Invasores de Cunilia

Original de Jorge Silva

PERSONAJES:

BERNABÉ, el conejo

MARIO, de once años

MAMÁ DE MARIO

ABUELO DE MARIO

FIFÍ, coneja

YUYÚ, coneja

DARIÉN, conejo con mal genio

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-ACTO ÚNICO-

Se abre el telón. Vemos la casa de la familia Mireles. Al fondo en un plano alto, un

rectángulo que emula una pantalla de televisión. El rectángulo no tiene fondo y se afora

debidamente para ver a quienes se coloquen tras él únicamente de la cintura para arriba.

Casi en proscenio, a la izquierda un sillón para dos personas, a la derecha una mesa con una

silla. En la pared algunos cuadros de Mario y su familia, etc. Mario está sentado frente a la

mesa. Se le ve atareado y presuroso, está haciendo la tarea. A cada momento, voltea a ver el

reloj y deja ver que tiene que terminar pronto. En el sillón, la mamá ve la tele, hojea una

revista y habla por teléfono. En la pantalla aparece una pareja en una escena emotiva. Hay

música para la ocasión sumamente cursi.

MUJER: Oh, Víctor Fulgencio, éste tiempo sin ti ha sido el peor de mi vida.

HOMBRE: Sí, Sara Raquel, lo sé. Los minutos parecían horas, días.

HOMBRE: No pensemos en eso. Lo único que importa es que nos amamos.

MUJER: Sí...nos ama...ah...ah...(como queriendo estornudar).

MUJER: ¿Qué pasa, Sara Raquel?

La Mujer sigue tratando de estornudar.

MUJER: ¡Contéstame! ¿Qué te pasa?

Ella estornuda, la mujer hace gestos sugiriendo que está empapada.

HOMBRE: ¡Qué asco! Me has llenado de tus babas, ¿cómo pudiste, Sara Raquel?

MUJER: No... no es lo que tú piensas.

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HOMBRE: Podría perdonarte todo, menos que me llenaras de babas. Me voy, no quiero

verte nunca más.

MUJER: Pero, Víctor Fulgencio.

Víctor Fulgencio se va. Sara Raquel se queda llorando. La pantalla se oscurece.Voz

de un locutor. Vuelve la música cursi.

LOCUTOR: ¿Logrará Víctor Fulgencio perdonar a Sara Raquel? ¿Le habrá pegado Sara

Raquel la gripa a Víctor Fulgencio? No se pierdan del siguiente capítulo de

su telenovela "Las babas de tu amor".

MAMÁ: (Por el teléfono) ¿Viste qué buena se quedó la novela? A mí se me hace que

a Víctor Fulgencio sí le va a dar gripa.

LOCUTOR: Enseguida presentaremos para todos nuestros amiguitos el programa del

conejo Bernabé.

Mario se levanta de la silla y grita entusiasmado.

MARIO: ¡La hora coneja!

Corre feliz hasta el sillón, la mamá lo intercepta.

MAMÁ: ¿A dónde tan rápido, muchachito?

MARIO: Es la hora coneja, ma.

MAMÁ: ¿Y la tarea?

MARIO: ¿Qué tarea?

MAMÁ: ¿Cuál va a ser? ¿ya la acabaste?

MARIO: Pues podría decirse que...ajá...sí...ya...casi.

MAMÁ: ¿Casi?

MARIO: Me falta cualquier cosita. (Intenta quitarle el control de la tele) No te

molesta, ¿verdad?

MAMÁ: Quiero ver el cuaderno.

MARIO: Está bien...no he terminado. Pero es que ya es la hora coneja.

MAMÁ: ¿Y eso qué?

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MARIO: (Indignado profundamente) ¿Cómo que qué? Es la hora del programa del

conejo Bernabé.

MAMÁ: Pues...ya conoces las reglas. Si no hay tarea...

MARIO: No hay tele. Pero, mamá...

MAMÁ: Nada, vuelve a tu trabajo.

MARIO: ¿Y si hago lo que me falta mientras veo el programa?

MAMÁ: Mario, así no vas a aprender nada.

MARIO: Ándale, durante los comerciales. Como Presidente del club oficial del conejo

Bernabé no me puedo perder su programa por nada del mundo.

MAMÁ: No, termina la tarea y luego ves la tele. ¡Y ni una palabra más! (Empieza a

salir) Ah, y quiero ver ese cuaderno antes de que prendas la tele, ¿entendido?

(Vuelve al teléfono) Ay, ¡este niño tan terco! ¿Qué se le va a hacer?

La mamá sale de escena. Mario vuelve a la mesa. Trata de resolver el problema.

MARIO: A ver... un tren va a una velocidad de 50 kilómetros por hora y otro va a 70

kilómetros por hora. Si el primero debe recorrer una distancia de 250

kilómetros para llegar a su destino y el segundo 140 kilómetros, ¿cuántas

horas se va a llevar cada uno en llegar a su destino y cuál de los dos va a

llegar primero? (Piensa un poco) Para empezar...¿esto a mí que me importa?

Pero, bueno...

Empieza a hacer cálculos con la mente, se desespera. Hace un gesto cómo de que se

le ocurre algo y saca una calculadora.

MAMÁ: (Desde afuera) ¡Sin calculadora! No seas tramposo.

Mario, enojado, guarda la calculadora y sigue con los problemas. A cada rato ve el

reloj, no logra concentrarse. Finalmente, se desespera.

MARIO: ¡Ah! Nunca voy a terminar estos malditos problemas razonados. (Malicioso,

algo se le ocurre) A menos que...

Mario voltea a ver a todos lados verificando que no lo vea nadie. Al cerciorarse de

ello, arranca un par de hojas de su libreta.

MARIO: Muerto el perro...se acabó la rabia. Ahora sí, ¡mamá!

La mamá entra a escena, sigue en el teléfono.

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MAMÁ: Sí, amiga y yo le dije que no... ¿mande, hijo?

Mario, fingidamente orgulloso, le extiende la libreta.

MAMÁ: ¿Ya acabaste?

Mario asiente.

MAMÁ: Muy bien, m'hijito. (Sigue en la conversación) Hubieras visto qué vestido

más horroroso.

MARIO: ¿No me vas a revisar la libreta, má?

MAMÁ: No, confío en ti, hijito. (Está por salir, se detiene) Ah, toma.

La mamá le entrega el control remoto a Mario, y sale de escena.

MARIO: (Contempla el control) Ahora sí, tengo el control.

Entra el Abuelo de Mario. Lleva un puro en la boca.

ABUELO: Ajá, te vi.

MARIO: ¿Me viste?

ABUELO: ¿Por qué cortaste las hojas de tu libreta?

MARIO: ¿Hojas? No sé de qué hojas me hablas.

El abuelo se agacha y recoge las hojas.

ABUELO: ¡Conque haciendo trampa!

MARIO: No es trampa. Después de ver la tele voy a terminar.

ABUELO: ¡La tele! ¡la tele! Esa caja no hace otra cosa más que volver mensos a los

niños.

MARIO: No es cierto.

ABUELO: Luego no pueden ni resolver problemas razonados.

MARIO: Lo dices porque cuando tú eras niño no había tele.

ABUELO: Había algo mucho mejor, algo que ustedes los niños de ahora no conocen.

(Saca un libro de entre sus ropas) ¡Los libros!

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MARIO: Claro que conozco los libros. (De entre los cojines del sillón saca un

libro)Tengo el manual del buen conejo, escrito por el conejo Bernabé.

El abuelo hojea el libro.

ABUELO: Pero esto trae puros dibujos.

MARIO: ¿Y qué querías que tuviera? ¿letras?

ABUELO: Esto es una basura, hijito. Al igual que la tele, sólo te matan neuronas.

MARIO: ¿Neuronas? ¿qué son neuronas?

ABUELO: Las neuronas son las células del cerebro. Ellas son las que hacen que pienses

y que hagas todo lo que haces.

MARIO: Ah, ya sé. A esas también las mata el cigarro, ¿verdad? Por cierto, ¿no lo

tenías prohibido, abuelo?

El abuelo ve con vergüenza su cigarro.

ABUELO: Si no le dices a tu mamá que me viste fumar, yo no el digo lo de las hojas.

¿Trato?

MARIO: Trato.

Ambos se dan la mano. El abuelo se prepara para irse, antes se detiene.

ABUELO: De todas maneras. no te caería mal que leyeras un libro.

MARIO: (Lo ignora) Sí, que te vaya bien. (Al abuelo sale)

Mario dirige el control hacia la televisión y cuando está a punto de encenderla...

MARIO: Ay, ¡se me olvidaba!

Se quita la camisa que trae y abajo lleva otra con la imagen del conejo. De entre los

cojines del sillón, saca unas orejas de conejo como las del conejo Bernabé.

MARIO: ¡Ahora sí!

Enciende el televisor, comienza el programa con una canción cursi y pegajosa.

Mario baila al compás de la música. Se oye la voz de un locutor.

VOZ: Amiguitos, ¿ya tienen listas sus zanahorias?

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Se escucha una respuesta afirmativa por un coro de niños y por Mario.

VOZ: ¿Entonces? ¿A quién vamos a visitar?

MARIO: (Junto con los niños) ¡Al conejo Bernabé!

De nuevo la música y gritos histéricos. En la pantalla de la televisión se puede

observar al conejo Bernabé junto a Fifí y Yuyú.

BERNABÉ: (Con voz de personaje infantil) ¡Hola, amiguitos, bienvenidos al programa

del conejo...

MARIO: (Y los niños, contestan) ¡Bernabé!

BERNABÉ: Yo y mis amiguitas Fifí y Yuyú les mandamos el “saludo conejo”.

Los conejos hacen una serie de ademanes que constituyen el “saludo conejo”.

BERNABÉ: Les mandamos un saludo bien afectuoso a los amiguitos que están en casita.

FIFÍ: Oye, conejo Bernabé. Tengo muchas ganas de bailar y de cantar.

YUYÚ: Yo también, pero quiero que nuestros amiguitos que están viéndonos a través

de su caja mágica nos acompañen con sus palmitas.

BERNABÉ: Bueno, entonces vamos a cantar.

Empieza una canción excesivamente tonta. Mario baila, aplaude y canta. Mientras

está la canción, la mamá atraviesa le escenario hablando por teléfono. La canción termina.

BERNABÉ: Vamos ahora a unos comerciales y ahorita volvemos.

En la tele empieza un comercial. Aparece un individuo. Mario empieza a hojear la

revista del conejo y no pone atención a la tele.

HOMBRE: Traemos para usted el invento más revolucionario en cuanto a cuidado

personal se refiere. (Muestra al público una manita para rascarse la espalda)

La manita rasca-espalda. Producto de años de investigaciones de una serie de

cientificos traen para nosotros esta maravilla tecnológica. Ya no más

ansiedad porque no alcanza ese punto de la espalda donde tiene comezón, ya

no más brazos lastimados por estirarse de más, con la manita rasca-espalda

usted podrá....

El conejo entra y hace a un lado al locutor del comercial. Su actitud ha dejado de ser

infantil, ahora lo vemos con una arma por demás sofisticada y con lentes oscuros. Su voz

ahora es gruesa y amenazadora.

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BERNABÉ: (A Mario) Hey, tú, niño. Mario, voltea a ver la pantalla.

Mario se congela al escuchar su nombre; abandona la revista del conejo y levanta la

mirada lentamente hasta ver la pantalla.

MARIO: (Titubea) Co..co..conejo Bernabé, ¿eres tú?

BERNABÉ: Bernabé Manfel. Comandante en jefe de invasiones interestelares del planeta

Cunilia. Se te informa, niño terrícola, que tu planeta será objetivo de una

invasión masiva dentro de unas cuantas horas.

Mario grita aterrado, se levanta a buscar a su mamá. La imagen de Bernabé

desaparece. Continuan los comerciales.

MARIO: Mamá, mamá, auxilio. Hay un extraterrestre en la tele.

La mamá entra con el teléfono en el oído. Mario la abraza asustado.

MAMÁ Permíteme, Lula. Es Mayito. (Se despega el teléfono, tapa la bocina con la

mano) ¿Qué pasa, Mario? ¿Qué es este escándalo?

MARIO: (Sumamente alterado) La tele...el conejo Bernabé...la invasión..nos quieren

matar, mamá.

MAMÁ: ¿De qué hablas? A ver, cálmate primero y luego me explicas qué pasa.

Mario respira hondo y se calma un poco. Su madre lo escucha con atención.

MARIO: El conejo Bernabé, no es el conejo Bernabé.

MAMÁ: Claro que no. Tu papá y yo te lo habíamos dicho. Es un señor que se pone un

disfraz, se maquilla y...

MARIO: No, mamá. Tampoco es un señor.

MAMÁ: (Algo incómoda) Bueno, sí, en ese mundo de la televisión hay gente un

poco...rarita.

MARIO: (Grita desesperado) ¡Es un extraterrestre! El conejo Bernabé es un

extraterrestre.

MAMÁ: (Ríe) ¡Qué imaginación la tuya, hijito! ¿Cómo le hiciste para inventar algo

así?

MARIO: No lo inventé. El mismo conejo me lo dijo ahorita en la tele. Es de un

planeta extraño y va a traer a todos sus amigos para que invadan la Tierra.

De seguro Fifí y Yuyú le están ayudando.

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MAMÁ: Si fueras en Matemáticas la mitad de bueno de lo que eres inventando

historias no tendríamos que pagar tanto en asesorías. Vuelve a la tele, hijito.

Tengo a Lula en la línea.

MARIO: Pero, mamá. Esto es peligroso.

MAMÁ: (Vuelve a la bocina) Ya voy, Lula. (A Mario) Hijito, por favor. Mira, escribe

todo eso que inventas y tu papi y yo lo leemos, ¿sí?

La mamá vuelve a la conversación y sale de escena. Mario, se acerca a la tele y ve

que están los comerciales. Medita un poco.

MARIO: Pero yo lo vi. No lo pude haber inventado.

La imagen del conejo regresa a la televisión. Lanza una carcajada.

BERNABÉ: Niño, escucha bien lo que te voy a decir.

MARIO: (Asustado) Otra vez no, por favor.

BERNABÉ: Más vale que cooperes porque si no te la vas a pasar muy mal...

MARIO: (Para sí) Cálmate, Mario. Esto es producto de tu imaginación. No está

sucediendo...no está sucediendo...no está sucediendo...

Repite la frase varias veces hasta que el conejo la calla con un grito.

BERNABÉ: (Grita) ¡Ya cállate! (Pausa) Tú serás el medio. Contigo conquistaremos la

Tierra.

MARIO: Desaparece o le hablo a mi mamá.

BERNABÉ: Háblale, a ver si te cree.

MARIO: (Grita) ¡Mamá! Ven, ven pronto.

BERNABÉ: (A manera de cantaleta burlona) No te va a creer, no te va a creer.

MARIO: ¿Qué quiere de mí?

BERNABÉ: ¿Qué qué quiero de ti? ¡Quiero tus neuronas!

MARIO: ¿Mis neuronas? O sea, ¿las que tengo en el cerebro?

BERNABÉ: (Irónico) No, niño tonto, las que tienes en los pies.

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MARIO: ¡Quiere las neuronas de mi cerebro y de mis pies!

BERNABÉ: ¡Calla! Has sido elegido para cooperar en la misión que tengo encomendada.

MARIO: ¿Pero yo por qué?

BERNABÉ: Porque eres el presidente de mi club de fans; por eso.

MARIO: Sabía que el club de Barney era mejor que éste.

BERNABÉ: No me menciones a ese dinosaurio. Será el primero en desaparecer cuando la

Tierra sea nuestra. Después seguirán los niños...(Ríe)

MARIO: (Con más fuerza) ¡Mamá!

La mamá vuelve a entrar a escena, de nuevo con el teléfono. El conejo desaparece y

siguen los comerciales.

MAMÁ: Espérame tantito, Lula. (Con fastidio) ¿Ahora qué, Mario?

MARIO: Volvió a aparecer, mamá.

MAMÁ: Hijito, hay comerciales. (Le llama la atención lo que anuncian) Por cierto, a

ver si compro esa crema contra la celulitis.

MARIO: (Desesperado) ¡Mamá! ¿No te das cuenta del peligro en el que estamos? El

conejo estaba en la tele, dijo que se iba a apropiar del mundo.

MAMÁ: (Preocupada) Hijito, ¿qué más venden en la salida de la escuela aparte de

tostadas y paletas?

MARIO: ¿Por qué no me crees? (El conejo y las conejitas vuelve a aparecer en la tele)

Mira, ahí está el conejo otra vez. Vas a ver que es cierto lo que te decía.

BERNABÉ: (Con voz infantil) Amiguitos, ya estamos de vuelta.

YUYÚ: Sí, ha llegado la hora de los concursos.

Empieza una canción que bailan los conejos.

MAMÁ: Pues, yo no veo que vayan a conquistar el mundo.

MARIO: Pero acababa de decir que...

MAMÁ: Hijito, mejor sigue viendo al tele. (Vuelve al teléfono) Ya volví, Lula..(se

corrige) ¿Lula? (No recibe respuesta) ¿Lula? ¿Lula, estás ahí? (Se encoge de

hombros) Bah, colgó.

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La mamá deja el teléfono en la mesa y sale momentáneamente.

BERNABÉ: Ahora estén preparados porque les tenemos una sorpresa.

FIFÍ: Vamos a hacer una llamada telefónica al azar entre todos los miembros del

club de fans del conejo Bernabé.

YUYÚ: Pónganse buzos. Porque vamos a hacerle una pregunta a quien conteste.

FIFÍ: Y si nos da la respuesta correcta se va a llevar...

BERNABÉ: Nuestro gran premio.

Música de celebración.

BERNABÉ: Y bien, estén preparados porque la llamada telefónica va a llegar a la cuenta

de tres y decimos: uno

YUYÚ: Dos.

FIFÍ: Tres.

Suena el teléfono en la casa de Mario, él voltea asustado.

MARIO: No, no puede ser. Está llamando aquí, a mi casa. (Se calma) Bueno, basta

con que no contestemos.

MAMÁ: (Desde afuera) Yo contesto, debe ser Lula.

La mamá entra y se dirige al teléfono.

MARIO: No, mamá, no lo hagas.

Mario corre hacia el teléfono. El trayecto de ambos se hará con movimientos lentos

como si fuera a cámara lenta. La mamá llega antes. En ese momento se rompe la “cámara

lenta”. Mario intenta quitarle el teléfono a su mamá, ella se lo impide. Continuan

forcejeando mientras se desarrolla la llamada.

MAMÁ: ¿Sí, Lula?

MARIO: No, mamá, no contestes.

BERNABÉ: (En la televisión) Buenas tardes, señora. Esta es la pregunta. ¿Cómo se llama

el personaje de los videojuegos que es hermano de Luigi?

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MAMÁ: (Forcejeando con Mario, no escucha la pregunta) Mario, por favor.

(Finalmente lo hace a un lado)

BERNABÉ: Y es...¡correcto! Felicidades, señora. Se ha ganado el súper premio.

MAMÁ: ¿Qué? ¿quién habla?

BERNABÉ: Le mandaremos su regalo, gracias por ver el programa. Vamos a unos

mensajes y volvemos.

En la televisión aparecen los comerciales.

MAMÁ: (Culega el teléfono, confundida) ¡Qué llamada tan extraña!

MARIO: Mamá, ¿cómo pudiste?

MAMÁ: ¿Cómo pude qué, hijito?

MARIO: Hablaste por teléfono con el conejo psicópata ese.

MAMÁ: ¿Era el conejo? ¿el conejo Bernabé?

MARIO: Sí. De seguro va a venir por nosotros. Esa llamada era para saber si viviamos

aquí, y ya lo sabe. Nos va a matar, mamá.

MAMÁ: (Desesperada) ¿Sabes qué, hijito? (Camina hacia la televisión y la apaga) Yo

creo que ya estuvo bueno de televisión para ti. Te está afectando.

MARIO: Mamá, ¡es verdad! El conejo Bernabé es un extraterrestre y va a apoderarse

de la Tierra. ¿Cuántas veces quieres que te lo diga para que me lo creas?

MAMÁ: Hijo, los extraterrestres no existen.

MARIO: ¿Y por qué estás tan segura?

MAMÁ: (Hace una pausa pensando qué contestar) Porque...si existieran ya te lo

hubiera dicho yo, ¿no?

Suena el timbre de la casa.

MARIO: (Sujeta a su mamá de la ropa) Son ellos, mamá. No abras.

MAMÁ: (Trata de desasirse de Mario) Hijito, ya déjate de eso. Voy a abrir la puerta.

La mamá camina hasta la puerta, arrastrando a Mario, quien continúa insistiendo.

MARIO: Mamá, detente. Luego te vas a arrepentir.

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La mamá abre la puerta. Entra a escena Darién, un conejo disfrazado de mensajero.

No habla, sólo emite gruñidos.

MAMÁ: Buenas tardes.

Darién entra arrastrando un mesa con rueditas, sobre la cual está el conejo Bernabé

inmóvil. Se hace pasar por un muñeco de peluche. Al verlo, Mario grita y retrocede

asustado.

MAMÁ: Mario, ¡cálmate! Es sólo un muñeco.

Darién gruñe algo que no se entiende. Le da a la mamá una hoja y una pluma para

que firme. Mario no deja de ver al muñeco. Cuando ya la hoja está firmada. Darién sale de

escena. La mamá se acerca a tocar el muñeco. Mario la detiene.

MARIO: No, no lo toques, adentro puede haber una bomba atómica.

MAMÁ: ¡Cómo crees, hijito! ¡Qué bonito conejo! Es idéntico al Conejo Bernabé.

MARIO: Y supongo que es un extraterrestre psicópata igual que él.

MAMÁ: Está enorme, debe ser carísimo. Ahorita te lo llevas a tu cuarto.

MARIO ¿Estás loca? Yo no voy a poder dormir con esa cosa cerca de mí. En

cualquier momento puede cobrar vida y estrangularme. Y después de eso, él

y sus amigos se apoderarán de la tierra y esclavizarán a toda la humanidad.

MAMÁ: (Molesta) Hijito, creo que ya fuiste demasiado lejos. ¿Sabes qué? No te voy

a dar tu regalo hasta mañana que venga tu papá. Voy a contarle acerca de tu

comportamiento y él sabrá si lo conservas o lo devuelves al programa.

MARIO: (Feliz, empieza a darle besos a su mamá) Gracias, mamita, gracias. Eres la

mejor mamá del mundo. No sabes cuánto te quiero.

MAMÁ: (Extrañada) Entonces, ¿no te importa que no te dé tu muñeco?

MARIO: Para nada. Es más, si mi papá decide devolverlo...por mi, ¡perfecto!

Mario sale de escena. La mamá se acerca cautelosamente a la mochila del niño y

empieza a examinarla.

MAMÁ: Ay, Dios, que no le estén vendiendo cosas malas a este niño.

Mario vuelve a entrar.

MARIO: (Extrañado) ¿Qué haces, mama?

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MAMÁ: (Finge al verse sorprendida) Yo...estaba...estaba revisando tu...(Vuelve a

esculcar en la mochila, saca un borrador) ¡tu borrador! Quería ver si...si

borraba. Y sí, sí borra. Así me gusta, hijito; que tengas tus útiles en orden.

Mario toma la mochila y sale de escena.

MARIO: Me voy a mi cuarto. Tengo tare...digo, cosas que hacer

MAMÁ: ¿Ya no vas a ver la tele?

MARIO: No, ya me cayó gordo ese conejo Bernabé. (Empieza a salir de escena, se

detiene) Además, es un extraterrestre.

Mario sale de escena. Entra el abuelo con un cigarro, al ver a la mamá lo esconde.

ABUELO: (Viendo al muñeco) ¿Y esta cosa de dónde salió?

MAMÁ: Nos lo dieron en la tele.

ABUELO: ¡La tele! ¡la tele! Ahí nunca dan nada sin recibir otra cosa a cambio.

MAMÁ: Mario está rarísimo, papá.

ABUELO: ¡Ves! Tu hijo le regala su tiempo y su inteligencia a la tele y ella le

corresponde con este conejo rosado. ¡Qué buen trato!

MAMÁ: Ay, papá, contigo no se puede hablar. Mejor me voy a la cocina a preparar

un pastel.

La mama sale de escena. El abuelo se le queda viendo al conejo. Presiona el

estómago de éste en repetidas ocasiones y el conejo lanza un chillido como si fuera un

juguete de hule.

ABUELO: Mmhhh, ¿un muñeco de peluche que hace sonidos de uno de hule? ¡Esos

chinos hacen de todo!

El abuelo sale de escena. La iluminación cambia para dar idea de que ya es de

noche. Mario entra a escena, lleva un vaso de leche en la mano. Nervioso y apresurado pasa

por un lado del conejo, quien le lanza una mirada amenazadora. Al sentirse observado,

Mario voltea. Para entonces el muñeco vuelve a su estado inicial. Mario prosigue su camino

y el conejo lo vuelve a observar. Nuevamente voltea y no encuentra novedades. Mario,

envalentonado se acerca al conejo.

MARIO: Mañana te vamos a devolver. No acabarás con el mundo, al menos no por mi

culpa. (Patea al conejo y se escucha un quejido. Mario palidece.) Es tu

imaginación, Mario, es tu imaginación.

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Mario sale de escena apresuradamente. Segundos después, el conejo Bernabé

empieza a moverse lentamente. Baja de la mesa y empieza a estirarse y a desentumirse.

Explora el territorio y al constatar que no hay nadie va hasta la puerta. La abre con la ayuda

de una llave especial.

BERNABE: ¡Adelante! No hay moros en la costa.

Entran a escena Fifi y Yuyú. Llevan una vestimenta tipo espacial y están armadas.

BERNABÉ: ¡Ataviadme!

Las conejas empiezan a vestir al conejo con una capa.

BERNABÉ: La fase uno ha sido completada. ¡Pasemos a la dos! ¡Darién!

Entra a escena Darién refunfuñando y arrastrando un montón de maletas y

artefactos. Fifí y Yuyú comienzan a conectar los aparatos a la televisión.

FIFÍ: Todo salió a pedir de boca, señor.

YUYÚ: ¿Cuánto falta para el contacto, señor?

BERNABÉ: Sólo unos minutos. Recibiremos instrucciones del Jefe Anfroc. Él nos dirá

cómo proceder.

Darién se dirige a Bernabé con gruñidos. Él lo ve extrañado.

BERNABÉ: ¿Qué quiere éste?

FIFÍ: Le pregunta cuándo iremos por el niño.

BERNABÉ: Después de preparar la instalación. Hay que ser muy cautelosos ahora. Si nos

descubre puede escapar y nuestro plan se verá frustrado.

YUYÚ: Ya está listo el receptor, señor.

BERNABÉ: Bien, prepárense a recibir la señal desde Cunília.

Fifí y Yuyú manejan los artefactos, la televisión se enciende y empieza a captar una

señal. En eso entra Mario. Al percatarse de la presencia de los conejos, se esconde tras la

mesa. Jadea asustado.

MARIO: (Aparte) No puede ser. Son ellos, están aquí.

FIFÍ: Recibiendo señal de Cunília, señor.

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BERNABÉ: Iniciar recepción.

En la televisión aparece la imagen de otro conejo, el Jefe Anfroc. Mario, asustado,

observa todo.

ANFROC: Saludos, comandante Bernabé. Veo con agrado que ya ha completado las dos

primeras fases de nuestro plan.

BERNABÉ: Y con excelentes resultados, señor.

ANFROC: Me satisface que así sea. La operación que tiene a su cargo es una de las más

ambiciosas que se hayan encomendado, comandante. Es nada menos que

nuestra venganza en contra de los terrícolas.

MARIO: (Susurra) ¿Venganza?

ANFROC: Usted tiene la responsabilidad de hacerles pagar a esos infelices por lo que

nos hicieron en el pasado.

BERNABÉ: Estoy consciente de ello, Jefe Anfroc. Mi escuadrón y yo hemos trabajado

con esmero. Ahora estamos muy cerca de completar la operación. Sólo

necesitamos sus instrucciones finales.

ANFROC: Bien. Es preciso que conecten el puerineurosustractor.

BERNABÉ: Ya está listo, señor.

ANFROC: Entonces, sólo resta encontrar lo que necesitamos para iniciar el proceso de

sustracción y envío: un cerebro de niño.

MARIO: (Desde su escondite, por lo bajo) Un cerebro de...¡ay, mamá! (Se lleva las

manos a la cabeza)

BERNABÉ: Ya está localizado, señor. Sólo basta traerlo. Es cuestión de unos segundos.

ANFROC: Excelente. Esperamos su transmisión dentro de quince minutos. Recuerde,

Bernabé: la dignidad de nuestro planeta está en sus manos.

BERNABÉ: Lo tendré en cuenta, señor.

La imagen de Anfroc desaparece. Mario tiembla tras la mesa.

BERNABÉ: Bien, procedamos a realizar la fase tres. Vamos por el niño.

Darién se dirige de nuevo a Bernabé.

BERNABÉ: ¿Y ahora qué quieres?

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YUYÚ: Dice que él se puede quedar a custodiar el equipo.

Bernabé le da un coscorrón a Darién.

BERNABÉ: ¿Estás tonto o qué? ¿qué tal si el terícola muesta resistencia? Vamos a

buscarlo.

Los conejos salen momentáneamente de escena. Mario corre a la puerta, intenta

abrirla.

MARIO: Debo salir de aquí, esos conejos me quieren abrir la cabeza. (No puede abrir

la puerta) Tiene llave. Ay, ¿ahora qué hago? No puedo pedirle ayuda a mi

mamá porque los conejos me pueden ver. Sólo me queda defenderme. (Va

hasta un buró y saca del cajón una pistola de agua) No dejaré que esos

conejos se apoderen de mi cerebro... y tampoco de la tierra, claro.

Los conejos vuelven a entrar. Bernabé entra furioso. Mario se esconde de nuevo.

Darién percibe un olor, empieza a acercarse a donde está Mario.

BERNABÉ: No está en su cuarto. ¿Dónde se pudo haber metido?

FIFÍ: A lo mejor está escondido, señor.

BERNABÉ: (Irónico) Brillante observación, Fifí. ¡Registren la casa de inmediato!

Darién encuentra a Mario. Se lo comunica a Bernabé con gruñidos, pero éste no le

hace caso.

BERNABÉ: Ahora no, Darién. Hay que encontrar a ese mocoso.

Darién insiste.

BERNABÉ: ¡Qué no entiendes! Ahorita no hay tiempo para tus bufidos.

YUYÚ: Señor, debería escuchar a Darién. Dice que...

BERNABÉ: ¡A callar! Encuentren a ese niño.

Darién se rinde. Mario se envalentona y sale a enfrentar a los conejos.

MARIO: (Envalentonado) No busquen más, conejos. Aquí estoy y no permitiré que

me atrapen.

BERNABÉ: Mario, pequeño. ¿Por qué no te acercas? No te queremos hacer daño.

MARIO: No, nada más quieren mi cerebro.

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BERNABÉ: Bueno, sí. Pero no te va a doler.

MARIO: ¿Y tú qué dijiste: este escuincle ya cayó? Pues no.

Les dispara varios chorros de agua. Los conejos se protegen con los brazos, pero se

ríen al darse cuenta que, al parecer, es sólo agua.

BERNABÉ: ¿Crees que nos vas a vencer con unos chorritos de agua?

MARIO: En primer lugar no es agua, sino pipí. (Los conejos dan muestras de asco) Y

en segundo lugar, según las revistas de las aventuras del Capitán Centella, la

pipí terrícola tiene la propiedad de cebar las armas extraterrestres.

BERNABÉ: ¡Maldita sea! Tienes razón. (Pausa, cambio de actitud) Sólo que no

consideraste un detallito: no estamos en las aventuras del Capitán Centella.

MARIO: Ay.

BERNABÉ: Paralícenlo, ¡ahora!

Las conejas disparan contra Mario, él queda paralizado.

BERNABÉ: Bien, traiganlo acá. Ya es hora de empezar la operación.

MARIO: (Llorando) No, por favor. No me saquen mi cerebro. No les va a servir. Yo

soy muy malo para los problemas razonados. A lo mejor y hasta se les hecha

a a perder su máquina. ¡Suéltenme!

FIFÍ: ¡Cállate, niño! (Le pone un trapo en la boca)

Darién y las conejas conectan a Mario a sus máquinas. Bernabé camina de un lado

al otro, sonríendo.

BERNABÉ: Me imagino, querido terrícola, que te interesa saber cuál será tu participación

en nuestra empresa. Te explicaremos con detalle.

Bernabé da la orden y Darién trae una caja. Las conejas, con papel en mano,

comienzan a relatar la historia de Cunilia al tiempo que Darién la escenifica con objetos.

FIFÍ: Hace muchos años los terrícolas envíaron unidades espaciales a explorar los

confines del universo. En una de esas misiones se envío una colonia de

conejos para estudiar los efectos que presentaban luego de ser expuestos a

diversas pruebas, las cuales, debo informarte, eran muy dolorosas;

¡inhumanas! Bueno, mejor dicho: ¡inconejas!

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YUYÚ: Un asteroide golpeó la nave y desvío su curso, provocando que nos

estrelláramos en un planeta distante y desierto. Los tripulantes humanos

perecieron. Por fortuna, la colonia de conejos logró sobrevivir. Aquellos

primeros pobladores crearon un sistema de organización y lograron salir

adelante.

FIFÍ: Las condiciones climáticas, así como la alimentación del lugar, permitieron

que los conejos evolucionáramos y nos convirtiéramos en lo que ahora

somos.

YUYÚ: Pronto la población de nuestro planeta se multiplicó. ¡Claro! Somos conejos.

Se dieron grandes avances tecnológicos y científicos.

BERNABÉ: Y finalmente nos convertimos en una superpotencia: Cunilia. Sin embargo,

no se olvidan los malos tratos y las vejaciones por parte de los de su raza.

Por eso, decidimos vengarnos acabando con todos los humanos, y a su vez,

rescatar a nuestros hermanos conejos que aún están bajo el yugo opresor de

la raza humana.

Los conejos aplauden con esmero.

BERNABÉ: ¿Alguna pregunta u observación?

Mario intenta hablar, pero aún trae el trapo en la boca. Fifí se lo quita.

MARIO: Una duda: ¿qué tenemos que ver mi cerebro y yo en todo esto?

BERNABÉ: Las neuronas de niño producen una sustancia que sirve como combustible

para nuestras naves. Las de un cerebro promedio tienen la energía suficiente

para tres viajes de Cunilia a la Tierra de ida y vuelta; eso sin contar lo que se

gasta en aduanas y semáforos.

MARIO: Pero, señor conejo, de seguro mis neuronas no funcionan bien y así no le

sirven, ¿verdad que no?

BERNABÉ: ¡A callar! (Pausa) Este aparato, el puerineurosustractor, es el que va a

absorver tus neuronas; después, transladaremos la energía a través de este

transmisor molecular.

MARIO: Todo lo que dice se me hace muy interesante. ¿Me permite otra pregunta? Es

muy breve.

BERNABÉ: Adelante.

MARIO: Si hay tantos millones de niños en este planeta, ¿por qué tengo que ser yo al

que le abran la cabeza?

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BERNABÉ: Te elegimos porque eras el presidente de mi club de admiradores. Pensamos

que no opondrías resistencia. Sin embargo no fue así; por eso inventamos el

numerito éste del concurso.

MARIO: Pues, ¿sabe qué? No es justo. Los gringos son los que mandan cohetes al

espacio. Búsquese un niño de allá, (Grita fuertemente) ¿eh, conejo sicópata?

BERNABÉ: ¡No grites!

Le vuelve a poner el trapo en la boca.

BERNABÉ: (A los conejos) ¡A sus puestos, ya!

Los conejos comienzan a maniobrar los aparatos.

FIFÍ: Canal de transmisión listo, señor.

YUYÚ: Contacto con satélite Bunny BX- 48 listo, señor.

BERNABÉ: ¿Cuánto falta para la transmisión?

FIFÍ: El puerineurosustractor absorverá las neuronas del niño dentro de dos

minutos.

BERNABÉ: Todo está saliendo como lo habíamos planeado. Muy pronto, la Tierra será

nuestra.

Bernabé lanza una risotada maléfica. Aparece en escena el abuelo.

ABUELO: ¡No tan rápido, conejo!

BERNABÉ: Ay, ¿qué quieres güelito?

ABUELO: Antes de quitarle las neuronas a mi nieto tendrán que pasar por un obstaculo.

BERNABÉ: No me digas: ¿tú?

El abuelo adopta una posición de inicio de ataque.

ABUELO: Ustedes los de la televisión siempre me han caído mal. Es hora de ponerlos

en su lugar.

BERNABÉ: ¿Ah sí? Pues éntrale.

ABUELO: Después de ustedes.

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Los conejos se ven a las caras y de pronto se lanzan contra el abuelo, quien los

esquiva fácilmente. Los conejos quedan sorprendidos. El abuelo los reta nuevamente al

adoptar otra posición de ataque. Los conejos vuelven a la carga, ahora más agresivos. Se

arma una riña en la que los conejos son rápidamente vencidos. Sin embargo el abuelo

pierde ventaja cuando empieza a toser.

ABUELO: Ay, los malditos cigarros.

BERNABÉ: ¡A él!

Los conejos logran someter al abuelo. Lo atan, lo amordazan y lo sientan junto a

Mario.

BERNABÉ: Yo por eso uso parches de nicotina, güelito. (A las conejas) ¡Prosigamos!

FIFÍ: Hemos perdido en contacto con nuestro satélite, señor.

BERNABÉ: ¡Maldición! ¿cuánto tiempo nos tomará volver a contactarnos?

FIFÍ: Diez minutos, señor.

BERNABÉ: (Grita histérico) ¡Diez minutos!

Todos se tapan los oídos. Desde afuera se oye la voz de la mamá. Los conejos se

tapan la boca.

MAMÁ: Mario, ¿estás allá abajo?

Bernabé le quita la mordaza a Mario.

BERNABÉ: (Por lo bajo, a Mario) Contéstale, y pobres de ustedes si baja.

MARIO: Sí, mami, acá estoy.

MAMÁ: ¿Todo bien?

MARIO: (Titubea) Hum..sí.

MAMÁ: Voy a bajar.

Los conejos se alteran, le hacen señas a Mario para que le diga que no.

MARIO: No, ma. No bajes, yo ya me voy a subir otra vez, sólo vine por un vasito de

agua.

MAMÁ: Ya te he dicho que no tomes agua por la noche. Luego te va a pasar como al

otra vez que te hiciste en la...

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MARIO: (Interrumpe) Mamá, mamá, ya entendí...no necesitas decírmelo.

Los conejos, y hasta el abuelo, se burlan de Mario a través de señas, insinuando que

se hace pipí.

MAMÁ: Bueno, ya que estás abajo, ¿me haces un favor?

Mario voltea a ver a Bernabé para saber qué debe contestar. Bernabé asiente.

MARIO: Sí, dime.

MAMÁ: ¿Puedes meter al refri los pastelillos de zanahoria que están sobre la mesa?

Los conejos cambian de actitud, muestran apetito.

MARIO: Claro, mamá.

MAMÁ: Ah, y por favor les pones azúcar glass.

MARIO: Sí, nada más dime dónde está.

MAMÁ: En la alacena.

MARIO: Está bien; no te preocupes.

MAMÁ: Gracias, mi amor. Hasta mañana.

MARIO: (Acongojado) Hasta mañana.

YUYÚ: Le recordamos que no hemos cenado, señor.

FIFÍ: Todavía nos queda tiempo como para echarnos un tentempié, ¿no lo cree?

BERNABÉ: Me parece bastante razonable. Vayan de inmediato por ese pastel.

Los conejos, excepto Bernabé, van a la cocina.

BERNABÉ: Espero que tu madre cocine bien, terrícola.

MARIO: Y yo espero que su máquina no funcione.

BERNABÉ: Siento desilusionarte, pero no será así.

MARIO: Pues, mi mamá tampoco cocina bien, ¿eh? Siempre se le quema todo; hasta

los frijoles de lata.

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BERNABÉ: No importa. Con hambre todo sabe bien.

Entran de nuevo los conejos. Traen consigo una charola con pastelillos y un

especiero.

FIFÍ: (Entusismada) Aquí está, señor.

FIFÍ: Se ve delicioso, señor.

BERNABÉ: Bastante. Bueno, comemos rapidito porque hay que terminar la operación.

Bernabé empieza a repartir los pastelillos.

MARIO: Oigan, ¿nos dan?

CONEJOS: (En coro) ¡no!

MARIO: Pues ojalá les caigan mal.

Ya todos traen su pastelillo. Se desean buen provecho unos a otros, Yuyú los

detiene, observa el pastel con actitud de sospecha.

YUYÚ: ¡Alto! No se coman el pastel.

BERNABÉ: ¿Qué pasa, oficial Yuyú?

YUYÚ: (Deja la actitud de sospecha) Le falta el azúcar glass.

BERNABÉ: Muy bien pensado, oficial.

Bernabé pone azúcar glass en cada una de las rebanadas. Después empiezan a

comer. Hacen exclamaciones de aprobación.

BERNABÉ: Hay que hacer esclava a la madre del terrícola para que nos haga pastelillos a

diario. ¡Están buenísimos!

FIFÍ: Ni en Cunília lo hacen tan bien, señor.

Siguen comiendo unos instantes.

BERNABÉ: Bien, es hora de continuar con la operación.

Los conejos, aún sin terminarse los pastelilos, se empiezan a torcer de dolor

estomacal.

FIFÍ: Ay, creo que el pastelillo me cayó pesado, señor.

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YUYÚ: A mí igual. No aguanto mi estómago, señor.

BERNABÉ: Como que la zanahoria estaba pasadona, ¿no?

Darién lanza un gruñido de dolor y se desploma en el suelo Las conejas le siguen;

caen al suelo, inconscientes.

BERNABÉ: Oficiales, ¿qué les pasa? (A Mario) ¿Qué nos ha hecho tu madre, terrícola?

MARIO: Yo le dije que no cocinaba bien.

Se escucha una voz robotizada desde uno de los aparatos.

VOZ: Atención. Contacto con satélite reestablecido. Confirmar sustracción y envío

de neuronas, confirmar sustracción y envío de neuronas.

BERNABÉ: ¡Demonios! Tengo que confirmar la operación.

Bernabé camina hasta los aparatos. De pronto cae, vencido por el dolor. Se arrastra

hasta el aparato. Vuelve a escucharse la voz. Bernabé se esfuerza en llegar; cuando está a

punto de lograrlo, deja de moverse. Finalmente estira la pata.

MARIO: ¡Azotó la res! digo, el conejo!

La mamá baja sin saber qué sucede.

MAMÁ: Bueno, ¿qué es tanto escándalo?

La mamá grita asustada al ver a los conejos tirados en el suelo.

MARIO: Desátanos, mamá.

La mamá, muy asustada, va y desamarra y desamordaza a su hijo y al abuelo.

MAMÁ: ¿Qué pasó aquí, hijo?

MARIO: ¿Te acuerdas de tu dichoso regalito del conejo Bernabé? Pues no era más

que él mismo.

ABUELO: Quería robarle las neuronas a Mario.

MAMÁ: ¿Las neuronas? Pero, ¿para qué...?

MARIO: Es un larga historia, mamá. Lo que importa es que estos conejos ya estiraron

la pata.

El abuelo recoge del suelo el especiero.

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ABUELO: Esto fue lo que los aniquiló. Confundieron el azúcar glass con veneno para

ratas. Los conejos también son roedores así que funcionó a la perfección.

MAMÁ: (Abraza a Mario) Perdón, hijto. Debí haberte creído cuando me dijiste que el

conejo te amenazó. Nos hubiéramos evitado esto. Ahora tendré que llamar a

una grúa para que saquen a esta cosa de aquí.

ABUELO: Tampoco habría sucedido si Mario no estuviera obsesionado con la

televisión y con el conejo ese.

MARIO: Tienes razón abuelo. Ahora sólo hay una cosa que tengo que hacer.

Mario toma una silla y con ella destruye la televisión.

MAMÁ: ¿No había una forma más barata de mostrar que aprendiste la lección?

Sin que ellos se den cuenta, el conejo Bernabé ya se ha recuperado y se acerca

amenazadoramente a ellos. La mamá ve al conejo.

MAMÁ: ¡Cuidado! Es el conejo.

En cámara lenta, Bernabé se abalanza sobre Mario, su mamá y su abuelo; pero

resbala, se golpea y queda de nuevo fuera de combate.

ABUELO: Ahora sí, es el fin del conejo Bernabé.

MARIO: Abuelo, creo que ahora que no tenemos tele no sería mala idea echarle un

vistazo a algunos de tus... ¿cómo se llaman?

ABUELO: Libros, Mario, libros.

La mamá encuentra en el suelo la hoja de la tarea que Mario había arrancado.

MAMÁ: ¿Qué es esto, Mario?

MARIO: ¡La tarea!

Mario sale corriendo, su mamá y su abuelo salen tras él. Los cuerpos de los conejos

quedan tendidos en el suelo de la sala, aparentemente sin vida. Lentamente la mano de

Bernabé empieza a moverse.

Oscuro final.

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Obra publicada en 2013 por Avia Wes Ediciones

Estrenada en 2002 y repuesta en 2007 y 2012.