Homilia del Padre Rector Juan Carlos Morante, S.J. - Misa por la Semana de la UARM

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  • 8/6/2019 Homilia del Padre Rector Juan Carlos Morante, S.J. - Misa por la Semana de la UARM

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    Universidad Antonio Ruiz de Montoya

    Av. Paso de los Andes 970, Pueblo Libre. Lima Per

    Homilia del Padre Rector Juan Carlos Morante, S.J.

    Misa por la Semana de la UARM

    Queridos hermanos:

    La Iglesia ha celebrado el da de ayer la gran fiesta de Pentecosts, la fiesta de la irrupcin del

    Espritu en la Iglesia, la fiesta de la nueva creacin del universo y de la humanidad. Y hoy

    celebramos el nacimiento de Antonio Ruiz de Montoya que para nosotros es igualmente una fiesta

    que se inscribe en el gran Pentecosts de los pueblos nativos de nuestra Amrica pre-hispana.

    El evangelio que hemos escuchado nos invita a meditar sobre el misterio de la vida, y al hacerlo

    nos presenta a la vida como algo completamente emparentado con la muerte: Si el grano de trigo

    no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto.

    Heidegger deca que el hombre es un ser para la muerte y con eso quera sealar la finitud radical

    del ser humano. Pero esta muerte es entendida como el fin ltimo, la vuelta a la nada, de donde

    ha surgido misteriosamente la vida. Para importantes filsofos del siglo veinte, la muerte no es

    ms que la negacin total de la vida, el destino final del ser humano en la contingencia, en el

    absurdo y en el vaco completo.

    En el Evangelio, Cristo nos dice que la muerte no es el destino final del ser humano. El mensaje de

    Cristo es que la muerte, paradjica y extraamente, es un camino hacia la vida. O quiz mejor an,

    es el camino hacia la verdadera vida. Muerte y vida no se excluyen mutuamente, sino que se

    comprenden mutuamente, son la una para la otra, como las dos caras de una misma moneda o

    como dos dimensiones de una misma realidad.

    El evangelio pone el ejemplo del grano de trigo. Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,

    queda infecundo, pero si muere da mucho fruto. Es decir, que si quieres vivir y que tu vida sea

    fecunda, tienes que aprender a morir. La muerte no es solamente algo que acontece al final de la

    existencia, como un fatal destino final. La muerte es algo que acontece permanentemente en el

    acontecer mismo de la vida. Por eso aade: El que se ama a s mismo, se pierde; y el que se

    aborrece a s mismo en este mundo, se guardar para la vida eterna.

    No muere acaso cada da la madre y el padre de familia que renuncian a construir sus vidas

    solamente para s, entregndolas ms bien para que sus hijos tengan mejores oportunidades en la

    vida? No muere acaso cada da el esposo o la esposa que renuncian voluntariamente a buscar

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    solamente su propia conveniencia para buscar el bienestar y progreso de su cnyuge? No muereacaso a algo de s mismo un taxista honrado cuando devuelve el dinero que un cliente ha dejado

    por olvido?

    La vida est atravesada permanentemente por el misterio de la muerte. Y el evangelio nos dice

    que solamente los que han sabido morir continuamente a su amor propio, a su egosmo, para

    dejar que sus vidas se vuelquen a favor de la vida de los otros, solamente ellos habrn encontrado

    el camino de la vida verdadera, el camino de la vida plena que no tiene fin.

    Por eso mismo, la vida es tambin un riesgo permanente, una apuesta, una opcin radical. Es el

    riesgo de olvidarse de s mismo para poner a los otros en primer lugar, es la apuesta por

    permanecer firmes en el bien y en la verdad a pesar de que eso no de siempre beneficios, es la

    opcin por la justicia y el amor a pesar de que en el mundo haya todava tanta injusticia y

    desamor.

    Pero la Escritura nos dice algo ms todava. Nos dice que todo esto slo es posible bajo una sola y

    nica condicin: el amor. Para Cristo, el Seor, esto es totalmente claro. Para l hay una sola

    realidad que inunda y trasciende todo el universo y toda la existencia. Y esa realidad se llama

    Amor, porque Dios, el Padre de todos, es Amor. Slo por amor, la madre y el padre pueden

    llegar a grandes sacrificios por sus hijos. Slo por amor los esposos pueden permanecer fieles e

    ilusionados en la donacin mutua. Slo porque hay amor en sus corazones, las personas como

    Antonio Ruiz de Montoya son capaces de hacer grandes gestos a favor de sus semejantes, gestosque los ennoblecen y los engrandecen como seres humanos. San Pablo lo dice bellamente en la

    carta a los Romanos: Quin podr apartarnos del amor de Cristo? La afliccin? La angustia?

    La persecucin? El hambre? La desnudez? El peligro? La espada? En todo esto vencemos

    fcilmente por aquel que nos ha amado; pues estoy convencido que ni muerte ni vida, ni presente

    ni futuro, ni altura ni profundidad, ni criatura alguna podr apartarnos del amor de Dios

    manifestado en Cristo Jess

    Esta es la gran revelacin del Evangelio: el amor es el gran secreto que descubre el sentido

    escondido de la vida y de la muerte. Y a eso estamos llamados permanentemente en este mundo.

    La vida de Antonio Ruiz de Montoya, cuyo nacimiento celebramos hoy, es un testimonio elocuente

    de este misterio de la vida que estamos meditando. Hombre apasionado por el mundo y por la

    vida, siendo joven an, descubri en esa pasin suya desbordante y desordenada, un llamado que

    lo llevara a buscar por rumbos nuevos el camino verdadero de la vida. A los 24 aos entr en la

    Compaa de Jess y luego de una profunda formacin fue destinado a la misin del Paraguay

    donde pondr toda su pasin y energa en la gran tarea de fundacin y desarrollo de las

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    reducciones para nativos guaranes. Ruiz de Montoya amaba apasionadamente la vida y durantesu juventud la buscaba equivocadamente en sus aventuras mundanas. Pero cuando descubri el

    sentido verdadero de la vida, cuando descubri el amor que lo abrazaba y lo enviaba a dar la vida

    por sus hermanos, volc toda su pasin y todos sus esfuerzos en dejar que esa vida nueva fluyera

    desde su interior y se desbordara en innumerables obras a favor del pueblo guaran. Ese amor

    apasionado por la vida vulnerable y amenazada de sus hermanos, lo llev a interesarse vivamente

    por su realidad. Aprendi su lengua, conoci su cultura, comparti su espiritualidad hasta el punto

    de dejarse ensear de la experiencia espiritual de uno de ellos. Dedic 25 largos e intensos aos a

    dar por entero su vida a favor de los guaranes, aprendi a morir cada da a s mismo para renacer

    cada da tambin a la vida plena que est destinada a permanecer para siempre.

    Ruiz de Montoya sigue siendo para nosotros un inspirador de nuestro trabajo y de nuestra misin

    universitaria actual. Su vida y su testimonio nos sealan una ruta y nos marcan un camino. Nuestra

    universidad quiere seguir apostando y aportando a la vida de nuestro pas, quiere asumir el

    desafo de la diversidad de culturas y de tradiciones que se entrecruzan permanentemente en

    busca de un destino comn como pas. Como la Iglesia misma, estamos llamados a contribuir en la

    construccin de la unidad respetando al mismo tiempo la diversidad, estamos llamados a

    reconocernos como iguales, aprendiendo de nuestras diferencias, llamados en el fondo a descubrir

    en el rostro de cada persona el rostro vivo de Dios que nos acompaa y nos conduce.

    En esta semana de la UARM queremos tambin hacer memoria afectuosa y agradecida de nuestro

    fundador y primer rector, nuestro recordado Vicente Santuc, cuya vida y testimonio, al igual que

    Ruiz de Montoya, es motivo de inspiracin y de compromiso. Vicente nos ense tambin que la

    vida es ese misterio que nos trasciende cuando somos capaces de dar, de darnos a nosotros

    mismos, con pasin, con entrega, con amor. Sus veinte aos fecundos en la direccin de la Escuela

    primero y de la universidad despus han dejado una huella imborrable por la que tendremos que

    seguir caminando y seguir construyendo, ya no una reduccin guaran, sino una universidad que

    sea inspiradora de proyectos nuevos de sociedad, de cultura, de pas.

    Como toda eucarista, la nuestra es pues una accin de gracias muy grande a nuestro buen Padre

    Dios, que nos llama incondicionalmente a la vida y nos anima a descubrirla y fecundarla con los

    testimonios de tantos hermanos y hermanas que han hecho camino antes que nosotros. Elevemos

    nuestra oracin agradecida a nuestro Dios y pidmosle por nuestras necesidades y las de nuestro

    mundo.