IentreFylaHmonica bueno

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  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    1/19

    ELISA T CALABRESE

    Edgardo H Berg / Mnica L Bueno /

    Mara Coira / Alejandrina

    da

    Luz /

    Ayrnar de Llano / Sylvia Lago /

    Alberto Mosquera / Mnica Scarano

    ITINERARIOS

    ENTRE LA

    FICCION

    y

    LA HISTORIA

    Transdiscursividad en l

    literatura hispanoamericana

    y argentina

    GRUPO

    E ITOR

    LATINOAMERICANO

    oleccin

    TEMAS

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    2/19

    L UTOPA

    entre la historia y la ficcin

    MNICA

    L.

    BUENO

    s el lenguaje

    el

    que arranca

    al

    hombre de los cdi

    gos de seales deterministas, de lo inarticulado, de

    los silencios que habitan la mayor parte del ser.

    GEORG

    E

    ST IN R

    Por qu me fascina

    la

    astucia literaria de

    la

    inscrip-

    cin y toda laparadojicidad inexpugnable de

    una

    huella que no consigue sino arrebatarse, borrarse ella

    misma en la consideracin de s, ella misma y su

    propio idioma, el cual para alcanzar su realizacin

    debe borrarse y se produce a costa de borrarse?

    J

    ACQUES DERRIDA

    Introduccin

    Los nombres de Hctor Tizn, Antonio Marimn y Daniel

    Moyano, recientemente fallecido, resucitan, de alguna ma-

    nera, viejas pero nunca saldadas cuestiones entre los escri

    tores que se exiliaron y aqullos que permanecieron

    en

    la

    Argentina,

    d U J : a n t e l a d i c t a d u f a f i l i t a r : G r ~ e m o s

    que el

    ~ x o

    pro9ujo un espacio tr de

    r e s i s ~ I 1 _ ~ i a ) y,

    desde all,

    8

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    3/19

    82 Mnica L. ueno

    se construyeron las ficciones. Aludimos a que, ms all de

    la

    circunstancia

    puntualmente

    biogrfica de la expatriacin

    no voluntaria pero imprescindible, se instaura una situa

    cin de

    exilio literario

    en cuanto el texto genera un espacio

    alternfivo> sea o no producido en el pas.

    Se trata de contar un fragmento reciente de

    nuestra

    historia desde esa zona escurridiza que es la literatura.

    Ficcionalizar los hechos implica decidir procedimientos

    y

    estrategias

    para

    mostrar,

    con la referencia directa o no, los-

    espacios de los que

    otros

    discursos no pueden

    dar

    cuenta

    y,

    adems, escalonar en esa posibilidad que la

    literatura

    tiene;

    en el juego

    entre escritura/lectura,

    el reconocimiento de

    la

    violencia, la represin,

    l

    autoritarismo como formas posi

    bles de

    la

    conducta del hombre reconocibles en diferentes

    momentos histricos.

    En

    este' sentido,

    la posibilidad

    ut

    pica de la

    literatura

    reside

    en

    ese intento

    permanente

    de

    la modificacin del lenguaje para nombrar de otra manera.

    Como seala Ricoeur, la utopa explora IopO$i"blt(" sobre

    la base de una transformacin-metafrica de

    lO

    -existente.

    El

    discurso literario resulta, entonces, un

    lugar

    privilegiado

    donde

    esta

    variacin imaginativa tocante a una esencia"

    l a utopa- permite no slo la fantasa de una so

    ciedad alternativa" sino que opera "como uno de los for

    midables cuestionamientos de o

    que

    es".l Rieoeur llama

    potica a esta capacidad del lenguaje para crear,

    recrear

    y

    descubrir

    la

    realidad

    misma

    en el proceso de ser creada.

    Cmo contar? Qu estrategias utilizar para las ficcio

    nes histricas? Los discursos histricos parecen propor

    cionar ciertos procedimientos que los escritores

    toman

    prestados para

    construir

    sus textos. Si nos atenemos a las

    conceptualizaciones que H l : J y . c l ~ n White-utiliza en

    su

    ya cle

    bre

    Metahistoria

    (1992), (relato y crnica: son dos represen

    taciones, dos procesos d seleccin-'yordenacin de datos

    del registro histrico. Mientras las crnicas

    son

    abiertas

    en los extremos'? es decir, que empiezan simplemente cuan

    do el cronista comienza a

    registrar

    los hechos; los relatos

    se estructuran en secuencias que marcan motivos inaugu

    rales, otras que definen hechos de transicin y, finalmente,

    aqullas que indican los sucesos finales. El relato tiene, en

    tonces,

    una

    organizacin, una ordenacin de los hechos que

    se premedita

    para

    darle esa categora de proceso. Si bien

    \

    La utopa 8

    respetamos las limitaciones que el mismo White seala con

    respecto a su metodologa, ya que indica manifiestamente

    que estas distinciones tienen valor

    para

    el anlisis de

    obras

    histricas ms que para el estudio de ficciones literarias,

    creemos que relato y crnica son dos modos posibles no

    slo de las obras histricas sino tambin de las ficcionales.

    Nuestra crtica a White reside en que polariza los dos dis

    cursos (histrico/ficcional) como dos modos de represen

    tar

    el mundo, el de la

    obra

    histrica que est hecha de

    sucesos que existen fuera de la conciencia del escritor", y

    el de la novela, donde los sucesos pueden ser inventados.

    Esta distincin parece contaminada de cierta concepcin

    tradicional que permite al historiador el reconocimiento

    privilegiado de los hechos y otorga a su discurso cierta

    hegemona frente al resto de los discursos culturales.

    Por

    otra parte, convengamos que la ficcin no es homologable

    a

    la

    invencin

    pura.

    En

    la

    novela histrica contempornea,

    el escritor reconoce los hechos pero los reinserta

    en

    su

    escritura con el propsito de adelgazar la

    mera

    facticidad

    para

    cuestionar

    toda

    seguridad epistemolgica. Las tres

    novelas que a continuacin analizaremos, alternan e imbri

    can estos dos modos de contar para obtener determinado

    efecto de lectura

    y

    permitir

    la polifona,

    la

    multiplicidad

    de las voces discursivas. Los prstamos, o mejor

    dicho, las

    apropiaciones de estrategias, modos discursivos y temas,

    que

    la literatura

    ha recogido de otros discursos, y, al

    mismo

    tiempo, la ampliacin de las formas del discurso histrico

    han quebrado esa creencia de la historia y su atributo de

    verdad frente a la

    literatura

    con

    su

    carcter ficcional proM

    ducto de

    la

    libre invencin del

    autor.

    Este encasillamiento

    de estos textos de la cultura permiti, durante mucho tiem

    po, .la mfiDipulacin ideolgica de los mismos, decret ando

    la' historia oficial; nica versin de lo acontecido, o e s ~

    plaiando

    a l a

    literatura

    a

    un

    sector marginal del

    camp

    intelectual como forma "fantasiosa" y privada de entrete

    nimiento.

    Las novelas que trataremos nos hablan de

    la

    posibili

    dad de la

    literatura

    como un espacio que permite la res

    puesta contraideolgica a esa forma de locura que es,')t

    veces

    la

    realidad" como seala el texto de Tizn. Los signos

    de la escritura literaria, que permiten, en

    su

    diferencia, la

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    4/19

    84

    Mnica L. Bueno

    lectura con ese preciado margen de libertad, juegan con

    la paradoja de la ausencia y la presencia simultneas que

    abren la posibilidad utpica.

    El vuelo del tigre: la palabra como espacio

    de

    resistencia

    La novela de Daniel Moyano fue escrita en dos geografas

    diferentes: la de La Rioja y la del exilio madrileo, en 1975

    y

    198

    respectivamente.

    Esta

    obligada reescrit ura conjuga la

    circunstancia histrica con la misma novela que metaforiza

    la represin militarista.

    3

    Hualacato, un pequeo pueblo provinciano, es invadido

    por

    los percusionistas, extraos seres que llegan montados

    en sus tigres y que decretan: "Todo prohibido en Huala

    cato (p. 8). Sin embargo, los habitantes, msicos habili

    dosos. buscan en sus instrumentos una forma de conjurar

    el peligro. Todo es intil. Los percusionistas se aduean

    del lugar. La respuesta de los hualacateos

    no tarda en

    llegar: eligen el silencio. Dejan de tocar sus instrumentos

    para escuchar, para

    tratar

    de comprender esa otra realidad

    plena de ruidos que los invade. La brecha de silencio entre

    la

    msica y los ruidos resulta

    una

    estrategia concebida

    por

    el pueblo como

    forma

    de conocimiento, como adquisicin

    de un nuevo saber que le permitir reacomodar sus com

    portamientos y sus relaciones. El margen de libertad que

    implica esta conducta es reconocido como peligroso por los

    represores, que exigen la devolucin del orden musical.

    Entonces, el ataque se hace

    ms

    violento y desenmascarado.

    La gente silenciosa es perseguida, sus casas son asaltadas

    y tomadas a

    pesar

    del resguardo de candados y tapias. Es

    en ese momento cuando la historia se particulariza

    ms

    an: el percusionista Nabu invade la casa de los Aballay.

    Su

    llegada, castigo al silencio revelador, determina

    un

    nue

    vo reacomodamiento de los habitantes y de la geografa de

    la casa. La realidad se abrir, entonces, en dos dimensio

    nes que, en un siniestro juego de enfrentamiento y convi

    vencia, implicar

    una

    nueva forma de vida, y

    un

    lenguaje

    diferente con nuevas reglas: 4

    . ;

    .

    }.

    t

    ,.

    ,

    La utopia / 85

    Vengo a organizar las cosas a ensearles a vivir en

    la

    realidad sacarles los pajaritos de

    la

    cabeza que

    ya les han causado muchos sufrimientos si lo piensan

    bien

    p.

    13).

    Segn Nabu, hay una sola realidad, compacta y homognea

    En la formulacin

    autoritaria

    de su discurso se percibe la

    perspectiva utpica de

    un

    nuevo orden social carente,

    sin

    embargo, de las condiciones bsicas de

    una

    autntica uto

    pa, de los elementos imprescindibles de un proyecto social

    comunitario: la libertad y la igualdad.

    Es

    un discurso que

    se autoabastece, que no permite la

    entrada

    de otras posi

    bilidades de representacin del mundo.

    Por

    ello es que

    frente a esta manifestacin autoritaria, los Aballay debern

    buscar diferentes formas de resistencia, debern ensayar

    nuevas estrategias para agrietar ese universo unvoco en el

    que se encuentran entrampados. Nabu les

    ha

    instaurado

    una nueva geografa dentro del espacio privado, geografa

    precisamente delimitada, con fronteras marcadas por lo

    prohibido; paredes que no existen pero que

    al

    haber sido

    enunciadas no pueden franquearse; pasillos y c r t ~ l e s que

    sealan

    el

    obligado

    trnsito

    de los habitantes.

    ?

    , p

    Las primeras fisuras

    pronto

    aparecen. El

    mundb

    natu

    ral emite

    su

    primera

    protesta

    frente

    al

    avasallamiento:

    durante

    la noche, todos los gatos del pueblo -incluida

    Belinda, la gata blanca de la familia-, enloquecen con sus

    lamentos destemplados al Percusionista. Los disparos del

    arma de Nabu y la llegada de

    un

    monstruoso

    perro

    a la casa

    sern las respuestas del invasor. As se establecer un juego

    de ataque y defensa, de avances y retrocesos.

    La

    primera

    resistencia esencial que los Aballay cons

    truyen

    para

    oponerse a ese presente opresor, es la recupe

    racin de la memoria. Las imgenes del pasado se resta

    blecen en la reconstruccin -fragmentaria y desorganizada

    pero dinmica- del lbum familiar de fotos, lbum que

    curiosamente

    est

    en posesin de Nabu. El objeto que es,

    por excelencia, el resorte del pasado en el mbito privado,

    la foto, ha sido requisada por la autoridad pblica. Debido

    a esta nueva y siniestra forma de invasin simblica, los

    Aballay recuperan la imagen mediante el relato comunita-

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    5/19

    n

    l

    [1

    l

    t i

    ti

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    11

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    ji

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    :,l:j

    :t::

    1:

    r:

    .

    86 / nica L ueno

    rio, efectuando

    una

    trasposicin de cdigos.

    El

    lenguaje,

    funcionando como amalgama, les permite

    unir

    las partes

    fragmentadas del pasado, y as

    cada

    descripcin, cada re

    presentacin discursiva de

    la

    imagen fotogrfica, remite a

    la

    narracin

    de la

    historia

    familiar, que es a

    la

    vez

    la

    de

    esa comunidad. Una historia de imgenes recuperadas por

    la

    palabra. Decir el pasado les permite sentirse vivos, les

    permite saber

    quines son y reconocer al otro como inva

    sor

    y

    extranjero, ausente

    del origen fundacionaL

    Ingresamos as en la problemtica de la creacin de la

    palabra que instale

    un

    nuevo "juego de lenguaje", tal que

    no

    pueda

    ser

    requisado por el

    poder

    pblico y, a

    la

    vez

    que

    se inscriba en el mbito de 1 familiar y privado,

    tenga

    valor comunitario. Una

    cita guiar nuestra

    lectura:

    As pues alguien que no haya aprendido ninguna len-

    gua no puede tener ciertos recuerdos? Claro no

    pue-

    de tener ningn recuerdo verbal deseos o temores

    verbales etc.

    Y

    los recuerdos etc. en el lenguaje no

    son meras representaciones deshilachadas

    de

    las

    ver

    daderas vivencias; acaso lo verbal no es una viven-

    cia?5

    La cita

    de Wittgenstein

    nos

    lleva a

    uno

    de los planteos

    fundamentales de la Filosofa del Lenguaje: la compleja

    relacin

    entre

    el signo y el objeto, su extraa simbiosis de

    transparencia

    y opacidad. La novela de Moyana explora esa

    posibilidad del lenguaje desde diversos ngulos. En este

    caso, decir el recuerdo es poseer el pasado, tener la viven

    cia de la propia historia.

    Por

    otra parte, el relato comuni

    tario

    de los Aballay,

    que

    permite

    las

    diferentes interpreta-

    ciones, las versiones y

    el

    disenso,

    se

    opone al montono

    soliloquio del Percusionista.

    En la

    memoria, por supuesto, est todo el universo

    del pasado: dichas y desgracias, pero tambin el peligro del

    presente.

    El

    punctum

    en la

    foto es, segn

    Barthes,

    ese

    agujero, ese

    abismo por

    donde se

    inserta

    lo

    no

    esperado.

    y es as que lo siniestro emerge en

    una

    inocente foto fami

    liar

    donde aparecen

    la ta

    Avelina y su esposo, el Cachimba,

    transformados

    en

    un disparador

    de

    muerte para la

    familia,

    ya que estos parientes son

    para

    la

    autoridad

    entes subver-

    ;4

    ; : ~

    \

    La utopa

    /

    8

    sivos del orden.

    El

    recuerdo de

    esa

    foto que con seguridad

    est en posesin de Nabu, trastoca ese margen de seguri

    dad y felicidad que los Aballay parecan

    haber

    logrado.

    Al

    mismo tiempo, refuncionaliza las relaciones de parentesco:

    la esfera del afecto y

    la

    confianza se contamina de peligro

    y de miedo. La

    ta

    Avelina y el Cachimba ya

    no

    son imge

    nes del ayer, son riesgos del hoy que deben conjugarse.

    Nabu sigue leyendo o mirando fotos. Hay que ver lo

    que puede pasar aqu cuando llegue la foto

    de

    la ta

    ( )

    (p. 41).

    Es un bicho invisible respirando. Avelna de alas ne-

    gras aleteando arrinconada es un pjaro

    de

    tumbas

    ya no tiene salida (p. 43).

    Adems Avelina es slo prima nuestra.

    Le

    decimos tia

    por costumbre. Una prima ms bien lejana por lo que

    el Cachimba no es nada para nosotros. Primo poltico

    en todo caso que es un parentesco que no existe .

    ..

    (p.

    44).

    El miedo desata en todos y cada uno de los Aballay

    una

    serie de prevenciones, justificaciones, negaciones y menti

    ras ante la

    posibilidad del descubrimiento de

    la

    foto. Final

    mente, ser necesario el

    arrojo

    del hroe que salva a la

    comunidad. Kico rescatar

    la

    foto. Sin embargo, el robo

    ser

    reconocido

    por

    el

    represor y

    se provocar

    una

    reaccin

    terrible

    que

    sumir

    a

    la

    familia

    en una lenta

    degradacin,

    claramente asimilable a lo que se vive en un campo de con

    centracin, metaforizando as que no todo encierro necesita

    lmites fsicos e inscribiendo la figura del exilio interior.

    Uno de los mayores aciertos de

    la

    novela de Moyana

    es constituir, en el lenguaje que

    narra

    la sencilla historia

    de una familia, la potica alusin a

    un

    referente alucinado,

    donde se

    han

    internalizado

    en

    los sujetos las instancias de

    la represin: autoexilio

    interior y autocensura

    como mar

    cas de la situacin extratextual.

    Si el

    nombre

    es

    arquetipo

    de la cosa, como nos dice

    Borges intertextualizando los escritos de Platn, los cam

    bios del

    mundo

    de los Aballay y

    la

    refuncionalizacin de

    los objetos y de los seres que los habitan, implican la rese

    mantizacin del signo que los nombra, la quiebra del sigui-

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    6/19

    Mnica L Bueno

    ficante. Las palabras

    nombran

    las mismas cosas del pasado

    pero

    de

    otro

    modo. Los objetos tienen nuevas definiciones.

    En

    las letras de la

    rosa

    est

    toda

    la rosa, pero la

    rosa

    puede ser, en este presente, un elemento de peligro, un

    arma

    de combate. Los habitantes reconocen, en esa

    ruptura

    del lenguaje, la apropiacin ilegtima de

    su

    propio dis

    curso, que los obliga a

    replantear

    sus relaciones con las

    reglas del juego lingstico impuestas

    por el

    represor.

    Se

    trata

    de

    un

    lenguaje separado de la vida. Los actos de nom

    brar

    el mundo, representarlo y comunicarlo a los

    otros

    han

    perdido su autenticidad;

    por

    10 tanto, es necesario

    un

    nue

    vo cdigo libre de las reglamentaciones de la

    autoridad

    esprea y que posea sus reglas constitutivas genuinas. Ese

    intento no slo es

    una

    resistencia al presente, sino

    una

    formulacin vital de futuro.

    Lo idiomas nacen solos, por necesidades extremas.

    Cuando algo necesita ser nombrado, el primer sonido

    que surja ya le corresponde, ya est

    la

    palabra. Las

    cosas entran en lo real buscando la palabra

    p.

    47-48).

    Los AbalIay van creando lentamente

    un

    compleio sistema

    cuyos signos son sonidos, los sonidos de las cucharas y de

    Jos

    tenedores. Resulta interesante destacar

    la

    constante re

    lacin dialctica

    entre

    el sonido y

    el

    ruido, en un paradigma

    no por casualidad surgido de una regin cultural con

    un

    sustrato

    indgena muy presente en su msica, y

    que

    con

    figura una constante en la

    narrativa

    del autor.

    El

    abuelo

    registra el ingreso

    permanente

    de nuevos nombres con el

    afn

    de

    fijar

    esas normas. Un extrao

    pasaje

    se produce

    del viejo al nuevo lenguaje: si bien las derrotas en el pri.

    mero son constantes pues las palabras mueren, se vacan,

    se pierden; casi al mismo tiempo renacen en gestos y so

    nidos.

    En

    el nuevo

    nombre

    se recuperan las formas de vida

    del pasado, se reconstruye

    la propia

    identidad. Re-presentar

    el mundo, organizar

    una

    imagen

    propia

    y

    libre afinca

    la

    esperanza,

    inserta

    la utopa. "Aqu

    (en el

    espacio

    utpico),

    el lenguaje aparece como

    marca

    de

    la

    diferencia, signo de

    rigor, medio de apropiacin del mundo."

    6

    La diferencia

    -marca constitutiva de

    la utopa-

    emerge en

    la

    creacin

    c.

    ,

    1

    La utopa 9

    de un sistema cuya clave sea simple y productiva, en franca

    oposicin al aqu

    que

    se desea modificar y criticar.

    y callados, les dijo el Percusionista como si ellos tu-

    vieran palabras, sin saber que las estaban enterrando.

    y

    callado marchaba el otro bando entre guerras y

    pasillos, pasndose al idioma que estaban inventan-

    do para salvar las palabras y la vida. Tragando saliva,

    para borrar lo odo

    (p.

    67).

    Nabu parece desconocer el valor del silencio de los Aba

    Hay de un silencio que, como bien sealara Steiner,

    rodea

    la desnudez del discurso" (

    . . .

    ) y

    parece

    ( . . . ) no

    tanto un

    muro

    como una ventana".7

    El

    discurso autoritario del re

    presor se define abarcador, totalizador de

    la

    realidad, sin

    tener

    en cuenta que todo lenguaje ocupa un segmento res

    tringido de esa realidad donde, como ya nos anunciara el

    Wittgenstein del Tractatus,

    la mayor

    parte es silencio.

    8

    En

    el silencio

    est

    la lucha: es

    un

    grito de vida

    que no

    tiene sonido pero

    que

    se articula

    en

    los gestos del cuerpo

    de los reprimidos. El poder del Percusionista se cree seguro

    frente a la pasividad

    aparente

    de los habitantes, ya que no

    registra ms que

    un

    solo modo del

    saber

    sobre el mundo:

    el propio. La novela despliega as esa

    perpetua

    relacin

    entre saber y poder

    que Foucault analizara: ejercer el po

    der

    es

    crear

    objetos de saber, hacerlos emerger,

    acumular

    informacin, utilizarla.

    9

    La quema de los pocos libros que

    se encontraban en

    la

    casa, la obligacin insistente del apren

    dizaje en la confeccin de papirolas, los discursos ejempla

    rizadores de las conductas y los comportamientos son algu

    nas

    de las estrategias de

    Nabu para

    clausurar

    el

    mundo

    de los Aballay. Estrategias

    que

    nos recuerdan los gestos del

    poder totalitario en la

    historia

    de

    la

    cultura, ndices im

    prescindibles

    y

    reductivos de

    la

    realidad. Sin embargo, las

    grietas se producen. Hay cierto margen insospechado

    para

    el poder que

    permite

    a los hombres la respuesta contraideo

    lgica

    y

    en ella, la posibilidad de la utopa liberadora.

    Como sealramos al principio, dos proyectos parecen en

    frentares en la novela de Movano:

    para

    esos dos proyectos.

    dos lenguajes. Dijimos, tambin,

    que

    las traslaciones del

    viejo al nuevo son constantes. As, por ejemplo, los relatos

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    7/19

    9 Mnica L. Bueno

    que, en un

    primer

    momento, se formulan en el viejo len

    guaje son

    t r a d u c ~ d o s

    a

    la

    nueva gramtica de sonidos; para

    djicamente, Nabu obliga al viejo Aballay a

    contar

    las his

    torias del pasado como modo de afianzar su conocimiento

    y Su poder sobre ellos; ,sin embargo, nadie las escucha.

    Nabu no tiene real inters en ellas y los Aballay reconstru

    yen su memoria en el nuevo cdigo. Definitivamente, ese

    lenguaje es una cscara vaca, una resaca muerta.

    I ~ ~ ; ~ w

    I I

    - ' ' ~ . ~ .

    - , l viejo suspendi de golpe sus palabras como si se

    hubiera olvidado del resto de la historia. El Cholo no

    poda soportar la lstima que le provocaba. el viejo

    cambiando una vieja historia conocida, eligiendo las

    palabras y cargndolas de intenciones para darles el

    sentido de un encantamiento, intiles como las agujas

    que se clavan en las fotos o las velas que se encienden

    en el monte en pleno da para ahuyentar espritus

    malignos, un juego sin sentido. Y Nabu ni siquiera lo

    oa Dormitaba (p. 89-90).

    La convivencia de

    los

    dos lenguajes entrar en crIsis cuan

    do Nabu descubra en una de las habitaciones, fuera de su

    lugar

    correspondiente, el instrumento del que los persona

    jes se valen

    para

    comunicarse:

    la

    cuchara.

    El

    objeto re

    presentar

    el Cruce de los dos lenguajes y

    la

    imposibilidad,

    por

    parte

    del represor, de traducir, de saber el espacio de

    significatividad creado mediante ese simple elemento coti

    diano. El

    Percusionista,trata

    de recomponer en el signifi

    cante del signo

    cuchara la

    potencialidad del peligro

    que la

    refuncionalizacin de la cosa encierra, pero

    ser

    incapaz de

    traducir, de

    trasladar

    significaciones. La respuesta

    ser

    in

    mediata:

    l motivo de su ira era una cuchara encontrada en

    una de las habitaciones durante la requisa. Nada me.

    nos que

    una

    cuchara,

    con significacin

    de

    incendio

    o

    cataclismo (p. 65, subrayado en el texto).

    Cada transgresin, cada avance de los Aballay

    ser

    descu

    bierto

    y castigado

    por el

    represor,

    por

    el

    redentor -como

    se autodenomina-. Como ya adelantramos, Nabu descu-

    \

    ....

    ,

    9\

    La utopa

    /

    91

    brir

    tambin

    el

    robo de

    la

    foto de

    la

    ta Avelina.

    El

    cor

    dn de violencia se ajustar siniestramente.

    El

    episodio

    del interrogatorio al viejo Aballay desestructura

    la

    posibi

    lidad representativa unvoca del lenguaje

    ya

    que, desde

    la

    perspectiva del personaje, el discurso

    da

    cuenta de

    una

    su

    perposicin de relatos:

    la

    historia de los; esquimales,

    la

    pelcula del estudiarite de medicina obligado a practicar

    una

    operacin de urgencia y la

    propia

    narracin de los

    castigos a los

    que

    es sometido

    el

    viejo. Los tres relatos

    se contaminan mutuamente; las ficciones evocadas por el

    personaje en, el mismo instante en que Nabu inicia sus tor

    turas

    se fragmentan y adelgazan su sintaxis, a tal punto, que

    no permiten que las leamos como metforas paralelas de la

    historia real , sino que en ese juego de avances y retroce

    sos de las imgenes discursivas de cada una, las

    tres

    se

    homologan en una sola:

    la

    historia de la condicin humana,

    del dolor, la violencia y el miedo.

    Muerte y exilio precipitan el final de la novela. El ase

    sinato del Cholo y

    la

    confinacin del anciano en el exterior

    de la casa conjugan

    una fractura

    que parece definitiva. Sin

    embargo,

    en

    la reclusin del viejo

    estar

    la posibilidad de

    liberacin. El personaje, desde

    su

    exilio, apela a los pre

    supuestos fundamentales del sab er cientfico: la observa

    cin y la experimentacin.

    El

    mundo

    natural

    se erige como

    un ente posible, portador de significaciones nuevas. El

    recorrido geogrfico de los

    pjaros

    resulta ser un para

    digma diferente, una representacin del mundo no prevista

    por el poder

    que, como

    afirma

    Deleuze,

    opera

    totalizacio

    nes:' l

    y

    administra las posibilidades previsibles de los sa

    beres.

    El

    viejo Aballay, desde su destierro,

    trabajar

    con

    ese saber que le ha permitido

    el

    tiempo de la soledad y

    transformar

    un espacio destinado a

    la

    muerte, en

    el

    lugar

    de la libertad.

    La voz del viejo

    cierra

    el relato: Hualacato

    ya

    puede

    construir

    el

    futuro

    y en esa construccin todos los habi

    tantes estarn comprometidos. La

    utopa

    ha

    comenzado a

    formularse abiertamente,

    pero

    la memoria y

    el

    conocimiento

    del mundo

    natural sern

    los estructurantes de su plas

    o

    macin.

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    8/19

    1

    .

    i

    92 / Mnica L ueno

    ,Tenemos que hacer

    un

    cerco que no sea cerco,

    e

    . modo que el tiempo no se quede ah encerrado, por-

    que el tiempo es muy largo y contiene todas las mi-

    graciones. El tiempo tiene que poder ir y volver como

    los pdjaros (p. 172).

    Hemos sealado ya que el procedimiento de metaforiza

    cin del

    referente histrico que

    la

    novela

    de

    Moyano des

    pliega tiene una excedencia

    constitutiva

    que le permite la

    ampliacin

    de

    la analoga evidente. Hayden White consi

    dera, en su teora de los

    tropos,

    a la metfora como uno

    de

    los paradigmas proporcionados por

    el

    lenguaje mismo,

    de las operaciones por las cuales la conciencia puede prefi

    gurar

    reas

    de

    la

    experiencia

    que son

    cognoscitivamente pro

    blemticas Y En

    este

    sentido, Moyano redimensiona el es

    pacio del exilio como un

    rea de

    produccin de sentido.

    Como

    sealara Nilda

    Flawi de Fernndez, el

    discurso

    de

    Moyana significa romper

    para siempre

    el vaco del exilio

    y de

    la historia mediante

    una

    escritura que

    exorciza los

    miedos y

    recupera

    el valor de la memoria .12

    La casa

    y el viento: el lugar

    de

    la esclitura

    La novela de Tizn nos propone, desde el inicio, un nuevo

    modo de ficcionalizacin de los hechos del Proceso. Si bien

    el ncleo productor del relato es el exilio, la

    historia

    se

    centra en el

    trnsito

    del viajero hacia la frontera donde se

    efectuar su destierro vQluntario. Desde el principio, reco

    nocemos

    un sujeto que

    esCribe desde

    un

    presente, el tiempo

    del exilio, y

    que

    explica el motivo de

    su

    alejamiento: Desde

    que me negu a dormir entre violentos y asesinos, los aos

    pasan (p.

    9).

    Asistimos entonces al proceso

    de

    ficcional

    zadn

    de la escritura desde el exilio de un relato autobio

    grfico

    que se

    centra

    en

    la etapa de trnsito,

    pero

    que

    frag

    mentariamente

    reconstruye

    momentos

    de

    la

    infancia del

    viajero y, al mismo tiempo, la historia de

    su

    pueblo.

    En La casa y el viento se nos propone la

    crnica

    de

    los

    ltimos

    das del via,iero en su

    tierra. En

    ella reconoce

    mos

    fcilmente el dolor y el desencanto

    de

    aqul que debe

    ',,:

    ,

    -:

    .

    La utopa /. 93

    abandonar su lugar y,

    por

    lo tanto,

    su

    propia

    identidad.

    Beatriz Sarlo, al referirse a

    esta

    novela, escribe que este

    relato

    habla

    de

    la

    fragilidad

    de

    los materiales con los

    que

    se

    articula una identidad ,B

    En

    efecto, la salida de su espa

    cio es para el personaje la entrada a una zona de cuestio

    namientos donde la unidad del yo se destruye al fragmen-,

    tarse entre el

    recuerdo

    de lo que fue y la incertidumbre' del

    .

    futuro.

    El

    viajero

    caminar por

    los

    ltimos pueblitos

    del

    norte

    de

    su tierra

    hacia

    la

    frontera. Esta zona de transi

    cin ser, entonces, no slo la

    crnica

    dolorosa hacia un

    nuevo lugar, sino el pasaje

    de un

    hombre hacia una

    forma

    de la muerte.

    La ficcin

    nos propone

    el reconocimiento de una es

    tructura

    de sentimiento

    como denomina Raymond Williams

    a aquellos elementos que

    forman

    un grupo, una estructura

    con relaciones internas especficas, entrelazadas y a la vez

    en la tensin del proceso. Estas estructuras del sentir son

    mejor rconocidas en un estadio posterior Marxismo y

    literatura: 1977).

    La

    novela apunta a la identificacin por

    parte del

    lector

    de esta estructura de sentimiento emergente

    de un

    perodo histrico determinado:

    el

    proceso

    militar

    que,

    como hiptesis cultural,

    nos permite comprender

    y re

    conocer los elementos y las conexiones de ese perodo y, al

    mismo tiempo

    y

    ah

    reside la posibilidad del r te ex

    tender esas estructuras de la experiencia

    y

    del

    sentimiento

    a

    otros

    perodos histricos, a

    otras

    circunstancias geogr

    ficas. En una palabra, en la novela

    se

    nos cuenta la

    crnica

    del

    trnsito

    al exilio. Claramente reconocemos la referen

    cia histrica reciente. Sin embargo, la ficcin tiene

    una

    excedencia que

    nos

    permite identificar en el dolor indivi

    dual, privado, del viajero,

    el

    sentimiento devastador de

    cualquier exilio,

    ms

    como una experiencia del

    sentir

    que

    como estructura ideolgica.

    Es

    por ello que las referencias

    se

    adelgazan

    transfor-

    mndose en una suerte de indicios fcilmente identificables

    por

    cualquier

    lector. As

    funciona

    el

    cartel

    con

    los colores

    de la bandera nacional,

    sobre

    el muro de la estacin en el

    inicio de la novela. La mencin de la primera palabra del

    cartel ENVNOELOS resume una

    estrategia

    del autorita-

    rismo

    y,

    al

    mismo tiempo,

    quiebra

    discursivamente la des

    cripcin del lugar. Laintromisin de la

    palabra

    en

    la

    escena

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    9/19

    94 / Mnica L.

    Bueno

    cotidiana de

    un

    andn

    de estacin revela

    la

    invasin

    del

    poder pblico en la vida privada. Es as que la posibilidad

    de condensacin que posee el lenguaje permite este juego de

    presupuestos

    y sobreentendidos al que

    apuesta

    el texto

    de

    Tizn. En

    otros momentos

    de

    la

    novela

    hay tambin

    r

    pidas referencias a otras circunstancias fcilmente identifi

    cables del proceso militar. Tal es el caso de la mencin

    de

    requisas y desapariciones:

    Se han llevado a Rogelio dice el capataz

    y

    Aure-

    lio se ha ido por detrs.

    Se lo han llevado? Pero quines?

    Vinieron

    ellos y revisaron por aqu la casa y la

    oficina.

    . p.

    29).

    Nuevamente la

    carga de significacin

    se

    centra en una pa

    labra

    que

    implica la invasin

    de

    un otro que

    no puede

    ser

    siquiera identificado. La novela juega, entonces, con la po

    sibilidad de decodificacin y de reconocimiento

    por

    parte

    del lector,

    de

    esos datos histricos.

    El texto, como ya dijramos, es una crnica dolorosa

    hacia el exilio. El

    viajero.

    se

    demora en

    ese trnsito que

    sabe

    definitivo porque desde el comienzo tiene el prop

    sito de salvar su identidad en la

    memoria.

    La memoria ser

    entonces el

    conjuro

    contra el exilio. Por eso la

    tardanza.

    Mientras otros huyen

    rpidamente,

    l se detiene para recu

    perar imgenes y relatos de los

    otros;

    y tambin para

    recordar su propia vida, o mejor dicho, aquellos

    fragmentos

    sigIJificativo\

    que

    el recuerdo selecciona. Segn

    seala

    John

    Shotter, el recuerdo

    cotidiano no

    indica

    slo

    la

    re-presenta

    cin de ciertos hechos del pasado,

    frente

    a

    otros

    que olvida

    mos, sino que tambin implica la posibilidad de

    "re-sentir"

    ciertos

    acontecimientos, de ser capaces de reordenar eSos

    sentimientos "para

    imaginar

    nuevas relaciones

    entre

    cosas

    conocidas y

    mundos completamente

    nuevos ,14

    Este parece

    ser

    el

    sentido

    del

    recuerdo personal

    en la

    huida

    del

    viajero.

    Si, como

    sealramos

    antes, en este yo que recorre

    por

    ltima vez

    su

    patria se quiebra la unidad identificatoria que

    ellu ar

    propio permite, la posibilidad de la

    memoria de ese

    pasado

    constitutivo permitir que el futuro se abra en

    una

    perspectiva vital:

    '

    i

    o

    , 1

    t

    La utopa / 9

    Los rostros de los hombres se repiten en el tiempo y

    yo soy otra vez un nio errante en busca de una casa.

    Este descubrimiento me trajo la alegra de no estar

    solo y vaco de que tal vez existiese una armona uni-

    versal que no comprendemos hasta alcanzar la propia

    p. 68).

    Cada

    recuerdo

    personal

    se

    enlazar

    con

    un

    fragmento

    de esa

    realidad

    cotidiana en

    contacto

    con

    los lugareos. Se esta

    blecer entonces un primer plano

    de

    juego

    de

    oposiciones

    entre los saberes. Por un lado, el saber del viajero

    construido

    de sus experiencias y de sus lecturas; por otro, el saber de

    los habitantes

    conjugado

    por la tradicin, las creencias y la

    supervivencia

    en

    un medio

    no

    siempre favorable.

    Esta

    oposi

    cin revelar al viajero su

    carcter de extranjero solitario

    frente

    a la comunidad. Sin embargo, a medida que el relato

    avanza, el personaje consolidar un nuevo rol que permitir

    que esa polaridad se torne complementaria. En un primer

    momento, el

    personaje

    se

    limitar

    a

    escuchar

    y reconocer

    las diferencias con los otros; ms

    tarde, comprender

    que la

    posibilidad

    de

    escuchar las distintas voces

    de

    su pueblo le

    permitir conformar una historia comunitaria. Recoger, en

    tonces, las

    narraciones fragmentarias de

    todos,

    cotejar

    ver

    siones y reconstruir

    la

    historia del coplero Belindo. En

    esta

    nueva funcin la que abrir el

    futuro,

    la que le p.ermitir

    una perspectiva utpica en el destierro: la-del espacio de

    la

    escritura.

    De hecho, as lo

    declara

    en el comienzo de la

    novela:

    Pero antes de huir quera ver lo que dejaba cargar

    mi

    corazn de imgenes para no contar ya

    mi

    vida en

    aos sino en montaas en gestos en infinitos rostros;

    nunca en cifras sino en ternuras en furores en penas

    y

    alegras La spera historia de

    mi

    pueblo

    (p. 10).

    La

    memoria

    personal y la comunitaria

    insertarn,

    en la cr

    nica del trnsito al destierro, el relato. Este relato ser, como

    ya sealramos,

    autobiogrfico,

    pero,

    al mismo tiempo, con

    tendr

    "la

    spera historia"

    de

    su

    pueblo. En

    un extrao

    ballet,

    ambas

    se

    complementarn

    y

    conformarn

    un

    marco

    r .

    i@

    . :, o _ 7 , ; = =

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    no

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  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    10/19

    96 / Mnica

    L

    Bueno

    de resistencia frente al poder que propende un tiempo de

    olvido. La utopa emerge entonces de esa compleme ntariedad

    de los dos saberes que se construir en la escritura en el

    exilio y se completar con la esperanza de la lectura. Escri

    turajlecturasern los dos hitos necesarios

    para que

    la me

    moria venza al olvido,

    para

    que el destierro sea

    un

    espacio

    productivo donde amorosamente se recupere el pasado.

    La novela no nos propone leer solamente la biografa

    de

    un

    exiliado

    para

    que

    comprendamos los motivos de

    su

    h u i d ~ sus desencantos y frustraciones, y el doloroso final de

    la partida. Como sealara MorelIo-Frosch, con respecto al

    anlisis de

    otras

    novelas, "el esfuerzo biogrfico fictivo indi

    ca una ruptura de lo que

    sera

    el

    pacto

    biogrfico tradicio

    na , al elimina r el esfuerzo reconstructor arqueolgico".ls

    Ms an, el texto no pretende, mediante la memoria, la cons

    truccin de una personalidad por el anlisis retrospectivo

    (P. Lejeune: 1975). Por el contrario, se trata slo de una

    conjuncin de imgenes fragmentadas que quiebra toda uni

    vocidad, toda construccin totalizadora de un yo. Son tan

    slo fragmentos, retazos de

    un

    sujeto que fcilmente iden

    tificamos como emergente social: el que pierde su

    patria,

    el que se va de su tierra huyendo, se disgrega, se dispersa

    en las marcas de su huida. Es por eso que la biografa puede

    abrirse al relato de la historia, pero de

    una

    historia tambin

    fragmentada en imgenes:

    que lo que de noche escribo en estos cuadernos no

    es la verdad.

    0,

    al menos no es toda la verdad sino

    retazos trozos de

    la

    vida aparente de mi vida y la de

    los otros que de pronto vuelven a narrarse. Pero

    acaso la historia no es eso? Slo un puado de mo-

    mentos lcidos iluminados unas cuantas imgenes

    despedazadas? (p .

    83).

    Definiciones corrosivas las de la cita anterior que cuestionan

    epi stemolgicamente el discurso histrico

    y

    su tradicional

    calificativo de verdadero. Tizn, en su ficcin, se adscribe

    a las ms recientes formulaciones desde Foucault en adelan

    te, que propugnan por reconocer las limitaciones del dis

    curso histrico y establecer las implicancias ideolgicas que

    su formulacin

    ha

    tenido en las distintas pocas

    y

    en sus

    1

    h

    : .

    .

    1

    "

    .

    \

    ..

    .

    ,

    I

    . .

    1

    : .-l

    a utop / 97

    le

    cturas

    posteriores . Esta relativizacin del

    saber

    histrico,

    esta imposibilidad de la verdad absoluta reconviene la pre

    tendida legitimidad de la historia oficial, de la versin nica

    que repetidas veces conocimos los' argentinos y que, en el

    proceso

    que

    nos ocupa,

    permiti

    al poder homologar los sa

    beres

    y

    los recuerdos para decretar un nico futuro. '

    Esta

    construccin ideolgica de una sola historia para unsolo

    f u ~

    turo posible es la que la ficcin intenta quebrar apelando a

    las

    estra

    tegias

    narrativas

    que ya sealramos:

    la

    crnica, el

    relato y la biografa. Sin pretender reducir

    n u e s

    lectura

    ,.

    a

    un

    criterio meramente funcionalista, creemos

    q u e { c a s a

    y el viento funciona como respuestacontraideolgica y,

    por

    lo tanto, utpica, a los residuos de esa conducta totalizadora

    y autoritaria

    (K.

    Manheim: 1947).

    La historia de Belndo, el coplero, es el eje que estruc

    tura los relatos de los habitantes del lugar. El viajero res

    cata la biografa del cantor a travs de las narraciones ora

    les de los

    otros y

    de sus propios recuerdos de infancia.

    Hecha de versiones, hiatos y contradicciones, se construye

    la vida de Belindo que es, fundamentalmente, la leyenda del

    verso perdido:

    Cuentan que en el arte de parear versos nadie igual

    a Belindo

    de

    Casira. i abuelo con las imgenes mez-

    cladas por la edad acostumbraba a citarlo como un

    testimonio prestigioso al recordar su propia niez

    pero tambin en la mia su hstoria an era viva. Por

    ello es que el cantor lleg a una edad inalcanzable

    hasta entonces o en realidad fueron dos o ms los

    llamados con igual nombre (p. 38).

    El viajero recoge los testimonios de aqullos que 'cono

    cieron o escucharon alguna ancdota de su vida. La leyenda

    surge, precisamente, de esos relatos marcados por el miste

    rio del origen de Belindo, las hiprboles acerca de sus gestos

    y

    su canto, la descripcin fsica de su belleza casi femenina,

    sus sucesivas apariciones

    V

    desapariciones

    y,

    finalmente,

    su muerte "persiguiendo el verso perdido de una copla

    (p. 58).

    La escena de la

    muert

    e de Belindo, completa, dijimos, el

    carcter legendario de su biografa. En efecto , el duelo entre

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    11/19

    9

    Mnica

    L

    Bueno

    Belindo y el forastero lo instaura definitivamente en la cate

    gora

    de hroe que muere peleando, sin abandonar

    la

    bs

    queda del

    objeto

    perdido. Las estrategias discursivas del epi

    sodio tienen claros

    ecos borgeanos.

    La

    llegada del forastero,

    la provocacin, el pual, el duelo resignifican signos de la

    narrativa de Borges fcilmente reconocibles que apuntan

    a la

    constitucin

    de un campo

    semntico

    que cuestiona,

    justamente,

    la ilusoria

    identidad

    del sujeto. El juego textual

    de

    inversiones

    entre perseguidor/perseguido que reiterada-

    mente Borges nos propone intenta destruir toda seguri

    dad de los lmites del yo, toda perpetuidad en el rol adqui

    rido.

    El

    otro

    es no slo l causante de la muerte sino, al

    mismo

    tiempo, el que

    otorga en

    el ltimo

    instante

    la revela

    cin del verso buscado. La escritura de Tizn retoma estos

    postulados

    de cuestionamiento del

    sujeto

    y organiza

    con

    ellos

    la

    leyenda definitiva

    de

    Belindo:

    Le quit el sombrero y comenz a ordenarle con

    l

    mano los cabellos mojados por el sudor. Belindo lo mi.

    raba como animndole. Entonces todos pudieron ver

    que el agresor se agach hasta pegar sus labios en la

    oreja del cado. Y cuando ya la memoria estaba a punto

    de apagarse lo escuch.

    l agresor se desvaneci con la luz del da

    p.

    17).

    Slo en el

    momento

    de

    su muerte,

    el cantor

    tuvo

    acceso

    a la revelacin. Por 10

    tanto,

    la

    comunidad no

    conoce el

    verso perdido de la copla. En ese verso parece residir

    el conjuro contra el olvido.

    El viajero perseguir, como

    antes

    lo hiciera Belindo,

    esa

    clave

    remota.

    Identidades

    que

    se conjugan, biografas que se

    cruzan

    y se

    complementan

    construyendo la bsqueda

    infinita de

    la palabra que, tal

    vez, slo en el instante de la muerte pueda conocerse.

    Ficciones

    que

    continan otras ficciones, escritura infinita

    que es,

    en

    realidad, la

    bsqueda

    de la

    palabra

    . La novela

    de

    Tizn

    nos

    propone, como ya dijramos, esos ecos bor

    geanos

    que

    permiten

    el

    cuestionamiento

    epistemolgico del

    sujeto

    y el mundo. El viajero, como Belindo,

    en su penosa

    marcha

    hacia el destierro, tratar de

    recuperar

    la

    huella

    de ese verso. No lo har desde el canto, desde la fon,

    sino mediante la escritura.

    Ese

    ser

    precisamente

    su exor-

    .

    La

    utopa

    99

    cismo contra la muerte del exilio que el reconocimiento

    de los saberes de la comunidad le

    proporcionar.

    En el

    intento

    en las

    marcas

    de

    la escritura est

    la salvacin.

    Tizn

    encuentra en

    la biografa fictiva la estrategia

    justa para desplegar

    esta suerte

    de

    historias

    que se conti

    nan. Su acierto

    reside

    en el hecho de no legitimar con

    la

    biografa

    la

    explicacin

    de

    la

    historia

    para hacer

    su

    lec

    tura particular de un

    momento

    conflictivo

    retomando

    el

    paradigma romntico

    sarmientino.

    Por

    el

    contrario,

    las

    bio

    grafas se entrecruzan, se complementan, se transforman

    en

    fragmentos

    de

    un

    todo slo cognoscible en el resto

    que

    es la lectura parcial de esos fragmentos.

    Establecimos ya la perspectiva contraideolgica del

    texto.

    En

    efecto, esta

    complementariedad

    de dos

    tipos de

    saberes: el del viajero,

    saber jerarquizado por

    los libros,

    ndices

    de

    la

    cultura, frente

    a los saberes locales descalifi

    cados desde l mundo hegemnico social, plantea la posibi

    lidad de

    dar

    cuenta, desde el exilio, de aquellos

    saberes

    marginales

    y

    oponerlos

    a la

    estructura

    de poder monova

    lente. Se trata de una especie de

    tentativa

    para

    liberar

    a los saberes histr:icos del sometimiento, es decir, hacerlos

    capaces de oposicin y de lucha contra la coaccin

    de

    un

    discurso

    terico, unitario".16

    Esta cita de

    Foucault,

    referida

    a la concepcin de su genealoga, describe con precisin la

    es t

    rategia ideolgica del texto de Tizn.

    Desde diversos ngulos, la novela reconoce el espacio

    de

    poder que

    constituye el

    mundo

    de la

    cultura

    como re

    sistencia y liberacin

    frente al autoritarismo.

    El libro, obje

    to de ese mundo,

    y

    el oficio

    de

    escritor sern cuestionados.

    Con respecto al libro, se opondrn definiciones que aluden

    a la insercin del

    mismo en

    la esfera social. Por una

    parte,

    un recuerdo

    de la infancia le

    otorga

    el

    carcter

    mgico

    de

    conjuro contra 10 malfico: Donde hay libros no hay dia

    blos afirma un maestro

    de

    escuela.

    Ese

    mismo carcter

    misterioso, lo inviste

    de

    peligrosidad, entendiendo el riesgo

    al

    suieto

    poseedor del objeto.

    Esta

    alianza entre el

    sujeto

    y el

    libro

    conforma una

    zona

    contraideolgca

    que

    histri

    camente

    ha

    tratado de

    ser

    destruida por todas las

    formas

    del autoritarismo :

    L

    .

    _

    .

    _._._.._" . . . ; ; . . . .

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    12/19

    100

    Mnica L.

    Bueno

    Vinieron ellos y revisaron por aqu, la casa y

    la

    ofi-

    cina; urgaron por todas partes y se llevaron un m o n ~

    tn

    de

    papeles y libros. El era

    muy

    ledo y tena todo

    eso y un mapa.

    Un

    mapa?

    S. Del mundo.

    La mujer dijo:

    Por

    algo ser, pues

    (p.

    29).

    La ltima frase

    condensa

    la significacin de las intermedia

    dones

    del poder en el circuito

    sodal

    entendidas no como

    fenmenos de dominacin

    de un

    individuo o un

    grupo

    so

    bre los

    otros,

    sino

    como

    algo que circula, que funciona en

    cadena.

    El

    poder funciona,

    se

    ejercita a

    travs

    de

    una

    organizacin

    reticular.

    Y en sus

    redes

    no slo circundan

    los individuos, sino que

    adems

    estn siempre en

    situacin

    de sufrir o ejercitar

    ese

    'Poder.

    7

    El discurso tiene

    esa

    posi

    bilidad condensatoria de la compleja red a la

    que

    alude

    la

    cita de Foucault

    donde, desde un

    lugar

    inofensivo, se

    emite un

    discurs

    que quiebra la aparente inocencia del

    alocutor.

    El

    oficio

    de

    escritor,

    por

    consiguiente,

    resultar

    tam

    bin sospechoso. Escribir

    se constituye

    en

    un acto

    subver

    sivo para el

    orden

    establecido, incompatible, adems,

    con

    otros

    oficios.

    No

    se

    puede

    ser

    poeta

    y orador cuando se

    anda vendiendo

    cosas

    (p. 27). Sanromn, el poco confia

    ble vendedor

    que acompaa

    los

    primeros das

    del viaje del

    protagonista, define al

    escritor

    con una connotacin

    m b i ~

    gua que implica, a

    la

    vez, privilegio y

    marginalidad

    pero

    que de todas maneras indica una

    identidad

    con ciertos

    rasgos.

    Identidad

    que, corno ya dijramos, adoptar el via

    jero, finalmente.

    Esa huella minscula y

    difusa

    -como se titula el

    primer captulo de la novela- es la escritura que se rela

    ciona tanto con el

    pasado

    como con el futuro. Escritura

    que

    no propugna un

    significado

    nico

    y exclusivo,

    que

    no

    pretende una verdad sino,

    por

    el contrario, construye un

    texto

    plural

    cuyos significados se

    diseminan,

    donde cada

    elemento

    remite

    a otro elemento anterior o

    posterior.

    Es,

    en este sentido, donde el texto de Tizn

    rescata

    a la escri-

    :

    La utopa I

    101

    tura,

    no

    corno

    representacin

    de

    la

    voz, origen y portavoz

    de la verdad, sino como un

    sistema de

    suplementos que

    anulan el

    origen y se diferencian entre s sin negarse mu

    tuamente. La voz de Belindo no constituye el origen y l6s

    escritos del viajero

    su

    continuacin, su representacin. Muy

    por el

    contrario, fan

    y escritura se estructuran suplemen

    tariamente. Poeta y

    orador

    nos dice el texto, simultanei

    dad

    de los tiempos y

    alternancia de

    las ausencias y de las

    presencias.

    Identidades que

    se

    subsumen en

    las simulta

    neidades:

    8

    A partir de entonces fuimos otros, ms seguros y ms

    s 1bios,

    no como los hombres sino ta l

    vez

    como los

    rboles,' al margen de la memoria, repitiendo un ciclo

    renovado cada da.

    (p.

    130)

    La escritura reconoce ese ciclo y trabaja la huella e iden

    tifica

    en su par

    complementario

    l a lectura-

    la concre

    cin

    utpica que

    es,

    al mismo

    tiempo,

    el

    margen de liber

    tad. Complementarios pero abiertos,

    marcando siempre

    la

    diferencia, escritura y lectura conforman ese espacid de re

    sistencia

    que

    reconvierte el futuro. Los signos se inscriben

    en

    ese espacio

    plural

    y

    destruyen

    la

    posibilidad

    del olvido,

    aunque

    siempre

    resemantizados en la multiplicidad

    de

    lec

    turas, puesto que lo que uno escribe no ser precisamente

    lo que los dems

    leern (p.

    117).

    La

    escritura

    del

    sujeto

    se conforma, tambin,

    en

    las

    huellas en

    su

    cuerpo. El

    cuerpo

    del viajero ser l espacio

    de la

    inscripcin

    del

    juego

    de

    alternancias

    y

    borramien

    tos, de pasajes.

    Dejar

    de ser uno, para

    conformar un

    otro

    que borra las

    marcas

    del

    pasado

    y al mismo tiempo las

    recupera

    resignificadas. Ese

    cuerpo guiar

    los pasos y

    mar

    car ,un nuevo tiempo. El viajero reconoce esa ley: Hoy

    he escrto en mi

    cuaderno: La nica verdad es

    l

    cuerpo

    (p. 129).

    Huellas de

    la

    escritura literaria,

    marcas

    de una escri

    tura

    que se

    va

    haciendo

    en la lectura

    a

    la manera

    mace

    doniana,

    respuesta

    contraideolgica al texto nico

    son

    el

    marco

    de excedencia

    de una

    ficcin

    que rebasa

    el

    referente

    para

    cuestionar no

    slo la ideologa

    totalitaria

    sino el com

    pIejo sistema de relaciones entre la literatura y la sociedad.

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    13/19

    d

    1 2 / Mnica L. Bueno

    Reconoce en el signo,

    en

    la

    huella, una fuerza

    poderosa que

    resiste ante el exilio y la violencia:

    Este ser, al menos en mis apuntes, el testimonio bal-

    buciente de mi exilio, pero quisiera que lo fuese tam-

    bin de mi amor a esta tierra y a los hombres, a mis

    vecinos, en los das en que se acobarda, aterroriza

    mata (

    . . .

    ) El testimonio de alguien que en un mo-

    mento se haba puesto al servicio de la desdicha, que

    ahora huye pero anota sabe que un pequeo papel

    escrito, una palabra malogra l sueo del verdugo.

    p.

    120)

    El antiguo alimento de los hreos: l recuper cin

    e l utop

    La novela de Antonio Marimn plantea, al igual que

    a

    casa

    y

    el viento,

    la

    escritura

    desde el exilio. Nuevamente,

    el

    texto reconsidera esta controvertida

    alianza

    entre historia

    y ficcin. Sin embargo,

    podemos

    marcar ciertas diferencias

    entre las dos novelas que apuntan bsicamente al grado

    de ficdonalizacin

    de

    los

    referentes

    histricos. Mientras

    que,

    en

    la novela

    de

    Tizn,

    segn

    veamos, la ficcin

    supera

    el

    referente

    adelgazando al

    mximo su representacin en

    el

    texto, de modo que

    se

    imbrique slo en un juego

    de

    lectura

    entre

    presupuestos

    y

    sobrentendidos

    para

    que emerja la

    estructura de sentimiento

    correspondiente;

    en

    el texto de

    Marimn

    el

    referente

    se despliega ficcionalmente tratando

    de abarcar

    todos

    los espacios

    histricos de

    manera de

    llenar

    explcitamente las

    marcas

    referenciales. Ms

    an,

    el

    sujeto

    de

    la escritura, sujeto

    ficcional, se

    hbrida

    con el

    propio

    sujeto autoral en

    la textualidad.

    Mientras el

    viajero de

    Tizn

    reconstrua

    los fragmen-

    tos de una identidad sin nombre que

    se

    manifestaba a

    partir de ese

    rol e l

    de transitar los

    ltimos

    pueblos

    hacia

    la

    frontera- y

    rescataba en

    ese

    trnsito

    la

    memoria,

    efectuaba, al

    mismo

    tiempo,. el pasaje

    hacia

    la nueva iden-

    tidad de

    exiliado

    pero tambin

    de escritor;

    la

    novela de

    Marimn nos

    presenta

    un

    sujeto que

    define

    su identidad

    desde el primer captulo con

    concretas marcas

    de

    tiempo

    i

    I

    i

    La utopa /

    1 3

    y lugar que permiten reconocer

    el contexto epocal

    y

    per-

    filar los rasgos

    de

    una generacin.

    Los dos captulos iniciales de la novela

    sealan

    esa

    bifurcacin de los discursos,

    esa hibridacin que quiebra

    las

    fronteras entra

    la ficcin y la realidad. A

    manera

    de

    prlogo, Los

    textos

    nos habla de la

    produccin en

    el

    exilio, de las dificultades de la

    escritura

    y

    de

    las

    anteriores

    publicaciones fragmentadas del libro. En las iniciales de la

    firma

    reconocemos el

    nombre

    del

    autor.

    La Advertencia es

    un texto

    potico

    que

    funciona

    como

    tal, ya que conjuga

    una

    serie

    de

    imgenes fragmen-

    tarias como

    relato

    recortado mediante la seleccin capri-

    chosa

    de

    la

    memoria,

    sintetizando los ncleos

    que

    se narran

    luego.

    Este

    aviso al

    lector

    nos dice

    que

    el texto

    rene

    una

    crnica

    que

    asoma

    irregular desde sus

    caras ,

    un

    haz

    oscuro

    de relatos , una

    morosa

    y quizs inescribible

    torre del lenguaje .

    Con Lorera empieza la

    narracin propiamente

    dicha;

    A manera

    de

    crnica, el

    texto nos cuenta

    los das en la

    crcel a

    causa

    de

    la represin

    militar. Si

    bien se nos ubica

    en

    un

    referente

    preciso: el Proceso

    militar en

    la Argentina

    entre

    1976

    y

    1983, los

    datos

    histricos

    pasan

    a segundo

    plano y el

    relato se

    centra en la supervivencia, la solida-

    ridad, el cuerpo,

    la

    soledad

    y

    el silencio:

    i

    S que aprend que acostumbrando los ojos a la oscu-

    ridad se puede ver, pues hasta la ms mnima

    onda ,

    de luz que se filtraba en

    la

    mirada por debajo de la

    tela era suficiente para distinguir bultos, perfiles, di-

    mensiones

    y

    aun fragmentos de color.

    p.

    23)

    Asistimos,

    e n t o ~ c e s

    a los

    reacomodamientos

    del

    sujeto

    a

    esta

    nueva situacin.

    Lentamente

    emergen nuevos cdigos,

    nuevas formas de

    percepcin que

    transforman el

    cuerpo

    retrotrayendo

    su

    campo

    espacial, adelgazando su

    espesor

    para no

    ser

    percibido. Esta

    transformacin

    del

    cuerpo

    del

    sujeto

    es

    producida no

    slo

    por

    las

    torturas

    fsicas sino

    tambin

    por

    una redimensionalizacin de sus relaciones

    con

    el espacio

    y

    el tiempo. En efecto, reconoce

    una nueva

    rutina cotidiana en

    el

    lapso que

    transcurre

    entre

    las tortu-

    ras y los intervalos de calma; por lo

    tanto,

    se prepara,

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    14/19

    J

    104 / Mnica L Bueno

    espera y, al mismo tiempo, reacomoda sus movimientos

    al lugar reducido en

    que

    se encuentra. Por otra parte, el

    discurso tambin registra estos cambios ya que se resigni

    fican conceptos. El silencio adquiere densidad significativa,

    nombra a

    la muerte:

    el ceSe de los aullidos de los victima

    rios y de los quejidos de las vctimas anuncia el fin. Se

    trata, simplemente, de

    un

    cambio de intensidad en los

    sonidos. Como seala Koselleck, la relacin entre el con

    cepto

    y

    la palabra es fundamentalmente

    una

    relacin hist

    rica, de

    tal modo sujeta

    a modificaciones

    y

    cambios.

    19

    La

    novela de Marimn da cuenta justamente de estos divor

    cios

    y

    alianzas entre los dos elementos con respecto a la

    constitucin del espacio de la represin. Represin y encar

    celamiento que exceden las marcas histricas puntuales y

    se universalizan para ubicar al lector en ese mundo otro,

    diferente, propio de cualquier tipo de reclusin

    y

    aisla

    miento. Foucault define la invencin de la prisin como

    la creacin de una tcnica de vigilancia y control sobre los

    sujetos, una tecnologa de poder fina y cotidiana, una

    tecnologa de poder sobre los cuerpos".20 Como toda tecno

    loga,

    su

    implementacin tiene grados.

    En

    la

    lorera

    la de

    gradacin, el

    horror

    y la violencia llegan al punto mximo.

    La funcin social de

    la

    prisin, dice Foucault,

    hay que

    buscarla

    en torno

    al delincuente, personaje que comienza

    a perfilarse en el siglo

    XIX

    La prisin es un medio de

    recentramiento para el delincuente mismo que no se co

    noca en

    la

    poca clsica, donde el malhechor llegaba a

    confundirse con el resto de la sociedad o, si era detenido,

    los procedimientos penales eran expeditivos (la muerte, las

    galeras).2

    Este

    concepto de la prisin como espacio de

    reclusin y de poder sobre los sujetos es retomado

    por

    las

    ideologas totalitarias

    que

    lo utilizan

    para

    el aislamiento

    de los grupos que ellos consideran peligrosos. De esta ma

    nera, al recluirlos los marginan y provocan la desconfianza

    de

    otros

    sectores de

    la

    sociedad. Generalmente, en estos

    casos, las conductas de poder alternan entre la mostracin

    explcita del castigo en la prisin como modelo .social y el

    ocultamiento de esa realidad. De las dos conductas,

    la

    se

    gunda es mucho ms nefasta a largo tiempo, pues instaura

    el doble discurso, el silencio y la mscara como cdigos

    sociales cotidianos que se fijan en todos los sectores.

    i

    . .

    La utopa / 105

    La lorera es

    la

    crOlllca descarnada de esa realidad

    otra a la que el lector accede descubriendo los detalles

    ms horrendos y,

    al mismo tiempo, reconociendo los modos

    de resistencia. Los elementos del espacio se resemantizan

    y funcionan como simblicos pasajes al pasado y al exte

    rior. As, por ejemplo, la nica ventana exterior se trans

    forma en el atalaya de los detenidos:

    En

    la topografa del encierro aqulla era nuestra parte

    de espacio abierto representaba el mundo

    de

    afuera

    la dignidad tantas veces subestimada del orden

    de

    l

    vida. No habla momento en que alguno

    de

    nosotros no estuviese absorto con los ojos fijos por

    ese mirador.

    (pp. 52 53)

    La

    prisin

    y

    el comn

    intento

    de supervivencia crean una

    especie de microsociedad en

    la que

    los miembros estable

    cen entre s una solidaridad real que les permite un mutuo

    apoyo.

    Se trata

    de

    una

    organizacin de hbitos y conductas

    individuales que, con precisin rigurosa, regula la convi

    vencia y la hace ms soportable. Esta rutina minuciosa

    mente descripta se quiebra con la narracin de la muerte

    de Paco, cuya biografa

    -relato

    de

    vida-

    se superpone al

    momento de contar su asesinato. Esta tcnica de superpo

    sicin incrementa el efecto de lectura provocando un mayor

    rechazo hacia las formas de violencia.

    Memoria y escritura conjugan ese relato del horror

    cuyos bordes no se reconocen y se subsumen en la ficcin.

    Realidad que contiene una lgica de acciones no slo dife

    rentes, sino impensables

    para la

    experiencia corriente. El

    sujeto se empea por recuperar el sentido de ese pasado,

    pero las huellas de la escritura slo le

    permiten

    el recuerdo

    borroso y el dolor.

    Te doy cinco minutos para que te levants

    l

    memoria

    parece una escritura interna; en l

    memoria veo la

    escena como proyectada por una ficcin de otro indi-

    viduo difana y borrosa por

    l

    luz de

    l

    lectura. (p. 58)

    Ficcin y realidad dejan de leerse como dos compartimien

    tos aislados con discursos definidos para cada uno y quie-

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    15/19

    d

    1 6 nica L Bueno

    bran

    sus fronteras y se invaden perdiendo los derechos de

    exclusividad.

    La

    ficcin ya no tiene el privilegio de

    producir

    la

    sorpresa

    y la realidad deja

    su

    slida construccin mono

    ltica

    para

    fragmentarse y abrir mltiples sentidos.

    Otra tctica discursiva consiste en registrar,

    en el

    rela

    to, las historias de otros, introducidas como discursos

    que

    multiplican, incrementan

    y

    agrietan la posibilidad de

    una

    interpretacin unvoca de los hechos.

    Ficcin y realidad conjugadas en

    una

    dimensin dife

    rente resumen

    la

    salida de

    la

    crcel. Las imgenes del afue

    ra desrealizan el exterior repitiendo de un modo onrico

    y metafrico

    el

    horror y

    la

    violencia. La imagen de

    la vi-

    driera, donde

    un

    grupo de lagartos devora a dentelladas a

    monos

    y

    perros, teatraliza a modo de sangrienta fbula el

    espacio del cual se acaba de salir.

    Las marcas de

    la

    crcel persistirn en los cuerpos y

    determinarn los gestos de los sujetos provocando el reco

    nocimiento de unos con otros:

    Aquel individuo entr a la sala salud a algunos de

    los presentes Y en un lapso indescifrable al cambiar

    el foco de su

    campo visual not que se distraia se

    de-

    suna de todos y aun de las cosas ntimas que miraba

    con el matiz lejano

    de

    un ausente. Para

    sa era

    su

    marca de

    la

    prisin.

    (p. 67)

    Los relatos que continan la crOlllca de

    la

    prisin cons

    truirn

    los fragmentos de la biografa del sujeto. Como un

    modelo

    para

    armar tendern lneas

    que

    se cruzarn o con

    tinuarn

    a lo largo de la escritura autobiogrfica. Recupe

    radas y escritas en el exilio estas imgenes se cargan de

    un

    significado de

    mayor

    poder

    evocador

    y

    apuntan, ade

    ms, al surgimiento de esas experiencias del sentir a las

    que nos referamos en el anlisis de la novela anterior.

    El primer recuerdo de

    la

    infancia desplaza el efecto de

    dolor, abandono y soledad del relato de la crcel a

    la

    ima

    gen del desencuentro con la

    madre

    en un paseo por

    la

    plaza de su pueblo. La memoria recupera

    la

    imagen

    y

    la ima

    gen remite, como

    en una

    suerte de

    tajas

    chinas, al sentido

    individual de la angustia. Coincidimos con Nicols Rosa

    en que los recuerdos de infancia constituyen la escena ar-

    La utopa 1 7

    caica que funda el acto autobiogrfico.

    Al

    respecto nos

    dice Rosa:

    La escena primitiva funda en

    su

    retrospeccin la o n ~

    temporaneidad del acto de escritura de la vida con el

    acto de recordarla en funcin del olvido necesario para

    reconocerla como tal. La forma retrica que

    la

    soporta

    y la construye es

    el

    episodio.

    u

    En

    esta imagen fragmentada del episodio de la infancia

    se

    reconoce el sujeto que

    en la

    escritura remeda el simulacro

    del recuerdo. A partir de este recuerdo fundante del sujeto,

    el texto se

    abrir

    en la ficcionalizaci6n de diferentes frag

    mentos

    que

    la memoria inscribe en el juego dialctico con

    el olvido. El Cordobazo,

    la

    militancia poltica, la figura de

    su

    padre, el

    primer

    cigarrillo, la

    maestra

    de ingls,

    se c o n ~

    jugan

    en la sucesi6n del discurso que, como

    un

    c a l e i d o s c o ~

    pio, nos

    permite

    establecer lazos y

    admitir

    interferencias de

    una imagen con otra al

    lograr

    el efecto de simultaneidad

    en

    la

    lectura.

    En

    este abanico de imgenes reconocemos

    una

    identidad que se construye con las ficciones fragmentadas

    del recuerdo: se trata del escritor, periodista, que en los

    setenta es, al mismo tiempo,

    un

    militante poltico. Los re

    cuerdos de la infancia

    junto

    con los episodios de su actua

    ci6n poltica, as como fragmentos de

    su

    adolescencia, per

    mitirn la

    escritura

    de

    una

    teora de

    su

    propio relato

    y

    de

    un

    anlisis crtico de los hechos polticos que le obli

    garn

    a reconocer fracasos, derrotas y desilusiones. H i s ~

    torias, hinchado coro de historias sin

    una

    escritura" (p. 87).

    Cules son las historias

    sin

    escritura a las que

    se

    refiere

    el texto? La respuest a la propone la misma novela: no se

    trata d los hechos del momento histrico, sino de las expe

    riencias del

    sentir

    que

    no

    son registradas por la historia

    oficial, cuya escritur a slo

    pretende

    la referencia fctica.

    En

    un verdadero intento corrosivo de

    la

    fijaci6n de estos h e ~

    chos hist6ricos, Marim6n

    titula La

    fiesta" al Cordobazo.

    En

    esta quiebra semntica del

    nombre

    se ubica

    el

    oxinoron

    que permite la subversin de la posibilidad de la escritura.

    Una historia sin escritura, la de una generacin que d e s ~

    cubre

    la peligrosa fascinacin del

    ataque

    a la autoridad, el

    poder

    contraideoI6gico y el sentido pico de sus conductas:

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    16/19

    l

    1

    i

    1 8 I nica L. ueno

    Genet dice que en toda revolucin hay una embriaguez

    pavorosa; el enigma de ese da no es poltico sino el

    origen de esa embriaguez. Nadie ni actores ni testigos

    lo conocemos: el comienzo se obnubla en una totali-

    dad desbordada de s misma y por lo tanto sin habla o

    con un habla inaudible.

    l

    Cordobazo tuvo la magia

    de

    l

    peste:

    l

    vida era espectculo y era historia o

    no

    era nada.

    (p.

    88)

    Una escritura

    que

    cuenta el

    origen

    del epos de los

    setenta,

    del sentido fundacional

    de

    esos jvenes

    que apuntaban

    a

    la utopa de

    la

    revolucin.

    Sin embargo,

    esa visin romn

    tica de los hroes

    fundantes

    se quiebra por el anlisis des

    piadado

    que

    el mismo texto nos propone de esas conductas.

    Se trata

    no

    slo

    de

    un

    mea culpa

    retrospectivo, sino del

    reconocimiento

    de

    la contaminacin, la degradacin

    de

    los

    ideales,

    de

    la

    corrupcin

    en el seno mismo

    de

    su

    grupo

    poltico.

    AS

    la historia del gordo

    Ricardo

    sirve de modelo

    de

    esa

    lenta prdida

    y del reconocimiento de

    esa

    prdida.

    Con el

    ttulo de

    Hroe rojo ,

    Marimn

    relata la historia

    de este

    personaje que se constituye para los sujetos

    fiedo-

    nales

    en

    el

    parangn de la

    poca. Asistimos a los

    momentos

    heroicos del

    personaje

    tanto como a su

    lenta

    degradacin y

    al sentimiento

    de

    desilusin que esto provoca

    en

    sus dos

    compaeros que desde el presente construyen, mediante el

    dilogo, el relato de esa vida.

    Su historia

    es, tambin, el es

    pejo

    donde, desde el exilio, estos dos

    hombres pueden

    en

    contrarse. La

    figura de Ricardo es el

    emblema de

    la muerte

    de los ideales de

    una

    generacin; sin

    embargo, la versin

    nostalgiosa

    permite el efecto a pesar del dolor.

    El relato,

    fragmentado

    en cuatro

    partes,

    se

    cierra con

    la

    imagen

    ar

    caica del hroe, escena

    fijada

    en la

    memoria

    de la escritura

    que selecciona

    para

    su

    recuerdo. Se trata

    de

    una imagen

    cotidiana, familiar. As,

    este fragmento

    biogrfico

    nos

    per

    mite comprender el rescate afectivo

    no

    valorativo que el

    exiliado hace

    de

    los

    tiempos

    de

    la

    militancia.

    Marimn

    desarrolla

    en la

    misma

    novela un registro

    teortico

    que rene

    afirmaciones acerca de la historia,

    la

    posibilidad del relato o la significacin de la literatura.

    Para qu contar?

    El relato

    es,

    segn

    el texto, el espacio

    La utopa /

    109

    que

    se

    opone a la intemperie, al fro, a la soledad y a la

    noche.

    Contar

    para protegerse, para sentirse seguro, para

    creer

    en

    el mundo

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    17/19

    1

    11

    I Mnica L Bueno

    y es justamente esa visin del mundo tan monoltica, tan li

    mitada, la que les puso anteojeras que les impidieron reco

    nocer la dinmica del proceso histrico.

    De

    ella se despren

    da

    una tica: la de todo guerrero en cualquier momento de

    la historia que justifica, como el mismo Maquiavelo acon

    sejaba, en el logro de los fines la ejecucin de los medios.

    El Eplogo nos devuelve al exilio o,

    mejor

    dicho, al

    paisaje desde la ventanilla del avin que, como seala SarIo,

    se constituye

    en

    un

    espacio de trnsito que sobrevuela el

    lugar de la

    escritura

    de la novela: El

    escritor muestra al

    escritor y a nosotros

    un

    increble y definido espacio areo

    que lo separa del exilio (p. 223). Esa distancia de los espa

    cios vivenciales, ese desprendimiento de la

    tierra

    genera

    desde l aire el lugar potico de la escritura y

    en

    ella la

    posibilidad de la utopa.

    La novela no se cierra con la palabra de Marimn. Con

    el ttulo de Fichero , aparece el texto crtico de Beatriz

    Sarlo al que hiciramos referencia. Ms all de los evidentes

    mritos crticos de su escritura, sorprende,

    en primer

    lugar,

    la ubicacin del mismo

    en el

    corpus de la novela, insertado

    en la escritura literaria cuando tradicionalmente hubiera

    ocupado el prlogo de la misma, separndose, de este modo,

    ntidamente de la ficcin. Esta defraudacin de las expecta

    tivas del lector con respecto a la arquitectura del texto nos

    recuerda los despliegues macedonianos que proponan en

    sus novelas una sucesin interminable de prlogos para

    una ficcin que nunca comenzaba con el objetivo claro de

    cuestionar la constitucin misma del relato y la posibilidad

    univoca de la lectura. Por otra parte, leemos tambin el

    relato crtico de alguien que reconoce en esa ficcin auto

    biogrfica su propia historia. La

    primera

    vez que lo le,

    pude leer slo

    una

    historia poltica; ella me inclua hasta

    devorar la

    escritura

    misma que la haca posible (p. 224).

    Lectura de lectura, este ltimo texto nos permite reconocer

    esa voluntad de los intelectuales de reflexionar sobre este

    controvertido, terrible momento histrico. En esa refle

    xin, tanto en el texto de Marimn como en

    el

    de Sarlo,

    est la autocrtica que resulta valiosa para reconocer las

    marcas histricas de una generacin que explicita el fra

    caso, pero que salva la utopa resignificndola en la misma

    escri

    ura.23

    La

    utopa 111

    NOTAS

    < Las ediciones de las novelas analizadas son las siguientes:

    Moyano, Daniel (1981) El vuelo del tigre. Legasa. Madrid, Buenos

    Aires, Mxico.

    Tizn,

    Hctor (1984) La casa

    y

    el viento.

    Legasa, Madrid, Buenos

    Aires, Mxico.

    Marimn, Antonio (1988) El antiguo alimento de los hroes

    PuntQ-o

    sur, Buenos Aires.

    1

    La relacin

    que

    Ricoeur establece entre utopa y capacidad

    imaginativa pasa fundamentalmente por el lenguaje. Encuentra una

    perfecta

    armona entre la

    condicin metafrica del lenguaje potico

    y la

    tarea

    utpica

    de

    explorar lo posible y

    criticar

    el presente. Cfr.

    Conferencia 18"

    en

    Ideologa y utopa (1989), Gedisa, Barcelona.

    327330.

    2 White agrupa la crnica y el relato junto con la trama,

    la

    argumentacin y el modo de implicacin ideolgica como niveles

    de conceptualizacin de la

    obra

    histrica. En

    una

    nota a pie de

    pgina se preocupa

    por

    declarar privativas del discurso histrico

    estas conceptualizaciones. Cfr. Metahistoria Fondo de Cultura Eco

    nmica, Mxico.

    1617.

    3 Con respecto a la escritura de esta novela, Moyana cuenta

    en

    un reportaje que

    tuvo dos versiones:

    la

    primera

    fue

    enterrada

    por

    unos curas amigos en la

    huerta

    de

    su

    casa

    en

    La Rioja, mien

    tras

    l

    escritor estaba

    en

    la

    crcel;

    la

    segunda fue escrita

    en

    el

    exilio, en Espaa. Cfr. La entrevista de Puro Cuento a Daniel Mo

    yana

    por

    Mempo Giardinelli, marzo-abril 88.

    4 El concepto de juegos de lenguaje responde a lo teorizado

    por

    Ludwig Wittgenstein

    en

    InvestigacIOnes filosficas Edit. Cr

    tica, UNAM, 1988. Sin

    entrar en

    el debate sobre la diferencias entre

    el

    primer

    Wttgenstein

    e l

    del Tractatus- y el de las Investiga-

    ciones

    ambos aspectos de

    la

    reflexin del filosfo viens nos

    han

    sido de suma utilidad al intentar

    dar

    cuenta de cmo,

    por

    ml-' dio

    de la creacin de

    un

    lenguaje,

    se

    problematiza la situacin del

    mundo presentado

    por

    Moyano.

    s Ibdem, 393.

    6 Pierre r a n ~ o i s Moreau efecta una exhaustiva descripcin

    del gnero utpico como novela del Estado . Consideramos que,

    si bien la utopa como gnero narrativo ya no es

    una

    serie

    en

    la

    literatura

    contempornea, su residuo significativo

    est

    presente en

    buena

    parte

    de la

    literatura

    actual,

    ms

    an

    en

    el caso

    de esta

    novela, donde se alude a un horizonte poltico puntual como crtica

    evidente. Cfr.

    La utopa. Derecho natural

    y

    novela del Estado

    Buenos Aires, Hachette, 1986.

    7

    George Steiner

    ha

    profundizado

    en

    la inextricable relacin

  • 8/2/2019 IentreFylaHmonica bueno

    18/19

    r

    l.

    112 j

    Mnica

    L Bueno

    entre lenguaje y silencio.

    Lenguaje

    y

    silencio

    Mxico, Gedisa,

    1990 45.

    8 Nos referimos al clebre aforismo de Wittgenstein que resu

    me el sentido del libro: Todo aquello que puede ser dicho, puede

    decirse con claridad:

    de

    lo que

    no

    se puede hablar,

    mejor

    es callar

    se . Tractatus

    logico-philosophicus

    Madrid, Alianza, 1973 7.

    9 Al

    hablar del espacio de lo prohibido se impone

    por

    exclu

    sin el

    nombre

    de Michel Foucault. Nos referimos en este caso a

    Microfsica del poder

    Madrid, Ed. La Piqueta,

    1980.

    10

    En

    el

    mismo

    texto,

    en

    el captulo Los intelectuales y el

    poder , como

    parte

    de la entrevista

    que efectuara

    Gilles Deleuze a

    Foucault, 80.

    H Hayden White se

    ha

    preocupado

    por

    estudiar la

    historia

    des

    de el ngulo de sus caractersticas discursivas, por lo cual dedica,

    en

    la Introduccin de

    su trabajo, interesantes

    reflexiones a

    la

    potica de la historia . Como parte de la misma, hay un pasaje

    referido a los tropos. Cfr.

    Metahistoria 45

    12

    Nilda Flawi de Fernndez, La narrativa de Daniel Moyano:

    una

    lectura de la Historia

    y del exilio .

    Discurso historiogrfico

    y

    discurso ficcional

    Rev. Ro de la Plata, 1991 11-12.

    13

    Sarlo, Beatriz, Poltica, ideologa

    y

    figuracin literaria en

    Balderston, Daniel et al. (1987)

    Ficcin y poltica. La narrativa ar

    gentina

    durante

    el proceso militar

    Ed. AlianzajInstitute

    for

    the

    Study, Buenos Aires, Madrid, University of Minesotta. 53.

    14

    Shotter, Jobn, La construccin social del .recuerdo y el

    olvido

    en

    Middleton David

    y

    Edwards

    Derek (comp.) (1990),

    Me

    moria

    compartida.

    La

    naturafeza social del recuerdo

    y

    el olvido

    Paids, Barcelona, Buenos Aires, Mxico. 152.

    16

    Foucault, Michel (1979),

    Microfsica del poder

    La Piqueta,

    Madrid, segunda edicin. 131.

    17 Foucault, Michel (1979), op. cit. 144.

    18

    Esta concepcin de la

    escritura en

    relacin con la voz es

    uno de los fundamentos ms importantes del pensamiento derri

    deano. La

    propuesta

    es '

    deconstruir

    el

    carcter

    secundario que la

    escritura ha tenido

    en

    nuestra

    cultura

    con respecto a la voz, consi

    derada el origen y la portadora de la presencia. Cfr. Jacques Derrida

    1989),

    La escritura

    y

    la diferencia

    Antrophos, Barcelona.

    19 Esta

    concepcin histrica de la relacin entre el concepto

    y la

    palabra

    la trabaja

    Reinhardt

    Kosellek

    en

    su artculo

    Storia

    dei concetti e storia sociale en

    Futuro passato

    (1986), Mariette,

    Gnova. 91.

    20

    Foucault, Michel (1979), op.

    cit.

    89.

    21 Foucault estudia la evolucin histrica de la crcel como

    espacio de represin. Cfr.

    Microfsica del poder

    op. cit., o Saber y

    verdad (1991), Ed. La Piqueta, Madrid, entre otras

    obras

    del autor

    que

    abordan

    esta problemtica.

    22

    Nicols Rosa estudia con acierto las estrategias de la cons-

    La

    utopa

    I

    113

    truccin del

    sujeto

    textual de la autobiografa. Cfr. l arte

    del

    olvido (Sobre

    la autobiografa), Puntosur, Buenos Aires.

    55.

    23 Retomamos

    en

    el final el sentido utpico de

    la literatura

    al

    que

    aludamos en