N O S A I R E S

LIBRERÍA « L A F A C U L T A D » , DE JUAN ROLDAN Y. C A

359, FLORIDA, 339

1 9 2 8 £ / ,

Page 8: Historia Belgrano III

Imp. d e Q. H e r n á n d e z y G a l o S á e z . - M e s ó n d e P a ñ o s , 8 . — M A D R I D

Page 9: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELQRANO Y DB LA

INDEPENDENCIA ARGENTINA

CAPÍTULO XXXV

LA INVASIÓN BRASILERO-PORTUGUESA

1816-1817

Rómpensen las hostilidades en la Banda Oriental.—Preparativos de Artigas para rechazar la invasión portuguesa.—Su plan de campaña.—Invade el territorio brasilero.—Campaña de las Mi­siones orientales por Andresito.—Operaciones por el Cuareim. Combate de Ibiracoy, Corumbé e India Muerta.—Estado de la opinión en la Banda Oriental. —Seguridades que da el Brasil al Gobierno argentino.—Política impuesta por los acontecimien­tos.—Actitud que asume el director Pueyrredón.—Misión del coronel Vedia cerca de Lecor, y antecedentes sobre el comisio­nado.—Notables conferencias entre Vedia y Lecor.—Vedia y don Nicolás Herrera.—Actitud de Artigas después de sus pri­meras derrotas.—Se abren negociaciones entre el Directorio y Montevideo.—Actitud de Pueyrredón y su correspondencia al Congreso con tal motivo.—Se pacta la incorporación de la Ban­da Oriental a las Provincias Unidas. -- Artigas desaprueba el convenio.—Correspondencia entre el director y las autoridades de Montevideo con tal motivo.— Ocupación de Montevideo por los portugueses.—Derrotas de Artigas en Arapey y Catalán.— Campaña de los portugueses a las Misiones Occidentales.—Ca­rácter de la resistencia de los orientales.—Situación militar de los portugueses.—Repercusión de e3tos sucesos en la opinión argentina.—Plan de política del Congreso sobre la base de la monarquía.—Su rechazo por Pueyrredón. — Correspondencia entre el director y Lecor.—Reconquista de Chile por San Mar­tín.—Actitud bélica de Pueyrredón.

Mientras el Congreso argentino y el Director supremo dis­cutían, a trescientas leguas de distancia uno de otro, sobre instrucciones diplomáticas, que en definitiva tendían a fundar

Page 10: Historia Belgrano III

6 B A R T O L O M É MITRE

una monarquía imposible en el Río de la P la ta , las hostilida­des se rompían sobre la frontera de la Banda Or ienta l . La Vanguardia de Lecor , par t iendo del ter r i tor io del Río Grande , a p o d e r á b a s e en agos to de 1816 del fuerte de San ta T e r e s a , y s e si t iaba en t re el Río de la P la ta y el lago Merim, dent ro de los límites argent inos . O t r a columna de 2,000 r íogrande-ses invadía por el C e r r o Largo a las órdenes del general Sil-veira , en combinación con Lecor . A! mismo t iempo se re ­unían las fuerzas de San Pablo y San Ped ro do Sul , sob re ¡a línea del Río P a r d o , en número de más de 2.000 hombres , al mando del genera l Curado , y se des tacaban par t idas de observación sob re el Alto Uruguay, en el ter r i tor io de las Misiones or ienta les . D e e s t e modo, el Brasi l establecía en su frontera del Sur , un ejército de cerca de 10.000 hombres , cuya línea de operac iones se extendía desde San ta T e r e s a , sob re el P la ta , has ta ¡as Misiones sobre Uruguay.

Art igas , por su pa r t e , opor tunamente prevenido de la inva­sión, había tomado sus medidas pa ra con t ra r re s t a r l a , t r azán­dose un plan de campaña, Verdaderamente atrevido, y que bien desenvuel to con mejores elementos y más pericia, pudo y debió dar sus resu l tados . Es t e plan e r a nada menos que e! de Scipión el Africano, buscando la salvación de Roma en C a r t a g o ; pero las bandas Artigueflas no eran las legiones romanas , y Art igas , como jefe de par t idar ios , no l legaba ni al tobillo de Güemes , según va a ve rse .

Desde el mes de enero de 1816, Art igas , en previsión de una invasión por tuguesa , había pues to en es tado de defensa ¡as Misiones occidentales sob re el alto Uruguay ( i ) , de las que e ra gobernador , un indio misionero, llamado Andrés Gua-curár i , a quien había baut izado con su nombre, haciendo de él un hijo adopt ivo y convirt iéndolo en uno de los genera les de su ejército. E s t e indio, conocido en la historia con el nombre de Andres i to , e ra el que había suybugado a Cor r ien tes y go­be rnaba el te r r i tor io que s e ext iende en t re el P a r a n á y el Uruguay, limitado al Nor t e por el P a r a g u a y , y al S u r por el Guaiquiraró y Mocore tá por la p a r t e de En t r e Ríos . En mar­zo del mismo año le escribía Ar t igas : «No hay que vivir des­c u i d a d o s , cuando los por tugueses no s e duermen. S u s moVi-»mientos son muy sospechosos , y nunca debemos e s p e r a r a »que nos sorprendan. Si ellos se p reparan a hacer tenta t iva »por algún lado, es preciso robarles la vaella y en t ra r l e s por »otro. Lo que in teresa en ese caso es pasa r el Uruguay por «arr iba de! Ibicuy y en t ra r en sus poblaciones.» (2) En el mes

(1) Oficio de Artigas a Andresito, de 18 de enero de 18L7. M. S., en nuestro archivo.

(2) Oñcio de Artigas a Andresito, de 26 de enero de Í816. M. S., en nuestro archivo.

Page 11: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BRLGRANO 7

de junio, cuando las fuerzas de Lecor empezaron a reconcen­t r a r s e en S a n t a Cata l ina , hizo dar la Voz de a larma por medio de una proclama expedida por el Cabi ldo de Montevideo, se ­gún queda dicho, levantándose a su Voz el país en masa . In­mediatamente empezó a enviar a rmamento y municiones de infantería a Andresi to , organizando una flotilla de embarca­ciones menores a rmadas en guer ra , con el objeto de dominar el r ío , y facilitar ei pasaje de Jas t ropas a terr i tor io bras i le ro . Al mismo tiempo disponía que ei alférez don Panra león So te -Jo, con cua t ro soldados, fuese a organizar una división de in­dios misioneros en Yapeyd, con el objeto de invadir por su frente, a la Vez que Andresi to , a la cabeza de 2.000 hombres , lo verificase Ibicuy arr iba (5). «No hemos de aguarda r a que sellos prec isamente nos a taquen, escribía Ar t igas . D e b e m o s «penet rar a su terr i tor io , a cuyo fin es toy tomando mis provi­d e n c i a s , p a r a dar un golpe maes t ro y decisivo. D e lo cont ra­r i o , el Por tuga l se nos echa encima y nos a c a b a r á de a r ru i ­n a r . » En julio dispuso que una división en í re r r i ana como de 600 a 700 hombres , que, al mando de! comandante Verdun (en-, í rerr iano), se hallaba en ei Ar royo de la China, marchase has­ta Mandisoví, con ei objeto de remontar ei Uruguay por su margen derecha y a t r avesa r lo más ar r iba del Arapey , p a r a cubrir ¡a línea de! Cuareim y concurr i r así al movimiento de Andresi to y Sote lo (4).

Simul táneamente con es tos movimientos p repa ra to r ios des­tacó Art igas a dos de sus principales tenientes sob re ia fron­te ra de! És t e , en act i tud defensiva. Don F ru to s Rivera , el más capaz y ei más humano de sus jefes, salió al encuent ro de la división de Lecor, a ia cabeza de una columna de 1.400 a 1.500 hombres . Don Fe rnando Oto rgues , el más b á r b a r o y cruel de sus caudillos, que con t raba lanceaba , has ta cier to punto , su in­fluencia sobre las masas por medio del ter ror ismo, marchó al frente de 800 a 900 hombres a coiocarse f rente a ia columna brasi leña de Si lveyra , que amenazaba al C e r r o La rgo , Art i ­gas , por su pa r t e , a la cabeza de una división de poco más de 1,000 hombres , se ponía en marcha pa ra ocupar ia línea de Cuareim, concurr iendo a los movimientos ofensivos sobre el terr i tor io bras i le ro . En es ta actitud, Andres i to debía a t aca r a San Borja, capital de los s ie te puebios de las Misiones

(3) Oficios de Artigas a Andresito, de 20 y 27 de junio y 8 de julio de 1816, y de Justo Yegro, jefe de la escuadrilla de Artigas en el Uruguay, de fecha 15 de septiembre de 1816. M. S. S., en nues­tro archivo.

(4) Oficios de Artigas a Andresito, de 12 y 15 de julio, y de Verdun a Andresito, de 20 de agosto de 1816. M. S. S., en nues­tro poder, cuyos originales existen en el archivo de don Andrés Lamas, a quien debemos su comunicación.

Page 12: Historia Belgrano III

8 B A R T O L O M É MITRE

or ienta les , invadiendo Sote lo f rente a Yapeyú, y Verdun por el Cuareim, con orden de abr i r comunicaciones en t re sí e s t a s fuerzas; y reuniéndoias todas ellas sob re S a n t a María , ame­nazar la línea del Río P a r d o , a re taguard ia de las fuerzas ene­migas (5). D e es te modo, a!-iniciarse la invasión por tuguesa , Ar t igas podía disponer de un ejército de 6.500 a 7.000 hom­bres , sin contar una división de 1.200 hombres que al mismo t iempo se organizaba en Corr ien tes , y de una r e se rva mayor aún, que tenía pronta el En t r e Ríos, todo lo cual formaba un total de cerca de 9.000 hombres , que bien dirigidos, y sobre todo combinándose con las fuerzas de Buenos Aires , habrían hecho imposible la invasión por tuguesa .

El plan de Art igas , teór icamente cons iderado, haría honor a cualquier genera l . E ra , no sólo a t revido en el sentido de la ofensiva, sino también prudente en el sent ido de la defensiva. Invadiendo ¡as Misiones or ienta les por el Uruguay y el Cua­reim, se poses ionaba de un ter r i tor io que imposibilitaba la in­vasión por tuguesa por ¡a frontera Nor te , a la .vez que amaga­ba la invasión del E s t e por la espalda, pudiendo levantar en los s ie te pueblos, una fuerza de 1.000 a 1.500 misioneros, que unidos a las divisiones de Andresi to , Sote lo , Verdun y la suya propia (sin con ta r las de Rivera y Oto rgues , ni las de E n t r e Ríos y Cor r i en tes , podrían formar una masa de más de 5 000 hombres , fuerza dos veces super ior a todas las que el enemigo podía p resen ta r por el Río Pardo) . Aun suponien­do que es te movimiento no hiciera desist ir a los por tugueses de su intento, s e colocaba en apti tud de batir a las fuerzas del Río P a r d o , conservaba eí dominio continuo de la p a r t e más importante del país, sin perder su base de operac iones que ensanchaba , mantenía libre sus comunicaciones con E n t r e Ríos y Cor r i en tes , dominaba el Río Uruguay, se cubría con la ba­r r e ra de! Río Negro, y podía sos tener , en todo caso, una gue­r r a de par t idar ios , cont ra igual número de fuerzas invasores . P e r o es te plan, concebido por instinto, era super ior a la inte­ligencia de Ar t igas y de sus tenientes , y careciendo de una b a s e segura , cual era la conservación de ia plaza de Monte-Video, debía da r los resul tados desas t rosos que dio,

Los por tugueses , por su pa r t e , tenían en las t r opas euro­p e a s soldados mejores que los de Ar t igas y en las milicias del Río Grande y de San Pablo , montoneros tan j inetes y tan va­l ientes como los de Art igas en la gue r ra de par t idar ios . Si bien !a inteligencia de Lecor , como general no excedía en su línea a la de Ar t igas (según el juicio de sus compatr io tas y como lo demost ró en el curso de la campaña) , las divisiones p o r t u g u e s a s eran mandadas por jefes super iores a Andresi to ,

(5) Oficios de Artigas a Andresito, de 25 de agosto y de 1.° de septiembre de 1816. M. S. 8., en nuestro archivo.

Page 13: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BEt .GRANO 9

Sote lo , Verdun, Rivera y O t o r g u e s , no fal tando, en t re elios, hombres del mismo temple en cuanto a b á r b a r a s represa l ias , según se Verá más ade lan te .

Iniciada la invasión en agosto de 1816, por la Angostura y el C e r r o Largo , Ar t igas empezó a ejecutar el pian p repa rado en ei t r anscurso de seis meses , e! cual has ta entonces no había sido pene t rado por el enemigo. «Los por tugueses han avan-»zado ya al C e r r o Largo , escribía á Andres i to . E s preciso »que cuanto an tes empiece V. á hosti l izarlos, aunque a p u r e »sus movimientos an tes del día prefijado (que e ra el 12 de «Set iembre de 1816), pues yo apenas l legue, ya empiezo á »romper el fuego» (6). En consecuencia, en los pr imeros días de sept iembre , Andres i to invadió las Misiones or ienta les a la cabeza de 2.000 hombres . Sote lo , auxiliado por la escuadril la, se puso a secundar lo con 400 a 500 hombres . Ar t igas , con sus 1.000 hombres , se s i tuaba en el paso de San ta Ana sobre el Cuareim, y Verdun con ce rca de 700 hombres , s e colocaba sobre la misma línea diez y ocho leguas más abajo, avanzan­do sus exploraciones sobre el ter r i tor io enemigo.

El general Cu rado (el mismo que hemos Visto figurar en 1808 como negociador con Liniers), a la sazón, jefe de la fron­t e r a del Río Pa rdo , s e ocupaba en tomar medidas prevent i ­vas para concurrir a la invasión de las t r opas po r tuguesas por el Nor te , cuando tuvo lugar la irrupción de las bandas de Art igas sobre su propio te r r i tor io . Por acaso , había des ta­cado ai br igadier Francisco das C h a g a s San tos al frente de una división de Paul i s tas , Ca ta l ine tas y Río Grandeses (pró­ximamente 400 a 500 hombres) con el objeto de p ro teger el flanco por el Alto Uruguay , defendiendo los s ie te pueblos de las Misiones or ienta les . A es to se debió que el movimien­to de Andresi to y Sote lo no sur t i ese efecto, según se ve rá . Curado , comple tamente sorprendido, s e reconcentró en San­ta María , punto céntr ico y convergen te de las columnas ex­pedicionarias de Art igas , y des tacó sob re el Cuareim dos de sus divisiones al mando del brigadier Cos ta C o r r e a Rebel lo y del comandante Abreu , con el objeto de hacer frente a S o -telo y Verdun, avanzando él a su vez, has ta Ibirapuitan chi­co. Verdun, a su vez, invadiendo resue l t amente e! terr i tor io enemigo, apoyado por Ar t igas que había ocupado la margen derecha de Cuareim, maniobraba en el sent ido de cor ta r su re t i rada a C o r r e a Rebel lo y Abreu , p rocurando tomar la re­taguardia de Curado , y ocupar a S a n t a Mar ía , abr iendo sus comunicaciones con So te lo y Andres i to . Apercibido Curado de su intento, ilamó a sí la columna de C o r r e a Rebel lo , des­pués de reforzar con una p a r t e de ella a la de Abreu , quien

(6) Nota sin fecha de Artigas a Andresito. M. S., en nuestro archivo.

Page 14: Historia Belgrano III

10 B A R T O L O M É MITRE

quedó de es te modo dominando la margen izquierda de! Uru­guay desde el Cuareim al Ibicuy, a la cabeza de una división de 650 a 700 hombres de las t r e s a rmas .

Sote lo , protegido por la escuadril la mandada por Yedro , bandeó el Uruguay desde Yapeyú, y tomó t ie r ra a inmedia­ción de ¡a boca del Ibicuy en 20 de sept iembre . Abreu acu­dió en defensa del ter r i tor io invadido, y lo rechazó por dos ocasiones (el 21 y 25 de sept iembre) , cañoneando la escua­drilla, y lo obligó a r e p a s a r el r ío , impidiéndole pone r se en contac to con Verdun (7). Sote lo , viendo malograda su opera­ción, s e corr ió por la margen derecha del Uruguay, con el objeto de a t r avesa r el río más a r r iba de la ba r r a del Ibicuy, como lo verificó, buscando pone r se en comunicación con An­dresi to .

Mien t ras tan to , Abreu marchó sin pérdida de tiempo en pro­tección de las Misiones or ienta les a t acadas por Andres i to , y el 27 de sep t iembre s e encontró su vanguardin con la de S o -telo, teniendo lugar a lgunas esca ramuzas . El 5 de oc tubre es­t aba la columna de Abreu sobre San Borja, capital de los s ie te pueblos , que s e hal laba si t iada por el ejército de Andresi to y a punto de sucumbir (8).

La invasión de Andres i to á los s ie te pueblos , había sido precedida por el levantamiento de los indios de la comarca , que simpatizaban con sus hermanos de Occidente y odiaban el dominio por tugués , sublevándose casi en masa un regi­miento de na tura les que se pasó a los invasores . El br igadier Chagas , apenas tuvo t iempo de ence r ra r se en San Borja con poco más de 200 hombres de infantería. Andres i to marchó sob re él, incendiando y ta lando todo en su camino, y puso sitio a la ciudad. C h a g a s rechazó enérgicamente los a t aques que los misioneros l levaron sobre sus t r incheras , pero habr ía sucumbido al fin sin el opor tuno auxilio de Abreu . En sus in­timaciones decía Andresi to a C h a g a s : «Rinda V. S . las a rmas »y en t regue el ultimo pueblo que me falta, pues Vengo a res ­c a t a r l o , no habiendo o t ro fin que me mueva a de r r amar la «última gota de sangre , sino nues t ro suelo nat ivo, quitado con »íoda ignominia en 1801, pues e s tos te r r i tor ios son de los «natura les misioneros a quienes co r responde de derecho go­b e r n a r l o s , siendo tan l ibres como las demás naciones» (9).

A la aproximación de la columna de Abreu , Andresi to , sin

(7) Oficio de Yedro a Andresito, desde el pueblo de la Cruz en 23 de septiembre de 1.816. M . S., en nuestro archivo y Revista Trimensal, t. VII.

(8) Véase Bev. Trimensal do Instituto Brasileiro, i. VII, pá­gina 125 y sig. Campanha de 1816.

(9) Oficio de Andrés Artigas a Chagas, de 25 de septiembre de 1816. M, S., en nuestro archivo.

Page 15: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 11

levantar el sitio de San Borja, hizo sa l i r a su encuentro una división de 800 hombres de cabal ler ía . Abreu desplegó su lí­nea y marchó de frente sobre ei grueso de las fuerzas sitiado­ras , a las que der ro tó completamente , con insignificante pér­dida por su pa r te , matando o apris ionando más de 500 misio­neros , y les tomó un cañón, obligando a Andres i to a r epasa r en der ro ta e! Uruguay .

Res t au rado de es te modo el te r r i tor io de las Misiones orien­tales , Curado resolvió a taca r a Verdun, que se había interna­do a! ter r i tor io bras i lero y se hal laba s i tuado en Ibiracoy. El br igadier Juan de Dios Mena Ba r r e ío , a la cabeza de una di-Visión de poco más de 500 hombres con dos piezas de arti l le­ría, marchó en su busca, y lo de r ro tó completamente el 19 de oc tubre , causándole la pérdida de más de un tercio de su fuerza en t re heridos, muer tos y pr is ioneros , y lo obligó a re­p legarse al ter r i tor io or ien ta l .

Inmediatamente, o t ra columna como de 800 a 900 hombres , al mando dei brigadier Joaquín d'OliVeira Alvarez, marchó so­bre Art igas , que con más de 1.200 hombres de infantería y caballería se hal laba sobre lá margen derecha dei Cuareim, en terr i tor io bras i lero , e spe rando e¡ desenvolvimiento de su plan para obra r en consecuencia . El 27 de oc tubre fué a taca­do Art igas en su campo de Corumbé . E s t e caudillo, jamás

'había mandado una bata l la , pues en el comba te de las P iedras (único en que se hubiese encont rado en su vida) sus disposi­ciones en nada influyeron en el éxi to . En su ignorancia de la guerra y en su necia vanidad, creía , empero , haber inventado una nueva táct ica, con la cual debía vencer infaliblemente a ios por tugueses , de modo que no s e e scapase ni un solo ene­migo de cae r pr is ionero. E s t e secre to consistía en ab raza r en ei orden abier to un gran espacio de t e r reno , circundando por todas pa r t e s al enemigo. Así es que, teniendo como 500 hombres de infantería, sob re esta base , que consideró incon­movible, prolongó por derecha e izquierda su cabal ler ía , for­mando un Vasto círculo como los indios pampas . Aunque sus t ropas pelearon Valientemente, el resul tado fué la más com­pleta de r ro ta , perdiendo cerca de un tercio de su fuerza en t r e muer tos y pr is ioneros , mient ras que los por tugueses sólo per­dieron 70 hombres (10). Art igas en de r ro ta , se refugió a! te­rr i torio or iental , lo mismo que Verdun, quedando así comple­tamente desba ra t ado su gran plan de campaña .

Curado , después de rechazar la invasión, se mantuvo por el momento en el ter r i tor io bras i le ro , donde organizó un ejér­cito de 2.500 hombres con 11 cañones , esperando el momen­to opor tuno de en t ra r nuevamente en campaña .

(10) Véase Revista Trimensal, t. VII. va citado. Campanha de 1816.

Page 16: Historia Belgrano III

12 B A R T O L O M É MITRE

L a s operaciones defensivas de Art igas por la pa r t e de l E s t e , no habían sido más felices que las del Nor t e . La colum­na de Silveira había obligado a O to rgues a abandenar el C e ­r ro La rgo , sorprendiendo poco después sus avanzadas . La columna de don F ru to s Rivera , que había salido al encuent ro de la vanguardia de Lecor , logró, maniobrando con habilidad, sorprender la en marcha . La Vanguardia por tuguesa no pasa­ba de 900 hombres , y la de Rivera a lcanzaba a 1.400 de infan­ter ía y cabal ler ía . E r a Rivera el más acreditado de los tenien­t e s de Art igas : val iente, sagaz , conocedor del t e r reno , con dominio moral sob re sus subordinados , querido y r e spe t ado por las poblaciones , era un notab le jefe de par t idar ios , cali­dades que tan famoso lo hicieron después ; pe ro completamen­te ignorante en mater ias mil i tares, jamás tuvo la inteligencia suficiente pa ra dirigir en jefe una bata l la , no obs tan te que hubiese de r ro tado a Dor r ego y Soler en las an te r io res gue­r r a s con los porteños en 1815. Imbuido de las salvajes ideas tác t icas de su jefe, c reyó que, habiendo conseguido sorpren­der al enemigo, le bas t aba formar cerco «para que no escapa­se ningún por tugués» {sic). El encuentro tuvo lugar en la India Muer t a (el mismo día que Verdun era de r ro tado en Ibiracoy). La vanguardia por tuguesa e ra mandada por el br igadier Se ­bas t ián Pinto de Araujo C o r r e a , Veterano probado en la gue­r r a de la Península , y su fuerza se componía de 500 infantes y 400 cabal los con una pieza de art i l lería.

A la vista de la columna de Rivera , de 1.400 hombres , como queda dicho, Pin to formó en orden ce r r ado y esperó el a ta­que. Rivera , por el cont rar io , repi t iendo más es túpidamente aún la desgraciada maniobra de Ar t igas , en Corumbé , formó su infantería en ala, abrazando un espacio de 1,500 va ra s , y extendió su cabal ler ía perpendicularmente a ella, formando dos mart i l los, cada uno de los cuales ocupaba 500 v a r a s de extensión. Los por tugueses , colocados en t re e s tos dos mart i ­llos, debían ser cogidos como por los ex t remes de una tena­za, según los cálculos de Rivera , en t regándolos en seguida a los fuegos de la infantería formada en orden ab ier to , que daría cuenta de ellos. Pinto , que se apercibió de la supina ignorancia de su contendor en mater ias mil i tares, desprendió por su frente 200 cazadores , que se agazaparon en medio de los dos mart i l los , dejando ob ra r la cabal ler ía . Al mismo tiem­po, desprendió por derecha e izquierda dos escuadrones de cabal ler ía de 100 hombres cada uno, los cuales , espada en mano, apoyados por los fuegos de su única pieza de art i l ler ía, f lanquearon los dos marti l los, envolviéndolos. Introducido el desorden en las filas or ienta les , los cazadores ca rgaron en pe lo tones , y así fué cómo 900 hombres de r ro ta ron a 1,400, quedando Rivera al frente de poco más de 100 hombres , con

Page 17: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 13

los cua les continuó hosti l izando val ientemente al enemigo vencedor (11).

Ta l era el e s tado de la gue r ra de la Banda Orienta l en no­viembre de 1816. Ante e s t e doloroso espectáculo , el pa t r io ­tismo argent ino no podía dejar de e s t r emecer se . La opinión exal tada , exage raba es te sentimiento, y s impatizando, en el fondo, más con el caudillaje de Ar t igas que la causa patrióti­ca, que por desgracia r ep re sen t aba es te b á r b a r o , acusaba al Gobierno genera l de connivencia pasiva con los po r tugueses , mient ras que las poblaciones r ebe ladas del litoral lo acusa­ban públ icamente de traición. Los políticos fríos como García , pensaban que lo mejor e ra dejar des t rui r la anarquía por la mano del extranjero, l ibrando a la acción de! t iempo los p ro ­b lemas in ternacionales . En medio de es te desorden de p ropó­si tos y aspiraciones negat ivas , no fal taba quien c r eyese , que la invasión e ra llamada por el mismo Art igas , p a r a ob ra r de consuno contra Buenos Aires , creencia de que en sus fluctua­ciones, llegó a par t ic ipar el mismo director Pueyr redón , no obs tan te los an teceden tes de que e s t aba en posesión (12).

La C o r t e del Brasi l , firme en sus propós i tos y en la línea de conducta que s e había t r azado , r e i t e raba sus an te r io res seguridades , y con motivo del anuncio de una próxima expe­dición española al Río de la P la t a , dec la raba a García : «que »la C o r t e del Brasi l había significado a la de Madrid que sólo «daría a la expedición española , puer to y los v íveres que «comprase con su dinero; pero nunca paso por su te r r i to r io , »ni o t ro auxilio fuera de los mencionados, y son r igorosamen­t e prescr i tos por el derecho de gen tes , ag regando que »el gobierno del Por tuga l y Brasil permanecer ía firme en es tos «principios».

Ar t igas , por o t ra pa r t e , in t ransigente y soberbio , prescin­día del gobierno nacional, y confiando en sus fuerzas , s e lan­zaba a t rev idamente a la lucha, renegando de españoles , por­tugueses y por t eños , como él l lamaba a los de la Banda Occi­dental . En tal e s tado , los sucesos imponían la marcha que debía segui rse . El Direc tor io , comprendiéndolo así por nece-

(11) Información Histórica por el coronel don Ramón Cáce-res. M. S., en nuestro archivo.—Memoria de los sucesos en la guerra de la independencia de los orientales. Col. Lamas, pági­na 309.— Memorias y reflexiones sobre el P4o de la Plata, por un oficial de la marina brasilera. Col. Lamas, pág. 837.

(12) Por absurdo que esto parezca, la prueba de tan contra­dictorios asertos se encuentra en el archivo secreto del Congreso de Tucumán, y en la correspondencia confidencial de San Martín y Pueyrredón, constando asimismo de documentos públicos y so­lemnes firmados por el último, según se verá más adelante. M. S. S., en nuestro archivo.

Page 18: Historia Belgrano III

14 B A R T O L O M É MITRE

sidad y patr iot ismo, buscaba el acuerdo con Ar t igas , a fin de t r a e r a la Banda Orienta l y demás ter r i tor ios anarquizados, a la comunión nacional, de la que de hecho es taban segrega­dos . Obtenido es te resu l tado , subst i tuir la autor idad nacional al caudillaje anárquico de Art igas , haciendo desapa rece r el p re tex to de la invasión extraña; tomar bajo su protección a la Banda Orienta l , y puesto frente a frente del Brasi l , argüir con sus propias declaraciones y enredar lo en sus propias redes si la cuest ión se t ras ladaba al t e r r eno diplomático. Si en e s t e camino la guer ra con el Brasil Venía, acep ta r ía Valientemente como un deber ter r ib le impuesto por ¡a dignidad nacional y el instinto de la propia conversación, reuniendo bajo su bandera ia fuerza de los caudillos anárquicos dei l i toral. Pe ro si Arti­gas no se p re s t aba a somete r se a ¡a Nación, o al menos a ia Dirección Suprema de su gobierno: si la Banda Orienta? no s e ponía bajo la protección de la íey y de las a rmas de la Re­pública Argent ina, entonces abs t ene r se de toda participación directa en la lucha; dejar que ¡a ocupación por tuguesa que no podía evi tarse , se produjera, sacando de ella la ventaja de no hacerse de un Vecino un nuevo enemigo poderoso por mar y por t ier ra , y mantener así ia división de in tereses entre Espa­ña y el Brasi l ; hacer por es te medio imposible la expedición española a! Río de ia P la ta , desde que fuera un in terés del Por tugal impedir que aquella tomase t ier ra en la cosía orien­ta! y, por fin, acep ta r como una fatalidad el beneficio de ex­tinguir por mano ajena ¡a anarquía de Art igas , que ponía en peligro la existencia misma de la Nación Argentina.

A nada de es to respondía el plan político t razado por el Congreso , ni el propues to en contradicción por e! Direc tor . Empero , la acti tud r e se rvada del último an t e ias declaracio­nes y Vistas de García , y su resis tencia a la conducta pusilá­nime aconsejada por el Congreso ; su abe r tu ra pacífica con Art igas y con eí Cabildo de Montevideo; y, por último, la misión de! corone! Vedia, por tador de una intimación, recla­mando el cumplimiento del armisticio de 1812 y p ro tes tando contra la invasión, mos t raban que en último caso es taba re ­suel to a a f rontar la situación en todas sus eventual idades , respondiendo en pr imer lugar a sus d e b e r e s de gobe rnan te ar­gentino, y obrando en seguida según las necesidades de! mo­mento .

El coronel don Nicolás de Vedia, elegido por el Direc tor p a r a desempeñar ia misión de par lamentar io de paz o de gue­r ra , e ra , sin duda, uno de los hombres más indicados al efec­to . E r a uno de los jefes más distinguidos del ejército argent i ­no por su i lustración y recomendables servicios . Natura l de Montevideo, conocido por sus principios republ icanos , con­discípulo y antiguo companero de armas de Art igas , daba ga­rant ías posi t ivas a la Banda Orienta! , a su caudillo y a los

Page 19: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 15

pat r io tas que desconfiaban de la política del Director io . Ami­go persona! de Pueyr redón , a cuya elevación había contribuí-do, cooperando como mayor general a Vencer las res is tencias que en su contra se habían levantado en Buenos Aires al t iempo d e ser nombrado aquél Direc tor Supremo, daba igua­les garan t ías a! gobierno. Antiguo oficia! del batal lón Fijo antes de la revolución, había figurado en las invasiones ingle­sas de 1806 y 1807, cayendo pris ionero de gue r ra cuando la plaza de Montevideo fué tomada por asal to por Sir Samuel Auchmuty. Tras ladado como tal a Inglaterra y, poster iormen­t e , a España , había servido en la guer ra de ¡a Península con­t ra Napoleón, encont rándose en var ias acciones de guer ra . Rest i tuido a su patr ia fué uno de ios p recur so res de la revo­lución, figurando entre sus ac tores , como se ha visto, en mayo de 1810. Mayor genera l del ejército que sitió por dos Veces a Montevideo; has ta rendirlo, ocupaba un alto rango en t re sus compañeros de a rmas . Hombre inteligente y culto, de figura simpática y maneras dignas, d e vas ta lectura , poseyendo va­rios idiomas y conocedor de ¡s geografía y la historia del mundo, e ra un ve rdadero diplomático, que bajo las aparien­cias de un par íamentar io con la espada al cinto y un pliego político en el bolsillo, l levaba en su. cabeza todos los r ecursos necesar ios pa ra expedirse con habilidad y decoro en su equí­voca misión. Dióseie por toda instrucción, imponerse del plie­go que l levaba, que a! efecto se le en t regó ab ier to , y averi­guar el número da las fuerzas invasores t r a tando de pene t r a r ¡as intenciones de! general por tugués (15).

El 19 de noviembre de 1816 ss'íía el corone! Vedia de Mon­tevideo en desempeño de su misión. En su t ráns i to , presenció el desembarque de una p a r t e de !as fuerzas po r tuguesas en Maldonado, y el 24 alcanzó al a r r o y o de San Miguel , pasan­do por el fuerte de San ta T e r e s a , ocupado ya por ¡os invaso­res , donde encontró e! cuerpo de ejército del genera l Lecor . Es t e salió a recibir le has ta el pie de su cabal lo , rodeado de su Es t ado Mayor , y le condujo ceremoniosamente has ta una lujo­sa t ienda de campaña que le tenía p repa rada diciéndole: «Este »es el alojamiento que un genera l en campaña puede propor -»cionar a V. E.» Cuando llegó e! caso de en t rega r el piiego del Director , de que e ra pos tador , ei genera l por tugués se puso de pie pa ra recibir lo, y después de leerlo en la misma acti tud, díjole que lo contes tar ía después .

En Varias conferencias, e! general Lecor dio a! coronel Ve­dia a lgunas explicaciones sobre ios motivos que obligaban al Rey de Por tuga l y Brasi l a la operación militar de que venía encargado. «Ei ejército de mi mando, díjole, sóio Viene a to-

(13) M. S., autógrafo del general don Nicolás de Vedia, en nuestro archivo.

Page 20: Historia Belgrano III

16 B A R T O L O M É MITRE

»mar posesión de la Banda Or ien ta l , y finalizará sus marchas »en el Uruguay . Ignoro si después pasaré a ocupar la provin-»cia de E n t r e Ríos; pe ro tengo ó rdenes de gua rda r con Bue-»nos Aires la más perfecta neutral idad. El Rey, mi amo, s e »ha resuel to a enviar sus t ropas para recobrar lo que ya en »otros tiempos poseyó, con justos t í tulos adquer idos desde la »conquista, y que la Corona de Cast i l la le a r r ancó con violen-»cia. Además de es to , no puede ser le indiferente ver amena-»zada la tranquilidad y seguridad de los pueblos de su mando, »por el mal ejemplo de la Banda Orienta l , la ambición de Ar-»tigas y su odio a los por tugueses . Siento los males que afli-»gen a es te país ; pero no me es posible suspender mis mar-»chas, ni tengo facul tades pa ra in te rp re ta r las ó rdenes que »se me han dado. V. E . , agregó , debe esforzar e s tas r azones »para contener a su Gobierno y modera r la animosidad en que »están los pueblos de la Unión, porque si es prec iso venir a »un desgraciado rompimiento, se ve rá inmediatamente blo-»queado el Río de la P la ta y se l levará la guer ra has ta ¡a Ban-»da Occidental , pues una vez decidido mi Gobierno a r ecob ra r »este te r r i tor io , no le es ya posible dar un paso a t r á s sin com-»prometer su honor , su consideración y quizás la integridad »de sus dominios, E s verdad que no ha habido el mejor ac ier to »en dar principio a las operac iones mil i tares , sin t r a t a r pr imé-»ro con Buenos Aires , y hacer público nues t ros de rechos y «razones , pe ro ni mi Gobierno lo ha creído necesar io , ni s e lo »han permitido los inconvenientes y consideraciones que guar­i d a con la C o r t e de España ; lo pr imero, porque p a r a tomar »!o que a uno l e ' pe r t enece , no es necesar io pedir el beneplá-»cito de o t ro ; lo segundo porque invadir un provincia limítrofe »en anarquía , t i ranizada por un caudillo que la oprime, y pre­v e n i r los males que amenazan las poses iones por tuguesas , »no puede decirse un a ten tado cont ra Buenos Aires , con cuyo «Gobierno ha ce lebrado un t r a t ado , en que ha reconocido de" «un modo táci to la legitimidad de las Provincias Unidas. Su in-«dependencia quisas s e r á reconocida, y al fin Buenos Aires »se v e r á libre de Ar t igas , de quien nada bueno debe espera r .»

E s t a s declaraciones del Genera l restr ingían mucho las se­gur idades dadas po r Garcia , y reve laban un pensamiento de conquista inmediata, con miras p a r a lo ul ter ior , según las cir­cuns tancias .

En sus conversaciones solía el Genera l dejar e scapar como al acaso , f rases que respondían a un pensamiento sec re to , como p a r a sondear las disposiciones del enviado. En una ocasión le dijo inopinadamente: «¿No le pa r ece á Vd. que la «grandiosa bahía del Río Jane i ro , es la pue r t a del imperio «Sud-Americano, cuyos ¡imites es tán t razados por la na tura-«leza en los magníficas r íos del Amazonas y el P la ta? Vdes. «deben conocer que sería una locura, en una nación tan pe-

Page 21: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B S L G R A N O 17

»quefla como el Por tuga l , ex tenderse á más.» En o t ra ocasión le dijo con natura l suavidad: «En b reve tendré el gusto de ver »á V. E . en Buenos Aires.» Vedia contes tó con firmeza y con alguna intención: «Y yo la honra de que mi Gobierno me co-»misione para salir ai encuent ro de V. E.»—«No, repuso Le-»cor, como par t icular , y sólo por sat isfacer el deseo que tengo »de conocer aquel gran pueblo.»—«De cualquier modo que »vaya V. E . , con tes tó Vedia sonriendo, me honrar ía mucho «salir a recibirle.»

Al día siguiente de su l legada, don Nicolás H e r r e r a , que seguía al ejército por tugués , en calidad de confidente y con­sejero de Lecor , fué a Visitar a Vedia a su t ienda, y cumpli­mentándolo sobre la oportunidad de sus répl icas , se t r abó en t re ellos en diálogo amistoso, como que habían sido condis­cípulos en Montevideo .—¡Cuánto me alegro que hayas sido tú el elegido pa ra e s t e encargo! , le dijo He r r e r a .—Mucho te agradezco tu buena Voluntad.—¿Qué dicen de mí en Buenos Aires?—Mucho malo.—¿Es posible? — Como lo oyes .—No puedo olvidarme que mis paisanos me han pues to grillos.— Yo no pienso sino en servi r a mi pa t r ia .—¿Qué dicen en Bue­nos Aires de es te ejérci to?—Que es preciso auxiliar la Banda Or ien ta l , porque su invasión debe cons iderarse como si fuera invadida la plaza misma de la c a p i t a l . - ¿ E l Gobierno piensa así?—Así piensa el Gobierno y los pueblos .—Lo siento mu­cho: diles que s e miren bien en io que hacen.—Yo creo impo­sible var iar la opinión de los pueblos .—No c reas que es te ejército p a s e el Uruguay .—Después de es ta agresión todo es prec iso temerlo.—¿Él Gobierno , s igue bien con Garc ía?—Me pa rece que no.—Es muy est imado del ministro Araujo (conde da Barca) que t iene con él la más es t recha amistad: en J a ­neiro s e le mira como un grande hombre .—Siempre lo he creído de buen ta lento ; pe ro no goza de buena opinión.—No se deshagan Vdes . de él, porque es lástima perder lo .—El Go­bierno no puede va le r se de un hombre desopinado, dijo por último Vedia, co r tándose así desabr idamente la conversación en t re es tos dos ant iguos amigos (14).

Después de algunas demoras calculadas, , el coronel Vedia fué despachado ai fin, en t regándole Lecor por despedida un estado de las fuerzas de mar y t ie r ra que es taban a sus órde­nes , a fin de que lo comunicase a su Gobierno (15). A p re t ex to de falta de cabal los s e le obligó indirectamente a embarca r se en Maldonado. El objeto era ocul tar ias marchas del ejército por tugués , y poses ionarse de Montevideo an tes que el comi­sionado argent ino pudiese dar cuenta de su comisión en Bue-

(14) Diario de Vedia, remitido por el Director al Congreso. M. S., del arch. sec. del C. de T.

(15) M. S., autógrafo de don Nicolás Vedia, en nuestro archivo. o

Page 22: Historia Belgrano III

18 B A U T O L O M É MiTRE

nos Aires , adonde llegó el 7 de diciembre, en t regando al Di­rec to r la contestación de que e ra por tador . En ella decía Lecor : «Puedo a segura r que mis marchas sólo se dirigen a «separar de la f rontera del Reino del Brasi l el germen del «desorden, y a ocupar un país que s e halla en t regado a la «anarquía. Es ta medida en ningún sentido puede inspirar des-«confianza a ese Gobierno (el argent ino) cuando ella es prac-«ticada en un t e r r eno ya declarado independiente de la p a r t e «occidental . S e han guardado escrupulosamente ¡os ar t ículos «del armisticio de 1812, y siendo hostilizado, tomaré medi-»das de precaución has ta que reciba nuevas ó rdenes de mi »Rey.» (16)

Mien t ras la misión político-militar del coronel Vedia s e p r e p a r a b a y s e desenvolvía, g raves acontecimientos que de­bían t ener larga t rascendencia se producían. Art igas , invasor e invadido casi s imul táneamente , y bat ido en toda la línea de f rontera desde eí Cuareim has ta la Laguna de Merim, había reconcen t rado sob re el Alto Uruguay la resis tencia de la Ban­da Orienta! , cada Vez más b rava aunque no mejor dirigida. El caudillo, t e rco y rudo, como s iempre, sin inspi rarse más que en su egoísmo y en su odio a los por teños , prefería per­de r se solo y en t regar su país al ext ranjero , an tes que salvar­lo mancomunándolo con el pueblo argent ino. Persuadido de que el Gobierno Nacional era cómplice de la invasión portu­guesa, o más bien, aconsejado por su feroz orgullo, expidió una b á r b a r a c i rcular , «cerrando abso lu tamente todos los «puer tos de la Banda Orienta l p a r a Buenos Aires y sus de-«pendencias , prohibiendo todo tráfico, deteniendo y asegu-«rando (embargando) todos los buques que se hallasen en «puer tos or ienta les , y haciendo responsab les a todas las «autor idades civiles y militares de cualquiera omisión o indul-»gencta en el cumplimiento de es tas órdenes» . Los fundamen­tos de esta medida eran, que «el Gobierno de Buenos Aires «es taba empeñado en el aniquilamiento de los or ientales ob-«servando una conducta criminal en el hecho de mantener re -«laciones ab ie r tas y de comercio con el Por tuga l , y que s e «mostraba indiferente» (17). Es to tenía lugar el 16 de noviem­b r e de 1816, en c i rcunstancias en que el coronel Vedia l legaba a Montevideo en cuplimiento de su comisión, br indando al in­vaso r con la paz y amenazándole con la guer ra .

El Di rec tor Supremo, abundando en una al ta moderación,

(16) Nota del General Lecor al Director Pueyrredón, de 27 de noviembre de 1816, publicada en la Extraordinaria de 6 de fe­brero de 1817. Cuando esta nota se publicó, ya la plaza de Mon­tevideo estaba ocupada por el ejército de Lecor.

(17) Circular de Artigas a los pueblos de la Convención, de 16 de noviembre de 1816.

Page 23: Historia Belgrano III

HISTORIA, D E B E L G R A N O 19

se dirigió con e s t e motivo al De legado de Art igas en Monte­video, que lo era don Miguel B a r r e y r o , hombre de alguna in­teligencia; pe ro de un ca rác t e r sombrío, y enemigo enconado de la unión con los argent inos , lo que le había merecido ser elegido como instrumento servil de la autocracia del caudi­llo oriental . Decía le que no quería considerar la medida como un rompimiento, cuando «él, por su p a r t e , p rovocaba a la «guerra al jefe de los por tugueses , sin o t ro motivo que la in­v a s i ó n de la Banda Orienta l» . Al mismo t iempo escribía al Cabildo de Montevideo, manifestando sus disposiciones amis-rosas y pat r ió t icas y rechazando con templanza las sospe­chas de traición que sobre el Gobierno Nacional s e p ropa­laban, insinuaba que más bien podía ser Ar t igas acusado en ese sentido. «Si fuese dable (decía) el en t r ega r se precipi tada-»mente a recoger y p ropaga r sospechas , es te Gobie rno podía «haber sido l levado a formar una opinión muy poco favorable »del patr iot ismo del genera l Ar t igas , desde que ha Visto que, «descuidando aprovecharse de la movilidad de sus t ropas , pa-»rece s e p a r a r s e del único plan de guer ra que puede sa lva r «esa provincia; que ha empeñado a lgunas acciones que acaso »se hubieran evi tado, y que ha sufrido en sus divisiones al-«gunas so rpresas que no es muy fácil explicar.» El Di rec tor terminaba incitando a ambas au tor idades a in te rponer sus r e spe tos con el caudillo a fin de que reformase, sus medidas, y no pusiese al Gobierno argent ino en el caso de usa r del de­recho de represa l ia «con g rave escándalo de los pueblos y «perjuicio de la -concilación que e ra necesar ia p a r a la salva-«ción común» (18).

La verdad es qué el Direc tor , en lo que menos pensaba e ra en comprometer una guer ra nacional con un aliado tan inhá­bil en lo militar y tan pel igroso en lo político como Art igas , y que s e felicitaba de sus de r ro ta s como de las de un enemigo de todo el mundo, como en efecto lo e ra . Así escribía al mis­mo tiempo al general San Mart ín: «Los por tugueses consi-«guen ventajas en todas p a r t e s sob re Ar t igas , y e s t e genio sinfernal acaba de embargar todos los buques d e es ta B a n d a »y c e r r a r todos sus pue r to s a p re t ex to de que no tomamos «par te en su guerra- Yo también he ce r r ado nues t ros puer -«tos, y voy a reunir las corporac iones con a r reg lo al E s t a t u ­t o para del iberar . E s una crueldad comprometer uno su c ré -«dito a la opinión ajena.» (19)

(18) Notas del Director Pueyrredón al Delegado Barreyro y al Cabildo de Montevideo, de 2 de diciembre de 1816. M. S. S., del Congreso de Tucumán.

(19) Carta del Director Pueyrredón al General San Martín, de 2 de diciembre (la misma fecha de la nota de Barreyro), de 1816. M. S., autógrafo de nuestro archivo (Papeles de San Martín).

Page 24: Historia Belgrano III

20 B A R T O L O M É MITRE

Las no tas del Direc tor s e cruzaron con o t r a s de B a r r e y r o , quien aconsejado por las últimas de r ro t a s de Art igas , pedía al Direc tor su protección en el in terés de la causa genera l . En ca r t a confidencial le escribía: «Los auxilios de Vd. son «enteramente necesar ios . Yo los admito del modo que Vd. «quiera f ranquear los , y sin poner le la menor t raba .» Y ha­blando al mismo t iempo con la solemnidad oficial, le decía: «Todo es tá en en las manos de V. E. S u s auxilios, remitidos «aquí sin pérdida de ins tantes , l legarán a un tiempo opor tu-»no, y todos los pueblos can ta rán juntos la consolidación de »su independencia cubier tos de una gloria inmortal . Cua le s -«quiera que sean los pac tos que V. E. , p rec ise al efecto, yo «estoy pronto a sellarlos» (20). E s t e cambio de política o más bien de conducta en el Delegado de Ar t igas , e ra dictado por el hecho de que, Lecor , después de dar su contes tación al Di­rec tor Pueyr redón por medio del coronel Vedia, y a r ro l la r a su paso las fuerzas que habían pretendido de tener lo , seguía a marchas forzadas sob re Montevideo , y Montevideo no conta­ba sino corruna escasa guarnición pa ra defender sus mural las .

El Di rec tor , encarando la cuestión bajo su doble aspec to patr ió t ico y político, contes tó a la abe r tu r a de B a r r e y r o : «Los «por tugueses han p re tex tado pa ra su invasión a la Banda «Orienta l , la independencia en que se const i tuyó esa provin-»cia. D e modo que, reconociendo al sobe rano Congreso y su-«perior Gobierno de las Provincias Unidas, y agregada por «es te paso al r e s to de los pueblos que pelean por la l ibertad «del Es t ado , apa rece r á formando un cuerpo de nación, c e sa r á »la causa de la gue r ra que se ¡e hace como a un poder aisla-»do, y empezarán a obra r o t ros motivos que no puede despre -»ciar el Gabine te por tugués , desde el momento que la mire «bajo la protección de las Provincias Unidas de Sud-América. «Hágase es ta declaración sin más demora y ¡a plaza s e r á au-«xiliada pronta y v igorosamente , y s e ha rá s abe r al general «del ejército por tugués , p a r a que, considerándola comprendi-»da en el armisticio exis tente en t re es te pa ís y la C o r t e del «Brasil , des is ta de las hosti l idades con que la t iene amenaza . «Esta medida me la ha propues to el oficia! que V. S . ha co-«misionado p a r a conducir ei pliego, a segurándome reunir el «Voto genera l de sus hab i tan tes (21). S e a , pues , la obra de! ^patr iot ismo el remover los obs táculos que se opongan a esta

(20) Cartas y nota de Barreyro al Director Pueyrredón, de 30 de noviembre de 18.16. M. S. S., del arch. seo. del C. de T. Estos y los anteriores documentos, no se encuentran entre los que sobre el mismo punto histórico publicó el señor Lamas en su Colección de mem. y Doc, pág. 284 y sig.

(21) El oficial a que se hace referencia, era don Francisco Bauza, hermano de don Rufino Bauza, que mandaba la infantería

Page 25: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L Q R A N O 21

eclaración pa ra sa lvar el suelo pa t r io de la opresión que le menaza.» En su car ta confidencial e ra más explícito aún el Direc tor , m u d á b a l e que, fijándose únicamente en la necesidad de so-r re r a un pueblo hermano, se es taba apron tando p a r a remi-• a Montevideo 600 fusiles, 500 sables , 4 piezas de t ren Vo­lite y 200 mil car tuchos , pe ro agregaba : «Esa plaza no t iene uerzas con que sos tene r se ; t ampoco pueden ir d e aquí con a pronti tud necesar ia . Hemos perdido el t iempo en sos tener a necia te rquedad de nues t r a s pas iones . Fus i les , sables y añones son ins t rumentos nulos cuando no hay b razos que os manejen con des t reza . P a r a contener los sucesos que s e irecipitan, hagamos ob ra r la política; es te es el tínico arbi-rio que nos queda, si no p a r a sa lvar infaliblemente la plaza,

lo menos pa ra intentar lo por ios medios que es tán al a rb i -rio de nues t ra si tuación. Los auxilios que s e p repa ran nunca iodrían sa lvar por sí esa plaza, amenazada de un ejército icderoso: si los mando, Van a ser p resa del ejército invasor , ' si no, queda en sospecha mi in terés por la salvación d e e se mebio. Decídase por la operación que pido en mi con tes ta ­ron de oficio, por se r la única capaz de producir el efecto iue deseamos.» (22) El Gobierno argent ino no podía hace r se i lusiones. E s t a ac -:ud importaba ia aceptación de una nueva gue r r a , con todas :s consecuencias inmediatas. Aun sin conocer las dec larac io-:s de Lecor a Vedia, que desmentían en p a r t e las an te r io res guridades de García , debía p r evee r que el Gobierno por tu-lés no re t roceder ía de la invasión que hacía dos años venía epa rando , con el principal objeto de apode ra r s e de la p laza i Montevideo, sin cuya posesión la ocupación militar e ra im-isible, o por lo menos muy difícil, debiendo Venir de aquí un mpimiento inevitable. P e r o el pueblo y el Gobierno argen­to no podían subs t r ae r se al cumplimiento de es te debe r sa-ado , aun a r iesgo de pe rderse , si bien no podían acep ta r lo 10 en nombre de la integridad nacional a la sombra d e su ndera , y bajo la dirección de sus a l tos pode re s públicos, sí lo comprendía el Director Supremo al dar cuenta al Con-eso del es tado de es ta solemne negociación. «Ante e s t e con­victo, decía Pueyr redón , decidido a hacer todos los esfuerzos

la plaza de Montevideo y de quien se hablará con más parti-laridad después. (22) Oficio y carta del Director Pueyrredón al Delegado Ba-lyro, de 5 y 6 de diciembre de 1816. M. S. S., del arch. sec. del ngreso de T.—Estos documentos, que son fundamentales como tecedente en la negociación que a consecuencia de ellos se si-ió,Jampoco.se encuentran entre los que sobre el particular trae señor Lamas en su «Colección» citada en la nota anterior.

Page 26: Historia Belgrano III

22 B A R T O L O M É MITRE

«posibles pa ra sa lvar a aquel pueblo afligido (Montevideo), »aun sobreponiéndome a o t ras consideraciones que deben su­m i n i s t r a r los r iesgos comunes y que la política puede pronos­t i c a r p a r a todas e s t a s provincias, le he dado las contes tacio­n e s adjuntas» (23). Como se ve , e ra la necesidad y no la inte­ligencia ni la Voluntad, la que gobernaba , desenvolviéndose los acontecimientos fuera de toda previsión, como se ha visto has ta aquí y como se ve rá más ade lan te .

En el mismo día en que el. Direc tor escribía a B a r r e y r o (6 d e diciembre), é s t e despachaba una Comisión compuesta de don Juan Jo sé Duran y don Juan F . Giró, regidores del Cabi ldo de Montevideo y dos de ios más re spe tab les vecinos de la ciudad. Su misión era t r a t a r , es t ipular y convenir sobre los auxilios pedidos, munidos al efecto de amplios poderes siu limitación alguna (24). E s t o s comisionados acer ta ron a l legar a Buenos Aires el mismo día en que Vedia r eg re saba con la contestación de Lecor . El. Director , después de impo­ne r se de todo y de conferenciar con los comisionados, con quienes s e puso verba lmente de acuerdo en ideas, c r eyó que era l legado el momento de dec la rar la guer ra a los por tugue­ses . P a r a r e so lve r es ta g r a v e cuest ión, convocó a las corpo­raciones con ar reg lo al Es t a tu to provisional , en defecto del Congre so , cuya lejanía no daba lugar a ser consul tado. Reuniéronse el día 6, en el salón de Gobierno, la Jun ta de Observac ión , el Cabi ldo, la C á m a r a de Just icia , el Goberna­dor in tendente de la Provincia, el Cabi ldo eclesiást ico y el Provisor , la Comisión de guer ra , el Inspector genera l de a rmas , el Tr ibunal del Consulado y los Je fes mili tares de cuerpos , con asistencia de los Sec re t a r io s de Es t ado , bajo la presidencia del Di rec tor Supremo. Es ta asamblea de notables , en vista de las c i rcunstancias , fijó las s iguientes proposicio­nes , a discutir: 1 . a Si debía mandarse inmediatamente un en­viado al Brasi l , exigiendo el reconocimiento de la indepen­dencia a rgent ina y pedir explicaciones sobre l a invasión por tuguesa a la Banda Or ien ta l . 2 . a Si debía dec la ra r se la gue r ra al Brasi l sin e spe ra r la resolución del Congreso .

Reunidas nuevamente las corporac iones en la noche del 7, quedó resue l to por mayoría de votos , que se nombrase inme­dia tamente el enviado ex t raord inar io , con el objeto de exigir el reconocimiento de la independencia y la evacuación del te­rr i tor io or iental . En cuanto a la segunda proposición, fué casi unánimemente desechada . Entonces , poniéndose de pie el Direc tor Supremo, declaró, que p ro te s t aba pública y solem-

(23) Nota del Director Pueyrredón al Congreso, de 7 de diciem­bre de 1816. M. S., del arch. sec. del Congr. de Tucumán.

(24) Véase la Col. de Lamas ya citada, pág., 2¿8 y sig. en que se registran los documentos de esta negociación.

Page 27: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 25

nemente que no respondía de los males que podrían sobre­venir al orden y al Es t ado , por la inacción en que constituía al Gobierno la decisión de no dec la rar inmediatamente la guer ra , manifestando, que si no procedía a dec la ra r la por sí, e ra porque conocía que no e s t aba en sus facul tades, pidiendo que se hiciera cons ta r así en el acta de la sesión, que firma­ron los t r e s ministros de Es t ado , don Vicente López, don Juan Florencio T e r r a d a y don J o s é Domingo Trillo(25). AI dar cuenta al Congreso de es te paso , el Direc tor ie decía: «El país s e halla »en ci rcunstancias ex t raord inar ias , la invasión de los por tu-»gueses ha exal tado el Celo de ¡os pueblos , que claman por la «guerra , y toda inacción en es te punto compromete la quietud ^pública y el crédito de las autor idades» (26).

Es ta acti tud ex t raña del Direc tor , en que olvidando su ha­bitual prudencia, parec ía de jarse a r r a s t r a r por una opinión exal tada o liviana más Vocinglera que heroica, sólo puede ser racionalmente explicada por la c i rcunstancia de cons iderar ya como un hecho la re incorporación de la Banda Orienta l a la comunidad argent ina , de la cual debía necesa r iamente nace r una ruptura , caso que los por tugueses (como era probable) no evacuasen el te r r i tor io . Aun asi, era acto incoherente p rovo­car la guer ra an tes de ago ta r el r ecu r so de ¡as negociaciones y de evidenciar an te el mundo la razón que asist ía a la Repú­blica, dándose tiempo pa ra hacer fren-te a la lucha. M á s que todo, e ra un ac to de aturdimiento acep ta r ía defensa militar del terr i tor io invadido, an tes de con ta r con las fuerzas popu­lares del país, a la sazón anarquizado, sin cuyo concurso efi­c iente la guer ra era imposible. P e r o como todo sucedió a la inversa de ias previs iones y de ¡as decisiones oficiales, y como los e r ro re s lo mismo que los ac ie r tos , no a l t e raban el curso de los acontecimientos, sucedió que, ni la misión acordada tuvo lugar, ni la incorporación en cuyo honor se hacía el sa­crificio, s e Verificó, y que en definitiva, no s e hizo ni la paz ni la guer ra , según Va a Verse.

El día 8 s e firmaron los ajustes en t re el Gobierno argent ino y los comisionados or ienta les . Po r elios s e est ipuló, que el terr i tor io de ¡a Banda Orienta l juraba obediencia al Congreso y al Director de las Provincias Unidas, en la misma forma que las demás Provincias , compromet iéndose a enarbo la r su pabe ­llón y mandar inmediatamente sus diputados al Congreso . En consecuencia, el Gobierno Nacional se comprometía a dar a la Banda Oriental todos los auxilios necesar ios p a r a su defen-

(25) Acta de 24 de diciembre (fecha en que se labró) de 6316, firmada por los ministros nombrados. M. S., original (Papeles de Pueyrredón en nuestro archivo.)

(26) Nota del Director al Congreso, do 9 de diciorabre de ¡816. M. S., del arch. sec. del Congr. de Tucumán.

Page 28: Historia Belgrano III

24 B A R T O L O M É MITRE

sa, enviando desde luego 1.000 hombres con 1.000 fusiles y ocho cañones , con una flotilla de lanchas p a r a sos t ene r la ciudad de Montevideo (27). El pueblo recibió con entusiasmo la noticia, la guer ra se hizo popular y todos la acep ta ron con sus dolorosos sacrificios en nombre de la integridad nacional . El Diario Oficial, comentando el t r a t ado , decía: «¿Quién había »de pensa r que la invasión de los por tugueses en el ter r i tor io «oriental de nues t ro río, había de producir el efecto de recon-»ciliar a los que moran en sus opues tas márgenes?» El Go­bierno hacía ce lebra r con pompa tan fausto acontecimiento y lo comunicaba oficialmente al Congreso y a todas las autori­dades civiles y mili tares de la República, incluso a las depen­dencias de Ar t igas en el E n t r e Ríos.

El t r a t ado fué comunicado a las au tor idades de Montevideo por medio de un Edecán de Gobie rno , po r t ador de una comu­nicación del Direc tor Supremo, en la que decía al Cabi ldo: «Con sólo es te impor tante paso quedan dis ipadas las e spe ran-»zas que los enemigos del país habían deposi tado en nues t ra «división intest ina. El ter r i tor io oriental y occidental de es te «gran río, formarán en adelante una gran masa , que si es con-«ducida con prudencia , se rá el escollo en que se rompan las «maquinaciones extranjeras» (28).

El delegado B a r r e y r o , que has ta entonces había excusado con tes ta r expl íci tamente las comunicaciones del Direc tor , donde s e es tablecían las condiciones de los auxilios, dejando co r r e r las negociaciones , sin expl icarse sobre e s t e punto ca­pital , encont róse embarazado al recibir el ac ta de la incorpo­ración, firmada por sus comisionados, sin a t r e v e r s e a r ep ro ­bar lo ab ie r tamente ni acep ta r lo de buena voluntad. Había procedido sin suficiente autorización por p a r t e de Ar t igas , de quien dependía como un esclavo, y comprometídose por de­más acep tando de antemano cualquiera condición, sin p r eve r tal vez la más repugnante de todas p a r a él y p a r a Art igas , cual era la unión nacional . Así, al dejar co r re r la negociación bajo un equívoco sub-entendido, su objeto e ra ob tene r los au­xilios de cualquier modo, salvo cumplir o no los t r a t a d o s s e ­gún fuere la voluntad del caudillo orienta!. Obl igado a expli­ca r se al fin, adoptó el t emperamento de firmar una nota con­junta con el Cabi ldo, comisionando a don Victorio Garc ía Zúñiga p a r a dar explicaciones y solicitar que, sin a p r o b a r el ac ta de incorporación ce lebrada , se l ibrasen sin pérdida de

(27) Oficio dé los comisionados Duran y Giró al Delegado Ba­rreyro, de 8 de diciembre de 1817. Col. Lamas.

(28) Oficios del Director Pueyrredón al Delegado Barreyro y al Cabildo de Montevideo, de 10 de diciembre de 1816.—M. S. S. au­ténticos de los papeles de Pueyrredón en nuestro archivo. (Faltan en la Col. Lamas.)

Page 29: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E t G R A N O 25

tiempo los auxilios reclamados. El Direc tor contes tó que «per-»sistía en la opinión de que, para salvar al país, e ra preciso ¿obrar con unidad, poniendo en movimiento todas sus fuerzas «eficientes, y que, por lo tanto., mientras no se procediese a «ejecutar las bases acordadas , no se creía en apti tud de dispo-»ner con utilidad de las fuerzas que le es taban encomendadas »para la defensa común del Es t ado , debiendo adver t i r , con »tal motivo, que en vista de la repugnancia en acep ta r ei »8cta, s e veria obligado a exigir ías garan t ías competen tes »para su cumplimiento, caso que fuese aprobada como aun ¡o «esperaba , anticipando espontáneamente , por su pa r te , que ei «general Art igas quedaría con ia autor idad que ejercía» (20).

La unión nacional, si bien no era precisamente popular , era una opinión que tenía prosél i tos en la p a r t e sana de ia pobla­ción de la B a n d a Orienta! y aun en pa r t e de las masas fa­t igadas por la dura tiranía de Art igas , que gemían bajo su te­r ror ismo. Como se ha Visto, el oficial Bauza , comisionado p a r a pedir los pr imeros auxilios, se había ab ier to en es te sent ido con el Director , porque en presencia del peligro, to­dos comprendían que la unión nacional era lo único que podía sa lvar los . D e esta opinión se habían hecho nobles in té rp re tes ios comisionados Duran y Giró, poseídos de un Verdadero patr iot ismo al firmar el acta de incorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas. P e r o era tal la abyección moral en que Art igas mantenía a la población civil de su país y a sus pr imeros magis t rados , que nadie se a t rev ía ni aún a pensar sin su permiso, y prefería que la impor tante plaza de Montevideo se perd iera y fuera ocupada por el enemigo, an­tes que sa lvar la sin el expreso consentimiento del caudillo. No se c reer ía lo que Va a leerse si no hubiera quedado consig­nado en documentos solemnes, que hoy recién salen a luz.

El Cabildo de Montevideo, al insistir sobre ios objetos en­comendados a García Ztíftiga, se manifestaba sorprendido del que «posponiendo el objeto genera l , que eran ios auxilios pe-adidos, se propus iese disponer de ia sue r t e de la Provincia «Oriental». Par t iendo de esta b a s e singularísima, decía: «Nos-«otros par t imos de principios genera les y comunes; propen-«demes a rechazar un enemigo, que tan to lo es nues t ro , como «de las Provincias de ia dirección de V. E . , y en es te caso , «vemos con admiración, que entre tenido V. É . en un fin s e -«cundario, descuide el genera l . Sean cuales fueren los aríícu-»los acordados , el valor de ellos se hace depender da nues-»tras facul tades, que no son, ni pueden suponerse bas tan-

(39) Oficio del Delegado y Cabildo de Montevideo al Director Supremo, en 5 2 de diciembre do 1816, y contestación del Director, de 19 de diciembre de 1816. M. S. S.', autenticados. Papeles de Pueyrredón en nnestro archivo. (Paitan on Ja Col. Lamas.')

Page 30: Historia Belgrano III

28 B A R T O L O M É M I T R E

»tes pa ra disponer de toda la Provincia y del jefe que es tá a »su cabeza . Po r consiguiente, es necesar io acordar puntos de »la t rascendencia que tienen los de que hablamos (los auxilios) »en términos más ser ios y con conocimiento de los pueblos.»

El Di rec tor , haciendo una metódica exposición de los an te ­ceden tes de la negociación, y manifestando que, no obs t an te ex t raña r el silencio del general Art igas , no había dudado de sus sentimientos de fraternidad, desde que no eran pueblos ext ranjeros los que concurrían ai t r a t ado , se hacia cargo de la excepción de falta de poderes , y encarando el punto del consentimiento de los pueblos , consignaba es tas pa l ab ras , que e ran a la vez un rep roche indirecto y un argumento : «No «parece opor tuno echar de menos la representac ión de ios «pueblos, popularmente elegida, cuando és ta no s e ha tenido «por necesar ia pa ra el ejercicio actual de la autor idad supe-«rior a que obedecen.» Y después de demos t ra r lo que era obvio, que la unión era lo principal y los auxilios su conse­cuencia, te rminaba diciendo: «Las provisiones militares de »que puedo disponer son el fruto de los sudores y de la sus-«tancia de los pueblos que pres ido, y ellos no me han elevado »a tan a l ta confianza p a r a que los exponga por un mero apa-»ra to , sino para que los emplee con seguridad en una defensa «efectiva del ter r i tor io . Yo no cumpliría con esta prec isa obli-«gación, si an tes de deshacerme de ellos, mi rase con indife-«rencia sus dest inos . E s a plaza no t iene o t ros medios de eVa^ »dir la opresión con que se halla amenazada , que la ace r t ada «combinación de nues t ros e lementos . Conozco demasiado á «qué ext remo puede l levarnos nues t r a s funestas divisiones, «pero ¿será posible que haya podido prefer i r se la pérdida de «esa in te resan te plaza y de ese hermoso ter r i tor io en manos «de un ext ranjero , que sujetará á su a rb i t ra r iedad los de re -«chos más s ag rados de t an tas familias amer icanas , an t e s de «aceptar el s is tema de unidad que rige el r e s to de las Provin-«cias? Ni yo puedo persuadi rme un término tan fatal , ni puede «ser es te voto de esos hab i tan tes . No me a r r e b a t e V. E . la »gloria de habe r contribuido con mis esfuerzos á la salvación «de esa Provincia in te resan te . Las a rmas , provisiones de gue-»rra y des tacamentos que he dest inado á ese efecto, es tán en «disposición de par t i r luego que queden a l lanadas las dificul-«íades que han ocurrido» (30).

El de legado B a r r e y r o contes tó la nota an ter ior en términos tan absurdos que har ían dudar de su buen juicio, si no s e su-

(30) Oficio del Delegado y Cabildo de Montevideo al Director Supremo, de 12 de diciembre, y contestación de éste, de 19 de di­ciembre de 1816. M. S. S., autenticados. Papeles de Pueyrredón. Estos dos documentos capitales, sobre un punto que forma el nudo de la negociación, también faltan en la cit. Col. Lamas.

Page 31: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 27

piera que procedía así bajo la presión de un b á r b a r o sin pa­triotismo y sin ideas . Decía le en sustancia , que los auxilios que s e diesen sin condiciones le granjearían la confianza de los or ienta les , y que en tonces podría t r a t a r s e de la unión con los demás pueblos argent inos ; que p roceder del modo cont ra ­rio mostrar ía que el in te rés de la incorporación era el único que animaba al Gobierno argent ino. Agregaba , que decir que la unión, era indispensable pa ra quitar todo p re t ex to a los por tugueses , era o t ro p re tex to p a r a no auxiliar a la Banda Or ienta l . Le argüía con que, habiendo dec la rado el Di rec tor en su requerimiento al general por tugués , que la desidencia en t re ambos pueblos e ra accidental y no debi l i taba su enlace, es taba obligado a defender el ter r i tor io or iental , auxil iándolo, sin necesidad de que el ac ta de incorporación fuese ap robada . Por último, terminaba diciendo: «Es muy c laro que noso t ros «no podemos caer en el delirio de quere r consti tuir solos una »nación», y ag regaba que es ta segur idad debía ba s t a r l e , mientras él (el Gobierno Nacional), definiendo su si tuación por medio de la concesión de auxilios, que no podía negar , s e ponía en condiciones de Verificar la unión (51).

El Cabildo de Montevideo, apoyando las p re tens iones de B a r r e y r o , en t r aba en la rgas y ridiculas consideraciones polí­t icas y mil i tares , increpando al Gobierno argent ino de indife­rencia por no declarar inmediatamente la gue r r a , y aducía que no podía verif icarse la unión sin garant i r sus fueros; que en Vista de los hechos que en tal sent ido s e produjesen, el Cabildo propender ía a la unión, convencido de su convenien­cia y necesidad, debiendo se r es ta la b a s e de ias futuras rela­ciones. El Director , poniendo de lado toda importuna discu­sión, repl icaba que, «si s e t r a t a s e de emplear en discursos un «tiempo, precioso que s e escapa , ser ía obra de un momento, «demostrar la inconsistencia de los razonamientos del Cabil-»do». En t rando en la cuest ión de hecho, ag regaba : «Ya que «tengo el dolor de Ver desvanecidas ¡as e spe ranzas de la uni-«dad moral , de la que únicamente pueden p roceder el orden y «estabilidad interna al pa r de la fuerza y respetabi l idad exte-«rior, ya que ni en el día de los peligros nos es dado ver es ta «solidez ga ran te de ¡a seguridad de los pueblos , ocupen en «hora buena las c ircunstancias el lugar de la r a z ó n . « E l Di­rector , que reconocía que era la fatalidad la que gobernaba , terminaba su nota con esta noble y melancólica declaración: «Si se han f rus t rado mis deseos , de dar a ese te r r i tor io todo «ei vigor político y militar de que lo cre í suscept ib le , cuen-»te V. E. con que, prescindiendo de todo, voy a con t rae r mis

(81) Nota del Delegado al Director, de 27 de diciembre de 1816. M. S., autenticado de I03 papeles de Pueyrredón en nuestro archivo. (Falta en la Col. Lamas.)

Page 32: Historia Belgrano III

28 B A R T O L O M É MITRE

«esfuerzos a es te último respec to . En es ta virtud, dispon-»ga V. E . de 300 forni turas , 300 fusiles, 30.000 ca r tuchos a «bala y dos piezas de campaña con 100 t i ros a ba la y 100 »a metral la , que deben es ta r hoy en la Colonia; prevínien-»do a V. E. que dest ine es te auxilio, que remito por lo pron-»to, a la división de don Fru tos Rivera , que es la que por »su Inmediación a esa plaza se halla en más apti tud de impe-»dir los a taques que intenta el enemigo. Aprovechar ía igual­m e n t e esta ocasión p a r a auxiliar, en lo posible, al general «Art igas , si él s e hubiese p res tado amis tosamente a mis insi-«nuaciones y me hubiera proporcionado un medio de entender-»nos y combinar un plan unido de defensa» (32).

Al mismo tiempo que así escribía al Cabildo de Montevideo , el Direc tor se dirigía a Art igas , enviándole corno comisionado a don M a r c o s Sa lcedo , y le br indaba cordia lmente la amistad, invitándolo a la unión nacional, a pe sa r de no haber merecido, decía, ninguna contestación a sus an te r io res comunicaciones, terminando, por p ro tes ta r , que sacrificaba con gusto «su vani-»dad por no dejar cosa que hacer pa ra buscar el consuelo y «bien de todos ¡os hermanos , en lo cual cifraba su gloria, es-«perando, que en todo caso , el cielo le har ía justicia y los «hombres no le culparían de sus desgracias» (33).

Ar t igas , al conocer el ac ta de incorporación ajustada por los comisionados o r i en ta l e s , les dirigió una i racunda co­municación, diciéndoles: «¿Y VV. S S . con mano se rena han «firmado el ac ta del 8 del p resen te? E s preciso , o suponer «a VV. S S . ext ranjeros a la historia de nues t ros sucesos o «creer los menos in te resados en consci'Vsr lo sag rado de nues-«tros derechos , pa ra suscr ibi rse a unos pactos , que envilecen «el méri to de nues t ra justicia, y cubren de ignominia la sangre »de nues t ros defensores.—-Tengan VV. S S . la bondad de r e -»petirlo en mi nombre a ese Gobierno, y a segura r l e mi poca «satisfacción en la liberalidad de las ideas con la mezquindad «de sus sentimientos» (34). ¡Ocho días después de escr i ta es ta nota , el ejército de Ar t igas era sorprendido y comple tamente de r ro tado! ¡Veinte días después , el ejército de Lecor l legaba a las pue r t a s de Montevideo , sus pr incipales hab i t an tes s e p re sen taban en su campo a en t r ega r l e las ¡laves de la ciudad, y e! general por tugués e ra en t rado a ella bajo palio, l levando

(32) Oficio del Cabildo de Montevideo al Director Supremo, de 26 de diciembre, y contestación del Director, de 31 de diciem­bre de 1816. M. S. S., de los papeles de Pueyrredón en nuestro archivo. (Faltan en la Col. Lamas.)

(33) Carta de Pueyrredón a Artigas, de 31 de diciembre de 1816. M. S., autógrafo de los papeles de Pueyrredón.

(34) Nota de Artigas a los Comisionados Duran y Giró, en 26 de noviembre de 1816. Véase Col. Lamas, pág. 306.

Page 33: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 29

el palio los mismos Cabi ldantes que habían negado su aproba­ción a! ac ta de incorporación! ¡Pocos días después par t ía a Río Jane i ro una diputación de! Cabi ldo de Montevideo con el ob­jeto de solicitar del Rey Don Juan V! la anexión de la Banda Orienta l a su Corona!

Volvamos ahora a tomar el hilo de los sucesos mil i tares en ¡a Banda Or ien ta l .

Al terminar el año de 1816 dejamos a los por tugueses Ven­cedores en toda la l ínea, desde el P l a t a has ta el Uruguay. Al comenzar el año de 1817, nuevas y más s eve ra s d e r r o t a s pu­sieron a prueba la constancia de los or ienta les . Después de sus con t ra s t e s en C e r r o Largo y la India Muer t a , O t o r g u e s y Rivera habían conseguido r ehace r se , pero en la impotencia de contener los p rogresos de las. a rmas invasoras , se mantuvie­ron en observación duran te el mes de diciembre, a lcanzando, empero, a lgunas ventajas parc ia les . Los por tugueses s e hicie­ron dueños de todo el te r r i tor io or iental , desde Maldonado has ta el C e r r o Largo . L a s poblaciones , dominadas po r las ar­mas ext ranjeras , se sometían mansamente , y muchos or ienta­les se p resen taban ofreciendo sus servicios al Invasor, el cual no ta rdó en contar en sus filas e scuadrones y baqueanos del país , que combatían en su favor con más decisión que bajo la bandera ar t igueña (35).

Po r la p a r t e del Nor te , Ar t igas había conseguido r ehace r se después de sus de r ro t a s de Ibiracoy y Corumbá , y a fines de 1816 s e sostenía aún sobre la frontera de! Cuare im a la cabe­za de un ejército de cerca de 4.000 hombres , con el intento de reabr i r host i l idades. Al efecto, s e situó él persona lmente con 600 a 700 hombres en los ce r ros de Arapey , es tableciendo su parque de r e se rva y sus cabal ladas en un fuer te po t r e ro na­tura l . Su mayor general don Andrés La to r r e , que e ra su jefe de más confianza y el más rudo e incapaz de todos ellos, aun­que muy valiente, cubrió a vanguardia la línea del Cuare im a la cabeza de cerca de 3,400 hombres , amenazando invadir el ter r i tor io bras i le ro .

Cas i s imul táneamente , Verificaron su invasión los ejércitos contendientes en los pr imeros días de ene ro de 1817, desen-eont rándose en sus marchas . Curado , que a la cabeza de 2.500 a 2.600 hombres a t r avesó el Cuareim par t iendo de Ibira-puitan grande, s e interpuso en t re Ar t igas y La to r re , y tomó una fuer te posición sob re el a r r o y o del Ca ta lán , af luente del Cuare im. L a t o r r e , apercibido que le habían robado la vuel ta (según la expresión de Art igas) , revolvió sob re el te r r i to r io

(35) Memoria de los sucesos de armas de los orientales (por un oriental). Véase pág. 321 de la Col. Lamas. —Es notorio que esta Memoria fué redactada sobre apuntes del general don Fruc­tuoso Rivera, y corregida por el doctor don Lucas José Obes.

Page 34: Historia Belgrano III

50 B A R T O L O M É MITRE

oriental invadido, y marchó resue l tamente en busca del ejér­cito por tugués , que era mandado accidentalmente por el mar­qués de Alégre te , capi tán genera! del Rio Grande .

S a b e d o r el marqués de Alégre te de la posición que ocupaba Ar t igas y de la poca fuerza que tenía consigo, des tacó sob re él al comandante Abreu (el reconquis tador de las Misiones orientales) , a la cabeza de 600 hombres de infantería y caba­llería, y dos piezas de art i l lería. Abreu , a tacó a Ar t igas en su mismo campo el 5 de enero de 1817, lo dispersó completamen­te aunque causándole poca pérdida, y s e apoderó de sus de­pósi tos y cabal ladas , r egresando inmediatamente a incorpo­r a r s e al g rueso de su ejército con los despojos de su fácil vic­tor ia .

L a t o r r e , confiado en la super ior idad numérica de sus fuer­zas , resolvió a t aca r al ejército por tugués , y haciendo una marcha forzada en la noche del 5 de enero , cayó en la madru­gada del 4 sob re el campo enemigo, con la esperanza de sor­p render lo por uno de sus flancos y re taguard ia . Los portu­gueses es taban prevenidos . Con las p r imeras luces del a lba empezó !a bata l la , que fué reñida y sangr ienta , que se mantu­vo indecisa por largo t iempo, consiguiendo L a t o r r e envolver una de las a las enemigas. Al fin, ¡a victoria s e dec laró por los por tugueses , perdiendo L a t o r r e ce rca de 1.000 hombres en t re muer tos y pr is ioneros , y abandonando en el campo dos caño­nes y gran p a r t e de sus caba lgaduras . Los Vencedores per­dieron 250 hombres en t r e muer tos y her idos . Es t a ba ta l la , que s e llamó del Ca ta lán , pos t ró el poder militar de Ar t igas .

Sat isfechos los por tugueses con su gran victoria, s e reple­garon a ter r i tor io bras i le ro sob re la margen derecha del Cua-reim, y desde allí cont inuaron haciendo i r rupciones vandáli­cas sob re el ter r i tor io or iental , mient ras l legaba el momento de invadirlo nuevamente (36). P a r a a segura r con es te intento su flanco derecho y su re taguard ia , el marqués de Alégre te dispuso que las Misiones occidentales fuesen invadidas .

El br igadier Chagas , que había quedado en las Misiones or ienta les , después de la de r ro ta de Andres i to , organizó una columna de cerca de 600 hombres con cinco piezas de art i l lería y persona lmente se puso a su cabeza , y a t r avesando el Uru­guay en canoas , el 14 de enero de 1817, tomó t i e r ra en la ba ­r r a del Aguapey . Andres i to , que s e hal laba frente a Itaquí con 500 hombres , y e spe raba la incorporación de 1.500 co-r rent inos , que Venían en marcha, acudió a r echazar la inva­sión; pe ro fué comple tamente de r ro t ado el 19 de enero . El 20, marchó C h a g a s sobre el pueblo de La Cruz , que redujo a

(36) Véase Memoria de los sucesos de armas de los orienta­les (testimonio oriental) y Campanha de 1816 (testimonio brasi­lero) en la Revista Trimensal.

Page 35: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 51

cenizas, y siguió a San to Tomé, marcando su paso con incen­dios y s aqueos . Desde San to Tomé , avanzó su Vanguardia hasta la T ranque ra de Lore to . El 15 de marzo de 1817, Cha-gas r epasaba tr iunfante el Uruguay , después de haber incen­diado y saqueado los pueblos de Yapeyú , La Cruz , Már t i r e s , Santo Tomé, San ta Mar ía y Concepción, l imitándose a sa ­quear ¡os de San José , Após to les y San Pab lo . Ni los templos, ni las c a b a n a s , fueron respe tados ; todos los pueblos fueron destruidos; todos los campos fueron ta lados; todos los gana­dos fueron a r r eba tados , y ei Vencedor se replegó a su te r r i to ­rio cargado de botín, os tentando como t rofeo 80 a r r o b a s de plata labrada , robada a las iglesias fundadas por los ant iguos Jesu í tas (37). Después de la conquista, la historia no p re sen t a ejemplo de una invasión más b á r b a r a que és ta . Desde enton­ces las Misiones occidentales son un des ie r to poblado de ruinas.

Simul táneamente con es tos movimientos y victorias de los por tugueses , por el Nor te , Lecor por el E s t e ade lan taba sus marchas sob re Montevideo, adonde ent ró en triunfo el 20 d e enero de 1817, sin d isparar un t i ro , y bajo palio conducido por el Cabildo de la ciudad conquistada, según queda dicho,

A pesa r de tan tos y tan severos reveses , los or ienta les no desmayaban en su heroico empeño. Defendían su suelo pa t r io y su independencia contra la agresión injusta de un poder ex t raño , que tomando por p re t ex to la anarquía del limítrofe, sólo era movido por su ambición y su codicia. So los , mal mandados , mal t ra tados , mal organizados , casi sin amas y des­provis tos de todo, se most raban empero dispuestos a hacer el último esfuerzo. Art igas , acaudil lando es ta va le rosa res is ten­cia, se habr ía levantado an te la historia, si hubiese poseído alguna de las cual idades del patr iota o del gue r r e ro . P e r o desprovis to de toda virtud cívica, de toda inteligencia política o militar, y has ta del instinto animal de la propia conserva­ción, había preferido que su pat r ia s e perd ie ra an tes que re­concil iarse con sus hermanos , y se había hecho d e r r o t a r mi­serab lemente en todas p a r t e s , lo mismo que sus ten ientes , sin tener una sola inspiración generosa , ni ace r t a r una sola Vez a combinar medianamente la más vulgar operación de gue r ra . J a m á s causa más sagrada , fué acaudil lada por un se r más indigno ni más inepto, ni sostenida por soldados más l lenos de abnegación.

No por t an t a s y tan fáciles victorias , los po r tugueses se habían adueñado del país . Seño re s de las f ron te ras del Cua­reim y de las del C e r r o Largo has ta Maldonado, con la pose ­

ía?) Oficio del Brigadier Chagas al General Curado, inserto en el t. VII de Ja Revista Trimensal do instituto Brasileiro. págs. 299 a 307.

Page 36: Historia Belgrano III

52 B A R T O L O M É MITK'I*.

sión de la plaza fuerte de Montevideo , protegidos por una poderosa escuadra , los por tugueses no eran dueños sino del te r r i tor io que pisaban. Después de la de r ro ta del Ca ta lán , Art igas reconcentró la defensa al interior del país, haciendo e! des ier to al invasor a lo largo de toda !a línea de la frontera Nor te . Don Fru tos Rivera, rehecho de la última der ro ta , y re­forzado con las t ropas sa lvadas de Montevideo, re t i ró todas ¡as subsis tencias a l rededor de la plaza, y estableció un blo­queo formal, reduciendo a Lecor a! recinto de sus mura l las . De es te modo los ejércitos de Montevideo y del Cuare im, quedaban in terceptados , y todo el interior del país en poder de sus defensores . Es tos resu l tados , después de t an tos con­t r a s t e s , dan ideas de las ventajas que se habrían obtenido, si ¡as t ropas de Buenos Aires hubiesen ocupado y mantenido la plaza de Montevideo, y si Art igas hubiese seguido un plan de campaña más juicioso, evi tando ba ta l las campales en que ne­cesar iamente debía ser de r ro tado , y limitándose a host igar al enemigo como pudo hacer lo , has ta reducirlo a la impotencia, según So había indicado anter iormente el Director Pueyr redón .

E s t a s per ipecias de la guer ra de la Banda Orienía l , r eper ­cutían dolorosamente en el corazón de los argent inos, embra­vecían las res is tencias anárquicas dei litoral contra ei Gobier­no genera l , y daban pábulo a la oposición que fermentaba en Buenos Aires .

El Direc tor Supremo , agobiado por situación tan angus­t iada, pedía al Congreso se t r as ladara a su inmediación, p a r a ayudar le a sopor t a r la ca rga . El Congreso , después de decre­tar su t raslación a Buenos Airea, disputaba cerca del Director una Comisión para dirigir conjuntamente con él las relaciones con el Bras i l . La?, instrucciones de que es ta Comisión fué mu­nida, darán una idea del a lcance político dei Congreso . Insis­t iendo en sus an te r io res p revenc iones , recomendaba muy principalmente el ajuste de un t ra tado de comercio con el Brasi l , sob re la base del reconocimiento de la Independería; y caso que es to no pudiera ob tene r se , una' promesa secre ta garant ida por la Inglaterra o Sos Es t ados Unidos. En segundo-lugar, recomendaba que se t r a t a s e de convecer a don Manuel Jo sé García , pa ra que és te , a su vez convenciera al Ministerio de! Brasi l , de ¡a absolu ta imposibilidad de que ¡as Provincias Unidas formasen un solo Es tado con e! Por tugal , p resentando como corolar io de s s to , el hecho á e «haberse visto el Supre-»mo Direc tor en la necesidad de publicar la reclamación al «general Lecor y comunicaciones con ia Banda Orienta l , para «aquietar ía general a larma que ya causaba la aproximación »de las t r opas portuguesas., y sat isfacer ei c lamor publico». En te rce r lugar encargaba , repet i r a la C o r t e del Brasi l la p ro tes t a de que los pueblos argent inos no insistían en las ideas democrá t icas proc lamadas al principio de la revolución,

Page 37: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 53

y es taban dispues tos a acep t a r una monarquía const i tucional . Por último, au tor izaba a! enviado argent ino en Río de Jane i ro , para hacer proposiciones respec to de ia coronación de un In­fante del Brasi l como monarca dei Río de la P la ta , bajo las expresas condiciones de que, eí Brasi l , al lanaría ¡as dificulta­des que p re sen t a se la España , y que la Banda Orienta l for­mara p a r t e in tegrante del nuevo reino (58). Así resolvía el Congreso la cuestión de la Banda Or ienta l .

E s t a s instrucciones e ran acompañadas de o t r a s especia les para servi r de regla a la Comisión. En elias se le prevenía que «pareciendo inclinada la opinión a la gue r ra con el Brasi l , «hiciese p resen te ios males en que se vería el país envuel to «por un rompimiento p rematu ro , por no con ta r se con t r o p a s »ni con recursos para auxiliar eficazmente a la Provincia «oriental» (59), encargo que respondía muy juiciosamente a ia consulta hecha por el Direc tor en el mes anter ior , pidiendo autorización p a r a dec la rar inmediatamente la guer ra al Por ­tugal . Refir iéndose especialmente a es te punto , le decía al Director : «Hasta la reunión del Congreso en esa ciudad, no «haga V. E . , declaración alguna de guer ra al Por tuga l , y «arregle sólo su conducía á la que aquel obse rve en es tas «Provincias, evitando todo compromiso que no sea dictado «por causas muy poderosas , y procurando cont inuar en el em-»peño de poner e! país en ei mejor es tado de defensa» (40).

E s t a s dobles instrucciones eran calculadas en el concepto de que la revolución argentina s e extendiese has ta Chile y avanzara de nuevo al Alto Perú , lo que mues t ra que aquel r e ­sul tado era el máximum de ¡as aspiraciones del Congreso por entonces . Así prevenía al enviado en Río de Jane i ro : «Si antes »se nos consideraba un Es tado decadente y ref regado por los «cont ras tes del ejército del Pe rú y por ¡a anarquía de ios »pueb!os, en el día, que ha mejorado es te notablemente , nos «hallamos con fundadas e spe ranzas de r ecob ra r a Chile, y «progresar en el Pe rú , por lo que debe rá esforzarse en saca r »el mejor part ido posible, sin precipi tar eí éxito de la nego-«ciación, a menos que nuevos acontecimientos inesperados , »reduciendo el país a nuevos conflictos, le obliguen a acomo-«darse a las circunstancias» (41).

(38) «Instrucciones al Director Sup. y Comisión del S. Congre­so para la conducción de una negociación secreta con el Brasil», de enero do 1817. M. S-, del arch. sec.'del Congr. de Tucumán.

(39) instrucción de 8 de enero de 1817. M. S., del arch. sec. del Congreso de Tucuroán.

(40) Oficio del Congreso ai Director, de 8 de enero de 1817. M, S., del archivo secreto del Congreso de Tucumán.

(41) Instrucciones citadas. M. S., del archivo secreto del Con­greso de Tucumán.

3

Page 38: Historia Belgrano III

54 B A R T O L O M É MITRE

E! Direc tor , que a r r a s i r ado por las cor r ien tes ée la opinión y last imado por las acusaciones de traición que le dirigía la oposición, había es tado a punto de comprometerse en una gue r ra ab ier ta con los por tugueses , aun an tes de en tenderse con la Banda Orienta l , hubo de modificar sus ideas en Vista de! resul tado de la negociación de B a r r e y r o y, por lo tanto, s e hal laba bien dispuesto para adop ta r !a línea de conducta que le t r azaba el Congreso , incluso la idea de !a fundación de una monarquía, sin renunciar por es to a mantener una actitud digna y enérgica respec to de la C o r t e del Brasi l . Pe ro , p a r a es to mismo, neces i taba más l ibertad moral que !a que le dejaban las circunstancias premiosas que a t r avesaba , y Ja oposición ard iente que in te rpre taba s in ies t ramente todos sus ac tos y pa l ab ra s . Ya en el año anter ior se había vis to obli­gado a dictar una medida de repres ión contra el coronel Do-r rego , t r ibuno bullicioso, ca rác t e r inquieto, caudillo popula­chero, republ icano ardiente , militar Vale-roso, con bas tan te inteligencia y mucha audacia pa ra pe r tu rba r el sueño de un poder menos sombrío que ei del Director io . Enemigo del Con­greso , oposi tor a! Direc tor , contrar io a la expedición a Chile, par t idar io de la guer ra contra el Brasi l , envicisdo en la agita­ción polit iquera d é l a Atenas argent ina , las no tab les calida­des de Dor r ego como militar no podían ser util izadas en los ejérci tos. D e s t e r r a d o a consecuencia de repe t idos ac tos de insubordinación y acusado como conspirador , dióse a esta medida una solemnidad inusitada. El Direc tor , al dictar la , ex­pidió un Manifiesto, explicando sus motivos y haciendo a los glor iosos servicios de! des t e r r ado la merecida justicia, lo que p robaba que no era el encono ni la a rb i t ra r iedad que la dicta­ba . Es t e acto de rigor, que manifestaba cierta debilidad para p roceder con más efectiva energía , no hizo sino i rr i tar a los descontentos y des templar el r e so r t e del Gobierno . Así decía e! mismo Puyr redón , hablando de los congrégales que habían exigido la medida: «Después que me tenían sofocado con sus »carías confidenciales, acusándome que no tomaba medidas «contra los malvados, han tenido valor pa ra desap roba r com-»p!etamente lo hecho con Dor rego , por no habé r se l e formado «causa y juzgádolo según las leyes . E s Verdad que ha Veni-»do con ¡a calidad de rese rvado ; pero es to bas ta pa ra obli-«garme a dejar co r re r los males , sin a t r eve rme a poner re-«medio» (42).

La anarquía , apenas sofocada en el interior, los cuidados de ¡a invasión española por Sal ía , la ineert idumbre de la ex­pedición sob re Chile, el desorden tr iunfante en el li toral, la irri tación que producía la agresión por tuguesa , las sospechas

(42) Carta de Pueyrredón al General San Martín, de 31. de di­ciembre de 1816. M. S., autógrafo, en nuestro archivo.

Page 39: Historia Belgrano III

HISTORIA. D E B U L G R A N O 55

eu gran pa r t e fundadas de que eran objeto el Congreso , el Director io y °1 e n v i d o García , y los t rabajos de zapa de la oposición en la capital , todo es to había contribuido a desmo­ralizar ¡y opinión, produciendo una sorda inquietud, que pa re ­cía precursora de un estal l ido. «Todos hablaban de una revo­l u c i ó n que debía e s t eüa r , se designaban pe r sonas , se seña­l a b a n medios, se a legaban causas y se propa laban designios, »acusendo al Gobierno general de perfidia y traición» (45). El Gobierno recibía f recuentemente av isos de t r aba jos s ec re to s , l legando has ta denunciárse le un complot que debía es ta l lar inmediatnrnenre. Tal era la si tuación, cuando - la Comisión del Congreso , po r t adora do sus úl t imas instrucciones, llegó a Buenos Aires en febrero de 1817. Componíanla los doc tores don Jo sé Dar r sgue i r a , don Ped ro Ignacio Cas t ro y don Pedro -Ca r r a sco , quienes, desde Riego, en t ra ron a desempeñar ce rca del Director ei pues to de consejeros consult ivos y deübe ran -tes_, que les había señalado ei Congreso .

Sil Director hizo p resen te a ¡a Comisión las dificultades que tocaba pa ra ade lantar la negociación con el Brasi l , indican­do como la más g rave de todas «la continua a larma por el s p rematuro rompimiento de una guer ra cont ra la nación limí­t r o f e , que propalaban los enemigos del orden público, minan-»áo ios cimientos de ia opinión y de la autor idad pública», en consecuencia pedía autorización pa ra remover es tos obs tácu­los, sometiéndole a la Vez ias p ruebas que tenía p a r a t emer un. inminente deso rden . La Comisión, e n e l in tervalo de veinticuatro horas , contes tó : «Cree firmemente la Comisión »que V, E. se halla en ei caso de tomar las providencias que »expone en su oficio; y en su apoyo, persuadida la Comisión »de la conveniencia y necesidad de que an tes que se verifique »Ia explosión que amenaza de cerca a la tranquilidad pública, »se ap resu ra a mandar esta contestación en los prec isos í é r -»minos de ap roba r la adopción de aquel las medidas» (44).

En Virtud de esta autorización, fueron des t e r r ados a Nor te ­américa, el genera! Frenen, ios coroneles Pagóla y Valdene-gro y los doctores Agrelo. Moreno, Chiciana y P a s o s Kanki , redactor d e la Crónica, acus-ándoios públ icamente de cona tos de conspiración. Es te acto da repres ión, aquietó ia si tuación, sin dar al Gobierno más presfigio. El Direc tor publicó, con es te motivo, un notable Manifiesto, explicando V justificando la medida (45). «Ei principa! asunto que ocupa hoy nues t r a

(4-3) Manifiesto de Pueyrredón, de 14 de febrero de 18.17. (44) Oficio del S. Director, de .0 de febrero, v contestación de

la Comisión del Congreso, do 1.° de febrero de 1817. M. S., origi­nal en nuestro archivo. (Papeles de Pueyrredón.)

(45) Lleva la fecha 14 do febrero de 1817, y se publicó en la Gaceta de 15 del mismo, número 7.

Page 40: Historia Belgrano III

38 B A R T O L O M É MITRE

«atención (decía en ese documento) es la invasión por tuguesa . »Si cada combinación ha de ser in te rpre tada como una com­b i n a c i ó n con los enemigos, ¿no diréis cuál es la l ibertad cine »se deja al Gobierno para dirigir los negocios?» D e s p u é s de habe r manifestado que no reconocía enemigos, dec la raba que había procedido cont ra los des te r rados únicamente para p re ­s e r v a r el orden público, porque «una revolución más, condu-»ciría el Es t ado a la ba rba r i e , y es taba resuci to a impedirla». Expl icando su actitud an te ia invasión por tuguesa , y prome­tiendo no con t rae r compromisos in ternacionales sin eí con­sentimiento dei pueblo , terminaba con es tas pa labras : «Los «por tugueses no desean la guer ra : quisieran que las Provin-«cias Unidas s e most rasen indiferentes en medio de la agre -»sión de una pa r t e de su terr i tor io; pero la guer ra será inevi­t a b l e si muy en b reve no satisfacen al Gobierno sobre sus «miras y si la incursión de t ropas extranjeras , más pel igrosas »por s e r Vecinas, no se demues t ra compat ible con nues t ra li­bertad y nues t ra independencia. ¡Pueb los ! Ningún t ra tado «definitivo se ha rá con los por tuguesas , sin vues t ra noticia «anter ior y vues t ro conocimiento. S e llevará la guerra a \t\ «Banda Orienta l misma, se ar ro jarán los extranjeros de aque­l l o s campos , y de los pueblos que ocupan, y es to será bier. ap ron to , si no somos convencidos plenamente de que !<> con-»trario conviene a nues t ros in te reses y u nues t ra gloria. Sa-«bed de cier to, que el Gobierno no ha hecho pacto alguno con «potencia alguna, y que re la t ivamente a los por tugueses , nc »ha podido s e r instruido de sus planes.» • E s t e documento histórico, más artificioso que franco y va­liente, que ofrecía la publicidad cuando se negociaba sec re ta ­mente cont rar iando la opinión, que amenazaba con ia guerra , r e se rvándose no hacerla si la ocupación convenía a los inte­reses y la gloria argent ina; y que negaba casuís t icamente un hecho que hacía dos años ie cons taba oficialmente, revelaba empero en su ambiguo lenguaje más aplomo er¡ el gobierno, más claridad en sus Vistas, y cier to temple que indicaba ha­llarse a la expecta t iva de un gran acontecimiento que debía despejar ¡a si tuación. En efecto, hacía veintisiete días que ei ejército de los Andes , mandado por San Mart ín , se había in­ternado en los á s p e r o s desfiladeros de ¡as montañas que con­ducen a Chile. Todos es taban pendientes de! resul tado de esta g rande empresa . El Di rec tor Pueyr redón , que después de su entrevis ta con San Mart ín en Córdoba , la había prohijado coa decisión, confiaba en sus resu l tados ; paro no dejaba de abri­gar sus temores , y de aquí su lenguaje a r rogan te a ia pa r da los caminos dé re t i rada que se r e s e r v a b a , esperando sin ea¡-ba rgo , que bien pronto la República Argent ina podría levan­tar el t ono .

En previsión de la victoria, y en guarda de los derechos

Page 41: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N Q 57

futuros ael pueblo argent ino, a la vez que obedeciendo a o t ros móviles, que luego haremos conocer , e! Director , al saber la ocupación de la ciudad de Montevideo por las a rmas por tu­gueses , había dirigido a Lecor una p ro tes t a en forma, que importaba una solemne declaración de guer ra : «Espero , le «decía, no prosigo hosti l izando ese te r r i tor io , y suspenda d e s -xda luego "sus ma-chas , bajo los términos de un armisticio aprovisiona!.—Si V. B-, ceñido a las ó rdenes de su sobe rano «continuase la guer ra , s e r á responsab le de la s ang re que se «derrame, p?oiestando como lo hago de toda usurpación t e r r i ­t o r i a l comprendida dentro de ios límites reconocidos, a n t e s «de abr i r V. E. la campaña fuera de las f ronterra de los do-»rninos del Brasil.»

Lecor, contes tando mesuradamente a esta p ro te s t a , le de­cía: «Aunque ia vehemencia con que V. E-, se ha expresado , w o d r í a cons iderarse como una intimación de guer ra , he creí-»do prudente suplicar a V. E . , an t e s de comprometer esos «pueblos a renunciar a los beneficios de ¡a paz con el Bras i l .» Cont inuando en es te mismo tono, es tablec ía , lo que e ra Ver­dad, que en su anter ior contestación le había anunciado la continuación de sus marchas , y que, por lo tanto , no podía presumir que las suspendiera , como decía el Direc tor haber lo esperado . Agregaba , que no viciaba las est ipulaciones del armisticio de 1812, ni la integridad del ter r i tor io argent ino , por cuanto iba cont ra un país anarquizado que se había decla­rado independiente de las Provincias Unidas , y que é s t a s no habían podido reducir ni a orden ni obediencia. P ro t e s t a ­ba que mantenía !a neutral idad est ipulada, aun después de los auxilios bélicos que el Gobierno argent ino había suminis­t rado a los or iénteles por el puer to de la Colonia, y abundan­do de sus sentimiesíos pacíficos, terminaba diciendo: «Si a «pesar de es to , es tá en el in te rés político d e e sa s Provincias «(argentinas) en t r a r en guer ra y t ener por enemigo un Rey «Vecino, sin otro fruto que sos tener los caudillos or ien ta les , »y asegura r les el derecho de oprimir cien famillias en es ta «banda, l levar a la otra la anarquía y tener es tos pueblos en «condonas agitaciones, en tal caso (que no debe e s p e r a r s e «de ía prudencia de ese Gobierno) t r a t a r é de p recauc ionarme «hasta recibir órdenes de mi sobe rano . En t re t an to , el mur do «imparcial decidirá quién es el responsable de las desgrac ias «de un rompimiento, si V. E . que me provoca a la guer ra , o »yo que le protes to la continuación de una paz útil y perma-«nente» (46), Es ta nota , en que se reconocía el esti lo límpido

(40) Noía dei Dilector Pueyrredón, de í.° de febrero, y conles-iación de Lecor, de ñ de febrero de 1817, insertas en la Lxhaor-dinaria, de 5 de febrero y Gaceta del 18 del mismo.

Page 42: Historia Belgrano III

58 B A R T O L O M É MITRE

y !a lógica poderosa de don Nicolás He r r e r a , t r azaba al Go­bierno argent ino "¡a política que en definitiva adoptó bajo el imperio de las c i rcunstancias .

En medio de es tas contes tac iones de mero a p a r a t o , llegó a Buenos Aires (el 1 ° de marzo) la nueva de un gran aconteci ­miento. El ejército de los Andes había a t r avesado las cordi­l leras, tr iunfado, el 12 de febrero , del ejército español en Chacabuco , héchose dueño de Chile, y la República Argent i ­na levantada al apogeo de! poder y de la gloría, había sa lva­do la revolución de Sud América. Coincidió con esta noticia la de un b á r b a r o edicto expedido por Lecor (el 15 de febrero) , dec larando, «que las par t idas or ienta les que robasen ( re t i ra-»rasen recursos a la plaza) no ser ían t r a t adas como pr is ione-«ros de guer ra , sino como salteadores de caminos, y que no «pudiendo se r aprehendidos , se haría severa represa l ia con «las familias y ' b i e n e s de los individuos, que las compo­n í a n » (47).

El Direc tor Supremo, en Vista del edicto de Lecor , reclamó enérgicamente contra él, por cuasito «su contenido causar ía «espanto a las naciones más civilizadas». Partiendo, de es ta premisa, decía ei Direc tor a rgent ino a! Genera l por tugués : «V. E. p re tende tener derecho a es te terr i tor io por la pro tec-»ción que dice dispensar le , y sob re esta b a s e cuenta con el «consentimiento de los puntos subyugados . Los b ravos or ien­t a l e s s e han propues to acredi tar que las fuerzas de V. E. no «son capaces de dispensar semejante protección, y a es te «efecto han empezado sus host i l idades sobre esos mismos «pueblos, que V. E . confiesa mantener indefensos, a! paso «que p re t ende someter los a su yugo. P a r a cubrir es te Vacío, «apela a! ex t raño arbi t r io de una mal entendida represa l ia , y »al mucho más ex t raño de declarar sa l t eadores de caminos, a «los defensores de su l ibertad. . . ¿Con qué derecho puede «V. E . dec la ra r sa l t eadores de caminos a ios habi tantes de un «país que poner, en ejecución medios genera lmente admitidos «por las naciones pa ra defenderse de injustas opresiones? »—Los or ienta les sost ienen su independencia y ¡a de los pue-»blos occidentales a un mismo tiempo, así es que han sido y «serán cons tan temente auxiliados de esta capital , has ta que »V. E . desaloje el terr i tor io de que s e ha apoderado con Vio-«lencia.— Si V. E . lleva a efecto las amenazas que cont iene »el edicto, p ro te s to que por mi pa r t e e jerceré una más-rigoro-»sa represa l ia , verificando en cada t r e s vasal los de S. M. F . . «res identes en es tas Provincias , los mismos t ra tamientos que

(47) Edicto de Lecor, de 15 de febrero de 1817, publicado en Montevideo en hoja suelta, e inserto en el Manifiesto de Pueyrre­dón, de 2 de marzo de 1817.

Page 43: Historia Belgrano III

H 1 S T 0 S I A DE Bt íLGRANO 59

»V. E. Verifique en uno soio de los orientales:* (48). En conse­cuencia de e s t a s p ro tes tas , mandó in ternar a todos ios por tu­gueses a ¡a Viila de Lujan, expidió pasapor t e a un comisionado de Lecor que se hal laba en Buenos Aires , suspendió ia misión a Río Jane i ro , y declaró que las únicas b a s e s admisibles de negociación con la Cor t e del Brasil ser ían: El reconocimiento de la independencia argent ina y ia evacuación del te r r i tor io or iental , ordenando a la Vez que s e remitiesen auxilios de todo género a los defensores del te r r r i to r io oriental (49).

La diplomacia argentina, al l evantar el tono al diapasón de los cañones de Chacabuco , parecía resuel ta a hace r los r e tum­bar en la margen oriental del Río de ia P la ta . En efecto, ta! era la mente del Director Pueyr redón por el momento, aun cuando con miras d iversas de las que proc lamaba, y de las cuales había de desistir muy luego, como se Verá. Ai comuni­car a la Comisión de! Congreso , con un día de anticipación, su conminación a Lecor, ie reve laba una pa r t e de su pensa­miento, diciéndole: «Los edictos Van á producir en ios pueblos »el efecto de exal tar los c lamores , exponiendo á violentas «convulsiones el Es tado ó extinguiendo su a rdor patr iót ico »toda vez que por p a r t e del Gobierno se note la misma apat ía . »La par t ida del enviado ext raordinar io , que no dejaba de te-»ner inconvenientes, sería mal in te rp re tada y acabar ía de ha-»cer perder ia confianza, har to flucíuauie que tienen los pue­b l o s en el Gobierno y en el Congreso . El noble orgullo que se »ha apoderado de todos los corazones después de ia gloriosa «jornada de Chacabuco , ios ha hecho indóciles pa ra coniem-«porizar con un extranjero que ejecuta hosti l idades en el sueio «patrio, que subyuga á nues t ros hermanos y profiere amena-«zas en mengua de! nombre americano.» Impulsado por es tos móviles, pedia que e! Congreso modificara sus an te r io res ins­trucciones (que ya se había p re s t ado a ejecutar) , y con cuya responsabil idad él no se atrevía a ca rga r después que las cir­cunstancias habían var iado, terminando por dec larar : «Mi r e ­s o l u c i ó n es no sufrir insul tos: si los por tugueses quieren ne-«gociar con ías a rmas en la mano, noso t ros debemos conser ­v a r la misma actitud.» (50)

Escribiendo al Vencedor de Chacabuco con Veinticuatro horas de poster ioridad, ie reve laba o t ra pa r t e de su pensa­miento. «Los por tugueses (escribía á San Mart ín) han mani­f e s t a d o ya su mala fe: su objeto y sus miras tan ponde radas

(48) Manifiesto del Director Pueyrredón, da 2 de marzo de 1817, irap. en hoja suelta.

(49) Manifiesto del Director Pueyrredón, antes citado. (50} Nota del Director Pueyrredón a la Comisión del Congre­

so, de 1.° de marzo de 1817. M. S., del arch. sec. del Congreso de Tucumán.

Page 44: Historia Belgrano III

40 B A R T O L O M É MITRE

«de beneficencia á es tas provincias, están ya descubie r tas , y »no son o t ros que ag rega r á ia Corona del Brasil la Banda «Orienta!, si noso t ros proclamamos por Emperador al Rey »Don Juan , y admitirnos, como por gracia, bajo su soberano «dominio. ¡Bárbaros miserables] Tenemos más poder y digni-»dad que ellos, y jamás ¡as provincias de Sud-América tendrán »un Monarca tan subal te rno . Vea Vd. mi Manifiesto de ayer »y gradúe por él mis sent imientos. E! nombre americano y «nuestro noble amor propio debe sent i rse humillado. Yo deseo »un soberano p a r a nues t ro Es tado , pe ro lo quiero capaz de «corresponder a la honra que recibirá en mandarnos , es decir: «quiero alguno que sea más grande que Don Juan , y lo quiero »para sóio~nosoiros. Es , pues , necesar io aumenta r es te ejér-«cito (el de Buenos Aires) para hacer les sentir ia locura de «sus pre tens iones , y de oficio digo a Vd, que me mande mil «soldados de nues t ra fuerza y mil chilenos p resen tados o pri-«sioneros, Veo muy indispensable y muy próxima la guer ra »con los por tugueses .» (51)

En el capítulo siguiente se ve rá , cómo y por qué causa pasó es ta ráfaga gue r r e r a de! Director , de qué modo fué cumplida ia promesa de no ce lebra r t r a t ados sin previo conocimiento del pueblo y sin su expreso consentimiento, y por qué cami­nos continuaron desenvolviéndose ios sucesos de la Banda Orienta l , así como el giro que tomaron las negociaciones en­t r e las Provincias Unidas y el Brasi l ,

(51) Carta de Pueyrredón a Sau Martín, de 3 de marzo de 1817. M. S., autógrafo, en nuestro archivo.--En carta posterior, de 10 de marzo, le repetía: «Que vengan sin falta antea que se «cierre la Cordillera los dos mil soldados pedidos, porque aquí j-esti ahora la mayor necesidad.» M. S. (Papeles de San Martín.)

Page 45: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XXXVI

LAS PROVINCIAS UNIDAS Y LA SANTA ALIANZA

1817-1818

Embrollo diplomático.—Actitud del Director en consecuencia.— Política de la Europa respecto de la revolución americana.—Ac­titud de Portugal y del Brasil respecto de la España y del Río de la Plata.—Antecedentes sobre la diplomacia argentina en Europa.—Gestiones diplomáticas de Rivadavia en consecuen­cia.—Negociaciones directas con la Corte de Madrid y su desen­lace.—Ideas políticas de Rivadavia y sus pasos ulteriores.—La Santa Alianza, la España, la Francia, la Rusia, el Portugal y la Gran Bretaña con respecto al Río de la Plata.—Consejos de Ri­vadavia sobre política exterior.—Política de Lord Castlereagh respecto de la revolución hispano-americana.--La Prensa y la opinión inglesa en 1817.—El comodoro Bowles en en el Río de la Plata.—La España solicita la mediación de la Santa Alianza para dominar la revolución americana.—Protesta de Rivadavia ante la Gran Bretaña. —Nueva credencial a Rivadavia.—Oríge­nes del comercio francés en el Río de la Plata.—Aberturas del duque de San Carlos a Rivadavia.—-Instrucciones del Congreso en consecuencia.- Plan de monarquía.—Rivadavia y sus cone­xiones con Lafayette, La Harpe y el ministro Galatín.—La Ru­sia y la revolución americana.—Abertura de Rivadavia al Con­greso de Aix-Ia-Chapelle. - La diplomacia norte americana en Europa y la Santa Alianza.—Ricardo Rush y Castlereagh.—La­fayette pone en contacto a Rivadavia con el Gobierno fran­cés.—Ilusiones.

No era solamente la perspect iva de la reconquista de Chile y el resu l tado de la batal la de Chacabuco , ¡o que impulsaba al Direc tor Pueyr redón a levantar por dos veces el tono en presencia de la invasión por tuguesa . E r a que, a mediados de! mes de enero (1817), había llegado de Eu ropa don Manuel de S a r r a t e a , quien después de su malhadada negociación p a r a coronar al infante don Francisco de Paula , fué re levado en su misión por Rivadavia .

S a r r a t e a , de conformidad a las instrucciones de su Gobier­no, s e había pues to al habla con el de la metrópoli , buscando la reconciliación con sus Colonias rebe ladas . Ce loso de Riva-

Page 46: Historia Belgrano III

42 B A R T O L O M É MITRE

davia, y deseoso de reconquis tar la confianza dei Gobierno , que había perdido por sus l igeros p rocederes , p rocuró da r se una importancia que no tenía, t r abando al mismo t iempo los t rabajos de su sucesor . Con su ta lento de embrolla, su pala­b ra insinuante, y afectando un conocimiento profundo de las Vistas sec re t a s de las potencias eu ropeas , no le fué difícil ha­cer c r e e r que tenía íntimas conexiones con el Gabine te de Madrid, que el intr igante conde de C a b a r r ú s gozaba en éi de una alta influencia, y que por es te conducto le cons taba , que la Gran Bre t aña jamás acceder ía a las pre tens iones de la Es­paña , forzando a las provincias disidentes de la América a en t ra r en ¡a obediencia de la antigua metrópoli . Además , que el Gobierno bri tánico parecía resue l to a e s to rba r la ingeren­cia del Brasil en los negocios del Río de la P la ta , y que pa ra apoya r esta acti tud decididamente, había despachado las fra­ga tas Arnphion e Hyacititus, que en la actual idad se hallaban en el Río de ia P la ta , con órdenes e instrucciones de impedir el p rogreso de las a rmas por tuguesas , y cosí autorización pa ra re forzarse con la escuadra del C a b o de Buena Esperan­za, caso que es tas fuerzas fuesen insuficientes al efecto. Agregaba que, los p lanes agres ivos dei Por tugal , lo habían colocado en la necesidad (a éi, S a r r a t e a ) de ofrecer a la E s ­paña la aceptación de un príncipe de la casa re inante , como soberano de las Provincias del Río de la P la ta y Chile , en cambio del reconocimiento de ia independencia, con la garan­tía de su integridad terr i tor ia l , bajo b a s e s const i tucionales. Concluía de todo es to , que con tan hábiles maniobras había neutral izado ios p lanes de usurpación de! Por tugal , y es t re ­chado al Gobierno español , quien bajo la presión de la Gran Bre t aña , tendría que acep ta r a! fin la b a s e p ropues ta o indi­ca r o t ra , que combinando sus in te reses con ¡os de los disiden-í e s de América, pus iese término a la cuest ión pendiente , y que por es to e r a inconducente la misión de Rivadavia (1).

El Di rec tor Pueyr redón , que, como habrá podido no ta r se , e ra un hombre impresionable y sin gran penet rac ión , no obs­t an t e su buen juicio, s e dejó persuad i r por es te fá r rago , sin da r se cuenta de lo g rose ro de la t rama, y escribió en el ac to al C o n g r e s o lleno de un cómico entusiasmo: «Jamás he seuti-»do tan to la distancia en que s e halla esa Corporac ión , que á »!a l legada de don Manuel S a r r a t e a . El oficio en que me da «cuenta del e s tado en que dejó sus re lac iones , da rá una idea »del rumbo favorable que pueden tomar en lo sucesivo, y de »¡a necesidad de afianzar el éxito de las negociaciones pen-»dientes.» Y par t iendo de esta base imaginaria, t e rminaba afirmando con todo aplomo: «Ei Brasi l s e r á contenido en sus

(1) Oficio de Sarratea al Director S., de 9 de enero de IS17. M. S., del arch. sec. del Gongr. de Tucumán.

Page 47: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 45

«pretensiones , sin que por nues t r a p a r t e haya que hacer sa­c r i f i c i o s para resis t i r una agresión que debe dis iparse por sí »misma, ó, más bien, por el influjo super ior de todas las na-xckmes.» (2)

H e aquí explicado el tono bélico de la intimación de 1.° de febrero a Lecor , y del Manifiesto de 2 de enero , en que por segunda y t e r ce ra Vez amenazaba con ia guerra , dirigiendo un verdadero ultimátum. C re í a se escudado por la Gran Bre ­taña, cuando por las comunicaciones de García y las de Riva­davia, le cons taba io contrar io (3). Hacía a la rde de un gran interés por la causa d e Ar t igas , cuando sec re t amen te s e feli­ci taba por sus de r ro t a s . Hacía t r e s conminaciones fulrniman-tes , que importaban o t ras t an t a s declaraciones de guer ra , pa ra sat isfacer os tens iblemente las exigencias de ¡a opinión, y s e quedaba tan quieto o más que an tes , abr iendo en seguida hosti l idades contra Art igas , al cual susc i taba insurrecciones, promoviendo la deserción en sus filas. Hablabla de guer ra con el Por tuga l , cuando es taba convencido de que e ra imposible hacer la sin Art igas y con Art igas en disidencia, y cuando no podía con la p o b r e provincia de San ta F e . S e daba por sor­

p r e n d i d o de las miras de anexión del Brasi l , cuando era Gar­cía quien las había fomentado y ei Congreso el que las había aceptado como un remedio ex t remo. Había estado dispuesto a acep ta r un Rey de la Casa de Braganza , y lo quería s iempre para ei Río de la P la ta , aunque ¡o deseaba de más ca tegor ía . Pre tendía contener , sin hacer esfuerzos ni resis tencia , las usurpaciones del Brasi l , y fiaba pa ra ello en la España , cuan­do la ocupación de la Banda Orienta l por los por tugueses e ra , p rec isamente , lo que hacía imposible la expedición española ai Río de la P la ta .

E s t e p roceder liviano tenía su correct ivo en su misma in­consistencia, y en la calma con que los por tugueses dejaban cor re r los papeles , mient ras las intimaciones no pasa ran de

(2) Oficio del Director S. al Congreso, de 11 de enero de 1817, adjuntando el de Sarratea.—M. S., ídem id.

(3) En carta al general San Martín, escrita seis días después de su primer Manifiesto, decía el Director Pueyrredón, con fecha 8 de euero de 1817, lo siguiente: «Ayer he tenido carta de Rivadavia. »Dice que ha sido recibida con extraordinario aprecio la noticia do »que pensábamos declarar por forma de nuestro Gobierno la Mo-»narquía Constitucional; pero que ha sido en proporción ridiculi­z a d a la idea de fijarnos eu la dinastía de ¡os Incas. Discurre con 'juicio sobre esto, y me insta a que apresure ¡a declaración de la jprimera parte. Este ha sido mi sentir; poro no sé si los doctores »(así llamaba a los miembros de,l Congreso) pensarán de un »modo igual.» M. S., autógrafo, en nuestro archivo. (Papeles de San Martín.)

Page 48: Historia Belgrano III

44 B A R T O L O M É MITRE

pa lab ras . Todo iba a Río Jane i ro , y ailí se a r reg laba todo amigablemente , Volviendo a¡ antiguo modas viüendi, impuesto a unos y o t ros por las c i rcunstancias . Tal sucedió en esta oca­sión, según se explicará y comprobará a su t iempo.

La política de las naciones eu ropeas , con relación a las Co­lonias amer icanas insurreccionadas , que tan candorosamente invocaba Pueyr redón desconociendo los hechos, seguía muy distintos rumbos de los que le t r azaba S a r r a t a a con su habi­tual char la tanismo y falta de ciencia y de conciencia. El Go­bierno español p ro tes t aba enérgicamente contra la invasión de la C o r t e del Brasil sobre la Banda Or ien ta ' , acusándola de connivencia con las Provincias Unidas (4). A la Vez pers is ­tía con más ahinco en su plan de expedicionar sobre el Río de la P la ta , p rocurando da r se un punto de apoyo en su margen orienta!, bajo la amenaza de invadir el Por tugal si sus exi­gencias no e ran sat isfechas. La Gran Bre taña , firme en su al ianza con la España y ligada por su in terés y por sus com­promisos con las g randes potencias europeas , a! mantenimien­to dei sistema colonial, hacía se r ias conminaciones al embaja­dor de Por tuga l , con motivo de su expedición al Río de la P la ta , dec larándole que no podría ampara r lo contra la repro­bación de sus al iados, aunque le garant ía que su terr i tor io en Eu ropa no sería invadido por la España (5). Lfis cinco grandes potencias dei Congreso de Viena, que regían en tonces los dest inos de la Europa , emplazaban a! Por tugal y Brasil , an te su t r ibunal augus to , dirigiéndole una nota colectiva, en que rep robaban seve ramen te la invasión de la Banda Orienta! , como «incompatible con la tranquilidad del mundo, y declaran-»do que apoyar ían a la España en la justicia de su causa , » pa ra revindicar sus derechos t e r rüo r i a l a s y ob tener r epa ra ­c i ó n de sus agravios» (6). El Brasil , por su pa r t e , garant ido de una invasión española en Por tugal , y contando con la be­nevolencia de la Gran Bre taña , l levaba adelante su invasión en América, mientras negociaba en Europa , previniendo a Lecor en Montevideo que, «a toda fuerza española que llega-»se a Maldonado o Montevideo, no se le permit iera desembar­c a r , y le dec la rase que el Brasil era pro tec tor de aquellas »plazas y ter r i tor io , pudiendo sin embargo t r a t a r con los Ca-

(4) Nota de García al Director S., de 16 de diciembre de 1816. M. S., del arch. sec. del C. de T.—Véase además <¡ Correspondencia do Duque de Palmella», t I.

(5) Nota del Conde Palmeila (después Duque) al Conde da Barca, de 9 de abril de 1817, en la «Correspondencia del Duque de Palmeila», t. I, págs. 1 a 10.

(6) Nota de las cinco potencias al Marqués de Aguiar, de 10 de marzo de 1817 en la «Correspondencia del Duque de Palme-lía», t. I, p i g . í l .

Page 49: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRAN© 45

»bildos sobre el par t icular , cotí sujeción a lo que en definitiva «dispusiese el Rey de Por tuga l , en la inteligencia que, si el «destino de tal fuerza fuese a Buenos Aires , ei Brasi l s e de-«ciaraba neutra l y no tomaría part ido ni por unos ni por o t ros , «pues es taba resuel to a no hacer la guer ra ni a Buenos Aires «ni a la España» (7).

En medio de esta agitación universal , producida por la in­vasión por tuguesa a la Banda Orienta! , Rivadavia cont inuaba gest ionando en Europa los in te reses de la independencia ame­ricana, cerca de las Cor t e s de Inglaterra , Franc ia y E s p añ a , según ei plan convenido con Beigrano en Londres en 1815(8). Como ¡o explicamos anter iormente , la idea de enviar diputa­dos a! Rey de España con el objeto de buscar un a r reg lo con ia metrópoli , an tes de romper definitivamente con ella, nació con el regreso de Fe rnando VII al t rono de sus mayores . Has ­ta entonces , ninguna sección americana (a excepción de Vene­zuela) había declarado su independencia, y todas las demás Colonias h ispanoamer icanas insurreccionadas , se gobernaban en nombre del monarca caut ivo. Rein tegrado Fe rnando VII en su t rono y contando con el apoyo de ias g randes potencias para hace r valer sus derechos sob re sus Colonias , é s t a s te­nían, o bien que somete r se a la po tes tad real que habían invo­cado, o bien proclamar ab ie r tamente la revolución. El Gobier­no argent ino adoptó un término medio, dirigiéndose a Pezue -Ia en el Alto Pe rú y a Marcó del Pont en Chile, con el objeto de para l izar sus operac iones mili tares, a fin de ganar t iempo para robus t ece r se , reconociendo indirectamente los de rechos del monarca español , y quedó así en actitud p a r a p rocede r según ias c i rcunstancias (9).

A consecuencia de es te plan político, fueron enviados a Europa , como diputados, el genera! Be igrano y don Bernar -dino Rivadavia, con encargo de negociar cerca de las C o r t e s de Londres y Madrid, sobre la b a s e de la independencia y la monarquía. Expíicado queda cómo ia incipiente negociación relat iva a la coronación de! Infante Don Francisco de Pau la , iniciada por S a r r a t e a , vino a interrumpir el desarrol lo de e s t e pian. Malograda es ta negociación, según se dijo an tes , los poderes de los comisionados fueron r e v o c a d o s , Be igrano

(7) Nota del Ministro del Brasil a! General Lecor, de 2 de di­ciembre de 181 tí, inserta en los c Apuntes para la Historia de la Kepública del.Uruguay» por A. D. de P., t. 1, pág. 54.

(8) Véase final del cap. XXIV de este-libro, y Doc. VI del Apéndice, núm. 7 del t. II de la 1. a ed. de la Hist. de Beigrano.

(9) Comunicación del Ministro don Nicolás Herrera a don Juan i osé Passo, de fecha de 24 de agosto de 1814, inserta bajo el nú­mero 6 en el apéndice del t. I, de la 1. a edición, de la Historia de Beigrano. (M. S., en nuestro archivo.)

Page 50: Historia Belgrano III

46 B A R T O L O M É MITRE

tomó sob re sí au tor izar a Rivadavia a permanecer en Europa , a fin de cont inuar la negociación de que es t aba encargado cerca del Rey de España , y t r a s ladóse éi inmediatamente al Río de la P la t a , con el objeto de recaba r del Gobierno argen­tino la renovación de sus poderes (10). Sjn más credencial que és ta , Rivadavia s e t ras ladó a Par í s , centro entonces del mo­vimiento diplomático de la Europa , a fin de espe ra r el efecto de la negociación indirecta que había entablado con el Emba­jador español en Londres . En e s t a s c i rcunstancias , le fueron expedidos por el Gobierno argent ino sus nuevos pode res , re-Validando sus an te r io res instrucciones, pe ro l legaron a sus manos cuando ya había empezado a proceder con ar reg lo a ellas y con abso lu ta independencia de S a r r a t e a (11).

Ha l l ábase Rivadavia en Par í s (enero de 1816) cuando reci­bió una Real orden, firmada por el primer Ministro de Fer ­nando VII, don Ped ro Cebal ios , en que se le decía, que «había al legado á noticias del Rey la importante comisión de que se «hallaba encargado , y que, deseando dar á sus amados Vasa­l l o s , que s inceramente imploraban su clemencia y se acogían »á su protección, los testimonios de un Verdadero padre de »los pueb los americanos , le comunicaba que podía dirigirse »á Madrid , bajo la seguridad de que su aprec iabíe persona no »sería de ningún modo ofendida, á fin de t r a t a r del objeto de »su misión, en el concepto de que ser ía atendido por S . M. jen »tcdo lo que fuere compatible con su dignidad y decoro» (12). Rivadavia contes tó aceptando la invitación, y adjuntó una co­municación directa al Rey, en la que decía: «No he perdido smornento en trasmitir noticias, á los pueblos que me han di-»putado, de un documento que tanto califica las disposiciones »de V. M. ; y obedeciendo á Vuestra sobe rana voluntad mar-xcharé á gozar del honor y placer de t rasmit i r á V. M. las fe­l i c i t a c i o n e s y sentimientos de leal tad de algunos miles de sus «vasallos, cuyo voto es ia paz y ¡a prosper idad de! re inado de »su amado Monarca.» (13)

Has ta entonces , Rivadavia no había hecho ninguna abe r tu ­ra, ni escr i ta ni Verbal, a la C o r t e de España . Siendo su ob-

(10) Comunicación de Belgrano a Rivadavia, de 30 de octubre de 1815, inserta bajo el núm. 8, en el apéndice del t. II, de la His­toria de Belgrano. (M. S., en nuestro archivo.) _ (11) Oficio de Sarratea al Director, de 9 de enero de 1817, ya citado. M. S.

(12) Real orden de 27 de diciembre de 1815. M. S-, del archi­vo sec. del Congreso de Tucumán.

(13) Oficio de Rivadavia al Director, de 18 de enero de 1817. ídem al Ministro Ceballns, de 17 de enero de 1S17.—Memorial del mismo al Rey Fernando VII, de la misma fecha.—M. S. S., del ar­chivo sec. del Congreso de Tucumán.

Page 51: Historia Belgrano III

HISTORIA. DE B E L G R A N O 47

jetivo la independencia, con el objeto de para l izar el envío de la expedición que se p r e p a r a b a en Cádiz con t ra el Río de la P la ta , y buscar si era posible un acomodamiento con la me­trópoli , an tes de romper pa ra s iempre, mantenía en re se rva la idea de una combinación monárquica, esperando que la España tomara la iniciativa. Al desenvolvimiento de e s t e plan obs taba , la poca meditada declaración hecha por S a r r a t e a , de acep ta r como sobe rano de las Provincias Unidas y de Chi­le, un príncipe de la casa re inante . Rivadavia, empero , había neutral izado los efectos de esta declaración, acordando con el embajador español , en Par í s , t r e s b a s e s ina l te rables : 1. a Que él no había de hacer proposición alguna determinada. 2 . a Q u e sus reclamaciones debían se r a r reg ladas a un plan, común a toda la América . 5 . a Que todo debía suje tarse a la confirma­ción de las Provincias Unidas (14). Explicando el alcance de es te plan, decía el mismo Rivadavia: «Lejos de aven tu ra r »a!go las Provincias Unidas en tal negociado, aun las pérdi­d a s vendrían a se r uti l idades. Es to nos proporcionar ía un «estado que nos cubra de ia Vista demasiado a la rmante de ía »liga Victoriosa de los soberanos : obligamos a todos los ame­r i c a n o s , acercándolos a nues t ras ideas: d is t raer (si no hace «desistir) a los españoles de la expedición que tenían prepa-»rada cont ra el Río de la P la ta . Esto nos promete el único smedio de conocer las Verdaderas disposiciones de la Inglate-»rra con respec to a nosot ros , y, sobre todo, ganamos t iempo, «aprovechando las Ventajas que él nos p resen te , sin dejar de obra r y sin perder tiempo.» (15)

Animado de es tos propós i tos , Rivadavia escribía confiden­cialmente al Direc tor , a! comunicarle su decisión de acep ta r la invitación del Rey de España : «Es un verdadero golpe para »mí, que me pone en dificultades, y me impele a no muy pocos «riesgos; pe ro yo no puedo , sin faltar a las obligaciones que «tengo para con mi pat r ia , dejar de ir a Madrid, aunque en «ello aven ture mi pe rsona , bajo el concepto que yo nada he »de t r a t a r , que no sea sujeto a la aprobación de ese Gobierno »y de esos pueblos» (16). Insistiendo sobre lo mismo un mes después , escribía: «De España espero la comunicación, de »que instruiré , mayormente si convienen en lo que indiqué,

(14) Carta de Rivadavia al Director, del 6 de noviembre de 18! 6. (M. S., autógrafo, en nuestro archivo.)

(15) Carta de Rivadavia, de 6 de noviembre de 1817, ya cita­da. Siendo ella posterior a su ida a España, hemos puesto en pre­sente, los conceptos que expresa en tiempo pasado, explicando los móviles que le aconsejaron iniciar la negociación y aceptar la in­vitación del Rey. M. S.

(16) Carta de Rivadavia al Director, de 3 de febrero de 1816. (M. S., autógrafo, en nuestro archivo.)

Page 52: Historia Belgrano III

48 B A R T O L O M É MITRE

«que fué, la gran necesidad de que el Rey por su pa r te empe-»zase a p repa ra r la opinión pública y al lanar los obs tácu los . »He llevado en ello dos objetos: ei pr imero, el ligar y com-»proraeter en lo posible al Rey y sus ministros, y ei segundo, »el de explorar mejor y ganar algunos da tos , por donde em-»pezar, lo cual puede conseguirse aunque no alcance lo pri­mero.» (¡7)

La misión de Rivadavia a España , concebida sin propósi to determinado ni plan, y teniendo únicamente un objeto inme­diato y eventual , no podía dar ningún resu l tado . El Rey de España no podía ofrecer a sus vasal los rebe lados en Améri­ca, sino lo mismo, que por conducto de su agen te diplomático, en el Brasi l , había ofrecido a García , es decir, el perdón y ia amnistía, a condición de una absoluta sumisión D e es to pudo convencerse Rivadavia así que tuvo su pr imera conferencia con el ministro. Véase cómo él mismo da cuenta de es to : «Por »lo que hace a mi conducía práct ica en es te negocio, no dejé »de aprovechar cuan tas ventajas divisé asequibles con el de -»coro y mi seguridad. Afor tunadamente me ias ha p resen tado «mayores de io que e ra creíble , ia ignorancia, la necia p re -»sunción y baja inmoralidad que reina en la C o r t e de España . »EÍ pre tendido político y diplomático, es taba tan tranquilo de »su super ior idad sob re e! neófito de Ult ramar , que en la pri-»mera audiencia ni me proporcionó el p lacer de ganar con «mérito la situación más ventajosa, y explorar á mi saí isfac-»ción todo el campo. Luego que me Vi seguro y como en t e r r e -»no propio, le hice mi exposición: pero tan precisa en lo sus-»tancial", que esto y el e te rno in ter rogator io que había sufrido, »lo pusieron fuera de pelea.» (18) Por mucho que se ha lagase el amor propio de Rivadavia, su posición e r a falsa y sin sali­da. El ministro español insistía bru ta lmente en la condición de una sumisión absolu ta , única que podía ofrecer y acep ta r . Ri­vadavia con tes taba que había ido buscando ia paz bajo con­diciones rec íprocamente decorosas y convenientes p a r a la metrópoli y sus Colonias amer icanas , bajo la fe de un salvo­conducto que así lo reconocía implícitamente. Apercibido de que se procuraba conver t i r le en un instrumento de oprobio p a r a su país , comprándolo con dádivas y honores , todo su conato se redujo en definitiva a ob tener algún documento que pus iese de manifiesto «la bajeza y ia inmoralidad de ia Cor t e» , según sus expres iones .

Un suceso inesperado Vino a poner término a es ta negocia­ción singular . Al mismo tiempo que Rivadavia conferenciaba con el ministro C e b a ü o s , un corsar io argent ino se p re sen taba

(17) Carta de Rivadavia, de 6 de noviembre de 1817, va cita­da. M. S.

(18) Carta de Rivadavia, de G de noviembre, ya citada. M. S.

Page 53: Historia Belgrano III

HISTORIA D S B E L G S A N O 49

delan te de Cádiz y hacía var ias p r e s a s a la vista del puer to y en presencia de ios buques de gue r ra españoles que lo defen­dían (19). E s t e suceso y las declarac iones ca tegór icas que con tai motivo se Vio obligado a hacer Rivadavia, i r r i ta ron ai último punto a la C o r t e de Madrid . Diósele , en consecuencia , orden ¿a salir de ella en un plazo perentor io , r e spe tando ca­ba l le rosamente la segur idad que por Real orden se le había garant ido. Así acabó es te t r is te negociado, en que Rivadavia se figuraba r ep re sen t a r un pape! heroico, y en que en verdad se condujo con dignidad y energía, no obs tan te las concesio­nes de forma que eran de regla. D e su desenlace s e consolaba diciendo: «Hemos dado un paso que nos h a r á honor pa ra con »Jas pr imeras naciones y reba jará an te el las la C o r l e de E s -»paña. Hemos ganado t iempo, y el país no ha sufrido el más »mínimo perjuicio.»

Las noticias de la invasión por tuguesa a la Banda Orienta l que a larmaron a toda E u r o p a ; las que s imultáneamente se publicaron 'en los diarios dé Londres , y Jas comunicaciones que a! mismo t iempo recibió de García , aumenta ron sus per­plejidades. Escribiendo sobre todo es to al Direc tor , le decía: «Según una car ta que acabo de recibir de don Manuel García , »entre es te país y ei Brasil existe un plan que se Va rnaduran-»do. No me dice qué es , pe ro me expresa que don Nicolás He-»rrera está enca rgado de la parte polít ica. Me asegura tani-»bién que el Rey de Por tugal y Brasi l se ha decidido por los «intereses de América. Yo quisiera t ener una en te ra esperan-»za sobre es tos puntos , y espero que en todo caso las luces y »el celo de mis compatr io tas sa lvarán e! honor y la l iber tad »de nues t ra pat r ia , por la que hace s ie te años no dispensan »sucriíicios.» (20)

Insistiendo en sus ideas monárquicas , corno medio de hacer reconocer la independencia y fundar el orden , decía al mismo tiempo: «Nunca pensé que el Congreso demorase tan to en «pronunciarse sobre la forma de Gobierno, s iendo u rgen te el «hacerlo. Es toy persuadido que es de suma importancia el de-»c!arar a ese Es t ado en monarquía, r e se rvando la elección »y proclamación de Sobe rano , ai resu l tado de la negociación «que en su virtud acuerden p a r a con las C o r t e s de E u r o -»pa.» ¡21) Es t e era también el sent i r de! Direc tor P u e y r r e ­dón, como se ha Visto, y Rivadavia, al insistir sobre e s t e punto , se lisonjeaba que la Europa se decidiría por es te ca-

(19) Carta de Rivadavia, antes citada. M. S. (20) Cada de Rivadavia al Director Pueyríedón, de 22 de mar­

zo de 18:17. (Papeles de Pueyrredón. M. S., autógrafo en nuestro archivo.)

(2 i) Carta de Rivadavia. de 22 do mar ¿o de 1817, va cita­da. M. S.

4

Page 54: Historia Belgrano III

50 B A R T O L O M É MITflE

mino a tomar una acti tud decidida, con motivo de la mediación que la España había solicitado de las grandes potencias , y especialmente de Inglaterra , pa ra la pacificación de sus Co­lonias amer icanas . Así agregaba : «No se rá necesar io demos­t r a r la necesidad de una autorización para t r a t a r igualmente »con la Espa ña. La sue r t e de ese Es tado no puede decidirse »sin que, por io menos, se p r e p a r e la de los o t ros Es tados de «América. —Presumo pudiésemos conseguir pa ra noso t ros »un príncipe más digno que los que ofrece la Casa de Espa -»ña.» (22) E s t a s insinuaciones tenían por origen abe r tu r a s que, indirectamente, se le habían hecho por el embajador es­pañol en Londres , y esperanzas que abr igaba respec to de un cambio de política de las potencias eu ropeas con relación a América, especialmente por p a r t e de la Franc ia , como luego se Verá.

E n c e r r a d o Rivadavia en el círculo de una diplomacia sin horizontes , buscando la solución de ios problemas políticos, sociales y mili tares de su patr ia en la intervención más o menos directa de las Cor t e s eu ropeas , y juzgando todo de su punto de vista convencional , es tablecía , empero , que la inde­pendencia e ra una cuestión de vida o muer te para la América . Así decía en presencia de la opinión argent ina : «Mi juicio es »que ya no es posible en t ra r en ningún t ra tado que no sea »bajo ei reconocimiento de la independencia: es to lo c reo una «decisión i r revocable de nues t ro país . No hay que e spe ra r la »más mínima deferencia á ningún género de dependencia de »la España .» (25)

La política de la Europa respec to de la América en esta época (1817-1818), e ra una política de mero reflejo. Vinculá­banse a ella compromisos internacionales , in te reses , preocu­paciones , intr igas, celos, t emores de! p resen te , instintos del futuro y pasiones de ios pueblos en ambos hemisferios; pero , en genera l , no obedecía a ningún pian; no tenía un propós i to definido, ni ¡a voluntad ni los medios pa ra lanzarla decidida­mente en un camino determinado. Era" la consecuencia de la si tuación del Viejo Mundo, pacificado bajo los auspicios del derecho divino en presencia de! Nuevo Mundo, insurreccio­nado bajo el dogma republ icano, aunque no solemnemente confesado. Aquel las memorables pa l ab ra s de que, «un mundo »no podía ser rebelde», no habían sido pronunciadas aún por un ministro de la Gran B r e t a ñ a . Las potencias eu ropeas , guiándose a su respec to , más por sus instintos o sus compró­

os) Carta de Rivadavia, antes citada. M. S. (23) Carta de Rivadavia al Director Pueyrredón, de 15 de abril

de 1817. (¡Vi. S., autógrafo de los papeles de Pueyrredón, en nues­tro archivo.)

Page 55: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 51

misos p resen tes que por su d t a razón V sus conveniencias futuras, obedecían a la inmediata razón d e Es t ado , ag i tándose en el vacío, lo mismo que se agi taba en to rno de ella la impo­tente diplomacia americana. E s t a es la única faz de la política europea de la San ta Alianza que in terese a la historia ame­ricana y, principalmente, a la de la independencia argent ina ; así como la influencia que ella pudo ejercer sob re los polí t icos argentinos, la única que pueda tener cabida en S J S pág inas .

La cuestión no e ra en t re la Eu ropa y la América, ni en t re la monarquía y la república, ni en t re la independencia y el co ­loniaje en abs t r ac to , por más que es tos principios antagóni­cos interviniesen en ella. E ra , pura y s implemente, la lucha armada e n t r e las colonia ; h ispanoamer icanas insurrecciona­das, aspi rando a la independencia, y la ant igua metrópoli , empeñada en t r ae r l a s a la antigua obediencia, por la fuerza. A su a l rededor ;;e agrupaban o t r a s cues t iones secundar ias que en nada la modificaban, esencialmente , p e r o que tenían su repercusión y su reflejo en Eu ropa y en América.

La España , re ins ta lada en su integridad por los esfuerzos de la coalición de la E u r o p a contra Napoleón , y amparada por las decisiones, del Congreso de Vie ¡a, en que s e mantenía el sistema c o l o n i a l - c o n t r a el cual había conspirado ella an­tes, a l iándose a las Colonias inglesas rebeladas—creía pode r contar con su auxilio pa ra r e s t a u r a r s,u ant igua dominación en América. La Rusia la apoyaba has ta c ier to punto en e s t e s en ­tido, por celos con Ingla ter ra . El Por tuga l , que s e hal laba en las mismas condiciones que la España r e spec to de la E u r o p a , desligaba s u s in te reses d e ella y p rovocaba la cuest ión d e la Banda Orienta! , contempor izaba con el Río de la P la ta r evo­lucionado, coviciliando as í sus debe re s con las g randes poten­cias, y sus in ie reses con sus vecinos. La Ingla ter ra tomaba fajo su protección al Por tuga l r e spec to de la E s p a ñ a en E u ­ropa, y l lenando p a r a con és ta pas ivamente sus d e b e r e s de aliado, mantéela de hecho con las Colonias amer icanas r evo­lucionadas sus proficuas re laciones comercia les , con cuya causa s impatizaba el pueblo inglés, aun cuando su Gobie rno las t r a t a s e con desvío. La Francia , deseosa de conquis tar su ant iguo rango y de abr i r a su comercio nuevos mercados , s e inclinaba pla tónicamente al reconocimiento de la independen­cia americana, p rocurando conciliar sus in te reses dinást icos con el apoyo de las g randes potencias que habían c reado su actualidad. Las grandes potencias , unidas an t e el pel igro d e que la p a ¿ del mundo volviera a compromete r se po r la c u e s -

I tión de ia Banda Ori-jntai en t re E s p a ñ a y Por tuga l , s e consti-s tufan en m e i i a d o r a s , y el Por tugal ganaba de hecho su pleito, ¡ an te el! Í S , r e t e r rendo , just if icadamente, el te r r i tor io ocupado ¡ por SUÍ , a r m a s . A su vez, ¡a Esp'ana, impotente pa ra sojuzgar

por las a rmas a sus ant iguas Colonias , buscaba la mediación

Page 56: Historia Belgrano III

52 B A R T O L O M É MITRE

de sus al iados a fin de pacificarlas, e spe rando comprometer ­las en la lucha.

La única potencia que podía ayudar eficazmente a la E s p a ­ña , en el sent ido de someter a la antigua obediencia a sus Co­lonias rebe ladas , era la Inglaterra , la cual se ence r raba en los debe re s de la neutral idad, mientras que su comercio explota­ba los mercados amer icanos , dando indirectamente su contin­gen te a la revolución. Los auxilios que en el mismo sentido le p res tó al principio la Rusia p a r a hacer posible una nueva ex­pedición española al Río de la P ia ia , no podían inocularle las fuerzas mora les y mater ia les de que pa ra eílo carecía . El ho­r r o r que habían inspirado los excesos de la revolución france­sa, desacredi tando la democracia; el orgullo que inspiraba el triunfo de los r eyes sob re los pueblos , y hacían incompatible la causa de !a E u r o p a monárquica con ía América republ ica­na, inclinaban a busca r un término conciliatorio ea la forma monárquica pa ra ei Nuevo Mundo.

La Inglaterra , como modelo de la monarquía const i tucional , no rechazaba , pe ro tampoco prohijaba es ta combinación. La Franc ia la acep taba del tr iple punto de Vista comercia!, dinás­tico y de influencia europea . La diplomacia por tuguesa t ra­ba jaba activamente en es te sent ido cerca de las C o r t e s euro­p e a s , y especialmente de ¡a de Inglaterra , en el in te rés de suprimir la pel igrosa vecindad de la república en las fronte r a s del Brasi l , y colocar en un t rono americano un Vastago de la Casa de Braganza . Los políticos del Río de la P la t a , desa len tados por la anarquía interna, recelosos de los esfuer­zos que aun pudiera hacer la España , sin esperanza de propi­c ia rse la buena voluntad de la Europa monárquica bsjo ía forma republ icana, acep taban la monarquía con ta! de asegu­r a r el orden y la independencia. De este, modo, el Río de la P la ta venía a ser el nudo de ia cuest ión en t re la Europa y la América , en t re las Colonias sublevadas y su metrópoli , en t re el Por tuga l y la España . En ta! si tuación, e! establecimiento de una monarquía en el Río de la P la ta y Chile, bajo los aus­picio:-; de las grandes potencias eu ropeas , se p r e sen t aba como una solución, así pa ra las Colonias r e spec to de la madre pa­tr ia , como pa ra la Eu ropa respec to de la América y de sus al iados en el Viejo Mundo. P e r o , como se ve , todo esto no pasaba de una política de mero reilejo, y esta era ia política que Rivadavia r ep re sen taba an te las C o r t e s eu ropeas , agitán­dose en el vacío y persiguiendo espejismos.

D e s p u é s de su malograda negociación en Madrid, Rivada­via comprendió que nada tenía que e spe ra r de la Inglaterra , cuya política e ra dirigida por el Conde Cas t l e r eagh , quien encer rado en una soberbia neutral idad, ni aun se dignaba dar audiencia a la diplomacia americana, no obs tan te mantener de hecho las buenas re laciones comercia les con sus pueblos

Page 57: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 55

y gobiernos . En consecuencia , fijó su residencia en Pa r í s , y desde entonces , sus s impatías y sus e spe ranzas s e concre ta ­ron en la Franc ia . «La Francia—decía él, con e s t e motivo— »tiene s o b r a d a s luces y bas t an te s e lementos p a r a ejercer in-«dependientemeníe de todo Gobierno , un influjo de primer «orden en los dest inos de la E u r o p a y del inundo. Los. hom-«bres de pr imer rango y más independientes de todas las cla-»ses, es tán al f rente de los defensores d e la l iber tad. Y como »al fin, la experiencia y la reflexión han evidenciado que el «fanatismo, el espír i tu militar, el monopolio, las r ival idades »de provincia o de nación, han hecho y harán s iempre , mien­t r a s no s e ext irpen, la miseria de la especie humana, el p a r -«tido de la l ibertad y la reforma, t iene unos mismos in t é rp re -»tes, sos t iene los mismos principios en Ingla terra , F r a n c i a , «Alemania y Suecia . En las C á m a r a s , c á t e d r a s , t ea t ros , t e r ­t u l i a s y has ta en cor respondenc ias oficiales y en los t r ibuna­l e s , se proclaman y respe tan los c i tados principios. T a l e s y

tan i r res is t ibles son las grac ias de la verdad , cuando ella s e «deja Ver d e s n u d a . - C l a r o es que el pr imer efecto y acaso »más grande de es tos principios, es la l iber tad de la América . «Así, su independencia, es el objeto de los deseos de toda la «Francia y demás naciones del Cont inente : ella es la g ran «cuestión del día. Nadie se a t r e v e ya a a taca r d i rec tamente «¡os de rechos y la justicia de los amer icanos , que pelean po r «lo más sagrado del hombre . Esc r i tos luminosos y enérgicos »se publican en todas pe r t e s , y especia lmente aquí, dernos-«trando no sólo la justicia, sino el in te rés de la Eu ropa en la «emancipación de toda la América.— E s cier to que los S o b e ­r a n o s han mos t rado una oposición, que por los límites a que «ha es tado reducida, podemos l lamar negat iva; pe ro é s t a , «creo que ya no existe , y lo que sólo res ta , es el t emor por «los principios que tan to les dan que hace r en Europa , y que «suponen re inan tes en América.» (24).

A! mismo tiempo que Rivadavia calificaba d e antisocial, la política fría y reaccionar ia de C a s t l e r e a g b , cuyo ca r ác t e r duro la hacía más odiosa, enca rgaba a su Gobierno t r a t a s e de cult ivar su benevolencia: • «Ño e s t a r á de más adver t i r , »decía a es te propósi to , que no se hiera ahí de ningún modo »a la nación inglesa; ella es tá en lo principal por nues t ra »causa, y es preciso hacer una formal distinción en t r e ella y »su Gobierno . Tampoco debemos a t a c a r a és te , ab ie r t amente , «sino manifestar con prudencia y energía , que es tamos al al-»cance de nues t ros derechos , del poco lugar que s e les h a c e »y de las injurias que se nos i r rogan. E s preciso no mos t r a r «predilección por la nación francesa, ni preferencia por la

(24) Carta de 22 de marzo de 18Í7, de Rivadavia a Pueyrre-dóu. M. S., autógrafo en nuestro archivo. (Papeles de Pueyrredón.)

Page 58: Historia Belgrano III

54 B A R T L O O M Í MITRE

»causa e in te reses del Cont inente de Europa contra la Ingla­t e r r a . Lo que debe manifes tarse , es una disposición igual • »mente cordiai para con to los los Gobiernos y todas las ña-serones, y un Vivo celo por nues t ros in tereses y conveniencias »do quiera que nos encontremos. Es ta es la tsarcha que nos «corresponde , si hemos de ser ve rdade ramen te independien­t e s : lo demás sería, servir a in tereses ajenos, subordinando »a ellos los nues t ros» (25). Luego se verá el alcance y ia pru­dencia de es tos consejos.

La España , en su impotencia para sojuzgar por ias a rmas a sus Colonias r ebe ladas , p rocuraba , por su par te , propic iarse el apoyo de la Gran Bre taña , al mismo t iempo que act ivaba en Cádiz los apres tos le su gran expedición contra el Rio de la Plata- Al efecto, ent ró en negociaciones con la Embajada inglesa en Madrid, invocando sus debe re s de aliado y le ofre­ció, en cambio, a lgunas Ventajas comerciales en América . En tai sent ido se publicó en la Gaceta de Madrid un artículo ofi­cial, en que se le insinuaba ¡a necesidad de cambiar de plan y conducta respesto de la insurrección americana; pero sin determinar nada con precisión. El nuevo pian consistía en so­licitar la mediación le la Gran Bre taña , para la pacificación de sus Colonias . S¡r Char le s Waughan , que en ausencia de sir Enr ique We ' l e s l ey desempeñaba "las Veces de Enca rgado de Negocios , pasó a Londres con el objeto de conferenciar sobro el par t icular con lord Cas í l e reagh . Ei soberbio ministro no parec ió repugna!' la idea, y se creyó es tuviera d ispuesto a acep ta r la (26). P e r o sabedor de que los Es tados Unidos se ­guirían una po! í t : ca opues ta y consultando fr íamente ios inte­r e se s mater ia les del comercio bri tánico, se inclinó, por esta Vez, an te la opinión publica, que hacía gafa de desprec ia r , resolviéndose a mantener la neutral idad, y cumplir asi con ia España , al paso que servir indirectamente a la América, a la que continuó t r a tando con alejamiento, aunque recogiere co-mercialmente las uti l idades que tai política !e proporc ionaba .

La opinión pública, a larmada, tuvo inmediatamente su eco en ia l ibre P rensa inglesa. El Times, en un art ículo de profun­da intención, fué el pr imero que tomó la pa l ab ra , y puso de manifiesto el a lcance político del pian, ases tándole no golpe de muerte.-—<Hay un deseo Vehemente, decía el Times, de »par te del Gobierno español de envolvernos, pr imero en me­d i a c i ó n en t r e la madre patr ia y sus Colonias , y por coBse-»cuencia si nues t ros términos no son acep tados , en una gue-»rra contra ias últimas. Po r el cont rar io , la disposición del «pueblo aquí , es de intervenir por p a r t e de los insurgen-

(25) Carta de Rivadavia citada. M. S. (26) Carta de 15 de abril de 1817, de Rivadavia a Pueyrredón.

M. S., autógiafo, en nuestro archivo. (Papeles de Pueyrredón.)

Page 59: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E BF.L.GRANO 55

»tes .—Nuestra obligación al p r e sen t e es de una estr ic ta neu­t r a l i d a d , — S e r í a rea lmente vergonzoso e inhumano Vender o «alquilar nues t r a s a rmas por causa de a lgunas ventajas que «pueden resul tar .» (27)—Al Times, s e unió el Morning Chro-nicíe: «Cor re un rumor, escribía al día siguiente, de que por «nuestra influencia o por el empleo de nues t ra fuerza, á fin «de que la Gran Bre taña sea ia mediadora en t re España y las «Provincias independientes (que juzga imposible reducir al «primer es tado de obediencia á su autor idad) , se nos ofrece »el beneficio de un comercio limitado con ciertos puer tos so-abre la costa , en lugar dei comercio ilimitado que ahora goza-»mos con toda ella.—Difícilmente se c ree rá que los Ministros «hayan p res tado oído propicio á esta p ropues t a , y que se in­t e n t e n p repara t ivos y apres tos pa ra l levar esta mediación á «un efecto inmediato. — L a s Provincias independientes han «avanzado demasiado para re t roceder , Han gustado con mu-»cha amargura ios frutos de la dominación española, y han de «rehusar el p r e sen t e que se les ofrezca.» (28)

E s t o s ar t ículos, reproducidos por la Gaceta de Buenos Ai­res, y acompañados de algunas insinuaciones respec to de la conducta de los agentes de la Gran Bre t aña en América, die­ron lugar a explicaciones que pusieron más en claro la política del Gabine te Cas t l e reagh respec to de las Colonias indepen­dientes . Hal lábanse a la"sazón en las aguas del P la ta dos bu­ques de guer ra ingleses , a las órdenes del Comodoro Bo-svles, con el encargo de p ro tege r su comercio, r ecor re r ¡a América y cultivar con los Gobiernos revolucionarios buenas relacio­nes, sin comprometer su neutral idad. Es t a e ra la conducta que habían observado los ingleses en 1809, en que los pue r tos del Río de la P l a t a fueron ab ie r tos a sus mercader ías , y la que continuaron observando desde 1810, en lo que pres ta ron , indirectamente, grandes servicios a !a revolución, según se explicó en su lugar, siendo el más notable de todos ellos im­pedir que la escuadra de Montevideo es tableciese e! bloqueo de Buenos Aires , como lo intentó. Bowles cont inuaba es ta misma política y sus simpatías en favor de la causa argent ina no eran un misterio; así es que obedeciendo, sin duda, ins­t rucciones de su Gobierno al respec to , aprovechó es ta oca­sión p a r a dar una explicación amistosa, aparen tando pedir una explicación. Con tal objeto dirigió ai Direc tor Supremo una car ta oficial, diciéndoíe: «He visto últ imamente con dis-«gusto las d iversas tenta t ivas que se han hecho aquí pa ra ex­c i t a r sospechas injuriosas sobre las intenciones del Gobierno «de S. M. B . con relación á es tas Provincias; pero c reyendo «que ia experiencia de s ie te años consecut ivos debía producir

(27) Times, de 14 de abril de 1817. (28) Morning Chronicle, de 12 de abril de 1817.

Page 60: Historia Belgrano III

56 B A R T O L O M É MITRE

»ia mejor refutación de es tas calumnias desprec iab les , ias h e «t ra tado has ta aquí con !a indiferencia que merecen.» En se­guida, refir iéndose a un art ículo de la Gaceta{a que daba cier to ca rác te r semioficial), en que parecía da r se crédi to a ta les ru­mores , exponía que se consideraba autor izado a pedir alguna explicación que lo habil i tara para informar a su Gobierno, previniendo así toda mala inteligencia, y p ro te s t aba que es te paso le e ra indicado por sus deseos de conservar ia armonía subs is tente y evi tarse el disgusto de trasnmitir a su C o r t e cuanto en es te sentido pudiera ser le desagradab le (£9). El Direc tor , por medio de uno de sus ministros, contes tó esta comunicación en términos cordiales , declinando toda respon­sabilidad oficial, y explicó que la Gaceta no había hecho sino t ranscr ibi r las noticias de los periódicos de Londres , re t r ibu­yendo sus p ro t e s t a s de buena amistad (50). El Director dio, con razón, tanta importancia a esta correspondencia , que la t ransmit ió r e se rvadamente al Congreso .

Convencida la España de que no lograría comprometer a la Gran Bre taña en la cuestión americana, s e dirigió oficial­mente a Lord Cas í l e reagh , por medio de su embajador en Londres el Duque de San Car los , pidiéndole invitase a la S a n t a Alianza a mediar en t re ella y sus Colonias , con ar reglo a las p romesas del Congreso de Viena, manifestándole que es taba dispuesta a poner término a la querella, sobre las ba­ses siguientes: 1. a Amnistía general cuando las Colonias rebe­ladas volviesen a la obediencia, desist iendo de toda hostil idad. 2. a Seguridad de emplear el Rey, en América, a los america­nos a la par de los españoles europeos . 5. a Concesión de pri­vilegios de comercio a las Colonias , adaptadas al estado de las cosas . 4. a Aquiesciencia anticipada a todos las medidas que las grandes potencias sugiriesen p a r a llevar a efecto la mediación (51). El Gabine te bri tánico aceptó la invitación, y ai dirigirse, en tal sentido, a las potencias que debían, próxi­mamente , reuni rse en el Congreso de Aix la Chapel le , mani­festó la opinión de qua la cuestión debía terminar sin que su­friese menoscabo ¡a supremacía de la madre patria, y que el comercio de las Colonias con el r e s to del mundo, debía ser l ibre. P e r o declaró que, por su pa r te , no haría más que inter­poner sus buenos oficios, abs ten iéndose de toda acción com­pulsiva si no se a lcanzaba el fin deseado , poniendo de lado

(29) Carta oficial de Bowles al Director, de 22 de julio de 1817 (traducción). M. S., del arch. sec. del Congr. de Tuc.

(30) Oficio sin fecha arljunto al anterior, de 22 de julio de 1817. M. S., del arch. sec. del Congr. de Tuc.

(3t) «Residence at trie Court oí London, by Richard Rush, Mi-nister from the United States from 1817 to 1825», cap. XXVII.

Page 61: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 57

todo empleo de fuerza material pa ra ob tener la pacifica­ción (32).

Rivadavia, instruido de los pr imeros pasos dados en es te sentido, anticipó a su Gobierno, al t iempo de transmit ir e s t a s novedades , que si no se !e daba pa r t e en ia negociación, o la Inglaterra pre tendiera in terponerse bajo o t ro plan, har ía una p ro tes ta formal contra la mediación. Explicando el objeto de esta acti tud decía confidencialmente: «Con es to , el espíritu «publico de la Inglaterra se pondrá á nues t ro favor, y ese «Congreso y Gobierno tendrá el medio más decoroso de evi-«tar compromisos, que enerven las fuerzas mora les y aun fí-«sicas de ese país . Mi juicio es que ya no es posible en t ra r en «ningún t r a t ado que no sea bajo la b a s e del reconocimiento «de la Independencia; es to io c reo una decisión i r revocable »de ese país . La ocasión es la más propicia de exigirlo y de «convencer p a r a s iempre, que no hay que e spe ra r la más mí-.«nima deferencia á cualquier género de dependencia de Espa-»ña» (33). En es te sentido pedía ó rdenes e instrucciones ter­minantes, pues , según ag regaba , «sobrada responsabi l idad se »echaba ya sobre sí, procediendo como lo hacía, por amor a «su pat r ia» .

En consecuencia de es ta resolución, part icipó ofialmente a su Gobierno, que había hecho conocer su representac ión al Ministro bri tánico, reclamando se le diera conocimiento de las proposiciones de la C o r t e de Madrid sobre mediación, y se oyeran los informes y exposiciones que demandasen los in tereses de su país . Con tal motivo decía: «Estos pueblos mo gozarán jamás en segur idad los sagrados derechos , por «cuya recuperac ión tanta sangre l levan de r ramada y tan tos «sacrificios t ienen hechos, mientras que su independencia de »Ia España no sea reconocida. Como es ta es una decisión tan »justa y necesar ia como i r revocable , juzgo por mi primer de-»ber, no sólo oponerme por todo medio, sino p ro tes t a r solem-«nemente cont ra toda convención, t r a tado ó interposición, »que no as ien te por pr imera b a s e el reconocimiento de la in-«dependencia de e se Estado» (34).

Cuando es tas comunicaciones l legaron a manos del Gobier­no, hacía meses que se le había o rdenado a Rivadavia su re ­t iro, no obs tan te ap roba r su conducta (35). En vista de ellas

(32) Oficio de 23 de agosto de 1818, apucl. Rush. - (33) Carta de Rivadavia a Pueyrredón, de 15 de abril de 1817. M. S., autógrafo cu nuestro arch.

(34) Oficio de Rivadavia al Director S., de 20 de abril de 1817-M. S., del arch. sec. del Congr. de Tuc.

(35) En 3 de enero de 1817, se le comunicó su retiro, y en 14 de mayo del mismo acusó Rivadavia recibo. M. S S., del arch. se­creto del Congr. de Tuc.

Page 62: Historia Belgrano III

58 B A R T O L O M É MITRE

se resolvió muñirlo de nuevas credencia les y autor izar lo a p roceder en el sent ido por éi indicado. En consecuencia , fué o t ra Vez acredi tado cerca de fas C o r t e s eu ropeas , con más amplios poderes , «autorizándole a t r a t a r cuanto pudiese con­v e n i r a la felicidad y 'el honor de ios pueblos (del Río de la »Píata) sin más condiciones que la de e s p e r a r la ratificación »de cualquier pac to , que l legase a formalizarse y de no al te-»rar la b a s e de independencia» (36).

Simul táneamente con es tos inconsis tentes t rabajos diplo­mát icos , el Gobierno argent ino p rocuraba es tab lece r la co­r r i en te dei comercio en t r e la Francia y el Río de la P la t a , siguiendo prác t icamente las indicaciones teór icas de Rivada­via. Ai efecto, fué consti tuido en Par í s , en calidad de agen te , un Mr . Grandier , quien combinaba sus propios negocios con los del Es t ado , pidiendo pa ten tes de corso en blanco, y pro­poner la adopción de Varios p royec tos , dándose por muy acredi tado cerca de alguno de los ministros de Luis XV11I. F u é con tal motivo que se admitió corno r ep re sen t an t e de ios comerc iantes f ranceses , en Buenos Aires , a Mr. Francisco Antonio Leioir , bajo la promesa de ser nombrado cónsul de su nación (lo que no llegó a tener efecto), reconociéndolo des­pués como agente de los negociantes de su nación, con au tor i ­zación p a r a gest ionar sus in te reses . Ta le s fueron los or ígenes dei comercio f rancés en el Río de la P la ta , después de la in­dependencia (37). D e este modo es cómo la atmósfera en fa­vor de Franc ia Venía p r epa rándose por la diplomacia y el comercio e inclinando al Gobierno argentino a buscar cerca de su Gobierno la solución que indicaba Rivadavia.

Rivadavia, pers is t iendo en sus planes monarquis tas combi­nados con la independencia y el apoyo de la Europa , princi­pa lmente de la Franc ia , cont inuaba en el in ter tanto sus ges­t iones con tesón . A fines de 1817 t ras ladóse a Londres , y sabedor de que la mediación solicitada por la España había sido acogida, hizo efectiva su pro tes ta an te e! Gab ine te bri­tánico, dec larando solemnemente: 1.° Q u e las Provincias Uni­das del Río de la P la ta es taban pene t r adas de los r e spe tos que debían a las demás naciones, y a los principios que reglan el orden y la justicia, en homenaje a la paz universal , y que en consecuencia se habían hecho todos los esfuerzos para poner

(36) Credencial de 10 de septiembre de 1817. M. S., del archi­vo sec. del Congr. de Tuc.

(37) Comunicación de Grandier al Director, de 23 de febrero de 1818.—ídem de Rivadavia sobre Grandier, de julio 31 de 1818. ídem de Mr. Leioir, de 26 de abril de 1818.—ídem del Gobierno a Grandier, de 31 de julio de 1818. M. S. S . - C a r t a del Director Pueyrredón al ministro de Estado en Francia (sin fecha).—(Pape­les de Rivadavia y de don Valentín Gómez, en nuestro archivo.)

Page 63: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L Q R A N O 59

fin a !a guer ra , habiéndose negado e! Gobierno español a todo arreglo; que en prueba de ello, r e i t e raba que es taba dispues­to a t r a t a r haciendo todo género de sacrificios. 2° Q u e toda negociación que no tuviese por b a s e la separac ión de las P ro ­vincias Unidas de la monarquía española, y por consiguiente su independencia nacional, no podía ser admitida. «La inde-»pendencia del Río de la P la ta (decía con tal motivo) no es «efecto de circunstancias , ni menos de ideas y doctr inas , E s »el producto de la conveniencia natural de las cosas , así es «que ha existido an tes de que la Europa se aperc ib iese de el lo. »La España hace mucho tiempo que no es capaz de ser me-«trópoli de esas provincias . Ella lo ha confesado solemnemen-»te, desde que ha exigido de los demás poderes todo género «da recursos pa ra res tab lece r su antigua dominación. Quien «no es capaz de conquistar , lo es mucho menos de conservar .» A es tas solemnes y e locuentes declaraciones respec to de !a independencia, seguía un correct ivo implícito, respec to de la forma de Gobierno . «Las Provincias de América (decía) no han dec la rado su independencia, sino después de s ie te años de experiencia; y aun entonces , evitando en los momentos de la Victoria los ex t remos de los par t idos , han limitado su con­sideración a! solo punto que es muy modificable, dejando todo lo demás á la resul ta de! t ra tado , que han tenido s iempre en vista con las naciones de Europa .» Expl icándose más explíci­tamente sobre es te punto delicado agregaba : «Me hallo au to­rizado á p ro tes t a r , que la marcha y disposiciones de las P r o ­vincias del Río de la P ia ta , no sólo no cont rar ia rán jamás la política y los principios de los Gobiernos de Europa , sino que están dispuestos á r e spe ta r los y conciliarios en todo lo que sea asequible.» (38)—Bien se ve por e s tas mues t ras que !a im­potencia de la diplomacia argent ina en Europa , no provenía de falta de celo, de habilidad, ni de justicia.

Todas es tas re t icencias de Rivadavia respondían a embrio­nes de negociaciones, y grandiosos p lanes de independencia y monarquía americana, que flotaban como nubes en los espa­cios de su poderosa cabeza . Al mismo tiempo que las incorpo­raba a su anter ior pro tes ta , recibía una abe r tu ra del duque de San Car los , an tes Embajador español en Par í s y a la sa­zón en Londres , a efecto de a r r iba r a una conciliación bajo el subentendido de la independencia absoluta y las formas que es tableciera e! Congreso Argent ino, indicando que podría sel­la monarquía constitucional (39). Rivadavia aceptó la aber tu­ra, declarando por escri to «que sus disposiciones e ran de t ra-

(38) Oficio de Rivadavia al Ministro Tag'e, de febrero 15 de 181.8 en París, adjuntando la protesta al ministro Castlereagh es­crita en Londres (sin fecha). M. S. (Papeles de don V, Gómez.)

(39) Oficio de Rivadavia, antes citado. M. S.

Page 64: Historia Belgrano III

€0 B A R T O L O M É M I T R E

»tar con la España , con preferencia á cualquier o t ra nación »de la Europa , y que, en consecuencia , !o único que podía «adelantar le e ra , que si el Rey Don Fernando VII es taba dis-»puesto á t r a t a r con ei Gobierno de las Provincias Unidas , él »se hal laba plena é ilimitadamente facultado» p a r a ello, y que una Vez instruido oficialmente de tal disposición, ent rar ía en negociaciones con la persona que, expresa y suficientemente autor izada , se t r a s l adase a Londres o Par í s , prefiriendo que és ta fuese el mismo Duque de San Car los (10). Po r el momen­to , es ta recíproca abe r tu ra no tuvo ninguna ui ter ioridad.

Habían t ranscurr ido más de dos meses cuando Rivadavia recibió por conducto del Marqués de Almenara, res idente en Pa r í s , la contestación del Duque de San Ca r lo s . En ella, le decía: «La reconciliación de Buenos Aires , como de todas las Provincias de América que en el día se hallan, por desgrac ia , s e p a r a d a s de la dominación del Rey , ha sido un objeto que me ha ocupado s iempre, como hombre público y par t icular . Cir­cunstancias desgrac iadas han sido lá única y verdadera causa de que es ta conciliación no tuviese lugar apenas volvió el Rey á sus dominios, como fué su real ánimo (41). Vamos, pues , al remedio, y vamos de buena fe. Discurra us ted unas b a s e s que acrediten al Rey su s incero deseo de reconciliación. La buena disposición de S. M. me es conocida: tengo nuevas p r u e b a s de eilo en negocios análogos que t r a to . Si us ted Viniese á esta Cor t e , como ha indicado, podr íamos combinar amis tosamente los mejores medios.» (42) Es t a s p ro t e s t a s Va­gas y-melosas persuadieron a Rivadavia de que el Embajador español no s e hal laba autor izado p a r a en t r a r en negociacio­nes ; pero habiéndole comunicado el Marqués de Almenara una ca r t a , que al mismo t iempo recibiera del Duque, cambió de opinión, y c reyó que, por lo menos, debía ten tar es te nuevo esfuerzo, haciendo pa ten te la moderación, a la par que la i r re­vocable resolución de las Provincias Unidas de ser indepen­dientes a todo t rance .

En consecuencia , hizo entender al M a r q u é s de Almenara que el Gobierno argent ino, para p roba r ai mundo sus deseos de paz , es taba dispuesto a sacrificar una suma de dinero que indemnizase a la España . El Marqués , que e ra un hombre de cor te y un escri tor de ta lento , se empeñó en persuadir le que

(40) Carta de Rivadavia al Duque de San Carlos, fecha 6 de febrero de 18iS en París. M. S. (Papeles de don V. Gómez.)

(41) Alude a la malograda negociación de Rivadavia en Madrid. (42) Carta reservada del Duque de San Carlos a Rivadavia,

de 18 de abril de 1818 en Londres. Se hace referencia de ella en una nota del Director que existe original en el arch. sec. del Con­greso de T u c , pero lo hemos encontrado entre los papeles do don V. Gómez. M. S

Page 65: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E R E L G R A N O 61

haría muy bien en recibir un Príncipe de la familia re inante en España , y que no debía t rep idar , con ta! que a ese precio se ganase ¡a paz y la independencia. Sospechando Rivadavia que es ta insinuación envolviera una proposición, t ransmit ía a l a vez el rumor de que ei Rey Fe rnando VII parec ía decidido a coro­nar a su t e rce r hermano como monarca de Sud-América. «Si »ta! proposición me fuese hecha (decía con e s t e motivo), yo la «resist i ré fuer temente . Si se obstina el Gabine te español en »que sea una condición sitie que non, después de apu ra r to­ados los r ecursos , me reduci ré á e spe ra r ia contestación ai «aviso oficia! y documentado que remit i ré en tal caso . Así «como dos años ha no habr ía t repidado en suscribir á es ta «medida, en el día c reo de mi deber no a d o p t a d a sin orden «expresa y te rminante de esa supremacía .» (43)

En presenc ia de es tas comunicaciones, ei Congreso habili tó a Rivadavia con nuevas y de ta l ladas instrucciones. Por ellas se ie prevenía : 1.° Q u e en ningún caso propusiera ni acep ta se nada con relación a un príncipe de las casas re inantes de E s ­paña, como sobe rano del Río de ia P ia ta . 2.° Q u e pudiese con t r a t a r con la E s p a ñ a el reconocimiento de la independen­cia en cambio de una suma de dinero, incluyendo en tai r eco­nocimiento todo el ter r i tor io del Virreinato dei Río de la P ia t a , en 1810, p rocurando emprender igua! negociado r e spec to de Chile , con los poderes de é s t e . 3.° Que bajo las mismas con­diciones, pudiese negociar y ajusfar t r a tados con o t r a s nacio­nes, ofreciendo Veníajas comerciales por un término que no bajase de diez, ni excediese de veinticinco años . 4.° Q u e tu­viese p r e s e n t e en todo caso lo sancionado en el p royec to de constitución que s e discut ía , ei ar t ículo relat ivo a la religión del Es t ado y C u e r p o legislativo (44). E s t a s instrucciones te­nían por comentar io una nota r e se rvada del ministro Tag ie al enviado argent ino, en que le p reven ía simplemente ajusfar a ellas su conducta en ias negociaciones , agregando que los ar­t ículos del p royec to de Const i tución ya sancionados , le dar ían idea de !a forma de Gobierno a que se dirigían ¡as Provincias Unidas (45).

Dic tadas en presenc ia de ias comunicaciones de Rivadavia , e s t as instrucciones respondían d i rec tamente al punto por él

(43) Oñcio de Rivadavia al ministro Tagle, de abril de Í 8 Í 8 . M. S. (Papeles de don V. Gómez.)

(44) Instrucciones reservadas del Congreso a Rivadavia, de 28 de agosto de 181S, sancionadas en las sesiones secretas del 20, del 22 y 25 del mismo, según los antecedentes del arch. sec. del Congreso de Tuc. M. S., original en nuestro archivo. (Papeles de Rivadavia.)

(45) Oficio del Ministro Tagle a Rivadavia, do 10 de septiembre de 1818. M. S., original. (Papeles de Rivadavia.)

Page 66: Historia Belgrano III

62 B A R T O L O M É M I T R E

consul tado, e indirectamente a la posibilidad de una combina­ción monárquica bajo los auspicios de a lgunas de las g randes potencias eu ropeas , y en par t icular de la Francia , según se deduce de los an teceden tes , y se reveló muy luego por actos de solemnidad histórica. Lo único que se prohibía en ellas ex­p resamen te era : p roponer ni concluir nada sobre la admisión de un príncipe «de las casas re inantes en España» como so­be rano del Río de la P la ta , lo que importaba autor izar implí­ci tamente p a r a p roponer y ajustar t r a t ados con relación a o t ros príncipes como candidatos ai imaginario t rono argen­tino. Es t a autorización táci ta , reves t ía un ca rác te r expreso , desde que se dejaba subs is ten te la anter ior credencia! de Rivadavia , por la cual se le au tor izaba a t r a t a r y con t ra ta r cuanto pudiese convenir a la felicidad de ¡os pueblos dei Río de la P la ta , sin más limitación que la de no a l t e ra r la b a s e de su independencia. Por es to decía Rivadavia ai duque de San Car los , que se hal laba «plena é i l imitadamente facultado p a r a t r a t a r» . Además , Rivadavia, a! dar cuenta de todo es to , manifestaba que había concebido un pian, sobre el cual no po­día dar detal les , anticipando apenas sus bases esenciales (46).

E! plan a que se refer ía Rivadavia, según se colige de su correspondencia oficial y confidencial, era una monarquía sos tenida por las grandes potencias eu ropeas , que resolvien­do la cuestión de la independencia americana, es tableciese la paz con la España y consolidara el orden en el Río de ia P la ta con garan t ías eficaces pa ra el p resen te y el futuro. Refir iéndose al plan, cuyas b a s e s esenciales ant icipaba, es­cribía oficialmente al Gobierno: «Me asisten cooperadores de »ía mayor respetabi l idad en influencia, y aunque no me es «permitido nombrar los en la actualidad, respec to de dos de «ellos no puedo dejar de marcar los . E s t o s son, el Marqués »de Lafaye t te , compañero de Washington, y el Conde T racy , »par de Franc ia . Lafaye t te ha r ep re sen tado á su Gobierno en »los términos más urgen tes pa ra que se reconozca la inde­p e n d e n c i a . Fu: p r e sen t ado por Lafaye t te al Embajador de «Estados Unidos el señor Gallat in. Me pres ta és te una coope-«ración activa pa ra impedir la pre tendida mediación. Ha ma-

(46) Oficio de Rivadavia a Tagle, de 15 de febrero de 1818. M. S. El texto de eso oficio que tenemos a la vista, es una copia de los papeles de don Valentín Gómez, en que el encabezamiento está en extracto, y se marcan con puntos suspensivos las bases esenciales a que se hace referencia. Al frente de él se encuentra esta anotación, de puño y letra de Gómez: —«Relaciones exterio­r e s de la Corte de Francia seguidas por el Sr. D. Bernardino » Rivadavia, con algunos otros incidentes. Todo en extracto sacado »de los originales que el Gobierno puso en mis manos, para mi > conocimiento á mi partida á Francia.» M, S.

Page 67: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 63

»nifesiado á los jefes del cuerpo diplomático, que es de pre-»cisión que su Gobierno (Es tados Unidos) no podrá dejar de «reconocer en todo es te año la independencia de Sud-Arnéri-»ca. Opor tunamente ha llegado el general La Harpe , á quien »debe el E m p e r a d o r Alejandro toda su educación, y á cuyos «consejos ha rendido siempre es te monarca la mayor defe-«rencia. He tenido algunas ent revis tas con é!, en las que he «obtenido impor tantes avisos. Acordamos que yo redac ta r ía «una memoria que diese á conocer la conducta de ese Gobie r -»no, la capacidad del peís y io que justificaba su emancipa-»ción, y que él formaría o t ro demost rando las ventajas é in­t e r e s e s políticos y comercia les que el imperio debe prome-«terse de ¡a l ibertad de Sud-Améríca . He t r a t ado también «otras Vías al mismo fin; han accedido bajo la condición de la «más absoiuta r e s e r v a . . . He asociado s iemore la sue r t e de «Chiie...» (47).

Desde es ta época y bajo es tos auspicios empezó a madu­ra r se el plan de una monarquía consti tucional en Sud-Améri-ca, propiciada por la Francia . Ce losa ia Francia de la pre­ponderancia política y comercial de la Inglaterra , empezó a pres ta r oídos a es te plan, aspirando a conquistar en el Viejo Mundo la importancia que había perdido, y en el Muevo la que tenía su poderoso Vecino. Luego se Verá como es te plan degeneró en un embrollo sin ser iedad, que no tuvo más con­secuencias que el descrédi to de los que en él intervinieron.

La Rusia, que se había mos t rado decididamente favorable a la España , en el sentido de garant i r la integridad de sus posesiones con a r reg lo a los T r a t a d o s de 1815, suministrán­dole a lgunos auxilios pecuniar ios y navales , empezó a sent i r las influencias indirectas de la diplomacia de Rivadavia , tal Vez por el intermedio del Genera l La H a r p e . Impulsábala en tal sent ido su rivalidad con la Inglaterra y el papel de pro­tector generoso que había asumido respec to de la Franc ia , y sólo así puede expl icarse que abogara por ios principios libe­ra les r e spec to de la América, cuando t rabajaba por el des­potismo en Europa , y mantenía ia más cruda t iranía en su propio ter r i tor io .

Ya desde el año anter ior , la Rusia había hecho oír su voz en la dieta de los soberanos , sobre la cuestión del Río de la P la t a , a propósi to de la mediación solicitada por ia España pa ra pacificar sus Colonias amer icanas . En una memoria, p re ­sentada por el ministro ruso a las C o r t e s in te resadas , había llamado su atención sobre la situación de las férti les regiones del otro hemisferio, que in te resaba inminentemente a la Euro-

(47) Oficio de Rivadavia, de 15 de febrero, antes citado.—Los puntos suspensivos están en la copia de don Valentín Gómez, de que nos servimos, indicando supresiones.

Page 68: Historia Belgrano III

( 3 4 B A R T O L O M É M I T R E

pa, a fin de p rese rva r lo de ios ho r ro r e s de la revolución, con motivo de la cuestión del Río de la P la ta en t re España y Por tuga l , «que afectaba las Colonias de la Rusia», según de­cía. Abriendo opinión en tes is general sob re las ul ter iorida-des de !a mediación, exponía: «Consideramos el ac to que re -»sul tará de la negociación, como una nueva piedra angular , xque aumen ta rá la solidez immutable del s is tema europeo.» — Epilogando la cuest ión en t re España y Por tuga l , y al definir las re laciones de es tas dos potencias con respec to a la Amé­rica meridional, explicaba cómo el Brasil , por ei hecho de s e r elevado al Reino, se bai laba en pugna con el s is tema colonial de la C o r t e de Madrid, y cómo la acti tud del Por tuga l fomen­taba «las e speranzas a r r i e sgadas de ios pueblos insur rec tos , por su manejo con los limítrofes». De ta les hechos , deducía es ta fórmula: «Ei objeto más esencial de ia negociación eu ro ­pea es el es tab lecer las relaciones en t re los Gab ine tes de Ma­drid y Río Jane i ro , de modo que se presenten como íntima é i r revocablemente unidos de intención y de hecho, respec to del s is tema que se proponen seguir con relación de los natu­ra les de ¡as Colonias americanas.» Encarando la cuestiótt del s is tema que las dos C o r t e s se proponían, de común acuerdo , p a r a con ¡os pueblos i n s u r r e c t o s / e s t a b l e c e esta proposición: «Si s e admite la necesidad u rgen te é imperiosa de hacer co­nocer á los pueblos desviados del o t ro hemisferio, la activi­dad Verdadera y la identidad de intención de las potencias r e spec to de el las, se convendrá que un acto preliminar des­embarazar ía toda diferencia terr i tor ial en t re España y Por­tugal . E s t e ac to , suger idor pe r ei in terés del sostén de la paz y de los principios sobre ¡a cual ella descansa , reves t ida de formas imponentes , a segura r ía á S S . MM. católica y fide­lísima !a cooperación más unánime, al fin de hacer par t ic ipar á las vas t a s regiones del Nuevo Mundo de las Ventajas de que goza la Europa , bajo los auspicios de las est ipulaciones de Viena y de Par í s , de 1815. Una declaración semejante obrar ía , de golpe, muy eficazmente sobre el espíri tu de ¡os pueblos insurrec tos .» Explanando es ta proposición y robus­teciéndola con un ejemplo,, que e ra la ley, el Gabine te ruso ag regaba : «Las potencias , en tiempo dei Congreso (de Vie­na), no ejerci taron sus derechos sob re los países conquista­dos, sino est ipulando los derechos políticos y civiles, que en su justicia y sabiduría juzgaron convenientes acordar les .» Asimilando así ¡a Europa pacificada a la América revolucio­nada, ¡lega a es ta conclusión: «Hacer la aplicación de es te mismo principio á las Colonias (americanas) por una determi­nación espontánea de sus soberanos , ser ía hacer par t ic ipar á las v a s t a s regiones de! Nuevo jvlundo de las Ventajas que goza Eu ropa bajo ios auspicios del h'eces de Viena.» Y, explanando más es ta conclusión, termina diciendo: «Suponiendo que es te

Page 69: Historia Belgrano III

H I S T O R I A B E B E L G R A N O 65

proyecto de C a r i a Consti tucional dest inado, separada ó colec­tivamente, á las provincias insur rec tas , fuese únicamente r e ­conocido por las provincias europeas que in tervengan, como lo más justo y mejor medio de unirlas a la madre pa t r ia , ¿se pudiera c reer , en ese caso , que las cues t iones accesor ias de neutralidad, de armisticio, de cooperación, de garant ía , s e ­rían de na tura leza propia p a r a impedir la marcha y el éxito -de es ta grande empresa?» Establecida así la cuest ión, ei Ga­binete ruso la resume en es tos términos prec isos : «La t ran­sacción preliminar l levará en nombre de las potencias inter­ventoras , la oferta de recuperación, á efecto de hace r que participen las va s t a s regiones del otro hemisferio de las ven­tajas garan t idas a la Eu ropa por el Reces de Viena (48).

Con e s t e an teceden te no se ex t r aña rá que el au tócra ta ruso no fuese del todo hostil a los p royec tos de monarquía consti tucional de la Franc ia en América, concillando los de­rechos de la España con la política de ¡a San ta Alianza.

Halagado por e s t a s e spe ranzas , Rivadavia formuló una co­municación a los r ep re sen t an t e s de las Al tas potencias , a la sazón reunidas en e! Congreso de Aix-la-Chapelle , p rocuran­do in teresar los en la causa de la independencia americana (49). En ella decía el diplomático argent ino: «El Gobierno de las Provincias Unidas, convencido que la regla de conducta que se ha t r azado , debía concillarle la estimación de los augus tos soberanos de la Europa , me ha enviado de nuevo ios más ple­nos poderes con fecha 10 de sep t iembre de 1817, a efecto de ser cerca de ellos el órgano legítimo de sus votos.»

Después de es ta exhibición de credenciales , explicaba los motivos que le habían re t ra ído de hacer lo has ta entonces: «El Congreso que s e anunciaba (decía con tal motivo), me hizo e spe ra r que ningún objeto sería más digno de su aten­ción, que el reunir a la América y la E u r o p a por medio de o t ros vínculos que no fuesen los del sistema colonial. La cir-

(48) «Memoria tocante a la cuestión del Río de la Plata y la pacificación de las Colonias.» (Moscow, Í7 de noviembre de 1817) comunicada por Rivadavia en nota de 19 de abril de 1818 en Pa­rís, y elevada al Congreso con oficio del Director Supremo, de 28 de julio de 1818.—No tenemos conocimiento que haya sido publi­cada hasta ahora.—La hemos encontrado entre los documentos del arch. sec. del Congr. de Tuc.

(49) En una carta de Rivadavia al General La Harpe, de 16 de octubre de 1817, cuya copia se encuentra entre los papeles M. S. S. de don Valentín Gómez, le pide ponga bajo los ojos del Emperador de Rusia este documento, adjuntándole a la vez copia del proyecto de Constitución de las Provincias Unidas y de la co­rrespondencia entre el General San Martín y el Virrey de Lima después de Maipo. M. S.

5

Page 70: Historia Belgrano III

66 B A R T O L O M É M I T R E

cular publicada algunos meses después , y que ence r r aba en límites más es t rechos los objetos de que es ta augus ta asam­blea debía ocuparse , suspendió la resolución que había toma­do . F'ero dos consideraciones me han aconsejado hace r lo que el debe r me ordenaba . La pr imera, es que la nota circular del Gabine te de Madrid de 12 de junio último, publicada después de la re la t iva a la reunión de Aix-la-Chapelie, es tab lece que ias b a s e s que ella indica como i r revocables , son conformes a las comunicaciones hechas por las a l tas potencias , cuya me­diación soiicita. La actitud, las luces, las miras benéficas de los sobe ranos ocupados en es te momento de es tab lecer los fundamentos de la moral pública, no permiten suponer que hayan podido juzgar una cuest ión, en ia cual es tán in teresa­dos más de 20 millones do hombres , sin ei conocimiento p r e ­vio de todas las c i rcunstancias . La segunda consideración es , que la existencia política, la organización interna y las re la ­ciones ex ter iores de !a más vas ta y más hermosa p a r t e de !a América , no es un negocio par t icular de la Espafia, y que ella in te resa al mundo civilizado.» Es tab lec idas es tas premisas , hace es ta abe r tu ra : «Estoy autor izado por el Gobierno de las Provincias Unidas pa ra manifestar sus deseos y sus votos , a fin de a segu ra r la paz del mundo, así como sus relaciones fu­tu ra s con el ant iguo. L a s Provincias Unidas después de mu­chos años , y Chile más rec ientemente , t ienen todos los títu­los que pueden exigirse de un país nuevo, pero digno de te­ner una constitución nacional» (50). E s t a s consideraciones , que el a b a t e de P rad t , de acuerdo con Rivadavia , popular iza­ba bajo o t ra forma l i terar ia en Eu ropa , ejercía principalmen­te su influencia en la opinión pública de la Franc ia . D e s p u é s se v e r á cuáles fueron sus consecuencias .

Coope raban a la acción diplomática de Rivadavia , que era la del mosquito sobre el aspa del buey , o t r a s influencias más poderosas , que él mismo no sospechaba . Ya hemos visto cuál era ¡a act i tud del ministro nor teamer icano en Par í s , Galiat in, en unión con Lafaye í te , y las segur idades dadas por él, de que el Gobierno de Washington no podía dejar de reconocer ia independencia sud-americana. Es ta act i tud respondía a una política firme y del iberada , que hacía f rente a la de la S a n t a Alianza, escudando con su autor idad moral a las nuevas repú­bl icas , que nacían imitando su ejemplo, Es ta página descono­cida de ¡a historia de la independencia de! Nuevo Mundo, ha

(50) Nota de Rivadavia a los plenipotenciarios de las grandes potencias en el Congreso de Aix-la-Ghapelle, en octubre de 1818. M. S.—Hemos encontrado esta nota en borrador, escrita en fran­cés, entre los papeles de Rivadavia, con correcciones marginales de lápiz.— Por la carta al General La Harpe, antes citada, consta que fué remitida al Ministro de Rusia. M. S.

Page 71: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 67

sido escr i ta por la pluma de su más autor izado defensor. En 1818 existía corno ministro plenipotenciario de los E s ­

tados Unidos en Inglaterra , ei famoso es tadis ta Ricardo Rustí, que había desempeñado en su país el a l to pues to de A t to rney y figurado como "ministro bajo la presidencia de Monroe (51). Lord Cas t l e reagh , que p rocuraba conciliar los in te reses co­merciales de la Gran Bre taña con los del Nuevo Mundo y sus deberes para con la San ta Alianza sin ponerse en pugna con e! Gabinete de Washington , se abrió f rancamente con el di­plomático nor teamer icano, y le reveló los objet ivos de su po­lítica, así que recibió las pr imeras proposic iones de la E spa ­ña con tendencias a una alianza (abril de 1818). Díjole «que deploraba la duración de la lucha en t re España y sus Colo­nias, habiendo hecha cuanto le e ra posible para poner le t é r ­mino; que no abandonar ía e s t e propós i to , y que deseaba que la España adop tase una política más l iberal , en Vez de la e s ­trecha y exclusiva que seguía, entendiendo por es to la eman­cipación comercial de las Colonias , agregando que la G ran Bretaña no servir ía de instrumento a un a r reg lo que le p ro ­curase especia les ventajas excluyendo a los E s t a d o s Unidos o cualquiera o t ra nación».

E! Ministro nor teamer icano contes tó que «esos mismos eran los principios que dirigían invar iablemente la política de los Estados Unidos .—Que cons ideraba la lucha en t r e España y sus Colonias como una gue r ra civil, perjudicial a o t r a s na­ciones y, especia lmente , á su país , que mantenía una estr ic­ta neutral idad; pero que si las Colonias españolas obtenían el triunfo, no procurar ían ni aceptar ían ninguna ventaja exclu­siva». Dec la ró por último: «que al dejar a Wash ing ton (en no­viembre de 1817) ningún r e p r e s e n t a n t e de las Colonias insu­rreccionadas había sido recibido en ca r ác t e r oficial, empero se hubiese rechazado la pre tensión de la España (de la Cual ¡os Es t ados Unidos tenían g randes y jus tas quejas) de excluir de sus puer tos las bande ra s de Buenos Aires , México y C a r ­tagena» (52).

Renovadas es tas conferencias , cuando la E s p a ñ a solicitó la mediación de las grandes potencias por intermedio de la Gran Bre taña (julio de 1818), el mismo Rush in terpeló a Lord Cas t l e reagh , sobre sus intenciones r e spec to a la cuest ión sud-americana. El ministro bri tánico manifestó que ningún plan de mediación había sido madurado aun en t r e las g randes potencias , dependiendo todo de lo que s e resolv iese en el Congreso de Áix-la-Chapelle, y dióle conocimiento de toda la correspondencia que sobre es te asunto había mediado. Rush ,

(5.1) V. «New American Cyclopaedia», de Appleton, vol. XIV, página 21.3.

(52) Rush «Residence, etc.», ya citado, cap. XIII.

Page 72: Historia Belgrano III

68 B A R T O L O M É M I T R E

después de leer los despachos sob re la p royec tada mediación y la manifestación de la Gran Bre t aña an t e las potencias me­diadoras ( tendente a buscar un a r reg lo en t re las Colonias y la madre pat r ia , sobre la b a s e de la l ibertad comercial , reinte­grando a la E s p a ñ a en su antiguo dominio, según se expiicó antes) , declaró formalmente que «las miras de su Gobierno e ran que las Colonias amer icanas se emancipasen completa­mente de la madre pat r ia , y que era su opinión que la lucha no podía te rminarse de o t ro modo. Que los Es t ados Unidos no tomarían p a r t e en ningún p royec to de mediación que no tuviese por b a s e la emancipación de las Colonias americanas , y que es ta resolución había sido tomada después de una ma­dura reflexión, es tando él obligado a comunicarle, con toda franqueza, al ministro de la Gran Bre taña , esperando que su política coincidiese con ta les miras.» Lord Cas t i e reagh , visi­b lemente cont ra r iado por es ta firme y tranquila resolución, p rocuró , sin embargo , comprometer al ministro norteameri­cano a p r e s t a r su concurso a la Europa en lo re la t ivo a la mediación, no obs tan te reconocer que los Es t ados Unidos te­nían en la lucha sud-atnericana diferentes re laciones y mayo­r e s in te reses . Rush le significó, en términos explícitos, «que ninguna razón har ía cambiar la política de los E s t a d o s Unidos con relación a las Colonias sud-americanas en insurrección cont ra la España» , con lo cual, s e cer ró peren tor iamente la conferencia (5o).

P a r a no dejar t runca es ta hermosa página de la diplomacia nor teamer icana en pugna con la política de la San ta Alianza europea , diremos que, en febrero de 1819, el ministro Rush dio lec tura a Lord Cas t i e reagh de un despacho, relat ivo a la mediación en t r e España y s u s C o l o n i a s de que se había trata­do en Aix-la-Chapel!e. En él se exponían los p rogresos que habían hecho los nuevos Es t ados hispanoamericanos , en el sent ido de una existencia independiente, que abr ía campo a las e spe ranzas , y ace rcaba el t iempo en que el Gobierno bri­tánico y las potencias eu ropeas , así como la España , los re­conociesen en el rango de las naciones, declarando, por con­clusión, que r e spec to de Buenos Aires , el P res iden te de los E s t a d o s Unidos había resu l tado dar su exequátur a un cónsul genera l nombrado por el Gobierno de es te nuevo Es t ado , y que e s t aba resuel to a reconocer de cualquier modo la inde­pendencia , en el caso de que, en el in te r tan to nada ocurriera que pudiese justificar el aplazamiento de sus intenciones.

Lord Cas t i e reagh , aunque sorprendido por es ta formal de­claración, no fué menos explícito por su pa r t e . Dijo: que en ninguna ocasión había emitido conceptos que hicieran sospe­char que el Gobierno inglés es tuviese inclinado, aun en el

(53) Rush «Residence, etc.», cap. XVII.

Page 73: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L Q R A N O

ondo, a par t ic ipar de las miras de los Es t ados Unidos, r e s ­pe to al reconocimiento de la independencia de las Colonias í ispanoamericanas. «La Gran Bre taña , agregó, ha deseado ;er terminada la cont rovers ia en t re España y sus Colonias , y ia hecho, en tal sentido, lo posible, pero s iempre sob re la jase de la res taurac ión de ¡a supremacía de la Españ a , con m mejor plan de Gobierno, especialmente, respec to de los n tereses comerciales de las Colonias. E s t e modo de te rminar il conflicto, además de ser ei que señalan a la Inglaterra las •elaciones que existen en t re ella y la España , s e r á el mejor ?ara ambas pa r t e s en lucha, porque los e lementos p a r a un Sobierno propio (self government) no pa r ece existir en el las , y esto hace imposible p reve r si serán capaces de sos t ene r se somo naciones independientes , ya r e spec to de su propia feli­cidad y prosper idad, ya en relación a los principios que po­drían afec tar respec to de los o t ros pueblos». Po r último, agregó: «La intervención de la fuerza, como medio de lograr tal fin, es cosa que ia Inglaterra ha rechazado s iempre: el consejo y el pode r moral , son los únicos medios que deben emplearse, y que el Gobierno inglés ha empleado, aunque desgraciadamente lo reconoce, sin resul tado práct ico, siendo esta, la única base , sobre la cual había convenido tomar p a r t e en la mediación, que el Congreso de Aix-la-Chapelie ha toma­do en consideración (en 1818). Nada se ha real izado; la Espa­ña parece insistir en continuar la guer ra con sus propios re­cursos, y alimenta la esperanza de l levarla a término, según sus propias miras.»

Como una concesión al ministro americano, Lord Cas t l e -reagh manifestó, en es ta ocasión, «que Buenos Aires e ra entre todas las Colonias insurreccionadas , la que había dado mejores p ruebas de su capacidad pa ra existir como nación in­dependiente, y cuyo comercio tenía más importancia en el p r e ­sente y en el porvenir .» (54) El resul tado de es ta intervención diplomática de los Es t ados Unidos en Europa , con relación a la independencia Sud-americana, fué el abandono del p royec ­to de mediación en favor de la España , p repa rando así la p o ­lítica que muy luego siguieron los Es tados Unidos, y más t a r d e la misma Gran Bre taña , bajo el Ministerio de Canning, suce­sor de Cas t l e reagh .

Simul táneamente , con es tos eficientes esfuerzos de-la Eu­ropa (enero de 1819), Lafaye t te , de acuerdo con el ministro de Washington en Par í s , Gaiiatin, abogaba por los mismos in tereses ce rca del Gobierno francés, poniendo en con tac to a Rivadavia con el Marqués de Dessol les , a la sazón ministro de Negocios Ext ran jeros de Luis XVIII. Con tal motivo escribía

(54) «The court of London, from 1819 to 1825», by Richard Rush, cap. I.

Page 74: Historia Belgrano III

70 B A R T O L O M É M I T R E

és t e : «Cuando m e tomo la l ibertad de dar un consejo al minis­t ro de Negocios Ext ran je ros , p res idente dei Consejo, hay tal Vez el derecho de pregunta rme, por qué me mezclo en esto (dequoi je me méle). Igual interrogación me fué hecha hace cua ren ta y dos años á propósi to de ia América del Norte .» El h é r o e de dos mundos, como le llamó después el poeta , termi­naba su ca r t a anunciando la visita de Rivadavia y ag regaba , por Vía de pos tda ta , que toda oposición que se hiciese a ia in­dependencia del Nuevo Mundo, podía afligir a la humanidad, p e r o no poner la en peligro (55).

En la noche del 19 de enero de 1819 tuvo Rivadavia su pri­mera conferencia con ei M a r q u é s Dessol les . El diplomático argent ino, con la convicción de que es taba animado, y con la grandilocuencia que le e ra propia , abr ió al ministro francés nuevos hor izontes , vinculando la causa de Is. América con los dest inos políticos y comerciales de l a Franc ia , bajo los auspicios del l iberalismo inaugurado por ella, que r ep re sen ta ­b a su i lustre in t roductor . Dessol les , que era un hombre im­pres ionable , de cor tos a lcances políticos y sin ascendiente en el Gabine te de que formaba p a r t e , pa r ece que abundó en el mismo sentido que Rivadavia; pe ro todo elio no pasó de con­versac ión . Rivadavia , sin embargo , dio a es ta conferencia mayor t ranscendencia de la que rea lmente tenía , y p resen tó a su Gobierno , como un plan político de la Franc ia , ia idea de una monarquía consti tucional en América , acep tada por ¡as g randes potencias y sos tenida por e l las (56).

\ho) Carta de Lafayette a Dessolles, de 19 de enero de 1819. En ella se dice: «Mr. Rivadavia, á quien conduciré esta noche á • casa del Ministro Presidente, está autorizado para estipular en •nombre de su Gobierno condiciones del más alto interés.» (M. S., papeles de don Valentín Gómez.)

(56) Faltan los documentos para entrar en pormenores preci­sos sobre los orígenes de esta negociación; pero ellos constan de otros documentos correlativos. Este era el plan a que Rivadavia se refería en su nota al Director, de 15 de febrero de 1818, que figura en extracto entre los papeles de don Valentín Gómez, y a él se refieren las instrucciones de que éste fué munido en su mi­sión a Francia. Además, en la correspondencia entre el Enviado de Chile, Irisarri y Gómez (que original existe entre los pape­les M. S. S. de éste), consta que Rivadavia dio mayor importancia de la que realmente tenían a las manifestaciones de Dessolles, de donde provino la posición falsa en que Gómez se encontró ante el gabinete francés, según lo manifestó él mismo oficialmente, como se verá después.—(M. S. S.)

Page 75: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XXXVI!

LA DIPLOMACIA DE LA REVOLUCIÓN (CONTINUACIÓN DEL ANTERIOR)

1817-1818

Negociación del Río de la Plata con los Estados Unidos, y sus re­sultados.—Situación militar de la Banda Oriental.—Negociacio­nes del Director con Rivera y Otorgues.—Anarquía de la Banda Oriental.—Negociación secreta entre los orientales disidentes y Lecor, y sus resultados. —Trasladación del Congreso a Buenos Aires. — Mutación política. — Negociaciones de García en Río Janeiro.—Proyecto de tratado entre las Provincias Unidas y el Brasil.—Ei Congreso lo aprueba con modificaciones.—La diplo­macia argontina en Río Janeiro y Europa. — Correspondencia entre el Director y Pueyrredón y el Gobierno del Brasil.—Se establece entre ambos países el staluo quo de 1812.—Acción del Brasil en Europa con relación a la independencia de Amé­rica.—Proyecto de monarquía como solución de cuestiones pen­dientes.—Misión de don Valentín Gómez a Francia, sus nego­ciaciones y ulterioridades.—Complemento.histórico.

Al mismo t iempo que se buscaba una solución política cer ­ca de los Gobiernos del Viejo Mundo, el Congreso p rocu raba es t rechar d i rec tamente las re laciones con la gran República de los Es t ados Unidos, ordenando al Di rec tor las cul t ivase con preferencia. Al efecto, fué acredi tado cerca de es ta nación don Manuel Hermenegi ldo Aguir re , con el doble objeto de r eca ­bar de ella el reconocimiento de ía independencia argent ina y decidir a su Gobierno en favor de los in tereses amer icanos (1). El Enviado Argent ino, recibido confidencialmente, hizo p re ­sen te que, al p ropender a t a les objetos , no asp i raba a com­prometer las re laciones polít icas de los Es t ados Unidos con la E s p a ñ a . A es to s e le con tes tó por el P res iden te Monroe , que de hecho e ran amigos ios amer icanos del Sur y del Nor­te ; pe ro que el reconocimiento de su independencia debía se r mater ia de una deliberación pública del Congreso , asegu­rándole que simpatiza con su causa y ofreciéndole una pro tec­ción indirecta y disimulada.

(1) Credencial de 28 de abril de 1817. M. S., del arch. sec. del Congr. de Tuc.

Page 76: Historia Belgrano III

72 B A R T O L O M É M I T R E

Don Manuel H. Aguir re , que l levaba también credencia les del Gobierno de Chile, manifestó al ministro de Monroe el plan que ambos Gobiernos habían concer tado p a r a expedicio-nar sob re Lima, y la necesidad que pa ra ello tenían de cua t ro buques de guer ra a fin de dominar el mar Pacífico. El Gobier­no americano contes tó a es to , que e s t aba en plena paz con ia España , que, en consecuencia , había resuel to mantenerse neutra l en t re la Metrópoli y sus Colonias , admitiendo ambas b a n d e r a s en sus puer tos , y que, por lo tan to , no podía f ran­quear los buques que s e le pedían; pero que permitiría y pro­teger ía la construcción, compra y equipo de ellos, como una especulación mercanti l , to lerando su salida con todo género de a rmamento y tr ipulaciones. Al mismo tiempo, le comunicó que el Gobierno de los Es tados Unidos, con el objeto de afir­mar más las re laciones y es tab lecer una negociación sólida y durab le , iba a enviar un buque de guer ra , l levando a su bor­do una Comisión, con e i ' encargo de informarle sobre el es ta­do de la América del Su r (2).

La Comisión anunciada por Aguir re , compuesta de los s e ­ñores Graham y Rodney, llegó a Buenos Aires a principios de 1818, y los informes que ellos t ransmit ieron a su Gobierno decidieron el reconocimiento de la independencia argent ina por su hermana mayor , la República de E s t a d o s Unidos (3).

Mien t ras el mundo europeo se agi taba con motivo de la invasión por tuguesa a ia Banda Or ien ta l , y ia diplomacia a r ­gent ina oscilaba en el vacío persiguiendo un fantasma co ro ­nado, a la Vez que iniciaba sus re lac iones con los E s t a d o s Unidos, los or ienta les cont inuaban combatiendo por su inde­pendencia. No obs tan te sus de r ro ta s , habían impedido que el enemigo consolidara su dominación sobre el pa ís , in tercep­tando, según dijimos an tes , a los dos ejérci tos invasores . Po r es te medio, consiguieron formalizar el b loqueo t e r r e s t r e de Montevideo, mientras Art igas , con su Cuar te l Genera l en la Purificación (Hervidero) , hacía nuevas reuniones pa ra volver­las a perder en nuevas de r ro t a s . Mandaba el asedio de Mon­tevideo, bajo la dirección super ior del delegado Bar re i ro , el comandante don F ru tos Rivera, con quien inmediatamente s e puso en comunicación el Director , suministrándole algunos auxilios bélicos. Con es te motivo procuró a t r ae r lo a la causa de la unión, y ya es taba algo ade lan tada la negociación, cuan-

(2) Of. de Aguirre al Director, de 30 de julio de 1817. M. S., del arch. sec. del Congr. de Tuc.

(3) Véase «The Reports of the present state of the». «United Provinees; drawn up by Rodney and Graham», y Brackenridge (secretario de la Misión), «Voyage to South América, performed by order of the American Government in the years 1817 and 1818 in the frigate Congress.»

Page 77: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 73

do la de r ro ta del Ca ta lán obligó a Rivera a acudir con pa r t e de .sus fuerzas en auxilio de Ar t igas (4).

Sucedió a Rivera en el mando dei asedio el s inies t ramente famoso don Fe rnando de Oto rgues , quien asumió el mando en jefe. E r a es te hombre una especie de bes t ia feroz. Su tez blanca y su cabello rubio, acusaban como su apell ido, su origen exótico. Había sido labrador en ios a l r ededores de Montevideo, y fué uno de ios pr imeros que se alistó bajo la bandera revolucionar ia . No ta rdó en seña la r se por su valor y su fría crueldad, adquiriendo ascendiente s o b r e las masas , y era respe tado has ta por el mismo Art igas , a quien asp i raba a suplantar , y que le dejaba c ier to g rado de l iber tad. Vest ía chaqueta colorada y bota de po t ro , y en los combates pe leaba con lanza en manó. Rodeába le s iempre una banda de sicarios, y era pa ra él crimen digno de muer te se r español , por teño o por tugués . Duran te la guer ra de 1814 a 1815, con los por te ­ños, había hecho cas t r a r una par t ida de argent inos que tomó pris ionera, en Venganza de que el jefe enemigo le hubiese quitado una querida. En ¡os bai ies a que concurr ía , hacía apaga r las luces con sus seides , pa ra apode ra r s e como de una p resa de la mujer que había desper tado su brutal concupis­cencia. Mient ras fué Gobernador de Montevideo en 1815, tenía dos satél i tes , que rep resen taban en las cal les su Volun­tad. Uno de ellos, un mulato Gay , era el que haciendo poner a los españoles en cua t ro pa tas , los montaba con espue las y rebenque , y se paseaba de es te modo sobre ellos por las ca­lles. Su cabalgadura habitual e ra un lego de San Franc isco , al cual hacía besa r el t r a se ro por las mujeres t i ldadas de godas , que salían de oír misa de la iglesia. El o t ro , un tal Cast i l lo , extendía la bandera española sob re ei muelle, y los españoles que no la pisaban y escupían, eran cruelmente azo tados en el ac to , a tados a uno de los p i ra les . En una ocasión un sol­dado de su escolta pre tendió violar a una señora distinguida en media calle. Indignada, l levó inmediatamente su queja al Gobernador . Es t e , después de oír la narración, exclamó joco­samente : «¡P. . . cómo es tar ía de cal iente el chino!» Y es ta fué su sentencia absolutor ia . Cuando su sec re ta r io le l levaba a firmar el despacho, lo convidaba con un vaso de caña, y cont inuaba bebiendo sin comprender lo que le leían (5). Es t e

(4) Carta de Pueyrredón, de 25 de febrero de 1817. M. S., autó­grafo en nuestro archivo.

(5) La tradición ha conservado estos hechos, que son popula­res. Para cerciorarnos de ellos hemos consultado a varios contem­poráneos, y recogido informes verbales de don Lucas José Obes y don Atanasio Lapido, que fueron sus secretarios; de don Santiago Vasquez, que le conoció íntimamente; de don Francisco Joaquín Muñoz, que se hallaba en Montevideo, cuando él era gobernador;

Page 78: Historia Belgrano III

74 B A R T O L O M É M I T R E

era O to rgues , cerca dei cual despachó el Direc tor Supremo de ías Provincias Uuidas un emisario, con el objeto de conti­nuar la negociación iniciada con Rivera . O to rgues contes tó manifestando sus buenas disposiciones en el sentido de la unión, dec laró que e s t aba pronto has ta a pa sa r en pe r sona a Buenos Aires a fin de sel lar la paz. Aunque es ta correspon­dencia s e prolongó por el espacio de más de ocho meses , no llegó a producir resu l tado (6).

El Di rec tor , al abr i r negociaciones con Rivera y O t o r g u e s , se proponía , no tan to robus tece r el poder de los Or ien ta les , cuanto debil i tar el de Art igas , que consideraba peligroso p a r a ia paz de los Provincias Unidas. Temía, y con razón, que aun vencido, t r a ta r í a de l levar la gue r ra a la Banda Occidental fomentando la anarquía ; así es que, a la vez que promovía insurrecciones en el En t r e Ríos pa ra subs t r ae r de su domina­ción es te ter r i tor io , p rocu raba poner a sus pr incipales tenien­t e s en pugna con él, fomentando al mismo tiempo ia deserción en sus filas (7). En es te sent ido, la ba rba r i e de Art igas hizo más que la habilidad de la diplomacia turbia del Direc tor .

de don Juan Manuel La Sota y don Julián Alvarez, que recogieron todas estas anécdotas de boca de testigos presenciales; del General don Carlos San Vicente, que sirvió con él, limitándonos a estos testimonios de Orientales; a quienes muchas personas que aún viven, les han oído referir estos y muchos otros hechos atroces.

(6) El emisario de Pueyrredón, fué el mayor, don Adrián Ense­bio Mendoza, y el de Otorgues, el capitán de buque Luis Escofiet. La carta de Otorgues, con fecha 12 de abril de 1817, se conserva original en el archivo general en un legajo que lleva el título de «Reservados», juntamente con dos contestaciones en borrador de Pueyrredón, de 27 de abril y 14 de diciembre de 1817. M. S. S.

(7) En 18 de enero de 1817, escribía Pueyrredón a San Martín: «No puede haber un vecino más perverso que Artigas: ha decreta­ndo hacer la guerra á esta capital cualquiera que sea su suerte »con los portugueses. Su intento principal es introducir el desor-»den en la Randa Occidental.» En 24 de enero volvía a escribir: «Artigas después de su total destrucción en su territorio, intenta »venir, alborotar la campaña y hacernos la guerra. Este hombre »corre por un precipicio y yo me preparo a todo. No contento con »baber perdido el Oriente quiere concluir con el Occidente del »Río de la Plata.» Eu 24 de febrero decía: «Artigas estaba en el «Hervidero haciendo nuevas reuniones, para hacer sin duda, nue-»vos sacrificios. Me estoy entendiendo con Frutos Rivera.» En 9 de diciembre le anunciaba: «Erenú ya está en movimiento contra Ar-»tigas, y espero muy pronto que lo estará el Entre Ríos.» El 24 del mismo agregaba: «Ya se rompió el baile en la Banda Oriental. »Erenú negó su obediencia á Artigas.» Por estos extractos se com­prueba que, el Director Pueyrredón, al pedir 2.000 hombres a San

Page 79: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 75

Los males de la guer ra no eran nada, en comparación de los que producía la b á r b a r a t iranía de! caudillo oriental y las iniquidades de sus ten ien tes . P e r o donde se hacían sent i r es­tos males en toda crudeza, e ra en la línea del sitio de M o n t e ­video, mandada por O t o r g u e s . En vez de dar impulso a la guer ra , e s t e caud'illejo s e ocupaba principalmente en aso la r el país por medio de espoliaciones y fomentaba las rapiñas de sus suba l te rnos , a l imentando con el las un pue r to que había habili tado en los Cerr i l los , y negociaba con los ganados p a r a sur t i r de v íveres a la plaza enemiga, vendiendo los permisos por segunda mano. Los or ienta les , hos t igados por es ta ba r ­ba r ie sin previsión, sin car idad y sin moral , preferían el yugo blando del extranjero al del t i rano y de los t i ranuelos que los a to rmentaban ; así e s , que fueron ellos mismos los que en t re ­garon a una escuadril la por tuguesa la impor tante piaza de la Colonia , pasándose en masa todas las milicias del depa r t a ­mento (8). Los oficiales or ienta les de alguna educación, que has ta entonces habían militado bajo la bandera de Ar t igas , sent ían sub levarse su conciencia a n t e aquel e span toso desor­den, que anticipando la ruina y el deshonor del país , debía terminar necesar iamente por una Vergonzosa de r ro t a .

En t r e ios jefes que se hal laban a ó rdenes de O to rgues , en­con t r ábase el Coronel don Rufino Bauza, a la cabeza de un batal lón de 600 negros l iber tos , con t r e s piezas de ar t i l ler ía , que consti tuían el núcleo y el nervio del ejército si t iador d e Montevideo . Bauza e ra un jefe d e orden, que había servido con distinción en e! ejército de Ar t igas , seña lándose en el combate de los G u a y a b o s en que fué de r ro t ado D o r r e g o y que decidió de la dominación argent ina en el ter r i tor io or ien­tal en 1814.

Desengañado al fin, que ia causa persona l de Ar t igas no e r a la de pat r ia , y que «su t iranía los ba rbar izaba ; que no e r a po­sible fundar ei orden con hombres que lo de tes taban por p ro ­fesión; que los sacrificios que s e hacían en la lucha con t ra los po r tugueses , eran es tér i les por falta de buena dirección», s e puso de acuerdo con var ios oficiales or ienta les que pensaban del mismo modo, y ofrecieron sus servicios y su sangre al Di rec tor Supremo de las Provincias Unidas , allí donde ellos fuesen más útiles en defensa de la l ibertad» (9).

Martín al mismo tiempo que promovía la insurrección del Entre Ríos, no era con el ánimo de hacer guerra a los portugueses, con quienes muy luego ajustó una especie de alianza ofensiva y defen­siva contra Artigas, sino por el contrario, hacer la guerra al últ i­mo. (M. S. S., en nuestro archivo.)

( í ) Véase «Memoria de los sucesos de armas de los orientales» (por el General Rivera y Obes), págs. 330 y 331 en la Col. Lamas.

(9) Todas las palabras señaladas entre comillas, son textual-

Page 80: Historia Belgrano III

76 B A R T O L O M É M I T R E

El Di rec to r acep tó es te espontáneo ofrecimiento, y en la imposibilidad de p ro teger su embarque , les indicó la idea de dirigirse a Lecor , poniendo ei batal lón de l iber tos bajo ¡a protección de un bando expedido por el genera l por tugués en que se dec la raba , que los negros esclavos que hubieran toma­do las a rmas con Ar t igas y se p resen tasen en los pueblos de su mando, ser ían t r a t ados como hombres l ibres y no como pr is ioneros; previniéndoles a la vez garant iesen su paso has­t a Buenos Aires con a rmas y bagajes (10). Al efecto, s e pu ­sieron en comunicación con don Nicolás H e r r e r a , a seso r de Lecor , y por intermedio de! mayor Monjaime y del capi tán don Manuel Or ibe (tan s in ies t ramente famoso después) , s e negoció un convenio en los términos indicados po r el Direc­tor , con la condición, que les jefes y oficiales s e comprome­t ieran a no tomar armas contra el ejército por tugués du ran te el término de seis meses (11).

Según ¡o convenido, en los pr imeros días del mes de octu­b r e el batal lón con su art i l lería se aproximó a la iínea del si­t io, y en c i rcunstancias de hal larse de servicio, pene t ró has ta las avanzadas por tuguesas , donde fué amis tosamente recibi­do, en t regando en depósi to sus cabal los , fusiles y cañones , ios cua les les fueron devuel tos al t iempo de embarca r se en un buque po r tugués con dest ino a Buenos Ai res . In te r rogados Bauza y Or ibe de los motivos que habían tenido pa ra tomar aquel la resolución, contes ta ron , «que no querían servi r a las ó rdenes de un t i rano domo Art igas , que Vencedor reducir ía el país a la ba rba r i e , y vencido lo abandonar ía» . Semejante r e s ­pues t a dio a conocer a los po r tugueses , que los or ien ta les que abandonaban su pa t r ia , no perdían la esperanza de r e s ­ca ta r la del dominio extranjero (12). Como esto sólo podían a l ­canzar lo algún día, haciendo causa común con la nación Ar­gentina, res is t ieron noblemente a las seducciones que s e pu­sieron en juego p a r a a t r ae r lo s a las bande ra s po r tuguesas , y siguieron su viaje, siendo fielmente cumplido el convenio. R e ­cibidos en ia capital de la República con el amor y ¡os hono­res debidos a hermanos de a rmas (13), que en época no leja­na habían de reconquis tar unidos la Banda Orienta l bajo la

mente copiadas de tina nota de Bauza al Director Pueyrredón, de 7 de octubre de 1817, y en ellas están consignados los pormenores que siguen. (M. S., del arch. sec. del Congr. de Tuc.)

(10) El bando de Lecor, es de 9 do julio de 1817 y se publicó en hoja suelta.

(11) Acta de Lecor, de 29 de septiembre de 1817. M. S.,.del arch. sec. del Cong. de Tuc.

(12) «Memoria» de un oficial de la marina brasilera. (Sena Pereyra), pág. 847, Col. Lamas.

(13) Notas de 14 y 15 de octubre de 1817 del ministro de la

Page 81: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 77

bandera republ icana, ingresaron a la comunidad argent ina p repa rando con es te acto el advenimiento de su indepen­dencia.

Había sucedido que, al t iempo de f i rmarse el convenio, que consist ía en un documento firmado por Lecor garant iendo lo pac tado verba lmente , ios por tugueses pusieron un año en vez del término de seis meses , por el cual los or ienta les s e comprometían a no hacer a rmas contra el los. Bauza reclamó, y s e le satisfizo diciéndole, que era una equivocación que s e enmendaría al firmar los oficiales el compromiso. Pues to es to en conocimiento del Di rec tor , hizo con tes ta r por su ministro de la Guer ra , que se insist iese en ello, «bien que (agregaba) , Viniendo ese batal lón á Buenos Ai res , s e r á muy remoto el caso á que s e refiere el compromiso» (14). P o r es to s e Ve, que la ráfaga guer re ra del Direc tor había pasado , y que el viento soplaba del lado de la pas con el Brasi l . En efecto, al mismo tiempo que Bauza negociaba con Lecor el paso de t ro ­pas por Montevideo, acogiéndose a ios edictos cont ra lo cua­les había p ro tes tado an tes el Direc tor , e! Enviado argent ino en Río Jane i ro negociaba con e! Gobierno del Brasil un t r a t a ­do de paz y amistad, una liga ofensiva y defensiva cont ra Ar­t igas, y una alianza eventual cont ra la E s p a ñ a .

Mien t ras en el Río de ia P la ta se desenvolvían los sucesos que quedan re la tados , don Manuel Jo sé Garc ía cont inuaba con tesón y con éxito en Río Jane i ro sus t rabajos diplomáti­cos . Al principio, y no obs tan te la consideración que en aque­lla C o r t e se le d ispensaba , encontró dificultades pa ra a r r iba r a puntos definidos, salvo las p ro te s t a s que verba lmente s e le hacían. Muer to en enero de 1817 el Marqués de Aguiar, que como jefe del par t ido por tugués no quería con t rae r compro­misos formales en América, ent ró a reemplazar le el Conde da Barca , jefe del par t ido americano, según s e explicó an tes . Desde e s t e momento todo fué llano pa ra Garc ía , y en abril del mismo año pudo convenir confidencialmente en el ajuste de una ser ie de ar t ículos complementar ios deí armisticio de 1812, que el Brasi l se comprometió a acep ta r por su p a r t e luego que obtuviesen la aprobación del Gobie rno argent ino , que había tomado la iniciativa (15). Apenas convenidos es tos ar t ículos, falleció a su vez el Conde da Barca en junio de 1817, quedando la negociación algún t an to para l izada. Coincidieron

Guerra don Matías Irigoyen a Bauza y Monjaime. M. S., del archi­vo sec. del Cong. de Tuc.

(14) Oficio del General Irigoyen a Bauza, de 15 de junio de 1817, M. S., del archivo del Cong. de Tuc.

(15) Memorándum de García anexo a un oficio del mismo, al ministro Tagle, de 18 de julio de 1818. (Papeles de don Valentín Gómez, en el arch. del doctor Roque Pérez.) M. S. S.

Page 82: Historia Belgrano III

78 B A R T O L O M É M I T R E

con es tos incidentes, nuevas instrucciones del Congreso , que el [Director , ya más reconciliado con Garc ía , se ap r e su ró a transmitir a é s t e . Según el las, debía el Enviado no apresu­r a r s e a con t rae r ningún compromiso con el Brasi l , mantenien­do, en t re tan to , la buena armonía en t re ambos Gobiernos (16).

En ta les c i rcunstancias , fué repent inamente l lamado Gar­cía en a l tas ho ras d e j a noche por el ministro de Relac iones Ex te r io re s , con el objeto de comunicarle un despacho con que el nuevo Embajador español , el Conde de C a s a F lo res , había ab ier to su correspondencia oficial. E r a un ve rdade ro ultimátum en términos agres ivos . En él exigía: 1.° Q u e el Rey de Por tuga l reconociese públ icamente ¡a soberanía espa­ñola en las poses iones invadidas de la Banda Or ienta l . 2.° Q u e se compromet iese a en t regar es te ter r i tor io cuando le fuera pedido. 3.° Q u e mient ras S . M. C . no tomara posesión de él , se recibiese en Montevideo un Gobe rnador que ena rbo lase allí el pabel lón español . Terminaba declarando, que de no a c e p t a r s e e s t a s condiciones, la guer ra ser ía inevi table; y por conciliación, proponía una alianza ofensiva contra los rebe l ­des sud-americanos (17).

P o r muy indirectas que hubiesen sido las negociaciones en­t r e Bauza y Lecor con respec to al Direc tor io , ellas importaban una separac ión de la causa argent ina con la que Ar t igas sos­tenía en la Banda Or ien ta l . En el hecho de acoger ei Gob ie r ­no argent ino un batal lón d e s e r t o r de las filas del caudillo, bajo la protección de la bandera por tuguesa , reconocía en Ar t igas un enemigo común, y cuando menos, la neutra l idad que de hecho había proclamado el Bras i l . E s t o indicaba, ya que no una cont ramarcha política, por lo menos una mutación, en ab ie r ta contradicción con las p r o t e s t a s públ icas hechas por el Di rec tor . En efecto, el Gob ie rno argent ino , después de sa lvar , r e spec to de la Bsnda Or ien ta l , sus derechos pa ra el futuro por medio de la p ro tes ta , y su deco ro an te el pueblo por medio de manifestaciones bél icas , procuraba" p r ecave r se cont ra las agres iones de Art igas , manteniéndose en t r e t an to en paz y amistad con los por tugueses .

Además de que es ta e ra la política fatal que los aconteci ­mientos imponían, var ias causas contribuían a fijarla. An te s que es tos sucesos se desenvolviesen, e! Congreso de Tucumán se había t ras ladado a Buenos Aires , abr iendo en la capi ta l sus ses iones el 12 de mayo de 1817, y, como se s abe , la polí­tica del Congreso era , cuando menos, favorable al manteni ­miento del statu quo r espec to del Bras i l . S imul táneamente

(16) Oficio del Director al Congreso, de diciembre 1.° de 1817. M. S., del archivo sec. del Cong. de Tuc.

(17) Carta de García al Director Supremo, de 11 de octubre da 1817 a msdia noche. M. S., del arch. sec. del Cong. de Tue.

Page 83: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 79

con es te hecho, el Director Supremo había modificado su Ga­binete , l iamando a ocupar el pues to de ministro de Relacio­nes Ex te r io res al doctor Tag le . Es t e nombramiento indicaba que el viento s e fijaba del lado de la paz de hecho con los por tugueses , y e ra una consecuencia inmediata de es to , con­temporizar con la ocupación de la Banda Orienta l y hacer causa común con ellos cont ra Art igas , considerándolo como enemigo de ambos y del género humano. A e s t e propós i to respondían los t rabajos de Garc ía en Río Jane i ro , con los cuales es taba de acuerdo , en gran p a r t e , el doctor Tag le , y que entonces no habían sido ni ab ie r tamente acep tados ni de­cididamente cont rar iados por el Direc tor ni el Congreso . Cir­cunstancias que sobrevinieron les aconsejaron acep ta r el nue­vo plan de García , quedando desde entonces uniformada la política de los poderes públicos, con un Gabine te y una diplo­macia compacía .

Jun tamente con el p royec to de t r a t ado y las an te r io res no­ticias t ransmit idas por Garc ía , recibió el Gobierno argent ino una ca r t a de uno de sus agentes sec re tos en Cádiz anuncián­dole que la expedición p royec t ada cont ra el Río de la Pla­ta, e s t aba a punto de real izarse , y que en Lisboa se halla­ban 55 f ragatas (lo que no e ra cierto) p ron tas a embarca r más de 10.000 hombres de t ropas co r tuguesa s con dest ino al Brasi l (18).

El Director Pueyr redón y su consejero el doctor Tag le , s e a larmaron profundamente, y el pr imero s e dirigió al Co n g re s o por medio de una nota , pidiendo con urgencia la aprobación del convenio confidencialmente ajustado en es tado de p royec ­to . «Ha l legado el momento (decía el Di rec tor al Congreso) en que, de no e s t r echa r con nuevos vínculos las re lac iones subs is ten tes con el Brasi l , es inevitable una rup tu ra , que s e r á igualmente funesta a las tíos par tes .» Y refir iéndose al ajuste p royec tado : «Podemos l isonjearnos de conseguir una t r ansac ­ción en las ac tua les c i rcunstancias , de que no nos desdeñar ía­mos en t re las embr iagueces de mejores t iempos. El p royec to incluso s e r á sus tancia lmente admitido por la C o r t e del Bras i l , y yo suplico a V. S . quiera considerar la importancia que ad­quieren las Provincias , casi identificando sus in te reses con los de un monarca , cuya sola vecindad era considerada como un peligro.» Ligando la expedición española de Cádiz con la intimación del Conde de C a s a F lo re s , inculcaba mucho el Di­rec tor , que de no acep t a r se el p royec to , la C o r t e del Brasi l , no esperando nada de las Provincias Unidas , s e en tender ía con la de España y s e pondría de acuerdo con las g randes po-

(18) Carta fechada en Cádiz, el 3 de agosto de 1819, anexo al oficio del Director, de 1.° de diciembre ya citado. M. S., del archi­vo sec. del Gong, de Tuc.

Page 84: Historia Belgrano III

80 B A R T O L O M É M I T R E

tencias europeas pa ra empeñar las en sofocar la anarquía de los nuevos Gobiernos amer icanos , invocando el mismo p re tex ­to que p a r a su agresión a la Banda Orienta l , terminando con es tas angust iosas pa l ab ra s : «Calcule Vues t r a Soberan ía el pel igro que Va á cor re r en la demora , y sea bajo el c ier to principio de que, e s ta ocasión desperdiciada, se escapa pa ra s iempre . No venga á suceder que, p re s t ado el advenimiento por p a r t e de S. M. F . , como lo esperamos , s e niegue la ratifi­cación por p a r t e de las Provincias que han tomado la iniciati­va , lo que ser ía monstruoso. Hago á Vues t r a Soberan ía mis­ma, juez de la necesidad, á que no podemos sus t r ae rnos de es ­tab lecer es tos nuevos pactos.» (19)

Véase ahora cuál e r a el convenio ajustado por Garc ía . Él era condicionalmente sec re to en todas sus pa r t e s ; p e r o es t a ­ba calculado p a r a poder dar publicidad a a lgunos de sus ar­tículos, como complementar ios del armisticio de 1812. C o r r e s ­pondían a es te número ios ar t ículos 1.°, 2.°, 4.°, 5.° y 11.°, en que s e es t ipulaba: 1.° La l ibertad de los subdi tos in ternados por el Direc tor a Lujan. 2.° La declaración por p a r t e del B r a ­sil de que la ocupación de la Banda Or ien ta l , en persecución de Ar t igas , no tenía o t ro objeto que su propia seguridad, sin p r e t ende r deduci r de es te acto derecho alguno de dominio, ni menos de conquista , compromet iéndose a t r ansa r amigable­mente con la au tor idad de las Provincias Unidas los términos de su desocupación. 3.° La indemnización y devolución recí­p roca de las p r e s a s cap tu radas desde 1812. 4.° La declaración de que el armisticio de 26 de mayo de 1812 quedaba en toda su fuerza y vigor. El compromiso de que, en el caso de r eno­va r se las host i l idades , el rompimiento de! armisticio sería ofi­cialmente notificado con seis meses de anticipación.

P o r los ar t ículos abso lu tamente sec re tos , s e es t ipulaba: 1.° La obligación por p a r t e del Gobierno argent ino de re t i ra r todas las t ropas y municiones que hubiese enviado en socorro de Ar t igas , compromet iéndose a no p re s t a r l e ninguno en lo suces ivo y a no admitirlo a él ni a sus par t idar ios en el ter r i ­tor io de la Banda Occidental ; y, caso que en t rasen y no tuvie­se medios de expulsar los , solici tar al efecto la cooperación de las t r opas po r tuguesas , en la proporción, cuando menos , de una t e r ce ra p a r t e de las suyas , correspondiendo el mando al jefe argent ino en su ter r i tor io . 2.° Q u e la línea del Uruguay ser ía la línea provisional de demarcación en t re e! Brasil y las Provincias Unidas, con ar reg lo al armisticio de 1812, quedan­do comprendidos expresamente dent ro de ellos por la p a r t e argent ina, los ter r i tor ios del P a r a g u a y , Cor r i en tes y E n t r e Ríos. 3.° Obligación rec íproca pa ra ambas pa r t e s , de no ha-

(19) Oficio del Director del Congreso, de 1.° de diciembre de 181?. M. S., del arch. sec. del Cong. de Tuc.

Page 85: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 81

cer ni permitir ten ta t iva alguna que, directa o indi rec tamente , pudiera perjudicar la mutua tranquil idad. 4.° P romesa por par te del Brasi l , en reciprocidad de lo anter ior , de no em­prender nada cont ra las Provincias Unidas ni a l ia rse 'con ene­migos suyos , ni p res t a r l e municiones, v íveres ni o t ro géne ro de auxilios, y ni aun a permit i r les paso o pues to en sus domi­nios o ter r i tor ios ocupados por sus t ropas . 5.° Liber tad de co­mercio y navegación en t re ambas p a r t e s , con exclusión de los ríos in ter iores , sa lvo el caso de que los por tugueses pene t r a ­sen a ellos en persecución de Art igas y sus par t idar ios . 6.° Compromiso de en t regar rec íprocamente los criminales y dese r to res , con sujeción al Derecho de Gen tes en t re neu t ra ­les . 7.° Declaración de que los ar t ículos convenidos producían el efecto de un solemne t r a t ado de paz . Q u e en consecuencia, en el caso de un rompimiento del Por tuga l con la España , s e est ipulaba una alianza eveutual en t re ambas p a r t e s cont ra ­t an tes , la que sería publicada juntamente con el reconoci­miento solemne de la independencia de las Provincias Unidas por pa r t e de S. M. F . 9.° Compromiso expreso de gua rda r por ambas pa r t e s un sigilo inviolable r e spec to de lo est ipulado, obligándose los dos Gobiernos , de un modo solemne, compro­metiendo su dignidad, si fuese preciso, a desmentir la exis­tencia de las cláusulas sec re t a s que ¡legasen a divulgarse, pudiendo, en todo caso , desg losarse y publ icarse los cinco ar t ículos an tes designados al efecto (20).

El Congreso dio tan ta importancia al asunto , que en su pri­mera sesión, además de las penas es tablecidas p a r a los que violasen el sigilo de sus del iberaciones sec re ta s , acordó que ellas s e r egravaran con diez años de des t ie r ro . Los d iputados Zudañez y Maza , consignaron su voto por la pena de muer­te, sin súplica el uno y con recurso graciable el o t ro . P o r moción del diputado Pacheco , s e acordó que las penas fuesen extensivas al Supremo Direc tor , a sus ministros y a todos los que interviniesen en las re laciones sec re ta s , sobre las :uales iban a del iberar (21).

El proyecto de t ra tado de Garc ía fué fundamentalmente aprobado en todas sus pa r t e s por el Congreso , con a lgunas idiciones y modificaciones de poco alcance, y salvando algu-

(20) Copia auténtica, en el arch. sec. del Cong. de Tucumán. M. S.)—En las actas secretas del Congreso publicadas en las pá-;inas 30 a 39 del «Proceso de Alta Traición», se insertan a la letra le los artículos de este tratado, omitiendo el encabezamiento y el inal. Estas actas ss registran en el libro original al fol. 83,106, 110 ' 117.—M. S. S., del arch. sec. del Cong. de Tuc.

(21) Libro original de actas secretas, en la sesión de 5 de di-iembre de 1817, al fol. 66. M. S. Fué impreso en el «Proceso de Uta Traición», págs. 30 y 31.

8

Page 86: Historia Belgrano III

82 B A R T O L O M É M I T R E

nos diputados su Voto en puntos de deta i le . Po r ejemplo: en el art ículo 2.° se puso «Gobierno de ias Provincias Unidas», en Vez de «Gobierno de Buenos Aires». En el 8.° se agregó una garant ía más p a r a los c iudadanos argent inos res identes en el Brasi l . En el *1Q.° se hizo una simpíe aclaración de dere­cho. En el 15.°, re lat ivo al sigilo, se quitó ¡a condición de comprometer ambos Gobiernos su honor pa ra desmentir la existencia del t r a t ado , l imitándose a la obligación de contra­decirlo. Los diputados Zudañez , López (Vicente), Maza , Sán­chez, Bus tamante , Araoz , Pa t rón y Zaba l e t a , sa lvaron su voto; el pr imero, contra el p royec to en genera l ; ios cua t ro s iguientes, cont ra e! ar t ículo 5.°, re lat ivo a no dar auxilio a Ar t igas ; Pa t rón , cont ra cua t ro de sus ar t ículos, y Zaba l e t a , contra el 7.°, en que se estipulan no autor izar , por una ni o t ra p a r t e , t en ta t ivas que pudiesen perjudicar la mutua tranquili­dad, porque , según manifestó, «esto era a t a r s e las manos pa ra r ecobra r por la fuerza el te r r i tor io oriental» (22).

El convenio, así modificado por el Congreso , fué devuel to a Garc ía y recibido por és te (en marzo de 1818), en circuns­tancias en que acababa de fallecer ei t e rce r ministro de Don Juan VI, que hubiese entendido en es te negociado, como si una fatalidad persiguiera a todos los que tomaban p a r t e en él. Eí iniciador, que lo fué el Marqués de Aguiar , murió en 1816, apenas ajustado el p royec to . El Conde da Barca , que lo acordó confidencialmente, murió a mediados del mismo año. Po r último, e! ministro Juan B . Bece r ra , que lo formalizó, murió an tes de conocer su resu l tado . El ministro de Relacio­nes Ex te r io res , Tomás Antonio Villanova Por tuga l , que su­cedió a Bece r ra , e ra un jurisconsulto profundo y un magis t ra­do íntegro a quien su falta de experiencia política y su pasión por el re t i ro hacía ant ipát ica toda complicación diplomática, y es te fué ei pr imer escollo con que t ropezó Garc ía para ob­tener , al menos, que s e ocupara del asunto (25). Agregúese a es to , que el Conde de Arcos , jefe del nuevo Gabine te bra­si lero, era un autor i tar io que miraba con hor ror toda revolu­ción, y en consecuencia, e! en tenderse y t r a t a r con los revo­lucionarios d e l Río de la P ia ta (24). Po r o t ra p a r t e , el Por tugal había aceptado la mediación de las g randes poten­cias en cuestión con ia España sobre la Banda Orienta l , y negociaba a la sazón su ent rega , sob re la b a s e de la devolu­ción de OliVenza y el pago de los gas tos de su expedición

(22) Sesiones del Cong. de T u c , de 4 de diciembre de 1817, en el libro original de actss secretas al fol. 85 y sig. M. S.—Fueron publicadas en el «Proceso de Alta Traición», págs. 37 a 39.

(23) Carta confidencial de García al Director Pueyrredón, del 19 de agosto de 1818. (Papeles M. S. S., de don Valentín Gómez.)

(24) Carta de García, citada en la nota anterior. M. S.

Page 87: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E 6 E L G R A N O 85

contra Art igas , lo que le hacía rehuir todo compromiso con el Gobierno argent ino (25). La sorpresa de Cancha Rayada , que sobrevino al t iempo de r eanuda r se la negociación, Vino a difi­cultar más el logro de los propósi tos de Garc ía .

La perseveranc ia y la habilidad de Garc ía , ayudada por los sucesos , logró, al fin, triunfar en gran p a r t e de es tas dificul­tades , obteniendo las tínicas ventajas compat ibles con tal si-tuacióu. En la pr imera conferencia que el enviado argent ino tuvo con el ministro Villanova, le manifestó: «Que las P r o ­vincias Unidas habían buscado en var ias épocas la paz con la antigua metrópoli , en Ingla terra , en Pa r í s y has ta en Madr id ; pe ro que la España sólo entendía por paz la subyugación y ia conquista, cuando la única b a s e a r reg lada al honor y la justi­cia era su independencia y la de sus al iados: Q u e si las for­mas puramente democrát icas l legasen a p reva lecer en la América española, es to sería únicamente la obra de los sobe­ranos que se aliasen para sos tener pre tens iones tan injustas. Que el Rey de España había despreciado la justicia de los americanos y los in tereses de ios pueblos , cuando la justicia y los in tereses del género humano es taban más in te resados de lo que parecía en ei gran fenómeno político de su revolu­ción. Q u e los dest inos del Por tugal es taban también envuel­tos en él por su misma neutral idad, cuando ia emancipación del Cont inente americano era la única garant ía de la indepen­dencia del Reino Unido (Portugal y Brasil) , y no la benevo­lencia pasajera de las g randes potencias europeas , ni la amis­tad de España , que s iempre sería frágil, mientras no cambia­sen las re laciones en t re és ta y la América. Q u e es tas razones habían guiado a sus an tecesores en su sistema de conducta con el Río de la P la ta desde 1812, el cual sólo podía pa rece r peligroso a los que miraban las cosas superficialmente» (26).

Es te lenguaje noble y halagador del es tadis ta a rgent ino , hizo impresión sobre el ministro bras i lero , el cual con tes tó indirectamente, manifestando: «que si Rivadavia ajustaba en Par ís un proyec to de pacificación sobre las b a s e s de indepen­dencia y monarquía, él ser ía apoyado por el embajador por tu ­gués.» García replicó indirectamente también: «Que Rivadavia haría tal t r a tado si sus instrucciones no s e lo prohibían ex­presamente» (27). Como queda dicho, lo único que las i n d u c ­ciones de Rivadavia le prohibían expresamente , era a c e p t a r un príncipe de la casa re inante de España , como sobe rano del Río de la Pla ta , y es to lo sabía Garc ía .

(25) Negociaciones para la entrega de Montevideo entre Portu­gal y España en 1818. M. S., en nuestro archivo.—Véase corres­pondencia del Duque de Pahnella, t. I.

(26) Carta de García, antes citada. M. S. (27) Carta de García, ya citada. M. S,

Page 88: Historia Belgrano III

84 B A R T O L O M É M I T R E

En tal sent ido, convino Villanova en escribir al conde de Palmella , su negociador cerca de las g randes potencias , po­niéndose a la vez García de acuerdo con Rivadavia. La inte­rrupción de las negociaciones de Pa r í s sobre la Banda Orien­tal , a consecuencia de la negat iva de la España de abonar los gas tos de la expedición por tuguesa , y el aplazamiento indefi­nido de la cuestión a lo que resolviera sobre ella el Congreso de Aix-la-Chapelle, propiciaron al Por tugal la buena Voluntad de las g randes potencias (a lo menos de la Inglaterra y del Austr ia) , y le dejaron más l ibertad de acción. Por p a r t e de las Provincias Unidas, la victoria de Maipo, que tuvo lugar en el curso de la nueva negociación, pusieron de su p a r t e el p res ­tigio, granjeándole el r espe to y la admiración que tan gran­de hazaña desper tó en todo el mundo. En ta les condiciones, no fué difícil a r r iba r a un término conciliatorio y decoroso pa ra ambos Gobie rnos .

El ministro bras i le ro , desligado en gran p a r t e del compro­miso moral de acep ta r el convenio primitivo, desde que el Congreso lo hubiese a l t e rado , manifestó, francamente, al en­viado argent ino: «Que el encargado de Negocios de Franc ia en Río Jane i ro había a segurado de oficio á su Gobierno la exis­tencia de un t ra tado sec re to en t re el Brasil y las Provincias Unidas , lo que produjo en los plenipotenciarios de las gran­des potencias reunidas en Par í s una impresión tan desfavora­ble ai Por tuga l , que su embajador el conde de Palmella se vio en ia necesidad de desmentir formalmente el hecho. De todo esto s e deduce (agregaba Villanova) que es no sólo impruden­te , sino contrar io a los in tereses del Brasi l , y aun de ¡as P r o ­vincias del Río de la P la ta , firmar en tal situación el convenio p royec tado . Además, en él se comprenderían art ículos que, escr i tos y firmados, se tendrían por o t ras t an tas infracciones del compromiso de mediación, y por lo tan to las potencias mediadoras se ofenderían de la sanción secre ta en América sobre puntos que en Europa se publicaban pendientes y de su atr ibución. Una alianza eventual , ce lebrada con ¡as Provincias Unidas sin el conocimiento de los mediadores , autor izar ía las imputaciones de España , y pr ivar ía cuando menos a S . M. fidelísima de una influencia que, si no necesar ia , debe se r g radua lmente útil al Cont inente Americano.» (28)

Po r es ta Vez, el diplomático argentino fué convencido por el es tadis ta bras i lero , y no insistiendo ya sobre la inmediata aprobación del convenio modificado, p rocuró sacar todas las ventajas posibles , que es ta forzada deferencia unida a la no­ticia de la gran Victoria de Maipo, le permitía a lcanzar . En consecuencia , se convino, de común acuerdo , que el ministro

(28) Oficio de García al Ministro Tagle, de 26 de julio de 1817. M. S. (Papeleg de don Valentín Gómez.)

Page 89: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 85

VillanoVa contes tar ía a una nota dirigida por el Direc tor Pueyrredón al Rey Don Juan VI, haciéndole declarac iones que tuviesen en cier to modo el mismo significado, y a que no el mismo valor ni el a lcance de las est ipulaciones an tes con­ce r t adas .

En virtud de lo convenido, el ministro de Relac iones E x t e ­r iores del Brasil , escribió al Direc tor Supremo de las Provin­cias Unidas en nombre de su Rey , con p ro t e s t a s de paz y amistad, dec larando en toda su fuerza y vigor el armisticio de 1812, y comprometiéndose a la neutral idad, sin dejar por es to de propender eficazmente a la paz de sus vecinos. «Paí­ses (decía con es te motivo) á quienes la na tu ra leza ha dotado de ios dones más ricos, merecen que sus hab i tan tes puedan gozar de los bienes que poseen; y por su p a r t e , habiendo S. Al. Fidelísima, convencionado el armisticio de 26 de M a y o de 1812, ha de sos tener lo , pues su real pa labra es inviolable. En ¡a p resen te guer ra (con la España) ha de conse rva r la neutral idad, pero no ce sa r á de apura r todos sus esfuerzos pa ra que las desgracias de ¡a guer ra s e acaben, p a r a que s e consiga la pacificación, y vuelvan sus Vecinos, que cordial-mente estima, á gozar de! bien inestimable de la paz.» Res ­pecto de la invasión de la Banda Orienta l , hacía es ta decla­ración: «La ocupación del ter r i tor io de Montevideo, fué una medida provisional pa ra p rocura r la paz, aquietando lo que le quedaba contiguo, y que la inquietud de Ar t igas no permitía demorar por más t iempo. Po r lo t an to , el general Barón d é l a Laguna t iene orden de contenerse en la línea del Uruguay.» Con relación a su política an te el mundo, se exp re saba así : «Estos principios ha manifestado S. M. F . á las potencias de Europa que se declararon mediadoras en es te negocio del Río de ia P la ta ; y por los que ha instado más fuer temente , es por consolidar una pacificación, que Vuelva á hacer felices esos pueblos , pues es to igualmente pone en tranquil idad al Bras i l , y continuará instando por ello con la mayor eficacia.» (29)

A p e s s r de la general idad de algunas declarac iones y la ambigüedad de o t r a s , es ta manifestación impor taba ade lan ta r algún tanto sob re el armisticio de 1812. El Brasi l , en Vez de re tener incondicionalmente como an tes , los límites provisio­nales , reconocía indirectamente la soberan ía de las Provin­cias Unidas den t ro y fuera d e el los. Definía su act i tud en la Banda Oriental an te la España y an te las g randes po tenc ias

(29) Oficio del ministro de R. E. del Brasil, Villanova, al Direc­tor Pueyrredón, de 23 de julio de 1818. Nota de Pueyrr«dón al Congreso, de 8 de octubre de 1819, adjuntando el anterior oficio traducido al español. (M. S. S., del arch. sec. del Cong. de Tuc.)— Entre los papeles del doctor don Valentín Gómez, hemos encon­trado en portugués el mismo documento comunicado por Gareía,

Page 90: Historia Belgrano III

86 B A R T O L O M É MlTí iE

europeas ; daba prenda de amistad, y extendía has ta se i s me­ses el plazo p a r a romper hosti l idades, que en eí armisticio de 1812, sólo e ra de t res . Con razón decía García : «La políti­ca del Brasil ha dejado de ser un misterio. Es t e documento no sat isface tan completamente los deseos del Congreso , como ia sanción de los ai tículos proyec tados ; pero como una necesidad invencible obliga á suspender los , es tas declaracio­nes podrán a lo menos calmar las inquietudes.» (30). La his­toria puede ag rega r hoy, en presencia de ios documentos y los hechos , que fué un honor y una fortuna que aquel conve­nio no se ap roba ra . D e e s t e modo se salvó la República Ar­gent ina del deshonor de pactar la unión de sus a rmas con las de! extranjero que invadía su terr i tor io , pa ra mata r en alian­za con ellas a sus propios hijos, aunque és tos fuesen acaudi­l lados por un bá rba ro ; y salvó además el derecho de reivindi­car , por la diplomacia o por las a rmas en iodo tiempo, el t e ­r r i tor io usurpado (31).

En Virtud de las ideas cambiadas en t re Garc ía y ei ministro Villanova, é s t e ordenó a su embajador en Europa , el Conde de Palmeiia (el 19 de agosto de 1818) propus iera el reconoci­miento de ia independencia de la América Meridional , a lo menos de ios ant iguos Virreinatos de Lima y Río de la P l a t a , incluso Chüe , sobre la base de un sistema monárquico. Pa l -mella, que t rabajaba cerca de ia Inglaterra a fin de decidiría a p ropender a la fundación de una monarquía en el Río de ia P la ta , s e ap resuró a comunicar ia idea a ios ministros de las g randes potencias , ¡a cual no fué por eíios ma! acogida (32).

Habiéndose propagado , con poster ioridad al a r reg lo en t re el Gobierno argent ino y bras i le ro , de que hemos dado cuen­ta , el rumor ele que ei Por tuga l y ia España habían ajustado ios prel iminares de un T r a t a d o , sob re ia base de ia inmediata ent rega de Montevideo y su terr i tor io a las au tor idades espa­ñolas, Garc ía se consideró en el caso de pedir explicaciones.

(30) Oñoio de García ai ministro Tagle, de 26 do julio de 1818. M. S. (Papeles de don Valentín Gómez.)

(31) Pereira Pinto en sus «Apontamontos para o Direito Inter­nacional, ou Tratados celebrados pele Brasil» (t. I, pág. 109), in­cluye este documento, como tomado del Gorrcio Brasüiense, vo­lumen V, pág. 228, año de 1820, el cual, sin duda, lo copió del «Proceso de Alta Traición», lo que se comprueba por ei hecho de faltarle también el encabezamiento y el final del original, así como la fecha. Este tratado, nunca fué aprobado, y es, por lo tanto, un mero documento histórico, siendo ia contestación de Villanova a Pueyrredón, la única pieza de este negociado, que tenga algún valor internacional.

(32) Oficio de García al Ministro Tagle, de 8 de noviembre de ISIS. M. S. (Papeles de don V. Gómez.)

Page 91: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 87

El ministro Villanova se las dio amplías y f rancas , most rán­dole la correspondencia original de su embajador en Londres y el bor rador de contestación a ellas, en la cual le prevenía : «Que se pre tendía envolver al Por tugal en una guer ra con las Provincias Unidas, para excusarse la España t rabajos y pel igros , satisfaciendo resent imientos ; pe ro que S. M. fide­lísima es taba decidido a sus ten ta r sus empeños , porque no convenía a! honor ni a los in te reses de su corona , y po rque los pueblos del Río de la P la ta , sin dar le motivo alguno p a r a un rompimiento, s e habían fiado b u e n a m e n t e en su r ea ! pa la ­bra : Q u e por lo tan to , hiciese en tender que el Rey de Po r tu ­gal y Brasil había de cumplir el armisticio de 26 de mayo de 1812, la capitulación de Montevideo y las leyes de la neu t ra ­lidad que había adoptado.» A e s t a s dec larac iones explíci tas seguía una insinuación, en el sentido de lo ordenado anter ior ­mente a Paimella: «S. M. fidelísima se a legrar ía que S. M. ca­tólica terminase con gloria la guer ra en que es tá empeñado, pe ro obedeciendo a un orden de cosas que, además d e jus to , pa rece el único capaz de producir una pacificación sólida, y hacer desde el momento innecesar ia ¡a ocupación de Monte-Video, mucho más cuando las Provincias Unidas no s e nega­rían, según la opinión de S . M. F . , a una paz que tuviese por b a s e el reconocimiento de su independencia» (55).

E s t o s proyec tos de diplomacia* universa l , que pre tendían amalgamar ¡os in tereses de dos mundos; e s tos espejismos que s e reproducían en todo el circuito de! hor izonte político; los peligros del interior que amenazaban la revolución, y los desórdenes internos que ¡a t rabajaban, sugirieron a los que dirigían en aquella época la política argent ina , dar solución a todos los problemas de la situación, por medio del es tableci­miento de una monarquía independiente en e! Río de ía P l a t a , garant ida por los g randes poderes que a la sazón gobernaban el mundo. Si bien los fundamentos e ran débi les , el plan que s e t razó en consecuencia no carecía de intención y objetivos, dadas las c i rcunstancias y el modo cómo las enca raban los contemporáneos . Las bases eran, como se sabe ya, las espe­ranzas i lusorias con que s e ha lagaba Rivadavia r espec to de la Francia ; las a b e r t u r a s de la España in te rpre tadas por las dec larac iones d e su embajador en-Londres; la neutra l idad del Gobierno y las s impatías del pueblo br i tánico, que podían conver t i r se en protección eficaz; ¡as p romesas vagas de! Ga­binete del Brasi l ; ia act i tud al pa r ece r benévola de la diplo­macia rusa ; las buenas disposiciones d e los E s t a d o s Unidos, y, por último, los in te reses del comercio y la paz universa! comprometidos en la lucha en t r e España y sus Colonias , com­plicados por la cuestión de Por tuga l en ambos hemisferios.

(33) Oficio de García, de 8 de noviembre, ya cit'ido. M. S.

Page 92: Historia Belgrano III

88 B A S T O í . O M É MITRE

V é a s e ahora cuál e r a el gran edificio que se p royec t aba sob re es tos débiles fundamentos. Un acuerdo con las g randes potencias de Europa , resolvía de hecho, según sus a u t o r e s , ía cuest ión de ia guer ra , desarmando a la España y pacifi­cando a las Colonias revolucionadas . Un monarca constitu­cional propiciado por el las, resolvía desde luego la cuest ión de la independencia americana an te el mundo, sa lvaba la li­ber tad an te la ley, y daba estabil idad al orden interno, domi­nando la anarquía . Un acuerdo garant ido por las g randes po­tencias y un monarca sostenido por el las, con el consenti­miento forzoso o Voluntario de la España y con el asent i ­miento del Por tuga l , resolvía la cuest ión terr i tor ia l del Río de la P la t a , incluyendo en los límites de la nueva monarquía las Provinc ias perd idas del Alto Pe rú , el ter r i tor io de la Banda Or ien ta l , ocupado por las a rmas del Brasi l , y tal Vez Chi le y el Bajo P e r ú .

En todo caso , b a s t a b a , según ellos, que una sola de las g randes po tenc ias prohijasen es te plan p a r a que produjera al­gunos de sus efectos, y a peor andar , aun suponiendo que no se formalizara la negociación, s e para l izaba la gran expedi­ción española de veinte mil hombres de la Península , próxi­ma a cae r sobre el Río de la P la ta ; o por lo menos s e ganaba un t iempo precioso.

Todo se preveía , todo s e tomaba en cuenta , menos la mar ­cha de los acontecimientos y menos el país sobre el cual de­bía ope ra r se . En último resul tado, logrado el plan, era una intervención ex t raña pa ra es tab lecer un orden de cosas que el país rechazaba; y malogrado, e ra el descrédi to del Gobier­no de la revolución, sin conseguir siquiera ganar t iempo, per­diendo por el hecho fuerzas morales y mater ia les que eran necesar ias pa ra hacer frente a las emergencias que debían sobrevenir , así en ei orden interno como en ei externo. Infa­tuado, empero , con es te grandioso plan, como Belgrano con el del Inca, el Direc tor Supremo escribía al Genera l San Mar t ín , que a la sazón p r e p a r a b a su expedición sob re Lima: «Muy pronto s a b r á us ted el nuevo t e a t r o que se p resen ta á nues t ros negocios públicos. Por él deben va r i a r se ó al menos suspenderse nues t r a s principales disposiciones respec to de Lima. Usted es indispensable, de absoluta necesidad á es te grande in terés de nues t ro país; él solo va á terminar la gue­rra y asegurar nuestra independencia de toda nación extran­je ra . Con él haremos que al momento evacúen los portugue­ses el territorio Oriental. Po r fin, son incalculables los bienes que disfrutará nues t ro país por un medio tan lisonjero.» (34)

(34) Carta de Pueyrredón a San Martín, de 24 de septiembre de 1818. (M. S., autógrafo en nuestro archivo).—Para compren-

Page 93: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 89

Para realizar de un golpe todos estos milagros, fué desig­nado por la logia gubernativa ei canónigo don José Valentín Gómez, a quien hemos visto figurar antes en la Asamblea del año 13.

Este sacerdote había sido de los precursores de la revolu­ción y de los que más se habían distinguido en ella. Catedrá­tico de filosofía antes de 1810, había dictado lecciones a Riva­davia, don Manuel José de García, Vicente López, Tomás Anchorena, don Matías Patrón, Antonio Alvarez Jonte, don Manuel Dorrego y otros que le veneraban como al maestro. En la época de la primera invasión inglesa, era cura de Mo­rón, y en su humilde presbiterio se reunieron Pueyrredón, Martín Rodríguez, Zelaya, don Mauricio Pizarro y varios

der bien el siguificado y alcance de esta carta, debe tenerse pre­sente: i .° Que la primera confidencia oficial de García, sobre la posibilidad de negociar la paz en Europa, asegurando la indepen­dencia, bajo promesas de apoyo del Portugal y sobre la base de una monarquía en el Río de la Plata, lleva la fecha de 26 de julio de 1818, según se expresó antes, y que de ella se tuvo conoci­miento, en octubre, según consta del oficio con que el Director la comunicó al Congreso. 2.° Que la nota de Rivadavia en el mismo sentido, dando cuenta de las aberturas del Duque de San Carlos, fueron hechas en 28 de julio de 1818 y conocidas en Buenos Aires en septiembre, según documento ya citado. 3.° Que la carta del Ministro Villanova a Pueyrredón escrita en nombre de Don Juan VI, fué comunicada por aquél al Congreso en octubre, según se ha comprobado. 4.° Que a todo esto precedieron las comunicaciones del Congreso a Rivadavia, antes citadas, autorizándolo a tratar y contratar con las Cortes europeas, sin más limitación que la de la independencia y prohibición de aceptar un príncipe de las casas reinantes de España como soberano del Río de la Plata, sin excluir ninguna otra rama, cuyas instrucciones llevan la fecha de 28 de agosto de 1818, es decir, cuando estaba cercano el mes de octubre. 5.° Que la nota con que el Director elevó al Congreso la de Riva­davia, de 28 de julio, lleva la fecha de 18 de octubre, como queda dicho. 6.° Que las credenciales y las instrucciones de don Valentín Gómez, fueron expedidas en 24 de octubre de 1818 (sogún se ex­plicará después). 7.° Que en la fecha que escribía Pueyrredón a San Martín, no sucedió ni se anunció públicamente nada que pu­diese motivar las grandes novedades que anunciaba en términos tan misteriosos. —Teniendo presente todo esto, se puede leer entre los renglones de la carta todo cuanto se refiero al alcance del plan preparado en agosto con las instrucciones de Rivadavia. Madurado en septiembre en que el Director le escribía, y acordado definiti­vamente en octubre con las Instrucciones a don Valentín Gómez, de que se hablará después.

Page 94: Historia Belgrano III

90 B A R T O L O M É - M I T R E

o t ros que organizaron allí el plan de la reunión de Perdriel , adonde volvieron después de ia de r ro ta pa ra tornar consejo de él. Como cura de Cane lones en la Banda Orienta l , p reparó allí los pr imeros t rabajos de la revolución, de acuerdo con don Nicolás Rodríguez Peña y los demás pa t r io tas . Luego que ella tuvo lugar , ' se incorporó a las pr imeras fuerzas de la insurrección que se reunieron bajo las ó rdenes de Art igas , unidas a los cívicos de Buenos Aires mandados por el Coman­dante don Beni to AlVarez. Como capel lán militar, asistió a la batal la de las P iedras , y él fué quien, en nombre del Genera! , a rengó a las t ropas , entusiasmándolas con su e locuente pala­bra , y recorr ió ia línea a cabal lo y, desa rmado duran te el combate , animando a todos con su ejemplo. Después de la Vic­tor ia , viendo que el jefe enemigo, que había caído prisionero, iba. sumamente fatigado, s e apeó del cabal io y se lo dio para que montara . En la asamblea del año 15 se hizo conocer corno o rador político, siendo admirado ya por todos como ora­dor sag rado . Envuel to en la caída de Alvear , en 1815, fué perseguido como los demás diputados de aquella corporación, remachándose le una ba r r a de grillos. El día en que su ancia­na madre le Visitaba en ¡a prisión, se ponía en cama, pre tex­tando enfermedad, a fin de evi tar le el dolo de Ver cargados sus pies con hier ros . Condenado por equidad a des t ie r ro , se­gún se dijo an tes , s e dirigió a! Jane i ro , donde se encontró con sus ant iguos amigos Alv'ear, Nicolás H e r r e r a y García , en cu­yos t rabajos sec re tos fué, sin duda, iniciado.

Admirador de Belgrano, a quien, sin embargo , no conocía personalmente , justo aprec iador á e las cal idades de su discí­pulo Rivadavia, amigo de Pueyr redón , de don Manuel Anto­nio C a s t r o y de o t ros pa t r io tas , no tables miembros de la lo­gia, par t ic ipaba de las ideas polít icas de una gran p a r t e de sus más i lus t rados con temporáneos , y se había decidido por las ideas monárquicas . Rest i tuido a la pa t r ia bajo el Directorio de Pueyr redón , es probable que tomara p a r t e en sus acuerdos sec re tos , aunque no nos cons ta . Hombre de le t ras , de conver­sación amena, de ca r ác t e r suave , de pas iones moderadas , fiel a sus amigos y aman te de su pat r ia , gozaba de mucho crédito y simpatías , cuando en 1818 fué nombrado pa ra ir a negociar en E u r o p a la independencia argent ina sobre ia b a s e del plan p r e p a r a d o por sus discípulos García y Rivadavia, y tan enfá­t icamente anunciado por su amigo Pueyr redón . M á s literato que político, algo inocentón y crédulo, sin la suficiente pene­tración para juzgar de los hombres y las cosas en la vida práct ica , le fal taba la energía iniciadora de Rivadavia y la ha­bilidad consumada de García ; pero por sus an teceden tes pa­tr iót icos y por las ideas que profesaba , merecía represen ta r diplomáticamente la causa de la Independencia, y e ra indica-

Page 95: Historia Belgrano III

H I S T O R I A DE B E L G R A N O 91

do para ser an te los Gobiernoo eu ropeos el in té rp re te de las ideas que el plan envolvía (55).

En la Credencial de que fué munido, s e decía: que «la si­tuación de ios negocios de Europa y América habían decidido el nombramiento del señor Gómez cerca de las C o r t e s euro­peas , con calidad de es tab lecer su residencia en Pa r í s , re t i ­rándose ei señor Rivadavia á Londres ; y que l levaba faculta­des pa ra negociar y hacer proposiciones ai Ministerio francés, á fin de hacer cesa r las host i l idades que inundaban en s ang re á las provincias del Río de ¡a P la ta , a c r eedo ra s á mejor suer ­te , por cuyo resu l tado clamaban sus habi tan tes y na tu ra les , deseando ios momentos de es ta feliz metamorfosis, aunque resue l tos á sos tener á tocto t r ance su independencia.» (56)

En las instrucciones se le prevenía s e «dirigiese pr imera­mente á la C o r t e del Brasi l , y allí pidiese ai enviado Garc ía le instruyera del es tado de ¡os negocios á su ca rgo , tomando de él los conocimientos necesar ios al objeto de su_ misión, acordando el medio de comunicarse.» Llegado a Pa r í s , se le o rdenaba en ellas «exigiese inmediatamente del enviado Ri­vadavia le ins t ruyese radicalmente de! es tado de los negocios á su cargo y le en t r ega ra todos los pape le s y documentos concernientes á ellos, procurando proceder de acuerdo con él en lo demás, por ha l larse investido del mismo ca r ác t e r y de iguaies facultades.» Después de es to : «oiría ¡as proposic iones del Ministerio francés, y t raído lo convencionado a los térmi­nos más Ventajosos á la independencia absoluta del país , dar ía cuenta á la mayor brevedad por la vía de Londres (Rivadavia) ó de Jane i ro (García)-» Pa ra el caso de que no diese resul ta­dos la negociación cerca del Gobierno francés, se le indicaba que «su comisión e ra extensiva á toda potencia que no fuese !a de España ú o t ra de segundo orden.» Por último, s e le po­nía por regla genera! , que «no podría l levar á término ningu­na negociación sin e spe ra r la sanción dei Congreso .» (57)

(35) La mayor parto de estas noticias biográficas, son tomadas de la Memoria ya citada de don Celedonio Balbin, contemporáneo do don Valentín Gómez. M. S.

(36) Credencial del 24 de octubre de 1818. M. S. (Papeles de clon Valentín Gómez, en el archivo del doctor Roque Pérez.)

(37) Instrucciones del Gobierno firmadas por el ministro Tagle, en octubre 2Í- de 1818. M. S. (Papeles de don Valentín Gómez.) Estas instrucciones, así como todos los demás documentos citados en este capítulo, no han sido conocidos por los historiadores que so han ocupado de esta misteriosa negociación. En el «Proceso de Alta Traición», se hace referencia a ellas, pero no se insertan, poí­no haberse encontrado en el archivo secreto. Don Valentín Gómez, en una de sus notas publicada en ese proceso, se refiere al artícu­lo 7.° de esas instrucciones, y de esta referencia se han sacado va-

Page 96: Historia Belgrano III

92 B A R T O L O M É M I T R E

Cuando es tas instrucciones fueron expedidas , aún no se ha­bía terminado la obra de la Consti tución definitiva del país. T r a s l a d a d o el Congreso a Buenos Aires , había ab ier to sus ses iones en es ta ciudad el 12 de mayo de 1817. Desde Tucu­mán t ra ía en t r e manos la reforma del Estatuto provisional de 1815, que e ra has ta entonces (al menos en teoría) la ley fundamental del Es t ado . Obje tada la reforma por ei Poder Ejecutivo, así que es te t rabajo fué terminado, volvió a tomar­se en consideración, y el 3 de diciembre de 1817 fué, al fin, promulgado bajo el título de Reglamento provisorio, en que se dejó casi en blanco lo relat ivo al Pode r Legislat ivo, armando al Ejecut ivo de facul tades cuasi omnímodas, bajo un sistema del más absoluto centralismo (38). En seguida empezó la obra len ta de ia organización definitiva, y a pe sa r de que algunos d ipu tados opinaron que debía p o s t e r g a r s e has ta que el país se encon t ra ra en condiciones normales y pudiera pronunciarse s o b r e la forma de Gobie rno , y si é s ta había de ser monárqui­ca o republicana, ya federal , ya unitaria , la mayoría decidió que debía da r se la Const i tución.

De e s t e t rabajo se ha l laba ocupado el Congreso , cuando se recibieron las no tas de Rivadavia y de Garc ía , que abrían nuevos hor izontes a la política internacional , del punto de vista de la independencia y de la monarquía . Las instruccio­nes que, en consecuencia se dieron, reflejan el es tado de los espír i tus . F i rmes en la idea de la independencia, buscaban la paz y la estabilidad por todos los caminos, acep tando todas las formas de Gobierno, y tal vez con preferencia la monár­quica, que, según las ideas de la época, debía uniformar ¡a política universal y dominar el desorden interior, dando al Gobie rno nueva fuerza moral y ma te r i a l . Así, ai dar instruc­ciones a Rivadavia pa ra t r a t a r y con t ra t a r con las Cortes eu ropeas , s e le daba por fórmula: todo cuanto pudiese conve­nir a la felicidad y al honor de las Provincias de! Río de la P la ta , sin definir nada respec to de la forma de Gobierno , li­mitándose a l lamar su atención sob re ¡os ar t ículos del proyec­to de Consti tución ya sancionados, re la t ivos a la religión del Es tado y a la organización del Cuerpo legislativo. Si algún a lcance político tenían es tas prevenc iones , él no podía ser

rias deducciones. He aquí el arí. 7.° textualmente copiado: —«Ar-stículo 7.° La comisión es extensiva á oír proposiciones de toda ¡•potencia que no sea la España ú otra de inferior orden, como ^Portugal, la Suecia, etc.», lo que importaba decirle que sólo de­bería entenderse con las grandes potencias que dirigían la política del mundo.

(38) Véase «Reglamento provisorio», de 3 de diciembre de 1817, en la Gol. de «Tratados y Constituciones», de F. Várela, pásri-na 356,

Page 97: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A X O 95

otro que excluir del t rono del Río de la P la ta a todo Príncipe que no fuese católico, y por consecuencia a las C a s a s de las grandes potencias de la comunión p ro te s t an te . En cuan to a lo provectado con relación ai Pode r Legis ta t ivo, lo más notab le era 'un Senado oligárquico, elegido por las municipalidades y las diferentes corporaciones políticas, eclesiás t icas y milita­res , que así podía convenir a una monarquía democrát ica a la holandesa, como a una repúbl ica ar is tocrá t ica a la veneciana. Por lo demás, salvo la declaración de residir or iginar iamente la soberanía en la nación y la designación de un Direc tor Su ­premo elegido periódicamente por el Voto indirecto del pue­blo, la forma de Gobierno no se definía, bien que esencialmen­te fuese republicana. Como el del Reglamento provisor io , su plan era r igurosamente unitario, calculado p a r a consti tuir un vigoroso poder central , ai cual se daba la atr ibución de nom­bra r por sí los gobernadores de provincia.

No entra cronológicamente en es te cuadro el resu l tado de-la misión de don Valentín Gómez; pe ro pa ra completar la his­toria de este per íodo de la diplomacia sec re ta , y no romper la unidad de la narración, ant ic iparemos que ella no dio los re ­sul tados que sus au to res s e promet ían. Cuando Gómez llegó a Europa , en los primeros meses de 1819, e s t aba reunido el Congreso de Aix-la-Chapelle, y pudo convencerse que la po­lítica de los soberanos de las grandes potencias eu ropeas , sin ser di rectamente hostil a la independencia, era e spec tan te en un sentido, y peligroso en o t ro ; que sólo in tervendr ía diplo­máticamente, cuando la España s e dec la rase vencida, y es to al solo efecto de p roponer alguna combinación monárquica, que diese por resul tado la extinción de los nuevos Gobie rnos republicanos en Sud-América. La diplomacia por tuguesa , de conformidad con las manifestaciones del ministro Villanova a García , t rabajaba act ivamente en es te sent ido (59). En tal si­tuación, le fué p ropues ta , por el Gabine te f rancés, la corona­ción del Duque de Luca, soberano desposeído del reino de Et rur ia , pa ra monarca del Río de la P la ta , bajo la protección de la Francia , con la condición de a l lanar las dificultades con España , y de in teresar al Por tuga l en el plan por medio del enlace de una pr incesa del Brasil con el nuevo candidato al t rono argent ino, facilitando así la evacuación de la Banda Oriental . El Duque de Luca, per tenec ía , como Borbón , a la Casa re inante de España , y no se podía cons iderar ni aun en el orden de las ínfimas potencias; por lo tanto , s e hal laba ex­presamente excluido por el ar t ículo 7° de las instrucciones. Empero, el plenipotenciario argent ino, in terpre tándolo lata-

(39) Correspondencia de don V. Gómez, de abril 28, mayo 15 y junio 18 de 1859. M. S. S.—Correspondencia del Duque de Pal-mella, t. I, pasim.

Page 98: Historia Belgrano III

94 B A R T O L O M É M I T R E

mente , c reyó que las ofer tas de !a Francia lo modificaban. En consecuencia contes tó , que «no se hal laba completamente autorizado» para t r a t a r sobre es ta base : pero que lo transmi­tiría al conocimiento de su Gobierno , en la inteligencia de que el Gobierno francés procurar ía «convencer al Rey de España pa ra que diese o t ra dirección a la expedición de Cádiz». En todo convino confidencialmente el ministro de Luis XVISI, el general Desso l les , haciendo constar del mismo modo la pro­pues t a en una Memoria sin firma ni fecha, de que el Barón de Reyneva l , Di rec tor de Relaciones Exte r io res , le hizo poste­r iormente ent rega (40). Es t e plan no tenía ser iedad, ni podía t e n e r consecuencia, y a! comunicarlo, Gómez se limitaba a decir por escr i to: «Que siendo imposible toda combinación de un príncipe de la dinastía de las cinco grandes potencias , la p ropues t a de la Francia , en las c i rcustancias antedichas , ten­dría p robab lemente su aprobación.» (41). Sin embargo , Ver-ba lmente encargaba al enviado de Chile , don J o s é de Irizarri, t ransmit iera e s tas proposiciones a su Gobierno , y de acuerdo con Rivadavia , recomendaba encarecidamente al emisario de Irizarri , don Mar iano Gut ié r rez Moreno , que hiciera p resen te ai Gobierno argent ino «que no dejase e scapa r una ocasión tan favorable y de tan 'conocidas ventajas pa ra el país» (42).

Cuando esta p ropues ta llegó a Buenos Aires , Pueyr redón había dejado de se r Di rec tor y la Consti tución había sido solemnemente promulgada el 25 de mayo de 1819. En el Ma­nifiesto con que fué recomendada a los pueblos s e decía que ella «no era ni ¡a democracia de Atenas , ni el régimen de Es ­par ta , ni la ar is tocracia Patr ic ia , ó efervescencia p lebeya de Roma, ni el Gobierno absoluto de Rusia, ni el despotismo de Turquía , ni la confederación complicada de algunos Es tados . E s un es tado medio en t re la convulsión democrát ica y el abu­so del poder ilimitado». En t r e es tos grandes espacios t raza­dos a la nueva Consti tución, cuyos límites e ran el Sul tán de Turquía por una p a r t e y él P res iden te de los Es t ados Unidos por la o t r a , bien cabía un Príncipe de Luca.

El Congreso , a p ropues ta del Direc tor inter ino, tomó el p royec to en consideración, y a pesa r de reconocer que era incompatible con la Consti tución sancionada, lo ap robó en todas sus p a r t e s , con la condición de que si la Inglaterra lo resist ía, el t r a tado quedase sin efecto, calculando que, en caso

(40) Proceso citado, págs. 9 y l i . Gutiérrez Moreno era el con­ductor de los pliegos de Irizarri, transmitiendo al Gobierno de Chile las mismas proposiciones comunicadas por Gómez.

(41) Nota de Gómez, do 18 de junio de 1819, en ol proc. cita­do, págs. 10 y 11.

(42) Nota del Director Rondeau al Congreso, de 26 de octubre de 1816, en ol proceso citado.

Page 99: Historia Belgrano III

H I S T O R I A DS3 BEL G R A N O 95

contrario, su apoyo le daba la eficacia de que carecía , y que, de todos modos, s e ganaba t iempo, a fin de paral izar la gran expedición de Cádiz , que era el fantasma a l rededor del cual giraba toda la política i n t e rnac iona l Consecuen te con es ta resolución, se le autorizó a G ó m e z ' p a r a que «contes tase al ministro francés que el Congreso de las Provincias Unidas, después de considerar con la más seria meditación la pro­puesta del establecimiento de una monarquía const i tucional , colocando en ella, bajo los auspicios de la Francia , al duque de Luca, enlazado con una princesa del Brasi l , no la encon­t raba inconciliable ni con los principales objetos de su revo­lución, que era la l ibertad e independencia política, ni con los grandes in tereses de las mismas Provincias» (45). Varios di­putados salvaron su voto, pero sólo don Ja ime Zudaflez lo hizo en términos explícitos, formulando su p ro t e s t a de es te modo: «No es tando en mis facul tades con t ra r ia r Ja exp resa Voluntad de mi Provincia por el Gobierno republ icano, mani­festada en las instrucciones á sus diputados pa ra la Asamblea general const i tuyente , ni Variar en su principio fundamental la Consti tución del Es tado , me opongo á la p ropues ta hecha por el Ministerio francés pa ra admitir al duque de .Luca como Rey de las Provincias Unidas.» (44) El doctor don Jo sé S e v e r o Malavia, diputado, como Zudaflez, por el Alto P e r ú , dec laró que él había sostenido en el deba te ia proposición con t ra r ia , no obs tan te lo que las instrucciones invocadas por Zudaflez disponían en contra , porque no s e creía obligado a a r r eg la r su conducta por ellas en razón de lo que habían Variado ¡as circunstancias polít icas, «únicas que debían determinar las conveniencias públicas, y porque , además , podía a s e g u r a r que la opinión de sus comitentes no e s t aba en contradicción con su Voto, pues que lo único que le habían encargado e r a la conservación de la religión del Es t ado y el establecimiento de una monarquía consti tucional, por lo cual no había t repi­dado nn momento en acep ta r la p ropues ta del Gobierno de Francia , como es t aba dispuesto i firmar su preliminar, como el único medio de terminar la guer ra exter ior y resolver las cuest iones inter iores , pidiendo que esta manifestación se hi­ciese constar en el acta» (45).

(43) Instrucciones del Congreso a don J. V. Gómez, de 13 de noviembre de 1819. (M. S. Papeles de Gómez.) Sesioues secretas del Congreso de 27 y 30 de octubre, 3 de noviembre y 12 de no­viembre de 1819.

(44) Sesión secreta del 3 de noviembre de 1819. Libro original de Actas, fol. 137. M. S.

(45) «El grito de la razón y la ley sobre el proceso formado a »los congresales (anónimo) escrito por el Deán Funes, pág. 13, nota 7. Este testimonio tiene gran valor, por cuanto es suminis-

Page 100: Historia Belgrano III

96 B A R T O L O M É M I T R E

T o d o se consul tó y s e previo en las nuevas intrucciones de que.fué munido el plenipotenciar io, menos ia opinión del país y el desenvolvimiento de los sucesos . Es tos , como de costum­bre , marcharon por sus caminos, fuera de las previs iones de los políticos sub t e r r áneos . La expedición de Cádiz se disol­vió por sí misma más t a rde , sublevándose cont ra el Rey de España .

La Franc ia declinó toda responsabi l idad en un negociado con a i re de intriga de comedia, que comprometía an te el mun­do su ser iedad (46). El duque de Luca fué el último soberano que reinó en la imaginación de los monarquis tas del Río de la P l a t a .

E s t a s maniobras t enebrosas , que reves t ían an te el país los c a r a c t e r e s de la t ra ic ión, lejos de normalizar su situación an te propios y ex t raños , no hacían sino descons iderar lo ante el mundo y desautor izar al Gobierno genera l , sublevando la opinión republicana de sus c lases i lus t radas y dando pábulo a las pas iones polí t icas.

La democracia semibárbara , que según la p in toresca ex­presión de un his tor iador a rgen t ino , « e s t a b a esperando el resu l tado de las del iberaciones del Cong re so con la rienda del caballo en una mano y la lanza en la o t ra» , había monta­do a cabal lo y la guer ra civil ardía en todo el litoral argent i ­no. El ejército de Belgrano, a t ra ído por ella, venía a precipi­t a r se fatalmente en su Vorágine.

trado por uno de los que afirmaban como Malavia, que los con-gresáles no estaban atados por sus poderes ni por la Constitución para establecer una monarquía.

(46) Oficio de don Valentín Gómez, de 6 de septiembre, 12 de octubre y 6 de abril de 1819. M. S. (Papeles de don Vicente Gómez en el archivo de don José Boque Pérez.)—En el intervalo, tuvo lugar un cambio en el Gabinete francés, siendo reemplazado Des-solles en el Ministerio de R. E. por Gouvion de Saint Cyr, quedan­do como jefe del Gobierno M. Decazes, que como miembro del an­terior Gabinete negó haber tomado participación en el proyecto del Duque de Luca.

Page 101: Historia Belgrano III

C A P Í T U L O X X X V I I I

LA QUERRÁ DEL LITORAL

1817-1819

Doblo influencia de la invasión portuguesa a la Banda Oriental.— Artigas acusa de traidor a Pueyrredón. - Situación de las Pro­vincias del Litoral.—Artigas y Ramírez.—Levantamiento de En­tre Ríos en favor de la unión.—Expedición de Montes de Oca a Entre Ríos y su derrota. —Nueva expedición a Entre Ríos de don Marcos Balcarce—Batalla del Saucesito.—La escuadrilla portuguesa domina el Uruguay.- Nuevos contrastes do Arti­gas.—Situación del Litoral.—Una división del ejército del Perú marcha a Córdoba.—Carácter de Bustos.—Nueva campaña con­tra Santa Fe.—El General don Juan Ramón Balcarce.—Plan de campaña.—Bustos, en el Fraile Muerto.—Primeras operaciones. Combate del Paso de Aguirre.- Ocupación y evacuación, de la ciudad de Santa Fe.—Retirada de Balcarce al Rosario.—Santa Fe es auxiliada de Entre Ríos y Corrientes por agua y por tie­r r a . - P e d r o Campbell. — Contrastes de los partidarios de la unión len Entre Ríos. - Sinopsis histórica sobre la anarquía y el caudilaje.—Contrastes de la escuadrilla frente a Santa Fe. —Bal­carce se repliega a San Nicolás. - El General Víamonte reempla­za a Balcarce e invade de nuevo a Santa Fe. —López toma la ofensiva y marcha sobre Córdoba.—Sorpresa de las Barrancas. Sitio del Rosario por los montoneros.—Beigrano avanza sobre Santa Fe con todo su ejército.— Sublime comedia del General San Martín. —Influencia de ella en la guerra civil.—Armisticio del Rosario en 1819.—Nuevo prospecto histórico.

La invasión por tuguesa a la Banda Orienta l , como ha po­dido Verse, es el nudo de una doble ser ie de acontecimientos que, por una pa r t e , se ligan con ei mundo exter ior , y que, por la o t ra , se complica con ¡a política interna. Es t a invasión, p r epa rada por la ambición del Brasi l ; a t ra ída por la anarquía de la Banda Or ienta l ; cohones tada con ella; fomentada por una diplomacia tenebrosa ; combinada con la política interna y externa del Gobierno argent ino; complicada con la actitud de la España , y el Por tugal respec to de las Colonias amer icanas en insurrección; relacionada directa o indirectamente con la

7

Page 102: Historia Belgrano III

98 B A R T O L O M É M I T R E

S a n t a Alianza en Eu ropa , hizo sentir , desde luego, su doble influencia en an?.bos mundos.

En el orden externo , tal acontecimiento produjo sus conse­cuencias necesar ias . Las buenas re laciones en t re el Por tuga l y la España se a l te ra ron , y todo acuerdo de es tas dos nacio­nes cont ra la revolución de las Provincias Urddas, se hizo imposible. La expedición española cont ra el Río de la P la t a , que s e p r e p a r a b a en Cádiz, se hizo mili tarmente impractica­ble , desde que, dec larándose neutra l el Brasi l , le c e r r aba ios puer tos or ienta les y le pr ivaba de un punto de apoyo indis­pensab le . El es tado vidrioso de las re laciones en t re el Go­bierno argent ino y el bras i le ro , se normalizó en cier to modo, al de terminar una regla internacional p a r a el p resen te , y una b a s e de acuerdo pa ra el futuro, guardando, mientras tan to , la paz de hecho. Bajo es tes auspicios, las re laciones del Río de la Pla ta con las potencias eu ropeas , s e hicieron menos tiran­t e s , poniendo a la Inglaterra de p a r t e del Por tuga l , y enajenó a la España las simpatías de la San ta Alianza en su cuest ión con las Colonias insurreccionadas .

En el orden interno, su acción fué no menos decisiva, obrando en sentido opues to . Po r un lado hizo imposible la gue r ra que Art igas in tentaba hacer al Gobierno genera l ; pe ro por o t ro , c reó un nuevo peligro con la vecindad de un ejérci­to extranjero establecido en ter r i tor io argent ino, con el con­sentimiento de hecho, y al pa r ece r con la complicidad del so­b e r a n o . Si bien la intervención armada de! Brasi l dominó ia anarquía de la Banda Orienta l , an te la cual se había mos t ra ­do impotente la República Argent ina, es te resu l tado , obtenido a cos ta de su decoro y su derecho, embravecía la anarquía del l i toral , robustec iendo la acción disolvente de E n t r e Ríos, Cor r i en tes y S a n t a F e , que se dec lararon en rebel ión per­manente cont ra el Gobierno genera l . En o t ro sent ido, es ta misma act i tud de las provincias del li toral, a la vez que debi­l i taba el poder loca! de Art igas , hacía surgir al Occidente del Uruguay nuevas influencias, que a pesa r de sus tendencias anárquicas , s e inspiraban en in tereses y pasiones argent inas , que reacc ionaban contra ¡os propós i tos ant inacionales del caudillo or iental . La opinión pública, i r r i tada por la ag re ­sión bras i lera , r ep robó la política de contemporizaciones de! Gobierno argent ino con el invasor; y aun ios que no simpati­zaban con Ar t igas , la consideraban por !o menos sospecho­sa . Po r último, Art igas denunció públicamente al Direc tor Supremo, como t ra idor a la causa de ios pueblos del Río de la P la ta y complotado con el enemigo ex t ran je ro .

Aun cuando en un principio el Director Pueyr redón es tuvo dispuesto a afrontar la cuestión argent ino-bras i lera con to­das sus consecuencias , el hecho es que, la invasión, ejecuta­da con conocimiento previo del Gobierno argent ino, autor i -

Page 103: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 99

zada por su diplomacia y no repelida de alguna manera , o una vez real izada, reves t ía un ca rác t e r de conveniencia o to le­rancia, que siendo depres ivo de la soberanía argent ina , com­prometía ¡a dignidad de sus poderes públicos. Refleja un si­niestro colorido sob re esta situación equívoca, la circunstan­cia de que, mientras los Or ienta les pe leaban y morían defen­diendo el te r r i tor io argent ino, el Gobierno de ¡as Provincias Unidas mantenía sus relaciones polít icas y comerciales con la nación invasora , y la más cordial inteligencia con el Gene ­ral invasor.

Empero , las declaraciones públicas de Puey r r edón al p ro ­tes tar contra los ac tos de Lecor , aplaudiendo la resistencia de los Or ien ta les ; los auxilios de a rmas dados a Rivera por el Gobierno argent ino y el anhelo de una p a r t e de los mismos parciales de Ar t igas , en buscar la salvación por ia unión ar­gentina, aconsejaron al último p rocura r en tenderse con el Director io. En e s t e sent ido se abr ieron negociaciones que, desgraciadamente , escollaron en la infatuación de Ar t igas , quien pre tendía que todos los r ecursos de la Nación s e pu­sieran "a su disposición, sin condiciones, sin re incoporarse la Provincia oriental a la unión, y sin reconocer la dirección suprema del Gobierno general ni en lo político ni en lo mili­tar. Es t e malogro, ¡as sucesivas de r ro t a s por él sufridas, la protección dada por el Director io a las t ropas que habían abandonado sus filas, y la noticia de que se t r a t aba de minar ¡a base de su poder en En t r e Ríos, exaspera ron a! último gra­do al soberb io caudillo oriental .

La indignación de Ar t igas estal ló en una nota ex t ravagan­te y terr ible , r edac tada por su secre ta r io Monte roso , fraile após ta ta y depravado , de vulgar instrucción, que poseía el a r te de t raducir los odios de su jefe, ha lagando su vanidad en frases r e sonan te s y sin sent ido En ella acusaba al D i rec to r Pueyr redón de habe r permitido la exportación de t r igos p a r a surt i r la plaza de Montev ideo ocupada por el enemigo, p r o ­movido la insurrección en ter r i tor io de su dependencia , p r e s ­tando protección a los pr is ioneros por tugueses prófugos, fo­mentado a la vez la deserción en las t r opas or ienta les de acuerdo con el genera l p o r t u g u é s , terminando por denun­ciar lo como un t ra idor . «¿No son los po r tugueses de es te año (le decía en ella) los mismos del pasado? ¿Ahora y entonces no subsist ían las mismas diferencias? Confiese V . E . que sólo por rea l izar sus intr igas puede r ep re sen ta r an t e el pú­blico el papel ridículo de un neutra! . El Supremo Direc tor de Buenos Aires no debe , no puede ser lo . ¿No reconvino V. E . al genera l Lecor por la conminatoria proclama cont ra los orien­ta les? P e r o sea V. E . un neut ra l , un indiferente o un enemi­go, tema jus tamente la indignación ocasionada por sus ,desva­r ios : —tema con justicia el desenfreno de unos pueblos que

Page 104: Historia Belgrano III

100 B A R T O L O M É M I T R E

sacrif icados por e! amor de la l ibertad, nada les acobarda tan to como perder la . Des is ta de concebir tan pobre pensa­miento, que de los fragmentos de sus rut inas , podrá c imentar­se algún día el alto Capitolio que simbolice nues t ra degrada­ción (sic).»

Prescindiendo de que los hechos apuntados reconocían por principal causa la act i tud del mismo Art igas , ellos e ran evi­dentes ; y, si se toma en cuenta , que era su creencia que la invasión por tuguesa había sido a t ra ída por el Gobierno a r ­gentino, no puede negárse le justicia pa ra exclamar con amar ­gura : «Yo en campana, y repit iendo las sangr ien tas e scenas de la gue r ra contra ios injustos invasores , y V, B. debil i tando nues t ra energía, con la mezcla de unos negocios que n o de­jan de excitar fundadas sospechas . Yo empeñado en el con­t r a r r e s to de los por tugueses , y V. E. en favorecerlos.» Y te r ­minaba con una Verdadera declaración de guer ra : «V. E. no ha cesado de irr i tar mi moderación, y mi honor reclama por su vindicación. Hab la ré por es ta vez y hab la ré pa ra s iempre . V. E. es r e sponsab le an te las a r a s de ia patr ia de su inacción ó de su malicia cont ra los in te reses comunes. Algún día se le­van ta rá ese tribunal severo de la nación y en él debe admi­n i s t r a r se justicia.» (1)

Es ta conminación, a larmó se r iamente al Di rec tor P u e y r r e ­dón. Persuadido de que, el caudillo or ienta! Vencedor de los por tugueses , volvería sus a rmas contra el Gobierno Nacional , y que Vencido le t raer ía igualmente la guer ra con las últ imas reliquias de sus bandas , ocupábase a la sazón de fomentar la sublevación del En t r e Ríos, a fin de a r r e b a t a r l e es ta base de operac iones , ais lándole de S a n t a F e , que e ra su vanguardia , al Occidente del P a r a n á , a r t i g a s había sent ido es tos t rabajos , y fué en consecuencia de ellos que dirigió a Pueyr redón ia nota que acabamos de analizar .

Las Provincias del litoral, que en aquella época obedecían a Art igas , eran, ssgún queda explicado, las de" San ta F e , C o ­rr ien tes y E n t r e Ríos. Art igas , dueño y señor de la B a n d a Or ien ta l , s e imponía a todas ellas por su influencia, por sus a rmas o por medio de sus procónsules , denominándose «Pro ­tec tor de los pueblos l ibres». De es te modo mantenía una es­pecie de Confederación de hecho, sin más ley que la fuerza, ni más voluntad que la suya . Empero , ia acción absoluta del caudillo se hacía sentir desigualmente en es tos te r r i tor ios anarquizados u oprimidos,

En Cor r i en tes imperaba la más cruda t i ranía. Const i tu ida

(1) Nota de Artigas a Pueyrredón, de 23 de noviembre de 1816. En el archivo general existe una copia autorizada de ella. M. S. Ha sido también publicada por Zir.ny en su «Efemeridografía», con otros documentos correlativos.

Page 105: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 101

en provincia de la Unión en 1815, pronunciada por ia F e d e r a ­ción en 1814, Vuelta a la obediencia del Gobierno Nacional eq¡ _£T„ el misino año, conquistada a sangre y fuego por ias b a n d a s ' ar t igueñas en 1815, en jaque cons tan te por ¡os indios misione- C ros que acampaban en sus inmediaciones a ó rdenes del cas i - , que Andresi to , Cor r ien tes formaba pa r t e de la iiga federal-, V-"**: ¡ -g de que Art igas se l lamaba «Protec tor» , regida po? un Gober- V/'* J uador, que dependía en todo y por todo del caudillo or iental , > - / aspirando sec re tamente sus habi tan tes a VoiVer a la unión. . . .y '

La provincia de San ta F e , desligada de Buenos Aires , se ha ­bía dado un Gobierno propio, con formas municipales y un caudillo absoluto en lo político y militar. D e s p u é s de la inva­sión del genera l Viamont, que res tablec ió allí ei predominio provincial de Buenos Aires , sobrevino la reacción, apoyada por Art igas , que derr ibó el ten iente gobernador T a r r a g o n a , representante* de la influencia por teña . Sucedióle corno G o ­bernador autonómico don Mar iano Vera , hombre de algún va­ler, bajo cuyos auspicios tuvo lugar el rechazo de la invasión de Díaz Vélez. En todos es tos sucesos cupo una pa r t e muy s e ­ñalada a don Estanis lao López, santafecino, que había milita­do en los ejérci tos nacionales . Soldado en la reconquista de Buenos Aires , sa rgento en ¡a expedición al P a r a g u a y , prisio­nero en Pa raguay , se había incorporado al ejército pat r io ta que sitiaba a Montevideo, fugándose a nado de un buque de guerra español , donde se hal laba detenido en el pue r to de esta plaza. En c lase de alférez había r eg resado a su provin­cia, donde organizó un Cuerpo de Dragones que fué el núcleo de su ejército. D e un Valor se reno , manso por t emperamento , ambicioso y emprendedor , poseía un ta lento natural y c ier ta habilidad gauchi-polít ica, que le granjearon gran ascendiente entre sus paisanos . E levado por Vera de la clase de teniente a la de coronel , no debía t a rda r en sobreponérse le nombrán­dose a sí mismo Gobernador y genera! vitalicio. En razón de su situación terr i tor ial al Occidente de! P a r a n á y de! apoyo moral y material que le p re s t aba la opinión compacta de su provincia, la influencia de Art igas no pesaba tan to sob re él, y se mantenía en una independencia relat iva, guardando un equilibrio gauchi-político, confederado con el P r o t e c t o r a títu­lo de caudillo local, pero sin des l igarse del organismo argen­tino, observando c ier tos miramientos p a r a con Buenos Aires y las demás provincias .

El En t r e Ríos era una asociación elementa!, dividida topo­gráf icamente en t r ibus pa s to r a s y mili tares, gobe rnadas po r régulos independientes en t re sí, sin más cohesión que la dei terr i tor io ni más Vínculo que ei de! caudillo p repo ten te , que dominaba cada localidad. La región del P a r a n á obedecía a la influencia dei caudillo don Eusebio Hereñú, que tenía su asiento en la Bajada, y a quien s e subordinaban ios caudillos

Page 106: Historia Belgrano III

102 B A R T O L O M É M I T R E

de segundo orden, don Evar i s to Car r i ego , su segundo, don Gervas io C o r r e a , comandante de Gua leguay , y don Gregor io Samaniego , vecino prest igioso de Guaieguaychú. Es tos cau­dillos, que formaban una especie de liga parcial , hacía tiem­po que sopor taban con impaciencia ei yugo de Ar t igas , incli­nándose a la unión nación?;!. El temor de envolverse en la gue r ra que desolaba a la Banda Oriental y de que el En t r e Ríos fuese p resa de la invasión extranjera , acabó de decidir­los en es te sent ido. Con t r apesaba , por ia pa r t e de! Uruguay, la influencia de es tos caudillos, o t ra que debía sob repone r se a todos ellos, incluso al mismo Art igas , y que es taba dest inado a iluminar con resp landores s iniestros las páginas de la his­toria argent ina . E r a e s t e don Francisco Ramírez, hombre do­t ado de c ie r tas cual idades que, en el medio en que f iguraba, asumían las proporc iones del genio nativo, y que en un esta­do de civilización embrionaria , como se ha dicho de él, poseía aquel las p rendas físicas que abr ieron a un pas to r e r ran te de los bosques del Danubio la ca r r e r a por donde pudo l legar, t r iunfante , has ta las p u e r t a s del Capitolio romano. Sobe rb io , ambicioso y val iente , había establecido una disciplina seve ra en sus t ropas , que le había granjeado el r e spe to de los sol­dados y el temor de los habi tan tes de la comarca . Los demás comandantes le miraban con recelo , y Ar t igas lo r e spe t aba como a un aliado poderoso . Ei , por su p a r t e , sin negar su con­curso militar a Ar t igas , se mantenía en ios límites de su t e ­rr i torio sin confundir sus a rmas con las de! caudillo. Su Cuar ­tel Genera l e ra el Ar royo de la China (hoy ia Concepción de! Uruguay) . A medida que Ar t igas , e s t rechado por las a rmas por tuguesas , era empujado en der ro ta sob re la margen iz­quierda del Uruguay, su poder y su prest igio declinaba, en la misma proporción en que e! de Ramírez crecía. — O t r o r a sgo caracter ís t ico distinguía-la fisonomía política de es tos caudil los .—Artigas e ra un anarquis ta ant inacionalis ta , cuya tendencia e r a desl igar a ia Banda Orienta l y a los t e r r i t o ­r ios que le obedecían de la comunidad argent ina , formando causa común con el P a r a g u a y , y que prefer ía pe rde r su país ent regándolo , vencido, al extranjero, an tes de reconci­l iarse con las Provincias Unidos. Ramírez, por ei cont rar io , aunque federal is ta , s e reconocía miembro de la familia a rgen­tina, asp i raba a influir en sus dest inos y miraba con odio a! P a r a g u a y , así es que sus pas iones , sus inst intos y sus in te re ­ses , alejándole del t i tulado Pro tec to r , que ya no podía p ro t e ­ge r se a sí mismo, lo a r r a s t r a b a n fa ta lmente a ponerse en pugna con él, más t a r d e o más t emprano .

En tal situación de las Provincias del l i toral , no habr ía sido difícil p ropic iarse la buena Voluntad de S a n t a F e , reconocien­do su independencia municipal, que ya era un hecho triunfan­t e y consent ido. Desarmada así la vanguardia de Ar t igas , la

Page 107: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G 8 A N O Í05

paz de arabas márgenes del P a r a n á era un hecho; la influen­cia de I ie reñú , que se inclinaba a ia unión, se habr ía robus te ­cido; Ramírez s e habría contenido entonces tai vez dentro de sus límites por ía pa r t e del Uruguay, y en. todo caso podría haberse fomentado su división con Ar t igas , vinculándolo a ios intereses argent inos . Vencido definit ivamente Ar t igas por los por tugueses , !o que era una cuest ión d ;i t iempo, el es tado Violento de Cor r i en tes cesaba de hecho, y sa re incorporación al sistema de la nacionalidad argent ina, debía produc i r se , na­turalmente, como sucedió después . El t iempo, la paz y la gravitación de los in tereses comunes, habr ían resuel to ai fin un problema que la guer ra había sido impotente para reso l ­ver en el pasado , y que no podía sino complicarlo en lo futu­ro, dando a la anarquía mayor fuerza, y a su causa la razón de ser de que carecía . Es t a s e ran también las ideas del Di­rector Pueyr redón , inspiradas por un patr iot ismo p ruden te e impuestas por la necesidad (2).

La guer ra emprendida cont ra la Banda Orienta l en 1814 y 1815, había terminado desas t rosamente con la de r ro t a de las armas nacionales y el abandono de ia plaza de Montevideo , a r reba tada a los españoles . La expedición de 1814 con t ra el Entre Ríos , tuvo igual desenlace . San ta F e había dado cuen­ta de los ejércitos y escuadri l las de Buenos Aires -en las dos expediciones que suces ivamente se dirigieron cont ra ella. E s ­taba, pues , prác t icamente demost rada la impotencia de las armas pa ra combatir el caudillaje y ¡a anarquía . Po r o t ra par te , no haciéndose la guer ra a! invasor ext ranjero , que ocupaba a mano armada una p a r t e del ter r i tor io nacional , e ra una inmoralidad y un contrasent ido político, l levarla a te r r i ­torios que se hal laban, r e spec to de las Provincias Unidas, en condiciones menos i r regulares que la Banda Or ien ta l . D e s ­graciadamente , el Director , ha lagado por i lusiones, asediado por importunos consejeros y a larmado por las amenazas de Art igas , s e decidió contra sus convicciones a dar la nueva s e ­ñal de la guer ra civil, que debía conflagrar a toda la Repúbl i ­ca, hacer imposible su gobierno y des t rui r en un per íodo no muy lejano, e! orden de cosas que presidía. El mismo lo r eco­noció, aunque t a rde , como se verá muy luego.

Hemos dicho, que al t iempo de recibir la ca r t a conminato­ria de Art igas , el Director se ocupaba en fomentar la suble­vación del Ent re Ríos cont ra Ar t igas . En efecto, en sept iem­b r e de 1817, había llegado a Buenos Aires don Gregor io S a -maniego, quien informó al Gobierno que los hab i t an tes dei En t r e Ríos es taban decididos a unirse a ía nación, y ob tuvo aigunós municiones, promet iéndosele auxilios eficaces, en el

(2) Véase «El General Puerryedón a los pueblos.» Manifiesto de 3 de mayo de 1820.

Page 108: Historia Belgrano III

104 B A R T O L O M É M I T R E

caso de que el pronunciamiento tuviese lugar . E s t e hecho, conocido por Art igas , dio lugar a ia ca r t a de que an tes nos hemos ocupado. En consecuencia, en diciembre de 1817, Hereñú dio en el P a r a n á el gri to de sublevación contra Arti­gas , sometiéndose sin condiciones al Gobierno Direc tor ia l . F u é secundado por Car r i ego , y seguido inmediatamente por C o r r e a en Gualeguay, y Samaniego en Gualeguaycht í , recla­mando los auxilios prometidos.

Pueyr redón t repidó; pero dispuso al fin remitir un nuevo auxilio de a rmamento , esperando que la guer ra civil s e ali­men tase con la resis tencia del mismo E n t r e Ríos. Última­mente , a r r a s t r a d o por sus compromisos, s e decidió a enviar una expedición militar (3). El ministro de la Gue r r a , ai expli­ca r las causa les que determinaban es ta nueva acti tud bélica, decía oficialmente: «Después que una larga experiencia de disturbios y de anarquía , con que ha sido afligida ia Banda 'Oriental por la conducta del desnatura l izado Art igas; y des­pués que e s t e opresor ha tenido en conflicto la causa genera l del país , la l ibertad y la independencia, e tc . , e tc . , ha pues to al fin el sello á su procacidad y ba rba r i e , cometiendo el a r r o ­jo de dec la rar ab ie r tamente la guer ra á la capi tal . Los efec­tos de tan hor rorosa empresa s e han hecho sentir de un modo diverso del que se prometía aquel caudillo: los pueblos pe r t e ­necientes a la Provincia de E n t r e Ríos y sus adyacencias , ap rovechando ios momentos con que les brinda una s u e r t e más favorable , han demandado con encarecimiento los más p ron tos auxilios pa ra obra r de consuno con la capital en el res tablecimiento del orden y reconocimiento de la suprema autor idad de la Nación. El Gobierno , sat isfecho de las buenas intenciones de aquel los habi tan tes , no t repidó un momento en Volar á su socor ro . Empeñada la superior idad en sos t ene r es ta empresa , empleará si fuese preciso todas las fuerzas dei es tado.» (4)

Las consecuencias de es te paso , dado sin plan político ni mi­litar, sin e lementos suficientes y has ta sin jefes capaces de di­rigir la empresa , fueron epi logadas t res años después por el mismo Pueyr redón , cuando ía ca tás t rofe por él p rovocada , s e había producido: «Esta imprudencia (dice Pueyr redón) es ia tínica mancha que reconozco en mi administración; ella encen­dió de nuevo la discordia y ocasionó una repetición de ac tos

(3) Véase el folleto: «El Camarista Oliden contesta por lo que >á él toca el papel publicado por el General Pueyrredón», de fecha 3 de junio de 1820. El autor de ese panfleto es don Matías Oliden, que no debe confundirse con don Manuel Luis Oliden, que fué Gobernador intendente de Buenos Aires, en 1816.

(4) Oficio del ministro de la Guerra don Matías Irigoyen a Bel grano, de diciembre 27 de 1817. M. S , del arch. general de guerra.

Page 109: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 105

hostiles, que pusieron en formal empeño el poder del Gobier­no» (5). Verdad que decía al mismo t iempo en su descargo «que e ra un debe r del ministerio que ejercía p ropender a la total unidad del terr i torio»; pero olvidando es te deber , más imperioso aún respec to de la Banda Orienta l invadida, olvi­daba, además , la l igereza con que había procedido en la p r e ­paración de los medios, mal calculados pa ra tan t r a s c e n d e r tal decisión.

La expedición fué p repa rada a la l igera. Componíanla 500 a 600 hombres de las t res a rmas (6). Nombróse p a r a mandar la al coronel don Luciano Montes de O c a , que había servido en los pr imeros ejércitos de ¡a revolución y ha l ládose en la de r ro ­ta de Huaqui , pero más ' ae red i tado como maes t ro de c a r r e t a s , que como soldado, concepto que él mismo justificaría por una ineptitud militar que debía hace r se proVerbialmeníe famosa. Es te jefe, al t iempo de emprender su marcha , proclamó a sus t ropas encargando «respeto en el más al to grado á las espo­sas, hijas y fortunas» de los hab i tan tes de En t r e Ríos, termi­nando por decir les: «Cerca tenéis los laureles con que debéis coronaros» (7). El Direc tor les dirigió ia pa labra diciéndoles: «La expedición que marcha al E n t r e Rioe, va con el objeto de proteger los derechos de aquellos pueblos , que pa ra recupe­rar los han implorado auxilio. La p r e s e n t e administración no ha hecho ni p re tende hacer la gue r ra á sus hermanos y com­patr io tas . T o d o su anhelo es favorecer los p royec tos de los buenos c iudadanos, que han conocido por experiencia cuan perjudicial es al s is tema de la América la doctr ina de D. J o s é Artigas» (8).

Los t r anspo r t e s que conducían la expedición, convoyados

(5) Manifiesto de Pueyrredón, de 3 de mayo de 1820, ya cita­do, pág. 10. (Hay dos ediciones de este Manifiesto, ambas de la • Imprenta de la Independencia»),

(6) Pueyrredón, en su Manifiesto de 3 de mayo de 1820, ya ci­tado, y eu una carta de 24 de diciembre de 1817. (M. S., autógrafo en nuestro archivoj dice 600 hombres. Don Matías Oliden, que fué el comisionado especial para atender a la expedición, dice en su exposición de 1820, ya citada, que sólo fueron 500 hombres. En la Gaceta de B. A., núm. 50, de 20 de diciembre de 1817, se dan a ia expedición 800 hombres.

(7) Proclama de Montes de Oca, de 15 de diciembre de 1817, publicada en hoja suelta. Hay otra proclama de don Domingo Sáenz, jefe de la caballería de la división expedicionaria, que se imprimió también en hoja suelta en la misma fecha, en la que se dice: «Vamos a proteger y no a destruir.»

(8) _ Proclama del Director Supremo, de 15 de diciembre de 1817, impresa en hoja suelta.

Page 110: Historia Belgrano III

106 B A R T O L O M É M I T R E

por Varios buques de guer ra , za rparon del puer to de Buenos Aires ei 15 de diciembre (1817).

En las instrucciones r e se rvadas que se dieron ai jefe mili­t a r de ella y al comandante del convoy, se les prevenía: que sin de tene r se en punto alguno se dirigiesen al puer to del Ibi­cuy en el E n t r e Ríos . Llegados p su dest ino, debían ponerse en comunicación con los amigos de ia cos ía por medio de se-ñaies de día y de noche, ya de antemano convenidas .

Verificado el desembarco con ias precauciones debidas , se daría inmediato aviso a Hereíiú en la Bajada, previniéndole marchase a incorpora r se con sus fuerzas p a r a defender en común a la Provincia de E n t r e Ríos contra las hosti l idades p robab le s de Ar t igas .

En seguida debía la expedición ocupar , sin pérdida de tiem­po, la Villa del Ar royo de la China, en combinación con las fuerzas de C o r r e a y Samaniego , a quienes auxiliaría con ar­mas y oficiales, recibiendo de ellos las caba lgaduras necesa­r ias pa ra en t r a r en operac iones . En lo demás debía ob ra r s e ­gún su p ruden te discreción, en la inteligencia que su misión e ra p ro tege r la Provincia de E n t r e Ríos, recomendándose le muy especialmente «el r espe to p o r J | í mujer, como ¡a propie­dad más querida del hombre , y el mayor cuidado p a r a que nadie s e ace rcase á la art i l lería con r iesgo de que fuese cla­vada, en un país donde no puede dist inguirse el enemigo del amigo» (9).

Es t e embrionar io plan de campaña, cuya ejecución s e libra­ba discrecionahnente a un jefe sin apt i tudes , sin autor idad moral y sin suficientes r ecursos , mos t raba que el Gobierno genera l procedía sin ideas polít icas ni mil i tares, y que el fra­caso de las an te r io res expediciones sob re el litoral nada le había enseñado . P rovocaba la guer ra sin p reve r sus conse­cuencias; abría una campaña ofensiva sin tomar en cuenta las res is tencias locales que debía encontrar ; desconocía el t ea t ro en que sus t r opas iban a ope ra r , y no tenía ni aun la concien­cia del es tado moral del país, no obs tan te que reconocía que todo él era enemigo, y sólo recomendaba a sus t r opas ei ma­yor respe to por las mujeres ajenas. ¡Con toda es ta impreme­ditación se p rovocó ia gran gue r r a del litoral argent ino, que debía ensangren ta r por l a rgos años a la República, disolvién­dola polít icamente!

La expedición por teña , favorecida por vientos propicios, en t ró por e! P a r a n á Guazú y siguió por el canal del Ibicuy, con a r reg lo a sus instrucciones. El 19 de diciembre (1817) llegó al paso de los Toldos , inmediato a la b a r r a del Guale-

(9) Instrucciones al Comandante de los buques y al jefe de la expedición de Entre Ríos, de 18 de diciembre dé 1817. M. S. S., del archivo general en el legajo Reservados, 1817-181',).

Page 111: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 107

guay, por donde s e comunica la t ie r ra firme en t re r r iana con la gran isia del Piiio. Allí se ha l laban refugiados Samaniego y Cor rea con poco más de 200 hombres y las familias de Gua­ieguaychú y Gualeguay , que los habían seguido. Si t iábalos don Francisco Ramírez al f rente de 500 hombres (10). Ei te­rreno que ocupaban e ra un r ibazo, llamado en el país a lbar-dón, si tuado sob re la margen izquierda de! Ibicuy y dividido de ia t ierra firme por un gran anegadizo o bañado . Su es tado de miseria era tai , que la expedición, en vez de recibir de ellos los auxilios que esperaba , tuvo que distribuir sus víve­res para al imentar a ¡as t ropas y familias en t re r r i anas . Véase lo que había sucedido.

Apenas iniciado el pronunciamiento de Guaieguaychú, Gua­leguay y Bajada del P a r a n á , Ramírez, con sus e lementos or­ganizados y con su genial audacia y actividad, se había pues to en campaña, o rdenando la inmediata reunión de las milicias dei Arroyo de ¡a China. Samaniego , en Guaieguaychú, sin fuerzas con que hacer f rente a Ramírez, se había rep legado sobre la reunión de C o r r e a en Gua ieguay . Pe r segu idos y des­moralizados, ambos caudillos habían tenido que refugiarse con las familias de ios compromet idos en el a lbordón d e los Toldos, an tes que Hereñú y Car r i ego hubieran podido apo­yarlos desde el P a r a n á .

A pesa r de es te con t ra t i empo, aún pudo habe r se res tab le ­cido la campaña si M o n t e s de Oca hubiese obrado con ener­gía y actividad.

Atacar inmediatamente a Ramírez , que a la sazón se hal laba al frente con fuerzas muy inferiores; r ecupe ra r el t e r r eno perdido; hace r se de e lementos de movilidad; t r a e r a sí las fuerzas de Hereñú y marchar resue l t amente a ocupar la iír ea del UrugVay con 2.000 hombres que pudo haber reunido, tai era el plan de operac iones que aconsejaban las circuns­tancias .

En Vez de aprovechar el t iempo, la expedición llegada a los Toldos el 19, a las nueve de la noche, sólo desembarcó al día s iguiente. En Vez de a t a c a r sin pe rde r momento, el pr imer acto de Montes de Oca fué dirigir a Ramírez una intimación, avisándole «que los pueblos de Guaieguaychú y Gualeguay y muchos vecinos de En t r e Ríos, habían pedido auxilio al G o ­bierno de las Provincias Unidas, t emerosos de sucumbir a una dominación extranjera por la falta de poder y de apti tu­des de Art igas , y que él iba a hacer lo efectivo» (11).

Ramírez, que s e apercibió de lo pel igroso de su si tuación,

(10) Parte de Montes de Oca, de 20 de diciembre de 1817, en la Gaceta mím. 51 del mismo mes y año.

(11) Intimación de Montes de Oca a Ramírez, de 20 de diciem­bre de 1817, en Gaceta núm. 51 del mismo año.

Page 112: Historia Belgrano III

108 B A R T O L O M É M I T R E

se puso inmediatamente en re t i rada , y el par lamentar io no encontró ni a quien en t regar la intimación. Después de t r e s días perdidos en t repidaciones , Montes de Oca s e resolvió al fin a ponerse en campaña, movido por las ins tancias de S a -maniego, quien comprendía la importancia de no dar t iempo a Ramírez p a r a re forzarse ni pa ra re t i ra r o des t rui r los ele­mentos de subsistencia y movilidad del país circunvecino.

Reforzados Samaniego y C o r r e a con 50 hombres de caba­llería de línea, emprendieron su marcha t on dirección a Gua-leguaychú, amagando al Ar royo de la China. Montes de Oca , con el g rueso de las fuerzas , siguió por la margen del Gua le -guay g rande ar r iba , l levando el mismo objetivo (12). A los cua t ro días de marcha (ei 25 de diciembre), Ramírez, reforza­do con las milicias de ¡a cos ta del Uruguay , cayó inopinada­mente sobre la columna de Montes de Oca a la a l tura del a r ro ­yo de Cebal los , d ispersó su cabal ler ía , lo obligó a ponerse en fuga con su infantería, y s e apoderó de su art i l lería en la pe r ­secución. L a s fuerzas de Samaniego y de C o r r e a se d ispersa­ron. Los r e s to s de ambas columnas, refugiados en el pueblo de Guaieguay, se rep legaron nuevamente al paso de los Tol­dos , seguidos por una multitud de familias deso ladas , y desde allí pidieron auxilios a Buenos Aires .

La lucha e s t aba empeñada, y no e ra posible r e t rocede r ni abandonar a los nuevos al iados de ia nación en desgracia . El genera l don Marcos Ba lca rce , jefe juicioso, metódico y Valien­t e , pe ro sin las cal idades del mando en jefe pa ra es ta guerra , fué nombrado pa ra reemplazar a Montes de Oca , conducien­do un nuevo refuerzo de 500 hombres (15).

El nuevo Genera l , después de poner en sa lvo a las familias en t r e r r i anas refugiadas en el a lbardón, se reforzó con la co­lumna de Hereñú, res tableció la b a s e de operaciones del P a ­raná que é s t e había abandonado , es tableciendo su cen t ro en la Bajada, a cuyo puer to se dirigió la escuadril la (14).

(12) Parte de Montes de Oca, ya citado. (13) Oficio del Gobierno a Belgrano, de 2 de enero de 1818.

M. S. del arch. gral. leg. Secretaría de Gobierno. (14) El Gobierno comunicó estas operaciones al General Bel­

grano, en oficio del 2, 9, 10 y 12 do enero, halagándose con un feliz resultado. Belgrano, reflexionando juiciosamente sobre esta mal calculada guerra, con fecha 26 de enero de 1818 le decía en contestación: «Considero muy corta la fuerza veterana que manda >el nuevo jefe (D. Marcos Balcarce), cuya elección lleva mi com-splacencia. Esta clase de guerra debe hacerse con el todo, para «concluirla con celeridad, ó no hacerla. No se puede, ni es dable «contar mucho con las milicias de aquellas provincias; el menor «contraste las aterra y les hace infundir el pavor en las tropas »veteranas en las ocurrencias más delicadas é importantes. Si no

Page 113: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 109

Ensoberbec ido Ramírez con su nuevo triunfo, y a la c a b e ­za de las milicias del r e s to del país levantado casi en masa , se situó a las inmediaciones de la Bajada. Después de algu­nos movimientos sin consecuencia , Ba lca rce se decidió a sal i r al encuentro del enemigo con un cuerpo de ejército de las t res a rmas , de que formaban p a r t e las milicias de E n t r e Ríos, acaudilladas porHeref lú , Samaniego y Car r iego (15).

El 25 de marzo de 1818, a las cua t ro de la t a r d e , se avis ta­ron ambas fuerzas . Ramírez, simulando una re t i rada , cubrió su re taguard ia con fuer tes guerr i l las de cabal ler ía . A las dos leguas, hizo alto en el punto denominado el Sauces i to , y ten­dió su línea. Ba lca rce siguió avanzando . En tonces el caudillo entrerr iano mandó cargar s imul táneamente las dos a las de Balcarce , f lanqueándolas, y a tacó de frente la infantería por-tefia que ocupaba el cen t ro . En pocos momentos quedó deci­dida la acción, abandonando Ba lca rce 4 p iezas de art i l lería y dejando en el campo de batalla un número considerable de muertos y pr is ioneros y gran cantidad de a rmamento y muni­ciones (16).

»es posible disponer de fuerzas imponentes, es sobremanera ven­ta joso auxiliar con armas y municiones á los que se han separa­ndo del enemigo común. Entregados á sí mismos, á sus ideas, sean «cuales fuesen, que nunca dejarían de ser desordenadas, y con­venc idos por su propio conocimiento, que al fin han de ser víc-stimas del desorden, desconcierto y anarquía, clamarían uno y »otro partido por el remedio, que debían esperar de una mano 'fuerte, capaz de reconciliar los espíritus, haciéndoles entrar en »su deber. De lo contrario, cualquiera ventaja que adquieran sobre 'nuestras armas, por leve que sea, pues el perverso no siempre es «desgraciado, los enorgullecerá, penetrándolos del extremo de la »osadia hasta empeñarlo en empresas atrevidas, la más de las aveces desastrosas, y con desdoro de nuestra opinión, antemural «poderoso contra toda suerte de enemigos.» (M. S. S., del archivo general, leg. sec. de Gob. 1818.)

(15) Véase Extraordinario de B. A., de 13 de enero de 1818, y Gaceta de Buenos Aires, de 17 del mismo mes y año, art. Entre Ríos.—Oficio del Gobierno a Belgrano. de 4 de marzo de 1817 y contestación de éste de 24 del mismo. M. S. S., del arch. gral., le­gajo «Secretaría de Gobierno.»

(16) Parte de Ramírez a Artigas, de 25 de marzo de 1818, co­pia con su firma autógrafa M. S., en nuestro archivo.—Nota de Belgrano, de 25 de abril de 1818, adjuntando copia del parte del Gobierno de Santa F e al de Santiago del Estero, dando detalles sobre la batalla. M. S. S., del arch. gral , leg. «Secretaría de Go­bierno.»—Ramírez en su parte da 200 prisioneros y como 600 muertos; y el parte de Santa Fe, 700 entre muertos, prisioneros y heridos; pero en esto hay exageración. Ambas coinciden en el

Page 114: Historia Belgrano III

110 B A R T O L O M É M I T R E

Los res tos escapados a la de r ro ta del Sauces i to , se refu­giaron en la escuadri l la su r ta , en el puer to de ia Bajada. Allí permaneció Hereñú embarcado al f rente de sus últimos par ­ciales, espiando la oportunidad de abr i r nuevas host i l idades en combinación con a lgunas montoneras que aún se se manto­rnan ocul tas en los bosques .de Montiel . Ba lca rce p a s ó a Buenos Ai r6s s dar cuenta del t r is te resu l tado de la campaña , decidida en poco más de dos meses , con la completa de r ro ta de dos expediciones y el abor to de la inconsis tente insurrec­ción del E n t r e Ríos , justificándose así las previsiones del ge ­neral Be lgrano .—Desde entonces , don Francisco Ramírez fué el amo y señor de! E n t r e Ríos , quien organizándolo militar­mente , s e p r e p a r ó a se r el a rb i t ro del l i toral del P la t a .

Al mismo tiempo que el Gobierno genera l l levaba la gue­r r a a E n t r e Ríos , promovía la insurrección en Cor r i en tes , co­misionando a! efecto al corone! don Elias Galván , antiguo go­bernador de ía Provincia, y lograba sus t raer la a la dominación de Art igas ; pe ro los con t ran tes de E n t r e Ríos, la en t regaron de nuevo a discreción del caudillo or iental . El cacique Andre ­s i to , a la cabeza de ¡os indios guaranís de las misiones, sub­yugó por las a rmas a toda la Provincia , y p a r a cas t igar la de sus Veleidades de independencia, la t r a tó como provincia conquis tada , sofocando en ella todo espíri tu de resis tencia local (17).

E s t o s con t ra s t e s que comprometían al Gobierno an t e la opinión sensa ta de! país y an te los enemigos in ternos y exter­nos , tuvieron lugar prec isamente en c i rcunstancias en que la cuest ión de la Banda Orienta l se complicaba, t r a s l adándose al Uruguay la gue r ra cont ra Ar t igas , y ace rcándose por lo tan­to de la f rontera de E n t r e Ríos .

Lecor , sit iado en Montevideo, e in te rceptado de su ejér­cito del Alto Uruguay, resolvió dominar la navegación de e s t e río, a fin de abr i r comunicaciones y combinar operac io­nes . Al efecto organizó una escuadri l la compues ta de una go­leta y dos ba rca s , que pene t ró al Uruguay el 2 de mayo de 1818. Uno de los buques (la goleta) , se ade lan tó dejando a r e t aguard ia dos de ellos por su mayor ca lado . Navegaba la vanguardia bras i le ra en medio de una solemne soledad, sin encont ra r una sola embarcación en su t r a y e c t o , ni percibir un solo hab i t an te en sus entonces des i e r t a s márgenes . El 12 de mayo seguía la gole ta impulsada por un br isa del Sud , cuando a la a l tura de! Ar royo de la China, en el punto deno-

número de piezas tomadas, con la diferencia que Ramírez dice cuatro piezas de a 6, y el de Santa Fe, da dos de a 6 y dos de a 4 de bronce.

(17) Véase «Sucesos de Corrientes de 1814 a 1822», en el t. VII, de la Revista de Buenos Aires.

Page 115: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O i i l

minado P a s o de Vera , se percibieron dos j inetes en la cos ta en t re r r iana , que inmediatamente se ocul taron. Pocos momen­tos después rompió el fuego una ba ter ía de t r e s cañones oculta por el bosque a cuya inmediación habían aparec ido los dos j inetes. Ei combate que s e siguió duró t r e s cua r to s de hora . La bater ía de t i e r ra tuvo una pieza desmontada y a l ­gunos hombres muer tos y her idos . La goleta , con un herido, dos rumbos en su cos tado y a lgunas aver ías en su a rbo ladura y velamen, s e cubrió con la isla fronteriza, a inmediación 'de la costa oriental (18).

Al despuntar la au ro ra de! día 13, iluminando al p in toresco paisaje ú e aquella p a r t e del Uruguay , y soplando una l igera brisa de! Nor te que r izaba l igeramente ia superficie de las aguas, Viéronse a p a r e c e r por sob re el bosque de la Banda Orienta l , multitud de j inetes que coronaban las colinas inme­diatas . Su número fué aumentando considerablemente has ta a larmar a ¡os de !a gole ta , que a todo evento s e p repa ra ron para sos tener un nuevo combate . Al izar en su mástil la ban­dera por tuguesa , los de t ie r ra hicieron demost rac iones de jú­bilo, d i sparando sus a rmas al a ire y saludando con entus ias­mo a los marinos . E r a la vanguardia de! ejército del genera l Curado , que a t ra ída por los cañonazos del combate del día anterior , s e había avanzado con el objeto de descubr i r la causa (19).

En el intervalo, después de la batal la del Ca ta l án , las a r ­mas bras i le ras habían hecho g randes p rogresos sob re la fron­tera. El coronel Benedi to Qonzalves da Silva y o t ros caudi-lias r íograndeses por la pa r t e del C e r r o La rgo , habían d e ­r ro tado la división de Oto rgues en la cos ía dei Río Negro , tomándolo pr is ionero (1818) y dest ruido casi al mismo t iempo en las G a ñ a s y Olimar Grande ¡as divisiones de los coman­dantes don Gorgonio Aguiar y don Franc isco Delgado , des ta ­cadas de las columnas de Ar t igas . El ejército de Curado había abier to nueva campaña desde ei Cnare im, de r ro tando la Van­guardia de Ar t igas en Guabiyú y tomado pris ionero a su jefe, el comandante don Juan Antonio Lavaiieja, tan cé lebre des­pués . Art igas había tenido que levantar su Cuar te l Genera ! de ¡a Purificación (Hervidero), y r e t i r a r se con sus r e s to s desmo­ral izados ai interior de! país . La Colonia, según se dijo an tes , había sido en t regada a ¡os por tugueses por los mismos orien­ta les (20). Dueño, pues , Curado , de la margen izquierda del Uruguay, desde ¡as Misiones Or ien ta les has ta el Sa l to , como

(18) Memorias y reflexiones de un oficial de la marina brasile­ra. (Sena Pereyra.) Col. Lamas.

(19) Memoria de Sena Pereyra, ya citada. (20) «Memorias de los sucesos de armas orientales» (de Rivera

y de Obes), ya citada.

Page 116: Historia Belgrano III

112 B A R T O L O M É M I T R E

Lecor lo e ra de la del P la t a , desde Maldonado has ta la Colo­nia, no ie fué difícil ex tender su vanguardia has ta Paysandú , y da r se la mano, como se ha Visto, con ia escuadril la que de Montevideo Venía en su auxilio.

Reunidas las t r e s embarcaciones d e la escuadril la portu­guesa , intimaron rendición a la ba ter ía en t t e r r i ana , amena­zando saquear la Villa del Ar royo de la China si no s e ent re­gaba en un plazo peren tor io . No dejaba de p resen ta r se r ias dificultades hacer efectiva es ta amenaza. Protegía la bater ía el Gobernador don Franc isco Ramírez con una división de 400 a 500 hombres (21). M á s arr iba del paso de Vera , frente a Paysandú , y en ia ba r r a de Perucho Be rna , había dos ba t e ­r ías más que forzar, las cua les e s taban guarnecidas por 600 hombres (de ellos 200 infantes) al mando del coronel Aguiar , que dependía inmediatamente de Ar t igas . En el a r royo de Pe rucho Be rna s e hal laba una flotilla a r t igueña de doce embarcac iones menores , defendida por los cañones de la ba­ter ía de la ba r r a . Un desembarque a Viva fuerza, con el es­caso número de buques de que disponían los por tugueses , no e ra , pues , posible. En tal si tuación, el general Curado , bajando has ta Paysandú con el grueso de su ejército, dispuso que el coronel Ben to Manuel RiVeiro a t r a v e s a r a el río más a r r iba , tomase de flanco las dos ba te r ías super io res , domi­n a s e toda la costa occidental fronteriza y a t a c a s e por la es­palda la ba te r ía de Ar royo d e la China (hoy Concepción del Uruguay) . Bento Manuel ejecutó la operación con actividad y arrojo. Al f rente de 500 hombres de cabal ler ía , pasó a nado el río, protegido po r una noche oscura , en el punto denomi­nado San Jo sé del Uruguay , f rente a la Ca le ra de Barquín. Mon tando sin pérdida de t iempo en los cabal los que habían pasado del dies t ro , sorprendió a Aguiar en Pe rucho Berna , y lo tomó pris ionero con toda su fuerza, apoderándose de la ba ter ía y a p r e s a n d o ia flotilla a r t igueña . F r e n t e a Paysandú , deshizo a! comandante don Francisco Tejera , que s e hallaba allí con 400 hombres de cabal ler ía . En seguida cayó como un r a y o sob re el flanco y la re taguard ia del Ar royo de la China, obl igando a Ramírez a ponerse precipi tadamente en ret i rada con toda su división, y apoderóse de ¡as p iezas de la batería , que e ran las mismas tomadas a Ba lcarce en el Saucesi to- La Villa del Ar royo de la China fué saqueada en pa r t e , s e le im­puso , además , una contribución, y a r r eba t ando un gran nú­mero de caba l ladas y familias, Bento Manuel r epasó triunfan­t e ei Uruguay , protegido por la escuadril la por tuguesa (22).

(21) La «Memoria de Rivera y de Obes», dice 300, y la de Sena Pereyra, da 600 hombres. Col. Lamas.

(22) «Memoria de los sucesos orientales», ya citada, pág. 334 de la Col. Lamas.—«Memoria» de Sena Pereyra, ya citada, pági-

Page 117: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 113

Reforzado Art igas con ia división de don Fru tos Rivera , que se des tacó del sitio de Montevideo en su auxilio, le fué posible disputar aún el t e r reno de las inmediaciones del Uru­guay. Si tuóse con 1,200 hombres en la margen izquierda del Queguay Chico, ensayando desde allí un nuevo plan de hos­tilidades, "que merced a la actividad de Rivera , le Valieron al­gunas ventajas de vanguardia . Curado des tacó entopces so­bre él a Bento Manuel , al frente de 500 hombres . El guerr i ­llero bras i lero pene t ró personalmente al campo dei caudillo oriental a la cabeza de 100 hombres , el 4 de julio de 1818. a las cua t ro de la mañana, logró envolver una columna de más de 800 hombres , se apoderó de dos piezas de arti l lería y que­dó dueño del t e r r eno , d ispersando el r e s to de la fuerza. En­tre ¡os pris ioneros, se encontró el antiguo Delegado Ba r r ey ­ro, a quien Ar t igas tenía con grillos y le hacía formar causa con ánimo de fusilarlo, acusándole de connivencia con ios por tuguesas , pe ro en real idad, por su acti tud en Montevideo cuando abrió re laciones con el Gobierno argent ino . A las ocho de la mañana del mismo día, fué a su Vez sorprendido Bento Manuel por la división de don F ru to s Rivera , fuer te de 500 hombres , lo que permitió a Art igas cont inuar la gue­rra por algún tiempo más (25). P e r o la campaña, perdida des­de el primer día, podía da r se pe r te rminada . El detal le de operaciones que se siguieron, no en t ra en el plan de e s t e li­bro; sin embargo, p a r a completar es ta p a r t e de nues t r a na­rración, ant ic iparemos lo que sucedió después .

Curado, dueño de ia margen izquierda del Uruguay , manio­bró de modo de dominar todo el litoral fluvial has ta la Colo­nia, has ta darse la mano con el ejército de Lecor , en Monte-Video. Art igas se reconcent ró al interior del país sobre las nacientes del Río Negro; pero es t rechado y falto de r ecu r sos , y act ivamente perseguido, s e Vio obligado a d ispersar sus di-Visiones, re t i rándose con ellas a re taguard ia del ejército in­vasor. En esto se pasó el r e s to de! año de 1818 y p a r t e del 1819.

A fines del año de 1819, Ar t igas Volvió a reunir sus fuer­zas, y aprovechando la circunstancia de habe r se internado el ejército de Curado , dejando descubier ta la f rontera , meditó Repetir el primitivo plan de campaña de invadir el Brasi l , a :in de a t r ae r a sí todas las divisiones sue l tas de los por tugue­ses que habían quedado en Río Grande , ba t i r l as con fuerzas superiores y hacerse de recursos de movilidad a cos ta del

ras 343 y 3M- de id. id.—La Sota (Juau Manuel) «Cuadros Histó-1003». M. S., en nuestro archivo.— «Información histórica» por Ion Manuel Cáceres. M. S., en nuestro archivo.

(23) «Memoria» sobre los sucesos orientales, ya citada, pagi-m 335 de la Col. Lamas.

8

Page 118: Historia Belgrano III

114 B A R T O L O M É M I T R E

enemigo (24). Tomando esta Vez mejor sus medidas, reunió un ejército como de 2.500 hombres , y pene t ró al ter r i tor io bras i ­lero, l levando todo a sangre y fuego. D e r r o t ó el 14 de di­ciembre de 1819, en la b a r r a del Sarandi (por o t ro nombre Guirapui tá Chico) al mariscal Abreu , que con 500 hombres salió a su encuentro (25). Rehecho Abreu , con el auxilio de una división mandada por el Genera l C á m a r a , reaccionó in­media tamente y cubrió la línea del San ta María , empeñándo­se allí a lgunas acciones parc ia les . El Conde de Figuei ras , ca­pitán genera l de Río Grande , formó sob re es ta b a s e un nuevo ejército, y obligó a Ar t igas a r ep legar se al ter r i tor io or iental . Ar t igas hizo pie firme en las pun ta s de Tacua rembó y es ta ­bleció su ejército en una posición que consideraba inexpug­nable . Como de cos tumbre , confió su mando al Coronel La-t o r r e . Es t e jefe, tan incapaz como s iempre , se dejó sorpren­der por el Conde de Figueiras , el 22 de enero d e 1820, per­diendo su último batal lón de infantería y sa lvando apenas con una p a r t e de la cabal ler ía , a pie, con los frenos en la mano (26). É s t e golpe mortal puso término a la gue r ra .

Ar t igas , de r ro tado en todas pa r t e s por las t ropas portugue­sa s y los guerr i l leros bras i le ros , divorciado con la opinión de su país , despreciado de todos por su nulidad militar, sin auto­r idad moral sob re sus jefes ni imperio sob re sus últimos sol­dados , celoso del prestigio de Rivera , que le negó obedien­cia, t emeroso de la preponderanc ia que empezaba a tomar Ramírez, y sin más apoyo que el de los indios de Andresi to, se re t i ró a Cor r ien tes acompañado de L a t o r r e y Aguiar , y de 300 a 400 hombres que le siguieron, abandonando p a r a siem­p re su pat r ia , a la que dejó en poder del ext ranjero , cuya in­vasión había provocado con su política bru ta l , l ibrándola a los desespe rados esfuerzos de sus últimos defensores , que muy luego tuvieron que capi tular . Por algún tiempo más, y mient ras le l legaba la hora de desapa rece r del todo de la es­cena, Ar t igas continuó c reyéndose , en su soberbia necedad, el caudillo omnipotente de o t ros t iempos, que soñaba en lle­var ¡a guerra a Buenos Aires , no obs tan te que sólo le obede­cían los b á r b a r o s indios misioneros, que tenían subyugada a la provincia de Cor r i en tes .

Antes que es tos últimos sucesos tuvieran lugar , se desen­volvieron en el litoral del P la ta o í ros de no menor importan-

(24) Oficio de Artigas, de 17 de noviembre de 1819 al Coman­dante don Felipe Duarte. M. S., original en nuestro archivo.

(2¡i) Parte del Comandante don Aniceto Gómez al Comandante Duarte, de 19 de diciembre de 1819. M. S., original en nuestro archivo.

(26) Informaciones históricas de don Ramón Cáceres. M. S., &u nuestro archivo.

Page 119: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 115

cía, que debían influir profundamente en los dest inos de la República, produciendo su disoiución política y militar, y ace­lerando su descomposición social .

Casi al mismo tiempo que la de r ro ta del Sauces i to (marzo de 1818), había tenido jugar la so rpresa de Cancha Rayada (abril de 1818). La gran victoria de Maipo, que se siguió, ha­bía re templado la opinión, cuando sobrevino la irrupción de las t ropas por tuguesas al terr i tor io en t re r r i ano . E s t e hecho produjo en todo el país profunda sensación. El Gobierno Na­cional, que se había most rado impotente para dominar el En­tre Ríos, cuyo terr i tor io le había sido garant ido por p romesas internacionales, a condición de una neutral idad que no había hecho efectiva, se encontró inhabilitado para reclamar . Fué entonces que, en presencia de la conquista bras i le ra que se consolidaba en la Banda Orienta l y de ia anarquía t r iunfante en ei l i toral , se decidió a l levar ade lante la guer ra civil. P a r a sostenerla, había pedido un cont ingente de t ropas al ejército del general Belgrano. El r e s to no debía t a rda r en comprome­terse y pe rde r se en es ta lucha estér i l , que al fin había de dar en t ierra con el Gobierno que tan impremedi tadamente la p ro ­vocó, sin medir sus fuerzas ni p rever sus consecuencias .

En previsión de las complicaciones posibles de! litoral con eí interior, el Gobierno había dispuesto que ei coronel A-re­nales se t r a s l adase a Córdoba en calidad de comandante ge­neral de a rmas , bajo el p re tex to de combinar una expedición contra los indios Abipones, según un plan p ropues to por el comandante Alejandro Heredia , que se hallaba en la f rontera de Sant iago del Es t e ro , y a cuya ejecución debía invi tarse a Santa F e a coopera r . Subsiguientemente (en v íspera de la expedición de Montes de Oca a En t r e Ríos) se dispuso que 400 hombres de! ejército de Belgrano marchasen a ocupar militar­mente a Córdoba en observación de San ta F e (diciembre de 1817). El coronel Bustos , a ia cabeza de poco más de 300 hombres del regimiento número 2, fué nombrado pa ra des­empeñar es ta comisión, siendo a ia sazón Gobernador inten­dente de Córdoba el doctor don Manuel Antonio C a s t r o , y jefe de una pa r t e de sus milicias el comandante don Andrés Pueyr redón , hermano dei Di rec tor (27).

(27) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 20 de julio de 1817, acompañando parte y plan de don Alejandro Heredia, sobre expe­dición contra los Abipones.--Oficio del Gobierno, de 18 de sep­tiembre de 1817, nombrando a Arenales jefe de la expedición.—• Oficio (muy reservado) del Gobierno a Belgrano, de fecha de 11 de diciembre de 1817, recomendando precauciones contra Artigas y Santa Fe, y ordenando ia ocupación militar de Córdoba.— Olicio de Belgrano al Gobierno, de 25 de diciembre, dando parte de la marcha de 4-00 hombres con Bustos.—Oficio del Gobierno a Bel-

Page 120: Historia Belgrano III

116 B A R T O L O M é MITRE

Como desde esta época, empezó a figurar en ia escena, en que debía hace r se t r i s temente cé lebre el coronel don Juan Baut i s ta Bus tos , se hace necesar io de tenernos a es tudiar es te t ipo bas t a rdo que, a la cabeza de las t ropas disciplinadas de la República, traicionó la causa del orden y pactó con ia anar­quía, bien que sin mancomunarse dei todo con ella, y acep­tando una política singular, que inauguró una nueva escuela de caudillaje, y ent regó las provincias dei interior a la arbi­t ra r iedad de mandones i r responsables . Así fué cómo fundó más t a r d e , en complicidad con los hombres sin principios de las ciudades cul tas , o t ro t ipo de gobierno persona! , con cier ta apariencia de legalidad, con el provincialismo es t recho por bandera , y ei militarismo en sustitución de ias campañas in­sur recc ionadas . Bus tos e ra el hombre indicado pa ra acaudil lar es te movimiento bas t a rdo . Siendo una completa nulidad como militar, e ra val iente y tenía autoridad moral en el ejército de línea. Aunque de muy limitados a lcances , no carecía de astu­cia p a r a gobe rna r se en ios negocios de la vida práct ica y tenía ta lento pa ra la intriga. Desprovis to de r e s o r t e y e leva­ción moral , su fuerza era la de la inercia, y su móvil un egoísmo frío y ta imado, que le infundía ambiciones es t rechas , sin predi lecciones políticas, sin amor y sin odio por todo aque­llo que no afec tase sus apet i tos inmediatos. En su calidad de cordobés , e ra el hombre de acción de los intr igantes de la docta ciudad que, desde luego, empezaron a halagar sus malos instintos. La influencia de esta a tmósfera enervan te debía ser funesta a su pobre cabeza en el es tado de agitación y desmo­ralización en que s e encon t raba Córdoba .

Véase la pintura gráfica que el mismo Bus tos hace del esta­do moral de Córdoba en aquella época: «Infinidad de monto­neros Van y Vienen de San ta F e , sin licencia ni conocimiento de nadie. Hay mucha gente buena en esta provincia; y aunque son los menos los montoneros , son los más vivos y los que se dicen decentes ; por consiguiente, influyen bas tan te . Son ene­migos del orden, Córdoba (la ciudad) y la mayor pa r t e de ¡a gen te visible. Desde el litoral has ta la ciudad, todos son mon­toneros , con excepción de cinco ó seis sujetos. Todo el Río de Córdoba es amante del orden, y sólo el comandante Carbal lo es montonero . El Río 2.°, montonero , excepto cua t ro ó cinco pe r sonas . El Río 3.°, montoneros , á excepción dei comandan­te Haedo . Es tos son los lugares que tienen en movimiento á es ta Provincia de Córdoba , comunicando los dos últimos con S a n t a Fe.» (28)

grano, de 27 de diciembre de 1817, avisándole que se abría la guerra contra Artigas, y dándole instrucciones en consecuencia.— (M. S. S., del archivo general de Guerra, año 1817.)

(28) Carta de Bustos a Beigrano, de 25 do febrero de 1818 en

Page 121: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 117

Apenas l legado a Córdoba , Bus tos empezó a manifestarse reservado con el Gobernador , descontentadizo con A r e n a l e s , celoso del comandante Pueyr redón , p res tando oídos a ios chismes locales, e inoculándose todas las pas iones pequeñas , que tan bien se asimilaban con su na tu ra leza . Aun r e spec to del general Belgrano, empezó a afectar cier to tono de sufi­ciencia que t raicionaba sus ocultas pre tens iones , ve ladas por un desprendimiento socar rón . «Como las gentes de es te lugar son tan montoneras (escribía a Be lgrano) necesi to ir despacio para imponerme de todo. En la actual idad me estoy informan­do de todos los curas de esta Provincia y Alcaldes.» Y a r e n ­glón seguido agregaba : «En las p ropues ta s que se hicieron en Córdoba p a r a gobernador , sé que me propusieron; pero es ­cribí al Direc tor p a r a que se desen tendie ra de mí, diciéndole que más quería morir de soldado en el ejército, que de gober­nador de Córdoba , porque p a r a ser lo es preciso se r loco y dar palo de ciego.» (29)

Habiéndose ordenado a Bus tos s e s i tuara en ia Villa de los Ranchos, en observación de !a provincia de San ta F e , escri­bía desde allí a Be lgrano: «Me es demasiado ex t raña la con­ducía de e s t e Gobernador con r e spec to a mi división, porque hasta ¡a fecha, no me ha dado más orden, sino que es té en este punto (que lo es de la montonera) como de observación de los movimientos de los enemigos. Instruido de los descabe ­llados p lanes de dividirme la fuerza y viendo por o t ra p a r t e el gran desorden de es ta provincia, tuve el c laro del reconoci­miento del Corone! Arena les de Comandan te genera l de ar­mas, para hacer le la p ro tes ta en cinco capí tulos que por s e ­parado adjunto, los cua les c reo que le han d isgus tado, p o r q u e me dice (en tono grave) que remite copia al señor Di rec to r ; pero á mí poco se me da, porque , además de las ins t rucciones de V. en precaución de la conservación de es ta división de mi mando, debía hacer lo con t iempo, an tes que l legasen cir­cunstancias más apu radas , y no s e me imputase r e t a rdaba a l ­gún movimiento.» (50)

En le p ro tes ta , formulada por escri to en tono abso lu to , Bus tos dec la raba :

1.° Que la división de su mando no s e había de s e p a r a r soldado alguno a ningún o t ro dest ino, debiendo es ta r s iempre completamente reunida.

2.° Que en caso que las c ircunstancias lo exigieran, no ha ­bía de marchar la división sino completamente montada , p ro ­veyéndosele con anticipación de las monturas necesar ias .

3.° Q u e ía división no había de ser mandada por o t ro jefe

la Villa de loa Ranchos. M. S., autógrafo en nuestro archivo. (29) Carta de Bustos a Belgrano, ya citada. M. S. (80) Carta de 25 de febrero de 1818, ya citada. M. S.

Page 122: Historia Belgrano III

118 B A R T O L O M É M 1 T R B

que por él y sus respect ivos oficiales, además de la milicia que pediría se pusiera a sus órdenes en el caso que él lo ha ­l lase por conveniente .

4.° Que la división no había de salir de la jurisdicción de Córdoba , a no se r pa ra incorporarse al ejército del Genera l Belgrano o con orden de és te .

5.° Q u e en el te r r i tor io y sus a l rededores , donde tuviese que a taca r algún enemigo, se habían de s e p a r a r todos ¡os in­dividuos, que con p r u e b a s o fundadas sospechas , él indicase como cont ra r ios al orden (51).

Bajo es tos auspicios que nada bueno auguraban p a r a lo fu­tu ro , empezó a intervenir el ejército auxiliar del Alto Pe rú en la gue r ra civil del l i toral , que en aquella época se iniciaba por la pa r t e de S a n t a F e , a cuyo t ea t ro vamos a t r a s l ada rnos .

La guer ra cont ra San ta F e fué provocada por el Gobierno Nacional con mayor l igereza aún que la del En t re Ríos . Los an te r io res con t ra s t e s no lo habían escarmentado , y la expe­riencia nada le había enseñado . Sin b a s e sólida, sin elemen­tos , sin plan y sin una idea política ni militar definida, se lan­zó a turdidamente a la lucha, complicando desde luego en ella al único ejército que guardaba su frontera Nor t e por ei Alto Pe rú .

Como 'queda explicado, la disidencia de S a n t a F e con Bue­nos Aires tuvo por origen la proclamación de la independen­cia provincial, acto que resist ió la capi tal . Restablecido el predominio de ésta po r acciones y reacciones in te rnas del mismo San ta F e , fué ocupado mili tarmente su ter r i tor io por las a rmas nacionales al mando del Genera l Víamonte, según se dijo an tes . El Tenien te Gobernador Ta r r agona , nombrado por el Direc tor io , se hizo odioso a ios santafecinos, y provo­có una reacción que, de acuerdo con Art igas , dio por resu l ta ­do la capitulación de las t ropas de Viamont. Malograda la oportunidad de reconcil iar a San ta F e con la nación, reco­nociendo su independencia municipal, según se había acor­dado en el pac to de San to Tomé , que el Congreso de Tucu-mán desaprobó , la división se hizo más profunda. La expedi­ción de Díaz Vélez que s e siguió, en que el ejército y la escua­drilla de Buenos Aires fueron de r ro tados , lanzó definitiva­mente a S a n t a F e del lado de Ar t igas . E m p e r o , a es te es tado Violento de cosas , había sucedido una t regua , en que la capi-

(31) «Protestas, etc.» M. S., autógrafo autorizado con la rúbrica de Bustos. (Paleles de Belgrano.) Al pie de la trascripción de las anteriores protestas, ponía Bustos esta anotación: «La 4 . a y 5 . a pro-atesta son las que le han disgustado (á Arenales); pero como yo »los entiendo y sé todas sus tramoyas, poco cuidado me da. de su »disgusto, porque si alguna hay avanzada ó anticipada, daré la •razón se disgustan al Gobierno.»

Page 123: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 119

tal , sin ceder en sus derechos , no se empeñaba en hacer los valer. Es ta paz de hecho, habría podido, por lo menos, neu­tralizar a San ta F e , que por su situación terr i tor ial tenía que guardar miramientos con el Poder Nacional , si en vez de lle­var la guer ra a En t r e Ríos, se hubiese t ra tado de uniformar la opinión de ambas orillas del Pa raná , combinando la acción d e s ú s caudillos en el sentido de ¡a unión. Prec isamente en esos momentos se hacía dueño de la situación de su provincia don Estanis lao López (julio de 1818), a quien ya hemos hecho conocer, el cual empezaba a ensayar su s is tema indígena de equilibrio, que sin romper cor Art igas ni hacer la gue r ra a la nación, s e manifestaba dispuesto a inclinarse a uno u o t ro lado, según se lo aconsejasen las circunstancias y los intere­ses locales subordi ¡ados a su poder personal . Así se Vio que, durante la pr imera y segunda expedición de 1817 y 1818 con­tra el En t re Ríos, San ta F e permaneció t ranqui lamente a la expectat iva, bien que manteniendo su acti tud disidente. Dado es te es tado de cosas , era más que una imprudencia, una in­sensatez , p rovocar g ra tu i tamente una nueva guer ra , sin me­dios v has ta sin ideas pa ra emprender la . Sin embargo, es to fué prec isamente lo que se hi¿o, y lo que dio por consecuen­cia los resul tados funestos y vergonzosos que pudo haber al­canzado la más vulgar previsión.

Simul táneamente con la expedición de don Marcos Balcar­ce al En t re Ríos (marzo de 1M8) empezaron a hacerse t r aba ­jos insurreccionales en S a n i a F e , sobre b a s e más inconsisten­te aún. Ha l lábase a la sazón de Comandan te Genera l de la primera sección de campaña de Buenos Aires , limítrofe con Santa F e , el genera l don Juan Ramón Ba lca rce . Es t e pe r so ­naje, a quien hemos hecho conocer an tes como uno de los hé roes de la batal la de Tucumán, val iente a la par de algo jactancioso; pa t r io ta bien intencionado, pero l igero en sus juicios; buen jefe de cabal ler ía , con fórmulas íut i . iar ias de milicia en su cabeza , carecía de las ideas amplias que requie ­r e el mando en jefe, especialmente en una gue r ra popular de ca rác te r nuevo, en la que, sin embargo , debía i lus t ra rse más t a rde con una gloriosa hazaña. Balcarce no t a rdó en ponerse ai habla con algunos caudillejos oscuros de la Provincia Veci­na, que halagaron su amor propio, manifesté idoie, «que sus pe rsonas e influjos no per tenecían sino a él» (32).

El ayudante mayor don Juan Manuel de la So ta , fué comi­sionado por el capitán don Valentín Valdés y o t ros caudil los del Rosar io , a fin de en tenderse con Balcarce . Las propos i ­ciones que p resen tó fueron las s iguientes: 1. a Que se ponían a órdenes del genera l Ba lcarce . 2 . a Q u e en el caso de recibir

(32) Oficio de don Juan R. Balcarce al Director, de 19 de mar­zo de 1818. M. S., del arch. gral. en el leg. Reservados, 1816-1819.

Page 124: Historia Belgrano III

120 B A R T O L O M É M I T R E

órdenes del Gobierno de San ta F e pa ra hosti l izar ai de Bue­nos Aires , demorar ían su cumplimiento has ta que e! Gobier­no genera l se impusiera sec re t amen te de sus disposiciones, 5 . a Q u e opor tunamente harían levantar la campaña de Santa F e en favor de ia unión. 4 . a Que se comprometían a impedir el paso de los or ienta les a ia margen occidental del Pa raná . 5 . a Que pa ra el efecto, era conveniente no pasasen t ropas na­cionales a la jurisdicción de San ta F e . 6." Que unidas a su tiempo ¡as fuerzas insurreccionales de San ta F e cor¡ las de la nación, perseguir ían a los que se resis t iesen a la unión. Bal­ca rce , al dar cuenta al Gobierno de es tas proposic iones , opi­naba así: «Yo creo que no debemos admitir o t ro convenio que ei de una p ron ta y ciega obediencia a las legítimas autorida­des del Es tado de que criminalmente se separa ron por un mo­vimiento subvers ivo , contrar io a los in te reses de ia causa pública» (33).

El Gobierno , pesando con madurez lo difícil de la situa­ción, contes tó a Ba lca rce , después de conferenciar con La So ta : «Es tando en los p ruden tes cálculos del Gobierno con­s e r v a r s e sólo a la defensiva y en perfecta neutral idad, con­vienen con es ta idea (las proposiciones) y aun ofrecen ven­tajas en el impor tante objeto a que se dirigen los conatos de la superior idad. Sus reflexiones son jus tas , pe ro las res is te el imperio de las c i rcunstancias . Dados los pr imeros pasos en el restablecimiento-del orden, y ganada la Voluntad de los pr imeros corifeos de ia anarquía , es consiguiente la unidad de opinión en ei r e s to de los habi tantes de aquel terr i tor io limítrofe, a quienes paula t inamente y con discreción y pru­dencia se les i rá acos tumbrando al r e spe to y subordinación debido a las au tor idades const i tuidas . Cualquiera medida es­t repi tosa y violenta, ser ía precipi tar los en la desesperac ión; e s forzoso inspirar les confianza, haciéndoles pa lpables las venta jas de un Gobierno pacífico, generoso y pa te rna l . En es tos convenios deben mandar inequívocas ideas de liberali­dad, en ia inteligencia da que el objeto es reedificar y no des­truir.» En es te sent ido fué autor izado Ba lcarce p a r a adelan­t a r la negociación, muniéndolo al efecto de una credencial «para proponer , acordar y convenir en nombre del Gobierno Nacional con cualquiera de los jefes del te r r i tor io de San ta F e , sob re los medios opor tunos p a r a el res tablecimiento del orden, de la paz y de la unión» (54).

Por el momento, es tos pasos sec re tos no tuvieron t rascen-

(33) Oficio de don Juan R. Balcarce al ministro de la Guerra (en que se hallan inclusas las anteriores bases), de 17 de marzo de 1818. M. S., del arch. gral., leg. Reservados.

(34) Oficio del ministro de la Guerra a don Juan R. Balcarce, de 18 de marzo de 1818. M. S.—Carta de S. Director a don Yalen-

Page 125: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 121

dencia; pero habiéndose avivado !as a la rmas con motivo de los r eveses sufridos en E n t r e Ríos y host i l idades que se te ­mían por pa r t e de S a n t a F e , ¡a negociación volvió a reanu­darse . Fué encargado de ade lan ta r l a el coronel don Rafael Hort iguera, que se hallaba al f rente de un cuerpo de t r o p a s en San Nicolás de ios A r r o y o s . En una conferencia que tuvo al efecto con ios caudil los santtifecinos del Rosar io , y a la que asistió don Eusebio Herefiú, quedó acordado , que el ca­pitán Valdez y sus compañeros se levantar ían inmediata­mente en a rmas proclamando la unión Í 5 5 ) . Habiéndoles ofrecido Hor t iguera la cooperación de sus fuerzas , le contes ­taron que en caso necesar io solicitarían su apoyo (36). Insis­timos en es tos de ta l les t r ivia les , porque esos manejos oscu­ros fueron los que de te rminaron la política definitiva del Di­rector io , que fomentando la gue r ra civil, dio origen a la gran conflagración soc ia l , bajo cuyas ruinas quedó sepul tado él mismo.

El Director io , que no o b s t a n t e sus rec ien tes de r ro ta s , se halagaba con p lanes fantás t icos de reacc ión , que surgirían del seno mismo de la anarquía , re t rocedió por segunda Vez ante la inminencia de una gue r r a en la provincia vecina que con tan ta Virilidad había sabido sos tener su acti tud disidente. «Debe e s t a r V- S. persuadido (decía el Gobierno a Hor t igue­ra) que el suceso de C o r r i e n t e s , la expedición que va a mar­char p a r a el En t r e Ríos, y o t ros acaecimientos , ofrecen muy en b reve resu l tados úti les que el horizonte dec lara , y que precipi tándose los movimientos de San ta F e , podría ser tal Vez un esfuerzo de desesperac ión de los enemigos, t r a s t o r n a r los bien meditados planes que exige la importancia del asun­to». Poniéndose en el caso de que la insurrección es ta l la ra inopinadamente, y no pudiese se r sos ten ida , a cababa por e

prevenir , se ofreciera a ios compromet idos un asilo en el terr i torio de Buenos Aires , «en ia inteligencia que muy pron­to se l levaría a cabo la empresa con todas las p recauc iones necesar ias pa ra un feliz término» (37). Es tos t rabajos p r e p a ­ra tor ios dieron un resul tado más negat ivo aún que los de E n ­t re Ríos. Ni la insurrección previa de S a n t a F e tuvo lugar , ni

tín Valdez, de la misma fecha. M. S.—Credencial del Gobierno a Balcarce. (M. S. S., del arch. gral., leg. Reservados.)

(36) Los que suscribieron el acuerdo, además del capitán Val­dez, según los documentos originales, fueron: don Antonio Horta, don Cayetano Acebedo, don Tiburcio Benegas y otros. (M. S., del archivo general.)

(36) Oficio de Hortiguera al Sup. Director, de 16 de julio de 1816. M. S., del arch. gral., leg. Reservados.

(37) Oficio del ministro de la Guerra al Coronel Hortiguera, de 20 de julio de 1818, M. S-, del arch. gral., leg. Reservados.

Page 126: Historia Belgrano III

122 B A R T O L O M É M I T R E

los caudillejos que con sus ofrecimientos precipi taron los su­cesos , p res ta ron en lo sucesivo ningún servicio útil. Produ­cido ei conflicto, el Gobierno general se encontró solo, lu­chando brazo a brazo con las fuerzas populares , abandonado por la opinión y por el ejército, vencido moral y militarmente, así en la de r ro ta como en la victoria.

En sept iembre de 1818, se decidió, definitivamente, a llevar la gue r ra a San ta F e . El ejército que debía emprender la , bajo la denominación de Ejército de Observac ión , se reunió en San Nicolás en número de cerca de 5.000 hombres , sin contar la división de Bus tos y las fuerzas de Hereñú y de ia escuadril la, que debían ope ra r en combinación con él, for­mando un total de 4 000 hombres con ocho piezas de cam­paña (38). D e las fuerzas que componían el ejército de opera­ciones, 1.600 hombres eran de línea, mandados por jefes ex­per imentados . La infantería, que consti tuía su núcleo, es taba a ó rdenes del coronel Bauza y del comandante don Fran­cisco Cas te l l anos . La cabal ler ía tenía a su cabeza los coro­neles Hor t iguera y don Domingo Sáenz . La art i l lería era dirigida por el capi tán don Juan Antonio Vasquez de Novoa. El mayor don Miguel P lanes , los cap i tanes Vuela Casacu-ber ta , izquierdo y o t ros que empezaban a dist inguirse, figu­raban en sus filas. El jefe de Es tado Mayor lo e ra el coronel don Be rnabé San Mart ín . La escuadril la, compuesta de los bergan t ines Belén y Aransazu, la goleta Invencible y Varios lanchones a rmados en guer ra , s i tuada frente a la Bajada y bloqueando a San ta F e , e s t aba a ó rdenes del. sa rgen to mayor don Ángel Hubac , val iente a v e n t u i e r o f rancés , y tenía a su bordo al corone! Hereñú con 300 en t re r r i anos emigrados. Al

(38) Según los estados originales que tenemos a la vista, el ejército con que el General Balcarce abrió la campaña de Santa Fe, en noviembre de 1.818, ascendía a 2.796 de tropa, 122 oficiales, y 57 de plana mayor, total, 2.959 hombres, divididos en los siguien­tes cuerpos: Batallón 2.° de Cazadores de la Unión.—Piquete de Artillería.—Compañía cívica de Infantería.—Regimiento de caba­llería Dragones do la Patria.—Regimiento Húsares de la Unión.— Escuadrón de id. do Blandengues, id. de Voluntarios de la frontera. Regimiento de id. núm. 2 milicias de campaña.—ídem id. núme­ro 3 de id.—Dos compañías de pardos y morenos voluntarios.—De éstos, 1.630 eran veteranos, a saber: Cazadores, 600.—Unión, 180. Dragones, 300. —Húsares, 290.—Blandengues, 200. — Artillería, 1.10. Lá división de Hereñú constaba de 300 hombres, y la de Bustos en Córdoba de 496 con 2 cañones, según estado suyo de 24 de octubre de 1818.—En la escuadrilla y eu otros destacamentos, tenía más de 200 hombres, todo lo cual forma el total de 4.000 y ocho piezas, apuntado en el texto. (M. S. S., del arch. gra!., legajo «Campaña de Santa Fe», 1818-1819.)

Page 127: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 123

frente de todos es tos e lementos , tocóle al genera l Ba lca rce ia desgracia de real izar una de las más t r i s tes campañas de las guer ras civiles a rgent inas .

En Vísperas de abr i r su campaña, Ba lca rce pidió ins t ruc­ciones que reglasen su conducta política. El Gobierno se las dio, ordenándole «que ¡os santafecinos que se somet ieran fue­sen t ra tados con consideración en sus pe r sonas y bienes, pero a condición de ser t r anspor t ados a la nueva línea de frontera o a la capi tal bajo la vigilancia militar». «Si se resis­ten (agregaba) deben ser t r a t ados mil i tarmente como rebel­des, imponiéndoles sin dilación ia última pena correspondien­te, lo mismo que a los que en lo sucesivo se subleven.» Po r último, le prevenía que. «echando un Velo sob re lo p a s a d o , el sometimiento de la Provincia de S a n t a F e debía ser sin más condiciones que para las demás de la Unión» (59). E s t a s instrucciones, que, fundándose en un principio legal, en t raña­ban un plan imposible de conquista, de despoblación y de ex­terminio, respec to de una provincia disidente pronunciada en masa, demues t ra la carencia de ideas políticas del Gobierno general y la inconsciencia con que procedía, supliendo con la exageración la ausencia de resoluciones maduradas .

La campaña s e abrió a principios de noviembre (1818). Bal­carce se si tuó con su ejército sobre la línea de! Ar royo del Medio. Un des tacamento de milicias de cabal ler ía , s i tuado en el Pergamino, cubr ía la izquierda de la línea. Bus tos , con 400 ve te ranos y 200 milicianos de Córdoba , se si tuó sob re el Frai le Muer to , amagando la f rontera de San ta F e , mient ras llegaba el momento de obra r en combinación (40), Al sent i r es te movimiento por la pa r t e de Córdoba , las fuerzas de Van­guardia de S a n t a F e , que habían reconcen t rado en el Rosa­rio, empezaron a rep legarse a la línea del Ca rca raña l , dejan­do a lgunas par t idas de observación sob re el Ar royo del Me­dio. Balcarce , receloso del espíritu de sus t ropas , t rep idaba en emprender operac iones decisivas. Los cuerpos de cabal le­ría de línea, aumentados con a l tas colecticias, le inspiraban poca confianza, pues habían tenido lugar ya deserc iones tu­mul tuosas has ta de 50 hombres a la vez. P a r a p roba r su tem­ple, dispuso que en la noche del 5 de noviembre avanzasen 160 d ragones de la pa t r ia y 57 colorados de las Conchas , con el objeto de explorar el campo del o t ro lado de! Ar royo de! Medio. El resul tado de es ta operación preliminar fué la de­serción de 15 dragones . Es t e hecho conmovió profundamente

(39) Oficio de Balcarce de 28 de septiembre e Instrucciones del Gobierno de 1818. M. S. S., del arch. gral., leg. citado.

(40) Oficio de Bustos desde el Fraile Muerto, de 24 de octubre, y de Balcarce, de í.° de noviembre de 1818. M. S. S., del archivo general, legajo citado.

Page 128: Historia Belgrano III

124 B A R T O L O M É M I T R E

la moral poco sólida del ejército, y desmoral izó al genera l , que lo part icipó al Gobierno como si se t r a t a r a de una seria de r ro ta (41).

M á s d e mes y medio se había empleado en prepara t ivos (25 de sep t iembre a 12 de noviembre) sin combinar un plan metódico de operac iones , y al emprender ta rd íamente la cam­paña, s e hacía sin Vigor y sin confianza. Ei Gobernador Ló­pez, menos i lustrado, pero más avisado y audaz que su com­petidor, supo ap rovecha r se de es tas lent i tudes, y decidió marchar al encuentro de Bus tos , inutilizando su combinación. A la cabeza de una división ligera de 400 hombres de caballe­ría y 50 indios, s e lanzó resue l t amente sobre la frontera de C ó r d o b a .

La columna de López p re sen taba un aspec to original y Ver­dade ramen te salvaje. Su escol ta , compuesta de d ragones ar­mados de fusil y sable , l levaba por casco (como los soldados de Atila, una cabeza de oso) la p a r t e super ior de la cabeza de un bur ro , con las orejas enhies tas por cres tón . Los escuadro­nes de gauchos que le acompañaban , Vestidos de chiripá co­lorado y bota de po t ro , iban a rmados de lanza, carabina, fusii o sab le , indist intamente, con bo leadoras a la cintura, y enarbolaban en el sombrero , llamado de panza de bu r ra , que usaban , una pluma de aves t ruz , distintivo que desde entonces empezó a se r propio de los montoneros . Los indios, con cuer­nos y bocinas por t rompetas , iban armados de chuzas emplu­madas , cubier tos en gran p a r t e con pieles de tigre del Chaco, seguidos por la chusma de su tr ibu, cuya función militar era el merodeo .

La columna de Bus tos s e había reforzado con el piquete de G r a n a d e r o s de Sayos y 200 hombres de milicias de Córdoba, como queda dicho, debiéndosele incorporar mayores fuerzas que es taban en marcha de San Luis a Mendoza , además de una división de 200 a 300 hombres , que al mando de Larnadrid había Beigrano des tacado en su auxilio. Po r lo tanto , era su­perior en número y calidad a la del enemigo; pe ro é s t e conta­ba , pr incipalmente, con ei efecto de la so rp resa y su movili­dad. Bus tos , co locado en el F ra i l e Muer to , sobre la margen del T e r c e r o (continuación del Carca raña l ) , tenía pues ta toda su vigilancia al Su r de es te r ío. Al efecto había s i tuado al co­mandan te Pueyr redón en la Cruz Alta (a 26 leguas) con 50 ve­t e r anos y 40 milicianos, y al capi tán Quevedo con 100 vetera­nos en Litin, cinco leguas al N o r t e del Fra i le M u e r t o . Los pasos del r ío, a r r iba y abajo de la posición, e s t aban custodia­dos por pequeñas guardias . En la orilla del pueblo es taba re­concent rado B u s t o s con el grueso de las fuerzas, que alcan-

(41) Oficio de Balcarce, de 7 y 12 de noviembre de 1818. M. S. S., del arch. gral., leg. cit.

Page 129: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 125

zaba a más de 408 hombres , y sus dos piezas de art i l lería. López marchó sigi losamente en la prolongación de la co­

rriente del Ca rca raña l a r r iba , tomando una línea rec ta y ale­jándose d e su margen, de modo de ev i ta r ¡a avanzada de Pueyrredón, q u e p o r e s t e movimiento quedó inutilizada. El 4 de noviembre cayó la Vanguardia de los montoneros sobre el des tacamento de Quevedo , y lo dispersó, obligándolo a replegarse en fuga, aunque con poca pérdida, a su r e se rva . Sayos , al f rente de una columna l igera, salió el día 8 al en­cuentro del enemigo, y lo rechazó , dispersándolo ai pa r ece r aunque sin causa r le daño. El 7, a la t a rde , se p resen ta ron los montoneros en mayor número sobre el campo de Bus tos , río por medio. El 8, por la mañana, a t ravesa ron el T e r c e r o , sor­prendiendo una guardia , y cargaron es t rep i tosamente sobre el campamento, dando g randes a lar idos . Bus tos , a t r incherado en un cuadro de ca r re t a s , consiguió r echaza r el a taque ; pe ro perdió sus caba lgaduras y los ganados para su subsis tencia , los que le fueron a r r e b a t a d o s , d i spersándose le alguna t ropa . Los montoneros pusieron sitio al Fra i le Muer to , donde s e mantuvieron has t a el 15 d e noviembre por ia noche, intentan­do varios a taques , que causa ron pérdidas por una y o t ra par­te . La columna de Bus tos tuvo 8 muer tos y 16 heridos, y los montoneros más del doble en t re unos y o t ros . Al anuncio de la invasión, Arena les , a la cabeza de cerca de 500 hombres , se puso en marcha en auxilio de Bus tos . A su aproximación, el enemigo emprendió su re t i rada , asolando el país por ambas márgenes del Te rce ro , desde la He r r adu ra has ta la Esquina, saqueando las poblaciones , robando mujeres y esparc iendo el ter ror por todas pa r t e s (42). El objeto de López e s t aba con­seguido. Con es te golpe de audacia , d e s b a r a t ó , en p a r t e , el plan de campaña d e sus adve r sa r io s ; mos t ró que, a fuerzas iguales, podía medirse con las t r o p a s Vetereranas ; conmovió profundamente ia opinión de Córdoba , que le e ra favorable ; y después de reducir a Bus tos a la impotencia, r eg re só con el

(42) Este hecho no ha sido hasta hoy correctamente relatado con todas sus particularidades. Para ello hemos tenido a la vista los siguientes documentos inéditos: —1.° Parte de Bustos a Bal­carce, transmitido por éste al Gobierno en oficio de 12 de noviem­bre de 1818. M. S., del archivo general.—2.° Diario de operacio­nes del Comandante Pueyrredón, de 17 de noviembre de 1818. M. S., autógrafo en nuestro archivo. —3.° Carta detallada de Are nales a Belgrano sobre este suceso, de 24 de noviembre de 1818.— En su carta dice Arenales: —«La lentitud de Balcarce dio lugar á »que los anarquistas, como si no tuviesen otra atención alguna, • cargasen sobre los nuestros en Frailo Muerto.»—Véase por vía de referencia lo que dice Paz en sus «Memorias», t. I, pág. 306.

Page 130: Historia Belgrano III

Í26 B A R T O L O M É M I T R E

prestigio del éxito, a hacer f rente a ia invasión de Balcarce , sin cuidados por su flanco derecho .

Bus tos , desmoral izado, pidió a Ba lcarce que lo pro tegiese con una división. Baicarce , no menos desmoral izado con este contra t iempo, dispuso que el coronel Sáenz , al mando de una división de 500 hombres escogidos, y 2 piezas de art i l lería, marchara en protección de Bus tos , dirigiéndose al efecto al rincón de Qorondona , cor r iéndose desde allí por la margen del Ca rca raña l y Te rce ro , has ta el Fra i le Muer to . Po r es te movimiento incomprensible, el general por teño , en Vez de elegir el camino de la Cruz Alta , cuyo t rayec to forma uno de los lados del t r iángulo equi lá tero que t raza sobre el t e r reno el P a r a n á y el Carca raña! , obligaba a la división de Sáenz a r eco r re r , sin objetivo, dos de sus lados, perdiendo un tiem­po precioso y dando un inmenso rodeo, que inutilizaba la ope­ración. Por o t ra p a r t e , si Bus tos , con 600 hombres de buenas t ropas , apenas había podido sos tene r se a t r incherado en su posición, perdiendo sus cabal ladas y su nervio, luchando con­t ra una división menor del ejército santafecino, era un delirio suponer que Sáenz , con menos fuerzas y de no mejor calidad, pudiera luchar contra todas las bandas de montoneros que defendían el ter r i tor io que iba a invadirse . Como es de supo­nerse , tan desa ten tada combinación, mater ia lmente imposible, jamás llegó a rea l iza rse , y ni el mismo Ba lca rce volvió a aco rda r se de ella (43).

El día 15 de noviembre, se puso Ba lcarce con su ejército sob re el Ar royo del Medio , y el 25 Sáenz emprendió la mar­cha con dirección al Rosar io , a la cabeza de una vanguardia de 700 hombres , y persiguió a las avanzadas enemigas has ta San Lorenzo, obligándolas a r ep legar se al Ca rca r aña l . El 17 se reconcent ró el ejército en San Lorenzo , donde se encontró a la vista de un grueso des tacamento enemigo, el cual se ret i ró al N o r t e del Ca rca raña l , compromet iéndose un fuerte esco­pe teo de banda a banda. El ejército pasó ei río y avanzó su vanguardia has ta ce rca de Coronda, sos teniendo siempre t u e r t e s guerr i l las , sin más resu l tado que a r r e b a t a r algunos ganados y tomar pr is ioneros a lgunos Vecinos. En e s t a s co­r r e r í a s inúti les, fatigó el ejército, en t r e s días , más de 2.500 cabal los , viéndose obligado a suspender sus marchas para dar les descanso (4 í).

López , que Venía de r eg reso de su expedición del Fraile Muer to , tuvo noticia de ía invasión a ia a l tura del Carr izal .

(43) Consta todo esto de ¡a correspondencia oficial de Balcarce con el Gobierno, y particularmente en su oficio de 12 de noviem­bre de 1818, datado en San Nicolás. M. S., del arch. gral., leg. cit.

(44) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 18 de noviembre de 1818. M. S., del arch. gral., leg. cit.

Page 131: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 127

Balcarce, que lo sintió por su re taguard ia , a la a l tura del án­gulo que forma el Carca raña l con el T e r c e r o , se a larmó y dispuso que su Vanguardia r e p a s a s e el r ío. Con tal motivo, escribía: «No dejaré á re taguardia á López, y lo persegui ré hasta destruir lo y obligarlo á refugiarse en los bosques , como que es ia única fuerza que ha quedado de los rebe ldes capaz de incomodarme é in te rceptar ¡a correspondencia» (45). La situación de López no dejaba de s e r crít ica, y Ba lca rce tuvo exacto conocimiento de ella por una ca r t a del caudillo que su Vanguardia in terceptó (46). Ba lcarce , en vez de ob ra r con actividad y resolución, llamó a sí p rudentemente su van­guardia. Aún ta rdó dos días más en a t r avesa r el Ca rca raña l con todo su ejército (ei 20 de noviembre, a las dos de la ma­ñana). Mient ras t an to , López , vadeando el mismo río algunas* leguas más a r r iba , e fec tuaba un rodeo por el flanco izquierdo de ios invasores , y al anuncio de ha l la rse és tos al Nor t e del Carcaraña l , d i spersaba su columna en par t idas y se dirigía así fraccionado a la ciudad de San ta F e . A pesa r de las de­moras, aún pudieron se r tomadas a lgunas c a r r e t a s de la re­taguardia santafecina, que conducían p a r t e d e sus her idos, en el Fra i le Muer to (47).

El 25, al ponerse el sol , una división santafecina intentó sor­prender el campo por teño a inmediaciones de C o r o n i a . Hor ­tiguera montó a cabal lo con los d ragones y d i spersó a los montoneros, que se perdieron luego como una bandada de pá ­jaros, en los bosques inmediatos (48). En es te choque murió el alférez de d ragones don J o s é Mar ía S u á r e z . E s t e nuevo género de guer ra , que t rabajaba al ejército, desmoral izándo­lo más de lo que es taba , t ra ía desazonado al Genera l , el cuai

(45) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 18 de noviembre de 1818, dando cuenta de sus operaciones desde el 15 al 18 del mis­mo mes. ¡VI. S., dei arch. gral., leg. cit.

(46) He aquí a la letra la carta de López, que original existe en el archivo general: «Serán las 12 de la noche en que acabo »de llegar del Carrizal donde encuentro la noticia de haber pasado »el enemigo el Carcarañal, en esta virtud espero que usted me ins-t t ruya de su estado, y de lo que halle más conveniente, como que »tiene el enemigo a la vista, que yo en la noche tengo lugar para • obrar como mejor convenga, bien á reunirme con usted o á 11a-» m a r l e 3 la atención por su retaguardia.—Noviembre 17 de 1818.— >Estanislao Lopes. — Al Comandante don Juan Antonio García.» M. S., leg. cit.

(47) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 25 de noviembre de 18Í8, dando cuenta del paso del Carcarañal y operaciones poste­riores. M, S., del arch. gral., leg. cit.

(48) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 29 de noviembre de 1818. M. S., del arch. gral., leg. cit.

Page 132: Historia Belgrano III

128 B A R T O L O M É M I T R E

no tenia más plan ni objetivo que marchar directamente a po­sesionarse de ia ciudad de Santa Fe, con lo cual se imaginaba que terminaría la campaña.

López, estrechado sobra el río Salado, barrera de la ciudad de Santa Fe por e! Sud, resolvió disputar a los invasores la línea de este río, separándose de su táctica habitual, inducido a ello por un español llamado Llac, que tenía a su servicio, y que entendía algo de ingeniería (49). Este fortificó, al efecto, el paso de Aguirre, con fosos, cortaduras, parapetos, abati­das de árboies y trincheras de tierra, artillándolo con un obús y dos piezas de a cuatro, de modo de hacerlo inexpugnable por el frente. Allí situó 600 hombres, en su mayor parte de infantería, sacada de ia ciudad de Santa Fe, y así perfectamen­te cubierto esperó confiadamente el ataque (50).'

El Salado estaba muy crecido, y el paso de Santo Tomé (que es el de la barra frente a Santa Fe) no daba vado. Bal­carce se decidió a forzar el de Aguirre. Con este intento (el 27 de noviembre) destinó una columna de las tres armas al mando del coronel San Martín, llevando la vanguardia los cazadores de Bauza. Al mismo tiempo, por consejo del Pa­dre Fr. Juan José Leal, antiguo cura fundador de la reduc­ción de Cayastá, y gran baqueano de aquellos lugares, dispu­so que una columna, compuesta del regimiento de. Dragones, ios Colorados, y una compañía de cazadores de infantería al mando todo de Hortiguera, franquease el río por un vado si­tuado tres cuartos de legua más abajo. Después de hora y media de fuego sobre ei paso, se sintió un tiroteo a retaguar­dia del enemigo. Era Hortiguera que ejecutaba ei ataque com­binado. A esta señal, el coronel Sáenz marchó al asalto, pero herido en un tobillo, entregó el mando de la columna a Bauza. Este badeó el río al frente de sus cazadores con el agua casi al pescuezo y la cartuchera a la cabeza, posesionándose de las trincheras enemigas, que sus defensores habían abando­nado en desorden.

Hortiguera, guiado por eí Padre Leal, había atravesado ei río sin ser sentido. Cubierto por el espeso bosque de su mar­gen Norte, cayó sobre el flanco izquierdo de ia batería del paso. Los santafecinos, sorprendidos, después de una ligera resistencia, abandonaron sus posiciones, y con su última des­carga se ocultaron en ei bosque inmediato, dejando en ei cam­po su artillería y como 40 muertos. No se tomó un solo prisio­nero, porque Hortiguera no tuvo ¡a previsión de destinar uno de sus escuadrones a cortar la retirada de la derecha enemi-

(49) Iriondo, «Apuntes para la Historia de Santa Fe», pág. 41, por lo que respecta a Llac, a quien él llama Yac.

(50) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 29 de noviembre de 1818. M. S., del arch. gral,, leg. cit.

Page 133: Historia Belgrano III

M I S T O R I A D E B E L G R A N O 129

ga. Al iniciarse ei a taque , había desprendido en guerr i l la ia compañía de cazadores , a! mando del teniente don J o s é M a ­ría Casi cuber ía . Esta fuerza, cubier ta por una laguna, fué ¡a que rompió ei fuego sobre ei flanco izquierdo de la ba te r ía , dando la señal del a t aque genera l . El animoso P a d r e Lea!, que se había adelantado con el objeto de guiar ía guerri l la , cayó mor ta lmente herido de un balazo, cuando los saniafeci-nos hicieron su última descarga . A su lado cayó muer to el t e ­niente C a s a c u b e r t a . Los cadáve re s de ambos fueron s ep j l í a -dos a oril las de la misma laguna a! pie de un árbol f rondoso. La pérdida total de! e j e r c i ó de Buenos Aires , en esta jorna­da, fué de !5 muer tos , 22 her idos y s ie te d ispersos , de ellos seis oficiales (51).

Habiéndose adelantado Hor t iguera con su regimiento a dos leguas del campo de bata l la , con ei objeto de a p o d e r a r s e de una cabal lada, fué sorprendido por una división santafecina, en ia madrugada del siguiente día 28, en el acto de e s t a r mu­dando cabal los . El jefe no ace r tó a tomar ninguna disposi­ción, y una gran pa r t e de su t ropa se d ispersó , r eg resando Hort iguera al campamento general con unos pocos so ldados , Vencedor y vencido casi s imul táneamente . Es t e pequeña y Vergonzoso con t ras te , desvir tuó todo el prest igio de la Victo­ria de! día anter ior , pues todos comprendieron que la gue r ra que se daba por terminada, iba a empezar .

Desde ese día, las bandas santafecinas desaparec ie ron de la vista de! ejército di rector ia l . La soledad y el silencio re i ­naba en torno de los invasores ; ni un hombre , ni un cabal lo , ni una Vaca había quedado en muchas leguas a la redonda . López, en previsión de todo , había hecho re t i ra r t odas ¡as familias hacia el inter ior de! Chaco , l levando consigo todos sus ganados . La de San ta F e quedó casi des ier ta (52). Balcarce , con su ejército, s e si tuó a una legua de la c iudad. Durante t r e s días (del 29 de noviembre al 2 de diciembre), despachó par t idas exploradoras en basca del enemigo, y nin­guna pudo 'da r le noticia de su pa rade ro . Así a is lado, sin obje-

(51) Para narrar correctamente este hecho, hemos tenido a la vista, los partes de Balcarce, de 29 de noviembre y 2 de diciembre de 1818, que nunca han sido publicados, y que originales se en­cuentran entre los M S. S., del ar. h. gral., leg. cit. En unos «Apun­tes para la Biografía del General Bauza» por el General Pacheco y Obes, publicada en El Siglo de Montevideo, se dan algunos detalles de este combate, con referencia a declaración de un testigo pre­sencial que no se nombra, en la cual exagera el número de muer­tos, que supone fueron 400. La relación de íriondo en sus «Apun­tes» citados, trae algunos detalles, pero es incompleta e incorrecta.

(52) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 2 de diciembre de 18.8. M. S., del arch. gral., leg. cit.

9

Page 134: Historia Belgrano III

150 B A R T O L O M É M I T R E

fivo, sin plan, con sus caba lgaduras des t ru idas y sin medios de subsis tencia, Ba lca rce se encontró moral y físicamente de r ro t ado en medio de su estéri l victoria. P a r t e de las fuer­zas que él buscaba Vanamente, e s taba emboscada en las in­mediaciones, y el res to se había corr ido por su re taguard ia , e in terceptaba ya sus comunicaciones con Buenos Ai res . En tal si tuación, el genera! invasor s e Vio en la forzosa necesi­dad de con t ramarchar por el camino que había l ievado.

Véase cómo anunció Ba lca rce su re t i rada : «Me pongo en marcha a ocupar un punto céntr ico, desde donde e s t r echa ré a ios rebe ldes y los pondré en ei mayor conflicto, ya por la guer ra de recursos que haga, como por los a t aques que sob re ellos dirija, que ios obl igarán a rendirse o perecer .» Y agre ­gaba es tas s inies t ras pa labras , que respondían a las inst ruc­ciones del Gobierno de t r a t a r al país como país conquistado: «En ot ra ocasión manifes taré las poderosas razones que he tenido para no des t rui r la ciudad de Sarita F e , y causa r a las familias honradas que han quedado, e! último mal» (55).

Al dar el genera l las causa les de su movimiento r e t róg rado , las reasumía en cua t ro puntos capi ta les : 1.° Mal es tado de su cabal lada . 2.° Desconfianza de los cue rpos de H ú s a r e s y Dragones . 3.° Recelo de que Hereñd no tuviese éxito en la nueva expedición que se meditaba sobre En t r e Ríos. 4.° T e ­mor de que los santafecinos fuesen reforzados con t r o p a s de E n t r e Ríos y Cor r i en tes , según tenía noticias (54). E r a la confesión de ia de r ro ta y de la impotencia física y mora! pa ra hacer la guer ra , que mal se avenía con la a r roganc ia de! tono y su amenaza de exterminio al t iempo de r e t i r a r se de S a n t a F e .

En efecto, ia campaña es taba decidida. La pobre provincia de San ta F e triunfaba, una Vez más , de los ejércitos y escua­drones de la nación, por su energía, por su táct ica y por lo compacto de su opinión instintiva. Las cabal ladas del ejér­cito directoría! se habían dest ruido completamente en quince días de campaña, y apenas le quedaban 4.000 cabal los casi inservibles (55). El espíri tu de la cabal ler ía e ra malísimo y la deserción por grupos ra leaba diar iamente sus filas. La em­presa de Hereñú debía dar el mismo resul tado que las an te ­r iores , y San ta F e iba a ser reforzado con nuevas t ropas na ­vales y t e r r e s t r e s , que desde En t r e Ríos y Cor r i en tes venían en su protección, como se Verá luego.

(53) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 2 de diciembre, ya cita­do. M. S., del arch. gral.

(54) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 19 de diciembre da 1818, en San Lorenzo. M. S., del arch. gral., leg. cit.

(55) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 5 y 19 de diciembre de 1818. M. S., del arch. gral., leg. cít.

Page 135: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 151

Ei día 2 de diciembre (1818), a las seis de la mañana , en> prendió el ejército su marcha re t rógrada . Apenas hubo pe ­netrado en los bosques inmediatos, s e vio repent inamente circundado por una nube de montoneros que rompieron un sostenido fuego de mosqueter ía , amenazando l l e v a r una c a r g s , . . .

La infantería por teña , que era sólida, cubría los flancos) la Vanguardia y ia re taguard ia , y al amago de ca rga salió en t res columnas y rechazó fácilmente a los ag reso res , cau­sándoles alguna pérdida sin recibir ningún daño . Los santa-fecinos volvieron a desapa rece r , y el día 3 el ejército s e ha­llaba ai Sud del Paso de Aguirre (56). El genera l , en su insa­nable optimismo, oficiaba después de esto al Gobierno desde Ja a l tura de la Coronda : «El enemigo, sin duda alguna, en t re muertos , her idos, pr is ioneros y d ispersos , ha perdido ia mi­tad de su gen te : en mi concepto , poco res ta que hacer p a r a acabar de exterminarlo» (57).

El ejército recorr ió en ocho días (del 3 al 10) el t r ayec to que media en t re el Sa lado y el C a r c a r a ñ a l , a r r eba t ando los ganados de las es tancias , y a r r e ó de lan te de sí como 3.000 ca­bezas Vacunas, más de 400 bueyes , 5 a 6.000 ovejas , l levando cantidad de c a r r e t a s de los Vecinos, como si fuesen despojos opimos de la campaña. Es el mismo genera! en jefe quien lo dice, después de dar las an te r io res cifras: «Me dirijo al Ca« rrizal á reunir ei ganado que encuen t re , y calculo en 4 mi! ca ­bezas. Es ta impor tante operación deja á San ta F e en la úlís* ma necesidad, y sin ningún recurso pa ra sos t ene r se por más tiempo: proporc ionará la subsistencia del ejército p a r a un año, y acaso lo p rovee rá de cabal los suficientes p a r a la p ró ­xima invasión» (58).

En San Lorenzo, fueron l icenciadas las milicias de caba­llería por inútiles, y el genera l pidió al Gobierno un refuerzo de cabal ler ía de línea pa ra cont inuar la campaña . Es ta nueva exigencia le fué sugerida por las noticias que a la sazón reci­bió de la escuadri l la . Como él lo había previs to , la nueva ex^ pedición de Hereñú a E n t r e Ríos había tenido un mal éxito, Habiendo in tentado un desembarque cerca de la Bajada, no pudo pone r se en comunicación con las fuerzas que a cargo de su hermano don Ped ro Tomás Hereñú y don Gregor io C o r r e a se conservaban en a rmas en Montie!. Tuvo, pues, que aco­gerse nuevamente, a la escuadri l la , seguido de gran número.

(56) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 6 de diciembre de 1818. M. S., del arch. gral., leg. cit.

(57) Oficio de Balcarce, de 6 do diciembre. M. S., ya citado. (58) Oficio de Balcarce de 19 da noviembre de 1818. M. S., del

archive gral , leg. cit.

Page 136: Historia Belgrano III

132 B A R T O L O M É M I T R E

de familias, perdiendo por ia deserción una pa r t e considera­ble de sus soldados (59).

El hermano de Hereñú y Cor rea , a is lados en medio de ios bosques dei En t re Ríos, se recos ta ron hacia Guaieguaychú, d i spersándose en montoneras en los inmediatos r incones del Nancay , con la esperanza de abr i r comunicaciones con ia es ­cuadril la por ia p a r t e del íbicuy (60). E s t a s montoneras fue­ron dominadas más tarde por Ramírez. Ei En t r e Ríos quedó desde entonces pacificado y sometido al yugo de un caudillo absoluto , que c reó el tipo de los Gobiernos que sa sucedieron en es ta provincia por el espacio de más de medio siglo. El pueblo se plegó bajo su poderosa Voluntad, y le aclamó y obedeció con decisión.

El En t r e Ríos era una nueva provincia que nacía de las en t r añas a to rmentadas de ia anarquía , con el germen del fe­deral ismo en su seno , y que s e constituía autonómicamente de hecho, obedeciendo a sus instintos de independencia y de in­dividualismo, con una espontaneidad marcada , en que ia pa­sión social intervenía más que el in terés individual. E s t e he­cho pone de bul to un fenómeno de ia embriología política del pueblo argent ino. Es t a provincia, dominada más bien que go­be rnada por régulos independientes , sin cohesión a p a r e n t e en sus e lementos sociales , poseía , empero , un organismo p r o ­pio, adecuado a su n a t u r a l e z a . Los caudillos H e r e ñ ú , C o ­r r ea y Samaniego y o í ros , c a r ac t e r e s Viriles con iniciativa propia en su medio, dominando hombres que se les parec ían a quienes e ran re la t ivamente super iores , convert ían en fuerza propia las pasiones de ias mult i tudes que es t imulaban, y obra­ban en armonía con un es tado social semibárba ro , persiguien­do un objetivo al a lcance de la inteligencia de las masas , y combat iendo el idea! sublime de ia l iber tad en el orden y de. la unidad nacional disciplinada que no comprendían , eran Verdaderas ent idades de una democracia b á r b a r a en su esta­do rudimentario, con aspi rac iones a la independencia indivi­dual y local. Los caudillos que concen t raban y rea l izaban e s ­t a s aspi raciones , ejercían autocrár ieamenle un poder r e p r e ­sentat ivo da ias mult i tudes, y los que obedecían sus manda­tos , se sent ían dignificados en su escenar io , inclinándose an te aquel la creación que e ra ia imagen y semejanza suya . E s t o s mismos caudillos, t r a s ladados a o t r a escena , s irviendo o í ros in tereses y propósi tos , sin el concurso de ia pasión vital que les daba nervio, perdían t eda su importancia, no tenían ins-

(59) Oficio de Hubac, de 7 de diciembre y de Hereñú, de 1.° del mismo de 1818, elevados por Balcarce al Gobierno, en 12 de di­ciembre. M. S., del arch. gral., leg. cit.

(60) Inform8 histórico do don Ramón Cacareis. M. S., en nues­tro «chivo.

Page 137: Historia Belgrano III

HISTORIA DiS B E L O H A N O 135

piraciones, s e encont raban impoten tes an te sí mismos; eran como á rbo les t r a sp lan tados lejos del suelo y de las condicio­nes cl imatéricas qne les daban vida robus ta . Tal sucedió con los régulos en t re r r ianos que se pronunciaron por la unión na­cional, y pre tendieron con los mismos e lementos de! desor­den que acaudil laban, ope ra r una revolución militar y políti­ca, reaccionando contra la revolución social que ellos mismos habían iniciado bru ta lmente , y que eran impotentes pa ra con­t ra r res ta r , Hereñú, el más poderoso caudillo de la Mesopo ta -mia argent ina , el pr imero que dio en ella el gri to anárquico levantando el pendón de ia independencia provincia!, el que había hecho capi tular a Viamont en San ta F e y der ro tado la primera expedición nacional con t r a E n t r e Ríos (1814), y que al pronunciarse por la unión era e! a rb i t ro de ambas márge­nes de! Pa raná , a! servicio del orden, era una masa iner te , un objeto de odio y de desprecio p a r a sus ant iguos par t idar ios , un es torbo cuando no un peüg ro p a r a sus nuevos a l iados . No tendrían explicación raciona! !os hechos que hemos na r rado y otros análogos de que se hab la rá d e s p u é s , si es ta síntesis histórica no ¡os i lus t rase .

Volvamos ahora a tomar el hilo de la narración. El avan­ce tardío de Ba lca rce , había dado lugar a López a cae r sob re Bustos en el F r a ü e M u e r t o . S u re t i rada de S a n t a F e , dejó aislada la escuadril la y malograda la combinación con H e r e ­ñú sobre e! En t r e Ríos. Dueños los disidentes de ambas már ­genes del P a r a n á , pudieron combinar sus operac iones , favo­recidos por una gran crec iente del rio que hacía imposible e! bloqueo de las bocas del Coias t iné . Aprovechándose de es ta circunstancia, pasa ron 200 hombres de E n t r e Ríos en embar­caciones menores , navegando por encima de las islas anega­das . Al mismo t iempo, una expedición mixta, compuesta de 500 a 600 hombres de pelea y una escuadri l la de siete lanchas y 12 canoas , bien t r ipuladas y ar t i l ladas a lgunas de el las, des­cendía el P a r a n á desde Cor r i en t e s , en auxilio de López . La fuerza de t ier ra llegó a San ta F e , marchando por ei Chaco , y la escuadril la a r t igueña s e reconcen t ró en su pue r to (61). Mandaba es ta expedición t e r r e s t r e fluvial, el famoso aventu­r e ro P e d r o Campbell , a quien por pr imera Vez vemos a p a r e ­cer en nuestra his tor ia , y cuya fisonomía original merece le dediquemos alguna atención.

Campbell e ra i r landés y catól ico. Había venido al Río de la P la ta con la expedición de Beresford, de cuyas filas de­se r tó , pasando a Cor r i en tes , donde por algún tiempo se ocu­pó en t rabajar como curt idor . D e genio aven tu r e ro y turbu­lento, s e enroló en las bandas de Ar t igas , así que estal ló la

(61) Parte de Hubac, transcripto por Balcarce, en enero de 1819. M, S. S., del arch. gral.

Page 138: Historia Belgrano III

154 B A R T O L O M É M I T R É

revolución. Po r su energía , su valor , su des t reza en el mane­jo de las a rmas a pie, a cabal lo y en las aguas , así como por su implacable crueldad, no ta rdó en adquirir un gran ascen­diente sob re los gauchos , cuyo traje y cos tumbres adop tó , y hace r se el segundo de Andresi to . Ar t igas le confió la organi­zación y mando de una escuadri l la de lanchas y canoas en el P a r a n á , a la que dio una organización especial (62). Formó al mismo tiempo un regimiento de indios t apes , armados con sa­ble , fusil y puñal , especie de cen tauros , que combat ían a pie y a cabal lo y cuya táct ica llegó a cons idera rse incontras ta­b le . E s t e hombre , al l legar a San ta F e , fué recibido por el pueblo a los gri tos de / Viva la patria oriental!

La l legada de los refuerzos de En t r e Ríos y Cor r ien tes , exal tó el espír i tu de los santafecinos, que desde aquel mo­mento sólo pensaron en volver a tomar la ofensiva. En es te sent ido, su primer empresa fué la ca tu ra de los ¡anchones de la escuadri l la , t r ipulados con 24 hombres , y uno de ellos a r ­mado con un cañón de a 6. El Comandan te de ella, Hubac , a la rmado por es te cont ras te , teniendo a su bordo como 500 hombres desmoral izados de la gen te de Hereñú (ent re solda­dos y familias), y t emeroso de se r abordado por la escuadr i ­lla d e Campbel l , consideró insostenible su posesión, y así lo manifestó a Ba lcarce . Es t e lo autor izó a levantar el bloqueo, y la escuadril la se re t i ró del frente de S a n t a F e , con s ie te buques a rmados en guer ra , teniendo a su bordo cua t ro meses de v íveres . E! Gobierno desaprobó es te ac to de debilidad y ordenó a Ba lca rce reponer el bloqueo, enviando ai mismo t iempo pa ra reforzar la escuadril la, el bergant ín Chacabaco. P e r o es tas ó rdenes l legaron t a rde , y la escuadri l la , con la expedición de Hereñú a su bordo , s e replegó a San Nicolás, al mismo t iempo que Ba lcarce al Rosar io (65).

Al anuncio de que San ta F e había sido reforzado, Ba lca rce s e re t i ró de San Lorenzo al Rosar io , y allí se reunió poco después la escuadril la, con los r e s tos de la expedición de H e ­reñú. El Gobierno, accediendo a su pedido, le envió 200 hom­b r e s escogidos de refuerzo. El Genera l , buscando a quien echar la culpa del mal éxito de su campaña y de su impoten­cia p a r a abrir la de nuevo, abrumaba al Gobierno con quejas diar ias sobre falta de cabal los , sobre el mal espíritu de ia ca­ballería a sus ó rdenes , sobre la calidad de los refuerzos que le remitían, sobre que los cont ingentes no fuesen de puros

(62) Véase Robertson, L«etters on South America, Travela in Río de la Plata», t. I, pág. 36.

(63) Oficio de Hubac a Balcarce, de 7 de diciembre de 1818, y de Balcarce al Gobierno, de 12 del mismo y 19 de enero de 1819. Oficio del Gobierno, de 7 de enero de 1819. M. S. S., del arch. ge­neral, leg, cit.

Page 139: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O

porteños, sob re ei silencio que guardaba la Gaceta r espec to de sus operac iones , amenazando hacer uso de la l iber tad de imprenta p a r a Vindicar el ejército, insinuando que no s e le dejaba l ibertad p a r a obrar , y que, por lo tan to , no respondía del resul tado de la guerra , re i te rando con cada queja su di­misión (64). El Gobierno, después de ago ta r todos ios medios para sat isfacerlo y contentar lo , le contes tó , al fin, que había hecho el último esfuerzo p a r a reforzarlo con la mejor gen te que tenía, que le cons taba ser imposible mandar le pu ros por­teños, y que en medio de las congojas que le rodeaban , le e r a sensible r e i t e r a se su renuncia. «En ta les conflictos (le decía), ansioso de remover los infaustos resu l tados que V. S . p ro ­nostica, consecuente con el empeño de emplear todo el poder de la Nación, pa ra concluir felizmente es ta desas t rosa guer ra , el Gobierno ha acordado y se han dado hoy por e s t e Ministe­rio (de la Guer ra ) las ó rdenes pa ra que en consideración á la inminencia de ios peligros, s e ponga inmediatamente en mar­cha el ejército auxiliar del P e r ú en su todo ó en pa r t e , al cargo del capi tán genera! don Manuel Belgrano, quien toma­rá el mando en jefe de ambos ejérci tos, que formarán uno sólo en la p resen te campaña» (65)

El general don Juan Ramón Balcarce , comprendiendo tal Vez que había sido demasiado exigente, sin razón por su par­te, y resent ido a la vez de que al acep t a r su renuncia se nom­brase general en jefe a Beigrano , con el cual no simpatizaba, contestó: «No he pedido un ejército pa ra l levar ade lan te la campaña, sino un cor to refuerzo p a r a mejorar la cabal ler ía . Reposo seguro en el ac ier to de mis operac iones , y me as is te la confianza que si algunos no me c reen suficiente p a r a te r ­minar la comisión que me fué confiada, no sucede así con los que he tenido el honor de mandar . Llegue enhorabuena e! ge­neral Be lgrano a recibirse del mando de ambos ejérci tos. En­t re tan to , si mi salud me io permite , me conse rva ré a la de­fensiva» (66).

En el mismo día (7 de enero de 1819) en que el Gobierno acep taba la renuncia de Balcarce , és te e ra a tacado por las divisiones de E n t r e Ríos y Cor r i en tes , re forzadas con part i -

(64) Oficios de Balcarce al Gobierno, de 16, 25, 27 y 28 de di­ciembre de 1817 y de 3 de enero de 18! 8. Decreto del Gobierno, de 27 de diciembre y oficio del mismo de 23 de id. de 1818. M. S. S., del arch. gral , leg. cit.—Véase además Gaceta, núm. 103, de 30 de diciembre.

(65) Oficio del Gobierno a Balcarce, de 7 de enero de 1819, contestando otro de 3 de enero del segundo. M. S. S., del arch. ge­neral, leg cit.

(66) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 13 de enero de 1819. M. S., del arch. gral., leg. cit.

Page 140: Historia Belgrano III

156 B A R T O L O M É M 1 T S E

das santafecinas , a! mando de Campbel l . Los si t iados consi­guieron rechazar el a taque con la pérdida de seis muer tos y a igunos her idos, dejando el enemigo diez cadáve res en el campo y bas tan tes heridos que llevó. El resul tado fué una ve rdade ra der ro ta para ia plaza, pues con los t i ros se disper­só su cabal lada, los montoneros a r r eba t a ron el ganado con que contaba para su subsistencia, y en medio del combate s e pasa ron nueve húsa res a las filas de los s i t iadores (67).

A pesa r de ia presencia de la escuadri l la en el puer to del Rosar io , que llegó opor tunamente para moral izar a los sit ia­dores , Balcarce no pensó desde aquel momento sino en rep le ­g a r s e a la provincia de Buenos Aires en previsión de una in­vasión de López a su ter r i tor io (68). Reaccionando, empero , inmediatamente sob re sí mismo, dispuso, de acuerdo con una Jun ta de guer ra , que el coronel Hor t iguera marchase con la cabal ler ía (húsares y dragones) , en la cual no tenía confian­za, a p ro tege r la f rontera de Buenos Aires , y se s i tuara en San Nicolás, quedando él con la infantería y ar t i l ler ía en el Rosar io (69). El Gobierno, que comprendía la importancia de mantener es te punto, reforzó a Ba lcarce con algunas t r opas y 2 piezas de art i l lería pa ra reanimar el espíritu de los sitia­dos , y dispuso a la VPZ que Bustos , reforzado con 500 hom­b re s del ejército de Belgrano, se incorporase al ejército de San ta F e , dejando sólo 100 hombres y a lgunas milicias en la f rontera de Córdoba (70).

Mient ras tan to , diarios combates y guerr i l las sin r esu l t ado tenían lugar a l rededor de! Rosar io . Si t iados y s i t iadores su­frían pérdidas en muer tos y heridos, disminuyendo considera­b lemente las filas de los pr imeros por la deserción (71). Ba l ­carce , desa ten tado an te la si tuación sin saiida que se hfibía c reado , p ropuso al Gobierno que se es tacionasen dos ejérci­tos de 2 000 hombres cada uno, en puntos convenientes , p a r a cubrir las provincias de Buenos Aires y de Córdoba (72), sin de terminar objetivo ni formular un plan. El Gobierno , com­prendiendo que no podía con ta r con la perseveranc ia del G e -

(67) Oficio de Balcarce al Gobierno, de enero 7 de 1819. M. S., del arch. gral , leg. cit.

(68) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 8 de enero de 1819. M. S., del arch. gral , leg. cit.

(69) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 9 de enero de 1819. M. 8., del arch. gral., leg. cit.

(70) Oficio del Gobierno a Balcarce, de 11 y 19 de enero de 1819. M. S„ del arch. gral., leg.' citado.

(71) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 9, 13, 16, 20 y 2o de enero de I8¡9. M. S., del arch. gral , leg. cit.

(72) Oficio de Balcarce al Gobierno, de 16 de enero de 1819. M. S., del arch. gral., leg. cit.

Page 141: Historia Belgrano III

HíSTCRiA DE BELGRANO 157

neral Ba lca rce , ni en la consistencia de sus ideas mil i tares , aun para mantenerse a ia defensiva, le ofició inculcando pa r ­t icularmente sobre la importancia de conse rva r el puer to del Rosario, y nombró al Genera l Viamont pa ra suceder le en e¡ mando, aceptando, al fin, sus re i t e radas renuncias (73). Antes que esta resolución Hubiese l legado a sus manos . Ba lca rce s e había replegado con su infantería a San Nicolás (74), dejando a! Rosario casi a r ru inado , e incendiando en su re t i rada ios t e ­chos de a lgunas casas pajizas que habían quedado en pie. ¡Este fuego de paja encendió odios interprovinciales que han durado más de medio siglo!

Los montoneros , ensoberbecidos por la re t i rada de Balcar­ce, marcharon en su busca h s s i a San Nicolás, en número como de 700 hombres , provocándolo a! combate . Después de algunas guerr i l las sin resu l tado , que tuvieron lugar en la ma­ñana y la ta rde del 5 de febrero (1819), en que Balcarce hubo de hacer jugar su art i l ler ía, los montoneros se rep legaron a San Lorenzo, con el intento de abr i r host i l idades cont ra Bus­tos en Córdoba (75).

El Genera ! Viamont salió de la capital con una columna de 500 soldados de línea, y se recibió de las fuerzas a ó rdenes de Balcarce , que alcanzaban como a 1.900 hombres , con ¡o cual reunió un ejército de 2.400 plazas bajo su inmediato man­do (febrero de 1819). Además, se puso a sus ó rdenes ia divi­sión de Bustos , reforzada con 300 hombres de buena caba­llería de! ejército de Belgrano y más de 500 milicianos de Córdoba, formando un total de 5.500 hombres de las t res ar­mas (76). En ía! situación, el ejército de Buenos Aires Volvió a tomar la actitud ofensiva, avanzando nuevamente ha s t a el Rosar io , con el objeto de combinar operac iones con ias fuer­zas de Córdoba . Al mismo t iempo, el ejército auxiliar dei Alto Perú , fuer te de 5.500 hombres (incluso la división de Bustos) , se ponía en marcha para concurr i r a la gue r ra ci­vil (77). De e s t e modo, más de 7.000 hombres iban a conver­ger s imul táneamente sobre ia provincia de San ta F e .

Don Estanis lao López, había sido nuevamente reforzado a

(73) Oficio del Gobierno a Balcarce, de 3 y 27 de enero de 1819. M. S., del arch. gral., leg. cit.

(74) Oficio de Balcarce al Gobierno, do 31 de enero do 1819. M. S., del arch. gral., leg. cit.

(75) Oficio de Balcarce a Viamont, de 5 de febrero por la ma­ñana, y al Gobierno, del mismo día a la tarde, y otro del día 7 de ídem a id. de 1819. M. S. S., del arch. gral., leg. cit.

(76) Oficio del Gobierno a Belgrano, de 3 de febrero de 1819. M. S., dei arch. gral., leg. «General Belgrano, 1819.»

(77) Estado de fuerzas de Belgrano, de 31 do diciembre de 1818, remitido en 8 de febrero de 1818. M. S., de! arch. gral., leg. cit.

Page 142: Historia Belgrano III

138 B A R T O L O M É M I T R É

su vez con o t ra columna de 800 hombres , enviada desde En­t r e Ríos por Ramírez, a ias órdenes de su hermano materno don Ricardo López Jo rdán . Con es ta fuerza, la de Campbell y las suyas propias , el gobernador de San ta F e se halló al f rente de un ejército de más de 2.000 hombres organizados, sin con ta r los indios auxil iares y las montoneras sue l tas de la f rontera de Córdoba . Con es ta fuerza reunida, s e puso en marcha a mediados de febrero en busca de Viamont, que se había es tacionado al Sud del Ca rca raña l . Después de hace r se sent i r sob re la línea de es te r ío, des tacó sobre Viamont, una vanguardia de observación, con el objeto de ocul tar el movi­miento que medi taba, y a la cabeza de 1.500 santafecinos, en t re r r ianos , cor ren t inos e indios, se lanzó ráp idamente por su flanco derecho sob re Córdoba en busca de la columna de Bus tos , con el intento de bat i r la (78). A su t iempo na r r a r emos las operac iones de es ta columna, cuando nos ocupemos del desarrol lo de la guer ra civil en el interior, continuando por ahora con la del l i toral .

Viamont, que s e apercibió de ia marcha de López y de la poca fuerza que había quedado a su frente, d ispuso, a princi­pios de marzo , que el coronel Hor t iguera hiciese un formal reconocimiento a la cabeza de 400 Dragones de la Pa t r i a , apoyándolo a la distancia con ei g rueso del ejército. Hor t i ­guera vadeó sin resis tencia el Ca rca raña l , y a r ro l ló en su marcha las pa r t idas de montoneros , que le cedieron el t e r r e ­no. D e e s t e modo, siguiendo para le lamente por la cos ta del P a r a n á , avanzó has ta Coronda , se posesionó del pueblo, tomó Varios pr is ioneros y reunió algunos ganados , emprendiendo desde allí su repl iegue al Cuar te l Genera l , con humos de Ven­cedor. P e r o desgraciado como s iempre en sus empresas mili­t a r e s , fué repent inamente ca rgado el 10 de marzo en las B a r r a n c a s , a inmediaciones del C a r c a r a ñ a l , po r una fuerza muy super ior que lo des t rozó, haciendo en su t ropa una gran matanza y poniéndola en completa dispersión (79). E r a López, que de r eg re so de su segunda expedición a Córdoba , y des­pués de habe r se medido con la división de Bustos (como se r e l a t a rá después) , Volvía a sos tener la campaña de S a n t a F e , abr iendo ias nuevas operac iones con e s t e golpe mortal (80). " Viamont quedó moralmente anonadado por es te con t ra s t e

(78) Iriondo, «Apuntes para la historia de Santa Fe», pág. íS. Paz, «Memorias», t. I, pág. 318.—Iriondo dice equivocadamente Marzo, y da exageradamente 1.500 hombres a López Jordán, sin mencionar a Campbell.

(79) Oficios de Viamont a~ Beigrano, de 10 y 11 de marzo sobre el Carcarañal. M. S. S., originales. (Papeles del General Viamont en nuestro archivo.)

(80) Oficios de Viamont a Beigrano, de 18 de enero de 1819.

Page 143: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L S R A N O 151

y mater ia lmente imposibilitado p a r a la campaña . Sin eaba-ilería, sin caba i los y sin inspiraciones den t ro de sí mismo p a r a mantener ia acti tud ofensiva que había asumido, el genera! porteño s e reconcent ró al Rosar io , donde fué s i t iado, como su antecesor , por el ejército santafecino. D e s d e allí s e dirigió a Belgrano, cuya situación ignoraba , asi como Bus tos igno­raba ía de Viamont, dándole cuenta de su es tado (81).

Esta comunicación encontró a Be lgrano en la provincia de Córdoba, en marcha con todo su ejército sob re S a n t a F e , y fué contestada ordenándole s e sos tuviera a todo t rance , mien­tras ¡os dos ejércitos s e ponían en contac to y combinaban sus operaciones (82).

La situación de Viamont era apurada , pe ro la de López no era más ventajosa, a pe sa r de su acti tud p r eponde ran t e . Dueño de la campaña con su cabal ler ía , podía ei caudillo santafecino in te rcep ta r las comunicaciones t e r r e s t r e s ; p e r o la infantería de Buenos Aires e ra invencible y contaba con el apoyo de la escuadril la para abas t ece r se . P o r lo tan to , uno y otro eran re la t ivamente impotentes p a r a des t ru i r se . P o r otra pa r t e , el ejército de Belgrano , fuer te de 5.000 hombres , avanzaba en masa sob re S a n t a F e , sab leando con su sólida caballería las guerr i l las de montoneros que pretendían dis­putarle el paso , y el sitio del Rosar io no podía t a r d a r en ser levantado y la provincia dominada mil i tarmente. P e r o es to no era sino el preludio de una nueva gue r ra sin solución. O bien el ejército del Alto P e r ú s e es tacionaba en el Rosar io , perdiéndose en ia inacción, o bien se emprendían nuevas operaciones sobre el En t r e Ríos, donde aun s e conse rvaban algunas montoneras fomentadas po r el Gobierno Nacional . En ambos caso , e i problema n o hacía sino complicarse, embraveciendo más la anarquía , a r ru inando el país y mal­gastando, en una lucha estéri l y criminal de éxi to dudoso , los últimos r ecu r sos de que la nación podía disponer p a r a llevar ade lan te la guer ra de la independencia contra el ene­migo común. Un hilo de una de aquel las t r amas mis te r iosas , propias del genio profundo y pac iente de San Mart ín , y que involucraba los dest inos futuros de ia América del Sud , vino por acaso a pa sa r por en t re los ejércitos be l igerantes , y es te accidente resolvió pacíficamente el problema, al menos por el momento. Véase cómo:

Una pa r t e del vas to plan de campaña continental de San

M. S. S., del arch. gral.—Véase Paz, «Memorias», t. I, págs. 318 y 319, y «Apuntes» de Mondo, pág. 43.

(81) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 11 de febrero de 1819. M. S. S., del arch. gral., leg. cit.

(82) Oficio de Belgrano a Viamont, de 17 de marzo de 1819, M. S., del arch. gral., leg. cit.

Page 144: Historia Belgrano III

140 BARTOLOMÉ M'.TRg

Mart ín con relación a la emancipación de América meridional, e s t aba real izado. El ejército de los Andes , formado casi de la nada, el paso de las Cordi l le ras ejecutado, Chacabuco y Maioo fueron sus pr imeros resu l tados ; y una vez el mar Pacífico dominado por una escuadra chilena, amenazaba lle­var las a rmas de ia independencia al Bajo Pe rú . E s t e había sido cons tan temente ei objetivo lijo de San Mart ín . Después de cada una de sus inmorta les victor ias , Volvía a p a s a r y r e p a s a r la cordil lera caba l le ro en una muía, con el objeto de concer ta r con ambos Gobiernos ios medios de real izar es te gran pensamiento , empleando a l t e rna t ivamente la pe r ­suasión, ia amenaza de su renuncia, la demostración mate­mática, y Venciendo uno por uno ¡os obs táculos que s e le oponían, con su sagacidad, su paciencia y su pasión recon­cent rada . A fines de 1818, ia expedición e s t aba acordada , San Mart ín había bosquejado magis t ra imente por escri to el pian de invasión, y la diplomacia s e ocupaba en la época a que hemos l legado, en concer ta r el t r a t ado que ¡a República Argent ina y Chile debían firmar p a r a ¡levar unidas sus a rmas l iber tadoras al Bajo Pe rú . P rec i samente , por la misma época, sobrevinieron algunos desacuerdos en t re el genera l San Mart ín y el Director O'Higgiíis, con motivo de las dila­ciones que re ta rdaban ¡a ejecución del plan. A pesa r de ¡o convenido, ningún ap res to ser io se había hecho has ta entonces por Chile pa ra act ivar ia expedición, así en e! personal como en el material que debía componer la . Mient ras tan to , ei ejér­cito de ¡os Andes , combatía una p a r t e de él en el Su r de Chile , y la otra p a r t e cus todiaba con el a rma al b razo al Gobierno de O'Higgins, que tenía en el país un poderoso par t ido que le era hostil , como lo era a ia al ianza argent ino-chilena, y, por ¡o tanto , a ¡a permanencia de ¡as t ropas de ias Provincias Unidas en terr i tor io chileno. Impago e s t e ejército de sus sueldos , que es taban a cargo de Chile, hacía como seis meses; r e t a rdado indefinidamente el reemplazo de sus bajas por inutilizados en acción de guer ra , a que también debía proveer ; no bien atendido por ¡os ministros de O'Higgins los reclamos de San Mart ín , é s te liego a pe rsuad i r se que el Gobierno chileno, ai abrigo de toda invasión por su prepon­derancia marít ima en el Pacífico, no s e ocupaba ser iamente de la expedición, o, por lo menos, no ponía ios medios efi­cientes para impulsar la . Entonces , concibió uno de aquellos golpes pecul iares de su genio, que sorprenden por la simpli­cidad de sus medios y admiran por ia seguridad de sus resul­tados .

Inventó el r epaso de! ejército de ios Andes al t e r r i to r io ar­gentino, que ha engañado has ta hoy a ¡os mismos historiado­re s . Sin confiar a nadie su te r r ib le sec re to , maniobró da tal modo, que hizo servi r , a l te rna t ivamente , a los dos Gobiernos

Page 145: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 141

a sus profundas miras , sacando del te r r i to r io argent ino nue­vos recursos , y obligando a Chi le a que le rogara l levase in­mediatamente a cabo la expedición de! P e r ú (que só!o él podía realizar), p resentándole a l lanados todos los obs táculos que a su ejecución se oponían. P a r a los objetos de es te libro, pon­dremos al descubier to pa r te de es ta memorable t r ama , uno de cuyos hilos pasó por el Rosar io , envolviendo accidental­mente a los ejércitos be l igeran tes (83).

Para p r e p a r a r la ejecución de su mister ioso plan, San Mar ­tín acantonó su ejército en Aconcagua, al pie de ¡os pasos occidentales de la Cordi l lera , dejando únicamente una divi­sión argent ina al Su r de Chi le . Desde allí hizo p resen te al Gobierno argent ino , por la Vía reservada, que Chile no se ocupaba se r iamente de la expedición al Perú , que su hacien= da es taba en banca r ro ta , que el ejército desatendido tendría que ser a tendido en ade lan te por ¡as Provincias Unidas, que los chilenos odiaban tan to a su Gobierno como desconfiaban del ejército de los Andes , que por todo esto lo había ais lado en Aconcagua, y que él sa lvaba su responsabi l idad diciéndose la Verdad, y pidiendo órdenes pe ren tor ias en consecuencia (84). A ¡a Vez, pedía explicaciones oficiales al Gobierno chileno sobre la poca actividad de los p repara t ivos p s r a ia expedición y confidencialmente insinuaba a los de Buenos Aires , que en ei caso de impar t í rse le orden pa ra r e p a s a r la Cordi l lera , s e rese rvase la ve rdadera razón y diesen por causal !a expedi­ción de Cádiz cont ra el Río de la P la ta (en la cual él no cre ía) . Las órdenes en es te sent ido no s e hicieron espe ra r . El Gobier­no argent ino, afligido por la gue r ra civil que tan impremedita­damente había provocado , habiendo hecho re t i rar , por causa de ella, el ejército de Belgrano de la f rontera del Nor t e (a la sazón nuevamente amagada por los ejércitos rea l i s tas del Alto Perú); que por o t r a p a r t e esperaba que es te despl iegue de fuerzas influiría poderosamente en la pacificación interna, y que, de no rea l izarse la expedición del Bajo P e r ú (corno lo deseaba), cre ía , que unidos los ejércitos de San Mart ín y Bel­grano, podrían pene t r a r nuevamente por el ter r i tor io dei Alto Perú, autor izó plenamente a San Mar t ín p a r a p roceder según sus insinuaciones.

(83) En nuestras «Comprobaciones Históricas», se trata este punto con más pormenores y bajo otros aspectos, exhibiendo nue­vos documentos. En nuestra «Historia de San Martín», se tratará extensamente con exhibición de otros documentos inéditos, así oficiales como confidenciales que existen autógrafos en nuestro archivo. M. S. S.

(84) Oficio reservado de San Martín ai Director de las P. U., do 12 de enero de 1819, en Santiago de Chile. M. S. (Lib. copiados de San Martín, original en nuestro archivo.)

Page 146: Historia Belgrano III

142 B A R T O L O M É M I T R E

'Simultáneamente con todo es to , una división de 1.10Ó hom­b r e s de ías t res a rmas , en la que es taba comprendida casi tocia ia cabal ler ía del ejército de los Andes (g ranaderos y cazado­r e s a caballo) , r e p a s a b a ia Cordi l lera y s e es tac ionaba en Mendoza . De es te modo, se colocaba en acti tud de servi r me­jor a la causa de América, cumpliendo sus debe re s para con su país . En un caso , ejercía presión sobre Chile, obligándo­lo a decidirse por la inmediata expedición del Pe rú . En otro ca so , remontaba su cabal ler ía en ei ter r i tor io que poseía los mejores e lementos en es ta armo; y de todos modos, quedaba habi l i tado ya para hacer r epasa r , sin inconvenientes , el res to del ejército, ya para concurrir , si fuese necesar io , a cont ra-r e s t a r la expedición española que se anunciaba. Los resul ta­d o s correspondieron a sus profundos cálculos.

Él anuncio de ia re t i rada del ejército argent ino, hirió a! Gobierno de Chile como un golpe de rayo . San Mart ín , que al dar comienzo ai r epaso , s e había t ras ladado a Mendoza, fué desde aquel momento el objeto de sus solici tudes. S e le dirigieron comunicaciones oficiales y confidenciales demos­t rando la conveniencia de suspender la re t i rada de! ejército argent ino; s e comprometió ai Enviado argent ino cerca del Gobierno de Chile , don Tomás Guido, p a r a que r e p r e s e n t a r a an t e su Gobierno en tal sentido, y se hicieron p resen te a é s t e ios inconvenientes que de tai paso resul tar ían p a r a ambos pa íses y pa ra ia América en genera l . San Mart in , mientras tan to , r emontaba la división en la provincia de Cuyo , y anun­ciaba al Gobierno de Chile su intención de mediar en ¡a gue­r r a civil del l i toral , comprometiéndolo a ejerci tar su influen­cia en es te sentido, y mantenía si mismo tiempo una cor res­pondencia activa con Belgrano sobre el par t icular .

Cuando San Mart ín Vio que el Gobierno de Chi le se ponía a su discreción y facilitaba todo pa ra su anhelada expedición al Pe rú , y cuando ¡as noticias de Europa anunciaron que la expedición española ai Río de ¡a P la ta no era un peligro tan inminente como se había creído, empezó a deshacer la t rama tan labor iosamente urdida, haciéndose dar con t raó rdenes pos­eí Gobie rno argent ino y poniendo a la logia Lauter ina en Chi­le en el caso que le o rdenase terminantemente no obedeciera a su Gobierno y marchase a l iber tar el Pe rú con el ejército argent inochileno. En honor de la verdad histórica debe de­cirse que el pape! más noble en es ta sublime comedia, des­p u é s de! de San .Martín, que no e ra movido por ningún inte­rés personal , es el de O'Higgins. Anonadado por el anuncio, comprendiendo que sv. Gobierno pel igraba sin el apoyo dei ejército de los Andes , anhelando s inceramente rea l izar la ex­pedición aí Pe rú , a la par que hacía esfuerzos pa ra suspen­der !a re t i rada , reconocía que la República Argentina pedía

Page 147: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 145

lo que era suyo, y que la salvación del país que había dado la l ibertad a Chile era an tes que todo, aun cuando Chile ame­nazara pe rde r se ; porque, según decía, perdida la República Argentina, se perdía Chile , y sa lvándose podía Volver a re ­conquistar su l ibertad, como ya lo había hecho; terminando por ofrecer cuanto Chile tuviese , caso que la expedición e s ­pañola s e dirigiera al Río de la P la ta (85) En cuanto a Puey­rredón, aturdido en medio de es tas apa ren t e s contradiccio­nes, sin comprender su alcance, escribía a San Mart ín , que sus órdenes y con t raórdenes le habían sido suger idas por él; que él no había pensado nunca compromete r al ejército de los Andes en la guer ra civil; que se felicitaba que la expedición al Bajo Pe rú se real izara; pe ro que. de no, debía ab r i r se nue­va campaña por el Alto Perú , en unión con el ejército de Bel­grano. En cuanto a Belgrano , no menos sorprendido que los demás por el r e p a s o del ejército de los Andes , dep loraba la suspensión de la expedición a Lima, como se verá después . Así, todo conspi raba a que el profundo plan de San Mart ín , diera todos los resu l tados inmediatos que él s e habia p ropues­to, y o t ros con que tal Vez no había contado. La expedición al Bajo P e r ú , definit ivamaníe a r reg lada por la invención del repaso del ejército de los Andes, contr ibuyó de una manera indirecta a que s e in ter rumpiese la gue r ra civil , que San Martín miraba con hor ror , no sólo por habe r jurado no to ­mar jamás en ella p a r t e , sino porque interrumpía o dificulta­ba sus g randes p lanes de emancipación continental (86).

El acaso , que en esta ocasión coincidía con la lógica de las cosas , vino a dar al complicado plan de San Mart ín una in­fluencia inesperada en el sentido de sus propós i tos . Hal lán­dose ce r r adas las comunicaciones en t re el litoral y ei interior, el co r reo que conducía las comunicaciones de Mendoza del mes de marzo (1819) fué in terceptado por los montoneros de San ta F e . Quizá San Mart ín lo había previs to , pe ro no tene­mos documentos pa ra a segura r lo . El hecho es que, en el fon­do del saco de cuero del corre ís ta , s e encontró una comuni­cación de O'Higgins a la que iba adjunta o t ra del Senado de Chile r ep re sen tado sobre el r epaso del ejército de los An­des, con una de Guido que las apoyaba , y una ca r t a de San Mart ín insinuando al Gobierno que podría dá r se ie contraor-

(85) Carta de O'Higgins a San Martín, de 15 de marzo de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo.

(t'6) Existen en nuestro archivo todos los originales de la co­rrespondencia oficial y confidencial de los Gobiernos argentino y chileno, de O'Higgins, Puyrredón, Belgrano y Guido, que comprue­ban todos estos asertos, y que figurarán en nuestra «Historia de San Martin.» M. S. S.

Page 148: Historia Belgrano III

144 B A S T O - L O M É MIT8E

den, desde que las amenazas de la expedición española s o b r e ei Río de ¡a Pia ta parec ían dis iparse (87).

López se impuso con so rp resa de tan impor tantes docu­mentos , ignorando las ve rdade ra s disposiciones de San M a r ­tín, se persuadió que el r epaso del ejércifo de los Andes t e ­nía por objeto la guer ra de Sar?ta F e , y que iba a ve r se obli­gado a hacer frente a t r e s ejércitos a ia vez. Con su sagaci­dad nat iva, se dio cuenta c lara de su si tuación, y adoptó desde, luego una resolución en armonía con sus instintos de caudillo persona! y el s is tema gauchí político de equilibrio que le era aconsejado por su situación ter r i tor ia l . Compren­diendo que no podía resis t i r al ejército de Belgrano , que avan­zaba sableando sus montoneras ; presint iendo, que obligado a r ep lega r se al Chaco o emigrar a En t r e Ríos, perder ía toda su importancia como caudillo loca!, y quedaría a merced de Ar­t igas o de Ramírez; y fat igado de sus terr ibles al iados de En­t r e Ríos y Cor r ien tes , que empezaban a cometer excesos que él no tenía fuerza para contener , y sin ios cuales no po­día sus ten ta r la gue r ra con eficacia; y, además , obrando p ro -bablemenie en él los sent imientos de argent ino que no había dese r t ado la causa común cont ra los españoles , se decidió a hacer la paz bajo su responsabi l idad, para conjurar de es te modo l o ; pel igros que lo amenazaban . En su género , el plan de conducía que se t razó López p a r a a lcanzar es tos resu l ta ­dos , no fué menos hábil que el de San Mar t ín .

En los pr imeros días del mes de abril (1819) un par lamen­tario de ¡os montoneros se p resen tó en ia iínea del sitio del Rosar io , y puso en manos de Viamont la correspondencia in­te rcep tada , p ro tes tando en nombre de López sus sentimien­tos de americano y pa t r io ta . Con es te motivo, ambos ejércitos s e pusieron a! habla . Ei genera l Viamont, que e s t aba a os ­curas de lo que pasaba , que ignoraba hasta la proximidad del ejército de Belgrano, y que en su apurada situación no Veía prospec to lisonjero a la guer ra , abundó, a su vez, en p r o t e s t a s pacíficas. D e es te cambio recíproco de caba l le rosas atencio­nes y pa t r ió t icas p ro tes t a s , nació un acuerdo para poner tér­mino inmediato a la lucha. En consecuencia , ambos genera les firmaron ei 5 de enero un armisticio provisional por ei térmi­no de ocho días, compromet iéndose a formalizarlo pa ra en t ra r en negociaciones de paz , en el caso de que dent ro del plazo seña lado fuera a p r o b a b o po r el general Belgrano (88).

Así terminó por el momento es ta gue r ra del Pe loponeso

(87) Carta de Pueyrredón a San Martín, de 19 de abril de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo.—Papeles del General San Martín en nuestro archivo. M. S. S.

(88) Véase El Americano, núm. 3, de 1.° de abril de 1819, pá­gina 47, y Extraordinaria, de 3 7 de abril de 1819.

Page 149: Historia Belgrano III

H I S T O R I A . D E S E L G R A N Q 14;

argent ino, que hemos liamado de! l i tora l , po rque tuvo po r teatro las provincias bañadas por las aguas de! Uruguay y Pa raná . Imprudentemente provocada por el Gobie rno gene­ra!; mal conducida por sus genera les ; enérgicamente sos te ­nida por los montoneros ; los contendores Volvían a encon­t ra rse en su punto de par t ida y el armisticio dei Rosar io no era sino una t regua . C u a t r o ejércitos había empleado Buenos Aires en ella, y sufrido o t ras t an tas de r ro t a s . £1 quinto ejér­cito llamado a intervenir en la contienda civil , 'dando la es­palda á! enemigo común en !a f rontera Nor te , marchaba fa­ta lmente a sufrir o t ra de r ro ta más desas t rosa aún, pac tando con la anarquía t r iunfante. El ejército de !os Andes , que pudo por acaso comprometerse en ella, se sa lvaba de la disolución merced a la claridad de vistas de San Mart ín , y manteniendo en a l to la bande ra r eden to ra , l ibraba la pat r ia a sus fa ta les dest inos, que él no podía conjurar .

La opinión pública, enervada ; el Gobierno, sin fuerza moral ni materia!; las provincias, insurreccionadas o p ron ta s a r e b e ­larse en masa; los odios en t re hermanos , exacerbados ; el es­píritu militar, des templado en una lucha impopular y sin ho­rizontes gloriosos; el patr iot ismo, embotado por la obl i tera­ción del sentido moral; la capital , exhausta de recursos , la anarquía de las ideas , la debilidad orgánica de las institucio­nes, el ensoberbecimiento de las masas semibárba ras , que represen taban a la vez la mayoría y !a democracia genial , todo presagiaba la gran ca tás t rofe histórica que debía disol­ver política y sociaimente a la nación. La Atenas del P la ta pudo desde aquel día, como los hijos de ia ciudad de Minerva , colgar en sus templos un freno cié cabal lo y una p roa de bu­que en señal d« que la victoria no coronar ía ya sus a rmas por agua ni por t ier ra en la guer ra civil, aun cuando su genio, su poder y su infiuencia, i r radiaran su luz y su acción por todo ei Cont inente , y hubiese de triunfar al fin por su acción civili­zadora, por su temple cívico y por su fuerza de cohesión, lu­chando con t ra la ba rba r i e desorganizadora y bru ta lmente re ­generadora a la vez, y es tablecer , por último, la piedra fun­damental de la nueva fábrica política.

Los hechos b ru ta les y las fuerzas vivas es taban en pugna con las leyes escr i tas y las b a r r e r a s artificiales. La sociedad política e s t aba fundada sobre cimientos carcomidos. La,s nue­vas fuerzas en actividad, obedeciendo a su impulsión instin­tiva, destruían lo Viejo que se oponía a su desenvolvimiento y lo nuevo que no tenía consistencia, sa lvándose únicamente de su acción demoledora e! principio e te rno de la cohesión y de la conservación, que nunca pe r ece en los pueblos dest ina­dos a vivir en los t iempos. La sociedad colonia! es taba en plena descomposición; las leyes orgánicas de la república de­mocrática aún no se habían reve lado; el Gobierno del pueblo,

10

Page 150: Historia Belgrano III

140 B A R T O L O M É M I T R E

por el pueblo ¡10 había podido echar ra íces , y t an tos e r r o r e s cometía la ba rba r i e des t ruyéndolo todo, como la inteligencia buscando la salvación fuera de las condiciones geniales del país . La república nueva se e laboraba , empero , en la batal ia de la vida por la ley del crecimiento normal, dentro de las a to rmentadas en t rañas de la pa t r ia de ios argent inos . De esta gestación dolorosa , en medio de un caos apa ren t e , debía surgir una asociación embrionaria con una democracia semi­b á r b a r a por materia prima, con un cent ro de civilización ex­pansiva por núcleo, con un poder pers is tente de cohesión en su organismo y un sentimiento innato de l ibertad y de inde­pendencia por alma, que por acciones y reacciones rec ípro­cas , al fin encontrar ía su equilibrio dentro del círculo magné­tico de sus e lementos const i tut ivos, bien que con sus fuerzas sociales casi aniquiladas.

En el capítulo siguiente se Verá d i señarse más c la ramente es te prospec to . En él s e dará noticia de las operac iones mi­l i tares que s imul táneamente con los sucesos ya na r r ados tu­vieron lugar en Córdoba , de los t rabajos de Beigrano, de sus Vistas sobre la situación y de la resolución que adoptó con respec to al armisticio del Rosar io que ie fué sometido.

Page 151: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XXXIX

LA GUERRA SOCIAL

1819

Ojsada retrospectiva.—Nueva invasión a Salta y su retirada.— Combate de Acoyte. — Guerra de merodeo.—Combate de ias Sa­linas.—Bustos con una división del ejército auxiliar en Córdo­ba.—Otra división con Lamadrid, y Paz lo refuerza.—Beigrano, General eu jeje del litoral.—Marcha de todo el ejército del Perú, a Córdoba. —Vacilaciones de Beigrano.—Situación de Bustos después del Fraile Muerto.—López invade a Córdoba con los entrerrianos y correutinos.—Combate de la Herradura.—Prime­ras operaciones de Beigrano.—Actitud de S in Martín en la gue­rra civil.—Mediación de Chile en ella.—Correspondencia entra San Martín y Beigrano, sobre la guerra social.—Beigrano marcha sobre Santa Fe.—Sus nuevas vistas sobre la situación política y militar.—Estado de la guerra del litoral.—Armisticio del Rosa­rio y San Lorenzo. —Consideraciones sobre la situación política y militar.—Influencia del armisticio en la política ulterior.—Ac­titud de San Martín, en Mendoza.—Planes del Gobierno sobre el Alto Perú. —La expedición a Lima, acordada.—Ideas de Beigra­no y del Gobierno, sobre el modo de sostener la guerra civil.— Miseria del ejército auxiliar.—Apuros pecuniarios del Gobier­no.—Negociaciones que siguieron al armisticio. —Actitud de López y Ramírez.—Ideas políticas y militares de Beigrano.—El ejército auxiliar retrocede a Córdoba.—Retiro de Pueyrredón.— Rondeau, Director Supremo.- Juicio sobre la administración Pueyrredón.

Dijimos an tes que para dominar de más alto punto de vista los horizontes de la historia y hacer comprender mejor el e n ­cadenamiento de hechos que l levaron al ejército del P e r ú a complicarse y pe rde r se en masa en la gue r ra civil, necesi tá­bamos tomar al Gobierno general como centro del movimien­to colect ivo. En consecuencia, fué traída la narración a la época de la declara tor ia de la Independencia argent ina, en que el Di rec to r Pueyr redón se recibió del mando supremo de las Provincias Unidas, punto en que había quedado suspensa la exposición de los sucesos polí t icos y mili tares que simultá-

Page 152: Historia Belgrano III

148 B A R T O L O M É M I T R E

neamente tenían lugar en el Nor t e de la República (1). B o s ­quejados sobre esta base , los an tecedentes de la situación ge­neral en aquel momento solemne, t r azóse la marcha de ia ad­ministración pública con relación a ella, explicando su política interna y ex terna . Siguiendo los rumbos genera les de nues t ro plan, hemos explicado el desar ro l lo lógico y sucesivo de ios acontecimientos , ligando s iempre los efectos a sus causas , más o menos inmediatas . Así, se ha completado el cuadro de las res is tencias anárquicas con que el Gobierno tuvo que lu­char por la pa r t e dei Or i en te argent ino, y sus complicaciones con la nación limítrofe al Nor te , qne dieron por resul tado la invasión bras íüco-por tuguesa a la Banda Or ienta l . A! his to­riar los múltiples t rabajos de la política internacional con r e ­lación a la Independencia argent ina , los hemos ligado, natu­ra lmente , con las acciones y reacciones de la política interna, que dieron por resu l tado la renovación de ia guer ra civil y la recrudescencia de las res is tencias popu la res . La gue r ra del l i toral , punto de par t ida de la conflagración general del país , ha sido, en consecuencia , na r r ada en todos sus pormenores con espíri tu equitativo; y dando la p a r t e de responsabi l idad que a cada uno toca en la provocación de ella, quedan establecidos los fundamentos de nues t ro cri terio histórico. D e s p u é s de habe r recor r ido es te vas to círculo de acción, Volvemos a en­con t ra rnos en nues t ro punto de par t ida, con el ejército auxi­liar del P e r ú en marcha pa ra intervenir en la guer ra civil y la f rontera del Nor t e abandonada . Expl icadas las causas que produjeron fatalmente es te hecho, neces i tamos ¡raer ahora la narración a! momento en que el Genera l Be lgrano , obedecien­do a las ó rdenes del Gobie rno , s e t ras ladó a un nuevo esce ­nar io . P a r a completar el cuadro histórico en su orden crono­lógico, nos ocuparemos ráp idamente de los sucesos de la gue r ra de Sa l t a y del interior de la República, desde el mo­mento en que Belgrano fué l lamado a sa lvar el orden público amenazado, has ta el día en que le encontramos en marcha con todo su ejército sobre San ta F e , recibiendo el armisticio del Rosar io , sometido a su aprobación.

Como se r eco rda rá , después de rechazada glor iosamente por Güemes la gran invasión de La S e r n a sobre Sa l ía , ia vanguardia española al mando de Olañe ta , fuerza de 1.000 hombres , había Vuelto a invadir por la quebrada de Humahua-ca en agos to de 1817, y salido a su encuentres el Comandan te Arias , obligándolo a r ep legar se a! pueblo del mismo nombre . Con tal motivo, Belgrano se proponía abr i r operac iones pa r ­ciales sob re ia Quebrada , cuando a! finalizar el mismo año recibió la orden de acudir con su ejército a tomar p a r t e en la

(1) Véase el capitulo XXXIV.

Page 153: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L S R A N O 149

guerra civil (2). Explicado queda cómo el Genera l des tacó una división al mando del Corone! Bus tos sob re Córdoba , y ¡as operaciones que en su consecuencia tuvieron lugar has ta el combate del F ra i l e Muer to (5). Con es tos an t eceden te s , Volvamos a tomar ei hilo de ia narración por la p a r t e del Nor ­te de la Repúbl ica .

El Comandante Arias continuó cor. los Valerosos gauchos sá l tenos haciendo frente a la nueva invasión, y obtuvo algu­nas Ventajas parc ia les , a costa de pequeños r evese s (4). La vanguardia real is ta , mientras t an to , se limitaba a e jecutar marchas y con t ramarchas desde Ti icara a Hornil los, s o s t e ­niendo continuas guerr i l las (5). F u é en es ta ocasión que s e pasó a las filas argent inas el Tenien te Coronel don T o m á s I r iar te , argent ino al servicio de ios españoles , que había he­cho su ca r r e r a en la Península y que desde entonces s e incor­poró a las filas independientes , f igurando más ade lan te con c ier ta espcctabi l idad, aunque ninguna pa r t e directa ni indirec­ta tomó en la guer ra de la independencia. Art i l lero científico, hombre, i lustrado y relacionado con los principales jefes.es­pañoles que abr igaban ideas l iberales, en cuyas soc iedades s ec re t a s e s t aba afiliado, ios informes que suministró al Gene ­ra! Belgrano fueron de alguna importancia, y habil i taron a é s t e pa ra conocer y juzgar los p lanes del enemigo (6).

La correr ía de Olañe ta no teía más objeto que mantener la actividad de las hosti l idades de Vanguardia, p r e p a r a n d o una nueva invasión has ta Tucumán, pa ra el caso en que una r e ­ciente expedición que había salido de Lima al mando de! ge­neral Osor io con el intento de reconquis tar a Chile, obtuvie­se el éxito que esperaban , vengando la de r ro ta de Chacabu-co. Conforme a es te plan, la vanguardia de Olañe ta fué r e ­forzada por una división de cerca de 400 hombres del bata l lón Gerona y Húsa res de Fernando VII, al mando del Corone l don Jerónimo Vaídés. Ambas fuerzas reunidas , con la Ventaja que les daba el t e r reno y !a superioridad de sus a rmas , a r r o ­llaron fácilmente desde Hornil los las par t idas de gauchos que les disputaban el paso , y avanzaron has ta la ciudad de Jujuy, de la que se posesionaron ei 14 de ene ro . O lañe t a empleó

(2) Véase el final del capítulo XXXV. (8) Véase el capítulo XXXVIII. (4) Oficio de Belgrano, de i.° de enero de 1818.—ídem de Güe-

mes, de 23 a 27 de diciembre de 1817. M. S. S., del arch. genera!. (Véase el núm. 54 de la Gaceta de 17 de enero de 1818, pág. 126.)

(5) Oficio de Güemes, de 3 de enero y de Belgrano, de !0 del mismo de 1818. (M. S., del arch.) (Véase el núm. 66 de la Gaceta de 31 de enero de 1818.)

(6) Informes de don Tomás Iriarte. M. S., autógrafo ennuentro archivo.

Page 154: Historia Belgrano III

150 B A R T O L O M É M I T R E

todo el día 14 en saquear o rdenadamente a Jujuy, y hacer a l ­gunas recogidas de ganados en los a l rededores , emprendien­do en el mismo día su re t i rada . Las fuerzas de Quemes , mal de a rmas y cabal ios , no podían con t r a r r e s t a r eficazmente al enemigo; pero así que inició su movimiento r e t róg rado , ro­dearon inmediatamente su campo y lo sit iaron en él, teniendo lugar a lgunos choques de cabal ler ía , y así lo acompañaron has t a la f rontera de Yavi (7).

Ufanos los rea l i s tas con la calidad de sus t ropas , despren­dieron una columna de 200 hombres del "regimiento Ext rema­dura , que pene t ra ron por la s ierra de San ta Victoria. Una par t ida de 40 hombres se des tacó dei g rueso de la columna. Ca rgada aquella por 20 gauchos al mando del comandante J o s é Antonio Ruiz, en Acoyte (11 de febrero de 1818), fué comple tamente de r ro t ada , dejando en el campo 40 fusiles, 6 muer tos y 18 pr is ioneros , en t re ellos un oficial (8). La Se rna , humillado por es te pequeño con t ras t e , Volvió a propo­ner un canje de pr is ioneros , y Güemes , al acep ta r lo , ie dio una nueva lección de Derecho de Gen tes , diciéndole: «Tengo no­ticias de que después del triunfo de mis a rmas en la jornada de S a n t a Victoria, se Vengaron las t ropas de V. S . con el enorme a ten tado de degollar con frente serena a lgunas ino­cen tes mujeres. Lo tengo igualmente del cast igo de azo tes que ejecutaron en el capi tán de na tura les Tor i ta lay , y de o t ros muchos excesos y desafueros cometidos con impunidad. S s b e V. S . que yo he hecho la gue r ra sin t r a s p a s a r los límites de ella y que he r e spe tado a la humanidad doliente. E s t o mismo

(7) Oficio de Beigrano, de 8 de enero de 18í 8.—Id. de Güemes, da 12 y 13 del mismo.—Id. de Beigrano, de 26 del mismo. - Id. de Güemes, de .14 y 17 del mismo.—Id. de Beigrano, de 2 de febrero de 18 i 8. — M. S. S., del arch. gral.— Memorias de Camba, t. I, pá­ginas 283 y 284.—Véase Gacela de B. A., de 31 de enero y 21 de febrero de 1818.

(8) Parte de Güemes en .Tujuy, de 26 de febrero, y de Beigrano, de 10 de marzo de 1818. M. S. S., del arch. gral. (publicados en ia Gaceta Extraordinaria, de 27 de marzo de 18 i 8).— Los historia­dores españoles no mencionan este combate, fil está comprobado por una nota de La Serna, de 21 de febrero, proponiendo a Güe­mes el canje de los prisioneros, que original existe en el arch. ge­neral. En ella dice La Serna: «En Santa Victoria ó sus inmediacio­n e s , una partida de gauchos hizo el día 11 del presente mes pri-«sioneros á 21 individuos de Extremadura, que se separaron de su >cuerpo.» M. S., del arch. gral., Socret. de Gob., 1818.—Güemes, al contestar, dice con fecha 3 de marzo: «Los prisioneros son 18, á • excepción del oficial y no 21. Los demás morirían en la contien-»da.-> M. S., del arch. gral., leg. cit. De los prisioneros, a excepción de 4 americanos, todos los demás eran españoles.

Page 155: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D B B E L G R A N O 151

exijo de V. S . , si no por justicia, al menos por reciproci­d a d - (9).

La victoria de Msipá , que tuvo lugar en el siguiente mes de abril ( 8 1 8 ) , frustró una Vez más los planes de invasión de los real is tas sobre Sa l ta . Desde entonces , ¡a guer ra militar se convirtió en gue r ra de recíproco merodeo, haciendo uno y o t ro bel igerante frecuentes incursiones. En es te t iempo. Quemes a r r eba tó más de 18.000 cabezas de ganado lanar y Vacuno con el objeto de quitar al enemigo los r ecursos con que contaba pa ra emprender nueva invasión (10). Una colum­na española, al mando del coronel Vigil, hizo una cor re r ía desde Tarija hasta Sal inas , obligando a Uriondo a r ep legar se a ia frontera. El comandante Rojas (Juan Antonio) salió en su auxilio al frente de una división de infernales y de gauchos que, unidos a algunos indios f lecheros, ca rgaron s o b r e una re ­unión de 800 rea l i s tas (fn su mayor parre nidios) y los des t ro­zaron (18 de mayo de 1818), matando 110 hombres , tomando 62 fusiles y quedando en su poder 73 heridos y pris ioneros (11).

O r a n se hizo, por el momento, t ea t ro de nuevas operac io­nes , cuyo principal objeto era s iempre el merodeo. Por es te t iempo (junio de 18181 aparec ió el famoso genera l Can re r ac , como jef.; de Es tado Mayor del ejército real is ta , dirigiendo en persona alguna de es tas cor re r ías , y unido al act ivo coronel don Jerónimo Valdés, hizo exper imentar a los pa t r io tas algu­nos reveses . P e r o los españoles habían desis t ido.por entonces de todo proyec to de invasión formal. La der ro ta de Maipú en Chile los había anonadado, y el f racaso de la desas t rosa cam­paña de 1817 sobre Sa l ta , enseñóles a ser p ruden tes . Tal e ra el es tado de la guer ra de la independencia en la frontera del Nor t e , cuando el ejército del general Belgrano, acan tonado en Tucumán, recibió la orden de dar la espalda a los españoles , para volver sus a rmas contra los hermanos en rebel ión.

En diciembre de 1818, marchó Bus tos con 400 hombres a ocupar mil i tarmente a Córdoba , s^gún queda ya explicado. A consecuencia del combate de Frai le Muer to , el Gobierno or­denó que esta división fuese reforzada, en previsión de que fuerzas super iores de San ta F e la a t aca ran . El coronel La-

(9) Oficio de Güemes a La Serna, de 3 de marzo de 1818 M. S., del arch. gral., leg. cit.

(10) Oficios de Belgrano y Güemes, publicados en la Gaceta de 29 de abril y 6 de mayo de 18¡8, cuyos originales existen en el archivo gral. juntamente con otros, de 18 de atr i l y 18 de mayo de 18:8. M. S. S.

(11) Oficio de Belgrano y Gobierno, de 28 de mayo, y parte de Güeraes, de 3 del mismo, acompañando otra de Rojas desde la3 Salinas. ¡VI. S. S., del arch. gral., y Gaceta de 1.° de julio de 1818. Véase Camba, 1.1, pág. 285.

Page 156: Historia Belgrano III

152 B A R T O L O M É M I T R E

roadrid, con dos escuadrones de H ú s a r e s , y el comandante don J o s é Mar ía Paz , con uno de Dragones , formando un total de 300 hombres , marcharon, a fines de 1818, a incorporarse con la columna de Bus tos , que con es te cont ingente se e l eva ­ba a 700 p lazas de línea de las t r e s a rmas (12). El ejército acantonado en Tucumán, que a la sazón cons taba de cerca de o"500 hombres efectivos, quedó de es te modo reducido a poco más de 2.500 hombres úti les (15) desprovis tos has ta de los r ecu r sos necesa r ios pa ra a l imentarse , inhabili tados pa ra la ofensiva, e impotentes pa ra la defensiva que mantenía a es­pa ldas de las bel icosas guerr i l las de Sal ta (i4).

Apenas había pisado el terr i tor io de Córdoba la columna de Lamadrid que debía reforzar el cuerpo de Bus tos , cuando el Director io , a larmado con la apurada situación de Ba lca rce después de su re t i rada de San ta F e (diciembre de 1818) y las contradic tor ias exigencias de es te genera l , de que ya se ha hablado en ei capítulo anter ior , ofició a Belgrano que, con una p a r t e o el todo de! ejército auxiliar del Perú , marchase a tomar el mando de todas las fuerzas que operaban en el lito­ra l . El Gobierno genera l , que reconocía tardíamente las fu­nes ta s consecuencias de la gue r r a social que con tan ta lige­reza había provocado , sin plan, sin r ecursos suficientes y ha s t a sin genera les , había perdido la serenidad del espíritu, y no a t inaba a dictar una medida acer tada . Después de com­promete r suces ivamente cua t ro ejércitos en la cont ienda, naciendo de r ro t a r uno t r a s o t ro cua t ro genera les en E n t r e Ríos y San ta F e , había t raído cerca de la t e rce ra pa r t e de el de! Pe rú , l levando la guer ra al t e r r i to r io de Córdoba . En tan dep lorab le si tuación, c reada exclusivamente por él, no en­con t raba o t ro remedio pa ra sa lvar la , sino volver ia espalda a los españoles en ía f rontera Nor t e de la República, au tor izar a la Vez el r epaso del ejército de los Andes abandonando la

(12) Antes de recibir la orden del Gobierno, Belgrano había dispuesto la marcha de estos trescientos hombres a Córdoba, al mando de Lamadrid.

(13) Oficio de Belgrano, de 3 de enero de 1819. M. S., del ar­chivo general.

(14) Estado de fuerza, de 31 de diciembre de 1818, elevado por Belgrano al Gobierno, en 3 de enero de 1811). M. S., del arch. ge­neral Según este estado, el ejército se componía de los Regimien­tos núra. 2, núm. 3 y núm. 9 de infantería y el batallón de id;—de los Regimientos de caballería y Húsares y Dragones y del Regi­miento de Artillería, sumando un total, de 3.493 hombres, que se descomponían del modo siguiente: Estado Mayor, 37;—Planas Mayores, 266;—Total de tropa., 2.990, etc., leg. PJSRÚ, General Belgrano, GUERRA, 1819.

Page 157: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 153

empresa sobre Lima, y buscar en E u r o p a un monarca como solución y remedio.

El Gobierno, en su oficio a Belgrano . lo manifestaba que «había visto con dolor que e! éxito de ia expedición p o r é i emprendida, no cor respondiera á sus esperanzas , y que lejos de ello, hubiese var iado el lisonjero aspec to de los negocios, amagando al Es tado con males de fatal t rascendencia si no se aplicaba ins tan táneamente el remedio». Véase cuál e ra es te remedio: «El Gobierno (decía en ese oficio) ha meditado con toda la detención y madurez que la importancia de! asunto exige, y ha est imado ei más opor tuno, que V. E . s e ponga inmediatamente en marcha, ya sea con la total idad del ejérci­to , ya con la pa r t e de él que considere conveniente , é tomar el mando en jefe de! ejército de operac iones de San ta F e , en ei concepto de que, el Gobierno Supremo es tá empeñado, y se ha propues to poner en acción los r ecu r sos del P o d e r Nacio­nal para concluir felizmente y en el menor t iempo que sea po­sible, es ta guer ra desas t rosa , que á su pesa r amaga la Vida del Es tado, y desquicia en sus fundamentos el honorab le con­cepto y ventajosa opinión nacional adquirida á cos ta de in­numerables sacrificios.» A es tas melancólicas pa lab ras , que reve laban el arrepent imiento y presag iaban los negros días cercanos , seguíase la recomendación peren tor ia dé dar «el más b reve é ins tantáneo cumplimiento á tan impor tante r eso­lución» (15).

Be lgrano contes tó , con resignación, que obedecer ía , aún cuando tenía ¡a íntima convicción de su insuficiencia, y que marcharía con el todo de! ejérci to, aun cuando ignoraba las fuerzas con que tenía que combatir (16). El Gobierno le con­tes taba confiando en sus ap t i tudes , y manifestábale, que la to ­talidad de !a fuerza enemiga con que iba a luchar ascendía a 1.600 hombres , incluso 400 hombres de Cor r ien tes y o t ro s tan­tos de En t re Ríos. S e avisaba, al mismo t iempo, que el ejér­cito de operaciones de que debía recibirse , con taba con 2.600 soldados en campaña (17). Así era cómo el Gobierno, d e s p u é s de meditar con madurez sobre la situación militar, lanzaba contra 1.600 montoneros , cerca de 6.000 hombres de t ropas or­ganizadas , sin imprimirles dirección, comprometiendo su quin­to ejército en la guer ra socia!, iniciada p o r él con un maes t ro de c a r r e t a s por genera l en jefe.

(15) Oficio muy reservado del Gobierno a Belgrano, de 6 de enero de 1819, firmado por el ministro de la Guerra, don Matías Irigoyen.—M. S., del arch. gral., leg. cit.

(16) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 19 de enero de 1819. M. S., del arch. gral., leg. cit.

(17) Oficio del Gobierno a Belgrano, de febrero 3 de 1819. M. S., del arch. gral., leg. cit.

Page 158: Historia Belgrano III

154 B A R T O L O M É MITíJñ

Bus tos , a su Vez, contando con el apoyo de loa escuadrones de Lamadrid y Paz que iban en marcha , y reforzado con las milicias de Córdoba , escribía a Be igrano lleno de zozobras : que tenía ó rdenes para ope ra r en combinación con el ejército de Viamont, y que sabedor de que ios santafecinos habían sido reforzados con nuevas t ropas de En t r e Ríos (lo que era cierto) consul taba lo que debía de hacer (18). Beigrano, a cie­gas de todo, le daba por única instrucción, que si encontraba obs táculos invencibles pa ra cumplir las órdenes del Gobierno y hubiese de se r a tacado, se rep legara con sus fuerzas y las de Lamadrid sobre su ejército, que ya iba t.n marcha. «Con las fuerzas que se hallan a! frente de los anarquis tas (agrega­ba) y con las que yo ¡levo, no es posible a tender é cubrirlo todo:— la unión de ias fuerzas es lo que nos ha de sa lvar :—las fracciones de ellas no harán más que des t ru i rnos . — Así pienso hacer la guerra .—El gran asunto es el dinero.» (19)—Por aquí se ve que el Gobie rno no dominaba ei conjunto de las opera­ciones; que Bus tos Vacilaba; que Lamadrid no llevaba ins­t rucciones prec isas , y que Beigrano no tenia plan ni resolu­ción hecha. El Genera l lo fiaba todo a una reconcentración que no respondía a ninguna idea dt finida, y con iguales fuer­zas , no se a t revía ni aun a conservar el t e r r eno ocupado por su vanguardia . Bajo es tos auspicios morales , ¡a campaña se iniciaba por una de r ro ta en la cabeza de los que mandaban.

El ejército se movió el 1.° de febrero (1819) dejando en Tu­cumán como 500 hombres de los diferentes cuerpos , divididos en piquetes , a cargo dei coronel don Domingo Avera lo , de ma­nera que Beigrano podía contar , en todo, con un tota! de 5.500 hombres pa ra ope ra r cont ra San ta F e . En marcha, le alcan­zaron nuevas órdenes pe ren tor ias de! Gobierno, a ias que contes tó que «obedecería c iegamente , pero que suspender ía todo movimiento sob re el enemigo has ta recibir nuevas dis­posiciones del Gobierno con planes e ideas que disipasen toda confusión» (20). El Gobierno le repl icaba, haciéndole juicio­s a s reflexiones y l isonjeándose de que «aclaradas a su arr ibo a Córdoba las incer t idumbres que manifestaba, dar ía princi­pio a sus operac iones con ¡a rapidez de que dependía el su­ceso» (21). Ai llegar, las mismas dudas t rabajaban a! genera l . «Me he encont rado sin los p lanes de! Gobierno que esperaba

(18) Oficio de Bustos a Beigrano, y de éste al Gobierno, de 2 de febrero de 1819. M. S., del archivo gral., leg. cit.

(19) Oficio de Beigrano, de 2 de febrero de 1819. M. S-, del ar­chivo general.

(20) Oficio de Beigrano al Gobierno, de 10 de febrero de 1819, M. S., del arch. gral.

(21) Oficio del Gobierno a Beigrano, de 4 de marzo de 1819. M. £., del arch. gral.

Page 159: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 155

(escribía); me hallo con las manos a t adas , no s é cómo acer­tar a cumplir rápidamente las ó rdenes que tengo, y e spe ro , por ¡o tan to , órdenes e instrucciones» (22). El Gobierno , ai leer es ta última comunicación, debió dar lo todo por perdido, como en efecto lo es taba , aun triunfando mil i tarmente. El ejército Venía poseído de un mal espír i tu inoculado en t r e s años de estéri l inacción y disciplina adusta , minado por vi­cios la tentes ; y su genera l , moribundo, no e ra ya el hombre de las inspiraciones de Tucumán y Sal ta , ni siquiera el de ¡as de r ro tas de Vilcapugio y Ayohuma, no obs tan te que luego ha ­bía de reaccionar sobre sí mismo, agotando en e s t e esfuerzo supremo los últimos latidos de su g rande corazón.

Mient ras tanto , Bustos se mantenía en Córdoba con su di-Visión. Después del combate del Fra i le Muer to , hab íase si­tuado en la Villa de los Ranchos (por o t ro nombre del Rosa­rio), sobre ei Río Segundo, abandonando su posición avanza­da sobre e! T e r c e r o , con lo que perdió más de 30 leguas de te r reno (25). En los primeros días de enero (de 1819) le llegó el refuerzo de Lamadrid, que se si tuó en la He r r adu ra sob re el T e r c e r o , a 56 leguas de Córdoba . AHÍ se efectuó la incor­poración de ambas fuerzas , donde permanecieron es tac io­nar ias .

La Her radura , como su nombre lo indica, es un seno que forma el río en aquella pa r t e . En la concavidad del a rco , s e hallaba s i tuado el campamento de Bus tos . Los flancos y la re taguard ia es taban cubier tos por el río mismo, a la sazón a nado, y por un espeso bosque que se extendía arr iba y abajo de la posición. El frente, que e ra bas tan te extenso y despeja­do, es taba ce r rado por una palizada, revest ida en p a r t e con cueros de toro que f iguraban una muralla, con t r e s por tones prac t icables en ella como p a r a dar salida a una columna de cabal ler ía .

Según se dijo an tes , don Es tanis lao López , a ia cabeza de 1.500 hombres , se había corr ido por su flanco derecho a prin­cipios de febrero , con el objeto de cae r sobre Bus tos , dejan­do a Viamont entretenido con algunas par t idas a su f rente . El caudillo santafecino llevaba consigo a sus al iados de En t re Ríos y Corr ien tes , y en t re ellos ei regimiento de Campbel l , inventor de una nueva táctica de combate . Es ta consistía en una infantería montada y a rmada de fusil con bayone ta , que

(22) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 28 de febrero de 1819. M. S., del arch. gral.

(23) Paz, en sus «Memorias», afirma este hecho, que está de acuerdo con los documentos consultados, aun cuando no bien comprobado; Lamadrid, en sus «Observaciones», lo niega, sin pro­bar su aserto. Hemos seguido la versión del primero. De todos modos, la posición en la Herradura, importaba un retroceso.

Page 160: Historia Belgrano III

156 B A R T O L O M É M I T R E

cargaba a gran galope como cabal ler ía , se d i spersaba en gue­rrilla del mismo modo, echaba pie a t ie r ra por pare jas o por grupos—cuidando uno de los cabal los—, y rompía el fuego dent ro del t iro de fusil. En caso de avance , se r econcen t raba , y ca rgaba a pie o a cabal lo , según obrase , como infantería o cabal ler ía , y en caso de re t i rada , sa l t aba ráp idamente sobre sus cabal los y se ponía fuera del a lcance de su enemigo. E s t a operación era protegida por escuadrones de verdadera cabal ler ía que servían de "reserva (24). Es t a táct ica primitiva, que había surt ido su efecto con las t r opas a rgent inas , y que tan mal había probado al emplearla cont ra las t ropas portu­guesas , era la que los montoneros iban a ensaya r en la He­r r a d u r a .

Ei 18 de febrero s e p resen tó López de lan te del campo de la He r r adu ra , Bus tos , casi sorprendido, mandó formar su infaH-te r ía en orden sencillo sobre la palizada, improvisando una t r inchera con los a rneses de montadura , a manera de Sas que forman ios marinos con sus hamacas . Si tuó sus dos pequeñas piezas de arti l lería sobre la palizada, y estableció su caballe­ría en segunda línea, en disposición de poder salir oportuna­mente por los por tones , que, por el momento, fueron cer rados con lazos de cue ro . En esta actitud esperó el a t aque .

El combate s e inició con fuertes guerr i l las por pa r t e de los montoneros , que cubrían todo el frente que describía la cuer­da del a rco por donde únicamente era accesible ia posición. D e s p u é s de un fuer te t i roteo, ios a sa l t an tes iniciaron una car­ga s imultánea, sa l tando a cabal lo su infantería, que se había desmontado pa ra prac t icar su maniobra favorita. El núme­ro 2.° de infantería, rodilia en t ier ra y pa rape tado con sus monturas , rompió un nutrido fuego a discreción, consiguiendo rechazar al enemigo. S imul táneamente con ei rechazo , salie­ron por los por tones , cuyos lazos se cor ta ron al efecto, los t r e s escuadrones de H ú s a r e s y Dragones en a i re de ca rga con Lamadrid y P a z a su cabeza , manteniéndose uno de ellos en r e se rva . Los montoneros fueron acuchil lados por el espacio de más de 1.000 va ra s , dejando en el campo como 30 cadáve­r e s en es te t rayec to (25). A es ta a l tu ra re t rogradaron en or­den ios escuadrones tr iunfantes, porque ios enemigos, supe­r iores en número, volvían con nuevos br íos a la carga , siendo

(24) Véase «Memoria», de Paz, t. I, pág. 811. (25) Este es el número que da Paz en sus «Memorias». Lama­

drid, en sus «Observaciones», lo hace subir a 60. El parte oficial de Bustos, ya citado, da 150 hombres entre muertos y heridos, de parte del enemigo, y 5 muertos y 2 heridos por la suya. Con los muertos que tuvieran en el campo, y los que sucumbieron en la retirada a consecueucia de sus heridas, puede computaras en cin­cuenta muertos la pérdida de lo* montonero».

Page 161: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E ! G R A N O 157

necesar io que a lgunas compañías de infantería saliesen a pro­teger su regreso al campo de ia H e r r a d u r a . Es ta s eve ra lec­ción, que enseñó a los vencidos a r e spe t a r la cabal ler ía del ejército auxiliar, produjo a la Vez una profunda impresión en los vencedores . Los montoneros se habían batido con verda­dero fanatismo; ninguno había pedido cuar te l en la de r ro ta , y todos habían muer to pe leando individualmente con las a rmas en la mano. Es to indicaba que ias t ropas que iban a combatir , no serían Vencidas tan fácilmente como se habían imaginado.

El enemigo, sin desampara r el campo, mantuvo el sitio de la He r r adu ra . En la mañana del siguiente día 19, amagó nue­vo a taque , haciendo fiamear una gran bandera colorada; pe ro sin in tentar asa l to . El objeto e ra saca r la cabal ler ía nacional a campo abier to para cae r sob re ella con fuerzas super io res . Es ta repitió su maniobra del día anter ior , haciendo rep lega r las guerr i l las enemigas, ys e mantuvo con circunspección al amparo de ios fuegos de su infantería (26).

López, dueño de la campaña, aunque escarmentado , se di­rigió sobre ia Villa de los Ranchos , al pa r ece r con ánimo de hacer una incursión has ta la ciudad de Córdoba . Alií supo ei avance de la Vanguardia de Viamont sobre Coronda , y fuá en­tonces que, cont ramarchando rápidamente , a lcanzó a sorpren­der a Hor t iguera en ias Ba r r ancas , según queda ya na r r ado . Bus tos , por su par te , inmediatamente de aperc ib i r se de ia operación de López (21 de febrero) , marchó a cubrir la ciu­dad de Córdoba; pe ro cuando llegó ai punto amagado, ya los montoneros se habían re t i rado, y allí tuvo aviso que el e jérci­to de Beigrano se hal laba a pocas jo rnadas . El 28 de febrero es taba todo el ejército auxiliar reunido en la Villa de los Ranchos (27).

Beigrano, lleno de incer t idumbres , sin idea fija ni objetivo determinado, ignoraba comple tamente la si tuación del ejérci­to de Viamont, sobre e! i i toral . Por unas comunicaciones inter­ceptadas al enemigo, supo su avance sobre el C a r c a r a ñ a l , lo que le aconsejó hacer ade lan ta r su Vanguardia (28). Antes de que el general pusiera en ejecución es te pensamiento , los montoneros se hicieron sent i r en ei F u e r t e de! Tío , a 18 leguas de distancia, sorprendiendo el des tacamento de milicias que lo guarnecía . Bustos fué des tacado con 800 hombres de infante-

(26) El parte de Bustos, sobre este combate, se publicó en la Gaceta de 17 de marzo de 1819, y existo original en el arch. gene­ral.—Véase i Memorias», de Paz, t. I, págs. 310 a 318, y «Observa­ciones» de Lamadrid, págs. 155 a 161.

(27) Oficios de Beigrano al Gobierno (son dos), de 28 de febre­ro de 1819. M. S. S., del arch. gral.

(28) Oficio de Beigrano al Gobierno, de 28 de febrero (tercero de ia misma fecha) de 1819. M. S., del arch. gral.

Page 162: Historia Belgrano III

158 B A R T O L O M É M I T R E

ría y cabal ler ía , y llegó al punto a tacado cua t ro días después de abandonado por el enemigo. S iempre indeciso y sin plan, Be lgrano escribía con motivo de es ta expedición secundaria : «Según fueren ios resu l tados , así también se dispondrá lo opor tuno , aunque con el sentimiento de no habe r recibido has ta ahora los p lanes e instrucciones del Gobierno» (29). Has t a entonces , su intención era dirigirse d i rec tamente a la ciudad de San ta F e por el camino del Quebracho Her rado , lo que habría sido una buena marcha es t ra tég ica ; pe ro escaso de cabal los y falto de resolución, se resolvió, al fin, a tomar el camino del Te rce ro , que lo conduciría d i rec tamente al Ro­sario (50). Al efecto, hizo ade lan ta r una división has t a la E s ­quina de Bal les te ros , poniendo en movimiento las milicias de la f rontera Sud de Córdoba , por la p a r t e de la Car lo ta , con orden de abr i r hosti l idades sob re la línea de San ta F e (31). En es tas vacilaciones, movimientos falsos y disposiciones pre­

l i m i n a r e s sin consecuencia , perdió diez y ocho días. En es te in tervalo recibió las comunicaciones de Viamont, que le anun­ciaba el desas t r e de Hor t iguera en las Ba r r ancas , su repl ie­gue y su situación apurada en el Rosar io . F u é entonces que escribió al genera! en jefe de San ta F e , s e sos tuviera a todo t r ance , mientras él marchaba en su auxilio (32), abr iendo, en consecuencia , su campana el 17 de febrero (35).

En marcha sob re San ta F e , escribió al Gobierno dos días después : «Yo he concebido la importancia del gran número , no tan to por lo que pueda temer al enemigo, cuanto por la moral de mis compañeros de a rmas , que se conservar ían en las filas sabiendo que han de Vencer, y adquir iendo el con­cepto de desprecio que deben merecer los anarquis tas , toda Vez que "yo consiga no tener el más pequeño con t ras te , con­servando la unión, aunque mis movimientos sean lentos» (54). Con es te sis tema de guerra negativo y esta enervan te moral militar, que revelaba cuánto había bajado la del ejército auxi­liar del Perú , ya se alcanza cuál podría ser el resu l tado de la campaña, emprendida contra una insurrección ve rdaderamen-

(29) Oficios de Belgrano, del 8, del 11 y 17 de marzo. M. S., del archivo gral.

(30) Oficio de Belgrano, de 11 de febrero de 1819. M. S., del archivo gral.

(3tj Carta de Belgrano a San Martín, de 13 de marzo de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo. (Papeles de San M a r t i n a -Oficio de Belgrano, de 8 de marzo de 1819. M. S., del arch. gral.

(32) Véase el capítulo anterior: GUERRA DEL LITORAL. (33) Oficio de Belgrano, de 17 de marzo de 1819. M. S., del ar­

chivo gral. (34-) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 19 de marzo de 1819.

M. S., del arch. gral.

Page 163: Historia Belgrano III

HiSTORIA D E B E L G H A N O 159

te popular, que ab razaba una vas ta extensión de te r r i tor io , interceptando todos los r ecursos del país , con la rgas co r r e ­rías, y cuyos soldados se batían con el fanatismo que s e ha Visto. A pesar de es to , Belgrano e ra el único genera l que podía hacerle frente con éxi to . Su autor idad moral s e impo­nía al ejército, que emprendía sin en tus iasmo es ta gue r ra ; a la vez inspiraba confianza a los pueblos y temor al enemigo. Los campesinos, aunque afectos en su gran mayoría a la mon­tonera, veían en él una garant ía de orden, pues sus t r o p a s marchaban con una disciplina ejemplar, r e spe tando todas las casas abandonadas y pagaban rel igiosamente lo que consu­mían (55). •

S imul táneamente con la marcha del ejército auxiliar del Pe rú , inventaba San Martín la sublime comedia del r epaso del ejército de los Andes , de que hemos dado noticia ya (ene­ro de 1819). Cont ra r iado el vencedor de Chacabuco y Maipú por el ca rác te r crónico que tomaba la gue r ra civil, per tur ­bando sus vas tos planes y combinaciones, todo su anhelo e ra poner le término de cualquier modo. Su pasión era la indepen­dencia americana, y su horror por las luchas intestinas había l legado a conver t i rse en una manía s is temática. Pose ído de es tos sentimientos, anunció desde Curimón (febrero de 1819), al Director O'Higgins, que «la guer ra de anarquía en las P ro ­vincias Unidas por pa r t e de San ta F e , lo movía como ciuda­dano in teresado en la felicidad de la América, á tomar una pa r t e activa en ella, á fin de emplear medios concil iatorios, interponiendo su crédi to con el Gobierno Nacional y el de Santa Fe» (56). A fines de febrero ha l lábase en Mendoza ocu­pado de es to , y allí fué instruido de la bajada del ejército de Belgrano, que contrar iaba sus planes ul ter iores sob re el Bajo Pe rú (371, Con anticipación b a t í a incitado a la logia de Lau­ta ro de Chile a que comprometiese al Gobierno de ul t ra-cor­dillera a fin de que mediara oficiosamente en la guer ra civil argent ina (38). El Direc tor O'Higgins, obedeciendo a su im-

(35) General Paz, «Memorias», t. I, pág. 325. (3o) Oficio reservado de San Martín al Director O'Higgins, de

14 de febrero de 1819, en Curimón (Aconcagua, en Chile). M. S., en nuestro archivo. (Lib. copiador original de los Papeles de San Martín.)

(37) Oficio de San Martín al Director Pueyrredón, de 23 de fe-frero de 18l9, en Mendoza. M. S , en nuestro archivo. (Papeles de Sao Martín.)

(38) Carta de O'Higgins a San Martín, de 17 de febrero de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo. En ella le decía: «El amigo • Guido le ha escrito la resolución de 0.-0 (signo qua designaba la »Logia) para que nuestro común amigo Cruz y un regidor Caba-»reda, comisionados por este Gobierno, pasen i verse con Artigas

Page 164: Historia Belgrano III

160 B A R T O ! O.wñ MITRE

pulsión secreta, nombró al efecto una Comisión, compuesta del regidor don Salvador de ia Cabareda y coronel don Luis de la Cruz, la cual fué oficial y confidencialmente recomen­dada por San Martín a su Gobierno (39). El Director Pueyrre­dón, justamente ofendido de que se enviase una misión cerca de Artigas arríes de dirigirse a él, reconociendo por el hecho a ios montoneros como beligerantes, a riesgo de ensoberbe­cerlos más, previno formalmente a los diputados chilenos: que suspendiesen todo paso en ejercicio de su comisión, y así se ¡o significó a San Martín, reprobando confidencialmente su avanzado proceder (40). Esto tenía lugar en el mes de marzo, en que el ejército del Perú abría sus operaciones sobre Santa Fe.

En su impaciente anhelo por un arreglo inmediato, San Martín se dirigió confidencialmente a Artigas y a don Esta­nislao López, incitándolos a la concordia y a reunir sus es­fuerzos contra el enemigo común. A Artigas le decía que la bajada del ejército del Perú, con el cual contaba para operar en combinación contra los españoles, había desbaratado sus planes militares. Habiéndole de la expedición de Cádiz, que amenazaba al Río de la Plata, le manifestaba: «Bien poco me importaría que fuesen 20.000 hombres, con tal que estuviése­mos unidos; pero en la situación actual, ¿qué podemos hacer?» Respecto de su actitud ante ia lucha civil, he aquí sus pala­bras: «No puedo ni debo analizar las causas de esta guerra entre hermanos; sean cuales fueren, creo que debemos cortar toda diferencia y dedicarnos a la destrucción de nuestros crueles enemigos los españoles, quedándonos tiempo para transar nuestras desavenencias como nos acomode, sin que haya un tercero en discordia que pueda aprovecharse de nuestras críticas circunstancias,» Anunciábale al mismo tiem­po la marcha de la Comisión mediadora de Chile, y terminaba por declararle: «Mi sable jamás se sacará de la vaina por

»ó el jefe que manda las fuerzas que hostilizan la campaña de • Buenos Aires, establezcan una mediación á nombre de Chile, ¡> pidan cesación de hostilidades y ofrezcan á nombre de esto Esta-»do garantir los tratados que se capitulen entre el Supremo Go­b i e r n o de Buenos Aires y Artigas; pero que todo se convenga con »usted para que tenga acierto.» M. S.

(39) Oficio de San Martín al Director Pueyrredón, de 23 de fe­brero de 1819, en Mendoza. M. S., autógrafo en nuestro archivo. (Papeles de San Martín.)

(40) Carta de Pueyrredón a San Martín, de 11 de marzo de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo. —Oficio de San Martín a la Comisión mediadora de Chile, de 3 de abril de 1819. M. S., en nuestro archivo. (Papeles de San Martín.)

Page 165: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O Í61

opiniones polít icas, como é s t a s no sean en favor de los espa­ñoles o su dependencia» (41).

La ca r t a a López es taba concebida en el mismo sentido, aunque en términos más expres ivos , como si adivinara que este caudillo es tuviese mejor d ispuesto a la paz. Manifes taba en ella, t ener le por un patr iota que inspiraba toda confianza, y le indicaba que no tendría inconveniente en ce lebrar una conferencia con él, en el lugar que le señalara (42).

Es tas declarac iones avanzadas de San Mart ín, eran impru­dentes, por no decir l igeras. La imparcialidad que afectaba, era un rep roche indirecto a la autor idad nacional que sos te ­nía la guer ra . Su afirmación absoluta de no iomar pa r t e en ninguna guer ra civil, importaba debil i tar ia fuerza mora! del Gobierno, alejando de sus enemigos la amenaza del ejército de los Andes . Fel izmente, las ca r t a s fueron detenidas por Belgrano, que por el momento es taba en o t r a s disposiciones. A la primera insinuación de un a r reg lo por pa r t e de San Mar­tín, había con tes tado ca tegór icamente : «A lo que ent iendo, esta guer ra no t iene t ransacción.» Y como de los concep tos de San Mart ín pudiese deducirse que ofrecía algún concurso de t ropas para el caso que la tenta t iva de paz f racasara , Bel­grano le decía: «No necesi tamos más fuerzas que las que hay aquí: tengo t res mil hombres , con una bater ía de ocho piezas perfectamente servidas , y es excusado, según comprendo, que vengan más . Los que están a mi frente son gen te de desorden, y ellos co r re rán luego que vean t ropas» (45).

En ta les c i rcunstancias , fué Belgrano informado, que el ejército de los Andes debía r epasa r próximamente la cordil le­ra. E«te anuncio produjo en él la misma impresión que en San Martín la bajada de el del Pe rú . Esta doble re t i rada del fren­te del enemigo común, defraudaba las patr iót icas aspiracio­nes de ambos. «Compañero y amigo muy querido (le escribía con tal motivo): si usted se conmovió con mi bajada, f igúrese cuál me habrá sucedido con la noticia de que su ejército, debía repasar los Andes. ¡Tanto más me admiraba es to , cuan o el Director nada me dice de su movimiento, que va a r e t a r d a r la

(41) Carta de San Martín a Artigas, de 13 de marzo de 1819. M. S., Lib. copiador original de los papeles de San Martín, en nues­tro archivo.

(42) Carta de San Martín a don Estanislao López, de 13 de marzo de 1819. Copiador de San Martín. M. S., citado.

(43) Carta de Belgrano a San Martín, de 5 de marzo de 18 '9 . M. S., autógrafo en nuestro archivo. Debe advertirse, que además de los 3.00 hombres que dice llevaba, había dejado en Córdoba una división con una batería de artillería, a fin de asegurar su re­taguardia, según consta de oficio suyo al Gobierno, de 17 de marzo de 1819. M. S., del arch. gral.

11

Page 166: Historia Belgrano III

162 B A R T O L O M É M I T R E

ejecución de los mejores planes , y quién s a b e has ta qué punto puede perjudicar la causa en el interior y afirmar el yugo es­pañol! P e r o lo dispone quien manda, y no hay más que obe­decer» (44).

Bajo es tas impresiones, cont inuaba lentamente su marcha , concent rado en masa, cuando recibió comunicaciones de G ü e ­mes que le anunciaban una nueva invasión sobre Sa l ta , que al pa r ece r e ra formal (45). No era sino un simple reconocimien­to . Al emprender su marcha desde Tucumán, Be igrano había hecho esparc i r la voz, que su ejército avanzaba con todas sus fuerzas sobre el Alto Pe rú . Alarmados los rea l i s tas , ha­bían hecho p e n e t r a r una p a r t e de su ejército por Humahuaca ade lantando su vanguardia hasta Jujuy a las ó rdenes de Can-t e r a c y Olañe ta . Allí supieron ia bajada del ejército auxil iar , y re t rogradaron a sus posiciones, sos teniendo f recuentes com­ba t e s con los incansables gauchos sá l tenos (46). Be ig rano , dispuso inmediatamente que las m u i d a s de Sant iago del E s t e ­ro , Tucumán y C a t a m a r c a acudiesen en sos tén de Güemes , y consul tó al Gobierno sobre la conveniencia de desprender 1.000 hombres de su ejército a fin de cubrir la f rontera del Nor t e amenazada . El Gobierno , que había tomado a pecho la terminación de la cont ienda civil por las a rmas , contes tó ter­minantemente a es ta consul ta : «Urge por ins tantes terminar cuanto an tes la p r e sen t e aza rosa campaña, y se opone á su realización enflaquecer sin una imperiosa necesidad la fuerza que ha de l levarla á cabo.» Explicando en seguida su resolu­ción, desenvolvía su nuevo plan de es te modo: «Pacificada to ta lmente la p re sen te contienda, y reunidos el ejército del P e r ú y de los Andes , l levarán sus a rmas con las demás fuer­zas que se disponen, á desalojar á los rea l i s tas de todo el t e ­rr i tor io de es te Estado.» (47)

A medida que Beigrano ade lan taba camino iba en t rando en posesión de sí mismo. S e daba cuenta más c lara de su si tua­ción militar, cons ideraba de más alto punto la cuestión políti­ca y social, encarando con patr iot ismo y firmeza los debe re s del país y del Gobierno an te la gue r ra exter ior . Sus anter io­r e s vacilaciones, su falta de iniciativa, sus preocupaciones respec to de mucha fuerza y mucho dinero, s e disipan y, aun-

(44) Carta de Beigrano a San Martín, de 13 de marzo de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo.

(45) Parte de Güemes, de 17 y 18 de marzo, y oficio de Bei­grano, de 29 de marzo de 1819. M. S. S., del arch. gral.

(46) Parte de Güemes, de 22 y 24 de marzo de 1819, y oficio de Beigrano, de 3 y 5 de abril del mismo. M. S. S., del arch. general. Véase «Memorias», de Camba, t. I, pág. 307.

(47) Oficio del Gobierno a Beigrano, de abril de 1819. M. S., del archivo gral.

Page 167: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 165

que sin brillo, su buen juicio iluminado por las últimas luces de una inteligencia que se extinguía con las fuerzas físicas, liega casi a t ener la visión profét ica del genio. Véase la pin­tura que él mismo hace d e su i t inerario, desde la Villa de Ran­chos has ta Candelar ia : «Es u rgen te concluir es ta desas t rosa guerra por cualquier modo. Todo es desolación y miseria: las casas abandonadas , las familias fugitivas ó a r r a s t r a d a s , los campos des ier tos de ganados y cabal los , todo en fin, invadido de hombres que se han dest inado á una guer ra de las más t e ­rribles que puedan p r e sen t a r s e , pues para ellos todos son enemigos con tal que tengan ó no sean de su part ido.» (48).

Aunque t a rde y a su pesar , reconocía que la insurrección popular, bruta l y viciosa como era , l levaba en sí misma una fuerza de penetración y de disolución, super ior a las fuerzas represoras que podían con t ra r r e s t a r l a . P resen t ía que era un fenómeno social , que tenía su origen en el organismo propio ; veía que cont ra las mult i tudes insurreccionadas , diseminadas en los espacios , eran impotentes ¡os ejérci tos, apenas dueños del t e r reno que pisaban; se daba con dolor y virilidad cuenta racional de todo es to , y he aquí cómo se expresaba : «Para esta guer ra ni todo el ejército de Xerxes es suficiente. El ejército que mando no puede acabar la , es un imposible; podrá contener de algún modo; pe ro poner le fin, no ¡o alcanzó sino por un avenimiento. No bien habíamos corrido á los que s e nos presentaron y pasamos el Desmochado, que ya volvieron á s i tuarse á nuestra re taguard ia y por los cos tados . Son hom­bres que no presen tan acción ni tienen para qué. Los campos son inmensos y su movilidad facilísima, lo que nosot ros no podemos conseguir marchando con infantería como tal . Po r otra pa r te , ¿de dónde sacamos cabal los pa ra cor re r por todas par tes y con efecto? ¿De dónde los hombres cons tan tes p a r a la multitud de t rabajos consiguientes , y sin al icientes, como tienen ellos? Hay mucha equivocación en los conceptos : no existe tal facilidad de concluir es ta guer ra ; si los fautores d e ella no quieren concluirla, no se acaba jamás: se irán a los bosques, de allí volverán a salir, y t endremos que e s t a r pe r ­petuamente en es to , viendo conver t i r se el país en puros sal­vajes» (49).

Su última pa labra sobre la mater ia era es ta : «que con 1.000 hombres de cabal ler ía y 500 infantes montados , podrían r e s -

(•18) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 2 de abril de 1819.— Tal es la fecha que lleva el original, pero como en él se hace refe­rencia de una nota, de 3 del mismo abril, a que se contesta, debe ser equivocación, y leerse, por tanto, 12 en vez de 2. M. S., del ar­chivo gral.

(49) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 2 de abril, ante» cita­do. M. S. . . . . . .

Page 168: Historia Belgrano III

164 B A R T O L O M É MiTRE

gua rda r se los caminos, aunque sin concluir radicalmente la gue r ra civil, y que debía apl icarse toda la energía de la na ­ción a hacer f rente a la guer ra de la independencia en la fron­te ra del N o r t e y en el Bajo Pe rú» . Y ade lan tándose a la ob-jección que podía hacérse le , que an tes había opinado de dis­t into modo, hacía p r e s e n t e : «Es tas reflexiones las habría he­cho desde el principio, si me hubiesen dado los conocimientos que ahora tomo por mí mismo, y entonces no habría tenido la idea de la conclusión de es ta guer ra que hoy ocupa al Go­bierno» (50).

No se ha escr i to una página más juiciosa que és ta , ni más llena de verdad y enseñanza, sobre la guer ra sociai que afli­gió a la República Argentina en üquelia época calamitosa, en que las nuevas fuerzas populares ¡-urgían vivaces con toda la enérgica espontaneidad de una natura leza ag res te , y en que las fuerzas conse rvadoras y r e p a r a d o r a s , yacían ene rvadas . La mano de un moribundo ía ha t razado . Uno de sus más ilus­t r e s discípulos, que después s e elevó a la a l tura de los pr ime-r e s genera les americanos , marchaba en ese mismo día en que ella s e escribía, a la cabeza de uno de los escuadrones de van­guard ia . E ra é s t e el entonces teniente coronel don J o s é Ma­ría P a z . Al pisar el terr i tor io de S a n t a F e , los montoneros sa ­lieron a su encuent ro , d i spersándose en guerr i l las que luego se perdía en el vas to horizonte de la pampa, a r reando gruesos t rozos de ganados y cabal los . Perseguidos act ivamente has ta ios Desmochados , la cabal ler ía del P e r ú tr iunfaba sob re ellos como en la He r r adu ra , pero ni la fuga impor taba la de r ro ta del enemigo, ni los Vencedores obtenían venta jas , que com­pensasen siquiera la pérdida de sus cabal los . Como lo dice Be lg rano , los fugitivos aparecían muy luego hosti l izando la re taguard ia de su ejérci to. M á s de t reinta años después , Paz , aleccionado por el estudio y la experiencia, ha p rocurado ex­plicar los fenómenos mili tares de aquel los t iempos homéricos de la montonera , y no ha ace r t ado a reso lver en todos sus g rados el problema magis t ra lmente p lanteado por el maes­t ro (51).

A pesa r de ha l la rse el ejército a menos de dos jo rnadas del Rosar io , Belgrano no tenía conocimiento exacto de la s i tua­ción de Viamont en el l i toral, así como és te ignoraba la proxi­midad del auxiliar que debía sa lvar lo . F u é en es tas circuns­tancias que López in terceptó el chasque de San Mart ín y abrió con tal motivo comunicaciones con Viamont, dando esto lugar al armisticio de 5 de abril , según se explicó an tes (52). Bel-

(50) Oficio de Belgrano, de 2 de abril, antes citado. M. S. (51) Véase «Memorias», del General Paz, 1.1, págs. 319 a 328,

y 325 a 327. (52) Véase el final del cap. XXXVI, que antecede.

Page 169: Historia Belgrano III

HISTORIA D E B E L G R A N O 165

grano se hal laba en la pos ta de la Cande la r ia , a 14 leguas del Rosar io , cuando le fué comunicado es te convenio, que s e ap resuró a aprobar , t r a s l adándose inmediatamente al Rosa ­rio acompañado de una pequeña escolta , con el objeto de en­tablar las negociaciones consiguientes (55).

Las conferencias diplomáticas s e abr ieron en San Lorenzo el 12 de abril , concurr iendo como r ep re sen t an t e por pa r t e del genera! Beigrano, don Ignacio Alvarez Thomas , jefe de E s t a ­do Mayor del ejército, y por pa r t e de López y sus al iados, don Ped ro Gómez y don Agustín Ur tubey (54). Las bases que en definitiva acordaron fueron las siguientes: 1. a Q u e cont inuase el armisticio acordado bajo la garant ía de !a buena fe y mu­tua correspondencia , evacuando los ejércitos y escuadra de la nación, la Provincia de San ta F e , y r e t i r ándose al Nor t e de! Sa lado las t r opas auxil iares de és ta . 2 . a Q u e s e comunica­se es te acuerdo a los pueblos hermanos disidentes al Or i en te del Pa raná , a fin de que concurr iesen por medio de d iputados a la r e a p e r t u r a de las negociaciones definitivas en el término de un mes (el 8 de mayo subsiguiente) . 5 . a Q u e las t r opas que en favor de la nación s e mantenían aún en a rmas en En t r e Ríos, s e ret i rar ían por agua a San Nicolás de los Ar royos , 4 . a Q u e la comunicación del litoral con e! inter ior por el ter r i ­torio de San ta F e quedaría expedita, no pudiendo, sin embar­go, exceder de 25 hombres el número de soldados que escol­t a s e cada convoy. 5 . a Que se habil i tarían las pos tas despobla­das , quedando ab ie r tas por pa r t e de las Provincias Unidas to ­das las vías fluviales y t e r r e s t r e s . 6 . a Q u e en ambos te r r i to r ios s e perseguir ía a los ladrones de caminos, p r e s t ándose las pa r ­tes mutuo auxilio pa ra el efecto, sin que es to au tor izase la in­troducción de fuerzas militares en las respec t ivas jurisdiccio­nes. 7 . a Q u e toda dificultad que ocurr iese du ran te el armis­ticio s e t ransar ía por medios amistosos, ago tando los medios pacíficos an tes de recurr i r a las a rmas (55). Be igrano aprobó

(B3) Oficio de Beigrano al Gobierno, de 7 de abril de 1819.— M. S., del arch. gral., y carta del mismo a San Martín, de 7 de marzo.—M. S., en nuestro archivo.—El 9 de abril se trasladó Bei­grano al Rosario.

(54) Se ha confundido generalmente el armisticio, de 5 de abril en el Rosario (que fué un acto provisional, en que se estableció simpleoiente uua suspensión de armas mientras durasen las'nego-ciaciones que se iban a abrir, sujeto todo a la aprobación de Bei­grano), coa el armisticio de 12 de abril en San Lorenzo que se si­guió, en el cual se acordaron las bases preliminares de la nego­ciación, según consta del núm. 3 del periódico El Americano, ya citado, y del contexto del mismo documento que se citará más adelante.

(55) El texto de este documento, se halla original en el archivo

Page 170: Historia Belgrano III

166 B A R T O L O M É M I T R E

igualmente e s t e convenio, persuadido de que él, como lo de­cía, «afianzaría las b a s e s de la amistad y confraternidad sobre las cuales se fundaría el t r a tado de paz y concordia, tan de­seado pa ra la prosper idad de la nación» ( r 6) .

Con ar reg lo a lo pac tado , Viamont se replegó a San Nico­lás (el 14 de abril) con su ejército, acompañado por la caba­llería en t re r r i ana de Hereñú; y Belgrano re t rogradó a la pos­ta de Arequito con ánimo de s i tuarse en la Cruz Alta (fronte­r a de San ta F e y Córdoba) y e spe ra r allí el r esu l tado de las negociaciones. En cuanto a López, cumplió igualmente lo con­venido reconcent rándose al Nor te del Sa lado, donde licenció sus milicias y despidió a sus al iados de En t r e Ríos y Cor r ien­tes , los cuales , sublevándose , saquearon una pa r t e de la ciu­dad de San ta F e antes, de re t i r a r se (57).

La paz parecía un hecho asegurado , y todos se felicitaban por ello, incluso el mismo López; pero muy especialmente el genera l San Mart ín , quien con tal motivo escribía a Belgrano desde Mendoza: «El pueblo ha recibido con el mayor placer la noticia, e spe ranzados todos en que se cor te una guer ra en que sólo se v ier te sangre americana» (58).

Es t a paz no era , empero , sino una t regua pasajera en me­dio de la guer ra civil. Las fuerzas Vivas que debían impulsar­la es taban en movimiento, y ellas, lejos de ser enfrenadas por la acción reguladora de la autor idad, p reponderaban en el em­brionario organismo social, y equil ibraban cuando menos el poder militar que sostenía la armazón de la constitución polí­tica del Es tado . No podían recibir imposiciones como ven­cidos, los pueblos disidentes cuya resis tencia no había sido quebrada; ni podía dominar tal situación un Gobierno con sus r e so r t e s gas tados y sin fuerza moral an te la opinión, que ha­biéndose manifestado impotente en el curso de cinco años p a r a dominar la anarquía por las a rmas o la política, pac taba , al fin, una t regua sin medios pa ra imponer condiciones. La ley histórica de que las fuerzas antagónicas deben p roba r se an tes de subord inarse unas a o t r a s , pa ra que todas ellas con­general, y fué publicado en la Extraordinaria, de 17 de abril de 1819, según se dijo antes.

(56) Oficio de Belgrano al Gobierno, publicado en la Extraor­dinaria de 17 do abril de 1819. En el original M. S., que existe en el arch. gral., agregaba Belgrano, refiriéndose al armisticio: «lo he aprobado con mi mayor complacencia». El Gobierno, más celoso de su decoro externo, suprimió en la publicación esta manifesta­ción exagerada de contento.

(57) Mondo, «Apuntes para la Historia de Santa Fe», páginas 43 y 44.

(58) Carta de San Martín a Belgrano, de 16 de abril de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo.

Page 171: Historia Belgrano III

H I S T O R I A DC 3 E L Q I U N O 167

c u n a n al gobierno de ía sociedad, tenía que cumplirse. La Vo­luntad de ios hombres era impotente pa ra contener el desen­volvimiento fatal de los sucesos , ni extinguir en un día las pasiones encendidas que al imentaban e! incendio la tente . Los vientos sembrados , debían dar su cosecha de t empes tades .

Sin embargo, de esta paz momentánea debía resul ta r una modificación o dislocamiento de las fuerzas vivas que in terve­nían directamente en la lucha, p reparando nuevas acciones y reacciones, que infititrían t rascendenta lmente en ios dest inos futuros de ia nación. Desde luego, la provincia de San ta F e se emancipó algún tanto del predominio de la liga de los cau­dillos or ientales ; separó completamente su causa de la de Ar­t igas y se asimiló más al organismo argent ino. Aun cuando más adelante hubiese de unir o t ra vez sus a rmas con los ene­migos de la Unión Nacional, ser ía más bien obedeciendo a una atracción, que sirviendo a un antagonismo incompatible con ella; y al fin, descompues tas en sus propios e lementos las fuerzas de ios caudillos, y en pugna unas con o t ras , San ta F e Vendría a ser la vanguardia de la nación, que concurr i r ía en su medida al triunfo de un orden relat ivo, dando tiempo a los e lementos conservadores de Buenos Aires a r ehace r se , orga­nizarse, reaccionar , combatir y triunfar en definitiva, po r su poder de cohesión, sa lvándose así la base de la organización futura. Tal es el resul tado que la t regua p repa raba , y a él contribuía López, de buena fe, con su política de equilibrio, obedeciendo en esto a sus in tereses y sus inst intos. Es ta po­lítica había agrupado en torno de su poder personal , t odas las Voluntades de su Provincia; y fuerte con e s t e apoyo , mante­nía su independencia an te ei Gobierno de la nación lo mismo que ante ¡os caudillos or ienta les . Así se e laboraba la Vida en medio de la descomposición, y se deposi taban en ei seno fe­cundo del nuevo embrión político y social, los gérmenes de sus futuras metamorfosis .

El general San Mart ín, que por accidente había concurr ido a es te resul tado con ¡a complicada t rama de que se ha dado noticia, se ocupaba en deshacer la metódicamente , cuando él se produjo. Aun cuando el armisticio s i rviese per fec tamente a sus propósi tos , el hábil artífice hubo de quedar envuel to por los últimos hilos de su propia red. P a r a ejercer presión sobre Chile, había empezado a hacer efectivo ei r epaso de una par ­te del ejército de los Andes. Colocado en Mendoza, al f rente de una división de las t res a rmas y el res to del ejército situa­do al pie de la falda Occidental de la Cordi l lera , se hal laba en act i tud.de reconcentrar lo según las c i rcunstancias , l lenan­do, mientras tanto , el doble objeto que ya hemos indicado. Impenetrable, como siempre, parecía pe r seve ra r en la idea de su re t i rada al terr i tor io argent ino. El Gobierno, cediendo su­cesivamente a sus indicaciones, había ido modificando sus ór-

Page 172: Historia Belgrano III

Í68 B A R T O L O M É M I T R E

denes y con t raórdenes . En la época a que hemos l legado, la orden vigente era : dejar 2 000 hombres del ejército argentino en Chile, tomar en reemplazo 2 000 rec lu ías chilenos, formar con ellos y sobre la b a t e del res to un nuevo ejército, con el plan de abrir campaña por el Nor te en unión del ejército de Belgrano , luego que el litoral se pacificara.

Nuevos amagos de invasión realista por la p a r t e de Sa l ta , pusieron en alarma a Belgrano. Comprometido és te con su ejército en la empresa de consolidar la paz iniciada, no podía acudir a ocupar su antiguo pues to . Entonces el Gobierno or­denó a San Martín que ac t ivase el r< paso de la fuerza del ejército de los Andes, que debía formar el nuevo ejército, y que lo dirigiese hacia el Tucumón, donde permanecer ía has ta tanto que, desembarazado de las a tenciones que le rodeaba:! , pudiera c a n t r a e r s e al p royec to de espe ler a los españoles de las Provincias del Alto Pt-rú. Como se le decía ser es ta una med i l a puramente preliminar, con el ca rác te r de precautoria (s/c), prevenídsele que el general don Francisco F e r n á r d e z de la Cruz , jefe de Es t ado Mayor del ejército auxiliar, debía marchar a s i tuarse en Tucumán, con el objeto de i rse reci­biendo de las divisiones del ejérc.to de los Andes que sucesi­vamente fueren llegando a aquel dest ino (59).

El general San Mart ín , que tal Vez no veía c la ro en el des­enlace de su gran t ramoya americana, parecía acep ta r e s t as absu rdas combinaciones negat ivas , hijas de la imprevisión y de la carencia de toda idea política o militar. No podía ocul­t a r s e a su penetración, que asumir una acti tud especta. i te en Chile , renunciando a la expedición sobre Lima; asumir la mis­ma acti tud en ei interior, empleando pa ra ello el ejército auxiliar, era hacer abandono de todas las posiciones conquis­t adas , desorgarii¿ar las grandes bases de poder militar c rea­das y conservadas con tan tos afanes , dar seguridad a los es­pañoles por la pa r t e del Pacífico, permit i r les ag lomerar sob re el Alto P e r ú todos los poderosos e lementos que tenían en Lima, reduci rse , en fin, en todas pa r t e s a la impotencia, y todo esto sin una idea c lara , sin un plan definido, sin un p ro ­pósi to fijo.

E ra que había l legado para el Gobie rno aquel momento de postración moral de los poderes exhaus tos , en que a la impo­sibilidad para obrar , acompaña la ineptitud para pensa r . Así, cuando San Mart ín , a segurada la expedición a Lima por par ­t e del Gobierno de Chile, fué apremiado por el Gobierno ar­gentino para dirigir a Tucumán al menos la división que tenía en Mendoza , manifestó francamente: que tal medida, sin lle-

(59) Oficio del Gobierno a San Martín, de 15 de abril de 1819, firmado por el ministro de Guerra, don Matías Irigoyen, M. S., del archivo general.

Page 173: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D H B E L G R A N O 169

nar 1os objetos que se tenían en Vista, dar ía por único resul­tado la disolución de esa fuerza. Convencido al fin el Go­bierno de la impoitancia p re fe ren te de la expedición al Bajo Perú por el Pacifico, con el concurso eficaz de la alianza chi­lena, dio con t raórdenes respec to del r epaso de! ejército de los Andes y de la marcha a Tucumán de la división de Men­doza, felicitándose de es te desenlace p repa rado por la p re ­visión de San Martín (60). Sin embargo, el general de los Andes mantuvo aún en el mismo punto la división de Mendo­za, con el objeto de reunir mayores e lementos pa ra su expe­dición a Lima, y esta circunstancia hubo de Volver a compli­carlo en la guer ra civil, en que seguramente s e habría per­dido su ejército, como se perdió ei de Belgrano, según se Verá después .

Mient ras tan to , Belgrano, en cumplimiento de lo pac tado en el armisticio de San Lorenzo, se es tableció en la Cruz Alta, límite de las provincias de Córdoba , San ta F e y Buenos Ai res . Desde ailí hizo p resen te las necesidades que le aquejaban: es­t aba desnudo y no tenía qué comer. S e le contes tó que usas-.e de la propiedad par t icular donde la encont ra ra . Repugnán­dole es te medio, que era contrar io a sus principios y al s is tema administrativo que se había propups to seguir , hizo a lgunas observac iones s o b i e el par t icular . Ei Gobierno ¡e replicó en una extensa nota, que el Erar io e s t aba exhaus to , que no tenía más que dar le , y que,- aunque el medio le r epugnaba también, un había ot ro , en lo que tenía razón. Con tal motivo, le decía: «En nues t ros p re sen te s conflictos, ¿cuál es el r ecurso que se p resen ta para continuar ia indispensable lucha a que es ta ­mos comprometidos? ¿Despedir las t r o p a s porque el E ra r io ca rece de fondos para sos tener las? Es to es decir que. depo­niendo ias armas , pidamos el t iránico yugo español .—Desen­gañémonos, señor Gene ' a ! , es preciso vencer o morir.» Am­pliando esta proposición, le agregaba que las propiedades sólo eran r e spe tadas mientras la salvación genera l del Es t ado no rec lamase su uso; que todas las c lases sufrían de grado o por fuerza los dolorosos sacrificios que la situación t ra ía apare ja ­dos, y que, siendo notoria la impotencia del E ra r io pa ra su­fragar apenas el alimento de las t ropas y los indispensables art ículos de guer ra , los hacendados , cuyas for tunas se t ra ta ­ba de salvar , tenían obligación de contr ibuir a su sostén. Es ­forzando su demostración con un ejemplo, te rminaba, dicién-dole: «Los or ientales nos hsn hecho Ventajosamente la guer ra , porque no pagan a sus t ropas , ni satisfacen el precio de ¡os art ículos que a r r eba tan pa ra su subsistencia. Sin embargo ,

(60) Todo esto consia de documentos originales que existen en nuestro archivo, y de que haremos más amplio uso en la «Historia de San Martín».—M. S. S.

Page 174: Historia Belgrano III

170 B A R T O L O M É M I T R E

cuentan con los b razos de aquel terr i tor io , a los que obligan con el te r ror i smo a l lenar su objeto.» (61)

El general Beigrano, contes tando la nota del Gobierno, le decía: «Demasiado convencido es toy, como lo he es tado desde el principio de nues t ra gloriosa revolución, que es preciso Vencer o morir para afianzar nues t ra independencia; pero también lo es toy de que no es el te r ror i smo lo que puede ci­mentar el Gobierno que se desea , y en que nos hallamos constituidos.» Repelido así decorosamente el r eproche indi­rec to del Gobierno y el ejemplo tan desgrac iadamente aduci­do por él, explicaba las causas de la resis tencia de es te modo: «Tampoco deben los or ienta les al te r ror ismo la gente que se les une , ni las Victorias que ios anarquis tas han conseguido sob re las a rmas del orden. Aquélla s e ¡es ha aumentado y ¡es s igue, por la indisciplina de nues t ras t ropas y los excesos ho­r ro rosos que han cometido, haciendo odioso has ta el nombre de pat r ia . La menor p a r t e ha tenido el t e r ro r en la agregación de hombres y familias. Las Victorias menos.» Dándose cuenta equitat iva de tan se lvá t icas res is tencias , formulaba su siste­ma en es tos términos: «Un sistema en te ramente contrar io debe se r el de nues t r a s fuerzas al que observan los jefes del desorden, p a r a a t r ae rnos con los hechos ¡a voluntad de unos hombres que no discurren más allá de lo que Ven. Adoptar es te sis tema en una guer ra civil, que es tá fundada en los re ­sentimientos de los hechos de las fuerzas del orden, que les han a r r eba t ado sus propiedades , t ra tándolos con el mayor desprecio , es lo que exige ia razón, la justicia y ¡a convenien­cia pública.» Most rando la conveniencia y posibilidad de es tab lecer e s t e s is tema, pa ten t izaba que por p rocede r se en las exacciones sin discernimiento, sin conocimientos y sin datos estadíst icos, el las recaían exclusivamente sobre los pobres , que por el hecho se conver t ían en o t ros t an tos enemigos del Gobierno y de los que tenían algo; y concluía, diciendo: que él no había pedido sino lo abso lu tamente indispensable para Vivir, y que si es to no era posible sino por los medios Violen­tos que s e le indicaban, que eran los mismos de los anarquis­tas , él se consideraba incapaz de poner los en práct ica (62). Con alguna exageración, Be igrano no hacía sino desenvolver una gran Verdad, y es que ninguna causa justa puede triunfar, sino por medios análogos a sus fines, sin desau tor iza rse y po­ne r se en contradicción consigo misma.

(61) Oficio del Gobierno a Beigrano, de 9.8 de abril de 1819. M. S., del arch. gral.

(02) Oficio de Beigrano al Gobierno, de 13 de junio de 1819 en e! Zanjón. M. S., del arch. gral. El Gobierno J e puso al margen el siguiente decreto: «Buenos Airea, agosto 21.~Arehívese. (Rúbrica de Irigoyen.») M. S.

Page 175: Historia Belgrano III

H I S T O R I A fJE B E L Q R A N ® 171

En medio de es tas cont rovers ias , que nada remediaban, ei ejército se desorganizaba , t rabajado por la miseria. «La de­serción es tá entablada (escribía Belgrano al Gobierno) como consiguiente al es tado de miseria, desnudez y hambre que padecen es tos mis compañeros de armas» (65). C u a t r o días después escribía el genera l en términos angust iosos , que cau­san profunda pena: «Consumo 50 r e se s diar ias : no sé de dón­de sacar las , porque s e han agotado los depósi tos . S e ha dis­minuido la ración de ca rne : Vivimos con el a r roz t ra ído de Tucumán; Vamos a echar mano de los bueyes . A consecuen­cia de es to la deserción se pronuncia. Es toy en un desier­to » (64). El gobernador in tendente de Córdoba , don Manuel Antonio Cas t ro , empeñado en llenar las necesidades más pre­miosas del ejército, imponía una contribución metódica de re­ses a la Provincia, pe ro luchaba con dificultades pa ra s is te­mar el servicio: «Los paisanos conductores de r e ses de las di­ferentes pedanías para el ejército (escribía a Belgrano) pier­den los recibos, o los pitan o se los llevan a sus pagos» (65).

El Gobierno, por su pa r t e , hacía esfuerzos supremos pa ra remediar e s t as miserias, pero sus recursos es taban ago tados . Con grande t rabajo pudo apron ta r un ves tuar io p a r a el ejér­cito, y auxiliar su caja con 5.000 pesos, ofreciéndole 20.000 más muy luego. Mes y medio después escribía cons te rnado a su general : «El Erar io s e halla exhausto y los recursos a que apela no bas tan . No puede por ahora p roveer a su alivio, pero t iene esperanzas de poder reunir den t ro de t r e s o cua t ro días 15 a 20 000 pesos.» Al mes de esta promesa , aun no ha­bía sido cumplida, y el Gobierno Volvía a escribir lleno de congojas: «Puede V. E. considerar cuá les se rán las angust ias del Gobierno en Vista de las justísimas reclamaciones de ese Valiente ejército, y la imposibilidad de proveer lo como lo de­sea y ofreció. S e han pract icado las diligencias más exquisi­tas para el cumplimiento de aquel las ofer tas , y lo han frus­t rado circunstancias imprevis tas o i r remediables . No obstan­te , s e remite en el día un pequeño socor ro pecuniario, que deberá emplearse exclusivameute en el alimento» (6'o).

(83) Oficio de Belgrano al Gobierno, de 4 de mayo de 1819. M. S., del arch. gral.

(64) Oficio de Belgrano, de 8 de mayo de 1819. M. S., del ar­chivo general.

(65) Carta de Castro a Belgrano, de 28 de agosto de 1819. M. S., autógrafo en nuestro archivo.

(66) Oficios del Gobierno a Belgrano, de 11 de mayo, 4 y 10 de julio y 10 de agosto de 1819. M. S. S., del arch. gral.—He aqui las únicas cantidades que, según el mismo Belgrano, empleó en el ejér­cito desde su salida de Tucumán eu febrero, hasta el mes de junio de 1819. En Tucumán, obtuvo 20 mil pesos por medio de un em-

Page 176: Historia Belgrano III

m B A R T O L O M É M1TRB

A sus informes de que la deserción se aumentaba cada vez más , que su fuerza se disminuía considerablemente , y que era indispensable fijarle un dest ino que previniese su total rui­na (67). se le con tes t aba que t r a t a r a de remontar la p a r a con­t r a r r e s t a r la expedición española que se anunciaba. A es to , obse rvaba él con cierta ironía de sga r r ado ra : «Ordena el se­ñor Director s e eleven las t r o p a s de línea al mayor número. ¿Cómo podré hacer lo con el ejército que mando, cuando no puedo mantener los hombres que hoy io componen? Hablo con la circunspección que me carac te r iza : muchos días pasan que absolu tamente no tengo que dar de comer, ni aun a ios jefes. E s preciso pa lpar es ta miseria pa ra formar concepto del gra­do de heroicidad a que pueden ascender las pas iones huma­nas» (68). Así, en medio de es tas congojas, se consti tuía el hecho de ia nacionalidad y la independencia argent ina , y era así cómo sus hijos, devorados por la anarquía y la miseria, se p repa raban a l levar ia l ibertad al r es to de la América del Sud, desde Chiie has ta el Ecuador .

Apar t ando los ojos de e s t a s sublimes miser ias , que carac­ter izan y realzan una época hero ica , Vc¡vamos a tomar el hilo de las negociaciones en tab ladas a consecuencia del ar­misticio de San Lorenzo . E s t a s s e prolongaban indefinida­mente . Los negociadores nombrados por p a r t e del Gobierno Nacional , habían acudido por dos Veces a la cita, y por dos Veces a nada s e había podido a r r ibar , ya por falta de instruc­ciones prec isas , ya por inasistencia de los diputados de Santa F e y En t re Ríos . Compl icábase esta situación indefinida y pe­ligrosa con sucesos que s imul táneamente tenían lugar en el E n t r e Ríos, y con la acti tud que en consecuencia asumía Ra­mírez. Habían quedado al i f a lgunas montoneras en a rmas , que sostenían la bandera de la unión a las ó rdenes del ya conoci­do don Gervas io C o r r e a . A pesa r de! armisticio, las hostili­dades s e habían ro to de nuevo, en ci rcunstancias que en Co­rr ien tes es ta l laba un nuevo levantamiento, en combinación, a! parecer , con los de E n t r e Ríos (69), y que a lgunas embar­caciones po r tuguesas se p resen taban en la boca del Ibicuy. Ramírez, c reyendo ver en es ta simultaneidad de movimientos,

prestito, con lo que pudo socorrer la tropa. Al llegar a Córdoba, recibió 18 mil pesos del gobernador intendente, los que empleó en una buena cuenta, caballos y otros gastos. Por último, recibió cin­co mil pesos. En todo -43.000 pesos en el espacio de seis meses.

(67) Oficio de Beigrano, de 4 de septiembre de 1819. M. S., del archivo general.

(63) Oficio de Beigrano, de 27 de junio de 1819. M. S., del ar­chivo general.

(69) Esta sublevación fué sofocada en el mismo año por los partidarios de Artigas.

Page 177: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 175

un acuerdo en t re el Gobierno argent ino y los por tugueses , pidió a S a n t a F e sus lanchones a rmados en guer ra y con ellos organizó una escuadri l la , enseñoreándose de la navegación del Pa raná desde San ta F e has ta el P a r a g u a y , in te rcep tando la navegación y comercio de! río, y asumió una acti tud des­confiada y casi hosti l . Los comisarios nacionales , que lo e ran el doctor don Julián Alvarez y e! genera l Alvarez Thomas , reclamaron por es tos y o t ros ac tos que cons ideraban Violato-rios del armisticio, y exigieron de López pidiese la devolu­ción de sus lanchones. López , explicando el hecho, f e excu­saba de pedir la devolución exigida por cuanto sus «insinua­ciones cerca de Ramírez ser ían sin efecto y pel igrosas». P ro ­tes tando a la vez de su fidelidad a lo pactado, les decía con arrogancia : «Por mi p a r t e , a no conducirme por el honor y 5a pa labra de la fe que se merecen nues t ros pac tos , habría ya pr ivado a ese Gobierno de p a r t e crecida de sus fuerzas , sin que es tuvise al a lcance d e s u s enemigos ev i ta r lo , y al menos tendría p r e sa s más prec iosas que las que causan nues t ro co­mún disgusto» (70).

Al mismo t iempo, dirigía Ramírez a Belgrano una comuni­cación llena de cont rasent idos , escr i ta en el estilo ridicula­mente hinchado, propio de los tinterillos que por t an tos años han dirigido como inst rumentos servi les las Cancillerías de los caudillos, adornándolos con las plumas del g ra jo . En ella manifestaba su horror por ia guer ra y su odio cont ra los am­biciosos, y con tal motivo terminaba diciéndole: «Al ver a las madres sin sus hijos, a las mujeres sin sus esposos , y el luto que p resen tan todos los pueb los l ibres del Sud, mi corazón se ca rgaba en iágrimas de t e rnu ra , p a r a t r a spo r t a rme al mo­mento en i ras de Venganza contra sus au to res , y pues que V. E. quiere se r el iris de la felicidad, yo dejo en sus manos el eco de la razón, de la justicia, de la humanidad y d e la sa­grada patria» (71). Be lgrano , que obse rvaba que p a r a hacer efectivas t an solemnes p ro t e s t a s , nombraba Ramírez como negociador a uno de los enemigos más encarnizados de ia paz y de la unión nacional , adivinaba al t r a v é s de esta jeri­gonza, la actitud del enemigo implacable, y así escribía al Gobie rno : «La poca sinceridad con que se expresa ; el a taque de C o r r e a después de ce lebrada la t r egua , .y e! nombramien­to de don Eustaquio Moldes para intervenir en las negocia­

do) Oficio de don Francisco Ramírez a Belgrano, de 1." de mayo de 1819. M. S., del arch. gral.—Oficio de don Estanislao López a los comisarios nacionales, de 12 de junio de 1819, y con­testación de éstos, del 26 del mismo mes y año. M. S., auténtico en nuestro archivo.

(71) Oficio de Ramírez, de 1.° de mayo de 1819, antes citado. M. S., del arch. gral.

Page 178: Historia Belgrano III

174 B A R T O L O M É M I T R E

ciones, son, en mi concepto , una p rueba del dolo con que procede» (72).

No discurría lo mismo respec to de su antiguo sa rgen to del P a r a g u a y , a la sazón Gobernador de S a n t a F e . Cada Vez se afirmaba más en el concepto que sé había formado de que, por su pa r t e , anhelaba con sinceridad la paz , y sobre esta creencia fundaba la posibilidad de un a r reg lo pacífico que, desviando los peligros del p resen te , p r e p a r a s e la solución de las dificultades en lo futuro. «No estoy dis tante de c ree r (decía) que San ta F e en t ra se por sí sola en avenimiento, aun­que lo repugnen los or ienta les ; á lo menos así lo ha prometi­do López . Mucho habr íamos conseguido con sólo es to , pues sería suficiente p a r a mantener en nues t ro ter r i tor io el orden interior, neutral izando los efectos de los anarquis tas orienta­les, quitando el punto de contacto con ellos y el apoyo de los malvados que no faltan en t re ellos y nosotros» (75). Aquí Bel­g rano , con una penetración singular, p resent í ba por el mo­mento la tínica solución posible que el armisticio había prepa­rado , y que el t iempo debía dar . Desl igar a San ta F e de la Confederación Or ien ta l , romper así la liga de sus caudillos, y poner el P a r a n á por b a r r e r a de la guer ra civil pa ra poder a t ende r a la guer ra de la independencia en las f ronteras , ta! era !a cuest ión, más bien política que militar, que él formula­ba en términos tan precisos y con tan clara previsión.

Su creencia e ra , sin embargo , que había poca probabilidad de a r r ibar a un ar reg lo . Pensaba que la prolongación del ar­misticio, conveniente en un sent ido, era perjudicial en otro, y que la inacción equivalía a una de r ro ta . He aquí sus pala­b ra s , que proyectan una luz siniestra sobre aquella situación: «Conociendo los perjuicios de esta inacción, veo que por este medio adquieren los enemigos sobre noso t ros venta jas que jamás p /dían p romete r se del suceso 'de sus a rmas . Los santa-fecinos conocen ¡as desventa jas de nues t ra actual situación, y no los supongo tan fal tos de cálculo, que no p revean los efectos que tendrá nues t r a permanencia por e s tas inmedia­ciones. Nada tendría de ex t raño que afectando deseos de paz y entorpeciéndola con diferentes p re t ex tos , viesen que no podíamos ofenderlos. El punto que ocupamos y todos los de­más de sus inmediaciones en más de 40 leguas son t a les , que bas ta prolongar en ella nues t r a permanencia , para se r des­truidos y reducir el ejército a un es tado de nulidad com­pleta» (74).

(72) Oficio de Belgrano, de 23 de mayo de 1819. M. S., del ar­chiva gral.

(73) Oficio de Belgrano, de 23 de mayo de 1819, antes cita­do. M. S.

(74) Oficio de Belgrano, de 23 de mayo. M. S., antes citada.

Page 179: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 1T5

En vista de es tas consideraciones , de lo aso lado del país , falta de ganados y malos pas tos pa ra las cabal ladas , p ropo­nía que, sin romper el armisticio y continuando las negocia­ciones, s e t r a s l adase el ejército a la Vilia de los Ranchos (a doce leguas de Córdoba) , cubriendo la f rontera de Buenos Aires con algunos piquetes de t ropa Veterana. Probablemen­te , con es to , Belgrano se proponía a le jarse del t e a t r o de la guer ra y ace rca r se a Tucumán; pues p a r a l lenar los obje tos que decía t ener en vista, más militar e ra la posición que ocu­paba, con todos sus inconvenientes , que la de los Ranchos con sus problemát icas ventajas . El ejército, s i tuado a la a l tu­r a de la Cruz Al ta , cubría el inter ior , mantenía l ibres los ca­minos que conducen a él, protegía la f rontera de Buenos Aires , e s taba más cercano a la fuente de los r ecu r sos , domi­naba la línea del Carca raña l y amagaba a San ta F e , haciendo presión para la conclusión de los t r a t ados ; y caso de volver a tomar la ofensiva, no tenía que Volver a vencer los mismos inconvenientes que apun taba .

La verdad es que la campaña del ejército auxiliar nada ha­bía resuel to , y el armisticio había dejado las cosas en el mis­mo o peor estado que an tes , sa lvo la predisposición de López pa ra más adelante . Hacer o no hacer la gue r ra e ra la disyun­tiva, como lo había dicho él mismo, y en vez de reso lve r se por uno de es tos dos part idos, s e colocaba en un término medio, que haciendo imposible la paz, ag regaba los inconvenientes de la guer ra que s e hacía inevitable, sin p rovee r a es ta even­tualidad. El Gobie rno , sin embargo , acep tó su indicación, y a principios de junio s e ponía en marcha el ejérci to, es tab le­ciendo poco después el campamento general en la Capil la del Pi lar , a nueve leguas de Córdoba sob re el Río Segundo .

Al mismo tiempo que el ejército auxiliar r e t rog radaba ha­cia Córdoba, en Buenos Aires e ra nombrado Direc tor inte­rino del Es tado el general don J o s é Rondeau (junio de 1819). Pueyr redón , ausen te por algún t iempo del Gobierno por cau­sas que nada tenían de común con ¡a política, había reasumi­do el mando a principios de mayo, al solo objeto de act ivar la promulgación de la Consti tución y r e t i r a r se en seguida a la Vida pr ivada. Entendía , y con razón, que era una dic tadura revolucionaria la que s e le había confiado, y que debía resig­nar sus poderes una vez establecido el orden normal . L a r g a había sido la elaboración teór ica de aquella obra . Iniciada en julio de 1818, fué sancionada a fines de abril de 1819. En o t ro capítulo hemos dado una idea de ella y no insist i remos s o b r e es ta creación efímera, que no tuvo un solo día de vida rea l . Pueyr redón , que s e sentía fatigado, y comprendiendo que su autoridad es taba gas tada , hacía t iempo que abr igaba la idea de desca rga r se de un peso que consideraba ya super ior a sus

Page 180: Historia Belgrano III

178 B A R T O L O M É M I T R E

fuerzas (75), y aprovechó es ta oportunidad para hacer su in­decl inable renuncia . Ei Congreso la aceptó en términos ho­noríficos (9 de junio) y nombró a Rondeau para suceder ie provisionalmente. La re t i rada de Pueyr redón , en nada a l te ra­ba ia situación política. Los mismos hombres con las mismas ideas seguían gobernando, apoyados o combatidos por las mismas fuerzas; y ni aun se a l te raban en sus deta l les los pla­nes iniciados, porque el nuevo Director era miembro de la lo­gia que sec re tamente influía en las a l tas del iberaciones. Ron­deau, e ra una de aquel las figuras s impáticas, sin significado propio, que la oligarquía gubernat iva colocaba al frente de su decoración consti tucional . Sin ambición y sin odios, r e spe ta ­do por sus Virtudes, capaz de abnegación como ciudadano, Valiente como soldado, fiel a sus amigos y dócil a sus conse­jos , no era el hombre de las c i rcunstancias; pero era el úni­co hombre negat ivo, que podía acep ta r con candorosa sereni­dad las t remendas responsabi l idades de una situación desespe­rada , porque pa ra él, ei Gobierno era una simple cuest ión de sumisión al deber .

Ei Di rec tor Pueyr redón abandonaba el gran escenar io y se perdía pa ra s iempre en su penumbra , c i rcundado por aquella sombra que acompaña a los mandatar ios que resignan el po­der en los t iempos difíciles. Había sido como gobernan te el hombre de su par t ido , r ep resen tando una autor idad imperso­nal , por cuanto la b a s e de ella era par lamentar ia , y su acción es tuvo s iempre subordinada a un cent ro di rect ivo.—Esto ca­rac ter iza polí t icamente su administración.—Armado de un po­der dictatorial , con t rapesado por una oligarquía inteligente y pat r io ta , aunque desprovis ta de verdadero sentido político, sus ac tos llevaron el sello de la moderación, sin manifes­t a r tendencia a ia a rb i t rar iedad caprichosa, y es te es su ras­go mora! como magistrado.—Sin ser una personalidad mar­cada, ni tener en sí la potencia que domina los acontecimien­tos y les imprime dirección, fué el r ep resen tan te de los ele­mentos conservadores , que manteniendo eí central ismo re­volucionario necesar io a la lucha de la independencia, retar­daron ¡a disolución política y c rearon nuevas fuerzas morales y mater ia les , p a r a con t r a r r e s t a r la acción disolvente de la revolución interna, lo que sin se r exclusivamente obra suya, cor responde a su época .

El Director Pueyr redón no cayó de su pues to , ni se retiró de él voluntar iamente : acabó , na tura lmente , por cansancio,

(75) Así consta de sus cartas a San Martín, de 4 de marzo, "24 de abril, i .° de mayo, 18 de mayo y 16 de junio. M. S. S., autó­grafos en nuestro archivo. En ltt última de ellas le decía: «Al fin fueron oídos mis clamores, y hace seis días estoy en mi casa libre del atroz peso que me oprimía.»

Page 181: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O ,177

Gobernan te en representac ión de un s is tema político y de un gran part ido gubernamental y revolucionario , gas tó su pe r so ­nalidad en e f á s p e r o roce de los acontecimientos, sin r e p a r a r las fuerzas gubernamenta les por el movimiento t ransformador de ia opinión pública, principio de vida que descuidó cul t ivar , al ence r ra r se en el círculo es t recho y sin luz de ias influencias del compañerismo. A es to debió que la indiferencia pública le acompañase en su re t i rada , a la par de los denues tos de sus enemigos, y el cansancio de sus amigos desespe ranzados , que como él se habían gas tado en ei roce , en el t rabajo y en ia lucha.

En su tiempo y por sus afanes , s e consolidó ia independen­cia argentina; adquirió mayor respetabi l idad exter ior la nueva nación; se echaron los fundamentos del Gobierno par lamen­tario; se c rearon los dos grandes ejércitos nacionales, que sostuvieron la bandera cívica de la República sin tendencias al pretor ianismo; tuvo lugar la va lerosa resistencia de Sa l ta , se llevó a cabo la reconquista de Chile, a t r avesando los An­des; se p repa ró la expedición del Perú , y los laureles de Cha-cabuco y Maipú orlaron el escudo de las Provincias Unidas. Es t a s son las luces que iluminan ias páginas de su adminis­tración histórica.

Tuvo ia desgracia que, bajo los auspicios de su diplomacia tenebrosa , se real izara la invasión luso-brasi lera a la Banda Oriental . Las dificultades de aquellos t iempos, le obligaron a seguir una política internacional equívoca, que no respondía a un propósi to del iberado. Buscó la solución de los g randes problemas políticos y sociales fuera de las condiciones genia­les del país, reaccionando contra la ley de la democracia en el hecho de propiciar la idea de una monarquía imposible. Provocó impremeditadamente la guer ra social, que debía aca­ba r con el Director io y su sis tema, y en esta empresa mal­gastó las últimas fuerzas mili tares de la nación. Es t a s son ias sombras del cuadro .

Nacido en medio de una tempestad , como se ha dicho, el Directorio de Pueyr redón Vivió combatido por la anarquía y luchando por la independencia nacional. Embraveció las resis­tencias populares y triunfó de los enemigos ex te r io res . Cen­tralizó las fuerzas eficientes que concurr ieron a su elevación, y las utilizó dando impulso a la revolución americana. El re ­so r t e del Gobierno se gas tó sin romperse en sus manos, cuan­do las fuerzas vivas de la opinión le habían abandonado, y cuando el poder por él r epresen tado de descomponía en sus propios elementos, y amenazaba desplomarse sobre sus ci­mientos carcomidos.

Es to , que explica su elevación, su éxito, sus e r r o r e s y su caída, explica también la doble evolución que duran te su Go­bierno operó ía revolución con respec to a la política interna

12

Page 182: Historia Belgrano III

178 B A R T O L O M É M1TR8

y externa . Envuel to en sombras , t iznado por unos, calumnia­do por o t ros , no bien definido an te la moral y an te la historia, la rgos años han pasado an tes que pudiese se r juzgado con imparcialidad, y por la primera Vez se exhiben los documentos que lo acusan, lo absuelven y lo dignifican an te el juicio de la pos ter idad.

Page 183: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XL

LA GUERRA SOCIAL.--CONTINUACIÓN DEL ANTERIOR

1819

La Constitución de 1819 y su jura.—Opinión de Belgrano acerca de ella.—Enfermedad mortal de Belgrano. —Situación del lito­ral.—Actitud de San Martín y del ejército de los Andes.—Esta­do de las relaciones de Buenos Aires y Santa Fe.—Actitud de López y Ramírez.—Retrato de don José Miguel Carrera.—Rom-pense las hostilidades en el litoral.—Planes del Gobierno para contrarrestar la anarquía. - El ejército auxiliar es llamado nue­vamente a tomar parte en la guerra civil.—Irrupción de Santa Fe a la frontera de Buenos Aires.—El Director Rondeau en campaña al frente de un ejército de Buenos Aires. —Se ordena a San Martín marche a Buenos Aires.—Conducta de San Martín en esta emergencia.—Se decide a realizar la expedición al Perú. Juicio acerca de esta conducta. —Carácter de la revolución ar­gentina.—Tucumán se declara independiente.—Prisión de Bel­grano.— Elementos de vida futura.—Bosquejo de la descompo­sición y de la transformación política y social.

La Constitución que el Director io de Pueyr redón legó como herencia a sus sucesores , en vez de un pacto de unión, fué una nueva bandera de discordia que s e levantó en el campo de los principios y en el t e r r eno de los hechos . O b r a de sofis­tas bien intencionados, que soñaban con la monarquía , no pu-diendo fundir en sus moldes convencionales los e lementos sociales re f rac tar ios , creían eliminarlos no tomándolos en cuenta, y de aquí su inefeac ia Bosquejo de un central ismo rudimentario, sin ó rganos n p r>piados a su funcionamiento, en presencia de ia ma.sa inf i r m e de un federal ismo rudimen­tario y anárquico, que era una negación del ideal y un de s ­conocimiento del modelo, m i .-atisfdda las exigencias teór icas ni práct icas , y de aquí que pugnase con los hechos , sin sa t is ­facer las conciencias. Sin fuerza sólida que la- sos tuviese ni fuerza moral que la propiciara , era una fórmula Vacía de sen­tido que no contenía los gérmenes de la vida p resen te ni fu­tura . Sin embargo, ella fué jurada con entusiasmo patr iót ico el 25 de mayo de 1819, así en Buenos Aires como en las P r o ­vincias, con excepción de las de En t re Ríos, S a n t a F e , Banda

Page 184: Historia Belgrano III

18© B A R T O L O M É MlTüH

Oriental y Cor r ien tes , y ios ejércitos de los Andes y de! Pe rú le p res ta ron homenaje.

Be igrano fué el pr imero que juró ia nueva Consti tución al frente de su ejército. Luego que hubo cumplido con es te de­ber, decía hablando con uno de sus jefes: «Esta Constitución y la forma de Gobierno adoptada por eila, no es, en mi opi­nión, la que conviene a! país; pe ro habiéndola sancionado el S o b e r a n o Congreso Cons t i tuyente , s e r é ei primero en obede­cerla y hacer la obedecer .» Y refiriéndose a los vicios de ia democracia semibárbara , ag regaba con ias reminiscencias de sus lec turas clásicas: «No tenemos ni las Virtudes ni ¡a ilus­tración necesar ias p a r a ser una república: una monarquía mo­derada es !o que nos hubiese convenido.» Y fijando su vista en el blasón argent ino que tenía delante de sí, expresaba pin­to rescamente su idea con es tas pa labras : «No me gusta ese gorro y esa lanza en nues t ro escudo de a rmas : quisiera Ver un ce t ro en t re esas manos que son el símbolo de la unión de nues t r a s Provincias.» ( 1 ) E s t a s eran las ideas candorosas de un hombre que creía como Rousseau , pensaba como Montes -quieu y ob raba como Frankl in , asp i rando a ia l ibertad y al orden y subordinándolo todo al deber y eran también, por o t ros móvi les , las de los mismos que habían formulado la Consti tución del x x .

Tiempo hacía que la salud del general Beigrano inspiraba serios cuidados a sus amigos. En la Cruz Alta había sopor­tado !os r igores de una estación fría y lluviosa, acongojado por la miseria de sus soldados. Una vez se alojó en su tienda de campaña, húmeda y desabr igada , el doctor C a s t r o , gober­nador de Córdoba . O b s e r v ó que pasaba la noche en pervigi-lio y que su respiración era difícil y anhelosa . Sospechando lo g rave de su enfermedad, le instó a que pa sa r a a Córdoba a a t ende r se . El contes tó , con en te reza y tranquilidad, que las ci rcunstancias eran pel igrosas , y que debía su vida a ia paz y tranquil idad común. En la capilla del Pilar fué visitado por el doctor don Francisco Rivero , quien reconoció los sí i tomas de una hidropesía avanzada . Renovando C a s t r o con tal motivo sus instancias en nombre de sus jefes, le replicó con resigna­ción g rave : «Sé que estoy en peligro de muer te , pero ia con­servación del ejército pende de mi presencia . Aquí hay una capilla donde se ent ierran los soldados: también puede ente­r r a r s e en eiia al general .» Y añadió con melancólica sonrisa: «Me es agradab le pensa r que aquí Vendrán los paisanos a rezar por el descanso de mi alma;» Allí sopor tó los dolores de su enfermedad y las miserias de sus compañeros de armas, alojado en un mal rancho, t r i s te , pe ro se reno (2).

(1) Paz, «Memorias», t. I, págs. 330 y 331. (2) Tomamos estos detallos de dos M. S. S., uno del General

Page 185: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 181

Al finalizar el mes da agosto, Belgrano, Vencido por el mal, tomó la pluma con mano trémula y firmó su última nota: «Se­ñor: No habiendo podido conseguir en medio del sufrimiento de cuatro meses de enfermedad un alivio conocido, y aconse­jándome los facul tat ivos la Variación de temperamento , me veo en la necesidad, aunque doiorosa, de ocurr.-r a V. A. para que me permita dejar ei cargo por algún t iempo, has ta que logre mi restablecimiento, e tc . , en la inteligencia de que exige con urgencia mi salud es ta medida, ¡que no dudo merezca la consideración de V. A. para que me ponga en aptitud de repe­tir rnis servicios. Cuar te l Genera l en el Pilar, a 29 de agosto de 1819.—Manuel Belgrano.- Señor D. J o s é Rondeau, Direc­tor Supremo del Estado» (3). Aún permaneció algunos días más ai frente del ejército, esperando la l iegada de su mayor genera! don Francisco Fe rnández Cruz , a quien en t r egó el mando ei 11 de sept iembre , y se puso en marcha hacia el Tu-cumán en el s iguiente día (4). Uu dia a m e s se había despedido de sus soldados, diciéndotes que iba s explorar el camino que los conduciría a combatir de nuevo a los enemigos de ¡a pa­tria. He aquí sus sent idas pa labras ; «Me es sensible sepa ra r ­me de Vuestra compafiia, porque estoy ¡jersuüdido de que la muerte me sería menos doiorosa , auxiliado de Vosotros, reci­biendo ios últimos adioses de la amistad. P e r o es preciso ven­cer los males, y volver a vencer con vosotros a los enemi­gos de ¡a patria, que por todas pa r t e s nos amenazan . Voy, pues, a reconocer el camino que habéis de llevar para que os sean menos penosas Vuestras fat igas, en nuevas marchas que tenéis que hacer. Nada me queda que deciros, sino que sigáis conservando el justo renombre que merecéis por vues t r a s virtudes, cier to de que con ellas daré is glorias a la nación, y corresponderéis a! amor que os profesa t ie rnamente Vues­tro genera!» (5).

don Blas José Pico, y otro de doctor don Manuel Antonio Castro, que originales existen en nuestro archivo. Castro dice: «Allí (en el Pilar) sufrió privaciones, necesidades, clamores del soldado, mise­rias increíbles: yo sabía su situación de ánimo porque participaba de sus aflicciones como jefe de la Provincia; pero jamás vi turbada su serenidad, r i alterarse su firmeza.» M. S. S.—Pa-z, en sus «Me-raoriass, coafirma estos pormenores.

(3) M. S. Existe original en el arch. gral., y en la firma sa nota una grande alteración del pulso.

(4) Oficio de Belgrano, de 11 de septiembro de 1819, avisando haber entregado el mando del ejército al General Cruz, y de Cruz, do ¡a misma fecha, en que avisa haberlo recibido. M. S. S., del ar­chivo general.

(6) Orden del día, de 10 de septiembre d» 1818. M. S., en nues­tro archivo.

Page 186: Historia Belgrano III

182 B A R T O L O M É M I T R E

Al pasa r por los suburbios de Córdoba , a cuya ciudad no en t ró , salió el gobernador con los jefes de la guarnición a despedir lo . Al s epa ra r s e , una escolta de ¿5 hombres de caba­llería que había venido-acompañándole desde el campamento, echó espontáneamente pie a t ier ra , y, descubr iéndose an te él, le dijeron, sol lozando: «¡Adiós, mi genera l ! Dios nos io Vuel­va con salud y lo veamos pronto.» Es ta acción tan sencilla como paté t ica , lo conmovió profundamente. Al ¡legar a la pos ta , escribió al doctor C a s t r o , que había tenido un día de abat imiento (6). Es ta fué la última ovación que el Vencedor de Tucumán y Sa l ta recibió en vida.

Desde la ciudad de Sant iago del Es t e ro , decía a! Gobie rno : «He llegado a es te punto y sigo mi marcha. La enfermedad se ag rava , manifestándose en la fatiga que me aqueja y en la hin­chazón de las p iernas y pies.» (7) La letra i r regular y confu­sa de es tas l íneas, reve laba un pulso a l t e rado y débil. Eran los s íntomas de la agonía que empezaba. El Gobierno escri­bió al pie de aquellos fatídicos c a r a c t e r e s un decre to que le honra , manifestando el gran in terés que le inspiraba su salud, autorizándolo a reclamar en su nornbi e todos cuan tos auxilios gus t a se y es t imase a tan importantísimo objeto, sin excluir los pecuniar ios , seguro de que cualquiera que fuese la suma, se­ría inmediatamente satisfecha por la Tesore r í a general con su aviso (8). Le dejaremos en marcha a su destino, donde le he­mos de encont rar más t a rde , p a r a Voiver a ocuparnos de la Vida múltiple de aquella época t empes tuosa , p recur so ra de la gran ca tás t rofe que todos present ían .

Al mismo t iempo que Belgrano se ausen taba del ejército, las host i l idades s e rompían nuevamente en el l i toral. Es t e acon­tecimiento sorprendió al Gobierno Nacional , que, confiado por demás en la fe de los t r a t ados , es taba a la sazón rodeado de más ser ios cuidados. Según las últimas noticias, la expedición de Cádiz contra el Río de la P la ta debía dar la vela en todo el mes de sep t iembre . Si tal sucedía , la revolución argentina corr ía inminente riesgo de pe rde r se en el es tado de desorga­nización en que el país se encont raba . El Gobierno, a la Vez de dictar sus medidas para recibir la invasión, procuró esti­mular el espíritu público y comprometer el patr iot ismo de los disidentes, invocando la causa común de la independencia y

(6) M. S., del doctor Castro, ya citado. (7) Oficio de Belgrano, de 1.° de octubre de 1819. Existo autó­

grafo en el arch. gral. El carácter de letra es 4 a 6 veces más gran­de que de costumbre.

(8) Decreto del Gobierno, de 20 de octubre de 1819, y oficio del mismo a Belgrano, en igual fecha. M. S. S., del arch. gral. En el libro origiaal de Actas secretas del Gongroso, fol. 41 , hay un acuerdo recomendando a Belgrano enfermo.

Page 187: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 185

el odio contra el antiguo yugo . Cre ía haber lo conseguido, y en tal confianza había dispuesto q i e el general Cruz , con toda la infantería y art i l lería del ejército auxiliar, marchase a cu­brir la frontera de! Nor te en Tucumán. dejando en Córdoba la caballería únicamente (9). Al general San Mart ín, que se ha­llaba en Mendoza con la división del ejército de los Andes d e que se habló an tes , se le ordenó que con toda ella se pusiera en marcha en dirección a la capital , apersonándose en ella para combinar operaciones (10) Como se ve, el plan del G o ­bierno era centra l izar la sólida caballería de línea de sus dos grandes ejérci tos , sin duda, con el objeto de domin-.r con ella ¡a anarquía y p re sen ta r se así más fuerte an te el enemigo ex­terior, haciendo frente a !os rea l i s tas del Alto Pe rú por el Norte , y mantener su alianza militar con Chile, a fin de poder contar con su apoyo en caso necesar io . San Mart ín , que tenía fijo su pensamiento en la expedición a Lima y que definitiva­mente se había pues to de acuerdo con O'Higgins sobre ella, con plena autorización del Gobierno argent ino, creía que el medio más eficaz de con t ra r re s t a r la expedición era llevar atrevidamente la guer ra al Bajo Pe rú , pues según él, si así no se obraba, todo se perdía y el país perecía de consunción.» En ta! concepto, había remontado su caballería; se había provis­to de elementos de movilidad y es taba resuel to a Volver a r e ­pasar ios Andes , cuando la orden del Gobierno llegó a sus manos. Sea que la inminencia del peligro lo decidiera, sea que con tal motivo p rocurase aumentar los elementos de que ne­cesitaba para su grande empresa , o lo que es más p robab le , que asumiendo por el momento una actitud espec tan te ¡-e r e ­servase según las c i rcunstancias (lo que después se Verá más claro), el hecho es , que contes tó al Gobierno, que se ponía en marcha desde San Luis con seis escuadrones de cabullería de línea y dos de milicias con ocho piezas Volantes, que for­maban un total de 2.000 hombres , dejando la infantería en San Luis por falta de caba lgaduras ; y pidió al gobernador de Córdoba le p r epa ra se 4.000 cabal los para su pronta marcha hasta la provincia de Buenos Aires , hacia donde s e dirigía (11).

(9) Oficio fiel Gobierno al General Cruz, de 27 de septiembre, y contestación de Cruz, de octubre 3 de 1819. M. S. S., del archivo genera!.

(10) Oficios del Gobierno, de 8 y 13 de octubre de 1819, y con­testación de San Martín, de 2-4 del mismo. M. S. S. (Papeles de San Martín )

(U) Oficios de San Martín al Gobierno, al Gobernador de Cór­doba y al General del ejército del Perú, de 24 de octubre de 1»-19. (Papeles de San Martín.) En el oficio al Gobierno le dice: «Se pon­drá en marcha toda la caballería del Exto, hasta la Provincia de Córdoba, etc., quedando prevenido dar cuenta á esa Superioridad

Page 188: Historia Belgrano III

184 B A R T O L O M É M I T R E

Los disturbios que sobrevinieron inmediatamente en el inte­rior de la República, suministraron a San Mar t ín un motivo plausible pa ra suspender la marcha anunciada y consul tar a! Gobierno (12). Cusndo é s t e re i te ró sus órdenes con más ins­tancia, teniendo en Vista, no la expedición española que ya no inspiraba serios cuidados, sino la guer ra civ>l (13), ei general se encont raba en Chile, p repa rando su expedición al Perú . Allí recibió, juntamente con ia nota, !a noticia de la caída del Director que la firmaba, y el anuncio de la disolución política y militar de la República que se producía en todos sus ámbi­tos , sin que se sa lvase de ella ni aun la misma división del ejército de ios Andes que había dejado en Mendoza , según se verá después .

P a r a no interrumpir el orden de todo lo que con la actitud de San Mart ín en esta emergencia se relaciona, hemos ade­lantado en globo ios sucesos que, a consecuencia de la ruptu­ra de las hosti l idades del li toral, sobrevinieron. Volvamos a r eanudar ahora el hilo de la narración, p a r a dar noticia del es tado de las negociaciones de paz pendientes , en e! momen­to que tal hecho tuvo lugar.

Después de cinco meses de espe ra , sin a r r iba r a ningún re­sul tado, los comisarios de Buenos Aires v iéronse obligados a fijar un término perentor io p a r a la reunión de los plenipo­tenciar ios y ajuste de los t r a t ados , pasado e! cual se re t i ra­rían, quedando las cosas en e! es tado de paz en que se halla­ban , bajo ia garant ía de ia buena fe de! gobernador de San ta F e , a quien s e dirigieron (14). E s t e contes tó excusándose por la demoro, a la Vez que declinaba su responsabi l idad en tér­minos Vagos; pe ro acep tando explíci iamente ¡a continuación del armisticio, bajo la seguridad de la mutua confianza (15). Un mes después , s e rompían las host i l idades por p a r t e de S a n t a F e . Va a ve r se cómo.

d e E d e la Guardia del Pergamino de la marcha de la División. La flacura y mal estado de las caballadas, me imposibilitan absoluta­mente, igualmente que la falta de recados, el peder hacer marchar ninguna infantería, pues toda ella quedará según V. S. me previe­ne acantonada en San Luis.» M. S., en nuestro archivo.

(12) Oficio de San Martín al Director, de 7 d e diciembre de 1619. M. S., en nuestro archivo. (Copiador original de San Martín.)

(13) Oficio de! Director Rondeau, de 19 de diciembre d e 1819. M. S., originsl de la Bib. de Santiago de Chile, publicado por pri­mera vez, por don Diego Barros Arana, en la Revista Chilena.

(14-) Nota de los comisarios don Ignacio Alvarez y don Julián Alvarez al Gobernador López, do 8 de septiembre de 1819, en la Gacela núm. 146, del mismo año.

(15) Nota de López a los comisarios de B. A., de fecha de 13 de septiembre de 1819. En la Gacata núm. 146, del mismo año.

Page 189: Historia Belgrano III

H I S T O R I A OH B E L G R A N O 185

El gobernador López, como ¡o había manifestado, s e incli­naba de buena fe a la paz, con tal que ella le a segurase el predominio en su provincia, y su independencia así de la ca­pital como los caudillos de la liga federa!. Comprendiendo que no podía continuar !a guer ra sin el concurso de sus abados , ni emanciparse de és tos sin el apoyo de Buenos Aires , op taba por una paz de hecho, que le dejara l ibertad pa ra obra r según las circunstancias, como él mismo so insinuaba en su nota a ¡os comisarios (16). Sus compromisos lo empujaban de! lado de los caudillos or ienta les , y las pasiones tumultuosas que representaba lo a r r a s t r aban en ese sent ido. Aun cuando sus conveniencias estuvieran del lado de !a paz, él no podía sus­traerse a e s t a s influencias; y por o t ra pa r t e , a !a Vez que ca­recía de fuerzas pa ra con t r a r r e s t a r la preponderancia recono­cida de Ramírez, el poder del Gobierno Nacional no le inspi­raba confianza. Así es que, !a acti tud de Ramírez decidió de la suya. Es t e caudillo, que asp i raba al predominio de! ü tora l , y que desde entonces se hacía apell idar el Supremo Eatrerria-no, lleno de ambiciones y soberbia , no se res ignaba a una paz negativa, que no impor tase un triunfo y le proporc ionara nue­vos elementos militares que consolidasen su preponderanc ia . En este sentido había formulado ya algunas p re tens iones , que López no podía acep t a r ni rechazar , y que el Gobierno Nacional no podía admitir. Pre tendía que és te le auxiliase con armas, municiones y e lementos nava les con el objeto de hos­tilizar a los por tugueses en la Banda Orienta l , en calidad de confederado, sin reconocer la supremacía del Gobierno , lo que era !o mismo que exigir ía en t rega de las a rmas y de la bandera nacional sin condiciones, const i tuyéndose en el arbi­tro de la política internacional de! Río de la P la ta , y con la "li­bertad de obedecer o de no obedecer , según mejor lé convi­niera. Es to es lo que había r e t a rdado indefinidamente las ne­gociaciones iniciadas en San Lorenzo .

Por es te t iempo Vivía en Montevideo un proscr ip to , que ha­bía brillado como un meteoro pasa jero en la revolución ame­ricana, y que devorado por las furias de la ambición y de la venganza, se ocupaba en hacer la guer ra por todos los medios posibles al Gobierno argent ino. E r a é s t e el famoso don J o s é Migue! Car re ra , en cuyas ineptas manos se había perdido la revolución de Chile en 1814. Despechado a! Ver que la recon­quista de su país se hubiese operado bajo los auspicios de un generai que le era odioso, y de que imperara en él un par t ido opuesto a! suyo, apoyado por la influencia argent ina , había conspirado constantemente contra la situación de Chile y de

(16) Nota citada. En ella dice: i-Continuarán los armisticios hasta que las circunstancias permitan ©1 cumplimiento de lo ajus­tado.» M. S.

Page 190: Historia Belgrano III

180 B A R T O L O M É M I T R E

las Provincias Unidas, con el objeto de reconquis tar su anti­guo poder personal . Perseguidos los suyos a consecuencia de es to , inmolados implacablemente sus he rmanos en un patíbu­lo, proscr ip to él mismo después de haber sufrido prisiones, habíase asi lado en Montevideo a la sombra de la bandera por­tuguesa que ailí f lameaba. Hombre de acción y de pensamien­to animado, de pasiones Vehementes, poseído de una ambición sensual y de un concepto exagerado de sí mismo; escr i tor qua t raducía con fuego sus sent imientos; o rador locuaz y ardiente aunque trivial; soldado br i l lante , pero pésimo genera l ; polí­tico sin ideas t rascendenta les y desprovis to de sentido moral; caudillo t ea t ra l en el Gobierno y en el campamento; flexible en las d iversas si tuaciones a que le condenaba su dest ino; con cier to poder de atracción respec to de sus inferiores; gallardo de presencia , fas tuoso , y lleno de fatuidad y ligereza en ias s i tuaciones más solemnes de la Vida, era una mala imitación del Alcibíades antiguo, sin su genio ni su grandeza histórica.

C a r r e r a , como el cé lebre a ten iense des te r rado , quería pro­ba r a sus compat r io tas que aún vivía, rio por sus servicios, sino por sus golpes , y con esta aspiración egoista buscaba la pue r t a de la patr ia por todos los caminos. En Montevideo , re­unióse con don Car los María .de Alvear , hé roe de su misma ta­lla, con quien había militado en la guer ra de España , y qua habían r ep re sen t ado el mismo papel en la revolución ameri­cana, cayendo del poder tan t r i s temente el uno como el otro, Con una imprenta traída por éi de los Es tados Unidos (adon­de había ido a buscar recursos pa ra reconquistar a Chile por su cuenta , mient ras que San Mart ín lo reconquistaba fundan­do la gran alianza argentino-chilena que él execraba) , se ocu­paba en difundir sus panfletos y libelos contra el Gobierno directorial por todo el Río de la Piafa, cuando el es tado du­doso de las re laciones entre Buenos Aires y los caud líos fe­de ra l e s le hizo fijar su vista en En t r e Ríos. Antes de esto había t r a t ado de en tenderse con Art igas; pero es te caudillo suspicaz lo había rechazado con desconfianza. Entonces re­solvió dirigirse al campamento de Ramírez, pensando encon­t r a r en éi y en López un instrumento de sus miras . En agosto de 1819, es taba en Ent re Ríos, y soplaba en el corazón del Supremo Entrerriano el fuego de sus i ras y sus venganzas (17).

Si Ramírez hubiese necesi tado algún estímulo para decidir­s e por la guer ra , e ra , sin duda, don Jo sé Miguel C a r r e r a el hombre más adecuado para ello. Ramírez, que es taba decidido y a , empezó a reunir fuerzas en En t re Ríos (sepii<-mbre de 1819), y C a r r e r a pasó a Santa F e a persuadir a López de la neces idad y conveniencia de romper inmediatamente las

(17) Véase sobre esto último, < Ostracismo de los Carrera»», por Yicuña Mackerana, págs. 2 i8 a 221.

Page 191: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 187

hostilidades, enro lándose él, desde luego, en las filas de la montonera, en las cua les debía hace r se tan s inies t ramente famoso su nombre . López, indeciso has ta entonces , persuadi­do bajo la presión de Ramírez y de las exigencias de los su­yos, enorgullecidos por sus repet idos triunfos, aunque poseí­do de desconfianzas (18) se dejó ha lagar tal Vez por el e s tado de desorganización en que la República se encont raba , y de­cidióse también por la guer ra . He aquí cómo rompió las hos­tilidades.

A mediados de oc tubre de 1819, t rans i taba por el te r r i tor io de Santa F e un convoy de c a r r e t a s , organizado a la manera de las ca ravanas á r abes para hacer frente a los peligros del desierto que tenían que a t r avesa r . En él iba el general don Marcos Balcarce , con el objeto de act ivar la marcha del con­tingente militar de! general San Mart ín , y el doctor Mar iano Serrano que se dirigía al Tucumán en comisión política del Gobierno, con o t ros personajes notables . Una t ropa de san ta -fecinos le salió al encuentro , aprisionó a Balcarce , a S e r r a n o y demás, quienes a t ados los b razos con t i ras de cuero fresco, fueron conducidos a San ta F e (19). Es t a fué la declaración de guerra de la montonera .

Casi al mismo tiempo tenía lugar o t ro hecho análogo, pero con distinto resu l tado . Un convoy de seis ca r r e t a s , con art ícu­los para el ejército auxiliar, había salido de la guardia de! Salto (provincia de Buenos Aires) al cargo de! mayor don Ignacio Inarra , oficial inteligente y b ravo , custodiándolo una escolta de 26 hombres . El 4 de oc tubre l legaba a la Esquina, donde se encontró con una part ida santafecina de 50 hombres , que le intimó rendición de orden del Gobernador López, bajo la amenaza de ser pasados a cuchillo si no lo hacía. Inarra entró en par lamento para ganar t iempo, y cuando hubo toma­do sus medidas, le dijo al oficial santafecino: «Paisano, y o no vengo á pe lear con usted; deje pa sa r el convoy y evi temos la efusión de sangre.» Y siguió su marcha . Los montoneros desfilaron por su cos tado y le tomaron la vanguardia . El cubrió sus flancos, y al primer amago de carga que le t rajeron, los atacó sable en mano, hiriendo a 5 de ellos, con la pérdida por su parte de un muer to , un herido y dos pr is ioneros . Acele­rando entonces sus marchas , pudo Inarra sa lvar su convoy y llegar al campamento del genera! C ruz el 12 de oc tubre , con

_(18) Véase nota de! Gobernador López al Cabildo de Buenos Aires, de 14 de septiembre de 1820, en los «Apuntes» de Iriondo, página 48.

(19) Véase Gacela de B. A., núm. 46 de 1819.—«Memorias» de Paz, t. II, págs. 13 y 14, y «Apuntes», de Iriondo, que meucionn «1 hecho confusamente,

Page 192: Historia Belgrano III

188 B A R T O L O M É M I T R E

el anuncio de que las hosti l idades con San ta F e es taban ro­ías (20).

En Virtud de es tas ocurrencias , ei Gobierno previno al ge­neral Cruz , que suspendiendo la marcha de su infantería ai Tucumán, permaneciese con todas sus fuerzas en Córdoba en disposición de abrir hosti l idades contra San ta F e , y obrase de acuerdo y en combinación con el general San Martín, a quien suponía con toda la caballería del ejército de los Andes en San Luis y en marcha hacia la capi tal , según las órdenes que s e le habían impartido (21). A mediados de diciembre, el ge­neral Cruz , a la cabeza de todo el ejército, s e puso en marcha hacia la provincia de S a n i a F e , tomando ia dirección del río T e r c e r o . A! mismo tiempo que es te movimiento s e verificaba, la ciudad de Córdoba se ponía en fermentación revoluciona­ria, y a lgunas montoneras s e hacían sent i r si Nor te de su te­rr i tor io en combinación con las de San ta F e , y si t iaban en los Ranchos ai coronel Arena les , que había quedado ocupando su pues to de comandante de a rmas (22).

Ai asa l to de ¡os convoyas s e siguieron o t ras hostilidades más se r ias por pa r t e de San ta F e . López, en persona, acom­pañado de C a r r e r a , y a ¡a cabeza de una columna ligera como de 800 hombres de cabal ler ía , cayó inopinadamente sobre ia f rontera de Buenos Aires , y sorprendió en el Pergamino al corone! don Francisco Pico, que se ocupaba en reunir las mi­licias del punto. Pico, que era un oficia! val iente y de gran mérito, fué muerto; su fuerza deshecha o pris ionera; y López, después de hacer una cor re r ía por las inmediaciones, a r reba­tar cabal los y ganados , y saquea r todas ¡as expediciones co­merciales que encontró en ios caminos, r eg resó a su terri to­rio ca rgado de botín y dejando t ras sí el espan to y ia desola­ción en toda la extensión del Ar royo del Medio (25). Ramírez a t r avesaba al mismo tiempo el P a r a n á pa ra unir sus fuerzas con las suyas , y llevar en combinación la guer ra al terri torio de Buenos Ai res .

Por su pa r t e , el Director , contes tando ia guer ra con la gue­r ra , se ponía personalmente en campaña a ia cabeza de un ejército improvisado, y establecía su Cuar te l Genera ! en Lu­jan. Ai a u s e n t a r s e de la capi tal , expedía una proclama en

(20) Oficios del General Cruz al Gobierno, de 15 y 18 de octu­bre de 1819, y parte de Iuarra a Cruz, de 7 de octubre del mismo. M. S. S , del arch. g ra l . - Véase también «Memorias», de Paz, t. II, página 13, y Gaceta de 3 de noviembre de 18.9 .

(21) Oficios del Gobierno a Cruz, de 12 y 18 de octubre de 1819 y Reservado del i 9 del mismo mes y año. M. S. S., del archi­vo general.

(22) General Paz, «Memorias», t. II, pág. 14. (23) Iriondo, «Apuntes», pág. 40.

Page 193: Historia Belgrano III

H I S T O R I A DE B E L G R A N O 189

que ¡iamaba todos a cumplir con sus debe res : — «Ciudada­n o s de todas ias Provincias , decía en ella, t odas las fuerzas »del Estado Van a ser empeñadas en es ta campaña» (24). Es ta declaración respondía a la próxima marcha del ejército auxi­liar ya ordenada, y a ¡a incorporación de la cabal ler ía de ¡os Andes que s e suponía en camino, con io cual el Direc tor creía poder reunir un ejército invencible de ocho a diez mil hombres que asegurando el triunfo, comprimiese v igorosamente la anarquía, que se consideraba una simple cuest ión militar. Así se iniciaba la gran gue r ra social del año 20.

Dijimos an tes , que con el objeto de hacer f rente a la ex­pedición española que contra el Río de la P la ta se p repa raba en Cádiz, el Gobierno había ordenado a San Mart ín , se t ras­ladara a la capital con la división d e ¡os Andes que tenía en Mendoza, dejando el r e s to de su ejército en Chile. A fines de octubre, el General había con tes tado que se ponía en marcha con toda ia cabal ler ía y a lgunos escuadrones de milicia, for­mando un totai de 2.000 hombres , según se explicó ya. A fines de noviembre de 1819 (época a que hemos llegado) anunciaba al general del ejército auxiliar que el 10 de diciem­bre, a más ta rdar , se pondría en marcha con dirección a Bue­nos Aires, siendo su ánimo tomar al efecto el camino de la frontera que conducía d i rec tamente a¡ Pergamino (25). ¿Pen­saba rea lmente el general San Mart ín dirigirse a Buenos Aires como lo anunciaba? Todos los documentos indican que su pensamiento es taba fijo en el Perú , y que no Veía la salva­ción de ia revolución americana sino por ese camino. Días antes de dir igirse al Gobie rno en los términos que se ha visto, escribía al Director O'Higgins: «Tengo orden de marchar á mi capital con toda mi cabal ler ía é infantería; pero me pa rece imposible el poder lo real izar por la flacura de los cabal los . No pierda momento en avisarme del resul tado de Cochrane (expedición de la escuadra chilena al Perú) pa ra sin perder momento marchar con toda la división á esa (Chile) excepto un escuadrón de g ranaderos que dejaré en San Luis para r e s ­guardo de la Provincia . Va á ca rga r sobre mí una responsa­bilidad terr ible, pe ro si no se emprende la expedición a! P e r ú todo se ¡o lleva el diablo. Tengo reunidos 2.000 cabal los sobresalientes que marcharán á esa con ia división» (26). San Martín estaba, pues , decidido a l levar ade lan te su gran cam-

• (á'i) Proclama dol Director Rondcau, ele 1.° do noviembre de 1819, en la Gaceta núm. 146 del mismo año.

(25) Oficios de San Martín al General Cruz, de 22 de noviem­bre de 1819, y al Gobierno, de 25 del mismo mes y año. U. S. S., en nuestro archivo (Copiador de San Martín.)

Carta, de San Martín a O'Higgins, de 9 de noviembre de lfc>19. M. S., autógrafo en la Bib. de Santiago de Chile, citados por

Page 194: Historia Belgrano III

190 B A R T O L O M É M I T R E

paña continental . El anuncio seguro de la marcha de una ex­pedición española contra el Río de la P la ta , pudo tal Vez sus­pender el curso de sus determinaciones (aun pensando que el medio más eficaz de con t ra r res t a r l a era a t aca r a Lima); pero disipada en p a r l e esa amenaza , y en presencia de la guerra civil que s e encendía, se ve que ya no trepidó un momento.

T r e s días después de anunciar al general Cruz su marcha hacia Buenos Aires (25 de noviembre de 1819), avisaba ofi­cialmente al Gobernador de San Luis que en Tucumán había es ta l lado un movimiento reV< lucionario, que las t ropas del ejército del Perú , acan tonadas allí, se habían sublevado, que ei general Belgrano se hallaba preso , y que es te hecho debía tener sus ramificaciones en las demás provincias del interior. Comunicaciones que al mismo t iempo recibía de Córdoba le confirmaban en su creencia de que la sublevación de Tucu­mán respondía a un plan general de revolución en el interior, la cual debía estal lar has ta en la misma provincia de Cuyo, así que el ejército Verifícase su salida de ella. Fundándose en es tas consideraciones, San Mart ín avisó al Direc tor que sus­pendía la marcha proyec tada y espe raba nuevas órdenes , a la Vez que anunciaba que ei mal es tado de su salud (que en real idad era a larmante , has ta t emerse por su vida) le obliga­ba a pasa r a Chile a tomar los baños de Cauquenes , y que dejaba al mando de ia división de los Andes en Mendoza al coronel don Rudemiro Alvarado (27). Es ta nota no debía reci­bíala el Director , a quien iba dirigida. Los caminos estaban in te rceptados por las montoneras , y pocos días después el ejército auxiliar s e disolvería en la anarquía , y el ejército di-rector ia l de Buenos Aires desaparecer ía por la de r ro ta , arras­t rando ambos en su caída el orden de cosas que sostenían, En cuanto al general del ejército de los Andes y futuro liber­t ador dei Perú , sus baños de Cauquenes es taban en Lima, Allí debía ir a buscar la salud de la América meridional.

Es ta conducta de San Mart ín en aquella época ha sido juz­gada de diversos modos. Ella ha contribuido a esparci r una sombra sobre su frente iluminada por la gloria, enajenándole por aigún tiempo el amor de sus conciudadanos . Como será la última vez que su gran figura aparezca en es tas páginas, pues sus hechos pos te r io res cor responden a otro libro (28),

Barros Arana en. su artículo «Desobediencia de San Martín», pu­blicado en la lie-vista Chilena.

(27) Oficio de San Martín al Gobierno, de 7 de diciembre de 1819. Lo mismo dice en otro de igual fecha, dirigido al General Cruz. M. S. S., en nuestro archivo. (Copiador de San Martín.)

(28) Nuestra «Historia de San Martín», de la que hemos publi­cado la materia del primer volumen.

Page 195: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N © m consignaremos aquí el juicio definitivo de la pos ter idad con relación al punto que nos ha ocupado .

Es un punto que t iene el consenso universal que San Mar­tín salvó la revolución americana con su a t revida resolución de expedicionar al Pe rú , después de habe r reconquis tado a Chile y a segurado su independencia, dominando al Pacífico. Sobre esto no hay dos opiniones.

El Perú era el último ba luar te del poder español en Sud América, como las Provincias Unidas del Río de la P l a t a constituían la b a s e de su independencia y el nervio de la insu­rrección continental . La campaña de San Mart ín a Chile, tenía por objetivo a Lima; y las jornadas de Chacabuco y Maipú, no habían sido sino las dos grandes e t apas de su i t inerario sudamericano. Dominado el mar Pacífico por las e scuadras independientes con a r reg lo a es te plan, la expedición al Pe rú era una consecuencia necesar ia y una condición de triunfo. San Martín, al real izar la , hirió al poder colonial en el cora­zón, obedeciendo a la impulsión inicial de ia revolución argen­tina. Una nueva República s e incorporó a! movimiento revo­lucionario, y desde entonces , encer rados los últimos ejércitos republicanos y rea l i s tas en las f ronteras del Perú , su t e r r i to ­rio se convirtió en el palenque ce r rado , dent ro del cual debía decidirse, por un supremo y definitivo combate , la causa de la emancipación del nuevo mundo. E s t o por lo que r e spec ta a sus deberes pa ra con la América.

Esta gran concepción, que había p r e p a r a d o pacientemente en el curso de t r e s años de labores y que ejecutó bajo su res ­ponsabilidad, dio gloria a su patr ia y la salvó de un oprobio . En medio de una época aciaga, en que las Provincias Unidas se hallaban en completa desorganización y carecían has ta de gobierno para dominar o s iquiera modera r la anarquía inter­na, salvó sus úit imas a rmas de pe rde r se es tér i lmente en el Campo de la guer ra civi), y mostró que la República Argenti­na representada por un puñado de sus hijos fieles a la t radi ­ción revolucionaria, aun tenía fuerza y poder pa ra i r radiar su acción y su espíri tu en el exter ior , l levando la l ibertad al resto de ia América del Sud—y aun a Colombia—, en unión con las armas chi lenas. Es t a es una gloria argent ina, de que San Martín fué el fautor .

Considerado como ciudadano y como soldado, que debía sus servicios a su patr ia an te todo, sus servicios y la obedien­cia a su Gobierno, es posible que, an tes como ahora , las opi­niones se dividan, aún en presencia de los acontecimientos sobrevinientes, que recién empiezan a cae r bajo el análisis del historiador, munido de nuevos documentos . Se r í a , empe­ro, muy pobre cr i ter io histórico aquel que a t r ibuyera el r e ­sultado definitivo de la guer ra social en que las provincias argentinas es taban empeñadas en tonces , a la ausencia de los

Page 196: Historia Belgrano III

192 B,ií irOLOMá M 1 T K E

2.000 argent inos (gran pa r t e de ellos chilenos que Vestían su uniforme) que con San Mart ín l iber taron el Bajo Perú , en unión con o t ros 2.000 chilenos que iban a combatir contra 23.000 españoles que amenazaban a la República por su fron­t e ra Nor te . Sin el concurso del contingente argent ino y, sobre todo, de su general , la expedición a Lima era irrealizable. Sin necesidad de él podía el Gobierno general sa lvarse , si es que no es taba irremisiblemente perdido, desde que contaba con 10.000 cívicos en la capital de Buenos Aires , y más de 5,000 hombres de bis t re3 a rmas en campaña, contra 1.500 montoneros escasos y mal a rmados que lo a t acaban . Con el duplo y triple de aquella fuerza, el Gobierno general no había podido ejecutar una sola campaña feliz cont ra las Provincias disidentes, que proclamaban ia federación de hecho. Derro­tado en el empeño, una vez por todas en ia Banda Oriental, una en Sa l ta , t r es en En t re Rios, y cua t ro veces consecuti­vas en San ta F e , no había podido dominar mili tarmente ni si­quiera a la última, aun contando con el concurso de los 5.000 ve t e r anos del ejército del Perú que dirigió sobre ella. Si Bel­g rano no hubiese obedecido, es p robab le se hubiera atribuido a su ausencia el resul tado de la campaña . P e r o Belgrano obe­deció, y el ejército del Pe rú se perdió miserablemente sin combatir , e hizo más desas t rosa ia de r ro ta y proporcionando a la anarquía fuerzas mili tares con que antes no contaba . Lo mismo se habría perdido el ejército de los Andes , como se perdió, muy luego, la p a r t e de él que repasó la Cordillera a ter r i tor io argent ino, sa lvándose el r e s to utilizado por la des­obediencia de San Mart ín . Los dos ejemplos son dignos de la admiración de la poster idad, no obs tan te sus opues tos rebul­tados; pe ro no pueden medirse por el ca r tabón ordinario.

Dado caso que la presencia del ejército de los Andes inter­viniendo en la guer ra civil, hubiera podido influir en el éxito de las ba ta l las , es seguro que se habría gas tado , aún triun­fando, en una lucha cuyo resul tado debía ser la ruina del país y el aniquilamiento de sus fuerzas mili tares, polít icas y socia­les . Ni una ni dos bata l las ganadas , podían inocular nueva Vida al Gobierno aNcional, enervado como la opinión que lo sostenía y que en aquellos momentos buscaban su punto de apoyo fuera del país mismo, apelando a combinaciones mo­narquis tas , que importaban una inconsis tente intervención es­t r ena aceptada por el desal iento. Ni las a rmas podían extirpar las ra íces que al imentaban la lucha, ni pr ivar a las fuerzas explosivas de la democracia semibárbara de la Ventaja dei mi-mero , del espacio y dei t iempo que, indudablemente, estaba de su p a r t e , además de la razón de ser que la asistía como hecho vivaz, aunque se lvát i to . La lucha encer rada en el círcu­lo Vicioso de las acciones mili tares y de las reacciones pupU' la res , habr ía sido tal Vez más iarga, sin duda más dolorosa,

Page 197: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 193

pero no habría normalizado la cuest ión política y social, que sólo el t iempo y la gravi tación de las g randes masas debía y podía resolver .

Aun para ob tener es te resul tado incoherente , había que romper, desde luego, la alianza americana con Chile , en el hecho de s e p a r a r s u s fuerzas unidas y renunciar a la expedi­ción del Perú . En tonces la República Argent ina quedaba sola, con sus f ronteras ab ie r tas por la pa r t e del Nor te (Sal ta) y el desorden en su seno, Los real is tas del Pe rú , que contaban a la sazón con más de 23.000 hombres de buenas t ropas , l ibres del cuidado de una invasión por ei Pacífico, habrían concen­trado todas sus fuerzas sobre el Alto P e r ú , habr ían podido dirigir un ejército de 10.000 hombres sob re las Provincias Ar­gentinas, que en el e s tado de desorganización en que s e en­contrarían, no hubieran podido oponer una resis tencia eficien­te. Las Provincias del interior sub levadas en masa cont ra el Gobierno genera l , a imitación de Tucumán y Córdoba , y los ejércitos a is lados en la capital luchando brazo a b razo con las Provincias del li toral, tal es la situación que habr ían en­contrado los españoles al invadir nuevamente las fonteras del Norte.

Los sucesos que s e produjeron en aquella época de desor­ganización y t ransformación radical, y los fenómenos políti­cos y sociales que s e manifestaron obedeciendo a la iógica del bien y del mal, reconocen causas más complejas que la ausencia de 2.000 Veteranos con sables afilados en los campos de la guerra civil. Dos mil soldados, más o menos, no podían modificar de un sablazo la na tura leza del pueblo argent ino ta l como era, ni a l t e ra r las e te rnas leyes del t iempo y del espa­cio a que obedece el desenvolvimiento gradual de las nacio­nes, sea que obren guiadas por sus instintos b ru ta les o que busquen su equilibrio en sus propios e lementos orgánicos .

La revolución argent ina , obedeciendo a su impulsión ini­cial, había gas tado todas sus fuerzas en la p ropaganda ame­ricana; y utilizando las últimas que le quedaban en real izar la expedición a Lima, a segu raba el triunfo de la causa continen­tal y su propia independencia de la España , quedando en pugna dentro de sus f ronteras con sus a rduos problemas de organización interna, que hacía años la t raba jaban . Ejecutada esta peligrosa y decisiva evolución en el t r a scurso de diez aflos_ de ímprobos t raba jos , la nueva nación, dueña de sus propios destinos, tenía que cr iar nuevas fuerzas conservado­ras y r epa rado ras con que hacer frente a la acción disolvente de ¡a revolución interna, que, al e cha r por t ier ra el orden vie­jo, amenazaba a t aca r el Gobie rno de la sociedad en su esencia barbarizándolo y aniquilando los principios vi ta les del orga­nismo nacional.

Así, pues , las Provincias Unidas del Río de la P la t a , al

15

Page 198: Historia Belgrano III

194 B A R T O L O M É M I T R E

cumplir pa ra con la América la misión redentora que ella úni­camente podía llenar, y coronarla enviando al Perú su último ejército con el más grande de sus generales, completaba his­tóricamente el programa de la revolución argentina. Y sólo de este modo las armas libertadoras de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de Chile, se darían la mano con las ar­mas de Colombia, mandadas por Boiívar en ia línea del Ecua­dor, y la emancipación de Sud-América quedaría asegura­da.—Tal fué la misión encomendada a San Martín en honor y en bien de la América y del pueblo argentino, cuando él echó sobre sus hombros la «terrible responsabilidad» de su desobe­diencia ante la historia.

Tocábale todavía al pueblo argentino llevar a término otra tarea menos brillante, pero más difícil y fecunda, y era cons­tituir su nacionalidad, darle formas coherentes, armonizar ios instintos geniales con las aspiraciones de la razón, disciplinar su democracia semibárbara, buscando dentro de sí mismo sus elementos orgánicos. Esta evolución la veremos prepararse, cuando asistamos a ia catástrofe política y social, cuyos an-tececentes y causas hemos procurado explicar en el curso de este libro, continuando ahora la exposición de los hechos en que este criterio histórico se funda.

La conmoción que había tenido iugar en Tucumán, y que ha­bía decidido de la actitud de San Martín, era uno de tantos efectos de estas causas. Producto de las pasiones, de los in­tereses y de las ideas que la revolución había puesto en mo­vimiento y la anarquía extraviado, ella obedecía a un instinto de organización instintiva sobre bases nuevas, que la lanza­ba por Vías desconocidas y oscuras, a la Vez que respondía a! sentimiento de la independencia municipal, que entrañaba en germen la federación. Asumiendo formas incoherentes, mez­clada a ambiciones bastardas y deshonrada por indignos ac­tos de violencia, esa conmoción respondía, en efecto, a un plan de insurrección de las provincias contra e! centralismo repre­sentado por ei Gobierno general establecido en Buenos Ai­res. Va a verse cómo tuvo lugar el hecho:

Hallábase el general Beigrano en Tucumán postrado en su ¡echo, cuando a las once de la noche del 11 de noviembre, se sublevó la guarnición, compuesta de piquetes dei ejército dei Perú, que ailí existía. Encabezaba el movimiento un capitán del número 9, llamado Abraham González, hombre vulgar, gran charlatán y de malas costumbres, nacido en la Banda Oriental. No era simplemente un motín militar: era una revo­lución iocal que tenía sus raíces en la misma provincia, su foco en Córdoba, sus ramificaciones en Catamarca, Santiago dei Estero, La Rioja y Cuyo, y sus conexiones en el mismo ejército auxiliar del Perú, que s e componía de la misma masa

Page 199: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 195

de la población de es tas local idades (29). González obraba de acuerdo con don B e r n a b é Araoz , coronel de la milicia pro­vincial, a quien conocemos ya por el papel notable que des­empeñó en los prel iminares de la ba ta l la de Tucumán. Hom­bre de limitados a lcances polí t icos, e s t aba sa tu rado de las pasiones locales, y e ra muy considerado po r sus comprovin­cianos de la campaña , así por su fortuna y sus servicios , como por su larga paren te la , que formaba una especie de fa­milia Fabia . Ambicioso vulgar , disimulado y devoto a la pa r que manso de carác te r , enemigo de Güemes , amigo a p a r e n t e de. Belgrano y admirador de San Mart ín , ab r igaba s ec re to s odios contra el ejército auxiliar que consideraba como ext ran-

(29) El General Paz, en sus «Memorias», t. II, pág. 7, dice re­firiéndose a la conmoción de Tucumán, que por este mismo tiem­po (noviembre de 1819) «debía meditarse alguna cosa semejante en el ejército, y que tuvieron noticia de este ó por lo menos indi­cios las autoridades». En apoyo de esta insinuación, Paz recuerda el hecho de haber sido separados de sus Cuerpos y arrestados «sin juicio ni observancia de las formas acostumbradas», los oficiales clon Eugenio Garzón y don Ventura Alegre, ambos orientales, que después se distinguieron alcanzando grados superiores en el ejér­cito de los Andes. —He aquí lo que sobre el particular consta del libro copiador (M. S., en nuestro archivo) de San Martín. En 1.° de noviembre de 1819, el General Cruz remitió a San Martín, presos e incomunicados a los ayudantes del número 3, don Ventura Ale­gre y don Eugenio Garzón, y teniente del núm. 3 don José Silva, acusando San Martín recibo del oficio en 9 del mismo.—En 25 del mismo mes y año, San Martín, en oficio al Gobernador de San Luis instruyéndole de la sublevación de Tucumán, dice, q u e e l General Cruz le avisaba «tener plena justificación (por cartas intercepta­das) contra el ayudante Alegre y el capitán Garzón, como conspi­radores en Tucumán». El 26 del mismo, contestando San Martín a Cruz, le dice, haber recibido copia, de una «carta incendiaria que Alegre remitía a Garzón escrita en cifra». (M. S., en nuestro archi­vo.) El General Paz, que declara que <ni entonces ni después ob­tuvo conocimientos más detallados sobre la causa de esta separa­ción» , agrega a continuación: «En seguida todo quedó en aparente calma; pero se conservaban los combustibles que debían repro­ducir el incendio.» Esta afirmación sin correctivos, en boca de uno de los corifeos de la sublevación que en el ejército tuvo lugar dos meses después, da a su insinuación el valor histórico de un ates­tado.—Por último, el General J. A. Alvarez de Arenales (entonces coronel), en carta a San Martín (Córdoba noviembre 27 de 1819) le decía: «Hace como un mes se había descubierto una conspira­ción tramada con los anarquistas de Santa Fe, por unos .cuantos oficiales del Ejto. Auxiliar, los más Orientales.» (Papeles de San Martín.)

Page 200: Historia Belgrano III

196 B A R T O L O M É M I T R E

jero, y estaba resentido con el Gobierno por su remoción del puesto de gobernador intendente de Tucumán, que a la sazón desempeñaba su sucesor, el coronel don Feliciano de la Motta y Botelho, decidido sostenedor de la unión. Así, aun cuando Abraham González fuera el que diese la cara, conta­ba con fuerzas populares que lo apoyasen, y estaba de acuer­do con casi todos los oficiales de la guarnición y aun con al­gunos jefes que participaban de sus mismas ideas. La tropa, mal atendida y desmoralizada, estaba dispuesta a seguir el ejemplo de sus oficiales.

Ejecutado el movimiento sin resistencia, el coronel Aréva-lo, jefe de las tropas, fué preso al intentar contenerlo, y he­rido de un bayonetazo, el gobernador de ia Motta Botelho. En seguida, se dirigió González, en persona, al alojamiento de Belgrano, que se hallaba postrado en cama. El general velaba, como de costumbre, a esas altas horas de la noche. AI Ver invadida su habitación por tropa armada, se dirigió al oficial, diciéndole: «¿Qué quieren de mí? Si es necesario mi vida para asegurar el orden público, aquí está mi pecho; quí­tenmela.» González, por toda contestación, ordenó que se le remachase en el acto una barra de grillos, en circunstancias que sus piernas hinchadas no podían soportar el contacto de las ropas. El doctor Joseph Redhead, un sabio y un filántro­po, que era su amigo y su médico de cabecera, se opuso enérgicamente a este acto de barbarie, y consiguió evitar al general esta afrenta y a los revolucionarios un oprobio eter­no (50). Un centinela de vista quedó a la puerta del aposento

(30) Redhead era escocés. Estudió las ciencias físicas en Edim­burgo, donde se recibió de médico en 1789. En 1805, fué autoriza­do en Buenos Aires, para ejercer su profesión en todo el Virreina­to del Río de la Plata. En seguida pasó al. Alto Perú en compañía del doctor Moro, Presidente de Charcas, donde permaneció algu­nos años. En 1809, fijó su residencia en Salta, atraído por su clima benigno y el carácter de sus habitantes, prestando desinteresada­mente sus servicios profssionales a sus amigos y cultivando las ciencias. Al estallar la revolución no quiso tomar partido por si calidad de extranjero, aunque simpatizaba con la causa de lo; americanos. En 1812, fué perseguido por Tristán, después de li batalla de Tucumán, y tuvo que emigrar refugiándose al ejército; patriota mandado por Belgrano, quien desde entonces le dispens» su amistad retribuyéndola Redhead con entusiasmo. Colaboró allí traducción que el general hizo en aquella época de la «Despedida de Washington.» Acompañó al ejército en su campaña sobre Salta en calidad de cirujano, y en el campo de batalla de Castañares, asistió a los heridos de una y otra parte Desde entonces acompa­ñó a Belgrano como médico y amigo, sin recibir ninguna retribu­ción, y le fué muy útil desde 1816 a 1819 por la influencia que

Page 201: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 197

del vencedor de Tucumán, escarnecido en su lecho de agonía en el t ea t ro mismo de sus ant iguas glor ias .

En la madrugada siguiente se proclamó González coman­dante general de a rmas , y convocando al pueblo a toque de la campana municipal, obligó al Cabi ldo nombrar a don B e r ­nabé Araoz Gobernador de ia provincia independiente de Tucumán, disponiendo que de todo se diese cuenta al Con­greso Nacional y ai Di rec tor Supremo. Aun cuando, como se explicó an tes , las ideas mal digeridas de federación y de in­dependencia local fermentaban desde el aflo xm en ias c lases ilustradas de Tucumán (31), por lo genera! , ellas e ran afectas al Gobierno de la unión, y las que no, se mos t raban indife­rentes en medio del cansancio público. No así la masa del pueblo, que par t ic ipaba de las pas iones anárquicas de la época. Araoz, apoyándose en es ta fuerza, s e recibió de! Go­bierno a la cabeza de algunos campesinos que había reunido, y su primer acto fué nombrar corone! a Abraham González . Poco después, el mayor don Fel ipe Heredia (tucumano), que también había tomado p a r t e en e! movimiento, se dirigía a Córdoba a la cabeza de una fuerza de cabal ler ía , con el obje­to de apoyar la revolución que s imul táneamente debía e s t a ­llar allí, contando con las conexiones que tenía en el ejército y en las demás provincias .

El Gobernador Araoz , a pe sa r de p roc lamarse indepen­diente y pasa r a las provincias del interior una circular , inci­tándolas a seguir su ejemplo, no se declaró ab ie r tamente aliado de la anarquía del li toral, ni en gue r ra con las fuerzas nacionales. Por el cont rar io , ofició al general Cruz, adjuntán­dole el Acta, por la cuai se reconocía la autor idad del Con­greso y del Direc tor , p ro tes tando que sólo había acep tado el puesto en el in terés de la tranquilidad pública, ofreciéndole su cooperación en todo lo relat ivo al servicio público. Hizo poner en l iber tad a Beigrano , a quien dispensó a lgunas con­tenía sobre Güemes, de quien también era médico y amigo. Asistió al General Beigrano hasta la hora de su muerte, y él fué quien hizo la autopsia del cadáver. En 1819, publicó en Buenos Aires una notable Memoria sobre la dilatación progresiva del aire atmosférico, que dedicó a su ilustre amigo poco antes de morir este. Restituido a Salta, donde había concentrado sus afecciones, sufrió nuevas persecuciones y destierros durante la guerra civil, y murió pobre el 3 de junio de 1844, y su memoria es hasta hoy mismo querida y respetada en Salta. (Estas noticias biográficas son tomadas de lo que él mismo dice en su Memoria y de unos apun­tes de ia señora de Tedin, respetable dama salteña, que tuvo a la vista, algunos papeles de Redhead.)

( 3 1 ) Véase en el capítulo X X , L A ANAHQÜLA, las Instrucciones del Diputado Laguna.

Page 202: Historia Belgrano III

198 B A R T O L O M É M I T R E

s ideraciones . Escribió al mismo tiempo al general San Mar­tín, p ro tes tándole que la variación del Gobie rno sólo había tenido por objeto sa lvar al país , amagado por el enemigo co­mún, y que su provincia, aunque aniquilada por cua t ro años de permanencia del ejército auxiliar en ella, e s taba dispuesta a sacr i f icarse por la causa de la independencia americana (52),

Así comenzó la desorganización política en el interior de la República. El r e s to de las provincias med i t e r ráneas , imitando el ejemplo de Tucumán y de las del l i toral , no debían tardar en er igirse anárquicamente en es tados soberanos e indepen­dientes , bien que reconociendo el vínculo de la unidad terri to­rial . P u e s t o én pugna el central ismo gubernamenta l , con el lo­calismo popular , en gue r ra o a l iadas unas provincias con otras y s u s caudillos locales en t re sí, se formarían sucesivamente nuevas provincias federales según el mismo tipo, borrando las ant iguas circunscripciones adminis t ra t ivas , y agrupándose según c ie r tas afinidades, que parecer ían obedecer a una ley desconocida, pe ro fatal . En el seno de e s t e caos , existirían l a ten tes los gé rmenes de una vida futura; en lo más recio de es ta tempestad , las masas insurrecc ionadas no perder ían los g randes rumbos; en medio de esta descomposición política y social , p reva lecer ía un principio de conservación del organis­mo, an te r io r y super ior a las fuerzas disolventes de la anar­quía. Y así es como, agi tados los pueblos por pas iones tumul­tuar ias , gobernados a rb i t ra r iamente por caudillos de su elec­ción o que s e imponían por la violencia, en t regados a sus ins-

(32) Para confeccionar esta página oscura, que es fundamenta], nos hemos valido de los siguientes documentos: 1.° Memoria de don J. Celedonio Balbil, que se hallaba en Tucumán cuando esta­lló el movimiento. M. S., cit. en nuestro archivo: 2.° Carta de don Bernabé Araoz al General San Martín, de 17 de marzo de 1820, en que se hace referencia de otra de 15 de noviembre de 1819, escri­ta tres días después del movimiento y se dan las causales apunta­das. M. S., autógrafo en nuestro archivo: 3.° Oficio de Araoz al General Cruz, de 15 de noviembre de 1819, y de éste, de 1.° de diciembre del mismo, a San Martín. M S. S., en nuestro archivo: 4.° Acta nombrando Gobernador a Araoz, de fecha 14 de noviem­bre de 1819. M. S., auténtico en nuestro archivo: 5.° Elogio fúne­bre de Belgrano por don Valentín Gómez, fundado en eata parte sobre los informes del doctor Redhead, págs. 20 y 28: 6.° «Desgra­cias de la Patria», foll. anón, de don Manuel A. Castro, en que se dan algunos detalles, pág. 9: 7.° «Memorias», de Paz, t. II, pág. 6: «Observaciones», de Lamadrid, pág. 177. (El oficial que llevóla nota de Araoz a Cruz, fué el teniente del núm. 10, don Fernando Oyuela: el General lo puso preso. San Martín no contestó la caria de Araoz, pero después tuvo correspondencia con él para incitarle, lo mismo que a Güemes, a cooperar a su expedición del Perú.)

Page 203: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 199

tintos indisciplinados de independencia individua!, autonomía provincial y federación nacional , e sas nuevas soberan ías de hecho, inspirándose en un sentimiento de patr iot ismo na t ivo , trazarían con líneas de sangre el mapa de la futura confede­ración argent ina , y bosquejar ían toscamente !os con to rnos de su constitución política. En es tos moldes g rose ros s e vac ia­rían los miembros de !a soberanía ar t iculada de una nación nueva y de una democracia genial, coheren te por el te r r i to­rio, por la raza , por la índole, por ia historia y hasta por la solidaridad del dolor. En t regada a la espontaneidad se lvá­tica de sus inst intos, sin ley y sin credo, es ta democracia nativa se habría resuel to en la ba rba r i e y el bandoler ismo. Contrarres tada, equilibrada, pene t r ada por ¡a acción civiliza­dora y t ransformadora de la sociedad misma en cuyo medio se dilataba, la fuerza des t ruc tora dirigida se conver t i ré en fuerza vital , y el hecho brutal modificado en ley definitiva de la sociabilidad. Es ta es la última evolución de la revolución argentina, cuyos pr imeros pasos hemos señalado, y cuyo des­envolvimiento vamos a seguir .

Page 204: Historia Belgrano III
Page 205: Historia Belgrano III

EL AÑO VEINTE.—LA DESCOMPOSICIÓN

CAPÍTULO XLI

1820

Situación general de la República a principios del año 20.—Si­tuación de los ejércitos nacionales.—Estado del ejército auxi­liar.—Emprende su marcha al litoral.—Conspiración en Córdo­ba.—El Comandante Paz.—Sublevación de Arequito.—Digna conducta del General Cruz.—Consideraciones sobre la subleva­ción.—El ejército se divide en dos fracciones.—Combate y par­lamento con las montoneras.— Bustos, se apodera de todo el ejército y retrocede a Córdoba.—Consecuencias inmediatas de la sublevación.—Conferencias de Bustos y don José Miguel Ca­rrera.—Repercusión de la sublevación de Arequito en Córdoba. Bustos se hace nombrar Gobernador.—Política singular que adopta.—Situación de la división de los Andes, en Cuyo.—San Martín regresa a Chile.—Sublevación del batallón núm. 1, en San Juan. —Su carácter y consecuencias.—Muerte de Sequeira y de los oficiales del núm. 1.—La Provincia de Cuyo se federali-za.—El federalismo cunde en todas las Provincias del interior.— San Martín y Bustos.—Bustos envía una parte del ejército al Norte con el Coronel Heredia.—La liga de los caudillos del lito­ral.—Prospecto de reconstrucción orgánica.

Al comenzar el año 20, el Gobierno y la asociación política de las Provincias Unidas del Río de la P la t a , s e hallaban en completa descomposición. El central ismo gubernamenta l de la revolución, fundado sobre los cimientos del antiguo régimen colonial, fal laba por su base . D e s p u é s de habe r dado la señal de la revolución, formulado su p rograma político, presidido a su propaganda por todo el Virreinato, expulsado al enemigo del territorio argent ino, l levado sus a rmas , ya v ic tor iosas ya Vencidas al Alto Perú , reconquis tado a Chile, dec larado la independencia nacional a la faz del mundo, const i tuido un Go­bierno propio, p r e p a r a d o los e lementos p a r a emancipar de la dominación española el r e s to de la América del Sur , luchando al mismo tiempo contra las res is tencias in te rnas , el Gobie rno central tu bía gas tado y malgas tado sus fuerzas en diez años de ímprobos y gloriosos t rabajos , y las fuerzas explosivas que la revolución l levaba en su seno iban a es ta l lar como un Vol-

Page 206: Historia Belgrano III

202 B A R T O L O M É M I T R E

can, y a hacer volar el viejo edificio, sepul tando bajo sus rui­nas a ios nuevos reformadores civiles. E s que, como queda dicho y explicado ya, prec isamente porque la revolución a r ­gentina e ra una ve rdade ra revolución radical y no una simple mutación o evolución normal, tenía por condición de vida y de p rogreso des t rui r lo Viejo y c r ea r lo nuevo den t ro de sus pro­pios e lementos orgánicos; y tal resu l tado no podía a lcanzarse sino concurr iendo la sociedad en te ra , y haciendo concurr i r todas las fuerzas sociales , con toda su incoherencia y todos sus pel igrosos ext ravíos . No era una mera revolución defen­siva, que revindicase derechos t radicionales como la de Ingla­t e r r a ; no e ra un simple cambio de Gobierno con una Cons t i ­tución anter ior , como la de los E s t a d o s Unidos—eran dos revoluciones gemelas—; la una política y la o t ra social, que , a l imentadas por . I a misma madre , habían a lcanzado su d e s ­arrol lo en el espacio de diez años , ambas con su objetivo y persiguiendo cada una su ideal que habían procurado hace r preva lecer por medios análogos a sus fines.

El Gobierno centra l , después de conquis tar ia independen­cia, s e había most rado inhábil p a r a consti tuir la república de­mocrát ica y hacer concurr i r ias fuerzas popu la res al sos tén de la autor idad que nace de la ley, l ibremente consent ida. Los pensadores que dirigían la política gubernamenta l , se habían mostrado desti tuidos de sentido político p a r a resolver los a r ­duos problemas de organización in terna que la revolución en t rañaba . La masa popular , mai p r epa rada pa ra la vida l ibre , había exagerado la revolución política y social, obedeciendo a sus instintos de disgregación, de individualismo, de par t i ­cularismo y de independencia local, convir t iendo en fuerzas sus pas iones , y removiendo profundamente el suelo en que debía germinar la nueva semilla que l levaba en su propia na­tura leza . D e aquí la anarquía , hija del desequilibrio social y del choque consiguiente de las fuerzas encont radas . En pre ­sencia de es te antagonismo, los políticos que con el cent ra­lismo colonial habían tr iunfado de la metrópoli , y que arma­dos de él se veían impotentes pa ra con t r a r r e s t a r la insurrec­ción de las masas , buscaron la solución de ios oscuros pro­blemas de la si tuación, fuera de las condiciones geniales de ía nueva nación, y se enajenaron ia voluntad de la opinión que conscientemente cont ra r iaban . D e aquí el duelo a muer te en t re el federal ismo y el central ismo, en t re la democracia semibár­b a r a y el principio conservador de la autor idad, en t re el an­tiguo régimen apunta lado y el espíritu nuevo sin credo y sin disciplina.

Decimos sin credo, porque corno s e ha visto, la masa po­pular obedecía a un instinto más bien que a una creencia, aun cuando invocara una pa lab ra que simbolizaba un princi­pio de Gobierno futuro, que sólo la inteligencia podía vivifi-

Page 207: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 203

car, una vez producido el hecho de la disgregación. E s t a pa­labra era FEDERACIÓN. Pronunciada por la pr imera vez por Mo­reno, el numen de la revolución de mayo de 1810, los Dipu­tados nombrados pa ra formar el primer Congreso Nacional , la renegaron falseando su mandato . Repet ida por el P a r a ­guay por espíri tu de localismo y acep tada solemnemente en un t ra tado público, la segregación de esta Provincia fué el primer golpe dado a la ant igua unidad política y terr i torial del orden colonial. Adoptada sin comprender la por Ar t igas y los suyos , se convirt ió en sinónimo de ba rba r i e , t i ranía, anti­nacionalismo, gue r ra y liga de caudillos contra pueblos y Go­biernos. Invocada por las Provincias , que a ejemplo del Pa ra ­guay y de la Banda Orienta l , aspi raban a la independencia ¡ocal, empero , sin romper el Vínculo del ter r i tor io , dio signifi­cado a un hecho, clasificó un embrión y agrupó en torno suyo algunos principios de cohesión nacional en el p resen te y de reconstrucción para lo futuro.

A es ta pa labra simbólica, que t raducía un hecho y signifi­caba una ve rdade ra revolución anárquica y orgánica a la vez, no se habían opuesto sino las a rmas como fuerza y la monar­quía como idea. En es ta lucha, el Gobierno central había gas­tado y malgas tado cinco años y cinco ejércitos, y t r iunfante en todas p a r t e s con la bandera de la independencia, había sido cons tan temente vencido por agua y por t ie r ra en la lucha contra las provincias federales del l i toral. A las provincias de! litoral se había agregado la de Tucumán, que levantaba una bandera simpática a los pueblos del inter ior moralmente insurreccionados ya. Esa bande ra había sido levantada an tes por Sa l t a con las mismas tendencias , aunque con o t ros propó­sitos; Córdoba la había enarbolado por dos Veces; Sant iago del Es t e ro una; y todos los pueblos es taban dispuestos a se ­guirla, obedeciendo a los in tereses , instintos y pasiones que por var ias Veces hemos analizado en es te libro bajo dist intas faces. En el mismo Buenos Aires s e había levantado con o t ros propósi tos en 1816, según se ha Visto, renunciando al rango de capital , con el objeto de desa rmar los celos de las demás provincias, que no veían en ella sino la continuación de la autoridad de los antiguos Vi r reyes bajo es ta forma.

El Gobierno centra l , por su pa r t e , no invocaba sino la Constitución unitaria que había confeccionado, prescindiendo de un elemento Vital, la que había jurado en público, ya que no había sido fiel en sec re to , pre tendiendo, sin embargo , que imperase como ley suprema, y que la fuerza de los ejércitos se encargase de imponerla. P a r a sos tener esta política no contaba con más base que la del recinto de la ciudad de Bue­nos Aires , que había sido la cindadela de la independencia, el nervio de la autor idad, y que e ra , como lo ser ía s iempre , el núcleo indisoluble de ¡a nacionalidad argent ina . En tal si túa-

Page 208: Historia Belgrano III

204 BARTOLOMÉ MITRE

ción la cuest ión tenía que reso lve r se por la fuerza. O el Go­bierno central dominaba por las a rmas y sofocaba el pa t r io ­tismo local en todas las provincias r ebe ladas contra su ley, o las masas t r iunfaban, y entonces , el espíri tu federal p reva le ­cía, corr iendo el r iesgo de reso lve r se en el aislamiento de los pueblos , en la b a r b a r i e social y en ei olvido de las reglas de iodo gobierno regular . Antes de da r se por vencidas las fuer­zas an tagónicas pues t a s en acción, tenían que p roba r se ; y an­tes de amalgamarse por rec íprocas acciones y reacciones , la sociedad exper imentar ía las do lorosas convulsiones de una nueva reVolucióu, has ta que el hecho se convir t iese en d e r e ­cho, la civilización p e n e t r a s e a la ba rba r i e , la inteligencia diese formas al embrión popular , y los in te reses , los inst intos, las pas iones y los principios encontrasen su equilibrio por la gravi tación de ias masas y ias vo luntades dent ro de su círcu­lo magnét ico. Movidos por es tos impulsos fa ta les , todos se ap res t aban a la ba ta l la , mient ras el volcán que iba a produ­cir la gran ca tás t ro fe , rugía en ias en t rañas del suelo pa t r io , y mient ras desconocidos e lementos de vida nueva s e e labora­ban en el seno a to rmentado de la sociedad.

La Repúbl ica e s t aba dividida en dos campos . D e un lado las Provincias del l i toral , mil i tarmente coal igadas , con sus poderosos caudillos a la cabeza . Ar t igas , a la sazón ocupado en su irrupción s o b r e las f ronteras del Brasi l (enero de 1820), ob raba de acuerdo con elios, y amenazaba al Congre so , exi­giendo la caída del Director io (1). Las fuerzas de San ta F e , E n t r e Ríos y Cor r i en tes , se reconcen t raban sob re la f rontera de Buenos Aires , próximas a en t r a r en campaña. El Gobier ­no Nacional , por su p a r t e , reunía un ejército compuesto d e e lementos de la Provincia de Buenos Ai res , y con el Di rec to r Supremo a la cabeza , marchaba a defender la f ron tera ama­gada . Al mismo t iempo o rdenaba que s e le incorporaran , la división del ejército de los Andes , acan tonada en Mendoza , y el ejército auxiliar, que pocos días después debían desapa re ­cer en medio de la anarquía genera l . E s t o por lo que respec­ta a las fuerzas be l igeran tes , próximas a chocarse .

P o r lo que r e spec t a a las fuerzas mora les y a las que indi­r ec t amen te ob raban en uno u o t ro sent ido, he aquí su dispo­sición. El ejército auxiliar, hondamente t rabajado por el es ta ­do del país , s e hal laba comple tamente desmoral izado. Las provinc ias del interior, mora lmente insurrecc ionadas y p ro ­fundamente conmovidas por la revolución d e Tucumán a fines del año anter ior , e spe raban el resu l tado de la ba ta l la pa ra tomar su act i tud, y en es te sent ido se hacían t rabajos p repa-

(i) Oficio de Artigas al Congreso, de 27 de diciembre de 1819, en Santa María, publicada en la Extraordinaria de Buenos Aires, de 7 de febrero de 1820.

Page 209: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 205

ratarios. Salta, igualmente trabajada por la anarquía, dentro de sus propios elementos, cubría siempre las fronteras aban­donadas del Norte, que sus valerosos gauchos habían hecho inmunes. Los realistas del Alto Perú, alarmados por la parte del Pacífico, por la actitud que mantenía el ejército de los An­des y la escuadra de Chile, sin plan militar resp.ecto de las Provincias Unidas, se mantenía a ¡a expectativa. La división del ejército de los Andes, acantonada en Cuyo, destinada a perderse en su mayor parte en la anarquía, que todo lo pene­traba, se disponía a repasar otra vez la Cordillera para em­prender la expedición del Bajo Perú, donde debía librarse la batalla final de ia independencia americana.

La pasión ardiente, la soberbia por los triunfos pasados, la confianza en el éxito, y hasta ia conciencia de su razón ins­tintiva, estaban de parte de la coalición del litoral. El odio, la indiferencia o el desprecio contra el Gobierno central, eran los únicos sentimientos que agitaban a las provincias de! in­terior. Los ejércitos que debían sostener la autoridad central estaban desmoralizados, así en el interior como en el litoral, y el mismo Gobierno Nacional, sin política, [sin nervio y sin inspiraciones, marchaban sin rumbo en medio de las tinieblas. En el mismo centro de Buenos Aires, existía un partido que simpatizaba con la causa federal de los caudillos del litoral y la anarquía de toda la República. Tal era la situación gene­ral de la República al empezar el año XX.

El plan del Gobierno general, de reconcentrar todos los ejércitos de la República en la Provincia de Buenos Aires, para combatir contra mil montoneros abandonando para ello las fronteras y renunciando a la expedición del Perú, era absur­do y cobarde, política y militarmente considerado. Esto equi­valía a entregar las provincias del Norte a los realistas del Alto Perú, romper la alianza con Chile, desertar la guerra americana, y iibrar todo el resto del territorio argentino a los caudillos y a la anarquía, dando pábulo a la conflagración ge­neral. Si tal reconcentración se hubiese realizado, preservan­do por ella a la Provincia de Buenos Aires de los males de la guerra y la anarquía, este resultado negativo habría importa­do la disolución nacional de hecho, el aislamiento del poder general y el divorcio con los intereses de las demás provin­cias. Aun triunfando en una batalla, la cuestión no se decidía. Había que emprender en seguida una guerra de conquista y de ocupación militar contra todo ei país insurreccionado, en que los ejércitos se gastarían estérilmente, si es que no concu­rrían al desorden. Todas estas consecuencias, si bien no rigo­rosamente lógicas y necesarias, eran fatales, dados los ante­cedentes, la situación general del país y el estado de los es­píritus. Esta proyectada reconcentración no debía, empero, verificarse. El ejército de los Andes iba a emprender la cam-

Page 210: Historia Belgrano III

206 BARTOLOMÉ MITRE

paña del P e r ú en unión con el ejército chileno, y su re taguar ­dia s i tuada en Cuyo iba a ser envuel ta por ia anarquía , s e ­gún se Verá después . El ejército auxiliar del Pe rú , obedecía la orden del Gobierno , y se ponía en marcha , pe ro no debía l legar a su dest ino.

El ejército auxiliar era un cuerpo sin alma, agi tado por ios estremecimientos de la época . Traba jado por una larga ser ie de desgrac ias mil i tares, embotado su espíritu militar por t r e s años de inacción estér i l , sujeto a una disciplina seve ra y casi monást ica sin ios est ímulos dei pel igro y de la gloria, impago, hambriento muchas veces , y compuesto de la misma masa de las poblaciones conmovidas, la anarquía lo había pene t r ado . Alimentado además po r la pasión de la gue r r a de la indepen­dencia, obligado a dar la espa lda al único enemigo que odia­ba , l lamado a combatir cont ra nuevos enemigos que no cono­cía o que eran sus hermanos , y de cuyas tendencias popula­r e s par t ic ipaba , su moral se había relajado. La ausencia del genera l Be igrano , querido y r e spe t ado por todos , había des­a tado ios vínculos que l igaban a los jefes super iores con la masa de los so ldados , y una nueva influencia s e había inter­pues to en t re el mando oficial y la obediencia militar. Una par­t e de los jefes pr incipales y ia mayoría de los oficiales, obe­deciendo a d iversos móviles, miraban con repugnacia la gue­r r a civil, y sin e s t a r prec isamente de acuerdo con la causa de ios montoneros , eran desafec tos al Gobierno centra l y resis­tían ia marcha a Buenos Aires .

A la cabeza de ¡as descon ten tos es taba don Juan Baut i s ta Bus tos , hecho genera l después d e los combates de! Fra i ie M u e r t o y la H e r r a d u r a , y que a la sazón desempeñaba las funciones de jefe de Es t ado Mayor . Impregnado del espíritu localista de Córdoba , de acue rdo con los que conspiraban cont ra el Gobierno centra l y pose ído de una ambición sórdi­da, hacía t iempo había concebido el único plan que sus ins­t intos egoiscas podían suger i r le . Consis t ía é s t e , en a p o d e r a r s e del ejército, desconocer la autor idad cent ra l , e s t ab lece r en Córdoba un fuer te pode r militar, hace r la paz con todo el mundo y const i tuirse en el a rb i t ro de la si tuación, quedándo­se quieto en e! cen t ro de su provincia na ta l . E r a su b razo de­recho pa ra es ta empresa , el coronel don Alejandro Heredia , que asp i raba a hacer o t ro t an to en Tucumán, de donde era nat ivo, const i tuyendo así en el inter ior de la República una nueva liga de caudillos mil i tares, que con t rapesase el poder de la liga de los caudillos gauchos del l i toral , y es tableciera sob re esta base la paz de ia República en beneficio propio. La historia, en t regando al desprecio de la pos te r idad es tas ambiciones b a s t a r d a s , no t iene pa ra qué ocuparse de los hom­b re s que las abr igaban, y que obraban según su na tura leza y el bajo nivel de sus a lmas . No así r e spec to de o t ros que co-

Page 211: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 207

operaban a es tos p royec tos , c reyendo , tal vez, poder dirigir el movimiento en el sentido de co r t a r la guer ra civil, para dar en t ier ra con el Gobierno general y cont inuar de nuevo la guerra de la independencia, t ras ladando el poder del litoral al interior. En t r e é s tos s e contaba el entonces comandante don J o s é Mar ía Paz , el único Verdaderamente responsable ante la historia, p rec isamente porque con más inteligencia que todos y con grande elevación moral , como lo mostró des­pués en el curso de una gloriosa ca r r e r a , es el único cuya falta no es disculpable ni explicable por los móviles que impulsa­ban a Bus tos y a Heredia . Con es tas influencias s e contaba para sublevar el ejército auxiliar, a que debía seguir o p rece­der la revolución de Córdoba , dec larando a la Provincia un estado federal , y sus t rayéndola a la obediencia del Gobierno central .

Ei genera l Cruz, est imado y respe tado de todos , con su cla­ra inteligencia y su noble ca rác te r , e ra un hombre sensa to y frío, que reves t ido del mando oficial, no ejercía una ve rdade ra autoridad moral sob re su ejército. Lo apoyaban , sin embargo , en el mando los más notables jefes de ejército, como lo eran los coroneles don Cornel io Ze laya , don Francisco Antonio Pinto (chileno), don Bruno Morón (mendocino), don Grego­rio Araoz de Lamadrid, don Beni to Mart ínez , don J o s é León Domínguez, don Blas Jo sé Pico y don Manuel Ramírez. R e s ­petados por sus compañeros de a rmas , queridos por su t ropa , no ejercían todos sobre los cuerpos que mandaban aquel as­cendiente que identifica al jefe con el soldado, p rec i samente porque eran hombres de orden y disciplina, que obedecían pas ivamente a la consigna del deber .

Tal e ra el es tado del ejército auxiliar cuando a mediados de diciembre (12 de 1819) rompió la marcha de su campamen­to del Pi lar , sobre el Río Segundo , en dirección a la f rontera de Buenos Aires , camino de San ta F e . Inmediatamente, el partido ar t iguis ta de Córdoba s e puso en movimiento. La guarnición Veterana, que había quedado en la ciudad al mando de S a y o s , s e puso a órdenes de los conspi radores . Algunas montoneras se levantaron en la Provincia y si t iaron en la Villa de los Ranchos al coronel Arena les , que había quedado de comandante genera l de a rmas . El comandante don Fel ipe Heredia, desprendido desde Tucumán con un des tacamento de caballería, según se dijo an tes , avanzaba a marchas forza­das sobre Córdoba , con el objeto de a p o y a r el pronuncia­miento federal , que debía coincidir con la sublevación del ejército. El general Cruz , que e s t aba al cabo de muchos de es ­tos t rabajos (2), se limitó a des tacar , desde la a l tura de Fra i le Muerto, al comandante Paz , con un escuadrón en apoyo de

(2) Lamadrid, «Observaciones», págs. 181 a 182.

Page 212: Historia Belgrano III

208 BARTOLOMÉ MITRE

Arena les , y siguió su marcha . A él no podía ocul tá rse le que al obedecer la orden del Gobierno, en t regaba el inter ior a la anarquía , y p rocuraba sa lvar el ejército, si e ra posible , de la disolución que lo amenazaba .

En los pr imeros días de enero (1820), el ejército auxiliar pisaba la jurisdicción de San ta F e . El día 7 cont inuaba su marcha, siguiendo la margen derecha del Te rce ro , y s e dirigía a acampar en la pos ta de Arequi to , lugar dest inado a. adquirir ' una infausta celebridad en la historia argent ina . Al l iegar a la a i tura de la Esquina, punto donde el T e r c e r o toma el nombre de Ca rca rañá , el ejército que has ta en tonces había marchado con rumbo al Sudes t e , s e inclinó hacia el Nordes te , como si se dirigiera al Rosar io , pe ro , en real idad, siguiendo la nueva dirección del r ío . En tonces pudo perc ibi rse , como a media le­gua a re taguard ia , un escuadrón de cabal ler ía que, a buen t ro te , p rocuraba a lcanzar la columna en marcha . E r a el co­mandante P a z , que r eg re saba de su expedición, resue i to a to­mar p a r t e en la sublevación del ejército, de antemano prepa­r ada . Al pasa r por el cos tado de los diferentes cuerpos , va­r ios oficiales se desprendían de las filas y le comunicaban que todo es t aba p r epa rado , y que aquella misma noche debía esta­l lar la revolución encabezada por el genera l Bus tos . Cuando el comandante Paz se incorporó a su regimiento de Dragones , que l levaba la cabeza de la columna, la señal de a larma esta­ba dada ya en t re los conjurados (3).

El genera l C ruz manifestó disgusto al ver al comandante P a z de r e g r e s o , sea porque c r eye ra que no había desempeña­do bien su comisión, volviéndose del camino; sea que lo con­s ide rase el aima de lo que se t ramaba en el ejército; pe ro pa­rece más probable , que previniendo lo que necesar iamente debía suceder en Córdoba , prefer ía que s e apode ra ra de ia situación un hombre como Paz , que daba más garan t ías que Bus tos y Hered ia a ia causa del orden (4).

El ejército acampó, ese mismo día (7 de enero) , en la posta de Arequi to , sob re la margen del C a r c a r a ñ á . AHÍ conferenció el comandante Paz con el genera l Bus tos , y pudo cerc iorarse de que, en efecto, todo es taba p r e p a r a d o para dar el golpe. Se contaba p a r a ello con el regimiento número 2 de infantería, ant iguo cuerpo de Bus tos , sobre el cual había conservado su imperio; con el batal lón número 10, mandado por el coronel Pinto , cuyo segundo jefe y oficiales e s t aban compiotados; con el regimiento de H ú s a r e s de Lamadrid, que, a pesa r de su po­pularidad en t re la t ropa , e ra t ra ic ionado por sus subal ternos; y , por último, con el regimiento de Dragones mandado por Ze-laya , al cual per tenec ía Paz , quien respondía de a r ras t r a r lo

(3) Paz, «Memorias», t. II, págs. 15 a 18. (4) Paz, «Memorias», t. II, pág. 16 (en la nota).

Page 213: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 209

en masa. E s t o s cuerpos componían más de la mitad de la fuer­za totai del ejército, y aseguraban ei triunfo a los conjurados, los que, por o t ra pa r t e , es taban seguros no encontrar ían r e ­sistencia ser ia de pa r t e de los cuerpos no complotados .

En eí día anter ior , una par t ida de dragones había sido acu­chillada por otra de los montoneros . E s t e pequeño ' con t ra s t e produjo una profunda impresión en ei ejérci to, y era el tema de las conversaciones en los fogones de ios soldados . En va­rios puntos del campamento se notaban algunos grupos mis­teriosos, que hablaban en la oscuridad y en Voz baja: e ran los oficiales conjurados que s e transmitían sus impresiones y acor ­daban sus medidas p a r a a segu ra r la ejecución de su proyec­to (5). La noche pasó , empero , sin novedad.

El día se había pasado en la mayor tranquilidad, en medio de un calor sofocante . Los montoneros , que no podían dispu­tar el paso al ejército auxiliar, se habían limitado hasta en­tonces a mantener a lgunas par t idas de observación a ia dis­tancia. Ni s iquiera un bombero enemigo se divisó en todo el horizonte. Al oscurecer , e! genera! Bus tos a r reg ló el servicio de modo que quedase dividido el regimiento de H ú s a r e s de Lamadrid, en cuya decisión no se tenía plena confianza por el ascendiente dei jefe sobre el primer escuadrón (6). En segui­da, todos parec ieron en t r ega r se al descanso .

A la media noche, el regimiento de Dragones , que ocupaba la derecha, montó si lenciosamente a cabal lo , encabe-.ado por ei comandante Paz , a r r e s t ando a su jefe el enroñe*. Z e l a y a , quien fué en t regado a una guardia del mismo cuerpo . Simul­táneamente tomaban las a rmas los regimientos de. infante­ría número 2 y e! batal lón número 10, que ocupaban el cent ro de la línea a ó rdenes de los coroneles Pinto y Morón , los que fueron a r r e s t ados , como Ze laya . Los Húsa re s ocupaban la iz­quierda, y uno de sus escuadrones montó al mismo t iempo a caballo, no a t rev iéndose a in tentar lo el o t ro que bajo las in­mediatas ó rdenes de Lamadrid es taba de servicio (7). Los cuerpos sublevados no hicieron más movimiento que marchar a su frente como unas mil va r a s , formar aü í en batal la y es ­perar a que amaneciera . Bus tos , perezoso y socar rón como de costumbre, no hizo ningún movimiento que pudiera com­prometerle. Cuando tuvo noticia de que los cuerpos subleva­dos se ponían en marcha pa ra ocupar su nueva línea en act i ­tud de combate , mandó a t a r los cabal los de c u ca r re tón , y , dirigiéndose a ia t ienda del genera! Cruz , le dijo ai pasa r , si a

(5) Paz, «Memorias», t. II, págs. 19 y 20. (6) Paz, «Memorias», t. II, pág. 21, y Lamadrid, «Observacio­

nes», cit, (7) Lamadrid, «Observaciones», pág. 185, v Paz, «Memorias»,

tomo II, pág. 31.

14

Page 214: Historia Belgrano III

210 BARTOLOMÉ MITRE

moverse de la cama: «Companero, l eván tese , que en el ejér­cito hay un gran movimiento», y siguió a pone r se medio dor­mido a' la cabeza de la revolución (8). E s t e rasgo pinta al hombre .

Inmediatamente, el genera l Cruz mandó convocar a los je­fes de los cuerpos que no habían tomado p a r t e en el movi­miento, con el objeto de acordar medidas. Reuniéronse en junta los coroneles Pico, Domínguez, Alartínez, Ramírez y La­madrid. Todos , con excepción de Lamadrid, fueron de opinión de pe rmanece r en a larma has ta que ac la rase el día. El gene­ral aceptó e s t e p rudente consejo.

Al r aya r la au ro ra del día 8, viéronse dos l íneas en actitud de combate , formada una frente de o t ra . D e un p a r t e es taba el genera l Bus tos sobre la casa de posta , con ios batal lones de infantería ya señalados , el regimiento de Dragones y el escuadrón de Húsa re s de Lamadrid, formando un total como de 1.500 a 1.600 hombres . Del otro lado, dando la espalda al r ío, e s t aban el. general Cruz , con la art i l lería que mandaba Ramírez, los regimientos 5.° y 9.° de infantería a ó rdenes de Pico y Domínguez, una pa r t e de! núm. 2 que se conservó fiel, y los 160 húsa res , que habían permanecido firmes al lado de Lamadrid, componiendo un totai de 1.500 a 1.400 hombres .

Las fuerzas es taban casi equil ibradas, io que p rueba que el ejército, a pesa r dei es tado de desmoralización en que se en­cont raba , habr ía podido llegar casi intacto al te r r i tor io de Buenos Aires , si todos los jefes hubiesen sido fieles a la ban­dera de la disciplina. Si es to no despejaba la situación po­lítica y militar de la época, si aun así s e hubiesen producido o t ros sucesos no menos calamitosos, es ta es una cuest ión his­tór ica de o t ro orden, que sólo interesa a la crít ica, de que nos hemos ocupado ya bajo o t ro punto de vista, y que examinare­mos más ade lan te en presencia de los resu l tados . Lo que está fuera de cuest ión, es que la sublevación de Arequi to fué, a la Vez que un crimen militar, un escándalo político, no obstante todo lo que haya podido decir alguno de sus au to res p a r a ex­plicarla o disculparla (9). Ella a r r e b a t ó a la nación el único ejército regular con que contaba, ya fuera p a r a mantener el orden interior, ya para hacer frente al enemigo exter ior en las f ronteras , pac tó con la anarquía a que dio al ientos, aunque no se alió con ella; dejó desa rmado ai Gobierno Nacional , entre­gando la República a los vaivenes de la anarquía; introdujo un nuevo principio de desorden , dando por b a s e a los mandones ¡ocales el militarismo, y aun cuando después concurrió por la fuerza de las cosas ai restablecimiento de un orden relativo,

(8) Paz, «Memorias!-, t. II, pág. 21. (9) Véase lo que en el tal sentido dice Paz, en sus «Memorias-,

tomo II, págs. 6 a 16.

Page 215: Historia Belgrano III

HISTORIA D E B E L G R A N O 211

ella no en t rañaba ningún principio de bien, ni obedecía a una idea política y militar de vas ta t ranscendencia , como la de San Mart ín al a le jarse de la gue r ra civil, ni tenía un plan de conducta , ni nombres de corazón y cabeza que la pudiesen dirigir en un sentido patr iót ico, y por eso la pos te ­ridad la ha condenado, en presencia de sus t r i s tes resu l tados , después de escuchar la acusación y la defensa.

Aun cuando esas t r emendas responsabi l idades y es tas amar­gas reflexiones no s e hal lasen p re sen te s en la mente de los actores del sombrío drama que tenía lugar en el C a r c a r a ñ á , debió ser un momento bien melancólico p a r a unos y o t ros , aquel en que, con las pr imeras luces de la au ro ra del día 8 de enero de 1820, s e Vieron dos líneas de bata l la una frente de la o t r a en acti tud de combate , sin bandera y sin credo la una, sin nervio y sin esperanzas la o t ra . P e r o aun en aquel mo­mento de prueba , se reveló el temple que el genera l Be lgra ­no, p re sen te aún en espíritu, había sabido dar a sus solda­dos. Unos y o t ros permanecían firmes y silenciosos en sus puestos: todos obedecían la Voz de su jefe y oficiales: nin­gún sentimiento de odio recíproco los agi taba , y ninguno de esos desórdenes que acompañan á los motines militares tuvo lugar. E r a aquello una descomposición elemental que s e ope­raba, por la acción disolvente del medio en que ac tuaban .

En presencia de aquella línea que no manifestaba disposi­ciones hosti les, el general Cruz , no encontrando inspiracio­nes dent ro de sí mismo pa ra reso lver la situación, s e resolvió al fin a definirla. Con la imper turbable frialdad que l e e r á ha­bitual llamó a un ayudan te y le dijo en alta voz: —«Vaya us­ted y p regunte qué movimiento es ese , de orden de quién lo han ejecutado, y prevenga a esos cuerpos que Vuelvan a ocu­par sus puestos .» El ayudan te Volvió pocos momentos des­pués con la contestación de «que aquellos cuerpos declaraban que no seguirían haciendo la guer ra civil y que se s epa raban del ejército» (10). E s t e fué todo el p rograma de la sublevación de Arequito.

El general Cruz no pensó desdé aquel momento sino en salvar el r e s to del ejército que aún se mantenía en torno de su antigua bandera , y seguir imper tér r i to su marcha hacia Buenos Aires . En consecuencia, entró en negociación con los sublevados, pa ra que le en t regasen los jefes que se hallaban presos, y le devolviesen la p a r t e de las cabal ladas y b o y a d a s que necesi taba p a r a el efecto, y de que duran te la noche se habían apoderado . Los sublevados s e avinieron a la devolu­ción, con la condición, según pa rece , de que se les en t rega ra la mitad del pa rque y comisaría correspondiente a la pa r t e dei ejército que se s epa raba . En esto se empleó toda la maña-

(10) Paz, «Memorias», t. II, pág. 21.

Page 216: Historia Belgrano III

212 BARTOLOMÉ MITRE

na (11). A las doce del día, el genera l Cruz mandó uncir los bueyes de las c a r r e t a s , y poco después se puso en marcha a tambor ba t ien te y b a n d e r a s desplegadas , l levando la Vanguar­dia el 2.° escuadrón de húsa res , aumentado con 20 hombres que se le habían incorporado en la mañana, en todo 180 ji­n e t e s .

A poco andar , a lgunas par t idas de montoneros se presen­taron por el frente de la columna en marcha; pe ro fueron fá­ci lmente a r ro l ladas por la pequeña vanguardia de Lamadrid, inmedia tamente sos tenida por ia infantería. A las dos leguas, las pa r t idas enemigas empezaron a engrosarse , y sus movi­mientos y audacia anunciaban la proximidad de alguna fuerza super ior . En ci rcunstancias en que Lamadrid se ocupaba en sos tener una fuer te guerri l la, recibió orden del genera l Cruz p a r a con t ramarchar inmediatamente, porque según ei ayudan­t e que la impart ía , los sublevados con su cabal ler ía venían picando la re taguard ia del ejérci to. Lamadrid, con los ojos abnegados en nobles lágrimas, acudió a cubrir la re taguardia .

La columna que picaba la re taguard ia del general Cruz se componía de toda la cabal ler ía sublevada, mandada por el co­ronel Heredia y el comandante Paz , que pasaba de 500 hom­bre s , y aunque su acti tud no era de carga , avanzaba rápida­mente a t ro t e largo. E! general C ruz hizo arto y mandó un par lamentar io pidiendo explicaciones de aquel movimiento. Heredia le con tes tó que «iba á exigir la p a r t e del convoy que le correspondía , y sin ía que no s e volvería» (12). A la vez que es to tenía lugar en la re taguardia , ias par t idas de monto­neros s e engrosaban por la Vanguardia, y todo anunciaba un próximo conflicto. En Vista de es to , el general reunió nueva­mente a sus jefes en Jun t a de guer ra y les manifestó, que siendo imposible, en ia si tuación en que s e encont raban , con­t inuar la marcha has ta Buenos Aires , había resue l to entregar el pa rque que s e le exigía pa ra sa lvar ei r e s to del ejército, con lo que todos se conformaron, a excepción del fogoso La­madrid. En consecuencia , se emprendió la con t ramarcha . En ía noche abandonaron su campo y s e reunieron a los revolu­cionarios los r e s to s dei número 2, una gran p a r t e del 3 y del 9 y a lgunos t rozos de ar t i l leros .

Al amanecer del día 9 se sintió en el campo del general Cruz un fuer te t i ro teo acompañado de a lgunas detonaciones

(11) Este es un punto histórico dudoso. El General Paz, lo afir­ma en sus «Memorias», y lo que medió después, parecía confir­marlo. Lamadrid, en sus «Observaciones», lo niega, pero no abso­lutamente. Por desgracia no existen en el archivo general docu­mentos que aclaren este punto, y los papeles del General Cruz, se han perdido o dispersado en su mayor parte.

(12) Paz, «Memorias», t. II, pág. 22.

Page 217: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 215

de arti l lería. La cabal ler ía sublevada montó inmediatamente y se dirigió ai punto de donde par t ía el fuego, que cada Vez se hacía más Vivo. Con las pr imeras luces del alba pudieron Verse los últimos res tos del antiguo ejército de Tucumán y Salta, fieles a su vieja bandera , c i rcundados en medio de ia pampa desier ta por una nube como de 400 montoneros , que en presencia de sus ant iguos compañeros de a rmas las hosti­lizaban con fuer tes guerr i l las , que eran con t r a r r e s t adas con fuegos de infantería y art i l lería. Ante es te doloroso espec­táculo, el coronel Heredia intimó a ios montoneros que desis­tiesen de toda hosti l idad, porque de lo contrar io los cargar ía , declarándoles a la vez que es taban en paz , y que en p rueba de ello el ejército se abstenía , por su pa r t e , de toda hostili­dad contra S a n t a F e ; y así quedó convenido. El general Cruz , colocado bajo la protección de los sublevados , se resignó a hacer a Bus tos la ent rega del mando y de los cuerpos que le habían quedado, y así se Verificó en el mismo día.

En honor de ¡a Verdad histórica, debe dec la ra r se que la su­blevación de Arequi to ninguna connivencia tenía con la mon­tonera, aun cuando no repudiaba sus propósi tos polít icos. Su objeto inmediato e ra s u s t r a e r s e a la gue r ra civil y hacer la paz, satisfaciendo las exigencias descent ra l izadoras de la anarquía, sacrificando ai Gobierno Nacional . El objeto s e ­creto de Bus tos y de ios que es taban en sus p lanes , era apo­derarse de la situación, estableciendo su base de poder en Córdoba, y apoyándose en el federalismo, hacer servir a t o ­dos los pa r t idos a sus fines políticos y pe rsona les sin subor­dinarse a la liga de los caudillos del l i toral , ni romper del todo con Buenos Aires .

La paz quedó ajustada de hecho, vis i tándose recíprocamen­te las fuerzas de Bus tos con las santafecinas que tenía al frente; pe ro sin f ra ternizar Verdaderamente , porque las de Bustos guardaban cierta rese rva , y los santafecinos no de­ponían su ceño adusto en presencia de sus enemigos del día anterior. Llenado es te objeto inmediato, el ejército sublevado evacuó ei ter r i tor io de Sar.ía F e , y se dirigió hacia Córdoba por ei camino que había t ra ído, remontando el C a r c a r a ñ á y el Tercero .

En la posta de ia He r r adu ra se p resen tó en el campamento de Bustos el famoso don Jo sé Miguel C a r r e r a , acompañado cíe don Cosme Maciel , sec re ta r io del Gobierno de S a n t a F e , y de una bulliciosa Comitiva, que más parec ía una comparsa de tea t ro que una escol ta militar. El objeto de es ta misión era comprometer ai ejército sublevado en la gue r ra de la montonera; y los caudillos del litoral habían contado p a r a ei|o con el i r res is t ible poder de persuasión de que ¡e suponían dotado. La conferencia que con tal motivo tuvo lugar en t re Bustos y C a r r e r a , es caracter ís t ica . C a r r e r a , con su habi tual

Page 218: Historia Belgrano III

214 BARTOLOMÉ MITRE

locuacidad incipiente y falta de sent ido práct ico , habió larga­mente de los negocios de Chile , del punto de Vista de su am­bición persona l ; se desa tó en insultos cont ra ia administra­ción director iaí ; desahogó s u odio contra S a n Mart ín y O'Higgins; y en e s t e sentido proclamó a Bustos como uno de los hé roes de la América del Sur , dest inado a dar en t ierra con los t i ranos que oprimían a los pueblos , cambiando para el efecto la situación de Chile como se iba a cambiar la de la República Argentina; sin recordar en todo esto los in tereses argent inos y la gue r ra de la independencia, ni los propósi tos y sent imientos que la más Vulgar penet rac ión debía suponer en Bus tos . Es t e opuso a la char la del inhábil diplomático de la montonera , ia sorna que le e r a habitual , y guardando para sí su sec re to bajo un exter ior glacial y a t en to , contes tó , en­ce r rándose en la neutral idad, con genera l idades y p r o t e s t a s pacíficas que en nada lo comprometían, ni daban siquiera oca­sión a la insistencia. El comandante Paz , que presenció algu­nas de las conferencias , decía a sus compañeros de a rmas , her idos como él porque aquel olvido de ios in tereses argent i ­nos y de los Verdaderos in te reses amer icanos , que no era C a r r e r a el hombre que les habían pintado como un genio, y que bien s e Veía que no conocía ni ei t e r r eno que pisaba (15). C a r r e r a se re t i ró descontento , y las relaciones en t re Bus tos y los jefes de la montonera , aunque pacíficas, no fueron, desde entonces , muy cordiales , Ei ejército continuó su marcha hacia Córdoba .

Ei movimiento de Arequi to tuvo su inmediata repercus ión en Córdoba . Su gobernador in tendente , el doctor C a s t r o , abandonó el mando. El par t ido art iguista de la localidad, que conspiraba de acuerdo con Bus tos , contando se rv i r se de él como de un instrumento pasivo, s e apoderó de la situación, declaró a la provincia en es tado federal independiente, y, en consecuencia , procedió a nombrar Gobernador (19 de enero de 1820), r ecayendo la elección popular en don José Xavier Díaz (a quien ya conocemos), el que se ap re su ró a comunicar­lo a las demás provincias, dando al movimiento de Arequi to su significado político en eí sent ido de la federación y contra­rio al Gobierno general que calificaba de opresor (14), Es to cont ra r iaba los planes de Bus tos , cuyo objetivo principal era

(13) El General Paz, en sus «Memorias», t. II, págs. 28 y 29, relata en términos generales estas conferencias. Los pocos rasgos que las complementan, son tomados de mis conversaciones con el mismo General, a quien interrogué sobre el particular.—Véase lo que en comprobación dice en su «Ostracismo de los Carreras», (pá­gina 229), Vicuña Mackenna, que tuvo a la vista los papeles de don José Miguel Carrera.

(14) Oficio del Gobernador Díaz de Córdoba al Gobernador de

Page 219: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 215

el gobierno de Córdoba como b a s e de operac iones . D e s a p r o ­bó el hecho sin anularlo; ent ró en triunfo a Córdoba con su ejército, en medio de aclamaciones y flores; maniobró de modo que el par t ido caído, que e ra ant iar t iguista , s e sobre ­pusiera en las elecciones; se hizo nombrar por es te medio Gobernador de Córdoba , y dueño del poder con un ejército a sus órdenes pa ra sos tener lo , empezó a desenvolver una polí­tica que dejó sorprendidos a todos .

Los que creían de buena fe que ¡as a rmas nacionales iban a Volver a hacer f rente al enemigo exter ior en la f rontera , comprendieron que no habían hecho sino e levar un nuevo mandón, y en t regar le p a r a su custodia las bayone t a s de la nación. Los caudillos del litoral, que habían contado hacer le entrar en su liga manejándolo por sus parc ia les , comprendie­ron que era una nueva potencia la que se levantaba . López, que asp i raba a sacudir el yugo de Ramírez, identificando su causa con la fuerza de Buenos Aires , entrevio en él un aliado para a lcanzar es tos fines. Las provincias del interior, vieron en él un punto de apoyo para emanciparse fedaralmente , a ia Vez que las ent idades del part ido caído se sorprendían de no encontrar en él un enemigo. Muchos c reyeron ver en él un pacificador, y en real idad, a lo que él asp i raba era a vivir có­modamente en paz con todo el mundo, mientras sus guard ias pre tor ianas le ve laban el sueño.

Con ar reg lo a e s t e plan, en que se combinaban el egoísmo y el quietismo, con capa de patr iot ismo imparcial , Bus tos di­rigió a todas las provincias una circular , incitándolas a reunir un Congreso , e insinuando el establecimiento de algún poder provisional que espe raba r ecayese en é!. S e ponía en comuni­cación con San Mart ín y O'Higgins, br indándoles su coopera ­ción en la guer ra de la independencia, y s e propiciaba el con­curso de Güemes , ofreciéndole una pa r t e de su cabal ler ía para cubrir la frontera y cambiar ¡a situación del Nor te , de acuerdo con el corone! Heredia , dest inado a a p o d e r a r s e del gobierno de Tucumán. Es t r echaba sus relaciones con López, y se a s e g u r a b a su concurso , ofreciéndole la reciprocidad, Anulaba al mismo t iempo el part ido art iguista en Córdoba , que había pre tendido excluirlo del Gobierno; y disfrazaba su inerte despot ismo, dándose así en su propia provincia el apo­yo de un par t ido civil, que p r e s t a b a a sus a rmas una bandera "¡ocal, y que él levantaba como bandera nacional . Consecuen­te con es ta línea de conducta, adoptó desde entonces el equí­voco lema de Ejército Liberal. Esta política, dio a Bus tos una Verdadera espectabi l idad an te la Repúbl ica , y sin dignificar su causa persona! , lo ha sa lvado de p re sen t a r se ante la his-

Santa Fe, de 25 de enero de 1820, publicado en la Extraordina. ria de la tarde, de B. A, de 16 de febrero del mismo año.

Page 220: Historia Belgrano III

216 BARTOLOMÉ MITRE

tor ia con el insolente cinismo de que en casos análogos han hecho os tentación o t ros caudillos de su escuela (15).

La sublevación de Arequito, que asumía e s t a s formas polí­t icas, había tenido lugar casi s imul táneamente con o t ro mo­tín militar, que al fin debía r eso lve r se en el bandoler ismo, concurr iendo, sin embargo, a la obra de descomposición que hacía su camino. El 9 de enero de 1820, casi el mismo día y a ia misma hora en que la revolución de Arequi to se consuma­ba en la margen del C a r c a r a ñ á , se sublevaba al pie de los Andes , en la ciudad de San Juan , el batal lón número 1 de Cazadores , fuer te de cerca de mil p lazas , sin que mediara acuerdo previo , y sin corcon.dancia en sus propósi tos . E r a que el principio disolvente flotaba en !a a tmósfera , y que to­das ias fuerzas concurr ían a la ca tás t ro fe política y social, que no es taba en la mano dei Gobierno cen t ra ! prevenir . Los mismos medios de que se valía p a r a apun ta la r su autor idad bambolean te , s e volvían contra ella, corno sucedía con la guarnición ve t e rana de Tucumán, con el ejército auxiliar del Pe rú , y ahora con la división del ejército de los Andes , acan­tonado en Mendoza , con la cual había creído contar pa ra con­t r a r r e s t a r la gue r r a civil; como se habría vuel to todo el ejér­cito a que per tenecía , si San Mart ín no lo hubiese salvado con su previsión, lanzándolo a la expedición de! Pe rú .

Dijimos an tes , que ei genera l San Mart ín , r esue l to a no t o ­mar p a r t e en ¡a gue r ra civil y a expedicionar al P e r ú de acuerdo con el Gobierno de Chile, había r epasado ia Cordi­l lera enfermo, dejando en Mendoza, & cargo del coronel A!va­rado , la división del ejército de !os Andes , de que se dio no­ticia ya . Es t a división, que al principio sólo e ra de 1 100 hom­b r e s , se había remontado has ta el número de 2.200. m p c d a la rec lu ta hecha por e¡ general San Mart ín en las provincias de Cuyo , teniendo en vista la expedición español?, que ame­nazaba , al Río de la P la ta , y en todo caso , la g rande empresa que medi taba por la p a r t e del Pacífico. Al efecto, había dado al batal lón número 1 una organización que respondía a ambos objetos, y principalmente al de la expedición al Pe rú . E s t e batal lón, instruido en el a rma de infantería l igera, tenía ads­cr i tas a lgunas compañías des t inadas a hacer el servicio de cazadores -d ragones , de modo que el Cue rpo s e b a s t a s e a sí mismo en ambas a rmas . Ei g rueso de es te bata l lón, fuer te como de 1.000 piazas , como queda dicho, e s t aba acantonado en San Juan . En Mendoza es taban los cazadore s montados , y en San Luis e! regimiento de g ranade ros a cabal lo . E s t a distribución de fuerzas tenía por objeto p r e s e r v a r a la pro­vincia de Cuyo del contagio de la anarquía , mientras l legaba

(15) Véase oficio de Bustos al General Soler, 19 de febrero ele 1.820, publicado en la Gacela de B. A., núm. 162, de 1820.

Page 221: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 217

el momento de r e p a s a r los Andes , p a r a unirse a sus compañe­ros del Occidente de la cordil lera con nuevos cont ingentes de soldados y cabal los . En previsión de es ta eventual idad inmi­nente, había aceptado la idea, que ie fué suger ida, de cele­brar una convención por medio de los de legados de los pue­blos de su dependencia (Mendoza, San Juan y San Luis), a fin de formar una liga ofensiva y defensiva, p a r a resist ir a toda incitación o invasión armada por p a r t e de los gobiernos o caudillos de ¡as provincias anarquizadas (16).

El batal lón número 1, acan tonada en San Juan , e s t aba man­dado por el ten iente coronel don Seve ro Garc ía de Sequei ra (salteño), oficial benemér i to y de g randes esperanzas , pero implacablemente duro con la t ropa , a la par que to le ran te con las fal tas de los oficiales. Es t e s is tema, a! dar demasiada ten­sión a los r e so r t e s de la disciplina, los había ro to , y la anar­quía, que todo lo pene t raba en ia a tmósfera argent ina , había inoculado al Cue rpo su mal espíritu (17). Existía, ag regado al batallón, un capi tán Harmdo don Mar iano Mendizábal , natu­ral de Buenos Aires, el cual , por su mala conducta, había sido separado de las filas. Val iente , corrompido y bul languero, había asist ido a la defensa de Buenos Aires contra los ingle­ses y hecho casi todas las campañas de ia revolución. Mendi­zábal, complotado con el teniente Moriilo (por teño) y el de igual c lase , don Francisco de! Cor ro (salteño), y de acuerdo con algunos Vecinos de San Juan , federal is tas y enemigos de ia autor idad local, se propusieron sublevar el batal lón, sin más plan por el momento que apode ra r se del mando y de las armas. Explo tando el disgusto de la t ropa , las pas iones loca­les, la idea da que ei genera l San Mart ín e s t aba en desacuer­do con el Gobierno , y de que sublevándose no irían a Chile, excitando a la vez sus ape t i tos bru ta les , los oficiales complo-tados ade lan ta ron sus t rabajos , y a principios del mes de ene­ro de 1820, todo e s t aba pronto pa ra dar e¡ golpe. Un sordo rumor p resag iaba la conmoción, p e r o el comandante Sequei­ra, fiado en su coraje y ea e! ascendiente que cre ía t ener , despreció los avisos que en tal sentido le dio el ten iente go­bernador don Jo sé Ignacio La Rosa , hombre de méri to por sus servicios, inteligencia y patr iot ismo.

En ¡a madrugada del 9 de enero s e amotinó si lenciosamente el batallón núm. 3, dirigido por sus sa rgen tos , prendiendo a sus jefes oficiales. En seguida se dirigió a !a plaza en núme­ro como de 800 hombres , dejando en el Cuar te l una compañía de custodia. Un grupo de los amot inados se des tacó con el objeto de .a taca r ia guardia de prevención de uno de los cuar-

(18) Hudson, «Recuerdos históricos sobre las Provincias do Cuyo», publicado en la Revida de Buenos Aires, t. X, pág. 346.

(17) Recuerdos del General Alvarado. M. S., ya citado.

Page 222: Historia Belgrano III

218 BARTOLOMÉ MITRE

te les cívicos de la ciudad. Mandába la el teniente don Bernardo Nava r ro , el cual , a la intimación de rendirse , con tes tó hacien­do fuego, y t r abóse luego un combate a la bayone ta , en que N a v a r r o cayó t r a spasado de her idas , muriendo a su lado al­gunos de sus soldados (18). Cuando los fusilazos que produjo es te choque, desper ta ron a la población a larmada, ya la revo­lución es taba t r iunfante en todas pa r t e s , y p reso el teniente gobernador La Rosa . Mendizábal , C o r r o y Morillo, al frente de la t ropa sublevada , ocupaban la plaza principal, dando vivas a la federación y mueras al tirano. Mendizábal , en me­dio del tumulto, y rodeado de a lgunos vecinos que asumían la responsabi l idad del movimiento, impart ía sus ó rdenes a caba­llo. La mayoría de la población, amedren tada an te el aspecto de la soldadesca ebria , s e había concent rado en sus hogares .

Mien t ras tan to , el comandante Sequei ra y ios oficiales, p re ­sos en el cuar te l , hacían esfuerzos p a r a organizar una con­t rar revolución , ganándose la guardia que los cus todiaba y al­gunos soldados suel tos que se habían concent rado en él. Des­cubier tos en su tenta t iva , la misma t ropa que había prometido apoyar los , corrió a las a rmas al primer gri to dado por Cor ro , resul tando g ravemente herido en es ta ocasión el ayudan te don Nicolás Vega (después general ) , y mal t ra tados los jefes y ofi­ciales cuya Vida es tuvo en pel igro. E s t o most ró que el motín no era efecto de una so rp resa , sino un movimiento que tenía su origen en las mismas pas iones de los so ldados .

Sin embargo , que la revolución fuese decididamente hostil a la influencia del general San Mart ín , y federal is ta en sus tendencias , s e sometía , al menos os tens iblemente , a la au to ­ridad del Gobie rno centra l (19). D e es te modo, consiguieron que el Direc tor io , en medio de los conflictos que lo rodeaban, ie diese oficialmente su aprobación (20). La ve rdad es, que a! movimiento no había presidido ningún pensamiento político, y que en t re sus p romotores o coadjutores no había una sola ca­beza capaz de dar le dirección. Aspirando los e spo ros políti­cos que flotaban en la a tmósfera a rd ien te que resp i raban , dié-ronle por instinto el ca rác t e r de revolución federal , obede­ciendo a la impulsión descent ra l izadora en ¡a época . En con­secuencia , se dec laró por una asamblea porpular , convocada

(18) Navarro sobrevivió a sus heridas, hizo la campaña del Brasil y la del interior, con el General Paz, alcanzando el grado de Coronel.

(19) Oficio de Mendizábal al S. Director, de 10 de enero de 1820. Oficio de la Municipalidad de San Juan al S. Director, y Acta de la misma en igual fecha. M. S. S. (Publicados por Hudson, en sus «Recuerdos--, existiendo los originales en el arch. gral.)

(20) Oficio del Gobierno Directorial a Mendizábal; de 10 de fe­brero de 1820. M. S., del arch. gral.

Page 223: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 219

por el Cabi ldo: que San Juan e ra un pueblo independiente, pero que formaba p a r t e in tegrante de la nación argent ina, que se obligaba a obedecer las decisiones del Congreso de las provincias federadas que s e reuniesen, reasumiendo, mien­t ras tan to , su soberanía , y elevando su teniente gobernador a la ca tegor ía de Gobernador (21), título con que Mendizábal se había apoderado del mando.

La soldadesca sublevada se ent regó a la más desenfrenada licencia. S u s caudillos, sin autor idad rea l sobre ella, s e ene­mistaron en t re sí. Mendizábal p rocuró deshacerse de C o r r o como de un es to rbo . La t ropa se pronunció en favor de C o r r o . Mendizábal , a la rmado, ofreció al coronel Alvarado hacer le entrega del ba ta l lón . Al mismo t iempo, t emeroso de una reac­ción, dispuso, que el comandante Seque i ra , el mayor don Lu­cio Sa lvadores , de Buenos Aires; el capi tán don Camilo Be-navente , de Chile , y el de la misma c lase don Juan Baut i s ta Bosso, i tal iano, que había militado con Napoleón, fuesen con­ducidos a Tucumán por el camino de La Rioja. Cor ro , incita­do por los mismos Vecinos de San Juan , depuso a Mendizábal y lo const i tuyó en prisión. Mendizábal intentó de nuevo de­rribar a C o r r o , pe ro fracasó en su empresa y fué remitido preso a La Rioja (22).

El coronel Alvarado intentó sofocar el motín, y al efecto s e adelantó has ta San Juan al frente de dos escuadrones de ca­zadores a cabal lo con dos piezas de arti l lería, contando, sin duda, que a su aproximación la t ropa reaccionaría . T r e s le­guas an tes de llegar a la ciudad, pudo convencerse que j a t ro­pa sublevada e s t aba dispuesta a resist i r le , por lo cual s é d e -cidió a r e t rogradar , cediendo a las instancias del Cabildo, que le suplicó no pa sa r a ade lante , pa ra evitar un conflicto al Ve­cindario y una muer te segura a los oficiales p resos . Creyen­do notar que su misma t ropa es taba poseída de un mal espíri­tu, se ap re su ró a reconcen t ra r el regimiento de Granade ros a caballo, des tacado en San Luis, con el cual , el de C a z a d o r e s a caballo y algunos cazadores dragones del 1.°, r epasó inme­diatamente al Occidente de los Andes , y entregó la provincia de Cuyo a la anarquía , l levando a San Martín un cont ingente como de 1.000 hombres , más importante , que por su número, por ser la única cabal ler ía con que contaba pa ra la expedición ai Perú .

El contagio d e la anarquía se extendió pronto a San Luis y

(21) Acta popular, de 1.° de marzo de 1820, en San Juan. Véa­se «Extraordinaria» de B. A., de 24 de marzo de 1820.

(22) Mendizábal, remitido por el Gobernador de La Rioja a dis­posición de Güemes, y entregado por éste a San Martín, fue fusila­do en la plaza principal de Lima, el 30 de enero de 1822. Arenales, «Memoria histórica», etc., pág. 188.

Page 224: Historia Belgrano III

220 BARTOLOMÉ MITRE

Mendoza, que a ejemplo de los demás pueblos s e const i tuye­ron en Provincias autonómicas , deponiendo ia pr imera a su teniente gobernador Dupuy y renunciando e! gobe rnador in­tendente de ia segunda , nombrándose gobe rnadores por ei Voto popular . El genera l San Mart ín procuró sa lvar de es te naufragio los r e s to s del número 1.°, y envió un comisionado pa ra reducir lo a ia obediencia, ofreciéndole amnistía; pero es­colló en la ten ta t iva . Dueño C o r r o de ia si tuación, procuró pone r se de acuerdo con los caudillos de! litoral y marchó so­b r e Mendoza; pero es ta Provincia, a rmándose , ío obligó a re­t rog rada r sin combat i r , y su horda se disolvió más t a rde en el bandoler ismo, dejando libre a San Juan de su bruta! t i ranía.

En medio de es tas per ipecias , e ran inmolados en un paraje soli tario del Valle Fér t i l , como a unas 60 leguas al Nor t e de San Juan , el comandante Sequei ra y sus compañeros de infor­tunio (23). Es tos oficiales, que habían logrado evadi rse en-el

(23) Según don Domingo Torres, en su correspondencia con San Martín ' vque se citará después) la muerte de estos oficiales, tuvo lugar en el paraje denominado «Las Peñas.»—Según Huclson, en sus «Recuerdos», fué en Aguango, al oriente de la sierra del Valle Fértil, lo que no contradice lo anterior. Según Oiazábal, en sus «Episodios», fué a una jornada de San Juan, suponiendo que iban en dirección a la cordillera, en lo que hay error; y lo mismo repite el Coronel Ramiro, en sus «Recuerdos, de la Revista del Paraná.—En la «Biografía de don Nicolás Vega», se dice simple­mente que fué en los campos del Valle Fértil.—La tradición popu­lar de San Juan, señala tres cruces, que se ven aún al borde de una acequia, en el punto llamado Colorados, a una jornada de la ciudad, camino de la cordillera, como el paraje preciso donde fue­ron sacrificadas aquellas víctimas.—Según noticias verbales que me fueron comunicadas por mi amigo don Domingo de Oro, que se encontraba a la sazón en San Juan, y que conoció a todos ios actores de este drama, Sequeira y sus compañeros salieron de San Juan a cargo de una partida de milicias, mandada por don Fabián Carril, primo de Salvadores, con el objeto, por parte de Mendizá-bal, de garantirlos. En Tumana, al Orienta del Valle Fértil (50 a 60 leguas de San Juan), Carril les dio suelta para que se dirigiesen a Mendoza. El vaqueano que debía conducirlos por el camino de Las Lagunas, los abandonó, y extraviados tuvieron que regresar al punto de partida, Tumana, hacienda de don Borja Rúa. Allí es­taba el sargento Biendicho, que había salido en su alcance a la cabeza de una partida despachada por Corro. El primero que llegó fué Sequeira, y Biendicho lo derribó de un sablazo; el segundo fué Benavente, seguido por Boso, y ambos fueron muertos en el acto, corriendo igual suerte Salvadores, que al intentar huir, fué igual­mente ultimado. Se dijo entonces en San Juan y Mendoza, que Biendicho procedió por instrucciones de Corro, Mendizábal repro-

Page 225: Historia Belgrano III

HISTORIA OE BF.LGRANO 221

camino de San Juan a La Rioja, fueron alcanzados en ese pun­to por una partida despachada por Corro en su persecución, al mando de un sargento españo! llamado Caíalino Biendicho, perteneciente a los sublevados de la fragata Trinidad, quien los ultimó con sus manos bárbaramente a sablazos, en obe­diencia a las órdenes de Corro, según se dijo entonces publi­camente, aunque sólo consta por ¡a tradición ora!. Sus cadá­veres fueren arrojados a una acequia que entre unas peñas corr ía a ¡a inmediación del sitio del sacrificio (24). Junto con Sequeira, murieron de este modo Salvadores, Benavente y Bosso, jóvenes todos ellos, llenos de servicios y animados de heroicas esperanzas (25),

Este sacudimiento produjo una verdadera revolución polí­tica y social en las provincias de Cuyo. Las tres circunscrip­ciones que las formaban, Mendoza, San Juan y San Luis, constituidas en Estados federales de hecho, reasumieron su soberanía local, reconociendo, empero, la unidad nacional preexistente. Obligados a crear nuevos medios de gobierno, los encontraron dentro de su régimen municipal, elevando sus Cabildos a la categoría de Cuerpos Legislativos, ejecutores

bó el hecho, y mandó preso a Biendicho a Córdoba, a cargo de Bustos, a fin de juzgarlo después. Corro, al sustituirse a Mendizá-bal, lo pidió a Bustos e hízolo fusilar en la plaza de San Juan, cre­yéndose con generalidad que fué para ocultar su complicidad en la muerte de los referidos jefes y oficiales. Hasta- aquí la versión del señor Oro, que es la más digna de fe, y que, además de testigo de los sucesos, tuvo varios de estos pormenores del mismo Rúa, dueño de la hacienda de Tumana, donde se perpetró la matanza. En cuanto al sargento Biendicho, figura con este nombre en las listas de la «Trinidad», que originales existen eu el arch. gral., le­gajos Reservados. Fué premiado a la par de sus compañeros con un escudo de honor de paño blanco con vivo celeste, con esta ins­cripción: La Patria a sus nuevos hijos. En 1818 pasó a continuar sus servicios en el ejército de los Andes, y a él pertenecía cuando aconteció la sublevación.

(24) Cuatro de los asesinos, tomados después, fueron remitidos al Perú a disposición de San Martín, y fusilados en Huaura, previa sentencia de un Consejo de guerra, según Arenales. «Mem. Hist.»

(25) Para confeccionar esto bosquejo de la sublevación del re­gimiento núm. en San Juan, y sus consecuencias políticas, he­mos consultado los siguientes documentos, de que usaremos más ampliamente en la «Historia de San Martín», a saber: 1.° «Recuer­dos Históricos», por Hudson, en los ts. X, XI, XII y XIII de la «Re­vista de Buenos Aires». 2.° Arenales, «Memoria Histórica», pági­na 188. 3.° Paz, «Memorias Postumas», t. II, pág. 31. 4.° «Gaceta», de Mendoza, de agosto de 1820. 5." Ramiro, «Recuerdos sobre la creación de las provincias independientes y soberanas de Mendo-

Page 226: Historia Belgrano III

222 BARTOLOMÉ MITRE

de sus propias deliberaciones. En la necesidad de proveer a la defensa de su territorio, se armaron, y cada una de ellas tuvo su ejército loca!. Para garantirse del contagio de la anarquía y hacer frente a la liga de los caudillos del litoral, formaron entre sí una liga política, constituyendo una especie de dieta federal, compuesta de un diputado por cada provin­cia, a que dieron ei nombre de Convención, reconociendo por centro a Mendoza. En sus relaciones con las demás provin­cias, incluso las dei litoral, adoptaron la política pacífica de Bustos, con el cual contemporizaron, prestándose a concurrir ai Congreso Nacional promovido por éste. Así se iba resta­bleciendo ei equilibrio social por la gravitación de los intere­ses políticos y por sus afinidades recíprocas.

La Rioja, siguiendo el ejemplo de las demás provincias, de­puso a su Gobernador intendente y se declaró Estado inde­pendiente, federándose con San Luis. Bustos se apresuró a reconocer este hecho y pudo contar con un nuevo aliado. Tu­cumán se plegó desde luego al movimiento de Arequito, y contestó a su circular enviando sus respectivos diputados al Congreso. Güemes entró también en relaciones con Bustos, de quien era amigo, y aceptó la idea de reunir un Congreso, pero repugnando tiempre toda liga con los caudillos del lito­ral, se inclinaba más a Buenos Aires en el fondo. Las circuns­cripciones administrativas de Santiago del Estero y Catamar-ca, tenencias de Gobierno de Tucumán, como lo eran San Luis y San Juan de Mendoza y La Rioja de Córdoba, aspira­ban a emanciparse de su capital y constituirse, a ejemplo de las demás, en provincias federales independientes, recono­ciendo como ellas el vínculo indisoluble de la nacionalidad argentina, y no estaba lejano el día en que lo realizarían. Jujuy, que se diseñaba ya como un particularismo político, alimentada por el espíritu municipal, esperaba únicamente la oportunidad para hacer lo mismo. De este modo, y en medio de esta tempestad, se levantaban ocho nebulosas federales en el horizonte de la patria, señalando una nueva constela­ción del sombrío cielo argentino, gobernadas por misteriosas leyes de atracción que sólo el tiempo debía revelar.

El general San Martín se ponía igualmente en comunica-

za, San Juan y San Luis», en la Revista del Paraná, 1.1, pág. 183. 6.° Olazábal, «Episodios de la guerra de la Independencia», pági­na 84 y siguiente. 7.° «Biografía de don Nicolás Vega», págs. 11 y 12. 8.° Carranza, «Federico Brandzen», en la Revista de Buenos Aires, t. XVI, pág. 286. 9.° «Recuerdos», del General Alvarado, M. S., en nuestro archivo. 1'0.° Correspondencia de don Domingo Torres, comisionado de San Martín, en Mendoza, ídem id. 11.° Co­rrespondencia de San Martín con el Gobernador de Mendoza, Go-doy Cruz. M. S., ídem id.

Page 227: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 225

ción con Bus tos y comisionaba a su secre ta r io don Dionisio Vizcarra, a fin de que concurr ie ra mili tarmente por la fron­te ra Nor t e a la expedición del Pe rú , que a la sazón prepara ­ba, y que muy luego debía dar la Vela p a r a a segura r la inde­pendencia de! Cont inente americano. Bus tos , por cumplir con San Martín, sat isfacer el anhelo de sus subordinados , que an­siaban tomar p a r t e en la guer ra de la Independencia, y l ibrar­se de un compañero, importuno, despachó al coronel don Ale­jandro Heredia a! frente de los regimientos de Húsa re s y Dragones , que eran como 400 hombres , en su mayor pa r t e nat.Vos de !as provincias del Nor te . Es t a fuerza, dest inada a obrar de acuerdo con Güemes en el sentido de las indicacio­nes de San Mart ín , tenía por objeto cambiar el orden político de Tucumán, a la Vez de propic iarse ia buena Voluntad de Sal ta . De aquí debían nacer nuevas gue r r a s en t re los mismos caudillos, que ent regar ían a las provincias a is ladas y aniquila­das a la t i ranía de sus caudillos Vitalicios, hijos na tu ra l e s de una federación semibárbara , que sólo el t iempo, el t rabajo, el dolor, y, sob re todo, la inoculación de un nuevo elemento ci­vilizador, debía vivificar.

La liga de los caudillos del litoral l evantaba en la línea del Arroyo del Medio, ei pendón de guer ra sin t regua contra los poderes públicos de ¡a nación, que bamboleaban sob re sus ba­ses minadas . L a s pas iones anárquicas , cada Vez más brav ias , no sat isfechas ya con el triunfo en su terr i tor io , se desborda­ban sobre ia capi tal , amenazando echar por t ie r ra todas las instituciones del nuevo central ismo gubernamenta l , en nom­bre de la federación de hecho que proclamaban.

De es te choque y de es ta descomposición resurg i rá a su tiempo un nuevo principio de vida, que fijará perpe tuamente los contornos de la nación argent ina, le da rá su fisonomía propia y le inoculará un nuevo espíritu de cohesión. La gue r ra acercará las dos pa r t e s divididas, las pasiones y los in te reses se confundirán al chocarse , los caudillos del litoral argent ino romperán sus violentas a t aduras cen el ar t iguismo antinacio­nal y segregat is ta , y de e s i e modo, las provincias de En t r e Ríos, S a n t a F e y Cor r i en tes , volverán a ingresar de hecho a la comunión argent ina , identificadas pa ra s iempre a sus desti­nos buenos o malos, has ta const i tuirse de hecho y de derecho , según su genialidad.

El Gobierno centra l , aislado y a t r incherado en Buenos Ai­res, defenderá a la Vez que la causa de las insti tuciones exis­tentes, ei último recinto de la civiluación argent ina que pose­yese en aquella época, e lementos de gobierno regular y mori-gerador . L a s insti tuciones nacionales caerán , pero Buenos Aires sa lva rá su independencia municipal, su constitución orgánica, sus fuerzas conse rvadoras y r e p a r a d o r a s , su poder expansivo, y s e conver t i rá en el núcleo, en to rno del cual s e

Page 228: Historia Belgrano III

224 BARTOLOMÉ MITRE

condensarán las nebulosas del cielo argent ino que hemos se­ñalado an tes , regulando su marcha por la suya, en obediencia a las leyes de la atracción del t iempo.

Buenos Aires se conver t i rá en un Es t ado federal e indepen­diente, bajo o t r a s reg las que las del caudillaje bruta l , y dará el tipo de la nueva federación, nacida de las en t r añas de la anarquía semibárbara y amamantadas por la civilización. Es ta doble t ransformación, Verdaderamente mitológica, que tendrá lugar al consumarse la g ran ca tás t ro fe del año 20, s e r á la úl­tima evolución de la revolución interna del pueblo argent ino, que comple tará la de la Independencia, y a una y o t ra asisti­remos en los capí tulos s iguientes .

Page 229: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XLIS

EL AÑO VEINTE. - L A CATÁSTROFE

1820

Pródromos del año 20.—Las dos faces de la guerra entre la Amé­rica y la metrópoli.—Revista de las expediciones peninsulares contra la América.—La expedición preparada en Cádiz, contra el Río de la Plata y sus peripecias.—Los agentes secretos del Gobierno argentino en Cádiz, y sus trabajos en 1820.—La revo­lución de Riego.— Continúa la historia de la diplomacia de la revolución.—Complemento do la misión de don Valentín Gó­mez.—Política del Congreso en retación al Brasil, con motivo del proyecto del. príncipe de Luca.—Nuevas instrucciones del Go­bierno sobro este proyecto, y su desenlace.—Alarmas de la épo­ca.—Actitud del Congreso.-- Destierro de Pueyrredón y Tagle.— Nombramiento de un Director sustituto.—Formación de! ejérci­to directorial.—El campo de Cepeda.—Apocamiento del espíritu militar. —Batalla de Cepeda.- Notable retirada de la infantería directorial, al mando de don Juan R. Balcarce.—Impresión de la batalla de Cepeda, en la capital.—El municipio de Buenos Aires, se pono en armas.—Noticias sobre el General Soler.—Política pacífica de ios federales.—Mutaciones en el Gobierno general.— Bosquejo histórico sobre los Cabildos.—El Cabildo de Buenos Aires, entra en tratados con los federales.—Ramírez, desconoce sus poderes.—El General Soler, intima la caída de las autorida­des nacionales.—Disolución doi Congreso, y cese del Directorio. El Cabildo reasume el mando de la Provincia de Buenos Aires. Efecto que produce ei golpe de Estado de Soler.— Política inter­provincial.— Conferencia de Ramírez y López, con los comisio­nados del Cabildo.—Moderación de los caudillos federales.— Contradictoria actitud de Soler, y causas que la explican.—So­ler ontra en negociaciones con Ramírez.—Soler, Ramírez y Ló­pez, ajustan un armisticio en Lujan.—Mutación política en la capital, y reaparición de la columna de Balcarce.—Actitud de Soler y Ramírez, con motivo de estos sucesos.—Prospecto.

Volvamos a r eanuda r el hilo de la narración, desde el mo­mento en que ro t a s ias hosti l idades con San ta F e , el Direc tor Rondeau se ponía en campaña al frente del ejército de la ca­pital, anunciando «que todas las fuerzas del Es t ado iban a

15

Page 230: Historia Belgrano III

226 B A R T O L O M É M I T R E

empeñarse en la lucha» (1). Según se explicó ya, el objeto del Gobierno Nacional era reunir en e! terr i tor io de ia provin­cia de Buenos Aires , una masa militar de ocho a diez mil hombres , concent rando ios ejércitos de los Andes y dei Alto P e r ú sobre la base del de la capi ta i . Mora lmente considerada es ta operación, e ra una cobardía , en presencia de menos de dos mil montoneros , ma! a rmados y sin r ecur sos . Militarmen­te juzgada, era una imprevisión en t regar todo ei r e s to de! país al enemigo, circunscribiéndose a un solo punto , que por sí mismo es t aba garant ido . Pol í t icamente, e ra ¡a abdicación del poder , abandonar a la anarquía todo ei ter r i tor io que las a rmas no podían pro teger , y en el cuai su acción disolvente debía d i la tarse na tura lmente . Del punto de vista de la revo­lución americana, era una ve rdade ra deserción desguarnecer las f ronteras de! Nor te , donde el ejército auxiliar hacía frente ai ejército real is ta dei Alto Perú , renunciando a la alianza con Chile y a ía expedición del Bajo Pe rú , que debía dar ei golpe final'al poder español en Sud-América; y lo e ra mucho más aún, si se tornan en cuenta ' a s t eneb rosas maniobras di­plomáticas a que tal combinación respondía .

Hemos Visto que ¡a concentración de los ejércitos naciona­les en Buenos Aires , respondía , por una pa r t e , a ia necesidad de hacer frente a >a gue r ra civil, y por ia o t ra , a! amago de la expedición española, que desde Cádiz s e p r e p a r a b a hacía t r e s años . Como Varias veces nos hemos referido a es ta ex­pedición incMentaimente, ha llegado el caso de condensar cuanto a ella s e refiere, complementando, a la vez, los proyec­tos de monarquía con que se ligaba, y dejar así explorados a ia luz de documentos fidedignos, e s tos pun tos oscuros de la h is tor ia 'de ia independencia argent ina .

La lucha de la emancipación americana en los pr imeros cin­co años (desde 1810 has ta 1814), había sido una verdadera gue r ra civil, a l imentada por las mismas poblaciones , pues ¡a metrópoli , ocupada en esa época por los ejércitos de Napo­león, apenas e ra p a r t e pasiva. Rest i tuido e! Rey Fernando VII a! t rono de las Españas , ¡a lucha cambió de faz. La revolución s e había hecho invocando el nombre de Fe rnando VII, única autor idad legal que reconocían las Américas , según la teor ía revolucionaria explicaba antea, que conver t ía la soberanía del monarca en soberan ía dei pueblo, de donde der ivaban las Co­lonias el de recho de g o b e r n a r s e a s í mismas duran te ei cauti­verio de! Rey. F u é entonces, cuando las Provincias Unidas buscaron un acomodamiento con ei monarca , diputando al efecto a Be lg rano y Rivadavia, como los Es t ados Unidos en­viaron c Franklin a Ingla terra , an tes de romper definitiva­mente con la metrópoli y dec la rar su independencia. Los tris-

(1) Véase capítulo XL.

Page 231: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 227

tes resul tados que es ta política contempor izadora dio, han sido ex tensamente n a r r a d o s en los capítulos an te r io res . Desde entonces, el Rey de España , cuyo primer paso fué abolir la Constitución que el pueblo español s e había dado en su ausencia, pre tendió ser tan absolu to en América como en la Península. D e es te ¡nodo, ia insurrección americana, que an tes había sido una guer ra civil, tomó el c a r ác t e r de una gue r ra oficial, a que la nación española no podía asoc ia rse con su pasión, y que sólo respondía a las p re r roga t ivas t radicionales de la Corona , por ia misma nación desconocidas . La pr imera tentativa que en es te sentido hizo Fe rnando VII, fué la expe­dición de diez mil hombres al mando de Morillo, dest inada en su origen al Río de ia P la ta (2), y que dirigida en 1815, cont ra Venezuela, fué a es t re l la rse allí, contra Colombia, acaudil lada por Bolívar, quien debía dar cuenta de ella en una lucha tan encarnizada como inmortal .

Por es te mismo tiempo, las Provincias Unidas proc lamaban su independencia a la faz del mundo y reconquis taban a Chi le y amagaban al Perú , después de haber expulsado a los e spa ­ñoles de Montevideo, dejándoles por único refugio el Virre i ­nato dei P e r ú en ia América meridional. Convencido en tonces el Gobierno español de que había sido un e r ro r no dirigir la expedición de Morillo al Río de la P la ta , y que en es ta región era donde residía el nervio de la insurrección Sudamer icana , contrajo todos sus esfuerzos a p r e p a r a r o t ra expedición mili­tar que la sojuzgase por la fuerza de las a rmas . La invasión brasí l ico-portuguesa y las cuest iones que con tal motivo so­brevinieron en Europa , Vinieron a cruzar los planes del Go­bierno español , imposibilitado por es ta complicación de tomar pie en la margen oriental del Río de la P la ta , lo cual hacía que la expedición fuese i r real izable . En es ta expecta t iva se pasó todo el año de 1817.

En la imposibilidad de invadir inmediatamente el Río de la Plata, el Gobierno español s e decidió a despachar una expe­dición a Lima, con ei objeto de sos tener ¡a guer ra , mient ras se ponía en condiciones de hacer esfuerzos mayores . E s t a expidición dio la Vela en Cádiz el 21 de mayo de 1818. Com­poníanla once t r anspo r t e s , convoyados por la fragata María Isabel, uno de ios buques de guer ra que la Rusia había cedido a ¡a España p a r a reconquis tar sus Colonias . Los t r anspo r t e s traían a su bordo dos ba ta l lones del regimiento de Can tabr ia , un regimiento de cabal ler ía y t r e s compañías de art i l lería y

(2) De esta expedición, 600 hombres pasaron a Puerto Rico, y 1.700, al Perú, por la vía del istmo de Panamá, los mismos que, en su mayor parte, siguieron a reforzar el ejército de La Serna, en el Alto Perú, y concurrieron a la expedición de Salta, en 1817, de cuyo rechazo hemos dado ya noticia.

Page 232: Historia Belgrano III

228 BARTOLOMÉ MITRE

zapadores , en todo como 2.800 hombres , conduciendo un ar­mamento de 8.000 fusiles. „ Por for tuna, a r r ibó a Buenos Aires ei 25 de julio, con cin­

cuenta y seis días de navegación, ei bergant ín Lady Warren, conductor de avisos opor tunos de ios agen tes secretos ' de! Gobierno argent ino en aquel pue r to (de quienes se hab la rá después) . El capi tán de es te buque dio noticia de haber dejado la expedición en los días 21 al 25 de junio, a los dos grados latitud Nor te , comprobando su informe con la exhibición de su diario de Viaje (3). En consecuencia , e! Gobierno argent ino dispuso la salida de dos bergan t ines a rmados en gue r r a , con el objeto de explorar la costa has ta el Pacífico, y así lo p r e ­vino al general San Mart ín , a fin de que e! Gobierno de Chi­le, que a la sazón formaba su escuadra en Valpara íso , toma­se sus medidas, p rocurando in te rcep ta r la expedición.

Un mes después (el 26 de agosto de 1818), a r r ibaba al puer ­to de la ensenada de Ba r ragán , una fragata con 180 hombres de t ropa y 500 fusiles a su bordo. E r a la Trinidad uno de los t r a spo r t e s de ¡a expedición española (4).

E s t e buque se había sepa rado del convoy el 25 de julio a los cinco grados Nor te . A es ta a l tu ra se había sublevado la t ropa de la f ragata , encabezada por ios sa rgen tos Remigio Mar t ínez , Franc isco Quintana y ei cabo J o s é Quintana , que desde Cádiz venían completados aí efecto, habiéndose pues to de acuerdo con sus compañeros du ran te el viaje. A pesa r de ia res is tencia que opusieron los oficiales apoyados por una p a r t e de la tr ipulación y t ropa , que amenazaban dar fuego- a la san ta b á r b a r a , los sublevados se hicieron dueños del bu­que, y dieron orden ai capi tán de poner la proa a Buenos Ai­r e s . Po r e s t e medio, el Gobierno argent ino tomó conocimien­to del pian de seña les y punto de reunión del convoy, que se ap re su ró a transmitir a Chiie por la vía t e r r e s t r e . Un mes des-

(3) Estos detalles desconocidos, son tomados de los documen­tos que bajo el rubro de «Reservados», existen en un legajo del archivo general, que hemos citado varias veces. En él se encuen­tran: 1.° El oficio reservado del Gobierno argentino al General San Martín, de fecha 29 de julio de 1818, en que se le avisa de la marcha de la expedición. 2.° Uu extracto de la correspondencia de los agentes de Cádiz, de 28 y 29 de mayo. 3.° Oficio del Gobierno ar­gentino a San Martín, de 8 de agosto de 1818, anunciándole la sa­lida de los bergantines de guerra Maipo y Lucía (el primero con bandera argentina, y el segundo con bandera chilena), con el ob­jeto de recorrer las costas hasta el Pacífico. M. S. S.¡ del archivo genera!.

(4) Las listas y estados originales existen en el legajo de «Re­servado», antes citado. M. S. S., del arch. gral.—Véase Gaceta de Buenos Aires, núm. 86, de 1818.

Page 233: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 229

pues (el 28 de oc tubre de 1818), lá María Isabel, f ragata de 44 cañones , e ra a p r e s a d a por ¡a escuadra chilena d e Ta ícahuano , y sucesivamente caían en su poder cua t ro t r anspor t e s de la ex­pedición con 800 hombres de desembarco , quedando desde en­tonces ¡a marina independiente imperando en las aguas del Pacífico (5).

Es t e con t ra s t e causó profunda impresión en España , ha­ciendo más impopular ia gue r r a contra las Colonias . A pesa r de es to , el Gobierno español , empeñado en la empresa de do­minar la insurrección por las a rmas , ap res tó una nueva expedi­ción de seis navios y seis f raga tas , con 6.000 hombres de des ­embarco , que suces ivamente fué e levando has ta 6 navios , 15 f raga tas , 3 co rbe tas , 10 bergan t ines , 3 gole tas , 29 b a r c a s cañoneras y 40 t r a spo r t e s con 20,000 hombres de t r o p a s de desembarco de ¡as t r e s a r m a s (6). Confióse e l mando al conde de la Bisba!, más conocido en la his tor ia bajo ei nombre del general don Jo sé O'Donnei l , y se señaió por cent ro de ella el puer to de Cádiz . F u é en tal ocasión que el Gobierno argent i ­no, se r iamente a la rmado por es ta amenaza , ordenó que el ejército de los Andes r e p a s a s e ¡a cordil lera, con el objeto de hacer le frente, siguiendo en es to las insinuaciones del genera l San Mart ín , que a la sazón tenía en Vista su campaña al Bajo Pen i como el mejor medio de c o n t r a r r e s t a r la expedición anunciada (7).

(5) Véase nuestros «Episodios de la Revolución Argentina», capitulo MARÍA ISABEL.

(6) Véase Gaceta de B. A., núm. 153, de 1819. (7) Para que pueda formarse idea cabal de los esfuerzos hechos

por la España, para reconquistar sus Colonias insurreccionadas, y de los que aún tenían que hacer éstas para afirmar su independen­cia, debe saberse, que desde 1810 a 1813, habían pasado de Espa­ña a América, 15.625 soldados veteranos, en las expediciones de 1811, 1812 y 1813, siendo una de ellas destinada a Montevideo. Después del regreso de Fernando VII al trono, en 181-1, se dirigie­ron a América 13 expediciones, sumando un total de 26.542 sol­dados, de los cuales, 4.000 con destino al Perú. La España tenía a la sazón (1820), cerca de 100.000 hombres en los puntos de la América al Sur y al Norte, ocupados por sus armas. Estos datos son tomados de la «Memoria», que el ministro de la Guerra, mar­qués de Amarillas, presentó a las Cortes españolas, el 14 de julio de 1814.— Sesún Presas, en su «Pintura de ios males que ha cau­sado á la España el Gobierno absoluto», quien se refiere a datos oficiales, el gasto que ocasionaron estas expediciones, alcanzó a 1.500.000.000 de reales, o sean 75 millones de duros.—El marqués de Amarillas, en la «Memoria», da sólo 12.395 soldados realistas en el Perú; pero según datos más fidedignos, el número de ellos, alcanzaba a 23.000 hombres en 1820, como se ha dicho ya.

Page 234: Historia Belgrano III

230 BARTOLOMÉ MITRE

Desde entonces, toda ¡a política interna y externa de las Provincias Unidas, giró alrededor del fantasma de la expedi­ción española. Las relaciones con la vecina Corte del Brasil, la conducta con Artigas en presencia de la invasión de la Ban­da Oriental por las armas portuguesas, la alianza con Chile, la diplomacia con las cortes europeas, el repaso de! ejército de los Andes, todo se subordinó a esta primordial atención, como se ha explicado ya; y como se ha visto, hasta e! armis­ticio en medio de la guerra civil con Santa Fe, fué determina­do por las comunicaciones del Gobierno de Chile y del gene­ral San Martín, que con esta expedición se relacionaban.

El Gobierno argentino tenía sus agentes en Cádiz, que le instruían con puntualidad de todo lo reiativo a la expedición, y que además se ocupaban en cuanto les era posible tansmi-tir otras noticias importantes y obrar sobre el espíritu de los oficiales expedicionarios. Uno de ellos era un corresponsal oficioso, llamado don Juan Lagosta, argentino, que hacía años residía en aquella ciudad estudiando las ciencias médi­cas. Sus correspondencias revelan un hombre de espíritu cul­tivado, ardiente patriota y activo catequizador, aunque algo visionario en sus planes (8). Ei otro era don Andrés Arguibel, natural de Buenos Aires, establecido en la plaza de Cádiz, que se comunicaba directamente con Pueyrredón. Este fué quien tan oportunamente comunicó la salida de la expedición de que formaba parte la Trinidad, y cooperó a otros trabajos de mayor importancia. El más caracterizado (9) de estos agen­tes era don Tomás Antonio Lezica, comerciante argentino, que gozaba de gran crédito en Cádiz, y que, de acuerdo con Arguibel, se ocupaba en transmitir noticias y sondear las dis­posiciones del ejército expedicionario. En agosto de 1819, el Directorio le autorizó para librar contra el Tesoro por el im­porte de los gastos que impendiese en su comisión (10). Lezi­ca y Arguibel, al procurar conocer ias disposiciones del ejér­cito acantonado en la Isla de León, pudieron cerciorarse de lo impopular que era en é! la guerra de América, ei descon­tento de que estaba animado contra el Gobierno absoluto de Fernando VII, los proyectos de sus principales jefes para in­surreccionarlo y proclamar la Constitución de! año XII, y pe­netraron en la organización de sus juntas secretas donde se elaboraba la gran revolución libera! española, que debía cam­biar la faz de !a madre patria. Comunicadas estas noticias al

(8) Carta de don Juan Lagosta a Pueyrredón, de 30 do julio y 2 de agosto, y plan adjunto. M. S., autógrafo en nuestro archivo. (Papeles de Pueyrredón.)

(9) Archivo secreto del Congreso de Tucumán, ya citado. M. S. (10) Nota reservadísima del Directorio a don Tomás Lezica,

del 12 de agosto de 1819. M. S., del arch. gral, leg. Reservados.

Page 235: Historia Belgrano III

HISTOK-IA O S BSí-GRAÍJO 231

Gobierno, por intermedio de su hermano don Ambrosio Lezi-ca en Buenos Aires , fué autor izado a ade lan ta r sus t raba jos en el sentido de iniciar re lac iones con los jefes de ia revolu­ción, ofrecerles r ecursos en nombre de ia nación, y promover por iodos los medios ei espír i tu de insurrección que ya cun­día por toda ia Península .

Por ais lados y poco eficientes que es tos t rabajos fueran, el hecho es , que la Repúbl ica Argent ina contr ibuyó a! resu l tado en la medida de sus facul tades , y que los agen tes que Sa r e ­presentaron en aquel la ocasión s e hicieron ac reedores a la grati tud nacional (11).

(11) Véase «Refutación á la. atroz calumnia hecha á un Gene­ral de la República argentina, por Alejandro H. Everet, ministro plenipotenciario de los Estados Unidos en España», firmada por don Juan Martín de Pueyrredón. Allí, al darse noticia de la coope­ración prestada por el Gobierno argentino, a los trabajos prepara­torios de la insurrección que muy luego estalló en la Isla de León, se invoca el testimonio deí Coronel Quiroga, uno de les principa­les jefes de ella, a la par de Riego, quien confirma el hecho en la Memoria que publicó sobre estos sucesos. Al tiempo de publicarse el escrito de Pueyrredón en Buenos Aires (1829), se hallaba en esta ciudad el intendente general del ejército español en aquella época, don Guillermo Vitini, cuyo testimonio también se invocaba, por lo que respecta a las cantidades de dinero anticipadas para la empresa por cuenta del Gobierno argentino. Los libramientos por las cantidades anticipadas por don Tomás Lezica y don Andrés Ar-guibel, a cargo de don Ambrosio Lezica, fueron cubiertos por el tesoro argentino, en vista de un expediente que se formó para le­gitimar el cobro, interviniendo como asesor, el doctor don Miguel Villegas. No hemos podido consultar el expediente original que debiera existir en el archivo general, y el documento, de 12 de agosto de 1819, ya citado, es lo único que sobre este asunto hemos podido hallar en los legajos cuidadosamente registrados. Según lo asevera Florencio Várela, en su refutación al folleto del General Lamadrid, «Origen de los males y desgracias délas Repúblicas del Piala», pág. 14, «don Andrés Antuibel justificó todos sus servicios en la insurrección de la expedición de Cádiz, para obtener el reem­bolso de lo que con este objeto gastó». Sus servicios a la revolu­ción hubieron de conducirle al cadalso: tuvo que fugar de Cádiz y refugiarse en Gibraltar, donde continuó sus trabajos —Cuando las Cortes se reinstalaron, regresó a Cádiz, y en 20 de abril de 1820, firmó con don Tomás Antonio Lezica, a la par de otros americanos, una representación a Fernando VII, en defensa de la revolución americana, que se registra en el núm. 21 de la Gaceta de B. A., de 1820.—Alcalá Galiano, actor en el movimiento de Cádiz, niega en sus «Apuntes sobre el alzamiento del ejército de Ultramar», que los americanos hubiesen contribuido a él con diaero. No obstante,

Page 236: Historia Belgrano III

232 B A R T O L O M É M I T R E

La aglomeración dei ejército expedicionario en la Isla de León, Cádiz y sus inmediaciones, fué ocasión de que los libe­ra les españoles s e comunicasen sus ideas y se pusieran de acuerdo para producir un movimiento. Desde 1814 has ta 1818, cinco insurrecciones con las mismas tendencias habían esta­llado en la Península , encabezadas por Mina, Por l ier , Lacy, Richard, Vidal, Bel t rán de Lis y o t ros , que habían expiado su patr iot ismo en un cadalso o se hal laban en el des t ie r ro (12). Los jefes militares de la conjuración se organizaron en socie­dades sec re tas , tomando las formas de ia masoner ía política, y Cádiz se hizo el cent ro de los t raba jos revolucionarios. C re í a se que el mismo O'DonnelI es taba iniciado en eilos, y que s e hal laba dispuesto a ponerse a la cabeza del ejercito con tal objeto. Próximo a es ta l lar el movimiento, el general O'DonnelI , después de conferenciar con el ministro de la Ma­rina, que lo era ei exvirrey de Buenos Aires , don Ba l taza r Hi­dalgo de Cisneros , se decidió a sofocar la conspiración, efi­cazmente ayudado p a r a ello por el genera l suizo Sarsfield, que se había inter iorizado en los p lanes de los conjurados, afectando aprobar los . El genera l en jefe proclamó una pa r t e de las t ropas , ofreciéndoles que, por el servicio que iban a p re s t a r , quedar ían exentas de marchar a América, y a la ca­beza de el las rindió a los cue rpos comploíados , a r r e s tó a sus

en su «Historia del levantamiento, revolución y guerra de Espa­ña», que reproduce sentencialmente aquel escrito, guarda silencio sobre el particular. La Fuente, en su «Historia de España», más imparcial o mejor -informado, a pesar de seguir a Galiano en los detalles de la conjuración, no reproduce su primera negativa, y por el contrario, reconoce que «los agentes americanos no se des­cuidaron en fomentar la repugnancia y el descontento de los mili­tares».—A más del manifiesto de Quiroga invocado por Pueyrre­dón, existe otro testimonio oficial de este mismo General, dado en Cádiz, en presencia de la bandera argentina, puede decirse. En la obra titulada «Histoire de la révolution d'Espagne, en 1820», en la página 249, se dice que al tiempo del pronunciamiento de Riego y Quiroga, varios buques con pabellón argentino establecieron su-crucero a la altura del cabo de San Vicente, dos de ios cuales, pe­netraron al estrecho gaditano y establecieron frecuentes comuni­caciones con los patriotas españoles de la Isla de León. Con tal motivo Quiroga explicó la presencia de esos buques en su Boletín número 4-, en que dijo al ejército: «Nuestros hermanos de la Amé­rica meridional se juntarán á nosotros para la defensa de nuestra causa; y nosotros recibiremos de ellos poderosos auxilios.»

(12) Véase «Apuntes histórico-críticos para la historia de la revolución de España», por el marqués de Miraflores, págs. 26 y 27, y Alcalá Galiano, «Historia del levantamiento, revolución y guerra civil de España», cap. III, págs. 9-4 y siguientes.

Page 237: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 255

jefes y desba ra tó la conjuración, de sba ra t ándose al mismo tiempo ia expedición (13). Poco después , s e introdujo la f iebre amarilla en ei ejército de Cádiz, y desde entonces las Prov in­cias Unidas pudieron c ree r que el peligro e s t aba conjurado. Fué en es ta ocasión cuando el general San Mart ín, que había repasado la cordi l lera con pa r t e del ejército, indicó al Go­bierno la conveniencia de Volver a reconcent ra r lo en Chile, para i levar ade lan te la campaña de! Bajo Pe rú , ya definitiva­mente aco rdada .

Sin embargo , poco t iempo después Volvieron a renacer las alarmas, con motivo de anunciarse que el Rey de España es­taba empeñado en l levar a todo t rance a cabo la expedición. Al efecto, fué nombrado general en jefe de ella, el teniente general don Félix Callejas , antiguo Virrey de Méjico, conocido con el título de conde d e Ca lderón . Diseminados ios cuerpos expedicionarios, con motivo de la fiebre amaril la, el batal lón de Astur ias s e acantonó en el pueblo de las C a b e z a s de San Juan. Mandába lo el comandante don Rafael del Riego.

El 1,° de enero de 1820, dio Riego el gri to que lo ha inmor­talizado, proclamando, al f rente de las banderas , la Const i tu­ción española del año 12, abr iendo pa ra su pat r ia la era de la libertad, a la vez que ce r r aba por el hecho la guer ra de ia América con su antigua metrópoli . P e r o al mismo t iempo que la amenaza de la expedición española se disipaba como una nube en el hor izonte lejano, la t empes tad es ta l laba con más Violencia en el hor izonte de la pat r ia , sublevándose si­multáneamente las provincias y los ejérci tos, y aislando al Gobierno centra l en ia capital de Buenos Aires .

El Director Rondeau , cuya elevación coincidió con ia suble­vación del ejército de Cádiz, se había hecho cargo de una si­tuación perdida en el interior, por los p rogresos de la anar­quía y la enervación de las fuerzas que debían con t r a r r e s t a r l a . Recibió, además , como herencia , el plan de política in terna­cional t r azado duran te la administración de Pueyr redón , del cual eran e jecutores García en ei Brasi l , Rivadavia en Ingla­terra y don Valentín Gómez en Franc ia , siendo su Direc tor el ministro Tag le en el Gobierno . E s t e plan, inspirado por la im­potencia pa ra dominar la anarquía , aconsejado como un medio de in teresar a ias potencias eu ropeas en el reconocimiento de la independencia, a fin de poner así término a la lucha con ia España , y desenvuel to bajo la presión de ia amenaza de ia expedición de Cádiz, ha sido ya ex tensamente explica­do, y na r rados todos sus incidentes a la luz de nuevos e i r re ­cusables documentos . P e r o es ta es la ocasión de complemen­tar la historia de cuanto a tan impor tan te punto s e relaciona,

(13) Véase Gaceta de B. A., núms. 144 y 145, de 1819, y «Apuntes», de Miraflores. eit., pág. 29 y, Alcalá Galiano, cap. III.

Page 238: Historia Belgrano III

254 B A R T O L O M É M I T R E

estudiando bajo todas sus fases la si tuación de que se recibió Rondeau, a la Vez que explicar mejor ¡as causas que produje­ron ia ca tás t ro fe en que cayó envuel to el Gobierno general .

Ya se ha dado noticia eo o t ro capítulo de ia misión de don J o s é Valentín Gómez v. F ranc ia , con el objeto da buscar un soberano pa ra el Río de la Piafa, a ; , trueque dei reconocimiento de su independencia; de la p ropues ta del Gobierno francés p a r a reconocer a! príncipe de Luca como tal , enlazándolo con una pr incesa del Brasi l ; de ¡a aprobación dada por ei Con­greso argent ino a e s t e p royec to , así como del cómico desen­lace que tan t r i s te negociación tuvo (14).

La p ropues ta transmitida por el enviado argent ino en Par í s , llegó al Río de la P la ta cuando el genera l Rondeau se hallaba en el Gobierno , según se dijo an t e s . P e r o como la política era la misma, y ios mismos hombres la dirigían, el nuevo Director continuó con el mismo Ministerio de Pueyr redón , y el doctor Tag le e r a s iempre ei doctor de la pol i t ; ca ex te rna . Como se r eco rda rá , ias comunicaciones del enviado fueron conducidas por don Mar iano Gut ié r rez Moreno , emisario del ministro de Chi le en Londres , que lo e ra don J o s é de Irizarri . Gut iér rez Moreno conferenció con Rondeau, le comunicó que e ra por­tador, de iguales proposiciones del ministro Irizarri pa ra Chi­le, y que Gómez y Rivadavia le habían encargado verbalmen-te encarec iera al Gobierno argent ino no dejase escapar una ocasión tan favorable . Con es tos da tos , ei Di rec tor Rondeau, de acuerdo con la logia de que e ra miembro, como se sabe , pasó el p royec to al Congreso en oc tubre de 1819, recomen­dando su consideración con preferencia a o t ro negocio, por­que según él, «de la resolución que s e tomase podía depender la expedición española p royec tada contra el Río de la Pla­ta» (15). Como se ve , aun cuando el objeto ulterior e ra el es­tablecimiento de una monarquía que. resolviera las cuestiones de la independencia y la de la Banda Orienta l con el Brasil (según an tes se explicó), el objeto inmediato¿.era alejar la ex­pedición e s p a ñ o l a d a ! Río de la P la ta y de Chile , dejando a la España en l ibertad pa ra dirigir sus fuerzas cont ra el Perú, México y Venezuela , a la sazón insurreccionadas , y de cuyos enviados en Europa se había prescindido es tudiosamente (16). Es t a siniestra faz americana de la cuestión; el hecho evidente de que el s is tema monárquico cont ra r iaba la opinión pública

(14) Véase el final del capítulo XXXV, título L A DIPLOMACIA DE LA R E V O L U C I Ó N , 1317-1818. "

(¡5) Oficio de Rondeau, de 26 de octubre de 1817 al Congreso en el Proceso de Alta Traición, ¡,-ág. 7. Se registra al folio 128 del libro original de actas secretas del Congreso. M. S.

(16) Papeles de don Valentín Gómez, correspondencia con Irizarri y Rivadavia. M. S. S.

Page 239: Historia Belgrano III

HISTORIA D E B E L G R A N O 255

y embravecía más las res is tencias de ias masas ; la circuns­tancia de que ei p royec to era incompatible con la Consti tu­ción republicana rec ientemente jurada, todo contribuía a dar ante ei país a es tas maniobras t eneb rosa s ei ca rác te r de la traición. E! Congreso , sin embargo , ap robó el p royec to en los términos que an tes s e dijo. Aunque ía discusión tuvo iugar en sesiones sec re ta s , el misterio t rasp i ró , y abul tados los he­chos por la pasión, a la vez que exal tado el espíritu público, la alarma cundió por todas pa r t e s , perdiendo así el Gobierno central el apoyo de la opinión cívica, que lo abandonó pa ra siempre. Al mismo tiempo que esto tenía iugar (noviembre de 1819), ia gue r ra de San ta F e es ta l laba de nuevo, y ei Di­rector Rondeau se ponía en campaña , p rocurando hacer con­verger hacia Buenos Aires todos los ejércitos de ia República.

En el in terés de saca r desdé luego todas las ventajas posi­bles de es ta combinación y vincular a las relaciones con el Brasil, el Congreso , teniendo a la Vista ias comunicaciones de García, así como las de Gómez (17), resolvió (ei 22 de no­viembre de 1819) que se previniese al pr imero por vía de ins­trucción: 1.° Q u e es tando decidida la C o r t e dei Brasil a aban­donar la plaza de Montevideo y a una neutral idad en t re la España y las Provincias Unidas, !e exigiese un t ra tado públi­co en ta! sent ido. 2.° Q u e el Brasil se obligase a no dar a ía España puer tos ni auxilios con que di rec tamente pudiese és ta hacer ¡a gue r ra contra las Provincias Unidas y facili tarle el trimifo. 3.° «Que siendo más difíci! al Gobierno argent ino ha­cer frente al gran armamento de la España sin una unidad de acción simultánea en t re ias provincias , él (e! Brasi!) procura­se poner fin á esa división intestina de los or ienta les , que han sido los to rmentos del Gobierno y ia calamidad del Es tado ; y que para lograr lo s e hace muy preciso que S. M. fidelísima mande re t i ra r á las f ronteras de su terr i tor io todas las t ropas que ocupan la Banda Orienta l y septent r ional de es te Río (de la Plata): po rque siendo la resis tencia de es te Gobierno á romper con S. M. F . , como la invasión de aquellos terr i to­rio», el p re tex to de que se ha Valido Art igas pa ra t ras ladar á esta banda el t ea t ro de la guer ra , es de e spe ra r que, faltan­do esa invasión, sea más dócil a las ventajas de la unión, y cesen ias pas iones que s iempre nacen de una organización nueva»: 4.° Q u e acordada la evacuación de la plaza de Mon­tevideo por ias t ropas por tuguesas , se insista en que con ia posible anticipación, s e verifique, a fin de que su abandono no ceda inmediatamente en beneficio de ía España , y perjui-

(17) Las de García, eran de 14, 16, 28 y 29 de octubre de 1819, y las do Gómez, de 19, 21 y 29 de julio, 12, 17 y 20 de agosto de i819, según las referencias que se hacen en el oficio reservado del Congreso, que se citará más adelante. M. S.

Page 240: Historia Belgrano III

236 B A R T O L O M É M I T R E

CÍO de la defensa genera l de las Provincias Unidas. 5.° Que se ins t ruyese a Garc ía del tratado (sic), remitido por Gómez desde Par í s , a fin de que con es ta noticia pudiera recoger el fruto que daban las c i rcunstancias . 6.° Po r üitimo, preveníase abr i r re iaciones con el Cabildo de Montevideo , a efecto de que, verificada la evacuación de la plaza, se ob ra r a de acuer-do-con él en todo lo relat ivo a la defensa y seguridad común cont ra los esfuerzos de la España (18).

E s t a s instrucciones, inexplicables después del Voto de! Congreso aceptando la candidatura dei príncipe de Luca como sobe rano del Río de la P la ta (aunque condicionalmen-te), reve laban más candor que habilidad o malicia. Con una monarquía en perspec t iva , suponían, que por es te medio iban a ap lacar las furias de la anarquía , embravecidas precisa­mente por e s tas maniobras reacc ionar ias . Dando por conse­guido el es tablecimiento de una monarquía, que enlazara al príncipe de Luca con una princesa del Brasi l , y s e resolviese de es te modo la cuest ión de la Banda Orienta! , pre tendía que ei Por tuga l abandonara sin condiciones una conquista que era ¡a única garant ía de lo que buscaba . En presencia de las pro­vincias que s e sublevaban, y de los ejércitos anárquicos que amenazaban las f ronteras de su último refugio, al Congreso no se le. ocurr ía o t ra cosa , sino dirigir una homilía al Brasil, p a r a que le en t r ega ra la Banda Or ien ta l , y lo propiciase de e s t e modo con sus enemigos in ternos . En verdad que jamás el Cong re so dio una prueba más evidente de su falta de tac to y sentido político, por no decir de sentido común.

Mien t r a s tanto , Gómez en Par í s empezaba a comprender que se había comprometido en una intriga sin ser iedad, que debía dar por único resu l tado hacer infecunda su misión, des­considerándola . Habiendo tenido lugar , con poster ior idad a sus comunicaciones sobre el p royec to del príncipe de Luca, un cambio parcial en el Gabine te f rancés, sal iendo ei minis­t ro Dessol les , con quien había conferenciado sob re el parti­cular, pasa ron como dos meses an tes que s e volviera a agitar el a sun to . Últ imamente, solicitó una conferencia del nuevo \ ministro de Relaciones Ex te r io res , GouVion de Saint -Cyr , la que. fué concedida a los doce días. TuVo lugar el 2 de sep-

(18) Oficio núm. 1 Reservado del Congreso al Sup. Director, de 22 de noviembre de 1819. M. S.—El Congreso con motivo de la negociación sobre el príncipe de Luca, dispuso que se abriese nueva numeración a la correspondencia reservada, y como este fué el primer oficio queexpidió en consecuencia, lleva el núm. 1." que le asignamos. La copia de que nos hemos servido, pertenece a los papeles de la testamentaría de Rivadavia, y debe encontrarse en el archivo secreto del Congreso, así como entre los papeles ele don Manuel José García, a quien le fué comunicada.

Page 241: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 257

í iembre, y en ella expuso el enviado argent ino: «que habien­do llegado de Londres un sujeto r e spe tab le , investido de p le ­nos poderes del Gobierno de Chile (19), juzgaba necesar ia su intervención en el negocio que s e le había propues to , re la t i ­vo a S- A. S . ei duque de Luca». El ministro f rancés , respon­dió: «que nada podía hace r se en el p resen te , no habiendo contestado los ministros de las g randes potencias» (20).

Mes y medio después , pasados cua t ro meses de iniciada la negociación, Gómez daba cuenta de o t ra conferencia, en que el ministro francés !e había significado (el 19 de octubre) «que nada podía ob tene r se del Gobierno español ; que el empera­dor Alejandro había contes tado fríamente, y los demás minis­tros mediadores , con indiferencia, porque calculaban sobre la oposición que podía encont ra r el p royec to en el Gobierno bri­tánico.» (21)

Como la oposición por pa r t e dei Gobierno bri tánico, era un punto previs to por ias pr imeras instrucciones dadas por el Congreso con tal motivo, parecer ía que esto hubiese sido un cáicuio, a fin de ganar t iempo y paral izar ía expedición espa­ñola, sin dar ul terioridad al p royec to . P e r o la nota con que el ministro Tag le con tes tó las comunicaciones de Gómez, mues­tra que el Gobierno argent ino lo había acogido ser iamente y que, a pesa r de no se r ya una amenaza la expedición de Cá ­diz, persis t ía en real izar el proyecto , considerándolo como el único medio de reso lver las dificultades in ternas y ex te rnas de la si tuación. H e aquí ias pa l ab ras tex tua les del ministro Tagle: «El Diputado García acusa recibo conforme con lo que sobre la mater ia manifestó el ministro de Es tado de esa Cor ­te (Francia) en la conferencia verba! de que informó V. S . en su comunicación oficia!. Aunque todo eilo, y las o fe r tas y compromisos de la C o r t e del Brasi l , concurren s imultánea­mente á disipar recelos, e spe ramos , sin embargo, pa ra t r an ­quilizarnos en te ramente , los pos te r io res avisos del d iputado García, y el resui tado de los pasos que ofrece en es te nego­cio. El gran p royec to de! Duque de Luca . . . y ias ins t ruccio­nes que s e acompañaron , fijan ia pau ta . Es ya Visto que sólo por ese medio podremos a r r iba r a! fin deseado de nues t ra in­dependencia. D e o t ro modo, es imposible, según el espír i tu que anima a los que no conocen o rehusan conocer nues t ros verdaderos in te reses . P o r lo tan to , debe fijar sus miras en este importante negocio y no desist ir de promover lo , aunque

(19) Se refería a don José de Irizarri, ministro de Chile, en Londres.

(20) Oficio de Gómez al Gobierno, de G de septiembre de 1819. (Papeles de don Valentín Gómez.)

(21) Oficio de Gómez al Gobierno, de 26 de octubre de Í819. Mi S. (Papeles de don Valentín Gómez.)

Page 242: Historia Belgrano III

238 BARTOLOMÉ MiTRE

con del icadeza y puiso, no obs tan te ias indicaciones opues tas que ha hecho el ministro de Es tado (de Francia) , y á pe sa r de que hayan las demás potencias mirado con frialdad es te pro­yec to . Puede p r e p a r a r s e , si no és te , o t ro equivalente, y qui­zás de iguales o mayores Ventajas. S o b r e todo, sólo por este s rb i l rkTpodrá concil larse la felicidad del país.» (22) Es t a nota s e escribía ocho días después de las sublevaciones de Arequi-to y San Juan , y mes y medio an tes de que el Gobierno Di­rectorial s e desplomara sobre sus cimientos minados, en me­dio de una gran ca tás t rofe política y sociai . Los hombres que afrontaban la si tuación, no tenían, como se Ve, ni el instinto de ia salvación.

El mismo día (14 de noviembre) que e! ministro Tag le escri­bía es ta nota, el enviado Garc ía oficiaba a su Gobie rno desde el J ane i ro , comunicándole «que el Conde de Palmella (auto­rizado por el Brasil y de acuerdo con Gómez) había p ropues ­to ei nombramiento de un monarca p a r a América, proposición qus los ministros de ía conferencia habían acep tado , dando cuenta á sus sobe ranos , aunque nadie creía que ia España ad­mitiese el part ido.» (25)

Aún no habían l legado a Franc ia ias nuevas instrucciones de Tag le , y ya el Gabine te francés exper imentaba una nueva modificación más radical (27 de noviembre de 1819). Descazes asumía la presidencia, y su primer ac to e r a repudiar toda res ­ponsabil idad en la negociación. E s de adver t i r que Gómez, con a r reg lo a sus iustrucciones, había ap robado la p ropues ta ad referendum, y que ignorando que el Gobie rno , a quien se dirigía, hubiese caído, le decía: «haber insistido sob re el par ­t icular, recordando sus an teceden tes , y que el ministro Du-pasquier (de R. E.) le había contes tado»: «Que las esperan­zas habían sido def raudadas , y se hacía necesar io desist i r de todo cuanto s e había proyectado.» Con cuyo motivo agrega­ba éí: «Dije al ministro que me cons ideraba l ibre de todo com­promiso, y él s e manifestó convenido, quedando así concluido un negocio de que yo jamás pude formar una idea lisonje­ra» (24) Asi fué en te r rada la monarquía del príncipe de Luca, último sobe rano imaginario del Río de la P la ta .

Cuando se ponen en para le lo ios t rágicos sucesos que en

(22) Nota del ministro Tagle a Gómez, de i 4 de enero de 1820. M. S.

(23) Oficio de García al Gobierno. M. S. (Extracto de los pape­les de Rivadavia).--Oficio de Gómez al Gobierno, de 18 de junio de 1819, por lo que respecta a su acuerdo con el conde de Palme­lla. M. S. (Papeles de don Valentín Gómez.)

(24) Oficio de Gómez al Gobierno, de 6 de abril de 1820. M. S. (Papeles de don Valentín Gómez.) Véase el Apéndice núme­ro 45.

Page 243: Historia Belgrano III

HiSTORSA DE BELGRANO 239

aquella época s e desenvolvían a la luz del día, con es tas ma­niobras s u b t e r r á n e a s que se p r e p a r a b a n en la oscuridad; con estos planes que pa recen intr igas de comedia; con es tos do­cumentos oficiales sin ser iedad ni p ropós i tos , s e c reer ía ver una escena g ro tesca inventada a designio, p a r a producir ei contras te de !o bur lesco y lo pa té t ico en el gran drama de !a historia. ¡Y, sin embargo , esa es ia historia ve rdadera , y ta les son ios documentos que ia comprueban!

Ál mismo t iempo que el Director Rondeau se ponía en campaña, las desconfianzas crecían, p ropagándose voces a lar­mantes. Unos decían que e! Cong re so había acordado secre­tamente en t rega r e! país a un rey extranjero, sacrificando la independencia nacional . O t r o s (y és tos eran ios más) propa­laban que la salida de ias t ropas de la capital tenía por obje­to ent regar la a merced de los po r tugueses , con quienes s e suponían inteligencias t ra idoras . Ei Congreso , pa ra disipar estos r emores , expedía un Manifiesto, desmintiendo formal­mente ei pr imero, en que decía casuís t icamente respec to dei segundo: «Si por desgracia recelá is de que nues t ra indepen­dencia, obra de vues t r a s manos , labrada en los momentos más críticos de la nación, no es tá bien segura en el depósi to de nues t ros consejos, p ron to Vais a elegir a ios que con me­jores t í tulos a vues t ra confianza pene t ren ei sigilo de nues t ro archivo y de nues t r a s s ec re t a s comunicaciones, y busquen ese documento de Vuestra esclavitud y de nues t ro oprobio . Pero si os resignáis en leal tad, os respondemos con nues t ro honor: que no hay tratado existente con la Corte del Bra­sil» (25). El t iempo, rompiendo el sigilo, ha disipado las ca­lumnias de que ios Direc íor ia ies eran objeto; ha revelado, que si no había un t r a t ado sec re to con el Brasi l , existía uno nego­ciado, cuyas principales c láusulas es taban en vigencia por medio de un recíproco compromiso internacional ; y que en 'esa misma época, se formulaba o t ro p royec to de t r a t ado p a r a es ­tablecer una monarquía en ei Río de ia P la ta , punto sob re el cual el Congreso gua rdaba silencio.

A es tos rumores aiarmant.es que minaban el crédi to de la administración, s e agregaban ias a la rmas rea les de ia próxi­ma guerra con los caudillos, y el desgobierno que todo ello producía. Ei Di rec tor , al salir a campaña , había l levado con­sigo pa r t e de su Ministerio, y cont inuaba despachando los asuntos de Es tado desde su Cuar te l genera l . En Buenos Aires no había quedado más autor idad nacional que la del Congre­so, y los ministros de Gobierno y Hacienda que servían de in­termediarios en t re él y ¡as autor idades 'locales. En realidad, la tínica autor idad de la situación e ra el Cabildo de Buenos

(25) «El Congreso de las Provincias Unidas en Sud América» Manifiesto de 18 de noviembre de 1818, publicado en hoja suelta.

Page 244: Historia Belgrano III

240 BARTOLOMÉ MITRE

' Aires , dueño de la opinión, de las a rmas de la ciudad, y con b a s e propia de poder . Es t a situación anómala se diseñó más cuando, con motivo de la noticia de la sublevación de Are-quito, la población s e puso en a larma y exigió por el órgano de su Gobe rnador in tendente que s e dictasen medidas pron­tas y eficaces. El Congreso , cediendo a esta impulsión, «auto­rizó p lenamente ai Gobernador intendente de Buenos Aires p a r a ob ra r según las c i rcunstancias , y tomar medidas con­ducentes a la segur idad y tranquilidad interior, y exigir auxi­lios pa ra salir de! conficto» (26). A pesa r de es to , la inquietud iba creciendo a medida que los pel igros se ace rcaban . Al em­peza r el año XX, la capital s e ba i laba en Verdadera eferves­cencia. Los enemigos de la situación, conspi raban activamen­te , y los amigos despechados , a t r ibuían, a los Vicios de la ad­ministración pasada , a los e r r o r e s del Congreso y a la faita de nervio de Rondeau , los maies que sufrían. E s t e movimien­to insurreccional de los ánimos, . l legó ai ex t remo de que, af i ­nes de enero , s e t r a tó formalmente de dest i tuir al Direc tor Supremo, pensamiento que se abandonó p a r a dar lugar a o t ra combinación, que impor taba una revolución.

El ex Di rec to r Pueyr redón , sostenido por !os r e s tos de un par t ido persona l desorganizado, e ra el blanco de la animad-Versión de amigos y enemigos. H á d a s e l e r esponsab le de todo lo malo que sucedía; a t r ibú lase le influir en las del iberaciones s ec re t a s del C o n g r e s o ; se decía que cont inuaba pesando so­b re el Gob ie rno Nacional , y todo es to ¡o constituía en el ca­b ro emisar io que ca rgaba con los pecados de todos . La opi­nión general le era ab i e r t amen te adversa . A fines de enero, empezó a l evan ta r se cont ra éi una gri ta genera l . En los Cuar­te les de los cue rpos cívicos de la ciudad, empezó a susurrar ­s e que su expatr iación e ra una necesidad pública. El instiga­dor sec re to de todos es tos manejos, e ra don Manuel de Sa r r a -tea , quien resent ido con Pueyr redón y previendo ei próximo triunfo de ios caudil los, p r o c u r a b a propic iarse la buena vo­luntad de és tos , a ía Vez que exp lo taba las pas iones de ia in­quieta capi ta l , p r e p a r á n d o s e así a asumir la posición de inter­mediario, como se v e r á después .

E s t a s amenazas l legaron a oídos de Pueyr redón en ia noche del 50 de ene ro . P a r a prevenir e! golpe, se dirigió a! Congre­so solici tando su ostracismo temporar io , en el in te rés de la concordia pública (27). El Congreso ie comunicaba ai día si­guiente , habe r resuel to «que convenía a la t ranquil idad pú­blica que sa l iese del país el ministro Tag le y el brigadier

(26) Resolución del Congreso, de 16 de noviembre de 1819, Véase Gaceta de B. A., núm. 184, de 1819.

(27) Manifiesto de Pueyrredón, de 3 de mayo do 1820, en Mon­tevideo, págs. 7 y 23.

Page 245: Historia Belgrano III

HISTORIA D£ BíiLQRÁNO 241

Pueyrredón, has ta que mejoradas las c ircunstancias pudiesen resti tuirse a su hogar» (28). T r e s días después , Pueyr redón se hallaba asilado bajo el pabellón p o r t u g u é s en Montevideo.

En el mismo día en que ei des t ie r ro de Pueyr redón y Tag le se decre taba , el Congreso , dominado por el espíritu local de la capital , y dando por p re t ex to el r e t a rdo dei r egreso dei Di­rector Rondeau, nombraba Direc tor sust i tuto dei Es t ado ai ciudadano don Juan Ped ro Aguir re . Alcaide de primer voto y Pres idente del Cabi ldo de Buenos Aires (29). Desde es te mo­mento, la autor idad nacional desaparec ió de hecho, y fué r e ­emplazada por la acción y la influencia municipal. El Alcalde, De Aguirre , e ra un h o m r r e de más ca r ác t e r que inteligencia, en cuya enérgica fibra Vibraba a unisón el odio a la montone­ra y un a rd ien te patr iot ismo ¡ocal, siendo en el fondo más porteño o metropol i tano que argent ino. E ra , pues , el hombre del Cabildo y de la situación, que por el momento p r e s t aba el concurso de las fuerzas do Buenos Aires al sos tén del G o ­bierno cen t ra i , asumiendo una Verdadera dictadura municipal. Esto sucedía Veinticuatro ho ras an tes de que el ejército di­rectoría! fuese comple tamente der ro tado por los caudil los coaligados de !a federación, como va a v e r s e .

El genera l Rondeau, bien secundado por las au tor idades militares de la ciudad y campaña , había conseguido reunir im ejército b a s t a n t e r e spe tab le . D e la capital sacó una b a t e ­ría de art i l lería, el batal lón ve te rano de Aguerr idos y el 3.° de los Tercios cívicos, compuesto casi su totalidad de hombres de color. S o b r e la base de los Dragones de la Pa t r i a , Blan­dengues y Voluntar ios de ia f rontera , formó una columna de caballería, engrosada con ios cont ingentes de milicias que en la línea del Ar royo del Medio reunieron el genera l Mart ín Rodríguez y el coronel don Gregor io Perdr ie! , y en los depar­tamentos del cent ro , el general don Juan Ramón Baicarce , nombrado segundo jefe del ejérci to. Ambas columnas forma­ban, un total como de 2 000 hombres .

Los caudillos del l i toral , por su pa r t e , l ibres de la atención leí ejército del Alto P e r ú , después de la sublevación de arequito, habían aglomerado sus fuerzas en San ta F e , a in-nediaciones de! Ar royo del Medio. Cor r i en tes y Misiones concurrían con el cont ingente de la división de Campbell , : ueríe como de 300 a 400 hombres . López había levantado como 500 a 600 hombres sobre la b a s e de sus Dragones , que ormaban su guardia sagrada . Ramírez había pasado el P a r a -

(28) Resolución del Congreso, de 31 de enero de 1820. Véase flaniñesto de Puevrredón, pág. 22.

(29) Resolución del Congreso, de 31 de enero de 1830. Véase ráaeta de B. A., núm. 158, de 1820, -Acuerdo del Cabildo de 1.° •a febrero de 1820. Lib. 83, fol. 53 del arch. municipal. M. S.

16

Page 246: Historia Belgrano III

242 B A R T O L O M É M I T R E

ná con cerca de 600 a 700 hombres . En todo, como 1.600 hom­b re s escasos , cuyo mando en jefe tornó Ramírez.

En tal situación, el Direc tor Rondeau, que al principio se había reconcent rado sobre San Nicolás de los Arroyos , hizo una marcha de flanco remontando la cor r ien te del Ar royo dei Medio y se si tuó con su ejército en ia Cañada de Cep ed a . Es esta una de ias pocas posiciones militares que p resen ta la campaña Nor t e de Buenos Aires en su Vasta planicie, apenas accidentada por l igeras hondonadas , por donde corren las aguas pluviales y a r r o y o s de lento curso, con rar ís imos relie­ves del t e r reno , que no merecen ni e! nombre de colinas. La cañada de Cepeda , ba s t an t e profunda y pantanosa , se der ra ­ma en el Ar royo dei Medio, y t iene por ' t r ibu tar ios a r royuelos que bajan a ella perpendicularmente , ab raza ido un vas to pe­r ímetro, en cuyo cent ro se levantan algunas lomadas que dominan ios aproches de aquel a r royo en dos leguas de exten­sión. Tiene , además , ia Ventaja de conservar sus pas tos natu­ra les y aguadas aun en medio de ias más grandes sequías , y de ofrecer buenos pun tos de abrigo p a r a las cabal ladas de un ejérci to. Colocado en es ta posición, Rondeau tomaba un cam­po favorable pa ra una bata l la defensiva, a la Vez que ampa­r aba toda la línea del Ar royo dei Medio, y cubría inmediata­mente ei Pergamino, que era la juntura de la coraza en la f rontera interprovincial .

Las operac iones de la campaña se iniciaron por meros re­conocimientos de Vanguardia, en que la cabal ler ía porteña l levó la peor pa r t e . Habiendo los montoneros amagado hacer una irrupción sob re el Pergamino , el Direc tor dispuso saliese a su encuentro una división ligera de cabal ler ía y de Cazado­r e s de infantería montados. És ta columna bandeó el Arroyo de! Medio en persecución de. ios invasores el 4 de enero , y fué rechazada en el ter r i tor io santafecino por una fuerza super ior de cabal ler ía . Vióse, en consecuencia , obligada a emprender su re t i rada en dispersión, sufriendo a lgunas pér­didas, y a n o ser opor tunamente protegida por nuevos refuer­zos , tal Vez no se habr ía sa lvado . El espíri tu militar estaba tan apocado entonces , que es te con t ras te , en el que ni siquie­ra se peleó, fué re la tado como un gran triunfo en pomposos pa r t e s y ensalzado en los periódicos, publ icándose en ellos con recomendación, los nombres de todos ios jefes y oficiales que, desde comandante has ta alférez, habían concurr ido a la jornada (50). Todo es to presag iaba una derrota.

En es ta expecta t iva iner te , t r i s temente interrumpida por la noticia de la sublevación del ejército del P e r ú con el cual se

(30) Partes del ministro de la Guerra Irigoyen, del General Bal-caree (J. R.), del Comandante Rodríguez, de 4 de enero de 1820. Véase «Extraordinarias», de 8 de enero de 1820, en que se regia-

Page 247: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRADO 243

contaba, y po r las agi taciones de la capital , que repercut ían en el campamento , s e pasó el mes de ene ro . El espíritu de ias t ropas d i rec tor ia les decaía más de día en día. Los federales (que así l lamaremos en ade lan te a los montoneros) se mos t ra ­ban cada vez más resue l tos y soberb ios , y ansiaban por que llegara el momento de pasa r el Rubicón Argent ino (ei Ar royo del Medio), p a r a dar en t ierra con el patr ic iado republ icano. La República Argent ina iba también a tener su Farsa l i a .

E! ejército federal , en número como de 1.500 hombres esca­sos, se había reconcent rado sobre el Ar royo de Pavón , a s ie­te leguas del Ar royo del Medio. Componíanlo los dragones y las milicias de S a n t a F e , unidos a una ho rda de indios de la frontera de! Chaco ; la división de Campbel l , compuesta de sus indios guaraníes y a lgunos corrent inos , y, por último, el contingente de En t r e Ríos , en que figuraba como apéndice una escolta de aven tu r e ro s de todas las naciones, que con el pomposo nombre de división chilena, acompañaba a don J o s é Miguel C a r r e r a , el cual , a su vez, acompañaba al general en jefe Ramírez, en calidad de edecán, secre ta r io y consejero político y militar.

En la mañana del 31 de enero (el mismo día en que P u e y r r e ­dón era des t e r r ado por el Congreso) , Ramírez levantaba su campo de Pavón , y pocas ho ras después los ejércitos bel ige­rantes s e encont raban a la vista sobre la línea del Ar royo del Medio. Inmediatamente s e comprometieron a lgunas guerr i ­llas, a que se siguió una suspensión de hosti l idades de hecho, en que tuvieron lugar a lgunas conferencias. Ramírez, que aún no había reconcen t rado toda su fuerza, manifestó a uno de los jefes de las avanzadas director ia les , que es taba en dispo­sición de abr i r negociaciones, abe r tu r a que no tuvo conse ­cuencia. Así se pasó el día, que fué sumamente ca luroso . En la ta rde , Ramírez había reunido todas sus fuerzas , que a p e ­nas a lcanzaban a 1.500 hombres . Corno la noche es tuviera cercana y los cabal los se hal lasen fat igados, los caudillos fe­derales acordaron en junta de gue r ra diferir el a t aque pa ra la madrugada siguiente.

En ía noche se sintió un gran movimiento en el campo di­rectorial . Los federa les c reyeron que sus enemigos intenta­ban re t i r a r se . En consecuencia , s e interpusieron en t re la Ca ­ñada de C e p e d a y San Nicolás. En es ta disposición, amena­zaron un a t aque , consiguiendo a r r e b a t a r a Rondeau la mayor parte de su caba l lada , de la que únicamente salvó la que t e ­nía encer rada en un corra l portát i l , formado de pos te s y la­zos. Rondeau, que s e había colocado a ¡a defensiva, en acti-

tran estos partes, que tienen la singularidad de relatar e! hecho tal c o m o se lee en el texto, y decir, sin embargo, que fué un glo­rioso resultado.

Page 248: Historia Belgrano III

244 B A R T O L O M É M I T R E

tud de no esquivar ía baía i ia , tomaba mientras tanto sus dis­posiciones en medio de Sa oscuridad. Es tablec ió su línea dan­do frente al Or ien te , con la Cañada de Cepeda a vanguardia. Apoyó su izquierda sob re un recodo sal iente de ¡a cañada y allí colocó un escuadrón de cabal ler ía al mando dei coman­dante don Ped ro Cas te l lanos . A! centro se formó la infantería portefla, fuer te como de 800 a 900 hombres , a las órdenes del general don Juan Ramón Balcarce , teniendo por segundo a! coronel de Aguerr idos , don Mar iano Benito Rolón, mandando el tercer tercio de cívicos; el comandante don Nicolás Cabre ­ra, hombre de color, Valiente y muy popular en t re ios solda­dos de su misma raza . Al cent ro de ios ba ta l lones se estable­ció la art i l ler ía, y a re taguardia ias c a r r e t a s en línea. El g rueso de la cabal ler ía , formando una masa como de mi! hom­bres , a las inmediatas ó rdenes del Direc tor Supremo, se situó desplegada sobre la derecha , donde el te r reno era más des­pejado. En es ta disposición se pasó ia noche sin más novedad.

Amaneció el día 1.° de febrero , y Ramírez, acompañado de C a r r e r a , s e adelantó a reconocer el t e r r eno . Comprendiendo desde luego, que un a t aque de frente, con la desventaja de tener que Vencer un obstáculo, p resen taba inconvenientes, resolvió en ei acto ponerse a re taguard ia del ejército directo­ría! a t r avesando la cañada fuera del alcance de sus fuegos, y así lo Verificó con rapidez. Rondeau apenas tuvo tiempo para dar media vuel ta , quedando por es te movimiento su línea to­mada en orden inverso, con el grueso de la cabal ler ía a la iz­quierda y las c a r r e t a s a vanguardia de ia art i l lería, que for­maban una especie de ba lua r t e .

A las ocho y media de ia mañana se levantó una bandera colorada en el cent ro del ejército federal . A es ta señal , se oyeron los clar ines de ios Dragones de S a n t a F e , los timbales de los guaraníes de Misiones y las bocinas de los indios del Chaco , sonando la carga de los montoneros , en medio de gri­tos salvajes que a t ronaban el a i re . López y Campbel l , a la cabeza de la columna, ca rga ron , sable en mano y a carrera tendida, sob re la cabal ler ía directoría! , que los e spe raba a pie firme. La infantería y la ar t i l ler ía directorial , con una compañía de cazadores desplegada sobre su izquierda, abrió fuegos diagonales con el intento de contener ia carga ; pero fueron ineficaces. La cabal ler ía portería, ai amago de la car­ga, se d ispersó sin combatir , envolvió en su de r ro ta al Direc­tor Supremo, y fué perseguida por más de cinco leguas en todas las direcciones, sufriendo considerables pérdidas entre muer tos y pr is ioneros .

Casi s imul táneamente , los en t re r r ianos , bajo la dirección de Ramírez, amagaban un a t aque sob re la derecha de la in­fantería, arrollando fácilmente al escuadrón que cubría su cos tado , con muerte de su comandante Cas te l lanos . Los ba-

Page 249: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 245

taitones por t eños formaron en el ac to dos cuadros a derecha e izquierda de ía art i l lería, y rompieron un fuego nutrido, que obligó a los federales a ponerse fuera del a lcance de sus p ro ­yectiles. Como el t e r r eno es taba cubier to de pajonales y pas­tos resecos por ios a rdo res de ía estación, é s to s se incendia­ron con los tacos , y ei campo de batal la quedó, muy luego, envuelto en humo y rojas l lamaradas , act ivando la quemazón una ventolina de! O e s t e que a ¡a sazón soplaba- En es te t ran­ce, Balcarce , valiente, prociamista y activo como en él día en que acaudil laba la cabal ler ía gaucha en Tucumán, y Rolón, caiisdo y metódico como un Veterano suizo, dispusieron todo para la re t i rada; y a r r a s t r ando toda su art i l lería y p a r t e de sus c a r r e t a s de municiones, acompañados por 150 d ispersos de ¡a cabal ler ía , descendieron al fondo de la cañada , donde permanecieron como t r e s horas . Allí formaron en columna cerrada, cubr iendo sus flancos y re taguard ia con líneas de t i radores a pie, y en es ta disposición se movieron con rumbo al Or iente , débilmente hostil izados por los federales . A cor ta distancia dei campo de bata l la , hicieron alto a ¡a orilla de una pequeña laguna, donde después de un ligero refrigerio, s e dispusieron a cont inuar su marcha. A e s t e t iempo se presen­tó, como par lamentar io , el comandante Urdininea (el mismo que an tes hemos p resen tado como segundo de Gíiemes), el cual había quedado pris ionero de ¡os federa les . Urdininea e ra portador de una intimación de rendición, dirigida a Rolón, fir­mada por Ramírez , que había redac tado don J o s é Miguel Ca­rrera (51), En ella le decía: «Quedan tendidos en el campo de Marte cant idad considerable de soldados y oficiales, en t re ellos eí genera l Ba lca rce y casi todos los jefes de cabal ler ía . Si en el término de dos horas no s e r inde á discreción, s e r á pasadocon todo ese res to de t ropa a cuchillo.» El pre tendi­do muerto contes tó verba lmeníe : «¿Cómo se t iene la ridiculez de intimar la rendición de las a rmas , cuando me encuen t ro diii:ño dei campo de ia acción, y cuando ninguna t ropa enemi­ga se ha a t revido á aproximarse á mi posición? Dígales V. que obren corno quieran y que no ¡os temo, porque me considero muy superior á elios en todo.» Al medio día, !a columna en retirada rompió de nuevo la marcha a bande ra s desp legadas , batiendo i o s ' t a m b o r e s , sin que los federa les t r iunfantes se atrevieran a hacer efectiva ¡a intimación. Al día s iguiente, al ponerse el sol, ¡legaba a San Nicolás de los Ar royos en buen orden y en número de 900 hombres , después de una marcha fatigosa de diez y seis leguas, en que hubo de dejar a igunos rezagados (32).

(31) Así lo dice Vicuña Maokenna, en su «Ostracismo de los Carreras».

(32) Estos últimos detalles son tomados literalmente de las co-

Page 250: Historia Belgrano III

246 B A R T O L O M É M I T R E

San Nicolás es taba fortificado y guarnecido por un ba ta ­llón de cazadores al mando del coronel don Celes t ino Vidal. AHÍ también s e hal laba fondeada la escuadri l la de Buenos Aires , que permitía a la columna en re t i rada dirigirse inme­dia tamente a la capital por el camino más b reve y más segu-

municaciones oficiales do Balcarce y Ramírez, insertas en la Ex­traordinaria, de 7 de febrero de 1820. Todo io que antecede sobre la batalla, es tomado de diversas fuentes, por cuanto no existen partes detallados, y los pocos documentos oficiales que a ella se refieren, son deficientes y confusos. He aquí nuestras autoridades: 1.° Lo que sa refiere al día y hora en que se avistaron ambos ejércitos, lo tenemos de boca del mismo General Rondeau, y de su edecán en aquella jornada, el Coronel don Dionisio Quesada, que aún vive, a quien debemos igualmente los detalles sobre ol ataque a las caballadas en la noche del 31, la formación del ejército di­rectorial en los dos días, la noticia de ia bandera de señal levan­tada en el campo federal al tiempo del ataque, y otra porción de pormenores interesantes, que tienen autoridad oficial, porque él mismo transmitió las órdenes sobre el campo de batalla. 2.° Lo relativo a la postergación dei ataque, el reconocimiento de Ramí­rez en la madrugada del .í . c , el incendio del campo de batalla, lo tomamos de una «Relación» en inglés, inserta en el «Appeudix» del «Jornal of a residence in Chile», by María Graham, pág. 373 y siguiente, escrita por el teniente irlandés Yates, testigo presencial en la batalla, que acompañaba a Carrera en calidad de voluntario. Aunque exagerado y parcial, Yates suministra interesantes deta­lles. 3.° Lo relativo a la formación de la caballería directorial, así como otros accidentes hasta que su derrota se pronunció, los he­mos tomado de nuestras conversaciones con el mismo General Rondeau, confirmado por el Coronel Quesada. 4.° Lo relativo a ia comportación de la infantería y artillería directorial, así como el número de 160 hombres que se le agregó, y en especial a su reti­rada hasta San Nicolás, eslá tomado de los documentos oficiales de Balcarce y Ramírez, de 4 y 18 de enero, publicados en la época, y una hoja suelta del primero, de 8 de marzo de ! 820, titulada: «El Coronel mayor ote. J. R. Balcarce a sus conciudadanos», en que refuta el aserto de Ramírez, do 18 de febrero, que lo da por derrotado. 5.° Por lo que respecta a las fuerzas respectivas de los dos ejércitos, establecemos que el. directorial era numéricamente superior. En cuanto a esto, tomamos por base ios 9!¡0 hombres que, según confesión del mismo enemigo llegaron a San Nicolás, estimando en 1.000 o 1.2G0 hombres poco más o menos, la fuerza de la caballería. Respecto de los federales, la Gaceta de B. A., les daba una vez 1.200 y otras l.G'iO hombres, pocos días antes de la batalla, lo que corresponde a los 600 a 700 hombres con que Ra­mírez pasó el Paraná, ios 500 a 600 santafecinos e indios del Chaco de Santa Fe, y los 300 a 400 de misioneros y correntinos de

Page 251: Historia Belgrano III

HISTORIA. D E B E L G R A N O 247

ro. Dejando a Balcarce y sus compañeros en San Nicolás po­seídos de la legítima satisfacción de habe r sa lvado ei honor de las a rmas , y tal Vez la si tuación, Veamos lo que al mismo tiempo ocurría en ia capi tal .

La noticia del desas t re de Cepeda llegó a Buenos Aires ai día siguiente (2 de febrero) . El pánico :=e había esparcido por toda la población. C re í a se perdido todo el ejército, muer ta o prisionera toda la infantería, y no se consideraba posible la resistencia. La For ta leza (donde es taba la casa de Gobierno) fué invadida por gentes de todas clases, y de lante del mismo Director sust i tuto muchos empezaron a murmurar dei gene­ral Rondeau, acusándole de los males que sufrían. Entonces el general don Hilarión de ia Quintana , que hacía poco había regresado de la campaña de Chile, después de distinguirse en ella, levantó ia voz y dijo: «Pido permiso p a r a montar á ca­ballo y salir á sa ludar al general Rondeau, mi antiguo jefe, mi compañero y amigo.» El sust i tuto Aguir re aplaudió es ta noble manifestación de sent imientos y dispuso que sal iera el coche de Gobierno con un ministro a recibir a! desgraciado Director de r ro tado (35).

Al día s iguiente , 3 de febrero , s e promulgaba a son de ca­jas de guer ra , y se fijaba en e! frente de los edificios públicos, un Bando del Direc tor sus t i tu to , en que llamaba al pueblo a ias a rmas pa ra defenderse , y lanzaba un ana tema contra los federales , aunque sin ce r r a r de! iodo las vías de un aveni­miento pacifico. En ese documento, que ha alcanzado cier ta celebridad histórica, se decía: «Un peligro nos amenaza. Las fuerzas que comandaba en persona el Supremo Direc tor , aca­ban de ser ba t idas . Conocéis el orgullo y aspiraciones de los

Campbell, que forman el total de 1.500 a 1.600 que hemos com­putado en el texto. Sin embargo, al campo de batalla apenas asis­tieron 1.200 hombros, y según el Coronel Quesada, escasamente alcanzaban a 1.0U0. 6.° El día de la llegada a San Nicolás, está tomado de un oficio del Coronel Vidal, de 2 de febrero, publicado en la Extraordinaria de & de febrero de 1820. 7.° Por lo que res­pecta a las pérdidas, no hemos encontrado documentos para esti­marlas; pero es sabido que no fueron muchas, al menos en muer­tos y heridos, pues la caballería no chocó y la infantería se retiró ca3Í intacta. 8.° Por lo que respecta a las posiciones de ambos ejér­citos, y a las formaciones respectivas en la ví'-pera de ia batalla, hemos tenido a la vista un croquis original, que perteneció a los papeles de don Dámaso Larrañaga, del cual pasó al archivo de don Andrés Lamas, y que actualmente existe en el nuestro. M. S.—Aunque esta batalla tiene más importancia política que militar, hemos creído necesario fijar estos fundamentos históricos, respecto de un suceso de que no existe ninguna versión autorizada.

(33) «Relación» del General don Hilarión de la Quintana.

Page 252: Historia Belgrano III

248 BARTOLOMÉ MITRE

disidentes, y debéis es ta r c ie r tos que en b reves días los ten­dréis á i as inmediaciones de es ta ciudad, objeto de sus ven­ganzas , víctima decre tada en los consejos de su irri tación. Los pre tendidos federales , lo que solicitan es humillaros. Ninguna o t ra gloria les sat isface, que imponer su planta osada sobre Vuestra noble cerviz. ¿Y consent i rán en es te oprobio los hijos de Buenos Aires? No, compat r io tas . Es preciso hacer esfuer­zos pa ra conservar ileso nues t ro honor. M u e r t e con gloria es preferible á Vida con ignominia. Un enemigo fratricida quiere imponeros la dura ley que c r e e justificada en su ar rogancia y sus tr iunfos. Ei Gobie rno desea l iber ta ros de sus furias. A voso t ros toca secundar sus miras.» En consecuencia , s e dis­ponía por el mismo Bando , que se formase un campo volante a ias órdenes del general don Miguel Estanis lao Soler ; que los tercios cívicos y los demás ba ta l lones de ciudadanos mo­vilizados, acudieren a los puntos que s e íes designaban en dist intos puntos de la ciudad; que ios c a r r e t e r o s , car re t i l le ros , carniceros y abas t ecedores , s e reuniesen a cabal lo pa ra ser revis tados y organizados como cue rpos de cabal ler ía ; que ios a lcaldes de bar r io tomasen razón exac ta de todos ios cabal los y monturas que existiesen en la ciudad; que el Cabi ldo hiciese acopio á¿ Víveres y forrajes (34); que ios inválidos o los que no tuviesen pues to fijo, acudieran a la fortaleza; y, por último, que se ce r rasen los t r ibunales y ta l le res y nadie s e ocupase sino de la defensa dei recinto sagrado de la gran ciudad. Toda esta ostentación de medidas , respondía a es te concepto del mismo Bando : «En medio de es to , el Gobierno no dista de ce­lebra r u r a paz , pero pa ra hacer la con honra , es preciso tomar una acti tud imponente.» (55)

En el mismo día, el Congreso autor izaba al Director sust i ­tu to «para poner en un r e spe tab le pie de defensa la ciudad y provine», de Buenos Aires , p roporc ionándose ó sacando á es te efecto el dinero necesar io por los medios que dicte la suprema ley de la salvación de ía pat r ia , recomendándosele especialmente p roponer ia inmediata suspensión de hosti l ida­des á fin de sel lar la unión de los pueblos , sobre bases de e terna justicia». Después de es to , ei Congreso s e dec la raba en receso (56). Como se ve , todo gravi taba hacia ia paz, sobre la base de ia resis tencia . Los poderes públicos de la nación, a t r incherados en ei recinto de Buenos Aires , abdicaban la suprema magis t ra tura del Es t ado en el Alcalde pres idente de! municipio, e! cita!, a su vez, olvidando su papel de Di rec to r

(34) Acuerdo del Cabildo, el 3 do febrero de 1820. Arch. mu­nicipal de B. A., lib. 83, fol. 68 y 67. M. S. S.

(35) Bando, de 3 de febrero de 1820, pub. en hoja suelta. (36) Nota del Congreso, de 3 de febrero de 1820, en la Ex­

traordinaria, de 4 de febrero de 1820.

Page 253: Historia Belgrano III

HtSTORIA DE BELGRANO 249

sust i tuto, únicamente invocaba ios in tereses provinciales , procurando inflamar el patr iot ismo local.

Ei 4, se supo en ia capital que la infantería y art i l lería de! ejército directoría! se había sa lvado, y que San Nicolás y la escttadrilia se sostenían por el Gobierno . Es t a noticia reani­mó el espíri tu cíe ios c iudadanos , y, desde entonces , todos pensaron más formalmente en la resistencia, corno medio de alcanzar una paz honrosa, sa lvando a ia provincia de Buenos Aires de! conflicto sn que se hal laba comprometida. En e s t e punto, todas ias au tor idades y todos los par t idos es taban de acuerdo: Di rec tor , Congre so , Cabi ldo, te rc ios cívicos, direc-toriales , opos i tores , po r t eños puros , y ya has ta los que secre­tamente s impatizaban con los federales , todos eran a r r a s t r a ­dos por es te movimiento uniformo de la opinión, aunque ani­mados por dis t intos i n t e r e se s y p a s iones , s e g ú n se irá Viendo.

T o d o el Municipio se puso en a rmas . Los tercios cívicos acudieron decididos a ocupar sus pues tos . Ei primer tercio, en que formaba toda la c l ase media y lo que se ilainaba gen íe decente, fué dest inado a la cus todia 'de ia ciudad, juntamente con el bata l lón de Argentinos, compues to de hombres u b r e s de color, tomando ei mando de esta columna el Gobe rnador in­tendente don Eus taquio Díaz Vélez. El 2.° tercio cívico, com­puesto de la p lebe criolla, que había dado su cont ingente a ios ejércitos de la revolución, sub ievádose en 1814 hal lándose bajo ias ó rdenes de Belgrano , por no dejarse co r t a r la t renza que le servía de distintivo; der r ibado a Alvear en 1815, sos­tenido en 1816 !a autor idad de! Congreso de Tucumán; y que, • •orno los t ras taVerinos romanos , tenía su bar r io bajo ia deno­ta nación de compadritos dei bar r io dei a l to; cuerpo aguer r i ­do, inquieto y entusias ta , formaba la base de la división Vo­lante pues ta a órdenes de Soler , agregándose le toda la fuerza Veterana de la guarnición, la cabal ler ía do los suburbios y las milicias de los par t idos inmediatos . T r e s días después , el Mu­nicipio de Buenos Aires tenía más de 5.000 hombres a rmados y organizados en campaña , y o t ro s tan tos en la ciudad, de­biéndose es te resu l tado , en p a r t e , a la actividad del a lcalde Aguirre y, sob re todo, a ia buena Voluntad de los ciuda­danos (57).

Ei cuerpo volante a ó rdenes dei genera! Soler , tomó la de­nominación de «Ejército exter ior», nombrándose jefe de E s ­tado Mayor de él, al genera ! don Hilarión de ¡a Quin tana . Su jefe, al asumir el mando, lo proclamó en términos tibios y equívocos, como su denominación, en que acababa , sin em­bargo, por decir le: «Quiera el cielo p ro t ege rnos pa ra que la

(37) Véase Gacsta de 9 de febrero de 1820.

Page 254: Historia Belgrano III

250 B A R T O L O M É MITRE

la victoria os corone» (58). El día 4, se situó con sus fuerzas a la a i tura de Morón, y poco después estableció su Cuar te l genera! en e! puente de Márquez , a s ie te leguas de la ciudad.

Como es esta ía pr imera Vez que el nombre del genera! Soier apa r ece en nues t r a s páginas , neces i tamos detenernos ante él, por cuanto luego le Veremos r ep re sen ta r un papel no tab le en ios sucesos de la época .

El general Soler tenía a la sazón t re inta y seis años de edad. Había empezado su c a r r e r a militar duran te la época colonia!, asist iendo como combat iente a las invasiones inglesas. La re ­volución de mayo, en la cual tomó pa r t e , le encontró en la c lase de alférez. Elevado muy luego al rango de Mayor y su­ces ivamente ai de Comandan te y Corone l , s e distinguió por su valor en la campaña a la Banda Or ienta! en 1811; y a la ca­beza dei regimiento número 6 de infantería, fijó su reputación militar, decidiendo en 1812 con una Valerosa ca rga a la bayo­neta , la bata l la del Cer r i to , f rente a los muros de Montevi­deo . En el famoso paso de los Andes , a la cabeza de la van­guardia de! ejército de San Mart ín , y en la batal la de Chaca-buco al frente de la columna f lanqueadora que contr ibuyó a decidir según las combinaciones de! genera l en jefe, se acre­ditó como jefe de división. Soberb io y mal avenido con la dis­ciplina, hacía cerca de t r e s años que Vegetaba en el re t i ro , f recuentando los cafés, cult ivando la popular idad pasa jera de las cal les , rodeado de un círculo de mili tares d ispersos de los ejércitos de la independencia, que s e habían concent rado en Buenos Aires , y con afinidades polít icas con el antiguo part i ­do Saavedr i s t a , a! que es taba ligado por Vínculos de paren tes ­co. D e pocas l e t ras , muy desapl icado, poseído de pas iones in temperantes y con un ca rác t e r i racundo y dominador era , sin embargo , un exce len te táct ico de infantería y poseía ver­daderos ta lentos de organizador militar, bien que carec iese de las do tes del mando en jefe. Enemigo de Rondeau y, por con­secuencia, del Gobierno de r ro tado ; enemigo de San Mart ín y, por lo tan to , del par t ido de Pueyr redón ; enemigo de los mon­toneros , que lo habían de r ro tado en la Banda Orienta l en 1814, no tenía , sin embargo , un ca rác t e r definido en política. Hombre sin equilibrio mora! y de principios f luctuantes , po­seído de ambiciones sensua les , que obedecían a sus pas iones , o a las impresiones de! momento, no era ei hé roe de la causa cuya bandera se le había confiado, ni es taba dest inado a im­pone r se a la si tuación, como se ve rá muy luego.

Po r su pa r t e , los federales ponían en juego su diplomacia p a r a saca r el fruto de la Victoria a lcanzada por sus a rmas . Desde el campo de bata l la , Ramírez se dirigía al Cabildo de

(38) Proclama de Soler, de 5 de febrero de 1820, pub. en hoja suelta.

Page 255: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 251

Buenos Aires , haciendo una abe r tu r a pacífica en ei sentido de la federación y de la caída de las au tor idades nacionales , adjuntando a la vez la nota conminatoria de Ar t igas al Con­greso, de que ya s e ha hecho mención (59). T r e s dias después , don Estanis lao López escribía a! Cabildo en el mismo senti­do, dándole a eiegir en t re la paz y la guer ra : «Desaparezcan de en t re noso t ros , decía, el Congreso ' y Director io de Buenos Aires, p a r a que, l ibre aquel pueblo beneméri to de ia horroro­sa opresión á que se halla reducido, eiija un Gobierno que, poniéndolo á cubier to de ios males que ¡o devoran , pueda acordar con los de las o t r a s provincias cuanto conduzca a! bien de todas . De. lo cont rar io , ¡a guer ra cont inuará con más empeño, y no escucharemos proposiciones que nos separen un ápice de los principios que he manifestado. En vano se r á que s e hagan reformas por la administración, que se anuncien Const i tuciones , que s e admita un sistema federal : todo es in-útii, si no es la obra del pueblo en completa l ibertad.» (40)

A e s t e ultimátum s e siguió muy luego una proclama a ios c iudadanos del pueblo de Buenos Aires , firmada por López y Ramírez, invitándolos «á eiegir sin receio el gobierno provi­sorio que les conviniese, separando an tes el influjo Venenoso de los hombres de la expi rante administración nacional». Y se­ñalándolos con el dedo del Vencedor, ag regaban : «Conocéis bien á los criminales y á los que sec re tamente comprometidos con el los, apa ren tan sent imientos con t ra r ios , Marchamos sobre la capi tal , no para ta la r Vuestra campaña, multar vues­t ras pe r sonas , ni p a r a mezclarnos en vues t ras del iberaciones, sino p a r a cast igar á ios t i ranos , cuando fueren tan necios que os hagan p re tender el mando con que casi os han Vuelto á la esclavitud. Apenas nos anunciéis que os gobernáis l ibremen­te, nos r e t i r a r emos á nues t r a s provincias á ce lebrar los triun-

(39) En la Extraordinaria, de 7 de febrero de 1820, se hace referencia a ia nota de Ramírez, de 2 del mismo, en una contesta­ción del Cabildo (sin fecha), inserta en ella. La nota de Artigas, de 27 de diciembre de 1819, do que se habló antes, se encuentra en la misma Extraordinaria. En la sesión de Cabildo, de 5 de fe­brero de 1820, se acuerda invitar al Gobernador de Santa Fe, a abrir negociaciones pacíficas con el Director sustituto, notándose en ella este concepto: «Esto Ayuntamiento ha mirado con dolor, la funesta guerra entre pueblos hermanos y repara con amargura sus horrorosos resultados. Tal vez uu inflexible Ministerio en sos­tenerla sin dirección y sin nobles miras, nos ha puesto en el borde de la ruina y de un descrédito exterior.» Arch. del Cabildo, lib. 83, folio 72. M. S.

(40) Oficio del Gobernador López al Cabildo de B. A., de 5 de febrero de j.820, inserto en la Extraordinaria de la tarde, de 16 de febrero de 1820.

Page 256: Historia Belgrano III

252 B A R T O L O M É M I T R E

fos de la nación y á tocar los r e so r t e s de nues t ro poder, para que no se dilate el día grande en que, reunidos los p u e ­blos bajo la dirección de un gobierno paternal es tablecido por ia Voluntad general , podamos asegurar que hemos concluido la difícil obra de nues t ra regeneración política. Ya que sabé i s con evidencia eí voto de ios pueblos , no querá is oponeros á sus jus tos dec re tos . Temed nues t ra justicia si queréis insistir en vues t ros p royec tos : imitando el ejemplo de Vuestros vir­t uosos compañeros en Córdoba , Tucumán, San Juan , etc . , se­guid ios consejos de Vuestros camarades , haced cuanto con­duzca a la felicidad nacional» (41),

Es t a notable proclama, que ha pasado desapercibida por los h is tor iadores , es un documento capital que nos da la ciaVe de la época. Vese en éí , cuánto habían p rogresado las ideas políticas y el sent imiento nacional. No respi ra aquel odio cie­go dei art iguismo cont ra Buenos Aires , ni aquella tendencia antinacional y disolvente del caudillo orienta!, empeñado en la destrucción, sin ningún propósi to de organización futura. Cualquiera que sea la sinceridad con que en él se invoquen los principios, que tan mal comprendísn y pract icaba, vese que los caudillos reconocen una pat r ia indisoluble, que bus ­can un gobierno p a r a todos , que respe tan un in terés genera! y que s e inspiran en un sent imiento Verdaderamente argent ino , lo que indica que están resue l tos a romper con las t radiciones segrega í i s t as dei ar t iguismo, como inmediatamente sucedió. A ia vez, vese que los caudil los, a pesa r de la ruidosa victoria en Cepeda , se detenían an t e la act i tud del pueblo de Buenos Aires en a rmas , y animado de espíri tu público, comprendien­do la imposibilidad de imponer le ia ley dei vencedor . Po r lo tan to , se con ten taba con insistir en echar por t ie r ra el Go­bierno Nacional , despojar a la cgpitai de su rango político, uniformar la provincia en el s is tema federal de hecho ta! como ellos lo entendían y prac t icaban, y s aca r de es ta moderación forzada todas las Ventajas mater ia les pos ib les , a fin de con­sol idarse en sus respect ivas provincias , con acción e influen­cia sob re ias demás .

Las autor idades nacionales , cuya desapar ic ión s e exigía, s e habían en cier to modo anticipado a e s t e voto , abdicando e! poder legal de la nación en las au tor idades municipales de Buenos Aires . E! C ong re so s e había dec la rado en receso , y e! Direc tor Supremo, fugitivo del campo de ba ta l la , l legaba a la capital dispuesto a res ignar el mando en manos del alcalde Agui r re . P e r o la noticia de la salvación de la columna de Ba lca rce , vino a producir un cambio de ideas . Desde ese mó­

vil) So publicó en hoja suelta por la imprenta de Phoción, en Buenos Airea, bajo el título de «Proclama de los jefes de las fuer­zas federales á la Provincia de Buenos Aires».

Page 257: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 253

mentó, los dictoriales se ha lagaron con la esperanza de po­der sa lvar su posición, apoyándose en el espíritu público de Buenos Aires , ya fuese pac tando con los federa les de la paz, ya haciendo cuestión de guer ra su subsis tencia . El Direc tor Rondeau, inst igado en es te sent ido por sus amigos políticos, Volvió a reasumir el mando, que Aguirre fe ent regó sin opo­sición (42). Es ta reapar ic ión del poder directorial , caduco de hecho, debió hacer el efecto de un espec t ro iluminado por los fuegos de la tempestad que ardía en el horizonte . De su paso por el Gobierno no ha quedado más seña! que una proclama, en que t raduciendo aquella aspiración, confundía ia causa de ia nación con ia de la provincia. Sin ace r t a r , empero , a le­vantar ¡a bande ra caída del central ismo, ni a en t r ega r se como lo había hecho an tes el Congreso , en brazos de la provincia, donde p rocu raba a t r inchera rse , decía, refir iéndose a la co­lumna de Ba l ca r ce : «Vuest ros hermanos de a rmas existen cu­b ier tos de gloria . Su valor con Vuestras v i r tudes , os mantie­ne aún en ei e s t ado de respetabi l idad necesar ia a fijar v u e s ­t ra s u e r t e de un modo decoroso . E s p e r o é! momento en que un s i s tema concil iador una las pa r t e s de este- gran todo , sin comprometer el decoro de la provincia» (43).

Mien t ras tan to , la única autor ided con Voz y acción eficien­te , ia única que fuese reconocida por amigos y enemigos, era el Cabildo de Buenos Aires , compuesto de hombres bue­nos del común, que, por efecto de circunstancias extraordina­rias, asumían una representac ión política, e levándose a la ca tegor ía de! primer poder del Es t ado con el consentimiento de todos . Es ta es la ocasión de explicar es te fenómeno, que por tantas veces hemos visto repe t i r se en la historia argen­tina, y sin lo cual no se comprender ía e! palpi tante drama a que vamos a asistir , en que ese Cabi ldo desempeñará el pape! de protagonis ta histórico, s iempre p resen te en ia escena r e ­volucionaria, t ransformándose la sociedad política bajo sus auspicios civiles.

Hemos dicho an tes , que los Cabi ldos fueron la única insti­tución de la antigua Const i tución española , que la madre pa­tria legó a sus Colonias amer icanas . T ra sp l an t ados a! Nuevo Mundo, en circunstancias en que Ias ' l iber tades comunales eran sofocadas en España por el despot ismo de Car los V y Feli­pa II, ios Cabi ldos amer icanos no tuvieron su antiguo signifi­cado ni su importancia política; pero en razón de la distancia y las neces idades e lementales del Gobierno , los r eyes abso-

(42) Do este hecho (comprobado por la proclama del Director que se citará más adelante), sólo hace mención don Hilarión de la Quintana, en su «Relación», cit.. pág. 58.

(43) Proclama del Director Rondeau (sin fecha), publicada en ei núm. 159 de la Gaceta de 9 de febrero de 1820.

Page 258: Historia Belgrano III

254 BARTOLOMÉ MITRE

lutos les concedieron más franquicias reales que a los que por el mismo tiempo funcionaban en la Península. A esto, y ser la única institución popular, debieron la importancia que gra­dualmente fueron adquiriendo hasta identificarse con la nueva sociabilidad. Con la tradición histórica de las arrogantes Co­munidades de Toledo y Aragón en ei pasado; con la ficción de una elección popular por título, y el nombre de República esculpido en sus blasones cívicos, esas Corporaciones ejer­cían funciones de propio gobierno, en cuanto a la gestión de ios intereses comunes y a la administración de la justicia ordi­naria. Representantes del pueblo en teoría, tenían el derecho de convocarlo a son de campana; reunirio en Congreso para deliberar, como en las democracias de la antigüedad, sobre sus propios negocios; levantar tropas comunales; crear con­tribuciones; poner en posesión a los gobernadores nombra­dos por la corona y recibirles el juramento; y, en ocasiones solemnes, erigirse legalmente en poderes independientes, in­vocando sus fueros y los derechos de los ciudadanos del Mu­nicipio.

En el Río de ia Plata, esta institución echó raíces más pro­fundas que en el resto de la América. Bajo sus auspicios se planteó la primitiva coionización y se inoculó en la naciente sociabilidad el espíritu comunal que le dio consistencia, según se explicó antes. De su seno nació aquella protesta que pro­clamó a Voz en cuello «que la autoridad del pueblo era supe­rior á ía del Rey», como se vio cuando ia revolución de los comuneros dei Paraguay (44). Así, cuando las armas inglesas se posesionaron de Buenos Aires, la única autoridad que que­dó en pie fué la del Cabildo, que asumió, con el reconoci­miento de ios mismos conquistadores, el Gobierno político; lo mismo que sucedió más farde en Montevideo, cuando las ar­mas portuguesas se apoderaron de ia Banda Oriental. Se ha Visto cómo, en seguida de las invasiones inglesas, el Cabildo de Buenos Aires asumió el carácter de una Verdadera asamblea política, después de haber presidido a la defensa del Munici­pio, contribuyendo a ia deposición de un Virrey y dictando nuevas reglas de gobierno. Se ha visto que la revolución de mayo tuvo por base lega! sus mismos fueros, por teatro el sa­lón de sus sesiones, y que desde su tribuna se proclamó en aquella época la Constitución de 1810, dictada a toda una na­ción por un solo Municipio, dando origen a una nueva aso­ciación política, que de hecho se declaraba independiente de la metrópoli. Se ha visto que, sobre la base de la representa­ción de los Cabildos, se constituyeron las primeras asambleas deliberantes de la revolución, y que de su seno partieron en Varias ocasiones las protestas contra el centralismo, en las

(44) Véase en la INTRODUCCIÓN, parág. X V I y X I X , en el t. I .

Page 259: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 255

instrucciones dadas a sus d iputados . En virtud de es tas tradi­ciones y en razón de ia importancia de la ciudad que r e p r e ­sen taba , el Cabildo de Buenos Aires había llegado a ser o a

• c ree r se , un Cabildo de Cabi ldos , autor izado, como en 1810, para es ta tui r sobre asuntos nacionales . Así le hemos visto en 1815, presidir una revolución en calidad de Cabildo gober­nador; reunir un ejército en su calidad de Cabildo brigadier, es decir, genera! en jefe de los tercios cívicos de la ciudad; levantar ¡a horca a la puer ta de las C a s a s Consis tor ia les , como señor de horca y cuchillo, como acababa de es tab lece r distribución gra tu i ta de v íveres a los pobres , como señor de olla y pendón (45). Por último, en 18¡6, le hemos visto conte­ner una revolución, de r r ibar un Gobie rno , apoya r la au to r i ­dad del Congreso y dar b a s e al Gob ie rno genera! , salvando una situación, y salvando así la revolución de la independen­cia en r iesgo de pe rde r se . Es ta situación, fundada entonces , y cuya historia hemos hecho ya, es ia que en 1820 se desmo­ronaba y cuya caída sóio e ra contenida p o r ¡a mano debilita­da dei Cabi ldo de Buenos Aires .

El Cabildo, dueño por procuración de es ta angus t iosa si­tuación, par t ic ipaba como su alcalde Aguirre , que e ra su más alta expresión, de ios sentimientos que é s t e había expresado tan enérgicamente en su Bando de 3 de feb re ro . Pose ído como la masa de la población de un pat r io t ismo ¡ocal, que organizaba la resistencia p a r a sa ivar la paz, el honor y los derechos de Buenos Aires , e ra , a la Vez, propicio a las au to ­ridades nacionales , que se a lbergaban en el recinto del muni­cipio; pe ro sin hace r se solidario d e su pasado , y más bien repudiándolo, ni identificar su causa con la suya . Así, lo pr i ­mero que hacía al iniciar negociaciones diplomáticas, e ra contes tar un oficio de Ar t igas , que le había sido dirigido con anterioridad, diciéndole: «Con efecto, es te pueblo ha sido la primera Víctima que se ha sacrificado en el a l tar de la ambi­ción y la arb i t rar iedad, y al concurso funesto de tan fa ta les causas , es que debemos atr ibuir e s e t ropel de males y h o r r o ­res civiles que nos han ce rcado por t odas p a r t e s . Mas un nuevo orden de cosas ha sucedido. Buenos Aires , innoble en sus ant iguos principios l iberales , marcha hacia la paz por la que ansian los pueblos todos» (46). En seguida, d e s e n t e r r a b a de su archivo una nota de Ramírez; que hacía un mes había recibido y re legado al. olvido, en la cual , anunciando que se ponía en campaña, decíaie: «Con la misma serenidad que su-

(45) Acuerdos de Cabildo (dos), de 3 de febrero de 1820, archi­vo municipal de B. A., lib. 83, fol. 65 a 67. M. S.

(46) Oficio del Cabildo de B. A., de i de febrero de 1820, en contestación a una nota de Artigas, de 27 de diciembre de 1819, inserta en el núm. 159, de la Gaceta de 1820.

Page 260: Historia Belgrano III

B A R T O L O M É M I T R E

pimos cast igar á los B a l c a r c e r e s , Díaz Véiez, Viatnones y Bel g ranos , e spe ramos a ios R o n d e a a x , San Mar t ines y Cru­ces» (47). El Cabi ldo, acusando recibo de es ta nota , a la que los hechos habían despojado .de su ca r ác t e r provocat ivo y jactancioso, tomaba por pie de su contestación el oficio es­cri to por el mismo generas desde el campo de ba ta l la , hacien­do abe r tu r a s de paz, a la que se rv ía de apéndice el ultimátum de López, de q u e s e ha hab lado ya . En ella s e limitaba a decir que había aco rdado nombrar una diputación que s e acer­case a él, a fin d e «arreglar y aco rda r todas ¡as b a s e s de un t r a t ado definitivo de paz , alejando pa ra s iempre dei horizonte de ias p rov inc ias ios ho r ro r e s de una gue r ra civil» (48). Al p roceder así el Cabildo de B u e n o s Aires , obraba con plena autorización del Gobierno Nacional , que después de haber abdicado el mando en ¡a Municipalidad, abdicaba has ta el decoro , en ia imposibilidad de ejercer el poder que por una veleidad había reasumido.

El Congreso , que s e había pues to en receso an te la de r ro ta y vuel to a reabr i r sus ses iones con la noticia de la salvación de la infantería de Cepeda , con tes taba al Cabiido (7 de ene­ro) que «instruido del tenor de ias comunicaciones de Ramírez y de las contes tac iones , tenía ia satisfacción de dec la ra r que ellas e ran conformes a sus sentimientos, así como ias medidas de que s e ocupaba en consecuencia de la no ta del jefe de ios or ienta les don J o s é Ar t igas (que le int imaba su disolución); y que e spe raba que ei Cabi ldo, que tenía tan ta p a r t e en el bri­llante renacimiento y progresos de la causa del país, secunda­ría ias miras de pacificación que io animaban decididamente por la más p ron ta terminación de la funesta guer ra civil, y que podía es ta r altamente persuadido , tendrían la mejor aco­gida en el Congreso cuan tas medidas quisiera p roponer en obsequio de tan sagrado e in te resan te objeto» (49).

En consecuencia , el Cabi ido nombró una Comisión com­pues ta del alcaide mayor don Juan P e d r o Aguirre , el doctor don Vicente Anas tas io Echevar r í a y ¡os cabi ldantes don J o a ­quín S u á r e z y don Julián Vioia, a efecto de a c e r c a r s e a Ra­mírez y a r r eg la r una t ransacción, part icipándolo al Direc tor

(47) Oficio de Ramírez al Cabildo de B. A., de 8 de enero de 1820, inserto en la Extraordinaria de la tarde, de 16 de febrero de 1820.

(48) Oficio del Cabildo de B. A. a Ramírez, inserto con fecha de 4 de febrero de 1820; pero que según nota posterior, insería en la Gaceta núm. 159, de 1820, pág. 703, llevaba la fecha del 6 de febrero.

(49) Oficio del Congreso al Cabildo de B. A., de 7 de febrero de 1820, inserto en la Extraordinaria de la tarde, de 16 de fe­brero de 1820.

Page 261: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 257

Rondeau que, como queda dicho, había reasumido nominal-mente el mando supremo. Es ta comunicación al Director te ­nía por objeto r ecaba r de él que impar t iera sus órdenes p a r a en el caso de que ei ejercito federa) promet iese una cesación de hos t i l idades , se o rdena ra o t ro t an to a ¡os genera les So le r y Ba lca rce y demás jefes de mar y t ie r ra (50). A la vez, s e decía a Ramírez, que ¡os d iputados ¡levaban plenos poderes , y que se garan t ía el cumplimiento de cuanto ellos acordaren con relación al orden, t ranquil idad y armonía de los pueblos , para componer los e lementos de la asociación a que aspira­ban las Provincias , y que jamás el cumplimiento de io que s e pac ta ra quedaría sujeto a dudas ni ambigüedades (51).

Ramírez, al recibir la comunicación del Cabildo y Ver figu­rar en t re los comisionados el uombre del a lcalde Aguir re , que había calificado a los federa les de enemigos fraticidas, contestó i racundo: «que las p r o t e s t a s de paz del Cabi ldo eran desmentidas por a lgunos individuos de su Corporac ión , que sostenían ios i n t e r e s e s de individuos criminales, siendo un comprobante de ello el Bando del Direc tor sust i tu to , en el que, con el desca ro de los comple tados cont ra la l ibertad na­cional, a t r ibuían sus dei i tos a los que por ella t rabajaban», señalando como uno de los cómplices al mismo Aguirre , «Con­vencido de es tas Verdades (decía por último), advier to que es inútil toda tenta t iva pa ra en t r a r en t r a t ados con el ejército de mi mando, s iempre que ¡as proposic iones no me sean hechas por ei Gobierno provisorio de la provincia, elegido por el pueblo l ibre de toda opresión» (52). Es t e lenguaje a r rogan te , tan en armonía con el c a r á c t e r de Ramírez, y que con t ras ta ­ba con el de la proclama anter ior , era, sin embargo , el resul­tado de las man iob ras s ec re t a s que tenían lugar en el seno mismo de B u e n o s Ai res .

Los par t idos en que e s t aba dividido y subdividido el muni­cipio, uniformes en cuanto a sa lvar el conflicto por medio de ¡a paz, a sp i raban iodos a apode ra r s e dei mando, descompo­niéndose en fracciones. Los polí t icos ant idirector ia les , a cuya re taguardia e s t aba S a r r a t e a como ei timón a popa, buscaban su punto de apoyo en ia fuerza de los federa les ; y en la isn-

(50) Oficio del Cabildo al Director Supremo, de 8 de febrero de 1820, en la Gaceta núm. 159, de 1820, pág. 702. Este oficio está firmado por don Juan Pedro Aguirre, lo que muestra que se diri­gía al Director Rondeau.

(51) Oficio dol Cabildo al General Ramírez, de 8 de febrero de 1820, en ¡a Gaceta núm. 159, del mismo año, pág. 703.

(52) Oficio de Ramírez a¡ Cabildo, y a los comisionados, de 12 de febrero de 1820, inserto en la Extraordinaria de la farde, de 15 de febrero de 1820.

ir

Page 262: Historia Belgrano III

258 BARTOLOMÉ MITRE

posibilidad d e hacer les intervenir d i r e c t a m e n t e , t rabaja­ban sob re sus caudillos p a r a que se mos t ra ran intransigen­t e s , de modo de c r ea r una nueva situación por medio de su influencia. Los mismos cuerpos cívicos, ex t raviados en su patr iot ismo loca!, empozaban a mirar con enojo a ¡as autori­dades nacionaíes que habían producido aquella t r i s te situa­ción, y que ia complicaban sin ofrecer les e spe ranzas de me­jor sue r t e . E! ejército exter ior , a ó rdenes de Soler , que e ra la vanguardia de ia ciudad, donde se había condensado el mili­tarismo y residía ei nervio de la resis tencia , par t ic ipaba de es tas influencias de le t é reas , que eran explo tadas por ias ambiciones del día y los odios de !a v íspera . Ramírez, bien aconsejado por sus par t idar ios s ec re to s en la capital , y por ios que se proponían explotar su influencia, comprendió con su sagacidad na tura l , que ei pueblo de B u e n a s Aires , a pesar de sus mulares de soldados , e s t aba moralcnente de r ro t ado y que sus mismos enemigos ie proporc ionar ían sin combatir , un triunfo mayor y más fací! que él s e había imoglnado. D e aquí su negativa a t r a t a r con el Cabi ldo, cuya representac ión le­gal había reconocido an tes ; y acen tuando su negativa con el sa rcasmo del más insul tante desprec io , ie dirigía e s tas pala­b r a s : «Me acerco pa ra es t rechar mis re laciones con. el be­neméri to br igadier Soler ; con é! únicamente me entenderé mient ras exista la actúa! administración, cuijas ramificaciones conocemos» (55).

Ahora se Verá corno Soler y Ramírez, enemigos ei día antes , eran ei 12 de febrero amigos, y casi al iados contra -os-Direc-fer iales y has ta cont ra ei mismo Cabi ldo. El general Soler , a quien el pueblo había confiado su guarda y su bandera , dán­dole el pues to de honor en ia vanguardia , e ra enemigo de Rondeau desde el sitio de Montevideo; lo era de San Martín después de ia campaña de Chi le y, por lo tanto, de Pueyr re ­dón, que ¡o había tenido a r rumbado; lo e ra igualmente de los miembros dei Cabi ldo por sus conexiones pe rsona les , y todo es to lo colocaba en t r e los descon ten tos . Po r otro lado, ios hombres políticos dei ant iguo par t ido Saavedr i s t a , con los cuales e s t aba más en contac to , y cuyas so rdas maniobras eran dirigidas por San-a tea , lo inducían a const i tuirse en su cam­peón, mientras que los militares qae le rodeaban Jo impulsa-' ban a hacerse el a rb i t ro de la situación. Obedeciendo a estas influencias y a sus impacientes ambiciones, Soler se decidió a resolver la situación en provecho propio y de su círculo, contando pa ra ello con ei ascendiente que había adquirido sobre ei 2.° tercio cívico y que lo ac lamaba como su caudillo. Ai efecto, y como paso previo, se puso ai habla cor. Ramírez,

(53) Oficio de Ramírez, de 12 de diciembre.

Page 263: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 259

pidiéndole suspendiese sus marchas , a fin de evi tar toda inútil efusión de sangre , mient ras s e a jus taba la paz (54).

El día 10 de febre ro r eun íase en el Cuar te l general de Soler, s i tuado en el puen te de Márquez , todos los jefes y oficiales del ejército exter ior . E s t a junta de guer ra , no tenía por objeto defender a ia capital ni con tener la marcha de los vencedores, sino volver las a rmas cont ra los pode re s existen­tes y en t regar al enemigo el escudo de la res is tencia , infiabi-liíándose has ta p a r a a lcanzar una paz decorosa . Díjose en ella: que los enemigos victoriosos es taban ya en el Sa l to , que sus avanzadas l legaban has ta las inmediaciones de Lujan, que la subsistencia dei Congreso y del Director io e ran los únicos obs tácu los que s e oponían a la paz , y que al ejército tocaba remover los . D e acuerdo todos los jefes en es tos consi­derandos, resolvieron autor izar a Soler p a r a que dirigiera una intimación al Cabi ldo en tal sent ido. La intimación, de an te­mano redac tada por el sec re ta r io militar de So le r (55), decía así: «¿Para cuándo guarda V . E . su poder? ¿Has ta qué g rado piensa l levar su sufrimiento? Las provincias s e han sepa rado y, de consiguiente, ¿á quién r ep resen ta el Congreso? Los ene­migos no quieren t r a t a r con autor idad que dependa de él. Sólo "V. E . s e p re sen ta en es te conflicto como iris de la paz: es te ejército reunido hoy me ha facul tado pa ra hace r é V. E . la p r e sen t e comunicación, él ha jurado sos tene r su r e ­solución, reducida á que se disuelva el Congreso , s e quite al Director y s e s e p a r e n de sus des t inos cuan tos empleados emanen de esta autor idad, ínt imamente l igados á esa facción indigna, degradan te , de Pueyr redón , Tag le y sus secuaces . Esta resolución he comunicado al genera l Ramírez hoy mismo, invitándole a t r a t a r sob re es tos principios» (56). En seguida

(54) Nota de Soler a Ramírez, de 9 de febrero de 1820, a que hace referencia el último en su contestación de 11 del mismo, in­serta en el núm. 160 de la Gaceta, de 1820.

(55) El secretario de Soler, era don José María'Echandía, oficial de ingenieros en el ejército de Belgrano, a quien debemos algunas noticias verbales sobre los sucesos de esta época,

(56) Esta comunicación se publicó por primera vez en hoja suelta por la imprenta de Phocion, y en ella se leía el siguiente párrafo: -«Protesto particularmente que ningún interés me liga, y ruego no se cause ninguna estorsión á los qué deban alejarse de Buenos Aires: si V. E. corresponde á estos votos, el cielo lo bendi­ga, pero si faltase, lo que no espero, lo hago responsable de los males que sobrevengan á mi patria, á las fortunas ^particulares, y aun á la sangre que se derrame si fuera necesario.»—El 15, al pu­blicarse el mismo documento en la Extraordinaria de ese día, este párrafo fué suprimido, en virtud de haberlo renegado el mis­mo Soler, en un oficio de 13 del mismo, a que adjuntaba una

Page 264: Historia Belgrano III

260 BARTOLOMÉ MITRE

firmó el G e n e r a ! en jefe, su jefe de E s t a d o M a y o r y, sucesi­vamente , todos los jefes de cuerpo y oficiales con mando (57).

No sat isfecho Soler con haber levantado el pendón de la demagogia militar, quiso levantar Cabi ldo cont ra Cabi ldo, re­vist iendo la insolencia del ac to con los c a r a c t e r e s de una bur­la sangr ien ta , según va a v e r s e . La pobre Villa de Lujan, si­tuada nueve leguas a vanguardia de! ejército, y que, según los mismos jefes, iba luego a se r ocupada por el enemigo, tenía también su Cabildo. So le r ¡e comunicó la resolución adoptada por su e jércüo, invitándolo en consecuencia «á expresa r li­b remen te sus sentimientos sobre ella». El Cabi ldo de Lujan, se reunió el día 11, con asistencia del sa rgen to mayor don Ma­nuel C o r r e a , jefe de vanguardia y diputado por el ejército, quien ieyó en al ta Voz la intimación hecha al Cabi ldo de Bue­nos Aires . El p res idente de ia corporación, haciéndose el intér­p re t e de la opinión de ios pocos Vecinos p re sen t e s , se adhirió en un todo a las exigencias formuladas pe r los jefes, y, con­formes todos , firmaron el ac ta 25 individuos, incluso los cabil­dan tes , e! mayor C o r r e a , el ten iente cura y el escr ibano (58). Es t a acta fué en el mismo día comunicada por So ie r al Cabil­do de Buenos Aires , manifestando que ella es taba «en confor­midad con e! sentimiento de la provincia». (59)

Ei pronunciamiento del ejército exter ior indignó y entr is te­ció a! pueblo de Buenos Aires , avergonzando has ta a ios mis­mos ant idi rector ia les . E s t a b a en la conciencia de todos que las au tor idades nacionales , con sus ejércitos perdidos , con las provincias sub levadas y sin el apoyo eficiente de la opinión, eran la sombra de una sombra; pero que no correspondía a Buenos Aires , en cuyo seno se a lbergaban , dar e! último pun­tapié a los fundadores de la Independencia y a los sa lvadores de ía revolución americana, cualesquiera que fuesen sus erro-nueva copia en que tal conminación no figuraba. La verdad es que, la insolencia dei hecho, unida a la insolencia del lenguaje, había sublevado a todo el mundo, y esto era al menos una satisfacción de forma a la opinión pública.

(57) He aquí los nombres de los firmantes: Miguel Soler, Hi­larión de la Quintana, Juan Florencio 2 errada, Manuel L. Pin­to, Eduardo Holemberg, Manuel Pagóla, Francisco Montes y Larrea, Martín Lacarra, Juan José de Eiizalde, Añádelo Mar­tínez, Juan Antonio Costa, Juan José Salces, Agustín Herrera, Pedro Castelli, Modesto Sunches, Pedro Orma, Rufino de Eiizal­de, José María Escalada, Ángel Pacheco.

(58) Acta del Cabildo de Lujan, de 11 de febrero de 1820, pu­blicada en el núm. 160 de la Gaceta, del mismo año.

(59) Oficio de Soler al Cabildo de Buenos Aires, de 11 de fe­brero de 1820, adjuntando el acta del Cabildo de Lujan, de ¡a mis­ma fecha, pub. en el núm. 160 de la Gaceta.

Page 265: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 261

res y aun sus fa l tas . Y si e sas au to r idades es taban fa ta lmen­te dest inadas a se r sacrif icadas corno víctimas propic ia tor ias de ia paz, pensaban los mismos por teños animados de un e s ­píritu de localismo, que no e ra por cier to a los soldados a quienes s e había confiado la guarda y ¡a bande ra de la ciu­dad amenazada , a los que correspondía emplear sus a rmas para a l lanar el camino del enemigo, entendiéndose con é s t e , y t ra tando peor que enemigos a los propios amigos. El p a ­triotismo sensa to Veía en ese ac to b ru ta l , la amenaza de un despotismo militar, sin ley, sin freno y sin pudor . Los mismos que acep taban las consecuencias del escándalo , no s e a t r e ­vían a defenderlo. Los más hábi les , como S a r r a t e a , lo explo­taban en p rovecho propio, y p rocu raban propic iarse la opi­nión u rbana dei Municipio levantando el espíritu civil; hala­gaban a los caudil los con la perspec t iva del es tablecimiento de un Gobie rno más manso y menos militar que el de Soler ; y a t rayéndose has ta la buena voluntad de los Vencidos, ofre­cíanles no persegui r los . Soler , divorciado de ia opinión del pueblo de Buenos Aires , quedó perdido desde ese día, y a pesar de se r el dueño de la fuerza, no pudo ser lo ya en ade ­lante de la confianza de sus conciudadanos .

El Cabi ldo , que por sí mismo no r ep re sen t aba ninguna p o ­lítica, cualesquiera que fueran ¡as afinidades de sus miem­bros, se p res tó a se r ei ins t rumento de la caída de los p o d e ­res nacionales , ecüpsáüdose por el momento el Alcaide Agui­rre, por prudencia o por decoro propio. El día 11 envió una comisión a! Congreso y al Direc tor , intimándoles su disolu­ción y su cese en nombre de! ejército exterior y en el in terés de ¡a salud pública (60). E! Congreso contes tó dignamente que "cedía a la intimación, sin que entendiese que ob raba au to r i -tat ivamente, por cuanto en calidad de r e p r e s e n t a n t e s de los pueblos argent inos , que habían ce lebrado e! pac to de unión con los r e p r e s e n t a n t e s legítimos de! pueblo cíe Buenos Ai res , la voluntad de és te pa ra romper es te pac to debiera s e r mani­festada del mismo modo». El genera l Rondeau contes tó mo­destamente «que s e adher ía a ia voluntad genera! que ie ha-

(60) Los miembros del Cabildo en esta época, eran los siguien­tes: Alcalde de primer voto, don Juan Pedro Aguirre.—ídem de segundo voto, don Esteban Remero.—Regidor decano, don Julián Arrióla.—Defensor general de menores, don Juan Francisco Del­gado.—ídem de pobres, don Juan Pablo Sáenz Valiente, don Julián Viola, don Pedro José Echegaray, don Baltasar Ximenez, don Fer­mín lrigoyen, Benito Linch.—Síndico personero del común, don Miguel Belgrano. Esta lista, con sus atribuciones, está tomada del Acta de 1.° de enero de 1820, al tomar posesión los nuevos capi-» talares elegidos para ese año, que se registra en el lib. 83, fol. 43, del arch. municipal de Buenos Aires. M. S.

Page 266: Historia Belgrano III

262 BARTOLOMÉ MITRE

bía sido manifestada, deseoso de propender por su parte ai bien de sus conciudadanos, y que depositaba la suprema au­toridad del Estado en manos del Cabildo». Así acabó el me­morable Congreso de Tucumán y el Directorio que surgió de su seno, cuya historia ha sido hecha ya y cuyos actos han sido juzgados ya en las antecedentes páginas de este libro (61).

La Municipalidad tomó en el mismo día el título de Cabildo gobernador, publicando una proclama, en que explicaba la Variación en el sentido de la paz, y expidió un Bando en que declaraba «reasumido en la corporación ei mando universal de la ciudad y provincia, a efecto de mantener el orden y ex­pedir todas las órdenes conducentes al mayor bien y felicidad de ella, ínterin que en unión con las demás provincias se es­tablecían las nuevas bases de asociación, conforme a su de­cidida y manifestada intención-> (62).

Consumado el sacrificio y verificada la transición, volvió a reaparecer el alcalde Aguirre al frente del Cabildo, en calidad de Presidente. Su primer acto de gobierno fué asentir oficial­mente a todas las exigencias de Soler, y nombrarle coman­dante general de las fuerzas de mar y tierra de ia Provincia, delegando en él una especie de dictadura militar. AI mismo tiempo (el día 12), y por vía de apéndice a este nombramiento, dictaba una disposición memorable, en la que, con motivo de fijar la forma de ia elección del futuro gobernador de Buenos Aires, se depositaba el germen de los futuros destinos del Go­bierno representativo de ia República Argentina. De ella nos ocuparemos a su tiempo.

El resultado de todo esto, fué que la odiosidad de la elimi­nación de los obstáculos para la paz de hecho, pesó exclusi­vamente sobre Soler; y que el Cabildo, al hacerse cargo de la situación, ganó en autoridad moral, agrupándose en torno suyo todas las fuerzas cívicas del Municipio y Provincia, por lo mismo que era un poder impersonal, que condensaba legal­mente todas las aspiraciones vagas de la opinión, y todas las pasiones vivaces de la localidad, sin romper el vínculo histó­rico de la tradición política.

En cuanto a la política interprovincial, el Cabildo la definió netamente, abdicando en representación de Buenos Aires el

(61) Véase oficio del Cabildo al Congreso; ídem del Congreso al Cabildo; ídem del Director Rondeau al Cabildo, todos ellos de fecha 11 de febrero de 1820, insertos en la Extraordinaria, de 15 de febrero del mismo año.

(62) Proclama y Bando del Cabildo, de 11 de febrero de 1820, insertos en la Extraordinaria, de 15 del mismo.—Oficio del Ca­bildo a Soler, de 12 de febrero y contestación del mismo (que por equivocación lleva la fecha del 11) en la Gaceta núm. ItiO, del mismo año.

Page 267: Historia Belgrano III

HíSTORiA DH BELGRANO 265

rango d e capital de la República y dec la raba disuel to el pac to político, pe ro reconociendo la indisolubilidad del vínculo na­cional, y l ibrando al común acuerdo de su organización en io futuro. Con motivo de con tes ta r ai gobernador de Mendoza , que avisaba haber reasumido el mando a consecuencia de los últimos desórdenes de que se ha dado ya noticia, decía le : «Todas las Provincias de la Unión es tán en es tado de hace r por sí mismas io que más convenga a sus in te reses y régimen interior.» Y dirigiéndose en iguai fecha y con igual motivo a los Gobie rnos de Córdoba , Sa l ta , Tucumán y al Cabi ldo de Cuyo, que había proclamado ia federación de hecho, les mani­festaba «haber reasumido ei mando de ¡a provincia de Buenos Aires, has ta tan to que la voluntad genera l de todos los pue ­blos, decida la forma de gobierno que haya de estable-, cerse» (63).

Así, en el espacio de doce días que van corr idos del mes de febrero , t enemos un ex Direc tor condenado al os t racismo por sus propios amigos; uno revolución la ten te que pa r ece sofo­carse y se ope ra al mismo t iempo; una gran ba ta l la perdida; dos D i rec to re s que se suceden; un espíri tu de resis tencia cí­vica que surge ; una nueva política de paz que inauguran los caudillos federales ; un motín que estal la con formas de dema­gogia militar; una reacción del espír i tu público que r e s t ab lece el equilibrio; un Congreso Nacional disuelto y un Di rec to r Supremo depues to ; un Gobierno que se cons t i tuye den t ro dei organismo municipal; una capital que abdica; una provincia federal que nace; una d ic tadura militar que se decre ta ; un nuevo derecho público que s e inicia; y una entidad civil que en representac ión de los inst intos conse rvadores y de la a s ­piración a lo mejor, domina por procuración los hombres y las cosas de aquel los días agi tados en que los acontecimientos s e suceden con rapidez ver t ig inosa .

En medio de e s t e movimiento, tumultuar io en sus formas, empero complejo y lógico en cuanto a sus causas , los caudi­llos federales habían comprendido, desde luego, una sola cosa , y era que la victoria de C e p e d a no les daba el dominio de Buenos Aires , y que sólo poniendo en juego sus propios e le­mentos, podrían influir de algún modo sob re sus des t inos . Con su grosera percepción de los hechos , con ar reg lo a su bajo criterio, Ramírez c reyó , sin embargo , que el motín de So le r en el puen te de Márquez impor taba una al ianza con la fede­ración. Así s e habla explicado también ei motín de Arequi to , al contar a B u s t o s como un nuevo al iado, comprendiendo tar-

• (63) Oficio del Cabildo de Buenos Aires al Gobernador de Cuyo. Oficio circular del mismo a los Gobiernos de Córdoba, Sal­ta, Tucumán y Cabildo de Cuyo, de 12 de febrero de Í820. Véase la Gaceta, núm. 160, del mismo año.

Page 268: Historia Belgrano III

284 BARTOLOMÉ MITRE

de que era una nueva entidad que se levantaba , análoga, pero distinta, y en el fondo antagónica a su política. Sin embargo, el resul tado respec to de Soler , tal Vez habr ía sido una liga de los caudillos federales , con el nuevo caudillo levantado por el militarismo, en Buenos Aires , si é s t e no hubiese t ropezado con ia resis tencia cívica que le impuso respe to , y con la auto­ridad moral dei Cabi ldo, an te ia cuai tuvo que inclinarse, aun violentándolo. Soier , al t r a t a r de congrac iarse con los caudi­llos federa les der r ibando al Congreso y ai Direc tor , c reyó darse un doble punto de apoyo , y e! resu l tado fué que no pu-diendo imponerse mora 'mente a Buenos Aires , ios caudillos es t imaron en menos su alianza y buscaron fuera de él o t ras combinaciones, como más ade lan te se verá . Mien t ras tan to , Ramírez, ai con tes ta r sus comunicaciones en que le daba cuenta de su pronunciamiento, adjuntándole e! ac ta de! Ca­bildo de Lujan, ap lacaba sus i ras en un sentido, como cedien­do a su interposición; y en o t ro sent ido ie hablaba con toda la intemperancia del lenguaje que só'.o se permiten los hom­b re s pose ídos de odios comunes, que se estimulan recíproca­mente a la Venganza. «Sea enhorabuena el Cabildo (le decía), ei órgano por donde se haga entender a ese pueblo, que pue­de, sin ei recelo de las bayone tas , expresa r su Voluntad; pe ro abs ténganse de mezclarse directa ni indirectamente en sus deliberaciones.» Y dando como un hecho la mancomunidad de propósi tos , ag regaba : «Dificultades te r r ib les Van a oponerse a ias san tas intenciones de V. S. , si unidas nues t r a s fuerzas no se dedican a p ro tege r ía causa de los l ibres: s e ace rca a V. S . e! ejército federal , no pa ra prodigar la s angre ameri­cana, sí p a r a e s t r echa r en sus brazos a los dignos c iudadanos que obedecen sus ó rdenes , y pa ra ob tener ia satisfacción de hab la r con V. S. , de cuya entrevis ta r e su l t a rá la pronta con­clusión de t an tas inquietudes.» Véase cuáles e ran las santas intenciones a que se refería Ramírez: «Pero , . señor br igadier , pongamos fuer tes diques al to r ren te de intrigas con que la ex­pi rante criminal administración amenaza aún ia l ibertad de! pueblo; eíia t iene ios medios de seducir a ios incautos y per ­suadir a los inocentes , va l iéndose de los infinitos iogistas, que no abandonarán sus in te reses persona les mient ras no sean a t e r r ados por un ejemplar cast igo en los pr imeros delincuen­tes : muchas de las p r imeras autor idades de ias corporac iones son los mejores agen tes de aquel los monst ruos ; y si V. S . lo c r eyese , vuelva ios ojos sob re ei Bando del Di rec tor sust i tu­to . . . en e! que presen ta ai ejército federal animado de ios

. sent imientos infernales, que sólo caben en corazones tan co­rrompidos como los de esa gavilla de malvados.» (64). Es to se publicaba oficialmente, au tor izado con la firma del gene-

(64) Oficio de Ramírez a Soler, de 12 de febrero de 1820, con-

Page 269: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 265

ral en jefe del ejército de Buenos Aires , an t e s de habe r se acordado siquiera una suspensión de hosti l idades.

El Cabi ldo resolvió en tonces que la Comisión de an temano nombrada (ei 8 de febrero) coh el objeto de negociar ia paz con Ramírez, y que los sucesos de ¡os días an te r io res habían paral izado, cont inuase en su desempeño. P e r o como las cir­cunstancias habían var iado, c r eyó prudente eliminar de ella al alcalde Aguir re , cuyo solo nombre exci taba ias i ras del ge ­neral vencedor , y así s e io avisaron a é s t e , par t iendo el día 12 ¡os comisionados Echevar r ía , Viola y S u á r e z única­mente (65). Es t a Comisión hizo una larga peregr inación por ia campaña , sin poder da r con ei Cuar t e l genera l de Ramírez, que habiendo abier to re lac iones con Sole r , esquivaba enten­derse con ella. Producido el movimiento del puen te d e Már ­quez, contes tó a sus comunicaciones, negándose a oir los, declaróles que «no admitiría proposición alguna de aveni­miento mient ras sus pode re s no emanasen de au tor idades li­b remente elegidas por el pueblo de Buenos Aires» (66).

D e s p u é s de la nota de la misma fecha (12 de febrero) diri­gida a Soler , es to impor taba poner por condición previa la desaparición del personal dei Cabi ldo de Buenos Aires , a fin de que la elección de nuevo Gobierno se efec tuara bajo la influencia de sus amigos de la ciudad. P e r o como desapa re ­ciendo el Cabi ldo, tai como es t aba compuesto , todo el p o d e r quedaba centra l izado en manos de So le r , y es to no convinie­se a los par t idar ios de S a r r a t e a , que s e proponían se rv i r se de todos ios par t idos p a r a e l eva rse ; como Ramírez e s t aba persuadido que su triunfo no podía dar le más que la caída de las au tor idades nacionales Verificada por Soler , y se conten­taba con dejar es tablecido en Buenos Aires un Gobierno ami­go, que e ra io más a que podía asp i ra r a falta d e una alianza de caudillaje; y como e! Cabi ldo e s t aba res ignado a desapa ­recer , y a io que asp i raba únicamente e ra a sa lvar a Buenos Aires p r e p a r a n d o una paz honrosa y en t rega r la situación a a un Gobierno que inspi rase confianza a los federales , no fué difícil persuadi r a Ramírez que debía acep ta r a ios comisio­nados del Cabi ldo, al menos p a r a oír los. La conferencia tuvo en consecuencia lugar e¡ 15 de febre ro en una estancia inme­diata a San Antonio de Areco . Los dos caudillos federales , excusando en t r a r a ocuparse de ios a r reg los de paz a que

testando dos notas del último, del 10 y 12 del mismo, insertas en ia Extraordinaria de la tarde, de 15 do febrero.

(65) Oficio del Cabildo a Ramírez, de 12 de febrero de 1820, en el núm. 160, de la Gaceta, del mismo año.

(6ñ) Oficio de Ramírez a los comisionados del Cabildo, de 12 de febrero de 1820, en la Extraordinaria de la tarde, de 15 de febrero.

Page 270: Historia Belgrano III

266 B A R T O L O M É M Í T R H

(67) Véase Extraordinaria de la tarde, de 18 de febrero de 1820, en que se registran todas las notas oficiales relativas a este incidente.

eran invitados, aunque abundaron en p ro te s t a s cordiales de fraternidad, negáronse a recibir sus credenciales , declarando con firmeza que luego que el pueblo de Buenos Aires eligiese l ibremente su Gobierno, «depurando ias ramificaciones de la ant igua administración», podría nombrarse por p a r t e de él una nueva Comisión que ajustara los T r a t a d o s con ellos (67), De este modo se hacía depender ¡a paz y ei éxito de la nego­ciación que debía ajustaría, de! resu l tado de la elección del gobe rnan te en Buenos Aires , sobre la cual influían indirecta­mente , haciendo imposible toda candidatura que Íes fuera hostil , P a r a a segu ra r es te resul tado y ejercer mayor pres ión, López y Ramírez avanzaron has ta el pueblo del Pi lar , a ca­torce leguas de ia ciudad, donde es tablecieron su Cuar te l ge­nera!. No puede desconocerse que los caudillos federa les ma­niobraban con habilidad, procedían con moderación, y que su conducta al l ib ra rse a! Voto del puebio ele Buenos Aires , aunque ejerciendo pres ión en nombre de su Victoria, e ra más digna que la del genera l en jefe del ejército por teño antici­pándose a las exigencias del enemigo y pre tendiendo impo­nerse por la fuerza de las bayone t a s que el pueblo le había confiado pa ra su defensa.

til genera! Soler , que sentía pesa r sobre su cabeza ia re ­probación pública; que comprendió que no podía contar con ei apoyo de R a m í r e í sino uniendo sus fuerzas con ios federa­les, y poniéndose en cier to modo bajo su dependencia, y que en e! fondo deseaba conciliar sus ambiciones con' su fidelidad a la causa de Buenos Aires , dio una especie de manifiesto in­directo para propic iarse la opinión civil, en que asumía ia acti tud de campeón de las l iber tades del puebio . Ante la ex­pecta t iva de la elección de Gobernador , se dirigió al Cabildo en una nota trivial, pero significativa, disculpándose y hacien­do su profesión de fe. Decíale en ella: que mientras no s e le notificara la cesación de hosti l idades, creía de necesidad per­manecer en campaña con el ejército, a fin de que pudiera con­se rva r se ei orden en ia capital , «tal vez en r iesgo (agregaba) por la cabilosidad y mala fe de a lgunos mal intencionados, que dirían que su presencia los obliga á tornar par t idos , que ni él ni ei ejército eran capaces de indicar.» En consecuencia , pedía humildemente órdenes e instrucciones, p ro tes t aba de su obediencia y dec laraba con franqueza (son sus pa labras ) , «que siendo un joven sin re lac iones y sin mayor experiencia en negocios tan t rascendenta les y delicados como los que se manejaban, no quisiera tomar providencias que desdijesen del

Page 271: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 267

plan y conducta que ei Cabildo se hubiese propuesto» (68). Al mismo tiempo que Soler firmaba es ta nota de contrición,

se ponía al habla con Ramírez por intermedio de don Fran­cisco Mart ínez , pe rsona relacionada con el caudillo ent rer r ia-no, quien hacía entender a é s t e que el general por teño es taba dispuesto a hacer causa común con él y sat isfacer todas sus exigencias (69). Es ta Variación en su conducta tenía por ori­gen e! movimiento que se había acentuado en la capi tal , en el sentido de no dejarse imponer por la demagogia militar, y de resist ir a la imposición de los caudillos federales , sos teniendo a su autor idad municipal y eliminando, en consecuencia, la candida tura p re to r iana del general por teño .

Apoyado en el ejército que le obedecía , se decidió, pues , a hacer presión sobre el pueblo por medio de Ramírez, quien a la rmado a su Vez por el giro que tomaba ia agitación cívica de la ciudad, y empezando a dudar de la leal tad de S a r r a t e a , aceptó sin t repidar las a b e r t u r a s que se le hicieron. En conse­cuencia, Soler expidió (16 de febrero) , una b r e v e proclama a! ejército, diciendo: «Soldados: muy pronto asegura ré i s ia paz deseada . . . Así me ¡o ofrece el 'general Ramírez, quien quiere t r a t a r conmigo; a cuyo fin aguardo instrucciones» (70). Las instrucciones que agua rdaba eran de mera forma, pues es taba resue l to a ob ra r por sí con independencia del Cabildo, a quien dos días an tes ofrecía ilimitada obediencia. Limitóse, pues , a par t ic ipar le que se había pues to en comunicación con Ramírez, y sin e spe ra r contestación, dio la proclama que se ha v is to . E s t e paso avanzado , fué in te rpre tado en Buenos Aires como un principio de sedición, no fal tando quien le die­se el c a r ác t e r de traición. Soler se ap re su ró a dirigirse al Cabildo, pidiéndole hiciese pública su resolución de ir a con­ferenciar con Ramírez pa ra negociar «una paz honrosa» , ter­minando por decir: «La paz s e l iará, y no por modo que algu­nos indignos quieren persuadir : confíe V. E. en mi honor: nada

(68) Oficio de Soler al Cabildo, de 14 de febrero de 1820, en la Extraordinaria de la tarde, del martes 15 de febrero.

(6'J) Lo del comisionado consta de la nota de Soler al Cabildo, de fecha 17 de febrero de 1820. «Mis relaciones con el General Ramírez... me ponen en la precisión de tener hoy una entrevista con dicho General. Marcho... hacia la consecuencia de una paz honrosa, si el resultado corresponde á mis esperanzas, y á las rela­ciones de mi enviado don Francisco Martínez, según avisé á V. E.> Los ofrecimientos que en tai sentido se hicieron, se comprueban con lo que se verá después.

(70) Proclama de Soler, de 16 de febrero de 1820, publicada en hoja suelta en 4.° Cuartel General, en ei Puente de Márquez.

Page 272: Historia Belgrano III

268 BARTOLOMÉ MITRE

rece le de quien deja en esa capital una hija a quien ama sob re todo bien temporal» (71).

El 17 de febrero , por ia mañana, salía Soler de su Cua r t e l Genera l , del puen te de Márquez , a ia cabeza de seis soldados; y t r e s ho ras después , en t raba a ia vilia de Lujan, donde le e spe raban López y Ramírez . D e ia conferencia que se siguió en t re ios t r e s caudillos, resul tó el ajuste de un armisticio por ei término de seis días «con e! objeto de concluir un t r a t ado definitivo, con la condición de que no deje en empleo ningún individuo de ia administración depues ta , empeñando las p a r t e s con t r a t an te s su honor , el de las fuerzas de su mando y pue­blos de que eran r ep re sen t an t e s , en cumplimiento dei pac to celebrado» (72). Al canjear es te documento , López y Ramírez c reyeron , sin duda, que se echaban al bolsillo la capitulación de Buenos Aires; y So ie r debió pe r suad i r se que recibía con él su despacho de Gobernador . P e r o he aquí que una nueva peripecia dramát ica , peculiar de aquel los días bo r rascosos , Vino a d e s b a r a t a r los p lanes de aquel los t r e s omnipotentes dueños de la fuerza, que se proclamaban a sí mismos a rb i t ros de la Voluntad de los puebios . • No bien seca la t inta con que se escr ibiera el armisticio,

Ramírez recibía comunicaciones de su re taguard ia , en que le par t ic ipaban, que la escuadri l la de Buenos Aires había apa­recido en el puer to de Z a r a t e , y que la columna de con Juan R. Ba lcarce había desembarcado allí y roto ei fuego sobre una

• avanzada federal . Al mismo tiempo, So le r recibía oficios de Buenos Aires , anunciándole que ei pueblo se había reunido en torno de! Cabiido; que una junta de r e p r e s e n t a n t e s nacida de! sufragio popular se había erigido en el día anter ior ; que en ese mismo día había procedido a nombrar un nuevo goberna­dor, y que e! pueblo, el Cabiido y la Jun ta , pe r seve rando en sus propósi tos pacíficos, es taban resue l tos a ponerse en es ta ­do de defensa an tes de acep ta r condiciones humillantes. Ra­mírez a larmado y Soler despechado, se sepa ra ron , jurándose amistad y alianza, y corr ieron a ponerse a ia cabeza de sus respect ivos ejérci tos.

Ei pr imero, c reyendo ver una reacción direcíorial en lo que había pasado en la capi tal , p ro tes tó al día siguiente (18 de febrero) contra el Voto de ¡a capital , re i te rando sus an te r io ­res amenazas y exigiendo en términos imperiosos la inmedia­ta destitución del Cabi ido . Soier dirigía, en el mismo día 18,

(71) Oficio de Soler al Cabildo, de 17 de febrero de 1820, en la Extraordinaria de la tarde, de 17 de febrero del mismo.

(7'¿) Hoja suelta con el título de: «Armisticio que ha celebrado el General Soler con los jefes de la fuerza federal*, fecha 17 de febrero de 1820, en Lujan. En otra nota de Soler, que se citará luego, se dan los pormenores de la conferencia.

Page 273: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 269

desde sa campamento del P u e n t e de Márquez , una nota en­derezada a la nueva Jun ta de R e p r e s e n t a n t e s (de la que lue­go se hablará más part icularmente) haciendo la apología de «ios vir tuosos ciudadanos López y Ramírez», const i tuyéndo­se en el órgano de sus exigencias, y r e d a m a b a en nombre de ellos la disolución del Cabildo, en quien los caudiiios fede­ra les no tenían confianza, decía, pidiendo que se intimara a Balcarce e! cese de toda^hosti ' idad en cumplimiento del armis­ticio por él ce lebrado, cuya aprobación e spe raba (agregaba) , en Virtud del imperio de ¡as c i rcunstancias; de sa t ábase , a la Vez, en denues tos , cont ra la Comisión de paz del Cabi ldo, que, según él, «había sido desa i rada por sospechosa e ilegítima»; y terminaba por dec la ra r que el ejército par t ic ipaba de sus sentimientos, y que él miraba con al to aprecio y r e spe to a la nueva Jun ta (75).

En ei mismo día dirigióse Ramírez a Soler , proclamándolo como ei salvador de la pat r ia , diciéndole que el cielo io había dest inado p a r a consumar la g rande obra de la pacificación, der r ibando a los que «proponían a pregón la Venta de ia patr ia».

A la vez , le par t ic ipaba , como si hab la ra a un aliado y no a un bel igerante , que iba a s i tuar sus fuerzas sobre la cos­ta del P a r a n á pa ra obse rva r los movimientos de la columna de Ba lca rce , cuya aparición repent ina inspiraba rece los a ambos (74).

En el capí tulo siguiente se explicará lo que había pasado en la capital , y cuáles habían sido las operac iones de ia columna salvada del campo de bata i la de Cepeda , después de su lle­gada a San Nicolás de ios Ar royos .

Hemos asist ido a la disolución del pac to nacional fundado en el centra l ismo, a ia caída de los poderes genera les y a la descomposición de todos los ant iguos e lementos de gobierno, consumándose así la gran ca tás t rofe política y social, que se venía p repa rando .

Vamos a asist i r ahora a ¡a transición de ttn s is tema a o t ro , a la t ransformación de ia República dentro de sus propios ele­mentos , a ¡a inauguración de una nueva y rudimentar ia forma política que, lanzando a la sociedad por caminos desconoci­dos, p r e p a r a r a su renacimiento al t r avés de largos t rabajos y g randes do lo res .

(73) , Oficio de Soler a los Representantes de Buenos Airea, de 18 de febrero de 1820. Hoja suelta erí fol. Imp. de Phocion.

(74) Oficios (dos) d9 Ramírez a Soler, publicado uno en la Ex­traordinaria, del 19 de febrero, y el otro en la Extraordinaria de la noche, del mismo día de 1820,

Page 274: Historia Belgrano III
Page 275: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XLIII

EL AÑO V E I N T E . — L A TRANSICIÓN

1820

Descomposición del régimen colonial.—Período de transición.— Ausencia de instituciones.—Constitución de hecho.—Situación política de Buenos Aires, al desaparecer las autoridades genera­les.—Constitución del poder municipal. — Nueva organización parlamentaria dada a la Provincia de Buenos Aires, bajo el ré­gimen federal.—Memorable Cabildo abierto, de 16 de febrero.— Creación de una Junta de Representantes.—Estado de la opi­nión, en Buenos Aires.—Sarratea, Gobernador.—Es autorizado por la Junta para negociar la paz.—Los tratados públicos y se­cretos del Pilar.—Buenos Aires, Provincia federada.—Situación de Buenos Aires.—Reaparición de Ja columna de Cepeda. —Sus operaciones.—Llega improvisadamente a la capital.—Ovación a Balcarce.—Actitud de los partidos.—Reaparición de Alvear, en ia escena política.—Revolución de 5 y 6 de marzo.—Deposición de Sarratea.—Balcarce, Gobernador.—Asambleas populares.— Sarratea se refugia en el campo de los federales.—Los federa­les se declaran contra la revolución y sitian ia capital.—Tenta­tivas de paz que se fustran.—Ultimátum de Ramírez.—Caída y fuga de Balcarce. —Consideraciones sobre la revolución de 6 de marzo.—Resultado negativo que ella produjo.

La caída es t repi tosa del Congreso y del Direc tor io , al des­pojar al Gobie rno genera l de las Provincias Unidas del ropa­je p re s t ado con que se Vestía, dejó desnudo el esquele to del régimen colonia!, cuyas c a r n e s habían sido devoradas por los fuegos de diez anos de revolución. Toda forma de autor idad lega! desaparec ió . Ninguna institución coheren te permaneció en pie. Ningún principio de derecho público sobrenadó en me­dio de aquei gran naufragio. Sólo quedó una nación indepen­diente en el hecho; una Consti tución geográfica y social an­terior y superior a las leyes escr i tas ; un pueblo polít icamen­te desorganizado, regido por sus instintos y por t radic iones his tóricas o reg ias consuetudinar ias ; una asociación polít ica en embrión; una federación rudimental , y fuerzas escént r icas que coincidían, empero , en puntos de terminados y obedecían a l eyes pers i s ten tes , revelando un principio de vida robus ta ,

Page 276: Historia Belgrano III

272 B A R T O L O M É M I T R E

que neces i taba nuevos ó rganos apropiados a sus nuevas ne­cesidades , pa ra desenvolverse en lo futuro. Era el período de la transición orgánica .

En medio de aquella gran ca tás t ro fe política y social pudo Verse io que ya todos present ían: la carencia de instituciones vivaces y el a t r a so de la ciencia política en la práct ica del Go­bierno ub re . Las Provincias Unidas carecían de un núcleo de autor idad indisoluble y de una Consti tución ar t iculada: ios e lementos sociales e s t aban en desequil ibro, y la repúbl ica , que e s t aba en ía conciencia de todos , no poseía ningún meca­nismo de propio Gobierno. El central ismo gubernamenta l de la revolución, se había implantado en el t ronco decrépi to de! régimen colonial, y sus ra íces se habían secado . Las pr imeras autor idades que presidieron al movimiento revolucionario, no hicieron sino cont inuar a ios ant iguos Vir reyes , vinculando a su ejercicio ia po tes tad absoluta de los lejanos r e y e s . Las a sambleas de l iberan tes que se sucedieron, no hicieron sino formular en leyes ios g randes propósi tos y Sos principios ge­nera les de la revolución, en nombre de una soberan ía teórica cuyo ejercicio no residía en el pueblo mismo. El Gobierno par lamentar io , no e ra sino una subdivisión de funciones p ío-Visorias, en que ei Di rec tor cont inuaba al Virrey, y el Con­greso ejercía la ant igua po tes tad rea! y tomaba pa r te en el mecanismo ejecutivo, de modo que ei pede r no e ra sino una dictadura revolucionaria , sin el con t rapeso siquiera de! su» fragio popular .

Los diversos s is temas e lec tora les ensayados , basados so­b r e la representac ión de los Cabi ldos o sobre combinaciones empíricas, que tendían a conciliar el derecho tradicional cor. el hecho nuevo, habían sido ineficaces para poner ai pueblo en posesión del propio G o b i e r n o . Las Const i tuciones dic­t adas , provisionales unes , ex t r avagan tes o t r a s , ninguna de el las, basada en una Consti tución orgánica preexis ten te , ha­bían sido ineficaces, y ia última en el orden cronológico—idea­da en teoría , pa ra una situación t ransi tor ia , prescindiendo dr.i medio en que debía funcionar, sin tomar en cuen ta los ele-mea tos res i s t en tes que pensaba disciplinar—, había sido cal­culada teniendo en vista un central ismo vigoroso, pa ra do­mar en Jo p r e sen t e ia anarquía , y p r epa ra r el advenimiento de una monarquía imposible, a fin de dar estabil idad al Gobier­no en lo futuro ( 1 ) . Así, de r r ibadas las au tor idades que en e!

(!) Hemos insinuado antes esta proposición, demostrada pol­la estructura de la misma Constitución, y por el Manifiesto que la explicaba, trazando sus límites entro el despotismo del Sultán de Turquía, y la democracia de los Estados Unidos. Para comprobar­la, bastará citar las palabras de su autor defendiéndola, después de publicadas las negociaciones secretas de! Congreso, sobre el es-

Page 277: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BCLGSfANó 275

nombre y en el in terés de la revolución habían ejercido el po­der general—continuando en real idad la autoridad colonial—, con la desaparición de las formas que había asumido, el cen­tralismo desaparec ió también. Quedaron únicamente los prin­cipios elementales de la asociación política r ep resen tados por las provincias; los instintos de ia democracia genial como fuerza const i tut iva; los caudillos de ias mult i tudes, como he­cho brutal ; las municipalidades, como derecho tradicional de las localidades; y como vínculo de la nacionalidad, un espíri­tu de cohesión, que tenía su origen en la configuración del te ­rritorio, en la índole de los pueblos , en la mancomunidad de intereses y sent imientos, en acciones y reacciones rec íprocas que obedecían a las l eyes físicas y morales de la a t racción.

En medio de es te cataclismo, todas las masas desagregadas gravitaban, natura lmente , en el sentido de la descentra l iza­ción, o sea la federación de hecho. Empero , su propia cohe­sión re la t iva , la acción parciai de las mismas fuerzas excéntri­cas, ei espíritu municipal que r epa raba la ausencia reguladora del Gobierno, el instinto conservador de las agrupaciones sociales, y e sas a t racc iones la tentes de que hemos hablado, tendiendo a la unificación de las p a r t e s en un todo nacional , ponderaban es te conjunto desordenado, y establecían un equi­librio es table , que impedía que la desagregación se convirt ie­ra en disolución política y social . Así s e ha Visto, que las p ro ­vincias, al a i s la rse en el federalismo o p roveer a la falta de autoridades tu te la res , s e reconocían pa r t e de un todo; y que del mismo modo, Buenos Aires a la desaparición de los pode-

tablecimiento de una monarquía en el Río de la Plata. El Deán Funes en su opúsculo: «El Grito de la razón y la ley sobro el pro­ceso formado á los congresales», dice lo siguiente: «Supongamos la realidad de esos tratados. Guando el Congreso de Holanda en el curso de su sangrienta guerra por su libertad é independencia, se entregó al Duque de Alenzón, ¿traicionó los sagrados derechos de su patria? No por cierto. Estos fieros republicanos bisn desea­ban encontrar socorro desinteresado; poro como la Europa no le ofrece de este género, les fué preciso reconocer á este soberano á fin de asegurar mejor esos derechos, y cortar el progreso de unos males harto insoportables á un Estado nuciente. ¿Y no ha sido esta situación la nuestra? La negociación sobre el Duque de Luca, y la del Infante de Portugal, se encaminaban al establecimiento en nuestro estado, da una monarquía constitucional. Nosotros con­seguíamos sellar nuestra independencia con la España con el su­fragio de todas las testaa coronadas. —Un rey bajo la'Constitución del Congreso, dejaba tan libre é independiente á la nación, como lo estuvo Esparta bajo los suyos, y lo está la Inglaterra bajo el de la Gran Bretaña»), págs. 7 y 8.

18

Page 278: Historia Belgrano III

274 B A R T O L O M É M I T R E

res nacionales , se encont raba de hecho consti tuida en provin­cia federal , reconociendo, corno las demás, la ley común del te r r i tor io y ia unidad política a que todos se subordinan, aáa combat iéndose . P e r o como Buenos Aires era un cent ro de Vida orgánica, y una verdadera democracia cívica con opinión robus ta ; como no e s t aba despotizado por caudillos persona­les, y poseía fuerzas populares para hacer Valer sus derechos, como es taba sa turado de un enérgico patr iot ismo local, que s e a l imentaba en ia tradición histórica y el espíritu municipal, r esu l taba de aquí que ia federación que en ei Pa raguay se convert ía en tiranía, en ias provincias or ientales en semibar-ba r i e o bandolerismo, y_en o t r a s , en aislamiento iner te o des­composición social, en b u e n o s Aires s e t ransformaba en prin­cipio de vida fecunda, que encont raba dent ro de su propio or­ganismo como provincia federa!, los medios de p roveer a sus neces idades y de influir sobre ias demás en las condiciones del nuevo orden de cosas . Keconcentrando el espíri tu público en to rno de la autor idad moral de su Cabi ido , a rmando su

¡tardía cívica en defensa de los fueros del gran Municipio, y isciplinar.do las fuerzas explosivas que encer raba en su seno,

a la vez que nivelaba ias ambiciones b a s t a r d a s que ia ator­mentaban . Buenos Aires , al ingresar así a la comunión fede­ra!, s e p repa raba a s e r el t ipo y el modelo de las provincias que en ade lan te s e const i tuyeran bajo ia misma forma, no só;o en ei hecho, sino también con ar reg lo a derecho. Esta es ia pel igrosa y complicada evolución, o sea el período de la tran­sición, a cuyos pr imeros pasos vamos a asist ir .

Aun cuando la institución municipal no hubiese caducado de derecho y todos se inclinasen an te su sanción moral , en el hecho e ra una autor idad ficticia, una mera forma del antiguo régimen con a t r ibutos revolucionarios que seña laba la tran­sición en t re dos s is temas, y que no siendo en realidad ni ins­titución política ni r e so r t e gubernat ivo , mal podía responder a las exigencias de la nueva situación. Ei mismo Cabildo lo reconocía; así es que, al recibir de manos del Congreso y del Direc tor caído el depósito de la suprema autor idad de la na­ción, sóio asumió la de la provincia de Buenos Aires en cali­dad de Cabiido gobernador . Investido por el imperio de las circunstancias de una verdadera dictadura, carecía de vigor de temperamento pa ra ejercer ía , porque ia si tuación era su­per ior a sus fuerzas y a sus medios. Sin poder de iniciativa, "¡os acontecimientos lo sorprendían y se doblegaban bajo su peso . Sin fuerza de res is tencia , daba su sanción a los hechos que no podía con t r a r r e s t a r . Bajo la presión encontrada de la agresión externa y de la anarquía interna, no tenía ni libertad de acción, y su influencia era nula en uno y o t ro sentido. S;n embargo , bas t aba que hubiera quedado en pie como institu­ción, para que de su seno pudiesen b ro ta r nuevas institucio-

Page 279: Historia Belgrano III

HiSTGRíA DE BELGRAN® §75

nes, adecuadas a las nuevas neces idades de ía si tuación, que legalmente presidía con el consentimiento de todos.

Dijimos an tes , que por vía de apéndice a su primer ac to de Gobierno al nombrar autor idades civiles y mili tares, el Cab i l ­do había dictado una disposición memorable , que ence r r ab a el germen de ios futuros dest inos del Gobierno r ep re sen t a t i vo en la República Argent ina. Comprendiendo la neces idad y la conveniencia de dotar a la provincia de Buenos Aires de au ­toridades regulares , y usando en el sentido más benéfico de la plenitud de facul tades que de hecho ejercía, dictó una Ver­dadera ¡ey orgánica , dando un gobernador constitucional a la nueva provincia federal , y formuló un nuevo s is tema e lec to­ra!, aunque calcado sob re las ant iguas prác t icas , hecho que revela un gran adelanto en las ideas polí t icas.

Por el mismo bando que consti tuía una especie de dictadu­ra militar en ia persona de So ie r , se dispuso (el 12 de f eb re ­ro) que en los días 18 y 19 concurr iesen todos los c iudadanos a p res ta r sus sufragios por doce e lec tores , a fin de que é s to s nombrasen el gobernador provincia!. Como no existía ninguna ley electoral pa ra el caso, s e declaró que la elección se p r a c ­ticaría en el orden de las elecciones municipales, dividiendo la ciudad en cua t ro secciones , presididas por un regidor cada una de ellas en consorcio con los alcaldes de bar r io . P a r a evitar los abusos que se habían notado en las an t e r io re s elecciones, s e prevenía que sólo s e admitiese el Voto de las personas conocidas en sus respec t ivas secciones . P o r últ imo, se estatuía que, no pudiendo Votar s imul táneamente la campa­ña, por ia premura de las circunstancias , e s t e ac to comple­mentario tendría lugar el día 1.° de marzo, a fin de que, inte­grada la Jun t a e lectora l , p rocediese a l lenar su comet ido . Este Bando, que inauguraba una nueva época y p r e p a r a b a la paz, rompiendo con la tradición de los Cabi ldos ab ie r tos y los Cabildos gobernadores y legis ladores, fuá sa ludado con sa l -Vas de art i l ler ía, rep iques de campanas y a c l a m a c i o n e s p o p u -iares. El Cabi ldo de Lujan, único que después del de Buenos Aires exist iese en la provincia, le p res tó su asentimiento (2).

Antes de que llegasen los días prefijados p a r a la elección, mediaron los sucesos del 12 al 17, de que hemos dado cuenta ya. El rechazo de la Comisión pacificadora°por los federa les , ia actitud asumida por Soler , las imposiciones del enemigo por una pa r t e y las de! militarismo por o t ra , empezaron a po­ner nuevamente en ebullición el espíritu público de la ciudad. El 16 llegó a Buenos Aires la Comisión de.paz, rechazada por Ramírez y López en los términos ya dichos. En vista de las exigencias de ios caudil los, el Cabi ldo resolvió ant icipar el

(2) Bando del Cabildo, de 12 de febrero de 1820, en hoja suel­ta, y en la Extraordinaria, de 15 de febrero del mismo.

Page 280: Historia Belgrano III

276 B A R T O L O M É M I T R E

acto de ia elección en o t ra forma, a fin de definir y regulari­zar la si tuación. Al efecto, fué convocado ei pueblo para el mismo día, a las cinco de la t a rde , en las casas del Ayunta­miento .

Al mismo tiempo circuló una b reve proclama, concebida en términos expres ivos . «Ciudadanos (decía), vues t ros votos nos elevaron á presidir nues t ros dest inos: el orden de ios sucesos ios res t i tuye á Vuestras manos: una táci ta aprobación de cuanto ha obrado el Cabildo, parecía sancionarlo como legí­timo; mas ahora ias circunstancias os exigen un voto expreso ace rca de nues t ra autor idad. El Ayuntamiento no la reviste sino en calidad de depósi to . Si merece Vuestra confianza, prorrogadla; en caso cont rar io , reasumidla y deposi tadla en quienes os parezca mejor. Ciudadanos , ¿debe nues t ra exis­tencia s e r la p renda de Vuestra felicidad? Nos se r á siempre caro servir de vínculo á vues t ra gloria» (3).

A la hora indicada s e reunió en Cabildo abier to lo más se­lecto dei Vecindario comunal , en número como de 300 perso­nas , bajo la presidencia de la Municipalidad, y s e anunció, que conforme a la citación hecha por conducto de los alcaldes de bar r io , el objeto era «elegir un gobierno de provincia, que siendo la obra de un voto libre, reuniese la confianza pública que demandaban las circunstancias y los t r a t ados que se pre­pa raban con el ejército federal». En seguida, el alcalde Agui­r r e expuso que había l legado la Comisión enviada al general Ramírez para abr i r negociaciones, invitando al doctor Eche­varr ía impusiese a! pueblo de su resu l tado . Después de darse lec tura de las comunicaciones de Ramírez y Soler , ei doctor Echevar r ía informó a la Asamblea que los genera les López y Ramírez no habían reconocido la legitimidad de sus poderes, porque la negaban al cuerpo capi tular que los había conferi­do , por considerar la emanación de ía anter ior administra­ción, exigiendo en consecuencia se subsanase este defecto, o bien ratificándolos ei pueblo en un Cabi ldo abier to , o bien nombrando una nueva Comisión, acredi tada por un Gobierno l ibremente elegido por los ciudadanos. Pues t a así la cuestión, el a lcalde Aguir re manifestó, que debiendo t r a t a r s e de ia re­moción o prorrogación del Cabildo, és te debía re t i r a r se , de­jando al pueblo en libertad para expresa r su voto, y así se hizo.

Inmediatamente fué nombrado el mismo alcalde para presi­dir la Asamblea popular , y al fijar és te la proposición de que ei objeto de la convocator ia era elegir un Gobie rno que re­asumiera ia confianza pública, y una Comisión que dictase un reglamento const i tut ivo, el puebio allí p re sen te se levantó en

(3) Publicada en hoja suelta en 4.°, el 16 de febrero de 1820, bajo el título de «La Municipalidad al Pueblo de Buenos Aires».

Page 281: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 277

masa y nombró a Aguirre Gobe rnado r por aclamación. E s t a explosión de entusiasmo puso de manifiesto el es tado de ia opinión. Ella significaba que el pueblo deseaba la paz, pe ro que pro tes taba contra las imposiciones, sos teniendo a sus autoridades municipales, vil ipendiadas por el enemigo y ame­nazadas por las bayone tas del ejército exter ior . Agui r re ma­nifestó p ruden temente que tal nombramiento importaba un serio obstáculo a la consecución de la paz, y que, por ¡o tan­to, era inadmisible. Varios c iudadanos, apoyándolo , dec lara­ron que merecía el pues to , aun cuando es taban convencidos de su inconveniencia. Revocado es te nombramiento, s e p ro ­cedió a fijar el modo de Verificar la elección de Gobe rnado r .

Don Victorio García de Zúfíiga tuvo la inspiración del mo­mento. P ropuso que el Voto fuera individua!; que cada ciuda­dano votase únicamente por dos pe rsonas ; que los doce can­didatos que resul tasen con mayor número de sufragios fuesen proclamados en el acto representantes de! pueblo . A la Vez indicó que las atr ibuciones de ios e lectos , const i tuidos en Jun­ta representativa, debían ser : 1.° Nombrar un Gobierno que pusiese a la provincia en es tado r e spe tab le de defensa y ofensa. 2° Resolver sobre el cese o continuación del Ayunta­miento, cuya legitimidad era desconocida por ios genera les federales. 5.° P ropone r a! nuevo Gobierno que se es tablec ie­se las medidas conducentes al logro de una pacificación hon­rosa y es tab le . 4.° Ampliar sin restricción alguna ¡as faculta­des de la J"NTA DE REPRESENTANTES, a fin de poder expedi rse ¡libremente en cuanto pudiese in te resa r a ¡a salud pública. Estas proposiciones se votaron por aclamación. Así fué como se inauguró el de recho represen ta t ivo bajo ios auspicios de la federación de hecho, y como se inventó bajo la presión de la necesidad un nuevo sistema electoral , que en t rañaba el voto proporcional de! porvenir .

En el acto se instalaron t r e s mesas r ecep to ra s de votos , nombrándose o t ros t an tos inspectores de cada una de el las . A altas horas de la noche se verificó el escrutinio, y fueron p ro ­clamados como rep resen tan te s los doce ciudadanos que h a ­bían obtenido mayor número de sufragios, ios cuales, con ra­rísima excepción, per tenecían al par t ido directorial (4). Del escrutinio resu l taba , que 222 e lec tores habían sufragado, es decir, dos menos de los que en el memorable Cabildo ab ier to

d) Los representantes proclamados, fueron: don Vicente Anas­tasio Echevarría, don Juan Pedro Aguirre, don Victorio García de Zúíiiga, don Tomás Anchorena, don Juan José Anchorena, don Antonio Francisco Escalada, don Vicente López, don Manuel de Sarratea, don Sebastián Lezica, don Manuel Luis Oliden, don Juan José Passo, don Manuel Obligado.

Page 282: Historia Belgrano III

278 B A R T O L O M É M I T R E

de 1810 proclamaron la revolución argent ina (5). Es ta era la opinión del pueblo de Buenos Aires , expresada por la mayo­ría de su Vecindario responsab le . Al t iempo de proclamarse el resu l tado , el pueblo l lenaba la plaza pública, adhir iéndose a él, y p a r a apoyar lo se reunía en los cuar te les el primer ter­cio cívico, compuesto , como se ha dicho, de la, gen te decente y de la clase media del Municipio (6).

A! día siguiente (17 de febrero) s e instaló la JUNTA DE REPRE­SENTANTES DEL PUEBLO, y en virtud de ¡as facul tades delegadas procedió al nombramiento de gobernador . Ei candidato popu­lar e ra don Juan Ped ro Aguirre ; pe ro su nombramiento era imposible desde que lo rechazaba el ejército federal , que no le pe rdonaba su famoso bando de 5 de febre ro . Después de él, la Jun ta tenía que op ta r en t re Soler y S a r r a t e a . Soler era el dueño de una p a r t e de la fuerza y el r ep re sen t an t e del mi­litarismo; p e r o había ofendido al puebio con su acti tud inso­lente , y sus condescendencias respec to de los caudilos fede­ra les le inhabili taban p a r a const i tuirse en el campeón de los derechos de la provincia. S a r r a t e a era el candidato del miedo de unos, del egoísmo de o t ros y d e la prudencia de todos. E s t e personaje equívoco, por sus conexiones s e c r e t a s con los caudillos federa les , por la composición de su círculo recluta-do en todos ¡os par t idos mili tantes, por la flexibilidad de su ca rác t e r , por las segur idades que persona lmente había dado a ¡os moderados del par t ido directorial caído que no aspira­ban a una res taurac ión , ofrecía garan t ías de paz y de conci­liación, a la Vez que r ep re sen taba la opinión civil del Munici­pio, que transigía con los hechos , r e se rvándose e! poder mo­derador atr ibuido a la Jun ta . En consecuencia , S a r r a t e a fué proclamado gobernador provisorio de la provincia de Buenos Aires , has ta tanto que pudiera reun i r se el Voto de la campa­ña, debiendo desempeñar in ter inamente sus funciones el al­calde Aguirre (7). El Diario Oficial, al publ icar es te nombra­miento, lo acompañaba con es te significativo comentario: «Los r ep re sen t an t e s es tán al a lcance del espíri tu de dignidad que llena los corazones de los c iudadanos: saben que aspiran a una paz honrosa , pero que de tes tan una Vergonzosa humilla­ción. T a l e s e lementos se rán pues tos en movimiento, si se lle­g a r a a tocar e! inesperado ext remo de la mala fe en el ejérci­to federal . L a s glor ias del gran pueblo de Buenos Aires, ¿se­

to) Según el acta capitular, del 22 de mayo de 1810, de los 450 ciudadanos invitados al Cabildo abierto, sufragaron sólo 224.

(6) Todos los detalles de esta memorable asamblea, son toma­dos del acta, de 16 de febrero de 1820, inserta en la Extraordina­ria, de 17 del mismo, en la cual consta la votación.

(7) Acta de la J. de R., de 17 de febrero de 1820, publicada por Bando e inserta en la Extraordinaria del mismo día.

Page 283: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 279

rán eclipsadas por la degradación? ¿El mundo debe rá a r r e ­pentirse de su concepto, pa ra s i tuarnos en adelante en t re los míseros esc lavos y se r e s aba t idos , capaces de sucumbir al arbitrio de quien le Venda protección y Je calce cadenas? No creemos que ta les sean ios sent imientos del ejército federa!, pero !a prevención es muy compatible con la prudencia y la confianza nacional» (8).

Es ta s fueron ¡as noticias que habían a la rmado a Ramírez y Soler en la noche del 17, después de firmar el armisticio de que se ha dado cuenta , y que dieron origen a la act i tud asu­mida por ambos el día 18. S a r r a t e a , que se hal laba en una casa de campo, a seis leguas de ia ciudad, s e recibió dei mando al día siguiente, y ofreció a Soler conservar lo en el mando de las a rmas , y promet iendo a Ramírez a r reg la r todo según sus deseos , con lo que consiguió neutra l izar al uno y amansar las i ras del o t ro , encaminando las cosas del mejor modo posible . La Jun t a de r e p r e s e n t a n t e s le confirió nuevos poderes pa ra que, asociado a un Regidor, negociara la paz , dándole instrucciones r e se rvadas al efecto. El 19 de feb re ro publicó su primer ac to el nuevo Gobierno , expidiendo un indulto de dese r to re s , a que servían de lema e s t a s desa t ina ­das pa l ab ras : «El san to de la patr ia debe s e r en ade lan te LIBERTAD, y su contraseña , PEÜECIERON LA FUERZA Y LA OPRE­SIÓN» (9).

En el mismo día, la Junta , tomando en consideración las renuncias in te rpues tas por los municipales, cediendo a las exi­gencias de Ramírez y en homenaje a la paz , procedió a! nom­bramiento de un nuevo Cabi ldo, compuesto en su mayor p a r t e de amigos de So le r (10). D e es t e modo todos los par t idos quedaron r ep re sen t ados en el Gobierno: los Director ia les por la Junta , So le r por el Cabi ldo, y S a r r a t e a sirviendo de punto de unión a los moderados del par t ido caído, a los opos i to res de la administración caduca y a las exigencias de los federá­

is) Extraordinaria, de 17 de febrero de 1820. (9) Extraordinaria de la larde, del 19 de febrero de 1820. (10) Acta de la Junta de Representantes, de 19 de febrero de

1820. He aquí cómo quedó compuesto el nuevo Cabildo: Alcalde de primer voto, don Francisco del Sar.—Regidor decano, don Pe­dro Capdevila.—Alcalde provincial, don Zenón Vide'.a.—Fiel eje­cutor, don Juan Norberto Dolz.—Defensor de menores, don Fran­cisco Santa Coloma.—Defensor de pobres, don Jacinto Oliden.— 6.° Regidor llano, don Antonio Millán.—7.° ídem, don Miguel Már­mol Ibarrola.—8.° ídem, don José Clemente Cueto.—9.° ídem, don Ventura Ignacio Zabaleta.—-10 ídem, José Tomás Issasi.—11 ídem, Ramón Villanueva.— Síndico procurador, don Rafael Blanco. Libro 83, de actas de Cabildo, fol. 72, en el arch. municipal de Buenos Aires. (M. S.)

Page 284: Historia Belgrano III

280 BARTOLOMÉ Mil RE

les t r iunfantes. Con esta garant ía , Soler hizo pleito homenaje an te ei Cabi ldo en nombre del ejército exter ior , es tableciendo su Cuar te l Genera l en San José de F lores , y regresó a la ciudad el segundo tercio cívico, que constituía su b a s e mi­li tar (11).

A las once de la noche del 21, el gobernador S a r r a t e a pu­blicó una proclama anunciando que se t ras ladaba al campo federal con el objeto de ar reg lar !a pp.z, con ia seguridad que se har ía pronto , sob re bases sólidas y honrosas , pues ¡os jefes federales s e hallaban animados de iguales sentimientos, y demost rar ían con sus hechos que no habían tenido el intento de humillar a la provincia c e Buenos Aires , sino ayudar la «a sacudir el yugo que g rav i t aba sob re la cerviz de la nación entera» (12). Terminaba por recomendar a ¡os c iudadanos que desechasen desconfianzas y s e en t r ega ran a ia satisfacción de producir in tentos en te ramente f ra te rna les . Ei general don Hilarión de la Quintana quedó de gobernador de legado.

A los t r e s días , ¡as sa lvas de art i l ler ía anunciaban casi a un mismo tiempo en Buenos Aires y en ei campo federa! del Pi lar , que la paz es t aba firmada. Ramírez, saludando con tal motivo al «heroico pueblo de Buenos Aires» en la pe r sona de Sole r , le decía: «Permi tan ios cielos que la l ibertad civil de nues t r a s provincias sea acompañada de completa felici­dad» (15). El gobernador delegado la anunciaba en es tos con­cisos y enfáticos términos: «Están cumplidos Vuestros Votos, ciudadanos; vues t ra dignidad incólume; Vuestros derechos asegurados . Só io os falta p a r a el lleno de gloria que ambicio­náis , LA UNIÓN. E s t a llegó descendida de! cielo. Bendecid­la» (14). Soler , generalísimo de ¡as fuerzas de mar y t i e r ra de Buenos Aires , prorrumpía en e s t e gr i to: «¡GLORIA inmortal á los dignos jefes de ias legiones federales Ramírez y López que acaban de firmar ¡a paz» (15). El puebio en genera! , a cep taba con resignación ias condiciones de la paz , como una imposición de la necesidad.

La Convención, que ha pasado a la historia con la denomi-

(11) Y básela. Extraordinaria, de 82 de febrero de 1820, en que se registra el nombramiento del nuevo Cabiido, la nota de Soler al Cabildo, y la contestación del Cabildo, así como la pro­clama al 2.° tercio cívico de regreso en Buenos Aires.

(12) Hoja suelta en fol. titulada «El señor Gobernador de la Provincia á su partida».

(13) Carta de Ramírez a Soler, de 24 de febrero de 1820, pu­blicada en hoja suelta.

(14) Proclama de don Hilarión de ia Quintana (de 24 de fe­brero), en hoja suelta, citada.

(15) Oficio de Soler al Gobernador interino Quintana, de 2 í de febrero de 1820, en ia hoja suelta, ya citada.

Page 285: Historia Belgrano III

HISTORIA D E B E L G R A N O 281

nación de Tratados del Pilar, es la piedra fundamenta! de la reconstrucción argent ina bajo la forma federa!. Has t a enton­ces, la federación había sido un instinto de disgregación, un síntoma de descomposición, con tendencias anárquicas y anti­nacionales, sin propós i tos políticos y sin principios confesa­dos. Prescindiendo de la i r regular idad de que. ia r epresen­tación problemática de uua ciudad y dos caudil los absolu tos , es tatuyesen sobre lo que únicamente a la soberanía nacional competía, esa Convención revela un plan de organización futura, t raza rumbos genera les , es tab lece nuevas re laciones políticas en t re los pueblos , y fija reglas genera les de derecho público con propósi tos coheren tes . E s un nuevo pacto político con ar reglo a un nuevo s is tema de Gobierno, que de hecho , tiende a conver t i r se en derecho.

Dos g randes principios dominan ese t r a t ado : la nacionali­dad y la federación. Las p a r t e s con t ra t an tes , in te rpre tando el Voto de la nación, s e reconocen pa r t e s in tegrantes de la comunidad argent ina, y ai firmar la paz, sellan nuevamente su unión, considerando el aislamiento como un accidente pasaje­ro. Admiten la federación simplemente como un hecho, y libran su resolución a io que en definitiva declaren los diputa­dos de los pueblos l ibremente elegidos, somet iéndose , de antemano, a sus del iberaciones . AI efecto, convienen en la convocatoria de un Congreso de las t r e s provincias cont ra tan­tes, popularmente eiegido, y fijan su reunión para los sesenta días después de las ratif icaciones, compromei iéndoae cada una de ellas a invitar y suplicar a las demás provincias herma­nas a fin de. que concurran a él, con el propósi to de organizar un Gobierno central y acordar cuanto pudiese convenir a! bien genera! (Art . I . 0 )* A la Vez, se es tablecen como princi­pios genera les : que la navegación de los ríos es común, que su reglamentación, así como el deslinde de Sos ter r i tor ios p ro ­vinciales, compete al Congreso Nacional ; no admitiendo su­premacía de una provincia r e spec to de o t r a s (Art . IV y VI).

Pa ra acen tua r mejor esta tendencia, esencialmente argent i ­na, la bandera de! art iguismo antinacional y disolvente e ra arriada; el título de P ro tec to r de los pueblos l ibres, dando al jefe de ia liga federa! de los caudillos del l i toral , desaparec ía ; Artigas quedaba apenas mencionado corno capitán genera l de la provincia de la Banda Orienta l , ocupada toda ella por las armas ext ranjeras , invitándole a incorporrse a la nación ar­gentina federada en igualdad de condiciones (Art . X).

Casi al mismo tiempo y a ia misma hora en que es to s e est i ­pulaba, Ar t igas , expulsado por los por tugueses y por sus propios soldados, s e refugiaba der ro tado en ter r i tor io a rgen­tino; daba sus instrucciones a Ramírez en el sentido de dejar reducido a Buenos Aires a ia más completa impotencia; abr ía comunicaciones con Córdoba , c reyéndose el omnipotente cau-

Page 286: Historia Belgrano III

282 B A R T O L O M É M I T R E

dille- del año XV; y escribía al que creía su teniente , er, el concepto de reabr i r ía guer ra : «Si ei Gobierno de Buenos Aires queda en actitud de redoblar las maquinaciones, nuevos t rabajos nos esperan» (16). A la vez que en las márgenes de! Uruguay se lanzaba es te gri to salvaje, los caudillos argent i ­nos , mejor inspirados, es t ipulaban una amnistía recíproca sin res t r icciones , echando un Velo sobre ei pasado (Art . V).

Como única satisfacción de !a gue r ra p rovocada por ias au ­tor idades nacionales (y der r ibadas por las mismas fuerzas de Buenos Aires) se pedía el juicio público de ella; en io cual no hacían sino imitar el ejemplo de los par t idos de principios-, que desde e! año de 1812 hasta 1815 se habían perseguido im­placablemente unos a o t ros , p rocesándose mutuamente con menos motivo y con más crueldad que ios mismos montoneros , según ha podido ve r se en el curso de esta historia (Art . Vil),

Sin est ipular nada precisamente respec to de las relaciones con el Brasi l , se hacía un llamamiento a la generosidad de Buenos Airea en ¡os s iguientes términos: «Los Gobie rnos de San ta F e y En t r e Ríos por sí, y a su nombre de sus provincias; recuerdan a la heroica provincia de Buenos Aires , cuna de la l ibertad de la nación, el es tado difícil y pel igroso a que se Ven reducidos aquellos pueblos hermanos por ia invasión con que los amenaza una potencia extranjera , que con respe tab les fuerzas oprime la provincia de la Bando Orienta! . Dejan a ia reflexión-de unos c iudadanos tan in te resados t n ía indepen­dencia y felicidad nacional , el calcular ios sacrificios que cos­t a r á a los de aquel las provincias a t acadas , el res i r t i r un ejér­cito imponente , carec iendo de recursos , y aguardan de su ge­neros idad y patr iot ismo auxilio proporc ionando a io a rduo de la empresa , c ie r tos de a lcanzar cuanto quepa en !a esfera de io posible» (Art. III).

Como complemento prác t ico de todo es to , s e es t ipulaba I?. inmediata suspensión de host i l idades y el re t i ro de ¡as fuer­zas de San ta F e y E n t r e Ríos a cus respec t ivas provincias, cua ren ta y ocho horas después de ratificados ios t r a tados per la Jun ta de B u e n o s Aires , sin más garant ía que el canje áei

(16) Oficio de Artigas a don Ricardo López Jordán, de 20 de febrero de 1820. En este oficio es digno de notarse un pasaje, qua manifiesta su carencia de vistss y su falta do tino, en medio de su impotencia: «Cuando repasé el Uruguay (abandonando para siem­pre la Banda Oriental) fué competido de los enemigos. En mis an­teriores había prevenido este caso próximo posible, y mi resolu­ción de buscar hombres libres para coadyuvar á sus esfuerzos. Este es todo mi deseo, y para llenarlo, no dude usted estarán pron­tas mis tropas y las demás que tendrán las otras provincias de Ja liga.» M. S., en nuestro archivo. (SI original existe en el archivo de don Andrea Lamas.)

Page 287: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELQRANO 283

instrumento público que perfeccionaba la paz (Art . II y XI). La convención del 25 de febrero de 1820, fué rat if icada el

24 del mismo por la Jun ta de Repre sen t an t e s de Buenos Ai res y solemnemente promulgada el mismo día, con iluminación de las calles por t r e s noches consecut ivas y un Te Deum en ac ­ción de grac ias al Todopoderoso (17). El pueblo , lo que por su pa r t e ce lebraba , era quedar en paz y ve r se cuanto an tes libre de la presencia del ejército federal que ocupaba y ta laba su te r r i to r io .

Ta le s fueron los t r a t ados públicos del Pi iar , con a r reg lo a los cuales , Buenos Ai res s e dec laró provincia federa! de he­cho, acep tando por imposición la forma que en 1816 había querido es tab lecer por un movimiento propio renunciando al rango de capi ta l , p a r a desa rmar ios celos de las provincias hermanas (18).

Es tos t r a t a d o s tuvieron su complemento en a lgunas esti­pulaciones s e c r e t a s , que sin a l t e ra r los esencialmente , modifi­caban a lgunas de sus cláusulas , ampliaban o t r a s , y determi­naban prác t icamente el a lcance de algunas proposiciones sim­plemente indicadas . El las se referían principalmente a los au­xilios bé l icos promet idos por Buenos Aires en términos ge­nera les , y a la act i tud respec to a la invasión por tuguesa en la Banda Or ien ta l , cuest iones que s e complicaban con la de los caudillos federales respec to de Art igas y la de C a r r e r a con relación a Chile (19). En consecuencia , López y Ramírez

(17) Véase Gaceta núm. 162, de 1820, en que se registra la pro­mulgación del Gobernador delegado, don Hilarión de la Quintana.

(18) Para comprobar la fidelidad del análisis de la Convención del Pilar, véase su texto en el «Registro Diplomático del Gobierno de Buenos Aires», págs. 13 a 21.

(19) He aquí los testimonios oficiales, que respecto de la exis­tencia de estas estipulaciones secretas, hemos encontrado en los documentos públicos: En el libro 83, fol. 119 de Acuerdos de Ca­bildo, consta, que en la sesióa de 15 de marzo de 1820, el Gober­nador Sarratea, dio cuenta de un oficio del General Ramírez, de fecha 13 del mismo, en que dice que, «al firmar el tratado de paz de 23 de febrero, se había acordado secretamente por separado para no inspirar alarma al Gobierno portugués, que se daría al Entre Ríos por remuneración de sus servicios... 500 fusiles, 500 sa­bles, 25 quintales de pólvora, 50 de plomo, etc.»—(M. S. del ar­chivo municipal.)—El Gobernador de Santa Fe, don Estanislao López, en nota de 14 de septiembre de 1820, dirigida al Cabildo de Buenos Aires (impresa varias veces), dice a este respecto lo que sigue: «Tuvieron la osadía de colocar en el Gobierno a un jefe coaligado con el Director (don J. R. Balcarce), que apenas ocupó la silla, suspendió bajo frivolos pretextos la entrega del ridículo número de arma* que «e concedieron al ejército por el tratado

Page 288: Historia Belgrano III

284 B A R T O L O M É M I T R E

recibieron sec re tamente 18.000 pesos en dinero efectivo, 800 fusiles y o t ros t an tos sables , además de a lgunas municiones y var ios ar t ículos bélicos (20).

Has ta aquí, es to no era sino el pago de los gas tos de la gue r ra y el precio de la paz, a rmando al mismo tiempo a Ra­mírez pa ra hacer f rente a Ar t igas en la a t revida acti tud que asumía frente a frente de su antiguo jefe. No sucedía lo mis­mo respec to de enviar e! armamento embarcado en ia escua­drilla, poniendo és ta a disposición de Ramírez, ío que impor­t aba hacer a és te dueño absoluto de la navegación de los ríos, complicar las relaciones con los por tugueses en la Banda Orienta l y de sa rmar se en t regándose a discreción. P e r o !o más indigno fué el compromiso que contrajo sec re tamente S a r r a t e a , de habil i tar a don J o s é Miguel C a r r e r a , con a rmas y hombres , pa ra hacer la guer ra a la Repiíbiica aliada de Chi­le y combatir al genera l San Mart ín , que se p r e p a r a b a a ¡le­va r el ejército argent ino chileno al Pe rú , pagando con esta doble traición la p a r t e que el proscr ip to chileno había tenido en el ajuste de los t r a t ados públicos de! Pi lar (21).

E s t a s t ransacc iones , impues tas unas , imprevisoras o t ras , y vergonzosas por ei móvil que ias dictaba, que era propi-

secreto, como justa recompensa de los gastos de la expedición.» Véase Iriondo, <Apuntes.>—El opúsculo de 4 pp. en fol. titulado Tratados secretos del Pilar, firmado con las iniciales E. V. H., Im­prenta de la Independencia, es un libelo sin autenticidad, ni valor histórico.

(20) Esta fué la primer entrega, cuya cantidad se publicó des­pués de la restauración de Sarratea y a consecuencia de nuevas exigencias de Ramírez, según se verá después. Se dijo en aquella época, que el parque y el Tesoro de Buenos Aires, habían sido puestos a disposición de López y Ramírez, haciendo subir a 1.500 fusiles con otros tantos sables las armas que recibieron desde lue­go, y a 200.000 pesos la cantidad de dinero que se les entregó. Respecto de dinero, es sabido que el Tesoro de Buenos Aires, no podía disponer en aquella época de la octava parte de esa canti­dad; y respecto de las armas, la cantidad precisa de armamento que se mandó entregar, consta de dos órdenes firmadas por el Go­bernador Sarratea, con fecha 4 de enero de 1820, a que se hace referencia en el acta del Cabildo abierto, de 6 de marzo de 1820, que se citará después. Don Manuel Antonio Castro, bien informa­do, confirma la cantidad en cuanto a las armas, y es quien estable­ce la suma do 18.000 pesos que por primera vez se entregaron a López y Ramírez, según puede verse en su opúsculo ya citado. «Peligros de la patria», pág. 19.—Más adelante se citarán las actas. M. S. S., del Cabildo, en que consta el aserto.

(21) Luego se verá comprobado esto por hechos de solemnidad histórica, que en su tiempo tuvieron una ruidosa repercusión.

Page 289: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 285

ciarse el apoyo de los caudillos para sostenerse en el Gobier­no de Buenos Aires, aun contra la opinión de la Provincia, transcendieron muy luego en el púbiico. Un sordo rumor de descontento empezó a circular; las iras del orgulloso Munici­pio, no bien apagadas, volvieron a encenderse, y Sarratea fué considerado desde ese momento como un instrumento de Ló­pez y Ramírez y un enemigo de la causa del pueblo porteño.

Un hecho, que en otras circunstancias habría sido una prenda de paz, virio a divorciar completamente al gobernador de la opinión. Ei 25 entró Sarratea a la capital, acompañado de López y Ramírez, trayendo éstos sus respectivas escoltas, cuyo aspecto agreste fué mirado por la población como un insulto premeditado, que su gobernante no había tenido ener­gía o habilidad para prevenir. Para colmo de vilipendio, ios montoneros, vencedores, ataron sus caballos a l a s rejas de ia pirámide de Mayo, qae se levantaba en medio de la plaza de la Victoria, el forum de los porteños, mientras los caudillos federales recibían ios honores de la hospitalidad en las C.asas Consistoriales de la ciudad. Los caudillos, como avergonzados u ofendidos por la helada recepción que se les dispensó, apenas recibieron algunas Visitas privadas, y se apresuraron a ir a respirar de nuevo el aire libre de los campos (22).

Al día siguiente entró el resto del ejército exterior a la ciu­dad, fué proclamado en la piaza por Soler, que protestó que derramaría su sangre en obsequio de la libertad, con cuyo motivo el Diario Oficial decía que «había probado de antema­no su proposición». El general Soler, que así era elogiado por la Prensa, recibía al mismo tiempo una comunicación de Bus­tos, en que le felicitaba por el derrocamiento de las autorida­des nacionales (comunicado directamente por él a Córdoba), imitando el ejemplo de Arequito. Invitábale con tal motivo a una alianza, anunciándole que había invitado a las provincias a la convocatoria de un nuevo Congreso, y que esperaba que la de Buenos Aires ocupase un lugar distinguido en la nueva liga, continuando la obra iniciada por el pronunciamiento del puente de Márquez (25).

Tal era el estado de la capital ei 26 de febrero, cuando se

(22) La Gaceta núm. 162, de 1820, dice con tal motivo: «El 25 entraron á esta ciudad los Generales del ejército federal. Vano fué' el empeño de los ciudadanos virtuosos por conocerlos y saludar­los. Estos héroes, modelos de hombres libres, escaparon a aquella etiqueta, y en el silencio y modestia de la virtud, han conocido a los verdaderos amantes de la libertad, que los han solicitado pri­vadamente, siu el aparato de los aristócratas, J

(23) Oficio de Bustos a Soler, de 19 de febrero de 1820, en la Gacela núm. 162, del mismo año.

Page 290: Historia Belgrano III

286 BAfcT©L0MÉ MIT88

supo que la columna del general don Juan R. Balcarce, sal­vada en Cepeda, se hallaba en el puerto de Campana, y su jefe en amistosa correspondencia con el general Ramírez. Esta columna, que habíamos perdido de vista desde su llega­da a San Nicolás de los Arroyos, y que hemos visto reapare­cer repentinamente en Zarate el 17 de febrero, poniendo en alarma a Soler y Ramírez, al mismo tiempo que se firmaban el armisticio de Lujan, había sido por el espacio de cerca de un mes el punto de mira de amigos y enemigos. De la actitud que tomara iba a depender la paz o la guerra. Vamos, pues, a seguirla en sus marchas y operaciones.

Balcarce, reconcentrado en San Nicolás a la cabeza de más de 1.200 hombres de línea, se dirigió al Director Supremo, manifestando que sus soldados estaban prontos a sacrificarse por la integridad y seguridad de la Provincia y por la digni­dad y decoro de las autoridades constituidas, y que en tal sentido obrarían contra ¡os qué invadiesen, así como «contra los aspirantes que fuesen capaces de poner á Buenos Aires y su campaña en la más distarte opresión para que no expresa­ra de un modo solemne y libre su voluntad general, siempre que el estado público lo exigiese». Esta invocación, en primer lugar, a los intereses de la Provincia, el modo vago de refe­rirse a las autoridades nacionales, los circunloquios para de­signar con precisión al enemigo, y el camino de retirada que se reservaba a todo evento con arreglo a las exigencias de la política, muestran que el espíritu de Balcarce fluctuaba. No obstante esto, su decisión era someterse a! Director, para de­fender a Buenos Aires, y en tal sentido, le decía: «Hago este anuncio para que use de él como crea más conveniente a la salvación de la Provincia.» (24)

E! 14 tuvo conocimiento de lo que había ocurrido en la ca­pital. Ante la caída del Directorio y del Congreso, la reasun­ción del mando por el Cabildo, el pronunciamiento de Soler y ¡os trabajos que se anunciaban en el sentido de la paz, el ge­neral proclamó a sus «compatriotas y compañeros» en el mis­mo sentido que antes se había manifestado al Director, cons­tituyéndose en el campeón de Buenos Aires, en términos más enérgicos, pero con las mismas reservas qne antes. «Marcho de este punto (decía) a salvar la Provincia de la anarquía, y sostener las autoridades constituidas, o ¡as que por libre y espontánea voluntad de los habitantes se establezcan.» A la vez prometía «respetar la concordia y unión con los pueblos hermanos y hacer uso de todo el rigor de las armas, contra los que imprudentemente le hiciesen pública oposición, po­niendo a la patria en conflicto». Con tal motivo llamaba a los

(24) Oficio de Balcarce al Director, de 7 de febrero de 1820, en San Nicolás, Gaceta núm. 159, de 1820.

Page 291: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BEL<38AN@ 287

hombres honrados «a defender una causa t an privilegiada», y terminaba anunciándoles «que part ic iparían de sus tr iunfos e inmortalizarían su memoria» (25).

Es ta s manifestaciones de Balcarce , inmedia tamente publ i­cadas por la Gaceta, e ran in te rp re tadas en d iverso sent ido , alentando a unos, tranquilizando a o t ros y manteniendo fijas sobre su acti tud las miradas de todo el pa í s . Los director ia-les, Veían en él un r e s t au rador dei orden nacional; los p o r t e ­ños, un sa lvador de sus de rechos provinciales; los ambiciosos o los pacíficos, deducían de sus mismos conceptos que venía a aceptar los hechos consumados o que se consumasen, como que todo es to se contenía en sus ac tos y p roc lamas .

En el fondo, Ba lca rce per tenecía en cuerpo y alma al orden de cosas Vencido en C e p e d a , cuyo tínico laurel levantaba con orgullo en sus manos . E r a por teño de raza , y como tal e s t aba dispuesto a sacrif icarse por su provincia. Cons ideraba a ios federales como enemigos, así en la paz como en la gue r r a , y en tal concepto procedía . Empero , su cabeza no e s t aba al nivel de la espectabi l idad que le había dado su rec iente haza­ña, y no es ext raño que f luctuara , cuando o t ros más inteligen­tes o con más medios que él, se ext raviaban, t ra ic ionaban, o se dejaban a r r a s t r a r por sus pasiones egoís tas o coba rdes . Esta justicia debe hace r se a es te hombre bueno y b ravo , de cortos a lcances polít icos y de mediana inteligencia militar, a quien a l te rna t ivamente hemos juzgado con aprec io , con bene­volencia o con sever idad, reconociendo siempre en él al pa­triota bien intencionado, no obs tan te su candorosa jactancia y su genial aturdimiento. Po r es ta vez, empero , si don Juan Ramón Balcarce , no e ra ei hombre de la situación, fué, mere ­cidamente, el único hé roe d e Buenos Ai res . Al f rente d e un puñado de hombres sa lvados del campo de la de r ro ta , ais la­do en un extremo del t e r r i to r io , sin consejeros y con noticias confusas de lo que pasaba , él tuvo la inspiración dei momen­to. Resolvió dirigirse a Buenos Ai res . En consecuencia , su primer cuidado fué conservar , como b a s e d e operac iones , la ciudad de San Nicolás, dejándola guarnecida por el batal lón de cazadores al mando del coronel Vidal, lo que r eve laba su propósito de sos tener ei ter r i tor io contra los invasores . En segu : da, y después de dar ia proclama de que nos hemos ocu­pado ya, se embarcó en ia escuadri l la y se lanzó aguas abajo del Pa raná , a ia cabeza de cerca de mil hombres decididos, cuyo entusiasmo había sabido al imentar , manteniendo sobre ellos su dominio mora l .

La expedición descendía lentamente el río, haciendo des­embarcos en la cos ta con el objeto de p roporc ionarse v íveres .

(25) Proclama de Balcarce, de 14 de febrero de 1820, Extraor­dinaria, de 19 de febrero de 1820.

Page 292: Historia Belgrano III

288 B A R T O L O M É MITRE

El 17 se hallaba a inmediaciones del puer to de Z a r a t e , y fué en ta les c i rcunstancias que una de las par t idas de Balcarce se encontró con una par t ida de los federa les , cambiándose algu­nos t i ros sin consecuencia. Es t e fué el hecho que alarmó a Soler y los caudillos federados , que en el mismo día firmaban el armisticio de Lujan. Pues to de acuerdo Soler con López y Ramírez p a r a obrar mil i tarmente cont ra Ba¡caree , en caso que és te avanzase en act i tud hostil , según ya s e explicó, el pr imero de el los , invocando facul tades omnímodas que no te­nía, o rdenó al general expedicionario, con fecha 18, por me­dio de tr iplicados oficios, que detuviera su marcha , que se abs tuv ie se de toda hostil idad, y que s e es tac ionara en el punto en que se hal laba, caso de no r e t rog rada r al punto de par t ida (26).

La noticia de la marcha de la columna de Cepeda , había pues to en conmoción la capital ; las e spe ranzas y los temores revivían con su aproximación. El Gobierno , lleno de inquietu­des , se ap r e su ró a instruir a Ba lca rce de la situación, conju­rándole , en ei in terés de ¡a paz pública, obse rvase el armisti­cio. En el mismo día hacía decir en la Gaceta, que «el general Ba lca rce marchaba sin tener noticia del es tado de ¡3s nego­ciaciones, y que jefe tan digno no har ía sino secundar las por su p a r t e , así que ¡legasen a sus manos las comunicaciones que s e le habían dirigido» (27). Los que en o t ro sentido tenían pues­tas sus e spe ranzas en la columna expedicionaria, s e apresu­raban por su p a r t e a despachar emisarios cerca del genera l , con el objeto de incitarle a que ade lan tase sus marchas y se hiciera dueño de la si tuación.

Ei día 20, a ¡as s ie te de la noche, recibió Balcarce , a inme­diaciones de! pue r to de Za ra t e , uno de ¡os t r ipl icados de So­ler . En el ac to contes tó : que era la pr imer noticia que tenía del armisticio, y que deseaba la conclusión de un t r a t ado que alejase la guer ra , asegurando que [él no era hombre de con­t r a r i a r la paz . Agregaba que no le era posible r e t rog rada r a San Nicolás ni es tac ionarse donde se encont raba por falta de Víveres; terminando por declarar , que «conforme a las cir­cuns tanc ias en que s e h a ü a s e su t ropa , s e abs tendr ía de co­meter hosül idades contra los federales» (28). E s t a comunica­ción de Balcarce , tan r e se rvada como era , tranquilizó un tan to a ¡os hombres del Gobierno . La ansiedad pública era

(26) Oficio de Soler a Balcarce, a que hace referencia el segun­do en nota de 18 de febrero de 1820, en la Extraordinaria, de 20 de febrero que se citará.

(27) Extraordinaria de la noche, de 19 de febrero de 1820. (28) Oficio de Balcarce a Soler, de 20 de febrero de 1820,

abordo del 25 de Mayo, en la Extraordinaria, de 23 de febrero, a las once de la noche.

Page 293: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BSbGRANO 289

tal, que ella fué publicada en hoja suel ta a las once de la no­che, juntamente con una proclama del Gobie rno delegado Quintana, haciéndose por pr imera Vez, oficialmente, el elogio «de la gloriosa re t i rada de Cepeda» (29).

Balcarce s e encerró en una defensiva expec tan te , que es­tando a sus pa l ab ra s de ob ra r conforme a ¡as c i rcunstancias , no dejaba de t ener algo de amenazador , s iendo como era due­ño del camino de las Aguas. Los emisarios despachados por sus amigos desde la capital , le prevenían proceder con toda cautela, pues , a pesar de todas las maniíe; taciones públ icas , se le tenía por sospechoso . El 22 recibió aviso de que debía ser a t acado en su posición, Violando el armisticio, y que para el efecto, el mismo Gobierno de Buenos Aires había propor­cionado art i l lería al ejército federal , lo que, sin embargo , no tuvo efecto (30). Ei 23 se ce lebraron los T r a t a d o s de! Pi lar , y el 24 fueron comunicados a Ba l ea re s . Es te , sea que obede­ciera a una impresión del momento al conocer ias condiciones públicas de la paz; sea que siguiese las instrucciones de sus amigos, o, como él mismo lo ha dicho, que ocul tando sus ver­daderos sent imientos, p rocu rase sa lvar sus t r o p a s de la posi­ción embarazosa en que s e encont raban , ello es que, en la misma fecha, escribía a Ramírez una car ta exageradamente entusiasta. En ella le decía, excediendo en a labanzas la de Soler: «¡Viva el general Ramírez! ¡Viva o t ra vez! y ¡Viva mil veces e te rno en nues t ra memoria!» En seguida aplaudía el t ra tado, le expresaba que a Ramírez se deber ía la l iber tad común, pues e ra «un genio benéfico que los e levaba de ia muerte a la Vida y de la infamia a ¡a gloria», enviándole en consecuencia «los b razos y la amistad de su ejército», y te r ­minando con es tas pa l ab ras : «Venga usted o c o r r e r é yo a ma­nifestar y ratif icar ¡o mismo que acabo de significar, y que sos tendré con igual constancia que he obrado en nues t ra fa­tal discordia interior» (3!). Si es te lenguaje fué un ardid de guerra, éi produjo todos !os resu l tados que por el momento

(29) Extraordinaria, de 23 de febrero, a las once de la noche, ya citada.

(30) Oficio de Balcarce a ia Junta de R. R., de marzo 1.° ele Í820, en la Extraordinaria, de 6 da marzo de 1820.

(31) Oficio de Balcarce a la Junta de R. R., de i.° de marzo de 1820, en Los Olivos, donde dice: «Para llegar á este punto con la división de mi mando, me ha sido preciso disfrazar mis sentimien­tos y usar de un lenguaje ajeno á mi 'carácter Yo he procurado salvar estas fuerzas; ningún secri.ficio he omitido: lo he consegui­do, y sólo me resta que V. E. se penetre de Jos justos recelos con que marcho de ser perjudicada mi opinión y la de los dignos ofi­ciales y tropa que mando.» (Extraordinaria, de 6 de marzo de 1820.)

19

Page 294: Historia Belgrano III

290 BARTOLOMÉ MITRE

podían desea r se , pues desde entonces la acti tud de ia colum­na de Cepeda dejó de ser un cuidado p a r a S a r r a t e a , Soier y los federales ,

P e r o la expedición es tacionar ia en Z a r a t e era s iempre el punto de mira de ios pa t r io tas locales. Considerando como una humillación los t r a t a d o s impuestos del Pilar, ofendidos por el modo como empezaban a e jecutarse sus art ículos se­c re tos , descontentos con Soier que tan mal los había defen­dido, sin confianza en S a r r a t e a , veían en la columna de Ce­peda ia base para r ehace r su poder político y militar. Es te es tado de la opinió?!, debía, na tura lmente , ob ra r sob re las de­cisiones de Ba lca rce , empeñosamente ins tado por sus amigos de la capital a fin de que acudiese con sus fuerzas a dar con­sis tencia ai sentimiento público. En consecuencia, Balcarce , de acue rdo con sus jefes, se decidió a continuar secre tamente su viaje aguas abt-jo, y en ia mañana del 1.° de marzo desem­b a r c ó en Los Olivos, a t r e s leguas de Buenos Aires . Desde allí dirigió una nota a ia Jun ta de Represen tan te s firmada por los pr incipales jefes, que esa un ve rdadero manifiesto de paz o de guer ra . Explicaba en ella ios medios de que se había va­lido pa ra sa lvar su columna, bur lando las acechanzas de los federa les comple tados con el Gobierno cont ra él, y reclama­ba contra ei no cumplimiento de ios t r a t ados de! Pi lar , en tér­minos explícitos: «Ha corr ido el término de la ejecución de los t r a t ados ; existe en el terr i tor io el ejército federal contra lo es t ipulado, comete iguales violencias que siendo enemigo aún; ocupa los mismos puntos , o poco menos inmediatos, y es tá a nues t ra observación. ¿Podrá nues t ra seguridad ser res­pe tada? ¿Nosotros podremos fiarnos de las p romesas con tan vehementes indicios? V. E . puede persuadi rnos , pero nosotros in te resamos tan honorab le cuerpo en esclarecimiento de io expues to , y honor de la provincia» (52).

Es t a nota fué ¡a pr imera noticia que se tuvo de la ¡legada de la expedición. La ciudad revivió desde aquei momento como por encanto . Eí entusiasmo de sus habi tantes estalló como una l lamarada súbita . Ei pueblo quería conceder ios ho­nores del tr iunfo, a los soldados que habían sa lvado del cam­po de batal la su honor y su bandera . La a larma de Sar ra tea , las indecisiones de Soier , la prudencia de ias corporaciones, ias r e s i t e n c i a s o !os celos, rodo cedió ante esta manifesta­ción espontánea dei sentimiento público. La Junta , da acuer­do con el Cabi ldo y el Gobernador , le diputó una Comisión compuesta de un Represen tan te y un Regidor, manifestándo­le de oficio, que í.odas las au tor idades es taban sat isfechas de

(32) Oficio do Balcarce y sus jetes a la Junta de R. R., de 1.° de marzo de 1820, en Los Olivos. • Otra do igual tenor se pasó al Cabildo. Extraordinaria, de 6 de marzo de 1820.

Page 295: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 29Í

su mérito v conducta, inculcando especialmente en que el G o ­bernador part ic ipaba de es tos sent imientos . Decíale, además , que ias incert idumbres en que a la distancia se había visto con el ejército de su mando y los recelos que íe habían ocu­rrido, no podían tener o t ro origen, que torc idas ideas espar ­cidas por ios enemigos de la concordia»; terminando por sig­nificarle, que la garant ía de es te acuerdo debía bas t a r l e , pues cualquier otra no sería digna, ni de sus r ep resen tan tes , ni honrosa para él y su ejército (55),

A las seis de ía t a rde de! mismo día, subía la columna de Cepeda la Ba r r anca de! Ret i ro , en circunstancias que ía Di­putación nombrada iba a su encuent ro . Balcarce , que marcha­ba a si; cabeza , impuesto de las segur idades que se le daban , protestó que su ánimo no era pe r tu rba r el orden, y siguió en columna a son de músicas y banderas desplegadas por la ca­lle., que entonces l levaba el nombre de Victoria, (hoy Flor ida) . El pueblo salió a su encuentro y lo victoreó con entusiasmo en tocio su t ráns i to . Al pene t r a r a la plaza de la Victoria, las campanas de la. ciudad se echaron a vuelo, la art i l lería de ia Fortaleza hizo una salva en su honor, y la multitud pobló el aire con-sus aclamaciones, d isputándose e! honor de ir a sa­ludar al general al pie de su cabal lo .

Balcarce formó su t ropa en columna ce r rada frente a la pirámide de Mayo, ' donde pocos días an tes habían a tado sus caballos los vencedores de Cepeda , y la a rengó en alta Voz, so medio de ¡vivas/ que interrumpían su discurso. Díjole: que en ei campo de batal la les había prometido morir con ellos o traerlos ai seno de sus familias llenos de honor: que ei cielo le había permitido cumplir su promesa, para que recibieran e! parabién afectuoso de sus e sposas y sus hijos, como único premio digno de sus vir tudes cívicas y sus gloriosos esfuer-zos. En seguida subió a ia Sa la Capi tu lar acompañado de su Estado Mayor , donde fué recibido por la Jun ta de Represen­tantes y el Cabildo. Poco después llegó el gobernador S a r r a ­tea, y en nombre del pueblo y de las autor idades , lo felicitó por la gloriosa campana que acababa de hacer , confirmando la concurrencia esta felicitación con un inmenso ap lauso . De allí fué conducido en triunfo has ta su casa (54).

SI Balcarce hubiese sido un hombre de cr i ter io político,

(33) Oficio de la Junía de R. R. a Balcarce, de 1.° de marzo de ¡820, en la Extraordinaria, de 6 de marzo de 1820. La dipu­tación que condujo este oficio la componían, el Representante don Vicente López, v el Alcalde de segundo voto, don Ildefonso Ramos Mejía. Acta del Cabildo, de 1.° de marzo de 1820, lib. 83, fol. 102. M. S., del arch. municipal

(34-) Véase Extraordinaria de Buenos Aires, de 2 de marzo de 1820.

Page 296: Historia Belgrano III

292 BARTOLOMÉ MITRH

esta habr ía sido p a r a él ia ocasión de contribuir eficazmente a dar ca rác t e r a aquel ia situación confusa. Tenía de su par te la popularidad y ia fuerza, y podía contar con ei apoyo lega! de la Jun ta de r ep resen tan te s , compues ta casi en su totalidad de hombres de su par t ido. Desgrac iadamente , ei genera l era un corazón sin cabeza . S u s sent imientos lo ponían dei lado de la causa local de Buenos Aires; sus an teceden tes io Vincu­laban a la administración nacional caída; sus pas iones io ale­jaban de los hombres que se. habían apoderado dei Gobierno y compart ían con él ia fuerza; y sus amigos le aconsejaban mal, explotando sus debil idades y sus Vagas ambiciones. Esta falta de equilibrio político, lo colocaba en una posición falsa. Enemigo de ios federales por inst into, se ponía en pugna con ellos, sin es ta r resuel to ni p r epa rado a la lucha. Apoyándose principalmente en los e lementos persona les de ¡a administra­ción caída, s e comprometía os tens iblemente en un plan de res taurac ión , que é! mismo cons ideraba imposible, en el he ­cho de c i rcunscr ib i r le a! círculo de ios in te reses provinciales . Receloso de Soíer , prevenido contri; S i - f ra tes , confiando pos-demás en las impresiones pasa je ras cié un pueblo entusiasta, p e r o desorganizado, que comprometía ia p s z sin que re r !a gue r r a , y cuyas fuerzas cívicas se disipaban en la atmósfera del agi tado municipio, el general Ba lca rce f lotaba sin rumbo en medio de corr ientes encont radas . Con más claridad de Vis­t a s , pudo haber apoyado condiciono'¡nenie a S a r r a t e a , impo­niéndole quizá una pcHtics* patr iót ica , y contenido a Soler , uti l izando su inftuei.cia; y de es te modo, oponer la acción compacía de Buenos Aires a las pre tens iones dominadoras de ios caudil los, sin comprometer la paz , ni malgas tar ias fuer­zas cívicas.

P e r o sea que ias pas iones o ¡os in te reses ocupasen el lagar de ía razón; sea que los sucesos obedecieran a ur. impulso propio , que no podía se r contrar iado por voluntades aisladas, hay que reconocer que una ley histórica gobernaba es te des­orden. Balcarce , en pugna con S a r r a t e a y C O T Í ios federales, y alejado de Soler , p r e p a r a b a inconscientemente la renova­ción del antiguo par t ido nacional, en condiciones Vitales, de­most rando prác t icamente , a ¡a vez, la imposibilidad de ur-a res taurac ión dei s is tema director ia i . S a r r a t e a , buscando su pun to de apoyo en los caudil los, perdía su b a s e natural de gobierno, y se encargaba de pa tent izar ¡a impotencia de fuer­zas ex t r añas pa ra influir en el régimen interno de Buenos Aires . Soler , obrando por su cuenta , a l te rna t ivamente divor­ciado o aliado con el porteñismo o el federalismo, desacredi­taba e! caudillaje militar como elemento de orden y de trans­formación política y social. E r a que ¡as fuerzas en movimien­to no se habían aún modificado por e! ins tantáneo choque, ni i as pas iones de los combat ientes confundido lo bas tan te , ni

Page 297: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGíiÁNO 293

complicádose los in te reses a punto de buscar les una solu­ción por acciones y reacciones rec íprocas . P o r eso, el resul ­tado parcia! que Ba lcarce pudo haber a lcanzado procedien­do con más método y prudencia, si bien hubiera sa lvado por el momento a Buenos Aires de nuevos desórdenes , habr ía de­jado ¡as cosas en el mismo es tado, sin reso lver las g randes cuest iones nacionales . Buenos Aires habr ía quedado más compacto, pero más ais lado; la liga de los caudil los, con más fuerza que an tes , no s e habría deshecho; el poder civilizador da unos no habría pene t rado la fuerza semibárbara de ios otros; y el espíritu nacional, con las t e idencias dist intas más bien que opues tas , que cada p a r t e l levaba en sí, no se habría mancomunado por la lucha, di la tándose por el vehículo de ios mismos combat ientes en todo el te r r i tor io argent ino . D a d a ia descomposición del viejo régimen, y el embrión democrá­tico rep resen tado por la masa social, es ta era la ley histórica que tenía que cumphrse , para aue la transformación se ope ra ­se en torno de! organismo de Buenos Aires , al mismo t iempo que se í rasformaba, asimilándose fuerzas nuevas , p a r a ser , a su vez, el t ipo de una nueva sociabilidad política.

Mient ras tanto , las fuerzas en movimiento seguían su t ra­bajo de descomposición. S a r r a t e a intr igaba contra Ba ica rce para desarmar lo ; Soler buscaba el apoyo de ¡a fuerza de Bal­carce, p a r a sobreponerse a S a r r a t e a ; Ba lcarce , empujado por sus amigos políticos, conspiraba contra S a r r a t e a , sin unifor­marse con Soler ; y los federales , rece losos , resent idos y no bien sat isfechos, s e disponían a provocar de nuevo la.lucha.

El anuncio de la reapar ic ión de! general Alvear en la po­lítica militante, Vino a introducir un nuevo elemento de per­turbación. El odio hacia Alvear e ra ia pasión dominante de Buenos Aires: bas t aba pronunciar su nombre pa ra que todos los cívicos acudiesen a las a rmas en su cont ra . Es t e persona­je, cuyo r e t r a to hemos hecho bajo d iversas fases , y al cual no pueden negarse cual idades notables , había merecido su caída y no era digno de levantarse . Poseído de una ambición perso­na! y sin escrúpulos , impávido y lleno de imaginación, creía en las improvisaciones, y todo lo fiaba a los g lipes t ea t ra le s , sin tomarse el t rabajo de madurar sus planes , ni siquiera de esperar las opor tunidades propicias . E ra , en toda la exten­sión de la pa labra , un ca lavera político, como él mismo se en­cargó de demost ra r lo con sus acciones. Amigo d e C a r r e r a desde Espafía y, principalmente, desde 1814, y su colabora­dor duran te su permanencia en Montevideo , contaba con es ta influencia pa ra propic iarse la Voluntad de los caudillos fede­ra les . Enemigo de Soler , que había contribuido a su caída en 1815, cre ía que es te ser ía un título para poderse en tender con S a r r a t e a , con quien tenía puntos de contac to . Amigo par ­ticular de Ba lcarce , con taba con su sencillez pa ra ponerlo de

Page 298: Historia Belgrano III

294 BARTOLOMÉ MITRE

su p a r t e . Contando con un núcleo de jefes y oficiales disper­sos, que constituían todo su partido, es ta e ra su b a s e de ac­ción p a r a apoderarse del ejército. La caída tle la administra­ción directorial y la amnistía del T r a t a d o del Pi lar , creyó que le abr ía las puertas de la patria después de cinco años de proscripción; pe ro conociendo ia animadversión popular que contra él existía, resolvió entrar de incógnito a Buenos Aires. F u é la P rensa la primera que dio contra él la señal de alar­ma, declarándolo como tirano, fuera de toda ley de amnistía, precisamente en el día en que la columna de C e p e d a e ra re­cibida en triunfo (35). P ron to s e tuvo ia certidumbre de que Alvear s e hal laba oculto en la ciudad, aumentando con esto la agitación, que fué creciendo sordamente en los días 2 y 5, empero no se diseñase un propósito claro en la opinión.

La a larma cundió en el campo de los federales, que aún no habían empezado a ejecutar su retirada. Ramírez debió Ver una amenaza en ¡a actitud de Balcarce , y dirigió a Sa r r a t ea reclamaciones en es te sentido. Ba lcarce , por su parte, ofen­dido que López y Ramírez lo hubiesen incluido en sus partes en t re los generales Vencidos en Cepeda , eligió e s t e momento pa ra hacer su propio elogio en un papel jactancioso que pu­blicó el día 4. Empezaba diciendo: «Yo he merecido Vuestros elogios y vivas, y aún me c reo ofendido», y seguía enume­rando sus hazañas desde 1816 has ta ia retirada de Cepeda , declarando que jamás había sido Vencido. D e s p u é s de expli­ca r por qué había llamado caudillo y no general a Ramírez, y enrostrarle que hubiese pretendido atacarlo en medio del ar­misticio, terminaba con es tas significativas palabras: «Creed-me siempre con el carácter necesario pa ra morir por ia de­fensa de Vuestros derechos, de vuestra dignidad y del decoro con que os habéis distinguido desde el célebre 25 de Mayo de 1810 has ta e s tas últimas ocurrencias» (56). Es ta e ra una Verdadera declaración de guerra, reabriendo puerilmente, en

(35) En la Gaceta núm. 162, de 1.° de marzo de 1820, se lee un artículo firmado por El enemigo de los tiranos, en que son de notarse estos conceptos: «¿Deberá don Carlos Alvear regresar á Buenos Aires, sólo por haber caído la administración de Pueyrre­dón, cuando no fué ella la que lo expatrió, sino la voluntad gene­ral expresada de un modo tal. cual quizá ha sido por muy pocas veces en ningún pueblo enemigo de los tiranos? ¿Y hay autoridad á lo presente en el país, que puede suspenderle una expatriación tan legítima? ¿Si sin permiso saltase á tierra? ¿Sería criminal o no cualquiera que sin más autoridad que la de mero ciudadano cas­tigase su osadía?»

C36) Se publicó en hoja suelta, con fecha 4 de marzo de 1820, bajo el título de «El Coronel Mayor don Juan Ramón Balcarce á sus conciudadanos». Imp. de la Independencia.

Page 299: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 295

nombre de la susceptibilidad personal , las cuest iones que ha­bían sido zanjadas por la convención del Pilar, y que de buena o mala gana el mismo Balcarce había aceptado can aplauso (37).

Al día siguiente, a las doce (5 de marzo), la Junta de repre­sentan tes , contando con el apoyo del Cabildo, de So l e r -y de Balcarce , asumió ante el Gobierno una acti tud agresiV-i. di­rigiéndole dos oficios conminatorios cuya publicación inme­diata dispuso. Por el primero de ellos denunciaba la presen­cia de Alvear en ia c 'udad, y fulminaba contra él ana temas , ordenando su prisión y des t ier ro , y poniéndolo fu.-rn de la protección de lay leyes. Po r el o t ro , y e n referencia al Ca ­bildo, «de acuerdo con los genera les Soler , Balcarce y Quin­tana», hacía cargos ai Gobernador S a r r a t e a por haber h. cho y es ta r p repa rándose a hacer en t regas de ar t ículos bélicos al ejército federal cuando és te no había evacuad > aún el te r r i to­rio de la Provincia, «lo que inspiraba sospechas de fines si niestros»; previniéndole en seguida que, para precaver «ias fatales consecuencias que podían originarse de esta a larma», suspendiese todo envío de armamento , Hasta que res t i tu idas a sus respect ivos terr i tor ios las fuerzas de S-oita F e y En t r e Ríos, las pudieran emplear únicamente contra la invasión ex­tranjera, conforme a ios t r a t ados del Pi lar (38). S a r r a t e a com­prendió que esta era la señal de una revolución, y se ocultó en el ac to , procurando ponerse de acuerdo con López y Ramí­rez, para ob ra r según las c i rcunstancias .

El batallón de Aguerr idos acuar te lado en el Ret i ro , que era la base de la coiumna de Cepeda , permaneció todo el día sobre ¡as a rmas . En la ta rde se vio en t ra r en el cuartel a su jefe, el coronel Rulón, acompañando al general Balcarce , y poco después a don Car los Alvear con un oficial de la guarni­ción. Desde es te momento crecieron las a la rmas y nadie pudo atinar a qué punto se encaminaban los sucesos , y, p robable­mente, Ba lca rce menos que ninguno (39). Había proclamado una campaña de res tauración sobre la base de la paz, y acep­tado la situación que encontró hecha. S e habia lanzado a conspirar contra el Gobie rno , sin plan y sin decisión fija, de acuerdo con la Jun t a de Represen tan te s , con el Cabildo y con

(37) La nota de Ramírez a que se refiere Balcarce, era de 18 de marzo de 1820. Los tratados del Pilar, se habían celebrado el 23, y la carta encomiástica de Balcarce a Ramírez, de que se hizo mención antes, llevaba la fecha de 24 del mismo.

(38) Oficio de la Junta de R. R., de 5 de marzo de 1820, al Gobernador Sarratea. En la Gaceta núm. 163, de 1820, págs. 722 y 723.

(39) Véase «Relación de lo acaecido, desde el 6 hasta el 11 de marzo», en la Gaceta núm. 16B, de 1820.

Page 300: Historia Belgrano III

295 BARTOLOMÉ MITRE

Soler, y se ponía de acuerdo con Alvear, enemigo irreconci­liable de éstos y de todo el pueblo de Buenos Aires, del cual se constituía en campeón. Había roto con los federales sin los medios de hacer la guerra, en nombre de un pueril amor pro­pio; y después de autorizar con su nombre las comunicaciones a Sarratea, protegía con sus armas a! general Alvear, el ene­migo de Carrera, de ¡os federales y de Sarratea, rompiendo por el hecho su alianza con Soler, y se enajenaba el apoyo de ¡a Junta de Representantes y del Cabildo, es decir, la concu­rrencia de la fuerza, por una parte, y la de la legalidad, por otra. Bajo estos auspicios, la revolución que se preparaba debía dar por resultado una derrota vergonzosa, sin el con­curso de la opinión y sin la gloria del sacrificio deliberado.

La noche se pasó en alarma. En la mañana del 6 estalló pacíficamente la revolución preparada, apoyándola Balcarce, pasivamente, con su tropa acuartelada, y el general Alvear bajo su protección. Esta revolución municipal, Vaciada en el molde clásico de la del 25 de Mayo, tenía por teatro la plaza pública, por centro el Cabildo y por agente la parte activa del pueblo peticionando o decidiendo por sí mismo en represen­tación de todo el pueblo, con el apoyo pasivo de la fuerza militar. Por esta vez un nuevo elemento se había iocorporado a las filas populares. Era ¡a nueva generación que se había criado y educado en el trascurso de diez años de revolución, que hacía su aparición en el campo de la política. Inteligente y activa, nutrida de ideas democráticas, aunque sin sentido práctico; animada de pasiones fogosas que buscaban alimen­to; antifedera! por repulsión a la barbarie, y centralista por instinto patriótico; radicalmente porteño por su composición y sus tendencias civilizadoras, sus simpatías estaban del lado de los que en primera línea habían representado la revolución de la independencia, bien que persiguiendo Vagamente otro ideal. Este elemento nuevo, destinado a renovar el Viejo par­tido directorial, era el núcleo de un nuevo partido unitario, que debía renovar ¡a lucha en otro terreno y con otra táctica política. Sin aspirar a la denominación de la república por el centralismo gubernamental, evolucionaba en el campo del Mu­nicipio de Buenos Aires, a fin de organizar unitariamente la provincia, creando así, sin saberlo, el tipo de Estado federal, que a su tiempo se impondría como forma coherente a las demás provincias, después de recibir de ellas la imposición del hecho bajo cuyo imperio procedían, pretendiendo des­truirlo. Allí se Veían jóvenes abogados, publicistas, políticos noveles y poetas que reemplazaban a los antiguos cantores de la revolución de mayo, acaudillando los grupos populares, que desde muy temprano empezaron a invadir ¡a plaza de la Victoria en la mañana del 6. El elemento Viejo apenas estaba representado por el doctor don Pedro Medrano, remedo de

Page 301: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 297

hombre político; por el doctor Echevar r í a , el negociador de s ­airado de la paz con Ramírez, que se había dec larado con t ra los federales , rompiendo con ellos ab ie r tamente ; al fraile do­minico Ignacio Greia , o rador de pulpito y ba r r i cadas , ag i ta ­dor bullicioso de la p lebe y par t idar io de Ba lcarce , echándo­se de menos la presencia de los p rohombres del ant iguo par­tido directorial , que se mantenían en la sombra .

Reunido una p a r t e del Cabi ldo, recibió de manos de una Diputación popular , t r e s ejemplares de una representac ión de un mismo tenor , suscr i ta por 165 c iudadanos . En ella se condenaban los movimientos de 11 y 18 de febrero , que habían dado por resul tado la caída del Congreso , del Directorio y la dei Cabildo anter ior , expresando «que no querían renovar ei dolor del pueblo refiriéndolos, aún cuando reconocían que la caducidad de las antiguas autoridades estaba evidenciada; pero que habiéndose ofendido la dignidad de las provincias en el modo,como fueron depues tas , correspondía al puebio r e ­solver sobre es te punto». Dec la raban que la administración de S a r r a t e a no les inspiraba confianza, por el hecho de habe r entregado a rmas al ejército federal , manifestando que era de interés público su cese inmediato, a fin que el mando recaye ­se en persona que reuniese el voto público, y con prudencia salvase el honor , sin comprometer en lo sustancial la paz ajustada con En t re Ríos y San ta F e . P a r a de l iberar por sí sobre es tos puntos , los firmantes pedían que s e les f ranqueara la sala capi tular , p ro tes tando que veneraban la autor idad del Cabildo (40).

Concedida ¡a petición, la saia fué invadida por una multi­tud, a cuyo frente se veían a Medrano , el P . Gre l a y a E c h e ­varría. Como el local era es t recho y apenas cabían en él cien personas de pie, el res to de la concurrencia permaneció en las galer ías y las esca le ras , apoyando su acti tud a igunos gru­pos que llenaban la plaza. Abier ta la sesióm pública, bajo la presidencia del Cabildo, dióse lectura de ia petición, y pues ta a discusión, nadie la contradijo. Entonces se vio ade lan ta r se ai general Soler , quien manifestó dos ó rdenes l ibradas por el gobernador S a r r a t e a , mandando en t regar s ec re t amen te a Ramírez var ias cant idades de armamento y municiones (41). Bajo el peso de es ta acusación y la autor idad del que la ha­cía pronunció el pueblo la deposición de S a r r a t e a . Siguióse

(40) Petición del pueblo, de 6 de marzo de 1820, inserta en el acta del Cabildo del mismo día, publicado en hoja suelta, por la imprenta de la Independencia, en fol.

(4!) Consta así del acta ya citada. Las órdenes de Sarratea exhibidas por Soler, llevaban la fecha de 4 de marzo y disponían la entrega de 800 fusiles, 800 sables, 25 quintales de pólvora y 5 de plomo.

Page 302: Historia Belgrano III

298 B A R T O L O M É M I T R E

una discusión desordenada, en que a lgunos manifestaron la conveniencia de restablecer las antiguas autoridades nacio­nales (42). Al fin se acordó proceder inmediatamente al nom­bramiento de un gobernador, perfeccionándose la elección, no por ia Junta de Representantes que se hallaba incompleta, sino por el voto individual de todos los ciudadanos, convoca­dos ai efecto por el Cabildo. A ias cuatro de la tarde se cerró el escrutinio, y resul tando electo, por mayoría, el general don Juan Ramón Ba lcarce , prestó en el acto juramento en presen­cia del pueblo que io aclamaba (45).

Al d i so lve r se ' l a reunión popular , es taba también deshecha la revolución. Los e lementos incoherentes , reunidos por un momento en el p re tor io municipal contra S a r r a t e a y los fede­ra les , no habían podido amalgamarse. Soler , a larmado con la presencia de Alvear al lado de Ba lcarce , comprendiendo que era ant ipát ico a los revolucionarios y que en la nueva situa­ción no tendría cabida, se decidió a sos tener ta autor idad de S a r r a t e a , a cuya deposición acebaba de contribuir . Los cívi­cos, que e ran par t idar ios de Buenos Arires , pero no de las au tor idades caídas, se desmoral izaron al solo anuncio de que se pensa ra en una res taurac ión , y la separac ión de So le r aca­bó de desorganizar los moralmente . Los mismos directoriales no s e a t revían a asumir la responsan lidad de una aventura tan pel igrosa como incierta, y la Jun t a de Representantes , compuesta en mayoría por ellos, fué ia primera que desertó el campo de ;a acción. El espíritu público,, un momento exci­tado por los bríos de una juventud tan entus ias ta como inex­pe r t a , desmayó, y ios notables dei Municipio se escondieron en sus ca sa s . Los jefes militares y las t ropas de línea, ape­nas sujetas por el vinculo de la disciplina, part iciparon de es­t a s influencias de le t é reas . La descomposición fué instantánea: Ba lca rce quedó soio , y lo que e s peor, mal rodeado y mal aconst jado, sin t ener en su cabeza recursos con que hacer frente a la difícil situación que él mismo se había creado.

En el mismo día, Ba lca rce comunicó su nombramiento a los genera les federales . López le con tes tó que io desconocía coiao p a r t o de un movimiento tumultuoso de la facción de los tira­nos, que se disponía a sofocar inmediatamente con sus armas. Quejóse de esta contestación a Ramírez, quien le respondió en términos iracundos, luciéndole que «.por la ambición de ssr gobernador , envolvía en sangre a su patr ia con una indiscre­ción admirable, porque así convenía a los intereses de usía

(42) Este hecho no consta del acta, pero se ha conservado por tradición, y se hace expresa mención de él en la «Relación» de les sucesos de este día antes citada, comprobándolo una proclama de Balcarce, negando que se pensara en una restauración.

(43) Acta del Cabildo, de 6 de marzo, ya citada.

Page 303: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 299

facción execrab le que pre tendía en t ronizarse de nuevo; y que, en consecuencia , sólo reconocía la autor idad dei digno gober ­nador S a r r a t e a , quien desde su mismo cuar te l dictaba sus disposiciones, que eran obedecidas con regocijo general» (44).

Én la noche, ei Cabildo expidió una circular a ios a lcaides de bar r io , convocando a un Cabildo abier to .

Ei pueblo que concurr ió a la Sa la Capi tu la r el día 7, fué una masa de gen te desconocida, que obedecía al l lamado sin saber de lo que s e t r a t aba . En vista de es to , el Cabi ldo expi­dió, a las dos de la t a rde , un Bando , convocando al pueblo soberano a una reunión que debía verif icarse a las cinco de la tarde en el templo de San Ignacio, «para continuar las discu­siones pendientes dei día». Reunidos los c iudadanos a la hora señalada, fué llamado el gobernador Ba lcarce a su seno, a fin de dar explicaciones s o b r e los rumores que circulaban, res ­pecto de quebrantamiento de los t r a t ados de paz firmados con los gobe rnadores d e E n t r e Ríos y S a n t a F e . Es t a moción in­dicaba que el tínico sentimiento que prevalecía en la asam­blea, e ra el temor de la guer ra . Interrogado Ba lcarce sobre este punto , contes tó : que e s t aba dispuesto a sos tener aquellos t ra tados por su pa r t e , y que sólo existía el temor de que los federales no los cumpliesen. Con es te motivo, se t r abó una discusión gro tesca y tumultuosa, en que todos hablaban y na­die s e entendía. En tonces subió al pulpito, que hacía las Ve­ces de t r ibuna, un hombre desconocido, y habló en es tos tér­minos: «No he asist ido á ninguna de las reuniones an te r io res y no conozco el objeto de ia p re sen te . He procurado infor­marme por el Bando, que dice se ha publicado a las dos de la tarde, pero no he podido encontrar lo . Por lo que he oído, tam­poco he podido descubri r el objeto de es ta reunión. Si s e trata de consul tar ai pueblo, ya sea sobre el punto que mo­tiva esta reunión, que muchos de los p re sen te s ignoran como yo, ya sea sob re cualquier o t ro que obligue a consul tar lo en adelante, ei modo más seguro es nombrar diputados de bar r io , quienes con ins t ruccioues de sus comitentes puedan reso lver conformé al Voto público en unión con la municipalidad.» E s t a proposición anónima, que hacía la car ica tura de la asamblea y que nada resolvía, fué acep tada unánimemente, decidién­dose que en el ínter , «ei gobernador gua rdase e hiciese cum­plir re l igiosamente el t enor literal de los T r a t a d o s de paz fir-

(44) Oficio de Balcarce a Ramírez, de 6 de marzo de 1820, en el núm. 163 de la Gaceta, de 1820, y proclama de Balcarce, del 8 de marzo del mismo, publicada en hoja suelta, en fol., por la im­prenta de Alvarez. -Oficio de Ramírez a Balcarce, de 7 de marzo, en la Extraordinaria, de 11 de marzo de ;820, juntamente con la contestación de Balcarce.

Page 304: Historia Belgrano III

300 BARTOLOMÉ M1TSE

mados por los gobernadores de las t r e s provincias» (45). El día 8 se supo que S a r r a t e a había expedido c i rculares a

toda la campaña mandando reunir las milicias «para marchar con t ra la facción real is ta de Buenos Aires» (46); que Soler había es tablecido su Cuar t e l Genera l en S a n t o s L u g a r e s , y que muchos cívicos de la ciudad y jefes del ejército s e le habían reunido con sus a rmas ; que el ejército federal s e mo­vía sob re ia ciudad, y que una p a r t e de la cabal ler ía ve terana de la plaza e s t aba con el enemigo.

Ba lcarce , con el ánimo fuer te , pe ro con la cabeza perdida, no ace r t aba a dictar una sola disposición. Aconsejado por el doctor Medrano , que tenía ¡a manía de pe ro rac iones gerun­dianas , expidió, sucesivamente , cua t ro p roc lamas extravagan­t e s , que produjeron un efecto desas t roso en la opinión. La pr imera de el las e ra una especie de homilía pacífica, salpi­cada de medias p romesas y ana temas contra propios y extra­ños , cuya tendencia manifiesta parecía se r amansar y atemo­rizar a la Vez a los caudillos federales . «Me desvelo (decía en ella) por la salud dei país , y tal vez logre co r responder a Vuestro honor . C o n s e r v a r é re l ig iosamente la paz f i lmada con los gobernadores de San ta F e y En t r e Ríos, pe ro jamás com­prome te ré ia dignidad y honor de la provincia. R e s p e t a r é en eí hombre todos sus de rechos , p e r o no disimularé al que ma­quine cont ra la tranquilidad pública. Ei c iudadano honrado viva t ranquilo; mas el pe r tu rbador y osado debe temblar . Si las fundadas esperanzas de que no s e r á a l t e rada la paz fue­sen def raudadas , el país se esforzará en mantener su honor, y todos nos sacrif icaremos en tan i lus t re lucha, pe ro aguar­dando todo de la probidad y justificación de los jefes contra­tantes» (47). H o r a s después , anunciaba en o t ra proclama que Ramírez, unido a S a r r a t e a , So l e r y o t ros jefes, intentaban hollar e infamar al pueblo de Buenos Ai res , levantando la campaña , y conci taba a los c iudadanos a rechazar el ultraje, Convocándolos al efecto a una reunión popular , en que daría sus informes y recibiría sus inspiraciones (48). Po r la tercera proclama anunciaba a ios mismos c iudadanos que podían vivir s eguros , porque : «Si ei gran pueblo pudiese se r amagado de a t aque en sus a t r ibutos (dignidad y honor) , el Gobierno y de-

• (45) Acta, de 7 de marzo de 1820, publicada en hoja suelta, en fol., por la imp. de la Independencia.

(46) Circular de Sarratea, de 7 y 8 de marzo, en la Extraordi-naria, de 11 de marzo de 1820.

(47) Publicada en hoja suelta, en.fol., por la imp. de la Inde­pendencia, con el título: «Don Juan Ramón Balcarce, Coronel Ma­yor, Gobernador y jefe de armas de esta Provincia a los habitan­tes de ella.»

(48) Publicado en hoja suelta, en fol., por la imp, Alvarez.

Page 305: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 301

más mil i tares y honrados pa t r io tas , marchar ían al desagrav io^ o al sepulcro» (49). La cuar ta proclama tenía por objeto d e s ' autorizar los rumores de que se hubiese entronizado «ia f á e ^ ción de Pueyr redón» , asegurando que el Gobierno «no pe|tes? necia a a t ro par t ido que el de la patr ia» (50). Po r último, ¿fc* pedía una pomposa orden del día, en que ensa lzaba a S54i deser tores que de ía cabal ler ía Veterana habían regresado-a* la ciudad, mandando premiar con cua t ro pesos a los so ldados ' y con cinco a ios sa rgen tos (51). Con tal motivo se echaron a Vuelo las campanas en celebr idad de !a guer ra , y en la noche tuvo lugar una procesión popular a los gri tos de: ¡Muera Sa­rratea! ¡Muera Soler! ¡Mueran los federales! (52).

Simul táneamente , con ia expedición de es tas ex t ravagan tes proclamas que esparcían la desmoralización de toda la ciudad, el gobernador Ba lca rce se dirigió al Cabi ldo, ordenando que, para el s iguiente día (9 de marzo), a las s ie te de ia mañana, fuese convocado el pueblo en masa, pa ra exponerle asuntos de la mayor importancia. El Cabildo observó , que el pueblo , reunido ei día anter ior en San Ignacio, había determinado nombrar diputados de bar r io pa ra del iberar en represen tac ión suya, sobre todo, lo conducente a la salud pública, y que en consecuencia, es taban dadas las ó rdenes pa ra que la elección tuviese lugar el día indicado a las cua t ro de ia t a rde ; por !o cual y por ser la voluntad manifesta del pueblo , no ser con­sultado en o t ra forma, creía el Cabildo mas prudente e spe ra r que la Jun ta de Repre sen t an t e s es tuviera consti tuida, a fin de someter iodo a su decisión. El gobernador Ba lcarce insistió en la convocación popular , «por ser le u rgente (decía), se le nombrase sus t i tu to p a r a poder ' salir a campaña al f ren te de sus t ropas , y que hacía r esponsab le al Cabildo de las conse­cuencias de la demora». Al mismo tiempo se dirigía a la cor­poración a efecto de que invi tase al Vecindario a e rogar una contribución Voluntaria p a r a sa t is facer urgencias que no ad­mitían demora . Ei Cabi ldo contes tó ambas no tas , que en cum­plimiento de lo ordenado iba a convocar al pueblo, excusán­dose de exigir el donat ivo (55).

En la mañana del 9 s e ab r ie ron nuevamente las pue r t a s del Cabildo p a r a dar en t rada al pueblo de antemano convocado. Pocos momentos después , s e p resen tó el Gobernador , y ex­hibió una circular de S a r r a t e a in terceptada , en la que se de­cía que el nombramiento de Ba lcarce e ra obra de !a fuerza mi-

(49) Publicado en la Gaceta núm. 165, de 1820. (50) Publicada en la Gaceta, citada, pág. 739. (51) Extraordinaria, de 10 marzo de 1820. (52) Relación, ya citada, inserta en el núm. 165 de la Gaceta. (53) Oficio del Gobierno Balcarce al Cabildo, y acuerdo de Ca­

bildo, de 8 de marzo.

Page 306: Historia Belgrano III

302 BARTOLOMÉ MITRE

'itar, en Vista de lo cual, pedía al pueblo deliberase sobre lo expuesto y le indicara cómo debía proceder en tan críticas circunstancias. El pueblo declaró una, dos, tres y cuatro ve­ces, que rechazaba el insulto; que lo había nombrado por su libre Voluntad, y que renovaba las omnímodas facultades que le había conferido en los días 6 y 7, para que sin consulta al­guna obrase en su favor, defendiendo su honor y su libertad. Balcarce, aceptando las facultades interrogó al pueblo, si en virtud de ellos podía castigar a los ciudadanos que turbaban el orden, y el pueblo contestó, que Sí, afirmando su voto con un grito general de: / Viva la patria! Entonces, Balcarce, lle­vando la mano al puño de su espada con ademán teatral, cual convenía a un dictador aclamado por 200 personas, protestó que no reservaría ni la vida para cumplir la voluntad del pue­blo, y sostener el honor de la provincia (54).

Hasta ese momento no se había dictado ninguna medida, ni convocado la milicia, ni dado siquiera organización a la fuer­za de línea diseminada en la ciudad. Para resarcir el tiempo perdido, el gobernador empezó a expedir disposiciones tan in­conexas, que vinieron a revelar que la situación estaba per­dida, hasta en la conciencia del que las'firmaba. En el acto de salir del Cabildo, dictó un bando invocando la autorización del pueblo soberano, en que mandaba: que todo ciudadano pe­netrado de sentimientos patrióticos, se reuniese al ejército en el siguiente día, a pie o a caballo. Por otro artículo se dispo­nía que «para cortar en su raíz el origen pernicioso de los ma­les , se erigiese un tribunal de vigilancia, para toda clase de personas, procediendo y castigando a los delincuentes según la gravedad de sus crímenes» (55). El efecto de este bando fué más desastroso aún que el de las proclamas anteriores. Todos comprendían que no había fuerza para combatir, ni ca­beza para dirigir, ni espíritu público para sostener una situa­ción perdida desde el primer momento.

Este bando fué seguido de otra proclama que acabó por desconcertar la opinión. Manifestaba en ella el gobernador, «que se estremecía con la guerra que los amenazaba»; protes­taba que había querido y buscaba la paz, rechazando la agre­sión de los caudillos federales, en términos tales, que impor­taban la confesión anticipada de una derrota. «En medio de todo, decía, el Gobierno cuidará de repeler el ataque, y de continuarlo si fuese posible, porque así lo inspira la naturale­za, el honor y la dignidad. Al efecto, va a tomar las posicio-

(54) Acta, de 9 de marzo de 1820, firmada por don Ildefonso Ramos Mejía, publicada en hoja suelta, por la imp. de la Inde­pendencia.

(55) Bando, de 9 de marzo de 1820, publicado en hoja suelta, por la imp. de la Independencia.

Page 307: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 303

nes que juzgue más convenientes ; p e r o es indispensable . . . que los ciudadanos que amen el orden y crédi to del gran pue­blo, se acerquen a las cajas genera les con los emprés t i tos voluntarios en dinero, que puedan hacer , y que los que t en ­gan caballo y montura se, me presen ten , p a r a tomar razón y usar de ello en ei caso preciso» (56).

El 10 la ciudad es taba circundada por las t r opas federa les y las del gobernador S a r r e a t a . Ramírez, con sus ent rer r ía-nos, e s taba en la Chacar i ta ; Soler , en los S a n t o s Luga re s , con casi todo el 2.° tercio cívico que se le había reunido; el coronel Pagóla , en Mise re re , con las milicias de la Cos ta ; los hermanos Esca lada , con los regimientos de Quin te ros , sob re Maldonado; el comandante Oliden, con las milicias de campa­ña, en marcha; López, con sus santafecinos, s e disponía a se­guirlos; y las pa r t idas de ¡os s i t iadores asomaban por las bo­cacalles de los suburbios en act i tud de combate (57). P a r a conjurar e s tos pel igros , expidió el gobernador Ba icarce un nuevo bando fechado a las diez de la mañana, que decía: «Yo salgo al f rente del Cue rpo de Aguerr idos a cumplir ¡a pala­bra que empeñé al gran pueblo . El decidido y pa t r io ta de ho­nor, puede seguirme, reuniéndoseme en la plaza de la Victo­ria, donde Voy a formar las t r opas pa ra par t i r» (58). Nadie acudió al l lamamiento, y Baicarce no salió.

Vanos fueron los empeños que se hicieron en la noche del 10, p a r a acuar te la r el pr imero y t e r ce r tercio, con cuya adhesión se con taba (59). El pánico y la desmoralización ha­bían cundido. En ia mañana del 11, el Es t ado M a y o r de la plaza deser tó en corporación, a r r a s t r ando más de 100 hom­bres de infantería y cabal ler ía . El regimiento de G r a n a d e r o s de Ter rada s e sublevó más t a rde en masa , con sus oficiales a la cabeza, y a tambor ba t ien te y banderas desp legadas , salió por la calle del C o r r e o (hoy Pe rú ) a incorpora r se a los sitia­dores, invitando a los ciudadanos que encontraban a su paso , a hacer o t ro tan to (60).

Estos con t ra s t e s , efectos consiguientes de una descompo­sición gubernamenta l y social, y que pa ra mayor desgrac ia revestían accidentes cómicos, debieron des templar el ánimo

(56) Proclama, de 9 de marzo de 1820, publicada en hoja suel­ta, en fol., bajo el título: «El Gobernador y Capitán General de la Provincia a sus habitantes.»

(57) Relación, ya citada, en el núm. 165 de la Gaceta, confir­mada en esta parte por los mismos Bandos de Balcarce.

(58) Bando de Balcarce, de 10 de marzo, a las diez de la maña­na, de 1820, en la Extraordinaria, del mismo día.

(59) Relación, citada, en el núm. 165 de la Gaceta. (60) Relación, citada, y artículo firmado por P. de la Cuadra,

en el núm. 168 de la Gaceta.

Page 308: Historia Belgrano III

304 BARTOLOMÉ MITRE

fuerte del gobernador Ba lca rce . Al fin liego a comprender que es taba perdido, y se decidió a abr i r negociaciones con ios s i t iadores . Ei Cabiido, con más previsión, se había anticipa­do en es te sentido, acordando nombrar una Comisión de su seno que s e ace rcase a Soier y ios genera les federa les , a fin de t en ta r un ar reglo pacífico; «pero reflexionando (son sus pa labras) que es te paso oficioso y ant icipado podría causar celos y ser un fundamento de desconfianzas pa ra los jefes de afuera con respec to a la imparcialidad del Cabiido, cuya con­ducta no debía desmerecer ingiriéndose en miras par t iculares , p a r a poderse p re sen t a r en el último caso como el iris de paz y por su representac ión popular sirviese de conciliador e im­parcial mediador, resolvió diferir es te paso pa ra cuando se cons iderase más opor tuno según e! curso de los sucesos» (61). E s t e acuerdo tuvo lugar e! día 8 de marzo.

El 9 dirigió ei gobernador Ba lcarce un oficio a! Cabiido, incitándolo a acredi tar una diputación cerca del enemigo, «la que tai Vez, decía, pudiese se rena r ios de sa s t r e s públicos, en la inteiigencia, que las bases y toda la negociación debía re­ducirse a ia observancia de los t r a tados , con ias modificacio­nes indicadas por el pueblo en su representac ión del 6, cuan­do és te las explicase». Ei Cabi ldo contes tó que iba a proce­der de conformidad, pero ai solo efecto «de aver iguar los mo­tivos y fines del avance del ejército federal sobre la capital y de las fuerzas que s e le reunían». Ba ica rce aprobó esta de­terminación, agregando que, a su juicio, podría la misión ha­c e r s e «extensiva a la reclamación de ios t r a t ados Vigentes, sin prejuicio de cualquiera conciliación que pudiese hacerse, no ofendiendo la dignidad dei gran pueblo ni lo est ipulado en los pac tos , no descuidando mient ras tan to e! Gobierno poner­se en una actitud imponente pa ra ob ra r (62).

El Cabildo nombró, en consecuencia, una Comisión com­pues ta de los regidores don T o m á s Isasi y don Ventura Za-, Veleta, asociados al doctor Es tevan Agustín Gascón, facul­tándola ampliamente «para ace rca r se a los genera les del ejér­cito federal y demás jefes a fin de acordar un medio de con­ciliación». Los comisionados conferenciaron el día 9 con Ra­mírez y Soler , a quienes encont raron en San tos Lugares, acordando con ellos una suspensión de host i l idades de hecho, mientras l legaba el gobernador S a r r a t e a pa ra abr i r formal­mente ias negociaciones. Las host i l idades s e rompieron par­cialmente por el choque de a lgunas par t idas , y casi simultá­neamente reclamaron de es ta violiación an te el Cabildo, Ra-

(61) Acuerdo de Cabildo, de 8 de marzo de 1820, lib. 83 del archivo municipal. JVI. S.

(62) Acuerdo de Cabildo, de 9 de marzo de 1820, lib, 83 del archivo municipal de Buenos Aires. M. S,

Page 309: Historia Belgrano III

HISTORIA D« BELGRANO 505

mírez y Balcarce . Merced a la prudencia de la corporación, las conferencias Volvieron a ab r i r se (65).

En ta! situación, el gobernador Balcarce , aconsejado por Alvear, resolvió diputar a és te , asociado con don Miguel Iri-goyen, cerca de Ramírez, con el objeto de abrir una negocia­ción directa , bajo !a base de que él y S a r r a t e a «consignasen e! mando en la soberanía de! pueblo». Como era de e spa ra r ­se, tal proposición no fué tomada en consideración (64).

Los comisionados del Cabildo, por su pa r te , r egresa ron y expusieron «que después de largas discusiones con el general Ramírez, había é s t e formulado su ultimátum, diciendo: que no saldría de la provincia de Buenos Aires, mientras no fuesen repuestos en sus respect ivos cargos; Soler , como general de las armas , y S a r r a t e a como único gobernador legítimo, pro­poniendo que, al efecto, reasumiese ei Cabildo el mando pa ra entregarlo a S a r r a t e a ; y en caso que é s t e renunciara , podría el pueblo libre de toda facción, elegir persona de su satisfac­ción»; y que, a la Vez, el mismo Ramírez había dec la rado: «que cumpliéndose el t ra tado de 25 de febrero en todas sus par tes , en t regándose le ¡os 1.000 fusiles que fal taban, según lo pactado, y a más, 500 Vestuarios y algún dinero, prometía re t i rarse y evacuar toda la provincia, como ya ¡o había hecho parte de su t ropa» (65).

Balcarce rechazó por su p a r t e e s tas proposiciones, y se de­cidió a hacer un nuevo llamamiento a! pueblo. En consecuen­cia, expidió su último Bando, disponiendo que, a la seflal de tres cañonazos de a larma en la For ta leza , se le incorporasen en la plaza todos los ciudadanos de a pie o a cabal lo , decla­rando traidor al que así no lo hiciera; que se ce r r a sen todas las casas de comercio, dando l ibertad a los esclavos que acu­dieran a tomar ¡as a rmas , y, por último, mandando iluminar la ciudad duran te toda la noche (66). Es t e Bando fué promul­gado por las calles y nadie acudió al nuevo Ilamf;miento. Al reconcentrar en la plaza las fuerzas diseminadas en los cuar­teles, los ar t i l leros deser ta ron en su mayor p a r t e , y de los

(63) Acuerdo de Cabildo, de 10 de marzo de 1820, lib. 83, fo­lio 115 a 119. (M. S., del archivo municipal de Buenos Aires.)

(04) Bando de Balcarce, de 11 de marzo de 1820, en !a Ex­traordinaria, de 11 del mismo 1820.— «Exposición á las Provin­cias de Sud-América>, de Alvear, pág. 2.—Acuerdo de Cabildo, de 10 de marzo de 1820, lib. 83. (M. S., del archivo municipal de Buenos Aires.)

(65) Acuerdo de Cabildo, de 10 de marzo de 1820, lib. 83. (M. S., del archivo municipal de Buenos Aires.)

(66) Bando de Balcarce, de 11 de marzo de 1820, en la Ex­traordinaria, de 11 de marzo de 1820.

20

Page 310: Historia Belgrano III

306 B A R T O L O M É M I T R E

tercios cívicos apenas pudieron reuni rse 100 hombres , que muy ¡uego se d ispersaron.

En ¡a noche, ei genera! Ba lca rce , desespe ranzado , se en­ce r ró en la For ta leza con ios Aguerr idos , ai mando dei coro­nel Rolón; un piquete de l ibertes argent inos y los cívicos del pr imer tercio, que daban la guardia de Gobierno ese día. Acompañábale en aquel melancólico t rance el general Alvear, que tan singular papel había r ep resen tado en las anter iores per ipec ias , manteniéndose en la oscuridad a ¡a espera de! momento opor tuno p a r a en t ra r en escena, aparec iendo de improviso como negociador de paz, y ecl ipsándose de nuevo para p r e sen t a r se noblemente como cor tesano de la desgracia .

Reunidos en ei salón de Gobierno Ba lcarce , Alvear y Ro­lón, esperaban t r i s tes y si lenciosos las luces de! nuevo día pa ra saber cuál sería su dest ino. Tal Vez se halagaban con la e speranza de a lcanzar un a r reg lo , contando con la fidelidad de sus últimos soldados; pero a es te respec to no abr igaban mucha confianza. El corone! Rolón, que había notado sínto­mas de insubordinación, se dirigió a la an tesa la , donde se encont raban reunidos var ios oficiales, y ordenó al capitán don Gabriel Velasco (oriental) que bajase a obse rva r la t ropa. E ran las diez de la noche. Velasco, acompañado de los capi­t anes don Sixto Quesada y don Francisco Bauza , bajaron a la p laza de a rmas , y al aproximarse al cuerpo de guardia, sin­t ieron algunos t i ros . Al acudir ios t r e s oficiales ai punto de donde habían salido, sonó una descarga , y el Capitán Bauza cayó herido.

Es ta fué la única sangre que corr ió en la revolución del 6 de marzo. Al mismo tiempo, ei bata l lón de Aguerr idos , su­blevado en masa , forzaba ia puer ta principal, invadía desor­denadamente la plaza del 25 de Mayo y se precipi taba a las cal les dando gr i tos y d isparando fusilazos ai a i re . La ciudad, mientras tanto , yacía sumida en la oscuridad y el silencio. El ayudan te Mante ro ia subió ap re su radamen te las esca le ras de los sa lones de Gobierno pa ra anunciar e s t a s novedades . En­tonces , Ba lca rce y Alvear se dirigieron al foso del Sur , al cual descendieron por medio de una esca la . Ba lcarce , acom­pañado por el capi tán don Manuel Or ibe , se encaminó a su casa pa ra pasa r al des t ie r ro . Alvear , acompañado de Velas­co, fué a ocu l ta rse de nuevo pa ra p r e p a r a r una nueva tramo­ya tea t ra l (67).

(67) Estos detalles son tomados: 1.°, de un opúsculo de 7 pá­ginas en 8.°, publicado por la «Imprenta de los Expósitos», bajo el título de: «Calumnias refutadas por el capitán de ejército, don Ga­briel Velasco, que aparece en el Desengañador Gauchí Político, número 15.»—2.°, del acuerdo de Cabildo, de I I de marzo (ala noche). M. S., en lib. 83 del archivo municipal de Buenos Aires,

Page 311: Historia Belgrano III

HISTORIA DB BELGRANO 307

Así s cabó la revolución del 6 de marzo, si tal nombre puede da r se a es te movimiento confuso, sin plan, sin principios, sin nervio y has ta sin choque de fuerzas encont radas . Producto de una coalición de ambiciones he t e rogéneas en su origen, tomó luego ei ca rác te r de una reacción abor tada , que ni aun coraje tuvo para levantar f rancamente su bandera . Impulsada momentáneamente por pasioues pasa jeras , sus fuegos fa tuos se disiparon luego en ei vacío; y antes de que nadie la comba­tiera, la revolución es taba muer ta . La descomposición que s e siguió, fué lógica. Sin resolución para ope ra r una r e s t au ra ­ción imposible, sin fuerzas pa ra sos t ene r una revindicación de derechos, sin ideas pa ra una reconstrucción interna, ta les eran, sin embargo, sus propósi tos confusos, que ni siquiera fueron confesados. La situación que de aquí resu l tó , c a r e ­ciendo de sent ido político y de cr i ter io moral , fué en t regada al acaso , y dese r t ada al fin por sus mismos" sos tenedores . Ei tínico que no flaqueó en medio de su aturdimiento, fué el g e ­neral Ba lcarce . Sin una sola inteligencia a su lado que ¡e aconsejara bien, sin un solo hombre que le acompañase a morir, sos tuvo has ta el fin su papel , invocando la dignidad y los derechos del pueblo que lo había ac lamado, que lo aban ­donaba, y que él no era capaz de dirigir política ni militar­mente, como se ha Visto.

Es te movimiento ex temporáneo y confuso, respondía , sin embargo, a pas iones que fermentaban la tentes en el seno de la sociedad. Buenos Aires asp i raba a reasumir su personal i ­dad política, a r ehace r se dent ro de sus propios e lementos orgánicos, a neutra l izar la influencia de los caudillos, y a in­fluir en ios dest inos nacionales , const i tuyéndose nuevamente bajo o t ra forma en el núcleo de la sociabilidad argent ina . En este sentido, la revolución de 6 de marzo fué un síntoma, y por eso no fué del todo estéri l en sentido negat ivo. Eligió mal su momento, sus medios y sus hombres , o más bien dicho, no encontró medios, ni hombres que la r ep resen tasen y la diri­giesen. El pueblo de Buenos Aires , asp i raba a todo es to , no estaba Valientemente resuel to a la lucha: quería la paz , sin pelear, y es taba Vencido an tes que sus enemigos lo a tacasen . Pero es ta circunstancia, vergonzosa en un sentido, le ahor ró malgastar inútilmente las fuerzas de que neces i taba pa ra rehacerse más ade lan te . Las divisiones in tes t inas que lo habían t rabajado, lo inhabili taban pa ra todo propósi to cohe­rente, p a r a toda acción eficiente. La descomposición del anti­guo régimen colonial y del s is tema centra l is ta implantado en

donde figura el informe del Mayor de Plaza en esa noche, y las medidas que adoptó en consecuencia el Cabildo que se había cons­tituido en permanencia, «previendo (dice el acta), el término fatal que vendría á tener el movimiento de 5 y 6 de marzo». M. S.

Page 312: Historia Belgrano III

308 BARTOLOMÉ MITRE

él, e ra el tínico principio que por el momento obraba act iva­mente en su seno . P a r a t r ans fo rmarse , neces i taba primero descomponerse , y eliminar los e lementos que obs taban a su desarrol lo futuro. Neces i taba del t iempo y de la paz , pa ra re­organizarse y r ebus t ece r se . Po r eso la guer ra era instintiva­mente antipática a todos . Só lo en la cabeza vacía de Balcar­ce , pudo en t ra r la idea de reabr i r la lucha con t ra el enemigo tr iunfante, y contra una p a r t e del mismo pueblo, r e s taurando influencias personales , sin los medios y sin la voluntad para r e s t a u r a r las cosas , ha lagándose con la idea de la paz , cuando no podía hacer la r e s p e t a r por las a rmas . P a z por paz, la de S a r r a t e a e ra mejor, po rque daba el mismo resu l tado , sin exponer nada , mient ras los federa les ocupasen en a rmas el te r r i tor io de la provincia, y las fuerzas propias no se hubiesen rehecho . Así es que S a r r a t e a tenía que triunfar, como triunfó, concurr iendo a ello la descomposición política, más bien que la acción militar.

La manifestación y la de r ro ta de ia revolución de marzo , tuvo de buena en el sent ido negat ivo, que sin pérdida de fuerzas, demostró práct icamente la imposibilidad de una res ­tauración directorial , y dio nueva dirección al patr iot ismo local y al espíri tu nacional . Todos pudieron comprender que, pa ra combatir y Vencer, era indispensable consol idarse , orga­nizarse y purif icarse. Rehechas las fuerzas morales , con su opinión pública compacta y sus cívicos organizados , Buenos Aires e ra invencible, y a h o r r a r s e una de r ro ta e ra p r e p a r a r el triunfo futuro, aun cuando todas es tas previs ionss no es tuvie­sen p re sen te s en el espíri tu de los con temporáneos , al tiem­po de o p e r a r s e la t ransición histórica que hemos señalado, tal fué ei resu l tado negat ivo que, en suma, produjo la revo­lución de marzo .

Page 313: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XLIV

«EL AÑO VEINTE».—LA TRANSFORMACIÓN

1820

La restauración de Sarratea. — Nueva proscripción de Alvear.—• Proceso de alta traición contra el directorio y el Congreso.—Jui­cio acerca de él.—Nuevas exigencias de los caudillos federales.— Política torcida de Sarratea.—Protege el armamento de don losé Miguel Carrera, contra Chile.—Nueva reaparición de Alvear.— Se apodera del mando militar, y es expulsado otra vez por el pueblo.—Desavenencias entre el Gobierno de Buenos Aires y los federales.—El ejército federal se retira de Buenos Aires.— Aislamiento de Sarratea en el Gobierno.—El periódico titulado El Año Veinte, y sus acusaciones contra Sarratea.—Correspon­dencia entre Sarratea y el General San Martín.—Juicio de im­prenta y absolución del periódico El Año Veinte.—Se convoca a elecciones de Representantes, en toda la Provincia.—Nuevo sistema electoral.—Estado del espíritu público.—Nuevas influen­cias electorales en la campaña.—Aparición de don Juan Manuel Rosas.—Ruptura entre Sarratea y Soler.—El partido directoría], triunfa en las elecciones.—Sarratea interpone su veto contra cuatro diputados.—Discusión con este motivo, en el. Cabildo.— El Cabildo prevalece.--Polémica entre Sarratea y don Tomás Manuel Anchorena.—Solemne instalación de la Junta de Repre­sentantes.—Renuncia, arresto y fuga de Sarratea.—El presiden­te de la Junta, es nombrado Gobernador interino.- Desinteligen­cia entre el nuevo Gobernador y Soler, con motivo del mando de las armas.—La Junta nombra Gobernador propietario, a don Ildefonso Ramos Mejía, con el mando de las armas, y da una constitución provincial.—Soler renuncia el mando y promueve una sublevación contra el Gobierno.—Sedición de la Villa de Lujan.—El día de los TBES GOBEBNADOBES.—Muerte de Belgra­no.—Su peregrinación desde Tucumán a Buenos Aires.—Sus últimos momentos, su entierro y sus funerales.—Retrato físico de Belgrano, sus hábitos e inclinaciones.

Volvamos ahora a tomar el hilo de la narración, que deja­mos pendiente en el momento en que las fuerzas que guar ­necían la For ta leza , s e sublevaban y huían Ba lcarce y Alvear . El Cabildo, reunido en permanencia , que había pasado la n o -

Page 314: Historia Belgrano III

310 B A R T O L O M É M I T R E

che en vela , recibió al amanecer un oficio de Ramírez, en que par t ic ipaba habérse le p resen tado las t ropas subs t ra ídas a la obediencia de Baicarce y que se bai laba en ias oril las de la ciudad esperando pa ra en t ra r , que el Ayuntamiento lo instru­yese del es tado de la población. Los cap i tu la res , que durante ia noche habían dado noticia de todo al gobernador S a r r a t e a por conducto de! sa rgen to mayor don Lucio Mans iüa , por ta­dor de un mensaje Verbal de Ramírez, mandaron archivar el oficio y ce r r a ron e! acuerdo en ias pr imeras horas de la ma­ñana (1).

Poco después , las t ropas de la división de Soler ocuparon la ciudad. Inmediatamente empezó a esparc i r se el rumor de que Alvear se hal laba aún en ella, y a esta noticia todos los cívicos s e pusieron &n agitación, reuniéndose tumultuosamen­te muchos de eilos en la plaza principal . Alvear , que creía poder contar con la protección de su amigo don J o s é Miguel C a r r e r a , se dirigió al Cabildo, y , al p isar los umbra les , fué a t acado por cua t ro hombres que, puna! en mano, intentaron matar lo (2). Fel izmente, los capi tu lares , que habían termina­do su acuerdo y aún se hal laban reunidos, pudieron interpo­ne r se y subs t r ae r lo a las i ras populares , cons t i tuyéndose en ga ran t e s de su persona y comprometiéndose a hacer lo salir del país (3). Una diputación provincial se encargó de ponerlo a bordo , y ia tranquilidad quedó nuevamente establecida.

La res tauración de S a r r a t e a se inició con nuevas persecu­ciones por p a r t e del Gobierno y nuevas exigencias por par te de ios caudillos federa les . Su primeva pa labra fué un grito de odio y de Venganza. Su pr imera medida gubernat iva fué la fulminación de un au to , mandando enjuiciar, como t ra idores a la pat r ia , a los miembros del Congreso y del Director io caí­do. El 13, expidió un manifiesto Virulento, haciendo el proce­so histórico de los que en el espacio de «diez años» habían di­rigido la revolución. Decía les que «ia habían prolongado de intento con sus bajezas y traiciones»; los denunciaba como

(1) Todo esto consta del acta, del 11 y 12 de marzo de 1820. Archivo del Cabildo de Buenos Aires, lib. 83, fol. 116 a 117. M. S.

(2) Alvear, en su «Exposición sobro sus pasos en los días 25, 26 y 27 de marzo», dice: «Al día siguiente (el 3 2), me vi preso y expuesto a ser asesinado por cuatro desgraciados, seducidos por el General Soler, que después clamaron por mi amistad», pág. 2.

(3) Oñcio del Cabildo al Gobernador, de 26 de marzo de 1820, inserto en el folleto titulado «Doc. que manifiestan los pasos del Gobernador y del Cabildo, en los días de la jornada del Catilina americano Alvear», en el cual se dice: «No habían pasado muchos días en que la municipalidad, por salvar la vida del mencionado Alvear, había salido responsable y garante al pueblo, que dejaría esta Provincia», pág. 1.

Page 315: Historia Belgrano III

H I S T O R I A DH B E L G R A N O 511

pérfidos l iberticidas, facción frenética y ambiciosos bajos que , no pudiendo p e r p e t u a r s e sino por la intriga, habían p r e p a r a ­do por la intriga el imperio ominoso de t i ranos ext ranjeros . Agregaba «que habían sido apeados del Gobierno por sus cr í ­menes, enriqueciéndose con el tráfico y sórdidas especulacio­nes sob re los in te reses públicos», calificándolos como «los hombres más viles de la sociedad». Terminaba por exal ta r ias «Virtudes» de los caudillos federales , anticipando que «los au­xilios que se les dieren, no serían empleados contra Buenos Aires, sino en la l ibertad de las provincias» (4). D e s p u é s del manifiesto de la revolución de 5 y 6 de abril de 1811, de in­fausta memoria, jamás las páginas de un documento público se habían Visto manchadas con más to rpes ep í te tos .

En el mismo día se reunía en sesión el Cabildo y pro tes ta ­ba indirectamente contra es ta intemperancia de lenguaje y es ­tos coba rdes insultos, dirigidos a hombres inofensivos, faene-. méritos y desgrac iados . Los capi tu lares , por acuerdo unáni­me, consignaron en el acta sus deseos «de que se suavizaran las providencias que exigiese el restablecimiento del orden», y dispusieron su publicación «para que a todos cons tasen sus Verdaderos sentimientos» (5).

Al día siguiente, S a r r a t e a , expedía un Auto inquisitorial, mandando por autor idad propia, formar proceso al Director io y al Congreso caído, invocando pa ra ello el artículo 7.° dei Tra tado del Pi iar , y const i tuyendo en prisión a los acusados . Al mismo t iempo se erigía en juez absoluto y fallaba de an te­mano la causa , haciendo esta brutal declaración: «El Gobier­no se ha visto obligado a descargar sobre es tos criminales los primeros golpes de su poder : y aunque la magnitud y publici­dad de sus crimines, pa r ece que io autor izaban para principiar por su cast igo y acabar por el p roceso que lo justificase, es necesario que nues t ra conducta con el los. . . pueda inspirar s e ­guridad en el imperio de las leyes , que fuera has ta ahora des­conocida y hollada por el poder a rb i t ra r io de es tos desna tu­ralizados» (6).

El proceso , bien que ilegal en su forma e inicuo en ei fondo, pudo habe r encont rado su justificación en ia conciencia pú­blica, si un seve ro sent imiento de patr iot ismo io hubiese dic­tado. El Director io y el Congreso eran polít icamente respon-

(4) Se publicó, con fecha 19 de marzo de 1820, bajo el título de: «El Gobierno al Pueblo de esta Ciudad y Campaña», 4 pp. in-fol. Imprenta de Alvarez.

(o) Acuerdo de Cabildo, de 13 de marzo de 1820, lib. 83, fol. 118 del arch. municipal de B. A. M. S.

(6) Proclama de «El Gobierno al Pueblo», y «Auto Cabeza de proceso», de 14 de marzo de 1820, en el proceso de alta traición, páginas 3 a 6.

Page 316: Historia Belgrano III

312 B A R T O L O M É M I T R E

sab les an te el país del uso que habían hecho de su poder . Antes que la f i rma de gobierno hubiese sido fijada por una Consti tución republicana, los planes teór icos respec to del es­tablecimiento de una monarquía, y las negociaciones inicia­das en tal -ení ido, bien pudieron cons idera rse bajo ia salva­guardia de la l ibertad de pensar , aun cuando sus au to res tuvieran la conciencia de que cont rar iaban la Voluntad de la universalidad de sus r ep resen tados , y per es to se envolviesen en el misterio, corno ellos mismos lo reconocían. P e r o una Vez jurada públ icamente una Const i tución republ icana, la ley dictada en Violación de ella, aceptando, aunque condicional-mente , un monarca pa ra el país, a la vez oue el concurso de poderes ex t raños sin el consentimiento de ios ciudadanos, era un acto que revest ía el ca rác te r de la traición política y del perjurio a los principios proclamados por ¡a revolución. Por o t ra pa r t e , su política t enebrosa , an tes y después de ¡a inva­sión por tuguesa a la Banda Orienta! , si no t ra idora , había sido más que equívoca, y, por lo menos, su diplomacia la había a lentado o consentido, según ha podido ve r se , combinando es te hecho con el plan de monarquía.

Había , pues , suficiente motivo y razón p a r a pedir cuenta de su conducta gubernat iva al Director io y al Congreso . P e r o dadas las dificultades de aquel los t iempos bor rascosos ; te ­niendo p resen te que los acusados habían sido los p romotores y los sos tenedores de la revolución; que ellos habían decla­rado la independencia y afirmádola con grandes t rabajos e inmorta les victorias , y que optando por la forma monárquica an te la amenaza de la gran expedición española y los pel igros de la anarquía interior, buscaban por es te camino la indepen­dencia, la l ibertad y la paz de ía patr ia , s e Ve bien que si su fe republ icana había f laqueado, esos p lanes inconsis tentes , siendo lamentables e r ro re s , no merecían el nombre de cr íme­nes , ni envolvían una traición a los in te reses pr imordiales del país . La p rueba de ello es que habiendo exhibido en e s t a s páginas documentos más acusadores aún que los que figuran en el p roceso de alta traición que en aquel t iempo se les formó, la historia ha podido, con presencia de ellos, formular un juicio t ranquilo, absolviéndolos de culpa y pena, y hacer­los tan sólo moraímente responsab les an te la conciencia de la pos ter idad.

Considerando el p roceso bajo su faz legal y política, él era mons t ruoso . No correspondía a los que habían echado por tie­r r a ¡a Consti tución naciona! que invocaban, acusa r a los po­de res caídos por infracciones a ella, que aun no se habían convert ido en hechos; ni eran t r e s be l igeran tes los que tenían facultad p a r a es ta tui r sob re la mater ia , en nombre de la na­ción; ni mucho menos competía a! mandatar io t ransi tor io de una soia provincia, obrando adminis trat ivamente y sin suje-

Page 317: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 313

ción a ninguna regla, dictar ei au to cabeza de p roceso , ni prejuzgar en la causa , condenando de antemano a ¡os acusa­dos en términos infamantes y b ru ta les . Y si ponemos históri­camente en parangón a los acusados con los acusadores , ve ­remos que, c ie r tamente , no tenían títulos pa ra juzgar a las au­toridades públicas que habían sa lvado la revolución argent ina , los caudillos que habían dese r tado de los campos de bata l la en que s e combatía por ia independencia, y no habían concu­rrido, ni s iquiera, a los Congresos para consti tuir la nacio­nalidad. Y, si se t iene además en cuenta , que la condición del artículo 7.° del t r a tado del Pi lar , que s e invocaba, había sido una imposición de guer ra ; que no e ra un espíri tu justiciero, sino un sentimiento de Venganza el que promovía el proceso; y que S a r r a t e a , promotor an te r io rmente de p lanes análogos , obraba así , bajo la presión de los caudillos federa les , se com­prenderá, por qué la medida fué impopular, aún en t re los mis­mos que acusaban y condenaban al Director y a los congresa-les, y cómo ella acabó por divorciar en te ramente a! goberna­dor S a r r a t e a con la opinión pública de Buenos Aires (7).

Los caudillos federa les no limitaron a es tas persecuciones sus nuevas exigencias. El día 14 presen tó S a r r a t e a al Cabi ldo un oficio original de Ramírez, en que le insinuaba, que en t re los t res Gobiernos s ignatar ios del t r a tado del Pi lar «se había acordado secretamente por s epa rado , p a r a no inspirar a larma al Gobierno por tugués , que se darían al ejército federal por remuneración de sus servicios é indenización de gas tos , por los auxilios p res t ados pa ra deponer la facción real is ta (los directoriales), la cant idad de 1.500 fusiles, o í ros tan tos sa­bles, 24 quintales de pólvora y 50 de plomo, cuya en t rega total habían impedido los mencionados rea l i s tas , apoderándo­se Violentamente del mando» (8). Haciendo méri to en seguida

(7) El «Proceso de alta traición», a que nos hemos referido antea varias veces, fué traducido al inglés y publicado en Londres por encargo de Sarratea, con una extensa introducción histórica, bajo el siguiente título: «Monarchical proyects; or>, Plan to place á Bourbon King ou the throne of Buenos Aires, in oppositiod to British interest; being the proceedings instituded against the late Gongress and Directory for the crime of High Tresson, etc. With Preliminary Remarks, etc.» London, 1820, en 8.°, con LV pp. de introducción y 89 pp. conteniendo el proceso, y un apéndice inte­resante sobre el empréstito argentino-chileno para libertar al Perú, y otros documentos.

(8) El acta original de Cabildo, de donde tomamos este dato, dice: 500 fusiles y otros tantos sables, en vez de 1.500. Si se tiene presente que en el Cabildo abierto, de 6 de marzo, el General So­ler habia exhibido dos órdenes originales firmadas por Sarratea, con fecha 4, mandando entregar a los federales, 800 fusiles y 800

Page 318: Historia Belgrano III

314 BARTOLOMÉ MITRE

de los servicios p re s t ados por el ejército federal , pedía que se duplicase el número de a rmas y municiones acordado , y que a más s e le en t regase un ves tuar io y una canlidad de dinero, todo a la mayor brevedad , «pues no esperaban más pa ra re­t i rarse» (9). Reunido inmediatamente el Cabi ldo, con el go­be rnador y ocho miembros de la Jun ta de Represen tan tes , que sólo s e p res ta ron a concurr i r como consejeros privados, acordó se en t regasen a los federales los nuevos auxilios pe­didos, con la condición de previa evacuación del te r r i tor io de la provincia (10).

El Gobernador así r e s t au rado , a t ado por sus compromisos con Ramírez, sin punto de apoyo en la opinión de Buenos Ai­r e s , y a merced de Soler , a quien había tenido que en t regar a discreción la plenitud de! poder militar por mar y t ier ra , des­pojándose has ta de la dirección del Ministerio de la Guerra , no podía man tene r se en su pues to sino apoyado en fuerzas ex t rañas . El lo comprendía bien, así es que no se afanaba por hace r efectiva ¡a evacuación de la provincia por las tropas federa les . Po r el cont rar io , sus condescendencias eran cada día mayores , al ex t remo de t ra ic ionar la causa de la indepen­dencia americana, por complacer a López y Ramírez. No sólo hizo en t rega de nuevas cant idades de armamento con destino a los genera les de la federación, sino que también armó y equipó ia t i tu lada división chilena de don J o s é Miguel Car re ­ra , autor izándolo a levantar bandera de enganche a dos le­guas de la ciudad, y ex t rae r so ldados de sus cua r t e l e s , con el objeto dec la rado de ir a combatir contra Chile, aliado de ia República Argent ina , y cont ra el ejército argent ino que en esos momentos se p r e p a r a b a a emprender su expedición al Bajo P e r ú a ó rdenes del genera l San Mar t ín .

E s t a s coba rdes y criminales complacencias , respondían a o t ros propós i tos más o menos s in ies t ros . C a r r e r a e ra enemi­go de Soler , que le pagaba con el mismo odio, y abogaba cer­ca de los caudillos federa les , pa ra en t rega r el mando de las a rmas en Buenos Aires, a su antiguo amigo y compañero el general Alvear . S a r r a t e a , o por debilidad, o ha lagado quizá por la e speranza de sacudir el yugo del soberb io genera l porteño que apenas !e dejaba resp i ra r , p a r e c e que se ha lagaba con esta

sables, y que posteriormente el General Ramírez, en su ultimátum al Cabildo de 10 de marzo (ya citado), decía, que aún le faltaban 1.000 fusiles para el completo de lo estipulado, se verá que es evi­dente un error de pluma.

(9) Oñcio de Ramírez a Sarratea, de 14 de marzo de 1820, pre­sentado al Cabildo en su sesión, de 15 de marzo de 1820. M. S.

(10) Acuerdo del Cabildo, de 15 de marzo de i 820, lib. 83, fo­lio 123 a 124 del arch. municipal de B. A. Los Representantes y el Gobernador firmaron el acta. M. S.

Page 319: Historia Belgrano III

H I S T O R I A D E B E L G R A N O 315

combinación. Con el objeto, sin duda, de propiciar la pe r sona de Aivear, se publicó en el Diario Oficial un art ículo firmado El enemigo de los hipócritas, en contraposición a o t ro , firma­do Eí enemigo de los tíranos, de que s e hizo mención an tes . En él se hacía la apología de la ca r r e r a pública de Alvear , y se sostenía que tenía derecho de r eg re sa r a la pa t r ia como cualquier o t ro ciudadano (1 i) . A los pocos días, empezó a cir­cular el rumor de que AlVear, que aún permanecía oculto en un buque mercante su r to en la bahía, se hal laba en t i e r ra . La alarma empezó a cundir de nuevo, y el Cabi ido, Soler , los cí­vicos y los c iudadanos tomaron tal acti tud, que S a r r a t e a se Vio obligado a dar un manifiesto s incerándose: «Se hace co­rrer la especie (decía) de que don Car los AlVear s e ha desem­barcado, y s e halla en t ie r ra con un consent imiento táci to mío. Me apresuro a deciros solemnemente que es falso, y que cualesquiera que sean mis sentimientos respec to de la sue r t e de aquel individuo, jamás me permit i ré t r a spasa r las disposi­ciones super iores que en e s t e r e spec to he recibido de la Jun­ta de Represen tan te s , y mucho menos a ob ra r en contradic­ción de ia opinión generá is (12).

Alvear , falto de conciencia política y de equilibrio mora l , creía en la eficacia de ios medios artificiales, sin ver más allá de los fines pe rsona les , y dejándose a r r e b a t a r por su imagi­nación fogosa, s e persuadió que por goipes puramente tea­trales y sin Vincularse a ningún in terés genera l , podía impro­visarse una si tuación, como se improvisa el a rgumento de una comedia de intr iga. Inspirándose ta! Vez en ias aven tu ras de Napoleón (que e ra su lectura favorita) se imaginó que podía remedar el r eg reso de !a Isla de Elba, y sob re esta base con­cibió un plan, que si bien no carecía de audacia , p robaba que el hombre no había aprendido nada en cinco años de proscr ip­ción. Sin más b a s e de fuerza que 45 jefes y oficiales de su de­voción, prevínoles que al anochecer se reuniesen en la piaza del Ret i ro , a rmados de espadas y pis tolas . A las diez de la noche desembarcó en la plaza inmediata envuel to en una capa con su espada bajo e! brazo , y pocos momentos después gol­peaba la pue r t a del Cuar te l de Aguerr idos . Ha l lábase ausen­te el coronel Rolón, jefe del C u e r p o , y su segundo, el coman­dante don Anacle to Mar t ínez , o sorprendido a! decírsele que el Gobierno e s t aba de acuerdo , o simpatizando con Alvear , se puso a sus ó rdenes (15). Al mismo tiempo, una par t ida de conjurados prendía al general Soler en la misma casa del go-

(11) Véase Gaceta de B. A., de 15 de marzo de 1820, núm. 164, página 731 y sig.

(12) «El Gobierno al Pueblo», exposición de Sarratea, de 23 de marzo, inserta en la Extraordinaria, del mismo de 1820.

(13) Véase núm. 4 del periódico El Año Veinte, donde se re-

Page 320: Historia Belgrano III

316 BARTOLOMÉ MITRE

bernador , y io embarcaba en el ac to , juntamente con algunos jefes super iores de su par t ido. En seguida, s e hizo proclamar comandante general de a rmas , con lo cual se consideró dueño de la si tuación. En vez de aprovechar el t iempo y el primer entusiasmo de la t ropa , para apode ra r se mil i tarmente de la ciudad, dando expansión ai levantamiento, permaneció toda ia noche encer rado en el cuar te l , sin tomar ninguna disposición militar. Al día siguiente, ei movimiento es taba sofocado por sí mismo dent ro de las cua t ro p a r e d e s del Ret i ro , y Alvear e s t aba perdido. Su audacia dramát ica no correspondía a su inteligencia revolucionaria .

A las s ie te de la mañana del 26, se p resen tó a S a r r a t e a una manifestación escri ta , firmada por ios parcia les de Alvear , en que s e pedía le fuera confiado el mando de las a rmas en iugar de Soler . Es t e fué todo el p rograma de la revolución. Aturdi­do S a r r a t e a , se dirigió al Cabi ldo a las nueve de ia mañana, y encont rando reunidos a los capi tu lares , los informó de todo lo ocurr ido, y les manifestó que es taba dispuesto a hacer di­misión de su ca rgo , porque en vez de gobernar , él e ra gober­nado . El Cabi ldo, que por un momento es tuvo dispuesto a ha­cer o t ro tan to , en Vez de admitir la renuncia , propuso a Sa­r r a t e a que ambas autor idades hicieran causa común y corrie­sen la misma sue r t e .

Al mismo tiempo, una gran pa r t e del pueblo acudía a la pla­za, los tercios cívicos corr ían a las a rmas , ios Vecinos ocupa­ban las azo teas en act i tud hostil , r e sue l tos todos a resist ir a Alvear a todo t r ance . El ant iguo odio de! año 15 volvía a re­nacer . Alentado el Cabi ldo por es ta act i tud decidida, pasó un oficio al gobernador , exigiendo la inmediata deposición de Alvear y su salida del te r r i tor io . S a r r a t e a , ordenó en conse­cuencia ai comandante de Aguerr idos , que s e a p o d e r a r a de la persona de! general revolucionario con ¡a fuerza de su mando y lo pusiese a disposición del Gobierno . Mar t ínez contes tó en términos equívocos, diciendo que Alvear se hal laba fuera de su cuar te l , protegido, según creía , por a lgunas t ropas (14). En efecto, Alvear , que comprendió que sólo a sangre y fuego podría pene t r a r a la ciudad, y que sintió que la misma fuerza que lo había ac lamado por so rp re sa , empezaba a flaquear, abandonó la pel igrosa posición del cuar te l , y se t ras ladó al Bajo del Ret i ro , con pa r t e de los Aguerr idos formados, y con su batal lón sagrado de jefes y oficiales. Allí es tableció su campamento y dirigió a S a r r a t e a una nota , manifestándole habe r desembarcado a invitación de lo principal del pueblo, apoyado por las t ropas de línea y las legiones cívicas, que

gistra un remitido del padre del Comandante Martínez, sobre esto mismo.

(14) Martínez acompañó a Alvear en su fuga,

Page 321: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 517

por su l ibre y espontánea voluntad le habían ofrecido el man­do de las a rmas , que él deseaba trasmit ir a persona más dig­na para evi tar el gran sacrificio a que lo impulsaba el voto universal. El drama se iba convirt iendo en comedia. El go­bernador S a r r a t e a le contes tó en b reves términos (a las cin­co de la t a rde) , que había procedido con arb i t ra r iedad toman­do su nombre pa ra apode ra r s e del mando de las a rma3, y qua el Gobierno y el Cabi ldo habían resue l to , que sa l iese inme­diatamente del país «sin dar lugar a que el infeliz pueblo pa­gara la imprudencia de un solo hombre».

A ia misma hora se reunían en la plaza ios tercios cívicos, los ar t i l leros y ¡os bata l lones de g ranaderos y argent inos , protestando con su presencia contra la insolencia de Alvear y pidiendo a gri tos marchar contra el nuevo Catilina, como era, genera lmente , llamado en aquella época.

En la mañana del 27, Alvear , considerándose perdido, em­prendió su re t i rada . En vano pretendió a r r a s t r a r consigo a la tropa sublevada por so rp resa : los Aguerr idos s e negaron a seguirle. A es te t iempo aparec ían coronando las ba r r ancas del Ret i ro las par t idas de Vanguardia del ejército del munici­pio. En tal conflicto, se interpuso en t re Alvear y sus pe r se ­guidores, su antiguo amigo don J o s é Miguel C a r r e r a , al fren­te de su división de chilenos, quien opor tunamente prevenido de lo que pasaba s e había pues to en marcha desde ia Chaca­rita, donde s e hal laba acampado. C a r r e r a había ofrecido al Gobierno man tener se neutra l en la contienda, y a título de tal intervenía, sin embargo, en ella, bajo los auspicios de la autoridad de Ramírez, que aún se mantenía en el terr i tor io de la provincia. Merced a es to , Alvear pudo ganar la cam­paña, seguido por el último res to de sus jejes y oficiales, fieles a su mala for tuna. Así terminó es ta dramát ica aven­tura (15).

(15) Para confeccionar esta página histórica, hemos tenido pre­sente los siguientes documentos: 1.° «Documentos que manifiestan los pasos del Gobierno y Cabildo en los días del nuevo Catilina americano Alvear», 9 pp. en fol. Imprenta de Alvarez. 2.° Vicuña Makenna, en su «Ostracismo de los Carreras», págs. 254 a 257, en que no hace más que transcribir los documentos del anterior opúsculo. 3.° Exposición que hace don Carlos Alvear, sobre sus pssos en los días 25, 26 y 27 de. marzo en la ciudad de Buenos Aires, en 8 pp. en 4.° Imp. de Alvarez. 4.° Carla de Sarratea a San Martín, de 10 de abril de 1820, en que se dan detalles sobre el particular. M. S., aut. en nuestro archivo. 5.° Acuerdos del Ca­bildo en 1820. M. S. S., del arch. municipal. Además, nos hemos auxiliado con los informes verbales del General don Tomás Marte , partidario de Alvear en aquella época, y actor en todas estas es­cenas.

Page 322: Historia Belgrano III

318 BARTOLOMÉ MiTRE

Alvear s e refugio en el campo de los caudil los, pa ra volver después bajo su bandera a reconquis tar el Gobierno de Bue-nosAires , por medio de nuevas aven tu ras , que debían darle el mismo resu l tado . Ramírez in te rpuso su val imento pa ra que se le concediera amnistía. P a r a t r a t a r e s t e punto , el Cabildo ce lebró una reunión ext raordinar ia , con presencia de! gober­nador y asistencia de Varios no tab les . La contestación fué una abso lu ta negat iva y «exigir que inmediatamente y sin demora alguna evacuasen las t r opas federa les el te r r i tor io de la Pro­vincia, tomando el general Soler las medidas conducentes p a r a poner lo a cubierto» (16). El general Soler , desembarca­do, s s puso ü la cabeza del ejército de Buenos Aires , lleno de iras contra los caudillos que tan to había ha lagado, y de des­confianzas contra S a r r a t e a , a quien atr ibuía connivencia con Alvear en los rec ientes sucesos . A! abr i r su nueva campaña, ofició al coronel Vidal, que se mantenía s iempre en San Ni­colás , que e ra necesar io «reunir y organizar fuerzas respeta­b les con t ra los tunantes que habían dado la ley a Buenos Aires». E s t a comunicación fué in terceptada por los federales, en circunstancias que emprendían su ret i rada; y la amistad en t re Soler y los caudillos quedó ro ta pa ra s iempre (17).

S a r r a t e a , obligado a seguir la cor r ien te de la opinión de Buenos Aires , tuvo que pone r se en pugna ab ie r ta con los cau­dillos federales y con C a r r e r a . A és t e último le decía, que la hospitalidad lo ponía a cubier to en algún modo de la pro­tección que p res t aba a Alvear , y que por es to el Gobierno se limitaba a proponer le como huésped, que s e re t i r a se inmedia­tamente con su fuerza y con su protegido a la frontera , por­que el pueblo no podía sa t i s facerse con pa l ab ra s , sino con obras» (18). A Ramírez le oficiaba, dos días después , que era mortificante al pueblo y al Gobierno de Buenos Aires no hal lar más arbitr io p a r a evi tar todo motivo de rompimiento que el que las t ropas de su mando evacuasen el ter r i tor io de la provincia», exigiendo garan t ías p a r a lo futuro respec to de la conducta de Alvear ; y dec laraba al mismo t iempo a éste «reo de al ta traición fuera de la protección de las leyes», así como a los oficiales que lo acompañaban (19).

(16) Acuerdos de Cab., de marzo 30 y 31 do 1820. M. S. S., del archivo, municipal de B. A. La nota do Ramírez pidiendo amnistía, y la contestación de Sarratea negándola, se segistran en la Ex­traordinaria, de 2 abril del mismo año.

(17) Oficio de don Estanislao López al Cabildo de B. A., de 20 de septiembre de 1820, en los Apuntes; de Iriono, pág. 50.

(18) Oficios de Sarratea a Carrera, de 27 y 28 de marzo de 1820, en el opúsculo «Documentos que manifiestan los pasos, et­cétera», ya citado, págs. 3 y 9.

(19) Oficio de Sarratea a Ramírez, de 30 de marzo de 1820, en

Page 323: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 319

Bien habr ía querido Ramírez volver sobre sus pasos p a r a reabr i r la lucha y dominar de nuevo al Gobie rno , ya que no al pueblo de Buenos Aires; pe ro en pugna con S a r r a t e a , con Soler, con la opinión por teña sublevada, se Veía además obli­gado a efectuar su re t i rada , porque ia act i tud amenazan te de Artigas en el En t re Ríos le l lamaba forzosamente a su p ro ­vincia, y López se había rep legado con anticipación a San ta Fe , asumiendo una act i tud pacífica. En tal situación, el sober­bio Supremo ent rer r iano s e ¡imitó a preveni r a S a r r a t e a : «Me pa rece muy expues to el que ei ejército de esa capital s e avance á e s t e punto (el Pi lar) an tes de ser desocupado por las t ropas de mi mando.» En seguida dirigió una proclama de despedida al heroico pueblo de Buenos Aires, anunciando, con referencia a los por tugueses , que iba a escarmenta r a un enemigo orgulloso que intentaba ocupar el t e r r i to r io de E n t r e Ríos, insoientado por los fratr icidas, enemigos de todo género de libertad en ei Cont inente americano, acabando por recomen­dar a los c iudadanos nombrasen con l ibertad y conocimiento al diputado que debía concurr i r al Congreso federal de San Lorenzo, es t ipulado por el T r a t a d o del Pilar . En cuanto a Car re ra , tuvo que rep legar se bajo la protección de Ramírez ante las fuerzas po r t eñas con que So le r s e había pues to nue­vamente en campaña.

Con la re t i rada de los federa les , S a r r a t e a quedó sin punto de apoyo pa ra goberna r . Todos los par t idos lo rechazaban después de habe r se servido de él, y Soler , en vez de apoyar ­lo, lo hosti i izaba ab ie r tamente . La opinión pública, hacién­dolo responsab le de todas ias humillaciones que los caudillos habían infligido a Buenos Aires , lo acusaban además de con­nivencia con Alvear y de p lanes cont rar ios a los in te reses de la causa amer icana . E s t a s vagas acusaciones se condensaron en un periódico que, bajo el título de El Año Veinte, saiió a la luz en aquellos días (20). Redac tado por jóvenes estudian­tes que s e habían afiliado a un nuevo par t ido, autonómico y unitario a la vez, reorganizado sob re la b a s e del de los anti­guos di rector ia les , e s te papel s e const i tuyó en órgano de los fueros de la provincia y de las aspiraciones del patr iot ismo, flagelando públicamente a S a r r a t e a con motivo del p roceso a los congresa les y de los desmanes que había consent ido a Ramírez y C a r r e r a . Respec to de lo pr imero, le negaba el de-la Extraordinaria, do 2 de abril del mismo, y Bando, de 28 de marzo de 1820, publicado en hoja suelta.

(20) Consta de un prospecto, 6 números y un supiemeato en í.° Sus redactores fueron, don Bamón Díaz, Fortunato Le-moine, don Manuel Insiarte y varios jóvenes estudiantes, entre los cuales se contaban don Juan Cruz Várela y don Manuel Bonifacio Gallardo.

Page 324: Historia Belgrano III

320 BARTOLOMÉ MITRE

recho de calificar por sí como delito de al ta traición los actos de los r ep re sen tan te s de la nación qué sólo eran censurables por ella, y censuraba que se les hubiese impuesto anticipada­mente una pena en el hecho de consti tuir los en prisión, aun admitiendo su culpabilidad. En cuant. j a io segundo, s e pre­guntaba : «¿Qué derecho autoriza á C a r r e r a pa ra tomar re­c lutas , levantar y formar un ejército en nues t ro territorio?» Y él mismo se con tes taba : «Ningún derecho , sino la Voluntad del gobernador que has ta hoy no ha dado satisfacción al ptí-. blico de haber proporcionado a rmas , dinero y pe r t rechos a C a r r e r a . Su plan es proteger á Alvear para que, colocado en Buenos Aires , sea á su vez pro tec tor del o t ro en Chile, sien­do en t ré t an to Buenos Aires quien sufrague los gas tos de uno y o t ro por conducto de su señor Gobernador .»

Y levantando ei tono has ta el diapasón de la amenaza, agre­gaba en otro ar t ículo: «¿Qué quiere C a r r e r a con fuerza ar­mada en Buenos Aires? ¿Con qué dest ino forma nna recluta, cuya bandera no se s a b e l e quién es en los contornos mismos de la capital? ¿Es to lo s a b e el Gobierno, y lo tolera? ¿Estará todavía C a r r e r a bajo la protección de la ley? ¿Toda esa fuer­za que no obedece á nadie sino á él mismo, que no lleva más destino sabido que el que le inducirá su jefe, no amenaza to­davía la l ibertad del país que le sus ten ta? ¿Esos quinientos chilenos extra ídos de nues t ros regimientos p a r a roba r las es tanc ias vecinas á la Chacar i ta donde s e metieron, no han hecho gemir ba s t an t e con sus la t rocinios á nues t ros infelices labradores?— ¡Ah! no esperemos Vernos contes tados , no aban­donemos nues t ra infeliz campaña en las manos de un hombre cuyo corazón agita la venganza , no nos const i tuyamos en ins­t rumento de ella: ahoguémosla pr imero en el pecho mismo donde s e alimenta, pa ra no ser su víctima. Ya Vosotros to­maste is las a rmas contra la desordenada ambición de manda­ros: dirigidlas también contra la Venganza y la intr iga, y aca­bad de hace ros r e spe ta r , dando un ejemplo de que existe todavía libre e! pueblo argentino.» (21)

Es tos ar t ículos, fueron la señal de la resurrec ión del espíri­tu público. Buenos Aires , t ransformada eh provincia federal de hecho, acep taba francamente su nueva situación; formaba un nuevo par t ido autonomista y nacionalista a la vez, con ten­dencia a rehabi l i tar a los pa t r io tas perseguidos , que habían sostenido la revolución de Mayo ; y p r e p a r a d o al t rabajo y apercibido a ia lucha, consti tuía un vigoroso particularismo provincia!, que reaccionaba contra las tendencias disolventes del caudillaje, combinando la unidad en el régimen interno con la descentral ización federal en el orden nacional . En es ta evo-

(21) El Año Veinte, núms. 1 y 2, págs. 3, 5, 12 y 15 y suple­mento al núm. 2.

Page 325: Historia Belgrano III

HISTORIA PE BELGRANO -321

lución t ransformadora , S a r r a t e a tenía que se r ¡a Víctima in-moiatoria, como r ep re sen t an t e de la transición. Por o t ra par ­te, era ei más déi?il y no podían perdonar le que en los pasados días de enervación, hubiese podido se r el candidato del miedo de todos. Los pueblos tienen es tas cobardías , y en aquella ocasión, ei de Buenos Aires, encont raba cómodo amnist iar a los directoriales que habían Votado por la monarquía; acep ta r a Soler, que se había anticipado a las exigencias de los ven­cedores, pac tando con ellos en menoscabo de Buenos Aires ; y castigar a S a r r a t e a como a la cr ia tura de Ramírez, an te el cual todos se habían inclinado, proscribiéndolo de la comu­nión portería y afrentándolo an te la nación y ante la América.

Sa r ra tea tenía bas t an te penetración para comprender su Verdadera situación, y de an temano se dec la raba vencido. E s curioso ver cómo, después de haber a rmado a C a r r e r a con t ra Chile y contra el ejército de los Andes que iba a l levar la r e ­volución argent ina al Perú , se dirigía a! mismo genera! en jefe de ese ejérci to, pintándole la situación del país y la suya como gobernan te . «En qué embolismo de los demonios (decía) me han metido ias circunstancias del t iempo. Ayer domingo, se ha pasado sin revolución, y es te es un fenómeno, porque nos hemos pues to en el pie de que haya una cada quince díus. ¡Vea usted qué hermosura! Yo no Veo el momento de descar­garme de un peso que me oprime, que es f i ca rgo és te , y sólo me alimenta la esperanza de conseguirlo dentro de un p«r de semanas á más ta rdar , en que d t b e n nombrarse las autor ida­des propie ta r ias que subroguen á ias ac tuales , que han ejer­cido hasta ahora sus respect ivos cargo-; inter inamente . Si us­ted lograse hacer pie firme en la costa de! Perú , me animaría a tentar la fortuna de la guer ra dejando es te meridiano» t'22). En carta an ter ior le había dicho: «¡Era preciso que el hori­zonte de los negocios fuese tan turbio y bor rascoso , pa ra que el punto de honor obligue a uno a hacerse el cordero pascual! ¡Qué estado! , ¡qué desquicio! y ¡qué e lementos de discordia! Entretanto, aquí me t iene us ted, sin fuerzas físicas ni mora­les, porque es te cuerpo es un cascajo que se es tá desguarne ­ciendo por todos lados» (25).

Sin embargo de esta ostentación de impotencia, S a r r a t e a estaba resue l to a jugar la última part ida por medio de la pre­sión mora! sobre !a opinión pública, explotando ei sentimiento de ¡a paz, y remontar ios r e so r t e s gubernat ivos bajo ios aus­picios de su reciente Victoria. Su pr imera tentat iva en ta

(22) Carta de Sarratea al General San Martín, de ÍO de abril de 1820. M. S., autógrafo en nuestro archivo. (Papeles de San Martín )

(23) Carta de Sarratea al General San Martín, de -1 d« marzo ds 1820. M. S., en nuestro archivo. (Papeles de kan Martin.)

21

Page 326: Historia Belgrano III

322 BARTOLOMÉ MITRE

sent ido fué ia acusación de los ar t ículos de El Año Veinte, cali­ficándolos de calumniosos por no habe r p robado el hecho de que se le acusaba en ellos, y pedir que ia Jun ta Protec tora de ia Liber tad de Imprenta (que correspondía al J u r a d o de calificación) así lo dec la rase , dejando a salvo su derecho para rec lamar de daños y perjuicios an te los t r ibunales ordinarios por medio del juicio contradictor io . La Jun ta P ro t ec to r a , pre­sidida por don Tomás Manuel Anchorena (antiguo secretario de Belgrano) , dando por razón que su atribución e s t aba limi­t ada a dec la ra r de hecho si había o no crimen en los escritos acusados , dec re tó «que no había iugar a la declaración soli­citada por ei Gobernador» . Es t e veredic to tuvo el aplauso de la opinión, ofendida por las imposiciones de los caudillos y los avances de C a r r e r a , de que S a r r a t e a había sido instru­mento o cómplice, y cuya evidencia e s t aba en todas las con­ciencias . S a r r a t e a sopor tó el golpe con serenidad, y con la flexibilidad que le e ra propia , publicó un escri to en que ren­día homenaje a la l ibertad de la P rensa , sometiéndose al fallo de ia Jun ta , dando todo por terminado, pe ro sosteniendo teó­r icamente su derecho con argumentac iones jurídicamente in­cons is tentes , aún cuando como doctr ina no carecían de fun­damento (24).

S imul táneamente con es te incidente, el gobernador Sarra­tea expedía un bando, convocando al pueblo a elecciones para el día 20 de abril , a fin de nombrar el diputado que debía con­currir al Congreso federal de San Lorenzo, con ar reglo al t r a t ado del Pi lar y consti tuir ia Jun ta de Repre sen t an t e s de la Provincia , concurr iendo a su formación el pueblo de la ciu­dad y de la campaña (25). El bando es taba calcado sobre una resolución de la misma Jun ta , que puede cons idera rse como el fundamento histórico del s is tema represen ta t ivo en la Provin­cia de Buenos Aires , y que es ta es la ocasión de examinar.

La Jun ta de Represen tan t e s , nacida del memorable bando dei Cabildo de 12 de febrero , y de cuya creación hemos dado noticia, ha l lábase disuelta de hecho por falta de personal , V d e derecho , no tenía existencia popular , por no es ta r repre­sen tada en ella sino la ciudad. S a r r a t e a , que había sido uno de sus miembros, dejó vacante su pues to al acep ta r el Go­bierno; don Juan J o s é Pas so , Echevar r í a y Aguir re , se retí-

(24) «Juicio de imprenta», op. en foi., en que se registran los documentos citados. La acusación de Sarratea, es de 6 de marzo, la declaración do la Junta Protectora, del 8, y el útimo escrito de Sarratea, de 15 de abril de 1820. Véase además sobre este punto, Extraordinaria, de 6 de marzo y número de El Año Veinte.

(25) Bando del Gobornador Sarratea, de 6 de abril de 1820, impreso en hoja suelta, en fol. Imp. de la Independencia,

Page 327: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 325

rarosi a causa de las acusaciones que cont ra eilos formularon ios caudiilos federales ; don Tomás Manuel Anchorena y don Vicente López, renunciaron por sus conexiones con la admi­nistración directoría!; don Manuel Luis Oiiden, es taba inhi­bido por incompatibilidad; de manera que la Corporac ión no podía reunir los dos tercios de Votos que su Consti tución exi­gía pa ra formar quorum, suri r espec to de los doce diputados electos por la ciudad de Buenos Ai res , y aun computando las reruncias no acep t adas . Po r o t ra pa r t e , el Bando que le había dado vida (de 12 de febrero) es tablecía , como condición esen­cial, que debían elegirse doce diputados por la ciudad y o t ros tantos por la campaña . El imperio de las c i rcunstancias pudo justificar e! hecho de que la Jun ta funcionase con una r e p r e -sentacióm incompleta; así es que, ai p roceder a nombrar go­bernador a S a r r a t e a , ie impuso ¡a calidad de inter ino, has ta tanto que la Corporac ión s e in tegra ra . El Bando de S a r r a t e a era, pues , r igurosamente const i tucional , y las disposiciones en él contenidas , no hacían sino reproducir io ya resue l to por ia Junta de Represen tan t e s , bien que funcionando és ta en mi­noría por ias causas que acaban de expl icarse.

La Jun t a de Represen tan te s , usando de! derecho de los cuerpos que tienen Vida propia, s e había reunido en minoría el día 4 de marzo, a fin d e - p r o v e e r a su conservación y a su renovación como poder público. Las resoluciones que en tal ocasión dictó tientan una al ta importancia pa ra la historia del derecho púbiieo argent ino y, pr incipalmente, p a r a la del sis­tema represen ta t ivo en la provincia de Buenos Aires , consti­tuida autonómicamente como b a s e y tipo de una nueva F e d e ­ración a r reg lada a derecho, e implantada sobre la Federac ión de hecho de los caudillos. En el orden nacional se es tablecía , por la pr imera de e sas disposiciones, que s e procediese a nueva elección en toda la provincia; que los doce represen­tantes de ia ciudad fuesen subrogados en su total idad, y que los que resu l ta ren e lec tos , unidos a los doce de ¡a campaña , procedieran ai nombramiento de! diputado que, con a r reg lo al Tratado del Pi iar , debía concurr i r al Congreso de San Loren­zo, para de l iberar respec to de los in te reses comunes en unión con ¡os diputados de las demás provincias federadas .

En el orden provincia!, las disposiciones importaban una Verdadera Consti tución t razada a grandes rasgos , y un nuevo sistema electora! que buscaba la Verdad dei sufragio popular . Declarábase, que ser ía atribución de la nueva Jun ta renova­da e in tegrada: i.° Es t ab lece r la forma de Gobierno de la provincia, a r reg lando las r amas de su administración pública, 2.° Confirmar ai Gobernador y Cabildo exis tentes y elegir otros nuevos . 5.° Del ibera r sobre la deuda pública nacional . Ínterin se reuniese el Congreso general de ¡a Federac ión . 4.° Dictar las leyes y reglamentos conducentes al p rogreso y

Page 328: Historia Belgrano III

324 BARTOLOMÉ MITRE

felicidad de la provincia y en tender en los t r a t ados o nego­ciaciones que ocurr iesen con ¡as provincias he rmanas .

El s is tema electoral , que complementaba esta Constitución tan concisa corno comprensiva, lleva como ella, impreso el se l lo del republicanismo. Disponíase que el ac to de Votar se Verificase en la forma acos tumbrada , como se había practi­cado pa ra la formación de la primera Jun ta . Al efecto, se nombraba una Comisión encargada de reco lec ta r ¡os votos y hace r la convocator ia por edictos públicos; y pa ra que nadie dejase de sufragar, por ignorancia de ella, los a lcaldes y te­nientes de bar r io tenían obligación d e cor re r la noticia entre todos los vecinos. Cada ciudadano hábil , reconocido como tal por los a lcaldes , podía Votar por sólo t r e s candidatos , de­biendo en t regar su Voto ce r r ado y firmado en la cubier ta ante la misma Junta r ecep to ra y demás au tor idades del distrito. L o s que por omisión y sin legítimo impedimento dejasen de sufragar , «dando lugar (decía) a que prevalezca ía Votación de o t ros comple tados por el influjo de los asp i ran tes , serán no tados de incivismo y s u s nombres publicados por la Pren­sa,» formándose lista de ios suf ragantes , y dándoles un certi­ficado de habe r cumplido con e t se deber cívico. Sólo podía vo­t a r s e por pe r sonas del fuero común, es decir , pe r sonas que por su empleo o profesión no tuviesen p re r roga t ivas persona­les , «por los inconvenientes (se agregaba) que t r a e a la causa pública, demasiado probados por ia experiencia, la ingerencia de pe r sonas de o t ro fuero en semejantes corporac iones , y, so­b r e todo , por s e r incompatibles con el s is tema federal». Por último, «para que ni remotamente s e pudiese sospechar que los . represen tan tes en ejercicio influían de algún modo en las elecciones, ni en ias del iberaciones d e la Jun t a que había de rat if icarlas», suplicaban a los c iudadanos s e excusasen de Votar por ellos, «para dar (concluían diciendo) un comproban­t e solemne d e la l ibertad con que han procedido, y de ¡a deli­cadeza que ca rac te r iza al pueblo de Buenos Aires cuando re­primiendo la influencia de ios facciosos se !e deja ob ra r libre­mente». Así s e iba operaudo la t ransformación constitucional; así s e iban e laborando ias nuevas insti tuciones que suplanta­rían a las de ¡a Colonia, y que darían vida orgánica a la masa informe de ¡a federación de hecho; así se iba formando el es-púri tu público nacional y provincial, y se echaban los cimien­t o s del s is tema represen ta t ivo republ icano, bosquejando la fábrica política de. ia democracia argent ina en lo futuro (26).

S a r r a t e a , ai r enovar e s tas resoluciones , es tuvo bien inspi­r a d o . Dic tadas en ia v íspera de la revolución de Balcarce , no

(26) Acta de la Junta de Representantes, de 4 de marzo de 1820, comunicada a! Cabildo, con fecha dei 22 del mismo. Esta última es la fecha que Sarratea le asigna en su Bando de convo-

Page 329: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRAN0 525

habían podido producir su efecto. Comunicadas al Gobierno el 22 de marzo, ellas fueron inser tas en el bando de S a r r a t e a , a que nos referimos an tes (6 de abri l) .

Siendo, como se ha dicho, adictos al par t ido di rector ia l , casi todos los miembros de la Jun ta que debía ser sub rogada , su renovación total debía halagar a S a r r a t e a . Debiendo Ve­rificarse s imul táneamente ias elecciones en la ciudad y la campaña, creía tener un campo más Vasto en que ope ra r p a r a obtener una mayoría gubernamenta l , que remontase los re-. sortes gastador, de su "poder.

El gobernador S a r r a t e a , al ha laga r se con e s t a s e s p e r a n z a s ilusorias, desconocía su ve rdade ra si tuación, y no tomaba en cuenta los estall idos de la opinión pública del Municipio p r e ­venida en su cont ra , ni ias nuevas influencias que en el últ i­mo t iempo se habían c reado en la campaña. Has t a en tonces , ios campesinos de Buenos Aires , no habían aparec ido sino como milicianos sumisos en ¡os ejércitos colecticivos de la lo­calidad. Por primera Vez iban a hacer su aparición en el cam­po de ia política mili tante. Independientes por na tu ra l eza , y pastores por ejercicio, e s taban , sin embargo, adher idos ai t e ­rritorio por el sistema semifeudal que regía la propiedad ru­ral. Así era que, emancipados de toda autor idad por el medio en que Vivían, es taban subordinados a la influencia de l o s grandes propie tar ios , de cuyas es tancias eran peones , y que ejercían sobre eilos una autor idad pa t r ia rca l . Los Ramos Me-xia, los Miguens, ¡os Ezeiza, los Suárez , los L a s t r a s y o t ros que dirigían personalmente sus es tancias ; los T e r r e r o s y los que como é s tos explotaba» ia ganader ía como pa t rones del agro por teño , eran las ve rdade ras influencias de la campaña . Entre todos es tos grandes hacendados que gobernaban nume­rosas peonadas , en " a s t a s ex tens iones de t e r r eno pob ladas de innumerables rebaños , s eña lábase nn joven, que era a la Vez comandante de un regimiento de milicias. L lamábase don Juan Manuel Rosas . Dotado de ¡a tosca y pesada hermosura del ytleta rúst ico, jinete como un centauro , infatigable en el tr ¡bajo como el Hércu les de los es tab los , original en sus mé­todos de exploración rural , dominador por temperamento con sus subordinados, a ia vez que apa ren temen te moderado con sus amigos, frío en sus pasión, s , con una locuacidad inci­piente que reflejaba el profundo convencimiento de ideas p ro ­pias mal digeridas, a rmado de una energía terca que reempla­zaba ei coraje personal que le fal taba, con ex t ravagancias que acentuaban su personalidad, V un disimulo genial que lo ha­cían super ior a inteligencias más e levadas que la suya, don

catoria ya citado, el cual no os sino una reproducción de las reso­luciones contenidas en ella, wejrún quería dicho, circunstancia que ha confundido a algunos historiadores por falta de atención.

Page 330: Historia Belgrano III

326 BARTOLOMÉ MITRE

Juan Manuel de R o s a s e ra una especie de pa t r ia rca árabe , que ejercía ascendiente real , no sólo sob re su tr ibu d e peones, sino también sobre la t r ibu de los es tancieros circunvecinos, .y, por lo t an to , uno de los personajes más impor tantes de la campaña Sud de Buenos Aires en aquel ia época . Dest inado a ser con el t iempo el r ep resen tan te de los in tereses de los g randes hacendados y el jefe miliciano de ios campesinos , que lo respe taban o le temían, sob re cuyas b a s e s fundaría una d« las más b á r b a r a s y pode rosas t i ranías de los t iempos moder-de rnos , R o s a s e ra en aquella época un Vínculo en t re ia civili­zación de la ciudad y la semibarbar ie de la campaña , y, en e s t e sentido, una influencia al servicio del orden. Habíase li­gado con el general don Mart ín Rodríguez, a la sazón jefe de las f ronteras del Sud (27), y ambos , unidos a los demás gran­des hacendados que hemos señalado, consti tuían una verdade­ra potencia la ten te , que aun s e no s e había r eve lado .

En cuanto a la ciudad, su act i tud e ra más decidida y fran­ca. El descontento público asumía el ca rác t e r de una verda­dera insurrección. Ante es ta act i tud, S a r r a t e a , pr ivado del concurso de los caudillos federales pa ra hacer presión, sin do­minio moral s o b r e la ciudad d e Buenos Aires , sin acción sobre la campaña , y sintiendo que le fal taba el punto de apoyo de Soler , con el cual había contado, volvió a comprender que era , según su misma expresión gráfica, «un cascajo Viejo, que s e desguarnecía por todos lados». P a r a conjurar e s t as influen­cias maléficas de su autor idad, el caduco gobernador procuró a t r a e r s e a lgunas influencias mili tares, rodeadas por la aureo­la de la popular idad. En t r e ellas cultivó pr incipalmente la del coronel don Manuel Dor rego , que acababa de r eg resa r del des t ie r ro . Lo rehabil i tó en su g rado , le hizo abonar sus suel­dos , lo declaró víctima de un Gobierno injusto y arbi trar io, y Dor rego , agradecido, parec ió p res ta r l e su concurso , sin que es to modificase en lo mínimo su situación respec to del pue­blo, ni le diese más autor idad real (28).

S a r r a t e a sintió que el suelo s e es t remeció bajo sus plantas, y no pudiendo ocul tar sus a larmas , prefirió capi tu lar con la opinión hostil , abdicando de an temano. El día 10 de abril ex­pidió una proclama, en la que decía ai pueblo: «Se habla pú­bl icamente de un nuevo t r a s to rno . ¿Cuál es ei fin razonable d e los pe r tubadores? La Provincia va a reunirse dent ro de ocho días . ¿Por qué no e spe ra r sus resoluciones? ¿Por qué

(27) Véase Gaceta de B. A., núm. 167, de 12 de abril de (820-(28) Véase el núm. 167 de la Gaceta de B. A., la Extraordi­

naria, de 12 de abril, y la Gaceta de 3 de mayo de 1820. Dorrego llegó a Buenos Aires, el 6 de abril de 1829, de regreso del des­tierro.

Page 331: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 527

usurpar le s u s derechos? ¿Para qué inducir la anarquía en e s t e pueblo degradado?» (29)

Sea cansancio o impotencia, ia Verdad es que S a r r a t e a se manifestó dispuesto a no tomar pa r t e en ia lucha e lectoral . A pesar de es to , los ciudadanos no se manifestaban resue l tos a acudir a los comicios. En Vista de es tos síntomas de enerva­ción del espíritu público, el Cabildo se consideró en el deber de estimular el patriotismo amort iguado, y en v ísperas de la elección (17 de abril) expidió una elocuente pn-clama, recor­dando a todos que «ei acto más importante de un pueblo li­bre, es el ejercicio del sufragio, y que el ciudadano que no cumple con es te deber , da una prueba de ser le indiferente la autoridad que en su representación los ha de ma¡>dHr, así como los beneficios o calamidades que pueden resul tar de los malos Gobiernos». Clasificaba de brutal y funesta esta indi­ferencia, l lamaba nuevamente al pueblo a las urnas , y tenni naba diciendo: «Así evi taréis las maniobras en las facciones; así podréis l isonjearos de una obra pura, desnuda de miras part iculares , y capaz, por lo .mismo, de llenar nues t ras espe­ranzas. Así most raré is , en todo su lleno, el título de ciudada­nos de un pueblo libre» (30).

En medio de es tas a la rmas y de esta apa ren te indiferencia pública, revivía con más encono la antigua enemistad en t re Sa r ra t ea y Soler , un tanto adormecida. El genera l , que dueño del mando de las a rmas , t rabajaba por su cuenta , no ocul taba en público el profundo desprecio que le inspiraba el goberna­dor, y se manifestaba dispuesto a romper ab ie r tamente con él. El Cabildo, interponiéndose prudentemente entre e s tos dos podere.s próximos a chocar , se dirigió oficialmente a So­ler, haciendo p resen te la necesidad de mantener la armonía con el Gobierno, al menos mientras no s e disipasen los peli­gros que los rodeaban (31). El soberbio general pareció ceder

(29) Hoja suelta «El Gobierno al Pueblo», de 10 de abril de 1820. Con la misma fecha de esta proclama, el Cabildo, en cum-plimien'o de lo dispuesto por el B indo gubernativo de 6 del mis­mo, nombrada la Comisión receptora de votos en la ciudad, según consta de su acuerdo del mismo día, lib. 84 del arch. municipal. M. S. —Este hecho, insignificante eu sí, tiene su importancia his­tórica, por cuanto el Bando de 6 de abril, fijaba el día 8 del mis­mo para principiar ¡a colectación de sufragios en la ciudad, y en la campaña lo más pronto posible, a la vez que convocaba al pue­blo solemnemente para el 20. El acuerdo mencionado, prueba que hasta el 10 nada se había hecho ea este sentido, y que las alarmas de Sarratea influyeron en esta resolución.

(30) Hoja suelta «El Exmo. Cabildo á los habitantes de la Pro­vincia», fol. Imp. de la Independencia.

(31) Oficio de Soler, de 19 de marzo y Acuerdo de Cabildo, de

Page 332: Historia Belgrano III

528 BARTOLOMÉ MITRB

a esta insinuación; pe ro ei conflicto no ta rdó en renovarse . Ya sea que S a r r a t e a desea ra a segu ra r se nuevamente el

apoyo de los caudillos federales , para neutra l izar ¡as resisten­cias que en su contra se levantaban en Buenos Aires; ya que simplemente se propusiera cumplir con un acuerdo de Cabil­do al cual él mismo había concurr ido (52), el hecho es que comisionó a! camaris ta don Mat ías Oliden, cerca del Gobier­no de En t r e Ríos, con el objeto ostensible de mediar en t re él y ei comandante don Gervas io Cor r ea , que aún se mantenía en a rmas en el ter r i tor io , sosteniendo la causa de la unión con Buenos Aires . Al efecto, fué munido de las competentes credenciales e instrucciones, con oficios pa ra los gobernado­res federales , a ¡a vez que para el jefe de la escuadri l la por­tería sur ta en el Pa raná , que S a r r a t e a había pues to a disposi­ción de Ramírez al enviarle por medio de ella el armamento est ipulado por los t r a t ados sec re tos del Pilar, y acuerdo pos­ter ior de Cabildo (55). Como se recordará , Oliden había sido el agente del Direc tor Pueyr redón p a r a la sublevación de C o r r e a en En t r e Ríos en 1818, y como se le suponía influen­cia sobre éi, su misión aparec ía justificada. No obs tan te esto, al pasa r por el campamento de la Villa de Lujan, Oliden fué detenido por Soler como sospechoso . A la exigencia de éste, de manifestarle el objeto de sumis ión , opuso que sus instruc­ciones eran ce r r adas y que él debía tener conocimiento de ellas. Soler , a t repe l lando todo, in terceptó la corresponden­cia. Oliden se quejó a S a r r a t e a en una ca r t a confidencial, renunciando su comisión. S a r r a t e a publicó todos los docu­mentos relat ivos a ella, jumamente con ¡a car ta de Oliden, «para manifestar la pureza de sus actos». Cuando el opúscu­lo que los contenía llegó a manos de Soler , é s te dirigió a Sa­r r a t ea una car ta insolente y amenazadora , que hizo publicar en hoja suel ta y ci icuió por toda la provincia. Decíale en ella, que «creía merecer le más estimación y confianza que la que dispensaba á sujetos que se avergonzaba t r a t a se , y que supo­nía que sólo por ser gobernador y t ener á su disposición la

21 del mismo do 1820, ¡ib. 84 del archivo municipal. M. S. (3v) Acuerdo de Cabildo, de 15 do marzo de 18l2, ya citado.

M. 8., del arch. municipal. (83) Las instrucciones y demás documentos r.e publicaron en

hoja suelta. (Véase Zinny, «Biografía Histérica de las P. U. del Río de la Plata», pág. 820.) El acuerdo a que se hace referencia es el ya citado, de 15 de marzo de 1820, erj que se resolvió acceder a la exigencia de Ramírez, de aumentar la cantidad do armamento que debía entregársele, según el tratarlo del Pilar, con la condición de que los federales evacuasen previamente el territorio de Buenos Aires, y que el envío so hiciese por agua. En la misma sesión se acordó oficiar a Correa en el sentido de que se desarmase. M. S.

Page 333: Historia Belgrano III

HISTORIA Dg BBL6RAN9 329

fuerza, daba á luz pape les como la ca r t a de Oiiden». A g r e ­gaba que «en su lugar se manejaría con más decencia y agra­decimiento que él, y que no juzgaba motivada la misión, mu­cho más cuando él es taba encargado de la seguridad, a r reg lo y sostén de ia campaña, y cuando, por otra pa r t e , el gober­nador Ib tenía desarmado». Terminaba diciendo que «podía hacer io que gus ta se , que él responder ía». Embozando su amenaza con pa i ab ra s o scu ras que significaban lo peor , por ¡o mismo que no tenían sentido (54).

Bajo los auspicios de es tos escándalos tuvo lugar el nom­bramiento de r ep resen tan tes deí pueblo y la solemne instala­ción de la Jun ta , que dio a su Vez origen a o t ros escándalos que vamos a reseñar .

La elección, señalada para el día 20, tuvo lugar el 27. Su resul tado fué una doble der ro ta p a r a S a r r a t e a . No sólo r e ­sultaron electos los hombres más notables del par t ido direc­toría!, sino que ellos en gran p a r t e per tenecían a! número de los que él había perseguido con más saña, presentándolos al país como t ra idores (55). El país ios absolvía y s e los impo­nía. S a r r a t e a , sin da r se por vencido, quiso luchar aún. C re ­yendo hacer presión como an tes con la influencia de los cau­dillos federales , opuso su Veto a la elección de los diputados siguientes: don Tomás Asichorena, don Juan J o s é Passo , don Vicente López y don Juan Pedro Aguirre , exigiendo su sepa ­ración y que fuesen reemplazados por o t ros , en ei in terés de la tranquilidad pública y en nombre de los T r a t a d o s de! Pilar, por ha l larse t r e s de ellos complicados en e! p roceso de ai ta traición, y uno de ellos por haber favorecido, según se decía, la fuga de Pueyr redón (56). A! mismo tiempo, y para corro­borar que ningún sentimiento personal le movía, anunciaba que apenas se ins ta lara la Jun ta p resen ta r ía su renuncia de Gobernador . El Cabi ldo, an te el cual se in terpuso el veto, re­puso: «Tiene !a Jun ta de Represen tan tes , por sus atr ibucio­nes, las facul tades necesar ias para en tender en los gravísi­mos asuntos que ocurran en la provincia, y . . . r eúne esa cor-

(34) Hoja suelta sin título. Empieza así: «Señor don Manuel Sarratea.-Lujan, 1.° de mayo do 1820.»' Buenos Aires. Imp. de Aivarez, en 4."

(35) He aquí la lista de los diputados que resultaron por la ciudad, según el acta que se publicó en hoja suelta: don Juan José Anchorena, don Ildefonso Ramos Mejía, don Manuel Obligado, don Tomás Anchorena, don Vicario García Zúñiga, don Juan Pedro Aguirre, don Vicente Lói ez. don Antonio J o s é Escalada, don Mi­guel Riglos, don Juan José Passo. don Juan Alagón.

(36 ) Oficio de Sarratea al Cabildo, de 2s de abril de 1820, al contestar el del Cabildo del 27, anunciando el resultado de la elec­ción, hoja suelta, en fol.

Page 334: Historia Belgrano III

330 BARTOLOMÉ MITRE

poración el soberano poder del país . Los represen tan tes todos han sido obra del pueblo, suficientemente manifestada por sus sufragios, en cuyo caso no le es dado al Cabildo po­ner las manos pa ra des t rui r lo que él ha hecho. Las faculta­des municipales no han sido o t r a s que las de convocar , reci­bir y contar los sufragios.» D e aquí se concluía que era a la Jun ta de Represen tan t e s , in tegrada con los diputados de la campaña, a la que únicamente competía en tender en la cues­tión (57).

Ei Gobernador S a r r a t e a insistió en sos tener su derecho al Veto y la facultad del Cabildo para efectuar la separación y la susti tución, y fundábase en que siendo «inhábiles», según el ar t ículo 5.° de la Convención de! Pilar , los cua t ro diputa­dos tachados , «el pueblo no pudo ni debió Votar por ellos, ni por otro alguno de ios prohibidos; y por lo mismo, no se per­judica su l ibertad ni su sufragio con oponerse á que usurpen un sufragio los incapaces de obtener lo». Repet ía , como io ha­bía insinuado ya, que tenía jurisdicción para a r r e s t a r a ¡os in­dicados, y no lo había hecho por moderación, y con tal moti­vo terminaba declarando: «Ya que esta conducta ha dado lugar á que s e extravíe la opinión del pueblo, que se abuse de su candor , y se nos amenaza por cuar ta vez con una convul­sión; para precaver la por mi pa r t e y en uso de ia jurisdicción que me fundan los procesos que tengo ab ie r tos y de los com­promisos con las provincias federadas . . . he mandado, desde luego, que sean pues tos en prisión, como debían es ta r lo ya los au to res de tan tos males corno se han sufrido, para sensi­bilizar (evidenciar) la incapacidad que ha podido desconocer-

. se en sus pe r sonas . . . y no temo haber violado ei ca rác t e r que han usurpado.» (58)

El Cabildo, que se sentía bien apoyado por el puebio, no se intimidó por es tas amenazas , ni re t rocedió an te la evocación de los t r a t ados del Pilar , t r a s de los cuales se proyec taba el fantasma de los caudillos federales , con cuyo te r ro r pretendía S a r r a t e a goberna r a Buenos Aires . Al grado a que había lle­gado la discusión, la situación era revolucionaria: el Cabildo Jo comprendió asi , y pos tergando la discusión teórica para o t ra oportunidad, contes tó con un val iente ultimátum, que puso en manos del Gobe rnador por medio de una Comisión de su seno . «La salud pública exige (oficiaba ei Cabildo a Sarra tea) que ios r ep re sen t an t e s de la Provincia que se hallan ap tos y existan actualmente , s e reciban de sus comisiones, y

(37) Oficio del Cabildo al Gobernador Sarratea, de 28 de abril de 18 ; 0 , publicada en hoja suelta, en fol. Imp. de la Indepen­dencia.

(38) Oficio de Sarratea al Cabildo, de 29 de abril de 1820, en la hoja suelta citada, en la nota anterior.

Page 335: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 231

pasen luego á tomar conocimiento y del iberar sobre los gra­ves é impor tantes negocios del Es tado , p ro tes tando á V. S . los perjuicios que son consiguientes en una delicada expectación del pueblo que nos observa .» No dudaba que el Gobe rnador est imase la medida como de pr imera importancia, y que, en consecuencia, impar t iese «las órdenes más ac t ivas á fin de que en e! día quede reunida la augus ta corporación de quien espera el país el remedio de tan tos maies que lo devoran , p ro tes tando de lo contrar io toda responsabi l idad por su pa r ­te, y de obra r en su caso lo que crea más conveniente». Ante este ultimátum, S a r r a t e a c reyó oír sonar la campana del Ca­bildo tocando a r eba to , para que el pueblo acudiese a depo­ner ai Gobernador , y se declaró vencido. «En e s t e momento (contestó S a r r a t e a ) , que son las doce y cua r to de la mañana, he dispuesto , pa ra evitar la menor demora , que s e cite á los r ep resen tan tes hábiles de la provincia que se hallan en es ta ciudad para las diez de) día de mañana (30 de abril) en la sa la capitular.» Y concluía reclamando la contestación de la nota que an ter iormente había pasado con relación a ia cuestión del veto (39).

E! Cabi ldo, que con tan ta energía y habilidad había proce­dido, no se dio por satisfecho con esta concesión, y exigió que en el mismo día (29 de abril) , a las cua t ro de la t a rde , s e con­gregase la Jun ta de Represen tan t e s , «porque juzgaba que la demora, aunque tan cor ta , podía comprometer ia tranquilidad pública». S a r r a t e a , desmoral izado, contes tó que ia ausencia de a lgunos diputados hacía imposible la reunión, invocando, con tai motivo, «la dignidad del Gobierno y la de la Jun ta , comprometida por ia informalidad de tai precipitación» (40).

Alcanzada la Victoria, el Cabildo se hizo cargo del último oficio de S a r r a t e a , y le contes tó que, en cuanto al veto y al a r res to de los individuos tachados , la Jun ta de R e p r e s e n t a n t e s resolvería, pero que declaraba , desde luego, que «la pa r t e sana é i lus t rada dei pueblo no reconocía en él autor idad algu­na judicial y consideraba nulos los p rocesos formados.» S a ­r ra tea , r epues to del sus to , al ver que la cuest ión se ponía de nuevo en el t e r reno de la discusión, replicó quejándose que se le d isputara la facultad de juzgar por sus crimines a la admi­nistración depues ta del Director io , desconociéndose los t ra­tados hechos con t r e s provincias federales , y agregaba con al tanera insolencia: que el Cabi ldo podía opinar como gusta-

(39) «Ultimas contestaciones entre el Gobierno y Cabildo», hoja suelta, en fol., 2 pp. Oficio de! Cabildo de 29 de abril y con­testación de Sarratea del mismo día de 1820.

(¿0) Oficio del Cabildo y contestación de Sarratea (después de las anteriores), de 29 de abril de 1820, inserta en hoja suelta, Ul­timas contestaciones, ya citada.

Page 336: Historia Belgrano III

532 BARTOLOMÉ MITRE

se ; que él s e consideraba con !a facultad de casar un acto contrar io a la ley; que ias intr igas sólo podían adop ta r se por quien asp i raba al mando por medios ilegítimos; que él, para ser gobernador , no neces i taba convulsiones, pues sin el las es­t aba en posesión de! mando (41).

S a r r a t e a , a! in terponer su veto y formular su acusación, había contado con la mansedumbre de las cua t ro víctimas por él e legidas. Aguir re e ra un Vecino enérgico y honrado, pero mal p r e p a r a d o para e! á spero combata de la Vida pública. P a s s o e ra un ta lento super ior , que juzgaba desde una grande al tura las acusaciones de que era blanco, y que no se dignaba defenderse de el las. Don Vicente López, el au to r inspirado de las Valientes es t rofas del Himno Nacional , e ra un carác ter manso, sin temple, así pa ra la lucha como pa ra el sacrificio, empero guardase su c redo en el fondo de su conciencia. Pero don Tomás Manuel Anchorena, e r a una personal idad irrita­ble , a rmado de uñas y dientes , que se ponía en erección ai menor contac to , y no e s t aba dispuesto en ningún caso a ser el cordero pascual, Valiéndonos de la expresión del mismo S a r r a t e a .

Bajo el modesto título de Excusación, don Tomás Manuel Anchorena presen tó al Cabildo una renuncia del cargo de re­p resen tan te , fundándola en el Veto in terpues to por el gober­nador , bien que pro tes tando «que la dignidad de la Provincia había sido ultrajada y ios derechos del pueblo violados por él». Con tal motivo, decía con el más implacable sarcasmo: «No sé dónde nos ha salido un gobernador de Provincia, que habiendo jurado desempeñar fiel y legalmente su etupíeo con­forme a las leyes que rigen en ei país, y no reuniendo en sí o t ra autor idad ni funciones que ias que cor responden a su tí tulo, hace de gobernador , de magis t rado ordinario, de justi­cia, de juez de residencia, de legislador, a t repe l la todas las leyes judiciales, pone en pris iones a los c iudadanos y los re­t iene en ellas largo tiempo, sin hacer les s abe r ia causa , y aun s e extiende a dec la rar como deli tos los hechos que se han eje­cu tado sin fal tar a ia ley, en una pa labra , se p re sen ta con más autor idad que el mismo S e r Supremo, ai paso que a todas ho ras se le oye propa la r l iberalidad, justicia, e tc . , aunque con la desgracia de que nadie le c ree , y de que son muy pocos los miserables que afectan creer le .» Es te no era sino el pre­ludio del a t aque . En seguida se lanza sobre él, examina la cuest ión de hecho y de derecho con frases co r t adas y vibran­tes , que más parecen gri tos es t r iden tes de combate que argu­mentaciones legales; sienta a! acusador en el banco de los acusados , hace su biografía y su car ica tura política; lo pre-

(41) Véase Zinnv, «Bibliografía histórica, etc.». núm. 103, pá­gina 325.

Page 337: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 535

senta como el primer promotor de los p royec tos de monar­quía en el Río de ia Pia ta ; le echa en ca ra sus peculados; lo desnuda de los méri tos con que se vest ía , y lo en t rega a la befa pública, apostrofándole de embus te ro con es tas pa la ­bras: «Yo bien advier to que S. S. no tendría tai Vez embarazo en decir, Voz en cueilo, que había recibido la autor idad del cieio o de los pueblos , con ia misma desfachatez con que dice haber procedido a formar la causa que está siguiendo con t ra el Congreso , de acuerdo con ia Sala de Represen tan tes .» Le­vantando con ira !a acusación de t ra idor a ia causa de la R e ­pública y de la independencia, toma virilmente la defensa de sus ant iguos colegas perseguidos , sin hacerse solidario de sus e r ro res , y prueba con documentos a S a r r a t e a , que no había tenido el derecho de procesar los ; que había mentido al ase­verar en el auto cabeza del proceso de alta traición, que pro­cedía con autorización de la Junta de Rep re sen t an t e s . En comprobación de su desmentido, reproduce íntegro un docu­mento sec re to , re lat ivo a ¡a aprobación condicional de ios t ra­tados del Pi lar . Por é! se comprobaba que la Jun t a había aprobado condicionamiento eí ar t ículo 7° de ios t r a t ados del Piiar, que sometía a juicio al Director io y a ios congresa ies , pero sujetando el proceder a las regias es t r ic tas del de recho , sin a t r ibui rse jurisdicción sobre ios d iputados de ias demás provincias, y que limitando a una mera investigación lo re la­tivo a ios diputados de Buenos Aires , l ibraba a la del ibera­ción de la representac ión provincial de acuerdo con los de­más Cabi ldos federados , ei procedimiento que en definitiva debería o b s e r v a r s e (42). S a r r a t e a pretendió en Vano defen­derse de es tos t remendos golpes de maza: ai ir a poner la fir­ma en su última contestación, tuvo que huir despavor ido , per­seguido por ia rechifla publica. Anchorena, le a ses tó el últi­mo golpe por la espalda, lo tendió en ei suelo y pisoteó su cadáver político y moral , escupiéndolo con Vilipendio (43).

En ei in tervalo de esta acerba polémica, S a r r a t e a había de­jado de se r gobernador . El r e su l t ado de las elecciones !o ha-

(42) Véase «excusación do don Tomás Manuel de Anchorena del empleo de Representante de la Provincia, para el que le nom­bró el pueblo», de 29 de abril, de Í820, y resolución de la Junta de R. R., de 1.° de marzo de 1820, pág. 4, en fol., B. A. Imp. de Alvarez.

(43) Véase: i.° «Don Manuel de Sarratea contesta al papel del doctor don Tomás Manuel de Anchorena», de 6 de mayo de 1820, ¡ii fol.. 6, pág. Imp. de la Independencia. 2.° «Satisfacción que da al público don Tomás Manuel de Anchorena, sobre las falsas imputaciones que le hace don Manuel de Sarratea», de 15 de mayo de 1820, in fol., 11 pp. Imp. de la Independencia.

Page 338: Historia Belgrano III

334 BARTOLOMÉ MITRE

bía p o s t r a d o , y su lucha con el Cabildo, herido de muer t e . Las reve lac iones de la pr imera excusación de Anchorona, acaba­ron de desautor izar lo . La reunión de la nueva Jun ta de re­p re sen t an t e s fué la señal de su caída. Es t a corporación, inte­grada con ¡a mayoría de los diputados por la campaña, cele­b ró su pr imera sesión p repa ra to r i a el 30 de abri l , y haciendo uso del derecho que se le había negado , revisó y ap robó sus credencia les . El l . ° d e mayo se instaló solemnemente , y se apoderó del Pode r legislativo con majestad y firmeza, orde­nando al gobernador y demás au tor idades pasasen al recinto de sus ses iones a p re s t a r l e juramento de reconocimiento (44). En ei mismo día ce lebró su pr imera sesión ordinaria , y resol­vió pedir al gobernador ¡a causa de los r ep re sen t an t e s , con­t r a los cua les había in te rpues to el Veto con prevención de no innovar en lo más leve su ul ter ior conocimiento, y expusiese las facul tades con que s e decía investido por la anter ior Jun­ta pa ra p roceder contra ellos. S a r r a t e a contes tó ai día si­guiente adjuntando las causas pedidas , pe ro esquivó pronun­c iarse r espec to de la autorización expresa que tuviese para p roceder como lo había hecho, invocando en términos gené­ricos la ley, y terminaba por decir: «Por último, el goberna­dor no hace e s t a s reflexiones porque tenga in terés en seguir con las causas , ni sos t ene r jurisdicción al intento, pues su c a r á c t e r padece demasiado con ellas; pe ro no puede mirar con indiferencia que su conducta sea tachada c reprobada ; y que s e acrimine en el concepto de los pueblos la justificada imparcial idad con que c ree habe r procedido» (45).

El Gobe rnador , vencido y desa rmado , p resen tó en el mis­mo día su renuncia , y la Jun ta la aceptó en ei ac to , nombran­do p a r a reemplazar le inter inamente a su Pres idente .don Ilde­fonso Ramos Mejía. En seguida mandó publicar por Bando es ta doble resolución, firmando todos los diputados , con ex­cepción de los tachados (46). Inmediatamente se comunicó a S a r r a t e a gua rda ra a r r e s to en su casa , pues la intención de la Jun ta era residenciar lo, envolviéndole en los p rocesos que él mismo había iniciado. S a r r a t e a , envuel to mient ras tan to en su polémica con Anchorena , guardó por a lgunos días su ar res to , pe ro amedren tado por las amenazas que l legaban a sus oídos,

(44) «Instalación y reconocimiento de la H. Junta de R. R.s, hoja suelta, apaisada,

(45) Oficio de la Junta de R. R. al gobernador Sarratea, de 1." de mayo, y contestación de Sarratea de 2 del mismo de 1820. Pliego suelto, fol., 4 pp.

(46) «Bando de la Junta de R. R.», de 2 de mayo de 1820, hoja suelta, in fol. Imp. de la Independencia.

Page 339: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 535

fugó en la madrugada del 3 de mayo, y pasó a ponerse bajo la protección de Ramírez en el P a r a n á (47).

Ei nombramiento de Ramos Mejía fué un acto de valor civil por p a r t e de la Jun ta . Soler s e había ha lagado con la e s p e ­ranza de suceder a S a r r a t e a ; p e r o no contando con el apoyo de la opinión, ni con la suficiente fuerza material p a r a opo­nerse , parec ió res ignarse , contando que, como jefe supremo de las a rmas , ser ía s iempre el a rb i t ro de la situación. No lo entendía así la Jun ta , y el conflicto en t re el nuevo goberna­dor y el general de mar y t ie r ra no ta rdó en producirse .

El primer acto gubernat ivo de Ramos Mejía, fué poner en libertad, de acuerdo con la Jun ta , a los congresa les p re ­sos (48). En seguida fué reconocido nuevamente en su carác­ter diplomático el enviado de Chile , don Miguel Zafíartu, a quien S a r r a t e a había dado sus pasapor t e s , con motivo de! ar­mamento de C a r r e r a , con t ra el cual Zañar tu había reclamado enérgicamente en nombre de su Gobierno (49). A! mismo tiem­po, s e comunicó a las demás provincias argent inas la nueva forma de Gobierno que se daba ia de Buenos Aires , de confor­midad con la b a s e federal ¡estipulada en los t r a t ados del Pi­lar (50), en circunstancias que las provincias de Sant iago del Es te ro y San Juan anunciaban haber reasumido su soberan ía federas, organizando a imitación de eila sus Jun t a s de Repre ­sentantes , y que la de Sa! ta comunicaba haber nombrado su diputado a! Congreso federa! (51). Todo tendía a la t ransfor­mación en el orden de la federación.

En el orden interno, el nuevo Gobierno t ropezó en su pri­mer paso con su soberbio genera! de mar y t ierra, con ei cual había p rocurado mantenerse en armonía . La Jun ta , en uso de sus facul tades , expidió un reglamento , dando nueva organiza­ción a las milicias cívicas, deses t imando un proyec to presen­tado por Soler , y redujo a és te al mando del ejército acan to ­nado en Lujan. El gobernador Ramos Mejías lo promulgó (52). Soler, que se había imaginado que el mando de ias armas en toda la Provincia era una propiedad exclusiva de su persona , reclamó de es ta resolución, exigiendo que sus facul tades y

(47) Contestación de Sarratea a Anchorena, de 6 de mayo de 18¿0, ya citada.

(48) (¡aceta núm. 2, de 6 de mayo de 1820. (49) Gaceta de !6 de mayo, ya citada. El Director O'Higgins,

también se dirigió al Cabildo de B. A coa este motivo, según cons­ta de sus acuerdos, lib. 84. JVI. S., del arch. municipal.

(50) Gaceta de 16 de mayo, ya citada. (51) Acta del Cabildo de Buenos Aires, de 27 de mayo de 1820,

pág. 8Í, M. S., del archivo municipal. (52) Publicado en hoja suelta, con fecha 18 de mayo de 1820.

Page 340: Historia Belgrano III

336 BARTOLOMÉ MITRE

las del gobernador fuesen desl indadas en el orden militar. El gobernador consultó a la Jun ta , y és ta le contes tó : «Que aunque reves t ía el ca rác te r de interino, era con la calidad de Gobernador y Capitán general, y con derecho á nombrar el jefe que sea de su arbi t r io , en el concepto que se inclinara á conservar jus tamente ai br igadier don Miguel Estanis lao S o ­ler en el mando y a r reg lo de las a rmas , del modo que lo juz­gue conveniente.» (55)

Despechado Soler , re i te ró por sexta vez la renuncia de su pues to , contando que no sería aceptada , en Vista de los nue­vos pel igros de la situación, de que luego nos ocuparemos . La Jun ta , que es taba dispuesta a contemporizar con él, pero no a ceder , nombró a Ramos Mejía gobernador propietar io por el término de ocho meses , con la plenitud de las faculta­des anexas al ca rgo en lo político, económico y militar. A la vez nombróle dos consejos, uno consultivo y o t ro resolutivo, para que ¡o asis t ieran en sus funciones. Por último, dictó en forma de instrucciones, una Verdadera Consti tución, deslin­dando las a t r ibuciones de los t res poderes , r e se rvándose ex­presamente las que eran propias del Poder Legislat ivo, limi­tando la esfera de acción de! ejecutivo y proveyendo a !a transmisión de! mando en Cf.sos excepcionales (54).

Soler , más i rr i tado al Ver que se le ce r r aba el camino del Gobierno y se limitaba su mando militar, re i teró su séptima renuncia en términos agres ivos , y quemando sus naves la hizo publicar por ia Prensa . Que jábase en eüa por no habérse le cont inuado en la comandancia genera! de mar y t ier ra , desco­nociendo que el mando de las a rmas fuese atribución consti­tucional de! gobernador y de que se hubiesen organizado en Ía capitai fuerzas que no s e hallaban bajo su inmediata de­pendencia, y colocado a su cabeza jefes que eran acérr imos enemigos suyos , según decía, desconociéndose así sus servi­cios; por io cual renunciaba, no sólo su comisión de general en jefe, sino también su g rado de brigadier genera l , y solici­t aba pa sapo r t e p a r a países ext ranjeros . El gobernador , jus­tamente ofendido, le contes tó aceptando su renuncia, des­pués de oír el dictamen de su consejo, y ie significó «que la Provincia consideraba con razón t ener en sí sujetos capa­ces de desempeñar el cargo que a él se había confiado, sin comprometer su crédi to ni ia dignidad de! Gobierno», y nom-

(53) Oficio de Soler al Gobernador, de 24 de mayo, del Gober­nador a la .lunfa, do 20 de mayo, y contestación do !a Junta, de 24 de mayo de 1820, hoja suelta, fol. Imp. de ios Expósitos.

(54) Resolución de la Junta de R. R., de (3 de junio, y promul­gación del Gobernador Ramos Mejía, de 7 de! mismo de 1820. Hoja suelta, en pliego apaisado.

Page 341: Historia Belgrano III

HISTORIA DE B E L G R A N O 53f

bró pa ra suceder le al genera! don Martín Rodríguez, que e r a e! candidato militar de !a nueva situación (55).

Colocado Soler en e! caso de en t rega r el mando o r ebe la r ­se, hizo funcionar su antigua máquina del Cabildo de Lujan, dando por su boca el grito de sedición. Los feb-s de las mili­cias de cabal ler ía acan tonadas en Lujan, reunidos en número de veintiséis, suscribieron una petición al Cabildo de la Villa, protes tando cont ra «e! escandaloso paso dado por el Gobier­no despojando, sin justa causa , a! general Soler de la autori­dad que el pueblo y la provincia toda le había confiad»*», de­clarando «que e ra la Voluntad general de toda la campwña que se le repus iese en el mando de las a rmas como Capi tán General , y se le tuviese y reconociese por Gobernador , con existencia personal en el cent ro y á la cabeza de su ejército». El Cabildo de Lujan, reunido en minoría, resolvió, por sí y ante sí, que siendo sus Votos los mismos del ejército, queda­ba reconocido el general So le r como gobernador y así lo avisó a és te . El general , al acep ta r implícitamente el nombramiento, contestó que «respecto á hal larse existente y en sus funcio­nes la Jun ta de Represen tan tes , había determinado remitirle la representac ión de los oíicibies, y que desear ía , si fuese posible, que se agua rdase su resolución, sobre el reconoci­miento de Gobernador y Capi tán Genera l en su persona». En consecuencia, y pasando por encima del Gobernador , s e di­rigió a la Jun ta , adjuntándole la petición de ios jefes y la resolución del Cabildo de Lujan, pidiendo, por su p a r t e , en términos secos , «que á la mayor brevedad se resolviese lo más conveniente» (56). En el mismo día dirigió una proclama a los ciudadanos de la campaña, «jurando sa lvar los o pe rece r con ellos» (57). En seguida, s e dirigió al Cabildo de Buenos Aires y diputó cerca de él, al audi tor del ejército y al síndico per-sonero de Lujan, solicitando su interposición p a r a a r r ibar a una t ransacción (58). Las comunicaciones de Soler , e s t aban

(55) Oficio del Gobernador y Capitán General de la Provincia, al General don Miguel Soler, hoja suelta, en fol., 2 pp. Imp. de la independencia.

(56) Oficio de Soler a la Junta, de 17 de junio de 1820.—Re­presentación de los jefes y oficiales al Cabildo de Lujan, de 15 del mismo. -Decreto del Cabildo de Lujan, del mismo día.—Oficio del Cabildo a Soler, del 17 de junio.—Oficio de Soler al Cabildo, de 17 del mismo día.—Publicado todo en pliego suelto, 3 pp., por la Im­prenta de Expósitos, con el título: «Oficio del General Soler al Gobierno y demás sucesos del día.»

(57) Proclama de Soler, do 17 de junio de 1820, hoja suelta, in fol. Imp. de los Niños Expósitos.

(58) Oficio de Soler al Cabildo de B. A., de 19 de junio, y con-

22

Page 342: Historia Belgrano III

358 B A K T G L O M É M I T R E

fechadas en el Campo de ta Libertad, nuevo nombre con que había baut izado su Cuar .e i general .

El gobernador Ramos Mejía, que era un magis t rado civil, que no contaba cor. más apoyo que ei de la fuerza mora! de la Jun ta de Represen tan tes , p resen tó inmediatamente su renun­cia. La Junta , sin aceptar la ni rechazar la , hizo como el cruci­ficado a! probar ia esponja empapada en Vinagre, no bebiendo y lio bebió; y dispuso que el gobernador «-depositara el. bas­tón de mando en el Cabi ldo, y que el Alcalde de Primer Voto avisase al genera! Soler que podía en t ra r desde luego en la ciudad sin oposición alguna». A! mismo tiempo se declaraba d i sueüa en ei día (20 de junio). El Cabi ldo, al recibir ei depó­sito del símbolo materin! del mando, se limitó a publicar el hecho por bando (59). Es t e es el día famoso en los fastos de la anarquía de! AÑO XX, que ha pasado a ia historia con la de­nominación de! D U DE I OÍ; TRES GOBERNADOR' S , en que ninguno ios t res era gobernador de hecho ni de derecho.

El Cabi ldo dispuso que una diputación de su seno s e acer­cara a la Jun ta de Represen tan te s , suplicándole no se disol­viera, por los males que podían sobreveni r a! país, y al mismo t iempo diputó a su síndico procurador don Luis Dor rego , para que anunciara a Soler , que podía en t ra r l ibremente a apode­r a r s e de! bastón de gobernador . J a m á s un ambicioso, apoya­do en la fuerza bru ta , recibió una lección más seve ra .

En es te mismo día (20 de junio) moría ei general don M.'.-NPEL BKLQHANO, después de ca torce meses de una larga agonía.

El desgraciado genera l , después d s las humillaciones sufri­das a consecuencia del motín de Tucumán, se sentía morir, p resa de una profunda melancolía (60). Abandonado de todos y reducido a una es t recha pobreza , sólo le visi taban dos o t res amigos, no más , quienes generosamente ie adelantaron algunos fondos, pa ra llenar sus más premiosas necesida­des (61). Por las ta rdes , cuando su enfermedad se lo permitía, soiía montar a cabal lo y recor re r t r is te y solo el campo de su antigua gloria, sombreado de laure les secu la res y embalsa­mado por los naranjeros s i lvestres del vecino bosque . En tina de e sas t a rdes , le acompañaba uno de sus amigos, y Volvién-

testación del Cabildo, de 20 dei mismo de 1820. publicado en hoja suelta. Imp. de los Bírpósitos.

(59) «Bando del Excmo. Cabildo, Brigadier, etc.», hoja suel­ta, in folio. Imp. de los Kxoóxiio*.

(o0) Véase el capítulo XXXVIII. (61) Don José Celedonio Balbín, don Pedro Castañeda y don

Teodoro Fresco. El primero fué quien le suplió por la primera vez con dos mil pesos fuertes. Memoria, M. S . , ya citada, y Elogio fú­nebre Je Belgrano, por don José Valentín Gómez, pág. 26 en la nota.

Page 343: Historia Belgrano III

HíSTOiíIA DE BELGRANO 559

dose a é l , le dijo: «Yo quería a Tucumán como a la t i e r ra d e mi nacimiento; pe ro han sido aquí tan ingratos conmigo, que he determinado irme a morir a Buenos Aires; pues mi enfer­medad se agrava cada día más» (62). En consecuencia de es ta determinación, dirigióse ai gobernador Araoz , solicitando la cantidad de dos mi! pesos pa ra los gas tos de viaje. A ios dos días, s e !e contes tó que el t esoro 'p rov inc ia l se hal laba ex-h&usto, por habe r invert ido todos sus r ecursos en ga s to s d e guer ra , y ei doctor S e r r a n o , su antiguo amigo, autorizó es te decreto como sec re ta r io del gobernador (63). Es ta negativa afligió profundamente al genera!, quien dijo con tal motivo a don J o s é Celedonio Balbín, que e ra uno de los dos amigos que lo Visitaban en su desgracia: «Ya no podré ir a morir a Buenos Aires ; no tengo recurso alguno pa ra moverme. ¡He escri to a! Gobernador pidiéndole algún dinero y cabal los p a r a mi carruaje , y me ha negado todo!» Balbín puso inmediata­mente a su disposición la cant idad de 2 0 0 0 pesos p la ta , que é! aceptó agradecido, con cargo de devolución (64).

En !os pr imeros días de febrero , el genera! se puso en mar­cha con dest ino a Buenos Aires . Acompañábanle su médico de cabece ra el doctor Joseph Redhead. su capel lán el P. Vi­l legas y sus fieles ayudan tes de campo, don Jerónimo Elgue-iTi y don Emilio Salvigni. Sus piernas es taban tan hinchadas, y su estado de post ración e ra tal, que cuando l legaban a alguna posta, sus ayudan tes le ca rgaban en hombros pa ra bajarlo del carruaje y conducir le a la cama. En todo su camino no encontró ia menor mues t ra de simpática hospitalidad. En el terr i torio de Córdoba , llegó a una casa , al anochecer , donde después d e ser colocado en su cama por b r a z o s ajenos, pidió a su ayudan te E igue r s , l lamase a! maes t ro de pos ta . E s t e contestó con sarcás t ica insolencia: «Dígale usted a! genera l Belgrano, que si quiere hablar conmigo, Venga a mi cua r to , que hay igual distancia» (65). Al t iempo de pasa r por la ciu­dad de Córdoba , donde dominaba su antiguo suf a l terno Bus­tos, a quien tan to había distinguido, sus recursos se habían agotado. Dirigióse a! Gobernador interino don J o s é Díaz, so ­licitando un cor to auxilio en dinero, pa ra continuar su Viaje, y éste se lo negó, como lo había hecho el Gobernador de Tu­cumán (66). El comerciante don Car los de! Signo le ofreció el

(62) Memoria, M. S., de Balbín, ya citada. (63) Expediente original en nuestro archivo, M. S. La petición

de Belgrano, es de Vi de enero de 1820, y el decreto del goberna­dor, de 20 del mismo.

(64) «Memoria», de Balbín, ya citada. M. S. (65) Informe verbal de Elguera, «Memoria», M. S., de Balbín.

_ (66) Don Manuel Antonio Castro, en un artículo a la «Memo­ria de Belgrano», inserto en el núm. 66 de la Gaceta de Buenos

Page 344: Historia Belgrano III

54® BARTOLOMÉ MITRE

óbolo de Belisar io, enviándole 418 pesos , con los cua les , el Vencedor de Tucumán y Sa l t a , pudo a r r a s t r a r s e moribundo has t a su ciudad natal (67).

Beigrano llegó a Buenos Aires en eí mes de marzo, y la encontró envuel ta en la anarquía cuyas ag i tadas escenas he­mos his tor iado ya . Débil y exánime, ent ró caminando por pies ajenos a la casa pa te rna , donde medio siglo an tes había nacido, y s e acos tó en su lecho de agonía. Desde entonces pasó sus días sen tado en un sillón, y la noche en Vigilia, in­co rporado en su cama, porque no podía acos ta r se del todo. S u s hermanos y los pocos amigos que ie habían quedado, le rodeaban a todas horas del día y de la noche. A veces pedía que ie dejasen solo y quebaba sumido en una honda medita­ción. Un día, después de unos de esos ins tantes de soledad Voluntaria, sus amigos le encontraron pálido y con los ojos casi ext intos. Al ver los pareció reanimarse , y dirigiéndose a su amigo, don Manuel Antonio Cas t ro , le dijo con t r is te gra­vedad: «Pensaba en la e ternidad adonde voy, y en la t ierra querida que dejo. Espe ro que, los buenos ciudadanos, t rabaja­rán en remediar sus desgracias» (68).

El gobernador Ramos Mejía, sabedor del es tado de indi­gencia en que s e encont raba el i lustre genera l , le envió un día por medio de un edecán de gobierno ia cant idad de trescien­tos pesos , con destino a los gas tos de su curación, disculpán­dose de oficio por no poder a tender le con más , n causa de la pobreza del e ra r io ; pero asegurándole , que consideraba como uno de sus principales cuidados, el velar por su bienestar como justo premio debido a sus Virtudes y servic ios (69).

Be igrano contes tó : «Doy á V. S . ias grac ias , bien persua­dido que el es tado de las r en tas no le permite usar de la ge­neros idad que me manif iesta , sin que merezca tanto fa­vor» (70). Pocos días an tes de morir solicitó que, a cuenta de sus habe re s y por la p a r t e que le correspondía en la existen­cia de azogues tomados en el Perú , tendiera con algu­na cant idad mayor , a fin de poder paga r sus deudas . El Go­be rnador Ramos Megía hizo p re sen t e su solicitud a la Junta de R e p r e s e n t a n t e s en los s iguientes términos: «El gobierno,

Aires, de 1.° de agosto de 1821.— «Elogio fúnebre», de don Valen­tín Gómez, pág. 26, en la nota.

(67) Carta de don Domingo Estanislao Beigrano a su hermano don Miguel, en su calidad de albacea testamentario del general, de 15 de junio de 1824. M. S., original en nuestro archivo.

(68) Artículo del doctor Castro, citado. Oaceía de 1621. (69) Oficio del Gobernador Ramos Mejía a Beigrano, de 19 (le

mayo de 1820. M. S., original en nuestro archivo. ^70) Contestación de Beigrano, sin fecha. Borrador original en

nuestro archivo. (Papeles M. S. de Beigrano.)

Page 345: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRAN® 541

penet rado de los servicios del general don Manuel Be lgrano é indigencia en que se halla en el es tado de su salud ruinosa, no obs tan te de sus apuros en las p re sen te s c i rcunstancias , tuvo por conveniente socor re r le con 300 pesos , cerciorado que no s e le había p res tado el menor auxilio. M a s ahora que solicita una cantidad excedente é imposible de sat isfacer por falta de numerar io , elevo á V. H. la p resen te solicitud p a r a que en su Vista se sirva resolver lo que estime de su justifi­cación» (71). Es ta solicitud no fué atendida por entonces . La poster idad debía decre ta r la (72).

Antes de ce r r a r sus ojos para s iempre, tuvo la satisfacción de Ver a su predilecto subal te rno el coronel Lamadrid, que tan noblemente se había conducido en ia sublevación de A r e -quito. Lo abrazó con los ojos llenos de lágrimas, y luego que se hubo se renado , abrió una gave ta de un escri torio que tenía a su espalda y sacó de ella unos papeles . Eran unas Memo­rias his tóricas de Lamadrid, escr i tas por encargo de él en el Frai le Muer to , lugar donde un año antes había empezado su agonía. «Estos apuntes (le dijo) están hechos muy á la l igera: es menes ter que los recorra .» Habló de Tucumán, recordó al­gunos amigos y se despidió de él pa ra no Volverle a ver más en la Vida (75).

En vísperas de su muer te , recibió la visita de su amigo Bai-bín, que le había proporcionado en Tucumán los medios de t r a s l ada r se a Buenos Aires , sin r ecaba r de él ningún docu­mento que comprobase la deuda . En esos momentos s e anun­ciaba la nueva invasión de los federales sobre ia provincia de Buenos Aires. Después de algunos momentos de conversa­ción, le dijo: «Mi situación es cruel: mi estado de salud me impide montar á caballo p a r a tomar pa r t e en la defensa de Buenos Aires.» Siguióse un intervalo de silencio, y luego agregó: «Me hallo muy malo: du ra r é muy pocos días. Espe ro ía muer te sin temor, pero llevo a! sepulcro un sentimiento.» interrogado por Balbfn, le contes tó con t r is teza: «Muero tan pobre , que no tengo con que pagar le el dinero que usted me pres tó ; pe ro no lo pe rde rá . El Gobierno me debe algunos mi­les de pesos de mis sueldos, y luego que el país se tranquili­ce se los pagarán a mi a lbacea , quien queda encargado de sa­tisfacer la deuda» (74).

(71) Mensaje de 29 de mayo de 18P.0. M. S., en el archivo de la Legislatura de Buenos Aires.

(72) Más tarde lo fué, cubriéndose sus deudas por cuenta de sus sueldos devengados.

(73) «Memorias» autógrafas de Lamadrid., M. S. Preferimos este texto, porque en él se concentran detalles que faltan en sus «Memorias» impresas, pág. 203.

(74) «Memorias, de Balbín, ya citada. M. S., en nuestro archivo.

Page 346: Historia Belgrano III

342 BAuTOt. OMÉ MITKE

El 25 de mayo (veinticinco días an tes de morir) había dicta­do su tes tamento , «encomendando su alma á Dios , que la formó de ia nada, y su cuerpo á ia t ier ra de que fué forma­do», según sus propias pa labras . En tal ocasión declaró que no teniendo ningún he rede ro forzoso, ascendiente ni descen­diente , instituía como tal a su hermano el canónigo don D o ­mingo Es tanis lao Belgrano, a quien nombró pa t rono de ias escuelas por él fundadas, legándole su r e t r a to , con encargo sec re to de que, pagadas todas sus deudas , apl icase todo el r emanente de sus bienes en favor de una hija na tura l , l lamada Manuela Mónica, que de edad de poco más de un año había dejado en Tucumán, recomendándole , muy encarecidamente , hiciera con ella ias veces de padre , y cuidara de da r le la más esmerada educación (75).

El día an tes de su muer te , pidió a su hermana Juana , que lo asist ía con ei amor de una madre, que íe a lcanzase su reloj de oro que tenía colgado a la cabecera de la cama. «Es todo cuanto tengo que dar á es te hombre bueno y generoso», dijo dirigiéndose a Redhead, quien io recibió enternecido (76).

Luego empezó su agonía," que se anunció por el silencio, des­pués de p r e p a r a r s e cr is t ianamente , sin debilidad y sin orgullo, corno había vivido, a en t regar su cima al Creador . Las úlrimas pa l ab ra s que sal ieron de sus labios, fueron és ta s : ¡Ay patria mía! (77).

A las s ie te de la mañana del 20 de junio de 1820, expiró hidrópico el genera l Manuel Belgrano, a la edad de cincuenta años y diez y s ie te días. En ese mismo día, Buenos Aires , p resa de la anarquía , contaba t r e s gobernadores a un mismo t iempo, según queda ya re la tado .

(75) Todo esto consta de una carta de don Domingo Estanislao Belgrano a su hermano don Miguel, de fecha de 15 do junio de 1824, trasmitiéndole su patronato, y comunicándole los encargos que el general le había hecho al tiempo de morir. M. S., original en nuestro archivo. Por ella se ve que el testamento de Belgrano es un simple fidei comiso; y explic?. el verdadero sentido de las palabras que en él se encuentran 5 1 0 temer ascendiente ni descen­diente, es decir, para los efectos de herencia foizosa, y por esto sin duda instituyó como heredero universal a un sacerdote, que era a la vez su hermano, en la confianza que él aplicaría todos los bie­nes, como lo hizo, en favor de su hija.

(76) Informe verbal de don Francisco Chas, testigo presencial. También le regaló el coche en que había venido desde Tucumán, y en él regresó Redhead después do la muerte de Belgrano.

(77) «Elogio fúnebre de Valentín Gómez», pág. 20. Proyecto de «Medalla a la muerte del general Belgrano^, y carta explicativa de él, por don José Joaquín Araujo. de Í7 de marzo de 1822. M. S., au­tógrafo en nuestro archivo.

Page 347: Historia Belgrano III

•HISTORIA DI BELQfiANO 343

La autopsia de su cuerpo fué hecha por su fiei amigo y mé­dico de cabece ra ei doctor Redhead , que io embalsamó piado­samente , diciendo al t iempo de prac t icar es ta operación, que había encont rado su corazón más grande que ei dei común de ios mor ta les , lo que. siendo moraímente c ier to , era el efecto natural de su enfermedad, originada por los dolores que io afligieron (78).

.Su cadáver fué sepul tado en el atr io dei convento de San to Domingo, amortajado con el hábi to del Pa t r i a rca de la Orden , según su últ ima Voluntad (79).

Su sepulcro fué cavado ai pie de la pi lastra derecha dei a rco cent ra l del frontispicio de la iglesia. Allí se colocó su fére t ro de pino, cubier to de paño negro, y se der ramó encima de él una capa de cal , ce r rándose la bóveda que debía guar­dar sus r e s t o s e te rnamente . S o b r e él se colocó una losa de mármol, encer rada en un marco de madera al nivel del suelo, con es te simple epitafio: AQUÍ YACE EL G;-.NKRAL B E L G R A N O (80).

Sus hermanos , algunos par ien tes más lejanos y unos pocos amigos fieles a la desgracia , fueron los únicos que asist ieron ai ent ier ro de uno de los más buenos y de. ios más g randes hombres de la historia argent ina .

Sólo un periódico de Buenos Aires anunció s u . m u e r t e , y sus funerales tuvieron lugar ocho días después en el mismo día y casi a ia misma hora (28 de junio de 1820), en que eí ejército de Buenos Aires e ra de r ro t ado por ios federa les en la Cañada de ía Cruz , según se Verá después (81).

Así murió, así fué en te r rado y así se hicieron ¡os funera les dei genera! Manuel Be lgrano , en medio de la anarquía que devoraba a la República Argent ina y de ía indiferencia pú -

(78) Noticias biográficas da Redhead, extractadas de una carta de Salta, de ia señora de Tedín, de fecha de b0 de junio de 1869. M. S., en nuestro archivo.

(79) Testamento de Belgrano. Impreso en hoja suelta. (80) En aquella época no se encontró una losa de mármol para

su sepulcro; fué necesario cortarla en la tabla de mármol do una cómoda perteneciente a su hermano don Miguel. En 1840, duran­te la tiranía d8 Rosas, fueron sobre esta mis ¡a. lápida, azotadas, algunas señoras a la puerta del templo, obligándolas a vestir el moño colorado pegado con brea. En lo5ó, fué renovada esta losa, rota bajo el peso de una generación que la había pisado, siendo jefe político de Buenos Aires don Cayetano Cazón, quien hizo co­locar una nueva losa, isual a la anterior.

(81) El Despertador Teofi antrópico de! P. Castañeda, núme­ros 10, 15 y 17. En el núm. 10 de este periódico, se encuentra una elegía sobre su muerte, publicada a los cinco c¡í-:s del suceso (25 de junio). En el núm. 17, del 20 de agosto de 1820, se registra una epístola sobre aus funerales, en que se lean estos malos versos

Page 348: Historia Belgrano III

544 B A R T O L O M É M i T S E

blica, que por algún tiempo más continuó pisando la iosa de su sepulcro, colocado bajo la planta de los que pasaban , sin sospechar que allí se encer raba la más pura y una de las más a l tas glorias de la patr ia independiente y l ibre, merced a sus esfuerzos y a sus largos t rabajos .

El hombre a cuyos últimos momento-; hemos asistido, y cuya figura histórica íta llenado ias páginas de es te libro por el espacio de t reinta artos, e ra , en vida, de regular e s t a tu ra , de ojos g randes , de color azul sombrío, de cabello rubio y sedo­so, de color muy blanco y algo sonrosado, cuya apariencia hacía recordar el tipo de las r azas de! Nor t e de Europa , indi­cando un temperamento sanguíneo-ünfát ico, Vivificado por ei fluido nervioso. Su fisonomía era bella y simpática, y el ca rác­t e r que prevalecía en ella era de una grave serenidad. Su cabeza e ra grande y bien modelada , aunque sin e sas proyec­ciones a t revidas y esas p ro tuberanc ias indicantes del genio. Los r e t r a to s y los bus tos que han popular izado su imagen, le r ep resen tan ocupando la región c raneana más de un tercio de la cabeza , que hace r eco rda r el tipo de Bonapa r t e en su juventud; pero si se examinan sus líneas fundamentales , sus p lanos suavizados y sus s imétr icas cu rvas , s e perc ibe que, más bien que el receptáculo de una poderosa inteligencia, es el coronamiento de un cuerpo y de una alma bien equil ibrada, en que se dilatan sus facul tades mora les . La nariz , que su s ­ten taba el peso de la bóveda del c ráneo , era prominente , fina y l igeramente aguileña, prolongándose su perfil en la direc­ción de la inclinación de la f rente . La boca amable y discreta , y la ba rba , l igeramente sal iente y acentuada por un pl iegue, indicaba en su conjunto una Voluntad tranquila , sin Violencia y sin debilidad. E r a escaso de ba rba , no usaba bigote y lle­vaba la patilla cor ta , a la. inglesa, como se ve en los r e t r a t o s

del P. Castañeda, que vivirán, sin embargo, por su verdad jus­ticiera:

Porque es un. deshonor a nuestro suelo. E3 una ingratitud que clama al cielo, El triste funeral pobre y sombrío, Que se hizo en una iglesia junto al río, En esta capital al ciudadano Ilustre general Manuel Belgrano.

En el núm. 3 del suplemento al Despertador Teofilantrópico (publicado sin fecha, el 10 de agosto de 1820), se registra un co­municado y unas décimas del mismo autor, sobre el mismo asun­to, págs. -42 a 45,

Page 349: Historia Belgrano III

-HISTORIA DE BELGRANO 345

de la última época de Washington, que e ra su modelo político. Beigrano era de una contextura delicada y su educación

física no ia había p r epa rado p a r a los t rabajos de ia guer ra . Es taba dotado, sin embargo, de una gran actividad corpora l , que lo hacía sob repone r se a toda fatiga. S e le acompañaba con dificultad cuando caminaba a pie, pues su andar era tan rápido, que casi a lcanzaba la medida de! paso gimnástico de los soldados. Sus maneras e ran sumamente cul tas , sin afecta­ción; sus ges tos y ademanes , muy medidos, aun cuando r e ­prendía a sus suba l t e rnos ; su conversación e ra amena y se­ria, y a veces algo pintoresca , aunque sin brillo y con poco caudal de ideas profundas ; sus hábi tos e ran morigerados , siendo muy parco en su mesa, sencillo en el Vestir, no usando ningún est imulante, leía y escribía mucho, dando apenas t r e s o cua t ro horas al sueño , Velaba s iempre du ran te la noche . Gustaba mucho de la sociedad de las señoras y solía decir que algo de ¡o que sabía , io había aprendido de ellas; agre­gando, que el hombre que cult iva su t ra to s e hace amable y sensible, se acos tumbra a ser delicado, y mues t ra tener no­bles inclinaciones.

D u r a n t e los años del XVII ai XIX, en que permaneció acan­tonado el éejrcito en Tucumán, Vivió cons tan temente en el campamento de la cindadela, sin ausen ta r se de él una sola noche, obligando a todos a dormir en sus cuar te les . Su alo­jamiento lo componían cinco habi taciones de techo de paja, construidas por ios soldados, r odeadas de un pequeño jardín y de una hue r t a , como lo es taban las cuadras de la t ropa , a ia que obl igaba a cult ivar ia t ier ra p a r a sus ten tanse , a fin de no g rava r el e ra r io . Los muebles eran sencillísimos, y todos ellos fabricados,en la maes t ranza del ejérci to. Su cama e ra un ca t re pequeño de campaña , con un colchón muy delgado, que s iempre permanecía doblado, salvo en las t r e s o cua t ro horas que dedicaba al descanso du ran te el día. Su almuerzo era un solo plato y su comida t r e s p la tos de que par t ic ipaban sus edecanes . Po r la mañana temprano recibía a su jefe de Estado Mayor ei genera l Cruz , a quien impartía las órdenes del día. D e s p u é s de a lmorzar despachaba su correspondencia , leía, y en seguida se acos taba a descansar , y cuando se le­vantaba, e! colchón Volvía a dob la r se has ta el día siguiente a la misma hora . Las ho ras que seguían a su frugal comida, las pasaba genera lmente en su jardín, donde había hecho construir dos bancos rús t icos . Allí solía recibir a lgunas r a r a s Visitas y en t r ega r se a l a rgas conversac iones . E s t a s eran sus únicas ho ras de solaz. P o r la noche montaba a cabal lo y ia pasaba toda ella en vigilancia, acompañado so lamente de sus edecanes: recor r ía los cuar te les , pa t ru l laba la ciudad y su­burbios, y e ra inexorable , cuando después del toque de silen­cio encont raba a un individuo del ejército fuera de su p u e s t o .

Page 350: Historia Belgrano III

546 BARTOLOMÉ M1TRH

Su capel lán el P . Vil legas, un friíe franciscano de Buenos Aires , e ra ei que dirigía ia administración doméstica de su casa militar, teniendo es to de común con ei genera! San Mar­tín, que hacía administrar sus e scasos fondos por el suyo . Su economía respec to de su persona era tan aus te ra como res­pec to de ios gas tos públicos. Mensua lmente tomaba de !a te­sorer ía del ejército t resc ientos pesos por cuenta de sus suel­dos, pidiéndolos p re s t ados cuando la caja es taba exahusta , corno sucedió co i f recuencia, y en t regaba la cant idad íntegra a su capel lán, que a Veces se Veía en apu ros para cubrir su modes to p resupues to .

E r a sencillo en sus Vestidos y en sus a r r e o s mili tares, bien que sumamente aseado- Su uniforme habitual e ra una levita de paño azul con a lamares de seda negra ; gorra militar re­donda, como se usaba entonces; pantalón azul sin franja, y en ios últimos t iempos, bo tas de montar , a ia inglesa. En los "días clásicos, se p resen taba de sombre ro elást ico, or lado por un rico galón de oro que le había regalado el general í r iar te ai p a s a r s e del ejército español , sin ningún o t ro re lumbrón. La* montura de su cabaiio tocaba en mezquindad en los primeros años de ¡a revolución. A su regreso de Inglaterra , le agregó un mandil azul sin galón, que cubría toda la silla, y los demás a r r e o s eran de mejor gusto y más cuidado. El único lujo que ¡levó en aquella época al ejército, fué una volante, inglesa de dos ruedas , que él manejaba en persona , con un. solo caba­llo, y que fué el primer carruaje de e s t e género que s e vio en Tucumán . Muchas veces se ie vio con las bo tas remendadas , y en el año XVII se encontró una vez sin camisas, teniendo que encargar a Buenos Aires dos piezas de irlanda para re­montar su gua rda r ropa , cosa que le sucedió más de una Vez a! general San Mart ín , quien después de la Victoria de Mai-pú, no tenía sino ¡una casaca remendada ¡82).

Así era el hombre, cuya vida hemos seguido al t r avés de la revolución de ia independencia argent ina, a cuy^s últimos momentos asistimos, y cuyo r e t r a t o físico acabamos de bos­quejar.

En los capítulos s iguientes as is t i remos a su apoteos is y a su resurrección histórica, y entonces formularemos el juicio definitivo de ¡a pos ter idad a su respec to .

(-32) Todos estos detalles sobre su persona, sus hábitos e incli­naciones son tomados: !.° De la Memoria, de don José Celedonio Balbín. M. S., ya citado. 2.° Memoria, de) General don Tomás de íriarte. M. S.. ya citado. 3.° Memorias, del General Paz, t. 2.°, pá­gina 9 y siguiente. 4 0 Informas verbales Ae\ General don Blas José Pico, del Coronel don José María Albariño, de su sobrino don Francisco Chas y de su amigo don José Mila de la Roca.

Page 351: Historia Belgrano III

CAPÍTULO XLV EL AÑO VEINTE.—LA. PACIFICACIÓN

1820

Continúa la narración histórica.—Soler, Gobernador.—Circunstan­cias en que este hecho tiene lugar.—Nueva invasión de los fe­derales, contra Buenos Aires.—Batalla de la Cañada de la Cruz. Caída de Soler.—El Cabildo inicia negociaciones do paz.—Pago-la, dictador militar, sus diferencias coa el Cabildo y su deposi­ción.—Dorrego, nombrado Gobernador.—Plan político de la nueva invasión federal.—Alvear se hace nombrar Gobernador, por una Junta de campaña.—Nuevo aspecto de la situación.— Ruptura de las negociaciones de paz.—Mérito que contrae Do­rrego en esta ocasión.—La defensa as Buenos Aires, se organi­za. - Sitio de Buenos Aires por los federales, y operaciones de los sitiados.—Correspondencia entre Dorrego y López, y del Ca­bildo con Alvear y l-.i Junta de campaña.--Loa sitiados toman la ofensiva y rompen la línea sitiadora.—Nuevas tentativas de paz sin efecto.—Retirada de los federales.—Carrera vuelve sobre la ciudad y se retira. UUimáh'.m del Cabildo.—Circular del Ca­bildo, a las Provincias. Opinión de San Martíu sobre la situa­ción.—Ruptura de Artigas y Ramírez.—Dorrego en campaña con el ejército do Buenos Aires.- -Alvear y Carrera, se fortifican en San Nicolás de ios Arroyos.—Operación sobre el Pergamino y acción de San Nicolás.—Negociaciones cíe paz, otra vez malo­gradas, entre Dorrego y López.— Batalla de Pavón.—Campaña de Dorrego, en Santa Fe.—López sorprende a Obando, en el Pergamino.—La expedición libertadora-de! Bajo Perú, al mando de San Martín, zarpa de Valparaíso.—Derrota de Dorrego en el Gamonal y su retirada. López se manifiesta dispuesto a la paz.—Efectos que produce el contraste del Gamonal, en Buenos Aires.—Retrospocto histórico.—Don Martín Rodríguez, es nom­brado Gobernador. —Manifiesto pacífico de la. Junta de Buenos Aires, a. las Provincias —Revolución de 1.° de octubre.—Com­bate del 5 do octubre en las cabes de Buenos Aires.—Actitud de Dorrego en esta emergencia.—Ultimo estallido de la anarquía de! año 20.—Caída de Dorrego y su? causas.—Pacificación de Buenos Aires.—Prospecto de pacificación de la República.

Volvamos a cont inuar la narración histórica que dejamos pendiente ei 20 de junio, en que acaeció la muer te de Belgra-

Page 352: Historia Belgrano III

348 BARTOLOMÉ MITRE

no, que ha pasado a la historia con la denominación de día de los tres gobernadores. Como se recordará , ei Cabildo había diputado a su Síndico P r o c u r a d o r don Luis Dor rego , con el objeto de anunciar a Soler que podía en t ra r l ibremente a apo­d e r a r s e del bas tón de Gobernador , dando así una lección se­ve ra a su ambición (1).

Al día siguiente (21 de junio) el Síndico oficiaba al Cabildo desde el puen te de Márquez , habe r recibido orden de esperar al genera l So le r en aquel punto . Poco después , se presenta­ba allí el soberb .o dictador militar con látigo en mano, Vestido de chaquetil la de cuar te l , y dirigía la s iguiente nota al Cabil­do: «Sin embargo que s e me avisa es ta r todo llano pa ra entrar sin oposición al mando del Gobierno de la provincia, no debo Verificatlo, ínterin los diputados que r ep resen tan ese pueblo, no expresen libremente la voluntad de sus r ep resen tados , ex­t rañando mucho que la Jun ta se haya disuelto intempestiva­mente , como si el general Soler p rocu ra se violentar la volun­tad de ese digno pueblo , en lo que s e ofende sumamente su honor, pudiendo así comunicarlo, sin pe rde r de Vista los inte­r e se s y felicidad general .» Po r esta vez, la Jun ta y el Cabildo tuvo que bebe r . ¡La insolencia es taba a la altura" de la lec­ción! Reunido el Cabi ldo con algunos r ep resen tan tes en mi­noría (en el número posible, dice el documento), contestaron «haber convenido y acordado» e! nombramiento de Goberna­dor en la pe r sona del genera l Soler (2).

El Gobe rnador así e lec to , contes tó desde San Jo sé de F l o r e s , donde e spe raba el resu l tado de su intimación: «Im­pues to habe r acordado l ibremente ia Jun ta á presencia del Cabi ldo, nombrarme Gobe rnado r y Capi tán general de la provincia, en conformidad de los sentimientos de los ciudada­nos de la campaña, al día siguiente (25 de junio) de diez a once de ia mañana iré á p r e s t a r el juramento de ley.» (3) El 23 de junio, a la ho ra indicada, se p re sen tó el genera! a la Sala Ca­pitular , s iempre látigo en mano y vest ido con la chaquetilla que u s a b a en el campamento . S e recibió del Gobierno, con menos ceremonias que las que la ordenanza exige pa ra rela­var una guardia de prevención. Incontinenti, mandó pregonar el Bando de toma de posesión por todas las cal les de la ciu-

(1) Acuerdo del Cabildo, de 22 de junio de 1820, lib. 84 del archivo municipal. M. S. - (2) «El General Soler al Excmo. Ayuntamiento, y contestación de éste.» Hoja suelta, en fol. —Acuerdo de Cabildo, de 22 de junio de 1820. Libro 84- del arch. municipal. M. S.

(3) «Ofi. del General Soler al Cabildo», hoja suelta, en fol. Im­prenta de los Expósitos.

Page 353: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 549

dad, por medio de su misma escolta de cabal ler ía , a son de t rompetas marciales (4).

Apenas recibido del mando, Soler pasó un oficio ai Cabi l ­do, anunciando que salía a campaña y deposi taba el Gobierno político en los Alcaldes y Síndico P rocu rado r del Municipio, colect ivamente. El Cabi ldo contes tó en el acto que no era po­sible s e p a r a r de su seno a t r e s de sus más importantes miem­bros; agregando que convenía que el Ayuntamiento s e man­tuviese alejado de los negocios del Gobierno, pa ra mediar opor tunamente en los casos que lo exigiera la salud pública, como lo había hecho an tes (5). En Vista de esta negat iva, So­ler nombró a Dor rego comandante de a rmas de la ciudad, y dispuso que diar iamente se le remit iese el despacho de Go­bierno a su campamento por. medio de un posta (6). Como se ve, ¡todo s e resolvía a la baqueta! En seguida proclamó al pueblo en términos b reves y tr iviales, diciendo que «el ejér­cito era la vanguardia del pueblo» (7). Por último, expidió su primer au to gubernat ivo (que fué también el único), dispo­niendo por Bando la reunión de los oficiales suel tos y ia sus­pensión de! pago de diezmos, ordenando y mandando, a! mis­mo tiempo, que «todos los Diputados del Congreso desde su instalación en Tucumán, se le p resen tasen en su campamento da Lujan en el término de cua ren ta y ocho horas , con aper­cibimiento que de no hacerlo se procedería contra sus perso­nas y bienes, apl icándoles las penas correspondientes a su inobediencia». Es te b á r b a r o decre to , sobre diezmos, oficia­les, sueldos y congresa les , se complementaba dec larando que, «pata cor ta r las pe rve r sa s intenciones de los malvados que procuraban hacer odiosa la administración, sembrando la discordia, se proceder ía al cast igo de ellos, constando por pruebas regu la res habe r se producido contra sus operaciones de un modo indecoroso y destructor, para ser e jemplarmente castigados» (8). En seguida se puso en campaña p a r a con­t ra r res ta r una nueva invasión federai que amenazaba a Bue­nos Ai res .

(4) «Memorias autógrafas del General Lamadrid», en que dice: «El General en jefe del ejército don Miguel Soler, se hizo pregonar Gobernador y Capitán General do la Provincia, por medio de una partida de caballería, á son de trompetas por las calles.» M. S., ori­ginal en el archivo de don Andrés Lamas.

(5) Libro 84, de Acuerdos de Cabildo. Arch. muninipal. M. S. (6) Bando del Gobernador Soler, de 24 de junio de 1820, hoja

suelía, in fol. Imp. de Niños Expósitos. (~) Proclama, de 24 de junio de 1820, hoja suelta, in fol. Im­

prenta de los Expósitos. (8) Bando del Gobernador Soler, de 24 de junio de 1820, hoja

suelta, in fol. Imp. de Expósitos.

Page 354: Historia Belgrano III

550 B A R T O L O M É M I T R B

L a s circunstancias en que So l e r se apoderó del mando, no podían ser más apuradas . Ei enemigo pisaba ya el terri torio porteño, y la guerra civil iba a recomenzar con mayor enco­no. La provincia, invadida, se bailaba política y militarmente desorganizada; el descontento y la desconfianza era general; el espíritu público es taba decaído, el valor mili tsr enervado, y no se veía ni siquiera una cabeza capaz de dirigir la resis­tencia, re templando la opinión. Veamos cómo se había produ­cido esta situación, cuya responsibttidad asumía el genera! So le r . '

Los caudillos federa les se habían retirado, no de! todo sa­t isfechos, de! resu l tado de su campaña , por más que el éxito la hubiese coronado. Tr iunfantes por las a rmas , por la diplo­macia y por ¡a imposición do su sistema político, no habían podido domar el espíritu cívico de la provincia vencida, ni a p o d e r a r s e de sus recursos, ni imponer le un Gobierno perso­nal, ni inhabilitarla p a r a reaccionar ' en lo futuro, como Arti­gas lo aconsejaba. Al fin habían tenido que evacuar el terri­tor io an te ¡a intimación de Sos Vencidos, en abier ta hostilidad con el gobernador impuesto por ellos, y en pugna con ei ge­neral Soler , en el cual c reyeron encontrar un instrumento, contentándose con ¡levarse alg.mas armas y retener en su poder la escuadril la de Buenos Aires que condujo más tarde al Paraná los últimos auxilios bél icos que habían exigido des­pués de ía restauración de S.-u rafea.

Las tentativas pa ra e levar al Gobierno de Buenos Aires a! general Alvear- eliminando a Soler, con el cual rompieron, y prescindiendo da S a r r a t e a , que ya les era inútil—, íespondían a esas aspiraciones no satisfechas. El malogro de estas ten­tativas vino a ahondar más la división en t re Buenos. Aires y los caudillos. Refugiado Alvear en el temí-crio de Santa Fe, bajo ia protección "¡de ios federales , se ocupó act ivamente en .promover una nueva guerra que ie ab r i e se ei camino del po­der. AI efecto, y para darse un punto de apoyo, procuró se­ducir la guarnición de San Nicolás de los Ar royos , ofreciendo el apoyo de López, Ramírez y C a r r e r a , a fin de da r en tierra con ia administración de S a r r a t e a y destruir ía influencia de Soler . El coronel don Celest ino Vidal, jefe del punto , denun­ció ios t rabajos subvers ivos de Alvear , después de tener una conferencia con él, al Nor t e de! Arroyo del" Medio ¡'9).

_ El Gobierno , en Vista de la inminencia de una nueva inva­sión, desguarneció poco después aquella plaza y reconcentró en ia capital ei batallón tío Cazadores que la defendía, el cual pasó a formar parte del ejército de Soler en Lujan, de­jando así desamparada la línea del Ar royo del Medio .

Ramírez, llamado urgentemente al Entre Ríos por la acíi-

(S) Véase Extraordinaria de B. A., de 18 de abril de 1820.

Page 355: Historia Belgrano III

HISTORIA BE BELQRAS© 551

tud amenazante de Ar t igas , según se explicó ya, había r epa ­sado ai Or ien te dei P a r a n á con todos sus en t re r r ianos y pués tose inmediatamente en campaña, der ro tando en Varios encuentros ai caudillo orienta!. E ra ia lucha final en t re dos ambiciosos en que, al fin, el poder de Ramírez prevalecer ía ; pero por eí momento, ba i lábase és te inhabilitado pa ra tomar par te activa en una nueva guer ra contra Buenos Aires . Mien­t r a s t an to , López había licenciado sus milicias al r e p a s a r el Arroyo del Medio y se mantenía a la expectat iva de los suce­sos, obse rvando con desconfianza la agitación y ias evolu­ciones de ios par t idos de Buenos Aires . Alvear y C a r r e r a fomentaban esta rnaia. disposición; ie hacían entender que Buenos Aires r.o es taba dispuesto a cumplir con los T r a t a d o s del Pi lar , y que ios había ro to a! no enviar su diputado al Congreso de San Lorenzo dentro dei término est ipulado; lla­mando muy pr incipalmente su atención suspicaz sobre el hecho de que Soier reforzaba su ejército, a ia vez que los directoriaies volvían a apode ra r s e de ias pr imeras posiciones políticas.

La caída de S a r r a t e a , la reaparición de ios hombres del partido directorial en ei Gobierno, y, sobre todo, ei e s tado de anarquía en que se encontró Buenos Aires a consecuencia del antagonismo provocado por Soler , decidieron a López a ten­tar por segunda Vez ía aventura de imponer a AlVear como Gobernador . Es t e , por su p a r t e , le p resen tó documentos según los cuaies contaba con un gran par t ido en la ciudad y campaña, el cual se pronunciaría en su favor así que ias fuer­zas santafecinas volviesen a a t r a v e s a r e! Ar royo del Me­dio (10). Con es tos propósi tos y sobre es tes ba se s , la nueva invasión sobre Buenos Aires quedó decidida.

S o b r e ia b a s e de sus d ragones , que eran como 400, López formó una división santafecina, agregando a lgunas par t idas de montoneros y una horda de indios de! Chaco, has ta com­pletar un total de 700 hombres . Incorpórese le don Jo sé Mi­gue! C a r r e r a con su división llamada de Los chumos, fuer te de más de 400 hombres y el general Alvear con 54 jefes y ofi­ciales proscr ip tos y como 100 milicianos d ispersos de Buenos Aires. A ia cabeza de es te ejército he te rogéneo , que escasa-

(10) El Gobernador López, en su nota de 14 de septiembre de 1820, ya citada, dice terminantemente, que Dorrego le escribió a él y a Carrera por conducto de don Bernardino Guaus. ofreciendo su cooperación militar contra Soler. Vicuña Mackenna, en su «Os­tracismo de los Carreras», y Amunáiegui, en su «Dictadura de O'Higgins», repiten lo mismo por lo que respecta a Carrera, fun­dándose en los papeles de éste. Yates, en m «Brief Relation*, ya citada, pág. 400, relata el. hecho con particularidades que le dan carácter de verdad.

Page 356: Historia Belgrano III

552 BARTOLOMÉ MITRE

mente alcanzaba a 1.500 hombres , López se puso en marcha sobre Buenos Aires a mediados de junio y a t ravesó el Ar royo del Medio, casi al mismo t iempo que Soler s e apoderaba del Gobierno .

El ejército con que el Gobernador Soler se puso en campa­ña pasaba de 2 000 hombres . Componíanlo, en el arma de in­fanter ía , el batal lón de Cazado re s , los r e s tos del de Aguerri­dos y algunas compañías del 2.° tercio cívico con 4 piezas de art i l lería. La base de la cabal ler ía la formaba el regimiento de Dragones , que era la escolta del genera l , los Blandengues y los Co lo rados de las Conchas , a que se agregaron algunos escuadrones de milicias mal a rmadas y peor disciplinadas de los par t idos de Matanzas , Chascomús, Magdalena y Ranchos .

D e s d e Morón ofició Soler a! Cabi ldo, el 26, que Alvear y C a r r e r a , a la cabeza como de 600 hombres , se hallaban a in­mediaciones de San Antonio de Areco desde la t a rde del día an ter ior , y que López, con el res to , seguía a re taguardia , por lo cual, y aprovechando sus buenas caba l ladas se ponía inmediatamente en marcha a fin de tomar al enemigo dividido «si lograba que lo esperasen y le p resen tasen acción» (11). En consecuencia , Soler activó sus operac iones , dejó el ba ta ­llón de C a z a d o r e s a t r incherado en la Villa de Lujan, y con el r e s to marchó resue l t amente en busca de invasores .

El 28 de junio, por la mañana, ambos ejércitos es taban a la Vista, divididos por la Cañada de Cruz , hondo repl iegue del t e r r eno de la pampa, por donde corren las aguas pluviales de Poniente a Or ien te , formando en su cen t ro una especie de a r royue lo , que desborda con las lluvias has ta ponerse a nado, y que, genera lmente , presenta ¡a apariencia de una Vega. El suelo es húmedo y pantanoso , de modo que, aun en tiempo de seca, su acceso es pel igroso. Domínanla, de una y o t r a par te , pronunciados r íbanos, formando una especie de Valle, bajo cuya Verde alfombra se ocultan los t remedales , que en algu­nos para jes pueden sepul ta r cabal los y j inetes .

Al Nor te de la Cañada es taba s i tuado el ejército federal , y al Su r de ella, el de Buenos Aires . El ejército federal s e había reforzado con a lgunos Voluntarios y con un escuadrón de milicias, pasado en San Antonio de Areco ; pe ro no es taba todo él reunido, a consecuencia de habe r des tacado una divi­sión de 500 hombres , c reyendo que So le r lo e spe ra r a en Lujan. Mien t ras ope raban su reconcentrac ión, los federa les tendie­ron una fuer te línea de guerr i l las , cubriendo todo su frente, Soler , que con la esperanza de tomar ai enemigo dividido, había precipi tado sus marchas , tampoco es taba reconcentrado. Sin duda, por es ta causa y p a r a ganar t iempo, el genera l por-

(11) Acuerdo de Cabildo, y oficio de Soler, de 26 de junio de 1820, arch. municipal, lib. 85. M. S. S,

Page 357: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 353

teño mandó una diputación al campo enemigo, ofreciendo la paz en términos genera les . López contes tó que es taba pronto a ar reglar la bajo justas condiciones. En ta les circunstancias y cuando los enviados de Soler se re t i raban , las guerri l las de los federa les , v igorosamente a t acadas por la vanguardia de Buenos Aires , a! mando del coronel Pagóla , .̂ e replegaban a su campamento . Reconvenido Pagóla por los enviados, decla­ró ignorar que hubiese suspensión de armas ; pe ro que s e abstendría de toda hostilidad, esperando nuevas ó rdenes de su genera l . Con es to , las guerr i l las volvieron a tomar sus an­ter iores pues tos , divididas por la Cañada de la Cruz .

Ai medio día, ambos ejércitos habían reconcent rado todas sus fuerzas des t acadas o rezagadas . Soler dispuso entonces su línea en t res g ruesas divisiones. A la derecha colocó los Blandengues y ios Colorados , con algunos escuadrones de milicias, apoyados con alguna infantería y una pieza de ar t i ­llería, bajo las ó rdenes del coronel Pagóla , el mismo que he­mos Visto mandando el batal lón núm. 9, en la bata l la de Sipe-Sipe, Al cent ro se colocaron ios Dragones de Buenos Aires con 200 milicianos, apoyados por una pequeña rese rva , bajo el inmediato mando de Soler . A la izquierda, donde la C a ñ a d a era más pantanosa , s e situó ei general don Domingo French , jefe de Es tado Mayor dei ejército por teño , con a lgunas mili­cias de cabal ler ía y las compañías del 2.° tercio cívico. E n t r e ias divisiones de la izquierda y del cen t ro , se si tuaron las t r e s piezas de arti l lería r e s t an te s .

López, por su par te , situó la división de chilenos sobre su izquierda, haciendo frente a la de Pagóla . Al cent ro s e esta­bleció con los d ragones de San ta F e , cubr iéndose con la legión de proscr ip tos , mandada por Alvear , y a re taguard ia sus indios del Chaco . A su derecha formaron ias milicias de Santa F e y un des tacamento de Chilenos.

La batal la se inició cargando la derecha por teña . Al primer empuje, pareció ceder la izquierda enemiga, pe ro reaccio­nando inmediatamente los chilenos, hicieron volver ca ras por dos Veces a los milicianos de Pagóla , quien con el r es to de su fuerza Veterana procuró organizar una persecución contra los dispersos. En aquel momento, Soler se puso persona lmente a la cabeza de! cen t ro , y mandó llevar la carga , ordenando a su arti l lería que rompiese el fuego pa ra apoyar su avance , y a French, que siguiera su movimiento a t r avesando la Cañada . Soler , con los d ragones de Buenos Aires y 200 milicianos salvó el obstáculo en columna, y an tes dé desp legar su línea en la margen opues ta , chocó con la legión de proscr iptos de Alvear, la que hizo frente por dos Veces consecut ivas a la terrible ca rga , viéndose al fin obligada a rep legarse deshecha sobre su reserva . Entonces aparec ieron , dando alar idos, los afamados d ragones de San ta F e , mandados por López en per-

25

Page 358: Historia Belgrano III

354 BARTOLOMÉ MITRE

sona . Los dragones de Buenos Aires hicieron una descarga casi a quemarropa ; p e r o acomet idos , sable en mano, fueron envuel tos en pocos minutos y se pusieron en desordenada fuga.

La división de French , que al in tentar a t r ave sa r la Cañada en apoyo de Soler , se había empantanado, fué tomada prisio­nera sin d isparar un t iro. La división de Pagó la , debilitada por la huida de sus milicianos y descubier to su flanco izquier­do por la de r ro ta del cent ro , s e puso en re t i rada por el cami­no dei Pi lar con dirección a !¡¡ capital , reuniendo en su trán­sito a lgunos d ispersos , mient ras el g rueso de los derro tados tomaba ia dirección de la Villa de Lujan act ivamente perse­guidos por ios vencedores , que no daban cuar te l .

Tal fué la bata l la de la Cañada de la Cruz , ganada , como ¡a de Cepeda , por ios federales con casi la mitad menos de fuerza. Ambas tienen de común, su ninguna importancia mili­ta r , su t rascendencia política, su cor ta duración, y que en una y o t ra s e salvó una respe tab le columna que sirvió de base a una nueva res is tencia , como se ve rá después . Las pérdidas del ejército por teño fueron mayores en esta jornada. M á s de 200 muer tos , o t ros t an tos pr is ioneros , t r e s piezas de artille­ría, y el batal lón de cazadores fuer te de más de 500 p lazas que se perdió en Lujan, ta les fueron los t rofeos dei Vencedor (12).

Soler , que al salir de r ro tado del campo de batal la había to­mado el camino de la Villa de Lujan, perseguido de cerca por los federales , no pudo pene t ra r a la plaza como e ra su inten­to para s aca r de allí el batal lón de cazadores , el cual tuvo que capitular más t a rde . En consecuencia , s iguió su ret irada

(12) Para confeccionar esta página, hemos comparado los si­guientes documentos: 1.° Parte de Soler, de 29 de junio de 1820, inserto en la Gaceta núm. 12 del mismo año. 2° Oficio de don Estanislao López al Cabildo de Buenos Aires, de 14 de septiembre de 1820, inserto en los Apuntes, de Mondo. 3.° Yates, «A bref relation», ya citada, 402 a 404, que se halló presente en la batalla. 4.° Vicuña Mackenna, «Ostracismo de los Carreras», que signe a Yates, incurriendo en más graves errores que él, págs. 271 y 272. Imposible nos habría sido, sin embargo, describir correctamente la batalla de la Cañada de la Cruz con estos pobres elementos, si no hubiésemos recogido la relación oral de ella hecha por el Ge­neral Alvear a los Generales don Tomás Iriarte y don Nicolás de Vedia, que estuvieron de su lado en aquella campaña, y sobre todo, si no hubiésemos podido aclarar nuestras dudas sobre el mismo terreno, consultando con el Coronel don Dionisio Quesada. que aún existe, y fué actor en la batalla en calidad de edecán del Ge­neral Soler, como lo había sido antes del General Rondeau en Ce­peda, y lo fué más tarde del Gobernador Dorrego, en Pavón y el Gamonal.

Page 359: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 355

hasta el P u e n t e de Márquez, desde donde ofició al Cabi ldo anunciándole, a la vez que su de r ro t a , su decisión de reorga­nizar el ejército en aquel punto .

Al día siguiente (30 de junio) oficiaba nuevamente dándolo todo por perdido, en es tos términos: «Aunque pudiese hacerse un segundo esfuerzo reuniendo milicias de cabal ler ía y p a r t e de la del ejército, se rá , a mi juicio, infructuoso pa ra poder b a ­tir a unos enemigos engreídos y que ios supongo bien monta­dos. En es te caso , me aconseja la prudencia invite a V. E. ar­bitre un medio, que a mí no s e me ocur re (sic), pa ra evitar el desas t re de ese beneméri to pueblo, si s e acercan semejantes malvados, en la firme inteligencia que la milicia de campaña ya es impract icable la reunión.» A rengión seguido decía, con­tradiciéndose a sí mismo, que impart ía ó rdenes pa ra reunir ias milicias de campaña a fin de p ro teger la ciudad, pedía re ­fuerzos pa ra p ro tege r su re t i rada has ta ella; decía que iba a dejar la cabal ler ía de línea cubr iendo la línea del Río de las Conchas, y acababa por dar por muer tos a muchos de sus compañeros de a rmas que aún Vivían, disculpándose por ha­ber dado una batal la «con t ropas reclutas y mal aperadas» , olvidando, sin duda, que había oficiado an tes al mismo Cabil­do, que dudaba que el enemigo se a t rev iese a espera r le (15). Sin e spe ra r contestación a e s t e segundo oficio, el general S o ­ler, abandonado por sus so ldados y desobedecido por sus jefes, s e dirigió de incógnito a las inmediaciones de la ciu­dad (14).

El Cabi ldo, noticioso de la presencia de So le r en la ciudad, envió una diputación a su casa , con el objeto de aver iguar si se hal laba en ella el Gobernador de la Provincia, y supo con sorpresa que se había embarcado en un ianchón con dirección a la Colonia, recibiendo poco después una comunicación suya en que hacía dimisión del mando pidiendo pasapo r t e para paí­ses extranjeros . Es t e fué el epitafio político del general S o ­ler, escr i to por él mismo: «Al ausen ta rme de mi patr ia (decía en su renuncia) nada temo más que la nota de frágil; pero comparada con la de ambicioso por mando en que podría in­currir, he elegido la pr imera; porque mi permanencia en la provincia t r ae r ía ta! vez males incalculables que yo deseo se ­parar de mis conciudadanos . . . E s t e paso es el único que me

(13) Oficios de Soler al Cabildo (son dos), de 29 de junio de 1820; el segundo de ellos inserto en la Gaceta núm. 12, de 12 de julio del mismo año. - -Acuerdo de Oibildo, de 89 de junio de 1820, libro 85, del archivo municip-d. M. S.

(14) Relación del general don Hilarión de la Quintana, pág. 61. Según Quintana, no pudo decidirlo a que reasumiese el mando, y fué él quien le proporcionó la embarcación para dirigirse a la Colonia.

Page 360: Historia Belgrano III

556 BARTOLOMÉ MITRE

ha p resen tado la prudencia p a r a no ver repet idos los excesos de hor ror con que se han señaiado las jornadas de cinco me­ses a es ta par te» (15).

La der ro ta de la Cariada de ia Cruz había dejado a ia Pro­vincia de Buenos Aires vencida y desa rmada : la ausencia del gobernador Soler la dejó en completa acefalía. Empero , del ex t remo mal nació el remedio. Las fuerzas conse rvadoras de la sociedad, reaccionaron Vigorosamente bajo el imperio de la necesidad y del pel igro, y hombres y cosas fueron ar ras t ra­dos por la cor r ien te del espíritu público, concurr iendo a! re­sul tado ias acciones más opues t a s , según Va a ve r se .

Al ponerse Soler en campaña, había nombrado Comandan­te militar de ia ciudad ai coronel Dor rego . Es t e jefe, por su animosidad contra los miembros del par t ido directoría! , que Volvían a figurf-r, por sus rec ientes conexiones con Sa r ra t ea , y por su l igereza genial , había sido uno de los p romotores de la nueva invasión de ios federa les , según se explicó ante­r iormente . Sin embargo , nada en su conducta indica que tu­viese ei propós i to de t ra ic ionar la confianza deposi tada en é l . P o r el cont rar io , desde aque! momento, todas sus medi­das tendieron a dar organización regular a ¡as milicias cívi­cas , l evantar el espíritu público y es ta r prevenido pa ra el c a s o de un revés que todos present ían (16).

La noticia del de sa s t r e de la Cañada de la Cruz , llegó a la capital en la madrugada de! 29 de junio. Dor rego lo anunció pocas h o r a s después en una proclama sencilla y Varonil, de­c la rando , que «jamás la provincia había sido invadida con mayor injusticia»; p ro tes tando con t ra el entronizamiento del par t ido de Pueyr redón que se daba por p re t ex to p a r a ello, y l lamando al puebio a ias a r m a s (17).

El Cabildo invitó a su Vez ai pueblo a tomar las a rmas con­t ra los invasores , y al recibir el primer pa r t e de Soler , data­do en el Puen te de Márquez , le contes tó inmediatamente que había resuel to despachar cerca de ios jefes federales una Comisión pacificadora, compuesta de los capi tu lares don Juan Norber to Doiz y don Luis D o r r e g o , del camaris ta doctor Manuel Antonio C a s t r o y el c iudadano don Ambrosio Lezica, con el objeto de evi tar la efusión de sangre . L a s instruccio­nes de que fué munida esta Comisión se reducían: 1.° A pedir una suspensión de hosti l idades. 2.° Q u e los enemigos no pasa-

(1.5) Oficio de Soler al Cabildo, fechado en Buenos Aires el 30 de junio de 1820, en la Gaceta núm. 12, de 19 de julio de 1820.— Acuerdo de Cabildo, de 29 de junio de 1820, lib. 85, del archivo municipal. M. S.

(16) Véase «Bando», de Dorrego, de 26 de JUDÍO de 1820, hoja suelta.

(17) Proclama de Dorrego, de Í9 de junio de 1820, hoja suelta.

Page 361: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 357

ran adelante, bajo la promesa de atender a su subsistencia. 5.° Que se dejara al pueblo de la Provincia en libertad de elegir su representación, nombrándose entre tanto un gober­nador provisorio. 4.° Que se publicase una amnistía gene­ral (18).

Antes de que se conociera el resultado de esta Comisión, el gobernador Soler se ausentaba dei país del modo que ya se ha dicho. El Cabildo, entonces, reasumió interinamente el mando, y nombró comandante de armas al general don Mar­cos Balcarce, en reemplazo de Dorrego (19). Al mismo tiempo, llamó al pueblo por tercera vez a las armas para sostener la negociación iniciada (20). Pocas horas después, expedía otra proclama, anunciando que la Diputación del Cabildo había sido recibida por el gobernador de Santa Fe con manifesta­ciones y seguridades de una paz inalterable, sobre la base de detener sus marchas en Santos Lugares, protestando que, muy lejos de traer la guerra al digno pueblo de Buenos Aires, su ánimo era proteger la libertad de la Provincia, a fin de que procediese cuanto antes, por medio de sus electores, al nom­bramiento de su Gobierno (21).

El 1.° de julio regresó la Comisión capitular, con la contes­tación escrita de López, aceptando la apertura de paz, refi­riéndose a lo que Verbalmente !e había manifestado. Las con­traposiciones del gobernador de Santa Fe se reducían a pedir que se nombrase un gobernador con quien entenderse, con tal que no fuera Soler. En consecuencia, el Cabildo acordó que se citaran inmediatamente a los vecinos por medio de los alcal­des de barrio, a efecto de nombrar tres electores por cuartel, que reunidos nombrasen gobernador (22).

En el mismo día, el Cabildo despachó una nueva Comisión cerca de López, compuesta del regidor don Ventura Zavaleta y el síndico don Luis Dorrego, portadores de un oficio, en que le anunciaba haber reasumido el mando por renuncia de Soler, manifestándole a la Vez que «seguía obrando con actividad de conformidad con sus sentimientos, aun cuando se hallase en circunstancias distintas, y trabajando en calmar una parte

(18) Acuerdo extraordinario del Cabildo, de 30 de junio de 1820, lib. 85 del archivo municipal. M. S. Véase Gaceta de 19 de julio de 1820, en que se registran las instrucciones.

(19) Proclama del Cabildo, de 29 de junio de 1820, y bando de 30 del mismo, de 1820, hojas sueltas.—Acuerdo del Cabildo de 30 de junio, lib. 85 del archivo municipal. M. S.

(20) Proclama del Cabildo, de 30 de junio de 1820, hoja suelta. (21) Acuerdo del Cabildo, de 30 de junio de 1820, lib. 85 del

archivo municipal. M. S. (22) Acuerdo del Cabildo, de 1.° de julio de 1820, lib. 85 del

archivo municipal. M. S.

Page 362: Historia Belgrano III

558 BARTOLOMÉ MITRES

considerable del pueblo que e s t aba conmovido, lo que espe­r aba conseguir» (25).

Las circunstancias distintas a que se refería el Cabiido eran que la si tuación se había hecho ingobernable para él, y que la guer ra iba de nuevo a encenderse Ei coronel Pagóla, que había sa lvado su columna del campo de la der ro ta , según se explicó an tes , al anuncio de que el Cabildo intentaba abrir negociaciones, tomó sobre sí in te rceptar sus comunicaciones con la Comisión pacificadora, y haciendo circular en sus filas la Voz de traición, se puso en marcha hacia la capital , con el ánimo decidido de organizar la resis tencia . E r a Pagóla un hombre de cor tos a lcances, pero de genio terco , que por lo mismo marchaba c iegamente a su objeto dentro del horizonte limitado de sus facultades, a t repe l lando bru ta lmente todas las formas, hac iéndose . respe ta r de sus subordinados y temer de todos , por el imperio de una voluntad sin equilibrio.

Así fué que, desoyendo las insinuaciones del Cabi ldo, se p resen tó en la ciudad el día 30 de junio a la cabeza de una co­lumna de las t r e s a rmas , fuer te de cerca de 600 hombres , cu­b ier tos aún con e! polvo de la de r ro ta . Es ta resolución fué sa lvadora . El espíri tu de la población es taba como paral izado.

El Cabi ldo, halagado con e spe ranzas de paz , nada había hecho en el sentido de organizar la resis tencia . Dor rego se había re t i rado aparen temente de la acción y Balcarce no pudo ni aun siquiera reunir los cuerpos cívicos. Los vencedores avanzaban a marchas forzadas, con el objeto de circunvalar la ciudad y de imponerle un Gobierno de SÜ elección.

En tal situación, ia aparición de Pagóla vino a cambiar sú­bi tamente la escena. A caballo y con ceño adus to , penetró por la cal le de la Victoria (hoy Florida) ai frente de sus sol­dados , bat iendo cajas y sonando t rompetas , en medio del pá­nico general de la población, que apenas se a t revía a asomar­se a las pue r t a s y Ventanas. Así llegó has ta la plaza de la Victoria, donde se hizo proclamar comandante general y ocu­pó en seguida la for ta leza sin resis tencia , mandando cubrir sus ba lua r t e s , encender las mechas de ios cañones y ence­r r a r la cabal lada en los fosos, const i tuyéndose de hecho en dictador militar. A las oraciones del mismo día, hizo bat i r ge­nera la por las calles y expidió un bando t remendo, Mamando al pueblo a las a rmas bajo pena de ¡a vida (24). Nadie acudió al l lamamiento (25).

Ai día s iguiente volvió a repe t i r la convocator ia , previnien-

(23) Acuerdo del Cabildo, de 1.° de julio de 1820, lib. 85 del archivo municipal. M. S.

(24) Proclama, de 30 de junio, hoja suelta (siu fecha). (25) Lamadrid, «Memorias». M. S., autógrafo en el arch. de

don Andrés Lamas.

Page 363: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 359

do que .< cría !a última y decisiva, y que se aplicaría la pena a los desobedientes , «lo uno (decía en su bando), por ser causa Vuestra, y la o t ra , porque mi sangre der ramada y la de tan to ciudadano, así ¡o exigen.»

El comandante de a rmas , don Marcos Balcarce , bajo la in­timación de Pagóla , hizo renuncia de su pues to , por «las t ra ­bas (son sus pa labras ) que s e le presentaban» (2 ') . El Cabi l ­do resolvió nombrar a Dor rego en sustitución de Ba ' ca r ce ; pero amedrentado an te la actitud de Pagóla , llamó a és te a su seno para explorar su Voluntad. Pagóla contes tó q>¡e por su pa r te no oponía dificultad, pero que dudaba que su tropa quisiera reconocer le . En vista de es to , Dor r ego se excusó de aceptar el mando, y ei Cabildo nombró al coronel Pagóla , co­mandante interino de armas (28).

El Cabildo, bajo la presión de Pagóla , y Pagóla , descon­fiando del Cabildo, no podían en tenderse . Llamado como co­mandante de a rmas a tomar pa r t e en las del iberaciones capi­tu lares , se negó a ello, calificando a sus miembros de t ra ido­res . Cuando al fin se pres tó a acudir al re i te rado llamamiento, fué a la cabeza de una turba desordenada , gr i tando descom­pasadamente , que «con dificultad había podido contener a los que le seguían, resuel tos a degollar a los cabi ldantes». Invita­do nuevamente a tomar conocimiento de las proposiciones de paz de los federales , de que fué por tadora la segunda Comi­sión, exigió que una diputación fuese a buscar le a la fortale­za, y se presen tó con una escolta de caballería de veinticinco hombres que, echando pie a t ierra a las puer tas de las C a s a s Consis tor ia les , a t ropel laron su guardia y penetraron hasta la misma sala de ses iones , donde permanecieron formados, coar­tando la l ibertad de ias del iberaciones (29).

En medio de es tas contradicciones, el Cabi ldo procuraba llevar ade lan te el nombramiento de la Junta de e lec tores , que debía nombrar el Gobierno provisorio, de acuerdo con lo con­venido con López. El día 2 se practicó la elección, que recayó en doce ciudadanos notables, que fueron convocados para el día siguiente a fin de llenar su cometido (30). Al mismo tiem-

(26) Bandos de Pasóla, de 1.° de julio de 1820. Hojas sueltas. (27) Acuerdos de C¡bildo, de l.° 'de julio de 1820, lib. 85 del

archivo municipal. M. S. (28) Acuerdo de Cabildo, de 1.° de julio de 1820, lib. 85 del

archivo municipal. M. S. (29) «Exposición del Cabildo», de l l de julio de 1820, hoja

suelta de la Imp. de Expósitos. (SO) He aquí la nómina de los electos: señores Juan Pedro

Aguirre, Francisco Antonio Escalada, Ambrosio Lezica, Esteban Romero, Juan Alagón, Francisco del Sar, Nicolás Anchorena, Ma­nuel Obligado, Félix Castro, Francisco Delgado, Juan Norberto

Page 364: Historia Belgrano III

560 BARTOLOMÉ MITRE

po, ias t ropas federales , a la rmadas por las medidas de Pago-la, avanzaban sobre la ciudad, con intento de ocupar en los suburbios la posición de los cor ra les de Miserere . Noticioso de es to el Cabildo, se ap resuró a notificar a López que con­sideraría tal acto como un quebrantamiento de lo convenido (que era no avanzar de S a n t o s Lugares) , y que de realizarlo, le hacía responsable de sus consecuencias bajo la más ser ia y formal protes ta (31).

Al día siguiente (5 de julio) reunióse la Junta electoral en ia Sala Capi tular con el objeto de nombrar gobernador , «para p re se rva r al pueblo de la anarquía en que podía ser envuel­to», según las pa l ab ras del ac ta . S a b e d o r Pagóla de lo que se t r a t aba , se t ras ladó inmediatamente al Cabildo, y, con tono i racundo, manifestó que se oponía a la elección de Goberna­dor. P a r a salvar , ai menos en la forma, el decoro de la corpo­ración, se levantó un acta , que firmó el mismo Pagóla , y en la cual se hizo cons tar que el comandante general de a rmas «no garant ía la l ibertad de las del iberaciones de la Jun ta electo­ral», no obs tan te p r e s t a r s e a ello el Cabildo, haciéndolo res­ponsable de las consecuencias . Incontinenti, la Jun ta electoral formuló una pro tes ta , declarando que no teniendo «libertad ni seguridad, suspendía por el momento el ejercicio de sus funciones a fin de evi tar mayores males» (32).

T r a b a d a así la lucha en t re el Cabildo y el comandante ge­neral de a rmas , Pagóla tenía, na tura lmente , que caer . Ence­r r ado és te en la For ta leza , sin contac to con la opinión, sin cabeza para organizar una resistencia militar y sin vistas po­líticas pa ra buscar una soiución, el pueblo llegó a considerar­lo como un insensato insolente,- y las mismas fuerzas que ¡o obedecían por temor, empezaron a desmoral izarse . Aprove­chándose de es tas disposiciones, el Cabi ldo, de acuerdo con Dor rego , enarboló en su to r r e la bandera de a larma y de con­flicto, des t i tuyendo a Pagóla y nombrando a Dor r ego coman­dante militar de ia plaza, y convocó al pueblo a reuni rse en torno de su autoridad.

Lamadrid, l legado pocos días antes a Buenos Aires , y que había sido nombrado por Pagóla jefe de un cuerpo de Volun­tar ios de cabal ler ía , fué llamado por el Cabildo pa ra ponerse

Dolz, Manuel Antonio Castro.— Acuerdo de Cabildo, de 2 de julio de 1820. lib. 85 del archivo municipal. M. S.

(31) Acuerdo de Cabildo, de 2 de julio de 1820, lib. 85 del ar­chivo municipal. M. S.

(32) Acta de la Junta electoral, de 3 de julio de 1820, hoja suelta. Imp. de los Expósitos. - «Exposición del Cabildo», de ! 1 de julio de 1820, hoja suelta. Imp. de los Expósitos.—Desde el 2 al 3 de julio faltan las actas de los acuerdos de Cabildo en el libro ori­ginal, notándose algunas hojas en blanco para llenarlas.

Page 365: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 36 i

al frente dei ejército del Municipio. D o r r e g o . dueño ya de los cuerpos cívicos acuar te lados , y con inteligencias en t r e ios je­fes y oficiales e n c e l a d o s en ia For t a l eza , apoyó esta r eso­lución del Cabi ldo. Ai mismo t iempo, acudían a la plaza el general don Mart ín Rodríguez y el comandante don Juan Ma­nuel Rosas , al f rente de algunas milicias de la campaña, y se ponían de acuerdo con Dor rego y Lamadrid. El pueblo, que hasta entonces se había manifestado indiferente o remiso para tomar ias a rmas , a pe sa r de les bandos amenazadores de Pagóla , acudió en íropei a la plaza. Bajo la dirección in­teligente de Dor rego , que se eclipsaba apa ren temen te ante ía personal idad de Lamadrid, fueron ocupadas !as posiciones militares que dominaban ia For ta leza , y pocas horas después , Pagóla, abandonado por su t ropa , res ignaba el mando con tanta sombría frialdad, como ardor había mos t rado en ios cuatro días de su dictadura p a r a sos tener su precar ia autor i ­dad. Al día siguiente (4 de julio), Dor rego e ra nombrado por la Junta e lectora l , Gobe rnador interino de la ciudad, has ta tanto que, en consorcio de legítimos e lec tores de los par t i ­dos de campaña, se procediese al nombramiento del Gober-dor permanente (35). Ya era t iempo de que la ciudad tomara una actitud decidida, y de que un plan político presidiera a su resistencia. Las t ropas federales la circulaban, y nuevos he­chos que complicaban la situación surgían en la campaña.

La victoria de ¡a Cañada de la Cruz , dio al ejército federal ei dominio de toda la campaña Nor te de Buenos Aires , desde el Arroyo del Medio hasta el Río de las Conchas . López, con sus santafecinos y los chilenos, estableció su Cuar te l genera! en ei Puen te de Márquez ei día 29 de junio. Alvear , siguien­do la tradición de Soler , eligió la Villa de Lujan por cen t ro de BUS maniobras . Allí, sob re ¡a base del batal lón de Cazadores , rendido, y de su legión de proscr ip tos , alcanzó a reunir una división como de 800 hombres de infantería y cabal ler ía por-íefta, a l legando algunos escuadrones de las milicias circunve­cinas. De es te modo, el ejército federa! ¡legó a contar más de 2.000 nombres de las t res a rmas en sus filas.

Alvear, gobernado como siempre por su imaginación y por su ambición personal , creía más en la eficacia de ía intriga que en la lógica de los sucesos , y no tenía más objetivo que el poder. E ra el mismo hombre de! año 15 y de! año 15, a quien la proscripción y la experiencia nada habían enseñado. S u s tres en t radas a Buenos Aires en el curso de! año 20, que que­dan ya re la tadas , habían mostrado que, con toda su audacia

( 3 3 ) Proclama del Cabildo, de 3 de julio de 1820, hoja suelta. Imprenta de ios Expósitos- — Oficio de la Junta a Dorrego, de 4¡ de julio da 1820, hoja suelta. Imp. de los Expósitos.—«Memorias» autógrafas, de Lamadrid. M. S.

Page 366: Historia Belgrano III

56S BARTOLOMÉ MITSE

y todo su ta len to , el hombre político n o excedía la medida de un héroe t ea t ra l . La cuar ta en t rada , bajo los auspicios de la Victoria y en unión con los montoneros , pudo colocarle al me­nos a la a l tura de Coriolano sobre los muros de Roma. Pe ro impaciente y sin alcance político, no dio tiempo a que la vic­toria madurase sus frutos, y a que los sucesos llamaran a ocupar el lugar que ellos le des ignaren. Cualquiera o t ro hom­b r e de mediano juicio y con un poco de previsión, habría com­prendido que duda la disolución en que quedó la Provincia de Buenos Aires , después de la de r ro ta de la Cariada de la Cruz, el orden natural de los sucesos prometía mucho más que los medios artificiales Herida de pánico la población, acéfala la Provincia, sin ejército pa ra resist ir ; en t regada ia capital a la insolencia de un dictador militar de hecho, acaudillando una t ropa amotinada contra sus autor idades civiles; iniciadas las negociaciones de paz por el mismo Cabildo de Buenos Aires , sob re la b a s e de procederse a nuevo nombramiento de Go­bernador ; recusados los e lec tores de la ciudad y campaña , sin excluir la posibilidad de que el mismo Alvear fuese el electo, pudo llegar un momento en que é s t e hubiese sido el hombre de la situación por medio de una t ransacción.

Alvear , con su genial imprudencia y su ambición sin escrú­pulos , dio a los sucesos o t ro giro. Como el plan político de los invasores, se reducía a imponer a Alvear cerno Goberna­dor, a fin de que és te , a s u vez, auxiliara a C a r r e r a con to­dos los recursos de Buenos Aires , pa ra llevar la guer ra a Chi­le contra San Mart ín y O'Higgins, los in te reses de es tos dos hombres eran homogéneos , y sus cabezas como políticos es­taban a un mismo nivel. En consecuencia, después dei triunfo de la Cañada de la Cruz , ambos no se ocuparon de o t ra cosa, sino de rea l izar su p rograma por el camino más cor to . Al efecto, aconsejaron a López que c o n v i ca ra una Jun ta rural de Repre sen t an t e s por la campaña sujeta a sus a rmas , a fin de que ella procediese a la elección de un Gobernador de la Provincia que fuese su emanación. López dio su autorización a Alvear para proceder en tal sentido, y é s t e despachó parti­das a los pueblos más inmediatos, ordenando a sus Alcaldes pedáneos que, en el término de Veinticuatro ho ras , le enviasen u n diputado, o e n su defecto un Vecino cualquiera designado por ellos, ni más ni menos que si pidiera r e se s de auxilio para comer

Los diputados de la Jun ta electoral así convocados y elec­tos , reunidos a o t ros que se a t r ibuyeron a sí mismos al man­da to , s e ins ta laron en la Villa de Lujan el día 1.° de julio, bajo los auspicios del ejército federal y de la protección de López (según lo declararon en el Acta de instalación) t res días después de la ba ta l la . Componíanla nueve diputados en representac ión de ios distr i tos del Pergamino, Arrecifes , Ba-

Page 367: Historia Belgrano III

HISTORIA DB BELGRANO S65

radero , San Antonio de Areco, Exaltación de la Cruz , Villa de Lujan, Sa l to , Fort ín de Areco y San Nicolás de los Ar ro ­yos , y se reunieron en el Cabi ldo de la mencionada Villa, nombrando por su Pres iden te a don J o s é L no Echevarr ía , y por Sec re t a r io a don Caye t ano Escola (54). En el mismo día, y acto continuo, procedieron a nombrar Gobernador a don Car los Alvear , levantándole ia proscripción y declarándolo sa lvador de la patr ia (55).

Los pr imeros comisionados de paz del Cabildo, después de conferenciar con López y r ecaba r de él las contraposiciones de que ya se ha dado noticia, se encontraron con Alvear en el Puen te de Márquez . El nuevo Gobernador de la campaña se acercó a ellos con insolencia, y en presencia de C a r r e r a les dijo: «Una Vez me han depues to us tedes del Gobierno; pero no volverán á hacer lo o t ra vez, porque si lo in tentaren, colga­ré de la horca á la mitad de Buenos Aires» (56). Los comisio-

(34) He aquí la nómina de los diputados de esta Junta: Por San Nicolás de los Arroyos, don Juan de Dios Carranza.—Por el Pergamino, don José Lino Echevarría.—Por Arrecifes, don Carlos Villar.—Por el Baradero, don Alejo Matoso.—Por San Antonio de Areco, don Mariano Martínez.—Por la Exaltación de la Crue, don Gaspar Chacón.—Por la Villa de Lujan, don Cayetano Esco­la.—Por la Guardia del Salto, don Antonio Villalba.—Por el For­tín de Areco, don Juan Isidro Castro.— A éstos se agregaron pos­terior y sucesivamente los diputados por el Fortín de Navarro, Guardia de Lujan Pilar, San Isidro, Punta de San Femando, Conchas y San Pedro.—Sobre el modo cómo estos diputados fue­ron elegidos, se encuentran curiosos pormenores en la «Apelación al tribunal de la opinión pública», folleto por don Pedro Feliciano Cavia, testigo presencial; y un papel suelto de la época, firmado por don Smtiago Rivadavia (nombrando a la fuerza representante de Morón), cuyo título es: «Exposición que. con motivo de haber leído la nota última de los supuestos diputados de la Campaña á el Excmo. Cabildo hace un testigo presencial de los horrores co­metidos por las tropas montoneras que han invadido la Provincia.» Véase además: «Carta de un ciudadano de Buenos Bires, á los ciudadanos forzados por Alvear para componer un Congreso que lo aclame gobernador», pliego suelto. Imprenta de la Independen­cia, 3 pp. fol.

(35) Oficio de los Representantes de Campaña al Cabildo de Buenos Aires y actas de los mismos, fechado en Lujan, el 1.° ds julio de 1820, pub. en la Gaceta núm. 5, de 5 de julio de 1820.

(36) Yates, en su «Brief Relation>, pág. 404 en el «Journal of a Residenco in Chile», de María Graham, es quien relata el hecho como testigo presencial y amigo do Carrera, poniendo en boca de Alvear estas palabras, que repite Vicuña Mackenua en su «Ostra­cismo de los Carreras», pág. 278.—He aquí el texto inglés: «Alvear

Page 368: Historia Belgrano III

564 BARTOLOMÉ MITRE

nados—que en el domingo de Pascua de Resurrección, de 1815, habían Visto amanecer el cadáver de Ubeda ahorcado duran te la noche, de orden persona! de Alvear , por e! solo hecho de haber murmurado de él en el café—se dieron por notificados, y r eg resa ron en el mismo día a la ciudad, po r t ado res de es tas a la rmantes nuevas .

La si tuación, sin a l t e r a r s e en el fondo, cambió de aspec to . En real idad, ias e spe ranzas de paz con que s e ha lagaba el Cabi ldo, eran i lusorias. López, a! conceder una suspensión de a rmas , ai solo efecto de que el Municipio de la capital nom­b ra se un Gobierno con quien t ra ta r , bajo la presión de un ejército Vencedor acampado a cua t ro leguas de ia ciudad, se r e se rvaba ei derecho de acep ta r o rechazar al que fuere o no de su agrado , impidiendo mientras tanto que la población se a rmase . En tal camino, el Cabi ldo, a menos de es ta r dispues­to a llegar a las úitimas concesiones (como pa rece indudable que lo es tuvo) , no podía e spe ra r racionalmente que los ene­migos le concediesen la Victoria juntamente con la paz, cuan­do de an temano se desarmaba , y la población s e hallaba bajo el pánico de ia der ro ta y la amenaza de sus soldados amoti­nados en su seno. Así, la acti tud respect iva de Alvear y Pa ­góla, tuvo de bueno que Vino a definir ne tamente la si tuación. La de Pagóla , aunque turbulenta y bruta l , comprometió al pueblo en la resis tencia a todo t rance , cuya bandera no se había a t revido a enarbolar el Cabi ldo. La de Alvear compro­metía desde luego a López a sos tener lo que en definitiva buscaba como resu l tado de su triunfo, y que esperaba obte­ner por medio de una negociación. Los sucesos eran más po­derosos que los hombres .

No obs tan te es to , ei Cabildo despachó en la mañana del mi smo día (1.° de julio) ia segunda Comisión pacificadora, de que s e ha dado ya noticia, con el objeto de significar a López, que aun cuando las circunstancias eran distintas, las negocia­ciones continuaban. Es ta Comisión no encontró a López en San tos Lugares (adonde había t r a s l adado su Cuar te l genera!) y regresó el 2, a las cua t ro de la ta rde , noticiando habe r se en­cont rado allí con C a r r e r a , quien !e había dicho en tono sar-cástico al s abe r que ia ciudad pensaba defenderse: «Buenos Ai res no ha oído todavía a mis muchachos tocar ei clarín de saqueo» (37). Desde aquel momento, nadie pensó , por una y

said to deputies: You once dimissed me from yonr govemmeni but you shall not do so again. Ifever an attempt be made against •me, 1 shall hang on the gibbet one half of Buenos Aires.»

(37) Boletín núm. 2, de 7 de julio do 5820. Como en lo suce­sivo nos hemos de referir a este documento, advertiremos que el Boletín citado fué fundado por Dorrego, y corresponde a su man­do miliiar. Consta de 38 número»; empieza el 6 de julio y acaba

Page 369: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 565

otra pa r t e , sino en aperc ib i rse a la pelea . Al día siguiente (5 de julio), el ejército federal c i rcundaba la ciudad de Bue­nos Aires en son de guer ra , y amenazaba ocupar los subur­bios. En el mismo día era depues to Pagóla por el Cabi ldo; y el 4, la j u n t a electoral nombraba a Dor rego Gobernador de Buenos Aires , del modo que queda explicado.

Dor rego fué el hombre de las circunstancias . Alma gene­rosa, animada de una chispa del fuego sagrado en medio de sus geniales ext ravíos ; soldado Valeroso y militar intel igente, aunque genera l mediocre; t r ibuno popular y caudillo popula­chero; escr i tor , o rador y político ardiente , aunque sin eleva­ción ni brillo; dotado de esa energía y de esa flexibilidad na­tiva que sabía emplear a l te rna t ivamente con suma felicidad, Dor rego tenía algo de la fisonomía de los genera les i lus t res de ¡as ant iguas repúbl icas gr iegas , con quienes fué compara­do en aquella época, cuando se le apellidó el Joven Temisto-des, por haber sa lvado a la Atenas del P la ta de ios bárba­ros. Po r los mismos medios y con iguales t í tulos que el los, hubo de l evan ta r se t rans i tor iamente a la a l tura dei grande hombre , aun cuando después c a y e s e en la Vulgaridad por falta de equilibrio moral , rehabi l i tándose al fin ante ia histo­ria por su trágica muer te .

Bajo la hábil y activa dirección de Dor rego , e! Municipio cambió de aspec to . El espíritu público se reanimó. Los cívi­cos corr ieron con entusiasmo a ocupar sus pues tos de com­ba te . Los vecinos subieron a rmados a las azo teas . La t ropa de línea se moralizó. El Cabildo entró de lleno en una políti­ca de resis tencia , rompiendo toda negociación. A ias veinti­cuatro ho ras , Buenos Aires contaba con cerca de seis mil de ­fensores den t ro de su recinto (58).

La línea de defensa de la ciudad se estableció desde Mont­ser ra t has ta la plaza del P a r q u e por el Oes t e , ligada por ei Norte con la posición del Ret i ro y manteniendo expedi tas sus comunicaciones por el S u r con la campaña. En la plaza de Montse r ra t se si tuó el primer tercio cívico; en la de Lorea el segundo, y en el P a r q u e el t e rce ro , es tableciéndose can tones intermedios. En el Ret i ro se acuar te ló la t ropa de línea. La caballería , bajo la inmediata dirección de Dor rego , recorr ía Sos suburbios . Don Mart ín Rodríguez, con el coronel Lamadrid y el comandante don Juan Manuel Rosas , se ponían en cam­paña con el objeto de sublevar todo el Sur de la provincia,

ei 23 de noviembre de 1820. Hay otra publicación histórica del mismo género, que empezó el mismo año bnjo ei título de Boletín del Ejército, que consta de 17 números y llega hasta 1821.

(38) «Diez mil hombres», decía la Gaceta núm. 12, del 19 de julio de 1820.

Page 370: Historia Belgrano III

366 BARTOLOMÉ MITRE

estableciendo su campo Volante en el Monte Chingólo, a seis leguas de la ciudad.

E! día 5, la ciudad e ra invencible. Cuando poco después se p resen tó el enemigo que había contado dominarla sin disparar un t iro, sus p r imeras guerr i l las fueron rechazadas a balazos, dejando en poder de los de la piaza algunos muer tos y prisio­neros (59). Dor r ego expidió, con tai motivo, su pr imer Boletín. «Los pa t r io tas (decía en él), decididos a conse rva r su digni­dad, defender sus for tunas y a segura r sus pe r sonas y ¡as de sus mujeres é hijas; que injustamente son a tacados por esa gavilla de vándalos y ases inos , que roban y talan el suelo que pisan, asesinan hombres desarmados , Violan mujeres y no de­jan con vida ni aun a los niños inocentes , como lo han ejecuta­do en la Vilia de Lujan; esos pa t r io tas han empezado hoy á escarmenta r a los infames t ra idores de tan tos cr ímenes . El entusiasmo co r r e como un fuego eléctr ico, y muy pronto Verá esa gavilla de bandidos cuánto le cues ta su a t revida y teme­rar ia empresa de envolver en sangre un país inocente por la ambición de querer lo mandar con Alvear .» (40)

Aivear , mientras tan to , persis t ía en su empeño de impo­nerse como gobernador , asumiendo la act i tud de p ro tec to r y revindicador de los derechos políticos de los habi tan tes de la campaña. La teoría que él sostenía e ra , que así como la ciu­dad se había a r rogado la facultad de nombrar por sí soia go­be rnadores de la provincia, la campaña , como p a r t e integran­te ile ella, tenía, por !o menos, igual derecho pa ra influir en sus dest inos, como ¡o había hecho. Así empezaba la lucha so­cial y política en t re la ciudad y la campaña (41). El Cabildo, sin p rovocar una discusión de principios, contes tó a la nota de la Jun t a Electora! , de campaña en que se ie comunicó el nombramiento singular de la Villa de Lujan: «Es absolutamen­te inverificable la admisión de don Car los Alvear para gober­nador, por resist ir lo, no una facción ni un par t ido de Soler ú o t r a s pe rsonas , sino todo el pueblo que se ha a larmado y pues to sobre ias a rmas con el mayor entusiasmo por el odio que en dist intas épocas ha manifestado cont ra su persona, es tando por lo mismo resuel to á todo sacrificio an tes que re­conocer lo por su jefe.» (42)

La Junta de los l lamados r ep re sen tan te s de campaña, que en e! intervalo se había t ras ladado a San tos Lugares , siguien-

(39) Boletín núm. de 6 de julio de 1820, firmado por Do­rrego. Imp. de los Expósitos, hoja suelta, in fol.

(40) Boletín núm. ya citado. (4-1) La ciudad tenía entonces como 60.000 almas, y la campa­

ña de 45 a 50.000. (42) Acuerdo del Cabildo, de í de julio de 1820, lib. 85 del ar­

chivo municipal. M. S. Véase Gaceta núm. 10, de 1820, pág. 43.

Page 371: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 367

do los pasos de Alvear «como la comitiva de su servidumbre», según la expresión de un historiador, reciamó de la resolu­ción del Cabi ldo de Buenos Aires , haciendo con tal motivo, en esti lo hinchado, la apología de sü héroe , a quien llamaba «hijo primogénito de Mar te» ; y propuso , por último, por Vía de conciliación, que s e reuniera un Congreso de diputados de la ciudad y campaña , a fin de nombrar un gobernador propie­tario, permaneciendo mientras tanto el ejército federal sitian­do la capital» (45).

Alvear , a su uez, s e dirigía al Cabi ldo p ro tes tando en el mis­mo sent ido. «Buenos Aires , en las últ imas convulsiones (ie decía), ha hecho sus variaciones en la administración sin con­tar con nues t ra campaña. Es ta ha querido hoy que aquel ten­ga una p a r t e muy principal, como in tegrante de la provincia. V. E. se empeña en que la población de la ciudad (único dis­trito de su jurisdicción) nombre su gobernador interino, y los represen tan tes de la campaña que lo han nombrado ya, es­tán comprometidos a sos tener el suyo. ¿Qué autor idad t iene V. E . pa ra negar su consentimiento a es te acto legítimo? ¿Qué privilegio logra el puebio de Buenos Aires que no.disfrutan los demás?» (44)

La contestación a es tas argucias fué dada por Dor r ego en un oficio dirigido a López, p ro tes tando contra los ases ina tos y depredaciones de las fuerzas s i t iadoras , en que denunciaba las hosti l idades corno violatorias de les t r a tados dei Pi lar , y negaba al gobernador de San ta F e el derecho de er igirse en juez del pueblo y en pro tec tor de las aspiraciones de Alvear , asegurándole que és te no mandaría en Buenos Aires mient ras existiera en él un solo hab i tan te que conociera su dignidad y sus derechos . Terminaba conjurándole, y aun rogándole , que desis t iese de su injusta hostilidad y pusiera coto a los desórdenes , pues de no hacer lo re t i rándose inmediatamente con sus t r opas del terr i tor io de la provincia, él lo compelería a hacerlo (45). El Cabildo apoyó es ta enérgica actitud, expi­diendo una proclama en que denunciaba las violencias cometi­das por las t ropas federa les en la campaña y en las inmedia­ciones de la ciudad (4b).

(43) Oficio de la Repr. de la Campaña al Cabildo, de 5 de julio de 1820, opúsculo, in fol. Imp. de los Expósitos.

(44) Olicio de Alvear al Cabildo, de 6 de julio de 1820. Opúscu­lo citado en la nota anterior.

(45) Oficio del gobernador Dorrego al de Santa Fe, de 6 de ju ­lio de 1820, hoja suelta, en fol. Imp. de Expósitos.

(46) Acuerdo del Cnhildo, de 6 de julio de 1820, en el lib. 85 del archivo municipal. M. S.—Procl-ima del mismo, publicada en hoja suelta, en fol. Imp. de Expósitos.

Page 372: Historia Belgrano III

568 BARTOLOMÉ MITRE

El enemigo que circunvalaba la ciudad tenía establecida su línea de! modo siguiente: En San tos Lugares se había situado López con sus santafecinos, formando ¡a extrema izquierda, y dominando ios pueblos de ¡a costa has ta el a r r o y o de Mal-donado. En Morón se habían reconceíitrBdo las divisiones de Alvear y C a r r e r a , con el batal lón de cazadores rendido en Lujan, acuar te lado en el pueblo. Las vanguard ias de ambas fuerzas ocupaban los pues tos de San Jo> é de F lores y la Cha­car i ta de los Colegia les , a dos leguas de ia ciudad, y sus avanzadas se extendían desde la Recoleta hasta la a l tura de Montse r ra t , sin a t r e v e r s e a prolongarse sobre su derecha por temor de las fuerzas de ¡a ciudad, que a la par de ellas batían la campaña . En tal s i tuación, apenas un cua r to de círculo de ia plaza, se hallaba embest ido, mientras los s i t iadores , con un ejército super ior al frente, no podían compromete r se en ope­rac iones parc ia les sin descubr i r su derecha y en t regar su re­taguardia . Complicaba es ta precar ia si tuación, la circunstan­cia de que Dor rego , a! frente de una gruesa columna de caba­llería de ¡a plaza, recorr ía el exter ior de su línea, manteniendo f rancas por la izquierda las comunicaciones con ias fuerzas que en la campaña operaban bajo las ó rdenes de Mart ín Ro­dríguez, Lamadrid y Rosas . En ta les condiciones el sit io, era insostenible.

No obs tan te e s t a s Ventajas, Dor rego ob raba con prudencia manteniéndose a la estr icta defensiva, mientras el enemigo hacía o t ro tanto . Dorrego meditaba dar les un golpe mortal , y en tal sent ido tomaba sus medidas. Noticioso por los pasados que diar iamente se p resen taban a la plaza, de la posición que ocupaban las fuerzas de Morón, y, sobre todo, del desconten­to que re inaba en el batal lón de cazadores , concibió el aí<e-vido p royec to de r e sca t a r es te cuerpo , única base de infan­tería con que contaban los s i t iadores , y nervio del poder mi­litar de Alvear .

Los s i t iadores , comprendiendo lo peligroso de su posición avanzada sob re la plaza, s e re t i raron de los suburb ios en la noche de! 6 y se reconcent ra ron en Morón y San tos Lugares. L a s avanzadas de la plaza a lcanzaron has ta San Jo sé de Flo­r e s el día 7, mientras que las milicias del Sur de la campaña se aglomeraban en el Monte Chingólo a fin de combinar ope­raciones . E! día 8, a las das de la tarde , el gobernador Dorre­go, en persona , salió de la plaza al frente de otra fuer te co­lumna de cabai ler ía , anunciando que iba a hacer una opera­ción decisiva. Al mismo tiempo, el t e rce r tercio cívico avan­zaba su posición para pro teger es te movimiento, apoyándolo en r e se rva el pr imero y segundo tercio. A las nueve de la no­che del mismo día, regresó Dor rego sin híiber conseguido su objeto, que era pro teger ¡a pasada del batal lón de cazado-

Page 373: Historia Belgrano III

HISTORIA DH BELGRANO 569

res (47). T r e s ho ras después , sin embargo, el batal lón ent ra­ba en triunfo a ¡a ciudad. Va a verse cómo.

Mientras Dor rego se movia en dirección a Morón, Afvear y Car re ra se movían sobre el Monte Chingólo en busca de don Martín Rodríguez, dejando el batallón de cazadores en aquel punto. Las avanzadas de Rodríguez, a cargo de don Juan Ma­nuel Rosas , dieron aviso de es te movimiento, y. en conse­cuencia, en las. pr imeras horas de la noche del 8, resolvió aquél abandonar la posición de Monte Chingólo, di jando sus fogones encendidos a fin de bur lar al enemigo. En seguida púsose en marcha con dirección a la ciudad, y a las diez de la noche se hal laba ai Nor te del Puen te de B a r r a c a s al fren­te de una columna de cabal ler ía como de 800 hombres , en circunstancias que Dor rego regresaba de su malograda ex­pedición. Pues tos en comunicación Dorrego y Rodríguez, se dispuso que Lamadrid, a la cabeza de 300 hombres, prote­gido por el Cue rpo de caballería de quinteros al mando del coronel Sáenz , avanzara hasta Morón por en t re las quintas, a fin de real izar la operación pos te rgada . A las doce de la no­che, Lamadrid se ponía en marcha, y al amanecer del día 9, estaba sobre Morón, donde sorprendió un des tacamento de caballería, que custodiaba una cabal lada. El batallón de ca­zadores, encabezados por sus jefes y oficiales, se pronunció inmediatamente por Buenos Aires , y a las doce de la noche del mismo día en t raba a la ciudad en t re ví tores y sa lvas de artillería, haciéndole los honores las t ropas de la guarnición formadas en c a r r e r a desde los suburbios has ta la plaza de la Victoria (48).

Este golpe decidía de la campaña . T r e s días después (el 12

(47) Boletín núms. 3 y 4, de 8 de julio de 1820. (48) Boletín núm. 4, de 9 de julio de 1820, firmado por Dorre­

go.—Lamadrid, «Observaciones», pá=rs. 2 ' 4 a 218. — Memorias autógrafas del mismo, ya citadas. M. S.—El General Lamadrid, en sus Memorias, se atribuye casi exclusivamente el mérito de esta feliz operación, de que sin duda fué el héroe, aun cuando su con­cepción y preparación corresponde a Dorrego, como implícitamen­te lo reconoce él mismo. En ell-is d e s m i e n t e formalmente el Bole­tín núm. 4 de Dorrego, contradiciéndose a veces en s u narración. Lamadrid, que escribía de memoria, pretende en sus Memorias i m p r e s a s , que rectificó el Boletín i n m e d i a t a m e n t e , on u n comuni­cado que se publicó en el periódico del P. Castañeda, Doña María Retazos. Debió decir en el Desengañador Gauchí Político núme­ro 7, p á g . 215, donde se registra una reiaciÓD sobre el ataque a San Nicolás de los Arroyos, publicada cerca de dos meses después, en cuya introducción, se hacen en electo, algunas rectificaciones al Boletín núm 4, que coinciden con la versión de sus Memorias, aunque en parte también se contradigan con ellas.

24

Page 374: Historia Belgrano III

570 B A R T O L O M É M I T R E

de julio), el ejército federal se ponía en re t i rada con dirección al Ar royo del Medio. Hacía quince días que había tenido lugar la es t ruendosa der ro ta de la Cañada de la Cruz , y e! cerco de la ciudad había durado una semana. Al cumplirse los quin­ce días , Buenos Aires es taba tr iunfante, sin perder un hom­b r e y casi sin d isparar un t iro. E s la gue r ra más feliz y más incruenta en los ana les de las luchas civiles de la República Argent ina , y su laurel cívico cor responde al gobernador Do­r rego que la dirigió, con tan ta decisión como habilidad y prudencia

Al día siguiente, (13 de julio) el gobernador , de acuerdo con el Cabi ldo, despachaba una Comisión compuesta de los doc­to res C a s t r o y Cass io , con el objeto de hacer proposiciones pacíficas al gobernador López, sobre es tas bases : 1." Des­ocupación del te r r i tor io de la provincia por el ejército fede­ral , y ent rega de pr is ioneros, art i l lería y a rmas tomadas por él en la Cañada de la Cruz . 2.° Reunión de un Congreso de las Provincias , en el punto que ellas des ignaran. 3.° Compro­miso por p a r t e de López de sepa ra r su causa de la de Alvear. El Boletín, al dar noticia de es tas proposic iones , declaraba que, de no ser acep tadas , el las le ser ían impuestas al enemigo en su propio ter r i tor io (49).

López, en re t i rada , contes tó que había manifestado con franqueza sus sent imientos a sus diputados, manifestando que es taba dispuesto a toda c lase de sacrificios por el bien de la nación, sin faltar a sus deberes y sin abandonar a los pueblos que habían solicitado su auxilio (50) Es t e lenguaje equívoco mos t raba , que el gobernador de San ta F e se inclinaba a la paz con Buenos Aires y que no es taba dis tante de sepa ra r su causa de la de Alvear , por quien se consideraba engañado y cuya impopularidad había palpado (51) P e r o Alvear y Carre­ra , no es taban dispues tos a desist ir de su empresa , y resol-Vieron mantenerse a todo t r ance en el ter r i tor io de Buenos Aires , conservando el pr imero el titulo de gobernador que se había hecho conferir por la Jun ta campesina, que le seguía mezclada con su comitiva. Pues tos ambos de acuerdo , Carre­ra s e s e p a r ó de López en la Villa de Lujan, en dirección ha­cia el Es te , haciendo un falso amago sobre la ciudad; y des­pués de cometer algunos desórdenes en los pueblos inmedia­tos de San Fe rnando y San Isidro, a t r avesó el Río de las Conchas , tomando por último e l ' camino de la cos ta con di­rección a San Nicolás de los Ar royos . En su t ráns i to arreba-

(49) Boletín núm. 9, de 14 de julio de 1820, firmado por Do­rrego.

(50) Boletín núm. 10, de 15 de julio de 1820, firmado por Do­rrego.

(51) Véase Iriondo, «Apuntes», pág. 46.

Page 375: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 571

íó las caballadas, e incorporó por la fuerza a sus filas a los hombres que encontraba, asolándolo todo (52). La reaparición de Carrera a las inmediaciones, produjo gran alarma en la ciudad, creyóse por un momento en Buenos Aires, que el ejército federal Volvía a restabiecer el sitio. El ejército del Municipio invencible en sus trincheras, no se hallaba aún ha­bilitado para tomar la ofensiva, y corrió de nuevo a ocupar sus puestos de defensa, previniéndose que la señal de alarma serían tres cañonazos disparados en la Fortaleza (55). De este modo, los Carrerinos, según las palabras de un historia­dor, se retiraban de los suburbios de Buenos Aires como los soldados de Aníbal de los muros de Roma después de Traxi-meno, arrojando piedras de Vilipendio por encima de sus trincheras.

El 28 de julio reuniéronse Alvear y Carrera en San Nicolás de los Arroyos. El gobernador López, con sus santafecinos, repasó al Norte del Arroyo del Medio, y estableció su cam­pamento en el Arroyo de Pavón, licenciando sus milicias. Al­vear, estableció en San Nicolás la sede de su nominal Go­bierno, hizo fortificar la plaza, guarneciéndola con los restos de su división, y los chilenos se acamparon a sus alrededores, a lo largo de la costa de! Paraná, entre la población y el Arro­yo del Medio. En seguida ambos caudillos se entregaron a una ciega confianza, esperanzados en que muy pronto Volve­rían a abrir una campaña contra Buenos Aires, en unión con López y Ramírez; y uno en pos de otro, pasaron al campa­mento de López con el objeto de comunicarle sus planes.

Levantado el sitio de Buenos Aires, el Cabildo recibió una extensa nota sin fecha dé los representantes de la Villa de Lujan, especie de manifiesto, en que se formulaban nuevas proposiciones de arreglo, sobre la base de la representación de los pueblos de campaña, sin tomar en cuenta su población. La contestación del Cabildo fué que, «mientras el ejército fe­deral no desocupase la Provincia y la dejase en plena libertad para elegir su representación y Gobierno, el Cabildo no po­día entrar en tratados, ni reconocer autoridad que no emana­se de este origen, reservándose su libre y soberana acción en ei arreglo de sus negocios» (54).

A! mismo tiempo de hacer esta intimación, el Cabildo se di­rigió a las provincias argentinas, con una manifestación de su política, sobre la base de los tratados del Pilar, invitándolas, en consecuencia, por medio de los Cabildos al nombramiento

(52) Vicuña Mackenna, «Ostracismo de los Carreras», pág. 292. (53) Boletín núm. 12, de 17 de julio de 1820, firmado por Do­

rrego. (54) Contestación del Cabildo, de 19 de julio da 1820, a la nota

de la Junta de Campaña (sin fecha), ya citada.

Page 376: Historia Belgrano III

572 BARTOLOMÉ M1TKB

de r ep re sen t an t e s , a fin de que, reunidas todas en Congreso, t r a t a sen de fijar !a sue r t e de! país, res tableciendo e! orden y res t i tuyendo a la nación el honor y la respetabi l idad que los últimos acontecimientos habían des lus t rado (55).

E s digno de no ta r se que, s imul táneamente con es tos suce­sos , Ramírez proclamaba sus t ropas en el En t re Ríos, califi­cando a Art igas de tirano, anunciando que, después de Vencer a é s t e , iba en protección de la provincia de Cor r ien tes (56), y el general San Martín, próximo a emprender su expedición sobre el Pe rú , se dirigía a las Provincias Unidas, deplorando la anarquía que los devoraba y se pronunciaba contra el sis­tema federal de Gobierno . «Habéis t rabajado un precipicio con Vuestras p ropias manos (decía es te último), y, acostum­brados á su Vista, ninguna sensación de hor ror es capa¿ de de teneros . El genio del mal os ha inspirado ei delirio de la fe­deración: es ta pa labra está llena de muer te y no significa sino ruina y devastación. P e n s a r es tab lecer el Gobierno federati­vo en un país casi des ier to , lleno de celos y de ant ipat ías lo­ca les , escaso de saber y de experiencia en los negocios pú­blicos, desprovis to de ren tas pa ra hacer f rente á los gastos del Gobierno genera l , fuera de los que demande ¡a lista civil de cada Es t ado , es un plan cuyos peligros no permiten infa­tua r se , ni aun con el placer efímero que causan s iempre las i lusiones de la novedad.» (57)

En medio de todo es to , la revolución argent ina, una vez asegurada su independencia nacional, perseguía ¡a solución de sus oscuros problemas de organización interna, perseve­rando en la federación de hecho, qse procuraba revest i r de las formas de! derecho, mientras San Mart ín iba a afianzar la in­dependencia del Cont inente americano, en alianza con Chile y al frente del último ejército argent ino salvado por él de la anarquía .

D e conformidad con sus declaraciones y de acuerdo con ia política t razada , Dor rego se puso en campaña el 18 de julio, a! f rente de un ejército de las t r e s a rmas , fuer te como de 1.500 hombres , haciéndose p receder en su marcha por las divisiones ai mando del general don Mart ín Rodríguez, y quedó de Gobe rnador sust i tuto el general don Marcos Baí-

(55) Pliego en fol,, de 4 págs. Imp. de loa Expósitos.—-Hay otro documento del Gobernador Dorrego en el mismo sentido, pu­blicado en hoja suelta, bajo el título de «Oficio circular del señor Gobernador, a los Cabildos y Gobiernos de las Provincias del 'Perú», de 17 de julio de 1820. (Sin designación de imprenta.)

(56) Proclama de Ramírez, de 17 de julio de 1820. Hoja suel­ta. Imp. Federal de Entre Ríos.

(57) Proclama del General San Martín, de 22 de julio de 1820, en Valparaíso, fol. Pliego de 4 págs. Imp. déla Independencia.

Page 377: Historia Belgrano III

ffiSTORIA DB BBLOftAHQ 573

caree (58). Al mismo tiempo, el general don Jo sé Rondeau, al frente de una división, tornaba el camino de ia costa de! Pa raná , con el objeto de coopera r a las operaciones dei ejér­cito de! Gobernador (59). Las fuerzas de Dor rego y Rodrí­guez s e reconcent raron en la Villa de Lujan, formando un tota! de 1,800 a 2.000 hombres , en c i rcunstancias que él ejérci­to federal se hal iaba detenido al Sur del río de Areco a con­secuencia de una gran creciente (60). Dor rego , que con un ejército b isoñe, consideraba , sin duda, pel igroso forzar ai combate a su enemigo que acababa de tr iunfar en dos ba ta ­llas con la amistad de ias fuerzas que Buenos Aires le había opuesto en ellas, prefirió dejarle seguir t ranqui lamente su r e ­t irada, la cual s e efectuó, según queda explicado, r epasando López el Ar royo del Medio con las t ropas de S a n t a F e , y di­rigiéndose Alvear y C a r r e r a con sus fuerzas a San Nicolás de ios Ar royos .

Desde la a l tu ra de Arrecifes , Dor rego hizo avanzar por su izquierda una división de milicias al mando dei sa rgen to ma­yor don Jo sé Obando , santafeci.no decidido por la causa de Buenos Aires y enemigo irreconcil iable de López . Es ta ope ­ración, dio por resu l tado apode"a r se de ios pueblos dei Sa l to V Pergamino, r e sca t a r ia mayor pa r t e de los pr is ioneros de la Cañada de la Cruz que se hal laban en el último punto, domi­nar la línea del Arroyo del Medio, y d is t raer la atención del enemigo amagando una invasión sobre la provincia limítro­fe (61). En esta situación, Dor rego resolvió emprender un movimiento decisivo sob re el enemigo, sorprendiendo las fuer­zas a t r incheradas en San Nicolás.

A ¡as doce de la noche del 1.° de agosto , el ejército po r t e ­ño levantó sigilosamente su campo, y en la madrugada de! día siguiente se hal laba sobre ¡as chac ras de San Nicolás, donde fué tomado un grueso t rozo de las cabal ladas del enemigo.

Alarmados los de la plaza por los t i ros de ios cabal ler izos, acudieron en desorden a ocupar sus pues tos , rep legándose a las t r incheras los Ca r re r inos que se hal laban fuera de el las , en circunstancias que Dor r ego se p resen taba sob re el pueblo al frente de t r e s columnas de a taque . T r a b á r o n s e inmediata­mente a lgunas guerr i l las en los suburbios , y r e c h i z a d a s las de la plaza, se dio inmediatamente el asa l to , ocupando los

(58) Boletín número 18, del 18 de julio' 'de 1820, firmado por Baloarce.- Boletín núm. t i , de 16 de julio de 1820.—Proclama de don Marcos Balcarce, de 18 de julio de 1820, hoja suelta. Im­prenta de ios Expósitos.

(5!¡) Boletín núm. 14, de i9 de julio de "¡820. (60) Lamadrid, «Observaciones», pág. 222. (61) Véase BoMims núms. 19. 23 y 24, d» 25 da julio a 2 d t

agosto d« 1830.

Page 378: Historia Belgrano III

374 B A R T O L O M É M I T R E

Porteños fácilmente la posición a eso de las diez de la maña­na, a pesar de haber sido rechazada una de ¡as columnas. El enemigo, apenas tuvo tiempo para disparar un cañonazo, que­dando toda la guarnición muerta o prisionera.

El resultado de esta brillante jornada fué la total desocu­pación de la Provincia de Buenos Aires por los federales, que­dando en poder del Vencedor 5 piezas de artillería y gran can­tidad de armamento y municiones, 50 prisioneros desde la clase de Genera! a subteniente y como 400 de tropa, resca­tándose 54 prisioneros de la Cañada de la Cruz, tomándose como 5.000 caballos, quedando en el campo 62 muertos y al­gunos heridos, contándose entre los Vencidos los diputados de la Junta de campaña Alvear. Las pérdidas de los asaltan­tes apenas alcanzaron a 7 muertos y 42 heridos. Este triunfo fué deshonrado por el saqueo a que se entregó una parte de ¡os vencedores, no alcanzando a borrar esta mancha la acción caballeresca de Dorrego al enviar a! campo enemigo con una escolta, a la bella esposa de don José Migue! Carrera, que a la sazón se encontraba en la plaza, y que durante el asalto se había refugiado en la iglesia con las demás familias (62).

Aislado política y militarmente el Gobernador López por este goipe, y sin acción en uno u otro sentido sobre Buenos Aires; privado del contingente carrerino, del cual apenas sal­varon cien hombres; no pudiendo contar con la protección de Ramírez, ni podido entenderse con Bustos en el sentido de la guerra: pensó seriamente en la paz, a la cual siempre se había manifestado inclinado. El primer paso que dio en este sentido, fué decidir ei destierro de! General Alvear, a quien obligó poco después a salir aguas abajo embarcado en una canoa con destino a la Banda Oriental, dando por razón ostensible ser el responsable dei desastre de San Nicolás (65).

Tres días después del suceso de San Nicolás, López se di­rigió confidencialmente a Dorrego, invitándole a una entre-

(62) Para narrar la jornada de San Nicolás, hemos consultado los siguientes documentos: 1.° Boletín núms. 24, 26, 27 y 29 con los estados adjuntos. 2.° Relación de don Hilarión de la Quintana-páginas 62 a 64. 3.° Desengañador Gauchí Político, núm. 9, pá­gina 219 y sig., donde se registra la relación de Lamadrid, ya cita, da. 4 o Observaciones de Lamadrid, págs. 223 a 221. 5.° Ostracis­mo de los Carreras, por Vicuña Mackenna, págs. 297 a 381. Hemos recibido además informes verbales: del General don Nicolás de Vedia, del Coronel don Dionisio Quesada, del Coronel don Marti-niano Chilavert, del capitán don Agustín Murguiondo, y de mi pa­dre don Ambrosio Mitre, que se hallaba a la sazón herido en aque­lla ciudad, todos ellos testigos presenciales que en ese día milita­ban en opuestas filas.

(63) Oriondo, * Apuntes», pág. 47, 1 . a edicióm.

Page 379: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 375

vista con el objeto de iniciar negociaciones de paz (64). En el mismo día (5 de agosto) que López hacía es ta abe r tu r a , el Cabildo de Buenos Aires s e dirigía al Cabildo de S a n t a F e por medio de una extensa nota, en que recordaba los an tece­dentes del t r a t ado del Pi lar y ¡as agres iones que poster ior­mente habían tenido lugar, terminando por exigir la deposición del Gobernador López y su cast igo por medio de un juicio público, a la Vez que la inmediata ent rega de Alvear y C a r r e ­ra , calificando a los t r e s de «bandidos y asesinos», lo que equivalía a un ultimátum de guer ra (65).

Bajo es tos auspicios tuvo lugar la conferencia de los dos gobe rnadores el día 6, a las diez de ia mañana, en un punto medio en t re ambos campos. Dor rego , con su locuacidad habi­tual , habló la rgamente y manifestó que, salvó la exigencia relativa a la persona de López, que r.o s e a t rev ió a formular, e s taba dispuesto a imponer la ley del vencedor , haciendo principalmente cuestión de la ent rega de Alvear y C a r r e ­ra (66). López se limitó a escuchar le con su sorna acostum­brada , y recibió, de manos de Dor rego , un apunte por escr i to de sus proposic iones , diciendo, por último, que al día siguien­te contes tar ía . Su contestación fué proponer un simple armis­ticio, re t i rándose ambos ejércitos a re taguard ia de las posi­ciones que ocupaban por «ia imposibilidad (decía) de concluir una paz sólida y es tab le en t re dos jefes que se hallan á la cabeza de una fuerza armada». Dor rego aceptó el armisticio por sólo t r e s días y con el Ar royo del Medio por línea diviso­ria, condiciones que López aceptó de oficio el día 8, al lanán­dose a que se nombraran negociadores por una y oirá pa r t e . Des ignóse , por p a r t e de Buenos Aires , al Genera l don Martín Rodríguez, y, por pa r t e de S a n t a F e , don Cosme Maciel , se ­cre ta r io de López.

Desde luego, pudo comprenderse que ni uno ni o t ro es taba s inceramente dispuesto a la paz—Dorrego quería imponerla , y preferia en todo caso la guer ra que ha lagaba sus ambicio­nes—. López, que deseaba un a r reg lo y tenía la conciencia de su poder , no quería apa rece r como cediendo a las exigen­cias del Vencedor, con el abandono de sus compañeros de causa . Así es que, después de estér i les conferencias y en la víspera de cumplirse el término del armisticio, el diputado por San ta F e p resen tó una ser ie de proposiciones que respondían a las an te r iores intimaciones del Cabildo de Buenos Aires

(64) Boletín núm. 28, de 11 de agosto de 1820. - Oficio de Ló­pez al Cabildo de Buenos Aires, de 14 de septiembre de 1820.

(65) Oficio del Excmo. Cabildo al de Santa Fe, de 5 de agosto de 1820. Pliego de 3 pág. fol., imp. Imp. de los Expósitos.

(66) Aún no había salido Alvear desterrado, y Dorrego ignora­ba la resolución de López.

Page 380: Historia Belgrano III

376 BARTOLOMÉ MiTRS

exigiendo el cumplimiento de los t r a tados públicos y secre tos del Pilar, nuevas indemnizaciones por gas tos de guer ra , re­conocimiento de la justicia de Sarita F e t n la última invasión, resti tución de los chilenos pr is ioneros en San Nicolás y ava­lúo de los perjuicios causados a Santa F e desde el principio de la aue r r a . Las negociaciones quedaron en consecuencia ro tas (67).

Dor rego , en previsión de una rup tu ra , se había corrido a lo largo de la costa del Ar royo del Medio, y s i tuódose con su ejército en los campos de Azebedo, a una jornada del campa­mento de López, establecido al Nor te del Ar royo Pavón. Ló­pez, por su pür te , Viendo que ya no ie era posible ganar más t iempo, había reunido ap resu radamente algunas milicias, y tenía a la sazón en su campo poco más de 500 hombres , avan­zando sus par t idas sobre la izquierda de los por teños al rom­p e r s e las hosti l idades. En la madrugada del 12 de agosto, Dor rego levantó su campo a la cabeza como de 1.500 hom­b r e s de cabal ler ía y de infantería montada . En el mismo día, el campamento de López fué a tacado . Después de hora y me­dia de movimientos y escaramuzas , Dor rego salvó el obstácu­lo del a r royo , decidió la bata l la con una sola carga , disper­sándose toda la fuerza santafecina, que fué perseguida has ta el Ca rca r añá , dejando en el campo como 25 muer tos y en poder del vencedor o t ros t an tos pr is ioneros, con la sola pér­dida de t r e s muertos y 10 heridos (68). Es ta fácil Victoria fué fatal a D o r r e g o .

A los t r e s días de su der ro ta (el 14 de agosto) , López vol­vía a hacer nuevas a b e r t u r a s de paz. Dor rego le contes tó in-

(67) Boletín núm. 28, de 11 de agosto de 1820.—Nota citada de López, en la pág. 52 de los «Apuntes» de Mondo.—Boletín nú­mero 30, de 15 de agosto de 1820.

(68) Boletín núm. 31, en que se halla inserto el primer parte de Dorrego sobre Pavón, de fecha 12 de agosto de 1820.—Boletín número 33, en que se registra el parte detallado de Dorrego sobre lo mismo, de 15 de agosto de 1820.— Oficio de López, de 14 de septiembre de 1820, ya citado.—Oficio de Dorrego al Cabildo de Buenos Aires, de 15 de agosto de Í820, de que se da cuenta en el acuerdo del 23 del mismo. Lib. 85 del arch. municipal. M. S.—Do­rrego en el Boletín núm. 31, da a López de 600 a 7('0 hombres, sin mencionar su fuerza, declarando más de 120 muertos y 52 pri­sioneros del enemigo. López, en su precipitada nota de 14 de sep­tiembre al Cabildo, confesando la derrota, únicamente declara 14 muertos en la batalla. Para establecer la verdad en medio de estas contradicciones de detalle (que son de poca importancia histórica), nos hemos valido de los informes verbales del Coronel don Dioni­sio Quesada, que asistió a la batalla y desempeñó las funciones de edecán de Dorrego en ella,

Page 381: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 577

sist iendo en su reclamo respec to de C a r r e r a , sin hacer men­ción de Alvear , caído en desgrac ia , y rechazó in limlne las an te r iores proposiciones de Maciel, que habían motivado la ruptura de hostil idades. López, i r r i tado, arrojó el oficio de Dor rego sobre una mesa, y mandó llamar inmediatamente a C a r r e r a , que se hallaba en Coronda , a fin de que lo con tes ­t a se . La réplica se redujo a manifestar que deseaba una paz firme; pero que, para ajustaría, era indispensable que el ejér­cito por teño r epasa ra el Arroyo del Medio, nombrándose por ambas pa r t e s una Comisión autor izada que concluyese pací­ficamente una obra que a todos in te resaba . Dorrego vio, o quiso Ver en es to , una nueva provocación de guer ra , y decla­ró que era de necesidad continuarla por pa r t e de Buenos Aires has ta reducir a la impotencia a Santa F e (69).

El ejército por teño procuró mantenerse en el terr i tor io in­vadido, haciendo en él g randes a r r e o s de ganados ; pe ro an tes de terminar el mes de agos to , s e vio obligado a r ep legar se a la línea del Ar royo del Medio con sus caba lgaduras inutiliza­das (70). El general don Mart ín Rodríguez y el comandante don Juan Manuel Rosas , invitaron al gobernador p a r a que diera por terminada la campaña y firmase la paz con S a n t a F e ; pero habiendo sido desa tendidas sus indicaciones, se re­t i raron del ejército al frente de su división de milicias, cuyo licénciamiento obtuvieron. Dor r ego quedó al frente de poco más de 900 hombres , de los cuales como 200 s i tuados en el Pergamino a órdenes de Obando , y ofició al Cabi ldo, que es­taba dispuesto «a abr i r nuevamente la campaña sin perjuicio de oír nuevas proposiciones de paz». El Cabi ldo le con tes tó : que p a r a prevenir cualquier desas t r e , le enviaba 500 cívicos de refuerzo a las órdenes del coronel don Blas J o s é Pico, en Vez de los 100 que él le había pedido (71).

Po r este mismo tiempo (el 20 de agosto) za rpaba del puer to de Valpara íso ia expedición l iber tadora del Perú , compuesta de 2.000 argent inos y 2.000 chilenos, bajo las órdenes del ge -

(69) Boletín núm. 32, de 18 de agosto de 1820. - Oficio de Do­rrego al Cabildo de Buenos Bires, de 15 de agosto de 1820. Lib. 85 del arch. municipal. M. S.

(70) Respecto del arreo de ganados, lo dice López terminante­mente en su nota de 14 de septiembre ya citada. Dorrego confirma el hecho en el Boletín núm. 32, de 18 de agosto de 1820, y el Ge­neral Quintana lo corrobora en su Relación, pág. 66.--Respecto del otro punto, dice el mismo Dorrego en oficio de 28 de agosto al Cabildo: «que en atención al mal estado de sus cabalgaduras para continuar las operaciones, se había retirado al Arroyo del Medio donde subsistía». Acuerdo del Cabildo de Buenos Aires, de 10 de septiembre de 1-120. Lib. 85 del arch. municipal. M. S.

(71) Acuerdo de Cabildo, citado en la nota anterior. M. 8.

Page 382: Historia Belgrano III

378 BARTOLOMÉ MITRE

neral San Mart ín . El héroe argent ino, an tes de lanzarse a su a t revida empresa , se había dirigido a sus compatr io tas , di-ciéndoles: «os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspec t iva de Vuestras desgrac ias : Vosotros me habéis acri­minado aún de no haber contribuido a aumentar las , porque e s t e habr ía sido el resu l tado , si yo hubiera tomado una par te nat iva en la guer ra cont ra los federa l i s tas : mi ejército e ra el único que conse rvaba su moral , y lo exponía a perder lo , abr iendo una campaña en que el ejemplo de la licencia arma­se mis t r o p a s cont ra el orden. En tal caso , era preciso renun­ciar a la empresa de l iber tar al Pe rú , y suponiendo que la s u e r t e de las a rmas me hubiera sido favorable en la guer ra ci­vil, yo habr ía tenido que l lorar la victoria con los mismos Ven­cidos . No, el genera l San Mart ín jamás de r r amará la sangre de sus compat r io tas , y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de la América del Sur» . En la Víspera de embarca r se se dirigía al Cabildo de Buenos Ai­r e s , «como r e p r e s e n t a n t e del pueblo más digno de la historia de Sud-América» (son sus pa labras ) , haciendo ardientes Vo­tos por la felicidad de la pat r ia , y asegurando que en el mo­mento en que se er igiese la autor idad central de las Provin­cias Unidas , el ejército de los Andes quedaría subordinado a su autor idad (72).

M i e n t r a s t an to , la guer ra civil seguía su curso en las Pro­vincias Unidas. López, después de su dispersión en Pavón , ha­bía llamado a sí t odas sus milicias y algunos indios de la fron­t e ra del Chaco , respondiendo todos con decisión a su llama­miento. A la cabeza de más de 1,000 hombres a t r avesó al Sur del C a r c a r a ñ á , en c i rcuns tanc ias en que Dor r ego se replega­ba sob re el Ar royo del Medio. S a b e d o r López de la posición que ocupaba Obando , se corr ió por su derecha , y consiguió so rp render lo , y bat i r lo comple tamente en el Pergamino reti­r ándose en seguida al Gamonal (nacientes de Pavón) arrean­do en represa l i a gran cant idad de ganado (73).

Not ic ioso Dor r ego de la de r ro ta de Obando , en circunstan­cias que recibía G00 cabal los de refresco, s e puso inmediata­mente en marcha sob re López a la cabeza de una columna l igera de cabal ler ía como de 600 hombres , compuesta de los Dragones , los Co lo rados de las Conchas y los Quin te ros , lle­vando por divisa de combate una banda blanca cruzada por encima del hombro , y por toda art i l lería un cañón volante . El

(72) «Correspondencia importante del General don José de San Martín.» Oficio de 19 de agosto de 1820, hoja suelta, á páginas en fol. Imp. de los Expósitos.

(73) Nota de López, de 14 de septiembre, ya citada. «Apuntes», de Iriondo. Informes verbales del Coronel don Dionisio Quesada, edecán da Dorrego.

Page 383: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 379

2 de sep t iembre se encontraron en el Gamonal ambas fuer­zas . Los santafecinos, en número de más de 1.000 hombres , es taban formados en línea con el caballo ensillado y pie a t i e r ra . Inmediatamente se desplegaron guerr i l las por una y o t ra p a r t e , a que se siguió el avance para le lo de una línea so­b re o t ra en aire de carga. Desde el primer momento, ei ejército por teño s e Vio desbordado por ambos cos tados y f lanqueado s imul táneamente por derecha e izquierda, fué comple tamente de r ro t ado , dejando en poder del enemigo más de 100 prisio­neros , y en el campo de batal la y de la persecución como 520 c a d á v e r e s , sa lvándose apenas 200 hombres . López, dice él mismo,, que detuvo su cabal lo por no presenc iar una matanza que no podía evitar . En seguida puso en l i be r t ada todos ios milicianos pr is ioneros y mandé fusilar al comandante santafe-clno don Tomás Berna! por habe r dado suel ta a los oficiales por teños que se encont raban en el mismo caso (74).

Dor rego , acompañado de algunos oficiales bien montados , r e p a s ó el mismo día el Ar royo del Medio en mangas de cami­sa , animoso y de buen humor como de cos tumbre . A todos los d ispersos que encont raba en su t ráns i to los licenciaba a fin de ocul tar su tota! destrucción. A! día s iguiente ofició al Ca ­bildo desde ia pos ta de Magal lanes , part icipando su der ro ta , a la Vez que las medidas que tomaba pa ra r epa ra r l a . En la imposibilidad de sos t ene r la línea de! Ar royo dei Medio, s e replegó ai inter ior , dejando bien fortificado y guarnecido a San Nicolás. En San Antonio de &reco, se reunió con e! co­ronel Pico, que ant ic ipadamente había salido a su encuentro a la cabeza de 500 cívicos de la ciudad. Allí es tableció su Cuar t e ! genera l , y antes de terminar el mes de sep t iembre se ha l laba al frente a un ejército de 1.400 hombres , regularmen­te provis tos de caba lgaduras , con el cua! s e proponía reabr i r sus operac iones (75).

(74) La batalla del Gamonal nunca ha sido descrita. Para ha­cerlo hemos consultado los siguientes documentos 1.° Boletín nú­mero 36, del 8 de septiembre de 1820, en que se registra la procla­ma de Dorrego de 7 del mismo, declarando su derrota. 2° Acuer­do de Cabildo de 4 de septiembre de 1820, en que se hace mención de las comunicaciones de Dorrego y de don Blas José Pico, dando cuenta de la derrota, lib. 85 del arch. municipal, M. S. 3.° Oficio de López al Cabildo, de 14 de septiembre, ya citado. 4.° «Apuntes» do Iriondo, pág. ¿7. 5.° Informes verbales del coronel don Dionisio Quesada, edecán del gobernaüor Dorrego de la referida bataila.

(75) Acuerdos de Cabildo de 1.°, 4 y 9 de septiembi-e, y oficios de Dorrego de 3 y 7 de septiembre y del coronel Pico do 7 de! mis­mo de 1820. Lib. 85 de! arch. municipal. M. S. S. Boletín núme­ro 37, de 2 de octubre de 1820 y estados anexos. Informes verba­les del coronel doa Dionisio Quesada.

Page 384: Historia Belgrano III

388 BARTOLOMÉ M1T8B

López, dueño de la línea del Ar royo del Medio, se contentó con es t ab lece r se sobre la f rontera , hacer a lgunas a r r e a d a s de ganado y dirigir al Cabildo de Buenos Aires una nota conmi­nator ia y pacífica a la Vez. En elia le insinuaba que el gober­nador Dor rego era el único obstáculo a la paz en t re ambas provincias . «Aunque los Temistocles se sucedan (decía López en estilo irónico y ter r ib le á la Vez), verá V. E. repe t i r se los días da luto. La provincia de San ia F e ya no t iene que per­der. Nos han pr ivado de nues t r a s casas , porque las han que­mado; de nues t r a s propiedades , porque las han robado; de de nues t ras familias, porque las han muer to . Existen so la ­mente campos sol i tar ios por donde t ransi tan los vengadores de ta les ofensas , pa ra renovar diar iamente sus juramentos.» La nota terminaba con es ta abe r tu r a pacífica: «Amo a mi pa­tria y aspi ro a su dicha. Si V. E. es tá animado de iguales sentimientos, si quiere que cese la guer ra , depóngase toda pretensión injusta.. . y conseguiremos una paz propia de her ­manos, digna de americanos y que prometa un porvenir lison­jero a todos los pueblos comprometidos por nues t ras disen­siones» (76).

Es ta nota , en medio de sus declamaciones, es taba bien calculada para producir su efecto en el sent ido de una t ran­sacción. Dor rego , empeñándose en continuar ia guer ra des­pués de su Victoria de Pavón , s e había privado del concurso eficiente de una gran p a r t e de las fuerzas mili tares de la p ro ­vincia, como ya s e ha visto. Obs t inándose en sos tener la a todo t r ance , después de la der ro ta del Gamonal , que lo había desacred i tado an te la opinión, s e p re sen taba como el único obstáculo a ia pacificación, que era , a ia Vez que una necesi­dad imperiosa, una aita conveniencia púiMica. La gue r ra había terminado-en realidad, y ni Buenos Aires ni San ta F e , desea­ban cont inuarla , ni podían p romete r se nada de su prolonga­ción. Po r el cont rar io , un a r reg lo con S a n t a F e res tab le ­ciendo las relaciones de buena vecindad, rompía la liga de los caudillos, ais laba a Ramírez en el En t r e Ríos, daba tiempo a Buenos Aires p a r a r e p a r a r s e de sus quebran tos , organi­za r se sól idamente como provincia, en tenderse con las provin­cias del interior y concurr i r a la obra de la reorganización na­cional bajo mejores auspicios que los de la guer ra . A esta política prudente y patr iót ica, respondía el par t ido civii de an­t iguos di recíor ia les y jóvenes l iberales unidos, el cual , resuel­to a sacrificar a D o r r e g o en el in terés de la paz , tenía por candidato de gobe rnador al genera! don Mart ín Rodríguez,

(78) Oficio del Gobernador E. López al Cabildo de Bueno» Aires, de 14 de septiembre de 1820, ya cit. «Apuntes», ds Irienáo, página» 55 y 66.

Page 385: Historia Belgrano III

H1ST0KÍA DE BELQRAÑQ 561

quien contaba con ei apoyo decidido del comandante don Juan Manuel Rosas en ia campaña (77).

La pueril impaciencia de Dor rego por a segu ra r se en el Go­bierno, a que sus servicios lo hacían merecedor , contr ibuyó tanto como su última der ro ta a a l lanar el camino dei poder a ios par t idar ios de Rodríguez, Inmediatamente después de la acción de San Nicolás, Dor rego se dirigió de oficio al gober­nador sust i tu to , don Marcos Balcarce , disponiendo que, en Virtud de ha l la rse la provincia en plena l ibertad para elegir gobernador propie tar io , s e convocara , en el té rmino de vein­t icuatro ho ras , a los r ep re sen t an t e s que debían nombrar lo . En consecuencia , el Cabildo convocó ai pueblo a elecciones, declarando que los r ep re sen tan te s deber ían ocuparse de las mate r ias de interés general y, especia lmente , del nombra­miento de d iputados al Congreso genera l , y dispuso que la elección s e hiciese en la forma acos tumbrada , sufragando cada ciudadano por t r e s candidatos , en t regando su Voto ce­r rado , con tacha de incivismo al que no concurr ie ra a cumplir con es te deber (78).

El 51 de agos to se Verificó el escrutinio, y resul taron elec­tos , casi en su totaiidad, los mismos que habían compuesto las anter iores Jun t a s represen ta t ivas , conocidos todos ellos como ant iguos afiliados al part ido directoría!. P rec i samente en esos momentos abría Dor rego su nueva campaña sobre San ta F e , y es to obstó a su reunión. Después de la de r ro t a del Gamonal , ei gobernador sust i tu to , Balcarce , se dirigió de nuevo al Cabildo, haciendo p resen te que «ocurrencias da ma­yor g ravedad exigían imperiosamente se reuniese en e! ins­t an te el Supremo Poder de la Provincia» (79) .Eí 8 de sep­t iembre s e instaló la Junta , p resen te los dos terc ios de repre­sen tan tes por la ciudad y campaña, asumiendo el supremo poder legislativo de la provincia, y ordenó que, en conse­cuencia, le p res ta sen las au tor idades juramento de obedien­cia, debiendo Verificarlo el gobernador en campaña an te el juez terr i tor ia l más inmediato, tomándolo a su Vez ai ejér­cito (80). Es t a legislatura, así instalada, fué la piedra funda­mental de la reorganización de ia provincia sobre la base del

(77) Véase «Observaciones», do Lamadrid, pág. 228 y Relación, de don II. de la Quintana, pág. 67.

(78) «Bando del Cabildo», de i5 de agosto, y Oficio de Dorrego y Balcarce, de 7 y 11 de agosto de 1820. Hoja suelta de pliego. Imprenta de Expósitos.

(79) Acuerdos de Cabildo, de 3í de agosto, 3 y 15 de septiem­bre ele 1820. Oficios del Gobernador sustituto Balcarce, del 5 y 6 de septiembre. Lib. 85 del arch municipal. M. S. S.

(80) Oficio de la Junta, de 9 de septiembre de 1820, en la Ga­veta de Buenos Aires, núm. 20, de 13 de septiembre de 1820.

Page 386: Historia Belgrano III

382 BARTOLOMÉ MITRE

sistema federal , y el modelo que imitaron las demás provin­cias a rgent inas al organizarse in ter iormente y renovar el compromiso de consti tuirse en nación independiente y l ibre.

El 26 de sep t iembre fué nombrado el general don Mart ín Rodríguez, gobernador interino de la provincia. En el mismo día, la Jun ta se dirigió al pueblo, renovando el primer decre­to del Congreso de Tucumán, paraf raseando su preámbulo en los siguientes términos: «Fin a ias a l te rac iones y. a la ana r ­quía, y principio ai orden; reconocimiento, obediencia y res­peto a la autor idad represen ta t iva y primera de la provincia y sus determinaciones.» En seguida, dec laraba que se impon­dría «a los pe r tu rbadores del orden, has ta la pena de muer­te», terminando con es tas significativas pa labras : «No hay ciase ni persona res idente en el terr i tor io de la provincia, exenta de ia observancia y comprensión de es te decreto» (81).

Dos días después se dirigía a las provincias hermanas , ma­nifestándoles: «Las Provincias Unidas, t ienen en t re sí relacio­nes tan ant iguas y tan íntimas, que toda separación en t re ellas es prec isamente Violenta, y no puede es ta r en la esfera de sus deseos esenciales . Es tamos de acuerdo sobre e! pri­mer remedio de nues t ros males. D a r una csbeza común a es­tos miembros hoy sepa rados ; formar un centro común deposi­tar io de ¡a confianza genera! de todos los pueblos; reunir los fragmentos en que hoy se haüa descompues ta nues t ra máqui­na política; reorganizar la en términos que sea capaz de dar impulso a sus re so r t e s , y recupera r la gran rotación co r res ­pondiente a su dest ino: tal es ia importancia, ta les los obje­tos dei Congreso Nacional, que hoy se anhelan por es ta pro­vincia, de concier to con sus hermanas.» De conformidad con es tas manifestaciones, anunciaba que iba a enviar sus diputa­dos al Congreso convocado en Córdoba , a fin de que se re­solviera a pluralidad de votos , el lugar en que debía es table­cer su residencia. El manifiesto terminaba con es tas hermo­sas pa l ab ra s : «Tocamos ya al término de nues t ros gloriosos t rabajos . Es ta es la seña! que nos da la Providencia pa ra los últimos sacrificios. íbamos a pe rdernos cerca del puer to en la noche t enebrosa que nos han formado los desgraciados su­cesos del p re sen te año; pero ella hace nacer sobre el hori­zonte dos grandes a s t ros que Van a disipar es tas tinieblas, que nos hacen conocer el Verdadero rumbo, y alientan nues­tras abat idas e spe ranzas . Ta le s son, el reconocimiento de nues t ra independencia por ei sabio gabinete de Washington, y ía bri l lante expedición sobre los opreso res de Lima. Si por medio de una conducta sabia y Vigorosa sabemos aprovechar los influjos de uno y otro acontecimiento, hab rá sido corto el

(81) Bando, del 26 de septiembre de 1820. Hoja suelta de plie­go. Imp. de los Expósitos.

Page 387: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 385

intervalo de nues t ros ho r ro res , éi se perderá de vista de la historia, que sólo ce lebra rá los g randes esfuerzos con que habremos recobrado el cívico camino de la independencia nacional» (82).

La nueva situación que bajo estos auspicios se inauguraba , tenía empero que Vencer poderosas res is tencias an tes de consol idarse. Los par t idar ios del ex gobernador Dor rego , a cuyo frente es taba la mayoría del Cabildo, se complotaron con los círculos personales de Soler y S a r r a t e a , y contando con gran pa r t e de los tercios cívicos y a lgunas t ropas de lí­nea, propalaron que el nuevo orden de cosas impor taba una res tauración directorial . Con es tos e lementos y esta bandera , se organizó una conspiración, que estal ló es t rep i tosamente a ios cinco días de haber tomado posesión del mando el genera l Rodríguez.

En la noche dei 1.° de oc tubre , después del toque de silen­cio, el coronel Pagóla , que e ra el hombre de acción del movi­miento, sublevó el batal lón Fijo que es taba acuar te lado en el Ret i ro , y, unido al segundo tercio cívico y pa r t e del tercero que tenían las a rmas en sus casas , se posesionó de la plaza a los gri tos de ¡Abajo la facción/ Las t ropas que sostenían la autoridad, que eran los bata l lones de Aguerr idos y Cazado­res , unidos a algunos piquetes del primer tercio, fueron des­alojados a balazos de las posiciones que ocupaban en la pla­za, d i spersándose una p a r t e y rindiéndose el r es to , después de un t i ro teo, de que resu l ta ron a lgunos muer tos y her idos .

Al amanecer el día 2, el gobernador Rodríguez había aban­donado la ciudad, acompañado de algunos amigos, y el co ro ­nel Pagóla , a la cabeza de cerca de 1.500 hombres , era dueño de ella. A esa hora (cuatro de la mañana) fué llamado por el Cabildo y nombrado jefe de las a rmas , el genera l don Hila­rión de La Quintana, que era el figurón con que s e con taba para dar ca rác t e r político al movimiento, re legando al segun­do término a Pagóla , cuyo ca rác te r Violento inspiraba rece­lo a los cap i tu la res .

Tr iunfante el movimiento, reunióse una p a r t e del Cabi ldo en las C a s a s Consis tor ia les y mandó tocar la campana capi­tular que convocaba al pueblo , haciendo enarbolar en su torre la bandera de alarma, que e ra la señal de reunión de los cívicos que se hallaban bajo sus inmediatas ó rdenes . Pocos momentos después , la sala de sesiones del Cabildo era inva­dida por una multitud, que exigía a gr i tos la anulación del nombramiento de don Mart ín Rodríguez, «por pe r t enece r no­tor iamente a la facción destruida del Congreso y del Directo-

(82) «Manifiesto de la H. Junta de R. R. de la Provincia de Buenos Aires a todas las demás hermanas», de 28 de septiembre de 1821, en 4 pp. fol. Imp. de la Independencia.

Page 388: Historia Belgrano III

584 B A R T O L O M É MITRO*

rio, enemigo de la l ibertad de los pueblos y de los pa t r io tas , y que s e procediera a la creación de un nuevo Gobie rno , que sofocase para s iempre las aspiraciones de los facciosos.» Los Cabi ldantes p resen tes , que no pasaban de cinco, reasu­mieron el mando, revocaron el nombramiento hecho en Rodi í -guez, declarando retroVertida a los habi tantes de la ciudad los poderes de sus doce r ep re sen tan te s que le habían pres tado su Voto, convocando, sin embarg», a és tos con exclusión de los de la campaña. A la Vez, se dispuso que en el siguiente día se ce­l eb rase en la iglesia de San Ignacio un solemne Cabi ldo abier­to con el objeto de nombrar gobernador , al cual debían concu­rr i r «sin excusa ni p re tex to todos los c iudadanos , teniendo entendido que ¡os que no lo hicieran movidos del solo in terés de la patr ia , ser ían conducidos por ia fuerza al sitio designa­do, donde con en te ra l ibertad podrían hablar , discutir y sufra­gar .» Tal fué el famoso Bando, que dio su fórmula a la revo­lución de 1.° de oc tubre (83).

El 3, a las nueve de la mañana, empezó a reunirse el pue­blo en el templo de San Ignacio, bajo la presidencia del Al­ca lde de primer Voto don Juan Norbe r to Dolz, uno de los p romotores del movimiento. La pa r te más notable dei Vecin­dario no acudió al l lamado, no faltando, sin embargo, tilgunos hombres animosos que se presen taron en acti tud de pro tes ta . Ln Asamblea degeneró muy luego en un tumulto, y dio lugsr a accidentes cómicos y lances personales , que aconsejaron al p res idente p roponer su disolución, como en efecto se aco idó , l evan tándose previamente una b reve acta de la sesión. Por ella se dispuso remitir el nombramiento de Gobernador a la Votación de los vecinos en sus respect ivos cuar te les , enco­mendando la operación a los a lcaldes de bar r io y sus tenien-

(23) Se publicó en hoja suelta bajo el título de «Bando del Cabildo Brigadier, etc.» Imp. de los Expósitos, fol. El acta del día está registrada en el libro original de Acuerdos de Cabildo; pero no está firmada. En el Bando impreso, aparecen firmando cinco capitulares, a saber: El Alcalde de primer voto don Norberto Dolz, y los Regidores don Zenóu Videla, don Ignacio Zabaleta. don José Somas Isaci y don Ramón Villanueva.—Don Ramón Villanuova y don Zenón Videla, protestaron en la sesión del 7 de octubre rio haber autorizado la resolución, no obstante figurar indebidamente sus firmas al pie de la resolución impresa. El doctor Markno Za­baleta, en uu Manifiesto que publicó posteriormente en defensa de los capitulares que autorizaron la promulgación del Bando, con­firma el hecho de Ja suplantación de firmas, aduciendo que era «un vicio disimulable en quien lo cometió, porque entre tumultos y asonadas, hasta los remedios son violentos, y á veces la ficción necesitaba ocupar el lugar de la verdad, para darles la fuerza acti­va é impulsiva que se quiere».

Page 389: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 385

tes, asociados a dos Vecinos honrados . Al mismo tiempo que ia Asamblea se disolvía tumul tuosamente , s e tocaba a larma en la p laza .

El Gobernador Rodríguez, después de abandonar la forta­leza en la noche del 1.° de oc tubre , s e si tuó al Sur de la ciu­dad a pocas leguas de distancia. Allí sé ie reunieron sus nu­merosos parcia les de la ciudad y las milicias de los a l rededo­res . Al día siguiente se ie incorporaron dos regimientos de campesinos del Sur , vest idos de colorado, a las ó rdenes del Comandante don Juan Manuel Rosas . El 3 estableció su C u a r ­tel general en Ba r r aca s , a la cabeza de un ejército como de 1.800 hombres ; adelantó sus par t idas has ta los suburbios , y s e cambiaron los pr imeros t i ros . En ta les c ircunstancias se pro­nunciaron en su favor a lgunos can tones avanzados y se le pa­saron var ios g rupos de t rooa armada. Es to era lo que había producido ia a larma al t iempo de disolverse ia Asamblea po­pular .

Los revolucionarios , s int iéndose débiles en el vas to perí­metro de la defensa q u e habían abrazado , se reconcen t ra ron a la plaza de la Victoria, en cuyas bocacal les es tablecieron artillería enfilando las avenidas del Sur , y ocuparon las azo­teas de su circuito estableciendo dos fuer tes cantones en la prolongación de las calles de Reconquista (hoy Defensa) y de la Universidad (hoy Bolívar) dentro del macizo de las manza­nas que con aquel las s e ligaban, el uno frente al Colegio y el o t ro frente a San Franc isco . En ta les posiciones pasa ron los bel igerantes el res to del día 5, empeñándose has ta muy entrada la noche a lgunas guerr i l las , de que resul taron Varios muer tos y heridos por una y otra pa r t e .

El día 4, ei general Rodríguez tomó posiciones en el cent ro de la ciudad, embistiéndola por ei Su r y el O e s t e , y es tab le­ció sus dos principales columnas de a taque como a t r e s cua­dras de ia plaza, amagando las dos cal les an tes indicadas, Reconquista y Universidad. Es tos movimientos fueron proce­didos de un oficio, dirigido a la Jun ta de Repren tan tes , en que le prevenía que se hal laba con un ejército a las oril las de la ciudad, p ro tes tando que no era un gobernador prófugo, sino un magis t rado que obraba como tal , dispuesto a contener la anarquía y sos tener el orden. En ta! concepto inv i t iba a la Junta a reasumir la representac ión suprema que le cor res ­pondía, y a oír l ibremente las reclamaciones que se le hicie­sen, dec larando que s e someter ía a sus del iberaciones; pero advert ía, a la Vez, que «desconocería toda innovación o re­forma que emanase d e o t ros conductos», refiriéndose a! Ca­bildo y a las Asambleas revolucionarias que bajo sus auspi­cios se habían convocado.

El Cabildo, que desde el primer momento s e había dirigido a Dor rego requiriendo el apoyo de su ejército, y que en el

25

Page 390: Historia Belgrano III

386 BARTOLOMÉ MITRE

día an te r io r (3 de oc tubre) le había duplicado el aviso urgien­do su marcha, aceptó la abe r tu ra de paz con el objeto de ga­nar t iempo, a la Vez que intimidado por la acti tud decidida de Rodríguez. En consecuencia , convocó a la sala capi tular a s ie te miembros de la Jun ta de Represen tan tes , únicos que pu­dieron encon t ra r se , y s e acordó diputar le una Comisión com­pues ta de dos r ep re sen tan te s y un cabi ldante , a efecto de a r r iba r a una t ransacción pacífica, después de oír a los jefes principales del movimiento, Quintana y Pagóla , que declara­ron es ta r dispustos a obedecer lo que el Cabildo ordenara . El gobernador Rodríguez contestó a las s ie te de la noche dicien­do que no reconocía más autor idad sobe rana que la de la Jun ta , y que, en aca tamiento a ella, se p r e s t aba a lo que resolviese, previniendo, sin embargo , que sólo podría esperar has ta las doce de la noche, pues su gen te es taba llena de a rdor y le ser ía muy difícil contener la . A la una de la noche s e re t i ró la Jun ta a! convento de las Capuchinas (Iglesia de San Juan) para del iberar con l ibertad, cons t i tuyéndose en sesión extraordinar ia . A las t res de la mañana del día 5, la Jun t a se había expedido, declarando que se ratificaba el nom­bramiento de Gobernador en la persona del general Rodríguez, concediendo una franca amnistía por los sucesos ocurridos desde el 1.° de oc tubre , y ordenando que las t ropas de la pla­za s e re t i rasen a sus respect ivos cuar te les , con encargo al Gobernador a quien todas debían obediencia, del fiel cumpli­miento de todo lo dispuesto .

Comunicada esta resolución, poco antes de amanecer , a las t ropas revolucionar ias que ocupaban la plaza, los cívicos, exci tados por Pagóla , manifestaron a grandes gri tos que re­conocerían cualquier o t ro Gobernador nombrado por el pue­blo, con tal que no fuese militar. En ta les circunstancias , se anunció que Rodríguez avanzaba con sus fuerzas resuel to a hacer cumplir las resoluciones de la Jun ta . Los cívicos del segundo tercio acudieron ins tan táneamente a ocupar sus pues­tos , y a las doce del día s e rompió con a rdor e¡ fuego por una y o t ra pa r t e .

E'l general Rodríguez, poses ionándose de las t o r r e s del Co­legio y de San Francisco, desalojó las t ropas de la plaza que defendían sus cantones fronterizos, y penet ró por las azoteas de la manzana, s i tuada en t re las calles de la Universidad y la Reconquista , has ta dominar con sus fuegos la plaza de la Vic­toria , haciendo re t i ra r a ios ar t i l leros que servían el cañón si tuado en la bocacal le de la Universidad. Pocos momentos después , los Colorados de Rosas cargaban a gran galope por esta calle, al mismo tiempo que el general Rodríguez, a la ca­beza de poco más de 300 hombres , pene t raba a la plaza por la calle de la Reconquista , donde había quedado el último cañón de los revolucionarios, defendido por sesenta hombres . Tra-

Page 391: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 387

bóse en seguida un reñido y confuso combate, quedando los asa l tan tes dueños de la plaza, y tendidos en el campo como 150 ent re muer tos y her idos . No se dio ni un muera ni un viva después del combate; no se cometió ningún desorden; no tuvo lugar ninguna venganza; ias t ropas del Gobierno , especial­mente las que mandaba Rosas , se distinguieron por su severa disciplina, al punto de rehusar cuanto los Vecinos Íes ofrecían, no acep tando sino agua pura . El Vencedor se mos t ró firme y moderado, limitándose a las medidas de rigor indispensable pa ra el restablecimiento del orden público. Los tercios cívicos quedaron, desde entonces , sometidos al Gobierno , y se mandó al Cabildo bajar de su t o r r e el as ta bandera por medio de la cual convocaba a la milicia municipal en su ca rác te r de Cabi l ­do brigadier . Ta l fué el último estall ido de la anarquía del año XX (84).

(84) Los documentos en que se funda esta narración de los su­cesos de 1.° a 5 de octubre de 1820, son los siguientes: 1.° Acuer­dos del Cabildo de 2, 5 y 7 de octubre de 1820. Libro 85 y 86 del archivo municipal. M. S. S. 2.° Memorias autógrafas, del General Lamadrid. M. S., en el archivo de don Andrés Lamas. (Lamadrid, en sus «Memorias impresas.» Observaciones etc.), no se ocupa de estos sucesos. Eti las M. S. S., hace una narración difusa y desor­denada, ocupándose de ellos fuera de su orden cronológico; pero da algunos detalles respecto del movimiento de la noche del 1.° de octubre, hallándose él presente en la Fortaleza (dónde quedó pri­sionero). 3.° «Bando del Cabildo Brigadier*;, de 2 de octubre de 1820, deponiendo al Gobernador Rodríguez, hoja suelta, en fol. Im­prenta los Expósitos. 4.° «Acta del Cabildo de hoy», de fecha 3 de octubre de 1820, en que se inserta lo resuelto en el Cabildo abierto celebrado en el templo de San Ignacio, hoja suelta, fol. Im­prenta de los Expósitos. 5.° «Proclama», etc., del Coronel Pagóla, de 4 de octubre de 1820, hoja suelta, fol. Imp. de los Expósitos. 6.° «Oficios del Gobernador Rodríguez a ia Junta», de 4 de octubre de 1820 (son dos), y anexa el acta de la Junta de 5 del mismo, confirmando su nombramiento, 4 pp., en fol. Imp. de la Indepen­dencia. 7.° Núñez, «Efemérides americanas» (en las notas del año veinte), págs. 52 y 53, de la 2 . a parte de sus «Noticias Históricas». 8.° «Relación», de don Hilarión de la Quintana, páginas 81 a 89. 9.° Carta de don José María Rojas a don Manuel José García, de 15 de noviembre de 1820. M. S. (Papeles de García). 10. «Grito de la Razón», papel firmado por el doctor Mariano Zabaleta, con fe­cha 28 de octubre, en defensa de su hijo don Ventura, que era uno de los Cabildantes complicados en la revolución, y en el cual se dan detalles de algún interés. Imp. de la Indep., 4 pp. fol. (La co­lección de papeles de Zabaleta sobre este asunto, consta de 5 pie­zas, incluso una contestación anónima al ya citado, pero no con­tienen noticias hiat.) 11. Despertador Teofitantrópico, del P. Ca»-

Page 392: Historia Belgrano III

388 BARTOLOMÉ MITRE

Apenas apaciguada la tormenta (el 7 de octubre) , circuló súbi tamente el rumor de que Dor rego , a la cabeza de su ejér­ci to, avanzaba sobre la capi tal . A las doce de ia noche, la Fo r t a l eza hizo la señal de a larma con t r e s cañonazos . Inme­dia tamente , el pueblo a rmado , corr ió a las azo teas de la pla­za, dispuesto a sos tener el orden sociai , t r iunfante eí 5 de oc­tub re (85). La acti tud de Dor rego an tes y después de la re­volución, daba lugar a ser ios rece los , y nadie dudaba de que su intento fuera renovar la lucha. No había contes tado a ¡os oficios anunciándole el nombramiento de Rodríguez; al estallar el movimiento, sus fau tores habían anunciado que contaban con su adhesión; muchos de sus amigos políticos habían toma­do p a r t e en él, .siendo señalado como su candidato pa ra go­be rnador , y después del triunfo del 5 nada s e sabía de ias disposiciones en que s e encont rara su ejercito acan tonado en Areco en número de más de 1.200 hombres .

Empero , que la revolución de 1.° de oc tubre , fuese propi­cia a ia influencia política de Dorrego-, no puede decirse que ella respondiera a su res tauración en ei poder . Sin duda que tal e ra la aspiración de una pa r t e del Cabildo revolucionario y de sus par t idar ios , que se comprometieron en el movi­miento; pero el ve rdadero candidato de sus principales jefes y del segundo tercio cívico, era ei general Soler , a la sazón asi lado en la Colonia . Es de presumir que Dor rego no ignora­se los t rabajos que sus amigos hacían en tal sent ido, y aun cuando faitan documentos autént icos pa ra comprobar lo , es indudable que la revolución le e ra simpática por sus tenden­cias , a ia Vez que ha lagaba sus ambiciones defraudadas . Así fué, que e! primer cuidado del Cabi ldo en la mañana del 2 de oc tubre , fué comunicar a Dor r ego su reasunción del mando, a consecuencia de la deposición de Rodríguez. Dor rego reci­bió es ta comunicación al día s iguiente. Inmediatamente con­vocó a los jefes principales del ejército, y de acuerdo con ellos, hizo reconocer ai Cabi ldo gobernador , poniéndose a

tañeda, núms. 25 y 26, págs. 286 y 295, en que se dan pormeno­res sobre el ataque a la plaza y la comportación de las tropas de Rosas. 12. «Proclama» del Gobernador Rodríguez (publicada sin fecha, el 7 de octubre), hoja suelta. Imp. de la Independencia. Además hemos tonido informes verbales del doctor don Pedro José Agrelo, de don Nicolás Anchorena y del Coronel don Dionisio Que-sacla. En el archivo general debe existir la causa que se formó a los complicados en el movimiento, por medio de una Comisión mi­litar extraordinaria, que la formaban el General don Marcos Bal­carce y el Ayudante de plaza don Mateo Foutuso.

(85) Despertador Teofilantrópico, del P. Castañeda, núm. 25, páginas 582 y 283.

Page 393: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 389

sus ó rdenes con todo su ejército (86). Has t a entonces , los di­r ec to res del movimiento, qus tenían en mira la candida tura de Soler , no habían cons iderado necesar ia la intervención a c ­tiva de Dorrego ; pe ro el día 4, cuando el genera l Rodríguez es t rechó con su ejército a ia ciudad, todos Volvieron sus ojos hacia él.

Fué entonces que el Cabi ldo le dirigió un oficio (4 de oc ­tubre) , ordenándole que sin pérdida de t iempo acudiese en protección de la ciudad, a t acada , según se le decía, por g rue ­sas par t idas de cabal ler ía de la campaña (87). Es t a comunica­ción llegó t a rde a manos de Dor rego , cuando ya todo es t aba concluido. El 5, a las t r e s de la t a rde , recibía Dor rego la or ­den, y dos ho ras después , casi en el mismo ins tante en que la revolución era Vencida en Buenos Aires , s e ponía en movi­miento. Sus marchas fueron tan ráp idas , que el día 7, muy temprano , s e hal laba sobre la Villa de Lujan, según queda dicho.

En ia t a r d e del mismo día, fué instruido por el mayor, don Ángel Pacheco , de! desenlace de la revolución, y en conse ­cuencia, resolvió de t ene r se allí, pidiendo ó rdenes a la Jun ta de Represen tan tes (88). Ai mismo t iempo, el Cabi ldo (a la sa­zón compuesto de los que no habían tornado p a r t e en el mo-Viento) le oficiaba, ordenándole suspendiese su marcha , y le

(86) Dorrego, en su oficio, de 7 de octubre de 1820, inserto en la inija suelta, titulada «Oficio de la Junta y del Cabildo al Gene­ral Dorrego y su contestación», dice lo siguiente: «Con fecha 2 me hizo saber el Cabildo que por la voluntad del pueblo había recaído el mando de la Provincia en él, y consiguiente á los principios de subordinación, y deseos del orden que me animan, fué hecho re­conocer en el ejército de mi mando por Gobernador y Capitán Ge­neral.» El detalle sobre la Junta de jefas, lo tengo del Coronel don Dionisio Quesada, a la sazón edecán de Dorrego. En el Acuerdo de 7 de octubre de 1820, libro 85 del archivo municipal, se lee lo que sigue: «Tuvieron presente en oficio duplicado del General don Manuel Dorrego, fecha 3 del corriente, que se encontró entre los papeles existentes sobre la mesa del despacho, en que hace pre­sente que todo su ejército sostendrá la determinación del pue­blo.» M. S.

(87) El mismo Dorrego dice en el oficio cit. en la nota anterior: «Con fecha 4 me ordenó la misma corporación (el Cabildo) me pu­siera inmediatamente en marcha en auxilio de ese benemérito pueblo (de Buenos Aires), que se hallaba asediato y atacado por gruesas partidas de caballería. No trepidé un momento á obede­cer y así lo hice entender y proclamó al ejército de mi mando.»

(88) Oficio de Dorrego, de 7 de octubre, ya citado. Informe ver­bal del coronel Quesada.

Page 394: Historia Belgrano III

580 BARTOLOMÉ MITRE

increpaba por haber abandonado su puesto al frente del ene­migo y dejado descubierta ia frontera de la provincia (89).

En el mismo sentido le contestó la Junta de Representan­tes, con fecha 8, al desaprobar su proceder en términos que revelaban sus secretas alarmas, no del todo disipadas, orde­nándole hiciera reconocer como gobernador al genera! Ro­dríguez, y manifestando su extrañeza de que no lo hubiese hecho en su oportunidad (90). Dorrego contestó con fecha 10 quedar impuesto de todo, y al día siguiente reiteró su comu­nicación, diciendo que, en consecuencia, suspendía su mar­cha (91). Con esto cesaron las alarmas, y poco después se publicaban en la Gaceta Oficial los oficios de Dorrego, ha­ciendo reconocer al gobernador Rodríguez, por segunda Vez (92).

A pesar de todo esto, su personalidad política y militar era incompatible con la nueva situación, y desde entonces quedó separado de todo mando, siendo posteriormente confinado por medida de precaución, aunque se le guardaron las considera­ciones debidas a su mérito (93).

(89) Oficio del Cabildo, de 7 de octubre de 1820, inserto en la hoja suelta antes citado con el título de «Oficios de la Junta y del Cabildo», etc.

(90) Oficio de la Junta, de 8 de octubre de 1820, inserto en la hoja suelta cit. en la nota anterior.

(91) Acuerdos del Cabildo, de 10, 11 y 13 de octubre de 1820, libro 85 del archivo municipal, M. S.

(92) Véase Gaceta núm. 25 de 18 de octubre de 1820, en que se registra una nota de Dorrego de 10 de octubre dirigida al Go­bernador Piodríguez, reconociéndolo, que se dice recibida por el Cabildo (y no abierta) el día 2 durante la revolución, y entregada al Gobierno el día 13. En el acuerdo de Cabildo de 13 de octubre de 1820, se lee sobre el particular lo que sigue: «Hizo presente el Secretario, que revisando los papeles rezagados del despacho ca­sualmente ha encontrado tres oficios del general del ejército en campaña, D. Manuel Dorrego, de fecha 1.° del corriente, dos de ellos avisando al Gobernador el reconocimiento hecho de él en ei ejército, y uno á la Junta sobre lo mismo.» Libro 85 del archivo municipal, M. S.

(93) La confinación tuvo lugar en 1821. Véase sobre este inci­dente los siguientes papeles: «El Gobernador y Capitán General ha mandado publicar los siguientes oficios, etc., que son: una repre­sentación de Dorrego a la Junta reclamando de la medida el 23 de Febrero, y un informe del gobernador sobre ella, de I o de Marzo de 1821. Imp. de la Indep. 4 pp. fol. 2.° Contestación de la Junta sobre lo mismo de 2 de Marzo, Imp. de la Indep., hoja suelta, fol.» 3.° Nuevo oficio bajo cuyo título se contienen 3 oficios, uno de ellos de 3 de marzo, en que se hace referencia a la fuga de Do-

Page 395: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 591

Pacificado Buenos Aires y consolidado el Gobierno de Ro­dríguez, és te contrajo toda su atención a regular izar sus r e ­laciones con las demás provincias argent inas , sobre la base de la paz y de la unión. En es te sentido se habían ya iniciado t rabajos con los Gobiernos del inter ior , especialmente con Sa l t a y Córdoba y el es tado de las demás provincias, en ge­neral s impáticas a la nueva situación de Buenos Aires , p ro ­metía que la pacificación se hiciese muy luego extensiva a toda la República.

rrego para evitar la confinación, después de haber dado fianza y recibido del Gobierno la cantidad para sus gastos. Imp. de la Indep., hoja suelta fol.,

Page 396: Historia Belgrano III
Page 397: Historia Belgrano III

C A P Í T U L O XVLI

LA REORGANIZACIÓN

1820-1821

Continúa la narración histórica.—Ruptura entre Artigas y Ramí­rez.— Guerra entre ambos caudillos.—Triunfo de Ramírez.—Sus proyectos de engrandecimiento.—Relaciones entre Córdoba y Buenos Aires.—Estado general de la República. Situación de las Provincias del Norte.—Santiago del Estero, Provincia fede­ral.—Bosquejo del futuro.—Mediación de Córdoba y Salta.—Paz y alianza entre Buenos Aires y Santa Fe.—Disolución de la liga de Jos caudillos del litoral. —Movimiento reorganizador.—Catás­trofe del Salto. —Campaña contra los indios.—Llegada de una Comisión regia de Fernando VII, proponiendo la paz.—Contes­tación de la Junta de Representantes, a la Comisión. —Fin del año 20.—Amenaza de una nueva guerra civil.—Corresponden­cia entre el Gobierno de Buenos Aires y el de Entre Ríos.—Ra­mírez, declara ia guerra a Buenos Aires.—Ruptura entre López y Ramírez.—El Congreso empieza a reunirse en Córdoba.—Ca­rrera invade las Provincias de Córdoba y San Luis.—Primera campaña de Carrera en el Interior.—Ramírez, invade Santa Fe, obtiene ventajas y es derrotado en Coronda.—Mérito de López en esta campaña.—Operaciones de la escuadrilla de Buenos Aires, en el Paraná.—Reunión de Ramírez y Carrera, y sus ope­raciones en Córdoba.—Derrota y muerte de Ramírez.—Pacifica­ción del litoral. —Incorporación de la Banda Oriental, al Brasil y Portugal.—Fin de Carrera.—Muerte de Güemes.—Ultimas in­vasiones de los realistas a Salta.—Afianzamiento de la indepen­dencia argentina. — Entrada del ejército Argentino-Chileno, a Lima. Triunfo de la independencia americana.—Sinopsis de la revolución argentina.—Bosquejo de su organización política.— Inauguración del sistema representativo en Buenos Aires.

Coincidió con los sucesos re la tados al fin del capítulo an­terior, la terminación de la encarnizada guer ra en t re Ramírez v Art igas , de la cual hemos hecho mención incidentalmente, y en la que ambos contendores se disputaban la supremacía del caudillaje del l i toral . Como se recordará , Art igas , der ro­tado por los por tugueses y desobedecido por los suyos , había abandonado ei terr i tor io Orienta l , y refugiádose en Corr ien-

Page 398: Historia Belgrano III

394 BARTOLOMÉ MITRE

tes , es tableciendo su campamento genera l en Curuzucuat iá , en el punto denominado Abalos (1). Desde allí p rocuró influir en la política argent ina, y abrió nuevas relaciones con Cór­doba, considerando a López y Ramírez como subal te rnos su­yos . Los T r a t a d o s del Pilar, que tuvieron lugar poco después , le a la rmaron, y desde entonces empezó a p r e p a r a r s e a la eventual idad de romper con Ramírez. Al efecto, formó un ejército con los cont ingentes de Misiones y Cor r i en tes , sobre la b a s e de las fuerzas que le habían acompañado desde la Banda Orienta! . Alarmado a su Vez, Ramírez se ap re su ró a t r a s l ada r se al En t re Ríos , inmediatamente después de la úl­tima asonada de Alvear en el Ret i ro , que queda ya na r r ada . Art igas hizo amargos reproches a Ramírez sobre sus procede­res . Ramírez, por su pa r t e , le con tes tó negándole todo d e r e ­cho a inmiscuirse en el gobierno de te r r i tor ios que tenían au tor idades na tura les , refiriendo ai Congreso Argent ino que debía reunirse , la solución de las cuest iones nacionales pen­dientes , y acusó d i rec tamente a Art igas de habe r obs tado a su reunión. D e es te modo fué como el caudillaje argent ino rompió con el caudillaje or iental , que, de r ro tado en su propio terr i tor io por las a rmas ext ranjeras , pre tendía imponer la ley al Occidente del Pa raná , subordinando a la ambición de un mandón, sin propósi tos patr iót icos , la sue r t e de una nación.

Dijimos an tes , que al t iempo de l legar Ramírez a En t re Ríos, las montoneras del país que sostenían la unión con Bue­nos Aires , se habían reconcent rado sobre el Uruguay , a ór­denes de don Gervas io C o r r e a y del hermano de Hereñú, obteniendo un triunfo sob re don Ricardo López Jo rdán . Ata­cado allí por Ramírez, C o r r e a capituló en el Ar royo de la China, según queda ya explicado, y desde entonces Cor rea tomó servicio bajo la bandera del caudillo ent rer r iano. Ramí­rez se replegó al P a r a n á , y C o r r e a se situó con una división en el Ar royo Grande , en observación de Art igas . Es t e dis­puso que e! indio Siti, comandante general de Misiones y su­cesor de Andresi to , invadiese el En t re Ríos, al frente de 1.500 misioneros. C o r r e a fué de r ro t ado en el Ar royo Grande, y de es te modo quedaron ro t a s las host i l idades en t re los dos ambiciosos caudillos.

En los pr imeros días del mes de junio, Art igas pene t ró por el Occidente del río Gualeguay, a la cabeza de 2 000 a 2.500 hombres , incluso la fuerza de Siti , que s e le incorporó en la marcha . Ramírez saiió a su encuentro como con 500 a 600 hombres de cabal ler ía , cuya base la componían 400 Dragones bien disciplinados. El 13 de junio de 1820, s e encontraron am­bos bel igerantes en las Guachas (costa del Gualeguay) . Ra-

(1) Véase la nota de Artigas a López Jordán, anteriormente citada. M. S.

Page 399: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO S§5

mírez quedó deshecho, bien que obteniendo a lgunas ventajas parcia les , y se replegó al Cié con sus res tos . Art igas no que­dó mejor pa rado ; pe ro opor tunamente reforzado por una di­visión de 800 corrent inos , que al mando del comandante La Palma habían invadido por la cos ta del P a r a n á , marchó sobre la Bajada, al frente como de 2.000 hombres . Ramírez esperó a su competidor a inmediaciones de la Bajada, al f rente de 500 a 600 hombres de cabal ler ía y un batal lón de 200 infan­t e s . El 24 de junio se encontraron o t ra vez los ejércitos, y Ar t igas fué comple tamente de r ro tado . Ramírez marchó, poco después , en persecución de Art igas , y, a marchas forzadas , consiguió bat i r al comandante López Chico (el 17 de julio), que al frente de 200 hombres cubría la re t i rada en la costa del Gualeguay . A los pocos días (el 22 de julio), de r ro t aba en las puntas del Yuqueri o t ra fuerza de 500 hombres , ai mando del indio Perú Cut í , uno de los principales tenientes de Ar t igas . En Mandisoví, fué deshecho o t ro de los tenientes de Art i ­gas , el indio Mat ías Abscú , y Ramírez pene t ró a! ter r i tor io de Cor r i en tes . El comandante general de Misiones, Sití, se sometió a Ramírez, y Misiones quedó agregado como depar­tamento a la provincia de En t r e Ríos. En las Tunas , sobre la cos ta Nor t e del Mocore tá , fué de r ro tado o t ra Vez López Chico, que se hal laba allí al frente de 400 hombres . Art igas , que se encontraba inmediato, se puso en re t i rada , sos teniendo fuertes guerr i l las ; pero a poco andar empezó a desorganizar su fuerza y s e puso en precipitada fuga. El campamento de Abalos quedó con todo su pa rque en poder del vencedor . Ra­mírez se dirigió entonces a la Esquina, adonde había hecho subir su escuadril la, l levando embarcada su infantería, y dis­puso que Art igas fuera act ivamente perseguido.

Art igas , sin da r se por vencido, procuró reaccionar , y se di­rigió a las Misiones con el objeto de someter a Sití. Es t e , al frente de 600 hombres , se sos tuvo en un reducto art i l lado con cua t ro piezas, en el punto denominado el Cambay. Art igas le puso sitio, y es taba ocupado en esto cuando, repent inamente , fué a tacado por la espalda por una división de Ramírez, al mando del comandante Pir is . Comple tamente de r ro tado , em­prendió su fuga remontando la corr iente del Miriflay, s iempre perseguido de cerca . Encer rado en Candelar ia , sobre la cos ta de! Alto P a r a n á , se Vio obligado a a t r avesa r el río y a pedir al Dic tador Francia un asilo en el Pa raguay , quien ie dio por alojamiento la celda de un convento de frailes, confinándole poco después a un lugar apar tado , donde quedó pa ra s iempre enter rado en vida. Así terminó su ca r re ra el famoso caudillo oriental que había llenado una década en la historia del Río de la P la ta , del modo que queda his tor iado y juzgado en e s t e libro.

Ramírez, dueño de todo el terr i tor io si tuado en t re los r íos

Page 400: Historia Belgrano III

596 BARTOLOMÉ MITRE

P a r a n á y Uruguay, tomó posesión de Cor r i en tes y s e procla­mó Je fe Supremo de las t r e s provincias, a que dio la deno­minación de República del En t re Ríos. En Cor r i en t e s se apo­deró de la escuadri l la de Ar t igas , mandada por el famoso Campbel l , la que unida a la de Buenos Aires , que le había l levado el a rmamento pac tado por los t r a t ados del Pi lar y convenios pos te r io res , le dio el dominio absoluto de las aguas del P a r a n á , desde Punta Gorda o Diamante has ta la emboca­dura del río P a r a g u a y . Ensoberbecido con sus triunfos, pensó se r iamente en l levar la gue r ra al Pa raguay , y al efecto em­pezó a organizar un ejército expedicionario, escribiendo al gobernador López en el sentido de pedirle su cooperación, contando hace r se por es te medio arb i t ro de los dest inos de la República Argent ina. Ta le s eran ios p lanes que ocupaban al caudillo en t re r r i ano , al t iempo de ser Vencido el motín de oc tub re en Buenos Aires (2).

La provincia de S a n t a F e , en guer ra con Buenos Aires , se mantenía mient ras tan to a la expecta t iva , limitando sus hos­ti l idades a una que o t ra incursión vandálica sob re las fronte­r a s . López, siguiendo su sistema gauchí-político de equilibrio, después de habe r manifestado públicamente que era Dor r ego el único obstáculo a la paz, s e most raba dispuesto a una t ransacción con el Gobierno de Rodríguez. Por es te medio se proponía a s e g u r a r s e en su Gobierno , sacrificando a su aliado C a r r e r a , que ya era para él un es to rbo , y ob tener a la vez algunos recursos de Buenos Aires; emanciparse de la domi­nación de Ramírez y a l ia rse con Bus tos , que hacía t iempo lo t rabajaba en el sent ido de s e p a r a r su causa de la de los cau­dillos del l i toral.

La cuestión pendiente en t re Buenos Aires y San ta F e , en sus re lac iones con las provincias del interior, no era simple­mente una cuestión política y militar: e ra principalmente una cuestión económica. Siendo San ta F e la puer ta precisa del comercio del l i toral con el interior de la República, el es tado de gue r ra había paral izado el t ráf ico, y las provincias medi­t e r r á n e a s s e hal laban l i teralmente b loqueadas . Sin r en t a s , sin comercio, sin salida pa ra sus frutos, produciendo escasamen­te lo necesar io p a r a vivir y careciendo de los obje tos más in­dispensables de consumo, un a r reg lo que removiera el obs­táculo e ra anhelado por todos , y e ra una conveniencia y una

(2) Al relatar rápidamente estos sucesos, nos hemos guiado principalmente por una Memoria, escrita por el coronel don Ra­món Cáceres, testigo presencial y actor en todos ellos. M. S. autó­grafo en nuestro archivo. Aunque incorrecta, hemos tenido pre­sente, como documento de comparación, un Relación de los suce­sos de Corrientes desde 1814 a 1821, que se registran en el t. VII de la Revista de Buenos Aires, pág. 57 y siguientes.

Page 401: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 397

necesidad p a r a !a existencia de ios mismos Gobie rnos . En es te sentido todas las s impatías es taban de pa r t e de Buenos Aires , poseedora de ia única aduana nacional , y único centro de ri­queza del cual pudieran e s p e r a r s e algunos beneficios.

Bus tos , bien aconsejado por su egoísmo y fiel a su plan po­lítico de no hacer causa común con ¡os caudillos de! ü tora i , había cultivado, ant ic ipadamente, ¡as buenas re laciones con Buenos Aires . P u e s t o de acuerdo con San Mart ín y O'Higgins, según queda dicho, no t repidó en pronunciarse oficialmente cont ra C a r r e r a , ofreciendo coopera r a la destrucción de las fuerzas de es te caudillo, a quien caiificaba de «invasor del orden y enemigo de la causa de ia América». El oficio en que t a les conceptos se vert ían, contenía e s t a s significativas pala­b r a s : «Tengo el p lacer de que mis primitivas medidas coinci­den en todo á los deseos y miras de ese Gobierno, á quien aseguro que en es te punto, y en cuanto diga relación á la cau­sa común y hermandad de provincias; me tendrá inal terable­mente adicto» (3). Aprovechando a la Vez la oportunidad de contes ta r una comunicación del gobernador Dorrego , a que se adjuntaba el boletín de la acción en San Nicolás, le felicitó por el triunfo en nombre del pueblo de Córdoba , calificando de injusta la invasión cont ra «ia beneméri ta provincia de Bue­nos Aires» (4)'.

El gobernador Rodríguez, con motivo del Manifiesto de la Jun ta a las provincias hermanas , les dirigió una circular en que explanaba sus conceptos . En la enderezada a Bus tos , se reca lcaban los que s e relacionaban con la cuestión económica y la guer ra con Sar ' ta F e . «La indigna y escandalosa guer ra que el pueblo y Gobierno de San ta F e ha encendido nueva­mente . . . desolada ia campaña, in terce tado el comercio, sal­t e adas ¡as propiedades de ¡os i raf icantes , obs t ru idas ias fuen­tes de ingreso con que Buenos Aires podrá auxiliar la defensa genera l , no es á él sólo, sino á todo el país, á quien hostilizan es tos encarnizados enemigos del sosiego público. Un formal requerimiento de pa r t e de los Gobiernos p ro tes tando los per ­juicios y males de la patr ia , y haciendo causa común contra los que es torban ¡os nobies designios de los pueblos , ¿cómo no había de imponer al gobernador López, y obligarle á ce sa r su guer ra de ladrones y saqueo?» (5) Es to s e decía en la vís­pera de la revolución de oc tubre .

(3) Oficio del gobernador Bustos al gobernador de Buenos Ai­res de fecha 28 agosto de 1820, en la Gaceta núm. 20 de 1820.

(4) Oficio del gobernador Bustos al gobernador de Buenos Ai­res, de 28 de agosto do 1820. En la Gaceta antes citada.

(5) Circular del Gobierno de Buenos Aires, el 30 de septiem­bre de 1820, publicada en el Investigador de Córdoba de 18 de febrero de 1824.

Page 402: Historia Belgrano III

398 BARTOLOMÉ MITRE

La circular del Gobierno de Buenos Aires , s e cruzó en el camino con dos oficios de un mismo tenor , que Bustos dirigía a los Gobiernos de San ta F e y de Buenos Aires , ofreciendo su mediación en su cuest ión interprovincial , previa sanción de la Jun ta de Represen tan te s de Córdoba . Invocando los sentimientos de fraternidad, condenaba la guer ra como estéril pa ra el bien y dañosa a la prosper idad genera l , señalando la necesidad y conveniencia de poner término a la anarquía por medio de un Congreso Nacional , el gobernador de Córdoba y terminaba diciendo: «La obra de tan tos años y tantos sacri­ficios, la grande obra de Sud América, no es posible Verla por más tiempo reducida al t r is te resul tado de vivir sin patr ia , sin sistema político, sin comercio, y, por todo fruto, forzada á re­nunciar á todas las ventajas de la Vida social.» (6)

El gobernador Bus tos era en aquella época la figura más espec tab le en las provincias argent inas del interior, no obs­tan te su complicidad en ei motín de Arequi to y lo estéril de su gobierno personal . Su alejamiento de los caudillos del litoral, su circunspección, hija de la nulidad, su iniciativa a fin de re­unir un Congreso nacional, sus relaciones pat r ió t icas con San Mart ín y O'Higgins, el prestigio y la fuerza que le daban el apoyo de un ejército Veterano, habían agrupado en torno suyo a todas las provincias medi te r ráneas de ia República. Las t r e s provincias de Cuyo , independientes administrativa­mente , pero confederadas en lo político, se habían p res tado a concurr i r a! Congreso por él convocado, y hacían causa común en oposición a ias miras de don José Miguel C a r r e r a . La Rio­ja, independizada de Córdoba con su benepláci to , obraba en el mismo sentido, empezando a figurar en ella como su caudillo el sa rgento mayor don Juan Facundo Quiroga , que más t a rde debía ser apell idado «el t igre de los Llanos» (7). Tucumán, consti tuido en república federal , nombraba pres idente de ella a su gobernador Araoz , uniformando su política con la de Bus tos (8). Güemes , a rb i t ro de Sa l t a y de Jujuy, había es t re­chado su alianza con Bus tos , y, auxiliado por és te con algu­nas tropas, según se explicó antes, formaba un ejército con el

(6) Oficio del Gobernador Bustos a los Gobiernos de Buenos Aires y Santa Fe, de 4 de octubre de 1820 y .Acta de la Sala de Representantes de Córdoba, en El Investigador de Córdoba de 18 de febrero de 1824.

(7) Véase «Manifiesto de la Rioja a los pueblos hermanos», de 29 de noviombre de 1820. Inserto en el núm. 16, pág. 247 del Su­plemento al Despertador Teofilantrópico.

(8) Véase el acto de instalación de la República de Tucumán y el nombramiento de su «Presidente Supremo» de 17 y 19 de mayo de 1820, en la Oaeela de 13 de septiembre de 1820.

Page 403: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 399

objeto de cooperar por el Alto Perú a la expedición de San Martín sobre Lima, a la vez que procuraba subordinar a su influencia personal todo el Norte de la República, centrali­zando así en sus manos sus fuerzas militares y sus intereses políticos.

Como se ve, el movimiento segregaíista operaba simultá­neamente una doble evolución, que se complicaba a su Vez con un tercer movimiento de los caudillos federales. Las antiguas intendencias del Virreinato y de la república unitaria, se des­componían en provincias federales y rompían el Vínculo polí­tico que las ligaba a un Gobierno general, pero reconocién­dose siempre parte integrante de una nación indisoluble. A su Vez, las tenencias de gobierno de estas intendencias se des­componían en provincias soberanas, que se emancipaban de su metrópoli local. Santa Fe, se independizaba de Buenos Ai­res, La Rioja, de Córdoba, y Cuyo se descomponía en tres provincias federales, que, atraídas por afinidades recíprocas, formaban un grupo parcial. Los caudillos, que fomentaban este espíritu de disgregación federal, negaban a Í8S partes el derecho que se atribuían como jefes provinciales, y aun aspi­raban a ensanchar sus límites, subordinando a su influencia política y militar las provincias limítrofes, para sujetarlas a otro despótico régimen unitario. Tal fué la política de Artigas hasta caer Vencido. Tal era la política de Ramírez, vencedor de Artigas, que se consideraba con derecho a mandar abso­lutamente en Entre Ríos, Corrientes, Misiones y Santa Fe. Tal era la política del gobernador Araoz, pretendiendo suje­tar a su dominación las jurisdicciones subalternas de Cata-marca y Santiago del Estero, tenencias de gobierno de la in­tendencia de Tucumán, y tal la de Güemes al reaccionar contra la política de Araoz, teniendo en mira ensanchar su círculo de acción y de poder.

Con este propósito, fomentó Güemes la segregación de las jurisdicciones de Catamarca y Santiago de la intendencia de Tucumán, predispuestas por el espíritu de la época y los instintos de las razas, a constituirse en provincias indepen­dientes. Catamarca, con más territorio, y Santiago con más población que Tucumán, se consideraban humilladas de su de­pendencia y aspiraban a la autonomía, considerándose capaces de gobernarse a sí mismas. Los trabajos de Araoz en el sen­tido de constituir la república de Tucurnán, contribuyeron a precipitar ia disgregación Para dar forma lega! a su proyec­tada república, dispuso que concurriesen dos diputados por cada una de las tres jurisdicciones en que se dividía la inten­dencia, y que, reunidos en Congreso, formaran su Constitu­ción. Reuniéronse únicamente los diputados de Tucumán y Catamarca, no concurriendo los de Santiago a consecuencia

Page 404: Historia Belgrano III

400 BARTOLOMÉ MITRE

de la resis tencia de sus habi tan tes , fomentada por un Cabi ldo decididamente hostil a la hegemonía tucumana (9).

El gobernador Araoz , para Vencer las res is tencias de San­tiago del E s t e r o , envió al mayor don Fel ipe Heredia ai frente de un des tacamento de 100 dragones de línea, con el p re tex to de escol tar al genera l Belgrano, en su t ráns i to a Buenos A i r e s . Bajo la protección de 50 hombres de es tas fuerzas, que quedaron allí de guarnic 'ón permanente , se operó una reac­ción en Sant iago , y el Cabildo fué reemplazado por o t ra más favorable a los in te reses tucumanos . Los desconten tos , soli­ci taron ei auxilio del Comandan te general de f ronteras don Fel ipe Ibarra , oficial que había militado en los ejércitos de la independencia, quien de acuerdo con Quemes, marchó sobre la ciudad al f rente de las fuerzas que tenía a sus ó rdenes . S a b e d o r el Cabi ldo tucumanista de es ta novedad, llamó al pueblo a las a rmas (el 30 de marzo de 1820), y ofició a Ibarra por dos Veces consecut ivas , con orden de suspender sus mar­chas , haciéndolo responsab le de ias consecuencias . Ibarra contes tó: que «no pudiendo ser insensible á los c lamores del pueblo que lo l lamaba, iba en su auxilio». En el mismo día se poses ionó de la ciudad, después de un ligero combate de que resul ta ron algunos muer tos y her idos, e inmediatamente, fué nombrado Ibarra teniente Gobernador de Sant iago , por ei puebio reunido en Cabi ldo abier to .

A pesar de es to , Sant iago no se declaró ab ie r tamente des­ligado de la dependencia de su capital provincial . Ocho días después ordenó que se nombraran los dos diputados que debían concurr i r al Congreso provincial de Tucumán. P e r o habiéndose hecho sent i r (10) en Ca tamarca un movimiento análogo, el G o t e r n a d o r Araoz , a larmado, expidió un mani­fiesto, declarando rebeldes a los que en tal sentido t rabaja­ban . «Ei orden jerárquico (decía en él) ha subordinado á e s tos pueblos limítrofes á la provincia de mi mando. D e s e r t a r es ta subordinación política, es t r a s to rna r ese orden gradual , á que la misma asociación los sujeta. Es ta capital (Tucumán) es tá pene t rada de! más vivo dolor al considerar los en el borde del pavoroso caos en que los van á precipi tar cavi losas puebla­das.» E s t e manifiesto sublevó en masa a Sant iago , quien con­tes tó en un contramanif iesto, levantando la bandera de la in­surrección. «Por el orden jerárquico (decían los de Sant iago) Tucumán dependía de la capital de Buenos Aires: sin embar­go, se ha declarado independiente, con la arrogancia de hacer­lo á toda cos ta . ¿Qué privilegio exclusivo t iene Tucumán para dec la ra r se libre é independiente, que no lo t iene Sant iago y

(9) Véase acta de 17 de marzo de 1820, ya citada. (10) Catamarca declaró más tarde su independencia provincial,

88gún consta del acta de 25 de agosto de 1821.

Page 405: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 401

Catamarca? ¿Qué mano pródiga confirió a los habi tantes de Tucumán ia gracia par t icular de volver a su natural l ibertad, que tan mezquina se manifestó con respec to á la de Sant iago y Ca tamarca? ¿Después de la disolución de! Congreso , que ' los pueblos reasumieron su soberanía , en qué t iempo, en qué": base y dónde, Tucumán y Sant iago ce lebraron con t ra tos p a r a ' asoc iarse , y es tablecer ei orden general , que somete al uno a la potes tad del otro? Ent re tan to que Tucumán, Sant iago y Ca tamarca , no acuerden t ra tados que unan es tos dos ex t re ­mos—obediencia y libertad—, se rá Sant iago tan libre y sobe­rano como Tucumán y Ca tamarca ; y, por consiguiente, se personarán por sí sin el auxilio dativo a la participación de la forma que prescr iba e! Congreso general .»

Consecuen te con estos propósi tos , fué convocada una junta electoral , represen ta t iva de las comunidades de la jurisdic­ción, con el ca rác t e r revolucionario de legislativa y constitu­yen te , la cual dec laró , el 7 de abril de 1820, la independencia provincial de Sant iago del Es te ro , como «uno de los ter r i to­rios unidos de la confederación de! Río de la Pla ta». Declaró a la vez no reconocer «otra soberanía ni superioridad sino la del Congreso que se reuniese para organizar la federación nacional»; ordenando que se nombrase una Junta que dic tara la Constitución loca!, «según el sistema provincial de los E s ­tados Unidos de la América del Nor te , y nombrando a Ibar ra gobernador de la provincia. Esta proclamación fué acompa­ñada por o t ro manifiesto, en el cual se destacan es tos con­ceptos : «Antes de la publicación del manifiesto del Gobierno de Tucumán, había declarado aquella provincia libre é inde­pendiente, sin dignarse consul tar á nues t ros hermanos de Ca­tamarca ni con nosot ros , considerándonos como Vasallos de !a capital en que él manda. Has ta aqui habíamos obedecido sus órdenes , no porque considerábamos su autor idad como consti tucional, pues no habíamos contribuido con. nues t ros Votos á su elección, sino porque pensábamos que no se debía hacer división de provincia, en un momento en que pueblos hermanos eran agi tados por convulsiones políticas; pero que además de los agravios recibidos, nues t ra municipalidad y nuestro teniente gobernador no han recibido contestación á Varios oficios; pues nues t ra tranquilidad y seguridad es tán diariamente amenazadas ; convencidos de la urgente necesidad de res tablecer la tranquilidad, de los espíri tus por una medida digna de una población de sesenta mil almas libres, cuyo voto inequívoco es formar de e¿ta jurisdicción uno de los te r r i to ­rios ó cü-es tados de la república federal del Río de ia Pla ta ; c ier tos que no hay un argumento empleado por el Gobierno de San Miguel de Tucumán para su s t r ae r s e al Gobierno di-rectorial de Buenos Aires , que con más fuerte razón no po­damos ampliarlo noso t ros p a r a sus t r ae rnos á la autor idad del

28

Page 406: Historia Belgrano III

402 BARTOLOMÉ MITRE

Gobierno de Tucumán. Es tamos convencidos del principio sa­g rado que en t re hombres l ibres no hay autor idad legítima, sino la que dimana de los votos libres de los ciudadanos» (11).

De es te modo es como las provincias argent inas , envueltas en la anarquía, a r r a s t r a d a s por las i r resis t ibles cor r ien tes de la disgregación, aspi rando a la independencia a la vez que a la unión nacional, bosquejaban la futura federación argenti­na, inoculándose los gérmenes del bien y del mal, en los bue­nos principios de gobierno que proclamaban, y en los caudillos a rmados de ¡a fuerza, a los cuales se en t regaban a discre­ción, const i tuyéndolos por el hecho en mandones absolu tos y vitalicios.

En ta les c i rcunstancias , de acuerdo con Güemes , que había ofrecido sus buenos oficios, y contando además con la adhe­sión de Sant iago del E s t e r o , que buscó inmediatamente su apoyo , fué que Bustos in terpuso su mediación en la guerra en t re Buenos Aires y San ta Fe , nombrando sus diputados al efecto (12). El gobernador Rodríguez, una Vez dominado el motín de 1.° de oc tubre , se puso en campaña al frente de un ejército (el 27 de octubre) , pa ra resolver la cuestión con San­ta F e , ya por la paz, ya por las a rmas (13). Desde su Cuartel genera l en San Nicolás, contes tó a Bus tos aceptando su me­diación, con la competente autorización de la Jun ta de Repre­sen tan tes . Allí conferenció con los diputados de Córdoba y Sa l ta , después de haber és tos obtenido el asent imiento de López y oído sus p ro t e s t a s pacíficas y sus quejas (14). Sobre

( I t ) Respecto de esta sipnosis de la situación de las provincias mediterráneas del Norte en 1820, he aquí nuestros documentos: 1.° Actas Capitulares del Cabildo de Santiago del Entero desde 1818 a 1821. Lib. 6.°, M. S., original del archivo municipal de San­tiago. 2.° Manifiesto del gobernador Araoz, de 10 de abril de 1820. 3.° «Manifiesto del Gobierno y Cabildo de Santiago del Estero> de 17 de Abril de 1820. Imp. de la Indep.. en 4 pp. fol. 4.° «Acta y Manifiesto electoral del territorio de Santiago del Estero.» Imp. dt la Indep.. 3 pp. fol. (sin fecha, pero corresponde a la del anterior.)

(12) Estos fueron don Saturnino Allende y el doctor don Lo­renzo Villegas. Véase Memorias, de Paz, t. II, pág. 32. —Por lo que respecta al diputado mediador de Salta, véase la Gaceta núm. 25, de 26 de octubre de 1820

(13) «Proclama» del Gobernador Rodríguez, de 21 de octubre de 1820, en que se dice: «Marcho á campaña, con el designio da no rehusar la guerra ni la paz, hasta conseguir que sean depuestas con honor (las armas), así como han sido tomadas con dolor.»

(14) Oficio del Gobernador López a Bustos, de 20 de octubre de 1820, en ei Apéndice del i. Ostracismo», etc., de Vicuña Macken-na, pág. 522.

Page 407: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 4©5

esta base s e iniciaron las negociaciones en t re ¡as dos provin­cias limítrofes (15).

P o r su pa r te , el gobernador López, escribió confidencial­mente al general Rodr íguez en un sentido amigable; y p a r a dar una mues t ra de sus buenas disposiciones se puso en com­pleto pie de paz, licenciando sus milicias (16). Ei 10 de noviem­bre se ace rcó a la f rontera del Arroyo del Medio, y le dirigió una car ta invitándole a una conferencia a fin de poner el sello a una «reconciliación es table , y salir del es tado de anarquía , que a t ra ía sobre la república el desprecio de cuan tos la obser ­vaban, y ¡a privaba del reconocimiento de ¡a independencia por ias demás naciones» (17).

La conferencia de los dos gobernados tuvo lugar el día 11 en la estancia de Inzaurralde. En ella quedó moralmente ajus­t ada la paz, l ibrando a ia discusión de los respect ivos comi­s ionados, reunidos con los mediadores , el a r reg lo de los pun­tos pendientes . De es tos , sólo dos p re sen taban alguna dificul­tad, a s abe r : el abandono de C a r r e r a por pa r t e de López, y ios auxilios que, por pa r t e de Buenos Aires , debían da r se a San ta F e . La primera cuestión era simplemente de forma, r e ­sis t iéndose López a en t regar a su aliado, de cuya conducta se consti tuía responsable . La segunda era cuest ión de canti­dad, pe ro envolvía además otra de decoro , como se verá luego.

Abier tas las conferencias diplomáticas en la estancia de Benegas sob re el Arroyo de! Medio, y no obteniendo López todo lo que deseaba en cuanto a auxilios, el las se prolonga­ban indefinidamente. Po r último, los comisionados de una y o t ra pa r te , ajustaron por Vía de preliminar- un armisticio de Veinte días ai término del cua! debía quedar sancionado el t r a t ado , y en caso cont rar io , quedar ro tas las host i l idades (18). E r a la misma p ropues ta que an tes de Pavón , López había hecho a Dor rego , y que é s t e había rechazado con indignación.

(15) Oficio del Gobernador Rodríguez al Gobernador Bustos, de 4 de noviembre de 1820, en El Investigador, de Córdoba, de 18 de febrero de 1824.—La Junta de R. R. al dar su autorización para tratar, nombró al Alcalde de primer voto, don Mariano An-drade y al Fiscal de la Cámara de justicia como adjuntos del Go­bernador en campaña, según consta de los Acuerdos de Cabildo, de 22 y 24 de octubre de 1820, libro s5 del arch. municipal. M. S. S.

(16) Oficio del Gobernador Rodríguez, de 4 de noviembre de 1820, en la Gaceta núm. 28, de 8 de noviembre de 1820.

(17) Carta de López a Rodríguez, de 10 de noviembre de 1820. Imprenta de los Expósitos, hoja suelta, en fol.

(18) Armisticio, de 20 de noviembre de 1820, en el Boletínnú-mero 3S.—Los comisionados por parte de Buenos Aires, eran don Mariano Andrade y don Matías-Patrón, y por parte de Santa Fe, don Juan Francisco Sagui y don Pedro de Larrachea.

Page 408: Historia Belgrano III

404 BARTOLOMÉ MiTRE

Rodríguez la rechazó con igual energía, y la declaró inadmi­sible, agregando que ella era una aviso de p r e p a r a r s e a obrar mili tarmente para ob tener por las a rmas lo que no se quería fuera el resu l tado de un ajuste amistoso. Formulando a su Vez una proposición categórica , concedió dos días de plazo, pasados ¡os cuales se entender ían ro tas ias hosti l idades si no s e a r r ibaba a un acuerdo formal. «Si s e quiere ia paz (decía), si se busca de buena fe. una hora , un solo ins tante , sobra pa ra sancionarla . E s t o s son mis sent imientos y los del ejérci­to que comando, y si é s tos no son ios de aquel los que presi­den a ios dest inos de S a n t a F e , bien pronto sabrán a qué pre­cio tan cos toso deben adquirirla» (19).

López , comprendiendo lo peligroso de su posición, coloca­do en t re las fuerzas de Buenos Aires y de Córdoba , se apre­suró a r eanudar personalmente las negociaciones, diciendo que sus comisionados, a causa de hablar demasiado, no ha­cían nada. En una nueva entrevis ta que inmediatamente tuvo lugar en t re ambos gobernadores , todo quedó definitivamente ar reglado, a jus tándose una ve rdadera alianza política y mili­t a r en t re Buenos Aires , Córdoba y San ta F e , por la que se comprometieron las pa r t e s con t ra t an tes a «remover en su te­rr i torio todos ¡os obs táculos que pudieran hacer infructuosa ia paz». Es to importaba, además , la ent rega de C a r r e r a y una rup tura con Ramírez por pa r t e de López. P e r o aún quedaba un punto difícil por a r reg lar . López exigía, que por vía de in­demnización o de auxilio, se le en t rega ra la cantidad de Veinti­cinco mil cabezas de ganado. El gobernador Rodríguez se ne­gaba a acceder a es ta exigencia, no sólo por las escaseces de su erar io , sino porque consideraba que era una condición de­primente de ia paz, que no podía figurar en un t r a t ado públi­co ni sec re to . Al fin se convino en que el ganado se suminis­t ra r ía por una suscripción que promovería en t re los hacenda­dos de la Provincia de Buenos Aires el comandante don Juan Manuel Rosas , quien io cont raer ía como compromiso espon­táneo , firmando, al efecto, un documento part icular , de cuyo cumplimiento se consti tuiría ga ran te la Comisión Mediado­ra (20). Allanados es tos puntos , fué fácil a r reg la r el t ra tado

(19) Oficio del gobernador Rodríguez de 21 noviembre de 182t> en el Boletín núm. 38.

(20) Este documento, firmado por Resas y por los diputados de Córdoba, lleva la misma fecha de 24 de noviembre, en que se ce­lebró el tratado. Publicóse en el núm. 8 de El Investigador, de Córdoba, juntamente con la chancelación del Gobierno de Santa Fe de fecha 10 de abril de 1823, por la cual consta que Rosas ha­bía cumplido el compromiso contraído bajo su responsabilidad. En efecto, Rosas entregó la cantidad do ganado estipulada en aquella forma, poniendo a contribución a todos los hacendados de la cam-

Page 409: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 405

definitivo, que se firmó el 24 de noviembre, comprometiéndo­se ambas partes contratantes a mantenerse en paz en el es­tado en que se encontraban, hasta la instalación de un Con­greso Nacional, al cual debía concurrir con sus diputados en ei término de dos meses, señalando la ciudad de Córdoba como punto de reunión (21).

Mientras López trataba con Buenos Aires, don José Mi­gue! Carrera t r a t aba con los indios pampas a fin de asegu­rarse una retirada. Hallábase acampado a! Norte del Rosario, a ía cabeza de 120 hombres, último resto de su antigua divi­sión de chilenos, deshecha en ia acción de San Nicolás. El 26 de noviembre, dos días después de fi Carrera, guiado por algunos indios baqueanos, se dirigía a Melineué y se internaba en el desierto, buscando el anhelado camino de Chile. López, que se había comprometido a desarmar a Ca­rrera, dejándole, sin embargo, tiempo para ponerse en salvo, se manifestó muy sorprendido por su fuga, y mandó un cuerpo de tropas en su persecución, lo que participó a Rodríguez en su calidad de aliado, para prevenir una sorpresa (22).

Al mismo tiempo de firmarse la paz con Santa Fe, el Ca-

paña. Con este motivo se hizo acordar por la Junta de Represen­tantes con fecha 10 de marzo de 1821 la cantidad de veinticinco mil pesos par:;, llenar el déficit de la obligación. Apareciendo la compañía Rosas y Tarrero haber entregado la cantidad de Í.908 cabezas de ganado con que había concurrido al auxilio de Santa Fe, Rosas, e invocando sus servicios con tal motivo, se hizo adju­dicar en pago de este ganado, la propiedad de la Estancia del Rey, situada en la Magdalena, con seis leguas de campo, poblaciones, en­seres, ganado, ele , todo lo cual fué tasado en 5.754 pesos, equiva­lente del valor de ias i.908 cabezas de ganado que se íe admitie­ron en pago. Todo esto consta de la escritura pública, que original existe en el archivo de la Escribanía de Gobierno. M. S. autentica­do en nuestro archivo.

(21) Véase Registro Diplomático del Gobierno de Buenos Ai­res, pág. 19. El tratado fué ratificado por la Junta de Representan­tes de Buenos Aires el 27 de noviembre do I8i0.—El Gobernador Rodríguez, en su proclama de 5 de diciembre de 1820, inserta en la Gaceta del 6 del mismo mes y año, niega enérgicamente la exis­tencia de un tratado secreto, la entrega de una cantidad de pesos a Santa Fe y hasta si donativo de ganados como obligación con­traída con la provincia, aun cuando coa el fondo tuviese este ca­rácter, como él mismo lo reconoció después, según consta del ex­pediente relativo a la venta o donación do la Estancia del Rey, ci­tado en la nota anterior. M. S.

(22) Oficio del Gobernador López al Gobernador de Cuyo, de 26 de noviembre do 1820. Archivo de Mendoza, según Vicuña Ma-kenna, pág. §27.

Page 410: Historia Belgrano III

406 BARTOLOMÉ MITRE

bildo de Buenos Aires recibía comunicaciones del general San Mart ín , en que par t ic ipaba su desembarco triunfa! en las cos ta s del Pe rú , al frente de! ejército argentino-chileno, anun­ciando que pronto enarboiar ía en Lima el pabellón de la Pa­t r ia . Con tal motivo incitaba a ia Corporac ión a que se dirigía, a in te rponer sus respe tos , a fin de que cesa ra la discordia en las provincias a rgent inas y s e const i tuyesen en cuerpo de nación. El Cabi ldo se dirigió a la Jun ta de Represen tan tes , indicando !a conveniencia de proclamar a ios demás Cabildos argent inos en tal sentido y circulaba tan plausible noticia (25).

E r a así cómo todos los e lementos que constituían la socia­bilidad argent ina , tendían a ia reorganización politica, obede­ciendo a las leyes de ¡a gravi tación, a la Vez que las fuerzas disolventes se neutra l izaban. Ramírez, decapi taba el caudi­llaje y der r ibaba a Ar t igas en nombre de la autonomía de las provincias a rgent inas , l lamándole t i rano. López se emanci­paba de la dominación de Ramírez, y hacía la paz con Buenos Aires , proclamando la necesidad de la unión y quedaba así disuelta la liga de los caudillos de! l i toral. Córdoba , San ta F e y Buenos Aires se al iaban, garan t iéndose rec íprocamente su si tuación, y s e ponían a! frente de ia obra de la reorgani­zación consti tucional . Las demás provincias seguían es te mo­vimiento, uniformando su política con la de Buenos Aires , y se daban a imitación suya formas regu la res de gobierno, que en t rañaban ¡os gérmenes de su consti tución. A excepción de Cor r i en tes y Misiones y subyugadas por Ramírez, y de Jujuy que aún formaba p a r t e in tegrante de Sa l ta , pero de !a cual no ta rdar ía en s e p a r a r s e , todas ias provincias que debían consti­tuir en lo futuro la nación argent ina , habían reasumido su autonomía, y se gobernaban por un sistema federal de hecho, reconociéndose todas pa r t e s in t regran ies de una asociación indisoluble, des t inada a Vivir en los t iempos. Los ejércitos t r iunfantes en ¡a extremidad de la América Meridional , cuya independencia aseguraban , a ¡a Vez, de la de su patr ia , s e en­viaban pa labras de gloria y de al iento, y las incitaban a cons­t i tu i rse en cuerpo de nación, precisamente en los mismos mo­mentos en que es ta evolución se iniciaba en la República Ar­gentina por acciones y reacciones propias , concurr iendo a la obra de la reorganización has ta las mismas fuerzas que ha­bían ope rado la disolución política y social.

Tr iunfante así la causa que Buenos Aires había sostenido duran te todo el año 20, en medio de continuos reveses , dolo-

(28) Acuerdo de Cabildo de 28 de noviembre de 1820. Lib. 86 del archivo municipal, M. S. Oficios de San Martín al Cabildo do Buenos Aires y al gobernador Bustos de 12 y 14 de octubre de 1830 en Pisco, publicados en la Gacela núm. 33, del 13 de dicier»-br« de 1820.

Page 411: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 407

rosas convulsiones y esfuerzos supremos , el gobernador Ro­dríguez disolvió su ejército y se re t i ró a la capital . No bien hubo reasumido el mando, cuando un gri to de horror , de maldición y de venganza s e hizo oír a! Nor te de la provincia. Don J o s é Miguel C a r r e r a , con sus 120 aven tu re ros , unido a los indios salvajes de la pampa, había invadido la f rontera por aquella pa r t e ; apoderándose del pueblo del Sa l to ; saqueada su población, incendiándolo después ; Violando a sus mujeres en el recinto de la iglesia donde se habían refugiado, y lie-Vádose como t resc ientas caut ivas con sus hijos en b razos , dejando t r a s sí la desolación y el espan to (24). Es to sucedía el 2 de diciembre de 1820. El 4 de diciembre, el gobernador Rodríguez fulminó u r a t remenda proclama, en nombre de la humanidad ultrajada, cuyo justiciero fallo ha sido confirmado por la historia. J o s é Migue! C a r r e r a , decía: «ese hombre de­p ravado , ese genio del mal, esa furia abor tada por el infierno mismo, él es au tor de tamaños desas t r e s . B á r b a r o , cien veces más bá rba ro y ferino que los salvajes e r r an t e s del Sur , a quienes se ha asociado. . . Yo marcho, compat r io tas , en busca de e s e por ten to de iniquidad. Je fes , oficiales y so ldados , ayu­dadme; habi tantes de la campaña afligidos, yo par to a soco­r r e ros , auxiliadme. Honorables r ep re sen tan te s de es ta heroi­ca pe ro desgraciada provincia, permitidme desa tender unos debe res , por cumplir o t ros más u rgen tes . Yo juro al Dios que adoro , perseguir ese t igre y vengar a la religión que ha pro­fanado, a la patr ia que ha ofendido, a la na tura leza que ha ultrajado con sus crímenes» (25).

No habiendo dado resul tados la persecución emprendida contra C a r r e r a y sus al iados, por habe r se és te re t i rado con tiempo a las Pampas l levándose su botín de guer ra , el gober ­nador Rodríguez decidió llevar una expedición formal sob re las tolder ías de los indios, con el objeto de ensanchar y a se ­gurar la f rontera . A es te fin reunió un ejército de más de 2 000 hombres, y se puso en campaña, penet rando al des ier to por la f rontera del Su r .

S imul táneamente con es tos sucesos (el 4 de diciembre), s e p re sen tó en el pue r to de Buenos Aires el bergantín de gue r ra

(24) Parte del comandante de Areco, don Hipólito Delgado, de 2 de diciembre de 1820, en la Gaceta núm. 32 del mismo año. Véase además, <E1 Ostracismo de los Carreras», por Vicuña Mac-kenna, pág. 336 y siguientes, en que se confirman todos estos de­talles, agregando algunos que no constan del parte oficial.

(25) Proclama del gobernador Rodríguez, de 4 de diciembre de 1820, publicada en hoja suelta y en el núm. 32 de ia Gaceta del mismo año. Véase Vicuña Mackenna, obra citada, pág. 341 y siguientes, en que procura, no disculpar, sino explicar los suceso» del Salto, dando razón a la terrible proclama de Rodríguez.

Page 412: Historia Belgrano III

408 BARTOLOMÉ MITRE

españoi Aquiles, conduciendo a su bordo una Comisión regia, que propuso en nombre de Fe rnando VII como monarca cons­titucional de las Españas , abrir negociaciones pa ra poner tér­mino a «las diferencias exis tentes en t re individuos de una misma familia», pidiendo garan t ías p a r a desembarcar . La Jun ta de Represen tan te s contes tó que no podía oír proposi­ciones, sino sobre la base preliminar del reconocimieuto d é l a independencia argent ina, que sus provincias reunidas en Con­g reso habían establecido, y de «cuyo sagrado compromiso an te el E te rno y ante las naciones de! globo no podían sepa­r a r s e un punto, sin renunciar a sus más a l tos e incontes tables derechos» (26). Al día siguiente (7 de diciembre), el bergant ín Aquiles s e hizo a la vela, y desaparec ió en el horizonte a las dos horas , como un símbolo de la dominación española sob re las Américas , que se perdía de vista para s iempre .

Así terminó el año 20, inaugurado bajo tan desconsoladores auspicios, en que la causa de la América parec ía perdida y las Provincias Unidas disuel tas política y socialmente; y que se ce r r aba con el triunfo de los ejércitos a rgen t inos en la ex­tremidad de la América Meridional , con la paz y la unión de las provincias argent inas , y en que una sola de sus provincias con tes taba al Rey de España , que no admitía proposiciones de paz, sino sobre la b a s e del recocimiento de ¡a Independen­cia argent ina .

El año de 1821 se inauguró bajo auspicios no menos som­br íos que los del año 20, diseñándose una nueva gue r ra civil en su horizonte t empes tuoso .

Tr iunfante Ramírez, de Art igas , recibió una nota del gober ­nador Rodríguez, par t ic ipándole su nombramiento . El sober­bio caudillo contes tó con una nota sarcás t ica y amenazadora , que en el fondo importaba un ultimátum encapotado , sino una declaración de guer ra . Al mismo tiempo dirigía una circu­lar a las provincias, en que conci taba ei odio y las descon­fianzas contra el Gobierno de Buenos Aires , invi tándolas a una liga cont ra él, bajo el p re tex to de que no dec laraba la gue r ra a los por tugueses (26*). El objeto de es tas maniobras e ra centra l izar en sus manos todo el poder militar de la Re-

(26) Nota de la Comisión regia, de 4 de noviembre de 1820, y contestación de la Junta de Representantes, de 6 del mismo, en la Extraordinaria de Buenos Aires, de 7 de diciembre ds 1820. La Comiaión regia contestó a la Junta de Representantes por medio de la Legación española en Río Janeiro, en oficio datado en Montevi­deo el 9 de diciembre, el que juntamente con la réplica puede ver­se en la Extraordinaria, de 1.1 de enero de 1825.

(26*) Oficio de Ramírez al Gobierno de Buenos Aires, de 18 de noviembre de 1820, y circular del mismo a las provincias, de igual fecha, en la Extraordinaria de 28 de enero de 1821.

Page 413: Historia Belgrano III

HISTORIA DH BELGRANO 409

pública, nace r se nombrar general en jefe del ejército que se formara pa ra expulsar a los por tugueses de ia Banda Orien­tal , y const i tuirse así en arb i t ro de ios dest inos de ia nación, obs tando a !a reunión de un Congreso .

Ei Gobierno de Buenos Aires contes tó en términos dignos . la nota de Ramírez, y levantando los cargos que en ella y en la circular se le hacían, insistió en la reunión de un Congreso Nacional que resolviese sobre ia paz o la guer ra . «Entonces , decía, es que podremos, con suceso, ar ro jar de nues t ro suelo a los extranjeros , que sóio pudieron ocupar lo aprovechándo­se de nues t ras disensiones. P e r o si, lejos de formar un cuerpo de nación, y hacer causa común contra toda nación ex t raña , se p repa ran gue r r a s y agres iones contra es ta provincia, ¿qué ha de hacer sino apelar a ia sagrada ley de su conservación y de su propia defensa? Entonces no responderá el inválido de la sangre americana que s e vierta.» Jun tamente con esta con­tes tación, s e enviaba un comisionado a Ramírez con el objeto de agota r los medios pacíficos, y se dirigía una contraci rcular a las provincias explicando su política y sus propósi tos patr ió­t icos. Todas las provi icias, exceptuando ias subyugadas por Ramírez, se pronunciaron en el sent ido de Buenos Aires , y adhirieron a su política, ofreciéndole su cooperación con Vo­tos por el mantenimiento de la paz (27).

Despechado Ramírez y mal aconsejado por ios emigrados por teños , que después de los tumultos de oc tubre se habían refugiado en su ter r i tor io , abandonó la idea de expedicionar sobre el Pa r aguay y s e decidió a dirigir sus a rmas cont ra Bue­nos Aires , reconcent rando al efecto, en ia Bajada del P a r a ­ná, sus fuerzas navales y t e r r e s t r e s . Intimó a López que se uniera a él en es ta empresa o, por lo menos, que le conce­diese paso franco por su te r r i tor io ; pe ro el gobernador de S a n t a F e , fiel a los t r a t ados de paz que había firmado, se negó a ello, y comunicó todo al Gobierdo de Buenos Aires en su calidad de aliado, aperc ibiéndose por su pa r t e a la lucha. D e es te modo la guer ra quedó declarada de hecho (28).

Es ta repent ina mutación de escena s e operó duran te los t r e s pr imeros meses del año de 1821. El gobernador Rodrí-

(27) Circular del Gobierno de Buenos Aires a las provincias, de 31 de diciembre de 1820, y contestación del Gobierno y Cabii­do de Mendoza y Córdoba, en ia Extraordinaria de 30 de enero de 1821 y de febrero del mismo. Véose, además, en la Gaceta nú­mero 43 del mismo año, las contestaciones de Tucumán, San Juan V San Luis. La de La Rioja y Catamarca se registran en el núme­ro 47 de la Gaceta de 1«21.

(28) Véase «Apuntos», de Mondo, pág. 57 ( 1 . a ed.), y oficio del gobernador López al gobernador Rodríguez, de 2 de marzo de 1821, en la Extraordinaria,, de 10 de marzo del mismo año,

Page 414: Historia Belgrano III

410 BARTOLOMÉ MITRE

guez, que había sido desgrac iado en su campaña cont ra los indios, fué l lamado urgentemente a hacer f rente a e s tas emer­gencias, y reasumió el mando el 31 de enero . En los pr imeros días de marzo expidió su primer proclama de guer ra , con el anuncio que el jefe de En t r e Ríos se ponía en marcha cont ra Buenos Aires; la que re i te ró a mediados del mismo, aseguran­do que el invasor ser ía escarmentado (29).

Ramírez dirigió a su Vez dos proclamas , una a los habi tan­tes de San ta F e , que terminaba diciendo: ¡Marchemos!, y o t ra a Buenos Aires y su campaña , que empezaba con es tas pala­b r a s : «El gran pueblo duerme: marcho por t e rce ra Vez á re­cordar le . Hab i tan tes de Buenos Aires , á Vosotros dirijo tan jus ta reconvención. Romped las cadenas del sistema exclu­sivo.» (30)

López , a su vez, proclamó a su provincia, rompió abier ta­mente con Ramírez, haciendo una manifestación de su políti­ca . Decía en ella: que, obtenido el resul tado de que cada p ro ­vincia s e gobe rnase federalmente , no había motivo pa ra en­cender de nuevo la gue r ra intestina, por sat isfacer únicamente Ja ambición del que pretendía suplantar al Director io dest ruí-do. «Es preciso discernir (agregaba) de t iempos para con­cordar nues t ras decisiones pa ra el fin: debemos en el día desunirnos de Ramírez como supremo, hasta hacerlo ab raza r ios deberes , que repugnaron los asp i ran tes Gobiernos de Buenos Aires , pues él sigue las mismas huellas , cub ie r tas de sangre , violencias y tiranías.» (31)

E s t a s proclamas y manifiestos p recu r so re s de la guer ra , eran acompañadas de medidas mili tares que dictaba activa­mente el Gobierno de Buenos Aires. Habiéndose hecho sent i r a banda de don J o s é Miguel C a r r e r a a inmediaciones de Me-lincué, López ¡o prevenía al gobernador Bus tos , quien inme­dia tamente se ponía en campaña con las fuerzas de Córdoba , levantándose en a rmas al mismo t iempo las provincias de San

(29) Proclama sin fecha (publicada el 5 de marzo de 1821), y de 18 del mismo. Hoja suelta en fol., la 1. a, en la Imp. de la Inde­pendencia, y la 2 . a , en la Imp. de los Expósitos. Véase, además, «Bando» del Gobernador de Buenos Aires, de 2(J de marzo de 1821. Hoja suelta en fol. Imp. de los Expósitos, y «Aviso del Capitán General al Pueblo de Buenos Aires¡, de 27 de marzo de 1821. Imp. de la Indep. 3 pp. fol.

(30) La primera, sin fecha, publicada en Buenos Aires en mayo de 1821, se imprimió en hoja suelta, fol. Imp. de la Indep. La 2. a , sin fecha también, se registra en el núm. 4-9 de la Gaceta de 1821, con un preámbulo del Gobierno y notas del editor.

(31.) «El Gobernador de la Provincia de Santa Fe, a los habi­tantes de ésta y su campaña», de 27 de abril de 1821. Hoja suelta, 2 pp. fol. Imp. de la, Indep.

Page 415: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 411

Luis , Mendoza , San Juan y La Rioja. López e ra auxiliado con a rmas y dinero, y organizaba un ejército en ia ciudad de San ta Fe , cubriendo a la Vez el punto del Rosar io . Buenos Aires ponía en . campaña dos ejércitos, uno de Vanguardia a órdenes del coronel Lamadrid, y o t ro de re se rva , que debía mandar ei gobernador Rodr íguez en persona . S e organizaba una escuadri l la , compuesta de 5 be rgan t ines , una goleta , un cú ter y 4 lanchones, cuyo mando se confiaba al coronel don Jo sé Mat ías Zapiola . S e declaraban bloqueados los pue r tos del En t re Ríos y s e a rb i t raban r ecu r sos ex t raord inar ios p a r a sufragar los gas tos de la guer ra (32).

P o r su pa r t e , Ramírez se movía de Cor r i en tes en marzo , después de remontar su ejército con los cont ingentes de los pueblos conquistados, a r r eando 20.000 caballos, 70.000 cabe­zas de ganado Vacuno, l levándose los ornamentos y campanas de las iglesias y apropiándose todos los dineros y alhajas que a r rancó por la Violencia. El 4 de abril hizo su ent rada en la Bajada, después de habe r fusilado b á r b a r a m e n t e en Goya , sin forma alguna de juicio, al M a y o r don Gervas io C o r r e a , cuyos servicios en favor de la unión con Buenos Aires han sido r e l a t ados an te r io rmente . Es tablec ió ba te r ías en Punta Gorda (hoy Diamante) ; reunió en la Bajada un ejército como de 2.000 hombres y concentró en su puer to una escuadri l la , compues ta de un bergantín (el Belén), t r e s go le tas y a lgunas lanchas a rmadas en guer ra , mandada por un aven tu re ro lla­mado Monteverde , el mismo que le había en t regado los bu­ques de Buenos Aires que condujeron a En t r e Ríos el a rma­men to pac tado por los T r a t a d o s del Pi lar (33).

En es tos p repa ra t ivos se pasaron los meses de enero a marzo . Mien t ra s tanto , los d iputados ai Congreso Nacional seguían reunidos en Córdoba , habiendo acudido a él los de B u e n o s Aires , Fa l t aban los diputados de Sa l ta , Tucumán, S a n t i a g o del Es t e ro y C a t a m a r c a que s e hal laban envuel tas en una gue r r a civil, a consecuencia de la independencia que había p roc lamado Sa provincia de San t iago , a que asp i raba igua lmente C a t a m a r c a en alianza con Güemes . Los diputados reunidos en C ó r d o b a acordaron mediar en es ta contienda; pe ro an t e s de que es te paso produjese sus benéficos efectos, ia guer ra civil se había encendido en toda la República (34).

(32) Véase la «Relación» de un empréstito forzoso de 50.000 pesos, 4 pp. fol. Imp. de la Indep.

(33) Véase oficio de ios DD. de B. A. de 5 de abril de 1821, en el núm. 85 de la Gaceta del mismo año.

(34) Memoria del coronel Cáceres, ya citada, M. S., en nuestro ai -chivo.— «Sucesos de Corrientes», ya citado en el t. Vli de la.Be-vista de Buenos Aires. — Núm. 2 de «El Argos de Buenos Aire»», p¿g. 6.

Page 416: Historia Belgrano III

4!2 BARTOLOMÉ MITRE

Don José Migue! C a r r e r a , después de una larga peregr ina­ción por la pampa desier ta , buscando s iempre un camino que lo condujera a Chile, se decidió a invadir las provincias del cen t ro , a la cabeza de una división como de 400 hombres en t re indios salvajes y cr is t ianos. En los pr imeros días de marzo fué seña lada su presencia sobre ¡a f rontera de Córdo­ba en su punto de contacto con la de San Luis (55). E s t a inva-sió-n coincidió con la sublevación de algunas montoneras en la provincia de Córdoba , que respondían a cuest iones loca­les (36). Bustos se puso inmediatamente en campaña al frente de una división de más de 400 hombres de cabal ler ía , dejando de gobernador delegado ai comandante don Francisco Bedo­ya , a quien ya conocemos, y s e si tuó en la extremidad Austral de la s ier ra de Córdoba , en el punto denominado las Achiras . En es ta posición cubría la f rontera de la provincia, a la Vez que protegía a las provincias de Cuyo, obrando en combina­ción con una división de 500 púntanos que a las ó rdenes del gobernador de San Luis, don J o s é S a n t o s Ort iz , se había si­tuado a 40 leguas al Su r sobre las márgenes del Río Quinto . C a r r e r a , se corr ió a lo largo de la f rontera de Córdoba , dejó a Bustos sobre su derecha, y pene t rando a San Luis por San Jo sé del M o r r o (extremidad Austral de la s ier ra de Córdoba por ¡a pa r t e de San Lrsis), s e in terpuso en t re las fuerzas de Bus tos y de Ort iz , colocándose a 10 leguas a re taguardia de é s t e . Desde allí, tomó el camino ca r r e t e ro , se dirigió con rum­bo al Occidente , buscando el camino de la cordil lera. El 8 de marzo es tableció su campamento en el Chajá, ondulación de ¡a pampa rodeada de a l tas lomas, que forman una especie de Valle. Bus tos , que se había movido de las Achiras en busca de su incorporación con Ort iz , se encontró , inopinadamente , con C a r r e r a el 9 al medio día, y fué vergonzosamente der ro­tado, dejando en poder del enemigo como 50 pr is ioneros y desbandándose le toda su división casi sin pe lear (37).

El Vencedor, revolvió inmediatamente sobre Ort iz , que ha­bía descendido por la margen izquierda del Río Quinto en

(35) Oficios de Bustos de 3 de M a i z o de 1821, del Gobernador de Mendoza de la misma fecha y de la Municipalidad de San Luis, de 8 del mismo mes y año. en los núms. 46, 47 v 48 de la Gaceta de 1821.

(36) La crónica de estas montoneras no entra en nuestro cua­dro histórico. Véase, a su respecto, «Memorias» de Paz, t. I, pági­na 45 y siguientes.

(37j Paz, «Memorias», t. II, pág. 44.—Vicuña Mackenna, «Os­tracismo de los Carreras», pág. 35 y sig. y doc. del arch. de Men­doza, citados por el mismo. Oficio del gobernador delegado do Córdoba, don Francisco Bedoya, al gobernador de Buenos Aires, de 14 de marzo de 1821, en el núm. 48 da la Gaeeta del mismo año.

Page 417: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 413

busca de ios invasores , y el 11 de marco, en el lugar llamado Las Pulgas (hoy Mercedes) , io batió completamente , tomán­dole como 70 pris ioneros y ultimó a toda ia infantería purita­na, que en número como de 100 hombres se negó a rendirse y murió peleando, formada en cuadro en torno de un añoso al­gar robo , con su Valeroso comandante don Luis Videla a su cabeza (58). Pocos días después , C a r r e r a ocupaba tr iunfante la ciudad de San Luis, donde remontaba su columna, ya en­grosada con los prisioneros tomados en los dos encuent ros an­te r io res . Allí le alcanzó una comunicación de Ramírez en que ie anunciaba su próxima invasión a Buenos Aires , i lamándoie a tomar pa r te en empresa . El caudillo chileno, volviendo en­tonces sobre sus pasos, se dirigió hacia el Naciente , internó­se en la provincia de Córdoba , y, ai finalizar el mes de abril , se hal laba como con 800 hombres en la Villa de la Concep­ción, sobre la margen derecha del Río 4.° Mient ras tanto , Bus tos , después de su der ro ta , había organizado una nueva división más fuerte que ia anter ior ; habíase reunido con ias fuerzas de Mendoza al mando del coronel don León Domín­guez, al mismo tiempo que ¡a división de San Luis, reorgani ­zada, y los cont ingentes de San Juan y La Rioja, convergían en el mismo sentido (39).

C a r r e r a , circundado de fuerzas super iores , descendió la co­rr iente dei Río 4.° y se aproximó al Río 3.°, asolando a su paso ias f ronteras de Córdoba . Desde la Esquina de Lobatón se adelantó hacia el litoral con el objeto de tomar lenguas de Ramírez, y habiendo sabido en Melincué que é s t e aún no ha­bía a t ravesado el Pa raná , revolvió sobre Córdoba con e! áni­mo de a taca r a Bus tos , pe ro és te se puso en re t i rada , ¡imi­tándose a una estr icta defensiva, y ocupó sucesivamente pun­tos a t r incherados , en t regando al enemigo e! dominio de la campaña. Engrosado C a r r e r a con algunas fuerzas montoneras de la s ier ra , puso sitio a Córdoba . Ei gobernador delegado, don Franc i sco Bedoya , se a t r incheró en la ciudad, y a ios pocos días obligó a los s i t iadores a ponerse en re t i rada, y a C a r r e r a , a tomar de nuevo el camino del litoral en busca de su al iado Ramírez (40).

Tal era el e s tado de! interior de la República al tiempo de iniciar Ramírez su nueva campaña contra Buenos Aires .

(38) Vicuña Mackenna, y Yates (testigo presencial) en sus obras citadas.

(39) Oficio de Bustos a Bedoya de 29 de marzo, inserto en el dirigido por el 'último ai Grobernador de Buenos Aires con fecha 5 de abril de 1821. [Gaceta núm. 50 del mismo año.)

(40) General Paz y Vicuña Mackenna, obras citadas. Véase, además, el «Argos» de 25 de agosto de 1821, pág. 131, en que se habla del sitio de Córdoba.

Page 418: Historia Belgrano III

414 BARTOLOMÉ MITRE

La posición de Ramírez en la margen oriental del P a r a n á , teniendo ai frente una escuadril la más fuerte que la suya que dominaba el r ío, y con t res ejércitos que le esperaban a la banda opues ta , le ofrecía pocas probal idades de éxito en una invasión. Fel izmente pa ra él, los vientos cont rar ios habían re ­t a rdado la subida de la escuadril la de Buenos Aires que, ha­biendo salido de! pue r to el 17 de abril , aún permanecía en San Nicolás en los pr imeros días de mayo (41). Aprovechan? dose de es ta circunstancia, concibió un atrevido plan de cam­paña, que en medio de su incoherencia revela los instintos del genio. Dispuso que 200 hombres a t r avesa ran a nado el P a r a ­ná desde Punta Gorda , donde había es tablecido su campa­mento, y s e posesionaran de Coronda en la margen fronteri­za, apoderándose de las cabal ladas que López tenía allí. Conseguido es te golpe, s e lanzó a la invasión en los pr imeros días de mayo con una columna de 1.000 hombres de cabal le­ría, dejando orden a su infantería que inmediatamente ocu­pase ia ciudad de San ta F e . Sin perder t iempo marchó sobre Lamadrid, que a la cabeza de 1.500 hombres !e salió al en­cuent ro , y lo bat ió completamente el 8 de mayo obligándolo a r ep legarse , en der ro ta , sobre el Ar royo del Medio (42). Ló­pez des tacó al comandante don Juan Luis O r r e g o en protec­ción de Lamadrid, a la cabeza de 200 d ragones santafecinos . Ramírez cont ramarchó sobre O r r e g o y lo alcanzó en el Ca­rrizal de Medina, donde lo dispersó y acuchilló por largo t r e ­cho. Replegóse en seguida sobre Coronda , en cuyo puer to tenía sus t r anspo r t e s fluviales, con la mira de in te rceptar ¡as comunicaciones en t re López y Buenos Aires y espera r el re ­sul tado de la operación de su infantería sobre San ta F e (43).

En la madrugada del 15 de mayo se p resen tó en el puer to de San ta F e la escuadril la en t re r r iana mandada por Monte -Verde, ¡levando a su bordo de 700 a 800 infantes bajo el inme­diato mando del comandante don Lucio Mansii la, dirigiendo en

(41) Paz, «Memorias», t. II, pág. 36.—Iriondo,'«Apuntes>, pági­na 57.—«Sucesos de Corrientes», ya cit., t. VII, pág. 75 de la Re­vista de B. A.—Boletín núm. 1 y 2 (nueva serie) en que se inser­tan los partes de Lamadrid de 9 y 10 de mayo, en el primero de los cuales se da por vencedor, confesando implícitamente en el se­gundo su derrota. Véase núm. 2 de El Argos de Buenos Aires, página 7.—Lamadrid, «Observaciones», pág. 285. Lamadrid dice en sus Memorias impresas que su ejército sólo constaba de 1.200 hombres; pero en sus Memorias M. 8. S., que autógrafas tenemos a la vista, confiesa expresamente 1.500 hombres.

(42) Boletín núm. 2, núms. 4, 5 y 6.—Iriondo, «Apuntes», pá­gina 58.

(43) Boletín núm. 2, núms. 4, 5 y 6 —Iriondo, «Apuntes», pá­gina 58.

Page 419: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 415

jefe la expedición el comandante don Romualdo Garc ía (44). López había hecho a t r incherar la ciudad, y establecido una ba ter ía defendiendo el puer to en el lugar llamado Boca de la Laguna. Después de cambiar algunos cañonazos con la escua­drilla, la ba ter ía fué fácilmente tomada, f lanqueándola; y la infantería en t re r r iana , operó su desembarco sin res is tencia . Resistida la intimación de rendición que se hizo a la ciudad, convencidos de la dificultad de apode ra r s e de ella a viva fuer­za, ignorantes de la situación de Ramírez, con el recelo de ser in terceptados por la escuadril la de Buenos Aires que con buen Viento remontaba el r ío, los expedicionarios, obedecien­do a las insinuaciones de Mansil la , s e r eembarca ron en la misma noche y abandonaron a su sue r t e al supremo ent rer r ia-no, a la sazón colocado en t re dos ejérci tos , cada uno de los cuales e ra más numeroso que el suyo (45).

Reforzado Lamadrid, a t r avesó el C a r c a r a ñ á a la cabeza de un nuevo ejército de 1.500 hombres , perfectamente montado y pe r t rechado , dest inado, fa ta lmente , a la misma s u e r t e que el que anter iormente se le había confiado. E s t e genera l , fal­tando a sus instrucciones, en vez de buscar su incorporación con López, que se facilitaba con la reconcentración de Ramí­rez sobre la costa de Coronda, pretendió maniobrar por su cuenta y marchó cubier to por los bosques de la cos ta del Pa­raná , a fin de colocarse a re taguard ia del enemigo, con la pretensión de ce r r a r l e la re t i rada por el río. Sin más combina­ción, y sin e spe ra r la contestación de López, de quien depen­día y a quien había comunicado su plan, Lamadrid s e lanzó sob re el campo de Ramírez en la mañana del 24 de mayo. El caudillo en t re r r iano , prevenido opor tunamente , salió a su en­cuent ro a la cabeza de 700 hombres formados en seis colum­nas pa ra le las (46), lo cargó b izar ramente , le tomó el flanco y la re taguardia , y en pocos minutos lo hizo pedazos , apode-

(44) Quinientos a 600, se dice en el Boletín núm. 6; 900, se dice en los «Sucesos de Corrientes», ya citado; 1.000, dice Vicuña Mackenna. - Tomamos el término medio.

(45) «Apuntes», de Iriondo, pág. 57.—«Memorias», de Paz, tomo II, pág. 86. -«Sucesos de Corrientes», ya citado, tomo Vil, pág. ~4, de la República de Buenos Aires.—Fragmento de una Memoria postuma de don Lucio Mansilla, publicado en El Nacio­nal, de Buenos Aires, de 10 de marzo de 1877.—Boletín núm. 6, firmado por el Gobernador delegado de Buenos Aires, Viamont.

(46) Lamadrid pretende en su parte oficial haber sorprendido a Ramírez; pero del proceso que se formó con motivo de esta ba­talla consta que, en la noche anterior, el enemigo le había tomado prisionera una partida exploradora, y el mismo Lamadrid, en la publicación quo hizo de la confesión del comandante Fleytas (de que se hablará después), dice que los prisioneros fueron cinco.

Page 420: Historia Belgrano III

416 BARTOLOMÉ MITRE

r ándose de iodo su armamento de r e se rva y cabal ladas , y has ta del dinero que l levaba (50.000 pesos) para auxiliar al ejército de San ta F e (47).

Don Estanis lao López salvó la si tuación. Incorporado a t resc ientos d ispersos del de r ro tado ejército de Lamadrid, que le ¡levó el coronel don Domingo Arévalo , se halló a la cabeza de una columna como de 1.000 hombres . Sin desa len ta r se por los an te r io res con t ras tes , escribió al gobernador Rodríguez: «De es ta pretendida gloria, c reo que no gus ta rá mucho tiem­po el ambicioso supremo. Aun cuando el resul tado cont a toda esperanza me fuera adverso , le aseguro que el en t re r r ia -no quedará impotente para cualesquiera operac iones acti­vas» (48). Al día siguiente (el 26 de mayo), a las t res de la tar­de, avanzó López sobre Ramírez, y dejando el grueso de su fuerza oculto en un bajo, tuzo ade lan ta r una pa r t e de ella, provocándolo a la pelea. El caudillo en t re r r i ano , confiado en ia Victoria, s e comprometió imprudentemente en un t e r r eno que no conocía, y que su contrar io había estudiado de an te ­mano, calculando hasta las ventajas de la hora . S u s pr imeras ca rgas fueron felices y triunfó fácilmente de la vanguardia santafecina que, suces ivamente reforzada, tuvo que ceder el t e r r eno , teniendo lugar algunos en t r eve ros . Poco an tes de ponerse ei sol, la línea en t re r r iana cayó en la emboscada de López. Roto el cen t ro de ella y desorganizado casi todo el r e s to por io desordenado de la pe isecución , sobrevino la noche y no pudiendo ligar las a las sus movimientos en la os­curidad, su der ro ta se pronunció. Ramírez, sin perder la ca­beza , reunió como 400 nombres y al frente de ellos se¡ dirigió

(47) Boletín núms. 9, 10 y 11. —Iriondo, «Apuntes», pág. 58.— Memorias autógrafas, del general Lamadrid, M. S —£1 coman­dante don Justo Rufino Fieytaa, acusado por Lamadrid en su par­te de ser el causante de la derrota del 24 de mayo, fué sometido a un Consajo de guerra, y absuelto con aprobación del Gobierno. En seguida publicó, con fecha 16 de noviembre de 1821, una exposi­ción que suministra algunos datos sobre la batalla, cuyo título es: «Contestación del T. C. don J. R. Fleytas a la imputación que se le hace en el parte inserto en el Boletín núm. j0.» Imprenta de la Independencia, 4 pp. fol.- El coronel Lamadrid publicó, a su vez, un papel de 14 pp. fol. Imprenta de la Independencia, titulado: «Confesión del T. C don J. R. Fleytas en la causa quo se le siguió sobre la acción del 24 de mayo de 1821», etc. (Con anotaciones de Lamadrid en que se dan noticias sobre la batalla, y se habla de dos planos topográficos de ella, el uno hecho por Lamadrid, y el otro presentado por Fleytas al Consejo.)

(48) Oficio de López al gobernador Rodríguez de 25 de mayo de 1821 en el Boletín núm. 11. Oficio del coronel Arévalo de 24 de mayo en el mismo Boletín.

Page 421: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 417

ai interior del país , buscando ia incorporación con ia banda de don Jo sé Miguel C a r r e r a , de cuya presencia en ia campa­ña de Córdoba tenía ya noticia (49). Acompañábanle en su fuga, su sec re ta r io e! fraile, após ta t a Monte roso , que an tes lo había sido de Art igas; e! comandante don Anacle to Medina, uno de sus pr imeros jefes de caballer ía; y su querida, una joven y bella amazona, a quien ei pueblo llamaba doña Delfi-na, que en medio de ¡a der ro ta ga lopaba ga l la rdamente a su lado, vest ida con una casaquil la colorada galoneada de oro y un sombreri l lo a ia chamberga emplumado de rojo y negro (50),

En el mismo día en que López tr iunfaba de Ramírez, ia e s ­cuadrilla de Buenos Aires , demorada por calmas y vientos del Nor te , l legaba a ia~ boca inferior dei Colas t iné , después de haber forzado ias ba te r í a s de Pun ta Gorda , con sólo la pérdida de una lancha de la capi tana. El coronel Zapiola , que la mandaba, s e situó allí con ios buques mayores , y dispuso que el teniente don Leonardo Rosa les , con una división de 4 lanchones , . remontara ei r iacho y cubr iese sub oca supe r io r , . con orden de in te rceptar las comunicaciones fluviales por aquella pa r t e . MonteVerde, que con la escuadril la en í re r r i ana compuesta de un bergant ín, dos gole tas y t res lanchones ar t i ­llados descendía el r ío, se encontró con Rosa les ei día 27 de mayo frente a ia boca super ior de! Colas t iné . Allí se t r abó el combate . D e s p u é s de más de una hora de pelea , Rosa les que­dó vencedor, con apresamiento de una goleta y dos lanchones, hiriendo morta lmeníe , en persona, a Monteverde d e u n c h u -zazo en el abordaje , quien quedó con sólo s ie te hombres sa­nos de ios 25 que t r ipulaban su embarcación (51).

(49) Boletín núms. 12 y .13. Paz, «Memorias», t. II, pág. 87. E! parte de López, que se registra en el Boletín núm. 12, deja'mucho que desear, pero da idea de cómo so inició la batalla, designando la hora, y menciona la circunstancia de la emboscada. Lo que dice el general Paz, por meras referencias, es muy vago, pero consigna el hecho de que Ramírez se comprometió en cargas imprudentes en un terreno que no conocía, y qne hubo algunos entreveros. Con estos datos y con I03 informes verbales dei. general don Ana­ciólo Medina (que mandaba en ese día una de las divisiones de Ramírez), hemos confeccionado esta narración de la batalla. I (50) Iriondo, «Apuntes», pág. 59. Informes verbales dei general Medina y del coronel don Ramón Cácerea, que conocieron, a la he­roína a que se hace referencia en el texto.

(51) Boletín núm. 7, por lo que respecta a la salida de la es­cuadrilla de B. A., el día 22 de mayo, de la boca d«l Carcarañá, y oficio de Zapiola de 26 de mayo ele 18 ¡2, por lo que respecta a su llegada en el mismo día a la boca inferior de! Colastiné Oficios ce Zapiola y Rosales sobre el combate de 26 del mismo, en la Extra­ordinaria de B. A. de 2 de agosto de 1821. Informes verbales y

27

Page 422: Historia Belgrano III

418 B A R T O L O M É A5ITR3

La guerra del litoral, por agua y por tierra, había termina­do, Volvamos ahora a Ramírez y Carrera. Dejamos a éste úl­timo en marcha hacia el litoral, en circunstancias que levanta­ba el sitio de Córdoba, casi ai mismo tiempo que Ramírez era derrotado en Coronda. Ambos caudillos se reunieron sobre la la margen izquierda del Río Tercero el día 7 de junio: Carre­ra con unos 700 hombres y Ramírez con poco más de 300. Uni­dos, marcharon sobre Bustos, a quien suponían atrinchera­do en ias puntas del Sauce; pero éste hacía tres días había abandonado esta posición siguiendo la corriente del Tercero, y situádose en ía Cruz Alta, buscando ei contacto con las fuerzas de Buenos Aires y Santa Fe, y allí se atrincheró mien­tras tanto con una división de 300 infantes, como .200 cabal los y cuatro cañones de campaña. Atacado en tal situación, el 16 de junio, por ias fuerzas de Carrera y Ramírez, que Hicieron al efecto echar pie a tierra a su caballería, se defendió enér­gicamente, causándoles gran mortandad y obligándolos a po­nerse en retirada hacia el Fraile Muerto (52). En este punto, los dos caudillos mal avenidos se separaron para siempre, tomando direcciones opuestas: el uno buscando el camino de Chile por Cuyo; el otro buscando el camino del Entre Ríos ai través de la provincia de Córdoba. Por uno y otro, debían en­contrar ambos Is derrota y ¡a muerte.

Unidas en ia Cruz Alta, las divisiones de Bustos, Lamadrid y López, s e acordó que los dos primeros, en número como da 900 hombres, perseguirían a Carrera, y que la última, fuerte de más de 400 hombres, perseguiría a Ramírez que. con 200 hombres se había internado a la provincia de Córdoba, ame­nazando, ai parecer, su capital (53). El animoso gobernador sustituto de Córdoba, don Francisco Bedoya, salió de la ciu­dad y se situó en los Ranchos con una división ligera. Ramí-

apuntes M. S. S. del general don Matías Zapiola sobre esta campa­ña naval. La versión que de este suceso se da en los «Sucesos de Corrientes», t. Vil, pág. 74, da la Rev. de Buenos Aires, es inex­acta. El cadáver de Monieverde fué sepultado en la isla inmedia­ta a! lugar en que tuvo lugar el combate, y fué solicitado al día si­guiente de él, por intermedio del gobernador de Entre Ríos.

(52) Oficio del Gobernador de Mendoza, Godoy Cruz, al Direc­tor, de Chile, de 3 de julio de i82 ¡, eu la Gaceta Ministerial de Chile, t. III, núm. 3. Paz, «Memorias», t. II, pág. 60. Vicuña Mac-kent>a, «Ostracismo, etc.», pág. 881 y siguientes, núm. 7 de «El Argos», de Buenos Aires, que da a Bustos cuatro cañones. Carta de Bustos de .19 do junio do 1821, en la Gaceta núm. 61 del mis­mo año.

(53) Lamadrid, «Observaciones», pág. 23?. Oficio de Lamadrid al Ministro de la Guerra de 29 de junio de 1821, en la Gaceta mi-mero 26 del mismo año.

Page 423: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 419

rez se inclinó ai pie de ia s ier ra , y reforzado allí con a lgunas montoneras encont róse a la cabeza de una banda como do 400 hombres . Reforzado Bedoya con 150 d ragones de S a n t a F e , ai mando de Dor rego , siguió en su persecución sin dar le descanso y lo obligó a abandonar las escabros idades de ¡a s ierra y a emprender su re t i rada en dirección a! Nor t e , b u s ­cando una salida por el Chaco o un refugio en San t iago dei E s t e r o . E! 10 de julio, a las s ie te de la mañana, fué alcanza­do Ramírez en San Francisco , a inmediación del Río S e c o , y completamente des t rozado, se puso en precipi tada fuga acom­pañado de su querida, doña Delfina, y de cinco o seis solda­dos que no le abandonaron en aquel t r ance . Una par t ida san­tafecina lo seguía de cerca, y consiguió apode ra r se de doña Delfina, a ¡a que despojaron de su casaquil la y su sombrero . A los gri tos que daba su querida, volvió ca r a s el caudillo al frente de dos de sus soldados, y consiguió resca tar la , pero ai mismo t iempo que eiia se ponía en salvo, un p is to le tazo le a t ravesó ei corazón. S e abrazó del pescuezo del cabal lo , que, a sus tado , tomó ei galope, y a poca distancia cayó muer to , con la cabeza envuel ta en su poncho colorado (54). Así murió es te famoso caudillo, al cual no pueden negarse los inst intos del genio guer re ro y cierta amplitud de ideas polít icas, en que el patr iot ismo y ias selvát icas tendencias democrát icas se subordinaban a una estéril ambición persona! . En sus Venas corr ía sangre indígena, y su fisonomía lo r eve laba . E r a de baja es ta tura , pero de una constitución hercúlea . Tenía una cabeza muy abul tada , que imponía; ojos negros y pene t r an t e s ; manos g ruesas , co r t a s y cuadradas , como las g a r r a s de un león (55).

Por instancia de los santafecinos, la cabeza de Ramírez fué remitida a López como un trofeo y un p re sen te . Es t e , a! reci­biría, escribió a! gobernador Rodríguez: «La heroica San ta F e , ayudada por el Alto y al iadas provincias, ha cor tado en guer ra franca la cabeza del Hoíofernes americano.» En s e ­guida, envolviéndola en un cuero de ca rnero , la despachó a San ta F e , con orden de que se colocara en la iglesia matriz, encer rada en una jaula de fierro (36).

(54-) Boletín núm. 16 y 17. Mondo, «Apuntes?, pág. 53. Infor­mes verbales de referencia del coronel don Ramón Oáceres, y del general don Anacleto Medina, testigo presencial.—Medina en compañía de doña Delfina y de los últimos restos de la fuerza de Ramírez, consiguió llegar a Entre Ríos cruzando el Chaco.

(56) Informes verbales del coronel don Ramón Cáceres, que lo conoció íntimamente.

(56) Oficio de Bedoya, de 10 de julio de 1821, en el Boletín número 16.—Mondo, «Apuntes», págs.59 y 60.—Oficio de López al gobernador Rodríguez, de 12 de julio de 1821, en el Boletín núme-

Page 424: Historia Belgrano III

420 BARTOLOMÉ MITRE

La destrucción de Ramírez decidió de ia sue r t e de !a repú­blica de E n t r e Ríos . Es ta provincia y la de Cor r i en tes s e su­b levaron poco después cont ra los de legados del muer to cau­dillo, reasumieron su autonomía, unificando su política con la de Buenos Aires , y de es te modo ag rega ron a la nación dos nuevos es tados federa les , l ibres de caudillos omnipoten­t e s (57).

Es t a pacificación dei litoral argent ido coincidió con otro hecho de g r a v e t ranscendencia , de cuyos an teceden tes nos he­mos ocupado ex tensamente en es te l ibro. El rey Don Juan VI, después de reconocer públ icamente an te el Gobierno de Bue­nos Aires la independencia argent ina , comunicóle, a la vez, que había resue l to convocar un Congreso en la Banda Orien­tal , que libre y popularmente elegido, decidiera de hu propia sue r t e , sin sombra de coacción ni sugest ión, incorporándose al re ino del Brasil o a cualquier o t ro Es t ado , incluso a la na­ción argent ina , según fuere su voluntad (58). Reunido e! Con­g reso oriental en Montevideo, resolvió por unanimidad bajo la presión de las a rmas por tuguesas , el día 51 de julio de 1821, des l igarse de la comunión argent ina e incorporarse al Reino Unido de Por tuga l , Brasi l y Algarves , bajo ia dominación constitucional de Es tado Cisplat ino, asignándole por límites el Uruguay y el P la ta (59). E s t e ac to , que precedió a la de-

ro 17.—Al pasar por Córdoba, López fué visitado en su campa­mento por muchas personas notables de la ciudad, que salieron a felicitarle. Los recibió sentado al lado de una pequeña mesa de ti­jera, encima de la cual, estaba la cabeza de Ramírez, y en la que despachaba sú correspondencia en compañía de su Secretario don Juan Francisco Sagui. Debo este dato al doctor Dalmacio Vélez Sarsfield, testigo presencial.

(57) La crónica de estos sucesos no cabe en nuestro cuadro histórico, ni corresponde a la cronología de este libro.

(58) Nota del Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, Pi-nheiro Ferreyra, al gobernador de Buenos Aires de 16 de abril de 1821, y del agente Juan Manuel de Figuereido al mismo, en la Ga­ceta núm. 66 de 1821.—Véase Pereyra da Silva, «Hist. da Fimd. do Imp. Braz.», t. V, pág. 92.

(59) «Incorporación del Estado Cisplatino al Reino Unido de Portugal, Brasil yAlgarvess , 4- pp. (Imp. en castellano en Montevi­deo en el mismo año, sin nombre de imprenta.) Ei Congreso cele­bró su primera sesión en 18 de junio de 1821, y el 31 del mismo firmó el acta de incorporación, que suscribieron juntamente con el barón de la Lagena, los diputados orientales don Juan José Duran. Dámaso Antonio Larrañaga.- Fructuoso Rivera.—Tomás García de Zúñiga.—Jerónimo Pío Bianqui.—José Vicente Gallegos.—Lo-reto de Gomensoro.—Alejandro Chucarro.—Romualdo Jiménez.— Mateo Visillac.—José de Alagón.—Manuel Sayago.—Luis Pérez.—

Page 425: Historia Belgrano III

HISTORIA OH BELGRANO 421

clara tor ia de la independencia del Brasií en el afío s iguiente , p r epa ró la guer ra que más t a rde estai ió en t re el nuevo Impe­rio y ia Repúbíica Argent ina , ia cual , después de contr ibuir a la independencia de ia América dei Sur , reivindicó ei t e r r i t o ­rio conquistado, que agregó ai s is tema republicano de! Nuevo Mundo, cumpliendo así su doble misión l iber tadora y demo­crát ica.

A la vez que se' desenvolvían en el litoral argent ino los su­cesos a que nos hemos referido, don Jo sé Miguel C a r r e r a te r ­minaba su peregr inación en Cuyo . E s t e desgraciado caudil lo, después de s e p a r a r s e de Ramírez, se había dirigido ai Occ i ­dente y establecido 'su campamento a inmediaciones de! Río IV y ocupado las puntas de la s ier ra de Córdoba , amenazando a San Luis. El coronel don Bruno Morón , nombrado jefe de las t ropas de ¡as t r e s provincias de Cuyo, salió a su encuent ro al frente de una división de 800 mendocinos, púntanos y san-juaninos, tomando resue l tamente ia ofensiva, movióse al efec­to de su campamento de ios Bar ranqui tos , s i tuado al naciente de la S ie r ra de Córdoba . La camparía se inició por un golpe feliz sobre ia re taguard ia enemiga, en ei pun to l lamado S a n Be rna rdo , matándole 20 hombres , tomando t r e s pr is ioneros y apoderándose de su convoy, en el cual se r e sca tó una de las más bellas caut ivas del Sa l to , que comprada por C a r r e r a a un indio le acompañaba en sus peregr inaciones (60). Pocos días después s e encont raban ambos ejércitos en medio de una den­sa neblina. El de C a r r e r a e ra inferior en número, pues ape­nas cons taba de 700 hombres ; mientras que el da Morón , a la sazón reforzado -con una división de sanjuaninos al mando del coronel C- Ventura Qui roga , pasaba de 1.000 hombres . Al Vislumbrarse las dos líneas en medio de la niebla que en­volvía e! campo, sonaron las cajas y los c lar ines , y marcha­ron en batal la ¡a una contra ¡a o t ra ; pero a distancia como de cincuenta pasos , hicieron al to ¡as dos. Ei general Morón, que e ra un militar entendido y val iente, y que comprendió que el triunfo dependía dei impulso, s e adelantó con espada en mano repit iendo la voz de carga y dio ei ejempio a sus so idados . Nadie le siguió. Su caballo, que era un tordillo fogoso, h e r r a ­do de ias cuat ro pa t a s , resba ló en t re ambas l íneas sobre el césped húmedo, a r r a s t r ándo le en su caída. A es te t iempo, cargaban ios ca r re r inos , y ultimaron al general cuyano, ten­dido en el suelo. Siguióse una encarnizada y sangr ienta pelea

Manuel Antonio Silva.—Salvador García.—Francisco Llambi.—El 5 de agosto del mismo año prestaron el juramento de fidelidad.

(60) Véase «Últimos momentos de los generales Alvear y Ca­rreras», por Manuel A. Pueyrredón, anexo a su «Memoria sobre Escuela militar», pág. 82.

Page 426: Historia Belgrano III

4 8 2 BARTOi.OMÓ MiTüE

euerpo a cuerpo, en que al fin la victoria se decidió por Ca­rrera. Esta fué para é! la última sonrisa de ¡a fortuna (61).

Abierto así el camino de Cuyo, Carrera se apoderó por se­gunda Vez de San Luis, donde estableció un Gobierno de su devoción. Circundado allí por ias fuerzas de Córdoba y La Rioja, que amagaban su retaguardia y su flanco, resolvió diri­girse a Mendoza, sorprender sus avanzadas y apoderarse de San Juan, y remontándose de cabalgaduras en este último punto, emprender su marcha hacia Chile por la cordillera. Esta fué su última expedición. La división mendocina, al man­do de un arriero conocido con el nombre de Albin Gutiérrez, famoso desde entonces, lo derrotó completamente en su tra­vesía; los últimos soldados con que pudo salvar de! campo de batalla, io entregaron a! Gobierno de Mendoza, donde some­tido a un Consejo de guerra, fué fusilado en ei mismo lugar donde lo habían sido sus dos hermanos pocos años antes, y enterrado con ellos en el mismo sepulcro (62).

En medio de estas convulsiones finales de la anarquía, mo­ría Güemes a manos de los españoles. Este heroico caudillo, después de la retirada de! ejército de Belgrano en 1819, había quedado solo, cubriendo la frontera de Salta, contra todo el ejército realista que ocupaba el Alto Perú. En mayo de 1820 fué invadida por la séptima Vez la provincia de Salta (65) por un ejército compuesto de seis batallones, siete escuadrones y cuatro piezas de artillería, formando un total de cerca de 4.000 hombres a órdenes de Ramírez Orozco, mandando sus divisiones los generales Caníerac y Olañeta, los coroneles Valdez, Gamarra, Vigi!, Marquiegui y otros de no menos Hombradía. El 24 de mayo se posesionaron ios realistas de la

(6i) Véase Pueyrredón, «Memoria» citada, pág. 84.—Vicuña Mackenna, «Ostracismo», 388 y sig.

(02) Sobre el pormenor de estos últimos sucesos, que no co­rresponden a nuestra cronología histórica, véase: «El Ostracismo», de Vicuña Mackenna; Refutación a la obra El Ostracismo, etc., por Manuel Olozabal; «Detalles de ladostruccíón de Carrera», hoja suelta. Imp. de la Independencia, 2 pp., fol.

(63) La primera invasión fué la de Tristán, en 1812, al frente de 3.000 hombres, que terminó coa con las batallas de Tucumán y Salta. La segunda fué la de Pezuela, en 1814, rechazada por las combinaciones de San Martín. La tercera fué la grande invasión de La Serna, en 1817, que ha sido extensamente historiada en este libro. La cuarta fué la de Olañeta, que no pasó de rlumahua-ca, y que ha sido igualmente relatada en estas páginas. La quinta fue la de Olañeta, en compañía de don Jerónimo Valdez, que en­tró y se retiró en el mismo año de 1818. La sexta, al mando de Caníerac, en compañía de Olañeta, tuvo lugar en 1819, y no pasó de Tilcara

Page 427: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 425

d u d a d de Jujuy, y e! 51 entraron a la de Sa l ta , adelantando por vanagloria sus descubier tas hasta el Río Pasa je , de don­de ret rocedieron precipi tadamente a sus r e s e r v a s (64).

La resistencia popular , si no tan eficaz como en las an te ­r iores invasiones, no fué menos tenaz ni menos gloriosa, no obs tan te que la desorganización había penet rado en las filas de Quemes . Las guerr i l las disputaron ei t e r reno palmo a pal­mo desde la f rontera has ta Sa l ta , a tacando con audacia las columnas enemigas que se desprendían dei grueso de sus fuerzas, con fortuna varia en los combates . Los españoles no fueron dueños sino del t e r r eno que ocupaban con las a rmas , y después de un mes de permanencia , tuvieron que reple­ga r se , bajo ei fuego de las guerri l las sa i t eñss , a sus posicio­nes de Tupiza (el 50 de junio de 1820) a consecuencia de los anuncios de la expedición de San Mart ín sobre Lima, que a la sazón se ap res t aba en Chile (65). Ai anunciar es te rechazo , Quemes decía al Cabi ldo: «Sin embargo de no haber sido opor tunamente auxiliados, hemos conseguido, aunque á costa del exterminio de nues t ra provincia, el escarmiento de los t iranos» (66),

Apenas evacuado ei terr i tor io de Sa í ta por los rea l i s tas (el 5 de julio), Güemes promovió la idea de ia reunión de un Congreso en Ca tamarca , en vista de habe r se f rust rado la formación del de San ta F e y Córdoba , limitando sus atr ibu­ciones a objetos puramente mili tares, a fin de organizar un ejército expedicionario aue, pene t rando al Alto Perú , concu­r r iese a las operaciones de San Mart ín sobre Lima (67). El es tado de desorganización de! país y la guer ra civil que es ta ­lló poco después en las provincias del "Norte, obs ta ron a la realización de e s t e pensamiento.

F u é entonces cuando Bus tos , pues to de acuerdo con Güe­mes, y según las indicaciones de San Martín y O'Higgins desde Chile, le auxilió pa ra ta! objeto con la división de cabal ler ía de línea (Húsares y Dragones) a que nos hemos referido an te s . A ia ¡legada de esta fuerza a las provincias del Nor t e , estal ló

(64) Gamba, «Memorias», t. I, pág. 327. Acta del Cabildo de Salta, de 19 de mayo de 1820, sobre emigración de! vecindario a la aproximación del enemigo, publicada por Zorriegueta en sus «Apuntos», pág. 62.—Torrente, «Hist de la Kev. ti. A,», t. III, pá­ginas 24 a 27. Carrillo, «Historia civil de Jujuy», pág. 385.

(65) lista campaña costó a los sáltenos la perdida del famoso guerrillero don Juan Antonio Rojas, que murió combatieudo al frente de sus Gauchos Infernales. Camba, «Memorias», t. I, pági­na 329.

(66) Acta del Cabildo de Salta, el 5 de julio de 1821. en los «Apuntes» de Zorriegueta, pág. 64.

(67) Acta citada en la nota anterior, pág. 66,

Page 428: Historia Belgrano III

424 B A R T O L O M É MITRE

la guer ra en t re Tucumán y Sant iago del Es t e ro , cuyas causas han sido explicadas en es te mismo capítulo. El gobernador Araoz s e negó a auxiliar a Güemes , rece loso de que Volviera contra él ¡os recursos que le proporc ionase , y la guer ra e s t a ­lló en t re Tucumán y Sal ta . Güemes , en combinación con ¡ba­r ra y Hered ia , hizo invadir la provincia de Tucumán, perma­neciendo él a la expectat iva en la frontera de la suya (68). E¡ ejército tucuniano, mandado por Abraham González y contan­do en sus filas algunos sá l tenos emigrados, en t re ellos el fa­moso guerr i l lero don Manuel Eduardo Arias , triunfó comple­tamente de las fuerzas con&inadas de Güemes , el día 5 de ab : i l de 1821. a inmediaciones da la ciudad de Tucumán (69).

Mient ras Güemes volvía la espalda al enemigo exter ior , perd iéndose en la guer ra civil, é s te acechaba la ocasión de volver sobre Sal ta . Después de la invasión de 'San Martín al Bajo Perú , una gran p a r t e dei ejército del Alto Pe rú había acudido a con t r a r r e s t a r l e , quedando Olañe ta como general en jefe sobre la f rontera con un ejército de 2.000 hombres . No­ticioso de lo que ocurr ía en Snltí-, resolvió llevar sobre ella ¡a octava invasión, imaginándose que iba a hacer un simple paseo militar. En consecuencia, poniéndose ai frente de una columna ligera de infantería y cabal ler ía , pene t ró por la que­brada de Humahuaca , y a mediados de abril , p resen tóse fren­t e a Jujuy su vanguardia, fuer te como de 500 hombres . Man­dábala el salterio don Guillermo Marquiegui , cuñado de Ola­ñeta , a quien ya conocemos, el cual , en combinación con al­gunos paisanos suyos eriernigos de Güemes , c reyó que con es ta sola fuerza podría apode ra r s e de toda la provincia. A la noticia de esta nueva invasión saiió de Sa l t a ei gobernador sus t i tu to don Jo sé Ignacio Gorri t i , delegando e! mando en el Cabildo. Como no e ra hombre de guer ra , todos c reyeron no ta rdar ía en r eg re sa r de r ro tado , y sus enemigos s e bur laron públicamente de él. Mient ras t an to , Gorri t i , reuniendo una división como de 600 j inetes, se dirigió ráp idamente sob re Ju­juy, y en la boca de ¡a quebrada sorprendió a la Vanguardia de Olañe ta , rodeándola completamente . Al cabo de dos días de asendio, y de repet idos combates parc ia les , en que ia Ven­taja quedó casi s iempre por los gauchos , la columna enemiga se Vio obligada a rendirse a discreción con a rmas y bagajes ,

(68) Oficio de Güemes al Cabildo de Buenos Aires, de 4 de septiembre de 1820, quejándose de la falta de cooperación de Araoz, inserto en el Acuerdo de 3 t de octubre del mismo, lib. 85 del archivo municipal. M. S.—Actas del Cabildo de Salta, ds 16 di­ciembre y J.° febrero de 1821, en Zorriegueta.

(69) . Parte del General ds la República de Tucumán al Presi­dente de la misma, da 3 de abril de 1821, pliego suelto, 3 pp., fo­lio. Imp. de los Expósitos.— Paz, «Memoria», t. II, pág. 52.

Page 429: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 425

quedando en poder del vencedor cua t ro jefes, doce oficíales y como 200 pr i s ioneros , y en t re ellos el mismo Marqm'e-gui (70). Es ta es la jornada que ha pasado a ia historia con la denominación de El. día grande dejujuij. E s t e con t ras t e , obli­gó a Oiañe ta a r ep legar se nuevamente a sus posiciones.

La noticia de es te triunfo iiegó a Sa l ía , casi al mismo tiem­po que la de una segunda der ro ta de ias fuerzas de Güemes en Tucumán. Es t a guer ra , que e ra sumamente impopular, ha­bía sublevado contra él a todas ias c lases i lus t radas de su p ro ­vincia, que odiaban su despot ismo persona l , p rec isamente porque era sostenido por la p lebe que lo ac lamaba como a su caudillo y su profeta . Creyendo propicia ia opor tunidad pa ra sacudir su yugo, ei Cabildo de Sa l ta convocó a! pueblo a son de campana el 24 de mayo de 1821, y después de leer un Ma­nifiesto contra ei caudillo, que se mandó «archivar pa ra cons­tancia has ta la más remota poster idad de ia execrab le con­ducta del Gobernante» , s e pronunció popularmente su depo­sición. En seguida se armaron para sos tener su determina­ción, pronunciándose con entusiasmo todo el Vecindario da la ciudad, y s e adhirieron al movimiento algunos escuadrones de Güemes con sus comandantes a la cabeza . Comunicada es ta resolución a Güemes , declaró que no la obedecía, y con los r e s to s de sus t ropas de r ro t adas en la campaña de Tucumán, s e presentó frente a Sa l ta e! día 50 de mayo. El vecindario se formó en batal la en el campo de C a s t a ñ a r e s , colocando en las a las ios escuadrones de Gauchos . Bas tó que és tos oyesen la Voz gangosa de su Genera l que se Íes ace rcaba sin temor, para que iodos se ie pasa ran en el acto a! grito de / Vioa Güe­mes! YL\ cen t ro s e dispersó por sí mismo, sin ser a tacado . So­b re la marcha ent ró Güemes al pueblo; concedió a sus solda­dos el saqueo de a lgunas casas de comercio de ¡os revolucio­narios, y es te fué el único acto de Venganza que ejerció, per­donando pa te rna lmente así a ios que se le p resen ta ron corno a ¡os que tomó prisioneros (71).

Muchos de ios comprometidos en es ta revolución huyeron a as i larse en el campamento de Oiañeta , y le pintaron la si­tuación de Sal ta como desesperada , asegurándole que sus ha-

(70) Véase Actas del Cabildo de Salta, de 15 y 24 de abril, en Zorriegueta, págs. 68 y 69; la Gaceta de Buenos Aires, núm. 62, de 1821, y el núm. 9 de El Argos, de Buenos Airea.—Informes verbales de don Zacarías Yansi, que reside actualmente en San Juan, testigo presencial.

(71) Acta del Cabildo de Salía, de 24 de mayo de 1S21, depo­niendo a Güemes. Zorriegueta, pág. 69.—«Rectificaciones a la His­toria», artículo sobre Güemes, publicado en La. Actualidad, de 9 de agosto de 1855.—-Paz, «Memorias», t. II, págs. 62 y 63.

Page 430: Historia Belgrano III

426 BARTOLOMÉ MITRE

hi tan tes preferir ían el dominio español ai de Quemes (72). Des ­pechado Olañe ta por su anter ior cont ras te , halagado con. ia e speranza de ag rega r la provincia de Sal ta a sus dominios militares y deseoso de r e sca t a r a su cuñado, pr is ionero, se decidió a emprender la novena invasión sobre la f rontera Nor t e de la República Argent ina, que debia ser ¡a última.

Quemes había establecido su campamento a una legua de distancia de Sa l í a . En la mañana del 7 de junio (ocho días después de su victoria) le dieron p a r t e , que al amanecer de e se día s e había notado como un refiejo de fusiles sob re las se r ran ías de Leser y Yacones, que comunican con ia quebrada del T o r o , y de las cua les puede descenderse por un á spe ro despeñadero a poca distancia de la ciudad. Como es tas frago­sidades r a r a s Veces eran pisadas por la planta humana y cóme­se consideraba Imposible que por allí t ransi tara t ropa armada, ei caudillo no dio importancia a e s t e aviso, descuidando la Vigilancia por aquella pa r t e . Al anochecer , Güemes entró a la ciudad con una escolta de cincuenta hombres , y se alojó en la casa de una ninfa Ejeria, su hermana, la bella doña Magdale­na, la cual dis taba pocas cuadras de la plaza principal.

E r a cerca de la media noche. La escolta es taba formada con el cabal lo de la r ienda, a la puer ta de la casa . El velaba con su secre tar io y escr ibientes , ocupado en reorganizar su máquina de guer ra y de gobierno personal , casi desmontada por los embates de sus enemigos in ter iores . Había despacha­do uno de sus ayudantes con una Comisión, el cual tenía que a t r avesa r ía plaza para desempeñar la . A es te tiempo se oye­ron algunos t i ros en esa dirección. El ayudante , al ¡legar a ta plaza, había sido detenido por un enérgico ¿Quién vive?, y a su contestación ¡La patria!, recibió una descarga casi a que­ma ropa . Quemes , que tenía su cabal lo ensillado en el patio de ¡a casa , montó rápidamente , y c reyendo que fuese algún movimiento de sus enemigos internos , s e dirigió al g laope al lugar de! fuego.

La noche era muy oscura . A media cuadra de la plaza, fué requer ido por un ¿Quién vive?, y a su contestación ¡La pa­tria!, recibió o t ra descarga más nutrida que la an te r ior . A! huir por una calle la teral , una par t ida que Venía en sentido opuesto , le hizo una t e rce ra descarga , y ¡o hirió por la espal­da, en momentos en que él, echado sobre el pescuezo de su caballo, p resen taba a las ba las enemigas toda la par te poste­rior de su cuerpo . Aunque g ravemente herido no perdió la silla, y así, abrazado de su caballo, salió ai campo de la Cruz por ía calle de Flor ida, al Nor te , de donde fué conducido a!

(72) Camba, «Memorias?, t. I. pág. 394.—Paz, «Memorias», tomo II, págs. 53 y 54.

Page 431: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELQRANO 427

campamento de sus fuerzas, s i tuadas en ei Chamical , a cua t ro leguas al Sud-Es te de Sal ta .

He aquí ¡o que había sucedido. El general Olafleta, _simu-lando una re t i rada desde las posiciones fronterizas qué ocu­paba, había confiado a su teniente, el corone! don J o s é María Valdés (conocido por El Barbarucho) una división de 400 a 500 hombres , con orden de dirigirse por el camino del Despo­blado y descender por las f ragosas cues tas de Lese r y Yaco-nes , a fin de a tacar a Güemes en el centro de su poder . Luego que es ta división hubo emprendido su marcha, Oiane ta volvió sobre sus pasos , y a la cabeza de 1.000 hombres pene t ró sigi­losamente por !a quebrada de Humahuaca. Mient ras tanto, el Barbarucho , guiado por indios práct icos del t e r r eno y acom­pañado por algunos emigrados sá l tenos , c ruzaba la altiplani­cie dei Despoblado , se emboscaba e! día 7 de junio en la esca­brosa s ierra de los Yacones , donde el reflejo de sus fusiles hubo de traicionarlo, y en la noche descendía al Valle a r r a s ­t rándose por un despeñadero que lo condujo corno a dos leguas de la ciudad de Sa l ta , a la que entró sin ser sentido, posesionándose en silencio de la plaza principa!. F u é enton­ces , cuando el ayudante de Güemes recibió la pr imera descar­ga, y, sucesivamente , las o t ras dos d isparadas sobre el famo­so caudil lo, la última de ¡as cuales lo hirió morta lmente . Cerca del lugar donde fué herido Güemes, quedó es tampada en una loza la seña! de una her radura que, según tradición, era una de las últimas pisadas de su cabal lo en las cal ies de su ciudad natal (75).

Valdés s e a t r incheró en la plaza, y en es ta actitud se man­tuvo a la defensiva, a la espera de la incorporación de Olañe-ía, según ¡o convenido. El general real is ta , que había llegado a Jujuy, donde aguardaba el resul tado de la operación de su teniente , se puso luego en marcha y a los pocos días entró a Sal ta con el res to de su ejército, reuniendo allí un total de 1.500 hombres (74), Olañe ta envió par lamentar ios a Güemes ,

(73) Paz, «Memorias», t. II, pág. 54 y sig. (Esta es la narración fundamental.) — «Tradición histórica», art. sobro la Muerte de Güe­mes, escrito por don Mariano Zorriegueta, y publicado en La Re­forma, de Salta, de 26 de agosto, en que se dan algunos detalles nuevos.—Informe verbal de don Zacarías Yanzi, que formaba D a r ­

te de la escolta de Güemes en esa noche, en su calidad do oficial. En cuanto a la pisada del caballo de Güemes, debemos esta noticia al doctor don Amancio Pardo (salterio), el cual nos ha informado que la piedra ha desaparecido.

(74) Paz, «Memorias», t. II, págs. 57 y 58.—Véase por vía de referencia el papal titulado: «El ciudadano Mariano Benítez, veci­no de Salta, hace manifiesto los siniestros motivos que tuvieron al finado Gobernador Güemes y sus adictos para imputarle críme-

Page 432: Historia Belgrano III

428 BARTOLOMÉ MITRE

haciéndole ofrecimientos, a condición de somete rse . La con­ferencia se Verificó en ei lugar llamado La Higuera, en medio de un bosque sombrío de cebsles, donde ei caudillo patr iota expi raba . La contestación de és te fué l lamar a su jefe de Es t ado Mayor el coronel Wit , V ordenar le , de lan te de los par lamentar ios , que marchase inmediatamente con sus fuer­zas a poner sitio a la capital . El 17 de junio murió Quemes en el bosque de la Cruz , en el punto denominado La Higuera, a la sombra de un cebil colorado, y al día siguiente fué sepul ta­do en la capilla del Chamicai (75), hoy San Francisco . Al mismo tiempo, el país en masa se levantaba nuevamente con­t ra los invasores , obedeciendo ia última orden del muer to caudillo.

El genera l real is ta procuró popular izarse en ei país , con el intento de a segura r en él su dominación. Al efecto ce lebró un armisticio con el Cabildo de Sa l ta (ei 14 de julio de 1821), con el compromiso de evacuar la jurisdicción has ta Pumamarca , al Nor te de Jujuy, dejando ai pueblo c-n plena l ibertad para elegir un gobernador y nombrar diputados [que ce lebrasen un t r a t ado ; mantener , mientras tanto , ¡a paz y e! ub re tráfico; canjear los pr is ioneros y publ icarse un armisticio, gobernán­dose el terr i tor io por sus p rop ias inst i tuciones, sin que el general vencedor pudiera expedir órdenes ni es tab lecer con­tr ibuciones desde la indicada línea de Pumamarca al Sur , ni hostilizar a las pueblos s i tuados más ar r iba de la Quebrada de f iumahuaca (76).

Mient ras tan to , el corone! J o r g e Enr ique Wit , cumpliendo las últimas ó rdenes a la par que ias últ imas voluntades de su jefe, había pues to sitio a Sa l ía , ocupando el Por tezuelo Gran* de y el Por tezue lo Chico, y si tuado su Vanguardia sobre el Puen te de San Bernardo , a cinco cuadras de ia plaza, que­dando así ro tas !as host i l idades en t re e! pueblo y el invasor. E r a Wifc un antiguo oficia! de Napoleón, que había militado en el ejército de Belgrano como capitán de Dragones , y que al r eg reso de és tos al Nor te con Heredia , pasó a serv i r con Güemes , mereciendo su confianza. A pesar de ser extranjero,

nes, etc.» Pliego suelto, fo!., Imp. de los 'Expósitos. El documento lleva la fecha de 19 de febrero do 1823, en Santiago del Estero, y tiene por objeto justificarse Benítez de la participación que se le atribuía en la muerte de Güemes, conduciendo a los españoles.

(75) Al año siguiente fueron trasladados sus r e s t o 3 a Salta, y sepultados con gran pompa en la Catedral. Artículo de Zorríegueta, ya citado.—El 14 de abril de 1877, fueron nuevamente trasladados de la Catedral al cementerio de Salta, donde a! presente existen.

(76) El texto de este armisticio puede verse en el núm. 21 de El Argos, de Buenos Aires, y en los «Apuntes», de Zorriegueta, pág. 72.

Page 433: Historia Belgrano III

HISTORIA DE BELGRANO 429

se había hecho tan popular en t re los gauchos, que a la muer te de Güemes , todos io reconocieron por su jefe (77). A él cupo ia gloria de rechazar la novena y úítima invasión de las a rmas real is tas a Sa i ta en 1821. Desde entonces ninguna planta es­pañola Volvió a pisar el suelo de las Provincias Unidas del Río de la P la ta , cuya independencia terr i tor ial , a segurada

muer to ; ai mismo tiempo que C a r r e r a huía buscando ei sepul­cro de sus hermanos , y que los campesinos de Sa l ía se levan­taban en masa obedeciendo la orden de Güemes , moribundo, el general San Mart ín (el 10 de julio da 1821) en t raba triun­fante en Lima, y Bolívar, vencedor a! Nor t e del Ecuador , Venía al encuentro dei l iber tador a rgent ino , a! frente de las a rmas de Colombia, pa ra sel lar la independencia del Nuevo Mundo, ya i r revocablemente asegurada con ¡a ocupación de! Bajo Pe rú .

Aquí termina la historia de la independencia de la Repú­blica Argentina. Si ella no fué la p recursora en el orden cro­nológico, fué ia pr imera en dar ia señal de la gran insurrec­ción que emancipó a las Colonias hispanoamericanas de su metrópoli . Conquistó su independencia por sus propios es­fuerzos y sin auxilio ext raño, peleó once años consecutivos; expulsó a los enemigos de «¡ . ' te r r i tor io y, apoderándose de sus plazas fuer tes o venciendo ias escuadras en las aguas , re­chazó, tr iunfalmente, por t ier ra nueve invasiones rea l i s tas que intentaron subyugar la . Su revolución es la única que no fué vencida, cuando todas ias demás lo fueron, desde Chi le has ta Méjico. Devorada por la anarquía, luchó con ella b razo a brazo , y llevó a ia Vez sus a rmas l iber tadoras al P a r a g u a y , a ia Banda Orienta! , a Chile , al Alio y al Bajo Pe rú , y sus banderas ¡legaron Victoriosas has ta la línea del Ecuador , con­curr iendo a la independencia de Colombia. Simul táneamente operó su revolución interna, y al completar su segunda evo­lución dentro de sus propios e lementos orgánicos, las Provin­cias Unidas del Río de la P ia ía , en paz y reorganizadas—se­gún el plan de una federación embrionaria, que debía ser la norma de su Consti tución en lo fu tu ro - - , habían diseñado su mapa político, t razando con la espada de la independencia ¡a línea inviolable de sus f ronteras exter iores , Sólo fal taba que Jujuy, emancipada de Sa l ta (como lo fué poco después) , r e ­asumiera su autonomía federa!, y señalase en su horizonte ¡a XIV estre l la de es ta nueva constelación nacional,

Vencido el poder español, dominado el desorden , constitui­da de hecho, según sus instintos, y reorganizada en sus ele-

para ira s iempre, fué sellada con la £ E! mismo día que el caudilio

con la sangre de Güemes .

(77) Paz, «Memorias», t. II, pág. 69. Art. do La Reforma, de Saíta, por Zorriegueta, ya citado.

Page 434: Historia Belgrano III

430 BARTOLOMÉ MITRE

méritos orgánicos ia República Argent ina , que en medio de ia anarquía había contribuido a afianzar ia independencia propia y ex t raña , iba a iniciar una nueva p ropaganda de principios que, como sus a rmas , recorrer ían toda ia extensión de ia Amé­rica dei Sud.

Buenos Aires fué el iniciador y e! hera ldo de esta nueva propaganda pacífica. Es t a provincia, Variando su primitivo plan de reorganización, renunció a la imposibie t a r ea de unir polí t icamente ia nación por medio de congresos revoluciona­rios y gobiernos o d ic taduras i r responsables , que se habían most rado impotentes pa ra constituir o unificar e! país. Recon­cen t rándose dentro de sus propios e lementos orgánicos, puso en práct ica la fecunda idea de c rea r e! tipo de un Es tado Fe ­dera!, a r reglado a un plan consti tucional, que s irviese de mo­delo a ias demás provincias en lo futuro. Es t a iniciativa tuvo lugar bajo ia administración dei general don Mart ín Rodrí­guez.

E! gobernador Rodríguez ilamó a su consejo para realizar la obra de ¡a reorganización, pr imeramente a don Bernardino Rivadavia y luego a don Manuel Jo sé García . E s t o s dos esta­distas ia üevaron a buen término, con ia cooperación de ios mismos hombres que habían p repa rado y sostenido la revolu­ción, afianzando la independencia y res tablec iendo el orden, El los inauguraron ei s is tema represen ta t ivo en Buenos Aires; y rompiendo con las t radiciones coloniales, eharon ios funda­mentos de un ve rdadero Gobierno republ icano, que respon­diese a ia l ibertad y al p rogreso . C r e ó s e el Poder Legislativo limitado y renovable sobre la b a s e del sufragio universal y directo . S e determinaron las a t r ibuciones del Ejecutivo, mar­cando su duración y haciéndolo responsable . S e fundaron insti tuciones de crédito, se promovió ¡a inmigración y ia edu­cación popular , se organizó, por i a pr imera vez, la ren ta y ei p resupues to , se cult ivaron ias ciencias y las a r t e s , proclamó­se ia amnistía absoluta y se dio a la opinión pública su part i ­cipación en el Gobierno, haciéndose extensiva la reforma a todas ias instituciones políticas y sociales. De es te modo se consoiidó el núcleo de la nacionalidad argent ina, c reando el tipo de un es tado federal republicano, y haciendo posible su organización en lo futuro ai t r avés de ias dolorosas p ruebas que aun tenía que Vencer en el desenvolvimiento de su revo­lución interna.

Page 435: Historia Belgrano III

C A P Í T U L O X L V I I

E P Í L O G O

EL APOTEOSIS y LA ESTATUA

1821-1875

Funerales de Belgrano.—Honores postumos.—Banquete fúnebre a su memoria.—Alegoría de su inmortalidad.—Erección de su estatua ecuestre.—Discursos en tal ocasión.—Juicio histórico sobre Belgrano.

Bajo los auspicios del triunfo de la independencia argent i ­na, r ecu r so r del de la independencia americana, y del nuevo orden de cosas inaugurado en las Provincias Unidas por ia federación de hecho y por la organización republ icana de Buenos Aires , uno de los primeros ac tos de ia Legis la tura , fué decre ta r honores fúnebres a la memoria dei GENERAL D O N MANUEL BELGRANO.

Al r aya r el día del 29 de julio de 1821, la For ta leza hizo la pr imera señal con un cañona¿o, que suces ivamente se fué re ­pitiendo de cua r to en cuar to de hora en señai de duelo, has ta ponerse el sol . D u r a n t e es te t iempo, todas las puer tas perma­necieron ce r radas , suspendiéndose las divers iones públicas . A las diez y media de la mañana el ejército formó en la plaza con cajas y banderas enlu tadas . A esa misma hora acudieren a la Ca ted ra l t odas las c ruces de las par roquias , seguidas por el pueblo en masa, y se dio principio a ias exequias en honor del gran pat r io ta , con asistencia del Gobierno, de todas las Corporac iones y de ios r ep resen tan tes de Chile, Es t ados Unidos y Por tuga l . En seguida, el doctor don Jo sé Valentín Gómez, pronunció su elogio fúnebre en uno de los discurses más e locuentes que hasta entonces se hubiese hecho oír en el pulpito de la Iglesia argent ina (1). F r a y Caye t ano Rodríguez, con más unción y más pene t rado del ca rác t e r cívico de su hé­roe , complementó es te elogio, comparando la fama a un per­fume que t rasc iende y ocupa ios espac ios del t iempo, y lleva has ta los más remotos las fragancias de ias v i r tudes que ,

(1) Oración fúnebre antes citada, imp. con el nombre de don Valentín Gómez por la Imp. de los Expósitos.

Page 436: Historia Belgrano III

432 BARTOLOMÉ MITRE

como las de Belgrano, marcan la vida de ¡os hé roes y son la he re r J.& de la pos ter idad (2).

L e s poe tas argent inos , don Vicente López, Lafinur, Luca, F r a y Caye tano Rodríguez y o t ros , entonaron a su memoria inspirados cantos , algunos de los cuales han quedado como páginas bri l lantes de la l i tera tura nacional (5).

En ia t a rde , como en los antiguos funerales de Grecia y Roma, s e reunieron todos los compañeros del muer to durante la revolución, en to rno de ¡a mesa de un banque te fúnebre. El salón del festín e s t aba tapizado de banderas , y e¡ r e t r a to de Belgrano, coronado de iaurel , ocupaba el t e s t e ro ; al en t ra r ¡os invitados s e hizo oír ¡a música t r i s te y solemne de un him­no compuesto al efecto, y todos entonaron la antífona, evo­cando los manes del héroe , y pidiéndole su protección p a r a la pa t r ia :

Llega, o grande Belgrano, llega, o sombra sublime, del luto nos redime, del llanto y del dolor (4).

Don Bernardino Rivadavia, al de r ramar sob re ias f lores del festín ia pr imera copa en honor del gran pa t r io ta , invitó a los concur ren tes a organizar una suscripción popular con el ob­jeto de fundar una ciudad que ¡levara su nombre (5). Su anti­guo amigo y compañero en la campaña del P a r a g u a y , el es­pañol l iberal don Jo sé Mila de ia Roca, ai asoc iarse a la fúnebre libación, se desmayó en b razos de sus amigos, derra­mando t ie rnas lágrimas.

A los pocos días , el pueblo s e congregaba en eí t ea t ro y la. o rques ta hacía oír el himno del banque te conmemorat ivo. E n ' seguida, se descubría la sombra de Belgrano en el templo de la inmortalidad, y su cabeza e ra coronada por ia mano de los

(2) Elogio fúnebre antes citado, publicado anónimo por la Im­prenta de la Independencia, y que fué escrito por Fray Cayetano Rodríguez. No fué pronunciado en el pulpito.

(3) Todas estas composiciones poéticas se registran en «La Lira Argentina», desde la pág. 285 a la 31.6.

(4) En la pág. 3)5 de «La Lira Argentina», y en el núm. 15 do El Argos, se registra íntegra esta canción. Véase núm. 16 de El Argos, de 3 l de julio de 1821.

(5) Con tal motivo se nombró una Comisión, que peticionó al Gobierno en este sentido. El Gobierno decretó de conformidad con fecha 7 de agosto de 182i, disponiendo, a la vez, so diese el nom­bre de Belgrano a la calle en que está situada la casa paterna, donde murió. Véase El Argos, núm. 19, de i4 de agosto de 1821.

Page 437: Historia Belgrano III

HISTOKiA DE BELGRANO 455

>ses dei mundo antiguo, asociando así todos ios t iempos y ios los cultos a su apoteos is (6). ~ ¡ \ Mada faltó al apoteosis del general Belgano, sino la unión finitiva de la República Argentina, independiente, libre y nstituída con arreglo al programa patr iót ico a que había «sagrado su Vida. Cincuenta y dos años después , e! 24 de sept iembre de 1875, el septuagésimo aniversar io de ¡a batal la de Tucumán, ¡a

ipública Argent ina , independiente, libre, unida y consti tuí-, inauguraba en la plaza dei 25 de Mayo, de Buenos Aires , es ta tua ecues t re del GENERAL DON MANUEL BELGRANO, costea-por una suscripción nacional; un pueblo inmenso l lenaba el

cinto de la plaza, y el elevado pedestal de! monumento es-?a cubier to por una montaña de flores y coronas . Al desco-:rse eí Velo, una gran aclamación, un / Viva! al que nunca bía muer to en la memoria de los argent inos y vivirá en ios mpos, pobló los a i res , consagrando así su inmortalidad, al *ar su imagen a ¡os venideros . El Pres idente de ía República, enarbolando en su brazo ia íja bandera del ejército de los Andes , con que el general n Mart ín había a t r avesado las Cordi l leras y el Pacífico, li-r tando a Chile y al Pe rú , sa ludaba la es ta tua , y, mostran-la bandera de bronce que la efigie del héroe l levaba en su

ino derecha , decía al pueblo: «Todos los capi tanes pueden r r ep resen tados , como en es ta es ta tua , t remolando la ense­que a r r a s t r a ias hues tes a la victoria. En el caso p resen te ,

a r t i s ta ha conmemorado un hecho único en la historia, y es invención de la bandera con que esa nueva nación surgió la nada colonial, conduciéndola el mismo inventor , como

r t aes t andar t e . Nues t ro signo, como recién reconocido por los los pueblos de ¡a t ier ra ahora y p a r a s iempre, es e sa ndera, ya sea que nues t ras hues tes t r eparan los Andes con n Mart ín , ya sea que surcaran ambos océanos con Brown, sea , en fin, que en los t iempos t ranquilos que ella presa-

i, se cobije a su sombra la inmigración de nuevos arr iban-;, t rayendo las Bel las Ar tes , la Industria y el Comercio.» (7) 21 au to r de es te libro, ai pronunciar ei juicio de la poster i -i en presencia dei monumento, dijo: que, con legítimo or­lo y con humildad republicana, podía a segura r se que jamás i gloria más pura ni más modesta se había modelado en e! mee de la inmortalidad (8).

6) Anuncio de teatro, hoja suelta de la época.—Yéase el mi­ro 20 de El Argos, en que so da noticia del espectáculo. 7) Discurso pronunciado por el Presidente de la República, Mingo F. Sarmiento, en honor de la bandera nacional, al inau-•ar la estatua de Belgrano, folleto. 8) Véase el discurso íntegro en nuestras «Arengas», pág . 581.

28

Page 438: Historia Belgrano III

454 BARTOLOMÉ MITRE

«La guer ra , ag regó , fué un simple accidente en la laborío ca r r e r a de! p recursor de nues t ra independencia y deí fuño dor de nues t ras pr imeras escuelas públicas, que a la V dio su enseña a la revolución y la legó laureada a la pos te dad. Aceptó ia lucha como la t a r ea impuesta a! jornalero , la campiió con for taleza, con abnegación y con humildad, t en la victoria como en ia der ro ta , sin r e t roceder an t e el s crificio y sin buscar ni pedir p a r a sí la corona dei triunfador

«El general Belgrano es .¡na de aquel las figuras h is tor ie que, So mismo que coa una bandera o una espada , podría s r ep re sen t ada con ¡a pluma del escri tor o con el libro de ley en la mano, o bendiciendo con ambas la cabeza de un nii de le t reando en tina carti l la; porque fué hombre de acción hombre de pensamiento, y porque a ia Vez que combatió p< su creencia, der ramó a lo largo del surco de la Vida la s e n lia fecunda de ia instrucción y la vir tud.

«No e ra un general de! genio de San Mart ín , ni un econ< mista de! a lcance de Vieytes , ni un jurisconsulto de la cienci de Cas t ro , ni un tr ibuno de ¡a elocuencia de Castel i i , ni u escr i tor del temple de Monteagudo , ni un pensador de ¡a p n fundidad de Moreno , ni un político de la talla de Rivadavh sus con temporáneos , sus compañeros y sus amigos en la épc ca de la revolución; pero fué todo eso en la medida de sus ft cui tades , en medio de una época memorable , con una alm grande y pura, y un ca rác t e r elevado y sencillo; y por eso e uno de nues t ros grandes hombres en el pasado y en el preser te , como lo se rá en los t iempos venideros .

»Su grandeza, principalmente cívica y morai , no es el re sul tado de ¡a superior idad de! genio sobre e! nivel común, t es tá exclusivamente vinculada a los grandes hechos político y mili tares en que fué modesto ac tor .

»El!a consis te en el conjunto armónico de sus a l tas cual dades morales , que no pretendían sob repone r se a la razón pti büca; en el equilibrio del aima, que no s e dejó a r r e b a t a r po el orgullo ni avasa l la r por el egoísmo; en la autor idad co que mandaba y en la humanidad con que obedeció; en que fu el r ep re sen tan te de las generosas aspiraciones a! bien de te dos los t iempos, y en que lo sirvió en el nombre y en el interé de todos , prolongando así su acción en la poster idad; en qu fué humildemente y psrsevera tnente , apóstol , combat iente jornalero , y regó con su sudor ei campo de la labor huma

•na, en los combates , en los consejos de Gobierno, en las pé ginas dei periodismo y has ta en el tosco banco de la escue! pr imaria , muriendo en la oscuridad y en la pobreza .

»Este es el tipo idea! de! hé roe modesto de ¡as demoers cias, que no deslumhra como un meteoro , pe ro que brilla comí un as t ro apacible en el horizonte de ia patr ia , como brillan lo nombres de Washington, de Guillermo Tel!, de Guillermo d

Page 439: Historia Belgrano III

HISTORIA DE ¡SELGRANO 435

Orange, de Hsmpden, de Lincoln, que no fueron grandes ge­nios, y que en nombre y en representación de los buenos y de los humildes de lodos los t iempos y todos los países, han sido aclamados grandes, con ei aplauso de ia conciencia hu­mana y de la moral universa'.»

El orador, al formular es te juicio histórico en presencia de ia es ta tua , la saludó diciendo: «General Beigrano, en nombre de los p re sen te s que te aclaman en este momento desde el P la ta hasta ios Andes, en nombre, de los Venideros que se in­clinarán con respeto y simpatía ante tu noble imagen, yo, tu humilde historiador y uno de tus hijos agradecidos, te saludo, grande y padre de ia patria, como precursor de nuestra inde­pendencia, numen de libertad, genio de bien, modelo de vir­tudes cívicas; Vencedor de Tucumán, Salta y las Piedras; Ven­cido en Vilcapugio y Ayohnma; que vivirás en la memoria y eí corazón de los hombres, mientras la bandera argentiza no sea una nube que se lleve ei Viento, y" mientras el nombre de nuestra patria pronunciado por millones de ciudadanos ubres, haga estremecer las fibras de tu bronce.»

De él puede decirse io que de Hampden: «Fué grande sin pretenderlo, y encontró la gloria sin buscarla en el camino

Page 440: Historia Belgrano III
Page 441: Historia Belgrano III

ÍNDICE DEL TOMO TERCERO

Páginas

CAPÍTULO XXXV, — La invasión brasilero-portuguesa. 1818-1817

Rómponsen las hostilidades en ia Banda Oriental.—Prepa­rativos de Artigas para rechazar ia invasión portuguesa. Su plan de campaña.—invade el territorio brasilero.— Camparía de las Misiones orientales por Andresito.—Ope­raciones por el Cuareim — Combate de Ibiracoy, Corumbé e India Muerta.—Estado de la opinión en la Banda Orien­tal.—Seguridades que da el Bia3Ü al Gobierno argentino. Política impuesta por los acontecimientos. -- Actitud que asume el Director Pueyrredón.—Misión del coronel Vedia cerca de Lecor, y antecedentes sobre el comisionado,— Notables conferencias entre Vedia y Lecor.—Vedia'y don Nicolás Herrera. —Actitud de Artigas después de sus pri­meras derrotas.—Se abren negociaciones entre el Direc­torio y Montevideo.—Actitud de Pueyrredón y su corres­pondencia al Congreso con tal motivo.—Se pacta la incor­poración de la Banda Oriental a las Provincias Unidas.— Artigas desaprueba el convenio.—Correspondencia entre el Director y las autoridades de Montevideo con tal moti­vo.— Ocupación de Montevideo por los portugueses.—De­rrotas de Artigas en Arapey y Catalán.— Campaña de loa portugueses a las Misiones Occidentales.—Carácter de la resistencia do los orientales.—Situación militar de los portugueses.—Repercusión de estos sucesos en la opi­nión argentina.—Plan de política del Congreso sobre la base de la monarquía.—Su rechazo por Pueyrredón.— Corresponi lencia entre el Director y Lecor.—Reconquista de Chile por San Martín.--Actitud bélica de Pueyrredón. 5

CAPÍTULO XXXVI.—Las Provincias Unidas y la Santa Alianza.—1817-1818

imbrollo diplomático.—Actitud del Director en consecuen­cia.—Política de la Europa respecto de la revolución ame-

Page 442: Historia Belgrano III

438 ÍNDICE

P

ricana.—Actitud do Portugal y del Brasil respecto de la España y del Río de la Plata.—Antecedentes sobre la di­plomacia argentina en Europa.—Gestiones diplomáticas de Rivadavia en consecuencia.—Negociaciones directas con la Corte de Madrid y su desenlace.—Ideas políticas de Rivadavia y sus pasos ulteriores.—La Sania Alianza, la España, la Francia, la Rusia, el Portugal y la Gran

- Bretaña con respecto al Río de la Plata.—Consejos de Ri­vadavia sobre política exterior.--Política de. Lord Cas-tlereagh respecto de la revolución hispano-americana.— La Prensa y la opinión inglesa en 1817.—El comodoro Bowles en el Río de la Plata.—La España solicita la ine­cuación de la Santa Alianza para dominar la revolución americana.—Protesta de Rivadavia ante la 0¿ran Bretaña. Nueva credencial a Rivadavia.—Orígenes del comercio francés en el Río de la Plata.—Aberturas del duque de San Carlos a Rivadavia.—Instrucciones del Congreso en consecuencia. Plan de monarquía.—Rivadavia y sus co­nexiones con Lafayette, La Harpe y el ministro Galatíu. La Rusia y la revolución americana.—Abertura de Riva­davia al Congreso de Aix-la-Chapelie.—La diplomacia norteamericana en Europa y la Santa Alianza.—Ricardo Rush y Castlereagh.—Lafayette pone en contacto a Riva­davia con el Gobierno francés.—Ilusiones

CAPÍTULO XXXVII. — La diplomacia de la revolución (continuación del anterior). —1817-1818

Negociación del Río de la Plata con los Estados Unidos, y sus resultados. — Situación militar d é l a Banda Oriental. Negociaciones del Director con Rivera y Otorgues.— Anarquía dé la Banda Oriental.—Negociación secreta en­tre los orientales disidentes y Lecor, y sus resultados. --Trasladación del Congreso a Buenos Aires.—Mutación política.—Negociaciones dé García en Río Janeiro.—Pro­yecto de tratado entre las Provincias Unidas y el Brasil. El Congreso lo aprueba con modificaciones.—La diplo­macia argentina en Río Janeiro y Europa.--Correspon­dencia entre el Director y Pueyrredón y el Gobierno del Brasil.—Se establece entre ambos países el statuo quo de 1812.—Acción del Brasil en Europa con relación a la in­dependencia de América.—Proyecto de monarquía como solución de cuestiones pendientes.—Misión de don Valen­tín Gómez a Francia, sus negociaciones y ulterioridades. Complemento histórico

Page 443: Historia Belgrano III

ÍNDICE 439

Páginas

CAPÍTULO XXXVIII.—La guerra del litoral—1817-1819

Doble influencia de la invasión portuguesa a la Banda Oriental.—Artigas acusa de traidor a Pueyrredón. Si­tuación de las Provincias del Litoral.—Artigas y Ramírez. Levantamiento de Entre Ríos en favor de la unión.—Ex­pedición de Montes de Oca a Entre Ríos y su derrota.— Nueva expedición a Entre Ríos de don Marcos Balcarce. Batalla del Saucesito.—La escuadrilla portuguesa domina el Uruguay.- Nuevos contrastes de Artigas.—Situación del Litoral.— Una división del ejército del Perú marcha a Córdoba.—Carácter de Bustos. —Nueva campaña contra Santa Fe—El General don Juan Ramón Balcarce.—Plan de campaña.—Bustos, en el Fraile Muerto.—Primeras operaciones.—Combate del Paso de Aguirre. - Ocupación y evacuación de la ciudad de Santa Fe.—Retirada de Bal-caree al Rosario.—Santa Fe es auxiliada de Entre Ríos y Corrientes por agua y por tierra. Pedro Campbell.— Contrastes de los partidarios de la unión en Entre Ríos. Sinopsis histórica sóbrela anarquía y el caudillaje.—Con­trastes de la escuadrilla frente a Santa Fe.-Balcarce se repliega a San Nicolás. - El General Víaraonte reemplaza a Balcarce e invade de nuevo a Santa Fe. - López toma la ofensiva y marcha sobre Córdoba.—Sorpresa de las Ba­rrancas.—Sitio del Rosario por los montoneros.—Belgra­no avanza sobre Santa Fe cou todo su ejército. — Sublime comedia del General San Martín.—Influencia de ella en la guerra civil.—Armisticio del Rosario en 1819.— Nuevo prospecto histórico 97

CAPÍTULO XXXIX.—La guerra social—1819

Ojeada retrospectiva. - Nueva invasión a Salta y su retira -da.—Combate de Acoyte. - Guerra de merodeo.—Comba­te de las Salinas.—Bustos con una división del ejército auxiliar en Córdoba.—Otra división con Lamadrid, y Paz lo refuerza. - Belgrano, General en jefe del litoral. - Mar­cha de todo el ejército del Perú, a Córdoba.—Vacilaciones de Belgrano.—Situación de Bustos después del Fraile Muerto.—López invade a Córdoba con los entrerrianos y correntinos.—Combate de la Herradura.—Primeras ope­raciones de Belgrano.—Actitud de S n Martín en la gue­rra civil.—Mediación de Chile en ella.—Correspondencia entre San Martín y Belgrano, sobre la guerra social. —Bel­grano marcha sobre Santa Fe.—Sus nuevas vistas sobre la situación política y militar.—-Estado de la guerra del lito-

Page 444: Historia Belgrano III

440 ÍNDICE

Páginas

ral.—Armisticio del Rosario y San Lorenzo.—Considera­ciones sobre la situación política y militar.—Influencia del armisticio en la política ulterior. —Actitud de San Martín, en Mendoza.—Planes de! Gobierno sobre el Alto Perú. - -La expedición a Lima, acordada.—Ideas do Bel­grano y del Gobierno, sobro el modo de sostener la gue­rra civil.—Miseria del ejército auxiliar.—Apuros pecu­niarios del Gobierno.—Negociaciones que siguieron al armisticio.--Actitud de López y Ramírez.—Ideas políti­cas y militares de Belgrano.—El ejército auxiliar retroce­de a Córdoba.—Retiro de Pueyrredón.—Rondeau, Di­rector Supremo.- Juicio sobre la administración Puey­rredón 147

CAPÍTULO XL.—La guerra social.~ Continuación del anterior. — 1819

La Constitución de 18:19 y su jura.—Opinión de Belgrano acercada ella.—Enfermedad mortal de Belgrano.- Situa­ción del litoral.—Actitud de San Martín y del ejército de los Andes.—Estado de las relaciones de Buenos Aires y Santa Fe.—Actitud do López y Ramírez.—Retrato de don José Miguel Carrera.—Rómpense las hostilidades en el litoral.—Planes del Gobierno para contrarrestar la anarquía.— El ejército auxiliar es llamado nuevamente a tomar parte en la guerra civil.—Irrupción de Santa Fe a la frontera de Buenos Aires.—El Director Rondeau en campaña al frente de un ejército de Buenos Aires.—Se ordena a San Martín marche a Buenos Aires.—Conducta de San Martín en esta emergencia.—Se decide a realizar la expedición al Perú. Juicio acerca de esta conducta.— Carácter de ia revolución argentina.—Tucumán se de­clara independiente.—Prisión de Belgrano.—Elementos de vida futura.—Bosquejo de la descomposición y de la transformación política y social 179

CAPÍTULO XLI.—El año veinte.—La descomposición.— 1820

Situación general de la República a principios del año 20.— Situación de los ejércitos nacionales. - Estado del ejér­cito auxiliar.—Emprende su marcha al litoral.—Conspi­ración en Córdoba.—El Comandante Paz.—Sublevación de Arequito. - Digna conducta del General Cruz.—Consi- . deraciones sobre ia sublevación.—El ejército se divide en dos fracciones.—Combate y parlamento con las mon-

Page 445: Historia Belgrano III

ÍNDICE 44!

Páginas

toñeras. Bustos, se apodera de todo el ejército y retro­cede a Córdoba.—Consecuencias inmediatas de la suble­vación.—Conferencias do Bustos y don José Miguel Ca­rrera.—Repercusión de la sublevación de Arequito en Córdoba.—Busto3 se hace nombrar Gobernador.—Políti­ca singular que adopta. - Situación de la división de los Andes, en Cuyo. —San Martin regresa a Chile.—Subleva­ción del batallón número 1, en Ssn Juan.—Su carácter y consecuencias.—Muerte de Seqneira y de los oficiales del número 1.—La Provincia de Cuyo se federaliza.—El fede­ralismo cunde en todas las Provincias del interior —San Martín y Bustos.—Bustos envía una parte del ejército al Norte con el Coronel Heredia.—La liga de los caudillos del litoral.—Prospecto de reconstrucción orgánica 201

CAPÍTULO XUl.—El año veinte.—La catástrofe.—1820

Pródromos del año 20.—Las dos faces de la guerra entre la América y la metrópoli.—Revista de las expediciones peninsulares contra la América.—La expedición prepara­da en Cádiz, contra el Río de la Plata y sus peripecias.— Los agentes secretos del Gobierno argentino en Cádiz, y sus trabajos en 1820.—La revolución de Riego.—Conti­núa la historia de la diplomacia de la revolución.—Com­plemento de la misión de don Valentín Gómez.—Política del Congreso en relación al Brasil, con motivo del proyec­to del príncipe de Luca.—Nuevas instrucciones del Go­bierno sobre este proyecto, y su desenlace.—Alarmas de la época.—Actitud del Congreso.—Destierro de Pueyrre­dón y Tagle. - Nombramiento de un Director sustituía.— Formación del ejército directorial.—El campo de Cepe­da.—Apocamiento del espíritu militar.—Batalla de Cepe­da.—Notable retirada de la infantería directorial, al man­do de don Juan R. Balcarce.—Impresión de la batalla de Cepeda, en la capital.—El municipio de Buenos Airos, se pone en armas.—Noticias sobre el General Soler.—Polí­tica pacífica de los federales.—Mutaciones en el Gobier­no general.— Bosquejo histórico sobre los Cabildos.—El Cabildo de Buenos Aires, entra en tratados con los fede­rales.—Ramírez, desconoce sus poderes.—El General So­ler, intima la caída de las autoridades nacionales.—Diso­lución del Congreso, y cese del Directorio.—El Cabildo re­asume el mando de la Provincia de Buenos Aires.— Efecto que produce el golpe de Estado de Soler.—Política inter­provincial.—Conferencia de Ramírez y López, con los comisionados del Cabildo.—Moderación de loa caudillos

Page 446: Historia Belgrano III

442 ÍNDICE

P á g i n a s

federales.—Contradictoria actitud de Soler, y causas que la explican.—Soler entra en negociaciones con Ramí­rez.—Soler, Ramírez y López, ajustan un armisticio en Lujan.—Mutación política en la capital, y reaparición de la columna de Balcarce.—Actitud de Soler y Ramírez, con motivo de estos sucesos.—Prospecto 325

CAPÍTULO XLIIL—El año veinte.—La transición.—1820

Descomposición del régimen colonial.—Período de transi­ción.—Ausencia de instituciones.—Constitución de he­cho.—Situación política de Buenos Aires, al desaparecer las autoridades generales.— Constitución del poder muni­cipal.'—Nueva organización parlamentaría dada a la Pro­vincia de Buenos Aires, bajo el régimen federal.—Memo­rable Cabildo abierto, de 16 de febrero. — Creación de una Junta de Representantes. —Estado de la opinión, en Bue­nos Aires,—Sarratea, Gobernador.—Es autorizado por la Junta para negociar la paz. —Los tratados públicos y se­cretos del Pilar.—Buenos Aires, Provincia federada.— Situación de Buenos Aires.—Reaparición de ia columna de Cepeda. —Sus operaciones.—Llega improvisadamente a la capital.—Ovación a Balcarce.—Actitud de los parti­dos.—Reaparición de Alvear, en la escena política. Re­volución de 5 y 6 de marzo.—Deposición de Sarratea'.— Balcarce, Gobernador. - Asambleas populares.—Sarratea se refugia en el campo de los federales.—Los federales se declaran contra la revolución y sitian la capital.— Ten­tativas de paz que se fustran.—Ultimátum de Ramírez.— Caída y fuga de Balcarce.—Consideraciones sobre la re­volución de 6 de marzo.—Resultado negativo que ella produjo 271

CAPÍTULO XLIV.--.JSi Año Veinte». —La transforma-- ción.—1820

La restauración de Sarratea.- Nueva proscripción de Al­vear.—Proceso de alta traición contra el Directorio y el _ Congreso.—Juicio acerca de él.—Nuevas exigencias de los caudillos federales.—Política torcida de Sarratea. —Prote­ge el armamento de don losé Miguel Carrera, contra Chi­le.—Nueva reaparición de Alvear.—Se apodera del man­do militar, y es expulsado otra vez por el pueblo.— Desavenencias entre el Gobierno de Buenos Aires y los federales.—El ejército federal se retira de Buenos Aire». Aislamiento d» Sarratea en el Gobierno.—II periódico

Page 447: Historia Belgrano III

ÍNDICE 443

Páginas

titulado El Año Veinte, y sus acusaciones contra Sa­rratea.—Correspondencia entre Sarratea y el General San Martín.—Juicio de imprenta y absolución del periódico El Año Veinte.—Se convoca a elecciones de Representan­tes, en toda la Provincia.—Nuevo sistema electoral.—Es­tado del espíritu público.—Nuevas influencias electorales en Ja campaña.—Aparición de don Juan Manuel Rosas.— Ruptura entre Sarratea y Soler. —El partido directorial, triunfa en las elecciones.—Sarratea interpone su veto contra cuatro diputados.—Discusión con este motivo en el Cabildo.—El Cabildo prevalece.—Polémica entre Sa* rratea y don Tomás Manuel Anchorena.—Solemne insta­lación de la Junta de Representantes.—Renuncia, arresto y fuga de Sarratea.—El presidente de la Junta, es nom­brado Gobernador interino. — Desinteligencia entre el nuevo Gobernador y Soler, con motivo del mando de las armas. —La Junta nombra Gobernador propietario, a don Ildefonso Ramos Mejía, con el mando de las armas, y da una constitución provincial.—Soler renuncia el mando y promueve una sublevación contra el Gobierno.—Sedi­ción de la Villa de Lujan.—El día de los TRES GOBEBKA-DOBES .—Muerte de Belgrano. — Su peregrinación desde Tucumán a Buenos Aires.—Sus últimos momentos, su entierro y sus funerales.—Retrato físico de Belgrano, sus hábitos e inclinaciones. i 309

CAPÍTULO XLV.—El año veinte.—La pacificación.—1820

Continúa la narración histórica.—Soler, Gobernador.—Cir­cunstancias en que este hecho tiene lugar.—Nueva inva­sión de tos federales, contra Buenos Aires.—Batalla de la Cañada de la Cruz.—Caída de Soler.—El Cabildo inicia negociaciones de paz.—Pagóla, dictador militar, sus dife­rencias con el Cabildo y su deposición.—Dorrego, nom­brado Gobernador.—Plan político de la nueva invasión federal.—Alvear se hace nombrar Gobernador, por una Junta de campaña.—Nuevo aspecto de la situación.—• Ruptura de las negociaciones de paz.—Mérito que con­trae Dorrego en esta ocasión. — La defensa de Buenos Aires, se organiza. - Sitio de Buenos Aires por los fede­rales, y operaciones de los sitiados.—Correspondencia entre Dorrego y López, y del Cabildo con Alvear y la Jun­ta de campaña.—Los sitiados toman la ofensiva y rompen la línea sitiadora.—Nuevas tentativas de paz sin efecto.— Retirada de los federales.—Carrera vuelve sobre la ciu­dad y se retira. — ultimátum del Cabildo.—Circular del

Page 448: Historia Belgrano III

444 ÍNDICE

Cabildo, a las Provincias.—Opinión de San Martín sobre la situación.—Ruptura de Artigas y Ramírez.—Dorrego en campaña con el ejército de Buenos Aires.- -Alvear y Carrera, se fortifican en San Nicolás de los Arroyos.— Operación sobre el Pergamino y acción de San Nicolás.— Negociaciones d e paz, otra vez malogradas, entre Dorre­go y López. —Batalla d e Pavón.—Campaíla de Dorrego, en Santa Fe.—López sorprende a Obando, en el Pergami­no.—La expedición libertadora del Bajo Perú, al mando de San Martín, zarpa de Valparaíso.—Derrota de Dorrego en el Gamonal y su retirada. - López se manifiesta dis­puesto a la paz.—Efectos que produce el contraste del Gamonal, en Buenos Aires.—Retrospecto histórico.—Don Martín Rodríguez, es nombrado Gobernador.—Manifiesto pacífico d e la Junta de Buenos Aires, a las Provincias.— Revolución do 1.° de octubre.—Combale del 5 de octubre en las calles de Buenos Aires.—Actitud de Dorrego en esta emergencia.—Ultimo estallido de la anarquía del año 20.—Caída de Dorrego y sus causas.—Pacificación de Buenos Aires.—Prospecto de pacificación de la Repú­blica

CAPÍTULO XLVL—La reorganización.—1820-1821

Continúa la narración histórica.—Ruptura entre Artigas y Ramírez.-^-Guerra entre ambos caudillos.—Triunfo de Ramírez.-—Sus proyectos de engrandecimiento.—Rela­ciones entre Córdoba y Buenos Aires.—Estado general de la República. Situación de ias Provincias del Norte.— Santiago dei Estero, Provincia federal. — Bosquejo del futuro.—Mediación de Córdoba y Salta.—Paz y alianza entre Buenos Aires y Santa Fe.—Disolución de la liga de ios caudillos del litoral. —Movimiento reorganizador.—• Catástrofe del Salto. —Campaña contra los indios.—Lle­gada de una Comisión regia de Fernando VII, proponien­do la paz.—Contestación de la Junta de Representantes, a la Comisión. - Fin del año 20.—Amenaza de una nueva guerra civil.—Correspondencia entre el Gobierno de Buenos Aires y el do Entre Ríos.—Ramírez, declara la guerra a Buenos Aires.—Ruptura entre López y Ramí­rez.—El Congreso empieza a reunirse en Córdoba.—Ca­rrera invade las Provincias de Córdoba y San Luis.— Primera campaña de Carrera en el Interior.—Ramírez, invade Santa Fe, obtiene ventajas y es derrotado en Co-ronda.—Mérito de López en esta campaña.—Operaciones de la escuadrilla de Buenos Aires, en el Paraná.—Reu-

Page 449: Historia Belgrano III

ÍHDIGH 445

Páginas

nión de Ramírez y Carrera, y sus operaciones en Córdo­ba.—Derrota y muerte de Ramírez.—Pacificación del lito­ral.—Incorporación de la Banda Oriental, al Brasil y Por­tugal.—Fin de Carrera.—Muerte de Güemes.—Ultimas invasiones de los realistas a Salta.—Afianzamiento de la independencia argentina.—Entrada del ejército Argenti­no-Chileno, a Lima. - Triunfo de la independencia ameri­cana.—Sinopsis de la revolución argentina.—Bosquejo de su organización política.—Inauguración del sistema representativo en Buenos Aires 393

C A P Í T U L O XLVII.—EPÍLOGO.—El apoteosis y la estatua. 1821-1873

Funerales de Belgrano.—Honores postumos.—Banquete fú­nebre a su memoria. —Alegoría de su inmortalidad.— Erección de su estatua ecuestre. —Discursos en tal oca­sión.—Juicio histórico sobre Belgrano 431

Page 450: Historia Belgrano III
Page 451: Historia Belgrano III
Page 452: Historia Belgrano III
Page 453: Historia Belgrano III
Page 454: Historia Belgrano III
Page 455: Historia Belgrano III