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[PONENCIA] Olinca Páez IMPLICACIONES DE LA FECUNDIDAD ADOLESCENTE PARA EL DESARROLLO HUMANO: EL CASO COMPARADO DE MUJERES CON Y SIN CARENCIAS SOCIALES EN LA INFANCIA TEMA DE ESTUDIO Y OBJETIVOS Los estudios realizados para México han evidenciado que la fecundidad adolescente es más frecuente entre la población pobre (Stern, 2003:728) porque en este estrato las adolescentes son más propensas a la unión temprana debido a la falta de alternativas de desarrollo (Stern y Menkes, 2008:347-396). El argumento de fondo es que para las pobres la experiencia de la maternidad antes de los 20 años puede ser una alternativa para satisfacer necesidades de estima social y/o para transitar a la adultez ante las escasas oportunidades educativas que resultan de la combinación de insuficiente ingreso familiar y bajas expectativas laborales y de rendimientos educativos para las mujeres en los contextos de pobreza. Respecto a la relación entre fecundidad adolescente y salida escolar, se ha explicado que, en general, la primera no es causa de la segunda, pues en la mayoría de los casos la salida se da con anterioridad al embarazo (Llanes-Díaz, 2010:108-109). Por una parte, la generalidad de este orden puede estar relacionada con los patrones de interrupción escolar de las pobres, entre las que la fecundidad adolescente es más común, pero no debe perderse de vista que tal orden general de los eventos puede también estar en función de la pequeña proporción de mujeres en México que durante su adolescencia continúa asistiendo a la escuela, independientemente de su condición socieconómica de origen. De acuerdo con los datos preliminares de la Encuesta Demográfica Retrospectiva [EDER] 2011, la edad mediana al primer hijo fue de 22, 23 y 23 años, en el caso de las mujeres de las cohortes 1951-1953, 1966-1968 y 1978-1980, mientras que la edad mediana a la primera salida de la escuela fue de 12, 16 y 16 años, respectivamente. En todo caso, partimos de la idea de que el orden de ocurrencia de estos dos eventos en lo general no es razón suficiente para descartar alguna influencia de la fecundidad adolescente sobre la trayectoria educativa, pues no interesa exclusivamente el efecto del embarazo sobre la salida de la escuela –un efecto de corto plazo– sino también el efecto de la maternidad a edades tempranas sobre la propensión de retomar los estudios (incluso para aquéllas que por razones distintas al embarazo habían dejado la escuela muy jóvenes) y, en última instancia, sobre las tasas de escolaridad promedio alcanzadas por las mujeres de 30 años y más.

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[PONENCIA] Olinca Páez

IMPLICACIONES DE LA FECUNDIDAD ADOLESCENTE PARA EL DESARROLLO HUMANO: EL CASO

COMPARADO DE MUJERES CON Y SIN CARENCIAS SOCIALES EN LA INFANCIA

TEMA DE ESTUDIO Y OBJETIVOS

Los estudios realizados para México han evidenciado que la fecundidad adolescente es más

frecuente entre la población pobre (Stern, 2003:728) porque en este estrato las adolescentes son

más propensas a la unión temprana debido a la falta de alternativas de desarrollo (Stern y

Menkes, 2008:347-396). El argumento de fondo es que para las pobres la experiencia de la

maternidad antes de los 20 años puede ser una alternativa para satisfacer necesidades de estima

social y/o para transitar a la adultez ante las escasas oportunidades educativas que resultan de la

combinación de insuficiente ingreso familiar y bajas expectativas laborales y de rendimientos

educativos para las mujeres en los contextos de pobreza.

Respecto a la relación entre fecundidad adolescente y salida escolar, se ha explicado que,

en general, la primera no es causa de la segunda, pues en la mayoría de los casos la salida se da

con anterioridad al embarazo (Llanes-Díaz, 2010:108-109). Por una parte, la generalidad de este

orden puede estar relacionada con los patrones de interrupción escolar de las pobres, entre las que

la fecundidad adolescente es más común, pero no debe perderse de vista que tal orden general de

los eventos puede también estar en función de la pequeña proporción de mujeres en México que

durante su adolescencia continúa asistiendo a la escuela, independientemente de su condición

socieconómica de origen. De acuerdo con los datos preliminares de la Encuesta Demográfica

Retrospectiva [EDER] 2011, la edad mediana al primer hijo fue de 22, 23 y 23 años, en el caso de

las mujeres de las cohortes 1951-1953, 1966-1968 y 1978-1980, mientras que la edad mediana a

la primera salida de la escuela fue de 12, 16 y 16 años, respectivamente.

En todo caso, partimos de la idea de que el orden de ocurrencia de estos dos eventos en lo

general no es razón suficiente para descartar alguna influencia de la fecundidad adolescente sobre

la trayectoria educativa, pues no interesa exclusivamente el efecto del embarazo sobre la salida de

la escuela –un efecto de corto plazo– sino también el efecto de la maternidad a edades tempranas

sobre la propensión de retomar los estudios (incluso para aquéllas que por razones distintas al

embarazo habían dejado la escuela muy jóvenes) y, en última instancia, sobre las tasas de

escolaridad promedio alcanzadas por las mujeres de 30 años y más.

[PONENCIA] Olinca Páez

A lo anterior debemos añadir que también es relevante el análisis de lo que ocurre en el

caso de la minoría que continúa estudiando al momento de embarazarse, pues pobres o no pobres,

constituyen un grupo de población con aspiraciones educacionales semejantes, en un contexto

nacional en el que se reconoce la universalidad del derecho a la educación básica y se promueve

la continuación de los estudios de acuerdo con los estándares internacionales, sin distinción entre

hombres y mujeres. Consideramos que aunque se trate de una minoría es pertinente reconocer el

impacto de la fecundidad adolescente sobre la trayectoria educativa del contingente de mujeres

que en su adolescencia continuaba estudiando y, con mayor razón en esos casos, evaluar si este

fenómeno implica diferentes pérdidas para cada estrato en términos de desarrollo humano.

PERSPECTIVA ANALÍTICA

En México la tasa global de fecundidad ha disminuido de manera importante desde hace cuatro

décadas, sin embargo la tasa específica de fecundidad de las mujeres menores de 20 años ha

permanecido invariable: desde 1970 hasta la fecha, en promedio, una de cada cinco adolescentes

tiene un hijo (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2011).

Basados en la noción de costo de oportunidad, que implica que dada la escasez de

recursos económicos como el tiempo o el dinero, cada elección tiene como costo la renuncia a

otras elecciones, desde la década de 1970 no ha habido cambios en la proporción de adolescentes

que ven limitadas sus elecciones debido a la maternidad.

La libertad para elegir es central en el concepto de desarrollo humano. El desarrollo

humano se consigue cuando las capacidades individuales se potencian. El aprovechamiento de las

capacidades humanas se ha vinculado estrechamente con tres dimensiones: “la posibilidad de

alcanzar una vida larga y saludable, poder adquirir conocimientos individual y socialmente

valiosos, y tener la oportunidad de obtener los recursos necesarios para disfrutar un nivel de vida

decoroso” (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2009). En el caso de las mujeres

que tienen hijos antes de los 20 años, suponemos que no se potencian al máximo las capacidades

humanas por vía de la educación y las oportunidades laborales, debido a las restricciones que

impone la maternidad.

[PONENCIA] Olinca Páez

Por otra parte, dos cambios importantes que redefinen las necesidades de inversión en

salud y educación de los individuos, independientemente de su sexo, son el aumento de la

esperanza de vida y el reconocimiento de una mayor igualdad entre hombres y mujeres. De ahí se

deduce que, en la actualidad, la fecundidad antes de los 20 años no sea deseable –a diferencia de

lo que se valorara en otras épocas con condiciones sociodemográficas diferentes– pues

condiciona, sobre todo, el logro educativo de las adolescentes y, muy probablemente, sus futuras

oportunidades laborales.

Es posible que en algunos grupos de población la fecundidad adolescente no se considere

indeseable. Una de las explicaciones que se ha dado a la mayor incidencia de la fecundidad

adolescente entre los pobres está relacionada precisamente con que, en circunstancias de falta de

oportunidades educativas y laborales, la maternidad a edades tempranas sea una vía de transición

a la adultez y fuente de reconocimiento social.

Entonces, aunque es posible suponer que las madres adolescentes de los estratos más

pobres han elegido, aparentemente de manera libre, el tipo de vida que valoran, no debe dejarse

de lado que lo han hecho condicionadas por el contexto socioeconómico (oportunidades

educativas y laborales) y su marco institucional (expresado en la ideología de género y su vínculo

con las aspiraciones educacionales y laborales en contextos de pobreza).

Coincidimos en que el hecho de que la fecundidad adolescente se dé más frecuentemente

en contextos de pobreza se debe, en parte, a las limitaciones que tienen las familias pobres para

invertir en capital humano y las pocas expectativas de rendimientos de la inversión educativa en

las mujeres. Pero además, juzgamos que la fecundidad adolescente, por sus potenciales efectos

sobre la inversión en capital humano, es un fenómeno que refuerza la trampa de desarrollo

humano.

METODOLOGÍA

Con el fin de entender mejor la interacción entre condición socieconómica, trayectorias

educativas y estatus de fecundidad en la adolescencia, para esta investigación se empleó como

[PONENCIA] Olinca Páez

aproximación metodológica central el análisis de historia de eventos aplicado a la información

proveniente de la EDER 2011.

En principio definimos y caracterizamos dos estratos de la población a partir de

información proveniente de la sección de antecedentes familiares de la EDER 2011, en donde se

localizan datos sobre escolaridad de los padres, así como sobre la situación socioeconómica en la

infancia medida de acuerdo con la disponibilidad de ciertos servicios en la vivienda y la calidad

de la misma. Los criterios para identificar a las mujeres pobres están basados en la metodología

sugerida por Coneval para la medición de la pobreza, aunque han sido ajustados de acuerdo con

la información de la que disponemos y la orientación de la investigación.

Posteriormente llevamos a cabo un primer análisis de los datos agrupados para dar

sustento a la hipótesis respecto al papel de la fecundidad adolescente como variable que refuerza

la trampa de desarrollo humano, a continuación aplicamos técnicas no paramétricas (análisis de

sobrevivencia) y paramétricas (modelos logit de tiempo discreto) del análisis de historia de

eventos, que nos permitieron visibilizar la interacción entre los eventos y estados de nuestro

interés.

Concluimos con una aproximación a la medición de pérdida de desarrollo humano por

embarazo adolescente. A partir de la metodología del índice de desarrollo humano para

individuos que sugiere el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (De la Torre y

Moreno, 2010), calculamos la tasa media de escolaridad de las pobres que no fueron madres en la

adolescencia y la comparamos con la tasa media de escolaridad de las pobres que sí lo fueron, y

lo mismo para las no pobres. Si los otros componentes del índice de desarrollo humano

permanecieran constantes, la diferencia en la escolaridad de no madres adolescentes y madres

adolescentes del mismo estrato, sería una medida del efecto de la fecundidad adolescente sobre el

desarrollo humano en cada estrato. Extendemos este análisis al caso de las adolescentes que

estudiaban un año antes de tener su primer hijo, estimando la pérdida en la tasa de escolaridad a

partir de la diferencia entre los promedios alcanzados por las que dejaron de estudiar el año en

que tuvieron su primer hijo y las que continuaron estudiando.

[PONENCIA] Olinca Páez

MUJERES CON Y SIN CARENCIAS SOCIALES EN LA INFANCIA

Una vez aplicada la metodología de estratificación en pobres y no pobres, las 1492 mujeres de las

cohortes 1951-1953, 1966-1968 y 1978-1980 quedaron distribuidas de la siguiente forma:

Cuadro 1. Mujeres según carencias sociales en la infancia, por generación.

Generación Total 1951-1953 1966-1968 1978-1980

Carencias sociales en la

infancia

Al menos una 53.8% 47.2% 27.8% 42.0% Ninguna 46.2% 52.8% 72.2% 58.0%

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

Cabe destacar que en la cohorte más joven, el porcentaje de mujeres con al menos una

carencia social se reduce de manera importante; esto puede estar asociado con el avance en

cobertura educativa de nivel básico que tuvo lugar en México durante la segunda mitad del siglo

XX (Solís, 2010:601), y que seguramente incidió en el indicador de logro educativo que se

considera para la identificación de quienes tuvieron carencia social en la infancia.

En adelante, emplearemos los términos pobre y con al menos una carencia social de

manera indistinta, y lo mismo haremos con los términos no pobre y sin carencias sociales.

LA FECUNDIDAD ADOLESCENTE Y LA TRAMPA DE DESARROLLO HUMANO

Retomando la idea respecto a la generalidad de la secuencia en que ocurren los eventos salida de

la escuela y fecundidad adolescente, de acuerdo con los datos de la EDER 2011, alrededor del

80% de las mujeres de la muestra había salido de la escuela antes de los 20 años de edad, de

hecho 63% del total de mujeres de las tres cohortes alcanzaron el nivel de preparatoria o menos y

sólo 37% alcanzó a estudiar un año de carrera técnica o más. Estos datos nos dan un indicio de la

frecuencia de la interrupción de las trayectorias educativas antes de los 20 años de edad y de los

niveles educativos alcanzados por la mayoría de las mujeres. La realidad nacional en materia de

[PONENCIA] Olinca Páez

educación femenina condiciona sin lugar a dudas el orden en el que se presentan los eventos de

nuestro interés, pues a la edad en que la mitad de las mujeres ha salido de la escuela por primera

vez (12, 16 y 16 años en cada cohorte), es cuando la reproducción es biológicamente posible, y la

combinación de factores individuales, sociales e institucionales incrementan el riesgo

reproductivo. En suma, detrás de la secuencia que suele regir en la presencia de los eventos

salida de la escuela y fecundidad adolescente, están las propias condiciones de logro educativo

de las mujeres en México.

Por otra parte, hay que destacar que un mayor porcentaje de las mujeres que salieron por

primera vez de la escuela antes de los 20 años fueron madres en la adolescencia (29%) en

comparación con el porcentaje de madres adolescentes en el grupo de mujeres que no salió de la

escuela antes de los 20 años (14%). Esto puede ser indicativo tanto del efecto protector de la

educación ante el riesgo de fecundidad en la adolescencia, como de la dificultad de permanecer

en la escuela una vez que se es madre a esa edad. Por el calendario de los eventos, al que nos

hemos referido en el párrafo anterior, y como la mayoría de los investigadores sobre el tema en

México, nos inclinamos a pensar que la diferencia se debe más a lo primero que a lo segundo,

pero no descartamos la segunda posibilidad, ni despreciamos la relevancia de su análisis a pesar

del reducido número de casos en los que puede presentarse tal situación.

A continuación se presenta una gráfica que permite comparar la propensión a salir por

primera vez de la escuela y la propensión al embarazo, antes de los 20 años de edad, en los dos

estratos.

En principio destaca la semejanza del patrón de sobrevivencia al riesgo de fecundidad en

los dos estratos antes de los 18 años, y la diferencia en el patrón de sobrevivencia al riesgo de

salir de la escuela por primera vez antes de los 20 años. A los 15 años por ejemplo, el riesgo de

ser madre es prácticamente el mismo para pobres y para no pobres, pero el riesgo de salir una

primera vez de la escuela es bastante mayor para las pobres, a esa edad 50% de ellas ya habrá

experimentado una primera salida, en contraste con menos del 30% de las no pobres.

Las diferencias en los patrones de primera salida de la escuela no se ven reflejadas con la

misma intensidad en los patrones de fecundidad adolescente de pobres y no pobres.

Efectivamente, aunque el porcentaje de las pobres que fueron madres adolescentes es mayor al de

las no pobres, la diferencia no es muy grande (30% y 24%, en cada caso).

Gráfica 1. Sobrevivencia al riesgo de fecundidad y primera salida de la escuela: mujeres

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica2011.

En el caso de las pobres,

significativa para explicar la propensión a la fecundidad adolescente.

para ellas, la mayor proporción de madres adolescentes

de los 20 años de edad, puede estar más relacionada con la dificultad de permanecer en

retornar a) la escuela una vez que se da la fecundidad adolescente, que con el efecto protector de

la educación ante el riesgo de embarazo a esas edades.

El panorama general a los 20 años es bastante desigual para las mujeres de cada uno de

los estratos: en principio las pobres están en desventaja porque un menor porcentaje de ellas

asiste a la escuela a los 20 años en compara

pero además el porcentaje de madres adolescentes que asistía a la escuela a los 20 años de edad

es significativamente distinto entre las pobres y las no pobres (1% y 5%, respectivamente). Si

consideramos que, en general, el porcentaje de las pobres que asistía a la escuela a los 20 años es

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Efectivamente, aunque el porcentaje de las pobres que fueron madres adolescentes es mayor al de

no pobres, la diferencia no es muy grande (30% y 24%, en cada caso).

. Sobrevivencia al riesgo de fecundidad y primera salida de la escuela: mujeres pobres y no pobres.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica

el caso de las pobres, hallamos que la salida de la escuela no e

significativa para explicar la propensión a la fecundidad adolescente. De ahí que inferimos que

, la mayor proporción de madres adolescentes entre las que salieron de la escuela antes

de los 20 años de edad, puede estar más relacionada con la dificultad de permanecer en

la escuela una vez que se da la fecundidad adolescente, que con el efecto protector de

sgo de embarazo a esas edades.

l panorama general a los 20 años es bastante desigual para las mujeres de cada uno de

los estratos: en principio las pobres están en desventaja porque un menor porcentaje de ellas

asiste a la escuela a los 20 años en comparación con las no pobres (9% y 26%, respectivamente),

pero además el porcentaje de madres adolescentes que asistía a la escuela a los 20 años de edad

es significativamente distinto entre las pobres y las no pobres (1% y 5%, respectivamente). Si

que, en general, el porcentaje de las pobres que asistía a la escuela a los 20 años es

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Primera salida de la

escuela/No pobres

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Primera salida de la

escuela/Pobres

Olinca Páez

Efectivamente, aunque el porcentaje de las pobres que fueron madres adolescentes es mayor al de

. Sobrevivencia al riesgo de fecundidad y primera salida de la escuela: mujeres

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva

la salida de la escuela no es una variable

De ahí que inferimos que

entre las que salieron de la escuela antes

de los 20 años de edad, puede estar más relacionada con la dificultad de permanecer en (o

la escuela una vez que se da la fecundidad adolescente, que con el efecto protector de

l panorama general a los 20 años es bastante desigual para las mujeres de cada uno de

los estratos: en principio las pobres están en desventaja porque un menor porcentaje de ellas

ción con las no pobres (9% y 26%, respectivamente),

pero además el porcentaje de madres adolescentes que asistía a la escuela a los 20 años de edad

es significativamente distinto entre las pobres y las no pobres (1% y 5%, respectivamente). Si

que, en general, el porcentaje de las pobres que asistía a la escuela a los 20 años es

Fecundidad/No pobres

Primera salida de la

escuela/No pobres

Fecundidad/Pobres

Primera salida de la

escuela/Pobres

[PONENCIA] Olinca Páez

tres veces menor que el de las no pobres, nuestra hipótesis de que la fecundidad adolescente

alimenta la trampa de desarrollo humano tiene sentido, pues la relación ha pasado de 1:3 a 1:5 al

incorporar la variable fecundidad adolescente.

Enfocándonos exclusivamente en las madres adolescentes, encontramos que el 95% de las

pobres ya no asistía a la escuela un año antes de tener a su primer hijo, versus el 77% de las no

pobres. Pero si además nos concentramos en las pocas adolescentes, pobres y no pobres, que

asistían a la escuela el año previo al nacimiento de su primer hijo encontramos que 80% de las

pobres salen de la escuela el mismo año en que tienen su primer hijo, en contraste con 52% de las

no pobres. En ambos estratos la fecundidad adolescente parece impactar de manera importante al

ya escaso volumen de mujeres que continúa asistiendo a la escuela: en el caso de las no pobres,

sólo la mitad sigue asistiendo a la escuela el año en que nace su primer hijo; en el caso de las

pobres lo hace sólo una de cada 5.

Cuadro 2. Salida de la escuela de madres adolescentes pobres y no pobres.

Estatus No Pobre Pobre

Dejó escuela un año antes del nacimiento de su primer hijo 77% 95%

Dejó escuela el año en que nació su primer hijo 12% 4%

No dejó escuela el año en que nació su primer hijo 11% 1%

100% 100%

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

La hipótesis de que la fecundidad adolescente refuerza la trampa de desarrollo humano se

fundamenta también en la menor propensión al retorno escolar que tienen las madres

adolescentes pobres respecto a las madres adolescentes no pobres, y en el efecto de largo plazo

que tiene ese evento sobre la acumulación de años de escolaridad en uno y otro estrato.

En resumen, el ciclo desventajoso de las pobres podría ser descrito como sigue: mayor

propensión a la salida temprana de la escuela, menor propensión al retorno si se tiene un hijo en

la adolescencia –en comparación con las madres adolescentes no pobres, mayor pérdida respecto

al posible logro educativo, menor potencial de desarrollo humano.

[PONENCIA] Olinca Páez

A continuación analizamos nuestros datos aprovechando la oportunidad que da una

encuesta retrospectiva para aplicar el análisis de sobrevivencia y para ajustar modelos que

incluyan variables que cambian en el tiempo. Ambas técnicas nos permiten, conjuntamente,

comprender de mejor manera las interacciones entre trayectorias de fecundidad y educativas.

FECUNDIDAD ADOLESCENTE POR ESTRATO

El análisis de sobrevivencia es una de las posibilidades que tenemos para examinar los diferentes

patrones de riesgo de ocurrencia de un evento que se dan en grupos de población con distintas

características. De lo que se trata básicamente es de presentar de manera gráfica las

probabilidades de sobrevivir al riesgo de un evento en el transcurso del tiempo.

Empezaremos por analizar el riesgo de tener el primer hijo en la adolescencia. Para tal

efecto presentamos una gráfica en la que se muestran por separado las funciones de sobrevivencia

de las tres generaciones que se encuestan en la EDER 2011.

Si bien se distingue un cambio generacional de la cohorte 1951-1953 a las cohortes más

jóvenes, pues a partir de los 16 años el riesgo acumulado de embarazo en la adolescencia fue

mayor en la primera generación, las dos generaciones más jóvenes no parecen enfrentar un riesgo

acumulado significativamente distinto. En ese sentido, parece constatarse que las tasas de

fecundidad adolescente prácticamente no han variado en los últimos años. Las tasas de incidencia

de este evento son de 0.0166, 0.0129 y 0.0129 para las cohortes 1951-1953, 1966-1968 y 1978-

1980, respectivamente.

[PONENCIA] Olinca Páez

Gráfica 2. Sobrevivencia al riesgo de fecundidad en la adolescencia: tres cohortes.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

Independientemente de la generación a la que pertenecen, cuando dividimos la muestra en

mujeres con al menos una carencia social y mujeres sin carencias sociales, encontramos que antes

de los 18 años de edad, el riesgo de embarazo adolescente no difiere significativamente entre

pobres y no pobres. A partir de esa edad, empieza a haber diferencias, de manera que a los 20

años, 28% de las no pobres ya han tenido su primer hijo, mientras que entre las pobres la cifra

correspondiente es de 36%.

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1951-1953 1966-1968

1978-1980

[PONENCIA] Olinca Páez

Gráfica 3. Sobrevivencia al riesgo de fecundidad en la adolescencia: mujeres con al menos una carencia social y sin carencias sociales en la infancia.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

Aunque el análisis de sobrevivencia nos permite entender de manera sintética las

similitudes y diferencias del fenómeno entre cohortes y estratos de la población, el ajuste de

modelos paramétricos aporta mayor información en términos de las variables que pueden estar

explicando tales diferencias, por lo que hemos ajustado modelos logit de tiempo discreto.

El primero de ellos estima la propensión a la fecundidad en la adolescencia [la razón de

momios] en función de la edad, la cohorte, la condición de carencia social en la infancia y los

años desde la primera salida de la escuela. En un segundo modelo hemos añadido tres variables

dummies de arreglo residencial o cohabitación con los padres.

Con el primer modelo constatamos que la condición de carencia social en la infancia no es

una variable estadísticamente significativa para explicar la propensión a la fecundidad

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14 16 18 20Edad

Sin carencias sociales Con al menos una carencia social

[PONENCIA] Olinca Páez

adolescente. Este primer hallazgo cuestiona una de las ideas más sólidas en el campo de la

investigación en fecundidad adolescente en México.

Sin distinguir a las mujeres pobres de las no pobres, lo que aparentemente sí cambia la

propensión a la fecundidad en la adolescencia es haber salido por primera vez de la escuela, así

como el tiempo desde que ese evento ocurrió. Este hallazgo es relevante si se considera que la

edad mediana a la primera salida de la escuela fue de 12, 16 y 16 años en cada cohorte, o sea que

la mitad de las mujeres de la primera cohorte ya había salido de la escuela al iniciar su periodo

fértil, y la mitad de las mujeres de las cohortes más jóvenes había salido de la escuela a la mitad

de su adolescencia.

Sin embargo, al ajustar los modelos para pobres y no pobres por separado, hallamos que

para las primeras sólo si han pasado cuatro años o más desde la primera salida de la escuela, la

propensión a la fecundidad adolescente se incrementa, es decir que haber salido de la escuela no

es en sí mismo un evento que cambie significativamente la propensión a la fecundidad

adolescente en este grupo de mujeres. Lo anterior es consistente con el hecho de que aunque las

edades medianas a la primera salida de la escuela son diferentes para las pobres y las no pobres,

14 y 17 años respectivamente, el patrón de intensidad y calendario de la fecundidad en la

adolescencia, reflejado en las funciones de sobrevivencia de ambos grupos, es semejante hasta los

18 años de edad. Este hallazgo contrasta con la idea general de que las pobres son más propensas

al embarazo en la adolescencia porque han salido de la escuela.

Por otra parte, al comparar los resultados del modelo ajustado para pobres y no pobres de

manera independiente, hallamos que el coeficiente de la covariable Edad es mayor para el caso

de las primeras, lo que puede estar indicando una diferencia de fondo respecto a las expectativas

reproductivas en los distintos marcos sociales.

Además, hemos explorado también cómo interviene el tipo de arreglo residencial de la

adolescente en la propensión a la fecundidad, y hemos encontrado que vivir con ambos padres es

definitivamente la situación en la que la propensión a la fecundidad adolescente es menor. Por el

contrario no vivir con ninguno de los padres es la situación en la que la propensión a la

fecundidad adolescente es mayor, todo lo demás constante.

[PONENCIA] Olinca Páez

Merece especial atención la distribución de los años vividos en corresidencia con los

padres. El hecho de que las pobres vivan un mayor porcentaje de sus años de adolescencia sin

ninguno de sus padres, puede estar relacionado con que la unión conyugal se dé más

tempranamente entre las pobres que entre las no pobres, y por eso el incremento de la edad sea

una variable que incida más en la propensión a la fecundidad adolescente de las pobres respecto a

la de las no pobres. En efecto, la tasa de incidencia de la unión conyugal entre las adolescentes es

de 0.0222 para las pobres y de 0.0164 para las no pobres. Una de cada cuatro adolescentes pobres

ya se ha unido a los 18 años, mientras que una de cada cuatro adolescentes no pobres ya se ha

unido a los 19 años. Así que, más que la salida de la escuela, parece que el marco institucional

que estimula la unión temprana es lo que determina las pequeñas diferencias que se dan entre

pobres y no pobres en la intensidad y calendario de la fecundidad adolescente.

PRIMERA SALIDA Y RETORNO ESCOLAR POR ESTRATO Y CONDICIÓN DE FECUNDIDAD EN LA

ADOLESCENCIA

Habiendo abordado el análisis de la interacción entre salida de la escuela y fecundidad

adolescente, considerando la última en función de la primera, ahora nos enfocaremos en las

interacciones entre las dimensiones educativa y de fecundidad, considerando las variables de

trayectoria escolar como las variables dependientes. Esta orientación del análisis suele

descartarse porque el orden general de los eventos salida de la escuela y fecundidad adolescente

indica que la primera no puede estar en función de la última. Sin embargo, esta consideración no

toma en cuenta que la salida de la escuela no siempre es definitiva, o al menos no tiene por qué

serlo, y que la fecundidad adolescente sí puede condicionar, por ejemplo, el retorno escolar y el

potencial logro académico.

En cuanto a la primera salida de la escuela, a diferencia de lo que ocurre con la

fecundidad adolescente, las diferencias entre las tres cohortes son más evidentes, aunque

nuevamente el mayor cambio se observa de la generación 1951-1953 a la generación 1966-1968.

La tasa de incidencia fue de 0.1302, 0.0887 y 0.0760 en cada cohorte, y como se ha mencionado

antes, la edad mediana a la primera salida de la escuela fue 12, 16 y 16 años, respectivamente.

[PONENCIA] Olinca Páez

Gráficamente son visibles las edades típicas de transición entre niveles educativos: la

pendiente de las curvas cambia notablemente a los 12 años, cuando se pasa de primaria a

secundaria, a los 15 años, cuando se pasa de secundaria a preparatoria, y a los 18 años cuando se

concluye la preparatoria y se inicia la educación superior (sobre todo en las cohortes más

jóvenes). Esto significa que el paso de un nivel educativo a otro acelera el riesgo de dejar de

asistir a la escuela.

Gráfica 4. Sobrevivencia al riesgo de salir de la escuela: tres cohortes.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

A los 12 años de edad, 27% de las mujeres de la cohorte 1951-1953 había salido por

primera vez de la escuela, el triple respecto a la cohorte 1966-1968 y más de seis veces la

proporción de la cohorte 1978-1980. Eso representa un gran avance a través de las generaciones

en términos de asistencia continua en la educación primaria.

0.2

.4.6

.81

Pro

po

rció

n q

ue s

ob

reviv

e a

l ri

esgo

de

sa

lir d

e la

escu

ela

5 10 15 20Edad

1951-1953 1966-1968

1978-1980

[PONENCIA] Olinca Páez

A los 15 años de edad, 58% de las mujeres de la primera cohorte había salido por primera

vez de la escuela, versus 31% y 23% de las mujeres de la segunda y tercera cohorte,

respectivamente.

A los 18 años, 78%, 62%, y 57% de las mujeres de cada una de las respectivas cohortes

había salido de la escuela por primera vez. Al parecer la situación a esa edad no ha cambiado tan

drásticamente a través de las generaciones.

Ahora bien, respecto al retorno escolar, en la siguiente gráfica se puede observar que

después de 10 años desde la primera salida de la escuela, menos del 15% de las mujeres de las

generaciones 1951-1953 y 1966-1968 había regresado, mientras que en la generación más joven

poco más del 20% lo había hecho. Se distingue un cambio generacional ocurrido entre las

cohortes 1966-1968 y 1978-1980, siendo las mujeres de esta última las más propensas al retorno.

Gráfica 5. Sobrevivencia al retorno escolar: tres cohortes.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

.8.8

5.9

.95

Pro

po

rció

n q

ue n

o h

a r

egre

sa

do

a la e

scue

la

2 4 6 8 10Años transcurridos desde la primera salida de la escuela

1951-1953 1966-1968

1978-1980

[PONENCIA] Olinca Páez

Los cambios en las pendientes de las curvas son indicativos de la velocidad del retorno,

por ejemplo: visualmente distinguimos que entre los 2 y los 4 años transcurridos desde la salida

de la escuela es que se da la mayor parte del retorno, de los 4 a los 6 años se ralentiza el retorno,

y para las generaciones 1951-1953 y 1966-1968 el retorno es marginal a partir de los 6 años

desde la salida de la escuela.

También en este caso, hemos complementado el análisis de sobrevivencia con la

aplicación de técnicas paramétricas que nos permitan profundizar en la comprensión de los

vínculos entre estos dos eventos. Se ajustaron modelos logit de tiempo discreto para estimar: a) la

propensión a la asistencia escolar hasta los 19 años, en función de la edad, la cohorte, la

condición de carencia social en la infancia, el número de hermanos, el orden de nacimiento, los

años desde el embarazo y el tipo de arreglo residencial de la madre adolescente; y b) la

propensión al retorno en función de la cohorte, la condición de carencia social en la infancia, los

años desde la primera salida de la escuela, los años desde el embarazo y el tipo de arreglo

residencial de la madre adolescente.

Con la estimación paramétrica, además de constatar que las adolescentes pobres son

menos propensas a asistir a la escuela respecto a las no pobres, que entre mayor es el número de

hermanos, menor es la propensión a la asistencia escolar, y que entre mayor es el orden de

nacimiento mayor es tal propensión, confirmamos también que la condición de embarazo en la

adolescencia disminuye la propensión a la asistencia escolar, que el paso de los años desde el

embarazo va disminuyendo gradualmente esa propensión, y que el efecto de la fecundidad

adolescente sobre la propensión a la asistencia escolar parece ser un poco más intenso en el caso

de las pobres.

Adicionalmente decidimos explorar si algún tipo de arreglo residencial específico

implicaba mayor apoyo que otros, en términos de permanencia en la escuela dada la maternidad

en la adolescencia. Encontramos que, tanto en el caso de las pobres como en el de las no pobres,

las que están en mejor circunstancia relativa, en este sentido, son las que viven con su familia de

origen y el cónyuge.

Aunque la distribución de los años vividos en corresidencia con distintos miembros de la

familia varía según la condición de carencia social en la infancia de las madres adolescentes, en

[PONENCIA] Olinca Páez

ambos estratos es escaso el número de años en los que la madre adolescente vive sin el cónyuge,

lo que nos da indicios de la estrecha relación entre la fecundidad y la unión conyugal tempranas

en ambos grupos.

Entre las diferencias por condición de carencia social en la infancia, detectamos que hay

una mayor tendencia a la neolocalidad en el caso de las adolescentes pobres respecto a las no

pobres.

No hay diferencias significativas en la propensión al retorno escolar de pobres y no

pobres. En cambio, la fecundidad en la adolescencia sí disminuye la propensión al retorno escolar

y, al parecer, incide más intensamente en el caso de las pobres. Se confirma también, que la

propensión al retorno va disminuyendo entre más años pasen desde la salida de la escuela.

APROXIMACIÓN A LA PÉRDIDA DE DESARROLLO HUMANO POR FECUNDIDAD ADOLESCENTE, SEGÚN

ESTRATO

Por último, argumentaremos sobre las implicaciones de la fecundidad adolescente para el

desarrollo humano, a través del empleo de la tasa de escolaridad como una medida global del

logro educativo que considera implícitamente las experiencias individuales de salida y retorno de

la escuela.

Para este tipo de análisis es irrelevante el orden en que ocurren los eventos, porque no nos

interesa únicamente el efecto del embarazo sobre la salida de la escuela (un efecto de corto

plazo), sino también las implicaciones de la maternidad a edades tempranas sobre el riesgo de

retomar los estudios (en el corto, mediano y largo plazo), incluso para aquéllas que por razones

distintas al embarazo habían dejado la escuela muy jóvenes.

La aproximación es muy sencilla analíticamente, pues para la medición del desarrollo

humano, la tasa de escolaridad de individuos [i] mayores de 24 años se calcula (De la Torre y

Moreno, 2010:29):

���������=�����������

18

[PONENCIA] Olinca Páez

De manera que puede estimarse una tasa de escolaridad para cada una de las mujeres de la

muestra y, posteriormente, calcular la tasa de escolaridad promedio de mujeres con alguna

característica específica (pobres, madres adolescentes, pertenecientes a la primera cohorte, o

cualquier combinación de las variables que interese analizar).

Lo que hemos hecho en particular es calcular la diferencia en la tasa de escolaridad de las

pobres que fueron madres adolescentes y las pobres que no lo fueron, y hemos considerado que

tal diferencia es una aproximación de la pérdida de desarrollo humano por menor escolaridad

relacionada con la fecundidad adolescente. Lo mismo hemos hecho en el estrato no pobre, para

verificar si en alguno de los dos estratos la pérdida es mayor.

Los resultados son los siguientes:

La tasa de escolaridad media del total de mujeres es de 0.5587, aunque ese promedio varía

en cada cohorte: 0.4338 en la primera, 0.5794 en la segunda y 0.6373 en la tercera. Este

indicador confirma la tendencia de una mayor escolaridad femenina a través de las generaciones.

Si se divide a la muestra en madres adolescentes de no madres adolescentes, la tasa de

escolaridad promedio es de 0.4121 para las primeras, y 0.6082 para las segundas. Si la muestra se

divide en pobres y no pobres, las tasas respectivas son 0.4691 y 0.6206. Si se combinan estas dos

dimensiones, se observa que la tasa promedio más alta la obtienen las no madres adolescentes no

pobres (0.6689) y la más baja la obtienen las madres adolescentes pobres (0.3545). Es interesante

notar que las madres adolescentes no pobres tienen en promedio una tasa de escolaridad de

0.4606, menor que la de las no madres adolescentes pobres de 0.5142. En los dos estratos la tasa

de escolaridad de las madres adolescentes es casi un tercio menor a la tasa de escolaridad de las

no madres adolescentes.

Controlando por cohorte, se puede observar que la desigualdad entre pobres y no pobres,

en materia de logro educativo, disminuyó en las dos cohortes más jóvenes, respecto a la primera:

[PONENCIA] Olinca Páez

Cuadro 3. Tasa de escolaridad promedio de pobres y no pobres, por cohorte.

Cohorte 1951-1953 Cohorte 1966-1968 Cohorte 1978-1980

Tasa de escolaridad Pobre No pobre Pobre No pobre Pobre No pobre

Promedio 0.3549 0.5185 0.5247 0.6287 0.5559 0.6676 Diferencia entre pobres y no pobres 0.1636 0.104 0.1117 Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

Además, se puede constatar que la tasa media de escolaridad se incrementó a través de las

cohortes, tanto en el caso de las mujeres pobres como en el de las no pobres.

El siguiente cuadro resume las diferencias en las tasas de escolaridad promedio de madres

adolescentes y no madres adolescentes, controlando por cohorte y por condición de carencia

social en la infancia:

Cuadro 4. Tasa de escolaridad promedio de madres adolescentes y no madres adolescentes,

por cohorte y condición de carencia social en la infancia.

Cohorte 1951-1953 Cohorte 1966-1968 Cohorte 1978-1980

Tasa de escolaridad Pobre No pobre Pobre No pobre Pobre No pobre

Madres adolescentes No madres adolescentes

0.2722

0.3937

0.3497

0.5748

0.4111

0.5685

0.4634

0.6690

0.4222

0.5966

0.5170

0.7162 Diferencia entre madres adolescentes y no madres adolescentes 0.1215 0.2251 0.1574 0.2056 0.1744 0.1992 Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

En todos los casos se observa una menor tasa de escolaridad de las madres adolescentes

respecto a la tasa de escolaridad potencial que las no madres adolescentes de su cohorte y

condición de carencia social en la infancia pueden alcanzar. Además, destaca que en el caso de

las pobres, la brecha entre madres adolescentes y no madres adolescentes en materia de logro

educativo ha aumentado a través de las generaciones; en tanto que para las no pobres, la

[PONENCIA] Olinca Páez

diferencia en el logro educativo de madres adolescentes y no madres adolescentes ha ido

disminuyendo con el paso de las generaciones.

Ahora bien, considerando sólo a las adolescentes que asistían a la escuela un año antes de

tener su primer hijo, los resultados son los siguientes:

Cuadro 5. Tasa de escolaridad de adolescentes que asistían a la escuela un año antes de tener su primer hijo.

Estatus No Pobre Pobre

Dejó escuela el año en que nació su primer hijo 0.6111 0.5347 No dejó escuela el año en que nació su primer hijo 0.7197 0.7222

0.6630 0.5722 Fuente: Elaboración propia a partir de los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva 2011.

En el caso de las adolescentes no pobres que asistían a la escuela un año antes de su

primer hijo, la tasa de escolaridad promedio es de 0.6630, y en el caso de las adolescentes pobres

que asistían a la escuela un año antes de su primer hijo, la tasa es de 0.5722. Las que continuaron

asistiendo el año en que nació su primer hijo alcanzaron tasas de escolaridad promedio de 0.7197

y 0.7222, respectivamente; y las que dejaron de asistir el año en que nació su primer hijo

alcanzaron tasas de escolaridad promedio de 0.6111 y 0.5347 en cada caso. Por lo tanto, se

estima que la pérdida en la tasa de escolaridad por fecundidad adolescente para aquéllas que

asistían a la escuela al momento de embarazarse es de 15% para las no pobres y de 26% para las

pobres.

Como se observa, la pérdida de escolaridad por fecundidad adolescente es mayor para las

pobres que para las no pobres y por ello argumentamos que éste es un mecanismo que refuerza la

trampa de desarrollo humano.

[PONENCIA] Olinca Páez

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