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INTRODUCCIÓN AL ÁFRICA: GENERALIDADES Y ESTUDIOS
SOCIALES APLICADOS
YARISSE ZOCTIZOUM El Colegio de México
ÁFRICA, C O N SUS C I N C U E N T A Y SEIS PAÍSES, es un continente no sólo gigante (el tercero en extensión, después de Asia y de América) sino también muy rico en contrastes y diferencias con respecto a la superficie de los países que lo forman, población, recursos físicos y naturales, culturas, estructuras socioeconómicas e instituciones políticas.
Por ejemplo, Sudán, el país más grande de África, tiene una superficie de más de 2 500 000 kilómetros cuadrados, mientras que Gambia y la isla Mauricio, los más pequeños, cuentan con 11 000 kilómetros y 2 000 kilómetros cuadrados respectivamente. Nigeria tiene una población total estimada en más de 100 millones de personas, mientras que hay países como Santo Tomé y Príncipe o como las islas Seychelles con sólo 100 000 habitantes cada uno. Por otra parte, algunos países dependen por completo de un solo cultivo, mientras que otros están ricamente dotados de recursos agrícolas, mineros o petroleros. La densidad de población también cambia, varía de un habitante por kilómetro cuadrado en el caso de Botswana a alrededor de 450 hab/km2 en la isla Mauricio y 1 350 en Egipto.
En virtud, principalmente, de las diferencias de riqueza en recursos naturales, las estimaciones del producto nacional bruto (PNB) por habitante varían de 8 270 dólares en Libia (la cifra más elevada) a 110 dólares (la más baja) en Chad. Asimismo, el producto interno bruto (PIB) de Nigeria es aproximadamente 130 veces superior al de Chad. Nigeria produce 44% de la producción total del África negra.
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El continente africano está compuesto de diferentes zonas ecológicas, así varios países están cubiertos por bosques tropicales y sabanas mientras que otros países y regiones son áridos o semiáridos. Algunos países africanos tienen acceso al mar, otros 14 carecen de litoral oceánico y seis son islas.
En cierta medida, estas diferencias entre los diversos países africanos permiten explicar las diferencias de desarrollo y los resultados económicos de cada uno de ellos. En efecto, desde 1960, los resultados socioeconómicos globales de los países africanos permiten ver sus diversidades con mayor claridad.
Si se considera el periodo de 1960 a 1980, resulta que 12 de los 56 países africanos registran una tasa de crecimiento anual medio por habitante del 2.5% o más, comprendidos algunos países no exportadores de petróleo del África Subsahariana. Durante este periodo, Botswana tuvo la tasa más elevada de crecimiento de la región, con un índice estimado del 9.1% anual. Esta progresión del crecimiento se explica en particular por un aumento considerable de la producción industrial, principalmente de productos manufacturados, y por un incremento de la producción agrícola destinada en su mayor parte a la exportación. En el sector social, este periodo de 1960 a 1980 gozó de un enorme desarrollo de la educación en todos los niveles (comprendida la alfabetización de adultos), y las reservas africanas de mano de obra calificada y especializada crecieron mucho. También hubo progresos en el área de la salud y muchas personas se beneficiaron por primera vez de determinados servicios sanitarios.
Sin embargo, los resultados obtenidos en ese lapso por cada país, tomado individualmente, fueron muy desiguales, y el avance no fue ni uniforme ni continuo. Conviene observar que el optimismo de muchos países africanos durante los años que siguieron a la obtención de sus independencias se vio luego quebrantado.
En efecto, la primera serie de alzas sensibles de los precios del petróleo en 1973-1974 y la recesión mundial que le siguió, la inflación continua en los países industriales capitalistas dominantes (inflación que se comunica automáticamente a los países africanos y a otros países dominados en todo el tercer mundo), redujeron enormemente el impulso del ere-
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cimiento de las economías africanas. La estructura de la mayoría de estas economías, en particular en sus relaciones con el mundo exterior, es tal que son extremadamente sensibles a los choques externos. Las economías africanas no pueden ajus-tar rápidamente sus sistemas de producción y sus estructuras de desarrollo para poder minimizar los efectos de los factores externos desfavorables. Hay que señalar que la estrategia, las políticas y los programas de desarrollo adoptados por varios países africanos contribuyeron directa e indirectamente a la mediocridad de los resultados que esos países obtuvieron en los años setenta, e hicieron bastante más difíciles los ajustes a corto plazo a la crisis internacional.
Con la aceleración del endeudamiento muchos países vieron malograrse su posibilidad de crecimiento, inclusive aquellos a los que, como Costa de Marfil, se consideraba entre los mejor encauzados después de la independencia. La producción alimentaria tenía que disminuir con relación a la de productos exportables, lo que condujo a un aumento de las importaciones de alimentos. África, que era autosuficiente en alimentación hasta 1970, pasó a una situación de dependencia alimentaria que afectó a la mayoría de sus países.
Hace ya más de veinte años, al hablar de la miseria en Asia (y particularmente en la India), los expertos decían que por lo menos en África la gente comía lo suficiente mientras que las poblaciones indias más pobres morían víctimas de la desnutrición. Hoy la India acaba de firmar acuerdos de exportación de trigo con países como la Unión Soviética, Rumania, etcétera. Tailandia también vende trigo y los graneros de Indonesia están repletos y alcanzan para el consumo interno de ese país de más de 160 millones de habitantes.
El hambre disminuyó en casi todas partes de Asia salvo en Vietnam, Camboya y Bangladesh. Si en América Latina se pueden observar situaciones de hambruna en determinados países y regiones (Brasil, Chile, Centroamérica, Bolivia, Perú, algunas regiones de México, etcétera), es en África donde la situación ha sido muy difícil para las masas durante estos últimos años. Basta señalar que en el lapso de unos pocos años hasta la fecha, la producción alimentaria bajó un 20%. En volumen y con relación a la población, las exportaciones áfrica-
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ñas de productos agrícolas son más bajas que en 1970 y más aún que las registradas en 1960. África perdió una parte importante de sus mercados mundiales en provecho de Asia o de América Latina. Un ejemplo claro es el caso del aceite de palma: en 1965, un 73% de la producción mundial era africana; en 1980 África solamente genera el 27% de la producción mundial, mientras que Asia representa el 68%. Nigeria, el mayor país del África negra, que era el primer exportador mundial de palma a comienzos de los años sesenta, se ha vuelto importador en el curso de los ochenta. Otro ejemplo es el del mercado mundial de plátanos. África tenía el 11% de este mercado en 1960 pero desde comienzos de los ochenta representa menos del 4%. Este mercado mundial está dominado por América Latina y Filipinas. La producción de cacao, café, algodón y otros productos básicos también bajó de 1970 a la fecha. Incluso la industria, que experimentó una fuerte expansión durante la década de los sesenta, vio descender su tasa de crecimiento en un 50 por ciento.
Las razones oficiales que explican los pobres resultados obtenidos son las siguientes: falta de competencia, insuficiencia de los mercados industriales, expansión fundada únicamente en la exportación después del aprovisionamiento de mercados locales relativamente restringidos, penuria de divisas y falta de importaciones vitales de materias primas y de piezas sueltas para maquinaria.
En algunos países las demandas internas no son generalmente satisfactorias para la proyección de elevados niveles de producción. Hay que señalar que en África la agricultura marcha a la par con el agotamiento de las buenas tierras, la carencia de los capitales requeridos para adquirir las técnicas y los fertilizantes que favorecerían la elevación de los rendimientos, y la imposibilidad de controlar los precios de las materias primas. Como resultado de ello, el campesino africano se ve aprisionado por la tenaza que forman, por una parte, los precios de las semillas y de los fertilizantes, que aumentan constantemente, y por otra, los precios de la producción, que la mantienen estancada. Los gobiernos africanos dependen por completo de los precios de las materias primas, que sufren altas y bajas incontrolables que hacen imposible la menor pre-
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visión presupuestaria. La mayoría de los productos básicos exportados por África son cotizados en Londres en función de los intercambios mundiales. Así, el precio de las oleaginosas, que era de 100 en 1970-1981, cayó a 50 en julio pasado. Por las mismas fechas, el de los productos agrícolas cayó a 76 y el de los minerales a 68.
A estos factores económicos y técnicos hay que agregar los de orden sociopolítico. En efecto, África está aún más dividida que en la época precolonial o incluso en la colonial. Formada por estados en su mayoría independientes sólo a partir de la década de los sesenta, África no deja de contar con golpes de estado. Si el récord en materia de golpes de estado militares en América Latina lo detenta la República de Bolivia, África cuenta ya con más de 50 en 25 años de independencia, lo que se ve agravado por la crisis política permanente que caracteriza a la mayoría de los países, donde imperan varios tipos de regímenes políticos que van desde la monarquía hasta el régimen militar dictatorial y el denominado régimen socialista.
Hay que hacer notar que los conflictos internos o externos de estos países no son ajenos a las maniobras y las intervenciones de las grandes potencias imperialistas o neocolonialistas. En tales condiciones, las economías de algunos países no pueden estabilizarse y algunos padecen todavía guerras, como Angola, Mozambique, Chad, Sahara Occidental, el Cuerno de África, Sudán, Namibia, Sudáfrica (donde impera un régimen declaradamente racista), etc. El periodo de 1980 a 1986 ha sido una etapa todavía difícil para los países africanos. La coyuntura económica internacional, a la que se añaden las guerras locales, vuelven la situación más difícil que la reinante en los otros continentes. África se enfrenta a una situación precaria, cuya expresión más dramática es el hambre en Etiopía, aunque las realidades sean a menudo exageradas por la prensa internacional, dominada por las grandes potencias.
Los gobiernos de la mayoría de los países africanos deben hacer frente, en efecto, a déficits presupuestarios y a endeudamientos externos que alcanzan niveles nunca vistos. La deuda exterior global, que era de 158 mil millones de dólares a fines
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de 1984, pasó a 170 mil millones a fines de 1985 y supera hoy los 175 mil millones de dólares, lo que representa alrededor del 60% del PNB de los estados. Comparadas con las de las deudas latinoamericanas, estas cifras no parecen ser tan enormes, pero es preciso señalar su importancia en relación con el nivel de la economía moderna en estos países.
Uno tras otro, los países africanos han apelado al Fondo Monetario Internacional: Gambia, Kenia, Liberia, Madagas-car, Malawi, Malí, la Isla Mauricio, Níger, Senegal, Sudán, Uganda, Zimbabue, República Centroafricana, Costa de Marfil, etc. La política económica de Zaire está directamente administrada por el F M I desde 1976, después de su bancarrota. El endeudamiento va acompañado de la rebelión de diferentes grupos sociales abandonados a su suerte: estudiantes, campesinos, obreros, empleados de oficinas, etc., pero también del incremento del número de regímenes militares y la fragilidad cada vez mayor de las instituciones democráticas subsistentes.
Los regímenes militares son considerados por las grandes potencias occidentales en el continente africano como condiciones que garantizan la rentabilidad. Es ineludible señalar al respecto que, desde el periodo de la colonización, África provoca la codicia de las grandes potencias y su presencia actual en los planos económico, cultural, ideológico, etc., no puede considerarse ajena a las gigantescas riquezas que, pese a todo, atesora este continente.
En efecto, mientras que la parte de la producción industrial africana en la economía mundial no supera el 11%, resulta mucho mayor en el área de existencias y explotaciones de metales: 66% de diamantes, 57.5% del oro, 45% del cobalto, 23% del antimonio y fosfatos, 17.5% del cobre y manganeso, 15% de la bauxita o del zinc, 10% del cromo y del petróleo. En lo que se refiere a algunos productos agrícolas, pueden señalarse lo siguientes índices de producción sobre el total mundial: 66% del cacao, 40% del aceite de palma, 28% del cacahuate, etc.; pero no son únicamente estos aspectos naturales los que forman su riqueza y hacen de África un objeto de la codicia y de las maniobras de dominación del llamado mundo occidental. África posee también riquezas culturales tradicionales y modernas que pueden considerarse igualmente enormes. En
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efecto, su población, de más de 500 millones de habitantes en un continente subpoblado y mal poblado, ya que sus habitantes están desigualmente distribuidos, está compuesta por nacionalidades diversas y por estructuras sociales y lingüísticas tan variadas que resultan minas de oro para los investigadores.
Se dice que en África siempre hay algo que descubrir y que hacer. Es de estos descubrimientos y de las investigaciones y estudios sociales efectuados en el continente africano de lo que me ocuparé a continuación.
El estado de las ciencias sociales en África
Para hablar de la situación actual de las ciencias sociales en África, conviene efectuar una aproximación en alguna medida cronológica e histórica, apoyándonos en fuentes y documentos de trabajo diversos. Por lo tanto realizaré, en una primera parte, un análisis de los orígenes y las fuentes de las ciencias sociales en África durante el periodo precolonial, mencionando las fuentes africanas, las árabes y las europeas. Analizaré también las fuentes y las diferentes escuelas europeas, y el desarrollo de los trabajos hechos por los africanos después de la primera guerra mundial, durante el periodo colonial. Después haré referencia al periodo actual, a partir de la independencia de los países africanos. En una segunda parte aludiré a las instituciones de investigación y de estudios sociales.
Orígenes y fuentes de las ciencias sociales en África
Periodo precolonial
Contrariamente a una opinión generalizada, en África existía una antigua tradición de literatura escrita, atestiguada desde fines del siglo X V I y que se remonta a fines de la Edad Media.
En primer lugar están los estudios escritos en lenguas africanas. En los archivos se encuentran fuentes etíopes redactadas en lengua gueza —trabajos biográficos, narrativos, religiosos— escritos a partir del siglo X I V ; también existen textos en amárico que son crónicas de comienzos del siglo X I X . El etío-
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pe Bahrey, por ejemplo, redactó en el siglo X V I una historia de los galla cuya problemática sociológica es muy precoz. Para explicar el movimiento de la sequía en África, los geógrafos han descubierto en los archivos viejos documentos etíopes de 200 años antes de Cristo, que aluden a ciclos de sequía devastadores, de dos a 10 años de duración, en las altiplanicies de la región. Hay que agregar otros estudios en peul, hausa, swahili, kanuri, etcétera.
En las sociedades africanas islamizadas del Sahel, del Sudán, del Cuerno de África y del Litoral Oriental, se encuentran obras en lengua árabe de tipo narrativo, analítico, biográfico, jurídico y religioso, incluso literario o administrativo, como la del estado madhista en Sudán. Generalmente los autores de estos tratados históricos y religiosos son desconocidos, pero algunos han llegado hasta nosotros y sus escritos se encuentran en los museos de Europa o de África. Ejemplo de ello es Mahmud Kati, un shonghai de Tombuctú, autor de una historia muy importante del Sudán en el siglo X V I .
Antes de la colonización directa del siglo X I X , el contacto de África con Europa produjo también autores africanos que escribieron en lenguas europeas, particularmente en inglés. Un francés, el abate Gregoire, deja constancia en 1808, en una antología titulada De la littérature des negres (De la literatura de los negros), de los primeros escritos de africanos en lengua europea: los autores más célebres son Ignatius Sancho y Gustave Vassa, entre otros (The classification of the Bantu languages y Equiano's travels, respectivamente). Todavía sin institucionalizarse, los estudios sociales africanos precolonia-les estaban en desarrollo cuando la colonización cortaría en seco semejante proceso.
Las fuentes árabes extranjeras conciernen al Sudán y al Sahel, a todo lo largo del desierto y el litoral del Océano Indico. Datan sobre todo de la Edad Media, al menos en lo que se refiere a los géneros más ricos y conocidos: relatos de viajes, historia, geografía, que dan informaciones de orden etnográfico, económico y político.
El autor más conocido, traducido a varias lenguas, es Ibn Batuta, que escribe sobre Sudán. Hay quienes recogieron testimonios, como Ibn Khaldún Al Omari (siglo XIV) , Yakut (si-
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glo XIIl); León el Africano (cuyo verdadero nombre era Hassan Ibn Mohamed el Wazzan) había viajado, como Ibn Batuta, en el siglo X V I por todos los estados musulmanes del África negra, sobre todo por el imperio Shonghai.
Se puede considerar que las fuentes europeas precolonia-les nacen con Herodoto. Se trata ante todo de estudios narrativos sobre viajes, historia, descripciones etnológicas pensadas para publicación. Estos estudios se limitan a las zonas costeras y a unas cuantas regiones interiores (Etiopía), y se desarrollaron entre los siglos X V y XVIII.
A raíz de los estudios europeos, llegaron a África exploradores o viajeros como Mungo Park, Rene Caille, Grant, Li-vingstone, Stanley, Brazza y otros. Algunos de ellos estaban financiados por estados o empresas comerciales. Estos exploradores nos han dejado estudios sobre la geografía, la historia y las culturas africanas. Todos estos trabajos precoloniales carecen de carácter académico y hay que esperar hasta el periodo colonial para que los estudios sociales africanos se institucionalicen y se los apropien los centros de enseñanza superior, sobre todo después de la segunda guerra mundial.
Periodo colonial
Durante el periodo colonial van desapareciendo los estudios en lenguas africanas e incluso en lengua árabe. Los trabajos sociales y de otro tipo son dominados por los europeos y las investigaciones africanistas, como se dice en los medios académicos, son fundamentalmente producto de la colonización.
En efecto, después de los exploradores llega todo un ejército de militares, administradores, misioneros coloniales, que se convierten a su pesar en historiadores, geógrafos, etnólogos, etc. Para poder dominar y colonizar había que estudiar las costumbres, las civilizaciones de las poblaciones africanas. Pero estos militares, estos funcionarios y estos misioneros coloniales generalmente eran muy ignorantes y no tenían formación universitaria, por lo que sus investigaciones estuvieron determinadas por las necesidades inmediatas de la colonización. Se trataba de contar el número de poblaciones, sus lenguas, sus etnias, los sistemas políticos, etc. Estos estudios
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determinados por las necesidades de la colonización contienen y adolecen de incomprensión cultural, puntos de vista interesados, a menudo estudios monográficos "inventados" para hacer carrera, descriptivos y llenos de pormenores inútiles. Los nombres de los pioneros son los de funcionarios coloniales como Delafosse, Labouret, Tauxier, en el caso de Francia; Rath-ray, por ejemplo, en el de Gran Bretaña. Hubo misioneros como el padre Trilles (francés), el padre Van Ving (alemán) y el reverendo Roscoe (inglés), o militares como los tenientes Desplages y Le Herissé. Estos autores tratan a su manera de restituirnos la imagen de las sociedades africanas tal como eran a fines del siglo XIX. Algunas obras, como la de Roscoe —dedicada a las sociedades estatales de África Oriental, sobre todo la de los baganda de Uganda— fueron comentadas por Durk-heim y Mauss en su revista Année sociologique.
Todos los estudios de la época tendían a constituir los archivos y las enciclopedias de los pueblos disponiendo esencialmente de los medios de la tradición oral y de libros simbólicos compuestos por las artes negras. Ningún fundamento científico ni teórico: fabricación de monografías pretendidamente completas, etnología que se volvía especulativa y racista sin pretenderlo; historia que recolectaba a granel todo lo que le llegaba en materia de hechos y fechas; formación minuciosa de la ideología racista sobre los pueblos colonizados a través de descripciones, de tradiciones orales, de manifestaciones religiosas y mágicas, de las formas políticas más espectaculares y de las monarquías africanas, y así sucesivamente.
Después de 1920 y sobre todo en el transcurso de los años treinta, los estudios africanos adquieren un carácter un poco más científico y se organiza el "africanismo" profesional, pero siempre al servicio del colonialismo. Conviene señalar que durante este periodo los estudios sociales se encuentran aún dominados por los etnógrafos y no por los etnólogos. Los etnógrafos suelen conformarse con la mera descripción de las etnias, sin un análisis profundo, pero en 1920 se funda en Londres el "International African Institute" y se establece en París un "Instituí d'Ethnologie" que estimula las investigaciones de campo en el continente africano. La colección editorial fundada por L. Lévy-Bruhl, M. Mauss y P. Rivet publica, entre
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1926 y 1940, 20 obras africanistas en un catálogo con un total de 38 títulos. La expedición Dakar-Djibut (1931-1933), concebida y dirigida por Griaule, revela la nueva orientación de las investigaciones y será el origen de varias carreras africanistas europeas.
Hasta 1950 las ciencias sociales dedicadas a los territorios africanos continúan siendo descriptivas, sobre todo la etnología, que es naturalista, culturalista, evolucionista, histórica, y demás, y está influida por el funcionalismo de Malinowski y el estructuralismo de Radcliffe-Brown. El año 1950 señala el punto de inicio de un nuevo desarrollo de las ciencias sociales aplicadas a África. Europa muestra un conjunto de escuelas diferenciadas.
En primer lugar la escuela inglesa, que se organiza en torno a los trabajos de Evans-Pritchard y Fortes, cuyos estudios distinguen dos tipos de sociedades: las provistas de un estado, de un gobierno, de una autoridad centralizada, y las carentes de estos elementos. La obra sobre los nuer y los zandes en África se vale de este planteamiento. Max Gluckman, punta de lanza de la escuela de Manchester, enriquece particularmente el enfoque funcionalista integrando al funcionamiento de los sistemas (ya se trate de estados o de sociedades denominadas segmentarias), tensiones, rupturas y rebeliones, que en África se tendía a considerar como accidentes. La escuela inglesa se apoya sobre todo en una antropología social y concentra sus esfuerzos en el estudio de la organización social, tratando de establecer modelos que pudieran dar cuenta de su estructura o de sus funciones. Hay que señalar que en los años cincuenta la etnología africanista está esencialmente dominada por antropólogos sociales ingleses o provenientes de la Commonwealth (Comunidad Británica de Naciones). En el ámbito de la historia, los trabajos de Basil Davidson y otros, y las tres conferencias que tuvieron lugar en la "School of Oriental and Afri-can Studies" de Londres en 1953,1957 y 1961, hicieron mucho por transformar las investigaciones dispersas en una confrontación internacional continua de efectos acumulativos, y para difundir la necesidad de un examen de conciencia metodológico.
La escuela francesa se organizó en torno a los trabajos de
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Marcel Griaule sobre cosmología, símbolos y ritos de diversas poblaciones del Sudán y, sobre todo, de los dogon. Puede decirse que la escuela francesa se interesaba particularmente por los fenómenos religiosos y está influida por los trabajos de Lévi-Strauss. Aunque éste no sea africanista, los africanistas franceses aplican la teoría estructuralista que desarrolla a los territorios africanos. En 1962, se crea una cátedra de antropología social en el "Collège de France" y se le otorga a Lévi-Strauss. Pero otros autores, como Mercier, Jaulin, Balandier emprenden otros derroteros. Georges Balandier contribuyó a difundir en Francia los resultados obtenidos por los antropólogos británicos, pero en su sociología actual del África negra, hace caso omiso de la hipótesis funcionalista en favor de una sociología dinámica que, aplicada al estudio de los cambios radicales que ocurrieron en Africa como consecuencia de la colonización, tiende un puente entre los objetivos de la etnología y los de la sociología. Hay que destacar también el caso de historiadores como Cornevin, Deschamps, y otros.
La escuela alemana está influida por uno de los fundadores de la escuela difusionista. Se trata de Frobenius, quien va a inaugurar y a aplicar en África el método intuitivo, que permite captar desde adentro los valores culturales y el pensamiento religioso, lo cual le ha llevado a algunas extrapolaciones audaces. Entre sus discípulos se encuentra W. Schmit, que investiga los rasgos comunes de diferentes sistemas religiosos, los centros de difusión, y llegará a admitir un monoteísmo primitivo; Baumann y Westerman subrayan la importancia de los contactos y de los ciclos culturales superpuestos a los círculos de civilización. Según ellos, la metafísica, expresada en un código cultural dado, varía según el tipo de civilización y el género de vida.
La escuela norteamericana es la recién llegada; tiene sólo 25 años. Sin embargo, los africanistas norteamericanos pronto se volvieron muy numerosos y sumamente influyentes. La escuela norteamericana está muy marcada por la antropología cultural de Kroeber y Boas, que son por lo demás americanistas, y después por el funcionalismo de autores como Cole-man, Apter y Alamand, que estudian en África sobre todo las instituciones políticas y las estructuras de parentesco.
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Todas estas escuelas relacionadas con África, de las que se han dejado de lado algunas de otros países europeos, van a ser sacudidas por el despertar de la conciencia de las poblaciones africanas y, con posterioridad, por el surgimiento de los movimientos de independencia y la apropiación de los estudios africanos por los propios intelectuales africanos, así como por el desarrollo del marxismo en las universidades europeas. Es así que, en vísperas de los años sesenta, los nuevos africanistas tienen un enfoque más marxistizante que rompe con el de sus mayores. Por ejemplo: Claude Meillassoux, en su obra sobre la antropología económica de los guro en la Costa de Marfil; Terray, con su libro sobre Le Marxisme devant les sociétés primitives-, Pierre Philippe Rey, en su obra acerca de L'articulation des modes de production et Valliance des classes-, Copans en Le singe, l'homme et l'Afrique; Coquery-Vidrovitch en L'histoire du Congo-Français-, sin olvidar los trabajos de historiadores comunistas como Suret-Cannal y otros. Si la generación de investigadores europeos trató de modificar su concepción de África y de no servir directamente como agente de aparatos coloniales, está lejos de devolverle a África lo que es de África. Es así como en los años setenta se asistió a una inflación de los modos de producción en África, consecuencia de una aplicación mecánica del marxismo a las sociedades africanas. Se habló de modo de producción africano, modo de producción del linaje, modo de producción feudal, segmentario, esclavista, etc. Esta categoría de investigadores europeos ha sido también criticada severamente por sus colegas africanos.
La lista de los autores de origen africano sería igualmente larga, sobre todo si considerásemos la poesía y la narrativa, cuyo valor de testimonio es tan importante. La toma de conciencia de los intelectuales africanos, formados en las escuelas coloniales o en las universidades europeas, había sido determinante entre las dos guerras mundiales. Al principio se manifestaron en poesía, novela y panfletos políticos, para afirmar su identidad cultural y étnica, demostrar cuáles eran las estructuras sociales africanas y condenar el colonialismo.
Después nació un compromiso de orden más científico, en otros terrenos, paralelamente a los movimientos nacionales de liberación. En este contexto es en el que hay que situar
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los trabajos de muchos autores después de la segunda guerra mundial. Mencionaremos para ilustrar nuestra afirmación a Blyden, cuyo principal trabajo, Christianity, Islam and Negro Race, fue el precursor de la noción de negritud desarrollada con posterioridad por Leopold Senghor.
Cheikh Anta Diop escribió Nations negres et cultures, libro que apareció con un siglo de distancia como respuesta más científica a Vessai sur Vinégalitédes races de Gobineau. La influencia de Cheikh Anta Diop, universitario y militante político activo, fue considerable en los intelectuales africanos, sobre todo los de lengua francesa ya que los de lengua inglesa estaban influidos principalmente por las obras de N'Krumah, cuyas ideas acerca de la cultura, la identidad, la formación de las naciones, los estados africanos antiguos y nuevos, son muy próximas a las de Cheikh Anta Diop. Diop se opone a la teoría, hasta entonces admitida por los europeos, del origen asiático de la civilización faraónica y se dedica a demostrar que la civilización negra es anterior. Esta teoría desempeñará un papel considerable en la toma de conciencia histórica del África negra.
Diop no era sólo historiador; como físico había publicado Physique nucléaire et chronologie absolue; como lingüista elaboró teorías lingüísticas en Párente génétique, y después en Civi-lisation et barbarie. También es preciso mencionar los importantes trabajos de otros autores como Diagne (Pouvoirs politiques traditionnels en Afrique occidentale); Yaya Wane (Les toucouleurs du Fouta Tooro, stratification sociale et structure fami-Hale); Alí Mazrui (Protest andpower in Black África)-, N'Ketria (Drumming in Akan communities of Ghana); y otros. Pero los trabajos de estos investigadores universitarios y académicos fueron eclipsados durante mucho tiempo por los ensayos políticos e ideológicos de políticos como Senghor, N'Krumah, Touré, Dia, Nyerere, Azikwe, Mboya, Lamine Guaye, Amíl-car Cabral, Modland, Agostinho Neto y otros.
Con la irrupción masiva en los años cincuenta de investigadores africanos en todos los niveles de las ciencias sociales, pese a las dificultades que podían encontrar como colonizados, los estudios africanos se van africanizando poco a poco, y al hacerlo, sufren una verdadera mutación hasta en las universidades europeas. Así fue como se llevó a cabo una clara
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especialización de las disciplinas: sociología, etnología, psicología, historia, economía, arqueología, demografía, politolo-gía, etc. Todas estas disciplinas se orientan hacia un mismo objetivo: el "desarrollo" de los países africanos tras la independencia.
Periodo actual desde la independencia
Después de la independencia, ocurrida hace más o menos 26 años en la mayoría de los países, cada nación heredó o creó universidades y otras instituciones de estudios sociales. Pese a algunas dificultades económicas, las investigaciones se afri-canizaron más y se formó una generación de investigadores y de escuelas en el propio continente africano. Ejemplos de ello son el grupo de jóvenes investigadores que trabajan en economía y sociología de acuerdo con la escuela de Samir Amín (en torno a los conceptos de centro y periferia, desarrollo auto-centrado, etc.) y los trabajos de Afana Osendé (muerto en las guerrillas de Camerún). Otros centros, sobre todo en el África anglófona, trabajan sobre las teorías económicas liberales en concordancia con el desarrollo del capitalismo, sobre todo en Nigeria y Kenia. Hay que citar los nombres de historiadores conocidos, como J. Kizerbo, Ajayi, Baba Kake, Obenga, así como de etnólogos que trabajan con tradiciones orales, como Ampathé Ba.
La tendencia general es realizar una ruptura respecto a las teorías sociales, económicas y políticas que hasta ahora se han aplicado a África. Sin embargo es indispensable señalar que todavía hay dos categorías de investigadores en África, puesto que los países africanos no son realmente independientes en todos los planos.
En África puede distinguirse, pues, investigadores expatriados, sobre todo europeos y norteamericanos que surcan aún el tema africano en nombre de la universalidad de las ciencias. Generalmente son expertos de instituciones internacionales de investigación, funcionarios de organismos mundiales o cooperadores técnicos que forman parte de acuerdos bilaterales y hasta antiguos colonos metamorfoseados en investigadores. Muchos de ellos no pasan mucho tiempo en
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África y en la mayoría de los casos no hacen más que recabar información de los investigadores nacionales. La mayoría de estos investigadores extracontinentales se orienta hacia la famosa "ciencia" del desarrollo y sirve de vehículo a una buena parte de la ideología de las clases dominantes europeas y norteamericanas.
En efecto, el despliegue acordado a los datos teóricos y metodológicos de las ciencias que se enseñan se justifica por el carácter universal, objetivo y neutro de éstas. Es este carácter el que garantizaría su cientificidad. Las prácticas diversas y asimismo racionalmente fundadas de las poblaciones africanas son en consecuencia calificadas globalmente de irracionales y singulares. Las respuestas de los investigadores africanos a menudo son tachadas de polémicas, de simplistas e ideológicas, cuando estos europeos carecen de argumentos. El conjunto de sus investigaciones está dominado por la ideología del pro-ductivismo y del desarrollo. Así como en otros tiempos los africanistas producían las "ciencias coloniales", hoy los nuevos investigadores producen las "ciencias del desarrollo". La otra categoría de los investigadores está constituida por africanos generalmente reducidos por razones políticas y económicas a la condición de "técnicos del saber"; muchos abandonan, pese a su competencia académica, las investigaciones por otras funciones mejor remuneradas en política, administración, industria y comercio. Esta situación no es particular de África. La producción científica de África está calcada de la producción económica en todos los países dominados. Del mismo modo que África suministra las materias primas a las industrias de los países dominantes, sirve también de depósito de las informaciones destinadas a alimentar la ciencia de esos mismos países.
Las instituciones de investigación y de estudios sociales
Durante mucho tiempo se decía que sólo hay buena investigación africanista en las capitales europeas y en Estados Unidos porque los documentos están allí agrupados y clasificados sistemáticamente. Es cierto, los archivos de Londres, Bruselas, París o de los institutos Max Planck en la República Fede-
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ral de Alemania, por ejemplo, llevan enorme ventaja en acopio y en trabajos de carácter bibliográfico en virtud de que los países metropolitanos se han podido beneficiar con el robo de los documentos de los países africanos durante la colonización. La transferencia de los recursos de los países dominados a los países dominantes ha estado acompañada de transferencia de información y de documentos. Basten como ejemplos el robo de documentos de la República Centroafricana por parte del gobierno francés de Valéry Giscard d'Estaing en 1979 durante el golpe de estado, y los reclamos actuales de Argelia para que Francia le devuelva los archivos coloniales. Pese a todo, las nuevas universidades africanas de Dakar, Brazzaville, Abidjan, Yaunde, Tananarive, Kinshasa, y otras, se organizan para mejorar los estudios africanos en África misma. En el África anglófona la investigación se desarrolla sobre todo a partir de universidades creadas mucho antes de la independencia y los investigadores encuentran allí los medios para asociar enseñanza e investigación. Las universidades de Sudáfrica, el University College de Nairobi, el Makerere College de Kam-pala, la East African University de Dar es-Salaam, y en el oeste las universidades de Ibadán, Accra y Freetown, por no citar sino las principales, albergan competentes equipos de investigadores. Habría que citar también las universidades más antiguas de Egipto, Argelia y otras. Los métodos de investigación, diferentes en cada caso, según las organizaciones establecidas y las tradiciones de cada uno de estos centros, expresan la misma preocupación por desarrollar el trabajo de campo. Muchos de esos centros universitarios publican estudios doctrinales como los anales de las facultades de derecho y de ciencias económicas de Dakar, Tananarive y Kinshasa.
Sin embargo, por razones de créditos, de personal, de orientación preferencial hacia la formación más que hacia la investigación, los centros cubren sobre todo un papel de centralización documental y de complemento de la enseñanza superior. Generalmente tienen por objetivo ayudar a los estudiantes en los trabajos prácticos, favorecer encuentros e impulsar seminarios interestatales africanos e internacionales, pero es poco frecuente que tomen a su cargo la producción y la publicación de los trabajos científicos realizados por los investigadores.
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Fuera de los centros universitarios existen varios organismos internacionales extranjeros que datan del periodo colonial y centros interafricanos de investigación recientemente creados como, por ejemplo, el Centro de Investigaciones sobre las Tradiciones Orales de Niamey, el Instituto de las Naciones Unidas para la Investigación y la Formación de Cuadros ( U N I T A R ) , el Instituto Fundamental de África Negra ( IFAN) , etc. El más reciente y que agrupa a alrededor de 25 países es el Centro Internacional de las Civilizaciones Bantúes, que se encuentra en Gabon, y cuyo objetivo no sólo es estudiar la unidad cultural del África negra y la propagación de esa cultura en el mundo, sino también elaborar un proyecto cultural regional dirigido a participar en los procesos de desarrollo global del África.
Conclusión
La finalidad de este estudio sintetizado tanto sobre la situación socioeconómica como sobre las ciencias sociales aplicadas a África, es dar algunos elementos informativos a los no iniciados en los temas africanos.
En lo que se refiere a las ciencias sociales debo decir que, antes que luchar contra los investigadores colonizantes para que sus trabajos sean universalmente reconocidos en la actualidad, los investigadores africanos deberían luchar por descolonizar las ciencias sociales en África misma. La apropiación de la tecnología y de las ciencias extranjeras o universales, no debe considerarse sinónimo de neocolonización. Es cierto que la tarea es difícil por razones políticas y económicas o simplemente por la sencilla razón de que un africanista vive de África como "un pianista del piano", guardando las proporciones.
Traducción del francés: E D U A R D O M O L I N A
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