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En este capítulo, el problema que plantea Izuzquiza es la temática del lenguaje religioso, o sea, el lenguaje religioso que deberían utilizar las Iglesias cristianas en los contextos culturales contemporáneos. Para él, este problemasurge por dos cuestiones fundamentales: primero, por un extremismo religioso fundamentado en la particularidad del lenguaje religioso y, segundo por otro basadoen la universalidad del lenguaje. La tensión entre estos dos polos contradictorios permite que exista un abismo muy enorme dentro del lenguaje religioso que le impide conectar fácilmente con cualquier realidad. En estesentido, la gran preocupación o mejor dicho, el gran cuestionamiento de Izuzquiza es cómo se puede conectar el lenguaje religioso de la Iglesia con nuestras sociedades contemporáneas para transmitir sus grandes verdades. Para ello, Izuzquiza va a tomar como paradigma los planteamientos del gran teólogo George Lindbeck para mostrar porqué es importante y necesario mantener un lenguaje particular en una religión. Pero, al mismo tiempo Izuzquiza complementa a Lindbeck haciendo ver cómo se puede llegar a una universalización de un lenguaje religioso. Pues, Izuzquiza, para crear este puente entre el lenguaje particular y el lenguaje universal, va a basarse sobre la vida de Jesucristo,enraizado desde la encarnación, para hacer este acercamiento mostrando que no debe existir ninguna tensión entre un lenguaje particular y un lenguaje universal, sino lo que debe haber es una progresión, o sea, una evolución de lenguaje para dar el paso de lo cerrado a lo abierto, de lo singular a lo plural ,de lo minucioso a lo majestuoso, de lo restringido a lo amplia, de lo minúsculo a lo mayúsculo, etc. Según Izuzquiza, Lindbeck muestra que es imposible traducir el lenguaje de una religión en otro lenguaje, porque, de algún modo, pierde su sentido y significado original, por eso que no se puede hablar de una traducción del lenguaje religioso en un lenguaje universal contemporáneo. Para Lindbeck eso fue el gran error y riesgo de la teología

IZUZQUIZA

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En este capítulo, el problema que plantea Izuzquiza es la temática del lenguaje religioso, o sea, el lenguaje religioso que deberían utilizar las Iglesias cristianas en los contextos culturales contemporáneos. Para él, este problemasurge por dos cuestiones fundamentales: primero, por un extremismo religioso fundamentado en la particularidad del lenguaje religioso y, segundo por otro basadoen la universalidad del lenguaje. La tensión entre estos dos polos contradictorios permite que exista un abismo muy enorme dentro del lenguaje religioso que le impide conectar fácilmente con cualquier realidad. En estesentido, la gran preocupación o mejor dicho, el gran cuestionamiento de Izuzquiza es cómo se puede conectar el lenguaje religioso de la Iglesia con nuestras sociedades contemporáneas para transmitir sus grandes verdades. Para ello, Izuzquiza va a tomar como paradigma los planteamientos del gran teólogo George Lindbeck para mostrar porqué es importante y necesario mantener un lenguaje particular en una religión. Pero, al mismo tiempo Izuzquiza complementa a Lindbeck haciendo ver cómo se puede llegar a una universalización de un lenguaje religioso.

Pues, Izuzquiza, para crear este puente entre el lenguaje particular y el lenguaje universal, va a basarse sobre la vida de Jesucristo,enraizado desde la encarnación, para hacer este acercamiento mostrando que no debe existir ninguna tensión entre un lenguaje particular y un lenguaje universal, sino lo que debe haber es una progresión, o sea, una evolución de lenguaje para dar el paso de lo cerrado a lo abierto, de lo singular a lo plural ,de lo minucioso a lo majestuoso, de lo restringido a lo amplia, de lo minúsculo a lo mayúsculo, etc.

Según Izuzquiza, Lindbeck muestra que es imposible traducir el lenguaje de una religión en otro lenguaje, porque, de algún modo, pierde su sentido y significado original, por eso que no se puede hablar de una traducción del lenguaje religioso en un lenguaje universal contemporáneo. Para Lindbeck eso fue el gran error y riesgo de la teología liberal porque pretendió aplicar el significado del mensaje de Cristo en cualquier otro ámbito y en todas las distintas culturas bajo usos distintos. Pues, esta aplicación lingüística lo que provoca es la desviación, el sin sentido, el vaciamiento del mensaje cristiano de su contenido entre otras cosas. Para Lindbeck, esta trasplantación lo que hace es cambiar el lenguaje teológico de una religión en un lenguaje filosófico de la realidad. O sea, lo que hace es una interpretación filosófica de la religión y nada de teología, porque lovacían de sus contenidos teológicos.

Por ejemplo, según Lindbeck ¿cómo se puede interpretar o traducir el monoteísmo en una religión o cultura politeísmo? Eso es imposible porque para la cultura politeísta, decir que tres personas viven, habitan o coaccionan en una sola, eso absurdo.Lo mismo ocurriría en una cultura de puro lenguaje filosófico con la Trinidad; se la ven como un cuento. Entonces, para evitar estas deformaciones lingüísticas en la doctrina, dogma y teología de una religión, Lindbeck entiende que la fórmula debe ser:“no es la religión que debe cambiar su lenguaje en el lenguaje de la sociedad, sino es la sociedad que debe buscar entender el lenguaje propio de la religión para poder captar su sentido y significado”. Por eso, Lindbeck insiste en que la mejor forma de conocer, comprender, amar, vivir, involucrarse en una religión es pasar por su proceso de formación catequética. Porque es la gran escuela donde la persona aprende todo lo esencial, lo principal y lo fundamental sobre la doctrina y forma de vida de una religión.

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Lindbeck entiende que la gran dificultad que hace imposible el cambio lingüístico-cultural de la religión es por el hecho de que todas las religiones son basadas en unos mitos, narrativos y experiencias humanas muy propiosque marcan el compás de su ritmo y calidad de vida. Por tanto, cambiar estos marcos teóricos y experiencias de vida es cambiar toda la narrativa histórica y vital de la religión, lo que sería hacerle a ella perder todo su sentido e identidad, porque los mitos no se traducen, sino se transmitan tales cuales. En este caso,Lindbeck entiende que la religión ofrece un marco cultural lingüístico que abarca la vida total del creyente. De este modo, las doctrinas religiosas no deben ser consideradas como proposiciones o símbolos,sino más bien como reglas o principios reguladores. Así pues, la mejor forma de transmitir el lenguaje religioso es la coherencia de vida del creyente con sus obras, sus testimonios de vida, o sea una pragmática lingüística. Muchos critican este planteamiento de Lindbeck, entendiendo que este método de testimonio de vida se utilizaba desde hace siglos en la religión cristiana, pero que hoy en día casi no dice nada a las sociedades contemporáneas.

Así que,Izuzquiza, para reparar y completar la teoría de Lindbeck, entiende primero que el problema principal del modelo lingüístico-cultural de Lindbeck es el riesgo de caer en un sectarismo por la intraducibilidad que presenta sobre el lenguaje cristiano. El miedo de Lindbeck está en la desconfianza y el escepticismo de la interpretación. Por tanto, su problema escon la hermenéutica religiosa. Porque lo que abre un mundo particular a un mundo universal es su sensibilidad o flexibilidad a la interpretación. De hecho, son las distintas formas de interpretación lo que permite a un lenguaje, acontecimiento, cultura particular abrirse a la trascendencia. O sea, ver una misma realidad desde distintos enfoques, colores, visiones, percepciones, ámbitos, concepciones etc. sin perder el significado. Es decir, en una interpretación lo que cambia es el uso y no el significado; o sea la metodología, la práctica y no el fundamento o el contenido.

Contrario a Lindbeck, se puede entender que la grandeza, infinitud e inmensidad de una religión está en su capacidad hermenéutica. Es lo que le abre la puerta a todas las culturas, razas, pueblos, naciones, etc. como la religión cristiana. Si lo particular se encierra sobre sí mismo: empobrece, reduce, marchita y al final muere; pero si se abre a todas las realidad, crece, florece, enriquece, dará mucho fruto y permanece para siempre porque tiene la capacidad de rejuvenecer, regenerar nuevas vidas, progresar, trascender y perdurar. En este sentido se puede entender que las interpretaciones crean diferencias y éstas creas nuevos significados y éstos dan una visión más amplia y plena de la realidad.

En este contexto, Izuzquiza entiende que la solución de esta tensión entre la particularidad y la universalidad está en el desarrollo de una teología cristológica ascendente, osea, de lo particular a lo universal. Izuzquiza muestra que Jesús nació y creció en una realidad, una cultura, un pueblo, una familia, un lenguaje particular, pero su misión fue más allá de esta particularidad. Por tanto, su lenguaje fue mucho más amplio del contexto en que se desarrolló. De este modo, la encarnación muestra la gran articulación que existe entre estas dos dimensiones de la vida cristiana: un acontecimiento que arranca desde lugar específico la particularidad) y se expande en muchos lugares distintos con el mismo significado: “La salvación del hombre” (la universalidad). Su destinación es para llegar a donde quiera que haya seres vivos en la tierra, especialmente, seres humanos. Jesús mismo mandó a sus

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discípulos en toda parte del mundo a hacer discípulos para el Reino bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. San Pablo muestra que la salvación es para judíos, paganos, gentiles, etc. porque Cristo compró para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación y ha hecho de ellos un solo pueblo de sacerdote que reina sobre la tierra.

Para Izuzquiza, el plan de Dios, tal como se ha revelado en Jesucristo, supone un acercamiento de lo particular al conocimiento universal. Por tanto, si la encarnación subraya la particularidad, entonces, la escatología ofrece las bases para un acercamiento cristiano a la universalidad porque la realidad de las cosas se descubre verdaderamente en el futuro. En este sentido, se necesita una teoría que considera la verdad no sólo como coherencia, sino también como correspondencia. Por tanto, la particularidad se complementa o se ensancha en la universalidad.

Por otro lado, en relación con los planteamientos de Izuzquiza va la encíclica Evangelli Gaudium del Papa Francisco. Aquí lo que trata de hacer el Papa es buscar un lenguaje universal para transmitir un mensaje de alegría al mundo entero. Pero, para hacerlo él lo fundamenta en el Evangelio como un valor particular, o mejor dicho, propio del Evangelio. En este sentido, el Papa trata de crear una vinculación entre el lenguaje religioso particular y el lenguaje religioso universal. Primero,él deja entender que la verdadera alegría se halla en Jesucristo desde un encuentro personal con ÉL. Por eso, no hay que buscarla en la oferta del consumismo que se nos presente la sociedad de hoy. El plan de Dios para la humanidad es traerle esta alegría perpetua através de Jesucristo. Así que, la creación entera debe participar en esta alegría salvífica.

Pero, al mismo tiempo el Papa señala que, para que esta alegría, se haga realidad, se concretice en nuestra vida hay que vivirla en los mínimos detalles y acontecimientos de nuestra cotidianidad, o sea desde las cosas más pequeñas hasta las más grandes. Y sobre todo, vivirla desde nuestras propias realidades, contexturas, situaciones, etc. Con esta postura, ya se ve que el Papa muestra cómo lo universal se engrandece, enriquece, florece lo particular y lo particular sirve de memoria para lo universal. En este contexto, lo que cambia es sólo el uso, pero el significado sigue siendo el mismo. Pues, la universalidad siempre debe brillarse sobre el trasfondo de la memoria de la particularidad. Con ello, la finalidad de la alegría es hacernos vivir realmente cómo verdaderos hijos de Dios, ser personas alegres y no personas tristes y aburridas. Jesús no vino para aburrir a nadie, sino a traernos esta alegría como uno de los caminos que nos puede llevar a la salvación.

Desde ahí, el Papa invita a todo el mundo, no sólo a los cristianos, a renovarse esta alegría salvífica en el Evangelio, porque la única cosa que puede mover los corazones, sobre todo, los que están tristes por las situaciones durísimas que le presentan la vida es esta alegría. Ahí, el Papa sigue mostrando el valor universal de la alegría salvífica.

Del mismo modo, una de las grandes preocupaciones del Papa sobre la interacción entre la Iglesia y el mundo es el lenguaje de los pastores de la Iglesia con sus fieles y en especial, al mundo entero. Para ello, él hace mucho énfasis sobre el modo y el contenido de las homilías de los pastores de la Iglesia con sus fieles y el mundo. La primera recomendación que él hace es que los pastores deben preparar sus homilías. El lenguaje homelético que los

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pide es que deben comunicar la Palabra de Dios con un lenguaje claro, preciso, sencillo, alegre, etc. y deben ser cortos en sus homelías para no aburrir demasiado al pueblo de Dios. Este tema implica muchos otros elementos. Por ejemplo, preparar una homelía no sólo significa saber lo que va a decir, sino preocuparse por la manera que se va a transmitir, comunicar el mensaje que está envuelto dentro de este el texto Evangélico.

Pues, el Papa dio como sugerencia a los pastores de la Iglesia que, para saber lo que se va a decir y como lo va a decir, hay que aprender a escuchar, oír la voz de Dios en su pueblo que clama desde otras realidades, con otros tonos y situaciones. Luego, el pastor trata de dar respuestas en función de lo que dice el Santo Evangelio y lo que escucha del pueblo. De este modo, la preocupación del pastor debe estar tanto en lo particular como en lo universal. Pues, el Papa quiere dejar dicho que, cuando el lenguaje religioso se adapte bien con la sociedad en la que lo predican, gana el corazón y el entendimiento de la gente. En el caso contrario, el lenguaje religioso se queda en un idiotismo religioso. Para el Papa, el lenguaje religioso debe ser elástico, flexible y no rígido.

Pues, yo creo que el gran problema que crea la tensión entre la particularidad y la universalidad está en el nivel de lenguaje de los dos actores comunicativos (el predicador y el oyente). Es decir, debe haber una simetría lingüística entre el lenguaje del pastor y el de los fieles. Pues, es ahí que entra el papel y la importancia de la formación y la catequesis para entender los términos, el ritual y el ritmo de lo que se celebra y se vive en estascelebraciones religiosas. Es por eso que, cada actor, tanto el pastor como el oyente (creyente o no creyente), tiene un trabajo específicopara hacer afín de equilibrar, llanear el lenguaje religioso. Es decir, la sociedad para entender y entrar en el dinamismo de la forma de vida de una religión necesita tener una base preliminar y fundamental enel saber y conocimiento de la doctrina de la religión. En caso contrario, entra en un sin sentido de la religión. Por otro parte, los comunicadores de la Palabra de Dios deben tener una capacidad creativa y fiel a la vez para adaptar, traspasar, traducir en un nuevo lenguaje la doctrina y teología de su religión. Esa es la formación permanente que debe llevar el que transmite la religión.