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HISTORIA DE LÀ ANESTESIA Dr. MARCOS KLEIMAN Publicado con motivo de la celebración del primer centenario del descubrimiento de la Anestesia el 16 de Octubre de 1846 GENTILEZA DE E. R. SQUIBB & SONS Químicos Manufactureros para la Profesión Médica desde 1858

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H I S T O R I A DE LÀ A N E S T E S I A

D r . M A R C O S K L E I M A N

Publicado con motivo de la celebración del primer centenario del descubrimiento de la Anestesia el 16 de Octubre de 1846

G E N T I L E Z A D E E . R . S Q U I B B & S O N S Químicos Manufactureros para la Profesión Médica desde 1858

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HISTORIA DE LA ANESTESIA

Dr. M A R C O S K L E I M A N B A N C K I K

"El dolor ha hecho presa en mi cuer-po. Quiera Dios arrancarme este dolor". Este es el grito angustiado de la hija de un rey de Babilonia hace miles de años. Ni aún los dioses de la Mitología, dueños y señores de la raza humana, escapan al zarpazo del dolor orgánico. En las tum-bas y murallas de los templos de Grecia y Egipto, en los vasos etruscos y decora-ciones murales de Pompeya, hay retrata-dos ojos cerrados a la luz, cuerpos defor-mados, bocas contorsionadas por el dolor hace miles de años. Aún Adán y Eva, pri-meros habitantes sobre la Tierra, conocen también la angustia del dolor. El dolor es tan viejo como el mundo, y el tormento que provoca, viejo como el mundo tam-bién.

Pero no sólo la angustia del dolor es-pontáneo sufre el hombre; debe resistir también el dolor provocado por el cuchi-llo del cirujano que osa combatir las fuer-zas destructivas de la Naturaleza sobre el organismo humano. "Resuelto a curar al enfermo colocado a su guidado, el ciru-jano debe ignorar los gritos y súplicas y realizar su trabajo sin tomar en cuenta las quejas", dice Celso, médico del empe-rador romano Augusto en el siglo I de Cristo. Toda la cirugía de los barberos-ci-rujanos de la Edad Media, y aún la de los Hospitales hasta mediados del siglo XIX, es una larga y continua historia de sufri-mientos y agonías. 4 o 5 fuertes ayudan-tes son necesarios para sujetar la pobre víctima a la mesa operatoria; si la Natu-raleza sé apiada, el paciente pierde la

conciencia ante el tormento de los dolo-res y el cirujano ya puede continuar más tranquilo su cruel trabajo. Este no cuen-ta con otro recurso que el colapso psíqui-co de su enfermo para evitar los sufri-mientos del bisturí.

DEMONIOS Y MENJUNJES

El hombre percibe con sus propios sen-tidos todo lo que le rodea, animales o co-sas. Pero el dolor es algo intangible, in-conmensurable, incomprensible. Sólo pue-de ser provocado por factores sobrenatu-rales, espíritus malignos, demonios de maldad. ¿Cómo dominarlos? ¿Cómo com-batirlos? Fuegos humeantes de hierbas aromáticas, talismanes y amuletos saca-dos de plantas, animales o piedras, pala-bras especiales de conjuro y bailes con-vulsivos adecuados a la ocasión, son em-pleados para ahuyentar a los demonios. Personas especialmente capacitadas para la realización de estos exorcismos, brujas y hechiceros, hacen de esta práctica una profesión. Como luchan contra seres so-brenaturales, las brujas y hechiceros de-ben ellos mismos estar rodeados de cierto secreto que los diferencia del resto de la comunidad. Visten hábitos especiales, vi-ven en chozas separadas, y se rodean de aires misteriosos acordes con su rango.

Con el correr del tiempo, los demo-nios se convierten en dioses y entonces el dolor ya no es el azote de un espíritu ma-léfico, sino el justo castigo impuesto al hombre por los dioses todopoderosos. Los

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hechiceros son entonces reemplazados por los sacerdotes de los cultos paganos, quie-nes tratan de aplacar con oraciones la fu-ria de los dioses, pero sin dejar de mez-clar la religión con ciertos exorcismos.

Cristo viene al mundo como hijo de Dios. Gracias a su origen divino puede ali-viar el dolor de los que sufren. Después de su muerte, su facultad curativa pasa a la Iglesia. Posteriormente, la Iglesia, por intermedio del Papa, concede a los reyes la facultad de curar simplemente tocan-do a los enfermos.

Uno de los primeros misterios que el hombre observa es que el sueño domi-na o disminuye el dolor. ¿Cómo provo-car entonces un sueño artificial para com-batir el dolor? ¿No será posible conse-guirlo con el empleo de drogas especiales? El hombre comienza a buscar en las raí-ces y cortezas de hierbas y arbustos ( ama-pola, mandràgora, hashish o cáñamo índi-go, beleño, etc.), el gran recurso del sue-ño artificial. La diosa Afrodita encuentra alivio durmiendo sobre una cama de ama-polas rojas. El dios-sól Ra, es el primero en administrar mandràgora como soporí-fero. Helena de Troya ingiere disuelta en vino cierta droga para "adormecer todo dolor y rabia, y traer olvido para cual-quier sufrimiento". Los antiguos escitas acostumbran a inhalar el humo producido por combustión del cáñamo índico, obte-niendo así un estado de excitación men-tal seguido de sueño. El cáñamo índico se propaga a través de los tiempos, alcanzan-do gran popularidad en India y China. Siglos más tarde, se conocerá en México con el nombre de marihuana.

¿Y por qué esas drogas no pueden tam-bién servir para evitar el dolor de las ope-raciones quirúrgicas? El rey hindú Boj a es puesto a dormir por sus cirujanos con los humos de una hierba antes de trepa-narle el cráneo. Dioscórides, famoso mé-dico griego del siglo I de Cristo, emplea una cocción de raíces de atropa mandrà-gora en vino para calmar los dolores de las intervenciones quirúrgicas. Galeno, contemporáneo de Dioscórides, emplea también la mandràgora con el objeto de paralizar las sensaciones y los movimien-tos. San Benedicto hace dormir al empe-rador Enrique II sobre una almohada im-pregnada de mandràgora para amputarle un pierna. Pero la mandràgora no se em-plea sola, Desde mucho antes es usada en

Asia por los chinos y los judíos en forma de infusión con el agregado de diversas drogas para dar de beber a los crimina-les, produciendo en ellos un estado men-tal especial que les hace confesar sus de-litos. También se utiliza esa poción para disminuir la intensidad de los sufrimien-tos y torturas a que se somete a los acu-sados; es la "poción de los condenados". Curiosa psicología la de estos tiempos; por un lado, se castigaba al condenado so-metiéndolo a horribles tormentos; por otro lado, se le administra una poción soporí-fera para calmar sus dolores.

Plinio, historiador romano, observa que la poción de los condenados es corriente-mente empleada en su país para disminuir los sufrimientos de la agonía a las vícti-mas de la crucificación. Hay cierta evi-dencia de que se hizo beber a Cristo dicha poción mientras agonizaba en la cruz.

Sigue el auge de la poción de los con-denados dominando toda la Edad Media. En el siglo XII, Hugo de Lucca, prepara un aceite soporífero a base de opio, cicu-ta, hiosciamo, mandràgora, semillas de le-chuga y otras hierbas. De Lucca utiliza con éxito este menjunje para anestesiar a los pacientes en los cuales puede así practicar pequeñas operaciones dolorosas. Se ensaya también la anestesia por inha-lación, aplicando bajo la nariz del pacien-te una esponja empapada en la infusión medicamentosa o haciendo respirar al en-fermo los vapores de una cocción de las hierbas soporíferas. Pero estos métodos no se generalizan. Los resultados son muy variables. En algunos casos, el sueño es escaso y la prevención del dolor nula. En otros, el sueño es tan profundo que el pa-ciente no despierta más.

Los alquimistas son los primeros en darse cuenta que se necesita separar la parte útil de la que no lo es en las hier-bas narcóticas para obtener un producto más puro, más seguro y parejo en sus re-sultados, más dosificable. Pero dados más a la búsqueda de la piedra filosofal que a otra cosa, no es mucho el progreso que hacen. En medio de sus experimentacio-nes químicas descubren una cantidad de productos nuevos a los que, aparte de bau-tizar con nombres ribombantes, no pres-tan mayor atención. Raymond Lully, en el siglo XIII, descubre un fluido blanco, "vi-triolo dulce" lo llama, cuyas propiedades analgésicas ni siquiera sospecha.

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200 años más tarde, Paracelso, médico y químico del siglo XV, recorre todo el mundo estudiando las enfermedades y buscando un remedio útil para el dolor. Incapaz de encontrarlo en la Naturaleza, vuelve a su laboratorio de alquimista pa-ra perfeccionar por destilación, purifica-ción y extracción, lo que la Naturaleza proporciona tan imperfectamente. Un día mezcla ácido sulfúrico con alcohol, calien-ta la mezcla y condensa el vapor, redes-cubriendo así el "vitriolo dulce" de Ray-mond Lully. Ensaya este vitriolo en po-llos y descubre que caen profundamente dormidos, despertando en seguida sin de-mostraciones de haber sufrido daño. Pa-racelso recomienda entonces utilizarlo en el hombre para calmar el dolor. Pero su observación no se generaliza ni su indi-cación es tomada en cuenta.

Valerio Cordus, aprendiz de boticario y discípulo de Paracelso, tiene la manía de tomar notas y apuntar detalladamente todos los conocimientos que adquiere so-bre las drogas. Entre estas notas hace una descripción completa sobre el "vitriolo dulce". En 1542, un año después de la muerte de Paracelso, vende en Nuremberg su libro de notas por 100 ducados de oro a un comité de médicos. El libro de notas de Cordus es archivado en una polvorien-ta farmacopea de Nuremberg. Junto con el libro de notas, comienza a dormir el sueño de los años todo lo que Cordus sabía sobre el "vitrolo dulce", producto conoci-do hoy día con el nombre de éter sulfú-rico.

MAGNETISMO ANIMAL

La fe puesta en los exorcismos y en las prácticas religiosas no es suficiente para curar el dolor. Los narcóticos derivados de las plantas, pese a la multitud de com-binaciones químicas y formas diversas de aplicación ensayadas, sólo rinden resulta-dos variables, contradictorios e inseguros. La alquimia no ha sido capaz de corregir esta situación. El dolor sigue mortifican-do impunemente a la humanidad. Pero el hombre siempre espera y vuelve los ojos con renovada fe a cada nueva posibilidad de vencer a su torturante enemigo. En el siglo XVIII la química y la medicina en-tran por cauces más rígidos, más discipli-nados, más científicos. El hombre confía entonces en que la Ciencia lo librará del

dolor. Pero la creencia en fuerzas supe-riores y sobrenaturales no puede tampoco desaparecer tan bruscamente. Lo que se espera ahora para dominar el dolor debe ser científico, pero puede ser también al mismo tiempo inexplicable, misterioso. El cosmos se interpreta como una combina-ción de fuerzas vitales, de las cuales una de las más intensas es el dolor. Una parte del cosmos es el hombre. Si éste es caoaz de almacenar en sí mismo suficiente fluido magnético vital del cosmos, podrá trans-mitirlo a los pacientes y mejorarlos. Nace así la teoría del vitalismo curador.

Todo lo que se necesita entonces es al-guien capaz de concentrar estas nuevas ideas en un sistema, y suficientemente audaz para ponerlo en práctica. Franz An-tón Mesmer, de origen suizo, estudiante primero de culto divino, luego de Dere-cho, para terminar por doctorarse médico en Viena en 1766, es el hombre que se anuncia capaz de curar en flüido vital. La humanidad doliente está preparada para aceptar esta nueva revelación. Mes-mer es esperado y recibido como un me-sías. Los pacientes comienzan a llenar su consulta en grandes números. Mesmer es-tá instalado en París, justo en la época anterior a la Gran Revolución Francesa.

Paracelso fué el primero en adminis-trar el fierro magnético como tratamien-to médico. Muchos, después de él, trata-ron también de aprovechar esta misteriosa fuerza atractiva para la curación de las enfermedades. Mesmer es el primero en anunciar la teoría del flüido curador. Por lo demás, desde antiguo, los persas, egip-cios e indúes habían utilizado procedi-mientos enigmáticos parecidos. Mesmer coloca sus pacientes entre dos magnetos de modo que la misteriosa energía cósmi-ca encerrada en ellos fluya a través del enfermo, restaurando su alterado cuerpo en armonía con el Universo. Esta es la pri-mera fase del "mesmerismo".

El éxito es formidable. El número de enfermos aumenta tanto que ya Mesmer no puede atenderlos individualmente. En-tonces se le ocurre transmitir el poder magnético a una varilla de madera, seña-lar con ella a cierta distancia a un grupo de enfermos, desde 30 a 100, y curarlos así al por mayor. Es ésta la segunda fase del "mesmerismo".

Pronto Mesmer descubre que no es la varilla sostenida por su mano el" factor

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curador, sino que su mano misma. Sólo le basta tocar a sus pacientes o hacer pa-ses sobre ellos desde los hombros hasta las manos para curarlos eficazmente. Se revive así en una nueva fase del "mesme-rismo" el poder de tocar ejercido antes por los monarcas, con nuevo nombre derivado de la doctrina del vitalismo: magnetismo animal. En seguida Mesmer descubre que también su toque personal es superfluo, basta su voluntad de curar al enfermo para lograr los resultados apete-cidos, y el mesmerismo evoluciona así a una nueva fase.

El éxito de Mesmer es clamoroso. La reina María Antonieta, el Duque de Bor-bón, el príncipe de Condé, Lafayette y muchos otros notables de la época se cuen-tan entre sus pacientes y amigos. El nú-mero de enfermos aumenta en tal forma que Mesmer tiene que idear un nuevo sis-tema para satisfacer la demanda sin per-judicar su prestigio. Descubre entonces que puede transmitir su poder magnético a objetos inanimados que adquieren fuer-za curadora, y se renueva así en una nue-va fase del mesmerismo la virtud curado-ra de los amuletos y de las reliquias to-cadas en vida por los santos. En un gran baño de madera, al aue da el nombre de baqueta, coloca una doble fila de botellas a las que carga con magnetismo animal; estas botellas están unidas por una barra de acero de la cual parten numerosos con-ductores hacia los pacientes. Un gran nú-mero de enfermos son tratados simultá-neamente por este método. Se sientan por una hora alrededor de la baqueta y guar-dan un silencio religioso como ante un al-tar. Estas curas se popularizan tanto que es necesario pedir hora con muchos días de anticipación. Pero una vez más la de-manda excede a la oferta, y entonces este mago de último cuño "mesmeriza" para la venta baquetas de bolsillo primero, y ob-jetos diversos después: espejos donde mi-rarse, recipientes donde lavarse, instru-mentos musicales que deben tocarse, etc. De esta fase de sus actividades Mesmer pasa a la de transferir sus poderes a jar-dines, parques y bosques enteros. Los en-fermos se amarran a los árboles cargados con fluido magnético por Mesmer.

Francia comienza entonces a preocu-parse. Todos los objetos dotados con flüido magnético necesitan ser recargados de tiempo en tiempo por Mesmer. ¿Quién lo

hará cuando éste muera? Es imprescindi-ble que Mesmer transmita sus poderes a discípulos capaces de continuar su obra. El Estado ofrece a Mesmer una pensión de 40 a mil libras y la construcción de un instituto si acepta transferir sus poderes a las personas que se designe. Mesmer acepta con una condición: que se reconoz-ca oficialmente sfl descubrimiento por las autoridades científicas. Pero aunque mu-chos médicos y hombres de saber creen en Mesmer, la Academia de Ciencias se niega a reconocerlo oficialmente. Inter-viene entonces Luis XVI y obtiene de la Sociedad Médica el nombramiento de un comité investigador. Forman parte de este comité, entre otros, el Dr. Guillotin, Ben-jamín Franklin y Lavoissier. Después de una prolija investigación el comité infor-ma que, aunque las actividades de Mes-mer envuelven ciertamente algo inexpli-cable y no desprovisto de valor, la ciencia no puede aprobar lo que no es capaz de explicar.

Ese fracaso ante las autoridades cien-tíficas, junto con los altos honorarios co-brados por Mesmer y que no dicen rela-ción con sus declaraciones humanitarias, comienzan a mellar su popularidad. Ma-dame Dubarry le critica abiertamente en sus Memorias. La lucha entre la creduli-dad mística y el escepticismo científico, entre la admiración excesiva y la reserva desconfiada, crece paulatinamente y se desarrolla hasta terminar bruscamente junto con la Revolución. Mesmer, favori-to de la Nobleza y en consecuencia candi-dato excelente para la guillotina, huye a Viena, abandonando junto con la ciudad de sus triunfos todos sus aparatos, manus-critos y propiedades. En Viena se le sos-pecha de jacobino enmascarado y se le en-carcela por dos meses. Al recobrar la li-bertad se retira a su ciudad natal, Mees-burg, a la orilla del Lago Constanza. La marcha de los acontecimientos europeos posteriores a la Revolución es demasiado fascinante para que nadie se acuerde de Mesmer, y éste muere en 1815 completa-mente olvidado.

Algunos discípulos de Mesmer tratan de continuar su obra. El conde Máximo de Puységur, que recibiera instrucción en magnetismo previo pago de 400 luises a su maestro, había "mesmerizado" en su jardín un árbol al que acudían los cam-pesinos de la comarca, esperando obtener

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mejoría con la ayuda de su aristocrático patrón. Un día un pastor es amarrado al árbol y el conde hace pases sobre su cuer-po para aumentar la influencia magnética^ Algo anormal, inesperado, sucede enton-ces. El pastor se duerme profundamente. El conde, asustado, le ordena desamarrar-se del árbol. El joven obedece, y con los ojos cerrados camina a través del parque hablando como en un sueño, pero obede-ciendo prontamente todas las órdenes im-partidas por el conde. Es incomprensible. ¿Es posible quizás producir mediante el poder de magnetismo animal un trance ar-tificial, un estado de sueño parecido al que producen las hierbas soporíferas? Puységur continúa estas experiencias y anuncia entonces la nueva doctrina del sonambulismo.

La teoría del sonambulismo se difunde rápidamente por Francia y otros países, adquiriendo gran auge en Alemania don-de es oficialmente reconocida como méto-do de cura. Pronto comienza a ensayarse este sueño artificial producido por el mag-netismo animal como un medio de cal-mar el dolor primero, como un medio de evitarlo en las intervenciones quirúrgicas después. El primero en ensayarlo como método anestésico es el Barón de Potel. Luego Recamier, cancerólogo de fama, y Jules Cloquet, profesor de Cirugía, en Francia. Pero es en Edimburgo donde el sonambulismo adquiere su mayor desarro-llo en cirugía gracias a los esfuerzos de John Ellioston y James Eisdale.

Ellioston introduce sus propios méto-dos de sonambulismo, muy parecidos a los actuales de hipnotismo. Convencido de los resultados, y a pesar de las burlas y persecución de sus colegas, Ellioston se dedica exclusivamente a inducir el. sueño artificial mediante magnetismo animal para evitar el dolor en Cirugía. Eisdale se dirige a la India para continuar sus ex-perimentos lejos del escepticismo de sus colegas. Además, India es buen terreno para esta clase de experiencias. Numero-sos pacientes son operados sin dolor en es-tado de trance inducido por el médico-Las autoridades de Calcuta colocan un hospital a disposición de Eisdale. Los in-formes que llegan de Calcuta a Europa son tan entusiastas que la Facultad médi-ca, a pesar de su escepticismo y descon-fianza, se ve obligada a ensayar el nuevo método. Pero los milagros de India no se

reproducen en Europa. Strohmeyer en Viena, Augusto Nelaton en Francia y el profesor Warren en Boston, no logran evi-tar con el sonambulismo el dolor provo-cado por las intervenciones quirúrgicas. El veredicto de la ciencia occidental es desfavorable. Bajo presión oficial, el hos-pital de Eisdale es cerrado en Calcuta. Los nativos se amotinan, pero tanto ellos como Eisdale son calificados de lunáticos por la prensa médica.

Lajayette había llevado el "mesmeris-mo" a América, pero cuando la anestesia sonambulística fracasa, el "mesmerismo" se hunde junto con ella. Mientras la cien-cia estaba en pañales, mientras los médi-cos e investigadores daban manotazos en la obscuridad, pudieron ser fácilmente de-rrotados por la fe anticientífica de Mes-mer en las fuerzas sobrenaturales. Pero a comienzos del siglo XIX las ciencias exactas, afianzándose en sus primeros pa-sos, son capaces ya de derrotar a los méto-dos milagrosos basados en la fe de fuer-zas misteriosas.

DEL PULPITO A LA CERVEZA

A mediados del siglo XVIII vive en Leeds, Inglaterra, un joven sacerdote de espíritu inquieto e investigador, Joseph Priestley, que dedica sus ratos de ocio a observar las burbujas de fermentación en una cervecería cercana a su casa. Intriga-do por la naturaleza de esas burbujas, cre-yendo servir mejor a Dios si se dedica a comprender los fenómenos naturales que son revelaciones de la gloria del Todopo-deroso, comienza a gastar todo su dinero en utensilios y su tiempo libre en experi-mentos químicos. Su primera dedicación química es analizar la naturaleza de las burbujas de fermentación, lo que lo con-duce al descubrimiento de gas carbónico.

Lord Shelburn, secretario de Estado, conoce por esta época a Priestley, se inte-resa por sus trabajos en Química, lo toma bajo su protección y lo lleva a su man-sión de Calne, donde el joven sacerdote y químico debe hacer demostraciones con sus experimentos para entretener a los huéspedes de su protector. A Priestley no le importa, ya que así dispone de amplios fondos y facilidades para su trabajo, y va descubriendo sucesivamente en sus expe-riencias, diversos elementos químicos. Pe-ro es a los gases a los que dedica sus me-

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jores esfuerzos, descubriendo entre ellos el oxígeno y el protóxido de N en 1772, y Priestley sugiere su inhalación como re-curso terapéutico para el tratamiento de las enfermedades respiratorias.

Con la diseminación de las ideas libe-rales nacidas en la Revolución Francesa, la Iglesia se divide en Ortodoxa, partida-ria de la tradición, y Unitaria, partidaria de las nuevas ideas. Joseph Priestley ve en ello la mano de Dios y abandona sus experimentos químicos para volver al pùl-pito. Se dirige a Birmingham y toma el partido de los unitarios. Pero, después de la caída de la Bastilla, la Iglesia Unitaria comienza a perder terreno en Inglaterra y Priestley es abandonado por sus feligre-ses. Vuelve entonces a sus experimentos químicos. Pero no lo dejan vivir tranqui-lo. A pesar de haber abandonado las acti-vidades religiosas, su situación empeora progresivamente, y un día el populacho le quema la casa y con ella uno de los laboratorios químicos mejor montados de la época. Priestley escapa apenas de ser linchado, se dirige a Londres, trata de or-ganizar un nuevo laboratorio, pero moles-tado continuamente por la persecución de que le siguen haciendo víctima, huye en 1894 a Estados Unidos, donde vive hasta 1904, fecha de su muerte en Pensilvania.

Mesmer estaba en su apogeo cuando Priestley había empezado sus experimen-tos químicos. Con la muerte de Mesmer desaparece el último de los grandes em-baucadores, mientras que Joseph Pries-tley, con sus descubrimientos químicos, deja abierto a làs generaciones venideras el camino de las investigaciones científi-cas.

EL EMBRUJO DE LOS GASES

Aunque la facultad médica mira con desprecio a la Química, la posibilidad de curar las enfermedades mediante la in-halación de gases, como lo había sugerido Priestley, comienza a ganar terreno, na-ciendo y desarrollándose rápidamente la "medicina neumática". Sin embargo, hay entre esos gases uno catalogado como muy peligroso después de haber ocasionado la muerte de algunos animales de laborato-rio y que nadie se atreve a ensayar de nuevo: es el protóxido de nitrógeno.

En el pueblecito de Penzance vive jun-to con el cirujano John Borlase, un apren-

diz de éste, Humphry Davy, joven de 1? años, de humilde origen, pero inteligente, de espíritu inquieto e investigador, cuya única aspiración es llegar algún día a ga-narse la vida como médico. La avidez pro-pia de su juventud y deseo de instruirse le hacen escuchar con marcado interés las discusiones de su maestro con otros médi-cos sobre el tratamiento de las enferme-dades con los gases recién descubiertos. Y es el peligroso protóxido de N, el gas que nadie se atreve a usar, el que más pica la curiosidad de Davy. ¿Por qué no ensayarlo en sí mismo para comprobar sus efectos? Corre el riesgo de morirse con el experimento, pero los jóvenes no son pru-dentes.

Después de sus obligaciones diarias, Humphry Davy devora libros de Quími-ca, especialmente uno escrito por Pries-tley en el que aprende a preparar el pro-tóxido de N. Y una noche de 1795, un año después de haberse ido Priestley a Norte-américa, mientras el Dr. Borlase duerme el sueño de los justos, el joven Davy baja al laboratorio, prepara protóxido de N, y lo inhala audazmente. En lugar de morir, comienza a sentir una impresión rara de bienestar, de euforia, cada vez mayor, has-ta que no puede evitar el romper en car-cajadas que cesan sólo cuando deja de in-halar el extraño gas. Se comprende en-tonces que el inquieto joven bautice el gas con el raro apodo de "gas hilarante".

Davy continúa sus experiencias noche a noche, hasta que en una oportunidad descubre que la inhalación del gas le cal-ma el dolor de una encía inflamada. ¿Será éste por ventura un gas analgésico? Davy decide investigarlo y lleva a efecto sus ex-perimentos con el mayor secreto. Pero una noche acude un enfermo a la consul-ta para ser atendido de urgencia, el Dr. Borlase baja de su dormitorio con ese ob-jeto, nota algo raro en el laboratorio, y descubre en él a su ayudante desternillán-dose de risa. Davy se ve entonces obligado a poner en conocimiento de su maestro todo lo que ha investigado respecto al pe-ligroso gas. Davy y Borlase prosiguen jun-tos las experiencias y acuerdan emplear el protóxido de N en los enfermos. Pero aún antes de que alcancen a llevar esa idea a la realidad, se difunde un rumor por la ciudad sobre cosas raras que suce-den en la consulta del Dr. Borlase y la clientela comienza a disminuir. Asustado,

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Borlase abandona todo intento de utilizar el gas hilarante y ordena a su ayudante olvidarlo también.

Humphry Davy se retira entonces del lado de Borlase y pide protección a su pa-drastro el Dr. Tonkin, en cuya casa conti-núa secretamente sus experimentos quí-micos hasta que una noche provoca una explosión que conmueve a todo el vecin-dario. Esto parece poner fin a los planes y esperanzas de Davy, ya que Tonkin le prohibe estrictamente continuar con esas "locuras de muchacho".

La Providencia acude entonces en ayu-da del novel investigador. Llega un día a Penzance el Dr. Giddy, oye hablar del "demoníaco gas" y del incorregible joven Humphry Davy, se interesa por ellos y busca una entrevista con Davy. Recono-ciendo su capacidad e inteligencia, le con-sigue el cargo de Superintendente en el Instituto Neumático del Dr. Thomas Bed-does, ubicado en Clifton, cerca de Bristol. En 1789 el joven Davy se hace cargo de tan importante puesto que le abre pers-pectivas maravillosas para sus posibilida-des de investigador.

En el Instituto Neumático, fundado por el Dr. Beddoes para el tratamiento de las enfermedades por la inhalación de gases, Humphry Davy encuentra todo lo que pue-de apetecer: un laboratorio bien equipa-do, amplias reservas de gases, toda clase de facilidades de trabajo, comprensión y estímulo para sus experimentaciones. Si-gue investigando el protóxido de N y a pesar de que su inhalación le pone en pe-ligro de muerte en dos ocasiones, no ceja en sus propósitos hasta que consigue pre-parar y almacenar el gas químicamente puro. Emplea el protóxido de N en el tra-tamiento de algunas enfermedades, asma entre ellas y, sea por sugestión o por lo que fuere, obtiene buenos resultados que le ganan amplio prestigio. A los 22 años, Humphry Davy es popular y admirado en toda Inglaterra.

Pero al joven investigador le preocupa la posibilidad de suprimir el dolor con el gas hilarante. No olvida los efectos anal-gésicos que su inhalación provoca. En su libro "Vapores Médicos", publicado en 1800, Humphry Davy escribe: "Como el protóxido de N parece capaz de suprimir el dolor físico, puede ser ensayado en ope-raciones quirúrgicas en las que no haya mucha efusión de sangre".

Por esa época comienzan a circular rumores desfavorables. Muchos médicos informan alteraciones en el pulso y crisis de vértigo en sus paciente tratados con el gas hilarante. Los métodos neumatoló-gicos de tratamiento caen en desprestigio y el Dr. Beddoes es obligado a convertir su Instituto en un hospital común. Enton-ces Davy, temeroso de perder su difun-dido prestigio, abandona también el em-pleo de los gases y se dedica a investiga-ciones científico-químicas con las que al-canza gran renombre. Entre otras muchas innovaciones, descubre en 1815 la lámpa-ra para mineros que lleva su nombre.

Humphry Davy alcanza durante su carrera de investigador los más altos ho-nores. Había sido investido Caballero en 1812. Es hecho Barón en 1818. En 1820 alcanza la posición más codiciada a que puede aspirar un hombre de ciencias bri-tánico: es elegido presidente de la Royal Society. Hacía ya 20 años que Humphry Davy dejó de preocuparse de los gases.

Uno de los ayudantes de Davy es Mi-guel Faraday. Se trata de un muchacho salido de las clases más humildes, pero de una inteligencia y espíritu de investi-gación a toda prueba. Aunque es contra-tado por Davy como sirviente y lavador de copas, estudia continuamente, aprende mucho, se independiza de su maestro, rea-liza numerosas investigaciones de utilidad práctica en el campo de la electricidad, y logra surgir firmemente en el ambiente científico. Su fama comienza a opacar la de Davy; éste, molesto y celoso, cae en la bajeza de intrigar y difamar a su ex ayudante. Faraday continúa imperturba-ble sus investigaciones y es propuesto su ingreso a la Royal Society, a la que entra con un solo voto en contra, el del presi-dente, Humphry Davy.

Durante sus investigaciones químicas con gases y vapores, a las que también se dedica por algún tiempo, Faraday descu-bre la naturaleza soporífera del vapor de éter. Cien años después que Valerio Cor-dus había vendido su libro de notas a la ciudad de Nuremberg, Isaac Newton hizo renovadas referencias al "vitriolo dulce", pero éste es olvidado de nuevo por largos años. Hasta que en 1792 el boticario ale-mán Frobenius lo saca a luz de nuevo y lo bautiza con su actual nombre de "éter". Poco a poco se generaliza su empleo en el

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tratamiento del asma y otras enfermeda-des respiratorias.

Beddoes y sus ayudantes habían uti-lizado la inhalación de éter para el trata-miento del asma, pero sin descubrir su efecto narcótico. En 1818 Faraday escri-be en una revista científica: "Cuando el vapor. de éter es mezclado con aire e in-halado, produce efectos muy similares a los del protóxido de N. Por la descuidada inhalación de vapor de éter, un hombre cayó en una condición letárgica que, con pocas interrupciones, duró 30 horas".

Desgraciadamente, esta observación de Faraday no despierta mayor interés. Ade-más, como Faraday tiene muchas otras co-sas a que dedicarse, especialmente expe-rimentos electro-magnéticos que le absor-ben todo su tiempo y atención, se olvida también del éter y de sus propiedades narcóticas y no vuelve a preocuparse más de ello. El descubrimiento de la anestesia quirúrgica debe esperar aún largos años.

UN FARMACEUTICO AUDAZ

En Paderborn, pueblo de Westfalia, Alemania, vive a comienzos del siglo XIX un joven ayudante de químico-farmacéu-tico, Federico Guillermo Sertiirner. Como Humphry Davy, su colega británico, no ha recibido educación especial. Como Humphry Davy, no tiene otra fuente de aprendizaje que lá que le significa el tra-bajo diario de ayuda a su patrón en la farmacia. Como Davy también, dedica sus noches a devorar libros de Química.

Tanto doctores como farmacéuticos son incapaces de combatir el dolor. Entre los muchos derivados de vegetales ya en-sayados, tal vez el más efectivo es el ju-go desecado de las semillas de la amapola blanca, Papaver somnijerum. Pero sus re-sultados son incostantes, muy variables y hasta peligrosos. ¿Por qué? ¿Por qué en algunos pacientes no da resultados y en cambio mata a otros al parecer en las mis-mas dosis? Muy posiblemente porque con-tiene un principio activo aún desconocido, un principio activo que, una vez aislado, séguramente puede dosificarse en forma de obterier resultados más uniformes. Mientras en Inglaterra Davy y Faraday emplean la electricidad para descomponer compuestos químicos en sus elementos, Sertiirner trata de encontrar el principio activo de las plantas mediante el uso de solventes y procesos de cristalización.

Sertiirner experimenta semanas y más semanas con el opio crudo, hasta que un día, en 1803, después de tratarlo con amo-níaco, extraños cristales aparecen ante sus ojos asombrados. Lava dichos crista-les con ácido sulfúrico y alcohol hasta ob-tener un residuo blanco cristalino que de-nomina "principio somnífero del opio". Co-mienza a experimentarlo en perros y ra-tas, observa los resultados soporíferos ob-tenidos, y aumenta la cantidad de droga hasta matar los animales para determinar así la dosis letal. Agotadas esas experien-cias, llega el momento de determinar la dosis que debe usarse en el hombre, y para ello ios ensayos deben continuar aho-ra en seres humanos. Como Humphry Da-vy con el protóxido de N, decide ensayar primero en sí mismo, pero convence a 3 amigos que lo acompañen en el experi-mento.

Secretamente, los 4 jóvenes se reúnen en el laboratorio una noche y se sientan alrededor de una mesa. Sertiirner reparte una dosis de más o menos 3,5 cgrs. a cada uno, y cada cual la traga heroicamente. Al cabo de un momento, los 4 muchachos experimentan una rara sensación de bien-estar, de euforia, de confort. Al cabo de media hora Sertürner reparte una nueva dosis, tomando él mismo una mayor, y pi-de a sus amigos fijarse bien en lo que su-cede por ser de la mayor importancia para los experimentos. Ellos tratan de fijarse, pero no pueden. Comienzan a sentir fati-ga, peso en las piernas, sueño. . . sueño. . . sueño. Los párpados están pesados, muy pesados, se cierran irresistiblemente. Ser-tiirner resiste mejor sus efectos, observa que sus 3 amigos están próximos a caer dormidos y se da cuenta que no hay tiem-po que perder, que deben tomar una ter-cera dosis mientras quede en ellos un res-to de conciencia. Consigue hacer tomar a sus amigos una tercera dosis de 3 y medio cgrs., ingiriendo personalmente de nuevo una dosis mayor. Trata en seguida de ob-servar los resultados, pero no puede evitar el caer dormido junto con sus amigos. Despierta después de muchas horas con sensación de malestar, náuseas y vómitos. Sertürner es lo suficientemente inteligen-te para darse cuenta que la dosis ha sido excesiva, y sigue experimentando en sí mismo día tras día, por semanas, por me-ses.

Pasan los años y el joven aprendiz se convierte en un farmacista independiente.

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Trabaja ahora en Einbeck, ciudad de Han-nover, pero sin abandonar sus experien-cias con el principio sómnífero, cuyas pro-piedades analgésicas ya conoce por ha-berlo tomado durante fuertes dolores de muelas que cedieron fácilmente a la in-gestión de la droga. Por producir también sueño le da el nombre de morphium, deri-vado de Morpheus, dios del sueño de la mitología griega. Después de 14 años de experiencias, Sertürner da a conocer los resultados de sus investigaciones, las que son ampliamente aceptadas por el mundo científico, y diversas academias de Alema-nia y otros países le distinguen con nom-bramientos honoríficos.

Pero la envidia de los expertos y la calumnia de pueblo chico comienza a ha-cer su obra. Se tilda a Sertürner de ama-teur estúpido, estafador, charlatán. Tanto progresa la calumnia que Sertürner debe abandonar Einbeck para refugiarse en Hamelin. Amargado por la ingratitud de la gente, abandona, al igual que Hum-phry Davy, toda nueva tentativa de pro-greso en la ciencia de curar el dolor y se dedica a experiencias con cañones y pro-yectiles. Realiza en este nuevo campo de investigaciones diversos progresos, por los que el Gobierno de Hannover le concede honores oficiales. Ahora, que en lugar de trabajos en beneficio de la humanidad se dedica a perfeccionar los elementos para su destrucción, ninguna voz se alza en contra de Sertürner.

Pero, a pesar de todo, la desilusión amarga su vida. No puede olvidar la estu-pidez del mundo al criticarle el descubri-miento de su maravilloso remedio para calmar el dolor. Se convierte en misántro-po, evita todo contacto con la gente, y cae al fin en la melancolía. Para llenar su copa de amargura, vive sus últimos años ator-mentado por el dolor de un gota incura-ble. Al comienzo su remedio le concede alivio, hasta que su estómago alterado no es capaz de retenerlo. Incapaz entonces de calmar sus agónicos dolores, los sufre semana tras semana hasta que la muerte lo alivia definitivamente en 1841.

UN ALMA SENSIBLE

Una tarde de Primavera, en los pri-meros años del siglo XIX, un grupo de niños juega alegremente en un parque cuando oyen de pronto gritos de agonía

que provienen del camino vecino. Corren al lugar del suceso y encuentran tendido ein el suelo, retorciéndose de dolor, un obrero que acaba de sufrir un accidente. Se envía al instante por un médico, quien indica la hospitalización inmediata para someterlo a una operación de urgencia.

"Pero yo no tengo dinero, señor", se lamenta el pobre paciente. A pesar de to-do, es llevado al hospital en una carreta.

Los muchachos olvidan el incidente y vuelven a sus juegos, menos uno: Henry HUI Hickman. Su sensibilidad ha sido he-rida al escuchar la queja del infortunado enfermo que no tiene dinero para pagar por su atención. Decide entonces hacerse médico para curar a los pobres, para ope-rar sin cobrar honorarios a quien lo nece-site, para hacer de su profesión un sacer-docio de sacrificio y caridad.

A la edad de 21 años asiste por vez primera a una intervención quirúrgica en. Edimburgo. Los gritos del paciente le des-garran el alma. Qué estupidez ser médico si no se puede hacer nada para evitar ese dolor, piensa el sensible joven. Hickman asiste a muchas otras operaciones, su friendo siempre la misma desesperación al escuchar los desgarradores quejidos de los pobres operados. Los narcóticos vege-tales son inseguros y peligrosos; ya nadie se atreve a usarlos. El "mesmerismo" ha pasado hace mucho tiempo a la categoría de charlatanería. No se dispone de otros recursos. ¿Qué hacer?

Hickman inicia la práctica de su pro-fesión en Ludlow, condado de Sropshire, dedicando un día de la semana a la aten-ción gratuita de los enfermos pobres. Mu-chas veces debe operar, y lo hace con ha-bilidad, pero en el fondo de su conciencia no puede aceptar que el dolor quirúrgico sea inevitable y los sufrimientos que pro-voca con su bisturí le atormentan tanto a él como a sus enfermos.

Para reemplazar a otro médico, Hick-man se dirige por un tiempo a Shifnal, lu-gar de nacimiento de Thomas Beddoes, el fundador de la neumatología. Esta ya se ha desacreditado como recurso terapéuti-co, pero a pesar de ello Hickman oye ha-blar mucho al respecto en Shifnal, Y des-pués de todo, ¿por qué no puede ensayar-se algo con los gases? Hickman vuelve a Ludlow y comienza a dedicar su tiempo libre al estudio de los gases. Lee los tra-bajos de Priestley, Davy y Farad'ay, y

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comienza a realizar experiencias en ratas, perros y pollos. Ensaya primero el oxíge-no, el anhídrido carbónico en seguida, y por último el protóxido de N, anotando cuidadosamente los resultados en su libro de notas.

En sus primeros experimentos obser-va que puede realizar operaciones sin do-lor en animales asfixiados por la falta de aire, y que dicha falta de sensibilidad se obtiene mucho más rápidamente cuando a la falta de aire se agrega la presencia de anhídrido carbónico. Sin embargo, Hick-man reconoce que no debe ser muy acon-sejable practicar en el hombre estos mé-todos de sofocación para conseguir anes-tesia. Continúa entonces sus experiencias con protóxido de N, y obtiene resultados tan satisfactorios que resuelve solicitar autorización para ensayar su empleo en el hombre. Ya decidido, escribe una car-ta a su amigo T. A. Knight, botánico de fama, pidiéndole ayuda. Knight es muy amigo a su vez de Davy y Faraday, a quie-nes expone los experimentos de Hickman y les solicita llevar el asunto a la Royal Society.

Pero Davy ya estaba dedicado a las in-dustrias químicas y había abandonado ha-cía muchos años todo interés en el gas hi-larante, Faraday no quería saber nada fuera de sus problemas electro-magnéti-cos; no se interesan en absoluto por los experimentos de Hickman y, en conse-cuencia, no hay posibilidad alguna de con-seguir el apoyo de la Royal Society.

Hickman continúa sus experiencias sin desmayar y poco tiempo después lee un informe con el resultado de ellas ante la Sociedad Médica de Londres. La audien-cia le escucha con respeto, pero sin inte-rés. Molesto por ello, el conferenciante, después de leer su trabajo, recuerda con patéticas palabras los sufrimientos provo-cados a los enfermos por el cuchillo del cirujano. Se nota ahora cierta intranquili-dad en los concurrentes. "Me parece que este Dr. Hickman es un soñador, por no decir un loco", manifiesta uno de ellos, y éste es el sentir general.

El joven visionario regresa a Ludlow desanimado, pero no vencido. Sabe que ha descubierto un medio para evitar el dolor en las operaciones quirúrgicas, y no le quieren dejar demostrarlo. Pero si en In-glaterra no lo escuchan, puede ser que en Francia tenga mejor suerte. En 1828 atraviesa el Canal de la Mancha y en abril

de ese año escribe al rey Carlos X pidien-do permiso para hacer una demostración de su método ante la Facultad médica de París. El rey remite la carta a la Acade-mia de Medicina de París y ésta se reúne el 23 de diciembre de 1828 para escuchar el informe de Hickman leído por uno de sus miembros, Monsieur Guérardin. Pero los franceses no son menos excépticos que sus colegas británicos. "¿Operar con gas hilarante? Qué tontería más peligrosa!". Unicamente uno de los miembros de la Academia, el barón Larrey, cirujano que fuera de Napoleón y que como tal había conocido en toda su majestad la tragedia del dolor humano en los campos de bata-lla, manifiesta que por lo menos debe dar-se una chance al método de Hickman y se ofrece él mismo como sujeto de experi-mentación para dejarse administrar el gas hilarante. Pero la mayoría de la Academia está en contra y el joven médico británico es derrotado.

Desilusionado, Hickman vuelve a In-glaterra, donde a pesar de todo continúa sus experiencias; pero la muerte las sus-pende antes de conseguir una ocasión pa-ra convencer a sus colegas. El 5 de abril de 1830, a la temprana edad de 29 años, Henry Hill Hickman pasa a mejor vida.

Davy había descubierto las propieda-des analgésicas del gas hilarante. Faraday había llamado la atención hacia la poten-cia narcótica del éter. Sertíirner había descubierto la morfina. Hickman habla realizado operaciones sin dolor en anima-les bajo anestesia con protóxido de N. Pe-ro debido a la ignorancia y estupidez hu-manas, el dolor ha de seguir atormentan-do a la Humanidad por algunos años más todavía.

FIESTAS DE ETER EN LOS ESTADOS UNIDOS

Para la enseñanza de la Química y la Física en las escuelas de instrucción se-cundaria y superior, los profesores de Es-tados Unidos recurren a demostraciones prácticas que concentran la atención de sus discípulos. Entre dichas demostracio-nes les administran vapores de éter y gas hilarante para demostrarles los efectos que su inhalación provoca. Los muchachos gustan esas experiencias y comienzan a repetirlas fuera de la escuela hasta que, progresivamente, se organizan, difunden

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y popularizan en las Universidades Ame-ricanas, reuniones especiales, verdaderos "parties", para administrarse éter y obte-ner el estado de excitación, de alegría ar-tificial, de "ether-frolics" que su inhala-ción provoca. Las fiestas de éter llegan a constituir un vicio muy difundido en la juventud americana.

Algunos charlatanes conciben enton-ces la idea de viajar de pueblo en pueblo dando conferencias sobre el protóxido de N y haciendo demostraciones públicas con el gas para provocar las risas de los asis-tentes al observar los curiosos efectos que su inhalación produce en el conferencian-te y en los voluntarios que se lo dejan ad-ministrar. Llevan un laboratorio portátil en un carretoncito de mano y hacen sus demostraciones en las plazas públicas o bajo cualquier tienda. Atraen al público con avisos en los diarios y con propagan-da en alta voz, cobrando 25 cts. por la entrada. El 6 de noviembre de 1921, Stock-man, uno de estos químicos ambulantes, hace una demostración en Roma, pueblo del estado de New York. Al terminar, el conferenciante entra a una pieza posterior v encuentra a un joven dormido junto a la llave abierta de un cilindro lleno de nrotóxido. El muchacho había entrado furtivamente a robar gas para provocarse sus efectos hilarantes. ¿Consiguió reírse o alegrarse? No lo sabe, porque perdió el conocimiento. Stockman, charlatán ambu-lante, no tiene la suficiente inteligencia para darse cuenta aue lo que ha sucedido es sólo una anestesia general.

La costumbre de la fiesta de éter, a cu-ya diseminación contribuyen los químicos ambulantes con sus demostraciones públi-cas, llega también a Atenas, capital del estado de Georgia. La juventud acostum-bra reunirse una vez por semana en las afueras del pueblo para emborracharse con éter. Durante una de estas fiestas y cuando ya los asistentes estaban en la cús-pide de su francachela con éter, uno de ellos sorprende a un niño negro atisbando curioso a través de la puerta entreabierta. El negrito es cogido y arrastrado al medio de la pieza, donde se le ofrece éter para inhalar entre risas y aplausos de aproba-ción. Como el niño se resiste, se le obliga a la fuerza a inhalar éter de un pañuelo empapado, en medio del general regocijo y vocinglería. El chico lucha con todas sus débiles fuerzas, trata de zafarse, re-

tiene la respiración, luego la sofocación le obliga a inhalar profundamente, sigue de-fendiéndose, pero pronto sus ojos se cie-rran, sus músculos se relajan, cae profun-damente dormido, y allí queda tendido en el suelo, respirando regularmente, pero quieto, muy quieto. No despierta ni a los gritos ni a los pellizcos ni a los golpes que se le propinan. Sigue quieto y dormido. "Está muerto", vocifera una de las jóve-nes asistentes al "party", y todas ellas hu-yen aterrorizadas. Un sirviente es enviado a buscar un médico. Este llega al cabo de unos momentos y arroja un balde de agua fría sobre el niño, sin resultados. Le frota en seguida enérgicamente la región del co-razón, sin conseguir despertarlo con ello tampoco. Le aplica entonces dos fuertes golpes en las orejas, con lo cual el por-fiado dormilón recobra la conciencia y vuelve el alma al cuerpo de los asustados muchachos. Ninguno de ellos es capaz de comprender que lo que ha sucedido es nada más ni nada menos que una aneste-sia etérea, y sólo atinan a prometer al mé-dico no practicar nunca más el "éther-frolics".

Pero el "ether-frolics" prospera en to-das partes y se propaga también a Jeffer-son, otro pueblo del mismo estado de Geor-gia. El médico de Jefferson, Crawford Williamson hong, un joven de menos de 30 años, muy estimado por todos, suele tener en su casa fiestas de éter con sus amigos y amigas en las que se divierten en grande. El joven médico aprovecha el "ether-frolics" para obtener besos de to-das las bellas de la localidad.

Pero al mismo tiempo, Long observa con espíritu crítico que ni él ni sus ami-gos parecen sufrir dolor al recibir golpes durante el "ether-frolics". golpes que en condiciones normales serían muy sensi-bles. Deduce entonces que la inhalación de éter suprime la sensibilidad al dolor y comienza a pensar en la posibilidad de aprovechar esta cualidad de la droga para suprimir el dolor en las intervenciones quirúrgicas. Hasta que el 30 de Marzo de 1842 se decide a ensayarlo. James Vena-ble. un estudiante, tiene dos tumores en el cuello que deben ser resecados. Venable es convencido de inhalar éter profunda-mente de un pañuelo empapado hasta que-dar inconsciente, y entonces Long lleva a cabo la intervención quirúrgica sin la me-nor muestra de dolor. El resultado ha sido

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tan maravilloso que el mismo Long no lo cree, y atribuye el éxito más bien a cuali-dades "mesméricas" que él tal vez posee sin saberlo. Sus amigos que han presen-ciado la operación piensan lo mismo.

Long decide seguir ensayando y su mejor oportunidad llega cuando un niño negro se quema dos dedos de la mano y hay que amputarlos. Amputa el primer dedo bajo sueño etéreo sin ninguna moles-tia para el paciente. Espera en seguida que éste despierte y amputa ahora el otro de-do en medio de desgarradores quejidos de dolor del pobre chico. Se convence así en forma definitiva que la falta de sensi-bilidad se debe al éter y no a "mesmeris-mo" de ninguna clase. ¡Crawford William-son Long ha descubierto al fin la aneste-sia quirúrgica, tan ansiada por la humani-dad entera! Pero su maravilloso descubri-miento no se divulga, no se difunde por todo el mundo con la velocidad del rayo como debiera suceder. Es que la perfidia humana va a anotarse un nuevo triunfo sobre la majestad de la ciencia.

Aunque Long es muy popular y tiene una clientela numerosa y selecta, no le faltan enemigos. Estos se encargan de di-famarlo, difundiendo el rumor de que usa una droga muy peligrosa y que conviene cuidarse de caer en manos de tal médico. Aunque su esposa lo anima, la envidia y la calumnia le atemorizan. Su clientela comienza a disminuir y la gente deja de saludarlo en la calle. Cierto día, las per-sonas mayores del pueblo lo visitan y le advierten que si no abandona sus locos experimentos con éter y por desgracia ma-ta a alguien, será linchado. Long no es capaz de resistir más esta corriente ad-versa y renuncia a la anestesia, con lo que gana de nuevo la confianza del pueblo, recuperando su prestigio y clientela.

Antes de abandonar esa práctica, Long ha alcanzado a realizar 8 intervenciones quirúrgicas bajo narcosis etérea. Pero Long no publica sus experiencias y nadie, fuera de los limitados confines de Jeffer-son, llega a conocer la magna nueva del maravilloso descubrimiento. La humani-dad doliente debe esperar aún dos años para que le sea concedida la gracia de la anestesia quirúrgica.

EL DENTISTA DE HARTFORD

El 10 de diciembre de 1844, aparece con llamativos caracteres en los diarios de

Hartford, capital de estado de Connecti-cut, el siguiente aviso: "Una gran exhi-bición de los efectos producidos por el protóxido de N, gas hilarante, se dará es-ta noche en Unión Hall. 12 jóvenes volun-tarios inhalarán el gas para comenzar la entretención. 8 hombres fuertes ocuparán los asientos delanteros para evitar que las personas bajo la acción del gas se hagan daño a sí mismas o a terceros".

Este aviso es leído por Horacio Wells, un joven dentista de 26 años, quien a la hora oportuna se dirige a la demostración en compañía de su esposa. El conferen-ciante, Gardner Colton, hace primero una divertida exposición sobre los efectos del gas y luego lo inhala en cantidades con-siderables para inspirar confianza en la audiencia. Solicita en seguida voluntarios.

El primer espectador en subir a la pla-taforma es Samuel Cooley, empleado de la mayor botica de Hartford. Después de in-halar una bolsa llena de gas, Cooley co-mienza a comportarse como un lunático, saltando, bailando, pegando golpes en el aire contra un enemigo invisible. De pron-to, observa en la segunda fila de asien-tos a un pequeño fulano, empleado en una botica rival, que se ríe desaforadamente. Cooley se lanza sobre él y comienza a per-seguirlo entre las butacas burlando la in-terferencia de los 8 hombres fuertes, en medio de la alarma y excitación de los asistentes. Tropieza, cae, se levanta, con-tinúa la persecución, y está a punto de alcanzar su presa cuando se detiene brus-camente y parece sorprendido. El efecto del gas ha pasado. Mientras la audiencia ríe y aplaude, Cooley, avergonzado, se sienta en la primera butaca desocupada que encuentra. A su lado está el dentista Horacio Wells.

La exhibición prosigue su curso. Coo-ley percibe un fuerte dolor en una pier-na. Se levanta el pantalón y descubre asombrado una gran herida debajo de la rodilla. ¿Cómo, cuándo se la hizo? Wells le recuerda que mientras perseguía al otro empleado de botica había tropezado en un banco donde recibió un violento golpe. Cooley no lo ha sentido. La demostración continúa en medio de la hilaridad gene-ral. Pero ni Coolley ni Wells ríen. El pri-mero, preocupado por su herida y el dolor que le ocasiona. El segundo, pensando có-mo pudo recibir tan tremendo golpe sin darse cuenta, sin sentir dolor en el mo-

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Y XLLL SEMANA Í3É LA EXPERIENCIA QUIRURGICA 53

mentó mismo del traumatismo. Inmedia-tamente la imaginación de Wells comienza a trabajar. Una idea fija, fantástica, co-mienza a bullirle en el cerebro: extraer dientes sin dolor bajo la influencia del gas hilarante.

Esa noche Wells la pasa medio desve-ladlo con su loca idea revolviéndole el magín. Al día siguiente, temprano en la mañana, visita a Colton en su hotel, le expone sus ideas, lo convence, y ya deci-didos, esa misma tarde Wells se convierte en el primer sujeto de experimentación de sus propios planes. Se hace adminis-trar el gas por Colton mientras su colega John Riggs le extrae una muela sana. Al salir de la influencia del gas, Wells excla-ma loco de entusiasmo: "Empieza una nueva era en la extracción dentaria". Con-fiesa no haber sentido la más mínima tra-za de dolor.

Wells se había recibido en 1842 y abierto oficina en Boston con otro ciruja-no dental, Morton, condiscípulo de la Uni-versidad. La consulta no progresaba, por lo que a fines de 1843 Wells se había se-parado para instalarse por su cuenta en Hartford. Pero aquí tampoco las cosas iban muy bien. Wells se encuentra en una situación económica precaria. El incidente de Cooley y el éxito de la extracción indo-lora de uno de sus propios dientes, le abren las puertas de la esperanza para el futuro. Mediante las extirpaciones indolo-ras podrá progresar en Hartford, sobre-pasar a todos sus colegas, y aún volver a Boston para descollar como lumbrera en la gran ciudad que presenciara antes su fracaso.

Wells comienza a ensayar y perfeccio-nar su método anestésico para llevarlo a Boston lo antes posible. Obtiene buenos resultados sólo en el 50 % de los casos. ¿Qué debe hacer? Tratar de mejorar ese porcentaje naturalmente. Pero no tiene paciencia, la atracción de Boston es dema-siado poderosa, y a pesar de su todavía muy escasa experiencia, allá se dirige a comienzos de Enero de 1845. Por supues-to, su primera visita es para su amigo, colega y ex socio Morton, a quien pone en antecedentes del nuevo descubrimiento. Morton le sugiere aconsejarse con el cono-cido hombre de ciencias Charles Thomas Jackson, y allá se dirigen ambos. Jackson, hombre maduro y reposado, escucha las observaciones vehementes de los dos jó-

venes y les aconseja no seguir adelante. El método es muy peligroso. Los hombres de ciencia del mundo entero habían re-chazado la posibilidad de inducir analge-sia mediante la inhalación del gas hila-rante. Entrometerse en ello puede des-acreditar a Wells como dentista para toda su vida. i

Pero Wells no puede olvidar su propia extracción sin dolor y no hace caso al pru-dente consejo de Jackson. Wells continúa sus tramitaciones hasta conseguir permi-so para hacer una demostración ante los estudiantes y la Facultad médica de la Universidad de Harvard. Morton le pres-ta el instrumental necesario y le ayudará en la administración del gas. Uno de los estudiantes de Harvard se ofrece como vo-luntario. Wells le administra el gas, apli-ca los fórceps y comienza la extracción. Pero los agudos gritos del paciente reve-lan la falta absoluta de anestesia.

"¡Engaño. Estafa!", gritan indignados los presentes. Los más, irritados, suben a la plataforma y echan a Wells a empujo-nes, cubriéndolo de injurias. Wells ha pa-gado duramente con un fracaso sonoro su falta de paciencia para esperar adquirir mayor experiencia en la administración del gas.

Humillado y abatido, Wells regresa a Hartford al día siguiente. Tal vez su fra-caso se debió a retirar la bolsa con gas de-masiado pronto. Hace en Hartford una nueva demostración, administrando esta vez una dosis mucho m^yor que induce una profunda insensibilidad, pero casi ma-ta al paciente. Wells pierde la confianza en sí mismo y el coraje para continuar sus experimentos, Tanto se desanima que no sólo no piensa ya en convertirse en un es-pecialista para extracciones sin dolor, si-no que abandona definitivamente su mal-hadada profesión.

Amargado para el resto de sus días, Wells ensaya nuevas ocupaciones con qué ganarse la vida. Primero comercia con ca-narios cantores, viajando de una ciudad a otra. Fracasa. En seguida se dedida a ven-der baños y filtros de carbón. Fracasa. Los nuevos ricos comienzan a demostrar una afición petulante por las pinturas y gra-bados de renombrados artistas europeos. Wells, buscando siempre un modo de ga-narse la vida, decide dedicarse al comer-cio de obras de arte.

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14 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA

EL DENTISTA DE BOSTON

William Thomas Green Morton ha te-nido la suficiente entereza para seguir lu-chando solo en Boston después que le abandonara su amigo Wells para irse a Hartford, y la suerte le ha acompañado. Especializándose en la colocación de co-ronas de oro, ha logrado formarse una nu-merosa clientela. Pero la preparación de las piezas dentarias es tan sensible que muchos pacientes prefieren interrumpir el tratamiento antes que seguir soportando los dolores. La situación económica de Morton corre entonces peligro de venirse abajo. Debe encontrar alguna forma de evitar el dolor para mantener su posición. Ensaya primero los métodos de Mesmer, sin ningún resultado. En seguida hace in-gerir a sus pacientes bebidas alcohólicas, láudano y otras medicaciones, pero los re-sultados son igualmente negativos. Sin sa-ber ya qué hacer, Morton decide continuar los estudios médicos que había iniciado antes de seguir Dentística, para familia-rizarse con la terapéutica y ver si así con-sigue descubrir algo mejor en el terreno de la analgesia dental.

Morton se hace muy amigo de Jack-son, uno de sus maestros, y es alojado en casa de éste. Así tiene la ventaja de ins-truirse frecuentemente con su anfitrión s o f c r e problemas científicos durante las horas de comida y en los ratos de ocio. En medio de esas conversaciones Mor-ton aprende todo lo que Jackson sabe so-bre el éter sulfúrico. Más aún, en cierta ocasión, Jackson manifiesta que salpican-do la piel con éter puede calmarse local-mente el dolor. »

—"¿Cree Ud. que yo podría usarlo en mi práctica dental?" —pregunta entonces Morton.

—"¿Por qué no?" —contesta Jackson. —"Le daré una botella-gotero con éter para ensayarlo".

Pocos días más tarde una dama recu-rre a la consulta de Morton para tratarse una caries, pero manifiesta su ansiedad ante la perspectiva del dolor. Morton la tranquiliza, deja caer algunas gotas de éter en el hueco del diente, y en seguida trabaja. La analgesia no es completa, pe-ro sin duda la intensidad del dolor ha dis-minuido. En otras ocasiones, al emplear una cantidad de éter mayor que la habi-tual, Morton se da cuenta que toda la den-

tina se insensibiliza. Sin embargo, eí mé-todo es inseguro, de resultados variables y de muy corta duración. Por esta época llega Wells a Boston para hacer su infor-tunada demostración que tanto lo desani-ma, induciéndole finalmente a abandonar la profesión. Pero el método de Wells es para Morton fuente de nuevas ideas. Si la inhalación de gas hilarante fracasa, ¿por qué no puede dar buenos resultados la inhalación de vapores de éter? Morton da vueltas día y noche esta idea en su magín. ¿Con quién aconsejarse? El más indicado es Jackson, pero Morton, aunque conserva relaciones cordiales con él, se ha retirado de su casa después de un disgusto y no se decide a recurrir de nuevo a su maestro. Se decide entonces a leer todo lo que en la Biblioteca puede hallar sobre éter, hasta que encuentra la publicación hecha por Faraday en 1818, en que com-para los efectos anestésicos del éter con los del gas hilarante. Esto da confianza a Morton, pero el fiasco de Wells le recuer-da que no debe apurarse.

Morton sigue averiguando en todas las fuentes posibles lo que se sabe respecto a éter, y conoce así muchas relaciones so-bre el "ether-frolics", las fiestas de éter tan populares entre los estudiantes pocos años antes. Sin embargo, la información obtenida por Morton es tan contradicto-ria, que nuevamente no sabe qué hacer.

Nada puede ganar ya leyendo o infor-mándose. Imposible aprender algo nuevo sobre el éter en esas fuentes. Ha llegado el momento de experimentar por sí mis-mo. Morton entrega su clientela a un co-lega y se retira a una quinta que había comprado en West Needham, a 15 millas de Boston, llevando consigo a su familia y una buena provisión de éter para sus experimentos.

El primer experimento lo realiza en Nig, un perro "de aguas" regalón de Eli-zabeth, su mujer. Satura un pedazo de al-godón en éter, lo coloca en un platillo, llama al perro, y sujetándole la cabeza, le acerca el hocico al platillo. Al cabo de un momento el perro se relaja totalmente y se hace insensible a todos los estímulos con que Morton trata de despertalo. Al fin el perro se recobra, pero su marcha es insegura por algunas horas.

Al día siguiente, desaparece misterio-samente de la pecera el pez dorado que en ella habita. Elizabeth corre al estudio

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de Morton para comunicárselo, pero allí la espera una desagradable sorpresa: el pececillo yace sobre la mesa, muerto en apariencia. Elizabeth comienza a llorar. Morton sonríe, la tranquiliza, y coloca al pez dentro de la pecera llena de agua. En un instante, ante los asombrados ojos de Elizabeth, el pez está nadando como si na-da hubiera sucedido. El dentista explica a su mujer que se trata sólo de experimen-tos con un nuevo remedio. Elizabeth acep-ta estas explicaciones, pero le hace prome-ter que no experimentará de nuevo ni en el perro ni en el pez, sus regalones.

Al día siguiente Morton se dirige a un arroyo vecino, caza con sus propias manos algunos peces vivos, los trae a su estudio y los anestesia con éter uno tras otro. Al día siguiente se va al bosque por varias horas, regresa con un buen número de cu-carachas, orugas, gusanos y otros insec-tos, y a estos también les aplica éter. Mor-ton se levanta habitualmente a las 4 de la mañana para encerrarse todo el día en su estudio a proseguir sus investigaciones. Aunque Elizabeth no entiende claramen-te qué es lo que pretende su marido con tan raras experiencias, decide dejarlo tran-quilo. Pero un día no puede encontrar a Nig, y sospechando lo peor, corre al estu-dió de Morton y golpea furiosa la puerta.

—"Andate!"—Le contesta desde den-tro. —"Estoy ocupado".

Elizabeth espera unos momentos y sin preguntar de nuevo abre resueltamente la puerta. Una terrible escena aparece ante sus ojos. Nig está bien, pero Morton yace en el suelo, sin conocimiento, con un pañuelo aplicado sobre su nariz. Eli-zabeth comienza a gritar y a llorar pi-diendo ayuda, pero pronto Morton vuelve en sí.

—"No estoy dispuesta a tolerar más esto!" —exclama Elizabeth. A lo que Mor-ton contesta en forma profética:

—"Tengo un trabajo que cumplir en esta vida. Día llegará, querida, en que desterraré el dolor del mundo".

Cierto es que Morton había intentado, quebrantando su promesa, anestesiar de nuevo a Nig. Pero tan pronto como el pe-rro reconoció el olor, luchó por zafarse y dió vuelta el frasco de éter que estaba en el suelo. Cogido por una súbita deter-minación, Morton empapó su pañuelo en el éter antes que se evaporara, lo aplicó a

su propia nariz y respiró profundamente hasta perder la conciencia.

Morton decide regresar a Boston para continuar ahora sus experiencias con se-res humanos. En Boston convence a sus dos ayudantes, estudiantes de Dentística, que inhalen éter. Uno de ellos había asis-tido a fiestas de éter y estaba dispuesto a dejarse practicar una extracción den-taria bajo la acción del medicamento. Pero cuando la experiencia se lleva a efecto, ante el asombro de Morton, sus dos ayu-dantes, a las primeras inhalaciones, en-tran en un estado de violenta excitación y Morton debe recurrir a todas su fuerzas para evitar que le hagan daño a él o a sí mismos. Este resultado imprevisto, tan en contraste con su experiencia anterior, ha-ce dudar a Morton. Los dos jóvenes rehu-san volver a inhalar éter y no ceden ni a los efectos de recompensa en dinero. ¿Qué hacer?

Morton se dirige a los muelles y ofrece a marineros borrachos, changadores y otros obreros, 5 dólares por dejarse ex-traer un diente sin dolor. Nadie acepta. No le queda otra solución que volver a ensayar el éter en sí mismo y así lo hace. Pero esta vez, en lugar de dormirse, es cogido por el mismo estado de excitación que observara en sus dos ayudantes. ¿Se debe esto a una falla en el método de ad-ministración? ¿Sería tal vez útil un apa-rato diseñado especialmente para ello? ¿O quizás la falla está en la calidad del éter? Sólo un hombre en Boston puede contestar estas preguntas: Jackson. Mor-ton .hace tiempo que no le visita y sabe que, aunque cordiales en apariencia, las relaciones han quedado un poco tirantes en realidad. Además, Jackson trató en una oportunidad hace ya varios años de robar a Morse el descubrimiento del telé-grafo, y Morton teme que trate ahora de hacer lo mismo con él. Pero no queda otro remedio, y el 30 de septiembre de 1846, con el corazón oprimido y el temor a re-velar su secreto, Morton visita a Jackson para buscar la información que necesita.

-—"¿Puede Ud. prestarme una buena bolsa para administrar gas?" —pregunta Morton después de los saludos de rigor. —"Tengo un paciente que no se deja ex-traer un diente por miedo al dolor".

—"Mejor que no ensaye esa treta"— responde Jackson, "para evitar lo-que le sucedió al pobre Wells con el protóxido de

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5 6 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA

N; ¿por qué no hace inhalar a su paciente vapor de éter? Se dormirá y Ud. puede entonces hacer lo que le venga en gana".

Morton tiene que reprimir su sorpre-sa, temeroso que Jackson pueda estar en si rastro de su descubrimiento. Sigue con-versando en forma de disimular su turba-ción, y aprende de Jackson que debe con-seguir éter sulfúrico puro, altamente rec-tificado, donde Burnett, el principal far-macista de Boston. Morton le agradece, se despide, y mientras corre donde Burnett recuerda que .sus primeras provisiones de éter las compró allí, que para no desper-tar sospechas compró después éter en otra parte, que fué éste el éter que excitó a sus amigos y a sí mismo, y que esa puede ser la explicación de la contradicción en los resultados observados. Llega donde Bur-nett, ordena un poco de éter entre varias otras compras para disimular, se dirige a su oficina, se sienta en su silla dental, re-loj en mano, y aprieta un pañuelo empa-pado en éter contra su boca y nariz. Pier-de la conciencia y al recobrarla comprue-ba que han pasado 7 minutos, tiempo de sobra para una extracción dentaria. Deci-dido a hacer la prueba máxima inmedia-tamente, solicita al colega que había de-jado a cargo de su clientela que le haga una extracción bajo inhalación de éter. Justo en ese momento, las 6 P. M. del 30 de septiembre de 1846, un vecino de Bos-ton, el músico Eben Frost, atormentado por una intensa inflamación a la encía, entra a la oficina y solicita una extrac-ción dentaria previa "mesmerización" pa-ra evitar el dolor. Morton le comunica que tiene algo mejor, le convence que inhale éter de un pañuelo empapado y le practi-ca la extracción sin dolor alguno. El pa-ciente se recobra en un minuto.

Al día siguiente aparece publicado en el "Boston Daily Journal" un párrafo dando cuenta de esa maravilla.

Se ha descubierto la anestesia quirúr-gica.

SU PACIENTE ESTA LISTO

Morton había buscado un método in-doloro para colocar coronas de oro a fin de ganar más dinero, y había logrado éxi-to. Su oficina está llena todo el día y gana lo que quiere. Sin embargo, Morton co-mienza a descuidar su consulta, dejando todo el trabajo a sus ayudantes. Ahora

que lo gana a montones, parece no inte-resarse tanto por el dinero. Comienza de nuevo a encerrarse en su estudio días en-teros, comienza de nuevo a repetir todos sus experimentos. Día tras día inhala ma-yores y más peligrosas cantidades de éter para estudiar sus efectos. ¿Qué le pasa a Morton? ¿Qué pretende ahora?

Morton había buscado el descubri-miento de un método que le permitiera ganar más dinero, pero el descubrimiento ha resultado demasiado grande para tan pequeño objetivo. Morton tiene ahora la ambiciosa idea de aplicar su método a la Cirugía y convertirse así en benefactor de la Humanidad. Y ésa es su actual preocu-pación. ¿Cómo regular a voluntad la du-ración y profundidad de este sueño arti-ficial para poderlo utilizar en intervencio-nes quirúrgicas mayores? Morton se da cuenta desde el primer momento que la inhalación de éter de un pañuelo empa-pado no es suficiente. Alguna clase de aparato debe ser especialmente inventado para ese objeto. Morton diseña un inge-nioso artefacto en que el paciente inhala aire a través de una superficie de éter contenido en una botella. Y lo hace cons-truir. En seguida, como de costumbre, lo ensaya en sí mismo una y otra vez.

En seguida el visionario dentista co-mienza a recorrer de uno en uno los ciru-janos de Boston, proponiéndoles efectuar una operación quirúrgica bajo sueño arti-ficial para evitar el dolor. Se hace acom-pañar siempre y a todas partes del músi-co Eben Frost, el primer paciente en que efectuara una extracción indolora, para que le sirviera de testigo. Ya no es el ava-ricioso dentista ávido de ganar dinero. Ahora sólo le guía el fuego sagrado de ha-cer un bien a la Humanidad. Pero, por una parte, Morton no es médico sino un obscuro dentista que ya ha ganado fama de metalizado; por otra parte, ningún ci-rujano se arriesga a arruinar su carrera con la posibilidad de que el enfermo, una vez dormido en la mesa quirúrgica, no despierte más.

Habiendo fracasado con todos los ci-rujanos, Morton se decide a hablar con el más importante de ellos, John Collins Warren, cirujano jefe del "Massachussetts General Hospital". Warren, por su presti-gio, puede arriesgarse en un ensayo de esta naturaleza. Warren, humano y sensi-ble a pesar de su importancia, sufre con

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la agonía que su bisturí provoca en el pa-ciente. Y aunque escéptico ya debido al fracaso de tantos métodos anestésicos probados antes en el Hospital, el último de ellos el de Wells, escucha a Morton con simpatía y le promete una chance para ensayar su método.

Morton se dedica entonces a perfeccio-nar su aparato probándolo continuamente en sí mismo. Hasta que un día recibe una carta en que se le comunica que el 16 de octubre de 1846, a las 10 de la mañana, el Dr. Warren va resecar un tumor del cuello y le ofrece esa oportunidad para demostrar su método de evitar el dolor. Morton se prepara, y lleva su inhalador de éter al técnico para las últimas modi-ficaciones.

Se difunde la noticia y en la mañana del día señalado para la operación el anfi-teatro operatorio del "Massachussetts Ge-neral Hospital" está atestado de médicos y estudiantes ávidos por presenciar la de-mostración de Morton. El enfermo está ya sobre la mesa de operaciones y el ciruja-no listo, pero Morton no llega. Se le espe-ra. A las 10 y cuarto el Dr. Warren mira nerviosamente su reloj, coge el bisturí para iniciar la operación, y dirigiéndose a los asistentes dice con cierta sorna:

—"Puesto que el Dr. Morton no ha ve-nido, debo presumir que está ocupado en otra cosa".

En la audiencia hay risas reprimidas. El Dr. Warren está a punto de hacer la primera incisión, cuando se abre brusca-mente la puerta y aparece Morton jadean-do, cómicamente seguido del inseparable Eben Frost. Morton se disculpa, explican-do que su aparato anestésico necesitaba ciertas reformas y no se lo habían tenido listo a la hora convenida.

—"Bien señor" —contesta Warren. —"Su paciente está listo".

Un silencio religioso domina ahora el amplio anfiteatro. Se oye sólo el susurro de las respiraciones. Flota en el ambiente una espectación dramática. Disimulando su nerviosidad, Morton prepara su inhala-dor y lo aplica sobre la cara del enfermo, comenzando la administración de un lí-quido cuya naturaleza nadie conoce apar-te de él. El enfermo comienza a moverse en forma inquieta, a respirar irregular-mente, luego a proferir palabras ininteli-gibles, hasta que queda quieto, callado, respirando profunda y regularmente. Mor-

ton se separa un poco de la cabecera de la mesa, e inclinándose ante el Profesor, le dice con voz grave:

—"Dr. Warren, su paciente está listo". En el anfiteatro repleto de espectado-

res y silencio, sus palabras resuenan con vibraciones agoreras. Sin vacilaciones, el cirujano se acerca al enfermo y con su ha-bilidad acostumbrada realiza la resección del tumor en un instante, sin que el pa-ciente haga un movimiento, sin que pro-fiera una queja. Terminada la operación, el paciente vuelve lentamente en sí, y con-fiesa no haber sufrido dolor alguno. El Dr. Warren, emocionado y convencido, se vuelve hacia los asistentes y exclama ju-biloso :

—"Caballeros, esto no es engaño". Uno de los asistentes, el Dr. Henry

Jacob Bigelow, Profesor de prestigio en la Universidad de Harvard, exclama entu-siasmado :

—"Hoy he visto algo que dará la vuel-ta al mundo!"

La anestesia quirúrgica había sido de-mostrada con éxito al mundo científico.

Dos operaciones se programan para el día siguiente. En la primera de ellas, un ayudante del Dr. Warren extrae un tu-mor del hombro con todo éxito, bajo anes-tesia. En la segunda, otro ayudante de Warren realiza una operación con caute-rio en la cara de una mujer anciana. A la primera aplicación del hierro candente la enferma parece demostrar signos de dolor. Morton entonces administra una mayor dosis del anestésico. La enferma se pone muy pálida y deja de respirar. El Dr. Bigelow comprueba un pulso dé-bil e irregular, por lo que indica a Mor-ton retirar el inhalador. El pulso mejora en seguida y la enferma vuelve a respi-rar. Este incidente prueba ser de máxima importancia, pues encierra una gran lec-ción: primero, el método no está despro-visto de peligros; segundo, el pulso debe ser vigilado constantemente para apreciar la condición del enfermo mientras dura el sueño artificial.

El uso de la inhalación etérea durante las operaciones quirúrgicas se convierte en práctica rutinaria en el "Massachus-sett General Hospital" después que "Mor-ton, presionado por las circunstancias, ha revelado su secreto, y aunque no sin lu-

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58 VI CONGRESO CHILÉNO DE CIRUGÍA

cha, sinsabores, envidia y escepticismo, se divulga por todo Estados Unidos.

A mediados de Diciembre de 1846 el Dr. Bott, de Londres, recibe una carta de Bigelow en que le da cuenta del magno descubrimiento. El 19 de Diciembre un dentista extrae sin dolor una pieza denta-ria a una sobrina de Bott. El 21 del mis-mo mes el conocido cirujano Robert Listón realiza en Londres la primera interven-ción quirúrgica bajo anestesia etérea, la amputación de una pierna. La anestesia etérea comienza a difundirse en Inglate-rra.

Morton envía un inhalador a su amigo Willis Fischer, un bostoniano que vive en París, con las instrucciones del caso. Pero en París residen dos magnates de la Ciru-gía, Roux y Velpeau, que se oponen a to-do intento de anestesia quirúrgica. Y es el mismo Velpeau quien, hacía pocos años, había escrito que "librarse del dolor en las operaciones quirúrgicas es una qui-mera que no nos está permitido esperar en nuestros días". Pero Fisher, dominado por el mismo fuego de Morton, no se deja amedrentar por la nombradía de Roux y Velpeau y los convence al fin de darle una oportunidad. Esta se lleva a cabo y el éxito es rotundo. La anestesia etérea se difunde por toda Europa.

Después de su primera intervención quirúrgica bajo anestesia etérea, el cono-cido cirujano británico Listón había va-ticinado que "en 6 meses ninguna opera-ción se llevará a efecto sin esta prepara-ción previa". Habían sido palabras pro-féticas. En Estados Unidos, en Inglaterra, en Europa, en Rusia, en dondequiera la bendición de su descubrimiento llega y se difunde, Williams Thomas Green Morton, el joven y visionario dentista de Boston, es colmado de elogios tanto por la' prensa médica como profana y es comparado con Jenner, Franklin y otros benefactores de la Humanidad.

PARIRAS CON DOLOR

Vive en Edimburgo a mediados del si-glo XIX un joven y habilidoso médico es-cocés, James Young Simpson. Cuando ni-ño, le habían contado que al nacer había provocado tantos sufrimientos a su madre que ésta casi había muerto. Esto quedó impreso en su inmaginación para toda la

vida. ¿Deben las madres, para poder ser tales, sufrir tan terriblemente? ¿No es posible prevenir en alguna forma los do-lores del parto? Influenciado por esos pen-samientos, el joven Simpson decide estu-diar Medicina, se recibe y se dedica a la Obstetricia. Ahora tiene ocasión de com-probar personalmente, día tras día, noche tras noche, los semblantes angustiados de las parturientas torturadas por el dolor. Atormentado por el sufrimiento de sus enfermas, Simpson busca afanosamente el modo de evitarlo. Ensaya todas las drogas analgésicas conocidas por ese tiempo y también el "mesmerismo", pero sin resul-tados satisfactorios.

A fines de Diciembre de 1846 llegan a Edimburgo las noticias de la operación sin dolor efectuada por Listón. Simpson se dirige a Londres sin mayor demora, obserVa personalmente a Listón interve-nir bajo anestesia etérea, y vuelve feliz a Edimburgo a ensayar el nuevo método pa-ra calmar los dolores del parto. Los re-sultados son desalentadores. Cierto es que la inhalación del vapor de éter produce inconciencia y analgesia, pero provoca también vahídos, náuseas, vómitos y exci-tación. El método no le satisface y sigue buscando.

Simpson se dedica a ensayar en sí mis-mo y en sus ayudantes cuanta droga cae en sus manos. En una ocasión, un quími-co le recomienda un fluido volátil, el bro-muro de etilo, pero al enterarse que Simp-son, como de costumbre, lo va a emplear en sí mismo y sus ayudantes, le ruega que ensaye primero en animales de laborato-rio. Simpson acepta, lo administra a un par de conejos, y éstos mueren sin mayo-res trámites.

En 1831, más o menos al mismo tiem-po e independientemente, Guthrie en Esta-dos Unidos, Souberain en Francia y Lie-big en Alemania, habían descubierto el triclorometano, un líquido pesado y de olor dulce conocido posteriormente con el nombre de cloroformo. Un químico de Li-verpool llama la atención de Simpson ha-cia esta droga y éste decide ensayarla.

El 4 de Noviembre de 1847, junto con sus dos ayudantes, su esposa, una sobrina y un oficial naval, se sientan después de comida alrededor de una mesa y cada cual comienza a inhalar cloroformo de un vaso con la droga que tienen ante sí. La primera persona en notar sus efectos es

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la sobrina de Simpson, que exclama ex-tasiada:

—"Estoy empezando a volar. Soy un ángel, oh!, soy un ángel!" —En seguida "deja de volar" pues cae pesadamente dor-mida sobre la mesa.

Pronto uno de los ayudantes, y luego todos los demás excepto el oficial naval, se sienten felices, locuaces, y comienzan a gritar y a reir. El oficial naval los mira extrañado por algunos minutos, pero en seguida comienza a cacarear como un ga-llo, lo que provoca aún mayores risas en los demás. En medio de esta alegría co-lectiva Simpson salta de su silla y se para de cabeza en medio de la pieza. Su esposa trata de sacarlo de esta indigna postura, pero antes que lo alcance el doctor cae al suelo y comienza a roncar. Lo mismo su-cede a los demás asistentes a este "cloro-formo-party". Al despertar, el primer pen-samiento de Simpson es que "esto es más fuerte y mejor que el éter". Simpson co-mienza al día siguiente la aplicación del nuevo método a todas sus parturientas con los más satisfactorios resultados. Al cabo de 6 días informa de su descubrimiento y del resultado obtenido en 30 partos sin dolor a la Sociedad Médica de Edimburgo. El cloroformo gana rápidamente popula-ridad. La maldición divina "parirás con dolor" ha sido anulada.

"Invención satánica" exclaman los cal-vinistas escoceses. ¡Qué vergüenza! Su-primir el dolor del parto es ir contra la voluntad de Dios. Toda la Iglesia se re-bela indignada en contra del hereje Simp-son.

Comienza entonces una larga y enco-nada lucha. La Iglesia niega el bautismo a los hijos de madres que han evitado el dolor del parto. Muchos médicos, teme-rosos de ir contra el clero, tan fuerte en esa época, lo apoyan con la teoría de que el dolor es una necesidad fisiológica.

Simpson busca recursos en las mismas escrituras sagradas con que se le combate, y recuerda a sus enemigos que Jehová, antes de extraer una costilla de Adán pa-ra formar a Eva, lo hizo caer dormido, lo "anestesió". Y algo que no es pecado en Jehová no puede tampoco serlo en los hu-mildes mortales. Pero el sueño de Adán tuvo lugar antes de la introducción del dolor en el mundo, contesta la Iglesia. Y la polémica prosigue violenta durante al-gunos años más.

Hasta que en Abril de 1853, la Reina Victoria da nacimiento a su séptimo hijo sin dolor gracias al cloroformo. No sólo se inicia con ello el "cloroformo a la rei-na", sino que la ya larga contienda con la Iglesia termina en favor de Simpson. So-bre éste comienzan a llover los honores y las distinciones desde Inglaterra y del ex-terior. El cloroformo se difunde como anes-tésico por el mundo entero.

LA SOMBRA DE UN MUERTO

El 17 de Octubre de 1846, al día si-guiente de su primera demostración en el "Massachussetts General Hospital", Mor-ton escribe una carta a Hartford dirigida a su ex socio Horacio Wells, en que le par-ticipa su triunfo, le manifiesta su inten-ción de patentar el invento, y le sugiere patentarlo en New York también, y vol-ver, tal vez, a trabajar juntos. Wells reci-be esta carta mientras prepara una exhi-bición de cuadros y grabados, pero se di-rige inmediatamente a Boston a visitar a su viejo amigo. Una vez allí y después de una cordial entrevista con su ex socio, la idea de patentar el descubrimiento no le parece tan brillante, piensa que su negocio de pinturas y grabados puede ser más pro-vechoso económicamente, desea buena suerte a Morton y regresa a Hartford.

La exposición de arte es un fracaso. Wells decide ir a París a comprar allí obras de arte a bajo precio y obtener bue-na utilidad con su venta posterior en Es-tados Unidos. Pero en los diarios de Hart-ford aparece una publicación tras otra dando cuenta del éxito que está obtenien-do Morton y de los honores que se le con-fiere. La envidia comienza a roerle el al-ma. Recuerda que fué él antes que Mor-ton quien trató de demostrar al mundo científico las bondades de la anestesia qui-rúrgica y que falló sólo por la falta de per-severancia. Sigue pensando en lo mismo, le da una y otra vuelta en su magín y se autosugestiona hasta que termina por con-vencerse que Morton está tratando de ro-barle el honor de su descubrimiento. Y el 7 de Diciembre de 1846, un día antes de embarcarse a Europa, publica un párrafo en un diario de Hartford en el que relata sus experiencias anteriores con el gas hi-larante y pide al público decidir a' quien pertenece el honor de tan magno descu-

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tío Vi CONGRÉSO CHILENO í>E CIRUGÍA

brimiento, si a él, Horacio Wells, o a Mor-ton y Jackson, los bostonianos.

Al llegar a Francia, Wells se encuen-tra con una sorpresa: en París no se ha-bla de otra cosa que el maravilloso des-cubrimiento de Morton, al que nada me-nos que Roux, y Velpeau han dado su aprobación. Y aunque había ido a com-prar obras de arte, se olvida de ello y sólo se preocupa de hacerse reconocer como el primer descubridor de la anestesia. En Febrero de 1847, envía una comunicación en este sentido a la Academia de Medici-na de París y vuelve a Estados Unidos a buscar las pruebas que justifiquen su de-manda, dejando encargado a un amigo en París el que se preocupe de la tramita-ción de sus asuntos.

A su llegada de regreso a Norteamé-rica se dirige a Boston y visita el "Gene-ral Hospital", pero nadie allí quiere reco-nocerle la prioridad en el descubrimiento. ¿Qué ha hecho Wells? Fracasar en una de-mostración científica con el gas hilaran-te y nada más. El mérito pertenece a Mor-ton. Desanimado, Wells abandona el Hos-pital y visita a Morton. Después de una corta entrevista, los antiguos socios y ami-gos se separan como enemigos irreconci-liables. Wells abandona Boston derrotado una vez más.

De vuelta en Hartford, llega a oídos de Wells la noticia del descubrimiento en Escocia de un nuevo anestésico, el cloro-formo. Aquí está su chance. Hacer demos-traciones con el cloroformo, probar que es superior al éter, y eclipsar a Morton. Se procura una buena cantidad de la dro-ga y se dirige a New York, dejando en Hartford, a donde no había de regresar más, a su mujer y a su hijo, a quienes tampoco volvería a ver.

En New York ningún cirujano quiere probar el nuevo anestésico. Todos están conformes con el empleo del éter. ¿Para qué ensayar algo nuevo que a lo mejor es peligroso? Wells resuelve entonces usar el cloroformo en sí mismo para estudiar la forma más correcta de su aplicación y comienza a inhalarlo diariamente. Paula-tinamente, sin quererlo, adquiere el hábi-to de la droga. Por lo demás, la inhalación de cloroformo es el único medio con que logra olvidar su amargura y su fracaso. Sus facultades mentales comienzan a fa-llar debido a las repetidas inhalaciones del narcótico. Horacio Wells se convierte en

un vago. Todo el día no fyace más que re-correr la Avenida Broadway buscando la compañía de prostitutas y otros desechos humanos como él. Un día, sin darse cuen-ta claramente por qué, arroja vitriolo a la cara de dos prostitutas. Es detenido y en-cerrado en prisión, a la que logra llevar consigo un frasco de cloroformo. A los dos días, dándose cuenta en un momento de lucidez de la triste condición a que ha descendido, decide quitarse la vida. Escri-be dos cartas, una de ellas a su esposa, y se abre la arteria femoral en el muslo iz-quierdo. Horacio Wells se desangra mien-tras inhala cloroformo de un pañuelo em-papado, en la noche del 23 de Enero de 1848.

Pocos días después llega de Francia a Hartford una carta a nombre de Horacio Wells. En ella se le da cuenta que la So-ciedad Médica de París le reconoce el ho-nor de ser el primer descubridor de la anestesia y se le ha hecho miembro hono-rario de la Sociedad. La carta llega dema-siado tarde para salvar al infortunado Wells de la locura y el suicidio. Pero lle-ga a tiempo para que su publicación y di-fusión empañe la gloria de Morton y le amargue la existencia por el resto de sus días. Morton tiene pruebas y testigos más que suficientes para demostrar que es el verdadero descubridor de la anestesia qui-rúrgica. Pero no es fácil luchar contra la sombra de un muerto.

DE BARRO ERES. . .

Al principio, Jackson no había demos-trado mayor interés por hacer reconocer su participación en el descubrimiento de la anestesia etérea. Temía que pudiera su-ceder alguna desgracia que perjudicara su amplio prestigio científico. Pero al com-probar la repetición de buenos resultados y los honores que se confieren a Morton, envía un largo informe a la Academia de Ciencias de París en que reclama la prio-ridad en el descubrimiento de la anestesia y recurre en seguida a toda clase de arti-ficiosos recursos, como el de hacer publi-car en los diarios de Boston el resumen de una sesión científica un día antes que ésta se lleve a efecto realmente, para con-seguir sus torcidos propósitos.

Morton está furioso y quiere luchar abiertamente en defensa de sus derechos. Pero él es sólo un obscuro dentista en

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y XIII S E M A N A DE LA EXPERIENCIA QUIRURGICA •61

tanto que Jackson, un prestigioso y cono-cido hombre de ciencias. Sus amigos le re-comiendan llegar a un acuerdo amistoso con Jackson. Este también acepta, pero comienza a demorar tanto como puede las negociaciones de arreglo a fin de ganar tiempo para enviar a Europa informes fa-vorables a sí mismo en cada vapor que parte, mientras Morton espera la concer-tación del acuerdo sin adoptar ninguna medida en defensa de sí mismo. Al fin las conversaciones de arreglo amistoso fracasan abiertamente. Morton y Jackson se convierten en enemigos irreconciliables por el resto de sus días.

Morton envía un informe preliminar a la Academia de Ciencias de París y ofre-ce remitir en seguida las pruebas de su descubrimiento. Se dedica a juntar enton-ces testimonios de testigos, publicaciones, informes, todo lo que pueda probar que es él y no Jackson el verdadero descubri-dor de la anestesia, y junta 5 cajones con documentos que remite a París. Pero la suerte está en contra suya. Los cajones son retenidos en la Aduana francesa du-rante 7 meses. En seguida, no teniendo en París quién se preocupara por él pues Fisher se ha ido a Londres, por consejo de un amigo, hace entregar los cajones a un tal Brewster, para que éste se preocu-pe de hacerlos llegar a la Academia de Ciencias. Pero pasan los meses y Brewster no contesta. ¿Por qué? No puede pregun-társelo al amigo que se lo recomendara, porque ha muerto. Al fin Brewster escri-be que ya ha pasado la oportunidad de aprovechar los documentos y le aconseja venderlos como papel viejo. Morton está furioso. ¿Vender como papel viejo toda la evidencia de su descubrimiento? ¿Quién es este Brewster que así le perjudica? Por un abogado de Hartford se informa que Brewster es el amigo de Wells en París, que mantiene aún correspondencia con la viuda de éste, y que todos sus esfuerzos se dirigen a obtener para Wells el recono-cimiento oficial como descubridor de la anestesia. Se explica así que no sólo no entregara a la Academia de Ciencias los documentos enviados por Morton, sino además que no contestara a éste, dejando pasar el tiempo. Han transcurrido dos años desde que Morton remitiera sus 5 cajones con documentos.

La Academia de Ciencias de París co-mienza a discutir quién es el descubridor

de la anestesia y merece por tanto el títu-lo oficial de Benefactor de la Humanidad. Junto con el título va un premio de 5 mil francos. 3 nombres se disputan el honor: Horacio Wells, Williams Morton y Charles Jackson. Wells es fácilmente eliminado. Pero la decisión entre Morton y Jackson es muy difícil. Se nombra un comité en el que forman Roux, Velpeau, el fisiólogo Magendie, Flourens, descubridor de las cualidades del cloruro de etilo como anes-tésico general, y otros notables, para que decidan. Tanto Jackson como Morton tie-nen sus defensores y sus pruebas. Los in-formes que se reciben son contradictorios. Al fin, el 25 de Febrero de 1850, el comi-té decide que Jackson por sus indicaciones y Morton por su realización práctica, me-recen por igual el honor de ser los des-cubridores de la anestesia quirúrgica y el premio de 5 mil francos debe repartirse entre ellos.

Jackson recibe, cabeza baja, el dinero y el diploma en que ambos nombres figu-ran juntos. Morton rechaza indignado su parte. Mientras tanto, va llegando a la Academia de Ciencias mayor evidencia en favor de Morton. Entonces se decide invertir los 2.500 francos en una medalla de oro con la cabeza de Minerva por un lado, y el nombre de Morton rodeado por una corona de laureles por el otro, meda-lla que es enviada a Boston con el diplo-ma correspondiente.

Jackson, loco de envidia al saberlo, di-funde la calumnia que Morton ha orde-nado hacer esa medalla él mismo, y no es un premio conferido por la Academia de Ciencias. ¡Si Jackson hasta conoce el jo-yero que confeccionó la medalla por or-den de Morton!

Mientras tanto los soberanos y poten-tados de toda Europa envían distinciones y premios en dinero, unos a Jackson, otros a Morton. Entre las distinciones recibidas por Morton figura la Cruz de Vladimiro concedida por el Czar de todas las Rusias y la Orden de Vasa concedida por el rey de Suecia. Entre las distinciones recibi-das por Jackson, la Legión de Honor, el Aguila Roja de la Prusia y la Media Luna Turca. Esto no hace más que exacerbar la enemistad entre los dos adversarios. Un comité en Londres junta 10 mil libras es-terlinas para donar al descubridor de la anestesia. No pudiendo decidir si éste es

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6 2 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA

Jackson o Morton, el comité se disuelve y el dinero es devuelto a los donantes.

La sorda lucha entre Jackson y Morton prosigue implacable en Boston. Jackson, hombre rico, influyente y astuto, lleva la mejor parte. Valiéndose de toda clase de calumnias y malas artes logra despresti-giar y arruinar completamente a Morton.

Morton está en la miseria. Aconsejado por sus amigos y apoyado por los médicos del "Massachussetts General Hospital", dirige una petición al Congreso de los Es-tados Unidos solicitando una recompensa de 100 mil dólares por su descubrimiento. Debido a la guerra con México, esta peti-ción es archivada durante 2 años. Pero luego Su pobreza comienza a despertar la simpatía de la gente, la opinión pública se manifiesta en su favor, y progresivamente se levanta un clamor general reclamando el pronto despacho por el Congreso de la recompensa solicitada por Morton. Este se dirige entonces a Washington donde es recibido como un héroe, aclamado por la multitud, y cubierto de honores oficiales.

Jackson, loco de envidia, traza sus pla-nes y se dirige también a Washington. En el momento mismo en que el Congreso va a votar la recompensa de 100 mil dólares a favor de Morton, un senador lee un in-forme declarando a Jackson descubridor de la anestesia. La decisión se pospone y se nombra un comité que estudie y decida quién es el verdadero descubridor. El co-mité se informa principalmente con el per-sonal del "General Hospital" en Boston y sus conclusiones, después de mucha in-vestigación, son favorables a Morton.

Mientras Morton regresaba feliz a su hogar en Boston, Jackson, considerando la partida perdida para sí mismo, se dirige a Hartford y convence a la viuda de Wells que debe reclamar para sí la recompensa de 100 mil dólares, pues fué su difunto esposo el real descubridor de la anestesia. La viuda accede a poner el asunto en ma-nos de Truman Smith, abogado y senador por el estado Conneticut. Ahora Jackson no descansa buscando pruebas en favor de Wells.

Después de 5 años de haber presentado su petición, el Congreso está por fin listo para acordar a Morton la recompensa. Se reúne el Senado y cuando ya está a pun-to de aprobar la moción, se levanta Tru-man Smith y expone en términos patéti-cos los derechos del difunto Horacio Wells.

Se suscita una discusión que termina con el nombramiento de un comité para llevar a efecto una nueva investigación. A pesar de toda la evidencia presentada por Tru-man Smith en favor de Wells, el comi-té aprueba unánimemente recomendar a Morton como el único acreedor a cualquier honor o recompensa que se acuerde para el descubridor de la anestesia.

Jackson está a punto de perder de nue-vo, pero no es un hombre que desmaye. No está"dispuesto a dejar que Morton, su odia-do rival, goce de los honores y recompen-sas por el glorioso descubrimiento. Ha per-dido la partida para sí. La ha perdido tam-bién para Wells. Hay que buscar entonces nuevos recursos. Recuerda que en el año 1849 leyó en un diario del Sur, un artículo en que se refería que Crawford Long, un médico de Atenas, Georgia, había informa-do a la Sociedad Médica de ese Estado haber realizado con éxito, en 1842, ope-raciones sin dolor bajo anestesia etérea en el pueblo de Jefferson, 4 años antes que Morton hiciera su primera demostración, pero que no había publicado oportunamen-te los resultados. .Jackson busca y encuen-tra en sus archivos el recorte correspon-diente y en Marzo de 1854 se dirige a Ate-nas a entrevistarse con Long. Después de una detenida conversación, lo convence que debe presentar todos sus anteceden-tes al Congreso en Washington, reclaman-do para sí el mérito del descubrimiento de la anestesia y la recompensa correspon-diente.

Cuando el Congreso se reúne de nue-vo y por tercera vez está a punto de votar la recompensa en favor de Morton, se le-vanta el senador Dawson de Georgia y reclama el honor del descubrimiento para el Dr. Long. De toda la documentación que presenta como evidencia, lee dos; un recibo del estudiante Venable, fechado en 1842, en el que prueba haber pagado Dr. Long dos dólares por la resección de un tumor bajo anestesia etérea en 1842, y una carta de Jackson en que éste reco-noce que Long descubrió antes que él la anestesia etérea.

La decisión se pospone una vez más. El Congreso está perplejo. Para complicar más las cosas, del Norte y del Sur, y tam-bién del extranjero, comienzan a llegar numerosas presentaciones reclamando el honor del descubrimiento de la anestesia. Entre ellas vale mencionar la del mucha-

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cho de Atenas, Georgia, que había hecho inhalar éter a la fuerza a un negrito du-rante la celebración de una fiesta de éter; la de un amigo de la familia Hickman en Inglaterra, reclamando la prioridad para el difunto Henry Hill Hickman; la de Es-daile, ahora retirado en Syndenham, que con tanto éxito había utilizado el hipno-tismo como método anestésico en la India.

Después de revisar todas esas nuevas presentaciones, Morton es aún reconocido como el descubridor de la anestesia, pero ya no logra juntar la unanimidad de las opiniones. Han pasado 8 años. El proyec-to de gratificación es archivado definiti-vamente. Morton, cansado y aburrido, abandona todo y se retira a su quinta de West Needham para dedicarse pacífica-mente a la agricultura, lejos de las turbu-lencias, angustias y preocupaciones de su agitada vida anterior.

Morton vive ahora feliz y tranquilo en el retiro de su quinta. Con las labores del campo ha pagado sus deudas y gana lo suficiente para él y su familia. Pero la tentación lo agarra de nuevo, y esta vez sin remedio. De Washington le escri-ben que los congresales están prontos a compensarle por haber infringido el Go-bierno su patente de invención al em-plear, sin pagar los derechos correspon-dientes, la anestesia etérea en Hospitales marinos y militares durante la pasada guerra con México, pero que con ese ob-jeto debe dirigirse personalmente a Was-hington. Desgraciadamente, Morton es convencido y abandona su feliz refugio de West Needham.

En Washington el Presidente de la Re-pública le promete ayuda. Pero pasan dos años de trajines inútiles, tiempo durante el cual Morton se ha endeudado terrible-mente de nuevo. Se le aconseja entonces iniciar una demanda en contra del Go-bierno por haber infringido su patente. Desesperado por su mala situación econó-mica, lo hace, pero sólo para endeudarse más. El juicio le es desfavorable. Los dia-rios le difaman y toda la opinión pública se vuelve contra él. Jackson ejerce cuan-ta influencia puede para empeorarle la si-tuación. Vencido, humillado, acosado por sus acreedores, Morton abandona Was-hington. Su quinta de West Needham es rematada, por suerte para Morton por unos amigos que le permiten seguir ha-bitando la casa sin pagar alquiler. El des-

cubridor de la anestesia quirúrgica se en-cuentra en la más absoluta miseria.

Un día, entra a una casa de empeños en el barrio portuario de Boston, un hom-bre envejecido, con el aspecto típico de aquéllos que son duramente golpeados por el Destino, mal vestido, demacrado, con la mirada temerosa y angustiada de un animal perseguido. Viene a empeñar un pequeño objeto, lo último de valor que le queda para conseguir algún dinero con qué comer él y los suyos un bocado de ali-mento. Es una medalla de oro, una her-mosa medalla de oro macizo, con la cabe-za de Minerva esculpida por un lado, y por el otro una guirnalda alrededor de un nombre grabado en caracteres de relieve: Morton.

En Abril de 1861 estalla la guerra de Secesión. Morton forma parte del ejército del Norte y trabaja como anestesista todo el día. Esto le sirve para olvidar su mise-ria y su fracaso. Crawford Long trabaja al mismo tiempo como cirujano en el ejér-cito del Sur.

Al terminar la guerra en Abril de 1865, Morton regresa a West Needham, donde, enfermo y abatido, lleva una vida gris y sin esperanzas durante 3 años. El 5 de Julio de 1868 llega a sus manos un artículo escrito por Jackson para una re-vista de New York, en que reincide de nuevo en su campaña de calumnias y men-tiras. La desesperación que ello le provo-ca lo hace caer en cama presa de una pro-funda depresión nerviosa. A pesar de los ruegos de su mujer y las advertencias de su médico, se levanta al día siguiente y se dirige a New York para contestar a Jackson. En esta ciudad sufre un nuevo y más violento ataque del que recobra gracias a los cuidados de su mujer.

Es un Verano extremadamente calu-roso. Al atardecer del 15 de Julio de 1868, Morton y su mujer salen a dar un paseo por Central Park en un carruaje que les ha prestado un amigo de Elizabeth. Al obscurecer, detiene repentinamente los caballos. Se siente mareado. En seguida, sintiéndose mejor, continúa el paseo. Al cabo de un rato, sintiéndose mal de nue-vo,- detiene el coche, salta al suelo y co-mienza a mirar vagamente en la obscu-ridad. Elizabeth le pregunta angustiada qué sucede, pero Morton. en lugar de con-testar, cae inconciente al pie de un árbol. Diversos transeuuntes se agrupan y uno

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64 Vi CONGRfeSO CHILENO DE CIRUGIA

de ellos ofrece ir en busca de una ambu-lancia. Las horas pasan. La pobre Eliza-beth, arrodillada al lado de su marido que agoniza en el suelo, debe esperar hasta las 11 de la noche, rodeada de curiosos, que llegue una ambulancia del St. Luke's Hospital, en donde William Thomas Green Morton pasa a mejor vida a los 49 años de edad.

En el cementerio de Mont Auburn en Boston, al pie de un monumento, hay una lápida con las siguientes palabras graba-das para la eternidad:

Willam Thomas Green Morton

Inventor y revelador de la anestesia eté-rea.

Por él, el dolor de la Cirugía se ha evitado y anulado

Antes de él, la Cirugía en todo tiempo fué agonía.

Después de él, la Ciencia tiene control del dolor.

Entre los arruinados oficiales del ejér-cito del Sur que retornan a sus desolados hogares después de la guerra, figura el Dr. Crawford Long. Aunque se acomoda difícilmente a las nuevas condiciones de vida, reasume el ejercicio de su profesión.

Una tarde de Invierno en 1878, es lla-mado a atender una parturienta. Se le ad-vierte que la enferma está sufriendo do-lores intolerables y entonces Long lleva, junto con su maletín médico, un frasco de éter. Al llegar al lado de la pobre mu-jer, empapa una esponja con éter y está pronto a aplicarla bajo la nariz de su pa-ciente, cuando sus manos comienzan a temblar, se le suelta la esponja y el éter, y en seguida cae muerto sobre la cama de la enferma.

Después de su muerte, todos los dia-rios, todas las sociedades, reconocen los méritos de Morton. Morton fué el descu-bridor de la anestesia, Morton el Bene-factor de la Humanidad. Esto es demasia-do para Jackson. Aunque ya está viejo, aunque ya su rival ha muerto, su odio es inextinguible. Pasa las noches sentado a su escritorio, leyendo y escribiendo notas, revisando documentos, redactando artícu-los para los diarios y largas cartas, todo ello relacionado con la misma intermina-

ble controversia. Pero es difícil luchar contra un fantasma. La sombra de Mor-ton le persigue. Jackson se da a la be-bida. Durante 5 años después de la muer-te de Morton dedica todos sus esfuerzos a escribir un nuevo panfleto con el úni-co objeto de socavar la reputación de su fallecido rival. Pero las largas noches de insomnio y de trabajo junto con el exce-so de alcohol, terminan por alterarle las facultades mentales.

Una tarde, a mediados de Julio de 1873, hace una visita al Cementerio de Auburn. Allí tropieza con la tumba de Morton. Y al contemplar el monumento que se le ha erigido, la elogiosa inscrip-ción grabada indeleblemente en su lápi-da certificándolo a la posteridad como el descubridor de la anestesia quirúrgica, Jackson se siente vencido después de tan larga lucha. Alterado su cerebro por las continuas libaciones, las largas noches de trabajo y la desesperación de su derrota que la lápida de Morton tan claramente le demuestra, Jackson es cogido por una cri-sis de locura. Comienza a patear la tierra, a chillar, a lanzar sus brazos al aire co-mo peleando contra una sombra.

Charles Thomas Jackson es recluido en un asilo de insanos donde muere el 28 de Agosto de 1880 a los 75 años de edad.

EXTRACCIONES AL POR MAYOR

Gardner Q. Colton es un de los más prósperos demostradores ambulante de las características del protóxido de N. Fué durante una de sus muchas charlas que Wells concibió la idea de practicar extracciones dentarias sin dolor. Después del fracaso de Wells, Colton ha continua-do siendo el mismo químico ambulante que gana dinero divirtiendo a la gente con la administración del gas hilarante. No ol-vida las propiedades analgésicas de éste y al final de cada una de sus demostracio-nes, año tras año, repite incansablemente la misma cantinela: "Allá por el año 1844, un dentista de Hartford llamado Horacio Wells. . ." Pero no es tan fácil desafiar la fama del éter y cloroformo. Todos es-cuchan la historia de Wells sin conceder-le mayor importancia. Así pasan 17 años.

En 1863, Colton llega a hacer una de-mostración en New Haven, Connectitcut. Al final de ella, repite como de costum-

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bre la historia de Wells. El dentista J. H. Smith se interesa por lo que ha oído y decide repetir la experiencia de su infor-tunado colega. Colton, que ha adquirido gran habilidad en la administración del gas, lo aplica a una paciente de Smith en la que éste realiza 7 extracciones sin dolor. Colton, Smith y otros dentistas, for-man entonces una sociedad y comienzan a efectuar extracciones indoloras al por mayor. Se trasladan a New York donde, 4'años después, en 1867, completan una estadística de 20 mil extracciones indolo-ras.

El empleo del gas hilarante como anes-tésico dental se difunde por todo Estados Unidos. Colton se dirige a Europa para divulgar su empleo. En 1868, año del fa-llecimiento de Morton, se lleva a efecto la primera intervención quirúrgica mayor bajo anestesia gaseosa. Un cirujano de Chicago, Edward Willys Andrew, aconse-ja el empleo de oxígeno en lugar de aire con el gas hilarante, evitando así el peli-gro de la anoxia, lo que convierte al pro-tóxico de N en un anestésico de primer orden.

En 1870, año de la muerte de Simpson, el gas hilarante prueba ser un formidable rival del cloroformo en la analgesia obs-tétrica. James Fox informa de partos in-doloros bajo la acción del gas. Klikovich, famoso partero de San Petersburgo, adop-ta el método preconizado por Fox. Pero de nuevo el gas hilarante cae práctica-mente en el olvido.

Hasta que llega la Gran Guerra. La Cirugía hace prodigios y progresa en for-ma fantástica. Pero un grave problema se presenta: el de la anestesia. La mayo-ría de los heridos son enfermos en mal estado general, sea por la anemia, sea por la gangrena o infecciones secundarias, sea por el shock psíquico y traumático, sea por estar intoxicados con gases de guerra. En todos estos casos son peligro-sos los métodos anestésicos conocidos. Y entonces sale de nuevo a luz el protóxidó de N. Cierto es que no da una anestesia muy profunda, cierto es también que no proporciona una relajación muscular ade-cuada, pero su inocuidad lo convierte en el anestésico de elección para la Cirugía de guerra. Una gran fábrica de protóxido es montada en Francia.

Al fin los esfuerzos de Davy, Hickman y Wells, han dado sus frutos. Se diseñan

aparatos especiales para su empleo, se perfecciona la técnica de su administra-ción, en ló que se distingue el Dr. McKes-son de Toledo, Ohio, y el protóxido de N> adquiere gran difusión y popularidad co-mo analgésico y anestésico general, espe-cialmente en los países de habla inglesa.

VICISITUDES

Después de su empleo en analgesia obstétrica por Simpson, el cloroformo se difunde como anestésico general, y, gra-cias a sus evidentes ventajas, entra en franca rivalidad con el éter, al que llega a sobrepasar en Inglaterra y diversas par-tes de Europa. Pero para la anestesia no ha sido, no es, ni posiblemente será nun-ca un camino cubierto de rosas, sino de espinas. El 28 de Enero de 1848 se pro-duce la primera muerte causada por el cloroformo. En Winleton, cerca de New Castle, Inglaterra, el Dr. Maggison aplica la anestesia clorofórmica a una niña de 18 años y ésta fallece bruscamente con las primeras inhalaciones. Varias muertes se siguen después, de origen anestésico.

Comienza entonces un período de en-conadas discusiones y polémicas intermi-nables sobre los efectos tóxicos de los anestésicos. Numerosas comisiones de es-tudio son nombradas por las diversas So-ciedades científicas de Inglaterra y Esco-cia para determinar las características químicas, farmacológicas, terapéuticas y tóxicas de los anestésicos. Sus conclusio-nes son contradictorias y las discusiones se exacerban, mientras transcurren los años.

A medida que pasa el tiempo, se estu-dia y conoce mejor las ventajas e incon-venientes de la anestesia quirúrgica, la técnica de administración, las indicacio-nes y contraindicaciones, la prevención y curación de los accidentes anestésicos, etc. Se distingue en estos esfuerzos por per-feccionar la anestesia el Dr. John Snow, miembro del Colegio Real de Cirujanos de Londres. Tan pronto como, en 1846, lle-gan del otro lado del Atlántico las noti-cias sobre inhalación de éter para evitar el dolor en Cirugía, Snow se dedica a ello y al poco tiempo diseña un inhalante pro-pio para administrar mejores anestesias. Con el correr del tiempo John Snow se convierte en el principal anestesista de Londres. Es él quien, en 1853, administra

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6 6 VI CONGRESO CHÍLÉNO DE CIRUGIA

cloroformo a la reina Victoria durante su séptimo parto. John Snow es también el primer autor de un libro sobre aneste-sia.

A medida que se perfecciona la anes-tesia quirúrgica, se ensayan diversas com-binaciones de cloroformo y éter, solos o con alcohol. Muchos aparatos se inventan para su administración, se ensayan, se perfeccionan y se abandonan para ser reemplazados por nuevos diseños. Las in-vestigaciones científicas y publicaciones consiguientes menudean. En 1869, Claude Bernard descubre las ventajas que signi-fica para la anestesia la medicación pre-via con morfina.

Luego del descubrimiento de los pri-meros anestésicos, en el período compren-dido entre 1842 y 1847, una serie de mé-dicos, fisiólogos, químicos y farmacólogos, se lanzan a una búsqueda febril de nue-vos narcóticos, ensayando sobre animales de laboratorio y en ellos mismos una va-riedad enorme de gases y líquidos más o menos volátiles, en la esperanza de encon-trar algún anestésico superior a los recién descubiertos. Uno de los médicos que más activamente se dedica a estas búsquedas es Thomas Nunneley, cirujano de Leeds, quien en 1849 publica sus ensayos con 37 substancias diferentes, una de las cuales es un hidrocarburo al que llama "gas ole-fiante". Los resultados que obtiene no son satisfactorios.

El fisiólogo L. Hermán comienza a en-sayar de nuevo el gas olefiante en ani-males y sobre él mismo, notando una dis-creta acción tóxica del gas; pero en 1847. casi se mata por inhalar un gas olefiante con una proporción excesiva de CO. Es tal vez debido a ese percance que nunca cumplirá su promesa de dar una infor-mación de la acción del gas sobre sí mismo.

En 1885, Luessen informa de varios ca-sos fatales con este gas, en ranas, cone-jos y un canario, pero atribuye su acción tóxica a la presencia de CO. Utilizando un producto puro, anestesia dos perros y un cerdo con 20 % de oxígeno, sin con-secuencias tóxicas. Emplea posteriormen-te sobre él mismo esta mezcla anestésica, y aunque después de inhalarlo 18 minutos siente debilitamiento y un estado verti-ginoso, no comprueba sensación de anal-gesia ni menos de anestesia. El gas ole-fiante, conocido hoy día con el nombre de etileno, es completamente abandonado.

En 1888, Redart aconseja el cloruro de etilo como anestésico local. Esta droga había sido descubierta en 1795 por diver-sos químicos holandeses, pero sus propie-dades anestésicas fueron descubiertas mu-chos años después por Meret y Lens, en 1830. En seguida, el cloruro de etilo fué ensayado como anestésico por diversos experimentadores, entre, ellos Flourens, quien lo había recomendado junto con el cloroformo, y Heyjeider, a quien se debe la primera aplicación de esta droga en el hombre. Vino después un período de olvido para el cloruro de etilo, hasta que Redart sugiere su empleo localmente. In-mediatamente comienzan a ensayarlo los dentistas con relativo éxito en su profe-sión.

En 1894, Carlson, practicando una ex tracción dentaria bajo anestesia local de cloroetilo, observa asombrado que, al en-viar un chorro de la droga sobre la encía de su paciente, éste se queda profunda-mente dormido en forma casi instantá-nea. Thiessing corrobora esta observación, pues de 50 casos de extracciones denta-rias con anestesia clóretílica, comprueba en 5 oportunidades que el paciente se duerme bruscamente. Desde entonces el cloruro de etilo se emplea como anestésico general.

En 1893 se foma en Inglaterra la pri-mera Sociedad de Anestesistas. Ese mis-mo año, en el Congreso Alemán de Anes-tesistas, queda demostrado que el éter es mucho más inofensivo que el cloroformo, y el empleo de este anestésico comienza a ser abandonado. La anestesia ha nacido como especialidad médica.

ANESTESIAS PARCIALES

A mediados del siglo XIX un médico alemán visita Sudamérica y de vuelta a su patria lleva una planta llamada Ery-throxilon coca, cuyas hojas mascan los in-dios bolivianos para engañar los síntomas del hambre y la fatiga. El Dr. Alberto Niemann aisla el principio activo conte-nido en esas hojas, un alcaloide al que da el nombre de cocaína.

Pronto, un médico, probando el sabor de la droga, descubre la insensibilidad que provoca en la lengua y mucosa bu-cal. En 1884, Sigmund Freud y Cari Ko-ller, conociendo ese efecto, comienzan a ensayar la cocaína como paralizador de la sensibilidad local. Freud abandona estas

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investigaciones, prosiguiéndolas Koller so-lo, quien ensaya con éxito su aplicación en la cirugía, y a fines de ese año informa de sus resultados a las Sociedades cientí-ficas. Pocos años después, Ludwig Sch-leich, ensaya la inyección subcutánea de soluciones de cocaína. Así nace la anes-tesia local.

Apenas un año después del descubri-miento de Koller, el neurólogo norteame-ricano Leonard Corning ensaya la intro-ducción de solución de cocaína entre dos apófisis espinosas de la columna verte-bral, sin atravesar la duramadre, para ob-tener un tipo de anestesia regional. Em-plea su método primero en perros y lue-go en el hombre, haciéndolo por primera vez en un paciente con incontinencia noc-turna de orina. En 1891, Quinche demues-tra la facilidad con que puede efectuarse la punción lumbar sin peligro alguno para el paciente, aún retirando cierta cantidad de líquido si se desea.

El 16 de Agosto de 1898, el Prof. Au-gusto Bier, de Kiel, debe practicar la am-putación de un pie en un tuberculoso. La anestésico recurrir, Bier se decide y le in-traindicada por el mal estado orgánico del paciente. No sabiendo a qué método anestésico recurir, Bier se decide y le in-yecta en el canal raquídeo 3 ce. de una solución de cocaína al 0,5 %; 20 minutos más tarde realiza la intervención con todo éxito sin sufrimiento alguno para el pa-ciente. Posteriormente Bier se somete él mismo al nuevo método anestésico con el sólo objeto de estudiarlo. Así nace la anes-tesia raquídea.

Junto con esos descubrimientos, la química sintética progresa a grandes sal-tos y se descubre un gran número de sucedáneos de la cocaína, en una búsque-da constante de drogas más efectivas y menos tóxicas. Entre ellas, la principal, descubierta hasta hoy día es la novocaína, dada a conocer por el químico Alfred Ein-horn en Munich, en 1905. En marcha pa-ralela con el descubrimiento de nuevas drogas, el conocimiento sobre las anes-tesias regionales y raquídeas progresa continuamente.

NUEVAS TECNICAS

Junto con el progreso general de la anestesia por inhalación, se perfecciona sus métodos de administración y se bus-

ca otras vías de administración narcótica. En 1847, Nicolás Pirogoff, el famoso ci-rujano ruso, ensaya por primera vez la administración rectal de éter, empleando vapores de éter calentado. Posteriormen-te se emplea el éter líquido en combina-ción con agua, pero el método debe aban-donarse debido a las marcadas reacciones locales que provoca en la mucosa del in-testino. En 1913, James Tayloe Gwathmey revive y perfecciona el método de admi-nistración rectal de éter al emplearlo mez-clado con aceite de oliva, forma en la que no irrita la mucosa rectal. Los resultados son muy satisfactorios y el método se po-pulariza.

Ercholtz descubre la Avertina en 1927 y, al poco tiempo, se establecen los prin-cipios de la narcosis basal. Pronto comien-zan a ensayarse otras drogas para obte-ner anestesia general por vía rectal, dis-tinguiéndose entre ellas el paraldehido, tricloroetanol y barbitúricos.

En 1871, Federico Trendelemburg practica un traqueotomía preliminar y pa-sa un tubo hacia la tráquea por interme-dio del cual administra anestesia con clo-roformo, para prevenir la aspiración de sangre a los pulmones durante una ope-ración sobre las vías aéreas superiores. Antes, John Snow había ensayado el mis-mo procedimiento en animales.

En 1880, William Me. Ewen introduce un tubo a la tráquea por vía oral, evi-tando así la traqueotomía, y administra anestesia con cloroformo para la resec-ción de un carcinoma localizado en la ba-se de la lengua.

La técnica e instrumental siguen per-feccionándose progresivamente hasta con-vertir a la intubación traqueal en uno de los recursos corrientes en el arsenal del anestesista moderno.

En 1872, Pierre Oré, de Lyon, trata de obtener anestesia general mediante la inyección endovenosa de hidrato de clo-ra!. Su método es vuelto a ensayar con éxito variable en numerosas ocasiones, con drogas diferentes y por muy diversos autores, pero no se populariza hasta que la química descubre derivados barbitúri-cos menos tóxicos para ese objeto. La in-troducción del Evipan en 1933 (Alema-nia) y del Pentothal en 1934 (Estados Unidos), permiten conceder a la aneste-sia endovenosa la importancia y rango que merece.

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6'8 Vi CONGRESO CHILENO DE CIRUGÍA

En 1902, el físico francés Esteban Le-duc trata de provocar sueño artificial me-diante el empleo de una corriente eléctri-ca. Esta experiencia se repite más tarde tanto en el hombre como en animales de laboratorio, pero sin alcanzar el grado de progreso necesario para su aplicación práctica.

En 1915, Dennis Jackson publica un notable artículo en que da cuenta de sus ensayos anestésicos en animales, emplean-do una nueva técnica: el circuito cerrado (rebreathing) con absorción de C02 me-diante un alcalino apropiado. En 1920, Ralph Waters, profesor de anestesia en la Universidad de Wisconsin, se interesa por este método, lo estudia, lo perfecciona, lo aplica en el hombre y logra convertirlo en una de las técnicas habituales de anes-tesia hoy en día. Inmediatamente las fir-mas manufactureras de aparatos anesté-sicos se ajustan a nuevos diseños adapta-dos a la aplicación práctica de la nueva técnica anestésica.

CLAVELITOS

A comienzos de este siglo vive en Chi-cago un jardinero que se dedica al culti-vo de los claveles más lindos y finos que se conocen en Estados Unidos. El negocio prospera viento en popa. Pero un día, al entrar al invernadero, el jardinero des-cubre asombrado que sus flores se han marchitado y muerto repentinamente. Día tras día sucede el mismo fenómeno ines-plicable. Nadie puede descubrir por qué las flores mueren en cuanto se abre el botón.

Hasta que al fin un día el jardinero percibe un olor especial en el inverna-dero. Buscando la causa, encuentra un es-cape de gas de alumbrado. Esto lo hace entrar en sospechas. Toma un clavel re-cién abierto y lo acerca al sitio de donde el gas escapa. La flor se cierra como si cayese dormida. El jardinero saca enton-ces este clavel "dormido" al aire puro, donde inmediatamente se recobra y "des-pierta". Toma en seguida otra flor y la aplica al escape de gas por un tiempo pro-longado. La flor se "duerme", pero ya no despierta al aire libre. El jardinero hace plomar el escape de gas y el negocio de los claveles recobra su prosperidad habi-tual.

La noticia de que el gas de alumbrado provoca "sueño" a los claveles llega a los oídos de los doctores Knight y Crocker, dos botánicos de la Universidad de Chica-go, quienes repiten el experimento, lo es-tudian científicamente, y descubren que el responsable de esta acción es el e tile-no, el cual forma parte de un 4 % del gas de alumbrado. Entonces dos zoologistas de la misma Universidad, Amo B. Lu-ckhardt y Thompson, comienzan a estu-diar los efectos tóxicos del etileno sobre animales, descubriendo sus propiedades analgésicas y anestésicas. La Gran Gue-rra interrumpe estos trabajos antes de que alcancen a ser divulgados.

En 1922, Luckhardt, esta vez en com-pañía de Cárter, reinicia sus investigacio-nes con el etileno, confirmando plenamen-te los primeros experimentos. Se amplían las experiencias a diversas especies ani-males, se emplea el etileno en compara-ción con otros gases diversos, se compara sus efectos tanto del punto de vista as-fíxico como anestésico con el protóxido de N, usando ambos gases con iguales proporciones de oxígeno. Así llegan a comprobar que -el etileno es un anesté-sico más potente que el gas hilarante, tan inocuo como éste, que permite el agrega-» do de oxígeno en proporciones fisiológicas y que no tiene ninguna acción nociva so-bre los diversos órganos y tejidos del or-ganismo.

Comienzan en seguida a ensayar el etileno sobre ellos mismos y otros volun-tarios, confirmándose las conclusiones an-teriores. Convencidos de sus bondades, los anestesistas del "Hospital Presbiteriano" de Chicago comienzan a utilizar el etile-no en los hospitales operatorios. El em-pleo del etileno se difunde rápidamente y al cabo de 10 años una estadística de un millón de anestesias con este gas en Es-tados Unidos habla elocuentemente de su preciosa utilidad.

LA PUREZA DE UNA IMPUREZA

Los hidrocarburos en general han de-mostrado tener propiedades anestésicas. El etileno se emplea ampliamente. El ace-tileno, amileno, narcileno, etc., todos ellos de fórmula hidrocarbonada, han sido en-sayados como anestésicos con resultados variables. ¿Habrá algún hidrocarburo su-perior al último? Es posible. Desde lúe-

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go el propileno tiene efectos anestésicos. Lucas y Henderson estudian su acción en animales de laboratorio en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Toronto.

Pero parece que el propileno no sirve. Sus anestesias son irregulares, difíciles, poco satisfactorias, con muchos signos de intoxicación, especialmente cardíacos. ¿Será porque contiene alguna impureza? Se analiza cuidadosamente el gas y se des-cubre que, en realidad, contiene una im-pureza, un gas insómero al propileno que tiene su misma fórmula química, que ya había sido descubierto por Augusto von Freund en 1882, quien lo consideró inútil y no se preocupó de estudiarlo mayor-mente. Esta impureza se llama ciclopro-pano.

Lucas y Henderson utilizan el propi-leno químicamente puro. Pero observan que sus características anestésicas irregu-lares, persisten igual. Experimentan en-tonces con el ciclopropano y descubren que es un anestésico tan potente como el éter, agradable, de acción rápida, inocuo y fácil de manejar.

Impresionado por los excelentes resul-tados experimentales obtenidos por sus colegas canadienses, Ralph Waters, el fa-moso anestesista de Wisconsin, aplica el ciclopropano al hombre por primera vez en Diciembre de 1930. Los resultados ob-tenidos son ampliamente satisfactorios. Día tras día Waters y sus ayudantes si-guen realizando amplias experiencias con esta droga hasta que, en 1933, totalmente franqueada ya la fase experimental, el ciclopropano se convierte en anestésico de uso cotidiano.

PROGRESOS RECIENTES

Desde 1920 adelante, con diversas pu-blicaciones y en 1937 mediante un libro, Arthur Guedel, famoso anestesista de Los Angeles, recalca la importancia de los factores fisiológicos en la anestesia por inhalación y estudia y clasifica, por pri-mera vez, los signos y planos de la anes-tesia. Esta clasificación de Guedel ha sido aceptada por los anestesistas del mundo entero.

Entre las muchas otras contribuciones de Guedel al desarrollo y progreso de la anestesia, figura su técnica de respiración controlada, que consiste en provocar una

apnea del enfermo y mantenerlo en se-guida con respiración artificial mediante compresiones rítmicas de la bolsa anesté-sica por todo el tiempo que se quiera, re-gulando el anestesista a voluntad el ritmo y amplitud respiratorios de su paciente.

En 1941, la Sociedad Real de Medici-na de Londres confiere a Guedel la me-dalla "Henry Hill Hickman", premio trie-nal que se concede a los médicos que se distinguen por méritos sobresalientes en el campo de la anestesia. Este premio es conferido en 1944 al Dr. Ralph Waters.

Chauncey Leacke, profesor de Farma-cología en la Universidad de California, San Francisco (hoy día decano de la Uni-versidad de Galveston), ha demostrado siempre gran interés por los anestésicos, pero le descorazona los inconvenientes de que suelen estar rodeados. Un día, en 1931, jugando con fórmulas químicas en su escritorio, Leake forma una molécula híbrida utilizando las estructuras caracte-rísticas del etileno y éter etílico. Estu-diando esta molécula híbrida salida de su imaginación, Leake llega a la conclusión que, por su fórmula química, debe ser un buen anestésico, y solicita a un laborato-rio la preparación de la substancia corres-pondiente a esta fórmula química empí-rica.

La nueva substancia es preparada v resulta un líquido incoloro, muy volátil, de olor característico, que en experiencias con animales primero, en el hombre des-pués, demuestra ser un excelente anesté-sico general por inhalación. Químicamen-te el nuevo anestésico es éter divinílico, conociéndose en el comercio con el nom-bre de "Vinethene". Su empleo se ha di-fundido en Estados Unidos como anesté-sico general, especialmente para analge-sia dental, anestesias cortas e inducción para anestesias etéreas en mascarilla.

En 1934, Barach da cuenta del empleo del helio en el asma y otras enfermedades obstructivas de las vías respiratorias. Eversole, anestesista de la Lahey Clinic, Boston, informa en 1938 de los resultados satisfactorios obtenidos con el agregado de helio a las mezclas anestésicas para ali-viar las obstrucciones respiratorias produ-cidas por laringoespasmo. El helio queda convertido en uno de los recursos tera-péuticos útiles en el arsenal del aneste-sista.

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En 1939, a diversos farmacólogos de la Universidad de Maryland se les ocurre preparar una molécula híbrida entre éter y ciclopropano. Consiguen desarrollar un método de síntesis apropiado y obtienen el éter ciclopropil metílico, al que dan el nombre de "éter ciproma". Las investiga-ciones experimentales demuestran que es-te nuevo producto es más potente que el éter y, en 1940, comienza a ensayarse en el hombre con buenos resultados.

Los últimos adelantos en el campo de la anestesia son: la introducción del em-pleo del curare, por Stuart Cullen ( Iowa), para obtener relajación muscular comple-ta con anestesia superficial o media; la técnica de anestesia raquídea continua, ideada por William T. Lemmon (Filadel-fia), y la anestesia caudal continua para analgesia obstétrica, ideada por Edward y Higson (Los Angeles). Estos métodos, a pesar de su reciente descubrimiento, es-tán alcanzando gran difusión gracias a sus evidentes ventajas y beneficios en la práctica diaria.

COMEDIA DRAMATICA EN 3 ACTOS Y UN EPILOGO

Comedia y tragedia se han dado de la mano en el curso de la historia de la anes-tesia, como en todas las cosas humanas. Hay comedia en los exorcismos y ritua-les con que las brujas y hechiceros de la antigüedad tratan de mejorar a sus en-fermos; hay tragedia en la agonía que su-fren éstos sin la menor esperanza de ali-vio. Hay comedia en la euforia y risa ar-tificial que Humphry Davy descubre en el gas hilarante; hay tragedia en el fraca-so de Hickman con el mismo gas y su muerte prematura. Hay comedia en la far-sa de Mesmer, el embaucador más nota-ble de todos los tiempos; hay tragedia en el escarnio y persecución de Eisdale en India, a pesar de sus éxitos con el hipno-tismo. Hay comedia en la persecución que un empleado de farmacia hace objeto a otro empleado de una farmacia rival ba-jo la acción del protóxido de N a tra-vés de una sala llena de concurrentes alarmados y divertidos por el incidente; hay tragedia en el fracaso de Wells con el mismo gas, la alteración de sus facul-tades mentales y muerte a mano de sí mis-

mo en una celda de prisión. Hay come-dia en la alegría de las fiestas de éter; hay tragedia en la amarga lucha que arruinó material y moralmente a Morton por el resto de sus días después de su magno descubrimiento. Hay comedia en la exclamación alada de la sobrina de Simp-son que se cree un ángel al inhalar clo-roformo; hay tragedia en la primera muer-te anestésica que esta misma droga pro-voca poco tiempo después.

Tres actos y un epílogo pueden distin-guirse en esta comedia dramática. El pri-mer acto, largo muy largo, dura miles de años. Comienza en la pre-historia, cuando el hombre, al sufrir el primer dolor, trata de suprimirlo por cualquier medio. He-chiceros y brujas primero, sacerdotes de diversas religiones después, toman a su cargo la misión de curar a los enfermos y aliviar sus dolores. El fracaso de sus mé-todos obliga al hombre a buscar métodos más positivos y comienza el auge de las hierbas soporíferas y la "poción de los condenados", dominando toda la Edad Me-dia. En poco contribuye la alquimia, cega-da por su ambición de la piedra filosofal.

Hasta que el hombre, aburrido de tan-to fracaso, comienza a buscar en las cien-cias exactas la solución a sus males y con ello cae el telón sobre el primer acto, a fines del siglo XVIII.

Se descorre el telón del segundo acto cuando Joseph Prielstley, sacerdote con espíritu de investigador científico, obser-va curioso las burbujas formadas por la fermentación de la cerveza. Llevado al laboratorio por su afán de comprender mejor a Dios a través de los fenómenos naturales, descubre sucesivamente el gas carbónico, el oxígeno y el protóxido de N.

Los descubrimientos de Priestley des-piertan gran interés por los gases, se les supone propiedades terapéuticas, y se crea la neumatología. Sólo el protóxido de N es abandonado por peligroso. Hun\phry Davy, aprendiz de cirujano, lo experimen-ta en sí mismo con la temeridad propia de su juventud, descubriendo sus cualida-des analgésicas e hilarantes. Alcanza el alto cargo de superintendente en el "Ins-tituto Neumático" de Bristol, pero se deja vencer por el escepticismo popular y, más preocupado en resguardar su prestigio que en descubrir la anestesia, abandona sus investigaciones con el gas hilarante,

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Faraday, discípulo de Davy, descubre las propiedades soporíferas del éter, pero interesado más en los fenómenos electro-magnéticos que en el estudio de gases y vapores, no se preocupa de persistir en la investigación del éter como anestésico y su obseravción cae en el vacío ,

Hery Híll Hickman lleva a cabo el primer ensayo serio de anestesia quirúr-gica. Lo realiza con éxito en animales, utilizando el protóxido de N. Pero no lo-gra conseguir una oportunidad para de-mostrar su método en el hombre. Y con su muerte prematura cae el telón sobre el segundo acto. Priestley, Davy, Faraday y Hickman, pueden ser considerados los pre-cursores de la anestesia quirúrgica.

Se descorre el telón del tercer acto con las fiestas de éter en Estados Unidos. Crawford Long descubre durante ellas las propiedades analgésicas del éter y lo uti-liza como anestésico para intervenciones quirúrgicas menores. Desgraciadamente, no divulga su descubrimiento.

Dos años después, Horacio Wells se interesa por las propiedades analgésicas del gas hilarante y lo utiliza en extraccio-nes dentarias con éxito relativo. Pero fra-casa rotundamente en su primera demos-tración y se desanima por el resto de sus días. En lugar de perseverar, perfeccio-narse en la administración del gas y es-tudiar mejor sus propiedades para asegu-rar el éxito en una segunda demostración, abandona su carrera de dentista y al fin termina en la locura y el suicidio, perse-guido siempre por el amargo recuerdo de su humillación y su fracaso.

Dos años después, William Morton, buscando un método analgésico para colo-car coronas de oro, descubre y demuestra al mundo científico la anestesia etérea, ayudado por los eficaces consejos de Char-les Jackson. Un año después, Simpson des-cubre el cloroformo..

Long, Wells, Jackson, Morton y Simp-son son los descubridores de la anestesia quirúrgica. Sobre ellos cae el telón del tercer acto.

Comienza entonces el epílogo. Cloro-formo y éter se disputan la supremacía, se informa sobre las primeras muertes anestésicas, se perfecciona la técnica de administración, se comienza a estudiar la química, fisiología y farmacología en re-lación con la anestesia, se descubren nue-vos narcóticos, se prueba nuevas vías de

administración, se diseña aparatos espe-ciales para anestesia, se perfeccionan y se abandonan por otros nuevos, se descubre las anestesias regionales y raquídeas y se perfeccionan progresivamente, nacen nue-vas técnicas anestésicas, y lenta pero se-guramente la Anestesia se afirma como especialidad médica diferenciada en una evolución general. Grandes progresos de la cirugía, especialmente torácica y ner-viosa, son posibles gracias a los progresos de la Anestesia.

El epílogo en la historia de la aneste-sia quirúrgica no ha terminado aún. Qui-zás no termine nunca. Sólo puede termi-nar con el descubrimiento de la aneste-sia ideal, perfecta, si es que ésta algún día se descubre.

Pero mientras tanto, la anestesia con-tinúa su evolución de progreso y desarro-llo a pesar de las dificultades que encuen-tra en su camino. No hubo ocurantismo sólo en el populacho que quemó la casa de Priestley. No hubo oscurantismo sólo en la fuerte corriente de opinión que im-pidió a Humphry Davy continuar sus ex-periencias con el gas hilarante en el "Ins-tituto Neumático". No hubo oscurantismo sólo en la Academia de Medicina de Pa-rís cuando negó a Hickman una oportu-nidad para ensayar la anestesia con gas hilarante en el hombre. No hubo oscuran-tismo sólo en la gente del pueblo de Jef-ferson que prohibió a Long continuar usando el éter y le amenazaron con lin-charlo si lo h?.cía. No hubo oscurantismo sólo en los exaltados que injuriaron y echaron a empujones a Wells después de su fracaso, en lugar de estimularlo a per-severar y perfeccionarse. No hubo oscu-rantismo sólo en el clero de Escocia que luchó enconadamente en contra de la anal-gesia obstétrica con cloroformo.

La incomprensión y el oscurantismo de los medios científicos hacia las dificul-tades de la anestesia y las amarguras del anestesista sujeto a continua tensión ner-viosa por la naturaleza misma de su tra-bajo, persisten hasta hoy día. Cuando su-cede un accidente a un avión con conse-cuencias fatales, nadie piensa en suprimir los aviones, sino en perfeccionar los aoa-ratos, mejorar la técnica de vuelo, estu-diar la mejor adaptación a las condicio-nes meteorológicas, en fin, tratar de apro-vechar todas las ventajas de la aviación, eliminando sus peligros e inconvenientes.

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Guando hay un desrielamiento o choque de trenes con un subido número de muer-tos, nadie piensa en volver a la carreta o las postas a caballo, sino en perfeccio-nar las medidas de seguridad para evitar esos accidentes.

La anestesia se encuentra actualmen-te en un período de transición. Se cuen-ta con un gran número de anestésicos y técnicas de posibilidades maravillosas, pe-ro muy nuevos aún para aprovechar sólo sus ventajas eliminando sus peligros e in-convenientes. Estos nuevos anestésicos y técnicas no deben suprimirse sino que perfeccionarse. No deben eliminarse por los inconvenientes que suelen revelar, si-no que deben mejorarse para obviar esos inconvenientes, aprovechando sus venta-jas. Pero para ello hace falta no la ter-quedad oscurantista del cirujano; sino su

comprensión inteligente; no la burla so-carrona del cirujano, sino su estímulo cor-dial; no la crítica acerba del cirujano, si-no su simpatía comprensiva; no el escep-ticismo sarcàstico del cirujano, sino su colaboración gentil.

La anestesia seguirá progresando como lo ha hecho hasta ahora a pesar de todas las dificultades. Pero su desarrollo puede verse grandemente facilitado si cuenta con la necesaria ayuda, protección, estí-mulo y simpatía de parte de los cirujanos, ya que con ellos trabaja el anestesista y es a ellos a quienes debe satisfacer pri-mordialmente con su trabajo. Y una com-prensión mutua de sus dificultades, una colaboración gentil entre Cirujano y Anestesista, redunda en último término en beneficio de la Cirugía, de la Aneste-sia.y del enfermo.

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Una misión piadosa • . Es difícil imaginarse el sufri-miento de la raza humana antes que el éter fuera aplicado como anestésico. Probablemente nin-guna otra contribución de la ciencia médica ha hecho tanto bien a la humanidad como esta, droga verdaderamente miseri-cordiosa.

Hace casi un siglo, el doctor E. R. Squibb perfeccionó un sis-tema para la preparación del éter. Este sistema se ha super-impuesto a la prueba del tiempo y de la aplicación clínica. Ac-t u a l m e n t e , la Casa Squibb cuenta también con un método para envasar el éter de modo que conserve indefinidamente su estabilidad y eficacia. Por esto, el éter de Squibb, no sola-mente ha gozado la confianza absoluta de la profesión médica al través de los años, sino que es también, en la actualidad, el éter más usadoen todo el mundo.

Este mismo alto grado de cali-dad y perfección distingue a todos los productos Squibb.

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