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DE THOMAS JEFFERSON A LA CONFERENCIA DE PECOS: LAS CAMBIANTES AGENDAS ANTROPOLÓGICAS EN EL SUROESTE DE NORTEAMÉRICA Dan Fowler UNIVERSIDAD DE NEVADA David R. Wilcox MUSEUM OF NORTHERN ARIZONA RELACIONES 82, PRIMAVERA 2000, VOL. XXI

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DE THOMAS JEFFERSONA LA CONFERENCIA DE PECOS: LAS CAMBIANTES AGENDAS

ANTROPOLÓGICAS EN EL SUROESTE DE NORTEAMÉRICA

D a n F o w l e rU N I V E R S I D A D D E N E VA D A

D a v i d R . W i l c o xM U S E U M O F N O R T H E R N A R I Z O N A

R E L A C I O N E S 8 2 , P R I M A V E R A 2 0 0 0 , V O L . X X I

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INTRODUCCIÓN

l propósito del presente artículo es analizar las histo-rias interrelacionadas de la exploración del oeste ame-ricano y del desarrollo de la antropología, especial-

mente la subárea de la arqueología, con especial énfasis en el suroestede Norteamérica. Nuestro marco temporal abarca aproximadamentedesde 1780 hasta 1930 y nuestro enfoque incluye ciertas cuestiones an-tropológicas y las agendas de investigación que se desarrollaron pararesolverlas.

Definimos a la “antropología” en forma amplia como el intento con-certado por definir y explicar el rango de la variación física, social y cul-tural de la humanidad. Mediante el término “suroeste norteamericano”reconocemos que para los propósitos de la antropología esa región estádefinida en términos de ciertas tradiciones culturales indígenas y no porlímites políticos. Así, incluimos parte de lo que es hoy los Estados Uni-dos y parte de México. Sin embargo, las personas acerca de quienes aquíescribimos vieron a la región desde el este de los Estados Unidos; esdecir, desde los centros intelectuales de Boston, Nueva York, Filadelfiay Washington, D.C. y lo llamaron el “suroeste”. Este es el uso que aquíseguimos.1

El suroeste es especialmente importante en la historia de la explora-ción y la investigación americanas. Las investigaciones etnográficas yarqueológicas en esa zona a partir de fines de 1846 y hasta la década de1930 se llevaron a cabo principalmente por expediciones de exploraciónen un primer momento de tipo militar, pero posteriormente encabeza-das por civiles, quienes llegaron a la región con el objetivo de recopilarinformación. Ciertas amplias controversias antropológicas e históricasque tuvieron sus inicios en otras regiones, llegaron a enfocarse en el sur-oeste, tal y como veremos más adelante.

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1 En México, la región aquí analizada se concibe como el “noroeste”, mientras que el“suroeste americano” se considera un término peyorativo; un problema del cual somosconscientes. Sin embargo, nuestro interés en este artículo tiene que ver con la “perspecti-va desde” el este de los Estados Unidos. Por lo tanto, usamos el término “suroeste”.

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Para los políticos y administradores, tanto seculares como eclesiásti-cos, la naturaleza distinta de los indios (concebidos como los “otros”),dio también lugar a ciertas “necesidades administrativas”, para usar lafrase contemporánea. Les parecía prudente aprender algo acerca de lasprácticas culturales y políticas de las poblaciones nativas, a fin de mane-jarlas mejor diplomática o militarmente, conforme fueron erradicadas,subyugadas, convertidas o forzadas a entrar en relaciones de dependen-cia con algún gobierno o grupo religioso.

LA ANTROPOLOGÍA NORTEAMERICANA

En Norteamérica, los académicos, funcionarios del gobierno y misione-ros estudiaron los pueblos indígenas, sus culturas y sus lenguas. Paramediados del siglo XVIII existía el presupuesto general de que los indí-genas eran plenamente humanos, aunque sumidos en la ignorancia de-bido a su “bajo” nivel de desarrollo y carencia de fe cristiana. Por lotanto, no se podían medir realmente con los europeos.

La cuestión de sus orígenes siguió siendo una preocupación central.Para los estudiosos inductivos y de orientación naturalista de la Ilustra-ción, hacia fines del siglo XVIII el problema se centraba en la falta de evi-dencia “dura”. Los estudios comparativos de las lenguas parecían cons-tituir una respuesta y no simplemente vagas especulaciones. La idea delas “familias” lingüísticas, junto con la de las lenguas “maternas” con“hijas” descendientes se conocía desde antiguo.4 Para la década de 1770,los estudiosos en Europa se ocupaban de la recopilación y comparaciónde léxicos tomados de varias lenguas, en busca de palabras cognadasque permitieran establecer clasificaciones “genéticas” o de familias delas lenguas del mundo. Tales clasificaciones podrían proporcionar evi-dencia dura de las migraciones de los pueblos. Esta tarea fue tomadapor los académicos norteamericanos en los años de 1780, encabezadospor Thomas Jefferson. Su esperanza era vincular uno o más idiomas o

DAN FOWLER Y DAV ID R . W I LCOX

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LA ANTROPOLOGÍA TEMPRANA

La antropología surgió en parte en el contexto del encuentro entre loseuropeos y los pueblos indígenas del Nuevo Mundo (y, más tarde, otrasregiones coloniales), y de los intentos por aquéllos de categorizar,explicar y “manejar” a estos últimos. Desde el inicio, los conocedores,administradores, exploradores y colonos europeos plantearon dos am-plias preguntas de índole “antropológica”. Una de ellas tenía que vercon la cuestión de la conmensurabilidad; es decir, ¿eran los pueblos “na-tivos” tan “plenamente humanos” como los europeos, “esclavos natura-les” o alguna clase inferior de subhumanos? Se presentó una ampliagama de respuestas a esta pregunta a fin de justificar la incorporaciónforzada de las poblaciones indígenas en los sistemas económicos o reli-giosos europeos, para erradicarlos o para quitarlos del camino de la ex-pansión colonial. Las respuestas dadas a menudo determinaron el tratoque los pueblos indígenas recibieron de manos de sus amos coloniales.2

Además, hubo una segunda pregunta, relacionada con la primera,que tenía que ver con el asunto de los orígenes.3 Dado el marco bíblicoen que se concebía la historia humana, se preguntaba ¿dónde en el ViejoMundo habrán tenido sus orígenes los pueblos indígenas? ¿Cuándo,cómo y por cuál(es) camino(s) habían llegado esos pueblos al NuevoMundo? Estas preguntas eran asuntos de simple curiosidad intelectual,pero también aspectos centrales de la interrogante acerca de la conmen-surabilidad, ya que la determinación de la procedencia de los indios po-dría dar cabida precisamente a juicios acerca de esta cuestión. Desgra-ciadamente, no se generaron en ese momento respuestas claras.

2 Lewis Hanke, Aristotle and the American Indians: a Study in Race Prejudice in the Mo-dern World, Bloomington, Indiana University Press, 1959; Anthony Pagden, The Fall of Na-tural Man. The American Indian and the Origins of Comparative Ethnology, Nueva York,Cambridge University Press, 1982; Patricia Seed, “Are These not Also Men?: The IndiansHumanity and Capacity for Spanish Civilization”, en Journal of Latin American Studies25(3) (1993), pp. 629-652.

3 Lee E. Huddleston, Origins of the American Indians. European Concepts, 1492-1729,Austin, University of Texas Press, 1967.

4 Giuliano Bonfante, “Ideas on the Kinship of European Languages from 1200 to1800”, en Journal of World History 1 (1954), pp. 679-699.

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Para los políticos y administradores, tanto seculares como eclesiásti-cos, la naturaleza distinta de los indios (concebidos como los “otros”),dio también lugar a ciertas “necesidades administrativas”, para usar lafrase contemporánea. Les parecía prudente aprender algo acerca de lasprácticas culturales y políticas de las poblaciones nativas, a fin de mane-jarlas mejor diplomática o militarmente, conforme fueron erradicadas,subyugadas, convertidas o forzadas a entrar en relaciones de dependen-cia con algún gobierno o grupo religioso.

LA ANTROPOLOGÍA NORTEAMERICANA

En Norteamérica, los académicos, funcionarios del gobierno y misione-ros estudiaron los pueblos indígenas, sus culturas y sus lenguas. Paramediados del siglo XVIII existía el presupuesto general de que los indí-genas eran plenamente humanos, aunque sumidos en la ignorancia de-bido a su “bajo” nivel de desarrollo y carencia de fe cristiana. Por lotanto, no se podían medir realmente con los europeos.

La cuestión de sus orígenes siguió siendo una preocupación central.Para los estudiosos inductivos y de orientación naturalista de la Ilustra-ción, hacia fines del siglo XVIII el problema se centraba en la falta de evi-dencia “dura”. Los estudios comparativos de las lenguas parecían cons-tituir una respuesta y no simplemente vagas especulaciones. La idea delas “familias” lingüísticas, junto con la de las lenguas “maternas” con“hijas” descendientes se conocía desde antiguo.4 Para la década de 1770,los estudiosos en Europa se ocupaban de la recopilación y comparaciónde léxicos tomados de varias lenguas, en busca de palabras cognadasque permitieran establecer clasificaciones “genéticas” o de familias delas lenguas del mundo. Tales clasificaciones podrían proporcionar evi-dencia dura de las migraciones de los pueblos. Esta tarea fue tomadapor los académicos norteamericanos en los años de 1780, encabezadospor Thomas Jefferson. Su esperanza era vincular uno o más idiomas o

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LA ANTROPOLOGÍA TEMPRANA

La antropología surgió en parte en el contexto del encuentro entre loseuropeos y los pueblos indígenas del Nuevo Mundo (y, más tarde, otrasregiones coloniales), y de los intentos por aquéllos de categorizar,explicar y “manejar” a estos últimos. Desde el inicio, los conocedores,administradores, exploradores y colonos europeos plantearon dos am-plias preguntas de índole “antropológica”. Una de ellas tenía que vercon la cuestión de la conmensurabilidad; es decir, ¿eran los pueblos “na-tivos” tan “plenamente humanos” como los europeos, “esclavos natura-les” o alguna clase inferior de subhumanos? Se presentó una ampliagama de respuestas a esta pregunta a fin de justificar la incorporaciónforzada de las poblaciones indígenas en los sistemas económicos o reli-giosos europeos, para erradicarlos o para quitarlos del camino de la ex-pansión colonial. Las respuestas dadas a menudo determinaron el tratoque los pueblos indígenas recibieron de manos de sus amos coloniales.2

Además, hubo una segunda pregunta, relacionada con la primera,que tenía que ver con el asunto de los orígenes.3 Dado el marco bíblicoen que se concebía la historia humana, se preguntaba ¿dónde en el ViejoMundo habrán tenido sus orígenes los pueblos indígenas? ¿Cuándo,cómo y por cuál(es) camino(s) habían llegado esos pueblos al NuevoMundo? Estas preguntas eran asuntos de simple curiosidad intelectual,pero también aspectos centrales de la interrogante acerca de la conmen-surabilidad, ya que la determinación de la procedencia de los indios po-dría dar cabida precisamente a juicios acerca de esta cuestión. Desgra-ciadamente, no se generaron en ese momento respuestas claras.

2 Lewis Hanke, Aristotle and the American Indians: a Study in Race Prejudice in the Mo-dern World, Bloomington, Indiana University Press, 1959; Anthony Pagden, The Fall of Na-tural Man. The American Indian and the Origins of Comparative Ethnology, Nueva York,Cambridge University Press, 1982; Patricia Seed, “Are These not Also Men?: The IndiansHumanity and Capacity for Spanish Civilization”, en Journal of Latin American Studies25(3) (1993), pp. 629-652.

3 Lee E. Huddleston, Origins of the American Indians. European Concepts, 1492-1729,Austin, University of Texas Press, 1967.

4 Giuliano Bonfante, “Ideas on the Kinship of European Languages from 1200 to1800”, en Journal of World History 1 (1954), pp. 679-699.

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familias lingüísticas con las familias del Viejo Mundo y así resolver lacuestión de los orígenes.

Otra pregunta acerca de los orígenes, relacionada con la primera, erade índole arqueológica: ¿Quién habrá construido los montículos funera-rios y las enormes estructuras de tierra en los valles de Ohio y Mississi-ppi? ¿Fueron los ancestros de los indios actuales los llamados construc-tores de montículos (moundbuilders en inglés), o hubo otro grupo?5

LA AGENDA DE INVESTIGACIÓN DE JEFFERSON

Y LA SOCIEDAD FILOSÓFICA AMERICANA

A Thomas Jefferson le interesó profundamente la cuestión de los oríge-nes, tanto en su aspecto lingüístico como arqueológico, y además, en elcampo de la antropología “aplicada”. Se dio cuenta que el gobierno de-mocrático de su imaginado “imperio de libertad” en el occidente preci-saba de la recolección de información demográfica y etnográfica acercade las tribus de indios para propósitos diplomáticos y de administra-ción. En su Notes on the State of Virginia, Jefferson6 hizo un llamado paraproceder a una sistemática clasificación lingüística de las lenguas indí-genas como base para acercarse al problema de los orígenes, tanto comopara recopilar léxicos que contribuyeran a esa clasificación.7 Hizo asi-mismo un llamado para el estudio de los “montículos”. En 1799, Jeffer-son y sus colegas de la American Philosophical Society (Sociedad FilosóficaAmericana), o APS por sus siglas en inglés distribuyeron una circular8 enla que pidieron la compilación sistemática de datos lingüísticos, etno-

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gráficos, históricos y arqueológicos relacionados con los indios. Esa cir-cular se convirtió, en efecto, en la carta magna de la antropología norte-americana.9

Jefferson, Albert Gallatin, Stephen Peter Du Ponceau y otros recolec-taron diligentemente datos lingüísticos, especialmente a través de uncomité de la APS dedicado a esta tarea. Esa búsqueda duró más de tresdécadas, antes de que Gallatin10 produjera su famoso Synopsis of IndianLanguages. Empero, era sólo una clasificación parcial, pues contaba conpocos datos de las tribus existentes más allá de las montañas Rocallosasy del suroeste. Mientras tanto, se había iniciado el estudio sistemáticode los montículos, especialmente en los trabajos de Atwater,11 y deSquier y Davis.12

LA ANTROPOLOGÍA Y LA EXPLORACIÓN DEL OESTE

Incluso antes de la adquisición del territorio de Luisiana, Jefferson habíaplaneado una expedición que estableciera una presencia ahí antes deque pudieran hacer lo mismo los ingleses. Con el territorio ya en susmanos y el envío de Lewis y Clark con la encomienda de explorarlo, Jef-ferson vio la oportunidad de recopilar información acerca de la geogra-fía, de la historia natural y de los indios que ahí habitaban. El y sus cole-

5 Roger G. Kennedy, Hidden Cities, The Discovery and Loss of Ancient North AmericanCivilization, Nueva York, Penguin Books, 1994.

6 Thomas Jefferson, “Notes on Virginia [1784]”, en The Life and Selected Writings ofThomas Jefferson, A. Koch y W. Peden (eds.) Nueva York, Modern Library, 1944, pp. 220-227.

7 Don D. Fowler, “Notes on Inquiries in Anthropology: a Bibliographic Essay”, en To-ward a Science of Man. Essays in the History of Anthropology, T.H. Thoresen (ed.) La Haya,Mouton, 1975, pp. 18-22.

8 Thomas Jefferson, et al., “Circular Letter”, en American Philosophical Society Transac-tions 4 (1799): xxxvii-xxxix, reedición, Transactions 5 (1809).

9 Gilbert Chinard, “Thomas Jefferson and the American Philosophical Society”, enAmerican Philosophical Society Proceedings 87, núm. 1 (1943): p. 270; A. Irving Hallowell,“The Beginnings of Anthropology in America”, en Selected Papers from the American An-thropologist, 1888-1920, F. DeLaguna (ed.) Evanston, Row, Peterson Co., 1960, pp. 16-18;“Anthropology in Philadelphia”, en The Philadelphia Anthropological Society, Papers Presen-ted on its Golden Anniversary, Jacob W. Gruber (ed.) Filadelfia, Temple University Publi-cations, 1967, p. 12

10 Albert Gallatin, “A Synopsis of the Indian Tribes of North America”, en Archaeolo-gica Americana, Transactions and Collections of the American Antiquarian Society 2 (1836), pp.1-422.

11 Caleb Atwater, “Description of the Antiquities Discovered in the State of Ohio andother Western States”, en Archaeologica Americana, Transactions and Collections of the Ame-rican Antiquarian Society 1 (1820), pp. 105-267.

12 E.G. Squier y W.D. Davis, Ancient Monuments of the Mississippi Valley, SmithsonianContributions to Knowledge núm. 1, Washington, 1848.

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familias lingüísticas con las familias del Viejo Mundo y así resolver lacuestión de los orígenes.

Otra pregunta acerca de los orígenes, relacionada con la primera, erade índole arqueológica: ¿Quién habrá construido los montículos funera-rios y las enormes estructuras de tierra en los valles de Ohio y Mississi-ppi? ¿Fueron los ancestros de los indios actuales los llamados construc-tores de montículos (moundbuilders en inglés), o hubo otro grupo?5

LA AGENDA DE INVESTIGACIÓN DE JEFFERSON

Y LA SOCIEDAD FILOSÓFICA AMERICANA

A Thomas Jefferson le interesó profundamente la cuestión de los oríge-nes, tanto en su aspecto lingüístico como arqueológico, y además, en elcampo de la antropología “aplicada”. Se dio cuenta que el gobierno de-mocrático de su imaginado “imperio de libertad” en el occidente preci-saba de la recolección de información demográfica y etnográfica acercade las tribus de indios para propósitos diplomáticos y de administra-ción. En su Notes on the State of Virginia, Jefferson6 hizo un llamado paraproceder a una sistemática clasificación lingüística de las lenguas indí-genas como base para acercarse al problema de los orígenes, tanto comopara recopilar léxicos que contribuyeran a esa clasificación.7 Hizo asi-mismo un llamado para el estudio de los “montículos”. En 1799, Jeffer-son y sus colegas de la American Philosophical Society (Sociedad FilosóficaAmericana), o APS por sus siglas en inglés distribuyeron una circular8 enla que pidieron la compilación sistemática de datos lingüísticos, etno-

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gráficos, históricos y arqueológicos relacionados con los indios. Esa cir-cular se convirtió, en efecto, en la carta magna de la antropología norte-americana.9

Jefferson, Albert Gallatin, Stephen Peter Du Ponceau y otros recolec-taron diligentemente datos lingüísticos, especialmente a través de uncomité de la APS dedicado a esta tarea. Esa búsqueda duró más de tresdécadas, antes de que Gallatin10 produjera su famoso Synopsis of IndianLanguages. Empero, era sólo una clasificación parcial, pues contaba conpocos datos de las tribus existentes más allá de las montañas Rocallosasy del suroeste. Mientras tanto, se había iniciado el estudio sistemáticode los montículos, especialmente en los trabajos de Atwater,11 y deSquier y Davis.12

LA ANTROPOLOGÍA Y LA EXPLORACIÓN DEL OESTE

Incluso antes de la adquisición del territorio de Luisiana, Jefferson habíaplaneado una expedición que estableciera una presencia ahí antes deque pudieran hacer lo mismo los ingleses. Con el territorio ya en susmanos y el envío de Lewis y Clark con la encomienda de explorarlo, Jef-ferson vio la oportunidad de recopilar información acerca de la geogra-fía, de la historia natural y de los indios que ahí habitaban. El y sus cole-

5 Roger G. Kennedy, Hidden Cities, The Discovery and Loss of Ancient North AmericanCivilization, Nueva York, Penguin Books, 1994.

6 Thomas Jefferson, “Notes on Virginia [1784]”, en The Life and Selected Writings ofThomas Jefferson, A. Koch y W. Peden (eds.) Nueva York, Modern Library, 1944, pp. 220-227.

7 Don D. Fowler, “Notes on Inquiries in Anthropology: a Bibliographic Essay”, en To-ward a Science of Man. Essays in the History of Anthropology, T.H. Thoresen (ed.) La Haya,Mouton, 1975, pp. 18-22.

8 Thomas Jefferson, et al., “Circular Letter”, en American Philosophical Society Transac-tions 4 (1799): xxxvii-xxxix, reedición, Transactions 5 (1809).

9 Gilbert Chinard, “Thomas Jefferson and the American Philosophical Society”, enAmerican Philosophical Society Proceedings 87, núm. 1 (1943): p. 270; A. Irving Hallowell,“The Beginnings of Anthropology in America”, en Selected Papers from the American An-thropologist, 1888-1920, F. DeLaguna (ed.) Evanston, Row, Peterson Co., 1960, pp. 16-18;“Anthropology in Philadelphia”, en The Philadelphia Anthropological Society, Papers Presen-ted on its Golden Anniversary, Jacob W. Gruber (ed.) Filadelfia, Temple University Publi-cations, 1967, p. 12

10 Albert Gallatin, “A Synopsis of the Indian Tribes of North America”, en Archaeolo-gica Americana, Transactions and Collections of the American Antiquarian Society 2 (1836), pp.1-422.

11 Caleb Atwater, “Description of the Antiquities Discovered in the State of Ohio andother Western States”, en Archaeologica Americana, Transactions and Collections of the Ame-rican Antiquarian Society 1 (1820), pp. 105-267.

12 E.G. Squier y W.D. Davis, Ancient Monuments of the Mississippi Valley, SmithsonianContributions to Knowledge núm. 1, Washington, 1848.

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gas de la APS elaboraron detalladas listas de preguntas para Lewis yClark, quienes produjeron una cantidad notable de información en susdiarios13 y en sus informes a Jefferson para dar respuesta a aquellas. Laprovisión de esas extensas listas de preguntas estableció un precedentepara todos los subsecuentes viajes de exploración patrocinados por elgobierno federal. Los comités de la APS redactaron instrucciones para laexpedición de Long a las Montañas Rocallosas en 181814 y para la expe-dición naval de Wilkes de 1838-1842.15

UNA SINONIMIA/ENCICLOPEDIA

Otra figura clave fue Lewis Cass quien, como gobernador del Territoriodel Noroeste y Superintendente de Asuntos Indígenas después de 1818,vio la necesidad de recopilar datos antropológicos tanto para propósi-tos científicos como administrativos. Cass produjo un detallado manualetnográfico y lingüístico.16 Fue el mismo Cass17 quien agregó un ítem ala agenda de investigación cuando observó, en un artículo del NorthAmerican Review, que la mayoría de las tribus de indios históricamenteconocidas y existentes tenía varios nombres. Pensó que se precisaba deuna Sinonimia de los nombres tribales a fin de desarrollar y escribir ade-cuadamente una clasificación lingüística o una historia comprensiva delas tribus.

En manos del discípulo de Cass, Henry Rowe Schoolcraft, la idea deuna Sinonimia creció hasta convertirse en una enciclopedia. En 1847Schoolcraft convenció al Congreso de asignar $1 200 para iniciar la ela-boración de un “compendio de estadísticas y de otros materiales” acercade los indios norteamericanos. Envió a agentes de indios, a comercian-tes, a oficiales del ejército y a misioneros, un censo y un cuestionarioetnográfico18 fincados en el modelo de Cass. Diez años después y me-diante $130 000, Schoolcraft19 convirtió la caótica colección de respues-tas que recibió en seis tomos enormes, en buena medida inmanejables.20

La necesidad de contar con una sinonimia o enciclopedia práctica de losindios siguió en la agenda.

LA ANTROPOLOGÍA EN EL SUROESTE

Antes de 1821, los académicos en los Estados Unidos contaban con pocainformación de primera mano acerca del suroeste, pero la apertura de laRuta de Santa Fe vino a cambiar esa situación. Sin embargo, los académi-cos estaban conscientes de que el suroeste figuraba ya en la controver-sia acerca de los orígenes. El historiador británico William Robertsonhabía usado documentos mexicanos y españoles para llamar la atenciónhacia la historia prehistórica mexicana en su History of America, publica-do por primera vez en 1777.21 En 1787 se publicó en inglés la obra Histo-

13 Reuben G. Thwaites, ed., Original Journals of the Lewis and Clark Expedition, 1804-06,8 tomos, Nueva York, Dodd, Mead, 1904- 05.

14 Peter Stephen Du Ponceau, et al., “Heads of Enquiry and Observation Among Eachof the Indian Tribes of the Missouri”, (1819). Manuscrito original en la American Philoso-phical Library, Filadelfia; Richard H. Dillon, “Stephen Long’s Great American Desert”, enAmerican Philosophical Society Proceedings 111(2) (1967), pp. 93-108.

15 Edwin G. Conklin, “Connection of the American Philosophical Society with ourFirst National exploring Expedition”, en American Philosophical Society Proceedings 82(1940), pp. 519-541

16 Lewis Cass, Inquiries Respecting the History, Traditions, Languages, Manners, Customs,Religions, etc. of the Indians living within the United States, Detroit, Sheldon & Reed, 1823.

17 –––, “Review of J.D. Hunter’s ‘Manners and Customs of Several Indian Tribes’”, enNorth American Review 22 (1826), pp. 37-90.

18 Henry R. Schoolcraft, Inquiries Respecting the History, Present Condition and Future ofthe Indian Tribes of the United States, Washington D.C., Bureau of Indian Affairs, 1847, re-publicado en Henry R. Schoolcraft, (ed.), Historical and Statistical Information Respectingthe History, Condition and Prospects of the Indian Tribes of the United States, I, Filadelfia, Lip-pincott, Grambo Co., 1851-57, pp. 523-568.

19 –––, Historical and Statistical Information Respecting the History, Condition and Pros-pects of the Indian Tribes of the United States.

20 Richard G. Bremer, Indian Agent and Wilderness Scholar, the Life of Henry Rowe School-craft, Mt. Pleasant, MI: Clarke Historical Library, Central Michigan University, 1987.

21 William Robertson, History of America, en The Works of William Robertson, D.D. towhich is prefixed an Account of His Life and Writings, by Dugald Stewart, tomo IV Londres:William Ball, 1840, pp. 715-716, 800-85 1. [publicado originalmente en 1777 con por lo me-nos 15 ediciones adicionales antes de 1851].

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gas de la APS elaboraron detalladas listas de preguntas para Lewis yClark, quienes produjeron una cantidad notable de información en susdiarios13 y en sus informes a Jefferson para dar respuesta a aquellas. Laprovisión de esas extensas listas de preguntas estableció un precedentepara todos los subsecuentes viajes de exploración patrocinados por elgobierno federal. Los comités de la APS redactaron instrucciones para laexpedición de Long a las Montañas Rocallosas en 181814 y para la expe-dición naval de Wilkes de 1838-1842.15

UNA SINONIMIA/ENCICLOPEDIA

Otra figura clave fue Lewis Cass quien, como gobernador del Territoriodel Noroeste y Superintendente de Asuntos Indígenas después de 1818,vio la necesidad de recopilar datos antropológicos tanto para propósi-tos científicos como administrativos. Cass produjo un detallado manualetnográfico y lingüístico.16 Fue el mismo Cass17 quien agregó un ítem ala agenda de investigación cuando observó, en un artículo del NorthAmerican Review, que la mayoría de las tribus de indios históricamenteconocidas y existentes tenía varios nombres. Pensó que se precisaba deuna Sinonimia de los nombres tribales a fin de desarrollar y escribir ade-cuadamente una clasificación lingüística o una historia comprensiva delas tribus.

En manos del discípulo de Cass, Henry Rowe Schoolcraft, la idea deuna Sinonimia creció hasta convertirse en una enciclopedia. En 1847Schoolcraft convenció al Congreso de asignar $1 200 para iniciar la ela-boración de un “compendio de estadísticas y de otros materiales” acercade los indios norteamericanos. Envió a agentes de indios, a comercian-tes, a oficiales del ejército y a misioneros, un censo y un cuestionarioetnográfico18 fincados en el modelo de Cass. Diez años después y me-diante $130 000, Schoolcraft19 convirtió la caótica colección de respues-tas que recibió en seis tomos enormes, en buena medida inmanejables.20

La necesidad de contar con una sinonimia o enciclopedia práctica de losindios siguió en la agenda.

LA ANTROPOLOGÍA EN EL SUROESTE

Antes de 1821, los académicos en los Estados Unidos contaban con pocainformación de primera mano acerca del suroeste, pero la apertura de laRuta de Santa Fe vino a cambiar esa situación. Sin embargo, los académi-cos estaban conscientes de que el suroeste figuraba ya en la controver-sia acerca de los orígenes. El historiador británico William Robertsonhabía usado documentos mexicanos y españoles para llamar la atenciónhacia la historia prehistórica mexicana en su History of America, publica-do por primera vez en 1777.21 En 1787 se publicó en inglés la obra Histo-

13 Reuben G. Thwaites, ed., Original Journals of the Lewis and Clark Expedition, 1804-06,8 tomos, Nueva York, Dodd, Mead, 1904- 05.

14 Peter Stephen Du Ponceau, et al., “Heads of Enquiry and Observation Among Eachof the Indian Tribes of the Missouri”, (1819). Manuscrito original en la American Philoso-phical Library, Filadelfia; Richard H. Dillon, “Stephen Long’s Great American Desert”, enAmerican Philosophical Society Proceedings 111(2) (1967), pp. 93-108.

15 Edwin G. Conklin, “Connection of the American Philosophical Society with ourFirst National exploring Expedition”, en American Philosophical Society Proceedings 82(1940), pp. 519-541

16 Lewis Cass, Inquiries Respecting the History, Traditions, Languages, Manners, Customs,Religions, etc. of the Indians living within the United States, Detroit, Sheldon & Reed, 1823.

17 –––, “Review of J.D. Hunter’s ‘Manners and Customs of Several Indian Tribes’”, enNorth American Review 22 (1826), pp. 37-90.

18 Henry R. Schoolcraft, Inquiries Respecting the History, Present Condition and Future ofthe Indian Tribes of the United States, Washington D.C., Bureau of Indian Affairs, 1847, re-publicado en Henry R. Schoolcraft, (ed.), Historical and Statistical Information Respectingthe History, Condition and Prospects of the Indian Tribes of the United States, I, Filadelfia, Lip-pincott, Grambo Co., 1851-57, pp. 523-568.

19 –––, Historical and Statistical Information Respecting the History, Condition and Pros-pects of the Indian Tribes of the United States.

20 Richard G. Bremer, Indian Agent and Wilderness Scholar, the Life of Henry Rowe School-craft, Mt. Pleasant, MI: Clarke Historical Library, Central Michigan University, 1987.

21 William Robertson, History of America, en The Works of William Robertson, D.D. towhich is prefixed an Account of His Life and Writings, by Dugald Stewart, tomo IV Londres:William Ball, 1840, pp. 715-716, 800-85 1. [publicado originalmente en 1777 con por lo me-nos 15 ediciones adicionales antes de 1851].

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ry of México del historiador Francisco Xavier Clavijero,22 con un examenextenso de los materiales relacionados con la historia mexicana antes dela Conquista. Éstas y otras fuentes fueron aprovechadas por Alexandervon Humboldt en sus estudios de la América española.23

A partir de estas fuentes, los académicos norteamericanos se dieroncuenta de las historias supuestamente indígenas de los aztecas y tolte-cas, que aducían que ambos grupos se habían originado al norte delvalle de México. Clavijero escribió una detallada historia y cronologíade México antes de la Conquista, en la cual afirmó que varias de las rui-nas conocidas y nombradas en el suroeste norteamericano habían servi-do a los aztecas y toltecas durante sus migraciones hacia el sur. Hum-boldt repitió la historia de Clavijero.

Aquí, entonces, se presentó una controversia derivada del interiordel debate más general acerca de los orígenes: ¿Qué tan al norte tuvie-ron sus orígenes las migraciones de los aztecas y toltecas? ¿Hasta Asia?¿En el mismo suroeste? ¿En algún punto intermedio? ¿Estuvieron losmontículos de la cuenca del Mississippi implicados en esas migracio-nes, como puntos de origen o sitios de descanso?

LA SOCIEDAD ETNOLÓGICA AMERICANA

(THE AMERICAN ETHNOLOGICAL SOCIETY, O AES)

En 1840 Albert Gallatin fue a vivir a la ciudad de Nueva York despuésde una larga y brillante carrera en el servicio público.24 Se convirtió en

el decano de un grupo interesado en la arqueología y etnología (comose conocía en aquel entonces a la antropología) de los indios america-nos. El y sus colegas fundaron la Sociedad Etnológica Americana en 1842 einiciaron una serie de publicaciones. Para la década de 1840 se estabareviviendo el interés por la América española. William Hickling Pres-cott25 publicó en 1843 su exitoso libro Conquest of Mexico. En un apéndiceese autor presentó información acerca de la historia prehispánica deMéxico basada en Humboldt, Clavijero y fuentes manuscritas, por ejem-plo, Ternaux-Compans.26 Gallatin llegó a interesarse en México y, apro-vechando a Prescott y a muchos otros,27 produjo un extenso tratado so-bre las “semi-civilizaciones” de México y de las regiones adyacentes(véase más adelante).

LOS INGENIEROS TOPÓGRAFOS EN EL SUROESTE

En 1846 los Estados Unidos invadieron las provincias de Nuevo Méxicoy Alta California de la nación soberana de México. Con el Ejército delOeste viajaron cuatro ingenieros topógrafos del ejército que tuvieron elencargo de explorar esa nueva región. Dos de los informes sobre NuevoMéxico, de los tenientes James Abert28 y William Emory,29 fueron publi-cados por el Congreso de los Estados Unidos y proporcionaron a la gen-

22 Francisco Javier Clavijero, The History of Mexico. Collected from Spanish and MexicanHistorians from Manuscripts, and Ancient Paintings of the Indians..., 2 tomos, Londres, G.G.J. y J. Robinson, 1787, Nueva York y Londres, Garland Publishing, 1979.

23 Alexander von Humboldt, Political Essay on the Kingdom of New Spain, Mary M.Dunn (ed.), Nueva York: A.A. Knopf, 1972, [condensado de la traducción de 1811 de JohnBlack, 4 tomos, Londres]; –––, Researches Concerning the Institutions and Monuments of theAncient Inhabitants of America… Helen M. Williams (trad.), 2 tomos, Londres, Longman,Hurst, Rees… 1814 [1810].

24 Henry Adams, The Life of Albert Gallatin, Nueva York, J.B. Lippincott, 1879; Ray-mond Walters, Jr., Albert Gallatin, Jefferson Financier and Diplomat, Nueva York, Macmi-llan, 1957.

25 William H. Prescott, History of the Conquest of Mexico, with a Preliminary View of theAncient Mexican Civilization and the Life of the Conqueror, Hernando Cortes, 3 tomos, NuevaYork, Harper Bros.; Londres, Richard Bentley, 1843.

26 Henri Ternaux-Compans, comp. y ed., Voyages, relations et mémoires originaux pourservir a l’histoire de la découverte de l’Amérique, publiés pour la première fois en français, (París,A. Bertrand, 1837-41.

27 Albert Gallatin, “Note on the Semi-Civilized Nations of Mexico, Yucatan and Cen-tral-America,” en American Ethnological Society Transactions I (1845), pp. 1-352.

28 James W. Abert, Report and Map of the Examination of New Mexico, made by Lt. J. W.Abert, of the Topographical Corps, in Answer to a Resolution of the U.S. Senate [1848], Was-hington, D.C., 30th Congress, 1st Session, Senate Executive Document núm. 23, 1848.

29 W.H. Emory, Notes of a Military Reconnaissance from Fort Leavenworth in Missouri toSan Diego in California… Made in 1846-47 Washington D.C., 30th Congress, 1st session, Se-nate Executive Document núm. 41, 1848.

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ry of México del historiador Francisco Xavier Clavijero,22 con un examenextenso de los materiales relacionados con la historia mexicana antes dela Conquista. Éstas y otras fuentes fueron aprovechadas por Alexandervon Humboldt en sus estudios de la América española.23

A partir de estas fuentes, los académicos norteamericanos se dieroncuenta de las historias supuestamente indígenas de los aztecas y tolte-cas, que aducían que ambos grupos se habían originado al norte delvalle de México. Clavijero escribió una detallada historia y cronologíade México antes de la Conquista, en la cual afirmó que varias de las rui-nas conocidas y nombradas en el suroeste norteamericano habían servi-do a los aztecas y toltecas durante sus migraciones hacia el sur. Hum-boldt repitió la historia de Clavijero.

Aquí, entonces, se presentó una controversia derivada del interiordel debate más general acerca de los orígenes: ¿Qué tan al norte tuvie-ron sus orígenes las migraciones de los aztecas y toltecas? ¿Hasta Asia?¿En el mismo suroeste? ¿En algún punto intermedio? ¿Estuvieron losmontículos de la cuenca del Mississippi implicados en esas migracio-nes, como puntos de origen o sitios de descanso?

LA SOCIEDAD ETNOLÓGICA AMERICANA

(THE AMERICAN ETHNOLOGICAL SOCIETY, O AES)

En 1840 Albert Gallatin fue a vivir a la ciudad de Nueva York despuésde una larga y brillante carrera en el servicio público.24 Se convirtió en

el decano de un grupo interesado en la arqueología y etnología (comose conocía en aquel entonces a la antropología) de los indios america-nos. El y sus colegas fundaron la Sociedad Etnológica Americana en 1842 einiciaron una serie de publicaciones. Para la década de 1840 se estabareviviendo el interés por la América española. William Hickling Pres-cott25 publicó en 1843 su exitoso libro Conquest of Mexico. En un apéndiceese autor presentó información acerca de la historia prehispánica deMéxico basada en Humboldt, Clavijero y fuentes manuscritas, por ejem-plo, Ternaux-Compans.26 Gallatin llegó a interesarse en México y, apro-vechando a Prescott y a muchos otros,27 produjo un extenso tratado so-bre las “semi-civilizaciones” de México y de las regiones adyacentes(véase más adelante).

LOS INGENIEROS TOPÓGRAFOS EN EL SUROESTE

En 1846 los Estados Unidos invadieron las provincias de Nuevo Méxicoy Alta California de la nación soberana de México. Con el Ejército delOeste viajaron cuatro ingenieros topógrafos del ejército que tuvieron elencargo de explorar esa nueva región. Dos de los informes sobre NuevoMéxico, de los tenientes James Abert28 y William Emory,29 fueron publi-cados por el Congreso de los Estados Unidos y proporcionaron a la gen-

22 Francisco Javier Clavijero, The History of Mexico. Collected from Spanish and MexicanHistorians from Manuscripts, and Ancient Paintings of the Indians..., 2 tomos, Londres, G.G.J. y J. Robinson, 1787, Nueva York y Londres, Garland Publishing, 1979.

23 Alexander von Humboldt, Political Essay on the Kingdom of New Spain, Mary M.Dunn (ed.), Nueva York: A.A. Knopf, 1972, [condensado de la traducción de 1811 de JohnBlack, 4 tomos, Londres]; –––, Researches Concerning the Institutions and Monuments of theAncient Inhabitants of America… Helen M. Williams (trad.), 2 tomos, Londres, Longman,Hurst, Rees… 1814 [1810].

24 Henry Adams, The Life of Albert Gallatin, Nueva York, J.B. Lippincott, 1879; Ray-mond Walters, Jr., Albert Gallatin, Jefferson Financier and Diplomat, Nueva York, Macmi-llan, 1957.

25 William H. Prescott, History of the Conquest of Mexico, with a Preliminary View of theAncient Mexican Civilization and the Life of the Conqueror, Hernando Cortes, 3 tomos, NuevaYork, Harper Bros.; Londres, Richard Bentley, 1843.

26 Henri Ternaux-Compans, comp. y ed., Voyages, relations et mémoires originaux pourservir a l’histoire de la découverte de l’Amérique, publiés pour la première fois en français, (París,A. Bertrand, 1837-41.

27 Albert Gallatin, “Note on the Semi-Civilized Nations of Mexico, Yucatan and Cen-tral-America,” en American Ethnological Society Transactions I (1845), pp. 1-352.

28 James W. Abert, Report and Map of the Examination of New Mexico, made by Lt. J. W.Abert, of the Topographical Corps, in Answer to a Resolution of the U.S. Senate [1848], Was-hington, D.C., 30th Congress, 1st Session, Senate Executive Document núm. 23, 1848.

29 W.H. Emory, Notes of a Military Reconnaissance from Fort Leavenworth in Missouri toSan Diego in California… Made in 1846-47 Washington D.C., 30th Congress, 1st session, Se-nate Executive Document núm. 41, 1848.

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te del este de la nación información fidedigna y de primera mano acer-ca de la geografía, topografía, historia natural, pueblos indígenas y rui-nas de la zona. Conforme el ejército de los Estados Unidos y algunosciviles expandieron sus exploraciones en el suroeste, muchos datos rela-cionados con las ruinas y las distintas tribus de indios fueron presenta-dos en sus informes.30 Así, para vísperas de la guerra civil existía un cor-pus de nuevos datos antropológicos acerca del suroeste, basados en laobservación directa y acompañados de numerosas ilustraciones dibuja-das en el campo.

Quedaba claro que existían literalmente miles de ruinas, desde pe-queños montones de escombros hasta las grandes casas del Cañón deChaco. Sin embargo, en ausencia de medios para calcular su antigüe-dad, fue imposible determinar si mucha gente había vivido ahí durante

poco tiempo o menos gente pero durante un periodo mayor. Era evi-dente que había vivido más gente que en los veinte y tantos pueblos alo largo del río Grande y los de Acoma, Zuni y Hopi hacia el oeste. Losnexos entre el suroeste y las civilizaciones antiguas de México siguieronsiendo una preocupación central, pero no hubo manera de llegar a unconsenso acerca de lo que pudiera implicar esa relación; a saber, un mo-vimiento migratorio de norte a sur, una migración de sur a norte, el co-mercio continuo o alguna otra relación.

LA AGENDA DE INVESTIGACIÓN DE GALLATIN

Como ya vimos, una agenda de investigación general para la antropo-logía norteamericana fue plasmada por Thomas Jefferson y otros. En lascuatro décadas intermedias aparecieron nuevas publicaciones y muchainformación nueva. Hacia fines de 1847 Albert Gallatin recibió de mane-ra anticipada información del reporte del teniente Emory.31 Combinó esainformación con su escrito de 1845 y con otros datos en un ensayo decuarenta y cuatro páginas intitulado, “Ancient Semi-Civilization ofNew México”.32 En ese artículo Gallatin sintetizó todos los datos y for-muló una serie de preguntas para investigaciones mejor enfocadas, lamayoría de las cuales se están investigando aún, 150 años más tarde.Poco después de salir a la luz los informes de Abert y Emory, E.G.Squier33 publicó un resumen de ellos, junto con una reseña de los docu-mentos españoles disponibles, y propuso su propia interpretación de lahistoria cultural del suroeste. Squier trabajó con Gallatin en la SociedadEtnológica y fue coautor de un voluminoso estudio de los constructoresde montículos, que fue la primera publicación de la Smithsonian Insti-tution.34

30 John Russell Bartlett, Personal Narrative of Explorations and Incidents in Texas, NewMexico, California, Sonora and Chihuahua... in 1850-53, 2 tomos, Nueva York, D. AppletonCo., 1854; W.H. Emory, Report on the United States and Mexican Boundary Survey made underthe Direction of Secretary of the Interior, vol. 1, Washington D.C., 34th Congress, 1st Session,House Executive Document núm. 135; Senate Executive document núm. 108, 1857; Jo-seph C. Ives, Report upon the Colorado River of the West, explored in 1857 and 1858, Washing-ton D.C., 36th Congress, 1st Session, House Executive Document núm. 90, 1861; JonathanLetterman, “Sketch of the Navajo Tribe of Indians, Territory of New Mexico”, en Smith-sonian Annual Report (1855), pp. 283-297; [Heinrich] Balduin Möllhausen, Diary of a Journeyfrom the Mississippi to the Coasts of the Pacific with a United States Government Expedition,Mrs. Percy Sinnett (trad.) 2 tomos (Londres, Longman, Brown, Green, Longmans & Ro-berts, 1858; reedición en Nueva York, Johnson Reprint Corp., 1969); James H. Simpson,Journal of a Military Reconnaissance from Santa Fe, New Mexico to the Navajo Country… (Was-hington D.C., 31st Congress, 1st Session, Senate Executive Document núm. 64; 1850); Lo-renzo Sitgreaves, Report of an Expedition Down the Zuni and Colorado Rivers in 1851 (Was-hington D.C., 32nd Congress, 2nd Session, Senate Executive Document núm. 59; 1853, ree-dición en Chicago, Rio Grand Press, 1962); P.G.S. Ten Broeck, “Manners and Customs ofthe Moqui and Navajo Tribes of New Mexico”, en Historical and Statistical InformationRespecting the History, Condition, and Prospects of the Indian Tribes of the United States, H.R.Schoolcraft (ed.) (Filadelfia, Lippincott, Grambo Co., 1954), pp. 72-98; A.W. Whipple, T.Ewbank y W.W. Turner, “Report upon the Indian Tribes”, en The Report of Lieutenant A.W.Whipple, Corps of Topographical Engineers, upon the Route near the Thirty-Fifth Parallel. Re-ports of Explorations and Surveys to Ascertain the Most Practicable and Economical Route for aRailroad from the Mississippi River to the Pacific Ocean… in 1853-54, Washington D.C., 33rdCongress, 2nd Session, Senate Executive Document núm. 8; 1856, 3 partes, 3:1-127.

31 Emory, Notes of a Military Reconnaissance.32 Albert Gallatin, “Ancient Semi-Civilizations of New Mexico”, en American Ethno-

logical Society Transactions 2 (1848), pp. liii-xcvii.33 E.G. Squier, “New Mexico and California”, en The American Review, Devoted to

Politics and Literature, 2, núm. 5 (1848), pp. 503-528.34 Squier y Davis, Ancient Monuments of the Mississippi Valley.

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te del este de la nación información fidedigna y de primera mano acer-ca de la geografía, topografía, historia natural, pueblos indígenas y rui-nas de la zona. Conforme el ejército de los Estados Unidos y algunosciviles expandieron sus exploraciones en el suroeste, muchos datos rela-cionados con las ruinas y las distintas tribus de indios fueron presenta-dos en sus informes.30 Así, para vísperas de la guerra civil existía un cor-pus de nuevos datos antropológicos acerca del suroeste, basados en laobservación directa y acompañados de numerosas ilustraciones dibuja-das en el campo.

Quedaba claro que existían literalmente miles de ruinas, desde pe-queños montones de escombros hasta las grandes casas del Cañón deChaco. Sin embargo, en ausencia de medios para calcular su antigüe-dad, fue imposible determinar si mucha gente había vivido ahí durante

poco tiempo o menos gente pero durante un periodo mayor. Era evi-dente que había vivido más gente que en los veinte y tantos pueblos alo largo del río Grande y los de Acoma, Zuni y Hopi hacia el oeste. Losnexos entre el suroeste y las civilizaciones antiguas de México siguieronsiendo una preocupación central, pero no hubo manera de llegar a unconsenso acerca de lo que pudiera implicar esa relación; a saber, un mo-vimiento migratorio de norte a sur, una migración de sur a norte, el co-mercio continuo o alguna otra relación.

LA AGENDA DE INVESTIGACIÓN DE GALLATIN

Como ya vimos, una agenda de investigación general para la antropo-logía norteamericana fue plasmada por Thomas Jefferson y otros. En lascuatro décadas intermedias aparecieron nuevas publicaciones y muchainformación nueva. Hacia fines de 1847 Albert Gallatin recibió de mane-ra anticipada información del reporte del teniente Emory.31 Combinó esainformación con su escrito de 1845 y con otros datos en un ensayo decuarenta y cuatro páginas intitulado, “Ancient Semi-Civilization ofNew México”.32 En ese artículo Gallatin sintetizó todos los datos y for-muló una serie de preguntas para investigaciones mejor enfocadas, lamayoría de las cuales se están investigando aún, 150 años más tarde.Poco después de salir a la luz los informes de Abert y Emory, E.G.Squier33 publicó un resumen de ellos, junto con una reseña de los docu-mentos españoles disponibles, y propuso su propia interpretación de lahistoria cultural del suroeste. Squier trabajó con Gallatin en la SociedadEtnológica y fue coautor de un voluminoso estudio de los constructoresde montículos, que fue la primera publicación de la Smithsonian Insti-tution.34

30 John Russell Bartlett, Personal Narrative of Explorations and Incidents in Texas, NewMexico, California, Sonora and Chihuahua... in 1850-53, 2 tomos, Nueva York, D. AppletonCo., 1854; W.H. Emory, Report on the United States and Mexican Boundary Survey made underthe Direction of Secretary of the Interior, vol. 1, Washington D.C., 34th Congress, 1st Session,House Executive Document núm. 135; Senate Executive document núm. 108, 1857; Jo-seph C. Ives, Report upon the Colorado River of the West, explored in 1857 and 1858, Washing-ton D.C., 36th Congress, 1st Session, House Executive Document núm. 90, 1861; JonathanLetterman, “Sketch of the Navajo Tribe of Indians, Territory of New Mexico”, en Smith-sonian Annual Report (1855), pp. 283-297; [Heinrich] Balduin Möllhausen, Diary of a Journeyfrom the Mississippi to the Coasts of the Pacific with a United States Government Expedition,Mrs. Percy Sinnett (trad.) 2 tomos (Londres, Longman, Brown, Green, Longmans & Ro-berts, 1858; reedición en Nueva York, Johnson Reprint Corp., 1969); James H. Simpson,Journal of a Military Reconnaissance from Santa Fe, New Mexico to the Navajo Country… (Was-hington D.C., 31st Congress, 1st Session, Senate Executive Document núm. 64; 1850); Lo-renzo Sitgreaves, Report of an Expedition Down the Zuni and Colorado Rivers in 1851 (Was-hington D.C., 32nd Congress, 2nd Session, Senate Executive Document núm. 59; 1853, ree-dición en Chicago, Rio Grand Press, 1962); P.G.S. Ten Broeck, “Manners and Customs ofthe Moqui and Navajo Tribes of New Mexico”, en Historical and Statistical InformationRespecting the History, Condition, and Prospects of the Indian Tribes of the United States, H.R.Schoolcraft (ed.) (Filadelfia, Lippincott, Grambo Co., 1954), pp. 72-98; A.W. Whipple, T.Ewbank y W.W. Turner, “Report upon the Indian Tribes”, en The Report of Lieutenant A.W.Whipple, Corps of Topographical Engineers, upon the Route near the Thirty-Fifth Parallel. Re-ports of Explorations and Surveys to Ascertain the Most Practicable and Economical Route for aRailroad from the Mississippi River to the Pacific Ocean… in 1853-54, Washington D.C., 33rdCongress, 2nd Session, Senate Executive Document núm. 8; 1856, 3 partes, 3:1-127.

31 Emory, Notes of a Military Reconnaissance.32 Albert Gallatin, “Ancient Semi-Civilizations of New Mexico”, en American Ethno-

logical Society Transactions 2 (1848), pp. liii-xcvii.33 E.G. Squier, “New Mexico and California”, en The American Review, Devoted to

Politics and Literature, 2, núm. 5 (1848), pp. 503-528.34 Squier y Davis, Ancient Monuments of the Mississippi Valley.

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Los escritos de Gallatin y Squier son de enorme importancia en lahistoria de la antropología del suroeste, ya que marcan el principio delanálisis sistemático de los datos antropológicos acerca de la región. Ga-llatin propuso una serie de hipótesis acerca de las relaciones entre lastribus, del origen y difusión de la agricultura y de las preguntas más an-tiguas acerca de las relaciones entre México y el suroeste a las cualesSquier respondió. Ambos abordaron asuntos relacionados con la acultu-ración hispano-indígena, así como la aculturación entre una tribu y otra.Squier desafió algunas de las aseveraciones de Gallatin. Pero, en pocaspalabras, ya se había dado inicio a los trabajos científicos y analíticos so-bre el suroeste. Esta fue la última contribución de Gallatin durante unavida de casi nueve décadas, ya que falleció al año siguiente.

La conexión histórica entre México y el suroeste constituyó un sub-conjunto de una cuestión más amplia acerca de los orígenes, que podríallamarse la “conexión norte-sur”. ¿Cómo y de dónde llegaron los in-dios? Los tempranos viajeros marítimos europeos examinaron a otrosmarineros del Viejo Mundo –desde Cartagena hasta los chinos– pero noencontraron pruebas. Si no había sido por mar, entonces, ¿habría sidopor tierra? En 1590 el erudito jesuita Joseph de Acosta fue el primero enproponer la existencia de un puente de tierra entre los dos hemisferios,en el extremo norte o bien en el extremo sur.35 En 1741 Vitus Bering de-mostró que de hecho ese “puente” había existido en el norte, al compro-bar la cercanía real entre Asia y América. Así, para la época de Jefferson,la mayoría de los académicos entendía que el hemisferio occidental fuepoblado de norte a sur, ya por tierra o bien bordeando las costas de Asia,las islas Aleutianas y el occidente de Norteamérica. Esto nos lleva de re-greso una vez más a la cuestión de la evidencia aceptable: Jefferson,Gallatin y otros estuvieron de acuerdo en que la afinidad lingüísticaconstituía la principal evidencia “dura” mediante la cual se podrían asen-tar científicamente las relaciones entre “razas”, “tribus” y “naciones”.

Gallatin defendió resueltamente que todas las lenguas indígenasamericanas tenían “una uniformidad de carácter que indica un origencomún”, a pesar de la enorme divergencia en lo que se estimaba haber

más de un centenar de lenguas distintas.36 Asumió que a su debido tiem-po se llegarían a demostrar las afinidades entre las lenguas indígenas yasiáticas. Afirmó que los indios y los asiáticos orientales comparten una“semejanza de tipo físico” que tendería a “comprobar un origen comúnen general, más no universal.”37 Si los indios provenían del oriente deAsia, surgía, sin embargo, la pregunta adicional de ¿cuándo? Gallatin38

arguyó en favor de un periodo de tiempo amplio, aunque no específico,debido a la gran diversidad entre las lenguas indígenas ya conocidas.

No obstante, persistía la cuestión de la conmensurabilidad: ¿consti-tuyeron las “semicivilizaciones” del Nuevo Mundo un desarrollo autóc-tono, o procedieron de alguna otra parte? La conmensurabilidad, segúnGallatin:

Comprende a dos de las interrogantes más importantes en la historia de lahumanidad: la de la supuesta inferioridad de algunas razas; y si las tribussalvajes pueden por sí y sin ninguna asistencia desde fuera, emerger delestado social más rudo y bajo y paulatinamente alcanzar incluso el gradomás elevado de la civilización que conocemos.39

Pensó que las respuestas yacían en la capacidad de la gente de dife-rentes culturas para desarrollar de manera independiente la astrono-mía, las matemáticas y un sistema de calendario. Gallatin40 examinó adetalle los calendarios mesoamericanos y la astronomía en que estabanfincados para llegar a la conclusión de que muchas culturas en el mun-do –incluidas las de Mesoamérica– habían descifrado de manera inde-pendiente el “movimiento anual del sol”. Habiendo logrado esto, siguie-ron con las matemáticas y los calendarios y así se abrió el camino hacia

35 Huddleston, Origins of the American Indians.

36 Albert Gallatin, “A Synopsis of the Indian Tribes of North America“, pp. 142, 160;“Note on the Semi-Civilized Nations of Mexico, Yucatan, and Central-America”, pp. 2,10, 177; “Ancient Semi-Civilization of New Mexico”, p. 25.

37 Gallatin, “Note on the Semi-Civilized Nations of Mexico, Yucatan, and Central-America”, pp. 10-11.

38 Ibid., pp. 177-78.39 Ibid., p. 181.40 Ibid., pp. 49-115.

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Los escritos de Gallatin y Squier son de enorme importancia en lahistoria de la antropología del suroeste, ya que marcan el principio delanálisis sistemático de los datos antropológicos acerca de la región. Ga-llatin propuso una serie de hipótesis acerca de las relaciones entre lastribus, del origen y difusión de la agricultura y de las preguntas más an-tiguas acerca de las relaciones entre México y el suroeste a las cualesSquier respondió. Ambos abordaron asuntos relacionados con la acultu-ración hispano-indígena, así como la aculturación entre una tribu y otra.Squier desafió algunas de las aseveraciones de Gallatin. Pero, en pocaspalabras, ya se había dado inicio a los trabajos científicos y analíticos so-bre el suroeste. Esta fue la última contribución de Gallatin durante unavida de casi nueve décadas, ya que falleció al año siguiente.

La conexión histórica entre México y el suroeste constituyó un sub-conjunto de una cuestión más amplia acerca de los orígenes, que podríallamarse la “conexión norte-sur”. ¿Cómo y de dónde llegaron los in-dios? Los tempranos viajeros marítimos europeos examinaron a otrosmarineros del Viejo Mundo –desde Cartagena hasta los chinos– pero noencontraron pruebas. Si no había sido por mar, entonces, ¿habría sidopor tierra? En 1590 el erudito jesuita Joseph de Acosta fue el primero enproponer la existencia de un puente de tierra entre los dos hemisferios,en el extremo norte o bien en el extremo sur.35 En 1741 Vitus Bering de-mostró que de hecho ese “puente” había existido en el norte, al compro-bar la cercanía real entre Asia y América. Así, para la época de Jefferson,la mayoría de los académicos entendía que el hemisferio occidental fuepoblado de norte a sur, ya por tierra o bien bordeando las costas de Asia,las islas Aleutianas y el occidente de Norteamérica. Esto nos lleva de re-greso una vez más a la cuestión de la evidencia aceptable: Jefferson,Gallatin y otros estuvieron de acuerdo en que la afinidad lingüísticaconstituía la principal evidencia “dura” mediante la cual se podrían asen-tar científicamente las relaciones entre “razas”, “tribus” y “naciones”.

Gallatin defendió resueltamente que todas las lenguas indígenasamericanas tenían “una uniformidad de carácter que indica un origencomún”, a pesar de la enorme divergencia en lo que se estimaba haber

más de un centenar de lenguas distintas.36 Asumió que a su debido tiem-po se llegarían a demostrar las afinidades entre las lenguas indígenas yasiáticas. Afirmó que los indios y los asiáticos orientales comparten una“semejanza de tipo físico” que tendería a “comprobar un origen comúnen general, más no universal.”37 Si los indios provenían del oriente deAsia, surgía, sin embargo, la pregunta adicional de ¿cuándo? Gallatin38

arguyó en favor de un periodo de tiempo amplio, aunque no específico,debido a la gran diversidad entre las lenguas indígenas ya conocidas.

No obstante, persistía la cuestión de la conmensurabilidad: ¿consti-tuyeron las “semicivilizaciones” del Nuevo Mundo un desarrollo autóc-tono, o procedieron de alguna otra parte? La conmensurabilidad, segúnGallatin:

Comprende a dos de las interrogantes más importantes en la historia de lahumanidad: la de la supuesta inferioridad de algunas razas; y si las tribussalvajes pueden por sí y sin ninguna asistencia desde fuera, emerger delestado social más rudo y bajo y paulatinamente alcanzar incluso el gradomás elevado de la civilización que conocemos.39

Pensó que las respuestas yacían en la capacidad de la gente de dife-rentes culturas para desarrollar de manera independiente la astrono-mía, las matemáticas y un sistema de calendario. Gallatin40 examinó adetalle los calendarios mesoamericanos y la astronomía en que estabanfincados para llegar a la conclusión de que muchas culturas en el mun-do –incluidas las de Mesoamérica– habían descifrado de manera inde-pendiente el “movimiento anual del sol”. Habiendo logrado esto, siguie-ron con las matemáticas y los calendarios y así se abrió el camino hacia

35 Huddleston, Origins of the American Indians.

36 Albert Gallatin, “A Synopsis of the Indian Tribes of North America“, pp. 142, 160;“Note on the Semi-Civilized Nations of Mexico, Yucatan, and Central-America”, pp. 2,10, 177; “Ancient Semi-Civilization of New Mexico”, p. 25.

37 Gallatin, “Note on the Semi-Civilized Nations of Mexico, Yucatan, and Central-America”, pp. 10-11.

38 Ibid., pp. 177-78.39 Ibid., p. 181.40 Ibid., pp. 49-115.

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la civilización. Un asunto relacionado tenía que ver con los orígenes de laagricultura. Gallatin41 estuvo de acuerdo con Humboldt en que el maíztiene su origen en la zona tropical de América y en que fue su cultivo loque a la larga condujo a la civilización. En sus conclusiones afirma quetanto la agricultura como la astronomía del Nuevo Mundo fueron deorigen indígena y, por ende, lo eran también las “semicivilizaciones” aellas asociadas.

Entonces, Gallatin42 cambió su enfoque al suroeste, al notar que lospueblo cultivan las mismas plantas que los mexicanos: maíz, frijol y ca-labaza. Para él, esto constituía una prueba de que los pueblo recibieronla agricultura desde México. Sin embargo, las conexiones más allá de lasplantas de cultivo son otra cosa.

Clavijero, quien afirma que los aztecas provinieron del río Gila, pa-rece haber acogido esta opinión debido a las ruinas de edificios en losmárgenes de ese río y de otros más al sur, generalmente llamadas “casasgrandes”; las cuales se suponen fueron construidas por los aztecas.43

Pero entonces surgió la pregunta definitiva: ¿Cuál es la evidenciadura?

Ningún rastro de la lengua mexicana ha sido descubierto en partealguna de esa región (los estados actuales de Nuevo México y Sonora),así que parece ser probable que los indios de Nuevo México y del cam-po hacia el sur de él no fueron de la misma raza o familia que los mexi-canos o los toltecas, aun cuando pudieron haber recibido su agriculturade esas naciones.44

La última afirmación de Gallatin respecto de la conexión entre Mé-xico y el suroeste se halla en su ensayo de 1848 en que asevera que losaztecas no provinieron del suroeste, sino de un lugar adyacente a Mi-choacán.

Si posteriormente se llegara a identificar una identidad de lenguas, pareceser probable que la civilización del río Gila y de Nuevo México, deben ads-

cribirse a una antigua colonia tolteca. Si las lenguas resultaran ser distintasa la de México o a cualquiera de las otras lenguas habladas entre los trópi-cos, quizá nunca podremos averiguar cómo se originó esa civilización nor-teña.45

Los ensayos de Gallatin presentan hipótesis que ayudaron a dar for-ma a la antropología americanista; en algunas instancias, incluso, hastala actualidad. Los siguientes son los elementos más significativos:

1. Que el hemisferio occidental fue poblado de norte a sur, por tierra através del puente de Bering o bordeando las costas de Asia, Alaskay Norteamérica, en un momento temprano, aún no determinado.

2. Que los migrantes iniciales eran cazadores-recolectores que se es-parcieron rápidamente al sur con la ayuda de un fuerte incrementoen su población.

3. Que las “semicivilizaciones” de México y Perú fueron desarrollosautóctonos, libres de influencias apreciables del Viejo Mundo.

4. Que la agricultura y tal vez algunos otros elementos de la “semicivi-lización”, fueron difundidos desde el núcleo mesoamericano haciael suroeste norteamericano.

5. Que el supuesto punto de derivación “norteño” de los aztecas nopudo haber estado en el suroeste norteamericano, porque no existíaevidencia dura de una conexión lingüística entre las tribus de esazona y las del norte de México. La conexión tolteca permanecióabierta, pendiente de datos lingüísticos adecuados.

LOS “GRANDES SONDEOS” DEL SUROESTE

Después de la guerra civil se dio un resurgimiento de la exploraciónoccidental bajo los auspicios de los llamados “grandes sondeos” de lasdécadas de 1860 y 1870, encabezados por Clarence King, FerdinandVandiveer Hayden, el teniente George Wheeler y John Wesley Pöwell.46

41 Ibid., pp. 195-196.42 Ibid., pp. 200-201.43 Ibid., p. 200.44 Ibid., p. 203.

45 Gallatin, “Ancient Semi-Civilization of New Mexico”, pp. lxxxvi-lxxxvii.46 William H. Goetzmann, Exploration and Empire. The Explorer and the Scientist in the

Winning of the American West, Nueva York, Knopf, 1966, pp. 355-601.

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la civilización. Un asunto relacionado tenía que ver con los orígenes de laagricultura. Gallatin41 estuvo de acuerdo con Humboldt en que el maíztiene su origen en la zona tropical de América y en que fue su cultivo loque a la larga condujo a la civilización. En sus conclusiones afirma quetanto la agricultura como la astronomía del Nuevo Mundo fueron deorigen indígena y, por ende, lo eran también las “semicivilizaciones” aellas asociadas.

Entonces, Gallatin42 cambió su enfoque al suroeste, al notar que lospueblo cultivan las mismas plantas que los mexicanos: maíz, frijol y ca-labaza. Para él, esto constituía una prueba de que los pueblo recibieronla agricultura desde México. Sin embargo, las conexiones más allá de lasplantas de cultivo son otra cosa.

Clavijero, quien afirma que los aztecas provinieron del río Gila, pa-rece haber acogido esta opinión debido a las ruinas de edificios en losmárgenes de ese río y de otros más al sur, generalmente llamadas “casasgrandes”; las cuales se suponen fueron construidas por los aztecas.43

Pero entonces surgió la pregunta definitiva: ¿Cuál es la evidenciadura?

Ningún rastro de la lengua mexicana ha sido descubierto en partealguna de esa región (los estados actuales de Nuevo México y Sonora),así que parece ser probable que los indios de Nuevo México y del cam-po hacia el sur de él no fueron de la misma raza o familia que los mexi-canos o los toltecas, aun cuando pudieron haber recibido su agriculturade esas naciones.44

La última afirmación de Gallatin respecto de la conexión entre Mé-xico y el suroeste se halla en su ensayo de 1848 en que asevera que losaztecas no provinieron del suroeste, sino de un lugar adyacente a Mi-choacán.

Si posteriormente se llegara a identificar una identidad de lenguas, pareceser probable que la civilización del río Gila y de Nuevo México, deben ads-

cribirse a una antigua colonia tolteca. Si las lenguas resultaran ser distintasa la de México o a cualquiera de las otras lenguas habladas entre los trópi-cos, quizá nunca podremos averiguar cómo se originó esa civilización nor-teña.45

Los ensayos de Gallatin presentan hipótesis que ayudaron a dar for-ma a la antropología americanista; en algunas instancias, incluso, hastala actualidad. Los siguientes son los elementos más significativos:

1. Que el hemisferio occidental fue poblado de norte a sur, por tierra através del puente de Bering o bordeando las costas de Asia, Alaskay Norteamérica, en un momento temprano, aún no determinado.

2. Que los migrantes iniciales eran cazadores-recolectores que se es-parcieron rápidamente al sur con la ayuda de un fuerte incrementoen su población.

3. Que las “semicivilizaciones” de México y Perú fueron desarrollosautóctonos, libres de influencias apreciables del Viejo Mundo.

4. Que la agricultura y tal vez algunos otros elementos de la “semicivi-lización”, fueron difundidos desde el núcleo mesoamericano haciael suroeste norteamericano.

5. Que el supuesto punto de derivación “norteño” de los aztecas nopudo haber estado en el suroeste norteamericano, porque no existíaevidencia dura de una conexión lingüística entre las tribus de esazona y las del norte de México. La conexión tolteca permanecióabierta, pendiente de datos lingüísticos adecuados.

LOS “GRANDES SONDEOS” DEL SUROESTE

Después de la guerra civil se dio un resurgimiento de la exploraciónoccidental bajo los auspicios de los llamados “grandes sondeos” de lasdécadas de 1860 y 1870, encabezados por Clarence King, FerdinandVandiveer Hayden, el teniente George Wheeler y John Wesley Pöwell.46

41 Ibid., pp. 195-196.42 Ibid., pp. 200-201.43 Ibid., p. 200.44 Ibid., p. 203.

45 Gallatin, “Ancient Semi-Civilization of New Mexico”, pp. lxxxvi-lxxxvii.46 William H. Goetzmann, Exploration and Empire. The Explorer and the Scientist in the

Winning of the American West, Nueva York, Knopf, 1966, pp. 355-601.

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Todos esos sondeos, con la excepción del de King, registraron datos an-tropológicos relativos al suroeste; por ejemplo, el de William HenryHolmes47 y el de William Henry Jackson.48

John Wesley Powell ganó fama en 1869 como el explorador mancodel río Colorado. En 1870, mientras hacía los preparativos para su se-gundo viaje por el río, Powell pasó alrededor de un mes en el suroeste,principalmente en Hopi.49 Los indios y la arqueología del suroeste le lla-maron mucho la atención. Posteriormente Powell llegó a convertirse enuna figura central de la comunidad intelectual de Washington y pudoinfluir de manera importante en el crecimiento de las ciencias antropo-lógicas y su aplicación a los problemas de gobierno.50 Powell y sus asis-tentes tomaron dos de los tópicos aún no desarrollados de la agenda dela antropología americana: la clasificación lingüística y la sinonimia-dic-cionario-enciclopedia de las tribus de Indios. Su clasificación lingüísticaapareció en 1891 y sigue siendo la fuente fundamental.51 Tras múltiplesmetamorfosis la sinonimia fue finalmente publicada en 1907-1910 comoel Handbook of American Indians North of México.52

LA OFICINA DE ETNOLOGÍA Y EL SUROESTE

En 1879 el Congreso creó dos dependencias: la U.S. Geological Survey(la Oficina de Geología de los Estados Unidos) y la Bureau of Ethnolo-gy (la Oficina de Etnología, convertida en 1894 en la Oficina de Etno-logía Americana). Esta última estuvo bajo los auspicios de la InstituciónSmithsoniana con John Wesley Powell a la cabeza. Powell envió inme-diatamente al suroeste un equipo integrado por Jack Hillers, su fotógra-fo y James y Matilda Coxe Stevenson, con el encargo de recolectar arte-factos para la institución. A otro integrante del grupo, Frank HamiltonCushing, le encargó la tarea de hacer dos o tres meses de trabajo etno-gráfico con el pueblo indígena que él escogiera y luego regresar paradar informes. Cushing decidió trabajar con los zuni y se quedó ahí du-rante cinco años.

En su primer informe anual Powell53 escribió, “es el propósito de laOficina de Etnología organizar el trabajo antropológico en América”. Par-te importante de esa labor tendría lugar en el suroeste americano. Des-de 1879 hasta la muerte de Powell en 1902, uno o más integrantes delpersonal de la Oficina de etnología estuvo trabajando año con año sobrealguna faceta de la antropología del suroeste.54

En 1881 Powell se vio obligado por el Congreso a retomar el proble-ma de los “constructores de montículos”. Lo hizo con recelo y asignó latarea a Cyrus Thomas. Tras varios años de trabajo de campo intensivo,Thomas55 produjo su famoso Report, que resolvió efectivamente la cues-tión de los “constructores de montículos”, al identificarlos como los an-cestros de los pueblos indígenas que habitaban en el oriente de Norte-américa a la llegada de los europeos. Con esto, se completó otra de lastareas de la agenda de Jefferson y de la APS.

47 William H. Holmes, “A Note on the Ancient Remains of Southwestern ColoradoExamined during the Summer of 1875”, en Bulletin of the Geological and Geographical Sur-vey of the Territories 2(1) (1876), pp. 3-24.

48 William H. Jackson, “Ancient Ruins in Southwestern Colorado”, en Bulletin of theGeological and Geographical Survey of the Territories, núm. 1 (1875), pp. 17-30; “A Notice ofAncient Ruins in Arizona and Utah Lying about the Rio San Juan”, en Bulletin of the Geo-logical and Geographical Survey of the Territories 2(2) (1876), pp. 25-45.

49 John W. Powell, “The Ancient Province of Tusayan”, en Scribner’s Monthly 11(1875), pp. 193-213.

50 J. Kirkpatrick Flack, Desideratum in Washington. The Intellectual Community in theCapital City, 1870-1900, Cambridge: Schenkman Publishing, 1975, pp. 93, 97-98; Curtis M.Hinsley, Savages and Scientists. The Smithsonian Institution and the Development of AmericanAnthropology, 1846-1910, Washington, Smithsonian Institution Press, 1981, pp. 81-189.

51 John W. Powell, “Indian Linguistic Families of America North of Mexico”, en Se-venth Annual Report of the Bureau of Ethnology, 1885-85 (1891), pp. 1-142, con mapa.

52 Frederick W. Hodge, ed., Handbook of American Indians North of Mexico, 2 tomos,Smithsonian Institution Bureau of American Ethnology Bulletin 30, Washington, 1907-1910, partes 1 y 2.

53 Powell, “Report of the Director”, en First Annual Report of the Bureau of Ethnology,1879-1880, (1881), p. xii.

54 Don D. Fowler, A Laboratory for Anthropology. Science and Romanticism in theSouthwest, 1846-1930, Washington D.C., Smithsonian Institution Press, s.f., capítulos 4-5.

55 Cyrus Thomas, “Report on the Mound Explorations of the Bureau of Ethnology”,en Twelfth Annual Report of the Bureau of Ethnology, 1890-91 (1894), pp. 3-730.

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Todos esos sondeos, con la excepción del de King, registraron datos an-tropológicos relativos al suroeste; por ejemplo, el de William HenryHolmes47 y el de William Henry Jackson.48

John Wesley Powell ganó fama en 1869 como el explorador mancodel río Colorado. En 1870, mientras hacía los preparativos para su se-gundo viaje por el río, Powell pasó alrededor de un mes en el suroeste,principalmente en Hopi.49 Los indios y la arqueología del suroeste le lla-maron mucho la atención. Posteriormente Powell llegó a convertirse enuna figura central de la comunidad intelectual de Washington y pudoinfluir de manera importante en el crecimiento de las ciencias antropo-lógicas y su aplicación a los problemas de gobierno.50 Powell y sus asis-tentes tomaron dos de los tópicos aún no desarrollados de la agenda dela antropología americana: la clasificación lingüística y la sinonimia-dic-cionario-enciclopedia de las tribus de Indios. Su clasificación lingüísticaapareció en 1891 y sigue siendo la fuente fundamental.51 Tras múltiplesmetamorfosis la sinonimia fue finalmente publicada en 1907-1910 comoel Handbook of American Indians North of México.52

LA OFICINA DE ETNOLOGÍA Y EL SUROESTE

En 1879 el Congreso creó dos dependencias: la U.S. Geological Survey(la Oficina de Geología de los Estados Unidos) y la Bureau of Ethnolo-gy (la Oficina de Etnología, convertida en 1894 en la Oficina de Etno-logía Americana). Esta última estuvo bajo los auspicios de la InstituciónSmithsoniana con John Wesley Powell a la cabeza. Powell envió inme-diatamente al suroeste un equipo integrado por Jack Hillers, su fotógra-fo y James y Matilda Coxe Stevenson, con el encargo de recolectar arte-factos para la institución. A otro integrante del grupo, Frank HamiltonCushing, le encargó la tarea de hacer dos o tres meses de trabajo etno-gráfico con el pueblo indígena que él escogiera y luego regresar paradar informes. Cushing decidió trabajar con los zuni y se quedó ahí du-rante cinco años.

En su primer informe anual Powell53 escribió, “es el propósito de laOficina de Etnología organizar el trabajo antropológico en América”. Par-te importante de esa labor tendría lugar en el suroeste americano. Des-de 1879 hasta la muerte de Powell en 1902, uno o más integrantes delpersonal de la Oficina de etnología estuvo trabajando año con año sobrealguna faceta de la antropología del suroeste.54

En 1881 Powell se vio obligado por el Congreso a retomar el proble-ma de los “constructores de montículos”. Lo hizo con recelo y asignó latarea a Cyrus Thomas. Tras varios años de trabajo de campo intensivo,Thomas55 produjo su famoso Report, que resolvió efectivamente la cues-tión de los “constructores de montículos”, al identificarlos como los an-cestros de los pueblos indígenas que habitaban en el oriente de Norte-américa a la llegada de los europeos. Con esto, se completó otra de lastareas de la agenda de Jefferson y de la APS.

47 William H. Holmes, “A Note on the Ancient Remains of Southwestern ColoradoExamined during the Summer of 1875”, en Bulletin of the Geological and Geographical Sur-vey of the Territories 2(1) (1876), pp. 3-24.

48 William H. Jackson, “Ancient Ruins in Southwestern Colorado”, en Bulletin of theGeological and Geographical Survey of the Territories, núm. 1 (1875), pp. 17-30; “A Notice ofAncient Ruins in Arizona and Utah Lying about the Rio San Juan”, en Bulletin of the Geo-logical and Geographical Survey of the Territories 2(2) (1876), pp. 25-45.

49 John W. Powell, “The Ancient Province of Tusayan”, en Scribner’s Monthly 11(1875), pp. 193-213.

50 J. Kirkpatrick Flack, Desideratum in Washington. The Intellectual Community in theCapital City, 1870-1900, Cambridge: Schenkman Publishing, 1975, pp. 93, 97-98; Curtis M.Hinsley, Savages and Scientists. The Smithsonian Institution and the Development of AmericanAnthropology, 1846-1910, Washington, Smithsonian Institution Press, 1981, pp. 81-189.

51 John W. Powell, “Indian Linguistic Families of America North of Mexico”, en Se-venth Annual Report of the Bureau of Ethnology, 1885-85 (1891), pp. 1-142, con mapa.

52 Frederick W. Hodge, ed., Handbook of American Indians North of Mexico, 2 tomos,Smithsonian Institution Bureau of American Ethnology Bulletin 30, Washington, 1907-1910, partes 1 y 2.

53 Powell, “Report of the Director”, en First Annual Report of the Bureau of Ethnology,1879-1880, (1881), p. xii.

54 Don D. Fowler, A Laboratory for Anthropology. Science and Romanticism in theSouthwest, 1846-1930, Washington D.C., Smithsonian Institution Press, s.f., capítulos 4-5.

55 Cyrus Thomas, “Report on the Mound Explorations of the Bureau of Ethnology”,en Twelfth Annual Report of the Bureau of Ethnology, 1890-91 (1894), pp. 3-730.

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JOHN WESLEY POWELL Y LEWIS HENRY MORGAN

La figura más destacada en la antropología americana después de 1870fue Lewis Henry Morgan,56 cuyo libro Ancient Society57 ejerció un impac-to profundo en América y también en Europa. Powell y Morgan colabo-raron en el desarrollo de la antropología en los Estados Unidos. Enfecha tan temprana como 1857 Morgan sostuvo que, “Las institucionesde todas las razas aborígenes de [Norteamérica]... muestran evidenciainterna de una paternidad común y señalan un origen común, pero re-moto, tanto en el tiempo como en el espacio”.58 Morgan se quedó perple-jo por la aparente diversidad de las instituciones culturales de los in-dios, al igual que Gallatin y otros; pero finalmente resolvió el asunto alacomodar a las instituciones en un marco evolucionista.59

MORGAN, BANDELIER Y LA AIA

En 1879 un grupo de personajes destacados de Harvard y Boston creó elArchaeological Institute of America (Instituto Arqueológico Norteame-ricano, o AIA, por sus siglas en inglés). Encabezado por Charles EliotNorton, la visión de este organismo consistía en emular las glorias delViejo Mundo Clásico. Sin embargo, Morgan, Powell, Francis Parkman yotros arguyeron que el Instituto debía contar también con un enfoqueamericano. El AIA recurrió a Morgan en busca de consejo, debido a suposición como el más destacado estudioso de Norteamérica de suépoca.

En Ancient Society, Morgan60 arguyó que todos los indios norteame-ricanos vivían en grandes unidades domésticas conjuntas que él llamó

“comunismo de vivienda”.61 La arquitectura de la vivienda, según pen-saba Morgan, debía reflejar esos arreglos familiares y la arqueología po-día proporcionar una manera de probar su teoría. En 1878 Morgan hizoun viaje al suroeste y visitó muchos sitios arqueológicos, incluidas algu-nas ruinas aztecas y el pueblo Taos.62 Se quedó impresionado con el po-tencial de estos sitios en cuanto a la comprobación de su teoría y sededicó a la investigación que lo llevaría a escribir su obra, Houses andHouse Life of the American Aborigines.63 Cuando el AIA le pidió una orien-tación, Morgan tomó algunas secciones de su manuscrito y rápidamentepreparó lo que hoy llamaríamos un diseño de investigación.64 Ese fue undocumento seminal que colocó a los estudios del suroeste dentro delconjunto más grande de estudios sobre Norteamérica. Respecto del mé-todo, Morgan razonaba así:

Existen razones para suponer que todas las tribus de aborígenes norteame-ricanos eran de una raza común; que sus instituciones, su plan de vida [y]sus usos y costumbres eran similares; y que las casas en ruinas en los distin-tos lugares nombrados pueden explicarse mediante la comparación con lasque ahora están habitadas en Nuevo México, como partes de un sistema co-mún de arquitectura de vivienda. De ser así, entonces, los datos de la arqueo-logía norteamericana deben estudiarse etnológicamente; es decir, a partir de lasinstituciones, usos y modo de vida de las tribus de indios existentes.65

Morgan creyó que un estudio de los planos de las casas en la tierrarevelaría la realidad de la vida comunal desde Zuni hasta Cuzco:

56 Carl Resek, Lewis Henry Morgan, American Scholar, Chicago, University of ChicagoPress, 1960.

57 Lewis H. Morgan, Ancient Society, or, Researches in the Lines of Human Progress fromSavagery through Barbarism to Civilization, Nueva York, Henry Holt & Co., 1877.

58 Frederic W. Putnam, “A Problem in American Anthropology”, en Annual Report ofthe Smithsonian Institution, (1895), p. 476.

59 Morgan, Ancient Society.60 Ibid., pp. 366-367, 377.

61 Ibid., pp. 350-351.62 Leslie A. White, ed., “Lewis H. Morgan’s Journal of a Trip to Southwestern Colo-

rado and New Mexico, June 21 to August 7, 1878”, en American Antiquity 8(1), pp. 1-26;Resek, Lewis Henry Morgan, pp. 146-47.

63 Lewis H. Morgan, Houses and House-Life of the American Aborigines, Washington,Contributions to North American Ethnology, vol. 4, 1881; reedición, Chicago, Universityof Chicago Press, 1965.

64 Lewis H. Morgan, “A Study of the Houses of the American Aborigines with a Sche-me of Exploration of the Ruins in New Mexico and Elsewhere”, en First Annual Report ofthe Executive Committee, with Accompanying Papers, Archaeological Institute of America, 1879-1880 (1880), pp. 29-80.

65 Ibid., p. 30, énfasis agregado.

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JOHN WESLEY POWELL Y LEWIS HENRY MORGAN

La figura más destacada en la antropología americana después de 1870fue Lewis Henry Morgan,56 cuyo libro Ancient Society57 ejerció un impac-to profundo en América y también en Europa. Powell y Morgan colabo-raron en el desarrollo de la antropología en los Estados Unidos. Enfecha tan temprana como 1857 Morgan sostuvo que, “Las institucionesde todas las razas aborígenes de [Norteamérica]... muestran evidenciainterna de una paternidad común y señalan un origen común, pero re-moto, tanto en el tiempo como en el espacio”.58 Morgan se quedó perple-jo por la aparente diversidad de las instituciones culturales de los in-dios, al igual que Gallatin y otros; pero finalmente resolvió el asunto alacomodar a las instituciones en un marco evolucionista.59

MORGAN, BANDELIER Y LA AIA

En 1879 un grupo de personajes destacados de Harvard y Boston creó elArchaeological Institute of America (Instituto Arqueológico Norteame-ricano, o AIA, por sus siglas en inglés). Encabezado por Charles EliotNorton, la visión de este organismo consistía en emular las glorias delViejo Mundo Clásico. Sin embargo, Morgan, Powell, Francis Parkman yotros arguyeron que el Instituto debía contar también con un enfoqueamericano. El AIA recurrió a Morgan en busca de consejo, debido a suposición como el más destacado estudioso de Norteamérica de suépoca.

En Ancient Society, Morgan60 arguyó que todos los indios norteame-ricanos vivían en grandes unidades domésticas conjuntas que él llamó

“comunismo de vivienda”.61 La arquitectura de la vivienda, según pen-saba Morgan, debía reflejar esos arreglos familiares y la arqueología po-día proporcionar una manera de probar su teoría. En 1878 Morgan hizoun viaje al suroeste y visitó muchos sitios arqueológicos, incluidas algu-nas ruinas aztecas y el pueblo Taos.62 Se quedó impresionado con el po-tencial de estos sitios en cuanto a la comprobación de su teoría y sededicó a la investigación que lo llevaría a escribir su obra, Houses andHouse Life of the American Aborigines.63 Cuando el AIA le pidió una orien-tación, Morgan tomó algunas secciones de su manuscrito y rápidamentepreparó lo que hoy llamaríamos un diseño de investigación.64 Ese fue undocumento seminal que colocó a los estudios del suroeste dentro delconjunto más grande de estudios sobre Norteamérica. Respecto del mé-todo, Morgan razonaba así:

Existen razones para suponer que todas las tribus de aborígenes norteame-ricanos eran de una raza común; que sus instituciones, su plan de vida [y]sus usos y costumbres eran similares; y que las casas en ruinas en los distin-tos lugares nombrados pueden explicarse mediante la comparación con lasque ahora están habitadas en Nuevo México, como partes de un sistema co-mún de arquitectura de vivienda. De ser así, entonces, los datos de la arqueo-logía norteamericana deben estudiarse etnológicamente; es decir, a partir de lasinstituciones, usos y modo de vida de las tribus de indios existentes.65

Morgan creyó que un estudio de los planos de las casas en la tierrarevelaría la realidad de la vida comunal desde Zuni hasta Cuzco:

56 Carl Resek, Lewis Henry Morgan, American Scholar, Chicago, University of ChicagoPress, 1960.

57 Lewis H. Morgan, Ancient Society, or, Researches in the Lines of Human Progress fromSavagery through Barbarism to Civilization, Nueva York, Henry Holt & Co., 1877.

58 Frederic W. Putnam, “A Problem in American Anthropology”, en Annual Report ofthe Smithsonian Institution, (1895), p. 476.

59 Morgan, Ancient Society.60 Ibid., pp. 366-367, 377.

61 Ibid., pp. 350-351.62 Leslie A. White, ed., “Lewis H. Morgan’s Journal of a Trip to Southwestern Colo-

rado and New Mexico, June 21 to August 7, 1878”, en American Antiquity 8(1), pp. 1-26;Resek, Lewis Henry Morgan, pp. 146-47.

63 Lewis H. Morgan, Houses and House-Life of the American Aborigines, Washington,Contributions to North American Ethnology, vol. 4, 1881; reedición, Chicago, Universityof Chicago Press, 1965.

64 Lewis H. Morgan, “A Study of the Houses of the American Aborigines with a Sche-me of Exploration of the Ruins in New Mexico and Elsewhere”, en First Annual Report ofthe Executive Committee, with Accompanying Papers, Archaeological Institute of America, 1879-1880 (1880), pp. 29-80.

65 Ibid., p. 30, énfasis agregado.

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Todos los datos relacionados con los usos y modo de vida antiguos(de los pueblos) deben averiguarse, en la medida que sea posible hacer-lo, a partir de los habitantes actuales de esos pueblos. La informaciónasí recabada será de gran utilidad en la explicación de los pueblos enruinas de Yucatán y de Centroamérica, así como los que se encuentranen los ríos San Juan, el Chaco y el Gila. Desde Zuni hasta Cuzco, en elmomento de la Conquista española, el modo de la vida doméstica detodas esas viviendas conjuntas debió haber sido sustancialmente igual.66

En conclusión, Morgan67 propuso un programa de investigación es-pecífico que empezaba en el suroeste:

Se debe averiguar mediante la exploración e investigación física:1. El estilo arquitectónico y la extensión de las ruinas y de los planos

en la tierra de las estructuras principales;2. La condición del arte de la albañilería y de la construcción de las

casas mostrada por las ruinas;3. El objeto y los usos a que se destinaron las viviendas;4. La organización social, los usos y las costumbres de las tribus nati-

vas en Nuevo México, Yucatán y Centroamérica y, en la medida delo posible, los de sus antepasados que construyeron dichas vivien-das.También es preciso notar que en Houses and House Life Morgan com-

binó su teoría de etapas respecto del desarrollo sociocultural que habíaplasmado en su Ancient Society, con los más antiguos modelos de la “co-nexión norte-sur” y “del suroeste como punto de origen”, analizadosarriba:

Estas ruinas [las de San Juan] y las de un carácter parecido en el vallede Chaco [...] sugieren la posibilidad de que la [...] [cuenca] tuvo un lugar deprominencia en el primer y más antiguo desarrollo de la vida indígena enlos pueblos de América. La evidencia de la ocupación y del cultivo por par-te de los indios en la mayor parte de esa área [la región norte del suroestenorteamericano] es suficiente para sugerir la hipótesis de que los indiosaquí alcanzaron por vez primera las condiciones atribuidas a la etapa me-dia de la barbarie y enviaron bandas migrantes que [sic] llevaron esa cultu-

ra avanzada hasta el valle del Mississippi, a México y a Centroamérica y[cabe pensar] también hasta Sudamérica.68

Morgan69 adujo asimismo que la agricultura del maíz se originó enla cuenca de San Juan y de ahí se difundió gracias a las “bandas migra-torias” hacia el este y el sur. Así dio respuesta a las preguntas acerca delos orígenes de los constructores de montículos y de la difusión de laagricultura a lo ancho del Nuevo Mundo.

Para realizar el plan de Morgan, la AIA comisionó a Adolph Bande-lier, discípulo del mismo, erudito hombre de negocios de origen suizoresidente en Illinois.70 Bandelier viajó extensamente por el suroeste du-rante varios años bajo diversos auspicios para recolectar datos arqueo-lógicos, etnológicos y de archivo. La organización de sus informes y lanaturaleza de sus investigaciones de campo reflejan el programa deMorgan.71 Empero, era un académico erudito por derecho propio y unobservador astuto.

Al combinar los datos de los antiguos pueblo y de los sitios arqueo-lógicos, Bandelier72 estableció una distinción fundamental entre las ca-sas “comunales” con múltiples pisos y las “casas pequeñas” consistentesen un solo piso, y notó que fueron distribuidas de manera diferencial.La cerámica con barniz se asociaba con muchas casas comunales tar-

66 Ibid., p. 46.67 Ibid., p. 77.

68 Morgan, Houses and House Life of the American Aborigines, p. 210.69 Ibid., pp. 218-220.70 Charles H. Lange y Carroll L. Riley, Bandelier. The Life and Adventures of Adolph

Bandelier, American Archaeologist and Scientist (Salt Lake City, University of Utah Press,1996); Leslie A. White, ed., Pioneers in American Anthropology: The Bandelier-Morgan Let-ters, 1873-1883, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1940.

71 Adolph F. Bandelier, “Report of the Ruins of the Pueblo of Pecos”, en Papers of theArchaeological Institute of America, America Series 1(2) (1881); –––, “Report of A.F. Bandelierin His Investigations in New Mexico in the Spring and Summer of 1882”, en Bulletin ofthe Archaeological Institute of America 1 (1883), pp. 13-33; –––, “Reports of A.F. Bandelieron His Investigations in New Mexico during the Years 1883-84”, en Fifth Annual Report ofthe Archaeological Institute of America 4 (1884), pp. 55-98; –––, Final Report of Investigationsamong the Indians of the Southwestern United States, Carried on Mainly in the Years from 1880to 1885, Parts I and II, Cambridge, Papers of the Archaeological Institute of America, Ame-rican Series, III y IV, 1890-1892.

72 Bandelier, “An Outline of the Documentary History of the Zuni Tribe”, en Journalof American Ethnology and Archaeology 3, núm. 4 (1892), pp. 1-115.

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Todos los datos relacionados con los usos y modo de vida antiguos(de los pueblos) deben averiguarse, en la medida que sea posible hacer-lo, a partir de los habitantes actuales de esos pueblos. La informaciónasí recabada será de gran utilidad en la explicación de los pueblos enruinas de Yucatán y de Centroamérica, así como los que se encuentranen los ríos San Juan, el Chaco y el Gila. Desde Zuni hasta Cuzco, en elmomento de la Conquista española, el modo de la vida doméstica detodas esas viviendas conjuntas debió haber sido sustancialmente igual.66

En conclusión, Morgan67 propuso un programa de investigación es-pecífico que empezaba en el suroeste:

Se debe averiguar mediante la exploración e investigación física:1. El estilo arquitectónico y la extensión de las ruinas y de los planos

en la tierra de las estructuras principales;2. La condición del arte de la albañilería y de la construcción de las

casas mostrada por las ruinas;3. El objeto y los usos a que se destinaron las viviendas;4. La organización social, los usos y las costumbres de las tribus nati-

vas en Nuevo México, Yucatán y Centroamérica y, en la medida delo posible, los de sus antepasados que construyeron dichas vivien-das.También es preciso notar que en Houses and House Life Morgan com-

binó su teoría de etapas respecto del desarrollo sociocultural que habíaplasmado en su Ancient Society, con los más antiguos modelos de la “co-nexión norte-sur” y “del suroeste como punto de origen”, analizadosarriba:

Estas ruinas [las de San Juan] y las de un carácter parecido en el vallede Chaco [...] sugieren la posibilidad de que la [...] [cuenca] tuvo un lugar deprominencia en el primer y más antiguo desarrollo de la vida indígena enlos pueblos de América. La evidencia de la ocupación y del cultivo por par-te de los indios en la mayor parte de esa área [la región norte del suroestenorteamericano] es suficiente para sugerir la hipótesis de que los indiosaquí alcanzaron por vez primera las condiciones atribuidas a la etapa me-dia de la barbarie y enviaron bandas migrantes que [sic] llevaron esa cultu-

ra avanzada hasta el valle del Mississippi, a México y a Centroamérica y[cabe pensar] también hasta Sudamérica.68

Morgan69 adujo asimismo que la agricultura del maíz se originó enla cuenca de San Juan y de ahí se difundió gracias a las “bandas migra-torias” hacia el este y el sur. Así dio respuesta a las preguntas acerca delos orígenes de los constructores de montículos y de la difusión de laagricultura a lo ancho del Nuevo Mundo.

Para realizar el plan de Morgan, la AIA comisionó a Adolph Bande-lier, discípulo del mismo, erudito hombre de negocios de origen suizoresidente en Illinois.70 Bandelier viajó extensamente por el suroeste du-rante varios años bajo diversos auspicios para recolectar datos arqueo-lógicos, etnológicos y de archivo. La organización de sus informes y lanaturaleza de sus investigaciones de campo reflejan el programa deMorgan.71 Empero, era un académico erudito por derecho propio y unobservador astuto.

Al combinar los datos de los antiguos pueblo y de los sitios arqueo-lógicos, Bandelier72 estableció una distinción fundamental entre las ca-sas “comunales” con múltiples pisos y las “casas pequeñas” consistentesen un solo piso, y notó que fueron distribuidas de manera diferencial.La cerámica con barniz se asociaba con muchas casas comunales tar-

66 Ibid., p. 46.67 Ibid., p. 77.

68 Morgan, Houses and House Life of the American Aborigines, p. 210.69 Ibid., pp. 218-220.70 Charles H. Lange y Carroll L. Riley, Bandelier. The Life and Adventures of Adolph

Bandelier, American Archaeologist and Scientist (Salt Lake City, University of Utah Press,1996); Leslie A. White, ed., Pioneers in American Anthropology: The Bandelier-Morgan Let-ters, 1873-1883, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1940.

71 Adolph F. Bandelier, “Report of the Ruins of the Pueblo of Pecos”, en Papers of theArchaeological Institute of America, America Series 1(2) (1881); –––, “Report of A.F. Bandelierin His Investigations in New Mexico in the Spring and Summer of 1882”, en Bulletin ofthe Archaeological Institute of America 1 (1883), pp. 13-33; –––, “Reports of A.F. Bandelieron His Investigations in New Mexico during the Years 1883-84”, en Fifth Annual Report ofthe Archaeological Institute of America 4 (1884), pp. 55-98; –––, Final Report of Investigationsamong the Indians of the Southwestern United States, Carried on Mainly in the Years from 1880to 1885, Parts I and II, Cambridge, Papers of the Archaeological Institute of America, Ame-rican Series, III y IV, 1890-1892.

72 Bandelier, “An Outline of the Documentary History of the Zuni Tribe”, en Journalof American Ethnology and Archaeology 3, núm. 4 (1892), pp. 1-115.

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días, mientras que una cerámica más fina, y no barnizada, así como pie-zas corrugadas se relacionaban con las casas pequeñas. En un arroyo alsur del Pueblo Pecos, Bandelier73 registró una ruina enterrada de la ribe-ra en proceso de erosionarse de la ribera. Ahí encontró cerámica no bar-nizada y piezas corrugadas. A partir de la estratigrafía y de la cerámica,Bandelier infirió que las casas pequeñas eran más tempranas que las ca-sas comunales.74 En los casos en que tanto las casas pequeñas como lascomunales existen en la misma región con las mismas asociaciones decerámica, sugirió que probablemente unos nómadas agresivos obliga-ron a los habitantes de aquéllas a construir las casas comunales.75 Aquí,entonces, encontramos una teoría arqueológica fincada en la estratigra-fía, la clasificación y la asociación, junto con los datos de las tradicionespueblo. Este fue el primer modelo antropológico acerca de cómo los pue-blo llegaron a tomar la forma que de hecho manifestaron. A la vez, re-sultó ser un argumento paralelo a la teoría de Morgan acerca de la evo-lución de jacales a casas pequeñas y de ahí a las casas comunales.

EL RECONOCIMIENTO DE LA ESTRATIGRAFÍA

La secuencia propuesta por Bandelier pronto se vio ampliada desde unlugar inesperado. En 1888 unos rancheros de apellido Wetherill descu-brieron unas grandes “viviendas en el acantilado” de Mesa Verde. Pron-to recibieron visitas de varios científicos,76 entre ellos Gustaf Nordens-kiöld, un ingeniero sueco cuyas cuidadosas excavaciones de variasviviendas en el acantilado dieron lugar a la primera monografía sobrela arqueología del suroeste; una obra notable asimismo por sus cuida-dosas descripciones de los sitios y sus contenidos.77 Para la década de

1890 los Wetherill encabezaban expediciones hacia varias regiones delsuroeste. Su trabajo de 1896-1897 en Grand Gulch en el sureste del esta-do de Utah dio lugar a la definición por parte de Richard Wetherill delos depósitos de una cultura precerámica conocida como los “Cesteros”que se encontró, en cuanto a la estratigrafía, debajo de los depósitos delas “casas del acantilado”.78

Esta secuencia fue difundida primero por T. Mitchell Prudden, unconocido patólogo de la costa del este que solía pasar sus veranos en elsuroeste. Prudden quedó fascinado con la arqueología del lugar y em-pezó a publicar versiones perdurables de sus propios hallazgos y de losde los Wetherill. Fue Prudden79 quien dio el nombre de “Cesteros” alos depósitos culturales precerámicos debajo del nivel de las “viviendasdel acantilado” (aunque posteriormente este último término fue reem-plazado por el de ”Pueblo”). Prudden sondeó sistemáticamente la zonanorte de San Juan, elaboró una tipología estructural y situacional de lossitios que encontró y reportó su distribución con relación a sus ubicacio-nes fisiográficas.80

LOS “PUEBLOS UNITARIOS” DE PRUDDEN

A partir de ese material, Prudden81 desarrolló el concepto del “pueblounitario”, para referirse a ciertos sitios pequeños con unas cuantas ha-bitaciones rectangulares, arregladas en forma lineal que compartían pa-redes comunes; semejantes a los moteles modernos y que normalmentecontaban con una pequeña cámara ceremonial, o kiva, en la parte del

73 Bandelier, “Report of the Ruins”, pp. 92-97.74 Ibid., pp. 104-107; –––, “Reports of A.F. Bandelier on His Investigations in New

Mexico during the Years 1883-84”, p. 62.75 Ibid., pp. 78-84.76 Maurine S. Fletcher, ed., The Wetherills of the Mesa Verde. Autobiography of Benjamin

Alfred Wetherill (Rutherford, NJ, Fairleigh Dickinson University Press, 1977).77 Gustaf Nordenskiöld, The Cliff Dwellers of Mesa Verde, Estocolmo P.A. Nordstedt,

1893; reedición Mesa Verde, CO, Mesa Verde Museum Association, 1991.

78 Victoria Atkins, ed., Anasazi Basketmaker. Papers from the 1990 Wetherill-Grand GulchSymposium, Cultural Resource Series núm. 24, Salt Lake City: Bureau of Land Manage-ment, 1993); Fred M. Blackburn y Ray A. Williamson, (eds)., Cowboys & Cave Dwellers,Basketmaker Archaeology in Utah’s Grand Gulch Santa Fe, NM, School of American Re-search Press, 1997.

79 T. Mitchell Prudden, “An Elder Brother to the Cliff-Dwellers”, en Harper’s NewMonthly Magazine 95, junio de 1897, pp. 56-62.

80 –––, “The Prehistoric Ruins of the San Juan Watershed in Utah, Arizona, Coloradoand New Mexico”, en American Anthropologist 5(1) (1903), pp. 224-288.

81 Ibid., pp. 234-238.

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días, mientras que una cerámica más fina, y no barnizada, así como pie-zas corrugadas se relacionaban con las casas pequeñas. En un arroyo alsur del Pueblo Pecos, Bandelier73 registró una ruina enterrada de la ribe-ra en proceso de erosionarse de la ribera. Ahí encontró cerámica no bar-nizada y piezas corrugadas. A partir de la estratigrafía y de la cerámica,Bandelier infirió que las casas pequeñas eran más tempranas que las ca-sas comunales.74 En los casos en que tanto las casas pequeñas como lascomunales existen en la misma región con las mismas asociaciones decerámica, sugirió que probablemente unos nómadas agresivos obliga-ron a los habitantes de aquéllas a construir las casas comunales.75 Aquí,entonces, encontramos una teoría arqueológica fincada en la estratigra-fía, la clasificación y la asociación, junto con los datos de las tradicionespueblo. Este fue el primer modelo antropológico acerca de cómo los pue-blo llegaron a tomar la forma que de hecho manifestaron. A la vez, re-sultó ser un argumento paralelo a la teoría de Morgan acerca de la evo-lución de jacales a casas pequeñas y de ahí a las casas comunales.

EL RECONOCIMIENTO DE LA ESTRATIGRAFÍA

La secuencia propuesta por Bandelier pronto se vio ampliada desde unlugar inesperado. En 1888 unos rancheros de apellido Wetherill descu-brieron unas grandes “viviendas en el acantilado” de Mesa Verde. Pron-to recibieron visitas de varios científicos,76 entre ellos Gustaf Nordens-kiöld, un ingeniero sueco cuyas cuidadosas excavaciones de variasviviendas en el acantilado dieron lugar a la primera monografía sobrela arqueología del suroeste; una obra notable asimismo por sus cuida-dosas descripciones de los sitios y sus contenidos.77 Para la década de

1890 los Wetherill encabezaban expediciones hacia varias regiones delsuroeste. Su trabajo de 1896-1897 en Grand Gulch en el sureste del esta-do de Utah dio lugar a la definición por parte de Richard Wetherill delos depósitos de una cultura precerámica conocida como los “Cesteros”que se encontró, en cuanto a la estratigrafía, debajo de los depósitos delas “casas del acantilado”.78

Esta secuencia fue difundida primero por T. Mitchell Prudden, unconocido patólogo de la costa del este que solía pasar sus veranos en elsuroeste. Prudden quedó fascinado con la arqueología del lugar y em-pezó a publicar versiones perdurables de sus propios hallazgos y de losde los Wetherill. Fue Prudden79 quien dio el nombre de “Cesteros” alos depósitos culturales precerámicos debajo del nivel de las “viviendasdel acantilado” (aunque posteriormente este último término fue reem-plazado por el de ”Pueblo”). Prudden sondeó sistemáticamente la zonanorte de San Juan, elaboró una tipología estructural y situacional de lossitios que encontró y reportó su distribución con relación a sus ubicacio-nes fisiográficas.80

LOS “PUEBLOS UNITARIOS” DE PRUDDEN

A partir de ese material, Prudden81 desarrolló el concepto del “pueblounitario”, para referirse a ciertos sitios pequeños con unas cuantas ha-bitaciones rectangulares, arregladas en forma lineal que compartían pa-redes comunes; semejantes a los moteles modernos y que normalmentecontaban con una pequeña cámara ceremonial, o kiva, en la parte del

73 Bandelier, “Report of the Ruins”, pp. 92-97.74 Ibid., pp. 104-107; –––, “Reports of A.F. Bandelier on His Investigations in New

Mexico during the Years 1883-84”, p. 62.75 Ibid., pp. 78-84.76 Maurine S. Fletcher, ed., The Wetherills of the Mesa Verde. Autobiography of Benjamin

Alfred Wetherill (Rutherford, NJ, Fairleigh Dickinson University Press, 1977).77 Gustaf Nordenskiöld, The Cliff Dwellers of Mesa Verde, Estocolmo P.A. Nordstedt,

1893; reedición Mesa Verde, CO, Mesa Verde Museum Association, 1991.

78 Victoria Atkins, ed., Anasazi Basketmaker. Papers from the 1990 Wetherill-Grand GulchSymposium, Cultural Resource Series núm. 24, Salt Lake City: Bureau of Land Manage-ment, 1993); Fred M. Blackburn y Ray A. Williamson, (eds)., Cowboys & Cave Dwellers,Basketmaker Archaeology in Utah’s Grand Gulch Santa Fe, NM, School of American Re-search Press, 1997.

79 T. Mitchell Prudden, “An Elder Brother to the Cliff-Dwellers”, en Harper’s NewMonthly Magazine 95, junio de 1897, pp. 56-62.

80 –––, “The Prehistoric Ruins of the San Juan Watershed in Utah, Arizona, Coloradoand New Mexico”, en American Anthropologist 5(1) (1903), pp. 224-288.

81 Ibid., pp. 234-238.

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frente. Las casas comunales de mayor tamaño, tales como las CasasGrandes del cañón de Chaco o del Pueblo de Taos, estuvieron compues-tas por muchas de esas “unidades” acomodadas en hileras lineales y enmúltiples pisos, con varias kivas con una plaza enfrente. Prudden82 tam-bién entendió que las casas pequeñas fueron el dominio de los grupossociales que posteriormente se unieron en las casas “comunales”. Esteconcepto de agrupamiento llegó a establecerse como una idea central dela arqueología del suroeste.83

LA EXPEDICIÓN ARQUEOLÓGICA HEMENWAY AL SUROESTE

Tras cinco años de observación participante en Zuni en los primerosaños de la década de 1880,84 Frank Hamilton Cushing conoció por ca-sualidad a Mary Hemenway, una filántropa acomodada de Boston. Cus-hing persuadió a la Sra. Hemenway a financiar la primera expediciónarqueológica sistemática en el suroeste, con el objetivo de hacer excava-ciones. Esta iniciativa fue conocida como la “Expedición ArqueológicaHemenway al Suroeste”.85 En búsqueda de los “otros perdidos” de latradición oral Zuni, Cushing empezó a trabajar en el valle de Salt Riveren Arizona, y pasó dieciocho meses en la excavación de sitios que élpensaba le permitirían lograr esa empresa. Entonces, la expedición vol-vió a Zuni, pero los problemas de salud, la mala administración, los ce-

los y las recriminaciones pusieron fin a la dirección de Cushing y no seescribió ningún informe final.86 Lo que sigue siendo fascinante acerca dela Expedición Arqueológica Hemenway al Suroeste es que Cushing, unetnógrafo que hacía el papel de arqueólogo, contrató a Bandelier –unhistoriador– y a Herman Ten Kate y a otros –antropólogos físicos– paraintentar comprobar la visión de Morgan acerca de cómo se debía llevara cabo la arqueología antropológica.

LOS EMPRESARIOS ESTUDIOSOS: HEWETT, CUMMINGS Y LUMMIS

John Wesley Powell falleció en 1902. Como se dijo arriba, él y su perso-nal había terminado la agenda de Jefferson y Cass. Sin embargo, su acer-camiento al trabajo de campo antropológico y a la teoría de la evoluciónsocial de Morgan se hallaban en declive, pues ideas nuevas empezabana circular. Franz Boas ya había entrado en el escenario y su crítica delacercamiento evolucionista americano87 pronto dio como resultado unnuevo concepto de cultura en la antropología.88 Las agendas de investi-gación se orientaron cada vez más hacia el planteamiento de problemasy precisaron de un acercamiento profesional, de entrenamiento en nue-vos métodos y de un trabajo intensivo; argumentos que Boas y sus cole-gas establecidos en las universidades defendieron con vigor.89

82 –––, “The Circular Kivas of Small Ruins in the San Juan Watershed”, en AmericanAnthropologist 16(1) (1914), pp. 33-58; –––, “A Further Study of Prehistoric Small HouseRuins in the San Juan Watershed”, en American Anthropological Memoirs núm. 5 (1918),pp. 3-50.

83 Alfred V. Kidder, An Introduction to the Study of Southwestern Archaeology, en Papersof the Southwestern Expedition núm. 1 (Andover, MA, Department of Archaeology, Phi-llips Academy, 1924), p. 149.

84 Jesse Green, (ed.), Zuni: Selected Writings of Frank Hamilton Cushing (Lincoln, Uni-versity of Nebraska Press, 1979); –––, Cushing at Zuni. The Correspondence and Journals ofFrank Hamilton Cushing (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1990).

85 Curtis M. Hinsley y David R. Wilcox, (eds.), “A Hemenway Portfolio”, en Journalof the Southwest 37(4) (1995); –––, The Southwest in the American Imagination: The Writingsof Sylvester Baxter, 1881-1889, Tucson, University of Arizona Press, 1996.

86 Véase Frank Hamilton Cushing, “Preliminary Notes on the Origins, Working Hy-pothesis and Primary Researches of the Hemenway South-western Archaeological Expo-sition”, [sic] en International Congress of Americanists, Berlín, 1888 (1890), pp. 151-194.

87 Franz Boas, “Museums of Ethnology and Their Classification”, en Science 9 (1887),pp. 587-589; –––, “The Limitations of the Comparative Method of Anthropology”, Scien-ce, n.s. 4 (1896), pp. 901-908.

88 George W. Stocking, Jr., Race, Language, and Evolution: Essays in the History of An-thropology, Nueva York, Free Press, 1968; –––, A Franz Boas Reader. The Shaping of AmericanAnthropology, 1883-1911, Chicago, University of Chicago Press, 1974.

89 –––, A Franz Boas Reader. The Shaping of American Anthropology; –––, The Ethnogra-pher’s Magic and Other Essays in the History of Anthropology, Madison, University of Wis-consin Press, 1992.

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frente. Las casas comunales de mayor tamaño, tales como las CasasGrandes del cañón de Chaco o del Pueblo de Taos, estuvieron compues-tas por muchas de esas “unidades” acomodadas en hileras lineales y enmúltiples pisos, con varias kivas con una plaza enfrente. Prudden82 tam-bién entendió que las casas pequeñas fueron el dominio de los grupossociales que posteriormente se unieron en las casas “comunales”. Esteconcepto de agrupamiento llegó a establecerse como una idea central dela arqueología del suroeste.83

LA EXPEDICIÓN ARQUEOLÓGICA HEMENWAY AL SUROESTE

Tras cinco años de observación participante en Zuni en los primerosaños de la década de 1880,84 Frank Hamilton Cushing conoció por ca-sualidad a Mary Hemenway, una filántropa acomodada de Boston. Cus-hing persuadió a la Sra. Hemenway a financiar la primera expediciónarqueológica sistemática en el suroeste, con el objetivo de hacer excava-ciones. Esta iniciativa fue conocida como la “Expedición ArqueológicaHemenway al Suroeste”.85 En búsqueda de los “otros perdidos” de latradición oral Zuni, Cushing empezó a trabajar en el valle de Salt Riveren Arizona, y pasó dieciocho meses en la excavación de sitios que élpensaba le permitirían lograr esa empresa. Entonces, la expedición vol-vió a Zuni, pero los problemas de salud, la mala administración, los ce-

los y las recriminaciones pusieron fin a la dirección de Cushing y no seescribió ningún informe final.86 Lo que sigue siendo fascinante acerca dela Expedición Arqueológica Hemenway al Suroeste es que Cushing, unetnógrafo que hacía el papel de arqueólogo, contrató a Bandelier –unhistoriador– y a Herman Ten Kate y a otros –antropólogos físicos– paraintentar comprobar la visión de Morgan acerca de cómo se debía llevara cabo la arqueología antropológica.

LOS EMPRESARIOS ESTUDIOSOS: HEWETT, CUMMINGS Y LUMMIS

John Wesley Powell falleció en 1902. Como se dijo arriba, él y su perso-nal había terminado la agenda de Jefferson y Cass. Sin embargo, su acer-camiento al trabajo de campo antropológico y a la teoría de la evoluciónsocial de Morgan se hallaban en declive, pues ideas nuevas empezabana circular. Franz Boas ya había entrado en el escenario y su crítica delacercamiento evolucionista americano87 pronto dio como resultado unnuevo concepto de cultura en la antropología.88 Las agendas de investi-gación se orientaron cada vez más hacia el planteamiento de problemasy precisaron de un acercamiento profesional, de entrenamiento en nue-vos métodos y de un trabajo intensivo; argumentos que Boas y sus cole-gas establecidos en las universidades defendieron con vigor.89

82 –––, “The Circular Kivas of Small Ruins in the San Juan Watershed”, en AmericanAnthropologist 16(1) (1914), pp. 33-58; –––, “A Further Study of Prehistoric Small HouseRuins in the San Juan Watershed”, en American Anthropological Memoirs núm. 5 (1918),pp. 3-50.

83 Alfred V. Kidder, An Introduction to the Study of Southwestern Archaeology, en Papersof the Southwestern Expedition núm. 1 (Andover, MA, Department of Archaeology, Phi-llips Academy, 1924), p. 149.

84 Jesse Green, (ed.), Zuni: Selected Writings of Frank Hamilton Cushing (Lincoln, Uni-versity of Nebraska Press, 1979); –––, Cushing at Zuni. The Correspondence and Journals ofFrank Hamilton Cushing (Albuquerque, University of New Mexico Press, 1990).

85 Curtis M. Hinsley y David R. Wilcox, (eds.), “A Hemenway Portfolio”, en Journalof the Southwest 37(4) (1995); –––, The Southwest in the American Imagination: The Writingsof Sylvester Baxter, 1881-1889, Tucson, University of Arizona Press, 1996.

86 Véase Frank Hamilton Cushing, “Preliminary Notes on the Origins, Working Hy-pothesis and Primary Researches of the Hemenway South-western Archaeological Expo-sition”, [sic] en International Congress of Americanists, Berlín, 1888 (1890), pp. 151-194.

87 Franz Boas, “Museums of Ethnology and Their Classification”, en Science 9 (1887),pp. 587-589; –––, “The Limitations of the Comparative Method of Anthropology”, Scien-ce, n.s. 4 (1896), pp. 901-908.

88 George W. Stocking, Jr., Race, Language, and Evolution: Essays in the History of An-thropology, Nueva York, Free Press, 1968; –––, A Franz Boas Reader. The Shaping of AmericanAnthropology, 1883-1911, Chicago, University of Chicago Press, 1974.

89 –––, A Franz Boas Reader. The Shaping of American Anthropology; –––, The Ethnogra-pher’s Magic and Other Essays in the History of Anthropology, Madison, University of Wis-consin Press, 1992.

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En el suroeste, sin embargo, el ritmo del cambio era más lento y losantiguos ideales humanistas perduraron más tiempo. Las figuras clavesfueron dos educadores, Edgar Lee Hewett en Nuevo México y ByronCummings en Utah y después en Arizona, así como un empresario deperiódicos y publicista de nombre Charles Lummis, en California. Conel apoyo de empresarios locales y de la élite cultural, ellos fundaron ins-tituciones antropológicas que han durado hasta la actualidad: el MuseoEstatal de Arizona y el Departamento de Antropología de la Universi-dad de Arizona (Cummings); el Museo del Suroeste en Los Ángeles(Lummis); el Museo de Nuevo México y la Escuela de InvestigaciónAmericana en Santa Fe, el Departamento de Antropología de la Univer-sidad de Nuevo México y el Museo del Hombre en San Diego, así comoel programa de antropología de la Universidad Estatal de San Diego(Hewett). Semejantes en muchos de sus valores, sus ideas acerca de laimportancia de la arqueología contrastaban agudamente con las de mu-chos individuos del “establecimiento” en el este del país.90 Aun así, ellos–Hewett en particular– contaron con importantes aliados en el este,cuyo apoyo continuo jugó un papel de suma importancia en sus activi-dades en el suroeste.

Hewett llegó a la arqueología por una ruta sinuosa después de loscuarenta años de edad y de una carrera como educador. En 1904 prepa-ró un memorando para la Oficina General de Tierras (General LandOffice)91 acerca de las ruinas del suroeste y su preservación. En ese in-

forme esbozó el alcance y la naturaleza de las ruinas de la región y apro-vechó la oportunidad para formular nada menos que una política na-cional para la protección de los sitios arqueológicos. Pronto se halló a lavanguardia de la batalla para elaborar una legislación nacional para laprotección de las antigüedades ubicadas en tierras públicas, y fue elprincipal arquitecto del Antiquities Act [Acta de Antigüedades] de1906.92 Esta Acta brindó protección federal a los sitios y estableció losfundamentos para muchos programas de excavación en el suroeste enlas décadas subsiguientes. En 1906 Hewett fue nombrado por el AIA

para encabezar la Escuela de Arqueología Americana (School of Ameri-can Archaeology) (más tarde la Escuela de Investigaciones AmericanasSchool of American Research), y también logró la fundación del Museode Nuevo México. Ambas instituciones se alojaron en el venerable pala-cio de los gobernadores en Santa Fe y fueron dirigidas desde ahímismo.93

Cummings and Hewett llevaron al campo a hombres y mujeres94 yproporcionaron una experiencia humanista diseñada para fortalecer elcarácter y el aprecio de un pasado romantizado y en cierto sentidoatemporal, mientras acampaban en los escenarios naturales del suroes-te. Para los años de 1910, esa tradición fue objeto de vigorosos ataquespor parte de una nueva generación de estudiantes de arqueología avantgarde, entrenada en la antropología de Franz Boas en la Universidad deColumbia.

90 –––, “The Santa Fe Style in American Archaeology: Regional Interest, AcademicInitiative and Philanthropic Policy in the First Two Decades of the Laboratory ofAnthropology”, en Journal of the History of Behavioral Sciences 18 (1982), pp. 3-19; CurtisM. Hinsley, “Edgar Lee Hewett and the School of American Research in Santa Fe, 1906-1912”, en American Archaeology Past and Future, David J. Meltzer, Don D. Fowler y JeremyA. Sabloff (eds.), Washington D.C., Smithsonian Institution Press, 1986, pp. 217-236; DonD. Fowler, “Harvard vs. Hewett: The Contest for Control of Southwestern Archaeology,1904-1930”, en Mainstream and Margins: Studies in the Professionalization of Archaeology,A.H. Kehoe y M. B Emmrichs (eds.), Albuquerque, University of New Mexico, 1999 [enprensa].

91 Edgar L. Hewett, “Memorandum Concerning the Historic and Prehistoric Ruins ofArizona, New Mexico, Colorado and Utah and Their Preservation”, en General Land

Office Circular Relating to Historic and Prehistoric Ruins of the Southwest and Their Preserva-tion (Washington D.C., Government Printing Office, 1904), reedición, “A General View ofthe Archaeology of the Pueblo Region”, en Smithsonian Annual Report for 1904 (1905), pp.583-605.

92 Ronald F. Lee, The Antiquities Act of 1906 (Washington D.C., National Park Service,1970).

93 Beatrice Chauvenet, Hewitt and Friends. A Biography of Santa Fe’s Vibrant Era, SantaFe, Museum of New Mexico Press, 1984; Dan D. Fowler, A Laboratory for Anthropology, ca-pítulo 6.

94 Frances J. Mathien, “Chaco Women”, en Recovering Our Past, Essays on the Historyof American Archaeology, Jonathan E. Reyman (ed.) Aldershot, Inglaterra, Averbury, 1992,pp. 103-130.

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En el suroeste, sin embargo, el ritmo del cambio era más lento y losantiguos ideales humanistas perduraron más tiempo. Las figuras clavesfueron dos educadores, Edgar Lee Hewett en Nuevo México y ByronCummings en Utah y después en Arizona, así como un empresario deperiódicos y publicista de nombre Charles Lummis, en California. Conel apoyo de empresarios locales y de la élite cultural, ellos fundaron ins-tituciones antropológicas que han durado hasta la actualidad: el MuseoEstatal de Arizona y el Departamento de Antropología de la Universi-dad de Arizona (Cummings); el Museo del Suroeste en Los Ángeles(Lummis); el Museo de Nuevo México y la Escuela de InvestigaciónAmericana en Santa Fe, el Departamento de Antropología de la Univer-sidad de Nuevo México y el Museo del Hombre en San Diego, así comoel programa de antropología de la Universidad Estatal de San Diego(Hewett). Semejantes en muchos de sus valores, sus ideas acerca de laimportancia de la arqueología contrastaban agudamente con las de mu-chos individuos del “establecimiento” en el este del país.90 Aun así, ellos–Hewett en particular– contaron con importantes aliados en el este,cuyo apoyo continuo jugó un papel de suma importancia en sus activi-dades en el suroeste.

Hewett llegó a la arqueología por una ruta sinuosa después de loscuarenta años de edad y de una carrera como educador. En 1904 prepa-ró un memorando para la Oficina General de Tierras (General LandOffice)91 acerca de las ruinas del suroeste y su preservación. En ese in-

forme esbozó el alcance y la naturaleza de las ruinas de la región y apro-vechó la oportunidad para formular nada menos que una política na-cional para la protección de los sitios arqueológicos. Pronto se halló a lavanguardia de la batalla para elaborar una legislación nacional para laprotección de las antigüedades ubicadas en tierras públicas, y fue elprincipal arquitecto del Antiquities Act [Acta de Antigüedades] de1906.92 Esta Acta brindó protección federal a los sitios y estableció losfundamentos para muchos programas de excavación en el suroeste enlas décadas subsiguientes. En 1906 Hewett fue nombrado por el AIA

para encabezar la Escuela de Arqueología Americana (School of Ameri-can Archaeology) (más tarde la Escuela de Investigaciones AmericanasSchool of American Research), y también logró la fundación del Museode Nuevo México. Ambas instituciones se alojaron en el venerable pala-cio de los gobernadores en Santa Fe y fueron dirigidas desde ahímismo.93

Cummings and Hewett llevaron al campo a hombres y mujeres94 yproporcionaron una experiencia humanista diseñada para fortalecer elcarácter y el aprecio de un pasado romantizado y en cierto sentidoatemporal, mientras acampaban en los escenarios naturales del suroes-te. Para los años de 1910, esa tradición fue objeto de vigorosos ataquespor parte de una nueva generación de estudiantes de arqueología avantgarde, entrenada en la antropología de Franz Boas en la Universidad deColumbia.

90 –––, “The Santa Fe Style in American Archaeology: Regional Interest, AcademicInitiative and Philanthropic Policy in the First Two Decades of the Laboratory ofAnthropology”, en Journal of the History of Behavioral Sciences 18 (1982), pp. 3-19; CurtisM. Hinsley, “Edgar Lee Hewett and the School of American Research in Santa Fe, 1906-1912”, en American Archaeology Past and Future, David J. Meltzer, Don D. Fowler y JeremyA. Sabloff (eds.), Washington D.C., Smithsonian Institution Press, 1986, pp. 217-236; DonD. Fowler, “Harvard vs. Hewett: The Contest for Control of Southwestern Archaeology,1904-1930”, en Mainstream and Margins: Studies in the Professionalization of Archaeology,A.H. Kehoe y M. B Emmrichs (eds.), Albuquerque, University of New Mexico, 1999 [enprensa].

91 Edgar L. Hewett, “Memorandum Concerning the Historic and Prehistoric Ruins ofArizona, New Mexico, Colorado and Utah and Their Preservation”, en General Land

Office Circular Relating to Historic and Prehistoric Ruins of the Southwest and Their Preserva-tion (Washington D.C., Government Printing Office, 1904), reedición, “A General View ofthe Archaeology of the Pueblo Region”, en Smithsonian Annual Report for 1904 (1905), pp.583-605.

92 Ronald F. Lee, The Antiquities Act of 1906 (Washington D.C., National Park Service,1970).

93 Beatrice Chauvenet, Hewitt and Friends. A Biography of Santa Fe’s Vibrant Era, SantaFe, Museum of New Mexico Press, 1984; Dan D. Fowler, A Laboratory for Anthropology, ca-pítulo 6.

94 Frances J. Mathien, “Chaco Women”, en Recovering Our Past, Essays on the Historyof American Archaeology, Jonathan E. Reyman (ed.) Aldershot, Inglaterra, Averbury, 1992,pp. 103-130.

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LA REVOLUCIÓN DEL TIEMPO-ESPACIO

Los “boasianos” o alumnos de Franz Boas, los alumnos de sus alumnosy sus cercanos colaboradores aparecieron en el escenario antropológicoen el periodo de 1900 a 1920. Entre ellos se encontraban a Alfred Kroe-ber, Robert Lowie, Pliny Earl Goddard, Nels Nelson, Edward Sapir yElsie Clews Parson, quienes tenían su centro en la Universidad de Co-lumbia y en el Museo Americano de Historia Natural (American Museumof Natural History) en Nueva York. Para 1905 Boas planeaba entrenar alos arqueólogos en los métodos europeos del análisis estratigráfico.95 En1910-1911, fungió como Director de la Escuela Internacional de la Ar-queología y Etnología Americana en la ciudad de México, en donde losmétodos de estratigrafía fueron aplicados a las secuencias culturaleslocales.96 Berthold Laufer97 del Museo Americano, identificó la “falta deuna cronología substancial” como la principal desventaja de la arqueo-logía americanista, en relación a los estudios de Egipto y China. Desdeese momento la cronología se convirtió en un enfoque de los boasianosque trabajaban en el suroeste norteamericano.

En 1905 Clark Wissler fue nombrado Curador de Etnología en elMuseo Americano.98 En 1909 uno de los directivos del museo, Archer M.Huntington, acordó apoyar un sondeo cultural del suroeste norteameri-cano. Wissler99 aprovechó ese apoyo para desarrollar un programa a lar-

go plazo enfocado en la cuestión de la cronología, considerado como “elproblema histórico en el suroeste”. En 1912 Nels Nelson fue contratadopara iniciar el trabajo dentro del programa de sondeo Huntington. Seentrenó por breve tiempo en la materia de estratigrafía con el abad Hen-ri Breuil y con Hugo Obermaier en España.100 En 1913 Nelson inició ex-cavaciones en algunos sitios de la cuenca de Galisteo en Nuevo Méxicodonde empleó el método de la estratigrafía. Estableció niveles arbitrariosy sujetó los fragmentos de cerámica procedentes de ellos a un análisisestadístico que reveló una sucesión de periodos de cerámica.101

En 1914 Alfred Vincent Kidder –quien llegó por primera vez a la re-gión del suroeste en 1907 en calidad de alumno de la escuela de entrena-miento de verano102 de Hewett– terminó una disertación en la Universi-dad de Harvard que demostró también la utilidad de los fragmentos decerámica para la reconstrucción de la historia cultural.103 En 1915 em-prendió un programa de investigación a largo plazo en el pueblo de Pe-cos con objetivos semejantes a los del Sondeo Huntington. Kidder aplicólos métodos estratigráficos que aprendió en Harvard con el egiptólogoGeorge A. Reisner.104

También en 1915 Wissler envió a Alfred Kroeber a Zuni para recolec-tar nuevos datos etnográficos. Mientras estuvo ahí Kroeber se entrete-nía105 con una colección de fragmentos de cerámica, el análisis estadísti-

95 Ricard I. Godoy, “Franz Boas and his Plans for an International School of AmericanArchaeology and Ethnography in Mexico”, en International Journal of the History of theBehavioral Sciences 13(1977), p. 232.

96 Alfred Tozzer, “Report of the director of the International School of Archaeologyand Ethnology in Mexico for 1913-14,” en American Anthropologist 17(2) (1915), pp. 391-395; David L. Browman y Douglas R. Givens, “Stratigraphic Excavation: The First ‘NewArchaeology” en American Anthropologist 98(1) (1996), pp. 80-95.

97 Berthold Laufer, “Remarks by Berthold Laufer on Roland B. Dixon’s ‘Some As-pects of North American Archaeology’”, en American Archaeology 15(4) (1913), pp. 576-577.

98 Stanley A. Freed y Ruth S. Freed, “Clark Wissler and the Development of Anthro-pology in the United States”, en American Anthropologist 85(4) (1983), pp. 800-825.

99 Clark Wissler, “Explorations in the Southwest by the American Museum”, enAmerican Museum Journal, 15(8), pp. 395-398.

100 Browman y Givens, “Stratigraphic Excavation”, p. 93; véase asimismo Richard B.Woodbury, “Nels C. Nelson and Chronological Archaeology”, en American Antiquity 25,no 3 (1960), pp. 400-401; y “Nelson’s Stratigraphy” en American Antiquity 26(1) (1960), pp.98-99.

101 Nels C. Nelson, “Chronology of the Tano Ruins, New Mexico”, en The Kiva 25(1)(9160), pp. 1-32.

102 Alfred V. Kidder, “Reminiscences in Southwestern Archaeology, I,” en, The Kiva,25(1) (1960), pp. 1-32.

103 –––, “Southwestern Ceramics: Their Value in Reconstructing the History of theAncient Cliff Dwelling and Pueblo Tribes, An Exposition from the Point of View of TypeDistinctions”, (tesis de Doctorado, Universidad de Harvard, 1914); –––, “Pottery of thePajarito Plateau and of Some Adjacent Regions in New Mexico”, en American Anthropo-logical Association, Memoirs 13 (1915), pp. 407-461.

104 Richard B. Woodbury, Alfred V. Kidder, Nueva York, Columbia University Press, 1973.105 Alfred L. Kroeber, “Zuni Potsherds”, en American Museum of Natural History An-

thropology Papers 18, part I (1919), pp. 1-37.

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LA REVOLUCIÓN DEL TIEMPO-ESPACIO

Los “boasianos” o alumnos de Franz Boas, los alumnos de sus alumnosy sus cercanos colaboradores aparecieron en el escenario antropológicoen el periodo de 1900 a 1920. Entre ellos se encontraban a Alfred Kroe-ber, Robert Lowie, Pliny Earl Goddard, Nels Nelson, Edward Sapir yElsie Clews Parson, quienes tenían su centro en la Universidad de Co-lumbia y en el Museo Americano de Historia Natural (American Museumof Natural History) en Nueva York. Para 1905 Boas planeaba entrenar alos arqueólogos en los métodos europeos del análisis estratigráfico.95 En1910-1911, fungió como Director de la Escuela Internacional de la Ar-queología y Etnología Americana en la ciudad de México, en donde losmétodos de estratigrafía fueron aplicados a las secuencias culturaleslocales.96 Berthold Laufer97 del Museo Americano, identificó la “falta deuna cronología substancial” como la principal desventaja de la arqueo-logía americanista, en relación a los estudios de Egipto y China. Desdeese momento la cronología se convirtió en un enfoque de los boasianosque trabajaban en el suroeste norteamericano.

En 1905 Clark Wissler fue nombrado Curador de Etnología en elMuseo Americano.98 En 1909 uno de los directivos del museo, Archer M.Huntington, acordó apoyar un sondeo cultural del suroeste norteameri-cano. Wissler99 aprovechó ese apoyo para desarrollar un programa a lar-

go plazo enfocado en la cuestión de la cronología, considerado como “elproblema histórico en el suroeste”. En 1912 Nels Nelson fue contratadopara iniciar el trabajo dentro del programa de sondeo Huntington. Seentrenó por breve tiempo en la materia de estratigrafía con el abad Hen-ri Breuil y con Hugo Obermaier en España.100 En 1913 Nelson inició ex-cavaciones en algunos sitios de la cuenca de Galisteo en Nuevo Méxicodonde empleó el método de la estratigrafía. Estableció niveles arbitrariosy sujetó los fragmentos de cerámica procedentes de ellos a un análisisestadístico que reveló una sucesión de periodos de cerámica.101

En 1914 Alfred Vincent Kidder –quien llegó por primera vez a la re-gión del suroeste en 1907 en calidad de alumno de la escuela de entrena-miento de verano102 de Hewett– terminó una disertación en la Universi-dad de Harvard que demostró también la utilidad de los fragmentos decerámica para la reconstrucción de la historia cultural.103 En 1915 em-prendió un programa de investigación a largo plazo en el pueblo de Pe-cos con objetivos semejantes a los del Sondeo Huntington. Kidder aplicólos métodos estratigráficos que aprendió en Harvard con el egiptólogoGeorge A. Reisner.104

También en 1915 Wissler envió a Alfred Kroeber a Zuni para recolec-tar nuevos datos etnográficos. Mientras estuvo ahí Kroeber se entrete-nía105 con una colección de fragmentos de cerámica, el análisis estadísti-

95 Ricard I. Godoy, “Franz Boas and his Plans for an International School of AmericanArchaeology and Ethnography in Mexico”, en International Journal of the History of theBehavioral Sciences 13(1977), p. 232.

96 Alfred Tozzer, “Report of the director of the International School of Archaeologyand Ethnology in Mexico for 1913-14,” en American Anthropologist 17(2) (1915), pp. 391-395; David L. Browman y Douglas R. Givens, “Stratigraphic Excavation: The First ‘NewArchaeology” en American Anthropologist 98(1) (1996), pp. 80-95.

97 Berthold Laufer, “Remarks by Berthold Laufer on Roland B. Dixon’s ‘Some As-pects of North American Archaeology’”, en American Archaeology 15(4) (1913), pp. 576-577.

98 Stanley A. Freed y Ruth S. Freed, “Clark Wissler and the Development of Anthro-pology in the United States”, en American Anthropologist 85(4) (1983), pp. 800-825.

99 Clark Wissler, “Explorations in the Southwest by the American Museum”, enAmerican Museum Journal, 15(8), pp. 395-398.

100 Browman y Givens, “Stratigraphic Excavation”, p. 93; véase asimismo Richard B.Woodbury, “Nels C. Nelson and Chronological Archaeology”, en American Antiquity 25,no 3 (1960), pp. 400-401; y “Nelson’s Stratigraphy” en American Antiquity 26(1) (1960), pp.98-99.

101 Nels C. Nelson, “Chronology of the Tano Ruins, New Mexico”, en The Kiva 25(1)(9160), pp. 1-32.

102 Alfred V. Kidder, “Reminiscences in Southwestern Archaeology, I,” en, The Kiva,25(1) (1960), pp. 1-32.

103 –––, “Southwestern Ceramics: Their Value in Reconstructing the History of theAncient Cliff Dwelling and Pueblo Tribes, An Exposition from the Point of View of TypeDistinctions”, (tesis de Doctorado, Universidad de Harvard, 1914); –––, “Pottery of thePajarito Plateau and of Some Adjacent Regions in New Mexico”, en American Anthropo-logical Association, Memoirs 13 (1915), pp. 407-461.

104 Richard B. Woodbury, Alfred V. Kidder, Nueva York, Columbia University Press, 1973.105 Alfred L. Kroeber, “Zuni Potsherds”, en American Museum of Natural History An-

thropology Papers 18, part I (1919), pp. 1-37.

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co de los cuales mostró una secuencia cultural. Esa técnica pronto fueelaborada por Leslie Spier.106 Siguieron poco después los trabajos deNelson y otros que confirmaron esa secuencia en el cañón de Chaco yen el sitio de Aztec Ruin.107

Mientras tanto, A.E. Douglass había comenzado sus estudios de losanillos de los árboles en el oeste.108 Wissler alentó a Douglass a ver si sumétodo funcionaría con la madera rescatada de los sitios prehistóricos:Rápidamente se comprobó que era posible fechar en forma relativa lossitios de Pueblo Bonito en el cañón de Chaco y de Aztec Ruin. Anima-dos por esos resultados, Wissler109 proclamó “la Nueva Arqueología”como una ciencia que reconstruía exitosamente la cronología a través delos métodos de estratigrafía, estadística y del análisis de los anillosde los árboles. Para 1921, las “relaciones de tiempo” fueron presentadascomo el objetivo original del sondeo de Archer M. Huntington.110

A.V. KIDDER Y LA PRIMERA CONFERENCIA DE PECOS

En 1924 A.V. Kidder111 (1964) publicó la primera síntesis importante quetratara del suroeste, An Introduction to the Study of Southwestern Archaeo-logy (Una introducción al estudio de la arqueología del suroeste). Esaobra maestra, de hermosa redacción, aprovechó los trabajos más tem-pranos de Edgar Lee Hewett,112 los propios estudios de Kidder y los delMuseo americano. Pronto llegó a ser la piedra de toque para todos losestudiantes posteriores del tema y, de hecho, lo sigue siendo hoy.

Para 1927 Kidder consideró que el tiempo había llegado para juntara todos los investigadores activos en la arqueología del suroeste y ver siera posible llegar a un consenso acerca de lo aprendido y planear las di-recciones para investigaciones futuras. Ya se habían publicado variasversiones de la recién formulada cronología y diferentes sugerenciasacerca de la terminología113 y existía el peligro de un “reino de confu-sión” si no se hacía algo. Kidder envió invitaciones informales a variaspersonas, y en agosto de 1927 en su campamento en Pueblo Pecos, cua-renta y seis hombres y mujeres que representaron a más de catorce ins-tituciones, se reunieron para hablar de esos asuntos.114 El resultado115 fuela famosa “Clasificación Pecos”, que creó un modelo científico y com-prensivo de la prehistoria pueblo que hoy sigue vigente. En esa confe-rencia se estableció la agenda moderna para la arqueología del suroeste.Al igual que Lewis Henry Morgan, los participantes en la conferenciade Pecos consideraron que la cuenca de San Juan era un centro cultural.

106 Leslie H. Spier, “An Outline for a Chronology of Zuni Ruins”, en American Mu-seum of Natural History Anthropology Papers 18, parte 3 (1919), pp. 205-311; –––, “Notes ofSome Little Colorado Ruins”, en American Museum of Natural History Anthropological Pa-pers 18, parte 4 (1918), pp. 332-362; –––, “Ruins in the White Mountains, Arizona”, enAmerican Museum of Natural History Anthropological Papers 18, part 5 (1919), pp. 363-387;véase asimismo Keith Kintigh, Settlement, Substance, and Society in Late Zuni Prehistory, enUniversity of Arizona Anthropological Papers, núm. 44 (1985).

107 Earl H. Morris, “Notes on Excavations in the Aztec Ruin”, en American Museum ofNatural History Anthropological Papers 26, parte 5 (1928), pp. 259-420; Clark Wissler, “Une-arthing the Secrets of the Aztec Ruin”, en Harper’s Magazine, núm. 853 (1921), pp. 46-56;–––, “Pueblo Bonito as Made Known by the Hyde Expedition”, en Natural History 22,núm. 4 (1922), pp. 343-354; –––, “The Aztec Ruin National Monument”, en NaturalHistory 27, núm. 3 (1927), pp. 195-201.

108 Andrew E. Douglass, “A Method of Approximating Rainfall Over Long Periodsand Some Results of the Application”, en Science n.s. 37 (1913), p. 33.

109 Clark Wissler, “The New Archaeology”, en American Museum Journal 17(2) (1917),pp. 100-101.

110 –––, “Dating Our Prehistoric Ruins”, en Natural History 21(1) (1921), p. 13.

111 Alfred V. Kidder, An Introduction to the Study of Southwestern Archaeology.112 Hewett, “Memorandum Concerning the Historic and Prehistoric Ruins”; –––, An-

cient Communities in the American Desert, Albert H. Schroeder (ed.), Archaeological Socie-ty of New Mexico Monograph Series: I, Santa Fe, 1993.

113 Nels C. Nelson, “Chronology of the Tano Ruins, New Mexico”, pp. 159-180; EarlL. Morris, “The House of the Great Kiva at the Aztec Ruin”, en American Museum of Na-tural History Anthropological Papers 26, pt. 2 (1921), pp. 109-138; Kidder, An Introduction tothe Study of Southwestern Archaeology.

114 Richard B. Woodbury, Sixty Years of Southwestern Archaeology: A History of the PecosConference, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1992, pp. 19-110.

115 Kidder, “Southwestern Archaeological Conference”, en Science 66 (1927), pp. 489-491.

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co de los cuales mostró una secuencia cultural. Esa técnica pronto fueelaborada por Leslie Spier.106 Siguieron poco después los trabajos deNelson y otros que confirmaron esa secuencia en el cañón de Chaco yen el sitio de Aztec Ruin.107

Mientras tanto, A.E. Douglass había comenzado sus estudios de losanillos de los árboles en el oeste.108 Wissler alentó a Douglass a ver si sumétodo funcionaría con la madera rescatada de los sitios prehistóricos:Rápidamente se comprobó que era posible fechar en forma relativa lossitios de Pueblo Bonito en el cañón de Chaco y de Aztec Ruin. Anima-dos por esos resultados, Wissler109 proclamó “la Nueva Arqueología”como una ciencia que reconstruía exitosamente la cronología a través delos métodos de estratigrafía, estadística y del análisis de los anillosde los árboles. Para 1921, las “relaciones de tiempo” fueron presentadascomo el objetivo original del sondeo de Archer M. Huntington.110

A.V. KIDDER Y LA PRIMERA CONFERENCIA DE PECOS

En 1924 A.V. Kidder111 (1964) publicó la primera síntesis importante quetratara del suroeste, An Introduction to the Study of Southwestern Archaeo-logy (Una introducción al estudio de la arqueología del suroeste). Esaobra maestra, de hermosa redacción, aprovechó los trabajos más tem-pranos de Edgar Lee Hewett,112 los propios estudios de Kidder y los delMuseo americano. Pronto llegó a ser la piedra de toque para todos losestudiantes posteriores del tema y, de hecho, lo sigue siendo hoy.

Para 1927 Kidder consideró que el tiempo había llegado para juntara todos los investigadores activos en la arqueología del suroeste y ver siera posible llegar a un consenso acerca de lo aprendido y planear las di-recciones para investigaciones futuras. Ya se habían publicado variasversiones de la recién formulada cronología y diferentes sugerenciasacerca de la terminología113 y existía el peligro de un “reino de confu-sión” si no se hacía algo. Kidder envió invitaciones informales a variaspersonas, y en agosto de 1927 en su campamento en Pueblo Pecos, cua-renta y seis hombres y mujeres que representaron a más de catorce ins-tituciones, se reunieron para hablar de esos asuntos.114 El resultado115 fuela famosa “Clasificación Pecos”, que creó un modelo científico y com-prensivo de la prehistoria pueblo que hoy sigue vigente. En esa confe-rencia se estableció la agenda moderna para la arqueología del suroeste.Al igual que Lewis Henry Morgan, los participantes en la conferenciade Pecos consideraron que la cuenca de San Juan era un centro cultural.

106 Leslie H. Spier, “An Outline for a Chronology of Zuni Ruins”, en American Mu-seum of Natural History Anthropology Papers 18, parte 3 (1919), pp. 205-311; –––, “Notes ofSome Little Colorado Ruins”, en American Museum of Natural History Anthropological Pa-pers 18, parte 4 (1918), pp. 332-362; –––, “Ruins in the White Mountains, Arizona”, enAmerican Museum of Natural History Anthropological Papers 18, part 5 (1919), pp. 363-387;véase asimismo Keith Kintigh, Settlement, Substance, and Society in Late Zuni Prehistory, enUniversity of Arizona Anthropological Papers, núm. 44 (1985).

107 Earl H. Morris, “Notes on Excavations in the Aztec Ruin”, en American Museum ofNatural History Anthropological Papers 26, parte 5 (1928), pp. 259-420; Clark Wissler, “Une-arthing the Secrets of the Aztec Ruin”, en Harper’s Magazine, núm. 853 (1921), pp. 46-56;–––, “Pueblo Bonito as Made Known by the Hyde Expedition”, en Natural History 22,núm. 4 (1922), pp. 343-354; –––, “The Aztec Ruin National Monument”, en NaturalHistory 27, núm. 3 (1927), pp. 195-201.

108 Andrew E. Douglass, “A Method of Approximating Rainfall Over Long Periodsand Some Results of the Application”, en Science n.s. 37 (1913), p. 33.

109 Clark Wissler, “The New Archaeology”, en American Museum Journal 17(2) (1917),pp. 100-101.

110 –––, “Dating Our Prehistoric Ruins”, en Natural History 21(1) (1921), p. 13.

111 Alfred V. Kidder, An Introduction to the Study of Southwestern Archaeology.112 Hewett, “Memorandum Concerning the Historic and Prehistoric Ruins”; –––, An-

cient Communities in the American Desert, Albert H. Schroeder (ed.), Archaeological Socie-ty of New Mexico Monograph Series: I, Santa Fe, 1993.

113 Nels C. Nelson, “Chronology of the Tano Ruins, New Mexico”, pp. 159-180; EarlL. Morris, “The House of the Great Kiva at the Aztec Ruin”, en American Museum of Na-tural History Anthropological Papers 26, pt. 2 (1921), pp. 109-138; Kidder, An Introduction tothe Study of Southwestern Archaeology.

114 Richard B. Woodbury, Sixty Years of Southwestern Archaeology: A History of the PecosConference, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1992, pp. 19-110.

115 Kidder, “Southwestern Archaeological Conference”, en Science 66 (1927), pp. 489-491.

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DAN FOWLER Y DAV ID R . W I LCOX

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A diferencia de aquél, sin embargo, declararon que el maíz y la cerámicafueron introducidos desde México. Según adujeron, después de la intro-ducción de esos “gérmenes de cultura” la historia cultural del suroestehabía sido autóctona y se apartaron de la preocupación por las conexio-nes entre el suroeste y Mesoamérica en favor de la reconstrucción desecuencias cada vez más detalladas de fases culturales. Se llegó a unacuerdo entre los que pensaban que la arquitectura debía constituir labase del sistema la clasificación y los que favorecieron la cerámica. Auncuando un año antes se habían encontrado puntas de flecha del tipoFolsom in situ, junto a los huesos de bisontes extintos, no se incluyó unperiodo paleoindio en la clasificación. Todas estas decisiones llegarían aformar el enfoque de críticas y refinamientos posteriores, pero para en-tonces el estudio científico de la arqueología del suroeste quedó firme-mente establecido como la empresa conjunta de una comunidad deestudiosos.

Charles Peirce116 afirmó que la ciencia implica necesariamente unacomunidad de trabajadores. Se puede argüir que antes de la Conferen-cia de Pecos de 1927, la arqueología del suroeste era poco más que unaserie de esfuerzos individuales de importancia variable. Sin embargo, selogró el consenso formado por una comunidad de investigadores y seemprendió la ciencia de la arqueología del suroeste norteamericano.Empezó con las observaciones de los exploradores civiles y del ejércitode los Estados Unidos en 1846 y los años subsiguientes. Fue nutrida porlas investigaciones en la antropología general de Albert Gallatin en ladécada de 1840, de Lewis Henry Morgan en los años de 1870 y de FranzBoas y Clark Wissler en la década de 1910. La Conferencia de Pecos de1927 creó un consenso científico y una nueva agenda de investigaciónen la “historia cultural” que guió las investigaciones en la arqueologíadel suroeste hasta los años de 1960 y, en algunos respectos, hasta la ac-tualidad.

Traducción de Paul Kersey y Oscar Mazín

116 Justus Buchler, ed., Philosophical Writings of Peirce, Nueva York, Dover, 1955.