Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

Embed Size (px)

Citation preview

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    1/89

    JEAN-PIERRE GARNIER

    CONTRA LOS TERRITORIOSDEL PODER

    Por un espacio pblicode debates y... de combates

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    2/89

    Maquetacin:Virus editorial

    Cubierta: PCC

    Traduccin del francs:Ambar J. Sewell

    Primera edicin en castel lano: octubre de 2006

    Lallevir, S.L./VIRUS editorialC/Aurora, 23, baixos08001 BarcelonaT./fax: 93 441 38 14c/e.: [email protected]: www.viruseditorial.net

    www.altediciones.comImpreso en:

    Imprenta LunaMuelle de la Merced, 3, 2. izq.48003 BilboT.: 94 416 75 18Fax: 94 415 32 98c/e: [email protected]

    ISBN-10: 84-96044-78-5ISBN-13: 978-84-96044-78-5Depsito legal:

    Breve presentacin del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

    La voluntad de no saber . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    La democracia local frente al globalitarismo . . . . . . . . . . . . . 35

    Un desarrollo urbano insostenible.Securizar o tranquilizar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

    Un espacio indefendible.La reordenacin urbana en la hora securitaria . . . . . . . . 103

    Arquitectura y anarqua: una pareja mal avenida . . . . . . . . . 129

    Rebeldes sin causa(s)? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143

    La lucha de los desclasados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165

    ndicecreati

    ve comm

    onsLICENCIA CREATIVE COMMONS

    autora - no derivados - no comercial 1.0

    - Esta licencia permite copiar, distribuir, exhibir e interpretar este texto, siempre y cuando se cumplan las

    siguientes condiciones:Autora-atribucin: se deber respetar la autora del texto y de su traduccin. Siempre habr de cons-

    tar el nombre del autor/a y el del traductor/a.No comercial: no se puede utilizar este trabajo con fines comerciales.No derivados: no se puede alterar, transformar, modificar o reconstruir este texto.

    - Los trminos de esta li cencia debern constar de una manera clara para cualquier uso o distribucin deltexto.- Estas condiciones se podrn alterar con el permiso expreso del autor/a.

    Este libro tiene una licencia Creative Commons Attribution-NoDerivs-NonCommercial. Para consultar

    las condiciones de esta licencia se puede visitar http://creative commons.org/licenses/by-nd-nc/1.0/ o

    enviar una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbot Way, Stanford, California 94305, EUA.

    Copyright de la edicin, 2006 Virus editorialCopyright del texto, el autor

    cc

    BY

    A

    =

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    3/89

    Actualmente investigador en el Instituto Parisino de Investi-gacin de Arquitectura, Urbanismo y Sociedad, del CentroNacional de Investigaciones Cientficas (CNRS), Jean-PierreGarnier se diplom en el Instituto de Estudios Polticos dePars y es doctor en sociologa urbana (Universidad de Tou-louse-Le Mirail) y en urbanismo y planificacin (Universidadde Pars XII). Anteriormente haba trabajado en diferentesrganos de planificacin territorial (Instituto de Planifica-cin y Urbanismo de la Regin Parisina, Instituto de Planifi-

    cacin Fsica en Cuba, Direccin Departamental del Equipa-miento Seine-Martimo). Con posterioridad, imparti clasesen las universidades de Toulouse-Le Mirail, Pars VIII y Pars I,as como en la Escuela Especial de Arquitectura de Pars.

    En la encrucijada de las disciplinas que ha practicado(ciencias polticas, urbanismo y planificacin, sociologaurbana) o bordeado (geografa urbana, antropologa urba-na, arquitectura, economa, filosofa poltica), y de sus com-promisos militantes en las luchas anticapitalistas, Jean-Pie-rre Garnier ha centrado sus investigaciones y reflexionessociolgicas en las formas espaciales de la dominacin

    social, tanto si se trata de las polticas desarrolladas por lospoderes pblicos para influir sobre la organizacin, el uso ylas representaciones del espacio, como de la ideologa que

    vehiculan los discursos ordinarios o especializadosque suscitan esas polticas. Sus ltimos trabajos son unareflexin, por una parte, sobre la violencia urbana y lapoltica de la ciudad con el nimo de neutralizarla y, porotra, sobre las acciones de las autoridades para transformarel espacio pblico en un parque temtico.

    5

    Breve presentacin del autor

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    4/89

    Miembro de los equipos de redaccin de las revistasEspaces et Socits,LHomme et la Socity Utopie critique,Jean-Pierre Garnier tambin ha investigado la evolucinactual del mundo intelectual francs y, en particular, de laintelligentsiade izquierda, y su rol de condicionamiento

    y adaptacin de los espritus a las nuevas modalidades deacumulacin del capital.

    Inspiradas por la inquietud de crtica social del ordenestablecido, las obras, artculos e intervenciones orales deeste investigador disidente le han proporcionado numero-sos enemigos en el complejo meditico-intelectual de supas.

    Obras publicadas: Une Ville, une rvolution : La Havane. De lurbain au

    politique , Anthropos, 1972. Le Socialisme visage urbain. Essai sur la local-

    dmocratie, ditions Rupture, 1978 (en colaboracin conDenis Goldschmidt).La Comdie urbaine ou la Cit sans classes, Maspero,

    1978 (en colaboracin con Denis Goldschmidt). Le Marxisme lni fiant . La politique bourgeoise au

    poste de commande, Le Sycomore, 1979.La Deuxime droite. La Gauche des annes 80, Robert

    Laffont, 1986 (en colaboracin con Louis Janover).Le Capitalisme high tech, 1988, Spartacus. La Pense aveugle. Quand les intellectuels ont des

    visions, ditions Spengler, 1985 (en colaboracin con

    Louis Janover).Des barbares dans la Cit. De la tyrannie du march la violence urbaine, Flammarion, 1996.

    La Bourse ou la ville, ditions Pars-Mditerrane,1997.

    Le Nouvel ordre local. Gouverner la violence , LHar-mattan, 1999.

    Manhattan transfert, inLEmpire en guerre, Le Tempsdes cerises, 2001.

    Una inmensa sensacin de alivio recorre las reinterroga-ciones y refundaciones tericas que durante casi unatreintena de aos no han cesado de ser el objeto o quizsslo hayan servido de pretexto? de las ciencias sociales,en general, y de la investigacin urbana, en particular, enFrancia1. Hay incluso quienes se felici tan, con el mayor entu-siasmo y seguridad, de la muerte de las ideologas redu-cidas a una nica ideologa, como veremos a continuacin.Durante un perodo corto pero devastador (1968-1975),

    stos se dedicaron a pervertir el razonamiento cientficohasta lograr hacer olvidar su finalidad: producir saberes. Ylo lograron, sustituyendo la retrica de un discurso por elconocimiento de un objeto. Por tanto, que nadie oseseguir preguntndose en la actualidad qu tipo de sabe-res, a qu fines obedecen y en beneficio de quin se pro-ducen. Eso significara, precisamente, volver a caer en loserrores del pasado. Adems, tales cuestiones ya no son deactualidad.

    En la presentacin de un trabajo publicado a principiosdel nuevo siglo, destinad a mostrar un panorama del pensa-

    miento francs actual sobre lo urbano, su principal artfice2

    76

    1. El proceso es similar, como veremos ms adelante, al que se ha produ-cido en otros pases del sur de Europa.2. Thierry Paquot, profesor de filosofa, antiguo militante de una Izquier-da Obrera y Campesina tan improbable como e fmera. Compuesta casiexclusivamente de universitarios, la GOP, grupsculo izquierdista de ins-piracin maosta, naci defendiendo las huelgas salvajes obreras y lasluchas campesinas extrainstitucionales de principios de los aos setenta

    y desaparecer cuando se inicie su declive .

    La voluntad de no saber

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    5/89

    cada vez menos qu es lo que hay y ms qu es lo que se debepensar5. Reconcilindose con la vocacin de sus discipli-nas, hoy cada cual se preocupa slo de ensear lo que sabepero ya no lo que cree. Sin embargo, cuando se confrontansus afirmaciones y profesiones de fe con los resultados desus trabajos, da la impresin de que los investigadores enciencias sociales, tanto ayer como hoy, slo dicen aquelloque creen saber. Y esto s que constituye una novedad: nodicen nada conscientemente sobre todo aquello que prefie-ren ignorar.

    De la sospecha al consentimiento

    Contrariamente a lo que podra dar a entender lo dichohasta ahora, por mi parte no hay ninguna nostalgia en lareferencia a una poca, bastante breve a fin de cuentas, en

    que los investigadores franceses pretendan, siguiendo elprecepto althusseriano, llevar la lucha de clases a la teo-ra. Pretensin ilusoria, y que debera haber sido conside-rada como tal por los apasionados de la desmistificacin yde la deconstruccin, si se hubieran permitido un ejerci-cio de lucidez reflexiva. Pero, evidentemente, eso habrasignificado echar piedras sobre su propio tejado.

    No creo que deba insistir nuevamente en la instrumenta-lizacin de que ha sido objeto el pensamiento crtico de ins-piracin marxista, situacionista o foucaultiano6, por partede los estrategas de la planificacin urbana, porque ya lo

    hice en su momento, sin esperar a que el paso de los aosdemostrara lo que entonces ya era evidente. Tambin losinvestigadores util izaron ese pensamiento como un medio

    9

    se regocijaba sealando, nuevamente, aquello que separaeste pensamiento del estado de espritu reivindicativo y cr-tico del capitalismo que prevaleca a principios de los aossetenta, poca caracterizada por un empeoramiento de lapropensin a marxizarlo todo3. Prisioneros de su compro-miso con aquello que entonces se llamaba la contestacinde nuestra sociedad, acaso lo que guiaba a muchos investi-gadores entonces no sera la necesidad de ver confirmadaslas verdades que justificaban ese compromiso, antes que labsqueda de la verdad? Animados por una voluntad militan-te, no haban terminado por concebir la investigacin comouna manera de hacer poltica por otros medios? La perspec-tiva histrica de los movimientos urbanos, decretaba, porejemplo, uno de los ms influyentes investigadores delmomento, articulados de forma estrecha con el movimien-to obrero, en el marco de una estrategia socialista, reclamade modo urgente una teora cientfica y revolucionaria de lo

    urbano

    4

    . Nada menos que eso!Afortunadamente, las orejeras dogmticas que cegabana quienes hicieron profesin de analizar el mundo socialmejor que los dems han desaparecido poco a poco, a medi-da que los ideales de emancipacin se vean reducidos apolvo, tocados de lleno por el descrdito y el hundimientode los regmenes, partidos y doctrinas que decan encarnar-los. Liberados por fin de los marcos conceptuales y los cor-ss tericos que contenan la reflexin, los investigadores

    ya podan dedicarse plenamente al estudio de las mutacio-nes del mundo urbano contemporneo sin tener que apli -

    car una perspectiva suspicaz, por no decir hostil, que yacareca de todo sentido.Haba pasado ya la poca en que tanto el gegrafo como

    el historiador, el socilogo y el economista solan decir

    8

    5. Pierre Bourdieu, La science et lactualit, Actes de la Recherche ensciences social es, n. 61, marzo de 1986.6. Michel Foucault, filsofo francs, ha sido otro de los maestros preemi-nentes del pensamiento en las ciencias sociales cuando enseaba en laUniversidad de Vincennes.

    3. T. Paquot, M. Lussault y S. Body-Gendrot,La Ville et lurbain, ltat dessavoir s, La Dcouverte, Pars, 2000.4. Manuel Castells, Mouvements urbains et voie dmocratique vers lesocialisme,Autrement, n. 6, septiembre de 1976.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    6/89

    para afirmar su suficiencia y satisfacer su necesidad de reco-nocimiento7.

    Debemos dejar de considerar a los socilogos tan hbi-les como para practicar la subversin sin que nadie se dcuenta!8. Esta advertencia irnica la diriga retrospectiva-mente uno de estos socilogos a sus colegas, pues algunoshaban llegado a creerse que estaban practicando undtournement, tal y como aconsejaba la vulgata situacio-nista9, de la institucin que los haba contratado, para orien-tarla hacia fines totalmente opuestos a los que sta se habafijado. Aunque, sin lugar a dudas, el liberalismo avanzadoque constituy la sea de identidad delgiscardisme 10 no fueextrao a la amplitud de miras liberal11, la predileccin delos agentes estatales de la investigacin urbana por la socio-loga marxista y otras teorizaciones de perspectiva crtica,sirvi sobre todo para proveer a los planificadores urbanos,que se hallaban en pleno desarrollo, de los conocimientosque les hacan falta.

    Confrontados en aquellos momentos con la incapacidaddel urbanismo tecnocrtico para controlar una urbaniza-cin anrquica; con la aparicin de nuevos movimientossociales en torno a las formas de vida; con la emergenciade la enfermedad de los grandes conglomerados en lossuburbios obreros, todo ello agravado por un contexto

    10

    nacional de recesin econmica, los altos funcionarios delMinisterio de Obras Pblicas haban perdido su confianzaen las teoras funcionalistas, tecnicistas y economicistas quehasta entonces haban inspirado el tratamiento, tanto teri-co como prctico, del espacio urbano. Convertido ste en ellugar y el espacio de conflictos abiertamente polticos, nopoda ser abordado de manera objetiva y neutra, esdecir, apoltica, como se haba hecho hasta el momento.Para ayudar a quienes toman las decisiones pblicas acomprender las disfunciones del sistema y a regular lasrelaciones entre el Estado y la sociedad urbana, las instan-cias burocrticas que dirigan la investigacin llamaron auna nueva generacin de investigadores, precisamenteaquella que haba ido a la universidad cuando las revueltasestudiantiles de Mayo del 68.

    Es as como se empiezan a impartir crditos y a financiarestudios que desmontan los mecanismos capitalistas de laproduccin del espacio o los dispositivos de control delos aparatos de Estado. Los conceptos que estbamos habi-tuados a ver florecer en las octavillas izquierdistas empeza-rn, de hecho, a figurar entre las claves que permitan enten-der las contradicciones este trmino se acabarsustituyendo, con el tiempo, significativamente, por el dedisfuncin a las que los planificadores y constructoresdeben hacer frente: clases sociales, explotacin, domi-nacin, segregacin, normalizacin Significa esto,tal y como lo sugiere maliciosamente el socilogo citadocon anterioridad, que los planificadores se han servido de

    los anlisis marxistas en la misma medida que los militaresde los manuales de guerrilla12? Hubiera sido adems nece-sario que ese marxismo y, de un modo ms general, ese pen-samiento crtico se orientaran desde el principio al pueblo yque los trabajadores intelectuales, como les encantaballamarse a s mismos a muchos investigadores, hubieran afi-

    11

    12. Maurice Blanc,art. cit.

    7. Jean-Pierre Garnier,Le Marxisme lni fiant ou la politique bourgeo iseau poste de commande, Le Sycomore, Pars, 1979.

    8. Maurice Blanc, Commande publique et sociologie urbaine,Espaceset Socits, n. 48-49, 1987.9. Eldtournementpuede definirse como la prctica que, propuesta porla Internacional Situacionista, consiste en subvertir un mensaje o discur-so (gesto o accin) para que comunique algo diferente y a veces opuestoa lo que inicialmente pretenda comunicar, es decir, es un modo de tergi-

    versac in. (N. de la T.)10. Giscardisme: nombre con el que se conoce la ideologa y prctica pol-ticas del gobierno de la Repblica que se desarroll bajo la presidencia de

    Valry Giscard dEstaing.11. Michel Amiot, Contre ltat, les sociologues, lments pour lhistoirede la sociologie urbaine en France (1900-1980) , d. de lEHESS, Pars,1986.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    7/89

    pasar del estatus de fraccin dominante de las clases domi-nadas al de fraccin dominada de las clases dominantes.Con la conversin ideolgica que una transformacin deese tipo conllevaba.

    No existe duda alguna de que el compromiso con lasciencias sociales de muchos jvenes diplomados, como lorecuerda un socilogo, se llev fuera de los enclaves uni-

    versitar ios por la conviccin de que la apuesta princ ipaldeba ser cambiar el mundo15. No hay que limitarse, a modode explicacin, a evocar el clima intelectual de los aossesenta16, en que la crtica del orden establecido estaba,por decirlo as, en el ambiente. Si cambiar el mundo cons-titua efectivamente su horizonte era porque la distancia eratal, para los neopequeoburgueses, entre sus esperanzasde ascenso social y la posibilidad de verlas realizadas, queno les quedaba ninguna otra alternativa que combatir almenos verbalmente un sistema que frenaba sus carrerasprofesionales y, para los ms ambiciosos, sus aspiracionespolticas.

    Vale la pena sealar aqu que este bloqueo de la PBI ensu irrefrenable ascenso no es exclusivo de Francia, comotampoco lo es la radicalizacin ideolgica que provocaentre los miembros de esta clase. Con desfases temporales yespecificidades histricas y sociales propias de cada pas,durante la posguerra, el conjunto de la Europa del sur sehallaba o no tardara en hallarse en la misma situacin para-djica: el peso cada vez mayor, a nivel demogrfico, econ-mico y cultural, de una clase en ascenso, favorecido por el

    desarrollo y la modernizacin del capitalismo, contrastabade manera flagrante con el pobre papel por no decirinexistente que se le reservaba en el campo poltico.

    En Francia recin inic iada la V. Repblica, en Ital ia bajoel gobierno de la democracia cristiana, en Portugal con el

    13

    lado sus herramientas tericas con el objetivo de acabarcon mayor rapidez con el modo de produccin capitalistadel que se proclamaban adversarios. Pero nada ms lejos dela realidad.

    De hecho, no se debe subestimar la radicalidad crtica dela investigacin urbana de los aos setenta. Los informesredactados por los socilogos por encargo de sus colegas enlos ministerios por no decir que ellos mismos, que sedeclaraban partidarios del materialismo dialctico per-miten hablar de un verdadero marxismo de Estado. Pero adiferencia de los manuales de guerrilla, estos informescarecan de cualquier utilidad incluyendo aquellos en losque las luchas urbanas constituan su tema central paraquien hubiese querido dirigir un combate consecuentecontra el poder burgus. El pedantismo esotrico y el teo-ricismo sofisticado que constituan su sea de identidad tra-ducan a la perfeccin el deseo de sus autores de imponersecomo portadores exclusivos de una mirada verdaderamen-te cientfica de la realidad urbana frente a quienes les encar-gaban sus estudios.

    Sin volver nuevamente sobre un proceso cuyos fines heexpuesto, junto a otros, en repetidas ocasiones13, se debepor lo menos recordar que ese asombroso matrimonioentre una ciencia crtica con el poder y una tecnocracia enbusca de certezas14, al que hemos asistido durante unadecena de aos, se produce en una coyuntura sociohistri-ca muy particular. Una coyuntura en que la pequea bur-guesa intelectual (PBI), de la que forman parte los investi-

    gadores, los profesores universitarios y sus estudiantes, sepreparaba en las dos acepciones del trmino para

    12

    15.Ibd.16.Ibd.

    13. Jean-Pierre Garnier y Denis Goldschmidt, Le Social isme visageurbain. Essai sur la locale-dmocratie, d. Rupture, Pars, 1978. Jean-Pierre Garnier y Louis Janover,La Deuxime droite , Robert Laffont, Pars,1986;La Pense aveugle. Qua nd les inte llectuels ont des vi sions , Spen-gler, Pars, 1993.14. Pierre Lassave,Les sociologues et la recherche urbaine dans la Francecontemporaine, Presse universitaires du Mirail, Toulouse, 1997.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    8/89

    burguesa y en el proletariado, obrero o administrativo, a laPBI le incumbe asegurar las tareas, cada vez ms numerosas

    y complejas, que garantizan la reproduccin de las relacio-nes de produccin, es decir, aquellas vinculadas a la media-cin: concepcin, organizacin, control y domesticacin.Si bien es cierto que las competencias que exige su cumpli-miento, como ya lo ha demostrado la experiencia en los pa-

    ses anglosajones y escandinavos con algunas dcadas deantelacin, pueden ser reinvertidas en la conquista y ejerci-cio del poder poltico, se trata de un poder subordinado,dado el lugar subalterno que ocupa la PBI con respecto a laclase propietaria. Por esta razn, se la ha considerado unaclase gobernante por delegacin y no una verdadera clasedirigente. Del mismo modo que la burguesa no consienteque se hagan reformas que favorezcan a las clases popula-res, por la amenaza, real o no, de una revolucin, ha sidonecesario que las lites de la PBI del sur europeo se hicieranpasar durante un tiempo por revolucionarias con el fin dehacer valer y que se les reconociera su vocacin reformista.

    En materia de concepcin y, de forma secundaria, deinculcacin, dominios en los cuales la intelligentsia puededemostrar sobradamente su talento, el gran cuento de laemancipacin por el que mostraba tanto entusiasmo cuan-do pretenda ser progresista se correspondi con un pero-do convulso en el que la antigua alianza de clases ya estabaen vas o a punto de romperse, dejando entrever a aquellosque ponan el freno en la oposicin unas perspectivas depoder tan insospechadas como ilusorias. En Francia, mien-

    tras tanto, la fe en un socialismo democrtico y autogestio-nario empezaba a debilitarse incluso antes de que elgulag,los boat people18, el fracaso de la Revolucin de los Clavelesen Portugal o el fiasco del Programa Comn de la Izquier-

    15

    salazarismo y en Espaa bajo el franquismo, por no mencio-nar Grecia, apenas inaugurada la era industrial y sometida agobiernos de carcter reaccionario, donde la concentracinde capital an no haba acabado con las antiguas clasesmedias (pequeos comerciantes, artesanos y campesinos).Los propios sectores dinmicos y progresistas eran todavaminoritarios en el seno de la clase dirigente. La pequea

    burguesa tradicional an figuraba dentro del bloque en elpoder, como principal aliada de la burguesa, lo que le per-mita imponer sus valores conservadores, por no decirretrgrados, al conjunto de la sociedad en un momento enque la evolucin de sta los haca aparecer cada vez ms ana-crnicos. Por este motivo, las frustraciones y, de rebote, lasaspiraciones de los agentes de la nueva clase emergente,polticamente marginada y culturalmente asfixiada van atomar un cariz inusitado.

    Es en este momento cuando, de hecho, la PBI, revestidacon los discursos revolucionarios de sus maestros-filso-fos, empieza a soar con ser grande, es decir, con convertir-se en clase dirigente, pero vinculando su porvenir, comoforma de abnegacin y de modo fantasmagrico, al de lospequeos (el proletariado, la clase obrera, los trabaja-dores, las masas). Entonces se identificar, por ejemplo,con los desheredados del Tercer Mundo. Se proyectar enlos partidos socialistas o comunistas que, bajo otros cie-los, haban permitido a una vanguardia surgida de la intelli-

    gentsia la toma y ejercicio del poder en nombre del pueblo.Se har fuerte a base de echar abajo17 no slo un gobierno,

    sino un rgimen e incluso un sistema social. Una ambicinnada realista si se tienen en cuenta las posibilidades histri-cas de esta clase en un pas capitalista desarrollado.

    Mientras que, en la divisin social del trabajo, las laboresde direccin y de ejecucin recaen respectivamente en la

    14

    18. Se conoce como boat people a los refugiados indochinos que huyerondel gobierno comunista tras la guerra del Vietnam (1975) en pequeosbotes y a quienes huyeron de la invasin china de 1979, en total ms de unmilln de refugiados. (N. de la T.)

    17. En las manifestaciones la mayora de las consignas que gritan los mani-festantes y que aparecen escritas en las pancartas empiezan de formainevitable con un Abajo!.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    9/89

    nunca tratan de sacar partido de ella, de forma abusiva yrepetida, ha cambiado.

    El estado de espritu reivindicativo y crtico del capi-talismo, en consecuencia, ya no tiene donde desarrollarseentre los investigadores. Sus reivindicaciones ya han sidoplenamente satisfechas en el marco del sistema socioecon-mico existente y, en cuanto a aquellas que todava no lo han

    sido, ya no es necesario marxizarlo todo, porque slohace falta, por decirlo de algn modo, ir en el sentido de lacorriente. Y de aqu en adelante sta ir de Oeste a Este, una

    vez extinguidos los ltimos destellos del Oriente rojo, y yano es cuestin de teorizar a contracorriente.

    De su viaje inicitico a los Estados Unidos, dondemuchos fueron en peregrinacin tras el fin del ostracismo alque haba sido sometida la patria del imperialismo, losinvestigadores franceses volvieron maravillados por el des-cubrimiento liberador y fascinante de la ciudad america-na21y de todo tipo de herramientas cientf icas rutilantesde tan novedosas. Aunque no tenan el don de convertir enoro el vil plomo de la realidad capitalista, al menos s tenanel mrito de hacerla irreconocible para que terminramosaceptndola. Y ello ahorrndonos todas las molestias.

    As es como, tanto en el mbito de la investigacin urba-na como en otras partes, los amplios sistemas de interpreta-cin que se haban creado con la intencin de comprenderel mundo para transformarlo cedieron su lugar a los para-digmas locales, en que lo descriptivo sustitua a lo pres-criptivo. De hecho, el paso a un enfoque ms comprensivo

    que explicativo ser el mecanismo mediante el cual se sus-tituir poco a poco el espritu crtico por una apologa ms omenos sutil del orden de cosas. La existencia cotidiana delos ciudadanos, en particular, ser observada detenida-mente y con empata, y no por encima del hombro comoaquellas posturas altaneras que perdan de vista a los indivi-

    17

    da19 no proporcionasen las coartadas que sirvieron de justi-ficacin a los cambios de chaqueta que se iban a producir enel futuro.

    Primero a favor de la nueva sociedad 20 y, ms tarde,sobre todo, del liberalismo avanzado puesto en marchapor los sectores ilustrados de la burguesa tras la alerta deMayo del 68, los investigadores y profesores consagrarn la

    mayor parte de su tiempo y de su energa a proseguir sularga marcha dentro de las instituciones. Esta opcin lesllevar a abandonar por el camino, con mayor o menor faci-lidad, un bagaje ideolgico izquierdista que representabaun obstculo para quienes queran acceder a puestos de res-ponsabilidad. Al mismo tiempo que su compromiso en elplano ideolgico se debilitaba y optaban por la va electora-lista en el plano poltico, en la prctica se dispersaron en losmltiples puestos que las autoridades les ofrecieron comoacadmicos o especialistas. En resumen, el horizonte delprofesional de ciencias humanas dej de ser la subversinde la sociedad, para pasar a ocupar su lugar el xito en laCiudad del Conocimiento. Y nunca ms saldra de ella,excepto para realizar algunas incursiones en las inmedia-ciones del poder, nacional o local, e incluso internacional,para jugar el rol de consejero del Prncipe. Su miradasobre la ciudad y, ante todo, sobre quienes hoy ms que

    16

    21. Pierre Lassave, ob. cit.

    19. Para dar credibilidad a su alianza electoral de cara a la gente, el PartidoSocialista y el Partido Comunista Francs haban entablado una laboriosanegociacin con el fin de elaborar un proyecto poltico que estabasupuestamente orientado a la transicin del capitalismo al socialismo.20. Bajo la denominacin de nueva sociedad, a principios de los aossetenta, se haba efectuado una primera tentativa de adhesin de las nue-

    vas capas medias, es decir, de la PBI, a un gobierno de derecha. Bajo lapresidencia de Georges Pompidou, el primer ministro Jacques Chaban-Delmas, rodeado de un equipo de altos funcionarios que ms tarde reen-contraremos en la direccin del Partido Socialista, haba lanzado algunasreformas progresistas. Pero stas se produjeron en un contexto en que laclase obrera mostraba inquietantes signos de rebelin al multiplicar lashuelgas salvajes. Atemorizada, la mayora parlamentaria de derechapuso fin a la experiencia. J. Chaban-Delmas se qued solo y lo reemplaza-ron por un militar, Pierre Messmer, que se convirti en el nuevo jefe de ungobierno ultrarreaccionario.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    10/89

    Una ciencia del ocultamiento

    No hay ciencia si no de lo oculto, tena la costumbre derepetir el filsofo Gaston Bachelard. Pero lo que al parecerno haba previsto es que pudiera haber una ciencia del ocul-tamiento en pleno auge los situacionistas hablaban defalsificacin que relativizaba el alcance de su definicin.

    Ciertamente, tanto ayer como hoy, todo investigador que serespete se enorgullece de hacer inteligibles, gracias a suintervencin cientfica, fenmenos sociales cuya lgica nosalta a la vista fcilmente. Pero, en la actualidad, este trabajode desencriptado un trmino en boga en el gremio serealiza en paralelo a un trabajo de ocultacin que requierecomo mnimo tantos esfuerzos como el precedente.

    La competencia soberana de la mirada que sabe ver lasrealidades de la vida sin disfraz, por retomar la clebrefrase del socilogo Max Weber, es, de hecho, reemplazadapor otra: aquella que, por el contrario, las maquilla hasta talpunto que hace desaparecer de ella los aspectos menos bri-llantes. En lo sucesivo, ah residir el verdadero saber, sies que podemos calificar como tal esta mezcla entre saberhacer y hacer saber. Este es el caso, sin ir ms lejos, del an-lisis escenogrfico de los comportamientos en el espaciopblico. Escrutadas con una combinacin de meticulosidad

    y benevolencia, las formas ms alienadas del modo de vidaurbano contemporneo se transfiguran en pruebas irrefu-tables de la aptitud del habitante o del usuario percibido,evidentemente, como actor para interpretar unos roles,

    poner en prctica una serie de artimaas , de formas de eva-sin, dedtournement, de improvisacin y transgresin.En resumen, un sinfn de manifestaciones de una compe-tencia ciudadana slo comparable con la competenciacientfica del investigador, que slo tendr que descubrirlasentre las formas aparentemente superficiales y efmeras dela socialidad urbana. Solos, en estas condiciones, a losmanacos del desenmascaramiento y a los obsesionadoscon la denuncia todava les queda el empecinarse en tratar

    19

    duos. Es por esta razn que las aproximaciones fenomeno-lgicas estn tan en boga mientras que las deconstruccionesestructuralistas se sitan en la historiografa de las teoras yasuperadas.

    Para explicar un mundo fragmentado, una sociedaddividida eufemismos destinados a cosificar la desinte-gracin social provocada por la integracin a marchas forza-

    das de la economa francesa en el mercado mundializado,haca falta un rgimen narrativo que se adaptase a ste, enlas antpodas de los sistemas de pensamiento totalizantesen lo sucesivo sospechosos de connivencia con el totalita -rismo. Ha llegado el momento de poner entre parntesi slos contenidos demasiado slidos de la Historia, para darcuenta de las regularidades mnimas de la vida en socie-dad irreductibles a los discursos holsticos22.

    En ciencias sociales, al igual que en el campo cultural,habr llegado la hora de los pequeos relatos: anlisismicroscpico de los procesos de socializacin, microso-ciologa de las interacciones, microfsica de las formassimblicas, seguimiento minucioso de los movimientosinfinitesimales de la escena publica En pocas palabras,cuanto ms se globaliza el mundo, ms se empequeece la

    visin que conviene tener. Todo ocurre, en definitiva ypara muchos, sigue ocurriendo como si, haciendoinconscientemente de la necesidad virtud, el neopequeo-burgus hubiera resuelto convertir su pequeez en la medi-da de todas las cosas.

    18

    22.Ibd.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    11/89

    En la poca en que la intelligentsia se declaraba progre-sista, la emancipacin humana o la liberacin de los pue-blos constituan claramente el horizonte de la mayora deinvestigaciones sobre el mundo social. En la actualidad, encambio, los valores principales, que son la economa demercado y la democracia el artculo definido implica,en el ltimo caso, la clausura del debate sobre su defini-

    cin recuperan un ideal ya realizado y prcticamentenaturalizado. Por tanto, ya no es necesario que se reafirmenuna y otra vez como referentes positivos comunes, exceptocuando se produce alguna disfuncin de nuestro modelosocial que hace que se reactiven las dudas sobre sus supues-tos mritos, o que stas se conviertan en el blanco de losnostlgicos de un anticapitalismo sin edad.

    Las arengas triunfantes sobre la liberacin de la inves-tigacin en ciencias sociales de las rdenes partidistas yde los esquemas reduccionistas que stas implicaban, nodeben inducirnos a engao. En este sentido, cabe recor-dar que tras el abandono del paradigma marxis ta, vin-culado a la historia de la izquierda francesa, tanto comu-nista como socialista25, la recomposicin ideolgicaque ha tenido lugar a continuac in se ha hecho a partirde los conceptos menos conflictivos26. De hecho, seramejor calificarlos como aquellos de mayor consenso.Un calificativo que se puede aplicar al conjunto de con-ceptos utilizados por los investigadores, tras una actuali -zacin del lenguaje que no ha tenido otro objetivo que elde despolitizar aquellos debates que podran haberse ins-

    crito en una lucha, tal y como haba ocurrido en otrosmomentos.

    21

    de descubrir, ms all de los actores, la maquina infernalque absorbe y excluye, controla y reproduce23.

    Tal y como se presenta hoy en da, la investigacin urba-na en Francia ilustra mejor que ninguna otra el peso de estaadhesin al orden establecido, algo que no hace falta nisiquiera demostrar porque, como quien dice, cae por supropio peso. Intentar descubrir, por tanto, en los trabajos

    recientes de los investigadores una crtica de la urbaniza-cin capitalista que no sea interna es una empresa vana.Ciertamente, los cuestionamientos y los debates sobreel sentido que hay que darle ya se trate del significado quedebe tener o de la direccin que se le debe imprimirtampoco es que hayan sido nunca numerosos. Pero noencontramos ningn punto de vista que rompa con la pers-pectiva dominante, por no hablar directamente de cegueracompartida, inconsciente o deliberada.

    Por mucho que lo pretendan, los investigadores que sejactan de no confundir ciencia y polt ica del mismomodo que otros o los mismos, no hace mucho, se afana-ban por distinguirla de la ideologa jams se han encon-trado tan impregnados de categoras de pensamientoimpensables que delimitan lo pensable y predeterminan elpensamiento24. Los valores, con sus respectivos presu-puestos y prejuicios, continan inspirando la eleccin delos temas de investigacin, orientando la formulacin de lasproblemticas e hiptesis, condicionando la seleccin delos terrenos de observacin y de los mtodos de investiga-cin, determinando aquello que ser importante o secun-

    dario para el observador, significativo o insignificante,interesante o irrisorio No obstante, dos rasgos diferen-cian la situacin actual de la poca de la contestacin: losvalores ya no son los mismos y lo implcito ha sustituido alo explcito. Ambos cambios estn vinculados.

    20

    25. Presos de una concepcin ciudadana, es d ecir, nominalista y politi-quera, de la poltica, la mayora de los intrpretes de la vuelta al centrode la izquierda, en Francia o en el extranjero, hacen abstraccin de sudimensin de clase.26. Sylvie Tissot y Franck Poupeau, La spatialisation des problmessociaux,Actes de la Recherche en sciences socia les, n. 159, septiembrede 2005.

    23. Alain Touraine, Sociologies et sociologues, enLtat des sciencessociales, La Dcouverte, 1986.24. Pierre Bourdieu,Leon sur la leon , ditions de Minuit, 1989.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    12/89

    den todas esas palabras no tienen ms legitimidad que laque proviene de las fras aguas del clculo egosta con lasque fueron bautizadas.

    Afortunadamente, tambin hay otros investigadores queestn dispuestos a verter el agua tibia de un c iudadanismomoralizante y de un culturalismo bienpensante sobre la ver-tiente social de la democracia de mercado. Entre las pala-

    bras clave de su credo figuran la civilidad, la urbanidad,la solidaridad y la equidad, que merecen encontrarseentre los conceptos de los maestros mencionados con ante-rioridad para dar un toque de humanidad al mundo despia-dado que ellos mismos contribuyen a construir. Otros trmi-nos son de gran ayuda para desarmar los conflictos que, apesar de todo, atraviesan este mundo, desplazndolos alterreno cultural, donde se podrn gestionar con mayorfacilidad. Es entonces cuando toman el relevo la identidad,la etnicidad, las minoras y las comunidades. Segn lossocilogos, antroplogos y otros politlogos, aadiendoalgunos filsofos de pacotilla, adeptos al vivir juntos enuna sociedad dividida, a falta de fraternidad, la coexistenciasiempre es posible, de hecho, bajo el signo de la diversidad

    y de la interculturalidad. Pero la dimensin espacial seresencial para que exista una cohesin social sostenible, demodo que para completar este cuadro de una sociedadrecompuesta, ser necesaria la intervencin de los gegra-fos y urbanistas, que se encargarn de exaltar los beneficiosde la proximidad y de la mixicidad28.

    Rebosante de buenos sentimientos, pringosa y dulcifica-da por la hipocresa que la envuelve, esta verborrea supura

    23

    Capitalismo, imperialismo, explotacin, domina-cin, desposesin, opresin, alienacin Estas pala-bras, antao elevadas al rango de conceptos y vinculadas a laexistencia de una guerra civil larvada, no tienen cabida enuna democracia pacificada. Consideradas casi como pala-brotas, han sido suprimidas del vocabulario que se empleatanto en los tribunales como en las redacciones, en los anfi-

    teatros universitarios o los plats de televisin. Y lo mismo leha ocurrido a otros conceptos, cuyo origen beligerante lesha valido la calificacin de no operativos, como es el casode clases, luchas, antagonismos, contradicciones,intereses, burguesa, proletariado, trabajadores Yqu decir de aquellos vocablos que nos remiten a utopasquimricas, como emancipacin, socialismo, comunis-mo o anarquismo! Todo el mundo sabe, y los investigado-res los primeros, que recurrir a este anticuado glosario essinnimo de expresarse en una lengua muerta.

    Hay que reconocer que la democracia de mercado sacams partido, en su vertiente econmica, de un lenguaje deaspecto mucho ms refinado: competitividad, rentabili -dad, productividad, viabilidad, eficacia. Con algunosneologismos que dan testimonio de la plasticidad de estalengua de peso que es la de la gente de peso27 y de sucapacidad para reflejar las mutaciones ms recientes denuestro sistema de produccin: rentabilidad, flexibili-dad, empleabilidad ... Pero no cabe duda de que todavasubsiste gente refractaria a este sistema, por considerarloglobalitario, y algunos incluso se divierten haciendorimar los tres ltimos conceptos con el de precariedad. O

    ven en l la confirmacin de que las prcticas a las que alu-

    22

    28. En francs, mixit. Se refiere a la prctica de introducir en un barrioo zona residencial de forma dirigida, desde el gobierno local o regional,poblacin nueva destinada a modificar o romper una determinada com-posicin social que no interesa, bien porque se constituyen guetos peli-grosos que hay que controlar, bien porque no se quiere dejar degradartotalmente un espacio, sino reconstruir a medio plazo su valor (econmi-co, se comprende, por su cercana a las grandes ciudades, por ejemplo),etc. El propio autor lo explica ms adelante. (N. de la T.)

    27. Garnier hace aqu un juego de palabras que tr aducido pierde su gra-cia. La versin francesa es la siguiente: Avec quelques nologismes en sustmoignant de la plasticit de cette langue de poids celle des gens quipsent , et de sa capacit reflter les mutations les plus rcentes denotre systme de production: profitabilit, flexibilit, employabili-t.... (N. de la T.)

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    13/89

    tra la que durante mucho tiempo se crey inmunizado elmundo intelectual francs: la diversidad en la conformidad.

    Su principio es sencillo: afirmarse resueltamente contralas ideas recibidas, contra las formas y contra lo polti-camente correcto, que generalmente se identifica con lasvisiones errneas que se proporcionan en la escenameditica o poltica, para afirmar a continuacin en tono

    solemne otras trivialidades que tambin forman parte de laideologa dominante, de la que no constituyen ms que una

    variante culta. El ltimo ejemplo hasta la fecha: el debateque han suscitado los motines de los suburbios denoviembre de 2005, que ha enfrentado, en el seno de lacomunidad cientfica, a los defensores del modelo repu-blicano francs de integracin social con los partidarios deuna promocin a lo anglosajn de las minoras tnico-culturales o comunidades.

    Para los primeros, la rebelin de la juventud de losbarrios populares sera el resultado del desprecio y de la

    violencia de las instituc iones hacia unos jvenes tratadoscomo ciudadanos de segunda, con el consiguiente senti-miento de injusticia que provoca la tensin entre esta nega-cin de la ciudadana y el ideal igualitario. Para los segun-dos, la responsabilidad recae en el propio ideal igualitario,puesto que su universalismo abstracto, al negar el dere-cho a la diferencia, se constituye en origen de la discrimi -nacin y de la estigmatizacin de los hijos de los inmigran-tes. Pero ni unos ni otros consideran la posibilidad deconfrontar la igualdad proclamada con las desigualdadessocioeconmicas inherentes al sistema capitalista. Todoqueda reducido as, en definitiva, a una cuestin de respe-to y de reconocimiento, de equidad y de solidaridad,

    y, por tanto, de moral.De ah se deriva el xito de la temtica de la mixicidad

    residencial como antdoto a la segregacin socioespacial, apesar de que el agravamiento de la precariedad y sus mlti-ples efectos la hacen del todo impracticable sobre el territo-rio. De hecho, el imperativo de la mixicidad sirve sobre

    25

    al menos tanta ideologa como el lenguaje militante de losinvestigadores comprometidos de antao. Los investigado-res en que se han convertido o que los han reemplazadopueden permitirse abundar en cuestionamientos e hip-tesis acerca de las perspectivas que ofrece la nueva civi-lizacin urbana en gestacin, en el caso de los optimistas,o sobre los mltiples riesgos que comporta una crisis

    urbana que no deja de agravarse, en el caso de los pesimis-tas. Gracias al manejo experto de una serie de nociones mis-tificadoras, sobre las que acabo de ofrecer una pequeamuestra, el orden social sobre el que se sostiene esta civil i-zacin y la crisis que la amenaza escapan, por regla gene-ral, a cualquier replanteamiento. Los ms audaces slo semetern con su versin dura, el neoliberalismo. Pero deaqu en adelante, el capitalismo, al que como mucho se cri-tica por la irracionalidad de su funcionamiento y la inmora-lidad de sus excesos, se convierte en el horizonte insupera-ble de nuestro tiempo, por no hablar de los tiempos anpor venir.

    Sin duda, algunos temerarios se atrevern a augurar sudesaparicin, sin nombrarla como tal, pero que se produci-ra al mismo tiempo que la de la humanidad. Un escenariocatastrfico que sirve, en general, de preludio a un llama-miento unnime a estrechar filas, todas las clases si toda-

    va se puede hablar de ellas, puesto que habran dejado deexistir confundidas ahora en torno a una nueva causamovilizadora: el desarrollo duradero. Nada se dir, encambio, sobre el modo de produccin capitalista comomodo de destruccin del entorno tanto natural comohumano y, por tanto, urbano.

    A pesar de las declaraciones de intenciones ritualessobre el pluralismo de los enfoques y el carcter no con-sensual de los debates, se constata claramente que el pen-

    samiento francs sobre la ciudad, tal y como emana de lasobras, artculos o coloquios de los ltimos veinte aos es, sino nico, por lo menos s unnime. Este pensamientoobedece, de hecho, a una concepcin del plural ismo con-

    24

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    14/89

    les, los militantes ecologistas, trotskistas y altermundialis-tas han adoptado e interiorizado una visin ciudadanistao, lo que es igual, estatalista de la polit izacin de las cuestio-nes urbanas, que las vaca de su contenido de clase.

    En consecuencia, la resistencia a la urbanizacin capita-lista, cuando subsiste, toma un cariz puntual y defensivo,sin visin de conjunto ni de alternativa como, por ejemplo,

    en el caso de la oposicin a la reventa de inmuebles o gruposde inmuebles por los promotores o fondos de pensinextranjeros con fines especulativos. Este tipo de operacio-nes obliga a los habitantes con menos recursos financierospara adquirir sus viviendas a precios elevados a tener queabandonarlas. Aunque se han creado colectivos de inqui-linos, sus reivindicaciones, en lugar de cuestionar la pro-piedad privada de las viviendas, se limitan a criticar el maluso que se hace de ellas y a pedir a los polticos que emitanleyes que los protejan. Algo que, dada la relacin actual defuerzas, favorable al capital financiero, no conduce a nada.

    Sin salir del terreno de la vivienda, hay una sola organiza-cin, denominada Derecho a la vivienda (DAL), que militaactivamente para que este derecho sea algo ms que unprincipio institucional, manifestndose por las calles y ocu-pando viviendas u oficinas vacas, lo que obliga a las autori-dades a la represin, a alojar o realojar a los demandantes de

    vivienda, o a aplicar una ley de requisa de las viviendas va-cas en caso de urgencia. Pero este activismo no se acompa-a de una reflexin en profundidad sobre la cuestin de la

    vivienda ni sobre su art iculacin con la cuestin social, apesar de que el problema nunca ha sido tan acuciante.

    Lo mismo se puede decir de otros aspectos de la urbani-zacin capitalista, como la denominada poltica de la ciu-dad. Las asociaciones de jvenes residentes que se hanconstituido en los barrios de vivienda social, clasificadoscomo zonas urbanas sensibles, le reprochan ingenua-mente el haber intentado reducir la conflictividad socialen los suburbios en realidad, el verdadero fin de estapoltica, en lugar de asegurar la cohesin social y territo-

    27

    todo para legitimar la dispersin y el alejamiento cada vezmayor de las clases peligrosas, que se concentran en laactualidad en la periferia inmediata de las ciudades msimportantes, destinada, como los barrios populares deestas ltimas, a la gentrificacin.

    En cualquier caso, los investigadores se han convertidoen verdaderos maestros en el arte de la crtica integrada o

    interna, indispensable para la consolidacin, tanto ideo-lgica como prctica, del orden establecido. En este senti-do, es necesario diferenciar entre los viejos izquierdistasque, en caso de altercados polticos, renuevan con un len-guaje radical soluciones reformistas rebautizadas comoutopas concretas; y, por otra parte, los expertos alter-mundialistas, cuyos anlisis y propuestas, inscritos en laperspectiva improbable de un retorno al Estado-providen-cia o de la puesta en marcha de una Europa social, se situa-ran en la rbita de permitir la concretizacin de ese otromundo posible, olvidndose de precisar que ste consisti-

    ra en un mundo con un capitalismo diferente y no en unmundo sin capitalismo. Todos denuncian las polticas neo-liberales de los gobiernos de derecha e incluso de los deizquierda, pero sin cuestionar las relaciones de produccincapitalistas. Esto se corresponde a la perfeccin con losenfoques reformadores y no reformistas de los repre-sentantes ms lcidos de la burguesa y los polticos neope-queoburgueses, en quienes a menudo se delega la gestinlocal y espacial de las nuevas contradicciones sociales.

    Por lo que se refiere a las crticas prcticas en materiaterritorial, ya hace algn tiempo que son bastante escasas.La razn es que las luchas urbanas extrainsti tucionales, ypor tanto ilegales, que diriga la neopequeaburguesa, handesaparecido casi por completo con la integracin polticade sus lderes a escala nacional o regional, municipal ycomunal, en el marco de la descentralizacin de las respon-sabilidades administrativas a favor de las colectividadeslocales. Al acometer la vida asociativa, las estructuras dedemocracia participativa, es decir, los consejos municipa-

    26

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    15/89

    zada no se ha percatado, en el transcurso de sus peregrina-ciones subvencionadas, de la proliferacin de cmaras de

    videovigilancia , de la intensificacin de la presencia policialy del desarrollo de facto de un apartheid urbano. Pero estclaro que no se trata de mutaciones especficas de laEuropa de las ciudades!

    Para apoyar estos pronsticos sobre el devenir de la civi-

    lizacin urbana a escala planetaria, un socilogo antiguoexperto en problemas urbanos, miembro tambin de un PCFtodava estalinizado y que en la actualidad oficia, entre otrascosas, como consejero cientfico a la cabeza del Institute dela Ville en Mouvement (Instituto de la Ciudad en Movimien-to), fundacin de la firma Peugeot se sirve de las grandespalabras que tanto gustan a los profetas del presente: pro-blemtica decisiva, desaf os mayores, aumento de losriesgos33. Eso le evita tener que llamar a las cosas por sunombre y recordar lo que no hace tanto tiempo profesaba.Hace una treintena de aos, l mismo planteaba cuestiones

    que todava hoy podran resultar molestas: Cules son lasrelaciones entre la urbanizacin y la explotacin? Es decir,en qu medida y cmo contribuye la ciudad a la extorsin, laapropiacin y la realizacin de la plusvala?34. Pero lamodernidad avanzada ha sustituido, por lo menos en lostextos, al capitalismo monopolista de Estado, y Marx y

    Althusser desaparecen a favor de Ulrich Beck y Anthony Gid-dens, dos maestros del pensamiento social-liberal, cada

    vez menos social y ms liberal. Socilogos que, a fuerza deser recibidos en los gabinetes gubernamentales o en loscenculos patronales, han terminado por olvidarse dereintroducir las relaciones sociales que la economaburguesa trata de evacuar a toda costa35.

    29

    rial que era el objetivo anunciado. Adems, no se per-catan del carcter a la vez poco realista y mistificador dedicha ambicin, en un contexto en que el destino de los ciu-dadanos precarizados y empobrecidos es la marginaliza-cin urbana, es decir, ser relegados.

    Para todo aquel que quiera conocer los lmites ideolgi-cos precisos de la investigacin urbana en Francia en el

    alba del siglo XXI, la obra mencionada al principio de esteprlogo constituye su mejor corpus29. Destinada supuesta-mente a compilar las contribuciones sintticas de los mejo-res especialistas franceses , no incluye ms que buenos pro-psitos expresados en forma de perogrulladas, sobre todoen muchos prrafos conclusivos. Un ejemplo: A escalamundial, si la humanidad puede dar cobijo a los suyos, debehacerlo. Puede aceptar el desafo. A condicin de recono-cerlo como tal30. En algunos investigadores este buen pro-psito se ha hecho realidad, al precio de una slida contra-

    verdad. Y ya puestos, termina con una perorata final

    glorificando el modelo europeo de la ciudad compactaque, una vez derribados todos los muros, escoge libremen-te el vivir-juntos en el espacio pblico y ahuyenta los demo-nios de la exclusin31. El autor, un gegrafo de renombre,empez su carrera con el carn del Partido Comunista Fran-cs en el bolsillo, denunciando por todos los medios lainfluencia del imperialismo americano sobre el destino delos pueblos. Veinte aos despus, se felicitar por la recon-ciliacin parcial entre dos grupos antao enfrentados, laburguesa con dinero y los intelectuales, que trabajarn encomn en adelante, contribuyendo a la globalizacin, a esatarea fabulosa que es hacer del mundo una Ciudad 32. Esevidente que este trotamundos de la ciudadana mundiali -

    28

    33. Franois Ascher, Quelle civilisation urbaine lchelle plantaire?,ob. cit.34. Franois Ascher, Quelques critiques de l conomie urbaine,Espa-ces et Socits, n. 4, diciembre de 1971.35.Ibd.

    29.La Ville et lurbain, ltat des savoirs , ob. cit.30. Gustave MaMassiah, Le dbat international sur la ville et le logementaprs Habitat 2, enLa ville et lurbain. .., ob. cit.31. Jacques Lvy, La France urbaine dans lEurope des villes, ob. cit.32. Jacques Lvy,Le Monde pour Cit, Hachette, 1996.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    16/89

    res. Cualquier tentativa de objetivacin sociolgica de susposicionamientos tericos es considerada un ataque intole-rable a su autoproclamada independencia, un verdaderocrimen de lesa majestad cientfica, como si gozaran de underecho divino de extraterritorialidad ideolgica. Acaso ladistancia y el distanciamiento que stos se complacenen preconizar en el examen de los hechos y en su represen-

    tacin no debera aplicarse tambin a los examinadores?La ciudad cientfica no se encuentra, ni mucho menos,

    en otro planeta, del mismo modo que los seres que la habitantampoco son extraterrestres, aun cuando el elitismo exacer-bado que caracteriza sus prcticas y sus representacionespudiera hacer pensar lo contrario. Sera dar pruebas depopulismo, en este sentido, comparar el archipilago delos campus universitarios, los centros de investigacin y lospalacios de congresos entre los que se mueven estos capita-listas del saber, con un gueto de privilegiados, hoy en damundializado, que los ha desconectado completamente de

    las preocupaciones y las aspiraciones populares? Esto signi-fica, salvo que imaginemos que las rupturas epistemolgi-cas apelacin pomposa que se da a ciertos productosderivados del giro ideolgico operado en el mundo inte lec-tual francs hacia finales del siglo pasado se producen enel espacio etreo de las ideas puras, que la exclusin de laque es objeto desde hace ya algunos aos la crtica radical delorden establecido no ha cado del cielo. Si en pocos aos lasciencias sociales han pasado de una filosofa de la sospechaa otra que se ha dado en llamar del consentimiento, no lohan hecho por los motivos evocados ms arriba en vir-tud de no se sabe qu dinmica autnoma y reflexiva propiadel universo cientfico, en el que la sucesin de paradigmassera el resultado de un movimiento autocentrado de ordenpuramente intelectual.

    Una cosa es tratar de explicar la lgica interna de la evo-lucin del saber, como hace la epistemologa histrica; yotra cosa muy diferente es poner entre parntesis sus con-dicionantes exteriores. Los grandes interrogantes de una

    31

    Que la actual toma de posiciones en el campo cientfi code los investigadores que antao se mostraban entusiastasde la contestacin pueda tener algo que ver con la posi-cin que lograron ocupar en el espacio social, es un secretoa voces. Y ello sin necesidad de referirse a Pierre Bourdieu,acusado de no comprender nada respecto a la emergenciade terrenos de investigacin como el de la ciudad, por su

    rechazo sectario a la perdida de autonoma del campo cien-tfico respecto a las presiones de los gobernantes36. La acu-sacin no deja de tener su gracia, viniendo de unapparat-chick de la investigacin urbana que tambin se hizoconocido hace algunos aos por su defensa de un materia-lismo dialctico condimentado con un marxismo de corteestructurali sta, que pona al descubierto el universo tota-litario de un sistema urbano sometido a la lgica impla-cable de las grandes empresas, que actuaban en conniven-cia con el Estado37.

    Cmo es posible evitar la tentacin de establecer un vn-

    culo entre la trayectoria intelectual de muchos investigado-res y su trayectoria profesional para resituarlos en la trayec-toria social que les da sentido, es decir, la de su pertenenciade clase? Pero da la casualidad de que se trata del tipo de ten-tacin que, en los medios reformateados de la investigacinen ciencias sociales, no huele precisamente a santidad. Elimprudente o el impdico que cede a ella se ver inme-diatamente acusado de pecar de sociologismo marxizan-te, pecado capital, ya que hoy da hablar de la cuerda encasa del ahorcado se considera una blasfemia.

    En la actualidad, lo que ms repugna a los investigadoreses reconocer que las condiciones sociales de ejercicio de laactividad de investigacin puedan tener efecto sobre el des-arrollo del proyecto de conocimiento del que son portado-

    30

    36. Francis Godard, La ville, recherches transversales, enLa Ville et lur-bain..., ob. cit.37. Manuel Castells, Francis Godard, Monopolville, Mouton, Pars-LaHaya, 1974.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    17/89

    juventud reacia al salariado precario. Y, por si fuera poco, apresentar esta connivencia como un paso adelante en laconsecucin de una democracia local ms consensual39.

    Y los ejemplos son infinitos! A estas alturas ya se habrentendido que cuando los investigadores, que por otraparte se adhieren sin ningn tipo de vergenza a los pode-res de turno, hablan del estado de los saberes sobre lo

    urbano, en realidad se refieren a los saberes de Estado. Yque no quieren saber nada de la dominacin multiforme deun capitalismo al que nada escapa, del mismo modo que noles interesa la cuestin social, que prefieren travestir enproblemas urbanos. Es por todo ello que si en el futuro sedesarrolla una crtica radical sobre la primeray una solu-cin revolucionaria en cuanto a la segunda, se har sinellos. Y, sin lugar a dudas, contra ellos.

    33

    39. Sophie Body-Gendrot, Scurit et inscurit dans la ville,La ville etlurbain..., ob. cit.

    poca que, hoy como ayer, atraviesan la investigacin urba-na, llevan la impronta de las condiciones sociohistricasque los suscitaron.

    Ms all de la diversidad de caracteres y de estilos de lasdiferentes personalidades, los virajes, las renuncias y lasadhesiones que han jalonado el retorno de los intelectualescontestatarios muy presentes, como todo el mundo

    sabe, en la investigacin urbana del ltimo cuarto de siglo,al amparo de una democracia que antao haban califica-do de formal, encuentran en el proceso resumido ante-riormente su explicacin.

    La actitud ms extendida consiste en hacer como si noexistiera aquello sobre lo que el decoro y la prudencia acon-sejan no hablar. Es as como un socilogo, que tras haberflirteado con el trotskismo se puso directamente al serviciode los poderosos jugando el rol de experto ora en terroris-mo ora en violencia urbana, se extasiaba ante el torna-

    sol multicultural de las poblaciones urbanas en la aldea

    global38, sin preocuparse lo ms mnimo por las terriblescondiciones de vida de los ms pobres. Diez aos despus,este encanto haba cedido su lugar al despecho y la indigna-cin ante el brillo de los coches incendiados por los nuevosbrbaros en los suburbios.

    Otros observadores, encargados de iluminar a los quetoman las decisiones en relacin a las disfunciones denuestra sociedad y sugerirles modos de regulacin afalta de soluciones para neutralizar los efectos, optaronpor el eufemismo. Esta va conducir, por ejemplo, a unpolitlogo, que haba jugado un papel ideolgico activo acuenta del Ministerio del Interior en la promocin de laideologa de la seguridad como un valor de izquierda, abautizar como coproduccin de seguridad la colabora-cin de los habitantes con la polica para terminar con una

    32

    38. Michel Wieviorka, Une socit fragmente? Le multiculturalisme endbat, La Dcouverte, Pars, 1996.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    18/89

    Es probable que todos los gobiernos del mundosean ms o menos totalitarios [...] . Desde luego, nohay razn alguna para que los nuevos

    totalitarismos se parezcan a los antiguos.Aldous Huxley, Un mundo feliz

    Muchos autores ya han subrayado el vnculo entre globali-zacin capitalista mundializac in de los mercados, domi-nio de las firmas y conglomerados transnacionales, ahoracon la colaboracin de las instituciones supranacionales,

    desregulacin y desreglamentacin neolibera les y la cre-ciente dificultad para los Estados nacionales de definir yponer en marcha en su territorio polticas econmicascoherentes y eficaces y, de manera ms amplia, mantener supapel de marco de referencia social y cultural de primerainstancia de cara a la ciudadana.

    En materia de inversiones, empleo, educacin, sanidad,informacin y ocio, muchas de las decisiones esenciales lastoman da a da estados mayores o cenculos privados quereducen a nada la soberana popular en la que supuestamen-te se basan nuestros regmenes democrticos. Obligando alos Estados nacionales a desarrollar polticas conformes a losintereses planetarios de los grupos financieros e industria-les, en particular por medio de las consignas promulgadas

    35

    1. Texto publicado originalmente bajo el ttulo La dmocratie localeface au globalitarisme, enLa Ville et les pouvoirs , dition Artemis, Per-pin, 2000.

    La democracia local frenteal globalitarismo1

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    19/89

    implica la acentuacin de las desigualdades y, para las capaspopulares, una degradacin continua de sus condicionesde vida. Esta verdadera dictadura de lo econmico sobre lopoltico tambin vaca de sustancia a la democracia, ya que silos hombres o las mujeres de Estado deben l imitarse aadministrar lo que los mercados decidan, qu queda dela soberana que el pueblo supuestamente debe ejercer,

    aunque no sea ms que por mediacin de representantes?Como consecuencia de ello se producen dos fenmenos

    que, si se prolongasen o acentuasen, a la larga podran lle-gar a amenazar la reproduccin misma de las relaciones deproduccin capitalistas: el debilitamiento de la cohesinsocial y la atona del espritu democrtico. Bajo estasdenominaciones polticamente correctas pero cientfica-mente discutibles se perfilan dos peligros muy reales paralas clases dominantes.

    Por una parte, la supuesta unidad de una sociedad msdividida que nunca, ahora se ve minada, ya no por los anta-

    gonismos de clase tradicionales, con los riesgos de explo-sin que durante mucho tiempo les fueron atribuidos, sinopor un insidioso proceso de disgregacin social cuyo hori-zonte sera ms bien del orden de la implosin. Los enfren-tamientos colectivos en que los adversarios estaban defini-dos y los objetivos trazados, ciertamente parecen pertenecera una poca pasada. Han surgido divisiones de caractersti-cas inditas all donde las desigualdades cada vez ms acen-tuadas que separan a los individuos o a los grupos parecencrear entre ellos una especie de tierra de nadie, que los aslaen universos no slo distintos sino distantes. A la interde-pendencia y la complementariedad que predominaba en elpasado entre personas que pertenecan, en ltima instan-cia, a una misma sociedad de semejantes , por muy conflic-tivas que stas fuesen, les sucede una disociacin y una seg-mentacin generalizadas algunos hablan incluso dedesocializacin.

    La lucha de todos contra todos y de cada uno para smismo, exacerbada por la guerra econmica, no slo ha

    37

    por los organismos internacionales (flexibilidad, reduccinde los costes salariales, reduccin del gasto pblico, mode-racin de la proteccin social), la lgica globalitaria sub-ordina los derechos sociales de la ciudadana a la racionali-dad competitiva2. Al permitir as a los mercados es decir,a las fuerzas sociales vinculadas a su expansin orientar latotalidad de las actividades de las sociedades dominadas, se

    est a punto de someter al conjunto de los pases a un nuevotipo de totalitarismo: el globalitarismo.

    En el seno de cada pas, la integracin econmica en elmercado mundializado va de la mano de la desintegracinsocial. En efecto, la globalizacin no engloba a todo elmundo, ya que no capta ni valoriza en sus redes los espaciossociales en su integridad, sino slo fragmentos de stos.Econmicamente, incluir tal sector, tal rama, tal tipo deindustria o de servicio, tal empresa, descartando simultnea-mente todas aquellas actividades cuya rentabilidad seainsuficiente. Geogrficamente, la globalizacin integrar

    este continente, aquel pas, aquella regin, aquella aglome-racin urbana, aquella otra zona rural, abandonando losespacios juzgados no interesantes. Sociolgicamente,integrar una u otra capa de poblacin segn diferentesmodalidades, condenando a una masa de individuos con-siderados poco tiles o incluso intiles a la precarizacin, lapauperizacin y la marginacin3.

    Escapando al control de los Estados que, por el contra-rio, deben plegarse a sus leyes, la globalizacin no slo

    36

    2. Ignacio Ramonet, Rgimes globalitaires, Le Monde Diplomatique,enero de 1997.3. Hablar de dualizacin a este respecto es incorrecto. El neologismotrializacin nos parece ms adecuado ya que la poblacin tiende arepartirse en tres grandes categoras: los activos, que ocupan empleoscualificados, estables y bien remunerados; aquellos que poseen empleospoco cualificados, a menudo precarios y mal pagados, pero indispensa-bles para el funcionamiento de las ciudades globalizadas; y un tercergrupo, compuesto por gente inempleable cuya supervivencia est ase-gurada por lo que queda de Estado de bienestar y, cada vez ms, por la eco-noma informal.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    20/89

    cas, que tambin son fuertemente desestabilizadoras parael orden social (desercin cvica , extremismo de derechas,integrismo religioso, delincuencia, motines, terrorismo) yque, como respuesta, slo generan una represin cuya efi-cacia es cada da ms dudosa.

    Ante estos dos peligros, algunos estrategas de las esferasdirigentes francesas, aconsejados por una multitud de

    expertos en ingeniera social, apuestan por el redesarro-llo de la democracia local para matar dos pjaros de untiro. Al menos eso es lo que se desprende del proyectomayor que, si creemos a un investigador que resume sucontenido, inspirara en adelante los saberes y los modos deaccin sobre la ciudad en Francia: Realizar, gracias a lacomunidad local reconstruida, la integracin social en unorden democrtico en progreso, que implique la moviliza-cin consciente de actores sociales4. A travs de esta for-mulacin erudita, en la que la pretensin cientfica seaviene bien con la ambicin apologtica, como se ha con-

    vert ido en costumbre en la investigacin urbana francesa,se perfila un doble objetivo.

    Por un lado, remplazar el debilitamiento y desentendi-miento del welfare state a nivel central por una gestin des-centralizada (regin, aglomeracin, municipio, barrio) dela marginacin de masas, y contrarrestar as la tendencia a lafragmentacin social mediante una reintegracin de losexcluidos en una colectividad local. Por el otro lado, laautogestin local, es decir, en realidad, la subcontrata-cin territorial de la dominacin por la fraccin dominantede las clases dominadas (las elites polticas y la tecnoburo-

    cracia municipales o regionales, procedentes en su mayorade la pequea burguesa intelectual) crear la ilusin reforzada de forma importante por su recurso a todos losprocedimientos a su alcance de mediatizacin de la part ici-

    39

    4. J.-P. Gaudin, Le gouvernement urbain en La ville, Le Courrier duCNRS, verano de 1994.

    hecho volar en pedazos las solidaridades surgidas en elmbito del trabajo. Todo lo que era portador de sentido colec-tivo se ve, a su vez, arrastrado al desastre: servicios pblicos,sistema de proteccin social, escuela, iglesias, partidos, sin-dicatos A diferencia de una confrontacin abierta entrefuerzas sociales con contornos y objetivos claramente deli -mitados, esta descomposicin lenta, cuyos estallidos espo-

    rdicos de violencia urbana, atomizados y anmicos, noson ms que los sntomas espectaculares, podra conducirfinalmente a una dislocacin de la sociedad y comportar, enconsecuencia, un desmoronamiento local del sistema capi-talista que arraiga en ella.

    Por otra parte, pero en relacin con lo anterior, la inter-minable sucesin de alternancias polticas sin alternativassociales desacreditan la democracia representativa a ojos delos ciudadanos. Muchos pierden la confianza en los gober-nantes, sean quienes sean, y se desinteresan de la cuestinpblica. En su mayora, las vctimas de la globalizacin capi-

    talista se han refugiado en un repliegue desencantado o enun rencor cargado de resentimiento. En el momento de laselecciones, los unos no votan mientras que los otros votanmal, es decir, a la extrema derecha. Pero el abatimiento y lapasividad que han prevalecido hasta hoy entre los domina-dos no deben engaarnos.

    El desaliento y la resignacin podran dar paso, denuevo, a la clera y la revuelta. Pero faltas de programas, deproyectos y de ideales alternativos, stas tambin podranrevestir formas aberrantes, cuya peligrosidad se ha demos-trado tanto en el pasado como en la actualidad ms reciente.

    Entre los ms jvenes, la impresin de vegetar en una socie-dad profundamente injusta, y a la vez irreformable, se trans-forma a menudo en un odio y una rabia que, como carecende objeto, provocan que su blanco puede llegar a ser cual-quier cosa o cualquier persona. Privados a partir deahora de cualquier esperanza de ver su situacin mejorar,muchos perdedores podran, a la larga, verse abocados aexpresar su rechazo bajo formas apolticas o infrapolti-

    38

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    21/89

    tando una evolucin en marcha que se inici, precisamente,a principios de los setenta, a saber, la conversin de la

    socialdemocracia en localdemocracia , metamorfosis que,bien considerada, confiere al liberalismo de este fin de siglosu verdadera novedad.

    Los grandes principios que se enarbolaron para legiti-mar su regreso triunfal no tienen por s mismos, de hecho,

    nada de novedoso: no hacen ms que restablecer el credosecular para ms gloria del mercado libre autorregulado. Enesencia, la visin neoliberal se limita a actualizar, es decir, aadaptar a la fase actual de desarrollo del capitalismo, racio-nalizaciones econmicas cuyos fundamentos ideolgicos seconfunden con los presupuestos ms clsicos del pensa-miento conservador. La globalizacin simplemente ha des-territorializado el imperativo de competitividad, pues lacompetencia, ahora mundial, ya no se inscribe de ahora enadelante en un espacio poltica y socialmente definido. Pero,por el contrario, no ocurre lo mismo con la gestin de las

    consecuencias sociales de esta mutacin econmica que,hoy ms que nunca, requiere un espacio social y poltica-mente definido. No obstante, es lo local lo que cada vez ms

    va a tener que tomar el relevo del Estado central como marcode referencia y de accin. Y esto en la medida en que, como

    vamos a ver, lo social en s mismo ha dejado de ser lo queera. Ahora bien, para estar en lnea con este nuevo social, lasocialdemocracia tendr que renovarse a s misma. De ah sutransformacin progresiva si no progresista en una neo-

    socialdemocracia. Estrechamente asociada al reino nueva-mente incontestado del liberalismo, quizs le permita a este

    ltimo merecer plenamente su prefijo neo!El reino del Estado-providencia, que estbamos acos-

    tumbrados a asociar con la preponderancia socialdemcra-ta en la escena poltica, ya parece que pertenece desde hacemucho tiempo al pasado. Hasta mediados de los aos seten-ta, la presencia en las altas instancias del Estado, en los pa-ses occidentales, de formaciones polticas consideradas deizquierda haba contribuido con fuerza a transformar el

    41

    pacin y concertacin con los habitantes de una rea-propiacin por parte de los habitantes de la ciudad-ciuda-danos de los asuntos de la ciudad.

    Pero esta localizacin de la democracia como remediofrente a la desunin social y a la deserc in cvica nos deja, detodas formas, un poco perplejos. Claro que se puede soarcon reconstruir a nivel local aquello que lo global no cesa de

    destruir a nivel nacional, es decir, entre otros, la solidaridady la ciudadana. Pero eso sera como imaginar que se puedesustraer un espacio social cualquiera a la influencia del glo-balitarismo sin tener que enfrentarse a l.

    Hacia una localdemocracia?

    De tomar al pie de la letra las denominaciones ms o menosregistradas que sirven para caracterizar a los gobiernos opartidos en el poder en la Europa de este fin de siglo, se

    tiene la impresin de que la socialdemocracia atraviesa unnuevo perodo de fastos. Contando con las recientes victo-rias electorales de una izquierda moderada en Italia, luegoen Gran Bretaa y en Francia, y esperando quizs queen breve en Alemania, ciertos augurios particularmenteoptimistas ya han extrado la siguiente conclusin: Portoda Europa, el capitalismo neoliberal que ha triunfadodesde principios de los aos setenta se halla bajo presin5.Sin duda esta presin es la que hace subir las cotizacionesde las diferentes bolsas del planeta tras cada victoria de laizquierda institucional!

    Huelga decir que la llegada al poder de coaliciones deizquierda responsables, razonables y respetables norepresenta amenaza alguna para el reino del neoliberalis-mo. Todo lo contrario! No har sino consolidar lo, comple-

    40

    5. Arthur Mitzman, Principes conomiques et sociaux dune nouvelleconomie europenneRecherches n. 9, 1er semestre de 1997.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    22/89

    tas sin reanudacin de la guerra social contra el proletaria-do, en esta ocasin, por iniciativa de los primeros.

    Desde entonces, la presencia ms o menos prolongadaen el poder de laboristas, socialis tas o socialdemcra-tas no ha detenido la progresiva erosin del rol benefac-tor del Estado, como lo demuestran la desindexacin delos salarios, el desmantelamiento de la proteccin social , el

    impulso de operaciones de concentracin de capital conrecortes de personal, es decir, despidos o la apertura delas empresas estatales al capital privado..., cuando no sonpura y simplemente privatizadas. Incluso ocurre que, bajoel pretexto de la modernizacin, la izquierda en el poderacelera el proceso y la derecha le cede encantada la tarea derealizar el trabajo sucio para evitar los desrdenes socia-les: modernizacin de la economa ayer, sumisin obliga-toria a los criterios de convergencia hoy. De modo que sepueden producir alternancias en el ncleo duro del Esta-do, ya que no representan un obstculo para la aplicacin

    de las polticas de rigor o de austeridad, de desregla-mentacin, de flexibilizac in y de reestructuracin. Es porello que, al igual que sus homlogos abiertamente libera-les, los gobiernos socialdemcratas o similares ya nologran combatir con eficacia el paro y la pobreza.

    Se debe escoger entre la confianza del mercado y la con-fianza del pueblo. La poltica que trata de mantener la con-fianza de los mercados, pierde la del pueblo6. Colaborar oresistir, sa es, en otros trminos, la principal eleccin quedebera haber dividido a la izquierda y la derecha frente a la

    verdadera guerra de clase, llevada a cabo por iniciativa de

    la burguesa a escala mundial desde los aos setenta paracuestionar los derechos conquistados por los trabajadoresdurante las dcadas precedentes7. La convergencia no es

    43

    6. Pierre Bourdieu, Larchitecte de leuro passe aux aveux, Le MondeDiplomatique , septiembre de 1997.7. Noam Chomsky, Class warfare, Common Courage Press, Monroe,1996.

    Estado liberal en un Estado social. Pleno empleo, aumentodel nivel de vida, ampliacin de los derechos y garantas,multiplicacin de la seguridad y de la proteccin, nuevasoportunidades de ascenso profesional...: las capas popula-res y, en particular, la clase obrera, parecan inmersas en unirresistible movimiento de promocin. Pero la promocinno es, de modo alguno, la emancipacin.

    La integracin de los proletarios iba de la mano delmantenimiento de su dependencia. Slo haca falta que des-aparecieran las circunstancias histricas particulares(voluntad ofensiva de los trabajadores, peso de la URSS, cri-sis econmica y guerras mundiales, obligacin para losempresarios de encontrar salida a sus productos...) quehaban conducido al compromiso sobre el que se haba fun-dado el Estado-providencia para que la integracin en ladependencia diera paso a la dependencia sin integracin(bautizada como exclusin). De hecho, el compromisotrabajo-capital slo era aceptable para las clases dominan-

    tes en la medida en que favoreca el acoplamiento entre laproduccin y el consumo de masas en el seno de cada pas.Con la mundializacin, la estrategia de acumulacin delcapital se libera poco a poco de las trabas nacionales.

    La poca en que el Estado-providencia poda ser el ins-trumento de una redistribucin parcial de los frutos delcrecimiento las ganancias de productividad, en bene-ficio de los trabajadores y sus familias, se acab definitiva -mente. En la carrera sin fin hacia la rentabilidad en que estnenzarzadas las compaas en el plano mundial para la con-quista de porciones de mercado la famosa guerra eco-

    nmica, las concesiones que se haban hecho anterior-mente al proletariado se convierten en desventajas. En lamedida en que el frgil equilibrio entre capital y trabajo nosignificaba una disolucin de los antagonismos socialessino una regulacin provisional de su dinmica, no hay porqu extraarse de que la burguesa, aprovechando el reflujodel movimiento obrero, haya retomado la ofensiva. En resu-midas cuentas, no hay guerra econmica entre capitalis-

    42

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    23/89

    los poderes pblicos se desinteresen de la cuestin socia l, ymenos an ahora que se plantea en trminos nuevos conuna agudeza temible. Este hecho ha conducido a izquierda yderecha a converger igualmente en un segundo punto,complementario del primero: localizar lo social, es decir,confiar a las instancias locales del Estado la misin degestionar las consecuencias sociales de la globalizacin

    econmica.Numerosos autores han sealado que la polarizacinsocioespacial generada por la globalizacin hace crecerfuertemente las desigualdades hasta el punto de amena-zar a la sociedad con la desagregacin. Aunque a la mayo-ra de los que sacan provecho de la mundializacin capita-lista esta perspectiva de dislocacin les importe poco, noocurre lo mismo con los ms lcidos de ellos ni, sobretodo, con quienes tienen a su cargo la defensa a largoplazo del orden establecido. Testimonio de ello son losinnumerables discursos consagrados al mantenimiento

    de la cohesin social. El recurso a este conceptosociolgico no se puede explicar slo por la voluntad decamuflar con un lenguaje seudocientfico la trivialidad deun imperativo ms poltico que secular: preservar elorden social contra las divisiones, las tensiones y los con-flictos que minan sus fundamentos. Antes, se hablabasobre todo de garantizar la paz social o de salvaguardarla unidad nacional, pero el espectro que se les aparecehoy a ciertas esferas de la clase dirigente y la pequea bur-guesa intelectual adscrita a sta, de ahora en adelante, yano es la revolucin. Una nueva obsesin ocupa su lugar: la

    desintegracin.El contraste, que no ha dejado de acentuarse, entre la

    expansin de nuevas capas sociales con rentas elevadas y elaumento masivo de la pauperizacin urbana, empieza acrear alarma entre los dirigentes polticos y sus consejeros,convencidos de que la coexistencia pacfica entre ricos ypobres durar poco. Sin duda, con el fracaso del socialis-mo real, el declive del movimiento obrero y el descrdito

    45

    slo de orden econmico, tambin es poltica, como testi-monia, en Europa, el consenso intergubernamental entorno al Tratado de Maastricht, el Pacto de Estabilidad y laimplantacin del euro.

    Por esta razn, conviene desconfiar de ciertas interpre-taciones simplistas y maniqueas que oponen el Estado almercado. Como en la fase histrica de la insti tucin de una

    economa de mercado en el siglo XIX, sobre todo en Ingla-terra, son siempre las autoridades polticas las que creanlas condiciones de la autorregulacin por el mercado, pro-cediendo a su propia eviccin de la esfera econmica8. Sloha cambiado la escala en la que se produce esta dimisin

    voluntaria. Son algunos gobiernos y no mercados quetienden a convertirse de nuevo en los apoderados, en estaocasin a nivel planetario los que, a partir de la reunindel G7 en Lille, en abril de 1996, acordaron unas conclu-siones que iban todas en el sentido de la lgica globalitaria:refuerzo del papel esencial del sector privado; promo-

    cin del espritu de empresa y de la inversin tanto en elhombre como en el capital [sic], continuacin de la libera-lizacin del mercado exterior, disminucin de las cargassociales en los pases europeos... Las zonas de libre inter-cambio como la ALENA, el MERCOSUR, la APEC y la AFTA y,sin duda, la Unin Europea, aparecen pues como creacio-nes polticas en las que estn implicados varios Estados-nacin, sobre la base de unas convenciones que nada tienenque ver con la espontaneidad del mercado. En definitiva,no es lo econmico lo que se independiza, sino ms bien elEstado el que otorga su emancipacin a lo econmico y su

    autonoma a los mercados9.Frente a los imperativos de la globalizacin, el capitalis-

    mo social ya no tiene cabida, aunque eso no significa que

    44

    8. Michel Barillon, Lhomme et la nature dans la fabrique du diable,Agone, n. 6, 1996.9.Ibd.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    24/89

    Cuando ya no hay nada que reivindicar ni que negociar,y se ha perdido toda esperanza de que la situacin mejore,la violencia gratuita es el nico lujo que pueden permi-tirse los desposedos. Despojados hasta el punto de serprivados de ideales y de objetivos polticos, a los sin-poderno les queda ms que un poder, el de desestabilizar elorden social librndose a actos destructivos e incluso

    autodestructivos: vandalismo, agresiones, motines, sabo-tajes, atentados... Por ello los poderosos, desde las alturasde los edificios de sus despachos, que simbolizan en elespacio urbano el lugar que ocupan en la jerarqua social,no pueden conformarse con contemplar, impasibles, lamiseria del mundo que se va extendiendo a sus pies. Aun-que ya no tienen por qu temer la violencia orientada de lalucha de clases, tienen motivos para temblar ante la vio-lencia errtica de los desclasados.

    En la rivalidad encarnizada que enfrenta entre s a los pa-ses o a las ciudades, tener la reputacin de ser poco seguro

    constituye, de todos modos, una desventaja para los respon-sables que tienen a su cargo la administracin de una ciudado de una aglomeracin. Para atraer a los inversores, los direc-tivos, los investigadores o los ingenieros es muy importanteel clima general. Este clima forma parte, precisamente, deaquellos factores de competitividad calificados como fuerade coste, porque competen a lo relacional, lo cultural olo inmaterial, y cuya importancia para el desarrollo econ-mico es supuestamente una prueba de la relatividad deldominio totalitario del mercado globalizado, aunque, por elcontrario, no hace sino confirmarlo, como veremos ms ade-

    lante. En otras palabras, a partir de un cierto umbral de de-socializacin, es decir, de dislocacin y atomizacin delcuerpo social, son las propias relaciones de produccin lasque corren el riesgo de verse afectadas. Hay que prestarmucha atencin, adverta un experto: una parte importantede nuestra productividad est ligada al capital social de quedisponemos, a una serie de construcciones, de convencio-nes, de acuerdos sociales pacientemente elaborados a lo

    47

    provisional? de las utopas progresistas, los propieta-rios ya no tienen por qu temer un enfrentamiento confuerzas populares, conscientes y organizadas, dotadas deun proyecto radical de transformacin social. Adems, losgobernantes tienen la suficiente confianza en sus sistemasrepresivos, continuamente reforzados y perfeccionados,como para tolerar la existencia de bolsas de pobreza a las

    que siempre se podr aplicar, como ltimo recurso, laestrategia urbanstica y policial de la contencin impor-tada de Estados Unidos. Esta estrategia consiste en confi-nar y contener a los nuevos brbaros en el interior de

    zonas de relegacin en que se han convertido, con ayudade la segregacin que opera el dinero, los barrios de hbitatpopular ms degradados. Situados bajo una extrema vigi-lancia, se deja que en ellos los marginados se peleen entres o se autodestruyan mediante el consumo de drogasduras. Paralelamente, el autoencierro de las clases acomo-dadas en enclaves residenciales hiperprotegidos, a veces

    incluso cercados con alambre de espino y custodiados porpolica privada, las sita de momento a salvo de esta vio-lencia urbana invasora, que no es sino la emergencia a lasuperficie del aumento de la violencia econmica y socialdel capitalismo globalizado, violencia que se considerabareprimida.

    Bajo este ngulo, un comentarista afirmaba con raznque la cuestin social es ms una preocupacin de los ricosque un problema planteado por los pobres 10. Pero esto esas, precisamente, porque los primeros presienten que losdispositivos securitarios, tanto pblicos como privados, no

    podrn mantener indefinidamente a raya el aumento deuna delincuencia y de una criminalidad difusas, tanto msdifciles de neutralizar cuanto que sus manifestaciones sona menudo imprevisibles.

    46

    10. Jacques Commaille, Les nouveaux enjeux de la question social e,Hachette, 1997.

  • 8/13/2019 Jean Pierre Garnier Contra Los Territorios Del Poder

    25/89

    presin de la nueva realidad que domina y debilita el Esta-do-nacin, y que no es otra que la globalizacin. Para no serahogado, absorbido o engullido por la gestin de una socie -dad civil en plena delicuescencia, el centro estatal se ve obli-gado a descargar sobre su periferia es decir, sobre susreas desconcentradas (servicios externos) o descentraliza-das (colectividades locales) una gran parte de las tareas

    de asistencia, de encuadramiento, de control e incluso derepresin de las clases populares vctimas de la globaliza-cin. Dicho de otro modo, el Estado central, sobrecargadode tareas sociales, ha de aligerarse de todas aquellas quepuedan ser realizadas con el menor gasto y con la mayor efi-cacia por los niveles inferiores. En cualquier caso, la orien-tacin y el impulso generales en materia de poltica socialcontinan siendo de su exclusiva competencia. En Francialos investigadores han forjado una nueva etiqueta cientfi-ca para asegurar la promocin ideolgica de esta nuevaforma de dominacin estatal: el Estado animador. En

    otras palabras, el Estado central, en lugar de intentar con-trolar el todo la totalidad de lo social controlndolodirectamente de forma burocrtica, en adelante estar encondiciones, gracias a la delegacin de algunas de sus com-petencias y responsabilidades, de controlar el todo sintener que controlarlo todo12.

    Con variantes propias de las especificidades sociohist-ricas de cada pas, el libera lismo social de los unos y el socia-lliberalismo de los otros han conducido, de este modo, a laimplantacin de un modo de regulacin descentralizado delas contradicciones nacidas de la desestructuracin y de la

    reestructuracin de las relaciones sociales capitalistas aescala mundial. En este sentido, los municipios y las regio-nes administradas por gobernantes polticos progresis-tas, ya sean socialistas, socialdemcratas o comunistas, a

    49

    12. Alain Bihr y Jean-Marie Heinrich,La no-social dmocratie ou le capi-talisme autogr, Le Sycomore, 1980.

    largo de los aos. Demasiada exclusin podra minar pro-gresivamente ese capital social11.

    Pero cmo preservar ese capital social en un momentoen que el capital econmico, es decir, el capitalismo globa-lizado, cuestiona las formas de regulacin social heredadasdel perodo precedente? Acaso no se oyen surgir de todaspartes, y despus de casi dos dcadas, numerosas crticas

    contra la lentitud, la rigidez y el despilfarro que representa elEstado-providencia? Acaso sus defensores no se lamentan,por su parte, de su inhibicin y de su erosin? Sin embargo,eso es no captar la mutacin radical que ha sufrido la formaestatal en la mayora de pases europeos y, sobre todo, enFrancia. Esta transformacin consiste en transferir a lo local lagestin de lo social, ya que, contrariamente a lo que se sueledecir, estamos asistiendo en la actualidad a una descentra-lizacin del Estado social y no a su desmantelamiento.

    Esta evolucin se haba iniciado en los aos setenta, perola globalizacin la ha hecho ms urgente. Ahora ms que

    nunca, el Estado socia l debe pagar los platos rotos, es decir,reparar o prevenir los estragos provocados por la acumula-cin capitalista en det