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HISTORIA DE ANDALUCÍA (V): ANDALUCÍA EN LA EDAD MODERNA 1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE ANDALUCÍA 1.1. SIGLO XVI: LOS AUSTRIAS MAYORES Durante el reinado de Carlos I, el territorio de la actual Andalucía estaba ocupada por cuatro reinos: Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada. Sin embargo, el término Andalucía se solía usar para designar los reinos de Sevilla y Córdoba. El hecho más significativo del reinado, la Guerra de las Comunidades de Castilla, apenas tuvo repercusiones serias en Andalucía: sólo las ciudades de Úbeda y Baeza reunieron a la rebelión, aunque por poco tiempo; el resto de los grandes núcleos permaneció fiel a la corona a pesar de tener lugar en ella algunos disturbios. Ya en el reinado de Felipe II, un hecho clave en Andalucía fue la Guerra de las Alpujarras, un conflicto acontecido entre 1568 y 1571 durante el reinado de Felipe II. La abundante población morisca del Reino de Granada se alzó en armas en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades culturales. Las sospechas del rey y la corte sobre la lealtad de los súbditos moriscos, unidas a la obsesión de la monarquía y por la uniformidad religiosa, a cuyo fin funcionaba la Inquisición, crearon un amplio malestar entre los moriscos. Tras un año de infructuosas negociaciones, la población morisca granadina decidió levantarse en armas en 1568. La rebelión se inició la víspera de Navidad de 1568 en la aldea de Béznar, (Valle de Lecrín), donde los moriscos insurgentes reconocieron como su rey a Aben Humeya, y a la que sumaron numerosas aldeas de las tahas de Órgiva, Poqueira y Juviles y los demás moriscos de las Alpujarras. El fracaso de la sublevación en la capital se mostrará decisivo en el desenlace de la contiend que afectó a todo el Reino de Granada, y cuyo desarrollo se suele dividir en cuatro fases Al final de la misma, la inmensa mayoría de la población morisca fue tristemente expulsada de la tierra donde había vivido durante generaciones. En un primer momento fueron redistribuidos en el interior de Castilla, para luego ser expulsados totalmente en 1609. Muchos de estos andalusíes terminaron en ciudades del norte de África como Fez o Tetuán, donde su descendencia se prolonga en el tiempo hasta el día de hoy. Tras la guerra, Castilla organiza repoblaciones cuyo éxito o fracaso comienza a ser estudiado en la actualidad. Podemos afirmar que no se consiguió el peso demográfico de la época morisca hasta mediados del siglo XVIII; sin embargo, estas repoblaciones supusieron la llegada de miles de colonos de otros puntos de Castilla, Aragón y otros países europeos, que llevaron sus costumbres y formas de vida a lugares cuya población quedó severamente mermada tras la expulsión morisca. La campaña de expansión castellana en América durante el siglo XVI causará un periodo de esplendor en Andalucía occidental, especialmente en Huelva, Sevilla y Cádiz, debido a su situación como

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HISTORIA DE ANDALUCÍA (V): ANDALUCÍA EN LA EDAD MODERNA

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE ANDALUCÍA

1.1. SIGLO XVI: LOS AUSTRIAS MAYORES

Durante el reinado de Carlos I, el territorio de la actual Andalucía estaba ocupada por cuatro reinos: Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada. Sin embargo, el término Andalucía se solía usar para designar los reinos de Sevilla y Córdoba.

El hecho más significativo del reinado, la Guerra de las Comunidades de Castilla, apenas tuvo repercusiones serias en Andalucía: sólo las ciudades de Úbeda y Baeza reunieron a la rebelión, aunque por poco tiempo; el resto de los grandes núcleos permaneció fiel a la corona a pesar de tener lugar en ella algunos disturbios.

Ya en el reinado de Felipe II, un hecho clave en Andalucía fue la Guerra de las Alpujarras, un conflicto acontecido entre 1568 y 1571 durante el reinado de Felipe II. La abundante población morisca del Reino de Granada se alzó en armas en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades culturales. Las sospechas del rey y la corte sobre la lealtad de los súbditos moriscos, unidas a la obsesión de la monarquía y por la uniformidad religiosa, a cuyo fin funcionaba la Inquisición, crearon un amplio malestar entre los moriscos. Tras un año de infructuosas negociaciones, la población morisca granadina decidió levantarse en armas en 1568.

La rebelión se inició la víspera de Navidad de 1568 en la aldea de Béznar, (Valle de Lecrín), donde los moriscos insurgentes reconocieron como su rey a Aben Humeya, y a la que sumaron numerosas aldeas de las tahas de Órgiva, Poqueira y Juviles y los demás moriscos de las Alpujarras. El fracaso de la sublevación en la capital se mostrará decisivo en el desenlace de la contiend que afectó a todo el Reino de Granada, y cuyo desarrollo se suele dividir en cuatro fases

Al final de la misma, la inmensa mayoría de la población morisca fue tristemente expulsada de la tierra donde había vivido durante generaciones. En un primer momento fueron redistribuidos en el interior de Castilla, para luego ser expulsados totalmente en 1609. Muchos de estos andalusíes terminaron en ciudades del norte de África como Fez o Tetuán, donde su descendencia se prolonga en el tiempo hasta el día de hoy.

Tras la guerra, Castilla organiza repoblaciones cuyo éxito o fracaso comienza a ser estudiado en la actualidad. Podemos afirmar que no se consiguió el peso demográfico de la época morisca hasta mediados del siglo XVIII; sin embargo, estas repoblaciones supusieron la llegada de miles de colonos de otros puntos de Castilla, Aragón y otros países europeos, que llevaron sus costumbres y formas de vida a lugares cuya población quedó severamente mermada tras la expulsión morisca.

La campaña de expansión castellana en América durante el siglo XVI causará un periodo de esplendor en Andalucía occidental, especialmente en Huelva, Sevilla y Cádiz, debido a su situación como

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puerta de salida hacia América. El Reino de Granada, por el contrario, tenía sus intereses en el Mediterráneo, por lo que sus contactos con las colonias americanas fueron bastante menores.

1.2. SIGLO XVII: LOS AUSTRIAS MENORES El siglo XVII, en cambio, es desastroso para Andalucía, por las epidemias de peste que sufrió y se

produjo asimismo una nueva señorialización de las tierras, con el consiguiente perjuicio para los campesinos andaluces.

Además, los abusos fiscales del conde-duque de Olivares llevan al duque de Medina-Sidonia a organizar una revuelta nobiliaria. La conspiración del duque de Medina Sidonia es la denominación historiográfica de una conspiración que tuvo lugar en Andalucía en 1641. Se sitúa el contexto de la denominada crisis de 1640, la coyuntura política más crítica del reinado de Felipe IV de España, simultánea a la revuelta de los catalanes y la independencia de Portugal, con la que está muy vinculada. Fue protagonizada por el IX duque de Medina Sidonia y el VI marqués de Ayamonte. Se le han atribuido muy diversas motivaciones, entre las que está la posibilidad de entenderla como una simple conjura nobiliaria de carácter estamental o particularista, o como un intento secesionista o independentista, siguiendo el ejemplo catalán o el portugués, por el que se pretendía sublevar Andalucía contra el rey para instaurar en ella una monarquía en la persona del citado duque. Los planes de ambos nobles quedaron al descubierto en verano de ese año, por lo que el intento fue abortado. Se trata de un episodio histórico oscuro cuya veracidad genera controversia. A ello se añadió que hasta 1655 se producen revueltas en varios puntos de Andalucía por la crisis económica.

1.3. SIGLO XVIII: LOS PRIMERO BORBONES La Guerra de Sucesión (1700) apenas tuvo repercusión en Andalucía, que estuvo desde el principio

del lado de Felipe V. Sin embargo, la escuadra inglesa y holandesa atacan en 1702 la costa atlántica cercana a Cádiz, y aunque fracasan en su intento de establecerse allí, toman Gibraltar en 1704 aprovechando su indefensión.

En este siglo se da una importante repoblación, obra del ilustrado Pablo de Olavide, en la cual se establecen más de 1.400 familias, que sufren una profunda asimilación cultural. Las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena fueron una intendencia española cuya creación se inició hacia 1767, durante el reinado de Carlos III, y que fue suprimida en 1813. Durante su existencia esta intendencia fue la «quinta provincia andaluza», con el mismo nivel político y administrativo que los cuatro reinos.

Su creación se debe a un proyecto ilustrado elaborado por Campomanes y encomendado a Pablo de Olavide, que consistía en poblar las grandes extensiones despobladas existentes en el curso del Camino Real de Andalucía: el desierto de Sierra Morena o de la Peñuela, en el reino de Jaén, el desierto de La Parrilla, entre Córdoba y Écija, y el desierto de la Monclova, entre Écija y Carmona. El objetivo era favorecer la seguridad del tráfico de personas y mercancías que circulaban por el camino de Andalucía, especialmente de los peligros derivados del bandolerismo. Para ello se fomentó en esos lugares la agricultura y la industria, atrayendo colonos centroeuropeos católicos, principalmente alemanes, flamencos y suizos. La iniciativa pretendía implantar una nueva organización social, liberada en cierto modo de las restricciones jurisdiccionales del Antiguo Régimen. Para ello se redactó el Fuero de las Nuevas Poblaciones, que regulaba los aspectos de la vida económica y social de los colonos.

2. EVOLUCIÓN ECONÓMICA

La conquista de Granada por los Reyes Católicos a finales del siglo XV supuso para parte de las

tierras andaluzas un periodo de expansión, motivado por la influencia y las consecuencias de la colonización americana. Sevilla tenía el monopolio del comercio colonial gracias al establecimiento de la Casa de Contratación, por lo que se convirtió en el núcleo mercantil más importante de Europa. Este esplendor se irradió por gran parte del territorio, en especial por las ciudades y puertos del suroeste, mientras que la zona oriental quedó marginada de la expansión económica.

Durante el siglo XVII, con la decadencia del comercio americano, la emigración de población hacia América y la crisis de la agricultura, se produjo un periodo de decadencia y crisis demográfica. En el siglo XVIII, como en el resto de España, se inició una lenta pero constante recuperación que se vio favorecida, a mediados de la centuria, por las repoblaciones de sierra Morena. Cádiz recuperó la actividad comercial con el establecimiento en esta ciudad de un influyente grupo burgués de ideas liberales. Ya iniciada la

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guerra de la Independencia, Cádiz se convirtió en sede de las Cortes, que aprobaron en 1812 la primera Constitución española.

2.1. AGRICULTURA Hasta la aparición de la Revolución

Industrial la economía andaluza se ha caracterizado por ser eminentemente agraria. La tierra ha sido el medio de producción de los hombres del sur, y durante la Edad Moderna Andalucía se halló condicionada por el proceso de ocupación de tierras y la conformación de la propiedad gestada por la Repoblación.

Desde el S.XVI y a consecuencias del impacto de los metales preciosos llegados de América, se acentuó el proceso de concentración de la propiedad. El prestigio de la tierra, condición indispensable para el noble, contribuyó a que los mercaderes y burgueses invirtieran su dinero en bienes inmuebles en perjuicio de otras actividades económicas más rentables; sin embargo, la inversión económica en la compra de tierras no llevó aparejada una mejora de los cultivos. Esta inversión se extendió también durante el S.XVI y posterior, con la expansión de los censos, que no son más que préstamos hipotecarios sobre bienes, característicos de los momentos en alza. El proceso de acumulación de tierras en pocas manos, fue finalizado en la Edad Moderna. A partir de 1535 y durante treinta años, surgieron nuevos terratenientes debido a la influencia de los metales preciosos. El floreciente comercio, las operaciones de crédito público, los contratos de abastecimiento del ejército y armada, el arriendo de las rentas de la Corona, y la concesión de cargos en la administración pública, dieron origen a nuevos patrimonios territoriales y el Estado mobiliario fue el mayor beneficiado.

El siglo XVI supuso una época de prosperidad al aumentar el consumo de productos agrícolas, pero limitado a áreas privilegiadas por el efecto del comercio indiano. Se advierte una mayor intensidad en los cultivos de cereales, olivos y viñedos que provocaron una cierta inmigración de agricultores a Andalucía procedentes de otras regiones españolas. Al final del reinado de Felipe II se observa un progresivo deterioro de la productividad agraria.

En el siglo XVII la productividad agraria fue paralela a la recesión general, y si la contraponemos con el siglo anterior, subió el precio de la tierra con motivo del comercio con América. Observamos un despoblamiento del campo y el absentismo de los nuevos propietarios, pero a finales del siglo se recobra de nuevo la producción y se adquieren de nuevo tierras para el cultivo. Las extensiones grandes se aprovechan para la ganadería ya que necesitan pocos hombres y estos escaseaban por las continuas levas de los ejércitos. Hay que contemplar también que durante esta época la refeudalización, es decir, las tierras de realengo se convierten en señoríos, proceso iniciado con los Reyes Católicos.

2.2. COMERCIO Las bases más importantes del comercio exterior español durante la Edad Moderna lo constituye la

fachada andaluza, en especial los puertos de Sevilla, Cádiz, Málaga y Motril; representaban los centros más activos tanto del comercio de exportación como de importación. Castilla supo armonizar y unir las regiones periféricas abiertas al exterior que rodeaban la Meseta y separaban a esta del mar y por esta razón la fachada andaluza se erigió como columna vertebral de la economía mercantil. La conversión de Sevilla en el centro del monopolio indiano fue causa principal del relieve comercial que adquirió Andalucía y, si bien es cierto que el monopolio de Sevilla fue desapareciendo lentamente a lo largo del s. XVII en beneficio (en 1718) de Cádiz, siempre permaneció la idea del monopolio andaluz.

Las causas apuntadas para que se consolidara el monopolio andaluz fueron tres: El potencial financiero de los comerciantes andaluces. La red de interés creado entre la Universidad de Cargadores y oficiales de la Casa de

Contratación.

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Los intereses de los grandes latifundistas andaluces, que desde 1598 detentaron el poder siendo coparticipes en la empresa monopolística.

Los protagonistas destacados en el auge comercial andaluz fueron los puertos de la región, pero no podemos descartar las playas o el litoral costero donde se realizaban un tráfico de cabotaje. Los puertos más importantes de Andalucía fueron:

Sevilla era el más importante y su aduana era una de las más celebres, tanto que la ciudad siempre estaba lleno de fardos (productos tanto de Europa como de América). Según una estadística sobre la navegación extranjera en 1597, en solo un mes y medio arribaron 94 embarcaciones: 38 procedentes de Hamburgo y otros puertos Hanseáticos, 23 eran franceses, 21 escandinavos y el resto de Irlanda, Escocia y los Países Bajos.

Málaga, era el segundo puerto del Mediterráneo. Durante la segunda mitad del s. XVII el tráfico se dirigía más a Málaga y Alicante que a Sevilla y Lisboa.

Cádiz se convirtió pronto en el rival de Sevilla: en el 1577, 1578 y 1579 entraron 800 navíos extranjeros en los puertos de Sanlúcar, Cádiz, Puerto de Santa María y Puerto Real, en total unas 60 mil toneladas intercambiadas en navíos extranjeros.

En cuanto el comercio exterior, a parte del sostenido con América, había un intercambio con Italia y un comercio ininterrumpido con el Norte de África. En 1624 se fundaba el Almirantazgo para agrupar a los comerciantes de la provincia de Flandes: los materiales que se importaban de Flandes e Italia solían ser lienzos, paños, papel, cera… A partir del s. XVII fueron intercambiados por el azúcar producido en Motril, maderas y artículos de metal, sin olvidarse de los productos andaluces estrella, como el aceite y el vino. Esta canalización comercial de los productos básicos agrícolas andaluces favorecía el desarrollo económico y social de la zona.

Los beneficios y ganancias comerciales no sólo enriquecían a los comerciantes y mercaderes, sino que revertían sobre los diferentes sectores económicos, que de una u otra forma estaban relacionados con el tráfico mercantil; de esta forma desde el viticultor al transportista o arriero, la corporación gremial que fabricaba los envases o recipientes, al cargador del muelle, se beneficiaban de esta actividad, incluso la Hacienda Real esperaba con interés las rentas procedentes de los aranceles aduaneros (es decir, el Almojarifazgo) y las rentas de los millones como lo demuestra la presencia de administradores de los mismos en la administración local.

2.3. INDUSTRIA La principal industria de Castilla y Andalucía durante la Edad Moderna fue la textil, cuyas

posibilidades se acrecentaron con el descubrimiento de las Indias y el monopolio comercial. Los Reyes Católicos promulgaron las Ordenanzas de Sevilla, en las que se dedicaron 119 ordenanzas a este producto. Sin embargo los paños y las manufacturas laneras fueron perdiendo el Mercado, al resultar de inferior calidad y más caras que las extranjeras. Aunque estaban extendidas las hilaturas domesticas, la ciudad andaluza con una industria textil bien desarrollada fue Córdoba. La producción de tejidos de seda tuvo un gran auge en Andalucía y las principales ciudades fueron Granada y Sevilla; se trataba de una

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manufactura artística de tradición islámica hondamente arraigada y que requería mano de obra especializada.

Otra industria era la minera, que adquirió una gran importancia. A partir de 1559 surge una política minera tras descubrirse las minas de plata de Guadalcanal. Desde entonces aumentan los registros de minas y las licencias de explotación, aumentan la presencia, aumentan los buscadores de minas que recorren toda Andalucía, en especial la zona de Sierra Morena, localizando yacimientos mineros; incluso vinieron de América para trabajar en este lugar. Se descubrieron yacimientos que con el tiempo tuvieron una gran importancia tanto en la producción de cobre en Huelva, como de plomo en Linares. Destacan los yacimientos de Aracena, Constantina y Fuenteovejuna.

En Sevilla la mayor industria fue la cerámica, el jabón y la industria naval. Las jaboneras se habían constituido en monopolios, y el Estado enajenó a familias nobles, como los Enríquez y Fuga, las fabricas jaboneras conocidas como Almonas; existieron además de en Sevilla, en Cádiz, Jerez y Ayamonte. Con frecuencia el jabón se fabricaba de contrabando trayéndoselo de Almería o Cádiz. En 1529 la Almona de Triana fabricaba el jabón de Castillo, y todavía a finales del S.XVII se enviaba jabón al Nuevo Mundo, Inglaterra o Flandes.

De la industria naval, hay que hablar de la industria maderera, que se presenta en toda la región, para la construcción de viviendas, muebles, transportes marítimos y terrestres, telares, envases aperos de labranza, etc. Las reservas madereras andaluzas eran insuficientes por lo que había que importarla de los países nórdicos o Galicia. Un volumen considerable de pinos se importaba desde Cazorla a través del río a zonas tan distantes como Sevilla. Los barcos fabricados en costas andaluzas tuvieron muy mala fama ya que la madera era de mala calidad y los trabajos de los carpinteros de ribera, de ahí que en 1953 se dictara una ley por la que se impedía que las naves fabricadas en las costas de Sevilla, Cádiz y Puerto de Santa María navegaron hacía las Indias. A mediados del S.XVII la decadencia fue tal que habían desaparecido muchos gremios de carpinteros de ribera y calafates.

Los talleres de cerámica adquirieron en el S.XVI un gran desarrollo con la exportación de vino y aceite. En principio esta cerámica todavía se veía influenciada por las técnicas árabes, pero pronto adoptaron influencias italianas como el barro vidriado. La industria principal se concentraba en Triana donde también fabricaban azulejos y pilas bautismales.

Las industrias alimenticias se realizaban de una manera doméstica, sin embargo también se fabricaban fideos y una especie de pan para las expediciones a las Indias. El pan que se consumía en Sevilla era procedente de Alcalá de Guadaira. Otras industrias menos generalizadas eran las armas y la pólvora localizadas en Sevilla y Triana, los cueros y cordobanes sobre todo en Córdoba, los libros en Sevilla y los naipes en Macharaviaya.

3. CULTURA Y ARTE DE LA ANDALUCÍA MODERNA

3.1. LITERATURA Y MÚSICA DE LOS SIGLOS DE ORO El peso de Andalucía en la historia de la literatura en castellano es muy grande. En 1492 Antonio de

Nebrija publicó su célebre Gramática castellana, la primera de una lengua vulgar que se escribió en Europa. En 1528 Francisco Delicado escribió la Lozana andaluza, novela en la órbita La Celestina, mientras que el sevillano Mateo Alemán escribió Guzmán de Alfarache, la primera novela picaresca de autor conocido. Asimismo tuvo especial importancia la escuela literaria humanista sevillana con autores como Juan de Mal Lara, Fernando de Herrera, Gutierre de Cetina, Luis Barahona de Soto, Juan de la Cueva, Gonzalo Argote de Molina y Rodrigo Caro, así como los cronistas Alonso de Morgado y Ortiz de Zúñiga.

Cervantes "engrendó" su inmortal novela Don Quijote de la Mancha según su prólogo en Sevilla, durante su presidio en la Cárcel Real en 1597. No se sabe si con ese término quiso decir que comenzó a escribirlo mientras estaba preso o, simplemente, que se le ocurrió la idea allí. En cualquier caso son diversos los pasajes de la primera parte del Quijote que trascurren en Andalucía, así como numerosas las alusiones a esa tierra, en especial, a su aristocracia y a su hampa, que es precisamente el tema de Rinconete y Cortadillo, novela ejemplar de ambiente sevillano. El cordobés Luis de Góngora fue el máximo exponente del culteranismo de la poesía barroca del Siglo de Oro. Y por otra parte existen varios personajes literarios del ambiente andaluz convertidos en auténticos arquetipos de la literatura universal como Don Juan, El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina (s. XVII) y Fígaro, El barbero de Sevilla de Beaumarchais (s. XVIII).

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En cuanto a la música popular, la conquista castellana y la subsiguiente repoblación, no fue obstáculo para la permanencia de gran cantidad de población morisca, heredera de la sincrética cultura andalusí. En este sentido los moriscos siguieron cultivando la "zamra", que los repobladores cristianos creyeron originaria de los moriscos y que los andalusíes consideraban herencia hispanorromana. Tras décadas de relativa tranquilidad y convivencia con los conquistadores, los moriscos se sublevaron y finalmente se decretó su expulsión (1609). Esta dispersión pudo posibilitar que la población morisca en parte se diluyera con otros grupos marginales, especialmente con los gitanos para evitar el destierro, de modo que durante varias décadas se produciría un maridaje étnico que permitiría un trasvase cultural y musical. De esta manera los gitanos sirvieron de correa de transmisión entre el mundo marginal morisco y la cultura urbana. Muchos de ellos se dedicaron al canto y a la danza como forma de subsistencia, cultivando el romance, la seguidilla o la zarabanda. Desde el siglo XVI al XVIII está documentada la presencia de población negra en el área litoral de la Baja Andalucía, cuya posible influencia está muy poco estudiada. Sin embargo estudiosos de la música africana han encontrado claras líneas de relación con algunas formas musicales españolas: la chacona y sobre todo el fandango, podrían estar emparentadas con una danza yoruba que está en el origen de la rumba. También los pies rítmicos de los tanguillos, las seguiriya y las bulerías han sido relacionados con un origen africano. A juicio de algunos autores, pudo haber influencia de la música afrocubana ya desde el siglo XVII, que configuraría el fandango y otras formas musicales. El monopolio del comercio con América radicó en puertos andaluces, lo que motivó un intercambio cultural que abarca desde lo gastronómico y lo arquitectónico hasta lo musical. Los cantos y danzas andaluces y españoles en general viajaron con los primeros pobladores a las Américas, sufriendo importantes transformaciones, desarrollándose de manera divergente y retornando desde las colonias. Por todo ello puede afirmarse que la influencia africana llegó a la música de Andalucía, bien directamente a través de la población negra o bien a través de la música afrocubana en los siglos XVII y XVII.

En cuanto a la música culta, el siglo XVI en España se caracterizó por la música de gran calidad y los nombres destacados e influyentes para la época. Se destacaron varias escuelas como la sevillana y la catalana, esta última en torno al monasterio de Montserrat. Entre los precursores encontramos al maestro de la catedral de Sevilla Pedro Fernández de Castilleja. Los creadores más reconocidos de la escuela andaluza fueron el sevillano Cristóbal de Morales, que fue chantre en la capilla papal de Roma, y Francisco Guerrero, sucesor del anterior y maestro de capilla en Málaga.

3.2. ARTES PLÁSTICAS DE LOS SIGLOS DE ORO

3.2.1. RENACIMIENTO (siglo XVI)

ARQUITECTURA Algunas de las manifestaciones iniciales del Renacimiento en Andalucía se producen en una serie

de construcciones que combinan exteriores militares y fortificados con un interior de carácter palaciego, con ricos patios y dependencias, relieves y columnas. Por su magnificencia, destaca el castillo de La Calahorra, en Granada.

Por otro lado la tradición de la arquitectura gótica se mantuvo durante parte del XVI y pugnó con el arte del "romano" en la resolución de las grandes catedrales andaluzas (Sevilla, Granada, Córdoba o Málaga). En este ambiente artístico los modelos clásicos importados de Italia -hay que constatar la importancia en este sentido de los tratados de arquitectura- no empezaron a triunfar plenamente hasta la llegada de Carlos V, con quien la Península entró de lleno en el mundo moderno. El emperador apoyó la nueva arquitectura, como lo hicieron importantes familias de la nobleza y los cabildos civiles y eclesiásticos. Granada, Sevilla, Córdoba, Úbeda y Baeza los grandes centros de la arquitectura clasicista.

En Granada, la construcción del Palacio de Carlos V en la Alambra, encargadas por el rey-emperador a Machuca, tuvo un gran impacto en los ambientes artísticos andaluces y en el propio círculo de la corte, pero el hecho más determinante en el proceso de asimilación del clasicismo en Andalucía fue la llegada de Gil de Silóe a Granada para encargarse de la realización de dos grandes obras proyectadas con anterioridad: la iglesia del convento de San Jerónimo y la catedral de Granada, proyectada por Enrique Egas con una planta semejante a la del modelo de la Catedral Primada, elegida posteriormente por Carlos V para que sirviera de panteón regio a la dinastía reinante. El estilo de Siloé se proyectó directamente sobre la disposición de alzados de las catedrales andaluzas de Málaga y Guadix, así como a un

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sinnúmero de edificios civiles y religiosos como las parroquiales de Huelma, Iznalloz, Moclín e Illora.

En Sevilla, estos principios corresponden a las soluciones adoptadas por Diego de Riaño en las Casas Consistoriales de Sevilla, de los que se fue alejando en las obras realizadas en la catedral hispalense, después de ser nombrado para el cargo de maestro mayor. La Sacristía de los Cálices y, sobre todo, la Sacristía Mayor de la catedral son dos buenos exponentes de este proceso. Colaborador y sucesor de Riaño en la catedral de Sevilla, Martín de Gainza continuó en la dirección de estas obras a la muerte de su maestro, iniciando más adelante otros proyectos, que como la Capilla Real de la catedral o el Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, fueron terminados a su muerte por Hernán Ruiz el joven. Adiestrado en el círculo de Silóe en Granada, este último arquitecto tuvo una mejor formación clásica, como así manifestó en un numeroso grupo de edificios en Córdoba y Sevilla, entre los que destacan sus dos más famosas obras en la catedral hispalense: el cuerpo de campanas de la Giralda, y la Sala Capitular de la catedral. Por último, el arquitecto de Felipe II, Juan de Herrera, también dejó su huella en la ciudad con el proyecto de la Casa Lonja (actual Archivo de Indias), entre 1584 y 1598.

En Jaén, más clasicista resulta el estilo de Andrés de Vandelvira (1509-1575), cuyos planteamientos alcanzaron una gran resonancia en Andalucía, proyectándose, incluso, hacia determinadas zonas de Castilla y Levante a través de un numeroso grupo de obras entre las que destacan: la iglesia del Salvador, el Hospital de Santiago y los palacios de Vázquez de Molina y Vela de los Cobos, de Ubeda, y la catedral de Jaén. El acierto de estas soluciones claramente manieristas, reutilizadas en parte por Hernán Ruiz el joven y codificadas en los escritos teóricos de su hijo Alonso de Vandelvira, fueron los factores que mejor contribuyeron a la difusión de la arquitectura de Andrés de Vandelvira en toda Andalucía y en otras regiones limítrofes.

ESCULTURA Durante el primer tercio del siglo XVI Andalucía fue la gran protagonista en escultura renacentista

por los sepulcros marmóreos importados y por las obras de los escultores florentinos afincados en España y que trabajaron especialmente en esta región del sur: Domenico Fancelli, Pietro Torrigiano y Jacobo Florentino. Los elementos de decoración importados más relevantes se dieron en el castillo de la Calahorra.

La escuela castellana también tuvo su proyección en Andalucía: En Granada trabajó con éxito Bartolomé Ordóñez en los cenotafios de don Felipe y doña Juana

para la capilla Real. El burgalés Diego de Siloé acudió a Granada en 1528 requerido por el duque de Sessa afincándose en esta ciudad como arquitecto dedicando parte de su tiempo en esculpir encargos. Uno de sus mejores trabajos como escultor fueron las figuras de los Reyes Católicos que están junto al altar mayor de la capilla Real. El taller de Siloé fue muy acreditado en la ciudad de Granada.

Por los años en que Torrigiano trabajaba en Sevilla y que se importaban desde Italia los lujosos sepulcros de mármol (entre 1517 y 1526), iniciaba su carrera el escultor de origen nórdico Miguel Perrin. Era un escultor con reminiscencias góticas en sus fondos paisajísticos, en consonancia con su origen nórdico y formación francesa. La mayor parte de su trabajo la dejó en la catedral de Sevilla y muchas obras fueron hechas en barro cocido siguiendo la tradición sevillana: Relieve de la Adoración de los Reyes, Entrada de Jesús en Jerusalén, estatuas de las

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dos portadas orientales, relieves y estatuas de la Puerta del Perdón. También en Sevilla hizo el San Jerónimo del Panteón de los duques de Osuna

Mención especial merece el precursor de la imaginería procesional, Marcos Cabrera, escultor claramente manierista y cercano, por tanto, al barroco, de quien se sabe muy poco y a quien se atribuyen las imágenes del Cristo de la Expiración (hdad. El Museo) y el Cristo de las Tres Caídas (hdad. Esperanza de Triana)

PINTURA En el primer tercio del XVI siguen presentes elementos flamencos propios del gótico, incorporando

poco a poco elementos italianizantes. Es decir, que es más bien una época de transición. En Andalucía destaca la figura de Alejo Fernández (h. 1475 – 1545), con una producción de estilos diversos, en unos intensamente flamenco dado el gusto por el detalle que muestra, y en otros italianizantes con perspectivas. De todas sus obras, es muy conocida la Virgen de los Navegantes en los Reales Alcázares de Sevilla, donde aparece un retrato de Cristóbal Colón.

En el segundo tercio la influencia de Leonardo se ve sustituida por la de Rafael. También se dejan sentir los ecos del primer manierismo. El centro más destacado de producción artística es Sevilla, ciudad que cobró gran auge económico gracias al comercio con las Indias. La ciudad llegó a ser un centro multicultural lo que ayudaría al florecimiento de las artes. En este centro al que afluían artistas de otros países llegó Pedro de Campaña (1503-1563), nacido en Bruselas pero de formación italiana. Estuvo en Sevilla desde el año 1537 hasta 1562. De la obra realizada en Sevilla destaca el Descendimiento de la Cruz, en la Catedral de Sevilla, y el retablo de Santa Ana (Triana). También fue un buen retratista. Otro extranjero, Hernando Esturmio, trabaja al mismo tiempo que Campaña, pero su primera obra sevillana es el Retablo de san Pedro y san Pablo de la iglesia de San Pedro en Arcos de la Frontera (Cádiz). También es de destacar su Alegoría de la Inmaculada Concepción de la colegiata de Osuna. Luis de Vargas, nacido en la ciudad, de la misma generación de Campaña, pues nació en 1505, marchó muy joven a Roma donde vivió largas temporadas. Se supone que recuperó su ciudad en torno a 1550. El Retablo del Nacimiento de la catedral de Sevilla es la más antigua de sus obras en la ciudad, donde también realizó la Piedad de Santa María la Blanca (1564) y la Crucifixión.

En el último tercio, se nota la influencia de la obra de Miguel Ángel y también de la pintura veneciana. Tras el esplendor que significan Campaña y Vargas, la pintura hecha en Sevilla decae de forma bastante estrepitosa. No vienen artistas del norte a última hora de siglo, aparte de algún esporádico italiano. Son pintores autóctonos los encargados de continuar la tradición hasta principios del siglo XVII: Luis de Valdivieso (fresco del Juicio Final del Hospital de la Misericordia) y Pedro Villegas (Virgen de los Remedios de la iglesia de San Vicente) son los más importantes.

3.2.2. BARROCO (siglos XVII-XVIII)

ARQUITECTURA En el desarrollo de la arquitectura andaluza se dieron circunstancias parecidas a las del resto de las

regiones. Durante la primera mitad del siglo se siguieron utilizando las fórmulas estéticas del XVI y sólo a partir de los años centrales de la centuria empezaron a aparecer las formas barrocas, que no alcanzarán su plenitud hasta el XVIII. Granada y Sevilla siguieron siendo los principales focos de actividad constructiva.

En la primera de estas ciudades sobresale la personalidad de Alonso Cano, quien residió en su tierra natal desde 1652 a 1657 y al final de su vida, entre 1660 y 1667. Como sucedió durante su estancia en la corte ejerció una decisiva influencia, en este caso a través de la monumental fachada que ideó para la catedral granadina (1664), probablemente relacionada con el proyecto perdido de Siloé. Cano concibió la estructura como un arco de triunfo que sirvió de fuente de inspiración a las construcciones granadinas posteriores, como la iglesia de la Magdalena (1677-1694), realizada por José Granados de la Barrera, el mismo arquitecto que llevó a cabo la fachada catedralicia tras la muerte de Cano. Del periodo tardío destaca el Sagrario de la misma catedral, obra de Francisco Hurtado Izquierdo

El barroco sevillano no logró su auténtica definición hasta la aparición de Leonardo de Figueroa (muerto en 1730), figura que pertenece ya estilísticamente a la siguiente centuria. Las iglesias de cajón fueron la tipología predominante durante gran parte del XVII, aunque en la iglesia del Hospital de la Caridad (1645-1670), obra de Pedro Sánchez Falconete, ya se aprecia cierta vinculación con el lenguaje barroco. Sin embargo, la sencillez estructural de las iglesias de cajón

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se utiliza aún en el Hospital de los Venerables, fundado en 1675 y terminado por Figueroa en 1687. Este arquitecto participó también en las obras del templo del Salvador (1669-1711), aunque como ya se ha dicho su arte alcanzó la máxima expresión en el XVIII, con la iglesia de San Luis de los Franceses y el Palacio de San Telmo. En este panorama sevillano resta por señalar la importante actividad como tracista de retablos de Bernardo Simón de Pineda (activo entre 1641 y 1689), a quien se debe el diseño del retablo mayor del Hospital de la Caridad ejecutado por Pedro Roldán (1670-1673).

Fuera de las dos ciudades citadas destaca la construcción de la fachada de la catedral de Jaén (1667-1688), realizada por Eufrasio López de Rojas (1628-1684), siguiendo esquemas clasicistas para adecuarla al proyecto de Vandelvira. Sin embargo, la influencia del nuevo estilo puede apreciarse en la búsqueda de efectos espaciales, conseguidos fundamentalmente mediante el retranqueo del ático. El barroco de finales del XVII tuvo una peculiar presencia en Jerez a través de las fachadas-retablo, espectacular y abigarradamente decoradas, como la anónima de la Cartuja (1667), y la de la iglesia de San Miguel, de Diego Moreno Meléndez (1672).

ESCULTURA La escultura española del siglo XVII es uno de los ejemplos más auténticos y personales de nuestro

arte, porque su concepción y su forma de expresión surgieron del pueblo y de los sentimientos más hondos que en él anidaban. Quebrantada la economía del Estado, en decadencia la nobleza y cargado de fuertes gravámenes el alto clero, fueron los monasterios, las parroquias y las cofradías los que impulsaron su desarrollo, siendo costeadas las obras en ocasiones mediante suscripción popular. La escultura se vio así abocada a plasmar los ideales imperantes en estos ambientes, que no eran otros que los religiosos, en un momento en el que la doctrina contrarreformista exigía al arte un lenguaje realista para que el fiel comprendiera y se identificara con lo representado, y una expresión dotada de un intenso contenido emocional para incrementar el fervor y la devoción del pueblo. El asunto religioso es, por consiguiente, la temática preferente de la escultura española de este período, que parte en las primeras décadas del siglo de un prioritario interés por captar el natural, para ir intensificando progresivamente a lo largo de la centuria la plasmación de valores expresivos, lo que consigue mediante el movimiento y la variedad de los gestos, la utilización de recursos lumínicos y la representación de estados anímicos y sentimientos. La costumbre surgida en esta época de sacar en procesión a los santos patronos de pueblos, iglesias y cofradías determina la creación de un tipo de imagen procesional, sola o formando un grupo de carácter narrativo denominado paso, que da lugar a la generalización de la independencia estatuaria del marco arquitectónico, por lo que la figura aislada -la imaginería- es el ejemplo más característico y habitual en la producción de la época, aunque por supuesto se siguen realizando importantes trabajos para retablos y relieves para sillerías. Dentro de la tipología de las imágenes exentas cabe destacar las llamadas de vestir o de bastidor, esculpidas sólo en las partes no cubiertas por los ropajes que, aunque ya existían anteriormente, alcanzaron en el XVII una especial difusión. Pero sin duda la máxima creación de la escultura barroca española son los pasos procesionales, en cuya concepción influyó de forma determinante el carácter didáctico y propagandístico de los ideales contrarreformistas. Realizados con un lenguaje teatral, eran conjuntos narrativos en los que se utilizaban todos los recursos expresivos para conseguir el impacto emocional sobre el fiel, teniendo siempre en cuenta que su recorrido por las calles ocasionaba una multiplicidad de puntos de vista y una mutable y dinámica contemplación. Esta vinculación de la producción escultórica a los ambientes e ideales religiosos determinó que las obras de carácter civil llevadas a cabo en esta etapa fueran escasas e irrelevantes. Valladolid y Sevilla fueron los centros responsables del lenguaje plástico de sus respectivas áreas de influencia, que alcanzaron gran parte de su pujanza gracias al éxito y a la calidad de las obras de estos artistas. En la región andaluza destaca también la escuela granadina.

La escuela sevillana: El esplendor artístico del que disfrutó Sevilla en la segunda mitad del XVI, etapa en la que fue uno de los principales centros del Renacimiento español, se prolongó, e incluso se incrementó en el XVII gracias a la personalidad de Juan Martínez Montañés (1568-1649). No fue sólo un extraordinario escultor sino además el definidor de un estilo y el creador de una escuela. Aunque nació en la provincia de Jaén (Alcalá la Real), quizás se formó en Granada completando su educación en los círculos manieristas sevillanos, donde ya estaba afincado en 1587 y vivirá hasta su muerte. En 1603 hizo su primera obra maestra: el Cristo de la Clemencia de la catedral sevillana, a la que siguieron, entre otras, Santo Domingo (Museo de Bellas Artes de Sevilla); el retablo del convento de San Isidoro del Campo en Santiponce; el de la iglesia de San Leandro de Sevilla; el mayor del convento de Santa Clara, o la Inmaculada

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Concepción, conocida popularmente como la Cieguecita (Catedral de Sevilla). De las imágenes procesionales destaca Jesús de la Pasión. Montañés se convirtió, directa o indirectamente, en maestro de un gran número de escultores e imagineros sevillanos, entre los que destacan:

o Juan de Mesa: Cristo del Amor, Cristo de la Conversión del Buen Ladrón (hdad. Montserrat), Cristo de la Buena Muerte (hdad. Los Estudiantes), Jesús del Gran Poder, Cristo yacente (hdad. Santo Entierro), Virgen del Valle, Virgen de la Victoria (hdad. Las Cigarreras), Cristo de la Misericordia (Osuna).

o Francisco de Ocampo: Cristo del Calvario, Cristo de la Salud (hdad. La Carretería), Cristo del Desamparo (hdad. El Cerro), Jesús de la Salud (hdad. La Candelaria)

o José de Arce: retablo de San Miguel de Jerez, y las ocho monumentales estatuas de piedra de la iglesia sevillana del Sagrario

o Pedro Roldán: relieve de la Piedad, hoy en la iglesia del Sagrario de la catedral y retablo del Hospital de la Caridad de Sevilla, junto con Simón de Pineda y Valdés Leal, así como el Cristo de la Exaltación.

o Luisa Roldán, La Roldana: educada con su padre, realizó numerosos trabajos de imaginería, aunque su mayor aportación son sus obras de barro cocido y policromado, de pequeño tamaño, destinadas al culto privado y al de los conventos. Al taller que regentaba junto a su marido, Luis Antonio de los Arcos se atribuyen la Virgen de Regla (hdad. Los Panaderos), la Virgen de la Macarena, la Virgen de la Estrella, la Virgen de la Victoria (hdad. Las Cigarreras)

o Duque Cornejo: nieto de Roldán y sobrino de La Roldana, trabajó en Sevilla durante sus primeros años, se le atribuyen, el retablo de la Virgen de la Antigua, y el retablo de la iglesia de San Lorenzo.

o Ruiz Gijón: Cristo de la Expiración, El Cachorro, y Simón el Cireneo (hdad. San Isidoro)

La escuela granadina: Como en arquitectura y pintura, Granada tiene en Alonso Cano a la gran figura del arte Barroco. En su lenguaje existen dos componentes decisivos, el influjo de la plástica sevillana, en la que se formó, y su propia concepción estética, en la que prima la búsqueda de un ideal de belleza y de serena expresión, que proporcionan a su obra un carácter único. Fue aprendiz de pintor en el taller de Francisco Pacheco y quizás discípulo de Montañés. Estas enseñanzas, su propia capacidad creadora y el floreciente ambiente artístico de Sevilla, le convirtieron en uno de los maestros más completos del panorama español de la época. En 1638 fue llamado a la corte, donde disfrutó de la protección del Conde Duque de Olivares, y permaneció hasta 1652. El nombramiento de racionero de la catedral de Granada en 1652 le hizo regresar a su tierra natal, en la que residió hasta su muerte acaecida en 1667 y realizó sus esculturas más significativas. Las mejores cualidades de su arte aparecen definidas en la pequeña imagen de la Inmaculada Pertenecen a este momento el impresionante busto de San Pablo (catedral de Granada), y la Virgen de Belén. La escultura granadina no puede entenderse sin su presencia, que influyó en otros autores:

o Pedro de Mena: el conocimiento del arte de Cano se reflejó en algunos de sus modelos o trabajos puntuales, pero no se interesó por la elegante serenidad de este maestro, sino que por el contrario, concibió sus figuras con un penetrante ascetismo, de gran intensidad realista y apasionadas expresiones de concentración interior.Su producción está integrada casi en su totalidad por imágenes aisladas, con las que definió una iconografía devocional de gran éxito: San Antonio y el Niño, San Diego de Alcalá, San Pedro de Alcántara, San Francisco de Asís, San José y el Niño, Inmaculadas, y la más conocida, María Magdalena.

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o Duque Cornejo: aunque sevillano, también trabajó en Granada, donde dejó algunas de sus mejores obras: esculturas para el templo de la Virgen de las Angustias, el retablo para la capilla de Nuestra Señora de la Antigua de la catedral, y la Santa María Magdalena de la cartuja.

o Los Mora: Las cualidades de la escuela granadina, en la que se fundían las influencias de Cano y Mena, llegaron hasta el siglo XVIII gracias a esta familia de escultores, integrada por el padre Bernardo de Mora (1614-1684), sus hijos José (1642-1724) y Diego (1658-1729). Entre sus trabajos en Granada destacan la Inmaculada de la iglesia de los Santos Justo y Pastor, San Antonio de Padua de la iglesia de las Angustias, la Virgen de la Soledad de la iglesia de Santa Ana, San Bruno de la cartuja de Granada.

PINTURA La pintura del siglo XVII es sin duda una de las aportaciones españolas más importantes al Arte

europeo, por la gran calidad de su conjunto, por la genial personalidad de algunos de los pintores del momento y por sus especiales cualidades, que la hacen poseer, por vez primera y única, una entidad propia frente al resto de las escuelas pictóricas del continente. Inciden en su génesis y desarrollo los factores históricos y sociales que ya han sido apuntados, los cuales la confieren una peculiar forma de expresión, en la que la nota predominante es un marcado realismo que, aunque coincidente con la tendencia naturalista creada por Caravaggio en Italia, presenta en España un sentido y una interpretación en cierto modo independientes, porque se fundamentan, no en influencias foráneas, sino en una sensibilidad artística tradicionalmente atenta a lo real y en una expresión vital inmersa en la decadencia política y económica del país, pero profundamente condicionada por el mundo religioso.

Durante el mandato de Felipe III (1598-1621) se gestó el nacimiento y la formación de la escuela española, que cristalizó y definió su personalidad bajo su sucesor Felipe IV (1621-1665), etapa en la que tuvieron un papel extraordinariamente significativo los grandes maestros del centro del siglo: Ribera, Zurbarán, Velázquez y Alonso Cano. Y, finalmente, en las últimas décadas de la centuria regidas por Carlos II (1665-1700), se alcanzó la plenitud barroca, incorporando el lenguaje europeo a las particulares cualidades hispanas. Estas cualidades determinaron una diversa aceptación de las tres corrientes pictóricas del Barroco, naturalismo, clasicismo y barroco decorativo, en favor de la primera. En Andalucía, al igual que en otros géneros, Sevilla y Granada darían lugar a escuelas propias:

Escuela sevillana: El auge económico de la Sevilla de Felipe III impulsó una importante actividad pictórica dominada por la personalidad de varios artistas dispares:

o Pacheco, Roelas y Herrera el Viejo, dominan la época de transición del manierismo renacentista al naturalismo barroco. Sus diferentes estilos e intereses restaron homogeneidad al foco sevillano, que sólo a partir de la segunda década de la centuria empezó a interesarse por las fórmulas del naturalismo barroco.

o Durante el reinado de Felipe IV la escuela española afirmó las cualidades de su estilo y definió su personalidad, gracias fundamentalmente a los grandes maestros de mediados del siglo. Sin dejar de lado la influencia de Ribera vía Italia (en la colegiata de Osuna), surgen las grandes figuras de la escuela: Zurbarán y Velázquez. El primero, de origen extremeño, aportó a la pintura española del Barroco el reflejo de la vida, las creencias y las aspiraciones de los ambientes monásticos, para los que el pintor realizó prácticamente toda su obra. Esta clientela conservadora le llevó al éxito, pero también condicionó su pintura, porque los encargos de los monasterios se solían ceñir a modelos establecidos. Como consecuencia su pintura se convirtió en un magnífico exponente de la sencillez y del carácter fervoroso de la vida monástica, que él plasmó con un estilo realista: obras para el convento sevillano de San Pablo, lienzos para uno de los claustros de la Merced Calzada (Visión de San Pedro Nolasco y Aparición del apóstol San Pedro a San Pedro Nolasco, Museo del Prado), para la iglesia del colegio de San Buenaventura cuatro escenas de la vida de este santo, la Apoteosis de Santo Tomás de Aquino (Museo de Bellas Artes, Sevilla), etc. Por su parte Velázquez, yerno de Pacheco, desarrolló en Sevilla su aprendizaje y algunas de sus primeras obras antes de viajar a Madrid para ser pintor de corte de Felipe IV: Vieja friendo huevos, (Edimburgo, National Gallery of Scotland), Jóvenes comiendo y El aguador de Sevilla (Londres, Wellington Museum), Cristo en casa de Marta y María (Londres, National Gallery), La mulata o Cena de Emaús (Dublín, The National Gallery of Ireland),

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Inmaculada Concepción y San Juan Bautista en Patmos (Londres, National Gallery), La adoración de los Magos (Madrid, Museo del Prado).

o Una confluencia de circunstancias calamitosas en torno a 1650 marcó en la ciudad de Sevilla una inflexión profunda en todos los órdenes (gran epidemia de 1649, revuelta de La Feria en 1652…), a lo que se unió la recesión del comercio con América. La crisis frenó en ella el crecimiento de las fundaciones conventuales de órdenes religiosas, que habían sido durante la primera mitad de la centuria los principales comandatarios de cuadros, pero no implicó que desapareciera el fenómeno del encargo pictórico, al producirse la fundación de una Academia de Pintura, donde Herrera el Mozo (Triunfo del Sacramento) Murillo (inmaculadas, obras costumbristas) y Valdés Leal (Postrimerías) tuvieron un papel esencial, influyendo en otros pintores como Matías de Arteaga, Villavicencio, Scout… y preparando la transición al siglo XVIII.

o El rococó sevillano (siglo XVIII) estará representado por artistas menores bajo el influjo de Murillo, destacando Juan de Espinal.

Escuela granadina: La importancia de Alonso Cano en el XVII ya ha sido señalada en líneas precedentes. En el campo de la pintura sus cualidades también le sitúan en una posición relevante dentro del panorama de la época, porque con su elegante y personal lenguaje enriqueció el arte, además de definir las características estéticas de la producción granadina de la segunda mitad de la centuria. Creó su particular tipología de la Inmaculada (Capilla del Oratorio de la Catedral de Granada). Concluyó uno de sus trabajos más importantes: la serie de siete grandes lienzos que decoran la parte alta de la capilla mayor de la catedral, en los que da muestras de un perfecto dominio de la composición, adecuando la disposición de las figuras y la perspectiva de las escenas a su alta colocación en el templo. Destaca también en estos cuadros, dedicados a la vida de la Virgen, la luminosidad de sus fondos sobre los que contrasta la riqueza del colorido de los primeros planos. Uno de sus últimos trabajos pictóricos fue La Virgen del Rosario (1665-1667, Catedral de Málaga).

3.3. LA ILUSTRACIÓN EN ANDALUCÍA (siglo XVIII)

3.3.1. LOS ILUSTRADOS Tras la crisis del siglo XVII Andalucía se encontraba muy necesitada de medidas renovadoras y

reformadoras, que se introdujeron a través de Cádiz y Málaga, ciudades que contaban con ricas burguesías comerciales abiertas a las nuevas ideas, aunque también hubo clérigos que las aceptaron. Importantes figuras de la Ilustración fueron Alberto Lista, José Cadalso y José María Blanco White. También dejaron huellas de su actividad ilustrados asociados al gobierno como Jovellanos y Pablo de Olavide.

En grandes y pequeñas poblaciones surgieron sociedades económicas, se crearon academias y nuevos centros de enseñanza, y universidades como las de Sevilla y Granada recibieron proyectos de reforma de sus enseñanzas para adaptarlas a las nuevas corrientes científicas, entre las que destacó el naturalista José Celestino Mutis.

3.3.2. EL ARTE NEOCLÁSICO

El neoclásicismo se configuró en la segunda mitad del siglo XVIII como nuevo redescubrimiento del arte grecolatino en detrimento del barroco. En España, La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (fundada en 1752), influenciada por las ideas de La Ilustración, impone sus criterios estéticos;

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la formación de los arquitectos se hace eminentemente clásica, y se llega al punto en que el barroco se considera recargado y de mal gusto.

Considerado un arte oficial y elitista, el neoclasicismo no arraigó con fuerza en Andalucía, apegada con firmeza a un barroco enraizado en las esferas sociales y populares con enorme éxito. Por ello las obras neoclásicas son aisladas en la zona, y en arquitectura se dan en construcciones de carácter público o religioso, más que en las de carácter privado.

Además de proyectos de construcciones civiles, en Andalucía se llevaron a cabo diseños de mayor calado, como inmensas urbanizaciones inspiradas íntegramente en el neoclásico. Uno de estos proyectos fue el conocido como Las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena, que buscaba colonizar estas regiones prácticamente despobladas. Se crearon complejos urbanos como los de La Carolina, La Carlota y Almurandiel, influidos en su totalidad por la arquitectura neoclásica.

El traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz, convirtió a esta ciudad en nuevo foco artístico. De entre los arquitectos de cierto renombre en Andalucía cabría destacar a Torcuato Cayón de la Vega, quien impulsó la transición del arte barroco al neoclásico, contribuyendo en diversas obras por toda Andalucía., especialmente en Cádiz. Fue maestro de otros dos arquitectos gaditanos: Torcuato José Benjumeda y Miguel de Olivares. En la provincia de Sevilla despuntaron otros arquitectos como Antonio Matías de Figueroa y José de Echamorro.

En cuanto a los edificios más representativos de esta corriente artística, en algunos casos se introduce oficialmente la nueva tendencia artística, llegándose a revestir de un rotundo lenguaje neoclásico importantes obras ya existentes. Son los siguientes:

Almería: la Casa de los Puche, importante ejemplo de vivienda señorial burguesa, y el Palacio de Almanzora, espléndido edificio neoclásico sin parangón en Almería. Otra edificación reseñable es la Iglesia de San Pedro, situada en la propia capital.

Jaén: Palacio Municipal de Andújar, Coro de la Catedral de Jaén Huelva: Gran Teatro Cádiz: Cuantiosos son los monumentos neoclásicos de la provincia de Cádiz. En la capital se

yerguen templos eclesiásticos como la Iglesia de Conversión de San Pablo, la Iglesia de San José o el Oratorio de la Santa Cueva. La Catedral de Santa Cruz es una respetable estampa del arte neoclásico fundido con el barroco y el rococó. Entre los edificios civiles sobresalen la distintiva Cárcel Real donde convergen la perfección y la simetría, el Museo de Cádiz y el Palacio de la Aduana de sobrias y medidas proporciones. Jerez de la Frontera también cuenta con un largo patrimonio neoclásico. Ejemplos son la fachada del Palacio de Campo Real, la capilla del Sagrario de la Catedral, la Iglesia de San Pedro o el Palacio de los Condes de Puerto Hermoso, de época tardía y que en la actualidad es la comisaría de policía. Otras construcciones singulares de la provincia de Cádiz como la Casa Consistorial o el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando y la Ermita de Santa Ana o la Iglesia de San Juan Bautista de Chiclana de la Frontera.

Sevilla: En esta provincia encontramos los proyectos más emblemáticos de la arquitectura neoclásica andaluza. Comenzando en la propia capital destacan numerosos edificios religiosos y civiles. Entre los primeros resaltan la Iglesia de San Ildefonso y la Iglesia de San Bartolomé. Entre los segundos, figuran inmuebles como la fachada del Ayuntamiento de Sevilla, la Biblioteca del Archivo Municipal o la Real Fábrica de Tabacos, que aúna estilos como el barroco, el neoclásico y el industrial. En la provincia, son también representativas la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen y la Iglesia de San Juan de Écija, la Casa del Marques de Gandul de Alcalá de Guadaíra y la Puerta de Córdoba de Carmona.

Por su parte, la escultura y la pintura apenas sufrieron el nuevo influjo clasicista, ya que la estética barroca continuó enraizada, tanto entre las nobles y religiosos como en las clases populares.