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Chiapas 2 Enrique Rajchenberg S. y Catherine Héau- Lambert Historia y simbolismo en el movimiento zapatista Foto: Presentación Ana Esther Ceceña, Universalidad de la lucha zapatista. Algunas hipótesis Rubén Jiménez Ricárdez, La guerra de enero Enrique Rajchenberg S. y Catherine Héau Lambert, Historia y simbolismo en el movimiento zapatista Enrique Semo, El EZLN y la transición a la democracia Susan Street, La palabra verdadera del zapatismo chiapaneco José Blanco Gil, José Alberto Rivera y Oliva López, Chiapas: la emergencia sanitaria permanente PARA EL ARCHIVO Servicios del Pueblo Mixe, A. C., La autonomía: una forma concreta de ejercicio del derecho a la libre determinación y sus alcances Acuerdos sobre x Menos discursivo que el texto o la palabra, el entorno visual tiene su propia importancia: puede hacer permanecer duraderamente un recuerdo histórico, puede permear incluso al hombre común y corriente, pasivo o indiferente. [1] 1. Historia e imaginario colectivo Marcos sorprendió a todos cuando hizo su aparición a caballo, el pecho cruzado de cananas. Para los mexicanos, no sólo fue sorpresa, sino despertar y rescate de una memoria colectiva arrinconada, entumecida por el neoliberalismo, a punto de caer en el olvido. La imagen de Marcos evocó inmediatamente otra imagen lejana: la de Emiliano Zapata a caballo, vestido de charro, ancho sombrero y el pecho cruzado de cananas: foto inolvidable que sirvió de modelo a los cineastas mexicanos, pasó a ser el arquetipo del buen revolucionario. De la identidad individual de Marcos, oculta tras el pasamontañas, sólo quedaba la identidad simbólica de un héroe guerrillero agrarista. Esta reaparición sorpresiva de un pasado remoto fue más elocuente que todos los discursos. Resurgía la figura emblemática del defensor del pueblo campesino que murió por sus ideales. La historia mexicana es una larga cadena de remembranzas de héroes populares: Marcos remite al general Zapata quien a su vez remitía a la rebelión victoriosa del general Morelos que hundía sus raíces en la memoria bíblica. Tiempos reales sobre fondo de tiempos míticos. Un eterno caminar hacia la liberación. Según los testimonios que nos han dejado las canciones populares durante la revolución (los "corridos"), la figura de Zapata se fue transformando y creciendo a lo largo de su lucha y después de su muerte adquirió una dimensión propia en el imaginario popular. La necesidad de una legitimación histórica para la movilización de fuerzas zapatistas en 1911, hizo de Zapata primero el heredero natural de Hidalgo, de Morelos y de Juárez, luego de Cuauhtémoc y de la raza indígena, para finalmente, a la hora de su muerte proporcionarle una ascendencia mítico-religiosa asociada a los máximos libertadores de pueblos, es decir, a Moisés y a Jesús. [2] Como heredero de Hidalgo y de Morelos, Zapata representa la liberación del mexicano frente a los españoles, frente a los dueños de la tierra. La memoria de las guerras victoriosas de la independencia permite presagiar igual destino al movimiento zapatista. Se habrán de recuperar para el

Historia y Simbolismo en El Movimiento Zapatista

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Texto da Revista Chiapas número 2

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    Chiapas

    2Enrique Rajchenberg S. y Catherine Hau-Lambert Historia y simbolismo en el movimientozapatista

    Foto:

    Presentacin

    AnaEstherCecea,Universalidaddelaluchazapatista.Algunashiptesis

    RubnJimnezRicrdez,Laguerradeenero

    EnriqueRajchenbergS.yCatherineHauLambert,Historiaysimbolismoenelmovimientozapatista

    EnriqueSemo,ElEZLNylatransicinalademocracia

    SusanStreet,Lapalabraverdaderadelzapatismochiapaneco

    JosBlancoGil,JosAlbertoRiverayOlivaLpez,Chiapas:laemergenciasanitariapermanente

    PARAELARCHIVO

    ServiciosdelPuebloMixe,A.C.,Laautonoma:unaformaconcretadeejerciciodelderechoalalibredeterminacinysusalcances

    Acuerdossobre

    xMenos discursivo que el texto o la palabra, el entorno

    visual tiene su propia importancia: puede hacer permanecer duraderamente un recuerdo histrico,

    puede permear incluso al hombre comn y corriente, pasivo o indiferente.[1]

    1. Historia e imaginario colectivo

    Marcos sorprendi a todos cuando hizo su aparicin a caballo, el pechocruzado de cananas. Para los mexicanos, no slo fue sorpresa, sinodespertar y rescate de una memoria colectiva arrinconada, entumecida porel neoliberalismo, a punto de caer en el olvido. La imagen de Marcos evocinmediatamente otra imagen lejana: la de Emiliano Zapata a caballo, vestidode charro, ancho sombrero y el pecho cruzado de cananas: foto inolvidableque sirvi de modelo a los cineastas mexicanos, pas a ser el arquetipo delbuen revolucionario. De la identidad individual de Marcos, oculta tras elpasamontaas, slo quedaba la identidad simblica de un hroe guerrilleroagrarista. Esta reaparicin sorpresiva de un pasado remoto fue mselocuente que todos los discursos. Resurga la figura emblemtica deldefensor del pueblo campesino que muri por sus ideales.

    La historia mexicana es una larga cadena de remembranzas de hroespopulares: Marcos remite al general Zapata quien a su vez remita a larebelin victoriosa del general Morelos que hunda sus races en la memoriabblica. Tiempos reales sobre fondo de tiempos mticos. Un eterno caminarhacia la liberacin.

    Segn los testimonios que nos han dejado las canciones populares durantela revolucin (los "corridos"), la figura de Zapata se fue transformando ycreciendo a lo largo de su lucha y despus de su muerte adquiri unadimensin propia en el imaginario popular. La necesidad de una legitimacinhistrica para la movilizacin de fuerzas zapatistas en 1911, hizo de Zapataprimero el heredero natural de Hidalgo, de Morelos y de Jurez, luego deCuauhtmoc y de la raza indgena, para finalmente, a la hora de su muerteproporcionarle una ascendencia mtico-religiosa asociada a los mximoslibertadores de pueblos, es decir, a Moiss y a Jess.[2]

    Como heredero de Hidalgo y de Morelos, Zapata representa la liberacindel mexicano frente a los espaoles, frente a los dueos de la tierra. Lamemoria de las guerras victoriosas de la independencia permite presagiarigual destino al movimiento zapatista. Se habrn de recuperar para el

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    derechosyculturaindgenaaquellegaronlasdelegacionesdelEZLNydelGobiernoFederalenlaprimerapartedelaPlenariaResolutivadelosdilogosdeSanAndrsSacamchen,16defebrerode1996

    FranciscoPineda,Laguerradebajaintensidad

    ElizabethPlitoyJuanGonzlezEsponda,Cronologa.Veinteaosdeconflictosenelcampo:19741993

    Suscripciones

    Principal

    Indices

    19

    1019

    Chiapas2

    Ligas

    Contctanos

    pueblo las tierras y el poder de decisin poltica. El sitio de Cuautla, demayo de 1911 (primera gran victoria zapatista), se asocia en la memoriapopular al sitio de Cuautla de mayo de 1812. El discurso social campesinovigente en 1911 incorpora la memoria tnica del pueblo al discurso religioso,discurso hegemnico que jerarquiza y reordena a los dems. Los zapatistasde 1911 se consideran dignos herederos de Cuauhtmoc, se autopercibenahora como un pueblo de indios oprimidos, que se metamorfoseamticamente en el pueblo elegido de Dios, con un caudillo libertador que estambin un nuevo mesas: Zapata.[3] Las peripecias ideolgicas de la gestazapatista ilustran admirablemente cmo los movimientos populares seapropian de una memoria colectiva preexistente y de las ideologas y mitosdisponibles en esa memoria, para legitimar sus luchas presentes.

    Segn el relato popular, hay das en que la orgullosa silueta de EmilianoZapata se destaca claramente en la cima de los cerros y hay das en que sele ve cabalgar al galope sobre las crestas de los caaverales. Mientras sigala lucha por la tierra, Zapata seguir viviendo. Algn da tendr que volver.Los herederos de Zapata evocan visualmente esta gloriosa ascendenciacuando se presentan a caballo el pecho cruzado de cananas. sta es lamemoria viva del viejo zapatismo, pero en Mxico existe otra memoriadesde la revolucin: la memoria grfica plasmada en grandes frescos queensean gratuita y didcticamente la historia nacional en los muros de losedificios pblicos. Un arte socialmente comprometido donde se simboliz alos hroes y a los anti-hroes.

    Uno de estos "smbolos" didcticos de la historia nacional, por ms extraoque parezca, ha sido el caballo, asociado invariablemente al hroe histrico,ya que en Mxico la marca del hroe no es el fusil, es el caballo. Alrededordel caballo se ha tejido en el imaginario popular mexicano un conjunto derepresentaciones que ha variado segn la coyuntura histrica. Es un casomuy interesante de un smbolo del anti-hroe (el caballo fue introducidopor los espaoles) que ha sido revertido por el pueblo, que se lo haapropiado como un smbolo de fuerza victoriosa al servicio del hroepopular. Uno de los mitos que cabalga por el continente americano es elhombre centauro,[4] el hombre-a-caballo. Del cowboy al gaucho, de PaulRevere a Martn Fierro, el hroe americano cabalga incansablemente por lasAmricas. El caballo en su funcin guerrera es parte del mito del hroe.Hasta el Quijote tuvo que conseguirse a "Rocinante" para cumplir con sumisin justiciera, mientras los hroes oficiales caracolean metalizados enlos parques de la ciudad, mudos testigos de una poca heroica. Siqueirospinta caballos fogosos como smbolo de fuerza popular: el caballo comosmbolo de un pueblo heroico y no solamente de un hroe. En cambio, DiegoRivera pinta en su mural del Palacio de Corts, en Cuernavaca, un caballoblanco como doble de Emiliano Zapata: el mtico caballo blanco de todos losgrandes generales. Finalmente, no hay pelcula sobre la revolucin mexicanaque no incluya espectaculares cargas de caballera. Villistas y zapatistasfueron jinetes fuera de serie. El historiador francs, Maurice Agulhon, muysensible a la imaginera histrica escribe:

    La historia de las imgenes polticas sin duda ameritarealizarse, no solamente porque, como se suele decir, no hay

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    nada que no merezca ser estudiado, sino tambin porque no sesita necesariamente en los mrgenes de la "gran" historia. Aveces ha formado parte de su ncleo, a veces ha sidomarginada de l, pero siempre puede regresar a l.[5]

    Ahora bien, si, por una parte, el EZLN lleva a cabo una recuperacin desmbolos visuales, por otra convierte determinadas experiencias histricasen smbolos. Se trata fundamentalmente de la Soberana ConvencinRevolucionaria que tuvo lugar entre octubre y noviembre de 1914 en laciudad de Aguascalientes y que constituy el referente histrico de laconvocatoria lanzada en junio de 1994, para la celebracin de un encuentrode la sociedad civil en algn lugar de Chiapas que se bautizara con elnombre de Aguascalientes. Fue el momento ms democrtico de larevolucin mexicana y, tal vez por ello mismo, el ms olvidado por loshistoriadores. La Convencin de 1914 fue el primer ensayo de ejercicio dela ciudadana real. Fue una discusin pblica un intento de contener laviolencia mediante el dilogo entre ciudadanos armados, no entre militares.La reiteracin de los convencionistas de su carcter de ciudadanos enarmas signific un pronunciamiento acerca de su distancia con respecto alsiglo XIX y su secuela de cuartelazos pero entraaba tambin lareivindicacin de los derechos sociales, no la asfixia militar de la incipientesociedad civil.

    Despus de caminar por los vericuetos de la memoria popular, volvamos alos tiempos presentes para observar cmo la memoria zapatista hatrascendido sus fronteras regionales para volverse smbolo nacional.

    2. Los usos de la historia nacional

    "Zapata vive, la lucha sigue" es una de las consignas favoritas de losmanifestantes que en mltiples ocasiones desfilaron desde el 1 de eneroen la ciudad de Mxico. En el imaginario colectivo, los hroes popularesprosiguen su existencia terrenal mucho despus de su muerte biolgica.

    La eternidad constituye un rasgo intrnseco a los hroes, pero es necesarioexplicar por qu a ciertos individuos se les confiere el carcter de hroesnacionales y, por lo tanto, de smbolos patrios, incuestionables pordefinicin. En el caso de Zapata, se tratara de explicar la aparenteparadoja de un personaje del mundo rural de principios de siglo XX queluchaba por "tierra y libertad" y que sigue siendo a fines del mismo siglo elsmbolo de lucha para quienes lo campirano viene siendo, en el mejor de loscasos, aquello que empieza ah donde acaban el asfalto y los edificios.

    a. Zapata: el nacimiento de un mito en disputa

    Hace unos meses, Friedrich Katz comentaba que, de todos los lderesrevolucionarios del siglo XX, los nicos que seguan siendo figuras heroicaseran Zapata y Villa. Lenin, Mao y Tito han sido tumbados de su pedestalescultrico-simblico en los ltimos aos. En cambio, los dos primeros nosolamente conservan su puesto, sino que su ejemplaridad se multiplica. Larazn de su permanencia, y tambin de la del Che Guevara, radica, entreotras cosas, en que fueron ajenos al poder. En otras palabras, no basta que

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    los individuos abracen causas populares, sino que es preciso que semantengan alejados de aquello que ensucia a quien lo toca: el poder y sussmbolos.[6] Al respecto, nada ms ilustrativo que la fotografa de Zapata yVilla sentados en la silla presidencial en 1914 cuando tomaron la ciudad deMxico los ejrcitos campesinos. Al lado de un Villa que se burla de lacircunstancia, tal vez algo complacido, hay un Zapata incmodo y con ganasde acabar lo ms rpido posible con esa parte del carnaval en que lospobres toman el lugar de los poderosos seculares, esto es, como si suimagen se reflejara en el espejo del poder. Tal vez por esta razn, ademsde su caballo y sus cananas, Marcos es identificado con Zapata: un poeta,dijo en una ocasin, sera un psimo gobernante. As, interpuso susdistancias frente a lo que algunos le imputaran, su ambicin de poder. Perohay ms: Zapata y Villa son asesinados por el gobierno en el caso deZapata, el asesinato se comete a traicin. Villa es asesinado en suautomvil, una vez concluida la revolucin y l viviendo en una haciendanortea rodeado por sus antiguos soldados convertidos en agricultores.Zapata muere a caballo y acorralado, junto a sus comunidades famlicas. Esel smbolo de quien no capitula en la defensa de los principios y valores quesustentan la rebelda.

    Sin embargo, Zapata no es un patrimonio simblico exclusivo de lossectores populares de la sociedad mexicana. Si los campesinos hubieransido no solamente derrotados, sino adems vencidos y aniquilados comofuerza social y poltica en el transcurso de la revolucin mexicana, Zapatasera actualmente monopolizado por ellos y no constituira una figurasimblica disputada por el estado. La derrota de los ejrcitos campesinosentre 1915 y 1916 no marc el trmino de la revuelta y del descontentocampesinos.[7] stos siguieron armados durante muchos aos ms yconstituyeron una amenaza, aunque no cohesionada, a una entidad que seautodenominaba estado mexicano, pero que en realidad no detentaba enexclusiva el uso de la violencia, sino que le disputaba la legitimidad de suejercicio a caciques, caudillos y bandas armadas de campesinos dispersos enel territorio. En suma, era un esbozo de poder estatal que se quera yautoproclamaba soberano sin serlo. Ideolgicamente, el estado hall lasolucin a su dficit de cohesin social y poltica en la agrupacin post-mortem de personajes que en vida haban sido rivales y portadores deproyectos sociales irreconciliables. Carranza, quien orden el asesinato deZapata, aparece en los productos de la imaginera oficial junto a ste, y elCaudillo del Sur, al lado de Francisco Madero quien envi al ejrcito federalpara solucionar la rebelda campesina. As tambin, el expresidente de laRepblica, Carlos Salinas pudo anunciar la reforma del artculo 27constitucional, reforma que en los hechos promueve la legalizacin dellatifundio y la liquidacin del ejido,[8] con un retrato de Zapata detrs del. Es el mismo presidente que viajaba en un avin llamado Emiliano Zapata,que tiene un hijo Emiliano y a quien asesor en sus estudios doctorales JohnWomack, el autor de la mejor historia del zapatismo. De este modo, el msradical de los protagonistas de la revolucin de 1910 es edulcorado en lagalera oficial de hombres heroicos de la patria que vuelve indescifrableslas diferencias entre alternativas polticas, por un lado, y, por otro,convierte a los hroes en herencia del estado o, mejor dicho, de la fraccin

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    victoriosa de la revolucin. Zapata se vuelve entonces cofundador ysantificador del rgimen poltico, y legitimador de un proyecto contrario alsuyo, sobre todo despus de haberse declarado el fin de la reformaagraria.

    En los das que siguieron al 1 de enero de 1994, el smbolo fue objeto deuna reapropiacin. Zapata ya no iba a ser compartido con los gobernantes,sino que sera el smbolo de los rebeldes chiapanecos y de todos los grupossociales que se formaron o activaron: "Si Zapata viviera, con nosotrosestuviera", coreaban los manifestantes pasando por alto el error deconjugacin porque en la lucha simblica todas las armas lingsticas sonlegtimas. Esa batalla parece estar ganada. La invocacin estatal de Zapatatendr a partir de ahora sus riesgos y seguramente ser evitada. Tal comoobservaron muchos analistas, despus del 1 de enero de 1994, Salinas deGortari opt por declarar ante las cmaras de televisin con un retratodiferente y tambin con significados precisos: el de Venustiano Carranza,quien mand asesinar a Zapata.

    Pero volvamos a la pregunta inicial: por qu abanderar la lucha de finalesdel segundo milenio con la imagen de Zapata? El antroplogo GuillermoBonfil puso de relieve la dualidad cultural del Mxico actual.[9] Por unaparte, el Mxico profundo, cuyas races se hunden en el pasadoprehispnico, indgena por consiguiente. Por otra, el Mxico imaginario,[10]el del mito de la modernidad, del progreso indefinido que obliga a seguir elcamino tecnolgico-social de Occidente y, consiguientemente, a uniformarlos valores culturales y las poblaciones que los producen y recrean. Losindgenas deben ser, desde la perspectiva de este otro Mxico, si noeliminados, reconvertidos a la fe occidental. Un poco ms de medio mileniolleva el intento de aniquilacin del sustrato civilizatorio ms antiguo, perono lo ha logrado totalmente, aunque la desindianizacin (Bonfil) y laestigmatizacin de la identidad indgena han penetrado la trama social y laconciencia colectiva. Ningn esencialismo o fundamentalismo debe presidirla formulacin del esquema de los dos Mxicos, uno profundo, el otroimaginario. Lo indgena del siglo XX no es idntico a como era antes de laconquista, pero la resistencia al avasallamiento por el Mxico imaginario sepresenta con rostro indgena. Aqul siempre permanecer inconclusomientras persista el Mxico profundo.

    Esta pequea digresin nos debe permitir la comprensin del significado dela tierra y de la lucha por la tierra. sta es ciertamente la que alimenta yque por ello mismo se expresa como madre de todos los que la habitan. Lavida misma se organiza en torno a ella y la produccin cultural la expresa demuchas maneras. La defensa de la tierra es, entonces, simultneamente ladefensa de los medios que garantizan la existencia y la del universo culturalque los hombres controlan. La mercantilizacin de la tierra implica laprdida de unos y de otro. Sin embargo, como siempre ocurre con los signossimblicos, el significado adquiere autonoma con respecto al significante.La lucha por la tierra adquiere el valor de un smbolo de resistencia aldespojo de la capacidad de autodeterminacin de las comunidades y, almismo tiempo, constituye el soporte del sentimiento comunitario, es decir,de aquello que vincula a los hombres.

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    El Mxico indgena y campesino pelea todava por la tierra contra lasinvasiones de los latifundistas en una lnea de continuidad con losmovimientos iniciados hace quinientos aos. No obstante, la adopcin de unrostro indgena no implica la idealizacin del pasado prehispnico. No existeuna exaltacin del indgena puro, sino que el referente es el indgenarebelde, que resiste y pelea. Los valores democrticos de las comunidadeschiapanecas que tanto intrigaron a los interlocutores gubernamentales delEZLN no son propios del mundo prehispnico, sino una cultura polticaforjada en la resistencia al avasallamiento y al intento de aniquilacin. Seproduce entonces la paradoja de una sociedad que para permanecer setransforma.

    El Mxico urbano no pretende una vuelta a la naturaleza, como ciertosgrupos milenaristas que se disfrazan de indios, al adoptar el smbolozapatista, sino que ste se convierte en el equivalente general de larebelda. Zapata es el personaje ms cercano al Mxico de fin de siglo queasume los valores del Mxico profundo en oposicin al proyecto de unMxico culturalmente homogneo, aquel que Bonfil denomin imaginario.Empero, qu tan indgenas eran el mismo Zapata y los zapatistas de 1910?La fotografa de Zapata montado a caballo, vestido de charro, as como lade sus soldados entrando a la ciudad de Mxico en 1914 con un estandartede la virgen de Guadalupe permiten cuestionar el estereotipo de la luchazapatista como lucha por la restauracin de un idlico mundo precolombino.Sucede que lo popular se ha revestido de indgena hasta volverse sinnimo,sea para exaltarlo, sea para denostarlo con respecto a las lites del poderque, desde la independencia, siempre usaron ropajes europeizantes oamericanizantes.

    Zapata hace la revolucin en los hechos, no slo empua las armas sino queprocede a la subversin de las tendencias capitalistas en el campomexicano, esto es, la proletarizacin de los campesinos y la ampliacin dellatifundio mediante la absorcin de las tierras de los pueblos.[11] No slocontrarresta estas tendencias sino que profundiza las estructurastradicionales de los pueblos. En efecto, hace efectivo el grito delevantamiento de la revolucin zapatista de marzo de 1911: "Abajo lashaciendas, vivan los pueblos!"

    Durante toda la colonia, las comunidades indgenas gozaban de derechospropios bajo la forma de repblicas de indios protegidas directamente porla corona espaola como contrapeso a la aristocracia terrateniente criolla.A pesar de la independencia, esta larga tradicin de autogobiernosobrevivi y foment la resistencia indgena contra la mercantilizacin de latierra impulsada por los sucesivos gobiernos liberales. Estos pueblos seregan con base en consultas y debates realizados en asambleas donde seventilaban todos los asuntos concernientes a la comunidad. Los zapatistasreactivaron esta prctica que durante el porfiriato haba sido supeditada alas decisiones del jefe poltico, funcionario distrital nombrado por elgobernador. En 1914-1915, despus de la derrota de Huerta, los zapatistasdominaron y administraron su regin: "sa era la transferencia violenta depoder que se haba realizado en todo el territorio del estado. Por debajo delas tormentas polticas que an se sucedan en las alturas, sa era la sede

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    real del poder zapatista".[12] Este poder zapatista basado en las asambleaslocales entraaba un uso dilatado del tiempo, el tiempo lento -precapitalista- de los campesinos. Este caminar poltico escalonadocontrasta con el buen uso del tiempo moderno "time is money", donde seacostumbra delegar el poder para ahorrar tiempo. De ah la sorpresa de losnegociadores gubernamentales de 1995, cuando el EZLN insiste en seguir elcamino largo de las consultas de base.

    El Mxico artesano y obrero de 1914 haba contemplado con desconfianza yalgo de hilaridad anticlerical a los zapatistas catlicos que ocupaban lascalles de la capital. Algunos historiadores explican cmo esta diversidad oincluso incompatibilidad cultural condujo a la conclusin de un pacto entrela organizacin sindical obrera y el gobierno de Carranza, que llevara a laformacin de regimientos compuestos por obreros para luchar contra losejrcitos campesinos. El Mxico urbano de 1994 y 1995 mira con simpata ysolidaridad, apoya y se organiza al son de los acontecimientos del Mxicoindgena y rural. Parece una revancha histrica por los episodios de 1914 y1915.

    b. Historia nacional y zapatismo de fin de siglo

    El zapatismo de fin del siglo XX es caracterizado, al igual que su homnimode principios de siglo, como un movimiento local y que, por lo tanto, puedeser concluido, es decir, sofocado, mediante su aislamiento, suconfinamiento en el territorio donde se origina. Ciertamente, el mtodoaislacionista posee una gran ventaja: es menos costoso polticamente que elmilitar. La historiografa contempornea ha procedido frecuentemente deesta manera pretendiendo que el zapatismo haba sido un movimiento,limitado a la problemtica local o incluso parroquial, incapaz de trascenderlos lmites de las microrregiones en que viva. De esta manera se explicarala imposibilidad de los zapatistas de plantear propuestas de alcancenacional y de sentirse involucrados en aquello que aconteca ms all delterritorio que habitaban. Esta interpretacin est en realidad basada en laconfusin entre dos conceptos que conviene distinguir: por un lado, el depatriotismo propiamente dicho y, por otro, el de construccin del estado-nacin o nation building.[13] Los campesinos se opusieron a este ltimo,emanado de las lites del poder, puesto que entraaba la centralizacinpoltica y la amenaza a sus sistemas de valores, ideas y formasinstitucionalizadas de gobierno, aunque, en numerosas circunstanciashistricas, salieron en defensa tanto de su patria chica como de la patriatout court. En la medida en que las lites slo conciben el patriotismo comoproceso de construccin del estado-nacin, los campesinos seranrecalcitrantes antipatriotas y su acceso a un estatuto pleno de ciudadanaslo sera posible si dejaran de lado esa actitud considerada retardataria yanacrnica. De hecho, la centralizacin poltica, concomitante con lamodernizacin porfiriana del poder, anulaba progresivamente la autonomapoltica local o regional. Muchos de los actores colectivos tradicionales eranherederos y defensores del liberalismo, al cual nadie puede negarle sumodernidad en el siglo XIX mexicano, porque el federalismo de los liberalesse conjugaba muy bien con su ancestral organizacin poltica a la que noestaban dispuestos a renunciar.

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    En nuestros das, se utiliza la misma perspectiva analtica. Chiapas sera unalejana y distante provincia mexicana que, precisamente por su escasaintegracin a los destinos de la nacin, experimentara la ms altamarginacin y pobreza. La rebelin zapatista consistira entonces en undesesperado esfuerzo por unirse al tren de la modernizacin capitalistaacelerada por el TLC. En esa medida, y slo en sa, el propio gobierno y losidelogos oficiales justifican el alzamiento y declaran estar dispuestos acolaborar para lograr este objetivo. As, el final del movimiento sera laconstruccin de algunos hospitales, de escuelas y carreteras y, al mismotiempo, garantizara la fidelidad de las poblaciones beneficiadas a unrgimen poltico que todava, despus de ms de setenta y cinco aos, sigueapoyndose en este tipo de relacin gobernantes-gobernados: el poderconcede y el pueblo se compromete a no cuestionar las redes de ladominacin clientelista.

    No nos corresponde en los lmites temticos de este artculo explicitar porqu los objetivos y el carcter del movimiento zapatista rebasan lasfronteras provinciales, pero lo que parece claro es la intencin expresadadesde el inicio por el EZLN de demostrar que el pasado histrico de losindgenas rebeldes es el de la nacin en su conjunto. Por ello, la primeraDeclaracin de la Selva Lacandona comienza con una referencia a la historiapara demostrar que la historia patria, aquella que los mexicanos aprendenen la escuela, es tambin su historia.

    La historia constituye en Mxico, tal vez ms que en cualquier otro pasamericano, un referente obligado del discurso poltico y un lenguajeconocido por todos. Las confrontaciones polticas se ventilan a travs deinterpretaciones histricas opuestas. As, por ejemplo, los conservadoresdel siglo XIX valoraban altamente el periodo colonial, mientras suscontrincantes polticos enfatizaban el legado prehispnico. Asimismo,tiempo despus de concluida la revolucin de 1910, las crticas al rgimenpoltico se vehiculaban a travs de la exaltacin o denigracin delmovimiento revolucionario.

    En Mxico, lo que permite fundamentar la comunidad de interesesnacionales es menos el enunciado de valores abstractos que el pasadohistrico, inventado, imaginado y reconstruido. En las declaraciones delEZLN, el recurso a la historia es insistente mediante su repaso, establecela filiacin con movimientos y personajes de un pasado ms o menos remotoy simultneamente se deslinda de otros. Un principio de identidad y dediferencia o antagonismo conservado a lo largo de quinientos aos fue lacarta de presentacin del EZLN el 1 de enero de 1994:

    Somos producto de quinientos aos de luchas: primero contrala esclavitud, en la guerra de Independencia contra Espaaencabezada por los insurgentes, despus por evitar serabsorbidos por el expansionismo estadounidense, luego porpromulgar nuestra Constitucin y expulsar al Imperio Francsde nuestro suelo, despus la dictadura porfirista nos neg laaplicacin justa de las leyes de Reforma y el pueblo se rebelformando sus propios lderes, surgieron Villa y Zapata,

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    hombres pobres como nosotros...[14]

    La misma continuidad histrica regira en el caso de los opresores:

    Son los mismos que se opusieron a Hidalgo, a Morelos, los quetraicionaron a Vicente Guerrero, son los mismos que vendieronms de la mitad de nuestro suelo al extranjero invasor, son losmismos que trajeron un prncipe europeo a gobernarnos, sonlos mismos que formaron la dictadura de los cientficosporfiristas, son los mismos que se opusieron a la ExpropiacinPetrolera, son los mismos que masacraron a los trabajadoresferrocarrileros en 1958 y a los estudiantes en 1968, son losmismos que hoy nos quitan todo, absolutamente todo.[15]

    Los referentes histricos enunciados son conocidos por todos losmexicanos: la independencia, la Reforma, el porfiriato, Zapata y Villa,etctera. Los miembros del EZLN reafirman su pertenencia a los vencidoshistricos, a los de abajo de la historia mexicana, y no a un grupo aparte,como frecuentemente han sido concebidos en una mezcla de paternalismoracista y marginacin social. Esta insercin proporciona una fuerteidentificacin social, incorpora a los chiapanecos dentro de un linajenacional de defensores de la tierra. Los indgenas chiapanecos expresan queconstituyen un segmento de la nacin. Sin embargo, no es la nacin de losvencedores, de los que han escrito la historia, sino la de los que pelean ypierden:

    Se ha dicho, equivocadamente, que la rebelda chiapanecatiene otro tiempo y no responde al calendario nacional.Mentira: la especialidad del explotado chiapaneco es la mismadel de Durango, el Bajo o Veracruz: pelear y perder.[16]

    Chiapas no es otro Mxico porque su historia es la misma que la de otrasregiones del pas con la diferencia de que en esta surea provincia laignominia compartida es ms violenta.

    La reescritura de la historia consiste, desde esta perspectiva, en larecuperacin del pasado no-oficial que se ha intentado borrar de los textosaunque no totalmente de la memoria colectiva, en una redignificacin de losrebeldes derrotados, pero sobre todo en evidenciar que despus dequinientos aos, "cuando comenz nuestra lucha contra la esclavitud",[17] lahistoria puede invertirse: el viento de abajo ya no responde al soplo delviento de arriba que durante quinientos aos puso y quit las nubes en uncielo que l dominaba, sino que es iniciativa cuyo significado es laesperanza, dice el EZLN, de que la dignidad y la rebelda se conviertan enlibertad y dignidad. En sntesis, se trata de una voluntad de recuperacinde la historia que, por una parte, indica la continuidad y, por otra, laruptura o, mejor dicho, la esperanza de una ruptura.

    En todos los casos, es una recuperacin crtica de la historia y, por esamisma razn, una apropiacin[18] que le confiere un sentido original. Zapataes, evidentemente, el hroe por excelencia. Ello no obsta para que uno delos comandantes indgenas actualice el contenido de la lucha por la tierra:

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    "Queremos leyes nuevas para repartir la tierra, tal vez diferente comoEmiliano Zapata deca de que a cada campesino se le d un pedazo de tierra.Ahora entendemos de otra manera".[19] Asimismo, el proyecto derealizacin de una convencin se tom, como ya se dijo, de unacontecimiento de la revolucin mexicana, cuyo sentido de dilogo pblico ydemocrtico haba sido escamoteado o tergiversado por la historiografaoficial y paraoficial. Nuevamente, la recuperacin histrica no es apologanostlgica, repeticin de un pasado que fue mejor, sino que va acompaadade una reflexin crtica de la experiencia de 1914:

    Falta [en 1914] el desarrollo de la organizacin poltica,muchas cosas que llevan despus a la derrota de la Divisin delNorte, al cerco sobre el Ejrcito Libertador del Sur y luego alasesinato de Zapata y luego al asesinato de Villa. Pero estepas no es el de 1914, es mejor creo, mucho mejor...[20]

    3. Tradicin, arcasmo y modernidad

    La reactualizacin de la memoria colectiva por parte del EZLN nos lleva aalgunas consideraciones acerca de la relacin tradicin-modernidad.

    Demasiado a menudo los historiadores tienden a considerar los conceptostradicin-modernidad dentro de un continuum de menos a ms desarrollo.Lo que en Max Weber era una distincin principalmente tipolgica yclasificatoria, tiende a convertirse en una distincin cronolgica, evolutiva yexcluyente. Lo malo de este enfoque es que no permite entender ni explicarlos fenmenos de interpenetracin y entrelazamiento entre ambos polos.Ambos participan en una dinmica creadora.

    La tradicin es el conjunto de representaciones, imgenes, saberes ycomportamientos que un grupo o una sociedad acepta en nombre de lanecesaria continuidad entre pasado y presente es el acervo de smbolos ycomportamientos que establecen un puente entre nuestro pasado y nuestropresente colectivos forjando la nueva identidad que requiere el mundomoderno. La tradicin nunca es mera repeticin del pasado en el presente:reconstruye y actualiza selectivamente el pasado segn los requerimientosdel presente.

    Para muchos historiadores, la tradicin es sinnimo de arcasmo yrestauracin de tiempos idos. Desde la tradicin nadie se inconforma, todopermanece igual. Las sociedades llamadas tradicionales se definen comocomunidades holsticas, concepto actualmente en boga. En este caso, lanica posibilidad de actualizar la tradicin consistira en observarla comopura reminiscencia y "reliquia" (Thompson), mera cosecha de curiosidades.[21] La tradicin, por consiguiente, nunca podra convertirse en uningrediente de los procesos de cambio, sino por el contrario, serareproduccin idntica a lo largo del tiempo.

    La modernidad occidental ha impuesto como condicin del progreso laruptura con toda tradicin. El avance histrico slo sera posible cuando loshombres se liberaran de sus tradiciones y atavismos ya que el cambio slopuede provenir del entorno exterior. Sin embargo, siguiendo a Eric

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    Hobsbawm[22] y a Edward P. Thompson, podemos evidenciar unacaracterstica de las tradiciones consistente en su flexibilidad paraenfrentar desafos originales. Por lo tanto, resulta errneo tipificar a lastradiciones como el recurso de quienes, inconscientes de los cambiosacaecidos, esgrimen armas pertenecientes a pocas superadas. Dichafalacia corresponde a la concepcin que las identifica como supervivencias yen consecuencia las califica de ineficaces, meros residuos del pasado cuyamuerte es cuestin de tiempo. Por el contrario, su flexibilidad permite surenovacin para enfrentar problemticas presentes. Entonces puedeproducirse en la historia la paradoja que apunt Thompson: "Nosencontramos con una cultura tradicional y rebelde".[23] La paradoja seresuelve si nos liberamos de la connotacin negativa que el revisionismohistoriogrfico ha endilgado a las tradiciones y que hizo que el famosoepgrafe del libro de John Womack haya sido asumido como sntesis de laidea de que desde la tradicin todo es conformismo: "ste es un libroacerca de unos campesinos que no queran cambiar y que, por eso mismo,hicieron una revolucin".[24] Por el contrario, el zapatismo recuper unatradicin progresista, una palanca de rebelda. A pesar de estarfuertemente enraizado en redes de sociabilidad antiguas en que coexistenlos sistemas de lealtades tradicionales tales como el compadrazgo y lasrelaciones de parentesco, la tradicin zapatista integra elementos demodernidad como la escolarizacin y la necesidad de producir un excedenteeconmico y no slo asegurar la autosubsistencia.[25] Asimismo, el legalismode las acciones zapatistas, reflejado en la publicacin de manifiestosescritos, la aceptacin de las comisiones agrarias y, sobre todo, la acogida alos intelectuales urbanos despus del asesinato de Madero en 1913, nosdevuelve una imagen muy distinta de la de una sociedad tradicionalreplegada, por definicin, sobre s misma.

    Aun cuando el capitalismo perfora "la tnica de la costumbre,desmembrando a los hombres de su acostumbrada matriz social paratransformarlos en actores econmicos independientes de anteriorescompromisos sociales con parientes o vecinos",[26] los campesinos no sonmeros tteres. Al contrario de lo que parece sugerir la frase de Womack, lalucha zapatista no fue una resistencia ciega y obcecada al capitalismo, nofue una utopa regresiva, sino, ms bien una rebelin defensiva de loscampesinos ante el despojo de sus tierras y la supresin de la autonomapoltica de sus aldeas.[27] Hicieron valer sus derechos, lucharon porconservar su tradicin solidaria frente a un capitalismo brbaro al igual quelo estn haciendo hoy los zapatistas chiapanecos:

    El trabajo colectivo, el pensamiento democrtico, la sujecinal acuerdo de la mayora, son ms que una tradicin en zonaindgena, han sido la nica posibilidad de sobrevivencia, deresistencia, de dignidad y rebelda.[28]

    Los campesinos haban aceptado las transformaciones econmicas, pero nopodan admitir su propia desaparicin como ente poltico. Desde laconquista, siempre haban convivido con las haciendas, incluso les vendan sufuerza de trabajo, pero seguan existiendo como aldeas vecinas con sus

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    propias tierras, sus costumbres y todo el entorno cultural vinculado a latierra. El EZLN se ubica en este replanteamiento del binomio tradicin-modernidad cuyos polos son realidades complementarias y no excluyentes.Para vivir y asumir su modernidad, los chiapanecos abrevan en el acervo desmbolos nacionales disponibles. Han optado claramente por ubicarse en lafiliacin de los movimientos agraristas mexicanos, ya que la historia deMxico es la historia de la lucha por la tierra.

    4. Conclusin

    El zapatismo de fin de siglo ha sorprendido por muchas razones, por lavestimenta de los combatientes, por la composicin tnica y clasista de susadherentes, por la actualizacin de imgenes, nombres y hechos a punto depasar a la antesala del olvido histrico. Pero tambin sorprendi porquedemostr que la poltica no es inexorablemente el terreno adusto en questa se desenvolvi durante varios siglos. De hecho, la sociedad mexicanatom ms en serio a quien le hablaba de poltica irreverentemente y conhumor que a quienes ponen cara de serios y se visten seriamente parahablar en un lenguaje poltico que pocos escuchan y en que menos an creen.El discurso poltico revolucionario creble apela a la poesa y al chiste, aljuego de palabras y a la metfora. Frente a l, la clase poltica profesionalse encuentra desarmada. Tal vez algunos miembros de esta clasecomprenden que su aprendizaje formal o informal no los capacit paradialogar con la sociedad, sino entre ellos mismos en un cdigo indescifrablepara los no-iniciados. Poco importara: la poltica es para los polticos. Otrosmiembros ms, la mayora, no se han dado cuenta y siguen hablando con lasmismas claves de antao para un auditorio cada vez ms reducido eintentando infructuosamente seguir monopolizando el espacio de la vozpblica.

    El zapatismo, en cambio, politiz el lenguaje de la sociedad y sus contenidossimblicos e histricos. Llev a cabo una desritualizacin de la poltica y seburl de sus formas consagradas, por ejemplo representando al partido deestado con una tarntula y a su opositor, con un escarabajo. Rescat a loshroes populares y los desantific, por ejemplo con el rostro de Zapataatravesado a la altura de la boca por la pipa humeante de Marcos.[29]Aquello que hubiera sido asumido como un sacrilegio, hoy es percibido comodiversin. La revolucin, en general, deja de ser imaginada bajo los patronesdel realismo socialista, es decir, como hombres y mujeres que marchanestoicamente con una bandera ondeante y roja hacia un porvenir luminoso, ydeviene ms una fiesta carnavalesca. La experiencia revolucionaria comoproceso carnavalesco se acerca ms a la representacin popular de lasrevoluciones que su identificacin con los cnticos del coro del EjrcitoRojo o de cualquiera de sus evocaciones desde el poder.[30]

    El zapatismo, en contradiccin con el precepto bblico que prohiba a lamujer de Lot mirar hacia atrs porque se convertira en sal, voltea lamirada constantemente no slo para denunciar el pasado de explotacin yracismo y demostrar su actualidad, sino tambin para extraer de esepasado valores de lucha y resistencia. A diferencia de las estatuas debronce que simbolizaban la marcha de los revolucionarios hacia un futuro

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    radiante, los zapatistas no ocultan que miran hacia atrs para caminar haciaadelante. Quieren, tienen la esperanza de que el futuro ser diferente delpasado pero no programan el futuro de todos y para todos al estilo de lospartidos de vanguardia. El futuro se ir construyendo colectivamente y noslo desde las trincheras zapatistas.[31] Los pueblos no hacen unarevolucin sabiendo de antemano cmo ser la sociedad futura hacen unarevolucin porque no quieren seguir viviendo en el antiguo rgimen.[32] stees tambin el significado del "ya basta" zapatista.

    Marx haba advertido un rasgo presente en todas las revoluciones queconsiste en la resurreccin de los muertos "para glorificar las nuevasluchas".[33] Destacaba que, a diferencia de las revoluciones burguesas, "larevolucin social en el siglo XIX -y con mayor razn en el siglo XX,agregamos nosotros-, no puede extraer su poesa del pasado, sinosolamente del porvenir".[34] Ahora bien, si la poesa del EZLN se inspira enel pasado, de l extrae su identidad, sus smbolos y hroes, no sera elzapatimo sino una ltima y muy trasnochada edicin de las revolucionesburguesas de los siglos XVIII y principios del XIX?[35] Sin embargo, loselementos del pasado que se incorporan a su poesa son los que vancostruyendo el porvenir: no constituyen acaso "el trabajo colectivo, elpensamiento democrtico, la sujecin al acuerdo de la mayora", adems deuna tradicin y un abrevadero de la resistencia, los lineamientos de unasociedad por la cual hombres y mujeres pelean desde hace ms de cientocincuenta aos? Si as es, no estn ms cerca las comunidades indgenas dela poesa del porvenir que el Mxico urbano?

    Agosto de 1995

    Notas:

    [1] Maurice Agulhon, Histoire vagabonde, Gallimard, Pars,1988, p. 186.

    [2] Estos corridos se encuentran recopilados y analizados enel libro de Catalina H. de Gimnez, As cantaban laRevolucin, Grijalbo, Mxico, 1991.

    [3] Marciano Silva, protagonista de la gesta zapatista ymximo vate de sus hazaas, escribe a la muerte de sujefe, en 1919, un corrido titulado Duelo de Zapata queconcluye as: "varias familias con su llantodemostraban/su gratitud y su cario hacia Zapata,/quecomo Cristo lleg al fin de su jornada/por libertar de laopresin a nuestra raza".

    [4] "Si hubiera podido elegir mi condicin, dice Adriano alfinal de su vida, habra elegido la de centauro"(Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano).

    [5] Op. cit., p. 313.

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    [6] Un corrido villista refleja muy bien este sentimientopopular: "Soy soldado de Francisco Villa/de aquel hombrede fama mundial/que aunque estuvo sentado en la silla/noenvidiaba la presidencial".

    [7] Ver Armando Bartra, Los herederos de Zapata.Movimientos campesinos posrevolucionarios en Mxico.1920-1980, Era, Mxico, 1985. El autor demuestra que, apesar de la derrota de los campesinos y de los augurios desu inminente desaparicin y extincin a derecha eizquierda, stos siguieron siendo una fuerza actuante a lolargo del siglo XX.

    [8] La propiedad de la tierra pertenece a la nacin quienotorga la posesin a los campesinos, lo cual impeda, antesde la reforma constitucional, su venta y obligaba a sutransferencia gratuita mediante lazos familiares oredistribucin en caso de no descendencia.

    [9] Mxico profundo. Una civilizacin negada, Grijalbo,Mxico, 1989.

    [10] El calificativo imaginario es, sin embargo, ambiguo porqueeste Mxico tambin es real, as como el Mxico profundoes productor de mitos que alimentan el imaginariocolectivo.

    [11] Alan Knight, "La Revolucin Mexicana: burguesa,nacionalista o simplemente una gran rebelin?" enCuadernos Polticos, n. 48, Mxico, octubre-diciembre de1986.

    [12] Adolfo Gilly, La revolucin interrumpida, Era, Mxico,1994, p. 296.

    [13] Alan Knight, "Peasants Into Patriots: Thoughts on theMaking of the Mexican Nation", en Mexican Studies, v.10, n. 1, University of California Press, Berkeley, inviernode 1994.

    [14] "Declaracin de la Selva Lacandona. Hoy decimos Basta!",en La palabra de los armados de verdad y fuego,entrevistas, cartas y comunicados del EZLN,Fuenteovejuna, Mxico, 1994, p. 5.

    [15] Idem.

    [16] Ibid., p. 32.

    [17] Ibid., p. 53.

    [18] "Si es preciso conocer la historia, es menos para nutrirsey ms para liberarse de ella, para evitar tener queobedecerla sin saberlo o reiterarla sin desearlo" (Pierre

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    Bourdieu, "Sur les rapports entre la sociologie et lhistoire en Allemagne et en France", en Actes de larecherche en sciences sociales, n. 106-107, Seuil, Pars,1995, p. 117).

    [19] La palabra de los hombres armados de verdad y fuego,cit., p. 131.

    [20] Op. cit., t. II, 1995, p. 227.

    [21] No es casual, indicaba E. P. Thompson, que el estudio delas costumbres sea acaparado por los historiadores msconservadores ante la indiferencia de los historiadoresde izquierda, ms proclives a "ocuparse de movimientosinnovadores y racionalizadores" ("Folclor, antropologa ehistoria social", en Historia social y antropologa,Instituto Mora, Mxico, 1994, p. 59).

    [22] Eric Hobsbawm, Trabajadores, Crtica, Barcelona, 1979,p. 384.

    [23] E.P. Thompson, Tradicin, revuelta y conciencia de clase,Crtica, Barcelona, 1989, p. 45.

    [24] John Womack, Zapata y la revolucin mexicana, SigloXXI, Mxico 1969, p. XI. Muy atinadamente, ArmandoBartra ampli la frase original: "Quizs en un principio loscampesinos se rebelaron porque no queran cambiar, peropuestos a hacer, se decidieron a cambiarlo todo" (Losherederos de Zapata, cit., p. 15).

    [25] Zapata insisti en mantener las haciendas morelensescomo unidades productivas fsicas, no como ncleo derelaciones sociales de explotacin. La destruccin deaqullas fue obra de Carranza como medio para doblegaral ejrcito suriano.

    [26] Eric Wolf, citado por John Tutino, De la insurreccin a larevolucin en Mxico, Era, Mxico, 1990, p. 26.

    [27] "No todo movimiento econmicamente conservador essocialmente reaccionario, sobre todo cuando el progresomaterial y el desarrollo de las fuerzas productivas nosignifican una liberacin, as sea parcial, sino unreforzamiento de los viejos yugos a los que se adicionannuevas cadenas" (Armando Bartra, op. cit., p. 12). Bonfilse ubica en la misma lnea explicativa al diferenciar la"cultura de resistencia" de una suerte de "cultura de lainmovilidad" (op. cit., p. 191).

    [28] "Viento segundo. El de abajo", en La palabra de losarmados de verdad y fuego, cit., p. 32.

    [29] Con esta imagen concluye el video "Consulta Nacional por

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    la Paz y la Democracia".

    [30] Friedrich Katz dictaba un ciclo de conferencias en Vienasobre la revolucin mexicana e invit a unos estudiantespara or canciones revolucionarias mexicanas: "Puse discosde las canciones ms famosas: la Adelita, la Valentina y laCucaracha. Al or la msica y la letra que yo les ibatraduciendo, las caras de los estudiantes se hacan cadavez ms incrdulas. Para los austriacos, lo mismo que parala mayora de los europeos -o de cualquier parte delmundo pero portadores de la historia de bronce de lasrevoluciones, aadimos nosotros-, las cancionesrevolucionarias deban ser marchas vibrantes y llenas deexpresiones como libertad o muerte, el futuroradiante... Pero lo que oan aqu era a alguienprometindole a Adelita que iba a comprarle un vestidonuevo, alguien que le deca a Valentina que si lo iban amatar maana mejor que lo mataran de una vez y alguienque vinculaba los nombres de los hroes revolucionarioscomo Pancho Villa y Venustiano Carranza con cucarachaspasadsimas de mariguana" ("Presentacin" a HansWerner Tobler, La revolucin mexicana. Transformacinsocial y cambio poltico, 1876-1940, Alianza Editorial,Mxico, 1994, p. 9). En las manifestaciones de apoyo alzapatismo, se corea a ritmo de chachach: "Subversin,qu rica subversin".

    [31] ste es el sentido ms profundo de la convocatoria deagosto de 1994 para reunir a la sociedad en unaConvencin Nacional Democrtica.

    [32] Uno de los ms lcidos idelogos de la revolucin de 1910capt muy bien este fenmeno: "La verdad es que no hayrevolucin en el mundo que se haya emprendido previendode antemano los medios de reconstruccin del ordensocial o de sustitucin del rgimen que se pretende hacerdesaparecer" (Luis Cabrera, "La revolucin es larevolucin" [1911], en Eugenia Meyer, Luis Cabrera:terico y crtico de la revolucin, SEP/80-Fondo deCultura Econmica, Mxico, 1982, p. 73).

    [33] Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en Obrasescogidas, Progreso, Mosc, p. 231.

    [34] Ibid., p. 232.

    [35] En cuyo caso tendran validez los argumentos de algunasorganizaciones crticas del EZLN las cuales le reprochansu filiacin con la Ilustracin por su insistencia en tpicoscomo el de la democracia.

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    RevistaChiapashttp://www.ezln.org/revistachiapashttp://membres.lycos.fr/revistachiapas/http://www33.brinkster.com/revistachiapas

    Chiapas 21996

    (Mxico:ERA-IIEc)

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