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Juan De La Cruz Ocón García Pedro María Garciandía González Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Grado en Derecho 2013-2014 Título Director/es Facultad Titulación Departamento TRABAJO FIN DE GRADO Curso Académico Iter legislativo, singularidades y problemas prácticos del proceso penal de menores en España Autor/es

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Juan De La Cruz Ocón García

Pedro María Garciandía González

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

Grado en Derecho

2013-2014

Título

Director/es

Facultad

Titulación

Departamento

TRABAJO FIN DE GRADO

Curso Académico

Iter legislativo, singularidades y problemas prácticos delproceso penal de menores en España

Autor/es

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© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2014

publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]

Iter legislativo, singularidades y problemas prácticos del proceso penal demenores en España, trabajo fin de grado

de Juan De La Cruz Ocón García, dirigido por Pedro María Garciandía González (publicadopor la Universidad de La Rioja), se difunde bajo una Licencia

Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported. Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden solicitarse a los

titulares del copyright.

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ITER LEGISLATIVO,

SINGULARIDADES Y PROBLEMAS

PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL

DE MENORES EN ESPAÑA

JUAN DE LA CRUZ OCÓN GARCÍA

Dirigido por el Prof. Dr. D. Pedro Mª Garciandía González

TRABAJO FIN DE GRADO EN DERECHO

2014

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

DEPARTAMENTO DE DERECHO

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ÍNDICE

1. LA RESPONSABILIDAD PENAL DE MENORES: ITER LEGISLATIVO

1.1. Antecedentes históricos ..................................................................................................... 1

1.2. Los Tribunales Tutelares de Menores ............................................................................... 4

1.3. La STC 36/1991, de 14 de febrero y la Ley Orgánica 4/1992, de 5 de junio .................... 6

1.4. La Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad

Penal de los Menores ....................................................................................................... 9

1.4.1. La Ley Orgánica 7/2000, de 22 de diciembre ................................................................ 12

1.4.2. La Ley Orgánica 9/2000, de 22 de diciembre ................................................................ 12

1.4.3. La Ley Orgánica 9/2002, de 10 de diciembre ................................................................ 13

1.4.4. La Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre............................................................. 13

1.4.5. La Ley Orgánica 8/2006, de 4 de diciembre .................................................................. 14

1.4.6. La Ley Orgánica 8/2012, de 27 de diciembre ................................................................ 16

2. SINGULARIDADES PROCESALES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DE LA LORPM

2.1. Ámbito subjetivo de aplicación ....................................................................................... 17

2.2. Sujetos intervinientes ...................................................................................................... 19

2.2.1. El Juez de Menores ........................................................................................................ 19

2.2.2. El Ministerio Fiscal ....................................................................................................... 21

2.2.3. El Equipo Técnico ......................................................................................................... 23

2.2.4. El menor imputado y su defensa .................................................................................... 25

2.2.5. La víctima: de coadyuvante sin acción a Acusación particular ..................................... 27

2.3. El régimen especial de la responsabilidad civil ............................................................... 34

2.3.1. Competencia .................................................................................................................. 35

2.3.2. Legitimación .................................................................................................................. 37

2.3.3. Postulación .................................................................................................................... 41

2.3.4. Procedimiento ................................................................................................................ 42

2.4. Breve referencia al enjuiciamiento de delitos cometidos por mayores

y menores conjuntamente ............................................................................................... 49

CONCLUSIONES ................................................................................................................ 53

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ABREVIATURAS

AA.VV. autores varios

art., arts. artículo, artículos

ATC Auto del Tribunal Constitucional

BOCG Boletín Oficial de las Cortes Generales

BOE Boletín Oficial del Estado

CC Código Civil

CDN Convención sobre los Derechos del Niño

CE Constitución Española

cfr. confróntese

CGAE Consejo General de la Abogacía Española

CGPJ Consejo General del Poder Judicial

cit. citado

coord. coordinador

CP Código Penal

DOUE Diario Oficial de la Unión Europea

FGE Fiscalía General del Estado

FJ Fundamento Jurídico

Ibid. Ibidem, en el mismo lugar

LEC Ley de Enjuiciamiento Civil

LECrim. Ley de Enjuiciamiento Criminal

LO Ley Orgánica

LOPJ Ley Orgánica del Poder Judicial

LOPJM Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del

menor

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LORCPJM Ley Orgánica 4/1992, de 5 de junio, reguladora de la Competencia

y el Procedimiento de los Juzgados de Menores

LORPM Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la

Responsabilidad Penal de los Menores

LOTC Ley Orgánica del Tribunal Constitucional

LRJAP-PAC Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las

Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo

Común

LTTM Ley de Tribunales Tutelares de Menores

RLORPM Reglamento de la Ley Orgánica reguladora de la Responsabilidad

Penal de los Menores

SAP Sentencia de la Audiencia Provincial

STC Sentencia del Tribunal Constitucional

STS Sentencia del Tribunal Supremo

TC Tribunal Constitucional

TSJ Tribunal Superior de Justicia

v.gr. verbi gratia, por ejemplo

vid. véase

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INTRODUCCIÓN

La madurez en sentido biológico, psicológico y social se adquiere a través de un

proceso de crecimiento progresivo, variable desde el punto de vista subjetivo y

fuertemente condicionado por factores externos, entre los que destacan la educación y el

ambiente familiar, económico y social en el que vive el sujeto. Esta idea debe tener

necesariamente reflejo en el modelo jurídico que se prevea para su tratamiento,

justificando así su autonomía y especialización.

Cabe definir la justicia de menores, en sentido amplio, como aquella que se

ocupa de las materias en las que está en juego el interés del menor; o, en sentido

estricto, como el sistema jurídico sustantivo, orgánico y procesal de tratamiento

específico de la delincuencia de menores.

El enjuiciamiento de hechos delictivos cometidos por menores de edad, ha

constituido una de las materias jurídico-sociales más controvertidas del siglo pasado y

que, con la aprobación y posteriores vicisitudes de la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de

enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores (LORPM), ha vuelto a

ocupar la más candente actualidad. De hecho, el interés de esta materia resulta

innegable, y se refleja en el intenso debate entre los profesionales del Derecho y agentes

sociales, así como en su repercusión en los medios de comunicación social. Expresión

de su controversia es también la sucesión de reformas que ha sufrido esta Ley, que ha

visto cómo los principios que configuraban su texto originario se han ido difuminando,

lo que contrasta con la firmeza de las convicciones que expresaba el legislador en su

Exposición de Motivos.

Sin embargo, el problema del tratamiento de los menores de edad que infringen

la ley penal no es algo novedoso. A lo largo de la historia ha sido una constante la

preocupación por el hecho de que una persona que no ha llegado a su desarrollo físico y

mental y, por lo tanto, sin capacidad para delinquir o con ésta disminuida, pueda ser

juzgada y condenada por la comisión de un delito como si fuera mayor de edad.

En atención a lo señalado, este trabajo tiene como objeto el estudio y exposición

del proceso penal de menores, así como los antecedentes histórico-legislativos que han

llevado hasta él. Para ello, al análisis de la regulación se suma el de la doctrina científica

y jurisprudencial existente sobre la materia. No obstante, dado que la empresa que aquí

me ocupa no es otra que la realización de un breve trabajo de investigación que pone fin

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a mis estudios de Grado en Derecho, me centro únicamente en aquellas cuestiones que

más problemas han suscitado en para los autores y tribunales; derivados tanto de la

defectuosa técnica legislativa empleada en ocasiones para su regulación como de los

continuos cambios a los que se ha visto sometida la Ley Penal del Menor.

El lector estará de acuerdo en que, conociendo el pasado, es más sencillo

comprender la regulación presente y prever hacia donde puede ir la futura. Por ello, la

primera de las dos partes en las que se estructura el trabajo se ocupa de la evolución del

tratamiento de la responsabilidad penal de los menores. Arrancando desde antiguo, se

analiza la regulación de esta materia en los diversos códigos penales y en la Ley de

Tribunales Tutelares de Menores, para, tras comprobar la incidencia que sobre ésta ha

tenido la entrada en vigor de la Constitución de 1978, pasar a analizar las características

generales de la LORPM y sus diversas reformas.

La segunda parte aborda las especialidades que, respecto del proceso de adultos,

se han introducido en el proceso penal de menores, bien necesariamente por derivar del

interés del menor, bien como simples opciones de política criminal ―como la

atribución de la investigación al Ministerio Fiscal, la participación del Equipo Técnico,

o el especial régimen de responsabilidad civil―; así como el análisis de los aspectos

más problemáticos de la Ley.

El trabajo concluye con un apartado final en el que se recogen las conclusiones más

importantes de este estudio.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 1

1. LA RESPONSABILIDAD PENAL DE MENORES: ITER LEGISLATIVO.

1.1. Antecedentes históricos.

La edad es un factor que siempre se ha tenido en cuenta por el ordenamiento

jurídico. Sin embargo, bajo la concepción de un Derecho penal retributivo, la minoría de

edad ha quedado únicamente reflejada en una menor imputabilidad y, como

consecuencia, en una atenuación de la pena. Esta especialidad sustantiva no se ha

proyectado, no obstante, sobre ninguna especialidad procesal ni penitenciaria, quedando

el menor infractor sometido a lo largo de los siglos al mismo procedimiento que el

delincuente adulto1. Así, salvo ciertas excepciones, hasta la aparición a principios del

siglo XX de los primeros tribunales de menores no se llega a la convicción, hoy

aceptada, de la necesidad de sacar al menor del ordenamiento jurídico de adultos2.

Remontándonos a los primeros antecedentes, en Roma las Doce Tablas

establecen ya una distinción en la delimitación de la responsabilidad penal en función

de dos grupos etarios3―púberes e impúberes― que pasan a tres con el Derecho

justinianeo4 ―infantes, impúberes y menores

5—. Este mismo sistema de distinción en

tres etapas, usando en la intermedia el criterio del discernimiento, es el acogido

posteriormente por el Derecho Canónico6.

En España, la influencia del Derecho Romano hace que el régimen jurídico-

penal de los menores se mantenga sin grandes cambios durante la Edad Media, la Edad

1 BENITO ALONSO, F., «Los antecedentes históricos de la Ley Orgánica 5/2000, reguladora de

responsabilidad penal de los menores, como criterio de interpretación de la misma», Diario La Ley, 4, 2001,

pág. 2 (consulta online). 2 Cfr. MARTÍN OSTOS, J., «Noventa años de justicia penal de menores em España», Revista Brasileira

Adolescência e Conflitualidade, 5, 2011, pág. 14 (disponible en:

http://periodicos.uniban.br/index.php?journal=RBAC&page=article&op=view&path%5B%5D=247&path%5B

%5D=200fecha de consulta: 26.V.2014). 3 Para el delito de hurto se aplicaba a los impúberes una simple amonestación y, en los delitos de hurto

nocturno de mieses y pastoreo, castigado con pena de muerte, para los impúberes se sustituía por una sanción

por vía de policía y la obligación del resarcimiento del daño. 4 El infante (hasta siete años) estaba exento de responsabilidad. En el caso de los impúberes se distinguía entre

proximus infantia (que comprendía a las mujeres hasta los nueve años y medio y a los hombres hasta los diez

años y medio) que eran irresponsables, y proximus pubertatis (mujeres hasta doce años y hombres hasta

catorce) en los que se apreciaba su responsabilidad penal en función de la máxima malitia supplet aetatem: si

habían obrado con discernimiento (doli capax) se les imponía una pena atenuada, en caso contrario eran

penalmente irresponsables. Por último, a los menores (entre catorce y veinticinco) se les penaba con menor

rigor que a los adultos. 5 Así, SÁNCHEZ MARTÍNEZ, F., La jurisdicción de menores en España (pasado, presente y futuro), Tesis

dirigida por José M. Martínez-Pereda Rodríguez, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Derecho,

1996, pág. 34, (disponible en: http://eprints.ucm.es/2202/; fecha de consulta: 28.V.2014). 6 Ibid., pág. 37.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 2

Moderna y la Contemporánea, extendiéndose incluso hasta la Codificación7. La

legislación protectora de la infancia se inicia con las disposiciones consignadas en el

Fuero Viejo de Castilla y en el Fuero Real, alcanzando su máximo desarrollo en las

Partidas, que contemplan tres límites fijos de edad. La Novísima Recopilación contiene

también disposiciones sobre la pena y la minoría de edad, traducidas principalmente en

la atenuación de la pena en función de la edad del infractor ―v.gr. no someter a los

menores de veinte años a la pena de galeras—. En la Edad Moderna y Contemporánea

se mantiene «la división tripartita infancia-irresponsabilidad, adolescencia-

responsabilidad condicionada al discernimiento y edad juvenil-punición atenuada»8.

Los primeros Códigos penales vigentes en España mantienen también el sistema

anterior, fijando diferentes límites de edad penal. En el Código de 18229 se declara la

exención de responsabilidad de los menores de siete años y la responsabilidad presunta

de los mayores de esa edad y menores de diecisiete, que son sometidos a la prueba de

discernimiento (art. 23). Así, en caso de que el menor hubiera obrado «con

discernimiento y malicia» se le imponía «la cuarta parte a la mitad de la pena señalada

al delito» (art. 25); en caso contrario no se le imponía pena, entregando al menor a sus

padres o abuelos «para que le corrijan» o, según los casos, enviándole a una «casa de

corrección» (art. 24). Los mayores de diecisiete años eran penalmente responsables, si

bien el artículo 107 contemplaba como atenuante «la corta edad del delincuente y su

falta de instrucción».

El Código Penal de 184810

―y la reforma de 1850, que no afecta a la regulación

de los menores― considera irresponsables a los menores de nueve años y a los mayores

de esa edad y menores de quince que hubieran obrado sin discernimiento (art. 8). A los

comprendidos en este grupo etario que, según la apreciación del Tribunal, hubieran

actuado con discernimiento se les aplicaba una pena discrecional «siempre inferior en

dos grados por lo menos a la señalada por la ley» (art. 72). En fin, a los mayores de

quince años y menores de dieciocho se les aplicaba la pena inferior en un grado.

7 Para mayor abundamiento vid RÍOS MARTÍN, J.C., El menor infractor ante la Ley Penal, 1ª edición,

Granada, Comares, 1993, págs. 110 y ss; y SÁNCHEZ MARTÍNEZ, F., La jurisdicción de menores en España

(pasado, presente y futuro), cit. págs. 41 y ss. 8 BENITO ALONSO, F., «Los antecedentes históricos de la Ley Orgánica 5/2000…», cit. pág. 5 (consulta

online). 9 Primer Código Penal español, Decretado por las Cortes el 8 de junio de 1822 y en vigor desde el 1 de enero de

1823. 10

Promulgado por Ley de 19 de marzo de 1848.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 3

Por su parte, el Código Penal de 187011

mantiene la regulación del anterior en

cuanto a la minoría de edad penal y su tratamiento, introduciendo como única novedad,

para los mayores de nueve años y menores de quince declarados irresponsables: la

entrega del menor a su familia «con encargo de vigilarlo y educarlo» o, en su defecto, a

establecimientos de beneficencia.

El criterio del discernimiento queda desterrado definitivamente por el Código de

192812

a favor de la fijación de un único periodo de irresponsabilidad total hasta los

dieciséis años13

, abandonando así el criterio psicológico para determinar la

imputabilidad del menor y adoptando un criterio puramente biológico en pro de la

seguridad jurídica14

. Los menores de dieciséis años que cometían un delito quedaban

sometidos a los Tribunales Tutelares para niños15

.

La reforma de 193216

no modifica la edad penal, estableciendo como novedad la

atenuante de menor edad para los mayores de dieciséis años y menores de dieciocho, lo

que supone la reducción imperativa de la pena en uno o dos grados (art. 71). Esta

regulación se mantiene en los códigos de 194417

y 196318

, hasta llegar al Texto

Refundido de 197319

.

Aunque el Proyecto de Código Penal de 199220

mantiene el límite de la mayoría

de edad penal en los dieciséis años, finalmente el Código resultante21

eleva la

responsabilidad penal a los dieciocho, remitiendo el tratamiento de los menores de edad

que delincan a lo que disponga una futura ley reguladora de la responsabilidad penal del

menor (art. 19)22

. Por su parte, el proyecto de reforma de la legislación penal de 2013,

11

Aprobado por Ley de 18 de junio de 1870. 12

Aprobado por Real Decreto Ley de 8 de septiembre de 1928. 13

BENITO ALONSO, F., «Los antecedentes históricos de la Ley Orgánica 5/2000…», cit. pág. 6 (consulta

online). 14

SERRANO TÁRRAGA, M.D. y VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., Derecho penal juvenil, 1ª edición, Madrid,

Dykinson, 2005, pág. 191. 15

Sin embargo, la escasa implantación de estos Tribunales al momento de aprobarse el Código, obligó a

mantener el sistema anterior «en las provincias del Reino donde no existan y mientras no se establezcan» (art.

855). 16

Ley de 27 de octubre de 1932. 17

Decreto de 23 de diciembre de 1944 (BOE nº 13, de 13 de enero de 1945). Como novedad, en caso de

mayores de dieciséis y menores de dieciocho, el Tribunal, apreciada la atenuante de menor edad, podía sustituir

la pena impuesta por el internamiento en una institución especial de reforma hasta conseguir su corrección (art.

65), lo que supone una medida específica para la delincuencia juvenil. 18

Decreto 691/1963, de 28 de marzo (BOE nº 84, de 8 de abril de 1963). 19

Decreto 3096/1973, de 14 de septiembre (BOE nºˢ 297 a 300, del 12 al 15 de diciembre de 1973). 20

Cfr. Artículo 19 del Proyecto de Ley Orgánica del Código Penal (BOCG de 23 de septiembre de 1992). 21

Aprobado por Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre (BOE nº 281, de 24 de noviembre de 1995). 22

La vigencia de este artículo quedó demorada hasta la entrada en vigor de la LORPM (13 de enero de 2001),

siendo de aplicación hasta entonces los artículos 8.2, 9.3 y 65 del Código anterior.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 4

que se encuentra en tramitación mientras se escriben estas líneas no modifica lo relativo

a la responsabilidad penal de los menores23

.

1.2. Los Tribunales Tutelares de Menores.

Como antecedentes más remotos de lo que hoy son en España los Tribunales de

menores suele citarse al Padre de Huérfanos y a los Toribios de Sevilla. El primero,

instituido en Valencia en 1337, tuvo como funciones las de protección del menor y

corrección disciplinaria, pudiendo llegar a aplicarles castigos como la cárcel, los azotes

o los cepos24

. Los segundos se crean por iniciativa de Toribio de Velasco en 1725 con la

doble función de Tribunal Tutelar y escuela de reforma25

.

A finales del siglo XIX y principios del XX se promulgan varias leyes sobre

protección de la infancia y tratamiento de la delincuencia juvenil26

, que conviven con

opiniones favorables ―Dorado Montero y Concepción Arenal― de establecer unos

jueces y un procedimiento judicial exclusivos para niños, como aquellas experiencias

pioneras en América y Europa27

.

Tras varios proyectos de ley fallidos28

, el 2 de agosto de 1918 se publica una Ley

de Bases que proyecta la creación de Tribunales especiales para niños, lo que se

materializa en el Real Decreto de 25 de noviembre de 1918, sobre Organización y

Atribuciones de los Tribunales para Niños29

.

Durante la primera mitad del siglo XX se suceden diversas modificaciones

legislativas30

, lo que hace necesaria una labor de sistematización que se plasma en el

23

Proyecto de Ley Orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código

Penal (BOCG de 4 de octubre de 2013). 24

SERRANO TÁRRAGA, M.D. y VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., Derecho penal juvenil, cit., pág. 185. 25

Sobre estas instituciones puede verse: BENITO ALONSO, F., «Los antecedentes históricos de la Ley

Orgánica 5/2000…», cit. págs. 8 y ss (consulta online); RÍOS MARTÍN, J.C., El menor infractor ante la Ley

Penal, cit., págs. 89 y ss; y MARTÍN OSTOS, J., «Noventa años de justicia penal de menores em España», cit.,

págs. 15 y ss. 26

Leyes de 26 de julio de 1878 sobre trabajos peligrosos de niños, de 13 de marzo de 1900 sobre sus

condiciones de trabajo, y de 23 de julio de 1903 acerca de la vagancia y mendicidad de menores de dieciséis

años. El 12 de agosto de 1904 se crea el Consejo Superior de Protección a la Infancia y Represión de la

Mendicidad. 27

El origen de los Tribunales de Menores se encuentra en el Juvenile Court fundado en Chicago en 1899, con

competencia exclusiva y específica para juzgar a los menores delincuentes. En Europa, los primeros Tribunales

de Menores se crean en Portugal (1911) y Bélgica (1912). 28

Proyectos de Arias de Miranda (1912), Montero Villegas (1914), Burgos (1915) y Alvarado (1917). 29

El primer Tribunal para Niños se establece en Bilbao en 1920. En 1928 se inauguró el Tribunal para Niños de

Logroño. 30

Real Decreto de 15 de julio de 1925, Real Decreto-Ley de 3 de febrero de 1929 y Ley de 13 de diciembre de

1940 (BOE nº 358, de 23 de diciembre de 1940). Vid. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, M., «Los Tribunales para

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 5

Decreto de 11 de junio de 1948, por el que se aprueba el Texto Refundido de la

Legislación sobre Tribunales Tutelares de Menores (LTTM)31

, cuyas características, en

síntesis, son las siguientes32

:

a) Se establece un Tribunal Tutelar en cada capital de provincia compuesto por

un Presidente, un Vicepresidente, dos Vocales propietarios y dos suplentes, «mayores

de veinticinco años, de moralidad y vida familiar intachables» (art. 1). Los Presidentes y

Vicepresidentes deben ser Licenciados en Derecho, pero no necesariamente

pertenecientes a la carrera judicial. La Comisión del Consejo Superior de Protección de

Menores actúa como Tribunal de Apelación para todo el territorio nacional (art. 5).

b) La competencia de estos Tribunales Tutelares se extiende a tres facultades:

reformadora, represiva y protectora. La primera se ejercía sobre los menores de dieciséis

años que hubieran cometido hechos constitutivos de infracción penal o de infracciones

previstas en las leyes provinciales o municipales, así como sobre los casos de menores

«prostituidos, licenciosos, vagos y vagabundos» (art. 9.1º). En estos casos los

Tribunales podían imponer diversas medidas: amonestación, breve internamiento,

libertad vigilada, internamiento en establecimiento de observación o de reforma, etc.

(art. 17). La facultad represiva se ejercía sobre los mayores de dieciséis años autores de

las faltas comprendidas en el artículo 584 del Código Penal33

(art. 9.2º) y la protectora

sobre los menores de esa edad «contra el indigno ejercicio del derecho a la guarda y

educación» (art. 9.3º).

c) En lo referente al procedimiento se dispone que las sesiones no son públicas,

que el Tribunal no se encuentra sujeto a las reglas procesales de las demás

jurisdicciones y que no interviene ni el Ministerio Fiscal ni el abogado defensor.

niños. Creación y desarrollo», Historia de la Educación, 18, 1999, págs. 111-125 (disponible en:

http://revistas.usal.es/index.php/0212-0267/article/view/10845; fecha de consulta: 30.V.2014). 31

BOE nº 201, de 19 de julio de 1948. 32

MONTERO HERNANZ, T., La justicia juvenil en España: Comentarios y reflexiones, 1ª edición, Las Rozas

(Madrid), La Ley, 2009. 33

El art. 584 del Código Penal de 1944 tipifica como faltas diversas acciones que tienen en común la

utilización o la desatención de menores de dieciséis años: emplearlos con fines lucrativos en representaciones

públicas, teatrales o artísticas; venderles bebidas alcohólicas; ocasionar maliciosamente su embriaguez;

permitirles la entrada en salas de fiesta o de baile, de espectáculos y otros locales en los que pueda padecer su

moralidad; etc.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 6

1.3. La STC 36/1991, de 14 de febrero, y la Ley Orgánica 4/1992, de 5 de junio.

La aprobación de la Constitución en 1978 supuso el choque directo de los

principios orgánicos y procesales recogidos en ella con el sistema de los Tribunales

Tutelares de Menores de 1948, lo que obligó a una necesaria serie de reformas

legislativas34

. En tal sentido, la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder judicial35

incardinó los Tribunales Tutelares de Menores en la jurisdicción ordinaria, dentro del

orden penal, dejando de ser una jurisdicción especial. La competencia de estos

Tribunales, denominados a partir de ahora Juzgados de Menores, recaía únicamente en

la facultad reformadora ―enjuiciamiento de delitos y faltas―, puesto que la Ley

21/198736

establecía que el ejercicio de la facultad protectora se llevase a cabo por

Entidades Públicas. Estas reformas consiguieron la democratización de la estructura de

la jurisdicción de menores, aunque no de su funcionamiento37

.

Igualmente, desde mediados de los años ochenta había surgido en el ámbito

internacional una nueva doctrina tendente a la ruptura con los planteamientos tutelares

de la justicia de menores, la cual estaba formada por las Reglas mínimas de las

Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de menores de 29 de noviembre

de 1985; la Recomendación del Comité de Ministros del Consejo de Europa sobre

reacciones sociales ante la delincuencia juvenil de 17 de septiembre de 1987; la

Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño de 20 de noviembre de

1989; las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de

libertad de 14 de diciembre de 1990; y las Directrices de las Naciones Unidas para la

prevención de la delincuencia juvenil de 14 de diciembre de 1990.

Ante la complejidad de esta situación no era difícil prever la necesaria

intervención del Tribunal Constitucional en la materia, lo que llegó en 1991 con la

acumulación de diversas cuestiones de inconstitucionalidad planteadas por Juzgados de

Menores de Madrid, Barcelona, Tarragona y Oviedo en relación con la legislación

tutelar de 1948 aún vigente.

34

FERNÁNDEZ MOLINA, E. y RECHEA ALBEROLA, C., «El proceso de democratización y reforma de la

justicia de menores entre 1978 y 1991», Revista de Derecho Penal y Criminología, 19, 2007, pág. 462. 35

BOE nº 157, de 2 de julio de 1985. 36

Ley 21/1987, de 11 de noviembre, por la que se modifican determinados artículos del Código Civil y de la

Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de adopción (BOE nº 275, de 17 de noviembre de 1987). 37

FERNÁNDEZ MOLINA, E. y RECHEA ALBEROLA, C., «El proceso de democratización…», cit., pág.

463.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 7

La STC 36/1991, de 14 de febrero38

, declaró finalmente la inconstitucionalidad

del art. 15 de la Ley de Tribunales Tutelares de Menores39

por entender que éste no

respetaba las garantías constitucionales recogidas en el art. 24 de la Constitución,

además de violar el principio de seguridad jurídica consagrado en su art. 9.3. Asimismo,

el Alto Tribunal aprovecha para, en el Fundamento Jurídico sexto, «subrayar la

imperiosa necesidad de que, de acuerdo con lo previsto en la Disposición Adicional

primera de la Ley Orgánica del Poder Judicial, las Cortes procedan a reformar la

legislación tutelar de menores»40

.

En consonancia con ésta consideración41

se dictó la Ley Orgánica 4/1992, de 5

de junio, sobre reforma de la Ley Reguladora de la Competencia y el Procedimiento de

los Juzgados de Menores (LORCPJM)42

, ya que, como su Exposición de motivos

reconoce, era «necesaria la regulación de un proceso ante los Juzgados de Menores que,

no obstante sus especialidades por razón de los sujetos del mismo, disponga de todas las

garantías derivadas de nuestro ordenamiento constitucional». Esta ley nace con

«carácter de reforma urgente que adelanta parte de una renovada legislación sobre

reforma de menores»; lo que se hará efectivo más tarde con la aprobación de la LO

5/2000, reguladora de la Responsabilidad Penal de los Menores (LORPM)43

. Por

primera vez en nuestra legislación el interés del menor se convierte en el principio

esencial que inspira una reforma.

38

BOE nº 66, de 18 de marzo de 1991. 39

«En los procedimientos para corregir y proteger a menores, las sesiones que los Tribunales Tutelares

celebren no serán públicas y el Tribunal no se sujetará a las reglas procesales vigentes en las demás

jurisdicciones, limitándose en la tramitación a lo indispensable para puntualizar los hechos en que hayan de

fundarse las resoluciones que se dicten, las cuales se redactarán concisamente, haciéndose en ellas mención

concreta de las medidas que hubieren de adoptarse. Las decisiones de estos Tribunales tomarán el nombre de

acuerdos, y la designación del lugar, día y hora en que han de celebrarse sus sesiones será hecha por el

Presidente del respectivo Tribunal. Los locales en que actúen los Tribunales de Menores no podrán ser

utilizados para actos judiciales». 40

Un comentario a este Sentencia puede verse en JIMÉNEZ RODRÍGUEZ, A., «Observaciones sobre la

declaración de inconstitucionalidad del antiguo proceso de menores», Revista de Derecho Procesal, 1, 1994,

págs. 113-123. 41

La Fiscalía General del Estado ya había dictado la Instrucción 2/1992, de 13 de febrero, que contiene

diversas prevenciones para «solucionar de una manera unitaria y provisoria, hasta que se llene el vacío legal, la

tramitación de los procedimientos pendientes y los que se van incoando día a día, con el fin de cumplir el

mandato constitucional a una tutela efectiva y a un procedimiento sin dilaciones indebidas». 42

BOE nº 140, de 11 de junio de 1992. 43

Entre la Ley Orgánica de 1992 y la de 2000 surgieron diversos intentos de abordar esa “renovada

legislación”: Moción sobre medidas para mejorar el marco jurídico vigente de protección del menor (BOCG de

17 de mayo de 1994); Anteproyecto de Ley Orgánica Penal Juvenil y del Menor de 27 de abril de 1995;

Proposición de Ley Orgánica reguladora de la responsabilidad penal del menor presentada por el Grupo

Socialista el 20 de noviembre de 1996 (BOCG de 26 de noviembre de 1996); Anteproyecto de Ley Orgánica

Reguladora de la Responsabilidad Penal del Menor de 1 de julio de 1997; y la Proposición de Ley Orgánica

reguladora de la responsabilidad penal del menor presentada por el Grupo Socialista el 12 de junio de 1998

(BOCG de 23 de junio de 1998).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 8

Entre las características del nuevo régimen, la Ley establece la competencia de

los Juzgados de Menores para conocer de los hechos tipificados como delitos o faltas en

las leyes penales que hubieran sido cometidos por menores de dieciséis años, como

disponía el art. 8.2º del CP de 1973, y mayores de doce, siendo la primera vez que se

instaura un límite de edad concreto para la intervención de los Tribunales de menores.

Igualmente los Juzgados de Menores eran competentes para enjuiciar las faltas

comprendidas en el art. 584 CP ―salvo las de su número 3º― cometidas por mayores

de dieciséis años44

. Como ya había adelantado la Ley 21/1987, se sustrae de la

competencia de estos tribunales la facultad protectora, que se atribuye a la

Administración Pública45

, así como el tratamiento de los menores de doce años que

hubiesen cometido actos delictivos.

Desde el punto de vista material, la Ley realiza una remisión total al Código

Penal en cuanto a la tipificación de delitos y faltas, estableciéndose en la nueva

redacción dada al art. 17 las medidas que pueden acordarse: amonestación,

internamiento de fin de semana, libertad vigilada, acogimiento, privación del derecho a

conducir, prestación de servicios en beneficio de la Comunidad, tratamiento en centro

de carácter terapéutico, o ingreso en régimen abierto, semiabierto o cerrado; no

pudiendo exceder la duración de las mismas de dos años.

Por su parte, en el terreno de la tramitación de las causas, se abandona el

procedimiento inquisitivo propio de la LTTM para adoptar un procedimiento

contradictorio en el que la dirección de la investigación y la iniciativa procesal

corresponden al Ministerio Fiscal, preservando la imparcialidad del juzgador que se

limita a dictar la Resolución. No se permite el ejercicio de acciones por particulares (art.

15.1.2ª) y se introduce en este proceso el informe del equipo técnico (art. 15.1.4ª) y la

posibilidad de adoptar medidas cautelares (15.1.5ª), así como de revisar las medidas

impuestas (art. 23). Como gran novedad, se introduce igualmente la reparación

44

Advierte SERRANO que con la entrada en vigor del CP de 1995 estas faltas aparecen recogidas en los arts.

618 y 622. Vid. SERRANO TÁRRAGA, M.D. y VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., Derecho penal juvenil, cit.,

pág. 207. Sin embargo RODRÍGUEZ entiende que, aunque los mencionados preceptos presenten aspectos

similares, en virtud del principio de legalidad los Jueces de Menores no podrían hacer extensiva su

competencia objetiva a dichas faltas. Vid. RODRÍGUEZ PÉREZ, J.P., «El Procedimiento Penal del Menor (LO

4/1992, de 5 de junio), a la luz de la vigente LECrim. (1882) y del nuevo Código Penal (1995)», Anales de la

Facultad de Derecho, 14, 1997, pág. 247 (disponible en:

http://publica.webs.ull.es/publicaciones/volumen/anales-de-la-facultad-de-derecho-volumen-14-1997/ fecha de

consulta: 29.V.2014) 45

Fue objeto de regulación mediante la LO 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de

modificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil (BOE nº 15, de 17 de enero de 1996)

(en adelante LOPJM).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 9

extrajudicial del daño causado, que puede dar lugar a la conclusión de las actuaciones

(art.15.1.6ª) o a la suspensión del fallo (art. 16.3)46

.

1.4. La Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la Responsabilidad

Penal de los Menores.

Con los antecedentes expuestos47

se hacía necesaria la aprobación de una ley en

materia de responsabilidad penal de los menores que respetase las garantías

constitucionales y los principios recogidos en las normas de Derecho Internacional. Ésta

llegaría con la LO 5/2000, de 12 de enero48

, cuya entrada en vigor se produjo el 13 de

enero de 2001 y cuyos caracteres generales podrían resumirse en los siguientes:

Ámbito de aplicación.- La Ley se aplica a los menores de dieciocho años y

mayores de catorce. El CP de 1995 sólo había fijado el límite máximo de intervención

penal en los dieciocho años, estableciéndose el mínimo de catorce en esta ley al

considerarse que «las infracciones cometidas por los niños menores de esta edad son en

general irrelevantes y que, en los escasos supuestos en que aquéllas pueden producir

alarma social, son suficientes para darles una respuesta igualmente adecuada los

ámbitos familiar y asistencial civil». Igualmente se establecen dos grupos etarios, de

catorce a dieciséis y de dieciséis a dieciocho años, diferenciándose para ambos la

graduación de las medidas a imponer. Además, en su art. 4 se prevé originalmente, y en

consonancia con el art. 69 CP, la posibilidad de aplicar esta ley, en determinadas

condiciones, a mayores de dieciocho años y menores de veintiuno49

.

Principios inspiradores.- Sirviendo como criterios orientadores los contenidos

en la doctrina del Tribunal Constitucional sobre las garantías que han de imperar en el

proceso de menores50

, se establecen como principios rectores el del superior interés del

menor y el de intervención mínima. Su Exposición de Motivos reconoce que la ley tiene

46

Cfr. MONTERO HERNANZ, T., La justicia juvenil en España…, cit. págs. 64 y ss; y SERRANO

TÁRRAGA, M.D. y VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., Derecho penal juvenil, cit., págs. 206 y ss 47

Tanto la STC de 1991, como la LO de 1992 y la Moción de 1994 llamaban a una nueva legislación de

menores. Igualmente, el art. 19 del CP de 1995 establecía la edad penal en 18 años, remitiendo el tratamiento

de los menores de esa edad a una futura ley. 48

BOE nº 11, de 13 de enero de 2000. 49

Como veremos, la aplicación de este artículo quedo suspendida por dos reformas consecutivas de 2000 y

2002 y fue derogado por reforma del año 2006. 50

SSTC 36/1991, de 14 de febrero (BOE nº 66, de18 de marzo de 1991), y 60/1995, de 17 de marzo (BOE nº

98, de 25 de abril de1995).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 10

«naturaleza formalmente penal pero materialmente sancionadora-educativa del

procedimiento y de las medidas aplicables a los infractores menores de edad».

Sujetos intervinientes.- Siguiendo la línea marcada por la LORCPJM de 1992, se

atribuye un papel relevante al Ministerio Fiscal, encomendándole la doble función de

«promover la acción de Justicia y la defensa de la legalidad» y de proteger los intereses

del menor. Asimismo, la Ley no olvida tampoco en el procedimiento los intereses de la

víctima, a través de la introducción del principio de responsabilidad solidaria de los

padres, tutores, acogedores o guardadores con el menor responsable. No obstante, en

aras a preservar el interés del menor, no se permite el ejercicio de la acción particular ni

de la acción popular.

Caracteres procedimentales.- El proceso creado por la LORPM para el

enjuiciamiento de los menores es un proceso penal declarativo ordinario dotado de

notables especialidad, las cuales pasamos a ver someramente.

a) No obstante su finalidad tuitiva, el proceso de menores viene configurado por

el principio acusatorio puro, que implica que el Juez de Menores no pueda imponer una

medida que suponga una mayor restricción de derechos ni por un tiempo superior a la

medida solicitada por el Ministerio Fiscal (art. 8 LORPM).

b) La atribución de la competencia territorial del Juez de Menores sigue la regla

clásica del forum delicti comissi.

c) El procedimiento se compone de tres fases: 1. La fase instructora, dirigida por

el Ministerio Fiscal, tiene por objeto valorar la participación del menor en los hechos y

proponer las concretas medidas de contenido educativo y sancionador adecuadas a las

circunstancias del hecho y de su autor. 2. La fase intermedia, aunque no se regula ni se

menciona como tal en la Ley, comprende todas las actuaciones procesales desde la

conclusión de la investigación hasta la decisión sobre la apertura o no de la fase de

audiencia; y tiene como finalidad la de determinar si concurren los presupuestos

necesarios para la apertura de la audiencia o, en caso contrario, decretar el

sobreseimiento de la causa. 3. En fin, la fase de audiencia se inicia con el auto de

apertura y constituye el acto procesal de enjuiciamiento del menor acusado.

d) Además, la norma pone en marcha un sistema de recursos ordinarios, para

cuyo conocimiento se ordena la creación de Salas de Menores en los Tribunales

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 11

Superiores de Justicia, y se instaura el recurso de casación para unificación de doctrina

ante el Tribunal Supremo.

Medidas a imponer a los menores.- La Ley establece un amplio catálogo de

medidas51

que, como se señala en la propia norma, no pueden ser represivas sino

preventivo-especiales. En este sentido, rechazándose la necesidad de proporcionalidad

entre la gravedad del hecho y la sanción, se otorga gran flexibilidad al Juez tanto para la

adopción de las medidas, en atención a las circunstancias personales, familiares y

sociales del menor, como para su suspensión y sustitución. La ejecución de las medidas,

bajo la supervisión judicial, es competencia de las entidades autonómicas.

Soluciones pactadas.- La LORPM reconoce gran importancia a la reparación

del daño causado y la conciliación del delincuente con la víctima, pudiendo dar lugar

estas conductas a la no incoación o sobreseimiento del expediente, o a la finalización

del cumplimiento de la medida impuesta.

En conclusión, con esta ley, que recibió el juicio favorable de la doctrina

penalista española, se ponía fin al modelo tutelar de justicia penal juvenil y se daba paso

al modelo educativo-responsabilizador propugnado en textos internacionales como la

Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño de 1989. Como pone de

manifiesto RAMOS VAZQUEZ, la LORPM «parecía destinada a poder cumplir con un

modelo de responsabilidad de los menores acorde con el paradigma de las llamadas

cuatro Ds» ―despenalización, desjudicialización, proceso debido y

desinstitucionalización52

― que, sin embargo, las repetidas reformas han ido

desvaneciendo53

. Y es que la LORPM tiene el dudoso honor de haber sufrido dos

reformas durante su vacatio legis, sin poder siquiera comprobar los resultados de su

aplicación, a las que han seguido otras tres en los años 2002, 2003 y 2006, que han

terminado por desvirtuar los principios inspiradores de su texto originario.

Examinemos, siquiera sea brevemente, cada una de estas reformas.

51

Amonestación; prestación en beneficio de la comunidad; internamiento (en régimen cerrado, semiabierto o

abierto, o terapéutico ); asistencia a un centro de día; libertad vigilada; realización de tareas socio-educativas;

tratamiento ambulatorio; permanencia de fin de semana; convivencia con una persona, familia o grupo

educativo; y privación del permiso de conducir ciclomotores o vehículos a motor, o del derecho a obtenerlo, o

de licencias administrativas para caza o para el uso de cualquier tipo de armas. 52

Vid. SERRANO TÁRRAGA, M.D. y VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., Derecho penal juvenil, cit., págs. 113 y

ss. 53

RAMOS VÁZQUEZ, J.A., «Una década de mirada problematizada sobre los menores infractores (o lo que

subyace a las sucesivas reformas de la Ley orgánica 5/2000)», Anuario da Facultade de Dereito da

Universidade da Coruña, 14, 2010, págs. 665-680 (disponible en:

http://ruc.udc.es/dspace/bitstream/2183/8283/1/AD_14_2010_art_33.pdf fecha de consulta: 26.V.2014).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 12

1.4.1. La Ley Orgánica 7/2000, de 22 de diciembre54

.

Esta primera reforma responde a la gran alarma social derivada del

recrudecimiento de los atentados terroristas y de la ejecución de hechos muy graves

protagonizados presuntamente por menores de edad que tuvieron una importante

repercusión mediática55

. La Ley introduce, por lo que aquí interesa, una nueva

Disposición Adicional cuarta en la LORPM que regula un tratamiento autónomo para

los delitos de homicidio (138 CP); asesinato (139CP); violación (179 CP); agresiones

sexuales y violación agravada (180 CP); delitos de terrorismo (571 a 580 CP) y el resto

de delitos con pena de prisión igual o superior a quince años. Para estas infracciones

penales se agrava la sanción a imponer y se excluye la aplicación del art. 4 LORPM;

esto es, la posibilidad de aplicar esta ley a los mayores de dieciocho años y menores de

veintiuno. Atribuye la competencia en materia de terrorismo al Juzgado Central de

Menores de la Audiencia Nacional y, asociada igualmente a los delitos de terrorismo,

introduce la inhabilitación absoluta como nueva medida56

.

1.4.2. La Ley Orgánica 9/2000, de 22 de diciembre57

.

El mismo día que la norma anteriormente citada se publica esta segunda ley

cuyo objeto es la agilización de la Administración de Justicia. Únicamente introduce

dos modificaciones en la LORPM: la primera, atribuir a las Audiencias Provinciales las

competencias que el texto originario había atribuido a las Salas de Menores de los

Tribunales Superiores de Justicia ―conocimiento de los recursos de apelación―; y la

segunda, suspender la aplicación durante dos años de la LORPM para los infractores

mayores de dieciocho años y menores de veintiuno ―posibilidad prevista en los arts. 4

LORPM y 69 CP—. Los motivos de esta decisión se sitúan en la falta de

infraestructuras materiales, personales y económicas con las que hacer frente a las

nuevas necesidades surgidas de la nueva Ley del menor58

.

54

BOE nº 307, de 23 de diciembre de 2000. 55

CRUZ BLANCA, M.J., «La Ley de Responsabilidad Penal de los menores tras la reforma operada por las

Leyes Orgánicas 7/2000 y 9/2000, de 22 de diciembre», Cuadernos de Política Criminal, 75, 2001, pág. 484. 56

Apunta GIMÉNEZ-SALINAS como esta medida nunca había figurado en el catálogo de medidas educativas

para menores, ya que su finalidad es meramente represiva. GIMÉNEZ-SALINAS I COLOMER, E.,

«Comentarios a la Ley Orgánica 7/2000 y a la Ley Orgánica 9/2000 de 22 de diciembre», Manuales de

Formación Continuada. CGPJ, 9, 2000, pág. 544. 57

BOE nº 307, de 23 de diciembre de 2000. 58

CRUZ BLANCA, M.J., «La Ley de Responsabilidad Penal…», cit., pág. 484.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 13

1.4.3. La Ley Orgánica 9/2002, de 10 de diciembre59

.

Esta ley no introduce ninguna novedad en el texto de la LORPM, sino que sólo

suspende, nuevamente, el art. 4, esta vez hasta el 1 de enero de 2007. Apunta

HIGUERA GUIMERÁ que esta decisión se tomó bajo presiones que consideraban que

la LORPM se iba a aplicar siempre de forma automática a los «jóvenes» ―así

denomina la ley a los comprendidos entre dieciocho y veintiún años― cuando, en

realidad, jurídicamente su aplicación quedaba condicionada a unos requisitos muy

estrictos: hecho constitutivo de falta o delito menos grave, sin violencia o intimidación

en las personas, ni grave peligro para la vida o la integridad física de las mismas, sin

condena previa en sentencia firme cumplidos los dieciocho años y con circunstancias

personales y grado de madurez que aconsejen su aplicación60

.

1.4.4. La Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre61

.

Con aprovechamiento de una reforma del Código Penal, esta Ley introduce en la

LORPM una novedad que parecía imposible a la luz de los principios inspiradores del

texto originario: la posibilidad de la víctima, sus padres, sus herederos o sus

representantes legales de personarse en el procedimiento como acusación particular. Y

es que el legislador, en respuesta a las crecientes demandas de protección por parte de

las víctimas, desatiende lo que él mismo había sostenido en la Exposición de Motivos

de la ley del año 2000: «Al pretender ser la reacción jurídica dirigida al menor infractor

una intervención de naturaleza educativa, aunque desde luego de especial intensidad

[…] se pretende impedir todo aquello que pudiera tener un efecto contraproducente para

el menor, como el ejercicio de la acción por la víctima».

La intervención directa de las víctimas como parte personada en el proceso

entendemos, con RAMOS VAZQUEZ, que resulta sumamente contraproducente, no

sólo porque, como señala el Tribunal Constitucional, no existe derecho subjetivo a

obtener condenas62

, sino porque produce un debilitamiento de la institución de la

conformidad ―ya que tiene que ser aceptada por la acusación particular― y un

deterioro en la protección de la intimidad del menor ―ya que los datos sobre la vida del

59

BOE nº 296, de 11 de diciembre de 2002. 60

HIGUERA GUIMERÁ, J.F., «Las repetidas reformas parciales de la Ley Penal del Menor», La Ley Penal,

27, 2006, pág. 7 (consulta online). 61

BOE nº 283, de 26 de noviembre de 2003. 62

V.gr. STC 115/2001, de 10 de mayo (BOE nº 137, de 8 de junio de 2001).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 14

menor y sus características psicológicas pasan también por las manos de la acusación

particular—63

. Una alternativa más moderada para resolver el asunto hubiese sido la

propuesta por HIGUERA GUIMERÁ, quien considera que, en vez de haber introducido

la acusación particular con carácter general, se debiera haber previsto solamente para el

régimen agravado de la Disposición Adicional cuarta de la LORPM64

: si existe un

régimen especial punitivo agravado, debería haberse previsto el correlativo régimen

agravado pero de carácter procesal65

.

La ley de 2003 que examinamos introdujo también una Disposición Adicional

sexta con el siguiente tenor literal: «Evaluada la aplicación de esta ley orgánica, oídos el

Consejo General del Poder Judicial, el Ministerio Fiscal, las comunidades autónomas y

los grupos parlamentarios, el Gobierno procederá a impulsar las medidas orientadas a

sancionar con más firmeza y eficacia los hechos delictivos cometidos por personas que,

aun siendo menores, revistan especial gravedad, tales como los previstos en los artículos

138, 139, 179 y 180 CP. A tal fin, se establecerá la posibilidad de prolongar el tiempo

de internamiento, su cumplimiento en centros en los que se refuercen las medidas de

seguridad impuestas y la posibilidad de su cumplimiento a partir de la mayoría de edad

en centros penitenciarios».

Cabe apuntar, siguiendo a NIETO GARCÍA, la contradicción que existe entre

evaluar la aplicación de una ley y fijar ya las consecuencias de ese análisis que todavía

no se ha producido: prolongar el tiempo de internamiento, cumplimiento en centros con

medidas de seguridad reforzadas y cumplimiento en centros penitenciarios desde la

mayoría de edad66

.

1.4.5. La Ley Orgánica 8/2006, de 4 de diciembre67

.

Si las reformas examinadas hasta aquí habían dejado ya en coma los principios

inspiradores del texto originario, la ley de 2006 acaba de rematarlos. Esta ley, cuyo

único objeto es la reforma de la LORPM, se fundamenta en la Disposición Adicional

sexta introducida en 2003, pasando a considerarla un «mandato legal». En tal sentido,

63

RAMOS VÁZQUEZ, J.A., «Una década de mirada problematizada…», cit., pág. 672. 64

Vid. Supra. pág. 11 65

HIGUERA GUIMERÁ, J.F., «Las repetidas reformas…», cit., pág. 10 (consulta online). 66

NIETO GARCÍA, L.C., «La Ley de Responsabilidad Penal de menores. Valoración de las reformas y en

especial de la reciente Ley Orgánica 8/2006, de 4 de diciembre», Cuadernos de Derecho Judicial, 22, 2006,

pág. 355. 67

BOE nº 290, de 5 de diciembre de 2006.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 15

esta reforma afecta a 44 artículos de los 64 que componen la LORPM, por lo que

procedemos a ocuparnos aquí sólo de los puntos más destacables68

:

a) En primer lugar, dando una nueva redacción al art. 4, que pasa a regular los

derechos de las víctimas y los perjudicados, se imposibilita definitivamente la

aplicación de la LORPM a los «jóvenes»; personas comprendidas entre los dieciocho y

los veintiún años.

b) En segundo lugar, la reforma amplía los supuestos en que se puede aplicar el

internamiento en régimen cerrado e incrementa su duración. De esta forma, esta medida

aplicable, en la redacción anterior, a delitos en los que mediase violencia o intimidación

o se hubiese actuado con grave riesgo para la vida o la integridad física de las personas,

pasa a aplicarse a cualquier delito castigado con pena grave, a cualquier delito menos

grave si interviene violencia, intimidación o grave riesgo para la vida o la integridad de

las personas y al resto de delitos menos graves ejecutados en grupo o por menores que

pertenezcan a una banda u organización. El legislador pasa de rechazar expresamente la

proporcionalidad entre el hecho y la sanción en la Exposición de Motivos de la LO

5/2000, a considerar que «El interés superior del menor, que va a seguir primando en la

Ley, es perfectamente compatible con el objetivo de pretender una mayor

proporcionalidad entre la respuesta sancionadora y la gravedad del hecho cometido».

c) Otra novedad sustancial es la posibilidad del cumplimiento de la medida en

centro penitenciario desde los dieciocho años con carácter excepcional y desde los

veintiuno como regla general. Así, cuando el menor castigado con medida de

internamiento en régimen cerrado alcance los dieciocho años, se podrá decretar su

cumplimiento en prisión si su conducta no responde a los objetivos propuestos en la

sentencia (art. 14.2 LORPM). Habiendo cumplido los veintiuno se ordenará se

cumplimiento en centro penitenciario, salvo que se entienda que procede la

modificación de la medida o su permanencia en el centro cuando responda a los

objetivos propuestos en la sentencia (art. 14.3 LORPM).

68

Pueden verse dos buenos análisis de la reforma en: GARCÍA PÉREZ, O., «La reforma de 2006 del sistema

español de justicia penal de menores», Política criminal, 5, 2008, págs. 1-31 (disponible en:

http://politicacriminal.cl/n_05/A_1_5.pdf; fecha de consulta: 02.VI.2014); y SÁNCHEZ GARCÍA DE PAZ, I.,

«La reforma de la ley penal del menor por la LO 8/2006», Revista Jurídica de Castilla y León, 15, 2008, págs.

13-48 (disponible en:

http://www.jcyl.es/web/jcyl/AdministracionPublica/es/Plantilla100Detalle/1215245063566/_/1213607860235/

Redaccion; fecha de consulta: 26.V.2014).

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 16

d) La ley introduce una medida desconocida hasta este momento: la «prohibición

de aproximarse o comunicarse con la víctima o con aquellos de sus familiares u otras

personas que determine el Juez».

e) Por último, la reforma procede a regular la actuación de la acusación

particular, además de modificar el procedimiento para la exigencia de la responsabilidad

civil.

1.4.6. La Ley Orgánica 8/2012, de 27 de diciembre69

.

Referida a medidas de eficiencia presupuestaria en la Administración de Justicia,

esta ley es la última que reforma el texto de la LORPM. A través de su Disposición

Adicional segunda, modifica simplemente su art. 2.4, con el fin de atribuir al Juzgado

Central de Menores de la Audiencia Nacional la competencia sobre los delitos

cometidos por menores en el extranjero cuando, en virtud de la LOPJ y de los Tratados

Internacionales, corresponda su conocimiento a la jurisdicción española.

69

BOE nº 312, de 28 de diciembre de 2012.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 17

2. SINGULARIDADES PROCESALES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DE LA

LORPM.

2.1. Ámbito subjetivo de aplicación.

Como se ha dicho, el CP de 1995 establece en su art. 19 la irresponsabilidad

penal de los menores de dieciocho años con arreglo a él, siendo de aplicación a los

menores de esa edad que delincan, en su caso, lo que dispusiera una ley que debía

regular la responsabilidad penal de los menores. Igualmente, el art. 69 CP previó la

posibilidad de aplicar el contenido de esa ley de menores a los mayores de dieciocho

años y menores de veintiuno en los casos y con los requisitos que ella dispusiere.

Pues bien, la LORPM fijó su ámbito de aplicación (art.1.1) en la exigencia de

responsabilidad de los mayores de catorce años y menores de dieciocho por la comisión

de hechos tipificados como delitos o faltas en el CP o en las leyes penales especiales.

Con la fijación de un límite de edad, siguiendo las pautas del modelo biológico puro, se

introduce un criterio de seguridad jurídica, ajustándose a las previsiones de la CDN70

.

Lo previsto en el art. 69 CP quedó reflejado en el art. 1.2. LORPM, que

posibilitaba su aplicación a los mayores de dieciocho años y menores de veintiuno en

los términos establecidos en su art. 4.

En este escenario pueden distinguirse cuatro periodos en cuanto al ámbito de

aplicación de la LORPM: niños, menores, jóvenes y adultos.

1) - Los niños ―menores de catorce años― son irresponsables penalmente,

aplicándoseles lo dispuesto en las normas sobre protección de menores y debiendo el

Ministerio Fiscal remitir a la entidad pública de protección testimonio de los

particulares que considere de interés al objeto de adoptar las medidas de protección que

se estimen adecuadas (art. 3 LORPM).

2) - Los menores ―de catorce a dieciocho años― son responsables conforme a

la LORPM, siendo estos sus principales destinatarios. Dentro de este periodo se

diferencian dos grupos etarios, de catorce a dieciséis y de dieciséis a dieciocho años, en

los que se aplica una diferente graduación de las consecuencias por los hechos

cometidos.

70

MIRANDA ESTRAMPES, M., «Aspectos procesales de la nueva Ley reguladora de la Responsabilidad

Penal del Menor (I)», Revista Xurídica Galega, 30, 2001, pág. 36 (disponible en: http://www.rexurga.es/; fecha

de consulta: 26.V.2014).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 18

3) - Los jóvenes ― mayores de dieciocho años y menores de veintiuno― son

como regla general, responsables con arreglo al CP, pero para determinados supuestos y

concurriendo ciertas condiciones71

se preveía la aplicación del Derecho penal juvenil72

.

Sin embargo, las sucesivas reformas hicieron que esta posibilidad nunca pudiese llegar a

ser aplicada.

El problema de este aspecto reside en la reforma producida por la LO 8/2006, y

es que, debido a un descuido del legislador, entre el fin de la última prórroga de

suspensión de la vigencia del art. 4 LORPM ―1 de enero de 2007― y la entrada en

vigor de la ley de 2006 que lo suprime ―5 de febrero de 2007― nos encontramos con

un periodo en que sí estuvo vigente, lo que suscitó múltiples dudas y reacciones.

La primera reacción llegó de la Fiscalía General del Estado que, en Instrucción

5/2006, de 20 de diciembre, concluía señalando que la suspensión del art. 4 hasta el 1 de

enero de 2007 debía entenderse tácitamente prorrogada hasta que adquiriese vigencia la

nueva norma y, como consecuencia, animaba a los fiscales a oponerse a la aplicación

del precepto y a recurrir las resolución judiciales que lo aplicasen.

El Consejo General de Abogacía se pronunció de forma contraria,

recomendando a los letrados que solicitarán, a través del oportuno incidente, la

aplicación del art. 4 LORPM73

. En sentido similar se manifestó la Audiencia Provincial

de Madrid que consideró vigente el precepto en ese periodo de tiempo y, por tanto,

aplicable a los hechos cometidos en él y a los anteriores en los que no hubiese recaído

condena en sentencia firme, en virtud del principio de retroacción de la norma más

favorable74

. Sin embargo, para SILVA SÁNCHEZ75

también sería aplicable la LORPM

para los casos en que, existiendo condena en sentencia firme anterior al 1 de enero de

2007, la pena se hallase en ejecución, debiendo ser revisada en virtud del art. 2.2 CP76

.

71

Las condiciones que establecía el art. 4 LORPM eran las siguientes: 1. Que el imputado hubiere cometido

una falta, o un delito menos grave sin violencia o intimidación en las personas ni grave peligro para la vida o la

integridad física de las mismas. 2. Que no haya sido condenado en sentencia firme por hechos delictivos

cometidos una vez cumplidos los dieciocho años. 3. Que las circunstancias personales del imputado y su grado

de madurez aconsejen la aplicación de la presente Ley, especialmente cuando así lo haya recomendado el

equipo técnico en su informe. 72

SERRANO TÁRRAGA, M.D. y VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., Derecho penal juvenil, cit., pág. 239. 73

Circular 5/2007, de 4 de enero, del Consejo General de la Abogacía Española. 74

Acuerdos de unificación de criterios del orden penal de la Audiencia Provincial de Madrid, en relación con la

problemática derivada del art.4 LORPM, de 12 de enero de 2007. 75

SILVA SÁNCHEZ, J.M., «“Rebajas de enero” para delincuentes jóvenes adultos ¿con efecto retroactivo?»,

InDret, 1, 2007, pág. 7 (disponible en: http://www.indret.com/pdf/400_es.pdf; fecha de consulta: 02.VI.2014). 76

« […] tendrán efecto retroactivo aquellas leyes penales que favorezcan al reo, aunque al entrar en vigor

hubiera recaído sentencia firme y el sujeto estuviese cumpliendo condena».

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 19

Finalmente, la cuestión fue resuelta por STS de 4 de junio de 2007 ―a la que

siguieron otras de 13 de junio de 2007 y de 25 de noviembre de 2008― que, acogiendo

el criterio de la Fiscalía, consideró que ante el craso error material del legislador debía

entenderse prorrogada la suspensión tácitamente hasta la entrada en vigor de la nueva

norma.

4) - Por último, los adultos ―mayores de veintiuno― serán en todo caso

responsables penalmente según el CP.

2.2. Sujetos intervinientes.

2.2.1. El Juez de Menores.

A) Competencias.

A diferencia de lo que ocurre en el proceso penal de adultos, el Juez de Menores

no efectúa la instrucción, que se encomienda al Ministerio Fiscal. Sin embargo, su

intervención no queda limitada a dirigir la fase de audiencia y dictar la resolución, sino

que también participa en la fase de instrucción y en la fase intermedia. Así, corresponde

al Juez de Menores durante la investigación acordar el secreto del expediente (art. 24

LORPM), practicar las diligencias restrictivas de derechos fundamentales (arts. 23.3 y

26.3 LORPM) y resolver sobre la adopción de las medidas cautelares que se soliciten

(art. 28 LORPM).

Mayores problemas presenta la participación del Juez de Menores en la fase

intermedia, a quien corresponde decidir sobre la celebración de la audiencia o el

sobreseimiento y practicar las pruebas propuestas por las partes y denegadas por el

Fiscal durante la instrucción (art. 33 LORPM).

Por lo que se refiere al primero de los problemas, la decisión sobre celebrar la

audiencia o sobreseer las actuaciones, entiende MIRANDA ESRTRAMPES que «no es

un mero acto de ordenación forma del proceso, sino que su naturaleza presenta

similitudes con el auto de apertura del juicio oral del Procedimiento Abreviado» y que,

por tanto, «el Juez de Menores debe realizar un juicio anticipado y provisional sobre la

calificación de los hechos y la culpabilidad de los menores acusados»77

. En este sentido,

77

MIRANDA ESTRAMPES, M., «Aspectos procesales… (I)», cit., pág. 51.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 20

la STC 60/1995, de 17 de marzo78

, que resuelve varias cuestiones de

inconstitucionalidad contra la LORCPJM, descarta que la acumulación en un mismo

órgano de la fase intermedia y el juicio oral implique una violación del derecho al Juez

imparcial. Sin embargo, la posterior STC 310/2000, de 18 de marzo79

, entendió que «la

intervención del Juez con carácter previo al enjuiciamiento de los hechos, al dictar el

Auto de apertura del juicio oral, hizo quebrar su neutralidad, al ser necesario a tal efecto

apreciar la existencia de indicios racionales de criminalidad».

En cuanto a la posibilidad del Juez de Menores de practicar por sí las pruebas

denegadas en instrucción por el Ministerio Fiscal, entiende MIRANDA ESTRAMPES

que estamos ante verdaderas diligencias de investigación, por lo que el juzgador entra

en contacto directo con las fuentes de prueba, desarrollando una instrucción judicial

complementaria y quedando necesariamente «contaminado»80

.

B) Especialización.

Para la provisión de los Juzgados de Menores se exige la categoría de

magistrado, teniendo preferencia quienes acrediten la correspondiente especialización

en materia de menores en la Escuela Judicial (art. 329 LOPJ). En todo caso, la LOPJ

trata de garantizar la especialización de los Jueces de Menores ya que, quienes obtengan

la plaza, deben participar antes de la toma de posesión en las actividades de

especialización en materia de menores que establezca el CGPJ.

Aunque el texto originario preveía la creación de Salas de Menores en los TSJ

servidas por magistrados especialistas para conocer de los recursos de apelación, la

supresión de estas por la LO 9/2000 y la atribución de sus competencias a las

Audiencias Provinciales no se acompañó de requisito alguno de especialización ni del

establecimiento de Secciones especiales en ellas81

.

Esto dio lugar a la cuestión de inconstitucionalidad núm. 3792-2001, planteada

por el Juzgado de Menores núm.1 de Valencia por entender, entre otros extremos, que el

hecho de que los intervinientes en el proceso no sean especialistas en menores podría

dar lugar a la inconstitucionalidad del art. 41 LORPM, por vulnerar el derecho a la

78

BOE nº 98, de 25 de abril de 1995. 79

BOE nº 14, de 16 de enero de 2001. 80

Así, MIRANDA ESTRAMPES, M., «Aspectos procesales… (I)», cit., pág. 50. 81

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor: Actualizado a la LO 8/2006 de 4 de diciembre, 1ª

edición, Madrid, Colex, 2007, pág. 69.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 21

tutela judicial efectiva del art. 24 CE en relación con los arts. 37. d) y 40 CDN. Sin

embargo, la STC 146/2012, de 5 de julio82

, que se ocupa de resolver la citada cuestión,

no entra al fondo de este asunto, ya que rechaza a limine la cuestión en relación con el

art. 41 LORPM por entender que no depende de ello la resolución del caso, no siendo

por tanto la cuestión de inconstitucionalidad el cauce procesal oportuno (art. 37.1

LOTC).

2.2.2. El Ministerio Fiscal.

En la jurisdicción de menores se ha pasado de una situación de tradicional

ausencia del Ministerio Fiscal a convertirse, con la LORPM, en pieza esencial para

hacer realidad sus previsiones83

. Aunque con la Instrucción de la FGE 2/1992, de 13 de

febrero, dictada a consecuencia de la STC de 1991, ya se vislumbraba la posibilidad de

poner la instrucción en manos del Ministerio Fiscal84

, fue la LORCPJM la que instauró

este nuevo sistema. La LORPM renueva la confianza que aquella depositó en el Fiscal y

lo convierte en un órgano plurifuncional al que, además de dirigir la investigación, le

corresponde la defensa de los derechos de los menores, la observancia de las garantías

del procedimiento y su impulso y, obviamente, la función de parte acusadora en el

juicio oral.

La LORPM le otorga al Ministerio Fiscal el papel de «Director de la

Investigación», correspondiéndole, en este sentido, acordar la práctica de las diligencias

instructoras dirigidas a investigar el hecho punible y la participación en él del menor, es

decir, le corresponde la función de preparar el juicio oral o proponer al Juez el

sobreseimiento85

.

Para DÍAZ MARTÍNEZ la opción adoptada por el legislador de atribuir la

instrucción al Ministerio Fiscal bajo el control del Juez de Menores es la que mejor

82

BOE nº 181, de 30 de julio de 2012. 83

Circular de la Fiscalía General del Estado 1/2000, de 18 de diciembre. 84

«De momento, esta Fiscalía General no considera oportuno que los Fiscales tomen a su cargo la instrucción

de los expedientes, mientras no exista una ley que nos legitime para ello. Pero como esta postura podría dar

lugar a que el Juez de Menores se “contamine”, dificultándole o impidiéndole dictar el acuerdo final, los

señores Fiscales procurarán que la instrucción se limite a lo mínimo imprescindible, potenciando la oralidad e

inmediación en la probanza, dando sí una mayor agilidad al procedimiento». 85

DÍAZ MARTÍNEZ, M., La instrucción en el proceso penal de menores, 1ª edición, Madrid, Colex, 2003,

pág. 93.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 22

refleja el nuevo orden jurídico instaurado por la CE de 197886

: nuestra Carta Magna

establece el principio de exclusividad de la jurisdicción, fijando su contenido positivo

―juzgar y hacer ejecutar lo juzgado (art. 117.3 CE)― y sus límites negativos ―Los

Juzgados y Tribunales no ejercerán más funciones que las señaladas en el apartado

anterior y las que expresamente les sean atribuidas por ley en garantía de cualquier

derecho (art 117.4 CE)―. De lo anterior deduce el autor dos consecuencias: de un lado,

que en la investigación penal no se produce ejercicio de la potestad jurisdiccional y, de

otro, que no resulta necesaria la intervención judicial en todo momento de la

investigación penal sino simplemente a título de garante de los derechos fundamentales

de las partes y juzgadores del objeto material de la acusación87

.

Algunos autores han apuntado como este modelo instaurado en la jurisdicción de

menores puede obedecer a su utilización como banco de pruebas para la futura reforma

de la LECrim en el proyectado Código Procesal Penal de 2013, al objeto de incorporar

al proceso penal de adultos la figura del Fiscal investigador88

.

En cuanto al papel clásico de parte acusadora que ostenta el Ministerio Fiscal,

cabe aquí recordar que, si bien en la redacción original de la LORPM ejercía este rol en

régimen de monopolio, ahora es compartido ya que las reformas de 2003 y 2006

introducen y desarrollan, respectivamente, la figura de la acusación particular. No

obstante, el Fiscal mantiene el monopolio en el ejercicio de la acción penal en su

vertiente más relevante de acceso a la jurisdicción penal, al ser el único titular de la

facultad discrecional de no incoar el procedimiento (art. 18 LORPM); con la

singularidad, además, de que los decretos pronunciados por él no son recurribles89

.

86

DÍAZ MARTÍNEZ, M., «El Ministerio Fiscal “Director de la Investigación” en el Proceso Penal de

Menores», en GIMENO SENDRA, V., El Ministerio Fiscal – Director de la Instrucción, 1ª edición, Madrid,

Iustel, 2006, pág. 54. 87

Sobre el tema puede verse: NIETO LUENGO, M., «Beneficios e inconvenientes (perjuicios) de la

instrucción del proceso penal de menores por el Ministerio Fiscal», RDUNED, 8, 2011, págs. 333-350

(disponible en: http://e-spacio.uned.es/fez/view.php?pid=bibliuned:RDUNED-2011-8-5110; fecha de consulta:

26.V.2014). 88

MIRANDA ESTRAMPES, M., «Aspectos procesales… (I)», cit., pág. 46. Igualmente, POLO RODRÍGUEZ,

J.J., y HUÉLAMO BUENDÍA, A.J., hablan de “experiencia piloto” en La nueva ley penal del menor, 1ª

edición, Madrid, Colex, 2000, pág. 15. 89

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 77.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 23

2.2.3. El Equipo Técnico.

La LORPM establece su epicentro en el interés superior del menor, declarando

su Exposición de Motivos que dicho interés «ha de ser valorado con criterios técnicos y

no formalistas por equipos de profesionales especializados en el ámbito de las ciencias

no jurídicas».

La apreciación de las circunstancias que han incidido en la conducta delictiva

del menor y el diagnóstico de su situación personal, familiar y social requiere unos

conocimientos en psicología y psiquiatría forense, en pedagogía, entorno familiar y

asistencia social que exigen una especialización científica90

. El Juez y el Fiscal de

Menores han de contar con el asesoramiento profesional en estas materias durante el

curso del proceso y, especialmente, en la adopción y ejecución de las medidas, lo que se

confía a los denominados Equipos Técnicos, cuyo papel en el proceso penal de menores

es tan importante que han sido calificados como «elemento vertebrador de la Ley»91

.

Como antecedentes de estos equipos encontramos, ya en la primera Ley de

Tribunales para Niños de 1918, los «delegados de protección de la infancia». La LOPJ

de 1985 contempló la existencia de profesionales y expertos para auxiliar a los Juzgados

y Tribunales (art. 508), llevándose a cabo la implantación de facto de «equipos técnicos

de apoyo» desde 1988. Finalmente, la LORCPJM introdujo en 1992 la actuación en

todos los procesos de los Juzgados de Menores del equipo técnico, ampliando la

LORPM su intervención en el proceso y definiendo su actuación con mayor precisión92

.

Como función principal corresponde al Equipo Técnico, en sede de instrucción,

la elaboración de un informe sobre la situación psicológica, educativa y familiar del

menor, así como sobre su entorno social y otras circunstancias relevantes para la

adopción de las medidas (art. 27.1 LORPM). Además, la LORPM confiere al Equipo

Técnico otras diversas funciones que se pueden agrupar en las siguientes: 1) asistir

personalmente a los menores a lo largo del proceso, lo que se configura como un

derecho de éstos (art. 22.1.f LORPM); 2) emitir su opinión antes de que el Juez adopte

ciertas decisiones sobre el menor ―medidas cautelares (art. 28.1 LORPM), suspensión

90

Ibid., pág. 89. 91

RODRÍGUEZ PÉREZ, J.P., «Algunas peculiaridades del proceso penal de menores», Anales de la Facultad

de Derecho, 21, 2004, pág. 178 (disponible en: http://publica.webs.ull.es/publicaciones/volumen/anales-de-la-

facultad-de-derecho-volumen-21-2004/; fecha de consulta: 26.V.2014). 92

MINGO BASAÍL, M.L., «Psicólogos, educadores sociales y trabajadores sociales en los juzgados de

menores. La actuación del equipo técnico», Indivisa: Boletín de estudios e investigación, 6, 2005, págs. 119 y

ss (disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/771/77100608.pdf; fecha de consulta: 06.VI.2014).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 24

de la ejecución del fallo (art. 40.1 LORPM), o sustitución o extinción de la medida

impuesta (arts. 50.2 y 51.3 LORPM) ―; 3) desempeñar labores de mediación a efectos

de la posible conciliación y reparación (art. 19.3 LORPM); y 4) intervenir en la

audiencia y, en su caso, en la vista del recurso de apelación (arts. 35.1 y 41.1

LORPM)93

.

Por lo que se refiere a la composición de estos equipos técnicos, no quedó

configurada hasta la llegada del Real Decreto 1774/2004, de 30 de julio, por el que se

aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la

responsabilidad penal de los menores (en adelante RLORPM)94

. En su art. 4.1 establece

que los equipos técnicos estarán formados por psicólogos, educadores y trabajadores

sociales, recogiendo así lo que ya se venía haciendo en la práctica y configurándolos

como un órgano colegiado multidisciplinar formado por especialistas técnicos de lo

psico-social95

.

Estos equipos están adscritos a los Juzgados de Menores, si bien, durante la

instrucción del expediente, desempeñarán su trabajo bajo la dependencia funcional del

Ministerio Fiscal (art. 4.2 RLORPM).

Mayor complejidad ofrece la delimitación de la naturaleza y carácter de sus

miembros ya que, si bien la originaria Disposición Final 3ª.5 LORPM instaba al

Gobierno a adoptar las disposiciones oportunas para la creación de Cuerpos de

Psicólogos, y Educadores y Trabajadores Sociales Forenses, lo que hubiera permitido

incluirlos dentro del «personal al servicio de la Administración de Justicia», la LO

9/2000 suprimió tal previsión. Así, para MORENILLA ALLARD su régimen de

incompatibilidades, excusas y recusación deberá ser el previsto para los peritos por la

LECrim, dado su carácter supletorio96

. Sin embargo, MINGO BASAÍL entiende que no

se pueden considerar propiamente como peritos, sino más bien como asistentes técnicos

del Tribunal, entendiéndose de forma más amplia que la pericia, como un elemento

auxiliar del juez que desempeña sus servicios de forma estable97

.

93

Ibid, pág. 123. 94

BOE nº 209, de 30 de agosto de 2004. 95

MINGO BASAÍL, M.L., «Psicólogos, educadores sociales…», cit., pág. 140. 96

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 91. 97

MINGO BASAÍL, M.L., «Psicólogos, educadores sociales…», cit., pág. 144.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 25

2.2.4. El menor imputado y su defensa.

A) El menor.

El menor es el verdadero protagonista del proceso, la parte pasiva del mismo,

frente a quien se pide la actuación del ius puniendi del Estado. La ley parte de la

consideración del menor como sujeto de derechos (art. 1.2 LORPM), en línea con lo

proclamado por los textos internacionales y la LOPJM98

.

El «expedientado», en tanto que parte pasivamente legitimada, no sólo ostenta

los mismos derechos y garantías procesales que el imputado o acusado en el proceso

penal de adultos, sino, además, otros derechos «típicos» de su minoría de edad, de

naturaleza procesal y asistencial, que comparte con sus padres, tutores o guardadores99

.

El art. 22 LORPM recoge los derechos que ostenta el menor desde el mismo

momento de la incoación del expediente: los derechos de carácter procesal son los

recogidos en las letras a) a d) del art. 22.1 y en el art. 22.2 LORPM, esto es, ser

informado de los derechos que le asisten; designar abogado y entrevistarse

reservadamente con él; intervenir en las diligencias que se practiquen, así como

proponer la práctica de las mismas; ser oído por el Juez antes de adoptar cualquier

resolución que le afecte; y el derecho a que se le notifique el expediente desde el mismo

momento de su incoación.

Por otra parte, el art. 17 LORPM recoge los derechos del menor detenido, que

son los que se enumeran en el art. 520 LECrim y otros específicos para asegurar la

separación del menor de los detenidos adultos.

Los derechos más específicos del menor son los de naturaleza asistencial: la

asistencia afectiva y psicológica en cualquier estado y grado del procedimiento, con la

presencia de los padres o de otra persona que indique el menor, si el Juez de Menores

autoriza su presencia (art. 22.1.e LORPM) y la asistencia de los servicios del equipo

técnico adscrito al Juzgado de Menores (art. 22.1.f LORPM)100

.

98

MIRANDA ESTRAMPES, M., «Aspectos procesales… (I)», cit., pág. 53. 99

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 81. 100

Ibid., pág. 82.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 26

B) El abogado defensor.

Dejando atrás la ausencia de abogado defensor en el proceso penal de menores,

característica de la LTTM, y al igual que sucede en el proceso penal de adultos, la

LORPM, con el fin de dotar al derecho de defensa de la significación que le otorga el

art. 24 CE, anticipa de modo inequívoco la designación por el imputado de Abogado a

la fase instructora. De esta forma, dispone que, desde el mismo momento de la

incoación del expediente, el menor tendrá derecho a designar Abogado que le defienda,

o que le sea designado de oficio y a entrevistarse reservadamente con él, incluso antes

de prestar declaración101

.

Los actos del abogado defensor durante la instrucción están dirigidos a acreditar

en la inexistencia del hecho, su falta de tipicidad o de participación en él del menor o la

concurrencia de alguna causa de exención de la responsabilidad penal o, en su caso, a

demostrar la concurrencia de circunstancias psicológicas, educativas, sociales o

familiares que puedan aconsejar desistir del procedimiento o alcanzar una solución

extrajudicial. Esta es la razón por la que el art. 26.1 LORPM permite al Abogado del

menor solicitar del Ministerio Fiscal la práctica de cuantas diligencias considere

necesarias102

. Así, el letrado del menor se constituye en un nuevo elemento de

protección del interés del menor, incluso en la fase instructora en la que el Ministerio

Fiscal ha de desempeñar esta función no sólo con imparcialidad, sino también como

protector de aquel interés.

De igual forma, la asistencia del Abogado defensor se hace necesaria con

carácter previo a la incoación del expediente, desde el momento en que se produce la

detención del menor; ya que el art. 17.2 LORPM precisa que toda declaración del

detenido se lleve a cabo en presencia de su letrado103

.

Por otro lado, la Disposición Final cuarta LORPM efectúa un mandato expreso

al Consejo General de la Abogacía ordenándole que adopte las disposiciones oportunas

para que en los Colegios se impartan cursos homologados para la formación de los

letrados que vayan a intervenir ante los órganos de la jurisdicción de menores, a fin de

recibir la especialización necesaria en la materia. Como respuesta a lo anterior, la

101

SERRANO TÁRRAGA, M.D. y VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., Derecho penal juvenil, cit., pág. 253. 102

Ibid., pág. 254. 103

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 84.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 27

Comisión del CGAE, por acuerdo de 28 de abril de 2000, reguló el contenido mínimo

exigible para la homologación de los cursos de especialización104

.

2.2.5. La víctima: de coadyuvante sin acción a acusación particular.

A) El régimen originario de la LORPM: participación del perjudicado en el

proceso de menores.

De acuerdo con lo señalado, la LORPM, respondiendo fundamentalmente al

interés superior del menor, prohibió inicialmente la acusación particular. No obstante,

frente al clásico olvido de la víctima en la jurisdicción de menores, el art. 25 LORPM

articuló un sistema de intervención de los perjudicados en el proceso con el objetivo de

lograr un difícil equilibrio entre el interés del menor, el de la víctima y el de la

sociedad105

.

El citado precepto llevaba como rúbrica «Participación del perjudicado e

inexistencia de acción particular y popular» y, debido a la confusión que los ello puede

generar, conviene aquí tratar de hacer una aclaración terminológica. La doctrina penal y

procesal distinguen los conceptos «ofendido» y «perjudicado»: mientras que el primero

es el titular del bien o interés tutelado por la norma penal transgredida, es decir, el sujeto

pasivo del delito, el segundo es quien sufre en su esfera patrimonial los efectos nocivos

de la acción delictiva. En la mayoría de los casos coinciden en una sola persona ambas

circunstancias, pero en ocasiones pueden ser personas distintas106

. La distinción de

ambos conceptos tiene importancia práctica, ya que el ofendido tiene legitimación

activa para el ejercicio de la acción penal, mientras que el perjudicado la tiene para el

ejercicio de la acción civil.

Pues bien, estando clara la diferencia existente entre estas dos cualidades, y

sabiendo que el art. 25 LORPM hablaba de «perjudicado», encontramos diversas

interpretaciones. Para RODRIGUEZ PÉREZ es claro que el art. 25 al hablar de

perjudicado se estaba refiriendo al que ejercita la pretensión civil, no sólo con base en

104

PONZ NOMDEDÉU, E.V., «La responsabilidad penal de los menores desde la perspectiva del abogado», en

GÓMEZ COLOMER, J.L. (Coord.), Justicia penal de menores y jóvenes: (análisis sustantivo y procesal de la

nueva regulación), 1ª edición, Valencia, Tirant lo Blanch, 2002, pág. 382. 105

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, 1ª edición, Cuenca, Universidad de Castilla-

La Mancha, 2002, pág. 166. 106

Así, por ejemplo, si un representante de joyería lleva muestrarios que son propiedad del fabricante y le son

hurtados, no cabe duda de que el ofendido es el representante y el perjudicado el fabricante. Vid. NOGUEIRA

GANDÁSEGUI, S., «Observaciones críticas al proceso penal de la Ley Orgánica reguladora de la

responsabilidad de los menores», Justicia: revista de derecho procesal, 3-4, 2004, pág. 28 (consulta online).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 28

una interpretación literal sino porque además el propio artículo prohibía expresamente

la intervención del ofendido por el hecho delictivo al prohibir la acusación particular107

.

Para SANZ HERMIDA, en cambio, con la expresión «perjudicado» hay que entender

que se hace referencia tanto al ofendido por el ilícito penal como al perjudicado por

haber sufrido algún daño patrimonial como consecuencia del mismo108

. Para decantarse

por una u otra interpretación entiendo que puede ser útil atender a la voluntad del

legislador quien, en la Exposición de Motivos de la LORPM dice que ésta no «puede

olvidar el interés propio del perjudicado o víctima del hecho cometido por el menor» y

que «arbitra un amplio derecho de participación a las víctimas». Como se ve, el

legislador utiliza junto al de «perjudicado» el término «víctima», mucho más próximo

sin duda al de «ofendido», por lo que considero que la legitimación para participar de

las facultades que ofrecía el art. 25 LORPM debía recaer sobre ambos: ofendido y

perjudicado.

Delimitado quién podía personarse en el procedimiento toca pasar a examinar

cuáles eran los requisitos objetivos que debían darse para que pudiera tener lugar, ya

que la ley no permitía poner en marcha esta posibilidad en todo caso. Así, en primer

lugar, era necesario que se tratase de hechos delictivos cometidos por mayores de

dieciséis años, y, en segundo lugar, que hubieran sido cometidos «con violencia o

intimidación o con grave riesgo para la vida o integridad física de las personas». Apunta

la FGE, en Circular 1/2000, de 18 de diciembre, que dentro del concepto «violencia»

debía descartarse la vis in re o fuerza en las cosas, ya que su inclusión ampliaría las

posibilidades de personación más allá de los límites razonables que imponía la ratio de

la norma.

En cuanto al momento procesal en que debía realizarse la solicitud de

personación, no establecía la Ley momento preclusivo alguno, disponiendo

simplemente que se podía llevar a cabo «tanto en la fase instructora como en la fase de

audiencia».

Las facultades que ostentaba el perjudicado personado se enumeraban en el

citado art. 25, pudiendo sistematizarse del siguiente modo109

:

107

RODRÍGUEZ PÉREZ, J.P., «Algunas peculiaridades…», cit., pág. 175. 108

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 168. 109

MIRANDA ESTRAMPES, M., «Aspectos procesales de la nueva Ley reguladora de la Responsabilidad

Penal del Menor (y II)», Revista Xurídica Galega, 31, 2001, pág. 35 (disponible en: http://www.rexurga.es/;

fecha de consulta: 26.V.2014).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 29

1) Tener vista de lo actuado, siendo notificado de las diligencias que se soliciten

y acuerden.

2) Proponer pruebas y participar en su práctica, tanto en la fase de instrucción

como en la de audiencia. La proposición de prueba contaba con una limitación, ya que

sólo podía realizarse sobre aquellas que versaran sobre el hecho delictivo y las

circunstancias de su comisión, quedando excluidas las relativas a la situación

psicológica, educativa, familiar y social del menor.

3) Formalización del escrito de alegaciones110

, aunque su contenido quedaba

limitado a la valoración del conjunto de la prueba (sic)111

practicada, y a la proposición

de aquellas pruebas que debían realizarse en la fase de audiencia, pero sin que pudiera

proponer ninguna medida ni contener mención alguna a los hechos.

4) Asistencia a la audiencia, pudiendo durante su celebración manifestar lo

tuviera por conveniente sobre la práctica de nuevas pruebas, y, tras esta, debía oírsele en

relación a los hechos probados resultantes de las mismas y a la participación del menor;

pero sin que pudiera realizar manifestaciones sobre la procedencia de las medidas

propuestas por el Ministerio Fiscal.

5) Interponer recurso de apelación, que únicamente podía estar fundamentado en

la incompetencia del Juzgado, la inadecuación del procedimiento, el quebrantamiento de

las formas esenciales del juicio que hubiera producido indefensión al perjudicado, o en

la falta de apreciación de algún elemento de prueba esencial para la calificación de los

hechos.

Expuestas las facultades que podía ejercitar, cabe plantearse cuál era la

naturaleza de esa participación. Descartada fácilmente la posibilidad de calificar su

intervención de litisconsorcial, ya que no se le permite deducir una pretensión de

contenido distinto a la formulada por las partes principales, se debe entender, con la

FGE112

, que el perjudicado se incorpora al proceso en calidad de mero coadyuvante en

el esclarecimiento de los hechos y de la participación del menor en el ejercicio de una

legitimación procesal sui generis, dada su limitada capacidad de postulación y su

carácter subordinado en relación con el Fiscal.

110

No se trataba de un escrito de alegaciones como tal, ya que no se ajustaba a lo previsto para estos en el art.

30, pero era ciertamente muy similar. 111

Debe entenderse como diligencia de investigación. 112

Circular FGE 1/2000, de 18 de diciembre.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 30

Con el contenido del original art. 25 LORPM entiendo, con PÉREZ MACHÍO,

que se dejaba margen suficiente de actuación a los particulares perjudicados, aunque la

existencia de ciertas limitaciones podía ocasionar que ciertas víctimas no viesen

atendidos sus derechos: el hecho de supeditar la capacidad de intervención de la víctima

a la edad del infractor, a la gravedad de las conductas y a la modalidad de la comisión

del hecho113

.

B) La introducción de la acusación particular por la LO 15/2003.

Rompiendo con el espíritu que inspiraba la LORPM, se introduce en 2003 la

posibilidad de que las víctimas se personen como acusación particular en el proceso de

menores, lo que se había prohibido hasta entonces en aras de evitar cualquier

intervención de carácter vindicativo. Además, pese a que con esta reforma se

desvanecen los pilares básicos del Derecho Penal de menores ―interés superior del

menor, finalidad sancionadora-educativa y resocialización― y se cambia de rumbo

respecto de lo declarado en la Exposición de Motivos del texto originario de la LORPM,

la Exposición de Motivos de la LO 15/2003 no alude siquiera a esta transcendental

modificación.

Aunque la opción tomada por el legislador de establecer un sistema de

participación de la víctima en el proceso, pero prohibiendo la acusación particular, era

constitucionalmente legítima114

, poco después de la entrada en vigor de la LORPM se

hacía pública la intención de modificar esa participación del ofendido por el hecho

delictivo, ya que el apartado 17 del Pacto de Estado para la Reforma de la Justicia de 28

de mayo de 2001 recogía como principio el de «Fortalecer la protección y defensa de las

víctimas de delitos violentos en todos los procesos penales, incluido el ámbito de la Ley

Orgánica de Responsabilidad Penal del Menor». El proceso de reforma se vio acelerado

por la demanda de las propias víctimas y los acontecimientos ocurridos en la época, que

113

PÉREZ MACHÍO, A.I., «Aproximación crítica a la intervención de la acusación particular en el proceso de

menores», Eguzkilore. Cuaderno del Instituto Vasco de Criminología, 23, 2009, pág. 302 (disponible en:

http://www.ehu.es/es/web/ivac/cuaderno-eguzkilore-23; fecha de consulta: 06.VI.2014) 114

El TC ha afirmado categóricamente que el ejercicio de la acción penal por parte de la acusación particular es

un derecho de configuración legal y, por tanto, el legislador es libre de no incorporar dichas figuras en el

proceso penal dado que el ejercicio del ius puniendi es de titularidad estatal y no privada (SSTC 115/2001, de

10 de mayo; y 179/2004, de 18 de octubre).

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 31

tuvieron gran repercusión en la opinión pública y fueron causantes de gran alarma

social115

.

El fortalecimiento al que aludía el Pacto de Estado podía haberse llevado a cabo

concediendo a todos los ofendidos y perjudicados la participación que otorgaba el

anterior art. 25 LORPM sólo para algunos casos116

; sin embargo, la nueva redacción

otorgada a ese artículo por la Ley de 2003, que lo rubrica «De la acusación particular»,

dispone, sin reservas en cuanto al tipo de conducta delictiva o a la edad del menor

imputado, que puedan personarse en el procedimiento como acusadores particulares las

personas directamente ofendidas por el delito, sus padres, sus herederos o sus

representantes legales si fueran menores o incapaces117

.

Debe hacerse una aclaración respecto a los sujetos legitimados para el ejercicio

de la acusación particular, debiendo entenderse que no pueden intervenir en el proceso

todos los mencionados por el precepto simultáneamente y en las mismas condiciones.

Cuando el ofendido por el hecho delictivo goce de capacidad para ser parte y de

capacidad procesal, sólo él podrá ejercer la acción penal en calidad de acusador

particular. En caso de fallecimiento, el finado pierde la capacidad para ser parte y la ley

legítima a sus herederos para el ejercicio de la acción. En situaciones de ausencia de

capacidad de obrar del ofendido ―por incapacitación o por minoría de edad―, la

correlativa falta de capacidad procesal deberá remediarse con la intervención del

representante legal ―sean sus padres o un tutor―, pero la condición de parte, con todas

sus facultades y cargas, corresponde exclusivamente al menor o incapacitado, y no al

padre o al tutor, como parece dar a entender la Ley118

.

En cuanto a la forma de constitución en parte encontramos opiniones

contrapuestas: así, mientras que para REVERÓN debería llevarse a cabo bien mediante

la interposición de denuncia, bien esperando a la incoación del expediente y el oportuno

ofrecimiento de acciones por el Ministerio Fiscal, ya que entiende vedada la posibilidad

115

Especialmente el caso de Sandra Palo, en el que tres menores violaron, atropellaron y prendieron fuego a

una disminuida psíquica, en el que se dictó sentencia en octubre de 2003. Con el acto del juicio se produjo un

clamor popular en el sentido de dar mayor participación a las víctimas, reflejado ampliamente por los medios

de comunicación. El Ministro de Justicia anunció una reforma de la Ley del menor, lo que se produjo en

noviembre del mismo año. Vid. MINGO BASAÍL, M.L., «Posición de las víctimas en el proceso penal de

menores. De la prohibición a la aceptación de la acusación particular», Diario La Ley, 6099, 2004, pág. 13

(consulta online). 116

Ibid. 117

GARCÍA-ROSTÁN CALVÍN, G., El Proceso Penal de Menores: Funciones del Ministerio Fiscal y del

Juez en la instrucción, el período intermedio y las medidas cautelares, 1ª edición, Cizur Menor (Navarra),

Thomson-Aranzadi, 2007, pág. 69. 118

Ibid., pág. 71.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 32

de interponer querella por la ausencia de juez de instrucción competente (art. 272

LECrim)119

; para GARCÍA-ROSTAN el acto para adquirir la condición de parte en el

proceso penal de menores es la querella, debiendo ser el Juez de Menores quien

resuelva acerca de su admisión a trámite (art. 25 LORPM, último párrafo)120

.

La reforma operada en el art. 25 no ha variado su estructura, pues sigue

manteniendo un listado de facultades de actuación procesal, sin carácter tasado, que se

confieren a la víctima, pese a que su condición de parte hace superflua tal información,

siendo preferible que se hubiera limitado a reconocer la condición de acusador

particular y a disponer las limitaciones a las que se ve sometido como consecuencia de

la especial condición del sujeto imputado121

.

Dos son las novedades destacables que se introducen en cuanto a los actos

procesales autorizados a la víctima: instar la imposición de medidas y ser oído en caso

de modificación o de sustitución de éstas. El resto de facultades que aparecen en ese

listado ―tener vista de lo actuado, proponer prueba y participar en su práctica,

interponer recursos, etc.― ya se recogían en el régimen anterior.

El derecho a instar la imposición de medidas se encuentra con un problema, y es

que el art. 25.d) LORPM, en sede de propuesta de pruebas, manifiesta específicamente

la imposibilidad de que las mismas versen sobre aspectos personales, familiares,

educativos, sociales o psicológicos del menor, lo que se ha interpretado por la doctrina

como el veto al informe del Equipo Técnico, al que por respeto al derecho de la

intimidad del menor sólo tendrán acceso el Ministerio Fiscal y el Juez de Menores122

.

Pues bien, si, como hemos ido diciendo, la medida aplicable debe regirse por el

principio del interés superior del menor, ajustándose a las circunstancias personales del

mismo, si se desconoce dicha situación individual por la acusación particular,

difícilmente la medida que proponga podrá conciliar con los objetivos perseguidos por

la normativa de menores, centrándose entonces en motivos puramente retributivos,

punitivos y vindicativos.

Frente a esto, hay autores que consideran que lo anterior no es perjudicial para

los intereses del menor «si se tiene en cuenta que la decisión final sobre la medida a

119

REVERÓN PALENZUELA, B., «La acusación particular en el proceso penal de menores» en AA.VV.,

Derecho penal y psicología del menor, 1ª edición, Granada, Comares, 2007, págs. 253. 120

GARCÍA-ROSTÁN CALVÍN, G., El Proceso Penal de Menores…, cit., pág. 74. 121

Ibid., pág. 71. 122

PÉREZ MACHÍO, A.I., «Aproximación crítica…», cit., pág. 306.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 33

imponer al delincuente únicamente corresponde al juez, el cual, revestido de la

imparcialidad que le exige la Constitución, ha de establecer la que sea justa atendidos

todos los elementos condicionantes»123

. Ante este planteamiento, es fácil advertir, con

PÉREZ MACHÍO, que, teniendo el Juez de Menores la facultad de rechazar las

propuestas de las víctimas cuando resulten manifiestamente contrarias al interés del

menor, la eficacia de la participación de los perjudicados parece reducirse a los

supuestos en los que existe una armonía entre las pretensiones de la Fiscalía y las

procedentes de la acusación particular, reduciéndose en caso contrario a un mero

reconocimiento jurídico («derecho al pataleo») pero sin ningún tipo de influencia

procesal124

.

La segunda novedad importante consiste en el derecho de las víctimas a ser

oídas en caso de modificación o de sustitución de las medidas impuestas al menor (art.

25.g) LORPM). La LORPM permite al Juez de Menores gran flexibilidad en cuanto a

las posibilidades de modificar, reducir, sustituir o dejar sin efecto la medida impuesta

(arts. 13 y 51), para lo que, hasta la reforma de 2003, debía oír al Ministerio Fiscal, al

letrado del menor, al Equipo Técnico y, en su caso, a la entidad pública encargada de la

ejecución. Igualmente, debe analizarse el expediente personal del menor, en el que se

archivan todos los procedimientos que se hubieran tramitado contra él (art. 20.2

LORPM), y que contiene, no sólo cuestiones fácticas de las específicas infracciones

ilícitas, sino también datos relativos a la situación personal, familiar y psicológica del

menor. Por tanto, y al igual que sucedía con la proposición de medida, la acusación

particular no tendrá acceso a esta información, y su intervención, una vez más, parece

estar sólo motivada por razones de carácter vindicativo y retributivo, tropezando la

facultad concedida en el art. 25.g) LORPM con la finalidad y los objetivos que debe

perseguir la normativa de menores125

. Con GÓMEZ RECIO entendemos que hubiera

sido más honesto prescindir de la intervención de la acusación particular en ejecución

de sentencia, como, hasta ahora ha venido ocurriendo en la jurisdicción de adultos126

,

123

GARCÍA-ROSTÁN CALVÍN, G., El Proceso Penal de Menores…, cit., pág. 69. Igualmente MINGO

BASAÍL entiende que la petición de medidas por la acusación particular no debe tener necesariamente en

cuenta el interés del menor, dada su posición procesal; no resultando inconveniente puesto que será el Juez de

Menores quien decida finalmente sobre la medida a imponer, y éste si está obligado a tener en cuenta el interés

del menor; en «Posición de las víctimas…», cit., pág. 15 (consulta online). 124

PÉREZ MACHÍO, A.I., «Aproximación crítica…», cit., pág. 306. 125

Ibid., pág. 307. 126

Sin embargo, el Anteproyecto de Ley Orgánica del Estatuto de la víctima del delito, que se elabora mientras

se realiza este trabajo, si incorpora determinadas facultades de participación de las víctimas en ejecución, como

la posibilidad de recurrir determinados autos del Juez de Vigilancia Penitenciaria o interesar que se impongan

al liberado condicional las medidas que consideren necesarias para garantizar su seguridad.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 34

donde no se oye al perjudicado sobre la concesión al condenado del tercer grado

penitenciario o sobre el adelantamiento de su libertad condicional127

.

Finalmente, la LO 8/2006 también introdujo novedades respecto de las víctimas.

Además de desarrollar la participación de la acusación particular que tan

atropelladamente se había introducido en 2003, incorpora un precepto dedicado

íntegramente a los «derechos de las víctimas y los perjudicados» (art. 4 LORPM).

La propuesta de otorgar un mayor reconocimiento y protección a las víctimas

arranca de instrumentos supranacionales, con la Decisión Marco del Consejo de 15 de

marzo de 2001 relativa al Estatuto de la víctima en el proceso penal128

, lo que se

plasmó, en nuestro Derecho interno, en la Instrucción de la FGE 8/2005, de 26 de julio,

sobre el deber de información en la tutela y protección de las víctimas en el proceso

penal129

.

La nueva redacción del art. 4 LORPM, en la línea de esa preocupación, reitera

en parte lo ya dispuesto en el art. 25, pero también colma alguna de las lagunas que éste

había generado; como el derecho a que se comunique a las víctimas y perjudicados

todas aquellas resoluciones que, adoptadas tanto por el Ministerio Fiscal como por el

Juez de Menores, puedan afectar a sus intereses, en especial la sentencia; y regula,

adicionalmente, los derechos que asisten a las víctimas que deciden no hacer uso del

derecho de acusar.

2.3. El régimen especial de la responsabilidad civil.

La LTTM excluía de la competencia de estos Tribunales el conocimiento de la

responsabilidad civil, lo que obligaba al perjudicado a acudir «ante los Tribunales

ordinarios del orden civil en la clase de juicio que proceda» (art. 14), manteniéndose

esta regulación tras la LORCPJM.

Frente a ello, la LORPM (art. 2.2) optó por atribuir a los Juzgados de Menores

competencia para conocer y resolver sobre las responsabilidades civiles derivadas de los

hechos cometidos por los menores que caen dentro de su ámbito de aplicación,

127

GÓMEZ RECIO, F., «La introducción en la LORPM del acusador particular», disponible en:

http://noticias.juridicas.com/articulos/65-Derecho-Procesal-Penal/200409-547614191110353777.html; fecha de

consulta: 12.VI.2014). 128

DOUE n° L 082 de 22 de marzo de 2001. 129

Y que cristalizará, finalmente, en la Ley Orgánica del Estatuto de la víctima del delito, cuyo anteproyecto

hemos citado supra.

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ITER LEGISLATIVO, SINGULARIDADES Y PROBLEMAS PRÁCTICOS DEL PROCESO PENAL DE MENORES EN ESPAÑA

Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 35

estableciendo una regulación «en cierto modo revolucionaria»130

, tanto desde el punto

de vista material, porque amplía el tipo de responsabilidad civil prevista en el CP

―basado en culpa o negligencia―, convirtiendo en objetiva y solidaria la de los

«padres, tutores, acogedores y guardadores»; como desde el punto de vista procesal,

porque se aparta del criterio anterior de la legislación tutelar131

.

Su Título VIII (arts. 61 a 64) reguló inicialmente un proceso autónomo especial

y sumario para la determinación de la responsabilidad civil ex delicto132

, que, tras la

reforma de 2006, vio alterado todo su tratamiento procesal; por lo que intentaremos

exponer aquí las características de uno y otro régimen.

Con la introducción de esta nueva regulación se habla de un tertium genus de

responsabilidad aquiliana, que se suma a las previstas en el CC y en el CP, configurando

así un triple régimen de responsabilidad civil, al que se podría sumar un cuarto, dado

que la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones

Públicas y del Procedimiento Administrativo Común (LRJAP-PAC) también contiene

normas sobre la responsabilidad de las Administraciones133

.

2.3.1. Competencia.

El órgano judicial competente para conocer de la pieza de responsabilidad civil

es, como hemos dicho, el mismo que conoce de la pieza principal, esto es, el Juzgado de

Menores o en el Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional. Aunque esto

suscitó dudas de constitucionalidad, fueron desechadas por el ATC 275/2005, de 22 de

junio, al aclarar que el hecho de que estos Juzgados conozcan de la pretensión civil

perteneciendo al orden penal «no vulnera ni el principio de exclusividad jurisdiccional

(art. 117.3 CE), ni los derechos a la tutela judicial efectiva sin indefensión y al proceso

con todas las garantías (art. 24.1 y 2 CE), pues, de dichos preceptos no deriva un

contenido competencial indisponible entre jurisdicciones de distintos órdenes, ni la

imposibilidad de que un órgano judicial penal conozca de la responsabilidad civil

derivada de la comisión de un ilícito penal. Por el contrario, es tradicional en nuestro

130

Exposición de Motivos LORPM, apartado 8. 131

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 191. 132

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 314. 133

DÁVILA GONZÁLEZ, J., «La responsabilidad civil en la Ley Orgánica 5/2000, de responsabilidad penal

de los menores», en LLAMAS POMBO, E. (Coord.), Estudios de derecho de obligaciones: homenaje al

profesor Mariano Alonso Pérez, 1ª edición, Madrid, La Ley, 2006, pág. 3 (consulta online).

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sistema jurisdiccional que los órganos judiciales integrados en la Jurisdicción penal

conozcan de la responsabilidad civil derivada del ilícito penal cometido por adultos,

incluso aunque —por ausencia de culpabilidad— no se declare la responsabilidad

penal» (FJ 5º).

Por otro lado, los Juzgados de Menores no serán competentes para conocer de

los procedimientos de responsabilidad civil por los daños ocasionados por un ilícito de

un menor de catorce años, sino que deberá dilucidarse ante los órganos jurisdiccionales

civiles, conforme a la regulación establecida en el CC y en la LEC. También será

necesario acudir al orden civil cuando en la causa principal haya recaído sentencia

absolutoria o se haya procedido al sobreseimiento libre por inexistencia del hecho o

porque se estime que el menor no lo cometió134

, y, obviamente, cuando el perjudicado

se reserve la acción civil (art. 61.1 LORPM).

Mayores problemas pueden conllevar, por la oscuridad de su regulación, las

acciones tendentes a exigir la responsabilidad de la Administración derivada de los

actos de los menores a su cargo. El art. 61.4 LORPM establece que, en su caso, se

aplicará también lo dispuesto en el art. 145 LRJAP-PAC, lo que podría llevar al error de

considerar que, en estos casos, se atribuye directamente la competencia al orden

contencioso administrativo. Pero lo cierto es que los Juzgados de Menores son

competentes para conocer de las demandas dirigidas contra una Administración Pública,

ex art. 61.3 LORPM, cuando sea tutora, acogedora o guardadora del menor135

; y sólo en

los casos en que se sustrae la competencia de estos Juzgados para conocer de la pieza de

la responsabilidad civil ―menores de catorce años, sentencia absolutoria,

134

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 317. 135

En este sentido se ha pronunciado la jurisprudencia menor. Así, la SAP Valladolid, Sección 2ª, de 22 de

diciembre de 2002, entiende que « la Jurisdicción de Menores, con el alcance y contenido prevenidos en los

artículos 61 a 64 de la Ley Orgánica 5/2000, es hábil y adecuada para resolver la reclamación civil de los daños

y perjuicios derivados de infracciones penales cometidas por menores, y ello porque, si bien es cierto que el

apartado 4 del artículo 61 de dicha Ley establece que, en su caso, se aplicará también lo dispuesto en el artículo

145 de la Ley 30/92, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del

Procedimiento Administrativo Común, no lo es menos que tal disposición ha de ponerse en relación con el

número anterior del indicado artículo 61 y en el sentido de que cabe deducir la responsabilidad civil contra la

Administración Pública por este procedimiento ante el Juzgado de Menores cuando la misma se encuentre en

alguna de las situaciones legales mencionadas (tutor, acogedor o guardador legal o de hecho del menor que ha

cometido el ilícito penal causando los daños o perjuicios), no pudiendo confundir o identificar esta

responsabilidad con la responsabilidad patrimonial de la Administración puesto que aquella presenta un origen

ex delicto y se extiende a las personas indicadas en el citado artículo 61.3 en función del deber de control y

vigilancia que los padres tutores o guardadores han de tener sobre los menores a su cargo en virtud de la

relación de filiación o de los mecanismos de protección jurídica del menor previstos legalmente» (FJ 1º).

Igualmente, la SAP Tarragona, Sección 2ª, de 12 de abril de 2005, establece que «los guardadores legales o de

hecho del menor, sean públicos o privados, responden solidariamente con él y la jurisdicción competente es la

de menores» (FJ 3º).

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sobreseimiento libre―, se seguirá el procedimiento para reclamar la responsabilidad

patrimonial de la Administración originada por el funcionamiento normal o anormal de

sus servicios.

2.3.2. Legitimación.

A) Activa.

La legitimación activa corresponde al perjudicado por el acto punible cometido

por el menor y, sólo subsidiariamente, en sustitución de aquél, al Ministerio Fiscal, pese

a que del tenor literal del art. 61.1 LORPM puede parecer que se establezca lo

contrario136

.

Así, la LORPM adopta en este punto un criterio radicalmente opuesto al que rige

en los procesos penales de adultos, donde el Fiscal ejercita conjuntamente las acciones

penales y civiles derivadas del hecho delictivo, con independencia de que el perjudicado

la ejercite por sí mismo o no y con la única limitación de la renuncia expresa o reserva

de la acción civil que tal perjudicado pueda entablar137

.

De esta manera, existen tres supuestos en los que el Ministerio Fiscal no puede

ejercitar la acción civil:

1º) Cuando el perjudicado renuncie al ejercicio de la acción. Aunque la LORPM

no lo exija, parece razonable entender que esa renuncia ha de ser expresa, tal y como se

prevé en el art. 112 LECrim138

. En cuanto al momento en que puede plantearse resulta

de aplicación lo dispuesto en la LEC, que admite la posibilidad de que pueda formularse

en cualquier momento, antes del inicio o durante la tramitación del procedimiento.

2º) Cuando el perjudicado la ejercite por sí mismo en el plazo de un mes desde

que se le notifique la apertura de la pieza de responsabilidad civil. Ahora bien,

transcurrido dicho plazo sin que el perjudicado se haya personado, la legitimación

subordinada del Ministerio Fiscal recobra su plenitud, debiendo ejercitar con carácter

136

GARCIANDÍA GONZÁLEZ, P.M., «Tratamiento procesal de la responsabilidad civil en el proceso penal

de menores tras la reforma de 2006: reflexiones a la luz de la Circular de la Fiscalía General del Estado 1/2007,

de 26 de noviembre», REDUR, 5, 2007, pág. 28 (disponible en:

http://www.unirioja.es/dptos/dd/redur/numero5.htm; fecha de consulta: 26.V.2014). 137

DÍAZ MARTÍNEZ, M., «El régimen especial de la responsabilidad civil en el proceso penal de menores»,

Diario La Ley, 6515, 2006, pág. 4 (consulta online). 138

Ibid.

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obligatorio la acción civil, salvo que el perjudicado haya renunciado o se haya reservado

la misma139

.

Cabe advertir, con GARCIANDÍA GONZÁLEZ, que este plazo de un mes sirve

únicamente a los efectos de personación en el proceso de menores, sin suponer cortapisa

temporal alguna a la posibilidad de formular la pretensión del perjudicado en la vía civil

ordinaria140

.

Si con posterioridad a ese plazo el perjudicado ejercitara la acción en el orden

civil o llegara a un acuerdo de reparación, resarcimiento o indemnización con los

responsables civiles, el Ministerio Fiscal, aun cuando estuviera ejercitando la acción

civil ante el Juzgado de Menores, deberá cesar en dicha actuación141

.

3º) Cuando el perjudicado se reserve la acción civil para ejercitarla ante el orden

jurisdiccional común, no siendo en este caso aplicables las normas de la LORPM, sino

las contenidas en el CC (arts. 1902 y ss.) y en la LEC.

Finalmente, junto al Ministerio Fiscal y al perjudicado que haya sido notificado

de la apertura de la pieza de responsabilidad civil, también podrán personarse quienes

espontáneamente se consideren perjudicados y las compañías aseguradoras que se

tengan por interesadas (art. 64.2ª LORPM), esto es, las aseguradoras en aquellos casos

en que se subroguen en la situación del perjudicado, en virtud de la indemnización

abonada a éste.

Para estos sujetos la Ley no prevé plazo de personación, a diferencia de lo que

sucede con los perjudicados a los que se dirige la notificación ―que, como sabemos,

disponen de un plazo de un mes desde la misma―. De admitir que dicho plazo les es

aplicable quedaría sin resolver cuál es el dies a quo para su cómputo, dado que no

reciben notificación alguna; por lo que resulta más conveniente entender, con DÍAZ

MARTÍNEZ, que podrán personarse en cualquier momento hasta la fase de audiencia,

transcurrida la cual sólo les quedaría el derecho de acudir a la vía civil ordinaria142

.

139

Vid. SAP Jaén, Sección 1ª, de 28 de noviembre de 2002. 140

GARCIANDÍA GONZÁLEZ, P.M., «Tratamiento procesal…», cit., pág. 29. 141

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 319. 142

DÍAZ MARTÍNEZ, M., «El régimen especial…», cit., pág. 7 (consulta online).

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B) Pasiva.

El art. 61.3 LORPM establece que «cuando el responsable de los hechos

cometidos sea un menor de dieciocho años, responderán solidariamente con él de los

daños y perjuicios causados sus padres, tutores, acogedores y guardadores legales o de

hecho, por este orden».

De conformidad con ello, el primer legitimado pasivamente es el menor

responsable del hecho delictivo. No existe en la Ley ninguna solución prevista para los

supuestos en que varios menores hayan participado en los hechos delictivos de los que

se derivan los daños, laguna legal que ha de colmarse acudiendo supletoriamente a lo

dispuesto en el art. 116.2 CP, que establece la regla de la solidaridad para los distintos

autores entre sí143

.

Junto a la del menor, concurre la responsabilidad civil de los implicados en su

guarda y custodia ―padres, tutores, acogedores y guardadores―; con la novedad, como

dijimos, de establecerse una responsabilidad objetiva, ampliando así el tipo de

responsabilidad ex delicto del CP, basada en la culpa o negligencia de aquéllos.

Aunque el menor imputado es el principal responsable, eso no excluye o exonera

a los responsables solidarios, y ello ni aun cuando acrediten haber actuado con la

máxima diligencia. Únicamente podrá el Juez de Menores moderar esa responsabilidad

en casos de que no hayan favorecido la conducta infractora del menor con dolo o

negligencia grave.

Como ha puesto de manifiesto la jurisprudencia menor, la intención del

legislador al establecer este sistema de responsabilidad civil de mayor que el previsto en

el CC responde a una doble finalidad: de un lado, amparar mejor los derechos de las

víctimas al libelarles de tener que probar la culpa del responsable civil, protegiéndolas

también frente a la común insolvencia del menor infractos, asegurándoles así, mediante

un sistema objetivo, sin fisuras ni excusas, la indemnización de los daños sufridos por

tales víctimas; y, de otro, conseguir una mayor implicación de los padres en el proceso

de socialización de los menores, imponiéndoles las consecuencias civiles de las

143

Ibid., pág. 8.

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infracciones que éstos cometan por la transgresión del conjunto de deberes que tienen

sobre ellos144

.

En cuanto al alcance que debe darse a la expresión «por este orden», que

acompaña a la relación de personas que responden solidariamente con el menor, la

interpretación que se ha visto avalada por la mayor parte de las resoluciones de nuestras

Audiencias Provinciales145

, es la tesis de la gestión efectiva del proceso educativo. Esta

consiste en interpretar el orden establecido por el legislador de forma flexible, con

criterio lógico y no excluyente, debiendo responder los obligados solidarios que en el

momento de producirse los hechos se hallaban gestionando efectivamente el proceso

educativo del menor, y ello con independencia de que existan sujetos que preceden en el

orden literal contenido en la norma146

.

Para los menores emancipados, entiende DÁVILA GONZÁLEZ que no ha de

aplicarse el art. 61.3 LORPM, y no debe haber nadie que responda solidariamente, ya

que la emancipación supone la extinción de la patria potestad y no puede hablarse de

acogimiento ni de guarda de un menor emancipado. Eso sí, para que sea efectiva de cara

a la liberación de responsabilidad de los padres, la emancipación debe ser inscrita en el

Registro Civil, ya que de lo contrario no producirá efectos contra terceros (art. 318 CC),

debiendo ser considerados como tales los perjudicados147

.

Por otro lado, el art. 61.3 LORPM no incluye a los titulares de centros escolares

en la enumeración de los sujetos responsables solidarios, lo que llevaría a la no

inclusión de éstos en su ámbito de aplicación. Sin embargo, existen sentencias que

admiten la condena solidaria de los padres y del centro docente considerándoles

guardadores de hecho148

, mientras otras señalan la posibilidad de exigir a los centros

144

SAP Badajoz, Sección 3ª, de 25 de enero de 2005 (FJ 3º); con referencia a otras de Cantabria de 23 de

diciembre de 2003, Jaén de 10 de enero de 2003 y de 28 de noviembre de 2002, y Burgos de 12 de abril y de 30

de diciembre de 2002. 145

SSAP Valladolid, Sección 2ª, de 22 de noviembre de 2002; Jaén, Sección 1ª, de 18 de enero de 2005; La

Rioja, Sección 1ª, de 3 de octubre de 2005; y Cuenca, Sección 1ª, de 2 de noviembre de 2005. 146

GARCIANDÍA GONZÁLEZ, P.M., «Tratamiento procesal…», cit., pág. 32. 147

DÁVILA GONZÁLEZ, J., «La responsabilidad civil…», cit., pág. 6 (consulta online). En el mismo sentido,

VAQUER ALOY, A., «La responsabilidad civil», en GÓMEZ COLOMER, J.L. (Coord.), Justicia penal de

menores y jóvenes: (análisis sustantivo y procesal de la nueva regulación), 1ª edición, Valencia, Tirant lo

Blanch, 2002, pág. 139. 148

Así, la SAP Cantabria, Sección 4ª, de 23 de diciembre de 2003, entiende que «el centro de enseñanza se va a

equiparar a guardador de hecho (entendiendo por tal, en sentido amplio, aquella persona que, por propia

iniciativa o por acuerdo con los padres o tutores, ejercita funciones de guarda, de forma continuada e

independiente), ya que asumen por delegación las funciones de vigilancia y guarda de los menores desde su

entrada en el centro hasta la salida del mismo, durante la jornada lectiva de forma regular durante todo el año

escolar (sin olvidar, lógicamente, el relevante papel que desempeña en la formación y educación del menor)»

(FJ 5º).

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docentes, públicos y privados, al amparo de los arts. 120 y 121 CP, responsabilidad civil

subsidiaria por los actos ilícitos cometidos por los alumnos menores de edad149

.

Están también pasivamente legitimados las aseguradoras que hubiesen asumido

el riesgo de las responsabilidades pecuniarias derivadas de los actos de los menores, en

tanto que responsables civiles directos hasta el límite de la indemnización legalmente

establecida o convencionalmente pactada (art. 63 LORPM).

Por último, el art. 61.4 LORPM establece, como sabemos, la aplicación, en su

caso, del art. 145 LRJAP-PAC. Como ya adelantamos, consideramos que

Administración que ejerza la guarda del menor infractor tiene legitimación pasiva como

responsable civil directa y solidaria (art. 61.3 LORPM)150

, y el art. 145 LRJAP-PAC

sólo será de aplicación cuando la fuente de la obligación no fuera el acto ilícito penal151

.

2.3.3. Postulación.

El art. 64.11ª LORPM, en su redacción original, eximía del presupuesto de la

postulación procesal de los actores, permitiéndose que el responsable civil directo

pudiera reclamar un abogado de oficio, así como la posibilidad de que los representantes

legales del menor ―debiendo entender por tales las personas enumeradas en el art. 61.3

LORPM― fuesen defendidos por el letrado designado al menor en el procedimiento

principal, si así se aceptaba por aquél.

Tras la reforma de 2006 nada se dice en el art. 64 LORPM sobre la capacidad de

postulación, si bien su art. 4 se remite a la LECrim, al tiempo que recuerda el derecho

del perjudicado de solicitar el beneficio de la justicia gratuita si carece de medios

económicos e instar el nombramiento de Abogado de oficio. En todo caso, al ser materia

civil, deben regir supletoriamente las reglas comunes sobre postulación de la LEC152

.

De acuerdo con ellas, la capacidad de postulación será facultativa si la cuantía de la

pretensión es inferior a los 2.000 euros y obligatoria si fuera igual o superior a dicha

cantidad (arts. 23.2.1ª y 31.2.1ª LEC).

No obstante, frente a la obligatoria defensa por letrado, la Circular FGE 1/2007

entiende que no será necesario actuar a través de Procurador, ya que, si en el proceso de

149

SAP Álava, Sección 1ª, de 27 de mayo de 2005. 150

A diferencia del régimen del art. 121 CP, que establece la responsabilidad subsidiaria de la Administración. 151

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 202. 152

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 207.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 42

menores ni el menor infractor ni la acusación particular lo necesitan, «con más razón

habrá de exonerar de tal requisito a quien exclusivamente actúe como actor civil o como

responsable civil» (apartado VIII.3).

2.3.4. Procedimiento.

Como ya hemos señalado, la reforma operada por la LO 8/2006 fue radical en

cuanto al tratamiento procesal de la pretensión civil en el proceso penal de menores,

suprimiendo el proceso civil sumario inicialmente previsto y sustituyéndose por unas

pocas especialidades similares a lo dispuesto en la ley procesal penal de adultos con

relación a esta materia. Por ello, pasaremos brevemente por las características del

procedimiento originario para, a continuación, centrarnos en el proceso actualmente

vigente.

A) El procedimiento instaurado por la LORPM.

Iniciación.- Notificado el Decreto de incoación del expediente del Ministerio

Fiscal al Juez de Menores, éste abre la pieza separada de responsabilidad civil, y

notifica al perjudicado su derecho a ser parte en la misma (arts. 16.4 y 64.1ª LORPM).

Asimismo, el Juez de Menores notifica al menor y a sus representantes legales, en su

caso, su condición de posibles responsables civiles (art. 64.3ª LORPM).

Una vez personadas las partes, el Juez de Menores mediante auto acuerda el

inicio del procedimiento, señalando quiénes son actores y quiénes son demandados, y

concede a los primeros un plazo de diez días para que presenten un escrito en el que

hagan constar sus alegaciones y las pruebas de que intenten valerse (art. 64.4ª LORPM).

Por otro lado, consecuente con el principio de unidad de expediente (art. 20.1

LORPM), dispone el art. 61.2 LORPM que por cada uno de los hechos imputados se

tramitará una pieza separada de responsabilidad civil; lo que debe entenderse con

independencia tanto del número de perjudicados como de partícipes en la infracción

penal. En cambio, en todos aquellos casos en que existan varios hechos delictivos

conexos, según propone la Fiscalía, deberá abrirse una sola pieza comprensiva de la

responsabilidad civil derivada de todos ellos153

.

153

Circular FGE 1/2000, de 18 de diciembre (apartado XII.1).

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Alegaciones.- Dispone el art. 64.4ª LORPM que en el escrito de las partes

demandantes harán constar sus pretensiones así como la prueba que consideren

necesaria, incluida la confesión en juicio y la de testigos. Aunque no se dice

expresamente, se ha considerado que se trata de un escrito de demanda, por lo que

deberá respetar los requisitos establecidos en el art. 399 LEC154

.

A continuación, el Juez de Menores da traslado del escrito a los demandados,

para que contesten y puedan a su vez proponer la prueba que estimen oportuna (64.5ª

LORPM), debiendo seguir los requisitos establecidos al efecto en el art. 405 LEC.

La LORPM no prevé expresamente la posibilidad de que el demandado deje

precluir el plazo sin contestar a la demanda, debiendo estar a lo dispuesto en el art. 414

LEC.

Vista oral.- Con ambos escritos en poder del Juez, éste convoca a las partes a

una vista oral en la que, por su orden, deberán realizar las alegaciones correspondientes

y se practicará la prueba admitida, sin que pueda rechazarse la prueba de confesión ni la

testifical por el hecho de haberse ya practicado en el expediente principal (art. 64.6ª

LORPM). En este sentido, los medios de prueba de que podrán valerse las partes

deberán ser los previstos en el art. 299 LEC, por lo que la denominada «confesión en

juicio» en la LORPM se refiere al «interrogatorio de las partes». La naturaleza civil de

esta causa justifica igualmente el empleo de los criterios recogidos en la LEC para la

valoración de la prueba.

Además, puede unirse a los autos testimonio de lo actuado en el expediente

principal que el Juez considere relevante para su decisión (art. 64.7ª LORPM).

Sentencia, recurso y ejecución.- Establece el art. 64.8ª LORPM que la sentencia

que resuelva la pieza separada de responsabilidad civil se dictará una vez terminado

mediante resolución definitiva el procedimiento de menores. De lo anterior deriva que

el Juez de Menores debe resolver sobre la responsabilidad civil pese a que no llegue a

154

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 329. Para CUESTA MERINO, el

carácter «poco formalista» y la posibilidad de intervención del perjudicado sin asistencia técnica permiten

concluir que la demanda puede presentarse de forma «sucinta», tal como se recoge en el art. 437 LEC para el

Juicio Verbal, y que posteriormente sea completada al comienzo de la vista mediante la exposición por

demandantes y demandados de «sus pretensiones y sus alegaciones sobre todo aquello que consideren relevante

al objeto del proceso» (art. 64.6ª LORPM); «La responsabilidad civil en el nuevo proceso penal de menores»,

en GÓMEZ COLOMER, J.L. (Coord.), Justicia penal de menores y jóvenes: (análisis sustantivo y procesal de

la nueva regulación), 1ª edición, Valencia, Tirant lo Blanch, 2002, pág. 337.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 44

fallar sobre la responsabilidad criminal del menor155

y que, aunque hasta el momento de

la vista oral la tramitación de la pieza principal y la de responsabilidad civil hayan

coincidido en el tiempo, la decisión que deba recaer en ésta deberá suspenderse hasta

que exista resolución definitiva en aquélla, dada la naturaleza prejudicial de la misma.

La sentencia declarará la responsabilidad o absolverá a los demandados,

debiendo en el primer caso establecer las bases en que se fundamenta la cuantía de los

daños e indemnizaciones, pudiendo fijarse en la propia resolución o en el momento de

su ejecución (art. 115 CP, por remisión del art. 64.8ª LORPM).

La sentencia podrá ser objeto de recurso de apelación ante la Audiencia

Provincial156

, sustanciándose por los trámites de la LEC que por la cuantía corresponda.

Una vez firme, podrá ser ejecutada de acuerdo con las normas del CP y de la LEC (art.

64.9ª).

Quizá uno de los aspectos que más críticas ha suscitado es el no reconocimiento

a la sentencia civil de fuerza de cosa juzgada (art. 64.10ª LORPM), pudiendo las partes

promover juicio ordinario sobre la misma cuestión. La única limitación radica en que en

el posterior declarativo «se consideran hechos probados los hechos que el Juez de

Menores haya estimado acreditados, así como la participación del menor»; siendo el

único efecto de esta sentencia, por tanto, el prejudicial157

.

Este precepto plantea numerosos interrogantes. En primer lugar, el proceso

declarativo posterior podrá plantearse tanto en caso de sentencia condenatoria como

absolutoria. La sentencia condenatoria, una vez firme, podrá ejecutarse, con lo que cabe

la posibilidad de que mientras se ejecuta ésta se plantee un procedimiento que enjuicie

los mismos hechos ya debatidos. El Juez ordinario, claro está, deberá tener en cuenta el

fallo de la sentencia dictada por el Juez de Menores, a fin de evitar el enriquecimiento

injusto de la víctima. En caso de sentencia absolutoria, la responsabilidad civil sólo

podrá fundamentarse en los arts. 1902 y siguientes CC, pues ya no se tratará de

responsabilidad civil ex delicto158

.

155

Por ejemplo, porque el Ministerio Fiscal desistiera de la incoación del expediente cuando se tratase de

delitos menos graves o faltas, «sin perjuicio de la tramitación de la correspondiente pieza de responsabilidad

civil» (art. 18.1 in fine LORPM, en su redacción original). Vid. VAQUER ALOY, A., «La responsabilidad

civil», cit., pág. 148. 156

Cabe recordar que, aunque el art. 64.9ª LORPM hiciese referencia a las Salas de Menores de los TSJ, fueron

sustituidas por las Audiencias Provinciales por la LO 9/2000. 157

DÍAZ MARTÍNEZ, M., «El régimen especial…», cit., pág. 17 (consulta online). 158

VAQUER ALOY, A., «La responsabilidad civil», cit., pág. 150.

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Juan de la Cruz OCÓN GARCÍA Página 45

En segundo lugar, no se establece ningún plazo de prescripción, por lo que

parece que debe someterse al general de quince años, tal y como lo ha venido

considerando la jurisprudencia para la responsabilidad civil derivada de delito.

Finalmente, resulta también dudoso el alcance de la expresión «hechos

probados», pues la duplicidad de procedimientos puede llevar a la existencia de una

relación de hechos probados en la sentencia recaída en la causa principal y otra en la

sentencia civil de la pieza separada; lo que ha llevado a la doctrina a considerar

diversidad de tesis159

.

A modo de resumen, puede concluirse que la LORPM creó un singular

mecanismo procesal, calificado «de pieza separada», mediante el cual el proceso civil,

pese a desarrollarse ante el mismo Juez de Menores que conocía de la pretensión penal,

se tramitaba en procedimiento aparte del denominado «expediente principal» y se

resolvía en una sentencia civil, la cual no producía efectos de cosa juzgada160

.

La falta de efectividad de la sentencia, y la antieconomicidad procesal que

suponía, conllevó que tanto Jueces como Fiscales161

solicitasen la derogación de esta

regulación, proponiendo, de lege ferenda, el enjuiciamiento conjunto de las pretensiones

penales y civiles en un único procedimiento, que se acomodase a las reglas generales

que rigen el proceso principal y que finalice con sentencia que produzca plenos efectos

de cosa juzgada material.

B) Tratamiento procesal de la responsabilidad civil tras la LO 8/2006.

La Ley Orgánica 8/2006, de 4 de diciembre, reforma radicalmente los cauces

procedimentales para exigir la responsabilidad civil en el proceso de menores. Mediante

la modificación del art. 64 LORPM, que pasa de contener once reglas a cinco, ―amén

159

Así, el criterio de la Circular FGE 1/2000 es que «esos hechos acreditados, a que se refiere el artículo

64.10ª, lo son los de la sentencia penal del Juez de Menores y no los de la civil, habida cuenta de que esta no

goza de fuerza de cosa juzgada y del principio de verdad formal y no material que impera en la jurisdicción

civil». Para DÍAZ MARTINEZ, en cambio, los hechos acreditados deben ser los de la sentencia civil, debido al

distinto contenido de las sentencias penal y civil, ya que la primera tiene por objeto la valoración de la

conducta penal del menor, mientras que el objeto de la segunda es determinar si el hecho delictivo ha

producido daños en el patrimonio del perjudicado; «El régimen especial…», cit., pág. 17 (consulta online). Por

último, otros autores defienden una tesis amplia que aboga por entender que «hecho probado» son todos los

hechos, tanto los acreditados en la sentencia penal como en la civil; así VAQUER ALOY, A., «La

responsabilidad civil», cit., pág. 151 y CUESTA MERINO, J.L., «La responsabilidad civil…», cit., pág. 343. 160

GARCIANDÍA GONZÁLEZ, P.M., «Tratamiento procesal…», cit., pág. 34. 161

Jornadas sobre la responsabilidad penal de los menores de Jueces y Fiscales de Menores, celebradas,

respectivamente, en Madrid y Lanzarote en el año 2001. Vid. DÍAZ MARTÍNEZ, M., «El régimen especial…»,

cit., pág. 18 (consulta online).

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de otras modificaciones a lo largo del articulado― se establece un régimen en el que, a

similitud de lo que sucede en el proceso penal de adultos, se produce la tramitación

conjunta de las acciones civiles y penales y su resolución simultánea en una única

sentencia. Se trata en este apartado de exponer las características de este nuevo régimen,

por lo que obviaremos lo que se ha mantenido intacto.

Fase previa: personación de los perjudicados.- Al igual que en el régimen

anterior, incoado el expediente por el Ministerio Fiscal, el Juez de Menores ordena abrir

la pieza separada de responsabilidad civil (art. 64.1ª LORPM); con la diferencia de que,

ahora, se debe tramitar de forma simultánea con el proceso principal (art. 64.2ª

LORPM).

Tras la reforma, si el Fiscal desiste de la incoación del expediente penal con base

en lo dispuesto en el art. 18 LORPM, o si el Juez de Menores acuerda el sobreseimiento

por conciliación o reparación entre el menor y la víctima (art. 19 LORPM), el

perjudicado no podrá tramitar separadamente la pieza de responsabilidad civil ante el

Juzgado de Menores, sino que deberá presentar demanda ante el Juez civil

competente162

.

El Secretario Judicial debe notificar a quienes aparezcan como perjudicados su

derecho a ser parte en la pieza de responsabilidad civil, estableciendo el plazo límite

para el ejercicio de la acción. De la lectura combinada de esta regla con el art. 61.1

LORPM se infiere que ese plazo será de un mes desde la apertura de la pieza, no

quedando claro si es posible o no modificarlo163

. El transcurso del plazo señalado para

la personación es «preclusivo» y su incumplimiento provoca la imposibilidad de que el

perjudicado comparezca en la pieza, debiendo hacerlo en su lugar el Ministerio Fiscal,

de oficio164

.

162

Insiste la Circular FGE 1/2007, de 26 de noviembre, en que se tenga un especial cuidado en notificar la

resolución recaída al perjudicado y se le advierta de la posibilidad de promover el ejercicio de acciones en vía

civil. La preocupación del legislador por el perjudicado se refleja en la exigencia de notificación de la no

incoación del expediente en dos preceptos distintos, puesto que así lo dispone tanto el art. 18.2 como el art. 4

LORPM. 163

La Circular FGE 1/2000 entiende que es posible señalar un plazo de duración superior a un mes, pero nunca

inferior, en virtud del principio pro actione. Igualmente, la Circular FGE 1/2007 sostiene el incremento de esta

flexibilización, de tal modo que es posible hacer coincidir la finalización del plazo de personación con el

momento inmediatamente anterior a la formulación de los escritos de alegaciones (apartado VIII.6). Vid.

GARCIANDÍA GONZÁLEZ, P.M., «Tratamiento procesal…», cit., pág. 37. 164

SAP Córdoba, Sección 2ª, de 21 de febrero de 2005.

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Personados en la pieza de responsabilidad civil los perjudicados y, en su caso,

las compañías aseguradoras, se les facilitarán los datos para la reclamación civil165

.

Aunque la Ley sólo contempla la personación mediante escrito (art. 64.2ª LORPM),

nada impide que el perjudicado comparezca en persona o mediante Procurador con

poder bastante ante el Juez de Menores y solicite su personación en calidad de parte

activamente legitimada166

; debiendo indicar las personas responsables del daño o

perjuicio contra la que se pretende dirigir la demanda.

Por último, paralelamente al ofrecimiento de acciones a los perjudicados, el

Secretario debe notificar al menor y a sus representantes legales su condición de

posibles responsables civiles (art. 64.3ª LORPM).

Resolución sobre la condición de parte.- A la vista de lo manifestado en la

personación por los perjudicados y responsables civiles, el Juez de Menores «resolverá

sobre su condición de partes, continuándose el procedimiento por las reglas generales»

(art. 64.4ª LORPM). Dicha resolución, al afectar al derecho de acceso a la jurisdicción

como una de las vertientes del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva (art. 24

CE), ha de ser motivada y, por tanto, revestir la forma de Auto167

.

Este Auto puede acordar el archivo de la pieza de responsabilidad civil en los

casos de renuncia o reserva de la acción, o disponer la condición de partes civiles de los

perjudicados y responsables civiles. No establece la Ley plazo alguno para dictar esta

resolución, entendiendo la Circular FGE 1/2000 que «a la vista de que la propia esencia

de la actividad instructora implica que puedan aparecer nuevos perjudicados y nuevos

responsable civiles mientras se están practicando diligencias, podrá deferirse tal

decisión a la propia fase intermedia, con la instrucción ya concluida» (apartado VIII.8).

Alegaciones y juicio oral.- Una vez comparecidas las partes civiles en el proceso

penal y admitida su personación por el Juez de Menores, dispone el art. 64.4ª LORPM

que el procedimiento continúa por las reglas generales.

Las partes pueden hacer valer sus derechos en el proceso de forma cumulativa

con la pretensión penal, como en el caso del acusador particular y del menor imputado;

o solamente respecto de la pretensión civil, para el resto de personas legitimadas

pasivamente.

165

GARCIANDÍA GONZÁLEZ, P.M., «Tratamiento procesal…», cit., pág. 37. 166

MORENILLA ALLARD, P., El proceso penal del menor…, cit., pág. 207. 167

Ibid., pág. 208.

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La Ley no explica cuál ha de ser el papel de las partes civiles en la fase de

instrucción, no obstante parece claro que, en tanto partes principales, tienen las mismas

posibilidades de intervención que se prevén para las partes del proceso penal168

.

Abierto el trámite de audiencia por el Juez de Menores, la pretensión civil se

introduce en el denominado escrito de alegaciones (arts. 30 y 31 LORPM), para lo que

se concederá un plazo común de cinco días hábiles, al igual que a las partes encargadas

de incluir la resistencia. Contrariamente a lo previsto en la LEC, las partes han de

proponer las pruebas que consideren pertinentes en sus escritos de alegaciones (art. 31

LORPM), las cuales no son otras que las previstas en el art. 299 y siguientes LEC. No

obstante, se establecen límites a la admisión y práctica de los medios de prueba con base

en la protección de la intimidad del menor, permitiéndose solamente el conocimiento de

aquellos documentos «que tengan una conexión directa con la acción ejercitada» (art.

64.5ª LORPM).

En cuanto al desarrollo de la audiencia, se dispone que deben comparecer las

personas a quienes se exige responsabilidad civil, pero su inasistencia injustificada no

constituye por sí misma causa de suspensión (art. 35.1 in fine LORPM).

Por lo que se refiere a la conformidad, continuará el juicio adelante sólo respecto

de la cuestión civil si el acuerdo no alcanza a ésta o no es aceptado por el actor civil o el

tercero civil responsable (arts. 32 y 36.4 LORPM).

Sentencia, recursos y ejecución.- Finalizada la audiencia, el Juez de Menores ha

de dictar sentencia única para los dos tipos de pretensiones, resolviendo sobre la

responsabilidad civil derivada de delito o falta, con el contenido indicado en el art. 115

CP; esto es, estableciendo razonadamente lo que corresponda en relación con la

restitución, reparación o cuantía de la indemnización solicitada por los perjudicados

(arts. 38 y 39.1 LORPM).

La sentencia podrá ser impugnada ante la Audiencia Provincial a través del

recurso de apelación, produciendo efectos de cosa juzgada material una vez devenga

firme, a diferencia de lo que ocurría en el régimen anterior.

El nuevo contenido del art. 64 LORPM suprime la remisión que se hacía a la

LEC en materia de ejecución en su regla 9ª, por lo que suscita la duda de si, una vez que

168

Dispone el art. 4 LORPM que aquéllos que se personen en el proceso «podrán desde entonces tomar

conocimiento de lo actuado e instar la práctica de diligencias y cuanto a su derecho convenga»; vid.

GARCIANDÍA GONZÁLEZ, P.M., «Tratamiento procesal…», cit., pág. 38.

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la sentencia es firme, corresponde al Juez de Menores proveer, de oficio, lo necesario

para la ejecución del fallo, o si, por el contrario, en aplicación de lo dispuesto en la LEC

la ejecución debe tramitarse a petición de los intervinientes en la pieza separada de

responsabilidad civil. La Circular FGE 1/2007 entiende que decae la necesidad de

petición de parte para iniciar la ejecución, debiendo llevarse a cabo de oficio por el

Juzgado, por ser esta opción la más favorable para la víctima (apartado VIII.14).

En fin, el art. 40.1 in fine LORPM prevé que la posibilidad de que se suspenda la

ejecución del fallo de la sentencia no afecta al pronunciamiento sobre la responsabilidad

civil ex delicto.

Hemos de concluir valorando positivamente las modificaciones introducidas en

el régimen de responsabilidad civil por la reforma de 2006, con las que se establece un

sistema de acumulación de la acción penal con la civil que, sin duda, es más beneficioso

para la víctima que el farragoso, defectuoso e incongruente procedimiento previsto

inicialmente. No obstante, la Circular de la FGE 1/2007 señala como esta nueva opción

«aporta sin duda un plus de complejidad a la tramitación del expediente principal […].

Además, la adición de la pretensión civil a la tramitación de la pretensión sancionadora-

educativa implica sin duda un riesgo de generar dilaciones procesales».

2.4. Breve referencia al enjuiciamiento de delitos cometidos por mayores y

menores conjuntamente.

La regla general para el enjuiciamiento de un hecho delictivo atribuible a una

pluralidad de partícipes, tanto en el ámbito general (arts. 300 y 17.1º LECrim) como en

el de menores (art. 20.1 LORPM), es su acumulación en un solo proceso. Pero, en el

ámbito de la justicia de menores, podrían surgir problemas cuando los hechos delictivos

fueran imputables a mayores y menores delincuentes en régimen de coautoría169

.

Por ello, la LORPM establece en este sentido una excepción a la acumulación

subjetiva al prescribir el enjuiciamiento por separado y por sus respectivos órganos

jurisdiccionales, de mayores y menores170

. Y es que el art. 16.5 LORPM establece que

«el Juez de Instrucción competente para el conocimiento de la causa, tan pronto como

169

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 146. 170

«En concreto, por el art. 16.5 LORPM que se menciona, pues de su tenor literal necesariamente resultaba en

este caso un conocimiento de los hechos de apariencia criminal ante jurisdicciones separadas, al atribuirse

inicialmente la participación en los mismos a una pluralidad de individuos de los que algunos eran mayores y

otros menores de edad al tiempo de su producción»; STS de 29 de enero de 2013 (FJ 4º).

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compruebe la edad de los imputados, adoptará las medidas necesarias para asegurar el

éxito de la actividad investigadora respecto de los mayores de edad y ordenará remitir

testimonio de los particulares precisos al Ministerio Fiscal». Esta previsión cubre en el

momento de aprobarse la Ley un destacable vacío normativo, puesto que ni la LO

4/1992 ni su antecedente, la LTTM de 1948, contenían en sus disposiciones ninguna

previsión para los delitos o faltas cometidos conjuntamente por menores y mayores;

aunque su regulación resulta, cuanto menos, insuficiente171

.

La cuestión a dilucidar es qué efectos puede producir esta excepción de las

reglas relativas a la acumulación por conexión subjetiva, teniendo presente que se trata

de un enjuiciamiento de un mismo hecho con apariencia delictiva por dos órganos

jurisdiccionales que actúan a través de cauces procedimentales diferentes, pudiendo

llegarse no sólo a sentencias diferentes, sino incluso contradictorias172

. Y es que, en la

práctica, siempre concluye primero el procedimiento de menores, lo que determina que

la condena o absolución afecte directamente al procedimiento ordinario173

, lo que

plantea diversas cuestiones174

.

Se ha planteado la posible vulneración del principio de igualdad en aplicación de

la Ley en aquellos casos en que, recaída sentencia en el proceso de menores con un

resultado, la resolución del proceso penal de adultos llega sin embargo a uno diferente.

La jurisprudencia ha entendido que sólo resulta alegable esta vulneración en aquellos

supuestos en que unos mismos hechos son enjuiciados para imputados distintos en

diferentes procesos por un mismo órgano jurisdiccional, pues los principios de

independencia judicial y libre valoración de la prueba justifican de modo suficiente, en

principio, que dos órganos jurisdiccionales pudieran llegar a conclusiones distintas en

171

SALA DONADO, C., Proceso penal de menores: especialidades derivadas del interés de los menores y

opciones de política criminal, Tesis dirigida por Teresa Armenta Deu, Universidad de Girona, Departamento

de Derecho Público, 2002, pág. 196 (disponible en:

http://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/7683/tcsd.pdf?sequence=1; fecha de consulta: 27.V.2014). 172

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 147. 173

CORCOY BIDASOLO, M., «Responsabilidad penal de los menores. En particular, disfunciones en

supuestos de participación delictiva conjuntamente con adultos», en AA.VV., Derecho penal y psicología del

menor, 1ª edición, Granada, Comares, 2007, pág. 279. 174

La Memoria del año 2012 de la FGE advertía de que «En las tres últimas Memorias de la FGE se viene

plasmando la preocupación y los problemas que suscita, con carácter general, la instrucción y posterior

enjuiciamiento por separado de aquellos asuntos en los que resultan imputados por los mismos hechos mayores

y menores de edad. En tales casos se produce una auténtica instrucción paralela de las causas, ya que por un

lado se lleva a cabo la tarea instructora por la Sección de Menores en el expediente de reforma incoado,

mientras que tal investigación, en lo que atañe a los adultos, se lleva a cabo por el Juzgado de Instrucción que

corresponda. La fase de enjuiciamiento posterior y las correspondientes vistas tienen idéntico carácter paralelo,

ante el Juzgado de Menores, de una parte, y ante el Juzgado de lo Penal, Audiencia Provincial o Tribunal del

Jurado, por lo que hace a los adultos».

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distintos procesos, sobre personas distintas, aunque se trate de unos mismos hechos175

.

Además, se debe tener en cuenta que, en la delimitación del objeto procesal, cuando hay

una pluralidad de partes pasivas se entiende que procesalmente no existe ningún vínculo

entre ellos ni deben correr idéntica suerte, por cuanto las acciones enjuiciadas son

distintas para cada imputado176

.

Ahora bien, el respeto al principio de seguridad jurídica parece exigir que otros

órganos jurisdiccionales que conozcan del mismo asunto asuman como ciertos los

hechos declarados como tales en la primera resolución, sin embargo ello no puede

suceder, puesto que en el orden penal no hay aspecto positivo en la cosa juzgada

material penal177

. No obstante, si en aplicación de la libre valoración de la prueba el

tribunal que conoce con posterioridad llega a conclusiones diferentes, deberá incorporar

a su decisión un «plus» de motivación que justifique adecuadamente las razones que

marcan la diferencia178

. Sin embargo, sí se vulneraría el principio de seguridad jurídica

cuando la contradicción existente entre las resoluciones del proceso de menores y de

adultos afectase a la existencia o inexistencia del hecho delictivo179

.

A decir del propio Tribunal Supremo, en sentencia ya citada de 29 de enero de

2013, recaída en el mediático caso de la joven sevillana Marta del Castillo, «quizá el

mayor de los inconvenientes que deriva de esta situación es la duplicidad de actuaciones

y diligencias de prueba, que provoca como efecto colateral la repetición de testimonios,

con pérdida general de calidad de las pruebas que, sometidas al principio de

inmediación, hayan de reiterarse ante una y otra jurisdicción y que, en el caso de las

víctimas, incrementa además la victimización secundaria». Considera, de lege ferenda,

que no sería inconveniente «una solución legislativa que resuelva disyuntivas procesales

como la presente, compatibilizando un enjuiciamiento conjunto en sede de adultos en el

175

STS de 3 de noviembre de 1993. 176

SANZ HERMIDA, A.M., El nuevo proceso penal del menor, cit., pág. 147. 177

Por todas, STS de 21 de septiembre de 1999: «cada proceso tiene su propia prueba, y lo resuelto en uno no

puede vincular en otro proceso penal diferente, porque en materia penal no hay eficacia positiva de la cosa

juzgada material, sólo eficacia negativa en cuanto que una sentencia firme anterior impide volver a juzgar a una

persona por el mismo hecho». 178

STS de 29 de enero de 2013. 179

«Es claro que unos mismos hechos no pueden existir ni dejar de existir para los órganos del Estado, pues a

ello se oponen no sólo los principios elementales de la lógica jurídica y extrajurídica, sino el principio de

seguridad jurídica constitucionalizado en el artículo 9.3», STC 77/1983, de 3 de octubre, FJ 4º (BOE nº 266, de

7 de noviembre de 1983).

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que también se vele por los fines tuitivos y por las demás garantías que al menor

reconoce la LORPM»180

.

Pese a que desde todos los estamentos parecían estar de acuerdo en la necesaria

implantación de un nuevo sistema que permitiese la instrucción y el enjuiciamiento

conjunto de aquellos hechos delictivos en que concurran como coimputados mayores y

menores de edad, al menos en los delitos de máxima gravedad; lo cierto es que ni la

reforma de la LORPM anunciada para el verano de 2012 se produjo, ni el borrador del

nuevo Código Procesal Penal que vio la luz el pasado año incluye previsión alguna en

este sentido.

180

En esta misma línea, el Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, el 25 de enero de 2012, en

comparecencia ante la Comisión de Justicia del Congreso: «Señorías, en su preocupación y en la de los

ciudadanos que ustedes representan está en estos momentos el incremento de la delincuencia cometida por

menores. Creo que hay una sensación de que la Ley Orgánica de responsabilidad penal del menor no da

respuesta suficiente a muchos problemas que se plantean en nuestra sociedad. Tenemos que diseñar una nueva

regulación que además de las instituciones de protección y tutela jurídica del menor y discapacitados consiga

adecuarlo con el derecho de familia a las nuevas realidades sociales favoreciendo la mediación y la

corresponsabilidad de los padres. Conforme a otras normativas ya existentes en derecho comparado, les

anuncio que para evitar casos que han posibilitado el doble enjuiciamiento cuando en un mismo delito grave

concurre la participación de mayores y menores de edad pretendemos con la reforma unificar la investigación

de hechos delictivos y proceder a un enjuiciamiento conjunto. Esto se hará sin merma alguna de los derechos

del menor ya que se le aplicará a este siempre su normativa especial (Diario de Sesiones del Congreso de los

Diputados nº 25, de 25 de enero de 2012, pág. 12). En igual sentido se expresa la FGE en la citada Memoria del

año 2012: «La solución ideal sería preconizar la sustanciación conjunta de los procesos, al modo y manera de

otros ordenamientos (vgr. Chile), en cuanto a su instrucción y enjuiciamiento, lo que permite que para mayores

y menores se llegue a conclusiones homogéneas respecto a la prueba y calificación jurídica de los hechos, con

independencia de que para el menor o los menores se apliquen las normas, beneficios y medidas de la

legislación de responsabilidad penal del menor».

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CONCLUSIONES

PRIMERA.- Históricamente, las singularidades derivadas de la minoría de edad

se han tenido en cuenta por los diversos ordenamientos jurídicos; tratando, en

consecuencia, a los menores infractores de forma distinta que a los adultos. No obstante,

en una primera época impera el modelo punitivo, que considera a los niños como

adultos en miniatura y en el que su especialidad sólo encuentra reflejo en una posible

atenuación de las penas tras la aplicación del criterio del discernimiento.

Desde finales del siglo XIX, la transformación de la estructura social a

consecuencia de la revolución industrial, lleva a instaurar un modelo tutelar de justicia

juvenil, que considera al menor como una víctima a la que había que proteger. Su

principal objetivo es sustituir el régimen penal propio de adultos por un Derecho penal

específico para los menores, basado en un sistema de principios y normas especiales y

en un criterio puramente antropológico.

SEGUNDA.- El cambio de rumbo llega con el reconocimiento por la comunidad

internacional de una categoría de derechos con vocación de universalidad, inherentes a

la condición humana; a partir del cual los menores dejan de ser víctimas necesitadas de

protección y pasan a ser considerados sujetos tutelares de derechos. En el seno de

Naciones Unidas se inicia una política tendente a la consagración de unas líneas

directrices a seguir en materia de justicia juvenil, cuyo paradigma es la Convención de

Derechos del Niño de 1989, y que pivota sobre la primacía del superior valor del interés

del menor.

La llegada de la Constitución en 1978 y la ratificación de esos instrumentos

internacionales por España supone la crónica de una declaración de inconstitucionalidad

anunciada del sistema tutelar aún vigente. Así, la STC 36/1991, de 14 de febrero, que

anula el art. 15 LTTM; y la LO 4/1992, de 5 de junio, que nace con vocación de reforma

urgente pero augura ya una nueva regulación, suponen la antesala a la instauración en

España de un modelo de responsabilidad de justicia de menores.

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TERCERA.- La Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la

responsabilidad penal de los menores nace para dar respuesta a la necesaria reforma

legislativa en la materia tras la STC de 1991. Con naturaleza formalmente penal pero

materialmente sancionadora-educativa, esta Ley participa en buena medida de las

exigencias derivadas de los textos internacionales, como la preeminencia del interés del

menor; el establecimiento de un modelo garantista y especializado de justicia de

menores; la separación entre las facultades de protección y reforma; o la potenciación

del principio de oportunidad. Por todo ello, y pese a la defectuosa técnica legislativa

empleada en la regulación de ciertos aspectos, la intención del legislador y el texto

originario merecen sin duda un juicio favorable.

Sin embargo, las sucesivas reformas a las que se ha visto sometida esta Ley han

ido desfigurando su silueta hasta hacerla casi irreconocible. Reformas que, en muchas

ocasiones, merecen la calificación de populismo punitivo, realizadas en caliente y a

golpe de noticia; pudiendo incluso advertirse detrás de la decisión legislativa el caso

mediático concreto.

CUARTA.- El ámbito de aplicación de la Ley, que se fija siguiendo un criterio

biológico puro, lo que otorga mayor seguridad jurídica y se ajusta a lo dispuesto en las

normas internacionales, se ha visto reducido desde su aprobación hasta la actualidad. De

esta manera, se estable un límite superior general para la aplicación de esta Ley en los

dieciocho años, dando así respuesta a lo previsto en el art. 19 CP, y un límite inferior en

los catorce, pues se considera que las infracciones cometidas por los menores de esa

edad son irrelevante y pueden ser solventadas en el ámbito familiar. Inicialmente, se

establece también la posibilidad de aplicar esta Ley a las personas comprendidas entre

los dieciocho y veintiún años de forma excepcional, que, sin embargo, debido a las

continuas suspensiones y su desaparición con la reforma de 2006, nunca llego a estar

vigente.

De esta manera, el menor es la pieza central del proceso, sobre cuyo interés

deben girar todas las actuaciones. La Ley parte de la consideración del menor

expedientado como sujeto de derechos; el cual ostenta, amén de los mismos derechos y

garantías procesales que el imputado adulto, otros derechos específicos de carácter

asistencial que traen causa de su minoría de edad.

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QUINTA.- El proceso penal instaurado por la LORPM acoge algunas

instituciones ciertamente novedosas, que permiten distinguirlo de los procesos penales

de adultos. Algunas de ellas derivan de la necesaria consideración del interés superior

del menor; otras son meras opciones de política criminal.

Entre las primeras encontramos la exigencia de formación especializada de los

sujetos que intervienen en el proceso, esencialmente del Juez de Menores, que les

permita ejercer sus funciones con el conocimiento suficiente de las especificidades de la

minoría de edad. También se inserta en este bloque la participación en el proceso del

Equipo Técnico, formado por personal especialista, con la misión de aportar

información metajurídica de incuestionable relevancia en la determinación del interés

del menor.

Entre las novedades que constituyen opciones de política criminal destaca la

atribución de la investigación al Ministerio Fiscal, con el control del Juez de Menores

como Juez de Garantías. Esto podría obedecer a una especie de ensayo jurídico de cara a

su futura incorporación al proceso penal de adultos.

SEXTA.- En aras de preservar lo mejor posible el interés del menor, se rechaza

en el texto original de la LORPM la posibilidad de ejercitar la acción particular. No

obstante, se preveía un singular sistema de intervención de las víctimas en el proceso,

que hubiera sido suficiente de no supeditar esta posibilidad a la edad del infractor, la

gravedad del hecho o la modalidad de su comisión.

Pese a la vehemencia con la que la Exposición de Motivos de la Ley del Menor

había prohibido esta posibilidad, determinados delitos graves cometidos por menores

causantes de gran alarma social y el incremento en la demanda de las propias víctimas,

llevaron al legislador a introducir la acusación particular en el proceso de menores. Esta

decisión supone un grave deterioro del principio de interés superior del menor, además

de favorecer una solución legal de carácter puramente retributiva y vindicativa.

SÉPTIMA.- La LORPM instaura inicialmente un singular sistema de

responsabilidad civil, «de pieza separada», que, a pesar de ventilarse ante el mismo Juez

de Menores que conocía de la pretensión penal, se tramitaba en un procedimiento

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autónomo, distinto del «expediente principal» y se resolvía en una sentencia civil que

no producía efectos de cosa juzgada.

Ante el fracaso de este sistema, la LO 8/2006, de 4 de diciembre, reforma

radicalmente el procedimiento para exigencia de la responsabilidad civil derivada de los

hechos delictivos cometidos por menores. Se establece un régimen similar al del

proceso penal de adultos, tramitándose conjuntamente las acciones civiles y penales y

resolviéndose ambas pretensiones en una única sentencia. Pese a que este nuevo

régimen hace más compleja la tramitación del expediente, merece una valoración

positiva, ya que aportar claridad y eficacia a la regulación de la pretensión civil.

OCTAVA.- Resulta insuficiente la regulación ofrecida por la Ley para aquellos

casos en que los hechos delictivos son imputables a menores y adultos en régimen de

coautoría; ya que establece simplemente su enjuiciamiento por separado y ante sus

respectivos órganos jurisdiccionales. Aunque rechazamos la posibilidad de

enjuiciamiento conjunto, cabe advertir diversas disfunciones del sistema, como el riesgo

de eventuales pronunciamientos contradictorios o la reiteración de interrogatorios, con

el problema añadido del valor probatorio que puedan tener las manifestaciones vertidas

en un proceso respecto del otro. Pese a que fue anunciada una reforma en esta materia,

todavía no se ha llevado a cabo.

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JURISPRUDENCIA CITADA

Tribunal Constitucional

- STC 77/1983, de 3 de octubre.

- STC 36/1991, de 14 de febrero.

- STC 60/1995, de 17 de marzo.

- STC 310/2000, de 18 de marzo.

- STC 115/2001, de 10 de mayo.

- STC 179/2004, de 18 de octubre.

- ATC 275/2005, de 22 de junio.

- STC 146/2012, de 5 de julio.

Tribunal Supremo

- STS de 3 de noviembre de 1993.

- STS de 21 de septiembre de 1999.

- STS de 4 de junio de 2007.

- STS de 13 de junio de 2007.

- STS de 25 de noviembre de 2008.

- STS de 29 de enero de 2013.

Audiencias Provinciales

- SAP Álava, Sección 1ª, de 27 de mayo de 2005.

- SAP Badajoz, Sección 3ª, de 25 de enero de 2005.

- SAP Cantabria, Sección 4ª, de 23 de diciembre de 2003.

- SAP Córdoba, Sección 2ª, de 21 de febrero de 2005.

- SAP Cuenca, Sección 1ª, de 2 de noviembre de 2005.

- SAP Jaén, Sección 1ª, de 28 de noviembre de 2002.

- SAP Jaén, Sección 1ª, de 18 de enero de 2005.

- SAP La Rioja, Sección 1ª, de 3 de octubre de 2005.

- SAP Tarragona, Sección 2ª, de 12 de abril de 2005.

- SAP Valladolid, Sección 2ª, de 22 de diciembre de 2002.

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