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48 Hitos de la ciudad colonial de Buenos Aires Alberto Cedeño Valdiviezo* Resumen: En este artículo se estudian aquellos hitos monu- mentales que fueron muy significativos durante la existencia de la ciudad colonial de Buenos Aires y que, desafortunadamente, desaparecieron al convertirse ésta en una ciudad ecléctica donde dominó la arquitectura franco-inglesa. Gran parte del esplendor de la antigua Buenos Aires se debió a estos hitos y su desaparición marcó la muerte de ésta, como hoy en día la desaparición de la arquitectura ecléctica señala su profunda transformación actual. Palabras clave: colonial, eclecticismo, hitos, iconografía, acuare- las y grabados. * Profesor del Departamento de Tecnología y Producción de la División de CyAD de la Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco. Abstract: This article verses on those monumental landmarks that were highly relevant during the colonial period of the city of Buenos Aires. Unfortunately, such landmarks disappeared when the city became an eclectic area where the French and English architecture reigned. The glamour of the old Buenos Aires was due to such landmarks and their disappearance also meant the city’s death, just like the eclectic architecture disappearance highlights the city’s current transformation. Keywords: colonial, eclectic, landmark, iconography, watercolor and engravings.

historia de la ciudad colonial de Bs As

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48Hitos de la ciudad colonial de Buenos AiresAlberto Cedeño Valdiviezo*

Resumen: En este artículo se estudian aquellos hitos monu-

mentales que fueron muy significativos durante la existencia de

la ciudad colonial de Buenos Aires y que, desafortunadamente,

desaparecieron al convertirse ésta en una ciudad ecléctica

donde dominó la arquitectura franco-inglesa. Gran parte del

esplendor de la antigua Buenos Aires se debió a estos hitos

y su desaparición marcó la muerte de ésta, como hoy en día

la desaparición de la arquitectura ecléctica señala su profunda

transformación actual.

Palabras clave: colonial, eclecticismo, hitos, iconografía, acuare-

las y grabados.

* Profesor del Departamento de Tecnología y Producción de la

División de CyAD de la Universidad Autónoma Metropolitana-

Xochimilco.

Abstract: This article verses on those monumental landmarks

that were highly relevant during the colonial period of the city

of Buenos Aires. Unfortunately, such landmarks disappeared

when the city became an eclectic area where the French and

English architecture reigned. The glamour of the old Buenos

Aires was due to such landmarks and their disappearance

also meant the city’s death, just like the eclectic architecture

disappearance highlights the city’s current transformation.

Keywords: colonial, eclectic, landmark, iconography, watercolor

and engravings.

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Introducción

En un artículo presentado en el número anterior de este Anuario, titulado “Planos y grabados de la Bue-nos Aires española”, se expuso, desde un punto de vista cartográfico, el desarrollo de la ciudad colonial de Buenos Aires, es decir de la ciudad española hasta finales del siglo xix, cuando políticas gubernamentales deciden transformarla en una ciudad ecléctica, que hoy, desafortunadamente, también se encuentra en proceso de desaparición. La limitación en la extensión para publicar un artículo de este tipo, nos obligó a que esta segunda parte, que se refiere a aquellos mo-numentos-hitos de la ciudad colonial, fuese tratada de manera separada. Estos hitos monumentales, hoy desaparecidos en su mayoría, pero cuyas imágenes se han conservado a través de grabados y acuarelas, nos permiten darnos cuenta cómo fue aquella ciudad colonial, no tan diferente del resto de las ciudades americanas de origen español, la cual fue gradual-mente destruida durante el siglo xix, obedeciendo a los estándares estéticos de la época, que establecían como moda su sustitución por arquitecturas francesas e inglesas. Esta renovación de Buenos Aires coincidió con el arribo de millones de inmigrantes de origen europeo, que finalmente terminaron por destruir la identidad colonial del pueblo argentino, sólo conser-vada en parte por algunas ciudades del norte de este país. Un sentimiento de nostalgia al mirar las acuare-las y grabados de esta época despertó nuestro interés en esta investigación, que finalmente nos permitió descubrir cosas muy interesantes y poco conocidas sobre esta ciudad sudamericana.

El Fuerte

En las primeras imágenes de la ciudad, siempre des-taca la presencia del fuerte o Real Fortaleza de San Juan Baltasar de Austria, como en Veracruz siempre resaltó la presencia del Castillo de San Juan de Ulúa. Funcionaba como ilusión de defensa, por su mani-fiesta precariedad.1 Sufrió muchas modificaciones, reformas y añadidos a su estructura desde el primer

asiento en la época de Juan de Garay (fundador), es-pacio “que estaba delimitado apenas por un corral de palo a pique”,2 destinado a defender a la población del ataque de fuerzas navales y desembarcos de tipo filibustero. No se previó ninguna muralla perimetral para el asentamiento original, ya que no se espera-ba que los indígenas dispusieran de fuerza ofensiva suficiente ni siquiera para atreverse a amenazar el poblado; además, era demasiado extenso y disper-so el asentamiento de la población semi rural que rodeaba a la ciudad, por lo que el sistema de defensa residía en fuertes y puestos de guardia fortificados, situados en lugares cuidadosamente elegidos. A partir de 1595, este lugar contó con un murallón de tierra apisonada y base de tosca fragmentada. La muralla se completaba con un foso y el recinto quedaba unido a la Plaza Mayor mediante un puente levadizo. Se agre-garon bastiones y algunos cañones de bronce, para proteger a la población de los piratas que de vez en cuando merodeaban por el río. Por fortuna nunca fue necesario resguardar a la población, que en el siglo xviii era tan grande que no hubiera sido posible con-centrarla en el Fuerte.3 Su planta definitiva de febrero de 1720 sigue los planos de José Bermúdez de Castro, ingeniero militar graduado en la Academia de Fortificaciones de Flandes, y del cual ya hemos hecho referencia con relación a sus trazados de la ciudad.4 En 1803, al interior de la fortaleza se hicieron múltiples construcciones, agregados y modificaciones, pues sus funciones eran más administrativas y resi-denciales que militares.5 Numerosos hechos históricos sucedieron y muchos personajes desfilaron por él:

“Fue, en una palabra, como el libro en piedra, como

1 Sonia Berjman, La plaza española en Buenos Aires

1580/1880, Kliczkowski Publisher, Argentina, 2001, p. 41.

2 Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar, Buenos Aires.

Obras monumentales, Zurbarán Ediciones, Buenos Aires, 1997,

p. 21.

3 Horacio A Difrieri, Atlas de Buenos Aires, tomo II Mapas y

planos, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Secretaría

de Cultura, Buenos Aires, julio de 1981, pp. 81-82.

4 Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar, op. cit.

5 Horacio A. Difrieri, op. cit.

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el acta inamovible y vertical de nuestra historia”.6 Frente al fuerte se encontraba la plazoleta, que luego se denominó Plaza 25 de Mayo. En el lugar donde hoy se alza la escultura del general Manuel Belgrano, se alzaba el patíbulo para ejecución de los crimina-les. “Una total obscuridad reinaba en el Hueco de las Ánimas en Reconquista y Rivadavia” (hoy Banco de la Nación Argentina).7

Este primer hito se comenzó a demoler en 1855, cuando inició la construcción de la Aduana Nueva en la actual Plaza Colón,8 hasta que gradualmente des-apareció. Quedó en pie sólo el pórtico central y uno de los edificios interiores, rezagos que dieron origen a la actual Casa de Gobierno9 y, pese a su demolición parcial en 1855, continuó funcionando como Casa del Gobierno Nacional. En 1867 hubo dos grandes incendios con sólo un mes y medio de diferencia. Un año después, Domingo Faustino Sarmiento decide pintarla de color rosa, así como la construcción de una sede para el correo en el lugar que quedó libre por la demolición en el ala sur del fuerte. Julio Argentino Roca, presidente desde 1880, sustituye la Casa de Gobierno por un nuevo edificio diseñado por

el sueco Enrique Aberg, que significó la demolición definitiva del fuerte. En 1884 se asigna al italiano Francisco Tamburini la unificación de ambos pala-cios: el de Correos y el del sueco Aberg, trabajo que le llevó varios años, terminado finalmente por Juan Antonio Buschiazzo e inaugurado por el general Roca el 26 de octubre de 1898, después del fallecimiento de Tamburini en 1890. El Presidente Agustín P. Justo autorizó la demolición del costado sur en 1938, pero la reacción de la opinión pública detuvo la destruc-ción y se reconstruyó un año después. En 1942 fue declarada Monumento Histórico Nacional.10

En cuanto a la iconografía del fuerte, una de las primeras y más fieles representaciones es la Aguada desde el río de Fernando Brambila de 1794. Otra imagen interesante es la de Vidal (6 de septiembre

6 Arturo Berenguer Carisomo, Cuando Buenos Aires era Colonia,

Editorial Aguilar Buenos Aires, Buenos Aires, 1980, pp. 62-64.

7 Horacio A. Difrieri, op. cit.

8 Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar, op. cit.

9 Horacio A. Difrieri, op. cit.

10 Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar, op. cit., pp. 21-27.

Figura 1. Fuerte y bandera del Congreso de Tucumán. Fuente: Bonifacio Del Carril y Aníbal Aguirre

Saravia, Iconografía de Buenos Aires: la ciudad de Garay hasta 1852, Municipalidad de la Ciudad de

Buenos Aires, 1982, p. 149.

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de 1816), producida en un momento importante para la nación, ya que acababa de declararse la independencia el 9 de julio de ese mismo año. En ella aparece la bandera adoptada por el Congreso de Tucumán (Figura 1). Pellegrini lo representó desde el otro lado, es decir, desde la plazoleta de su nombre. Esta acuarela permite ver detalladamente los edificios contenidos en las murallas.11

La Plaza de Mayo

A la Cédula de Felipe II se debe la normatividad que establece cómo se deben desarrollar las ciudades a partir de una plaza central, que en Buenos Aires se llamó Plaza Mayor, y que desde su fundación fue sede del poder civil y religioso, además de tener una importante actividad comercial.12 A este espacio, ya insinuado durante la fundación de la ciudad por Pedro de Mendoza y exactamente ubicada con Juan de Garay, se le dieron más nombres durante esos siglos hasta el definitivo de Plaza de Mayo. La delimitaban el Cabildo al oeste, el fuerte al este, la Catedral al norte y la Recova de San Carlos al sur, con un imitado aspecto de tradicional ciudad castellana. Según Berenguer:

“Nada le faltaba; tenía gracia y solera”;13 constituyó el ámbito más multifacético y a la vez contradictorio de la ciudad. Fue sede de justicia, de religión, de admi-nistración y de milicia como sucedía en las plazas mayores americanas.14 La Plaza Mayor quedó dividida en dos plazas: la del Mercado y la de la Victoria, con la construcción de la recova. La plaza de la Victo-ria (llamada así después de vencer a los ingleses), estaba flanqueada al oeste por el Cabildo, al este por la Recova Vieja, al norte por la Catedral y al sur por la Recova Nueva, que se comenzó a construir alrededor de 1820. El 25 de mayo de 1811 se instaló el primer monumento con el que contó la ciudad, la Pirámide de Mayo: un obelisco de estilo romano, emplazado sobre un zócalo con dos gradas y un pedestal con cuatro ángulos entrantes y una cornisa. En 1857 se elevó su altura a 18 metros y en 1912 se procedió a trasladarla a su actual emplazamiento,15 a unos metros del anterior.

La Recova Vieja

Fue el edificio porteño del comercio por excelencia. Existía desde 1803 y se ubicaba en el lugar que hoy ocupa la Pirámide de Mayo, dividiendo la Plaza Mayor en dos.16 Era un edificio de estilo morisco, formado por dos alas de doce arcos cada una, unidas por un gran arco central, levantado en 1804.17 Servía la inferior para pequeños comercios y la superior para dependencias y casa-habitación de los propietarios de los comercios. Se convirtió en lonja y mercado, donde lo mismo se compraba al por menor que al por ma-yor, además de servir como refugio de los aguaceros y del sol de mediodía, por tanto era el punto de re-unión de vendedores ambulantes del vecindario.18 La aguada de Pellegrini de 1829 (Figura 2) nos permite valorar en amplitud esta magnífica obra, además nos permite apreciar la pirámide y en el extremo derecho la casa de la familia Escalada, suegros del general San Martín, el Libertador de América.

Complementa esta vista, la acuarela de Jean Claude (Figura 3) realizada desde un ángulo contrario. Es imponente la presencia de este monumento, así como la manera de crear una plaza cerrada, muy al estilo español, dando nuevamente a este espacio la jerarquía e importancia que ya tenía. En la aguada de Pellegrini se aprecia también la Recova Nueva, que da continuidad al espacio creado por la Recova Vieja. En la de Jean Claude, detrás de la pirámide aparece el Café del Coliseo, hoy Banco de la Nación, que también contribuye con la recova en dar continuidad a los arcos.

11 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, Iconografía de

Buenos Aires: la ciudad de Garay hasta 1852, Municipalidad

de la Ciudad de Buenos Aires,1982, pp. 148-153.

12 Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar, op. cit., p. 218.

13 Arturo Berenguer Carisomo, op. cit., p. 65.

14 Sonia Berjman, op. cit., p. 41.

15 Ibíd., pp. 79-80.

16 Daniel Balmaceda, Espadas y corazones: pequeñas delicias de

héroes y villanos, Marea, Buenos Aires, 2004, p. 163.

17 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., pp. 154-

156.

18 Ibíd., p. 163 y Daniel Balmaceda, op. cit. p. 163.

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Otra acuarela de Pellegrini de 1829 (Figura 4) resulta particularmente impactante, ya que mues-tra de una manera más realista a aquella ciudad a través de la calle Reconquista (actual Defensa y posiblemente la calle más importante en ese mo-mento). Es notoria la profundidad de esta avenida en la cual sobresale la iglesia de San Francisco, la parte construida de la Recova Nueva, la casa de la familia Escalada y desde luego, el gran arco de la Recova Vieja, que muestra y demuestra que no se trataba de una construcción simple.19 Otra litografía de Pellegri-ni de 1830, muestra la misma plaza de la Victoria teniendo al frente la Recova, la Recova Nueva ya

19 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., pp. 163-

168.

20 Ibíd., p. 166.

terminada y las torres de San Francisco sobre esta última.20

Es hermosa la unión plástica de la plaza que se logró con la construcción de la Recova Nueva que, uniéndose a la vieja, logra cerrar el espacio de la Plaza Mayor. A pesar de esto, el gobierno de Juan Manuel de Rosas decidió vender este inmueble el 27 de octubre de 1835; buscaba desentenderse del mantenimiento, abandonar el negocio tan poco ren-

Figura 2. Aguada de Pellegrini.

Fuente: Del Carril y Aguirre, op. cit., p. 162.

Figura 3. Acuarela de Jean Claude.

Fuente: Del Carril y Aguirre, op. cit., p. 163.

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Figura 4. Acuarela de Pellegrini, 1829.

Fuente: Del Carril y Aguirre, op. cit., p. 164.

Figura 5. La Recova nueva y el mercado según

Vidal. Fuente: Del Carril y Aguirre, op. cit., p. 154.

table y buscar oxígeno monetario. Lo adquirió Nicolás Anchorena en 240 000 pesos argentinos. En 1857, Sarmiento abogaba porque se mantuviera como galería turística y no comercial, que se expulsara a los vendedores y se dejara libre el inmueble. Sin embar-go, el primer intendente de la capital federal, Torcuato de Alvear, en su afán de darle digna cabecera a la futura Avenida de Mayo y tener una ciudad parecida a las capitales europeas, decidió demolerla en mil ochocientos ochenta y tantos, a pesar de la resis-tencia de los inquilinos y de la viuda de Anchorena, propietaria del inmueble. Finalmente la municipalidad le pagó la suma de 22 millones de pesos argentinos...

“no fueron pocos quienes consideraron tal demolición casi, y sin casi, como un sacrilegio”.21

El mercado

Fue la función principal de la primitiva Plaza Mayor.22

Debido a la construcción de la Recova Vieja en 1803, ocupó el espacio abierto entre el Cabildo y el Fuerte; de aquí hacia el río se instalaban los puestos del merca-do donde se vendían frutas, verduras, pescados, pollos

21 Arturo Berenguer Carisomo, op. cit., p. 166.

22 Sonia Berjman, op. cit., p. 87.

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y demás mercaderías para el abasto de la ciudad.23 En 1811 se trasladó a la Ranchería (actual esquina de Alsi-na y Perú) y, en 1822, se contó con el primer edificio expresamente construido para este fin, conocido como Mercado del Centro, al mismo tiempo que se constru-yó la Recova Nueva.24 Es notoria la reproducción de Vidal en la cual se observa dicho espacio, además de la Torre de San Ignacio y el Piquete de San Martín, la primera construcción jesuita de la ciudad25 (Figura 5).

El Cabildo

Otra construcción de la época y de gran valor que servía igualmente para darle forma a la Plaza Mayor era el Cabildo que, como todos los edificios similares de América, correspondía a la sala de justicia, a la intendencia, a la policía y a la cárcel, todo al mismo tiempo. Su construcción data del siglo xviii; se estima que se inició en 1711 y se concluyó hasta 1763, fecha en que se le adosa el reloj tan característico. Así se mantuvo hasta que Torcuato de Alvear le amputó el costado norte para dar paso a la Avenida de Mayo.26 La galería del pasillo fue bautizada como

“el Callejón de Ibáñez” en referencia a un peligroso y estrecho camino que era necesario recorrer para llegar a la estancia de don Pascual Ibáñez y a que

esa recova del Cabildo era transitada por “peligrosos” abogados.27

La primera y única vista completa del Cabildo en la época colonial se debe a Brambila, en 1794, antes de la construcción de la Recova Vieja (Figura 6), donde se observa la imagen de la Catedral de perfil sin las torres ni fachada demolidas en 1778 y, un poco más al centro, el Piquete de San Martín. El primero en hacer una vista directa del Cabildo fue Vidal, en 1817, desde el gran arco de la Recova. Pellegrini fue el primero en dibujarlo desde la Plaza de la Victoria en 1829 (Figura 7). En ella se muestra la construcción ya ocupada por la policía; se ven también la pirámide y la vereda ancha de la Plaza de la Victoria antes de la construcción de la Recova Nueva. Quince años más tarde, Albérico Isola dibujó y litografió nuevamente el Cabildo: no aparece la pirámide pero sí la Recova Nueva totalmente edificada, además de la cúpula de San Ignacio al fondo.28

Figura 6. El Cabildo colonial según Brambila. Fuente: Del Carril y Aguirre, op. cit., p. 157.

23 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., p. 154-156.

24 Sonia Berjman, op. cit.

25 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit.

26 Arturo Berenguer Carisomo, op. cit., p. 70.

27 Daniel Balmaceda, op. cit., p. 38.

28 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., p. 157-160.

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29 Arturo Berenguer Carisomo, op. cit., pp. 68-69 y Bonifacio del

Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., pp. 167-170.

Figura 7. El Cabildo desde la Plaza de la Victoria,

según Pellegrini. Fuente: Del Carril y Aguirre, op.

cit., p. 160.

Figura 8. La Catedral en 1752. Fuente: Del

Carril y Aguirre, op. cit., p. 167.

La Catedral

Respecto a la Catedral, debemos mencionar que tuvo muchas versiones: se erigió en 1584 y se demolió en 1591 para mejorar los materiales; se reedificó en 1603 y se desmoronó en 1616; dos años después se inaguró con gran pompa, pero el 23 de mayo de 1752 se derrumbó parte del templo anterior, salván-dose la fachada y las torres (Figura 8). Poco después, se encargó la construcción de la nueva catedral al arquitecto italiano Antonio Massella, tratando de que se respetarán la fachada y torres de la construcción

anterior; sin embargo, y luego de largas discusiones en 1778, el virrey Cevallos autorizó su demolición para hacerlas en el estilo en que se había construi-do el resto de la iglesia, es decir el neoclásico. Se inauguró en 1791. No obstante, pasaron muchos años en los que la nueva catedral permaneció sin fachada y con las bases de las torres demolidas.29 El estilo neoclásico de la nueva catedral vino a romper la unidad de estilo del resto de la plaza española. Yo

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diría que fue el presagio de las futuras demoliciones y de la transformación formal y funcional de dicha plaza, el cambio de la ciudad española a la ciudad francesa.

Pellegrini, en 1829, pintó y, en 1830, dibujó y li-tografió la nueva catedral, agregando capiteles y bases inexistentes30 (Figura 9). Albérico Isola la reprodujo para el Álbum argentino en 1845, en el cual apa-rece sin la decoración correspondiente, con ladrillos salientes para recibir esta decoración y con una reja al estilo del Palais Bourbon de París.31 Pellegrini dibujó la Plaza de la Victoria desde la calle San Martín, a un costado de la catedral, en 1832. Se ven el Cabildo, el edificio contiguo de la policía, la torre de San Ignacio y gran parte de la Recova Nueva.32

La Alameda

La ribera está formada por una abrupta barranca hacia el río, muy inundable e intransitable en época de lluvias; y que hacía las veces de un gigantesco lavadero público.33 Nacida en 1757 por encargo del gobernador Cevallos y más bien como sauce-dal; posteriormente se encargó al ingeniero militar Juan Howel la construcción de un paseo, obra que fue continuada por el gobernador Bucareli y Ursúa

30 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., p. 171.

31 Id.

32 Ibíd., p. 172.

33 Leticia Maronese El subsuelo y la ribera. Imágenes del

recuerdo reflejadas en el presente, Secretaría de Cultura del

Gobierno de Buenos Aires, Comisión para la Preservación del

Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires,

2004, p. 11.

34 Sonia Berjman, op. cit. pp. 56-58, 92,140-141.

en 1767 y finalmente por el virrey Vértiz, quien le dio un gran impulso. Las causas para su realización fueron el ornato y la dificultad de transitar por esa zona pantanosa y anegable del río, la necesidad de recuperar una relación de la ciudad con el mismo río, así como la urgencia de un murallón de contención y de un desembarcadero. Poco a poco se convirtió en el paseo obligado de la aristocracia bonaerense durante el verano, a pesar de que durante el régi-men de Rosas el eje político del gobierno federal se trasladó a Palermo; con su caída y la instalación de la Municipalidad se acentuó el abandono.34 En 1804, siendo virrey Sobremonte, se plantaron sauces y naranjos, se emplazaron 20 faroles con velas de sebo y se instalaron algunos bancos. Bajo el gobierno de Rosas se construyó el muro de contención de cinco

Figura 9. La Catedral en la versión de Pellegrini. Fuente: Del Carril y Aguirre,

op. cit., p. 169.

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Figura 10. El paseo de Julio. Fuente: Del Carril y Aguirre, op. cit., p. 146.

metros y se le nombró Paseo de Julio (Figura 10). El 31 de diciembre de 1872 se inauguró en este lugar la Estación Central, una construcción de madera y chapa galvanizada traída en partes desde Inglaterra, que fue destruida por un incendio el 14 de febrero de 1897. Finalmente nacen los jardines centrales del Paseo de Julio, bulevar ya sin vinculación con el río.35

El teatro

El carácter urbano de una ciudad se definía por el hecho de tener teatro, por lo que Buenos Aires ya contaba con uno desde finales del siglo xviii, levanta-do por el virrey Vértiz y conocido como Teatro de la Ranchería; se ubicaba en el patio del Colegio de los Jesuitas. Destruido en 1792 por un incendio, dio paso a la construcción del Gran Coliseo en los primeros años del siglo xix, obra de Antonio López de Aguado que se emplazó en el solar conocido como Hueco de las Ánimas, en las actuales calles Reconquista y Rivadavia, junto a la Plaza de Mayo. Las obras fueron interrumpidas por las invasiones inglesas y por el inicio de la Guerra de Independencia, hasta que en 1832, un incendio le dio el golpe de gracia. Veinte años más tarde fue remodelado. Después se iniciaron

los trámites para la construcción de uno nuevo que se llamaría Teatro Cristóbal Colón, construido por el ingeniero Carlos E. Pellegrini con todos los adelantos de la época e inaugurado el 25 de abril de 1857. Éste se ubicaba entre Reconquista y Rivadavia, junto a la Plaza de Mayo y colindaba con uno de los extremos de la Recova Vieja. Dicho edificio se volvió inoperante por pequeño y cerró sus puertas definitivamente el 13 de septiembre de 1888, siendo modificado en su interior para adaptarlo a nuevos usos, hasta que en 1940 fue reemplazado por la actual Casa Central del Banco de la Nación Argentina. El 25 de mayo de 1890 se colocó la primera piedra del actual Teatro Colón, del arquitecto italiano Francisco Tamburini. La inauguración fue el 25 de mayo de 1908,36 por lo que en el año 2008 cumplió 100 años.

El Retiro

El lugar ocupado actualmente por la Plaza San Martín se encontraba en las afueras de la ciudad, donde el gobernador Agustín de Robles, a finales del siglo xvii,

35 Leticia Maronese, op. cit., pp. 11, 18-19.

36 Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar, op. cit., pp. 62-69.

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hizo construir una magnífica casa de campo que llamó El Retiro, un palacio para la época. Al pasar el tiempo, ésta se convirtió en depósito de esclavos negros que introducía la Compañía Inglesa de los Mares del Sur, al amparo del tratado de Utrecht. Durante el siglo xviii, al filo de la barranca y siempre sobre la calle de Arenales, donde se encontraba la casa de campo, se hicieron las primeras construc-ciones en batería, así como el Cuartel del Retiro. Del lado opuesto de la plaza, en las actuales calles de Maipú y M. T. Alvear, a principios del siglo xix se erigió la nueva plaza de toros. Fue escenario de uno de los combates más cruentos de la segunda invasión inglesa de 1807 y posteriormente lo utilizó el general San Martín para formar y adiestrar el regimiento de granaderos a caballo. Los soldados se alojaban en el cuartel y los caballos en la plaza de toros (Figura 11). El espacio entre ambas construcciones se ocupaba para los ejercicios ecuestres. Una vista de Vidal, de 1818, desde la azotea de esta casa, muestra Buenos Aires desde el norte; en ella se aprecia la plaza de toros en primer lugar y, abajo a la izquierda, el cuartel de El Retiro.37 En 1862, se inauguró el monumento al Libertador y 14 años después la plaza recibió su nom-bre. Mucho antes era uno de los paseos predilectos de la sociedad porteña: el paseo aristocrático, donde las señoras asistían a escuchar a las bandas militares

y a presenciar carreras de caballos; en verano, un sitio ideal para refrescarse con la brisa del río. Durante el gobierno de Sarmiento se convirtió en parque. En tor-no a la plaza se ubicó el pabellón que representó a la república argentina en la Exposición Universal de París de 1889, que luego fue sede del Museo Nacional de Bellas Artes. También en torno a ella se construyeron suntuosas residencias-palacios.38

Los cuarteles se comenzaron a construir en 1772, en lo que en 1807 se llamaría Campo de la Gloria y en 1810 Plaza de Marte; fueron remodelados en 1819 con los materiales provenientes de la plaza de toros. En diciembre de 1864 se produjo una explosión que destruyó una parte importante del frente. Al parecer se reconstruyeron y, en 1883, se les agregó un piso, a través de una torre almenada y modificaciones en el pórtico principal, hasta que en 1891 son demolidos definitivamente; los sustituyeron el Pabellón Argentino, construcción creada para la Exposición de París de 1889, con motivo de los 100 años de su revolución, y que posteriormente fue trasladada a ese lugar. Sirvió de sede de conciertos y de exposiciones: una con mo-tivo de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo de 1910 y, durante los siguientes veinte años, fue Museo Nacional de Bellas Artes. En la década de los treinta fue desarmado y arrumbadas sus partes en un depósito municipal.39

Mencionamos el papel importante que tuvo la plaza de toros y las consecuentes corridas. Las primeras se llevaron a cabo de manera rudimentaria en la Plaza Mayor, hoy Plaza de Mayo. La primera plaza se levantó en la manzana formada por las actuales calles de Belgrano, Bernardo de Irigoyen, Moreno y Lima, cerca de la Iglesia de Montserrat,40 en 1790.41 La plaza definitiva se inauguró el 14

37 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., p. 220.

38 Ramón Gutiérrez e Ignacio Gutiérrez Zaldívar, op. cit., pp. 116-

117.

39 Josefina del Solar, “Retiro. Apuntes sobre la historia de Buenos

Aires”, en La Gaceta del Retiro, Buenos Aires, 1999, pp. 43,

55-56 y Sonia Berjman, op. cit., p. 174.

40 Josefina del Solar, op. cit., p. 18.

41 Sonia Berjman, op. cit., p. 64.

Figura 11. La Plaza de Toros del Retiro, hoy Plaza San Martín en un

dibujo de 1800 de Emeric Essex Vidal. Fuente: Sonia Berjman, La

plaza española en Buenos Aires 1580/1880, Kliczkowski Publisher,

Argentina, 2001, p. 71.

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de octubre de 1801: un importante edificio de forma octogonal hecho de ladrillos, en el lugar que actualmente ocupa la Torre de los Ingleses y que tenía capacidad para alojar entre 10 000 y 12 000 espectadores de todas las clases sociales (incluyen-do esclavos). Asistían hasta las damas de la época que no gustaban del ruedo de Montserrat. El día de la inauguración se lidiaron 14 toros, luciendo el picador El Ñato (muerto en la jornada) y el matador Pedro Padilla. La fiesta brava comenzó a decaer y nunca recobró su prestigio de antaño, entre otras cosas por la influencia de la Sociedad Protectora de Animales.42 El 4 de enero de 1822 se prohibie-ron las corridas de toros, con lo que se procedió a demoler la plaza.43 Es curioso el comentario de la autora argentina actual, Josefina del Solar, quien agrega que un espectáculo de esta naturaleza

“resulta chocante para las ideas y gustos actuales, pero en aquel momento las corridas significaron una verdadera atracción para los habitantes de la tranquila ciudad colonial en la que no abundaban precisamente las diversiones”. Esto nos muestra la mentalidad actual del bonaerense, tan alejada de aquel habitante colonial más cercano a las costumbres españolas, como sucedía en las principales ciudades españolas americanas.

Otros hitos

Los mataderos eran los lugares donde se sacrificaba al ganado para el consumo de la población. Hacia 1814, existían tres: el de Recoleta en el norte, el de Miserere en el oeste y el de Santo Domingo en el sudoeste.44 Desde que Pedro de Mendoza trajo las primeras reses y los primeros caballos, éstos prolife-raron de manera extraordinaria. Primero prosperó la industria del cuero para uso casero o para expor-tación, en la que sólo se aprovechaba lo mejor de la res y el resto se dejaba a los perros salvajes. Esto se definió a tal grado que en 1775 se legisló al respecto. Más adelante se fomentó la salazón de carnes,45 es decir, la producción de carne para exportar junto con el sebo, la grasa, los cuernos

y hasta los huesos. Se llamaba saladeros a los lugares donde se efectuaba para distinguirlos de los mataderos, destinados a matar animales para el consumo local.46

El ferrocarril se convirtió en un factor muy importante de desarrollo y de transformación de la ciudad española a la nueva ciudad francesa. Desde la fundación del Ferrocarril del Oeste, en 1857, éste se convirtió en una de las empresas privadas argen-tinas con mayor crecimiento. En 1880 se inauguró una etapa diferente que involucraba capital externo, principalmente inglés, y se extendió la producción a grandes regiones como la Pampa húmeda.47 Un plano de 1870 de F. L. Rickard muestra la red de ferrocarriles, sus accesos y sus estaciones en negro y la red de tramways (semejante a una cruz gamada) en rojo. Un mapa del Departamento Topográfico de la Provincia de Buenos Aires de 1887, muestra la red de la situación ferroviaria en la década de los noventa que prueba el vasto desarrollo del hinterland, sin el cual Buenos Aires no habría sido la capital pampeana, y sería ilusorio el papel de La Plata como centro de poder económico y político; también el puerto, aún rudimentario, como llave de la red ferroviaria.

Las iglesias fueron, en un principio, bastante humildes y hasta el siglo xvii no pasaban de siete. Es durante el siglo xviii cuando se produce un boom religioso que triplicó el número de los templos y fomentó la construcción de conventos, algunos de los cuales se instalaron a las orillas de la ciudad, origi-nando los actuales barrios. Frente a estos templos surgieron plazuelas que se fundieron con los atrios, y

42 Arturo Berenguer Carisomo, op. cit., pp. 139-140 y Josefina del

Solar, op. cit., p. 18.

43 Sonia Berjman, op. cit., p. 89.

44 Bonifacio del Carril e Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., pp. 210-

212.

45 Arturo Berenguer Carisomo, op. cit., p. 156.

46 Bonifacio del Carril y Aníbal Aguirre Saravia, op. cit., pp. 215-

218.

47 Mario Rapoport, Historia económica, política y social de la Ar-

gentina (1880-2003), Emecé Editores, Buenos Aires, , 2007,

pp. 47-48.

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60en las cuales se presentaban diferentes espectáculos. Sobresalieron la Plazuela de San Francisco de 1639 y la Plaza Chica de Santo Domingo del siglo xviii, ubi-cada a una cuadra de la Basílica de Santo Domingo, construida entre 1751 y 1779.

Conclusiones

Desde la fundación de Buenos Aires por Juan de Ga-ray en 1580, ésta se configura como una clásica ciu-dad colonial española, que fue consolidándose como tal en la medida en que se construyeron determinados edificios públicos que le dieron fisonomía y personali-dad. Referirnos a ésta nos obliga a mirar las imágenes que se conservan de estas construcciones, verdaderos hitos de esta época de la ciudad.

A partir de 1880, y con la asunción al poder del presidente Roca, la ciudad de Buenos Aires se conver-

tiría gradualmente en la capital de la nación argentina, hecho justificado principalmente por ser el puerto más importante y por una intensa actividad económica, que se incrementaría notablemente en los siguientes años. A partir de esa época se tomarán importantes decisiones que terminaron por modificar el rostro de la ciudad, pero sobre todo el de la gente que iba a representar a esta nación: el nuevo argentino. En este contexto fueron determinantes decisiones como la de traer trabajadores europeos que ayudaran al nuevo proyecto de nación agroexportadora que en 1869 era tan sólo de 1 737 026 habitantes, mientras que para1930 ya sumaban 3 397 651 inmigrantes, es decir, más del doble. Fueron tanto la transformación de esta ciudad española, como la brutal inmigra-ción, lo que culturalmente sepultó toda esta cultura semiurbana y rural que caracterizaba a Buenos Aires y sus alrededores.48

48 Mario Rapoport, Historia económica, política y social de la

Argentina (1880-2003), Emecé Editores, Buenos Aires, 2007.

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Bibliografía

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Referencias electrónicas

es.wikipedia.org/wiki/Juan_José_de_Vértiz_y_Salcedo.