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Homenaje al hombre y al poeta , Arturo Echeverría Agosto del año pasado fue una fecha ingrata para los círculos literarios e intelectuales en general; había muerto Arturo Echeverría Lo.ria. Los escritores de su generación recordaron con dolor al amigo y al compañero de forma· ción y aprendizaje literarios, al artista inquieto que un día se había ido a correr mundo y que más tarde regresó éon nuevas obras de escritores de la literatura universal y siem- pre con la misma inquhitud espiritual que lo llevaría a bus- car en las artes el medio de expresar una visión entrañabls de la patria, de la amistad, del ¡1aisaje, del pasado y de la muerfo. ' Los escritores más jóvenes sintieron con estupor la partirla definitiva del escritor maduro y amigo comprensi- vo que veia con un no disimulado entusiasmo Los esfuer- de los jóvenes por conquistar su propia expresión poé· Qf.. Yeían en él, también, al editor de la revista Brecha, áginas estaban · abiertas para la divulgación de la r <1l vicia, pero vali osa que nuestro en ambiente habría atI condenada al olvido si no se hubiera presentado aq 11 oportunidad generosa que ofrecían las páginas de A los lectores legó Arturo Echeverría cuatro obras poétícas. Poesias, un 11oema a su bisabuelo Juan Rafael Mora, el héroe y su puebl.a, Fuego y Tierra, Elegía en una Lágrima; y un poemario inédito: Sueño, Pétalo Suelto, del cual reproducimos varios poe mas como homenaje a la me- moria del homb:re bueno, y del poeta exquisito que fue en· h·e nosotros Arturo Echeverría Loria. Arturo Echeverría Loría Yo escri bia TSO> van g uardis. tas y a simila ba el cubismo; había desc ubie rto a Nietsche y a Aristó tele«, a . Baudelaire y a Rilke, en aqueHos días en que me en. contré con Arturo. Lo hab.ia conoc;do como se conoce a otros chicos que, además, so n n ues - tros vecinos o parientes. Pero . no es usual que nuestros v eci. ' nos o parientes regresen un día a Ja patri a después de varios ños con un libro de Villon bajo ' e l brazo. Empecé a leer el p oe. ta en ingl és antes de saborear- ! lo en su idioma. Fue Ar t uro Echeverria quien me presentó al bachill er Francoís Villon , cu· ya som!:>ra evoqué en las ca. }les de París. cuando Notre- Dame se ap oya como una ca. tedral paratica en s us con tra- fuertes y suena un organillo en el Puen te Me tomó po . co tiempo averiguar el entus'.as mo de Artur o por el poe ta Vi- llon . Arturo con su mística per - seguía el mismo reali smo g ó. tico y quería vivir la poesía antes de escr ibirla. Y aunque leía a los poetas, para él la poe- sía estaba más que en los a na. queles de los libros, en los paí· ses des conocid'os, en la soledad , en el amor frustrado y tam bi én en el hombre. La poesía es taba en las igl esias coloniales y tam bién en el país de los rascacie- los de donde él venía; en los grande.s- r íos con suicidas aho- gados qu e arrastran su caudal de historia , o los ríos anóni - mos que can tan sólo una can. ción ingenua . Artum encon 'r ó la poesía también se halla- ba en el sen tido de · la mu erte . que obsesionó su verso d esde el comienzo, y en el mar y otros símbolos que repiten eso mismo con r it mo solemne. La poesía de Arturo está en múltipl es co. sas que no entran en es ta bre· ve en umer ac ión hecha al azar. y q ue h abría que completar a- somándo se en el espejo móvil de sus prop ios poemas. En la é po ca en que volví a encontrarlo, la odisea de Artu- ro apenas comenzaba . Luego salió· p ara México donde hizo su vida de hijo pródigo derro- cha ndo juventud en el país de las píramides y los palacios. A- llí se formó hablando con pin- tares y poetas. Después de muchas experien. cía s volv ió a Costa Rica con el rosicler infantil que todavía enciende sus mejillas . para pu· blicar su primer libro de ver- sos y lleno de · pas'ón por la es - cultura y la pint ur a, los gra· hados y los dibujos. Escribió más tarde sobre las . artes plás- ticas, no con términos técnicos sin o con el fervor con q ue ha- blan los en amorado s. Hace diez os publicó un poema sobr e su bisabuelo, el P residente don Juanito Mora, poema olvid ado por el momen- to, pero que estará viv() en la voz de los que se nutren de la historia cuando se transforme en poesia y Arturn sólo sea una sombr a. Lo recuerdo en P untarenas mirando los man- glares y al paisaj e tropical que rodeo la muerte de su bisabue. lo. Veía con intensidad aquella naturaleza, quizá porque la con - templaba a través de l as pala· bras de su madre en d() nde ha- b ía aprendido de la h istori a de su país y de su sa ng re. Francisco Amighett.( Tomado de Crátera, vevlsta del Ateneo Universi tario. E sta soledad fren te al hombre y el paisaje. Esta soledad de caminos y signos y palabras Que no dicen de la rosa, ni del mar, ni de tu cuerpo. La s palabras no llegan a esta sol edad de esp ejo que bróta de mi piel y que me ahoga. Soled ad de todos y de nin guno. Del fondo de esta soledad sen- tida llama la muerte. Arturo Echeverrfa . . . . . . . . . . . . . . . . .. . .... ( Noche a noche te llegas en el torso desnudo de la es trell a e;1 la nube o el viento. Te llegas inaudible, como temor de espuma, con cien temblores de nervios desprend id os y ahogados en la sang re de una rosa troncha da. Cateas letras de rocío sobre mis ojos, hasta formar una palabra .• , sueño En la hericl'a sin sangre de la noche ( el pájaro del sueño al ete a -, insomne en tre doce ojos de horas y \\ segundos y labra tu imagen en la almohada . No se puede en el sueño decir que ya estoy muerto porque a mi cuerpo lo atan s uaves hilos de sangre. pero siento mi cuerpo, si n brazos, inasible preso en la intacta luna del espejo. No digo ni recuerdo si la nube es de plata o si el se no que toco bajo la piel noct urn a es un cristal quebrado. El sueüo es mi albeldrio, mi sola vida clara mi aventura en la muerte, en el mar y en la nada. Arturo EchevenÍB •, • • ,._. • ,- ,. • • • •, • • "• , • •• A Estoy en tu memo ria como un adiós de dimi nuta s hojas desprendido de todo, del agua y de la nube , y fue ra de tus 1 '. anos desesperanzado y solo. Quién bu sca tu paso en el cami n o? Mi recuerdo lo sigue en su ruta al cielo de tu sombra. Mi soledad te encuentra en el polvo del aire y en el grano de arena. E:1 siento, baj o el cielo si1, rencores, limpia al air.e azul tu sonrisa y tu cu erpo . T:..1 sombra es tangible a ml tacto tu soledad a mi recuerdo, tus manos como de agua al musga de mis manos. Todos las caminos me llev an a tu l.ad0, como al mar y al desier to. Del alba al claro día en tus ojos encuentro la música sin términG de voces como yerbas Estás siempre presente en aires y memorias q ue desde tus manos se pierden en el tiempo. Arturo Echeverria En la supuesta ausencia A Ar fluro Echever ria fu tu ro tenemos r deman da con tr a la muerte tu ya. La tierr s in venta nas que enmarca tu odea espera ya no sa e de tardes cohibidas por tu verso, movidas ){I r ribe ras ... Tu anve ;o está dormido sob re r aíces buenas, frescor i útil siempre. Sabemos qu e tus m an os se transparentan castas a través de las cosas, y que t u voz inédita no sabe de n osotros, porque t casa mira la esencia de la brújula, po r que y no pregun t as por silencios que el a lma g uardó s bre la forma que define el miste ri o. Este cla tr o de ríos en que er as presente, ya lo sa es, se bifur c , se convie rte en riachuelo , a veces n recuerdo, pero sig bu sc ando el mar sin peces tib ios, Ja boca arriba, y sólo la1 palabra q ue defi na el ins ta nte. De aquí ue sea prec iso que no hag · as por nostalgia camino reg reso. Un prí vi gio tienes: eres el que no aguarda, y adem á nos esperas. ¿Serán 'r as palabras? ¿Qué hic c; te con la rima que n imba ba tu verso? Un fut u1 tenemos para inva dir respuestas, M ientras t anto no inten tes descifrar :esta cár cel de vida y permanencia. Las br új l]as son otras, di st intos los mis t erios. Tampo co lo inten t o. . . lo es r riosa forma de no gua rdar s1lenc10, para s ab en lo que recl amo al tiempo. No quie r s r es catarnos de Jo que no nombramos con la p l abra ins t ante·, porque é- luí se define como un agos to lento ... Solo. de raíz desprendida de 1 i1 : azotada en las manos \'iento, noclue110 ele si tencios y de sue lt as estrellas diluidas en una alba clari dad im prec isa . Así, en mi abandono dt: mu erte sin l ágrimas, llego al J ondo del mar. a la roc a incostante , a la isla en tus oj os de don de se ¡ t : 'rde el ag ua. Asi, sin r umbo , f rágil, humanamen te frá gil co mo cris tal de espejo, r eten ao en mi memori a la alegría de un amane cer en tus pestañas (rajas al cielo como a tu misma carne). Soledad' s in el nombre que recuercla. el pai saje, como un tallo de nervios y m e orias al solencio que na ce de la · coche. Solo en t i, como en la rr.ue rte solo, espe rand que sangre el sol en tus claveles y gac ela de nuebe¡, como tu misma mano busquen entre mi cu erpo la soleda cl de roca. En tu cuerpo la nube se sorprende con un g-ri to en J os labios heridos de ceniza, de pudor, de agonía en el alba. El vuelo en tu mem oria tiene alas de paloma y gacelas de nubes como tu mar. tu desventura . Solo como la hierba, la piedra, el agu a, y los m uros del cielo para construir de a ire camino ·a ti. memoria. Arturo Eche\·er a Jorge Cha.rpentier Garci No dig o, ni recuerdo, el deseo blanco de tu cuerpo, pero tus ojos miro para seguir el rumbo de soledad y llanto. No recuerdo la savia que alimenta mi si t eño ni el corazón par'iido de la estatua . Pero en el sueño busco tu cl aro al bergue de p '. el tus ventanas al tiempo , tu pétalo de rof;a deleznable No digo, ni recuerdo, si es sueño o muerte o nada. Y al decir tu nombre se duerme la 1;ialabra. Art1.u·o Echeverría .. . . .. . . . . .. . . . . . . . .. En el sueño del agua y la grieta profunda de mi canto, en los ojos y manos que imploran o que esperan, en el nocturno vue!o de las nubes dormidas, en el árb ol, la arena, la noche tocl"a, infinita te aguarda. Te espe ra como a una estrella. persigue tu sica , busca tus l ágrimas . La piel que se hace noche en la angustia olvidada florece en tu memer ia, construye la soledad para es t ar en tu cuerpo y jugar con tus manos como el niño que jueg a has ta ser en el sueño una rosa dormida ju11to a la piel del llanto. Artur@ Echeverrla

Homenaje al hombre al poeta

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Page 1: Homenaje al hombre al poeta

Homenaje al

hombre y al poeta ,

Arturo Echeverría Agosto del año pasado fue una fecha ingrata para los

círculos literarios e intelectuales en general; había muerto Arturo Echeverría Lo.ria. Los escritores de su generación recordaron con dolor al amigo y al compañero de forma· ción y aprendizaje literarios, al artista inquieto que un día se había ido a correr mundo y que más tarde regresó éon nuevas obras de escritores de la literatura universal y siem­pre con la misma inquhitud espiritual que lo llevaría a bus­car en las artes el medio de expresar una visión entrañabls de la patria, de la amistad, del ¡1aisaje, del pasado y de la muerfo. '

Los escritores más jóvenes sintieron con estupor la partirla definitiva del escritor maduro y amigo comprensi­vo que veia con un no disimulado entusiasmo Los esfuer­

de los jóvenes por conquistar su propia expresión poé· Qf.. Yeían en él, también, al editor de la revista Brecha, \~ áginas estaban ·abiertas para la divulgación de la

~ r <1l vicia, pero valiosa que nuestro en ambiente habría ~que atI condenada al olvido si no se hubiera presentado ~ aq 11 oportunidad generosa que ofrecían las páginas de

A los lectores legó Arturo Echeverría cuatro obras poétícas. Poesias, un 11oema a su bisabuelo Juan Rafael Mora, el héroe y su puebl.a, Fuego y Tierra, Elegía en una Lágrima; y un poemario inédito: Sueño, Pétalo Suelto, del cual reproducimos varios poemas como homenaje a la me­moria del homb:re bueno, y del poeta exquisito que fue en· h·e nosotros Arturo Echeverría Loria.

Arturo Echeverría Loría Yo escri bia VéTSO> vanguardis.

tas y a similaba el cubismo; había descubierto a Nietsche y a Aristó

• tele«, a .Baudelaire y a Rilke, en aqueHos días en que me en. contré con Arturo. L o hab.ia conoc;do como se conoce a otros chicos que, además, son n ues­tros vecinos o parientes. Pero

. no es usual que nuestros veci. ' nos o parientes regresen un día a Ja patri a después de varios a· ños con un libro de Villon bajo

' e l brazo. Empecé a leer el poe. ta en inglés antes de saborear-

! lo en su idioma. Fue Ar turo Echeverria quien me presentó al bachiller Francoís Villon, cu· ya som!:>ra evoqué en las ca. }les de París. cuando Notre­Dame se apoya como una ca. tedral paralítica en s us contra­fuertes y suena un organillo en el Puen te Nu~vo. Me tomó po. co tiempo averiguar el entus'.as mo de Arturo por el poet a Vi­llon . Arturo con su mística per­seguía el mismo realismo g ó. tico y quería vivir la poesía antes de escr ibirla. Y aunque leía a los poetas, para él la poe­sía estaba más que en los a na. queles de los libros, en los pa í· ses desconocid'os, en la soledad, en el amor frustrado y tam bién en el hombre. La poesía es taba en las iglesias coloniales y tam bién en el país de los rascacie­los de donde él venía; en los grande.s- r íos con suicidas aho­gados que arrastran su caudal de historia, o los ríos anóni­mos que can tan sólo una can. c ión ingenua. Artum encon 'ró q ~te la poesía también se halla­ba en el sentido de · la m uerte .que obsesionó su verso desde el comienzo, y en el mar y otros símbolos que repiten eso mismo con r itmo solemne. La poesía de Arturo está en múltiples co. sas que no entran en esta bre· ve enumeración hecha al azar. y que h abría que completar a­somándose en el espejo móvil de sus prop ios poemas.

En la época en que volví a encontrarlo, la odisea de Artu­ro apenas comenzaba. Luego salió· para México donde h izo su vida de hijo pródigo derro­chando juventud en el país de las píramides y los palacios. A­llí se formó hablando con pin-

tares y poetas. Después de muchas experien.

cías volvió a Costa Rica con el rosicler infantil que todavía enciende sus mejillas . para pu· blicar su primer libro de ver­sos y lleno de · pas'ón por la es­cultura y la pintura, los gra· hados y los dibujos. Escribió más tarde sobre las .artes plás­ticas, no con términos t écnicos sino con el fervor con que ha­blan los enamorados.

Hace diez aüos publicó un poema sobre su bisabuelo, el P residente don Juanito Mora, poema olvidado por el momen­to, pero que estará viv() en la voz de los que se nutren de la historia cuando se transforme en poesia y Arturn sólo sea una sombra. Lo recuerdo en P untarenas mirando los man­glares y al paisaje tropical que rodeo la muerte de su bisabue. lo. Veía con intensidad aquella naturaleza, quizá porque la con­templaba a través de las pala· bras de su madre en d()nde ha­bía aprendido de la h istoria de su país y de su sangre.

Francisco Amighett.(

Tomado de Crátera, vevlsta del Ateneo Universitario.

E sta soledad fren te al hombre y el paisaje.

Esta soledad de caminos y signos y palabras

Que no dicen de la rosa, ni del mar, n i de tu cuerpo.

Las palabras no llegan a esta soledad de espejo que bróta de mi piel y que me ahoga.

Soledad de todos y de n inguno.

Del fondo de esta soledad sen­tida llama la muerte.

Arturo Echeverrfa

. . . . . . . . . . . . . . . . .. . .... (

Noche a noche te llegas en el torso desnudo de la

estrella e;1 la nube o el viento. Te llegas inaudible, como temor de espuma, con cien temblores de nervios desprendidos y ahogados en la sangre de una rosa tronchada. Cateas letras de rocío sobre mis ojos, hasta formar una palabra .• ,

sueño

En la hericl'a sin sangre de la noche ( el pájaro del sueño aletea -,

insomne entre doce ojos de horas y \\

segundos y labra tu imagen en la

almohada. No se puede en el sueño decir que ya estoy muerto porque a mi cuerpo lo atan s uaves hilos de sangre. pero siento mi cuerpo, sin

brazos, inasible preso en la intacta luna

del espejo.

No digo ni recuerdo si la nube es de plata o si el seno que toco bajo la piel nocturna es un cristal quebrado. El sueüo es mi albeldrio, mi sola vida clara mi aventura en la muerte, en el mar y en la nada.

Arturo EchevenÍB

•, • • ,._. • ,-,. • • • •, • • "• , • •• A

Estoy en tu memoria como un adiós de dim inutas

hojas desprendido de todo, del agua y de la nube, y fuera de tus 1 '. anos desesperanzado y solo. Quién busca tu paso en el

camino? Mi recuerdo lo sigue en su ruta al cielo de tu

sombra.

Mi soledad te encuentra en el polvo del aire y en el grano de arena.

E:1 mí siento, bajo el cielo si1, rencores, limpia al air.e azul tu sonrisa y tu cuerpo.

T:..1 sombra es tangible a ml tacto

tu soledad a mi recuerdo, tus manos como de agua al musga de mis manos.

Todos las caminos me llevan a tu l.ad0,

como al mar y al desier to. Del alba al claro día en tus ojos encuentro la música sin términG de voces como yerbas Estás siempre presente en aires y memorias que desde tus manos se pierden en el tiempo.

Arturo Echeverria

En la supuesta ausencia A Ar fluro Echeverria

fu turo tenemos r demanda contra la muerte t uya.

La tierr s in ventanas que enmarca tu odea espera ya no sa e de tardes cohibidas por tu verso, movidas ){Ir riberas ... Tu anve ;o está dormido sobre raíces buenas, frescor i útil s iempre. Sabemos que tus manos se transparentan castas a través de las cosas, y que t u voz inédita no sabe de nosotros, porque t casa mira la esencia de la brújula, porque y no preguntas por silencios que el a lma g uardó s bre la forma que def ine el m isterio. Este cla tro de ríos en que tú eras presente, ya lo sa es, se bifurc , se convierte en riachuelo, a veces n recuerdo, pero s ig buscando el mar sin peces tibios, Ja sangr~ boca arriba, y sólo la1 palabra q ue defina el ins tante. De aquí ue sea preciso que no hag·as por nostalgia camino • regreso. Un prí vi gio tienes: eres tú el que no aguarda, y ademá nos esperas. ¿Serán 'ras palabras? ¿Qué hic c;te con la rima que nimbaba tu verso? Un fut u1 tenemos para invadir respuestas, Mientras tanto no intentes descifrar :esta cárcel de vida y permanencia. Las brúj l]as son otras, distintos los misterios. Tampoco ~o lo intento. . . Sólo es r riosa forma de no guardar s1lenc10, para s ab en mí lo que r eclamo al tiempo. No quier s rescatarnos de Jo que no nombramos con la p labra instante·, porque é- luí se define como un agosto lento ...

Solo. de raíz desprendida de 1 i1 : azotada en las manos

d~l \' iento, noclue110 ele si tencios y de

sueltas estrellas diluidas en una alba claridad

imprecisa.

Así, en mi abandono dt: muerte sin lágrimas, llego al J ondo del mar. a la roca incostante , a la isla en tus ojos de donde se ¡ t :'rde el agua .

Asi, sin r umbo , f rágil, humanamente frági l como cris tal de espejo, r etenao en mi memoria la alegría de un amanecer en tus pestañas (rajas a l cielo como a tu

misma carne).

Soledad' s in el nombre que recuercla. el pai saje,

com o un tallo de nervios y m e orias

vibeante~ al s olencio que nace de la · coche.

Solo en t i, como en la rr.uerte solo,

espera nd que sangre el sol en tus claveles

y gacela de nuebe¡, como tu misma mano

busquen entre mi cuerpo la soledacl de roca.

En tu cuer po la nube se sorprende

con un g-rito en Jos labios heridos de ceniza,

de pudor, de agonía en el alba.

El vuelo en tu memoria tiene alas de paloma

y gacelas de nubes como tu mar. t u desventura .

Solo com o la hierba, la piedra, el agua,

y los m uros del cielo para construir de aire camino

·a ti. memoria.

Arturo Eche\·erría

Jorge Cha.rpentier Garci

No digo, ni recuerdo, el deseo blanco de tu cuerpo, pero tus ojos miro para seguir el rumbo de soledad y llanto.

No recuerdo la savia que alimenta mi si teño ni el corazón par'iido de la estatua.

Pero en el sueño busco tu claro albergue de p '.el tus ventanas al tiempo, tu pétalo de rof;a deleznable

No digo, ni recuerdo, si es sueño o muerte o nada. Y al decir tu nombre se duerme la 1;ialabra.

Art1.u·o Echeverría

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. En el sueño del agua y la grieta profunda de mi

canto, en los ojos y manos que

imploran o que esperan, en el nocturno vue!o de las

nubes dormidas, en el árbol, la arena, la noche tocl"a, infinita te

aguarda. Te espera como a una estrella. persigue tu música, busca tus lágrimas.

La piel que se hace noche en la angustia olvidada florece en tu memeria, construye la soledad para estar en tu cuerpo y jugar con tus manos como el niño que juega hasta ser en el sueño una rosa dormida ju11to a la piel del llanto.

Artur@ Echeverrla