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INFORME PARA LA VISTA — ASUNTO C-369/90
I N F O R M E P A R A LA VISTA
presentado en el asunto C-369/90 *
I. Hechos y procedimiento
1. Marco jurídico
A tenor del apartado 9 del artículo 9 del Código Civil español,
«A los efectos de este capítulo, respecto de las situaciones de doble nacionalidad previstas en las leyes españolas se estará a lo que determinen los tratados internacionales, y, si nada estableciesen, será preferida la nacionalidad coincidente con la última residencia habitual y, en su defecto, la última adquirida.
Prevalecerá en todo caso la nacionalidad española del que ostente además otra no prevista en nuestras leyes o en los tratados internacionales. Si ostentare dos o más nacionalidades y ninguna de ellas fuera la española se estará a lo que establece el apartado siguiente.»
Según el apartado 10 del mismo artículo,
«Se considerará como ley personal de los que carecieren de nacionalidad o la tuvieren indeterminada, la ley del lugar de su residencia habitual.»
2. El litigio principal
El Sr. Mario Vicente Micheletti, nacido en Rosario (Argentina) el 19 de julio de 1935, de profesión odontólogo, tiene la nacionalidad argentina de origen y simultáneamente la nacionalidad italiana, adquirida «de acuerdo con la Ley n° 555 sobre la Ciudadanía Italiana, del 13 de junio de 1912», según oficio del Consulado General de Italia en Rosario. Con arreglo a un certificado expedido por el Consulado General de Italia en Madrid, «está inscrito en el Registro de Nacionales de este Consulado General bajo el número 362/90 desde el día 6 de marzo de 1989».
El día 3 de marzo de 1989 el Sr. Micheletti solicitó a la Administración Española una tarjeta provisional de residente comunitario, presentando pasaporte italiano en vigor, expedido en Rosario (Argentina) el 29 de diciembre de 1988. Le fue concedida dicha tarjeta el 23 de marzo de 1989 con una validez de seis meses, al amparo de lo dispuesto en el Real Decreto 1099/1986, de 26 de mayo, sobre entrada, permanencia y trabajo de ciudadanos de los Estados miembros de la CEE.
Antes de que expirara la validez de su tarjeta, el Sr. Micheletti solicitó de la Administración española la concesión de dicha tarjeta, ya definitiva, para establecerse por cuenta propia («Tarjeta de residente comunitario con trabajo por cuenta propia») como odontólogo con título reconocido por el Ministerio de Educación y Ciencia espa-
* Lengua de procedimiento: español.
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ñol. La Delegación del Gobierno en Cantabria denegó la solicitud el 2 de marzo de 1990.
El recurso administrativo contra esta decisión fue denegado por acuerdo de 18 de abril de 1990. El Sr. Micheletti presentó entonces un recurso ante el Tribunal que planteó la cuestión prejudicial, en el que pretendía la declaración de nulidad del acuerdo de la Administración, el reconocimiento de su derecho a obtener la Tarjeta de residente comunitario para ejercer un trabajo por cuenta propia y la concesión de Tarjetas de residentes para sus familiares, como accesorias a la principal en debate.
Según resulta del auto de remisión, el motivo explícito de la denegación estriba en que, ante supuestos de doble nacionalidad, el artículo 9 del Código Civil español se inclina por la correspondiente a la residencia habitual del interesado antes de venir a España, es decir, en el presente caso, la nacionalidad argentina. Esta fue, por lo demás, la nacionalidad esgrimida por el Sr. Micheletti al solicitar del Ministerio de Educación y Ciencia español la homologación de su título académico de odontólogo obtenido en Argentina, que le fue concedida el 13 de enero de 1989. Para la Administración española, pues, el Sr. Micheletti, en calidad de argentino, no tendría derecho a que se le aplicaran las normas referentes a los ciudadanos de Estados miembros de la CEE.
El Sr. Micheletti, por su parte, estima que debe considerársele ciudadano comunitario de nacionalidad italiana a todos los efectos. Eso es lo que resulta, en su opinión, tanto de los documentos consulares citados como de los certificados de 3 de noviembre de
1989 y de 17 de abril de 1990, expedidos por el Comune di Ponti sul Mincio, provincia de Mantua (Italia), acreditativos de que reside en dicho municipio.
El órgano jurisdiccional remitente precisa además que el litigio plantea, singularmente, una cuestión de Derecho y otra de valoración de pruebas. La primera consiste en la interpretación y aplicación al caso de autos de los apartados 9, infine, y 10 del artículo 9 del Código Civil español. La segunda supondría determinar si la residencia habitual (o, según qué criterios, la última residencia o la residencia efectiva) del interesado es Argentina o Italia. El órgano jurisdiccional que plantea la cuestión considera que él mismo deberá apreciar incidentalmente si el recurrente puede o no beneficiarse de las libertades reconocidas por el Tratado en materia de establecimiento, habida cuenta de las peculiaridades de Derecho Transitorio recogidas en el Acta de Adhesión del Reino de España. Habrá de examinar asimismo si el propio ordenamiento jurídico interno (singularmente el Real Decreto 1099/1986, de 26 de mayo, sobre entrada, permanencia y trabajo de ciudadanos de Estados miembros de las Comunidades Europeas) anticipa en este caso la efectividad de las disposiciones comunitarias.
El Tribunal remitente subraya que tiene serias dudas sobre la compatibilidad con los principios de Derecho comunitario de que se trata de la solución derivada de adoptar una de las dos opciones que se le presentan (la más previsible una vez afirmada la apli-cabilidad de las normas españolas que incorporan los preceptos relativos a la libertad de circulación y establecimiento comunitarios). En concreto, ¿está legitimado el Reino de España para «ignorar» la condición de ciudadano comunitario del interesado, derivada de su nacionalidad italiana, por el mero hecho de que este último tenga simul-
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táneamente la nacionalidad argentina y de que Argentina haya sido con anterioridad su país de residencia habitual?
El órgano jurisdiccional nacional recuerda, por una parte, que la tesis predominante en Derecho Internacional tiende a dar prevalência al principio de efectividad en los casos de doble nacionalidad (véase, a este respecto, la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia, de 6 de abril de 1955, Nottebohm, Rec. p. 4, y el Dictamen del Tribunal Permanente de Arbitraje, de 3 de mayo de 1912, Canevaro, así como el Convenio de La Haya, de 12 de abril de 1930, sobre determinadas cuestiones relativas a los conflictos de leyes sobre nacionalidad). En este contexto, resulta casi irrelevante que semejante principio haya sido sustituido en el Código Civil español por otra conexión subsidiaria, cual es la relativa a la residencia habitual. Por otra parte, la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas viene afirmando que corresponde a los Estados miembros, de conformidad con su Derecho interno, definir los perfiles jurídicos de la adquisición de la propia nacionalidad. Ahora bien, es justamente este reenvío a la legislación interna el que suscita la cuestión en juego. En efecto, si bien, de un lado, la República de Italia es soberana para determinar los requisitos de adquisición de la nacionalidad italiana, el Reino de España, de otro, no es menos soberano para regular ante sí las situaciones de doble nacionalidad de Estados terceros que se le presenten.
El órgano jurisdiccional remitente subraya que las sentencias de este Tribunal de Justicia, de 7 de febrero de 1979, Auer I (136/78, Rec. p. 437) y de 22 de septiembre de 1983, Auer II (271/82, Rec. p. 2727), han sentado el principio general de que ninguna disposición del Tratado, en el ámbito de aplicación del mismo, permite tratar de modo distinto a los nacionales de un Estado
miembro según la época o el modo en que adquirieron la nacionalidad de este Estado, siempre que, cuando invocan las disposiciones comunitarias, posean la nacionalidad de un Estado miembro. Este principio, que se sentó en un caso en el que la cuestión planteada se refería a la adquisición de nacionalidad por naturalización, ¿resulta también aplicable a un caso como el de autos?
En virtud de lo expuesto, el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria decidió suspender el procedimiento y plantear a este Tribunal de Justicia la cuestión prejudicial siguiente :
«¿Pueden interpretarse los artículos 3c), 7, 52, 53 y 56 del Tratado CEE, así como la Directiva 73/148/CEE y disposiciones concordantes del Derecho derivado acerca de la libertad de circulación y establecimiento de personas, en el sentido de que son compatibles y permiten, por tanto, aplicar una legislación interna que no reconozca los "derechos comunitarios" inherentes a la condición de nacional de otro Estado miembro de la CEE sólo por el hecho de que tal persona ostente simultáneamente la nacionalidad de un país tercero y haya sido éste el lugar de su residencia habitual, de su última residencia o de su residencia efectiva?»
3. Procedimiento ante el Tribunal de Justicia
El auto del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria se registró en la Secretaría del Tribunal de Justicia el 14 de diciembre de 1990.
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Conforme al artículo 20 del Protocolo sobre el Estatuto del Tribunal de Justicia de la CEE presentaron observaciones escritas el 22 de marzo de 1991, la Comisión de las Comunidades Europeas, representada por los Sres. Etienne Lasnet, Consejero Jurídico, y Daniel Calleja, miembro de su Servicio Jurídico, en calidad de Agentes; el 26 de marzo de 1991, el Sr. Mario Vicente Mi-cheletti, representado por la Sra. María del Carmen Simón-Altuna Moreno, Procuradora de los Tribunales, y el Sr. Miguel Trueba Arguiñarena, Abogado de Cantabria; el 2 de abril de 1991, el Gobierno español, representado por los Sres. Carlos Basta-rreche Sagúes, Director General de Coordinación Jurídica e Institucional Comunitaria, y Antonio Hierro Hernández-Mora, abogado del Estado, miembro del Servicio Jurídico del Estado ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, en calidad de Agentes, y el 4 de abril de 1991, el Gobierno italiano, representado por el Profesor Luigi Ferrari Bravo, Jefe del servizio del contenzioso diplomatico del ministero degli Affari esteri, en calidad de Agente, asistido por el Sr. Giorgio Ferri, Avvocato dello Stato.
Visto el informe del Juez Ponente y oído el Abogado General, el Tribunal de Justicia decidió iniciar la fase oral sin previo recibimiento a prueba.
II. Resumen de las observaciones escritas presentadas ante el Tribunal de Justicia
El Sr. Micheletti, demandante en el litigio principal, precisa, con carácter preliminar, que sólo antes de venir a España tenía su residencia habitual en Argentina, que cuando solicitó la homologación de su Título de Odontología aún no había adquirido
la nacionalidad italiana, que la homologación le fue concedida, en el marco del Convenio Hispano-Argentino, sin tener en cuenta su nacionalidad, sino únicamente que el título de referencia se había adquirido en uno de los Estados contratantes y, finalmente, que se ha acreditado suficientemente que desde ahora tiene su residencia permanente y continuada en Italia.
El Sr. Micheletti observa a continuación que es cada Estado miembro quien decide, en sus respectivas leyes internas y con plena libertad, qué personas físicas son nacionales de dicho Estado, a condición de no perjudicar de este modo los objetivos de las Comunidades Europeas. Así las cosas, la República de Italia lo reconoce como subdito italiano (en virtud del ius sanguinis), le ha expedido en consecuencia documento de identidad y pasaporte italiano y lo ha inscrito en los Registros Civiles italianos.
El demandante en el litigio principal recuerda en este contexto que el artículo 1 de la Directiva 73/148/CEÉ del Consejo, de 21 de mayo de 1973, relativa a la supresión de las restricciones al desplazamiento y a la estancia, dentro de la Comunidad, de los nacionales de los Estados miembros en materia de establecimiento y de prestación de servicios (DO L 172, p. 14; EE 06/01, p. 132) establece: «Los Estados miembros suprimirán, en las condiciones previstas por la presente Directiva, las restricciones al desplazamiento y a la estancia: a) de los nacionales de un Estado miembro que se hayan establecido o quieran establecerse en otro Estado miembro con objeto de ejercer en él una actividad por cuenta propia o que quieran llevar a cabo en el mismo una prestación de servicios; [...] c) del cónyuge y de
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los hijos menores de 21 años de dichos nacionales, sea cual fuere su nacionalidad; [...]». A tenor de los apartados 2 y 3 del artículo 2 de la Directiva,
«2. Los Estados miembros expedirán o renovarán a sus nacionales, con arreglo a su legislación, una tarjeta de identidad o un pasaporte que indique en particular su nacionalidad. 3. El pasaporte habrá de ser válido por lo menos para todos los Estados miembros [...]»
Según el Sr. Micheletti, estas disposiciones —puestas en relación con el apartado 4 del artículo 3 de la Directiva 64/221/CEE del Consejo, de 25 de febrero de 1964, para la coordinación de las medidas especiales para los extranjeros en materia de desplazamiento y de residencia, justificadas por razones de orden público, seguridad y salud pública (DO 1964, 56, p. 850; EE 05/01, p. 36), que dispone que «el Estado que haya expedido el documento de identidad acogerá al titular de este documento en su territorio sin formalidad alguna, incluso si el documento está caducado o aunque pueda ponerse en duda la nacionalidad del titular»— quieren decir que él es italiano, y por ello comunitario, y que por lo tanto no puede aplicársele ninguna discriminación por razón de su nacionalidad (artículo 7 del Tratado CEE).
El demandante en el litigio principal añade que de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia en materia de libre circulación resulta que un Estado miembro no puede aplicar normas nacionales incompatibles con el Derecho comunitario. Esto significa que, en un caso como el que se plantea en el litigio principal, por lo que se refiere a la aplicación del artículo 9 del Código Civil español, el interesado tiene la facultad de considerar una u otra nacionalidad.
El Sr. Micheletti sostiene en conclusión que, desde la entrada en vigor del Tratado de Adhesión, España está sometida al Derecho
comunitario, y no puede excluirse la aplicación de sus normas en un caso como el que es objeto del litigio principal.
La parte demandante solicita, pues, al Tribunal de Justicia que: «[...] informe la incompatibilidad de aplicación de normas de derecho interno de un país miembro que no reconozcan los derechos comunitarios inherentes a la condición de nacional de un Estado miembro, cual es Italia, sólo por el hecho de que el interesado Sr. Mario Vicente Micheletti ostente simultáneamente la nacionalidad de un país tercero, Argentina, y haya sido éste el lugar de su residencia habitual, antes de venir por vez primera a España (pues ahora acredita tener su residencia legal en Italia)».
El Gobierno italiano señala, con carácter preliminar, que entre las disposiciones comunitarias mencionadas en la cuestión prejudicial tiene una importancia decisiva el artículo 52 del Tratado CEE, disposición directamente aplicable en todo el territorio de la Comunidad. Corresponde pues al Juez nacional, que conoce de un litigio relativo al ejercicio del derecho de establecimiento previsto en el artículo 52 citado, comprobar la existencia efectiva de tal derecho aplicando íntegra y exclusivamente las normas del ordenamiento jurídico comunitario, ya que es en este ordenamiento donde la pretensión formulada por el demandante en el litigio principal tiene su plena y autosuficiente base legal.
El Gobierno italiano sostiene a este respecto que la libertad de establecimiento sólo puede aplicarse a las personas que tienen la nacionalidad de un Estado miembro distinto de aquel en que se ejerce este derecho.
Ahora bien, en opinión del Gobierno italiano la atribución de la nacionalidad de un Estado miembro constituye una prerrogativa exclusiva del Estado interesado.
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Por tanto, cuando el artículo 52 del Tratado CEE señala como requisito constitutivo del derecho de establecimiento la posesión de la nacionalidad de un Estado miembro, hace una remisión a la Ley interna del Estado cuya nacionalidad se alega como base del derecho, sin que las disposiciones del Estado miembro de acogida tengan la menor importancia a este respecto.
La conclusión expuesta es, a su entender, igualmente válida en caso de doble nacionalidad del interesado (de un lado, nacionalidad de un Estado miembro diferente del Estado de acogida, y de otro, nacionalidad de un Estado tercero).
El Gobierno italiano señala en este contexto que el Derecho internacional, aun reconociendo la prerrogativa soberana del Estado de conceder y regular su propia nacionalidad, prevé, sin embargo, un límite jurídico a dicha prerrogativa, constituido por el principio de efectividad, que permite limitar la obligación correlativa de otro Estado de reconocer dicha nacionalidad como efectiva y operante. Como ha recordado el Juez del litigio principal, de la jurisprudencia del Tribunal Internacional de Justicia y del Tribunal Permanente de Arbitraje resulta que, en caso de doble nacionalidad, un Estado tercero tiene derecho a recurrir al principio de efectividad con el fin de conceder un valor prioritario a una nacionalidad respecto a la otra.
Según el Gobierno italiano, en el presente asunto se trata de ver cómo esta norma de Derecho internacional puede operar en el ámbito del ordenamiento jurídico comunitario cuando es preciso velar por que los derechos individuales resultantes de una norma comunitaria, como el artículo 52 citado, sean plenamente garantizados en todo el te
rritorio de la Comunidad, gracias a la debida observancia por parte de los Estados miembros que se encuentran en la situación de Estado de acogida.
El Gobierno italiano alega a este respecto que, de la propia estructura y fundamentos de la Comunidad, se deduce que la facultad de un Estado de dar primacía a una de las nacionalidades que ostenta el interesado no puede ser ejercida de manera independiente por los diferentes Estados miembros.
En efecto, el principio de efectividad puede tener aplicaciones distintas en lo que respecta a la misma situación, a causa de la variedad de parámetros que cabe utilizar.
De ello resulta, según el Gobierno italiano, que la norma comunitaria que establece como elemento determinante para la aplicación de los derechos instituidos por ella la nacionalidad de un Estado miembro, perdería su característica esencial de ser una norma única y uniformemente aplicable en todo el territorio de la Comunidad. La libre circulación de personas y servicios, en lugar de ser una garantía incondicionalmente concedida por el Tratado, quedaría supeditada a la variable evolución de las relaciones bilaterales entre los Estados miembros.
El Gobierno italiano considera, por tanto, que los principios fundamentales del Tratado CEE y la finalidad del artículo 52 de dicho Tratado exigen que se atribuya necesariamente al Derecho comunitario la formulación de la norma a la que deben atenerse los Estados miembros en los casos de doble nacionalidad de una persona que reivindica la aplicación del derecho de establecimiento.
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El Gobierno italiano sostiene en este contexto que, si la nacionalidad del Estado miembro se basa en un vínculo serio y real con el mismo Estado, la Comunidad no puede dejar de reconocer la validez y la importancia predominante de dicho vínculo como factor de atracción de la persona a la zona de influencia comunitaria, prescindiendo de una valoración comparativa de las dos nacionalidades concurrentes. En tal caso, debe volver a adquirir fuerza incondicional la norma ordinaria según la cual el ordenamiento jurídico comunitario, a efectos del reconocimiento de los derechos conferidos por el artículo 52 del Tratado (u otras normas similares), hace suyo el reconocimiento de la nacionalidad concedida por el Estado miembro.
El Gobierno italiano subraya a continuación, pasando a consideraciones más específicas por lo que respecta a la situación que es objeto del litigio principal, que según la Ley italiana n° 555, de 13 de junio de 1912, sobre la nacionalidad italiana, ésta se adquiere por nacimiento con base en el ius sanguinis. En el caso de autos, parece que la nacionalidad italiana que invoca el Sr. Mi-cheletti en virtud de una certificación expedida por el Consulado General de Italia en Rosario se adquirió por nacimiento. Según el acuerdo sobre nacionalidad celebrado entre Italia y Argentina que entró en vigor en Italia mediante la Ley n° 152, de 18 de mayo de 1973 (GURI 152 de 14.6.1973), está prevista la suspensión del ejercicio de los derechos inherentes a la nacionalidad italiana adquirida por nacimiento sólo en el caso de que el ciudadano italiano adquiera posteriormente la nacionalidad argentina.
Basándose en estos elementos debe deducirse, a juicio del Gobierno italiano, que la nacionalidad italiana alegada por el deman
dante es una nacionalidad plenamente efectiva según la ley italiana (aun cuando coexista con ella la nacionalidad argentina) y adquirida a título originario sobre la base de un vínculo con el Estado de que se trata (ius sanguinis), generalmente reconocido en el ámbito internacional.
El Gobierno italiano considera que procede por tanto admitir que la nacionalidad italiana del Sr. Micheletti basta para asegurarle el ejercicio del derecho de establecimiento en el territorio comunitario, sin que pueda supeditarse dicho ejercicio a ulteriores requisitos (como el de la residencia habitual) exigidos por la legislación del Estado de acogida.
El Gobierno español señala, con carácter previo, que el procedimiento previsto en el artículo 177 del Tratado CEE no es el idóneo para que el Tribunal de Justicia se pronuncie sobre la compatibilidad de una legislación interna con el Derecho comunitario para resolver, ante una eventual respuesta negativa, si debe dejarse inaplicada la normativa interna en beneficio del Derecho comunitario (véase, a este respecto, la sentencia de 5 de febrero de 1963, Van Gend en Loos, 26/62, Rec. p. 3).
Por lo tanto, a su juicio, la cuestión planteada podría haber sido del tenor siguiente: ¿Debe interpretarse el artículo 52 del Tratado CEE en el sentido de que un Estado miembro «A» no puede denegar a un ciudadano que, en virtud de un convenio de doble nacionalidad, ostente la nacionalidad de un Estado miembro «B» y de un tercer país donde ha residido antes de desplazarse al Estado miembro «A», el permiso de residencia definitiva que necesita para establecerse por cuenta propia en este último?
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El Gobierno español subraya, todavía con carácter previo, que el litigio pendiente de solución ante el órgano jurisdiccional que plantea la cuestión ha de dilucidarse estrictamente con arreglo a preceptos de Derecho interno español y que no exige en absoluto que el Tribunal de Justicia realice una interpretación sobre el alcance y el sentido del artículo 52 del Tratado CEE en el marco del Derecho comunitario ni, mucho menos, que se pronuncie sobre la compatibilidad de dicha disposición con la legislación española. Según él, esta disposición se incorporó al ordenamiento jurídico español por la vía de los artículos 93 y 96 de la Constitución y por el Real Decreto 1099/1986, norma reglamentaria no sustantiva conforme con el Derecho comunitario.
En opinión del Gobierno español, en el presente asunto no se plantea un problema de conflicto de leyes, que son los que pretende resolver el Código Civil español. La ley aplicable es el artículo 52 del Tratado CEE y el Real Decreto 1099/1986, citado, en la medida en que establece las formalidades administrativas que puede exigir el Reino de España para hacer efectiva aquella libertad en favor de los nacionales comunitarios. La cuestión a decidir surge de un conflicto de nacionalidades y se ciñe por tanto a saber si el titular de la doble nacionalidad está facultado para acogerse a una u otra nacionalidad, según convenga a sus intereses, o si en una determinada relación jurídica (en el litigio principal, la correspondiente al derecho a la obtención de la tarjeta definitiva de residente comunitario en España) debe prevalecer una nacionalidad.
A este respecto el Gobierno español señala que la doctrina tradicional en Derecho in
ternacional configuró la nacionalidad como un vínculo único. Así, el Instituto de Derecho Internacional, en su reunión de Cambridge del año 1895, estableció el principio de que nadie podía tener simultáneamente dos nacionalidades (véase, en el mismo sentido el artículo 1 del Convenio sobre la reducción de los casos de pluralidad de nacionalidades que se concluyó en el marco del Consejo de Europa el 6 de mayo de 1963 y que fue ratificado por todos los Estados miembros, excepción hecha de Grecia, Portugal y Bélgica).
El Gobierno español añade que ciertamente el Derecho internacional admite en nuestros días el principio de la doble nacionalidad como medio para reforzar los lazos entre determinadas naciones con raíces comunes o vínculos históricos. Ello no significa, sin embargo, que el titular de una doble nacionalidad pueda acogerse a una u otra a su simple arbitrio.
El Gobierno español alega a este respecto que la doctrina más autorizada entiende que nadie puede ser al mismo tiempo titular de derechos y deberes civiles, fiscales, políticos, militares, etc., frente a dos Estados. A su juicio existe, por tanto, una nacionalidad dominante que es la única que tiene plena eficacia, crea la vinculación política y debe estimarse como ley personal que define el estatuto personal del sujeto. Refrendan esta tesis, en su opinión, el Convenio de La Haya, de 12 de abril de 1930, sobre la nacionalidad, la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia en el caso Nottebohm, de 6 de abril de 1955, y el Dictamen del Tribunal Permanente de Arbitraje en el caso Canevaro.
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El Gobierno español sostiene que la nacionalidad dominante debe ser la del Estado en el que el interesado haya establecido su domicilio o residencia habitual. La otra nacionalidad facilita el traslado y el establecimiento de la persona en el segundo país, en cuyo caso se transforma en nacionalidad dominante, quedando en suspenso los derechos de la nacionalidad antes prevalente.
El Gobierno español considera que en los supuestos en que el titular de la noble nacionalidad se traslada a un tercer Estado es un criterio semejante el que inspira la determinación de su nacionalidad efectiva. En efecto, en tales supuestos se entenderá por domicilio, a los efectos de determinar la dependencia política y la legislación aplicable, el último que hubiera tenido el particular en el territorio de una de las partes firmantes del Convenio de doble nacionalidad.
En otros términos, a juicio del Gobierno español, existe un principio general de Derecho Internacional según el cual los titulares de una doble nacionalidad no pueden quedar simultáneamente sometidos a las legislaciones de dos Estados, debiendo predominar para regular sus relaciones jurídicas la ley de su lugar de establecimiento o de su domicilio. En el supuesto de que una de esas personas ejerza sus derechos en un tercer Estado, la legislación aplicable quedará determinada por el último domicilio que hubiera tenido en el territorio de uno de los Estados cuya nacionalidad ostenta.
El Gobierno español sostiene que la incidencia de la normativa comunitaria es muy reducida y lateral en materia de nacionalidad.
Primero, la ciudadanía comunitaria es aún hoy un ambicioso proyecto. Además, el artículo 7 del Tratado CEE, en cuanto prohibe «toda discriminación por razón de la nacionalidad», no es un sino una disposición que se proyecta en el ámbito de la extranjería. Por último, las normas comunitarias, entre ellas las reguladoras de la libertad de establecimiento, se refieren a los «nacionales de un Estado miembro», pero dejan a éste la determinación de esa nacionalidad.
El Gobierno español considera que, para determinar si en el presente asunto el interesado puede tener derecho a la Tarjeta definitiva de residente comunitario, será preciso comprobar si efectivamente ostentaba la nacionalidad italiana en el momento en que pretendió beneficiarse de la libertad de establecimiento que el artículo 52 del Tratado CEE consagra con efecto directo en favor de los nacionales de todos los Estados miembros (sentencia de 21 de junio de 1974, Reyners, 2/74, Rec. p. 631).
A este respecto, el Gobierno español señala que la legislación italiana que ampara la doble nacionalidad del Sr. Micheletti aparece constituida por el Convenio de doble nacionalidad celebrado entre las Repúblicas Italiana y Argentina (en lo sucesivo, «el Convenio»).
El Gobierno español subraya que, conforme al apartado 1 del artículo 1 del Convenio, los nacionales italianos y argentinos por nacimiento podrán adquirir respectivamente la nacionalidad argentina e italiana, en las condiciones y en la forma prevista en la legislación en vigor en cada una de las Partes
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contratantes, conservando su nacionalidad anterior con suspensión del ejercicio de los derechos inherentes a esta última. Según el apartado 2 del mismo artículo, en ningún caso podrán aplicarse las legislaciones de los dos países contratantes al mismo tiempo.
El Gobierno español añade que, según el artículo 4 del Convenio, el cambio de residencia de cualquiera de las personas acogidas al mismo implicará automáticamente el renacimiento de todos los derechos y deberes inherentes a su nacionalidad anterior. Si una de esas personas se trasladara al territorio de un tercer Estado, se considerará como residencia, en su opinión, a los efectos de determinar la nacionalidad y la legislación aplicable, la última que hubiere tenido en el territorio de una de las Partes contratantes.
Habida cuenta de las consideraciones precedentes, el Gobierno español sostiene que conforme al Convenio, que —como se deduce de su artículo 5— es ley especial respecto de la Ley italiana n° 555, de 13 de junio de 1912, sobre la nacionalidad italiana, el Sr. Micheletti debe ser considerado en España como ciudadano argentino, ya que su domicilio habitual antes de su venida a España estaba en Argentina.
La circunstancia de que el interesado haya presentado posteriormente certificaciones para acreditar que es un ciudadano italiano que reside actualmente en el norte de Italia no puede, en su opinión, desvirtuar la nacionalidad argentina de éste en el momento en que invocó el derecho objeto del litigio.
En efecto, con arreglo a la jurisprudencia del Tribunal de Justicia (véase, en particu
lar, la sentencia de 7 de febrero de 1979, Auer I, 136/78, Rec. p. 437), para beneficiarse de la aplicación de las disposiciones del Derecho comunitario es preciso, a juicio del Gobierno español, ademas de reunir las condiciones de aplicación de la regla que se invoque (en este caso, el artículo 52 del Tratado), poseer efectivamente la nacionalidad de uno de los Estados miembros exactamente en el momento en que se invoque la aplicación de las disposiciones de Derecho comunitario. Ahora bien, de acuerdo con la legislación italiana, el Sr. Micheletti no era ciudadano italiano en la fecha en que solicitó la concesión de la tarjeta definitiva de residente comunitario, en la medida en que, por una parte, la nacionalidad italiana estaba latente (véase el artículo 1 del Convenio) y, por otra parte, prevalecía su nacionalidad argentina (véase el artículo 4 del Convenio). Por lo tanto, no era posible aplicar en su beneficio las disposiciones del artículo 52 del Tratado CEE ni, consiguientemente, las disposiciones del Real Decreto 1099/1986 citado.
En conclusión, el Gobierno español propone la siguiente respuesta a la cuestión prejudicial:
«El artículo 52 TCEE debe interpretarse en el sentido de que no impide a un Estado miembro A denegar el derecho de establecimiento invocado por un ciudadano que, al amparo de un Acuerdo de doble nacionalidad, tiene la de un Estado miembro B y la de otro tercer Estado, si conforme a la legislación del Estado miembro B no ostentaba efectivamente dicha nacionalidad en el momento en que invocó aquel derecho ante las Autoridades del Estado miembro A.»
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Según la Comisión, el problema fundamental que se le plantea al órgano jurisdiccional nacional es si cuando en virtud de su Derecho interno, un Estado miembro no reconoce eficacia jurídica a la condición de nacional atribuida por otro Estado miembro a una persona, el primer Estado vulnera las reglas generales del Derecho comunitario en relación a dicha libertad.
Más concretamente, tal como lo ha formulado el Tribunal que plantea la cuestión, ¿está legitimado un Estado miembro para «ignorar» jurídicamente la nacionalidad de un subdito de otro Estado miembro, sólo por el hecho de que la residencia habitual de dicha persona sea o haya sido la correspondiente a un país tercero, cuya doble nacionalidad asimismo ostenta? ¿Puede en tal hipótesis, excluir a dicho subdito de un Estado miembro de la CEE de los derechos y libertades que los Tratados y el Derecho derivado le reconocen?
A juicio de la Comisión, procede examinar con carácter previo el alcance y significado de la nacionalidad a los efectos del reconocimiento de los derechos y libertades que se consagran en el Tratado CEE.
La Comisión subraya que la condición de «nacional de un Estado miembro» resulta determinante para ser titular y poder ejercer las libertades que reconoce el Derecho comunitario. No obstante, ante la inexistencia de una normativa comunitaria sobre la materia, cada Estado miembro determina y define libremente cómo se adquiere y cómo se pierde la nacionalidad, regulando igualmente las situaciones de doble nacionalidad.
La Comisión recuerda a este respecto que, habida cuenta de la complejidad de la materia y de la gran trascendencia que reviste esta cuestión, algunos Estados miembros, como por ejemplo la República Federal de Alemania, hicieron constar en acta en el momento de la firma de los Tratados comunitarios, declaraciones tendentes a precisar qué personas debían considerarse nacionales a efectos de la aplicación de los Tratados.
En opinión de la Comisión, para poder beneficiarse de las disposiciones comunitarias, resulta indispensable que se posea la nacionalidad de un Estado miembro en el momento en que se invocan los derechos consagrados en ellas.
La Comisión observa a continuación que de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia se pueden obtener algunas indicaciones útiles para la solución de este asunto. Así, en la sentencia de 7 de febrero de 1979, Auer I (136/78, Rec. p. 437), en respuesta a la cuestión de si era relevante, a efectos de aplicación del artículo 52 del Tratado CEE, que el interesado —originariamente de nacionalidad austríaca— hubiera adquirido la nacionalidad francesa con posterioridad a la obtención de su titulación en otro Estado miembro, el Tribunal de Justicia declaró:
«[...] ninguna disposición del Tratado, en el ámbito de aplicación del mismo, permite tratar de modo distinto a los nacionales de un Estado miembro según la época o el modo en que adquirieron la nacionalidad de este Estado, siempre que cuando invocan las disposiciones comunitarias, posean la nacionalidad de un Estado miembro y, por lo demás, reúnan los demás requisitos para la aplicación de la norma que alegan» (traducción provisional);
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y:
«por consiguiente, para apreciar los derechos de un nacional de un Estado miembro [...] es indiferente la fecha en que aquél adquirió la condición de nacional de un Estado miembro, si la posee en la época en que alega las disposiciones de Derecho comunitario cuya aplicación va unida a la condición de nacional de un Estado miembro» (traducción provisional).
Por otra parte, en su sentencia de 19 de enero de 1988, Gullung (292/86, Rec. p. 111), el Tribunal de Justicia tuvo que pronunciarse sobre el problema específico de la doble nacionalidad. En dicho asunto se discutía si una persona que ostentaba la nacionalidad de dos Estados miembros y a la que se había permitido ejercer la profesión de abogado en uno de los Estados podía alegar el Derecho comunitario para ejercer tal profesión en el otro Estado miembro.
El Tribunal de Justicia respondió afirmativamente a esta cuestión, subrayando:
«[...] No se verían plenamente realizadas la libre circulación de personas, la libertad de establecimiento y la libre prestación de servicios, fundamentales en el sistema de la Comunidad, si un Estado miembro pudiera denegar que se beneficiaran de las disposiciones del Derecho comunitario aquellos nacionales que, establecidos en otro Estado miembro, cuya nacionalidad también poseen, utilizan las facilidades ofrecidas por el Derecho comunitario para ejercer, en territorio del primer Estado, sus actividades bajo la forma de prestación de servicios.»
La Comisión considera que a la luz de la jurisprudencia citada resulta evidente que, independientemente del momento, modalidad o circunstancias de la adquisición de la nacionalidad italiana por parte del Sr. Mi-cheletti, si este último ostenta la nacionalidad italiana en el momento en que pretende ejercer un derecho que le confiere directamente el Tratado CEE, debe considerársele «nacional de otro Estado miembro», y en consecuencia ciudadano comunitario y beneficiario por tanto de los derechos que le confiere el Derecho comunitario (en el presente asunto, el artículo 52 del Tratado), siempre que reúna las demás condiciones necesarias para su aplicación.
La Comisión recalca en este punto que resulta paradójico que la Administración española considerase al interesado ciudadano comunitario concediéndole la Tarjeta provisional de residente comunitario y sin embargo le deniegue la Tarjeta definitiva de residente comunitario por considerarle argentino.
La Comisión precisa que corresponde evidentemente al órgano jurisdiccional nacional el comprobar por los medios a su alcance que el interesado ostenta efectivamente la nacionalidad de otro Estado miembro y se halla en una situación reconocida por el Derecho comunitario.
A su juicio, las circunstancias de que dicha persona sea nacional además de un Estado tercero, de que haya adquirido la nacionalidad comunitaria con posterioridad a la de dicho Estado tercero o de que esta última nacionalidad deba prevalecer según su Derecho nacional por haber residido esta per-
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INFORME PARA LA VISTA — ASUNTO C-369/90
sona anteriormente o en último lugar en dicho Estado tercero, no pueden modificar la conclusión de que un nacional de un Estado miembro que reúna las condiciones previstas por el Derecho comunitario tiene derecho a desplazarse y establecerse en otro Estado miembro.
La Comisión añade que, análogamente, sería igualmente contrario al Derecho comunitario que un Estado miembro pretendiera impedir a un nacional de su propio Estado el que se estableciera en el mismo por los motivos antes citados (véase, a este respecto, la sentencia de 7 de febrero de 1979, Knoors, 115/78, Rec. p. 399).
La Comisión considera en definitiva que si los Estados miembros pudieran ignorar la condición de nacional de otro Estado miembro, no se verían plenamente realizadas las libertades comunitarias y se atentaría contra los propios fundamentos de la Comunidad. En efecto, en tal caso los Estados miembros podrían introducir restricciones o limitacio
nes injustificadas a las disposiciones del Tratado, minando así su eficacia.
La Comisión propone por tanto que se responda a la cuestión prejudicial de este modo:
«El artículo 52 del Tratado CEE se opone a que un Estado miembro no reconozca la condición de nacional de otro Estado miembro e impida el ejercicio del derecho de establecimiento a una persona que reúne las condiciones previstas por el Derecho comunitario, por el mero hecho de que dicha persona ostente simultáneamente la nacionalidad de un país tercero y haya sido éste el lugar de su residencia habitual, de su última residencia o de su residencia efectiva.»
J. C. Moitinho de Almeida Juez Ponente
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