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Esquemas color. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL: Isabel II ¿Revolución burguesa? Durante muchos años, la interpretación dominante de lo que ocurrió en España durante la primera mitad del XIX (1808- 43), se podría calificar como “marxista”. Según ella, sería esta clase la que protagoniza los cambios que le permiten acceder al poder en su beneficio. Acabaría con el régimen feudal o señorial de la propiedad y con todas las limitaciones o privilegios jurídicos (gremios, mayorazgos, Mesta, diezmo…) que le impedían desarrollarse como clase, eso sí en unión de la antigua nobleza, ahora simple clase propietaria. El campo quedaba abierto para el establecimiento de unas relaciones capitalistas ¿Revolución liberal? Sin embargo, otra corriente llamada “revisionista” piensa que es mejor hablar de “liberal”, pues el componente ideológico (y no el socio-económico) el que la define, al ser compartido ese ideario por grupos de muy diferente procedencia Lo que sucede a partir de 1833 es más una apropiación por la “burguesía” comercial y financiera de ese ideario que le beneficia, al que se apunta sobre todo tras las desamortizaciones que le permiten el acceso a la propiedad. Aun aceptando la existencia de una lucha de clases, lo cierto es que la vieja élite nobiliaria se regeneró en la “ sociedad de notables” del XIX junto a esa “burguesía” que, además, no está claramente definida. No siempre la economía prevaleció sobre la ideología, no siempre el liberalismo de sus líderes respondió a su posición en la estructura económica, el mensaje de modernización o progreso (de origen ilustrado), la idea de emular lo que ocurría en Europa,… En fin, algo más complejo que una simple lucha de clases entre la burguesía y los sectores feudales La oposición al sistema liberal: las guerras carlistas Causas del conflicto La cuestión sucesoria : Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, aspiraba a acceder al trono frente a Isabel al considerar vigente la “Ley Sálica” El conflicto socio-económico: la pequeña nobleza y el campesinado se oponían a las reformas liberales de la propiedad amparadas por los fueros, que significaban el fin de una serie de derechos que aseguraban su subsistencia El conflicto ideológico: el carlismo rechazaba el laicismo y sus medidas: libertades económicas, políticas y sociales, laicización, centralización. Su divisa Dios, Patria y Rey, defendía el tradicionalismo, el integrismo religioso, los fueros, el Antiguo Régimen y la monarquía absoluta El conflicto foral: relacionado con lo anterior, se defendía el mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales frente al centralismo liberal Primera Guerra Carlista (1833-40) Apoyos internos: Carlismo: Tuvo un carácter casi tan heterogéneo como el liberalismo incluyéndose en él a campesinos (exenciones fiscales y militares en el norte), baja nobleza del norte (temor a perder sus privilegios fiscales y

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Esquemas color.

LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL: Isabel II

¿Revolución burguesa? Durante muchos años, la interpretación dominante de lo que ocurrió en España durante la primera mitad del XIX (1808-43), se podría calificar como “marxista”. Según ella, sería esta clase la que protagoniza los cambios que le permiten acceder al poder en su beneficio. Acabaría con el régimen feudal o señorial de la propiedad y con todas las limitaciones o privilegios jurídicos (gremios, mayorazgos, Mesta, diezmo…) que le impedían desarrollarse como clase, eso sí en unión de la antigua nobleza, ahora simple clase propietaria. El campo quedaba abierto para el establecimiento de unas relaciones capitalistas

¿Revolución liberal? Sin embargo, otra corriente llamada “revisionista” piensa que es mejor hablar de “liberal”, pues el componente ideológico (y no el socio-económico) el que la define, al ser compartido ese ideario por grupos de muy diferente procedencia Lo que sucede a partir de 1833 es más una apropiación por la “burguesía” comercial y financiera de ese ideario que le beneficia, al que se apunta sobre todo tras las desamortizaciones que le permiten el acceso a la propiedad. Aun aceptando la existencia de una lucha de clases, lo cierto es que la vieja élite nobiliaria se regeneró en la “ sociedad de notables” del XIX junto a esa “burguesía” que, además, no está claramente definida. No siempre la economía prevaleció sobre la ideología, no siempre el liberalismo de sus líderes respondió a su posición en la estructura económica, el mensaje de modernización o progreso (de origen ilustrado), la idea de emular lo que ocurría en Europa,… En fin, algo más complejo que una simple lucha de clases entre la burguesía y los sectores feudales

La oposición al sistema liberal: las guerras carlistas

Causas del conflicto

La cuestión sucesoria: Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, aspiraba a acceder al trono frente a Isabel al considerar vigente la “Ley Sálica”El conflicto socio-económico: la pequeña nobleza y el campesinado se oponían a las reformas liberales de la propiedad amparadas por los fueros, que significaban el fin de una serie de derechos que aseguraban su subsistenciaEl conflicto ideológico: el carlismo rechazaba el laicismo y sus medidas: libertades económicas, políticas y sociales, laicización, centralización. Su divisa Dios, Patria y Rey, defendía el tradicionalismo, el integrismo religioso, los fueros, el Antiguo Régimen y la monarquía absolutaEl conflicto foral: relacionado con lo anterior, se defendía el mantenimiento de los fueros y privilegios tradicionales frente al centralismo liberal

Primera Guerra Carlista (1833-40) Apoyos internos: Carlismo: Tuvo un carácter casi tan heterogéneo como el liberalismo incluyéndose en él a campesinos (exenciones fiscales y militares en el norte), baja nobleza del norte (temor a perder sus privilegios fiscales y mayorazgos, y la posición dominante que tenía en las áreas rurales), sectores conservadores de la Iglesia, grupos de artesanos, algunos oficiales. Áreas: País Vasco, Navarra, norte de Cataluña, zonas del este peninsular (Maestrazgo), CastillaLiberales: burguesía comercial, industrial y financiera, trabajadores urbanos, alta jerarquía eclesiástica, alta nobleza, la mayor parte del ejército, trabajadores urbanos, grandes ciudades en general y sus clases medias.Apoyos externos: Carlismo: Austria, Prusia, Rusia, Estados Pontificios, NápolesLiberales: Francia, Portugal y Reino Unido. Cuádruple Alianza (1834)

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Características: Grandes semejanzas respecto a la Guerra de la Independencia pues no existieron frentes fijos y primaron los golpes de mano y la acción guerrillera, unido a una crueldad extrema por ambas partesEtapas:

Formación del foco de insurrección vasco-navarro (1833-35). Zumalacárregui: control del territorio vasco-navarro excepto las grandes ciudades (fracaso en Bilbao); extensión del conflicto a Cataluña y el Maestrazgo

Las expediciones nacionales (1836-37), como la “Expedición Gómez” y la “Expedición Real” (1837) son un intento de romper el confinamiento vasco-navarro por los carlistas. Proyecto liberal fracasado de establecer una línea de contención o frente fijo que aislase a los carlistas

La iniciativa isabelina y el Convenio de Vergara (1837-39): levantamiento del sitio de Bilbao por Espartero; nombramiento de Maroto como jefe carlista, opuesto a Carlos y su camarilla. Se hace evidente que los carlistas no cuentan con recursos para ganar la guerra. Maroto firma la paz en Vergara

El final de la guerra en el Maestrazgo (1839-40): derrota del general Cabrera

El carlismo después de 1840

La segunda guerra carlista (1846-49): Guerra dels matiners (madrugadores), desarrollada en Cataluña tras el fracasado matrimonio entre Isabel II y el pretendiente al trono carlista (Carlos VI). General CabreraLa tercera guerra carlista (1872-76). Desarrollada en Cataluña, Navarra y el País Vasco contra Amadeo I y, posteriormente, contra la República. La restauración borbónica supondría el declive definitivo del carlismo.

Consecuencias

La derrota del tradicionalismo carlista, que postulaba el retorno de los antiguos fueros, en contra de la idea liberal de uniformizar y centralizar

El prestigio de los militares liberales, que facilitó su intervención en la política del Estado (Espartero, Narváez, O’Donnell)

El pesado lastre económico ocasionado por las guerras, ya que era muy costoso mantener un ejército en permanente estado de alerta. La necesidad de recursos explica, en parte, las desamortizaciones de 1836 y 1855.

Su herencia ideológica fue recogida, en cierto modo, por los nacionalismos, en especial el vasco (Sabino Arana).

La transición política entre el absolutismo y el liberalismo (1833-35).Protagonistas: monárquicos reformistas (Cea Bermúdez, Javier de Burgos) y liberales moderados del Trienio (Martínez de la Rosa). Simbiosis entre el “antiguo” Estado y los principios liberales, entre la mayor parte de la gran nobleza y los propietarios, comerciantes e industriales ricos, altos cargos del ejército y la administración. A pesar del apoyo popular fue un pacto “desde arriba” que configuraría una revolución liberal de arriba hacia abajo. Oposición: liberales y progresistas (movimiento de las juntas locales, revueltas populares); carlismo Medidas: Estatuto Real (1834. Carta otorgada que establecía unas Cortes meramente consultivas que sólo podía elevar peticiones al rey, teniendo éste la última palabra en cualquier cuestión legislativa. Estas se dividirían en dos cámaras: Próceres, al estilo del Antiguo Régimen, y Procuradores, electivos por un sistema censitario muy restrictivo, unas 16.000 personas, el 0,15%. Su gran mérito fue ser un ámbito de discusión y planteamiento de los intentos de reforma liberal poniendo en contacto a las viejas y nuevas élites); división territorial en provincias; “milicias urbanas”; definitiva eliminación de gremios y libertad industrial y de comercio; supresión de la Inquisición; fuerte limitación de la libertad de prensa.Estas reformas satisfacían a los liberales más moderados, pero fueron consideradas insuficientes por parte de la

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Isabel II: la organización del régimen liberal

Las regencias (1833-43)

opinión pública y los liberales radicales que esperaban una Constitución y una profundización de las reformas. Las protestas no se harían esperar y en el verano de 1835 se produjo un levantamiento con el apoyo de las “milicias urbanas”; la Regente debió entregar el poder a Mendizábal, liberal progresista.La ruptura liberal (1835-40)Protagonistas: liberales exaltados (Mendizábal). Ruptura definitiva del Antiguo Régimen a pesar de las resistencias de la regente: el “motín de los sargentos en la Granja” (1836) obligó a Mª Cristina a firmar la Constitución de 1812 y provocó el desmantelamiento real del Antiguo Régimen.Oposición: liberales moderados con el apoyo de la regente; carlistasMedidas: desamortización de los bienes del clero regular (1836-37); nueva declaración de desaparición de señoríos y mayorazgos, supresión definitiva de la Mesta y los gremios; reimplantación de la Constitución del 12 y elaboración de un nuevo texto constitucional en 1837 que diera cabida a un mayor número de tendencias liberales: rompía con el absolutismo y el liberalismo del 12 al reforzar el poder de la Corona (en la práctica había soberanía compartida y se concedía al Rey iniciativa legislativa, el derecho de veto absoluto, designación de senadores y la posibilidad de disolución de las Cortes y nombramiento/destitución de ministros), establecer Cortes bicamerales y un sufragio censitario directo (2% de la población) aunque, a la vez, presentaba principios progresistas (una declaración de derechos, ya no era confesional y se afirmaba la libertad religiosa, convocatoria automática de las Cortes si el rey no lo hacía, libertad de imprenta, afirmación de la soberanía nacional, reforzamiento de la Milicia Nacional, principio de “doble confianza”para que las Cortes pudieran controlar al Gobierno). Esta transacción con el liberalismo moderado sería menor en los aspectos económicos (libertad de comercio e industria, desvinculación, desamortización, fin señoríos o diezmo) o municipales (democratización de los municipios elegidos por sufragio universal)La regencia de Espartero (1840-43)Orígenes: el intento involucionista moderado (nueva ley de ayuntamientos menos participativa, nueva ley de imprenta, restablecimiento del diezmo) provocó una insurrección popular progresista, apoyada en los ayuntamientos y la Milicia Nacional, en 1840 que llevó al poder a Baldomero Espartero.Protagonista: General Espartero, héroe de las guerras americanas y carlistas, liberal progresista que derivó en un liberalismo autoritario apoyado en un sector del ejército (ayacuchos)Oposición: liberalismo progresista (escindidos por el autoritarismo de Espartero), radical y moderado, republicanismo, sectores del ejército desplazados (Narváez, Serrano, Prim , O’Donnell); industriales catalanes y obrerosMedidas: aplicación efectiva de la desamortización del clero regular y secular (en 1843 se había vendido el 75% y 30% respectivamente), abolición del diezmo; intento de acuerdo librecambista con Inglaterra

El gobierno de Isabel (1843-68)

Excesiva importancia de la Corona en el juego político. La importancia de la Corona se basaba en las tesis del “liberalismo doctrinario” (adecuación del liberalismo a un compromiso con los antiguos grupos privilegiados) construidas en las Constituciones de 1837 y, sobre todo, 1845 que declaraban la soberanía compartida y cedían amplios poderes a la Corona que, en la práctica, decidía quién gobernaría. La ruptura del frágil equilibrio Corona-Cortes acabó por reforzar el poder ejecutivo, de espaldas al Parlamento, recurriéndose con frecuencia al uso del Real Decreto. El intervencionismo creciente de la Corona en la figura de Isabel II a favor de los moderados, y no como árbitro de la situación, aumentaría su desprestigio paulatinamente.

Relacionado con lo anterior está la falsedad del sistema parlamentario, pues lo primordial era conseguir la confianza de la Reina para, a continuación, convocar elecciones… y ganarlas (así ocurrió en las 22 ocasiones

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habidas entre 1833 y 1868 por medio del fraude). La exclusión por parte de los moderados del resto de grupos políticos, fundamentalmente los progresistas y demócratas provocará que la única opción que les quedara fuera la de la insurrección violenta y el pronunciamiento militar.

El resultado de todo ello, será el destacado protagonismo del ejército en política, visto como absolutamente necesario ante la incapacidad de la Corona y los partidos para establecer una alternancia pacífica, a su corrupción, a su falta de base social de apoyo y a la cada vez más peligrosa subversión social. A ello se unió la importancia de las guerras en el XIX (carlistas, América, Independencia), que no hicieron sino elevar la relevancia y prestigio de los militares. Su ambición, así como la posibilidad de lograr un ascenso rápido, hicieron el resto, tomando partido entre las distintas familias liberales.

Todos estos hechos acentuaron la fragilidad de los partidos políticos que, en realidad no eran sino camarillas con una ideología más o menos cercana y que se agrupaban en torno a figuras destacadas, con una escasa implantación popular. El resultado fue la frecuente diversidad y fragmentación de los mismos. Por ejemplo, la división de las tendencias moderadas entre diversos grupos (vilumistas, puritanos, proyecto de reforma de Bravo Murillo en 1852) que no hará sino aumentar paulatinamente la inestabilidad política con constantes sustituciones de gobierno; o de los propios progresistas con los demócratas.

La construcción de un sistema legal liberal burgués, inspirado en el francés y que tendió a la uniformización legislativa, la defensa del orden, la adaptación al liberalismo económico y, en definitiva, el control del sistema por la burguesía

El conservadurismo y autoritarismo de la mayoría de los gobiernos, junto con el incipiente desarrollo económico, provocó la aparición de la “cuestión social”, que marcó la división del progresismo, provocando el surgimiento de nuevos grupos que será los referentes de las revueltas populares: demócratas y republicanos, primeras organizaciones obreras

La década moderada (1844-54). La construcción del régimen liberal

Orígenes: pronunciamiento dirigido por sectores progresistas y moderados al mando del general Narváez que fuerzan la huida de Espartero. La anterior alianza coyuntural desaparecerá poco después y los moderados, tras el reconocimiento de Isabel como reina, se granjearán el apoyo de la Corona, haciéndose con el poder en 1844Estabilidad política: se tratará de dar solidez al régimen mediante una política autoritaria, de orden, de represión del progresismo (limitación de la ley de imprenta, ejecuciones), con corrupción electoral (manipulación de los censos, falseamiento de los resultados, presión sobre los electores), suspensión frecuente de las Cortes y apoyo en las élites sociales y económicas. Todo ello en el marco del “liberalismo doctrinario”.Constitución de 1845: ley moderada a la medida del liberalismo doctrinario: monarquía constitucional conservadora, soberanía compartida entre rey y Cortes, fortalecimiento de los poderes del rey (iniciativa legislativa, convocatoria y disolución de Cortes, derecho de veto, designación vitalicia de los Senadores, nombramiento de ministros que sólo responden ante el rey), sufragio censitario muy restringido para el Congreso entre mayores contribuyentes y “capacidades” (0,8% de la población únicamente en distritos uninominales), religión católica como oficial del Estado y única permitida, supresión de la Milicia Nacional.Centralización y uniformización administrativa: control de la administración local y provincial (nombramiento de gobernadores civiles, principales representantes del poder central en las

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provincias y garantes del “triunfo electoral”, y alcaldes; división provincial de 1834 como base de la administración territorial); mantenimiento del orden en las zonas rurales (Guardia Civil, 1844); unificación administrativa, legislativa y fiscal (sistema de pesos y medidas, instrucción pública por niveles, nuevo Código Penal, regulación de los cuerpos de funcionarios del estado, reforma de la administración de justicia).Reforma de la Hacienda: la ley Mon-Santillán (1845) simplificó, racionalizó y modernizó los impuestos de acuerdo a los principios de igualdad y proporcionalidad, distinguiendo entre impuestos directos (contribución sobre bienes inmuebles, tierras, ganados y el subsidio industrial y comercial) e indirectos (“consumos” sobre la harina, carnes, bebidas alcohólicas, aceite o jabón; aduanas). El procedimiento de pago, ante la falta de recursos, fuel de asignar un reparto del pago territorialmente a partir de un cupo fijado por el Gobierno. Realización de un presupuesto estatal anual. A pesar del aumento de los ingresos, el déficit fue crónico y hubo de recurrirse a la deuda.Concordato (1851): acercamiento a la Iglesia, suspensión de la venta de bienes nacionales, mantenimiento del culto por el Estado.

El bienio progresista (1854-56)

Origen: pronunciamiento del general O’Donnell en Vicálvaro y proclamación del Manifiesto de Manzanares que condujo a sucesivos levantamientos populares (Madrid) y formación de juntas revolucionarias. Las razones estaban en la división de los moderados debido a la corrupción y autoritarismo ultraconservador existentes así como a la mayor fuerza de los progresistas y demócratas.Protagonistas: Espartero por los liberales progresistas y O’Donnell por el ala izquierda de los moderados.Medidas: restauración de parte de las leyes e instituciones de 1830 (Milicia Nacional, libertad plena de imprenta, descentralización y democratización de los poderes locales); elaboración de un nuevo proyecto constitucional en 1856 (soberanía nacional, tolerancia religiosa, ampliación de derechos individuales, reforma del Senado ahora electivo); desamortización general (Madoz: tierras y propiedades de los municipios y el Estado); reordenación económica que asentaba una legislación “capitalista” (Ley de ferrocarriles, ley de bancos, ley de Sociedades anónimas)Oposición: moderados; incipiente movimiento obrero (huelga general de 1855), republicanos y liberalismo democrático debido a la restauración del orden público tras la insurrección, la eliminación de las juntas locales y sus peticiones de reivindicación social

La Unión Liberal (1856-68)

Origen: La inestabilidad política provocada por el frágil pacto progresistas/moderados renovadores y sus contradicciones, así como la mayor conflictividad obrera y campesina, exigió una vuelta al orden que la reina propició entregando el poder a O’Donnell.Protagonistas: moderados de Narváez y moderados de izquierda y progresistas de O’Donnell (unionistas). Liberalismo pragmático que trató de mantener el orden, en una especie de término medio entre inmovilismo y revolución.Medidas: estabilidad gubernamental (gobierno más largo hasta la fecha, 1858-63; fortalecimiento de la Guardia Civil; corrupción electoral) abriendo vías legales de participación al progresismo para ampliar las bases sociales y políticas del régimen isabelino; potenciación del desarrollo económico (más inversiones públicas en el ferrocarril o el abastecimiento de agua, continuación de la

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desamortización, liberalización del suelo, expansión industrial, minera y bancaria); retorno a la Constitución de 1845 con un “acta adicional” que ampliaba las libertades; restablecimiento del prestigio en el exterior (campaña de Marruecos de 1859-60 que obtuvo Ifni, intervención en Indochina o México)como modo de reforzar el patriotismo e idea de unidad de la nación española (paralelamente hubo un proceso cultural e historiográfico en el mismo sentido).Oposición: moderados radicales (neocatólicos), liberales progresistas marginados y demócratas.