Jaume Diario y Testimonio

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    Haroldo Quinteros: la forma-diario y lostiempos del testimonio

    Haroldo Quinteros: the diary form and the different times oftestimony

    JAUME PERIS BLANESUniversitat de Valncia. [email protected]

    RESUMEN

    El artculo analizaDiario de un preso poltico chileno, de Haroldo Quinteros, y su modode encarar la experiencia vivida en diferentes prisiones y campos de concentracin.

    Especialmente, la relacin entre la estructura discursiva del diario y la doble y conflictivatemporalidad que atraviesa su escritura.

    Palabras claves: Testimonio, Quinteros, exilio, campos de concentracin, Chile.

    ABSTRACT

    The text focuses on Diario de un preso poltico chileno (Haroldo Quinteros) and his wayof bearing witness of his experience of prison and concentration camps. Specifically, the

    author focuses on the textual structure of the diary and his double experience of time.Keywords: Testimony, Quinteros, exile, concentration camps, Chile.

    Recibido: 04-09-2008 Aceptado: 26-09-2008

    Diario de un preso poltico chileno, escrito por Haroldo Quinteros en elinterior del campo de concentracin de Iquique y en la Penitenciara deSantiago a finales de 1973 y principios de 1974, es un libro singular en laproduccin testimonial chilena. Otros registros de supervivientes recurrierona la forma textual del diario para dar cuenta de la experiencia vivida en loscampos, pero el texto de Quinteros fue escrito en su interior y, aunque esa no

    Acta Literaria N 37, II Sem. (55-66), 2008 ISSN 0716-0909

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    fuera la funcin original del autor, consigui capturar en l elementos esencialesdel universo concentracionario chileno.

    El objetivo de este artculo es contextualizar y analizar crticamente el modo

    en que la escritura de Quinteros, al contrario de la mayora de la produccintestimonial, trat de elaborar la experiencia lmite de los campos de concentracinen el mismo momento en que la estaba viviendo. En especial, el artculo secentra en el anlisis de cmo esta escritura presenta una doble temporalidad yen cmo en las contradicciones, conflictos y fricciones que surgen entre ambastemporalidades narrativas, pueden leerse elementos importantes de la escrituratestimonial en su conjunto (Agamben, 2000), acentuados por las excepcionalescondiciones en que el autor elabor su texto.

    Para ello me valgo del anlisis textual del libro, sirvindome de lasherramientas metodolgicas desarrolladas en trabajos anteriores (Peris Blanes,2005), y relaciono dicho texto con intervenciones contemporneas, describiendola manera en que dialoga con otras formas discursivas del momento, de acuerdoa la perspectiva histrica y social del testimonio trazada por Wieviorka:

    El testimonio, sobre todo cuando se halla integrado en un movimiento demasas, expresa, adems de la experiencia individual, el o los discursos quetiene la sociedad, en el momento en que el testigo cuenta su historia, sobre

    los acontecimientos que el testigo ha vivido. Dice, en principio, lo que cadaindividuo, cada vida, cada experiencia de la Shoa tiene de irreductiblementenico. Pero lo dice con las palabras que son propias de la poca en quetestimonia, a partir de un cuestionamiento y de unas expectativas queson tambin contemporneas de su testimonio, asignndole finalidadesdependientes de intereses polticos o ideolgicos, contribuyendo as a crearuna o ms memorias colectivas, errticas en su contenido, en su forma, en sufuncin y en la finalidad, explcita o no, que ellas se asignan (1998: 13).

    I. DEL DIARIO TESTIMONIAL

    En los tiempos del exilio de los aos setenta del siglo veinte, el diario fueuna forma textual que sirvi a varios de los supervivientes de los centros dedetencin y tortura chilenos para la doble tarea de dar testimonio y elaborar enel discurso la experiencia extrema vivida en ellos. Entre los supervivientes quepublicaron o expusieron sus testimonios en el exilio, Hernn Valds, GuillermoNez y Haroldo Quinteros se sirvieron de la forma-diario para apuntar lo

    acontecido en prisiones y campos de concentracin, aunque con estrategias derepresentacin y presupuestos ideolgicos muy diferentes.Esta eleccin de la forma-diario resulta cuanto menos sorprendente,

    pues al hacer coincidir prcticamente la escena de enunciacin con el objeto

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    del enunciado, parece ms difcil la ya de por s compleja elaboracin de laexperiencia traumtica en el discurso. Sin embargo, los tres supervivientesllevaran a cabo, cada uno a su manera, una sutil exploracin de las

    contradicciones y lmites de esa forma textual y de sus posibilidades expresivase indagatorias.

    En Tejas Verdes. Diario de un campo de concentracin en Chile, HernnValds (1974) se vale de un diario ficcional para, unas semanas despus de suliberacin del campo de concentracin, tratar de reconstruir minuciosamente,con una estructura sintctica en perpetuo presente, todo lo ocurrido en susmeses de encierro, filtrndolo a travs de la conciencia del sujeto. Su narracinextremadamente tensa y que llega a indagar con precisin en los mecanismos de

    desestructuracin de la subjetividad que caracterizan a la tortura1, no tarda enconvertirse en uno de los textos de referencia del exilio chileno y de sus luchaspor hacer visible el carcter brutal y sistemtico de la represin militar.

    Por su parte, Diario de viajede Guillermo Nez (1974) hace un uso muydiferente de la forma-diario, directamente relacionado con la palabra poticay con la dialctica de figuracin-abstraccin que domina su obra pictrica.Escrito tambin tras su liberacin, tomando como material de base las cartasque le permitieron enviar al exterior y su memoria sensorial de ese episodio,

    su diario no reconstruye, como haba intentado hacer Valds, las situacionesvividas en el campo. Trata de capturar, a travs de imgenes de gran mpetupotico, algunas de las sensaciones experimentadas en esos das, pero sin hacerreferencia directa como s hace en otras declaraciones, como su testimonioante la UNESCO a las situaciones reales sufridas en la Academia de Guerra dela Armada: Voy atravesando el espejo y mi voz ya no tiene sonido / Estoy ciegoen el tnel. Meto los dedos en el t fro y me aterrorizo (VV. AA., 1993: 87).

    Diario de un preso poltico chileno, publicado en Madrid por HaroldoQuinteros en 1979, era, de los tres, el nico que podra llamarse, propiamente,un diario en el sentido tradicional del trmino, ya que efectivamente recoge lasnotas tomadas en forma de diario en el interior del campo de concentracin deIquique y en la Penitenciara de Santiago entre el 5 de diciembre de 1973 y el5 de febrero de 1974. En el prlogo de 1979 seala: no he cambiado nada deloriginal, ni he corregido notorias faltas de estilo. Es lo de menos. Este Diariono fue escrito con ese propsito (11). Vincula as el valor de su texto, como era

    1Puede hallarse una reflexin mucho ms detallada sobre las paradojas narrativas y ontolgicasde la voz imposible de Valds en Peris Blanes (2005). Se trata, probablemente, del testimoniochileno en el que ms claramente se evidencia la estructura del testimonio descrita por Agamben(2000: 137) como una subjetivacin en una absoluta desubjetivacin o, lo que es lo mismo, laconstruccin de una posicin subjetiva desde la cual narrar el derrumbe de la propia subjetividad.

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    lgico, a sus extraordinarias condiciones de escritura.En l, Quinteros describe no slo las situaciones experimentadas en los

    campos sino tambin algunas de las vicisitudes de su militancia anterior al

    golpe de Estado, vinculando en todo momento su situacin de detenido consu condicin de militante y tratando de reflexionar sobre los errores estratgicosde una izquierda cuyo proyecto histrico haba sido derrotado por la violencia.Pero, adems, y eso hace hermosamente singular a este texto, su escritura deja ver,aunque de forma elusiva, las dificultades materiales a las que se enfrenta a la horade escribir al interior de los campos. Aunque ste no fuera el objeto del texto, susdesajustes, agujeros y lagunas narrativas dejan entrever una escena de escrituraviolentada, incapaz de suturar en un relato homogneo una experiencia que no

    puede aparecer sino tremendamente fragmentada.

    II. LA ESCRITURA EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACION

    Esa incapacidad de sutura ha sido, de hecho, una constante en distintasnarraciones testimoniales (Dorfman, 1986), pero se halla especialmenteacentuada en las diversas prcticas discursivas que tuvieron lugar en estos

    espacios violentados. Como diferentes supervivientes han atestiguado, algunasprcticas narrativas individuales o colectivas desempean un rol de importanciaen la vida de los prisioneros. Es el caso de Rolando Carrasco, quien seala enPrigu(contraccin de Prisionero de Guerra):

    Encerrados desde las ocho de la noche hasta las siete de la maana del dasiguiente los 18 hombres en dos piezas de 4X4, comunicadas por el huecode la puerta interior desaparecida, encontramos que una buena forma depostergar el aburrimiento consista en rotar protagonizando un relato. Uno

    cada noche. Narracin de absoluta libre eleccin y partiendo de la inspiracindel de turno comenzaba en un momento cualquiera de la vida: recuerdospersonales, sucesos vividos o escuchados, ensueos, planes; deslizando elborde exterior del presamiento, eludiendo remover costras todava blandas.Terminaban con el agotamiento del tema o con los ronquidos de los auditores(1977: 131).

    De ese modo, en aquellos campos en los que es posible organizar unacierta cotidianidad y los presos tienen la oportunidad de organizar actividades,

    la narracin funciona, en algunos casos, como el pilar de nuevas formascompensatorias de la colectividad: un narrador se dirige a una comunidad deoyentes a los que entrega la puesta en relato de sus experiencias. Esa forma decomunidad surge, claro est, en unas condiciones enormemente precarias y

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    hostiles, pero ello no hace sino reforzar el valor de esas prcticas como estrategiade supervivencia.

    Tal como indica el testimonio de Carrasco, la estructura de esas reuniones

    parte, adems, de una matriz organizativa que es, en s, opuesta a la lgicageneral del campo: ningn tipo de relacin jerrquica ordena la circulacin dela palabra. Por el contrario, la estructura circular de las narraciones produceuna distribucin de las tomas de palabra que implica una participacin realde todos los sujetos, en un espacio en el que los roles de narrador y oyentese intercambian. No se trata solamente de generar lazos comunitarios entrelos detenidos, sino de hacerlo de un modo opuesto a aquel que ordena lasidentidades colectivas bajo el pinochetismo, es decir, que la produccin

    discursiva no est monopolizada por ningn componente del grupo, quesea democrtica y participativa. El funcionamiento tiene como principioconstructivo que todos los prisioneros accedan a la posibilidad de articularun discurso sobre la experiencia propia.

    En un espacio en que la experiencia llega al punto lmite de lo traumtico,estas reuniones narrativas permiten que cada prisionero procure rearticular unaposicin como narrador de su propia experiencia. Intenta, as, construir demodo incipiente una posicin de testigo que digayo y ponga en relacin a l

    una serie de acontecimientos en los que reconoce que su subjetividad se hallainvolucrada.El hecho de que las vivencias al interior del campo no formen parte

    del material narrativo del que se nutren los relatos deslizando el bordeexterior del apresamiento, eludiendo remover costras todava blandas,seala Carrasco es ms que comprensible por su cercana y cargatraumtica. No me parece gratuito pensar, sin embargo, que la experienciaradical que han vivido debi penetrar en esos relatos de otro modo. Si bienestas experiencias no son representadas explcitamente, se incluyen en esosrelatos a travs de su exclusin deliberada y consciente, lo que marca unapreocupacin extrema por aquello que todava es demasiado sensible parapermear el discurso, pero que est ah, presionndolo desde fuera.

    De manera similar, numerosos poemas escritos en el interior de los camposde concentracin2 presentan elementos recurrentes, relacionados con ladificultad de enfrentarse a esta condicin y hacerla inteligible poticamente.Casi todos ellos exponen una curiosa estructura: ante una experiencia lmite,borrosa y difcilmente enfocable, estos poemas crean otro espacio, imaginario,

    2En Chacabuco, el Consejo de Ancianos lleg a convocar a un concurso de poesa en los primerosmeses de 1974, al que se presentaron poco ms de 40 y que cont con 10 poemas ganadores.

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    irreal, desde el cual la vida en su interior puede ser representada con ciertadistancia. Un espacio que se incluye en el poema por representacin directa3

    o por la figuracin de un destinatario que est fuera de ese lugar y al cual se

    le relata lo que all est ocurriendo4. Es necesario imaginar un punto de vistaexterior al campo para hacer inteligible lo que ocurre en su interior.

    III. QUINTEROS Y LOS TIEMPOS DE LA ESCRITURA TESTIMONIAL

    Diario de un preso poltico chileno, de Haroldo Quinteros, hace frente a esasdificultades de otra manera. Su singularidad reside en el entrecruzamientode dos temporalidades diferentes que entran en colisin a lo largo de todoel Diario. Desde el campo de Iquique despus de pasar por el Regimientode Telecomunicaciones y por Pisagua en los meses de septiembre y octubre-,Quinteros intenta reconstruir narrativamente su experiencia desde el momentodel golpe de Estado hasta llegar all, y analiza todo lo sucedido en los camposanteriores. De ese modo, la temporalidad de la experiencia en el campode Iquique, rigurosamente contempornea del tiempo de la escritura, seentrecruza con la de la reconstruccin narrativa del pasado inmediato, que se vecontinuamente interrumpida por la irrupcin de la dinmica concentracionaria

    de Iquique y por las circunstancias que, en el momento de la escritura, afectana Quinteros.

    Esas continuas interrupciones, y la fragmentacin narrativa que el textopresenta, hacen visible la dificultad del detenido para incluir su experiencia enuna continuidad causal. Se trata de un problema tpico de la escritura testimonial,que intenta dar un sentido temporal y vivencial a una condicin traumtica queaparece, en lo esencial, separada del resto de la vida del superviviente. PlanteaLawrence Langer en un libro ya clsico que

    el testimonio es una forma de memoria (...) luchando contra lo que podemosllamar memoria disruptiva, es un esfuerzo de reconstruir algo similar a unacontinuidad en la vida como si fuera una existencia normal. La cotemporalidaddeviene el principio de esos testimonios, en tanto que el testigo lucha con laimposible tarea de hacer que sus reminiscencias del campo se articulen con elresto de sus vidas (Langer, 1991: 3).

    3Casas que estarn llenas de bullicio / juguetes y travesuras; de coquetera, artesa / y amorosos

    labios: Casas de Chacabuco, de Jorge Montealegre, en Goldschmidt Wyman (2002: 113-115).4No puedo dejar de hablarte, padre / los diarios mienten, / todos mienten, / desde el boletnoficial,/ el periodista, / el impresor, / la tinta, / los avisos econmicos, / la canillita, / a m mefusilaron/ en la noche y a pleno campo / no me arranqu: poema annimo, reproducido enGoldschmidt Wyman (2002: 155).

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    Por ello, la dbil narratividad de la mayora de estos testimonios no debeleerse como un fracaso esttico, sino como una seal del modo en que lossupervivientes tratan de articular en el discurso sus experiencias. De hecho,

    la mayora de estos testimonios carece de una lnea de continuidad causal quehaga inteligibles las relaciones entre unos y otros elementos narrativos. Endefinitiva, lo que falta en gran parte de estos textos es un sujeto fuerte capazde suturar con su presencia la disgregacin de los diversos aspectos que estponiendo en juego en su relato. Esta caracterstica nos habla de dos cuestionesfundamentales: en primer lugar, los acontecimientos se presentan fragmentadosa los supervivientes y, en segundo lugar, al elaborar narrativamente esaexperiencia, los supervivientes no hallan la forma, en la mayora de los casos,

    de integrar esos elementos disgregados en una narracin unitaria5.En el caso del texto de Quinteros, la urgencia de la escritura en el interior dela prisin hace, si cabe, ms visible sus dificultades para unificar la experienciaen una trama causal con coherencia narrativa. De hecho, ms que tratar deconsignar lo cotidiano en Iquique, el Diario se propone como tarea reconstruirel recorrido y las vivencias que le han llevado hasta all, dando un lugarsecundario a los elementos de la inmediatez del campo:

    Iquique, 5 de diciembre 1973.Anteayer llegamos a Iquique, y es la primera vez que puedo escribir. Tenaunos deseos enormes de hacerlo, desde Pisagua. Por dnde empezar? Estoycansado, pero no apagan la luz de la celda, he conseguido papel y lpiz ytampoco puedo dormir. () Si tuviera que empezar de alguna forma tendraque ser desde el comienzo de mi vida, por lo menos desde el comienzo de mivida en poltica, desde que era un adolescente. S, sin embargo, que tendrtiempo de sobra para esos detalles, y me urge hablar de lo que ha ocurridoahora ltimo (1979: 20).

    Si bien el objetivo declarado del diario es reconstruir narrativamente untrayecto, las condiciones de vida en el campo aparecen, aunque lateralmente,al sealar las limitaciones en que se lleva a cabo la escritura. Quinterosintenta trabar narrativamente los episodios ocurridos desde el da anterior algolpe de Estado hasta el momento de la escritura. El objeto de su discurso esfundamentalmente ideolgico, por lo que vincula directamente su condicinde activista popular al hecho de convertirse en objeto de la represin. As, elrelato de su detencin es precedido por las reuniones de deliberacin con otros

    5Desde un punto de vista terico, las contradicciones de la enunciacin testimonial estnanalizadas en Peris Blanes (2005) siguiendo las ideas de Agamben (2000 y 2004) y Derrida (2005)y criticando su deshistorizacin del testimonio a la luz de las aportaciones de Wieviorka (1998).

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    miembros del Partido Socialista de Iquique en las que trataban de hallar algunasolucin al Golpe inminente que ya en los das anteriores se anunciaba.

    A pesar de ese objetivo reconstructivo, las primeras notas (ms de tres

    pginas) tomadas en la noche de ese 5 de diciembre, y en las que se asientanlos antecedentes del relato, se cierran de nuevo con la emergencia de lascondiciones del campo y violentan por completo la escena de escritura:

    Ya es imposible seguir ahora. Es raro que nos dejen solos. Estoy seguro de queesto va a cambiar. Pero ya todos duermen y yo no doy ms. Seguir maana. Porlo menos hay dnde y cmo fondear estos papeles (1979: 22).

    Ese choque de temporalidades diferenciadas atraviesa todo el Diario,dando la impresin de que la reconstruccin narrativa de la experiencia en elRegimiento de Telecomunicaciones y en Pisagua tienen como objetivo siempredemorado alcanzar el tiempo en que se desarrolla la escena de la escritura.sta, sin embargo, interrumpe constantemente a la otra a travs de insertosrecurrentes, como el resto no declarado de una realidad que el prisionerodecide no afrontar directamente, sino que pretende darle sentido narrando lasexperiencias que le precedieron.

    Diversos elementos interconectan, sin embargo, esas dos temporalidades:Esa noche comenz un resfriado que luego se transformara en bronquitiscuyas secuelas todava me duran (6 de diciembre) (1979: 27). Poco a poco, eltiempo de la escritura gana espacios en el texto, localizndose especialmenteen los prrafos inicial y final de cada jornada del diario, pero presentndosesiempre como un elemento secundario para los intereses de Quinteros,subordinado a la reconstruccin narrativa que est realizando: El nmerode presos ha aumentado de tal manera que apenas nos dan una sopa aguadacon una papa o un hueso. Pero en fin, ya hablaremos de eso. Seguir con

    Pisagua (8 de diciembre) (1979: 35); Despus de solucionar problemas depapel y de dejar de escribir unos das para evitar las continuas frasecitas: quescribes tanto?, prosigo. Despus de todo, es lo nico que podemos haceraqu y adems debo hacerlo (15 de diciembre) (1979: 42).

    IV. DERROTA POLTICA Y DUELO IMPOSIBLE EN LA ESCRITURATESTIMONIAL

    Del otro lado, el proyecto narrativo que tiene como objeto la experienciaanterior al internamiento en Iquique pone un especial nfasis en lareconstruccin del ambiente ideolgico de la izquierda vinculada a la Unidad

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    Popular, tanto en las horas anteriores al Golpe como en sus intercambiosen el interior de los campos de Telecomunicaciones y Pisagua. De hecho,Quinteros reconstruye en sus notas las conversaciones, discusiones y anlisis

    desarrollados en comn con sus compaeros, tomando todo ello comoelementos de base para un anlisis ideolgico y crtico de los errores delproyecto popular y de las razones de emergencia del fascismo6.

    As, sus diarios son en buena parte un hilado de conversaciones en las quese expresan los puntos de vista de las diversas militancias, al tiempo que plantealos posibles marcos de interpretacin del proceso que est teniendo lugar y lasexperiencias histricas que pueden servir de referencia para experiencias futuras,llegando a proponerse, en diferentes ocasiones, el proyecto maosta como eje a

    partir del cual pensar el proceso socialista en las economas perifricas.Como varios de los testimonios publicados en el exilio, el texto de Quinterosse propone como el espacio en que puede resguardarse lo esencial de aquelloque la violencia militar ha cercenado. No slo la lucha social, sino tambin laconcepcin de la experiencia, de la comunidad y de las relaciones humanas quehaba vertebrado el proyecto popular y que la brutal represin militar estabatratando de desarticular7.

    En ese sentido, la escritura de Quinteros es, como la de otros muchos

    detenidos, una escritura doliente y, en un sentido amplio, fuertementemelanclica. Incapaz de realizar el duelo por la derrota histrica que el rgimenmilitar ha infligido al proyecto de la va chilena al socialismo, la escritura seconvierte en un espacio de reparacin. No solamente en un lugar en el que laexperiencia poltica que haba definido al tiempo de la Unidad Popular puedeser resguardada, sino en el que, adems, sta puede tener continuidad (Unnold,2002).

    La narracin en la que toma cuerpo ese proyecto se debate entre su voluntadde organicidad y la presencia de numerosos hiatos narrativos. Su continuidadse halla, de hecho, recurrentemente entrecortada por la emergencia de la escenaen que se desarrolla la escritura, desvelando la profunda dificultad de Quinterospara organizar una relacin narrativa que haga inteligible su situacin en tantopreso:

    6Esa denominacin a todas luces inexacta para categorizar al rgimen militar chileno sirvi,sin embargo, en los primeros tiempos, para cohesionar las luchas contra l integrndolas en elparadigma internacional del antifascismo.

    7Hay un anlisis detallado de la funcin desempeada por los testimonios de supervivientes enel exilio en Peris Blanes (2008). Esa funcin debera vincularse con la crisis de la intelectualidadlatinoamericana a finales de los aos sesenta y setenta y el auge del antiintelectualismo, que daranun espacio de legitimidad al testimonio frente a las intervenciones de los intelectuales tradicionales(Gilman, 2003).

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    23 de diciembre.Se me ha armado una confusin terrible. He escrito ayer nuestras aventurasen la crcel de Iquique, y para no perder el hilo las continuar. El relato de

    Pisagua esperar hasta maana, o cuando se pueda. Quizs tenga que cortarlodefinitivamente. Ya han empezado seriamente los trabajos en la medida quehe anotado ayer. Me ha dado por trabajar la madera y eso me hace descansarmucho, tomar caldo de cabeza en menor cantidad, y con suerte hasta podravender algo, a travs de la Iglesia. Pero en fin, seguir con los otros papeles(1979: 22).

    De ese modo, la propia escritura se convierte en espacio y en objetode reflexin sobre s misma, tematizando el proceso de elaboracin de la

    experiencia que en ella tiene lugar, frente a otras actividades que permiten alprisionero suspender el carcter asfixiante de la dinmica concentracionaria.Quinteros alude, incluso, al desfasaje entre las dos temporalidades a las quehe hecho referencia anteriormente, sealndolo como uno de los elementosfundamentales de la relacin del prisionero con su escritura. De hecho, pocoa poco los insertos que hablan de la situacin inmediata de Iquique se hacencada vez ms presentes8, sin embargo, el hiato entre ambas experiencias an semantiene, sin que la reconstruccin narrativa alcance nunca la temporalidad delmomento de escritura. Es ms, es el mismo da en que Quinteros da cuenta delinminente traslado desde Iquique hacia la Penitenciara de Santiago (Acabande comunicarnos que maana nos llevan a Santiago, a la Penitenciara. 28de enero, 84) cuando el escritor muestra su inters explcito por describir ladinmica de Iquique, aunque lo hace de forma ms que peculiar, complejizandoan ms el cruce de temporalidades del Diario:

    Todos estos das no he hecho nada sino entretenerme haciendo figuritas demadera y dibujos. Escribir me ha cansado, y hasta me puso sumamente tenso

    durante la primera quincena de enero. Creo que aqu dejar de escribir, yquizs, si se puede, seguir en Santiago. Agregar al orden que hago de estashojas, una que escrib el 22 de diciembre. Aqu est:22 de diciembre.

    Ya est bueno que hable de esta crcel de Iquique. Estamos hacinados en una

    8Hoy, cuatro de enero, Nora cumple 26 aos, y no tengo nada que darle. Maana, da devisita, deber conformarse con verme. Pobre mi mujer, cuando le dije el primer da que nos vimos,despus de casi cuatro meses de dolorosa separacin, que se considerase libre, que preso slo estaba

    yo y no ella, que podran pasar muchsimos aos de crcel o hacerme desaparecer, que tratara derehacer su vida, me dio un bofetn y llor amargamente, ms amargamente que cuando le dijeronque haba sido fusilado. Me dijo contigo estn presos todos sus seres queridos, y yo ms que todos.Aunque s que siempre la quise mucho, esa vez creo que lo supe realmente. Supongo que en esoconsiste el castigo que me impone la burguesa, y nada ms: el privarme de ella. 4 de enero, 54.

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    sola celda, digamos, unos 40 presos polticos. Pero es mejor que en Pisagua.En el da no hago sino conversar con los presos comunes, para conocerlos4 de enero (1979: 84).

    Ya en la jornada del 23 de diciembre, como puede leerse ms arriba, Quinterosha consignado la existencia de estas pginas destinadas a la descripcin deIquique: Se me ha armado una confusin terrible. He escrito ayer nuestrasaventuras en la crcel de Iquique, y para no perder el hilo las continuar(1979: 44), pero es sintomtico que sea slo en ese momento, cuando seanuncia su traslado a la Penitenciara de Santiago, que decide incluirlas en elDiario, como una manera, quizs, de taponar ese hiato omnipresente entre la

    reconstruccin narrativa de su llegada hasta all y la emergencia de elementosque hacen referencia a las condiciones en que se desarrolla la escritura: como siambas, en la dinmica del texto, no puedan nunca coincidir.

    Ese continuo diferimiento del encuentro entre ambas temporalidades creoque da cuenta de la dificultad, por una parte, de enfrentar directamente laexperiencia de la dinmica concentracionaria en el momento en que est siendovivida y, por otra, de la imposibilidad de reconstruir la experiencia recientesin que algo de esa realidad inasumible haga acto de presencia en el discurso,produciendo cortocircuito en su ilacin narrativa, a travs de la emergenciade esos restos precarios y desarticulados de la conflictiva situacin de escritura.

    V. CONCLUSIONES

    El Diario condensa, pues, algunos de los problemas mayores que lossupervivientes deben enfrentar a la hora de poner en discurso su experiencia.

    Al escribir desde el interior mismo del campo de concentracin, la escritura de

    Quinteros expresa buena parte de los impasses que encuentra el supervivienteal tratar de poner en discurso el acontecimiento traumtico.

    Si otros supervivientes eligieron la forma-diario para registrar la experienciaen el campo a un punto mximo de tensin, el diario real de Quinteros dacuenta de una tensin mayor entre la experiencia vivida y la posibilidad derepresentarla mediante la escritura. La doble y conflictiva temporalidad deesas pginas es un ndice textual de la imposibilidad de cercar plenamente lasituacin lmite de los campos en el espacio de la escritura. Las fricciones e

    interrupciones entre ambas temporalidades textualizan no slo la violencia delominoso escenario en que tiene lugar la escritura sino, adems, las dificultadesdel sujeto para integrar las vivencias traumticas en un discurso con continuidadcapaz de hacerlas inteligibles. Ello no es de extraar, pues los presos, como ms

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    tarde harn los supervivientes, se enfrentan a un reto de apariencia imposible yque constituye en s el desafo mayor de la enunciacin testimonial: construiruna posicin (subjetiva) para hablar sobre el proceso mismo que amenaza con

    derruir por completo su subjetividad y hacerlo, adems, desde el interior de esederrumbe.

    REFERENCIAS

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