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Jesús, orante del reino de Dios AUGUSTO GUERRA Si queremos evangelizar la OraClOll se hace prácticamente imprescindible acercarnos a la oración de Jesús. y mejor todavía acercarnos a la persona de Jesús orante. La persona atrae siem- pre más que cualquier teoría. Y revela más que todas las ideo- logías. Por la estructura de estas páginas vamos a limitarnos a un breve acercamiento histórico al Jesús orante. En este momento no es la doctrina evangélica sobre la oración la que nos pre- ocupa, sino el Jesús orante. He aquí lo que nos parece más importante: 1. Biografía y teología A cualquier orante le gustaría disponer de una biografía ora- cional de Jesús. y no sólo ni principalmente por curiosidad comprensible, sino porque Jesús fue menos un teólogo que un orante: no definió qué era la oración; ni la analizó; sencilla- mente, oró. Como tampoco definió a Dios, pero lo invocó; y esa invocación fue por sí misma la revelación más profunda del constitutivo del Dios del Nuevo Testamento: Abba 1. Sin embargo, el cristiano tiene que quedarse con las ganas y el simple deseo ineficaz: «sabemos poco de la vida de oración de Jesús ( ... ) ¡Cómo nos gustaría saber algo más! »2 Es un de- 1 «Jesús no ha definido a Dios, sino que ha invocado a Dios con una palabra propia e inusitada en el lenguaje oracional del judaísmo contemporáneo» (O. GnNZÁLEZ DE CAR- DEDAL, Jesús de Nazaret, Madrid, BAC Maior, 1975, p. 97). 2 J. JEREMIAS, Abba y el mensaie central del Nuevo Testamento, Salamanca, Sígueme, 1981, p. 81. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 43 (1984), 417-428.

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Jesús, orante del reino de Dios

AUGUSTO GUERRA

Si queremos evangelizar la OraClOll se hace prácticamente imprescindible acercarnos a la oración de Jesús. y mejor todavía acercarnos a la persona de Jesús orante. La persona atrae siem­pre más que cualquier teoría. Y revela más que todas las ideo­logías.

Por la estructura de estas páginas vamos a limitarnos a un breve acercamiento histórico al Jesús orante. En este momento no es la doctrina evangélica sobre la oración la que nos pre­ocupa, sino el Jesús orante. He aquí lo que nos parece más importante:

1. Biografía y teología

A cualquier orante le gustaría disponer de una biografía ora­cional de Jesús. y no sólo ni principalmente por curiosidad comprensible, sino porque Jesús fue menos un teólogo que un orante: no definió qué era la oración; ni la analizó; sencilla­mente, oró. Como tampoco definió a Dios, pero lo invocó; y esa invocación fue por sí misma la revelación más profunda del constitutivo del Dios del Nuevo Testamento: Abba 1.

Sin embargo, el cristiano tiene que quedarse con las ganas y el simple deseo ineficaz: «sabemos poco de la vida de oración de Jesús ( ... ) ¡Cómo nos gustaría saber algo más! »2 Es un de-

1 «Jesús no ha definido a Dios, sino que ha invocado a Dios con una palabra propia e inusitada en el lenguaje oracional del judaísmo contemporáneo» (O. GnNZÁLEZ DE CAR­DEDAL, Jesús de Nazaret, Madrid, BAC Maior, 1975, p. 97).

2 J. JEREMIAS, Abba y el mensaie central del Nuevo Testamento, Salamanca, Sígueme, 1981, p. 81.

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 43 (1984), 417-428.

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seo legítimo al que tiene que renunciar. Si hoy resulta evidente que es impensable escribir una biografía de Jesús, más impen­sable resulta escribir una biografía oracional. La razón es sen­cilla: por una parte, los testimonios evangélicos son parcos al respecto 3, y, por otra, esos mismos testimonios evangélicos tie­nen una dimensión más teológica que biográfica. Todos, pero sobre todo el evangelio de Juan. Por eso, cada evangelista habla de la oración de Jesús a su modo, según la teología y parénesis que representa. Las diversas presencias y ausencias de escenas, los desplazamientos de versículos oracionales, los emplazamien­tos de los mismos, las repeticiones o su ausencia, etc., manifies­tan que a los evangelistas les interesa no tanto la oración his­tórica de Jesús cuanto una parénesis oracional.

No obstante, deben meditarse estas palabras de J. Comblin: «nadie podría haber inventado ni el estilo ni el contenido de las oraciones de Cristo. Los redactores las escribieron a partir de la experiencia que tuvieron del propio Jesús» 4. Como sucede en otras cuestiones de Cristología, esta línea intern1edia entre la historia moderna y la pura teología, es decir, una cierta conti­nuidad entre ambas, parece imponerse. Puede afirmarse funda­damente una profunda simbiosis entre biografía y teología, ex­periencia personal y magisterio apostólico 5. Aquí parecen estar los límites para quien desease hacer una historia oracional de Jesús.

3 «Les évangiles synoptiques restent singulierement discrets concernant la priere de Jésus» (J. GIBLET, La priere de Jésus, en H. LIMET-J. RIEs, L'expérience de la priore dans les grandes "eligions, Lonvain-La-Neuve, Centre d'Histoire des religions, 1980, p. 261. Sobre la escasa importancia que puede tener el evangelio de Juan en la consideración histórica de la oración de Jesús, cfr. Ch .. DUQuoc, La oraci6n de Jesús, en Concilium, n. 179 [noviembre 1982], 315: «Jesús se difumina detrás de Cristo»). Es evidente que las citas podl'ian amontonarse sin especial trabajo. Quizá también sin especial interés. El mayor interés lo representa el evangelista Lucas. Cfr. la monograffa fundamental de L. MONLOUBOU, La priore selOfI saint Lllc, Paris, Cerf, 1976. Estudios particulares -nor­malmente capítulos dentro de una consideración más general- sobre la oración de Jesús hoy abundan. Como estudios de conjunto sirvan: J. COMBLIN, La oración de Jesús. Asu­mir la densidad del mundo desde Dios, Santander, Sal Terrae, 1977; A. RÓDENAS, Oral' eOIl Cristo. Algunos rasgos fundamentales de la plegaria cristiana a la luz del Nuevo Tesfamellto, Salamanca, Secretadado Trinitario, 1979; J. SOBRINO, La oraci6n de Jesús y del cristiano, Bogotá, Edic. Paulinas, 19812.

4 O. C., pp. 7-8. s Referido a la oración de petición ha podido concluir J. CABA: «toda esta serle de

criterios de historicidad permiten con cierta probabilidad llegar a conectar con Jesús a propósito de la fuerza que se da a la oración de petición y a raíz de las razones que la fundamentan; igualmente esos cdterios facilitan U1l acceso hasta Jesús mismo que atribuye a la fe un poder semejante a la fuerza de la petición» (La oración de petición. Estudio exegético sobre los evangelios sin6pticos y los escritos ;oa/leos, Roma, Bíblical 1nst. Press, 1974, p. 319).

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2. En un pueblo que sabía rezar

Entre las páginas ya clásicas sobre la oraClOn de Jesús hay una que comienza con estas palabras: «Jesús nació en un pue­blo que sabía rezar)} 6. Exacto. Más aún: la oración es el alma del pueblo de Jesús. La literatura bíblica es en buena parte oracional, y la oración no es ajena a ninguno de sus géneros lite­rarios. No es el libro de los Salrnos el único en reflejar la ora­ción de un pueblo. Lo son todos los libros, aunque, evidente­mente, no en la misma proporción. Encontramos oración no sólo en los libros sapienciales y proféticos. La encontramos también en los libros históricos, al parecer del profano tan alejados de la oración, En la Biblin, ni la omción rompe el ritmo de la historia (muy al contrario, nace de y crece con la historia), ni ésta puede ser entendida sin aquélla. Israel no hizo nunca chacota de la oración, como hicieron otros pueblos 7. Sus sinagogas, sus justos y sus pecadores son pruebas mudas o vivientes de un diálogo a varias voces -según el tipo de oración--, pero siempre vivas y concretas, hirientes en su trágica encamación histórica. Jesús podía decir claramente a los traficantes en el templo: «está es· crito: Mi casa será casa de oración)} (Lc 19,46). Jesús sabía que los traficantes recordarían a Isaías, que ya había dicho esta sentencia (ls 56,7). Jesús sabía que incluso quienes no oraban, o quienes comercializabnn la oración, conocían la historia de un pueblo a quien los pl'ofe:as habían abierto una casa de ora­ción, que era refel'encia para vivir 10 bueno y discernir 10 malo.

Si olvidar el trasfondo del Antiguo Testamento puede ser fa­tal en aspectos centtales del cristianismo 8, podría ser también que olvidar la prehistoria de la oración cristiana resultase perni· cioso. Con ello no se oculta, olvida o desnaturaliza la origina­lidad de la oración de Jesús. Sencillamente, se la sitúa.

6 J, JERE~IIAS, Abba"., o, e" p, 75_ Una buena síntesis de la oración en el Antiguo Testamento es la de A, GoNZÁLEZ, La oració" ell la Biblia, Madrid, Edic. Cristiandad, 1968, pp. 69-132.

7 En este sentido el mismo J, JEREMIAS cita H. KLEINKNECH'I', Die Gebetsparodie in del' Alttike, Stuttgart-Berlin, 1937.

8 Diversos tratadistas de la Eucal'Ístfa, oración centtal de la comunidad cristiana, han llamado la atención sobre el grave riesgo que se corre si se olvida el trasfondo viejotesta­mental'Ío de la misma, sin que por ello pierda en originalidad. Entre ottos pueden verse: M. THURIAN, La eucaristía, Salamanca, Sígueme, 1967, p, 27; L_ MALDoNADO, La plegaria eucarística, Madrid, BAC, 1967 (toda la estructura de la primera parte); L. BOUYER, Euca/'ist!a, Barcelona, Herder, 1969, p. 29.

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3. Jesús oró

Esta es una afirmación normal, y fundamental en su nor­malidad. Los evangelios testimonian algunos momentos al pa­recer indiscutibles. Lo más sencillo y quizá fiel en la determi­nación material de la oración de Jesús me parece esta síntesis que hace J. Jeremías y que concuerda con las síntesis que hacen otros autores menos ordenadamente: «si preguntamos a los sinópticos 9 nos ofrecen solamente-prescindiendo de los tres gritos mencionados en el relato de la crucifixión- dos ora­ciones de Jesús: el grito de júbilo (Mt 11 ,25-26) Y la oración de GetsemanÍ (Me 14,36). El evangelio de Juan nos ofrece otras tres: una corta oración en el relato de la resurrección de Láza­ro On 11,41-42), la oración igualmente breve en la explanada del templo (equivalente joánico de la oración de GetsemanÍ: Jn 12,27-28) y la larga oración sacerdotal On 17); de estas oraciones, la última por lo menos está profundamente marcada por el lenguaje y el estilo del evangelista. Poca cosa, como ve­mos. A esto hay que añadir una serie de indicaciones generales, especialmente la oración de Jesús en soledad (Mc 1,35; 6,46 = = Mt 14,23; y sobre todo en Lc 3,21; 5,16; 6,12; 9,18.28-29), una declaración del propio Jesús sobre su intercesión en favor de Pedro (Lc 22,31-32) y finalmente sus instrucciones a los dis­cípulos sobre la oración, en las que ocupa un papel destacado el padrenuestro ( ... ) Pero en realidad sabemos otras cosas. Sa­bemos que Jesús pertenecía a una familia piadosa (Lc 2,1-52; cf. 4,16); sabemos entonces que se sentía heredero de una tra­dición litúrgica, y conocemos en definitiva las oraciones que el niño Jesús había aprendido en casa de sus padres de Nazaret y que le acompañaron a 10 largo de toda su vida. En particular, las tres horas de oración están en tiempos de Jesús tan profunda y comúnmente arraigadas en las costumbres del pueblo judío que tenemos pleno derecho a aplicarles también la frase que dice Lc 4,16 de la asistencia de Jesús a la liturgia sinagogal el día del sábado: 'según su costumbre'» 10.

A pesar de lo poco que sabemos de esta oración de Jesús,

9 Ya hemos dicho antes la escasa importancia que ofrece a la historia el evangelio de Juan, concretamente en este tema.

10 J. JERE~IIAS, O. C., pp. 81-82. Para entender algunas de las referencias del autor (las tres horas de oración, etc.), cfr. ibídem, pp. 75-81.

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las referencias son suficientes pam poder concluir: «lo primero que se observa en los datos recogidos por las diversas tradiciones evangélicas es que la oración no es algo accidental o secundario en la vida de Jesús. Al contrario, hemos de decir que ocupa un lugar esencial e insustituible. La oración acompaña todas las grandes decisiones y los acontecimientos importantes de su vida» 11.

A esta breve síntesis podría añadirse: Jesús no sólo oró, sino que actualmente ora, como realidad histórica (cf. Hebr 7,25). Renunciamos a considerarla aquí 12. Más adelante se verá la razón metodológica que nos lleva a ello.

4. Por qué oró !esúl:i

Nadie obra siempre por el mismo y Ul11CO motivo directo e inmediato; al menos de forma explícita. Ni obra siempre de manera formal por el motivo más profundo y la razón última. Caben diversas razones o motivaciones que han inducido inme­diatamente a Jesús a orar. El ambiente en que Jesús había cre­cido, el ambiente de Israel, había estado todo él abierto a la oración. Oración y vida eran perfectamente amigos.

Ninguna cil'cuntancia tiene el monopolio de la omción de Jesús. La alegría y la tl'isteza, la dificultad ministel'ial y el des­concierto, la muerte de un amigo y la satisfacción de las necesi­dades de los hombres ... Todo puede explicar en parte una 01'a­

ción, porque todo ello la acompaña. Hay momentos, precisamente los más largos y solitarios, los

más presentes en la mente y corazón del cl'istiano y en las pá­ginas evangélicas, constatados pero no descifrados, a veces in­tuidos pero siempre con el telón de fondo del largo silencio, para los que un profano no encuentra motivo alguno. Sabe que Jesús no ora porque necesita descansar 13, Por eso sale muy de

11 J. A. PAGOLA, ¿Cómo oraba Jesús?, en Sal Terrae, 72 (1984/4), 259·260. Incluso es posible que se pase J. 1. GONZÁLEZ FAUS cuando escribe: «la referencia a la oración de Jesús es un dato constante en los evangelios» (Acceso a Jesús, Salamanca, Sigueme, 1979, p. 49).

12 Seguimos así el ejemplo de otros que se han acercado al mismo tema (por ejemplo, Ch. DuQuoc, La oración de Jesús, 1. c., p. 314). Posteriormente ponemos el caso con· creta de la oración actual de Jesús.

13 No tenemos nada contra el descanso, al menos psicológico, como motivación parcial y esporádica de la oración: «hace falta oración para evitar el cansancio» (E. PIRONIO, Escritos pastorales, Madrid, BAC, 1973, p. 243).

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mañana, cuando los discípulos están todavía descansando. A él le pesan ya las sábanas. Jesús no ora porque necesite el des­canso relajante de una semana agotadora. Y así otras motiva­ciones, que no logran entrar en la entraña de 10 que se intuye en las motivaciones más profundas del orar silencioso de Jesús.

Quizá pueda decirse: Jesús ora fundamentalmente porque necesita oral'. No es una necesidad legalista o jurídica la que le obliga a ello, sino una necesidad interior, una necesidad antro­pológica profunda. A Jesús, claramente dicho, no le llenan los hombres. También en esto ha asumido Íntegramente la natura­leza humana. El hombre tiene más capacidad de receptividad que de donación. Por eso no queda satisfecho con 10 que recibe, aunque el donante -las multitudes- se le entreguen con todo su ser. Queda siempre en el hombre -y, como hombre, en Je­sús- una zona de vacío que el donante 110 logrará nunca llenar. Esta reflexión antropológica, no siempre tenida en cuenta, ex­plica radicalmente la soledad humana y la soledad de Jesús. y justifica la aspiración a comunicaciones más altas, así como hace comprender tantas escapadas del diálogo humano o inter­humano.

Lo de Jesús no es misantropía. El trato de Jesl¡s con la gente demuestra claramente que lo suyo no es misantropía. Jesús 110

huye de la gente. En cambio, sí puede decirse que a veces él se siente solo entre la multitud y entre los mismos discípulos. Llega un momento en que él necesita algo más, mucho más. y entonces acude al lugar en el que pueda tener ese encuentro que no halla entre los hombres. «La oración del Señor expresa también su soledad. Una soledad que en su caso brota de la ri­queza, no de la pobreza, ya que Cristo es consciente de su filia­ción divina, misterio único, original e irrepetible. Por eso Jesús se retira a solas para rezar, porque se siente solo entre los hom­bres. Unical11ente la conversación con el Padre podía colmar su soledad interior» 14. '

Jesús, pues, siente la honda necesidad de estar con alguien que supere su propio nivel para que pueda colmar la necesidad de soledad, o la insatisfacción que le crean los hombres. La ora­ción, los momentos fuertes de oración, han sido para Jesús mo­mentos fuertes de experiencia vital 15. Y esa necesidad sentida y

14 A. RÓDENAS, La oración en la Biblia, en Con/er, 14 (1975), 352. 15 Cfr. ]. 1. GONZÁLEz FAUS, Acceso a Jesús, o. e" p. 49,

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buscada aumenta cuando ese ser superior es su Padre. Por eso, la oración de Jesús pertenece a su esencia filial, a su conciencia de Hijo. La conciencia de filiación parece ser en Jesús el verda­dero camino de la expresión de su divinidad 16.

5. Oración y soledad

Los evangelios no resaltan la oración litúrgica de Jesús. No son las grandes [unciones las que encuadran la oración del Maes­tro. Menos aún la rumbosa liturgia del templo, que identifica esplendor cultual y oración perfecta y ag1'3dable a Dios. Es la soledad, como marco preferencial -~--muy preferencial--- lo que constituye el acento externamente más llamativo de la oración de Jesús, y una dimensión de su oración.

La espontaneidad de la oración de Jesús y la oración que acompaña su actividad (Mc 9,28-29) 17 no ha suprimido su pre­dilección por la soledad. No hablamos de monopolio, que no sería exacto; hablamos de predilección.

Convencido de que la relación con Dios hay que vivirla en espíritu y en verdad On 4,24), Jesús supera la sinagoga y el templo como lugares preferenciales de oración (y más corno lu­gares únicos). No es que los rechace. Es más, serán el lugar normal de encuentro con el Pueblo de Dios, que escucha la pa­labra cada sábado, la proclama y responde con la alabanza y pe­tición 18. El buen israelita, además, está acostumbrado a la ora­ción personal. La oración personal no es algo que invente Jesús. Desde que se levanta, el israelita, antes de tocar tierra con su pie, se dirige a su Dios agradecido y necesitado.

Sin embargo, la tradición oracional precristiana, tan fuerte en el Antiguo Testamento, no tiene predilección por la soledad como ámbito de la oración. Más bien encontramos lo contrario. El espíritu de la personalidad corporativa, que domina profun­damente la etapa más importante de Israel, ha podido llevar a una clara predilección por la oración grupal.

En tiempos de Jesús, los fariseos, fieles cumplidores de la materialidad de la ley, oran en público ostentosamente. El pú-

16 lb., pp. 49-50, nota 1. 17 Hace referencia a este texto como significativo y pl'obativo de una «acción,,,

transida de oración>' J. A. PAGOLA, ¿C6mo oraba Jestis?, en Sal Terrae, 72 (1984/4), 260. lB Cfr. aquí mismo, nota 10.

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bUco es su lugar de oración. Jesús tiene que intervenir precisa­mente ahí. El enseña una doctrina distinta: «Tú, cuando ores, entra en tu cuarto y cierra la puerta» (Mt 6,6).

Estas palabras 110 son una condena de la oración pública. Lo que Jesús condena es la vanidad: «para ser vistos de los hom­bres» (Mt 6,5), no la publicidad: «orar en pie en las sinagogas y en los ángulos de las plazas» (Mt 6,5). Hay que insistir en esto, porque existe una tradición infundada, representada por espirituales, que subestima injustamente la oración pública, con el peligro natural de extender esa subestima a la oración comu­nital'ia en cualquiera de sus manifestaciones. Y, desde luego, no se puede acudir a la experiencia de Jesús para monopolizar la oración privada 19. Jesús ora también en público, sin complejo alguno y manifestando los más Íntimos sentimientos y 10 más peculiar del Evangelio 20.

Pero, ciertamente, Jesús prefiere la soledad como ámbito ora­cional. Quizá es verdad que «todo hombre aspira al silencio 10 mismo que al descanso y al sueño» 21, Y Jesús ha sido también en eso hombre como los demás. El desierto, la montaña, Getse­maní y la cruz (la mayor soledad de Jesús) expresan la soledad geográfica y personal impresionante de Jesús como novedad.

Analizar estas oraciones permitiría entrar en la experiencia oracional de Jesús. Hay, creemos, en todos estos lugares o mo­mentos un elemento central (= la gratuidad) que será expresa­mente estudiado después con detención. No podemos hacerlo detallada y separadamente aquí, porgue el carácter de síntesis quedaría superado con creces. Las oraciones de Jesús, y sus mo­mentos oracionales (aunque desconozcamos el tenor de la ora­ción en los mismos), revelan detalles siempre importantes, y la teología de la oración tendrá que volver constantemente sobre ellos.

19 TERESA DE JESÚS representa la tradición cuando escribe: «ya sabéis que enseña este maestro celestial sea a solas, que así lo hacía El siempre que oraba (no por su necesidad, sino por nuestro enseñamiellto)>> (CE 40, 3. En la segunda redacción de Camino de Per­fección -CV- malltiene TERESA la misma redacción. En las correcciones que introduce en el Códice de Toledo, la Santa en lugar de «siempre» escribirá «muchas veces». Las primeras redacciones expresan la fuerza de la inercia que afirmaba ese monopolio, no la legitimidad evangélica).

20 Véase cuanto decimos después comentando la oración de Jesús en Le 10,21, elegida aquí como una de las oraciones que manifiestan la originalidad de la oración de Jesús.

21 Y. RAGUIN, Orar la propia vida, Madrid, Narcea, 1984, p. 22. Esta cita no quiere canonizar todo 10 que el autor magnifica el silencio, pp. 45·48. Más interesante es, aunque en general, S. ALVAREZ TURIENZO, El !Jombre y su l'Oledad, Salamanca, Sígueme, 1983 (sobre todo, pp. 351-358).

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6. Originalidad de la oración de Jesús

Interesa a quienes piensan en la oración de Jesús descubrir su originalidad 22. Y, desde luego, püede decirse que desde la radicación en la tradición orante del pueblo judío, «Jesús rompe con las costumbres piadosas de su época en cuestión de ora­ción» 23. Es una ruptura que «vale no solamente para los tiempos que le consagra y para la lengua que emplea, sino sobre todo para el contenido que le da a esa oración» 24. Efectivamente, lo más importante en la originalidad de la oración de Jesús es su contenido.

Este contenido puede sinietizarse en tres aspectos concretos:

Cercanía del Padre. Esta cercanía se encuentra reflejada en el Abba, que preside toda su oración. «El conjunto de las ora­ciones de Jesús recogidas en los cuatro evangelios tienen en co­mún el hecho de que, si exceptuarnos el grito de Jesús en la cruz ( ... ) todas se dirigen a Dios llamándole Padl'e ( ... ) Jesús dijo continuamente Abba al dirigirse a Dios» 25.

«' Abba' es, sin duda, la palabra teológicamente más densa de todo el NT» 26. Describir la densidad concreta no es de este lugar 27. Sí lo es, no obstante, preguntarnos por la originalidad de la misma. Es una originalidad que debe mirarse en relación con el modo de concebir a Dios en el Antiguo Testamento, y que viene resumida así por R. Bultmann: el Dios del Antiguo Testamento es el Dios de la creación. El Dios de Jesús es «un Dios de la proximidad». «El es el poder presente, que como señor y padre compendia todo, limitando y exigiendo. Esto en­cuentra su expresión en la fórmula de la oración. Frente a las fórmulas de oración del judaísmo, magníficas, patéticas, a menu­do bonitas litúrgicamente, a menudo también recargadas, como por ejemplo en el caso de la oración de las dieciocho bendiciones que el judío piadoso debe recital' tres veces al día ( ... ), la sen­cilla fórmula« ¡Padre!» -lo mismo puede decirse de todo el

22 «Intentaré describir la originalidad de la oración de Jesús. (Ch. DUQuoc, l. c., p. 315).

23 J. ]EREMIAS, Abba ... , o. c., p. 85. 24 lb., p. 85. 25 lb., p. 86. Cfr. ]. HÉLÉWA, La preghiera di Gesu. «Abba! ¡Padre!», en Gesu Cristo,

Mistero e Presenza, Roma, Teresianum, 1971, pp. 171-192. 26 O. GoNZÁLEZ DE CARDEDAL, Jesús de Nazaret, Madrid, BAC Maior, 1975, p. 99. 27 lb., pp. 97-104. Son páginas dignas de cualquier antología cristiana.

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«padrenuestro»- se distingue, por su concisa parquedad, de las oraciones judías (Mt 6,9-13; Lc 11,2-4). Dios está cerca: él es­cucha las oraciones que le llegan y las entiende como el padre entiende los ruegos de su hijo (Mt 7,7-11 par; d.11,5-8; 18,1-5)>> 28.

El orar de Jesús es un entrar en la intimidad ele ese Dios a quien no sólo podemos llamar Padre, sino incluso a quien de­bemos llamar Abba, con la carga de intimidad y cercanía que esencialmente lleva.

Lejanía de tos criterios del mundo. Jesús en la oración se manifiesta lejano, sumamente lejano, de los criterios del mundo. Lo que es importante para el mundo queda oculto en la oración de Jesús, y es precisamente el contraste con esos criterios del mundo 10 que se manifiesta, de forma explosiva, en el orante, que se llena del gozo del Espíritu Santo: «yo te bendigo, Padre, Señor elel cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños» (Le 10,21). «El mundo está lleno de sabios, de gente inteligente que sabe lo que hay que hacer para lograr la felicidad. Conocen las le­yes de la historia, orientan la economía, saben hablar de cultura y, en la actualidad, han decidido ocuparse de los oprimidos: saben las acciones que hay que emprender para hacerles felices. El mundo está lleno de libros eruditos y de explicaciones de los males que nos aquejan ( ... ) Y, sin embargo ( ... ) En lo que lle­vamos de siglo ya hemos visto desfilar un sinnúmero de expe­riencias que se presentaban como inteligentes y discretas y que además iban en el sentido de la historia. Lo malo es que el ar­bitrario avance de la historia, contingente, se ríe de los pronós­ticos y se burla de la inteligencia. Al final, todas estas experien­cias han mostrado su auténtico rostro: genocidios por aquí, cam­pos de concentración por allá y la miseria por todas partes ( ... ) La oración de bendición de Jesús produce una inversión de va­lores; no es que niegue que el triunfo, la sabiduría, la belleza del mundo y la creación científica y técnica sean dignas de alaban­za; 10 que afirma es que sólo la merece cuando se ponen al servicio del bienestar de la gente sencilla. Jesús exulta de gozo ante la novedad de que la gente sencilla sea la privilegiada por

28 R, BULTMANN, Teología del Nuevo Testamento, Salamanca, Sígueme, 1981, p. 62,

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Dios. ( ... ) Esto suena a broma a los oídos de los discretos e inteligentes que conocen las leyes implacables de la marcha del mundo. Pero Jesús sabe que la locura de Dios es más poderosa que nuestros cálculos y saberes. Y bendice a Dios por esta no­vedad, por esta elección, por este desplante al desprecio, pOl' este rechazo a la justificación de los privilegios mediante la ló­gica de las leyes naturales e históricas» 29.

Originalidad de la oración de Jesús no en el desprecio del mundo; originalidad de la oración de Jesús sí en la lejanía de esle mundo que no se apea de su buno de carga y de muerte. La bendición exultante ele Jesús tuvo que resonar como una blasfemia sonora en oídos puritanos, aunque sucios y taponados.

Reino de Dios. Se ha hablado de la «inseparabilidad» de «la bipolaridad 'Abba'-reino» 30. Hemos recordado la paternidad (cercanía) como distintivo de la oración de Jesús. Según la con­cepción de la inseparabilidad, tenemos que recordar el reino de Dios. «El reino da razón del ser de Dios como Abba y la pa­ternidad de Dios da fundamento y razón de ser al reino. Y en esta unidad conservan las expresiones de Jesús toda su origina­lidad» 31. Andamos, como sabemos, detrás de esta originalidad. «Según explican los exegetas, cuando los discípulos piden: 'en­séñanos a orar', no están pidiendo: enséñanos a hacer contem­plación, o meditación trascendental ... , sino que están pregun­tando por una oración que sea distintivo de aquel grupo de discípulos de aquel maestro. Lucas lo subraya claramente al aña­dir 'como Juan enseñó a los suyos'. Y Mateo lo apunta por la contraposición que hace Jesús con otras formas de oral'. Y la respuesta (prescindiendo de si de hecho fue así, o si se ha am­pliado luego, etc.) se resume toda en esta doble expresión: 'Abba, venga tu reino.' De modo que porque te llamamos Abba confesamos y pedimos la venida de tu reino. El resto de las peticiones del Padrenuestro entran todas en esa única frase (úni­ca quizá también en cuanto a su autenticidad jesuánica): el nombre a santificar, de Dios, es su nombre de Abba, de Padre. La voluntad de Dios que ha de cumplirse en la tie1'1'a es la ve-

" Ch. DUQuoc, La oración de JestÍs, 1. C., pp . .322-324. En la misma línea, J- COMBLlN, La oración de JestÍs, Santander, Sal Terrae, 1977, pp. 54-55.

30]. I. GONZÁLEZ FAUS, Acceso a JestÍs, o. e., p. 46. Todo lo que se diga de esta inseparabilidad es poco. Aquí tenemos el reto más duro al hombre de nuestro tiempo, y del que no sabe cómo salir (porque, a veces, ni siquiera entra en él).

JI lb., p. 46.

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nida de su reino (no es el culto ni la moral ni el derecho canó­nico); y ese reino se expresa o se delinea para Jesús en aquellos tres campos de las peticiones de la segunda parte: el sustento necesario, el perdón y el mal» 32.

¿Quién se atrevería a negar que la oración de Jesús es ori­ginal? ¿ Quién se atrevería a negar que esta originalidad de la oración de Jesús es profunda, revoluciona los criterios del mun­do, predica la cercanía del Abba y anhela, con toda la humildad y fuerza de la petición, un reino de dentro y de fuera, de 10 interior y de 10 exterior, a la vez que liberador de la gran falsificación de ciertas concepciones trágicas del reino doradas de paraíso totalitario? 33

La oración de Jesús puede ser el comienzo, y debe ser siem­pre el reclamo de una oración que, lenta, pero inexorablemente, vaya uniendo los únicos cielo y tierra que conoce el hombre como necesitados de redención y los únicos cielo y tierra de los que se preocupa el Dios Padre de todos los hombres.

32 lb., p. 48. Sugestiva idea para entender el Padrenuestro. Sobre esta oración de Jesús, significativa siempre, cfr. S. CASTRO, Padrenuestro, en NI/evo Diccionario de espi­ritualidad, Madrid, Edic. Paulinas, 1983, pp. 1061-1071, con la bibliografia moderna.

33 Cfr. ¡bldem, pp. 46-47.