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A ISABEL DE LA TRINIDAD en el primer centenario de su nacimiento (1880 . 1906) ITINERARIO ESPIRITUAL: 1880, 18 de julio: nace en el campo militar de Avor (Bourges), donde su padre es capitán. 1880, 22 de julio: recibe el bautismo. 1880-1886: transcurre su infancia primero en Bourges, después en Auxon. ne, finalmente en Dijon. 1891, 19 de abril: primera comunión. Esa tarde, en el Carmelo de Dijon, le dicen que Isabel significa "casa de Dios". 11194: voto de virginidad. 1899, 20 de febrero: "en estos momentos leo Camino de Perfecci6n de Santa Teresa (D. 13). 3 de marzo: comienza la misión de PP. Redentoristas [hasta el domingo de Pascua, 2 de abril]: "la ceremonia de apertura ha sido soberbia" (D. 18). 26 de marZ0 (Domingo de Ramos): su madre le cómunica no im- pedir su entrada en el Carmelo cuando tenga 21 años. "Me dijo que en conciencia no podía dejar a mi hermana antes" (D. 105). 1900, febrero: encuentro Con el P. Vallée. 1901, 2 de agosto: entrada en el carmelo. 8 de diciembre: toma de hábito. - Año de noviciado: fuertes y dolorosas pruebas interiores.

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A

ISABEL DE LA TRINIDAD

en el primer centenario de su nacimiento (1880 . 1906)

ITINERARIO ESPIRITUAL:

1880, 18 de julio: nace en el campo militar de Avor (Bourges), donde su padre es capitán.

1880, 22 de julio: recibe el bautismo.

1880-1886: transcurre su infancia primero en Bourges, después en Auxon. ne, finalmente en Dijon.

1891, 19 de abril: primera comunión. Esa tarde, en el Carmelo de Dijon, le dicen que Isabel significa "casa de Dios".

11194: voto de virginidad.

1899, 20 de febrero: "en estos momentos leo Camino de Perfecci6n de Santa Teresa (D. 13).

3 de marzo: comienza la misión de PP. Redentoristas [hasta el domingo de Pascua, 2 de abril]: "la ceremonia de apertura ha sido soberbia" (D. 18).

26 de marZ0 (Domingo de Ramos): su madre le cómunica no im­pedir su entrada en el Carmelo cuando tenga 21 años. "Me dijo que en conciencia no podía dejar a mi hermana antes" (D. 105).

1900, febrero: encuentro Con el P. Vallée.

1901, 2 de agosto: entrada en el carmelo.

8 de diciembre: toma de hábito.

- Año de noviciado: fuertes y dolorosas pruebas interiores.

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1903, 11 de enero: profesión religiosa.

1904: en una carta del 25 de enero habla ya de su vocación de "Alabanza de gloria" (Philipon, y otros, ponen este descubrimiento en Pascua de 1905. Descartado).

1906, 19 de marzo: entrada definitiva en la enfermería.

julio (segunda quincena): El cielo en la tierra (escrito dirigido a su hermana).

15-31 de agosto: Ultimo retiro (escrito a ruegos de M. Germana de Jesús).

11 de septiembre: carta a Francisca Sourdon (consejos espirituales a una amiga. Breve suma de perfección).

9 de noviembre: muerte.

>1< * *

1909, finales de septiembre-primeros de octubre: publicación de Soeur Elisabeth de la Tl'inité, religieuse carmélite 1880-1906. Souvenirs (escrito por M. Germana de Jesús).

1939, s. f. (comienzos de año): La doctrine spirituelle de Soeur Ellsabeth de la Trinité (escrito por el dominico francés Marie-Michel Phi­lipon).

1979 (imprima/ur de 7 de agosto, acabado de impirmir el 25 de octubre): aparece el tomo II (primero en ser publicado) de J'ai trouvé Dieu. Oeuvres completes (cuida esta edición del centenario: l/A; l/B; II, el carmelita descalzo belga Conrad de Meester).

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Introducción a la obra y mensaje de Isabel la Trinidad

CONRAD DE MEESTER

En los umbrales del siglo XX, la existencia escondida de Isabel de la Trinidad y su testimonio, enraizado en un mundo divino, fueron un mensaje silencioso pero real, captado por nu­merosos espirituales. Hija de su tiempo, Isabel se adelantó, en muchos aspectos, sin ser consciente de ello, a la espiritualidad de la Iglesia * .

• Estas páginas son traducción casi integra de la Introducción genera! a las Obras completas de Sor Isabel de la Trinidad, publicadas con motivo del primer centenario de su nacimiento. Hemos sintetizado las páginas que hacen referencia a la escritura y ortografía por creerlas de menor Importancia para nuestra Revista. Todo lo demás se traduce aqul lntegramente.

Agradecemos muy sinceramente la deferencia de su autor, nuestro querido ami· go Conrad de Meester, al entregarnos desinteresadamente este excelente estudio. Extendemos nuestro agradecimiento a Edltions du Cer!, editorial donde se publica esta edición, las facilldades que nos ha dado, teniendo en cuenta sobre todo que prácticamente estas páginas van a ser publicadas al mismo tiempo en francés y en castellano.

A lo largo de estas páginas hay dos tipos de citas: unas hacen referencia a las páginas internas de la obra completa (tomos I/ A, I/B, II). Estas van dentro del texto, por no impedir la lectura. Las restantes van en nota a pie de páginas.

Tanto en texto como en notas hemos utilizado las siguientes siglas: ACD (== Ar· chivos del Carmelo de Dljon); AL (= L'Amour est la, obra de Conrad de Meester, que aparecerá próximamente en Editlons du CerIo Su mismo autor la presenta as!: «no tiene la pretensión de ser una gula para leer las Obras completas, sino sólo un comentarlo espiritual y un compafíero de camino»); C (= Carta); D (= Diario); DA (= Déjate amar. Tratado espiritual número IV); EP (= Encuesta del Padre PhllIpon); NI (= Notas intimas); P (= Poeslas); PA (= Proceso apostólico); PAT (= Elisabeth de la Trlnité. Paroles, annotations personnelles et premiers témolns oculalres, obra de Conrad de Meester, que aparecerá próximamente en Edltlons du Cerl. La presenta asl su autor: recoge «todos los documentos necesarios para el conocimiento y estudio de esta gran mlstlca»); PO (= Proceso ordinario); R (= Re­cuerdos); UE (= Ultlmos ejercicios).

Las páginas hacen referencia a la paginación de la edición francesa. La no co­rrespondencia, prácticamente en ninguna pieza, entre las ediciones francesa y caso tellana harla muy laborioso, y posiblemente inútil, él trabajo de confrontación. (Nota del Traductor.)

REVISTA DE ESPlRITUALIDAD, 39 (1980), 217-271

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I. PROFETA DE DIOS

Al hablar de la aportación de Isabel a la espiritualidad cris­tiana debemos evitar dos escollos.

En primer lugar, no se trata de atribuir a Isabel de la Tri­nidad derechos exclusivos en la profundización y renovación que ella ayudó y ayudará a realizar. Estaríamos en flagrante contradicción con la notable desapropiación de que ella hizo gala concediendo escaso relieve a la resonancia subjetiva de las gra­cias que recibía y alineándose en la enseñanza de grandes maes," tros como Pablo y Juan, Juan de la Cruz y Ruysbroec.

No se puede aislar a Isabel de las más considerables co­rrientes que subyacen en sus escritos (corrientes que ella cono­cía mal y bien el Espíritu), aunque haya sido en ciertos puntos -repetimos que sin ser consciente de ello- una figura de pro.

¿Cómo no relacionar, por ejemplo, su carismática atracción por el Nuevo Testamento con la renovación bíblica que lenta­mente se abría camino y en la que el Padre Lagrange fue su pionero en los años 1890-1900 fundando la Escuela bíblica de Jerusalén, Revue biblique y la colección Eludes bibliques?

Constatando que Isabel -al igual que Juan de la Cruz­construye su espiritualidad sobre la base objetiva de la Escri­tura y de la fe, ¿cómo no reconocer este mismo movimiento en autores del siglo XIX tales como Newmann y Gay, e incluso Fáber y Lacordaire?

Escuchando a Isabel llamarse "Alabanza de la gloria divi­na", ¿cómo no pensar en el movimiento litúrgico que Dom Gué­ranger y sus monjes de Solesmes se esforzaban por hacer pre­valecer desde hacía medio siglo sobre una devoción demasiado sentimental y preocupada por los estados de conciencia?

¿ Cómo no tener presente, al admirar su sed contemplativa de Dios, toda la invasión mística de finales del siglo XIX y pri­meros decenios del XX con célebres representantes en la patria de Isabel, tales como Teresa de Lisieux y Carlos de Foucauld?

Y, por último, si Isabel contribuye -sin ser consciente de ello- a una espiritualidad seglar, ¿cómo desentenderse del gran despertar evangélico que significó en Europa occidental el movimiento social llevado adelante por numerosos seglares

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mucho antes incluso de que fuera publicada Rerum novarum, de León XIII, en 1891?

Daniel-Rops lo ha entendido correctamente al escribir: "¿no sería la más extraordinaria de las paradojas de nuestra historia nacional, que la Francia laica, oficialmente atea, haya estado toda ella llena de misticismo, que una inmensa corriente de fer­vor haya circulado subterráneamente por su suelo antes de aflo­rar a tierra por centenares de manantiales?" 1.

El segundo escollo a evitar es querer hacer de Isabel un pro~ feta en todos sus puntos de vista.

Hay que reconocer en ella una entrada clásica y total-excc

cepcional solamente por el amor cualificado que la anima- en los usos, fórmulas y convenciones de la vida religiosa a comien­zos del siglo XX. Ciertamente esta vida religiosa sufría la pre­sión social del Estado francés, pero no se confrontaba con los interrogantes modernos y los nuevos valores aportados por un mejor conocimiento del hombre y del mundo, y por nuestra era tecnológica.

También hay que reConocer que el lenguaje personal, sim­ple y afectivo, de Isabel está, por otra parte, dominado por un estilo un tanto solemne, que no corresponde plenamente a su modo de ser, aunque sea también un lenguaje lleno de convic­ción y, más de una vez, de una inspiración bíblica no sospechada a primera vista. Late ahí un resto de la influencia que ejerció sobre ella en un momento determinado, el estilo retórico del Padre Vallée, y que la joven religiosa no había asimilado aún plenamente. Si es preciso constatar que su prematura muerte, a la edad de veintiséis años, no le había permitido aún encon­trar enteramente su estilo y vocabulario personal, ¿cómo no ad­mirar, a esta edad, su expresión mística y esa "lengua ante la que uno se pregunta dónde pudo encontrarla", como decía el antiguo rector de la universidad de Ly6n, Pierre Dadolle, pos­teriormente obispo de Diion, en el prólogo a la primera edición de los Recuerdos? (p. IX).

Hay que reconocer también, sobre el trasfondo del jansenis­mo del que Isabel supo librarse estupendamente -iY librar a otros!-, una estima del sufrimiento, que, aunque inspirada en

1 Mystlques de FranCe. Textes cholsls et commentés, Ed. Corr<~a, 14 éd., pp. 283-284 •.

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220 CONRAD DE MEESTER

aspectos muy positivos 2, está pasada de moda en su formula­ción. No obstante, ¿llegará acaso el día en que se hable de este misterio con toda exactitud?

Digamos con toda naturalidad que muchos de los elementos de su magisterio, de los que intentaremos dar una visión de con­junto en nuestra obra Elisabeth ou I'Amour est la, son real­mente preciosos. Aquí tenemos que limitarnos a ver en qué ha enriquecido esta mística la espiritualidad de su tiempo y en qué puede continuar enriqueciendo la espiritualidad del nuestro.

1. Tenemos, en primer lugar, su carisma particular de sana interioridad y atención a Dios, carisma complejo, que encierra muchos aspectos.

Su alta estima de Dios no sólo construye una jerarquía de valores que culmina en Dios, Primer Valor, sino que la impulsa a dejarlo todo, en cuanto es posible, para darse (¡y con qué ardor!) a una existencia de adoración gratuita. La vida contem­plativa, vivida con intensidad y fe, remite a la realidad de Dios; la autenticidad del amor de Isabel refuerza la credibilidad de cuanto precede.

El generoso recogimiento de Isabel impresiona por su cali­dad incluso en el carmelo, donde la búsqueda de Dios (que es al mismo tiempo oración eclesial) está recomendada con tanta insistencia por Teresa de A vila. Teóricamente podemos pregun­tarnos qué es lo que pertenece a una naturaleza muy dotada para la contemplación y la admiración, qué a la fidelidad que escoge a Dios antes que las expresiones egoístas del yo, y qué finalmente a un carisma sobrenatural destinado a enriquecernos a nosotros. En realidad, todos estos componentes se funden ar­mónicamente en esta joven. Isabel Catez es la fidelidad a un carisma desplegado a través de todos sus dones de naturaleza y gracia. Por eso es profeta. Pero convertida en santa, es decir: fiel al Evangelio hasta en las fibras más finas de la existencia concreta, mediante el desarrollo de un don existente en cada uno de nosotros: el amor.

Creemos que Isabel de la Trinidad presenta todavía otro as­pecto profético en la dulzura y suavidad con que vive este sor­prendente recogimiento. Ninguna aspereza, dureza, crispación hay en ella, excepto en algunos breves períodos de t~ansición,

2 Cfr. nuestra Introducción a la primera sección de las Cartas del carmelo.

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INTRODUCCIÓN A ISABEL DE LA TRINIDAD 221

porque también ella tuvo que luchar. .. Hay en su silencio una libertad que ya había adquirido cuando vivía en el mundo. El prójimo no se siente rechazado; al contrario, es atraído hacia el Misterio. Se descubre en ella una excepcional alianza entre mística y humanismo, atención a Dios y sentido profundo de la amistad, de la que no será más que el más claro de los ejem­plos la manera de comportarse frente a su priora, Madre Ger­mana de Jesús. Lo había aprendido en la escuela de Jesús, quizá sobre todo en las visitas del Maestro a Betania, algo que Isabel gustaba de contemplar con particular amor. Lo había entrevisto en el corazón de Dios: "en el cielo, la unidad", dice poco antes de su muerte (R 254). Si los testigos repiten a coro el epíteto "recogida", añaden a él otros adjetivos: sencilla, alegre, ama­ble, serviciaL.. Para comprender a fondo a este profeta de la presencia de Dios, no se pueden separar sus escritos, donde in­culca la proximidad de Dios, de su vida fraterna de cada día. Escritos, palabras, gestos ... Todo ello forma una sola gavilla.

Como contemplativa, su papel no es el de hablar, obrar, apa­recer al exterior. Su tarea es la de "estar junto a la fuente": "hay dos palabras que para mí resumen toda la santidad, todo el apostolado: Unión, Amor" (C 191). Aunque Isabel siente menos necesidad de reafirmar la utilidad apostólica de su vida que su hermana Teresa de Lisieux -espíritu más móvil, tem­peramento más conquistador-, también ella se sabe "en el gran campo de la Iglesia" (C 191). Haciendo profesión de vida con­templativa continúa siendo la que, en tiempos de su Diario de juventud, se prodigaba por las "almas" y oraba con tanto ardor por la conversión de M. Chapuis como Teresa por Pranzini. Isa­bel está convencida de que una hija de santa Teresa de Avila "debe ser apostólica: todas sus oraciones, todos sus sacrificios tienden a esto" (C 136). Cuando ella pide en la oración ¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro! (NI 15) sumergirse más en el Cuer­po místico de Cristo, en su humanidad prolongada -"que yo sea para El una humanidad complementaria" -, no considera que Cristo viene a ella sólo como "Adorador", sino también "como Reparador y como Salvador", para que El renueve en ella "todo su Misterio". La joven, moribunda, enunciará los dos fines de su vida ("Gloria de Dios" e "Iglesia") en un mismo impulso del corazón: "¡Oh Amor! ( ... ). Agota toda mi substan-

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da en tu glorificación; que se destile gota a gota por tu Iglesia" (R 256-257).

2. Isabel sobrepasa también la espiritualidad corriente en su tiempo al aproximarse tan entusiasta como amorosamente a la Trinidad. Isabel es deslumbrada por Dios, quien, por elevado e inmenso que sea, no es solitario en su grandeza, sino Comu­nidad de Amor, Tres en una unión que sobrepasa toda inteli­gencia, creando al hombre e invitándole a vivir y obrar en El, el Amor. Para ella la santidad de Dios deslumbra con un amor infinito. Aoercarse a El es liberarse del mal que hay en nosotros, encenderse en el fuego del Espíritu.

Su tarea no consistirá en reflexionar teológicamente sobre el misterio de la vida intra-trinitaria. Su vocación consistirá en la acción de gracias por el amor de los "Tres", la admiración de su belleza, el don irrevocable de sí a la menor manifestación de su deseo. Lo que Isabel tiene que valorar es, ante todo, la misericordia de la Trinidad, su "filantropía", como dice Pablo (Tt 3, 4), "su amor por los hombres". Isabel gusta hablar de Dios "todo Amor", inclinado sin cesar sobre la obra de sus manos, El que jamás nos abandona: habita en nosotros, quiere que le amemos, quiere darnos la vida -para siempre-, quiere transformarnos en El, deificamos. ¡Es el cielo, "que el Espí­ritu crea en ti", exclama! (C 239).

Con los ojos del corazón, Isabel sigue el doble movimiento descendente y ascendente de la dinámica del amor de Dios al hombre. (Es decir en imagen lo que en Dios no existe separado.) El Padre envía a su Hijo a vivir entre nosotros. Jesús perpetúa su obra, su presencia, su amor humano en la Iglesia, particu­larmente por medio de la Eucaristía. El Padre y el Hijo nos envían el Espíritu, habilitándonos así para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra vida e irradie en los demás a través nuestro. Si viven en nosotros, no es sólo para hacernos felices en la fe de su amor y su proximidad, sino, sobre todo, para que pacientemente y en libre colaboración, nuestra existencia se transfigure en una vida "olvidadiza y libre de sí misma", como la de María (VE 40), Y para bien de los demás. Entonoes, el Espíritu cantará en nuestros corazones cada vez más intensa­mente "la alabanza" del Dios Amor (Ef 1, 12).

En su acercamiento trinitario, Isabel es siempre cristocén-

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trica. Desde su niñez estuvo profundamente tocada por el don total de sí que Jesús nos manifiesta en la cruz y en la euca­ristía. Su oración como carmelita será sobre todo escuchar al "Maestro". Y a la tarde de su vida, la mística pronunciará esta palabra emocionada mientras estrecha el crucifijo de la profe­sión contra su pecho: "¡nos hemos amado tanto!" (R 246). La transformación en Dios se hará por la conformación al crucifi­cado resucitado.

3. A su manera, Isabel fue también una pionera en el re­descubrimiento de la Escritura como carta de vida cristiana. Nos­otros tenemos cierta dificultad para comprender hoy cuán dife­rente era la siiuación a comienzos del siglo XX. Entonces la Biblia era mucho menos conocida y leída por los católicos. En el curso de la preparación de estas páginas nos lo han dicho con frecuencia los sacerdotes: "era muy pobre lo que recibía­mos en otro tiempo en nuestro curso de sagrada escritura ... Es Isabel quien me ha abierto las puertas de san Pablo".

Es evidente que Pablo no era desconocido. Pero el Espíritu desarrolló en el corazón de esta joven poco cultivada un caris­ma particular para comprender desde dentro, gustar, vivir los admirables designios de amor divino que Pablo y Juan desve­laban ante sus maravillados ojos. Sin haber leído obras exegé­ticas, más bien pobres y raras en su tiempo, penetró en los textos por simpatía interior y los tradujo en vida. Fundamentó su con­templación y su doctrina en la palabra revelada, vivificada por el contacto con el Verbo de Dios. Esto es lo que da a sus es­critos vigor y vida, profundidad y horizonte. Con toda su senci­llez y claridad, esos escritos se inscriben en las perspectivas fun­damentales del cristianismo. Si tuviéramos que calificar su per­sona y su mística con una sola palabra, diríamos gustosamente que Isabel es esencialmente "cristiana". Se sitúa "en la objeti­vidad del mensaje y en la universalidad del misterio de Cristo" 3,

dice muy bien Hans Vrs van Balthasar. Esto no quiere decir que se pronuncie sobre todos los aspec­

tos del cristianismo. No era esta su finalidad. Toda su obra es un chorro de luz, que salta espontáneo con ocasión de circuns­tancias concretas; deja hablar a su corazón sobre lo que le parece lo más bello en la existencia: la locura por Cristo, la respuesta

3 Isabel de la Trinidad y su misión espiritual.

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al amor que Dios nos manifiesta. Nunca intentó hacer síntesis, a pesar de que tuviera una profunda intuición de lo esencial.

Así, por ejemplo, desarrollará menos que Teresa de Lisieux (favorecida por el hecho de escribir su autobiografía, siempre una especie de "libro", lo que lleva más fácilmente a estructu­rarlo), la práctica de la caridad fraterna -igual que Teresa ha­bla menos de la presencia de Dios. Y, sin embargo, ¡qué caridad fraterna en acción la de Isabel en su experiencia comunitaria o en su correspondencia tan cordial, tan atenta a la psicología de cada uno con sus alegrías, sus cuerdas sensibles, sus sufri­mientos, su sed escondida de Dios que ella quiere apagar o in­cluso atizar! Repitámoslo: la inteligencia de su mensaje es inse­parable del conocimiento de su vida. Sus escritos, por lo demás, nunca habrían tenido esta fuerza, este acento de autenticidad, esta resonancia, a no ser por el clima "vital" que emana de ellos. El testimonio por excelencia de Isabel de la Trinidad es su forma de vivir.

4. Isabel, monja hasta los tuétanos, por utilizar la expre­sión común, tiene también -paradójicamente- una palabra que decir en la espiritualidad seglar -¡tarea que ella deberá proseguir más que nunca en nuestros días!

La aportación de Isabel se sitúa aquí en el nivel más fun­damental de la espiritualidad de los seglares. Confesando la suer­te de ser carmelita, la mística sobrepasa las formas exteriores y se extiende sobre lo que es la riqueza común de todo cristiano, en el convento o en la constante actividad de quien vive en pleno mundo: el deseo que tiene Dios de dársenos, nuestro bautismo, la eucaristía, nuestro destino más allá de la muerte, la presencia universal de Dios, la realidad de los "tres" en nosotros, la ale­gría de ser un hijo amado del Dios Amor, esta alegría que nos empuja a darnos a los demás. Así se universaliza el alcance de su mensaje.

No olvidemos, por lo demás, que muchos de sus escritos están dirigidos a seglares. Entre los 59 destinatarios de los mis­mos, se cuentan seis sacerdotes o seminaristas y trece religiosas contra cuarenta seglares (treinta y uno en sus cartas desde el carmelo). Se dirige a una viuda, a madres de familia, a un joven amigo, a su doctor, a sus amigas ... Y todos comprendían per-

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INTRODUCCIÓN A ISABEL DE LA TRINIDAD 225

fectamente lo que Isabel quería decirles. Las diferencias son s610 externas.

No olvidemos tampoco -es incluso muy importante seña­larlo- que Isabel ha vivido como joven seglar lo que más tarde preconiza como carmelita. Antes de entrar en el carmelo, simple joven, viajando, en grupo, en casa, al piano, vivía ya "en el interior"; se sentía llevada y atraída por la presencia de Dios y correspondía a ella con una generosidad sin límites. Una parte considerable de sus escritos data precisamente de este período de juventud. Parte de la suerte que cabe a esta edici6n está en poder revelarlos, mostrándonos a una joven santa en el mundo, atenta a los otros y que vive ya su "pasión por Dios" (C 136) en la pequeña "celda" de su corazón.

Como Teresa de Lisieux, y en parte bajo su influjo, Isabel descarta una cierta concepción exótica de la "santidad" y nos repite que para vivir el Evangelio a fondo no se requieren con­diciones especiales y manifestaciones extraordinarias. Cuando, en el umbral del carmelo, se le pregunta: "¿cuál le parece que es el ideal de la santidad?", responde: "vivir de amor". Y "¿el medio más rápido para llegar a ella?". "Hacerse pequeñita, en­tregarse para siempre" (NI 12). Cinco años más tarde, cuando compone su pequeño tratado El cielo en la tierra para su her­mana Margarita, joven madre de dos hijos (llegará a tener nue­ve ... ), escribirá para "toda alma": "cada acontecimiento, cada suceso, cada dolor y cada alegría es un sacramento que Dios le concede" (CT 10).

Un poco más tarde aún, unas semanas antes de morir, su madre le habla de la eventual salida de la comunidad camino del exilio, y le asegura de que no dejará salir a su hija tan en­ferma. Isabel de la Trinidad, la contemplativa que ama tanto la soledad de su carmelo, responde: "pero, mamá, si es la vo­luntad de Dios, iré a morir a tu casa ... " 4.

n. EL PENSAMIENTO DE ISABEL SOBRE SU MISIÓN PÓSTUMA

Once días antes de su muerte escribía Isabel: "creo que mi misión en el cielo va a consistir en atraer las almas ayudándolas a salir de sí mismas para unirlas con Dios por un movimiento

4 Cfr. Primer relato biográfico, en PAT.

5

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simplicísimo y amorosísimo, y mantenerlas en este gran silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas y transformar­las en Sí" (C 335).

Desde hacía tiempo Isabel cumplía ya una misión. Su "gran corazón desbordante de amor" (C 295) la predisponía a parti­cipar con otros lo que le parecía más querido y más importante en esta vida. Su experiencia de Dios y el descubrimiento de su palabra se habían convertido en abierta herencia.

Sobre todo durante los ocho meses de enfermería, Isabel se sintió como empujada a decir lo esencial, como encargada de hablar de la última verdad. "A la luz de la eternidad el buen Dios me hace comprender muchas cosas, y quiero deciros como venido de El..." (e 324). El deseo de comunicación asume a veces una dimensión universal: "¡Ah! Querría poder decir a to­das las almas qué fuerza, qué paz y qué felicidad encontrarían si consintiesen en vivir en esta intimidad" (C 302). "Querría poder hacerme entender de todas las almas para decirles la va­nidad, la nada de lo que no se hace por Dios" (C 340).

Su mensaje tiene también otros nombres. Puede llamarse un "programa de vida" (NV 9), un "ideal" (C 324), incluso su "re­ceta" (e 317). Pero también su "secreto" y su "testamento" (C 333), "mi doctrina" (C 273), incluso -indirectamente- "mi gracia" (C 293). En su corazón "hay algo parecido" a los sen­timientos de Jesús la víspera de su muerte (C 315) y, en las últimas semanas, Isabel se fue despidiendo con toda una serie de cartas-testamento.

La idea de una maternidad espiritual póstuma no cesa de desarrollarse y se multiplican las promesas de ayuda a las per­sonas a quienes ama (C 324, 326, 330, 331, 333, 334, 335, 340, 341). Ya moribunda escribe a su "hermanito" Carlos Hallo: "invócame. Sí. Llama a tu hermanita. Aumentará así la felici­dad de su cielo. Ella será feliz ayudándote ... " (C 342). Y al Doctor Barbier: "a mi vez, siento que ahora comienza mi misión sobre usted" (C 340).

En su testamento espiritual a Madre Germana, Isabel se sien­te impulsada por Dios a transmitir un mensaje y ejercer más tarde un "sacerdocio" sobre la tierra. Ella se autocalifica de "portavoz del buen Dios", que revela a Madre Germana "lo que su Dios le ha hecho comprender en horas de recogimiento pro-

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INTRODUCCIÓN A ISABEL DE LA TRINIDAD 227

fundo, de contacto unificador". "Si supiera con qué certeza veo el plan de Dios sobre su alma ... Se me presenta con una clari­dad inmensa. Comprendo también que en el cielo vaya ejercer, por mi parte, un sacerdocio sobre su alma. Es el amor quien me asocia a la obra que él realiza en su vida" (DA 1-3).

Su misión póstuma concierne a veces a una protección ma­terial o moral, pero lo más frecuente es una profundización en la vida de Dios. Lo hemos visto en la solemne declaración de e 335, citada al principio de este apartado. Lo constatamos una vez más, por ejemplo, en la C 333 a Antonieta de Bobet: "te constituyo depositaria de mi fe en la presencia de Dios, del Dios todo amor que habita en nuestras almas. Os confío mi secreto: es esta intimidad con El "dentro" la que ha sido el hermoso sol que ha iluminado mi vida convirtiéndola en un cielo anticipado; es lo único que me sostiene hoy en el sufrimiento".

Una mediación visible

¿Pensaba Isabel sólo en una actividad póstuma puramente espiritual, sin mediación visible alguna? Es difícil de creer. Isa­bel ha debido entrever que el recuerdo de su ejemplo y al menos algunos de sus escritos y palabras servirían de intermediarios en su misión.

Para comprenderlo, recordemos que era costumbre enviar, después de la muerte de una carmelita, una circular necrológica a todos los carmelos de Francia, e incluso a los carmelos amigos del extranjero. En ella se narraba brevemente la vida de la her­mana, se valoraban sus dotes y virtudes, y, a veces, se insinua­ban -delicadamente- sus limitaciones. Toda carmelita sabía esto. Algunas se oponían a ello y pedían que no se hiciese circu­lar alguna sobre ellas: por humildad, se deCÍa casi infaliblemen­te. Sin embargo, la mayor parte no veía en ello dificultad alguna. Teresa de Lisieux, por ejemplo, deCÍa: "quiero una 'circular', porque siempre he pensado que tenía que pagar el oficio de di­funtos que cada carmelita dirá por mí. No comprendo muy bien cómo hay quienes no quieren la circular .. ¡Es tan dulce cono­cerse, saber un poco con quiénes vamos a vivir eternamente!" s.

5 Ultimas conversaciones, 1, Burgos, El Monte Carmelo, 1973, p. 199. Son las primeras palabras del 27 de mayo de 1897. tal como las recoge el «cuaderno ama· rlIlQ).

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Isabel era de este par,ecer. Cuenta Madre Germana: "tres semanas antes de su muerte, cuando yo escribía en su presen­cia, me interrumpió para decirme con su habitual sonrisa y su mirada profunda: "me alegra pensar que usted escribirá mi cir­cular". Y como, sorprendida por una reflexión tan inesperada en ella, objetase yo que no tendría gran cosa que decir de una religiosa que no había vivido más que cinco años en el carme­lo, me dijo: "yo os ayudaré". Respondí: "aceptado: os cojo la palabra y cuento con usted". Ella me dijo: "la haremos jun­tas" (PO 66).

No debía ser esta la primera vez que Isabel pensaba en su circular. Cuando hubo terminado su tratado 'espiritual El cielo en la tierra, en la primera mitad de 1906, Madre Germana guar­dó el cuaderno, destinado a Margarita, hermana de Isabel. Isa­bel lo supo, ciertamente. Y cuando la priora le pidió, muy poco después, que escribiese un retiro para ella, donde hiciese constar más explícitamente sus ideas personales, Isabel pudo fácilmente adivinar que la priora se serviría de estos escritos para la cir­cular, tanto más que Madre Germana esperaba ya desde hacía al menos tres meses la muerte inminente de su joven Herma­na. Esto se deduce claramente de la carta del 17 de mayo de 1906 al canónigo Angles, carta en la que Madre Germana dice a propósito de la visita, ese día, de la Sra. Catez a su hija: "¿no será la última vez que estas almas ( ... ) se encontrarán en la tierra?" Cuando Isabel escribe en una carta del 16 de julio: "creo que dejaré pronto [el carmelo] por el cielo", Madre Ger­mana añade: "yo también lo creo" (C 297).

Convencida de la santidad de Isabel, cosa que no ocultará en su circular, Madre Germana, gran admiradora de la Historia de un alma, de Teresa de Lisieux, pudo pensar ya que algún día se escribiría igualmente la vida de Isabel. ¿Lo sospechó también ésta? No es más que una hipótesis. Lo que sí es cierto es que percibió la veneración de que comenzaba a ser rodeada en su enfermedad 6.

Es muy probable que el uso de la palabra "misión", en su

6 Cfr. AL. Constatación impresionante: casi todas las numerosas cartas de con· dolencia que recibió la familia con ocasión de la muerte de Isabel pronuncian la palabra ((santa» (cfr. PAT). Cfr. igualmente R 261: ((en el momento que la noticia de su muerte se propagó por la ciudad, dieron en acudir al convento multitud de personas. Aplñábanse por ver a la que todos llamaban ((la santita)).

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perspectiva de realidad póstuma 1, haya tenido en Isabel su ori­gen en una confrontación explícita con la "misión" póstuma de Teresa de Lisieux 8.

Los Recuerdos de 1935 (pp. 234-235) añaden una nota de Madre Germana (muerta antes de la aparición de esta reedi­ción): "a nuestra pregunta sobre cómo entendía ella "pasar su eternidad", y si, a imagen de la "pequeña Teresa", también ella "volvería a bajar" a la tierra para bien de las almas, respondió: "¡Oh! no, ciertamente. Tan pronto llegue al umbral del Paraíso me lanzaré como un cohete al seno de "mis Tres", no pudiendo tener Alabanza de gloria otro lugar por toda la eternidad; y allí me engolfaré cada vez más ... " Posteriormente, después de una breve pausa, cerrados los ojos y juntas las manos, añadió: "sin embargo, si el buen Dios me confía algún cuidado, creo que mi misión en el cielo será atraer a las almas al recogimiento inte­rior ... "; y desarrolló su idea en los términos en que la encon­tramos en la carta citada más arriba" 9.

María de la Trinidad, subpriora en tiempos de Isabel, afir­ma igualmente: "con relación a su celeste misión, la Sierva de Dios precisó muchas veces -yo lo oí- que su misión no sería la misma que la de Sor Teresa del Niño Jesús, sino que la suya sería velada, escondida, totalmente interior" (PO 185).

Finalmente, importa poco saber si el término de "misión" y el esfuerzo por condensar su contenido ha nacido a ejemplo del de Teresa. Lo importante es que esta misión se encuentra preparada por y reflejada en la existencia y testimonio de la car­melita de Dijon.

Como dos faros que iluminan singularmente este mensaje, se encuentran, además, en sus últimos días, estos consejos: "vi­vamos de amor para morir de amor y para glorificar a Dios todo Amor" (C 335), y el "déjate amar. .. ", invitación tan in­sistente en los umbrales del cielo (DA).

7 Isabel utiliza ya, ciertamente, la expresi6n en una perspectiva terrestre: la misi6n de la carmelita (P 86; C 250, 256), del sacerdote (C 250) o de una madre (C 186).

a Cfr. Hístorlá de un alma, p. 235. Citamos la segunda edlcl6n francesa, de 1899, edlci6n que utlllz6 Isabel.

• Madre Germana sitúa la conversaci6n «en el tiempo en que fue escrita esta carta» (R edici6n francesa de 1935, p. 234).

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IIl. LA "CIRCULAR" Y LOS "RECUERDOS"

La Circular

Poco después de la muerte de Isabel, ocurrida el 9 de no­viembre de 1906, Madre Germana se puso a redactar la circular necrológica: "quince días después de su muerte", precisa ella, con "una facilidad particular, que me llevó a terminar muy rá~ pidamente este trabajo" (PO 66). La circular lleva, no obstan­te, la firma del 18 de diciembre y fue enviada por los días d,e Navidad 10. Tiene catorce páginas en cuarto, impresas en carac­teres pequeños ll.

La priora consultó bien sus fuentes en el curso de este tra­bajo 12: "gracias por sus últimas cartas", escribe el primero de diciembre de 1906 a Margarita; "necesitaba todo ese dossier estos días. Lo pondré en manos de mi copista a fin de que os lo remitan lo más pronto posible". Estas cartas no serán, sin embargo, utilizadas. Los documentos citados en la Circular son: Ultimas ejercicios, El cielo en la tierra, el Diario, algunas pala­bras de las Poesías de juventud, C 314, a su madre, y C 323 bis, a una amiga. El dossier de Margarita fue, pues, completado con otros documentos que estaban en el carmelo, en la familia más cercana y en algunas amigas de Dijon, y en particular con las conversaciones con la Sra. Ca tez, que precisaban aspectos de la juventud de Isabel. Enviando la Circulara Margarita, el 24 de diciembre, le confesaba la priora: "tengo la impresión de no haber dicho nada en estas doce páginas [en realidad son catorce]; tanto es 10 que había que decir. Es más bien un esbozo que una vida del alma, yeso que he sobrepasado con creces los límites habituales en nuestras circulares. Pero nadie se la­mentará. Por mi parte, he hallado en el curso de este breve trabajo hecho con mi santa hija, alegrías profundas y verdade­ras gracias".

,. Las primeras reaCCiones de los carmelos, conservadas en ACD, están fechadas el 28 de diciembre.

11 Es prácticamente imposible dar hoy con ella. La publicamos de nuevo en PAT.

12 Es posible reconstruir de manera satisfaciente la génesis de la Circular y de los Recuerdos gracias a las cartas de Madre Germana a la Sra. Catez, a Margarita (ACm y al carmelo de Anderlecht (Archivos del carmelo de Clamart), a las cartas de Hermana Inés de Jesús Maria del carmelo de Dljon al carmelo de Angers (Ar· chivos del carmelo de Angers), y a las respuestas del carmelo de Anderlecht (ACD).

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INTRODUCCIÓN A ISABEL DE LA TRINIDAD 231

Las primeras reacciones de los cal'melos, reacciones llenas de reconocimiento, datan del 28 de diciembre d~ 1906, frecuen­temente acompañadas de la petición de otro u otros ejemplares. La primera tirada (de la que se desconooe el número de ejem­plares) no era suficiente y el 18 de enero escribía Madre Ger­mana a María Bouveret: "no me extraño de la impresión que le ha causado su Circular. Es la misma impresión que se regis­tra en nuestros carmelos, de donde nos llegan diariamente las cartas más consoladoras ( ... ). Puedo reservaros hoy un ejemplar, habiéndonos visto obligadas a hacer una segunda tirada ... "

Tres meses más tarde, el 16 de abril de 1907, Hermana Inés escribía al cannelo de Angers: "en cuanto a la Circular que pide, desgraciadamente no nos queda ninguna. ¡Hasta del carmelo de Saigón nos piden tres! No obstante, la reseña os dará más ale­gría aún".

Preparación de los "Recuerdos"

Una "reseña" ... Así es como es llamada en un principio la biografía de Isabel, que llevará como título definitivo el de Re­cuerdos. La introducción confesará, dos años más tarde, que el nacimiento de este libro se debe a las reacciones provocadas por la lectura de la Circular 13; el proyecto, no obstante, databa ya de antes de la difusión de ésta.

Al enviar un ejemplar de la Circular a la Sra. Catez, escri­bía Madre Germana el 24 de diciembre de 1906: "si no he ha­blado más ampliamente de su familia, ha sido por atenerme a la costumbre de la Orden. No obstante, en una reseña podrán suplirse muchas de estas cosas, y entonces yo podré apuntar a su autor muchas cosas acerca de este punto".

Quince días después, una carta del 7 de enero de 1907 a Margarita revela que Madre Germana se ocupa ya activamente de la futura biografía: "decid a vuestra querida mamá ( ... ) que me prestaría gran ayl1da en la preparación de "materiales" ne­cesarios para la obra que es preciso emprender por el honor de nuestra pequeña santa, escribiendo de tiempo en tiempo (para que no se fatigue) algo, concerniente en primer lugar a la fami-

13 Reacciones provocadas, en cierto modo, por la misma Circular: «pero es pre­ciso que nos limitemos, mi reverenda Madre, y guardemos estas confidencias para el dla en que a Dios le plazca extender el resplandor de su «Alabanza de gloria» (Circular, 3).

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lía paterna y materna de Isabel y el lugar de origen de ambas. Después, como creo habérselo ya pedido 14, algunos recuerdos de infancia, de viajes, de educación, etc. Creo que podría ser también importante pedir al Abate Sellenet 15, que nos envíe una nota con los recuerdos que aún tenga de esta alma ... "

Madre Germana debió extender su búsqueda de informacio­nes, porque se guardan en los Archivos del carmeIo de Dijon muchas relaciones importantes, que contienen testimonios anti­guos 16. Son preciosos basamentos (no editados) de los Recuer­dos. La priora pide (o recibe espontáneamente) también las cartas dirigidas por Isabel a diferentes remitentes. Anuncia el 22 de febrero a Margarita que "pondrá manos a la obra" el 4. de mar­zo, después de su retiro anual. Una carta del 9 de marzo a la Sra. Catez manifiesta que la recogida de material, llamada aquí "nuestros documentos", prosigue activamente 17.

Pero la Madre priora tiene poco tiempo para hacer un serio trabajo redaccional. El 16 de abril escribe Hermana Inés al car­mela de Angers: "la reseña os alegrará aún más. Nuestra buena Madre está tan ocupada que no tiene tiempo libre para dedicar­se a ello". El 23 de octubre de 1907, Madre Germana terminó su segundo priorato, y Hermana Inés podía escribir la víspera a Angers: "espero que esta feliz reseña pueda ver la luz no tardando demasiado, ahora que nuestra buena Madre va a poder ocuparse de ella sin prisas".

14 De una carta del mismo dla a la Sra. Catez se deduce que esta pregunta fue hecha. muy probablemente, durante una conversación en el locutorio hacia el primero de enero.

lS Su confesor, en la parroquia de San Miguel, de los once a los diecisiete afias. Isabel estimaba mucho «su dirección firme y severa)), como dice en su Diario (D 5). La respuesta del Abate Sellenet al ruego de Madre Germana se podrá leer en PAT.

16 Por ejemplo, los de MarIa Luisa Hallo, Germana de Gémeaux, Luisa Demou­Un ... POdrán leerse en PAT.

17 Escribe en ella Madre Germana: «os devuelvo, muy querida Sra., las cartas que nos han sido confiadas, y que, una vez copiadas, os las devolvemos !ntegras e Intactas, creo yo. [Se trata muy probablemente de las cartas de Isabel a su madre.J Os devuelvo también las cartas que os fueron dirigidas [cartas de condo­lencia y testimonio después de la muerte de IsabelJ, no quedándome más que con cuatro que quizá puedan completar «nuestros documentos)) para la resetla. Una del buen canónigo [Angles], otra del Sr. cura de SauIleu [Abate SellenetJ, una tercera del Abate Chabolsseau [el sacerdote que bautizó a Isabel en el campo mi­litar de Aval', en Farges-en-SeptalneJ, y la cuarta de la Sra. Bobet. Las conservo cuidadosamente con la de ayer (Padre Vallée, preciosa) y la Semana religiosa [con un discurso pronunciado sobre la tumba del Sr. Catez y que será citado en Re­cuerdos, p. 9J)). Para todos estos documentos, que volvieron a los ACD en 1954, puede verse PAT.

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INTRODUCCI6N A ISABEL DE LA TRINIDAD 233

Y, en efecto, la redacción comienza. El 6 de enero Hermana Inés comunica novedades: "la feliz reseña está en marcha, tened paciencia. He preguntado a Madre Germana para qué fecha os la podría prometer; me ha respondido que llega con Isabel a Navidad, en su primera comunión, y que desde entonces está en su acción de gracias, no habiéndole permitido sus trabajos continuar [Madre Germana era ahora ecónoma]. Piensa reem­prenderlo pronto".

En los meses siguientes, dos cartas van a revelarnos el es­píritu en que están escritos los Recuerdos.

En primer lugar, espíritu de sobriedad. El 19 de enero de 1908 Germana escribía al Abate Jaillet: "el pequeño trabajo está comenzado. Me limito a citar con toda sencillez los hechos en que la alabanza podrá surgir de ella misma, sin que tenga­mos que preocuparnos de alabarla nosotros".

Después, espíritu de verdad, a veces incluso hasta el escrú­pulo, como se deduce de una respuesta del Carmelo de Ander­lecht 18, del 7 de junio de 1908: "quiero manifestaros, mi que­rida madre, toda nuestra alegría, la alegría de todas, al tener noticia de que en breve tendremos conocimiento de la reseña ( ... ). Nuestra querida Madre temía, en efecto, que la supresión del tuteo no pudiera hacerse legítimamente; aunque la consta­tación de esta pequeña infracción a nuestras costumbres sea un poco enojosa, es preciso ante todo una escrupulosa exactitud".

"¡Por fin, nuestros Recuerdos están terminados!", escribe Madre Germana a la Sra. Catez. "¡Dios sea bendito! El abul­tado trabajo necesita ser minuciosamente releído de un extremo a otro, 10 que haré después del retiro 19. ¡Nuestra pequeña santa aparece tan viva y tan bella! ¡Qué alma!". La introducción al libro lleva fecha del 11 de febrero de 1909. El manuscrito per­manece durante algunas semanas en el obispado, donde Monse­ñor Dadolle lo aprobará con entusiasmo.

El manuscrito es llevado después a la imprenta J obard, en Dijon. EllO de marzo de 1909, Hermana Inés puede avisar

"Se trata del primer carmelo fundado en Franela en 1604, en ParIs, Rue d'Enfer (posterior y sucesivamente Rue d'Enfer y Rue Henri-Barbusse). En 1901 debió refugiarse en Anderlecht (Bélgica). En 1920 vuelve a Franela y se establece en Clamart, cerca de ParIs. Siendo la primera fundación francesa, con una historia brillante, numerosos carmelos le consultaban gustosamente sobre costumbres car­melitanas.

19 Predicado por el Padre Vallée, desde la tarde del 16 hasta la mañana del 25 de octubre de 1908.

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a Angers: "la reseña está ahora en prensa [quiere decir, sin duda, en composición]; Mons. esperaba sólo a ver las primeras pruebas para escribir su carta aprobatoria. ¡Estamos amenazadas por un nuevo pasante en el obispado! ( ... ) Mons., que ha leído el manus­crito, ha quedado edificado en extremo; dice que es una santa y un alma genial". El 19 de marzo, Madre Germana anuncia al car­mela de Anderlecht: "su pequeña reseña aparecerá muy pronto. Aquí, Mons., nuestro obispo, nos comunicaba que había leído varias veces nuestro manuscrito. Su grandeza "canoniza" a nues­tra pequeña hermana, ( ... ) Se reserva él mismo devolver nuestro manuscrito ... ". El carmelo de Anderlecht responde el 29 de mar­zo: "nos unimos a vosotras para tirar un poco de las alas a los ángeles de Monseñor".

A pesar de todo, la carta de Mons. Dadolle no sería firma­da hasta el 24 de septiembre. El libro sale de la imprenta, a más tardar, a primeros de octubre de 1909, porque desde el 6 los carmelos comienzan a agradecer el envío de ejemplares. Isabel había muerto hacía casi tres años.

AportaCi6n de los "Recuerdos"

El volumen encuadernado en rústica (X + 368 páginas, en formato de 22 X 14,3 cm., y al precio de 3,50 F) lleva como título completo: Soeur Elisabeth de la Trinité, religieuse carmé­lite 1880-1906. Souvenirs. Después de la carta aprobatoria de Monseñor Dadolle, se expone la vida de Isabel en 17 capítulos. Como apéndice se publica Ultimas ejercicios, su oración ¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoró!, 23 cartas o fragmentos de cartas, 17 poesías 20, y una carta del Abate D[omin] a la Sra. Catez. No se hallan trazas del manuscrito original o de sus pri­meros esbozos.

"He escrito este libro de rodillas", dirá de buena gana Ma­dre Germana 21, dando a entender con ello no sólo su admira-

20 Se trata de las Púes/as, 83, 86, 96, 88, 91, 89, 80, 94, 95, lOO, Ül4, 109, 120, 115, 118, 106, 122. La mezcla de cartas del apéndice hacen referencia a cartas des· tinadas a Francisca de Soudon, canónigo Angles, Sra. Angles, Germana Gémeaux, Sra. Ferrat y Sra. de Sourdon.

11 Madre Maria de san Juan, que sucedió como priora a Madre Germana des. pués de su muerte, testifica: «Madre Germana escribla con dificultad. 'He escrito los Recuerdos de rodillas, llorando, me confesó'» (PO 464); La misma priora se habla explicado ya en la circular necrológica (p. 7) de Madre Germana (acabada el 16 de junio de 1935), hablando de los Recuerdos: «, .. las obras de Dios nacen a la luz en el sufrimiento y la humillación; cuanto más fecundas deben ser, más

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INTRODUCCIÓN A ISABEL DE LA TRINIDAD 235

ción por la obra de Dios en Isabel, sino, sobre todo, las muchas penalidades que le había costado el trabajo.

Consultando las fuentes de las que se ha servido, se podría decir también que el libro ha sido escrito con mucho amor y con... tijeras. Los recuerdos personales de esta testigo mayor están enriquecidos con los de la Sra. Catez, las Hermanas [las religiosas del carmelo de Dijon], las amigas, el canónigo Angles y el Padre Vallée; pero sobre todo con los amplios extractos del Diario de Isabel y, más todavía, de sus cartas.

La biografía es así en cierta manera una autobiografía. Ma­dre Germana, por lo demás, s'e había explicado así en su intro­ducción: "fiel eco de su alma, su correspondencia no necesita ser clasificada según el orden de los hechos a reconstruir, per­mitiendo así que sea ella misma quien se presente" (R 5). Y el primer lector, Mons. Dadolle, decía de estas "conferencias epis­tolares": "el alma se presenta tal cual es. Y es deliciosa la sen­ciHez, la frescura, la serenidad. El pensamiento siempre substan­cial y justo, el sentimiento personal, siempre muy elevado que salta de ellas, que las anima y les da movimiento, revisten en todo momento expresiones de una fuerza o una gracia verdade­ramente extraordinarias" (R IX-X).

Sin ser una obra maestra, la biografía está bastante logra­da. El tejido de acontecimientos está armoniosamente entrela-

exige el Señor en sus comienzos un esfuerzo perseverante y confiado. Asl, nuestra Madre necesitaba una gracia especial para llevar a buen puerto la obra empren. dlda, porque no le faltaron dificultades y pruebas, Ella ya no era priora; las

'nuevas elecciones hablan puesto a la cabeza de la comunidad a la venerada Madre Maria' del Corazón' de Jesús, Esta, habiendo conocido poco Intimamente a Sor Isabel de la Trinidad, y no siendo sus puntos de vista enteramente idénticos a los de nuestra querida Madre, no comprendió de momento los designios del Señor. Sin dejarse desconcertar, permaneciendo humilde y perfectamente dependiente, pero con la certeza de que era Dios quien se lo pedla, nuestra Madre puso manos a la obra. 'Es de rodillas', pidiendo sin cesar para obtener las luces del Esplritu Santo, como ella escribe esta obra, obra de piedad y de lágrimas. Nadie sabrá las ano gustias y preocupaciones que esto costó a su corazón maternal. Mons. Dadolle, nuestro superior, la sostuvo con su estimulo paternal y sabios consejos». Según los recuerdos de las carmelitas de Dijon, la dificultad mencionada nació sobre todo del hecho de que !VIadre Germana, habiéndose convertido en ecónoma del convento, estaba muy ocupada (lo hemos visto en páginas anteriores), y su priora pensaba que el trabajo de los Recuerdos pedla demasiado tiempo; es ésta, por lo demás, la explicación de !VIadre Maria de san Juan: «práctica, ella [Madre Maria del Corazón de Jesús], cuyo hermano, Mons. Hertzog, será más tarde el primer postulador de la causa de Isabel... , pensaba que esto era perder el tiempQ) (PO 464). En el mismo lugar, Madre Maria de san Juan afirma: «Madre Germana en· viaba cada capitulo al obispado y !VIons. la animaba». Pero este detalle, recuerdo tardlO de 1948, no puede ser confirmado. Madre Maria de san Juan habla entrado en el carmelo en 1915,

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zado con las líneas de un crecimiento espiritual, aunque el tra­zado de esta evolución sea discutible. Aunque se encuentre en los Recuerdos el estilo un poco ampuloso de la época, el libro deja una impresión global de veracidad.

Se podía esperar de Madre Germana. Nuestro prolongado contacto con su correspondencia y su historia confirma la im­presión que su comunidad y sus amigos han guardado de ella: una personalidad noble, veraz, respetuosa con el otro, bastante tímida y reservada, pero de una dedicación muy generosa. Solí­cita del fervor monástico y de la fidelidad al espíritu del car­mela, tenía el suficiente discernimiento como para conceder pe­queñas excepciones en el momento preciso, así como el talento suficiente como para crear en su comunidad un espíritu de fa­milia, de alegría y de sencillez. Más que una organizadora o un jefe nato, Madre Germana era una verdadera madre para sus hermanas. Madre Germana se eclipsa en los Recuerdos detrás de las palabras de los otros y de los escritos de Isabel. Serán, sobre todo, la existencia y los textos de la misma Isabel los que explicarán el éxito de este libro. En cuanto a las confidencias de Isabel a su única priora y maestra de noviciado, citadas aquí con una distancia de años o meses, no es posible esperar una fidelidad estricta como si hubieran sido registradas en un mag­netofón; sin embargo, nos son transmitidas en las mejores con­diciones posibles, dado el espíritu de veracidad de Madre Ger­mana y su respeto -por no hablar de veneración- ante la obra de Dios en Isabel.

¿Qué decir de la fidelidad en las citas de los textos de Isabel tal como aparecen en Recuerdos? No se contradice con lo que acabamos de decir constatar que los textos no son plenamente auténticos. Madre Germana no hacía una edición completa o crítica. Ahí está el ejemplo de Madre Inés retocando los escri­tos de Teresa de Lisieux para recordarnos que a comienzos del siglo XX se tenían menos escrúpulos que hoy en estas cosas.

Sin embargo, las correcciones que Madre Germana aporta a los escritos de Isabel son mucho menos numerosas y menos importantes que en el caso de Teresa. Se limitan a omisiones no importantes de lugares, de nombres, de pequeñas expresiones de afecto o de familiaridad, de palabras superfluas. Hay mez­clas de cartas, breves añadidos explicativos, retoques de estilo,

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INTRODUCCIÓN A ISABEL DE LA TRINIDAD 237

substitución de ciertas palabras por sinónimas a fin de variar la escritura. Estas intervenciones son algo más importantes en las poesías,con el fin de corregir el ritmo en los casos más claros.

Todo sumado, estos pequeños cambios no influyen en el pen­samiento ni perjudican, por así decirlo, el conocimiento de Isa­bel. No obstante, estrictamente hablando, los textos citados en los Recuerdos no son perfectamente auténticos. La edición de 1927 advertirá que se han "compulsado minuciosamente los tex­tos citados" (p. VI), pero seguramente se tenía entonces otra idea de la minucia que la que tenemos ahora, y las correcciones continúan siendo incompletas, sobre todo en las Poesías"

Desde el punto de vista histórico, hay que confesar que Re­cuerdos no está exento de errores, que provienen unas veces de las fuentes, a veces de la falta de datación de la mayor parte de las cartas de Isabel. Por lo demás, se tiene la impresión de que Madre Germana, sin quitar nada a su honestidad, no con­cede una importancia primordial a este aspecto. Mezcla fácil­mente documentos de épocas distintas. Igualmente, las perspec­tivas espirituales se desplazan y los tiempos fuertes del camino espiritual de Isabel se esfuman, siendo así que, en este camino, si todo se encuentra un poco en todas partes, no todo se en­cuentra en todas partes de la misma manera.

El hecho de que Madre Germana no haya conocido a Isabel más que en el convento, como joven carmelita muy adelantada en los caminos del recogimiento y de la santidad, explica ciertas lagunas en los Recuerdos. Nos habría gustado que -como la otra tabla del díptico- el aspecto místico hubiera sido com­pletado con un acercamiento más humano a Isabel. ¡Había tanta ternura en esta joven! Los Recuerdos podían haber puesto más de relieve sus pequeños rasgos de fraternidad, de atención, de servicio, de alegría, tanto en su vida de seglar como en su vida comunitaria. Otros testigos serán más explícitos, pero el testigo mayor, Madre Germana, no habla mucho de ello, a no ser en afirmaciones generales.

No entraba, por 10 demás, en su naturaleza entretenerse en los detalles concretos del pasado. En vano se los buscará en su correspondencia después de la muerte de Isabel. Así, un gran número de hechos pequeños -que enriquecen la vida- han

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desaparecido para el futuro. Si Teresa de Lisieux hubiera vivido con Isabel, y hubiera tenido que hablar de ella, seguramente habría puesto más de relieve su conducta diaria en los peque­ños acontecimientos de la vida comunitaria. No obstante, Madre Germana ha tenido el gran mérito de reconocer, probar y for­talecer el don de vida mística que el Señor concedió a Isabel.

Muy espiritual, la priora ha subrayado perfectamente este aspecto. Para ella, Isabel es un ángel que ha pasado cinco años y medio en el carmelo de Dljon. Es preciso confesar, por lo demás, que el adjetivo "angelical" no falta en los Recuerdos (R 125, 222, 249, 255, 260, 262). La impresión de una cierta "angelización" queda aumentada con el uso frecuente de la pa~ labra "hija" 22, palabra evidentemente muy de moda entonces en boca de las superioras. Es verdad que Isabel poseía "la sen­ciUez de la infancia" (R 256), o como decía el P. Vallée: "de la infancia tenía las ingenuidades y las profundidades instintivas. Hecha toda ella de candor, de franqueza, de sencillez, estaba por entero en las cosas de Dios ... " (R 81). Pero se debería haber subrayado más que se trata de una "segunda ingenuidad", como dice Paul Ricoeur, de un "renacimiento joánico" (Jn 3). Nos parece que Madre Germana no ha sabido hacer resaltar toda la riqueza de su santa. No obstante, agradezcámosle la extra­ordinaria abnegación que ha animado ese su trabajo escrito "de rodillas". Los Recuerdos continúan siendo una etapa indispen­sable en el conocimiento de Isabel de la Trinidad.

Difusión de los Recuerdos

Los Recuerdos conocieron una rápida difusión. Menos de cinco meses después de su aparición, Madre Germana escribía a Anderlecht, el día 10 de febrero de 1910: "su éxito sobre­pasa nuestras esperanzas y la misión de Laudem gloriae [sobre­nombre que se daba Isabel] se afirma de manera muy consola­dora, y esto en las cinco partes del mundo. Dudábamos un poco sobre la postura a tomar ante la difusión de nuestros 1.500 ejem­plares. Sin embargo, hoy creemos ser nuestro deber ocuparnos activamente de una segunda edición".

22 Isabel es llamada la «pobre hijal) (R 251), «feliz hijan (R 96, 178, 277), «la hija muy amadan (R 247), «la generosa hijan (R 172, 213), la «santa hijan (R 182, 248, 260), Y lo más frecuente: la «querida hijan (R 139, 177, 188, 206, 213, 217, 228, 249, 253, 255, 258).

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INTRODUCCI6N A ISABEL DE LA TRINIDAD 239

El 22 de junio Hermana Inés anuncia al cannelo de Angers: "la segunda edición se agota rápidamente, y de todas partes nos llegan noticias muy consoladoras para gloria de Dios".

Y, hacia ellO de agosto, la misma religiosa anota en el libro de crónicas del convento: "en menos de un año han sido literalmente arrebatados tres mil ejemplares. Madre Germana de Jesús prepara una tercera edición".

El 21 de febrero de 1911 Madre Germana escribe de nuevo a Anderlecht: "nuestra tercera edición de los Recuerdos, apa­recida el 20 de diciembre último 23, desaparece. 800 ejemplares en dos meses ... ".

El 6 de noviembre del mismo año, la priora hace saber a Anderlecht: "nuestra cuarta ediciól1, aparecida hace cinco sema­nas, desaparece más rápidamente aún que las precedentes. Es inaudito" .

Al año siguiente, 1912, aparece ya la quinta edición. En la carta aprobatoria del 15 de octubre, Mons. Monestes, nuevo obispo de Dijon, afirma: "Dios ha hecho de la ferviente carme­lita un apóstol del permanente Pentecostés del Espíritu Santo en las almas".

Aumenta el número de ejemplares de las nuevas ediciones y, a pesar de la primera guerra mundial, Mons. Landrieux pue­de anunciar en 1919 que se ha alcanzado los 25.000.

Un año más tarde estamos en los 33.000; en 1927 en los 65.000; en 1935 en los 80.000. La difusión de los Recuerdos y de sus traducciones habría sido mucho más elevada aún si desde 1939 el trabajo del P. Philipon, del que hablamos des­pués, no hubiera tomado el relevo de los Recuerdos. Con la edición 16 24 (1956) del libro de Madre Germana se pasarán, no obstante, los 100.000 ejemplares 25.

23 Sin embargo, la portada de esta «tercera edición» lleva como fecha 1911. 24 Hemos encontrado 16 ediciones: doce en formato grande (22 X 14,3 cm) y cua­

tro en formato pequeño (16,8 X 11 cm, sin las Cartas y Poesías; la última edición en formato pequeño, de 1956, es completa y mide 18 X 11 ,3 cm) _ Damos entre paréntesis la tirada correspondiente, cuando esto queda indicado en la portada. (No es, sin embargo, seguro que las ediciones en formato pequeño correspondan a esta cifra, porque Mons_ Landrieux dice en su aprobación de la novena edición, que se trata de «la séptima, que alcanza los 25.000: no ha tomado, pues, en con­sideración las dos ediciones en formato pequeño). He aqul, pues, el orden: l." 1909; 2." 1910; 3.' 1911; 4." igualmente 1911; 5." 1912; 6." 1915; 7.' 1917 (formato pequeño; el año queda sugerido por el anuncio, en un pequeño Extracto de los Recuer­dos, del que hablamos arriba, de esta «edición popular»; el preciO anunciado es de 2,25 F; en realidad, es de 3,25 F (a no ser que se trate de otra edición de la que se haya perdido. la huella); 8.' 1918 (formato pequeño); 9.' 1919 (25.000); 10.- 1920 (33.000); hay que observar que la misma cifra figura también en otros

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240 CONRAD DE MEESTER

Es difícil hacer un balance completo de las traducciones de los Recuerdos, que fueron publicados al menos en diez lenguas: inglés, alemán, neerlandés, italiano, español, portugués, ruteno, checo, japonés, polaco. Los Retiros de Isabel fueron también traducidos al árabe, coreano, vietnamita, y parcialmente al ru­so 26. Hay que contar, además, las traducciones de los textos de Isabel contenidos en los libros del P. Philipon.

Las diferentes ediciones de los Recuerdos variaron muy poco en su contenido: se irán añadiendo las cartas aprobatorias, y después, en 1915, parcialmente, el tratado espiritual El cielo en la tierra. Se harán pequeños retoques y la elección de poesías cambiará un poco. Sin embargo, la edición de 1927 conocerá un retoque más impoJtante 27. Posteriormente variaron también las páginas relativas a la irradiación póstuma de Isabel.

IV. DE UN ACERCAMIENTO "DOCTRINAL" Y "ESPIRITUAL" A LAS

OBRAS COMPLETAS

Con el correr de los años la fama de santidad de Isabel no cesaba de crecer y extenderse a 10 largo del mundo. Aumenta-

ejemplares que !levan en la portada el año 1921: se trata, pues, de una misma edición con dos portadas diferentes); 11.' (1) (44.000); 12.' 1927 (65.000); 13.' 1930 (formato pequeño); 14.' 1935 (80.000); 15.' 1946 (95.000); 16.a 1956 (formato pe­queño). Hacemos notar que la portada señala como editor al carmelo de Dijon, aunque las dos últimas ediciones aparecen en Editions Saint-Paul, de Parls. El carmelo de Dijon edita en 1917 (imprlmatur) un pequeño Extrait des Souven!rs: Soeur Elisabeth de la Trinité, 15 X 10 cm, 38 páginas, reeditado en 1925. Poste­riormente, en 1938 (imprimatur): Une Louange de gloire. Soeur Elisabeth de la Trinité, 15,1 X 9,7 cm, 38 páginas. Estos dos libros en rústica tuvieron un gran éxito, pero no disponemos de cifras. No es posible hablar aquí de las numerosas hojas y estampas difundidas desde la muerte de Isabel.

2S Aunque la portada señala la cifra de 96.000 (lo que parece improbable, ya que en 1946 se habia llegado ya a 95.000), el texto indica (p. 231) que los Recuerdos «superan los 100.000 para sola Francia» (o sea, para la edición en francés).

" Tomamos estos datos sobre las traducciones de P. SIMEONE TOMÁs-FERNÁNDEz, Bibliografia della Serva di Dio ElIsabetla della Trinita, Roma, Postulazlone Gene· rale OCD, 1974.

27 Lo que más sorprende, es la introducción de un nuevo capitulo, el 18, sobre la Irradiación póstuma de Isabel. Pero la «advertencia a esta nueva edición» men­ciona aún otras modificaciones: «hemos aprovechado esta nueva edición para com­pulsar minuciosamente los textos citados. Ciertos fragmentos de las cartas hablan sido cambiados de lugar para facilitar la concatenación de hechos que se referian a un mismo tema; hemos creido que era nuestro deber colocarlos en orden cro­nológico. Algunos recuerdos de amigas de nuestra venerada Hermana, nuevos tex­tos del Diario, varias cartas inéditas, un capitulo complementario: apreciaciones sobre la espiritualidad y la acción de Hermana Isabel de la Trinidad, testimonios de veneración y, por último, algunas relaciones de hechos cuyo conocimiento nos ha llegado desde 1909; tales son las modificaciones de la nueva edición de los Recuerdos)).

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ba el deseo de verla canonizada. No es nuestra intención trazar aquí la historia de su causa de canonización; nos limitamos a la historia de sus escritos.

Recogida de los escritos con vistas a la beatificación

El 23 de mayo de 1931 Mons. Petit de Julleville, obispo de Dijon, anunció la apertura del proceso informativo de beatifica­ción de sor Isabel de la Trinidad y ordenó someter al tribunal del proceso todos los escritos conocidos de la carmelita, " ... o sea, todo lo que escribió de su propia mano, lo que dictó a otros, lo que hubiera sido escrito por su mandato; se trate de obras impresas o manuscritas, o de simples opúsculos, escritos breves, meditaciones, notas, diario íntimo, cartas, billetes o cosas pare­cidas; tanto si estos escritos se relacionan con el período de tiempo que precedió a su entrada en el carmelo, como si hacen referencia al que siguió a la misma" 28, La transcripción de los documentos así reunidos se haría en el carmelo. Cuatro Herma­nas pusieron manos a la obra desde 1931.

El difícil arte de la transcripción exacta se hace todavía más arduo en el caso de Isabel, por su escritura, poco legible du­rante un largo período de üempo, la debilidad de su mano en tiempo de su enfermedad, su puntuación defectuosa, sus faltas de ortografía, su irregularidad en el empleo de mayúsculas, su costumbre de continuar sus cartas rellenando con frecuencia los márgenes de las páginas precedentes o escribiendo transversal­mente encima de las líneas horizontales, o, en fin, la, con fre­cuencia, mala calidad del papel.

Se encontrarán reflejos espontáneos de las copistas introdu­ciendo una corrección, supliendo una palabra olvidada por Isa­bel, abreviando lo que ella había escrito con todas las letras o viceversa, omitiendo un subrayado, etc.

Se encontrarán también olvidos involuntarios: de una pala­bra, una expresión, una frase, a veces de todo un fragmento,

Como muchas cartas no están fechadas por Isabel, se hace un cierto esfuerzo por indicar en el margen el año que se calcula correcto, cometiendo a veces errores considerables: ¡carta 181 será incluso pos-fechada 15 días después de la muerte de Isabel!

28 La Vie diocésaine, Revue de l'activité catholique dans le diocese de Dijon, n. 79, 23 mal 1931, p, 244,

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Tal como 10 muestra nuestra edición, el inventario de los escritos no podía entonces ser completo.

Todas estas imperfecciones no tenían, sin embargo, más que una importancia relativa para el fin que se intentaba: permitir un juicio sobr'e la fe y las virtudes de la candidata a ser beati­ficada. El canónigo Deberre, notario eclesiástico, compulsando (sin duda rápidamente, a juzgar por el ritmo de las aprobacio­nes) las copias con los originales, busca sólo detectar las pala­bras olvidadas. Sin embargo, enfrentado a las mismas dificulta­des que las copistas, su trabajo de descubridor de posibles erro­res resulta imperfecto 29.

Aprovechando la presencia de los documentos en sus manos, las carmelitas transcribieron muchos escritos para sus propios archivos. Estos son los Cuadernos manuscritos 30, de los que a veces se hablará. Presentan las mismas pequeñas imperfecciones, pero han sido con frecuencia mejorados a lo largo de los años, entre otros por el Padre Philipon.

El libro del Padre Philipon

La llegada del P. Marie-Michel Philipon a Dijon significó un nuevo empuje en el estudio y difusión del mensaje de Isabel. Aunque nuestros conocimientos han evolucionado desde enton­ces, nunca le estaremos suficientemente agradecidos por el tra­bajo que entonces realizó.

"Digamos que el dossier de escritos recogidos con vistas a la beatificación, mejor ordenado, fue traducido al italiano por Giovanni Dante con el título Scritti (Roma, Postulazione Generale dei carmelitani scalzi, 1967). La edición castellana del Padre Alfonso APARICIO, Obras completas (Burgos, El Monte Carmelo, 1969; nueva edición 1979) presenta ya un notable progreso, ya que el traductor ha traba· jada durante varias semanas sobre los mismos autógrafos, en el carmelo de Dijon.

30 Los Cuadernos están enumerados arbitrariamente. El Cuaderno 6, que con· tiene las cartas a la Sra. Catez, a Margarita, al Abate Chevignard y la carta al Abate Jaillet (a las que han sido añadidas algunas otras cartas o fragmentos diri· gidos a los mismos) parece ser muy antiguo: es escrito por Hermana Inés (quien, en todo caso, dejó en 1920 el carmelo de Dijon por el de Toulouse) y con la tinta característica de los primeros años después de la muerte de Isabel. Contiene tamo bién la carta que Mons. Dadolle dirigió a la Sra. Catez el 18 de noviembre de 1906. ¿Será ésta la transcripción que la «pequeña copista» (muy probablemente la joven Hermana Inés, vistos sus numerosos trabajos de años precedentes) hizo de «todo este dossier» confiado por Margarita y del que hablaba la carta de Madre Germana del primero de diciembre de 1906, que hemos citado antes? El Cuaderno 7 con· tiene el Diario, en letra debida probablemente a Hermana María de la Inmaculada Concepción, con la misma tinta color cobre que el cuaderno anterior. Este ejem· piar es también probablemente muy antiguo. Existe también una copia muy antigua de las cartas a la Sra. Farrat, hecha por la Sra. Catez. Es sólo hacia 1967 cuando la Hermana María del Santísimo Sacramento, entonces priora, hizo dactilograftar las cartas al canónigo Angles.