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EL CHAMIZAL Y ALGUNAS CUESTIONES DIPI,OM..ITICAS PENDIENTES ENTRE MEXICO Y LOS ESTADOS UNIDOS Por rl Licenciado CÉSAR SEP~LVEDA, 1)irretor de, la Facultad de Derecho de la U. N. A. M. El asunto del Chanizd.-No drja de Fer iiiteresante oliservar la fe que que en el arbitraje ha puesto México a lo largo del siglo y cuarto de su vida independiente, ni la dedicación con que ha ocurrido a cste método jurídico de arreglo para tt,rminar contrt~vcrsias con otras naciones. En la pasada centuria y en el primer tercio de ésta -o sea. coincidiendo con el desarrollo y el ocaso de esta noble institución- la República Mexicana ha utilizado el arbitraje en frrcuentes ocasiones, liaciendo honor a su convicción interna- cional de que las diferencias entre los miembros de la comunidad internaciu- nal deben manejarse siempre a través de procedimientos pacíficos, prefc- rentementc legales. Pero en contraste con esa dcvoción a la justicia internacional rs des. alentador observar a1 mismo tiempo In mala fortuna y las adrersidadrs con que México Iia corrido en todas las instancias. Desde las primeras arbitra- ciones rstc país padeció trato desigual, imposiciones, abusos, cuando no fue víctima de la ialta de prpparación de sus comisionados arbitradorrs. Por no enumerar sino &>lo unos casos relevantes, puede mencionarse que en la Co- misión México-nortcunicricana de Reclaniacioiies, en 18-18, el trihunal acogió cl fraude d<: Gardiner' y fiie mcncstcr una larga discusión para recuperar, sin interés, lo indebidamente pagado por México. EI: la Comisi6ii de 1868 Thornton adjudicó millones a Weil y a La Abra, desestimando las más evi- dentes pruebas de fraude, y fueron menester 32 largos años dc arduas nego- ciaciones para recuperar lo defraudado. Tanto en esa Comisión como en - 1 hlaani-, J. B. History ond nigest o/ tke Internotionol Arbirrotiom ro which the United States has 6een a Party. Vol. 11, 1264-65. 2 Maone, J. B. lnternationnl Arhiirntions, 11, pp. 1287-1369. SEPÚLVEOA, C. Dos Re- www.derecho.unam.mx

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EL CHAMIZAL Y ALGUNAS CUESTIONES DIPI,OM..ITICAS PENDIENTES ENTRE MEXICO Y LOS ESTADOS UNIDOS

Por rl Licenciado CÉSAR SEP~LVEDA, 1)irretor de, la Facultad de Derecho de la

U. N. A. M.

El asunto del Chanizd.-No drja de Fer iiiteresante oliservar la fe que que en el arbitraje ha puesto México a lo largo del siglo y cuarto de su vida independiente, ni la dedicación con que ha ocurrido a cste método jurídico de arreglo para tt,rminar contrt~vcrsias con otras naciones. En la pasada centuria y en el primer tercio de ésta -o sea. coincidiendo con el desarrollo y el ocaso de esta noble institución- la República Mexicana ha utilizado el arbitraje en frrcuentes ocasiones, liaciendo honor a su convicción interna- cional de que las diferencias entre los miembros de la comunidad internaciu- nal deben manejarse siempre a través de procedimientos pacíficos, prefc- rentementc legales.

Pero en contraste con esa dcvoción a la justicia internacional rs des. alentador observar a1 mismo tiempo In mala fortuna y las adrersidadrs con que México Iia corrido en todas las instancias. Desde las primeras arbitra- ciones rstc país padeció trato desigual, imposiciones, abusos, cuando no fue víctima de la ialta de prpparación de sus comisionados arbitradorrs. Por no enumerar sino &>lo unos casos relevantes, puede mencionarse que en la Co- misión México-nortcunicricana de Reclaniacioiies, en 18-18, el trihunal acogió cl fraude d<: Gardiner' y fiie mcncstcr una larga discusión para recuperar, sin interés, lo indebidamente pagado por México. EI: la Comisi6ii de 1868 Thornton adjudicó millones a Weil y a La Abra, desestimando las más evi- dentes pruebas de fraude, y fueron menester 32 largos años dc arduas nego- ciaciones para recuperar lo defraudado. Tanto en esa Comisión como en -

1 hlaani-, J . B . History ond nigest o/ tke Internotionol Arbirrotiom ro which the United States has 6een a Party. Vol. 11, 1264-65.

2 Maone, J . B . lnternationnl Arhiirntions, 11, pp. 1287-1369. SEPÚLVEOA, C. Dos Re-

www.derecho.unam.mx

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las de Reclamaciones de 1923-1934 las demandas pres~ntadas contra México se abultaron exageradamente, y en otras, como en la de 1839, se incluyeron casos inexistentes o infundados3 y si prestamos atención al arbitraje de la Isla de la Pasión (Clipperton) puede concluirse que se despojó a la Repú- blica de sus derechos territoriales, en 1931, a través de una iiiconvincenie sentencia, que no satisface a ningún jurista imparcial. Lo admirable es que pese a tantos infortunios México haya mantenido su vocación hacia la justicia internacional. También es digno de admiración que en ningún mo- mento se han dejado de cumplir las obligaciones resultantes de los fallos adversos a esa República.

De ahí que cuando el Tribunal de arbitraje resolvió el 15 de junio de 1911 asignar a México la porrión del Chamizal que le correspondía conforme a las más aceptables normas internacionales, "ste país reforzó su confianza en la institución arbitral. Al fin y al cabo, se pensó, el derecho puede im- ponerse a las naciones más grandes. Pero pronto el malabarismo legal y la animadversión de la Casa Blanca hacia los gobiernos revolucionarios obs- taculizaron el cumplimiento, y ese pequeño trozo de territorio no se revirtió a su dueño. La nación mexicana hizo de ese punto una materia de honor, rodeada de sensihilidad política y de alguna exageración.

Tales condiciones volvieron difícil cualquier entendimiento. No debe cul- parse a los Estados Unidos he ser enteramente reacios a encontrar una fórmula capaz de terminar el problema, pues durante los años de 1912 y 1913 presentaron el gobierno mexicano tibias propuestas para canjear el Cha- miza1 por la Barra del Horcón y cierta suma de dinero, y el gobierno de

clomociones lntemacionole; Fraudulentos contra MÉzico: Los cosos de Weil y d e 10 Abro. Archivo Histórico Diplomática Mexicano. (En Prensa).

8 SEP~LVEDA, C. Sobre reclamaciones de norteornericanos a Mérico, en "Historia Mexicana", No. 42 (1961) pp. 190-191. Las adjudicaciones llegaron coma promedio al 2.6362% de lo reclamado. Vide FELLER A. H. The Mericon Cloims Comissions (1923. 1934). En la Comisión de Reclamaciones de 1868. Alcanzaron sólo 4/10 de 1%. Vide SEP~LVECA, las reclamaciones, pp. 68.

' la sentencia en "Ameriean Joiirnal of Inlerriational Law". No. 26 (1932) p. 390. Comentario de ella por DICKINSON, E. D. en A.J.I.L., No. 27 (1938) pp. 130-137. RILSTON, J. H. en Supplement to The Law and Procedure of Inter~~ationol Tribumis, pp. 155-156, critica abiertamento el fallo.

6 El compromiso de arbitraje en C ~ s ~ s i s , Joaqiiíii D. El Charniiol, Demonda, Ré- plica, Alegato c Informe: México, 1911, pp. 3-8. La Sentencia. en ibid, p. 1045, Véase también, BELTR~N y PUCA, Fernando. Memoria Documenroda del Iiiicio d e Arbitraje del CFunrirol, México, 1911.

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Illadero Ilrgó a proponer también alguna r ia dc solución0 pero las condi- ciones de aquellos días no resilltaban muy favorables para la nt.$ociaciúri. Tampoco puede reconocerse que hléxico haya andado muy activo recllii- riendo el cumplimiento del laudr~.

Dos fueron los argumentos expuestos entonces por los Estados Unidoi para no dar satisfacción al lado arbitral <Ir1 Chamizal. El primero, de iridolv práctica, o sea que cl fallo no establecía los lufares por donde dehería i r la lírica divisoria. Esta prcmisa cnrecr de fuiirza. pues ni> toca a los tribunalri de arbitraje sino a Ins comisi<ines técnicas la drturminación de la frontera. y hubiese liastado con iin poro de liucna \.nliir.tad para concluir cori rl proltl~ma pendiente.

El otro alegato cs <le índole jurídica. pero más aparatoso que efectivo, ? consistió rii exponer la sutil objeción que el compromisu de arbitraje seña- laba que el tribunal debería decidir sobre todo el terrrno del Chamizal, !. en cambio, lo había dividido rn el laudo, con 11) cual la sentencia se volvía imposible de ciimplir. Si se analizan el convenio y la sentencia puede ohser. varse que éste es iin argiimento de valor minimr,. En r f ~ r t o , se estableció en la Convención dc 1910;

" Art. 111.-La Comisión decidirá única y exrlusivamri~te si -1 domiiiii~ eminente snhre el territorio del Chamizal nrrrsponde- a Mexico o a los Estados Unidos dr América.. .''"

Pero la correrta interpretación dctermiiia que sólo E? quisirron poiit,r límites al tribunal, o sea de qup no se fueran a jiizgar otras materias dife. rentes de la cuestión territorial, del dominio cminrnte. Esto es, la preocu- pación de los redactores del compromisu evidentemente era qiie los árbitros no estudiaran cuestiones conexas al territorio, como aguas, rte. Pero el compromiso de ninguna manera y excluye la posihilidad de que se resol- viese el asunto con hase rn las reglas de clerccho más razonables y apro. piadas al caso.

I'or otra parte, aun cuanrlo se aceptara que rl triliunal no se apegb al pncio, ello no arma la excepción de abuso de derecho, pues esta materia se reserva para casos graies de violaciones procrsalrs o de rlesvío de poder, o bien, para ejercicio indebido de un derecho 5- no para asuntos en los que, -

Voreiga R e l a i i ~ ~ ~ i , 1912. pp. 506.7: 961-65. Foreign Relatioiis, 1913, p. YvI. ,t. Y i O . ' 1-ti A.I.I.I.., (1911). p. 120.

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se aplicaron correctamente las normas existentes y que ofrecen una solu- ción razonable. S

De cualquier manera, la cuestión del Chamizal es una materia de arreglo difícil. Lo prueba la circunstancia de que se han hecho ajustes muy impor tantes en la frontera mexiro-norteamericana a ambos lados del Río Bravo, que implican la transferencia de áreas de territorio mucho más grandes eii

superficie que la de ese controvertido trozo, sin muchas dificultades. Así, por la Convención de 20 de marzo de 1905 se habían intercambiado entre las dos naciones 58 "hancos"0 y en 1933 al rectificarse por virtud de un tratado el cauce del Río Bravo en la zona de Juárez-El Paso, se trazó un canal que segregaba terrenos poseídos anteriormente por el otro país, y se efectuó con ello la compensación realizada en el caso de los "bancos", lo

Bien, todo esto es historia pasada. Veamos ahora las posibilidades de ajuste. La solución más plena y satisfactoria sería el cumplimiento puntual del laudo de 1911, esto es, localizar lo más aproximadamente la línea del Río tal como debió haber existido en 1864, antes de la gran avenida, y entregar la porción a México. Con ello se terminarían viejos resquemores, se disiparían consejas y repercutiría el asunto favorablemente en el com. plejo general de las relaciones diplomáticas. De ahí podría partirse a arre- glos suhsecuentes en otras materias.

De no lograrse éste, el asunto se vuelve un tanto más difícil. Pero la negociación inteligente y la buena fe p u ~ d e n llevar a la realización de algún plan intermedio, por ejemplo, el propuesto por el actual Embajador norte- americano Mann, y que consiste en términos generales en trazar en esa parte un cauce nuevo y más práctico al Río Bravo, menos sinuoso, de ma- nera de hacer quedar al Sur de ese río una porción del Chamizal -la cual se conectaría con el adyacente Corte de Córdova- junto con una porción territorial norteamericana de tamaño suficiente para completar con ella 160 hectáreas, aproximadamente, o sea la dimensión que toca a la República Mexicana de ser aplicado el fallo. Naturalmente, se supone que el costo de esa obra debería ser cubierto por los Estados Unidos, para compensar la inejecución del fallo por tanto tiempo. -

8 Km, A. C. L ' A b u de Droit en Droit Internationd, 1953, passim. OPPENHEIM. LAUTERPACHT, Internotional Law, Vol. 1 , 8th Edition, pp. 345-47.

9 Tratados y Convenciones vigentes entre México y otros Paises. Secretaria de Rela. ciones Exteriores, 1930, Tomo 1, pp. 187-189.

10 Tratados y Convenciones, Tomo V, pp. 79.102.

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Pero para llegar a encontrar una atmósfera favorable es menester pre- parar cuidadosamente la opiniSn pública mexicana, tan surtida de justifi- cada suspicacia, y convencerla, a base de buena fe, de la necesidad de re-

mover esa causa de fricción y de diferencia. Aunque difícil, ello no parece imposible.

Creo sinceramente que si pudiera eliminarse de este desagradable legado se darían condiciones mejores para las relaciones entre ambos países, y que de ahí podría partirse con perspectivas más buenas a ajustes en otros campos. Por ello se justifica un esfuerzo para acabar cuanto antes con este desacuerdo.

El problerna de las aguas salirlas del Río Colorado.-El Tratado para la Distribución de las Aguas de los Ríos Bravo, Colorado y Tijuana del 3 dr. Febrero de 1944" representa a primera vista un arreglo razonable entre México y las Estados Unidos, pues al fin y al cabo la Repúlilica Mexicana venía a recihir por este instrumento internacional ciertos volúmenes de agua para irrigar con los que no contaba para entonces. Por otra parte, el Tratado constituye un interesante punto de partida, pues por él se reconocc expresamente rl principio tradicional de que los ríos que tocan a dos o m& países son rios internacionales, y que par ello un Estado debe a otro cierta obligación con respecto a las aguas de esas corrientes internacionales, y que esos deberes deben definirse, para prevenir la incertidumbre y el mal uso, en perjuicio de otro Estado.

Es necesario reconocer que el gobierno de los Estados Unidos hubo dc vencer utia fuerte oposiciíin de los Estados occidetitales, quienes reiteraban la po.=icií>n unilateral y ultranacionalista de que la nación de aguas arriha tiene todos los derechos, inclusive hasta el abuso., para disponer a su antojo de esas aguas.

Empero, lo que no observaron los juristas inexicanos en ese tiempo y si lo vieron, lo pasaron por alto por alguna razón, fue que conforme a normas bien establecidas del derecho dc gentes, México tenía incuestionable derecho a iina parte considerable de las aguas del Río Colorado, y que, en realidad, El Tratado de 1944 venía a congelar en un nivel bastante bajo, tal vez para - " En United Stotes Treaiy Series, Vol. 3, p. 313. Véase en el Tratado de Aguas Internacionales celebrado entre México y los Esia<lus Unidos el 3 de febrero de 1944, Secretaria de Relaciones Exteriores, México, 1947.

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siempre, los derechos mexicanos de las aguas sin prever el desarrollo de las comunidades que pudieran aprovechar esas aguas río abajo, en la Baja California, o en Sonora.

Como quiera que sea, el Tratado de Aguas de 1944 había venido pro- bando ser un buen instrumento, operativo y razonable hasta que ciertos intereses' del Estado de Arizona decidieron tratar grandes extensiones de tierra "lavándolas", y arrojando otra vez al Colorado los desechos resul- tantes, con lo que el contenido de sal de las aguas, de por sí ya aumentadu por la sequía y la evaporación de estas épocas, llegó a un extremo que las volvía ineptas para cualquier uso, a más que, por no haberse participado oportunamente esa acción, numerosas tierras algodoneras mexicanas se vieron dañadas, quizás permanentemente. Las pérdidas en esa zona, por tal motivo, han sido cuantiosas, y afectan seriamente la economía mexicana. Por otra parte es indudable que esa actitud siembra la incertidumbre con iespecto al Tratado entero, y lo convierte en un instrumento vacilante.

Resulta desalentador observar que a pesar del desarrollo innegable del derecho internacional, y de la gran copia de pactos para el arreglo pacífico de controversias de que son parte tanto México como los Estados Unidos, no haya sido posible buscar ya una solucióii en lo que se refiere a esas aguas saladas no sólo en lo venidero sino para ver de reparar los daños causados por esa injustificada acción y para reforzar e1 pacto.

Esta cuestión, como todas las materias relativas a límites, posee un contenido de gran sensibilidad emotiva, que podría degenerar desfavora- blemente y poner a prueba después los métodos para resolver las contro- versias. Es también una cuestión que grava el conjunto de las relaciones méxico-norteamericanas, pues el Tratado forma una p i ~ z a muy importante del sistema actual de entendimientos.

A estas alturas del progreso institucional del dereclio de gentes y de la comunidad internacional hay todavía quienes tratan de encontrar justifi- cación para un acto de esta naturaleza, que originado en el propio terri- torio, causa daño a otro Estado.

Desde los iiempos de las tres reglas de Washington se incrustó en el derecho internacional público que no debe utilizarse el territorio para causar lesión a los derechos de otro país, así sea resultado de negligencia. Esas excelentes normas se han adentrada en la práctica de los Estados, y de su tronco se han desgajado nobles ramas que han dado vida a instituciones tales como la limitación a la propia soberanía en materia territorial, a la comunidad de intereses, y, por contrapartida, a la institución del abuso de derechos. En numerosas ocasiones los tribunales internacionales 7 también

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la Suprema Cortt: de 103 Estadus Unidvs liari pagado Iiomenaje a estos pre- ceptos'% y que éstos son no sólo normas de derecho natural sirio tamhién reglas que ri-ideiiciaii tina prictica grrieralmen:~! aceptada como derecho.

I'ero junto a ello dcbc agrrgarse que rn el <:aso existen claras obliga- t:iiiri<:s <:oiitractuales, y que como todos los pactos internacionales, cl Tratado de A ~ ~ i a s c:stá prv~idido ¡mi. In Lucna fe, que rigv en el ejcrcicio de los derechos derivados del Tratado. Los juristas mexicanos entendemos qur cuando los países Ileraii a efecto un tratado, cuando se asumen obligaciones ~:i>iitrartuales, los dpreclios que entran en conflicto con esas obligaciones, sti <.ntiendcri rc~tringidos, cuando no renunciados. Que es inherente a la I~uena ir qur los <lerecbos derivados dehcn cjerrcrse raionahlemeiite y sólo o, forma apropiada 1- necesaria para el fin tra~ado. El pacto, pucs, debe ser cquiiatii-o para ambas partes y no para qiir una de pilas obtenga una rcri-

taja desmedida. Cualquier quel>rantamiento de la línea de balance entre los rcsprctiros

intereses y derechos constituye una ruptura del propósito original del pacto, un abuso de derechos y una violaci6n de las obligariones y lógicamente, no puede funcionar bien un compacto de dereclios y delleres en el que no se observan las cualidades de jiiego limpio y de absoluta huena voluntad. La iiiterpretaciún de este pactu, a la luz de las normas habituales de hcrme- iiéutica y de los principios dt: la I~uena vecindad, de la equidad, de la comunidad de intereses, <le la huena fe, rrcliij-e <:ualquier privilegio prc- fcrencial en favor <le una de las partes y cualquier abuso.

Por ello ha de verse con alarma quc exista rierta intransigencia y que no sc haya llegado ya a poner un control a tales actos, sobre todo cuando el Tratado proporciona un régimcn ad~cuiido para toinar providencias fun- dadas en la hueii:i vecindad y eii los principios m b razonables. " Debe espcrarsc, sin embargo, que por tratarse de simple exégesis, que sólo re- quiere la buena diipoiiri6ii tic1 goliirrno federal norteamericano y el des- pojarse de algiirios intrl-<,i<,.. pi>litic<:s. PI principio de lealtad a los pactos arabará por prevalr~cri-, con ello sr hahrá dado un fran paso para su- --

' V é o n s e Hea:iiigs heiore tlic Coiiirriiiirr uf T o r ~ i ~ % Kelations. U.S. Senate, 79 (:oii-rrss 191. SPSE., l'arl ( 1 ~ 5 ) .

13 Por ejriiip!,,: Tri;il Siiiclier Lase (1941). Repoi-1 of Iriliri~alional ArLitral Ax~.ard, 111, p. 19011. Kansas vs. <:oloindo, 185 V.S. 205; 206 V.S. 46. Conneeiicut 7s. Mnssuchos- seits, 287 \'.S. 660. New Jrrsry ri. Nelv i'ork, 283 \'.S. 336. llisaouri rs. Illinois, 200 V.S. 496. Nt.biiiakn i s . \T'ya~iiirin, 3-5 V.S. 589. Caso Sorieté Knetgie E!ectrique rs.

Cornp;ii.nin Imi~rcces 1~:leiiriclie Liniiri, ante la Corte de Casación de Italia, 1939. (en Annual I>iee.st o/ Pu1,i;c Inrerrauiionol Lnw Cares. 1938-1940, p. 120). Para abuso de di-reclio;, véase ¡:HI.SG, B. Ceriei<:! Principies nf Lnui, pp. 121 y ss.

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494 CESAR SEPULVEDA

primir otro desagradable episodio del intercambio entre los dos países, que también está gravando todo el panorama de las relaciones.

La pesca en el Golfo.-Sorprende que pueda hablarse de fricciones en relación con este problema, frente a los adelantos que se advierten en el derecho de gentes y en la convivencia internacional. Sin embargo, ellas existen, y se manifiestan muy acusadamcnte, afectando el buen entendi- miento con los Estados IJnidos.

En 1933-35 hubo un brote desagradable y ríspido entre las dos naciones, esa vez en el Pacífico, por causa del pez usado como cebo para el atún, pero las cosas pudieron parcharse más o menos satisfactoriamente. l5 Ahora el debate se origina por culpa de los bancos de camarón, que desde el litoral de la Florida, de Louisiana y de Tejas, se han desplazado hacia las costas mexicanas de la Sonda de Cam~eche, dejando desprovistos aquellos litorales. Pero esta cuestión es susceptible de esparcirse por causa de la escasez de otros productos marinos o por la concurrencia de terceras po- tencias, que codician ahora los recursos pesqueros del Golfo. La contro- versia se mueve, además, y se agrava por la falta de empeño de buscar una solución elegante a esta suerte de problemas.

Hoy día, después de observar el trabajo de codificación de la Comisióii de Derecho Internacional sobre los recursos del mar, y de las dos confe- rencias de Ginebra sohre cuestiones marítimas, ningún jtirista internacional puede poner siquiera en duda que la famosa regla de las tres millas está relegada al pasado, y que la moderna comunidad internacional precisa ahora de normas con mayor consenso general. ' 8 Más bien aparece ahora que lo de las tres millas es una política, y no una norma legal.

14 El articiila 24 d) del Tratado establece que la Comisión tendrá facultades para: "Rrsoli~er, ron la aprobación de los Gobiernas, todas las diferencias que se cinsciten entre ellos sobre la interpretación o la aplicación del presente Tratado. Si los Comisionados no llegaren a un acuerdo, darán aviso a r-ri Gobierno, apresando sus opiniones respectivas, los fiindamentos de su decisión y los puntos en que difieran, para lo discusión y ajuste de la discrepancia por la vía diplomática, o c m objeto de que se apliquen, en su caso,

los convenios generales o especiales celebradas entre los mismos gobiernos para resol". cibn de controversias".

15 Véase la controversia en HACKWORTH, G. H. Digert o/ Internatianal Low. Wash- ington, 1941, Vol. 1, pp. 639 y SS.

1% Las Estados Unidos, reducto Último de la vetusta regla, estaban preparados en

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Pero, además. los abogados mexiran<is sostt-nemos: en lo que se refiere a los Estados Unidos, 13 correcta proccdciicia de una anchura de nueve mi- llas náiiticas, por lo menos. Tal ha sido consignado en instrumentos inter. naci~>nales concluídos entre las dos nacioncs, y tal se ha establecido en nuestros Ir,!~rs desde liace dkadas. '7 De modo es qiic si hemos de hablar de una costiimhre internacional, aquí contamos con los elementos todos quc dan cucrpo a iina clara regla dc comportamiento, fija y determinada. De esa mariera, el asunto no amerita discusión: la soheranía en territorio del Estado Mexicano sc extiende, en el mar: tres leguas marinas.

Eso brevemente por lo que se rclierc a la extensión de las aguas terri. toriales. Pero cabe ohservar que se ha11 confundido tradicionalmente dos nociones que deben manejarse separadamentc. pues el coiicepto de anchura del mar marginal iorrcspande a una idea dc seguridad y de supremacía te. rritorial, en tanto que la pesca atañe a la ronservociúii y utilización de Tecursos naturales rcnovables. Dicho de otra manera, en pureza técnica, )~

a esta altura de desarrollo del derecho internacional, no deben mpzclarsc las cnestioncs de policía territorial con las dc los recursos naturales, sobre todo, en esta época en que se ubscrva un fatal maltusianismo. Ya parece ser tiempo de regular separadamente una y otra materia, p u ~ s la cuestión dr la pcsca es y debe ser de suyo un ~irohleina independiente.

1.a Proclama Truman, de 1945, dclie cunsiderarsc como la expresióii de un progreso en esta materia de las pesquerías, y como el reconocirnienti~ del principio general de que el Estada ribereño coriscrra la prioridad sol~re los rccursos pesqueros q u ~ se originan en cl mar territorial y se desplazan hacia la zona contigua o el mar abierto, así como sobre las especies qur habitan en esa zona, sirvió incue~tionablemente de llamada de atención y de punto <Ic partida para darle cuerpo a la moderna tesis de la comurii- dad dc i n t c r ~ s ~ s en las pesquerías oceánicas.

Mucho se habla del contingente derecho intcrnacional de pescar en mar abierto, y se pone demasiado énfasis pn que sp ha convertido en una reg1.i consu~tudiiiaria. Es posible que esta práctica, ~ f rc tuada esporádicamente por

la Canfermcia de Ginebra a nccptar qiie el liniite se extcridieri a 6 niillns para riic>iiones de soberanía coi, jurisdic<:ión sobre pc~qiiei-ias rn tina iaja adicional dr otras 6 millas. DEAN, A. H. I l e Cen<, ia Conlrrence o! the Law o/ tlze Sea, A.V.I.1 ... NO. 52 (1958), pp. 614~615. Han sido sólo cicrtas consi<l+:riii:ioiics rnilituirs las que haii <letciiiilo c1 al>undono de las tres millas.

l7 Ley de Bienes de la Fedeia<:ibt~ de 1902, reformada rii 1935; T.cy de Bien", Nacionales de 1944, Artículo 17. Ver SIP~LYEDA, C:. Curso de Derecho Inrernocionol Público, hléxieo, 1960, pp. 139-142.

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Es cviderite que se está Jcjando pasar una excelente oportunidad para resolrcr de plano esta diferencia en cuanto a los derechos mexicanos sobre las pcsqiierias y que se está consintiendo la intrusión de países tercero?, o de otros continentes, qiie causará grai-e emlirolln. Desalirnta el despilfarro de rnergias en estos asiiiitos, y la falta de previ~ión que SP muc.ilrx.

Erplotaciói~ de hidrocarbnros por rztranjeros en agiurs territoriales y eii la plataformu contincr~ta! niexicana.-1,a cuestión internacional del petróleo ha dejado a &léxico uii sabor amargo. En un acto forzado, aunque n e w sariu, f u i iricnester nacionalizar la industria petrolera, iniciaiido así una etapa nueva en e1 derecho de gentes. " No obstante que las compeiisaciones resultaban muy gravosas, p que no parecían justificarsr, la Kepúhlica Me- xicana, con gran sacrificio de s u ecaiiomia pagó punt~ialmcntc 175 milloiies <le d6lares dc inden~nización,~" sean 45 inillones a las empresm norte- americanas, de 1943 a 1949, y 130 milloiies a las británicas. drsdr 1946. E1 últinio aboiio fuc eiectuado el 31 de agosto de 1962. 23

En injusta recornpcnsa al empeño 1- l~uena voluntad puesta rn e1 pago <le la cuantiosa reparación_ titvo Mkrico que sufrir todavía durante largos níios I>opctitt, discri~ninacioiies, suspicacias e indifrr~iicia. I.as medidas de nacioiializacióii SP roiiceptuaron por las potencias como a m e ~ ~ a z a d o r ~ s actos de un socialismo drs-nlrenado; como amagos al sistema sacrosanto de la prol,ie<lad privada; cuaiido que en realidad, visto ron di~sapasioiiami~nto, el Estado Mexicaiio no tenia casi iiingúii otro raniirio, pups ilian de por medio sil prestigio y su iiitrgridad solwrana at:icntli,s ]><ir 1;) intransigrncin y el deyafío de las enipresa?.

Aunque ya se liaii ~ i ~ p e r a d o <.sas actitudes, impropias 1 1 1111 miin<lo internacional integrado y organizado. quedan todavía los icsiigios del trato recibido, y se siguen prrcibiendo los efectos de Iialier susiraído, al programa de desarrollo del país, siimas tan importantes para iiuwtra economía para

Los problrrnas dc oeiil>aeión de propiedad exirnnjers, auiiqae se Iiol>inn prexrii- tado en ocasiones, no tuvirroii ni lo sistematización iii la iiniformidad qite alcanzaron desde las erproliiaeianes mrxiciinac. V6asr Wrriri.. (:. Ncrio~~alization o/ Foreipn Pro- perly. Stevens, 1,ondan. 1961.

22 Las cifras puedeii rer?i en Ci.rs>:. 11. F. The ['nired .Siatr. ond Mexico. Hnvvnrd. 1953, pp. 247-251.

23 ExcéI~ior, sc1>tienil,ia lo. (Ir 1962.

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pagar indemiiizaciones tan apremiantes. Existeo además, en el trasfondo, una cuestión psicológica: el pueblo mexicano considera que tuvo que pagar por algo que era de la nación en primer lugar, el petróleo, pues al iin y al cabo todos los bienes de las compañías nacionalizadas surgieron de la ex- plotación de los recursos naturales mexicanos.

Todos estos antecedentes - q o ~ son menester explicar para entender mc- jor la atmósfera que rodea el problema- así como una planeación razo- nable para el aprovechamiento de los recursos no renovables que ha em- prendido este pais, ha llevado a normas legislativas que ponen en manos de la República, exclusivamente, la exploración, la explotación, la refinación y la distrihnción de los hidrocarburos.

La cuestión de la plataforma continental ha preocupado a los jusinter. nacionalistas durante los últimos lustros, y aunque con no poca discusión, ya puede sostenerse razonablemente que el pais ribereño tiene la juris- dicción y el control sobre los recursos naturales situados en ese zócalu submarino, incluyendo, desde luego y preferentemente, a los hidrocarburoc. También aquí la Proclama Truman tuvo la rara virtud de servir de conjura para desatar una serie de teorías y de normas que se convirtieron a la post'? en norma general, recogida en la Convención Sobre la Plataforma Conti- nental, de Ginebra, en 1958. Al igual que tantos otros países, México ha legislado para reservar esos recursos a la nación. 2"e manera que, con todos los antecedentes que se mencionan, no parece caher aquí la posibi- lidad de concesionar la exploración de esos mineraIes, en esa zona, por extranjeros. El país se ha mostrado celoso y nacionalista, con alguna razón, y la corriente actual determina que sea el propio gobierno el que intervenga en todos los actos de aprovechamiento del petróleo. La exploración por empresas extranjeras podría poner en manos extrañas el conocimiento sobrp la existencia de estos hidrocarburos.

Empero, es curioso que el hombre que originó, al decir de los iniciado?, la declaracióri del Presidente Truman, el petrolero Panley, sea el único qur, hoy por hoy, coiiserva aún ciertas franquicias para explorar en la zona de la plataforma y en la de la de bajamar (tidelands). Es una paradoja digna

24 Reformas a la Constitucibn Federal del 20 de enero de 1960. Véase SEP~LYEDA, C. A Stotement of the Lows o} Mexico, Panamericana Union, 1961, pp. 145-147. Ley Re- glamentaria del articulo 27 de la Constitución (Diario Oficial, Nov. 29, 1958). SEPÚL- VEDA, César. Comentario a las Reforma u los Ariiculos 27, 47 y 48 de la Constitwión. Sentido y Alcance cn Foro, Nos. 30-31, Jul-Dic., 1960.

25 SEPWLVEDA, "Comenta~io.. ".

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<! t . iiii.ni.ii,n. Pai-r,rr t i < > ohrtnntc qtii no ha Iiabido ixito en Fsa ventura, qiie no pudráii otorgarse otras conccsioncs lo sucesivo.

Es en este cainpo donde prol>ablempnti. cabrían los programas de asis- ivticia técnica dr la' Naciones l[iiidas. para p::rmitir una cxplotaciún ra- cional de los rcclirsos rniiieralcs del zl>ciilo sulimariii<, i,oloendo frrntr a la. vastas de México ron i~lrmiv~to; im<~~irntios pro-ioc.

I,ns relaciones irilrv hli.xivu y l u ~ F:s~ii<lii> Iitii<ios son actualmttite coi-~ diales, y ha habido entendimiento cii iiiiiiicrosos campos. Qiit:dari, sin en>- Iiargo, tridaria algitnos ajustrs que cfertiiar_ para siiprimir aspectos drsagra- (Iuhlrí, o Bien pura Ile\ar psas relaciones a iin punto úptimo. Se impone uii vsfuerzo para terminar con las cuestiones pendientes del Chamizal, de la pesca 1- de las aguas saladas. Lo rxigc el Iiitcii si,ntid« y la armonía que <lebe existir entre vccitios que se respetan. y toca a iiusolros, los juristas (le lino y otro país. proponrr los medios más i~lóneus para dar fin a esas d i f e rencias qur <wtiirl>iaii las hiirnas rr~lacii>iirs i. impiíl<w n~:i~r,rilos vii otnr.: imliitos.