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¿Es la hora de reforma financiera local en España?. JUAN JOSE RUBIO GUERRERO Catedrático de Hacienda Pública. Estamos en inmersos en un proceso electoral que afecta de forma fundamental al mapa del municipalismo español. Los debates que se están teniendo a nivel nacional hacen referencia a grandes líneas programáticas en los temas fiscales que afectan a la estructura fiscal estatal y autonómica pero no descienden, por regla general, a las cuestiones que se refieren a uno de los temas básicos de la vida local, su financiación suficiente, estable y permanente. Varios son los motivos que demandan un nuevo sistema de financiación para las Corporaciones Locales (CCLL). Sin duda, la profundización en el modelo de descentralización fiscal mediante el incremento de la denominada corresponsabilidad fiscal de las CC.AA en los últimos años, aconsejan aprobar el nuevo sistema a fin de no dejar descolgado el mundo local de los importantes cambios producidos en el resto de las Administraciones públicas y, especialmente, en la realidad económica que se ha modificado radicalmente por causa de la crisis Casi treinta años después de la entrada en vigor de la Ley 39/1988, Reguladora de las Haciendas Locales, y a pesar de los notables avances que se lograron en materias como la autonomía fiscal o el automatismo en la gestión de transferencias corrientes, y a pesar de modificaciones normativas posteriores de cierto calado, varias cuestiones siguen demandando una revisión integral de la financiación local. Por un lado, las diferencias y, a veces, inseguridades, acumuladas por un modelo de distribución de subvenciones incondicionales. En

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¿Es la hora de reforma financiera local en España?.

JUAN JOSE RUBIO GUERREROCatedrático de Hacienda

Pública.

Estamos en inmersos en un proceso electoral que afecta de forma fundamental al mapa del municipalismo español. Los debates que se están teniendo a nivel nacional hacen referencia a grandes líneas programáticas en los temas fiscales que afectan a la estructura fiscal estatal y autonómica pero no descienden, por regla general, a las cuestiones que se refieren a uno de los temas básicos de la vida local, su financiación suficiente, estable y permanente.

Varios son los motivos que demandan un nuevo sistema de financiación para las Corporaciones Locales (CCLL). Sin duda, la profundización en el modelo de descentralización fiscal mediante el incremento de la denominada corresponsabilidad fiscal de las CC.AA en los últimos años, aconsejan aprobar el nuevo sistema a fin de no dejar descolgado el mundo local de los importantes cambios producidos en el resto de las Administraciones públicas y, especialmente, en la realidad económica que se ha modificado radicalmente por causa de la crisis

Casi treinta años después de la entrada en vigor de la Ley 39/1988, Reguladora de las Haciendas Locales, y a pesar de los notables avances que se lograron en materias como la autonomía fiscal o el automatismo en la gestión de transferencias corrientes, y a pesar de modificaciones normativas posteriores de cierto calado, varias cuestiones siguen demandando una revisión integral de la financiación local. Por un lado, las diferencias y, a veces, inseguridades, acumuladas por un modelo de distribución de subvenciones incondicionales. En segundo lugar motivos de eficacia en la gestión tributaria local. Y por último, la cada vez mayor falta de conexión entre los modelos de financiación autonómica y local, así como con el nuevo escenario financiero dibujado para el conjunto del sector público por las sucesivas Leyes de Estabilidad Presupuestaria y los ajustes presupuestarios realizados.

A todo esto habría que añadir otro de naturaleza política, como fue el cumplimiento de promesas electorales de suprimir figuras tributarias, o la articulación de bloques de beneficios fiscales, en muchos casos sin justificación más allá de su componente electoralista, como medidas de

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incentivo social o de programas de fomento y ayuda a las PYMEs o autónomos con escaso rendimiento social.

Yendo un poco más lejos, todo este proceso lo podemos enmarcar dentro de lo que se ha venido a denominar “segunda descentralización”, es decir, el reparto de competencias con arreglo a un criterio de proximidad al administrado, para satisfacer sus necesidades y del que un sistema de financiación no tiene que ser sino un instrumento para la satisfacción de las mismas. Al hablar de un sistema de financiación como medio o instrumento para satisfacer las necesidades del ciudadano, nos estamos refiriendo al principio de suficiencia financiera definido en el art. 142 de la Constitución como la garantía de medios a las Haciendas Locales parar el cumplimiento de las funciones que la Ley les atribuye, vinculando el régimen de financiación con el ámbito material de las competencias legalmente atribuidas a las CC.LL.

Esta cuestión suscita, a su vez, dos implicaciones. En primer lugar la necesaria corresponsabilidad del Estado y de las CCAA en la suficiencia financiera local en tanto que el mencionado precepto constitucional dibuja una Hacienda Local integrada por dos tipos de recursos tributarios, unos autónomos, los tributos propios, y otros participativos en los del Estado y las CCAA. Esto requiere una ordenación integral de la Hacienda Pública al diseñarse un sistema de participación en los tributos del Estado que canalice hacia las CC.LL una parte de los rendimientos obtenidos por la Hacienda del Estado en las figuras impositivas de mayor potencialidad recaudatoria y que a su vez están cedidas parcialmente a las CC.AA

Al hilo de esta cuestión, contribuye también a la garantía de la consecución del principio de suficiencia el reconocimiento de la realidad local española , lo que ha llevado al sistema actual a diseñar una financiación diferenciada, de acuerdo con sus necesidades, a los grandes municipios que generan una mayor demanda de servicios públicos, así como de otros en situación especial como son los denominados turísticos, pero que debe ampliarse a otras situaciones en función de las cambiantes circunstancias sociológicas de la sociedad española.

Otro aspecto importante a tener en cuenta al hablar de suficiencia financiera, son las implicaciones de ésta con un principio ya consagrado y elevado a rango de Ley en nuestro ordenamiento jurídico como es el de estabilidad presupuestaria exigido a todo el sector público, y en particular a las CC.LL. Es evidente que exigir a éstas el

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logro del equilibrio en sus propias cuentas depende, en gran medida, no solo de sus propias políticas de control de gasto, que también, sino de poder dotarlas a su vez de una suficiencia de ingresos que garantice y haga compatible en todo caso el saneamiento financiero con unos servicios públicos de calidad.

En cuanto a otros principios rectores de la reforma, podríamos citar el de estabilidad temporal del sistema , aunque sin duda me gustaría detenerme en otro que considero de especial relevancia: el principio de autonomía, no ya en un sentido genérico de autonomía política consagrado en el artículo 137 de la Constitución, sino en un aspecto parcial de la misma, la autonomía financiera: los Ayuntamiento deben ganar en capacidad y margen de decisión en materias tributarias como son la aplicación de los tipos impositivos o de los incentivos fiscales, lo que les debe permitir a su vez una cuestión muy importante como es la posibilidad de realizar su propia “política social” a través de medidas de corte fiscal al mismo tiempo que compatibilizarlas con una provisión eficiente de servicios públicos municipales en una situación de equilibrio financiero. Es responsabilidad de los políticos que salgan de las urnas dar este paso trascendental en el diseño y desarrollo de un marco financiero estable para el municipalismo español y evitar que la financiación local sea, secularmente, la gran olvidada en el diseño de la financiación pública descentralizada en España.