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It was just a dream (reconstruyendo a Gregor Samsa) 2º Bachillerato IES Nazarí #LiteraturaUniversal 2015 Imágenes: Luis Scafati

It Was Just a Dream (Reconstruyendo a Gregor Samsa)

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Reelaboraciones de "La Metamorfosis".

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It was just a dream(reconstruyendo a Gregor Samsa)

2º Bachillerato IES Nazarí

#LiteraturaUniversal

2015

Imágenes: Luis Scafati

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That was just a dreamPaula Rodríguez

Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño tranquilo, seencontró en la cama tras escuchar el timbre de la puerta de la calle.Inmediatamente miró hacia el despertador que hacia tictac sobre la mesita denoche. «¡Dios santo, si son las nueve y cuarto! ¿Cómo no he podido oír ese chirriantesonido que hace el despertador que incluso hace temblar los muebles? ¿Tanprofundo era el sueño en el que estaba sumido? ¿Y nadie se ha molestado endespertarme? ¡Oh dios, el jefe debe haberse dado cuenta de mi ausencia! Y másextraño aún, ¿nadie del almacén ha venido a preguntar por mí? Porque el almacénsiempre abre antes de las siete…», pensaba para sí mismo Gregor mientras sealigeraba en ponerse sus ropas, coger su maleta y bajar lo más deprisa posible alsalón principal, sin pensar en las voces que se escuchaban allí abajo, obviando queserían sus padres.

Cuando bajó el último escalón se encontró con un espectáculo que nunca pensóencontrarse: el jefe riendo a carcajadas junto a su padre quienes brindabansentados mientras su madre tejía algo –quizás un vestido nuevo para Grete− en unamecedora cercana a donde los dos hombres –sin incluirle a él mismo− de la casahablaban gratamente. Cuando los tres adultos se percataron de la presencia deGregor, todos dirigieron la mirada hacia él. El rostro de los tres resplandecían deorgullo, pero ningún rostro resplandecía tanto como el de su padre. Gregor seguíaimpactado.

«¿Qué está ocurriendo aquí?»

―Mi hijo –dijo su padre empleando ese tono orgulloso que sus ojos brillososmostraban de la misma manera−. Mi hijo ha hecho el mejor de los negocios queningún viajante podría hacer; ese de ahí es mi hijo. La sangre Samsa se ve en él. Ennuestra familia siempre hemos sido honrados y leales al trabajo.El jefe rió.―Reserva eso para el discurso, buen hombre –replicó, y le guiñó el ojo a Gregor porencima del borde de la copa.―¿Discurso? –preguntó aturdido Gregor.Su madre se levantó de su sitio y le acarició el hombro suavemente.―¿Estás bien, hijo mío? Tu cara parece un cuadro. ¿Es que acaso no te lo esperabaso es que sigues encontrándote mal? Pensé que descansar te haría recuperar de eseresfriado que has pillado. ¿Ve, señor? Trabaja tan duro que así ha acabado pillandoun resfriado de mucho cuidado.El jefe hizo unos movimientos con la mano para quitarle importancia al asunto.―¿Resfriado? –no recordaba estar enfermo.―No te preocupes Gregor, puedes tomarte una semana de descanso si no mejoras,¡pero no me falles en la cena del viernes! No puedes perderte ese discurso de tupadre, ¡ya lo tiene preparado y todo! ¡Mira, mira!―Nos hemos reunido hoy aquí –comenzó su padre, abriendo los brazos para abarcarla sala entera− para honrar a mi hijo, Gregor Samsa, que ha conseguido acabar conlas deudas de esta familia, y no solo eso, sino que ha hecho el mejor negocio quejamás alguien podría haber hecho en tiempos como estos. Junto con su hermana,Grete Samsa, me siento orgulloso de decir que mi hijo es uno de los mejoresviajantes que he conocido, −volviéndose hacia el jefe, se dirigió hacia él− sin ofender.―Oh, no no, no se preocupe –le respondió el jefe haciendo más gestos como símbolo

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de que no tenía importancia alguna.―Hace falta más que una gran mente y dominio de las palabras para ser un buenviajante de comercio −continuó−. Hace falta un gran corazón. Mi hijo tiene las doscosas. Es bueno en el trabajo y es bueno en el amor que nosotros, su familia,recibimos de su parte. Nunca habrán palabras suficientes para expresar nuestroeterno agradecimiento, hijo. Y por eso también quiero compartir nuestra otra buenanoticia con vosotros.―Eh, no me quite la noticia, ¡esa quiero dársela yo mismo, señor Samsa!―Cierto, disculpe Señor, es que estoy tan orgulloso de mi hijo que…―¿Queréis dejar de marear la perdiz y decir la noticia ya? ¡Gregor seguro que estáde los nervios! Tranquilo, hijo mío –dijo la señora Samsa acariciando el brazo deGregor esta vez.―Gregor, has ascendido –se apresuró a decir el jefe−. Ahora trabajaras en el puestodel Señor apoderado, serás el nuevo empresario.―¿Qué? –fue lo único que consiguió salir de la boca de Gregor−. ¿Y qué hay del Señorapoderado? ¿Tomará mi puesto?―Oh no, querido, como tarde o temprano te enterarás en el almacén puesto que elapoderado se ha convertido en una víctima de murmuraciones por allí, te diré yomismo, que lo he visto con mis propios ojos. El señor apoderado está en muy malascondiciones. Resulta que el Señor apoderado… ¡se ha convertido en un insectogigante y repugnante! ¿Os lo podéis imaginar? Y no son alucinaciones mías.―¿Q-qué? –tartamudeó Gregor aún más confundido, aunque tenía que admitir quesentía un tipo de satisfacción por la noticia ante el mal trato que tenía el apoderadohacia su persona.―Como oyes. Aunque con la gran cantidad de dinero que has ganado… pensé quequizás querías dejar el trabajo. He venido personalmente para decirte que noscomplacería mucho que siguieras con nosotros, un trabajador como tú no se tienetodos los días.―Yo… esto… me gustaría dejar mi empleo si usted me lo permite, jefe. Han sido cincoaños de mucho esfuerzo y la verdad es que me siento cansado de ello. Espero queusted comprenda todo lo que supone para mí el-…―Es tu decisión, Gregor –lo cortó el jefe−. Lo entiendo perfec-…El timbre sonó de repente.La criada se dirigió inmediatamente a abrir la puerta y entonces una bella y jovendoncella entró a la casa.―¿Grete? –murmuró dudoso su hermano. Verla con esos tacones y ese maquillaje lahacía ver mucho más adulta y bella.―¡Hermano! –exclamó esta de vuelta y corrió hacia sus brazos. A pesar del nuevoaspecto, seguía siendo la misma Grete de siempre−. ¡Hermano, que feliz estoy por ti!¡Ya sabía yo que eras el mejor! Hermano –aprovechó Grete para susurrarle al oídoal estar abrazada a él−. Hermano, tengo una buena noticia. ¿Recuerdas nuestro…secreto? Ya sabes, el conservatorio. Pues… hoy ha venido un hombre, en verdad, undirector de orquesta, y me ha dicho que estaría encantado de que fuera parte de suorquesta. ¿Y sabes qué? –le preguntó alejándose de su oído−. ¡He aceptado!―¡¿Qué?! ¡Eso es fantástico, Grete! ¡Vas a ser la mejor violinista de todos lostiempos! –exclamó feliz, rodeando su cintura para más tarde alzarla por los aires−. ¡Mamá, papá, la hermana va a ser una violinista de orquesta!―¡¿De verdad, cariño?! ¡Cómo me alegro por ti, mi niña! –exclamó excita la señoraSamsa por la noticia, uniéndose al abrazo.―Siempre supe que tenías talento, Grete –dijo el señor Samsa abriendo los brazospara abrazar a su hija también.Grete, mientras abrazaba a su padre miraba directamente a Gregor con una seria

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expresión.―Oh, por el amor de Dios –exclamó la muchacha, y chasqueó los dedos ante el rostrode Gregor. Tenía su cabello peinado en un recogido, y los ojos azulados le brillabande enfado―. Padre nunca se verá orgulloso de que yo, una mujer, tenga un trabajopropio; él lo único que desea es verme casada y mantenida por un hombre. Gregor,¡esto no está sucediendo!―¿El qué? –Gregor se le quedó mirando.―Es un sueño –explicó Grete−. Los deseos tienen mucho poder –añadió−, sobre todolos deseos más profundos de nuestro corazón.Gregor pasó la mirada por la sala.―¿Éste es el deseo más profundo de mi corazón?―Claro –afirmó Grete−. Papá, orgulloso de ti. Tú, el viajante del momento y pudiendodimitir del trabajo. Yo, yendo al conservatorio y siendo violinista. Todos adorándote.―Vale, pero ¿y lo del Señor apoderado?Grete se encogió de hombros.―No lo sé. Esa parte es rara.―Así que tengo que despertarme –Gregor giró sobre sí mismo y miró a su alrededor.Todo parecía real, lo sentía como real, pero no podía recordar de qué estabanhablando su padre o el jefe. No recordaba haber hecho un gran negocio, o haberconseguido integrar a su hermana en el conservatorio. No recordaba tener unresfriado.―Pero el conservatorio… –susurró.Los ojos de Grete se ensombrecieron.―Lo siento, hermano −dijo−. Los deseos de nuestro corazón son armas que sepueden emplear contra nosotros. Lucha, Gregor –le acarició la mejilla−. Esto es loque quieres, este sueño. Pero los sueños se ven como a través de un vidriodistorsionado y te muestran lo que deseas, pero retorcido y errado. Emplea eseerror para escapar del sueño. La vida es pérdida, Gregor, pero es mejor que esto.―Dios –exclamó Gregor, y cerró los ojos. Sintió que el mundo se resquebrajaba a sualrededor, como si estuviera rompiendo una cáscara para salir. Las voces sedesvanecieron, junto con la sensación de estar de pie, el olor del vino, el clamor dela voz de su padre y, finalmente, la caricia de la mano de Grete en su rostro.

Cuando Gregor Samsa realmente se despertó una mañana después de ese idealsueño, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto.Tal vez la hermana se había equivocado. Tal vez, como ella decía, la vida era unsueño.

Pero el despertar es lo que nos mata.

Continuará...(no, en serio, continuará, es que hoy era el plazo para publicar este trabajo pero osprometo un final)

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¿Quién es el insecto aquí?Alan Martín

I

Cuando Gregor Samsa despertó una mañana tras un sueño intranquilo, se encontrócon que todos los miembros de su familia se habían transformado en monstruososinsectos. Paralizado ante la puerta del cuarto de su hermano tembló con horror alver cómo una monstruosa bestia se contoneaba en la cama, intentando zafarse desu cautiverio para poder corretear libremente con sus abundantes y pequeñas pataspor toda la habitación.

Gregor se había despertado a las cuatro ante la llamada imperativa del despertadory tras observar con regocijo el cuadro de una hermosa dama, que él mismo habíarecortado y enmarcado, echó un vistazo a la ventana para deleitarse con el cielolluvioso y se vistió. Cogió el muestrario de paños desempaquetados que había sobrela mesa, preparó su maletín y se dispuso a salir. Sin embargo, la llave de la maletaestaba en el cuarto de su hermana.

<<No importa lo que haga,-suspiró Gregor molesto-mi llave siempre acaba en elcuarto de Grete, por más que la atesore y la esconda en el rincón más inhóspito yoscuro de la casa, ella la acaba encontrando y se la acaba llevando. De esta forma,jamás podré sacar lo que tengo dentro de la maleta. Vaya contrariedad…>>. Así quehabía ido al cuarto de su hermana a por las llaves de la maleta, pero en vez deencontrarse con el dulce rostro durmiente de Grete, se encontró con un repugnanteinsecto que movía a toda velocidad sus pequeñas patas en la cama con angustia.

La bestia, que no era otra que su propia hermana dirigió la mirada hacia Gregor.<<¡Gregor!-gritó molesta-Me has despertado al abrir la puerta, sinvergüenza. Ahoraque estaba en lo mejor del sueño…>>. Samsa dejó la maleta en el suelo y se retiródespacio sin dejar de mirar al bicho con los ojos como platos, así que Grete intentóvolver a dormirse.

Al cabo de unos minutos, Gregor volvió a aparecer en la puerta con un spray en lamano, se acercó por el lateral de la cama hasta el insecto, que permanecíadormitando y con una gran determinación y valentía, le roció la cara con el spray.<<¡Toma insecticida, asqueroso monstruo! ¡¿Qué le has hecho a mi hermana?!-gritó

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Gregor furioso-¡Te la has comido, ¿verdad?!>>. Lágrimas de impotencia salieron desus ojos, porque para él era evidente que su hermana había sido devorada por esabestia.

Grete comenzó a suplicarle a su hermano que parara, que eso olía muy mal y que ledaban arcadas, pero lo único que Gregor oía era una serie de ruidos extraños quesalían directamente de la boca del animal, sin la existencia de cuerdas vocales quele dieran forma. <<Normal que esta cosa haya entrado-pensó Gregor-Pero si hay aquípelusas que tienen su propio ayuntamiento. Por favor... ¿cuánto hace que esta niñano limpia el cuarto? Lo único que tiene limpio es el cuadro del violinista ese conpelazo que le gusta. Luego me dice a mi raro por coleccionar cromos de Karl Marx…>>.

La joven no aguantó mucho tiempo, y acabó desmayándose por culpa del efecto delinsecticida, así que Gregor decidió pedir ayuda a sus padres para que le ayudaran amatarla. Corrió con la máxima celeridad hasta el dormitorio de sus padres. A llegarvolvió a ser testigo de una escena espeluznante. Se encontró dos enormes insectos(de la misma clase que el anterior) abrazados en la cama durmiendo plácidamente.<<Mira que soy viajante de comercio y he estado en hoteles de mala muerte, perojamás había visto dos bichos de semejante tamaño-pensó Gregor>>. Los insectoscelebraron la llegada de Gregor con alegría, porque ambos se giraron hacia él, noobstante, al segundo insecto, la madre, que estaba detrás en la cama, no le durómucho la alegría, porque contempló la monstruosa espalda fortificada del padre.Emitió un grito que debió de oírse en toda la casa, grito que Gregor interpretó comoun aullido amenazante, por lo que cerró la puerta rápidamente y se fue.

<<¿Qué te ocurre, querida?-preguntó el marido>>. La mujer intentó controlarse,pero el asco la había hecho retroceder de tal manera que cuando iba a hablar secayó de la cama de espaldas, haciendo que con el choque contra el suelo sederramara un líquido de su espalda. La mujer chilló y el mirado quiso ir asocorrerla, pero al observar que su movilidad había sido reducida, se dio cuenta deque pasaba algo raro. <<Cariño, ¡que he adelgazado!-gritó orgulloso el hombre>>.

La madre de Gregor había perdido el conocimiento y mientras el padre divagabasobre si había vuelto a su peso de 20 años o de 30, Gregor apareció en la puerta condos matamoscas y una cinta atada a la frente. <<Atrocidades venidas de lasprofundidades del inframundo, hoy os ha dado por mi casa, ¿eh? Pues sacaré a mifamilia de vuestro interior aunque tenga que mataros y después abriros en canal>>.

<<¡A mí no me hables así, que te meto un manzanazo que te dejo tonto!-gritó elpadre en tono amenazador. ¡Que no entiendo lo que dices, bicho!-respondióGregor>>. Dicho esto Samsa golpeó en la cabeza al señor Samsa con el matamoscas,haciéndole caer de cabeza al suelo. Un líquido comenzó a emponzoñar el suelo, aligual que había pasado con su mujer. En ese instante, a Gregor le dio un escalofrío ysintió un gran peso en la espalda.

La madre, que se había recuperado, en un intento desesperado de detener a su hijoen el ataque a su marido, se colocó en su espalda. Gregor emitió un sonoro grito derepulsión, terror y asco, que provocó tal shock en la madre que se cayó de nuevo debruces contra el suelo. <<Los bichos repulsivos tenéis que morir,-comenzó a explicarGregor-porque vosotros no podéis amar la vida. De aquí solo mi pie y yo podemosamar o como mucho soportar la vida, porque yo solo tengo que darle la orden a mi

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pie de que te pise. Al no tener que hacer gran cosa amo la vida, por otro lado, mi pietiene que obedecer mi orden y no puede decidir por sí mismo, pero después es librede hacer lo que le plazca, por lo tanto puede soportar la vida, pero vosotros no.Nacéis para ser aplastados, solo váis dejando restos asquerosos de vosotros portodas partes, y como eso a mí me asquea, le digo a mi pie que te mate>>.

Durante toda esta parafernalia el padre había recobrado la conciencia y como pudo,intentó escalar a través de la pared para llegar al techo y arrojarse a la cabeza deGregor, pero éste llevaba ya muchas peleas a sus espaldas. En más de un tren sehabía tenido que pelar con un polizonte que le había preguntado la hora, porqueGregor pensaba que si le preguntaba la hora es que llegaba tarde a algún sitio yestaba preocupado de llegar tarde, por lo tanto, necesitaría tiempo, y acabaríarobándoselo al pobre Samsa. El caso es que sin tocar al padre en ningún momento,volvió a darle con el matamoscas.

De repente, comenzó a oír ruido en la puerta de la habitación, que Gregor habíacerrado para acorralar a los dos insectos. Así que preocupado, exclamó: <<¿Quiénanda ahí? Grete, ¿eres tú?>>. La respuesta no se hizo esperar, tres golpes seguidosen la puerta pusieron a Gregor en alerta, pues eso era la letra “s” en código morse.Seguidamente, dos golpes confirmaron que lo siguiente era una “i”. ¡Era Grete!Samsa había aprendido ese lenguaje durante las largas horas de oficina, donde teníaque usar el telégrafo, y se lo había enseñado a su hermana para satisfacer sucuriosidad infantil.

Gregor corrió hacia la puerta apartando a los dos bichos con los matamoscas y alabrirla se encontró con el tercero, que parecía echar humo. <<¡Gregor! ¡¿Cómo mehaces eso, idiota!? ¡Ni con opio se pone una como estoy yo ahora! ¡Ya me estáspidiendo perdón o se lo digo a papá y a mamá!-exclamó indignada la joven>>. Gregor miró al insecto con algo de incredulidad, luego miró hacia dentro del cuartoy dijo pensativo: <<Si Grete es este bicho, entonces ésos deben ser papá y mamá. Ah,bueno. Entonces no pasa nada, creía que habían sido devorados, eso sí que hubierasido grave-pensó Samsa para sí>>.

<<¡Papá, mamá! ¡Gregor me ha drogado!-gritó la hermana cabreada entrando en lahabitación>>. Los padres corrieron hacia Gregor y empezaron a regañarle. Éstesonrió porque no les entendía y anunció: <<Bueno, me voy a trabajar otra día más.Al menos el salir de la rutina me ha entretenido un poco>>. Cogió su sombrero, sumaletín y la llave, que estaba en el armario de Grete, y se dispuso a salir tras decirlea la familia que ya hablarían cuando volviera. Justo antes de poner un pie fuera decasa, recordó que la criada se encontraría aquella horrible situación, así queescribió una nota y la dejó en la mesita: “No son insectos. Son Grete, papá y mamá-Gregor Samsa-”. <<Pues todo arreglado. Ahora me voy-se despidió Gregor saliendoa la calle con una expresión de júbilo-Hay que ver qué bien me lo he tomado. Yo hedebido ser insecto en otra vida>>.

II

Gregor volvió del trabajo bastante tarde. Su apoderado le había estado regañandoporque con todo el trajín de la familia convertida en insecto y tal había llegado tardeal trabajo. <<Y encima me ha dicho que estaba a punto de ir a buscarme-se dijoGregor para sí-Vaya con el caballero, no puedo despistarme ni un segundo, que

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viene a buscarme sin falta…>>. Se tuvo que quedar a hacer otras extras pararecuperar el tiempo perdido. Por supuesto, el joven Samsa podía haberse librado deaquello revelando la situación en la que se encontraba su familia, pero… ¿cómocontar eso? Podía haber mentido, pero él era la clase de persona que no soportabahacerlo.

Entró en casa suspirando y cerrando la puerta tras de sí sintió como si todo elmundo exterior fuera tragado por un agujero negro inmenso que solo devolvería loselementos de la realidad fuera de la casa cuando Gregor volviera a salir. Dejó sumaleta en su habitación y se puso a buscar a su familia. Con suerte lo de aquellamañana habría sido solo una alucinación por el cansancio, o es pensó Gregor, hastaque se encontró con tres manchas negras colgadas del techo. <<¡Aaaaaaaaaah!-gritóespantado-¡¿Se puede saber qué hacéis?! ¡Bajad!>>.

Como murciélagos en letargo, los tres insectos estaban colgados del techo de pie,cosa que le provocó a Gregor un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Losinsectos, que podían entender al joven Samsa, bajaron a toda velocidad para noincomodar al muchacho. Los tres se colocaron delante de Gregor como tres dócilescachorrillos que esperan las indicaciones de su amo.

<<A ver-comenzó a decir Gregor-Si de verdad sois mi familia y no tres desagradablesmutaciones, levantad la pata derecha>>. Gregor no se dio cuenta, pero aquello diolugar a una serie de profundas deliberaciones en sus cabecitas de bichos. Pensaban:<<Con la cantidad de patas que tengo en el lado derecho… ¿a cuál se refiere?>>.Samsa, impaciente, cogió el periódico y les atravesó con una mirada amenazante.Los tres insectos se pusieron nerviosos al instante, así que alzaron todas las patasdel lado derecho a la vez, y esto provocó que se ladearan cayendo al suelo.

<<Vale. Aún no controláis vuestro cuerpo-interpretó Gregor-Así que tendréis queacostumbraros>>. Ellos, en verdad, no tenían ningún problema para controlar suscuerpos de insectos, se habían acostumbrado rápidamente. Sin embargo, el haberlesobligado a alzar las patas les hizo caerse. Luego Gregor sacó el tema de la comida. Leofreció a su familia un delicioso plato de carne de cerdo, que fueron a degustar congusto. No obstante, les supo repugnante y lo escupieron.

De repente, como si Grete hubiera recordado algo muy importante salió disparada através del pasillo. Gregor se sobresaltó al ver a esa cosa moverse con tantaceleridad, así que decidió seguirla, y sus padres fueron detrás. Grete le llevó a lahabitación de sus padres, donde se encontró con que la sirvienta estaba desmayadaen el suelo con la escoba en la mano.

<<No hace falta que me digas nada. Sé perfectamente lo que ha pasado-miró Gregora Grete-Si esta mujer se preocupara menos del sueldo y más de trabajar, no estaríaechándose la siesta tan ricamente ahora. ¡Pues se lo voy a descontar de la paga!>>.Grete sencillamente pensó que su hermano era idiota, y en cierto modo lo era,porque era la única persona en la faz de la tierra que podía estar hablando coninsectos con total naturalidad. Tumbó a la sirvienta en la cama y le llevó a sufamilia algunos alimentos que tenían en la basura en avanzado estado dedescomposición, alguna fruta pasada y algunos objetos que encontró en la papeleradel cuarto de baño que sería mejor no describir.

La familia devoró con gusto los productos que antes habrían desechado. Gregor se

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apartó porque aparte de que el hecho de ver unos insectos gigantes devorando eraalgo que le superaba, tampoco le gustaba ver lo que se estaban comiendo. El jovenhubiera vomitado ahí mismo de no ser porque la idea de que las bestias se acercarana su vómito para devorarlo le causaba un pavor tremendo.

<<Regla número 1-anunció Gregor-Nunca saldréis de casa. A saber lo que podríanhaceros… Regla número 2: evitad el contacto físico conmigo. Regla número 3: si osda por subid por las paredes o algo, hacedlo cuando yo no esté. Es muydesagradable>>. Una vez hubo anunciado las reglas estableció que seguiríatrabajando para cuidar a su familia, cosa que no iba a cambiar mucho su vida, yaque de todas formas era lo que hacía siempre. Es más, ahora era más barato, nihabía que comprar ropa, ni alimentos muy complicados. Al final Gregor creyó queiba a salir ganando con el cambio.

Él pensó que si él se hubiera despertado insecto su familia habría hecho lo mismopor él. Nadie dijo nada, pero todos parecían aceptar que la transformación erairreversible, y que tendrían que estar así durante el resto de su vida. Y así, trasaquella horrible transformación, comenzó la nueva vida de Gregor Samsa, elmuchacho cuya familia estaba compuesta únicamente por insectos. <<Al menos asípadre no podrá volver a regañarme…-pensó Gregor>>.

III Después de un par de meses parecían haberse acostumbrado por completo a sunuevo estilo de vida. Cuando Gregor volvía todos pasaban un rato juntos en elcomedor. La escena era absolutamente demencial, Samsa se sentaba en una sillamientras los insectos correteaban a su alrededor o permanecían estáticos, siempreen el suelo, pues Gregor no soportaba verlos por las paredes. <<¡Que váis dejandoese líquido asqueroso por las paredes y luego me toca a mí limpiarlo!-lesregañaba>>. Lo cual era cierto, pues la sirvienta no volvió después del día en que sedesmayó, ni siquiera dijo adiós, así que Gregor, después del trabajo, se encargaba delas labores del hogar.

Gregor siempre les contaba qué tal le había ido el día o alguna anécdota que habíaoído en el trabajo, pero los insectos no podían responderle y cada vez parecían másimpasibles ante las palabras del joven. Un día, se le cayó una manzana sin querer dela mesa y alcanzó al padre en la espalda. Gregor, totalmente nervioso, corrió a vercómo estaba su progenitor, pero se encontró con un bicho muerto.

Tanto la madre como su hermana corrieron hacia él e intentaron remolcarlo consus patitas, pero ya era tarde, el padre de Gregor, que siempre había sido un hombreautoritario y rígido, había muerto como un vulgar insecto. El joven determinó que lacausa de la muerte no fue la manzana, sino que ya estaba muerto de antes, puedeque desde que se transformó.

<<¡Gregor!-intentó llamar su atención la hermana-¡Llama a una ambulancia!>>,mas Gregor no podía entenderla. La sola idea de tocar al bicho le parecía aterradoraa Gregor, así que con un arpón que tenía su padre de cuando solía practicar el nobledeporte de la caza, atravesó al bicho y lo mantuvo cogido. Entonces se acercó a laventana del salón y lo arrojó por ella con extrema frialdad.

Como cualquier otro bicho que se mata en una casa, fue arrojado por la ventana sin

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siquiera ser tocado. Cuando tocó el suelo, hizo un sonoro “plof” que pareció rebotaren la cabeza de Samsa. <<¡¿Pero qué coj…!? ¡¿Qué diablos es esa cosa?!-se oíangritos desde la calle>>, sin embargo Gregor los oía distantes. Quizá porque el agujeroque se lo tragaba todo al cerrar la puerta mantenía encerrada en su interior larealidad y por ella no llegaba el sonido.

Tanto la hermana como la madre comenzaron a corretear por las paredes nerviosasen señal de protesta. El joven muchacho las miró con asco y cogió la escoba,golpeando la pared para que pararan. La verdad es que aquella era una vida muydura, cuidar de unos insectos era agotador y muy sacrificado. Además, Gregorestaba enfadado porque se sentía solo, ya que los insectos no le respondían y no lehacían compañía.

Pero finalmente pudo controlarse. Tiró la escoba al suelo y se sentó en el suelo,entonces ambos insectos le miraron preocupados. Tanto su madre como suhermana acudieron a su lado y Gregor sin la menor expresión en su cara, extendiósus brazos hacia ellas. Se sentía tan solo... Necesitaba tan desesperadamente uncontacto humano que ya no le importaba lo asqueroso y lo sórdido de las criaturas.

Seguramente en este mundo han ocurrido cosas muy inverosímiles, pero es muypoco probable que antes de aquello un hombre se hubiera abrazado a dos bichosgigantes. Lo curioso de todo es que Gregor no se expresaba, solo mantenía a los dosbichos cada uno envuelto con un brazo, sin sentir nada. Era una abrazo frío, frío yrepugnante, porque la mano izquierda, que rodeaba a la hermana, tocaba la espaldadura de ésta, que estaba húmeda, y que dejaba un líquido en los dedos de Gregor; yla derecha, que estaba rodeando a la madre, rozaba una de sus peludas patas.Ambas cosas hicieron que a Gregor le dieran escalofríos.

<<Lo siento-fue lo último que dijo Gregor ese día>>. Los días fueron pasando y lapérdida del padre cada vez estaba menos presente. Un día, Gregor volvió y seencontró a Grete en su cuarto sobre su violín, sonrió y se acercó a ella. <<¿Sabes?Estaba ahorrando para poder llevarte al conservatorio-dijo Gregor-Es una lástimaque una virtuosa sea condenada>>. Como era de esperar, el bicho no respondió yGregor fue al salón, pero lo que encontró, aunque traumático, ya no le sorprendía enabsoluto.

La vida de Gregor estaba marcada por la repulsión, así que la visión que tenía anteél ya no le provocó pudor alguno. Un horrible insecto gigante permanecía de lado enel suelo con el tórax abierto. Montones de hormigas salían de su interiorproclamando aquella fortaleza como su reino. Reclamaban aquel cadáver como suhogar, como fuente de alimento y como salvación. Gregor echó un primer vistazo yno pudo encontrar a la reina de ese hormiguero improvisado, pero… ¿acasoimportaba? Cualquiera de ellas podía serlo y las demás podrían perfectamente nosaberlo.

De repente, como en una visión infernal, Grete apareció corriendo por el techo atoda velocidad por encima de Gregor, saltó justo delante de su madre y comenzó adevorar el cadáver introduciendo la cabeza dentro del mismo. Gregor no dijo ni unapalabra. Solo miró a Grete y abrió la ventana. Ésta se giró hacia él y él le señaló lacalle. Ella hizo el amago de huir, pero Gregor había cogido la escoba, estabasentenciada. La empujó por la habitación hasta la ventana y justo antes de arrojarlaal vacío miró al bicho a los ojos.

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Sintió como si su hermana le estuviera mirando, pero en su corazón ya no habíalugar para las emociones. Se había condenado a él mismo y había condenado a sufamilia, así que solo volvió a decir <<Lo siento>> y la empujó. Acto seguido cerró laventana. Gregor no oyó nada, porque el agujero se había tragado también a suhermana. Y de esa manera nunca supo si su hermana cayó y murió aplastadacontra el asfalto o por el contrario echó a volar.

Tras esperar un par de horas se deshizo del cadáver de su madre con la escoba, através de una batalla con las hormigas, arrojándolo también por la ventana. Gregorse quedó meditando. <<Si Grete hubiera sido un escarabajo podría haber sacado susalas y haber echado a volar, pero… ¿lo era? ¿Qué era? ¿Una cucaracha? ¿Unachinche? ¿Una pulga?>>. Solo en ese momento Gregor se dio cuenta de que larepulsión no le había permitido jamás ver de qué insecto se trataba. Nunca vio cómoeran ellos, solo vio tres insectos, nada más.

Así que ni siquiera Gregor Samsa pudo descifrar el enigma acerca de qué bicho eraaquel en el que se habían transformado sus familiares. Se fue a su cama y estiró sucuerpo hacia un nuevo amanecer. Sin embargo, se quedó mirando al techo, deseosode que algún día otro insecto le hiciera una visita para mitigar su soledad. Y ahíacabó su sueño intranquilo.

Cuando Gregor Samsa despertó a la mañana siguiente tras ese sueño intranquilo, seencontró a sí mismo convertido en un insecto.

FIN

La trágica transformación de GregorInma Callejas

Cuando Gregor Samsa despertó una mañana tras un sueño intranquilo, se encontrósobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Esa misma mañana fueincapaz de recordar algo sobre su pasada vida, algún dato o vivencia que le llevara a

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comprender el por qué de esa apariencia incontrolable y tan detestable a ojos de losdemás. Lo único que recordaba eran las dos últimas semanas anteriores a sutransformación que componían un papel primordial en su circuito neuronal, o almenos eso era lo que creía el joven Gregor.Debido al sueño intranquilo que le acechó esa misma noche por cortesía de Morfeo,se desveló en mitad de la madrugada y, en el silencio, pudo notar cómo estabatendido sobre un sólido y firme caparazón que le rodeaba completamente y del cualno se podía desprender pese a los numerosos intentos realizados y fallidos. Suprimer pensamiento al abrir los ojos y contemplar la oscuridad repartida por lapequeña habitación en la que se encontraba, fue que aún seguía durmiendo, quehabía despertado de la horrible pesadilla y que en ese momento se hallaba dentro deotra. Pero no fue así. Gregor en lo más profundo de su interior notaba que algo extraño había ocurrido,sabía que a partir de ese día nada volvería a ser igual. Sin embargo, no lo queríaaceptar. Necesitaba intentar descifrar un por qué, ansiaba llegar a una conclusión,pero lo que sin duda más deseaba en ese preciso momento era poder conocer quéhora era. Para ello, alzó una de sus pequeñas patas en las que se supone que estaríael reloj, un reloj que siempre llevaba en su mano izquierda. Lo que no imaginó fueque debido al disminuido grosor de su pata comparado frente al grosor de suanterior brazo, el reloj había caído al suelo. La situación le llenó de ira, comenzó adesesperarse y a sentirse incómodo, por lo que decidió levantarse de esa cama en laque se encontraba postrado como si de un Jesucristo crucificado se tratase.Comprendió que le iba a ser casi imposible el elevarse para ponerse en pie de lamisma forma en la que lo había hecho hasta el momento según sus recuerdos, asíque se balanceó de un lado a otro como buenamente pudo hasta que cayó al suelocual gato en pie, pero a seis patas. Causó un gran estrépito con su caída y para susorpresa, no se sentía nada incómodo en esa postura, de hecho alcanzó a ver que elreloj marcaba las cuatro y media de la madrugada. En ese mismo instante sació sucuriosidad y, acurrucándose en el suelo, se paró a analizar los breves recuerdos delas dos últimas semanas que vagaban solitariamente por su cabeza.Trató de encontrar alguna pista para explicarse a sí mismo el inesperado cambio,Gregor pensaba que la clave para descifrar el misterio era descomponer losrecuerdos, sin embargo, su vida no era para nada interesante, era demasiadomonótona, seguía una rutina: trabajo - casa - casa - trabajo. No encontró nada enellos, eran tan absurdos e inválidos para su investigación que no pudo evitarcuestionarse un "para qué", ¿para qué le servían y por qué los mantenía? Como nopudo más con el estrés, decidió regresar a su cama y trepando hacia ella se tendiócon la esperanza de que despertaría de aquella segunda e inexistente pesadilla alamanecer.

El estrépito que causó el primer contacto con el suelo que tuvo Gregor tras sutransformación, dio lugar a que su hermana, Grete, se desvelara de un susto -ya quesu habitación se encontraba al otro lado de la pared-. Casualmente esa noche sehabía ido la luz por lo que encendió el candelabro de su habitación y se acercó haciala puerta de su hermano.

«¿Gregor?», preguntó somnolienta. «¿Gregor estás ahí?»Pero no obtuvo respuesta.«Gregorio no me ignores.», insistió. «Abre esa puerta.»

Gregor -que estaba a punto de alcanzar el sueño- se sobresaltó al oír los susurrosque enervadamente se oían desde al otro lado de su puerta.

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«¿Qué es lo que ocurr...?», Gregor inmediatamente dejó de hablar sin acabar lapregunta. Intentó asimilar el sonido que acababa de oír salir del interior su boca.«Esta no es mi voz», pensó.«¡¿GRETE?!», gritó asustado.

Mientras tanto su hermana, que a duras penas le había escuchado en la primerapregunta, se acercó un poco más a la puerta para ver si le podía entender mejorjusto en el momento en el que Gregor vociferó, y ésta, al oír el estruendo y alargado"cri cri", se alejó rápidamente de la puerta para regresar a su cuarto pensando quesu hermano se estaba burlando de ella.

Gregor continuaba temeroso del nuevo tono de voz que componían sus cuerdasvocales. Quería volverse a escuchar. Observó el reloj y vio que eran las seis menoscuarto de la mañana, «el tiempo está pasando demasiado rápido», pensó «será mejorque descanse lo más posible antes de que me suene la alarma para regresar altrabajo.» Y así lo hizo.La alarma sonó.Y sonó.Y volvió a sonar.No es que Gregor no la escuchara, es que no conseguía apagarla con su nueva forma,casi le costó la vida alcanzar el móvil con sus numerosas patas, se dio cuenta de queera imposible. Se atrevió a intentar apagarla con una de sus antenas, pero el móvilresultó ser táctil, solamente un humano podría darle a "descartar", su esfuerzo erainútil.

La madre de Gregor se limitó a meterle prisa para que se levantara y a comentarleque llegaría tarde si no se apresuraba para ir a la estación. Una hora y mediadespués, la madre -completamente ignorada por su hijo debido a que este poseía lacreencia de que le aterrorizaría el sonido de su voz a su más querida familiar-contactó con su marido, que acababa de llegar de darle a la criada la orden derealizar un desayuno concreto, para darle la noticia de que Gregor se les estabarebelando, o así lo veía ella.El señor Samsa, ante esto, se acercó a la habitación y elevó su grave voz.«Tienes dos segundos para salir de ahí.», advirtió.En ese instante sólo se oyó el sonido de un plato roto que Anna, la criada depelirrojas trenzas , dejó caer por el grito inesperado. Gregor no sabía si contestar ono. La duda le amargaba. Por un lado deseaba explicarse, pero por otro tenía claroque lo iban a repudiar -ya que consiguió un espejo en el que poder verse-.

Grete, ante tanto alboroto, apareció de entre las sombras y le pidió al padre que setranquilizara.«Deberías de llamar a su jefe y decirle que no se encuentra en condiciones de ir.»intentó mediar la hermana. «Estupideces. Un día perdido es un día sin sueldo y undía sin sueldo es un día más para tardar en saldar la deuda», resaltó el señor Samsa.«¡Déjale! Si está enfermo es una tontería que gaste su tiempo en ir porque lo únicoque hará será estorbar» replicó Grete.

Mientras tanto Gregor se esforzaba en abrir la ventana de su habitación paraescapar de aquél albedrío.

«¿Quieres ir tú por él a trabajar, niña consentida?», contestó enervado el padre ante

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la situación.«Que yo tenga entendido la deuda es tuya, no de Gregor, ni mía, ni de mamá. Ve tú.»le reprochó sin remordimientos.

Repentinamente sonó el timbre y la criada acudió a abrir. Resultó ser elacomodador, pero no venía solo, a su derecha se encontraba el propio jefe de GregorSamsa junto su hija, Susan. Para Gregor era imposible abrir la ventana que tantodeseaba, por lo que decidió hacerles un poco de caso a sus padres al escuchar lallegada del acomodador.El padre de Gregor, ante la visita inesperada de su antiguo jefe, rebajó sus humos eintentó controlar su ira, la situación le superaba, el desayuno se enfriaba, la madrese fatigaba, y la hermana se arreglaba, para causar una buena impresión ante losrepentinos invitados.

La hija del jefe no se trataba nada más y nada menos que de la misma cajera de latienda de sombreros a la que un día había cortejado muy lentamente el propioGregor Samsa. Ignorante de que su presa era familia de su respetado jefe, se lanzó aenamorarla y cumplió su objetivo, objetivo que Samsa no tenía muy claro de haberlogrado aunque así lo fuera. Sin embargo ella, sabía perfectamente quién era Gregor,conocía su trabajo y conocía a su familia. Conocía todo lo que él no se habíapreocupado por conocer de ella.Cuando llegaron hasta el cuarto de Gregor, el padre les explicó que se negaba a abrirla puerta por un motivo que hasta ellos mismos desconocían, razón por la cual eljefe muy pacientemente ordenó al acomodador a ir a por un cerrajero mientras queGrete, obligada por el padre, se encargaría de traer a casa al médico de la familia, unmédico rural.

El señor Samsa y su antiguo jefe conversaron durante media hora a la vez que laseñora Samsa y Susan, cuando súbitamente regresó el acomodador con una llaveuniversal de esa casa que el joven Gregor un día le proporcionó.«¿Dónde te has dejado al cerrajero?» preguntó el jefe.«Tengo algo mejor.», decía mientras presumía de la llave.

No llegaron a esperar a Grete cuando abrieron la puerta que desveló el secreto quetantas horas llevaba Gregor ocultando. Se produjo un silencio. La criada, que volvíade realizar palomitas para los invitados, al ver a tan gran silueta observándolafijamente, dejó caer el recipiente con las palomitas, su torpeza no brillaba por suausencia, sino por su presencia. El marido de la señora Samsa, le echó una miradafulminante de odio por haber roto algo más de la vajilla. La criada no reaccionó. Eljefe de Gregor se quedó estupefacto junto a su hija durante unos cuatro minutos. Elacomodador huyó encontrándose a la salida con Grete y con el médico queregresaban en unos preciosos caballos negros prestados por un buen ciudadano alcual le gustaba morder. La madre se desmayó. El padre la reanimó. Y de repente,cuando el médico y Grete consiguieron subir las escaleras, el jefe le lanzó unamirada de complicidad a su hija y le cuestionó: «¿Qué te parece, Susan, es este elchico del que tanto me has hablado?»Gregor no entendía nada. No asimilaba que su jefe y que la cajera de aquella tiendade sombreros a la que tanto había cortejado eran padre e hija, y mucho menosasimilaba que ella, precisamente ella, le haya hablado de él a su padre.«¿Chico? Este es un asqueroso bicho repugnante» indicó ella.Gregor la miró mal.«No, no me has entendido corazón. Te he preguntado que qué te parece» volvió a

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cuestionar el jefe.Susan se quedó unos minutos pensando detenidamente su respuesta hasta que debuenas a primeras resolvió mientras miraba felizmente a Gregor: «no estoy segura,padre, tú que opinas... ¿cucaracha o escarabajo?»

Tanto la madre, como la hermana y el padre se quedaron boquiabiertos, ellostampoco comprendían que no les sorprendiera la forma en la que Gregor seencontraba ya que tanto Grete como la madre sintieron asco mientras que el padreno era capaz de aceptar la realidad, no era capaz de aceptar que Gregor tuvo uninaprensible cambio.

«Mmm...» pensaba el jefe mientras se acariciaba la barba. «A simple vista diría que esuna cucaracha voladora puesto que tiene unas alas ahí ocultas» añadió.«Patética reflexión, padre» respondió Susan convencida.«¿Patética? Dime, ¿en qué te basas para juzgar tan desconsideradamente miopinión?» le preguntó con aires de indignado.«Pues mi querido padre, mis argumentos se basan en que las cucarachas son másplanas que redondas, y el aquí presente insecto enamorado, es cualquier cosa menosplano» justificó decidida.Gregor no lo podía creer, le estaban llamando gordo en su propia cara.«¡PERO ES DE COLOR MARRÓN!» insistió el jefe.«Acéptalo papá, has vuelto a perder. Una similitud no le da mil vueltas a infinitasdiferencias» alardeó la hija.«Yo nunca pierdo, y menos contra ti» respondió el jefe a su hija estresado por laderrota.«Acabas de hacerlo, asimílalo y no me hagas reír» decía mientras fanfarroneaba porsu victoria.

«¡¡¡YA BASTA!!!» se escuchó bajo las escaleras «ESTÁIS TODOS LOCOS, TODOSLOCOS.»Efectivamente, la criada reaccionó, tarde, pero reaccionó. Le parecía absurda lasituación, unos tan tranquilos y otros tan aterrorizados sin reaccionar. «¡¡Dimito!!»decía mientras se alejaba con los caballos que al médico tanto le habían costadoconseguir.En ese momento la familia de Gregor volvió en sí y se centró en preguntarle almédico -que llevaba ahí más de media hora esperando a que le dieran trabajo viendola situación- que qué era lo que había ocurrido con su hijo.«Que es un escarabajo, ¿no lo ves?» interrumpió Susan.«Cállate» le cortó Grete.«¿Perdona? ¿Me estás mandado a callar, tú?» contestó.«No te perdono. ¿Quién más si no te mandaría a guardar silencio en un momentocomo este?» dijo mientras la miraba de arriba a abajo.«¡Parad ya las dos!» explotó la madre de Gregor tan bruscamente, dando unpuñetazo a la pared, que las dos se callaron al instante. «Doctor explíquenos usted,por favor...» suplicó ansiosa.Y el médico comenzó: «A ver...este señor...» e inmediatamente paró su tesis por culpade Grete que le volvió a interrumpir inconscientemente al proporcionarle una sillatan rápidamente que desapareció de la sala asustada por la futura reacciónnegativa de su madre hacia ella.«Este señor no está enfermo» continuó «pero os puedo hacer una receta...» El doctorveía en los ojos de Gregor que deseaba antes morir que permanecer en esa formadurante el resto de su vida, sin embargo, hizo caso omiso a su mirada deslumbrante

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llena de hastío, ya que a estas alturas, el joven Samsa no podía evadirse de unarealidad que ya se había apoderado de todo su ser.Los padres de Gregor veían como una sandez el hecho de que el doctor les hicierauna receta, pensaban que nada podría devolverle su forma humana y mucho menosuna receta que les haría desperdiciar el dinero para conseguirla y dar lugar a que loúnico que le provocara a Gregor fuera repugnancia. Así que el médico, se fue, se fueofendido y molesto por haber perdido su tiempo, sus caballos y a su Rosa.

El jefe y su hija continuaban en el dilema del insecto en el que se había convertidoGregor cuando repentinamente el señor Samsa les pidió sutilmente que decidieranacerca de lo que iba a ocurrir con el futuro laboral de su hijo.«Odio que me metan prisa en mis decisiones» dijo el jefe.«Discúlpeme, pero yo odio esperar» le respondió el padre.«Pues salga de la habitación» amenazó en respuesta a su indirecta.«Salga usted de mi casa si no va a decidir nada acerca de la situación de mi hijo, yaque él no es objeto de entretenimiento para resolver sus tardes de aburrimiento ylas de su hija» contestó bordemente el padre de Gregor.El jefe lanzó una mirada de desprecio hacia el señor Samsa y, observándolefijamente a los ojos, le dijo: «Está bien. Ya lo he decidido. Déjeme comentarle unmomento a solas a mi hija la decisión».El padre de Gregor observó el panorama y teniendo en cuenta la mirada que lehabía echado el jefe, podría haber puesto en ese mismo instante una mano en elfuego por la creencia de que el futuro de su hijo estaba completamente destruidogracias a él.Sin embargo, para su asombro, si lo hubiera hecho habría perdido uno de sus brazosporque se habría quemado completamente al oír la respuesta de su superior: «Hedecidido...» comenzó a explicarse el jefe «...que Gregor podrá realizar otro tipo detrabajos para la empresa, es una pena que no pueda realizar el viaje a Hawaii ya querecuerdo lo entusiasmado que estaba al contarme que en aquel viaje se podríavolver a reencontrar con su abuela a la que llevaba tanto tiempo sin ver», y una vezque terminó de exponer el nuevo cargo que le habían asignado, sobre todo gracias aSusan, el jefe y su hija se marcharon.La abuela de Gregor residía en Hawaii, nada más y nada menos, porque dejósu anterior vida atrás para perseguir al amor de su vida, algo que hizo durante suetapa de joven adulta tras divorciarse del padre de la madre de Gregor, era suabuela materna.

Ese día se convirtió en el día más largo de la familia Samsa. Pese a que Gregor ocupóun nuevo cargo en la empresa, era obvio que no podía ejercerlo con aquella forma,así que el padre acabó -al cabo de dos semanas- por dimitir en nombre de su hijo. Élmismo no ocupó el puesto de Gregor porque la antipatía que le caracterizaba haciael jefe era exagerada y además su orgullo no se lo permitía por razones que sólo elseñor Samsa conocía. Por esa razón, todos tuvieron la obligación de participar en elahorro económico familiar.Anna, la criada que se había despedido a sí misma porque no soportaba el horrorpodría haber sido la clave para no contratar a otra, no obstante, decidieroncontratar a Elsa, una joven a la que le caracterizaba una rubia trenza y que setrataba de la hermana mayor de Anna a la que no le daban nada de fobia losinsectos. Esta al ver a Gregor lo único que sintió fue compasión y una granresponsabilidad hacia él.

Pasado un mes y medio de la transformación la situación comenzó a agravarse, la

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única que se preocupaba y se encargaba de él no fue más que la criada. La hermana,Grete, tuvo que dejar su vida atrás de niña consentida que vive de su hermano y quela única preocupación que le acechaba en las mañanas era pensar en qué se iba aponer ese día. Encontró varios trabajos a tiempo parcial y los llevó a cabo, por locual no tenía apenas tiempo de cuidar al hermano que tanto había cuidado de ella alo largo de su niñez y adolescencia. El padre -por su parte- rebuscó entre los ahorrosde su hijo y encontró un pequeño cofre que guardaba entre las profundidades de suoscuro armario y que tenía envuelto alrededor de él un lacito rojo en el que estabatallado el nombre de "Grete", ese dinero que tanto esfuerzo le había costado ahorrar,estaba dedicado específicamente para las futuras clases en el conservatorio que leiba a regalar a su hermana. Y el padre apoderándose de él lo usó, pero lo usó parapagar una parte de la deuda que lamentablemente no quedó saciada al completo.Grete nunca supo de esto y aunque lo hubiera sabido, le hubiera dedicado el mismotiempo que hasta ahora le estaba proporcionando a su hermano, unos cinco minutosde cada noche y sólo para ver si -por arte de magia- había regresado a lanormalidad.El señor Samsa, una vez que gastó los ahorros, buscó un empleo que le absorbía lavida cada día más, sólo por no estar acostumbrado a trabajar después de tantosaños de relax.La señora Samsa, sentía la necesidad de cuidar de su hijo, pero el simple hecho depensar en lo que le había ocurrido, le estremecía y le subía un escalofrío por todo elcuerpo que le impedía acercarse a aquella puerta aislada de las demás habitaciones-puesto que Grete se había mudado a la buhardilla-.

El caos inundó una mañana de septiembre la casa Samsa. La criada semanas atráshabía caído enferma y durante todo ese tiempo nadie se hizo cargo de Gregor. Lahabitación tenía complejo de vertedero, era una completa pocilga desde que nadie lalimpiaba. El que Gregor hubiera cambiado su alimentación y sólo se hubierainclinado por los restos de comida que los demás dejaban, no significaba que pudieravivir en el estercolero que había conquistado todas las esquinas de la sala ya que nose trataba de un poderoso y gran cerdo al que le gustase revolcarse entre elestiércol, él era un insecto al cual aún -pese a las especulaciones de Susan- no lehabían asignado un papel en cualquier rama del árbol genealógico que componía lafamilia de insectos en general.Esa mañana cuando Gregor despertó bajo el sofá, que había quedado solitariamentecomo la pieza fundamental en su cuarto, sintió que se asfixiaba, le faltaba el aire. Laventana estaba cerrada, la única que se la abría por las mañanas era la que seencontraba ausente debido a su enfermedad. Se arrastró por el suelo e intentóalcanzar la puerta entornada que daba acceso al pasillo y cuando consiguióplantarse justo en frente de ella se escuchó un tremendo sonido por las escalerasjunto a un estrepitoso grito que causó un estruendo con el eco que provocó entre lasparedes de aquella angustiosa casa.«¿QUÉ HA PASADO?» gritó Gregor dando a relucir al mundo el maravilloso sonidoexpulsado desde sus más profundas e inexistentes cuerdas vocales que estresabana todo aquel que las oyera.Grete -que media hora antes llegó de trabajar- se asomó y vio a su madre yaciendoal final de las escaleras.«¡MADRE!» expresaba dolorosamente mientras se acercaba a ella. «¿MADRE?¡¡Responde!!» repetía una y otra vez mientras buscaba el teléfono para marcar elnúmero de la ambulancia.Gregor ante esto se asustó, salió a observar y se acercó amedrentando a la hermanapor la espalda tanto que a ella se le escapó despreciativamente un «¡Largo bicho

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inmundo! ¡Sal de esta casa aborto de los infiernos! ¡Tú no eres mi Gregor!¡¡Gregorio vuelve y acaba con este monstruoso insecto que ha invadido tu cuartopara acabar con la vida de todos tus familiares!! Ven, Gregor, vuelve y mira lo queesta cosa le ha hecho a mamá».

El padre que llegaba de su trabajo entró y se encontró con la impactante escena enla que Gregor ante los lamentos y quejidos de su hermana se colgó del techosobresaltado y en la que la Grete culpaba insensible e injustamente al insecto delintento de "asesinato" de su madre.El señor Samsa se acercó a su mujer y observó como tenía una gran brecha abiertaen el cráneo, Grete se dirigió corriendo al cuarto de baño a vomitar por la cantidadde sangre que había presenciado. Mientras que el padre de Gregor, traumatizadocon la situación y creyendo las injurias de su hija, se dirigió hacia su hijo y le dijo:«Tú no eres mi Gregor Samsa junior. Con lo que le has hecho hoy a tu madre, parami, has muerto».

Grete volvió del baño y abrió la puerta para que la ambulancia pudiera trasladar ala madre mientras le comentaba a su padre que seguramente Gregor había causadotodo ese tremendo alboroto debido a que lo estaban criando ya no en una habitaciónsi no en un basurero. El señor Samsa vio lógica esta visión y decidió deshacerse delinsecto que ya no veía como a un hijo si no como a una bestia salvaje que irrumpióen la habitación de Gregor una mañana tras despertar de un sueño intranquilo.

«No quería llegar a este punto... Pero hemos decidido darte la libertad, Gregor, tedejamos volar» decía el padre señalando a la puerta de la calle.«No te preocupes por nosotros, estaremos bien. Venga, sal y extiende tus alas cualpajarillo emocionado por recién dejar su nido para indagar nuevos lugares» animabaGrete con asco.«¿Mamá conoce acerca de la libertad que me estáis ofreciendo y casi obligando aaceptar?» preguntaba Gregor.«Gregorio corazón, no te entendemos, ¿me entiendes tú a mi? Qué estupidez, cómome vas a entender si eres sólo un insignificante insecto» expresó indiferentementeGrete.

Mientras tanto la madre se encontraba en el hospital con un estado de grave peligropor la enorme brecha abierta durante la desastrosa e inesperada caída.

«Grete, déjalo. Si no sale, ya se morirá en su habitación del asco. Yo no la piensolimpiar, ¿y tú?» preguntaba el señor Samsa a su hija.«¿Yo? Podría... Pero la última vez que deseé limpiar alguna habitación de esta casa,mamá se me adelantó y me juré no volver a limpiar la suciedad que recorre entrelas esquinas de esta respetable casa» contestaba Grete. «No te voy a decir lo que eres al decirme eso...» lanzó una indirecta discreta hacia suhija el padre.Gregor observaba pensando en salir o quedarse ahí, no tenía noticias de su madre ylo único que tenía claro era que su padre y su hermana no lo querían más dentro delhabitáculo.Grete miró al padre sin captar la indirecta y observó cómo Gregor salía por lapuerta lentamente caminando hacia atrás.«¡¡Mira padre!! Al fin se marcha» decía alegremente Grete.«¡Espera, Gregor!» interrumpió el padre.Gregor dejó de andar rotundamente.

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«¡Acércate!» insistió el padre.Gregor se acercó sorprendido.«¡Grete! Ve a por el violín» le ordenó y casi obligó con la mirada el padre.Grete se dirigió a coger su violín y cuestionó: «¿para qué se supone que me hashecho bajarlo, padre?».«Toca aquella canción que tanto siempre nos has tocado cada noche tras cenar,mientras reposábamos tranquilamente para digerir bien los alimentos» suplicó elpadre.«¿Quieres que la toque por algún motivo en especial?» preguntó Grete.«Por supuesto, es la canción de despedida que le vamos a dedicar a Gregor mientrascamina lentamente hacia atrás, ya sabes, para hacer más dramático el momento»decía cruelmente el padre mientras soltaba una risa psicótica que la hija continuótras silenciarse el señor Samsa.Y una vez que la gracia se le fue, Grete, comenzó a tocar.

Elsa, que ya estaba completamente recuperada de su enfermedad, acudió a la casaen cuanto pudo por haber oído el accidente de su señora encontrándose con estemomento tan tormentoso para Gregor. Y cuando se decidió a interrumpir lamelodía que interpretaba Grete para darle su más sentido pésame al Señor Samsa ya su hija, Gregor reaccionó.

Ahora sí, reaccionó violentamente.«¡¿Mamá ha muerto?! ¡¿HA MUERTO?!» bramó sin piedad.Nadie le entendió y sin embargo todos se asustaron, incluso Elsa que era su mayorfan.«¡¡CONTESTADME!!» expresó histérico.«¡QUE NO TE ENTENDEMOS GREGORIO, SI ES QUE REALMENTE ERESGREGORIO!» soltó la hermana enfrentándose temerosa.«No le llames Gregorio, es Gregor» le corrigió Elsa.«¿Me vas a decir tú a mi cómo voy a llamar yo a este impostor insecto que se hacepasar por mi hermano?» contestó bordemente Grete.Mientras se formaba otro absurdo conflicto, Gregor se abalanzó hacia el padre. «¡Yono he sido, te lo juro!» se explicaba tristemente. «¡¡Quita bicho!!» despreciaba el tacto con él su propio padre.Elsa y Grete dejaron su conversación y observaron la ira que desprendía Gregordesde su interior.«¡Habéis acabado con mi paciencia!» pensó en "voz" alta Gregor.

Elsa huyó.

Grete se escondió tras el padre y le preguntó: «¿es que mamá...ha muerto?». A lo que el padre respondió: «Sí, hija sí» y comenzó a relatar la historia mientras queGregor apartó su nervio para escuchar atentamente. «Tu madre ha muerto por elgolpe que recibió en la cabeza en la mañana, hace unas horas me han confirmado sumuerte ya que se encontraba en un estado grave. Según los médicos había unaesperanza del 5% para su curación, sin embargo una doctora recién graduada measeguró que no duraría mucho, y así fue».Grete expresó una cara de horror.Gregor no podía creerlo.«P...Padre...» decía Grete entrecortada. «Dime, ¿qué ocurre?» contestó.«Fui yo» confesó Grete «yo fui la que empujó a mamá por las escaleras, no Gregor»

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Gregor ya sí que no podía creerlo.«¿Qué estás hablando? No digas sandeces» dijo con una sonrisa forzada que ocultabael terror de tener una hija asesina a su lado.«¡Pero no fue queriendo! Yo no quería que muriera...» intentaba justificarse.«¿Estás diciendo la verdad?» preguntaba temeroso e histérico.«Por supuesto, pero esa no era mi intención» volvía a su argumento.«¿Cómo ocurrió todo?» ganaba tiempo el padre para pensar en cómo reprimirduramente a su hija sin que acabara él también rodando escaleras abajo.«Pues verás...Todo fue porque yo le comenté a mamá que no quería a Gregor en casay ella lo defendió a muerte, literalmente» declaró Grete con el sarcasmo que siemprele caracterizó.Su padre le miró mal, desconfiando, pero se acercó a ella e intentó mostrarle unpoco del afecto cariñoso que casi nunca le daba y le susurró al oído «no te culpescariño, tú no has tenido la culpa».

Gregor, no soportaba la situación, el pensaba que ella había sido la culpable, quetodo formaba parte de un pérfido plan para inculparle a él de su accidente -que niella misma pensaba que acabaría en muerte- y para que acabaran echándole de casacomo hasta ahora había conseguido. El padre, fue a por algo de merendar paraintentar evitar que su hija pensara en echarse la culpa, ya que en el fondo no loquería aceptar y al repudiar a Gregor, también lo quería echar.En ausencia del señor Samsa, Gregor aprovechó para vengar la muerte de su madrey atacó violentamente a su hermana Grete mientras vociferaba una y otra vez pesea que no le entendían: «¡después de todo lo que he hecho por ti y lo que me quedabapor hacer, eres cruel! ¡¿Cómo has podido?! ¡¡Asesina!!». Y una de las diminutas pero robustas patas de Gregor se introdujo en el ojo de Greteapoderándose de él como si de un palillo de dientes atravesando a una aceituna setratase. Grete gritó asustada como nunca antes había gritado en su vida. Al no veravanzó corriendo hacia atrás e intentó huir del insecto que acabaría con su vidaminutos antes de que se tropezara con el primer escalón de la casa y golpeándosecon el filo de la barandilla. El padre regresó con dos manzanas y halló a su hija tendida en el suelo, cerca de lasescaleras, al igual que su difunta mujer. «¡¿Qué le has hecho animal?!» gritótraumatizado.«Se llama justicia, padre» respondía vanamente Gregor.Y el señor Samsa ante esta situación persiguió durante una breve media hora aGregor por todo el barrio, ya que consiguió salir de aquella casa que parecía estarmaldita. El padre, locamente, comenzó a arrojar la primera manzana que era la quele iba a ofrecer a su hija antes de morir, pero falló al darle a la ventana de una casavecina en los alrededores. El segundo intento fue el definitivo, el que más rencorpresentaba y a su vez, el que más lanzó con puntería. La manzana alcanzó a darleen la esquina inferior derecha de su duro caparazón y se esparció por mitad de lacarretera un espeso líquido transparente que brotaba a borbotones desde suinterior. Se estaba desintegrando en la carretera, Gregor, vio su vida pasar, recordóabsolutamente todo lo que no recordaba al despertar aquella mañana en la que setransformó, y a los pocos minutos perdió la vida felizmente por haber vengado lamuerte de su madre, a la que tanto adoraba.Por su parte, el padre fue encarcelado debido a que le acarrearon la culpa de lamuerte de su hija, no obstante, tuvo que cargar con la conciencia intranquila porhaber asesinado a su propio hijo y a su vez fue tachado de asesino por todos y cadauno de sus más allegados. Entre la vecindad se rumoreaba que él había sido elverdadero causante de la muerte de su esposa a la misma vez que la muerte de sus

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dos hijos, Grete y Gregor, del que daban por muerto al tampoco saber absolutamentenada de él debido al aislamiento que mantuvo en su habitación durante meses. Losrumores que Elsa extendió por el vecindario -para colmo del señor Samsa que aúnno había tenido suficiente- fueron que además de asesino era un acosador que seintentó propasar con ella en numerosas ocasiones.

Toda esta situación superó la pacienciaQue el señor Samsa conteníaMientras que su concienciaAl suicidio le inducía.Y concluyendo su huidaUn 25 de diciembre,Formando como despedidaUna oración bimembre,Acabó con su vida."Hasta aquí yo he llegado,Pero vuestra presiónNo la he soportado".

El principio del finRocío Sáez

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo,se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso ser humano. Ni aunque lohubiese intentado podría haber descrito el pudor que sentía al verse yaciendo ahí,en la cama, después de haber caído de donde solía dormir: el techo.

Después de tomar contacto con los muebles de su habitación desde su nuevaperspectiva, apenas le dio tiempo a comenzar a angustiarse por su estado cuando yatocaban a la puerta de su habitación. En efecto, se trataba de más humanos. De susbocas tan solo salían órdenes, quejas por el dinero, obligaciones que él, GregorSamsa, humilde escarabajo pelotero, supuestamente debería ya estar cumpliendo.No entendía nada. Lo único que sí sabía es que nada estaba peor visto en su sociedadque un ser humano. Jerarquías, autoridades, imposiciones.. y lo que más le había

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sorprendido siempre: egoísmo.

Pero por otro lado, ahora era él, un "simple y asqueroso" escarabajo, el que se había,aún sin saber por qué, introducido en aquel terrible mundo. Ahora él tenía elmando, y aunque su supuesta familia no lo supiera, estaba dispuesto a tomarmedidas.

Uno más de vosotrosCelia López

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido enuna monstruosa sombra.-¿Que me ha ocurrido?- Pensaron los restos de luz.No estaba soñando. Su habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña,tenía el aspecto habitual. Se levanto y decidió mirarse en el espejo que apoyabajunto a la ventana. Todo parecía en su lugar, todo parecía correcto, pero ¿Que eraesa sombra que rodeaba su corazón?.

Una semana después la sombra había ocupado todo su abdomen, y no parecía pararde crecer. Gregorio ya no podía pensar con claridad, sus ideas empezaban amezclarse con las de la multitud. Su habitación cada vez le parecía más y máspequeña, como si la sombra necesitara la atención constante y un amplio espaciopara seguir reproduciéndose. Esta búsqueda de atención por parte de la sombrallevaron a Gregorio a relacionarse con la gente de su ciudad, pero tampoco parecíasatisfecha.Dos semanas después, la sombra había ocupado la cara de Gregorio, jugando con susexpresiones y rasgos. Él dejo de cuestionarse que era la sombra, pero le inquietabala necesidad de ella de jugar con él.

Pasado el tiempo la sombra se apoderó de todo su ser, de sus ideas, de su cuerpo, desu nombre...Y Gregorio Samsa, el inadaptado, se acabo convirtiendo en uno más de vosotros.

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En honor a KafkaIrene Jiménez

El día comenzó como otro cualquiera, el sol salió, los pájaros se posaban en laventana. Nada aparentemente extraño. Pero al lado de mi habitación mi hermanosufría un cambio que nadie se esperaba.

Llegó la hora de despertar a mi hermano como todos los días, se había quedadoestudiando hasta tarde cosa que no era normal en el.Tocamos a su puerta, ya eran las ocho y no encontrábamos respuesta.

Al fin contestó. Estábamos a punto de entrar en cólera.

Su voz apenas se entendía, solo contestaba con monosílabos. Pensábamos que eranormal, ya que no estaba acostumbrado a estudiar y podría haber sufrido algúntraumatismo cerebral.

Le dejamos descansar unas horas más.

Mi madre se dispuso a hacerle el desayuno pero la puerta estaba cerrada. Nosasustamos y decidimos llamar al vecino que con su gran fuerza consiguió abrir lapuerta.

La imagen nos impactó, observamos una pequeña pata de insecto que sobresalía pordebajo de las sábanas. Nos pusimos en lo peor. A mi hermano se lo podría habercomido un insecto mientras egoístamente solo pensábamos que no salía de suhabitación por vago.

El vecino huyó, se mudó y nunca más supimos de él.

Nuestro dilema moral comenzó, no podíamos echar al insecto por si era mihermano, o por si el insecto decidía expulsar el cuerpo con o sin vida de el.

Lo encerrábamos en el sótano, le dábamos de comer las sobras del día.

Nos daba miedo, pavor, pero poca cosa se podía hacer al respecto.

Pasado un mes, ya cansadas de la situación, el recuerdo de mi hermano se ibavolviendo turbio, repugnante. Necesitábamos borrar a esa cosa de nuestras vidas yvolver a nuestra rutina. Fingiríamos que mi hermano estaba de viaje hasta queconsiguiéramos el dinero suficiente para mudarnos de este pueblo y que nadie mássupiera de nosotras.

Me tocó bajarle la comida, pero esta vez la comida llevaba algo letal.

El maldito insecto se comió la letal comida, quedando muerto boca arriba con esaspatas que tanto asco nos producía.

Por fin conseguimos deshacernos de lo que considerábamos una maldición.

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Abandonamos nuestras casa.

Ya han pasado 20 años desde entonces y nuestra historia se ha convertido en elmayor cuento de terror de los niños del pueblo. Un mito. Una historia que se ha idocontando de boca en boca. Ahora juzgue usted.

¿Realidad o ficción? ¿simple delirio kafkiano?

El otro final de Gregor SamsaSaray Murcia

Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, seencontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Desde esa mañanaque sufrió la transformación, ninguna persona de su familia lo quería ayudar,incluso su jefe cuando lo vio acabó huyendo de él lo que hizo que Gregor seencerrara en su habitación.

Un día escuchó un ruido, se trataba del cierre de la manivela de su habitación, seescondió debajo de sus sábanas, esperando que fuese alguien de su familia y quepronto se marcharía. Cuando escuchó la puerta cerrarse, Gregor se asomó pordebajo de las sábanas descubriendo a alguien desconocido entrando en suhabitación.

Gregor sentía que alguien se acercaba donde él estaba, hasta que de repente notóque le estaban quitando de encima las sábanas donde solía estar. Cuando estabacompletamente destapado, se dio cuenta que era un chico de dieciocho años, alto ymoreno. Los dos se quedaron mirando sorprendidos hasta que uno de ellos decidióhablar.

-¿Quién eres?, ¿cómo has llegado hasta aquí?- le pregunta Gregor asustado.

-Me llamo Hansel y me colé por la puerta del patio- respondió el chico.

Ambos empezaron a hablar, primero tímidos pero poco a poco, Gregor comenzó a

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hablarle de su trabajo, de sus viajes, de las cosas que había visto, etc. El muchachole contó que le encantaría poder ver el mundo y poder viajar. Poco a poco, fueroncogiendo confianza y se hicieron amigos muy rápido, incluso Hansel convenció aGregor para que recuperara su trabajo y continuara viajando. Gregor no se mostrómuy convencido hasta que Hansel se ofreció para acompañarlo en cada uno de susviajes.

Es así como ambos amigos comenzaron sus aventuras, recorriendo el mundo. Hastaque una noche Gregor, despertó de un sueño agitado y de repente se encontró quevuelve a tener el cuerpo de un ser humano, ya no era ese monstruoso insecto.