IV Premio MdP

8/20/2019 IV Premio MdP

1/265


2/265

IV PREMIO INTERNACIONAL

DE MICRORRELATOS“MUSEO DE LA PALABRA”

FUNDACIÓNCÉSAR EGIDO SERRANO


3/265

EN LA IV EDICIÓN DEL CONCURSO INTERNACIO-NAL DE MICRORRELATOS MUSEO DE LA PALABRA-FUNDACIÓN CÉSAR EGIDO SERRANO, EL JURADO

DE LOS FINALISTAS HA ESTADOCOMPUESTO POR LOS SIGUIENTES MIEMBROS:

Excma. Sra. Dña. Virginia Greville, Embajadora de Australia.Excmo. Sr. D. Yuri Korchagin, Embajador de Rusia.

Excma. Sra. Dña. Roberta Lajous Vargas, Embajadora de México.Excmo. Sr. D. Peter Huber, Embajador de Austria.Excmo. Sr. D. Paulo C. de Oliveira Campos, Embajador de Brasil.Excmo. Sr. D. Aníbal de Castro, Embajador de la República Do-minicana.Excma. Sra. Dña. María Mercedes de la Guardia de Corvó, Emba-jadora de Panamá.Excmo. Sr. D. Kostadin Kodzhabashev, Embajador de Bulgaria.

Excmo. Sr. D. Antonis Toumazis, Embajador de Chipre.Excmo. Sr. D. Danko Prokic, Embajador de Serbia.Excma. Sra. Dña. Jasna Krivosic-Prpic, Embajadora de Bosnia yHerzegovina.Excma. Sra. Dña. Enikö Györi, Embajadora de Hungría.Excmo. Sr. D. Pierre Labouverie, Embajador de Bélgica.Excmo. Sr. D. Thomas Kolly, Embajador de Suiza.Excma. Sra. Dña. Yuli Mumpuni Widarso, Embajadora de Indonesia.Excmo. Sr. D. C. van Rij, Embajador de los Países Bajos.Excmo. Sr. D. Musa Amer Odeh, Embajador de Palestina.Excma. Sra. Dña. Hissa Abdulla Ahmed Al-Otaiba, Embajadora deEmiratos Árabes.Excma. Sra. Dña. Cecilia Julin, Embajadora de Suecia.Excmo. Sr. D. Svjetlan Berkovic, Embajador de Croacia.Excmo. Sr. D. Excmo. Sr. Mohamed Alfaqeeh Saleh, Embajador

de Libia.Excmo. Sr. Paulo da Silva, Embajador de Guinea Bissau.Excma. Sra. Dña. Puricación Angue Ondo, Embajadora de Gui-nea Ecuatorial.

Excmo. Sr. D. Francisco Bustillo Bonasso, Embajador de Uruguay.


4/265

5

VARIOS AUTORES

IV PREMIO INTERNACIONAL DE MICRORRELATO “FUNDACIÓN CÉSAR EGIDO SERRANO-

MUSEO DE LA P ALABRA”


5/265

6

© Fundación César Egido Serrano

C/ Maldonado, 65. Esc. B, 1º Izqda. 28006Madrid (España)

De la foto de cubierta: José Roldán.http://www.panoramio.com/user/5607935


6/265


7/265

8

convertirla en una posibilidad cierta de extinción de la

especie.Esto es así, no queremos engañarnos, pero también

es cierto que el hombre cuenta entre sus capacidadesla del diálogo. Y con él, con el poder de la palabra, sepueden resolver conictos de una manera más efecti- va y duradera. La palabra resuelve los problemas sin

dejar resquicios de resentimiento o de rencor.Esta idea no es una realidad, es un deseo, y a fuerza

de impulsarlo crece, se extiende. Por eso nuestra idea(utópica sí, pero no ingenua) siempre ligada a la convocatoria del concurso supone una forma de que se vaya transmitiendo a más y más personas, en más y

más países.Porque si la Historia ha sido abundante en conic-

tos violentos, también ha dejado muestras y clarosejemplos de que esto que decimos ha sido posible.Habría que recordar a Gandhi o a Mandela (gura a la

que hemos dedicado esta convocatoria) que lograron

priorizar el diálogo y el entendimiento por la palabraen escenarios de una violencia feroz.

Nosotros seguiremos en ese afán, sabemos que siya fuera una realidad no seríamos necesarios. Por esoestamos aquí con estos nalistas del concurso comomuestra de que los proyectos como el nuestro se ex-

panden con una fuerza imparable.

CÉSAR EGIDO SERRANO


8/265

PROLOGUE

After four Flash Fiction Competitions, from theMuseum of Words organized by the César Egido Se-rrano Foundation, we can proudly say that the compe-tition has had an undoubted effect internationally. In

this year´s edition we have received 35.609 story en-tries from 149 countries.

These gures prove an undoubted success of which we feel genuinely satised. And not only for the num-ber of participants or because the prize awarded is per word the highest in the world, but because the huge

participation from almost the totality of all countriesof our planet supposes also that we have reached themost remote corners in which to entrust the messageof the César Egido Serrano Foundation that is noneother than to spread the word as a tool to encouragecoexistence between cultures, religions, ideologies…

Our aspiration is not an ingenuous fantasy. We areaware, very aware, that we live in some potentially tra-gic times; one only has to view the media from day today. Violence is a part of human nature, wars havebeen –and still are- a constant in the world since thebeginning of humankind, in today´s world the deadlypower of technology multiplies the threat to the ex-

tent of making it a true possibility that the speciescould become extinct. This is a fact, we do not want tomislead ourselves, but it is also true that people havethe ability to use dialogue and with it, the power of


9/265

words, so conicts can be resolved in an effective way.

Words solve problems without leaving glimmers ofresentment or rancour.

An idea is not a fact, it is a desire, and by meansdrives it, grows, and expands. That is why our ideas(utopian yes, but not ingenuous) are always linked tothe contest so that ideas are spread to more people in

more countries.Because if history has been rife with violent con-

icts, it has also left evidence and clear examples of what we are saying is also possible. We should remem-ber Gandhi or Mandela (leading gure of who we

have dedicated this contest) who managed to prioriti-

ze dialogue and understanding and the use of wordsin violent times.

We will continue with eagerness, we know that if it was already a reality we would not be necessary. Thatis why we are here with these nalists as proof that

projects like ours expand with unstoppable strength.

CÉSAR EGIDO SERRANO


10/265

11

RELATO GANADOR


11/265

OYSTERS

EMILY R ABOTEAU. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

I often stop on my way home from midtown mee-tings at the Oyster Bar in Grand Central Station for a

plate of six Blue Points on ice. Yesterday a youngmother sat beside me at the counter, eating a bowl ofclam chowder with her infant in her lap. I smiled at thebaby, who threw a spoon on the oor. The woman was spent. “I look forward to the day I can eat alone with a book,” she said. But I was looking backward. The baby I lost, small as an oyster, would be eighteenhad she lived.


12/265

15

ACCÉSITS


13/265

17

NO ESCAMPA*

ÓSCAR D ARÍO GÓMEZ GÓMEZ. COLOMBIA

No escampa. Cuando tú no estás y la selva te hatragado, me la paso recogiendo el agua de todos los

lugares en que te busco, agua de mar y de arroyitos,agua que bebo y que me moja, la recojo en baldes ro-jos que pongo en el patio de atrás. Cuando tengo su-ciente, meto la cabeza en cada uno de los baldes parabesar todo el agua que recogí. Luego le pido al sol quese la lleve y la deje caer sobre tu casa, esperando quesalgas y mi agua te pueda besar... notarás que no es-campa.

*Original en lengua española


14/265


15/265

SIMILITUD

SUAD SULAIMAN, EGIPTO.

Me estrujó el pánico cuando pasaron los carros so-bre su pequeño cuerpo, como si fuera ella un persona-

je de dibujos animados, ella se incorporó sonriendosin intentar huir esperando más choques, y después detraspasarla miré hacia atrás y observé sus rasgos, ¡Ellase parecía totalmente a mí!

*Original en lengua árabe.


16/265

23

FINALISTAS


17/265

25

LOS CELOS

G ABRIELA AGUILAR . GUATEMALA

Me mantenía escondida bajo la colcha de tu cama,cubierta con ropajes gruesos. Los celos, sabes, ejercen

presión sobre las chamarras: charcos de agua seccio-nados en cada uno de los recuadros del edredón. Tulengua dando vueltas siempre por la misma cuadra yde regreso a casa, a la del mártir, víctima del universo,que ha puesto a cada uno de sus componentes en tucontra. Se han reunido todos a escondidas y hacen unplan para satirizarte. Incluso las hormigas, cuando tra-bajan en equipo, quieren quitarte tus migajas. He escu-chado sus murmullos y ellas también, como yo, te de-testan.


18/265

26

CANSANCIO

P ABLO M ARÍA AGUIRRE A YERBE. ALEMANIA

El trabajador cansado estaba abatido. Con la ropamanchada, las manos llenas de heridas y la boca seca,

miraba por ventanilla del tren. Se preguntaba por quéno se preguntaba nada. Le encantaría una cama eternay dormir para siempre. Eso o un trago de agua. Ledolían las piernas de estar tan solo, le dolían los brazosde no quejarse, quería descansar. Descansar y que loacariciaran de una vez.


19/265

27

PENDONES

R OSA M ARÍA ALCALÁ ESQUEDA. MÉXICO

¡Qué extraños pendones adornan la ciudad! Desdemi ventana los contemplo, sin dilucidar su contenido.

¡Qué raro! Ayer no había. Hoy la ciudad luce desierta.¿Qué día es? Estoy atolondrado, sin saber qué día es,ni a cuál santo encomendarme. Tengo modorra, quizáduerma otro rato. Prendo la TV, esa maña que tengode salir «bien informado». Nada nuevo. Lo de todoslos días. Estamos tan acostumbrados… Los cártelesmataron y colgaron a 35 hombres en Avenida Central,para que sepamos que van en serio. Bueno, ahora séque no son pendones. Estando todo en orden, ¡a des-cansar!


20/265

28

UNICORNIOS

M ARINA ALONSO GÓMEZ. ESPAÑA

Los unicornios no existen, Tomás, le dijo la madrea su hijo. Tomás, apenado, regresó a su habitación. Lo

siento, pero los unicornios no existís, le dijo al unicor-nio que vivía dentro de su armario. Y el unicornio des-apareció.


21/265

29

EL SILENCIO

R OBERTO ALONZO FIGUEROA. V ENEZUELA

Lucrecia recogía maíz. Hace poco fui a su cuarto yle había nacido dos espiguitas en el pecho. Pensé que

era mentira, pero ahora ella es una mata grande queestá sembrada en el patio.


22/265

30

SUERTE

BELÉN ÁLVAREZ ESPADA. ESPAÑA

Supo entonces que la casa no estaba vacía. Llevabadías encontrando cosas que él no había dejado: migas

en el sofá, un CD que no había estado escuchando,pelos largos en la ducha,… pero esto ya era una prue-ba irrefutable: en la cocina una mujer quitaba la ropade la cuerda asomada a la ventana. Llevaba una batarosa con pequeñas ores y zapatillas de lana, tenía elpelo recogido con una pinza. Él se quedó sin moverse,mirándole, entonces dijo:

—¿Un huevo frito o dos?

—Uno —contestó ella sin volverse.

Sonrió, llevaba demasiado tiempo solo.


23/265

31

EL CRIMEN

J AZMÍN ARAGÓN. MÉXICO

—¿Señas particulares?

—Le falta el lóbulo de la oreja izquierda —dijo

mientras lanzaba el pedacito de carne sobre el escrito-rio.


24/265

32

LOS OJOS DE MI MADRE

R AÚL ARAGONESES LILLO. ESPAÑA

Los ojos de mi madre nos libraron del hambre.Desde que mi padre se marchara de casa para siempre,

mi madre había comenzado a llorarlo todo. Bajo suspárpados aquella primavera terminaron formándosedos profundos lagos, a cuyas orillas iban tranquilos abeber ñus, gacelas, cebras e impalas. Allí pacientemen-te ella nos enseñaba a leer y escribir sus nombres, ycazábamos juntos la presa del día. El primer inviernolos lagos se helaron. Fue entonces cuando mi herma-na comenzó a patinar sobre ellos, y cambió nuestrasuerte.


25/265


26/265

34

EL LABIO

L AURA ARNEDO L AFUENTE. ESPAÑA

Empezó a morderse el labio y acabó engulléndosea sí misma. Sobre las baldosas solo quedó un labio

rojo, muy rojo, quizá algo más grueso de lo normal.


27/265

35

TARDE DE PESCA

R ENÉ R ICARDO DE LA B ARRA S ARALEGUI. CHILE

Arrojó el anzuelo nuevamente, con displicencia, ycon la misma displicencia, contempló su reejo en el

agua mansa. Esperó a que el sedal se tensara y, sin lamayor emoción, lo recogió, sabiendo que salvo un li-gero pataleo, no habría lucha: la pesca de hombrecitoslo aburría, en especial porque era siempre enganchabaal mismo: aquel que lo miraba desde el otro lado delagua, después de arrojar el anzuelo, con displicencia, yesperaba, con la misma displicencia, a que el sedal setensara nuevamente.


28/265

36

BUEN VIAJE, MAMÁ

ALICIA B ARRAGÁN HERRÁN. ESPAÑA

Ponte tus mejores zapatos de tacón. Saca de tu ar-mario el más escotado y bonito vestido que tengas

Píntate los labios y las uñas de rojo fuego, como a ti tegusta Peina tu pelo dejando caer un mechón sobre tufrente, para qué él lo aparte No han pasado los años,tan solo la vida. Al nal del camino él te está esperan-do para bailar.


29/265

37

ACCESORIOS

GERMÁN B ARTIZZAGHI. ARGENTINA

El vendedor le había advertido: «es un automóvilfamiliar», pero él lo desoyó. Ahora era tarde para rein-

tegros; la extraña mujer y sus pequeños arrellanadosen las butacas traseras le pertenecían tanto como elcero kilómetros. ¿Qué hacer con esa gente? ¿Podríamantenerlos? ¿Llegaría a enamorarse de la pelirroja?«Siempre te creí soltero», reaccionaban sus conocidos,y él apenas atinaba a sonreír. Increíblemente, en pocosmeses resultó un padre casi ejemplar. Pero en Navi-dad, tras conarles que su ascenso no llegaría, que nopodría obsequiarles un coche nuevo, halló la nota:«sentimos abandonarte, mas no somos familia de usa-dos».


30/265

38

SUEÑOS

PEDRO B AZÁN. ARGENTINA

Y mientras llueve, la semilla se sueña árbol.


31/265

39

EDIFICIO

Y AMILA BÊGNÉ. ARGENTINA

El primero se asomó al balcón del quinto piso. El vecino de enfrente dijo que lo vio caer. Pero, en el pa-

tio de la planta baja, nunca encontraron el cuerpo. Elsegundo saltó desde el séptimo. Su hijo vio cómo sesoltaba de la baranda y caía, casi sin querer. Abajo,después, no lo pudieron encontrar. Ni una gota desangre. El último esperó tres segundos antes de saltardesde la ventana del décimo. Su mujer llegó a saludarloantes de que se soltara por completo. Apareció en la vereda, sin vida pero intacto, cinco horas más tarde.


32/265

40

METAMORFOSIS

L AURA BELL-OCEJO. AUSTRALIA

A mi abuela se le han caído las pezuñas y le hansalido alas de mariposa. Le esperaba mi abuelo senta-

do en la hierba, con la espalda apoyada en la puerta delcielo, entre ansioso y atemorizado; cuando llegó la ca-ricia. Lúcido. Los dedos de seda de su mujer recono-ciendo su pelo de nieve. Cerró los ojos y pensó que asíle habría gustado morirse.


33/265

41

PRUEBAS

FELIPE ANTONIO BORRELLA V AQUERO. ESPAÑA

Frente al cadáver, el Inspector Martínez enumeróuno a uno los pasos de su rutina particular. Primero se

ocuparía del arma homicida, un cuchillo de grandesdimensiones que le llevaría poco tiempo. Después delos restos biológicos, algo que le entretendría bastantemás. Tras el protocolo con las huellas y los efectospersonales del atacante daría por nalizada su tarea enel domicilio. Lo metería todo en una gran bolsa debasura y la depositaría en un contenedor en la otrapunta de la ciudad. Sólo faltaría ya dar con un pardilloque se comiera el marrón.


34/265

42

LA QUERMÉS

ELENA ADRIANA BOSSI. ARGENTINA

Todos los años, mi escuela organizaba una quer-més. Aquella noche, mamá compró dos números para

la rifa de una muñeca vestida de campesina. Dispara-mos con poca puntería a unos patos de lata y olvidépor completo el asunto de la muñeca; pero mamá in-sistía en que no debía hacerme ilusiones. Intenté tran-quilizarla: yo nunca había pensado en ganar nada.Después sucedió que salió el número y la muñeca es-taba en mis brazos. Yo era muy chica, tendría sieteaños, pero recuerdo que pensé en alguna conexión ex-traña entre ganar rifas y el deseo de mi madre.


35/265

43

EL ESPEJO DE FILLOY

FERNANDO D ANIEL BRUNO. ESPAÑA

Jugando a las bolitas, la conversación derivo haciala casa abandonada, la que había pertenecido al viejo

Filloy. Se torearon sobre si se animaban a entrar sal-tando la reja, y decidieron hacerlo. En cuanto sus piesse apoyaron en los yuyos del patio notaron algo extra-ño en el ambiente; de todos modos, caminaron resuel-tos hasta la puerta de la casa. Cuando la abrieron, loprimero que vieron, en la pared enfrentada, fue un rui-noso espejo… …espejo ruinoso un fue enfrentada laen vieron que primero lo abrieron la cuando…


36/265

44

ALIMENTOS

ADRIAN BUITRAGO GONZÁLEZ. ESPAÑA

Ladra el despertador y los pájaros discuten sobre elbosón de Higgs. Bajo por el caracol hasta el tercio de

comer, donde mi unidad maternal me espera con mialimento natural para el inayuno, hojas encuadernadasque versan sobre temas varios. Cómete tus libros o nosales, dice mi unidad maternal. «Libros». La pobre nopuede metahablar y araña el no-ruido del tercio con vocablos vulgares como «libros», mas es mi unidadmaternal y debo procesar lia no romántica hacia ella,

por lo que debo hacer la vista obesa. Tomo asiento ycomienzo a sugerir mi sustento alimenticio.


37/265

45

INDUMENTARIA

C ARLOS J AVIER C AMACHO C ASTAÑO. EL S ALVADOR

Sacó una sábana del clóset de la ropa blanca y selanzó desde el balcón a reunirse con todos sus fantas-

mas.


38/265

46

CULPABLE

R OCÍO TIZÓN. ESPAÑA

Creo que fui yo quien desató sin querer la oleada desuicidios que sacudió mi edicio. Pero juro que fue

una broma. Sólo metí en cada buzón una nota escritaa máquina en la que decía «Sé lo que has hecho».


39/265

47

EN EL ANTEJARDÍN

SOLANGE C ANDIA BUROTTO. ESPAÑA

Roky, el perro, le movió la cola y se alzó en dospatas para saludarlo con un espontáneo lametazo. Se

abrió la puerta de la casa y María lo quedó mirando «tepuedes llevar a Roky, te extraña, será porque a él no lomaltrataste», dijo y cerró la puerta. La sonrisa se lecongeló a Jorge y cogió de la correa al perro y lo subióa su coche.


40/265

48

CUBIERTOS

F ABRICIO C APELLI. BRASIL

La mujer pone con irritación el plato de comidasobre la mesa. Linares sabe que ese simple gesto inicia

el rito del almuerzo, esa incomodidad que ambos de-ben soportar. Linares agarra instintivamente el cuchi-llo y lo aprieta con fuerza. De pronto su mujer lo mira.Lo desafía. Linares baja los ojos y los posa en el platode comida. Deja el cuchillo y baja la mano. Tiene todala palma transpirada. La pasa varias veces por la super-cie del pantalón, y continúa aún después de que la

mano está seca, como si se calmara a sí mismo.


41/265

49

EN GENERAL

CELINA C APOROSSI. ARGENTINA

Mi Mamá y yo nos hablamos despacio, a ella no legustan mis frases rápidas ni como mi boca se atora

con la r. En general en el silencio nos entendemos ycuando mejor hablamos ella cocina y yo dibujo. A ve-ces, no siempre, solo cuando Mi Mamá me mira jo,yo me vuelvo transparente y es muy común cuandoeso pasa que adopte el color más cercano.


42/265

50

PAN CON MORTADELA

Y AZMÍN C ARAM. CUBA

Llega al hogar con pan y mortadela para aplacar elhambre hasta tanto regrese su esposa. Camino al baño,

percibe los gemidos en la alcoba; se tensa y busca suyatagán. Observa el tatuaje en la mano que empuña elarma: hay fronteras que no cruzará nuevamente. Sealeja y prepara emparedados con el mismo cuchillo.Pasado un tiempo y medio, murmura como para símismo: Merienden antes de irse, afuera hace frío. Lue-go friega el cuchillo cariñosamente.


43/265

51

CABEZA TESTARUDA

R OSA C ARBALLO V ENEGAS. COSTA R ICA

Hoy mamá va a probar con la pistola de siliconacaliente. La cabeza sigue insistiendo en despagarse de

la madera que cuelga de la pared. Desde que mamá se volvió vegana las disputas entre ella y papá aumenta-ron. Ella lo amenazó con tomar medidas radicales sino abandonaba la cacería, pero él salió al inicio detemporada como de costumbre, con botas y escopeta.Poco a poco nos hemos acostumbrado a tener a papátodo el día en casa, tomando el lugar que por añosocupó la cabeza del venado.


44/265

52

LA SOMBRA

JHON EDGAR C ASTILLO C ADENA. COLOMBIA

Un hombre camina por la calle. Las farolas de lospostes lo observan. Su luz pesa como lluvia. Tropieza

con las sombras de los cables y cae. Se escucha ungolpe. Una rata asustada vuelve a la alcantarilla. Susombra lo mira a los ojos. El hombre lo sabe, es unpeso para su sombra. Un auto se acerca a sus espaldas,le dispara una carga completa desde sus farolas delan-teras. Su sombra huye de él, la ve irse lejos. Crece, se va. Se oye un pito, el auto se acerca. Su sombra corre,se marcha y nunca vuelve.


45/265

53

CONVIVIENTES

P ATRICIA C ASTILLO C ÁRDENAS. ESPAÑA

Convivientes, les llamaron. Pasado el primer espan-to, nos acostumbramos a su piel lechosa, su falta de

ojos y su presencia inocua. Nada hacían, nada decían.Sólo andaban de un lado a otro, como sombras sindueño que pasean todo el día. Parecían gente, pero nohumanos. Un día llegó el rumor del exterminio. Unamujer juró haber visto a uno sonreír. Un niño dijo queotro le devolvió la pelota. En la prensa dicen que unose acercó a un hombre y le dijo en susurros: «Tengocosquillas». Aniquilaron a los convivientes en cuestiónde días.


46/265

54

LA MUJER QUE NO ERA MARÍA

P ATRICIO ULISES CERMELE. ARGENTINA

Mientras le susurraba que seguía anclado en María,que era francesa como ella, le mostraba, a la mujer que

no era María, la foto de ella que tenía en la billetera;que no estabas en Argentina, le contaba en la mesa deese bar a la mujer que no era María. Y entonces todoquedó ahí. No hubo más palabras y nada volvió a serigual: cuando había decidido que era lo último que di-ría, embargado por la depresión que sería olvido, alhombre que hablaba con la mujer que no era María letocaron el hombro. Nunca supo quién.


47/265

55

EL HOMBRE CRECIENTE

JORGE CHÁVEZ M ACKAY . MÉXICO

Guillermo amaneció con los tobillos fuera de lacama. Se levantó para vestirse en preparación de una

jornada laboral. Entró a la cocina a desayunar, aga-chando la cabeza para evitar pegarse con el marco dela puerta.

—Cielo, se están haciendo pequeñas las cosas de lacasa, hoy mis pies ya no cabían en la cama.

—Memo, no digas tonterías.

—Mira, ya no quepo en esta silla.

—Estas alucinando, apúrale, no quieres retrasarte.

Laboriosamente se levantó, dirigiéndose al vestíbu-lo, doblando las piernas para salir de la cocina, atrave-sando la sala en dos zancadas, saliendo de rodillas por

la puerta principal.


48/265

56

ESPEJOS

JUAN C ARLOS CHÁVEZ R EYES. MÉXICO

Intentando ocultarse de la policía, el asesino entróa la casa de los espejos, sólo para darse cuenta de que

era un laberinto sin salida. Afuera se escuchó única-mente un disparo. Adentro fue una masacre.


49/265

57

PLANES FALLIDOS

J AIME ANDRÉS CIFUENTES ESPINOSA. COLOMBIA

Fue cuando le avisaron a Cristóbal Colón, que ha-bían divisado tierra, cuando supo que su plan de caer

al vacío en el n del mundo con hombres impíos, ha-bía fracasado.


50/265

58

DE RANAS Y DE HOMBRES

D ANIEL CLAUSEN. URUGAY

Quise hablarle y croé.


51/265

59

ZOO LÓGICO

R ICARDO V ÍCTOR CLERICI. ARGENTINA

La niña recorre el zoo de la mano de su padre. Ahípueden ver al gran tigre triste, cautivo en su escueta

prisión. La niña aprieta la mano de su padre y luego lecomenta:

—Creo que el tigre cachorro debió ser todo amari-llo, pa, y que las rayas en su piel son marcas de lassombras de esas rejas.

El padre asiente con sonrisa bucólica y mirando de

soslayo su camisa a rayas, aprieta la manita de su hijaen pos de seguir su paseo, hasta la próxima jaula.


52/265

60

RUTA

FERNANDO COLLAZO. ARGENTINA

Ve las nubes que se agitan, ve los restos del auto-móvil, ve la ruta solitaria. No escucha nada, no siente

las piernas. Su boca está reseca, no sabe cuánto tiempolleva así. Siente un brazo atrapado entre los hierrosretorcidos, un líquido espeso resbala por su ojo iz-quierdo. Por n, siente que algo roza su mano dere-cha, comprende que vienen a rescatarlo, ¿cómo lo ha-brán encontrado? Un dolor agudo en la mano, yasiente el movimiento a su alrededor. Piensa cuántotiempo le llevará recuperarse, se pregunta si volverá acaminar, mientras los perros comienzan a devorárselo.


53/265

61

LA VERDAD SOBRE

EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC

LEONARDO FRANCISCO COLONNA. ARGENTINA

Deslumbrado, el mar también quiso subir a bordo.


54/265


55/265

63

NOCTURNO

M ARÍA V ALERIA CORREA FIZ. I TALIA

Adoro tu ropa como si fuera tu piel. Tus corpiños vacíos, las medias desinadas, los vestidos –todos,

hasta el de plumas rosas por el que tanto discutimos–.¿Tenías que mostrarte así, ser el amenco del deseotambién para los otros? Había decidido regalar todo lotuyo, pero no estoy listo. Y anoche volví a hacerlo. Meacosté con tu abrigo rojo. Aún conserva un poco de tuolor salvaje en las solapas. Abotonado hasta el cuellono quiso abrirse en toda la noche y yo, que deseabatanto entrar en él, me he portado como un perfectocaballero.


56/265


57/265

65

TIC-TAC

M ARÍA C AMILA CUENCA ORTIZ. COLOMBIA

Su hermana mayor le había dicho que las patas da-ban buena suerte, así que persiguió al conejo blanco

hasta lo más profundo de su madriguera y por eso lapolicía nunca encontró su cuerpo.


58/265

66

EL AMIGO

I TZAMAR N ATALY CUERVO LÓPEZ. COLOMBIA

Todos los días lo consiento, le doy un trozo de pancon mantequilla y lo sujeto con una soga a la pata de

mi cuna, todos los días le narro un cuento y le doy lasbuenas noches, le cobijo cuidadosamente y le prestomi osito de compañía. Mi vida se ha partido en dosdesde entonces, nunca pensé lo difícil que es atrapar elmonstruo que habitaba debajo de mi cama y más aúnmantenerlo escondido de mamá.


59/265

67

HAMACAS

M ATÍAS D ALVARADE. ARGENTINA

En verano, desde el comedor del departamento,podía escuchar el chillar de las hamacas. Cada tanto, se

asomaba al balcón y se quedaba mirando cómo lasmujeres empujaban a sus hijos, en medio de la plazasoleada. De noche, cuando ya no había más nadie,cruzaba a la plaza y se ponía a empujar una hamaca vacía.


60/265

68

LA BESTIA

ELENA ISABEL DELGADO CRUZ. ESPAÑA

Se creía bendito hasta que una noche de luna llenase encontró convertido en una bestia horrible. Su nue-

va naturaleza, imposible de dominar, le abocó a hacerel mal allá por donde vagaba. Cuando amanecía torna-ba a su forma original. Un día, saturado de remordi-mientos, se acercó a su padre y le dijo: Padre, tengoque confesarle algo que tortura constantemente miconciencia. Los ojos de su padre lo miraron expectan-tes. Padre: soy un hombre, dijo bajando el hocico.


61/265

69

CANELA

F ABIAN DORIGO. ARGENTINA

Se murió la Canela

—Qué tristeza hermana... ¿Cómo están las nenas?

—Me imagino... Y bueno, ya estaba viejita la pobre.

—Me acuerdo... Carlos la trajo cuando nació Agustina

—Y sí... Es que no viven mucho tiempo.

—Yo por eso preero no tener ninguna en casa...Sí, porque los niños se encariñan y después hay queexplicarles.

—¿Vas a buscar otra? ¿Te parece?

—Pero no hace falta tenerla en tu casa. Hacé comoyo: que vaya temprano, planche, limpie, te prepare lacomida y después se vuelva.

—Es mejor así. Por las nenas ¿viste?


62/265

70

EL SOFÁ

M ARIO DUPONT TURKOWSKY . ESPAÑA

El sofá que encontramos en la calle no cabía por lapuerta. Lo cual fue, honestamente, un poco decepcio-

nante. Era muy cómodo y posiblemente de cuero. — Para saber si es cuero —comentó un vecino—, bastacon quemarlo un poco. Si prende, no es cuero de ver-dad. De todas formas no había manera de meterlo enla casa. Pensamos en cortarlo en dos partes, o al me-nos serruchar las pequeñas patas. Al nal nos rendi-mos. Pero, extrañamente, sentimos una especie de vic-toria. Sentados, en un sofá, muy posiblemente decuero, en la calle, saludando a los vecinos que nos son-reían.


63/265

71

ORDEN

ÁGEDA PILAR ENET. ARGENTINA

Durante altas horas de la madrugada, un hombreapila y ordena las numerosas cajas y carpetas que inva-

den su ático. Desconcertado, por un movimiento ex-traño que capta por el rabillo del ojo, su mirada aban-dona el papelerío del piso y se traslada hacia la paredque tiene enfrente. Observa, enmudecido por el ho-rror, que su sombra le contradice.


64/265

72

VENGANZA

LUIS ALEJANDRO ESCAÑO M ANZANO. ARGENTINA

«¿Despertaste Monterroso?», se relamió el dinosaurio.


65/265

73

CEREMONIA

GUSTAVO ESMORIS B ARRIOS. URUGUAY

A veces, la mujer tiene que guardar bajo llave cier-tos objetos metálicos, en especial los cuchillos, antes

de que –respondiendo al magnetismo que su tristezasuele provocar– se proyecten velozmente sobre ella.Solo deberá dejar, para que pase rápido, aquello quecumpla con la necesidad que su cuerpo se ve obligadoa asumir, esa especie de descarga a tierra que la invo-luntaria ceremonia trae adosada. Sabe que con una mí-nima cautela algunas monedas y cucharas no le harándaño. De ese modo podrá, aun en su profunda desola-ción, mantener una esperanza hasta que todo vuelva asuceder.


66/265

74

LA LLAMADA

ARACELI ESTEVES. ESPAÑA

Cierro la puerta del apartamento y en un solo movimiento me recojo el cabello en una coleta. Me re-

compongo las medias, coloco bien mi blusa y la plan-cho con las manos. Ya en la calle me detengo unossegundos para que los pensamientos se organicen. Re-cogeré a Luisito, después pasaré por la frutería a com-prar uvas y plátanos. Y si acaso más tarde, o quizásmañana, ya llamaré a la policía.


67/265

75

PEQUEÑA HISTORIA SOBRE LA IMPERIOSA

NECESIDAD DEL PSICOANÁLISIS

HORACIO R OBERTO FERNÁNDEZ. ARGENTINA

Ibrahim salió de lo que quedaba de su casa hacia

uno de los puentes que cruza el Tigris: desde la alturalos nuevos paisajes eran escombros, mil y una nochesde luces y estruendos en una pantalla de televisor. — Lo escucho —dijo el terapeuta. —Bombardearon micasa por error, dos de mis hijos están en terapia inten-siva. Por suerte quedó una habitación intacta; ahí nosamontonamos para dormir. —Siempre lo mismo,Ibrahim: usted sigue dando vueltas sobre historias queno podemos modicar. Vamos, hábleme de algo que valga la pena.


68/265

76

EL SENTIDO DE LA VIDA

GRACIELA FERNÁNDEZ MINGRONE. ARGENTINA

¿Esto? ¿Era esto ? ¡Haberlo sabido! ¡ Preocuparsepor deudas, miedos, amores!. Ahora podía verlo todo,

como en un plano. Y él sería ya Juan Francone, casadocon Isabel Palomino, amante de su prima María Fran-cone, padre de tres hijos, autor no publicado, emplea-do de seguros; entusiasta de la ópera y las pastas. JuanFrancone, cuarenta y dos años, cero positivo, que fuefeliz tanto como pudo, y a la mierda el misterio, eleterno preguntarse por el sentido de la vida. En esospensamientos estaba, cuando un golpe de electricidadcertero lo volvió del paro cardíaco.


69/265

77

PEDRADA

S ANTIAGO FERNÁNDEZ R EGUEIRO. ESPAÑA

Un inusitado silencio inundaba la habitación la no-che en que una certera pedrada reventó la luna llena.


70/265

78

LA LÓGICA DE LA FÍSICA

FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ-PRO LEDESMA. ESPAÑA

Pensaba en que la materia no se crea ni se destruye,cuando alcé la tapa del váter y tiré de la cisterna. Oí

caer el agua y me acordé de su ciclo continuo. Depronto, me sorprendí meando a un dinosaurio.


71/265


72/265

80

MIEDO

CÉSAR D AMIÁN FERREYRA. ARGENTINA

—¡Hey, guapa! ¿No te da miedo caminar sola a es-tas horas de la noche?

—Cuando estaba viva sí.


73/265

81

VIDA

P ATRICIA MÓNICA FERREYRA. ARGENTINA

Cuando dejó de pensarse, murió.


74/265


75/265


76/265

84

RAÍCES

ASUN G ÁRATE IGUARÁN. ESPAÑA

Cuando un vendaval enloquecedor dejó aquel pia-no en el jardín, papá dijo que era una señal del cielo y

empezó a tocarlo día y noche sin parar. Al compás dela música desaparecieron las malas hierbas, los rosalesgerminaron, anidaron los petirrojos, a mi hermanita lesalieron pechos en forma de pera y a mí, un bigoteoscuro como una berenjena. Fue maravilloso hastaque echamos raíces. Le suplicamos que parase, perono nos hizo caso. Ahí continúa, tocando, ajeno a nues-tra ausencia. Parece feliz viendo orecer margaritassobre la tumba de mamá, esperando que la tierra co-mience a abrirse.


77/265

85

IMITATIO

LOURDES G ARCÍA PINEL. ESPAÑA

A la niña le gusta mirar cómo trabaja su padre. Or-gullosa, observa las manos rudas que ajustan la soga al

cuello del condenado, izan la cuerda y retiran la ban-queta de madera. La niña imagina que en el rostrooculto tras la tela negra brillan unos ojos jos comolos de las hadas cuando conceden deseos. Las manitasajustan la soga. Los pies menudos empujan la banque-ta de madera. El no cabello enmaraña el rostro de

hada.


78/265

86

EN LO MÁS ALTO

JERÓNIMO G ARCÍA R IAÑO. COLOMBIA

¿Y dónde está Dios?, preguntó el Astronauta.


79/265

87

JARDINES

JULIETA G ARCÍA SERRA. ARGENTINA

Ya no me prometas una casa con un inmenso jar-dín. Tira abajo los muros, quita las baldosas y deja que

en las ruinas crezca un enorme jardín que pueda sermi casa.


80/265

88

PARADOJAS

M ATÍAS G AYESKY . ARGENTINA

En un restaurante un joven estudiante de física selevanta para ir a buscar unas servilletas a la barra.

Cuando vuelve se encuentra que alguien se sentó a sumesa. Un hombre mayor, pero con un aspecto furio-samente familiar. - Usted es... - Sí - Entonces voy atener éxito. - Sí El hombre mayor saca una pistola ydispara. El joven estudiante cae muerto. El otro sedesvanece como si nunca hubiera existido.


81/265

89

TRÁNSITO

D ANIEL HORACIO GHISANI. ARGENTINA

Algo pasó ayer en la calle. Algo que no me he atre- vido a contar por temor a ser connado al territorio

cruel de la locura. Ayer me vi caminado por Corrien-tes. Lo juro, era yo, con el pelo corto, el rostro joven yaquel traje verde, único, que la abuela me regaló. Erayo quien serpenteaba raudo por Florida, eludiendopuestos y personas, siempre veinte pasos delante a pe-sar de mis esfuerzos. Era yo volando por Lavalle, gi-rando con energía incomparable hacia Colón, corrien-do con una vitalidad desconocida. Era yo el que se iba,lejano, mortal, inalcanzable.


82/265

90

INSTINTO

OMAR R AFAEL GIL BUENO. V ENEZUELA.

En la tierra, cerca de sus pies, el ave acurrucada ysangrante esperaba la muerte. Aquel hombre no que-

ría perder tanto sin hacer nada más. En su mirada ha-bía una mezcla de sorpresa y de rabia. Los gritos de losapostadores le rodeaban y con la idea de continuar elcombate, lo alzó hasta su cara para, nuevamente, azu-zarlo. De pronto la algarabía cesó para convertirse ensusurros de asombro. Dos guras en el polvo agoniza-ban. Él nunca imaginó que del último batir de aquelabanico de plumas multicolores saldría el acero que asu cuello alcanzaría.


83/265

91

MUROS

AFRENDES GONZÁLEZ. ALEMANIA

Nadie quería pronunciar la palabra iconoclastiapero la gerencia de Covering Thoughts tenía claro que

los brochazos deberían ser, de ahí en adelante, aúnmás uniformes y fríos. Nadie era más consciente queellos del peligro de un trazo sin control que fácilmentehabla a la memoria. De otro modo, no solo dejarían decubrir muchas paredes sino que deberían enfrentarse arepresalias inciertas. Ingeborg no pudo evitar un trazoimperfecto y detuvo la brocha. Levantó el instrumen-to de la pared y bajo las vibraciones verdosas descu-brió los ojos de Violeta. La mano no le respondió.


84/265


85/265

93

HIELO

ÁNGEL GONZÁLEZ ALCOLEA. ESPAÑA

Las paredes escarchadas y el suelo cubierto de hieloque resbala. La indiferencia patina de la cocina al salón

y la rutina cae sobre un colchón mojado y frío. Y túestás en la terraza, con niebla en la boca y tormenta enlas pestañas, tirando cubitos de hielo al sofocante ve-rano de ahí afuera. Y yo desnuda, en la bañera, envasa-da al vacío mirando al techo, planeando sobre mi ca-beza lo único que nos une, la hipoteca a cuarenta añosde este maldito témpano de hielo.


86/265

94

TRABAJOS INFANTILES

SUSANA GUGLIELMONE. ARGENTINA

Hacer un viaje al fondo el color fucsia, encender lasluces de los sombreros pintarle ores a las plantas y

regar los micrófonos con música, era todo lo que teníaque hacer la niña.


87/265

95

AL CORONEL YA LE ESCRIBIERON

ORIOL GUILERA V ALLS. ESPAÑA

Como todos los viernes desde la rendición deBuendía en Macondo, ese día el coronel salió tempra-

no de casa engalanado con su traje de paño negro y loszapatos de charol de su boda. Parecía un manojo dehuesos cosidos por bras nerviosas. Deambuló por lacalles del pueblo, como solía, maldiciendo aquella trai-ción. A eso de las once se acercó a la lancha correo, ycuando incrédulo comprobó que le habían concedidola anhelada pensión, el coronel supo que era cosa deltestamento de Gabo.


88/265

96

PEQUEÑOS DETALLES

INMACULADA GUTIÉRREZ PORCEL. ESPAÑA

Hoy mi mujer me ha traído ores. Debo de habermuerto.


89/265

97

UN PUNTO EN UNA RED

ADRIANA C AROLINA GUZMÁN LLAMAS. ARGENTINA

Un punto en una red nunca sabe que es un puntoen una red. Solo eso, el punto de una red. Uno más,

nada diferente a los demás. El mismo color, la mismatextura. Un punto de una red nunca sabe que es únicopor su lugar estratégico y ubicación. No comprende laimportancia de su labor que mantiene unida a la cade-na y la cadena a la red entera. No tiene conciencia dela importancia de su existencia. Si desaparece todo sedesvanece. Se deshace como el agua entre los dedos.Un punto en una red, no sabe.


90/265

98

ELEGANCIA

M ARÍA DEL C ARMEN GUZMÁN ORTEGA. ESPAÑA

Se compró un bolso de piel de serpiente, un abrigode visón y unos zapatos de piel de cocodrilo. Luego,

en su casa, y antes de acicalarse, repasó la conferenciaque debía pronunciar en contra del maltrato de anima-les. Así, elegantísima, se fue a presidir el congreso deecologistas.


91/265

99

RESURRECCIÓN

R AFAEL HERNÁNDEZ. ESPAÑA

Al momento del último rosario, el cadáver de laabuela se incorporó hasta sentarse. Del féretro caye-

ron rosas y jazmines. El movimiento hizo tambalearlos cirios y las llamas danzaron sorprendidas. Estirólos brazos como quien se despereza tras un largo sue-ño. Metió su mano bajo su cabellera, la liberó de lablusa blanca y miró a su alrededor sin comprendernada; pero, sin asombro. Mi madre se abalanzó sobreella y le abrazó con una ternura inundada de lágrimas.Los demás, aterrorizados primero, maravillados des-pués, contemplamos la mentira de la muerte. Sin ungrito.


92/265

100

PANDEMIA

R AÚL HERNÁNDEZ D ÁVILA. MÉXICO

La pandemia nos tomó por sorpresa, rápidamenteacabo con millares de humanos, las medidas para pre-

venirla eran sencillas, pero, pocos las escuchaban ycasi nadie las llevaba a cabo: cancelar las cuentas deFacebook y Twitter, destruir el teléfono móvil o sim-plemente dejarlo en casa, sentarte en un café a mirar elpaisaje, la gente, en lugar de los e-mails y los blogs.Expresar tus emociones personalmente y no a travesde un «like». De nada sirvió nos acabamos extinguien-do, aunque algunos postearon que sólo evoluciona-mos.


93/265

101

MADERA

HÉCTOR M ANUEL J ARAMILLO LÓPEZ. MÉXICO

En el otro extremo de los hilos que lo atan y lo mueven, Pinocho se encontró con una cruz, de madera

como él. Desde entonces la lleva a cuestas, esperandoque un día su creador regrese y se haga cargo de ella.


94/265

102

TELA DE ARAÑA

MIREN JUARISTI Z ABALETA. ESPAÑA

Mientras caminaba pensante por el campo, me atra-pó una tela de araña.

Arrastré con el rostro la casi invisible estructuraanimal, cual atleta que rompe la cinta de meta, y trasde mí quedó, planeando en el aire, un no hilo de seda.


95/265

103

EJECUCIÓN

R ODRIGO K URLAT. ARGENTINA

«Fuego», regurgitó el general. Su cuerpo recibió lasocho condenas como besándolas. Aún se duda si el

estruendo no provino de él, de ese instante en que supecho despedazó las sogas, su espalda el madero, ybatiendo sus alas colosales se elevó hermoso, violentoy rojo.


96/265

104

DIÁLOGO

ALFREDO LBARDIONG. ARGENTINA

El bicho se le metió por la nariz. Lo vi por el espejomientras anudaba mi corbata. En la cama ella se quedó

mirando el techo sin notarlo. El único ruido lo hizo lapuerta cuando salí. Hace tiempo que no hablamos.


97/265

105

AUTOAYUDA

EDGARDO ISMAEL LEIJA DÍAZ. MÉXICO

El hombre triste termina de leer su libro de supera-ción personal. Por primera vez en su inoperante vida,

piensa ‘positivo’, e invoca a dios. Reza fuerte, con todopoder, tal como le dictaron las páginas del manual. Pordifícil que resulte creerlo: su desolación amaina, su mi-seria se desvanece, ¡mágicamente! Recobra toda su vi-talidad, su decisión. Mira jamente el halo menguantede la bombilla, que apenas tiñe de ámbar aquella habi-tación gris. Y en un golpe energético, vigoroso, casidivino; comienza a bambolearse. Para alcanzar el éxi-to, sólo falta que caiga la silla, que baila azarosamentebajo sus pies.


98/265

106

SINO

J AIME LEVY M AYA. MÉXICO

La segunda bala penetró por la clavícula derecha ysalió por la nalga izquierda. En su camino eludió la

maraña de nervios próxima a la columna, las vérte-bras, el pulmón, las arterias y venas que irrigan el to-rax. Los médicos atribuyen el hecho a un milagro,pues parece como si una mano invisible guió al pro-yectil por una trayectoria que solo provocó un levesangrado al salir. En la historia de la balística nunca sehabía dado un hecho tan portentoso. El primer balazoentró por la sien derecha licuando los sesos a su paso.Murió instantáneamente.


99/265

107

EL CONDUCTOR

SOLEDAD LÓPEZ. ARGENTINA

El conductor apretó el acelerador de su pequeñoautobús. Manejaba en absoluto silencio mientras reco-

rría caminos que llegaban a destinos ajenos. Le resul-taba indiferente transportar turistas, ancianos, alum-nos o, como en este viaje, pacientes de distintas edadesque debían ingresar al hospital psiquiátrico. Un ruidointerrumpió momentáneamente su apatía. Salió parareparar la rueda trasera y, al regresar, encontró el vehí-culo vacío. Se sentó y condujo hasta divisar un grupode jóvenes personas haciendo dedo. Sin decir palabra,abrió la puerta, los dejó subir y la cerró. Volvió a abrir-la al llegar al hospital.


100/265

108

SISTEMA MÉTRICO

FRANCISCO LÓPEZ ABIA. ESPAÑA

En mi ciudad las distancias no se miden por me-tros, se miden por canciones. Vivo a dos canciones de

mi trabajo y a una cinta de cassette del amor de mi vida. Me gustaría cantar con ella, pero alguien ha gra-bado encima.


101/265

109

EJÉRCITOS

ISIDRO LOPEZ ARCOS. BÉLGICA

El Rey dió la orden. Sonaron las trompetas. El ejér-cito real se lanzó al ataque, cruzó el río y se abalanzó

sobre sus enemigos. Pero ¡ay!, atravesaron el compac-to bloque enemigo sin que éste sufriera el menor daño.El Rey, dió orden de girar en redondo y volver a car-gar, con idéntico resultado. Esto se repitió varias ve-ces, hasta que, perplejo, mandó llamar a su adivino.Este, preguntó ¿está su Majestad seguro que su ejérci-to es el ejército real? ¡claro! respondió el Rey. ¡No pue-de haber otro ejército real! Pues entonces, Majestad, elotro es un ejército imaginario.


102/265

110

DESDE LA VENTANA

ESTHER LOZANO R AMÍREZ. ESPAÑA

Hoy ha sido un gran día. Nada ha salido bien, perollego a casa y desde mi ventana veo el cielo. Y sólo el

cielo.


103/265

111

CRISTALES ROTOS

AGUSTÍN M ANZANO R OBLES. ESPAÑA

El Gran Espejo del salón se resquebrajó lentamentecomo un amor de cincuenta años, pero el disparo en la

sien fue lo que hizo volar los pedazos por toda la casa.


104/265

112

EL RETÉN

N ADIM M ARMOLEJO SEVILLA. COLOMBIA

—Nos cogieron, carajo —expresó Leoncio Sierracuando el soldado les hizo señas para que se detuvieran.

El viejo Jacobo Arenales, quien iba conduciendo,ngió haber olvidado los papeles del carro tras escul-carse los bolsillos. El recluta llamó a su comandante.Entre tanto, Jacobo quiso seguir el drama abriendo laguantera y un sinnúmero de escapularios cayeron alpiso del vetusto Renault 4, robado, justo en el momen-

to en que llegó el sargento. —Hombre, deje pasar al curita —ordenó este a su

subalterno al verlos.

—Nos salvamos, compañero —celebró Leoncio,más adelante.

—Gracias a Dios —rió el anciano guerrillero.


105/265

113

EL CUARTO HERMANO

M AURICIO M ÁRQUEZ. ARGENTINA

Siempre fuimos tres hermanos. Pero cuando al-guien preguntaba, nosotros decíamos que, antes, supi-

mos ser cuatro, que el cuarto se fue de la casa muyjoven y nunca volvimos a verlo. Cuando había quedescribir a ese hermano, nosotros poníamos en él to-das las virtudes anheladas y los vicios secretos de cadauno. Una noche, cenábamos los tres en el patio, cuan-do golpearon a la puerta. Yo fui a abrir. Ahí estaba,parado delante nuestro, con su bolso. En los ojos gri-ses, traía algo que los tres creíamos haber olvidado.No pudimos resistirlo. Ahora podemos decir quesiempre fuimos tres hermanos.


106/265

114

AFÁN DE PROTAGONISMO

DIEGO M ARÍN G ALISTEO. ESPAÑA

Apoyó los pies en la séptima línea de la página 26 yabrió el libro haciendo palanca con un signo de excla-

mación, aprovechando la solidez de la frase. Saltó des-de ahí y se agarró al último adjetivo que cerraba lahoja, recordando lo innecesario que le pareció siem-pre. Luego pasó las páginas hacia atrás hasta que llegóal comienzo de la novela, sacó su revólver y disparó alprotagonista que cayó desplomado sobre su propiadescripción. Por último, ocultó el cadáver entre las di- vagaciones del prólogo y limpió la sangre antes de quealgún lector lo descubriera.


107/265

115

SIN REGRESO

M ARÍA DE LAS NIEVES M ARTÍNEZ. ARGENTINA

Volviste con los mismos zapatos y otra mirada.Quede perpleja. Insistí en mirar los pliegues del panta-

lón sobre los zapatos, me encantaba saberlos allí, losde siempre, esos que tan bien marcan tu andar por lacasa, son hechos a tu medida, diría que te describen.Mi madre los criticaba, la tuya los adoraba. No supe dequé color fueron las valijas No llegue a la despedida.Me quede lustrando los zapatos.


108/265

116

SUEÑOS

ANTONIO M ARTÍNEZ G ARCÍA. ESPAÑA

En Francia, Emmanuel, de veintidós años, sueñacon hacerse cargo del viñedo familiar. En un barrio de

Helsinki, Zoe, con sus recién estrenadas catorce pri-maveras, sueña con volver al parque de atracciones elpróximo domingo. A sus treinta y cuatro años, Raúlsueña con una acreditación que le permita ejercercomo guía turístico en Perú. En Kuala Lumpur, contan sólo veintinueve años, Farah sueña con exponer enla galería de arte de las Torres Petronas. Jorani, cambo-yano de doce años, es capaz de armar un arcaico fusilde asalto en apenas treinta segundos. Padece de in-somnio.


109/265


110/265

118

EL EMPLEADO

J AIME M ARTÍNEZ OCHOA. MÉXICO

Tenía cincuenta años trabajando en aquellas oci-nas innitas. Un día cayó muerto sobre su escritorio.

Sus compañeros tardaron una semana en darse cuen-ta. En su descargo dijeron que aquel empleado era elprimero en llegar a la ocina y el último en marcharse.


111/265

119

HACIENDO CUENTAS

J AIME M ARZÁN R AMOS. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

Aquí... leyendo los obituarios para saber cuántosenemigos me quedan.


112/265

120

EXCUSAS

JOSÉ M ATEOS HERNÁNDEZ. ESPAÑA

Llamo porque estoy buscando una buena excusa.No nos queda ni una, la última la acabo de utilizar yo

para alguien que llamó antes. No me estará dando unaexcusa. Le he dicho que no tengo ¿Pero la ha utilizadousted o se la ha dado al que ha llamado antes? La heutilizado yo para librarme del anterior y me arrepientode no haberla guardado para usted. ¿tiene más? No,claro que no bueno pues muchas gracias, no le entre-tengo. Usted no entretiene, siento no haberle podidoayudar, me hubiera gustado tener una buena excusaque darle.


113/265

121

DE SAPOS, ESCUERZOS Y RANAS

SILVINA DE M ATTEY . ARGENTINA

Un día empezaron a llover sapos, escuerzos y ranas.Las cabezas de la gente se transformaron en fuentes,

piletas y charcos. Ya nadie se peinaba, ni usaba som-breros, ni pelucas, ni paraguas. Si charlaban varios enla calle, también lo hacían los sapos, los escuerzos y lasranas. Si se aburrían; saltaban de charco en fuente, defuente en pileta y de pileta en charco. Los días de sol ycalor, llegaron. Entonces las cabezas se transformaronen sombrillas para los pobres sapos, escuerzos y ranas. Y ya nadie vio a nadie.


114/265

122

LOS PÁJAROS

ANDRÉS ALBERTO M AYORQUÍN R ÍOS. MÉXICO

El pájaro carpintero y el pájaro thó vinieron a visi-tarme ya. Con emoción, les canté mi felicidad y ellos

respondieron con singular alegría, repiqueteando en elcristal de mi ventana, alborotando sus plumas. De lacostumbre de vernos, nos hemos hecho amigos, deesos con los que se habla sin hablar, se está sin estar.Me han contado de sus nidos vacíos, yo de la reconci-liación con mi esposa. Quizá mañana me den consejosde cómo educar a mis hijos. Quizá mañana yo pueda volar como ellos. El tiempo pasa, la ventana sigue ahí.


115/265

123

EVAPORACIÓN

ALBERTINA M AZZINI. ARGENTINA

El inerno se había instalado en el living. Cuandolas llamas evaporaron todas las lágrimas, tuve que

irme.


116/265

124

ENUMERACIÓN

V ALENTINA MEJICANO ESTEVES. V ENEZUELA

Un viaje largo, una mirada, una rosa, un te amo, unbaile, una canción, chocolate y café, la mañana fresca,

el desayuno, la cama, el monte, los labios, una chaque-ta y sandalias, la moto, montaña, el frío y un abrazo,langostas con arepa, diez perros y un gato, virgen del Valle, una sonrisa, un guiño, un cuarentón y una jo- vencita, cacao y cerveza, promesa, una familia mani-pulada, un regalo, vino blanco, dulce de milhojas, unfelices por siempre, la hamaca, un beso, celos y sarcas-mo, un matrimonio, muchas lagrimas derramadas, unsueño destrozado, violencia, decepción, un hombrementiroso, la traición.


117/265

125

ESPERA

M ARÍA ELIDA MERCADO. ARGENTINA

De tanto esperarte empecé a tejer ponchos paranuestros hijos les puse nombre los amé los mandé al

jardín y los sepulté todo sola. Mientras vos llegabasaprendí a cocinar jugué al scrabble con tu madre conmis hermanas bailamos twist y con mi ex, Emanuel, volvimos a romper. estando sentada me quise comerlas uñas de nuevo me vestí de azul para ver llegar lanoche adelgacé diez kilos y los engordé comiendo bo-rrachitos de la panadería de la esquina de esa plazadonde todavía son las cinco y vos estás en camino.


118/265

126

ALTRUISMO

ANA CLAUDIA MERCADO L ACZKO. ARGENTINA

La pluma caía tan despacio, que ella decidió saltardel balcón para ayudarla a llegar más rápido.


119/265


120/265

128

AUTORRETRATO

JOSEP LLUÍS MICÓ S ANZ. ESPAÑA

La maestra les pidió que dibujasen su autorretrato.La niña trazó un óvalo. Los ojos empezaron a picarle.

Se los frotó y el escozor remitió, pero se dio cuenta deque se los había borrado. Se asustó y gritó con tantomiedo que se llevó ambas manos a la boca; tambiénesta desapareció. Sin ojos ni boca se concentró en oírlo que sucedía alrededor. No percibió nada. Se restre-gó las orejas y notó cómo se desvanecían. Respiró conintensidad para sentirse viva. Con cada aspiración, lanariz se le deshacía, hasta que se quedó sin su últimafacción.


121/265

129

LA REDADA 1

JOSÉ ALBERTO MOLINA BUENDÍA. EL S ALVADOR

Vendedor de droga, esperando sentencia. La ondaque ese cuete no era mío, pero va, hubo cague, los

chuchos me lo pusieron. No estamos armados cuando vendemos, así el cliente se siente alivianado. Nos jala-ron al Bachi y a mí, el Paila se dio el safe, pero puta, elchota cerote que lo siguió, regresó al rato con un batoque pasando iba, diciendo «aunque sea a este malditonos vamos a llevar». Lo metieron al bote con nosotros,la onda es que un homi se clavó con él y lo trabonió depuro fai.


122/265

130

SUPERVIVIENTE

R AMÓN MOLLEDA GONZÁLEZ. ESPAÑA

El capitán no se dejó amedrentar y no hizo llamadade socorro alguna, no gritó ni todo a babor, ni mujeres

y niños primero, ni sálvese quien pueda, ni sed valien-tes, ni que Dios os bendiga... O le fallaban las palabrasal ver aquellas caras agarrotadas con terrorícas ex-presiones, o el barco —en su humilde parecer— no sehundía.


123/265


124/265

132

LUNA LLENA

ANÍBAL R AFAEL MONTOYA URTEAGA. PERÚ

Era una noche de luna llena como cualquier otra.Me gustaba caminar por el mismo oscuro callejón, allí

había siempre dos tipos mirándome de reojo. El día deluna nueva decidí ir y preguntarles cuál era el afán de verme pasar con tanta atención. Al llegar al callejón nolos encontré pero vi cerca un niño. Me acerqué y lepregunté: ¿Conoces a los dos tipos que se paran aquílas noches de luna llena? Él respondió: «Siempre espe-ran aquí para ver pasar al hombre lobo». Sentí angustiay no pude decir palabra alguna, decidí entonces espe-rar la luna llena.


125/265

133

LA FOGATA Y LAS CARTAS

M ARIETA MORALES R ODRÍGUEZ. CHILE

Tiré al fuego un montón de cartas viejas sin habernotado la cantidad de arañas. Las cartas empezaron a

crepitar y las arañas comenzaron a correr angustiada.Corrían por toda la chimenea. Moví las brasas de lascartas y muchas arañas corrían entre las cenizas de lascartas. Habiendo apenas sobrellevado la tensión, gira-ban y giraban y... un huracán de fuego las atraía al universo perdido. Muchas arañas siguieron corrieron enla fogata de la chimenea.


126/265

134

LA FOTOGRAFÍA

MOISÉS MUÑIZ. R EPÚBLICA DOMINICANA

El niño yacía postrado bajo el sol inclemente. Supequeña frente en el suelo seco y agrietado, descan-

sando los días de hambre, sed y abandono. Un buitrese había posado a unos escasos metros y él, haciendoun esfuerzo inaudito, ya sin aliento, mientras intentabadibujar una sonrisa en sus labios marchitos, levantólevemente la cabecita y le preguntó: ¿También tieneshambre? El buitre prerió no contestar.

—Pobre pajarito —musitó el niño, antes de fallecer.


127/265

135

MIS VECINOS

M ANUEL NUÑO PRIETO. ESPAÑA

No me fío de mis vecinos. No sabría explicarlo, peroson personas raras. A veces los observo sin que me

vean, incluso les sigo en silencio para ver dónde van.Cuando se cruzan en mi camino me saludan sonrien-tes, como si no fueran maniacos. Yo, por supuesto, res-pondo también sonriendo, pues no quiero que se ente-ren de que sé que traman algo. He pensado secuestrara su perro. De momento les he quitado dos macetas ycomo si nada. Algo está pasando, ninguno duró más deun mes. Estos ya llevan siete. Realmente raro.


128/265

136

EL NÁUFRAGO

JOSÉ OCHOA DÍAZ. V ENEZUELA

Le llamaban el náufrago. Había envejecido esperan-do una isla.


129/265

137

A LOS PIES DE LA CAMA

GUSTAVO SERGIO OLAIZ. ARGENTINA

El tetrapléjico sufre de insomnio. A los pies de sucama, el perro sueña que ambos corren por el campo.


130/265

138

HORMIGAS

DIEGO JUAN ONDARTS UNIA. ARGENTINA

El sueco Scarlo Johansson alcanzó fama imperece-dera y merecida por su libro «La vida de las hormigas».

El joven cientíco logró ingresar en un hormiguero enel que permaneció por tres años. Scarlo, con su actitudhumilde y carácter jovial, se granjeó la conanza de lashormigas que lo trataban como a uno más. Así, unanoche gloriosa, fecundó a la reina. Fatídicamente, estoamalgamó los odios hormigas de los zánganos, que, alamanecer, mientras la reina paseaba por los jardines,echaron al joven a las patadas. Scarlo murió de tristezaseis meses después, sin haber conocido a sus hijos.


131/265

139

TROPIEZO

LINDA E VELYN ONTIVEROS GUARIN. M ADRID

En medio de la multitud que baja del tren, él seacerca: —Hola Elena. –Hola Juan. –No soy Juan. –Ni

yo Elena. –Disculpa, te pareces mucho. –Y tú a Juan.Cuando ella comienza a alejarse, él dice: –¿Tienes

prisa? ¿Tomamos algo? –¿Elena aceptaría? –No locreo. –Entonces, sí.

En el bar de la estación, sus miradas se buscan, suscuerpos se acercan. Él pide más cerveza. –Elena esta-

ba casada, ¿sabes? Nunca me atreví a invitarla. Ellaevita sus ojos, termina su bebida. Se levanta, le dice: –Yo también estoy casada. Y se aleja con el resto de viajeros.


132/265

140

SOBRESALTOS NOCTURNOS

LUIS ORTIZ ARCHILA. GUATEMALA

Yo solía llamar a Wenceslao Zurita todas las no-ches, a la misma hora, para preguntarle: –¿No te da

vergüenza ser el último de la Guía Telefónica? –Y lue-go colgaba. Durante años turbé sus sueños con la mis-ma cantaleta, hasta que su nombre desapareció delDirectorio. Al suponer que había muerto, me arrepen-tí de haberle amargado la vida y me propuse cambiarde actitud. Desde entonces cada noche llamo a Aarón Abdo, para felicitarlo por ser el primero del Listado Telefónico… Lo que nunca imaginé fue que se tratabade Wenceslao Zurita, oculto bajo su nueva identidad.


133/265

141

EL PINTOR FU

EDGAR R ENÉ P ACHECO M ARTÍNEZ. MÉXICO

El pintor Fu sintió que nalmente había terminadosu pintura. El emperador, a quien se la entregaría, lo

recibiría efusivamente y lo regocijaría por días. La ori-lla del lago, en calma; los montes en la lejanía, vestidosde nubes inmóviles; y las aves, detenidas en las ramaspara dejarse retratar. Tras estampar su rma, enrolló lapintura, guardó los pinceles y tapó las tintas. Se levan-tó del asiento e inició el camino de vuelta a casa. Sinembargo, jamás encontró la salida ni persona que leindicara la ruta, pues los bordes de la pintura no llega-ban tan lejos.


134/265

142

TODO LO QUE HAY QUE SABER

SOBRE EL SEXO

M ANUEL P ACHECO R ODRÍGUEZ. CUBA

Tras quedar desnudos, se miraron.

—¿Sabes qué hacer ahora? —preguntó el niño in-deciso.

—Creo que es por aquí —dijo la niña. El dedo ín-dice señalaba hacia su ombligo.


135/265

143

LA SALIDA

JOSÉ LUIS EMILIO P AGÉS. ARGENTINA

Arturo inventó esa puerta de emergencia. En el dé-cimo piso de una torre gris vivíamos apretados, en ti-

nieblas, pero teníamos un privilegio, la puerta se abríaal campo. Solo a mí me conó el secreto porque losotros no le hacían caso. Por esa salida al campo Arturoescapaba sobrio y regresaba borracho. Un día volviócon una bicicleta ajena. «Me robaron el caballo», sejusticó. Cuando llegó la policía, Arturo había desapa-recido y nunca más se dejó ver. Por n los incrédulos

descubrieron la puerta, la borraron presurosamente y,como Arturo, pasó al olvido.


136/265

144

EL FINAL

OSVALDO P AMPÍN. ARGENTINA

Se despertó temprano. Tomó café. Salió con tiem-po. Subió a un colectivo. Miró un escote. Caminó apu-

rado. Saludó al portero. Entró a la ocina. Firmó des-pachos. Estudió propuestas. Dijo que sí. Tambiénnegó. Rió por el chiste del jefe. Escucho el «alcahuete»susurrado. Salió a medio día. Leyó la carta. Era la sép-tima vez. Quiso imaginarse el porqué. Supo que notenía sentido. Se sintió solo. Era para siempre. No vol- vió. Se paró en borde del andén. No pensaba. Escu-chó un grito, era suyo. Las ruedas ya estaban encima.


137/265

145

SUNRISE

FEDERICO PERA. ARGENTINA

Tan pobres eran, que dormían los cinco en el mis-mo cuarto, y soñaban el mismo sueño.


138/265

146

EL MÉTODO

TRINI PESTAÑA Y ÁÑEZ. ESPAÑA

El padre ya no sabe qué más decirles a sus hijospara tranquilizarlos. Son pequeños para comprender

por qué su mami está allí abajo, metida en el pozo secodel jardín, gritando y maldiciendo desesperada. Él lesasegura que mami está bien, que es muy valiente y quedeben respetar su decisión. Y les recuerda que antesde recluirse en el abismo negro del pozo, ella mismales prohibió que le echaran ni un mendrugo de pan. Siesta vez mami consiguiera domar su apetito, miles demujeres en el mundo imitarán su método de adelgaza-miento.


139/265

147

SIN TÍTULO

D ANIELA J ACKELINE PINOS BENALCÁZAR . ECUADOR

«Yo no sé dónde está el amor», murmuró Cupido,cuando se preparaba para dispararse su echa.


140/265

148

DE LA MISMA NATURALEZA

C ARLOS PRIETO. ESPAÑA

Un hombrecillo verde bajó de la nave y me pregun-tó: «por favor, ¿el servicio?»


141/265

149

LA BOLSA

V ANESA QUINTERO C AIRÓN. ESPAÑA

Olvidé coger la bolsa de la arena. Ese mismo año,terminé sexto. La bolsa permanecía en la playa. Cuan-

do me gradué, conocí a Luis. La marea ya se habíallevado la bolsa. El instituto resultó más fácil de lo quepensaba. La bolsa viajaba mar adentro. La universidadfue un tiempo maravilloso. La bolsa buceaba entretortugas marinas. Mi primer empleo fue duro. La bol-sa atracó en un puerto. Me casé, tuve dos hijos. Labolsa reinició el viaje. Fui muy feliz. La bolsa otaba.

Asistí a mi funeral y la bolsa seguía en medio del At-lántico.


142/265

150

VISIONES AZAROSAS

DEISY R AMÍREZ GUTIÉRREZ. COLOMBIA

Una tarde, mientras mis hombres descansaban deuna adversa batalla, vi, en una inspección del terreno,

que a lo lejos emergía de la tierra una delgada línea dehumo. Intrigado, agarré mis binoculares y descubrí auna gallina echando al fuego pequeños trozos de ma-dera seca. Y una vez las llamas alcanzaron sucientealtura, se lanzó a la hoguera. Ya han pasado muchosaños y aún en sueños la veo venir hacia mí con su lla-meante aleteo. A veces, cuando paso por la chimenea,cierro los ojos.


143/265

151

COLISIÓN AZUL

TOMÁS R AVEL. ARGENTINA

El pájaro voló tan alto que chocó contra el cielo.


144/265

152

IGLESIAS

JULIÁN R IAÑO. COLOMBIA

Llevó a su hija ante el altar. Luego soltó el féretro.


145/265

153

TREINTA MONEDAS

GUSTAVO D ANIEL R IPOLL. ARGENTINA

Treinta monedas ¡Treinta monedas de plata!, suspi-ró Judas. ¡Treinta y una lo salvan!, subastó mi voz.

—¿Quién no es valiente en un sueño?— Metí lamano en el bolsillo, pero cuando la abrí, solo habíacatorce. Entonces me pregunté en qué cree el que mesueña mientras duermo.


146/265

154

JUEGO DE NIÑOS

ANTONIO R OA M ÁRQUEZ. ESPAÑA

Un leve chasquido, la negritud más absoluta. Derepente todos los archivos, todos los datos, todo, se

había borrado del ordenador de Peter, Londres. Mien-tras, en una plazoleta de Bangalore, tres niños tras-tean, sonrientes, un ordenador portátil.


147/265

155

EN LA ESCALERA

JESÚS R OBLES G ARCÍA. ESPAÑA

Llamo a la puerta de casa y nadie me contesta. Sacolos libros nuevos de la cartera y garabateo. Enciendo y

apago la luz de la escalera. Persigo a una araña y laaplasto. Viene la vecina y me abraza.


148/265

156

DEJAR DE SENTIR

DENNIS R OJAS ESTRADA. PERÚ

Herson, escucha. No voy a añadir drogas a tu pres-cripción para emparejarte con el resto de gente ador-

mecida. Eres un excelente compositor que vende másque cualquier otro en el mundo. Has tocado a milescompartiendo eso que sueles llamar «ausencia». Tusfanáticos mueren por ser como tú, precisamente por-que saben que la vida ha dejado de afectarte y quisie-ran apreciarla del mismo modo, aunque sea durantecuatro horas de concierto. No te engañes a estas altu-ras, querido. Lo único que debes aprender a pregun-tarte ahora, es: ¿cómo sana la mano curadora cuandodeja de sentir?


149/265

157

FUTURO

D ANIEL R OMÁN. URUGUAY

Subió como todos los miércoles y se sentó solito enun asiento contra la ventanilla. Se arregló el tuniquín

de cinco años y levantó la pierna para atarse los cordo-nes. Primero uno, luego el otro. En los brazos que losagarraron, los emparejaron, hicieron el nudo, primeroun lazo y luego el siguiente para culminar con la moñapareja y apretada, había ya algo del hombre que será;en su mirada atenta y concentrada, en su seriedad deniño.


150/265

158

ESCUELA DE GENIOS

R ODRIGO R OMÁN IBÁÑEZ. ESPAÑA

El microrrelato, esto es. Se trata de ir creando unaatmósfera narrativa, rematándola con la frase insospe-

chada que explicará, completará o echará por tierra loantedicho. Confusiones aclaradas en jaque mate, his-torias anodinas que terminan inquietantemente, narra-dores humanos que resultan ser avestruces y por ahí.Las últimas palabras como clave cerrando nuestra bó- veda del cuento, ingenioso alarde para lectores bo-quiabiertos. Falla quien quiera resolver en un renglóno despertar entre dinosaurios. Prohibido el palíndro-mo; sobran aquí guras retóricas y zarandajas por elestilo. Preferimos aspirantes que mantengan ciertauniformidad acorde al pensamiento moderno, siem-pre tan único.


151/265

159

A CIEGAS

CÉSAR R OMERO. ESPAÑA

Ahora, las tardes en que paseo junto a mi hija parabajar el azúcar y atravesamos este viejo puente, llama-

do de la Concordia, algunas veces se separa, para dis-cutir con su marido por teléfono, y me deja solo, enmitad de esta niebla de ciego diabético, y entonces larecuerdo cuando, siendo niña, atravesábamos estemismo puente, entonces de la Victoria, y ella cerrabalos ojos y abandonaba mi mano cuando me paraba adiscutir con su madre, y nos pedía que habláramos,que no nos gritásemos, y al no prestarle atención se-guía, y seguía, andando a ciegas.


152/265

160

CUCHILLOS

JUAN M ANUEL R OMERO. V ENEZUELA

El día que decidí rebanar tus ironías fue cuando mearrepentí de lo que soy: por más que hurgué, desespe-

radamente, en el cajón de la cocina, no encontré otracosa sino cuchillos de palo.


153/265


154/265

162

TIEMPO

JUAN R AMÓN R UIZ G ARCÍA. ESPAÑA

El reloj de la sala se nos paró hará cosa de tres se-manas, y no hemos encontrado un minuto para darle

cuerda.


155/265

163

EL PALO

PILAR S ALAZAR C ALLE. ESPAÑA

Adoraba a mi perro. Le quería como se quiere a unamigo: con el corazón y el alma al mismo tiempo.

Nuestra amistad nos hizo inseparables; nunca supemuy bien quién necesitaba más a quién. Aquella tardele tiré un palo para jugar. Él me miró excitado, menean-do el rabo a velocidad vertiginosa y con su lengua col-gando del belfo, pero sin moverse. «¡Corre, pequeño!»le incité, pero continuó ahí, sentado, jadeante. Tras in-tentar animarle varias veces sin resultado, fui yo a bus-car el palo. Entonces lo supe. Él me adiestraba a mí.


156/265

164

ELLAS

C ARLOS M ARIANO S ALINAS PINEDA. MÉXICO

Para dejar de extrañarla, decidí construir su réplicaperfecta. Copié todo, hasta el último detalle, obsesio-

nado en no dejar ni un sólo elemento fuera de la ecua-ción. Trabajé noche y día sin descanso. Me empeñécon precisión frenética. Confeccioné hasta olvidarmede mí mismo y del mundo, siempre recitando nuestrahistoria en voz alta, por si acaso me escuchaba. Nuncaimaginé los alcances de mi éxito. Lo había logrado.Eran idénticas de palmo a palmo. Tanto, que hoy quebajé a buscarla, descubrí la casa vacía. También éstame había abandonado.


157/265

165

LA CARTA DE SCHRÖDINGER

ALBERTO S ÁNCHEZ ARGÜELLO. NICARAGUA

Mi padre se fue a la guerra cuando éramos niños.Un día nos llegó una carta suya. Mi madre la guardó y

dijo que jamás la abriría. De noche imaginábamos sucontenido: Era rey de las tierras en las que luchó. He-rido dictó la carta con su último aliento. Era un deser-tor oculto en una isla del pacíco, viviendo de cocos ypeces. Cuando nuestra madre murió la enterramoscon el sobre en su regazo. La carta se convirtió en laherencia que pasamos a nuestros hijos: todas las histo-rias posibles de nuestro padre.


158/265

166

EL LABERINTO

JUAN M ANUEL S ÁNCHEZ MORENO. ESPAÑA

El guardián del laberinto condujo amablemente almolesto visitante hasta la salida, librándose así de sus

inoportunos gritos de auxilio.


159/265

167

BALANCEO

HIPÓLITO S ÁNCHEZ NUÉVALOS. ESPAÑA

En la oscuridad del rincón la mujer no cesa el ba-lanceo compulsivo de su mecedora. Entre sus brazos

una manta roja asoma la cabeza de un muñeco. Miradaperdida hacia el innito y desaliño en su cabeza. Ba-lanceo esquizofrénico, y convulsivo. Haces de luz so-bre el suelo insinúan la presencia de un bebé tumbadosobre una alfombra sin cesar de llorar. La mujer cada vez más perdida y convulsa. Los lloros aumentan alritmo del sonido ensordecedor de la mecedora.


160/265

168

UN PIMPOLLO

BENJAMÍN S ANTILLÁN PONCE DEL DENSO. ECUADOR

—Buenos días —saludé al entrar en la tienda.— Deme un pimpollo, dije de forma grotesca.

La dependienta respondió desconcertada: —¿Un pimpollo?

—Sí —dije yo en un tono tímido.

—No han pedido eso hace 25 años.

—¿Tiene alguno?

—Sí, me quedan un par —dijo en tono irónico,pero astuto. Rápida e inhumanamente añadí:

—¿Dónde? —Ella, enseñándome la parte inferiorde su parpado derecho me dijo:

—Aquí.

En ese momento supe que los sueños no se cumpleny hay personas que solo quieren ver arder el mundo.


161/265

169

EL AGUJERO

EMILIANO SCARICACIOTTOLI. ARGENTINA

Encontré un agujero en la pared de mi armario.Empecé a excavar, horizontal, vertical, transversal-

mente. Una leve molestia se manifestó crujiendo des-de mi estómago. Los revoques de yeso caían y abiga-rraban mi vista como un cazador envuelto en la voluntad de su caprichosa presa. Sudaba de primavera,con náuseas intensas. Recordé el gol del Luifa Artime,y que seguíamos en la B. Recordé la bicicleta en el pa-sillo, y mi imposibilidad de manejarla, de dominarla,de someterla. Y la burla de todos. Y del otro lado, caí.El vientre perforado, las esquirlas decorando el azule-jo. Dios limpiando el fusil.


162/265

170

LA NEGRA MARÍA

L AURA SIERRA DELGADO. ESPAÑA

La negra María canta mientras limpia la casa de losSeñores de Prado. La señora y el señor de Prado se

miran y sonríen satisfechos. Piensan que a la negraMaría le hace feliz barrer su suelo, fregar sus vajillas,pulir sus platas y limpiar el polvo de sus muebles. Ni siquiera por un instante llegan a suponer los señores dePrado que a la negra María lo que le hace feliz, lo quele hace realmente feliz, es cantar.


163/265

171

INCOMPRENSIÓN

MÓNICA SUÁREZ LEMA. ESPAÑA

Hace años que Peter vive con su robot modelo HG. Todas las noches juegan una partida de ajedrez. Lo

que le gusta de él es que tiene lo mejor de los humanossin tener las partes malas. No es envidioso, ni rencoro-so, ni vengativo. Siempre recupera la sonrisa. Hoy Pe-ter hizo trampas mientras el robot le traía un zumodesde la cocina: cambió un movimiento de HG en eltablero. Sabe que HG siempre hace la vista gorda.Pero mientras Peter duerme, sin saberlo, HG se pasalas noches llorando intentando comprender por quésu dueño se comporta así.


164/265

172

EMBOSCADA

ALEJANDRA TENAGLIA. ARGENTINA

La mujer aojó la tensión de sus manos, la carteraquedó ahora apoyada sobre su falda. Relajó el cuello,

dejando caer su cabeza hacia atrás. Suspiró. Recién en-tonces miró al niño sentado a su lado, dormido. Loacarició, acomodándole el equillo. Estaban tan cercade lograrlo... Quizás por eso y porque el miedo sí sue-le ser zonzo, cada turbulencia apenas percibida le ge-neraba el temor de que incluso ahí, en pleno aire, elavión fuera detenido. Miró en su derredor. Casi todosdormían. Volvió a recostarse. Desde el fondo, alguien vigilaba sus movimientos.


165/265

173

LOS HUECOS DE MARGARITA

M ARÍA EUGENIA TIZI F AJARDO. ARGENTINA

Margarita revuelve la taza como si tuviera azúcar,repasa con sus dedos los cuadros del mantel con una

paciencia que supera al reloj. Libera botones de su vestido dando lugar a que de su vientre brote su hijo,aún despeinado pero tibio. Lo apura en su último sor-bo y el adolescente parte. La puerta todavía abiertadelata el chasquido cómplice de los hombres que secruzan: uno comienza, el otro termina. El mismomantel. Margarita abraza a su marido hasta que él des-aparece en su pecho. En su cuerpo innito y cóncavoMargarita abriga.


166/265

174

ENIGMA

R OSANA ALICIA TORRES. ARGENTINA

Él estaba en el espejo. Pero el de afuera del espejono era él.


167/265

175

ABUELAS

M ARIANA TRAVACIO. ARGENTINA

El niño salió apurado. Tenía que llevar esos reme-dios a su abuela antes de que oscureciera. Pero salió

tan apurado que se enganchó la manga del abrigo enuna rama del naranjo. El niño empezó a destejerse porel camino. Primero perdió el brazo, después el pecho,y el otro brazo, y ya iba perdiendo la cabeza cuandologró llegar. Abrió la puerta la abuela y no tardó mu-cho en comprender. Ya vengo, le dijo. Y volvió ense-guida con sus agujas de tejer.


168/265

176

LA GRIETA

G ABRIELA TRUPIA. ARGENTINA

Si la grieta se profundiza, de allá quedarán la veteri-naria, el almacén de Pracchia, la biblioteca popular, la

farmacia. De acá, la carnicería de Luis, la tiendita de lamuchacha sorda, el taller mecánico de José, la escuelade danza. Mi perro morirá por falta de vacunas. Miabuela por la ausencia de medicamentos. Vengaré susmuertes bailando toda la noche con Muriel o prepa-rando un convertible que logre pasar el abismo. Allásoñarán con un buen trozo de cuadril. Acá lloraremospor un blíster de aspirinas, una bolsa de arroz entero,leer a Kafta antes de dormir.


169/265

177

SIN TÍTULO

C AROLINA TUBIO. URUGUAY

—La revolución es otra cosa— dijo la muñeca detrapo al soldado de plomo.

Y así comenzó a desilacharse, para que todos losjuguetes se fugaran trepando por ella.


170/265

178

EL CONEJO

C AMILO ANDRÉS V ALENCIA DEVIA. COLOMBIA

Abre sus ojos, el conejo sigue en el mismo lugar,mirándolo jamente. Presiona sus párpados con sus

manos, abre nuevamente y, aunque borroso, el conejosigue ahí, ojos rojos, pelos blancos, largas orejas, guan-tes en las patas delanteras y un cuchillo. El cuarto estácerrado, intenta gritar pero no logra emitir sonido,golpea las paredes en busca de una salida, mira al co-nejo, el conejo lo mira, no mueven un músculo, derepente se lanza para atrapar al conejo, pero no está.Su madre lo observa por esa ventanilla que muestramundos de paredes blancas que no comprendemos.


171/265

179

CLIC

S ARA V ALERO C AMEO. ESPAÑA

Se oyó un clic, clac cuando abrió los ojos. Se oyó unclic, clac cuando miró alrededor. Se oyó un clic, clac

cuando miró hacia abajo y vio su tutú brillando en lasutil penumbra nocturna. Se oyó clic cuando quisomover sus pies anclados a la pequeña cajita de música.La puerta chirrió al dejar pasar a una pequeña niña quecorrió hacia ella e hizo girar la manivela. Clic, clac seoyó bajo la dulce melodía que hacía girar a la bailarina,aterrada y presa de las notas.


172/265

180

EL HOMBRE DE LENTES REDONDOS

R OBERTI V ARGAS. COLOMBIA

El hombre de lentes redondos, jeans y cabello lar-go, sacó del estuche negro su guitarra y se puso a can-

tar en el bar. Un uniformado que entró después, des-enfundó su revólver y mató por matar al cantor. Lacorte de suprema justicia declaró inocente al unifor-mado, porque todas las versiones de los testigos, ar-maban que el hombre de lentes redondos, jeans y ca-bello largo, desenfundó primero.


173/265

181

LA PESCA

JOSÉ ALBERTO V ATALARO. ARGENTINA

Tanto demoró en recoger las redes que su bote seperdió en las montañas.


174/265

182

EL COLECCIONISTA.

EDUARDO V ÁZQUEZ ISLAS. MÉXICO

Antes coleccionaba sonrisas, tenía tantas y tan igua-les todas que ya no sabía a quién pertenecía cada una.

Amigos a los que no veía, editores que no llamaban ymujeres a las que mi amor no bastó. Dejé de coleccio-nar sonrisas… ahora colecciono dientes.


175/265

183

ESTACIÓN EQUIVOCADA

C ARLOS ENRIQUE V IDELA. ARGENTINA

Nacieron las mariposas. Emprendieron vuelo, pa-saron por valles oridos, pero a todos los subestima-

ron. Llegaron a uno muy acogedor. Se posaron en él,comenzó a nevar.


176/265

184

GUILLOTINA

R OGER D ANIEL V ILAR FERNÁNDEZ. MÉXICO

José tenía una palanca que hacía funcionar una gui-llotina. Pero no estaba la maquina. Se durmió y vio la

guillotina. La cabeza de José estaba en la parte de aba-jo. Al descender, la cuchilla lo decapitaría. Sin embar-go no había palanca ejecutora. Despertó y la palancacontinuaba a su lado. La guardó bajo llave. Pasaron 50años en los que el sueño se repetía. Pero él estaba tran-quilo: nadie tenía la palanca. E

Documents

IV Premio MdP