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Bruno Latour I nv e s ti gac i ón s ob r e l o s modo s de e x i s t e nc i a Una antropología de los modernos Traducción de Alcira Bixio PAIDÓS dp B u e no s A i r e s - B a r ce l on a - M é x i c o III

Investigação Dos Modos de Existência (Em Espanhol) Copy

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Investigação dos modos de existência

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  • Bruno Latour

    Investigacin sobre los modos de existencia

    Una antropologa de los modernos

    Traduccin de Alcira Bixio

    PAIDS d pB uenos A ires - B arcelona - M xico III

  • Espacios del Saberltimos ttulos publicados

    50. G. Garca, E l psicoanlisis y los debates culturales51. A. Giunta y L. Malosetti Costa., Arte y posguerra. Jorge Romero Bresty

    la revista Ver y Estimar52. L. Arfuch (comp.), Pensar este tiempo53. A. Negri y G. Coceo, GlobAL54. H. Bhabha y J. T. Mitchell (comps.), Edward Said: Continuando

    la conversacin55. J. Copjec, E l sexo y la eutanasia de la razn56. W. Bongers y T. Olbrich (comps.), Literatura, cultura, enfermedad57. J. Butler, Vida precaria58. O. M ongin, La condicin urbana59. M. Carman, Las trampas de la cultura60. E. M orin, Breve historia de la barbarie en Occidente61. E. Gannetti, Vicios privados, beneficios pblicos?62. T. Todorov, Introduccin a la literatura fantstica63. P. Engel y R. Rorty, Para qu sirve la verdad?64. D. Scavino, La filosofa actual65. M. Franco y F. Levn (comps.), Historia reciente66. E . Wizisla, Benjamn y Brecht, historia de una amistad67. G. Giorgi y F. Rodrguez (comps.), Ensayos sobre biopoltica68. M. Mellino, La crtica poscolonial69. D. R. Dufour, E l arte de reducir cabezas70. S. Zizek, Cmo leer a Lacan71. E. Dipaola y N . Yabkowski, En tu ardor y en tu fro72. J. Butler y G. Spivak, Quin le canta al Estado-nacin?73. G. Vattimo, Ecce comu74. J. Kristeva, Esa increble necesidad de creer75. M. Jay, Cantos de experiencia76. A. Hounie (comp.), Sobre la idea del comunismo77. S. Kracauer, La novela policial78. L. Sabsay, Fronteras sexuales79. B. Latour, Cogitamus: seis cartas sobre las humanidades cientficas80. B. Stiegler, La quietud en movimiento81. A. Badiou, Elogio del amor82. M. Aug, La vida en doble83. S. Zizek, E l ms sublime de los histricos84. T. Eagleton, Marxismo y crtica literaria85. G. C. Spivak, En otras palabras, en otros mundos86. R. Castel, G. Kessler, D. M erklen y N . M urard, Individuacin, precariedad,

    inseguridad87. B. Latour, Investigacin sobre los modos de existencia

  • Ttulo original: Etiquete sur les modes d existence, de Bruno Latour Publicado originalmente por La Dcouverte, Pars, 2012

    Diseo de cubierta: Gustavo Macri

    Latour, BrunoInvestigacin sobre los modos de existencia I Bruno Latour; adaptado por Alcira Bixio -1* ed.- Ciudad Autnoma de Buenos Aires: Paids, 2013.480 pp.; 23x15 cm.

    ISBN 978-950-12-6587-3

    1. Antropologa. I. Alcira Bixio, adapt. II. Titulo

    1" edicin, julio de 2013

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografa y el tratamiento informtico.

    O 2012, Bruno Latour 2012, ditioru La Dcouverte O Donato Ricci (por las imgenes de cubierta) 2013, Alcira Bixio (por la traduccin)O 2013, de todas las ediciones en castellano:

    Editorial Paids SAICF Publicado bajo su sello Paids*Independencia 1682/1686,Buenos Aires - ArgentinaE-mail: difusion@>areapaidos.com.arwww.planetadelibros.com

    Queda hecho el depsito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

    Impreso en Primera Clase,California 1231, Ciudad Autnoma de Buenos Aires, en junio de 2013.

    Tirada: 3.000 ejemplares ISBN 978-950-12-6587-3

  • S i scires dmurn D ei. 1

    1. La cita completa es Si scires dommt Dei et qui est... [Si conocieras el don de Dios y quien es...]. [N. de T.]

  • Manual de instrucciones de la investigacin colectiva en curso

    Esta obra resume una investigacin que llevo realizando con segura obstinacin desde hace un cuarto de siglo. Gracias a Europa, he recibido una subvencin lo bastante consecuente para crear una plataforma que le permitir al lector, no solo leer este informe provisional, sino tambin prolongar la investigacin mediante un dispositivo de bsqueda que encontrar en el sitio www.modesofexistence.org. Comenzado en soledad, este trabajo se ha extendido gracias a la accin de un pequeo equipo reunido bajo el nombre en cdigo a im e : An Inquiry Into Modes of Existence, traduccin inglesa del acrnimo francs e m e : Enquete sur les Modes dExistence [Investigacin sobre los modos de existencia] cuya plataforma debera permitir, si todo sale como esperamos, movilizar una comunidad de investigacin un poco ms vasta.

    Una vez que el interesado se inscribe en el sitio, dispone de la versin numrica de esta obra, versin que le dar acceso a las notas, la bibliografa, el ndice, el vocabulario, as como a una documentacin complementaria. La flexibilidad de lo numrico, ahora bien anclado en los hbitos, ofrece multiplicar las maneras de leer sacando el mayor provecho de un aparato crtico en constante evolucin que adems se beneficiar con los comentarios que los lectores seguramente no se privarn de agregar.

    Todo el inters y, por supuesto, toda la dificultad del asunto estriban en que el lector se encontrar invitado, no solo a leer la obra, sino tambin a explorar un ambiente bastante nuevo. La idea es procurarle, por medio de esta interfaz, asideros suficientes para permitirle reconstituir cierta cantidad de experiencias que, en mi opinin, estn en el

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  • Manual de instrucciones de la investigacin colectiva en

    corazn de la historia de los Modernos, aun cuando las reseas que estos se han credo obligados a dar de esas experiencias solo permiten capturarlas muy malamente. A mi entender, la contradiccin entre las experiencias del mundo y las reseas autorizadas por las metafsicas disponibles es la causa de que sea tan difcil describir a los Modernos de manera emprica.

    Precisamente para salvar esa contradiccin propongo concentrar nuestra atencin en los conflictos de interpretacin referentes a los diversos valores de verdad a que nos vemos confrontados da a da. Si mi hiptesis es exacta, el lector se dar cuenta de que es posible identificar modos diferentes cuyas convergencias de a dos pueden ser objeto de una definicin emprica y, por lo tanto, compartible. La invitacin que hacemos a travs del entorno numrico puesto a punto para este proyecto es justamente a que compartamos tal definicin.

    Es por ello que, una vez que el lector haya descubierto otras maneras de familiarizarse con los argumentos de la investigacin, podr proponer otras respuestas por completo diferentes al cuestionario que forma su trama. Gracias a la interfaz propuesta, podr navegar en cada modo y cada convergencia de modos descubriendo en ellos los documentos que hemos comenzado a reunir, antes de agregar los suyos propios. Todo el inters del ejercicio reside en la posibilidad que tendrn los dems participantes -hayan ledo o no el libro- de prolongar el trabajo impulsado por los nuevos documentos, las nuevas fuentes y los nuevos testimonios y, sobre todo, la posibilidad de mor^ficar las preguntas rectificando o modulando el proyecto en funcV. Je los resultados acumulados. El laboratorio tiene ahora las puertas abiertas de par en par para que en l se hagan nuevos descubrimientos.

    En una ltima etapa, los participantes hasta podrn, siempre que lo deseen, ser parte de una forma original de diplomacia proponiendo otras reseas diferentes de las mas para interpretar las experiencias que habremos reconstruido colectivamente. En efecto, en ocasin de una serie de encuentros, ayudados por mediadores, nos esforzaremos por proponer otras versiones, otras metafsicas, distintas de las propuestas en este informe provisional. Hasta, tal vez, podamos esbozar el diseo de otras instituciones ms adecuadas para proteger los valores que habremos definido.

    Este proyecto participa en el desarrollo de lo que se llama, con una expresin todava algo vaga, las humanidades numricas, cuyo estilo

  • titubeante se agrega a los ms convencionales de las ciencias sociales y la filosofa. Aunque lo hice estudiando proyectos tcnicos, he aprendido que hay que cuidarse de tratar de innovar en todos los planos a la vez, pues se corre, sin lugar a dudas, el riesgo del fracaso: aqu, exploramos conjuntamente innovaciones de mtodo, de concepto, de estilo y de contenido... Solamente la experiencia dir si ese dispositivo hbrido, que utiliza las nuevas tcnicas de lectura, de escritura y de indagacin colectiva, facilita o, por el contrario, complica el trabajo de la filosofa emprica que querra iniciar. El tiempo ha sido importante puesto que este proyecto que intenta describir de otro modo la aventura de los Modernos debe cerrarse en agosto de 2014, un siglo despus de aquel otro agosto 14 de tan'trgica memoria. El lector ya habr comprendido por qu no era cuestin de arreglrmelas solo!

  • Agradecimientos

    Comenzado en las Pascuas de 1987 en Saint-Sulpice-de Favieres, este proyecto ha sido objeto de una primera redaccin y examinado en ocasin de un coloquio llevado a cabo en Cerisy-la-Salle en 2007. Agradezco a todos los participantes que, en esta ltima dcada, me han infundido un poco de confianza en el dispositivo experimental aqu propuesto, aun cuando me hicieron falta cinco aos ' ara rees- cribir este informe tomando en consideracin sus crticas^.. Muchos colegas y amigos, tan numerosos que no puedo nombrarlos a todos, se han tomado el trabajo de alentar y discutir este trabajo. Frderique Ait-Touati, Dominique Boullier, Yves Citton, Gerard de Vries, Gra- ham Harman, Eduardo Viveiros de Castro, Frangs Cooren, Philippe Pignarre y los amigos belgas de g eco (Grupo de Estudios Constructi- vistas) y sobre todo, Nicols Prignot, me ayudaron particularmente a corregir el texto final. Muchos otros encontrarn el eco de sus propios trabajos en cada pgina, especialmente Michel Calln, Antoine Hen- nion, Fabian Muniesa y todos los amigos del csi (Centre de Sociolo- gie de lInnovation). Isabelle Stengers ha ledo, enmendado y criticado hasta tal punto las versiones sucesivas que me gustara poder beneficiarme, como lo hace Intel en el caso de los chips electrnicos, con ese prestigioso sello: is in s id e . Pero nunca habra tenido el coraje y sobre todo la esperanza de llevar adelante este proyecto sin el equipo ahora uncido a su versin numrica: Christophe Leclercq, Donato Ricci, Heiko Mller y, sobre todo, Dorothea Heinz, cuya pasin intelectual me permiti retomar la escritura de este proyecto.

    (La publicacin de esta obra, as como el desarrollo de la plataforma a im e fueron posibles gracias a una subvencin de investigacin del

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  • Investigacin sobre los modos de existencia

    Consejo Europeo para la Investigacin erc n . Agradezco a la Misin Europea de la Investigacin en Ciencias Polticas por haber seguido de principio a fin, el montaje de este proyecto y a la Escuela Superior de Minas por los dos aos sabticos que me concedieron en 1995 y, nuevamente, en 2005.)

  • Plan de conjunto

    Como no puedo disimular la dificultad que presenta el ejercicio al cual pido a los lectores que se entreguen, tratar de darles de entrada el movimiento de conjunto para que sepan adnde quiero llevarlos, lo cual probablemente los ayude a no desconectarse en los pasajes difciles. Un gua de senderismo puede anunciar las pruebas que habr que afrontar, tender la mano, multiplicar las paradas, ajustar las rampas y la* cuerda*, pero no tendr el poder de aplanar las cimas que sus lectores han aceptado alcanzar con l...

    He dividido este informe de investigacin en tres partes. En la primera, quiero establecer primero el objeto (captulo ), luego los datos necesarios para esta investigacin tan particular (captulo 2). Adems, tengo que quitar los dos obstculos principales que haran indescifrables y hasta absurdos todos nuestros esfuerzos por avanzar en la comprensin de los Modernos. Esos dos obstculos estn evidentemente ligados, sin embargo, yo los he distinguido dedicando dos captulos a la cuestin clave del conocimiento objetivo -por qu el advenimiento de la Ciencia ha hecho tan difcil la captacin de los otros modos (captulos 3 y 4)?- y otros dos (los captulos 5 y 6) a la cuestin de los vnculos entre construccin y realidad: por qu no podemos pronunciar en la misma frase las palabras verdadero y hecho, es decir, bien inventado? Al final de esta parte, sabremos cmo hablar bien de una pluralidad de tipos de seres dejndonos guiar por el hilo conductor de la experiencia, por el empirismo tal como lo ha definido James: nada ms que la experiencia, si, pero no menos que la experiencia.

    En la segunda parte, habiendo parcelado el terreno, habindole devuelto a la experiencia su condicin de gua fiable y habiendo liberado a la palabra de esas trabas propias de la historia de los Modernos,

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  • estaremos en condiciones de sacar el mayor provecho de ese pluralismo de los modos de existencia para salir, en primer lugar, de la prisin de la divisin Sujeto/Objeto. Los seis primeros modos que identificaremos nos permitirn ofrecer una base por completo diferente a la antropologa comparada puesto que son esos contrastes lo que sobre todo han elaborado las otras culturas. Esto nos permitir comprender la aparicin de los modos, la fluctuacin de sus valores, los contragolpes que el advenimiento de cada uno tuvo sobre la comprensin de los otros. Tambin aprovechar esa presentacin para ordenar tales modos de una manera un poco ms sistemtica proponiendo otro sistema de coordenadas, sistema que, en la tercera parte, nos dar la posibilidad de reconocer otros seis modos, mis regionales, ms prximos a los hbitos de las ciencias sociales, que nos ayudarn a desplazar los dos ltimos grandes obstculos de esta investigacin: la nocin de Sociedad y, sobre todo, la .de Economa, esa segunda naturaleza que probablemente defina mejor que todos los dems modos, la particularidad antropolgica de los Modernos.

    Como ante los instrumentistas -en el comienzo de Prova d'orchestra [Ensayo de orquesta] de Fellini-, cada uno de los cuales le asegura al equipo que ha llegado a entrevistarlos que su instrumento es el nico verdaderamente til a la orquesta, el libro funcionar si el lector tiene cada vez la impresin de que cada uno de los modos presentados es el mejor, el que mejor discrimina, el ms importante, el ms racional de todos... Pero la prueba ms importante es que, en cada modo, la experiencia cuyo hilo pretendo encontrar, se distingue bien de su resea institucional. Y esta es la nica manera de poder luego proponer otras reseas ms satisfactorias. Al final de estas dos partes, podremos dar una versin finalmente positiva y no simplemente negativa de aquellos que nunca fueron modernos: Esto es lo que nos ha ocurrido; esto es lo que nos ha tocado heredar; y ahora, qu hacer con esta antropologa histrica o, mejor an, con esta ontologa regional?.

    Qu hacer? Este es el objeto de la conclusin general, necesariamente muy breve pues depende de la suerte que corra la plataforma de investigacin colaborativa hada la, que esta obra -simple resumen de una indagacin- tiene la ambicin de atraer el inters del lector. Esta vez, el antroplogo se presenta como jefe de protocolo para proponer una serie de representaciones diplomticas que permitirn heredar el conjunto de valores expuestos en las partes dos y tres -y que todos definan la historia tan local y tan particular de los Modernos- pero en instituciones y segn regmenes de palabra renovados.

    Solo entonces podremos volvernos hacia los otros -los ex otros!- para comenzar la negociacin sobre los valores que habr

  • Plan de conjunto

    que instituir, mantener y, tal vez, compartir. Si tenemos xito, los Modernos sabrn por fin lo que les sucedi, aquello de lo que son herederos, las promesas que estaran dispuestos a cumplir, los combates que deben prepararse a dar. O al menos, los otros sabrn a qu atenerse con respecto a ellos. Juntos, podran tal vez prepararse a afrontar la irrupcin de lo global, del Globo, sin renegar nada de su historia. Lo universal estara, quiz, por fin, a su alcance.

  • In troduccin

  • An t e s d e c o m pr e n d e r c m o , e s p e r o , vam os a tra ba ja r c o n c e r ta d a m e n t e EXPLORANDO ESTOS NUEVOS MEDIOS QUE LO NUMRICO PONE A NUESTRA DISPOSICIN, ES NECESARIO QUE D al lector un anticipo de las cuestiones en juego que tal indagacin querra abordar. Puesto que lo ms pequeo puede llevar, poco a poco, a lo

    ms grande, comenzaremos con una ancdota.Unos quince industriales franceses, respon

    sables del desarrollo sustentable en diferentes P r e g u n t a c h o c a n t e sociedades, se hallan sentados alrededor de una

    d ir ig i d a a u n mesa circular. Frente a ellos, un investigador del c u m a t l o g o Collge de France, especialista en cuestiones cli

    mticas. Corre el otoo de 2010, un momento en el que hace furor la disputa sobre el origen huma

    no o no humano del cambio climtico. Uno de los industriales dirige al profesor una pregunta que encuentro un tanto impertinente: Pero, por qu habra que creerle a usted ms que a los otros?. Me quedo seco: Por qu este hombre pone en pie de igualdad, como si se tratara de una simple batalla de opiniones, a los especialistas del clima y a los que se ha dado en llamar los climaescpticos, pervirtiendo un poquito el bello vocablo escptico? Dispondr, casualmente, de un instrumento de medicin superior al del especialista? Cmo ese sencillo adminculo podra estar en condiciones de equilibrar las posiciones de los expertos segn un clculo por ms o por menos? Pero, sobre todo, cmo se atreve a hablar de creencia tratndose de las ciencias del clima? Decididamente, la pregunta me resulta casi chocante, sobre todo cuando proviene de alguien cuyo oficio consiste en interesarse de cerca en la cuestin ecolgica. Se ha degenerado la controversia hasta

  • Tener nuevamente confianza en las instituciones?

    el punto de que hoy se puede hablar de la suerte del planeta como si se estuviera en un set de televisin participando de una competencia y todos simularan tratar de igualar las posiciones?

    Me pregunto cmo va a responder el profesor: ser que pondr al latoso en su lugar recordndole que no se trata de creencias sino de hechos? Ser que har nuevamente una enumeracin de los datos indiscutibles que no dejan ningn lugar a la duda? Pues bien, para mi gran sorpresa, el especialista responde con un largo suspiro: Si no se tiene confianza en la institucin cientfica, el problema sera muy grave. Y se pone a desplegar ante su auditorio la lista de la gran cantidad de investigadores implicados en el anlisis del clima, el complejo sistema de veridiccin de datos, de artculos y de informes, el principio del juicio de los pares, la inmensa red de estaciones, de boyas a la deriva, de satlites, de computadoras que aseguran el flujo de las informaciones y luego se pone a explicar, de pie, en el pizarrn, las trampas de los modelos necesarios para la rectificacin de los datos as como las dudas sucesivas que hubo que despejar sobre cada uno de esos puntos. Y en el otro campo, agrega,, qu encontramos? Ningn investigador competente en la materia que disponga del equipamiento idneo. Para responder a la pregunta que le han hecho, el profesor se ha servido pues de la nocin de institucin como del mejor instrumento para medir el peso respectivo de las posiciones. No ve ningn tribunal de apelaciones ms elevado. Y es por eso que agrega que perder la confianza en este recurso sera, para l, muy grave.

    Su respuesta me sorprende tanto como la pregunta. No creo que hace cinco o diez aos un investigador -sobre todo un investigador francs- hubiera hablado, en situacin de controversia, de confianza en la institucin cientfica. Probablemente, habra sealado con el dedo los intervalos de confianza en el sentido estadstico del trmino, pero habra apelado fundamentalmente a la certeza, certeza uya procedencia no habra tenido que justificar en detalle ante tal auditorio; esa certeza le habra permitido tratar a su interlocutor de ignorante y a sus adversarios de irracionales. No se habra hecho visible ninguna institucin, no habra sido necesaria ninguna apelacin a la confianza. El investigador se habra referido a otra instancia superior, la Ciencia, con C mayscula. Cuando se apela a Ella, uno ya no tiene nada que debatir puesto que se encuentra siempre en clase, en los bancos de una escuela donde la cuestin es aprender... si no se quiere desentonar. Pero, cuando uno apela a la confianza, la situacin de interlocucin es por completo diferente: hay que compartir la preocupacin por una institucin frgil y delicada, atestada de elementos terriblemente materiales y mundanos: los lobbies del petrleo, el juicio de los pares, las presiones

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  • Introduccin

    de la modelizacin, las erratas en informes de mil pginas, los contratos de investigacin, los errores de las computadoras y as indefinidamente. Ahora bien, semejante preocupacin, y este es el punto esencial, no apunta a echar la sombra de una duda sobre los resultados de las investigaciones; apunta, por el contrario, a obtener la seguridad de que esos resultados llegarn a ser vlidos, robustos y compartidos.

    De ah mi sorpresa: cmo ese investigador del Collge de Fran- ce puede abandonar la comodidad que le daba apelar a la certidumbre indiscutible para apoyarse en la confianza en la institucin cientfica? Quin tiene hoy todava confianza en las instituciones? No es este el peor momento para presentar, ante la mirada de todos, la espantosa complejidad de los innumerables escritorios, reuniones, coloquios, cumbres, modelos, tratados y artculos a travs de los cuales se han procesado nuestras certezas sobre el origen antrpico del desbarajuste climtico? Es como si, para responder a un catecmeno que dudara de la existencia de Dios, un sacerdote se pusiera a dibujarle el organigrama del Vaticano, la historia burocrtica de los concilios y las numerosas glosas de los tratados de derecho cannico. En nuestros das, parece que sealar con el dedo las instituciones puede servir de arma para criticarlas, pero seguramente no para restablecer la confianza en las verdades establecidas. Y, sin embargo, as es como decidi defenderse el profesor contra aquellos industriales dubitativos.

    Y tena toda la razn. En situacin de viva controversia, cuando se trata de obtener conocimientos validados sobre objetos tan complejos como el sistema entero de la Tierra, conocimientos que deben traer consigo cambios radicales en los detalles ms ntimos de la existencia de cientos de miles de personas, es infinitamente m< seguro confiar en la institucin cientfica que en la certeza indiscutible. Pero tambin es infinitamente ms riesgoso. Qu audacia ha hecho falta para cambiar as de punto de apoyo...

    Con todo, no creo que el profesor haya sido totalmente consciente de haberse deslizado de una filosofa de las ciencias a otra. Creo, antes bien, que ya no tena posibilidad de elegir las armas puesto que sus adversarios climaescpticos eran quienes estaban hablando, justamente, de no obrar sino despus de haber adquirido una certeza total y que solo utilizaban la nocin de institucin para ponerlo a l en una situacin embarazosa. En efecto, no acusan a los climatlogos de formar tambin ellos un lobby entre los dems lobbies, el lobby de los que establecen un modelo? No se deleitan siguiendo la huella de los circuitos del dinero necesarios para sus investigacin, as como las redes de influencia y de amiguismo de que dan testimonio los e-mail que se han conseguido como quien no quiere la cosa? Y ellos, cmo hacen para

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  • Tener nuevamente confianza en los instituciones?

    saber? Aparentemente pueden alardear de tener razn contra todos los dems porque la Certeza nunca es una cuestin de nmero. Cada vez que se hace alusin a la muchedumbre de climatlogos y a la amplitud de su equipamiento y su presupuesto, se yerguen indignados contra lo que llaman un argumento de autoridad. Y retoman el gran gesto de la Certeza contra la Confianza apelando a la Verdad con V mayscula que ninguna institucin va a venir a corromper. Y se embanderan en los pliegues del caso Galileo: no triunf acaso en soledad contra la institucin, contra la Iglesia, contra la religin, contra la burocracia erudita de la poca? Entre la espada y la pared, el profesor no tena eleccin posible. Puesto que sus enemigos han acaparado la certeza y el pblico se pone a hacer preguntas descorteses; puesto que existe un gran riesgo de que se confunda la ciencia con la opinin, el profesor se volvi hada lo que pareca estar al alcance de la mano: la confianza en una institudn que l practica desde el interior desde hace veinte aos y de la cual no tiene, en resumidas cuentas, ninguna razn para dudar.

    Pero de la cual nunca se habla. Aqu reside toda la fragilidad del contrafuerte sobre el cual l eligi apoyarse. Si advirti que yo lo miraba con aire socarrn agitarse como un demonio, tendr que perdonarme pues pertenezco a una esfera, los estudios sobre las dendas (que aun se denominan en frangls s a iN C f STUOies) que se esfuerza precisamente por dar un sentido positivo a los trminos institucin den- tfica. Ahora bien, en sus comienzos, en la dcada de 1980, esa esfera fue tomada por muchos hombres de cienda para ejercer una crtica de la Certeza erudita -que en efecto era su propsito-, pero tambin una crtica de los conocimientos asegurados, que no era de ningn modo su objetivo. Queramos comprender por medio de qu instrumentos, que maquinaria, qu condiciones materiales, histricas, antropolgicas, era posible producir objetividad. Y, por supuesto, sin apelar a ninguna Certeza trascendente que hubiera alzado, de una vez y sin discusin, la Ciencia -con C mayscula- contra la opinin. A nuestros ojos, la objetividad cientfica tena un valor demasiado importante para dejar su defensa en manos de lo que se llama con un trmino comodn, y cuyo uso consiste con excesiva frecuencia en interrumpir toda discusin acusando de irracionales a sus adversarios demasiado insistentes. Mucho antes de que las cuestiones ecolgicas llegaran a ocupar el centro de la poltica, ya dudbamos de que la distincin entre lo racional y lo irracional bastara para cerrar las disputa referentes a los componentes del Sentamos que h.* aestin de las ciencias era un poco ms complicada y que haca falta investigar de una manera nueva la trama de la objetividad. Y esta es la razn por la cual mis colegas historiadores o socilogos de las ciencias y yo siempre nos

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  • Introduccin

    hemos sorprendidopor el furor de ciertos investigadores contra lo que llamaban el de nuestras indagaciones, cuando en realidad nosotros procurbamos preparar a los hombres de ciencia para hacer una defensa por n realista de la objetividad que apreciamos tanto como ellos, aunque de otra manera.

    Se comprender pues mi ligera sorpresa ante la respuesta del cli- matlogo: Vaya, vaya, usted habla positivamente de la confianza que hay que tener en la institucin cientfica... Pero, estimado colega, cundo invoc usted alguna-vez pblicamente la necesidad de semejante confianza? Cundo acept compartir sus secretos de fabricacin? Cundo rog usted en voz bien alta para que la prctica de las ciencias fuera tomada como una institucin frgil que habra que mantener cuidadosamente si uno quera tener confianza en ellas? No somos nosotros, en cambio, los que hicimos ese trabajo todo el tiempo? Nosotros, de quienes precisamente usted desde toda ayuda con cierto humor tratndonos de relativistas. Est usted realmente dispuesto a semejante cambio de epistemologa? Renunciar usted de buena gana a la comodidad de la acusacin de irracionalidad, ese gran medio de cerrar la vlvula a todos los que buscan camorra? No es un poco tarde para refugiarse de pronto en la nocin de confianza sin haberse preparado de ninguna manera para semejante cosa? Si aquel da no le hice ninguna de estas preguntas al clima- tlogo, no es porque tuviera miedo de quedar a mi vez como demasiado impertinente, sino porque ya no es momento de discutir sobre el relativismo de los science studies. Todo el asunto se ha vuelto demasiado serio para semejantes peloteras. Tenemos los mismos enemigos y debemos responder a las mismas urgencias.

    Esta ancdota permite comenzar a comprender por qu es necesario emprender una investigacin

    q u e o b l ig a a sobre el lugar que hay que darle a la nocin clave d i s t i n g u ir lo s v a lo r e s de -y ms particularmente a la de ins-

    d e l a s r e s e a s q u e titudn cientfica- en un momento en que nos d e e l l o s h a c e n l o s encontramos situados frente a crisis ecolgicas de

    p r a c t i c a n t e s , una amplitud y una novedad desconocidas hasta ahora. Si me embarqu en esta indagacin es por

    que es fcilmente discemible, en la respuesta del profesor, si no ya una contradiccin, en todo caso una fuerte tensin entre el que l quiere defender -la objetividad- y la descripcin que propone para definir tal valor. Es que jjarece vacilar, en efecto, entre apelar a la Certeza y apelar a la Confianza, dos posturas que implican, como nos daremos cuenta luego, filosofas, no, metafsicas, no, ontologas, por completo diferentes.

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  • Tener nuevamente confianza en las instituciones?

    S bien que no hubo tiempo para medir esta diferencia; no es el gnero de precisin que uno le pide a un climatlogo. P e r yo que soy socilogo o filsofo o antroplogo (la etiqueta poco in-porta) me dedico a profundizar ese desajuste lo ms lejos y lo ms largamente que haga falta. Y, por lo tanto, proponer; esa es toda la utilidad que le veo a este proyecto, una solucin para hacer que tal valor sea compar- tible y durable. Como veremos, la proposicin que exploro por medio de esta investigacin consiste en distinguir, gracias a una serie de los valores que deseamos defender de la resea que se ha dado de ellos a lo largo de la historia, para intentar instalarlos, o mejor an, instaurarlos, en instituciones que finalmente estaran diseadas para defenderlos.

    S con seguridad que las palabras valor e institucin pueden asustar, que hasta pueden oler horriblemente a reaccin. Qu? Un retomo a los valores? Confianza en las instituciones? Pero, no es esojustamente de lo que por fin hemos salido? Aquello a lo que hemos puesto fin? Lo que hemos aprendido a combatir y hasta a despreciar? Y, sin embaigo, la ancdota analizada antes muestra que probablemente hemos cambiado de poca. La amplitud de las crisis ecolgicas obliga a volver sobre todo un conjunto de reacciones, digamos ms bien de reflejos condicionados, que nos quitan toda flexibilidad para reaccionar a lo que viene. Al menos esa es la hiptesis que respaldo. Para que un investigador del Collge de France oscile entre la Certeza y la Confianza, hace falta, en efecto que pase algo grave. Tal es la gravedad que pesa sobre este trabajo.

    Con esta investigacin, tengo el propsito de crear un dispositivo que llamo que permitira, si pudiera llevarlo a buen trmino (pero no puedo hacerlo solo) ofrecer a ese investigador atacado en nombre del racionalismo, el auxilio de una definicin alternativa de aquello que l estima. Puedo lograr redefinir la objetividad mediante la confianza en una institucin cientfica sin que ese profesor tenga la sensacin de haber perdido el valor por el cual disputaba? Y aunque no la tuviera, una vez hecho el trabajo, har falta que ese cientfico se apoye en una filosofa de las ciencias completamente distinta. Y, puedo hacerlo con l? Esta es la apuesta de la presente investigacin: compartir la experiencia de los valores que parecen estimar mis informantes, pero ofrecindoles modificar la resea y en realidad, la metafsica, mediante las cuales procuran expresarla en los casos demasiado conflictivos en los cuales corren el riesgo de perderla al defenderla torpemente. Podemos ofrecer a algunas personas conceptos que hemos aprendido a querer, la ocasin de un desarrollo que el marco, demasiado estrecho, de la modernizacin no le a dado? Despus de todo, las

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  • Introduccin

    nociones de desarrollo sustentable y de especie protegida, tambin pueden aplicarse a los conceptos!

    Por qu tantos valores ya no pueden resistir los ataques? A causa de otro fenmeno que procuro

    En tr e m o d ern iza r documentar desde mi iniciacin en las investigacio- y e c o lo g iza r , hay nes de campo, en Adca, a comienzos de la dcada

    q u e eleg ir de 1970, y que podemos designar con la expresin fin del parntesis modernista. En todo lo que sigue, el trmino modernizacin o M o d m n o

    se opone a K O iooU . Entre modernizar y ecologizar, hay que elegir.En un libro publicado hace ms de veinte aos, Nunca fiiimos

    modernos, yo haba tratado de dar un sentido preciso al adjetivo demasiado polismico moderno utilizndolo como piedra de toque de la relacin que comenz a establecerse en el siglo xvn entre dos mundos; el de la Naturaleza y el de la Sociedad, el mundo de los no humanos y el de los humanos. El nosotros al que se refiere el ttulo quiz demasiado rimbombante del libro no designaba a ningn pueblo preciso ni ninguna geografa particular, sino que englobaba ms bien a todos aquellos que esperan de la Ciencia una distincin radical en relacin con la Poltica. Todos aquellos, sea cual fuere la tierra que los vio nacer, que se sienten impulsados por una flecha del tiempo orientada de tal manera que le permite tener detrs de s un pasado arcaico que mezcla de modo desafortunado los Hechos y los Valores y por delante un futuro ms o menos radiante en el cual la distincin entre los Hechos y los Valores sera finalmente ms clara y distinta. Es moderno el que va -que iba- de ese pasado a ese futuro por mediacin de un de avance ineluctable. Gracias a ese frente pionero, a esa Frontera, uno poda permitirse calificar de irracional todo aquello de lo que haba que sustraerse y de racional todo aquello hacia lo cual uno deba dirigirse para progresar. As, era moderno quien se emancipaba de las adhesiones de su pasado para avanzar hacia la En suma, quien iba de la oscuridad a la luz: a la ILUSTRACIN. Si utilic la Ciencia como piedra de toque para definir este singular sis* tema de coordenadas, lo hice porque todo estremecimiento en la concepcin de las ciencias corra el riesgo de poner en peligro la totalidad del aparato de la modernizacin. Si alguien viniera a mezclar nuevamente los Hechos y los Valores, la flecha del tiempo se interrumpira, vacilara, se agitara, se torcera en todas las direcciones y se parecera a un plato de spagbetti o, ms precisamente, a un nido de vboras.

    Hace veinte aos, no haba que ser un gran experto para sentir que la modernizacin iba a terminarse, justamente, porque cada da, a cada minuto, se hada ms difcil distinguir los hechos de los valores

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  • Tener nuevamente conftrza en las instituciones?

    a causa de la intrincacin creciente de los humanos y los no humanos. En aquella poca yo daba muchos ejemplos de este fenmeno hablando de la multiplicacin de los hbridos de ciencia y sociedad. Desde hace ms de veinte aos, las controversias cientficas y tcnicas no han hecho sino proliferar en nmero y en dimensin hasta extenderse al clima mismo. Puesto que los gelogos comienzan a utilizar el trmino para designar la poca de la historia de la Tierra que sucede al holoceno, es cmodo servirse desde entonces de ese vocablo para resumir con una sola palabra el sentido de la poca que va desde las revoluciones cientficas e industriales hasta la actualidad. Si los mismos gelogos, gente ms bien seca y sera, hacen de lo humano una fuerza de la misma amplitud que los volcanes e incluso que las placas tectnicas, hay algo que se ha vuelto seguro; ya no tenemos ninguna esperanza de ver maana ms que ayer una distincin definitiva entre la Ciencia y la Poltica.

    En consecuencia, la piedra de toque que serva para distinguir el pasado del presente, para disear el frente de modernizacin pronto a englobar el planeta ofreciendo una identidad a aquellos que se sentan modernos, ha perdido toda eficacia. Desde entonces, estamos llamados a comparecer ante Gea, esa extraa figura doblemente compuesta, hecha de ciencia y de mitologa que sirve a ciertos especialistas para designar a la Tierra que nos aprisiona y a la que aprisionamos, esa cinta de Moebius de la que formamos a la vez el exterior y el interior, ese Globo verdaderamente global que nos amenaza en el momento mismo en que nosotros lo amenazamos. Si yo quisiera dramatizar, tal vez excesivamente, el ambiente de este proyecto de investigacin, dira que pretende registrar los contragolpes del frente de modernizacin en el momento en que este choca sbitamente contra Gea.

    Es como si los Modernos (empleo la mayscula para designar a ese pueblo de geometra variable en busca de s mismo) hubieran definido hasta aqu valores que haban protegido de alguna manera en instituciones bamboleantes concebidas al voleo para responder a las exigencias del frente de modernizacin empujando siempre hacia delante la cuestin de saber cmo iban a durar. Tenan un futuro, pero no se preocupaban por el porvenir. O, ms bien lo por venir. Qu viene? Qu es pues lo que sobreviene de improviso sin que ellos parezcan haberlo previsto? Gea, el antropoceno, el nombre exacto poco importa, en todo caso, algo que los priva para siempre de la distincin fundamental entre Naturaleza y Sociedad mediante la cual ellos establecan, poco a poco y gradualmente, su sistema de coordenadas. A partir de entonces, todo se complica para ellos: Maana, murmuran aquellos que han dejado de ser resueltamente modernos, tendremos

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  • Introduccin

    que tomar en consideracin todava ms enredos de seres que mezclarn el orden de la Naturaleza y el orden de la Sociedad; maana, an ms que ayer, nos sentiremos presionados por una cantidad an mayor de restricciones impuestas por seres cada vez ms numerosos y diversos. De pronto, el pasado ha cambiado de forma puesto que no es ms arcaico que lo que viene delante de nosotros. En cuanto al futuro, ha volado en pedazos. Ya no podremos emancipamos como antes. Esta es una situacin totalmente nueva: detrs de nosotros, ataduras y, delante de nosotros, todava ms ataduras. Suspensin del frente de modernizacin. Fin de la emancipacin como nico destino posible. Y lo que es peor: nosotros, los que habamos credo ser modernos, ya no sabemos quines somos, ni, por supuesto, dnde estamos. Fin de la modernizacin. Hay que recomenzar todo.

    Existe otro sistema de coordenadas que pueda reemplazar el que se ha perdido, ahora que el

    pro p o n ie n d o o tro parntesis modernista est a punto de cerrarse? tisTFMA d e c o ord enada s . Esta es la'empresa a la que me he uncido, en para

    lelo con la dedicacin a mis otros terrenos, desde hace un cuarto de siglo y que querra compartir

    y prolongar a travs de este libro, as como mediante el dispositivo numrico que lo acompaa. En efecto, creo que es posible completar el ttulo nicamente negativo - nosotros nunca fuimos modernos- con una versin esta vez positiva de la misma afirmacin. Si nunca fuimos modernos, entonces, qu nos pas? De qu debemos ser herederos? Quines fuimos? Qu devendremos? Con quines debemos estar vinculados? Dnde nos encontramos situados ahora? Todas son preguntas de antropologa histrica y comparada que no podemos comenzar a abordar sin hacer antes una investigacin profunda de esta famosa modernidad a punto de cerrane.

    Por qu me creo capaz de' proponer tal investigacin y de proponer tal alternativa? Sencillamente porque, al suspender el tema de la modernidad para caracterizar la aventura de los Modernos, creo haber indicado la experiencia de cierto nmero de valores de los cuales creo que es posible ofrecer una versin diferente.

    Estoy convencido, por ejemplo, de que la experiencia de la objetividad solo pareca bien protegida por la Ciencia con mayscula porque esta nunca tuvo que defenderla seriamente. Desde el momento en que la objetividad se pone gravemente en tela de juicio, como en la ancdota mencionada antes, se vuelve deseable describir de un modo por completo diferente la prctica de los investigadores, proponindoles otra representacin de s mismos, una representacin que permitira por fin recobrar la confianza en una institucin cien-

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  • Tener nuevamente confianza en las instituciones?

    tfica profundamente redefinida. Como pronto nos daremos cuenta, lo que puede dar algn valor a este trabajo de redescripcin es que ofrece la posibilidad de dar ms lugar a otros valores cuya experiencia es muy comn pero que no necesariamente tenan un lugar cmodo en el marco ofrecido por la modernidad. Por ejemplo, la poltica o la religin o el derecho, que la defensa de la Ciencia con mayscula y en majestad haba aplastado a su paso pero que hoy pueden exhibirse ms cmodamente. Si se trata de ecologizar y ya no de modernizar, probablemente sea posible hacer cohabitar una mayor cantidad de valores en un ecosistema un poco ms rico.

    En lo que sigue propondr pues a los lectores una doble disociacin: primero, tratar de separar una propia de cada valor de su versin oficial tradicional; luego, tomar la responsabilidad de ofrecer una formulacin alternativa de esa experiencia, completamente provisional, que pondr sobre la mesa de negociaciones para someterla a la crtica. Por qu proceder as? Porque me parece que la experiencia, con la condicin de que est cuidadosamente dirigida, es compart- ble, mientras que la formulacin alternativa de tal experiencia que yo ofrezco puede no serlo, en todo caso, de entrada.

    El estudio de las prcticas cientficas que he realizado durante tanto tiempo puede servimos de ejemplo: rara vez he odo crticas sobre las descripciones que los science studies han dado de las redes cientficas (por el contraro, siempre se ha reconocido su veracidad como si, a la manera de Harvey, hubiramos descubierto las venas y las arteras de la vascularizacin erudita...). Y, sin embargo, las versiones alternativas que hemos propuesto para dar cuenta de cmo se inventa la objetividad han sido violentamente combatidas por algunos de los mismos investigadores cuyos valores nos esforzamos por hacer comprensibles a los dems. Las palabras mismas redes e "invencin bastan a veces para chocar a nuestros interlocutores, lo cual prueba hasta que punto hemos encarado mal las cosas.... Qu malos diplomticos hemos sido!

    Puesto que el objetivo es hacer el inventaro de los Modernos, a fin de saber de qu debemos ser herederos, sera pues trgico confundir los tres ingredientes siguientes: las reseas que los Modernos inventaron a lo largo de sus diversos combates; los valores cuya experiencia por ltimo desprendida en el curso de esta misma historia sigue siendo sin embargo comparable; y mi formulacin personal, demasiado particular o demasiado polmica, de esta misma experiencia.

    Esta es la razn por la cual el dispositivo que quiero oirecer a los lectores se presenta en dos secuencias: el informe de una investigacin a la que ser lcito agregarle o suprimirle lo que les parezca que corresponde o no a lo que se da en la experiencia; un procedimiento que bien

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  • Introduccin

    podemos llamar negociacin gracias al cual el autor y algunos de sus lectores -devenidos podrn encarar su participacin en unareformulacin comn a esas mismas experiencias.

    Este es mi intento. Para decirlo de manera brutal, creo tener razn en la deteccin de las experiencias sobre las que voy a esforzarme en llamar la atencin del lector; estoy seguro de que, al querer ofrecer una alternativa al modernismo, me he equivocado con frecuencia en la expresin que he propuesto para cada una de ellas. Y si he errado, es por construccin, porque un diplomtico no puede tener razn l solo, Solo puede ofrecer una frmula de paz antes de que esta sea destrozada a la vez por aquellos a los que l representa y por aquellos a quienes se la ha enviado. El objeto de este libro es pues servir a la vez de informe de una investigacin y, si se quiere, de preliminares de paz.

    La extraeza de esta situacin diplomtica no estriba nicamente en el procedimiento elegido (el

    Lo q u e l leva a D E U N rR entorno numrico!), en la naturaleza de aquellos a u n a e s c e n a d ip l o m t i c a quienes pretendo representar (evidentemente, sin

    i m a g in a r ia : el menor mandato!) tino tambin en el conflicto mismo por el cual se requiere en ltima instancia la intervencin de los diplomticos. Es que la moder

    nizacin nunca se presenta como una guerra a la cual convendra poner fin. Cul es pues el conflicto que ha agotado hasta tal punto a las partes que hoy soamos con mantener negociaciones de paz? Extrao conflicto que no permite definir a ninguno de los protagonistas: ni los Modernos aqu presentes, puesto que nunca lo fueron, ni, por supuesto, los otros, puesto que solo eran otros en comparacin con una modernidad mantenida en la vaguedad. La escena diplomtica -por completo, imaginaria, lo reconozco- que quiero montar para esta investigacin es una escena que reunira a los Modernos aqu presentes y a los otros aqu presentes al acercarse a Gea. La situacin que yo querra exponer es que los Modernos se presentan nuevamente ante el mundo, pero esta vez lo hacen sabiendo por fin y de una vez por todas qu es lo que defienden!

    Esto puede parecer sorprendente y hasta un poco regresivo, pero quienes tendrn que intere-

    e n n o m b r e d e sarse finalmente por esta investigacin sern los c^ u i n n e g o c ia r ? Modernos, los occidentales, s, hasta los euro

    peos. Quiero tranquilizar al lector, aqu no hay sin embargo nada narcisista, ninguna busca nos

    tlgica de la identidad. Se trata simplemente de que la dio durante mucho tiempo por sentado que haba que contrastar las otras por oposicin, con un proceso de modernizacin

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  • Tener nuevamente confianza en las instituciones?

    de origen europeo o, en todo caso, occidental que nunca se intent precisar mucho ms y que, por lo dems, los antroplogos no tenan vocacin de estudiar. Con todo, siempre se juzg la irracionalidad o, ms caritativamente, se juzgaron las racionalidades alternativas manifestadas por las dems culturas en relacin con este patrn definido por defecto. Por respetuoso que quisiera ser del pensamiento salvaje, el antroplogo deba pensar esta diferencia a partir del "pensamiento cultivado o cientfico. Este ideal de modernidad era lo que permita situar los elementos culturales, arcaicos, reaccionarios de los que la modernidad misma estaba impregnada. Por otra parte, siempre es en relacin con ese frente de modernizacin que algunos procuran todava penetrar el secreto del futuro (las culturas, van a convergir, divergir, entrar en conflicto, etc.?). El resultado de semejante enfoque es que siempre nos falta una antropologa de los Modernos.

    El asunto es que esas gentes de geometra variable siempre se han planteado a s mismas y han planteado a los dems un verdadero problema de descripcin puesto que, aun cuando nunca hayan sido modernos, evidentemente se ttmcibitran como tales. Los Modernos nunca lo fueron, pero hete aqu que se creyeran y esa creencia tambin es capital pues les hizo actuar de mil maneras contradictorias que hay que aprender a desenmaraar, abandonando, tal vez, como veremos luego, la nocin misma de creenc ia . Dicho de otro modo, existe una opacidad propia de los Modernos que la antropologa comparada no puede dejar indefinidamente de lado. Opacidad tanto r is enigmtica por cuanto contrasta con la pretensin de autoanlisis; de reflexividad, de crtica, de lucidez y tambin con esa extraa idea de que la opacidad y la gran necesidad de etnografa correspondera a las otras CULTURAS . . . Tuve que poner a punto este protocolo de investigacin tan particular precisamente para combatir esa opacidad o esa falsa transparencia, como se prefiera. Como comprobaremos luego, la antropologa de los Modernos no es en modo alguno ms fcil que la de los otros, lo cuales, por otra parte, al haber dejado de ser los otros, probablemente han llegado a ser por eso mismo ms fciles de analizar que los Modernos, aqu presentes, siempre tan opacos!

    Har como si los Modernos, a lo largo de su historia, hubieran descubierto -las ms de las veces, por otra parte, tomando elementos prestados de otras civilizaciones- muchos valores que verdaderamente estiman y que constituyen, de alguna manera, su definicin, sin que ello implique, sin embargo, que hayan estado alguna vez completamente seguros. A causa de esa falta de seguridad, har como si ellos no hubieran logrado, esta vez en teora, encontrar el medio de respetar sus propios valores y, por consiguiente, an menos los de los otros.

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  • Introduccin

    En otras palabras, los Modernos no habran invertido en el diseo de conjunto de sus valores tanta energa como la que pusieron en descubrirlos en la prctica uno tras otro. No se trata sencillamente de que los Modernos fueran bfidos como los blancos de lengua hendida. La cuestin es, ms bien, que, atestados de sus tesoros, nunca tuvieron la ocasin de precisar claramente qu era lo que valoraban verdaderamente. Exceso de glotonera de avidez, no se sabe. Gradas a esta suerte de ficcin caritativa podr prolongar las investigaciones etnogrficas sin dejar de reconocer el inmenso desajuste que existe entre la versin oficial y la versin oficiosa pero sin que ello implique tampoco tratar de de critcarlas>Este es el sentido en el que pretendo dar una versin positiva y no ya solamente negativa de la modernizacin, corriendo el riesgo de parecer una pizca positivista y de ser acusado, en el fondo, de connivencia con mi objeto de investigacin, con mi sujeto (pero, despus de todo, la connivencia, no es otro nombre de esa cualidad del etnlogo que llaman empatia?)

    Como pronto se har evidente, esta ficcin de la abundancia de riquezas, no tiene de nin-

    y c o n q u i n n e g o c ia r ? guna manera el objeto de declarar inocentes alos Modernos, lavndolos de todos sus excesos. En primer lugar, tiene el objetivo de proponer

    una descripcin por fin un poco realista de lo que podramos llamar la aventura moderna, dejando ya de confundirla -para bien y para mal- con el advenimiento de un frente de modernizacin. Si se trata en verdad de una guerra, que se la declare y, sobre todo, que se definan sus objetivos para que finalmente sepamos cmo terminarla. Este proyecto descriptivo tiene su utilidad por s mismo pues permitira, si se lo lleva a buen trmino, procurar a la antropologa comparada un patrn que ya no sea fantasioso (el advenimiento de la Razn) y que tampoco sea la versin negativa o sencillamente crtica de esta misma modernizacin. Pero adems posee otra utilidad: sabiendo por fin lo que verdaderamente fuimos nosotros los Modernos, podramos renegociar ese nosotros de arriba abajo y, por lo tanto, tambin, lo que podramos llegar a ser con los otros ante el nuevo horizonte de Gea.

    La cuestin es que la antropologa comparada permanece suspendida en el aire mientras no dispongamos de una versin alternativa de ese punto de comparacin que siempre sigue estando en segundo plano: (trmino espantosamente vago que habra que poder hacer, finalmente, ms preciso). Mientras no se haya hecho el inventario de la herencia de los Modernos, no se puede emprender una verdadera antropologa comparada ni, lo que tal vez sea ms grave, hacer ninguna hiptesis a largo plazo sobre el futuro de sus relado-

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  • Tener nuevamente confianza en las instituciones?

    nes con el resto del mundo. resto del mundo que evidentemente ya no tiene de ningn modo la misma definicin si nosotros fuimos modernos o fuimos algo completamente diferente y, para empezar, aunque ya lo sospechbamos, ese mundo no es de ninguna manera un resto!

    Despus de las escenas espantosas del imperio en las que todos los dems pueblos han asistido con azoramiento a la desbandada de esos locos geniales que atropellaban en un desorden indescriptible tanto los valores propios como los ajenos, despedazando de punta a punta el planeta por una suerte de furor juvenil con la mirada fija en el pasado como si huyeran retrocediendo de algn monstruoso horroroso antes de cubrirlo todo con el manto de la inevitable r odemi- zacin y del reino irreversible de la Razn, yo quisiera hac .i como si todos ellos pudieran calmarse, regresar tranquilamente a casa, recomponerse y volver a presentarse luego, no para pedir disculpas (quin es lo suficientemente dbil para pedir disculpas?) sino para explicar de una vez por todas qu buscaban y para descubrir, por ellos mismos, qu era lo que, en el fondo, valoraban. No es para nada ilusorio imaginar entonces que los otros, finalmente, podran tal vez interesarse en parte en su proyecto.

    Esta retirada de la modernidad en todos los sentidos de la palabra retirada -entre ellos el que se le da en los servicios de posventa de la industria automotriz- tendra la ventaja de preparar mejor para el futuro a los occidentales que lo que puede hacerlo esa extraa pretensin de extender el frente de modernizacin hasta las antpodas. En efecto, es completamente posible -y de hecho ya es el caso extendido- que Occidente (en todo caso Europa, con seguridad) se encuentre finalmente en situacin de debilidad relativa. Ya no ms arrogancia; ya no ms arrepentimiento. Ha llegado el momento de ponerse a precisar, no solo lo que ha sucedido en nombre de la modernidad en el pasado (inters do alguna manera patrimonial), no sobre todo lo que va a poder lig- nificar esa palabra en el futuro. Cuando falta la autoridad indiscutible de la fuerza, cuando se ha vuelto imposible robar la historia, podr por fin comenzar el tiempo de los diplomticos?

    Esta investigacin sobre los valores, tales como han sido extrados, atesorados, tergiversados, maltratados, remendados, apropiados como patrimonio propio por los occidentales, querra contribuir a esta negociacin planetaria que vamos a tener que emprender para el momento en que no estemos ya en posicin de fuerza y cuando sean los otros quienes pretendan modernizarse, pero a la antigua y, de algn modo, sin nosotros! Y cuando nosotros, por nuestra parte, pretendamos, de todos modos, tener algo que decir sobre nuestros valores, y tal vez

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  • Introduccin

    tambin sobre los de los otros (pero ya sin ninguno de los privilegios de la antigua historia europea). Para decirlo de otra manera, ser necesario que los occidentales estemos presentes de una manera por completo diferente, primero para nosotros mismos y luego, para los dems. Para emplear la notable expresin de las cancilleras, se trata precisamente de hacer representaciones diplomticas a fin de renegociar las nuevas fronteras propias y de los otros.

    Pero a la diplomacia le hacen falta los diplomticos, es decir, gente capaz -a diferencia de quienes los envan- de descubrir por fin qu es lo que en verdad tienen como prioridad sus mandantes, al precio de algunos sacrificios que aprenden a detectar en ocasin de las negociaciones a menudo interminables. Exploracin delicada, que debe proceder por tanteos -tanteos que las acusaciones de traicin no deben suspender- que van a ocupar un lugar privilegiado en esta investigacin.

    Estas son las dos preguntas que justifican este trabajo: se puede hacer una descripcin finalmente realista de la aventura moderna, lo cual permitira dar a la antropologa comparada un punto de comparacin ms creble? Y, esa antropologa comparada puede servir de preliminar para la negociacin planetaria ya emprendida sobre el futuro de los valores que la nocin de modernizacin haba revelado y a la vez comprometido? Podr decirse que es demasiado tarde para lanzar tal exploracin. Demasiado tarde a causa de los crmenes cometidos; demasiado tarde a causa de la irrupcin demasiado apremiante de Gea. Too Uttle, too late. Creo, por el contrario, que precisamente a causa de la urgencia, hay que ponerse a reflexionar lentamente.

    Cmo vamos a proceder? Para tomar expresiones que se adaptaran ms a la pluma de un filsofo

    L a i n v e s t i g a c i n s e analtico, digamos que la investigacin va a permi- p a r i . c e p r i m e r o a l a d e tir clarificar, bastante sistemticamente, en un gran

    l o s a c t o s d e h a b l a nmero de temas imprevistos, (M O R ES DE CATEGORA referentes a lo que he llamado los diferentes MODOS DE EXISTENCIA.

    Comparando de dos en dos algunos conflictos de valores -entre lo cientfico y lo religioso, por ejemplo, o entre el derecho y la poltica o lo cientfico y lo ficdonal, etctera- nos daremos cuenta muy prontamente de qu la mayora de las tensiones (tensiones que explican en parte la opacidad de la que hablaba antes) procede de que para juzgar la veracidad de un modo, se utilizan las condiciones de veridiccin de otro modo. Evidentemente, esto supone (habr que dedicarle un buen tiempo a esta cuestin esencial) que uno acepte el pluralismo de los modos y, por lo tanto, la pluralidad de las claves que utilizamos para juzgar su veracidad o su falsedad.

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  • Tener nuevamente confianza en las instituciones?

    Pero, despus de todo, la dificultad no es tan grande, si nos remitimos a la empresa encarada por Austin y sus sucesores sobre los actos de habla. Las nociones de m nuciDAO Di ahora bien ancladas en las tradiciones intelectuales, permiten contrastar tipos muy diferentes de veridiccin sin reducirlas a un modelo nico. La dificultad se presentar ms tarde, cuando se quiera superar esta versin lingstica o del habla de la investigacin para hacer de esos modos realidades ms sustanciales. Pero, mientras tanto, lo esencial de la investigacin estriba, en primer lugar, en un esfuerzo de clarificacin de las afirmaciones relativas a la verdad o la falsedad de una experiencia. Este es, segn me parece, el nico test que vale para el lector: la redescripcin de un modo de existencia, permite o no aclarar conflictos de valores que, hasta ahora, daban lugar a debates ms o menos violentos? Por consiguiente, nos vamos a interesar antes que nada en la verdad y la falsedad, verdad y falsedad de formas distintas de experiencia. El problema es nicamente que hay muchos tipos de verdades y falsedades y cada uno depende de condiciones de ejercicio muy particulares y muy frgiles. S, no puedo evitarlo, hay ms de una morada en el Reino de la Razn.

    Cuando digo que hay muchas verdades y falsedades, no estoy empleando un argumento relativista (en el sentido que da el papado a ese trmino) sobre la imposibilidad de llegar a alguna verdad, sino solamente sobre el hecho de que hay condiciones de felicidad incompatibles que, sin embargo, permiten, cada una en su gnero, llegar a juicios indiscutibles (en la prctica, por supuesto, siempre discutidos) sobre la verdad y la falsedad (relativa* y no relativistas) de lo que deben juzgar. Es, por ejemplo, y pasaremos mucho dempo con l, el caso del derecho (anotado que consigue mantenerse en su verdad y su falsedad propias, mientras que ese valor no se parece en nada a los valores que uno aplicara -sin embargo, con el mismo gusto por la discriminacin- a juicios llamados de la ciencia. Y cuando mostremos hasta qu punto esas verdades, cada una segn su modo, son frgiles, no ser para insistir, a la manera de los escpticos, en sus defectos, sino para invitar a dirigir la atencin a las instituciones que les permitiran seguir existiendo todava un tiempo ms (y all es donde, como ya vimos antes, la nocin de confianza en la institucin adquirir toda su importancia).

    El proyecto es pues, de principio a fin, un proyecto (si no es siempre que se acepte definir la razn como aquello que permite seguir el rastro de los diferentes tipos de experiencia recorriendo la senda, para cada modo, de su verdad y su falsedad, y tambin como aquello que permite identificar las condiciones prcticas

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  • Introduccin

    que ofrecen la posibilidad, cada vez, de efectuar ese juicio. Siempre me pareci que la metfora de la navaja de Ockham, por la cual a menudo se pretende vaciar el mundo de todo lo que no sea racional, no ha recibido el trato que mereca: se la confunde, me parece, con la de la espada de Alejandro que corta el nudo gordiano en lugar de tomarse el trabajo de desanudarlo. Por mi parte, siempre imagin que se haca alusin a uno de esos maletines de madera preciosa de los cirujanos de otros tiempos en las que reposaban en concavidades de fieltro verde gran nmero de .instrumentos ajustados a todas las delicadas operaciones de la razn ."Que haya varios tipos de instrumentos, con la condicin de que estn bien afilados, no debera regocijar hasta al ms recalcitrante de los racionalistas? Sobre todo si eso le permite recobrar el habla con las dems culturas para prepararse para lo que viene.

    Pero, por qu hablar de una investigacin sobre los modos de existencia? Es que hace falta preguntarse por qu el racionalismo no supo definir la aventura de la modernizacin de la cual sin embargo ha participado tan claramente, por lo menos en teora. Para explicar ese defecto de la teora para captar las prcticas, uno puede contentarse, por supuesto, con la ficcin caritativa que

    propuse un poc antes, pero uno se encontrar muy pronto bloqueado cuando haga 'falta inventar un nuevo sistema de coordenadas para acoger las diferentes experiencias que la investigacin va a revelar. El problema es que faltarn las palabras, faltar el lenguaje. La cuestin, esta vez filosfica y ya no antropolgica, es que hace falta transformar el lenguaje para que pueda absorber el pluralismo de los valores. Y hacerlo seriamente y no simplemente en las palabras. Por lo tanto, es intil ocultar que la cuestin de los modos de existencia es tambin un asunto de o mejor an, de por cierto, regional, puesto que solo concierne a los Modernos y sus peregrinaciones.

    Pronto se har evidente* que, en efecto, para mostrar la diversidad de las condiciones de felicidad, no servira de nada contentarse con decir que se trata de juego de lenguaje simplemente diferentes. Esta generosidad ocultara en realidad una extremada tacaera pues de ese modo se le confira el cuidado de dar cuenta de la diversidad al lenguaje, pero nunca al ser. El ser continuara dicindose de una nica y sola manera o al menos sera interrogado de un solo modo o, para tomar el trmino tcnico, segn una nica CATEOOltiA. Independientemente de lo que se haga, no habra nunca ms que un nico modo de existencia, aun cuando se dejara que las maneras de hablar se multipliquen, pues estas, a los ojos del gran buen sentido, no valen gran cosa.

    APRENDIENDO A ID E N TIFIC A R LOS

    D IFEREN TES M ODOS DE EXISTEN CIA.

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  • Tener nuevamente confianza en las instituciones?

    Como sea...! Me interesas! no sera una manera tan injusta de calificar esa curiosa mezcla de apertura de espritu y de cerrazn mental que ha permitido acoger en Occidente la diversidad de culturas. Es verdad que nos interesa; pero tambin es verdad que son solo maneras de hablar... Por una restriccin mental un poco perversa, se suele acordar con una mano la diversidad ms extremada para luego retirar con la otra mano todo acceso a la realidad de cada una de sus representaciones. Dicho de otro modo, el relativismo nunca se paga en autntica moneda contante y sonante. Ibdas las debilidades de los dilogos abortados sobre la diversidad de las culturas, sobre la pluralidad de los mundos, sobre la composicin futura de un mundo comn, sobre los universales que habra que extender, se explican por el abuso de tales restricciones mentales, por esa estrafalaria mezcla de erasmismo y de condescendencia. En tales cenculos, nadie paga el precio ontolgico de su apertura de espritu. Palabras diferentes, una nica realidad. El pluralismo de las representaciones, el monismo del ser. Y, en consecuencia, la inutilidad de la diplomacia puesto que cada representante est convencido de que en el fondo el arbitraje ya se ha hecho, en otra parte, arriba de ellos; que existe un ptimo, un rbitro indiscutible y, por ende, en alguna parte, un amo del juego. En el balance, no hay nada que negociar. Retomo de la violencia, bajo las apariencias benignas de la ms complaciente razn. No se ha avanzado ni una pulgada desde la poca del juicio de Dios: Quemadlos a todos, lo Real reconocer a los suyos!.

    Hablar de diferentes modos de existencia y pretender investigarlos con alguna precisin es pues recaer en aquella antigua divisin del trabajo entre las palabras y las cosas, el lenguaje y el ser, divisin que depende forzosamente de una historia de la filosofa que, me temo, nos har falte tratar, adems de todo el resto. El objetivo ser obtener menos diversidad en el lenguaje -habr que pagar en moneda y no en bonos- pero ms diversidad en los seres admitidos a la existencia -hay ms de una categora o, ms precisamente, la voluntad de saber no es la nica categora que permite interrogar la diversidad del ser (pasaremos mucho tiempo quitando esa dificultad del camino). Las condiciones de felicidad o de infelicidad no designan solamente maneras de hablar, como en las teoras de los actos de habla, sino modos de ser que comprometen de manera decisiva, pero cada vez diferente, una de las diferencias identificables de lo verdadero y de lo falso. Lo que uno dice compromete mucho ms de lo que uno quisiera; una buena razn para hacer girar la lengua varias veces dentro de la boca antes de abrirla.

    Pero, a la inversa, uno se beneficiar de un pluralismo ontolgico que permitir poblar el cosmos de una manera un poco ms rica y,

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  • Introduccin

    consecuentemente, comenzar sobre una base ms equitativa la comparacin de los mundos, el pesaje de los mundos. Por lo tanto, no debe sorprender, que, en adelante, yo hable de los seres de la cien- da, de la tcnica? etctera. En el fondo, se hace necesario retomar la vieja pregunta: qu es...? (qu es la ciencia? cul es la esencia de la tcnica?, etctera), pero descubriendo seres de propiedades cada vez diferentes. Lo que perdamos en libertad de palabra -las palabras cargan con su peso de ser- lo vamos a recuperar con el poder de entrar en contacto con tipos de entidades que ya no tenan lugar en la teora y para las cuales har falta cada vez encontrar un lenguaje que se le ajuste. Empresa peligrosa si las hay.

    Habra sido ms razonable, lo reconozco, limitar la investigacin solamente a su dimensin etnogrfica, pero como se trata de salvar por fin el abismo que separa, entre los Modernos, lo que dicen de lo que hacen, no encontr ninguna forma de que esta investigacin sobre los modos de existencia pudiera prescindir de la f ilo so f a . N o en la vana esperanza d encontrar en los fundamentos lo que el estudio de campo no podra dar sino, por el contrario, para tener una oportunidad de forjar el m etalengua je que permita por fin hacer justicia, en la teora, a las invenciones asombrosas que el terreno revela a cada paso, tambin entre los Modernos.

    Veremos adems que no se puede cubrir la nocin de institucin sin pasar por esas cuestiones de apariencia demasiado fundamental. Si es verdad que hay ms cosas sobre la tierra y en el cielo que en toda la filosofa, tambin es verdad que, sin la exploracin filosfica, uno nunca lograra expresar gran cosa de lo que hay sobre la Tierra como tampoco de lo que hay en el cielo. De todas maneras, no tengo alternativa: los Modernos son el pueblo de la Idea, su dialecto es la filosofa. Por lo tanto, si uno quiere tener la menor oportunidad de afrontar a los otros -los ex otros- y a Gea -el Otro verdaderamente otro- hay que concentrarse primero en su curiosa ontologa regional.

    De todos modos nadie curar a los Modernos de su apego a su caro tema de frente de modemi-

    Ei. o b je t iv o e s , e n p r i m e r zacin si no les propone un relato alternativo que l u g a r , a c o m p a a r a u n est hecho de la misma materia de los Grandes

    p u e b l o

  • Tener nuevamente confianzo en las instituciones?

    tienen ciudades a menudo muy bellas; son seres urbanos, ciudadanos, se dicen (y se les dice, a veces) civilizados. Por qu no tendramos derecho a proponerles una forma de habitacin que sea ms cmoda, ms fcil y que tenga en cuenta a la vez su pasado y su futuro: un hbitat, ms sustentable, ms duradero, de alguna manera? S, por qu no habran de ponerse a sus anchas? Por qu erraran en esta permanente utopa que los hace, desde hace tanto tiempo, seres sin hogar ni lugar, lo que los ha llevado por esta misma razn, a arremeter contra el planeta a sangre y fuego?

    La hiptesis es insensata, lo s perfectamente, pero no tiene menos sentido que el proyecto de un arquitecto que proponga a sus clientes una nueva forma de casa, una nueva distribucin de las hab aciones y de las funciones; o mejor todava, que el proyecto de un.- urbanista que imagine una ciudad verdaderamente nueva que redistribuya las formas y las funciones: por qu no poner las fbricas aqu, hacer pasar el subterrneo por all, prohibir la circulacin de vehculos por este lugar? Y as sucesivamente. Ya no se tratara de diplomacia -para los dems- sino de comodidad -para s: Y si pusiera la ciencia ms bien all, distribuyendo la poltica por aqu, haciendo pasar al mismo tiempo el derecho por debajo y relocalizando por all la ficcin, no se sentira usted mejor? No tendra usted, como se deca hace tiempo, la mayor de las comodidades}" En otras palabras, por qu no transformar todo este asunto de la retirada de la modernidad en una gran cuestin de diseo?

    Tales castillos en el aire deben juzgarse por la nica prueba que vale: el habitante potencial, se sentira ms a gusto? El lugar sera ms habitable? Este es el test de que hablaba antes al referirme a la diplomacia y a la nocin an oscura de institucin. En el fondo, de esto se trata justamente: pueden instituirse los Modernos en hbitats, si no ya estables, al menos durables y razonables? Ms sencilla y radicalmente: se puede ofrecerles por fin una morada? Despus de todos estos aos de errar en el desierto, tienen la esperanza de llegar, no a la Tierra Prometida, sino a la Tierra, a secas, la nica que tienen a la vez bajo sus pies y a su alrededor, Gea, la bien nombrada [en francs Gai'a]?

    La pregunta no es tan ociosa como podra creerse si recordamos que podemos resumir la aventura de estos tres ltimos siglos mediante el relato -s, s, lo confieso, el Gran Relato- de una doble mudanza: de la economa a la ecologa. Dos formas de hbitats familiares, oikos, de las que ya sabemos que la primera es inhabitable y que la segunda todava no est pronta! Se ha obligado al mundo entero a mudarse a la Economa, de la que ahora sabemos que es solo una utopa o, ms precisamente, una distopa, algo as como el opio del pueblo; ahora se

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  • Introduccin

    nos pide que nos mudemos sbitamente con armas y petates a esta nueva morada d* la ecologa, alabada como una vivienda ms habitable y ms durable pero que, por el momento, solo tiene la forma y la sustancia de la morada de la Economa que tenemos tanta prisa por abandonar.

    No me sorprende que los modemizadores sintieran nostalgia. Son refugiados, echados dos veces de parasos artificiales y que han comprado en cuotas viviendas que no saben cmo localizar. Para decirlo francamente, no tienen un nicho adonde ir a parar. Son pasajeros en trnsito. Ante esas personas desplazadas como se deca despus de la guerra, es inconcebible que no haya ningn urbanista que les proponga los diseos de un habitculo provisional que permita cobijar a las masas que erran entre la distopa de la economa y la utopa de la ecologa. Frente a esta crisis general de la vivienda, la modestia sera una traicii. De todas maneras, la filosofa no tiene la tradicin de ser razonable; siempre exclama, como Gabriel Tarde: Hypotheses jingo! [Hago hiptesis o las finjo]. Por qu limitarse a lo pequeo si se puede hacer lo grande?

  • PRIMERA PARTE

    Cmo hacer posible una investigacin sobre los modos de existencia de los modernos

  • uno

  • U N A INV ESTIGADORA ^ T u P O N G A M O S QUE UNA ANTROPLOGA SE IMPUSO PARTE A HACER UN ESTU - EL PROPSITO DE RECONSTITUIR EL SISTEMA DED IO DEL TERRENO ENTRE V * ./ DE LAS SOCIEDADES OCCIDENTALES ,

    lo s M o d e r n o s rea cuya delimitacin exacta importa poco en * esta etapa. Supongamos asimismo que, instruida

    por la lectura de buenos autores recientes, nuestra antroploga haya superado la tentacin de limitar sus estudios entre los Modernos a los nicos aspectos que se parecen superficialmente a los terrenos clsicos de la antropologa: folclores diversos, fiestas aldeanas, patrimonios antiguos, arcasmos variados. La investigadora ha comprendido que, para imitar verdaderamente a los antroplogos de lo lejano, debe dirigir su atencin al corazn mismo de las instituciones modernas -la ciencia, la economa, la poltica, el derecho, etctera- y no a los mrgenes, no a las supervivencias, ni a los restos, y que debe tratarlas todas al mismo tiempo como un nico conjunto interconectado.

    Supongamos igualmente, lo cual es ya ms difcil o, en todo caso, menos extendido, que sepa cmo resistirse al ese de lo cercano, que consiste en creer lo que Occidente dice de s mismo, ya sea para hacer su elogio, ya sea para criticarlo. La antroploga ya ha comprendido que las reseas que el modernismo hace de s mismo pueden no tener ninguna relacin con lo que le ha ocurrido. En suma, es una verdadera antroploga: sabe que solo el anlisis largo y detallado de los podr hacerle descubrir el verdadero sistema de valores de aquellos entre quienes ella vive, que han aceptado acogerla y que lo resean en trminos que ella evidentemente debe anotar con atencin pero a los cuales debe cuidarse de otorgarles demasiado peso. Como vemos: lo ms comn y corriente del mtodo etnogrfico.

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  • Primero, definir el objeto de la investigacin

    Si la cuestin de saber por dnde comenzar le parece, sin embargo, tan complicada, es sobre todo porque los Modernos se presentan ante ella divididos en ciertamente vinculados entre s, pero, an as, distintos: estn el Derecho, la Ciencia, la Poltica, la Religin, la Economa, etctera, todas esferas que, ante todo, le dicen, no hay que confundir. Adems le aconsejan vivamente limitarse a un nico dominio sin querer abarcarlo todo de una sola vez. La metfora que con frecuencia se utiliza ante ella es la de los mapas de geografa con territorios delimitados por fronteras y marcados con superficies de colores vivos. Cuando uno est en la Ciencia, le aseguran, no est en Poltica y cuando uno est en Poltica, no est en el Derecho y asi sucesivamente.

    Si bien sus informantes tienen visiblemente en gran estima esas distinciones, ella comprende muy rpidamente (algunas semanas de trabajo de campo o hasta la simple lectura de los peridicos bastarn para convencerla) que con esas historias de las diferentes esferas, la estn embaucando. Ve claramente, por ejemplo, que el dominio llamado de la Ciencia est invadido de elementos que ms bien parecen formar parte de la Poltica, mientras que esta est llena de elementos venidos del Derecho, el cual est en gran medida compuesto, a su vez, de visitantes o de trnsfugas venidos de la Economa y as indefinidamente. Pronto se da cuenta de que en la Ciencia no todo es cientfico, que en el Derecho no todo es jurdico, que en la Economa no todo es econmico, etctera. En suma, que los dominios no podran servir de gua a su investigacin. Cmo encontrar otras referencias? No podemos imaginarla tan ingenua para suponer que va a encontrar una institucin enteramente compuesta del valor en cuestin: todo en la Religin estara hecho con espritu religioso, como todo en la Ciencia sera cientfico, todo en Derecho, correspondera al Derecho, etctera. En cambio, podemos suponerla lo suficientemente inteligente para resistir a la tentacin crtica o hasta cnica: no va a pasar el tiempo escandalizndose de que haya dimensiones o aspectos polticos en la Ciencia o econmicos en el Derecho o jurdicos en la Religin, etctera. No, nuestra antroploga llega tranquilamente a la conclusin de que la nocin de los dominios distintos separados por fronteras homogneas no tiene ningn sentido; de que hay que dejar de lado toda especie de metfora cartogrfica y que, si an acaricia la esperanza de identificar el sistema de valores de sus informantes, tendr que disponer de una herramienta de investigacin completamente diferente. Un instrumento que tome en cuenta el hecho de que una frontera indica menos un lmite entre dos conjuntos homogneos que una intensificacin de los trficos interfronterizos entre elementos extraos.

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  • Porte 1 -C o p . l

    s in r e s p e t a r l o s Supongamos que, por casualidad, cae sobre l m it e s d e lo s i o m i n io s la nocin de y hasta, la hiptesis no es tang r a c ia s a la n o c i n d e absurda, de En lugar de preguntar,

    a c t o r -r e d por ejemplo, si la Ciencia es un dominio distintode la Poltica o de la Economa o de la Religin, la investigadora va a contentarse con partir de un

    segmento cualquiera de prcticas. Por ejemplo, entra en un laboratorio: all encuentra gente de guardapolvos blancos, probetas de vidrios, cultivos de microbios, artculos con notas a pie de pgina: todo indica que se encuentra en el terreno de la Ciencia; luego se pone a anotar con obstinacin de dnde provienen los ingredientes sucesivos que sus mismos informantes necesitan para llevar adelante su trabajo. Al proceder de esta manera, la joven reconstituye muy pronto una lista de ingredientes que se caracterizan (a la inversa de la nocin de dominio) por contener elementos cada vez ms heterogneos. En el mismo da puede haber anotado la visita de un jurista que ha ido a tratar las cuestiones de patentes, un pastor por las cuestiones de tica, un tcnico para la reparacin de un nuevo microscopio, de un elegido para el voto de una subvencin, de un business ngel para el lanzamiento de la prxima start-up, de un industrial para poner a punto un nuevo fermenta- dor, etctera. Puesto que sus informantes le aseguran que todos esos actores son necesarios para el xito del laboratorio, en lugar de tratar de identificar los lmites de un dominio, siempre cuestionados por mil borraduras, nada le impide ya seguir las conexiones de un elemento, poco importa cual, y ver adnde la lleva.

    Hay que confesar que la nocin de red, con su topologa tan diferente de la de los dominios distintos, les gusta mucho, al menos al principio. Sobre todo porque todas esas conexiones pueden seguirse comenzando por otro segmento. Si la investigadora decide, tomar como vehculo, por ejemplo, una patente, he aqu que ir a visitar por tumos un laboratorio, un estudio de abogados, un consejo de administracin, un banco, un tribunal, etctera. Pero un vehculo completamente diferente le har visitar, en un orden cada vez diferente, tipos de prcticas siempre igualmente heterogneas. Si le apetece generalizar un poco, puede pues llegar % la conclusin de que no existen el dominio de la Ciencia, el del Derecho, el de la Religin, el de la Economa, sino que hay en realidad redes que asocian segn segmentos siempre nuevos -y que solo la investigacin emprica podr descubrir- elementos de prctica tomados de todos los antiguos dominios y redistribuidos cada vez de manera diferente.

    Mientras la nocin de dominio la obligaba a permanecer en el lugar viendo que todo el resto se mova de manera incomprensible, la

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  • Primero, definir el objeto de la investigacin

    nocin de red le da tanta libertad de movimiento como la que tienen aquellos cuyas acciones quiere seguir. Precisemos, para evitar malentendidos, que una red, para esta investigadora, no es solamente un dispositivo tcnico como puede serlo una red de vas frreas, de aduccin de agua, de cloacas o de telefona mvil. La ventaja del trmino, a pesar de todas las crticas de que ha sido objeto, es que es fcil de materializar (uno habla de redes cloacales, de redes de cables, de redes de espionaje); que atrae la atencin hacia los flujos sin que ello implique que lo que se desplaza sea confundido con lo que permite el desplazamiento (un oleoducto no est ms hecho de petrleo que Internet est hecha de correos electrnicos); y, por ltimo, que establece una obligacin de continuidad tan fuerte que una simple interrupcin basta para hacerla inoperante (una faga en un oleoducto obliga al operador a cerrar las compuertas; un desplazamiento de tres metros en la zona de Wi Fi y, adis, se perdi la conexin: ya no hay lo que se llama cobertura de la red).

    Y, sin embargo, aun cuando la palabra extraiga de sus orgenes tcnicos las connotaciones bienvenidas de modestia, de tecnicidad, de materialidad y de costo (sin olvidar que una red debe supervisarse y mantenerse permanentemente), la nocin que interesa a nuestra etnloga se define por un doble movimiento muy particular y que tenemos que tener muy presente en todo lo que sigue. Circular, por ejemplo, utilizando una red de telefona mvil no nos dice nada de la manera en que ha sido compuesta para funcionar hoy sin contratiempos: uno no ha hecho ms que seguir, cuando todo marcha bien y todo est en su lugar, la calidad de una seal marcada sobre la pantalla numrica de nuestros telfonos por cierto nmero de barras verticales ascendentes (por convencin de una a cinco). La red en el sentido usual de red tcnica ei puei el remirado tardo de la red en el sentido que interesa a la investigadora. Este ltimo la obligara, si ella lo siguiera, no a verificar la calidad de una seal, sino a visitar por tumos la multitud de instituciones, de organismos de control, de laboratorios, de modelos matemticos, de instaladores de antenas, de institutos de estandarizacin, de manifestantes comprometidos en las intensas controversias sobre la inocuidad de las ondas emitidas quienes han finalmente contribuido a la obtencin de una seal en su telfono. La distincin entre los dos sentidos de la palabra red sera la misma si ella se interesara en las vas frreas: seguir las vas no es lo mismo que investigar la compaa de ferrocarriles. Y aun en ese caso si, tomando la palabra de manera ms metafrica, quisiera indagar sobre las redes de influencia: tambin ah lo que circula cuando todo est instalado en su lugar,

    QUE PERM ITE D IS T N G I' R IA RED CO M O RESULTA ..O DE LA REI) COMO PROCESO.

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  • Porte 1 - Cap. 1

    no podra confundirse con la instalacin de lo que lo permite -si tiene todava alguna duda, solo tiene que repasar el vdeo de El Padrino-', qu crmenes hay que cometer primero pan que la influencia termine por ponerse a circular sin que ya nadie la discuta...

    Por lo tanto, hay que tener cuidado de no confundir con la misma palabra red lo que circula una vez que todo se baya instalado en su lugar con la instalacin del conjunto heterogneo de los elementos necesarios para la circulacin. gas natural que permite a los rusos garantizar su imperio circula bigji, de manera continua, desde los campos del Cucaso hasta la cocina-de cualquier parisiense, pero este parisiense cometera un grave error si confundiera la continuidad de esta circulacin con lo que la permite. Los gasoductos, en resumidas cuentas, no estn hechos de gas, sino de tubos de acero, de estaciones de bombeo, de tratados*intemadonales, de mafias rusas, de filones hundidos en el permafrost, de tcnicos en refrigeradn, de polticos ucranianos. La distanda es inmensa entre la calidad del gas que solo tenemos que encender y la de la red que hay que recorrer para obtenerlo. El primero es un producto; la segunda una verdadera novela de Le Carr. Por otra parte es algo de lo que todo el mundo se da cuenta cuando una crisis geopoltica llega a interrumpir d sum inistro de gas. En caso de crisis o, ms generalmente, en caso de interrupdn de la red (todos estamos familiarizados con la expresin por la difusin de los telfonos mviles), los dos sentidos de la palabra red (lo que est instalado y lo que lo instala) se juntan, lodo el mundo se pone entonces a explorar nuevamente el conjunto de los dementos que hay que entretejer para que se reanude el suministro. Haba previsto el lector este vnculo entre Ucrania y la cocdn de su risotto} No. Por lo tanto lo acaba de descubrir. Si le sucede esto ltimo, probablemente se d cuenta con sorpresa que era necesario pasar por los humores del presidente de Ucrania para que l dispusiera nuevamente dd gas debajo de su cacerola... Detrs del concepto de red, siempre est ese movimiento y esa sorpresa.

    Podemos concebir sin esfuerzo el inters de nuestra amiga etnloga por esta nica nocin que le posibilita cubrir dos fenmenos distintos pero complementarios: el trabajo de exploracin que permite reunir o componer una serie discontinua de elementos heterogneos, por un lado y, por el otro, lo que circula de manera continua, una vez que todos los elementos estn instalados en su lugar, cuando no hay crisis y est asegurado el mantenimiento. Siguiendo d establecimiento de las redes en el primer sentido, obtendr, por aadidura, el seguimiento de las redes en el segundo. Lo mismo que en fsica el reposo es un aspecto del movimiento, la red continua, estabilizada y mantenida llega a ser un caso particular de la red de asodadones heterogneas.

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  • Primero, definir el objeto de lo investigacin

    Por consiguiente, como lo intuy al principio, el movimiento de asociacin y el paso por elementos imprevistos bien podan constituir su herramienta privilegiada, su contador Geiger cuyos clic-clics cada vez ms rpidos sealaran las numerosas sorpresas que la investigadora experimenta en el descubrimiento de los ingredientes necesarios para que una prctica cualquiera se extienda.

    La nocin de red, si la preciso un poco, designa una serie de asociacionesrevelada gracias a una prueba La in v e st igac i n def ine -la de las sorpresas de la investigacin etnogrfica- UN primer m o d o de que permite comprender por qu serie de pequeas ex isten c ia , la red [r e s ), discontinuidadesconviene pasarpara obtener cierta POR UN pase part icu lar . continuidadde accin. Este principio de libre -o, para ser ms precisos, este principio de que se encuentra en el corazn de la teora del actor-red ha demostrado su fecundidad al autorizar a numerosos observadores a darse en sus estudios tantas libertades de movimiento como sus informantes. En este principio cuenta basarse nuestra observadora para comenzar su investigacin.

    Para estudiar los antiguos dominios que los Modernos le sealaban con el dedo, nuestra antroploga dispone ahora de un instrumento, la red, definida por una manera particular de pasar porotro elemento que la sorprende, por lo menos al comienzo. La continuidad del curso de accin -la vida de un laboratorio, por ejemplo- no estara garantizada sin pequeas interrupciones, pequeos hiatos cuya lista cada vez ms larga la etnografa no cesa de enumerar. Digamos que se trata de .un pan particular (como uno dice un pase de tenia) y que contiste, en cualquier entidad, en pasar por otro,por el intermediario de un paso, de un salto, de un umbral en el curso habitual de las cosas.

    Sera absurdo suponer que la etnloga que descubre ?1 nuevo ingrediente desde el exterior, retrospectivamente y el duef^ del laboratorio que lo descubri antes, desde el interior, en el fuego de la accin, sintieran este pase de una manera semejante. Las sorpresas registradas son solo las de la observadora: es ella, ignorante, la que descubre gradualmente lo que sus informantes ya saben, lodos los etnlogos conocen la incomodidad de estas situaciones... y lo necesarias que son para una investigacin. Pero, las nociones de sorpresa y de prueba si las desfasamos levemente en el tiempo, pueden servir tambin para definir cmo tuvieron que aprender a su vez los informantes mismos, por qu elementos debieron pasar tambin ellos para prolongar la existencia de sus proyectos. Despus de todo, el dueo del laboratorio que haba elegido estudiar la antroploga para comenzar su indagacin, sol algunos aos antes haba descubierto que haca falta "pasar por

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  • Porte 1 Cap. 1

    el registro de patente para hacer marchar su negocio. No se lo esperaba. No saba que era necesario pasar por eso.

    La investigadora y el investigado compartirn an ms la nocin de sorpresa cuando, ante la menor crisis, la menor controversia, la menor falla, pueden encontrarse ambos ante un nuevo elemento imprevisto que habr que agregar a la lista y que ninguno de los dos se esperaba. Por ejemplo, un competidor de malas pulgas inicia un proceso por "incumplimiento de trmite de patente; no se lo esperaban; deben pasar por los abogados para no arriesgarse esta vez a quedar fuera... Y as tenemos que todo el laboratorio y su etnloga estn obligados a aprender que, para poder seguir funcionando, conviene agregar un nuevo ingrediente, tambin este imprevisto, a la lista de las cosas necesarias para la existencia. Ante sus ojos, la red se enriquece, se complica o, en todo caso, se extiende.

    Aprenderemos a anotar con la sigla [res] (para indicar red) ese primer modo de exploracin de las entidades necesarias a la existencia de otra entidad. (En toda esta investigacin, para evitar la invencin de trminos nuevos, he decidido conservar los nombres propios de los dominios tradicionales [el Derecho, la Religin, la Cien