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PLIEGO LA IMAGEN DE CRISTO EN SANTA TERESA DE JESÚS ÁNGEL MORENO, de Buenafuente 2.959. 10-16 de octubre de 2015 El 15 de octubre, festividad de santa Teresa de Jesús, tiene lugar en Ávila la clausura oficial del Año Jubilar Teresiano convocado con motivo del quinto centenario de su nacimiento. Aprovechando esta ocasión, el autor nos invita a acceder a la experiencia teologal de la doctora de la Iglesia a través de la representación icónica, y a descubrir cómo influyó en la vida de la mística y maestra espiritual la mediación de la imagen artística religiosa.

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PLIEGO

LA IMAGEN DE CRISTO EN SANTA TERESA DE JESÚS

Ángel Moreno, de Buenafuente

2.959. 10-16 de octubre de 2015

El 15 de octubre, festividad de santa Teresa de Jesús, tiene lugar en Ávila la clausura oficial del Año Jubilar Teresiano convocado

con motivo del quinto centenario de su nacimiento. Aprovechando esta ocasión, el autor nos invita a acceder a la experiencia teologal

de la doctora de la Iglesia a través de la representación icónica, y a descubrir cómo influyó en la vida de la mística y maestra

espiritual la mediación de la imagen artística religiosa.

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A lo invisible por lo visibleel artista, el contemplativo, el poeta

y el místico –en definitiva, todos los que aman– tienen el don de descubrir y de plasmar el germen de bondad y de belleza que guarda todo lo creado y sentir la fascinación ante la cercanía del Misterio, contenido incluso en lo más doméstico, como puede ser la madera, el yeso, la piedra o –como dirá santa Teresa– los pucheros y las sartenes. “Pues ¡ea, hijas mías!, entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior” (F 5, 8).

Desde la expresión bíblica con la que se culmina la obra de la creación: “Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien” (gén 1, 31), que en el texto original cabe leer que todo era bueno y bello, se descubre la posibilidad de tratar la realidad como materia sagrada y transfigurarla. Todo lo que existe está sostenido por el querer de Dios. Desde esta verdad teológica se comprende mejor lo que significa la mediación de la imagen artística religiosa, para establecer la relación con el Hacedor del universo y con quien en su nombre se nos ha revelado en nuestra propia carne, Jesucristo.

OPORTUNIDAD ACTUAL DEL RECURSO A LA IMAGEN

Puede parecer que apelar a la iconografía, a la hora de acercarnos a la experiencia mística de santa Teresa de Jesús, es un método trasnochado, por no decir frívolo, un tanto infantil; como cuando en algunos libros que contienen

imágenes, en vez de leerlos, se buscan únicamente las ilustraciones.

Quienes interpretamos el mundo de la espiritualidad con métodos complejos no podemos olvidar la oración de Jesús en el evangelio: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños” (Mt 11, 25-26). De ahí que quien ha llegado a las más altas moradas del castillo interior nos inicie en el camino de la experiencia más sublime, entrando por la puerta de lo más humano y sencillo. ella reconoce que “es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano” (V 22, 9). Se refiere a Jesucristo. “Hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (V 22, 6).

Se puede pensar que aquellos que, en su expresividad religiosa y en su oración recurren a las imágenes, pertenecen a grupos de creyentes un tanto incultos, mitificadores de las mediaciones religiosas; y, en cambio, tener por doctos a los que avanzan por el camino de los ejercicios de la meditación o de técnicas más espirituales. es cierto que, en la actualidad, no deja de haber, por un lado, expresiones mitificadas, ritualistas y hasta algo atávicas, que se deben corregir, en relación con el culto a las imágenes y en las manifestaciones de la piedad popular; y, por otro lado, incluso entre creyentes formados, se dan nuevos gnosticismos, procesos autorreferenciales, que tienen como centro el propio yo. en esta coyuntura, el testimonio de santa Teresa, y su defensa de la mediación icónica, se convierten en verdadero signo profético para tiempos de inclemencia y en auténtico acompañamiento espiritual en esta hora un tanto esteparia, especialmente para muchos que se creen solos y sin guías.

INTRODUCCIÓN

la personalidad de la mujer que fue monja, fundadora y reformadora, maestra espiritual, mística, doctora de la Iglesia y santa, Teresa de Jesús, excede a todo intento de estudio de su historia por exhaustivo que sea. Además, siempre quedará sin abarcar lo que ella misma afirma sobre su experiencia mística, que es “más para sentir que para decir” (M VII, 2, 1).

es nuestro deseo acercarnos a la vivencia interior de la Santa de Ávila, para estimular nuestra relación esencial con el Tú divino. Y, respetando lo que es inabarcable, cuanto Dios deja sentir en el alma a quienes se les muestra y les permite gustar su amor, siguiendo la pedagogía de la maestra de oración –confirmada por san Pablo: “Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras” (rom 1, 20)–, intentaremos acceder a la experiencia teologal de santa Teresa a través de la representación icónica, a la que ella misma alude. ojalá sea motivo para un mayor conocimiento de la fenomenología mística entre quienes quizá se creen lejos de tal posibilidad.

Querer adentrarnos en lo invisible por medio de lo visible puede parecer un proyecto extraño y un intento baldío. ¿Cómo conocer lo sobrenatural a través de lo natural, y tratar con lo divino a través de lo humano? Mas ha sido Dios mismo quien ha querido revelarse en la carne, para que comprendamos que somos criaturas hechas a su imagen. Por el Misterio de la encarnación se nos desvela la esencia que contiene la materia, la belleza esencial de su Creador, motivo de esperanza permanente, que nos la muestran quienes, con ojos de luz, nos comparten sus inspiraciones en clave poética, artística y mística, y tantos otros que, quizá sin saberlo, actúan en medio de lo ordinario y doméstico de la vida movidos por el amor.

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no obstante, si se observan los movimientos culturales y espirituales del momento presente, se constata la recuperación del lenguaje icónico y el retorno a la expresión plástica. Basta citar las exposiciones emblemáticas de arte, entre las que destacan las de contenido religioso, que atraen a personas que pertenecen a las más amplias y variadas capas sociales.

la belleza que se muestra en el arte, la emoción que se siente ante las obras maestras –bien sean expresiones musicales, poéticas o plásticas–, el hilo conductor y el contenido de algunas de las exposiciones dejan penetrar como por ósmosis la luz, la armonía, la presencia viva del Tú divino. ¿Quién no siente emoción en la audición de los oratorios de J. S. Bach, o en el curso de la recitación del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz? ¿Quién no ha quedado fascinado ante el rostro de Cristo Salvador de Zurbarán o El Expolio de El Greco? la mirada de Jesús con la eucaristía en la mano, de Juan de Juanes; los ojos de Cristo resucitado, que muestra sus palmas llagadas, de Albert Bouts, atraviesan el corazón. la fuerza y la belleza de los Cristos resucitados de Berruguete; la ternura, a la vez que la fortaleza, de la Piedad, del divino Morales; la serenidad del Cristo de Velázquez; el movimiento y color del Calvario y del descendimiento de Jesús, de Rogier van der Weyden, no dejan indiferentes. Aunque, en el caso de santa Teresa de Jesús, su admiración no la provocaba el valor artístico, sino la evocación del prototipo, ella era muy sensible a la belleza. Por la relación que a través de la imagen establecía con

la Sacratísima Humanidad, podemos tenerla como maestra y pedagoga. A la hora de iniciarnos en la oración, el camino humilde de saber mirar el rostro del Señor, representado en diversos soportes, es certero.

Sorprende cómo en nuestros días crece el número de hermandades y asociaciones de fieles que tienen como acción emblemática el culto a algún paso del Señor, representado especialmente e los momentos de su Pasión. la Iglesia toma muy en consideración las distintas manifestaciones de piedad popular. Sin duda, es el momento de un primer anuncio evangelizador, aunque siempre haya que purificar la mirada. lo cierto es que, para muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, la piedad popular y el trato con alguna imagen de devoción es el suelo más estable de su expresión de fe y de su relación teologal.

CONTEXTO TERESIANO

en lo que se refiere al culto a las imágenes, la historia nos recuerda el drama vivido a lo largo de los primeros nueve siglos del cristianismo, durante los que se enfrentaron a muerte las dos posiciones contrarias: la de los que afirmaban que el culto a la imagen era idolatría, y la de aquellos que defendían que la representación icónica llevaba al prototipo y era puerta por la que acceder al trato con Aquel a quien representaba. También en la actualidad hay quienes son favorables a la iconografía en el culto, y quienes son un tanto iconoclastas, por afirmar más la centralidad formativa y bíblica.

esta diferencia se puede apreciar en la decoración de los templos.

Al referirnos a los tiempos teresianos, no podemos ignorar las circunstancias en las que vivió la Santa. Por diversas razones, el siglo XVI en españa fue testigo de distintos movimientos iconoclastas, incluso entre cristianos. Sin contar la cultura islámica y la religión judía, ambas contrarias a toda representación de Dios, tanto por parte de los protestantes como por parte de los dejados, iluminados y algunos de los llamados recogidos, además de los que seguían la espiritualidad erasmista, la mayoría de ellos –aunque no todos llegaron a la herejía– se manifestaron contrarios o poco propicios a la veneración de las imágenes. “¡oh válgame Dios! Cuando yo vi a Su Majestad puesto en la calle, en tiempo tan peligroso como ahora estamos por estos luteranos, ¡qué fue la congoja que vino a mi corazón!” (F 3, 10).

Por una parte, la reacción de los reformadores luteranos y calvinistas de derribar y degollar imágenes; y, por otra, la de quienes afirmaban que había que prescindir de todo lo corpóreo si se quería lograr la más alta experiencia espiritual –“esto de apartarse de lo corpóreo, bueno debe ser, cierto, pues gente tan espiritual lo dice; mas, a mi parecer, ha de ser estando el alma muy aprovechada, porque hasta esto, está claro, se ha de buscar al Criador por las criaturas” (V 22, 8)– llevaron a Teresa de Jesús a una veneración muy afectiva de las representaciones de Cristo. “lo que querría dar a entender es que no ha de entrar en esta cuenta la sacratísima Humanidad de Cristo” (V 22, 8).

Cuenta la Santa que, habiendo entrado en conflicto de conciencia por desear vivir pobremente y poseer imagen digna, recibió el consejo sobre si convenía tener imágenes, incluso de algún valor artístico: “Que no era buena mortificación, que cuál era mejor: la pobreza o la caridad; que pues era lo mejor el amor, que todo lo que me despertase a él, no lo dejase, ni lo quitase a mis monjas” (R 30). Y llega a la conclusión apodíctica: “Así lo que más os despertare a amar, eso haced” (M IV, 1, 7). A ella le despertaba

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TERESA DE JESÚS COMPRA IMÁGENES

Sorprende ver a santa Teresa por los mercadillos de las ciudades, procurando ajuar para el oratorio de sus conventos, pues mientras no tenía el lugar adecuado y adornado para trasladar el Santísimo, no abría la fundación. ella misma nos narra cómo compró en Toledo dos lienzos: “Yo me fui muy contenta, que me parecía ya lo tenía todo, sin tener nada; porque debían ser hasta tres o cuatro ducados lo que tenía, con que compré dos lienzos” (F 15, 6). Ambos cuadros se conservan en el Monasterio de San José de la ciudad imperial y tienen por motivo el paso de Jesús con la cruz a cuestas, y al Señor despojado, sentado, a punto de ser clavado en la cruz.

También en el convento de Cabrerizos, adonde se trasladó la comunidad de Salamanca, se guardan dos cuadros comprados por la fundadora: uno representa al Ecce Homo y el otro es una Piedad, imagen a la que santa Teresa tendrá especial devoción, por la experiencia mística que le acontece en 1575 en Sevilla. Así relata una de las visiones más especiales: “el mismo Señor, por visión intelectual, tan grande que casi parecía imaginaria, se me puso en los brazos a manera de como se pinta la ‘Quinta angustia’” (R 58, 3).

es importante anotar que las imágenes no solo sirven para suscitar devoción y concentrar el afecto y la mente en el

la maestra espiritual reconoce el beneficio que reporta tener ante los ojos un motivo que ayude a suscitar la atención y a despertar la piedad, y así no perecer en las distracciones. De ahí su recomendación a mirar la imagen de Cristo: “no os pido ahora que penséis en Él ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis. Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más hermosa que se puede imaginar?” (CP 26, 3).

Para santa Teresa, la imagen no es un talismán, sino una puerta por la que entrar a la relación con Jesús o –como diría ella– un arcaduz o mediación para orar: “lo que podéis hacer para ayuda de esto, procurad traer una imagen o retrato de este Señor que sea a vuestro gusto; no para traerle en el seno y nunca le mirar, sino para hablar muchas veces con Él, que Él os dará qué le decir” (CP 26, 9).

en el recorrido por los pequeños museos que se guardan en los carmelos fundados por la Santa, hemos podido contemplar distintas imágenes relacionadas con la vida de la fundadora, en general de factura humilde, pero en algún caso muy hermosas, como los rostros de Cristo, de Albert Bouts, que se conservan en el Monasterio de San José de Toledo y en el de San José y Santa Ana de Burgos, y el Cristo de las Fundaciones que guardan las monjas carmelitas del convento del Corpus Christi de Alcalá de Henares.

en carta dictada, escribe por mano de su secretaria a M. María de San José, priora de Sevilla: “Madre mía; ahora se me acuerda que he oído decir que hay ahí unas imágenes de papel grandes y muy buenas, que Julián Dávila las loaba; díceme nuestra madre que pida a vuestra reverencia un San Pablo de éstas; me le envíe vuestra reverencia que sea muy lindo. Y perdóneme; mas ha de ser cosa que me huelgue de mirarle” (C 237, 9). Y a la misma priora, en otra carta, le pregunta: “las estampas que decía para doña luisa ni la carta no vinieron, ni me dice si recibió el lienzo y los crucifijos” (C 202, 3).

amor tener ante los ojos el retrato del Señor. Se hace eco de la enseñanza de los maestros espirituales: “… Decía que adondequiera que veamos pintado a nuestro rey, le hemos de reverenciar; y veo que tiene razón, porque aun acá se sentiría: si supiese una persona que quiere bien a otra que hacía semejantes vituperios a su retrato, no gustaría de ello. Pues ¿cuánto más es razón que siempre se tenga respeto adonde viéremos un crucifijo o cualquier retrato de nuestro emperador?” (M VI, 9, 13).

Santa Teresa de Jesús conoció buenas obras de arte, vivió en el Siglo de oro español, en el que se construyeron los retablos de las catedrales de Toledo, Ávila, Palencia… Y tuvo relación con personas nobles. A ella le pudieron llegar grabados y otras estampas que le movieran a piedad. Algunos de los libros de la época en los que la Santa rezaba se imprimían con ilustraciones. Aunque era distinto lo que ella veía en sus experiencias místicas de lo que ella miraba, reconoce el beneficio de tener ante los ojos un dibujo o retrato del Señor. “Unas veces era tan en confuso, que me parecía imagen, no como los dibujos de acá, por muy perfectos que sean, que hartos he visto buenos; es disparate pensar que tiene semejanza lo uno con lo otro en ninguna manera, no más ni menos que la tiene una persona viva a su retrato, que por bien que esté sacado no puede ser tan al natural, que, en fin, se ve es cosa muerta” (V 28, 7).

TERESA DE JESÚS, AMIGA DE IMÁGENES

en los escritos autobiográficos de santa Teresa encontramos la declaración expresa de su devoción a las imágenes y la razón por la que ella acude a rezar ante las distintas representaciones sagradas, especialmente de los pasos de la Pasión de Jesús. “Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre. Mas es así que jamás le pude representar en mí, por más que leía su hermosura y veía imágenes, sino como quien está ciego o a oscuras. A esta causa era tan amiga de imágenes. ¡Desventurados de los que por su culpa pierden este bien! Bien parece que no aman al Señor, porque si le amaran, holgáranse de ver su retrato” (V 9, 6).

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deseo de orar, sino que le servirán a santa Teresa para explicar sus visiones místicas y hacerse entender por los confesores. “Un día de San Pablo, estando en misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced cuando mucho me lo mandó” (V 28, 3).

TERESA DE JESÚS REGALA IMÁGENES

Una prueba del valor que santa Teresa de Jesús da a la mediación de la imagen para el camino espiritual la encontramos en el hecho del envío de imágenes como regalos a las comunidades. Así lo atestigua ella misma respecto al Monasterio de San José de Caravaca de la Cruz, para el que ha encargado una imagen del santo titular y otra de la Virgen. “Ahora he de enviar a Caravaca una imagen de nuestra Señora que les tengo, harto buena y grande, no vestida, y un San José me están haciendo; y no les ha de costar nada” (C 160, 8). en relación con este regalo, siente contento al recibir la imagen, y dispone la forma de enviarla: “Por caridad, vuestra merced me la haga de mandarle tomar la medida de ancho y largo, y había de ser luego, por que se haga mañana la caja, y que el martes no podrán por ser fiesta, y el miércoles de mañana se van los carros” (C 165, 2). en este monasterio se guarda una medalla

con bajorrelieve, que la Santa envió con san Juan de la Cruz y que representa el busto de Jesús maniatado.

Parece que la Santa inspiró el modo de representar a san José con el niño Jesús de la mano. Así lo vemos en el pórtico del convento de Caravaca. “Al señor Diego ortiz, que suplico a su merced no se descuide tanto de poner a mi señor San José a la puerta de la iglesia” (C 31, 6). el greco, que tiene encargo del mecenas de la Santa en Toledo, pinta también a san José con el niño Jesús de la mano. Se discute si el pintor cretense y la Santa se llegaron a conocer; lo cierto es que coincidieron el mismo año en la ciudad primada, y puede que algunos motivos de las obras de el greco tengan su fuente de inspiración en las experiencias teresianas. Así lo intenta demostrar Amintore Fanfani, sobre todo en el cuadro de la Trinidad, en el que se llega a contemplar exactamente una de las primeras visiones místicas que tuvo santa Teresa: “Vi a la Humanidad sacratísima con más excesiva gloria que jamás la había visto. representóseme por una noticia admirable y clara estar metido en los pechos del Padre” (V 38, 17). los críticos de arte más bien relacionan el cuadro de el greco con el grabado de la Trinidad de Alberto Durero de 1515.

en octubre de 1577, fue reelegida priora del Monasterio de la encarnación, y en este monasterio se conserva, en el coro alto, el Cristo que la madre envió como regalo, llamado el Cristo

de la Machucada. También se puede contemplar, en el pequeño museo de este convento, un crucifijo de pasta de maíz, regalo de Teresa a su capellán Julián de Ávila, y el cuadro que representa el diálogo de Jesús con la samaritana, de herencia familiar. en Zaragoza, las monjas carmelitas guardan como tesoro el crucifijo que, según tradición, regaló santa Teresa a Isabel de Santo Domingo.

el padre Jerónimo Gracián, en sus anotaciones al libro del padre Francisco de Ribera sobre la vida de la Madre Teresa de Jesús, señala el regalo que esta envió al duque de Alba cuando estaba preso en Uceda (guadalajara). Parece que el motivo de la estampa era una representación del espíritu Santo en la que se le presentaba en forma de doncel muy encendido de cintura para arriba, y de cintura para abajo, como una llamarada de fuego. También se conservaba en el Monasterio de San José de Tarazona, hoy trasladado a Zaragoza, una estampa que pertenecía a la Santa, con el motivo del niño Jesús dormido en un corazón, y parece que ella se la regaló al obispo.

TERESA DE JESÚS MANDA PINTAR IMÁGENES

no deja de ser significativo que en los carmelos descalzos, donde se vive la pobreza y en gran austeridad, no falten referencias artísticas y sea claro el aprecio por la belleza de las imágenes. Santa Teresa explica la razón: “Como me veían tan moza y en tantas ocasiones y apartarme muchas veces a soledad a rezar y leer, mucho hablar de Dios, amiga de hacer pintar su imagen en muchas partes y de tener oratorio y procurar en él cosas que hiciesen devoción” (V 7, 2).

la Santa cuenta en Vida cómo en una ocasión tuvo una experiencia auditiva en una ermita, dentro del Monasterio de San José: “Fuime, estando así, a una ermita bien apartada, que las hay en este monasterio, y estando en una, adonde está Cristo a la Columna, suplicándole me hiciese esta merced, oí que me hablaba una voz muy suave, como metida en un silbo. Yo me espelucé toda, que me hizo temor, y quisiera entender lo que me decía, mas no pude, que pasó muy en breve” (V 39, 3).

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Sorprende el reconocimiento que manifiesta quien llegó a la más alta experiencia mística de su dificultad para controlar la imaginación, a la que llama “tarabilla de molino” (M IV, 1, 13), y cómo para concentrarse necesita el apoyo de los sentidos exteriores: “Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera” (V 22, 4). Pues si ella, dotada tan generosamente por Dios para gustar la intimidad divina, confiesa la necesidad que tiene de apoyos exteriores, ¡cuánto más los necesitaremos quienes nos sabemos tan pobres y alejados de tan altas experiencias!

TERESA DE JESÚS RECOMIENDA IMÁGENES

la maestra espiritual introduce a sus monjas en el camino de la oración a través de diversas mediaciones. “Para las que van por aquí es bueno un libro para presto recogerse. Aprovechábame a mí también ver campo o agua, flores. en estas cosas hallaba yo memoria del Criador, digo que me despertaban y recogían y servían de libro; y en mi ingratitud y pecados” (V 9, 5).

Dentro de las recomendaciones que dicta la maestra de apoyarse en “arcaduces” para regar el huerto, figura a la que alude como forma de oración (cf. V 11, 7), las imágenes se convierten en apoyos para orar con más facilidad. “¿Sabéis para cuándo es muy bueno y cosa en que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la misma persona” (CP 34, 11).

los maestros espirituales, a la hora de ayudar a la Santa en el discernimiento sobre sus visiones, le recomiendan evitar el deseo de la experiencia mística, pero, en cambio, favorecen que contemple las imágenes o los pasos del Señor. “¡Qué gran cosa es entender un alma! Díjome tuviese cada día oración en un paso de la Pasión, y que me aprovechase de él, y que no pensase sino en la Humanidad, y que aquellos recogimientos y gustos resistiese cuanto pudiese, de manera que no los diese lugar hasta que él me dijese otra cosa (V 23, 17). San Juan de Ávila le recomienda que contemple “imágenes bien proporcionadas”.

cuando murió mi madre quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y supliquéla fuese mi madre” (V 1, 7).

Será su experiencia de la ulterior conversión la que marque, precisamente, el valor de la mediación icónica, y las gracias que cabe recibir cuando se venera con piedad alguna representación de Cristo: “Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle” (V 9, 1). no es fácil relacionar esta experiencia con alguna de las imágenes que se conservan, pero es segura la conmoción vivida por Teresa ante la imagen de Cristo.

la Santa detalla el momento histórico en el que cabe fijar un antes y un después en su vida. Según los diversos datos, pudo ser hacia 1554, cuando tenía cerca de 40 años. “Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces” (V 9, 3).

en esta ermita, según declaración de Isabel de Santo Domingo en los procesos de canonización, fue donde la Santa mandó pintar el Cristo llamado de los lindos ojos. “la cual pintura de Cristo a la Columna hizo pintar la Santa Madre en la dicha ermita después de haber tenido sobre ella muchas horas de oración e industriando a un muy buen pintor que lo pintaba en el modo cómo lo había de pintar, y de qué manera había de disponer las ataduras, las llagas, el rostro, los cabellos, especialmente un rasgón en el brazo izquierdo junto al codo. (…) Y estando esta declarante tratando con la dicha Santa Madre de cuán devota estaba la dicha pintura, le dijo: ‘Yo le digo, hija, que se pintó con hartas oraciones, y que el Señor me puso gran deseo de que se acertase a pintar esta figura. Bendito Él sea, que así quiso ponerse por nosotros; yo me consuelo de que tengan este regalo en esta casa’” (BMC, t. 19, p. 496).

en Pastrana se conserva un cuadro que representa a Jesús atado a la columna, con la leyenda: “Trajo este cuadro nuestra Santa Madre, que vino a fundar esta casa”. Son muchos los conventos que guardan imágenes relacionadas con la vida de la fundadora, especialmente crucifijos, llamados “de fundación”, y graciosas imágenes del niño Jesús, a las que se les dan nombres entrañables: “el lloroncito”, en Toledo; “el Fundador”, en Villanueva de la Jara; “el Tornerito”, en Segovia; “el peregrinito”, en Valladolid”…

TERESA DE JESÚS CONTEMPLA IMÁGENES

la enseñanza teresiana alcanza un punto cumbre cuando no solo nos dice lo que ella hizo en orden a regalar imágenes o mandar pintarlas, sino, sobre todo, cuando nos refiere cómo las contemplaba ella y el provecho que de ello sacaba. “nunca se me olvida una cruz pequeña de palo que tenía para el agua bendita, que tenía en ella pegada una imagen de papel con un Cristo que parecía ponía más devoción que si fuera de cosa muy bien labrada” (F 14, 6).

Al inicio del relato del libro de Vida, narra un hecho que se le quedó muy grabado en la memoria: “Acuérdome que

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Y, por si le entra remordimiento en contemplar las imágenes hermosas, también recibe el consejo: “… Adonde quiera que veamos la imagen de nuestro Señor, es bien reverenciarla, aunque el demonio la haya pintado; porque él es gran pintor, y antes nos hace buena obra, queriéndonos hacer mal, si nos pinta un crucifijo u otra imagen tan al vivo, que la deje esculpida en nuestro corazón” (F 8, 3).

IMÁGENES MENTALES

en un sentido amplio, nos referimos a las imágenes mentales, a las que ella alude y que le sirven en sus meditaciones. “Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor –a mi parecer– de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas” (V 9, 4).

relacionado con el mundo de la iconografía, mencionamos también las escenas evangélicas que, además de poder contemplarlas en estampas o grabados, la Santa traía a su consideración en el ejercicio de la oración mental: “Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior” (V 4, 7).

esto ayuda a conocer el modo de orar de la maestra espiritual, por lo sencillo que lo presenta y la emulación que suscita: “Muchos años, las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto. en especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle” (V 9, 4).

¿Quién no puede hacer este ejercicio que recomienda la doctora mística? “Pues tornando a lo que decía, ponémonos a pensar un paso de la Pasión, digamos el de cuando estaba el Señor a la columna: anda el entendimiento buscando las causas que allí da a entender, los dolores grandes y pena que Su Majestad tendría en aquella soledad y otras muchas cosas que, si el entendimiento es obrador, podrá sacar de aquí. ¡oh que si es letrado!…” (V 13, 12).

Sorprende comprobar que, al sumar los diversos escritos de santa Teresa, podamos extraer las secuencias evangélicas que narran todo el proceso de Jesús, con lo que se demuestra que los evangelios son una de las fuentes de su oración. “Comenzamos a pensar en la merced que no hizo Dios en darnos a su único Hijo, y no paramos allí, sino vamos adelante a los misterios de toda su gloriosa vida; o comenzamos en la oración del Huerto y no para el entendimiento hasta que está puesto en la cruz; o tomamos un paso de la Pasión, digamos como el prendimiento, y andamos en este misterio, considerando por menudo las cosas que hay que pensar en él y que sentir, así de la traición de Judas, como de la huida de los apóstoles y todo lo demás; y es admirable y muy meritoria oración” (M VI, 7, 10).

IMAGEN VIVA

Si la referencia a las imágenes, que la maestra espiritual santa Teresa de Jesús recomienda para mantener la atención y suscitar el afecto en el camino de oración, se demuestra sobradamente, donde la fundadora de la reforma carmelitana afirma la centralidad icónica es ante el Santísimo Sacramento. Para ella es imagen viva, presencia real, imprescindible para abrir un convento, motivo suficiente para permanecer en clausura, “a solas con Él solo” (V 36, 29).

Ante el Sacramento obtiene las mayores gracias y experiencia místicas. “Poco antes que expirase, entré yo a estar allí, que me había ido delante del Santísimo Sacramento a suplicar al Señor la diese buena muerte; y así como entré, vi a Su Majestad a su cabecera, en mitad de la cabecera de la cama.

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ángeles, aunque no con forma corporal, que era visión intelectual” (R 25, 1).

Cuando uno, por gracia, siente la presencia del Señor dentro de sí, nada tiene que ver con la contemplación exterior, por hermosa que sea su representación. “Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto, sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como estaba en el sepulcro, sino como salió de él después de resucitado; y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe. represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo” (V 28, 8).

no consideramos las visiones imaginarias o intelectuales, pero como apunte de la afirmación que hacemos de que la Santa nos da testimonio de algo más que el efecto estético, señalamos lo que ella dice de la experiencia interior: “Pone el Señor lo que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma, y allí lo representa sin imagen ni forma de palabras, sino a manera de esta visión que queda dicha (V 27, 6).

Termino mi acercamiento a la enseñanza que nos hace santa Teresa sobre el recurso benéfico de contemplar imágenes, para sostenernos en la oración, con el testimonio de lo que ella nos narra sobre su visión de Cristo, que supera a todas las obras de arte que de Él se puedan hacer, aunque le sirvan a la misma doctora mística para explicar mejor sus visiones: “Después que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en su comparación me pareciese bien ni me ocupase; que, con poner un poco los ojos de la consideración en la imagen que tengo en mi alma, he quedado con tanta libertad en esto, que después acá todo lo que veo me parece hace asco en comparación de las excelencias y gracias que en este Señor veía” (V 37, 4).

Con palabras de la doctora: “no os pido otra cosa, sino que le miréis”. “Mire que le mira” (V 13, 22). “Porque, puesto que siempre estamos delante de Dios, paréceme a mí es de otra manera los que tratan de oración, porque están viendo que los mira” (V 8, 2).

Santísimo en procesión para abrir una nueva fundación, como narra que sucedió en Malagón: “Día de ramos, año de 1568, yendo la procesión del lugar por nosotras, con los velos delante del rostro y capas blancas, fuimos a la iglesia del lugar, adonde se predicó, y desde ahí se llevó el Santísimo Sacramento a nuestro monasterio. Hizo mucha devoción a todos” (F 9, 5). Sobresale la procesión que presidió el arzobispo en Sevilla: “Y nos consolamos ordenasen nuestra fiesta con tanta solemnidad y las calles tan aderezadas y con tanta música y ministriles, que me dijo el santo prior de las Cuevas que nunca tal había visto en Sevilla, que conocidamente se vio ser obra de Dios. Fue él en la procesión, que no lo acostumbraba. el Arzobispo puso el Santísimo Sacramento” (F 25, 12).

TERESA DE JESÚS MÁS ALLÁ DE LA IMAGEN

Podría parecer que santa Teresa de Jesús, por ser aficionada a las imágenes, quedaba un tanto dependiente de ellas. Sin embargo, por lo que ella misma dice, y por los recuerdos que se conservan en los distintos monasterios, se puede observar cómo lo que a ella le importaba no era la imagen concreta, sino la relación con el Señor a través de una u otra representación. Así, además, se lo recomiendan: “Que siempre comenzase la oración en un paso de la Pasión, y que si después el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo” (V 24, 3).

es más lo que ella ve que lo que ella mira. el atractivo de la maestra espiritual lo encontramos no en que fuera devota de alguna advocación concreta, o llevara en su carreta el mismo ajuar de sus devociones, sino por lo que ella nos relata, como testigo de gracias que le acontecen, al hilo de contemplar alguna imagen, como cuenta que le sucedió en Ávila. “A mi parecer, no vi la imagen entonces, sino esta Señora que digo. Parecióme se parecía algo a la imagen que me dio la Condesa aunque fue de presto el poderla determinar, por suspenderme luego mucho. Parecíame encima de las comas de las sillas y sobre los antepechos,

Tenía algo abiertos los brazos, como que la estaba amparando, y díjome: que tuviese por cierto que a todas las monjas que muriesen en estos monasterios, que Él las ampararía así, y que no hubiesen miedo de tentaciones a la hora de la muerte” (F 16, 4). las monjas de Toledo guardan el cuadro que representa esta escena, y lo tienen como el Cristo de la Buena Muerte, y aún hoy cuentan las hermanas que, en el momento de la muerte de una monja, sienten una gracia especial, en cumplimiento de la promesa que el Señor hizo a santa Teresa.

Al tiempo de comulgar o después de recibir el Sacramento, le acontecen a santa Teresa gracias especiales. “estando yo un día, acabando de comulgar, puesta en estas dudas y no determinada a hacer ninguna fundación, había suplicado a nuestro Señor me diese luz para que en todo hiciese yo su voluntad; que la tibieza no era de suerte que jamás un punto me faltaba este deseo. Díjome nuestro Señor con una manera de reprensión: ¿qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? el mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas dos fundaciones” (F 29, 6).

Cuenta la Santa que era muy devota de comulgar forma grande, porque así pensaba que estaba más con el Señor, y que una vez san Juan de la Cruz le dio forma pequeña, cosa que le dio de sufrir; en esta coyuntura, le apareció el Señor: “Se le representó el Señor, acabando de comulgar, con forma de gran resplandor y hermosura y majestad, como después de resucitado, y le dijo que ya era tiempo de que sus cosas tomase ella por suyas, y Él tendría cuidado de las suyas, y otras palabras que son más para sentir que para decir” (M VII, 2, 1).

Y ante una pregunta, de si le habría gustado vivir durante el tiempo en que Jesús estuvo en la tierra, responde: “Cuando oía a algunas personas decir que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que, teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les daba?” (CP 34, 6).

Son abundantes las referencias al culto que da la Santa al sacramento de la eucaristía y el contento que manifiesta cuando es trasladado el

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