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1 * LA APUESTA * la herencia * EL PAQUETE * el rio * LA HABITACION 505 * la caja del muerto * LA CASA * EL TIO DIMITRI * EL ESPEJO * EL CUADRO * EL CEMENTERIO Chechu Núñez

Historias-espeluznantes

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Una pequeña recopilación de cuentos para relajarse y estremecerse en esos momentos libres que uno tiene.

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    * LA APUESTA * la herencia

    * EL PAQUETE * el rio

    * LA HABITACION 505 * la caja del muerto

    * LA CASA * EL TIO DIMITRI

    * EL ESPEJO * EL CUADRO

    * EL CEMENTERIO

    Chechu Nez

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    Jhon, Silver, Anabela y Francis estaban en el parque sentados en un banco esperando a sus amigos: Marcela, Carol y Frank. - Cunto tardan!, dijo Carol en voz alta. Siempre les tenemos que esperar, siempre vienen los ltimos. - Tienes razn!, dio su conformidad Silver. Como vengan un poco ms tarde no podremos ir al cine. - Ah vienen!, chill Jhon. Ah vienen! Minutos despus llegaban al parque: Marcela, Carol y Frank.

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    - Como no nos demos prisa no llegaremos a la funcin de las siete y media, dijo Anabela. - Que exagerada, intervino Carol. An queda media hora para que empiece la pelcula. - Pero an tenemos que sacar las entradas, dijo Francis. Nos tenemos que dar prisa. Poco despus todos se encaminaron hacia las salas de cine que haba cuatro manzanas ms all de donde estaban ellos. No tardaron mucho en llegar, poco despus se pusieron a la cola para sacar las entradas. - Me han dicho que la pelcula es terrorfica, le deca Anabela a Carol mientras estaban en la cola, mi hermana la vi hace unos das y pas un miedo horrible, haba veces que se tena que tapar los ojos porque no poda aguantar la tensin. Diez minutos ms tarde con las entradas en las manos se metieron en la sala de cine, despus de sentarse se dispusieron para ver la pelcula La momia y el Dr. miedo. Poco despus la pelcula empez, media hora ms tarde no se oa en la sala de cine nada, todo estaba oscuro y en silencio. De vez en cuando se oan algunos chillidos de alguna chica o chico que estaba viendo la pelcula, seguido se quedaba la sala otra vez en silencio. Dos horas ms tarde la pelcula acab. - Qu os a parecido?, pregunt Jhon a sus amigos, pero sin dirigirse a nadie en concreto.

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    - A m, me ha gustado, contest Silver. Aunque ha habido momentos que he pasado miedo. - A m tambin, dijo Marcela, aunque esperaba que fuese ms terrorfica. - Pues a m me ha parecido una tontera, se oy la voz de Frank. No he pasado nada de miedo, esta pelcula est hecha para nios. Cada vez son peores las pelculas que hacen para asustarnos, y que dicen que son de miedo. - Pues yo creo que si tiene una buena dosis de miedo, dijo Francis. Cuando la momia est debajo de la cama y saca una mano para atrapar a la chica, me he asustado. Y cuando la momia se mete en el armario para atrapar a la chica y poco despus la chica abre el armario para coger su abrigo, ha sido increble. Poco despus todos haban salido a la calle. La noche haba cado sobre la ciudad. Todos iban juntos, en especial: Jhon, Silver, Anabela, Marcela y Carol. Sin embargo Frank iba un poco separado de sus amigos, la pelcula no le haba afectado en absoluto. - Me parece que os asustis fcilmente, dijo Frank a sus amigos. Sois unos miedosos, parece mentira que teniendo veinte aos an os afecten esas pelculas. Bueno chicos, espero que no pasis mucho miedo esta noche, maana nos veremos.

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    Al da siguiente Jhon, Marcela, Carol y Anabela estaban hablando en el parque sobre lo que Frank les dijo el da anterior, de que eran unos miedosos. - Tenemos que darle una leccin a Frank, se cree muy valiente, dijo Anabela. - Yo estoy de acuerdo dijo Jhon, tenemos que hacer que se cague de miedo en los pantalones. En ese momento aparecieron Silver y Francis. - De qu hablis?, pregunt Silver. - Estamos pensando en hacer que Frank pase un poco de miedo, contest Marcela, est siempre diciendo que no tiene miedo y estamos convencidos que si le ponemos en una situacin embarazosa lo va a pasar mal. - S, pero qu podemos hacerle? Pregunt Carol. - Pues no s, algo se nos ocurrir, contest Jhon. Mirad!, por ah viene Frank. Minutos despus Frank llegaba al parque. - Qu tal chicos! O sea que ayer pasasteis miedo con la pelcula, increble. Yo estuve a punto de rerme, nunca me haba divertido tanto. Jhon, Silver, Anabela, Francis, Marcela y Carlos se miraban sin dar crdito a lo que deca Frank.

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    - No me digas, pregunt Silver, que ayer no pasaste un poco de miedo, aunque solo sea un poco. - En absoluto, la pelcula me pareci casi cmica. - Est bien!, quiero que nos demuestres que dices la verdad, que no tienes miedo, dijo Silver. Te voy a hacer una apuesta, te apuesto cincuenta euros a que no eres capaz de pasar toda la noche dentro de un cementerio. Jhon, Anabela, Francis, Marcela y Carlos miraron a Silver, lo que acababa de proponer su amigo era verdaderamente terrible, seguidamente dirigieron sus miradas hacia Frank, esperaban que su amigo contestase algo, pero Frank segua sin abrir la boca. Aquella era una apuesta en toda regla que le haba hecho Silver y le haba pillado de pleno. Ahora Frank tendra que confesar delante de todos que le daba miedo. - Est bien!, contest por fin Frank. Acepto la apuesta, aunque me da pena ganar a un amigo cincuenta euros. Ninguno se esperaba que Fank aceptase la apuesta, pensaban que se echara para atrs. - Esta noche! Aprovechando que es sbado, la apuesta ser esta noche, dijo Silver. A las diez de la noche iremos todos al cementerio.

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    - Pero cmo entrar?, pregunt Anabela. Me imagino que las puertas del cementerio estarn cerradas. - Le ayudaremos a saltar el muro, contest Silver. Una vez dentro tendr que ir hacia la puerta de la entrada para que le veamos nosotros desde fuera y desde all internarse en el cementerio. Bueno chicos-cas, entonces quedamos aqu en el parque a las nueve y media. Poco despus todos desaparecieron del parque camino de sus casas. An quedaban muchas horas hasta la noche. Poco a poco empezaron a pasar las horas hasta que empez a oscurecer. Los primeros en llegar al parque fueron Jhon y Anabela, poco despus llegaron Silver y Francis y por ltimo Marcela, Carlos y Frank. - Bueno ya estamos todos, dijo Silver. Vayamos al cementerio. A no ser que no quieras hacer la apuesta, Silver mir a Frank con una sonrisa. - S!, por supuesto que si quiero hacer la apuesta, respondi Frank. Vas a perder cincuenta euros. Poco despus salieron todos del parque en direccin al cementerio. El cementerio estaba a las afueras de la ciudad, pero no muy lejos de donde estaban ellos en aquel momento, iban caminando, al principio callados, ms tarde alguno empez a hablar con el que tena al lado, pero en voz baja. Todos miraban a Frank de reojo para ver la expresin de su cara, pero la cara de ste no reflejaba ningn nerviosismo, pareca tranquilo entre las sombras de

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    la noche. Siguieron caminando, de repente se empez a levantar aire. - Qu mala suerte!, dijo Marcela, ahora hace viento. Nadie dijo nada, todos queran llegar cuanto antes al cementerio para ver si efectivamente Frank era capaz de meterse en aquel lugar donde estaba todo lleno de muertos. Algunos de los amigos estaban convencidos que en cuanto llegasen a los muros del cementerio Frank se echara para atrs, una cosa es decir que aceptaba la apuesta lejos de all y otra bien distinta era meterse en el cementerio y pasarse all toda la noche hasta el amanecer en compaa de los muertos. A lo lejos vieron el cementerio, en un cuarto de hora estaran all. Ms tarde llegaron a la puerta del cementerio, sta estaba hecha con barras de hierro, unas estaban en vertical y otras en horizontal, desde fuera vean todo el interior del cementerio. - Me da miedo con solo estar aqu, dijo Marcela, menos mal que estis vosotros conmigo, sino no sera capaz de estar aqu yo sola aunque me pagasen mucho dinero. - Verdaderamente tienes razn, dijo Francis, este lugar pone los pelos de punta. - La puerta est cerrada, dijo Silver, tendremos que ir por la parte de atrs. Poco despus Jhon, Silver, Anabela, Francis, Marcela, Carlos y Frank se fueron bordeando el cementerio hacia la parte de atrs.

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    - El muro es muy alto, dijo Carol. Tendremos que ayudar a Frank a subir. - Antes de nada, vamos a preguntar a Frank si est seguro que quiere meterse ah dentro. Frank, ests seguro que te quieres meter dentro del cementerio y pasarte toda la noche en compaa de los muertos?, antes de contestar pinsatelo dos veces. No pasa nada porque te eches atrs. Ninguno de nosotros somos capaces de meternos ah dentro por nada del mundo. - Os he dicho que yo no tengo miedo. Los que tenis miedo de estar aqu sois vosotros. Quiero ganar esos cincuenta euros. Maana por la maana nos veremos aqu afuera y yo me habr ganado la pasta. - Pues ayudemos a subir a Frank, dijo Silver. Silver, Anabela, Francis y Carol le cogieron a Frank por las piernas y le empujaron hacia la parte de arriba del muro. Frank se agarr con sus manos en la parte alta del muro, con la ayuda de sus amigos poco despus estaba encaramado a lo alto del muro. - Bueno chicos-cas, maana nos veremos dijo Frank desde lo alto del muro. - Frank!, salta y dirgete hacia la puerta de entrada al cementerio, dijo Siver, quiero verte dentro!

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    - Tienes miedo de que me quede abajo escondido, dijo Frank. En un minuto estoy en la puerta. Silver, Anabela, Francis, Carol, Jhon y Marcela se dirigieron hacia la puerta del cementerio. Cuando llegaron all les estaba esperando Frank por la parte de dentro. - Queris que me quede aqu toda la noche con vosotros?, pregunt Frank en tono burln. - No!, contest Silver. Tienes que meterte hacia adentro y permanecer all toda la noche. - Queris que tambin me tumbe sobre una lpida?, volvi a preguntar en tono burln. - No es necesario, contest Carol. Lo nico que tienes que hacer es permanecer entre las tumbas. Poco despus Frank se intern por el pasillo central del cementerio hacia la parte de atrs. A ambas partes del pasillo haba muchas lpidas, en todas estaban escritos los nombres de todos los que estaban sepultados debajo de ellas, algunos haban muerto mayores, pero tambin se podan ver otros que haban muerto cuando estaban empezando a vivir. Los cipreses que haba entre las lpidas hacia rato que haban empezado a moverse a consecuencia del viento que se haba levantado. - Y ahora que hacemos nosotros aqu?, pregunt Marcela a sus compaeros. El est dentro y podemos volver maana cuando amanezca.

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    - Tenemos que quedarnos, contest Silver. No me fo de Frank, puede estar escondido entre los rboles y si nos ve marchar es capaz de salir del cementerio y volver por la maana diciendo que ha ganado la apuesta. - Pero no puede salir el solo del cementerio, los muros son demasiado altos para escalarlos, dijo Carol. - Puede encontrar cualquier cosa con la que se puede ayudar para escalar el muro y saltar, contest Silver. - Supongamos que sea as, dijo Jhon, que encuentra una escalera o algo parecido y vuelve a saltar. Pero luego no puede entrar el solo. Ten en cuenta que le hemos tenido que ayudar nosotros para que escale el muro. - No s!, me estis volviendo loco, contest Silver. Yo me quedar aqu toda la noche hasta que amanezca y espero que vosotros tambin. Todos queramos darle una leccin a Frank, no es cierto?, pues ahora todos nos tenemos que pasar la noche aqu. Nadie replic a lo que haba dicho Silver. - Nos podemos sentar en aquellos bancos que estn junto a la puerta del cementerio, dijo Anabela. Jhon, Silver, Anabela, Francis, Marcela y Carlos se dirigieron hacia el banco que haba cerca de donde estaban ellos. Poco despus todos estaban sentados mirando a la puerta del cementerio.

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    - Desde luego hay que decir que Frank tiene valor, dijo Marcela, meterse ah dentro con todos los muertos. - Yo desde luego no lo hara, contest Jhon, solo con estar aqu afuera me da escalofros.

    DENTRO DEL CEMENTERIO

    Frank se intern por el pasillo central hacia la parte de atrs del cementerio, mientras iba andando se fij en una gran estatua que haba al final del todo, casi pegando al muro, era un ngel de mrmol ms grande que una persona, tena una rodilla en tierra y sus alas caan hacia abajo, pareca que el ngel estaba pidiendo a Dios por los que estaban enterrados all. En cuanto Frank lleg al final se sent debajo del ngel y junto a unas tumbas: en la que haba a su derecha ley lo que estaba escrito en la lpida: Francisco Teule Markal, muri a los treinta y seis aos de edad. La lpida que tena a su izquierda era de una mujer: Manuela Server Tarsoll, muri a los ochenta y cuatro aos de edad. Frank se puso el gorro de la sudadera sobre la cabeza para que el viento no le alborotase el pelo y le protegiese, seguidamente se meti las manos en los

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    bolsillos esperando que se pasasen las horas de la noche lo ms rpidamente posible. - Dentro de unas horas me habr ganado cincuenta euros se dijo Frank. De repente unos metros por delante de l pas algo muy rpido. Frank se puso rgido, no saba que poda ser. - Tranquilzate Frank!, se dijo en voz alta, seguro que habr sido un gato. T no tienes miedo de nada. Los muertos no se levantan de la tumba porque estn muertos. El viento segua soplando cada vez ms fuerte, las ramas de los rboles bailaban al son del viento y producan un ruido semejante a lamentos y gritos rasgados. Frank mir al reloj y pudo comprobar que solo eran las once de la noche. El tiempo pasaba lentamente. De repente se oy un ruido tremendo, el viento haba roto o tirado algo de algn lugar cercano. Las sombras de la noche se dibujaban sobre las tumbas pareciendo que las losas de las tumbas se levantaban del suelo. La imaginacin de Frank empez a imaginarse cosas horribles, se levant de la losa de mrmol donde se haba sentado porque crea que se haba movido, eso al menos le haba parecido. Se fue derecho hacia el muro donde terminaba el cementerio, apoy su espalda contra la pared, pero desde all vea las figuras de algunos mausoleos que se levantaban gigantescas. Los rboles debido al fuerte viento se inclinaban una y otra vez hacia el suelo como si quisieran coger con sus ramas a Frank. De repente se empezaron a or las campanas de alguna de las

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    iglesias de la ciudad. Frank mir al reloj y vio que eran las doce de la noche. Entonces le vino a la cabeza que muchas veces le haban contado que a las doce de la noche los muertos se levantaban de sus tumbas aprovechando la oscuridad. Frank sinti que los pelos de la cabeza se le ponan de punta a pesar de tener puesto el gorro. Seguidamente empez a sudar a pesar de hacer fro, mir hacia todas partes intentando ver a pesar de la oscuridad reinante algo para poder escalar el muro y salir de all, pero despus de estar mirando un rato no vio nada, quera pedir socorro, pero trat de calmarse dicindose: - No pasa nada, slo es el viento, en unas pocas horas habrs ganado la apuesta, aguanta - FUERA DEL CEMENTERIO Jhon, Silver, Anabela, Francis, Marcela y Carol seguan sentados en un banco fuera del cementerio hablando de unas cosas y otras. - Chicos porque no vamos a comprar unos bocadillos y algo de beber, dijo Carol. An nos quedan muchas horas para

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    pasar aqu y con algo de comer y de beber se nos har ms llevadera la noche. - Estoy de acuerdo con Carol dijo Francis, enseguida volveremos y podremos seguir haciendo guardia. - Alguien se tiene que quedar haciendo guardia, dijo Silver, no podemos dejar que salga y creamos que est dentro. - Yo no me quedo, dijo Anabela, si estoy aqu es por vosotros. Silver mir las caras de sus amigos, pero por las expresiones de sus caras ninguno pareca que quera quedarse all solo esperando a que los dems volviesen con los bocadillos. - Est bien, dijo Silver, iremos todos a comprar y volveremos rpido. Poco despus todos se fueron de all buscando un lugar donde comprar bebidas y bocadillos. EN EL INTERIOR DEL CEMENTERIO

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    El pnico se haba apoderado de Frank, an eran las doce y media y no poda aguantar ms, tena tanto miedo que no era capaz de ir hacia la puerta del cementerio, estaba a unos cien metros de donde se encontraba l. Pareca que los rboles eran gigantes que estaban esperando a que alguien avanzase por el camino central del cementerio para echarse sobre l y devorarlo. Entonces lo nico que se le ocrurri a Frank fue chillar: - Socorro, socorro, socorro! Sacadme de aqu, no quiero seguir aqu dentro, ayudadme. Pasaron los minutos, pero ninguno de sus amigos acuda en su ayuda, volvi a gritar con todas sus fuerzas. - Jhon, Silver, Anabela, Francis, Marcela, Carlos, ayudadme!, me rindo. No quiero seguir con la apuesta. Volvi a pasar el tiempo, pero nadie acudi en su ayuda. Entonces Frank se puso ms nervioso, su imaginacin le hizo or ruidos extraos, le pareca que las losas de las tumbas se estaban abriendo.., el viento segua soplando con fuerza y las ramas de los rboles iban de un lugar a otro al capricho del aire. Se oan lamentos y chillidos que parecan que venan de los muertos que estaban enterrados. Frank intent escalar el muro, pero no consegua llegar a la parte de arriba. Marcela, Francis, Anabela, Silver, Jhon y Carol poco despus volvan de la ciudad con bocadillos y refrescos.

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    - No habis odo algo?, pregunt Jhon a sus amigos. - Or qu?, pregunt Carol. - Me ha parecido or algunos gritos, me ha parecido que alguien peda socorro. Me ha parecido or mi nombre. - Menos mal que t no ests dentro del cementerio, dijo Silver, sino te mueres de repente. Marcela, Francis y Anabela se echaron a rer. Poco despus llegaron cerca de la puerta del cementerio. Silver mir dentro, pero no vi nada, estaba todo demasiado oscuro, adems las ramas de los rboles se movan de tal manera que le era imposible ver nada. Frank estaba medio paralizado por el miedo, todo el bello de su cuerpo se haba puesto de punta y su corazn se haba desbocado. - Tengo que correr hacia la puerta, se dijo en voz alta Frank, sino me va a dar algo, no puedo seguir aqu. Poco despus Frank ech a correr por el camino central hacia la puerta del cementerio. Cuando llevaba la mitad del camino recorrido, de repente algo le enganch de la sudadera por detrs. Frank por mucho que intentaba correr no poda. - Djame!, djame por favor!, deca Frank sin mirar atrs. No volver nunca ms aqu.

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    Pero por mucho que intentaba correr no poda dar un paso, lo que le haba atrapado por detrs era mucho ms fuerte que l. Poco a poco Frank fue perdiendo la fuerza. EL SOL SALE POR EL HORIZONTE Los primeros rayos del sol salieron por el horizonte despejando las tinieblas de la noche. - Creo que ya ha terminado la prueba, dijo Jhon. Frank ha ganado la apuesta. Nunca haba visto un to tan valiente. - Desde luego, dijo Marcela. Yo no habra aguantado ni media hora ah dentro con todas esas tumbas. - Es verdad, lo tenemos que confesar, dijo Francis. Frank no tiene miedo, es un to de una pieza. Silver fue el primero en acercarse a la puerta del cementerio para decirle a su amigo Frank que haba ganado la apuesta. Cuando se acerc lo suficiente para ver el

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    interior del cementerio se qued sin habla, su cara cambi de color. Marcela que vea que su amigo Silver se haba agarrado a los barrotes de la puerta del cementerio y no reaccionaba le pregunt: - Qu pasa Silver? Silver segua sin responder y sin moverse de su sitio, pareca que se haba quedado pegado a los barrotes de la puerta de entrada al cementerio. Marcela se acerc a Silver por detrs y tocndole el hombro le pregunt: - Ya s que has perdido la apuesta, pero no vamos a quedarnos aqu todo el da. Seguidamente Marcela se ech a un lado para ver el interior del cementerio cuando un grit sali de su garganta. Jhon, Anabela, Francis y Carol echaron a correr hacia donde estaban Silver y Marcela. Segundos despus todos se haban quedado sin habla. Todos miraban al interior del cementerio como si una fuerza superior les hubiese atrapado la voluntad. La primera en reaccionar despus de un rato fue Carol. - Tenemos que llamar a la polica, no podemos esperar a que abran el cementerio. Cuando lleg el coche de polica, cuatro policas salieron de su interior y se acercaron a la puerta del

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    cementerio, la abrieron y se acercaron a donde estaba el chico. El sargento fue el primero que vio a Frank, tena el pelo totalmente blanco y la cara se le haba quedado tan blanca como el pelo, los ojos se le salan hacia fuera y su boca estaba entreabierta. Una de las ramas de los rboles le haba atrapado metindosele inexplicablemente por su sudadera, el chico debi pensar que alguien le haba cogido por detrs.

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    Artur estaba en su casa cuando llamaron al timbre. - Quin es?, pregunt. - Soy el cartero.

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    Artur abri la puerta y apareci el cartero con una carta en la mano. - Tiene una carta certificada. Me tiene que firmar aqu. El cartero le puso delante un libro de firmas donde apareca el nombre de Artur Persell. Artur cogi el bolgrafo que le ofreca el cartero y firm el libro. Poco despus el cartero se fue y Artur cerr la puerta. Mir la carta para saber quien era el remitente, pero en la parte trasera del sobre no figuraba ningn nombre. De repente se acord que haba quedado con un amigo y se le haba hecho tarde, dej la carta sobre la mesa del saln, la abrira ms tarde, cuando volviese. ***************** Nabel cuando lleg al portal de su casa abri el buzn, cogi lo que haba en su interior y empez a mirar lo que le haban metido: dos cartas del banco, propaganda y una nota de correos para recoger una carta certificada. Nabel mir la nota con recelo, solo pona en el papel que tena una carta certificada, pero no pona quien se le enviaba. Nabel se dirigi hacia la oficina de correos, poco despus tena la carta en sus manos. La mir para saber quien se la enviaba, pero no vio por ninguna parte al remitente. Subi a su casa y una vez all la abri:

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    Querida sobrina Nabel: No s si te acordars de tu to-abuelo Jeremas. Cuando eras pequea estuviste en mi casa con tus padres, pasamos unos das estupendos. Vuestra ta-abuela Mara muri hace unos aos y yo ya

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    empiezo a ser un poco mayor para vivir solo. No creo que viva muchos aos ms y quiero que vengas a vivir conmigo. En cuanto muera todos mis bienes pasarn a ser tuyos, pero solo podrs heredar si vienes a vivir conmigo y ests junto a m hasta que yo muera.

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    Tu to-abuelo Jeremas. Nabel se sent en el sof con la carta de su to-abuelo y la volvi a leer detenidamente otra vez. - As que mi to-abuelo Jeremas quiere que vaya a vivir con l, dijo en voz alta Nabel. Y cuando el muera todos sus bienes pasarn a ser mos. Creo que no hay mucho que pensar. Maana mismo coger el avin y me voy a vivir a Espaa con mi to-abuelo. ***************** Artur lleg tarde a su casa, haba estado bebiendo unas copas con unos amigos. Cuando se fue a sentar en el sof vio la carta que haba dejado encima de la mesa, se haba olvidado de la carta. La cogi y la abri.

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    Querida sobrino Artur: No s si te acordars de tu to-abuelo Jeremas, espero que tus padres te hayan hablado alguna vez de m, del to-abuelo que vive en Espaa. Vuestra ta-abuela Mara muri hace unos aos y yo ya

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    empiezo a ser un poco mayor para vivir solo. No creo que viva muchos aos ms y quiero que vengas a vivir conmigo. En cuanto muera todos mis bienes pasarn a ser tuyos, pero solo podrs heredar si vienes a vivir conmigo y ests junto a m hasta que yo muera.

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    Tu to-abuelo Jeremas. Artur se qued pensativo despus de leer la carta. Alguna vez sus padres le haban hablado del to-abuelo que viva en Espaa y que estaba forrado de dinero. La verdad que aquella era una oportunidad para viajar a Espaa y al mismo tiempo hacerse con una fortuna. Maana cogera el primer avin que saliese para Espaa. Al da siguiente Artur a primera hora de la maana cogi el primer avin que sala hacia Espaa, de Alemania a Espaa el vuelo duraba poco tiempo y podra estar junto a su to-abuelo a la hora de comer. En cuanto el avin aterriz en el aeropuerto de Sondika, Artur cogi un taxi y se desplaz hasta la zona de Olbarri. Una vez que llegaron Artur pag al taxista y fue andando con la maleta hacia la entrada donde su to-abuelo tena la casona. Cuando lleg a la entrada llam a un timbre, poco despus la puerta metlica se abra. Artur avanz por el camino que conduca a la casona. Era una casa muy grande, tena cuatro plantas y era toda de piedra, alrededor de la casa haba un jardn con unos rboles centenarios, algunos de ellos no los podan abarcar dos personas con los brazos abiertos. Toda la casona y el jardn estaba rodeado por un muro de piedra

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    muy alto. En cuanto Artur lleg a la puerta de entrada llam al timbre, poco despus la puerta se abri y apareci un anciano con una cachaba en su mano derecha. - Hola sobrino!, dijo Jeremas. Qu tal el viaje? - Bien to-abuelo, contest Artur. - Por favor no me llames to-abuelo, eso me hace sentirme mayor, llmame Jeremas. - Como quieras, dijo Artur. - Pasa!, pasa!, no te quedes ah fuera. Artur pas al interior de la casa y apareci en un amplio saln con unos sofs. A su derecha haba una puerta de madera tallada y a su izquierda otra puerta, pero esta mucho ms ancha. Al frente suban unas escaleras hacia las plantas superiores de la casona. El techo estaba ricamente tallado en madera. - Sgueme!, le dijo Jeremas a Artur. Te ensear la casona. Artur sigui a Jeremas que empez a subir las escaleras hacia la primera planta de la casona. Una vez llegaron a la primera planta, Jeremas dijo: - En este pasillo como podrs ver hay cuatro habitaciones a un lado del pasillo y tres al

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    otro. Al final del pasillo a la derecha est el gran saln, es donde paso la mayor parte de mi tiempo. Al final del pasillo a la izquierda est la biblioteca, ah tambin paso bastante tiempo, desde all se puede ver parte del jardn que tiene la casona. Ahora subamos al piso de arriba. Jeremas sigui subiendo escaleras y Artur le segua por detrs. Cuando llegaron a la siguiente planta se encontraron con otro pasillo. - A un lado del pasillo como podrs ver hay cuatro habitaciones y al otro hay otras cuatro. En la primera habitacin de la izquierda hay una puerta que conduce al desvn. Esa puerta est cerrada con llave, es al nico sitio donde no quiero que entres nunca. De las habitaciones que te he enseado puedes coger la que quieras, la que ms te guste. Artur no dijo nada. Jeremas empez a bajar las escaleras que haba subido instantes antes y volvi a aparecer poco despus en la segunda planta, de all se fue hacia el saln. - Sintate! , estars cansado del viaje. Poco despus Jeremas y Artur estaban sentados junto a una mesa donde haba unos platos con unas lonchas

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    de jamn y unos tacos de queso, una botella de vino blanco y otra de tinto y una hogaza de pan. - Come!, tendrs hambre. Artur no se lo pens dos veces, cogi una loncha de jamn con un poco de pan y se lo meti en la boca. Seguidamente abri la botella de vino blanco y llen uno de los vasos. Poco despus peg un trago. Jeremas le miraba con atencin a Artur. De repente llamaron al timbre de la puerta. - Perdona!, voy a ver quien llama, dijo Jeremas levantndose de la silla. Jeremas baj a la primera planta y de all a la planta baja. Poco despus abra la puerta, apareci Nabel con una maleta. - Pasa, pasa!, le dijo Jeremas, te estaba esperando. Te acuerdas de tu to-abuelo Jeremas? - Era muy pequea para acordarme, dijo Nabel, pero mis padres me hablaban mucho de ti . - Ah s! , y hablaban bien o mal de m! Nabel se sonri, pero no contest.

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    - Ven conmigo!, te ensear tu habitacin y tambin quiero presentarte a una persona. Subieron hasta la segunda planta, Jeremas le ense a Nabel la que iba a ser su habitacin. Ms tarde cuando estuvo instalada ambos bajaron al saln. Nada ms hacer su entrada en el saln, Jeremas les present: - Artur te presento a Nabel. No os conocis, pero ambos sois sobrinos mos. Artur por parte de su abuelo y Nabel por parte de su abuela. Como veo, ambos habis recibido mi carta, por eso estis aqu. Me imagino que estis pensando que ya no vais a ser los nicos herederos. No os preocupis por eso. Cuando yo me muera, si sois capaces de permanecer conmigo hasta ese da seris los dueos absolutos de la casona y de todas mis tierras. Hay dinero suficiente para ambos. Y si uno de los dos abandona y se va, el otro ser el dueo de todo. Artur llen con vino otro de los vasos que haba encima de la mesa y se lo pas a Nabel. - Gracias, contest Nabel al mismo tiempo que coga un taco de queso y un poco de pan. - Como veis, sigui hablando Jeremas, ya soy muy anciano y no creo que dure mucho tiempo. Pero lo que quiero de ambos es que durante el tiempo que est con vida me lo hagis pasar felizmente. Como veis estoy

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    solo en esta casa tan grande y yo soy el que se encarga de preparar la comida. A partir de hoy seris vosotros los que os encargaris de prepararme la comida y hacerme compaa. Nabel y Artur se miraron a la cara, seguidamente miraron al viejo. - Nosotros nos encargaremos de todo, dijo Nabel, usted no se preocupe. Artur mientras coma un poco de jamn se fij en la cara del viejo Jeremas. No sabra decir la edad que tena, pero su cara estaba totalmente arrugada. Los ojos los tena pequeos, porque los tena muy hundidos y la comisura de la boca le caa hacia abajo. - Bueno, yo me voy a retirar, dijo el viejo, me acuesto pronto y tambin me levanto temprano. Si queris o necesitis algo ya sabis donde est el comedor, estis en vuestra casa. Hasta maana! Poco despus el viejo haba desaparecido del saln. Artur y Nabel se quedaron solos. - Te has dado cuenta de que el viejo cojea?, le pregunt Nabel. - Si ! , me he dado cuenta. Supongo que cojear porque tiene los huesos desgastados.

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    O sea que somos parientes lejanos, dijo Artur despus de un rato de silencio. Nabel le mir y contest: - Eso dice el viejo. Te has fi jado en el jardn que hay alrededor de la casona? - No mucho, contest Artur. En cuanto llegu aqu, el viejo me meti en la casona, pero maana podremos ver los alrededores de la casona, quiero ver bien todo lo que vamos a heredar. Se hizo tarde, Artur y Nabel se retiraron a sus habitaciones. En cuanto Artur entr en su habitacin lo primero que vio fue un cuadro enorme encima de la cabecera de su cama. Era el retrato de una anciana, igual que el viejo ella tambin tena la cara arrugada y los ojos metidos para adentro. Lo mismo le paso a Nabel, la primera vez que entr en su habitacin no repar en el cuadro que tena encima de la cabecera de su cama, pero en ese momento lo primero que vio fue el cuadro. Nabel quera apartar la vista del cuadro, pero por mucho que lo intentaba haba algo en su interior que le deca que lo mirase, estuvo durante un tiempo luchando contra esa fuerza misteriosa hasta que se acerc al cuadro y le dio la vuelta poniendo la cara contra la pared. Una hora ms tarde Artur y Nabel estaban dormidos en sus habitaciones. De repente se oy un lamento en toda la casona. Tanto Artur como Nabel se despertaron. Nabel encendi la luz de su mesilla y se qued fija mirando a la puerta de su habitacin. Poco despus la

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    manilla de la puerta se movi, alguien estaba intentando abrir. Nabel haba cerrado la puerta con llave, pero estaba aterrorizada. Segundos despus dej de moverse la manilla, pero Nabel no pudo pegar ojo en toda la noche. A la maana siguiente, Nabel sali de su habitacin y dirigi a la de Artur. Poco despus llamaba a la puerta. - Quin es? Se oy desde el interior. - Soy Nabel. Poco despus se abri la puerta y apareci Artur. - No has odo nada esta noche?, pregunt Nabel. - Me pareci or algo, pero al final pens que haba sido mi imaginacin y segu durmiendo, contest Artur. Ms tarde bajaban ambos a desayunar a la cocina. Nabel busc comida en los armarios y sac unas cajas de leche. Artur abri la nevera y sac un tarro con mermelada y unas piezas de fruta. Poco despus ambos estaban desayunando. - Dnde estar el viejo?, pregunt Nabel. - Seguro que estar durmiendo, contest Artur.

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    - Ayer dijo que se levantaba muy temprano, sigui hablando Nabel. Cuando terminaron de desayunar Artur y Nabel salieron de la casona para ver el jardn, pudieron ver que haba un buen nmero de rboles centenarios y que en el jardn haba varios caminos que todos ellos estaban entrelazados entre s. En medio del jardn haba un estanque donde haba bastantes peces de colores. - Mira!, dijo Nabel, arriba! Me ha parecido ver a alguien que nos vigilaba desde aquel ventanuco que hay all arriba. Artur mir hacia donde le indicaba Nabel, pero no vio nada. Seguidamente ambos se volvieron a meter dentro de la casona. Nada ms entrar se encontraron con Jeremas. - Hemos ido a ver el jardn, dijo Artur. Jeremas les mir a los dos durante unos segundos, seguidamente sin decirles nada, dndose media vuelta desapareci tras una puerta que haba a la izquierda de la entrada. - Qu hombre ms raro!, dijo Nabel. Cada vez le encuentro ms extrao. A la hora de comer Jeremas apareci de nuevo y se sent a la mesa para comer con ellos, pero esta vez estaba ms hablador.

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    - Qu tal habis pasado el da?, os ha gustado el jardn? - Es un jardn precioso, contest Nabel, nunca haba visto unos rboles tan enormes. Poco despus mientras coman, Nabel, dijo: - Ayer a la noche me despert una especie de lamento. Jeremas, usted oy algo? La cara de Jeremas cambi de repente, poco despus, dijo: - No! Sin terminar de comer Jeremas se levant de su asiento y desapareci del comedor arrastrando una de sus piernas. - Te has fi jado!, dijo Nabel. Ayer no cojeaba de esa pierna. - Ayer antes de llegar t a la casa, cuando me estaba enseando las habitaciones me dijo que poda entrar en cualquier sitio menos en el desvn, que no se me ocurriese traspasar aquella puerta. Creo que tendramos que investigar que guarda el viejo all , dijo Artur .

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    - Me parece bien, dijo Nabel. Este viejo no es de fiar, nos oculta algo. A media tarde, Nabel y Artur subieron hasta el desvn, una vez all intentaron abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave. - No se puede abrir, dijo Artur. - Esta cerradura es vieja, no creo que sea muy difcil abrirla, dijo Nabel. Poco despus Nabel estaba metiendo una ganza en la cerradura intentando abrirla, gir la ganza varias veces de izquierda a derecha y de derecha a izquierda hasta que la puerta se abri. - Dnde has aprendido a hacer eso?, le pregunt Artur. - Cuando era una jovencita conoc a un chico que no se le resista ninguna cerradura. Nabel abri la puerta y ante ellos aparecieron unas escaleras estrechas de madera que suban hacia arriba. Artur encendi una vela que haba cogido en la cocina y seguidamente empezaron a subir las escaleras. La oscuridad era total all dentro, solo la llama de la vela les haca que no estuviesen en tinieblas. Cuando llegaron arriba haba una gran superficie llena de maniques de hombres y mujeres, varios bales, bolsas, cuadros, libros y un montn de cosas ms. Artur intentaba ver bien con la luz de la vela, pero

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    apenas poda ver a dos palmos de su cara. De repente vio moverse algo. Artur llev la vela en la direccin donde pensaba que haba visto algo, pero no vio nada. - Salgamos de aqu! , dijo Nabel. Este sitio me parece terrorfico. Poco despus Artur y Nabel volvan sobre sus pasos hacia la salida, de repente Nabel sinti que algo le haba rozado. - Ahhhh!, grit Nabel. - Qu sucede?, pregunt Artur. - Algo me ha tocado, contest Nabel temblando. Minutos despus ambos haban salido del desvn. Nabel cerr rpidamente la puerta y se sent en la cama que haba en la habitacin donde estaba la entrada al desvn, su cuerpo segua temblando. Despus de unos minutos recuper el habla. - Cuando estbamos all arriba, me ha tocado algo asqueroso, no sabra decir que ha sido, pero el contacto con mi piel ha sido horrible, dijo Nabel an temblando. - A m tambin me ha parecido ver algo, dijo Artur, pero no sabra decir que poda ser, se ha movido demasiado rpido.

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    Poco despus ambos salan de la habitacin, por el pasillo se encontraron a Jeremas, pas el da y no se volvieron a ver hasta la cena. A la hora de la cena Jeremas hizo su entrada en el comedor, pareca contento. - Dnde ha estado?, le pregunt Nabel. Jeremas mir a Nabel con la cara seria, pero no contest a su pregunta, simplemente se sent a la mesa y empez a cenar. Cuando terminaron de cenar, Jeremas les dijo: - Esta noche cerrar las puertas de vuestras habitaciones con llave, si por casualidad alguien llama para que le dejis entrar no le abris la puerta. - Pero si solo estamos nosotros tres en la casa, dijo Artur, quin puede llamar? Jeremas no contest, seguidamente se levant de su asiento y desapareci como haca ltimamente. - Qu habr querido decir con que si l lama alguien a la puerta, dijo Nabel. Solo estamos los tres en esta casona, no hay nadie ms. - Yo no estara tan seguro, dijo Artur, ese viejo nos est ocultado algo y eso no me gusta nada. Primero me dijo que no se me ocurriese entrar en el desvn, ahora que si

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    alguien llama a nuestra puerta que no le abramos. No se que pensar del viejo. - Yo tengo miedo, dijo Nabel. No te importara venir a mi habitacin esta noche y dormir en el sof. Me asusta lo que nos ha dicho el viejo. - No te preocupes, esta noche la pasar en tu habitacin. Poco despus Nabel y Artur estaban en la habitacin de Nabel para pasar la noche. El viejo haba desaparecido sin dejar rastro. Nabel se acost vestida en la cama y Artur se tumb en el sof que haba en la habitacin de Nabel. Empezaron a pasar las horas y la noche pasaba sin sobresaltos. Nabel se empez a quedar dormida antes de las doce de la noche. Artur tambin empez a cerrar los ojos, poco despus ambos se haban quedado dormidos profundamente. El reloj del saln empez a dar las horas. Cuando terminaron las campanadas todo se qued en silencio, un silencio que no presagiaba nada bueno. Artur y Nabel dorman plcidamente ajenos a todos lo que pudiese ocurrir. De repente, se empezaron a or pasos que suban por las escaleras de madera, al llegar al pasillo se encaminaron hacia la habitacin de Artur. Seguidamente se oyeron unos golpes en la puerta. Artur se despert, haba odo unos golpes. Los golpes continuaron en su puerta. Artur se dio cuenta que los golpes que sonaban en toda la casa los estaban dando en su habitacin, pero l no estaba

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    all. Mir a Nabel, pero ella dorma, no se haba despertado. Artur se fue hacia la puerta y la empez a abrir con mucho cuidado, desde la habitacin de Nabel podra ver quien daba aquellos golpes tan salvajes. En cuanto abri un poco la puerta una zarpa peluda se col por la rendija intentando abrir la puerta. Artur empujaba desde dentro para lo que fuese que haba fuera no entrase. - Nabel! , chillo Artur, despierta, aydame. Nabel se despert sobresaltada, rpidamente se levant de la cama y se fue corriendo hacia donde estaba Artur para ayudarle a cerrar la puerta, en cuanto se acerc vio una zarpa peluda intentando abrir la puerta. Nabel cogi un hierro que haba en la chimenea y con el golpe a la zarpa varias veces. Al fin la zarpa sali para afuera y tanto Artur como Nabel pudieron cerrar la puerta con llave. Ambos cayeron sentados al suelo, estaban exhaustos. Pas el tiempo y no volvieron a or nada. Cuando amaneci y el sol entr por la ventana de la habitacin Artur y Nabel abrieron con mucho cuidado la puerta y salieron al pasillo, los dos llevaban en su mano un hierro de la chimenea por si acaso. Vieron que en la puerta haba seales de araazos, parecan los araazos de algn animal. Ambos se quedaron sorprendidos. Poco despus bajaron al comedor para comer algo y hablar con el viejo. Mientras desayunaban apareci Jeremas. Artur se levant de su asiento y acercndose al viejo le dijo: - Ayer algo intent entrar en la habitacin de Nabel, yo estaba con ella, al final entre los dos conseguimos cerrar la puerta. Nos tiene

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    que explicar aqu y ahora que pasa en esta casa, no le dejar que vuelva a irse sin antes decirnos lo que sucede. Nabel y yo hemos preparado nuestro equipaje para marcharnos. Jeremas se les qued mirando a ambos y les dijo: - Esta bien!, est bien!, os dir todo. Sentaros!, les dijo Jeremas. - Mara y yo nos casamos hace muchos aos, ramos felices, pero no conseguamos tener hijos. Al principio mi mujer lo llevaba bien, pero con el tiempo su carcter empez a cambiar, estaba ms seria, haba dejado de sonrer e incluso algunas veces se enfureca. Yo le propuse ir a ver a un mdico conocido mo para que nos ayudase. Con el tiempo fuimos a los mejores mdicos del mundo para que la ayudasen a quedarse embarazada, pero pas el tiempo y ningn mdico lo consigui. Mi mujer cay en una gran depresin. Yo sin embargo empec a estudiar medicina con el propsito de ayudarla a tener el hijo que tanto deseaba. Hice algunos experimentos con ella, pero no resultaron, ms bien le fueron perjudiciales. Su aspecto fsico empez a cambiar, todo su cuerpo sufri una transformacin animal. Al principio a pesar de su aspecto podamos hablar y ella razonaba bien, pero con el tiempo su parte animal ha ido apoderndose de ella

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    internamente y cada vez es ms difcil hablar con ella, cada vez habla menos, todos sus sonidos y gestos son los de un animal. Artur y Nabel no podan dar crdito a lo que estaban oyendo sus odos. Estaban viviendo en la misma casa en la que haba una persona que se haba convertido en un animal y que poda acabar con ellos en cualquier momento. - Y dnde est Mara ahora?, le pregunt Nabel. - No os preocupis, dijo Jeremas, no os podr hacer dao. Est encerrada en un stano que hay en el jardn. Al principio cuando estaba lcida estaba en el desvn, pero con el tiempo me di cuenta que era mejor que estuviese fuera de la casa. - Pero est encerrada?, pregunt Artur. - Por supuesto, dijo Jeremas. La puerta del stano tiene tres cerraduras. - Y entonces, quin aporre la puerta de mi habitacin anoche? - Fue ella, dijo Jeremas cabizbajo. Por las noches le llevo algo de comer. Ayer a la noche cuando le llev la comida se me escap y entr en la casa, sal detrs de ella, pero me

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    cost encontrarla y llevarla otra vez al stano. - Yo no aguanto ms, dijo Nabel, me voy de esta casa, me estoy volviendo loca. - Ahora ya no hay peligro dijo Jeremas. Te aseguro que ya no se volver a escapar. - Me da igual, dijo Nabel, he pasado una noche de terrible, si Artur no llega a estar conmigo en la habitacin me hubiese dado algo. Prefiero volver a mi casa y vivir tranquilamente el resto de mi vida. - Como t quieras, dijo Jeremas, vete cuando quieras, pero te quedars sin la herencia. - Yo me quedo, dijo Artur, si no vuelve a escaparse no hay porque preocuparse. Poco despus Jeremas desapareci. Nabel subi a su habitacin para hacer la maleta y marcharse cuanto antes de aquella casa maldita. Artur sali al jardn para pasear un poco. Mientras Nabel estaba preparando su maleta oy que la puerta de su habitacin se abra, se gir y vio algo que su pobre corazn no pudo resistir. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, los pelos de su cabeza se levantaron mirando al techo, su boca se abri desmesuradamente intentando chillar, pero no le sali ningn sonido, segundos despus caa al suelo sin vida.

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    **************** Cuando Artur termin de dar el paseo por el jardn entr en la casona buscando a Nabel para despedirse de ella. Mir en el saln, en el comedor, en la biblioteca y como no la encontraba se dirigi hacia su habitacin. Llam a la puerta, pero no obtuvo respuesta, volvi a llamar, pero todo segua en silencio. Seguidamente abri la puerta y se encontr la habitacin totalmente recogida y limpia. Artur se qued extraado, Nabel no se poda haber ido sin despedirse de l, sali de la habitacin y baj rpidamente las escalares, cuando estaba en la primera planta se encontr con el viejo. - Dnde est Nabel?, pregunt Artur extraado. - Se ha ido hace un rato, contest Jeremas. La cara de Artur cambi de semblante, no se poda imaginar que Nabel no se hubiese despedido de l. - Pero no ha dicho nada?, volvi a preguntar Artur. - S ! , contest Jeremas. - Me dijo que te dijese que senta mucho no quedarse y que me despidiese de ti .

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    Artur no saba que pensar, aquella despedida era muy extraa. No pensaba que Nabel se hubiese ido sin despedirse de l personalmente. Esa noche Artur cerr la puerta de su habitacin con llave y arrim la mesilla de su cama contra la puerta por si acaso. No estaba dispuesto a irse de aquella casa hasta que se hiciese con la herencia. Cuando pas la media noche Artur roncaba a pierna suelta, era un hombre que no tena problemas para coger el sueo. De repente la manilla de la puerta de su habitacin empez a moverse, pero la puerta estaba cerrada con llave. Seguidamente la llave que estaba metida en la cerradura tambin empez a moverse hasta que se cay al suelo. Artur se levant de la cama, haba odo algn sonido extrao. Mir hacia la puerta de su habitacin y vio que la llave no estaba en la cerradura. Se levant de la cama y se acerc a la puerta. La llave estaba en el suelo. De repente alguien o algo golpe la puerta de la habitacin con fuerza. Artur se sobresalt, se ech hacia atrs. La puerta retumbaba por los fuertes golpes que reciba. Artur estaba asustado, no saba que hacer. No poda salir por la ventana de la habitacin porque estaba a ms de diez metros de altura del suelo. Lo que haba all afuera segua golpeando la puerta con fuerza, de repente la madera de la puerta se empez a resquebrajar a consecuencia de los golpes que reciba. Poco despus algo deforme consegua abrir un agujero en la puerta. Artur presionaba la mesilla que haba puesto sobre la puerta para que lo que haba all afuera no pudiese entrar. Artur sudaba no solo por el esfuerzo que

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    estaba haciendo sobre la puerta, sino por el miedo que estaba pasando. Poco despus los golpes cesaron y todo volvi a la calma ms absoluta. Artur se tumb en la cama para serenarse y relajarse, lo haba pasado realmente mal. Cuando amaneci Artur sali de su habitacin con cautela y baj las escaleras mirando hacia todos los sitios, la penumbra reinaba en la casona. Nada ms entrar en el comedor se encontr con Jeremas que estaba de espaldas a la pared. - Buenos das Jeremas. Ayer tambin se le escap su mujer? Jeremas no contest y segua de espaldas a la pared. Artur esperaba alguna respuesta por parte del viejo, pero el segua igual. Cuando por fin se dio la vuelta, Artur se qued pasmado con lo que vio. La cara del viejo haba cambiado de color, ahora presentaba un color amarillento, los ojos que antes los tena medio hundidos en sus cuencas, ahora sobresalan sobre su rostro dndole una forma informe. Artur se ech hacia atrs de la impresin que le caus. - Qu le ha pasado?, le pregunt Artur. El viejo no contest, se sent a la mesa y comi lo que haba encima de ella con las manos, ni siquiera utiliz la cuchara, el tenedor y el cuchillo, de su boca le caa la baba hacia la mesa. Artur tambin se sent y trat de comer algo para coger fuerzas, la noche haba sido dura.

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    - Me voy!, dijo de repente Artur. Yo tambin me voy. El viejo levant la cabeza de la mesa y mir fijamente a Artur a los ojos, seguidamente volvi a bajar la cabeza y sigui comiendo de aquella manera asquerosa. Poco despus el viejo se levant de la mesa y sali por la puerta. Artur se qued solo, termin de desayunar y subi a su habitacin. Se fue hacia su armario abri la puerta para coger sus camisas y pantalones y de repente vio algo espeluznante. All estaba Nabel sin vida, tena los ojos fuera de sus rbitas y la boca abierta horriblemente. Artur dej sus ropas y no quiso perder tiempo, sali rpidamente de la habitacin hacia las escaleras, tena que salir de aquella casa cuanto antes. Cuando lleg a la primera planta se fue derecho hacia la puerta de entrada a la casa, tir del manillar, pero la puerta estaba cerrada con llave. Mir haber si vea la llave por alguna parte, pero por all no haba rastro de ella. Se fue hacia la primera ventana la abri, pero tena barrotes. Se fue corriendo hacia la otra ventana y despus de abrirla tambin vio que estaba protegida con unos barrotes de hierro. Artur empez a sudar, se pas la mano sobre la frente y vio que estaba empapada, se limpi sobre el pantaln. Se qued all intentando pensar que iba a hacer. De repente empez a or unos ruidos terribles en la planta de arriba. Artur mir donde se poda esconder, pero despus de mirar durante unos segundos no vio ningn lugar que le sirviese para ocultarse. Poco despus oy que alguien bajaba por las escaleras, el corazn de Artur se empez a desbocar dentro de su pecho. Artur no quitaba la

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    vista de las escaleras que terminaban donde estaba l, en la planta baja. De repente apareci lo inevitable. La cara de Artur cambi de repente, el color se fue de su cara y apareci un color plido amarillento. Los ojos de Artur parecan salrsele de sus rbitas y la boca se le empez a abrir, pero sin emitir ningn sonido. La criatura que bajaba por las escaleras en algn momento se haba parecido a Jeremas, pero ahora estaba totalmente deforme. La cara se haba deformado totalmente de la que sobresala una boca enorme llena de unos dientes grandes y puntiagudos. Los brazos se haban convertido en algo informe con unas zarpas como manos. El cuerpo estaba curvado y alargado y las piernas parecan las de un animal con pezuas.

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    Elisa estaba a punto de salir de casa cuando llamaron por telfono, volvi sobre sus pasos para cogerlo. - S!, dgame. - Elisa!, que alegra me da or tu voz. - A m tambin, to Joans. Qu tal por frica? - Bien! Te llamaba para decirte que hoy mismo os llegar un paquete. Os he comprado un regalo para que no os olvidis de vuestro to. - Muchas gracias, to. Y qu nos mandas? De repente la lnea del telfono empez a hacer ruido hasta que se perdi totalmente el sonido.

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    - Vaya!, dijo Elisa, se ha cortado la lnea. Alfred!. Grit Elisa. Tengo que salir de casa. El to Joans nos ha mandado un paquete de frica, no salgas y espera a que lo traigan. - Vale mam, esperar a que lo traigan, contest Alfred. Poco despus Elisa sala de casa. Media hora ms tarde llamaban al telefonillo. - Los sres. de Gorruet, por favor. - S!, aqu es, contest Alfred. - Traigo un paquete para ustedes. - Suba por favor. Segundos despus Alfred estaba cogiendo un paquete de un metro de alto por medio metro de acho. - Qu nos habr mandado el to?, se pregunt Alfred. La verdad que no pesa demasiado. Poco despus dej el paquete en el saln y se fue hacia su habitacin. Ms tarde llegaron Elysa, Suny y Robert. - Mirad que nos ha mandado el to Joans!, dijo Alfred saliendo de su habitacin.

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    Elysa, Suny y Robert se acercaron al saln para ver lo que haba mandado el to Joans. El paquete estaba en el suelo. Todos se pusieron a su alrededor intentando adivinar que poda haber dentro, incluso Suny se aventur a decir: - Creo que ya se lo que nos ha mandado el to. Un colmillo de elefante! - No creo que sea eso, dijo Alfred. - Entonces qu puede ser?, dijo Suny. Elysa cogi un cuchillo y dijo: - Ahora veremos que nos ha mandado el to. Seguidamente cogi el cuchillo y empez a cortar las cuerdas que tena la caja. Poco despus Alfred y Suny estaban ayudando a su madre a abrir el paquete. Robert sin embargo miraba desde la distancia que poda haber en aquel paquete. Diez minutos despus apareci ante ellos una cobra en posicin de ataque, la cabeza la tena suspendida en el aire, el cuello lo tena desplegado y sobre l aparecan como dos ojos pintados. Era de un color gris oscuro salpicado con motas blancas. Los ojos los tena salidos y su mirada impresionaba a la persona ms valiente. Tendra un tamao de unos dos metros. Un metro estaba enroscado en el suelo y el otro se levantaba hacia arriba en posicin de desafo.

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    Alfred, Suny, Robert y Elysa se sentaron para contemplar mejor a la cobra. Tena una estampa bellsima, pareca viva. Si la mirabas a los ojos haba en ellos una especie de atraccin de la que era difcil volver a quitarlos. - Un magnfico regalo, dijo Robert. Me gusta! Lo nico que impresiona mirarla, parece que est viva y que va a saltar en cualquier momento. - S!, a m tambin me gusta dijo Suny. Tengo ganas de ensersela a mis amigas. Se van a quedar de piedra. - Tenemos que ensersela a Persins, dijo Elysa, le gustan mucho los animales. - Ahora mismo voy a llamarla, dijo Suny. Suny sali para llamar a la vecina. Poco despus Persins entraba en la casa con su gato alrededor de ella. - Hola! Persins, pasa al saln, te quiero ensear una cosa que nos ha enviado nuestro to desde frica. Persins seguida de su gato pas al saln detrs de Suny, nada ms entrar en el saln se qued fascinada. - Es fantstica!, nunca haba visto a una cobra disecada, parece que est viva, dijo Persins.

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    El gato de Persins en cuanto vio a la cobra se le erizaron todos los pelos del cuerpo pegando un maullido sobrecogedor. - Tranquilo Michif, le dijo Persins a su gato, tranquilo, esta cobra est disecada, no puede hacerte dao. Sin embargo el gato an con los pelos erizados se esconda detrs de las piernas de su ama. - Que gracioso, dijo Suny, Michif cree que la cobra est viva. - No me extraa, dijo Persins, realmente parece que est viva. An sabiendo que est disecada me produce un cosquilleo en la espalda cada vez que la miro. Poco despus Persins con su gato volvi a su casa. Suny, Alfred, Elysa y Robert se volvieron a quedar solos con el regalo que les haba mandado su to la cobra. A la noche mientras cenaban seguan hablando del regalo maravilloso que les haba mandado el to Joans. Cuando el reloj dio la doce de la noche todas las luces de la casa estaban apagadas, Suny era la nica que an estaba levantada cepillndose el pelo. Poco despus tambin se acost y la casa se qued totalmente en silencio. Sobre las tres de la madrugada Robert se levant para ir al bao, mientras estaba meando oy un sonido extrao que proceda del saln. Cuando sali del bao se dirigi hacia el saln, abri la puerta y sin encender la luz mir hacia el interior, no vi nada extrao, volvi a cerrar la puerta y se

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    volvi a su habitacin, poco despus estaba durmiendo plcidamente. A primera hora de la maana, recin amanecido el da, Michif estaba como hacia muchas veces, ponerse fuera de la ventana para ver si poda cazar algn pjaro despistado que pasase por su lado. De repente a Michif se le erizaron todos los pelos del cuerpo al mismo tiempo que maullaba con furia. Persins su ama abri rpidamente la ventana para ver que le pasaba a su gato, le vio totalmente agazapado y con los pelos del cuerpo en punta mirando hacia la ventana de la vecina. Persins mir para ver que le poda haber asustado a su gato, pero no vio nada que le llamase la atencin. Poco despus el gato se meti para adentro y Persins cerr la ventana. Durante la siguiente semana la casa de Elysa, Suny, Alfred y Robert estuvo llena de personas que invitadas por ellos acudan para ver y admirar aquel regalo que les haba enviado el to Joans desde frica. Haban puesto a la cobra en un rincn vaco del saln para que llamase mucho ms la atencin de los que la queran ver. Los primeros en acudir a la casa fueron los amigos de Suny y de Alfred, todos ellos chicos y chicas jvenes siempre estaban atentos para acudir invitados a cualquier lugar donde pudiesen ver algo que les llamase la atencin. Nada ms entrar la veintena de chicos y chicas en el saln todos sin excepcin dieron un traspis hacia atrs nada ms ver la cobra, era impresionante ver como estaba levantaba del suelo con su cuello desplegado y sus ojos mirando fijamente al frente, irradiaba un magnetismo que no dejaba a nadie indiferente.

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    - Impresionante!, dijo uno de los amigos de Alfred. Parece que est viva. Me da miedo solo con mirarla, parece que va a saltar sobre nosotros en cualquier momento. - S!, dijo una de las amigas de Suny, es fantstica y al mismo tiempo terrorfica. An sabiendo que est disecada no me gustara vivir con ella en la misma casa. Me produce escalofros. - Pues a m no me da ningn miedo, dijo otro de los amigos de Alfred. Es magnfica. Nada ms decir esto se acerc hasta donde estaba la cobra, se puso de rodillas de manera que su cabeza se puso a la altura de la cabeza de la cobra y dijo: - Veis!, no tengo ningn miedo. Seguidamente el muchacho abri la boca acercndose ms a la cobra hasta ponerse a escasos centmetros de ella. De repente el chico se ech las manos al cuello y cay al suelo. - No hagas el tonto Marlet, le dijo Alfred. Siempre tienes que hacer una de las tuyas, levntate del suelo y deja de jugar. Pero Marlet segua en el suelo con las manos agarrndose el cuello. Los dems chicos y chicas se miraban extraados viendo aquella escena que estaba

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    protagonizando Marlet. Todos le conocan de sobra y saban de sus bromas. Pas el tiempo y Marlet segua sin moverse, por fin Alfred se acerc a l y agarrndole de un brazo intent levantarle, pero Marlet segua igual. Cuando por fin se dieron cuenta de que a Marlet le pasaba algo, todos intentaron levantarle del suelo. - Qu le habr pasado? Empezaron a decir los chicos y chicas, de repente estaba bien y ahora est que parece que le ha dado algo. Poco despus una ambulancia le llevaba hacia el centro de salud de la ciudad, Alfred y varios chicos y chicas fueron con l para preocuparse de su estado de salud. Cuando llegaron al centro de salud el mdico les pregunt que le haba pasado. Alfred fue el que le cont lo que haba pasado. Seguidamente el mdico desapareci a travs de uno de los biombos que haba all. Los amigos y amigas preocupados se sentaron en la sala de espera del hospital para esperar el informe, todos deseaban que no fuese nada, que solo fuese una prdida de conocimiento sin ms. Varias horas ms tarde volvi a aparecer el mdico con otras dos personas que no llevaban bata. - Estos dos seores son de la polica, les dijo el mdico a los chicos. Vuestro amigo ha muerto envenenado. Alfred y sus amigos se quedaron sin habla, cmo haba podido morir envenenado Marlet?, aquello tena que

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    ser una equivocacin. Seguidamente uno de los policas les pregunt: - Sabis si vuestro amigo ha estado ltimamente en algn lugar donde haya cobras? Alfred mir a sus amigos y ellos le miraron a l, segundos despus Alfred fue el que dijo: - Yo tengo una cobra en mi casa, pero est disecada. Los dos policas se miraron y el que haba hablado en un principio dijo: - Vayamos a tu casa ahora mismo. Ms tarde la pareja de policas junto con Alfred y sus amigos llegaban a la casa de ste. Una vez all Alfred les llev al saln, el lugar donde estaba la cobra. Los dos policas se quedaron mirando a la cobra detenidamente sin acercarse demasiado. - Por qu sabis que est disecada?, pregunt uno de los policas. - Hace varios das nos la envi nuestro to desde frica en un paquete y desde que la tenemos en nuestra casa no ha cambiado de postura, no se mueve, est disecada, contest Alfred en tono burln.

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    - Alfred!, treme un palo largo con un trapo que no te sirva. Poco despus Alfred traa un palo y una camiseta vieja. Seguidamente el polica cogi el palo y la camiseta y envolvi la camiseta en el trapo haciendo un nudo alrededor del palo, seguidamente le dio fuego y las llamas se apoderaron del palo y de la camiseta. Seguidamente el polica acerc el palo en llamas a la cobra. El otro polica sac su arma preparado para disparar si hiciese falta. Las llamas del palo pasaron rozando a la cobra, pero sta segua en la misma posicin sin moverse de su sitio. El polica viendo que la cobra no se mova se acerc ms a la cobra con el palo en llamas y lo volvi a mover alrededor de la cobra. Ms tarde el polica apag el fuego en una cazuela con agua que le haba trado Alfred. - Ya les he dicho que la cobra est disecada. No puede hacer mal a nadie, no tiene vida. Poco despus los policas salieron de la casa. Alfred se qued con sus amigos junto a la cobra. Al da siguiente cuando Elysa fue a limpiar el saln se dio cuenta que la cobra no estaba en su sitio. - Estos chicos!, seguro que se la han llevado para ensersela a unos compaeros o para jugarles alguna broma pesada. Cuando termin de limpiar el saln fue hacia la cocina para preparar la comida. Ms tarde aparecieron Alfred y Suny.

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    - Chicos! Quin se ha llevado la cobra?, les pregunt su madre. Alfred y Suny se miraron, seguidamente Suny dijo: - Nosotros no hemos cogido la cobra, para qu la bamos a coger. - Entonces habr sido vuestro padre. La cobra no est en su sitio, dijo Elysa. Alfred fue corriendo hacia el saln, abri la puerta, la cobra estaba en su rincn. - Ama! La cobra est en su sitio, dijo Alfred. - Me estis tomando el pelo, dijo Elysa, pero yo ya soy un poco mayor para que me tomis el pelo. Esta maana cuando he ido a limpiar el saln la cobra no estaba en su sitio. - Ests segura?, pregunt Alfred. - Completamente, respondi Elysa. Alfred se qued pensativo. Su amigo haba muerto a consecuencia del veneno de una cobra y ahora su madre deca que la cobra no estaba en su sitio. Haba algo extrao en todo aquello, pens Alfred. Bien entrada la noche cuando todo estaba en silencio, Alfred se levant de su cama y fue directamente al saln, abri la puerta y

  • 62

    encendi la luz, mir hacia el lugar donde tena que estar la cobra, pero la cobra no estaba en su sitio. Alfred se alarm, mir al suelo para ver si la vea, pero no vio nada. Seguidamente apag la luz y cerr la puerta. - No puede ser, se dijo Alfred. Es imposible que la cobra est jugando con nosotros, es imposible que est viva. Tiene que haber alguna explicacin para esto. Alfred se meti en la cama, pero no poda dormir, el pensar que la cobra poda estar rondando por la casa no le dejaba pegar ojo. Por fin despus de dar muchas vueltas a su cabeza se levant y se fue hacia la habitacin de su hermana, no quera atemorizarla, pero se lo tena que decir. - Suny!, Suny!, despierta. Alfred la zarande para ayudarla a que se despertase, segundos despus Suny abra los ojos. - Qu pasa!, pregunt medio dormida. - La cobra no est en su sitio. He mirado por todas partes y no hay rastro de ella. - Qu dices!, Suny se levant de un salto atemorizada. T me quieres asustar, dijo Suny con la voz entrecortada. - Ya sabes que yo no miento, dijo Alfred en voz baja, no quiero despertar a nuestros padres.

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    Poco despus ambos se dirigieron hacia el saln, Suny iba detrs de Alfred pegada a l. Alfred abri la puerta del saln y encendi la luz. Ambos dirigieron sus miradas hacia donde tena que estar la cobra, pero efectivamente la cobra no estaba all. Suny lanz un grito callado y se agarr a su hermano presa del pnico. - No pasa nada, le dijo Alfred, no te preocupes. Ms tarde Alfred y Suny apagaron la luz y cerraron la puerta del saln y se fueron directamente hacia la habitacin de sus padres. Nada ms llegar all Alfred despert a sus padres. - Despertad! - Qu sucede? Pregunt Robert medio dormido y alarmado. - La cobra no est en su sitio, dijo Robert. - Qu! dijo Elysa sobresaltada. - Que la cobra no est en su sitio, volvi a repetir Robert. Robert, Elysa, Suny y Alfred se fueron hacia el saln. Robert abri la puerta, encendi la luz y all estaba la cobra en su lugar.

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    - Qu es esto!, pregunt Robert enfadado. No son horas para gastar bromas. Alfred y Suny se miraron y miraron hacia donde estaba la cobra, no podan dar crdito a sus ojos. - Vayamos a la cama! Dijo Robert an enfadado. Alfred se puso delante de su padre y dijo: - Te aseguro que la cobra no estaba all y Suny puede confirmar mis palabras. Esa cobra est viva y est jugando con nosotros. - No puede ser dijo Robert. Te habr parecido que no estaba all, pero esa cobra no se ha movido de all porque esta disecada, est muerta. - Espera un poco, dijo Elysa. Esta maana cuando estaba limpiando el saln la cobra no estaba en su sitio, mir por todas partes, pero no la v, pens que alguno de vosotros la abra cogido. Ms tarde volvi a aparecer. Robert se qued pensativo despus de or las palabras de su mujer, despus de un rato, dijo: - Vayamos a la cama, maana hablaremos ms detenidamente sobre el tema. Ahora la cobra est en su sitio que es lo importante, y yo tengo sueo.

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    Poco despus los cuatro estaban en la cama, Alfred y Suny cerraron las puertas de sus habitaciones, en su interior algo les deca que la cobra estaba viva. Al da siguiente cuando Robert, Elysa, Alfred y Suny estaban desayunando, Alfred dijo: - Ahora tenemos que hablar del asunto de la cobra. Me parece que tenemos que saber que pasa aqu, no es normal que unas veces est en su sitio y otras veces no. Si es alguno de vosotros que la cambia de sitio para gastar una broma a los dems creo que no tiene ninguna gracia, sobre todo despus de haber muerto mi amigo. Cuando terminaron de desayunar los cuatro fueron al saln para ver a la cobra, pero nada ms abrir la puerta vieron que en la esquina donde tena que estar, no estaba. Robert, Elysa, Alfred y Suny empezaron a mirar a su alrededor atemorizados, de repente all estaba la cobra deslizndose debajo de la mesa del saln. - Ah est!, dijo Suny en voz baja, como queriendo que la cobra no les oyese. Poco a poco la cobra fue saliendo de debajo de la mesa y se empez a levantar sobre su cuerpo hacia arriba hinchando su cuello y enseando las dos marcas que tena que parecan otros ojos. La cobra sacaba su lengua una y otra vez mirando a los cuatro detenidamente.

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    - Moveos muy lentamente, dijo Robert. No haced ningn movimiento brusco. Salid con cuidado, sin meter ruido. Poco a poco los padres y sus hijos fueron saliendo del saln ante la mirada atenta de la cobra. El ltimo en salir fue Robert que cerr la puerta en cuanto tuvo el cuerpo fuera. - Por aqu no puede salir, dijo Robert. Que nadie entre en el saln. Hay que llamar a la polica cuanto antes para que vengan a por ella. Ms tarde se present la polica en la casa de los sres. de Gorruet, eran los mismos policas que haban estado cuando la muerte del amigo de Alfred. - O sea que est viva, dijo uno de los inspectores, el ms mayor, pero si la pasamos una antorcha muy cerca de su piel y ni se inmut. - Pues podemos testificar que la hemos visto moverse y hemos tenido que escapar del saln para que no nos atacase, dijo Alfred. Seguidamente los inspectores seguidos de otros dos policas de paisano abrieron la puerta del saln con precaucin. Los dos policas uniformados llevaban unos palos largos con unas cuerdas en sus extremos para coger a la cobra. La cobra no estaba en su lugar. Los policas

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    miraron por todo el saln, pero no hallaron rastro de ella. De repente uno de los inspectores dijo: - Ha salido por la ventana!, dijo el inspector ms joven. El cristal de la ventaba estaba roto, la cobra haba roto el cristal para escaparse. Los inspectores miraron al patio interior que tena la casa, estaba a un metro de la ventana de los Gorruet, vieron para su asombro que la vecina tena la ventana abierta. Los inspectores y los dos policas corrieron a casa de la vecina, llamaron al timbre, pero no contest nadie. El inspector ms mayor puso a un polica en la puerta de la vecina para que no entrase nadie en la casa. Seguidamente los dos inspectores con el otro polica se volvieron a meter en la casa de los Gorruet y se fueron rpidamente al saln para saltar al patio y desde all entrar en la casa de la vecina. Poco despus entraron los dos inspectores seguidos del otro polica. - Tened cuidado!, dijo el inspector ms mayor. Media hora ms tarde volvan sobre sus pasos, salieron al patio y se volvieron a meter en la casa de la familia Gorruet, no haban encontrado a la cobra. - Dnde se habr metido!, dijo el polica en voz alta. Es imposible que no est por aqu. - Hemos mirado detenidamente cada hueco de la casa de la vecina y no est en ninguna parte, dijo el inspector joven.

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    - No hemos encontrado nada, dijo el inspector mayor. Robert y Elysa no saban que decir, era imposible que la cobra hubiese desaparecido, tena que estar en alguna parte. - De todas formas dijo el inspector joven, ser conveniente que tanto vosotros como vuestra vecina no pasis esta noche en casa, puede resultar peligroso. Hasta que no encontremos a la cobra tendris que ir a vivir a otro lugar. - Pero ahora podemos recoger algunas cosas?, pregunt Elysa. - S!, dijo el inspector mayor, pero daros prisa. Elysa y Robert fueron a su habitacin para coger alguna prenda de vestir y algo de dinero. Nada ms abrir la puerta vieron a la cobra encima de la cama mirndoles. - Inspector!, Inspector!, chill Elysa, venga por favor. La cobra est aqu. Los inspectores y los dos policas corrieron a la habitacin de Elysa, all estaba la cobra encima de la cama mirndoles.

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    - Increble, dijo el inspector de ms edad. Ya la tenemos, es nuestra. Salid de la habitacin, les dijo a Elysa y a Robert. Poco despus el inspector cerr la puerta quedndose dentro los dos inspectores y los dos policas. Elysa y Robert esperaron fuera a que los policas cogiesen a la cobra o la matasen, les daba igual. Pas el tiempo Elysa y Robert se miraban sin saber si tenan que entrar o tenan que seguir esperando. Dos horas ms tarde Robert no pudo aguantar ms y abri la puerta. Los inspectores y los policas estaban muertos en el suelo y la cobra estaba alrededor de ellos. Robert cerr la puerta de golpe y sali corriendo de su casa.

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    Cuando abrieron la veda Pedro aprovech para coger dos semanas de vacaciones. Todos los aos haca lo mismo, en cuanto abran la veda se coga ese tiempo para pescar. El primer da temprano, cuando an no haba amanecido, se levant de la cama cogi las caas de pescar y la cesta y se dirigi al ro, iba silbando por el camino, tena todo el sbado para pasarlo en el ro pescando. Mientras an estaba lejos del ro oy el ruido de las aguas que bajaban de la montaa, eso le produjo un escalofro. Poco despus haba llegado al ro, Pedro busc un buen lugar para poder echar las caas antes de que llegasen otros

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    pescadores, no tard en encontrarlo, puso la cesta en el suelo y prepar las caas para intentar coger su primera trucha. Media hora ms tarde Pedro tena las dos caas puestas en diferentes partes del ro, mientras tanto escuchaba la radio y miraba detenidamente los sedales de ambas caas. Pas el tiempo, pero no haba pescado nada. De repente Pedro se fij en el ro donde tena echada una de sus caas y vio pasar bajo el agua una sombra grande ro arriba. - No puede ser!, dijo Pedro en voz alta. Me ha parecido ver un pez enorme, pero no puede ser, la vista me ha jugado una mala pasada. Tengo tantas ganas de pescar mi primera pieza que ya veo alucinaciones. Sigui pasando el tiempo hasta que el sedal de una de las caas empez a moverse. Pedro cogi la caa y aguant el tirn, seguidamente le fue dando cuerda y al mismo tiempo la volva a recoger, diez minutos ms tarde Pedro haba ganado la batalla a su primera trucha. Cuando Pedro empez a recoger el sedal su corazn empez a golpearle fuertemente dentro del pecho, por la pelea que haba mantenido con aquella trucha tena que ser bastante grande, pens Pedro. Minutos ms tarde sacaba una trucha de casi dos kilos, era una trucha enorme, magnfica. Haba valido la pena haber pasado toda la tarde en el ro para cobrar aquella pieza de museo. Aunque no haba pescado mucho ese primer da, Pedro estaba contento, volva a casa

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    con un ejemplar digno de admiracin. En cuanto entr por la puerta de su casa le dijo a su mujer: - Hoy no he pescado mucho!, pero nunca haba pescado una trucha como la que traigo en la cesta. Fonsi, nada ms or las palabras de su marido la curiosidad la llev hasta donde estaba la cesta para ver la trucha que haba pescado. Nada ms abrir la tapa de la cesta apareci una enorme trucha que llenaba completamente la cesta. - Increble!, dijo Fonsi poniendo cara de asombrada. Nunca habas pescado nada igual en tu vida. Con esta trucha podremos cenar varios das. - Antes de que la cocines, dijo Pedro, quiero que me hagas una foto con ella, vete a saber si en lo que me queda de vida podr pescar otro ejemplar igual. Poco despus Pedro con la trucha en su mano derecha posaba para su mujer con una sonrisa de oreja a oreja. Fonsi le hizo varias fotos para inmortalizar ese momento.

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    - Ahora s, dijo Pedro. Ahora puedes meterla al horno cuando quieras. Poco despus lleg Juan, el hijo de Pedro y Fonsi. En cuando vio la trucha tambin se hizo unas fotos con aquel ejemplar sacado por su padre del ro. Despus de cenar la familia estuvo viendo las noticias en la televisin, en las noticias referentes a la comarca donde vivan ellos dijeron que unos pescadores haban visto un extrao ejemplar en el ro, no saban a ciencia cierta como era porque lo haban visto pasar muy rpido y por debajo del agua, pero que les pareca que por el tamao no poda ser ninguna trucha, era muy grande. Pedro nada ms or la noticia le vino a la cabeza la sombra que l haba visto cuando estaba pescando, pero segundos despus sin darle ninguna importancia al suceso dej de pensar en ello. Al da siguiente Pedro con su hijo se dirigieron al ro, esta vez llevaban tres caas, dos eran de Pedro y una de su hijo Juan, era temprano estaba empezando a amanecer. Pedro y su hijo no tuvieron problemas para escoger un buen sitio en el ro, an no se vea a ningn otro pescador cerca. Mientras Pedro se puso a una parte del ro, su hijo se puso en frente de su padre, pero a la otra parte. Ambos se vean desde donde estaban pescando. En poco ms de media hora Pedro ya haba pescado varias truchas, todas ellas eran de tamao normal tirando a pequeas, sin embargo su hijo Juan no haba pescado nada. Sigui pasando el tiempo, pero a partir de ese momento ninguno de los dos pesc

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    nada. El da se nubl un poco y el tiempo cambi radicalmente. Los pjaros dejaron de trinar y el agua que bajaba con fuerza de la montaa pareca que cambiaba de color. Padre e hijo se miraron, ambos haban notado algo raro en el ambiente, pero no sabran decir a que se deba, pero tenan una sensacin extraa. De repente las caas de Pedro y Juan empezaron a moverse con brusquedad. Tanto el padre como el hijo cogieron sus caas y trataron de aguantar el tirn, pero al poco tiempo las caas volaron de sus manos, el tirn fue increble. Pedro y su hijo se miraron a travs del ro, seguidamente miraron al ro intentando ver que es lo que les haba arrebatado las caas. Poco despus vieron una sombra enormemente grande que bajaba ro abajo. - Has visto algo?, le pregunt Pedro a su hijo. - Me ha parecido ver algo enorme debajo del agua, pero la verdad que no lo he podido ver con claridad. No podra decir a ciencia cierta si era un pez o era otra cosa, respondi Juan. Pedro segua mirando al ro intentando ver algo, pero no vio nada. Seguidamente tanto el padre como el hijo empezaron a escuchar de nuevo como cantaban los pjaros, pareca que todo haba vuelto a su normalidad.

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    - Intentemos recoger las caas, le dijo Pedro a su hijo. Seguro que las encontraremos ro abajo. Poco despus Pedro y Juan bajaban cada uno por su parte del ro intentando localizar las caas. No tardaron mucho en encontrarlas. - Ah estn!, grit Juan a su Padre. Se han enredado en esos matorrales. Ms tarde haban recuperado sus caas, estaban intactas. - Creo que se nos ha hecho tarde, le dijo Pedro a su hijo. Recoge las cosas que nos vamos a casa. Sobre las ocho de la noche llegaron a casa. Fonsi les estaba esperando. - Qu tal os ha ido el da? - Bien, respondi Pedro. Yo he pescado cuatro truchas, aunque esta vez son ms bien pequeas. No quera preocupar a su mujer con lo que crean que haban visto en el ro. Cuando estaban viendo las noticias por la televisin oyeron que un pescador haba desaparecido en el ro, no haba vuelto a su casa. Su mujer

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    y sus hijas estaban preocupadas porque siempre llegaba antes de anochecer a casa. La polica haba ido al ro para investigar que haba podido pasarle al pescador, varios buzos de la polica se metieron en el ro para buscarle y varias lanchas empezaron a surcar el ro de una parte a otra. Otros policas con perros adiestrados peinaron la zona que estaba junto al ro. Pasaron las horas, pero el pescador no apareci. Al da siguiente temprano ms polica volvi al ro para seguir buscando al pescador desaparecido, pero les cay la noche sin encontrar ni rastro del pescador. Pasaron varias semanas y el pescador no apareci por ninguna parte. La polica descart que estuviese en el ro o en las inmediaciones y empez a buscarle por otras zonas ms alejadas. Pedro y su hijo Juan tres das despus pudieron volver al ro para pescar, solo les quedaba una semana para que se cerrase la veda, tenan que aprovecharla al mximo, ese ao era el ao que menos haban pescado, en gran parte se deba a que la polica haba acordonado la zona y no se poda pescar, pero ahora podan seguir pescando a sus anchas. Pedro lanz el sedal de su caa lo ms lejos que pudo hacia el ro, seguidamente sujet la caa a uno de los rboles que haba all. Su hijo Juan cruz el ro y se puso al otro lado, poco despus tambin lanz el sedal de su caa y esper impaciente que alguna trucha picase el anzuelo. Ms tarde la caa de Pedro se empez a mover, Juan desde la otra parte del ro miraba como su padre luchaba con lo que haba mordido el anzuelo, vea la maestra con la que su padre luchaba con su presa, como le daba sedal para dejar

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    que se cansase y poco apoco lo volva a recoger una y otra vez para que la trucha se cansase de tirar. Un cuarto de hora ms tarde Pedro sacaba del ro una trucha que pasaba del kilo y medio. A Juan se la haca la boca agua viendo la trucha que haba pescado su padre. No tard mucho en tocarle a l, su caa se empez a mover, rpidamente la cogi y empez a tirar con fuerza, seguidamente hizo lo mismo que haba hecho su padre poco antes, le dio sedal a la trucha para que se cansase y seguidamente volvi a recogerlo, esto sucedi unas cuantas veces hasta que la trucha se rindi de cansancio y Juan aprovech para sacarla del ro. La trucha no era tan grande como la de su padre, pero tena un buen tamao. Juan estaba feliz, aunque no pescase nada ms en todo el da haba valido la pena haber pescado aquella trucha. Pedro mir a su hijo con cario y le dijo: - Lo has hecho muy bien, estoy orgulloso de ti. - Buen maestro tengo, contest rpidamente el hijo. Ambos se sonrieron esperando a la siguiente trucha. Pas el tiempo, Pedro not que su caa se haba movido, rpidamente la cogi y empez a tirar, no not fuerza en el otro extremo, empez a recoger el sedal. Juan miraba atento a lo que su padre estaba sacando del ro. Segundos despus apareci una calavera. Tanto Pedro como su hijo se echaron hacia atrs de la impresin que les caus, poco despus Pedro reaccion y sigui recogiendo el sedal hasta que tuvo a la calavera a dos metros de su cara.

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    - Juan!, recoge tu caa y ven, tenemos que dar parte de esto a la polica. Una hora ms tarde dos inspectores de polica estaban en el ro con Pedro y Juan. - Aqu est!, dijo Pedro an asustado. Los inspectores cogieron la calavera con unos instrumentos que llevaban y la metieron dentro de una bolsa de plstico. - Slo han encontrado esto?, le pregunt a Pedro uno de los inspectores. - S!, contest Pedro, ha sido justamente en esa zona. Pedro les indicaba con el dedo donde haba pescado la calavera. Ms tarde los inspectores y padre e hijo volvieron al pueblo. Al da siguiente las investigaciones que haban hecho sobre la calavera daban que era del pescador que haba desaparecido. La polica enseguida organiz otra batida por el ro para tratar de encontrar el resto del cuerpo del pescador. Varios buzos de la polica se sumergieron donde Pedro les haba indicado que haba pescado la calavera. Uno de los buzos nada ms sumergirse vio un

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    agujero en una de las paredes del ro por donde poda entrar un hombre corpulento, se acerc a la boca del agujero con una linterna de agua para mirar en su interior, meti la cabeza y de repente apareci una bocaza enorme llena de unos dientes que parecan cuchillas, segundos despus el polica perda la vida, no se haba dado cuenta de lo que le haba pasado. El otro polica no se haba dado cuenta de lo que le haba pasado a su compaero. Seguidamente se fij que a su compaero se le haba cado la linterna de la mano, cuando se quiso fijar bien en su compaero se dio cuenta que solo tena media cabeza, intent salir nadando de all a toda velocidad, pero algo le enganch de una pierna, sigui braceando para escapar de lo que le haba enganchado la pierna, pero no poda, poco a poco sinti que la vista se le nublaba y que perda la consciencia, segundos despus haba muerto. Poco despus uno de los buzos sali a la superficie flotando sin una de sus piernas. - Mirad!, exclam uno de los inspectores. Poco despus sali el otro buzo sin media cabeza y sin los brazos. - Qu horror!, exclam uno de los policas. - Que nadie se acerque al ro, grit uno de los inspectores. Lo que hay ah abajo tiene que ser

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    muy grande. Fijaos como estn los cuerpos mutilados. Poco despus se haban reunido cerca del ro los dos inspectores con una veintena de policas que haban ido con ellos. - Seores!, dijo uno de los inspectores, tenemos que tener los ojos bien abiertos, haber si alguno es capaz de ver lo que se esconde bajo las aguas del ro. Pas el tiempo, pero ninguno de los policas vio nada fuera de lo normal en el ro. Empez a anochecer y cuando apenas se vea el inspector de ms antigedad, dijo: - Maana seguiremos con la investigacin. Sabemos una cosa, el bicho que perseguimos debe de estar cerca de donde han aparecido los cuerpos de los buzos. A LA CAZA DEL MONSTRUO

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    Al da siguiente temprano un destacamento de la polica lleg al ro para intentar dar caza a lo que se esconda bajo sus aguas. Los policas armados con escopetas se pusieron en diferentes lugares del ro para disparar en cuanto el animal apareciese sobre sus aguas. - Tenemos que echarle el cebo, dijo el inspector de mayor antigedad. Poco despus varios policas echaron al ro varios patos, las aves eran de buen tamao. Pas el tiempo, pero los patos iban de un lugar a otro del ro sin que nada les perturbase. De repente algo asust a los patos, seguidamente alzaron el vuelo y salieron volando a toda velocidad. - Vaya!, que contrariedad, dijo el otro inspector. Tendremos que traer otro cebo, este no nos ha funcionado. Media hora ms tarde varios policas traan varios cerdos que haban comprado en una granja cercana. - Bien!, exclam el inspector mayor. Esperemos que este cebo nos sirva.

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    Poco despus los policas echaron los cerdos al ro. Los cerdos empezaron a nadar a pesar de la corriente que haba en el ro. Segundos despus una cabeza enorme apareci a un metro de donde estaba uno de los cerdos, seguidamente abri su bocaza y aparecieron una cantidad increble de dientes de enorme tamao. Segundos despus el cerdo haba desaparecido bajo los aguas del ro. Los policas empezaron a disparar al lugar donde haban visto al monstruo del ro. Minutos despus dejaron de disparar. Todos tenan la esperanza de que el monstruo apareciese flotando muerto por los disparos de la polica, pero pas el tiempo y nada sali flotando a la superficie. - Se nos ha escapado!, dijo el inspector joven. Se nos ha vuelto a escapar. Maldita sea!, grit enfadado. - Que animal tan raro, dijo uno de los policas. Nunca haba visto una cabeza igual en mi vida. No parece un animal conocido. - Creo que ya s como darle caza, dijo el inspector joven con una sonrisa de triunfo. La nica forma de matar a ese monstruo es metindonos en el ro y hacerle frente.

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    El inspector mayor mir a su compaero con recelo, pensaba que se haba vuelto loco. - Quin va ser capaz de meterse en el ro con ese monstruo? Pregunt el inspector mayor con una sonrisa. - Usted y yo, contest de repente el inspector joven. - Qu!, usted est loco, dijo asombrado el inspector mayor. Si usted quiere meterse ah dentro para dar caza al monstruo me parece bien, pero yo esperar fuera del ro. - No se preocupe, le dijo el inspector joven. Nos meteremos dentro de una jaula de acero con los barrotes lo suficientemente juntos para que el monstruo no pueda atacarnos y nosotros podamos disparar a travs de ellos. El inspector mayor se qued pensando en lo que le haba dicho su compaero, poco despus dijo:

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    - Tengo que decirle amigo mo que usted sabe lo que se hace. Me ha convencido, bajar con usted para dar caza al monstruo. Pasaron varios das hasta que los inspectores se hicieron con la jaula de acero. Llevaron la caja en un camin hasta el ro, seguidamente la descargaron. Ambos inspectores preparados con trajes de buzo, fusiles de agua y bombonas de oxgeno se metieron dentro de la jaula. - Podis meternos en el ro!, chill el inspector mayor. Poco despus un camin gra meta la jaula en el ro unida a un cable de acero. Los dos inspectores espalda contra espalda prepararon sus fusiles de agua para disparar en cuanto viesen al monstruo del ro. En cuanto la jaula toc el fondo, ambos inspectores miraban a su alrededor intentando ver algo. Las truchas iban y venan alrededor de la jaula, haba algunos ejemplares dignos de admiracin para cualquier pescador, otros sin embargo eran ms pequeos. Pas el tiempo y todo segua igual, todo estaba en calma, de vez en cuando vean algn cangrejo salir entre algn grupo de piedras. Tambin vieron varias culebras de agua. De repente, todo ser viviente que haba en el ro desapareci, haban olido el peligro. Los inspectores prepararon sus fusiles decididos a emplearlos en cuanto el monstruo apareciese. Todo en el ro estaba en calma, no se oa nada.

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    El inspector mayor le toc con el codo a su compaero advirtindole de algn peligro. Su compaero se volvi y ambos vieron a lo lejos como se acercaba hacia ellos algo enorme a bastante velocidad, prepararon sus fusiles para disparar, pero antes de disparar notaron el impacto del monstruo con la jaula, fue brutal, ambos inspectores cayeron al suelo de la jaula debido al golpe que les propin el monstruo con su cabeza. El monstruo empez a dar vueltas alrededor de la jaula, daba la impresin que estaba estudiando como poda hacerse con lo que haba dentro. Los inspectores aunque estaban dentro de la jaula de acero y en un principio a salvo de cualquier ataque por parte de cualquier animal sentan el miedo dentro de su cuerpo. Los ojos del animal les miraba constantemente, eran unos ojos grandes, terribles. El inspector de ms edad le toc con el codo a su compaero indicndole que preparase su fusil. Ambos apuntaron al monstruo con sus fusiles, poco despus las flechas de sus fusiles salieron en direccin a la cabeza del monstruo. Una de las flechas rebot sobre la cabeza, pero la otra se clav en uno de los ojos del monstruo. El bicho abri enormemente la boca al sentir como se meta la flecha en su ojo. Los enormes dientes de la bestia impresionaron a los inspectores. Poco despus vieron como el monstruo se meta en un agujero que haba en una de las paredes del ro. Los inspectores volvieron a cargas sus fusiles por si el monstruo volva a aparecer, queran acabar lo que haban empezado, tenan que matar al monstruo. Pas el tiempo, pero el monstruo no volvi a aparecer, el inspector ms joven cogi su radio y mand

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    que les subiesen. Poco despus la jaula estaba fuera del ro. Primero sali el inspector mayor, cuando fue a salir el inspector ms joven el monstruo salt del agua golpeando la jaula, el inspector joven cay al agua ante la mirada de sus compaeros. El monstruo con la flecha clavada en uno de sus ojos daba vueltas alrededor del inspector. El inspector mayor desde fuera del ro apunt con su fusil al monstruo, seguidamente la flecha sali hacia el bicho clavndose en su cuerpo. El monstruo not el impacto en su cuerpo y lanz un alarido terrible, seguidamente el bicho abriendo su bocaza se lanz sobre el inspector joven desapareciendo ambos bajo las aguas del ro. - Ese animal parece que piensa, dijo el inspector. Por la forma en qu