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1 er-saguier--Genealogia-Tomo-III- Índice abreviado Genealogía de la Tragedia Argentina Tomo-III Metanastasis, tragedia, guerra e insurrección en la formación de un orden nacional-republicano (Río de la Plata/Argentina, 1808-1912). Índice del Tomo-III Introducción Sección III-A Legitimaciones y atraso cultural a partir del colapso imperial Sección III-B Conspiraciones, secesiones, revoluciones y putschs en la crisis del orden estatal-republicano Sección III-C Coaliciones, pactos y acuerdos en la gestación de un orden oligárquico Sección III-D Disputas, rupturas y quebrantos en la formación de un orden notabiliar o elitista Sección III-E Crímenes políticos en la degradación del orden liberal- republicano Sección III-F Peregrinaciones, anexiones y expansiones en la transición del absolutismo al republicanismo Sección III-G Conclusión Prefacio Capítulo 0 Introducción del Tomo-III 9 Sección III-A Legitimaciones y atraso cultural a partir del colapso imperial Capítulo III-A-1.- Opciones legitimadoras tradicionales y legales 11 Capítulo III-A-2 Legitimación carismática y caudillismo (Rosismo, 1831-52). 19 Capítulo III-A-3 Retraso cultural relativo en el orden laico-republicano 15 Sección III-B Conspiraciones, secesiones, revoluciones y putschs en la crisis

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er-saguier--Genealogia-Tomo-III- ndice abreviado

Genealoga de la Tragedia ArgentinaTomo-III Metanastasis, tragedia, guerra e insurreccin en la formacin de un orden nacional-republicano (Ro de la Plata/Argentina, 1808-1912).

ndice del Tomo-III Introduccin Seccin III-A Seccin III-B Legitimaciones y atraso cultural a partir del colapso imperial Conspiraciones, secesiones, revoluciones y putschs en la crisis del orden estatal-republicano Coaliciones, pactos y acuerdos en la gestacin de un orden oligrquico Disputas, rupturas y quebrantos en la formacin de un orden notabiliar o elitista Crmenes polticos en la degradacin del orden liberalrepublicano Peregrinaciones, anexiones y expansiones en la transicin del absolutismo al republicanismo Conclusin

Seccin III-C

Seccin III-D

Seccin III-E

Seccin III-F

Seccin III-G PrefacioCaptulo 0

Introduccin del Tomo-III

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Seccin III-A

Legitimaciones y atraso cultural a partir del colapso imperial11 19 15

Captulo III-A-1.- Opciones legitimadoras tradicionales y legales Captulo III-A-2 Captulo III-A-3

Legitimacin carismtica y caudillismo (Rosismo, 1831-52). Retraso cultural relativo en el orden laico-republicano

Seccin III-B

Conspiraciones, secesiones, revoluciones y putschs en la crisis

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del orden estatal-republicano

Captulo III-B-4

Colapso del estado absolutista y anexin portuguesa de la Banda Oriental o estado cisplatino (1808-1830) 6 Crisis del estado Confederado y secesin de Buenos Aires (1852-1861) Rol piamonts del enclave nacionalista porteo (1861-1866) 28 17

Captulo III-B-5 Captulo III-B-6

Captulo III-B-7 Error! Marcador no definido.Putsch en el interior como detonador de la Revolucin del 90 27 Captulo III-B-8 Captulo III-B-9 Captulo III-B-10.Impacto desestabilizador de la Revolucin del 90 Ruptura del Acuerdo e interna del Autonomismo (P.A.N.) 20 29

Excepcionalidad ficticia del caso argentino en el cono sur. Golpes de estado en Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile. 3

Seccin III-C

Coaliciones, pactos y acuerdos en la gestacin de un orden oligrquicoPactos explcitos para contrarrestar la dominacin telurocrtica y reforzar una talasocracia fluvial de cabotaje (1820-1831) 10 Pactos implcitos para garantizar la organizacin del estado-nacin (18521862)7 Interregno de paz forzada entre fracciones

Captulo III-C-11

Captulo III-C-12

Captulo III-C-13Error! Marcador no definido. dominantes (1877-80) 27 Captulo III-C-14 Captulo III-C-15

Pax Roquista o paz beligerante (1881-1886). Acuerdismo (Roca-Mitre) y nueva oposicin

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Seccin III-D

Disputas, rupturas y quebrantos en el nacimiento y formacin de un orden notabiliar o elitistaCrnicas disputas clnicas en medio del colapso imperial-absolutista (18081820) 2 Transicin discontinua en la Argentina Liberal (1867-1874) 20

Captulo III-D-16 Captulo III-D-17 Captulo III-D-18

Debacle de la elite Nacional-Mitrista y origen de la oligarqua Autonomista (1874-1876) 12 Error! Marcador no definido. Captulo III-D-19 Error! Marcador no definido. Conflictividad interna versus externa en la

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cuestin santiaguea (1881-86) Captulo III-D-20

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Competitividad inter-oligrquica y abuso de la plebe (1884-86).36

Seccin III-ECaptulo III-E-21 Captulo III-E-22 Captulo III-E-23

Crmenes polticos en la degradacin del orden republicanoxodo, exilio y ejecuciones de chilenos en el Ro de la Plata (1814-1823) Magnicidios polticos emanados de la guerra civil 5

Crimen poltico derivado de la lucha por el favor presidencial. 24

Captulo III-E-24.-- Escarmientos anti-sediciosos y ajusticiamientos polticos (1891)26 Captulo III-E-25.Descomposicin del oficialismo y atentado poltico (1902) 12

Seccin III-FCaptulo III-F-26

Peregrinaciones, anexiones y expansiones en la transicin del orden absolutista al orden republicanoRutas de peregrinacin y cabotaje en la transicin del orden absolutista al orden republicano 8 Expansin agropecuaria y latifundio en la provincia de Buenos Aires (18201852). 16 Distribucin de la tierra de frontera en la repblica oligrquica (1852-1890). 16

Captulo III-F-27

Captulo III-F-28

Seccin III- GCaptulo III-G-29 Conclusin 12

Total de pginas

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Introduccin del Tomo-III. ndice 0-I 0-II Los lmites estructurales a las transiciones y rupturas polticas Plan del Tomo III

El orden nacional-republicano y quienes lo idearon buscaron legitimarlo comparando el impacto poltico de las guerras napolenicas --que precipit el colapso del imperio espaol y la lenta y conflictiva emergencia de los estados naciones latinoamericanos-- con las guerras de la Germania y el Asia Menor que derivaron en el cataclismo del imperio romano y la emergencia en Europa de los reinos cristianos. Comparacin esta que lleva a su vez a cotejar el impacto de la primera guerra mundial con el colapso de los imperios continentales o territoriales (otomano, austro-hngaro y zarista) y sus correspondientes balcanizaciones.1 Y el impacto de la segunda guerra mundial con el colapso de los imperios coloniales de frica, Asia y Oriente Medio (britnico, francs y portugus).2 Pero as como la ideologa pagana y la concepcin cclica del tiempo vigentes en el imperio romano fue desplazada por la ideologa del cristianismo y su concepcin lineal del tiempo y la historia, la teologa barroco-inquisitorial y la legitimidad poltica monrquico-dinstica vigente en el imperio espaol fue desplazada por un creciente proceso de secularizacin del conocimiento o autonoma del mundo moderno profano, un estilo neoclsico-patrimonial del poder y una problemtica laicizacin de las instituciones de la cultura.3 Vale mencionar que para Bukovansky (2002), la fuente de legitimidad, que en el perodo absolutista resida en la sangre dinstica y la sancin divina, fueron a partir de las revoluciones americana y francesa perdiendo poder simblico en beneficio de la voluntad popular. Ms luego, el orden nacional-republicano --que naci con la guerra de independencia-intent legitimarse con un numeroso conjunto de hiptesis plausibles (Domnguez, 1985), y posteriormente con los mitos de la evolucin, del progreso (el catecismo laico del siglo XIX) y del crisol de razas (donde unas regiones y etnias eran superiores a otras), y con la desigual articulacin secularizadora de la educacin laica, obligatoria y gratuita; el servicio militar nacionalizante y compulsivo; y la dominacin simblica chauvinista de la educacin patritica y apologtica.4 Es decir, una legitimacin de las filosofas, representaciones, legados y tradiciones que haban alimentado los ideales secularizantes, desmitificadores y racionalistas del orden nacionalrepublicano, que pudiera nutrir una identidad propia y la ampliacin de un poder democrtico y popular. Poder este ltimo que deba priorizar una tica liberadora (sanmartiniana y bolivariana) y estrategias reproductoras y transformadoras (desacralizadoras, desestamentalizadoras, despatrimonializadoras, desburocratizadoras y despretorianizadoras), y que al menos deba intentar equiparar su propio poder con el de las reminiscencias del orden imperial-absolutista y con el de las fuerzas represivas del estado-nacin oligrquico.5

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Para entender entonces la etiologa de la tragedia sufrida en el siglo XX es preciso conocer detenidamente los momentos y las dificultades en la legitimacin del orden nacional-republicano, es decir en el retraso cultural relativo, en: las peregrinaciones, anexiones y expansiones territoriales, en las conciliaciones, los pactos y las treguas, en las disputas, rupturas y quebrantos de la elite, y en los diversos momentos de crisis del sistema (guerras, crmenes polticos, putschs, secesiones y revoluciones), as como de represin fsica y judicial a los grupos insurgentes o revolucionarios que pretendan deslegitimar las estructuras oligrquicas vigentes.6 En ese sentido, la persistencia de la dominacin tradicional y carismtica habra sido la responsable de la deformacin y consiguiente deslegitimacin del orden nacional-republicano.7 Asimismo, debemos tener en cuenta que a medida que las crisis del orden nacionalrepublicano se acentuaban, las contradicciones materiales y simblicas se fueron superponiendo, entrecruzando y agravando. Estas recurrencias y/o repeticiones de crisis, clivajes y eventos traumticos dieron lugar a una urdimbre de sub-culturas o sub-rdenes que fueron la base de un complejo y multidimensional proceso histrico-poltico, que culmin en el siglo XX en mltiples y crecientes deslegitimaciones y fracasos del proyecto emancipatorio y republicano originario. Las frustraciones, fracasos y traiciones del proyecto originario, vinieron a constituir el cuerpo de un orden nacional-republicano que aqu nos proponemos estudiar rastreando su genealoga hasta sus orgenes en la legitimidad absolutista y carismtica y en la metanastasis, es decir en el espacio y tiempo de ruptura o desorden interno generalizado de un imaginario y una auto-representacin poltico-cultural colectiva.8 Esta metanastsis fue traumticamente precipitada por un evento externo a la voluntad de los portadores del proyecto originario (Invasiones napolenicas), con sus consecuentes derivaciones de resistencias, balcanizacin y migraciones forzosas individuales y grupales.9 A fines de siglo, las revoluciones cvico-militares (1890, 1893, 1905) habran pretendido una ruptura con un pasado de frustraciones y una bsqueda de un porvenir reparador, que para muchos deba contener elementos profticos,10 y por el contrario el golpe de 1930 habra intentado un retorno al pasado conservador-oligrquico. La genealoga sera el mtodo de rastreo o bsqueda del origen prximo o remoto de la progresiva tragedia poltica, que eclosion en 1930 y que alcanz su cenit en la dcada del 70. Para el estudio de estas violentas transiciones, habremos de identificar y examinar exhaustivamente los mecanismos oligrquicos en la formacin de la poltica, la sociedad y las instituciones del orden republicano frustrado.

0-I

Los lmites estructurales a las transiciones y rupturas polticas

La implementacin de nuevas hiptesis a la explicacin de las rupturas y transiciones polticas, en Amrica Latina, y en Argentina en especial, encontr graves dificultades.11 La transicin de las nociones de estamento, corporacin y sbdito o vasallo --propias del orden imperial-absolutista-- a las de clase social, institucin y ciudadano, propias de un orden nacional-republicano,12 encontr en el espacio y tiempo de ruptura que signific la metanastasis (desorden interno generalizado de un imaginario y una auto-representacin poltico-cultural con sus derivaciones en la balcanizacin y las migraciones forzosas individuales y colectivas) lmites u obstculos que slo comenzaron a superarse con la transformacin de dicha etapa. Es decir, la transformacin de un reflujo regresivo del orden absolutista (1810-1852) en una ola progresiva (Reformas de la llamada Organizacin Nacional), que diera lugar al nacimiento de nuevas instituciones;13 rupturas polticas (guerras inter-estatales y revoluciones o guerras civiles), y consecuentes reformas institucionales;14 expresadas en las reglas que regan las relaciones de la matriz poltica (Reformas Constitucionales, Leyes Codificadoras, Leyes

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1420, Avellaneda y Linez, Leyes Electorales, Ley Senz Pea, Reforma Universitaria, etc.).15 De igual modo, la posterior transicin desde un orden republicano aristocrtico restrictivamente participativo (1880-1912) a un orden democrtico competitivo y ampliamente participativo, encontr en la segunda crisis del orden nacional-republicano que signific la contra-ola regresiva (1880-1912), lmites u obstculos que comenzaron a superarse recin con la transformacin de dicha ola, es decir con la tercer ola progresiva (Reforma Electoral producida por la Ley Senz Pea votada en 1912). En ese sentido, cabe formular una batera de reflexiones acerca de las olas, ciclos o fases histricas, as como sobre las guerras, revoluciones o contra-revoluciones.16 Una interpretacin cclica de la historia, haba prevalecido a comienzos del siglo veinte en los medios intelectuales argentinos. Mientras para un postrer Matienzo (1930), que adopt para la Argentina la teora germana de las generaciones --divulgada por Ortega y Gasset (1923, 1933)-- los ciclos duraban lo que la vigencia de las generaciones;17 para Rivarola (1936), fundado en el evolucionismo idealista de Fouill (1890, 1893, 1908, 1913), y profundizando a Matienzo, el ciclo histrico se caracteriz por ser ideolgico, y por consistir en una sucesin de ideas-fuerzas, opuestas a las ideas-reflejo del empirismo ingls, que estallaban al cabo de un tiempo en crisis o rupturas polticas.18 Al primer siglo de historia argentina Rivarola lo compendiaba en cinco ciclos ideolgicos de una treintena de aos cada uno.19 En cada uno de dichos ciclos, la ruptura o crisis violenta estallaba al pasar una o dos dcadas de haberse iniciado el desarrollo lgico de la idea-fuerza.20 Y para Perriaux (1970) y Ortiz (1977), seguidores de las tesis de Arnold Toynbee sobre la gnesis, crecimiento y colapso de las civilizaciones --quien a su vez estuvo influido por Sorokin (1927), y este por Pareto-- los ciclos histricos argentinos se reducan a perodos recurrentes de crecimiento y derrumbe o colapso.21 Las olas, ciclos o fases ideolgicas, econmicas (expansivas o depresivas) y polticas (progresivas o regresivas), del mbito nacional, tuvieron por lo general incidencia en el origen de las guerras entre estados-naciones y en las rebeliones provinciales. El restringir la participacin electoral, el incurrir en incompatibilidades de sangre (nepotismo) y de oficio (legislativas, judiciales, militares, eclesisticas, periodsticas, etc.) y el arrogar soberana a jurisdicciones interiores o staatfragment desnaturalizaba el orden representativo, republicano y federal de gobierno, alimentando fracturas autoritarias y deformaciones o deslegitimaciones del orden nacional-republicano. Las oposiciones revolucionarias o anti-sistema, a nivel provincial, podan crear gobiernos y engendrar poder legtimamente constituyente. Estos conflictos, guerras, metanastasis (desorden interno generalizado de un imaginario y una auto-representacin poltico-cultural con sus derivaciones geopolticas o balcanizaciones y consecuencias demogrficas o migraciones forzosas individuales y colectivas), revoluciones y sucesiones polticas generaban procesos de expulsin y renegociacin de posiciones al interior de los diversos actores colectivos,22 reinando entre dichos actores una heterogeneidad social, econmica, poltica e ideolgica, que los volva ms propensos a sufrir el impacto de golpes y revoluciones que los gobiernos homogneos. No siempre los conflictos y/o fracturas (golpes, revoluciones e intervenciones federales) estuvieron inspiradas en verdaderas cuestiones de inters nacional o constitucional (violaciones de los regimenes corporativo y/o republicano de gobierno}, sino mas bien estuvieron inspirados en intereses locales o provinciales, destinados a cohesionar los clanes familiares y a legitimar intereses polticosucesorios, y condenados a repetir el pasado y a boicotear dicho proceso revolucionario. Esta batera de reflexiones nos ha llevado a formular indagaciones ms precisas an. Las fracturas, desajustes y crisis polticas acontecidas a escala nacional fueron el reflejo de conflictos ideolgicos profundos, de innovaciones tecnolgicas, de las fases expansivas y depresivas de las ondas largas de Kondratieff, y del desencadenamiento de procesos trgicos. Por lo general las rupturas y crisis polticas provinciales no coinciden cronolgicamente con crisis a escala nacional --Catamarca en 1862 y 1863; Salta en 1864;

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Tucumn en 1861 y 1868; Crdoba en 1858, 1863 y 1864; Mendoza, en 1859 y 1863; San Juan en 1852, 1857, 1860 y 1861; Jujuy en 1870 y 1879; La Rioja en 1873; Entre Ros en 1870, 1873 y 1876; Santa F en 1867, 1877 y 1878; Corrientes en 1859, 1868 y 1878; San Juan en 1884; Tucumn en 1887; Crdoba en 1888; y Mendoza, en 1889 (Cuadro I)-- pues fueron el reflejo de conflictos y fracturas propiamente locales. El medio siglo que corre desde Pavn (1862) hasta la Revolucin del 30 fue de una democracia liberal en relativa estabilidad y crecimiento, pero su construccin y auge habra sido ficticio, pues la Argentina habra tenido un pasado --propio de la modernidad absolutista-- heredado de la conquista espaola y de la colonizacin habsburga con reminiscencias o vestigios de una elite dominante controlada por la combinacin de valores inquisitoriales y renacentistas, as como un pasado Borbnico de modernidad absolutista Ilustrada con una muy embrionaria secularizacin y emancipacin de la sociedad civil.23 Los sentimientos de las elites poltico-econmico-culturales estaban atemorizadas por la movilidad poltica y social descendente provocada por la emergencia de nuevas elites; por el impacto de reformas culturales (eclesisticas, educativas, universitarias, etc.); y por el peligro de fracturas y/o revoluciones sociales que sustituyeran a un estamento por otro, o a una clase social por otra. Es as que las coaliciones autoritarias triunfantes en dichos conflictos y fracturas contribuyeron a frenar la circulacin de las elites y a desacelerar la intensidad de la movilidad social. La ndole continuista o anti-continuista de las salidas polticas practicadas por los gobiernos autoritarios y de las transiciones experimentadas por los gobiernos democrticos competitivos aunque parcialmente participativos estaba en relacin directa con el tipo e intensidad de resistencia y/o colaboracin prestada por las facciones capitulares durante el orden imperial-absolutista, y por los clubes y partidos polticos durante el orden nacional-republicano. Las innovaciones institucionales (reformas constitucionales, legislativas, electorales, administrativas, educativas y eclesisticas) y tecnolgicas (estructuras pedaggicas, urbansticas, financieras, administrativas, militares y comunicacionales) se extendieron a todos los espacios nacionales y a las estructuras formales del poder estatal. Pero estas innovaciones no fueron asimiladas positivamente por el resto del aparato del estado, retrogradando el sistema poltico, ponindolo al servicio de los intereses y los resabios de un orden colonial-absolutista, an persistente, y reproduciendo las miserias de lo que se dio en llamar un estado oligrquico (fraude electoral, sucesiones impuestas o apuntamientos polticos, motines militares y rebeliones armadas). El nepotismo y sus variantes (yernocracia, cuadismo, etc.), existieron en el orden nacional-republicano junto con otras incompatibilidades e inconclusividades que afectaron los principios de la divisin de poderes, la periodicidad de los cargos pblicos y la circulacin de las elites La inercia o atraso relativo de las tradiciones y prcticas pre-republicanas y pre-liberales (falta de separacin entre la sociedad civil y el estado), las crnicas desviaciones, fracturas o desajustes de los rdenes absolutista y republicano de gobierno (golpes, motines, conjuras, sediciones, pronunciamientos, etc.) y el cclico desarrollo poltico, econmico y cultural rioplatense y argentino,24 fueron la materia prima que aliment la reflexin y el anlisis de las estrategias implementadas por las elites nacionales y provinciales respecto a las polticas culturales, econmicas y sociales.25 Los conflictos y fracturas polticas (golpes, guerras, revoluciones y magnicidios), se contagiaban entre s en una suerte de efecto domin o sugestin mimtica provocada por meras venganzas y espritu de conquista. Por lo general, las crisis econmicas y los procesos inflacionarios y deflacionarios trasladaban su impacto a la esfera poltica. Cabe entonces estudiar cada conflicto y cada fractura (golpe, revolucin, guerra, crisis, ruptura o magnicidio) en forma aislada e independiente pues el carcter, la intensidad, la duracin, la distribucin y la combinacin de las lneas de fractura o clivaje cambiaba en cada provincia. En ciertas provincias algunas lneas de fractura monopolizan la vida poltica y en otras provincias existen fracturas cruzadas, o muy atenuadas, o directamente no existen. Las diferencias entre

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las provincias se deben a factores subjetivos o psico-culturales, es decir al grado en que ciertas lneas de fractura se han movilizado o pasado de la conciencia a la accin, o se han politizado por contar con cierto liderazgo. Para contestar los interrogantes que surgen de la presencia de conflictos y fracturas debemos contrastar las teoras de la gestacin de partidos y facciones polticas por difusin territorial y/o por penetracin geogrfica, y de dominacin burocrtica o carismtica, de Panebianco, 1988; el grado de conflictividad de una sociedad como funcin inversa de la pluralidad de fracturas (teoras de los vnculos reforzadores y cruzados), funcin directa de la intensidad de su desarrollo y diferenciacin econmica, poltica y social (teora de la complejidad poltica), y la correlacin entre su conflictividad interna y la externa, de Ross (1985, 1995); y la tesis de las alianzas entre facciones duras y reformistas de las coaliciones oficiales con facciones moderadas y radicalizadas de las coaliciones opositoras, de Przeworski (1991). Estas reflexiones, anlisis y teoras nos mueven asimismo a practicar indagaciones propiamente histrico-polticas. El fenmeno conocido como revolucin de independencia habra sido un proceso de metanastasis o espacio y tiempo de ruptura o desorden interno generalizado de un imaginario y una auto-representacin poltico-cultural, con sus consecuentes derivaciones en la balcanizacin y las migraciones forzosas individuales y colectivas, que a su vez tuvo remotos orgenes en las guerras civiles del siglo XVI entre Almagro y Pizarro (que dio origen al desprendimiento de Chile del Per), en las rebeliones comuneras de los siglos XVII y XVIII (origen de la independencia paraguaya), en la rebelin de Tupac Amaru y Tupac Katari (antecedente de la emancipacin Boliviana), en las guerras de originarios (Arauco, Calchaqu, Guaycur, Charra), en las guerras guaranticas y en las libradas para la recuperacin de la Colonia del Sacramento, en la expulsin de los Jesuitas y en las Reformas Borbnicas, incluida la des-jesuitizacin de la cultura (educacin, vida universitaria y produccin libresca). Las particiones, disoluciones, separatismos y secesionismos de raz etno-lingstica (Paraguay, Bolivia), y los xodos (Jujuy, Banda Oriental, Chile) y guerras civiles (1820, 1840) habran sido el fruto de la metanastasis; y las ejecuciones y ostracismos el producto de una restauracin del orden absolutista inquisitorial. La segunda Cruzada Libertadora (Uruguay, 1864), la Segunda Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay (1865), y la represin de las rebeliones del Chacho Pealoza y de Felipe Varela en el Noroeste (1863 y 1867), del Lopizmo en Santa F (levantado contra los gobiernos laicistas de Cullen, 1862, Oroo, 1864-67, y Aldao, 1866), y de Lpez Jordn en Entre Ros (1870, 1873 y 1876) habran sido necesarias derivaciones de la victoria del orden modernizante nacionalrepublicano acontecido en Pavn (1862). La Segunda Guerra de la Triple Alianza (1865-70) se habra debido a la aplicacin de la doctrina de la balanza del poder en la Cuenca del Plata y a la fase de crecimiento de la segunda onda larga de Kondratiev (1848/1875).26 Las rebeliones Jordanistas habran tenido derivaciones en la Revolucin de las Lanzas (1870) y la Revolucin Tricolor en Uruguay (1875), con la de La Verde en Buenos Aires (1874), y con la de Santa Rosa en San Luis (1874), y stas ltimas con los derrocamientos de los gobiernos de Civit en Mendoza (1873) y de Gmez en San Juan (1884), y con las rebeliones liberales de Jujuy (1877) y Corrientes (1878) y con la Revolucin del 80 en Buenos Aires. La derrota del Liberalismo Mitrista en La Verde (1874) y Santa Rosa (1874) y la consiguiente cada de los Taboada en Santiago del Estero (1876). Los casos de la rebelin Jordanista en Entre Ros en 1870, 1873 y 1876, la rebelin Conspicua en Jujuy en 1877, o la rebelin Liberal en Corrientes en 1878 se habran generalizado a otras regiones. Los golpes de palacio --instigados por facciones del oficialismo Roquista-- ocurridos en Corrientes (1881), Santiago del Estero (1882) y San Juan (1884), y la Revolucin del Quebracho acontecida en el Uruguay (1886) tendran intimas conexin entre si. Y los golpes de estado Juaristas triunfantes en

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Tucumn (1887), Crdoba (1888) y Mendoza (1889) tendran a su vez profundos efectos de demostracin. Para intentar dar respuesta a una larga serie de interrogantes encaramos el anlisis de las interpretaciones historiogrficas que se dieron tanto en las polmicas parlamentarias como en los debates acadmicos y periodsticos. Para este estudio hemos instrumentado la informacin histricogenealgica que nos proveen diversos tratados,27 y centenares de textos de poca hallados en los Diarios de Sesiones de las Convenciones Constituyentes y de las Cmaras de Diputados y de Senadores, nacionales y provinciales; en los peridicos depositados en las hemerotecas de la Biblioteca del Congreso, Biblioteca Nacional, Museo Mitre, Universidad de La Plata, y Parque Espaa (Rosario); en las compilaciones documentales editas y en los epistolarios de los archivos presidenciales y provinciales del siglo XIX (Mitre, Paz, Roca, Jurez Celman, Victorino de la Plaza, y Agustn P. Justo), del Gobernador de Tucumn Prspero Garca, y del de Buenos Aires Dardo Rocha; correspondencia mantenida con gobernadores, ministros y legisladores;28 depositados todos en el Archivo General de la Nacin (AGN) de Buenos Aires.

0-II

Plan del Tomo-III

Este estudio se extiende a lo largo de una extensa introduccin, seis secciones y veintiseis captulos. La introduccin est subdividida en dos apartados. La Seccin-A estudia el colapso imperial y las legitimaciones tradicionales, legales y carismticas. La Seccin-B indaga los putschs, secesiones y revoluciones en la crisis del orden estatal-republicano. La Seccin-C explora las coaliciones, pactos y acuerdos en la gestacin de un orden oligrquico. La Seccin-D contempla las rupturas y quebrantos en la formacin de un orden notabiliar o elitista. La Seccin-E indaga los crmenes polticos en la degradacin del orden republicano. Y la Seccin-F las peregrinaciones, anexiones y expansiones en la transicin del absolutismo al republicanismo.

Seccin III-A

Legitimaciones y atraso cultural a partir del colapso imperial

Cabe hacer la necesaria salvedad que a diferencia del colapso del imperio espaol, que se precipit debido al cautiverio de la familia real; el imperio portugus pudo sortear indemne la invasin napolenica merced a la muy oportuna decisin de mudar la metrpoli desde Europa a Amrica, es decir desde Lisboa a Ro de Janeiro.29 Esta mudanza impidi el cautiverio de su monarca y el colapso e inevitable balcanizacin de sus dominios, que acontecimientos como la Inconfidencia Minera (1789) preanunciaban.30 Ms an, invirti los roles transformando a Ro de Janeiro en metrpoli y a Lisboa en una localidad sufragnea. Por el contrario, en la Amrica espaola la prisin de Fernando VII dispar un proceso de transferencia de legitimidad y por consiguiente balcanizacin. Ahora bien, esta realidad crtica dio lugar a mltiples interpretaciones que aqu vamos a investigar. En esta seccin, dedicada a indagar el colapso o derrumbe imperial, la restauracin absolutista y el atraso cultural, trato en tres (3) captulos consecutivos: las opciones legitimadoras tradicionales y legales, la legitimacin carismtica (Rosismo, 1831-52), y el retraso cultural relativo en el orden laicorepublicano.

Captulo III-A-1.- Opciones legitimadoras tradicionales y legales

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ndice A-I.- Tradicin historiogrfica del colapso imperial o fenmeno metanastsico. A-II.- Interpretacin de los mitos fundacionales. A-III.- Cuestin de la legitimacin de la revolucin. A-IV.- Supervivencia de la legalidad absolutista y su coexistencia con la legalidad revolucionaria

A-I.-

Tradicin historiogrfica del colapso imperial o fenmeno metanastsico.

A diferencia de la historiografa socio-econmica tradicional (Real de Aza, 1961 y Martnez Pelez, 1971), que particularizaba el estado colonial en la nocin de patria, Barman (1988), Rojas Mix (1992), Guerra (1993) y Goldman y Souto (1997) ensayaron para las repblicas independientes surgidas del colapso del orden imperial-absolutista la categora de estado-nacin como comunidad poltica imaginaria.31 Igualmente, a diferencia de la historiografa tradicional acerca de las revoluciones, comn a liberales, nacionalistas y marxistas, Trimberger (1978) y Skocpol (1979), propusieron que los fenmenos revolucionarios habran surgido de una crisis de estado (y no de una crisis social o econmica), condicionada por la posicin de este en los sistemas internacionales polticos y econmicos y por su relacin con la clase social dominante. Skocpol (1984) es la nica autora que argumenta que las presiones y crisis fiscales, que precipitaron los conflictos de estado, tenan a las elites urbanas ubicadas en el centro del fenmeno revolucionario.32 En el caso de la Amrica Latina colonial, para Pietschmann (1982) y Andrien (1984) el clima de corrupcin crnica y la consiguiente crisis fiscal aceler las condiciones materiales del fenmeno revolucionario. Pero fue Trimberger (1978), quien primero arguy, al referirse a las revoluciones japonesa (meiji), y turca (kemalista), que las elites capaces de responder a las presiones externas llevando a cabo cambios sociales revolucionarios --incluyendo reformas agrarias, abolicin de tradicionales distinciones de status y rpida industrializacin-- eran slo aquellas cuyos lazos con los grupos propietarios eran dbiles.33 Al examinar la resultante de dichas revoluciones, Trimberger descubre que ellas alcanzaron, en general, un xito limitado. Cerrar la brecha que las separaba de las economas centrales requera el desvo de grandes excedentes de la produccin de bienes primarios para la inversin de capitales.34 Para enfatizar la importancia del rol jugado por la poltica por sobre la economa en los cambios revolucionarios, Lachmann (1990) sostuvo la hiptesis que lo que determina la formacin de nuevas clases sociales, como la burguesa y el proletariado, y nuevos modos de produccin como el capitalismo, son los conflictos en el seno de las elites que se dieron en llamar contradicciones secundariasy no lo que tradicionalmente se dio en llamar crisis econmicas o contradicciones principales o fundamentales o lucha de clases o guerras de liberacin nacional. Higley, Burton y Field (1990) sostuvieron tambin que la frecuente desunin y/o divergencia entre las elites es lo que alimenta la inestabilidad poltica y la consiguiente discontinuidad institucional. Para el caso del Ro de la Plata, Garavaglia (1973a) fue el primero en sealar que las dificultades para comprender el nuevo estado que regir las naciones surgidas de la Revolucin de Independencia obedecan a que gran parte de los estudios dedicados al estado colonial, no van ms all de lo meramente descriptivo o son dignos exponentes de la historia vulgar.35 No obstante, Knight (1990) y Ankersmit (1989) han refutado esta

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tesis alegando que la aproximacin estatista, sin tomar en cuenta las luchas sociales y la movilizacin de grandes contingentes humanos, no puede explicar porqu las revoluciones acontecieron, ni por qu ocurrieron cuando y donde lo hicieron.36 La tesis que sostiene que el orden imperial-absolutista espaol se pudo romper desde dentro a travs de una suerte de guerra civil, nutrida por la ideologa renacentista espaola (Escuela de Salamanca: Surez, Vitoria), por cuanto en su periferia colonial se careca de una burguesa capaz de enfrentar a la metrpoli, aliment la hiptesis de que la causa de la independencia fue principalmente el resentimiento poltico de los criollos por el desplazamiento de las posiciones burocrticas sufrido con las reformas borbnicas.37 En tanto que para Badia Malagrida (1946) seguido por Randle (1966) y Scenna (1970), la causa de la desintegracin geo-poltica sufrida por las colonias espaolas en Amrica debe encontrarse en el rol desplegado por las metrpolis imperiales ms que en el rol jugado por el resentimiento criollo. A diferencia de Halpern Donghi (1985), quien sostiene que en Chile y Argentina, contrariamente a lo que ocurri en Mxico y Per, la historiografa de la independencia no busc inspiracin en la colonia, encontramos que los historiadores romnticos (Alberdi, 1856; V. F. Lpez, 1865-66) asignaban el origen histrico de la independencia a la naturaleza federalista y autnoma de las instituciones del orden corporativo colonial, tales como los cabildos, los cuales segn ellos resistan el orden centralista y absolutista de obispos y gobernadores desde los mismos comienzos de la dominacin colonial en los siglos XVI y XVII. De igual manera, aquellos historiadores pertenecientes a una tradicin positivista (Mitre, 1871; Quesada, 1881; Sarmiento, 1883; Ramos Mexa, 1887; Garca, 1900; y Groussac, 1907) atribuyeron tambin los orgenes histricos de la revolucin de independencia y las guerras civiles al rol jugado en la era colonial por las luchas intra-coloniales a nivel municipal.

A-II.- Interpretacin de los mitos fundacionales. Tanto la legitimidad fundada en la voluntad popular proyectada por Moreno, como la cifrada alrededor de los poderes de excepcin diagramada por Monteagudo, y la posterior de Mitre y Sarmiento imitaron con escaso beneficio de inventario las legitimaciones formuladas por las modernas naciones-estados europeas y norteamericana, las que a su vez haban reproducido los mitos y modelos de la antigedad griega y romana.38 Pero la tradicin positivista que sigui a dichos actores o protagonistas de la historia no fue unnime en la interpretacin de los mitos fundacionales y los modelos de legitimidad.39 El mito fundacional construido por Mitre (1859) y por J. A. Garca (1900),40 alimentados por las teoras modernas del pacto y la soberana (Rousseau), sostuvo la prioridad de la nacin sobre las provincias, y le atribuy a la modernidad Iluminista, propia del estado colonial-Borbnico (es decir al Virreinato), el verdadero origen de la nacionalidad argentina.41 Ms an, esa tradicin positivista aluda a la irreversible necesidad de una guerra de independencia para construir una nueva legitimidad alrededor de un estado-nacin y no ya sufragnea de un estado imperial.42 No obstante, en el mito y el modelo de legitimacin de Mitre no contaron los trgicos sucesos desencadenados en Espaa con el cautiverio de Fernando VII (1808), ni las formaciones republicanas efmeras (Tucumn y Entre Ros), y los desmembramientos nacional-estatales del Alto Per, Paraguay y Banda Oriental, y mucho menos los modelos fracasados de legitimidad, como ser la legitimidad del caudillismo reconocida en los Pactos preexistentes mencionados en la Constitucin de 1853 (Pilar, 1820; Cuadriltero, 1822; Federal, 1831; San Nicols, 1852) y la legitimidad del estado confederado con cabecera en Paran o San Nicols (1852-61).43

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Por el contrario, para la tradicin crtica de Jos Mara Estrada (1865), fundado en el pensamiento de Alberdi (1856), la independencia del Paraguay y la legitimacin de su mediterraneidad se asociaba con el mito fundacional de la revolucin comunera y el trgico fin de su carismtico lder el neogranadino Jos de Antequera, derrotado por las tropas de las Misiones Jesuticas enviadas por ordenes del Virrey del Per y el Gobernador de Buenos Aires (1735). Y para la tradicin revisionista de Joaqun V. Gonzlez (1888) y de Ricardo Rojas (1954), basada en el pensamiento de V. F. Lpez (1865-66, 1871) --quien a su vez se hallaba influido por el impacto difusionista del genealogismo mtico germanista de Thierry y de Guizot (opuesto a la universalidad del romanismo jurdico) se deba patrocinar como mito fundacional de un estado confederado denominado Provincias Unidas del Ro de la Plata, a un modelo de legitimidad tradicional de orden dinstico conocido como la nacin primordial incaica, por encima del estado colonial Borbnico.44 Posteriormente, la historiografa uruguaya adopt como razn de origen de su identidad nacional a la vieja disputa del puerto de Montevideo con el de Buenos Aires; y luego a su condicin de estado encajonado (tapn, colchn o cua); a la posicin marginal concebida por la diplomacia de Lord Ponsomby para amortiguar el expansionismo lusitano; y a la consiguiente rivalidad de sus dos poderosos vecinos (Buenos Aires y Rio de Janeiro). Asimismo la historiografa boliviana asignaba como mito de origen de su independencia nacional su derecho a heredar la jurisdiccin que haba correspondido a la antigua Real Audiencia de Charcas (1566-1767).45 As fue que, en el afn de desencajonar la mediterraneidad o encerrona paraguaya, el idelogo Bernardo Berro bosquej una confederacin entre el Uruguay, el Paraguay y la mesopotamia Rioplatense.46 Pero el plan estratgico ideado por Berro careca de factibilidad geopoltica por tratarse de territorios discontnuos lejanamente conectados entre s por una va fluvial (Ro Uruguay) de escasa navegabilidad de altura. Esta escasa factibilidad, si hemos de compararla con la del Ro Paran, se confirm luego cuando se desencaden la catastrfica Guerra de la Triple Alianza (1865-69).47 Y en forma semejante, quince aos ms tarde, al percibir la elite chilena su encajonamiento entre el Per y la Argentina elabor una estrategia expansionista para anexarse el litoral martimo boliviano y enclaustrar a Bolivia desatando as tambin la trgica Guerra del Pacfico (1879).48

A-III.- Cuestin de la legitimacin de la revolucin La cuestin de la legitimacin de la revolucin ha sido una temtica poco cultivada entre nuestros historiadores.49 Di Meglio (2006) ha sido el primero en nuestro medio en abordarla con una originalidad digna de encomio, tomando prestada la nocin del extinto historiador francs Guerra (1998) y del chileno Len Sols (2002).50 Di Meglio centra su inters en la nocin de legitimidad para conocer su impacto en los sectores integrantes de lo que se conoca como plebe. Entre las formas de legitimacin tradicional, la monrquica es la que concentraba el mayor de los intereses. Entre las formas de legitimacin monrquica, en la Amrica Hispnica la legitimidad incsica arrancaba con la misma conquista. Para la ideologa del pactismo, propia de la Escuela de Salamanca (Surez, Mariana, Vitoria), la conquista era un pacto fundador por el cual los reinos indgenas, a semejanza de los reinos musulmanes, se incorporaron a la corona de Castilla.51 Posteriormente, la transferencia de legitimidad que el colapso imperial hizo posible deba ser consolidada con la apelacin a la legitimidad de la monarqua incsica. Primero Vial Correa (1966), treinta aos despus Knig (1996), y casi cuarenta aos ms tarde Daz-Caballero (2005),

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argumentaron que para la formacin de una nacin independiente la elite criolla deba movilizar a las masas indgenas del macizo andino y del altiplano y para ello apelar a una identidad ancestral prehispnica, ms luego conocida como indigenismo criollo, con distintas denominaciones segn la regin geogrfico-cultural implicada (incaismo, aztequismo, araucanismo).52 La apelacin al indigenismo criollo fue entendida tambin como una estrategia simblica legitimadora tanto en el sentido de recuperacin de una edad de oro, o de una libertad perdida que se habra disfrutado durante las dinastas incaica y azteca, como en el de una apropiacin del trgico legado de las rebeliones indgenas, en especial las de sus carismticos cabecillas: Lautaro, Caupolicn, Tupac Katari y ambos Tupac Amaru, aplastados estos ltimos por las fuerzas conjuntas enviadas desde Lima y Buenos Aires.53 Knig dice bien que la elite criolla del noroeste haba recurrido a la trgica epopeya de las poblaciones autctonas desde mucho antes que se produjera la emancipacin, como lo hemos atestiguado en el tomo anterior con la difundida poesa pica del paraguayo Andrs Ortiz de Ocampo Ysfrn (vecino de La Rioja), redactada y ampliamente difundida en la campaa por va de los payadores y su primitiva cultura oral en ocasin de la rebelin Tupamarista (1782).54 La apelacin a dicha epopeya ocurri luego de los acontecimientos de Mayo de 1810 y de los trgicos sucesos de Cabeza de Tigre cuando fue ajusticiado el carismtico lder de la Reconquista y ex virrey del Ro de la Plata Santiago de Liniers (VIII-1810), y cuando con el Ejrcito Expedicionario del Norte se desat en el Alto Per una suerte de guerra de religin en oportunidad de la vigencia de ambos Triunviratos (1811-1813).55 Dicha guerra fue la respuesta a la reanexin del Alto Per por parte del Virreinato Peruano, leal a la corona.56 Y finalmente, dicha apelacin ocurri expresa y formalmente cuando se convoc la Asamblea Constituyente del ao XIII (1813), como alternativa discursiva a una independencia o soberana que se anunciaba como meramente provisional, condicionada primero por el enclave realista de Montevideo (Virrey Elo), y luego por la primera invasin portuguesa (Diogo de Sousa), justificada so pretexto de la anarqua artiguista.57 Ambos condicionamientos haban engendrado la necesidad de un frreo gobierno centralizado y la transitoria adopcin --como diplomacia poltica de supervivencia-- de la denominada mscara de Fernando VII (1810-14).58 La provisionalidad de la estrategia enmascaradora, obedeca a la circunstancia que la dinasta portuguesa de los Braganza (desde su mudanza en 1808 sus dominios en Amrica se denominaron Reino de Brasil, integrado al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve), alegaba derechos hereditarios sobre los dominios espaoles --incluido el puerto de Montevideo que se hallaba en manos realistas-- por ser la esposa de su monarca hermana del rey cautivo (Princesa Carlota hermana de Fernando VII y esposa del rey Joao VI); as como tambin facultades o prerrogativas derivadas de la teora de las fronteras naturales, que los portugueses entendan alcanzaba todo el inmenso territorio comprendido entre las cuencas del Amazonas y el Ro de la Plata.59 De esta pugna geopoltica emanaron diversos diseos e imaginarios polticos.60 A-IV.- Supervivencia de la legalidad absolutista y su coexistencia con la legalidad revolucionaria La supervivencia de la legalidad absolutista y su coexistencia con la legalidad que se iba plasmando con el devenir del rgimen que surga del colapso imperial planteaba numerosos interrogantes, incertidumbres y enigmas. Diversos historiadores (Pimenta, Daz-Caballero y Ternavasio) plantean tres modelos distintos para interpretar los hechos producidos en la dcada posterior al colapso. Para el historiador brasilero Garrido Pimenta (2002), la reorganizacin poltica que se impona ofreca slo tres propuestas; a) la monarqua bragantina con amplios dominios territoriales en la Amrica espaola; b) la monarqua borbnica americana; o c) el estado americano heredero del virreinato.61 Y para el historiador peruano Daz-Caballero (2005), pensar el futuro hispano-americano obligaba contemplar la emergencia de tres imaginarios legitimadores: a) la legitimidad pactista de la soberana popular elaborada por la Escuela de Salamanca (Surez, Vitoria), fundada en la legislacin

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medieval espaola (Siete Partidas); b) la legitimidad legal-racional del republicanismo francs fundada en la voluntad popular; y c) la restauracin de la legitimidad tradicional-dinstica incaica.62 Segn Daz-Caballero, con el agotamiento del proyecto Carlotista provocado por la liberacin del rey cautivo que la derrota napolenica hizo posible (1814), despus de ocurrido el desastre de SipeSipe (1815), y en el afn de emular a la Casa de Braganza y su capacidad de mantener cohesionado el Reino de Brasil, el tercer y ltimo imaginario (impulsado por Manuel Belgrano en el Congreso de Tucumn) hubo de ser el nico en prevalecer, aunque espordicamente, por sobre los otros dos proyectos.63 Y para Ternavasio (2007), Monteagudo esgrimi en oportunidad de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma (1813) el modelo de la dictadura romana.64 Pero un ao despus, derrotado definitivamente el enclave realista de Montevideo (batalla de El Buceo, 1814), el Directorio se dio a la tarea de crear provincias y disear sus lmites territoriales.65 Debido en parte a la fuerza de la tradicin guaran vigente en el mbito Rioplatense --el cual careca de un mito unificador (por tratarse de sociedades tribales semi-nmadas afectadas por la Expulsin de los Jesuitas y explotadas en las vaqueras o desarreglo de los campos)-- y merced a la prdica periodstica adversa del mestizo aymara Vicente Pazos Kanki, la hegemona de la legitimidad dinstica incsica comenz a ralear.66 Esta crisis del imaginario incaico se acentu primero cuando a partir de la resistencia Artiguista se produjo la segunda y ms prolongada invasin portuguesa a la Banda Oriental, una reelaboracin militar del proyecto Carlotista (Lecor, 1817-26); y luego cuando se entr a considerar durante el Directorio, en el gobierno de Pueyrredn, la importacin de un monarca de la dinasta de Orleans (1816-1819).67 Ms luego, dicha crisis del imaginario incsico se ahond cuando se privilegi la expansin geogrfico-ganadera hacia el sur de la provincia de Buenos Aires, mediante el rgimen enfitutico (1822-26); y hubo de extinguirse definitivamente, al producirse el separatismo Alto-peruano en 1826.68 Finalmente, con el motn de Arequito y la batalla de Cepeda (1820) quedaron los proyectos monarquizantes definitivamente sepultados, la unidad del espacio rioplatense gravemente comprometida, y la gesta Artiguista derrotada por las fuerzas portuguesas.69 En medio de este nuevo caos, que acentuaba el fenmeno metanastsico, en la primera mitad de la dcada del veinte (1821-24) cuando se gestaron los avances revolucionarios en Mxico y Per (Ayacucho, 1824); al sepultarse los proyectos de una monarqua dual regida por dos congresos (uno en Lisboa y el otro en Ro); y al producirse el retorno del rey Joao VI a Portugal, los supuestos derechos hereditarios de los Braganza sobre la Amrica hispana desaparecieron definitivamente. La permanencia en Brasil de su hijo Pedro como Prncipe-Regente garantiz el status de Brasil como reino pero no su ocupacin forzada de la denominada provincia Cisplatina (Banda Oriental).70 Un ao ms tarde, al consagrararse la independencia de Brasil (1822) y ser coronado Pedro I como emperador, se entr a considerar por parte de la nueva corte imperial la formalizacin de la anexin de la provincia Cisplatina, con el ahora titulado Imperio de Brasil.71 Frente a dicho escenario de blanqueo de una situacin de fuerza que en su origen se haba anunciado como meramente transitoria, y operada la definitiva derrota espaola en Ayacucho (1825), la elite poltica portea entr a contemplar la recuperacin definitiva de la Banda Oriental bajo un nuevo modelo poltico.72 La beneficiaria directa de este eclipse ideolgico y diplomtico fue la legitimidad del proyecto republicano y su portavoz ms prximo fue el General Alvear, el nico en ese entonces capaz de organizar el combate contra el rgimen monrquico-esclavista brasileo y de incitar una reconquista militar de la Banda Oriental, debilitada por el desmembramiento de unidades militares portuguesas, muchas de las cuales haban retornado a Europa con motivo de la independencia.73 Para enhebrar una nueva legitimidad se venan debatiendo --no sin violentos incidentes-- los modelos de legitimidad legal de los ideologues (Destutt de Tracy, Constant) y los del utilitarismo Benthamiano.74 En resumidas cuentas, para Bukovansky (2002) la fuente de legitimidad, que en el perodo absolutista resida en la

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sangre dinstica y la sancin carismtica divina, a partir de las revoluciones americana y francesa fue paulatinamente perdiendo poder simblico en beneficio de la legitimidad racional fundada en la voluntad popular.

Captulo III-A-2 Legitimacin carismtica y caudillismo (Rosismo, 1831-52). ndice B-I B-II B-III. B-IV. Legitimidad carismtica y velo simblicamente republicano Anlisis de vestigios o supervivencias histricas. Justicia carismtica e inamovilidad de los jueces. Gelatinizacin de la sociedad civil.

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Introduccin del captulo III-A-2 La metanastasis o desorden interno generalizado producida por el colapso del orden imperialabsolutista, que se manifest durante las dcadas previas a la promulgacin de la Constitucin de 1853 en la anarqua y las guerras civiles, fue la materia prima que nutri los anlisis histricos acerca de la fractura o desajuste institucional que signific la primer contra-ola regresiva del siglo XIX.75 Esta contra-ola habra sido la tercera que transcurri desde que se inici la Conquista y Colonizacin de Amrica, y coincidi con la fase de estancamiento de la primera onda larga de Kondratiev,76 con el segundo ciclo ideolgico de Rivarola (1936), y con la primera etapa de colapso de Ortiz (1977).77 Esta contra-ola apelaba al legado barroco e inquisitorial de la colonizacin Habsburga y haba reaccionado contra la tercera ola progresiva, engendrada por los procesos de secularizacin de la cultura y el estado y de laicizacin de la embrionaria sociedad civil iniciados por las Reformas Borbnicas (Expulsin de la Compaa de Jess y des-jesuitizacin de las universidades) y por las Revoluciones Francesa y Latinoamericana.78 Esta etapa de crecimiento, formulada por Ortiz (1977), arrancaba con la mencionada Expulsin de los Jesuitas (1766) y se prolongaba hasta la crisis del ao 20 y las reformas eclesisticas Rivadavianas. La teora poltica reciente ha analizado la tesis acerca del colapso del orden imperialabsolutista espaol y del consiguiente desmembramiento o particin del espacio imperial, de Colom (2003); la transferencia de la dependencia Espaola a la dependencia Britnica, de Stein y Stein (1970); las tesis de la persistencia o inconclusividad de los Antiguos Regmenes y sus estructuras socio-polticas premodernas y pre-capitalistas, de Moore (1966), Gerschenkron (1968) y Mayer (1981, 1984); las concepciones descendentes y ascendentes del poder y del derecho de Ullmann (1985); las tesis de la secularizacin de Marramao (1998); de la inmunizacin de Esposito (2003); y de la inercia de los subsistemas socio-institucionales, en conflicto o desajuste con la velocidad de recepcin de nuevos paradigmas tecno-econmicos o estilos tecnolgicos, de Prez (1983); y la doctrina de la balanza del poder, de Hoffmann (1991) y Morgenthau (1992); y de las sanciones colectivas, de Heckathorn (1990) y Palaver (1995). El mecanismo de representacin estamental propiamente dicho (el capitular), legado histrico del orden imperial absolutista Habsburgo, y que las Reformas Borbnicas propiciadas por Carlos III -que haban confluido con la reforma preconizada por la Congregacin de Propaganda Fide, y con

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la reforma propiciada por el papa Benedicto XIV-- no alcanzaron a disolver, era un embudo o "cuello de botella", pues se haba constituido mediante una numerosa serie de requisitos legales, que reducan el nmero de los elegibles (voto pasivo) y de los elegidos (voto activo) a un nfimo ncleo de parientes, lo cual tornaba al parlamentarismo pre-moderno de los Cabildos y la administracin de justicia que de l dependa en estructuras puramente nepticas u oligrquicas.79 Por ello, la competitividad judicial y electoral que existi en los parlamentos pre-modernos (Cabildos) fue muy inferior a la que prevaleci en el parlamentarismo moderno (Cmaras de Representantes), surgido de una fractura institucional.80 En dichos parlamentos pre-modernos (Cabildos del perodo Habsburgo) la competitividad electoral era tambin limitada pues en principio estaba compuesta por tres actos distintos: la calificacin, la eleccin propiamente dicha, y la confirmacin.81 Sin embargo, la aplicacin de las metodologas del Nuevo Institucionalismo --para explicar la competitividad poltico-electoral y la formacin de coaliciones polticas-- al parlamentarismo moderno (Congreso de Representantes, Convenciones Constituyentes y Juntas o Salas de Representantes), de comienzos del siglo XIX, intentada por Ternavasio (1995a), encuentra las limitaciones propias de todas las sociedades permeadas por una idea de la poltica homologada a la pareja conceptual amigoenemigo, en virtud de la prevalencia de la guerra civil y la lucha facciosa.82 Por el contrario, la teora poltica reciente concluye que an en la poca republicana subsisten reminiscencias o supervivencias de la legitimidad absolutista (estamental, corporativa, territorial, esclavista y patrimonial) y de la responsabilidad colectiva, o del chivo expiatorio, o de la llamada "culpa de la inocencia"),83 en desmedro de los principios de la responsabilidad individual y de la igualdad ante la ley.84 Asimismo, Rokkan (1970), Panebianco (1982, 1988) y Scully (1992) sostienen que en las supervivencias de los antiguos regmenes y en el origen de los conflictos polticos se combinan y superponen fracturas premodernas o genticas de diversa ndole (centro-periferia, campo-ciudad, iglesia-estado, estamentos de nobles o patricios y de plebeyos, castas de blancos o espaoles y negros o indios, y pobres-ricos).85 Finalmente, Ross (1985, 1995) sostiene que el grado de conflictividad de una sociedad es funcin inversa de la pluralidad de fracturas pre-modernas y modernas (teoras de los vnculos reforzantes y cruzados) y funcin directa de la intensidad de su desarrollo y diferenciacin econmica, poltica y social (teora de la complejidad poltica). Estas hiptesis, teoras y modelos de anlisis estratgicos nos han hecho formular una extensa serie de reflexiones, ntimamente vinculados entre s, y en cuya pertinencia habr de residir gran parte del xito de este trabajo. La fragmentacin del espacio colonial y la des-institucionalizacin de las funciones centrales de un estado alimentaron la politizacin de las fracturas religiosas, comunitarias y tnicas heredadas del orden imperial-absolutista. Estas fracturas pre-modernas (religiosas, regionales, estamentales, comunitarias y corporativas) absorban la eventualidad de las fracturas modernas (polticas, econmicas y sociales). La estructura discursiva del caudillismo (coronelismo en Brasil, y caciquismo en Espaa), encarnada en los principios profanos de la lealtad o fidelidad personal, la irracionalidad, la religiosidad o supersticiosidad pagana, la virilidad, la belicosidad, la irrespetuosidad en las leyes, etc. habra devenido en mito institucional racional. A su vez, las sucesivas guerras acontecidas en la Cuenca del Plata en la primera mitad del siglo XIX habran desarticulado en dicha regin el equilibrio o balanza del poder. Las coaliciones polticas que protagonizaron la tercera contraola regresiva (1827-1852) testimonian la inercia del parlamentarismo pre-moderno y de las tradiciones pre-burguesas y pre-republicanas, y el inicio de una decadencia poltica, econmica y cultural que perdur hasta mediados del siglo XIX y que haba seguido a una etapa de auge iniciada en 1810.86 Las coaliciones autoritarias habran obedecido as a sentimientos paranoicos de una elite poltico-cultural atemorizada por: 1) una movilidad poltica y social descendente provocada por la emergencia de una nueva elite y una nueva burguesa;

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2) el impacto de la Reforma Eclesistica Rivadaviana;87 y 3) el peligro de una revolucin social?; Finalmente, el Pronunciamiento (1851), por el cual la provincia de Entre Ros secesion de la Confederacin Argentina, habra influido en las sucesivas crisis, acuerdos y guerras ocurridos en la Cuenca del Plata (Paz de Octubre de 1851, Tratado del Acuerdo entre Entre Ros, Uruguay y el Imperio del Brasil; Caseros o Primer Guerra de la Triple Alianza; Acuerdo de San Nicols, etc.). B-I Legitimidad carismtica y velo simblicamente republicano

En el sentido apuntado por estas tesis, diversos autores encuentran las causas de la transicin regresiva de un rgimen de competitividad internotabiliar moderno (Cmara de Representantes Rivadaviana) a uno de legitimacin carismtica, de unanimidad absolutista (Legislatura Rosista), o surgimiento de una contraola regresiva, a muy diversos factores.88 Entre ellos, se asigna la dbacle de la hegemona intelectual de los pensamientos jacobino y utilitarista (la Restauracin en Francia, 1818), a la preeminencia ganada por la Santa Alianza en Europa (1823), la cual se hallaba liderada por la intelectualidad conservadora (Canciller Metternich).89 La prdida de la hegemona intelectual por parte de la burguesa mercantil se dio violentamente a manos de una pujante proto-burguesa terrateniente; y el temor de la burguesia mercantil a una movilidad poltica y social descendente estuvo provocado por la emergencia de una nueva elite y una nueva burguesa.90 En esa poca, los desacuerdos sobre problemas contemporneos (trgico fusilamiento de Dorrego y posterior Bloqueo Anglo-Francs), habran sido el punto de partida para politizar las divergencias sobre la memoria histrica, materializada por un lado en el discurso "restaurador" de Bernardo Berro, Lorenzo Torres, Nicols Mario y Felipe Arana, y por el otro en el discurso de Jos Mrmol y los integrantes de la Asociacin de Mayo.91 Y el punto de llegada o destino seran los desacuerdos sobre el contenido de los mitos de origen, es decir sobre la interpretacin del discurso y consiguiente narracin del pasado revolucionario, entre quienes se arrogaban la filiacin de herederos de una revolucin americana, centrada en el criollo, tributaria de la Revolucin Francesa, y aquellos otros --como el Federalismo y el Rosismo-- que renegaban de dicho legado para parapetarse tras una legitimidad carismtica y un velo simblicamente republicano, pero esencialmente cesarista o bonapartista, pues el Rosismo tambin aspiraba a instaurar un nuevo ritual o calendario de efemrides y un nuevo mito o momento originario.92 En su reciente obra, Salvatore (2003) se pregunta porqu razn los veteranos de guerra (durante el Rosismo) en sus memorias o relatos autobiogrficos --recogida en los expedientes de filiaciones-- ignoraban la Guerra de Independencia y no se remontaban ms all del nacimiento del Federalismo (1828). Este legtimo interrogante, surgido de la compulsa de documentos originados en los testimonios de protagonistas subalternos (soldados rasos) encontrara una primer respuesta en el achicamiento del espacio identitario, que de una geografa continental y/o virreinal se redujo abruptamente a un espacio meramente Rioplatense y hasta Bonaerense; y una segunda respuesta ms obvia en la ndole duramente represiva de la poca, que entre otros motivos no perdonaba el hecho de que el carismtico Juan Manuel de Rosas no hubiera sido partcipe de la pica revolucionaria o independentista. Sin embargo, Salvatore prefiere extender las prcticas represivas a ambos bandos en pugna (Unitarios y Federales), en una suerte de aplicacin retrospectiva de la denominada Teora de los Dos Demonios. Asimismo, la regresin en la transicin histrica habra obedecido tambin a la preponderancia de las virtudes del localismo, el orden y la jerarqua por sobre las virtudes espartanas y el valor guerrero que prevalecieron como componentes del carisma y como expresin simblica en tiempos de la

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denominada revolucin de independencia.93 Otros autores sostienen la creencia que la anarqua poltica obedeca a la declinacin de la moral pblica y al ocaso de la religiosidad popular.94 Indudablemente, la expansin de la frontera poltica (e.g.: la ley electoral de 1821 en Buenos Aires) tiene que haber jugado un rol determinante en esta transicin, aunque sta difcilmente pueda haber compensado la prdida territorial que signific el desmembramiento virreinal.95 El enfrentamiento armado entre coaliciones polticas adversas, donde la amenaza militar del liberalismo unitario, combinado con la amenaza naval europea, habra acrecentado el auge del federalismo --en manos de carismticos caudillos ruralizados y militarizados-- y el aislamiento o clausura provincial.96 Las teoras aislacionistas o inmunizadoras se aplicaban entonces contra el contagio del liberalismo unitario.97 Los obstculos impuestos al pasaje de las categoras de estamento y de sbdito --propios del denominado Antiguo Rgimen-- a las categoras igualitarias de clase social y ciudadano, propias de un orden modernizante liberal-capitalista, se correspondan con la inercia o persistencia del parlamentarismo premoderno (Cabildos) y de las tradiciones comunitarias, patriarcales, pre-burguesas y pre-republicanas que los procesos inmunizatorios an no haban podido disolver.98 Por otro lado, la inercia de los patrones de produccin rural, entraron en conflicto con la rpida recepcin de innovaciones tecnolgicas (aplicacin del salado a la produccin de tasajo).99 Finalmente, la crisis econmica mundial (1825/30) marc el inicio de la fase de estancamiento de la primera onda larga de Kondratiev (1820/25 a 1848/52), el apogeo del proteccionismo agrcola ingls (Corn Laws) y la depresin de la industria textil britnica.100

B-II

El anlisis de vestigios o supervivencias histricas.

Para explicar la etapa de la fractura (1827-1852) numerosos historiadores han recurrido al anlisis de vestigios o supervivencias histricas de fracturas pre-modernas (genticas).101 El sistema o conjunto de las llamadas Provincias Unidas del Ro de la Plata estaba constituido por un complejo de cuatro subsistemas o subconjuntos polticos (Norte, Cuyo, Centro y Litoral), cada uno de los cuales contaba con un equilibrio de poder regional propio, todo ello en el contexto de un sistema subcontinental complejo donde interactuaban tambin el Imperio del Brasil y las nacientes repblicas del Paraguay, Chile y el Uruguay. Las autoridades gubernativas provinciales de cada uno de estos cuatro subsistemas polticos exigan una suerte de reconocimiento diplomtico de las otras provincias; se negaban a entregar contingentes de soldados a las Provincias Unidas del Ro de la Plata, manteniendo sus propios ejrcitos y su propia moneda, declarando la guerra e interviniendo en las provincias vecinas; expulsando exilados y sirviendo de anfitriones a los expatriados de otras provincias; adolecan de una anarqua administrativa y monetaria y de una administracin de Justicia puramente provincial; la clase artesanal agremiada constituida por pardos operarios de oficio se movilizaba; y las autoridades eclesisticas se resistan a desamortizar los fondos capellnicos y retenan el poder sobre gran parte de las funciones simblico-registradoras (nacimientos, matrimonios y defunciones).102 En este trabajo, analizaremos el sistema de las llamadas Provincias Unidas del Ro de la Plata --anlogamente a como Franke (1968) hizo con las ciudades-estado Italianas del Renacimiento-- como si se tratara de un sistema internacional. En el caso especfico del subsistema del Litoral, la ocupacin militar de la Banda Oriental por el Imperio Portugus desde 1811 primero, y desde 1816 ms luego, haba actuado como agente disruptivo, desarticulando el equilibrio del poder en la Cuenca del Plata.103 Pero con la Declaracin de Independencia del Brasil (Grito de Ipiranga) en 1822, el Ejrcito de ocupacin en la Banda Oriental entr en un proceso de deliberacin y anarqua que hizo factible que los Orientales intentaran por vez primera liberarse del yugo Brasilero.104 Para 1825, los Orientales refugiados en la banda occidental del

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Ro de la Plata, con el pblico apoyo de las Provincias Unidas emprendieron bajo el mando de Juan Antonio Lavalleja la Expedicin conocida como de los Treinta y Tres Orientales, la que al cabo de un par de meses convoc la Asamblea Constituyente que instaur el Gobierno de La Florida.105 Con el desembarco del Ejrcito Republicano formado con milicias provenientes de todas las provincias se fue desatando la denominada Campaa del Brasil que tras varios hechos de armas culmin con el triunfo militar de Ituzaingo (1827), la actuacin diplomtica del Ministro Manuel Jos Garca en la mesa de negociaciones, la independencia de la Repblica Oriental del Uruguay, la cada del Presidente Rivadavia, y el fracaso de la Convencin Constituyente de 1826 por el repudio de las provincias a la Constitucin unitaria.106 En el caso especfico del subsistema del Norte, los triunfos militares del Gral. Jos Mara Paz sobre Facundo Quiroga, en Oncativo y La Tablada (1829), con auxilio de tropas de Salta y Tucumn, sellaron la suerte de los gobernadores federales de Cuyo y Catamarca.107 A dichos triunfos le siguieron el inters por concertar Tratados de Paz con las provincias del Litoral y con el Gobernador de Buenos Aires Gral. Viamonte.108 Sin embargo, una vez desplazado Viamonte del poder, y con Rosas como Gobernador, el inters por concertar acuerdos de paz con Crdoba se desvanecieron.109 En el caso del Litoral, luego de haberse desprendido la Banda Oriental del mismo, se lleg a celebrar en 1831 un acuerdo poltico conocido como el Pacto Federal. En el subconjunto poltico Norteo, el desequilibrio econmico y poltico regional afect a dichas cinco provincias por igual. El partido unitario de Tucumn, el ms importante del subsistema poltico Norteo, cuya hegemona poltica era disputada por Crdoba y Buenos Aires, haba alcanzado a celebrar un acuerdo poltico, conocido bajo la denominacin de Coalicin del Norte,110 pero con motivo de la derrota de Famaill (1840) entr en un proceso de eclipse y colapso. Y el partido unitario de la provincia de Corrientes, la provincia ms importante del subsistema poltico del Litoral, cuya hegemona poltica era disputada por Buenos Aires y Montevideo, haba alcanzado a celebrar una alianza defensiva y ofensiva con Paraguay.111

B-III. Justicia carismtica e inamovilidad de los jueces. Uno de los principios fundamentales de la independencia de la justicia, pilar del orden republicano y de la divisin de poderes, es el respeto debido a la jurisdiccin y la inamovilidad de los jueces. Sin embargo, en un rgimen de legitimacin carismtica como el Rosista, el poder de resolucin de conflictos tal como el poder inhibitorio, herencia del orden imperial-absolutista espaol, an se hallaban subsistentes, aunque ahora asumidos rutinariamente por una justicia carismtica. Inhibir consista en asumir las causas pendientes o, en otras palabras, sustraer al acusado de sus jueces naturales para someterlo a aquellos otros jueces designados por alguna autoridad superior.112 En la Francia y la Espaa del Antiguo Rgimen esta institucin era denominada avocacin.113 Estas instituciones se perpetuaron con ciertos velos o disimulos en la primera mitad del siglo XIX, como por ejemplo en el Tribunal Especial para los recursos extraordinarios de nulidad e injusticia notoria, duramente criticado por Agustn Francisco Wright en 1838, en la Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires,114 as como en el proceso a los asesinos del General Juan Facundo Quiroga.115 B-IV La gelatinizacin de la sociedad civil. A su vez el despotismo porteo se caracteriz no slo por sus prcticas nepticas en la Legislatura (Anchorena vs. Rosas) y por su restauracin del orden jurdico colonial,116 sino por introducirse en las provincias vecinas,117 y gelatinizar la sociedad civil al confiscar la propiedad privada de sus opositores. Esta gelatinizacin de la sociedad civil portea habra sido una de las

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causales que precipit la cada del rgimen en la batalla de Caseros (1852). Por el contrario, el menor grado de despotismo y gelatinizacin de la sociedad civil en la periferia provincial fue en parte lo que le permiti a su elite poltica perpetuarse.118 Asimismo, las denuncias de los Proscriptos contra la llamada vindicta pblica o escarmiento, que revelaba la tensin existente entre la generalidad de la legislacin vigente --pues an rega la Legislacin de Indias-- y la singularidad de los casos histricos concretos, expresada en las prcticas jurdicas, se ejemplificaron en forma pattica con el ajusticiamiento de Camila O'Gorman.119 En ocasin de las guerras de independencia, el propio lder de la resistencia gaucha, Don Martn Miguel de Gemes, pese a sus supuestas diferencias con la elite saltea, le insinuaba al General Manuel Belgrano poner como jefes de las milicias gauchas a "...oficiales hijos de las familias decentes".120 Ms an, en la correspondencia que existe edita, las referencias al parentesco que Gemes cultivaba con diversos miembros de la elite, al iniciar y cerrar su ocasional correspondencia, son permanentes.121 Durante la contra-ola Rosista no fue necesario restablecer el parlamentarismo pre-moderno (Cabildos),122 pues el caudillismo cultivaba un poder tan absoluto, que la facultad de designar los miembros de las Cmaras de Representantes y del Poder Judicial era parte de su patrimonio poltico.123 Por otro lado, a diferencia de la Junta de Mayo, preada de una profunda tendencia democrtica, la cual haba adoptado el revolucionario principio de que "...el crimen de un individuo no trasciende a sus parientes",124 en este perodo histrico el parentesco con figuras de la oposicin pas a constituir mas un estigma que un privilegio, o en otras palabras, un mecanismo de exclusin, que sancionaba la responsabilidad clnica haciendo desaparecer la responsabilidad individual.125 Durante el Rosismo, las provincias haban sido gobernadas en gran parte por una extensa red de parentescos. En Salta --correspondiente al subsistema poltico del Norte, cuya hegemona poltica era disputada por Santiago del Estero y Tucumn-- haba prevalecido la oligarqua de los Saravia, los Uriburu y los Alemn Tamayo, enfrentados entre s.126 En Mendoza, de los catorce gobernadores que figuran en la Tabla M-II, tres pertenecieron a la familia de los Correas, dos a la de los Ortiz, y tres a la de los Sotomayor. El que haba sido Gobernador en 1839 Juan Isidro Maza Sotomayor era primo hermano del que fue Gobernador en 1840 Pedro de Molina Sotomayor; y el que haba sido Gobernador en 1837 Eugenio Corvaln Sotomayor era sobrino poltico del que fue Gobernador en 1833 Pedro Jos Pelliza Videla. Y en San Juan, correspondiente al subsistema poltico de Cuyo, donde la hegemona poltica era disputada por Mendoza y Crdoba, de los veinte gobernadores que figuran en la Tabla SJ-II dos pertenecieron a la familia de los Albarracn, dos a la de los Laspiur, y dos a la de los Godoy. Se atisbaba tambin en San Juan una estigmatizacin de los parientes de Unitarios. El que luego fuera en 1854 Gobernador Coronel Jos Antonio Durn le haba expresado a Juan Manuel de Rosas "...vsteme solamente decir a V.E. que Don Domingo Soriano, y Don Francisco Sarmiento, son primos hermanos del funesto salvaje unitario Domingo Faustino Sarmiento, as como Don Zacaras Yanis y Don Santiago Lloveras son de los mejores amigos y panegiristas con que aquel traidor cuenta en San Juan".127 Sin embargo, hubo tambin excepciones a esta cruel costumbre. Durante el gobierno tucumano del General Celedonio Gutirrez, (alias) "El Peludo", que sucediera en la dcada del 40 al del caudillo Alejandro Heredia, aquel logr atraer a su gestin al numeroso clan de los Colombres, de conocida trayectoria unitaria, gracias al matrimonio de su hija Zoila Gutirrez con el Dr. Ezequiel Colombres.128

En esta contra-ola regresiva, que se inici con el rechazo de las Provincias interiores a la

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Constitucin de 1826,129 y la consiguiente cada del Presidente Rivadavia (1826) y concluy definitivamente en Caseros (1852), los conflictos polticos se dirimieron fundamentalmente a travs de la violencia armada, los pactos internacionales e interprovinciales, la censura periodstica, la restauracin jesutica (transitoria), el sectarismo religioso, acadmico y universitario, el exilio, las confiscaciones y las ejecuciones sumarias, alcanzando su paroxismo en el ao 40.130 Al generalizarse el conflicto, estos necesariamente derivaron en una lucha abierta donde el triunfo de las armas a favor de la Primer Triple Alianza celebrada en el Cono Sur consigui derrocar al Rosismo,131 aunque no logr consumar la llamada Unidad Nacional, que recin se concret con la batalla de Pavn.132 Pero la lucha librada en la primera mitad del siglo XIX, por los actores de la luego llamada Organizacin Nacional, contra la contra-ola regresiva (la anarqua y el caudillismo), fue aparentemente en vano, por cuanto durante la segunda mitad del siglo XIX, tambin se resucit en las provincias del antiguo Virreinato del Ro de la Plata el espritu anrquico y caudillesco. Durante la hegemona del estado autocrtico y la dominacin carismtica que se dio en el siglo XIX (1827-1852), la fase de estancamiento de la primera onda larga de Kondratiev (1820/25-1848/52), combinada con la amenaza militar unitaria y la amenaza naval europea, no hizo ms que acentuar las connotaciones autoritarias de dicho rgimen. Al parecer, el mapa de las olas progresivas y las contra-olas regresivas (la violencia y la guerra) en la Argentina han tenido un circuito bien marcado pues han viajado de una provincia a otra sin repetirse ni detenerse por mucho tiempo en lugar alguno. Pareciera tambin que las transiciones u olas regresivas o los desequilibrios de la balanza del poder tuvieron un efecto de contagio o domin dentro de las fronteras de cada pas e incluso entre pases vecinos. As tenemos que la violencia iniciada en la Banda Oriental con la Guerra Grande y la Defensa de Montevideo,133 y continuada en Buenos Aires con Caseros, tuvo un ciclo de vida local acortado en el tiempo pero prolongado a escala nacional y continental, pues se traslad en la dcada del 50 primero a la banda occidental del Ro de la Plata, luego a San Juan y ms luego a Tucumn; desde donde volvi a Buenos Aires con Cepeda y Pavn, para rebotar primero en La Rioja, Cuyo y Crdoba con el Chacho Pealoza (1862-63); luego en todo el noroeste con Felipe Varela (1867); e hizo posta en Uruguay y Entre Ros con Aparicio y Lpez Jordn (1870). Volvi a renacer en Buenos Aires con La Verde (1874) y en Cuyo con Santa Rosa (1874), para desembarcar en Uruguay con la Revolucin Tricolor (1875) y en Corrientes con la guerra civil (1878). Retorn a Buenos Aires con los enfrentamientos de Belgrano y Los Corrales (1880), para desplazarse a Corrientes (1882), Santiago del Estero (1883), San Juan (1884) y Uruguay (Revolucin del Quebracho, 1886), luego a Tucumn (1887) y Mendoza (1889) y recalar finalmente en la Revolucin del Parque (1890), en Buenos Aires, con secuelas en San Luis, Corrientes, Santiago del Estero, Catamarca y Santa F, y repeticiones en 1893 y 1905.

Captulo III-A-3 Retraso cultural relativo en el orden laico-republicano ndice C-I C-II. C-III C-IV Madurez social e intelectual de una elite revolucionaria. Proceso secularizador del conocimiento (1800-1862). Brecha cientfico-educativa (1862-1890) Segregacionismo en los flujos educativos y culturales (1890-1912)

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Habiendo estudiado en los captulos anteriores los procesos de legitimacin tradicional y carismtica a partir del colapso imperial, en este captulo dedicado a investigar el orden laicorepublicano, trato de encuadrar el retraso cultural del Ro de la Plata en cuatro apartados consecutivos: la madurez social e intelectual de una elite revolucionaria, el proceso secularizador del conocimiento, .la brecha cientfico-educativa, y el segregacionismo en los flujos educativos y culturales. C-I Madurez social e intelectual de una elite revolucionaria.

El verdadero sustrato de la transicin del orden imperialabsolutista al sistema modernizante del orden nacional-republicano habra consistido en la articulacin interna de una autntica esfera pblica. Sin embargo, la crisis poltica o de las elites que concibieron la denominada independencia fue interpretada por Kossok (1959, 1974), Romano (1966), Carmagnani (1976) y Chiaramonte (1982, 1989) como consecuencia exclusiva de una coyuntura externa. Este ltimo autor opina que en el Virreinato del Ro de la Plata la clase o elite que concibi la independencia careca al momento de protagonizar dicho fenmenode madurez social e intelectual.134 El salto o ruptura entre un pensamiento adherido a las formas tradicionales hispnicas (escolstica y barroco) y el pensamiento Ilustrado de la independencia (enciclopedista) se explicara, segn Chiaramonte, como efecto de las presiones ejercidas por la coyuntura internacional.135 Esta explicacin correra el riesgo de estar reincidiendo en la remanida tesis de DePauw acerca de la inferioridad del hombre americano.136 Ms an, la tesis de Chiaramonte supone --segn Fernndez de Amicarelli y Ciriza (1990)-- un esquema demasiado simplista, cuando en realidad dicho salto habra sido la expresin de una prolongada acumulacin de contradicciones (espirituales, ideolgicas, polticas, sociales, econmicas, burocrticas, militares, eclesisticas, etc.) en el interior mismo de la sociedad colonial.137 La historia poltica lograra entonces integrarse cuando las historia de las contradicciones puramente polticas se empalme a la historia de las contradicciones econmicas, sociales y culturales. De ah que, segn Amicarelli y Ciriza, no es posible negar la relacin entre movimientos precursores de la independencia (rebeliones comuneras de Paraguay [1721-35], Corrientes [1764], y Traslasierra [1774] y rebeliones de originarios en Chile [Mapuches] y el Alto Per [1782]) con el proceso de independencia propiamente dicha (1810). La tesis de Chiaramonte no podra explicar, entre otros muchos problemas, la pregunta que tan lcidamente se formula Izard (1992) acerca de porqu varias juntas americanas rechazaron tan decidida y simultneamente la regencia gaditana, o la asombrosa sincrona con que la coyuntura napolenica oper como un catalizador que fue aprovechado simultneamente por las elites de todas las colonias espaolas.138 Esta simultaneidad no tendra otra explicacin que la de una profunda madurez social e intelectual. Asimismo, llama la atencin cmo Chiaramonte, quien reconoce al estudiar la vida intelectual del cannigo Juan Baltasar Mazielque el derecho era en el Ro de la Plata en la segunda mitad del siglo XVIII campo crucial de las disputas sobre el regalismo,139 no haya investigado la serie tribunalicia de la Divisin Colonia existente en el Archivo General de la Nacin, o los libros de Capellanas del Archivo del Arzobispado de Crdoba, fuentes primarias inditas donde habra podido compulsar innumerables escritos de la elite intelectual de entonces.140 Cabe finalmente acotar que del medio centenar de documentos reeditados por Chiaramonte a partir de las Asambleas Constituyentes publicadas por Emilio Ravignani no existe uno slo que abone su hiptesis de la inmadurez de la elite criolla rioplatense, as como tampoco hay texto alguno que haya sido descubierto indagando la riqusima cantera documental primaria existente en los Archivos de Buenos Aires, La Plata, Crdoba, Mendoza, Tucumn, Salta o Sucre.

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Entre otros muchos escritos, pueden consultarse los alegatos del doctor Juan Manuel de Labardn contra el colonialismo,141 el del doctor Pedro Medrano, de 1790, sobre la tirana y la libertad;142 el de Toms Valle en 1795 como defensor de dos franceses en la causa criminal por delito de sedicin popular;143 los del Protector de Naturales del Tucumn Salvador Alberdi Egaa,144 de 1799, contra el Alcalde de Segundo Voto de Tucumn Pedro Antonio de Zavala, por maltrato a los indios;145 los del doctor Mariano Prez de Saravia (graduado en Santiago de Chile) ante la Real Audiencia de Buenos Aires en defensa de: a) los reos de Oruro,146 b) el comerciante Toms Antonio Romero, acusado de contrabando,147 y c) el bloque del Cabildo de Crdoba liderado por el doctor Gregorio Funes, y contra los cabildantes que renunciaron al fuero capitular sometindose a la jurisdiccin eclesistica;148 el del doctor Miguel Garca de la Huerta, de 1816, contra la aplicacin de las leyes del mayorazgo en las capellanas laicales; los del Lic. Fernando Prez de Bulnes y del doctor Jos Francisco de Acosta, de 1799, contra el clericalismo vigente en Crdoba y Buenos Aires, para que las capellanas no sirviesen a los curas ya consagrados y para solemnizar oratorios y das de precepto sino para satisfacer el deseo de los hijos y deudos de estudiar y alcanzar las rdenes sagradas; los de Mariano Zavaleta, Juan Jos Castelli y Mariano Moreno (los tres graduados en Charcas), contra el Estatuto de la Limpieza de Sangre que defenda el doctor Alexo Castex;149 los del doctor Fernando de Arce y Bustillos en 1776, de Nicols Garca Guillado en 1778, y de Carlos Estela en 1782, contra el nepotismo vigente en el Cabildo de Crdoba;150 los del doctor Pedro Arias Velsquez contra el nepotismo del teniente asesor de Salta Jos de Medeyros; el del doctor Antonio Ezquerrenea (graduado en Charcas en 1792) contra el nepotismo de las elecciones capitulares de Catamarca, acontecidas en 1810; y los escritos de los doctores Juan Jos Castelli, Mariano Zavaleta y Antonio Ezquerrenea, contra los sucesivos actos de nepotismo y racismo del cabildo sanjuanino, defendidos tambin por el doctor Alexo Castex; el del teniente coronel y comandante de las Milicias Urbanas de Mendoza don Miguel Tlles Meneses, contra el patrimonialismo de los cabildantes propietarios de Mendoza;151 el del doctor Mariano Moreno, firmado en 1810, contra la extralimitacin ejecutiva del poder jurisdiccional de los alcaldes;152 el de Juan Bautista de Isasi, de 1796, contra el fuero exclusivo de los milicianos;153 el del Den Gregorio Funes, en representacin del obispo de Tucumn ngel Mariano Moscoso y Peralta, contra el ceremonial de visitas con capa magna impuesto por el gobernador de Crdoba Rafael de Sobremonte;154 el de 1794 del doctor Jos Vicente Carrancio sobre los recursos de fuerza;155 el del doctor Mariano Irigoyen, de fines del siglo XVIII, contra el latifundismo de los terratenientes entrerrianos; el del doctor Simn Garca de Cossio sobre que las crceles no deben ser para castigo de los presos;156 y las del doctor Antonio Ezquerrenea contra el castigo de nios; y sobre el tratamiento honorfico de don.157

C-II. Proceso secularizador del conocimiento (1800-1862). En medio de la quiebra del orden imperial-absolutista, de la ruptura de los sub-rdenes patriarcal, patrimonial, estamental, seorial, esclavista, corporativo, regalista y neptico, de la disolucin del monopolio mercantil espaol, de la fractura de la legitimidad virreinal y de la emergencia de polticas librecambistas hegemonizadas por el naciente imperialismo Britnico, la lucha nacional-emancipatoria --alimentada con el repudio al holocausto indgena denunciado por la Ilustracin (Voltaire)-- estuvo ntimamente vinculada a innovadoras y secularizadoras instituciones de control simblico, cuya recepcin aconteci obviamente en forma tarda.158 Amn de la recepcin de la literatura enciclopdica, en el Ro de la Plata se cultivaron mltiples tertulias y se divulgaron sermones, evangelios y catecismos patriticos, y tambin ciertos imaginarios (tradiciones y leyendas), algunos de los cuales pusieron el nfasis en el pasado incaico y en los mitos bblicos y griegos clsicos, como el mencionado mito hesidico de las razas.159 Este ltimo

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mito, adaptado al mundo rioplatense, habra consistido en una raza mestiza, producto de la mezcla entre conquistadores e indgenas, equivalente a la raza de plata de dicho mito hesidico, que en nuestro caso sera la criolla enfrentada entonces a los peninsulares que arribaron con la recolonizacin Borbnica dieciochesca.160 Del mismo modo se puso nfasis en nuevas territorializaciones, corporizadas en los separatismos Rioplatense, Altoperuano, Paraguayo y Uruguayo, los cuatro desprendidos del seno mismo de los antiguos Virreinatos del Per (1544-1776) y del Ro de la Plata (1776-1810), y ms luego --con el derrumbe del imperio espaol-- en la balcanizacin de las GobernacionesIntendencias y los nuevos separatismos correspondientes a cada una de las provincias. Estas ltimas vinieron a constituir la nacionalidad Argentina y fueron tambin desgajamientos del propio seno del Virreinato del Ro de la Plata (1816).161 Estas balcanizaciones privaron a las Provincias Unidas del Ro de la Plata (uno de cuyos desprendimientos fue conocido despus como Argentina), del contacto con los dos centros tnicos vernculos de ms intensa identidad civilizatoria pre-moderna, las civilizaciones quechua y guarantica, lo cual provocara en el futuro mediato trgicos y sangrientos episodios.162 Estas nuevas instituciones crecientemente secularizadas que vinieron a otorgar legitimidad al accionar revolucionario estuvieron diseadas a imagen de la Francia revolucionaria y operaron como una transicin desde los repositorios y colecciones reales hasta las instituciones pblicas nacionales (Biblioteca Nacional, Museo Pblico de Buenos Aires, Academia de Medicina, Registro Oficial, Direccin de Geodesia y Catastro).163 Tras el colapso de la metrpoli colonial espaola, la implosin o desmembramiento del espacio imperial y la fractura de las legitimidades virreinales e intendenciales, y tras un prolongado enfrentamiento con el Imperio del Brasil (1816-1827), que separ a ambas bandas del Ro de la Plata, se desat una larga guerra civil y un cesarismo con connotaciones despticas cuasi-orientales (1828-1852), que fue alimentado por la hegemona escolstica-jesutica de la Santa Alianza (Canciller Metternich). Esta hegemona estuvo en el Ro de la Plata inspirada en el pensamiento de Bernardo Berro, que retrotrajo la cultura Rioplatense a los esquemas simblicos y jurdicos del absolutismo escolstico Habsburgo. Las postergadas y reprimidas casas de altos estudios se subordinaron a la creciente competencia con la enseanza privada; y la elite acadmica nucleada en la clebre Asociacin de Mayo, liderada por Estban Echeverra y Florencio Varela (Generacin de 1837), se vio constreida a exilarse en Montevideo y Santiago de Chile.164 Superado este trgico contexto as como las amenazas colonizadoras anglofrancesas (1839-1845), contemporneas de la conquista de Argelia, Argentina fue emergiendo lentamente como estado-nacin (1862-1880) poniendo el eje de su inters en la tercera etapa de un antiguo proceso de secularizacin, que se haba iniciado con la Expulsin de los Jesuitas (1767) y continuado con las Reformas Eclesisticas Rivadavianas (1822-23), y que comprenda la escuela laica, la educacin media, la universidad pblica (UNLP, 1886) y los organismos de ciencia y cultura (Academias, Museos, Observatorios Astronmicos, Bibliotecas, Laboratorios, Teatros, Archivos), los cuales monopolizaron el apego por una poltica cultural y universitaria francamente modernizadora.165

C-III Brecha cientfico-educativa (1862-1890) En los estertores de la modernidad absolutista (Ilustracin), cuando el mundo presenciaba una asombrosa fragmentacin de la ciencia y una estimulante humanizacin romntico-liberal, nutrida por el utilitarismo Benthamista, el saint-simonismo y el spencerismo; y en l prevaleca un capitalismo industrial tardo (Prusia, Italia), una acendrada estratificacin en clases sociales, una burocratizacin republicana (divisin de poderes), y una escolaridad pblica, laica, gratuita,

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universal y obligatoria (Jules Ferry en Francia); y cuando las potencias imperiales (Gran Bretaa y Francia) se disputaban la particin de Asia, frica y el Medio Oriente, los Estados Unidos se debatan en una cruenta Guerra Civil, y en el continente Latinoamericano se libraba la resistencia contra la Intervencin Francesa (Mxico, 1865), y las Guerras del Paraguay (1864) y del Pacfico (1879), todas ellas alimentadas por previas balcanizaciones y despojos territoriales, en la Argentina (Organizacin Nacional, 1862-1880), luego de una profunda crisis de legitimacin y gobernabilidad, se impusieron mltiples rupturas y flujos histricos. Confirmando la intervencin del mito tnico (o criollo) como necesario elemento dinmico explicativo de la emancipacin americana, tras dcadas de sangrienta lucha cobr fuerza primero una voluntad nacionalista por sobre la mera voluntad confederativa (en provincias o fragmentos de estado, Pavn, 1862). Veinte aos ms tarde se impuso una reivindicacin federalizadora de la ciudad y aduana de Buenos Aires (Los Corrales, 1880). Sobre la base de estos logros polticosimblicos, y en menoscabo de concepciones patrimonial-estatistas en materia econmica y de regmenes clericales y privatistas en materia educativa (Bossuet-Metternich-Berro), se inauguraron polticas legitimadoras en materia de liberalismo econmico, modernidad cultural (absolutizacin, secularizacin, laicizacin y codificacin civil, educativa y profesional), progreso material (nacionalizacin de la Aduana y standardizacin del transporte, comunicaciones e imprenta), anexionismo territorial y su racializacin biolgica, concretada en la limpieza tnica o genocidio indgena (Conquista del Chaco y del Desierto).166 No obstante el social-darwinismo vigente, es preciso aclarar que en el mundo indgena las Misiones religiosas de Franciscanos y Salesianos lograron encarar polticas evangelizadoras o catequizadoras. Sin embargo, estas ltimas no pudieron disfrazar sus fines culturalmente "civilizatorios".167 Para ese entonces, en Alemania, influidos por la pedagoga positivista (Comtiana) y la lingstica comparada (Humboldt), se rompi con el paradigma pedaggico profesionalizante o carrerista de la universidad Napolenica (Cousin), y se introdujo la nocin de la unidad de la investigacin y la docencia, como ncleo central de la universidad moderna, enemiga de las escuelas superiores y especiales y de las profesiones liberales, nocin que por su precisin y capacidad de especializacin model en Alemania las relaciones entre el sistema cientfico y el estado.168 Pero en Argentina, en medio de la hegemona cultural francesa y la persistencia de las pautas de la modernidad absolutista, herederas del imperialismo cultural espaol (conquista y colonizacin barroco-renacentistas), se formul como parte de un innovador programa poltico la formacin de una identidad cultural nacional, cuyo contenido n